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Hermano Jorge Raimundo Domé

(Miguel) 1933 – 2007

Provincia de América Austral.

Agridulce sabor es el que se siente al hacer la biografía de un hermano al que mucho se ha querido y con el que ya no nos volveremos a ver de la misma manera. Temo no poder expresar todo el afecto, todo el cariño, todo el aprecio con que siempre lo hemos rodeado y con el que él parecía

disfrutar. De todas maneras se me agolpan un montón de recuerdos de todo tipo que habrá que organizar, así como también otros, que permanecerán en mi apreciación íntima y personal. Por todo ello me siento honrado de contribuir para acercarnos de otro modo, a un hermano que fue bastión de nuestra querida Provincia religiosa, y que también nos removerá alguna cosita allí en lo más íntimo de nuestro sensibilizado corazón fraterno. Allá vamos… Sus orígenes Jorge Raimundo Domé (Hermano Miguel) nació en “Aldea Brasilera”, departamento de Diamante, provincia de Entre Ríos (Argentina), el 3 de marzo de 1933, en el seno de una cristiana familia descendiente de los alemanes del Volga. De los dieciséis hermanos, Jorge ocupaba el décimo quinto lugar de los hijos de don Jorge Domé y doña Apolonia Streitenberger. Fueron su abuelos paternos don Juan Domé y Elisa Stang; sus abuelos maternos fueron doña Magdalena Streitenberger y don Pedro Roth. Una breve reseña histórica del hermano Mario Gassmann sc., nos dará un panorama del tipo de familia que tras la inmigración se afincaron en esas tierras: “Los primeros colonos alemanes del Volga llegaron a fines de diciembre de 1877 a Buenos Aires. A partir de enero de 1878 llegaron otros contingentes, estableciéndose en Entre Ríos. La primera oleada, unas mil personas, llegó a Diamante y se trasladó en carretas hacia unas pocas leguas al norte. El gobierno argentino deseaba que cada familia se estableciera en un campo que le había destinado. Algunas familias de las que se habían establecido en Brasil, llegaron voluntariamente a Argentina, en busca de mejores tierras trigueras; en 1879 fundan la Aldea Brasilera, bajo el amparo de San José. Nuestras aldeas, en su tiempo, eran pequeñas comunidades de familias numerosas, de costumbres sencillas; hombres labriegos, muy trabajadores, especialistas en el cultivo del trigo; era gente sencilla, hospitalaria y profundamente religiosa. Se sentían felices y bendecidos si un hijo o una hija se consagraba a Dios. Nuestras aldeas fueran verdaderas canteras de vocaciones”. En la foto el Hermano Jorge Domé con el también Hermano Juan Carlos Domé. Su vida en comunidad Indudablemente la formación religiosa y académica inicial de Jorge comenzó en el seno de su cristiana familia y en escuelas rurales, continuándose en el colegio Sagrado Corazón de Lomas de Zamora, Pcia. de Buenos Aires, ya dentro del Instituto de los Hermanos del Sagrado Corazón, donde ingresó como junior el 6 de febrero de 1946. Allí mismo comenzó sus estudios secundarios, interrumpidos para iniciar su noviciado con el nombre de Hermano Miguel (1º de febrero de 1949) y escolasticado en los años 1949, 50 y 51,

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después de su primera profesión (2 de febrero de 1950), concluyéndolos más tarde en el colegio Sagrado Corazón de Venado Tuerto, Pcia. de Santa Fe, donde obtuvo el título de Maestro Normal Nacional. Posteriormente obtuvo el título de profesor de Historia y Geografía para la enseñanza secundaria en el Instituto del Profesorado del Consejo Superior de Educación Católica (CONSUDEC) en Buenos Aires. En todo su proceso académico se distinguió por sus calificaciones excelentes fruto de su serena inteligencia y de su esfuerzo constante. El Capítulo general de los años setenta abrió la puerta para la “ordenación sacerdotal” de algunos hermanos con el fin de atender a las necesidades espirituales de las comunidades y de los alumnos de nuestros colegios. El Hermano Jorge (Miguel) fue el primer hermano llamado para esta honrosa misión en Argentina. Fue ordenado sacerdote el 4 de octubre de 1976 en San Sebastián, España, para lo que llevó adelante una preparación profunda, consciente, responsable. Tanto en su vida profesional docente (ocupó toda la gama, desde maestro de primer grado hasta rector) como en su labor apostólica (como maestro de grado, promotor de tareas pastorales –encuentros, convivencias, retiros-, consejero provincial, superior de comunidad, como el desarrollo de su ministerio sacerdotal) las constantes fueron el esfuerzo personal, el silencio, la humildad y un profundo respeto por las personas (padres, alumnos, exalumnos), por el deber, por los superiores, por los hermanos…; con espíritu generoso y con visión clara de su misión, rodeado siempre por el cariño y afecto de los que lo acompañaban. Todo lo cual hizo de él un educador idóneo, un hermano que sabía aportar la solución justa en el momento apropiado, signo de la sabiduría de la vida y de la reflexión íntima en contacto con el Señor y su Madre a quien recurría permanentemente. Sus rasos sobresalientes Nunca se apresuró en sus determinaciones ni tampoco era posible deducir hacia dónde se orientaría su accionar; lo que siempre proporciona enormes ventajas a la hora de conducir, lo que debió hacer en muchos e importantes momentos de su vida y de la vida de la Provincia. El Hermano Jorge utilizó una clara inteligencia para aplicarla en el discernimiento y en la aplicación concreta, con realismo, sin dramatismos ni claudicaciones; siempre con fe y sin estridencias. A lo sumo, esbozaba una levísima sonrisa que desorientaba: ¿era de sorna?, ¿era de satisfacción?, ¿era de nerviosismo? ¡Quién podía saberlo! Lo cierto que casi nunca se equivocaba en sus conclusiones. Pero dejemos hablar ahora a los hermanos que en algún momento compartieron parte de sus vidas con nuestro querido hermano. “El Hermano Jorge que yo conocí, escribe el Hermano Emilio Rodrigo, fue el Jorge de la ancianidad, el hombre que ya había gastado sus mejores energías, el hombre que casi pasaba inadvertido en el día a día, pero que estaba. Jorge estaba en la “sala de comunidad” haciendo comunidad. Nosotros, escolásticos, le “tomábamos el pelo” diciéndole que él era la única persona capaz de fumar, tomar mate y rezar al mismo tiempo, y todo ello en la sala donde simultáneamente nosotros estudiábamos, usábamos la computadora y hablábamos por teléfono. Sin embargo, en algunas ocasiones pude ver al Jorge de antes. La más significativa fue el día de mi primera profesión, en Venado Tuerto. Fue en el saludo de la paz, fue su mirada. Me clavó los ojos directamente, sin tapujos, fue una mirada tierna, franca, sincera, limpia, feliz. Su boca esbozó una leve sonrisa que completó aquel gesto. Al recordar al Hermano Jorge recuerdo aquella mirada, recuerdo todo lo que dijo sin hablar, aquella mirada fue una transparencia del Corazón de Dios. Para el Hermano Pascual López nuestro hermano fue: - Hombre disponible a la voluntad de Dios expresada por los superiores. Más de una vez asumió y funciones que supuso llevar la cruz en bien de sus hermanos. - Hombre de oración. Le escuché decir más una vez “vamos a rezar si no nos secamos”. - Hombre que se hacía querer por todos pues para todo tenía algo que entregar: comprensión, una sonrisa, una palabra de ánimo… - Hombre que asumió el dolor con altura, sin amargura, aceptando con dignidad su debilitamiento físico y psíquico que lo unieron sin quejas a Jesús crucificado.

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Desde la ciudad de Montevideo escribe el Hermano Avelino: “Muchas veces, al igual que con otros seres queridos enfermos, he rezado por el Hermano Jorge, teniendo delante aquella imagen de la Trinidad, asistiendo al pobre ser humano y la oración de San Gregorio que decía: ”él estaba lleno de vida. Ahora está enfermo. Ten misericordia de él y muéstrale tu ternura”. A nosotros también nos ha apenado y hemos rezado de manera especial por su eterno descanso. Deseamos que, más cerca de Dios, disfrute de una vida buena y feliz, pues Jorge bien que tenía interiorizada la promesa de la vida eterna. Los que habéis y hemos conocido a Jorge en otras etapas de su vida sabemos de su vitalidad, alegría, seguridad, dinamismo y entrega al interior de la comunidad y en la misión apostólica”. El Hermano Fermín nos trae un recuerdo: “Conocí al Hno Jorge Domé, en los primeros días del mes de marzo del año 1952, cuando llegué a la Argentina. Siempre lo consideré un hermano cordial, de trato fácil. En reiteradas ocasiones, desde que lo conocí, detecté que era devoto de la Virgen María. Me convencí de este aserto el día en que me contaba sus impresiones, después de regresar de España, en donde fue ordenado sacerdote. Parece que con el Hno. Alberto, visitó el Santuario de Nuestra Señora de Codés, en Navarra y escuchó allí una homilía sobre María. Me dijo: En Codés he escuchado el mejor sermón de mi vida sobre María. Hno. Jorge, que la Virgen de Codés, agradecida, por cuanto la admiraste, te acompañe y recompense, por siempre en el cielo”.

Hno. Jorge Domé

Creo que el Hno. Pedro Ortiz, superior provincial, aunó nuestros corazones en ocasión de los funerales, y expresó lo que todos sentíamos, y nos ha mostrado el reflejo –a modo de ícono- de lo que puede significar el Hermano Jorge para el compromiso corazonista con la finitud, la carencia, la pequeñez, la ternura, la sensibilidad, la contención, la fe, la esperanza y el amor. Creer, vivir y difundir el amor del Dios-Amor, carta credencial del hermano Jorge R. Domé para entrar en el Reino donde nos espera con su eterna sonrisa en la comunidad corazonista gloriosa.

“Hermanos: Les agradezco la presencia en el funeral del Hermano Jorge Domé, así como los mensajes

fraternos de dolor que nos enviaron al conocer el deceso de nuestro hermano. También quiero expresar mi agradecimiento a la comunidad de hermanos de Venado Tuerto

y en la persona del hermano Enrique Bécker, a todos los hermanos que han acompañado en estos últimos años al hermano Jorge y han cuidado de él con admirable paciencia y le han “atendido en sus necesidades con una caridad llena de ternura”(Rdv 36).

Quienes conocimos a nuestro hermano en los años que contaba con más fuerzas y capacidad de trabajo, admiramos su “entrega desinteresada y benévola”. (Rdv 152). En los últimos años, atrapado por los lazos de su enfermedad, podemos decir de él como se lamentaba el rey David: “¡Cómo han caído los héroes!...¡Cómo han caído los héroes en medio del combate”. (2º Sam 19. 25)

Guardo tu sonrisa, la que se escapaba sin pedir premisas y le hacía sombras a tus elegías.

Guardo tu sonrisa la que regalabas sin pedir recíproca y le hacía gala a la picardía.

Guardo tu sonrisa la que presentabas sin pedir sordinas majestuoso andante de tu diakonía. En tu martiría que fue profecía en postrimerías… En la lejanía, Guardo tu sonrisa.

H. Daniel Impellizzieri

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Nuestro hermano Jorge como nadie tocó los límites de la caducidad del cuerpo que se hace débil, de la mente que se oscurece; sus sentidos aparentemente cerrados, abrieron los nuestros a la verdad y al dolor de la vida y del amor. Agradecemos esta experiencia de su vida y rogamos para que descanse en el seno del Padre.

Que nuestro hermano Jorge y las almas de los hermanos difuntos, descansen en paz. Amén”.

Hno. Roberto De Luca s.c.