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IN HOC SIGNO VINCES: LA ROMA TARDOANTIGUA LOS GRANDES REFORMADORES DEL SIGLO IV La apertura de una nueva época: la Roma del siglo IV. El nuevo modelo político: la Tetrarquía. Los grandes reformadores del siglo IV d. C.: Diocleciano. Hacia la cristianización del Imperio: Constantino. Economía y Sociedad en el siglo IV d. C.

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IN HOC SIGNO VINCES: LA ROMA TARDOANTIGUA

LOS GRANDES REFORMADORES DEL SIGLO IV

La apertura de una nueva época: la Roma del siglo IV.El nuevo modelo político: la Tetrarquía.Los grandes reformadores del siglo IV d. C.: Diocleciano.Hacia la cristianización del Imperio: Constantino.Economía y Sociedad en el siglo IV d. C.

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LA ROMA DEL SIGLO IV d. C.GENERALIDADES Y CLAVES HISTÓRICAS

PLANTEAMIENTO CRONOLÓGICO

Con el advenimiento de Diocleciano (284-305 d. C.) se abre en la Historia de Roma no sólo el siglo IV d. C., sino la época que, con fidelidad total al término germano de Spatäntike, denominamos Antigüedad Tardía. Es una época en la que, tradicionalmente, se viene hablando de crisis, pero en un sentido de transformación de una serie de estructuras administrativas, de organización e ideológicas (en especial el surgir del Imperio Cristiano a partir del 313 d. C.) a través de las cuales Roma se va adentrando progresivamente en el siglo V d. C. en que sucumbirá ante los bárbaros (ya casi desde el 410 d. C., con la invasión de Roma por Alarico) en Occidente y se transformará en el Imperio Bizantino en Oriente. Algunas de las claves que permiten explicar esta época –que, incluso, se prolonga en según que prouinciae casi hasta el siglo VI d. C.– se prefiguran ya en el siglo IV d. C.

PRINCIPALES CLAVES HISTÓRICAS• Gran dependencia de la política internacional. Efectivamente, la mayor parte de las reformas que, en todos los aspectos, suponen la transformación global del Principado en el siglo IV d. C., se deben a los continuos vaivenes de los movimientos de bárbaros y Persas y, en definitiva, a los conflictos internacionales –no sólo extranjeros, también internos como la usurpación– derivados de la “anarquía militar”. • Cada vez más acusada bipolaridad geográfica del Principado. La presencia de dos peligros diferentes (Persas y Bárbaros), el papel jugado por las prouinciae orientales –y algunas occidentales como la Galia– en la proclamación de nuevos Principes y el gusto por el boato y ceremonial oriental de los nuevos Principes contribuye a que, de hecho, funcionen casi desde Constantino y Licinio y de modo real desde Arcadio y Honorio (395 d. C.) los conceptos de la pars Orientis y de la pars Occidentis del Imperio.

• Carácter teocrático de la monarquía. Ciertamente, esto no es una novedad en el Imperio pero lo cierto es que la divinización en vida había resultado casi siempre agresiva para la mentalidad romana (casos de Calígula o de Domiciano, p. ej.). En estos momentos, como base del nuevo sistema tetrárquico impuesto por Diocleciano y continuado –con salvedades y sólo en apariencia– por Constantino, está el convencimiento de que el Princeps (calificado como Augustus) es un dios –asemejado a Hércules y a Júpiter– en vida y que genera divinidades en su torno (Caesares) a través del sistema de la adopción.

• Marcado carácter reformista. Como consecuencia de la primera nota apuntada como clave histórica del siglo IV d. C., este periodo es uno de los que concita más transformaciones en la Historia de Roma, no en vano en él se produce una completa transformación del aparato provincial, de la organización interna de la casa imperial, de las fórmulas de reclutamiento del ejército, del aparato fiscal y financiero…

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EL NUEVO MODELO POLÍTICO DEL SIGLO IV d. C.

LA TRETARQUÍA DE LOS QVATTVOR PRINCIPESCONCEPTO DE TRETARQUÍA

La Tetrarquía es el nuevo sistema de organización y administración imperial que establece Diocleciano y, por el cual, el poder se reparte entre diversos centros de poder territorial y a través de la mediación de cuatro personas, dos Augusti y dos Caesares que se reparten competencias, áreas de influencia y poder decisorio.

CAUSAS DEL SISTEMA TRETÁRQUICO FUNCIONAMIENTO DE LA TETRARQUÍA

En la generación del modelo tetrárquico, se pueden distinguir varias razones:

1. Razones dinásticas. La Tetrarquía, en realidad, obedece al deseo iniciado por los Antoninos de preparar la sucesión de cada emperador a través del ideal del Optimus Princeps. La división entre los Césares y los Augustos participa de ese nuevo espíritu.

2. Razones políticas. La tremenda inestabilidad que se vivía en el Imperio hizo que, en realidad, la Tretarquía fuera fruto de las circunstancias, en especial de los continuos peligros de la usurpación (de modo especial tras Carausio, en el 286 d. C., y en la Galia) y de las agresiones en el limes (Narsés de Persia, desde el 293 d. C.) y de la inestabilidad generada por los bagaudas en el territorio imperial. Se hacía necesario preservar la unidad del Imperio a través de la multiplicación de los centros de poder.

3. Razones ideológicas. La propia terminología de los dos primeros Augustos (Diocleciano y Maximiano) como Herculius y Iouius era fruto de la idea de la divinización en vida del emperador y, en consecuencia, también de sus adoptados.

• Al frente del Imperio se sitúan los Augustos que reciben las prerrogativas típicas del poder imperial (imperium, tribunitia potestas, pater patriae y pontifex maximus).

• Bajo ellos, pero adoptados por propia iniciativa de los Augustos, se sitúan los Césares, que tenían un poder algo inferior en su titulatura pero no tan limitado en su realidad pues todos ellos –aunque reconocían la superioridad de los Augustos– se presentaban como los quattuor Principes.

• Césares y Augustos comparten las victorias, los triunfos, e incluso algunos cargos (el consulado, por ejemplo) lo que demuestra que, en realidad, el gobierno de los cuatro Príncipes no transformó ni arruinó –más bien al contrario– la idea de la unidad del Imperio.

• El poder se repartía entre varios centros pero sólo en un ánimo de estar presente en distintos frentes (cada Augusto o cada César contaba con varias residencias: Antioquía, Aquileya, Mediolanum, Sirimium, Augusta Treuerorum…)

• El trono imperial se reviste ahora –más si cabe– de un boato ceremonial y religioso que es una de las razones que puede explicar las violentas persecuciones contra los cristianos en época de Diocleciano.

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LA ROMA DE LAS GRANDES REFORMAS (I)LAS REFORMAS DIOCLECIÁNEAS

LAS PROVINCIAS EL EJÉRCITO LAS FINANZAS

Las reformas en las prouinciae obedecen, en realidad, al mismo espíritu que la del gobierno tetrárquico:

• Italia se dividió en diversas circunscripciones controladas por correctores.

• Desaparecía la distinción entre prouinciae del Senatus y del Princeps.

• Se creó la diocesis como unidad de fragmentación de las distintas prouinciae que pasaron de unas cuarenta a casi un centenar.

• La estructura de las diocesis se correspondía con la presencia de mandos intermedios (praefecti, uicarii para Italia y praesides para las prouinciae) que administraran la justicia delegada de Roma en unidades menores.

• La inestabilidad que se vive en todo el Imperio obliga a Roma a multiplicar el número de legiones para abordar los nuevos conflictos.• La mayor cantidad de efectivos se percibe también en su movilidad, de hecho se trasladan muchas uexillationes que, en realidad, son pequeñas guarniciones policiales listas para solucionar puntuales conflictos.

• Se generaliza, además, el reclutamiento de individuos de áreas célticas, bárbaras, rurales…

• El ejército sigue desempeñando un papel primordial en la defensa y protección del Princeps a través del comitatus.

Las reformas fiscales y económicas de Diocleciano se orientaron a solucionar dos de las grandes necesidades del momento:

• Fuentes de ingresos para el ejército. Efectivamente, con Diocleciano ganó una gran importancia la annona militaris, para el abastecimiento de grano. Para ello, Diocleciano llevó a cabo un census de toda la riqueza del Imperio (iugatio-capitatio).

• Nueva regulación monetaria. Para poner frente a la devaluación y caída de la moneda, Diocleciano reanudó la emisión del argenteus y estableció una nueva moneda, el follis. Esto generó una cierta confianza en el desarrollo económico, que mantuvo, además, en esta época un edictum de pretiis muy alto.

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LA ROMA DE LAS GRANDES REFORMAS (y II)EL IMPERIO CRISTIANO Y CONSTANTINO

Lógicamente, el sistema tetrárquico –creado, en realidad, para evitar las usurpaciones– tenía el peligro de generar celos y luchas intestinas de poder entre los quattuor Principes. Así sucedió de hecho a la muerte de Constancio en el 306 d. C., a la que las legiones respondieron proclamando a Constantino como Augustus, y apresurándose éste a atesorar victorias militares diversas contra los bárbaros que le valieron una cierta reputación que hizo imposible que el sistema tetrárquico se mantuviera sin Constantino, con el problema de que la situación oficial debía ser de dos Augustos (Galerio y Severo) y dos César (Maximino y Constantino) y no de tres Augustos y un solo César. La entrada en escena de Majencio generará, además, el engrandecimiento del problema al proclamarse también Augusto. Todo se dirimió en la batalla del pons Muluius, en Roma en el 312 d. C., entre Majencio y Constantino, cuyo triunfo atribuyeron las fuentes cristianas a la “conversión de Constantino”.

LA CRISIS DE LA TETRARQUÍA

LA NUEVA IDEOLOGÍA IMPERIAL

• Tras la batalla del puente Mulvio, Constantino y Licinio –a la postre los dos Augustos reconocidos tras ser eliminado Maximino, que, además, no sintonizaba con algunas de las medidas de éstos–, firman en Mediolanum (Milán) un edictum (313 d. C.) por el que conceden la libertad al cristianismo y le restablece las propiedades de que había sido desposeído como consecuencia de las persecuciones obradas por Diocleciano. • La nueva monarquía de Constantino –que comparte durante un tiempo con Licinio pero que, finalmente, reparte con varios Césares (Constancio, Constante, Delmacio y Crispo)– recoge dos elementos típicos del sistema tetrárquico, aunque éste estuviera traicionado. Por un lado, el carácter religioso del poder y, por otro, la presencia de una serie de Césares al servicio de un Augustus principal. • Constantino, siempre interesado por los asuntos religiosos, entiende que su victoria del 312 d. C., se debe atribuir a una divinidad que le ha convertido en el ejecutor de sus designios. Es a partir de ese momento cuando los primeros apologistas de Constantino –de modo particular una de las mejores fuentes de la época, Eusebio de Cesarea– hablan de la identidad entre la monarquía terrestre y la monarquía celestial. En realidad, la ideología imperial es la misma, sólo que cristianizada. Esta cristianización se percibirá también en el apoyo de Constantino hacia la jerarquía y, de modo especial, a los Concilios.

• Las reformas de Constantino contemplan algunas variaciones en la prafectura del Pretorio (que se separa de la persona imperial y se convierte en eje de diversas circunscripciones territoriales); el Consilium Principis se convierte en un consejo de comites casi sagrado; se establece un sustituto del Praefectus Praetorii en la figura del quaestor palatino, asesorado por un amplio equipo de juristas (schola notariorum) del que depende la schola palatina, que integra todas las funciones administrativas y officia propios de la Casa Imperial, liderados ahora por un magister officiorum.

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EL ENTORNO DEL SIGLO IV d. C.ASPECTOS ECONÓMICOS Y SOCIALES

¿LA CRISIS DEL SIGLO IV d. C.?

El siglo IV d. C. es una época que, tradicionalmente, como el siglo III d. C., se ha englobado dentro de los periodos críticos de la Historia de Roma. Sin embargo, existen una gran cantidad de elementos que permiten suponer que la idea de crisis nace de un enfoque historiográfico imperfecto, y de hecho, son muchos los elementos que contribuyen a matizar esta afirmación:

• Frente al periodo del siglo III d. C. –caracterizado por la denominada “anarquía militar”, el siglo IV d. C. es, fundamentalmente, un periodo de cierta paz en las fronteras ya que el Imperio consigue resistir a la presión de los bárbaros y, además, éstos parecen iniciar una tregua respecto de Roma. Ello hizo que, al menos en las prouinciae interiores, los problemas de inestabilidad internacional no se manifestaran al menos durante tres cuartos de siglo. Del mismo modo, las prouinciae y comunidades del limes viven épocas de un cierto esplendor ante dicha estabilidad.• Como consecuencia, sin duda, de esa nueva situación internacional y, por supuesto, como manifestación de bonanza económica, en este momento se vive una ferviente actividad de renovación urbana (Constantinopla, Tréveris, la propia Roma, Augusta Emerita en Hispania…). Este renacimiento urbano se debe –en ocasiones– a un cierto desarrollo cultural (Autun, por ejemplo), en otras a un cierto auge económico de determinadas clases aristocráticas (Tréveris), al peso de la jerarquía eclesiástica por su carácter de sede episcopal (Augusta Emerita y hasta la propia Roma), y en otras a la propia iniciativa imperial (Constantinopla). • Aunque se sigue manifestando la tendencia a la ruralización que se empezó a percibir en el siglo III d. C. y que es clave del auge de las uillae y de los possesores y el colonato como forma de relación económica en esta época, lo cierto es que en este momento se vive también un cierto relanzamiento del comercio, en especial hacia Oriente, ahora favorecido por el mapa político gracias a la presencia de Constantinopla. A dicho auge comercial acompaña también la aparición de una moneda de carácter estable y con un valor bien ponderado: el solidus, en el que Constantino buscó que fuera una moneda de oro sin grandes divisores y fuerte –al contrario de la tendencia a la desmembración planeada por Diocleciano–.

En cualquier caso, uno de los ambientes en que sí se percibe una seria transformación es en el mundo de la administración y de los ordines que parece reflejar la nueva organización que ha generado Constantino en el entorno de la casa palatina. Los senadores (ahora uiri clarissimi) aparecen divididos entre los orientales y los occidentales y, además, en muchos de ellos se opera un retorno a las patrias y, en concreto al campo para la explotación económica de los grandes fundi, conscientes de que las economías de escala estaban en decadencia, al menos en el ámbito occidental. Del mismo modo, la clase decurional, aunque debió seguir conservando sus privilegios en las comunidades municipales, éstos no dejan de ser prerrogativas vacías. En realidad, se convierte en una constante el fenómeno de la evasión y deserción de las curias, del pago de las summae honorariae, el incumplimiento de las disposiciones y promesas electorales, la decadencia progresiva y hasta la mínima expresión del evergetismo…