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Magazin Julio 07 CTP.pmdAntoine de Saint-Exupéry, el gran
príncipe
EL MAGAZÍN Lo anterior es un fragmento del minúsculo pero enor- me cuento del aviador francés Antoine de Saint-Exu- péry, El principito, publicado en 1943 y escrito mien- tras se hospedaba en un hotel de Nueva York. En un comienzo muchos pensaron que era una historia in- fantil, pero al leerlo dos y más veces se dieron cuenta de que es algo esencial en la vida de los hombres, pues habla de la vida, del amor, y especialmente de la amis- tad. Allí, él se imagina perdido en el desierto del Sa- hara, después de que su avión tuviera un percance. Es entonces cuando se le aparece un pequeño prín- cipe extraterrestre, quien le habla de tantas cosas be-
llas que el aviador termina diciendo que los hombres somos realmente estúpidos y frágiles, y al llegar a
adultos no entendemos la sabiduría de los ni- ños. El pequeño príncipe vive en el asteroide
B612, en donde hay algunos volcanes y una rosa, y todos los días arranca los árboles
baobabs, pues si los dejara crecer par- tirían su territorio en miles de peda- zos. A veces visita otros planetas y
se encuentra con un rey que cree que gobierna bien las estrellas, pero la verdad es que se trata de un político ambicioso; hay un va- nidoso insoportable y envidioso, un borracho que bebe porque no tiene la voluntad de dejar de hacerlo; la avaricia y la ambición están retratadas en el hombre de negocios que quiere com- prar más y más estrellas; el geó- grafo sólo vive dibujando mapas, pero su pasión laboral no le per- mite ir a otros lugares a descubrir
nuevos rincones, y menos aceptar que en un mapa se incluya una rosa,
la del pequeño príncipe. El farolero es el más positivo de ellos, pues represen-
ta la disciplina, la lealtad y la responsa- bilidad de encender y apagar todos los
días un farol. Cuando el pequeño va a la Tierra descubre que
hay miles de rosas y se deprime, pero alguien le dice que lo importante de su rosa es que él la ama.
Pide dibujar un carnero y el narrador le traza una boa que se ha tragado un elefante; otros dicen que sim- plemente es un sombrero. En el desierto, el principi- to conoce una serpiente que tiene el poder de devol- verlo a su planeta. Después de pensarlo, el pequeño se despide emotivamente del narrador y deja que la serpiente lo muerda. El principito queda blanco como la nieve, y cuando el narrador busca su cuerpo, al día siguiente, ya no está... «¡Ninguna persona mayor com- prenderá jamás que esto sea verdaderamente impor- tante!», reflexiona el escritor.
Dicen que Saint-Exupéry murió en un vuelo de reconocimiento, el 31 de julio de 1944. Había nacido en Lyon en 1900, y siempre quiso pertenecer a la ar- mada, pero se cambió a la aviación mientras presta- ba el servicio militar en 1921. Fue muy activo en Áfri- ca y en América del Sur. Sus dos primeros libros le dieron fama mundial: Correo del sur y Vuelo noctur- no, en donde hablaba de la fascinación de volar. Lue- go publicó Tierra de los hombres, en donde pregonó la necesidad de ser solidarios y dejar a un lado el odio. Durante la II Guerra Mundial luchó con la aviación francesa y en medio del fragor escribió Piloto de gue- rra, una bella reflexión de vida. Al caer Francia viajó a América, y en 1943 se unió a las Fuerzas Francesas en África del Norte.
La aviación y la literatura estuvieron inextricable- mente ligadas en su vida, y a ambas incorporó un excepcional sentido de entrega. Lejos de escribir sim- ples memorias o novelas de aventuras, trató de des- cribir la sobrecogedora impresión que le producía volar; según él, lo aproximaba al corazón del miste- rio de la existencia. Volando encontró la satisfacción y el sentido de la dignidad humana; descubrió la exis- tencia de una noble fraternidad entre hombres des- interesados y valientes, unidos en un esfuerzo común. Por eso, en Correo del sur evoca los pensamientos y sentimientos de un piloto.
En Vuelo nocturno, obra injustamente desconoci- da, mezcla una acción escueta, pero dramática, con profundas reflexiones morales sobre el tema de la felicidad, que se encuentra no en la libertad ni en el amor humano, sino en la aceptación del deber y en la entrega a la misión individual.
LA EDICIÓN EN FRANCÉS DE EL PRINCIPITO, LIBRO QUE THOMAS
MANN DECÍA TENER SIEMPRE EN LA CABECERA DE SU CAMA.Por Jorge Consuegra
A. de S. E.
No se ve bien sino con el corazón; lo esencial es invisible para los ojos.
Sé que en algún lugar del mundo existe una rosa única, distinta de todas las demás rosas, una cuya delicadeza, candor e inocencia harán despertar de
su letargo a mi alma, mi corazón y mis riñones. A esa rosa, donde quiera que esté, dedico este traba-
jo con la esperanza de hallarla algún día, o de dejarme hallar por ella.
Existe [...] rodeada de amapolas multicolores, filtran- do todo lo bello a través de sus ojos aperlados, cristalinos y absolutamente hermosos [...].
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El cuerpo de la patria a Pablo Neruda
Esta es Colombia, Pablo, con su espuma y su piedra curvada dulcemente sobre el cielo de América. Aún lentas carabelas en el Océano Atlántico de blancura y de norte hacen su itinerario, y si Colón volviese de su último viaje bahías de sus tierras diera para su naves. Las aguas que copiaron el rostro de Balboa aún son mansas, y tiembla el cielo entre sus olas. Son el futuro rumbo: el presagio y el alga entre su limo crecen, buscando la mañana.
Oye su caracol. Pon tu espalda en la tierra que hombre y mar son iguales tendidos en la arena. Suelta tu ronca voz, por riscos de sus Andes que Colombia te escucha creciendo entre sus árboles. ¡Y mira el Tequendama de cantera y de pluma desplomar fragoroso sus líquidas columnas! El suelo con su gusto de pan en sus arcillas coronando está de oro la sien de la espigas; y un vaho maternal como húmedo fuego conduce la semilla del arado a los bieldos. Mira las mariposas de Muzo bajo el día palpitar como gotas de una esmeralda líquida y la orquídea de aroma y de entreabierto sexo mecerse entre los árboles como un ave del cielo. [...] Y esta que ves y tiene su cimiento en el alma es Bogotá que ignora la medusa y la esponja, mas tiene ala de puerto, e inmensidad que azota el momentáneo sitio donde se posa el águila y en azúcar resuelve su escudo la granada. Recostada en su lecho de cuaternaria estirpe, pequeños ríos la rondan y el monte que la inscribe en la cierta planicie deja caer sus losas de castigada piedra no en peso sino en sombra. ¡Tal es la patria, Pablo! Durezas y blanduras saben de su materia. Está su entraña húmeda de tan profunda sangre, que llegar a sus valles es atender el pulso deshecho de los padres. [...] El amor va creciendo con la tierra y sus signos, tiene norte y limita con rocas y con playas, y mi amada que habita su parcela de lágrimas se suma sometida al concierto terrestre por su calor, su paso, y ese germen de muerte que transita la incierta materia de las cosas. Ella integra la patria; vecina de la rosa, la lluvia, el árbol solo, el berilo y la espuma.
No es verdad. El viaje no termina jamás. Sólo los viajeros terminan.
Y también ellos pueden subsistir en memoria, en recuerdo, en narración.
El objetivo de un viaje es sólo el inicio de otro viaje.
José Saramago, Viaje a Portugal
La Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, en el marco de Bogotá Capital Mundial del Li- bro, continúa realzando los encuentros litera-
rios del programa Elogio de la Lectura, con un invita- do de lujo: José Saramago. El escritor portugués dará una charla el próximo 9 de julio en el teatro Jorge Eliécer Gaitán, cuyo tema central será el libro como instrumento de paz. La moderadora de la conferen- cia será la autora colombiana Laura Restrepo.
Los abuelos maternos de José Saramago eran analfabetos. Criaban cerdos incluso a veces en los inviernos, dormían con los animales más flacos para darles calor. De sus abuelos, de sus vivencias en un caserío portugués, de esos personajes de provincia que conciben la vida de otra manera, madrugan a ordeñar unas pocas vacas, trabajan la tierra, saben con exactitud cuándo va a llover y por lo general mueren más viejos que los hombres de corbata que trabajan en la ciudad, de todo eso se ha nutrido la li- teratura del Nobel portugués.
Saramago: Bemvindo à Bogotá, Capital Mundial do Livro*
Después de escribir su primera novela, Terra do pe- cado, Saramago duró 19 años sin escribir ninguna obra. Sobre esta larga pausa en su oficio el autor afir- mó: «Sencillamente no tenía nada que decir y cuan- do no se tiene nada que decir lo mejor es callar». Desde que publicó su primer libro, los textos del es- critor, con su prosa fluida, su capacidad descriptiva y un marcado contenido político, se han convertido en clásicos de las letras universales.
Hoy en día, a sus 85 años, Saramago sigue siendo no sólo un sobresaliente escritor sino un reconocido comentarista. Cuando dos aviones destrozaron las Torres Gemelas, en uno de los golpes más fuertes al sistema político estadounidense, Saramago escribió un impresionante ensayo acerca de las matanzas en nombre de Dios, titulado «El factor dios». Éste es un fragmento:
Los dioses, pienso yo, sólo existen en el cerebro hu- mano, prosperan y se deterioran dentro del mismo uni- verso que los ha inventado, pero el «factor dios», ése, está presente en la vida como si efectivamente fuese dueño y señor de ella. No es un dios, sino el «factor dios» el que se exhibe en los billetes de dólar, y se muestra en los carteles que piden para América (la de Estados Uni- dos, no la otra…) la bendición divina.
Durante la dictadura de Salazar, en Portugal, el escritor fue perseguido y censurado. Años después, cuando se publicó su memorable obra El evangelio según Jesucristo, a Saramago se le prohibió asistir al Premio Literario Nacional alegando que su libro ofen- día a los católicos. El autor se instaló entonces en la isla de Lanzarote, en Canarias.
Obras como El ensayo sobre la ceguera, El año de la muerte de Ricardo Reis, Cuadernos de Lanzarote, entre muchas otras, componen la extensa produc- ción de Saramago, un auténtico defensor de la liber- tad y la dignidad humana.
El autor se suma a la celebración de Bogotá Capi- tal Mundial del Libro y al Elogio de la Lectura, que empezó sus actividades el pasado mes de junio y, hasta abril de 2008, tiene una variada programación en la que diversos autores hablarán, desde distintas ópticas, acerca del libro y la lectura.
Bienvenido pues José Saramago a la capital de Colombia. Lo invitamos a dar un paseo por esta ciu- dad incrustada en los Andes, donde una tarde de sol se puede convertir, súbitamente, en un sonoro agua- cero. Bienvenido a la ciudad del calor y el frío, del ladrillo rojizo y la montaña, de los atardeceres ana- ranjados y los buses verdes y rojos. Bienvenido a la ciudad con mayor número de celadores por kilóme- tro cuadrado, donde al café se le llama tinto, y her- mano o hermanito a cualquier parroquiano.
*Saramago: Bienvenido a Bogotá, Capital Mundial del Libro.
JOSÉ SARAMAGO POR EL GRAN
CARICATURISTA BRASILEÑO, CÁSSIO LOREDANO. CORTESÍA DE LA REVISTA EL MALPENSANTE
Dos nobeles
Colombia, nuestro poeta
¡Bienvenido, maestro!
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Desde que la Imprenta Nacional se modernizó e inau- guró su nueva y lujosa sede, insólita y funcionalmente diseñada como una prisión —paradójicamente en la Avenida de la Esperanza—, murió el Museo de Artes Gráficas, el único con el que contaba el país. De ma- nera que hacer hoy un libro de arte, o saber cómo se hacía, ya no es posible, salvo en el Taller Arte Dos Grá- fico, una vieja casona en la ciudad de Bogotá, con un jardín de esculturas en la entrada, un bosque de anti- guas prensas salvadas del progreso, y Sextante, una muy activa galería de arte, que en estos días debe es- tar cumpliendo más de veinte años.
En 1983 hicieron su primer libro de artista, Neru- da y la alegría del mundo, al que invitaron a partici- par a 21 artistas iberoamericanos. «Desde ese momen- to hasta ahora —dicen Luis Ángel Parra y María Eugenia Niño— hemos editado más de 60 títulos. Los artistas se han apropiado de los talleres: el taller de li- tografía, de grabado, de serigrafía, de alto relieve, de tipografía, el taller de papel, el de encuadernación, la carpintería y la marquetería, el taller de fotografía y el de nuevos medios». Antonio Samudio, Leonel Góngo- ra, Fabián Rendón, Gustavo Zalamea, José Antonio Suárez, Juan Antonio Roda, Carlos Santa y Germán Londoño son algunos de los artistas colombianos con sendos libros en esta colección, tan mal llamada en las bibliotecas públicas «libros raros y curiosos».
Pero en nuestro medio lo son, como son también los únicos con todos los derechos para llamase libros, no sólo por el enorme trabajo que contienen, por la finura de sus papeles y acabados, o por estar cosidos con hilo, sino por el decidido propósito de rescatar la imagen, de no ser desechables y de aspirar a una humana permanencia. Basta ver los grabados de Samudio en los libros hechos con el poeta Juan Ma- nuel Roca, o las traducciones de los sonetos de William Shakespeare, o los talismanes nocturnos de Fernando de Szyszlo para darse cuenta de que el pro- yecto es algo muy serio, de que éste es uno de los po- quísimos talleres editoriales que bien vale la pena co-
nocer, pues además es la única casa editorial abierta al público, y la única donde es po-
sible aprender algo, porque allí se tra- baja con admiración contagiosa por
el oficio. Y esto, hoy en día, es una rareza.
«Ver lo que nuestro espíritu corrompido por los medios
de comunicación no logra percibir», dice Beatriz
González de los gra- bados de José An-
tonio Suárez, pu- blicados por el Taller. Se dice que los libros ilustrados na- cieron para los «lectores» que no sabían leer, lo cual es exac- to para nues- traépoca, pues el llamado Si-
glo de la Imagen no ha sido capaz de producir ni una sola imagen perdurable (salvo la de la bomba atómi- ca); es un fluido irreflexivo, que no sólo destruye la imagen sino también la realidad, pues destruye nues- tra percepción. Un flujo violento, sin forma ni ros- tro, insignificante e imparable. «Un movimiento en el cual ya no existe ninguna forma de permanencia», como dice Hannah Arendt. O como dice Claudio Ma- gris, más político, o visionario: «El totalitarismo no se confía ya a las fallidas ideologías fuertes, sino a las ge- latinosas ideologías débiles, promovidas por el po- der de las comunicaciones». En otro de los libros del Taller, dice Beatriz González: «Los medios le han ido arrebatando [a la imagen] los valores estéticos, éti- cos y testimoniales, y la conducen a un mundo frío y perecedero. Los artistas la retoman para devolverle esos valores, darle calidez y algo de perpetuidad».
El oficio de rescatar la imagen
Por eso me parece un caso extraño de sensatez una editorial que se escapa de esta corriente —que huye hacia el vacío y la publicidad— para detenerse en el arte del grabado y en el libro verdadero; un trabajo digno de convertirse en oficio, para toda la vida, que pretende rescatar el rostro humano de la imagen, eso que en la universidad llaman en jerga inadmisible «el nivel facial del individuo». Sí, éste es un caso raro y curioso, un caso raro de madurez en una generación que no maduró y que, aunque en su juventud buscó desesperadamente sus vocaciones, abrió la puerta a la entrega y al desencanto, a la frustración, al vacío y al cinismo, que hoy conducen la carreta de este Mal llamado progreso. Sí, este taller es una rareza, que navega serena contra la corriente.
J IM
A M
A R
Por Santiago Mutis Durán
Hoy, cuando en Colombia crece la industria editorial y languidece la cultura, cuando el Estado ha renunciado radical y brutalmente
a sus excelentes fondos editoriales de antaño, cuan- do las revistas pululan convertidas en medio de co- municación semiporno y en vistosos catálogos de venta de automóviles y relojes, perfumes, lencería y teléfonos celulares, es una verdadera rareza ver ma- durar un proyecto independiente que respeta el li- bro de arte y los viejos procesos de impresión para realizarlo.
Los medios le han ido arrebatando [a la imagen] los valores mundo frío y perecedero. Los artistas la retoman para devol
Ésta es una pequeña muestra
de los muchos trabajos que
diferentes artistas, usando
en el Taller Arte Dos Gráfico.
FERNANDO DE SZYSZLO, SIN TÍTULO (DEL LIBRO DE ARTI MANUEL HERNÁNDEZ, SIGNO SER (PORTAFOLIO ARTE Y DIVERSIDAD). LITOGRAFÍA Y SERIGRAFÍA
EDUARDO RAMÍREZ VILLAMIZAR, SIN TÍTULO. SERIGRAFÍA
GUSTAVO ZALAMEA, EL TIEMPO. SERIGRAFIA
ores estéticos, éticos y testimoniales, y la conducen a un volverle esos valores, darle calidez y algo de perpetuidad.
Maestra Beatriz González En un libro del Taller Arte Dos Gráfico
RO DE ARTISTA ESTATUA VIVA). LITOGRAFÍA SOBRE PIEDRA
JUAN MANUEL LUGO, SIN TÍTULO,
(LIBRO DE ARTISTA NERUDA
AUGUSTO RIVERA, VUELTA A CASA DE JONÁS. SERIGRAFÍA
JOSÉ ANTONIO SUÁREZ
LEONEL GÓNGORA
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Por Eduardo García Aguilar
Jineth Ardila, Santiago Mutis Durán y Juan Manuel Roca, quienes siempre
están listos para emprender con gene- rosidad los proyectos más utópicos en favor del arte y la poesía, lograron ha- cer realidad el libro más bello y necesa- rio. Se trata de El libro de las celebracio- nes, editado por la Fundación Domingo Atrasado, y en el que los tres curadores del proyecto convocan a más de cin- cuenta autores colombianos para escri- bir un homenaje personal a su figura querida del arte, las letras o el pensa- miento de Colombia en el siglo XX.
En un país tan terrible como el nues- tro, donde la ley es el olvido y el ostracis- mo para la gente que dedica su vida a ejercer el arte, a enseñar, a amar, a can- tar, a cuidar la naturaleza, y donde por el contrario se encumbra y se premia a los pillos y asesinos, rescatar a esos hombres y mujeres buenos —en el buen sentido de la palabra «bueno»— era necesario para que, desde el más allá o el más acá, nos den energía renovadora para vivir en estos tiempos difíciles.
Muchos de ellos brillaron al mismo tiempo que llevaban una vida modesta como maestros u oficinistas, sorteando los dramas del exilio, la pobreza, la en- fermedad, el olvido o la incomprensión. Algunos publicaron sus obras en edicio- nes modestas, emprendieron proyectos de revistas efímeras que hacían con las uñas, dieron clase con pasión a alum- nos que los recuerdan, o lucharon con- tra la injusticia del país como se lucha
El libro de las celebraciones (de 56 personajes)
contra un monstruo invencible de mil cabezas. Sus voces se escuchan todavía en cafés como El Pasaje, el Saint Moritz o El Colonial de Bogotá. Esos viejos nuestros caminan aún fantasmales por la Séptima, del brazo de sus amigos o sacudiéndose de la lluvia del siglo XX —todavía por armar— con paraguas y sombrero Stetson.
Cuando por fin me llegó el libro a París, me senté a devorarlo en el café Sarah Bernhardt, en la Plaza de Châte- let, junto al río Sena y con los torreones puntiagudos del Palacio de Justicia al frente, mientras ardía el sol de junio. Desde lejos y en ese lugar privilegiado las palabras de la tierra me llegaban mucho más dulces o más amargas, y brotaban de las páginas con peligrosa efectividad, como puñetazos de boxea- dor o revelaciones angustiosas de ese inmenso rompecabezas cultural que es el siglo XX en Colombia.
Pasar revista a esas figuras entrañables y verlas salir desde la humareda del de- sastre renueva hasta al más escéptico. Ahí están los retratos de quienes nos dejaron hace tiempo, como Ciro Men- día, Fernando González, León de Greiff, Luis Vidales, Aurelio Arturo, Jorge Zala- mea, Leo Matiz, Alejandro Obregón, Fernando Charry Lara, Manuel Zapata Olivella, Jorge Gaitán Durán, Héctor Rojas Herazo, Pedro Gómez Valderra- ma, Enrique Buenaventura, Hernando Valencia Goelkel, René Rebetez, Feliza Bursztyn, Estanislao Zuleta, Ignacio Chávez, R. H. Moreno Durán, Miguel de Francisco, Jorge García Usta, César Pé- rez y Andrés Caicedo, para mencionar sólo a algunos.
Cada retrato es un mundo: ahí está el viejo loco Fernando González foto- grafiado y contado por Guillermo An- gulo, muy real, lejos del mito y la leyen- da. Volvemos a ver ese personaje lleno
de luz que era Leo Matiz, convertido ahora en celebridad mundial del arte fotográfico, y además el hombre más modesto y sencillo. Jaime Echeverri nos cuenta un instante en la vida de un ofi- cinista discreto que tomaba tinto en El Pasaje y se llamaba Aurelio Arturo. Juan Manuel Roca nos habla de Alejandro Obregón, ese otro generoso a flor de piel y amigo que iluminaba todo a su alre- dedor con afecto y whisky.
Nicolás Suescún nos presenta a Her- nando Valencia Goelkel, figura pondera- da que dijo lo que tenía que decir y es ejemplo de rigor y ética intelectuales. Li- sandro Duque nos cuenta, con la maes- tría narrativa y la vena humorística que lo caracteriza, la vida de su amigo el ci- neasta español José María Arzuaga, quien vino a Colombia por loco y se quedó, ma- logrando tal vez una gran carrera cine- matográfica. Y volvemos a ver a Ignacio Chávez, el hombre abierto y tolerante que recibió la estocada del infame régimen actual como pago por una vida de en- trega a la palabra y a la amistad.
Entre los vivos Gustavo Álvarez Gar- deazábal nos presenta a Otto Morales Benítez, una fuerza proteica que debió ser presidente. Joe Broderick nos trae al sorprendente Fernando Oramas, Ignacio Ramírez a Antonio Samudio, y hay sem- blanzas de Germán Espinosa y Teresita Gómez, de Andrea Echeverri y Efraim Medina, dos necesarios niños terribles de la cultura colombiana en movimiento.
Pero el texto que más me conmovió, por su belleza romántica, gótica y eróti- ca, y sin duda uno de los más logrados del libro, es el de Patricia Restrepo, quien nos entrega en carne viva los últimos días y horas de Andrés Caicedo, ese ídolo de leyenda que conquistó la eternidad por su gesto de rebelión total, al suicidarse el mismo día en que salió su primera no- vela, Que viva la música, clásico de la li- teratura colombiana.
Minuto a minuto vemos a esos dos muchachos enamorados, iconos de una generación desbocada cuyo fulgor en los años setenta está por revisar, contar y reactivar. Los tenis rojos de Patricia en el sepelio son el símbolo de la más ab- soluta soledad de la generación de los nacidos en los años cincuenta, quienes se quedaron para sobrevivir, encanecer, envejecer, engordar, cuando habían so- ñado con hacer explotar el mundo con arte, cine, poesía, rumba, sexo y ron.
Los jeans que Patricia se quita en el estoico nido de amor, sus cuerpos des-
EN EL LIBRO DE LAS CELEBRACIONES
SÓLO APARECE UNA FOTO: EL RETRATO DE FERNANDO GONZÁLEZ,
HECHO POR NUESTRO DIRECTOR, GUILLERMO ANGULO.
Curadores y editores: Jineth Ardila, Santiago Mutis Durán y Juan Manuel Roca Fundación Domingo Atrasado Bogotá, 2007 278 páginas
libros
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Por Germán Izquierdo Manrique
En este libro está la ciudad enana de calles de piedra, de capillas, de se-
ñoras rezanderas, de comida y cena y postre de papayuela, y zaguanes y ca- sonas de tres patios, seis cuartos, sala, comedor y un solo baño. Pero también se encuentra una capital más grande que terminaba en la calle 26, y la Bogo- tá que ya se había tragado a Chapinero y finalizaba en la calle 72. Se describe la desbaratada ciudad de los años setenta y ochenta, de tiendas amarillas, buses echando un humo negro y taxis negros.
Una verdadera guía literaria de una ciudad como Bogotá debe tener mu- chas perspectivas, diversas visiones, personajes, episodios memorables. La Guía literaria de Bogotá, editada por Aguilar, la Alcaldía Mayor de Bogotá y Bogotá Capital Mundial del Libro está conformada por una gran cantidad de textos escritos por José Asunción Silva, Antonio Caballero, León de Greiff, Ri- cardo Silva, Alberto Lleras, Luis Fayad y García Márquez, entre otros.
El libro tiene cuatro rutas temáticas: atmósferas, andares, personajes y epi- sodios. En «atmósferas» se encuentran, por ejemplo, los cerros de Monserrate y Guadalupe descritos por Laura Res- trepo en su novela Delirio, la Sabana de
Guía literaria de Bogotá
bocados en un lecho de piedra, la for- ma peculiar y excéntrica de bailar la salsa, las cartas de amor, las pataletas de los enamorados, salen de esas pocas páginas para quitarnos la respiración y revelarnos el desastre generacional de sobrevivir y envejecer en el caos de la superboba patria.
En fin, en este primer volumen de El libro de las celebraciones aparecen más de cincuenta personajes que debemos abrir y explorar para entender un poco el hecho de ser colombianos y no mo- rir en el intento. Es un libro necesario para tratar de entender la cultura co- lombiana del siglo XX, con sus aristas, sombras, destellos y desfallecimientos. Ese siglo que en su crepúsculo nos dio la sorpresiva voz mítica de Andrea Eche- verri, leyenda viva cuyo retrato, escrito por su homónima Andrea Echeverri Ja- ramillo, abre puentes entre dos genera- ciones rebeldes. Este penúltimo texto nos hace visitar la creativa Colombia underground, donde vibra la fuerza ar-
JORGE ZALAMEA Y SU ESPOSA YIRINA, EN BOGOTÁ. FOTO © GUILLERMO ANGULO
Bogotá según William Ospina, las ins- trucciones para lanzarse del Salto del Te- quendama de Daniel Samper Pizano.
En la ruta «andares» se describen la carrera séptima, la peregrinación de un viaje en tranvía según Lucas Caballero, la caótica carrera décima vívidamente contada por Luis Fayad en Los parien- tes de Ester. En un escrito tomado de la novela Sin remedio, Antonio Caballero cuenta: «La carrera trece es un corre- dor de agonía, un encajonamiento de luces de neón surcado por los buses que pasaban iluminados como altares en la semana santa».
Los personajes son muchos y muy variados. Están desde el chicharrone- ro (matador de cerdos) y el barbero le- chuga, peluquero de los virreyes, has- ta Camilo Torres y el Che Guevara. También los episodios memorables como el 9 de Abril, narrado en el libro desde el testimonio del entonces es- tudiante Gabriel García Márquez, o el maravilloso relato de Alfredo Iriarte sobre una insólita partida de ajedrez jugada entre bogotanos y antioqueños. Cuenta Iriarte: «[…] la condición era que ninguno de los dos equipos viaja- ría. Las partidas se jugarían por telé- grafo».
tística que pasa de generación en gene- ración y se transmuta en el inmenso dragón sediento de futuro. En las nuevas entregas aparecerán sin duda muchos más personajes que están por contar, como Danilo Cruz Vélez, Darío Mesa, Maruja Vieira, Meira del Mar, Jaime García Maffla, Harold Alva- rado Tenorio, Fernando Denis y Ramón Illán Bacca, entre muchos otros que nos acompañan, y eso sin contar decenas y decenas de los que se fueron y aún no nos han revelado todos sus secretos.
Colombia arde en estas primeras 278 páginas de sorpresas inolvidables, mostrándonos que el dragón de la cultura colombiana está vivo: León de Greiff, Fernando Charry Lara, Andrés Caicedo, Alejandro Obregón y Enrique Buenaventura, desde el firmamento, nos incitan a seguir su camino para con- jurar la mansedumbre de estos tiempos dominados por los peores asesinos y bandidos disfrazados de padres de la patria.
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Por Mauricio Laurens
El tristemente célebre Campo Elías Delgado, lla- mado Eliseo en la película Satanás, desborda sus pasiones enfermizas e instintos criminales
en un clima de ensañamiento colectivo. Fuerza dañi- na traducida cuadro a cuadro en rencores, neurosis, amarguras, enconamientos e indisposiciones que ha- cen mella en el espectador. No sólo los rasgos inter- pretados por Damián Alcázar, sino también su corro- sivo entorno, conforman lo mejor de este reciente largometraje colombiano dirigido por Andrés Baiz.
Campo Elías prepara sus atroces crímenes y eje- cuta certeras acciones en una racha precipitada que concluye en la masacre de Pozzetto, durante los últi- mos quince minutos de cinta. Variaciones temáticas y atmosféricas en torno al mal enriquecen su trama, con sufrimientos liberados mediante muertes direc- tas e implacables. Mario Mendoza, escritor e investi- gador, habla de ciertas tensiones palpadas: «El racis- mo, la segregación, la violencia intrafamiliar, el desempleo, el estrés laboral, el clasismo, la arrogan- cia, la pedantería y el desprecio… Son miles las for- mas de microviolencia que nuestra sociedad practi- ca día a día sin el menor reparo…».
Lecturas Tanto Mario Mendoza, autor de la novela en la que se basa la película, como el psiquiatra Luis Carlos Res- trepo aseveran que no es el peso de Vietnam lo que desató tales asesinatos, sino la lectura del clásico de terror El extraño caso del doctor Jekyll y míster Hyde. Su hilo narrativo destaca los pasos impredecibles de un monstruo amante de los libros y enemigo de su propia madre, que da clases particulares y frecuenta bibliotecas como únicos alicientes; esa misma perso- na que siente asco en un prostíbulo y llora en una iglesia sin ser creyente…
En la eterna dualidad del bien y el mal, dramati- zada por Robert Louis Stevenson, una persona ho- norable y virtuosa como Jekyll súbitamente se trans- forma en Hyde, monstruo complacido en hacerle daño a sus semejantes. Nadie puede ignorar la pre- sencia reprimida u oculta de sentimientos torpes y escurridizos sobrepuestos a circunstancias particu- lares. No es usual ver en la nueva novela urbana, ni en el incipiente cine de autor a la colombiana, una recreación tan personal y universal de algo que nos corroe…
Itinerario sangriento Hacia las 2:00 de la tarde apuñaleó a madre e hija en un apartamento del barrio La Alambra. En el edificio donde vivía mató a su mamá de un tiro en la nuca y luego la incineró, y a seis mujeres más también las asesinó —la mayoría de ellas estudiantes— para fi- nalmente masacrar a una veintena de comensales en un restaurante de comida italiana en Chapinero, Po- zzetto, al que ingresó a las 7:15 de la noche, iniciando una hora después el abaleo. A las 9:30 yacían en el primer piso los cuerpos de cinco mujeres y nueve hombres. Seis personas más murieron en hospitales vecinos.
Escribió con sangre: «Yo soy legión», y observó dete- nidamente un afiche de Bodas de sangre, que por esos días se montaba en el teatro El Local de Chapinero. «Nadie me debe ver la cara, ustedes no me han visto nunca», era su frase reiterativa. Horas antes había retirado de una oficina bancaria el saldo de su cuenta corriente, $48.896.93, con los cuales compró 500 pro- yectiles para un revólver calibre 38.
A partir de la matanza de Pozzetto muchos se han interesado en tratar de dilucidar lo que allí pasó, en- tre ellos el psiquiatra Luis Carlos Restrepo, hoy alto comisionado de Paz, autor de El derecho a la ternura.
Campo Elías Delgado, Satanás en la ficción un asesino en serie y en serio
TERESA GUTIÉRREZ Y EL DIRECTOR DE SATANÁS, ANDY BAIZ
MARCELA MAR EN UNA ESCENA DE SATANÁS
Perfil Campo Elías nació en Chinácota (Norte de Santan- der) en 1934, y a los seis años vivió el suicidio de su papá. Estudió medicina, viajó por primera vez a Viet- nam como voluntario en 1970. Fue boina verde e hizo parte de las Fuerzas Especiales del Ejército America- no. En Bogotá hizo estudios superiores en la Javeria- na —educación con énfasis en literatura— y daba clases privadas de inglés. Sus actos macabros culmi- nan el 4 de diciembre de 1986, cuando mató a 29 per- sonas en tres lugares distintos.
En la triste categoría de asesinos en serie, este psicópata bogotano lleva consigo el récord mundial del mayor número individual de víctimas en el mis- mo día y ciudad. «Su método era arrinconar a las víc- timas, dispararles a quemarropa en la cabeza y con- tinuar con la siguiente persona», contó una joven sobreviviente. ¿Se suicidó o fue acribillado por la policía? No se sabe.
AntecedentesAntecedentesAntecedentesAntecedentesAntecedentes El tema era tan atractivo que antes de Satanás
hubo varios intentos de utilizar de manera cinematográfica la historia de Pozzetto: El gato escaldado le teme a la piel fría, guión escrito como tesis de grado por tres comunicadoras
sociales de la Javeriana, contemplaba la posibilidad de filmar un mediometraje con Álvaro Rodríguez en el papel de Campo Elías. El principal
inversionista del proyecto fue el conocido productor Dago García, quien afirmó: «A pesar de
haber sido una tragedia tan sangrienta, ellas lograron construir un buen personaje. Era una historia tan buena que merecía contar muchas
cosas más». El documental En el fondo del pozo, de Jorge
Andrés Forero, cineasta egresado de la Universidad Nacional, analiza tres aspectos: la relación con su madre, la doble experiencia en
Vietnam y las lecturas de El extraño caso del doctor Jekyll y míster Hyde. Incluye tres
testimonios: el del psiquiatra Luis Carlos Restrepo, el de su compañero de estudios literarios, Mario
Mendoza, autor de la novela Satanás, y el del periodista Juan Gossaín, quien dijo: «En un país
EL MAGAZÍN Lo anterior es un fragmento del minúsculo pero enor- me cuento del aviador francés Antoine de Saint-Exu- péry, El principito, publicado en 1943 y escrito mien- tras se hospedaba en un hotel de Nueva York. En un comienzo muchos pensaron que era una historia in- fantil, pero al leerlo dos y más veces se dieron cuenta de que es algo esencial en la vida de los hombres, pues habla de la vida, del amor, y especialmente de la amis- tad. Allí, él se imagina perdido en el desierto del Sa- hara, después de que su avión tuviera un percance. Es entonces cuando se le aparece un pequeño prín- cipe extraterrestre, quien le habla de tantas cosas be-
llas que el aviador termina diciendo que los hombres somos realmente estúpidos y frágiles, y al llegar a
adultos no entendemos la sabiduría de los ni- ños. El pequeño príncipe vive en el asteroide
B612, en donde hay algunos volcanes y una rosa, y todos los días arranca los árboles
baobabs, pues si los dejara crecer par- tirían su territorio en miles de peda- zos. A veces visita otros planetas y
se encuentra con un rey que cree que gobierna bien las estrellas, pero la verdad es que se trata de un político ambicioso; hay un va- nidoso insoportable y envidioso, un borracho que bebe porque no tiene la voluntad de dejar de hacerlo; la avaricia y la ambición están retratadas en el hombre de negocios que quiere com- prar más y más estrellas; el geó- grafo sólo vive dibujando mapas, pero su pasión laboral no le per- mite ir a otros lugares a descubrir
nuevos rincones, y menos aceptar que en un mapa se incluya una rosa,
la del pequeño príncipe. El farolero es el más positivo de ellos, pues represen-
ta la disciplina, la lealtad y la responsa- bilidad de encender y apagar todos los
días un farol. Cuando el pequeño va a la Tierra descubre que
hay miles de rosas y se deprime, pero alguien le dice que lo importante de su rosa es que él la ama.
Pide dibujar un carnero y el narrador le traza una boa que se ha tragado un elefante; otros dicen que sim- plemente es un sombrero. En el desierto, el principi- to conoce una serpiente que tiene el poder de devol- verlo a su planeta. Después de pensarlo, el pequeño se despide emotivamente del narrador y deja que la serpiente lo muerda. El principito queda blanco como la nieve, y cuando el narrador busca su cuerpo, al día siguiente, ya no está... «¡Ninguna persona mayor com- prenderá jamás que esto sea verdaderamente impor- tante!», reflexiona el escritor.
Dicen que Saint-Exupéry murió en un vuelo de reconocimiento, el 31 de julio de 1944. Había nacido en Lyon en 1900, y siempre quiso pertenecer a la ar- mada, pero se cambió a la aviación mientras presta- ba el servicio militar en 1921. Fue muy activo en Áfri- ca y en América del Sur. Sus dos primeros libros le dieron fama mundial: Correo del sur y Vuelo noctur- no, en donde hablaba de la fascinación de volar. Lue- go publicó Tierra de los hombres, en donde pregonó la necesidad de ser solidarios y dejar a un lado el odio. Durante la II Guerra Mundial luchó con la aviación francesa y en medio del fragor escribió Piloto de gue- rra, una bella reflexión de vida. Al caer Francia viajó a América, y en 1943 se unió a las Fuerzas Francesas en África del Norte.
La aviación y la literatura estuvieron inextricable- mente ligadas en su vida, y a ambas incorporó un excepcional sentido de entrega. Lejos de escribir sim- ples memorias o novelas de aventuras, trató de des- cribir la sobrecogedora impresión que le producía volar; según él, lo aproximaba al corazón del miste- rio de la existencia. Volando encontró la satisfacción y el sentido de la dignidad humana; descubrió la exis- tencia de una noble fraternidad entre hombres des- interesados y valientes, unidos en un esfuerzo común. Por eso, en Correo del sur evoca los pensamientos y sentimientos de un piloto.
En Vuelo nocturno, obra injustamente desconoci- da, mezcla una acción escueta, pero dramática, con profundas reflexiones morales sobre el tema de la felicidad, que se encuentra no en la libertad ni en el amor humano, sino en la aceptación del deber y en la entrega a la misión individual.
LA EDICIÓN EN FRANCÉS DE EL PRINCIPITO, LIBRO QUE THOMAS
MANN DECÍA TENER SIEMPRE EN LA CABECERA DE SU CAMA.Por Jorge Consuegra
A. de S. E.
No se ve bien sino con el corazón; lo esencial es invisible para los ojos.
Sé que en algún lugar del mundo existe una rosa única, distinta de todas las demás rosas, una cuya delicadeza, candor e inocencia harán despertar de
su letargo a mi alma, mi corazón y mis riñones. A esa rosa, donde quiera que esté, dedico este traba-
jo con la esperanza de hallarla algún día, o de dejarme hallar por ella.
Existe [...] rodeada de amapolas multicolores, filtran- do todo lo bello a través de sus ojos aperlados, cristalinos y absolutamente hermosos [...].
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El cuerpo de la patria a Pablo Neruda
Esta es Colombia, Pablo, con su espuma y su piedra curvada dulcemente sobre el cielo de América. Aún lentas carabelas en el Océano Atlántico de blancura y de norte hacen su itinerario, y si Colón volviese de su último viaje bahías de sus tierras diera para su naves. Las aguas que copiaron el rostro de Balboa aún son mansas, y tiembla el cielo entre sus olas. Son el futuro rumbo: el presagio y el alga entre su limo crecen, buscando la mañana.
Oye su caracol. Pon tu espalda en la tierra que hombre y mar son iguales tendidos en la arena. Suelta tu ronca voz, por riscos de sus Andes que Colombia te escucha creciendo entre sus árboles. ¡Y mira el Tequendama de cantera y de pluma desplomar fragoroso sus líquidas columnas! El suelo con su gusto de pan en sus arcillas coronando está de oro la sien de la espigas; y un vaho maternal como húmedo fuego conduce la semilla del arado a los bieldos. Mira las mariposas de Muzo bajo el día palpitar como gotas de una esmeralda líquida y la orquídea de aroma y de entreabierto sexo mecerse entre los árboles como un ave del cielo. [...] Y esta que ves y tiene su cimiento en el alma es Bogotá que ignora la medusa y la esponja, mas tiene ala de puerto, e inmensidad que azota el momentáneo sitio donde se posa el águila y en azúcar resuelve su escudo la granada. Recostada en su lecho de cuaternaria estirpe, pequeños ríos la rondan y el monte que la inscribe en la cierta planicie deja caer sus losas de castigada piedra no en peso sino en sombra. ¡Tal es la patria, Pablo! Durezas y blanduras saben de su materia. Está su entraña húmeda de tan profunda sangre, que llegar a sus valles es atender el pulso deshecho de los padres. [...] El amor va creciendo con la tierra y sus signos, tiene norte y limita con rocas y con playas, y mi amada que habita su parcela de lágrimas se suma sometida al concierto terrestre por su calor, su paso, y ese germen de muerte que transita la incierta materia de las cosas. Ella integra la patria; vecina de la rosa, la lluvia, el árbol solo, el berilo y la espuma.
No es verdad. El viaje no termina jamás. Sólo los viajeros terminan.
Y también ellos pueden subsistir en memoria, en recuerdo, en narración.
El objetivo de un viaje es sólo el inicio de otro viaje.
José Saramago, Viaje a Portugal
La Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, en el marco de Bogotá Capital Mundial del Li- bro, continúa realzando los encuentros litera-
rios del programa Elogio de la Lectura, con un invita- do de lujo: José Saramago. El escritor portugués dará una charla el próximo 9 de julio en el teatro Jorge Eliécer Gaitán, cuyo tema central será el libro como instrumento de paz. La moderadora de la conferen- cia será la autora colombiana Laura Restrepo.
Los abuelos maternos de José Saramago eran analfabetos. Criaban cerdos incluso a veces en los inviernos, dormían con los animales más flacos para darles calor. De sus abuelos, de sus vivencias en un caserío portugués, de esos personajes de provincia que conciben la vida de otra manera, madrugan a ordeñar unas pocas vacas, trabajan la tierra, saben con exactitud cuándo va a llover y por lo general mueren más viejos que los hombres de corbata que trabajan en la ciudad, de todo eso se ha nutrido la li- teratura del Nobel portugués.
Saramago: Bemvindo à Bogotá, Capital Mundial do Livro*
Después de escribir su primera novela, Terra do pe- cado, Saramago duró 19 años sin escribir ninguna obra. Sobre esta larga pausa en su oficio el autor afir- mó: «Sencillamente no tenía nada que decir y cuan- do no se tiene nada que decir lo mejor es callar». Desde que publicó su primer libro, los textos del es- critor, con su prosa fluida, su capacidad descriptiva y un marcado contenido político, se han convertido en clásicos de las letras universales.
Hoy en día, a sus 85 años, Saramago sigue siendo no sólo un sobresaliente escritor sino un reconocido comentarista. Cuando dos aviones destrozaron las Torres Gemelas, en uno de los golpes más fuertes al sistema político estadounidense, Saramago escribió un impresionante ensayo acerca de las matanzas en nombre de Dios, titulado «El factor dios». Éste es un fragmento:
Los dioses, pienso yo, sólo existen en el cerebro hu- mano, prosperan y se deterioran dentro del mismo uni- verso que los ha inventado, pero el «factor dios», ése, está presente en la vida como si efectivamente fuese dueño y señor de ella. No es un dios, sino el «factor dios» el que se exhibe en los billetes de dólar, y se muestra en los carteles que piden para América (la de Estados Uni- dos, no la otra…) la bendición divina.
Durante la dictadura de Salazar, en Portugal, el escritor fue perseguido y censurado. Años después, cuando se publicó su memorable obra El evangelio según Jesucristo, a Saramago se le prohibió asistir al Premio Literario Nacional alegando que su libro ofen- día a los católicos. El autor se instaló entonces en la isla de Lanzarote, en Canarias.
Obras como El ensayo sobre la ceguera, El año de la muerte de Ricardo Reis, Cuadernos de Lanzarote, entre muchas otras, componen la extensa produc- ción de Saramago, un auténtico defensor de la liber- tad y la dignidad humana.
El autor se suma a la celebración de Bogotá Capi- tal Mundial del Libro y al Elogio de la Lectura, que empezó sus actividades el pasado mes de junio y, hasta abril de 2008, tiene una variada programación en la que diversos autores hablarán, desde distintas ópticas, acerca del libro y la lectura.
Bienvenido pues José Saramago a la capital de Colombia. Lo invitamos a dar un paseo por esta ciu- dad incrustada en los Andes, donde una tarde de sol se puede convertir, súbitamente, en un sonoro agua- cero. Bienvenido a la ciudad del calor y el frío, del ladrillo rojizo y la montaña, de los atardeceres ana- ranjados y los buses verdes y rojos. Bienvenido a la ciudad con mayor número de celadores por kilóme- tro cuadrado, donde al café se le llama tinto, y her- mano o hermanito a cualquier parroquiano.
*Saramago: Bienvenido a Bogotá, Capital Mundial del Libro.
JOSÉ SARAMAGO POR EL GRAN
CARICATURISTA BRASILEÑO, CÁSSIO LOREDANO. CORTESÍA DE LA REVISTA EL MALPENSANTE
Dos nobeles
Colombia, nuestro poeta
¡Bienvenido, maestro!
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Desde que la Imprenta Nacional se modernizó e inau- guró su nueva y lujosa sede, insólita y funcionalmente diseñada como una prisión —paradójicamente en la Avenida de la Esperanza—, murió el Museo de Artes Gráficas, el único con el que contaba el país. De ma- nera que hacer hoy un libro de arte, o saber cómo se hacía, ya no es posible, salvo en el Taller Arte Dos Grá- fico, una vieja casona en la ciudad de Bogotá, con un jardín de esculturas en la entrada, un bosque de anti- guas prensas salvadas del progreso, y Sextante, una muy activa galería de arte, que en estos días debe es- tar cumpliendo más de veinte años.
En 1983 hicieron su primer libro de artista, Neru- da y la alegría del mundo, al que invitaron a partici- par a 21 artistas iberoamericanos. «Desde ese momen- to hasta ahora —dicen Luis Ángel Parra y María Eugenia Niño— hemos editado más de 60 títulos. Los artistas se han apropiado de los talleres: el taller de li- tografía, de grabado, de serigrafía, de alto relieve, de tipografía, el taller de papel, el de encuadernación, la carpintería y la marquetería, el taller de fotografía y el de nuevos medios». Antonio Samudio, Leonel Góngo- ra, Fabián Rendón, Gustavo Zalamea, José Antonio Suárez, Juan Antonio Roda, Carlos Santa y Germán Londoño son algunos de los artistas colombianos con sendos libros en esta colección, tan mal llamada en las bibliotecas públicas «libros raros y curiosos».
Pero en nuestro medio lo son, como son también los únicos con todos los derechos para llamase libros, no sólo por el enorme trabajo que contienen, por la finura de sus papeles y acabados, o por estar cosidos con hilo, sino por el decidido propósito de rescatar la imagen, de no ser desechables y de aspirar a una humana permanencia. Basta ver los grabados de Samudio en los libros hechos con el poeta Juan Ma- nuel Roca, o las traducciones de los sonetos de William Shakespeare, o los talismanes nocturnos de Fernando de Szyszlo para darse cuenta de que el pro- yecto es algo muy serio, de que éste es uno de los po- quísimos talleres editoriales que bien vale la pena co-
nocer, pues además es la única casa editorial abierta al público, y la única donde es po-
sible aprender algo, porque allí se tra- baja con admiración contagiosa por
el oficio. Y esto, hoy en día, es una rareza.
«Ver lo que nuestro espíritu corrompido por los medios
de comunicación no logra percibir», dice Beatriz
González de los gra- bados de José An-
tonio Suárez, pu- blicados por el Taller. Se dice que los libros ilustrados na- cieron para los «lectores» que no sabían leer, lo cual es exac- to para nues- traépoca, pues el llamado Si-
glo de la Imagen no ha sido capaz de producir ni una sola imagen perdurable (salvo la de la bomba atómi- ca); es un fluido irreflexivo, que no sólo destruye la imagen sino también la realidad, pues destruye nues- tra percepción. Un flujo violento, sin forma ni ros- tro, insignificante e imparable. «Un movimiento en el cual ya no existe ninguna forma de permanencia», como dice Hannah Arendt. O como dice Claudio Ma- gris, más político, o visionario: «El totalitarismo no se confía ya a las fallidas ideologías fuertes, sino a las ge- latinosas ideologías débiles, promovidas por el po- der de las comunicaciones». En otro de los libros del Taller, dice Beatriz González: «Los medios le han ido arrebatando [a la imagen] los valores estéticos, éti- cos y testimoniales, y la conducen a un mundo frío y perecedero. Los artistas la retoman para devolverle esos valores, darle calidez y algo de perpetuidad».
El oficio de rescatar la imagen
Por eso me parece un caso extraño de sensatez una editorial que se escapa de esta corriente —que huye hacia el vacío y la publicidad— para detenerse en el arte del grabado y en el libro verdadero; un trabajo digno de convertirse en oficio, para toda la vida, que pretende rescatar el rostro humano de la imagen, eso que en la universidad llaman en jerga inadmisible «el nivel facial del individuo». Sí, éste es un caso raro y curioso, un caso raro de madurez en una generación que no maduró y que, aunque en su juventud buscó desesperadamente sus vocaciones, abrió la puerta a la entrega y al desencanto, a la frustración, al vacío y al cinismo, que hoy conducen la carreta de este Mal llamado progreso. Sí, este taller es una rareza, que navega serena contra la corriente.
J IM
A M
A R
Por Santiago Mutis Durán
Hoy, cuando en Colombia crece la industria editorial y languidece la cultura, cuando el Estado ha renunciado radical y brutalmente
a sus excelentes fondos editoriales de antaño, cuan- do las revistas pululan convertidas en medio de co- municación semiporno y en vistosos catálogos de venta de automóviles y relojes, perfumes, lencería y teléfonos celulares, es una verdadera rareza ver ma- durar un proyecto independiente que respeta el li- bro de arte y los viejos procesos de impresión para realizarlo.
Los medios le han ido arrebatando [a la imagen] los valores mundo frío y perecedero. Los artistas la retoman para devol
Ésta es una pequeña muestra
de los muchos trabajos que
diferentes artistas, usando
en el Taller Arte Dos Gráfico.
FERNANDO DE SZYSZLO, SIN TÍTULO (DEL LIBRO DE ARTI MANUEL HERNÁNDEZ, SIGNO SER (PORTAFOLIO ARTE Y DIVERSIDAD). LITOGRAFÍA Y SERIGRAFÍA
EDUARDO RAMÍREZ VILLAMIZAR, SIN TÍTULO. SERIGRAFÍA
GUSTAVO ZALAMEA, EL TIEMPO. SERIGRAFIA
ores estéticos, éticos y testimoniales, y la conducen a un volverle esos valores, darle calidez y algo de perpetuidad.
Maestra Beatriz González En un libro del Taller Arte Dos Gráfico
RO DE ARTISTA ESTATUA VIVA). LITOGRAFÍA SOBRE PIEDRA
JUAN MANUEL LUGO, SIN TÍTULO,
(LIBRO DE ARTISTA NERUDA
AUGUSTO RIVERA, VUELTA A CASA DE JONÁS. SERIGRAFÍA
JOSÉ ANTONIO SUÁREZ
LEONEL GÓNGORA
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Por Eduardo García Aguilar
Jineth Ardila, Santiago Mutis Durán y Juan Manuel Roca, quienes siempre
están listos para emprender con gene- rosidad los proyectos más utópicos en favor del arte y la poesía, lograron ha- cer realidad el libro más bello y necesa- rio. Se trata de El libro de las celebracio- nes, editado por la Fundación Domingo Atrasado, y en el que los tres curadores del proyecto convocan a más de cin- cuenta autores colombianos para escri- bir un homenaje personal a su figura querida del arte, las letras o el pensa- miento de Colombia en el siglo XX.
En un país tan terrible como el nues- tro, donde la ley es el olvido y el ostracis- mo para la gente que dedica su vida a ejercer el arte, a enseñar, a amar, a can- tar, a cuidar la naturaleza, y donde por el contrario se encumbra y se premia a los pillos y asesinos, rescatar a esos hombres y mujeres buenos —en el buen sentido de la palabra «bueno»— era necesario para que, desde el más allá o el más acá, nos den energía renovadora para vivir en estos tiempos difíciles.
Muchos de ellos brillaron al mismo tiempo que llevaban una vida modesta como maestros u oficinistas, sorteando los dramas del exilio, la pobreza, la en- fermedad, el olvido o la incomprensión. Algunos publicaron sus obras en edicio- nes modestas, emprendieron proyectos de revistas efímeras que hacían con las uñas, dieron clase con pasión a alum- nos que los recuerdan, o lucharon con- tra la injusticia del país como se lucha
El libro de las celebraciones (de 56 personajes)
contra un monstruo invencible de mil cabezas. Sus voces se escuchan todavía en cafés como El Pasaje, el Saint Moritz o El Colonial de Bogotá. Esos viejos nuestros caminan aún fantasmales por la Séptima, del brazo de sus amigos o sacudiéndose de la lluvia del siglo XX —todavía por armar— con paraguas y sombrero Stetson.
Cuando por fin me llegó el libro a París, me senté a devorarlo en el café Sarah Bernhardt, en la Plaza de Châte- let, junto al río Sena y con los torreones puntiagudos del Palacio de Justicia al frente, mientras ardía el sol de junio. Desde lejos y en ese lugar privilegiado las palabras de la tierra me llegaban mucho más dulces o más amargas, y brotaban de las páginas con peligrosa efectividad, como puñetazos de boxea- dor o revelaciones angustiosas de ese inmenso rompecabezas cultural que es el siglo XX en Colombia.
Pasar revista a esas figuras entrañables y verlas salir desde la humareda del de- sastre renueva hasta al más escéptico. Ahí están los retratos de quienes nos dejaron hace tiempo, como Ciro Men- día, Fernando González, León de Greiff, Luis Vidales, Aurelio Arturo, Jorge Zala- mea, Leo Matiz, Alejandro Obregón, Fernando Charry Lara, Manuel Zapata Olivella, Jorge Gaitán Durán, Héctor Rojas Herazo, Pedro Gómez Valderra- ma, Enrique Buenaventura, Hernando Valencia Goelkel, René Rebetez, Feliza Bursztyn, Estanislao Zuleta, Ignacio Chávez, R. H. Moreno Durán, Miguel de Francisco, Jorge García Usta, César Pé- rez y Andrés Caicedo, para mencionar sólo a algunos.
Cada retrato es un mundo: ahí está el viejo loco Fernando González foto- grafiado y contado por Guillermo An- gulo, muy real, lejos del mito y la leyen- da. Volvemos a ver ese personaje lleno
de luz que era Leo Matiz, convertido ahora en celebridad mundial del arte fotográfico, y además el hombre más modesto y sencillo. Jaime Echeverri nos cuenta un instante en la vida de un ofi- cinista discreto que tomaba tinto en El Pasaje y se llamaba Aurelio Arturo. Juan Manuel Roca nos habla de Alejandro Obregón, ese otro generoso a flor de piel y amigo que iluminaba todo a su alre- dedor con afecto y whisky.
Nicolás Suescún nos presenta a Her- nando Valencia Goelkel, figura pondera- da que dijo lo que tenía que decir y es ejemplo de rigor y ética intelectuales. Li- sandro Duque nos cuenta, con la maes- tría narrativa y la vena humorística que lo caracteriza, la vida de su amigo el ci- neasta español José María Arzuaga, quien vino a Colombia por loco y se quedó, ma- logrando tal vez una gran carrera cine- matográfica. Y volvemos a ver a Ignacio Chávez, el hombre abierto y tolerante que recibió la estocada del infame régimen actual como pago por una vida de en- trega a la palabra y a la amistad.
Entre los vivos Gustavo Álvarez Gar- deazábal nos presenta a Otto Morales Benítez, una fuerza proteica que debió ser presidente. Joe Broderick nos trae al sorprendente Fernando Oramas, Ignacio Ramírez a Antonio Samudio, y hay sem- blanzas de Germán Espinosa y Teresita Gómez, de Andrea Echeverri y Efraim Medina, dos necesarios niños terribles de la cultura colombiana en movimiento.
Pero el texto que más me conmovió, por su belleza romántica, gótica y eróti- ca, y sin duda uno de los más logrados del libro, es el de Patricia Restrepo, quien nos entrega en carne viva los últimos días y horas de Andrés Caicedo, ese ídolo de leyenda que conquistó la eternidad por su gesto de rebelión total, al suicidarse el mismo día en que salió su primera no- vela, Que viva la música, clásico de la li- teratura colombiana.
Minuto a minuto vemos a esos dos muchachos enamorados, iconos de una generación desbocada cuyo fulgor en los años setenta está por revisar, contar y reactivar. Los tenis rojos de Patricia en el sepelio son el símbolo de la más ab- soluta soledad de la generación de los nacidos en los años cincuenta, quienes se quedaron para sobrevivir, encanecer, envejecer, engordar, cuando habían so- ñado con hacer explotar el mundo con arte, cine, poesía, rumba, sexo y ron.
Los jeans que Patricia se quita en el estoico nido de amor, sus cuerpos des-
EN EL LIBRO DE LAS CELEBRACIONES
SÓLO APARECE UNA FOTO: EL RETRATO DE FERNANDO GONZÁLEZ,
HECHO POR NUESTRO DIRECTOR, GUILLERMO ANGULO.
Curadores y editores: Jineth Ardila, Santiago Mutis Durán y Juan Manuel Roca Fundación Domingo Atrasado Bogotá, 2007 278 páginas
libros
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Por Germán Izquierdo Manrique
En este libro está la ciudad enana de calles de piedra, de capillas, de se-
ñoras rezanderas, de comida y cena y postre de papayuela, y zaguanes y ca- sonas de tres patios, seis cuartos, sala, comedor y un solo baño. Pero también se encuentra una capital más grande que terminaba en la calle 26, y la Bogo- tá que ya se había tragado a Chapinero y finalizaba en la calle 72. Se describe la desbaratada ciudad de los años setenta y ochenta, de tiendas amarillas, buses echando un humo negro y taxis negros.
Una verdadera guía literaria de una ciudad como Bogotá debe tener mu- chas perspectivas, diversas visiones, personajes, episodios memorables. La Guía literaria de Bogotá, editada por Aguilar, la Alcaldía Mayor de Bogotá y Bogotá Capital Mundial del Libro está conformada por una gran cantidad de textos escritos por José Asunción Silva, Antonio Caballero, León de Greiff, Ri- cardo Silva, Alberto Lleras, Luis Fayad y García Márquez, entre otros.
El libro tiene cuatro rutas temáticas: atmósferas, andares, personajes y epi- sodios. En «atmósferas» se encuentran, por ejemplo, los cerros de Monserrate y Guadalupe descritos por Laura Res- trepo en su novela Delirio, la Sabana de
Guía literaria de Bogotá
bocados en un lecho de piedra, la for- ma peculiar y excéntrica de bailar la salsa, las cartas de amor, las pataletas de los enamorados, salen de esas pocas páginas para quitarnos la respiración y revelarnos el desastre generacional de sobrevivir y envejecer en el caos de la superboba patria.
En fin, en este primer volumen de El libro de las celebraciones aparecen más de cincuenta personajes que debemos abrir y explorar para entender un poco el hecho de ser colombianos y no mo- rir en el intento. Es un libro necesario para tratar de entender la cultura co- lombiana del siglo XX, con sus aristas, sombras, destellos y desfallecimientos. Ese siglo que en su crepúsculo nos dio la sorpresiva voz mítica de Andrea Eche- verri, leyenda viva cuyo retrato, escrito por su homónima Andrea Echeverri Ja- ramillo, abre puentes entre dos genera- ciones rebeldes. Este penúltimo texto nos hace visitar la creativa Colombia underground, donde vibra la fuerza ar-
JORGE ZALAMEA Y SU ESPOSA YIRINA, EN BOGOTÁ. FOTO © GUILLERMO ANGULO
Bogotá según William Ospina, las ins- trucciones para lanzarse del Salto del Te- quendama de Daniel Samper Pizano.
En la ruta «andares» se describen la carrera séptima, la peregrinación de un viaje en tranvía según Lucas Caballero, la caótica carrera décima vívidamente contada por Luis Fayad en Los parien- tes de Ester. En un escrito tomado de la novela Sin remedio, Antonio Caballero cuenta: «La carrera trece es un corre- dor de agonía, un encajonamiento de luces de neón surcado por los buses que pasaban iluminados como altares en la semana santa».
Los personajes son muchos y muy variados. Están desde el chicharrone- ro (matador de cerdos) y el barbero le- chuga, peluquero de los virreyes, has- ta Camilo Torres y el Che Guevara. También los episodios memorables como el 9 de Abril, narrado en el libro desde el testimonio del entonces es- tudiante Gabriel García Márquez, o el maravilloso relato de Alfredo Iriarte sobre una insólita partida de ajedrez jugada entre bogotanos y antioqueños. Cuenta Iriarte: «[…] la condición era que ninguno de los dos equipos viaja- ría. Las partidas se jugarían por telé- grafo».
tística que pasa de generación en gene- ración y se transmuta en el inmenso dragón sediento de futuro. En las nuevas entregas aparecerán sin duda muchos más personajes que están por contar, como Danilo Cruz Vélez, Darío Mesa, Maruja Vieira, Meira del Mar, Jaime García Maffla, Harold Alva- rado Tenorio, Fernando Denis y Ramón Illán Bacca, entre muchos otros que nos acompañan, y eso sin contar decenas y decenas de los que se fueron y aún no nos han revelado todos sus secretos.
Colombia arde en estas primeras 278 páginas de sorpresas inolvidables, mostrándonos que el dragón de la cultura colombiana está vivo: León de Greiff, Fernando Charry Lara, Andrés Caicedo, Alejandro Obregón y Enrique Buenaventura, desde el firmamento, nos incitan a seguir su camino para con- jurar la mansedumbre de estos tiempos dominados por los peores asesinos y bandidos disfrazados de padres de la patria.
j u l i o d e 2 0 0 7 | p á g i n a v i i i
Por Mauricio Laurens
El tristemente célebre Campo Elías Delgado, lla- mado Eliseo en la película Satanás, desborda sus pasiones enfermizas e instintos criminales
en un clima de ensañamiento colectivo. Fuerza dañi- na traducida cuadro a cuadro en rencores, neurosis, amarguras, enconamientos e indisposiciones que ha- cen mella en el espectador. No sólo los rasgos inter- pretados por Damián Alcázar, sino también su corro- sivo entorno, conforman lo mejor de este reciente largometraje colombiano dirigido por Andrés Baiz.
Campo Elías prepara sus atroces crímenes y eje- cuta certeras acciones en una racha precipitada que concluye en la masacre de Pozzetto, durante los últi- mos quince minutos de cinta. Variaciones temáticas y atmosféricas en torno al mal enriquecen su trama, con sufrimientos liberados mediante muertes direc- tas e implacables. Mario Mendoza, escritor e investi- gador, habla de ciertas tensiones palpadas: «El racis- mo, la segregación, la violencia intrafamiliar, el desempleo, el estrés laboral, el clasismo, la arrogan- cia, la pedantería y el desprecio… Son miles las for- mas de microviolencia que nuestra sociedad practi- ca día a día sin el menor reparo…».
Lecturas Tanto Mario Mendoza, autor de la novela en la que se basa la película, como el psiquiatra Luis Carlos Res- trepo aseveran que no es el peso de Vietnam lo que desató tales asesinatos, sino la lectura del clásico de terror El extraño caso del doctor Jekyll y míster Hyde. Su hilo narrativo destaca los pasos impredecibles de un monstruo amante de los libros y enemigo de su propia madre, que da clases particulares y frecuenta bibliotecas como únicos alicientes; esa misma perso- na que siente asco en un prostíbulo y llora en una iglesia sin ser creyente…
En la eterna dualidad del bien y el mal, dramati- zada por Robert Louis Stevenson, una persona ho- norable y virtuosa como Jekyll súbitamente se trans- forma en Hyde, monstruo complacido en hacerle daño a sus semejantes. Nadie puede ignorar la pre- sencia reprimida u oculta de sentimientos torpes y escurridizos sobrepuestos a circunstancias particu- lares. No es usual ver en la nueva novela urbana, ni en el incipiente cine de autor a la colombiana, una recreación tan personal y universal de algo que nos corroe…
Itinerario sangriento Hacia las 2:00 de la tarde apuñaleó a madre e hija en un apartamento del barrio La Alambra. En el edificio donde vivía mató a su mamá de un tiro en la nuca y luego la incineró, y a seis mujeres más también las asesinó —la mayoría de ellas estudiantes— para fi- nalmente masacrar a una veintena de comensales en un restaurante de comida italiana en Chapinero, Po- zzetto, al que ingresó a las 7:15 de la noche, iniciando una hora después el abaleo. A las 9:30 yacían en el primer piso los cuerpos de cinco mujeres y nueve hombres. Seis personas más murieron en hospitales vecinos.
Escribió con sangre: «Yo soy legión», y observó dete- nidamente un afiche de Bodas de sangre, que por esos días se montaba en el teatro El Local de Chapinero. «Nadie me debe ver la cara, ustedes no me han visto nunca», era su frase reiterativa. Horas antes había retirado de una oficina bancaria el saldo de su cuenta corriente, $48.896.93, con los cuales compró 500 pro- yectiles para un revólver calibre 38.
A partir de la matanza de Pozzetto muchos se han interesado en tratar de dilucidar lo que allí pasó, en- tre ellos el psiquiatra Luis Carlos Restrepo, hoy alto comisionado de Paz, autor de El derecho a la ternura.
Campo Elías Delgado, Satanás en la ficción un asesino en serie y en serio
TERESA GUTIÉRREZ Y EL DIRECTOR DE SATANÁS, ANDY BAIZ
MARCELA MAR EN UNA ESCENA DE SATANÁS
Perfil Campo Elías nació en Chinácota (Norte de Santan- der) en 1934, y a los seis años vivió el suicidio de su papá. Estudió medicina, viajó por primera vez a Viet- nam como voluntario en 1970. Fue boina verde e hizo parte de las Fuerzas Especiales del Ejército America- no. En Bogotá hizo estudios superiores en la Javeria- na —educación con énfasis en literatura— y daba clases privadas de inglés. Sus actos macabros culmi- nan el 4 de diciembre de 1986, cuando mató a 29 per- sonas en tres lugares distintos.
En la triste categoría de asesinos en serie, este psicópata bogotano lleva consigo el récord mundial del mayor número individual de víctimas en el mis- mo día y ciudad. «Su método era arrinconar a las víc- timas, dispararles a quemarropa en la cabeza y con- tinuar con la siguiente persona», contó una joven sobreviviente. ¿Se suicidó o fue acribillado por la policía? No se sabe.
AntecedentesAntecedentesAntecedentesAntecedentesAntecedentes El tema era tan atractivo que antes de Satanás
hubo varios intentos de utilizar de manera cinematográfica la historia de Pozzetto: El gato escaldado le teme a la piel fría, guión escrito como tesis de grado por tres comunicadoras
sociales de la Javeriana, contemplaba la posibilidad de filmar un mediometraje con Álvaro Rodríguez en el papel de Campo Elías. El principal
inversionista del proyecto fue el conocido productor Dago García, quien afirmó: «A pesar de
haber sido una tragedia tan sangrienta, ellas lograron construir un buen personaje. Era una historia tan buena que merecía contar muchas
cosas más». El documental En el fondo del pozo, de Jorge
Andrés Forero, cineasta egresado de la Universidad Nacional, analiza tres aspectos: la relación con su madre, la doble experiencia en
Vietnam y las lecturas de El extraño caso del doctor Jekyll y míster Hyde. Incluye tres
testimonios: el del psiquiatra Luis Carlos Restrepo, el de su compañero de estudios literarios, Mario
Mendoza, autor de la novela Satanás, y el del periodista Juan Gossaín, quien dijo: «En un país