Seminario 21

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El secreto para tener paz, dicha y salud es sentirse amado por Dios y corresponder a ese amor. En todo cuanto hagamos debemos siempre recordar que Dios es nuestro Creador, Mantenedor y Padre, y que nos proveyó un Redentor. Ese reconocimiento de Dios como Creador y Cristo como Redentor, puede ser demostrado por la adoración al devolver los diezmos y ofrendas.

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El secreto para tener paz, dicha y salud es sentirse

amado por Dios y corresponder a ese amor. En todo

cuanto hagamos debemos siempre recordar que

Dios es nuestro Creador, Mantenedor y Padre, y que

nos proveyó un Redentor.

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Ese reconocimiento de Dios como Creador y

Cristo como Redentor, puede ser demostrado

por la adoración al devolver los diezmos y

ofrendas.

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Devolver el diezmo es una práctica religiosa que aparece en toda la Biblia. Tanto en el Antiguo como el Nuevo

Testamento existen textos que tratan de este asunto.

Historias pre israelitas (Gén. 14:20; 28:22)

Leyes (Lev. 27:30-33; Núm. 28:25-32)

Registros históricos (Neh. 10:38 y 39; 12:44; 13:5 y 12; 2 Crón. 31:4-6 ,12)

Profetas (Amós 4:4; Mal. 3:8-10)

Nuevo Testamento (Mat. 23:23; Luc. 11:42; Heb. 7:2).

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La primera vez que el diezmo es mencionado en el

registro histórico bíblico está asociado con Dios

como el Creador del Cielo y de la Tierra.

Melquisedec bendijo a Abram en nombre del “Dios Altísimo, que posee los cielos y la tierra” (Gén.

14:19), y Abram le entregó el diezmo ( Gén.14:20).

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La asociación de estos dos conceptos: Dios como Creador y el

diezmo, no es accidental y trae tres ideas importantes:

1. Actividad creadora de Dios. Trajo a la existencia todo lo que

hay en el universo. La primera cosa que la Biblia establece

con respecto a Dios es que Él es el Creador del Cielo y de la

Tierra (Gén. 1:1), y eso es el fundamento para todo lo demás

que la Biblia dice respecto de Él; además de saber quiénes

somos y cómo debemos relacionarnos con Él.

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2. El cosmos también pertenece a Dios. Dios es el único

Creador y exclusivo propietario del mundo. Para sus

siervos, el hecho de que Él es el propietario del

cosmos significa que todo lo que tenemos y

recibimos es una dádiva, aun cuando,

aparentemente, sea el resultado de nuestro trabajo y

de nuestros esfuerzos.

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3. Dios tiene el derecho exclusivo de recibir

honor y gloria de todas sus criaturas. Él da

significado, orientación y dirección a la

existencia de toda su creación; por eso, debe

responderle con amorosa gratitud, porque es

el factor que enriquece constantemente la

vida.

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Fue en este contexto que Abram devolvió

el diezmo al Señor. Como una forma de

ofrecer gratitud al Creador del universo

y reconocer que Él es el único a quien

debía dar honor y gloria.

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Dios no es un creador ausente. Mediante su

poder sostiene todas las cosas (Neh. 9:6). En el

conflicto contra los poderes de las tinieblas,

Dios nunca renunció a su derecho de

propiedad del universo, sino, constantemente

se opuso a ello por amor a nosotros.

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La devolución del diezmo es precedida por la revelación de

la gracia amorosa de Dios por nosotros.

Solamente aquellos que experimentan esa presencia

redentora están dispuestos a devolver el diezmo al Señor.

Siendo así, la devolución del diezmo no es una tentativa de

obtener bendición, sino, la respuesta a las bendiciones

recibidas.

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La bendición de la presencia de Dios en

nosotros, en un mundo de pecado y muerte,

alcanzó su más sublime expresión en la vida y

obra de Jesucristo. Dios “nos ha bendecido con toda suerte de bendición espiritual en las

regiones celestiales en Cristo” (Efés. 1:3).

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Por eso, el diezmo debe ser interpretado como un

acto de culto a través del cual reconocemos a

Dios como nuestro Redentor, y le rendimos

voluntariamente nuestra vida junto con todo lo

que tenemos. Es por medio de Él que nos son

concedidas todas las bendiciones Jesucristo.

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Diezmo Santo

En la Biblia, Santo es aquello que es removido de la esfera

de lo común, con el fin de ponerlo al servicio exclusivo

del Señor. Designa aquello que es único, diferente y que

no puede ser tratado de la misma forma que el resto.

Al declarar el diezmo como “Santo”, Dios lo estaba

separando para si, poniéndolo fuera de nuestro control y

uso común. No nos pertenece.

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En este contexto, el diezmo es semejante al

sábado. Dios declaró el sábado como el día

santo del Señor. Esas horas sagradas le

pertenecen. Somos llamados a mantenerlo en

santidad mediante su debida observancia.

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Al poner el santo diezmo en nuestras manos, Dios

nos permitió lidiar con lo Santo y nos dio el

privilegio sacerdotal de administrarlo para Él.

Así, Dios nos ha desafiado a ser santos. Solamente

aquellos que son santos pueden tocar lo santo sin

profanarlo.

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A través del santo diezmo, Dios tiene la oportunidad de

probar la lealtad de cada persona y el compromiso

de fe hacia él. Es una prueba porque establece

límites a nuestra libertad.

Llama nuestra atención al hecho que somos

dependientes de Dios. Conservar y usar el diezmo

conforme a nuestro deseo, aún cuando la motivación

sea buena, es una violación de su santidad.

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La santidad del diezmo convierte su devolución en

un acto de culto al Señor. Es una forma de

dedicar nuevamente nuestra vida a Él. El diezmo

es renta y, al mismo tiempo, es santo. El hecho de

adquirirlo en forma de renta, significa que es un

fragmento de nuestra existencia; y el hecho de

ser santo, significa que no podemos retenerlo.

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La santidad del diezmo implica también que el

Señor es el único que puede determinar cómo

debe ser usado. Dios en todos los tiempos ha

usado el diezmo como un medio de

intensificar su propósito de salvación de la

raza humana.

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¡Atención! No estamos “dando” el diezmo al

obrero evangélico. Estamos simplemente

devolviéndolo a Dios. Fue Dios quien

determinó que el diezmo debe ser destinado a

la obra evangélica.

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En Su sabiduría, Dios estableció que el diezmo

fuese usado para promover la misión de la

Iglesia a través del ministerio evangélico. Él lo

pone al servicio de su voluntad salvadora. A

través de la devolución de los diezmos y de las

ofrendas, apresuramos el retorno del Creador

del universo.