¡SEÑOR, AUMÉNTANOS LA FE!...2016/10/02  · 13-14. Una llamada hermosa para todo sacerdote:...

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XXVII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO - 2016 CICLO -”C” ¡SEÑOR, AUMÉNTANOS LA FE! *Profeta Habacuc 1,2-3; 2,2-4. El profeta Habacuc afirma que, a pesar de las violencias y desgracias, pruebas y luchas, el justo vivirá por su fe; en cambio el injusto tiene el alma hinchada. * Salmo Responsorial 94. El salmista nos hace esta invitación. “¡ojalá escuchéis la voz del Señor; no endurezcáis vuestro corazón!”. * IIª Carta de San Pablo a Timoteo 1,6-8. 13-14. Una llamada hermosa para todo sacerdote: “Reaviva el don de Dios que recibiste cuando te impuse las manos”. Perseveremos todos firmes en la profesión de la fe y mantengamos el testimonio de Nuestro Señor Jesucristo. * Evangelio según San Lucas 17,5-10. Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: arráncate de raíz y plántate en el mar”. Y os obedecería.

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XXVII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO - 2016

CICLO -”C”

¡SEÑOR, AUMÉNTANOS LA FE!

*Profeta Habacuc 1,2-3; 2,2-4. El profeta Habacuc afirma que, a

pesar de las violencias y desgracias, pruebas y luchas, el justo vivirá por su

fe; en cambio el injusto tiene el alma hinchada.

* Salmo Responsorial 94. El salmista nos hace esta invitación.

“¡ojalá escuchéis la voz del Señor; no endurezcáis vuestro corazón!”.

* IIª Carta de San Pablo a Timoteo 1,6-8. 13-14. Una llamada

hermosa para todo sacerdote: “Reaviva el don de Dios que recibiste cuando

te impuse las manos”. Perseveremos todos firmes en la profesión de la fe y

mantengamos el testimonio de Nuestro Señor Jesucristo.

* Evangelio según San Lucas 17,5-10. Si tuvierais fe como un

granito de mostaza, diríais a esa morera: “arráncate de raíz y plántate en el

mar”. Y os obedecería.

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ENSEÑANZAS DEL PAPA FRANCISCO

*Homilía en la Casa Santa Marta.21 de febrero de 2014 “Hay eruditos que consideran la fe como una realidad que no tiene reflejos

en la vida ni influencia en los comportamientos. Ante esta situación el

Santo Padre, inspirándose en San Pablo, afirma con claridad: "la fe sin el

fruto en la vida, una fe que no da fruto en las obras, no es fe" (…) Vosotros

podéis conocer todos los mandamientos, todas las profecías, todas las

verdades de fe, pero si esto no se pone en práctica, no va a las obras, no

sirve”. “La fe lleva siempre al testimonio. La fe es un encuentro con

Jesucristo, con Dios, y de allí nace y te lleva al testimonio”.

*En "Lumen Fidei" (Luz de la fe). Share to Twit terShare to FacebookShare to WhatsApp Share to ImprimirShare to Más. "Es urgente recuperar el carácter luminoso propio de la fe, pues cuando su llama se apaga, todas las otras luces acaban languideciendo", “si desapareciera la fe en Dios "se debilitaría la confianza entre los hombres, que quedarían unidos sólo por el miedo". "Por esta razón no debemos avergonzarnos de confesar públicamente a Dios, porque la fe ilumina la vida social", asegura y señala asimismo que la fe de hecho no es un presupuesto que hay que dar por descontado, "sino un don de Dios que debe ser alimentado y fortalecido". "El ".

“La fe no es una verdad que se impone con violencia" ni “es un refugio

para gente sin coraje, sino la dilatación de la vida, una luz para la vida en

sociedad". "La fe no es algo privado, una concepción individualista, una

opinión subjetiva". “La fe está al servicio concreto de la justicia, del

derecho y de la paz. Es un bien para todos, es un bien común".

* Evangelii Gaudium” (La alegría del Evangelio” “La fe no le tiene miedo a la razón; al contrario, la busca y confía en ella,

porque “la luz de la razón y de la fe provienen ambas de Dios” y no

pueden contradecirse entre sí” (n.242).

“La evangelización está atenta a los avances científicos para iluminarlos

con la luz de la fe y de la ley natural, en orden a procurar que respeten

siempre la centralidad y el valor supremo de la persona humana en todas

las fases de su existencia. Toda la sociedad puede verse enriquecida gracias

a este diálogo que abre nuevos horizontes al pensamiento y amplía las

posibilidades de la razón” (n.242).

.-.-.-.-.-.-.-.-.-

NUESTRO XIV SÍNODO DIOCESANO Dejémonos iluminar por estas enseñanzas del Santo Padre Francisco de

modo especial ahora que celebramos el XIV Sínodo Diocesano cuyo lema

es: “caminar juntos con Cristo para buscar, renovar y fortalecer la fe”,

a fin de transmitirla y comunicarla a todos, ya que “evangelizar constituye

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la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella

existe para evangelizar” (EN 14).

II.- SUGERENCIAS PARA LA HOMILÍA

“Después que Dios habló muchas veces y de muchas maneras por los

profetas, últimamente, en estos días, nos habló por su Hijo” (Heb.1,1-2).

Pues envió a su Hijo, es decir, al Verbo eterno, que ilumina a todos los

hombres, para que viviera entre ellos y les manifestara los secretos de Dios

(cf. Jn.1, 1-18); Jesucristo, pues, el Verbo hecho carne, “hombre enviado a

los hombres”, habla palabras de Dios y lleva a cabo la obra de la salvación

que el Padre le confió (cf. Jn.5,36; 17,4)” (DV 4).

1.- Escuchemos la Palabra del Señor

Esta es la primera llamada que nos hace hoy el Señor: “escuchar

su Palabra” que es “Palabra de vida eterna”. “Debemos descubrir de nuevo

el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por

la Iglesia: “El Evangelio es fuerza de Dios para la salvación de todo el que

cree” (Rm 1,16). Por eso lo primero que debemos hacer es ponernos a la

escucha de la palabra de Dios sin prisas, sin agobios: “Recibid con

docilidad la Palabra sembrada en vosotros que es capaz de salvar vuestras

almas” (Sant. 1,21). El mismo Jesús nos dice: “las palabras que os he dicho

son espíritu y vida” (Jn.6,63).

¿Qué debemos hacer para escuchar la Palabra del Señor?

*Pidamos al Señor que nos dé un alma que escuche su Palabra. El

Rey Salomón hizo a Dios esta petición: “Dame, Señor, un corazón que

escuche”. Que el Señor abra los oídos de nuestro corazón para que lo

escuchemos sin prisas, con sosiego, con paz, con alegría…

*Hagamos silencio interior en nosotros. A veces “los gritos de las

pasiones” no nos dejan escuchar la Palabra del Señor. Debemos acallar

esos gritos que nos hablan de egoísmo, de frivolidad, de dinero, de poder y

de tantas cosas que intentan seducirnos y dominarnos quitándonos la

libertad y la paz del alma.

* Entremos en nuestra conciencia que es “el núcleo más secreto y el

sagrario del hombre, en el que este se siente a solas con Dios, cuya voz

resuena en el recinto más íntimo de aquella” (GS 16).

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* Escuchemos en el clamor y en el grito de los pobres al mismo

Jesucristo (cf. Mt.25,35-40). No olvidemos que “la Iglesia abraza a todos

los afligidos por la debilidad humana, más aún reconoce en los pobres y en

los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en

aliviar sus necesidades y pretende servir en ellos a Cristo” (LG 8).

* Leamos y meditemos las Sagradas Escrituras porque ellas hablan

de Jesucristo y en ellas escuchamos su Palabra. No olvidemos lo que decía

San Jerónimo: “desconocer las Escrituras es desconocer a Jesucristo”. El

Concilio Vaticano II enseña: “no olviden que debe acompañar la oración a

la lectura de la Sagrada Escritura para que se entable el diálogo entre Dios

y el hombre; porque “a Él hablamos cuando oramos, y a Él oímos cuando

leemos las palabras divinas” (DV 25). «La Sagrada Escritura es la palabra

de Dios, en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo. La tradición

recibe la palabra de Dios, encomendada por Cristo y el Espíritu Santo a los

apóstoles, y la transmite íntegra a los sucesores, para que ellos, iluminados

por el Espíritu de la verdad, la conserven, la expongan y la difundan

fielmente en su predicación» (DV 9).

* La “Lectio divina”. A todos os aconsejo que os iniciéis en la

“Lectio divina” o “lectura orante de la Palabra de Dios”, que nos ayuda

a dar el paso del texto bíblico a la vida, es la hermenéutica existencial de la

Sagrada Escritura, gracias a la cual podemos llenar la distancia entre

espiritualidad y cotidianeidad, entre fe y vida”. Esta “Lectio divina” tiene

que “ayudarnos a cultivar un corazón dócil, sabio e inteligente para

discernir lo que viene de Dios y lo que, por el contrario, puede llevar lejos

de Él” (Papa Francisco: “Vultum Dei quaerere”, n.20).

* Hemos de poner en obra esta palabra escuchada: “Poned por obra

la Palabra y no os contentéis sólo con oírla, engañándoos a vosotros

mismos. Porque si alguno se contenta con oír la palabra sin ponerla por

obra, ese se parece al que contempla su imagen en un espejo: se contempla,

pero al darse la vuelta, se olvida de cómo es” (Sant.1,22-23). El mismo

Jesús nos dice: “El que escuche estas palabras mías y las ponga en práctica

se parece al hombre prudente que edificó su casa sobre roca…”

2.-Acojamos la Palabra de Dios con la fe

¿Qué debemos hacer cuando leemos o escuchamos la Palabra de

Dios? El Concilio Vaticano II enseña que “cuando Dios revela hay que

prestarle la obediencia de la fe (Rm.16,26; cf. Rm.1,5; 2Cort.10,5-6) por

la que el hombre se confía libre y totalmente a Dios, prestando “a Dios

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revelador el homenaje del entendimiento y de la voluntad”, y asintiendo

voluntariamente a la revelación hecha por Él” (DV 5).

“Sin la fe es imposible agradar a Dios, pues el que se acerca a Dios

ha de creer que existe y que recompensa a los que le buscan” (Heb.11,9).

Dios toma la iniciativa y sale al encuentro de cada uno. La gracia de

Dios nos precede y acompaña en el camino de la fe y en el mismo corazón

de la fe. Para mantenernos en la fe y en el amor es necesario mantener fijos

nuestros ojos y nuestra mirada en Cristo “manso y humilde de corazón”

(Mt.11,29).

No olvidemos que “el núcleo de la crisis de la Iglesia en Europa es

la crisis de la fe. Si no encontramos una respuesta para ella, si la fe no

adquiere una nueva vitalidad, con una convicción profunda y una fuerza

real, gracias al encuentro con Jesucristo, todas las demás reformas serán

ineficaces” (Benedicto XVI, Discurso a la Curia romana, 22-XII-2011).

3.- Renovemos y purifiquemos la fe.

Este tiempo sinodal, que vivimos por gracia de Dios en nuestra

Diócesis de Coria-Cáceres, ha de ser para todos “un tiempo de especial

reflexión y redescubrimiento de la fe” (Porta fidei, 4). Para ello es

necesario:

* “Redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada

vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo”

(PF 2).

* “Redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida

y rezada, y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree, es un

compromiso que todo creyente debe hacer propio” (PF, 9).

* Busquemos al Señor que es “la clave, el centro y el fin de toda la

historia humana” (GS 10). ¡Dichoso el que en el desierto de la vida

encuentra a Cristo, manantial del agua que apaga la sed para siempre!

En medio de las dificultades y problemas que podamos encontrar,

el Papa Benedicto XVI nos invita a renovar nuestra fe en el Señor: “a

partir de esta experiencia de desierto, de este vacío, podemos nuevamente

descubrir la alegría del creer, su importancia vital para nosotros, hombres y

mujeres. En el desierto se descubre el valor de aquello que es esencial para

vivir” (Homilía en la Misa de Apertura del Año de la fe; Roma, 11-X-

2012).

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Si no se renueva la fe, las demás reformas en la Iglesia se quedan

vacías e ineficaces. Por eso, fortalezcamos nuestra fe ante la increencia, el

ateísmo, el agnosticismo, el relativismo…que existen en nuestra sociedad

y realicemos la nueva evangelización (PF 7-9). No dejemos que la sal se

vuelva sosa porque así pierde toda su eficacia. No apaguemos la luz ni la

pongamos debajo del celemín, sino en la mesa para que alumbre a todos

(cf. Mt.5,13-16).

Una fe que no se forma, que no se celebra, que no se vive, que no se

transmite…es una fe que tarde o temprano se pierde.

4.- Confesemos la fe en su integridad y profesemos

públicamente la fe

Confesemos cada uno la fe en la plenitud de sus contenidos. En

efecto “el conocimiento de los contenidos de la fe es esencial para dar el

propio asentimiento, es decir, para adherirse con la inteligencia y la

voluntad a lo que propone la Iglesia” (PF, 10)

Profesemos la fe. Junto a la confesión de la fe, hemos de estar

siempre dispuestos a profesar la fe de forma pública y sincera. En efecto,

“el cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado…La fe,

precisamente porque es un acto de la libertad, exige también la

responsabilidad social de lo que se cree… de anunciar a todos sin temor la

propia fe” (PF. 10)Ante una crisis profunda de la fe existente en nuestra

sociedad, no pocos hombres y mujeres de nuestro tiempo ignoran cómo

posicionarse ante el ateísmo, el laicismo, el agnosticismo, y se sienten

confusos; necesitan ayuda, acompañamiento, orientación... Por ello, es

necesario que los creyentes sintamos la responsabilidad de ayudarles a

perseverar en la fe en medio de estas situaciones y dificultades.

5.- La fe y la caridad

“La fe actúa por medio de la caridad” (Gál.5,6).

“La fe sin obras es una fe muerta” (cf. Sant. 2,14-18).

Este domingo ha de ser para todos una buena oportunidad para poner

de relieve e intensificar el testimonio de la caridad por parte de todos los

cristianos. Las obras de la caridad son las que manifiesten la autenticidad y

vitalidad de nuestra fe. La fe auténtica se manifiesta en las obras de amor a

los hermanos. Desde los empobrecidos de la tierra, desde los golpeados por

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el mundo, Dios nos está llamando todos los días para socorrer, ayudar,

liberar a estos hombres y mujeres sufrientes.

La realización de este servicio a los necesitados no dejará de

interpelar a quienes no son cristianos. Pablo VI dijo a este respecto que “a

través de este testimonio (…) estos cristianos hacen plantearse a quienes

contemplan su vida, interrogantes irresistibles: ¿por qué son así? ¿por qué

viven de esta manera? ¿qué es o quién es el que los inspira? ¿por qué están

con nosotros?” (EN 21).

La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin la fe sería un

sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se

necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino

(cf. Mt.25,40).

La crisis actual es persistente y hace sufrir a muchos seres humanos.

Nuestra Iglesia diocesana debe seguir esforzándose en ayudar a los más

necesitados. “La Iglesia debe obrar, bien sea luchando por la justicia,

cuando la pobreza sea fruto de la injusticia, bien tratando de curar las

llagas de los pobres y denunciando las causas que las producen, tanto

personales como sociales, y, en todo caso, exigiendo y promoviendo la

dignidad trascendente de la persona humana” (Conferencia Episcopal

Española: “la Caridad en la vida de la Iglesia”, noviembre, 1993).

Potenciemos nuestras Cáritas parroquiales, arciprestales y

diocesana como organismo oficial de la Iglesia para la acción caritativa y

social. Coordinemos las ayudas y mantengamos nuestros proyectos en

favor de los más débiles. “El amor de Cristo nos urge”.

Jesús, que ha nacido en Belén, curará nuestras heridas, cambiará

nuestras mentes y corazones y nos ayudará a realizar, como Él lo hizo, el

servicio del Buen Samaritano. Todos podemos y debemos hacer, sostenidos

por la gracia divina, que nuestra Iglesia Particular sea cada día más una

Iglesia Samaritana.

5.- Sigamos las huellas de los testigos de la fe.

Contemplemos a los testigos de la fe. El autor de la carta a los

Hebreos nos dice: “Por tanto, también nosotros, teniendo en torno nuestro

tan gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos

asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone, fijos los

ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe” (Heb.12,1-2a).

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Con profunda emoción y agradecimiento a Dios contemplemos a los

testigos de la fe que nos han precedido en la vida y que nos acompañan

ahora; ellos son para nosotros ejemplos de fe en el Señor.

Descubramos a estos testigos dejándonos interpelar, ayudar, alentar por

ellos en el camino de nuestra fe:

- Por la fe, María acogió la palabra del ángel y creyó en el anuncio

de que sería la Madre de Dios en la obediencia de su entrega (cf. Lc.1,38).

En la visita a Isabel entonó su canto de alabanza al Omnipotente por las

maravillas que hace en quienes se encomiendan a Él (cf. Lc.1,46-55). Con

gozo y temblor dio a luz a su único hijo, manteniendo intacta su virginidad

(cf. Lc.2,6-7). Confiada en su esposo José, llevó a Jesús a Egipto para

salvarlo de la persecución de Herodes (cf. Mt.2,13-15). Con la misma fe

siguió al Señor en su predicación y permaneció con Él hasta el Calvario (cf.

Jn.19,25-27). Con fe, María saboreó los frutos de la resurrección de Jesús

y, guardando todos los recuerdos en su corazón (cf. Lc.2,19.51), los

transmitió a los Doce, reunidos con ella en el cenáculo para recibir al

Espíritu Santo (cf. Hech.1,14; 2,1-4).

- Los Apóstoles dejaron todo para seguir a Jesús (cf. Mt.10,28).

Creyeron en Él y en sus palabras y vivieron en comunión de vida con Él.

Fueron por el mundo anunciando a Jesucristo a toda criatura (Mc.16,15)

- Los discípulos de Jesús formaron la primera comunidad cristiana

reunida en torno a la enseñanza de los Apóstoles, a la oración, a la

Eucaristía, poniendo todos en común sus bienes para socorrer a los

necesitados (Hech. 2,42-47).

- Los mártires entregaron su vida como supremo testimonio de la

verdad del Evangelio y de su propia fe.

- Hombres y mujeres de todos los tiempos han consagrado sus vidas

al Señor, dejándolo todo para seguirlo con fe y amor por la senda de las

bienaventuranzas.

Muchos han trabajado en favor de la justicia, de la paz, de la libertad

para hacer un mundo más justo, más fraterno y más conforme con los

designios de Dios.

Muchos cristianos han vivido el matrimonio, la familia, la profesión…

en conformidad con los mandamientos de Dios y han sido testigos de Dios

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También nosotros vivimos por la fe: para el reconocimiento vivo del

Señor Jesús, presente en nuestras vidas y en la historia” (PF. n.13).

6.- Transmitamos la fe a las nuevas generaciones

Pablo VI nos dijo: “Tácitamente o a grandes gritos, pero siempre

con fuerza, se nos pregunta: ¿Creéis verdaderamente en lo que anunciáis?

¿Vivís lo que creéis? ¿Predicáis verdaderamente lo que vivís? Hoy más que

nunca el testimonio de vida se ha convertido en una condición esencial con

vistas a una eficacia real de la predicación. Sin andar con rodeos, podemos

decir que, en cierta medida, nos hacemos responsables del evangelio que

proclamamos” (EN 76).

7.- La nueva evangelización.

El Señor nos envía al mundo a predicar el evangelio: “id al mundo

y haced discípulos míos a todas las gentes…” (Mt.28,19-20). Por eso

hemos de comprometernos “a favor de una nueva evangelización que

ayude a redescubrir la alegría de creer y a volver a encontrar el entusiasmo

de comunicar la fe”; “hoy es necesario un compromiso eclesial más

convencido a favor de una nueva evangelización, para redescubrir la alegría

de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe” (PF. 7).

Queridos hermanos y hermanas: que el Espíritu Santo nos aliente

en esta hermosa misión para que anunciemos el Evangelio de forma creíble

y alegre, con el fervor de los santos, con nuevo ardor, con nuevos métodos

y expresiones, a nuestros hermanos y hermanas.

Ayudemos a todos los creyentes en Cristo “a que su adhesión al

Evangelio sea más consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de

profundo cambio como el que la humanidad está viviendo” (PF 8).

Invitemos al hombre y a la mujer actuales a descubrir la necesidad

de volver al “pozo” para encontrarse con el Señor y escucharlo, para creer

en Él y amarlo, para seguirlo e imitarlo.

Terminamos. Unidos en el Señor.

Cáceres. 26 de septiembre de 2016

Florentino Muñoz Muñoz

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JUBILEO EXTRAORDINARIO DE LA MISERICORDIA

JUBILEO DE LOS CATEQUISTAS

HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Plaza de San Pedro Domingo 25 de septiembre de 2016

El Apóstol Pablo, en la segunda lectura, dirige a Timoteo, y también a nosotros, algunas recomendaciones muy importantes para él. Entre otras, pide que se guarde «el mandamiento sin mancha ni reproche» (1 Tm 6,14). Habla sencillamente de un

mandamiento. Parece que quiere que tengamos nuestros ojos fijos en lo que es esencial para la fe. San Pablo, en efecto, no recomienda una gran cantidad de puntos y aspectos, sino que subraya el centro de la fe. Este centro, alrededor del cual gira todo,

este corazón que late y da vida a todo es el anuncio pascual, el primer anuncio: el Señor Jesús ha resucitado, el Señor Jesús te ama, ha dado su vida por ti; resucitado y

vivo, está a tu lado y te espera todos los días. Nunca debemos olvidarlo. En este Jubileo de los catequistas, se nos pide que no dejemos de poner por encima de todo el

anuncio principal de la fe: el Señor ha resucitado. No hay un contenido más importante, nada es más sólido y actual. Cada aspecto de la fe es hermoso si

permanece unido a este centro, si está permeado por el anuncio pascual. En cambio, si se le aísla, pierde sentido y fuerza. Estamos llamados a vivir y a anunciar la novedad del amor del Señor: «Jesús te ama de verdad, tal y como eres. Déjale entrar: a pesar

de las decepciones y heridas de la vida, dale la posibilidad de amarte. No te defraudará».

El mandamiento del que habla san Pablo nos lleva a pensar también en el mandamiento nuevo de Jesús: «Que os améis unos a otros como yo os he amado» (Jn

15,12). A Dios-Amor se le anuncia amando: no a fuerza de convencer, nunca imponiendo la verdad, ni mucho menos aferrándose con rigidez a alguna obligación

religiosa o moral. A Dios se le anuncia encontrando a las personas, teniendo en cuenta su historia y su camino. El Señor no es una idea, sino una persona viva: su mensaje

llega a través del testimonio sencillo y veraz, con la escucha y la acogida, con la alegría que se difunde. No se anuncia bien a Jesús cuando se está triste; tampoco se

transmite la belleza de Dios haciendo sólo bonitos sermones. Al Dios de la esperanza se le anuncia viviendo hoy el Evangelio de la caridad, sin miedo a dar testimonio de él

incluso con nuevas formas de anuncio.

El Evangelio de este domingo nos ayuda a entender qué significa amar, sobre todo a evitar algunos peligros. En la parábola se habla de un hombre rico que no se fija en Lázaro, un pobre que «estaba echado a su puerta» (Lc 16,20). El rico, en verdad, no

hace daño a nadie, no se dice que sea malo. Sin embargo, tiene una enfermedad peor que la de Lázaro, que estaba «cubierto de llagas» (ibíd.): este rico sufre una fuerte

ceguera, porque no es capaz de ver más allá de su mundo, hecho de banquetes y ricos vestidos. No ve más allá de la puerta de su casa, donde yace Lázaro, porque no le

importa lo que sucede fuera. No ve con los ojos porque no siente con el corazón. En su

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corazón ha entrado la mundanidad que adormece el alma. La mundanidad es como un «agujero negro» que engulle el bien, que apaga el amor, porque lo devora todo en el

propio yo. Entonces se ve sólo la apariencia y no se fija en los demás, porque se vuelve indiferente a todo. Quien sufre esta grave ceguera adopta con frecuencia un comportamiento «estrábico»: mira con deferencia a las personas famosas, de alto nivel, admiradas por el mundo, y aparta la vista de tantos Lázaros de ahora, de los

pobres y los que sufren, que son los predilectos del Señor.

Pero el Señor mira a los que el mundo abandona y descarta. Lázaro es el único personaje de las parábolas de Jesús al que se le llama por su nombre. Su nombre

significa «Dios ayuda». Dios no lo olvida, lo acogerá en el banquete de su Reino, junto con Abraham, en una profunda comunión de afectos. El hombre rico, en cambio, no tiene siquiera un nombre en la parábola; su vida cae en el olvido, porque el que vive para sí no construye la historia. Y un cristiano debe construir la historia. Debe salir de

sí mismo para construir la historia. Quien vive para sí no construye la historia. La insensibilidad de hoy abre abismos infranqueables para siempre. Y nosotros hemos caído, en este mundo, en este momento, en la enfermedad de la indiferencia, del

egoísmo, de la mundanidad.

En la parábola vemos otro aspecto, un contraste. La vida de este hombre sin nombre se describe como opulenta y presuntuosa: es una continua reivindicación de

necesidades y derechos. Incluso después de la muerte insiste para que lo ayuden y pretende su interés. La pobreza de Lázaro, sin embargo, se manifiesta con gran

dignidad: de su boca no salen lamentos, protestas o palabras despectivas. Es una valiosa lección: como servidores de la palabra de Jesús, estamos llamados a no hacer

alarde de apariencia y a no buscar la gloria; ni tampoco podemos estar tristes y disgustados. No somos profetas de desgracias que se complacen en denunciar peligros o extravíos; no somos personas que se atrincheran en su ambiente, lanzando juicios

amargos contra la sociedad, la Iglesia, contra todo y todos, contaminando el mundo de negatividad. El escepticismo quejoso no es propio de quien tiene familiaridad con la

Palabra de Dios.

El que proclama la esperanza de Jesús es portador de alegría y sabe ver más lejos, tiene horizontes, no tiene un muro que lo encierra; ve más lejos porque sabe mirar más allá del mal y de los problemas. Al mismo tiempo, ve bien de cerca, pues está atento al prójimo y a sus necesidades. El Señor nos lo pide hoy: ante los muchos

Lázaros que vemos, estamos llamados a inquietarnos, a buscar caminos para encontrar y ayudar, sin delegar siempre en otros o decir: «Te ayudaré mañana, hoy no tengo tiempo, te ayudaré mañana». Y esto es un pecado. El tiempo para ayudar es tiempo

regalado a Jesús, es amor que permanece: es nuestro tesoro en el cielo, que nos ganamos aquí en la tierra.

En conclusión, queridos catequistas y queridos hermanos y hermanas, que el Señor nos conceda la gracia de vernos renovados cada día por la alegría del primer anuncio:

Jesús ha muerto y resucitado, Jesús nos ama personalmente. Que nos dé la fuerza para vivir y anunciar el mandamiento del amor, superando la ceguera de la apariencia

y las tristezas del mundo. Que nos vuelva sensibles a los pobres, que no son un apéndice del Evangelio, sino una página central, siempre abierta a todos.

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CURSO 2016-2017

CURSO DE FORMACIÓN COFRADE

OBJETIVO DEL CURSO:

Formar a los componentes de nuestras Hermandades y Cofradías en el

conocimiento de sus valores religiosos, humanos e histórico-culturales,

intentando sensibilizarlos sobre la importancia y el sentido que tiene la

pertenencia a una Cofradía en el tiempo en que vivimos. Concienciar a

nuestros cofrades sobre la importancia de la formación cristiana en la vida

personal y corporativa, así como de la pertenencia a la Iglesia, asumiendo

las responsabilidades, los compromisos y tareas que de ello se deriva.

PARTICIPANTES:

Podrán inscribirse todas las personas que reúnan los siguientes requisitos

-Tener cumplidos los 16 años de edad.

-Pertenecer a alguna Hermandad o Cofradía de nuestra Diócesis

-Cualquier cristiano que tenga interés por la formación cristiana y cofrade.

DURACIÓN DEL CURSO:

La duración del curso será del 17 de Octubre de 2016 al 27 de febrero de

2017 en horario de 20,00h. a 20,45h. y de 21,00h. a 21,45h., todos los

lunes, excepto puentes y festivos.

LUGAR DE CELEBRACIÓN DE LAS CLASES:

Centro “Agora Francesco”, junto a la Iglesia de Santo Domingo, Cáceres.

Los cursos se podrán hacer también a través de Internet(On-Line) previa

inscripción y solicitud..

Al finalizar el curso, en días que se anunciaran, se impartirán conferencias.

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CERTIFICACIÓN:

Al finalizar el curso se entregará un certificado de asistencia al mismo

expedido por la Escuela Diocesana de Formación Cofrade, firmado por el

Sr. Obispo y el Director de la Escuela.

Por Internet: [email protected]

Director: Luis Arroyo Sáez [email protected]

Secretario: Ignacio Arjona Hdez. [email protected]

Tfno: 615114198

.-.-.-.-.-.-.-.-.

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CURSO DE FORMACIÓN COFRADE 2016-2017

Primer trimestre

Asignatura: COFRADÍAS Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN

Profesor: Dª Lorena Jorna Boticario

Asignatura: LA IGLESIA QUE QUIERE EL PAPA FRANCISCO

Profesor: D. Florentino Muñoz Muñoz

Asignatura: COFRADÍAS Y ADMINISTRACIÓN DE LA DIOCESIS

Profesor: D. Ginés Rubio Lacoba

Asignatura: ESPIRITUALIDAD EN LA VIDA COFRADE

Profesor: Dn. Joaquín Zurera

Segundo Trimestre

Asignatura: REPERCUSIÓN DE LA SEMANA SANTA EN LA SOCIEDAD CACEREÑA

Profesor: D. Santos Benítez Floriano

Asignatura: HISTORIA DE LA DIOCESIS DE CORIA-CACERES

Profesor: D. José Manuel Martín Cisneros

Asignatura: ESPIRITUALIDAD EN LA VIDA COFRADE

Profesor: Dª Joaquín Zurera

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Nota; Don Manuel Femia nos dará este trimestre cuatro

charlas sobre temas relacionados con el mundo cofrade,

sentimiento cristiano y crecimiento personal basados en valores

espirituales y humanos.

COMUNICADO DE LA ESCUELA

Dada la importancia que tendrán algunas clases cuyos

temas tratarán sobre el estado de las cuentas de las cofradías,

sobre los documentos a presentar en los distintos estamentos y

los nuevos trámites que ahora nos exigen hacer y seguir, y dado

que nuestras cuentas han de pasar la auditoría ya anunciada,

creemos de máximo interés que los tesoreros o administradores

de las distintas cofradía se matriculasen y siguieran el curso de

Formación Cofrade o bien presencialmente o por vía On-Line.

También recordamos lo que dice el Estatuto Marco sobre

la obligación que tienen los cargos principales de las cofradías

de cursar al menos dos años en la Escuela Diocesana de

Formación Cofrade, como así también indica, aconseja, impulsa y

desea nuestro Obispo Don Francisco.