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EDITA

Secretaría de la Primitiva

Hermandad de los

Nazarenos de Sevilla.

C/Alfonso XII, 3. 41001 - Sevilla

secretaria@hermandaddeelsi-

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HERMANO MAYOR

Eduardo del Rey Tirado

COLABORADORESEduardo del Rey Tirado, Rvdo. P.

Adrián Ríos Bailón, Fray Francisco

Javier Jaén Toscano, Isabel

María García Parrilla, Hortilio

Pereda Armayor, Manuel Ángel

Calvo Calvo, Juan Eligio de Bayas

Romero, Emilio Gil, Francisco José

Senra Lazo, Juan Antonio Martos

Núñez, Manuel García Fernández,

Ignacio Gallego Cubiles, José León

Calzado, Juan Ramón Jiménez,

Carlos Colón Perales.

FOTOGRAFÍA

Manuel Jesús Rodríguez Rechi,

Soledad Gómez, David Moya

Cabezas, Domingo Pozo, Julio

Sánchez Carmona, Rafael Roblas,

Luis Romero Ruiz, Jaime Rodríguez

Fernández, Fernando Solano

Vázquez, Daniel Valencia, Carmen

Castillo Ybarra, Rafael Alcázar

Otero, Manuel Ruiz Cortés, Exteban

Torres, José Luis Montero, José

Miguel García Gálvez, José Manuel

Morán, Fernand, Eugenio Borrego

Páez y Archivo de la Hermandad

Portada: Exteban Torres

Contraportada: Rafael Alcázar Otero

DISEÑO E IMPRESIÓN

Gráficas San Antonio

TIRADA

3.000 ejemplares

DEPÓSITO LEGAL

SE-104-1984

© Todos los derechos

reservados.

La Hermandad no comparte ne-

cesariamente las opiniones ver-

tidas por los colaboradores ni se

responsabiliza de ellas.

Sumario3. CARTA DEL HERMANO MAYOR. Eduardo del Rey Tirado.

4. LA MiRADA. Pasa Jesús Nazareno. Rvdo. P. Adrián Ríos Bailón

6. DESDE EL ATRiO.

10. DEL PASADO QUiNARiO.

11. FORMACiÓN.

13. DE LAS FiLiALES. Desde San Antonio Abad hasta San Bartolomé de Utrera.

Manuel Ángel Calvo Calvo

18. JUVENTUD NAZARENA. Actividades de la Diputación de Juventud

19. CANTERA NAZARENA. Sentir la Hermandad. Emilio Gil

20. RESERVA DE PAPELETAS DE SiTiO.

23. CONVOCATORiA DE CABiLDO.

25. CONVOCATORiA BESAPiÉS DEL SEÑOR.

26. COLABORACiÓN. 40 años de hermano, de nazareno y músico de capilla.

Francisco José Senra Lazo

30. COLABORACiÓN. El Silencio de Jesús Nazareno. Juan Antonio Martos Núñez

32. COLABORACiÓN. Joaquín Hazañas y la Rúa (1862-1935). Manuel García Fernández

34. COLABORACiÓN. Un Refugio de Silencio en nuestro interior. Ignacio Gallego Cubiles

37. CONVOCATORiA TRiDUO DOLOROSO Y MiSA DEL AZAHAR.

36. GLORiA NAZARENORUM. José León Calzado.

44. POESÍA. Juan Ramón Jiménez.

46. HEMEROTECA. Carlos Colón Perales.

47. DESDE EL ARCHiVO.M

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El tiempo de los nazarenos

Durante los pasados cultos a Jesús Na-zareno se nos hacía una valiosa reco-mendación, a propósito del afán del ser

humano por poseer y controlar el tiempo que a veces nos come y otras parece que logramos amaestrarlo. Ante esta pugna, se nos invitaba a “entrar en el tiempo de Jesús Nazareno”: un tiempo que tiene otra medida, otra profundi-dad, otra dimensión. Una hermosa propuesta para cambiar de vida, para salir de “nuestro tiempo”, de nuestros límites, de nuestras cosas y jerarquías, y para entrar en “el Suyo”.

Algo así intuimos durante el Quinario y la Función, pues, gracias a su solemnidad y cuidada celebración, se creó un tiempo de silencio, de recogimiento, de adoración y de encuentro con Jesús Nazareno y con los her-manos en torno a la Eucaristía. También se advertía algo parecido en la convivencia de la comida de Hermandad y en el reconocimien-to, un año más, al ejemplo de nuestros her-manos más veteranos, con sus testimonios de 75 ó 50 años de perseverancia en la devoción a nuestros benditos Titulares y con la fidelidad en su pertenencia a la Archicofradía.

“Entrar en el tiempo de Jesús Nazareno” es también una hermosa manera de explicar la Cuaresma y la necesidad de la oración, la renuncia y la conversión, ya que se trata de salir de “mi tiempo” para entrar en “el Suyo”. El calendario de la Hermandad ayuda a esta propuesta de cambio con el acto comunitario de la Reconciliación y con el Triduo Doloroso, invitándonos a acercarnos más al Señor en su Besapié y a compartir con los hermanos que menos tienen participando en la convivencia que organiza la Diputación de Caridad. Todas ellas son buenas oportunidades durante es-tas semanas en las que la Hermandad se ve más frecuentada por hermanos, más convivi-da, más plena, tanto en las Noches Nazarenas como en los días del reparto de papeletas de sitio, los ensayos…

Con todo, lo que mejor simboliza este sa-lir de “mi tiempo” para entrar en “el Suyo” es la Estación de Penitencia, porque en ella se muestra, haciéndose visible, “el tiempo de los

Primitivos Nazarenos de Sevilla”. Por eso es tan especial. Un tiempo que se sostiene en la eternidad, por el que no pasan los minutos, sino que llegan todas las generaciones, congre-gándose cada nueva Madrugada en torno al Dulcísimo Na-zareno y a su bendita Madre Inmaculada. Cada nueva noche es la misma y cada nuevo cortejo será el mismo, modelado con el anonimato del hábito nazareno y el silencio de la in-movilidad y la compostura, para que nada destaque, para que nada distraiga ni perturbe Su presencia y así entremos todos –cofradía, fieles, devotos y curiosos que se asoman a sus orillas– en “el tiempo de Jesús Nazareno”.

Esta clave es una gran ayuda para darle verdadero y completo sentido a nuestra estación penitencial, porque salimos para adorar al Señor –presente en el Santísimo Sa-cramento– individualmente y como Hermandad; y también para dar testimonio público de nuestra fe en Él. La cofradía es el medio por el que lo explicamos sin palabras. El fin es Él, hacer presente a Jesús Nazareno en el mundo. Esta es la razón última de nuestra estación y de nuestra vida cada día como discípulos suyos, y lo que da verdadero sentido al “tiempo de los Nazarenos”, de cada Hermano Nazareno.

Por eso es tan importante saber discernir cuál es el fin y cuál es el medio, y reorientar así a todo aquel que pueda confundir uno con otro. A ello nos ayudará vivir una con-versión auténtica, aceptando la invitación de entrar en “Su tiempo”, ese que culmina en nuestra Archicofradía con la Misa de Azahar el Domingo de Resurrección.

Vivamos este tiempo fuerte aprovechando los medios que la Hermandad nos ofrece para ser discípulos –Naza-renos– más fieles, y para dar testimonio con el ejemplo de cada día, tal y como hacemos en la Madrugada, donde no habla la palabra porque lo hacen los hechos, de igual modo a como lo hacía en su vida –a cada instante– María Santísima de la Concepción. “Que mis obras hablen de ti, Dulce Jesús Nazareno”. ■

Carta del Hermano MayorEduardo del Rey Tirado

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Pasa Jesús NazarenoN. H. Rvdo. P. Adrián Ríos Bailón

La Estación de Penitencia de la Primitiva Hermandad de los Nazarenos de Sevilla encuen-

tra en la liturgia del Triduo Pascual un marco de referencia acorde para aproximarse a los acontecimientos salvíficos que hace más de dos mil años tuvieron lugar en Jerusalén, para gloria de Dios Padre y la reden-ción del mundo.

Tras la celebración de la Ce-na del Señor y la Hora Santa que nos traslada a Getsemaní, el Mo-numento que custodia el Santísi-mo Sacramento queda expuesto a la adoración de los fieles para contemplar los Misterios de la Pa-sión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Nuestra Hermandad se dispone en la Madrugada del Vier-nes Santo a adorar al Señor en el Monumento de la Santa Iglesia Catedral, haciendo Estación de Penitencia tras los pasos de Jesús Nazareno.

Y camino de la Seo hispalense, cada Madrugada, por las calles de nuestra ciudad convertidas en Vía Dolorosa, “pasa Jesús Nazareno”. Esta fue la respuesta dada al ciego de Jericó ante el barullo formado al paso del Señor. La elección de este texto no es arbitraria, pues trata de expresar con palabras sagradas lo que vivo personalmente cada año en la Estación de Penitencia entre las primeras parejas del primer tra-mo del cortejo de María Santísima de la Concepción.

La antigüedad en la Hermandad me ofrece la oportu-nidad de caminar muy cerca de Jesús Nazareno y de poder contemplar los sobrecogedores rostros de aquellos que fijan su mirada en Él mientras pasa en silencio por delan-te, siempre adelante, camino del Sagrario-Calvario que lo aguarda en la Santa Iglesia Catedral de Sevilla. O bien a su regreso a San Antonio Abad.

El nazareno no solo sigue a Jesús, sino que, como el cortejo que lo acompañaba en Jericó, acoge la súplica ex-presada en cada rostro de quienes contemplan su paso. Son caras que expresan una oración silente: puede que sea por una enfermedad cercana, o por la pérdida de un ser querido de la que necesita consuelo; puede que bus-cando la bendición de un proyecto, de un sueño. Lo cierto es que el nazareno, como buen discípulo, se convierte en cómplice, intercesor, del que confía al Señor lo que alberga en su corazón y en su mente.

Lo más hermoso es que esta oración de intercesión la realiza el nazareno en secreto, bajo un antifaz, sin necesi-dad de quedar bien ante nadie, solo compadeciendo a ca-da fiel que aguarda el paso del cortejo. Le basta indicarle, con su presencia, que pasa Jesús Nazareno.

Mientras, el nazareno va desgranando las cuentas de un rosario que alberga no solo cuentas de avemarías, sino todas las jaculatorias que aprendió de pequeño. Y puede que hasta haga suya la súplica del ciego –que la escuela espiritual que la Iglesia titula oración del corazón– y avan-ce repitiendo sin cesar: “Jesús, hijo de David, ten piedad de mí que soy un pobre pecador”.

Tras el paso de Jesús Nazareno vuelve el rumor a las calles y plazas. El público que aguarda toda la procesión en las sillas vuelve a sentarse y el nazareno avanza tras Je-sús buscando otro rostro que encomendar y otra oración rezada bajo el antifaz.

Poco a poco, el Señor nos va enseñando, con el discu-rrir de la cofradía, a salir de nosotros mismos, de nuestras preocupaciones, para hacer propias las necesidades de otros hermanos, que ni tan siquiera conocemos, pero que el Señor nos va poniendo en el camino para que nos demos

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cuenta de que el verdadero amor crece en nosotros en la medida que se entrega, que se ofrece a los demás.

Pascua significa paso de Dios, muerte al hombre viejo y vida a la Nueva Humanidad. Y el paso de Jesús Nazareno puede suponer, para todos los que lo acom-pañamos en el cortejo, una oportunidad redentora que aproveche el mismo Cristo para sacarnos de nosotros mismos, para dar muerte a todo lo que nos estorba, a fin de hacer su Voluntad y renacer el Domingo de Re-surrección como suave perfume a azahar ante Él.

El ciego de Jericó recobró la vista, y nosotros podre-mos recuperar nuestra santidad originaria si acompaña-mos nuestra Estación de Penitencia de los sacramentos que nos dan la Vida Eterna. La celebración del Triduo Pascual, con la Estación de Penitencia en el centro, nos ofrece la oportunidad no solo de recordar los momentos de la Pasión del Señor, sino de que se actualicen en ca-da uno de nosotros estos acontecimientos de salvación. Por eso me parece importante subrayar la importancia de celebrar los Oficios del Jueves Santo y poder incluso confesar los pecados antes de la Estación de Penitencia.

Como sacerdote y hermano es una satisfacción poder administrar el perdón de Dios a todos mis her-manos bajo el antifaz. Siento cómo el nazareno no se conforma con el escenario que ofrece la salida proce-sional, sino que quiere adentrarse en el Misterio que significa, dejar clavados sus pecados en la Santa Cruz que porta Jesús Nazareno. Esto me hace testigo del va-lor redentor del sufrimiento de Cristo, del peso real de la Cruz que porta, más allá de su valor artístico.

El nazareno que sigue los pasos de Jesús Nazare-no no lleva cera morada, sino que alumbra desde el primer tramo del cortejo de María Santísima de la Con-cepción y por tanto tiene el regalo, al finalizar la Esta-ción, de contemplar cómo, a la llegada de la Virgen, toda la Iglesia de San Antonio Abad se ilumina con la candelería de su paso y se perfuma con el azahar que lo exorna, anticipando la luz pascual a la mañana del Viernes Santo. Su Hijo aún no ha muerto, pero su Ma-dre nos abre a un horizonte que no acaba en la Santa Cruz sino en el Sepulcro vacío, signo del triunfo de la Resurrección del Señor.

¡Buena Estación de Penitencia y Feliz Pascua de Resurrección! ■ So

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En la fotografía superior, un momento del Triduo Glorioso a la Virgen de la Concepción. En las inferiores, dos momentos del Besamanos. Concretamente, el instante en que Talleres Santa Bárbara (con NH. Joaquín López, José Manuel Domínguez,

Isabel Villegas, Águeda Verdugo, Encarni Fuentes y Juan Carlos Moreno) rezó un año más a los pies de Nuestra Amantísima Titular

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Arriba, Coral Nuestro Padre Jesús de las Penas, que acompañó este año la misa de San Juan.Abajo, un momento de la convivencia de Navidad.

Arriba a la izquierda, los fieles besan el Niño Jesús al término de la Misa de San Juan. A la derecha, el Paje Real recibe en la Casa Hermandad

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Tres momentos del pasado Quinario a Nuestro Padre Jesús Nazareno.

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Arriba, vista general del Salón Real del Alfonso XIII durante la comida de Hermandad.Abajo, nuestros hermanos doña Rosario Delgado Alba y don Ricardo Jiménez Díaz reciben sendos relicarios

por sus 75 años de pertenencia a la Archicofradía

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Santa Teresa de Jesús enseñó a sus hijas, las monjas, que orar es “tratar de amis-tad estando muchas veces tratando a so-

las con quien sabemos nos ama” (V 8,5). Otro día, le preguntaron a Santa Isabel de la Trini-dad: “¿Cuál es el punto que prefieres de la Re-gla?”. Y respondió ella: “El silencio.”

¿Es necesario el silencio? El Beato Padre María Eugenio del Niño Jesús comenta en su libro Quiero ver a Dios: “El don de sí provoca la misericordia divina; la humildad aumenta la capacidad receptiva del alma; el silencio ase-gura a la acción de Dios toda su eficacia.”. Por otro lado, nos enseña San Juan de la Cruz (Di-chos de luz y amor) “Una palabra habló el Pa-dre, que fue su Hijo, y esta habla siempre en eterno silencio, y en silencio ha de ser oída del alma”.

En este mundo cargado de ruidos, de ocu-paciones y de preocupaciones, es muy difícil crear un ambiente donde yo pueda darme la oportunidad de escuchar la voz de Dios. Nece-sito de un espacio y de un ambiente donde solo se oiga la música que Dios quiera poner en mi corazón. La fe crece con la escucha de la Pala-bra, desde el silencio y el recogimiento.

En el silencio me descubro y descubro al Dios que me habla. Que me habla como hizo con la Samaritana y con Zaqueo. La escucha de la Palabra de Dios transforma mi vida y me ha-ce sentir una persona nueva, una persona que se siente amada por Dios y con la capacidad de amar a los demás como Dios me ama a mí.

La paz del alma se consigue desde el silen-cio y la escucha de la Palabra de Dios. ■

El silencio para un carmelita descalzo

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Fray Francisco Javier Jaén Toscano.

Carmelita Descalzo y Predicador del Quinario a Jesús Nazareno

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Cursillos de Cristiandad: un Encuentro con Dios

Isabel María García Parrilla,

Hortilio Pereda Armayor,Diputada de Formación y Diputado de Cultos.

El pasado 15 de enero tuvo lugar en la sede del Consejo General de Herman-dades y Cofradías una reunión infor-

mativa sobre el Movimiento de Cursillos de Cristiandad. Citados por el Delegado Dio-cesano de Hermandades y Cofradías, don Marcelino Manzano, y asistiendo también varios miembros de dicho Consejo, se nos presentó a los Diputados de Formación y de Cultos y a los Promotores Sacramentales, la oportunidad de conocer qué es el Movi-miento de Cursillos, con la finalidad de po-der difundirlo luego en nuestras respecti-vas Hermandades. Por parte de Cursillos de Cristiandad estuvieron su Presidenta dioce-sana, doña María Luisa Fernández Cotta, y nuestro hermano y Vicepresidente, don José Ignacio del Rey Guanter.

Don Marcelino Manzano nos trasladó el interés mostrado por el Señor Arzobispo pa-ra que, en el marco del “Plan Pastoral 2019-2020” dedicado especialmente a la piedad popular, las Hermandades pudieran ser un magnífico camino a fin de acercar el Movi-miento de Cursillos a todos sus miembros, difundiendo así su finalidad apostólica: po-ner al servicio de los hombres un primer anuncio del mensaje de Jesucristo. Cursillos de Cristiandad viene así a actualizar, reno-var, avivar y reverdecer la Fe que se aloja en lo más profundo del corazón del creyente, intentando con ello que, por la acción del Espíritu Santo, los participantes salgan con el único interés de ser cristianos creíbles en medio del mundo.

El acto contó con una nutrida represen-tación de las Hermandades convocadas, coincidiendo igualmente que un gran nú-mero de los asistentes habían asistido a di-chos Cursillos con anterioridad. Así, distin-tos cofrades destacados de Sevilla como don Santiago Arenado Sampil (ex Hermano Ma-

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yor de la Hermandad de la Paz), don Ig-nacio Pérez Franco (ex Hermano Mayor de la Hermandad del Baratillo) o nuestro propio Hermano Mayor, don Eduardo del Rey Tirado, nos dieron testimonio fiel de lo que supuso para ellos en su momento participar en un Cursillo de Cristiandad.

Desde la Hermandad os animamos a todos a dar ese paso y a tener un encuen-tro personal con Dios, con los demás y con uno mismo. Quien se encuentre in-teresado en participar en un Cursillo de Cristiandad puede contactar con es-te Movimiento en la siguiente dirección de correo electrónico: mcc-administra-ció[email protected] , o bien a través del número de teléfono 640 526 573. ■

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ión “Los retablos cerámicos” y “El Silencio en

el tiempo de los ruidos” en las Noches Nazarenas de 2020

La edición de este año de las tradiciona-les Noches Nazarenas volverá a congre-garnos a los Primitivos Nazarenos en

torno a dos interesantes temas de conocimien-to y difusión de nuestra historia y patrimonio espiritual. Estas jornadas propician, al mismo tiempo, entrañables momentos de encuentro y convivencia fraternal alrededor de nuestros Titulares durante el tiempo de Cuaresma.

En esta ocasión, la Diputación de Forma-ción ha programado dos sesiones. La primera ofrecerá una visión artística de la Archicofra-día desde el punto de vista de la azulejería ce-rámica. Por otro lado, la otra charla consistirá en una reflexión sobre la forma de ser de la Ar-chicofradía y su manifestación pública duran-te la Estación de Penitencia que realiza cada Madrugada de Viernes Santo a la Santa Igle-sia Catedral. ■

ViErnEs 13 dE marzo, 21 horas

“Retablos cerámicos y azulejos en la Hermandad del Silencio”, a cargo de don Martín Carlos Palomo García, experto en cerámica cofradiera.

ViErnEs 27 dE marzo, 21 horas

“El Silencio en el tiempo de los rui-dos”, a cargo de Nuestro Hermano don José Joaquín León Morgado, periodista, consejero editorial del Grupo Joly.

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Un día después de la festividad del abad Antonio, el pasado 18 de ene-ro, desafiando una caprichosa llu-

via que imponía el gris a la mañana, un nu-meroso grupo de hermanos y hermanas de la Primitiva Hermandad de los Nazarenos de Sevilla enfilaron hacia la Campiña Alta, la carretera que acompaña a lo que en tiem-pos fue parte del trazado bético de la mile-naria e imperial Vía Augusta.

Convocados una vez más por la Diputa-da de Formación de nuestra Hermandad, Isabel María García Parrilla, nos disponía-mos a visitar la Hermandad de Nuestro Pa-dre Jesús Nazareno de la localidad de Utre-ra y continuar así con la realización de con-vivencias formativas en distintas Herman-dades filiales para estrechar vínculos fra-ternales, a la vez que conocer su historia,

patrimonio y la diversidad dentro de la común devoción nazarena.

Bastaron poco más de treinta minutos de corto viaje para dar con Utrera. Breve espacio de tiempo que no impidió el intenso terno que constituyeron, por una parte, las palabras jus-tas de nuestro Hermano Mayor, Eduardo del Rey Tirado, recordando el verdadero sentido de la visita y convivencia que comenzábamos, para “seguir los pasos del Señor y encontrar-nos con nuestros hermanos”; por otro, la ora-ción con la que siempre los Primitivos Nazare-nos ponemos todo lo que hacemos en manos de Jesús y de su Bendita Madre; y, finalmente, la cálida convivencia entre hermanos.

Con el convencimiento de que Jesús Naza-reno nos sigue llevando a donde toca en cada momento, verdaderamente hoy tocaba allí, en Utrera, justo frente al Colegio de los Salesianos,

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en la calle cuyo nombre no podía ser otro que el de San Juan Bosco. Y, en torno a las doce del mediodía, en su sede, la Capilla de San Barto-lomé, se disponía a recibirnos la Real e Ilustre Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Santa Cruz de Jerusalén, Sagrada Oración de Nuestro Señor Jesucristo en el Huerto y Nues-tra Señora de las Angustias. Recibimiento cáli-do, para desafiar el rigor del invierno en el Bajo Guadalquivir, de una Hermandad que en la Se-mana Santa ofrece a los utreranos el privilegio de seguir y acompañar el caminar de Jesús des-de el Domingo de Ramos hasta el Viernes San-to o, lo que es lo mismo, desde el primer miste-rio doloroso del Santo Rosario –la Oración en el Huerto– hasta la Quinta Estación del Ejercicio del Vía crucis, cuando Jesús es ayudado a lle-var la Cruz por el Cirineo.

El germen nazareno de esta corporación de Utrera surge con la fundación de la Herman-dad de la Santa Cruz de Jerusalén en 1586, la cual se estableció en el Hospital de San Barto-lomé, del que se tiene la primera noticia escri-ta en 1538, y que perteneció a la Hermandad de Gloria del mismo nombre. Esta nueva Herman-dad de penitencia, posteriormente, se fusionó

con las Hermandades de la Concepción y San-ta Bárbara en 1589 y de la Encarnación, a prin-cipios del siglo XVII.

En las puertas de San Bartolomé y de su co-lindante Casa de Hermandad nos reciben los hermanos de esta corporación utrerana, con su Director Espiritual, el Reverendo Padre Joa-quín Reina Sousa, y su Hermano Mayor, Fran-cisco Javier León Camacho, al frente; acompa-ñados por el Presidente del Consejo de Herman-dades y Cofradías de Utrera, Roberto Jiménez Corpas. Desde la misma calle donde ocurren los iniciales y afectuosos saludos entre herma-nos nazarenos de Utrera y Sevilla, ya se advier-te una organizada e intensa actividad en la Ca-sa de Hermandad que predice la sincera inten-ción con que nuestros hermanos Nazarenos de Utrera quieren ofrecernos su Casa y lo mejor de ella. En el interior de la Capilla de San Bartolo-mé, todo lo contrario: silencio, recogimiento y oración.

Esta capilla, sede de la Hermandad que vi-sitamos, se labró a finales del siglo XVII, al pie de la antigua vereda de tránsito entre Sevilla y Cádiz, en el lugar que hasta entonces ocupaba el Hospital de San Bartolomé, pero ya con su fá-brica totalmente en ruinas. En su fachada prin-cipal, un alto y espléndido retablo cerámico, coronado por un pequeño frontón recto, repre-senta a Jesús Nazareno; retablo que en silencio quiere pregonar a quien busca a Cristo que, en Utrera, Él está en San Bartolomé.

La capilla de ese nombre es de una sola na-ve, bajo bóveda de cañón, que se continúa con el presbiterio cubierto con una bóveda ciega de media naranja, donde el barroco retablo mayor de principios del siglo XVIII cobija la talla de un Dulce Jesús Nazareno con la cruz al hombro, realizada por Marcos Cabrera en 1597. Particu-larmente interesante resultó conocer que esta imagen representaba inicialmente la iconogra-fía de Jesús abrazando a la Cruz, siguiendo la tendencia propia del Renacimiento, para mos-trar el triunfo de Cristo y de la Santa Cruz sobre la muerte, tal como muy bien sabemos los Pri-mitivos Nazarenos. En fecha desconocida, se le colocó la Cruz en la posición actual al hombro, en sintonía con la posterior corriente barroca. Algo después, en 1881, se añadió la figura de Si-

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món de Cirene, en consonancia con la Quinta Estación del Vía crucis.

Algunos hermanos venidos desde Sevilla por sus propios medios ya nos aguardan en el interior de San Bartolomé, donde nada más pa-sar al interior y tras unas breves palabras del Hermano Mayor de Utrera para darnos la bien-venida y ofrecernos su Casa, se reza al alimón entre ambos Hermanos Mayores el Ejercicio de las Cinco Llagas a Jesús Nazareno. Oración en la que no se olvidó, en su Cuarto Ejercicio, pe-dir por nuestros hermanos enfermos y muy ex-presamente por nuestro hermano el Rvdo. Pa-dre Juan José Gutiérrez Galeote SDB, Director del Colegio Salesianos que radica justamen-te frente a la Capilla donde nos encontramos y que ha sido designado Pregonero de la Semana de Utrera de este año 2020.

Tras el rezo del Ejercicio de las Cinco Llagas a Jesús Nazareno, hacia las 12.30 horas, ambos Hermanos Mayores y el Director Espiritual de la corporación utrerana dirigieron una breve salu-tación a los asistentes. Nuestro Hermano Mayor agradeció la cálida acogida de la Hermandad de Utrera a sus hermanos de Sevilla y recordó que, con este encuentro de ambas Hermanda-des, seguíamos los pasos de aquellos Nazare-nos que nos precedieron para encontrarnos con nuestros hermanos de Utrera y para compar-tir nuestra común devoción, historia y futuro. Igualmente, abundó que, en presencia del Se-ñor de la Sagrada Oración en el Huerto y ante su pregunta de “a quién buscáis”, habíamos de responderle conjuntamente que somos Nazare-nos y que le buscamos a Él. A continuación, el Hermano Mayor de la Hermandad de Utrera re-

cordó que, a los hoy reunidos, por encima de to-do, “nos une la Cruz y Jesús Nazareno”, nues-tra razón de ser, por lo que debemos ser conse-cuentes con la impronta que ese privilegio de-be imprimir a nuestras vidas en todo momento y ámbito. Posteriormente, reafirmó su alegría y satisfacción, así como la de su corporación, por la presencia en Utrera de la “Hermandad matriz de los nazarenos”, expresando también sus de-seos de que se mantengan y aviven estos lazos entre las Hermandades de Jesús Nazareno. Fi-nalmente, el Director Espiritual de la Herman-dad de Utrera resaltó la importancia de estas convivencias pues crean lazos de compromi-so, trabajo y fraternidad, pero sobre todo resal-tó que este encuentro entre hermanos de Jesús Nazareno es también un “caminar en común, con la Cruz a cuestas y en silencio, compartida, uniéndonos al dolor del prójimo y encontrando en Ella el verdadero sentido de nuestra salva-ción”. También nos exhortó a los allí presentes a dar testimonio, a ser testigos de Jesús Naza-reno para las nuevas generaciones y en la so-ciedad actual, perseverando siempre en ser sus leales y convencidos “cirineos” que, movidos

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por el ejemplo de Cristo, abracemos también nuestras cruces con esperanza y amor.

En un ambiente que invitaba al recogimien-to personal y al encuentro personal con Jesús Nazareno, escuchamos estas salutaciones y las vivimos muy sentidamente en nuestro interior. Y, mientras los hijos venidos de Sevilla ofrecen flores a Jesús Nazareno y a su Bendita Madre, es inevitable alzar la vista y contemplar a ambos lados de la nave del templo a la Santa Cruz y a la Virgen de las Angustias. Impresiona la sen-cillez y solemnidad de la Santa Cruz de carey y nácar, que pertenece a la Hermandad de los Nazarenos de Utrera desde sus inicios, y que por esta razón fue conocida también como Her-mandad “de las Cruces”. Este imitar a Jesús por parte de aquellos antiguos Nazarenos de Utre-ra, portando cruces, y su Regla de 1586, fiel a la redactada en Sevilla por nuestro Hermano Ma-yor Mateo Alemán, no deja dudas sobre nues-tras comunes raíces y orígenes devocionales, porque, en Utrera, durante la tarde de todos los viernes del año, también se visita a Jesús Naza-reno en la Capilla de San Bartolomé y se le reza el Ejercicio de las Cinco Llagas.

Y, frente a la Santa Cruz, desde el otro la-do del templo, la Madre de Dios en Utrera –a la que todos llaman Nuestra Señora de las Angus-tias– nos contempla doliente pero serena y con-fiada en el Hijo. Aunque se desconoce fehacien-temente la autoría de esta imagen, se atribuye a Duque Cornejo, escultor del siglo XVIII, siendo considerada la más antigua dolorosa de Utrera que procesiona bajo palio, pues se cree que, an-tes de establecerse durante el siglo pasado co-mo Titular de la Hermandad que visitamos, fue venerada y advocada como Virgen de la Sole-dad en el Convento de El Carmen.

Estas notas históricas y devocionales de la Hermandad que nos recibía nos las proporcio-nó su Diputado de Juventud, Juan José Pardi-llo Díaz, mediante una excelente ponencia que precedió al almuerzo de Hermandad. Exposi-ción de medida duración y esclarecedora, que nos aproximó a la trayectoria histórica y devo-cional de nuestros anfitriones. Especialmente interesante fue conocer la gran transformación que sufre la Hermandad de Jesús Nazareno de Utrera en su segunda etapa, a partir del siglo

XIX. En ese periodo incorporan las imágenes de la actual Dolorosa y la de Simón de Cirene, al Señor del Sagrado Misterio de la Oración en el Huerto como Titular, se inicia la música tras los pasos y se organiza un cuerpo de “armaos romanos” que, en 1882, celebraba la ceremonia del “Encuentro” entre el Señor y su Madre –las “agachaditas”– y la ceremonia del “Mandato o Sermón de la Pasión”. Por desgracia, estas últi-mas se perdieron definitivamente en los inicios del siglo XX.

Terminada esta enriquecedora ponencia, nuestros anfitriones nos ofrecieron un conmo-vedor, inesperado e inusual momento, porque faltan palabras para explicar –y que lo entien-da quien no la ha vivido– qué siente un Naza-reno al subir al camarín de Nuestro Padre Je-sús, al encontrarnos frente a Él y al atrevernos a besar su santa mano. Vueltos a la realidad, pasamos a la colindante Casa de Hermandad de los Nazarenos de Utrera, donde estos nos obsequiaron con un excelente almuerzo, pre-parado con destreza por ellos mismos y donde no faltaron platos y alimentos típicos de esta localidad. Indudablemente, este almuerzo pro-pició que los hermanos de ambas corporacio-nes disfrutáramos de momentos de fraternal encuentro y más estrecha convivencia, posibi-litó a ambas partes entender mejor sus particu-laridades dentro de la común devoción y, cómo no, permitió conocer mejor a Utrera y a su Se-mana Santa. Finalizó este almuerzo con el tra-dicional intercambio de recuerdos de la visita y con el mutuo agradecimiento entre los Herma-nos Mayores de ambas corporaciones, así co-mo con la entrega de un obsequio a cada asis-tente venido de Sevilla: anís y nada menos que el magnífico libro “Jesús Nazareno de Utrera”,

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para que siempre lo tengamos muy presentes a Él y a nuestros queridos hermanos de devoción Nazarena en Utrera. Gracias, muchas gracias, queridos hermanos de Utrera. Unido a vuestra acogida y cercanía, no podía haber mejores ob-sequios.

El día seguía gris y lluvioso, lo cual no restó nuestros deseos de visitar a la Virgen en el San-tuario de Consolación, lugar de devoción uni-versal a la Santísima Madre. Poco después de las cinco de la tarde, nos postramos ante Nues-tra Señora de Consolación, la Patrona, que tal como en esos momentos nos volvió a exhortar el Reverendo Padre Joaquín Reina Sousa, tam-bién Rector del Santuario, Ella es la Madre Con-soladora, la Virgen Mediadora que derrama las gracias y bendiciones de su Hijo Jesús Nazare-no, intercediendo por nosotros, consolándonos y esperándonos para que encontremos alivio y salud espiritual y corporal. Tras sus palabras y las del Hermano Mayor de la Hermandad de la Patrona Nuestra Señora de Consolación, que nos desvelaron la historia del Santuario y la de-voción universal a María que alberga, ofreci-mos flores a nuestra Madre Consolación y rea-lizamos una visita a las dependencias del San-tuario. Especialmente interesante fue contem-plar los numerosos exvotos que, desde tiempo

inmemorial, dan cuenta de los milagros atri-buidos a la Virgen de Consolación.

Algo pasadas las seis de la tarde, abando-nábamos Utrera, fortalecidos en nuestras devo-ciones Nazarena y Mariana y sin olvidar lo que nos trasladó el Reverendo Padre Joaquín Rei-na –también Párroco de Santa María de la Me-sa– a los pies de la Virgen de Consolación en informal conversación: sepan “a quienes acu-den movidos por la fe que, en Utrera, se busca la ayuda en Jesús Nazareno y el consuelo en su Bendita Madre Consolación”.

Finalizamos esta crónica con el agradeci-miento, como siempre, a los hermanos de la Pri-mitiva Hermandad de los Nazarenos de Sevi-lla que vivisteis esta jornada; pero muy espe-cialmente a los hermanos de Jesús Nazareno de Utrera, porque hicisteis posible que ahora enten-damos –cuando pasen algunos minutos de las seis de la Madrugada de cada Viernes Santo y Je-sús Nazareno junto a María Santísima de la Con-cepción se recojan en San Antonio Abad– que aún no habrá acabado todo, ya que entonces sa-bremos que, a esa hora, vosotros, nuestros her-manos Nazarenos de Utrera, saldréis a las calles de Utrera y recogeréis nuestro testigo para seguir profesando públicamente nuestro pleno segui-miento a Jesucristo y a su Bendita Madre. ■

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Una vez más, me gustaría aprove-char este espacio

en las páginas de nues-tro boletín para reiterar mi compromiso con voso-tros y para animaros a que vengáis y a que descubráis qué puede hacer un joven como vosotros en la Her-mandad. Os invito, pues, a que empecéis a formar parte de nuestra Juven-tud, a que colaboréis en la Priostía (ahora tan acti-va de cara a la inminente Estación de Penitencia), a participar en los actos or-ganizados por las diferen-tes Diputaciones,... De es-te modo, con tu presencia, seguiremos demostrando que la Juventud Nazare-na es –y seguirá siendo– parte activa e importante en todos los quehaceres de nuestra Hermandad.

Por ello, os animo a to-dos los hermanos jóve-nes a que asistáis a todas nuestras actividades, así como a aquellas otras que se pudieran organizar y que se publicarían en los medios oficiales de la Ar-chicofradía. ■

Juventud NazarenaJuan Eligio de Bayas Romero

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RecordatorioComo viene siendo habitual, se ruega a todos aquellos

hermanos que reciben este año el Sacramento de la Prime-ra Comunión que lo comuniquen al correo de la Secreta-ría de la Hermandad ([email protected]) antes del día 5 de junio. A todos estos hermanos se les hará entrega de un recuerdo durante el tercer día del Tri-duo Eucarístico, con motivo de ese acontecimiento tan im-portante en la vida de un cristiano. ■

Viernes 6 de marzo: Tras el cierre del besapiés a las 21 horas, rezo de la Juventud Naza-rena ante Jesús Nazareno. A su término, disfrutaremos de un rato de convivencia.

sábado 7 de marzo: A partir de las 17:00 horas, convivencia infantil de Cuaresma, con motivo del segundo día de besapiés a Nuestro Padre Jesús Nazareno. Esta convivencia está abierta a todos los hermanos menores de 14 años. ■

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Pese al particular transcurrir de nuestra Archi-cofradía y al hecho de que en la Madrugada encomendemos nuestros rezos a Jesús Naza-

reno y a María Santísima de la Concepción, el “vi-vir” de la Hermandad no radica solo en ese día. Me di cuenta de ello dos años más tarde de hacer-me hermano, cuando mandé un correo preguntan-do qué podía hacer un joven como yo en la Herman-dad. Desde entonces, conocí a muchos de los que hoy forman parte de mi día a día. Así, las conviven-cias tras los ratos de Priostía para el montaje de al-tares y cultos, las charlas de Formación y las distin-tas labores que se van realizando a lo largo del cur-so han ido creando un vínculo arraigado entre todas las personas que se implican y participan en ellas.

Recuerdo mi primer día como miembro de la Ju-ventud, el momento justo en el que crucé miradas con nuestro querido Diputado de Juventud y con to-dos los que conforman la misma, y que hoy ya son algo más que mis amigos. A partir de ese momento, empecé a conocer uno a uno a cada miembro de la Juventud. De este modo, tras acabar aquella prime-ra convivencia que tuvo lugar ese día, regresaba a casa, sin poder parar de cuestionarme exactamente qué era lo que me había atraído con tanta fuerza. Y la que era mi cofradía empezó a ser mi Hermandad.

Poco a poco, lo fui descubriendo: me hacía sentir mejor, me hacía crecer como persona, de una forma u otra, y me inhibía de las dificultades del día a día. Y lo más importante, cada vez me sentía más cer-ca de Dios. ‘’Me buscarán y me encontrarán, cuando me busquen de todo corazón” (Jeremías, 29:13)’. Me acerqué tanto que no dudé en volver. Y cada vez que vuelvo, no me olvido de agradecer a Nuestros Sagra-dos Titulares la inmensa suerte que he tenido de co-nocer a cada una de las personas que la Hermandad ha hecho que se crucen en mi camino.

Hoy quiero dar las gracias a esas personas que –como bien decía– se han cruzado en mi camino; a esas personas que me han ayudado a encontrarme a mí mismo desde una perspectiva totalmente distin-ta a la que estamos acostumbrados a percibir. Por-

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a Sentir la Hermandad

Emilio Gil Gago

que también, gracias a ellos, ahora ten-go también la inmensa suerte de poder decir que formo parte del andar de Jesús Nazareno durante la Madrugada. Y por eso, debo agradecérselo a cuantos han confiado en mí: desde Antonio de Bayas hasta el último costalero que me acogió, como si de mi casa se tratase.

Aún recuerdo con gran alegría el día en el que me designaron como costale-ro. Hoy día, aún continúo sin tener pala-bras para describir lo que sentí durante la pasada Madrugaba, en la que me es-trenaba como tal: el notar la trabajadera sobre el cuello, el estar en contacto ín-timo con Jesús Nazareno, el saber que, por mucho que dichas trabajaderas re-caigan sobre ti, Jesús Nazareno siempre estará contigo. Y de qué mejor manera que abrazando su cruz. Era sobrecoge-dor. Sigo sin palabras para describir con firmeza dicha situación de recogimien-to cuando, desde dentro, el rachear de los costaleros genera un silencio tan en-sordecedor.

Esta es mi particular forma de “sentir la Hermandad”.

¡Anímate a descubrir la tuya! ■

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En cumplimiento de lo dispues-to en nuestras Reglas, y a expen-sas de la celebración del Cabil-

do de Salida e Iniciativas, esta Primiti-va Hermandad de los Nazarenos de Se-villa realizará (D.m.) su anual Estación de Penitencia a la Santa Iglesia Catedral Patriarcal y Metropolitana de Santa Ma-ría de la Sede, en la Madrugada del Vier-nes Santo, día 10 de abril de 2020.

El rEParTo dE PaPELETas dE siTio tendrá lugar en nuestra Casa de Hermandad, c/ Alfonso XII, nº 3, de OCHO Y MEDIA A DIEZ DE LA NOCHE, durante los días 16, 17, 18, 19, 23, 24, 25 y 26 de marzo.

No se extenderá ninguna papeleta de sitio fuera de estos días, a menos que esté previamente reservada.

La reserva de papeletas de sitio se habrá podido formalizar, bien median-te carta certificada con acuse de recibo dirigida a la Secretaría de esta Archico-fradía, o bien telemáticamente, cumpli-mentando el formulario que se puso a disposición de los hermanos en la pá-gina web de la Archicofradía, finalizan-do el plazo el día 28 de febrero de 2020. Todos estos hermanos tienen la obli-gación de retirar su papeleta de sitio debiendo para ello exhibir el correspon-diente acuse de recibo postal o telemá-tico en alguno de estos dos periodos de tiempo habilitados:

• Durante los días de reparto, en idéntico horario al estipulado para el re-parto ordinario de papeletas de sitio. EN UNA MESA INDEPENDIENTE EXCLUSI-VAMENTE DESTINADA A ESTE FIN, en una de las dependencias de nuestra Ca-sa de Hermandad, señalada convenien-temente – sin necesidad de guardar el turno del reparto ordinario.

• Fuera de los días de reparto, du-rante los días 27, 28, 30, 31 de marzo y 1, 2, 3 y 4 de abril, en la sala del Atrio de

nuestra Real Iglesia, en horario de 10 a 13 horas. Solo en aquellos casos en que el hermano /a no-tifique a la Hermandad la imposibilidad para po-der retirar su papeleta en los días señalados, por encontrarse fuera de Sevilla, se podrá retirar en la mañana del Jueves Santo.

La expedición definitiva de la papeleta de si-tio estará supeditada a la comprobación de estar al corriente del pago de las cuotas anuales co-rrespondientes.

La papeleta reservada que, cumpliendo el plazo establecido, no haya sido retirada sin justificación por parte del hermano/a, será entregada a los señores Censores para que procedan de acuerdo a lo establecido en el formulario de reserva de la página web. ■

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Reparto de Papeletas de Sitio

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El hábito nazareno, revestidos de Cristo

Nuestra túnica de nazareno constituye el símbolo más importante de la Estación de Penitencia, donde todos nos presentamos iguales ante Jesús Nazareno y María Santísima

Ante una nueva Esta-ción de Penitencia

ya próxima en el tiempo, los censores considera-mos conveniente recor-dar una serie de aspec-tos sobre la presentación y atuendo de los herma-nos nazarenos, cuya re-visión y vigilancia “a su llegada a la Iglesia” es una de nuestras obliga-ciones (Regla 121ª).

- ante la posibilidad de que algunos herma-nos olviden alguno de estos detalles, debe-mos revisar con ayuda de los celadores que to-dos vayan tal como dis-ponen nuestras reglas, esto es, sin relojes, pul-seras, anillos (salvo la alianza matrimonial); que si van calzados, és-te sea el adecuado; la pertinencia de los cal-cetines; que la túnica esté bien colocada, etc.

- La razón de todo esto la conocemos bien: debemos pasar inadver-tidos y ser un nazareno más de los cientos que acompañan a nuestros sagrados Titulares.

- La túnica es la pren-da más importante del nazareno, por lo que és-

te habrá de valorar cabal y debidamente el estado en el que se encuentra, ya que todas las madru-gadas observamos algu-nas túnicas que, por su deterioro, deberían ser guardadas en vez de uti-lizarlas.

- debe tenerse en consideración, más allá del respeto y apre-cio que tenemos a nuestra túnica, que su uso continuado des-gasta el tejido con el paso de los años, estro-peándolo y haciendo que pierda el color y la prestancia necesarias para concurrir debida-mente a la Estación de Penitencia.

- reiteramos es-te llamamiento a to-dos los hermanos pa-ra que vigilen antes de cada nueva madruga-da el estado de su túni-ca y, si fuera necesario (por no encontrarse ya en las debidas condi-ciones para ser vestida en nuestra Estación de Penitencia) procedan a su renovación, ya que si los censores y cela-dores estamos obliga-dos a revisar los atuen-

dos de los nazarenos, estos lo están a revisar-los con la antelación su-ficiente que les permita vestir el hábito nazare-no, de conformidad con nuestras reglas y con el carácter y estilo propios de la archicofradía. ■

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Aquellos hermanos que lo deseen, podrán vestir y desvestir la túnica nazarena en las salas habilitadas para ello en la Casa Hermandad. Es-tos hermanos deberán acceder por la calle Alfonso XII, n° 3 y, una vez ves-tidos, pasarán a nuestra Real Iglesia por la puerta de la calle «El Silencio», incluidos los hermanos costaleros. Las puertas de la Casa Hermandad se abrirán a las 22:30 horas del Jueves Santo. ■

Se recuerda la prohibición absoluta de permanecer en nuestra Real Igle-sia a cualquier persona que no vaya a figurar como integrante del cortejo penitencial. Los hermanos nazare-nos, tanto a la venida para efectuar la Estación de Penitencia, como de regreso a sus domicilios, una vez finalizada ésta, deberán marchar siempre solos, nunca en grupos, y en absoluto silencio y con la mayor compostura. ■

Recordatorios sobre laEstación de Penitencia

AVISOIMPORTANTE

Hermanos menores de edadPara retirar su Papeleta de Sitio, los Hermanos menores de edad, deberán aportar cumplimentada y firmada por parte del padre, madre o tutor, la correspondiente Autorización para realizar la Estación de Penitencia, así mismo, será obligatorio portar durante toda la estación de Penitencia la tarjeta identificativa, facilitada con la Papeleta de Sitio. ■

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Cabildo General Ordinario de Salida e Iniciativas

De orden del Sr. Hermano Mayor, por acuerdo de Cabildo de Sres. Oficiales de esta fecha, y en cumplimiento de la Regla 81ª y siguientes, así como por lo dispuesto en las Normas Diocesanas para las HH. y CC. de fecha de 29 de junio de 2016, se cita por

la presente y con la obligación de concurrir al mismo (Regla 49ª), a todos los hermanos que, cumplidos los dieciocho años de edad y con uno de antigüedad al día que se señala (Regla 47ª), al Cabildo General de Salida e Iniciativas que tendrá lugar (D.m.) en la Capilla de Je-sús Nazareno el domingo 8 de marzo, a las 12,30 horas, en primera citación, y media hora después, en segunda y última, dando comienzo con el rezo de las preces impetitorias de la Divina Gracia y con el siguiente

ORDEN DEL DíA1. Lectura y aprobación, si procede, del acta del Cabildo General anterior.2. Salida en Estación de Penitencia a la Santa Iglesia Catedral.3. Informe del Sr. Hermano Mayor.4. Ruegos y preguntas.

Se finalizará con el rezo de un Padrenuestro por el alma de nuestros hermanos di-funtos.

Y para que sirva de citación a Vuesas Mercedes, expido, firmo y sello la presente, con el Visto Bueno del Sr. Hermano Mayor, en la ciudad de Sevilla, a once días del mes de febrero del año dos mil veinte de Nuestro Señor.

VºBº Sr. Hermano Mayor Sr. Secretario Fdo. y Rbdo. Eduardo del Rey Tirado Fdo. y Rbdo. Joaquín R. Hernández Sánchez

(Está el sello de la Archicofradía)

Pascua de Resurrección y RefrigerioComo también es ya tradicional en nuestra Hermandad, y a modo de un acto más de

convivencia, una vez finalizada la “Misa del Azahar”, nos reuniremos en un fraternal refrigerio, en el Atrio de nuestra Real Iglesia; las invitaciones podrán adquirirse en Ma-yordomía.

Es deseo de la Junta de Gobierno animar a todos los hermanos para que asistan a tan especial celebración y a que se queden en el refrigerio posterior; con ello, contribuimos con los proyectos que nos marcamos en el seno de nuestra Archicofradía y fomentamos la con-vivencia entre los hermanos, rasgo que debe distinguirnos como cristianos.■

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40 años de hermano, de nazareno y músico de capilla

Todo empezó el doce de marzo de 1980, cuando expresé «al Hermano Mayor, Junta de Gobierno y cofrades de esta

Primitiva Hermandad», que «deseo ser ad-mitido por cofrade de ella», siendo presen-tado por los hermanos don Juan Alberto Fer-nández Bañuls y don Eduardo Recio Mensa-que, que ya moran con Jesús Nazareno y su Inmaculada Madre por la eternidad.

Aunque la admiración a la cofradía vi-niese de lejos, no fui recibido como herma-no hasta el Cabildo Ordinario de Señores Oficiales de fecha once de abril, siendo re-gistrado con el número 1.280. Esto no fue óbice para haber realizado mi primera Es-tación de Penitencia en la Madrugada del Viernes de la semana anterior, con una túni-ca prestada. Eran otros tiempos. Aún cabía-mos todos en el atrio de San Antonio Abad y hasta podíamos sentarnos en alguno de los bancos dispuestos para ello, bajo el discreto

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Francisco José Senra Lazo

diálogo entre el santo fundador de los Teati-nos y la Santa de Casia.

Reflexionaba sobre la primera vez que vi esta cofradía diecinueve años antes y recor-daba la desazón que me provocaba formar parte de ese cortejo; tanto es así que, pese a “estar concentrado” en las horas previas durmiendo una recomendada siesta, no lo conseguí: la tensión, finalmente, se me con-centró en espalda y cuello y la contractura me acompañó en una Estación de Peniten-cia... y de penitencia.

No obstante, la Estación del año pasado ha sido bastante peor, ya que me presenté en el lugar de reunión de los músicos para dar la alternativa a quién me habría de sustituir, previamente a que los músicos acudieran a su puesto ante el altar de San José y antes de incorporarse al cortejo tras los Antoninos. Desde ese preciso instante, no bajé al atrio hasta cuando los servidores estaban reorde-

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nando el vacío espacio del, hasta unos mo-mentos antes, atiborrado escenario de la for-mación de la cofradía. La iglesia estaba ya ausente de sus Titulares y no le recomiendo a ningún hermano esa visión, ese caos de si-lencio mientras “que ya El Silencio camina, por las calles de Sevilla…”. Y no salí a la an-tigua calle de las Armas hasta que los naza-renos del Gran Poder llegaban a la Campana.

Entre estas dos experiencias, comple-tan mi trayectoria otras dos como nazareno y treinta y seis formando parte de la Capilla Musical: en 1981 salí por vez primera como integrante de la Capilla Musical −llevaba so-lo año y medio estudiando fagot, pero la es-casez de profesionales de este instrumento en Sevilla motivó que me convocaran− y la “penúltima” ha sido en 2018, tras haber cum-plido dos semanas antes los setenta años.

Pero regresemos al recuerdo de los ini-cios. En años anteriores a mi primera sali-da, los integrantes de las Capillas eran prin-cipalmente miembros de la Banda Municipal de Sevilla −con los que también coincidí−, que se presentaban ante don Pedro Braña en la tarde del Jueves Santo con su uniforme re-glamentario y le pedían permiso para poder salir en la Capilla Musical del Valle, mientras el grueso de la banda iba tras el palio. Enton-ces, se colocaban su soprabito Piuma d’Oro1 y quedaban revestidos como músicos de ca-pilla. Desde la Anunciación acudían después hasta la sacristía de nuestro templo, y allí se mezclaban con los hombres de Santizo, coin-cidiendo con el betunero y el peluquero que tradicionalmente acicalaba a los acólitos y demás auxiliares. Me contó una vez José Ma-nuel Delgado que cerraba la cofradía por en-tonces un preste muy anciano y que cada año se quejaba de lo mayor que estaba. Santizo, mientras le ayudaba a revestirse, le decía: «¡Venga ya Padre! que va a durar usted más que un caramelo de mármol…»

Eran tiempos en los que la Capilla Musical del Silencio tocaba solo la primera canción y así hice yo también durante los dos primeros años. Pero, tras la época de los “impermeabi-lizados”, nos incorporamos una nueva gene-

1. Marca comercial de un fino impermeable de nylon muy popular en aquellos años, que al plegarse apenas ocupaba espacio.

ración de intérpretes. Rescatamos entonces las ocho canciones tomando como referencia la copia y revisión que hizo Antonio Pantión de las más antiguas −que también consulta-mos− y que, por primera vez, él tituló como “canciones” o “saetas”, siendo esta última denominación la que regularmente se ha uti-lizado tanto para estas como para cualquier pieza de Música de Capilla: saetas y también saetillas. Su nombre inicial es el de Cancio-nes a tres, para dos oboes y bajo, y muchos ya sabéis que yo atribuyo su autoría a Fran-cisco de Paula Solís, que era miembro de la Capilla Musical del Salvador. Precisamente, varios de los integrantes de la citada Capilla Musical −incluyéndose él mismo− participa-ban en los cultos tanto internos como exter-nos de nuestra Hermandad, al menos a fina-les del XVIII y principios del XIX.

En 1983, la imagen de Jesús Nazareno presidió el Vía Crucis del Consejo. Duran-te este acto salió −por primera vez, al menos en todos los años de los que tengo memoria− una agrupación compuesta por dos oboes y un fagot. Por otro lado, también fue la pri-mera vez de los tiempos modernos en que se interpretaron las ocho canciones en la calle. Al término del piadoso acto, tocamos en el

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umbral de la puerta de los Palos, en el ini-cio del regreso a nuestra sede. El sonido en la plaza de la Virgen de los Reyes y en el in-terior del Templo Metropolitano resultó una auténtica novedad hasta para los más vetera-nos y movió la imaginación de algunos de los Señores Oficiales que creyeron que eso debe-ría repetirse. Sin embargo, existía un peque-ño problema: los integrantes de las dos Capi-llas Musicales de la Madrugada veníamos de tocar en la tarde del Jueves −en el Valle o en la Quinta Angustia− y no teníamos tiempo ni para cenar ni para tomar un café. Por otro la-do, la costumbre de tomar un reconstituyen-te mientras que la cofradía se arrodillaba an-te el Santísimo en el interior de la Santa Igle-sia Catedral se iba convirtiendo cada año en misión más difícil de alcanzar.

La Hermandad solucionó este proble-ma de intendencia gestionando, ante el Ho-tel Doña María, que nos atendieran de for-ma inmediata −y con toda gentileza− ofre-ciéndonos una bebida caliente y hasta al-gún empapante en el comedor de desayu-nos. Sin embargo, esta solución apenas fue

eficaz durante un par de años, pues la masi-ficación de las calles y el acotamiento de la Plaza Virgen de los Reyes nos obligaba a po-nernos en nuestro lugar no antes del inicio de la calle Placentines, en la esquina del Ba-calao. Excesivo tiempo. Esta circunstancia llevó a una determinación drástica que, a la larga, resultó muy beneficiosa para nosotros y para la Hermandad: a las doce de la noche se nos tendrían preparados unos bocadillos en la casa del capiller, junto con bebidas ga-seosas, a fin de que no abandonáramos el cortejo ni en un solo instante, sonando de es-te modo la música por el interior de la Cate-dral. Y así ha sido, y sigue siendo, por más de treinta años. No obstante, durante estas últi-mas Estaciones y dado que la mayoría ya no trabajábamos en la tarde del Jueves, algunos renunciamos al “tentempié”, aunque la her-mana Regla Romero nos agasaja con lo que le pidamos. Sin embargo, ya conocen el dicho: «Mejor hacerle un traje a un músico que invi-tarlo a comer…».

El momento más señalado para la Capi-lla Musical es cuando, al pisar el umbral de mármol de la capilla de Jesús Nazareno y cumpliendo una tradición heredada de los músicos que nos precedieron, iniciamos la interpretación de la canción número uno. A mí este instante siempre me impuso un gran respeto y me ponía muy nervioso. Igual que la entrada de la cofradía, ya que no sé qué es peor: si sentir la mirada y los oídos de quie-nes presencian el discurrir de la procesión a lo largo de todo su recorrido o la de los her-manos en ese instante –mágico– final de nuestras intervenciones.

Como todos sabemos, salvo los diputados y fiscales, ningún nazareno puede girarse y mirar hacia las imágenes. Solo se podrán ver –y cada uno las de su paso– en la entrada de la cofradía. Pero existen otras excepciones: los pajes, los servidores de los pasos, los cos-taleros, los diputados externos y… los músi-cos de capilla. Todas son personas con la ca-ra descubierta, porque, aunque no sea muy de recibo, no llaman tanto la atención, so-bre todo en los grandes giros –y discúlpen-me que no emplee el término “revirá”, casti-zo sí, pero para mí casi malsonante– cuando enfilamos la entrada de Sierpes, en Mataca-nónigos, en la plaza del Salvador o en el inte-

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rior de la Catedral. En esos lugares, los giros de cabeza son de menos grados, más suaves. Un privilegio.

Pero prosigamos con la música. Duran-te la procesión mantenemos una secuencia de interpretación correlativa de las ocho canciones, intercalando la repetición de la primera. Gráficamente, esto es: 1ª, 2ª, 1ª, 3ª, 1ª, 4ª… De este modo, en cada Ma-drugada se suele repetir entre cuatro y cin-co veces el conjunto: en total unas sesenta y tantas interpretaciones (algunas menos cuando se regresaba por Javier Lasso de la Vega). Las piezas duran entre cuarenta –la octava– y ochenta segundos –la cuar-ta–, aunque no es un cálculo exacto, pues-to que se alargan en el tiempo si se tocan con mayor lentitud.

Yo siempre he mandado iniciar la pie-za justo después de sonar el tercer golpe de martillo del capataz. El motivo es bien sen-cillo: tocamos mientras estamos en movi-miento; así la música suena durante unos metros más que si lo hacemos estando para-dos y se llena más espacio. Como curiosidad, puedo confesarles que la duración de la can-ción coincide, en muchas ocasiones, con la de una chicotá: entre uno y dos minutos.

Por otro lado, el fagot pesa alrededor de los tres kilos y hay que mantener la concen-tración en la partitura… o en la memoria, en el caso de tocarse primera de las canciones. Rezar, meditar sobre los hechos que aconte-cieron en esa Madrugada dos mil años antes o mantener el recogimiento obligado en este lugar es más difícil que desde otros puestos. Pero se hace y se pueden tener presentes las intenciones generales y particulares por las que formamos parte de la cofradía ese año.

Siempre he procurado no mirar hacia los lados, para evitar tener que saludar, aunque algunas veces lo haya hecho con discreción. Mejor mirar al suelo o a la espalda del An-tonino que te precede: así se evitan estas y otras debilidades. Aunque no puedes dejar de pensar que la Capilla Musical del Silen-cio –con sus componentes– alcanza un gran protagonismo en la Semana Santa. Por otra parte, otra carga de responsabilidad añadida es que el público, cuando acude a presenciar nuestra cofradía, espera la perfección: los al-tos capirotes, el silencio y la compostura de los nazarenos, la belleza de nuestros ense-res, la sensación de poder venerar a los Sa-grados Titulares trasladándose a siglos an-teriores y… escuchar los pitos del Silencio. ■

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El Silencio de Jesús Nazareno

A lo largo de nuestra vida nos pregun-tamos, frecuentemente, ¿por qué Dios calla cuando sufrimos? En-

tonces manifestamos nuestras discrepan-cias. Escribía MACHADO (1): “Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería. / Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar. / Tu vo-luntad se hizo, Señor, contra la mía. / Se-ñor, ya estamos solos mi corazón y el mar”.

Esta queja se agudiza cuando pensamos en la necesidad de morir, en nuestra propia muerte, y no en la de los demás. Entonces intentamos salvarnos en una vida perdura-ble que nos liberará de nuestro propio do-lor y esa liberación última no es otra cosa que “el encuentro con la faz de Dios”. Por consiguiente, Dios no calla, nos sigue lla-mando, intenta despertarnos, movernos de este letargo vital en el que nos hemos aco-modado perfectamente. Por ello, necesita-mos momentos de sereno descanso y de si-lencio en esta sociedad hiperactiva y rui-dosa, para encontrarnos con nosotros mis-mos y reconciliarnos con nuestros herma-nos. Inmersos en el silencio, sabremos es-cuchar, atentamente, la palabra de Dios en el mundo que, como sabemos por San Pe-dro, es “palabra de vida eterna”. Sólo de es-te modo, podremos escuchar las voces de los que claman en el desierto de la exclu-sión social, la pobreza, la enfermedad, las víctimas de la violencia, los que trabajan por la paz

Así, pues, ser cristiano hoy “y, además, Primitivo Nazareno concepcionista” es sa-ber que la hora de la oscuridad es el mejor

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instante para buscar a Dios. Aceptar que un dolor físico, psíquico o espiritual, por muy espantoso que sea, puede ser el momento verdadero en el que tenemos que demostrar si amamos a Dios sobre todas las cosas o nos limitamos a utilizarle para lo que nos con-viene. Esto es así porque no pensamos en el silencio de dios cuando le abandonamos, le menospreciamos; cuando herimos el in-menso Amor del Creador por su criatura. Por eso, el “silencio de Dios”, manifestado en la Pasión Redentora de su Hijo, Jesús Nazare-no, es también amor, es decir, Caridad, esa virtud teologal de la que tan necesitada está la Humanidad, pues Dios amó tanto al mun-do que le entregó a su Hijo Unigénito: Jesús, Hombre y Salvador del mundo.

El Silencio de Dios es también denuncia de la insolidaridad para resolver los proble-mas que aquejan a la Humanidad: el ham-bre, la guerra, la violación de los derechos humanos, la progresiva destrucción del me-dio ambiente, etc. En efecto, como ha pro-clamado San Juan Pablo II (2), “El desarrollo sin solidaridad provoca la injusticia social y la opresión del hombre.”

“Los sonidos del silencioson ecos del amor de dios,ángeles celestiales que cantan al redentor.¡oh, dulcísimo Jesús nazareno!Por las cinco llagas de tus pies, manos y costado, yo te imploro con fe¡mi bien amado!

1. MACHADO, ANTONIO. Campos de Castilla. “La Saeta”. Poesías Completas. Editorial Espasa-Calpe, S.A., Madrid, 1977, p. 195.2. SAN JUAN PABLO II. “Sollicitudo rei socialis”, en ABC, Sevilla, 20 de febrero de 1988, pp. 41 y ss.www.herm

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Joaquín Hazañas y la Rúa (1862-1935). rector de la Universidad de sevilla, Consiliario y Fiscal de la santa Cruz en Jerusalén

De entre la nómina de los hermanos más ilustres de esta Primitiva Hermandad de los Nazarenos de Sevilla, quere-

mos hoy destacar la figura un tanto olvidada de don Joaquín Hazañas y la Rúa, hijo de Joa-quín Hazañas y Cedillo, funcionario, adminis-trador y jefe de la Fábrica de Tabacos de Sevi-lla. Y es que la reciente edición de un magnífi-co libro sobre este singular personaje, promo-vido por la editorial de la Universidad de Sevi-lla, nos ha hecho reflexionar acerca de su vin-culación con nuestra Archicofradía1.

Hazañas y la Rúa nació en Sevilla en la Real Fábrica de Tabacos, actual sede del Rec-

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Manuel García Fernández

torado, el 17 de agosto de 1862. Estudió en su ciudad natal y en Madrid Filosofía y Letras y Derecho. En 1898 ganó la cátedra de Historia Universal en nuestra Universidad. Consagra-do a la docencia y la investigación universita-ria, ordenaría el museo arqueológico de la Fa-cultad de Filosofía y Letras, donando entonces un importante fondo documental y bibliográ-fico, el llamado hoy «Fondo Hazañas». Fue un investigador de prestigio reconocido y uno de los más importante bibliófilos de España. Lle-gó a ser rector de la Universidad en dos ocasio-nes: en 1904-1905 y en 1921-1922. Actualmente, en el Rectorado y dentro de la galería de recto-res ilustres, se conserva su cuadro oficial con-memorativo.

Además de su labor universitaria, fue direc-tor de la Academia Sevillana de Buenas Letras, en 1892, y presidente del Ateneo, en 1904. Jun-to a otros intelectuales sevillanos de su tiem-po –como el también hermano don José Ges-toso– en 1886 fundó la Sociedad de Archivo Hispalense. Político liberal conservador, tam-bién fue regidor de Sevilla entre 1921 y 1922, re-cibiendo en 1925 el titulo de alcaide del Castillo de Alcalá de Guadaíra.

Su admiración por la Archicofradía le lle-garía muy pronto, aún siendo estudiante de la Universidad de Sevilla, pues recibió docencia en el curso 1885-1886 por parte del vicerrector y presbítero D. Juan Campello, a la sazón Her-mano Mayor de nuestra corporación, quien sin duda le revelaría la historia y la idiosincrasia

1. PALENQUE, Marta (dir.): Joaquín Hazañas y la Rúa. El hombre y su biblioteca. El Fondo Hazañas, editorial Universidad de Sevilla, Sevilla, 2019.

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de la Hermandad. Sin embargo, sería don To-mas Ybarra y González quien lo llevó defini-tivamente a San Antonio Abad, buscando sin duda una mayor proyección intelectual y pre-sencia social de la Archicofradía en los distin-tos ámbitos de la ciudad de Sevilla, pues es-te es el que, incluso, lo introduce en su nue-va Junta de Gobierno como Consiliario el 4 de abril de 1897.

Desde entonces don Joaquín Hazañas y la Rúa aparece frecuentemente en los documen-tos de la Archicofradía, hasta los años veinte del siglo pasado. Así, figura en la nómina de la cofradía como Fiscal de la Santa Cruz en Jeru-salén y, sobre todo, en otros registros como fiel consejero de don Tomás Ybarra y, por supues-to, como colaborador de la Hermandad, tan-to en la secretaría como en la cofradía, hasta su muerte el 17 de marzo de 1934. No obstante, ya desde 1927 se advierte que repartió sus de-vociones cofrades entre nuestra corporación y la muy querida de la Buena Muerte (Los Estu-diantes), de reciente fundación por aquel en-tonces.

El 17 de marzo de 1935, la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, a instancias de su

director (el también cofrade y hermano don Manuel Blasco Garzón) y de su Secretario y Bi-bliotecario (el recordado don José Sebastián y Bandarán), se colocó una placa conmemorati-va en su casa de la calle O´Donnell, esquina a Velázquez, en la que aún hoy, si bien con difi-cultad, puede leerse:

El Iltmo. Sr. D. Joaquín Hazañas y la Rúa,

preclaro catedrático de la Universidad de Sevilla, diligente investigador de la tradición

e historia de esta misma ciudad que le vió nacer en 1862 y a la que consagró su actividad y amores consignando sus glorias y grandezas en libros meritísimos, ornamento preciado de las letras hispalenses, rindió plácidamente su espíritu en esta su casa-morada el domingo

17 de marzo del año del Señor de 1935. La Academia Sevillana de Buenas Letras

dedica esta memoria al que fue su director y miembro preeminente.

Mucho más desconocida y curiosa para to-dos resulta la colocada en el año 1962 por el en-tonces rector de la Universidad de Sevilla don José Hernández Díaz, también hermano de nuestra corporación, en uno de los patios in-teriores de la antigua Facultad de Filosofía y Letras (Rectorado) que reproduce fotográfica-mente el presente artículo. ■

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Un Refugio de Silencio en nuestro interior

Hoy en día, y cada vez más, muchos cris-tianos están recuperando la oración de silencio o de contemplación, la también

llamada meditación, en su acepción de entrar en lo más profundo de nuestro ser –lo que podría-mos llamar nuestro “refugio interior”–, perma-neciendo en escucha silenciosa y en unión con Dios, que habita en nuestros corazones; sintoni-zando con el silencio de Dios. Y lo logramos to-mando conciencia de nuestra respiración, sin forzarla, y repitiendo mentalmente una breve frase que nos sirva de anclaje para contrarres-tar y parar –en la medida de lo posible- el ince-sante bombardeo de los pensamientos. Esta bre-ve frase se conoce con el nombre de mantra. En-tre otras, podemos usar ma-ra-na-tá (“Ven Señor Jesú”, en arameo), a-bbá (“Padre”), etc.

En el recorrido hacia nuestro interior, atrave-samos la costra del ego, aliado del pensamien-to, que constantemente reivindica para nosotros poder, posesión y fama. El ego es el apego a lo te-rreno: la incesante necesidad de poseer. Y, al lle-gar al “refugio”, descubrimos que, afortunada-mente, no necesitamos nada, porque lo tenemos todo, porque Dios nos habita. Nos encontramos en silencio, en paz y en ausencia de egoísmo, de rencor, de odio, de ambición, o de resentimiento.

Esta es la “Estación de Gozo” que podemos recorrer cada día por medio de la meditación. Entramos en ese lugar interior –nuestra “cate-dral particular”-, que nos ha sido dado a todos los seres humanos, como en aquellos refugios subterráneos construidos en las guerras en los que los ciudadanos encontraban la salvación

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El silencio de la vida diaria es condición indispensable para vivir con los demás. Sin capacidad de silencio es imposible que el hombre entienda su propio entorno, que lo ame y lo asuma. La caridad nace del silencio. Nace de un corazón silencioso capaz de escuchar, de comprender y acoger. El silencio es una condición de la alteridad y una necesidad para entenderse a uno mismo. Sin silencio no hay descanso, ni serenidad, ni vida interior. El silencio es amistad y es amor, es armonía interior y paz. El silencio y la paz laten con un solo corazón (Cardenal R. Sarah, en “La fuerza del silencio”, 2017).

Frente al Pesebre descubrimos lo importante que es para nuestra vida, a menudo frenética, encontrar momen-tos de silencio y oración. El silencio para contemplar la belleza del rostro del Niño Jesús, hijo de Dios, nacido en la pobreza de un establo (Papa Francisco, Santuario de Greccio. 1 de diciembre de 2019).

ante las bombas y proyectiles que caían del cie-lo y destruían las ciudades. Pero, en este caso, no se trata solo de bombas que proceden del exte-rior, sino, sobre todo, son otras bombas interio-res que están ligadas a nuestros deseos por des-tacar sobre los demás, por utilizar a otras perso-nas de mil maneras y por poseer indiscriminada-mente. Todas ellas caen como imposiciones del ego sobre cada uno de nosotros.

Las personas creyentes saben que el bien-estar que experimentan en el “refugio interior” procede de la presencia y cercanía silenciosa del Espíritu que nos habita. Cerramos los ojos al em-pezar a meditar y procuramos que todos nues-tros miembros estén quietos y relajados, para que nuestros cuerpos también participen del silencio y de la contemplación de Dios.

“Oración pura o del corazón” la llamaban los “Padres y Madres del desierto” (esa en la que no se trata de decir palabras, sino de “ser” en la pre-sencia del Espíritu), que la practicaban en el si-glo IV cuando se retiraban al desierto a meditar, a orar por medio del silencio exterior y el silen-ciamiento interior: Juan Casiano, Basilio de Ce-sarea, Moisés el Etíope, Juan Crisóstomo y otros.

La proximidad de nuestra Estación de Peniten-cia nos ofrece una buena ocasión para redescubrir el sentido profundo de lo que significa ser herma-nos y hermanas del silencio, al familiarizarnos con esa práctica cristiana contemplativa –la ora-ción de silencio o meditación cristiana– que no es una “moda importada de oriente”, sino una parte indisoluble de nuestra gran tradición espiritual. ■

Ignacio Gallego Cubiles

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La Primitiva Hermandad de los Nazarenos de SevillaArchicofradía Pontificia y Real de

Nuestro Padre Jesús Nazareno, Santa Cruz en Jerusalén y María Santísima de la Concepción

Fundada en 1340, establecida en su capilla propia de Jesús Nazareno desde 1579, y canónicamente en su Real Iglesia del Señor San Antonio Abad desde 1793, en la collación del Apóstol San Andrés de la ciudad de Sevilla, incorporada para el goce de sus gracias y privilegios a las Órdenes y Familias Religiosas de los Capuchinos, Cartujos, Clérigos Menores, Compañía de Jesús, Franciscanos, Trapenses, Hospitalarios de San Juan de Dios, Congregación Prima-Primaria de la Anunciación, de Roma, y a la de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, y agregada a las Basílicas de la Santa Cruz en Jerusalén, San Juan de Letrán y Santa María la Mayor de Roma, y a las del Santo Sepulcro y San Salvador de Jerusalén, celebrará:

El día 31 de marzo a las 20 horas,

ACTO COMUNITARIO DE RECONCILIACIÓNpreparatorio para la Estación de Penitencia.

Durante los días 1, 2 y 3 de abril,

SOLEMNE TRIDUO DOLOROSOEN HONOR, GLORIA Y VENERACIÓN DE SU AMADÍSIMA TITULAR LA

SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA EN EL MISTERIO DE SU

INMACULADA CONCEPCIÓNcon predicación a cargo del

Rvdo. P. don AlfRedo MoRillA MARtínez, Párroco de Nuestra Señora del Reposo y

Capellán del Colegio del Loreto, de las Madres Irlandesas

dando comienzo a las 20 horas con el siguiente orden,SANTO ROSARIO, EJERCICIO DEL TRIDUO, BENDICIÓN EUCARÍSTICA, RESERVA

DE SDM, SANTA MISA Y SALVE SOLEMNE,

El día 12 de abril a las 12 horas esta Primitiva Hermandad, conmemorará solemnemente el

DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

ante el paso de María Santísima de la Concepción con la celebración de la Santa Misa.

Al ofertorio de la misma, se repartirá entre los presentes el azahar que exhornó el paso de la Santísima Virgen, finalizando la solemne misa con el canto del Regina Coeli propio de Pascua.

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José León Calzado

El Nazareno del Silencio: Una alegoría barroca en torno a la teología de la redención

El llamado Sacrosanto Concilio de Trento (1545-1563) constituye uno de los hechos más decisi-vos en la historia de la Iglesia, puesto que lo de-

cretado ha venido marcando su camino hasta la ac-tualidad al asumirse buena parte de su ideario en las reuniones más recientes. Pese a lo que pueda presu-mirse, lo cierto es que los Padres conciliares apenas innovaron, pues la respuesta a la Reforma Protestan-te fue la organización doctrinal, teológica y ministe-rial de la Iglesia, la constatación de la tradición, la ra-tificación de sus fuentes escritas y la defensa justifi-cada de su disciplina.

Las críticas de Lutero hacia las representaciones religiosas fueron refutadas corroborando el II Conci-lio de Nicea (787), al encomiar el arte como intérpre-te y canal de la nueva doctrina. Se reivindicó la pre-sencia de imágenes en los templos, especialmente las cristíferas, pues recordaban “las historias de nuestra redención”. El arte adquirió un propósito pedagógico esencial “al instruir y confirmar al pueblo recordán-dole los artículos de la fe”.

Uno de los fundamentos de la Contrarreforma fue la confirmación del necesario magisterio de la Iglesia en el fin primordial de la salvación. Ello se afrontó desde la justificatio, es decir, considerando que, par-tiendo de la herencia del pecado original de Adán, el hombre caminaba hacia la gracia ofrecida por el se-gundo Adán, Jesucristo el Salvador. De este modo, se

impugnó la comparativa cruz/gloria de la teología luterana, reafirmando la Cruz como sig-no de salvación, pero siempre asociada a la presencia y a la misión redentora de Cristo co-mo fundador de la Iglesia con carácter de protosacramento.

El Catecismo de Trento ro-gaba que “se explicase con frecuencia la Pasión” para formar a los fieles en el difícil misterio de la Cruz, en torno a la cual se articulaba la San-

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ta Misa, que se consideraba como “el mis-mo sacrificio que se ofreció en la Cruz”. La asociación Cruz-Cristo en el discurso tri-dentino suscitó el contexto ideológico pro-picio para el auge de la iconografía del Na-zareno, ya que sintetizaba el mensaje sal-vífico de la Theologia Crucis.

La escena de Jesús acarreando su Cruz camino del Calvario es un hecho bíblico e histórico incuestionable. Sin embargo, sor-prende el contraste entre las breves men-ciones de los Evangelios y su masiva in-terpretación artística a partir del Barroco. Ello se debe, sin duda, a la comprensión

del Nazareno como una lectio divina acor-de al pensamiento tridentino, que veía en su representación la plenitud de la Imita-tio Christi.

La Cruz es el elemento definitorio del Nazareno. Partiendo de la primera Carta de San Pedro, la Contrarreforma recogió el concepto del Santo Madero del Sacramen-tario Gelasiano (siglo VIII) y de las antífo-nas medievales como símbolo y trono des-de donde se originó la acción salvífica, por lo que entre las manos de Jesús el leño ig-nominioso se transformó en cetro. De esta forma, vemos que la figura abraza con sua-

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vidad la Cruz y así acepta su sacrificio redentor con digni-dad, entrega y compromiso con el mundo. A la vez, se ma-nifiesta como guía según su propia palabra recogida en Mateo 16:24 (“Si alguno quiere venir en pos de mí, niégue-se a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”) y plasmada en la regla de 1642, que instaba a los cofrades del Silencio a “llevar su Cruz” por la que “fuimos salvos y libres del po-der del demonio”.

Una de las disertaciones más profundas de la Contra-rreforma fue la doble naturaleza divina y humana de Je-sús. La primera fue materializada por el escultor en la co-mentada actitud firme con la que rodea el madero. Le-jos del abatimiento, se alza en una postura sublimada si-guiendo la tradición griega de aparecer físicamente her-moso como imagen de excelencia moral y como muestra de que Cristo es el hombre renovado, el Homo Verus. Subya-ce aquí el pensamiento platónico de expresar la verdad, en este caso la divinidad, mediante un ideal de belleza y per-fección, que fue tratado magistralmente por Miguel Án-

gel en su Cristo de la Miner-va. Así parece encarnar la gran alegría y ternura con las que el “Señor abrazó la Cruz”, según las palabras del dominico asentado en Sevilla fray Pedro de Santa María de Ulloa.

La humanidad de Cristo está presente en las lesio-nes del martirio. Según los postulados tridentinos, es-tas heridas acreditaban la abnegación. A través de los daños, la expresión afligi-da y los gestos dolientes de la talla, que avanzan el ba-rroquismo pleno, se reco-nocen los padecimientos A

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reales de Jesús al tiempo que despiertan la conmo-ción y apelan al sentimien-to afectivo y compasivo en el devoto durante la proce-sión.

Como alegoría teológi-ca en torno al Mysterium Crucis, el Nazareno barro-co encuentra su culmina-ción conceptual en los atri-butos, que contribuyen a comprender la imagen de Jesús con la Cruz a cuestas en su significación divina. Los brillos generados por los metales preciosos, ya sean en orfebrería o borda-dos, remiten a la estética de

la luz del Abad Suger que comprende la luminosidad como elemento que asciende al mundo inmaterial. La Cruz del Nazareno del Silencio es plana como trono, pero realiza-da en plata y carey como cetro de poder, figurando así la visión de San Juan Crisóstomo sobre el Juicio Final, cuan-do “la Cruz y las cicatrices de Cristo brillarán más intensa-mente que los rayos del sol”.

Este resplandor divino hace indispensables las poten-cias que, derivadas del nimbo cruciforme del medievo, emergen de la cabeza de Cristo evidenciando su triple con-dición como Mesías, Rey y Sacerdote. Posee Nuestro Padre Jesús Nazareno unas con las iniciales IHS, que resultan es-pecialmente significativas en el plano simbólico por su fin nominativo: Iesus Hominem Salvator. Las potencias fueron tan importantes, que, como nos descubrió el profesor Sán-chez Herrero, llegó a existir a principios del siglo XVII una cofradía en Sevilla advocada a la “Sagrada Potencia de Je-sucristo”, también llamada de las “Tres Potencias de Nues-tro Redentor”.

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La presencia refulgente del Nazareno se hace plena con la túnica bordada, cuyo uso está documentado desde ini-cios del siglo XVII por inventarios, grabados y crónicas, como la de fray Tomás de Ledesma (1626) cuando defendió “la tradición de vestir a Cristo con la Cruz a cuestas en la calle de la Amargura con túnicas ricas”. El conjunto forma-do por la túnica bordada, las potencias y demás joyas nos retrotrae a lo más remoto de la liturgia cristiana y a la vin-culación del brillo con lo sagrado. Mediante la túnica bor-dada, Cristo aparece revestido en toda su santidad e infini-ta potestad, envuelto en su brillantez como Sol de Justicia y como Luz del Mundo, que deslumbra sobre la tenebrosi-dad de la muerte y del pecado. La imagen de Jesús Nazare-no guarda en su ajuar notables piezas textiles entre las que destacan las túnicas “del delantal” y la procesional. Am-bas cierran con su ornamentación el significado pasionis-ta y salvífico de la iconografía del Nazareno. Flores como las rosas y los lirios figuran las metáforas del Cantar de los

Cantares, mientras que los acantos y los cardos son re-ferencias directas a la acep-tación compasiva de su Pa-sión y Muerte en la esperan-za de la Resurrección.

Las tonalidades de las túnicas siempre responden a la descripción bíblica de los velos del Sancta Sanc-torum del Templo de Salo-món, el lugar que custodia-ba el Arca de la Alianza con los Diez Mandamientos. Es-tos colores son escarlata, púrpura y carmesí. La túni-ca de las hermanas Zuloaga es escarlata (burdeos), que junto al tono carmesí, su-giere el sacrificio, en este caso, a través del paralelis-mo cromático con el vino. La de salida, diseñada por Herminia Álvarez Udell, es púrpura o violeta como el lirio, por lo que indica rea-leza, humildad y castidad, valores reforzados por el exorno que luce el paso. Es-te significado salomónico y moral adquiere su senti-do al recordar las palabras de Jesús: “Considerad los li-rios, cómo crecen; no traba-jan, ni hilan; mas os digo, que ni aun Salomón con to-da su gloria  se vistió como uno de ellos” (Lucas 12:27).

Además de un vestigio histórico de la Pasión, la co-rona de espinas desempeña un papel clave en la lectura del Nazareno desde la doc-trina tridentina de la justi-ficación. Sus púas se clavan y atraviesan su cuerpo para indicarnos que, además de Rey, Cristo fue siervo reden-tor (Isaías 53). Si las espinas A

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emergieron de la tierra co-mo castigo divino al peca-do de Adán, al rodear sus sienes como diadema real se transfiguran en un dig-no anuncio de la redención.

Nuestro Padre Jesús Na-zareno está pisando la pie-dra del Gólgota, el lugar de la calavera. El peñasco des-nudo simboliza la muer-te sobre la que se erige el nuevo hombre, el segun-do Adán que con su Santo Madero nos libra del peca-do. La imagen avanza deci-didamente adelantando su pierna derecha que se fun-de con el stipes conforman-do una línea visual ascen-dente. Al quedar perfecta-mente acoplada la figura con la Cruz, puede obser-varse claramente cómo es-ta inclinación y la perpen-dicularidad del patibulum conforman una composi-ción en aspa que recrea la inicial del nombre de Cristo en griego (Χριστός).

El Nazareno del Silen-cio es un caso excepcional por la preservación de to-dos estos valores barrocos. Es evidente que su autor ta-lló la escultura consciente de que su trabajo sería cul-minado a través de las épo-cas con las aportaciones de orfebres, joyeros y borda-dores, de la misma forma que estos se basaron en la composición y plástica de la figura para plantear sus diseños. Se trata, pues, de una obra colectiva supe-ditada a la Teología y neta-mente concebida al servicio de la Liturgia; en definitiva,

una catequesis visual, que al conformarse hoy con todos su elementos, continúa cumpliendo su función instructiva a la vez que salvaguarda su autenticidad barroca, entendiendo que un estilo artístico no es una mera cuestión estética, si-no intelectual. Si hoy percibimos el discurrir de la cofradía del Silencio como un instante histórico detenido en el tiem-po, es por la conciencia que la Hermandad tiene de la Se-mana Santa como un rito tridentino heredado de siglos y como manifestación viva. Sin renunciar a las contribucio-nes contemporáneas y al cerrarse a las tendencias tempora-les carentes de significación, ha logrado que su imagen Ti-tular se nos presente como auténtico compendio teórico en clave teológica y se renueve así cada Madrugada como uno de los más sublimes símbolos artísticos de la acción reden-tora de Cristo. ■

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Dios del venir, te siento entre mis manos,aquí estás enredado conmigo, en lucha hermosade amor, lo mismoque un fuego con su aire.

No eres mi redentor, ni eres mi ejemplo,ni mi padre, ni mi hijo, ni mi hermano;eres igual y uno, eres distinto y todo;eres dios de lo hermoso conseguido,conciencia mía de lo hermoso.

Yo nada tengo que purgar.Toda mi impedimentano es sino fundación para este hoyen que, al fin, te deseo;porque estás ya a mi ladoen mi eléctrica zona,como está en el amor el amor lleno.

Tú, esencia, eres conciencia; mi concienciay la de otros, la de todoscon la forma suma de conciencia;que la esencia es lo sumo,es la forma suprema conseguible,y tu esencia está en mí, como mi forma.

Todos mis moldes, llenosestuvieron de ti; pero tú, ahora,no tienes molde, estás sin molde; eres la graciaque no admite sostén,que no admite corona,que corona y sostiene siendo ingrave.

Eres la gracia libre,la gloria del gustar, la eterna simpatía,el gozo del temblor, la luminariadel clariver, el fondo del amor,el horizonte que no quita nada;la transparencia, dios la transparencia,el uno al fin, dios ahora sólito en el uno mío,en el mundo que yo por ti y para ti he creado.

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para la tarde de difuntos. Es una luz que los sevi-llanos saben distinguir muy finamente en su avan-ce lento diario, desde el fondo frío del invierno “. Y termina: “La lluvia ha dejado su alma transparen-te sobre todas las cosas. En los patios abren sus ca-ras de monjas pálidas las flores de jarro Todo es-tá inundado de lumbre amarilla Llegan ecos inde-cisos, vagos, de cornetas, sueños, procesiones Es que ha llegado la luz y el viento de la Semana San-ta. Por esta vira de oro de la tarde de marzo, viene Jesús Nazareno”.

Hoy la niebla es incienso, la noche es carey, la luna es plata, el sol es oro de retablo, el susurro del viento son saetillas y febrero marcea sólo porque hay Función en San Antonio Abad. ■

(Publicado el domingo 2 de febrero de 2020 en Diario de Sevilla)

Febrero marcea en San Antonio Abad

Porque Jesús Nazareno ha estado de quinario y hoy recibe la ofrenda de la Solemne Función a él dedicada,

el recién nacido febrero marcea. Como si el Dulcísimo Nazareno regalara a la ciu-dad un brizna de esa vira de oro de la tar-de de marzo sobre la que tan exacta y be-llamente, con esa elegancia sólo suya, es-cribió Joaquín Romero Murube en su anto-lógico artículo Por la tarde de marzo des-pués recogido en Sevilla en los labios.

¿Cómo darle las gracias a quienes po-nen en palabras nuestras emociones? Re-cordándolos y, sobre todo leyéndolos. ¡Ay de Sevilla si los jóvenes ignoran a Romero Murube, a Laffón, a Sierra o a Chaves No-gales! Ellos construyeron con palabras la ciudad que nos habita como Aníbal Gon-zález, Espiau o Talavera la construyeron con edificios, García Ramos, Bacarisas o Gonzalo Bilbao la construyeron pintando y Albéniz, Turina o Font de Anta la cons-truyeron componiendo.

Fue Romero Murube quien puso en pa-labras la alegre emoción que nos produce la luz y la tibieza crecientes, la resurrec-ción de la ciudad -abarrotadas las calles por esos girasoles ávidos de luz que somos tantos sevillanos- cuando febrero marcea en estos días que son como un pregón, un anuncio, un anticipo, una promesa o un tráiler de la primavera que, dejado atrás el antipático enero, camina hacia su encuen-tro con la ciudad. Y lo hizo, para mayor go-zo de los primitivos hermanos que lleva-mos escrito en la memoria y en el corazón el primer viernes de marzo, vinculando la luz de marzo a Jesús Nazareno.

Empieza así el artículo de este maestro de la prosa poética sevillana: “Hay una luz de la Semana Santa, igual que hay una luz especial para la mañana del Corpus o

Carlos Colón Perales

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En la página anterior, se ve a la Virgen de la Concepción entronizada en su altar de diario de la capilla de Jesús Nazareno, entre 1955 y 1963, justo en el lugar que hoy ocupa el dosel de la Santa Cruz de Jerusalén. Como se observará, el fondo del mismo es mucho más profundo que en la actualidad. Sorprende la abundancia de velas en el plan de altar y la amplitud del pollero de la Virgen, muy en consonancia con las modas de finales de los cincuenta y principios de los sesenta. Igualmente, es bastante curioso que la Virgen no está centrada, sino que aparece “a la malagueña”, desplazada hacia la izquierda.

En la imagen superior, comienzos del presente siglo. Tres “señores del Silencio” -la descripción es del inolvidable Félix Pozo Sánchez- dialogan entre sí antes de que comience el acto de Exaltación a la Cruz, en un mes de mayo cualquiera. Don Antonio Chiappi Bergali, don Eduardo Recio Mensaque y don Juan Carlos Valverde Conradi, ejemplos de sabiduría nazarena para generaciones futuras.

La fotografía ha detenido el tiempo en un incierto día de Cuaresma de comienzos de los años 30. El palio de crestería de Cayetano González sale a la calle para realizar pruebas de medición. Fuera del paso, se arremolinan algunos miembros de la Archicofradía y un grupo de curiosos que pasaba por la calle Álvarez Quintero. Dentro, apenas se distinguen los rudos rostros de los trabajadores del muelle que portarán las andas durante la Madrugada. Todo igual y todo tan distinto tras el paso de un siglo.

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Jesús Nazareno –siempre igual y siempre distinto– contempla al espectador desde una añeja fotografía coloreada de mediados de los cuarenta. Obsérvese la corona de espinas y la presencia del juego de potencias “galletonas”, que aún conserva la Archicofradía

Año 1973. La cofradía echa a andar tras el parón que le ha dado la Hermandad de los Gitanos. El amanecer sorprende a María Santísima de la Concepción delante de la puerta de la Parroquia de San Andrés. Es el año del gran parón; el que se ha mordido la cola de la pescadilla. La luces se proyectan sobre las últimas parejas de nazarenos que se comprimen para que no se quede descolgado el paso de la Virgen al discurrir por la estrechez. Hay poco público. El CECOP y el aforamiento de calles aún quedaban muy lejos

Don Juan Delgado Alba, el inolvidable Hermano Mayor, presenta una “Noche Nazarena” de comienzos de los ochenta. Nadie imaginaba que una noche de mayo de 1982 nunca terminaría de llegar a la casa de Hermandad para presentar otro acto de la Archicofradía. La muerte sorprendió a este “Cofrade Ejemplar de Sevilla” casi delante de la capilla de la Vera-Cruz, llenando de dolor a sus hermanos del Silencio. Sin embargo, la semilla ya estaba plantada y con los años terminó por germinar.

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María Santísima de la Concepción aguarda su salida procesional durante la Semana de Pasión de un año indeterminado perteneciente al comienzo de la década de los setenta. Véase el detalle del tocado suelto y despejado sobre el rostro de la Virgen. El resto sigue igual: la perenne compañía del Discípulo Amado, la cera alta fundida a plomo sobre la candelería, los altos varales de plata que sostienen el techo de palio… y la misma ilusión de los Primitivos Nazarenos de Sevilla por acompañar a la Sin Mancha por las calles de Sevilla testimoniándole su amor.

Miguel Román Pérez de la Gomera, Prioste de Priostes, ultima los detalles postreros de la Virgen, antes de un Besamanos de finales de los sesenta. Nadie como él supo interpretar y refundir el clasicismo en la estética de la Archicofradía. Sin él no se entenderían los montajes efímeros actuales (el Besamanos, el Besapiés, los altares de culto). Mucho le debe la Hermandad a este hombre que un día se fue en silencio, sin hacer casi ruido, para arreglarle el tocado en la Gloria a la Virgen de la Concepción.

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C/. Jesús de la Vera Cruz, 25Teléfono: 954 21 28 70

Boletín de La Primitiva Hermandad de los Nazarenos de Sevilla, Archicofradía Pontificia y Real de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Santa Cruz en Jerusalén y

María Santísima de la Concepción

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