Shakespeare - Otelo El Moro de Venecia

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Otelo: el moro de VeneciaWilliam ShakespeareDRAMATIS PERSONEL DUX DE VENECIA.BRABANCIO, senador.OTROS SENADORES.GRACIANO, hermano de Brabancio.LUDOVICO, pariente de Brabancio.OTELO, noble moro, al servicio de lo Repblica de Venecia.CASSIO, teniente suyo.IAGO, su alfrez.RODRIGO, hidalgo veneciano.MONTANO, predecesor de Otelo en el gobierno de Chipre.BUFN, criado de Otelo.DESDMONA, hija de Brabancio y esposa de Otelo.EMILIA, esposa de Iago.BLANCA, querida de Cassio.UN MARINERO, ALGUACILES, CABALLEROS, MENSAJEROS, MSICOS, HERALDOS yACOMPAAMIENTO.ESCENA: En el primer acto, en Venecia; durante el resto de la obra. en un puerto de mar de la isla deChipre.

Acto PrimeroEscena Primera1

Venecia. -Una calleEntran RODRIGO e IAGORODRIGO.- Basta! No me hables ms! Me duele en el alma que t, Iago, que has dispuesto de mi bolsacomo si sus cordones te pertenecieran, supieses del asunto...IAGO.- Sangre de Dios! No queris orme! Si he imaginado nunca semejante cosa, aborrecedme!RODRIGO.- Me dijiste que sentas por l odio.IAGO.- Execradme si no es cierto! Tres grandes personajes de la ciudad han venido personalmente apedirle, gorra en mano, que me hiciera su teniente; y a fe de hombre, s lo que valgo, y no merezco menorpuesto. Pero l, cegado en su propio orgullo y terco en sus decisiones, esquiva su demanda con ambagesampulosos, horriblemente henchidos de eptetos de guerra; y, en conclusin, rechaza a mis intercesores;porque ciertamente (les dice) he elegido ya mi oficial. Y quin es este oficial? Un gran aritmtico, a fema; un tal Miguel Cassio, un florentino, un mozo a pique de condenarse por una mujer bonita, que nunca hahecho maniobrar un escuadrn sobre el terreno, ni sabe ms de la disposicin de una batalla que unahilandera, a no ser la teora de los libros, que cualquiera de los cnsules togados podra explicar tandiestramente como l. Pura charlatanera y ninguna prctica es toda su ciencia militar! Pero l, seor, ha sidoelegido, y yo (de quien sus ojos han visto la prueba en Rodas, Chipre y otros territorios cristianos y paganos)tengo que ir a sotavento y estar al pairo por quien no conoce sino el deber y el haber por ese tenedor delibros. l, en cambio, ese calculador, ser en buen hora su teniente; y yo (Dios bendiga el ttulo!), alfrez desu seora moruna.RODRIGO.- Por el cielo, antes hubiera sido yo su verdugo!IAGO.- Pardiez, y qu remedio me queda! Es el inconveniente del servicio. El ascenso se obtiene porrecomendacin o afecto, no segn el mtodo antiguo en que el segundo heredaba la plaza del primero.Juzgad ahora vos mismo, seor, si en justicia estoy obligado a querer al moro.RODRIGO.- En ese caso, no seguira yo a sus rdenes.IAGO.- Oh! Estad tranquilo, seor. Le sirvo para tomar sobre l mi desquite. No todos podemos seramos, ni todos los amos estar fielmente servidos. Encontraris ms de uno de esos bribones, obediente y derodillas flexibles, que, prendado de su obsequiosa esclavitud, emplea su tiempo muy a la manera del burrode su amo, por el forraje no ms, y cuando envejece, queda cesante. Azotadme a esos honrados lacayos!Hay otros que, observando escrupulosamente las formas y visajes de la obediencia y ataviando la fisonomadel respeto, guardan sus corazones a su servicio, no dan a sus seores sino la apariencia de su celo, losutilizan para sus negocios, y cuando han forrado sus vestidos, se rinden homenaje a s propios. Estoscamaradas tienen cierta inteligencia, y a semejante categora confieso pertenecer. Porque, seor, tan verdadcomo sois Rodrigo, que a ser yo el moro, no quisiera ser Iago. Al servirlo, soy yo quien me sirvo. El cielome es testigo; no tengo al moro ni respeto ni obediencia; pero se lo aparento as para llegar a mis fines2

particulares. Porque cuando mis actos exteriores dejen percibir las inclinaciones nativas y la verdadera figurade mi corazn bajo sus demostraciones de deferencia, poco tiempo transcurrir sin que lleve mi coraznsobre mi manga para darlo a picotear a las cornejas. No soy lo que parezco!RODRIGO.- Qu suerte sin igual tendr el de los labios gordos si la consigue as!IAGO.- Llamad a su padre. Despertadle. Encarnizaos con el moro, envenenad su dicha, pregonad sunombre por las calles, inflamad de ira a los parientes de ella, y aunque habite en un clima frtil, infectadlo demoscas. Por ms que su alegra sea alegra, abrumadle, sin embargo, con tan diversas vejaciones, que pierdaparte de su color.RODRIGO.- He aqu la casa de su padre. Voy a llamarle a gritos.IAGO.- Hacedlo, y con el mismo acento pavoroso e igual prolongacin lgubre que cuando en medio dela noche y por descuido alguien descubre el incendio en una ciudad populosa.RODRIGO.- Eh! Hola! Brabancio! Seor Brabancio! Hola!IAGO.- Despertad! Eh! Hola! Brabancio! Ladrones! Ladrones! Mirad por vuestra casa, por vuestrahija y por vuestras talegas! Ladrones! Ladrones!Entra BRABANCIO, arriba, asomndose a una ventanaBRABANCIO.- Qu razn hay para que se me llame con esas vociferaciones terribles? Qu sucede?RODRIGO.- Signior, est dentro toda vuestra familia?IAGO.- Estn cerradas vuestras puertas?BRABANCIO.- Por qu? Con qu objeto me lo preguntis?IAGO.- Voto a Dios, seor! Os han robado! Por pudor, poneos vuestro vestido. Vuestro corazn estroto. Habis perdido la mitad del alma. En el momento en que hablo, en este instante, ahora mismo, un viejomorueco negro est topetando a vuestra oveja blanca. Levantaos, levantaos! Despertad al son de lacampana a todos los ciudadanos que roncan; o si no, el diablo va a hacer de vos un abuelo! Alzad, os digo!BRABANCIO.- Cmo! Habis perdido el seso?RODRIGO.- Muy reverendo seor, conocis mi voz?BRABANCIO.- No. Quin sois?3

RODRIGO.- Mi nombre es Rodrigo.BRABANCIO.- Tanto peor llegado. Te he advertido que no rondes mis puertas. Me has odo decir conhonrada franqueza que mi hija no es para ti; y ahora, en un acceso de locura, atiborrado de cena y de tragosque te han destemplado, vienes por maliciosa bellaquera a turbar mi reposo.RODRIGO.- Seor, seor, seor...BRABANCIO.- Pero puedes estar seguro de que mi carcter y condicin tienen en s poder para que tearrepientas de esto.RODRIGO.- Calma, buen seor.BRABANCIO.- Qu vienes a contarme de robo? Estamos en Venecia. Mi casa no es una granja en plenocampo.RODRIGO.-Respetabilsimo Brabancio, vengo hacia vos con alma sencilla y pura.IAGO.- Voto a Dios, seor! Sois uno de esos hombres que no serviran a Dios si el diablo se lo ordenara.Porque venimos a haceros un servicio y nos tomis por rufianes, dejaris que cubra a vuestra hija uncaballero berberisco. Tendris nietos que os relinchen, corceles por primos y jacas por deudos.BRABANCIO.- Quin eres t, infame pagano?IAGO.- Soy uno que viene a deciros que vuestra hija y el moro estn haciendo ahora la bestia de dosespaldas.BRABANCIO.- Eres un villano!IAGO.- Y vos sois... un senador.BRABANCIO.- T me responders de esto. Te conozco, Rodrigo.RODRIGO.- Seor, responder de todo lo que queris. Pero, por favor, decidme si es con vuestrobeneplcito y vuestro muy prudente consentimiento (como en parte lo juzgo) como vuestra bella hija, a lastantas de esta noche, en que las horas se deslizan inertes, sin escolta mejor ni peor que la de un pillo alservicio del pblico, de un gondolero, ha ido a entregarse a los abrazos groseros de un moro lascivo...; siconocis el hecho y si lo autorizis, entonces hemos cometido con vos un ultraje temerario e insolente; perosi no estis informado de ello, mi educacin me dice que nos habis reprendido sin razn. No creis quehaya perdido yo el sentimiento de toda buena crianza hasta el punto de querer jugar y bromear con vuestrareverencia. Vuestra hija, os lo digo de nuevo (si no le habis otorgado este permiso), se ha hecho culpable deuna gran falta, sacrificando su deber, su belleza, su ingenio, su fortuna a un extranjero, vagabundo y nmada,sin patria y sin hogar. Comprobadlo vos mismo inmediatamente. Si est en su habitacin o en vuestra casa,4

entregadme a la justicia del Estado por haberos engaado de esta manera.BRABANCIO.- Golpead la yesca! Hola! Dadme una vela! Despertad a todas mis gentes!... Esteaccidente no difiere mucho de mi sueo. El temor de que sea cierto me oprime ya. Luz, digo! Luz!(Desaparece de la ventana.)IAGO.- Adis, pues debo dejaros. No me parece conveniente, ni conforme con el puesto que ocupo, serllamado en justicia (como suceder, si me quedo) a deponer contra el moro. Porque, a la verdad, aunque estaaventura le cree algunos obstculos, s que el Estado no puede, sin riesgos, privarse de sus servicios. Son tangrandes las razones que han movido a la Repblica a confiarle las guerras de Chipre (en curso a la horapresente), que no hallaran, ni aun al precio de sus almas, otro de su talla para dirigir sus asuntos. Porconsiguiente, aunque le odio como a las penas del infierno, las necesidades de mi vida actual me obligan, noobstante, a izar el pabelln, y la insignia del afecto, simple insignia, verdaderamente. Si queris hallarle conseguridad, conducid hacia el Sagitario a los que se levanten para ir en su busca, que all estar con l. Y conesto, adis. (Sale.)Entran, arriba, BRABANCIO y CRIADOS con antorchasBRABANCIO.- Es una desgracia demasiado cierta! Ha partido, y lo que me queda por vivir de miodiada vejez no ser ya sino amargura.- Hola, Rodrigo! Dnde la viste? Oh, hija miserable!- Con elmoro, dices?- Quin quisiera ser padre?- Cmo supiste que era ella?- Ah, me engaa por encima de todaimaginacin!- Qu os dijo?- Traed ms luces! Despertad a todos mis parientes!- Creis que se hancasado?RODRIGO.- Verdaderamente, lo creo.BRABANCIO.- Oh!, cielo!- Cmo pudo salir?- Oh, traicin de la sangre!- Padres, no os fiis desdehoy de las almas de vuestras hijas por lo que las veis obrar. No existen encantos que permiten abusar de lajuventud y de la inocencia? No habis ledo de estas cosas, Rodrigo?RODRIGO.- S, en verdad, seor.BRABANCIO.- Que se llame a mi hermano!- Oh, que no la hubiereis tenido vos! Vayan los unos enuna direccin, y los otros en otra!- Sabis dnde podramos cogerles a ella y al moro?RODRIGO.- Creo que a l podr descubrirle, si os place proveeros de una buena guardia y venirconmigo.BRABANCIO.- Por favor, guiadnos. Llamar en todas las casas. Puedo mandar en la mayor parte.-Traed armas, eh! Y levantad a algunos oficiales del servicio de noche.- Marchemos, buen Rodrigo. Yorecompensar vuestras molestias. (Salen.)5

Escena SegundaEl mismo lugar.-Otra calleEntran OTELO, IAGO y personas del squito con antorchasIAGO.- Aunque he matado hombres en el servicio de la guerra, tengo, sin embargo, por caso deverdadera conciencia cometer un asesinato con premeditacin. Me falta a veces maldad, que me sera til.Nueve o diez veces pens haberle dado aqu, con mi pual, debajo de las costillas.OTELO.- Ms vale que hayan pasado as las cosas.IAGO.- Cierto, pero charlaba en demasa y profera trminos tan injuriosos y provocativos contra vuestrohonor, que con la poca piedad que tengo, me ha costado mucho trabajo soportarle. Pero, os lo ruego, seor,os habis casado de veras? Estad seguro de esto, de que el magnfico es muy estimado, y posee en realidaduna voz poderosa, dos veces tan influyente como la del dux. Os obligar a divorciaros, u os opondr tantosinconvenientes o vejaciones, que la ley (con todo el poder que tiene para reforzarla) le dar cable.OTELO.- Que obre a tenor de su enojo. Los servicios que he prestado a la Seora reducirn al silenciosus querellas. An est por saberse (y lo proclamar cuando me conste que la jactancia es un honor) quederivo mi vida y mi ser de hombres de regia estirpe, y en cuanto a mis mritos, pueden hallar, a caradescubierta, a tan alta fortuna como la que he alcanzado. Porque sabe, Iago, que sin el amor que profeso a lagentil Desdmona, no quisiera por todos los tesoros del mar trazar lmites fijos y estrechos a mi condicinlibre y errante. Pero mira! Qu luces son aqullas?Entran CASSIO, a distancia, y ciertos oficiales con antorchasIAGO.- Son del padre, que se ha despertado, y de sus amigos. Debierais iros dentro.OTELO.- No; que se me encuentre; mi dignidad, mi rango y mi conciencia sin reproche me mostrarn talcomo soy. Son ellos?IAGO.- Por Jano! Creo que no.OTELO.- Los servidores del dux y mi teniente! Los plcemes de la noche caigan sobre vosotros,amigos! Qu noticias hay?CASSIO.- El dux os enva sus saludos, general, y requiere vuestra presencia sin demora, en este mismoinstante.OTELO.- De qu creis que se trate?6

CASSIO.- A lo que he podido adivinar, de algo referente a Chipre. Es un asunto de cierta prisa. Estamisma noche las galeras han enviado una docena de mensajeros sucesivos, pisndose los talones unos aotros; y buen nmero de cnsules estn ya levantados y reunidos con el dux. Se os ha llamadoaceleradamente, y cuando han visto que no se os hallaba en vuestro alojamiento, el Senado ha despachadotres pesquisas diferentes para proceder a vuestra busca.OTELO.- Est bien que seis vos quien me haya encontrado. Voy a decir slo una palabra aqu en la casa,e ir con vos. (Sale.)CASSIO.- Qu haca aqu, alfrez?IAGO.- A fe ma, esta noche ha abordado a una carraca de tierra; si la presa es declarada legal, se hacerico para siempre.CASSIO.- No entiendo.IAGO.- Se ha casado.CASSIO.- Con quin?Vuelve a entrar OTELOIAGO.- Por mi fe, con... Vamos, capitn, queris venir?OTELO.- Soy con vos.CASSIO.- He aqu otra tropa que viene a buscaros.IAGO.-Es Brabancio. General, tened cuidado. Viene con malas intenciones.Entran BRABANCIO, RODRIGO y oficiales con antorchas y armasOTELO.- Hola, teneos!RODRIGO.- Signior, es el moro.BRABANCIO.- Sus, a l! Al ladrn! (Desenvainan por ambas partes.)IAGO.- A vos, Rodrigo! Vamos, seor, soy vuestro hombre!OTELO.- Guardad vuestras espadas brillantes, pues las enmohecera el roco. Buen signior, se obedecer7

mejor a vuestros aos que a vuestras armas.BRABANCIO.- Oh, t, odioso ladrn! Dnde has escondido a mi hija? Condenado como eres, hasdebido hechizarla, pues me remito a todo ser de sentido, si a no estar cautiva en cadenas de magia es posibleque una virgen tan tierna, tan bella y tan dichosa, tan opuesta al matrimonio que esquiv los ms ricos yapuestos galanes de nuestra nacin, hubiera incurrido nunca en la mofa general, escapando de la tutelapaterna para ir a refugiarse en el seno denegrido de un ser tal como t, hecho para inspirar temor y nodeleite. Same juez el mundo si no es de toda evidencia que has obrado sobre ella con hechizos odiosos, quehas abusado de su delicada juventud por medio de drogas o de minerales que debilitan la sensibilidad. Harque se examine el caso. Es probable, palpable al pensamiento. Te prendo, pues, y te acuso, como corruptorde personas y practicante de artes prohibidas y fuera de la ley. Apoderaos de l; si resiste, sometedle a susriesgos y peligros.OTELO.- Detened vuestras manos, vosotros, los que estis de mi parte, y vosotros tambin, los del otropartido! Si mi rplica fuera reir, la sabra sin apuntador. Dnde queris que vaya a responder a vuestrocargo?BRABANCIO.- A la crcel, hasta que el plazo establecido por la ley y el curso regular de la justicia tellamen a responder.OTELO.- Qu suceder si obedezco? Cmo podra entonces satisfacer al dux, cuyos mensajeros estnaqu, a mi lado, para conducirme ante l, a propsito de cierto asunto urgente del Estado?OFICIAL.- Es cierto, muy digno signior. El dux se halla en Consejo y estoy seguro de que ha enviado abuscar a vuestra noble persona...BRABANCIO.- Cmo! El dux en Consejo! Y a esta hora de la noche? Llevadle. No es una causaociosa la ma. El dux mismo o cualquiera de mis hermanos de Estado no pueden sino sentir mi ultraje comosi les fuera propio. Porque si tales acciones pudieran tener paso libre, los esclavos y los paganos fuerannuestros estadistas. (Salen.)Escena TerceraEl mismo lugar.-Cmara del ConsejoEl DUX y los SENADORES sentados a una mesa; oficiales en funciones de servicioDUX.- No hay concordancia en estas noticias para que se le d crdito.SENADOR PRIMERO.- Son muy divergentes, en verdad. Mis cartas dicen ciento siete galeras.8

DUX.- Y las mas ciento cuarenta.SENADOR SEGUNDO.- Y las mas, doscientas. Sin embargo, aunque no estn conformes en la cifraexacta (y en casos como ste, en que los informes se hacen por conjetura, son frecuentes las diferencias),todas confirman, no obstante, la existencia de una flota turca y haciendo velas con rumbo a Chipre.DUX.- Bien mirado, parece, en efecto, muy probable. No estoy tan convencido de las inexactitudes paraque el hecho capital de estas noticias no me inspire un sentimiento de inquietud.UN MARINERO (dentro).- Hola, eh! Hola, eh!Entra el MARINEROOFICIAL.- Un mensajero de las galeras.DUX.- Hola! Qu ocurre?MARINERO.- La armada turca se dirige a Rodas. Se me enva a anunciarlo aqu al gobierno de parte delsignior Angelo.DUX.- Qu decs de este cambio?SENADOR PRIMERO.- No puede ser, no resiste al ensayo de la razn. Es un simulacro paramantenemos en una contemplacin falsa. Cuando consideramos la importancia de Chipre para el turco ycomprendemos, adems, que no slo esta isla concierne ms al turco que Rodas, sino tambin que puedetomarla con ms facilidad, pues no est armada de semejantes medios de defensa, antes carece por completode los recursos de que se halla provista Rodas, si reflexionamos en esto, no podemos creer que sea el turcotan torpe que relegue a ltimo lugar la isla que le incumbe en primero y abandone una tentativa fcil yprovechosa, para despistar y sostener un peligro infructuoso.DUX.- Cierto, con toda seguridad, que no piensa en Rodas.OFICIAL.- Aqu llegan ms noticias.Entra un MENSAJEROMENSAJERO.- Los otomanos, reverendo e ilustre dux, se dirigen con rumbo fijo hacia la isla de Rodas,habindoseles unido en ruta su flota posterior.SENADOR PRIMERO.- S, es lo que yo pensaba. De cuntas naves se compone, en vuestra opinin?MENSAJERO.- De treinta velas, y ahora virando ponen proa con franca apariencia de llevar sus9

designios hacia Chipre. El signior Montano, vuestro fiel y muy valeroso servidor, os presenta susrespetuosos deberes, informndoos del hecho y suplicndoos que le creis.DUX.- Es cierto, entonces, que van contra Chipre. No se encuentra en la ciudad Marcos Luccicos?SENADOR PRIMERO.- Est ahora en Florencia.DUX.- Escribidle de nuestra parte, para que vuelva a correo seguido.SENADOR PRIMERO.- He aqu venir a Brabancio y al valiente moro.Entran BRABANCIO, OTELO, IAGO, RODRIGO y oficialesDUX.- Valeroso Otelo, es menester que os empleemos inmediatamente contra el otomano, nuestro comnenemigo. (A Brabancio.) No os vea. Sed bien venido, noble signior; necesitamos de vuestro consejo y devuestra ayuda esta noche.BRABANCIO.- Y yo de los vuestros. Que vuestra virtuosa gracia me perdone. No son mis funciones, nitodo lo que he odo de los asuntos de Estado, lo que me ha levantado del lecho; ni el inters pblico tieneinfluencia en m. Porque mi dolor particular es de una naturaleza tan desbordante, tan impetuosa y parecida alas aguas de una esclusa, que engulle y sumerge las dems penas, y l queda siempre igual.DUX.- Pues qu ocurre?BRABANCIO.- Mi hija! Oh, mi hija!DUX y SENADORES.- Muerta?BRABANCIO.- S, para m! Ha sido seducida, me la han robado y pervertido con sortilegios ymedicinas compradas a charlatanes, pues la naturaleza, no siendo ella imbcil, ciega o coja de sentido, nopodra haberse engaado tan descabelladamente sin el auxilio de la brujera.DUX.- Sea quien fuere el que por este odioso procedimiento ha privado as a vuestra hija de s propia y avos de ella, sufrir la aplicacin del sangriento libro de la ley interpretado por vos mismo, como os convengaen su texto ms implacable; s, lo ser, aun cuando vuestra acusacin recayera en nuestro propio hijo.BRABANCIO.- Lo agradezco humildemente a Vuestra Gracia. He aqu el hombre, este moro, a quienahora, por mandato especial, habis trado aqu, parece, para asuntos de Estado.DUX y SENADORES.- Sentimos por ello el ms profundo pesar.DUX.- (A Otelo.) Qu podis responder a esto en defensa propia?10

BRABANCIO.- Nada, sino que es as.OTELO.- Muy poderosos, graves y reverendos seores, mis muy nobles y muy amados dueos; es pordems cierto que me he llevado la hija de este anciano; es cierto que me cas con ella: la verdadera cabeza yfrente de mi crimen tiene esta extensin, no ms. Soy rudo en mis palabras, y poco bendecido con el dulcelenguaje de la paz, pues desde que estos brazos tuvieron el desarrollo de los siete aos, salvo durante lasnueve postreras lunas, han hallado siempre sus ms caros ejercicios en los campos cubiertos de tiendas. Yfuera de lo que concierne a las acciones guerreras y a los combates, apenas puedo hablar de este vastouniverso. Por consiguiente, poco embellecer mi causa hablando de m mismo. No obstante, con vuestragraciosa autorizacin, os har llanamente y sin ambages el relato de la historia entera de mi amor. Os dirqu drogas, qu encantos, qu conjuros, qu mgico poder (pues de tales procedimientos se me acusa) heempleado para seducir a su hija.BRABANCIO.- Una virgen nunca desenvuelta, de un carcter tan apacible y tmido, que al menormovimiento enrojeca; y, a despecho de su naturaleza, de sus aos, de su pas, de su reputacin, de todo,caer enamorada de quien tena miedo de mirar! Mostrara un juicio mutilado y muy imperfecto quiendeclarase que la perfeccin puede errar a tal punto contra todas las reglas de la naturaleza; y ante un hechoparecido, debe buscarse la explicacin en las prcticas astutas del infierno. Mantengo, pues, de nuevo que haoperado sobre ella con algunas poderosas mixturas sobre la sangre, o por alguna pocin conjurada a esteefecto.DUX.- Mantenerlo no es probarlo. Necesitis testimonios mucho ms precisos y ms claros que esas ligerasaserciones y las probabilidades superficiales de esas ordinarias apariencias.SENADOR PRIMERO.- Pero hablad, Otelo. Habis conquistado y emponzoado por medios indirectosy violentos las afecciones de esta joven doncella? O ha sucedido ello por plegarias y esas bellas instanciasque el corazn dirige al corazn?OTELO.- Os lo suplico, enviad a buscar la dama al Sagitario y que se explique respecto de m delante desu padre. Si en el relato me hallis culpable, no os contentis con retirarme la confianza y el cargo que osdebo, sino que vuestra sentencia caiga sobre mi propia vida.DUX.- Traed ac a Desdmona.OTELO.- Alfrez, guiadles; vos conocis mejor el sitio. (Salen Iago y acompaamiento.) Y mientrasllega, tan sinceramente como confieso al cielo los vicios de mi sangre, as explicar, con la misma franqueza,a vuestros graves odos, cmo conquist el amor de esta bella dama, y ella el mo.DUX.- Referidlo, Otelo.OTELO.- Su padre me quera; me invitaba a menudo; interrogbame siempre sobre la historia de mi vida,detallada ao por ao; acerca de las batallas, los asedios, las diversas suertes que he conocido. Yo le contabami historia entera desde los das de mi infancia hasta el momento mismo en que mandaba hablar. Le haca11

relacin de muchos azares desastrosos, de accidentes patticos por mar y tierra; de cmo haba escapado porel espesor de un cabello a una muerte inminente; de cmo fui hecho prisionero por el insolente enemigo yvendido como esclavo; de cmo me rescat y de mi manera de proceder en mi historia de viajero. Entoncesnecesitaba hacer mencin de vastos antros y de desiertos estriles, de canteras salvajes, de peascos y demontaas cuyas cimas tocaban el cielo, y haca de ellos la descripcin. Luego hablaba de los canbales, quese comen los unos a los otros (los antropfagos), y de los hombres que llevan su cabeza debajo del hombro.Desdmona pareca singularmente interesada por estas historias, pero las ocupaciones de la casa la obligabansin cesar a levantarse; las despachaba siempre con la mayor diligencia posible, luego volva y devoraba misdiscursos con un odo vido. Habindolo yo observado, eleg un da una hora oportuna y hall fcilmente elmedio de arrancarle del fondo de su corazn la splica de hacerla por entero el relato de mis viajes, de quehaba odo algunos fragmentos, pero sin la debida atencin. Acced a ello, y frecuentemente le rob lgrimas,cuando hablaba de alguno de los dolorosos golpes que haban herido mi juventud. Acabada mi historia, medio por mis trabajos un mundo de suspiros. Jur que era extrao, que en verdad era extrao hasta el exceso,que era lamentable, asombrosamente lamentable; hubiera deseado no orlo, no obstante anhelar que el cielole hiciera nacer de semejante hombre. Me dio las gracias y me dijo que si tena un amigo que la amara meinvitaba a contarle mi historia, y que ello bastara para que se casase con l. Animado con esta insinuacin,habl. Me am por los peligros que haba corrido y yo la am por la piedad que mostr por ellos. sta es lanica brujera que he empleado. Aqu llega la dama; que sea testigo de ello.Entran DESDMONA, IAGO y acompaamientoDUX.- Pienso que un relato as hubiera vencido tambin a mi hija. Mi buen Brabancio, tomad por el ladomejor este asunto hecho trizas. Los hombres se defienden ms seguramente con armas rotas que con susmanos desnudas.BRABANCIO.- Odme, os ruego. Que ella confiese que recorri la mitad del camino, y entonces que ladestruccin caiga sobre mi cabeza si mi ms fuerte censura se dirige contra este hombre! Venid ac, lindaseorita. Descubrs entre toda esta noble compaa a quin debis sobre todo obediencia?DESDMONA.- Mi noble padre, noto aqu un deber compartido. Os estoy obligada por mi vida y mieducacin; mi vida y mi educacin me ensean qu respeto os debo. Sois el dueo de mi obediencia, ya quehasta aqu he sido vuestra hija. Mas he aqu mi esposo; y la misma obediencia que os mostr mi madre,prefirindoos a su padre, reconozco y declaro deberla al moro, mi marido.BRABANCIO.- Dios sea con vos! He terminado. Si place a Vuestra Gracia, ocupmonos de los asuntosdel Estado -ms me hubiera valido adoptar un hijo que engendrar eso-. Ven ac, moro. Te otorgo aqu contodo mi corazn lo que te negara con todo mi corazn, si no lo tuvieras ya. Gracias a ti, alhaja, me sientofeliz en el fondo de mi alma por no haber tenido ms hijos; pues tu escapada me enseara a ser lo bastantetirano para ponerles trabas. He acabado, seor.DUX.- Dejadme hablar como hablarais vos mismo, y pronunciar una mxima que podr servir deescaln o peldao a estos enamorados para recobrar vuestro favor. Cuando los remedios son intiles, lospesares que se ligaban a nuestras esperanzas dan fin por la inutilidad misma de los remedios. Llorar unadesgracia consumada e ida es el medio ms seguro de atraerse otra desgracia nueva. Cuando no puede12

salvarse lo que se lleva el hado, lo mejor es transformar por la paciencia esta injuria en mofa. El hombrerobado que sonre roba alguna cosa al ladrn; pero a s mismo se roba el que se consume en un dolor sinprovecho.BRABANCIO.- En ese caso, que el turco nos arrebate Chipre; no perderemos nada, mientras podamosrernos. Lleva fcilmente esta mxima el que no lleva sino el torpe consuelo que encierra; pero lleva a la vezsu dolor y la mxima el que para pagar la pena se ve obligado a pedir prestado a la pobre paciencia. Estasmximas, azcar y hiel a un tiempo e igualmente fuertes de ambos lados, son equvocas. Las palabras no sonms que palabras y todava no he escuchado que se pueda penetrar en un corazn roto a travs del odo. Oslo ruego humildemente, ocupmonos de los asuntos del Estado.DUX.- El turco navega rumbo a Chipre con poderosos preparativos. Otelo, la capacidad de resistencia deesta plaza os es particularmente conocida, y aunque tengamos all un sustituto de probada suficiencia, sinembargo, la opinin, soberana seora de las circunstancias, halla en vos competencia ms segura. Porconsiguiente, debis resignaros a ensombrecer el resplandor de vuestra nueva fortuna con esta ms porfiaday borrascosa expedicin.OTELO.- La tirana costumbre, muy graves senadores, ha hecho de la cama pedernal y acero de la guerrami lecho de pluma tres veces cernido. Ante las aventuras peligrosas, siento, lo confieso, un ardor natural ypronto. Me encargo, pues, de la presente guerra contra los otomanos. En consecuencia, inclinndomehumildemente ante vuestro poder, solicito en favor de mi esposa disposiciones conformes a su rango, lugarde residencia y un sueldo en consonancia con su condicin, y la casa y servidumbre que reclama sunacimiento.DUX.- Puede alojarse en casa de su padre, si accedis.BRABANCIO.- No lo consiento.OTELO.- Ni yo.DESDMONA.- Ni yo tampoco. Me niego a residir all; para evitar a mi padre los sentimientos deimpaciencia que mi vista le hara experimentar. Muy gracioso dux, otorgad a mi peticin una acogidafavorable y que vuestro asentimiento me cree una proteccin que asista mi sencillez.DUX.- Qu deseis, Desdmona?DESDMONA.- Que he amado al moro lo suficiente para pasar con l mi vida, el estrpito franco de miconducta y la tempestad afrontada de mi suerte lo proclaman a son de trompeta en el mundo. Mi corazn estsometido a las condiciones mismas de la profesin militar de mi esposo. En su alma es donde he visto elsemblante de Otelo y he consagrado mi vida y mi destino a su honor y a sus valientes cualidades. As, carosseores, si se me deja aqu como una falena de paz, mientras l marcha a la guerra, se me priva de participaren los ritos de esta religin de la guerra por la cual le he amado, y tendr que soportar por su queridaausencia un pesado nterin. Dejadme partir con l.13

OTELO.- Vuestro asentimiento, seores. Os lo suplico, que tenga va libre su voluntad. Sedme testigos,cielos, de que no lo pido, pues, para satisfacer el paladar de mi apetito, ni para condescender con el ardor -difuntos en m los transportes de la juventud- y la satisfaccin propia. Y el cielo guarde a vuestras buenasalmas de pensar que olvidar vuestros serios y grandes asuntos porque ella est conmigo. No, cuando losojos ligeros del alado Cupido encapiroten en voluptuosa indolencia mis facultades de pensamiento y deaccin hasta el punto de que mis placeres corrompan y manchen mis ocupaciones, que las amas de casahagan una cazuela de mi yelmo y toda indigna y baja adversidad haga frente a mi estimacin.DUX.- Se quede o parta, decidlo vos particularmente; el asunto reclama urgencia y debe responderle laprontitud.SENADOR PRIMERO.- Es menester que partis esta noche.DESDMONA.- Esta noche, seor?DUX.- Esta noche.OTELO.- Con todo mi corazn.DUX.- Nosotros volveremos a reunirnos aqu a las nueve de la maana. Otelo, dejad tras vos alguno devuestros oficiales y os llevar nuestro despacho, con todas las dems ordenanzas de ttulos y mando que osconciernen.OTELO.- Si place a Vuestra Gracia, dejar aqu a mi alfrez; es un hombre honrado y fiel. Dejo a sucuidado acompaar a mi esposa y remitirme todo cuanto vuestra virtuosa gracia juzgue necesario enviarme.DUX.- Sea. Buenas noches a todos. (A Brabancio.) Noble seor, si es verdad que a la virtud no le falta elencanto de la belleza, vuestro yerno es ms bello que atezado.SENADOR PRIMERO.- Adis, bravo moro! Tratad bien a Desdmona.BRABANCIO.- Vela por ella, moro, si tienes ojos para ver. Ha engaado a su padre y puede engaarte ati. (Salen el Dux, Senadores, Oficiales, etc.)OTELO.- Mi vida en prenda de su fe! Honrado Iago, debo confiarte mi Desdmona. Por favor, pon a tumujer a su servicio, y llvalas luego en la ocasin ms favorable! Ven, Desdmona. Slo tengo una hora paraemplearla contigo en el amor, asuntos mundanos y disposiciones que tomar. (Salen Otelo y Desdmona.)RODRIGO.- Iago!...IAGO.- Qu dices, noble corazn?14

RODRIGO.- Qu piensas que debo hacer?IAGO.- Pardiez!, irte a la cama y dormir.RODRIGO.- Voy a ir a ahogarme inmediatamente.IAGO.- Est bien; si lo haces, no te estimar en lo sucesivo. Pardiez, que eres un hidalgo estpido!RODRIGO.- Estpido es vivir cuando la vida se convierte en un tormento; y, adems, tenemos la recetapara morir cuando la muerte es nuestro mdico.IAGO.- Oh, cobarda! He contemplado el mundo por espacio de cuatro veces siete aos, y desde quepude distinguir entre un beneficio y una injuria, jams hall un hombre que supiera estimarse. Antes de decirque me ahogara por el amor de una pintada de Guinea, cambiara de humanidad con un babuino.RODRIGO.- Qu habr de hacer? Confieso que es para m una vergenza estar apasionado hasta esepunto, pero no alcanza mi virtud a remediarlo.IAGO.- Virtud? Una higa! De nosotros mismos depende ser de una manera o de otra. Nuestros cuerposson jardines en los que hacen de jardineros nuestras voluntades. De suerte que si queremos plantar ortigas osembrar lechugas; criar hisopo y escardar tomillo; proveerlo de un gnero de hierbas o dividirlo en muchos,para hacerlo estril merced al ocio o frtil a fuerza de industria, pardiez, el poder y autoridad correctiva deesto residen en nuestra voluntad. Si la balanza de nuestras existencias no tuviese un platillo de razn paraequilibrarse con otro de sensualidad, la sangre y bajeza de nuestros instintos nos llevaran a lasconsecuencias ms absurdas. Pero poseemos la razn para templar nuestros movimientos de furia, nuestrosaguijones carnales, nuestros apetitos sin freno; de donde deduzco lo siguiente: que lo que llamis amor es unesqueje o vstago.RODRIGO.- Puede ser.IAGO.- Simplemente una codicia de la sangre y una tolerancia del albedro. Vamos, s un hombre!Ahogarte! Ahguense gatos y cachorros ciegos! He hecho profesin de ser tu amigo, y protesto que estoyligado a tus mritos con cables de una solidez eterna. Jams podra servirte mejor que ahora. Echa dinero entu bolsa, sguenos a la guerra, cambia tus rasgos con una barba postiza. Echa dinero en tu bolsa, digo. Nopuede ser que Desdmona contine mucho tiempo enamorada del moro -echa dinero en tu bolsa-, ni l deella. Tuvo en sta un principio violento, al cual vers responder una separacin violenta. -Echa slo dineroen tu bolsa-. Estos moros son inconstantes en sus pasiones -llena tu bolsa de dinero-; el manjar que ahora lesabe tan sabroso como las algarrobas, pronto le parecer tan amargo como la coloquntida. Ella tiene quecambiar a causa de su juventud. Cuando se sacie de l, descubrir los errores de su eleccin. Porconsiguiente, echa dinero en tu bolsa. Si te empeas en condenarte, elige un medio ms delicado que el de lasumersin. Recoge todo el dinero que puedas. Si la santimonia y un voto frgil entre un berberisco errante yuna superastuta veneciana no son una tarea demasiado dura para los recursos de mi inteligencia y de toda latribu del infierno, la poseers. Por consiguiente, procrate dinero. Mala peste con ahogarte! Eso es ponerse15

fuera de razn. Trata ms bien de que te ahorquen despus de satisfacer tu deseo, que de ahogarte y partir sinella.RODRIGO.- Quieres servir fielmente a mis esperanzas, si me decido a la realizacin?IAGO.- Confa en m. -Ve, hazte con dinero- Te lo he dicho a menudo y te lo vuelvo a repetir una y milveces: odio al moro; mi causa est arraigada en mi corazn; la tuya no es menos slida; estamosestrechamente unidos en nuestra venganza contra l. Si puedes hacerle cornudo, te dars a ti mismo unplacer y a m una diversin. El tiempo est preado de muchos acontecimientos que habr de parir.Adelante! En marcha! Ve, provete de dinero. Hablaremos de esto maana con ms espacio. Adis.RODRIGO.- Dnde nos encontraremos maana por la maana? IAGO.- En mi alojamiento.RODRIGO.- Estar contigo temprano.IAGO.- Mrchate.-Me os, Rodrigo?RODRIGO.- Qu decs?IAGO.- Nada de ahogarse! Entendis?RODRIGO.- He cambiado de opinin. Voy a vender todas mis tierras.IAGO.- Marchaos. Adis! Poned bastante dinero en vuestra bolsa. (Sale Rodrigo.) As hago siempre deun imbcil mi bolsa. Porque profanara la experiencia que he adquirido, si gastara mi tiempo con un idiotasemejante, a no ser para mi provecho y diversin. Odio al moro y se dice por ah que ha hecho mi oficioentre mis sbanas. No s si es cierto; pero yo, por una simple sospecha de esa especie, obrar como si fueraseguro. Tiene una buena opinin de m; tanto mejor para que mis maquinaciones surtan efecto en l. Cassioes un hombre arrogante... Veamos un poco... Para conseguir su puesto y dar libre vuelo a mi venganza poruna doble bellaquera... Cmo? Cmo?... Veamos... El medio consiste en engaar, despus de algntiempo, los odos de Otelo susurrndole que Cassio es demasiado familiar con su mujer. Cassio tiene unapersona y unas maneras agradables para infundir sospechas; tallado para perder a las mujeres. El moro es denaturaleza franca y libre, que juzga honradas a las gentes a poco que lo parezcan y se dejar guiar por lanariz tan fcilmente como los asnos... Ya est! Helo aqu engendrado! El infierno y la noche deben sacaresta monstruosa concepcin a la luz del mundo! (Sale.)

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Acto SegundoEscena PrimeraPuerto de mar en Chipre. Una explanada cerca del muelleEntran MONTANO y dos CABALLEROSMONTANO.- Qu distingus desde el cabo en el mar?CABALLERO PRIMERO.- Nada en absoluto. Las olas estn demasiado altas. No logro descubrir unavela entre el cielo y el ocano.MONTANO.- Me parece que el viento ha armado en tierra una batahola. Jams sacudi nuestras murallasun huracn ms fuerte. Si ha braveado tanto sobre el mar, qu cuadernas de roble han podido quedar en susmuescas, cuando las montaas de agua disolvanse encima? Qu resultar de todo esto para nosotros?CABALLERO SEGUNDO.- La dispersin de la flota turca, pues no tenis ms que acercaros a laespumosa orilla para ver cmo las olas irritadas semejan lanzarse a las nubes: cmo la ola sacudida por losvientos, con su alta y monstruosa cabellera, parece arrojar agua sobre la constelacin de la ardiente Osa yquerer extinguir las guardas del Polo, siempre fijo. No he presenciado jams semejante perturbacin en eloleaje colrico.MONTANO.- Si los de la flota turca no se han guarecido y ensenado, han debido de ahogarse. Esimposible que hayan podido resistir.Entra un tercer CABALLEROCABALLERO TERCERO.- Noticias, muchachos! Nuestras guerras se han acabado! Esta tempestaddesencadenada zurr tan bien a los turcos, que renuncian a sus proyectos! Una gallarda nave de Venecia hasido testigo del terrible naufragio y desastre de la mayor parte de su flota.MONTANO.- Cmo? Es verdad?17

CABALLERO TERCERO.- La nave est aqu en el puerto, una veronesa. Miguel Cassio, teniente delbizarro moro Otelo, acaba de desembarcar. El moro mismo est sobre el mar y viene con poderes amplios aChipre.MONTANO.- Me alegro mucho. Es un digno gobernador.CABALLERO TERCERO.- Pero este mismo Cassio -aunque da noticias consoladoras relativas a lasprdidas de los turcos- tiene, sin embargo, el aire triste, y ruega a Dios por que el moro se halle sano y salvo,pues han sido separados por la horrible y violenta tempestad.MONTANO.- Quieran los cielos que est salvo, pues he servido bajo sus rdenes y el hombre mandacomo un soldado perfecto. Hola!... Vamos a la ribera del mar, tanto para ver el navo que acaba de venircomo para escudriar con nuestros ojos la llegada del brazo Otelo, y hagamos centinela hasta que, a fuerzade mirar, el mar y el azul del cielo se confundan a nuestra vista.CABALLERO TERCERO.- Vamos, hgase as, pues a cada minuto deben esperarse nuevos arribos.Entra CASSIOCASSIO.- Os doy las gracias, valeroso guerrero de esta isla belicosa, que hablis en esos trminos delmoro. Oh, que los cielos le defiendan contra los elementos, pues le he perdido en una mar peligrosa!MONTANO.- Va bien equipado?CASSIO.- Su barco est slidamente construido, y su piloto es de una reputacin muy experta yreconocida: as, mis esperanzas, no perdidas hasta la muerte, mantinense en la confianza de una atrevidacura.VOZ.- (Dentro.) Una vela, una vela, una vela!Entra un cuarto CABALLEROCASSIO.- Qu ruido es se?CABALLERO CUARTO.- La ciudad est vaca. Sobre el borde del mar se estacionan hileras de gentes,que gritan: Una vela!CASSIO.- Mis esperanzas se figuran que es el gobernador. (yense disparos de can.)CABALLERO SEGUNDO.- Hacen salvas de cortesa. En todo caso, amigos nuestros.CASSIO.- Por favor, seor, id a ver, y venid a informarnos de quin es el que llegado.18

CABALLERO SEGUNDO.- Voy all. (Sale.)MONTANO.- Pero, buen teniente, se ha casado vuestro general?CASSIO.- De la manera ms feliz. Ha hecho la conquista de una doncella que puede luchar con todadescripcin y sobrepuja a toda fama; de una joven que excede los conceptos de las plumas brillantes y quepor las galas esenciales de su naturaleza, fatiga la imaginacin del artista. -Hola! Quin ha entrado en elpuerto?Vuelve a entrar el CABALLERO SEGUNDOCABALLERO SEGUNDO.- Es un tal Iago, alfrez del general.CASSIO.- Ha hecho la ms favorable y rpida travesa. Las tempestades mismas, las mares gruesas, losvientos mugidores, las rocas estriadas y las congregadas arenas, traidores apostados para sorprender lasinocentes quillas, como por sentimiento de la belleza, han renunciado a su natural mortfero, para dejar ir contoda seguridad a la divina Desdmona.MONTANO.- De quin se trata?CASSIO.- De la que os hablaba, de la capitana de nuestro gran capitn, remitida a la conduccin delaudaz Iago, cuya llegada aqu avanza con una rapidez de siete das nuestras suposiciones. Gran Jpiter,protege a Otelo e hincha su velamen con tu propio y poderoso aliento, a fin de que honre esta playa con sugallarda nave, que sienta en los brazos de Desdmona las ardientes palpitaciones del amor, que infundarenovado fuego en nuestro extinguido coraje, y traiga consuelo a toda Chipre!...Entran DESDMONA, EMILIA, IAGO, RODRIGO y personas del acompaamientoCASSIO.- Oh, mirad! Los tesoros de la nave llegan de la ribera! Vosotros, hombres de Chipre,permitid que ella os tenga de rodillas! Salve a ti, dama, y que la gracia del cielo te circuya alrededor y terodee por todas partes!DESDMONA.- Os lo agradezco, valeroso Cassio. Qu noticias podis darme de mi seor?CASSIO.- Todava no ha llegado; ni s otra cosa sino que se encuentra bien y estar aqu dentro de poco.DESDMONA.- Oh, temo, no obstante!... Cmo perdi vuestra compaa?CASSIO.- La gran contienda entre el mar y los cielos nos separ... Pero escuchad! Una vela!VOCES. (Dentro.) Una vela! Una vela! (yense de pronto disparos de artillera.)19

CABALLERO SEGUNDO.- Envan sus saludos a la ciudadela. Son tambin amigos.CASSIO.- Id por noticias! (Sale el Caballero.) Buen alfrez, sed bien venido. (A Emilia.) Sed bienvenida, seora. -Buen Iago, no os incomodis si llevo tan lejos mis maneras; es mi educacin la que meimpulsa a esta osada muestra de cortesa. (Besa a Emilia.)IAGO.- Seor, si os regalara con sus labios tanto como me da a menudo con su lengua, ya os bastara.DESDMONA.-Ay! Pero si no habla!IAGO.- A fe ma, de sobra. Lo noto siempre que me entran ganas de dormir. Pardiez, estoy seguro de quedelante de Vuestra Seora pone un poco su lengua en el corazn y slo murmura con el pensamiento.EMILIA.- Tenis pocos motivos para hablar as.IAGO.- Vamos, vamos, sois pinturas fuera de casa, cascabeles en vuestros estrados, gatos monteses envuestras cocinas, santas en vuestras injurias, diablos cuando sois ofendidas, haraganas en la economadomstica y activas en la cama.DESDMONA.- Oh, vergenza de ti, calumniador!IAGO.- No, es la verdad, o soy un turco: os levantis para vuestros recreos y os vais a la cama paratrabajar.EMILIA.- No os encargar de escribir mi elogio.IAGO.- No, no me lo encarguis.DESDMONA.- Qu escribirais de m si tuvierais que hacer mi elogio?IAGO.- Oh, encantadora dama! No me encarguis de semejante obra, pues no soy ms que un censurn.DESDMONA.- Vamos, prueba. Ha venido alguien al puerto?IAGO.- Si, seora.DESDMONA.- No estoy alegre. Pero engao la disposicin en que me encuentro, haciendo parecer locontrario. Veamos, cmo harais mi elogio?IAGO.- No pienso en ello; pero, a la verdad, mi inspiracin se agarra a mi mollera como la liga a la frisa;sale arrancando sesos y todo. Sin embargo, mi musa est de parto y he aqu lo que da a luz.20

Si una mujer es rubia e ingeniosa, belleza e ingenioson, el uno para usarlo, la otra para servirse de ella.DESDMONA.- Lindo elogio! Y si es morena e ingeniosa?IAGOSi es morena y a esto tiene ingenio,hallar un blanco que se acomodar con su negrura.DESDMONA.- De mal en peor.EMILIA.- Y si es hermosa y necia?IAGOLa que fue hermosa nunca fue necia,pues su misma necedad le ayud a procurarse un heredero.DESDMONA.- sas son viejas paradojas para hacer rer a los tontos en las cerveceras. Qu miserableelogio reservas a la que es fea y necia?IAGONinguna hay a la vez tan fea y neciaque no haga las mismas travesuras que las bellas ingeniosas.DESDMONA.- Oh, crasa ignorancia! A la peor es a la que mejor encomias. Pero qu elogiotributaras a una mujer realmente virtuosa? A una mujer que, con la autoridad de su mrito, se atrevierajustamente a desafiar el testimonio de la malignidad misma?IAGOLa que siempre fue bella y nunca orgullosa,que tuvo la palabra a voluntad y nunca arm ruido;que jams le falt oro, y no fue nunca fastuosa;que ha contenido su deseo, sindole fcil decir: ahora puedo;21

la que en su clera, cuando tena a mano la venganza,impuso silencio a su injuria y despidi a su desagrado,aquella cuya prudencia careci de la suficiente fragilidadpara cambiar una cabeza de pescado por una cola de salmn;la que pudo pensar, y nunca descubri su alma;aquella a la que seguan los enamorados y nunca mir tras s;sta fue una criatura, si tales han existido...DESDMONA.- Para hacer qu?IAGOPara dar de mamar a los tontos y registrar cosas frvolas.DESDMONA.- Oh, conclusin muy coja e impotente! No aprendas de l, Emilia, aunque sea tumarido, Qu decs vos, Cassio? No es un censor muy grosero y licencioso?CASSIO.- Habla a su manera, seora. Os agradar ms como soldado que como hombre de letras.IAGO.- (Aparte.) La coge por la palma de la mano... S, bien dicho. -Cuchichean... Con una tela de araatan delgada como sa, entrampar una mosca tan grande como Cassio. S, sonrele, anda. Yo te atrapar en tupropia galantera... Decs verdad; as es, en efecto... Si semejantes manejos os hacen perder vuestra tenencia,sera mejor que no hubiereis besado tan a menudo vuestros tres dedos, lo que os pone en trance de daros anaires de galanteador. Magnfico! Bien besado y excelente cortesa! As es, verdaderamente. Cmo! Otravez vuestros dedos a sus labios? Que no pudieran serviros de cnulas de clister! (Suena una trompeta.) - Elmoro! Conozco su trompeta!CASSIO.- Es l, seguramente.DESDMONA.- Vamos a su encuentro a recibirle.CASSIO.- Mirad, aqu viene.Entra OTELO y acompaamientoOTELO.- Oh, mi linda guerrera!DESDMONA.- Mi querido Otelo!22

OTELO.- Mi asombro es tan grande como mi contento, al ver que habis llegado aqu antes que yo. Oh,alegra de mi alma! Si a todas las tempestades suceden calinas como sta, soplen los vientos hasta despertarla muerte! Y que mi barca, luchando con esfuerzo, escale montaas de agua tan altas como el Olimpo ydescienda en seguida tan bajo como la distancia que separa el cielo del infierno! Si me sucediera ahoramorir, sera este momento el ms dichoso! Porque mi alma posee una felicidad tan absoluta, que temo queotra parecida no le est reservada en el ignorado porvenir.DESDMONA.- No permitan los cielos que vuestro amor y nuestra felicidad cesen de crecer antes deque acaben nuestros das!OTELO.- Amn respondo a esta plegaria, poderes celestes! No puedo hablar, como quisiera, de estecontento! Me ahoga aqu mismo! Es demasiada alegra!... Que esto y esto (besando a Desdmona) seanlas mayores discordias que conozcan jams nuestros corazones!IAGO.- (Aparte.) Oh, ahora estis bien templados! Pero a fe de hombre honrado, yo aflojar las clavijasque producen esta msica!OTELO.- Venid, dirijmonos al castillo.- Noticias, amigos! Nuestras guerras han dado fin. Los turcosperecieron ahogados.- Cmo se encuentran mis antiguos conocidos de esta isla?- Panalito de miel, serisbien acogida en Chipre. He hallado mucho afecto entre sus habitantes. Oh, dulce amada ma, estoy hablandosin ton ni son, y desvaro en mi propia felicidad!- Por favor, buen Iago, anda a la baha y desembarca miscofres. Conduce al patrn a la ciudadela; es un bravo, y su excelencia merece mucho respeto. Vamos,Desdmona, una vez ms, bien hallada en Chipre. (Salen Otelo, Desdmona y acompaamiento.)IAGO.- Ve a reunirte conmigo inmediatamente en el puerto.- Avanza aqu. Si eres valiente (y dicen quehasta los hombres de baja extraccin cuando estn enamorados adquieren una nobleza que no les es natural),escchame. El teniente vela esta noche en el cuerpo de guardia... Pero antes debo decirte esto: Desdmonaest positivamente enamorada de l.RODRIGO.- De l! Cmo! Eso no es posible.IAGO.- Pon el dedo as, y deja que se instruya tu alma. Advierte con qu vehemencia ha amado enprincipio al moro, slo por sus fanfarronadas y las fantsticas mentiras que lo cont. Y le amar siemprepor su charlatanera? Que tu discreto corazn no piense en ello. Sus ojos tienen que alimentarse. Y quhallar en mirar al diablo? Cuando la sangre se enerve con el acto del goce, necesitar para encenderla otravez y dar a la saciedad un nuevo apetito, encanto en las formas, simpata en los aos, modales y belleza,cosas todas de que carece el moro. Luego, falta de estos atractivos necesarios, su delicada sensibilidadhallar que se ha engaado, comenzar a sentir nuseas, a detestar y a aborrecer al moro. La naturalezamisma ser en esta ocasin su institutriz y la compelir a alguna segunda eleccin. Ahora, seor, estoconcedido y son premisas muy concluyentes y naturales, quin se encuentra tan bien colocado como Cassioen el camino de esta buena suerte: un bribn por dems voluble, sin otra conciencia que la precisa paraenvolverse en meras formas de apariencia urbana y decente, para la ms amplia satisfaccin de susinclinaciones salaces y clandestinamente desarregladas? Pardiez, nadie; nadie en el mundo, pardiez. Es unpillo de lo ms sutil y resbaladizo, un buscador de ocasiones, con una vista que puede acuar y falsificar23

oportunidades, aun cuando la verdadera oportunidad no se le presente nunca. Un granuja diablico!Adems, el tunante es guapo, joven y posee todos aquellos requisitos que buscan la ligereza y el poco seso.Un belitre completamente importuno, y la mujer le ha distinguido ya.RODRIGO.- No puedo creer esto de ella. Est llena de los sentimientos ms virtuosos.IAGO.- Virtuosos rabos de higa! El vino que bebe est hecho de uvas; si hubiera sido virtuosa, jamshabra amado al moro. Virtuoso pudn! No viste cmo le golpeaba en la palma de la mano? No loadvertiste?RODRIGO.- S, lo advert; pero era slo cortesa.IAGO.- Liviandad, por esta mano! El ndice y oscuro prlogo a la historia de su lujuria y culpablespensamientos! Sus labios se encontraban tan cerca, que sus alientos se abrasaban juntos! Pensamientosvillanos, Rodrigo! Cuando estas intimidades recprocas abren la marcha, el general y el grueso del ejrcitollegan bien pronto, y la conclusin es quedar incorporados. Psh!... Pero, seor, dejaos dirigir por m; os hetrado de Venecia. Velad esta noche. En cuanto a la consigna, ya os la dar. Cassio no os conoce... Yo noestar lejos de vos. Hallad alguna ocasin de encolerizar a Cassio, sea hablndole demasiado alto, searebajando su disciplina, o por cualquier medio que os plazca, cuya hora no podr por menos deproporcionaros la ocasin propicia.RODRIGO.- Bien.IAGO.- Seor, l es arrojado y muy repentino en su clera, y quiz os golpee; provocadle para que lohaga, pues yo entonces me servir de esta ocasin para excitar a los de Chipre a una revuelta, cuyapacificacin no podr operarse sino por la destitucin de Cassio. De esta manera haris ms corto el viaje avuestros deseos, gracias a los medios de que dispondr entonces para hacerles avanzar, una vez que seafelizmente descartado el obstculo que, mientras existiera, no nos permitira contar con la realizacin denuestras esperanzas.RODRIGO.- Lo har, si logro hallar cualquier ocasin.IAGO.- La hallars, te respondo de ello. Ven a reunirte conmigo dentro de un instante en la ciudadela. Esmenester que haga desembarcar sus efectos. Adis.RODRIGO.- Adis. (Sale.)IAGO.- Que Cassio la ama, lo creo en verdad. Que ella ame a Cassio es posible y muy fcil de creer; elmoro (a pesar de que yo no pueda aguantarle) es de una naturaleza noble, constante en sus afectos, y meatrevo a pensar que se mostrar para Desdmona un ternsimo esposo. Ahora, yo la quiero tambin; no pordeseo carnal -aunque quiz el sentimiento que me gua sea tan gran pecado-, sino porque ella meproporciona en parte el sazonamiento de mi venganza. Pues abrigo la sospecha de que el lascivo moro se hainsinuado en mi lecho, sospecha que, como un veneno mineral, me roe las entraas, y nada podr contentar24

mi alma hasta que liquide cuentas con l, esposa por esposa; o, si no puedo, hasta que haya arrojado al moroen tan violentos celos que el buen sentido no pueda curarle. Para llegar a este objeto, si ese pobre desdichadode Venecia, a quien sealo el rastro para su ardiente caza, sigue bien la pista, coger a nuestro Miguel Cassioen una desventaja y le ultrajar a los ojos del moro de la manera ms grosera, pues temo tambin que Cassiovigile mi gorro de dormir. Quiero que el moro me d las gracias, me ame y me recompense por haber hechode l un asno insigne, y turbado su paz y quietud hasta volverle loco. El plan est aqu, pero todava confuso.El verdadero semblante de la bellaquera no se descubre nunca hasta que ha hecho su obra! (Sale.)Escena SegundaUna calleEntran OTELO, DESDMONA, CASSIO y acompaamientoHERALDO.- Es gusto de Otelo, nuestro noble y valiente general, que, en vista de las noticias ciertas queacaban de recibirse, significando la prdida pura y simple de la flota turca, los habitantes solemnicen esteacontecimiento, unos por medio de bailes, otros con hogueras de regocijo, todos entregndose a lasdiversiones y fiestas a que les lleve su inclinacin, pues adems de estas felices noticias, hoy es el da de lacelebracin de su matrimonio. Esto es lo que por orden suya se proclama. Todos los tinelos del castillo estnabiertos, y hay plena libertad para festejar desde la hora presente de las cinco hasta que la campana hayadado las once. Los cielos bendigan la isla de Chipre y a nuestro noble general Otelo! (Salen.)Escena TerceraSala en el castilloEntran OTELO, DESDMONA, CASSIO y acompaamientoOTELO.- Buen Miguel, atended a la guardia esta noche. Sepamos poner a nuestros placeres estoshonrados lmites, a fin de no rebasar nosotros mismos los linderos de la discrecin.CASSIO.- Iago ha recibido las instrucciones necesarias; pero, no obstante, inspeccionar todo con mispropios ojos.OTELO.- Iago es muy honrado. Buenas noches, Miguel. Maana, lo ms temprano que os sea posible,tengo que hablar con vos. Vamos, amor querido. (A Desdmona.) Hecha la adquisicin, es menester gozar elfruto, y esta ventura est an por llegar entre vos y yo. Buenas noches. (Salen Otelo, Desdmona yacompaamiento.)25

Entra IAGOCASSIO.- Bien venido, Iago. Debemos hacer la guardia.IAGO.- No a esta hora, teniente; no han dado las diez an. Nuestro general nos ha despedido tan prontopor amor de su Desdmona, y no podemos ciertamente censurarlo; todava no se ha refocilado con ella denoche, y es bocado digno de Jpiter.CASSIO.- Es una dama exquisitsima.IAGO.- Y que le gusta el regodeo, os lo garantizo.CASSIO.- Es, en verdad, la criatura ms lozana y deliciosa.IAGO.- Qu ojos tiene! Parece que tocan una llamada a la provocacin!CASSIO.- Unos ojos incitantes; y, sin embargo, dira que su mirada es sumamente modesta.IAGO.- Y cuando habla, no suena su voz como una alarma amorosa?CASSIO.- Es, en verdad, la perfeccin misma.IAGO.- Bien; que la felicidad sea entre sus sbanas. Venid, teniente, tengo media azumbre de vino, y ahfuera aguardan un par de galanes de Chipre, que de buena sana beberan una medida a la salud del atezadoOtelo.CASSIO.- Esta noche no, buen Iago; tengo una cabeza de las ms dbiles y desdichadas para la bebida.Quisiera que la cortesana inventara algn otro modo de agasajo.IAGO.- Oh! Son amigos nuestros. Una copa tan slo. Yo beber por vos.CASSIO.- No he bebido esta noche ms que una sola copa, y sa prudentemente bautizada, y ved, noobstante, qu perturbacin ha causado en m. Me aflige esta flaqueza, y no me atrevera a imponer la cargade una segunda copa a mi debilidad.IAGO.- Qu hombre! sta es una noche de fiesta; lo desean los galanes.CASSIO.- Dnde estn?IAGO.- Ah en la puerta. Por favor, decidles que entren.26

CASSIO.- Lo har; pero me disgusta. (Sale Cassio.)IAGO.- Si puedo inducirle a que acepte siquiera una copa, con lo que ya ha bebido esta noche, se pondrtan pendenciero y agresivo como el perro de mi joven dama. Por su parte, mi loco imbcil de Rodrigo, aquien el amor ha vuelto ya casi el cerebro del revs, bebe esta noche, copa tras copa, en honor deDesdmona y forma parte de la guardia. Tambin he regado esta noche con abundantes libaciones a los tresmancebos de Chipre (espritus nobles e hirvientes, singularmente meticulosos en punto de honor, verdaderoselementos -agua, fuego, aire y tierra- de esta isla), que estn asimismo de guardia. Ahora, entre esta bandadade borrachos, har que nuestro Cassio cometa alguna accin que pueda ofender a la isla. Pero helos quevienen aqu. Si las consecuencias responden al plan que he soado, mi barca navegar libremente contraviento y marca.Vuelve a entrar CASSIO, seguido de MONTANO y otros CABALLEROS, con criados que traen vinoCASSIO.- A fe de Dios, ya me han dado un vaso lleno!MONTANO.- Bien poco, por mi buena fe; ni siquiera una pinta, como soy soldado.IAGO.- Venga vino, hola! (Canta.)Y dejadme sonar, sonar el potn;y dejadme sonar el potn;el soldado es un hombre,la vida es slo un instante;beba, pues, el soldado hasta el fin.Vino, muchachos!CASSIO.- Por el cielo, una excelente cancin!IAGO.- La aprend en Inglaterra, donde, por cierto, se hallan los ms bravos bebedores. Vuestro dans,vuestro germano y vuestro panzudo holands -a beber, hola!- no valen nada comparados con vuestro ingls.CASSIO.- Tan experto bebedor es vuestro ingls?IAGO.- Pardiez! Os bebe con una facilidad que dejar plido como la muerte a vuestro dans; no hamenester que sude para derribar a vuestro alemn; y en cuanto a vuestro holands, le provocar un vmitoantes de que llene el segundo vaso.CASSIO.- A la salud de nuestro general!MONTANO.- Os la acepto, teniente, y beber antes que vos.27

IAGO.- Oh, dulce Inglaterra! (Canta.)El rey Esteban fue un digno par,su calzas le costaban slo una corona;hallbalas muy caras a seis peniques;y as llamaba granuja al sastre.Era un galn de alto renombre,y t slo eres de baja condicin.El orgullo es el que pierde a la nacin.Echa, por tanto, tu capa vieja sobre ti.Venga vino, hola!CASSIO.- Pardiez, esta cancin es ms linda que la otra.IAGO.- Queris orla de nuevo?CASSIO.- No; pues creo que es indigno de su puesto el que hace estas cosas... Bien... Dios est porencima de todo; y hay almas que se salvarn y otras que no se salvarn.IAGO.- Es cierto, mi buen teniente.CASSIO.- Por lo que a m respecta... -sin ofender al general ni a ningn hombre de rango...-, esperosalvarme.IAGO.- Y yo tambin, teniente.CASSIO.- S, pero con vuestro permiso, no primero que yo... El teniente ha de salvarse antes que elalfrez... Pero no hablemos ms de esto. Ocupmonos de nuestros asuntos... Perdonadnos nuestrospecados!... Seores, atendamos a nuestros asuntos. No creis que estoy bebido, seores!... He aqu a mialfrez... sta es mi mano derecha, y sta mi izquierda... No estoy borracho an. Puedo tenerme muy bien, yhablo bastante acorde.TODOS.- Perfectamente bien!CASSIO.- Pues muy bien entonces. Conque, no debis pensar que estoy borracho. (Sale.)MONTANO.- A la explanada, maeses; vamos, montemos la guardia!IAGO.- Ya veis ese camarada que acaba de marcharse... Es un soldado digno de servir al lado de Csar y28

de mandar en jefe. Y, sin embargo, notad su vicio. Hace un equinoccio exacto con su virtud; el uno es tanlargo como la otra. Qu lstima! Temo que la confianza que en l deposita Otelo no provoque unaperturbacin en esta isla, si su debilidad se manifiesta en tiempo inoportuno.MONTANO.- Pero est as con frecuencia?IAGO.- Ese estado sirve casi siempre de prlogo a su sueo. Permanecera sin dormir una doble vuelta dereloj si la embriaguez no arrullara su cuna.MONTANO.- Estara bien que el general fuese informado de ello. Quiz no lo note, o que su bondadnatural, apreciando tan slo las virtudes que aparecen en Cassio, no preste atencin a sus defectos. No esverdad?Entra RODRIGOIAGO.- (Aparte.) Hola, Rodrigo! Por favor, corred detrs del teniente; andad! (Sale Rodrigo.)MONTANO.- Y es muy de sentir que el noble moro arriesgue un puesto tan importante como el de susegundo en las manos de un hombre a quien domina un vicio tan arraigado. Sera una accin loable hablar deello al moro.IAGO.- No ser yo quien lo haga, por esta bella isla. Quiero bien a Cassio, y hara cualquier cosa porcurarle de ese defecto. Pero escuchad! Qu ruido es se?VOCES.- (Dentro.) Auxilio! Auxilio!Entra CASSIO, persiguiendo a RODRIGOCASSIO.- Sinvergenza! Canalla!MONTANO.- Qu ocurre, teniente?CASSIO.- Un bribn!... Ensearme mi deber! Voy a aplastar al bellaco hasta encajarlo en una cesta demimbres!RODRIGO.- Aplastarme!CASSIO.- Cmo! Chachareas, belitre? (Golpeando a Rodrigo.)MONTANO.- Vaya, buen teniente; os lo ruego, seor, tened vuestra mano.CASSIO.- Dejadme, seor, u os aporrear los cascos!29

MONTANO.- Vamos, vamos, estis ebrio!CASSIO.- Ebrio! (Se baten.)IAGO.- (Aparte a Rodrigo.) Pronto, digo! Corred y gritad: Un motn!! (Sale Rodrigo.) Vamos, buenteniente!... Ay, caballeros!... Auxilio, hola!... Seor Montano!... Seor!... Auxilio, seores!... He aquuna linda guardia, en verdad!... (Toca a rebato una campana.) Quin toca esa campana? Diablo, eh! Laciudad va a levantarse! Poder de Dios!... Teneos, teniente! Os veris para siempre deshonrado!Vuelve a entrar OTELO, con personas del squitoOTELO.- Qu pasa aqu?MONTANO.- Voto a Dios! Sangro sin cesar! Estoy herido de muerte!OTELO.- Teneos, por vuestras vidas!IAGO.- Teneos, eh, teniente!... Seor Montano! Caballeros!... Habis perdido todo sentimiento dellugar en que estamos y de vuestros deberes?... Teneos! El general os habla! Teneos, por pudor!OTELO.- Alto! Hola! Eh! Cmo ha ocurrido esto? Nos hemos vuelto turcos y hacemos contranosotros mismos lo que el cielo no nos ha permitido hacer contra los otomanos? Por pudor cristiano, cesaden esta querella brbara! El que d un paso para tratar de satisfacer su furia, tiene en poco su alma! Muereal primer movimiento! Que calle esa terrible campana, que llena de espanto hasta poner fuera de s a loshabitantes de la isla!... Qu sucede, seores? Honrado Iago, t, que tienes aire de morir de pesar, habla.Quin ha comenzado esta ria? Te lo mando, por tu afecto.IAGO.- Lo ignoro... Eran amigos ahora, hace un instante, en este cuartel, y en tan buenas relaciones comonovio y novia cuando, recin casados, se desnudan para ir al lecho; y, de repente (como si algn planetahubiera sembrado la locura), tiran de sus espadas y se arrojan, pecho a pecho, uno contra otro en luchasangrienta. No puedo decir quin fue el que empez esta reyerta extraa, y quisiera haber perdido en unaaccin gloriosa estas piernas que me han trado aqu para que la presencie.OTELO.- Cmo es posible, Miguel, que os hayis olvidado de vos mismo hasta este extremo?CASSIO.- Os lo ruego, perdonadme; no puedo hablar.OTELO.- Digno Montano, siempre habis sido correcto. El mundo ha notado vuestra gravedad y laplacidez de vuestra juventud, y vuestro nombre es altamente estimado por los censores ms sesudos. Qu hasucedido, pues, para que deslustris as vuestra reputacin y consintis en trocar la rica estima de que gozispor la calificacin de quimerista nocturno? Dadme una respuestaMONTANO.- Notable Otelo, estoy herido de cuenta. Vuestro oficial, Iago, puede informaros -mientras30

ahorro palabras que ahora me producen un poco de malestar- de todo cuanto s. Ni por mi parte creo haberdicho ni hecho nada censurable esta noche, a menos que el cuidado de s propio sea a veces un vicio y eldefendernos cuando la violencia nos ataca, un pecado.OTELO.- Por el cielo!, la sangre comienza ahora a regirme, en lugar de mis facultades ms tranquilas; yla pasin, ennegreciendo mi mejor juicio, trata de guiar mi conducta. Si me muevo tan slo o levanto estebrazo, el mejor de vosotros va a sucumbir bajo mi castigo! Decidme cmo ha empezado esta odiosa querella;quin la promovi, y el que sea reconocido culpable de esta falta as fuera mi hermano gemelo, nacido a lamisma hora que yo, me perder para siempre. Cmo! Venir a levantar una rencilla particular y domsticaen una ciudad de guerra, todava agitada, el corazn de cuyos habitantes est henchido de miedo, en plenanoche y en el cuerpo de guardia, y de seguridad! Es monstruoso! -Iago, quin la empez?MONTANO.- Si por camaradera o espritu de cuerpo faltas en lo ms mnimo a la verdad, no eressoldado.IAGO.- No me toquis tan de cerca. Preferira que se me arrancase esta lengua de la boca antes queofender a Miguel Cassio. Sin embargo, estoy seguro de que, diciendo la verdad, no le perjudicar en nada.He aqu lo que ha sucedido, general: Estbamos Montano y yo de charla, cuando viene un individuogritando: Auxilio! y Cassio persiguindole con la espada tendida y decidido a descargar un golpe sobrel. Seor, este caballero colocose delante de Cassio para rogarle que se contuviera, y yo mismo me lanc trasel individuo que gritaba, de miedo que con sus clamores -como ha pasado- no sembrara el terror en laciudad. Pero l, gil de talones, me impidi que lograra mi objeto, y volv, tanto ms rpido cuanto escuchel choque y cada de espadas y a Cassio jurando en altas voces lo que jams hasta esta noche hubiera podidoafirmar. Cuando hube retornado (porque esto fue breve), les hall el uno contra el otro, en guardia yesgrimiendo, exactamente en la situacin en que estaban cuando llegasteis para separarlos. No puedo decirotra cosa de este asunto... Pero los hombres son hombres; los mejores se olvidan a veces... Aunque Cassiohaya maltratado un poco a este caballero -pues cuando los hombres se hallan enfurecidos hieren a aquellosque ms aprecian-, sin embargo, creo yo que Cassio ha recibido seguramente de parte del que huy algnultraje extraordinario que la paciencia no poda tolerar.OTELO.- S, Iago, que tu honradez y tu amistad te inducen a atenuar el hecho, para que pese menossobre Cassio.- Cassio, te estimo; pero no sers nunca ms mi oficial.Vuelve a entrar DESDMONA, con su squitoMirad si mi gentil amada no se ha despertado!... (A Cassio.) Har contigo un escarmiento!DESDMONA.- Qu pasa?OTELO.- Todo acab, dulce prenda; vamos al lecho. (A Montano.) Seor, yo mismo ser el cirujano devuestras heridas. Conducidle. (Se llevan a Montano.) Iago, recorre con cuidado la ciudad y apacigua a losque esta querella vil haya alarmado.- Venid, Desdmona; es la vida del soldado: despertarse de su balsmicosueo por los ruidos del combate. (Salen todos, menos Iago y Cassio.)31

IAGO.- Cmo! Estis herido, teniente?CASSIO.- S, y sin remedio posible.IAGO.- Pardiez, no quieran los cielos!CASSIO.- Reputacin, reputacin, reputacin!... Oh! He perdido mi reputacin!... He perdido la parteinmortal de mi ser, y lo que me resta es bestial... Mi reputacin, Iago, mi reputacin!IAGO.- Tan cierto como soy hombre honrado, cre que habais recibido alguna herida corporal; stas sonms graves que las de la reputacin. La reputacin es un prejuicio intil y engaoso, que se adquiere amenudo sin mrito y se pierde sin razn. No habis perdido reputacin ninguna, a menos que vos mismo lareputis perdida. Qu, hombre! An hay medios de recobrar el favor del general. Habis sido lanzado ahoraen un momento de mal humor, castigo impuesto ms por poltica que por malignidad, tal como uno cuandoapalease a su perro inofensivo para espantar a un imperioso len. Suplicadle otra vez, y ser vuestro.CASSIO.- Antes le suplicar que me desprecie que engaar a tan buen comandante, proponindole unoficial tan ligero, tan dado a la bebida y tan imprudente... Emborracharse! Y parlotear como un loro! Ydisputar! Baladronear! Jurar! Y discursear como un pelafustn con su propia sombra...! Oh t, esprituinvisible del vino! Si careces de nombre con que se te pueda conocer, llammoste demonio!IAGO.- A quin perseguais con vuestra espada? Qu os haba hecho?CASSIO.- No lo s.IAGO.- Es posible?CASSIO.- Recuerdo un cmulo de cosas, mas nada distintamente; una querella, pero ignoro por qu...Oh! Que los hombres se introduzcan un enemigo en la boca para que les robe los sesos! Que constituyapara nosotros alegra, complacencia, jbilo y aplauso convertirnos en bestias!IAGO.- Vamos, ya estis bastante sereno. Cmo os habis restablecido tan pronto?CASSIO.- Plugo al diablo. Embriaguez cede el sitio al demonio de la ira. Una imperfeccin me muestra ala otra, para que pueda francamente despreciarme a m mismo.IAGO.- Vamos, sois un moralista bastante severo. Considerando la hora, el lugar y la situacin del pas,hubiera deseado de todo corazn que esto no hubiese ocurrido; pero, puesto que las cosas han pasado as,enmendadlas en provecho propio.CASSIO.- Le pedir de nuevo mi plaza; me responder que soy un borracho! Aunque tuviera yo tantasbocas como la hidra, semejante contestacin las cerrara todas. Ser hace un momento un hombre razonable,convertirse de pronto en imbcil y hallarse acto seguido hecho una bestia! Oh, qu extraa cosa!... Cada32

copa de ms es una maldicin, y el ingrediente, un diablo.IAGO.- Vamos, vamos, el buen vino es un buen compaero, si se le trata bien. No clamis ms contra l.Por cierto, buen teniente, supongo creeris que os estimo.CASSIO.- Bien lo he experimentado, seor... Borracho yo!IAGO.- Vos y todo hombre viviente puede embriagarse en un momento dado, amigo. Voy a deciros loque tenis que hacer. La mujer de vuestro general es ahora el general... Puedo decirlo as, ya que ahora se hadedicado por entero a la contemplacin, a la admiracin y al culto de sus cualidades y gracias... Confesaos aella francamente, pedidla hasta mostraros importuno su ayuda para recobrar vuestro puesto. Es de unanaturaleza tan generosa, tan sensible, tan amable, tan anglica, que su virtud considera como un vicio nohacer ms de lo que se le pide. Suplicadla que entablille esta juntura rota entre vos y su marido, y apuesto mifortuna contra cualquier cosa que valga la pena de nombrarse a que vuestra afeccin recproca se convertiren ms fuerte despus de esta fractura.CASSIO.- Me dais un buen consejo.IAGO.- Protesto que es con toda la sinceridad de mi afecto y mi honrada bondad.CASSIO.- Lo creo francamente, y maana a primera hora suplicar a la virtuosa Desdmona queinterceda por m. Desespero de mi suerte, si fracaso en esta solicitacin.IAGO.- Estis en el verdadero camino. Buenas noches, teniente. Es menester que atienda a la guardia.CASSIO.- Buenas noches, honrado Iago. (Sale.)IAGO.- Y quin se atrevera a decir que represento el papel del villano, cuando el consejo que doy eshonrado y sincero, de una realizacin probable y el nico medio, en verdad, de aplacar al moro? En efecto,es muy fcil inclinar a la complaciente Desdmona a toda honrada solicitacin. Est fabricada de unanaturaleza tan liberal como los libres elementos. Y en cuanto a ganar al moro, es para ella una tarea fcil -aun cuando se tratara de renunciar a su bautismo, a todos los sellos y a todos los smbolos de redencin-,pues su alma se halla tan agarrotada en los lazos de su amor, que Desdmona puede hacer y deshacer, comoplazca a su capricho representar el papel de Dios con su dbil resistencia. En qu soy, pues, un malvado,porque aconsejo a Cassio la lnea de conducta que ha de llevarle directamente al logro de su bien?Divinidad del infierno!... Cuando los demonios quieren sugerir los ms negros pecados, principian porofrecerlos bajo las muestras ms celestiales, como hago yo ahora. Pues mientras este honrado imbcilsolicite apoyo de Desdmona para reparar su fortuna, y ella abogue apasionadamente en favor suyo acercadel moro, insinuar en los odos de Otelo esta pestilencia, de que intercede por l por lujuria del cuerpo; ycuando ms se esfuerce ella en servir a Cassio, tanto ms destruir su crdito ante el moro. As, la enviscaren su propia virtud y extraer de su propia generosidad la red que coja a todos en la trampa.Entra RODRIGO33

Qu hay, Rodrigo?RODRIGO.- Sigo aqu la cacera, no como el sabueso que levanta la pieza, sino como el lebrel que sloalla en la jaura. Mi dinero est casi agotado; esta noche he sido apaleado de lo lindo, y creo que eldesenlace de todo esto consistir en la experiencia que habr sacado a costa de mis sinsabores. Y as, sindinero ninguno y con un poco ms de seso, me volver a Venecia.IAGO.- Qu pobres gentes las que carecen de paciencia! Qu herida se ha curado sino poco a poco?Sabes que obramos por ingenio y no por brujera. Y el ingenio se sujeta a las dilaciones del tiempo. Es queno marchan bien las cosas? Cassio te ha apaleado, y t, a cambio de una ligera contusin, has dejado cesantea Cassio. Aunque hay muchas cosas que crecen lozanas bajo el sol, sin embargo, los frutos que florecenprimero son tambin los primeros en madurar. Ten paciencia un instante... Por la misa, est amaneciendo!El placer y la accin hacen aparecer breves las horas. Retrate. Ve adonde indique tu boleta de alojamiento.Parte, digo; sabrs ms cosas despus. Anda, mrchate! (Sale Rodrigo.) Dos cosas hay que hacer... miesposa debe disponer a su ama en favor de Cassio. Voy a prepararla, y yo, al mismo tiempo, tendr cuidadode llevar al moro aparte y conducirle precisamente en el momento en que pueda hallar a Cassio solicitando asu mujer... S, se es el medio! No dejemos que este plan languidezca por frialdad y demora! (Sale.)

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Acto terceroEscena primeraDelante del castilloEntran CASSIO y algunos MSICOSCASSIO.- Tocad aqu, maestros... Yo recompensar vuestras molestias... Algo que sea breve, y expresadel Buenos das, general! (Msica.)Entra el BUFNBUFN.- Pardiez, maestros, han estado vuestros instrumentos en Npoles, que hablan tan de nariz?MSICO PRIMERO.- Cmo, seor, cmo?BUFN.- Por favor, son de aire esos instrumentos?MSICO PRIMERO.- S, pardiez; lo son, seor.BUFN.- Oh! Entonces van a traer cola?MSICO PRIMERO.- Dnde va a estar la cola, seor?BUFN.- A fe, seor, en muchos instrumentos que conozco. Pero, maestros, aqu tenis dinero. Algeneral le agrada tanto vuestra msica, que os suplica, por amor de Dios, que no hagis ms ruido con ella.MSICO PRIMERO.- Bien, seor, no lo haremos.BUFN.- Si tenis una msica que no sea audible, tocadla; pero en cuanto a la msica que se oye, comoquien dice, al general le importa poco.MSICO PRIMERO.- No tenemos msica de esa clase, seor.35

BUFN.- Entonces meted las flautas en vuestros sacos, porque me voy. Idos, desvaneceos en el aire;partid. (Salen los msicos.)CASSIO.- Me oyes, mi honrado amigo?BUFN.- No, no oigo a vuestro honrado amigo, pero os oigo.CASSIO.- Por favor, gurdate esas sutilezas. Aqu tienes una pobre moneda de oro; si la dama que sirve ala esposa del general est levantada, dile que un tal Cassio solicita el favor de hablar con ella un instante.Lo hars?BUFN.- Acaba de saltar del lecho. Si tengo un tropiezo con ella, lo har con gusto.CASSIO.- Hazlo, mi buen amigo. (Sale el Bufn.)Entra IAGOEn buen hora, Iago!IAGO.- Es que no os habis ido a dormir?CASSIO.- A fe ma, no haba roto el da antes de que nos separramos. Iago, me he tomado la libertad deenviar aviso a vuestra esposa; quiero solicitar de ella que consienta en procurarme acceso acerca de lavirtuosa Desdmona.IAGO.- Voy a envirosla inmediatamente. Y yo hallar un medio de alejar al moro, para que vuestraconversacin tocante a vuestro asunto tenga ms libertad.CASSIO.- Os lo agradezco humildemente. (Sale Iago.) No he conocido un florentino ms amable yhonrado.Entra EMILIAEMILIA.- Felices das, buen teniente. Estoy afligida por vuestra desgracia, pero todo se arreglar sindilacin. El general y su esposa hablan del caso, y ella aboga por vos vigorosamente. El moro replica queaquel a quien habis herido es una persona de gran autoridad en Chipre, y de una parentela poderosa, y queno poda dejar de destituiros sin faltar a la prudencia; pero declara que os estima y que no son necesariasotras solicitudes que las de su amistad para decidirle a coger por los cabellos la primera ocasin de volver allamaros.CASSIO.- Sin embargo, os suplico -si lo juzgis conveniente y hacedero- que me procuris laoportunidad de tener una breve charla a solas con Desdmona.36

EMILIA.- Entrad, os ruego; yo os procurar sitio donde tengis tiempo de abrir libremente vuestrocorazn.CASSIO.- Os quedo muy obligado. (Salen.)Escena segundaAposento en el castilloEntran OTELO, IAGO y CABALLEROSOTELO.- Entrega estas cartas al piloto, Iago, y que presente al Senado mis respetos. Yo, en tanto, ir apasearme del lado de las murallas; acude all a reunirte conmigo.IAGO.- Bien, mi buen seor, lo har.OTELO.- Vamos a inspeccionar ese fuerte, caballeros?CABALLEROS.- Estamos a las rdenes de Vuestra Seora. (Salen.)Escena terceraJardn del castilloEntran DESDMONA, CASSIO y EMILIADESDMONA.- Ten la seguridad, mi buen Cassio, de que emplear todas mis facultades en tu favor.EMILIA.- Hacedlo, buena seora, os garantizo que esta desgracia aflige a mi esposo como si fuera suya.DESDMONA.- Oh, es un honrado compaero! No lo dudis. Cassio, os har a mi esposo y a vosamigos como antes.CASSIO.- Bondadosa dama, suceda lo que quiera a Miguel Cassio, no ser jams otra cosa que vuestromuy fiel servidor.37

DESDMONA.- Lo s... Os doy las gracias. Estimis a mi marido, le conocis desde hace muchotiempo; y estad bien seguro de que no os tendr en reserva sino en la medida y durante el tiempo que leimponga la poltica.CASSIO.- S, seora; pero esta poltica puede durar tanto tiempo, nutrirse de pretextos tan delicados einsignificantes, complicarse de tal modo a consecuencia de las circunstancias, que yo ausente y ocupado mipuesto, mi general olvidar mis afectos y mis servicios.DESDMONA.- No temas eso; te respondo de tu empleo ante Emilia aqu presente. Certifcate de quecuando hago una promesa de amistad, la cumplo hasta el ltimo artculo. Mi seor no tendr nunca reposo;le mantendr en vela hasta que le dome; le abrumar a palabras hasta hacerle perder la paciencia; su lechoser como una escuela; su mesa, como un confesonario: mezclar en todas sus ocupaciones la peticin deCassio. As, algrate, Cassio, pues tu solicitador morir antes de abandonar tu causa.EMILIA.- Seora, he aqu venir a mi seor.CASSIO.- Seora, me despido.DESDMONA.- No, qudate y me oirs hablar.CASSIO.- Ahora no, seora; estoy muy desazonado e incapaz de servir a mis propios asuntos.DESDMONA.- Bien; haced como juzguis conveniente. (Sale Cassio.)Entran OTELO e IAGOIAGO.- Ah! No me agrada esto.OTELO.- Qu dices?IAGO.- Nada, seor; o si..., no s qu.OTELO.- No era Cassio el que acaba de separarse de mi mujer?IAGO.- Cassio, seor? No, seguramente; no puedo suponer que se escapara as, como un culpable, alveros llegar.OTELO.- Creo que era l.DESDMONA.- Hola, esposo mo! Acabo de conversar aqu con un solicitador, un hombre que penapor vuestro desagrado.38

OTELO.- A quin os refers?DESDMONA.- Vaya, a vuestro teniente Cassio. Mi buen seor, si tengo gracia o poder paraconmoveros, aceptad la sumisin que os ofrece para reconciliarse con vos; pues si no es un hombre que osestima sinceramente; si no es un hombre que ha pecado por ignorancia y no a sabiendas, no s reconocer unsemblante honrado. Te lo suplico, reintgrale en su empleo.OTELO.- Es el que se aleja de aqu hace un instante?DESDMONA.- S, en verdad, y tan humillado, que me dej una parte de su pesar para sufrir con l. Miquerido amor, llamadle.OTELO.- Ahora no, dulce Desdmona; otra vez ser.DESDMONA.- Pero esta otra vez, ser pronto?OTELO.- Lo antes posible, para agradaros, querida.DESDMONA.- Esta noche, a la hora de cenar?OTELO.- No; esta noche, no.DESDMONA.- Maana, a la hora de comer, entonces?OTELO.- No comer en casa; me reno con los capitanes en la ciudadela.DESDMONA.- Vaya, entonces maana por la noche, o el martes por la maana; o el martes a medioda,o por la noche; o el mircoles por la maana... Por favor, seala el momento; pero que no exceda de tresdas. Por mi fe, l est arrepentido; y, sin embargo, su falta (salvo si se tiene en cuenta la regla que, segndicen, exige que en la guerra se haga el escarmiento de los mejores) no es una de esas faltas que, segn laopinin comn, merezca apenas una reprensin particular. Cundo volver? Decidmelo, Otelo. Mepregunto con asombro en mi alma qu podris pedirme que yo os negase, o que os concediera con estavacilacin. Cmo! Miguel Cassio, que os acompaaba cuando me cortejabais, y que a menudo ha tomadovuestro partido, cuando yo hablaba de vos desventajosamente! Y que tenga yo ahora necesidad de tantosesfuerzos para llamarle! Creedme, no s qu hara...OTELO.- Por favor, basta! Que venga cuando quiera! No he de negarte nada!DESDMONA.- Vaya, esto no es una merced. Es como si os rogara que llevarais guantes, que osalimentarais de platos nutritivos, que no os resfriarais o solicitara de vos que hicieseis un servicio particulara vuestra propia persona. No, cuando me proponga realmente poner a prueba vuestro amor, ser con unacosa de gran importancia, difcil y arriesgada de conceder.39

OTELO.- No te negar nada. Por tanto, te suplico que me otorgues esto: dejarme un instante a solasconmigo.DESDMONA.- Y os lo voy a negar? Adis, querido esposo.OTELO.- Adis, Desdmona ma! Al punto ir a tu encuentro.DESDMONA.- Ven, Emilia.- Haced como el corazn os dicte. Lo que quiera que deseis, soyobediente. (Sale con Emilia.)OTELO.- Adorable criatura! Que la perdicin se apodere de mi alma si no te quiero! Y cuando no tequiera, ser de nuevo el caos!IAGO.- Mi noble seor...OTELO.- Qu dices, Iago?IAGO.- Es que conoca Miguel Cassio vuestro amor cuando hacas la corte a la seora?OTELO.- Lo conoci desde el principio hasta el fin. Por qu me preguntas eso?IAGO.- Slo por la satisfaccin de mi pensamiento; no por nada ms grave.OTELO.- Y cul es tu pensamiento, Iago?IAGO.- No cre que tuviera entonces conocimiento con ella.OTELO.- Oh, s!, y a menudo nos ha servido de intermediario.IAGO.- De veras?OTELO.- De veras! S, de veras... Percibes algo en esto? No es l honrado?IAGO.- Honrado, seor?OTELO.- Honrado! S, honrado.IAGO.- Mi seor, por cosa as le tengo.OTELO.- Qu es lo que piensas?IAGO.- Pensar, seor?40

OTELO-Pensar, seor! Por el cielo, me sirve de eco, como si encerrara en su pensamiento algnmonstruo demasiado horrible para mostrarse!... T quieres decir algo... Te o decir ahora... que no teagradaba eso, cuando Cassio abandon a mi mujer. Qu es lo que no te agradaba? Y cuando te he dicho queestaba en mis secretos, durante el curso entero de mis amores, has exclamado: De veras? Y tus cejas sehan contrado haciendo plegarse la frente en forma de bolsa, como si hubieras querido encerrar en tu cerebroalguna concepcin horrible. Si me estimas, mustrame tu pensamiento.IAGO.- Seor, sabis que os estimo.OTELO.- Lo creo, y precisamente porque s que ests lleno de afecto y de honradez y que pesas tuspalabras antes de proferirlas es por lo que tus reticencias me asustan ms; pues tales modos de conducirseson perfidias habituales en un bellaco desleal y mentiroso; pero en un hombre justo son revelaciones veladasque se escapan de un pecho incapaz de dominar su emocin.IAGO.- Por lo que toca a Miguel Cassio, me atrevera a jurarlo, pienso que es un hombre honrado.OTELO.- Y yo tambin.IAGO.- Los hombres debieran ser lo que parecen; ojal ninguno de ellos pareciese lo que no es!OTELO.- Cierto, los hombres debieran ser lo que parecen.IAGO.- Por eso, pues, pienso que Cassio es un hombre honrado.OTELO.- No, en eso hay an ms. Exprsame tus pensamientos tal como los rumias interiormente; ymanifiesta los peores de ellos por lo que las palabras tienen de peor.IAGO.- No, mi buen seor, perdonadme. Aunque comprometido a todo acto de leal obediencia, no estoyobligado a descubrir lo que todos los esclavos son libres de ocultar. Revelar mis pensamientos? Pardiez,suponed que son viles y falsos -cul es el palacio en que no se introducen alguna vez villanas cosas?-.Quin tiene un corazn tan puro donde las sospechas odiosas no tengan sus audiencias y se sienten ensesin con las meditaciones permitidas?OTELO.- Conspiras contra tu amigo, Iago, si, creyndolo ultrajado, dejas su odo extrao a tuspensamientos.IAGO.- Os suplico -aunque quiz soy mal inclinado en mis conjeturas (pues confieso que es unaenfermedad de mi naturaleza sospechar el mal, y mis celos imaginan a menudo faltas que no existen)- quevuestra cordura, sin embargo, no conceda ninguna importancia a un hombre cuya imaginacin se halla tanpropensa a equivocarse, ni construya una armazn de inquietudes sobre el fundamento poco slido de susobservaciones, imperfectas. No convendra a vuestro reposo, ni a vuestro bienestar, ni a mi fortaleza varonil,honradez y prudencia, permitir que conocierais mis pensamientos.41

OTELO.- Qu quieres decir?IAGO.- Mi querido seor, en el hombre y en la mujer el buen nombre es la joya ms inmediata a susalmas. Quien me roba la bolsa, me roba una porquera, una insignificancia, nada; fue ma, es de l y habasido esclava de otros mil; pero el que me hurta mi buen nombre, me arrebata una cosa que no le enriquece yme deja pobre en verdad.OTELO.- Por el cielo! Conocer tus pensamientos!IAGO.- No podrais, aunque mi corazn estuviera en vuestra mano; con mayor razn mientras se hallabajo mi custodia.OTELO.- Ah!...IAGO.- Oh, mi seor, cuidado con los celos! Es el monstruo de ojos verdes, que se divierte con la viandaque le nutre. Vive feliz el cornudo que, cierto de su destino, detesta a su ofensor; pero, oh, qu condenadosminutos cuenta el que idolatra y, no obstante, duda; quien sospeche y, sin embargo, ama profundamente!OTELO.- Oh suplicio!IAGO.- Pobreza y contento es riqueza, y riqueza abundante; pero riquezas infinitas componen unapobreza estril como el invierno para el que teme siempre ser pobre... Cielo clemente, libra de los celos alas almas de toda mi casta!OTELO.- Qu! Qu es eso? Crees que habra de llevar una vida de celos, cambiando siempre desospechas a cada fase de la luna? No, una vez que se duda, el estado del alma queda fijo irrevocablemente.Cmbiame por un macho cabro el da en que entregue mi alma a sospechas vagas y en el aire, semejantes alas que sugiere tu insinuacin. No me convertir en celoso porque se me diga que mi mujer es bella, quecome con gracia, gusta de la compaa, es desenvuelta de frase, canta, toca y baila con primor. Donde hayvirtud, estas cualidades son ms virtuosas. Ni la insignificancia de mis propios mritos me har concebir elmenor temor o duda sobre su infidelidad, pues ella tena ojos y me eligi. No, Iago, ser menester que vea,antes de dudar; cuando dude, he de adquirir la prueba; y adquirida que sea, no hay sino lo siguiente..., dar enel acto un adis al amor y a los celos.IAGO.- Me alegro de eso, pues ahora tendr una razn para mostraros ms francamente la estima yobediencia que os profeso. Por tanto, obligado como estoy, recibir este aviso... No hablo an de pruebas.Vigilad a vuestra esposa, observadla bien con Cassio. Haced uso de vuestros ojos as..., sin celos niconfianza. No quisiera que vuestra franca y noble naturaleza fuese engaada por su misma generosidad.Vigiladla. Conozco bien el carcter de nuestro pas: en Venecia las mujeres dejan ver al cielo las tretas queno se atreven a mostrar a sus maridos. Toda su conciencia estriba, no en no hacer, sino en tener oculto.OTELO.- Eso me cuentas?42

IAGO.- Enga a su padre, casndose con vos; y cuando pareca estremecerse y tener miedo a vuestrasmiradas, fue entonces cuando las apeteca ms.OTELO.- As fue, en efecto.IAGO.- Sacad entonces la conclusin. La que tan joven pudo disimular hasta el punto de tener los ojos desu padre tan estrechamente cerrados como la madera de roble, tan cerrados que l lo tom por cosa demagia... Pero soy muy de censurar; os pido humildemente perdn por este exceso de cario.OTELO.- Te quedo por siempre obligado.IAGO.- Veo que esto ha confundido un poco vuestro nimo.OTELO.- Ni una jota, ni una jota.IAGO.- Por mi fe, que lo temo; creedme. Espero consideris que lo que os digo dimana de mi afecto porvos...; pero veo que os habis emocionado; debo rogaros que no deis a mis palabras una conclusin msgrave ni una extensin ms larga que la de una sospecha.OTELO.- Es lo que har.IAGO.- De otro modo, seor, mis palabras obtendrn resultados terribles, a los cuales no tienden mispensamientos. Cassio es mi digno amigo... Mi seor, veo que estis turbado.OTELO.- No, no tan turbado... No creo que Desdmona no sea honrada.IAGO.- Que viva as mucho tiempo, y otro tanto vos para creerla tal!OTELO.- Y, sin embargo, cuando la naturaleza se desva de s...IAGO.- S, al est el mal. As -para hablaros claramente-, digamos que no haber aceptado tantos partidoscomo se le proponan con hombres de su pas, de su color, de su condicin, a lo que vemos tiende siempre lanaturaleza, hum!, esto denota un gusto muy corrompido, una grosera desarmona de inclinaciones,pensamientos contra naturaleza... Pero perdonadme. No es a ella precisamente a quien me refiero; y, sinembargo, temera que su alma, retornando a un juicio ms fro, llegara a compararos con las figuras de supas y se arrepintiera tal vez.OTELO.- Adis, adis. Si ms adviertes, comuncame ms. Encarga a tu mujer que observe. Djame,Iago.IAGO.- Mi seor; tomo licencia para marcharme. (Yndose.)OTELO.- Por qu me habr casado? -Este honrado individuo ve y sabe ms, mucho ms de lo que43

cuenta!IAGO.- (Volviendo.) Mi seor, quisiera suplicar a Vuestro Honor que no escudriase ms en este asunto.Dejadlo al tiempo. Aunque sea conveniente que Cassio recobre su empleo (pues a decir verdad lo desempeacon aptitud), sin embargo, si os place tenerlo por algn tiempo en desgracia, podrais de este modo estudiarloa l y a sus procedimientos. Advertid si vuestra esposa insiste en su reposicin con vigor e inoportunidadvehemente. Por aqu se ver mucho. Mientras tanto, pensad que soy por dems exagerado en mis temores(como tengo grandes motivos para creerlo), y suplico a Vuestro Honor la considere libre de toda sospecha.OTELO.- No te inquiete mi indiscrecin.IAGO.- Me despido nuevamente de vos. (Sale.)OTELO.- Este camarada es de una excesiva honradez y sabe penetrar con espritu claro en los resortes delas acciones humanas. Si yo descubriese que ella es un halcn montano, aun cuando tuviera por grillos lasfibras de mi corazn, la soltara con un silbido y la dejara a merced del viento, para que buscase su presa alazar. Quiz porque soy atezado y carezco de esos dones melosos de conversacin que poseen los pisaverdes;o quiz porque desciendo la pendiente de los aos -aunqu