Señor Ratón y señor Gato - Biblioteca Virtual Miguel de ...

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Señor Ratón y señor Gato

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EditaDepar t amen t o De pu bl ic ac io n esDIPUTACIÓN DE BADAJOZ

Texto e ilustracionesEster García

Diseño y preimpresiónXXI Estudio Gráfico, Puebla de la Calzada (Badajoz)ImpresiónGráficas Romero, Jaraíz de la Vera

Depósito LegalCC-239-2006ISBN84-7796-489-0

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Señor Ratón y señor Gato

Texto e ilustraciones ESTER GARCÍA

IX EdiciónModalidad Infantil

Accésit

DIPUTACIÓN DE BADAJOZDepar t amen t o De pu bl ic ac io n es

2006

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I

El señor Ratón

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Si asomas el hocico por el huequito de tucasa...

...¡A lo mejor te encuentra el gato!Siempre te asustó pensar en su boca graaaaaandey oscura, en sus patas fiiinas, alargadas y tan ágiles.Y en sus bigotes retorcidos. Recuerdas que tu mamáte avisaba, cuando eras pequeñito te contó muchashistorias sobre mininos malvados y terribles...

Pero hoy es un día diferente.Hoy, el diminuto señor Ratón va a tomar unadecisión muy importante, quiere cambiar. Creeque es el momento de salir al mundo exterior,de asomar la punta de la nariz por la puerta.Porque está aburrido de ver los programas decorazón en televisión. Porque está harto deescuchar siempre los mismos CDs musicales, ode preparar café para tomarlo sólo. Y además sele ha estropeado la calefacción. Su casa se lehace oscura, pequeña y triste.

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Ha decidido buscar amigos, otros ratones comoél con los que poder jugar y charlar. Y mañanaserá el gran día.

¿Seguro que quieres salir, pequeño?

A primera hora de la mañana del día siguiente, elseñor Ratón está preparado ante la puerta. Llevatodo lo que necesita: su DNI, las lentillas pues-tas y el reloj del bolsillo que le regaló su abuelo,nada más.Tiene un poco, un poquitín de miedo. Asomalentamente el hocico: nariz y bigotes... pero nopuede ver nada. Sólo huele. El dulce aroma delbizcocho de chocolate que se tuesta en elhorno. ¿Tienes hambre, verdad?Al día siguiente, se decide a dar un paso más. Elseñor Ratón va a asomar el hocico y los ojillos...Pero aún no puede oír nada. Sólo ve las baldo-sas limpias y brillantes (vaya por Dios, ni unpedacito de queso), y al niño de la casa corrien-do tras la pelota azul.

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Al día siguiente, el señor Ratón finalmente searma de valor: va a sacar al exterior toda la cabe-za. Y, muy despacito, va asomando primero lanariz y los bigotes. Y luego ojos... orejas. ¡Uf!¡Qué impresión! De pronto puede oler, ver yoír todo. ¿Te dijeron alguna vez que eres un ratónvaliente?Gira los ojos de un lado a otro, mueve los bigo-tillos, husmeando el aire. Escucha el susurro deun ruido lejano, quizás los dibujos de la televi-sión. Luego una risa chillona, del pequeño de lacasa alborotado. Un grupo de hormigas quecaminan a lo lejos llevan atareadas las migas deldesayuno hasta su hogar.Pero no hay más ratones como él.-¡Qué decepción! –exclama con tristeza...El pequeño-diminuto señor Ratón planta unapata delante, otra detrás, otra delante, otradetrás... sin darse cuenta está totalmente fuerade su casa por primera vez en su vida. Nuncahabía sentido antes la necesidad de salir, pues sumamá había almacenado comida suficiente en la

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madriguera para alimentar a muuuchos ratonci-tos durante años. ¡Pero tiene tanta curiosidad!Mmmmm, el olor de las tostadas con mermela-da que viene de la cocina llega hasta su nariz, yle despierta el apetito. Rápidamente, se deslizapor el pasillo sin ser visto y se cuela por unhueco, ¡Zas!Tic-tac-tic-tac... el sonido de un viejo reloj depared en el pasillo retumba en sus oídos, alcompás de su pequeño corazoncito. La emo-ción que siente ante un mundo desconocido yaún por explorar le ha puesto un poco nervioso.Tuerce a la izquierda, sigue recto, gira a la dere-cha y otra vez a la izquierda: está en la cocina.Entra a toda velocidad y se esconde bajo unaestantería llena de frutas de toda clase, que hue-len muy bien.-¡Uy! ¡Comida! –exclama el señor Ratón.Han llamado su atención los restos del desayu-no: suculentas miguitas de pan. Y con la miradafija en ellas, se va acercando. Despacio. Muydespacio. Ya casi las tiene, está a punto de tocarlas.

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Va a probar por primera vez el delicioso sabordel pan con restos de mermelada...-¿Cómo no habré salido antes de ese agujeroaburrido y oscuro que era mi casa? –piensa elseñor Ratón–. ¡Estoy en el paraíso!¡¡¡¡MEAAAAUFFFFFFFFFF!!!!!Un terrible bufido le deja paralizado al instante.Hay una enorme masa peluda ante él, que se leecha encima de un salto. Tiene boca grande yoscura, patas finas, alargadas y ágiles. Bigotesretorcidos. Y una sonrisa que le enseña sus dien-tes afilados.El pobre señor Ratón está pálido y temblorosodel susto. Permanece inmóvil, y sin embargo elcorazón le late muy fuerte ¡tum, tum, tum! Laboca se le acerca más y más... y más.

¡¡¡CORRE!!! ¡Te ha encontrado el gato!

En un último segundo, sus patitas reaccionanmilagrosamente ¡Zas! Sale disparado entre lasgarras del feroz minino y lo deja atrás con cara

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de asombro. Corre y corre sin parar, con laspulsaciones a mil por hora.No mires atrás ratoncito. ¡Sólo escapa!De pronto se da cuenta de algo, y es que hayuna cosa que no había pensado: no sabe volvera su casa.-Ay, ay, ay, ¿hacia dónde voy?Está perdido en un laberinto de pasillos, puertas,sillas, mesas, objetos... todo es extraño y angus-tioso.Se topa de frente con una hormiga roja.-Perdone, ¿sabe dónde puedo encontrar micasa?-¿Eres tonto? –contesta enfadada la señoraHormiga–. ¡No me hagas perder el tiempo, llegotarde a casa y mi novela favorita está a punto deempezar!La hormiga le da la espalda y sigue indiferente sucamino. Desesperado, el señor Ratón mira a sualrededor en busca de un refugio y descubre alo lejos un agujero oscuro en el que se mete deun brinco.

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Ahora, dentro de una zapatilla de cálido algo-dón, se siente algo más seguro. Y puede pensarcon más claridad.-Muy bien –piensa entonces–, no saldré de aquíhasta que se haga de noche. De ese modo elgato no podrá verme, y no me encontrará.Entraré en mi casa y jamás de los jamases volve-ré a salir.Así que espera, y espera. Muy quieto, sin moverni los bigotes. Piensa dónde se habrán metidolos demás ratoncitos como él, y se le pasa por lacabeza que puede que él sea el único que quedaen la casa, el barrio, la ciudad... o en todo elmundo... Y entonces se siente muy muy solo.Se oyen ruidos, y el tic-tac del reloj del pasilloque no cesa. Voces lejanas, y pasos.Los pasos se acercan cada vez más. Clac, clac,clac, clac... los escucha muy cerca, demasiado…¡Es un gigantesco pie que va a entrar en la zapa-tilla!-Unos dedos enormes! –grita aterrorizado elseñor Ratón. Y...

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-¡ÑACA!Se escucha un grito de dolor, y los gruñidos deldueño de la casa con su dedo pulgar morado.-¡AYYYYYYY!!! ¡¡ME HA MORDIDO UNBICHOO!!La zapatilla vuela por la habitación, y de tres sal-tos el pequeño ratón pasa de la zapatilla a lacama, de la cama a la mesilla y de la mesilla alsuelo, y se escabulle por la puerta como un rayo.Acelerado, se cuela detrás del reloj de pared. Semuere de miedo sólo de pensar que en cual-quier momento puede encontrar por la casa laboca monstruosa y las garras afiladas. Y decideesperar, siguiendo su plan inicial, a que se hagade noche para salir.

¿Funcionará la estrategia? ¡Ten paciencia y no temuevas!

Las tripitas del señor Ratón comienzan a hacerruido: ha sido un día de emociones para él, y noha probado bocado...

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-¡Jo!, si estuviese en mi casa tendría semillas decenteno y trigo... ¡qué hambree! –se queja.Pero está oscureciendo, y pronto podrá salirtranquilamente de su escondite y encontrar sucasa sin más sobresaltos.Despacito, el pequeño-diminuto señor Ratónplanta una pata delante, otra detrás, otra delan-te, otra detrás... y se adentra en la oscuridad y elsilencio del pasillo de la casa. Todo está vacío ytranquilo, y se siente seguro: “los ratones somosprivilegiados, porque podemos ver de noche enla oscuridad”, decía su mamá.Camina a buen ritmo, pegado a la pared enbusca de su casita, pensando que prefiere suoscuro y aburrido agujero al estrés que le supo-ne salir al exterior. Volverá a su colchón duro ysus semillitas rancias, que tan apetitosas le pare-cen ahora. Y se hará café a las cinco de la tardecomo todos los días, y lo tomará sólo a falta deotros ratones, mientras ve los programas delcorazón porque no le gustan nada las novelas.Al doblar la esquina siente algo suave que le

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hace cosquillas... parecen unos bigotes... Al fre-nar en seco le cambia la cara: está delante dedos grandes ojos brillantes...

¡¡¡EL GATO!!!

¡¡Pero es imposible!! Los ratones pueden ver enla oscuridad, ¿pero los gatos también? El señorRatón no lo sabía, y ahora está entre las garrasde uno de los fieros mininos de los que tanto leadvirtió su mamá...Tembloroso y muy asustado, cierra los ojos confuerza. ¡Se arrepiente tanto de haberse ido de suhogar! Pero ya no hay salida...-¡Hola!El pequeño ratoncito abre poco a poco los ojos.Y ve la cara enorme de un gato que le mira fija-mente. Y que le sonríe amistoso.-¡No tengas miedo! No voy a hacerte ningúndaño. –dice el señor Gato.El pequeño-diminuto señor Ratón no puedecreérselo. Los gatos son criaturas malvadas que

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se dedican a perseguir, cazar y comer. No tienensentimientos, según decía su mamá.-Pero... ¿no vas a comerme? –fue todo lo que sele ocurrió preguntar.-¡Pues claro que no! Para eso ya tengo las latasde carne o pescado que me dan los dueños, queseguro que están más ricas que tú. ¡Je, je!El señor Ratón está muy confundido. -¿Y entonces por qué me has capturado? –pre-gunta con curiosidad, ya un poco más tranquilo.-Puesss... Es que... verás, me gustaría tener unamigo. –responde un poco avergonzado elseñor Gato–. Me siento un poco solo en estacasa, es triste no tener animales con los quecharlar. Intento hablar con los dueños, peroparece que ellos no me entienden. Oye, ¿puedohacerte una pregunta?-Ehhh... si, claro. –responde el señor Ratón, aúnun poco sorprendido.-¿Quieres ser mi amigo?Y el señor Ratón, feliz, sonríe.¡¡¡Beeep, beeeeep!!! El móvil del señor Ratón se

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enciende un par de veces: tiene un nuevo men-saje.“¿Te apetece un buen chocolate con trocitos demagdalenas? Te espero en el reloj del pasillo a las5 en punto. Saludos: el señor Gato.”El señor Ratón se siente afortunado: ¡ahoratiene un amigo, con el que compartir aventurasy pasar buenos ratos! Y aunque saben que sonmuy diferentes, ¡los dos piensan que es estupen-do haberse conocido!-Llevaré también unas semillas de maíz, de lasque tanto le gustan al señor Gato –piensa muycontento. Y dando saltitos, sale alegre y tranqui-lamente de su casa.

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II

El señor Gato

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Tic, tac, tic, tac... ¿Te aburres ahí acurrucadojunto a la chimenea?

Se escucha en el salón el sonido del reloj depared, la casa está tranquila. Tan tranquila que elseñor Gato se ha quedado profundamente dor-mido.Todos los días suelen ser iguales para él: comer,dormir, remolinear junto al fuego, recibir algúnmimo del dueño, de la dueña, y algún que otrotirón de pelo del pequeño de la familia. Lo másdivertido que hace es balancear y perseguir unovillo de lana, su pelota de goma o jugar un soli-tario de vez en cuando. A veces, cuando los due-ños no están en casa, aprovecha para hornearbizcocho o hacer pastas de chocolate,mmmmm... ¡desde luego son sus favoritas!Pero no le gusta nada tomar el té sin compañía,o ver los documentales de fauna marina sinpoderlos comentar con alguien. Y cuando sesiente tan solo hace punto de cruz, pero enton-ces es peor porque se siente aún más solo...

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-¡Lo que daría por tener un colega con el quejugar un parchís, unas damas o ver una buenapelícula! Meauuuuuffffffff........ –se lamenta triste-mente.El señor Gato quiere tener un amigo.Los únicos habitantes de la casa, junto con él y losdueños, son las hormigas. Pero ya se sabe que lashormigas no son muy sociables con el resto delos animales, y además son tan pequeñitas que elgato no puede ni siquiera escuchar su voz.A primera hora de la mañana, llega hasta la narizdel señor Gato el dulce aroma del bizcocho dechocolate que se tuesta en el horno. La mamáes una excelente cocinera. Abre los ojillos, ¡eshora de desayunar!Después de llenar la panza, sale al jardín de lacasa. Tiene una valla tan alta, tan alta, que no escapaz de saltarla para salir a pasear por la calle.Es terrible no poder explorar el barrio, la ciudad,el país entero...Los únicos habitantes del jardín, junto con loscaracoles y las orugas, son los pájaros. Pero ya

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se sabe que los pájaros son muy asustadizos, ycuando el gato se les acerca echan a volar tandeprisa que no puede ni siquiera saludarles.-¡Vaya! –piensa el minino moviendo los bigo-tes–. ¿Por qué me tendrán tanto miedo? Si noquiero hacerles ningún daño...Y entonces ese día, el señor Gato toma unaimportante decisión: hará todo lo posible porencontrar otros gatos como él. Y cuando por lanoche se va a dormir se hace una bolita en sucesta, y se siente orgulloso de su nuevo plan.

¡Que descanses, lindo gatito!

¡¡¡¡PUUM!!!!Un fuerte balonazo en la pared despierta brus-camente por la mañana al pobre felino-señorGato, que de un salto se coloca asustado sobrela mesa de cristal. Se escuchan las risas del niñode la casa, que se escapa corriendo por el pasi-llo mientras sigue golpeando su pelota azul.-¡Madre mía! ¡Casi me mata del susto! –exclama

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enfadado–. Vaya manera de despertarme, bffffff!Está de mal humor después del sobresalto, ytodavía un poco dormido camina hacia la cocinabuscando su desayuno. El pienso con sabor asalmón ahumado le abre el apetito, y sonríe dis-frutando de la comida, y pensando en su estu-pendo plan...Media hora más tarde, la familia se marcha. Elpadre a trabajar, la madre a trabajar y el niño alcolegio. Salen por la puerta en fila, como los sol-dados, “un – dos, un – dos, un – dos”, y el señorGato se desliza por la cocina con sigilo. Abreuno de los muebles del que coge una lata: “atúnen escabeche”.Después corre al jardín por su pequeña puertatrasera para gatos, con una sonrisa tira del abre-fácil de la lata. Mmmmmm huele el intensoaroma del pescado mientras lo deja junto a laverja, y se sienta a esperar bajo el naranjo.Al poco rato, observa cómo el plan ha funciona-do: un montón de gatos hambrientos se agolpanal otro lado de la valla del jardín. Algunos tienen

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mala cara, y muchos están sucios y despeinados.-¡¡MIAUUU, miauuu, miauuufffffff! –exclamantodos a la vez, como si fueran un coro.-¡¡¡Hola a todos!!! –dice el señor Gato, emocio-nado al ver por fin a tantos compañeros igualesque él.-Hola –dice uno de ellos con cara muy seria yvoz grave–. ¿Puedo preguntarte porqué está eseatún junto a tu verja y no te lo comes?-¡¡Eso!! ¡¡Dánoslo, tenemos hambree!! –gritaotro.-Calmaos por favor... Veréis, la dejé aquí porquepensé que el olor a pescado atraería a más gatos–explica el señor Gato–. Es que me siento unpoco solo, y me gustaría tener amigos comovosotros.-Uhmmm. Es lo más extraño que he oído nunca–dice entonces el gato serio con cara de asom-bro–. Muy bien, si eso es todo lo que quieres,podemos ser tus amigos si nos das ese atún.-¡Claro! –dice el señor Gato muy contento, ypasa con cuidado la lata a través de las verjas...

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¡ZAS! De un zarpazo uno de ellos se abalanzasobre ella y echa a correr, con el resto de losfelinos detrás a toda prisa. Desaparecen calleabajo en dos segundos, y el señor Gato sequeda tan triste que hasta una lagrimita le asomaen el ojo izquierdo.Ya dentro de casa, en su cesta y arropado con sumanta de algodón a cuadros, se queda pensan-do. Tiene que haber otro modo de encontraramigos. Aunque no sean gatos, ya le da igual.Hasta le han parecido bastante antipáticos...

No estés tan triste, lindo gatito.

Tic, tac, tic, tac. El reloj del pasillo suena al com-pás del estómago: son las 12:30. Así que el señorGato se va a la cocina y en un pis pas se hace unastostadas, y se sirve un vaso de leche biennnn fríode la nevera. ¡Delicioso! Lo rico que estaba todole ha hecho sentirse un poco más animado.Después guarda en su sitio la tostadora y friegael vaso, para que los dueños no se enfaden.

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-Bueno, las migas del suelo ya se encargarán derecogerlas las hormigas en un momento, seguro...Y justo cuando se dispone a salir de la cocina, veun bultito que se mueve, acercándose a los res-tos de las tostadas.¡¡¡¡MEAUFF!!!! –exclama con alegría y sorpresael señor Gato, contento de ver otro animal queno sean las hormigas, los pájaros o los gatos. Lapequeña bola de color gris que ha encontradoes un ratón, que del susto se ha quedado para-lizado mirándole.El señor Gato le sonríe, pero cuando se le acer-ca un poquito más para presentarse, el roedorsale rápidamente disparado.-Vaya, ¡creo que le doy miedo! –piensa–. Quépena, parecía simpático... Si lo encuentro leexplicaré que no quiero hacerle daño. Y si legustan las tostadas con mermelada puedo hacer-le una entera...Sale de la cocina emocionado y recorre la casa,en busca del diminuto ratón. Mira en los cajonesde las habitaciones, detrás de los muebles,

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debajo de los sillones y de las camas, en la bañe-ra... ¡hasta dentro de la lavadora, por si acaso!Pero después de un rato como no lo encuentra,se vuelve a su cesta: es la 1:30, la hora de suaseo diario. Ya se sabe que los gatos son anima-les de costumbres, y él nunca se salta la hora delbaño por nada del mundo.Mientras se lava suena la puerta y se escucha unpequeño alboroto: es la familia al completo, queacaba de llegar a casa. El niño, revolucionado,entra dando saltos mientras los padres charlanentre ellos. El señor Gato pone cara de bueno yles maúlla desde su cesta, intentando llamar suatención. Quiere recibir algún mimito de los due-ños, después de pasarse toooda la mañana solo.-Miauuuuuuuuuuuuuuu... –maúlla suavemente.Se acerca a la pierna del dueño, que habla tanpero tan entretenido con su mujer, que no lehace ni caso.-Miauuuuuuuuuuuuuuu... –maúlla suavemente.Se acerca a la pierna del niño, y sin pensárselodos veces, éste le da un puntapié.

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-¡¡¡¡MEAUFFFFFF!!!! –bufa el pobre señor Gato,y sale corriendo de la habitación. Nunca apren-de que no debe acercarse mucho al niño...Hoy no es el día del señor Gato. Nada le salebien, y después de la comida con la cabeza aga-chada vuelve a la cesta y a su agradable mantitade cuadros. El calor que desprende la chimenearecién encendida le relaja, y muyyy despacitocomienza a dormirse, pensando en olvidar elmal día que ha tenido y que mañana será otronuevo.Cuando vuelve a abrir los ojos, escucha el soni-do del reloj del pasillo “din-donnnn, din-donnnnnn”, las 11 de la noche.

Ya has dormido bastante, gatito...

Se levanta para ir a la cocina, y de pronto aldoblar la esquina del pasillo siente cómo algo leroza los bigotes. Frena en seco y le cambia lacara: delante suyo hay una pequeña bola de pelogris con cara de susto... ¡¡¡Es el ratoncito!!!

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Para evitar que salga a todo correr otra vez, rápi-damente el señor Gato coge al ratón con toda ladelicadeza que puede y lo mantiene sujeto.Tembloroso y muy asustado, el pequeño cierralos ojos con fuerza.-¡Hola! –dice el señor Gato, sonriéndole amisto-samente–. ¡No tengas miedo! No voy a hacerteningún daño.El pequeño ratoncito abre poco a poco los ojos.-Pero... ¿no vas a comerme? –pregunta con voztemblorosa.-¡Pues claro que no! Para eso ya tengo las latasde carne o pescado que me dan los dueños, queseguro que están más ricas que tú. ¡Je, je, je!–bromea el minino, intentando tranquilizarle.-¿Y entonces por qué me has capturado? –pre-gunta con curiosidad el ratoncito.-Puessss... Es que... verás, me gustaría tener unamigo –le responde un poco avergonzado elseñor Gato–. Me siento un poco solo en estacasa, es triste no tener animales con los quecharlar. Intento hablar con los dueños, pero

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parece que ellos no me entienden. Oye, ¿puedohacerte una pregunta?-Ehhhh... sí, claro –responde el señor Ratón,aún un poco sorprendido.-¿Quieres ser mi amigo?El ratón sonríe. Y el señor Gato también. Esfeliz: ahora sabe que tiene un nuevo amigo.“Clip clip, clip clip clip, clip, clip, clip” los dedosdel señor Gato se mueven a toda velocidad porlas teclas del teléfono móvil: ¿Te apetece unbuen chocolate con trocitos de magdalenas? Teespero en el reloj del pasillo a las 5 en punto.Saludos: el señor Gato. Pulsa otra tecla y“Mensaje enviado”.En su discman escucha rock a todo volumenmientras envuelve las magdalenas. Hoy se sien-te más afortunado que nunca: ¡ahora tiene unamigo, con el que compartir aventuras y pasarbuenos ratos! Y aunque saben que son muydiferentes, ¡los dos piensan que es estupendohaberse conocido!-Uhmmm, llevaré también la baraja de cartas

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para echar una partidita –piensa muy contento.Apaga su discman y dando brincos, se va a lacocina a preparar el delicioso chocolate.

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III

¿Jugamos?

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El señor Ratón y el señor Gato son amigosdesde hace tiempo.

-¿Jugamos? –le pregunta el gato al ratón.-¡Vale! ¿A qué? –contesta el señor Ratón.-Uhmmmmmm, déjame pensar... –dice el mini-no, dirigiéndose hasta el armario de la salita.Abre las puertas y mira una montaña de cajas,colocadas ordenadamente. -Estos son los juegosde mesa de los dueños, ¡podemos elegir uno!El ratoncito observa todos los juegos: ajedrez,damas, parchís, oca, dominó... pero no le con-vence ninguno.-¿Las fichas no son demasiado grandes para mi?-Bueno, eso no es problema. Yo puedo ayudar-te a moverlas –contesta el señor Gato.-¿No sería mejor otra cosa?El señor Gato y el señor Ratón se llevan muybien desde que se conocieron, pero casi nuncaestán de acuerdo. Les cuesta mucho decidircosas juntos... seguramente porque son bastan-te diferentes. Uno es grande, glotón, dormilón y

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tranquilo (a pesar de la fama de nerviosos quetienen los felinos). El otro pequeñín, intranquiloy muy activo. Y todo el mundo dice que suelenser difíciles las amistades entre ratones y gatos...-Pues yo creo que lo más divertido es un juegode mesa. ¿Qué tal por ejemplo el parchís?-Bueeeno, está bien –responde el señor Ratón–¡Pero después seré yo quien elija a qué jugaremos!El señor Gato saca con cuidado del armario unade las cajas del montón y la coloca en el suelo.Saca las fichas de colores, y escoge las rojas.-¡Ehhh, yo también quería ser el color rojo! Es mi color favorito –protesta el señor Ratón.-Lo siento, yo he sido más rápido... je, je, je...El ratoncito coge entonces las fichas verdes, y losdos tiran los dados: empezará el que saquemayor puntuación.Como el señor Gato saca un cuatro y el señorRatón un dos, jugará primero el minino. Elratoncito nunca había jugado antes al parchís, asíque escucha atento al señor Gato mientras éstele explica las normas.

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Comienza el juego y los dos van haciendo avan-zar sus fichas por el tablero. Parece que el señorRatón se adelanta, pero cuando le falta pocopara llegar a su meta con una de las fichas, elseñor Gato cae en la misma casilla:-¡¡¡¡MEAUFFF!!!! ¡¡Qué biennnn!! –exclama muycontento– ¡¡Ahora te como y cuento veinte!!El señor Ratón pega un bote del susto y sequeda blanco al escuchar la frase.-¿Cómo? –pregunta paralizado–. Es que creoque he entendido mal...-¡Que te como y cuento veinte! –repite el señorGato sonriente.El corazoncito le late muy fuerte al señor Ratón,¡tum, tum, tum! ¡No puede creer que su amigole diga eso, hace ya mucho tiempo que se cono-cen! ¡Y ahora se lo quiere comer!...Sin pensarlo dos veces, el ratoncito sale corrien-do como un rayo, dejando al señor Gato con lapalabra en la boca.-Pero... ¿a dónde va? –el señor Gato se queda concara de tonto. ¿Qué le habrá pasado a su amigo?

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De pronto reacciona y se pone en marcha enbusca del pequeño roedor. Moviendo los bigo-tes, olisquea el aire intentando encontrar elaroma de la colonia que usa todos los días elseñor Ratón. En un momento encuentra el ras-tro, que le lleva directamente al hueco que haydetrás del reloj de pared del pasillo.-Señor Ratooooooooooooón, soy yo. Porfavor, sal de tu escondite, ¡sé que estás aquiiií!Pero nadie le contesta.-¿Por qué te has asustado? Si no te quiero hacernada, no lo entiendo...Es inútil, no quiere salir. Entonces el señor Gatotira de un largo hilito que sale del hueco y sacaal ratón, que está llorando:-Por favoooor, ¡no me comaas! –dice el pobre,tembloroso–. Creía que éramos buenos amigos,ya sé que los mininos suelen comer ratones,pero pensé que tú nunca lo harías...Con cara de asombro, el señor Gato se quedapensando:-Así que es eso, ¿pensabas que te quería comer

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a ti, por lo que he dicho antes durante el juego?El pequeño roedor asiente con la cabeza, yentonces se escucha una fuerte carcajada.-¡¡JA, JA, JA!! Pero si son las reglas del parchís.–explica el señor Gato–. Es muy simple, cuandocaes en la casilla de otro jugador, te comes suFICHA y cuentas veinte casillas hacia delante conla tuya. ¡Madre mía, vaya malentendido!El ratoncito se calma y poco a poco vuelve asonreír. ¡Qué mal lo ha pasado...!Como el parchís ha sido un poco accidentado,deciden jugar a otra cosa. Y esta vez le tocadecidir al señor Ratón. Ya no será un juego demesa, será un juego de acción: el escondite. Esel preferido del ratoncito, y además se le da muypero que muy bien. Se esconderá en lugaresmucho más difíciles que el hueco del reloj depared. Sitios donde el señor Gato jamás de losjamases le encontrará. El señor Ratón comienzaa imaginarse que le proclaman campeón mun-dial del escondite casero... ¡Sería genial!-Uno, doos, trees, cuaaatro, ciiiinco... –cuenta el

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felino en voz alta– seis, siete, ocho, nueve–cada vez más rápido– diez, once, doce, trece...Mientras, el pequeño señor Ratón corre hacia lacocina, sube por la estantería, llega hasta unarepisa y se mete en uno de los botes de galletas.Sonriente, se sienta en la enorme montaña degalletas de chocolate, pensando que se pondrálas botas mientras el señor Gato le busca y no leencuentra. Así que muy feliz, coge una de ellas yempieza a comerrrr y a comerrrr...-...Noventa y siete, noventa y ocho, noventa ynueeeeeeeeeve, ¡CIEN!Con una sonrisa en la cara, el señor Gato se poneen marcha olisqueando cada rincón de la casa.-Je, je, je, en cuanto encuentre el primer rastrono se me escapará. Va a ser pan comido encon-trarle.Cuando llega hasta la cocina huele muy bien: eldueño está preparando la merienda. Fruta, uncafé calentito y ...-¡¡¡AHHGGG!!! –exclama el pobre hombreasustado– ¡¡Hay un ratón en las galletaaaaaasss!!

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El bote de galletas de chocolate sale volando, yel pequeño ratoncito sale también despedidopor los aires agarrado a una de ellas:-¡¡SOCORROOOOO!! –grita con los ojitoscerrados mientras cae.¡CRAC!Se rompe en mil pedazos la galleta y el señorRatón choca contra el suelo. Ha quedado unpoco aturdido del golpe, y cuando reaccionatiene casi encima al dueño de la casa con unaenorme escoba, dispuesto a darle un buenescobazo. Y justo cuando esperaba recibir lafuerte sacudida, de un salto el señor Gato seplanta delante de él y se lo mete en la boca.-¡¡Muy pero que muy bien hecho, mi queridogatito!! ¡Terminaste con el problema de la mane-ra más rápida, me has ahorrado el trabajo!–dice el dueño, y le da unas palmaditas en lacabeza al señor Gato.Un poco mojado el ratoncito sale al patio, asecarse al suave sol del atardecer.-Vaya, parece que tampoco ha sido una buena

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idea jugar al escondite... –dice un poco triste.-Al final he acabado dentro de tu boca para queel dueño pensara que me habías comido, ypoder librarme del escobazo. Tu rapidez es loque me ha salvado, ¡muchas gracias señor Gato!-No hay de qué. Ya sabes, amigo mío, que lacasa esconde bastantes peligros y no debemossepararnos, es mejor que pensemos otra cosapara pasar el rato. Pero en el fondo ha estadobien ver la cara de susto que se le quedó aldueño. ¡Je, je, je!Y los dos acaban riéndose de su aventura.Como le toca elegir al señor Gato, decide jugara algo muy divertido: ¡a los disfraces!Sigilosamente se dirigen a la habitación de losdueños, aprovechando que han salido como decostumbre a dar su paseo diario antes de lacena. Aún tendrán una hora de tiempo hastaque regresen... Y despacito el señor Gato abreel armario de la ropa y el de los zapatos.-¿Qué me pooongo, qué me pondreeé? –cantaalegremente el minino moviendo los bigotes,

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mientras pasa y pasa la ropa: las perchas, los ves-tidos, los abrigos, las camisas... ¡qué indecisión!Al final se decide y escoge una bufanda a rayasdel dueño, su bombín negro y unas botas verdesde la dueña de la casa. ¡No está nada pero quenada mal!-¿Pero yo que me pondré? –pregunta quejándo-se el señor Ratón–. Toda esa ropa es demasiadogrande para mi...El minino abre entonces un cajón y saca unpañuelo color violeta.-Esto puede servir de capa si te lo anudas al cue-llo. Vamos un momento a la cocina.Una vez allí, el señor Gato se zampa una mag-dalena y le da al ratoncito el papel que sobra.-Si le das la vuelta, podrá servirte de tutú hacién-dole un agujero –explica el señor Gato.El ratoncito sonríe: no se le había ocurrido esaidea. La verdad es que este amigo suyo tienemucha imaginación ...Después, una vez disfrazados van al cuarto debaño y se pintan la cara: ceras de color rojo,

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blanco, negro, amarillo... ¡ahora son el señorGato-payasete y el señor Ratón-bailarina, je, je,je! Luego deciden disfrazarse de cocinero condelantal, de león, de abuelita, de médico conbata y hasta de piratas del Caribe...¡El señor Ratón y el señor Gato no se lo pasa-ban tan tan bien y se reían tanto tanto desdehacía tiempo! Y los dos acaban taaaan cansados,que después de recoger todo y cenar, se tum-ban en la cama del gato y se quedan fritos.A la mañana siguiente les despiertan unas risas yel ruido de la televisión.¡¡¡PLASSS, CLASHHH, PUMMM, CLANKK!!!El niño de la casa está sentado en el sofá, pulsan-do mil botones de un mando enchufado a unaparato junto al televisor.-Mira, –exclama el señor Gato ya despierto deltodo– ¡parece que se lo está pasando en gran-de! ¿Qué será esa máquina tan rara?, nuncaantes me había fijado en ella...Los dos observan con curiosidad el extraño apa-rato, y una vez que han tomado su desayuno la

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familia se marcha: el padre a trabajar, la madre atrabajar y el niño al colegio.Entonces deciden investigar. Enchufan la tele, lamáquina, dan al botón de conexión y...¡¡¡PLASSS, CLASHHH, PUMMM, CLANKK!!!¡¡Montones de luces y de ruidos de pronto!!!-¡OHHH! ¡Esto es genial! ¡Cuántas luces decolores, cuánta música! ¿Cómo no lo hemosdescubierto antes? ¿Cómo se utiliza?-No tengo ni idea... dale a los botones de colo-res, ¡es lo que hacía el niño y se lo pasaba muybien!Los dos amigos se pasan un buen rato dándole alos botoncitos de los mandos: el gato pulsatodos con rapidez, el señor Ratón salta de unoen otro... hasta que acaban aburridos de nohacer otra cosa que dar a las teclas y mirar lapantalla de la tele.-Pues a mí no me parece tan divertida estamáquina... –comenta el señor Ratón.-A mí tampoco, la verdad –dice el señor Gato–.Es muy tecnológico y todo eso, pero ya con mi

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móvil y mi mp3 tengo bastante tecnología porahora.Así que la apagan y colocan otra vez todo comoestaba.-Bueno, y ahora que hacemos... –dice el pequeñoseñor Ratón.-¿Jugamos? Le pregunta el gato.-¡Vale! ¿A qué? –contesta el ratoncito.-Uhmmmmmm, déjame pensar... –dice el señorGato sonriendo.

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Estelibro de cuentos, Señor

Ratóny señor Gato, escrito e ilus-trado por Ester García, ha sido editado

por el Departamento de Publicaciones dela Excelentísima Diputación Provincial de

Badajoz, al haberle sido otorgado un accésit enla novena edición del Concurso de Cuentos Ilus-trados, modalidad infantil. El diseño y la preim-presión se hicieron en XXI Estudio Gráfico dePuebla de la Calzada, y la impresión y encua-

dernación en Gráficas Romero de Jaraíz dela Vera, dándose por terminado el miér-

coles veinte de diciembre del añodos mil seis.

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