Señas particulares: ninguna

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Señas particulares: ninguna María de la Paz Boni Acuña

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María de la Paz Boni Acuña

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A mis padres Lourdes y Alfredo, a mis hermanos Yuyi, Alfredo, Elsa, Olga, Leticia,

a mi compañero Luis, a mis hijas Rebeca, Jimena y Camila,

con amor incondicional.

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Viernes

Las tres. Las tres, siempre es demasiado tarde o dema-siado temprano para lo que uno quiere hacer. Momento absurdo de la tarde. Hoy es intolerable.

Las cinco y media

Entonces me dio la Náusea: me dejé caer en el asien- to, ni siquiera sabía dónde estaba; veía girar lentamente los colores a mi alrededor; tenía ganas de vomitar y desde entonces la Náusea no me ha abandonado, me posee.

La náusea, Jean Paul Sartre

23 de marzo

Pero, si el tiempo no existe, ¿cómo es posible que estemos hechos según un esquema temporal? Si la realidad es siempre igual e inmóvil, ¿cómo es posible que nosotros seamos siempre distintos y cambiantes?

23 de noviembre

La única alegría que hay en el mundo es comenzar. Es hermoso vivir porque vivir es comenzar, siempre, en cada instante. Cuando falta este sentido —prisión, enfer- medad, costumbre, estupidez— quisiéramos morir.

El oficio de vivir, Cesare Pavese

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EL DIARIO COMO FORMA FEMENINA

El diario es un género a medio camino entre el psicoanálisis y la creación artística, frontera en la que se funden el conocimiento in- telectual y objetivo de una realidad exterior, y el conocimiento subjetivo de una realidad interior. Si se considera que el hombre puede controlar su destino por medio del conocimiento propio, si se considera que el destino no es una realidad externa al hombre, sino algo que éste lleva dentro de sí y que es, por lo tanto, altera-ble, el diario es, sin duda, un instrumento poderoso para llevar a cabo este propósito.

¿Por qué ha sido este género, durante casi doscientos años, tan asiduamente cultivado por la mujer? Los diarios de mujeres abundan en todos los idiomas; sólo se ha publicado de ellos una milésima parte: la mayoría permanece relegada en gavetas polvo-rientas, donde se conserva como fetiche familiar. La razón de esta abundancia puede deberse a que el diario, por su forma misma, se adecua cómodamente a la vida de las mujeres. Como ella, es una escritura restringida, eternamente interrumpida, que se ocupa de los detalles más nimios y a la vez de los más fundamentales. Su diseño, al igual que el diseño de la vida de la mujer en el hogar, jamás logra completarse en un orden reconocible, por falta de tiempo y de tranquilidad. Su forma es su falta de forma, el reverso del bordado, la contracara de la literatura.

En el diario la mujer queda representada en toda la comple-jidad de su experiencia: la mujer que examina el conflicto entre el amor y el trabajo; la mujer que ansía la inmortalidad; la mujer en trance de muerte; la mujer que se enfrenta a la ancianidad; la

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mujer que denuncia la destitución y la miseria de los arrabales; la mujer que se busca a sí misma. El diario es ese lugar secreto donde ella encuentra su autenticidad, libre de los prejuicios de los que siempre ha sido víctima.

RosaRio FeRRé

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INTRODUCCIÓN

Siempre he disfrutado la relación íntima con las figuras caprichosas llamadas letras que originan notas, acordes y sinfonías de pala- bras, mismas que transportan a mundos ajenos, lugares lejanos, mis- terios recónditos, paraísos prestados e infiernos alternos. Permiten también aflorar sentimientos ocultos, pasiones y secretos surgidos de la inspiración, de la cosmovisión y de la imaginación desboca- da de los concertistas de palabras.

Los libros me inspiran un afectuoso respeto, una profunda ale- gría interna. Son y han sido mis confidentes, cómplices, fieles y atemporales amigos dispuestos a agudizar mis sentidos y a conso- lar mi alma herida. Me invitan a viajar en buques de vapor, en ruidosos trenes, en carretas antiguas, en corceles a pelo, en veloces aviones y en lujosos trasatlánticos. Son las llaves que abren puer-tas, ventanas y vencen muros. Y es por todo esto que los disfruto, más aún si acompaño la lectura con una aromática taza de café.

Además de leer, me gusta y siempre he necesitado escribir con el fin de reflejar sucesos cotidianos o especiales que pasan y que no quiero perder en las pantanosas aguas del olvido. Escribo para salir de mí misma, para conservar, explicar y entender el caudal de sensaciones que aún ahora oprimen mi garganta y desbocan las complejas emociones en las que frecuentemente me veo envuelta.

Escribo para tener un faro al sumergirme en las embravecidas aguas de la marea de la vida, y así dejarme llevar por sus absurdos, sus caprichos, por ese fluir del suave vaivén del amor, la amistad, el trabajo cotidiano, la música, la lectura, las alegrías efímeras. Y también para luchar contra las pasiones insolentes o el dolor

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acerino, que suele presentarse sin invitación. Finalmente, escribo para darle sentido a la vida cuando se desdibuja en el caprichoso y sórdido ¿para qué vivir?

En este diario sigo un orden cronológico a fin de expresar senti-mientos y hechos, dentro de una irregular dialéctica, ilustrados con tintes de imaginación para colorear algunos capítulos de mi histo- ria. A lo largo del diario escribo párrafos, poemas, canciones y trozos de ideas de otros que reflejan y ejemplifican mi sentir. En lo escrito a continuación, la protagonista es la ambigüedad, directriz encargada de orientar o desorientar “la nada de mis días”. Tristeza-alegría, éxito-fracaso, realidad-fantasía, verdad-mentira, pasión-costumbre, amor-odio, inactividad-acción, miedo-valor.

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SEÑAS PARTICULARES… NINGUNA

Era una mujer común y corriente de complexión promedio y es-tatura mediana. Su piel era morena clara, el cabello lacio, de color marrón y lo usaba muy corto o largo. Sus ojos eran expresivos y de color café oscuro, pestañas negras y ojeras notorias. Desde muy pequeña usaba anteojos, lo que permitía disfrazar la expresión pro- ducto de sus emociones. Su nariz era alargada y grande, en com-paración con su boca.

Su cuerpo nunca tuvo formas atractivas ni voluptuosas, los atributos físicos no fueron generosos con ella; sin embargo, con un pantalón de mezclilla o con una falda larga, lucía atractiva. Desde la adolescencia, nunca le faltó un amigo, pretendiente, novio o pareja a su lado, quizá por esa razón no sintió la necesidad de su- mergirse en el mundo misterioso y superficial de los afeites, de las máscaras del maquillaje ni de la coquetería femenina.

Solía tener un morral a su lado, usaba zapatos bajos y oscuros, y siempre evitó en su guardarropa la vestimenta formal, los colores claros y las faldas cortas. Usaba muy poca pintura en el rostro, un poco de rubor; las uñas las mantenía cortas y cubiertas con barniz transparente. Siempre se las arregló para lucir un reloj grande y varonil; llevaba aretes llamativos, anillos dorados y pulseras de plata.

En conjunto, no era particularmente fea ni bonita; era física-mente común, una entre miles, como suele decir la gente. En su pasaporte se leía, en el apartado de señas particulares: ninguna.

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23 de agosto de 1960

Mi llegada al mundo no tuvo nada de particular. El momento del cambio fue rápido y con mínimo sufrimiento. De pronto me sentí expulsada del vientre materno, de aquella cueva tibia, acuosa y si-lenciosa para asomarme a un mundo diferente. Recuerdo que todo era una mezcla de asfixia, ruido y confusión, aunada a la presen- cia de una repentina e hiriente luz grisácea, que me acompañaría los primeros meses en el mundo terrenal, donde era una novata.

Poco después, la variedad e intensidad de luz y sonido me de- jó perpleja, casi tanto como el sentirme sostenida por una fuerza desconocida que, impasible, me manipulaba hasta sacar de mi interior un grito de pertenencia al género humano. El verdadero llanto brotó incontenible cuando se tornó insoportable el dolor de la soledad que habría de acompañarme siempre, desde el mo-mento en que fue cortado el cordón umbilical. Se había roto mi amoroso vínculo con el bienestar, que me había proporcionado protección vital y compañía incondicional. Ahora estábamos separadas irremediablemente, llorando nuestra pesada soledad: mi mamá en la estrecha cama del Hospital Militar, y yo en una impersonal y amplia cuna, con un letrero que decía: sexo feme-nino, peso 3.400 kg.

La perfecta unidad se había convertido en una polémica dua-lidad, la cual marcaría cada momento de mi vida, debido a que nunca me resigné al desprendimiento materno.

Mi nacimiento no marcó ningún acontecimiento especial. Fui la sexta y última hija del doctor Alfredo Boni de la Vega y de la señora María de Lourdes Acuña. Una familia más de la amorfa clase media de la colonia Santa María la Ribera, en la ya cosmo-polita, contradictoria y maravillosa ciudad de México.

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A pesar de haber nacido de un parto normal, sin complicacio-nes y encontrarme saludable, la integración a la sociedad a través de mi familia fue aceptada con más resignación que alegría. En el ambiente se percibía una rara mezcla de inconformidad y notoria contrariedad; esta situación sui generis se debía a la carencia de un pequeño apéndice ubicado entre las piernas. Al parecer, este detalle fisiológico marca el destino de todos los recién nacidos. Siempre ha sido así, en el devenir histórico de las diferentes so-ciedades, se espera la llegada del varón, a sabiendas de que es en la mujer y no en el hombre donde surge, donde estalla la vida. A sabiendas también de que Jesucristo llegó al mundo convertido en hombre y no en mujer, por humildad.

Los dados de la suerte habían sido lanzados y mostraron su jugada genética. Si bien es cierto que llegué sin el preciado órgano genital masculino, también lo es que en el interior se perfilaba una fuerza ancestral, elemental, instintiva, capaz de potenciar senti-mientos y acciones que, incontrolables, se convertirían en pasiones. En aquel nuevo ser germinaba esa fuerza, porque había sido una elegida por la naturaleza, había tenido la suerte de nacer agrade-cida, orgullosa y felizmente mujer.

7:37 Jueves

Soy un organismo viviente que depende del consumo de leche y afecto, y a través del llanto reclamo mi razón de ser, la justificación de mi existencia, que es calmar mi ansiedad con ese líquido tibio que emerge del más afectuoso ma- nantial.

Santa María la Ribera

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Martes en la mañana

No hay días, tampoco noches, sólo una velada continuidad de sensaciones. No me siento parte del universo, sino el universo mismo. Desarrollo mis sentidos, confundo y agudizo mi pertenen- cia al mundo. Crezco con infinita rapidez y tan intensamente que, algunas noches de oscuro silencio, creo escuchar el gradual des-garre de mis músculos que buscan alejar segundo a segundo mis extremidades, y el flujo sanguíneo que corre como río embraveci- do en mi cuerpo inquieto y cambiante. Mis rojas encías se ven atormentadas por filosos huesos que emanan del interior y apa-recen desafiantes, prestos a desgarrar y triturar todo lo que esté a mi alcance con innato instinto de sobrevivencia.

Sábado

Reconozco los sonidos amables y los desagradables con mayor claridad; los rostros que se acercan sonrientes o serios; los olores que salen de la cocina, pero que todavía no puedo probar, debo tener paciencia, una infinita paciencia para empezar a gatear, a caminar, correr, volar… Para probar papillas, comida sólida, aguas frescas, café y vino; para hablar en lugar de llorar, para cantar en lugar de reír. Tengo que ser paciente, como en el vientre materno, cuando estaba suspendida sin importar las horas que los relojes determinan, ni los días que marca el calendario.

Octubre de 1962

Puedo caminar, hablo y me comunico rudimentariamente; las so-pas de pasta, el arroz, la carne y el pollo suplieron la leche materna y las papillas sin sal. Me aferro a un muñeco de plástico como a un salvavidas en altamar. Soy un ser elemental, feliz e integrado; mis necesidades y afectos están satisfechos.

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Diciembre

No puedo apartar la mirada de aquel maravilloso juguete alto que parpadea con sus mil luces de colores, me acerco —¡cuidado, eso no se toca!— y me las arreglo para robar algo de su magia. Es una pe- lota roja como espejo en la que me puedo ver con una cara gracio- sa y un pedazo de ramita verde que huele a bosques lejanos, a hogar de duendes y hadas. A veces simplemente me quedo cerca para recibir su lluvia multicolor. Me sorprende el Nacimiento, con sus pollos grandes, sus pastores pequeños, el vidrio del baño conver- tido en lago, el bebé de porcelana con el cuerpo reconstruido con resistol. El pastito parece de juguete pero es de verdad, como el de la Alameda a la que vamos los domingos. Se me ocurre colo- car mi muñeco de plástico que tanto amo y que torpemente in- tegro, como un grotesco Gulliver dentro de una aldea de pig- meos. Alguien me dice: “¡Qué bonito se ve, vamos a ponerlo mejor aquí”. Siempre querré a mi familia. Siempre disfrutaré la Navidad. ¡Siempre!

5:45

Estoy triste, nadie quiere jugar conmigo y me duele el estómago, mejor me voy a dormir para que el tiempo pase rápido y en si-lencio.

Domingo de 1963

A pesar de mi veloz crecimiento, la niñez se sucede con inusitada lentitud, los días parecen arrastrar una infinita repetición distribui-da en convivio familiar, sueño, comida, juego, en una dialéctica de maravillosa sencillez.

Soy parte de un marco familiar que juega incansable al diario vivir, sin otra razón que llenar el tiempo de los días absurdos y

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numerosos. Esta monotonía se iniciaba cuando mi papá salía a trabajar y llegaba antes de que las tinieblas hicieran necesario prender los pequeños soles que colgaban de los altos techos de nuestra casa de Carpio 191, a una cuadra de la Alameda de Santa María la Ribera. En la casa, mi mamá hacía esfuerzos repetidos y cotidianos por mantenerla limpia y ordenada; en la cocina, transformaba la materia prima en ingeniosas mezclas con las que a diario alimentaba a la familia.

1964

Desayuno, comida, cena.

Domingo

Ir a la iglesia a platicar en voz bajita con mis hermanos.Día de ir a la Alameda.Jugar en el kiosco.Comer un chicharrón con mucho limón y chile.Ver mi programa favorito en la televisión: con Enrique Alonso,

Cachirulo.Escuchar la Hora Nacional.Dormir para soñar.

Martes

Todo es magia en la dulcería La Cubana. Unas impecables se-ñoritas preguntan amablemente: “¿En qué les podemos servir?” Estiro mi mano para tomar un pedacito de chocolate que regalan a los clientes, pero a pesar de mis esfuerzos, no logro alcanzarlo. Mi mamá me carga y pone mis manos al alcance del preciado botín. Aspiro profundamente para atrapar el aroma del chocolate

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oscuro. Abro muy grandes los ojos para mirar las hermosas formas y arreglos de los dulces. Acaricio las vitrinas. Los lápices de cho-colate son mis favoritos, escojo tres y una paleta en forma de ca- rita. La próxima vez me llevaré figuritas de mazapán en forma de animales. A la salida, pienso que visitar La Cubana es como ir a un pedacito de Puebla, seguramente por los hermosos azulejos moriscos que son parte de la decoración. Mis sentidos se visten de fiesta cada maravillosa tarde que cruzamos el umbral hacia un mundo de chocolate y fantasía.

11:00 p.m.

Me hago la dormida en el sillón para que me lleven en brazos a la cama. Siempre me descubren, lo sé, y eso es lo mejor de todo. Rodeo con mis brazos a quien me lleva y le doy muchos besos, simulando que duermo.

7:30 p.m.

Pertenecer a una familia es como beber de un espontáneo ma-nantial agua cristalina que calma la sed y procura bienestar. Si hay desiertos en mi territorio, aún no los busco ni los encuentro.

Mis hermanos interaccionan con mi vida, forman una maraña de voces, emociones, alegrías y peleas. Pero mis días de suerte, los mejores, fueron esos en los que mi mamá retrocedía en el laberinto del tiempo; ella jugaba a ser niña y yo jugaba a ser feliz.

Agosto 23

“Estas son las mañanitas que cantaba el rey David, a las muchachas bonitas se las cantamos así. Despierta, Maripaz, despierta, mira que ya amaneció, ya los pajarillos cantan, la luna ya se metió.” “Sópla- le fuerte, pero antes pide un deseo”, cierro mis ojos y pido que este

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día se repita todo el año. Me siento tan feliz con mi vestido blanco y una banda azul, que no sé a quién agradecer mi buena suerte.

1964

Las revistas Vidas ejemplares y los gruesos volúmenes de El tesoro de la juventud, recrean mis tardes. Elijo con amoroso cuidado mi materia prima y, acompañada de unos lápices de colores, juego a descifrar enigmas mientras subrayo las figuritas parecidas: para las vocales un color amarillo, para la s, uno verde y para la m de mamá, el rojo. ¿Me alcanzará la vida para descifrar los códigos secretos que encierran las revistas y los libros?

Domingo

Los domingos mi papá me deja entrar a su estudio y me presta siempre un libro diferente de la colección de El tesoro de la juventud, o mejor aún, me lee pasajes de la sección “Narraciones interesan-tes” mientras fuma sus cigarros Delicados sin filtro o toma una copa color ámbar con un olor muy fuerte que hacía que frunciera la nariz.

Cuando Jasón, hijo del destronado rey de Yolcos, era muy niño todavía, fue alejado del lado de sus padres y confiado al preceptor más singular que pueda imaginarse. Tan docto personaje pertene- cía a la familia de los cuadrúpedos llamados centauros. Vivía en una caverna; su cuerpo y sus piernas eran de caballo blanco; pero te- nía la cabeza y el torso de hombre. Se llamaba Quirón y, a pesar de su extraña figura, era un maestro excelente y contaba con algunos discípulos que, posteriormente, lo honraron haciéndose célebres en el mundo. Hércules fue uno de ellos, y también Aquiles y Filoctetes, y asimismo el famosísimo médico Esculapio. El bueno de Quirón enseñaba a sus discípulos a tocar el arpa, a curar enfermedades, a manejar la espada y a embrazar la rodela,

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y muchas otras cosas comprendidas en la educación de un niño en aquellos tiempos. Por fin, Jasón, cuando se vio convertido en un mancebo alto y atlético, quiso salir al mundo en busca de aventuras, pero sin consul-tarlo antes con Quirón ni decirle una sola palabra de sus propósitos.

De repente, cierra el libro y me pregunta:—¿Quieres dibujar un centauro?No le respondí.—Quiero que tú me pintes un centauro, que sea con tu cara y

una barba larga, larga.No sé cuánto tiempo pasó mientras dibujaba el centauro con su

rostro, a pleno galope en unos bosques verdes y azules, con unas grutas negras y rojas. Había mucho silencio, podía escuchar el sonido sutil de los lápices en la hoja de papel, rota de una esquina.

“¡A comer!”, se oyó la voz de mi mamá. “A comer. Ya está servi- do”, repitió. Corro al comedor con una hoja blanca apretada contra mi pecho y una puerta abierta al mágico mundo del imaginario in- fantil. Me había heredado en vida el amor a los libros, pero en ese mo- mento ni él ni yo lo sabíamos.

Octubre de 1964

Sábado 8:43 p.m.

Estábamos viendo el programa llamado Bonanza. Mi papá, como siempre, ocupa su sillón verde y yo me siento con él. Me quedo medio dormida, sin entender el ir y venir de los caballos que ha- cen mucho ruido en el opaco televisor familiar.

De repente, aprieta mi mano intensamente, muy intensa- mente. Después, todo fue como una película en blanco y negro de Charles Chaplin, donde todos actúan muy rápido con movi-mientos grotescos y graciosos. Mi papá había muerto sin siquiera terminar de ver su serie favorita. Tengo miedo y frío, mucho frío.

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Conocer la cara de la muerte a los cuatro años en la figura ausente de mi papá dejó en mi interior un molde amorfo de hie-rro en el que nunca he podido verter la esencia suficiente para resarcir la deuda que sigo cobrando a la vida. Me dejó también la sublimación de la figura femenina que orienta los sinsabores agridulces del huidizo tiempo.

Adiós al médico de profesión, al poeta de inspiración y al lec-tor y escritor apasionado que bebió sorbo a sorbo su efímera y bohemia vida… tan suya.

Viaje

Calcé las ingrávidas sandalias del silencio, para raudo llegar a la región lejana¡Quedé inmóvil!Para mirar mejor, cerré los ojos,y callada la voztorrentes de elocuencia desbordaba.Y el silencio gritabaromero solitario, por báculo un suspiro,la ruta se alargabasutil y caprichosa¡Yo inmóvil me alejaba!…¡Cuánta niebla encontré por el camino!…¡Cuántas flores marchitas!…y el eco de algún trino.Andar… Andar… Andar…¡Qué lejos del punto de partida!Dispersa en el camino está la vida.Las huellas, todas son color de olvido…Llegué lejos, muy lejos,donde la noche enciende su antorcha de negrura,donde mueren los ecos

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donde nada fulgura.Torné después, tan triste y tan cansado,después de tanto ver y haber andadoque para no ver más abrí los ojos…Y en mis mejillas quedancaminos de agua amarga,como la senda en bruma,como la senda, larga.

alFRedo Boni de la Vega

1966

No quiero regresar al jardín de niños. El lugar es muy aburrido. La maestra habla y da brinquitos como niña chiquita. Todos los días nos da una hoja blanca y dibujamos, pero no lo que quera-mos, sino lo que ella dice. A la hora del recreo un niño me llenó de arena la cara y yo sólo acerté a llorar sin lágrimas. No me gus- ta jugar con los otros niños, prefiero quedarme en la casa, ir de un cuarto a otro mientras escucho mis canciones de Radio Cen- tro. Canto mis favoritas, bailo las rítmicas. Soy feliz con mi radio, con mi caja musical, con mis cuentos, con mi casa, con mi mamá.

Martes

Mientras platicamos, mi mamá lava la ropa y yo tallo y tallo en una esquinita del fregadero, unos pañuelitos y unos vestiditos de muñecas. Me gusta escuchar el ruido de las cacerolas en la cocina. No quiero regresar a la escuela, por favor, prefiero jugar a leer, jugar a ser maestra. Jugar a vivir en libertad.

Marzo

Algo mágico sucedió. Ya no voy al jardín de niños. ¡Bravo!

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Domingo 6:30

Todos estamos sentados en la sala viendo la televisión, va a empe-zar mi programa favorito: Teatro fantástico; siempre será mi favori- to, me gusta todo, hasta los comerciales. Me acuerdo de que hace como tres domingos se fue la luz, y yo lloraba desconsolada, rezaba para que volviera la luz y nada. Mis hermanos se conmovieron cuando puse una vela en la parte de atrás de la televisión. Entonces, sucedió un milagro. “Vamos a hacer nosotros el cuento”, dijo Olga, y sacó unas crinolinas, verdes y rojas, unas mascadas amarillas y azules. Elsa acomodó los sillones y convirtió la sala en un reino le- jano y misterioso; Leticia aceptó ser el príncipe de la princesa, o sea, yo. Lourdes, Yuyi, mi hermana mayor, mi segunda mamá, fue la madrastra, y mi hermano Alfredo, escondido detrás de un mueble de madera, fue el narrador. Mi mamá era el público. No sé durante cuánto tiempo ni qué paso en la sala, hasta que regresé de mi maravillosa locura infantil y escuché: “Y colorín colorado, este cuento se ha acabado”. Cenamos y yo lloraba por dentro de felicidad mientras comía una torta de frijoles con huevo.

Domingo

Hoy es diferente, me siento muy mal, muy triste y con mucho miedo. En la misa de las doce, el padre dijo en el sermón: “Dios ve y escucha todo lo que hacemos y castiga el mal”. “Nadie puede ver todo —pensé—, qué tonto es el padre por gritar esas mentiras.” El recuerdo de aquel pensamiento que cruzó mi mente en la iglesia me atormenta mientras estoy sentada en el sillón de la sala junto a mi mamá, a la que le doy la mano y aprieto muy fuerte. Me angustia pensar: ¿y si Dios ve y escucha todo?, ¿y si me escuchó en la iglesia? Me va a castigar y no sé si se vaya a ir la luz a la hora de mi cuento o se muera un hermano o mi mamá, como se murió mi papá, de repente, viendo la televisión. Me encierro en el

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baño, pido perdón de rodillas al padre, a Dios y escucho: “Este es el trenecito del chocolate Expres…” “¡Maripaz! —grita mi mamá—, ya va a empezar tu programa.” El miedo de perderla me trastor- na. “Ya voy”, le contesto, respiro profundo y ligeramente aliviada me acurruco a su lado, en el sillón verde.

Mayo 6:25

Tengo seis años y encontré un juego maravilloso con el espejo redondo del baño, el chiquito que está debajo de la ventana. Ca-mino, y en su reflejo parece que camino por el techo, esquivo la lámpara, brinco de un cuarto a otro, salgo al corredor y camino en el cielo, me quedo de pie en las nubes de algodón, en el azul mágico… giro y giro y giro.

Junio

Casi todo el tiempo estoy contenta, pero a veces lloro a escondi-das por el miedo a que alguien más se muera. Ojalá los doctores inventaran una medicina para vivir siempre.

1967

Es un soleado sábado. Estamos en el tranvía amarillo y chato rumbo a las rejas verdes del Bosque de Chapultepec. Olga lleva una pelota y yo me traje unos trastecitos de aluminio, me gusta jugar a la comidita con pasto, ramas y tierra. Mi mamá trae las tor- tas; Elsa, los refrescos, uno de tamarindo y otro rojo; Leticia, un pastel de plátano. Bajamos del camión y corremos para ganar nuestro lugar favorito: un árbol añoso y torcido casi hasta el suelo, que nos sirve de silla, de mesa, de columpio, de montaña para escalar.

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Martes 2:00 p.m.

La mesa de mi casa es rectangular, con pesadas sillas de madera. El menú es muy parecido al de ayer: sopa de pasta (de municiones), arroz rojo, bistec con lechuga y un guisado de carne con una salsa exquisita. Al centro, pan, tortillas y una jarra de agua de limón. “Tengo que llevar veinte tamales para la kermés del viernes”, co- menta Olga. “A mí no me han pedido nada todavía”, le dice Leti- cia a mi mamá. Elsa se levanta de la mesa y le sube al radio que está en una mesita cercana a la cocina, entona una canción que in- terpretan los Hermanos Carrión: “Magia blanca tú tienes, me has hechizado a mí, con tu mirada coqueta, con tu manera de andar, cuando pasando caminas, todos te admiran a ti…” “¡Bájale al ra-dio! —dice mi mamá—. El que come y canta, loco se levanta.” Mi hermana regresa a la mesa, pero sigue tarareando muy quedito la canción. Me gusta que mi mamá diga dichos, los dice todo el tiempo. Quiero que repita: “El que come y canta, loco se levanta” y empiezo a cantar: “¡Despeinada, ja, ja, ja, ja, despeinada, ja, ja, ja, ja!”, me suelto el pelo, muevo la cabeza frenéticamente y canto con la voz más fuerte que puede salir de mi garganta: “Tú tienes una carita muy hermosa, pero tu pelo es un desastre universal, ja, ja, despeinada, ja, ja, ja, ja”. Todas guardaron silencio y me veían sorprendidas. Debieron preguntarse ¿y ahora?, Maripaz, la calla-dita y obediente, se volvió loca. “¿Qué te pasa?”, me preguntaron, y yo les respondí: “Despeinadas, ja, ja, ja, ja, despeinadas, ja, ja, ja, ja” y todas reímos hasta que nos dolió el estómago y las lágrimas afloraron como una acuosa contradicción de sentimientos.

8:00 a.m.

La primaria es obligatoria, gratuita y laica. No pude convencer a nadie de que sería mejor quedarme en la casa. Todos los días, de lu- nes a viernes, me pongo una blusa blanca de algodón, un jumper

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azul marino y un delantal azul de cuadritos con unos holanes muy feos en la orilla. Llevo una mochila café claro con un fuerte olor a cuero, con cuadernos, lápices y colores. Y unos libros que tienen en la portada una hermosa mujer morena de pelo lar-go y castaño, con un vestido blanco, con un fondo en el que se encuentra la bandera tricolor y un águila muy grande y astuta que atrapa una víbora venenosa. Pero lo mejor de todo es que, al abrir los libros gratuitos de la

sep, en la primera página se puede ver el abecedario alternado con una figuras hermosas y familiares: una dulce muñeca de tra- po con ojos almendrados y con un vestido de bolitas, un fiero león de cartón con una melena maravillosa y un pescado feliz, una mu- lita de hojas de tamal con su cargamento de dulces piñas, un toro triste y, finalmente, mi preferido: un gallo con figuras caprichosas en el cuerpo.

Con mis nuevos lápices de colores decoro la singular hoja del cuaderno de trabajo que sólo tiene las siluetas dibujadas. No me importa el extraño comentario de la maestra Cristina: “¿Quién te dijo que podías pintarla?”, dice. “¿Quién le dijo a usted que no se podía?” Seguramente fue un pensamiento en voz alta, porque me asignó un lugar en la última fila y no recuerdo la cantidad de veces que me quedé con la mano arriba, sin que me otorgara la palabra.

Miércoles 11

Otra vez me quedé sin recreo. No puedo escribir la letra p, me sale diferente y debo hacerla como todas las otras niñas. La maestra se

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acerca y me dice, mientras sujeta mi mano: “Así se hace la letra p, de pan, de país, de papá”. Suelto el lápiz y mis ojos se nublan, pero no lloro en el salón, ya tendría toda la noche para hacerlo quedito en la cama junto a mi almohada de rayas azules.

10:30 a.m.

Las semanas se suceden unas a otras, nuevamente me vuelvo a quedar sin recreo, pero ahora es diferente; ya aprendí a leer y la maestra me pide que ayude a las niñas que todavía no pueden hacerlo. Son éstos los mejores días en la primaria que recuerdo. Era jugar a ser maestra, era abrir paso a un futuro promisorio.

7:44 a.m.

Rumbo a la escuela, de repente, mis piernas se convierten en tela, no me pueden sostener y caigo estrepitosamente. Mis her-manas se espantan, empiezo a llorar cuando me imagino en una silla de ruedas, el dolor es muy fuerte y no logro incorporarme. Recuerdo que con dificultad me llevaron de regreso a la casa. En la tarde, en el consultorio de mi tío, escucho que le dice a mi mamá: “Son los llamados ‘dolores del crecimiento’, no es nada anormal, bla, bla, bla”. Duele crecer. Duele crecer, me repetía con insistencia. Nunca más me dolieron así las piernas. Sería otro dolor más profundo el que dominaría mi adolescencia, el que marcaría mi vida adulta, un dolor perenne y pegajoso.

Julio

Estoy muy emocionada, vamos a Puebla. El camión ado pasa por un estrecho pasillo con un cuadro de la virgen de Guadalupe ilu-minado con velas y decorado con flores de plástico. Me persigno agazapada en la oscuridad.

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En el camino, el mareo se vuelve intolerable; ni los limones, las galletas saladas ni el veinte de cobre surten efecto. Todo me da vueltas y me siento un guiñapo, sudo y no me puedo controlar. El vómito surge a pesar de los esfuerzos por detenerlo, me tranquili-zo un poco, mi mamá me consuela. Con enfado recuerdo que de nada sirvió persignarme.

Martes

Ver otros paisajes, caminar otras calles, respirar otro aire es un gran placer. Ver a mis tíos, a mis primos, platicar y jugar como en una danza de emociones, como una fiesta con rostros familiares, pero en el fondo desconocidos, siempre me pareció divertido. Me gusta viajar, es como desprenderme y ser otra.

Agosto 23

“Estas son las mañanitas que cantaba el rey David, a las muchachas bonitas se las cantamos así. Despierta, Maripaz, despierta, mira que ya amaneció…” Las ocho velitas alumbraban tenuemente el comedor, después oscuridad, luz y aplausos. Saboreo mi pastel. Re- greso por más ensalada de pollo.

Me siento en el sillón verde con cuidado, para no arrugar el vestido que me hizo mi mamá; es de popelina blanca con florecitas azules y tiene un listón amarillo. Llega la esperada hora de abrir los regalos: un lápiz en forma de escobita, un conejo de peluche con hermosas orejas de trapo, una bolsa de bombones, dos hermosos libros con ilustraciones pero con muchas letras: Mujercitas y La isla del tesoro. Los invitados continúan el festejo y juegan con los globos, yo ya no participo, estoy muy lejos del comedor, leyendo el libro de Mujercitas, ahora me encuentro en el diván de las hermanas March en Concord, Massachusetts.

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3 de octubre de 1968

No recuerdo nada específico de lo acontecido la tarde anterior. Seguramente lo de todos los días: comer, hacer la tarea, algún dibujo, jugar, ver algún programa en la televisión que no tenía sonido porque estaba descompuesto y dentro de aquel mueble grande de madera, que sostenía unas delicadas carpetas blancas.

Durante la noche mi mamá no durmió en el cuarto como de costumbre, se quedó sentada y vestida en la sala. Yo tampoco es-taba tranquila; sin embargo, me venció el sueño. Al día siguiente no fui a la escuela, tampoco mis hermanas. Mi mamá no estaba en la casa. Poco después entró apresuradamente y nos dijo, como si supiéramos de lo que hablaba: “Su hermano está bien, se quedó en una casa de estudiantes de Tamaulipas, por la colonia Roma. Su hermano y Mario ya vienen para acá. Seguramente tienen hambre, voy a prepararles el desayuno”. Todo volvía a la norma-lidad y, como por arte de magia, el jueves se había transformado en domingo, mejor que cualquier domingo, porque no tuvimos que ir a la iglesia, al repetitivo rito de voces y posturas (De pie, se pueden sentar, de rodillas —¡ouch!—, escuchen, confiesen sus pe-cados, recen, crean, den limosna. Podemos ir en paz. ¡La misa ha terminado! ¡Fiu!).

Durante el desayuno, el protagonista indiscutible fue Mario, un joven alto, norteño, que se anexó a la casa como otro hermano. Ahora pienso que fue el día de suerte de la familia, pues en lugar de perder a mi hermano, se sumó, así de fácil, un miembro más. Mi mamá repetía muchas veces: “¿Pero cómo se les ocurrió ir a la manifestación en Tlatelolco?” Alfredo, mi hermano, platicaba los eventos vividos la tarde anterior: “Saltamos una barda y pudi- mos correr hasta una pensión”. “¿Tanto agradecimiento por brincar una barda juntos? ¿Estaba muy alta?”, pienso, sin entender. “Al otro compañero lo perdimos de vista”, comentaron. “¿Tan grandote y se perdió?” En mi interior confundido predominaba la alegría de tenerlos en la mira ese jueves con sabor a domingo.

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Una matanza convierte cualquier lugar en un basurero. Los sucesos cuyo carácter público deben permitir su comprobación objetiva y su permanencia en el tiempo se alejan con mayor velocidad que cual-quier otro. Su signo es la negación de sí mismos. El tercer orador del mitin apenas había empezado a hablar cuando unas luces de Bengala aparecieron en el cielo todavía neutro del fin de la tarde. Luces como las de una feria o una celebración patriótica, pero anacrónicas e ines-peradas. Eran una señal casi tierna, las luces de Bengala elevándose en el cielo, lentas, lentas y desparramándose después hacia abajo. Para algunos de los presentes en algún momento, debieron evocar un nostálgico pasado. El fin del día; el tenue principio de la oscuridad. Muchas miradas siguieron el silencioso desaparecer de esas luces en el espacio. Después el sonido de las balas impuso un orden que no era humano. Las primeras venían de arriba abajo, desde el mis- mo edificio en donde se encontraban los oradores; pero no eran ellos los que querían que dejaran de oírlos aquellos que los escuchaban. —No corran, compañeros, es una trampa— gritaron desde ese edificio todavía. Una trampa.

juan gaRcía ponce

18 de diciembre de 1968

Me encuentro en una posada con mi familia. Llegamos un poco tarde, no nos tocaron velitas, pero nos integramos al canto “Aquí no es mesón, sigan adelante, yo no puedo abrir, no sea algún tunante…” Disfrutamos la pastorela y, aunque no le atiné a la pi- ñata, logré recoger dos limones reales y una jícama pequeña, pero dulce. De pronto, escucho murmullos de aclamación y todos miran hacia el cielo: iniciaba el espectáculo de los fuegos artificia- les. Siento un miedo irracional, y como nadie da el aviso de aler-ta, grito tan fuerte como puedo: “¡Son una trampa! ¡Los fuegos artificiales son una trampa!” ¡Odio los fuegos artificiales! ¡2 de octubre no se olvida!

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De enero a noviembre de 1969

5 de enero. Tarde de alegría, noche de magia y misterio. La carta en mi zapato empieza como todos los años: “Queridos santos reyes magos…” Seis de enero, seis de la mañana: una muñeca, unos lápi-ces de colores y una estufita aparecen como un milagro en la sala. Febrero: mañana empieza la escuela. Estreno mochila, cuadernos y uniforme. La maestra Cristina de tercero es muy regañona, pero los libros están muy bonitos. Este año me toca forrarlos de ver- de. Mayo: todavía no me aprendo el poema para el festival de ma- ñana. Me dijo Yuyi que me llevará al centro para comprarle un re- galo a mi mamá. Agosto: cumplo nueve años. Vamos por el pastel a Sanborns, donde lo decoran con florecitas moradas y verdes. Sep- tiembre: nos refugiamos junto con otras personas en la entrada de una tienda que tiene la cortina de lámina cerrada. A mitad del des- file, se soltó el chubasco. Los soldados seguían marchando, ¡qué bárbaros!, desde el centro hasta Chapultepec por toda la avenida Reforma. Pero nosotros no somos soldados, así que corremos mientras guardo la banderita y la matraca bajo mi suéter. “¡Viva México!”, repito, aunque la lluvia sofoca mi confuso nacionalismo. Noviembre: el día de muertos vamos a Puebla con mis tías. Lle-gamos a la terminal y antes de abordar el ado, mi mamá me da unas pastillas de menta y unas bolsas de plástico “Para que vomites en las bolsitas” y me sienta junto a la ventana para que respire el aire fresco y retarde el inminente mareo. Los sentimientos hacia mis primos, tíos y abuela son débiles expresiones de cariño, no se puede querer con intensidad a tantas personas.

Diciembre

El invierno llega como nunca, hace mucho frío. La estufa está prendida casi todo el día con trastes con agua hirviendo para generar calor en la casa de techos altos.

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1970

Tengo diez años.No pasa nada que amerite ser escrito.

28 de diciembre

Elsa nos regaló de Navidad unas bufandas de colores a todos los hermanos. Hoy me la puse para ir al cine. Estoy enojada porque Leticia me pidió prestado mi muñeco favorito y luego me dijo: “Inocente palomita que te has dejado engañar, sin saber que en este día en nadie debes confiar”. ¡Cómo se me fue a olvidar que era 28! Después me lo entregó, pero ya me había hecho llorar. Entramos al cine Regis, el que queda por el centro. No había mucha fila y el señor de los boletos le comentó a mi mamá: “No les va a gustar a las niñas, la película está en blanco y negro”. Nos sentamos en las primeras filas. Me acomodo la bufanda que combina con el rojo brillante del terciopelo de las butacas. Apagan las luces y aparece el título en la pantalla: Citizen Kane, más abajo la traducción con letras más pequeñas, El ciudadano Kane, todo acompañado de una música imponente, maravillosa. Me abandono a la fuerza del fil- me. A la salida, con una mezcla de timidez y orgullo, le comento al señor que nos había vendido los boletos y que estaba sentado en una silla negra y plegable: “Sí me gustó la película, señor. No ne-cesitó estar a colores”, le dije. Él se quedó mirándome y dijo con una voz varonil y hueca: “Qué bueno, niña”. “Rosebud”, repito du- rante el regreso a la casa. “Rosebud” gira en mi cabeza hasta que me vence el sueño.

Martes

El día de hoy fue exactamente igual al de ayer, sólo que, en el pizarrón, la maestra escribió martes en lugar de lunes.

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Sábado por la tarde

Con mis hermanas y unos vecinos disfruto jugar en la calle. Me amarro muy bien los patines de fierro con unas corbatas viejas. Me pongo de pie y con una cuerda atada a la bicicleta roja, que ha pertenecido a todos mis hermanos, paseo por las calles de la co- lonia. Siento muy calientes los pies, como si los patines fueran de fuego. El aire es delicioso, la velocidad hace que se proyecte en mi rostro; abro los ojos y cierro los temores. “Más fuerte —le grito a mi hermana Elsa que pedalea ágilmente la bicicleta—, más fuerte.”

1971

Para el habitante de Nueva York, París o Londres, la muerte es palabra que jamás se pronuncia porque quema los labios. El mexicano, en cambio, la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente. Cierto, en su actitud hay quizá tanto miedo como en la de los otros; mas al menos no se esconde ni la esconde; la contempla cara a cara con paciencia, desdén o ironía.

octaVio paz

1 de noviembre

No puede ser real tanta felicidad, creo que es excesiva y hasta obscena. Estamos en la cocina mi mamá, mis hermanas y yo. To-das colaboramos en la preparación de la comida para el altar de muertos que cada año dedicamos a mi papá y los abuelos maternos.

Desde muy temprano, me preparo para el acontecimiento cu- linario y el rito milenario del Día de Muertos. Me gusta ver las hornillas de la estufa como volcanes que arrojan aromas exqui- sitos. En la olla despostillada, hierven las guayabas con canela y azúcar; en la grande de aluminio están la masa, las hojas de na- ranjo y el azul vegetal, en magnífica armonía para el tradicional

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punchi.* Olga corta la calabaza para integrarla a la olla mediana, donde el duro piloncillo se convierte en líquida miel morena.

Leticia acomoda las flores de cempasúchil y las de terciopelo morado en unas botellas de vidrio en las que se vende la leche. Elsa estira una tela morada, después una tela negra para forrar el trastero del comedor, que hoy se disfraza de colorida tradición. Le grito: “¡Espérate, no empieces a decorar el altar!” Quiero estar en todo: cortar las flores, mover el contenido de las ollas en la co- cina, en el comedor; me vuelvo una castañuela y quiero ser por lo menos tres, para disfrutar todos los momentos y estar en todos los espacios. Corro al comedor para comprobar que no falte nada en la pirámide de tres niveles formada con cajas y libros forrados, ahora transformados en recinto sagrado. Leo la lista en voz alta y mis hermanas me responden: “Sí, ya está, sí, ¿qué más?”

Papel picado de color morado (luto cristiano).Papel picado de color naranja (luto náhuatl).Flores de cempasúchil (flor de 20 pétalos o más).Flores de terciopelo moradas.Cuatro velas que indiquen los cuatro puntos cardinales.Incienso para alejar a los malos espíritus y purificar el ambiente.Cruz de ceniza para purificar el espíritu del muerto.Jarra de agua para cuando llegue fatigado del camino.Recipiente para lavarse las manos y toalla.Foto del difunto.Pertenencias queridas del muerto.Comida y bebida preferida del muerto.Cuatro banderas de papel picado, metidas en naranjas.Pan de muerto y fruta.Calaveras de azúcar.Sal, monedas.Un perro, una vara.Un espejo para que se refleje el visitante.Nuestros postres poblanos en platones.

* Dulce poblano que se hace con maíz azul.

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“¡Quedó precioso!”, digo orgullosa mientras saboreo con una cucharita de madera los restos del punchi pegados en la olla. No sé a quién ni cómo debo agradecer, ser mexicana y parte de esta familia. Cierro los ojos y es-pero la visita de mis muertos que me hacen sentir tan viva.

Noviembre de 1973

Estoy en primer grado, en la secundaria núm. 8. El uniforme es rosa, la falda me llega a las rodillas, el suéter es guinda con el escu do de la escuela, las calcetas son blancas y los zapatos negros. Cuando pase a segundo año, el uniforme será azul, y en tercero, por fin combinará en perfecta armonía cromática con el suéter. To- dos los días camino a la escuela y me da miedo cruzar la avenida Revolución; siempre recuerdo aquel día en que me quedé en medio de los dos trenes, la sensación fue espantosa. Desde entonces, mi mamá me cruza el fatídico río con su incesante fluir de automóviles. En las tardes no quiero salir a ninguna parte, prefiero quedarme escuchando la radio mientras hago la tarea. Los fines de semana veo a mis amigas, a Marcela o a Leonor, y platicamos durante ho- ras, de todo y de nada.

Tengo trece años. De repente la brújula que marcaba mi vida perdió rumbo. Soy una exiliada de la vida. No encuentro mi lugar en ninguna parte, estoy fuera de todo y de todos, no logro inte- grar mi existencia al mundo. Ya no puedo ser parte de la tibia ni-ñez. Perdí mi lugar en la pacífica llanura de la infancia y tampoco soy aceptada en el mundo de los adultos. ¿En qué camino quedé dislocada, desmembrada y rota? Ahora en mi cuerpo habita un ser

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desconocido para mí, lleno de angustias, dudas, dolores lacerantes y patológicos pensamientos suicidas.

La transformación del cuerpo no me parece tan importante como la transformación interna que destruye todas las estructuras creadas con ingenuidad en el pasado. Suspendida en el tiempo y en el espacio, creo que sólo a mí me fue asignado este sufrimiento.

Despierto por las noches con un sudor helado que recorre mis entrañas y sufro al pensar que tengo que vivir otro angustio- so día sin sentido. La pregunta ¿para qué? se manifiesta en cada uno de mis pensamientos, de mis movimientos y en la suma ab-surda de mi tiempo fraccionado en minutos y horas interminables que avanzan hacia una meta inexistente.

Para sobrevivir a los días, cuento los minutos; el dolor no cede, vive en mi interior, es muy fuerte, casi físico, lo detesto casi tanto

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como a mí misma. Absurdo. Ése es el concepto que mejor se ajusta a lo que me pasa.

Miércoles 5:33 a.m.

No puedo respirar, algo estruja mi pecho.Un cangrejo oprime mi corazón.

Jueves. Madrugada

Se anuncia un nuevo día sin la luminosidad del sol, sin el trinar de los pájaros pardos. Con pesadez, camino a la cocina y tomo un vaso de agua.

Febrero de 1974

No tuve otra alternativa, sólo cruzar irremediablemente un des-gastado y peligroso puente llamado adolescencia; la altura me marea, la carcomida madera se tambalea. Siento, paso a paso, caer al abismo sin fondo de mi transformación. Quisiera arrojarme del puente, perderme en el torbellino del olvido, en la oscuridad de la paz de la nada. ¿No es acaso la vida tormentosa?

¡Hey! ¡Los de la otra orilla! No tiren del barandal, no se burlen de mis caídas, de mi ceguera, de mi sordera, de mi poca pericia para pasar la prueba. ¿No ven que estoy tan frágil, tan expuesta? Mejor denme una mano para llegar a tierra firme, desde aquí no la encuentro. Me arrojo del puente en ruinas para caer al río de estrepitosas aguas blancas.

Marzo

El tiempo es la sustancia de que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pe- ro yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego.

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El mundo, desgraciadamente es real; yo, desgraciadamente, soy Borges.

joRge luis BoRges

Miércoles

A la hora del recreo le platico a mi amiga Marcela mis desva- ríos emocionales. Dice que está peor que yo. Pensé que era la única dentro del infierno, me consuela saber que somos más. Tratamos de jugar un rato voleibol antes de empezar nuevamente las clases.

Viernes

Soñé que manejaba un Volkswagen sin volante. Estaba en la glorie-ta de Insurgentes con los ojos cerrados, no podía abrirlos porque me cegaba una luz muy intensa; oía el ruido cercano de los otros carros y trataba de manejar en círculos para seguir la corriente. Estaba descalza y no alcanzaba los pedales, que eran de papel. Desperté llorando y sudando.

Hoy tuve otro día fatal.Ya no quiero escribir. La angustia domina mi mano y se roba

la pluma.

Sábado

¡Qué pocas rosaspara borrar del mundoterribles prosas!

Domingo 2:00 p.m.

Los domingos son los peores. No tienen sentido ni vida propia. El tiempo se toma un descanso y se queda inerte en el espacio. Es imposible sobrevivirlos. ¿A quién se le ocurrió inventarlos?

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Lunes

Pude superar otro lánguido domingo, ya quiero que sea jueves, el tiempo parece melaza, se pega a mis manos, a los relojes, al calen-dario en el que marco puntualmente con una cruz los días vividos, superados. El tiempo se vuelve mi mayor enemigo, no sé cómo acelerarlo; sigue su inexorable ritmo, indiferente al daño que nos hace con su tic-tac doloroso. Es un mudo testigo de mi malestar. Gira que gira la rueda de las semanas para transformarlas en me- ses y, así, parir nuevos años, un año más o un año menos, no sé si sumar o restar las gotas del tiempo.

Diciembre

El Nacimiento quedó precioso. En la tarde iremos a una posada, la mejor de todas. El ingeniero Batres sí que sabe organizarlas. Estoy realmente feliz. En la época navideña decido hacer una tregua con mi desgracia personal y disfruto los sabores, los olores, los colores, el ambiente particular con que se viste diciembre. ¡Adiós, tristeza, te he derrotado, adiós las penas…!

4:43 p.m.

Con cuidado, abro el ropero y saco una bolsa con los regalos para mi familia. Para mi mamá un estuche Maja con jabón y talco; pa- ra mis hermanas, unos cepillos con sus peines; el único que fal- ta es mi hermano, ya veré qué le puedo dar. Después de todo, creo que la felicidad existe y, aunque es huidiza, en diciembre sale de su escondite.

Martes 10:23 a.m.

No entiendo lo que la maestra de matemáticas cree explicar a la perfección, no alcanzo a ver el pizarrón y menos a entender para

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qué me pueden servir esas relaciones entre números sin sentido en mi vida cotidiana. Miro el reloj blanco y redondo que está en la pared y le suplico que apresure la llegada del receso: por favor, relojito, que llegue pronto el receso para platicar con mis amigas y mitigar la ansiedad.

7:18 a.m.

“¡Muy buenos días, juventud!” La maestra de español siempre está de buen humor. Hoy llegó con su clásico saludo. Me cae muy bien. Además, vamos a recitar poesías de memoria. ¿Esa fue la tarea? ¿No fue estupenda la idea? Yo me aprendí esa que dice:

¿En perseguirme, mundo, qué interesas?¿En qué te ofendo, cuando sólo intentoponer bellezas en mi entendimientoy no mi entendimiento en las bellezas?

Yo no estimo tesoros ni riquezas,y así, siempre me causa más contentoponer riquezas en mi entendimientoque no mi entendimiento en las riquezas.

Y no estimo hermosura que vencidaes despojo civil de las edadesni riqueza me agrada fementida,

teniendo por mejor en mis verdadesconsumir vanidades de la vidaque consumir la vida en vanidades.

soR juana inés de la cRuz

La maestra me felicitó y, la verdad, es que la poesía es muy, pe- ro muy buena. Cuando sea grande, voy a ser maestra para entrar

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al salón de clases con los brazos en alto mientras digo: “¡Muy buenos días, juventud!” Y sólo trabajar con poesías, sin repre-siones, sin pase de lista, sin uniformes ni calificaciones contro-ladoras. Creo que la clase de hoy hizo que valiera la pena vivir el día, a lo mejor no es una empresa tan difícil estudiar en la se- cundaria 8.

Sábado

Prioridad del día: recortar la poesía de Sor Juana, pegarla en una madera y ponerla arriba de mi cama en lugar del cuadro de la virgen que, honestamente, no recuerdo cómo llegó allí. De paso, arreglaré la parte que me corresponde de la recámara.

Domingo

En muchas ocasiones me asfixia pensar que siempre soy Mari- paz, con el mismo y cambiante cuerpo e idéntico pensamiento. Qué diera por salir de mi yo, del que estoy saturada. Estoy de acuerdo con Cesare Pavese cuando dice: “En el fondo, la única razón por la que siempre pensamos en nuestro propio yo, es que con nuestro yo debemos estar más continuamente que con cual-quier otro”.

Octubre de 1975

Mis hermanas se preparan para ir a una reunión, yo me encierro en un cuarto que es una especie de estudio-bodega y me transporto con un radio amarillo a las lejanías del romanticismo. Evoco la imagen de un vecino mayor y canto a dúo con Javier Solís:

Quisiera abrir lentamente mis venas,mi sangre toda verterla a tus piespara poderte demostrar

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que más no puedo amary entonces… morir después.

Y sin embargo tus ojos azules,azul que tienen el cielo y el mar,viven cerrados para mísin ver que estoy asíperdido en mi soledad.

¡Sombras, nada más,acariciando mis manos!¡Sombras, nada más,en el temblor de mi voz!

Pude ser felizy estoy en vida muriendoy entre lágrimas viviendolos pasajes más horrendosde este drama sin final.

¡Sombras, nada más,entre tu vida y mi vida…Sombras, nada más,entre mi amor y tu amor!

Qué breve fue tu presencia en mi hastío,qué tibias fueron tu mano y tu voz.Como luciérnaga llegótu luz y disipólas sombras de mi rincón.

Y yo quedé como un duende, temblandosin el azul de tus ojos de mar,que se han cerrado para mísin ver que estoy así…¡Perdido en mi soledad!

josé MaRía contuRsi y FRancisco loMuto

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Despierto de mi ensueño cuando escucho una voz familiar y varonil que anuncia “Radio Centro, música ligada a su recuerdo”. Me aferro a la radio como a una tabla salvavidas mientras llega la siguiente canción.

Febrero

Es mediodía. No pasa nada, sólo el sucedáneo buenos días, buenas tardes, buenas noches.

Lunes 7:30

Luz y oscuridad, más oscuridad que luz.Aunque sea de día, no veo con claridad.Las tardes son nefasto preludio del dolor nocturno.Me dan pánico las largas noches.Debo tener fuerza para ver otro nuevo amanecer.

Madrugada

Esta noche regresa con fuerza la pesadilla que me asalta las no-ches de cuarto menguante. ¡Oh, Dios mío, ayúdame a sacar esos pensamientos de mi cabeza! No permitas que mis piernas y mi brazo obedezcan; estoy enferma de dolor, de dolor invisible, de dolor sin razón.

¡Que amanezca, ya que amanezca!

Abril 22

Tengo miedo. Por humanidad, arrojen un salvavidas, un remo, tiéndanme una mano. Me ahogo. Ustedes no lo saben, pero la vida se ha vuelto un mar profundo y embravecido y yo no sé nadar, nunca pude aprender. El agua me arrastra y me lastima, estoy

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empapada, tengo frío, el reflejo del agua en mis anteojos no me permite ver con claridad el exterior y menos el interior. ¡Auxilio!

Abril 23

Estoy agotada, trato de nadar contra la corriente sin saber ha- cerlo.

1976

Estoy en el refugio de la lectura de Los que vivimos. El maravilloso libro de Ayn Rand. Disfruto del frío de la Rusia roja y de los sen-timientos apasionados, extremos, envidiables de los protagonistas. En la casa no me dejan concentrar por la agitación; se preparan para asistir a una fiesta de quince años. Al parecer, tengo que ir, porque no me puedo quedar sola en la casa. Espero un evento extraordinario para poder seguir leyendo y no tener que ir a la fiesta que, al parecer, va a ser clásica y en grande: con vestido, chambelanes, música, cena y demás.

Ojalá aparezca mi hada madrina, bibidibabidibu, y evite que asista a la absurda reunión. El tiempo corre de prisa y no sucede ningún milagro. De mala gana me pongo un vestido largo, verde y feo; como sorda protesta no me coloreo las mejillas y uso los za-patos negros, chatos y sin tacón que llevo a la escuela. Llega el ta- xi. “¡Yo traigo los boletos!” —grita mi hermana. Elsa se sube al taxi, rápida y sonriente. “Apúrense”, vuelve a gritar, y ya instalada, me apura desde la ventanilla. Cómo no va a tener ganas de ir, ella sí es bonita, el vestido le queda muy bien y luce un peinado y un maquillaje como de salón de belleza. A ella sí la van a sacar a bailar. En fin, me derroto y subo al taxi con Olga y Leticia, que también lucen bonitas. Hablan de no sé qué, ya no escucho, sólo gesticulo de manera mecánica; estoy de nuevo fundida con el libro, siento el frío en ebullición de la Rusia soviética, de la que me arrancaron

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abruptamente, el calor del amor de Kira, el profundo desamor de Leo, pero, sobre todo, el amor de Andrei.

Han venido a negar la vida a los que vivimos. Nos han encerrado a todos en una jaula de hierro y después han sellado las puertas; nos han dejado sin aire, hasta que las arterias de nuestro espíritu han estallado… ¿Te asombra no haber sabido quién era yo? ¡Pues aquí me tienes! ¿Y sabes qué significa esto? ¿Sabes lo que significa haber profanado el más alto objeto de mi veneración? De pronto Kira se detuvo, conteniendo el aliento, como si le hu-bieran dado una bofetada, y se golpeó a sí misma en la boca con el dorso de la mano. Se quedó inmóvil en medio de un silencio absoluto, con la mirada fija en algo que, de pronto, había visto claramente por primera vez. Andrei sonrió con una gran dulzura; tendió las manos con las palmas hacia arriba, como si fuera a dar una explicación que ella ya no necesitaba. —¡Oh, Andrei! —gimió Kira y se alejó de su lado, mirándolo llena de espanto. —Si hubiera estado en tu lugar —dijo él, despacio—, habría obrado exactamente igual que tú por una persona amada. —¡Oh, Andrei, Andrei, qué te he hecho! —musitó ella, con la mano sobre la boca.

ayn Rand

“¡Oh, Andrei, Andrei, qué te he hecho!” Me pregunto si alguna vez seré capaz de amar tanto a una persona. De algo estoy segura: aunque sufra, prefiero amar a tener el corazón congelado, como el de Leo. El taxi llega al salón y resignada me dirijo a la entrada.

11:30 a.m.

Estoy despierta en la cama. Finjo dormir cuando compruebo, una vez más, que las hadas madrinas no existen ni te rescatan de

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situaciones absurdas. Ayer tuve que ponerme un vestido largo, tomar un taxi con mis hermanas y permanecer sentada en una mesa de un salón decorado con flores y motivos lilas con rosa. No sé, ni me importa, si a los muchachos les cuesta mucho traba- jo preguntarle a alguien si quiere bailar. “¿Quieres bailar?”, ha- bía preguntado un joven delgado que usaba un traje notoriamente prestado. “No, gracias, no sé bailar”, le contesté, con la mirada fija en la mesa. Le dije una mentira, porque sí sé bailar y me gus-ta crear figuras instantáneas que se desvanecen con el siguiente movimiento, pero no soportaba la idea de hacer un mal papel. Entonces llegaron las preguntas de rigor: “¿Cómo te llamas? ¿Estudias o trabajas?” Y yo, ahí con mis zapatos negros sin tacón contestando: “Maripaz, estudio”, al ritmo de una música fuerte y desafinada. ¡No! ¡De ninguna manera! En el salón había mu- cho ruido y mucha luz artificial, como artificial era la alegría de la mayoría de los asistentes que brindaban, comían y bailaban por la festejada, protagonizando la felicidad juvenil. De regreso a la casa, en el taxi, mis hermanas comentaban los pormenores de la fiesta, y yo cerraba los ojos, cansada, con una leve sensación de arrepentimiento por haber dicho no al único muchacho que trató de sacarme a bailar.

Agosto

¿Tiene algún otro sentido la vida que no sea leer un libro, escuchar Radio Centro, leer, platicar con mis amigas en el receso y espe- rar a que llegue la Navidad?

Octubre

No puede existir un mejor clima que el de los atardeceres de otoño.Es perfecto. Ni frío ni calor.

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Noviembre

Estoy feliz, descubrí una pasión secreta, un placer cotidiano, ¿cómo no se me había ocurrido tomar café? Ayer compré una taza azul con figuras indefinidas.

Empieza con el rito de la preparación y termina en el placer del último trago. ¡Qué delicia! ¡Qué bienestar procura el líquido oscuro!

En ese momento no sabía que otro líquido oscuro me procu-raría, años más tarde, más placer y dolor del que hubiera podido imaginar.

1977

En la línea invisible entre la adolescencia y la edad adulta estudié, durante tres años, en la preparatoria ocho, “Antonio Caso”, en Mixcoac. Recuerdo vagamente las clases de física, los juegos de ajedrez, los partidos de voleibol y el olor a petate quemado que ca- da tarde entraba a los salones. También escuchaba sola o con Leo- nor, a Joan Manuel Serrat: “Porque te quiero a ti, porque te quiero, aunque estás lejos yo te siento a flor de piel…” “Harto ya de estar harto, ya me cansé, de preguntarle al mundo por qué y por qué…” “Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar; nunca perseguí la gloria…” “Soy palomo torcaz”, ¡dejadMe en paz!

1978

Si la vida es como un viaje, con paradas en el camino de reco-rridos internos y externos, encadenamientos de causa-efecto con bulliciosos y complicados procesos, ahora y sólo ahora, entiendo que estoy a salvo en una estación.

La estación en la que me encuentro se compone de una me- sa, cuatro sillas, una cama con sábanas blancas, dos ventanas y una

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puerta de carrizo. Estoy en un tibio refugio protegida de la intem-perie, de los obstáculos, de la cegadora luz solar, de la sepulcral negrura de las noches interminables, de los puentes inseguros, de las aguas irreverentes, de las tormentas eléctricas, de las convulsio-nes internas, de las manifestaciones externas. Qué bien se respira, qué claro se mira el futuro prometedor; disfruto segundo a segundo el piso firme en el que me encuentro debido al inicio de mi nueva vida. Ahora no me queda otro remedio que ser “arquitecta de mi propio destino”. Termino la dura adolescencia, sea lo que venga necesariamente va a ser mejor. Infinitamente mejor.

Marzo

¿Cuál es la razón de la existencia de las fronteras?Una frontera para detener el tráfico de los adolescentes hacia

la vida adulta. Una frontera para pasar hacia la vejez desde el te- rritorio de la vida adulta. Siempre habrá fronteras que eviten el flujo de las personas, de las ideas. El norte siempre impone límites territoriales ideológicos y de consumo al sur. El sur se resigna.

2:32 a.m.

¿Cómo transformar las fronteras en porosas rutas de acceso?¿Cómo trascender al destino fraguado desde el primer grito

de nacidos?

18 de abril. 5:23

Mi destino está trazado por pertenecer a la clase media; eso te da ventajas y desventajas. Mi desventaja es ser estudiante medio tiempo y burócrata acreedora al salario mínimo otro medio tiempo. Sigo buscando la ventaja.

El sentimiento de dualidad vuelve con una fuerza integradora y escribo para aligerar el descubrimiento de mi característica

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desubicación: “No soy de aquí ni soy de allá, no tengo edad ni porvenir y ser feliz es mi color de identidad”.

colega

Colega de clase media,que día a día a otro te empleasque puedes checar o no tarjeta,pero siempre dejas la puerta abierta,en la universidad, la oficina o la empresa.

Eres parte central de la balanza socialy, a pesar de observarque tiene una inclinación tan desigual,casi siempre sonríes a la derecha,pero simulas condescendenciasi alguna vez te dignasver la verdadera esenciadel pensamiento y compromisode la izquierdaque no está en un discurso,sino en la real pobreza.

En tu casa no faltan los libros, los discos,los cuadros;cerveza, tequila, ron y vinos coloridos;las plantas y las flores multicolores,el cuartito decorado de los niñosy el detalle estratégico de folclore latino.

Protegido, dentro de tu híbridacélula social,cuentas con un televisor que engalana la salasi eres burócrata de oficio,o lo escondes en un cuarto,

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si eres intelectual“enemigo del sistema social”.

En un vaivén de indecisión,corren los mejores años de tu vida,mientras haces vanos intentospor pertenecer a la cómica burguesía;refinas tu vestuarioy te endeudas comprandoperfumes franceses, ropa en abonoso libros en Sanborns.

O por el contrario, vistes de mezclilla,tomas vodka ruso o ron cubano,asistes con agrado al cine cluby siempre vives enojado,porque no se ha dadola “dictadura del proletariado”.

Colega de clase media,con tu falta de entregaa una ideología plena,cuidas las estructuras clasistascon amorosa firmeza,porque temes romper la gris monotoníade tu clasemediera y parda existencia.

11 de mayo

La metamorfosis llega a su fin, se rompió el estrecho capullo en el que estaba prisionera. Tomo una profunda bocanada de aire para emerger, y con timidez disfrazada de decisión, hoy toco la puerta del mundo de los adultos que estudian y trabajan, que toman el me- tro, van al cine y rumba que rumba, accionan el mecanismo nue-vamente para encontrar sentido a la frenética o pasiva existencia.

Clase media

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8 de junio

Abren la puerta, estoy adentro. A partir de hoy pertenezco al ejér- cito de los adultos. Sólo sobreviví la absurda y dolorosa adoles-cencia, aunque intenté en vano acelerar su natural proceso.

En este momento, mi vida está fraccionada como un caleidosco-pio que se combina en momentos fugaces, irrepetibles; algebraicos y caprichosos. Los colores que lo conforman son: el papel de hija y de hermana en mi familia, ahora reubicada en San Pedro de los Pinos; el papel de mecanógrafa que repito todas las tardes en mi trabajo de burócrata en la Secretaría de Recursos Hidráulicos; ade-más, el papel de una estudiante más de Sociología en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales en la unaM. ¡Ah!, y protagonista objetiva o subjetiva del amor.

Sábado

Mejora mi exterior, empieza a sanar mi interior.Los días pasan más ligeros.Lo mejor de todo es que ya no siento temor cuando llega la noche.Debo tener presente que todo pasa, todo pasa.Nada permanece inmutable.No hay mal que dure cien años, ni adolescente que lo resista.

Lunes 4:03

En mi vida adulta represento todas las tardes el papel de empleada al servicio del Estado. Después de bajar del pesero que me deja frente al alto edificio de la Secretaría de Recursos Hidráulicos, subo al elevador que me lleva hasta la oficina. Oprimo el botón sobre el que está medio borrado el número cinco. Alguien se acer-ca, pongo el pie en la entrada para que no se cierren las puertas automáticas de forma violenta. Entra otra mujer. “Buenas tardes”,

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me dice. “Buenas tardes”, le respondo, “parece que va a llover”, le comento. Ella dice: “Sí, parece”, y se abren la puertas. Arrítmi-ca, camino por un pasillo, observo unos escritorios estoicos que soportan cajas repletas de papeles inútiles. Entro a la oficina casi vacía. La mayoría de los empleados cubren el horario matutino de ocho a tres. Como todas las tardes, pasados unos minutos se incorporarán tres compañeros más a la oficina. Le quito el forro de plástico negro a mi máquina de escribir y me enajeno en el llenado de formatos, combino esta actividad con tazas de café, así durante cuatro horas. Cuando el reloj marca las ocho, guardo las formas en los cajones correspondientes, desconecto la máquina de escribir y le pongo su vestido mortuorio. Me dirijo hacia el elevador, oprimo el botón en el que están inscritas las iniciales P.B., y me oigo repetir tres, cuatro, hasta cinco veces buenas noches, hasta mañana. Salgo a la avenida Reforma donde todo es luz, movimiento, actividad y vuelvo a encontrarme en el torbellino de mi gran ciudad.

Miércoles 9:07

Quiero aprender muchas cosas sobre la carrera de Sociología, estudiar mucho, leer y seguir leyendo. Sólo me angustia pensar que no tengo ni el tiempo ni la capacidad para guardar tanta in-formación indispensable para entender las diversas sociedades de todos los tiempos: nacionalistas, socialistas, dependientes, capita-listas e imperialistas, ni para comprender la complejidad del vasto mundo con sus hechos interminables, dolorosos, maravillosos, contradictorios y simultáneos.

Madrugada

La herencia de la humanidad es vasta y se me escapa como agua entre los dedos. Anhelo saber de música, de pintura, de literatu- ra, de filosofía; conocer los secretos y las maravillas de todos los

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museos; quiero poseer la historia del mundo y del origen del uni- verso.

Empecé a elaborar cuadros sinópticos de las ramas del cono-cimiento humano. Ante mis ojos y cerebro desfilaron un sinfín de datos, nombres, combinaciones, relaciones causales, casuales, versos. Diversos movimientos, formas e ideas.

Después, sinteticé varios cuadros en uno solo; con una letra mi- núscula uní, en una apretada convivencia, siglos de devenir huma- no con desencuentros sociales y movimientos astrales. No conforme con esto, rescaté la esencia del conocimiento universal a través de una delgada línea donde se ubicaría la dialéctica cognoscitiva. Pero la línea era muy larga y muy rígida para habitar en el cerebro huma- no, así que la reduje a un punto.

21 de junio

Camino por la explanada de Ciudad Universitaria mientras espe- ro a que llegue el Papirolas a elaborar caprichosas figuras de papel. No asistí a la clase de Teoría de Max Weber; no importa, sólo me pierdo de escuchar información reinterpretada por el profesor argentino que no cesa de recordarnos que es un refugiado. Más tarde, en la noche, Max y yo podemos tener una cita íntima en la que tratemos La ética protestante y el espíritu del capitalismo.

Es evidente que en la palabra alemana “profesión” (Beruf ), como quizá más claramente aún en la inglesa “calling”, hay cuando menos una re- miniscencia religiosa: la idea de una misión impuesta por Dios. Este sentido religioso de la palabra se revela en toda su nitidez en cada caso concreto en que se la tome en la plenitud de su significado. Siguiendo la génesis histórica de la palabra a través de las distintas lenguas, se ve en primer término que los pueblos preponderantemente católicos carecen de una expresión coloreada con ese matiz religioso para designar lo que los alemanes llamamos Beruf.

Max WeBeR

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24 de junio

Estoy en la clase de Sociología de la mujer; miro el reloj y veo que es hora de entrar nuevamente a mi otra clase favorita. Sal-go del salón y me dirijo con grandes pasos a la explanada de la unaM, que está frente a la Facultad de Arquitectura. No me can- so de admirar la grandeza de la Universidad. Me siento en el piso, dejo a un lado el morral a punto de romperse por el peso de los li- bros, saco una hoja de papel y, atenta, escucho las instrucciones que el Papirolas da a un centenar de estudiantes. Todos festeja- mos los comentarios del querido amigo alcohólico, que de manera espontánea surgen entrelazados con las instrucciones del ancestral origami. Aunque mis habilidades manuales son muy precarias, no me desanimo, paso la primera lección: los clásicos y atemporales barquitos de papel.

Primero de julio

El despertador suena a las 6:00 a.m. Abordo el camión que pasa en avenida Revolución a las 6:27 a.m. Llego a la unaM a las 7:11 porque el tráfico se congestionó en Barranca del Muerto. Termi- nan las clases a las 2:40. Corro a la terminal de autobuses que está junto a Rectoría, tomo el que dice Chapultepec y me bajo treinta minutos después. Atravieso una congestionada avenida y tomo el pesero que dice Centro-Alameda Central. Me bajo frente a la escultura de Colón, me dirijo al trabajo. Checo la tarjeta a las 3:47 p.m. y llego a la oficina; no hay nadie. Le quito el forro a la máquina y mi disfraz de estudiante se convierte automáticamen- te en uno de oficinista. El juego de las máscaras día a día imita su estudiado papel, como artista en el teatro. La diferencia es que no se oyen los aplausos, es la simulación disfrazada de autenticidad asumida.

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6:42

Por su misma complejidad, la burocracia sugiere estrechez, rigi-dez y excesivo formalismo. En la actualidad, el individuo realiza su trabajo en medio de una creciente burocratización, entendi- da como la persistencia de la organización y el encuadramiento de la sociedad por medio de sistemas administrativos cada vez más complejos y perfeccionados, tanto en el sector público como en el privado, creando en el individuo una gran dependencia de los organismos estatales. Por eso, lejos de comprender sus mecanis-mos, se agudiza su desconocimiento y su enajenación respecto a éstos. En este sentido, Henry Jacobi señala:

Nuestra época es en realidad un círculo diabólico en el que una sociedad, a través del Estado, acumula todas las funciones centrales. Un polo de este círculo diabólico lo componen la centralización de las funciones y la acumulación del poder; el otro, el aislamiento y la impotencia del individuo. Con este círculo se aumentan mutuamen- te los contrarios: conforme se hacía más libre la vida en Occidente, requería mayor burocratización; conforme se disolvían las tradiciones del orden feudal, que a su vez eran relaciones de protección, el miem-bro de la sociedad capitalista-burguesa, necesitaba más dirección y seguridad personal y profesional.

con suMo consuMisMo

¿En qué tipo de sociedad vivimos?¡A quién se le ocurrió, quién la inventó!A más de uno he vistollorar, amargarse, enfermarse o moriry todo por seguir las demandas absurdasdel llamado capitalismo.

Qué tipo de patología es, cómo enfrentarlosi logra disfrazarse y mutar día a día.

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Contigo como patrón, falta la solidaridad social,el valor individual,se pierde la brújulapara ir al encuentro de la libertade igualdad, al derecho y al amor.

Con el exceso de la nada,el consumismo sin control, sin razón,sin pasión, ni auténtico color,se vuelve el nuevo Dios.

[…] antitranspirante seco hay en tu corazóny me acuerdo del origen de la vidacompre obtenga mire vengasatisfaga sus deseos de ser quiénen la vida todo le sale muy bien

No indultas ningún sentimiento,pero el más patético es el amor materno,al que también pones preciolo reflejas y lo mides con bienes materialesque, en automático,entregas en cursos,deportes vespertinos y sabatinos;vestiditos, camisitas y muchos zapatitospara ser catalogadacomo buena madre.

Moñitos, carritos y, por supuesto, una buena escuelita;pensar en una buena preparación con disfrazde adecuada presentación para brillardesde pequeño en la sociedad.

Es 10 de mayo, vengo a comer,te traje unas flores y hasta el año que entra,en que me vuelva a disfrazar de hijo ejemplar.

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Hoy se jubila el señor Hernández,después de treinta años de servir en la Secretaríacomo empleado ejemplar,le entregamos una medalla y un chequepor 600 pesos, que una vez al mesdebe venir a mendigar.Qué bonito y elegante estuvo el funeral.

Me siento descompuesta. Descubro que el sonido rítmico que late en mi pecho es un mecanismo hecho al mayoreo, en una fábrica de líneas de producción. Estoy contaminada. En este momento me reconozco como consumista y burócrata. Estoy atrapada.

Jueves

En la actualidad, todos vivimos inmersos en estructuras denomi-nadas Estado.

El Estado tal y como lo conocemos, lo vivimos y lo reprodu-cimos, ha sufrido numerosos procesos de desarrollo histórico, político y social, de tal suerte que nos preguntamos: ¿es el Estado el Leviatán que Hobbes vislumbró como aquella fuerza absoluta y total que contradice la individualidad, el instinto y la libertad? ¿Es la sociedad civil, que Locke consideraba el mal necesario a fin de garantizar la armonía y el bienestar de los ciudadanos? ¿O es la maquinaria estatal la estructura innecesaria que con sus aliados: el ejército y la burocracia, está condenada a desaparecer y a estar en el lugar que le corresponde, o sea, el museo de antigüedades junto con la rueca y el hacha de bronce de acuerdo con la ideo-logía marxista?

Las capas medias —el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el campesino—, todas ellas luchan contra la burguesía para

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salvar de la ruina su existencia como tales capas medias. No son, pues, revolucionarias, sino conservadoras.

¡Proletarios de todo el mundo, uníos!

caRlos MaRx y FedeRico engels

6 de julio en la tarde

Checo tarjeta en el sótano de mi trabajo, son las 16:07. Me van a des- contar el retardo. Entraré a la oficina y veré muchos escritorios mal alineados, máquinas de escribir y papeles, papeles y más papeles.

Sueño despierta que entro y digo Renuncio, adiós al trabajo enajenado, adiós al tra tra tra de la vieja máquina de escribir. Adiós al reloj checador: Renuncio.

De mi garganta salió un mustio: “Buenas tardes, ¿alguien quiere una tacita de café?” Falsedad de falsedades, para mí ya todo es falsedad. Avergonzada, en silencio, de mala gana, cumplo con mi anticreativo trabajo. Le quito a mi máquina el forro e inicio el rito de la repetición.

17 de julio

Los sueños cotidianos tienen dos aristas, los que tengo despierta, que son cursis, extremos, solipsistas, donde la heroína, la víctima y la protagonista, suelo ser yo; los otros pertenecen al subconsciente, son los nocturnos, los de las angustias, temores, deseos reprimidos, los de los vuelos astrales, los de las caídas estrepitosas. Los de las verdades insospechadas, los de las mentiras sin disfraz.

3:30 a.m.

Anoche tuve un sueño, un sueño bicolor, un sueño maravilloso: estaba al frente de una reunión en la que se discutían asuntos

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importantes acerca de las políticas de Latinoamérica en relación con los abusos del entrometido país del norte; yo hablaba frente a toda la concurrencia.

En Latinoamérica, por lo menos desde que se consolidó la Con- quista y los españoles destruyeron los imperios incaico y azteca, el curso del desarrollo del capitalismo no ha implicado la liquida- ción radical de los modos de producción que lo han precedido, sino una superación discontinua y lenta de ellos desde formas más pri- mitivas hacia formas más elaboradas. Es así como el curso del desa-rrollo del capitalismo en Latinoamérica pasa desde una formación socioeconómica dependiente colonial-exportadora, por una forma-ción socioeconómica dependiente capitalista exportadora, hasta finalmente llegar a una formación socioeconómica dependiente capitalista-industrial. Pero son todas secuencias y superación de un mismo proceso que corresponde a la evolución del capitalismo mundial…

Vania BaMBiRRa

Pero en el sueño, también estaba sentada, simultáneamente, entre el público. Cargaba a una bebé toda vestida de blanco a la que miraba sorprendida, mientras bebía sedienta de mi pecho. Y el capitalismo dependiente y la lucha revolucionaria teórica y verbal que cotidianamente expresaba y sentía en la Facultad de Cien- cias Políticas y Sociales se mezclaba con un sentimiento profundo y desconocido. El color rojo de la plática se mezclaba con el blan- co de la ropa de la pequeña, con quien me comunicaba a través de un lenguaje de sensaciones.

¿Será que la maternidad se anuncia en el inconsciente para preparar el terreno al futuro? Es raro, no me gustan los niños y, por lo pronto, no tengo planes para tenerlos. De cualquier forma, sigo pensando en el agradable sueño.

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6:30 a.m.

Voy rumbo a la Universidad en un camión repleto de estudiantes. Me subí por la puerta trasera, y quedo casi afuera del camión. Va-mos por Mixcoac y sigo sin poder entrar por completo, el chofer grita: “¡Pasajes!”, pero lo ignoro y pienso en viajar gratis. Recuerdo mi sueño bicolor y finalmente paso unas monedas. Soy feliz.

19 de septiembre

Llueve a cántaros. Como todos los días, subo al pesero que hace la ruta Chapultepec-Zócalo sobre la avenida Reforma. Hoy, co- mo ayer, me dirijo mojada hasta los huesos y, por supuesto, sin ánimo, a mi trabajo. Es temprano, pero el coche no avan- za. Lentamente, se desplaza entre la multitud de colores y formas de camiones, peseros, coches, bicicletas y peatones y se convier-te en góndola que recorre el río artificial. Y de pronto estoy en Venecia.

Miércoles

Me aturde la patología que observo día a día en la Secretaría: la de la compañera que esconde una revista en el regazo y finge lle- nar formas en su máquina de escribir, sólo teclea, pam, pam, pam, sin sentido, como en la película El Resplandor, donde Jack Nicholson desencadena su locura, iniciada con la simulación de ser escritor, un escritor muerto por dentro, sin el don de la crea- tividad. Con los ojos desorbitados por la locura extrema, escribe pam, pam, pam, con patología burócrata, como la de mi compa-ñera. Y qué tal Antonio: se las arregla con estrategias inverosí- miles para no trabajar; si empleara esa capacidad para produ- cir, seguro sería jefe del departamento o secretario de Recursos Hidráulicos.

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Me consuela saber que el trabajo es sólo uno de los colores de mi vida; sin embargo, me avergüenza vender mis tardes por un cheque quincenal de 1 500 pesos. Es una afrenta a la inteli- gencia promedio, prometo nunca más venderme a la medio- cridad.

1979

Martes

Quito el forro a mi máquina de escribir después de disfrutar la vista desde el quinto piso del edificio de la avenida Reforma, siempre en constante movimiento y perfilada por la escultura ecuestre de Cristóbal Colón. Mi jefe me dice que se acabaron los formatos y que tengo que elaborarlos completos. Obedezco de mala gana. En lugar de tramitar cincuenta permisos, sólo puedo hacer diez por día. En el ambiente se respira ineficiencia. Necesito salir, no en-cuentro la llave ni la puerta.

31 de enero

—Ya no tiene cinta la máquina —digo al encargado de la bodega.—No hay, no nos han surtido el pedido —me responde.Regreso al escritorio y me quedo clavada en la silla giratoria

en un ataque de inmovilidad.

8 de febrero

Prioridad del día: no olvidar huir, a la brevedad posible, de mi trabajo. Inicio el pam, pam, pam. Tecleo, tecleo, pero no pienso. Permiso provisional al C. Antonio López Rueda…

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5:00 p.m.

La tarde es gris, el ambiente tiene algo de novedad, algo indefinido.La química de los elementos es cambiante, según las combina-

ciones.La química humana es traicionera, según las necesidades dictadas

por el deseo.Mi deseo es huir, correr de aquí.

14 de febrero

¡No es cierto lo que veo! Llego a la oficina y, en el centro de va- rios escritorios feísimos, hay una mesa decorada con corazones ro- jos y rosas y unos cupidos blancos que están a punto de disparar sus dardos ardientes a los congelados corazones. Hay pastel y ge- latina roja en forma de corazón.

Después de poner cara de sorpresa, me despojo de mi más- cara de rebelde social para disfrutar a mis anchas el inesperado convivio. El pastel estaba sabroso y la gelatina, exquisita. La próxi-ma semana traeré galletas para todos mis compañeros.

Viernes

Nunca viene mal un amigo. Gracias, Ernesto, por dar calidez a las gélidas tardes de cuatro a ocho.

Martes 7:00

¡Qué suerte! Va a haber una Muestra Europea de Cine Contem-poráneo.

Compré el bono para asistir a todas las películas.Ernesto y yo checamos la tarjeta de salida y corremos al cine

Roble.

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Ayer vimos una película rusa, filmada a través del reflejo de un espejo en un sórdido ambiente hospitalario de la agotada Rusia soviética: El Espejo.

Hoy van a pasar una francesa. ¡Qué emoción, qué placer más completo es el cine!

No me perderé una sola muestra. Ni una sola.

Domingo

Realmente no sé cómo nació mi aversión por los domingos.Son realmente insufribles.Apenas son las cinco de la tarde.Apenas son las 6:30.Por fin, las diez.Me acuesto sin sueño a esperar el lunes.

11 de abril

Mi familia evoluciona y se transforma. De los seis hermanos que somos, se casaron tres y tres nos quedamos en la casa familiar, que sigue siendo un maravilloso matriarcado. Seguimos en San Pedro de los Pinos, frente al parque Miraflores. Es una casa pe-queña, pero cómoda y nos sentimos contentas en ella.

Sábado

El mercado es un lugar maravilloso del que nunca me canso. “Don Ramiro, me da un kilo de bistec para asar, que esté suavecito.” “Buenos días, Güero, ¿me escoges unos ocho jitomates no muy maduros como para la semana y kilo y medio de cebolla?” “¿Qué tal el clima?, no para de llover, ¿verdad?” “¿Qué tal están los ma-meyes, Tere?, ¿me los puedes calar? También voy a querer mangos de Manila… Sí, lo que pesen éstos. Gracias.” Saturo mis ojos de

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formas y colores. Frente al mercado está la iglesia de San Vicen-te Ferrer; me siento en una larga banca de madera, no rezo, no pienso, sólo me concentro en el olor característico de los templos, olor a madera húmeda mezclado con incienso y beatitud. Cierro los ojos e inhalo con fuerza para impregnarme del ambiente. La vida es colorida y sutil.

Domingo

“Y aún hay más”, escucho en el cuarto de junto al animador del largo y popular programa de los domingos por la tarde. “Y aún hay más”, oigo mientras termino el trabajo sobre el suicidio, de Durkheim, para entregar mañana. Siento un extraño escalofrío al revisar las estadísticas y recordar mis negras noches del pasado. Dejo el trabajo y me siento frente al televisor a escuchar a un gua-po cantante: “¡Toda la vida!, coleccionando mil amores, haciendo juegos malabares para no amarte en exclusiva, toda la vida, mar-cando números secretos, mandando cartas a escondidas”. En la madrugada, se mezclan en mi sueño las teorías de Durkheim con la voz y los movimientos de Emmanuel.

6:00 a.m.

Tomo dos tazas de café. Estoy lista para vivir lo que me corres-ponda este lunes perdido en el calendario.

Mayo 10

Todos tenemos una persona preferida en la vida; la mía, hasta este momento, es mi mamá. Ser hija es el mejor papel que ejecuto cada día; con felicidad y orgullo comparto mi vida con ella y fortale-cemos el vital cordón umbilical que no lograron cortar allá, en el frío hospital. Me alegro de haber tragado mis pesares del pasado

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y, así, haberla protegido de mis desvaríos de adolescente, de mi dolor, de sentirme de segunda por tener un tío, en lugar de un papá, incapaz de despertar mi afecto o generar una imagen. Siento lástima por la persona a la que haré pagar mis facturas pendien-tes, las de mis carencias, sufrimientos, mis miedos escondidos y penosamente irresueltos.

Quise hacer un madrigalque pintara amor profundoy que conmoviera al mundocomo la brisa a un trigal,y en pocas palabras fueramaná de tantas dulzurasque ahogara las desventurasy paz divina nos diera.

Y hallé el único que encuadréen un marco tan estrecho,el poema que está hechoen una sola palabra: ¡Madre!

alFRedo Boni de la Vega

Evoco de la primaria los festivales del 10 de mayo. Con nos-talgia, recuerdo la canción tradicional que cantaba con mi desen-tonada voz de niña:

Para cantarte a ti, madre querida,que eres el ángel bueno de la vidatiembla mi corazón para decirteque tu nombre es amor, amor amor.

Ya no le canto ni le hago poesías ni dibujos sorpresa que con cuidado deslizaba debajo de su puerta; tampoco compartimos nuestras tardes en diferentes juegos de mesa. Ahora vamos juntas

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al cine, le platico mis sueños. Gracias a la tradición oral, conozco su pasado que hábilmente recrea; nuestra relación atemporal y fresca es y será mi mejor herencia. Me invade una eterna alegría por lo importante, espontánea, gratuita y natural que es y siempre será su presencia en mi vida.

Sábado

Otro amor poderoso invade mis más íntimos sentimientos, mis más ocultos secretos.

Reconstruye mi corazón y se convierte en su nuevo patrón.Apareció así, sin anunciarse, de forma repentina y sin advertencia.

En una reunión lo vi, me vio, y como en un embrujo de magia po- licromático, el cielo anaranjado se tornó violeta. Luis es y será mi eterno complemento.

Viernes

Tener un hombre y ser mujer de este hombre crea sentimientos equivocados de pertenencia. Nadie es de nadie, sólo durante el abrazo amoroso pretendemos romper la dualidad para convertirla en efímera unidad.

Julio

Martes en la noche

Un extraño desasosiego se apoderó de mí esta noche lluviosa. Un deseo desesperado de tener cerca a Luis, completamente mío. Aquí y ahora, allá y siempre. También me invade la sensación de que es como un préstamo, como un valioso préstamo del des- tino.

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Con la plena certeza de que su amor es míoa cada instante temo que me deje de amarsu amor es una llama y a veces tengo frío.

Amo el silencio y su amor es cantar… se me da todo entero y lo quiero más mío¡Ay, cómo duele, cómo duele tanto amar!

19 de julio

Espero el sonido chillón del timbre de la casa, Luis está por llegar. Iremos al Parque Hundido a escuchar música clásica y después a reunirnos con unos primos y amigos.

Alguien está en la puerta. Mi corazón se sobresalta y me invade una repentina alegría. Es tan fácil ser feliz.

Mi mundo es dual y lo condenso en el azul de Yves Klein y el amarillo de Josef Albers. En mi yo íntimo y mi yo social. Con atención escucho a Nacha Guevara que sintetiza el aquí y el ahora. Mi ser átomo y mi ser universo, en dos canciones de moda:

yo te noMBRo, liBeRtad

Por el pájaro enjaulado.Por el pez en la pecera.Por mi amigo, que está presoporque ha dicho lo que piensa.Por las flores arrancadas.Por la hierba pisoteada.Por los árboles podados.Por los cuerpos torturadosyo te nombro, libertad.

Por los dientes apretados.Por la rabia contenida.

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Por el nudo en la garganta.Por las bocas que no cantan.Por el beso clandestino.Por el verso censurado.Por el joven exilado.Por los nombres prohibidosyo te nombro, libertad.

Te nombro en nombre de todospor tu nombre verdadero.Te nombro y cuando oscurece,cuando nadie me ve,escribo tu nombreen las paredes de mi ciudad.Escribo tu nombreen las paredes de mi ciudad.Tu nombre verdadero,tu nombre y otros nombresque no nombro por temor.

Por la idea perseguida.Por los golpes recibidos.Por aquel que no resiste.Por aquellos que se esconden.Por el miedo que te tienen.Por tus pasos que vigilan.Por la forma en que te atacan.Por los hijos que te matanyo te nombro, libertad.

Por las tierras invadidas.Por los pueblos conquistados.Por la gente sometida.Por los hombres explotados.Por los muertos en la hoguera.Por el justo ajusticiado.

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Por el héroe asesinado.Por los fuegos apagadosyo te nombro, libertad.

Te nombro en nombre de todospor tu nombre verdadero.Te nombro y cuando oscurece,cuando nadie me ve,escribo tu nombreen las paredes de mi ciudad.Escribo tu nombreen las paredes de mi ciudad.Tu nombre verdadero,tu nombre y otros nombresque no nombro por temor.Yo te nombro, libertad.

paul eluaRd, adaptado por gian FRanco pagliaRo

te quieRo

Tus manos son mi cariciamis acordes cotidianoste quiero porque tus manostrabajan por la justicia

si te quiero es porque sosmi amor mi cómplice y todoy en la calle codo a codosomos mucho más que dos

tus ojos son mi conjurocontra la mala jornadate quiero por tu miradaque mira y siembra futuro

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tu boca que es tuya y míatu boca no se equivocate quiero porque tu bocasabe gritar rebeldía

si te quiero es porque sosmi amor mi cómplice y todoy en la calle codo a codosomos mucho más que dos

y por tu rostro sinceroy tu paso vagabundoy tu llanto por el mundoporque sos pueblo te quiero

y porque amor no es aureolani cándida moralejay porque somos parejaque sabe que no está sola

te quiero en mi paraísoes decir que en mi paísla gente vive felizaunque no tenga permiso

si te quiero es porque sosmi amor mi cómplice y todoy en la calle codo a codosomos mucho más que dos.

MaRio Benedetti

Jueves 9 de agosto

Estoy en la Facultad de Ciencias. Salí temprano de mis clases y no pude esperar hasta el sábado para ver a Luis. Lo busco en el aula

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donde está presentando un examen de estadística. Lo veo entre la multitud. Cierro los ojos evocando el último encuentro. Camino hacia unos árboles al otro lado de una explanada donde se exhibe una exposición de física nuclear. Lo voy a esperar. Me recuesto en el pasto. Sueño el último encuentro. Despierto con dolor en la espalda y en el cuello; es tarde, corro al aula C. No hay nadie. Estoy sola, molesta y adolorida. Recuerdo el sábado anterior, fuimos a Cuernavaca. Saboreo cada minuto de lo vivido juntos. Me sonrojo, me río. Admiro la exposición en los jardines de la Facultad que anteriormente ignoré, levanto la cara al sol y me envuelve una felicidad absoluta, la mejor, la del principio y fin de un momento de amor.

Estoy enamorada.Doy gracias a la vida.

Lunes

Silenciosos caminamos por la playa, pero echamos a correr cuando vimos que el junco blanco se alejaba arrastrando el ancla. Sentí en-tonces que esto era el opio del amor, esta locura embriagadora que me invadía, compuesta de deseo y de soledad interna que busca su pareja… —Pronto —pensé— te levantarás del lecho y me dejarás. Cono-ciendo a los hombre sé que sucederá. Me dejarás, Jan, permanecerás solo, separado de mí, buscando recuperar tu virilidad, tu identidad y rechazando nuestra unidad. Permanecerás inmóvil y yo te observaré desde aquí. En esa inmovilidad recuperarás tu individualidad.

alexandeR coRdell

23 de agosto

Cumplo veinte años. Estudio, trabajo, estoy enamorada y todo parece ir sobre ruedas.

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Domingo

¿Por qué las mujeres tenemos que esperar las propuestas importan- tes por parte de los hombres? “Desde sacarte a bailar hasta llevarte al altar.” ¡Puaf!

En fin, me armaré de valor y le diré a Luis:—Mira, tu amor no es un amor de fines de semana, ni de llama-

das telefónicas, ni de escapadas a Cuernavaca. Mi amor ahora exige una convivencia completa. Quiero ser tu mujer, tu compañera, dar- te hijos y todo el amor cotidiano extra que sepas ganarte —y finali- zar diciendo—, ¿quieres vivir conmigo y afrontar las bondades y los sinsabores de los ámbitos sociales, económicos, familiares, emo- cionales, etc., etc.?

De manera espontánea, al mismo tiempo, nos invitamos a vivir juntos, no importaba cómo, sólo cuándo. Pronto.

Los milagros tienen un precio. Luis es un milagro. ¿Qué precio tendré que pagar?

Lunes

No hay pasado ni futuro, sólo un presente continuo, mi presente está invadido de Luis.

Sábado

¿Quieres hacer un trueque?Ojo por ojo,beso por beso.

7:30

Todo en una dualidad contradictoria, el sí y el no gobiernan el len- guaje, el bueno y el malo califican conductas humanas, el hombre

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y la mujer resumen lo complejo de la existencia; el cielo y la tierra limitan los sueños.

9:40

Quiero vivir contigo circunstancias inesperadas y casuales, más que planeaciones aunadas a sueños materiales. Tener momentos fuga-ces y eternos, en lugar de repetición de encuentros.

Falsa cualidad

No elegí tenerla, me fue impuesta,valorada como preciada herencia ancestral.

Me exigían protegerla, cuidarla,exhibirla, con cariñoso celocriarla día a día, amamantarla,vestirla de fiestay engalanar con ellael tic-tac de mi cotidianeidad.

Ayer empezó a estorbarme,era inútil, pesada y no tenía razón de serme avergonzaba su hipócrita cercanía.Dejó de interesarme como compañera,no me importó mostrarlacomo cuidada prenda,como falsa cualidad.

Se quedó con sus vestidos apolillados,fuera del tiempo, de todos los tiempos.

Se quedó atrás, ya no seguía mi ritmode acelerado compás, de loco diapasón,de roja pasión.

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Fue entonces cuando tomé la decisión,y con un rápido y certero movimientotomé un filoso cuchilloy sin ninguna consideración,la degollé.

Ni ella ni yo sentimos dolor,nostalgia, alegría ni placer,sólo una verde tranquilidad.

Ya no me acompaña,nunca más me acompañaráahora camino sola, ligera,libre de su histórica carga.

Nunca más la virtud y yo estaremos juntas.Mañana voy a regalar cuchillos,gritaré, transmitiré y heredaré la falsedadde los mitos de la virtuosidad.

29 de septiembre

Luis y yo estamos en el Parque Hundido. Es domingo. Sentados uno frente al otro, escuchamos música clásica en unos sillones de plástico grandes, giratorios. El murmullo del aire le da una variación estupenda al concierto. Soy inmensamente afortunada.

Viernes

Estoy en el cine Latino, sola y feliz. Está por comenzar otra de mis películas favoritas. No falto a la cita con Fellini en Las noches de Cabiria. Me siento hasta adelante y bebo, sorbo a sorbo, las maravillosas escenas de la película. Lloro a mis anchas y, al final, salgo del cine con la fortaleza y dignidad de la protagonista. La amo por recordarme que debemos finalizar con la esperanza de

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recomenzar, de levantarnos una y otra vez. La amo por estar dis-puesta a vivir y, como Ave Fénix, revivir.

¿Acaso valdría la pena nacer si no fuera para morir y poder siempre renacer?

9:00 de la mañana

Dentro de dos meses se llevará a cabo la ceremonia para garantizar “ante la sociedad” la unión de Luis y Maripaz, y como en toda transformación, sufro los cambios, esta vez de unidad a dualidad.

Cambio de vida voluntariamente, por la necesidad de proteger mi independencia, sin la factura de la soledad, por vivir con alguien que logra ser amigo, compañero y amante; alguien de facciones familiares, de ideas similares, de deseo satisfecho. Cambio de vida voluntariamente porque estar con él es lo más cercano a estar conmigo misma.

¿Por qué tengo que casarme como toda la gente? Tan natural y romántico que sería empezar a vivir juntos, así, fácil, gratis, sin pe- dir aplausos ni permiso. En fin, seguiremos la corriente para cons-truir otra célula en el organismo social.

Octubre de 1980

¿Sabré tomar la rienda que me corresponde como una señora casada? Apenas tengo veinte años, ¿y si lo hago mal? He sabido de un sinfín de fracasos matrimoniales, de errores irresueltos, de “si pudiera volverme atrás…”

Hice una lista mental y quedé sorprendida ante la cantidad de situaciones que se pueden presentar.

Tener la casa limpia.Cocinar: desayunos, comidas y cenas,además los cafecitos de media tarde.Estar pendiente de la ropa yaportar económicamente lo necesario.

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Por otra parte, está mi familia nuclear, la de antes, la de siem-pre; debo integrarlos con lazos de armonía. Cuántas y cuántas cosas encierra la palabra matrimonio. Ojalá sepamos tomar sus ventajas y mandar lejos sus presiones. Realmente debo de estar, estoy enamorada, pero muy enamorada para lanzarme a las aguas profundas convencionales y emocionales del amor autorizado.

16 de noviembre

Me pruebo el vestido de novia, me alegra que sea muy sencillo, que no tenga velo ni sea todo blanco. Los zapatos son demasiado altos y no estoy acostumbrada. Mi ramo es de margaritas naturales. Mi pelo estará suelto y no dejaré que me maquillen. Mis herma- nas insisten en pintarme las uñas: “Sólo si tienen barniz transpa-rente”, insisto. Llegan mis tíos y primos de Puebla. Hay bullicio en la casa. Las ancestrales bromas de la luna de miel no se hacen es- perar. Mañana me caso, es lo de menos. Me caso enamorada.

17 de noviembre

Sí, acepto.

21 de noviembre

Lo mejor de Puerto Vallar- ta es el verde de tus ojos.

Martes

¡Qué amplias son las calles de Ciudad Jardín! Qué limpio, verde y fresco es el contexto. Casi todas las casas tienen en el exterior flores multicolores, rosas moradas, rosadas, anaranjadas, rojas y blancas; flores de las que desconozco el nombre. También las hay

Ciudad Jardín

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aromáticas, hueledenoche y castas azucenas; verdes e intrépidas enredaderas, arbustos fusionados con las rejas. Hasta los nombres de las calles son de flores: Tulipán, Azucenas, Lirios. Vivimos en la avenida de las Rosas. Es un placer caminar por las calles de la nue- va colonia a la que llegamos el 24 de noviembre, después de nues- tra luna de miel.

La parroquia de la Divina Providencia tiene una inquietante ar- quitectura, el techo imita un sofisticado y anacrónico sombrero, el constructor era un arquitecto seguidor de la magia de Gaudí.

El mercado de la colonia abre sus puertas y ofrece en un esta-llido de color: fruta, verdura, carne, huevos, pollo, plantas, jugos deliciosos, sopes, quesadillas. ¡Todos los mercados son un grato regalo para los sentidos!

Me siento parte del nuevo mundo que me alberga, me fusiono. ¡Soy inmensamente feliz, adentro y afuera de la casa!

2 de diciembre

La vida es bella.Mi vida es bella.

1981

Si esto no es felicidad, no comprendo qué pueda ser. Son co- mo las 9:30 de la noche. Salimos del cine Lido, vimos La hija de Ryan. Cruzamos la calle, lo tomo del brazo y bajo una discreta llu- via nos dirigimos al coche. Somos universo y somos mucho más que dos.

Mayo 24

Trabajo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, en la unaM. De estudiante pasé a ser trabajadora en el Departamento de

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Sociología, donde hago una mezcla de trabajo académico y admi- nistrativo. Tengo un cubículo que comparto con una maestra alta-nera y prepotente y con una estudiante recién egresada, con más amargura que lágrimas en un Viernes santo.

Sin embargo, debo ser justa, la mayoría de los compañeros son inteligentes y todos, todos los alumnos, son magníficos.

Martes

Es imponente estar al frente del salón 1 de la Facultad de Cien- cias Políticas y Sociales. El profesor Rojas Soriano me pidió que diera la clase; soy su ayudante en la materia Formación Social Mexicana II. Siento pánico, tengo la boca seca y revueltas las ideas. Trato de sobreponerme y, sin ver directamente los ojos de los estudiantes, contemporáneos en edades y en ideas, inicio la clase. De pronto, me encuentro disfrutando la experiencia; des-pués del temor vino la recompensa: un agradable bienestar y una grata satisfacción.

8.00 p.m.

Contenta, le pido a Luis que vayamos a cenar pizza. Disfruto la velada con aquella genuina felicidad que sólo la sencillez puede ofrecer. Comento, entre mordida y mordida de la pizza vegeta-riana: “Ojalá el profesor me pida que dé la clase lo que resta del semestre”.

1981-1983

La felicidad no se escribe, se vive.Todo es estupendo, nada qué decir.Noches de cielo con estrellas.Días cubiertos con tibio sol.

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Tardes perfectas.Esto no puede durar eternamente.

Lunes

Me siento mal del estómago. Tengo náusea. No debí comer tanto ayer en el mercado.

Me hizo daño la mojarra. ¡Qué asco recordar su sabor, su textura, su olor!

Enero de 1984

¡Me siento diosa, creadora de vida, voy a tener un hijo!

7:30 p.m.

La comunicación puente que existe entre mi voz interna y el papel es muy difícil de lograr. En este momento, en este negro momento me pesa tanto la pluma que no la puedo deslizar por la libreta. Hace mucho tiempo que no escribía en mi diario. Estaba ocupada siendo feliz; hoy regreso a este mudo refugio de hojas blancas, de arenas amarillas. No hay líneas rectas, no somos dueños de nuestro destino. Hilos invisibles nos someten a los caprichos de alguna fuerza superior.

Por segunda vez, después de perder a mi papá, la muerte se presenta. Ahora a través de mi hijo no nacido, no logrado. No tuvo rostro, después de todo, no existió. Fue sólo malestar y dolor, ruptura, fantasía incompleta, rota, desesperación. Estoy vacía.

A la angustia y al dolor se suma la impertinente culpa que no puedo evitar. ¿Qué hice mal? ¿Por qué cargué la silla el otro día? Mejor hubiera esperado a tener al bebé y luego terminar la tesis. Dios mío, ¿qué hice mal? El hubiera no existe, las respuestas a las preguntas ansiosas tampoco. Las cosas suceden y lo demás es morbosa especulación.

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7:40

Se diluye la ilusión sembrada con tanto cariño: niñito no te va- yas, aguarda, aguarda unos meses. No te fugues poco a poco a través del llanto rojo y continuo de la entrepierna inútilmente apretada.

Marzo, durante la tarde

En posición fetal, me encuentra la tarde. Me siento avergonzada, abrumada, incapaz e injustamente defectuosa.

—Reposa unos días —dijo mi cuñado—, puedes seguir con tus actividades de siempre.

—Lo voy a intentar a partir del lunes —contesté con la voz firme, pero con los ojos acuosos.

7:43

Me siento vulnerable, mortal, inmensamente mortal.

Abril

Cómo me atormenta su ausencia.Nunca lo conocí.Fue sólo una ilusión.No puedes dar el adiós a quien no le diste el hola.Tengo muchos años para tratar de tener un hijo.Además, la ciencia avanza muy rápido.Estoy segura de que cualquier problema de fertilidad se puede

solucionar.Me aferro a la esperanza.Cada día lloro menos.

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9 de mayo

Mañana todos los hermanos iremos a casa de mi mamá. Pienso llegar muy temprano para ayudar a la preparación de la comida. No he podido ser mamá, pero disfruto cada segundo de mi vida co- mo hija. Estoy contenta, oigo a Silvio Rodríguez y canto a coro con el poeta cubano: “Nadie se va a morir, menos ahora… El papalote cae, cae, cae, cae, cae… Si fuera diez años más joven, qué feliz y qué descamisado el modo…”

Jueves 22 de mayo

La vida continúa. Debo concentrarme en el trabajo. Realmente disfruto el paso de mis días y mis tardes en la Universidad.

La felicidad completa llegará cuando logre tener un hijo, sea mío o adoptado.

Martes

Hacer una tesis es realmente agotador. Desayuno, como y ceno mientras pienso en ella. Me tiene despierta por las noches y dormi- tando durante el día. Discuto con Beatriz, una compañera y amiga, con la que estoy haciendo la tesis; revisamos el orden de los capí-tulos, la selección y distribución de los materiales.

Decidí no ir al cine, mi gran pasión de los viernes, hasta terminar la tesis. Creo que me exijo demasiado y ni quién la lea, cuando mucho, los asesores y el jurado.

Por fin terminamos. No cabe duda de que el trabajo de equipo potencia las posibilidades personales. Escribo la dedicatoria y la llevamos a la imprenta.

Con profundo cariñopara mi mamá y Luisorigen, luz y continuidadde mi vida.

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Viernes

Estoy en mi examen profesional en el que defiendo la tesis “La patología física y psicosocial de la burocracia”. Mi compañera Beatriz, igual que yo, vivió cada tarde, durante más de cinco años, la experiencia de trabajar en una oficina del gobierno. Quisimos de- jar nuestro testimonio y así obtener el título de licenciadas en Sociología. Recuerdo todas las preguntas del examen, pero no las respuestas; alguna fuerza interior hablaba por mí.

7:45

—Sí, protesto —contestamos en una sola voz.

11:00

Tengo el título de “Licenciada en Sociología”.Siento una pequeña depresión post-titulación.¿Y ahora, qué?

Jueves

¿Para qué cuidamos nuestra vida; los movimientos, las acciones, las decisiones, las palabras y los gestos con tanto ahínco? Para pre-servarla para un futuro incierto que nunca llega, que se diluye en un presente eterno.

Domingo

Día de comer con mi mamá, disfrutar la tarde en la tibieza de la fami- lia: platicar de asuntos cotidianos sin exaltaciones ni pretensiones.

Sábado

No hay pasado, ni futuro, sólo un eterno presente.

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¿Y si viviéramos cómo si tuviéramos muy poca cuerda en el absurdo mecanismo del tiempo? De seguro trataríamos de opti-mizarlo.

Martes

La plaza de Coyoacán tiene la virtud de hacerme olvidar lo que no vale la pena ser recordado. Desafiantes, los coyotes de la fuente con su aullido permanente acallan el canto del agua donde flotan vasos, papeles, botellas vacías. Con una vara trato de sacar la ba-sura que se encuentra en las orillas. “No te vayas a caer”, me dice Luis, mientras me toma con fuerza de un brazo. El acariciante sonido de un organillero y la expectativa de un helado de vaini- lla de La Siberia hacen de este momento un recuerdo invalua- ble. Reconozco a la veleidosa felicidad que aparece así, de repente; le sonrío con gratitud a pesar de su efímera caricia.

Julio

Necesitamos cambios; de lo contrario, la permanencia de la vi- da se convierte en grilletes que asfixian nuestro natural libre al-bedrío.

El cambio que se presenta es laboral. Dejo la unaM y me inte-gro a un moderno edificio redondo, rodeado de jardines y con un amplio y bien trazado estacionamiento, ubicado en Periférico sur: es el Instituto Mexicano de Salud Mental. (iMsM) perteneciente al diF. En él se llevan a cabo investigaciones sociales y clínicas para atender a niños con padecimientos mentales, en toda su gama de posibilidades.

Cada investigador tenía un espacioso cubículo con baño, escri-torio, libreros y una mesa para las reuniones. Hay un auditorio con aire acondicionado y un moderno equipo de sonido. La alfombra es azul y las sillas están tapizadas con cuero; forman una armonía

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placentera a la vista. Se dan clases de inglés y se presentan con-ferencias los jueves, para todos los empleados. A partir de la una de la tarde se sirve una vasta comida en el comedor del centro y el horario es muy atractivo: de ocho a tres.

Viernes

Cuando se presentan oportunidades en la vida no deberíamos darle tantas vueltas y tomarlas. Me había invitado a trabajar Lo-renia, una colega que tenía contactos con los altos mandos de la política. Fue un golpe de suerte; me aceptaron de inmediato por la recomendación de mi amiga.

9:00 a.m.

En el tercer piso del edificio, en el que ahora trabajo, hay unas aulas y una espaciosa cocina. Las alumnas son una docena de jovencitas que presentan diferentes problemas relacionados con la salud mental. Son atendidas por un equipo de mujeres profe-sionales que tratan de hacer agradables y productivas las horas matutinas de las adolescentes.

1:00 p.m.

“Todas las alumnas que vienen son hijas de políticos o de gente influyente, no crean que entra cualquiera al grupo de estudio”, comentó la doctora Alvidrez. Ahora entiendo. No es que el Insti- tuto no atienda niños de escasos recursos en consulta externa, no es que no haya investigación en comunidades de alto riesgo, lo que sucede es que esos privilegios están acotados para el disfrute de una minoría de la burguesía económica o de la élite política. No me molesta el confort de la minoría, sino las penurias de la mayoría.

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Sábado

Estoy feliz, le hurtamos a la vida un fin de semana en Cuetzalan. Des- de el primer momento todo fue magia, color, humedad y bienestar. La sierra norte de Puebla alberga un paraíso que en la casa de hués- pedes Las Garzas llega a su cenit, cuando por la noche prendemos una vela en una botella de refresco. Miramos por la ventana y, como muy pocas veces, somos naturaleza, viva y auténtica natu-raleza. ¡Que no acabe nunca el fin de semana! ¡Que no acabe!

Viernes

Como todas las mañanas, Luis me deja en el Instituto y después se dirige a la unaM, al Instituto de Astronomía, donde labora como técnico académico. A las tres llega por mí para pasar la tarde juntos.

Viernes 4:23 p.m.

Me abandono en los brazos de Morfeo. Sueño que me toma de la mano y me lleva al firmamento.

Agosto de 1984 a mayo de 1985

Durante nueve meses giro en un torbellino de malestares, emocio-nes, consultas, estudios, doctores, miedos y satisfacciones.

Las hojas del diario están en blanco.Las de mi vida son multicolores.

13 de mayo de 1985

10:20 p.m.

Una intensa luz me impide ver con claridad el desconcertante momento por el que paso. En vano trato ver a través de una pared blanca, construida con sábanas de algodón. No siento dolor, sólo

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el tiempo arrastrarse pesadamente en el quirófano. Los minutos son una agonía de incertidumbre. “¿Todo está bien?” —pregunto a mi cuñado—. “¿Está viva?” Y un maravilloso llanto me responde.

Nació Rebeca. Yo renací.Turbulencia de sensaciones. ¡es una niña!Vida, nada me debes. Vida, estamos en paz.Bienvenida a mi vida, pequeña y gran Rebeca.

De nada sirvió que cortaran el cordón umbilical, no pudieron separar la unión de las dos, siempre permanente e irrompible.

21 de junio

No es fácil escribir sobre el sentimiento de tener una niña nueva y tuya. Darle pecho, mirar sus ojos, oler su lácteo perfume mien-tras tocas sus manos diminutas. Las letras se disuelven en gratos murmullos.

Jueves

Ojalá se quede dormida un ratito más. Estoy tan cansada.

Domingo

Qué avasallador es este amor, tan inmediato, tan absoluto.No sé cómo ni a quién agradecer el regalo de vida que me

otorgaron un 13 de mayo.

7:30

Somos naturaleza, simple y magnífica parte de la naturaleza. Re-beca se prende a la fuente de vida y, con fuerza inusitada, se sacia de leche, de amor, de vida.

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8:00

Tose levemente, me lleno de angustia. Cesa de toser, me invade nuevamente esta nueva y elemental alegría.

Martes

Dormí profundamente casi por tres horas en la mañana. Estoy fresca y de buen humor. Un día magnífico. Nada que escribir. Todo va bien.

4:22 a.m.

Despierto, el cerebro y mis pechos están alerta para alimentar al nuevo ser que invade mi tiempo, mi espacio, mis sentimientos, mis sentidos.

3:24 a.m. del lunes

Hay mucho silencio, Rebeca no ha pedido leche con su llanto nocturno. Me acerco a la cuna blanca de madera que está próxima a nuestra cama de madera café y acerco un oído a su aliento, a su corazón; todo está bien. Regreso a la cama, continúo intranquila, me acerco nuevamente a la pequeña, suavemente la despierto. Segundos después, abre los ojos sin llorar. “¿Por qué no llora?”, me preguntaba en mi afligido interior. Sintió mi angustia, me regaló un fingido llanto y tranquila le acerqué el pecho, las dos reímos.

23 de agosto

La gente feliz no escribe, sólo vive su felicidad. Es mi cumpleaños. Termino los toques finales de la reunión que tendré en la casa con mi niña, vestida de amarillo. Luis también está atareado con los preparativos.

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Vendrán mi mamá, mis hermanos, sobrinos y algunos amigos. Tengo tanto… Soy inmensamente rica en afectos que me cobijan y resguardan del mundo.

1 de septiembre

Decoramos con papel picado verde, blanco y rojo las ventanas de abajo que dan a la calle. Vestimos la mesa redonda de la cocina con un mantel colorido que asemeja los colores de la bandera. Subo a la recámara y extiendo sobre la cama los dos rebozos y la ropa mexicana que uso durante septiembre. Ya no voy a los desfiles del día 16 al bosque de Chapultepec, pero lo veo por televisión. Aún me emociona cuando veo con mi familia el “¡Viva México, viva México!” No tiene importancia el presidente en turno. “¡Viva México, viva México!”

19 de septiembre de 1985

Parecía un día como cualquier otro. Veíamos las noticias matutinas, cuando de repente la presentadora comenta: “Está temblando”, luego un lejano: “¡Ay, Chihuahua!” Después, oscuridad en la pantalla. “¡Luis, está temblando!, ¡está temblando muy fuerte!”, le grito mien- tras trato de levantarme del piso. Caí mientras amamantaba a Re- beca. Luis nos abraza a las dos y caminamos tambaleándonos hacia el marco de la puerta de la recámara. “¡Scruach, scruach!”, se lamen- ta la tierra. “¡Dios mío!, que ya termine, que ya termine”, imploro.

Confusión, sirenas interminables en la calle. Mucha solidaridad; el mundo de los capitalinos se convirtió en un absurdo e inútil aquelarre.

El terremoto del jueves 19 de septiembre de 1985, conocido como terremoto de México de 1985, ocurrió en la zona centro de México y ha sido el más significativo de la historia escrita de este país. El

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Distrito Federal, la capital, resultó la más afectada. Cabe remarcar que también la réplica del viernes 20 de septiembre del mismo año, tuvo gran repercusión para la ciudad. Este fenómeno sismológico se suscitó a las 7:19 hrs., con un regis- tro máximo de 8.1 grados en la escala de Richter, cuya duración apro- ximada fue de poco más de 2 minutos. Al día siguiente, a las 19:38 hrs., una réplica de menor intensidad con una magnitud de 7.9 grados en la escala de Richter vuelve a estremecer a la ciudad.

21 de septiembre de 1985

Dolor, dolor, dolor.No hay consuelo.Solo ácido en mi interior.Murió mi mamá.Morí también yo.

21 de septiembre

Mamá, no me dejes.Ayúdame a vivir sin ti.Dios, cómo te odio.

21 de septiembre

La muerte es una insensible ladrona.No podré seguir, caí en un abismo de dolor y soledad.Me arden los ojos, mis sentimientos son una herida abierta.Los minutos se transforman en horas negras.

11:43 p.m.

Es injusto el trueque que me jugó la vida: dejo de ser hija cuando me inicio en el papel de madre.

¡No es justo!

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Octubre

Me aferro a la pequeña Rebeca como un ciego a su lazarillo.

4:23 No importa el día, es noviembre

Ya no estás. El mayor objeto de mi veneración no me acompaña más. No sé cómo actuar, nada es igual, todo es inferior, la vida, mi vida, perdió calidad.

Absurdo, otra vez vuelvo a la parda sensación de dolor, de angustia. En realidad, no sé cómo pudo pasar; me duele su dolor, me duelo en ella. La vida es una grotesca caricatura, co- mer dormir, amar, odiar, trabajar, descansar, crecer, madurar, juntar experiencias, ¿para qué? Para que un día te invada la os-curidad.

Absurdo, no puedo hacer de este dolor una experiencia, no puedo procesarlo, ni filosofarlo, ni siquiera darme de lleno al sufrimiento de tu partida. No puedo acompañarte para que no te sientas sola en el país de las sombras; debo quedarme a vivir, para un día no estar más.

Tu vida fue una cadena de acontecimientos iniciados en la señorial ciudad de Puebla, donde naciste y creciste. Tu infancia transcurrió entre regaños, rezos, bordados y cuidadosa gastro-nomía. Despertaste a una juventud plena, pero limitada por tu encuadre familiar e histórico. Convertida en mujer, te uniste a un médico enamorado y bohemio con el que compartiste veinte años, que además de seis hijos y poco dinero, te brindó mucho amor, reflejado en versos y respeto.

Ni tirana ni santa, fuiste una mujer de muchas épocas que dejó deslizar su vida sin prisa. Nunca fuiste una anciana; la tierna pero cruel senectud, no te pidió horas extras.

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Diciembre

Estoy en el Parque Hundido, sentada en el pasto con Rebeca. Le digo que mañana vamos a poner el árbol y el nacimiento; le canto una cancioncita de los tres Reyes Magos: “Llegaron ya los reyes y eran tres Melchor, Gaspar y el Negro Baltasar…” La abrazo con fuerza y me obligo a reír para ella.

Un filo de luz aparece en la negrura de mi vida con la sonrisa, con el llanto, con la existencia de mi pequeña. Gracias, mi niña.

21 de agosto de 1986

Por desgracia, el dolor no se puede dejar en algún lugar como un objeto. Me voy lejos del hierro candente que me hiere cons- tantemente desde que inicié mi orfandad. Aunque sé que me lo llevo, finjo mirar hacia delante, tratando de dejar el dolor en el pasado.

Martes

Aeropuerto de Boston, cerca de Amherst, donde viviré con Luis y Rebeca una nueva vida. Dejo mi país. Inicio una fuga geográfica.

Luis va a estudiar en Estados Unidos un doctorado en Astrono-mía en la Universidad de Massachusetts y yo lo sigo con obedien- cia bíblica: “Y la mujer dejará a su padre y a su madre para seguir a su esposo…”, sólo que yo no los dejé, ellos me habían dejado, la muerte me los robó.

Septiembre de 1986

México lindo y querido, me voy pero pronto regresaré. El avión me aleja de mis hermanos, ciudad, amigos, de mi historia, esencia, idioma y bandera.

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Martes

No hay líneas rectas, no somos dueños de nuestro destino. Hi- los invisibles me someten a los caprichos de no sé qué fuerza sin sentido. Me transformo en hoja a disposición del viento; no pienso en el futuro, cierro las compresas del pasado: vivo sólo el presente.

Noviembre

Actualmente, vivo en Amherst, en un pequeño apartamento en el interior de un pequeño pueblo universitario, cerca de Boston, donde la Universidad de Massachusetts es dueña y señora. Luis viene a estudiar, yo a sobrevivir. Todo es diferente. Vivo abrumada. Además de huérfana, soy exiliada.

Enero de 1987

El dolor de mi orfandad cede a cada minuto, pero no logra desaparecer; se ha vuelto mi compañero en las tardes prematuramente oscuras, en las noches negras y heladas. Hago de todo y de nada. Durante el día, me ciega la blancura de la nieve. Sigo igual, con mis embustes y caretas, con mis dudas y mis

desafíos, siempre al rescate de mi estilo de vida, con el ánimo permanente de ser diferente. Diferente. ¿A quién? ¿Para qué? Continúo planteándome preguntas que de sobra sé que no tienen respuestas.

Amherst

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Lunes

Todos y cada uno de nosotros tenemos un valor infinito, muchas veces oculto, inexplorado, sometido y no en pocas ocasiones ul- trajado.

Sábado 4

Aprecio a quien por sí mismo da valor auténtico a la vida cotidiana en sus más diáfanas manifestaciones, simples y sencillas, como un refrescante vaso de agua. A veces, quisiera justificar mi existencia con las decisiones del menú cotidiano, con las pequeñas victorias o derrotas de mi célula social. Admiro la vida de la mujer que rompe o tuerce eslabones, la que muere y vuelve a renacer, como el Ave Fénix, la que padece los adioses, pero igual disfruta las delicias del nuevo entorno que la añoranza agridulce del pasado. Envidio a la que decide poner el valor de su vida al servicio incondicional de una pasión, una causa política o un amor avasallador, a la que se entrega a las causas nobles o, aun, a la estéril vida de la mística.

8:12

¿Cuál es el valor de mi vida?

2 de abril

Ayer fuimos a Northampton a un concierto de Mahler, en el Smith Col- lege. Durante el espectáculo dejo volar mi imaginación con la com-pañía de la confusa música de Titán, Sinfonía No. 1, en Re mayor.

Jueves

Me encuentro en una conferencia acerca de la vida y obra de Sylvia Plath, me angustia su muerte prematura. ¿Por qué nadie

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le dijo que, a pesar de la negrura en que podamos estar, siempre habrá un mañana con claridad?

El 12 de febrero de 1963, mi hermana recibió un telegrama de Ted que decía: “Sylvia murió ayer”, y a continuación indicaba la hora y lugar del funeral. Sus fuerzas físicas habían sido mermadas por la enfermedad, las preocupaciones y una gran sobrecarga de trabajo, y aunque duran- te largo tiempo había conseguido afrontar con valor y decisión la experiencia de la vida, un día funesto, más sombrío que de costum- bre, la persuadió por un momento de que era imposible seguir adelante.

No se necesita más que un fugaz instante para encontrar sentido a la vida o para rendirse. En ocasiones, un momento no invita- do, un momento rastrero, roba las ganas de vivir, pero más ade-lante, con creces, se reinventa y fluye el instinto de vida.

7 de abril

El refugio que da una casa a la mujer es el mismo que da a la osa la seguridad de velar por sus oseznos, es el segundo vestido que usamos para presentarnos ante nosotros mismos, pero, prin-cipalmente, ante la sociedad; es el entorno, la plataforma para salir al mundo exterior o es la limitada geografía que encarcela y asfixia. Es la guarida, la cueva, el vientre, la jaula, el mundo que, en lugar de continentes, se divide en sala, comedor, recá- mara, baño, cocina. En mi mundo-casa necesito volar al exterior y, como no puedo hacerlo, tomo la pluma que deslizo en una ho- ja como si circundara mares o aires y, así, me alejo, me alejo y escribo y escribo y después, cansada, dejo de escribir para regre- sar a mi cueva y, en forma fetal, aferrarme a mi elemental huma-nidad.

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9 de abril

Después de dar un paseo por el bosque, me permito dudar de si existe un ser superior. Qué atinada la naturaleza al regalarnos una primavera cuajada de flores. Despierta una felicidad apagada en mi interior y, desde lo más íntimo de mi ser, escucho tararear a Vio-leta Parra: “Gracias a la vida, que me ha dado tanto, me dio dos luceros…”

Julio

Dentro del silencio y de la inercia, me vuelvo observadora y ami- ga de otras mujeres, amigas todas entre ellas. Son coreanas, etíopes, holandesas, bolivianas, tibetanas, polacas, egipcias, puertorrique-ñas, colombianas, chinas; todas hermanas, todas amigas. Todas buscando respuestas en las confusiones de nuestras tan diferentes, pero tan idénticas vidas mezcladas como en la Torre de Babel. Todas confundidas, hablamos sin que nos entiendan.

2:30

Es un sábado especial. Nos reunimos con varios amigos para dis- frutar un día de campo. El lugar es hermoso, hay muchos árbo- les añosos de diferentes alturas, consistencias, tonalidades y todos presentan ensortijadas ramas; el piso está tapizado de ramitas, de pequeñas coronitas que huelen a frescura, a verdor. Forman una alfombra de asombrosa naturaleza. También tenemos vista hacia un riachuelo que, vigoroso, nos acompaña con su canción sensible, con su dialéctico movimiento; es la misma agua, pero siempre es diferente. Los cinco sentidos están de fiesta. Los niños juegan con la capacidad y entrega con que los adultos sufrimos y nos compa-decemos. Llegamos temprano para apartar una mesa junto a un asador; tenemos unos amigos argentinos que prepararán un asado: siempre se quejan de la baja calidad de la carne de Estados Unidos

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en comparación con la obtenida del ganado de las pampas. Dejo el maravilloso lugar del presente y vuelo al Cono Sur. Me siento cabalgar embriagada por la grandeza del plano paisaje; algún día estaré allá. Intento regresar al campo, pero como siempre, me quedo atrapada entre lo objetivo y subjetivo, mermando el presente, violando el futuro.

Martes

Me levanto temprano, llevo a Rebeca con Maritza, una amiga venezolana. A veces me gustaría ser como ella, que acepta de manera tan natural su maternidad y la de otras, cocina durante todo el día, se ríe y es sensatamente feliz, no se complica con todo y por nada. Después de tomar un café, me dirijo a pie a la que fuera la casa y refugio de la poetisa Emily Dickinson. Empieza la conferencia de su vida y obra; una mujer de edad indefinida, con el pelo largo y canoso, inicia la lectura.

Emily Dickinson was born in Amherst, Massachusetts, in 1830. She lived all of her 56 years in her family’s house, never married, and traveled out of the village only a handful of times during her life. When Higginson inquired who her companions were, Dickinson wrote: “Hills-Sir-and the Sundown-and a Dog-large as myself, that my father bought me — They are better than Beings —because they know— but do not tell…” Although a private individual with a cir-cumscribed social life, Dickinson was a person on whom nothing was lost. She had a gift that enabled her to project her imagination into all the relationships of man, nature, and spirit. She chose poetic methods that were starling in her own time-the use of dashes for em-phasis, irregular meters, and imperfect rhymes but this inventiveness has earned her a reputation as one of most original of poets. Only seven of Dickinson’s poems were published in her lifetime, and all of these anonymously but her poetry lives for us today, to delight, question, and enlighten.

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It’s all I have to bring todayThis, and my heart beside

This, and my heart, and all the fieldAnd all the meadows wide

Be sure you count-should I forgetSome one the sum could tell

his, and my heart, and all the BeesWich in the Clover dwell.

1858

Not by Relay of Bird

Abated-Distance isUntil thyself, Beloved.

5 de octubre de 1987

10:09 p.m.

Es un gran día, la magia regresa a mi vida, las hojas verdes se tornan doradas. Nació Jimena, con un desarrollado instinto de vida y de supervivencia. A los pocos segundos de nacer, me sor-prende al escalar mi cuerpo con astucia y flexibilidad para pren- derse a la fuente de vida en la que se han convertido mis pechos por segunda vez. Olfatea como guerrera y cobra su tributo de iniciada.

Lo celebro con una alegría animal.Mi instinto maternal se funde con su esencia elemental.Bienvenida a mi vida, dulce y grácil Jimena.No puedo creer lo afortunada que soy. ¡Fue niña!Nos fusionamos, nos reconocemos, somos tan parecidas.Juntas nos reinventaremos día a día.

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22 de octubre

Salimos los cuatro a las granjas cercanas para admirar las grandes calabazas que surgen de la generosa tierra durante la temporada otoñal. Verdes, naranjas, amarillas, de distintas formas, de diferen- tes tamaños. Tomamos fotos para perpetuar el momento, es nuestra primera salida con la nueva familia completa. Ahora somos cuatro, un universo de cuatro.

4 de noviembre

La felicidad se duplicó.Las preocupaciones también.

Diciembre

Mis dos brazos se ocupan, uno para cada hija, mis dos ojos se alertan, mis oídos están pendientes para interpretar el lengua- je infantil, mis manos deben estar prestas para acariciar, prote-ger, alimentar y asear sus pequeños cuerpos. Me transformo en sustento. La supervivencia está en mis manos, en mis pechos, en mi cerebro. No hay cabida para nada más: quedó atrás el amor pasional. Mi inquietud intelectual está aletargada, archivada, hasta nuevo aviso.

23 de diciembre

La temporada navideña siempre me remonta a alegrías pasadas, a emociones presentes. Las niñas están dormidas. En soledad observo el pequeño árbol artificial con sus infatigables luces de colores que parpadean sin rezongar toda la temporada. Sigilosa, me dirijo a la otra habitación del minúsculo departamento y saco los dos osos de peluche que les daremos mañana y así regalarnos a nosotros las sonrisas de las niñas.

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1988

14 de enero

Estoy harta,harta de este encierro.Hace mucho frío,tengo un fuerte catarro ylas niñas demandan atención.Demandan leche,demandan amor.Estoy muy cansada.Estoy harta.

21 de enero

Quisiera correr, correr, marcharme muy lejos. Fundirme en la nieve, desaparecer en la blancura. Huir. Regresar al pasado, a Santa María la Ribera, regresar al vientre materno, regresar al mundo de los no nacidos.

30 de enero

Ayer nevó todo el día y toda la noche. No podemos abrir la puer- ta para salir, la nieve lo impide. Luis salta por una ventana y con una pala empieza el plas, plash, para liberarnos de la trampa in-vernal. Plash, plas, la nieve vuela de un lado a otro, plash, plas, se oyen en arrítmico concierto. Finalmente, la puerta cede y salimos con los disfraces que nos protegen del viento, del frío, de la nieve, del invierno blanco. Al tratar de abrir la puerta del carro para entrar con las niñas, imprudentemente lo hago sin los guantes y mi piel se queda pegada al frío acero. Más imprudentemente aún, aparto mi mano con rapidez y la piel se desprende. No siento dolor, sólo me sorprende ver tanta sangre correr entre mis dedos. Ausente,

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observo piel pegada al acero. Me pongo los guantes, se calientan mis manos y empiezo a sentir un dolor dulzón a través de los guantes de color marrón ahora con tonalidades rojizas.

Martes

Hoy no voy a ir a la Universidad. Después de tomar unas clases de inglés, me decidí a tomar cursos de historia y hacer una especiali- dad, pero hoy no voy a ir a U-Mass. Tengo desánimo de unirme al flujo de jóvenes estudiantes, profesores e investigadores. Me ate- rran sus pasillos subterráneos, entrar al salón y esperar a pasar inad- vertida para que el maestro no me pregunte, para no exponerme ante el grupo con mi mal inglés que trato en vano de articular. Hoy no quiero caminar con paso inseguro, resbalando por el hielo que se forma en los caminos, ni quiero ir a la cafetería donde los estudiantes parlotean en inglés, en coreano, en francés, en lenguas extrañas a mi oído. Ya me decidí. Hoy no voy a ir a la Universidad.

Miércoles

Hoy no quiero, pero tengo que ir a la Universidad. Visto a las pe- queñas para llevarlas con una amiga para que las cuide unas horas por la mañana, mientras voy a tomar clases disfrazada de estu- diante. Con paso mecánico, abro la puerta. Siento un frío gélido en mi cuerpo y en mi ánimo. Camino hacia la vereda y cuento uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis pasos, pierdo la cuenta, corro con dificultad hacia la parada del autobús. Subo con las niñas, con los libros, con la pañalera. A través de la ventana observo las casas bien cuidadas, los prados como cuadros pintados por el mejor de los impresionistas, con sus combinaciones de manchas verdes, manchas blancas, manchas color tierra. La gente adherida al paisaje ofrece una singular sintonía de forma y color. Pronto va a ser la parada.

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Intento concentrarme en el examen de mañana. Las letras jue-gan a esconderse. Me es imposible entender el mensaje del autor, siento como un estorbo en el pecho, no entiendo con claridad qué me pasa.

4 de febrero

La náusea me concede una corta tregua. Pero sé que volverá; es mi estado normal. Sólo que hoy mi cuerpo está demasiado agota- do para soportarla. También los enfermos tienen afortunadas debi-lidades que les quitan, por algunas horas, la conciencia de su mal. Me aburro. Eso es todo. De vez en cuando bostezo tan fuerte que las lágrimas me ruedan por las mejillas. Es un aburrimiento pro- fundo, profundo, el corazón profundo de la existencia, la materia misma de que estoy hecho. No me descuido, por el contrario; esta mañana tomé un baño, me afeité. Sólo que cuando pienso en todos esos pequeños actos cuidadosos, no comprendo cómo pude ejecutar-los: son tan vanos. Sin duda el hábito los ejecuta por mí. Los hábitos no están muertos, continúan afanándose, tejiendo muy despacito, insidiosamente, sus tramas; me lavan, me secan, me visten, como nodrizas.

jean-paul saRtRe

19 de febrero

Actúo sin sentido. Voy de la sala a la recámara, de la recámara a la cocina, no encuentro mi lugar en la casa; abro un libro, lo cierro, busco algo que no encuentro. Salgo a la calle, el frío me golpea la cara, sigo mi ruta sin destino definido. Camino por el pueblo universitario, observo a los jóvenes de todas las nacionalidades que giran en torno a U-Mass. Todos saben lo que hacen, se dirigen hacia algo. No encuentro mi lugar en el mundo en el que estoy contenida. Pierdo el rumbo.

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21 de febrero

Por una tarde olvido mi confusión y mi orfandad, lejos de mi país. Juego en la nieve con unas amigas y nuestros hijos. Nos deslizamos en unos trineos rojos de plástico y reímos. Nos sentamos en la nie-ve hasta sentir la humedad que pasa a través de los gruesos trajes invernales. Nos cambiamos los gorros, compartimos el cuidado de los niños. No miro el reloj. Encuentro una maravillosa tarde en el calendario de los días perdidos.

27 de febrero

Me viven los días, me suceden las estaciones, me dejo arrastrar por el río de la corriente a través de los días que vivo en la lejana región del norte, donde el destino me tenía preparada una parada obligatoria. Aquí aprendes a vivir y fusionarte con las estaciones, si no quieres pagar la factura que la naturaleza cobra por su generosa variedad climática.

Verano

Nunca me lo hubiera imaginado. Hace tanto calor, la humedad del ambiente es tan densa que no te deja respirar. Esto de vivir tan intensamente las estaciones tiene su encanto, lástima que no se lo encuentre.

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Las albercas, los riachuelos y las fuentes están plagadas de personas de todas las edades que piden refugio para sus calientes cuerpos. Los bosques, jardines y caminos se inundan de familias de todas las razas, de todos los colores; llevan cestas de comida, ropa de verano, pelotas, bicicletas. Sin escatimar esfuerzos, han decidido disfrutar de la caliente estación. Los pocos estudiantes na- tivos que permanecen en el pequeño pueblo universitario toman cerveza del mismo color de su cabello y gritan, gritan todo el tiempo, no sé a quién, nunca entendí para qué.

Amherst se aletarga y se deja tomar por el inclemente sol, por los insectos de los bosques cercanos que buscan, husmean y se alimentan en las casas, en los campos y en los cuerpos. El pueblo y su gente queda suspendido por los largos e inútiles días, por las cortas y sofocantes noches.

Otoño

Magnífico, octubre se engalana con unos maravillosos colores ocres, naranjas, rojos.

Un regalo para los ojos que, atónitos, se inundan de la fiesta mul-ticolor. Salen de su encierro las chamarras, las botas, las bufandas. Empieza a anunciarse el frío con un discreto golpe en el rostro. En los mercados y en las granjas, las calabazas pequeñas, medianas, enormes y deliciosas, se amontonan en carretas de madera.

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El suelo se vuelve musical, crish, cresh, crash, sucumben las hojas ante el peso de los pasos. Crish, cresh, crash; la sensación es deliciosa, el oído se une al regalo visual que gratuitamente nos da la naturaleza aquí, en el norte austero de pertenencia.

El ambiente se torna festivo por la cercanía del Halloween. Los aparadores están decorados con brujas, máscaras, arañas y un sinfín de dulces. Las carteleras anuncian la última película de terror protagonizada por jóvenes para jóvenes.

Me gusta el otoño, es como el jueves de la semana.

Invierno

En Amherst, el invierno es blanco, frío, claroscuro, intenso.La blancura me ciega. Me vuelvo torpe con tanta ropa; me

veo ridícula con gorros, bufandas, guantes; es un absurdo, pero necesario disfraz de oso. Las botas son tan pesadas que se hun-den y dejan mi huella sin rumbo en los caminos. La calefacción enferma mi garganta. Mi cuerpo, novato en la experiencia de los inviernos gélidos, se contrae y sufre los golpes de frío que recibe a pesar de la protección multicolor. Me deprime la imposición de la oscuridad y la cobardía del sol que, temeroso, se refugia temprano de la noche, dueña y señora de la estación.

Si el otoño me significa un jueves, el invierno, especialmente enero, es un lunes innecesario, prolongado, con el cansancio del largo fin de semana que es diciembre, con su derroche de excesos.

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Después de dar un paseo por el bosque, reconozco la generosi- dad de la naturaleza en su regalo de variadas flores que se ven, se sienten y se huelen como un caro festín para los sentidos.

De la riqueza de la tierra salen cientos, miles de gusanos que arrastran sus ensortijados cuerpos para cumplir su básico y an-cestral ciclo natural. La nieve se transforma en ríos lodosos, en nutrientes, en alimento.

Como magia, se reproducen cientos de arcoíris en unas ramas vestidas con los últimos vestigios de nieve que se diluye lentamen-te, gota a gota, para inexorablemente depositarse en el fango que, victorioso y voraz, engulle al frío invierno.

Todos nos despojamos de las capas artificiales de piel y, en lugar de chamarras, guantes y botas, nos disfrazamos con sudaderas y te- nis. La comunidad se viste de fiesta y los tulipanes naturales y artificiales decoran el contexto en un cuadro multicolor.

En el pequeño departamento, adorno la mesa con tulipanes natu- rales amarillos y en la ventana pego flores multicolores adheribles.

Abril de 1989

Algo dulzón se adhirió a mi existencia, fue alrededor de las cua-tro de la mañana, no entiendo qué puede ser, es algo diferente, como el arribo de un acontecimiento inesperado. La vida tiene

Primavera

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una deuda conmigo. Amherst tiene una deuda conmigo, recibiré el pago tarde o temprano.

8 de abril. Sábado

Llegó con su acento extranjero y su guitarra cantora; entonces me volví otra. El volcán interno hizo erupción y se apoderaron la pasión, la locura, la incertidumbre y el frenesí de las marcadas es- taciones del cuarteto que era mi vida.

Domingo

Esta mañana es diferente y recuerdo la evocadora, dramática y absurda elocuencia de Borges, el incierto, el gran e incomprensible jugador de las palabras y los sentimientos: “Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir. Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz. La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única. ¿De qué me servirán mis talismanes […] las galerías de la biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre […]?”

Esta mañana me siento simultáneamente átomo y universo, y es que anoche me tomó desprevenida un sentimiento parecido al amor. Estoy presa en el pequeño y ridículo espacio de mi cuerpo, de mi casa, de mi mundo; no respiro libremente, lo hago con inusitada dificultad. Estoy perpleja.

Después de una semana de angustiosa espera, se dio libre y maravilloso el segundo compás. Me observó, y con su mirada larga, profunda y envolvente, desordenó mi vida. Me encuentro realmente asustada ante el inusitado, algebraico y caótico cre-cimiento de mi nuevo y subjetivo sentimiento. Mis piernas no caminan su paso natural, se vuelven ramas ajenas con voluntad propia que constantemente tropiezan como si del piso brotaran invisibles obstáculos.

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7:45

Mi cerebro se nubla, mi vida desaparece ante la fantasía donde caí prisionera. Entiendo que el encuentro se dio a destiempo, no hay encuadre histórico ni posibilidad de seguimiento, pero existe y me alegro.

Sólo él, su canción y yo envueltos en las sombras desatadas de la pasión hiriente, en la luminosidad del nuevo descubrimiento. Aquí estoy, continuamente aturdida y enferma, absurdamente invadida de sensaciones. Me consumo de ansiedad.

Al anochecer

Es absurdo que me suceda en este momento, en estas condicio- nes. Estoy en el desasosiego; necesito sacar valor de mi angustiosa cobardía, necesito transformar mi impotencia en fuerza y enton- ces sí, tocaré alturas infinitas, formaré nuevos movimientos astra-les, idearé movimientos estáticos, me atreveré a sumergirme en lo alto de las montañas pedregosas, empinadas. Llegaré al borde del inframundo, correré ligera, romperé gruesas e inútiles cadenas, vie- jos y estériles prejuicios, viviré con soltura, liberaré mis ansias. Mis ojos se volverán sereno imán en espera de su sólida y metálica mirada.

14 de mayo

No seré mezquina con mi destino, no disfrazaré mi pasión, no ocultaré mi deseo, daré rienda suelta a mi locura y entonces seré luciérnaga de la luminosa noche.

18 de mayo

No necesito más compañía que el silencio. Me desdoblo y funciono como mamá, esposa, la amiga, estudiante, vecina, la no sé qué, la no sé para quién.

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7:45 p.m.

Detendré el tiempo en un preciso compás hasta tenerlo cerca, cerca y mío para verlo hasta que mis ojos se nublen, para tocar sus manos con mis manos, su boca con mi boca. Entonces se detendrán al unísono los relojes de sol y de arena en una mirada intensa, eterna, hasta vivir el purgatorio con dantesca intensi- dad. Saldré de su casa, de su vida y de mi locura para siempre. Me sentiré ligera y volátil, mis piernas dejarán de ser ramas confusas y mi cerebro se despejará, poco a poco me recobraré completa, con mi vida, mi cotidianeidad enmarcada en cuatro estaciones.

Llegará el tiempo de dejar el oasis, manantial inagotable de deliciosas e inigualables sensaciones en el que me sumergiré para refrescar mi vida.

27 de mayo

Espero que el destino no se cobre la afrenta, fue él quien burlona-mente arregló el encuentro a destiempo, sin encuadre histórico. Pe- ro sucedió, fui elegida para vivirlo y lo celebro.

Junio en la tarde

Pero, ¿celebrar qué?

Jueves

Siento pesado el cuerpo, no puedo levantarme de la cama.Mi boca no acepta la comida, sólo he probado un poco de helado

de vainilla.No digo nada a nadie.Me autoflagelo.

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Martes

Desperté del sueño, estoy agotada y avergonzada. Nada suce- dió, no trascendió a la realidad, toda la locura de protagonizar un momento robado al lineal tiempo, no existió. Todo quedó en mi mundo interno. Estoy en una cafetería de la Universidad, observo fijamente una chimenea, mato al tiempo mientras empieza mi clase Nociones de los procesos históricos. No tengo ninguna capacidad de movimiento, estoy convertida en estatua de sal, no seguí las reglas y me inmolé con rigurosidad bíblica.

No pude detener el tiempo; los relojes todos se confabularon en mi contra. Implacable, insobornable y altanero, mi enemigo el tiempo dejó correr los minutos que se convirtieron en horas y, como espectros demoniacos, culminaron en días, para correr ligeros al encuentro de su partida. Ya no está, se fue. Mi sueño no se hizo realidad, no probé su esencia, no me permitió modelar mi fantasía alimentada día con día.

Miércoles 28

El producto de mi historia no cristalizó. Dios estaba sordo, Dios estaba dormido, no fue generoso conmigo, me dejó con una tota-lidad vacía, desamparada, con un grito sin sonido atrapado en la garganta, un cerebro aturdido, con un corazón dividido, lacerado, inútilmente lisiado. Rafael pasó ligero, sin prisa; sin embargo, me atrapó, me habitó completa, me transformó y, tal vez, ni siquiera recuerde el tono de mi desafinada voz.

1:30 a.m.

No recuerdo en dónde leí: “Si de noche lloras por el sol, las lágri-mas te impedirán ver las estrellas”.

Ya no sé si es de día o de noche.Me cobija un helado manto de espesa negrura.

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4:15 a.m.

Al santo Cristo de aceromis penas le conté yo,mis penas eran tan grandesque el santo Cristo lloró.Llora, llora corazón, llora si tienes por qué…

acuéRdate de aBRil

Tu pecho tejido de selva profundaen el que me hundo con desfachatez,para vivir juntos nuestro cielo infiernocon enajenada intensidad,recorriendo caminos profanos,hasta alcanzar la sublime posesión.

Las aguas saladas que brotan de mi rostro,crean un torrente, de savia enigmática,de efluvio transparente,que recorre tu cuerpo de selva profunda,hasta mezclarse y fundirse,con la lava blanca que nos absuelve.

Septiembre

Anoche, en una pequeña sala de cine de arte de Northampton, dis-fruté una película francesa. La historia era de amor y me reconocí en el dolor y la pasión del protagonista, a pesar del ambiente sór-dido, tortuoso y kafkiano, de un desenfrenado amor homosexual, sin ternura, sin compasión, lleno de odio matizado de dolor y tan real como estas letras que se fijan en la hoja.

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6:00 a.m.

¿Por qué me aferro desesperadamente a un amor inventado, es-tructurado y sublimado, a un amor subjetivo que cuidé y observé crecer día a día? Porque las mujeres somos madres en cada acto de nuestras vidas. Somos creadoras de vida, de amor, y cuidamos orgullosamente a nuestros hijos. ¿Qué madre quiere perder un hijo que con tanto amor gestó?

Lunes

Sirvo el desayuno en silencio. Sonrío a las canciones infantiles que escuchamos. Tomo una taza de café. Observo a mi familia con infinito amor. Logro arrancar la espina que, como fuego, vivió en mi interior y, finalmente, con dificultad escucho una voz que dice: ¡Ya regresé! Luis, niñas, ¡ya regresé!

1990

Debo terminar esta historia que empezó inconclusa, que no termi- nó porque realmente nunca comenzó. Debo aprender a decir adiós a las veleidades de poeta, para no entorpecer mi navegar hasta el siguiente puerto.

8:45 p.m.

Ahora entiendo, él fue la medicina, la anestesia, para huir de un dolor mayor, inconfesable.

Viernes

El departamento es un verdadero caos, nos mudaremos pronto. ¡De regreso a México, a Ensenada! Regalamos, vendemos o sacamos

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al jardín comunal las mesas, sillas, camas, enseres domésticos, ro- pas y juguetes; artesanías e inútiles adornos. Pesadas macetas, lige- ras carpetas, trineos para el invierno, bicicletas para el verano. ¡To- do, todo que se quede afuera! Necesitamos dejar el pasado, correr ligeros hacia un nuevo y mejor futuro. En la noche habrá una fiesta de despedida con los amigos en la que fuera nuestra casa. Al vaciar un cajón del escritorio, encuentro una hoja, es una carta que me escribió Fernando, nuestro talentoso amigo colombiano, hábil para las matemáticas, diestro con la escritura, antisocial, profundo y solitario, como un cuadro de Edgard Hopper.

Noviembre. 1989. En aquella región del Norte que, en alguna manera, ha cambiado nuestro ser. Para Maripaz, con cariño y agradecimiento por este maravilloso regalo que es el haberse querido abrir a nosotros. Quiero contar unas cuantas líneas en las que trataré de intuir y acer-carme, si no al corazón difícil de Maripaz, de esa persona individual que como todas nuestras soledades es un mar de complejidad, trataré aunque sea de acercarme a ese fantástico e irreprimible corazón salvaje de la vida que nos atenaza y está siempre por explotar en el curso de nuestras experiencias. Primero hablo de mi ánimo, que afecta aunque sea el comienzo de esta escritura. Vengo de pegarle estúpida y desesperadamente a una puerta del armario, tratando de romper mi ira y mi cólera de que el mundo no se adapte a mí y de que yo no me adapte al mundo: furioso por trivialidades que María Elsa te sabe contar mejor, desen-cajado de manera inverosímil (y peligrosa) por el choque entre mi yo y el funcionamiento externo. Cuento de esto sólo porque es en esos momentos de (total) descontrol cuando me siento abrumado por esa violencia enorme que yace durmiendo en el correr de la existencia, esa explosión latente que es la que he encontrado en los escritos de Maripaz. Comento en desorden acerca de aquel “absurdo” que encuentro a menudo y que tratas de alguna manera de domar cuando quieres entender el mundo, y de exacerbar cuando quieres romper los lazos

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y sumergirte en un devenir apasionado. Van por un lado el deseo de comprenderte y por el otro la necesidad de romperte. Siento en los escritos la fuerza de las hondas evasiones; Luis. México, los ex-travíos apasionados —enormes retazos de emociones que te llevan a superarte y a romper la odiosa cotidianeidad tragicómica—. Las llamo evasiones como podría llamarlas volcanes, vuelos o creaciones: son en esencia aquellos momentos trascendentes que hacen que valga una vida —evasiones de la soledad, del temor, del dolor aprisionado en el pecho, siempre ahí latente. Creo que muchos sentimos ese corazón salvaje latiendo. Sé por haberlas conocido bien, que a mi madre y a María Elsa las ha abru-mado violentamente esa intuición demasiado honda de la contra-dictoriedad irresoluble del vivir. Ese simultáneo “átomo y universo” ese “algebraico y caótico crecimiento”, ese estar aturdida y al tiempo “inundada”, ese sueño y esa vergüenza, esa indomable rabia y ese miedo de valorarse, esa fantasía y esa confusión, ese deseo de posesión de Luis y esa necesidad de proteger independencias, esa “dualidad”, esa “química cambiante” —todos esos opuestos te hacen y nos hacen. Creo que parte de lo que es importante en nuestra (ridícula, maravi-llosa, trágica) correría por la vida es hacer de esa dialéctica una gran fuerza —fuerza de vida— de comprensión, de tolerancia, de intuición, de explosión. Parte de lo que me gustó en los escritos es ese deseo de limpiar-se (renovarse o morir) y de romperse para que la vida surja como realmente es. En cierto sentido, un diario sincero, inexpurgado, creo que es un buen ejercicio para entenderte y para tratar de que otros te entiendan. Ahora, ¿qué puedo decir más constructivamente? Siento la expe-riencia de la escritura como una necesidad de agarrarse a la exaltación que hace vivir; refleja una urgencia de realización interna por un lado, y de adelantársele a la vida por otro lado, en donde puedas vaciar el cúmulo de emociones inconexas, que te dominan día a día. Te veo rota, buscando, insegura: hay que hacer de esa misma esencia una fuerza que destiña la multitud de caretas, para que surja en fin de cuentas esa búsqueda y ese devenir que hacen tan valiosa una vida.

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En todo caso, al menos algo queda claro: la inseguridad no debe llevar a la inacción. Cuando sientas el momento (al volver a México) valdría la pena trabajar la escritura más en serio.

Guardo la carta en el sobre guinda con cobertura de plástico que tiene un escudo con un indio americano, con plumas en la cabeza y que representa al estado de Massachusetts. Saco la constancia del Diplomado en Historia y la anexo a una serie de papeles apretados dentro de fólderes amarillos. Por un momento pienso que las cosas valiosas de la vida no siempre se obtienen en una universidad de prestigio. Gracias, Fernando.

Ensenada

Agosto de 1991

Adiós, Amherst. Hola, Ensenada.

Un nuevo comienzo.Me gusta.Renovarse o morir.

Hace cuatro años salimos de la ciudad de México a buscar nuevas rutas hacia el norte. Llevábamos a Rebeca y dos maletas. Cuatro años después, regresamos a nuestro país para vivir en un

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trozo de tierra del norte fronterizo llamado Ensenada, en Baja California, con Rebeca, Jimena y una maleta. El correo se encar-garía de entregarnos algunas cajas con retazos de historia pasada.

Agosto 27

Regreso al país al que pertenezco por derecho. Me siento feliz y saturada de nacionalismo. “México lindo y querido, si muero lejos de ti que digan que estoy dormida y que me traigan aquí, que di- gan que estoy dormida y que me traigan aquí.” Continuaré lejos del D.F., de mi familia, de mis amigos, de mi absurda ciudad na- tal. Me reconforto cuando pienso en un viejo eslogan de la radio: “De Ensenada a Yucatán, sólo sombreros Tardán”. Lo importan- te es que estoy en mi país, en un rincón fronterizo, pero finalmente en México.

Sábado

Arribo a un nuevo lugar, el paisaje es café con tonalidades verde pardo. Dentro del ambiente color de barro matizado con polvo, se elevan triunfantes las bugambilias moradas, rosas, naranjas y blancas. Culturalmente híbrido, de tibia derecha ideológica, de repetidas migraciones, de veladas tradiciones, de racismo sutil y orgullo regional, Ensenada nos abriga e inmediatamente nos fusionamos con la gente, con el paisaje, con el dominante gris del paisaje. Con el tiempo, ésta se ha vuelto multicolor, desafiante, y frenéticamente cambiante. En la entrada de la ciudad se lee un anuncio que dice: “Bienvenidos a la ciudad que tiene más cientí- ficos”.

Al entrar a la ciudad de Ensenada, después de haber pasado por Tijuana, la extrema Sodoma, y de disfrutar la maravillosa carretera panorámica que las une, leo un letrero que como imán me atrapa: “Secundaria y Preparatoria Ensenada. Se solicitan maestros”. En

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ese momento no sabía que, durante más de veinte años, trabaja-ría como maestra. La vocación surgió con fuerza y me entregué al oficio de enseñar. Mi pasión por la docencia y mi estancia en Ensenada se entrelazaron en una rítmica e inseparable danza.

Domingo

Unos amigos de Luis, compañeros del Instituto de Astronomía de la unaM, nos invitaron a dar un paseo con el fin de conocer Ensena- da y ver posibilidades de rentar una casa o un departamento. Las casas inmersas en variadas colonias se presentan de diversos tama-ños, estilos y colores, que en algunas áreas cuelgan de los cerros, sometidos a los caprichos arquitectónicos de sus habitantes. Es un lugar híbrido, ni pueblo pesquero ni ciudad desarrollada. No hay cafeterías, sólo un par de cines, un par de librerías, pocos restauran- tes. No hay malecón, ni arquitectura colonial. Sin embargo, tiene una reconocida Universidad Autónoma de Baja California, uaBc, en la que destaca el área de Biología y Ciencias Marinas. Un campus de la unaM que alberga a los Institutos de Astronomía y de Física. Y el también reconocido internacionalmente Centro de Investi- gación Científica y de Educación Superior de Ensenada (cicese). La Cenicienta del Pacífico, como se le conoce a Ensenada, está rodeada por un helado y bravío mar que lengüetea la bahía.

21 de septiembre

Ahora vivimos en una pequeña casa de interés social, en el fraccio-namiento Mediterráneo, donde las banquetas son muy estrechas, con grandes tambos de basura que impiden el paso. Además, hay una gran variedad de manchas de aceite que, con el sol, parecen figuras psicodélicas. No hay pavimento y sólo hay agua algunas horas del día, la casa es muy pequeña y tiene olor a persistente humedad. Poco a poco nos integramos a nuestra nueva vida. Las

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niñas entraron al jardín de niños, Luis ya inició su trabajo en el Instituto de Astronomía y, durante las mañanas, yo doy clases en la preparatoria particular del Colegio Ensenada. Además, quedaron de resolverme si me van a contratar para dar unas clases en la uaBc.

Martes

Ésta es una tarde de abrir la compuerta del pasado. Extraño Am- herst, no es por dejar atrás el país del “sueño americano” no, ahora siento nostalgia por las marcadas estaciones del calendario y, sobre todo, añoro la grata compañía de las mujeres y amigas que nos encontrábamos compartiendo objetivos, extranjeras, luchadoras, plataformas para apoyar a nuestros compañeros a obtener sus doc- torados, su élite intelectual: Catalina, Maritza Isabel, María Elsa, Betty, Estela, Sulen, Margaret…

5 de noviembre

No tengo el sentido de pertenencia.En fin, no soy de aquí ni soy de allá.

6 de noviembre

Decidimos arreglar el pequeño cuarto de las niñas. Ayer lo pinta-mos de blanco, la superficie de las paredes es irregular, la ventana está vieja y la madera huele a podredumbre a causa de la hume-dad. La pintura secó y están listos los dos muebles para su ropa, uno para cada una. Les pegamos calcomanías y acomodamos la ropita, el vestidito azul de Rebeca, el pantalón verde de Jimena, las playeras, las falditas. Acomodamos los libros con figuras maravi-llosas, con historias sorprendentes. Tiramos todas las Barbies con sus ridículos cuerpos famélicos, anoréxicos. A la basura, también, todos sus absurdos complementos.

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En un baúl de mimbre metemos pelotas, muñecos de peluche, disfraces, cocinitas y legos, en un ordenado caos infantil. Coloca- mos la colcha de figuritas de colores; los rombos, triángulos y círcu- los se enciman en una amorfa combinación. Brincamos en la nueva cama, jugamos y somos felices las tres. Así de sencillo, sin invocar-la, sin invitarla, sin comprarla o chantajearla, así llega la felicidad para irse al día siguiente. La casa de interés social se convirtió en mágico castillo infantil.

Lunes

Consigo dar clases aquí y allá, en la mañana y en la tarde, en la uaBc, en una secundaria, en una preparatoria, en la Normal y en la Universidad Pedagógica; en el ámbito público y privado. Me sumerjo en esta vocación con frenético y agotador entusiasmo.

11 de noviembre

Buenos días, compañeros, en la clase de hoy…

12 de noviembre

Buenos días, compañeros, ¿leyeron el capítulo…?

4 de diciembre

Buenos días, compañeros.Incorporo los espacios familiares y sociales a los espacios esco-

lares. No se contradicen, se complementan y celebro la armonía.

17 de diciembre

Mis nuevos amigos no tardan en llegar a la posada. Está todo lis- to. Nunca me imaginé que fuera a extrañar tanto las piñatas, el

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ponche, el Nacimiento. Ahora sí, nada de nieve ni Santa Claus, na- da de inglés, ni de consumismo; bueno, de exagerado consumismo.

Recuerdo la riqueza de mi infancia en esta temporada, a pesar de las limitaciones, siempre presentes en mi familia. Me aferro a la herencia de mis recuerdos.

8:14

“En el nombre del cielo, os pido posada, pues no puede andar mi esposa amada…”

La felicidad se presenta con diferentes disfraces, en distintos en- tornos. Basta con abrirle la puerta. “Entren santos peregrinos, peregrinos, reciban este rincón…” Estoy serenamente feliz. “Dale, dale, dale…”

4 de enero de 1992

Ahora sí, este año voy a hacer ejercicio, a cocinar sano, a jugar más con las niñas, a salir con Luis, a preparar mejor mis clases, bla, bla, bla, bla.

EneroPropósitos de vida nueva.Que febrero se lleva.

alFRedo Boni

15 de enero

Otro año, misma persona, misma forma de pensar, de sentir.

16 de enero

Si pensé que regresar a mi país lograría cambios internos, estaba equivocada; nada cambia, a pesar del paso inexorable del tiempo,

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la acumulación de experiencias, la ilusión temprana de un nuevo rostro y contexto de pasión. Soy y seré la misma arcilla. Sólo hago vanos intentos para transformarla, quitar o agregar barro a rígidas esculturas, pero son intentos para dar movilidad, soltura y originalidad a las seriadas figuras que deambulan en el diario vivir.

Miércoles

Lo cotidiano se encuentra enmarcado por problemas reales o ima-ginarios; da igual, sean pequeños o gigantes, nos inmovilizan, nos convierten en bestias acorraladas por nuestros propios miedos, por nuestras limitaciones, en cuerpos autómatas por el si hubiera y el si no hubiera, como si existieran, como si la culpa curara las heridas, como si no ser feliz le sirviera a alguien. Somos hojas arrastra- das por el viento porque lo permitimos. Porque nos alejamos de la fuerza del origen.

14 de marzo de 1993

¿En qué momento el amor pasional se transforma dentro del ma-trimonio y deja de ser espontánea sonrisa de complicidad para convertirse en sólida pareja que sostiene con amor y determinación el futuro de sus hijos?

Lunes

La vida se compone de ritmos dialécticos que crean espirales igua-les, pero diferentes, ascendentes, descendentes, crecientes y lejanas. A veces, me sorprende el irregular e indomable movimiento que, como grotescos ¡ruas, cramps, stracs! desconciertan y transforman mis días en cronopias e inútiles experiencias, en exaltaciones de na- da. Observo, no sé si con envidia o con lástima, a personas con rit- mos uniformes: tic, tac, caminan, tic, tac, hablan, tic. Estoy agotada,

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necesito reposo interior, ritmo exterior. Tengo que empezar el día con un nuevo diapasón que dicte el tic-tac, tic-tac.

1:23 p.m.

De casa al trabajo, del trabajo a casa y viendo de reojo la vida que pasa. De casa al trabajo del trabajo a la casa y viendo de reojo la vida que pasa…

—Mamá, ya te pasaste de la escuela, ¿a dónde vamos?

Jueves

Somos la sumatoria de nuestras interacciones diarias con los otros.

Abril

Mi desahuciado espíritu es resultado de ausencias físicas y emo-cionales que, sumadas, me sumergen en las viscosas aguas del desamparo. Siento que pierdo mi lugar nuevamente, como si me sacaran del camino. Me siento desplazada y enferma de confusión, de soledad compartida, de cíclica angustia por quedar atrás, sin voz, sin fuerzas, sin armas para luchar contra exacerbada e inútil sensibilidad.

4:27

Necesito alimentar mi hambriento espíritu que está a punto de colapsar.

Domingo

Es domingo, el día sin sentido. La brecha entre los días, el purga-torio de la semana, estoy sola, escribo, tomo ron, imagino rostros

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que cobran dimensiones algebraicas en mi interior. Permanezco inmóvil, todo es confusión. Cierro los ojos y acepto humildemen-te las jugarretas emocionales del destino. ¿Es tan simple la vida, comer, dormir, hacer el amor o no comer, no dormir y no hacer amor? ¿Cuándo se volvió compleja?

4:27

Una vez más pienso que creer que vamos a cambiar porque se mo- difique un elemento externo en nuestras vidas es falso. Sé que siem- pre seguiremos siendo los mismos a pesar del paso inexorable del tiempo, de la acumulación de experiencias, la ilusión temprana, la nostalgia pasada, la utopía futura.

El tener la impresión de que todas las cosas buenas que te ocurran se deba a un error feliz, a una suerte, a un favor inmerecido, no nace de un alma buena, de la humildad y la distancia respecto de las cosas, sino de la larga servidumbre, de la aceptación del arbitrio y de la dictadura. Tu alma es la del esclavo, no la del santo.

cesaRe paVese

Sábado

No es que sienta falta de amor, es pasión lo que descuidadamen- te perdí en el camino.

El jueves a las nueve y media empecé a buscar los retazos de amor y pasión que guardaba con tanto cuidado, pero finalmente extravié una tarde a la hora azul.

Los busqué afanosa en el interior de las macetas, entre las ho- jas de los helechos, en sus diminutas esporas. Exploré el recuerdo, las canciones, los poemas, los olores, las sensaciones pasadas.

Todo fue inútil.

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Salí corriendo a la calle para ver si de lejos los reconocía. A pesar del dolor y el malestar que me causaba intentar recuperar el bien perdido, no me desanimé, no dejé de buscar ni un minuto a pesar del calor, del frío y del granizo. Revisé en los parques, en el cine, en los terrenos baldíos. Nada. Regresé a la casa afanosa, subí las escaleras, hurgando todo el tiempo debajo del piso, arriba en el techo, dentro de las lámparas. Vacié cajones y repisas, rompí colchones, desarmé aparatos, revisé muy bien entre las páginas de los libros y en la forma y color de los cuadros.

Terminé desolada. Anoche llegó la calma, la frenética búsque-da por fin terminó. Llegó la anodina calma, la cotidiana y trivial alegría. El huracán pasó dejándome agotada, sin fuerza, pero conforme y serena.

Ahora veo el remolino del pasado, la mágica luminosidad del encuentro, el golpe seco de la primera y dolorosa caída, el sube y baja de los afectos que se deslizan en meses convertidos en años, la vitalidad y la huida del deseo, la ausencia de poesía, la negación del te quiero. La indiferencia a tu presencia.

Ayer en la tarde tropecé con los retazos de amor y pasión per- didos. Con asombro observé cómo se manifestaba a través de la humedad en las paredes, brotando del piso, entrando a través de la luz de las ventanas, en el aroma a café recién hecho, en la res-piración agitada y el sudor de mis manos. De repente, tenía en la palma de la mano una pequeña piedra con una caprichosa forma de corazón. Sonreí al reconocerla y, con cariño, la envolví en mi mano, después la guardé en una caja con olor a promesa, en una caja de Olinalá.

No sé si la piedra se convertirá de nuevo en beso o en poesía. Lo importante es que la encontré, ya no está expuesta a los peli-gros de posibles encuentros. Cierro los ojos, me hundo en el fango de la soledad y sólo acierto a resarcir mi desazón con el ardiente líquido que nubla mi vista, pero aclara mi razón.

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Doce y media

Soledad es no saber estar consigo misma. El problema es que no sé estar conmigo y dependo de otros para darle sentido a mi existencia. Es absurdo vivir para los otros.

1994

Con recelo, disfruto las pasiones que dan sentido a mi vida. Como ava- ra, las guardo con llave. Siempre que puedo les doy rienda suelta: leer, ir al cine, tomar café, reunirme con amigos y, lo mejor, tomar una copa de vino.

Viernes en la tarde

Miro la cartelera en el periódico, busco las películas que pudieran parecer atractivas para mañana ir al cine. Elijo una de Luis Buñuel; ya la vi, pero es buenísima. “¿Te gustaría ir al cine a ver El ángel ex- terminador?” Escuchó un “Sí, vamos”.

Monotonía con pRisa, sin Risa

Una y otra vez me pregunto:Cómo ser auténticacuando se sueñan intensamentedesenfrenadas aventurasen lugares lejanos.

Hundir el rostro en el Ganges,saltar a las cataratas de Iguazú,retar a la montaña del Himalayay dominarla con altanero desafío.Refrescarse en las cristalinas aguasde los ríos audaces,de las lagunas taciturnas.

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Bailar al son de las blanquecinas olasde los mares bravos y pacíficosdel norte y del sur.

Cómo recorrer las calles enarbolandola bandera de justicia, de igualdad,de solidaridad con la raza, con el género,con la clase social desfavorecida.

Cómo vivir con intensidad plenacuando se vive domesticada,en planas llanuras, bebiendo aguaembotellada, soda azucarada,caminando con paso dudoso,al ritmo de la corriente;

conformándose con ser pasivo espectadorde lunes a lunes, de enero a enero.Sin más bandera que la propia, la egoísta,la subjetiva, la inservible.

Cómo aferrarse a la exaltación de la existenciacuando el temor se apoderadel irresoluble pasar de luces y tinieblasdel sucedáneo vaivén de las estacionesy del crecimiento audaz de los hijos.

Cuando se sufre por el futuro que nuncallega y se llora por un pasado muerto,temiendo por el envejecimiento de los huesosy por las arrugas del alma y del cuerpo.

Cómo ser auténticacuando en lugar de revolucionesse practican débiles reformas,

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cuando el grito de rebeldíase convierte en murmullo de aprobación,cuando no se trazan nuevos caminossino que se transita por las veredas hechas por otros.

Cómo serlo, cuando caminamos sinrumbo, al encuentro de nuestramonotonía con prisa sin risas.

El mismo año

¿Por qué básicamente pienso, escribo y hablo del amor? Y lo demás. ¿Será que la vida nos enseña, en resumidas cuentas, que giramos en torno a los hombres? Así de fácil, de sencillo, de falaz, de mentira heredada.

Y es que la vida, a pesar de la espada de Juana de Arco, de la poesía de Sor Juana, de los partos, de reinventar los días con el trabajo necesario para reproducir y sostener a la sociedad; en la fábrica, en la oficina, en la escuela, en la empresa, en el prostíbulo, en la iglesia, y especialmente en la casa; a pesar de bordar la esfera secreta de lo cotidiano y fraguar un mundo propio en la cocina, el lecho, con los hijos, los hermanos, esposos y amigos, son ellos y no nosotras los que se proclaman dueños y señores de nuestros objetivos vitales, de nuestros sueños inmateriales.

Jueves

Con avaricia y placer abro el cajón de mis joyas; las acomodo por tamaños, voy a incrementar mi riqueza con dos tomos de las obras de Kafka. Son mi más preciado tesoro: los libros favoritos, los elegidos.

Leo frases inconexas de La náusea, El segundo sexo, El oficio de vivir, Justin y Juliet, La fuerza del amor, El cuarteto de Alejandría, Los

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que vivimos. El cuaderno dorado, de Doris Lessing, que vale lo que pe- sa en oro. Busco entre sus páginas respuestas a mis preguntas, po- ner sal a la vida, razones para abrir los ojos, alertar los oídos, para caminar y respirar. Devoro mis párrafos favoritos, memorizo mo- mentos, saboreo situaciones ajenas como si fueran propias. Me de- jo poseer por la magia que permite continuar con el absurdo de la vida.

Viernes

Mañana tendremos reunión en la casa.No sé qué disfruto más, si la película que rentamos o la expec-

tativa de la fiesta.Se suman algebraicamente los pequeños placeres con una taza

de café.

Sábado

En la cocina preparamos pollo y pasta para una cena con ami- gos. Luis y yo escuchamos a Silvio Rodríguez, con su clásica “Ojalá se te acabe, la mirada constante, la palabra precisa, la son-risa perfecta. Ojalá pase algo que te borre de pronto: una luz ce- gadora, un disparo de nieve, ojalá por lo menos que me lleve la muerte…”

Tomamos cubas en vasos largos y verdes. Nos sentamos en el comedor, la mesa es rectangular, blanca, vestida con un man- tel de cuadros en tonos rojos y naranja. Son hermosos los mante- les de Pátzcuaro. Por un momento, dejo Ensenada y me veo en una rústica casa en Michoacán, con olor a humedad de lago an-cestral, con magia arquitectónica prehispánica y colonial. Corto el pan, comento cualquier cosa. Las niñas juegan y sus voces me regresan al híbrido norte, dejo Pátzcuaro. Tocan a la puerta, llegan los amigos. Estoy casi feliz. El hombre es un animal social.

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7:00 a.m. del lunes 16 de abril

“Ya levántense, niñas.” “Buenos días, Luis ¿quieres café?” “Acábate el cereal, Jimena.” “Hoy no puedo recogerlas, ¿las traes tú?, dejo adelantada la comida y regreso en la tarde.”

“¡Niñas, las espero afuera!” “¡Apúrense, que llegamos tarde!”

10:00 a.m. del mismo lunes

Represento el papel de maestra: después de pasar lista, entrego unas preguntas para que respondan con base en la teoría de Au- subel y agreguen sus propios comentarios. El tema es “La impor-tancia del aprendizaje significativo en la construcción del cono-cimiento”. Los miro organizarse, platicar, sacar los apuntes. Me acerco a cada uno de los equipos, comentamos, me contagio de la frescura de la primera juventud.

4:00 p.m.

“¡Hey, Mayra, aquí estoy! Vaya, hasta que nos dimos un tiempecito para tomar un café. ¿Te acuerdas cuando llegamos a Ensenada que no había cafeterías? Ahora hay muchas y buenas. Como te decía por teléfono, en la casa todo va bien, normal con Luis y las niñas, en el trabajo también, pero no sé… estoy de malas con todos, casi todo el tiempo. A veces siento que Ensenada se encoge conmigo adentro.”

6:00 p.m.

—Qué bonito trabajo, Rebeca. Está muy completo.—Jime, ¿ya terminaste tu tarea? Muy bien, la maestra te va a

poner una estrellita. Me voy a dormir un ratito, vean tele. No, ahora no, mañana jugamos. Estoy cansada.

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10:00 p.m.

“Había una vez un barco chiquito, había una vez un chiquito bar- co, había una vez…” Ya duérmanse niñas, ya es tarde, sí ya sé que es sábado, pero no importa, duérmanse. Hasta mañana.

Miércoles 2:30

Comento a la hora de la comida: “Oye, Luis, si queremos ir a México para pasar la Navidad, ya deberíamos ver lo de los bole- tos, luego ya ves que se acaban o salen más caros. Ya nos toca ir, quiero ver a mis hermanos, quiero que las niñas jueguen con sus primos, quiero comer quesadillas en el mercado. Ir a comprar los regalos a Gandhi, transitar por las avenidas Revolución, Pa-triotismo, tomar el Metro y caminar por el centro; escuchar en las mañanas la escoba de ramas que limpia las calles. Necesito regresar a mi raíz, resarcirme en mi pertenencia”. Me doy cuenta de que no estoy hablando, no recuerdo qué fue lo último que dije, tal vez Oye, Luis. Después escucho con claridad mi voz: México. Cierro los ojos y me traslado a la Plaza Coyoacán, donde disfruto al mismo tiempo lo que como, lo que leo…, empiezo a disfrutar el próximo viaje desde ese momento. Amo mi país, amo mi ciudad natal. “Mi ciudad es chinampa en un lago escondido, es cenzontle que busca en donde hacer nido.”

Lunes

La cotidianeidad, sólo eso.

Martes 4:20

Las reuniones de trabajo con los profesores de la escuela en la que imparto clases son siempre absurdas. Eugene Ionesco las disfrutaría:

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—Es que los alumnos no leen —dice el maestro Antonio.—Es que los maestros tampoco leemos —le respondo, y me

contesta con una mirada asesina.—Es que los padres de familia no asumen su responsabilidad

—participa Marielena y yo pienso en voz alta: “¡Pobres niños, pa- dres irresponsables y maestros que viven y sueñan con las vaca-ciones de verano y con la jubilación, desde que son estudiantes!”, demasiado tarde escuché mi voz distante a través de un profundo silencio pegajoso y acusador.

—No vamos a hacer ningún trabajo al Estado, ni vamos a aceptar lo que no creamos que sea bueno para mí, perdón lo que no sea bueno para el plantel —comenta la directora.

No logro controlarme. Soy necia. No aprendo a ser aliada del silencio. “No estoy de acuerdo, creo que debemos tener una visión estatal, si no es que nacional, es decir, macro para entender nuestro papel histórico y llevar a cabo las funciones que nos corresponden. Insisto, creo que debemos trabajar con planeaciones conjuntas, hacerlo y bien, sin discursos, sin pretender, sin buscar el bienestar individual, sino el bienestar social, desde nuestra trinchera acadé-mica”, comento. Silencio, murmullos, pero cómo se me ocurrió decir semejante aberración: ¡Trabajar y bien!, ¡contestarle a la di- rectora y mal! Busco en mi orfandad ideológica alguna mirada, aprobación o solidaridad. Después de algunas críticas persona- les que no recuerdo, ni me interesa recordar, la directora me pide que vaya a la Dirección después de la reunión. Sé que no voy a acudir a la cita. Cierro los ojos, respiro profundo y miro la puerta de salida, tan cerca y tan lejos.

6:24

Me refugio en el baño, me lavo la cara, me sirvo un café. Me ale- gra la expectativa de ir al cine el viernes por la tarde y regreso con la humedad en la cara, con el sabor del café en la garganta y

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con la desilusión que siento por algunos de mis compañeros. Pienso que sería más fácil fundirme con las ideas de los otros y aceptar lo establecido, pero no puedo, la rebeldía me imposibilita respirar.

6:33

Después de veinte minutos o más de reunión la directora se levanta. La sigue su séquito, sin pensamientos ni decisiones, sólo enajena-ción y servil obediencia. Con paso firme, se dirige a la Dirección con un traje sastre negro, una blusa amarilla, medias negras con un extraño brillo que dan la impresión de estar hechas con partículas de vidrio. La veo y pienso en la anacrónica y atemporal reina de co- razones de Alicia en el país de las maravillas.

7:00 p.m.

Continúo sentada en la silla, no puedo levantarme, siento una gran pesadez en las piernas, en los hombros, en la cabeza.

7:04 p.m.

Tomo un último sorbo de café y empiezo a sentirme ajena, roja entre amarillos, pez sediento en el desierto. No puedo levantarme aún, estoy clavada por la impotencia. Estoy sola. Cierro los ojos y evoco mi niñez. Algunos muñecos están sentados con unas hojas de papel dobladas en forma de cuadernillo, hay lápices de colo- res. Juego a ser maestra, recuerdo cómo les leía cuentos y escribía las vocales en cada una de las hojas de mis alumnos de vinil, siem- pre atentos: ciegos, sordos y mudos. Jugaba y soñaba que algún día, cuando fuera grande, mis alumnos podrían ver, escuchar, hablar y aprender. Me levanto de la silla y corro al salón de clase. No acudo a la cita con la directora. Por hoy, sólo por hoy estoy salva-da dentro del salón de clases con mis alumnos de carne y hueso.

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10:00 p.m.

En las noticias informan que un niño de secundaria disparó al maestro de geografía durante la clase. Detonó el arma a través de su mochila; por fortuna, el maestro no salió herido, ya que la ba- la se impactó en el pizarrón del aula. “¡Qué barbaridad! —excla- mó el comentarista—. Se deben de instalar dispositivos de seguridad en todos los planteles del país para evitar este tipo de acciones que nos recuerda la violencia que hemos observado en Estados Unidos.”

Me pregunto por qué disparó al maestro de geografía y no a la maestra de matemáticas. Seguramente uno piensa en lo injusto y difícil que es su trabajo, y la otra piensa en sus alumnos.

Viernes

Está por comenzar la película. Apagan todas las luces. Una música fuerte se adueña de la sala. En la pantalla aparece la imagen. Me invade una emoción conocida, pero que quiero repetir una y otra vez, como adicta a la maravilla que es el buen cine. Unas letras grandes aparecen Dersu Uzala, después otras más pequeñas, Akira Kirosawa, otras más pequeñas, URSS/Japón, 1974. Me emocio- no tanto que mi cuerpo se estremece como si se tratara del prelu- dio de un encuentro erótico.

Domingo

No quiero levantarme de la cama. Las niñas ven la televisión; ya desayunaron un cereal y fruta. Luis está trabajando en San Pedro Mártir. Se me hace tan difícil poner un pie y después el otro en el pi- so, llegar al baño, abrir la regadera, tallar mi cuerpo con el resbala- dizo jabón, secarme, vestirme. Qué difícil es empezar todos los días; son como pequeños y constantes, agotadores nacimientos. Cada

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día nos obligamos a salir del lecho como lo hicimos del seno ma-terno. ¿Para qué? Para pasar hambre-saciedad, frío-calor soledad-compañía, me da igual. No puedo abrir los ojos. Pienso en una taza de café, pienso en compartir las caricaturas dominicales, pienso en arreglar el ropero, vaciarlo, llenarlo de nuevo y listo, nací de nuevo.

Martes

Los meses se comen las semanas, que engullen los días, convertidos en fugaces minutos.

8:23

Mi casa se compone de puertas y ventanas. Estoy atenta a la puerta principal, ¿por dónde puede llegar? Por cualquiera de los pun- tos cardinales, durante las cuatro estaciones: el siempre inesperado cambio. Sigilosa, vigilo quién aparece; cautelosa, vivo alerta al llamado, al ansioso toc, toc… y cuando al fin lo escucho, alegre y presurosa abro la puerta de par en par, a fin de sentir los cambios externos que invaden mi casa, mi cuerpo, mi yo interno.

La última vez que se anunció, que ilusionada escuché el lla- mado, era la cotidianeidad disfrazada de cambio. Era una broma, una confusión. ¿Fue sólo una sombra la que observé en el camino? ¿Fue que la imaginación construyó el toc, toc del llamado?

Ahora mi casa se compone de muros altos, de puertas selladas con piedra y lodo, con ventanas tapiadas con madera de roble, con letreros de “cancelada” en donde me encierro como en luctuosa mo- rada. Ya no me asomo por las ventanas, ya no alerto mis oídos, ya no reconstruyo el pasado, ya no sueño en cambios venideros, en in- ciertos futuros, tampoco pido dádivas de afecto, de cariño. Ahora vi- vo a puerta cerrada, con mis sentidos bloqueados, pidiendo a la rosa de los vientos que no gire, que se mantenga estática y en silencio.

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Junio

Cansada de tantas transformaciones interiores, de incontables ex-citaciones, exaltaciones y excesos de momentos reconstruidos, me encuentra el híbrido junio. No tengo color interior, amor, pasión o dolor, estoy en una extraña tregua con mi expuesto sentimenta-lismo; así, sola. Blancos, negros y grises enmarcan mis momentos, la música no es más mi mensajera del amor, sólo son entonadas y agradables notas, mis ojos no son ya universos ansiosos de fundirse en otros universos, también ansiosos.

Mis pensamientos dejaron de ser caóticas batallas, agrestes peregrinajes para llegar ¿a qué, a quién? Las imágenes quijotescas que labró mi mente febril, alucinada, cayeron, sucediéndose una a otra como naipes.

Julio

Hace mucho calor.

Viernes

Es intolerable la falta de fluidez para escribir. De repente encuen-tro la voz viva, pero el puente roto de la comunicación entre mis ideas y las letras hace que hunda mi pluma en la lechosa blancura de la incoherencia.

Agosto

Inicia el ciclo escolar como un enero disfrazado de agosto. Dife-rente ciclo, misma rutina; diferentes alumnos, misma función. Es un juego de ilusionista, de mago experimentado; todo cambia, pero es lo mismo.

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Septiembre

No logro entender el eterno masculino. ¿Para qué quieren con-quistar si no van a explotar la riqueza de la tierra conquistada, si no piensan penetrar lo profundo de sus minas para extraer el preciado metal, para qué si no se refrescarán en sus aguas cristali- nas ni van a tallar las maderas preciosas? No, realmente no en-tiendo ni quiero entender.

¡Pero mira qué cobardes resultaron algunos amigos! Les gusta vanagloriarse en la plaza taurina mientras está vacía, porque cuan- do sale el toro, con ridícula prisa corren a la gradería. Así que, por fa- vor, no te hagas el galán experimentado, no pretendas torear, con tu capote de utilería, quédate en las gradas, donde debes estar.

22 de septiembre

Todo es relativo.Lo bueno de aquí es lo malo de allá.Mi felicidad es tu tristeza.Tu dolor, mi indiferencia.

5:34 de un día de octubre

Creo que a todos nos queda clara la importancia de vivir en so-ciedad. Sin embargo, no puedo evitar perder autenticidad frente a la gente. Es difícil tener que representar papeles, como si la vida se tratara de un gran teatro.

Después de un vano intento por entender los diferentes papeles que voluntaria o involuntariamente me ha tocado interpretar a lo largo de la existencia, encuentro un estado de confusión y desam-paro al descubrir, tras bambalinas, que siempre ha sido así, que siempre he estado atrapada en una escena. Primer acto: inicia la escena de la mamá abnegada. Segundo acto: con la maestra dedi-cada. Tercer acto: con la esposa impaciente, la amiga solidaria, la

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vecina ruidosa, la hermana menor, la enemiga insidiosa, la paciente cansada. Ya no recuerdo cuántas obras, cuántos papeles interpreto sin poder remediarlo. Crece la angustia. ¿Quién soy, dónde estoy? Nadie me conoce en realidad, no saben lo que quiero ni lo que pienso, siento o dejo de sentir. ¿Nadie me conoce, nadie me ha visto? Mis señas particulares: ninguna. Soy como muchas, como casi todas. Tengo el pelo largo, uso faldas largas, no soy especial, soy común, me pierdo en el mundo como un camaleón en la rama revestida de musgo.

Noviembre

Divido los días en los papeles que interpreto. A veces los confundo y, mientras imparto alguna clase, me preocupa no poder asistir a la junta de padres de familia de la escuela; cuando estoy en la casa con las niñas también califico trabajos, añoro México y estar con mis her- manos y amigos, pero cuando voy, veo el calendario que anuncia el regreso a Ensenada. Cuando estoy tranquila, añoro las tumultuo- sas aguas blancas del vivir a plenitud.

Lunes 21

Hoy tuve un día fatal, no vale la pena escribir acerca de él. Lo mejor que me pudo pasar es que haya terminado.

Martes

Una leve mejoría en relación con el día de ayer.

Mutación

A partir de ahora,destruyo la herencia ancestral de las buenas costumbres.No freno en mi garganta el grito desenfadado de mis ansias.

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Maldigo y descuido el rígido vocabulario.Abro las compuertas de mi boca,de la que brotan palabras auténticas;si son vulgares, a partir de ahora, no me importa.

Abro los baúles, vacío los roperos,tiro ropajes anticuados, apolillados,disfraces de uso diario terminan en el basureo.

Tiro los pocos cosméticos que conservaba,me burlo de mis zapatos de tacón,me avergüenza la vajilla extra yrompo un viejo y elegante jarrón.

Como hechicera, transformo mi vida;lloro, escupo y sudo el escudo del conservadurismoen el que me encontraba indefensa,siempre presa.

Tarde

Las delicias de la provincia, la pequeña comunidad en su román-tico contorno, se transforman en delirante estrechez, en asfixiante danza grotesca de rostros conocidos, pero no siempre amigos, rostros deformados por el obligado saludo. Extraño la multitud, el sagrado anonimato amorfo de las grandes ciudades.

Viernes

Se suceden las sombras nocturnas con la luz de los días. Los lu- nes se engarzan con los domingos y juegan a dar vueltas sin soltar-se, en un ritmo monótono. A “la rueda, rueda de San Miguel, San Miguel, todos cargan su caja de miel…” Cambio de mes, el corto febrero se adhiere al veleidoso marzo.

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Miércoles

Las situaciones no resueltas se disfrazan de enfermedades. Después de convivir con ellas mientras habitaban mi garganta, mi estómago, mis riñones, mis ojos y mi cabeza, busqué una curación. Finalmente la encontré fuera de la alopatía, más allá de la homeopatía y sin exponerme a las agujas de la acupuntura, una opción blanca, con aroma a incienso. El consultorio es pequeño, austero, sin pretensio- nes; se anuncia como Instituto Koto-tama.

El cuarto de paredes blancas, con algunas lágrimas de humedades verdosas, grisáceas, son fondo de un librero vacío. Hay unos cua- dros con escritura exótica e irreconocible del Tíbet y una foto a color del “maestro” que guía a los curanderos esparcidos por todo el mundo.

Al fondo se encuentra un escritorio pequeñísimo, con botellas color ámbar, un teléfono blanco con un gastado cordón. En el centro destaca un pequeño y sonriente buda. Debajo de la única ventana con los vidrios opacos, se encuentra una alta y estrecha cama azul, con una sábana blanca, arriba cuelga un parco foco de no más de 40 watts.

Me despojo de los zapatos y del reloj para, posteriormente, acostarme en la estrecha cama. Espero unos pocos minutos an- tes de que Jan inicie su trabajo. Cierro los ojos y escucho que balbucea algún tipo de oración e inicia con sus ágiles manos, ca- si femeninas, a nivelar mi energía, a oprimir mis órganos enfermos, a dar vida a mis pies. A veces el dolor penetra como un cortocir- cuito, otras veces resulta placentero, como una caricia firme, pero dulce.

Me abandono a los cuidados del médico místico y desconoci- do que me procura bienestar. Me siento como una recién nacida a la que alimentan con leche, atención y mimos. En un brusco juego de transferencias, dejo mi cuerpo desgastado, abandonado y adolori- do y comprendo que mi desahuciado espíritu, mi yo interno, poco

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a poco empieza a sanar, después de una enfermedad prolongada y nunca diagnosticada.

La luz que irradia el foco se vuelve confusa, acuosa. No me mo- lesto en secar mis ojos, que generan una lluvia de monzón que no cesa, empapa mi rostro, moja mi vestido, refresca mi reseco interior como virginal catarata.

11.00 de la noche

No sé por qué, de repente, me llegó una ira roja y despiadada cuando me topé con el libro de Madame Bovary. Con qué derecho la literatura universal arremete de una y otra forma, una y otra vez, contra la pasión femenina cuando ésta se fuga del lecho mari- tal. Por qué tuvo que soñar Carlos a la vivaz Emma en una meta-morfosis en que se volvía basura en sus manos. Es la advertencia en forma de literatura que amenaza: eres basura si eres infiel. No me interesa aprender la monótona cantaleta de los castigos físicos o espirituales de las mujeres que no se someten al tibio y aburrido yugo masculino. ¡Bravo, Emma! ¿Tampoco Ana Karenina, se pu- do reinventar? No, claro que no, tu destino no pudo ser más fatal, arrojarte enloquecida de celos y remordimientos a las vías del tren. Son tantas y tantas las víctimas de la pluma misógina.

Miércoles

Cuando una mujer se decide a ser infiel de pensamiento, palabra o acción a un hombre es porque aquel hombre ya la engañó de pensamiento, palabra y, sin lugar a dudas, también de acción.

escoge entRe los dos

Contra ti, macho castrador, va mi prosa.Contra ti, hombre dominante,

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dictador de caricatura,que utilizas la fuerza de tus brazosla furia de tu miradael tono hiriente de tu voz,para atemorizar a la mujer que tengas cerca.

Contra ti, macho castrador, va mi prosa,contra ti, hombre “educado”,que ostentas del extranjero un doctorado,que aparentas igualdad,aceptando con agradola ayuda económica de tu compañera,pero que manejas a tu convenienciala desigualdad de géneroque tristemente labró la historia.

Contra ti, macho castrador, va mi prosapor someter cotidianamentea la siempre guerrera, arquitecta,historiadora y poeta,a la siempre madre, proveedora,maestra y enfermera.

Contra ti, macho castrador, va mi prosa.Contra ti, que impones tu savia,con adulaciones o imposicionessin considerar el deseoo el repudio de tu compañera,que compartes con cualquiera el instinto del momentopero exiges fidelidad con religioso celo.

Para ti, hombre íntegro,que tratas a tu compañera con profundo respeto,para ti, que no humillas, ni hieres,que no odias,

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que no te encarcela el dudoso placer de ser misógino,sino que admiras, te entregas, compartes,amas y te solidarizas.

Para ti, hombre íntegro,conservo mi manifiesta admiración,acompañada de mi más sentida prosa.

Marzo de 1995

Después del arrebato de feminismo que me ha tenido últimamente entretenida, vuelvo a la fingida calma siempre inconclusa que es mi vida y que se encuentra enmarcada por problemas pequeños o gigantes. ¡Debo aprender a someterlos!

Jueves

Somos hojas a merced del viento que no siguen nunca un rumbo trazado ni directo.

¿En dónde está el amor que anestesia los sentidos, que con- vierte en fiesta las penas, en fiestas las amarguras, en valor la cobardía, en agua fresca la resequedad del desamor?

4:30 p.m.

Varios niños corren en el parque de la colonia con pocos árbo- les, con tierra en lugar de pasto. Es lo de menos, todos ríen, son felices, indolentes y maravillosos. ¡Quién pudiera elevarse a la simplicidad de la infancia!

Abril

No logro llenar el vacío profundo que arremete contra mí en las ma- drugadas, me encuentra en las tibias tardes y se anuncia en las

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nubladas mañanas. Si recurro a Dios, me acuerdo del dolor, de la culpa y confusión que arrastré durante mi niñez y que, como lastre, trató de hundirme en la adolescencia y que continúa en mi vida adulta. No necesito llenar mi vida con ningún Dios desfigurado por la religión que lo utiliza.

Mayo

En mi interior y mi exterior habita un desierto, a veces me parece que todo y todos están tan lejos. Mi pasado, mi ciudad, mi familia; me encuentro todo el tiempo expuesta, vulnerable, tengo el espíritu vacante. ¿Quién me ayuda a colonizarlo nuevamente?

Junio

Me duelen el cuello, la espalda y los riñones. Continúa el cansan- cio impertinente que no cede, que parece que nunca se va. Esa in- cómoda estructura de muerto viviente, a veces rota por violentas explosiones de energía, de ira o pasión, a veces dibujada con peli- grosos contrastes de blanco y negro, nunca grises, de energía refres- cante y cansancio aniquilante. Sube y baja, baja y sube, la grotesca rueda de la fortuna que se descompone, y quedo como en un pén- dulo de abulia; después, otra vez el cansancio mortal, la fatiga ene- miga. Pierdo dirección entre mis múltiples y no siempre produc-tivas ocupaciones. Mi cuerpo se convierte en enemigo, empieza a jugar sucio conmigo; ahora mismo mis párpados tratan de dejar en tinieblas a los ojos y evitar que continúe gritando a través de la pa-labra escrita, el descontento, el coraje que siento hacia los ladrones inexistentes de mi perdida vitalidad. Me levanto de la silla y me dirijo a la cocina a preparar café; después de sentir el intenso y amargo sabor del caliente líquido deslizarse por mi lengua, llegar a mi estómago, refrescar mi cerebro, obligo a mis ojos rebeldes a permanecer abiertos para tratar de amarrar las letras en palabras.

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Julio

Hace tiempo no me acercaba al refugio siempre amigo de la es-critura. Los acontecimientos personales, familiares, sociales y los nunca superados obstáculos psicológicos, se oponen orquestal-mente a que ésta o cualquier otra pluma se deje llevar a través de las hojas de papel.

El tiempo es una extraña fuerza inacabada que cambia de ta-maño según el espacio en que vanamente tratamos de contenerlo. En ocasiones sentimos que se necesita toda una vida para entender el significado de la palabra libertad, justicia o felicidad. En otras ocasiones, bastan minutos.

Septiembre

Otra vez mi vientre se inunda de vida. La confusión, alegría, triste-za, miedo y admiración se conjugan en un laberinto de emociones. Me paraliza el terror de los malestares inmediatos, los recuerdo como si estuvieran al acecho, siento el garfio caliente que se instala durante tres meses en mi garganta; intentar comer es como entrar a una cueva oscura, húmeda de contornos pegajosos e irregulari-dades filosas, punzantes, violentas.

La hormona de la fertilidad se anuncia con su trompeta de triunfo, con su caminar apocalíptico sobre jinetes de malestar, dolor, angustia y temor, mucho temor por convivir con la náusea, la inolvidable náusea. Me enajeno en este torbellino que me atrapa y me posee a su capricho.

Todavía no construyo en mi aturdida cabeza vanas ilusiones ni esperanza. Mi niño, mi niña, no puedo relacionar su enigmática llegada, su presencia luminosa, su existencia única dentro y fuera del vientre, corriendo por la casa, luchando en las calles, ante el mundo, desafiante ante su historia.

Todas las mujeres somos dignas navegantes. Hoy, más que nun-ca, me uno a todas y a cada una de ellas; a las niñas, a las jóvenes,

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a las viejas: madres, santas y adúlteras, a todas las que sentirán, sienten o sintieron el llamado voraz del embarazo.

5.45

El doctor me dice: “Puede tomar Bonadoxina, no afectará al pro-ducto y quizá pueda usted ingerir algo de alimento natural, porque no es bueno que se alimente únicamente con suero”. “Gracias, doctor”, le digo y corro a la farmacia. Levanto mi cara, un poco más tranquila ante la inesperada y refrescante lluvia, abro la boca para atrapar las cantarinas, incoloras y juguetonas gotas. Dejo que el agua alcance mi pelo, que recorra mi cara y moje mi cuerpo. Expongo al cielo mi vientre aún plano para acelerar con la lluvia el crecimiento del ser ajeno, pero tan mío que escogió de morada el casi extinto siglo xx.

En la casa todos me miran con lástima o ternura. Las niñas llo- ran por verme acostada, pálida, desganada. Yo les digo que su her- manito bla, bla, que estoy bien; no me lo creen, yo tampoco lo creo. Doña Ana, la amable y solidaria señora que me apoya en los quehaceres domésticos, me prepara atoles, me da masajes en el estómago, juega con las niñas. Mayra me visita en las tardes para distraerme un rato de este infierno personal y Luis me dice: “¡Ay, Maripaz!”

La danza frenética de las hormonas no logra controlarse, las fuerzas de la vida se suman en angustias, malestares y miedos. De ninguna manera logro distraer a las sustancias químicas que me aniquilan, soy marioneta del temporal. El vómito no cesa. El dolor de cabeza tampoco, me da asco toda la comida. Con repugnancia, paso rápido, muy rápido por la cocina, pierdo kilos. Me recuesto en el baño para sentir la frescura del piso mojado, muerdo una toalla, ya no puedo vomitar una vez más, me digo. Siento escalo-fríos y, como en la adolescencia, cuento los minutos, tratando de acelerar el inexorable e insobornable tiempo.

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Enero de 1996

Hace unas horas desperté y, azorada, comprendí que se había ido. La náusea terminó, la misión química en mi cuerpo para dar vida a un nuevo ser cumplió su primera fase. Ahora empieza un tiempo de bienestar, que inicia como un rítmico vals que me acompañará hasta el día del nacimiento del ser que flota en mi vientre. Siento la humedad clásica del llanto involuntario, dejo que salga libre-mente el malestar contenido por tres meses retenido. Me arden los ojos. Permanezco quieta más de dos horas, tendida en la cama. Tengo miedo de que, al incorporarme, despierte el huracán que me habitó, vuelva a envolverme, me muevo muy despacio, com-pruebo que está dormido, agotado de su frenesí, de su locura, de su exceso. Me levanto y despierto a todos en la casa con un grito de “¡Ya se fue! ¡La náusea ya se fue!”

Las niñas se unen a mi alegría y brincamos juntas, repitiendo “ya se fue, ya se fue”.

Ahora empiezo a disfrutar de mi nueva maternidad. Logré cruzar por tercera vez, en un velero sin capitán, sin timón, los mares internos en pleno tifón, incrustado en mi estómago y en mi garganta. La vida sigue su curso, la naturaleza actúa con infinita sabiduría. Ahora sólo me resta esperar. Crece que crece mi vien-tre, ya no cuento los minutos, espero ansiosa el gran día. Mientras tanto, mi cuerpo toma forma de obesa matrona, en esta ocasión la maternidad se refleja en los pies hinchados, en la redondez de mi cara. Los kilos que minuto a minuto se integran a mi cuerpo y que la báscula confirma: “Hay que tratar de comer menos, señora”, me dice el ginecólogo. Con discreción e impaciencia miro de reojo el reloj, quiero salir del consultorio para ir a comer tacos de pescado.

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28 de mayo de 1996

10.14 p.m.

Por fin, mi cuerpo termina su misión iniciada hace nueve meses. Todo pasó muy rápido, con mínimo dolor, sentí una extraña fuer-za cuando el doctor extrajo con pericia la nueva vida que con un fuerte llanto se anunciaba ya afuera de mi vientre.

¡Nació Camila!Hermosa e independiente.Le tomo la minúscula mano con fuerza para que comprenda que

siempre y de la manera que prefiera, voy a estar con ella.¡otRa niña! Ahora la suerte y la felicidad se triplica.

Sábado

Es de noche, en el hospital reina un sepulcral silencio, estoy sola en la estrecha cama, rompo el silencio con un leve llanto acompañado de quejidos. Me duele la matriz vacía, los conductos quemados y ahora incapacitados para servir de puente para la reproducción. Me duelen los senos abultados que empiezan a derramar la leche. Toco el timbre y aparece una guapa señorita de blanco, le pido que me traiga a la recién nacida. La acerco al pecho: desaparecen los dolores, el cuarto, el hospital, y mi mundo se llenan de luz y de mágicas promesas mientras alimento a Camila.

Junio

La vida junto con el tiempo que la mide, pesa y controla, son un absurdo. La maternidad nuevamente me libera y esclaviza, es una lucha de contrarios, siempre imperfecta. Mi tiempo, mi amor y mi angustia se reestructuran y en forma de triángulo, concibo mi nueva rutina: familia, trabajo y vida social.

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23 de agosto

Es mi cumpleaños, estoy frente a un pastel de vainilla con chocola- te, curiosamente iluminado, como si se tratara de un pequeño incen- dio controlado. Escucho las tradicionales Mañanitas. Las niñas están atentas al momento. Luis canta con su entonada voz, los amigos ha- cen bromas y vivo un momento especial. El lunes regreso a trabajar a la Normal. Estoy contenta de incorporarme al trabajo y preocupa-da por dejar a Camila al cuidado de una vecina. Soplo con fuerza.

Lunes 25 de agosto

Antes de entrar por primera vez a un grupo, siempre me invade una ansiedad desproporcionada. Después de tomar dos tazas de café, me fortalezco. “Buenos días, compañeros. Mi nombre es Maripaz Boni y vamos a trabajar juntos, durante un semestre, en la asigna-tura La enseñanza de la Historia. ¿Les gusta la historia? ¿A nadie? Pues el objetivo más importante del curso que les voy a impartir es que se enamoren de la historia.

Después todo es más fácil.

Septiembre

¡El mes patrio! La calle Ruiz y la avenida Juárez se visten de fiesta tricolor con la venta de banderas, sombreros, rehiletes. Los discos de música mexicana protagonizan los sábados en la mañana. Colo- co en la cama toda mi ropa típica y no me canso de acariciar los rebo- zos. Hago la lista de invitados para la comida del día 16. ¡Haré chiles en nogada!, ya que son una tradición en la casa.

Septiembre 20

Cansada, regreso del trabajo para comer de prisa y volver a las clases de la tarde. A lo lejos veo ondear la bandera que a principios

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de mes colocamos en la entrada de la casa. Una angustia opri- me mi pecho al recordar la noticia de que unos compañeros migrantes murieron asfixiados en la caja de un camión, sin ven-tilación, sin nacionalidad, solos, con su sueño podrido en los engaños del norte. Una frontera porosa, frontera para detener, frontera para cruzar, frontera para consumir, frontera para morir. Experimento un leve consuelo cuando decidimos, a la hora de la comida, cancelar por dignidad nuestra visita programada para el sábado a San Diego.

Octubre

Desde niña, el 12 de octubre enfrento mi origen mestizo. Me siento muy orgullosa de ser mexicana. Mexicana y mujer, siem- pre doblemente agradecida a la vida. Pero el 12 de octubre surge de la historia ancestral de la entraña más íntima, la raíz india que me conforma y vive en el color de mi piel, en los ojos impercep-tiblemente rasgados. Con la ropa y con el orgullo de sentirme descendiente de los guerreros águila, de los arquitectos de las pi-rámides, de los comerciantes de faisanes, de las sabias comadronas y de los poetas encendidos; de los sacerdotes con sus ofrendas de rojos corazones latiendo aún en sus morenas manos, para los ex- traños dioses de piedra, de jade, de sangre y flores.

13 de octubre

Ayer fue día de “La raza”, escuché en las noticias que un grupo de indígenas intentaron derrumbar el pasado español, al tratar, en vano, de tirar de su alto pedestal al Colón de hierro forjado que vive en el paseo de la Reforma. El dolor de la Conquista tampoco está en el recuerdo hostil de la incursión violenta de Cortés, no, la afrenta está viva en la sangre, en la médula, en el despojo y en el sometimiento de las voluntades y de la vida de los indígenas, en

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el racismo que se vive en las calles, en las fábricas, escuelas, ofici-nas, hospitales y que continúa vigente hasta nuestros días.

14 de octubre

Recuerdo aquel primero de enero de 1994, cuando surgió el Ejérci-to Zapatista de Liberación Nacional (ezln), dentro del movimiento armado en Chiapas. Ese día quedó expuesta la incapacidad del gobierno neoliberal para resolver los problemas socioeconómicos y políticos de fondo. Ese mágico día el México oscuro, el de raíces ancestrales, dejó escuchar su grito de protesta a través del movi-miento campesino e indígena más importante que se ha registrado, después del movimiento sureño de la Revolución mexicana. Esta vez fue en la selva de Chiapas, donde se reclamaba justicia, tie- rra, pan, educación, democracia y, principalmente, trato digno e igualitario. Se levantó un grupo de numerosos rebeldes dirigidos por el polémico subcomandante Marcos y por el arzobispo Samuel Ruiz.

15 de noviembre

En una reunión, un conocido, del que hemos tenido el cuidado de mantenernos alejados, empezó a hablar mal de los indígenas y del movimiento zapatista. El desdén y el escarnio del que hizo gala golpearon mi esencia y mi conciencia. Su aspecto blancuzco y alcoholizado es realmente repugnante. Su boca desbordaba un torrente de estupideces racistas. Algunos invitados, los más dignos, se alejaron del que, con aires de catalán desterrado, no ha logrado entender que no es nada, ni español ni mexicano, no es nada. Tiene la cabeza hueca, el corazón vacío y un aire de superioridad transformada en envidia y resentimiento. ¿Qué daño te han hecho los indígenas, por qué subestimas el valor de los mestizos, de los mexicanos? ¡Hey!, actualízate, la Conquista quedó atrás. Salí de

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la fiesta con paso rápido para evitar la infección que en el aire se respiraba.

3:00 a.m.

Soñé que el desagradable racista, con aires de gran señor, se en- contraba en la orilla de un basurero. Daba pena mirarlo impreg-nado de todos esos desperdicios, de esa mugre no tan fácil de quitar. Desde arriba, le decía: “¿No te da asco vivir sumido en la inmundicia que es tu vida interior?”, y él respondía, arrastrando las palabras: “Oaxaquitas… oaxaquitas… oaxaquitas”, hasta que finalmente la basura lo succionó y desapareció de mi vista y de mi vida.

la conquista

Aquella irrupción violentaque sufrimos el dolorosoy desdichado año 1521,el abuso y el atropellodel que fuimos víctimas,hacen que surja en mí la iracomo volcán en activa furia,y de lo más hondode mis gotas de sangre mexica,experimento odio y rabia ancestrales.

Hubiera querido empuñarla serpiente sagradapara lanzarla como fuego certerocontra todos y cada unode los profanadores de mis dioses,de mis hermanos, de mi historia.

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La flecha hirviente aún me quema la mano,han sido tantos los violadoresde mi tierra, de mi gente,de nuestros gritos de ansia,de independencia, de libertad,de los sueños y despertaresde nuestros antepasados,de mis hermanos contemporáneos,siempre limitadoscon apretadas cadenas extranjeras.

Y aunque vivo apuntando certeraal enemigo de mi raza,nunca puedo alcanzarlo,ya que alguien,no recuerdo quién ni cuándome robó el arco.

Martes

La familia crece, el espacio de la familia se reduce. La casa se pensó para cuatro, ahora somos cinco. Tendremos que hacer cambios. Tirar paredes, agregar anexos, pintar de diferente color las paredes, tapizar los muebles. Comprar flores, cambiar los libros de sus rígi-dos espacios en los libreros. Me alegra la próxima transformación del espacio cotidiano vital.

Noviembre 1

Las flores de cempasúchil, con sus generosos pétalos color naranja, llenan el ambiente cercano al panteón. Compro dos, tres, cuatro mazos, llevo a la casa un pedacito de la tradición milenaria de honrar y recordar a los muertos.

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Noviembre

Hora azul

Se perdió la fuerza de la palabra escrita; se ha restringido el reino de las ideas, se la robó con alevosía y ventaja la televisión. Esta nueva conquista nos dejó nuevamente heridos e irremediable-mente debilitados.

Diciembre

Recuerdo el inútil sufrimiento, cuando hace algunos años veía la maternidad como un inmerecido regalo de la naturaleza, cuando creía mi cuerpo incompetente para dar vida. Sufrir por el pasado es absurdo, pero más absurdo es sufrir por el futuro que nunca lle-ga. Una verdad grande y buena con los años aprendemos, el temor causa más pena que la pena que tenemos. Tengo que incorporar a mi vida el “sólo por hoy”. Siempre me ha costado mucho trabajo dejar el pa- sado, pensar el futuro.

La autodestrucción es un tipo más desesperado y utilitario a la vez. La autodestrucción se esfuerza por descubrir dentro de uno mismo todo defecto, toda cobardía, y por favorecer toda disposición al aniquilamiento, buscándolas, embriagándose con ellas, gozándolas. El autodestructor está en definitiva más seguro de sí que cualquier vencedor del pasado, sabe que el hilo de apego al mañana, a lo posible, al prodigio futuro lo ata más fuertemente —tratándose del último empujón— que cualquier fe o integridad. El autodestructor es, sobre todo, un comediante y un amo de sí mismo. No permite que haya oportunidad alguna que le obligue a sentirse aprobado. Es un optimista. Lo espera todo de la vida, y se va templando para producir en cada accidente futuro los sonidos más agudos y significativos. El au- todestructor no puede soportar la soledad. Pero vive en continuo peli- gro: Que lo sorprenda una manía de construcción, de sistematización,

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un imperativo moral. Entonces sufre sin remisión, y hasta podría matarse.

cesaRe paVese

1997

Camino sin rumbo y sin ningún objetivo claro por una serie de tiendas de segunda llamadas Los Globos. Camino entre la gente que se apresura a conseguir cualquier objeto para la cocina, para los niños, para nada. Aspiro el olor acre, húmedo, a viejo, a exce-so; trato de integrarme a la marea de consumistas en ruinas, trato en vano de recoger algunas migajas del sobrante consumismo de San Diego, de Chula Vista, de Los Ángeles, de no sé dónde. Me apresuro a comprar algunos objetos de formas y colores im-precisos. Las pesadas bolsas empiezan a molestar mis brazos, pe- ro no puedo irme, sigo caminando como autómata, sin controlar mi cuerpo para regresar a la casa a terminar la comida, a cual- quier cosa. No puedo, sigo dando vueltas sin sentido. Camino con una irrelevante necesidad de responder al “para qué” de la existencia.

Camino en mi ciudad adoptiva y fronteriza con mar azul y tie- rra árida, pero generosa madre de brazos abiertos para noso- tros los huérfanos, los migrantes: para los científicos, hartos del esmog, del hoy no circula, de los del límite entre el deber ha- cer y el querer hacer. Sigo mi camino sin rumbo, el calor vera- niego se manifiesta en el paso cansado de los transeúntes, siento la luz solar en mis brazos desnudos y adoloridos. Sonrío a la gente, a las cosas, me integro al absurdo hacer de no hacer nada. La pregunta dolorosa: ¿para qué?, es inmolada con la fuerza del sol. Regreso a la casa mientras entono una vieja canción: “Cuan-do te tomo de la mano y tú me dices yo te quiero no necesitas ni decirlo”.

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Jueves

La vida es una rueda de la fortuna, el problema es cuando se des- compone: si te quedas arriba, la prepotencia y el egoísmo te ma-rean; si te quedas abajo, la depresión y la inferioridad te asaltan en las noches, en las tardes, en los acromáticos días.

Domingo

Vivo pendiente de la puerta, del teléfono, del calendario y del reloj.Vivo atenta a las reuniones con los amigos, con las amigas.En el calendario están anotadas las fiestas y encuentros.Descuido mi interior, me envuelve el ritmo frenético del exterior.

insoMnio

El reloj, gris gotero de minutos,diluye la esperanzaconvirtiendo la nocheen un gemir de crueles campanadas,quejas que vibran como mariposas,quejas que rompen la celeste calmaquejas con plumas de metales roncos,arpegios tristes que desgarran cualparvada de cuervos en la sombraflorida de fantasmas; cantos que ruedan por el negro túnely despiertan recuerdos, notas rarasque pintan ansiedades, sueños lúgubresen este vivo espejo de obsidiana.

Y el cerebro, cinema fatigado,sin orden fijo en su cortina blanca,refleja aberracionesen una interminable catarata.

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En vano pido al sueño su caricia…tal vez por la mañanaborre el sol la pena de esta clepsidra roja,que ardiente la emoción derrama.¡Qué elástica es la noche!Los minutos como ofidios se alargan;sus tétricos anillos, que mi angustia dilatan.

Y rítmica la gota que cae de los relojes,negra como la tinta, como plomo pesada,que todo lo obscurece y todo lo sepultaen la desesperanza.

Quiero dormir para olvidar la penay es una pesadilla que duele como llagaese caer de ritmos en la sombraque tortura mi ser con torva garra.

Pregunto triste si vendrá el descansocuando se duerma este febril fantasma,y se rompa la cuerdadel reloj en que el tiempo me acompasa.

alFRedo Boni de la Vega

1998

Después de vivir en una colonia popular, nos mudamos a una casa con vista al mar en el Fraccionamiento Chapultepec. Aquí no existe un entorno de comunidad, de colonia, de barrio. Sólo son casas mudas dentro de una zona solitaria, pero se alcanza a ver el mar fundido con el horizonte.

No soy mujer de mar. Soy mujer de tierra, de perfumados pueblos, de absurdas y congestionadas ciudades. “El paisaje de la

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sierra me complace más que el mar… guantanamera, guajira, guantanamera…” No me gusta el mar, y siem-pre tengo dificultad para reconocerlo.

Lo observo con indi-ferencia. La inmensidad azul nunca me ha pareci- do atractiva. Me da miedo el agua, no sé nadar y me irri- tan las incesantes, jugueto- nas y veleidosas olas. La arena se pega a mi cuerpo, causando comezón y ardor en mi piel. No puedo ca-minar en la arena y el agua salada irremediablemente se adhiere a mi boca, a mis ojos y a mi garganta. El

vaivén del mar paraliza mis pies que, como frágiles anclas, tratan en vano de permanecer firmes, inmersos en las aguas azules con orillas blancas y espumosas. Me mareo en los barcos, me angustia estar sin los pies en la tierra.

Recuerdo la primera vez que fui al mar. Fuimos a Veracruz, tenía siete años. Íbamos cargadas con toallas, pelotas, sándwiches, refrescos, dispuestas a instalarnos en la popular playa de Villa del Mar. Rentamos unas duras sillas de madera blancas y una vez que dejé mi ligera carga, corrí al agua. Muy tarde escuché: “¡Espérate, Maripaz!”, las olas me habían revolcado; tenía raspones en los codos y en las rodillas, confundía el agua salada con mis lágrimas, producto del dolor y del tremendo susto. Tosía y escupía mien- tras mis hermanas y mi mamá trataban de reconfortarme.

Ensenada II

Francisco de Goya

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Desde mi nueva casa, observo el mar con indiferencia. Trato de imaginar cuántos puertos toca, cuánta gente baña, cuánta historia guarda, cuánto alimento otorga. Pero su grandeza no logra conmo- verme. Un barco carguero cruza a gran velocidad, un par de vele-ros de colores primarios se deslizan con parsimoniosa lentitud. La línea azul del mar-cielo, cielo-mar, se funden en un prolongado y amoroso beso. Nada hace cambiar mi parecer. No me gusta el mar.

Sábado

Recuerdo que mañana iremos a la playa. Y también recuerdo que tengo un buen pretexto para quedarme refugiada en la casa y no exponerme al abrazo majestuoso, acuoso y salado del mar.

2 de agosto

Una vez que la agitación que implica mudarse de casa termina, se impone la arbitraria monotonía.

11.24 p.m.

Se alinea el reloj interno con el quehacer externo; la confusión combinada del yo con el ingobernable ello impone su ritmo frené- tico. La estructura externa que muchas veces presentamos y obser- vamos en nosotros y en los otros en muchas ocasiones no tiene la correlación que tiene con la estructura interna, compleja y con- tradictoria. Pensamos algo, decimos algo diferente y hacemos lo opuesto.

Lo conozco, me acecha, veo acercarse de manera voraz el ma-lestar que me fracciona, que me hiere. Veo acercarse una segunda adolescencia. No lo permitiré. Debo seguir adelante.

La indiferencia nos convierte en oídos sordos, bocas cerradas, piel de granito.

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Arrastramos durante toda la vida los defectos de nacimiento, en algunas ocasiones se pueden esconder o disfrazar, pero siempre son obvios y expuestos. El sistema inmunológico de mis sentimientos es defectuoso, es muy frágil, débil, no puede restaurarse fácilmen-te. El dolor recibido permanece como célula defectuosa en mis afectos. Siempre, desde que recuerdo, los amores duraderos, los fugaces, los reales, los inventados, han sido reemplazados tratando de encontrar el bienestar y la perfección inexistentes. Amigos van y vienen, ilusiones y desilusiones también.

Miércoles

Me siento atrapada en una armadura metálica, rígida, necesaria para protegerme de los sinsabores de la vida. Tengo que aprender a anestesiar mis sentidos.

Viernes

La felicidad llega a veces de repente, el día de hoy tiene nombre: se llama Camila y no necesita nada más que existir.

16 de marzo

Me he convertido en cuarentona prematura, en algunas ocasiones cubierta de amargura, en otras, revestida de gastada alegría. Pe- ro casi siempre intolerante ante las circunstancias, cansada de estar cansada, de biorritmos alterados y de temperamento destemplado.

Hasta cuándo, compañero,va a quejarse de la vidano ha visto caer la noche,no ve florecer el díao no le parece grandever a la mata crecida…

joRge caFRune

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La música no puede hacer nada por mí en esta tarde con sabor a polvo, a cobre y soledad.

7 de agosto

Siento muy pesado el cuerpo, a la espalda se le han adherido gruesas láminas de metal; a la cintura, piedras de diversas formas y tamaños; a las piernas, cemento. Mis párpados segundo a segundo luchan contra la ley de gravedad. Mis pensamientos se evaporan antes de convertirse en ideas.

Abrumada, agotada y confundida, corro sin rumbo fijo por la travesía dialéctica que es la vida. Me frenan la neurosis, el miedo y los prejuicios, doy pasos atontados, ciegos, en círculos, sin avan-ces reales y trato de sacar de esta tragicómica carrera, retazos de fuerza, de colores intensos para justificar la existencia.

7:30 a.m.

Me levanto y finjo una fuerza vital y una alegría de utilería.

Lunes

Tengo que apresurarme a iniciar la jornada diaria, activar a la familia para que lleven a cabo sus actividades matutinas. Repetir mi actuación de maestra. La comida, los comentarios del día, la dulzona y parcial tarde, los espacios donde trabajamos, descan-samos, compartimos, nos aislamos. Llega de nuevo la noche, el fin del principio.

Martes

Volver cada día de la oscura mansión, del letargo de la noche al absurdo revivir, despertar e iniciar la difícil misión de vivir otro

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día. Crece la dificultad de repetir la vital rutina familiar, laboral, social. Crece la dificultad de incorporarme de mi cueva protectora, de la muerte disfrazada de sueño.

Miércoles

Fracciones, éste es el más aceptado concepto para entender lo que ha sido mi vida. Fracciones inconexas, cubistas, ensimismadas, con colores sin combinaciones, indefinidas, en un cuadro amorfo del que la sucia monotonía desdibujó el marco.

Los espejos de los sentimientos, de los recuerdos y de los sueños malogrados se multiplican como peligrosos laberintos de imáge- nes heridas, mismas que reflejan una imagen distorsionada de relojes colgantes, de rostros deformados, de estrechos caminos.

Agosto 14

El mes de agosto no tiene sentido en el calendario, es como las tres de la tarde, como el domingo: sirven de brecha, pero no tienen personalidad propia.

3:32 p.m.

Me siento muy pesada, los recuerdos sobre recuerdos, como estilo barroco sobre la piedra.

29 de septiembre

Martes

Nada ni nadie me impide ir a un Congreso de Educación en San Luis Potosí, yo sola me pongo trampas, me cuesta romper las mura- llas milenarias de las cadenas femeninas. Luchar contra fantasmas,

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derribar los puentes que me llevan a la nada. Me decido, me voy al Congreso.

Baila tu pRopio son

¡Qué lindas marionetas!Con forma de muñecastodas pintaditas,y bailando la misma pieza,esperando al titiriteroque las lleve a la feria,después a la iglesia,y por último, a una casa,tan linda,que nunca pensarías que es una celda.

¡Qué lindas marionetas!Con forma de muñecas,hornean pasteles,hilvanan telas,juegan a la canastay a la crianzay con otras marionetasintercambian recetasy toman café o técon galletas dietéticas.

¡Qué tristes marionetas!Con forma de despojo,que en trágico ajetreoperdieron su ritmo propio,que por sí solas no se saben movery viven desmadejadasen un angustioso y ajeno vaivén.

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¡Qué extrañas marionetas!Con forma de mujer,que no tiene hilos;seguras viven bailandosu propio ritmo,y sin pedir a nadie permiso,son arquitectas de su propio destino.

4:46

¿Dónde estaban las mujeres verdaderamente libres, que no se pasa-ban rebotando de hombre en hombre, sintiéndose completas con o sin marido? Miramos hacia nuestras heroínas en busca de ayuda y, ¡sorpresa! He aquí que descubrimos a Simone de Beauvoir, quien jamás mueve un dedo sin consultar primero a Sartre. Y Lillian F. Hellman, quien se muere por parecerse a Dashiell Hammett, para que así él pueda quererla tanto como se quiere a sí mismo. Y a Anna Wolf, la heroína de Doris Lesing, que no puede tener orgasmos si no está enamorada, lo que no le sucede muy a menudo. Y así todas las demás —las escritoras y las pintoras— casi todas tímidas, retraídas y esquizoides. Tímidas en sus vidas y valientes nada más en sus obras. Emily Dickinson, las Bronte, Virginia Woolf, Carson McCullers… Flannery O’Connor criando pavos reales y viviendo con su madre. Sylvia Plath metiendo la cabeza en un horno ya mítico, Georgia O’Keefe sola en el desierto, presunta sobreviviente. ¡Qué grupo! Severas, suicidas, extrañas. ¿Dónde estaba la Chaucer femenina? Una sola mujer que combinase el juego, el gozo y clamor con el talento. ¿A dónde encontrar un guía? ¿Colette, con su afro gálico? ¿Safo, de quien nada se sabe? “Me mata el hambre y la pena”, dice en la traducción que tengo al alcance de la mano sobre mi escritorio. ¡Y así nos sucede a todas! Las mujeres que más admirábamos eran casi siempre solteras.

eRica jong

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Sábado

Hoy estoy decidida a volverme amiga de la vida. A acatar las normas establecidas, a seguir el mismo camino de muchas de mis compañeras, de mis contemporáneas, de mis amigas, de mis ene-migas. Ir derechita, sin cuestionarse todo y todo el tiempo, seguir la ruta trazada ¡traz, traz, traz!, como en un desfile de soldado en su traje de gala, limpio, brillante, rígido ¡trump, trump, trump!, al son de la corneta y el tambor, ¡pom, pom! Seguir las reglas que impone la sociedad, el trabajo de la consagrada maternidad, estar al tanto de la moda que el consumismo decida ¡tararará, tararará! Los sentimientos domados de sumisión que mi abuela con resigna- ción vivió ¡torororón, torororón! Hasta llegar al fin de mis días no como una mujer ejemplar, pero por lo menos, normal ¡laralalá, laralalá!

Y así pasan los años…

Siglo XXI, año 2000

Kandinsky

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31 de diciembre

¡Diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno!¡Feliz año 2000!

En la ciudad de México, en casa de mi hermana Elsa, está reunida casi toda la familia. Esta fiesta de fin de año es especial, cambiamos de año, de siglo y de milenio.

Como siempre, no sé qué debo hacer exactamente a las doce de la noche, si brindar, comer las clásicas uvas, abrazar a mi fa- milia y amigos o dejarme deslizar por el hechizo del inexorable cambio.

1:40 a.m.

Nada es diferente, todo es igual.Los cambios no se obtienen como respuesta inmediata a la dicta-

dura del almanaque.Las transformaciones llegan de repente, después de cruzar fron-

teras invisibles, muchas veces, independientemente de nuestra voluntad.

Abril 25

La convivencia social es un ingrediente que, desde que estamos en Ensenada, ha ocupado un lugar importante, ya que además su- ple las reuniones familiares. Un grupo de amigas nos reunimos en algunas actividades sociales y nos festejamos los cumpleaños de todas, iniciamos con desayunos y ahora lo hacemos en diferentes restaurantes a la hora de la cena.

Lo disfruto.Me alegro que sea de noche, así puedo tomar un par de copas.“Oye, Hilaria, ¿cómo sigues en el trabajo?” “Como siempre,

ya no estoy a gusto en el Departamento de Historia, pero por lo pronto me voy a quedar.”

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“Marian, ¿cómo te fue en tu viaje a China? ¿Y a ti Nelly, en Alemania? Hola, Mayra, ¡qué guapa! Te quedó muy bien ese corte de pelo.”

Hablamos y escuchamos este ir y venir de comentarios, de situaciones mientras comemos y bebemos, sin recordar la dieta o la prudencia al tomar el preciado líquido púrpura. Mi otra bebi-da favorita también es oscura, quizá tome un café negro antes de regresar a la casa.

Tomo dos, tres copas, no las cuento, sólo sé que mientras más tomo, me siento más segura y más identificada con las muje- res que están conmigo, me siento más plena y parte vital del universo.

“¿Pedimos otra botella?”, les pregunto. La mayoría responde que no, pero igual la pido.

Somos un grupo de diez, platicamos, reímos, nada trascenden-tal, sólo el aquí y el ahora; sin exigirnos nada más que un buen ra- to robado a la cotidianeidad a la que cada una sobrevive en su particular espacio.

Agosto, 2000

Estoy en el otoño de mi vida. La espiga dorada pide ser cose-chada. El recuento de los logros, de los daños, de los placeres y de las simulaciones, exige ser expuesto. Es tiempo de iniciar la cosecha, tengo cuarenta años. La madurez me enfrenta y, como una segunda adolescencia, me encuentra desprevenida, otra vez peligrosamente expuesta.

Paso de mujer joven a mujer madura, esta condición violenta toda mi estructura, de por sí frágil y cambiante. Mi cuerpo sufre mutaciones minuto a minuto. El espejo me devuelve imágenes cambiantes de mi rostro. La crema que aplico sobre mi cara se absorbe de inmediato debido a las capas de resequedad y de célu- las muertas. Los ojos parecen opacos y las incómodas líneas de

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expresión se acentúan como surcos que requieren ser sembrados nuevamente. La grasa se acumula en la cintura, en las caderas. Es natural, es la cuarta ocasión en que el adn se reconstruye; las co- pias son cada vez menos nítidas, más desdibujadas.

Mi mente vive aferrada a un pasado inalcanzable, muerto; sueña un futuro que nunca termina de llegar y subestima un presente auténtico. Me atan cadenas del pasado, no dejan de atormentar-me con su cantaleta de si hubiera… si no hubiera… Lanzo dardos al futuro prometedor, que en mis manos se convierte en el hoy desperdiciado. Tengo que ordenar mi mente en el tiempo y el espacio de mi diario vivir.

El crecimiento audaz e inexorable de la nueva generación da al reloj un absurdo y torpe valor de temporalidad transformado en un presente ambiguo, sin claridad ni objetivo preciso. Las niñas crecen día a día, mis funciones de madre decrecen igual. Sólo se me ocurre correr desesperada; corro torpe e inútilmente junto al tren de su vida que se acelera cada momento más y más. Las llamo pero no oyen, les grito, toco su ventanilla, intento subir, todo es inútil, la brecha generacional es implacable.

9:13 p.m.

Es demasiado tarde para iniciar nuevas rutas y demasiado pronto para darse por vencida y decir, “esto es lo que logré”. Es una incó- moda edad media, como incómodo es quedar atrapada entre dos pisos en el elevador.

Tengo una familia, amigos y compañeros. Un trabajo estable, ca- sa y accesorios. ¿Por qué me siento tan sola y vacía?

Hacer una revaloración de los años no es tarea fácil. ¿Qué de-bemos considerar importante? ¿Lo que hemos trabajado, lo que hemos ganado o perdido, lo comprado, lo viajado o lo que hemos reflexionado? ¿Lo que hemos obsequiado, lo sufrido, lo olvidado, a lo que hemos dado vida o lo que matamos en el camino?

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Madrugada

No, aún no voy a hacer el corte de caja interno, profundo.No, no estoy lista para enfrentarlo.No, no todavía.

Viernes 6:00 p.m. Agosto

El hermoso edificio Riviera del Pacífico se engalana cada año con la primera fiesta de la Vendimia. La muestra internacional de vino.

Hay una larga fila de asistentes, todos esperamos ansiosos a que abran la puerta.

6:10 p.m.

Como fui de las primeras en llegar, ya tengo la copa en la que probaré la cosecha regional. La uva transformada en delicioso líquido escarlata.

7:32 p.m.

A lo lejos oigo mi voz, que animosa repite: “¡Hola!, qué gusto verlos, ¿ya probaron los vinos que están en la mesa número dos? Están deliciosos”. Continúo caminando en la fiesta de la Vendimia, y continúo tomando vino, sonriendo y saludando a la gente, soy la protagonista del evento y el vino mi señuelo.

8:00 p.m.

Me siento muy contenta. Con mi amiga Mayra recorro una y otra vez los jardines.

La noche es perfecta.Mi vida es muy buena.El vino le da un toque extra de soltura, de seguridad, de elegancia.No sé, pero el bienestar que me produce es un regalo.

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8:42 p.m.

Mis pies son ligeros, estoy feliz, quisiera que la noche durara toda una vida.

Lo bueno es que es temprano, ni siquiera son las nueve. ¡Qué suerte!

9:50 p.m.

Veo a todos atractivos y simpáticos.Me siento muy integrada, como pez en el agua.No veo el reloj.

11:30 p.m.

Cada vez somos menos.—Ya es hora de irnos —me dice Luis.Yo protesto de inmediato.—¡Pero, si es tan temprano! ¿Tenemos que irnos?Me siento ligera, alegre, ¡feliz!Baco y yo, yo y Baco en comunión.

12:50 p.m.

Acostada en mi cama, todo gira a mi alrededor, me duermo rápi-damente mientras evoco las delicias de la vendimia.

Domingo 9:00 a.m.

Me duele un poco la cabeza y siento náusea. Creo que tomé mucho vino. Para la próxima tomaré menos vino o comeré más. Me voy a quedar otro ratito en la cama.

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Septiembre 14

—¡Deberíamos venir cada año a comer y festejar el mes patrio! —le comento a Lupita y a Ernesto, dos entrañables amigos también egresados de la unaM.

Hablamos de todo y de nada.Me siento dueña de La Esquina, el restaurante que en el centro

tiene un hermoso alambique de cobre donde se hacía brandy para Bodegas de Santo Tomás, hasta hace un siglo, más o menos. Me gusta la serie de galerías que hay en este lugar.

3:45 p.m.

—¡Oiga, señor! —le grito al mesero—, por favor, queremos escuchar música mexicana.

Me levanto y empiezo a elegir la música. Me siento contenta. Ligera y dueña del momento, empiezo a cantar con mi desafinada voz: “Que digan que estoy dormida y que me traigan aquí, que digan que estoy dormida…”

7:12 p.m.

—Adiós, Lupita. ¿De veras no te puedes quedar otro ratito? Ya pedimos otra botella. Bueno, pues. Nos vemos. ¡Suerte!

—Joven, otra botella por favor.

1:45 a.m.

No recuerdo cómo, pero llegué sana y salva a la casa.Las luces están apagadas.Entro sin hacer mucho ruido.Percibo en mi ropa, en mi pelo, en mi aliento, el desagradable

tufo a alcohol y cigarro.No subo al cuarto para no despertar a Luis.Enciendo la televisión y me quedo dormida.

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No descanso, mi sueño es un laberinto de emociones incontro-lables.

De fracciones inconexas.

3:21 a.m.

Me voy a la cama.No quiero que amanezca.Despierto con la ropa que me puse el día anterior.

Diciembre 19

—¡Feliz Navidad, compañeros!En un salón rentado, con mesas redondas y aisladas, los traba-

jadores de la Escuela Normal Estatal nos reunimos en el rito de la fiesta decembrina, en una coreografía igual a la del año anterior y seguramente muy parecida a la del siguiente. Compartimos la comida, la música, la bebida y la compañía.

—¡Salud, compañeros! —paseo con la copa medio vacía entre las mesas. La alegría es mitad auténtica y mitad fabricada por el ambiente híbrido de la institución y las fiestas navideñas.

20 de diciembre de 2000

Tengo una copa de vino entre mis manos. Observo atentamente el árbol de Navidad con sus maravillosas e ingenuas luces de colores. Planeo mentalmente el evento del día 24.

Este año no vamos a ir a la ciudad de México a festejar la Na-vidad, ya que nos quedaremos en Ensenada. Me alegro, aunque voy a extrañar el bullicio de las fiestas que se organizan en México, en casa de mis hermanas, la posada de Olga, la Nochebuena en casa de Elsa, el día 25 con mis cuñadas.

“¡Bebían, bebían, bebamos, hasta que perezcamos; bebían, bebían, bebamos hasta que perezcamos! ¡Qué viva Noé, el santo

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patriarca, salvado en el arca de Noé, de Noé! Noé es el inventor del santo licor llamado champán, champán, champán. Y estamos tronando cohetes de aquí, para allá, de aquí para allá…”

24 de diciembre de 2001

“…y de allá para acá, y estamos tronando cohetes de aquí para allá, de aquí para allá. P’arriba, p’abajo, p’al centro y p’a dentro”.

Pasamos a abrir los regalos a la sala. Todos van con las manos vacías. Noto que las mías sostienen una copa.

Enero 2001

¡Otro año, no es posible!

14 de febrero. 9:30 a.m.

La casa luce ridícula con algunos corazones flotando en el ambien- te, en los vidrios hay unos cupidos regordetes que disparan sus flechas hacia la nada; el mantel rosa entona con las velas rojas.

—¡Pasa! —le digo a Marianne—, la puerta está abierta. Me ale- gro de que hayas sido la primera en llegar.

Desde hace algunos años nos reunimos en casa para compartir un desayuno exclusivo para mujeres; festejamos el día del amor y la amistad. Quién lo hubiera pensado. Sonrío al recordar mis veinte años, cuando criticaba con la fuerza de la juventud las ex-presiones consumistas.

12:03 p.m.

Dieron las doce. “¿Quieren una copita de vino?”, les pregunto y, sin esperar la respuesta, me levanto de golpe y me dirijo en busca de un vino tinto de la región.

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Abril

De manera algebraica, pasa el tiempo, cada vez más rápido.Se suceden los años: 2001, 2002, 2003, 2004. Pasa todo igual,

aunque no exacto.Nadie se baña dos veces en el mismo río.¿Qué papel juega la memoria en la edad adulta?Trozos de alegrías pasadas se mezclan con repeticiones inconexas.

El dolor se convierte en tibio sentimiento, fraternal y solidario amigo. No puedo vivir de las glorias pasadas ni del sufrimien-to que me marcó las certeras cicatrices que continúan en mi interior, en mi piel. Sin embargo, hoy por hoy, acepto de mala gana una desértica y tibia actualidad.

16 de mayo

No sé cómo ni cuándo quedaron rebasadas las experiencias y las pertenencias que atesoraba en mi niñez o en mi juventud. Ya no sé cuántos libros tengo ni cuántas películas he visto, a cuántas fiestas he asistido o cuántos viajes he realizado. Sólo cuando actualizo mi currículo recuerdo cuántos cursos he impartido, a cuántos foros y congresos he asistido.

Todo pasa muy rápido, como rápido pasan estas hojas del diario.

Junio

Un cierto tipo de vida cotidiana (horas fijas, lugares cerrados, siem- pre las mismas personas, formas y lugares de piedra) estimulaba pensamientos sobrenaturales. Sal de ese esquema y los pensamientos se desvanecen. Somos nada más que costumbre.

cesaRe paVese

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Junio 27

Mi costumbre se vuelve intolerable.Está por terminar otro ciclo escolar. Continúo en la Escuela Nor-

mal Estatal.Estoy agotada, me duele la cabeza y el dolor de cintura es inso-

portable. No debo trabajar tanto y, en cambio, debo hacer ejer- cicio, cuidar mi dieta, tomar menos… bla, bla, bla.

Me siento fatal. Además, ayer vinieron unos amigos y creo que tomé unas copas de más.

Tengo náuseas físicas y emocionales.

16 de septiembre

Otra vez tengo náuseas físicas y emocionales. No me puedo levan- tar, el malestar es tremendo, todo me da vueltas.

No me acuerdo de lo que pasó en la comida.Algo me lacera, es un dolor que viene del interior. Lo conozco,

es como el de la adolescencia, como el de la muerte de mi ma- má. Es muy intenso, no sé qué lo provoca. Me consuelo con el amor inagotable de mis hijas, aunque están grandes; son cada día menos mías y más de la vida.

24 de septiembre

Rebeca, mi hija mayor, ya vive en México.Jimena se independiza día a día.Me aferro a la pequeña Camila, pero es obvio su rápido crecimiento.La maternidad se desdibuja y traza nuevas formas cada día menos

protagónicas, más impuestas y obsoletas.

8:40 p.m.

Ahora que me sienta mejor, voy a organizar una fiesta en la casa.

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Eso es, les voy a avisar a Marcela, Citlali, Laura, Claudia a Kai-To-Pi y a Elena. Aunque ellas no toman, por supuesto que ofrece- ré vino en la cena. Una reunión de aquelarre, me gusta el nombre. Disfruto su compañía. El instinto gregario se disfraza de fiesta.

5 de octubre

Cumpleaños de Jimena.—Jimena, te habla por teléfono tu hermana —le grito.Disfruto la complicidad y el amor fraternal entre hermanas.—Camila, apúrate, ya nos vamos a comer —le digo a la pequeña.—Espérenme tantito, estoy terminando un dibujo para regalarle

a Jimena —contesta.—¿A dónde quieres ir a comer, Jimena? —le pregunta Luis—.

¡Ay, no sé, papá! Estoy entre ir al japonés o a El Olivo.

Noviembre

Pasó ligero, no dejó huella.

Diciembre

Se repiten los eventos como estrofas de una misma canción. Las reuniones sociales enmarcan el último mes del calendario. Los re- galos acaparan espacios con sus colores verde y rojo. Trato de sacar magia del pasado a fin de sentir el brillo de las luces miniaturas del árbol navideño interno, pero todo es inútil.

9:00 p.m.

Cierro los ojos, tomo una bocanada de aire y trato de exhalar la angustia que, sin motivo, me habita. Abro los ojos. La angustia acerina no cede. Me sirvo una copa de Petit Sirah del Valle de

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Guadalupe. Todo parece mejor. Hasta la mañana siguiente que vivo un infierno.

2005

Sufro.

Que ésta sea mi última confesión. No hay límite para el sufrimiento humano. Cuando uno piensa “Por fin he tocado fondo, ya no es posible descender más, uno des-ciende más”. Y así es siempre. El año pasado en Italia pensé: “Una sombra más sería la muerte”. Pero este año ha sido mucho más terri-ble… El sufrimiento no tiene límites, es eterno. Un solo dolor es un tormento eterno… Y sin embargo no quiero morirme sin dejar testi-monio de mi convencimiento de que el sufrimiento puede vencerse. ¿Qué debe hacerse?… Uno debe someterse. No resistir. Aceptarlo. Dejarse avasallar sin temor. Hacerlo parte de la vida. Todo lo que aceptamos en la vida sufre un cambio inevitable. Así el sufrimiento debe transformarse en amor. Ahí está el misterio. Eso es lo que debo hacer. Es necesario pasar del amor personal, que decepciona, a un amor más grande. Debo entregarle a la vida lo que le entregué a él. La agonía del presente pasará. Si es que no me mata.

KatheRine MansField

Febrero

Benjamín del calendario:empequeñeces la vida,pero acortas mi calvario.

8:34 p.m.

Al igual que otras contemporáneas, quedé atrapada en rebeldías in- ternas, con algunas manifestaciones externas poco significativas,

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sin mayor trascendencia. ¿Qué más podía hacer? Estaba históri-camente domesticada, genéticamente predispuesta, socialmente expuesta. A pesar de los esfuerzos de ruptura, de originalidad, de cambio, continúo en mi papel trazado en la casa, en la escuela, en la vida. Huyo, me escapo por la puerta del ¡salud!

Julio

El caos se apodera minuto a minuto de mi esencia. Me desordenas, mi amor, me desordenas. Cuerpo, mente y razón giran en un escan-daloso bamboleo. Sueño de desenfreno y exceso. La música hace mover mi cuerpo. Me vuelvo hoja al viento.

Agosto

El vino logra darme confianza y valor para continuar la ruta trazada en que se ha convertido mi destino.

Sábado

En la verbena popular de las fiestas de la vendimia, Ensenada festeja al Dios del Vino.

Es el Diónysios de los griegos, el Baco de los romanos, representado por un hermo-so y desnudo joven, que con un cántaro en la mano derecha, da de beber a una pequeña y sedienta pantera, atributo y símbolo del Dios. Con la mano izquier- da sostiene una vara o tirso. A la blancura del cuerpo, corresponden la delicadeza de sus rasgos y su larga cabellera sujeta con una diadema y adornada de corimbos

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y hojas de hiedra. Sobre la nuca, el pelo se recoge en un moño no trenzado, del que caen a los lados del cuello tres bucles on- dulados.

Viernes

La calle Riverol se viste de uvas pisadas, de comida variada, de música, de alegría y de embriaguez colectiva. Hoy no voy a tomar vino tinto, mejor voy a tomar vino blanco, como no me gusta tanto, supongo que tomaré menos.

Domingo

Me duele la cabeza, me duelen las rodillas. No me acuerdo bien, creo que me caí en la fiesta de ayer. La verbena estuvo muy bien, yo no tanto. Siempre sí tomé vino tinto y no sólo blanco. No quisiera tener que levantarme, me molesta la luz, el ruido, las vo- ces que en el interior me recuerdan que estuve exagerada, afectada por el alcohol.

11.04 a.m.

Le hablo por teléfono a mi hermana Olga que, como toda mi fa- milia, está viviendo en el sur. Me reconforta tanto sentir su apo-yo, su amor de hermana. No le cuento todo, solo la mitad de mis pesares.

Octubre

Qué hermosa está la luna. “De las lunas, la de octubre es más hermosa, porque en ella se refleja la quietud, de las almas que han querido ser dichosas…”

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Martes

Como en una curva de Gauss, el trabajo que llevo a cabo en la Normal Estatal desde hace doce años, está en la cúspide. Casi todos mis días le pertenecen y casi todas las horas de mis días, sin importar las retribuciones. Sólo pienso en trabajar, en compartir con mis estudiantes, los maestros del futuro, cada conocimiento, cada momento, cada emoción de ser docente.

No duermo. Mañana tendremos un taller para algunos profe-sores de primaria. Se les conoce como tutores porque les enseñan a los estudiantes normalistas día a día, a través de la praxis, “el oficio de ser maestro”.

8:56 a.m.

Me apresuro, tengo una cita con Ema, mi amiga chilena con la que voy dos veces al mes, para recibir terapéuticos masajes y así reconfortar cuerpo y espíritu. Me gusta ir a su consultorio, a escu-char música tibetana y a regalarme bienestar y armonía.

Jueves

El taller fue un éxito. Ahora debo preparar el curso para los tra-bajos de titulación.

Viernes

¡Qué semana! Tuve muchísimo trabajo.

7:00

Claro que merezco una gratificación por mi trabajo. Me justifico mentalmente. Abro una botella de vino y apago la luz de la sala.

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Escucho a Otis Redding, a Leonard Cohen. Me acurruco en el si- llón y como ave ligera, dejo volar mi imaginación. La música con- tinúa, el vino se acaba, me adormezco y combino las ideas con las palabras.

Morfeo se apiada y me rescata con su enérgico y onírico abrazo. Oscuridad. Vacío.

2006

El año 2006 me encuentra expuesta a todas las emociones, a todos los problemas reales o prefabricados. Mi cabeza entabla batallas co-tidianas, dolorosas hacia el exterior y más atroces hacia el interior.

Marzo

Cada minuto de la vida, son trituradas sensaciones para alum- brar las horas, las negras, las sórdidas, las ponzoñosas horas. ¿Para qué? Para nada, sumar un día más en la recta sin sentido del calendario.

Junio

Se suman mis enemigos, mis temores, mis resentimientos.Se suman algebraicamente mis asignaturas pendientes.Estoy dispuesta a cobrarlas.La simulación, la mediocridad, la cobardía, el autoritarismo

rondan el contexto laboral. Estoy saturada del trabajo, debo huir. En mi instinto de sobrevivencia, la luz ámbar se torna roja.

Mi vida social gira como un caleidoscopio. Risas y vino. Comida y vino. Baile y vino. Vino, siempre acompañada de vino.

El vino ya no es mi fiel amante. Ahora se vuelve mi tenaz enemigo.

Me domina, me controla y me esclaviza en las noches.

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María de la Paz Boni Acuña

Factura en mano, llega en las primeras horas del día a cobrar como vulgar agiotista, el préstamo de falso bienestar, de alegría manipulada, de anestésico mortal.

Ni contigo ni sin ti, puedo vivir.Contigo porque me matas y sin ti porque me muero.

No puedo seguir así.No puedo seguir.No puedo.No.

Agosto

Es el mes del desequilibrio, no es principio ni fin de año. No es completamente un mes de vacaciones, pero tampoco es laboral. Hace calor, pero no nos podemos entregar de lleno a las delicias del irresponsable verano porque ya tenemos encima la formali- dad de los uniformes, de los horarios, de la pérdida de libertad, de la responsabilidad de ser estudiante, de ser maestro.

Es el mes de mi cumpleaños. En esta ocasión me voy a regalar una depuración de cosas inservibles, de personas innecesarias, estorbosas, de pensamientos negativos, hirientes, repetitivos.

Sábado 12:30

Regalo los libros repetidos. Tiro a la basura el exceso de carpetas, libretas, hojas, lápices, cajas y adornos grandes, medianos, peque-ños. Ropa, zapatos y bolsas.

Con energía, lavo las alfombras, friego el piso, tallo las pare-des; barro la calle con agua caliente para arrancar la mugre añeja que, como humedad o adicción, había adherido a mi casa, a mi oficina, a mi entorno.

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Miércoles 16

Continúo con la limpieza, con el descarte, ahora el importante. Hago un minucioso inventario de la relación que establezco con las personas.

Retomo la importancia de la familia nuclear. Más lejana, pero integrada a mis afectos, queda mi familia extensiva.

Pocos amigos se suman a la lista. A todos los demás, los acomo-do en una extraña escultura viviente y los alejo de mis intereses, de mis emociones, de mis preocupaciones. Me siento ligera; eran muchas las personas de más, amontonadas como cosas inservibles en mi casa interior.

Intento también deshacerme de pensamientos ligados al mo- nólogo incisivo, con sus culpas, de ira, de soberbia. No sé cómo ha- cerlo, mientras no lo logre, de sobra sé que la depuración es incompleta.

Septiembre 7:00 a.m.

¡Qué difícil es vivir cada día!El esfuerzo por dejar atrás el aletargamiento del sueño y des-

pertar a la cruda y repetitiva realidad es enorme. Qué difícil es dar cada paso, articular una por una las palabras, hilvanar los pensa-mientos. Ordenar las ideas que, como figuras caóticas, se desdi-bujan en la mente.

Martes

La historia es la bioquímica mental más peligrosa del pensamiento humano. Peligrosas combinaciones surgen de mi mente convul-sionada de emociones.

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María de la Paz Boni Acuña

9:45 p.m.

En unos minutos Luis y yo iremos a una cena con Mayra y Julio, vamos a pasar una noche cálida de charla y comida. Para darme ánimo, tomo un par de copas antes de salir. Me siento mucho mejor, estoy lista para enfrentar al mundo.

Sábado

Otra fiesta, se incluye en el calendario, ahora es con compañeros del trabajo.

Domingo

¿Por qué discutí toda la cena y me puse tan agresiva? No recuerdo exactamente qué provocó mi enojo. Además, perdí mi cartera, ahora tengo que hablarles a todos los que recuerdo que asistieron.

—Hola, Rosy ¿de casualidad no dejé la cartera en tu casa? ¿No?, bueno, ni modo. Oye, ¿estuve muy necia en la cena? Ay, qué bueno que me dices que todos estábamos igual, me sentía muy mal por el papelón de anoche. Bueno, gracias, hasta mañana.

Me da flojera y vergüenza salir de la casa a enfrentar otro tormentoso inicio de semana.

Lunes

Tengo mucho trabajo en Mexicali, voy y vengo. En la Normal ahora siento que son muchas las responsabilidades, me siento abrumada. El ambiente se torna turbio.

4:45

Me descubren. No soy burócrata. Tratan de callar mis débiles gritos de reclamo ante el servilismo al que en vano tratan de someterme.

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Creo que me temen.Yo temo convertirme en uno de ellos.

Domingo

El ambiente laboral se tornó desagradable, un grupo de colegas, ahora directivos, me ataca, me abruman, los trato de apartar de mi pensamiento.

Martes

Tomo un café cargado, necesito despabilarme antes de entrar a la reunión.

Me duele la cabeza y siento náusea. Ya no debo tomar entre semana.

Sábado

Odio esa voz interna tan conocida que me recrimina, que no ce- sa de hablar, que condiciona mis pensamientos, quisiera que sa- liera de mí. Quisiera tener paz y acallarlos, matar las ideas que se adhieren como humedad a mi vida, pero no puedo, no sé cómo hacerlo.

Yo soy mi pensamiento, por eso no puedo detenerme. Existo porque pienso… y no puedo dejar de pensar. En este mismo momento —es atroz— si existo es porque me horroriza existir. Yo, yo me saco de la nada a la que aspiro; el odio, el asco de existir son otras tantas maneras de hacerme existir, de hundirme en la existencia. Los pensamientos nacen a mis espaldas, como un vértigo, los siento nacer detrás de mi cabeza… si cedo se situarán aquí delante, entre mis ojos, y sigo cediendo, y el pensamiento crece, crece, y ahora, inmenso, me llena por entero y renueva mi existencia.

jean-paul sastRe

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María de la Paz Boni Acuña

Miércoles 11:34

Me alcanzó el fondo del dolor. Mis acciones, pensamientos y sentimientos están al borde de mis debilitadas fuerzas. El cangre-jo que oprime mi corazón me estrujó con tal fuerza que sentí la desgarradora sensación, en el cuerpo, la mente y el espíritu.

Viernes

No puedo más.

Octubre 14

Decido dejar el vino, ya no me sirve. Las penas y angustias, amigas inseparables, aprendieron a nadar en el alcohol en el que pretendía ahogarlas. Ahora tomo a la vida de frente, sin disfraces, sin anestesia, con valentía y sin mirar atrás. En su lugar bebo un refrescante vaso de agua, que me reanima, me revive, me hidrata y, como rama seca atrapada en el desierto que recibió lluvia ma-tinal, dirijo mi mente y mi cuerpo al descarado y tupido verdor del bosque, al insolente y cegador sol, al magnífico manto negro cuajado de estrellas, al inmenso y frenético mar. A la maravillosa y descarnada experiencia que es la vida.

Enero 2007

Dejo temporalmente mi trabajo, el hastío provocado por el aco- so institucional se vuelve insufrible. Nunca me perdonaron que no me doblegara, que les reclamara el abuso que con todos y todo hizo. Me voy porque soy y seré una transgresora de la buro- cracia, de la dictadura y arrogancia disfrazada de frágil organi- zación.

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Febrero-diciembre

La pasión por la docencia continúa, y me incorporo a la Uni- versidad Autónoma de Baja California, a la carrera de Sociolo- gía. Disfruto mi vocación, me actualizo al estudiar las teorías de Comte, Marx, Weber, Durkheim, Simmel, Parsons, Merton, Althusser, Goffman.

Cada sábado en el mundo único del aula, con los estudian- tes, inicio viajes hacia la complejidad histórica, económica y so- cial del devenir humano.

Enero 2008

Después de alejarme durante un año de la Normal, regreso, pero no como me fui: débil, enojada, exhausta por los agravios contra mí cometidos. No, ahora regreso con fuerza y como sutil tsunami, apoyada por muchos colegas, arrasamos a los que en su momento nos ofendieron tanto. El 14 de enero me convierto en la directora, por mayoría institucional y con un fuerte apoyo oficial. Hoy la vida me da la oportunidad de hacer justicia, de tratar de recupe-rar el equilibrio perdido, de cambiar los papeles. La rueda de la fortuna nos ponía en lo alto y el grupo vencido fue sometido. No podíamos ni queríamos parar, jugamos a plenitud el papel de los vencedores. Ya habrá tiempo para firmar un tratado de paz; ya habrá tiempo para la compasión, para la equidad, para la armonía, ya habrá tiempo.

Martes

Nos repartimos el botín de guerra. Ahora a los antes dueños y señores de la institución se les mira sobreviviendo perplejos al golpe del boomerang producto de sus acciones, algunas indiferentes, algunas arrogantes, algunas hostiles y siempre autoritarias.

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María de la Paz Boni Acuña

Marzo

Lo estamos logrando, la Normal va despegando hacia una forma de trabajo más democrático, más inclusivo. Académica y adminis-trativamente se reorganiza y todo parece mejorar, no para todos, pero sí para la mayoría y para la institución misma.

Mayo

Ondeo la bandera blanca. La deuda está saldada y trabajo ardua-mente con toda la comunidad normalista. Ahora no hay grupos, ni enemigos, ni aliados. Ahora somos todos orgullosamente trabajadores de la Normal de Ensenada, que muy pronto será “Benemérita”.

Lunes

Durante cinco años, la vorágine del trabajo me absorbe y mi vida gira alrededor de la planeación, la evaluación, las academias, las reuniones de consejo, los problemas cotidianos, los viajes a Mexicali, la interminable dialéctica que debe asumir todo aquel que dirige una institución híbrida, cambiante, desafiante, como son las escuelas normales.

Las siglas se vuelven faro de llegada obligado: ciees, peFen, ProFEN, iso: 9001:2008 ptFaen, Ceneval, Promep. Las cortas jor-nadas, las largas vacaciones y la poca intensidad y responsabilidad de los maestros son una fantasía, una mentira tejida por alguna minoría de inconformes.

Recorro la Rumorosa infinidad de veces, cuando acudo a las reuniones que se llevan a cabo en Mexicali en la Dirección de Formación y Actualización Docente.

El director, Juan Manuel Fregoso, trabaja incansable en su pro-yecto de mejora de las más de veinte instituciones formadoras de

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docentes del Estado. Me gusta la mirada clara de sus ojos oscuros y su “Boni, Boni. Vamos bien, vamos bien”.

2013

Septiembre

Voy rumbo al trabajo, cantando a dúo con Enrique Guzmán: “Cuando a mi lado estás, mil besos tú me das, pero al besarme así, lo besas a él no a mí… no es justo así, cariño, desprecio me das a mí, no has olvidado el viejo amor… ya ves”.

Noviembre 2

Observo fascinada el pequeño altar de muertos que se encuentra en un rincón de la cocina. La vista se me nubla, la emoción de fe- licidad desproporcionada de la niñez originada por el Día de Muertos, se transforma en un remoto eco de nostalgia.

Lunes

Está sentada a la mesa toda la familia, comemos, platicamos, sonreímos. Los miro con amor y agradecimiento, son anclas que impiden irme a la deriva. Reconozco en todos y en cada uno de ellos mi mejor parte. Terminamos de comer. Luis dice: “¿Quieres un café, mientras vemos una película?” Gracias a la vida.

Noviembre, 2013

Me reconcilio con el pasado y, sin resentimientos, lo observo con infinita ternura, con fraternal cariño. Recuerdo mi infancia, atesoro mi viejo radio, los austeros cumpleaños, los momentos lúdicos que daban sentido, sin cuestionamientos, al tragicómico ¿para qué vivir? Desde la cómoda tribuna que es la historia, observo también

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María de la Paz Boni Acuña

la indomable adolescencia, los primeros y maravillosos años de juventud que marcaron mi destino actual. Las actuaciones de hija, hermana, esposa, mamá, amiga, enemiga, maestra, ama de casa, nacionalista, feminista, burócrata, vecina, migrante, indolente. Una más entre todas las mujeres.

Con serenidad, me rindo ante el enigmático futuro, no puedo temer a lo que no conozco, no debo sufrir por lo que no existe. Me libero del absurdo e inútil control de mi vida, de las otras vidas. Del “¡Oh!, qué será, que será. Qué será de mi vida, qué será…”

11:07

Renuncio a sufrir.

Jueves

A partir de este jueves no me preocuparé, sólo me ocuparé del hoy, como si fuera el úni- co, el último, el mejor, el más digno de vivirse; minuto a minuto, a plenitud sin querer dominar el transcurso de los eventos. Sin pretender ser protagonista, sólo un perso- naje más, perdido en el la-berinto mágico del tiempo-espacio. Me dejo guiar por lo inexplicable.

Libero a mis hijas de mi control, de la ansiedad, del necio afán de marcarles la vida, de brindarles atajos, Vihelm Hammershoi

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ahorrarles sinsabores. Dejaré de ser el diapasón que pretende marcarles ritmos. Les entrego la vida con su extraordinaria carga de amor-odio, dolor-placer, soledad-compañía, frenesí y aburri-miento. Ahora viven lejos de casa, cerca de su destino. Espero tomen caminos luminosos, amorosos y plenos.

El día de hoy no me ata una ciudad, un trabajo, una casa y ningún pasado. No tengo dinero en el banco ni me preocupa acumular bienestar material. No, ahora me siento ligera y lista para emprender nuevos caminos.

Sábado

Luis me toma de la mano, caminamos en silencio rumbo al cine.

7:46

Empiezo otro capítulo. Cumplí laboralmente con la sociedad. Ya no trabajo en la Normal. Ensenada agotó su oferta de vida. Una nueva ciudad, un nuevo entorno me espera. Sonrío mientras tomo una taza de café. Recomienzo, revivo y reconozco que soy un or-ganismo que cumple su ciclo con infinita rapidez. En el silencio de las noches creo escuchar el decrecimiento tenaz de mis huesos, el desgaste de mis músculos, la debilidad visual que ahora acompaña a mis ojos, pero también me permito escuchar el crecimiento de mis ideas, de mis sueños, siempre ubicados en un sobrio presente, único e inacabado.

Martes

Diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno.

Feliz año nueVo

¡Feliz 2014!