Sidicaro NUSO, Peronismo y Kirchnerismo

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    Las vinculaciones entre el partido peronista y los gobiernos kirchneristas

    presentan la suciente complejidad como para desconcertar a no pocosobservadores de la realidad argentina. En este breve texto nos proponemosanalizar desde una perspectiva sociolgica las relaciones entre estos actores

    sin ignorar los riesgos que entraan las indagaciones sobre situaciones en

    curso cuyos participantes ofrecen permanentemente interpretaciones sobres mismos. El partido peronista (o Partido Justicialista), en lo que atae a suaccidentada historia y sus formas organizativas, ha sido un tema de discu-sin en las ciencias sociales y existe un cierto nmero de estudios sobre eltema. En cambio, los anlisis de los aspectos polticos de las dos experiencias

    El partido peronista

    y los gobiernos

    kirchneristas

    RicaRdo SidicaRo

    El peronismo y su expresin

    gubernamental actual, el

    kirchnerismo, concitan una

    diversidad de miradas a menudo

    fuertemente polarizadas. Fuera

    de Argentina, la larga persistencia

    del peronismo como partido de

    poder se ha transformado en

    un verdadero enigma. Este artculo

    vincula la crisis de la poltica, las

    particulares formas que desde

    hace un tiempo asume el partido

    fundado por Juan Pern en

    los aos 40 y las coyunturas

    recientes para caracterizar

    el actual peronismo kirchnerista,

    que parece haber construido unaparticular pica poltica tras la

    muerte de Nstor Kirchner en 2010.

    Ricardo Sidicaro:socilogo. Es investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Cientcasy Tcnicas (Conicet)-Instituto Gino Germani y profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de laUniversidad de Buenos Aires (uba).Palabras claves:crisis,campo poltico,peronismo, kirchnerismo, Argentina.

    Este artculo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad No 234,

    julio-agosto de 2011, ISSN: 0251-3552, .

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    de gobierno kirchnerista parecieron haber encontrado dicultades quizs notanto en virtud de la falta de distancia temporal sino y sobre todo en la

    variedad e intensidad de las opiniones enfrentadas que suscitan.

    Con independencia de las consideraciones sobre cada uno de los mencio-nados actores, el foco de nuestra atencin se colocar en las relaciones queestablecieron, sus variaciones y conformaciones, para intentar comprenderel sentido de sus acciones. Las referencias conceptuales y empricas que for-mularemos sobre la desarticulacin del campo poltico nacional apuntan nosolo a contextualizar a los actores sino, tambin, a proporcionar claves deinteligibilidad de sus relaciones.

    La desarticulacin del campo poltico

    Cuando estall la crisis de 2001, el peronismo y la Unin Cvica Radical (ucr),las dos grandes fuerzas polticas con mayor presencia electoral desde el retornoa la democracia en 1983, eran plidos reejos de lo que haban sido en susmejores momentos. Ambas tenan en comn haber encabezado experienciasgubernamentales de corte neoliberal con el consiguiente abandono de susprogramas histricos, y tanto los radicales como los peronistas registrarondivisiones que se plasmaron en las elecciones de 2003. El uso del poder gu-

    bernamental le permiti al entonces presidente Eduardo Duhalde establecerlas reglas que abrieron la arena electoral nacional para las tres fracciones pe-

    ronistas que competan entre s1. El partido-Estado creado por Juan D. Perna mediados de la dcada de 1940, transformado en los aos 60 en un poderosomovimiento sociopoltico en el que coexistan distintos proyectos volunta-ristas, se haba convertido hacia n de los 90 en una sociedad de partidosprovinciales peronistas sin horizontes ideolgicos nacionales.

    El radicalismo, por su parte, padeci las consecuencias de articular un electo-rado ms exigente y, luego de alcanzar el cenit con el alfonsinismo (1983-1989),entr en declinacin al no poder responder a las demandas institucionales,sociales y econmicas acumuladas durante la dictadura militar (1976-1983); alno modernizar sus estructuras y dirigencias tambin vio crecer la inuenciade sus aparatos provinciales. En efecto, peronistas y radicales fueron perdien-do los vnculos de representacin social, dejaron de producir debates e ideas

    1. Estas fueron encabezadas por Nstor Kirchner, hasta entonces gobernador de la austral pro -vincia de Santa Cruz; por el ex-presidente Carlos Menem; y por el gobernador de San Luis ypresidente durante unos pocos das en medio de la crisis de 2001 Adolfo Rodrguez Sa.

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    acordes con los contextos en que deban actuar y, como expresin extrema,cuando manejaron el gobierno nacional implementaron polticas econmicas

    elaboradas por think tanks ajenos a sus tradiciones ideolgicas. Los sucesos denales de 2001 expresaron la sobredeterminacin de las crisis superpuestas,entre las cuales la del sistema de partidos revel ser la de efectos ms persis-tentes, ya que la economa nacional se recompuso en un ao, los salarios ylos niveles de ocupacin formales en alrededor de tres aos volvieron a sussituaciones anteriores a la crisis, y los paliativos aplicados a la desestructura-cin social absorbieron sus efectos ms disruptivos.

    As, en la dcada iniciada con la crisis de 2001, en el campo poltico denido

    en la perspectiva conceptual de Pierre Bourdieu se profundizaron las ten-dencias a la descomposicin de los partidos de alcance nacional, mientrasque en la sociedad se expresaban elevados porcentajes de falta de conanzaen sus dirigentes. Si en los regmenes polticos democrticos contemporneoses normal un cierto nivel de autonoma de los actores de un campo polticocon respecto a los sectores que integran la sociedad, distan de ser comunes,en cambio, las virulentas movilizaciones sociales en reaccin contra las cla-ses polticas a las que se percibe como encerradas en sus propios interesescomo las registradas en el caso argentino entre 2001 y 2002.

    La accidentada vida de las instituciones representativas no auguraba sin

    duda un futuro fcil para la reconstruccin democrtica iniciada en 1983.Tanto los dirigentes polticos como la ciudadana carecan de experienciasdemocrticas mnimamente prolongadas. En los actores centrales del recinrestablecido campo poltico no se podan borrar como por arte de magia loshabitus o sistemas de predisposiciones consolidados durante tantos aos departicipacin en pequeos cenculos desconectados de la representacin

    real de la sociedad. Muy pocos dirigentes de partidos haban recorrido loscursus honorum que los socializan en la convivencia democrtica, y la ideade que un solo partido poda aspirar a representar a toda la sociedad dis-

    taba de haber desaparecido. En la sociedad predominaban, a su vez, vi-siones de la democracia como lo opuesto a la dictadura, mientras que losreclamos de participacin poltica eran escasos. Probablemente, el rechazoa la amenaza de un nuevo golpe militar era lo nico que creaba una ciertacomunidad de metas en el seno de la clase poltica, y entre esta y ampliossectores de la sociedad2.

    2. Al respecto, v. particularmente P. Bourdieu: Confrence: Le champ politique en P. Bourdieu:Propos sur le champ politique, Presses Universitaires de Lyon, Lyon, 2000.

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    El debilitamiento de las capacidades estatales (polticas, burocrticas, tcni-cas y econmicas) generaba condiciones negativas para el adecuado go-

    bierno de los mltiples problemas que conoca el pas, y ese deterioro estatalse agrav con la implementacin de las polticas neoliberales. Se combinaronentonces, contradictoriamente, los efectos del aumento de las exigencias deuna parte considerable de la ciudadana, los de la profundizacin de la duali-zacin territorial entre las regiones modernas y las atrasadas en lo econmicoy lo educativo, los efectos de la fragmentacin generada por los procesos deglobalizacin, la frustracin de expectativas de mejora del bienestar social, lasconsecuencias del desplazamiento de secto-res del empresariado nacional por los nuevos

    intereses internacionales, etc. As, a menosde dos dcadas de reinstaurada la democra-cia, y en medio de un clima de creciente ilegi-timidad de los poderes pblicos, estall unaverdadera rebelin de los individuos que re-

    sumi su rechazo a la clase poltica en la ira-cundia de la frmula que se vayan todos.

    Nunca antes los integrantes de la clase po-ltica, sin distinciones, haban sido tomadoscomo alteridad por las movilizaciones ciuda-danas que en nombre de nosotros el pueblo convirtieron las disconformidadesindividuales en expresin colectiva de protesta. El hecho de que hoy, a diezaos de aquellas movilizaciones ciudadanas, no se haya reconstruido un campo

    poltico mnimamente normal puede considerarse como una prueba de la pro-fundidad de la desarticulacin registrada.

    El crecimiento de la desconanza de la ciudadana en los partidos y en lasinstituciones estatales durante el periodo comprendido entre el comienzo dela normalizacin democrtica y los aos 2001-2002 se revel con frecuenciaen los estudios de opinin pblica. En 1984, 73% de los encuestados dijo te -ner conanza en el Poder Legislativo, mientras que en 2002 respondi de esemodo solo 7%. La medicin sobre los partidos polticos comenz a realizarseen 1987, momento en el que 38% de los encuestados dijo tenerles conanza,pero ese ndice baj a 4% en 20023. En las opiniones recogidas por distin-tas investigaciones sobre la legitimidad de las instituciones pblicas y de

    los partidos polticos argentinos, se constat que las crticas a los dirigentes

    3. Gallup: Estudio acerca del trabajo voluntario y la responsabilidad social empresaria, Argentina, 2007.

    A menos de dos dcadas

    de reinstaurada la

    democracia, estall una

    verdadera rebelin de los

    individuos que resumi

    su rechazo a la clase

    poltica en la iracundia

    de la frmula que

    se vayan todos

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    partidarios y a los funcionarios estatales en general con gran frecuencia re-

    mitan a la existencia de prcticas de corrupcin y a su impunidad. Desde

    comienzos del decenio de 1990, las denuncias de corrupcin se haban multi-plicado en los medios de comunicacin, encontrando acogida en las oposicio-nes antimenemistas. Pero detrs de las reiteradas menciones a la corrupcin,aun cuando no todos los que abordan el tema lo digan explcitamente, seencuentra, en realidad, una cuestin mucho ms signicativa que el hecho delucrar desde puestos de gobierno: la impunidad de los actos de corrupcin enun rgimen democrtico revela la existencia de comportamientos que no secien a las obligaciones de respeto a las leyes, a la vez que muestran la faltade igualdad entre los ciudadanos. Si la idea de la ausencia de justicia con

    respecto a los crmenes de la dictadura haba erosionado la legitimidad de losdirigentes partidarios4, luego, con el tema de la corrupcin ese deterioro seampli. Las percepciones individuales y/o colectivas de incumplimiento delas obligaciones legales minaron las bases del reconocimiento de las autori-dades pblicas y fueron haciendo crecientemente verosmiles las denunciassobre nuevos actos de corrupcin5.

    Los estudios realizados por el Observatorio de la Deuda Social Argentinade la Universidad Catlica Argentina muestran que durante el gobierno de

    Nstor Kirchner y el primer bienio del de Cristina Fernndez, si bien au-ment ligeramente el porcentaje de quienes decan tener alta conanza enlos partidos polticos (pasando de 2,1% en 2004 a 6,7% en 2009), esos valorescontinuaban mostrando la gran distancia de la poblacin con respecto a lasdirigencias partidarias. Cabe sealar, no obstante, la disminucin de las opi-niones totalmente negativas ninguna conanza en los partidos pas de 75%en 2004 a 54% en 2009, y el aumento de los porcentajes de quienes decandepositar poco o algo de conanza (2004: 23% y 2009: 40%). Aun cuando no

    es posible discernir a partir de los datos publicados cmo se distribuyen lasvariaciones de los ndices de conanza segn las preferencias partidarias delos encuestados, es probable que se trate de la expresin de una mejora queabarca por igual a dirigentes ocialistas y opositores6.

    4. Especialmente las leyes de Obediencia Debida y Punto Final del radical Ral Alfonsn y losindultos del peronista Carlos Menem.5. Sobre las percepciones sociales de la corrupcin en Argentina, hemos consultado los InformesLatinobarmetro del periodo analizado.6. Observatorio de la Deuda Social Argentina: Barmetro de la Deuda Social Argentina No 6, Uni-versidad Catlica Argentina, 2010, pp. 228-230. Se trata de informaciones provenientes de una

    encuesta multipropsito y longitudinal, con diseo en panel, aplicada a una muestra aleatoria de2.500 casos representativos de la poblacin de 18 aos y ms, residentes en el rea Metropolita-na de Buenos Aires, Gran Crdoba, Gran Rosario, Gran Salta, Gran Resistencia, Gran Mendoza,Paran, Baha Blanca y Neuqun.

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    El peronismo

    Si bien bajo muchos aspectos el peronismo tendi a ser estudiado empleandoesquemas de anlisis que se apartan de las formas ms corrientes de encararlas clasicaciones de otras fuerzas polticas nacionales o extranjeras, fueronsu ideologa y su organizacin partidaria los dominios que incitaron a lasmayores controversias. Sin nimo de agotar los aspectos en los que dichafuerza poltica suscit discusiones acadmicas en Argentina y abri pregun-tas a los observadores internacionales, digamos que su ubicacin ideolgicaen la matriz izquierda-centro-derecha fue objeto de reidos debates. Aunquees cierto que la intromisin de juicios valorativos no ayud a la objetividad de

    los abordajes, no dej de inuir al res-pecto el sinnmero de voceros enfren-tados que en sus propias las ofrecieronalternativas excluyentes sobre su identi-

    dad y su historia.

    Por la poca en que el peronismo apa-reci en la escena poltica nacional, pre-dominaron en las ciencias sociales laspor entonces difundidas interpretacio-

    nes sobre los actores de la sociedad civil

    que haban patrocinado su formacin.La obsesiva cuestin sobre los orgenes

    del peronismo se plasm en las preguntas por las causas que haban llevadoa los obreros a seguir a un caudillo proveniente del Ejrcito en lugar de incli-narse por la izquierda, como suponan los criterios normativos y la losofade la historia acerca de lo que deba ocurrir con los desenvolvimientos po -

    lticos de los procesos de industrializacin. Igualmente persistentes fueronlas indagaciones sobre el protagonismo de una burguesa industrial para susorientaciones gubernamentales.

    Al mismo tiempo, los contextos internacionales en los que aparecieron lospromotores del peronismo llevaron a los primeros intrpretes a pensar en sucarcter de retoo tardo de las experiencias fascistas que ya comenzaban aclausurarse en el Viejo Mundo. Es cierto que, en su poca liminar, en las lasperonistas se alineaban guras que simpatizaban con los totalitarismos euro-

    peos, pero tambin revistaban en ellas quienes llegaban de partidos e ideolo-gas socialdemcratas. Estos ltimos, que patrocinaban una democracia socialcon pluralismo liberal-democrtico, no fueron tampoco los predominantes, ya

    La obsesiva cuestin

    sobre los orgenes del

    peronismo se plasm

    en las preguntas por las

    causas que haban llevado

    a los obreros a seguir a

    un caudillo provenientedel Ejrcito en lugar de

    inclinarse por la izquierda

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    que fueron los divulgadores de las doctrinas sociales de la Iglesia quienes mspesaron en la materia.

    Con menos referencias a grandes ideologas, buena parte de la oposicin alperonismo tendi a caratularlo como una tpica dictadura latinoamericanacreada en torno de un lder personalista, o en clave griega clsica, un dema-gogo. Con respecto a las opciones de la tipologa democracia, autoritarismo ytotalitarismo, sin temer los aparentes contrasentidos, Seymour Martin Lipsetinnov al denirlo como un fascismo de izquierda, teniendo en consideracinsus apoyos obreros. Las inclusiones en los casilleros de los populismos fueron

    tensionadas por la anomala que entra su singular persistencia una vez des-

    alojado del poder7. Es ms, la distribucin en celdas taxonmicas se amplicuando en los aos 70 se formaron guerrillas peronistas de vocacin castris-ta que fueron combatidas, en nombre del peronismo, por grupos armados

    que no ocultaban sus simpatas porel fascismo. En 1973, con el retornodel peronismo al gobierno, el passe sum al bloque de los no alinea-dos, rompi el bloqueo a Cuba yprofundiz las relaciones econ-

    micas con las naciones comunistas,mientras que en lo interno llevadelante polticas que perjudicabana las grandes empresas transnacio-nales, situando al justicialismo entrelos movimientos tercermundistas dela poca. Pero al ao siguiente, con lamuerte de Pern estall una verda-

    dera guerra sucesoria, que bajo la en-deble presidencia de su viuda, Mara Estela Martnez de Pern, desemboc en elgolpe de Estado de 1976. Si bien determinadas corrientes militares no ocultaronsu intencin de suprimir el peronismo, no fue menos evidente la existencia desectores polticos y sindicales de esa liacin que les prestaban colaboracin,en tanto que otros criticaban y denunciaban la represin dictatorial y fueron

    objetivo de las desapariciones.

    7. Luego de su cada en 1955, lejos de debilitarse, el peronismo no solo conserv sus apoyos enlos sindicatos, sino que conquist adhesiones en sectores de las clases medias y empresarios queantes le haban sido hostiles; a comienzos de los aos 70, en su seno coexistan dicultosamentemltiples y antagnicas tendencias e intereses sociales.

    Si bien determinadas

    corrientes militares no

    ocultaron su intencin de

    suprimir el peronismo, no fue

    menos evidente la existencia

    de sectores polticos y

    sindicales de esa fliacin que

    les prestaban colaboracin,

    en tanto que otros fueron

    objetivo de las desapariciones

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    Todo ello tuvo su costo. Al volverse a las regulaciones democrticas en 1983,el peronismo se encontr con su primera derrota en las urnas en una elec-

    cin presidencial totalmente libre. Sin Pern, la heterogeneidad poltica quesiempre lo haba caracterizado qued ocialmente instalada. La situacin deoposicin aliment sus divisiones, en condiciones en las que el antao fuer-te sindicalismo peronista se haba debilitado por la desindustrializacin ylas crisis heredadas de la dictadura. Las dirigencias territoriales represen-

    tativas de intereses provinciales y municipales actuaron como partidos jus-ticialistas en niveles locales casi sin conexiones entre s, mientras que en elplano nacional se formaban elites de notables que lograron un cierto xito alcrear el denominado peronismo renovador, cuyo objetivo era organizar

    un partido poltico democrtico y conable para el electorado que le habasido esquivo en 1983.

    Uno de los principales dirigentes de la renovacin peronista fue Carlos Me-nem, quien como candidato a la Presidencia en 1989 plante la necesidad devolver a los programas industrialistas y de distribucin de ingresos, perouna vez que gan las elecciones hizo un gran giro ideolgico y se convirti

    en un aplicado y ortodoxo seguidor del Consenso de Washington. Pese a esecambio completo de programa, la casi totalidad de los dirigentes peronistas

    no expres mayores disidencias, y as la fuerza poltica creada por Pern go-bern durante un decenio cumpliendo el rol de aliado subalterno del capitalnanciero internacional. Nada permite sostener que esos dirigentes peronis-tas hubiesen adoptado el neoliberalismo como ideologa y su apoyo a las inno-vaciones menemistas debe considerarse como un observable emprico ms dela desarticulacin del campo poltico argentino, con la consiguiente prdidade creencias de sus participantes.

    Si, como sostiene Michel Offerl, invariablemente detrs de la aparienciade uniformidad de los partidos queda oculta una multitud de interaccio -nes entre individuos que usan de manera considerablemente diferencialese cuerpo inmaterial que es un partido poltico8, cabe abordar de maneraconceptual la versatilidad de las opciones de los dirigentes peronistas y

    las razones de la estabilidad de sus apoyos populares distinguiendo dos

    objetos de anlisis diferentes. Sobre las modicaciones producidas en losmotivos que llevaban a los dirigentes a sumarse al peronismo, Duhaldehizo una elocuente comparacin:

    8. Los partidos polticos, Lom, Santiago de Chile, 2004, p. 138.

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    Yo comenc [a ocuparme de la poltica] en el ao 74. Yo creo que en esa poca un 30%de los que ingresaban lo hacan para salvarse ellos. Y un 70% ingresaba para salvar elmundo. Con el paso del tiempo se han invertido los porcentajes y el 70% ingresa conintenciones subalternas a la poltica. Terminada la dictadura hubo un descenso muypronunciado en la moral media del pueblo argentino. Primero lo advert rpidamenteen los dirigentes porque la nica preocupacin era cmo aumentar el sueldo inicialpara ganar ms.9

    Desde esa visin de las cosas, a Duhalde no debi sorprenderle que primerobajo su gobierno y luego en el de Nstor Kirchner, casi la totalidad de quienesdesde puestos dirigentes apoyaron a Menem mutaran en entusiastas crticos delneoliberalismo. En cuanto a la estabilidad del electorado justicialista, en el ao

    2000 el historiador oral Daniel James resumi sus observaciones sobre el muni-cipio de Berisso, ubicado en el conurbano bonaerense. All, el peronismo contcon nutridos apoyos obreros en sus orgenes y en los 90 sufri las consecuen -cias del neoliberalismo con sus altas tasas de desocupacin; no obstante,

    Carlos Menem obtuvo grandes mayoras en las elecciones presidenciales de 1989 y 1995(). Alrededor de 15.000 berissenses estn aliados al Partido Justicialista. En las l-timas elecciones internas votaron unos 10.000 (). El local sindical se clausur hacemucho. El ndice de desocupacin ronda el 35%. Muchos berissenses se desempean

    hoy en la economa informal. De hecho, el mismo peronismo local reeja estos cambios.Su conduccin est compuesta en gran parte por miembros de la elite local: mdicos,abogados, ingenieros, pequeos comerciantes, los hijos y los nietos de los trabajadoresde la carne. Desde 1983, todos los intendentes de la ciudad salieron de sus las.10

    Es obvio que las situaciones de los dirigentes y de los votantes populares

    distan de ser similares, sin embargo, el relato poltico que los haca coincidirsobre el pasado era tan ecaz como para mantener una unidad electoral fa-vorecida por polticas asistenciales que operaban en un campo poltico cuya

    tendencia a la desarticulacin llevara poco a poco a la despolitizacin deunos y otros.

    En todas las etapas evocadas muy sumariamente existieron cambios conside-rables en la entidad denominada partido peronista, que en ningn momen-to se ajust a los modelos propios de los partidos liberal-democrticos: ins-trumento electoral en el decenio fundacional; partido proscripto entre 1955 y1973; fuerza poltica que estall internamente entre 1973 y 1976; movimiento

    9. Entrevista a Eduardo Duhalde en Jorge Fontevecchia: Reportajes 2, Sudamericana, Buenos Aires,2010, p. 366.10. D. James: Doa Mara. Historia de vida, memoria e identidad poltica, Manantial, Buenos Aires,2004, p. 33.

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    congelado durante la dictadura militar y dirigido por el ala sindical al llegarla democracia, cuyas luchas de reconstruccin fueron parcialmente exitosas;

    conjunto de partidos provinciales y municipales aunados apenas por recuer-dos histricos bajo el menemismo y la experiencia neoliberal. La manera enque se organiz desde entonces el partido peronista correspondi a lo que en

    conceptos weberianos se denomina sociedad(o sociacin). En Economa y socie-dad, Max Weber dena este concepto sealando que puede llamarse as unarelacin social cuando y en la medida en que la actitud en la accin social seinspira en una compensacin de intereses por motivos racionales (de nes ovalores) o tambin en una unin de intereses con igual motivacin11. Los mer-cados ilustran bien esa particular manera de accin social: quienes operan en

    los intercambios mercantiles lo hacen movidos por la bsqueda de gananciasindividuales luchando contra otros participantes.

    El kirchnerismo

    Es habitual denominar kirchnerismo tanto la gestin gubernamental ar-gentina entre los aos 2003 y 2011 como el conjunto heterogneo de sectorespolticos e ideas identicado con el presidente Nstor Kirchner y con su suce-sora y esposa Cristina Fernndez. En la Argentina este tipo de neologismos

    formados a partir de un apellido se hanhecho usuales para designar grupos

    o corrientes polticas que, sin ofertarprincipios programticos bien deni-dos, hacen del pedido de adhesin a unindividuo y a quienes lo secundan su

    emblema principal.

    No resulta para nada sorprendente queen el caso argentino, en una poca ca-racterizada, tal como ya sealamos, porla desarticulacin del campo poltico, sehaya generalizado la oferta de perso-

    nalismos. Puede decirse que en otraspocas el lder se identicaba y resumaun programa, mientras que en el juego

    11. Economa y sociedad. Esbozo de sociologa comprensiva, Fondo de Cultura Econmica, Mxico,1999, p. 33. Weber contrapona las relaciones de sociedad (o sociacin) a la relacin de comunidadinspirada en el sentimiento subjetivo (afectivo o tradicional) de quienes eran partcipes de laconstitucin de una entidad que supona mayores compromisos mutuos.

    No resulta sorprendente

    que en el caso argentino,

    en una poca caracterizada

    por la desarticulacin

    del campo poltico, se haya

    generalizado la oferta

    de personalismos. En otras

    pocas el lder se identifcaba

    y resuma un programa,

    mientras que en el juego

    poltico desarticulado

    el lder esel programa

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    poltico desarticulado el lder es el programa. Kirchner fue el candidato pre-sidencial propuesto por un pequeo grupo que organiz una de las tres frac-

    ciones peronistas que compitieron en las elecciones nacionales de 2003, y noocult en ningn momento la decisin de situarse en un plano superador delperonismo. Jefe del pequeo Partido Justicialista de la provincia patagnicade Santa Cruz, Kirchner no tena un rol relevante en la poltica nacional nien la fragmentada estructura organizativa del peronismo. Sus juicios crticossobre el Partido Justicialista no dejaban lugar a malentendidos. En un librode conversaciones con el socilogo Torcuato Di Tella, editado a comienzosde 2003, dena el peronismo como un partido vaciado de contenido, sinideas12,

    una inmensa confederacin de partidos provinciales con liderazgos territoriales muydenidos (...). La falta de discusin interna qued patentizada cuando el gobierno deDe la Ra se derrumb y el peronismo debi hacerse cargo del gobierno. Lo nicoque haba en el justicialismo era la unidad jurdica, porque en su seno tena corrientesabiertamente contradictorias, excluyentes, dira.13

    A partir de conceptos sociolgicos de Bourdieu, puede armarse que Kirchnerhablaba con discurso de hereje, propio de quienes estando fuera de un cam-

    po se proponen ganar posiciones en limpugnando las deciencias de quie-nes lo dominan, estrategia que apuntaen el caso del campo poltico a postular

    ideas o ideas-fuerza que dan acceso a

    su control14. Tal como arma Bourdieu,por lo general la hereja o heterodoxiasuele ir unida a la crisis y saca a losdominantes de su silencio, les impo-

    ne producir el discurso defensivo dela ortodoxia, pensamiento derecho y

    de derechas cuyo objetivo es restaurar el equivalente de la adhesin silen-ciosa de la doxa15. Lo interesante de lo sucedido con la estrategia de herejedesplegada por el ncleo promotor del kirchnerismo fue que prcticamenteno suscit en sus comienzos reacciones ortodoxas o llamados a respetar

    12. Despus del derrumbe. Teora y prctica poltica en la Argentina que viene. Conversaciones NstorKirchner-Torcuato Di Tella, Galerna, Buenos Aires, 2003, p. 131.

    13. Ibd., p. 126.14. P. Bourdieu: Confrence, cit., p. 68.15. Algunas propiedades de los campos en P. Bourdieu: Cuestiones de sociologa, Istmo, Madrid,2000, p. 114.

    Kirchner hablaba con

    discurso de hereje, propio

    de quienes estando fuera de

    un campo se proponen

    ganar posiciones en l

    impugnando las defciencias

    de quienes lo dominan

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    supuestas verticalidades organizativas, ni tampoco conoci recriminacionesdoctrinarias. Esas omisiones fueron, por cierto, una especie de prueba de

    la profundidad de la crisis en que se hallaba el peronismo. Las referenciasde Kirchner a la situacin del campo poltico del ao 2002 fueron, tambin,claras:

    Se ha agotado el bipartidismo como lo conocimos, con un radicalismo que no es msun partido de poder (va a tardar mucho tiempo en recuperarse, si es que alguna vez serecupera), y el justicialismo, aliado durante la ltima dcada a los sectores neoconserva-dores liberales (...) en el peronismo s que hay un aparataje muy grande, hay muchaplata, clientelismo, les importan poco las propuestas, los proyectos. Hoy en da el pero-nismo dej de representar a los que representaba, los usa. Hay maas internas, aprietan

    a los clubes en la provincia de Buenos Aires para que no me alquilen para hacer actos.Ya no hay cuadros militantes: tienen gerentes y clientes.16

    El debilitamiento de la accin de alcance nacional de los partidos se reej enel modo en que sus expresiones provinciales y municipales fueron cobrandoautonoma y tendieron a dar prioridad a la defensa de intereses locales, loque aument los protagonismos de los jefes y burocracias territoriales y de susroles poltico-administrativos. En esas circunstancias, la popularidad de losgobiernos provinciales o municipales qued atada a su capacidad de conseguirante el poder central los presupuestos necesarios para satisfacer demandaslocales. Entre 2000 y 2001, al pasar el control de la primera magistratura ala coalicin dirigida por la ucr, los jefes justicialistas provinciales y muni-cipales tuvieron menor acceso a los fondos estatales, pero todo cambi alproducirse la crisis institucional, social, econmica y poltica de n del ao2001. Con la renuncia de Fernando de la Ra, la lucha entre fracciones pero -nistas se libr primero por la designacin del presidente que deba conducirla normalizacin institucional, y luego por la nominacin de un candidato

    para las elecciones de 2003.

    El jefe justicialista ms fuerte de la poca, Duhalde, fue designado para con-ducir esa transicin y en tanto participante de las pujas internas cifr suspreferencias en la candidatura de Nstor Kirchner, quien con apenas 22% delos sufragios alcanz la primera magistratura: su rival para la segunda vuel-ta, el ex-presidente Menem, decidi retirar su postulacin en virtud de susposibilidades nulas de triunfo. En esas condiciones de falta de legitimidadde origen se instal el gobierno kirchnerista, que habra de mantenerse en el

    control de las decisiones polticas durante los ocho aos siguientes.

    16. Entrevista a Nstor Kirchner en Pgina/12, 23/6/2002, pp. 12-13.

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    Sobre la situacin institucional argentina, Kirchner resumi su opinin ensu discurso de asuncin de la Presidencia, apuntando que como sociedad,

    hace tiempo que carecemos de un sistema de premios y castigos. En lo penal,en lo impositivo, en lo econmico, en lo poltico, y hasta en lo verbal, hay im-punidad en la Argentina. En nuestro pas, cumplir la ley no tiene premio nireconocimiento social17.

    Esas carencias se convirtieron durante su gestin en verdaderos recursos de

    poder, ya que las instituciones en crisis ampliaban notablemente los mrge-nes de accin de las iniciativas presidenciales, as como las posibilidades deestablecer polticas de intercambio con aquellos a los que el presidente trataba

    de ganar como aliados. Por esa va, no solo mejor sus vnculos con los di-rigentes de los partidos peronistas provinciales sino que, adems, consiguilas adhesiones de gobernadores e intendentes que haban sido elegidos repre-

    sentando a la ucr. En ese contexto de profundizacin de la debilidad de las

    reglas institucionales y de desarticulacin del campo poltico, el liderazgo deKirchner pas a ocupar el centro de la escena. Si bien la fragmentacin socialreinante no era una condicin propicia para la aparicin de efervescencias

    sociales creadoras de jefes carismticos, Kirchner alcanz muy rpido altosndices de popularidad, y al estar al frente de lo que cabe caracterizar comoun gobierno de lder sin partido, pudo concitar las adhesiones de personas ygrupos ajenos, u hostiles, al peronismo.

    La presidencia de Kirchner y sus heterogneos apoyos

    Los cercanos das de caos institucional, social y econmico fueron el fondode recuerdos que favoreci la aceptacin del nuevo gobierno por diversos

    actores colectivos que tenan reclamos especcos. Se form as una suma

    de apoyos que en trminos metafricos cabe caracterizar como una sus-pensin coloidal, expresin que en qumica se utiliza para designar lacombinacin en la que en un medio uido otan partculas slidas sin es-tablecer contactos orgnicos entre s. En este caso, esa suspensin estabaintegrada por:

    - los organismos de defensa de derechos humanos que reclamaban el castigo a losmilitares responsables de los crmenes de la dictadura;- las organizaciones sociales de protesta contra la desocupacin y la exclusin

    social;

    17. Discurso de asuncin de la Presidencia de la Nacin, 25 de mayo de 2003.

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    - los sectores del sindicalismo que pedan la preservacin de la estructura de

    empleo y la recomposicin de los niveles salariales;

    - las representaciones de empresarios favorecidos por las medidas econmicasadoptadas;- dirigentes de los partidos en crisis;- lospartidos peronistas provinciales,con la excepcin del de la provincia de SanLuis, que bajo la conduccin de Adolfo Rodrguez Sa mantuvo la actitudopositora.

    En cuanto a los aportes de cada uno de los integrantes de esa convergencia

    sui gneris a la construccin de la legitimidad social de la gestin kirchne -

    rista, digamos que las entidades de defensa de derechos humanos dieron unrespaldo simblico que trascenda la poltica inmediata; las organizacionessociales de excluidos expresaron sus apoyos mediante movilizaciones popu-lares; los empresarios formaron opinin favorable en medios sociales reaciosa los reclamos de los sectores populares; los dirigentes de los partidos encrisis avalaron el pluralismo; los je-fes sindicales garantizaron la armo-na social; los partidos justicialistasprovinciales aportaron apoyos legis-

    lativos y electores18. Una vez alcanza-

    dos los apoyos de la confederacin de

    partidos peronistas provinciales, elgobierno se consider lo suciente-mente fuerte como para romper surelacin con Duhalde.

    Desde un principio, Kirchner conci-

    t apoyos denidos de manera gen-rica como progresistas o de centroiz-quierda, internamente heterogneos,la mayora carentes de organizacio-nes propias y sin dirigentes reconocidos. Sin suscribir acuerdos formales, lascoincidencias en torno de determinadas reivindicaciones se combinaron enciertos casos con nombramientos en cargos o responsabilidades en el gobiernonacional. En trminos generales, los altos dirigentes kirchneristas anunciaban

    18. Al respecto, v. R. Sidicaro: Dsarticulation du systme politique argentin et kirchnerismeen Problmes d`Amrique Latine No 71, invierno 2008-2009 y Eplogo: despus de Los tres peronis-mos en Los tres peronismos. Estado y poder econmico, nueva edicin ampliada, Siglo xxi, BuenosAires, 2010, pp. 249-272.

    En trminos generales,

    los altos dirigentes

    kirchneristas anunciabansu inters en patrocinar

    la creacin de un frente

    o partido transversal

    para organizar a sus aliados

    progresistas, pero esa

    iniciativa no lleg a

    concretarse durante el periodo

    presidencial de Kirchner

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    su inters en patrocinar la creacin de un frente o partido transversal para or-

    ganizar a sus aliados progresistas, pero esa iniciativa no lleg a concretarse

    durante el periodo presidencial de Kirchner. Sin mayores discusiones progra-mticas, lo que termin siendo la vertiente transversal del kirchnerismo fueuna suma de personas sin mayores contactos entre s, que coincidan en sussimpatas por el gobierno y en sus crticas al peronismo tradicional. Las mayo-res coincidencias surgieron en torno del cuestionamiento al capital nancierointernacional, de las crticas a los organismos multilaterales de supervisin ycrdito y de las anidades con las experiencias de cambio existentes en Vene -zuela, Bolivia, Ecuador, Chile y Brasil. El rechazo al proyecto de integracineconmica y de libre comercio del gobierno de Estados Unidos, en el marco del

    proyecto del rea de Libre Comercio de las Amricas (alca), fue igualmentebien recibido por los sectores progresistas. Como muestras de independenciaen poltica internacional, las visitas al pas de Fidel Castro y de Hugo Chveztuvieron un alto valor simblico. La decisin ocial de recuperar el control deciertas actividades privatizadas y el congelamiento de tarifas de los servicioso los bienes provistos por empresas de capital global generaron tensiones quemostraron la resolucin de encaminar la poltica por una nueva va distantedel neoliberalismo.

    Lo que a partir del ao 2006 pas a llamarse la Concertacin Plural pudo pa-recer el anuncio de la formacin de una instancia organizativa para dar unacierta unidad a los dirigentes polticos provenientes de horizontes partidarios

    dismiles que apoyaban al gobierno, aun cuando tal entidad nunca se consti-tuy como mbito de participacin y de deliberacin poltica. Las dicultadespara crear un partido poltico a partir de los apoyos de carcter progresistafueron resumidas por Kirchner a mediados de 2006: La transversalidad fueuna denominacin periodstica. Es un trmino que podra funcionar en un

    sistema de partidos que estn funcionando. En la Argentina, todos sabemosque la reconstruccin de los partidos polticos va a llevar un tiempo largo19.

    Y continuaba remarcando que el modo de participacin en el proyecto kirch-nerista de muchos dirigentes de partidos tales como la ucr, Armacin parauna Repblica Igualitaria (ari), el Frente Grande o el socialismo o de pequeospartidos vecinales haba sido la integracin a puestos o tareas de gobierno.

    Sealemos que con independencia de las connotaciones ideolgicas, la bs-queda de dirigentes de otros partidos capaces de transferir electores pareci

    ser el objetivo del gobierno.

    19. Entrevista con Mario Wainfeld y otros en Pgina/12, 21/5/2006.

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    Cuando naliz la gestin de Kirchner,el gobierno reuna ndices de aprobacin

    en la opinin pblica del orden del 60%,medicin hecha a partir de encuestas aindividuos cuyas respuestas surgan de

    ponderaciones de temas distintos peroque convergan en valorar positiva-

    mente aspectos de la accin ocial. Porcierto, las iniciativas relacionadas conlas crticas a la pasada dictadura ge-

    nocida pesaron en el vuelco a favor de Kirchner de las simpatas de muchas

    personas que se denan como progresistas, pero al mismo tiempo no pocosintegrantes de los partidos justicialistas provinciales y de los sindicatos pe-ronistas debieron expresar su satisfaccin por otros aspectos de la poltica

    ocial, aun cuando no compartan las medidas contra los militares.

    Las valoraciones diferentes y hasta enfrentadas en el seno de los apoyos al

    gobierno se dieron tambin en oportunidad de la sancin de las leyes sobreel proyecto de matrimonio igualitario (o entre personas del mismo sexo),aprobado bajo la presidencia de Cristina Fernndez. En los medios cultu-

    rales provinciales ms apegados a las tradiciones catlicas se expresarondescontentos ante esa innovacin en materia de derecho de familia, y esasreacciones adversas recibieron el apoyo de algunos gobernadores justicia-listas y de parte de los legisladores nacionales a ellos vinculados. El caso

    ms notorio fue el de Jos Luis Gioja, gobernador de la provincia de SanJuan, que a pesar de estar alineado con el kirchnerismo no solo manifes-t su desacuerdo pblico con la mencionada reforma, sino que, adems,contribuy a la realizacin de las movilizaciones organizadas por sectores

    religiosos contra la ley.

    La etapa de Cristina Fernndez de Kirchner

    En las elecciones presidenciales del 28 de octubre de 2007 la frmula CristinaFernndez de Kirchner-Julio Cobos obtuvo 45% de los sufragios y se impusoen la primera vuelta electoral20. Ese resultado fue posible en virtud del carc-ter polifactico de los acuerdos del gobierno nacional con fuerzas polticas

    de todo el pas sin mayores bases programticas. Sera imposible determinar

    20. Al respecto, v. aavv: Elecciones 2007. Lecturas, escenarios y futuro, Cuadernos de ArgentinaReciente No 5, Buenos Aires, 12/2007.

    Las iniciativas relacionadas

    con las crticas a la pasada

    dictadura genocida pesaron

    en el vuelco a favor de

    Kirchner de las simpatas de

    muchas personas que se

    defnan como progresistas

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    los distintos auentes que convergieron para reunir el porcentaje de votos dela coalicin ganadora. La gran aceptacin en la opinin pblica de la gestin

    gubernamental fue, por cierto, un factor importante. Los apoyos de los diri-gentes peronistas provinciales aportaron tambin una porcin signicativade votos. A modo de indicio de cmo pudieron haber jugado las diferentesmotivaciones del voto de la ciudadana, es interesante sealar que en la pro-vincia de San Luis, donde el gobernador peronista era crtico del kirchne -rismo y adems se haba postulado como candidato presidencial, CristinaFernndez de Kirchner no obtuvo ms que 12% de los sufragios. Ese datoindica el carcter decisivo del peso de los caudillos peronistas provincialesque adheran al gobierno nacional. Los gobernadores radicales de las pro-

    vincias de Mendoza, Ro Negro y Catamarca contribuyeron igualmente aacrecentar los votos de la frmula ganadora, cuyo vicepresidente, Cobos,era parte de los llamados radicales k. Un aspecto que cabe destacar fue-ron las derrotas de los candidatos ocialistas en los centros urbanos msmodernos del pas: Ciudad de Buenos Aires, Rosario, Crdoba, Mar del Plata,La Plata y Baha Blanca, mientras que los mximos porcentajes de sufragios sereunieron en las provincias gobernadas por el peronismo. Las presidenciales

    de 2007 demostraron que para elgobierno era difcil conquistar

    nuevas bases electorales distin-

    tas a las de origen peronista.

    Al poco tiempo de iniciada lapresidencia de Cristina Fernn-dez, las protestas de los sectoresempresarios del agro abrieronuna nueva etapa de las relaciones

    polticas que incluyeron cambiossignicativos en los vnculos desectores del peronismo con el go-

    bierno kirchnerista. El rechazo al

    incremento de las tasas impositi-vas a las exportaciones agrarias moviliz a un multifactico conjunto de actorescon sectores del mundo rural, que gan adhesiones en los centros urbanosajenos a sus actividades pero descontentos con aspectos de la gestin gu-

    bernamental. Las buenas condiciones de los mercados internacionales de

    productos agroalimentarios aseguraban altas tasas de rentabilidad para losproductores y el gobierno pareci creer que el presupuesto pblico poda

    captar una parte de ellas.

    Al poco tiempo de iniciada

    la presidencia de Cristina

    Fernndez, las protestas

    de los sectores empresarios

    del agro abrieron una

    nueva etapa de las relaciones

    polticas que incluyeron cambios

    signifcativos en los vnculosde sectores del peronismo

    con el gobierno kirchnerista

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    Sin duda, el gobierno de Cristina Fernndez posea una legitimidad de ori-gen superior a la de su predecesor, pero los hechos mostraron que no contaba

    con los factores objetivos que haban desactivado los reclamos del inicio dela gestin kirchnerista. La salida de la situacin de crisis y estancamientohaba incentivado los reclamos de todos los agentes econmicos; el aumentode los impuestos al agro fue rechazado como una iniciativa arbitraria entanto mecanismo para fortalecer los presupuestos estatales con nes pro-selitistas, y as el problema qued totalmente politizado. Por su parte, losvoceros del kirchnerismo actuaron como si creyesen que podan hacer de laderrota de las resistencias agrarias una especie de gesta poltica susceptible

    de fusionar contra los dueos de la tierra a sus apoyos peronistas y de

    centroizquierda. Sin embargo, las movilizaciones de productores agrariospequeos y medianos difundidas por la comunicacin televisiva reejaronreclamos que hablaban en nombre de la tica del trabajo, a la vez que denun-ciaban la complicidad del gobierno con grandes intereses monoplicos enmateria agroexportadora21.

    Desde el comienzo de la protesta, algunos dirigentes peronistas provin-ciales expresaron de modo ms o menos pblico el rechazo al aumentode los impuestos a las exportaciones agrarias (en especial concentrados

    en la soja), mientras que algunos sectores justicialistas y de izquierdadaban su adhesin a los reclamos de la Federacin Agraria Argentina, laentidad que histricamente haba expresado a los pequeos propietariosdel campo. El gobierno, por su parte, activ el viejo clivaje pueblo versusoligarqua.

    En mayo de 2008, Kirchner asumi la conduccin del Partido Justicialistaen condiciones en las que era evidente que se trataba de una iniciativa que

    apuntaba a neutralizar las disconformidades que manifestaban algunosgobernadores y dirigentes provinciales con respecto a las orientacionesdel gobierno y, ms precisamente, respecto al enfrentamiento con los pro-ductores rurales. La ausencia en la reunin partidaria de algunos dirigen-

    tes importantes, todos pertenecientes a regiones que eran epicentros delconicto agrario (Crdoba, Santa Fe, Buenos Aires o Entre Ros), mostr eldeterioro de las relaciones entre los peronismos provinciales y el gobiernonacional. De todas maneras, esas ausencias se registraron en condicionesen las que el cuerpo directivo del Partido Justicialista en el nivel nacional

    21. Al respecto, v. Adrin Murano: El agitador. Alfredo de Angeli y la historia secreta de la rebelinchacarera, Planeta, Buenos Aires, 2008; Osvaldo Barsky y Mabel Dvila: La rebelin del campo.Historia del conficto agrario argentino, Sudamericana, Buenos Aires, 2008.

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    quedaba integrado por la casi totalidad de los gobernadores peronistas. Noobstante, cuando el gobierno envi al Parlamento el cuestionado impuesto,

    una parte de los diputados y senadores peronistas, al igual que la mayorade los legisladores de la oposicin, vot en contra, actitud a la que se sumel vicepresidente de la Nacin, Julio Cobos, y as se hicieron pblicos losresquebrajamientos de los apoyos del kirchnerismo.

    Las primeras elecciones legislativas del periodo de Cristina Fernndez, rea-lizadas en septiembre de 2009, signicaron un notorio retroceso poltico delkirchnerismo, que fue derrotado en los cinco principales distritos electora-les del pas: la Capital Federal y las provincias de Buenos Aires, Crdoba,

    Santa Fe y Mendoza. En el mbito nacional, la coalicin opositora denomi-nada Acuerdo Cvico y Social super por una ligera diferencia de votos alocialismo con propuestas cuyo nfasis estaba puesto en las crticas a lastransgresiones en el funcionamiento de las instituciones democrticas. Peroadems de la prdida de apoyos que pudo provocarle el conicto rural, loque ms perjudic al ocialismo en el plano electoral fue la disidencia abiertaen el seno del peronismo, bloque que concurri con candidatos propios a laselecciones y consigui imponerse por un estrecho margen de votos en la pro-

    vincia de Buenos Aires, donde residecasi la tercera parte del electorado

    nacional. Se agreg en lo simblico elhecho de que Kirchner era el primercandidato a diputado nacional de la

    lista derrotada.

    En la medida en que con las eleccionesde 2009 el kirchnerismo perdi la ma-

    yora en el Poder Legislativo, no pare-cieron exageradas las expectativas dequienes auguraron el comienzo deun nuevo ciclo poltico e institucio-

    nal marcado por los protagonismosde los partidos de oposicin. Sin embargo, la misma situacin de desarticu-lacin del campo poltico que haba beneciado a los promotores del kirch-nerismo primero y los perjudic luego, jug en contra de quienes desde laoposicin trataron de concertar sus fuerzas para proponerse como una al-

    ternativa poltica. El alto grado de desorganizacin de los partidos polticosy las consecuentes pujas personalistas entre sus dirigentes obstaculizaronen lo inmediato la accin mancomunada de los opositores.

    La misma situacin de

    desarticulacin del

    campo polticoque haba

    benefciado a los promotores

    del kirchnerismo primero

    y los perjudic luego,

    jug en contra de quienes

    desde la oposicin trataron

    de proponerse como

    una alternativa poltica

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    A modo de cierre: hacia un partido kirchnerista?

    El gobierno de lder sin partido fue ecaz durante el periodo 2003-2007, pero

    estaba tan fuertemente asociado al personalismo de Kirchner que ese formatode conduccin poltica no fue adecuado para poner en su puesto de comandoa su sucesora. Sin ser el nico factor, la idea de que el ex-presidente seguamanejando los asuntos pblicos deterior el reconocimiento de la autoridadde Cristina Fernndez. La cada de su popularidad hizo que la presidentadecidiese no postularse para una eventual reeleccin en 2011, y que el candi-dato volviese a ser Nstor Kirchner. Pero su fallecimiento ocasion no solo lamodicacin de los planes del ocialismo sino que, adems, inclin a favor desu esposa a un porcentaje importante de la opinin pblica que hasta ese mo-mento no la respaldaba. Tal como sostuvimos en un texto reciente22, a pesar desu popularidad, el kirchnerismo no haba conseguido establecer lo que Weberdenomin una leyenda del poder capaz de relatar una gesta o una luchalegitimadora de sus orgenes y accin de gobierno. La renuncia al balotaje deMenem le anul la posibilidad de ser plebiscitado por el pueblo antineoliberal;la quita en los montos de la deuda externa no dio visibilidad pblica a unaalteridad poderosaque se supusiesederrotada; los juicios a los responsablesde los crmenes dictatoriales no alcanzaron la espectacularidad de los de 1985

    ni suscitaron reacciones militares; las empresas extranjeras que vieron dismi-nuir sus ganancias no reaccionaron como para alimentar la idea de un triunfoantiimperialista; en n, en 2008 no hubo oligarqua vencida. Sin pica propia,el deterioro del kirchnerismo se vio revertido al producirse el fallecimiento deKirchner, que fue sentido por amplios sectores de la opinin pblica como unexcepcional acto de sacricio personal realizado en nombre de un ideal polti-co. Los ndices de popularidad de Cristina Fernndez crecieron inuidos poresa percepcin y, seguramente, en virtud de la evaporacin de las dudas sobrequin tomaba decisiones.

    En lo que hace al tema de este artculo, tambin se produjo un cambio notable.Los roles desempeados por Kirchner haban sustituido la falta de un partidokirchnerista, y si bien su modo personalista de ejercer la autoridad haba disci-plinado a la mayora de los jefes provinciales y municipales peronistas, en mu-chos casos pareca claro que eran el clculo y las conveniencias lo que los mova.Despus de Kirchner, quienes se haban visto atrados por su poltica y habanaceptado su conduccin por anidades ideolgicas (una parte de ellos conven-cidos de haber quemado naves), fuesen dirigentes populares de la suspensin co-

    loidal, miembros ms politizados de las organizaciones de derechos humanos,

    22. R. Sidicaro: Eplogo: despus de Los tres peronismos, cit., p. 271.

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    guras progresistas o de centroizquierda, o participantes del mundo cultu-ral, entre otros, debieron imaginar que no estaba lejos el momento en que

    las dirigencias de los peronismos provinciales pidiesen intervenir de modoms activo en las gestiones gubernamentales. La salida del menemismo habamostrado, apenas ayer, la versatilidad de los dirigentes justicialistas, y nadaindicaba que los aos kirchneristas hubiesen alterado su proverbial pragma-tismo. Organizar un partido kirchnerista contando con los recursos exiblesy con los pocos controles formales de una estatalidad en crisis puede ofreceroportunidades en especial propicias para quienes parecen vislumbrar tal em-presa23. En lo inmediato, si bien son evidentes las iniciativas de los dirigentesperonistas provinciales y de los jefes sindicales de inaugurar una etapa pos-

    kirchnerista, no es menos notorio que las mayores iniciativas polticas giranen la esfera del fortalecido poder presidencial de Cristina Fernndez.

    La desarticulacin de las reglas del juego del campo poltico, el debilitamientode todos los que fueron sus anteriores participantes colectivos y los obstcu-los con los que tropiezan los nuevos aspirantes a serlo no son independientes

    de las claras dicultades para suturar las distancias que la sociedad ha esta-blecido con respecto a los partidos o lo que queda de ellos. Los personalismosson en ese sentido un estilo de sustitutos pobres y precarios de los partidos

    organizados, cuyas consecuencias provocan efectos no previstos por los pro-pios sujetos que llevan adelante esas prcticas24. Todo ello hace que los escena-rios argentinos y los eventuales reacomodamientos de los actores en vsperasde las elecciones presidenciales de 2011 sean difciles de prever. El retroceso delas propuestas de polticas de representacin de intereses sectoriales y su reem-plazo por la bsqueda de targetselectorales no es, por cierto, una excepcin ex-clusiva del caso nacional analizado. Las diferencias residen, quizs, en el hechode que all donde se carece de los antecedentes propios de la consolidacin de

    una cultura poltica democrtica, los protagonistas de la poltica se (re)presen-

    tan en el teatro de la representacin aparentando ser personajes providenciales.En Argentina, las consecuencias de un pasado efectivamente dramtico bajomuchos aspectos coadyuva al respecto.

    23. Con respecto a las instituciones estatales en el periodo, v. Hugo Quiroga: La Repblica desola-da. Los cambios polticos en la Argentina (2001-2009), Edhasa, Buenos Aires, 2010.24. Manuel Antonio Garretn, reexionando sobre Chile, evoca los problemas de las accionespolticas centradas en intereses personales y las considera un fenmeno de corrupcin aun cuan-do se trate solo de la lucha por posiciones de poder y prestigio poltico, sin que impliquen la

    bsqueda de intercambios de bienes materiales. Al respecto, v. M.A. Garretn: La sociedad en la

    que vivi(re)mos. Introduccin sociolgica al cambio de siglo, Lom, Santiago de Chile, 2000, pp. 58-64. V.igualmente Jaime Osorio: La descomposicin de la clase poltica latinoamericana: el n de unperiodo? en Nueva Sociedad No 203, 5-6/2006, pp. 15-26, disponible en .