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1 SHARQ AL-ANDALUS. DEL CALIFATO A LA VALENCIA CRISTIANA JOSÉ VICENTE GÓMEZ BAYARRI Superadas las luchas intestinas, sofocadas las insurrecciones y solucionadas las contradicciones internas del Emirato Independiente, se proclama el Califato de Córdoba en 929, que supone el fenómeno político que caracteriza la España musulmana entre la llegada al poder de ‘Abd al-Rahman III (912) y la muerte de ‘Abd al -Malik, sucesor de Almanzor (1008). Esta etapa representa el fortalecimiento de Al-Andalus, y fue un período en el que se produjo incremento demográfico, prosperidad económica, esplendor cultural, y una progresiva militarización del régimen. El siglo X se caracterizó por el predominio musulmán en todos los órdenes de la vida en la Península. ‘Abd al-Rahman III, hijo de una cristiana llamada María, adoptó el título de Califa y de Príncipe de los creyentes. La numismática confirma este hecho en el 929, como testimonió el arabista Francisco Codera en su Tratado de Numismática Arábigo- Española. Restablecida su autoridad en las Marcas fronterizas de su territorio, se dedicó a las tareas administrativas y organizativas y a prestar mayor dedicación a la política exterior, sobre todo, a la ofensiva contra la España cristiana y a la lucha de influencias con los fatimíes del Norte de África. Estableció relaciones oficiales con el Emperador de Bizancio, Constantino VII Porfirogeneta, relaciones que se prolongaron hasta su muerte en 1961 y que se tradujeron en intercambio de embajadas y regalos. Dicho califa dotó a Córdoba de una serie de edificios civiles y religiosos, la convirtió en un centro cultural relevante y en una gran metrópoli que rivalizó con las grandes urbes del mundo. Gran parte del siglo X está centrado en el gobierno de ‘Abd al -Rahman III, de quien el abate Masdeu dijo que fue “político profundo y eminente guerrero”. Supo ganarse el aprecio de las distintas clases sociales, aligeró las cargas fiscales, y asistió personalmente a las lecciones de los sabios cuyas academias y escuelas frecuentaba. R. P. Dozy resaltó que fue un hombre delicado y sagaz que centralizó la unidad de la nación y el poder, y estableció con sus alianzas un equilibrio político, llegando a sentar en los consejos a hombres de otra religión. ‘Abd al-Rahman III legó a su hijo y sucesor Al-Hakam II un estado pacífico, próspero y rico. Al-Hakam II fue un príncipe ilustrado y amante de la cultura que logró reunir una de las mejores bibliotecas del mundo. Gobernó desde el 961 hasta el 976. Durante su reinado, el ejército omeya consiguió poner fin a los intentos de los reinos de León, Castilla y Navarra de afirmar su independencia. Al-Andalus se convirtió, en este período, en uno de los núcleos más activos de la civilización musulmana. Los cronistas árabes medievales resaltan el carácter pacificador y brillante del reinado de Al-Hakam II. Al califa Al-Hakam II se sucedió su hijo Hixam II, nacido de la unión del califa con una cautiva cristiana. Las intrigas palaciegas y su endeble carácter favoreció que asumiera el poder un político de gran talento, enérgico y ambicioso llamado Muhammad Ibn Abi 'Amir, quien estuvo al frente de los destinos del reino califal en calidad de “hayid”, primer ministro. Su primera acción fue someter a los eslavos del círculo palaciego, quienes después de conseguir abandonar su condición servil se habían convertido en una

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SHARQ AL-ANDALUS. DEL CALIFATO A LA VALENCIA CRISTIANA

JOSÉ VICENTE GÓMEZ BAYARRI

Superadas las luchas intestinas, sofocadas las insurrecciones y solucionadas las

contradicciones internas del Emirato Independiente, se proclama el Califato de Córdoba

en 929, que supone el fenómeno político que caracteriza la España musulmana entre la

llegada al poder de ‘Abd al-Rahman III (912) y la muerte de ‘Abd al-Malik, sucesor de

Almanzor (1008). Esta etapa representa el fortalecimiento de Al-Andalus, y fue un

período en el que se produjo incremento demográfico, prosperidad económica, esplendor

cultural, y una progresiva militarización del régimen. El siglo X se caracterizó por el

predominio musulmán en todos los órdenes de la vida en la Península.

‘Abd al-Rahman III, hijo de una cristiana llamada María, adoptó el título de Califa y de

Príncipe de los creyentes. La numismática confirma este hecho en el 929, como

testimonió el arabista Francisco Codera en su Tratado de Numismática Arábigo-

Española. Restablecida su autoridad en las Marcas fronterizas de su territorio, se dedicó

a las tareas administrativas y organizativas y a prestar mayor dedicación a la política

exterior, sobre todo, a la ofensiva contra la España cristiana y a la lucha de influencias

con los fatimíes del Norte de África. Estableció relaciones oficiales con el Emperador de

Bizancio, Constantino VII Porfirogeneta, relaciones que se prolongaron hasta su muerte

en 1961 y que se tradujeron en intercambio de embajadas y regalos. Dicho califa dotó a

Córdoba de una serie de edificios civiles y religiosos, la convirtió en un centro cultural

relevante y en una gran metrópoli que rivalizó con las grandes urbes del mundo.

Gran parte del siglo X está centrado en el gobierno de ‘Abd al-Rahman III, de quien el

abate Masdeu dijo que fue “político profundo y eminente guerrero”. Supo ganarse el

aprecio de las distintas clases sociales, aligeró las cargas fiscales, y asistió personalmente

a las lecciones de los sabios cuyas academias y escuelas frecuentaba. R. P. Dozy resaltó

que fue un hombre delicado y sagaz que centralizó la unidad de la nación y el poder, y

estableció con sus alianzas un equilibrio político, llegando a sentar en los consejos a

hombres de otra religión.

‘Abd al-Rahman III legó a su hijo y sucesor Al-Hakam II un estado pacífico, próspero y

rico. Al-Hakam II fue un príncipe ilustrado y amante de la cultura que logró reunir una

de las mejores bibliotecas del mundo. Gobernó desde el 961 hasta el 976. Durante su

reinado, el ejército omeya consiguió poner fin a los intentos de los reinos de León, Castilla

y Navarra de afirmar su independencia. Al-Andalus se convirtió, en este período, en uno

de los núcleos más activos de la civilización musulmana. Los cronistas árabes medievales

resaltan el carácter pacificador y brillante del reinado de Al-Hakam II.

Al califa Al-Hakam II se sucedió su hijo Hixam II, nacido de la unión del califa con una

cautiva cristiana. Las intrigas palaciegas y su endeble carácter favoreció que asumiera el

poder un político de gran talento, enérgico y ambicioso llamado Muhammad Ibn Abi

'Amir, quien estuvo al frente de los destinos del reino califal en calidad de “hayid”, primer

ministro. Su primera acción fue someter a los eslavos del círculo palaciego, quienes

después de conseguir abandonar su condición servil se habían convertido en una

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verdadera casta de privilegiados y grupo de influencia en la corte de Córdoba. 'Amir contó

con el apoyo de los juristas, redujo al califa a la impotencia y mandó construir el palacio

de Medina al-Zahira, a donde trasladó la administración. Reorganizó al ejército califal a

base de reclutar contingentes de beréberes y mercenarios cristianos. 'Amir o el Almanzor

de las crónicas cristianas sembró el pánico entre los reinos cristianos por sus correrías o

“razias”, campañas de hostigamiento. Al-Mansur murió en Medinaceli en 1002, al

regresar de una campaña contra los cristianos del Norte.

El “hayib” ‘amari Al-Mansur, gracias a su gran habilidad como político y a las

prerrogativas que conservó de Hixam II aglutinó un gran poder de decisión. Este mismo

califa concedió las mismas atribuciones al hijo predilecto de Al-Mansur, ‘Abd al-Malik,

quien sucedió a su padre en 1002. Administrador competente y hábil jefe militar, murió

en 1008 al regreso de una campaña contra el reino de Castilla. Según Lévi Provençal “la

amenaza que representaba el Islam andaluz para la cristiandad hispana quedó neutralizada

por mucho tiempo”. Con la sustitución de ‘Abd al-Malik por su hermano ‘Abd al-

Rahman, Sanchuelo, ambos de sangre navarra por parte de madre, se inició para el califato

de Córdoba, como indica R. Arié, “una era de graves disturbios que iban a sumir a al-

Andalus en un caos”.

En el ámbito de las tierras valencianas, o región del Sharq al-Andalus, el vacío

documental ha hecho que se tenga que recurrir al análisis de la genealogía de las

principales familias pobladoras y su relación con las tierras de Valencia para que

encontremos referencias de la época emiral y califal.

Sabemos que ‘Abd al-Rahman III intervino en Valencia para sofocar la insurrección de

Omar, quien durante treinta años tuvo en jaque al poderío musulmán hasta que murió en

917 o 919. R P. Dozy recoge que tanto Omar como sus padres y su hija Argentea eran

cristianos. Para acabar con el levantamiento que capitaneó Omar, el mismo califa Abd

al-Rahman III escribió a los alcaldes de las comarcas de Valencia y Tudmir para que

tuvieran previsto un contingente de guerra con la finalidad de ayudarle en su acción

militar, pues pensaba personarse en estas tierras. En el 918, el Califa entró en tierras de

Tudmir y visitó las ciudades de Murcia, Orihuela, Lorca y Cartagena. Posteriormente

llegaría a Elche y Denia y pasó por Xàtiva para descansar en Valencia, donde se detuvo

algunos días. Cuentan las crónicas árabes que se produjeron manifestaciones de júbilo

que se repitieron en Morvedre, Nules y Tortosa.

A pesar del reconocimiento de la autoridad califal en el Levante peninsular, la sumisión

no fue completa. De ello da pruebas el hecho que en 928 tuviera la necesidad de enviar

un ejército para acabar con las correrías del jeque Aslami, señor de Alicante y Callosa.

Los arabistas J. A. Conde y J. Ribera Tarragó así como la Crónica General coinciden en

resaltar la importancia de las tribus yemenitas de los Banus Chafar entre la nobleza

musulmana de Valencia y la de los Banus Mofaguaz que ejerció el gobierno en Xàtiva.

En ambas familias florecieron nombres ilustres y de letras.

En tiempos del culto y pacífico Al-Haham II, el gobernador entonces de Valencia, ‘Abd

al-Rahman ben Chahaf, se hallaba en las cercanías de Córdoba por indicación del Califa

para recibir al destronado príncipe del Norte, Ordoño, que se dirigía a la ciudad de

Córdoba a implorar ayuda a esta corte. Posteriormente, dicho gobernador acompañó al

príncipe Ordoño para restablecerlo en el trono e imponer obediencia a sus vasallos. El

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gobernador de Valencia debió ir en aquella comisión que se nombró, entre cuyos

personajes figuraban también el juez cristiano de Córdoba, Gualid ben Jaizorán y el

arzobispo metropolitano de Toledo, Obaidal ben Casim.

Una pequeña parte de la gloria del califa Al-Hakam II se debió a Valencia, pues

valenciano fue su maestro. Las lecciones de Ozmán el Moshafí hicieron de Al-Hakam II

el más ilustrado y benéfico de los califas andalusíes. La evolución de los acontecimientos

políticos y la buena educación recibida favorecieron el desarrollo de la paz y el cultivo

de las letras y las ciencias, alcanzando el Califato su mayor esplendor cultural. Este buen

califa, como dicen sus justos y apasionados admiradores, “trocó en rejas de arado y en

azadones las lanzas y espadas; y volvió los espíritus inquietos y guerreros de los muslines

en pacíficos pastores y campesinos”.

A la muerte de Al-Hakam II (976) le sucedió su hijo Hixem II. Su primer ministro Al-

Mansur surcó las tierras de Tudmir y prosiguió hacia el Norte, engrosando el ejército con

tropas de a pie y de a caballo que se enrolaron a su paso por Valencia, Tortosa y

Tarragona. Después de haber derrotado a Borrell II, tomó por asalto Barcelona.

Paralelamente a las conquistas militares afloraron los frutos del impulso cultural y

bibliográfico auspiciado por Al-Hakam II. La eficaz administración califal, la

preocupación por la cultura y las relaciones exteriores favorecieron el florecimiento de

una pléyade de hombres de letras que engrandecieron la cultura hispano musulmana y

que tendrá gran repercusión en el mundo cultural europeo medieval.

El abigarramiento de la población de la región de Valencia, compuesta por árabes, sirios,

egipcios, berberiscos, judíos y mayoría indígena, cada uno de estos colectivos con

peculiares características, sujetos sólo institucionalmente a la autoridad califal de

Córdoba, alejados del centro de decisiones y donde privaban la ambición y los intereses

individuales favoreció el clima de inestabilidad política y las luchas intestinas y tribales

que se incrementaron tras la muerte de Al-Mansur (1002) y con la debilidad de Hixem II

(976-1009), originándose una gran anarquía en las tierras de Valencia, gobernadas por

Mohamed, que se declaró independiente, actitud imitada por los “visires” de Denia,

Xàtiva y Morvedre que aprovecharon la coyuntura favorable para tomar dicha decisión.

Desde la desmembración del Califato - principios del siglo XI - hasta el siglo XIII la

situación política peninsular y valenciana está sujeta a grandes fluctuaciones, vaivenes y

cambios políticos. Son años de fuerte ofensiva cristiana encaminada a reconquistar tierras

que estaban bajo el dominio del poder musulmán.

Frente a las incursiones e iniciativas cristianas y al espíritu de cruzada que se otorgaba a

los avances sobre tierras musulmanas, un Imperio que se encontraba en declive luchaba

por su mantenimiento, logrando la reunificación coyuntural de parte de sus antiguos

territorios con la invasión almorávide y posteriormente con los almohades.

Será en estos siglos cuando se fundamentan las bases de la Cristiandad peninsular sobre

el Islam, configurándose nuevos aspectos socioeconómicos, políticos, culturales y

religiosos, merced a la incorporación, dominio y ocupación de nuevas tierras que se

someterán a una nueva autoridad que estaba más acorde con los esquemas que obedecían

a la mentalidad cristiana.

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Paralelamente, el poderío de los reinos de taifas estaba en constantes quiebras y eran

enormes los esfuerzos de toda índole que tenían que desarrollar para poder subsistir, en

muchos casos. Su débil situación política hacía que a duras penas pudieran mantener la

independencia, pues los constantes enfrentamientos con sus vecinos, las posibles

amenazas exteriores y la inestabilidad interna les colocaron en una situación de

precariedad. La falta de apoyo popular y los propios intereses personales de algunos

reyezuelos les impulsó a solicitar la intervención de un poder musulmán exterior. Si en

siglo XI fueron los almorávides los artífices de una planificación política peninsular; en

el XII corresponderá dicha tarea a los almohades, que ya habían derrotado a sus

correligionarios almorávides en el Norte de África y se apresuraban a sustituirlos en la

Península.

Durante el reinado de Ibn Mardanis - rey Lobo - la economía fue recuperándose gracias,

entre otras cosas, a los aportes humanos llegados de fuera de las fronteras de los reinos

valencianos, estableciendo nuevas relaciones económicas e instalándose incluso pisanos

y genoveses en ciudades como Valencia o Denia. El área de Sharq al-Andalus se urbanizó

y las ciudades experimentaron un crecimiento, construyéndose nuevos arrabales como

muestran las excavaciones arqueológicas realizadas en Valencia, Xàtiva o Denia.

La ciudad de Valencia, cabeza de un reino de taifa, alcanzó gran desarrollo económico y

cultural. Dispuso de poderío naval, escuelas de médicos y bibliotecas. En ella, brillaron

hombres de letras y ciencias, y sus jardines fueron fuentes de inspiración de la literatura

andalusí.

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Uno de los más famosos manuscritos sobre viajes árabes, datado en 1153 y escrito por

Abu Abdallah Al-Edrisī (1099-1165), conocido también con el sobrenombre de “El

Nubiense”, describe Valencia como “una de las villas más consideradas de Al-Andalus,

edificada sobre una llanura y bien habitada. Se encuentran allí muchos mercaderes y

cultivadores. Hay bazares y es lugar de partida y arribada de navíos”.

La mayoría de las ciudades arábigo-valencianas de finales del siglo XII estaban rodeadas

por ricas huertas perfectamente irrigadas. Al-Edrisī, refiriéndose a la ciudad de Valencia

señala que las aguas del río “son útilmente empleadas en el riego de sus campos, de los

jardines, de los huertos y en las casas de campo” y el erudito árabe Al-Sagundī que

escribió a principios del XIII la obra Risala, elogio del Islam español, afirmó que Valencia

es “famosa por los muchos jardines que tiene, jardín de Al-Andalus. Su Ruzafa es uno de

los más bonitos lugares de placer de la tierra (...). Entre los productos principales de la

tierra está el brocado valenciano que es exportado a las regiones de Magrib. No faltan

en ella sabios, ni poetas, ni caballeros (...) Sus habitantes son gentes de más pura

conducta, de religiosidad más firme, de amistad más constante y de los más compasivos

con el extranjero”.

La ciudad de Valencia, igual que las ciudades hispano-musulmanas, se caracterizaba por

la ausencia de planificación urbanística. El espacio se organiza en función de unos

cuantos ejes que tienden a encaminarse a la mezquita mayor. No existen calles

propiamente dichas sino una red de callejuelas que se entrecruzan de forma laberíntica.

La ciudad musulmana tenía un crecimiento anárquico, con viales cortos, estrechos y

tortuosos; callejones sin salida y escaso número de placetas, lo que configuraba un trazado

caótico. La ciudad se dividía en barrios, atendiendo a la diversidad de etnias, oficios y

religión de sus habitantes, si bien predominaban las razones de índole funcional. L. Torres

Balbás atribuye esta ausencia de planificación urbanística a la falta de regulación,

presentando un contraste con la infraestructura romana o visigoda que imponían la

dirección determinada por el “cardo-decumano”.

La civilización islámica supo conjugar la vida urbana de la “medina” con la rural pastoril

y agraria. Sin embargo, en donde la civilización árabe-islámica de Al-Andalus alcanzó

mayor esplendor es en la ciudad, exponente máximo del desarrollo urbanístico,

económico y cultural.

El esplendor urbano que tuvo lugar viene reflejado en el siguiente texto del historiador

Ibn Jaldún (1332-1406):

La civilización es un refinamiento del lujo y un dominio absoluto de las industrias

de la alimentación, vestido, vivienda, mobiliario, construcción y todo que

concurre a la comodidad doméstica. En cada una de estas ramas se especializan

varias industrias que rivalizan en calidad y elegancia. Se generan unas y otras, se

multiplican y diversifican al ritmo que les marca el deseo que empuja a las

personas a disfrutar de la voluptuosidad, el placer y el bienestar que proporciona

el lujo.

José Vicente Gómez Bayarri

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La civilización islámica se caracterizó por el desarrollo político-social y el crecimiento de las ciudades

Esta descripción pudo ser una imagen de lo que debió ser la vida en la ciudad de Balansiŷa

en los últimos siglos de la Valencia musulmana. La “medina”, constituía su centro urbano

y se abría al exterior por una serie de puertas que daban acceso a barrios que conforman

los “rababs” o arrabales que se extienden en todas las direcciones.

La muralla árabe fue construida a mitad del siglo XI por ´Abd al-Aziz durante su largo

reinado (1021-1061). Probablemente no fuera la primera muralla musulmana que cercara

la ciudad.

El ataque berebere del año 1010 o 1011 que capturó un buen número de ciudadanos parece

que indujo a fortalecer las defensas de la ciudad. Los régulos locales según recoge un

texto del Bayān “hicieron obras importantes en Valencia, protegiendo su desnudez por un

gran muro que rodeaba a la ciudad, detrás de puertas reforzadas”.

El crecimiento de Madinat al-Turab, o ciudad de tierra como era conocida Valencia,

impulsó la necesidad de construir una nueva muralla como consecuencia del incremento

poblacional experimentado al constituirse el reino de taifa.

No se ponen de acuerdo los geógrafos, historiadores y cronistas al señalar el número de

puertas o portales que debía tener, ni tampoco en sus nombres y ubicación.

Las primeras puertas de la muralla islámica de la ciudad se abrieron sobre las murallas

romanas. El geógrafo e historiador ‘Abd al-Razī que vivió en el siglo X describe Valencia

como una ciudad amurallada, provista de cuatro puertas. Su trazado obedecería a la

planificación urbanística romana de “cardo” y “documanus”. Según descripción del

cronista al-Udrī la cerca era de una gran perfección y contaba con cinco puertas. El mismo

cronista escribió que Valencia figuraba entre las más importantes capitales de Al-

Andalus, sus murallas eran de piedra, asentadas sobre cimientos de adobe, y su recinto

fue levantado por el emir ´Abd al-Aziz, en cuyo reinado se realizaron importantes obras

Sharq al-Andalus. Del Califato a los Reinos de Taifas

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públicas. La muralla musulmana de ´Abd al-Aziz sería reforzada en el s. XII y perduró

durante aproximadamente un siglo y medio hasta que los cristianos levantaron una nueva.

Plano de la Valencia islámica. Siglo XI

Según al-Udrī que murió en 1085, autor que nos dejó la descripción más completa que

conocemos, el recinto amurallado de la Valencia musulmana tenía las siguientes puertas

en el siglo XI.

(…) Tiene murallas; se esmeró en construirlas ‘Abd al-Aziz, nieto de Almanzor,

y no se conoce en Al-Andalus ciudad de muros más perfectos y más hermosos.

Tiene cinco puertas: la puerta de Levante se llamó la Puerta del Puente - Bab al

Qantara - y se sale de ella por el puente que hizo el mismo ‘Abd al-Aziz, y no hay

en Al-Andalus más perfecto que él; por ese primer puente salen los convoyes hacia

Toledo, Zaragoza, Tortosa y lo que hay en esa dirección. Después (…) está la

puerta conocida por Bab al-Warraq, - a la entrada de la calle del Salvador - que se

sale de ella y por un puente de madera se cruza el río hacia el arrabal que hay allí.

En la dirección de la Qibla - o sea hacia la ciudad de la Meca - está la puerta de

Ibn Sajar que estaba protegida por la Torre del Temple; y hacia el Norte de la

Puerta de la Culebra - Bab al-Hanax, y en lado de Poniente, se localizaba la puerta

llamada de Baytala, y junto a ella, por el lado Oeste, la Puerta conocida por Bab

al-Qaysariya -de la Alcacería-. Por esas dos puertas salen los convoyes hacia el

Oeste de Al-Andalus y hacia Denia, Xátiva y Alzira (…).

José Vicente Gómez Bayarri

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La descripción relata que el recinto amurallado de Balansiŷa tenía cinco puertas; sin

embargo, cita seis. No menciona la puerta de la Xerea, aunque la documentación constata

que ya existía en 1088. Consecuentemente, debieron ser siete las puertas o portillos de

acceso a la ciudad en los siglos XII y XIII. Serían las siguientes:

Plano de la ciudad de Valencia en el siglo XI

- Bab al-Qantara o Puerta del Puente. Estaba situada detrás del espacio físico que ocupan

las Torres de los Serranos. La denominación la tomaba de estar ubicada enfrente de un

puente que cruzaba el río, que los musulmanes llamaban Wáli l’Abyad, de donde deriva

el topónimo actual de Guadalaviar. Era el acceso norte a la medina de Balansiŷa

Sharq al-Andalus. Del Califato a los Reinos de Taifas

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- Bab al-Warraq o Puerta de la Hoja. Se le llamaba también Puerta del Sol o de Poniente.

Se localizaba en la calle del Salvador. Daba a un puente construido en madera por el que

se accedía al arrabal de la Vilanova, en el área de la calle Alboraya y los Viveros.

- Bab Ibn Sajar. Según relata la crónica estaba orientada hacia la “quibla”, ciudad de la

Meca y defendida por la torre de ‘Alī Bufat. Se abría aproximadamente en la zona donde

está emplazada el Palacio del Temple.

-Bab al-Xaria o Puerta de la Xerea. Conocida también por puerta de la ley, “Xaria”. Se

encontraba en el entorno de la actual plaza de San Vicente Ferrer. Estaba al Este de la

ciudad.

- Bab al-Baytala o Puerta de la Boatella. Situada en el cruce de las calles de Cerrajeros y

San Vicente. Por esta puerta accedían a la ciudad los que procedían desde el Sur.

- Bab al-Qaysariya o Puerta de la Alcaicería. Estaba ubicada en el entorno de la calle

Trench. Por ella se accedía al mercado o zoco.

- Bab al-Hanax o Puerta de la Culebra. Se localizaría entre construcciones de las calles

de Salinas y Caballeros. Era la puerta de entrada a la ciudad procedente de las tierras de

Quart.

Torre islámica en el entorno de la plaza del Ángel Tapia de la muralla. Calle Salinas, núm. 17

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Galería de la Plaza del Tossal. Tramos de muralla y puertas de acceso. Siglos XI-XII

Fotografías tomadas en el interior de la galería de los bajos de la Plaza del Tossal. El tramo de muralla y

accesos que se observan corresponden al recinto fortificado de la ciudad islámica. Formaban parte de una

puerta en codo construida en el siglo XII para reforzar las defensas. El muro tiene un ancho de 2,5 metros

y está realizado con tapial de hormigón-cal, arena y piedras-.

Torre islámica en el entorno de la plaza del Ángel Tapia de la muralla. Calle Salinas, núm. 17

Galería de la Plaza del Tossal. Tramos de muralla y puertas de acceso. Siglos XI-XII

Fotografías tomadas en el interior de la galería de los bajos de la Plaza del Tossal. El tramo de muralla y

accesos que se observan corresponden al recinto fortificado de la ciudad islámica. Formaban parte de una

puerta en codo construida en el siglo XII para reforzar las defensas. El muro tiene un ancho de 2,5 metros

y está realizado con tapial de hormigón-cal, arena y piedras-.

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Muralla islámica siglos XI-XII. Interior del Colegio Mayor Universitario Peset Aleixandre

Tramo de la muralla taifal y arco apuntado de una puerta de acceso. Calle Caballeros núm. 36

Se observa tipo de construcción y materiales utilizados

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Trazado de la muralla islámica en Valencia. Restos arqueológicos localizados

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