Semanario: Pasta de conchos:, sepultan tragedia

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PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN VANGUARDIA | LUNES 28 DE JUNIO DE 2010 | NO.228 | WWW.SEMANARIOCOAHUILA.COM A cuatro años del accidente donde murieron 65 mineros, el caso está estancado en la PGR; el rescate de los cuerpos se suspendió; las viudas se dividieron y la paz no ha vuelto a zona. La única esperanza de justicia está en una corte internacional PASTA DE CONCHOS: SEPULTAN TRAGEDIA

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A cuatro años del accidente donde murieron 65 mineros, el caso está estancado en la PGR; el rescate de los cuerpos se suspendió; las viudas se dividieron y la paz no ha vuelto a zona. La única esperanza de justicia está en una corte internacional

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P e r i o d i s m o d e i n v e s t i g a c i ó n

VANGUARDIA | lunes 28 de junio de 2010 | no.228 | www.semanariocoahuila.com

a cuatro años del accidente donde murieron 65 mineros, el caso está estancado en la Pgr; el rescate de los cuerpos se suspendió; las viudas se dividieron y la paz no ha vuelto a zona. La única esperanza de justicia está en una corte internacional

pasta de conchos:

sepultantragedia

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|| Diccionario de autores

Nadie es homogéneo, análogo, todos son una mezcla de… Una pizquita genética de fulanito, otra

de menganito y una cucharadita de perenganito. Si no lo crees, ve cómo metes en una licuadora un tantito de éste, más del otro y un puñito de aquél,

y luego verás quién sale:

LA LICUADORA

LA fAUnAen Un DOs pOR tRes Por Alfredo García

Ilustración: Samuel Magaña

San Martín de Porres ZagueSergio Andrade Fidel Herrera

Rosa: La Rosa existe sin un porqué: florece por florecer, no se preo-cupa de sí misma ni pide ser mirada: Angelus Silesius.

1. Futbolísticamente hablando –como decían los locu-

tores de antaño-, la cam-paña negra del PAN no funcionó en el presente proceso electoral. Con incipiente resaca futbol-era, los votantes de doce estados del país acudirán las urnas el próximo do-mingo, a refrendar una de-cisión que habían tomado –precavidos ellos- antes de que comenzara la gesta mundial de Johannes-burgo. Las encuestas no mostraron prácticamente variaciones a lo largo de tres semanas, a pesar de sucesos dramáticos como el de Quintana Roo o de los conatos de audioescán-dalo registrados en Puebla y Veracruz. Nunca segun-das partes fueron buenas.

2.En efecto, para que una campaña nega-tiva prenda y tenga

éxito, debe contar con el fac-tor sorpresa como condición básica.. En México, país kafki-ano y surrealista, donde reina el humor negro, la desconfi-anza y el disimulo, las cam-pañas difamatorias deben ser desechadas pronto del armamento político. La po-blación crea anticuerpos fr-ente a ellas con sorprendente rapidez. El involuntario show de Bejarano en el circo de Brozo funciona sólo una vez: a la siguiente nos reímos del payaso. A diferencia de Ló-pez Obrador, quien dando de manotazos ayudó a su propio hundimiento, el PRI actuó con cautela y de forma cole-giada frente a la ofensiva ne-gra. Fidel Herrera no bajó la cabeza, y todas las instancias tricolores contraatacaron al mismo tiempo.

3.En 1997, José Nativi-dad González Parás perdió la elección a la

gubernatura de Nuevo León; en 2003 compitió de nuevo y obtuvo el puesto. ¿Conseguirá Gabino Cue lo que se le fue de las manos en 2004: gober-nar un estado disgregado y convulso, donde la pobreza y la marginación nada tienen que ver con los colores parti-distas, donde Ulises Ruiz, aun si fuera del PAN, continuaría siendo Ulises Ruiz? Si el PRD y el PT unieran fuerzas en Za-catecas, llevarían al PRI a un empate técnico: pero ni Ricar-do Monreal ni Amalia García tienen cabeza para pensar en alianzas. En el campo mediático, Milenio Diario está cumpliendo en favor del PAN el papel que desempeñara el grupo Reforma entre 1996 y 2006: no. Sólo Quintana Roo puede aportar la sorpresa y el escándalo a esta elección.

Rumbo al 4 de julio

sI yO fUeRA pResIDente¿Se imagina sentado en la silla que ahora ocupa Felipe Calderón? Ricardo Alfredo Rosano de la Peña,

estudiante

1 Si tuviera ese puesto, le da-ría toda la

prioridad a la calidad en la produc-ción de artículos mexicanos. Si no mejoramos lo que nosotros mismos hacemos, el dinero se va para otros países y nos quedamos muy atrás.

2Estamos mal en el aspecto del medio ambiente. ¿Qué pasa con la contaminación? Mejoraría el

sistema de recolección de basura, colocaría más depósitos, al menos uno en cada esquina. También las

campañas podrían ayudar.

3Me las ingeniaría para crear más universidades, mejores planes de estudio y facilitar

los programas para los estudian-tes. Porque la razón de que no lleguemos más lejos, es porque no todos tienen oportunidad de lograrse profesionalmente.

4 Me encargaría de acon-dicionar hospitales con equipo nuevo, mejores

instalaciones. Además de capa-citar a la gente para que tengan

un buen trato con los pacien-tes, porque el sistema de salud ahorita no anda muy bien que digamos.

5 Regularía todas las transas que se echan al hombro los diputados y senadores,

que nada más quieren cobrar sin trabajar. Lo bueno sería que lle-gara gente con iniciativa y que a la primera equivocación, se le castigara, porque luego se deja pasar y pasar hasta terminar en situaciones como la actual.

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La lucha de las viudas se desvanece al ver que nadie ha pagado con cárcel la muerte de sus esposos. Lo que las mantenía de pie era un rescate que revelaría la verdad

pero las autoridades lo frustraron. Hoy intentan seguir con sus vidas pero la impotencia no

las deja dormir . Han perdido la paz.

PASTA De ConCHoS:

CUAtRO AÑOs sIn JUstICIA

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P o R J e S Ú S P e ñ Af o T o S : m i G u e L S i e R R A

La plática transcurre a las afueras de su nueva casa en Palaú, a donde desde hace tiempo se mudó del Barrio del Uno y Medio para venirse a vivir, en unión libre, con el hijo de otro carbone-ro sepultado en la recién sellada Mina 8.

“La mamá de mi pareja también soñó a su esposo, soñó que llegaba enojado a su casa y que le decía que por qué había dejado que yo me juntara con su hijo, si Alfredo, mi marido, ya iba para mi casa, ¡que me fueran a dejar a mi casa, porque mi esposo ya iba para allá! ¿Qué quedrán ellos, qué quedrán decir con

ese sueño?, ¿qué significación tendrá eso?”, balbucea pensativa, recargada en la barandilla de madera carcomida y sin pintar, que hace las veces de puerta y mostrador de su negocio, un puesto de abarrotes y fritangas en el que está in-vertido parte de los 750 mil pesos que Lupina, como la conoce la gente del pueblo, recibió tras lo de aquel 19 de febrero.

Pero Lupina, mujer robusta, de cara redonda y un cabello chino y castaño que le cuelga hasta la cintura, sabe del dolor que significaría abrir la herida de regresar al campamento en Pasta de

Conchos, donde permaneció por tres años.

“Revivir eso es volver a sufrir, como yo quedé muy lastimada, no quiero volver a sufrir eso. Una vez le dije a mi tutor ´¿por qué no hace que se acabe todo?, ¿por qué no nos ayudan a que saquen los cuerpos y ya que se acabe todo? ,̀ porque nosotras somos seña-ladas de que nos dan dinero y ¿dónde está?”, reprocha al tiempo que la triste-za le rueda por esas mitades de jitoma-te que son sus mejillas.

En Palaú el atardecer arde como brasas de carbón en la piel y el canto de las chicharras embota los sentidos.

– ¿Cuanto hace ya que no se para por la mina? – , le pregunto:

“Ya tengo rato que no voy porque me han pasado muchas cositas. Estuve mucho tiempo allá, dejé de disfrutar una cosa por estar allá y ni nos dieron los cuerpos”. Se excusa, luego sale has-ta la calle y se para junto a un pequeño altar que exhibe la foto de un bebé, el nieto de Lupina, a quien su yerno, el pa-dre del niño, atropelló accidentalmente la víspera de un año nuevo.

“Y ya por eso me retiré, porque ni

José Alfredo Silva Contreras, uno de los 65 mineros caídos en la tragedia de Pasta de Conchos, está eno-jado. O al menos es lo que me cuenta María Guada-lupe Hernández, su viuda.“Yo lo sueño enojao, pero pos cómo lo voy a andar defendiendo allá, si no puedo. Ellos quieren que los pelee uno, pero ¿pos cómo? O quién sabe qué señal

nos quedrán dar”.

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La empresa se ha encargado de

dividirnos, las que venimos y damos

vueltas somos como 10, las demás están así de que ´yo sí te apoyo ,̀ pero están en sus casas.

Desafortunadamente no contamos con el respaldo de todas”.

elizabeth Castillo Rábago, viuda.

disfruté al bebé. De repente me hablan las amigas que ya quieren cerrar la mina y que vaya a ver, pero les digo yo ¿qué podemos ha-cer nosotros?, no podemos hacer nada, porque estuvimos luchando mucho tiempo y no se logró nada, nadie nos hizo caso”.

Su dicho me lo confirma des-pués vía telefónica Manuel Fuen-tes Muñiz, asesor legal de las fami-lias de Pasta de Conchos, cuando asegura que la PGR ha detenido todos los procesos abiertos en contra de los responsables de la tragedia en la Mina 8, entre los cuales figuran servidores públicos de la anterior y actual administra-ción del Gobierno Federal.

Aclara, sin embargo, que aún están vigentes diversas reclama-ciones ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos y la Corte Interamericana de Derechos Hu-manos. La resolución podría tar-dar años

“De manera discrecional ha habido decisiones del Gobierno Federal para impedir que haya alguna responsabilidad sobre los servidores públicos que se vean implicados. Estos actos en los que

se ha incurrido han sido bajo la protección del Ejecutivo federal y el Gobierno del Estado”, advierte Fuentes Muñiz.

¿Será por eso que José Alfredo, el esposo de María Guadalupe, uno de los 65 caídos en la explo-sión de la MIna 8, en San Juan de Sabinas, está enojado?

Horas antes, a unos kilómetros de ahí, en el campamento Pasta de Conchos, Elizabeth Castillo Rába-go, otra de las deudas, pide la pala-bra para quejarse de la escasa asis-tencia de viudas y familiares a una junta que había sido convocada para definir la estrategia después del evidente cierre y desmantela-miento de la mina 8, por parte de Grupo México.

“Les llamamos, les avisamos en su casa, las citamos a una hora y vienen tres, cuatro, cinco. Las ci-tamos para eso, para ver cómo le vamos a hacer para entrar el do-mingo, Día del Padre....”, suelta en torno al grupo sentado en círculo y que no pasa de 15 mujeres.

“La empresa se ha encargado

de dividirnos, las que venimos y damos vueltas somos como 10, las demás están así de que ´yo sí te apoyo ,̀ pero están en sus ca-sas. En caso de que las lleguemos a necesitar vienen, pero vienen y se van... Desafortunadamente ya no contamos con el respaldo de todas”, nos platica Elizabeth el pri-mer día de nuestra llegada, bajo el toldo de lonas que apenas y nos guarece de los más de 42 grados que hacen crepitar el campamen-to.

– ¿Cómo que la empresa los di-vidió? – la interrogo.

“A unas las supo manejar po-niéndoles negocios, les puso de-pósitos, a otras papelerías, a otras mueblerías y esas jamás se volvie-ron a parar”.

Nos encontramos con Eliza-beth a unos metros del acceso al complejo minero vigilado por un piquete de Estatales armados y sus perros pastor alemán listos para atacar.

Más allá se ven camionetas, ca-rros patrulla, una Cheroke negra blindada, que nadie sabe de quién es, y más policías que van y vienen de un lado a otro de la carretera

que trae hasta acá desde Rosita, riendo a carcajadas o dando órde-nes a voz en cuello.

En el campamento, el ruido como de una planta de luz que proviene de una camioneta blan-ca estacionada a un lado del cam-pamento, acalla el murmullo del viento y dificulta la conversación.

Se trata, nos cuenta Elizabeth, de un bloqueador de señal de telé-fonos celulares con alcance de 300 metros a la redonda, mismo que la Policía Estatal instaló aquí la ma-drugada de su arribo, el pasado 7 de junio.

“Esa planta nos destruye, por-que no tenemos comunicación con las demás compañeras...”.

– ¿Cómo se portan los agentes?, increpo otra vez a Elizabeth, quien se dice la viuda del minero Gil Rico Montelongo:

“Tres días habían agarrado de asar pollo, carne, de estar a güiri - güiri y ja - ja- ja, por eso le digo que es una burla, aquí los olorazos a carne asada, las muchachas po-licías a risa y risa con los señores, y ´no güey ,̀ ´eh güey ,̀ ´tráite el caguamón ,̀ y la música a todo vuelo”.

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De manera discrecional ha

habido decisiones del Gobierno Federal

para impedir que haya alguna responsabilidad sobre los servidores

públicos que se vean implicados. Estos actos en los que se ha incurrido

han sido bajo la protección del Ejecutivo federal y el Gobierno del

Estado”.

Manuel fuentes, asesor legal de las familias de pasta de Conchos.

Elizabeth narra cómo la Estatal, usando la intimidación, ha tratado de dispersar a las pocas viudas y a los familiares que aún tienen ocupado el acceso a Pasta de Con-chos.

“Se acerca uno, de los señores y me dice: ´oiga por qué no ha-cen como que se van dos días, se olvidan de que tienen el campa-mento y a nosotros le aseguro que nos mandan a otra parte ,̀ le digo ´¿cómo viene y me pide usted eso, cuatro años, tres meses y usted me pide que me vaya de la noche a la mañana?, no, está bien equivo-cado, así sea yo la única que esté, ni modo...̀ ”.

Son cerca de las 5:00 de la tarde y sólo acompañan a Elizabeth en el campamento dos miembros de la organización comunista “La Otra Obrera”, que en noviembre del 2008 inició las labores del llamado “rescate independiente”, que ope-ró hasta la toma de la mina por los Estatales.

“De repente vienen comandos camuflajeados que bajan a sus perros y que para amedrentar se la pasan hablando de cómo tortu-ran. Por ejemplo dicen: ´se estaba convulsionando y yo lo agarré a patadas y luego chillaba ,̀ y así, risa y risa, hablando de cómo lo disfrutan.

“Otras veces se forman delan-te de nosotros con sus escudos, se secretean... Nosotros estamos totalmente pacíficos, no hemos caído en provocaciones, nos he-mos portado amables con los poli-cías, ellos argumentan que venían con todo a reprimir.”, dice un in-tegrante de esta agrupación, que por razones de seguridad pide el anonimato.

En medio de la charla, Eliza-beth evoca la madrugada en que los hombres de azul irrumpieron en las instalaciones de la Mina 8.

Recuerda que uno de los policías le señaló en tono de amenaza un letrero en la entrada:

“Me dice ´¿no sabe leer? ,̀ le digo ´lo que tienes abajo no es propiedad privada, eso nos perte-nece a nosotros y a pie me imagi-no que sí puedo pasar ,̀ pero ya no nos dejaron entrar, bien agresivos con sus pistolas, sus macanas, es-cudos, chalecos antibala”.

– ¿Qué es lo que piden ustedes ahorita? –, interrogo de nuevo a Elizabeth:

“Mis hijos estaban ilusionados porque íbamos a llevar los res-tos de su padre a un lugar santo, aquí no es un lugar santo. Uste-des creen que a mí me gusta estar aquí, zancudos, mal tiempo, lluvia, víboras, alacranes, tarántulas, toda esa clase de especies hay aquí.

“El cráneo de él y el cinturón, es lo que estoy pidiendo, me pue-den dar un ataúd cerrado, yo me lo llevo y aquí ya no me ven, pero ya me voy conforme porque me llevo algo de él, voy y lo sepulto en un lugar santo y ahí ´mira mi`jo, ahí está la tumba de tu padre ,̀ pero se burlaron. ¿Esa es la manera en que el gobierno de Moreira nos de-muestra que está con nosotros?”.

Para Cristina Auerbach Bena-vides, defensora del caso Pasta de Conchos, la posibilidad del resca-te de los 63 mineros, es un tema que no está a discusión.

“Nosotros hemos probado hasta el cansancio que el rescate se puede hacer, pero bajo ciertas condiciones, no puedes suplir ni la falta de recursos, ni la falta de capacidad técnica, con buena vo-luntad, se necesita más que bue-na voluntad, no falta un metro ni dos”, declara por teléfono.

– ¿Por qué crees que no quieran hacerlo? –

“En términos forenses se puede determinar con los restos óseos

Éste es el aparato que bloquea las señales de telefonía celular. A las viudas que aún persisten en la mina les parece una medida exagerada.

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Algunas viudas que hemos estado muy aparte de eso

declaramos que ya se les acabó el negocio a muchas viudas

ahí, es más casi ni son viudas, son familiares, que en un tiempo sacaron provecho de la situación y lo siguen

haciendo”.

Juana María Arzola Lozano, viuda.

que hay ahí, de qué murieron y en qué momento murieron y eso es lo que yo creo que no quieren saber, no quieren saber cuál es la verdad para que no se les finquen respon-sabilidades, no sólo a la empresa, sino a gente del gobierno de Fox y ahora de Calderón”.

Auerbach declara que, según las últimas cotizaciones, el rescate podría costar a la empresa cerca de 100 millones de pesos, eso sin contar la rehabilitación de la mina, y un año de trabajos.

“Si no lo hacen no es por con-diciones técnicas sino por falta de voluntad, no es un asunto de dine-ro, jamás fue un asunto de dinero, si lo que le sobra a Grupo México es dinero, es un asunto de volun-tad”.

Qué remedio, José Alfredo Sil-va, el finado esposo de María Gua-dalupe, seguirá enojado.

Pero a Teresa Contreras, una de las viudas que lideró el plantón a las afueras de Palacio Rosa en Sal-tillo y que recién levantó – revela – por amenazas de un grupo de hombres con armas y pasamonta-ñas, no la convence el cuento del cierre de la Mina.

“Sabemos que en el primer mo-mento que nosotros nos quitemos de ahí la empresa va a comenzar a abrir por otro lado, ´abro por otro ladito y por ahí entro, pero ya quitándome a las señoras, que se hayan ido y empiezo con mis tra-bajos, ya si saco huesos pues se los echo al perro o los tiro ahí`”, por supuesto que no nos los va a dar, pero ella va a segur explotando la mina”, futuriza en una entrevista a larga distancia.

Y algún día Guadalupe le con-tará que vio en sueños a Alfredo con gesto enojado.

Otra tarde de sopor regresamos a las calles bochornosas de Palaú, esta vez nos hallamos tocando a la reja metálica de la casa de María Cristina González López, la viu-da de Julián Martínez Ojeda, uno de los 63 mineros aún enterrados en las profundidades de Pasta de Conchos.

Cristina sale a nuestro encuen-tro, pero no se acerca ni saluda con la mano. Lleva una blusa y un short falda negros, como si toda-vía guardara el luto de su marido.

La mujer parece desconfiada y se resiste de lejos a responder cualquier pregunta.

“Es que yo no sé hablar, ape-nas Elvira Martínez”, dice bajo refiriéndose a otra de las viudas, cuando le pido su opinión sobre el cierre de la Mina 8.

“No, apenas Elvira, es la que anda más, como yo ya estoy traba-jando...”.

– ¿Piensa que con esto se cierra el capítulo del caso Pasta de Con-chos? –, trato de nuevo, pero no logro sacarle una palabra

“Vayan con ella....”, contesta.Y sólo atina a decir que todo lo

que sabe es que a las viudas toda-vía les deben lo de un seguro y el dinero del Afore y el Infonavit que era de sus maridos.

Mientras esto ocurra, es seguro que José Alfredo Silva no dejará de aparecer enojado en los sueños de su viuda María Guadalupe.

“Ahorita ya andamos como ga-llinas descabezadas, no sabemos nada”, me dice más tarde Juana María Arzola Lozano, detrás del mostrador de la tienda de abarro-tes que hace tiempo abrió en el sector de Palaú donde el Gobier-no del Estado hizo construir casas para estas viudas, casas que en su mayoría lucen raptadas.

“En realidad yo nunca he ido a las instalaciones de la mina, no tengo conocimiento de que se cie-rra o de que abre”, profiere.

– ¿Qué ha sido de su vida en todo este tiempo? – intento hurgar en el pasado de Juana:

“A mí me quedaron tres hijos, no tengo mamá ni papá, ni herma-nas, entonces yo me dediqué, yo luché por el rescate de mis hijos. Ahí están mis hijos adolescentes, estudiando los tres”.

Entre la plática aparece en la tienda una muchacha esbelta, mo-rena, de pelo rizado y que lleva puesta una blusa azul sin mangas y un bermuda negro.

“Mira, ella es mi hija”, la pre-senta Juana.

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Sabemos que en el primer momento que nosotros nos quitemos de ahí, la empresa va a comenzar a abrir

por otro lado ‘abro por otro ladito y por ahí entro, pero ya quitándome a las señoras, que se hayan ido y empiezo con mis trabajos, ya si saco

huesos pues se los echo al perro o los tiro ahí’”.

teresa Contreras, viuda que se manifestò reciente-mente en la plaza de Armas.

Y cuando le pregunto por el rescate de su marido José Ramón Hernández, responde: “para mí está bien que hayan cerrado la mina, que la hayan sellado, nada más que se nos dé la oportunidad de tener un mausoleo”.

Luego habla así cuando se re-fiere a sus compañeras plantadas a la entrada de la Mina 8:

“Algunas viudas que hemos estado muy aparte de eso declara-mos que ya se les acabó el negocio a muchas viudas ahí, es más casi ni son viudas, son familiares, que en un tiempo sacaron provecho de la situación y lo siguen haciendo”.

– ¿Qué hizo usted con los 750 mil pesos de la “ayuda humanita-ria”? –

“Los he invertido en bienes para mis hijos, yo les compré a cada uno su casa de renta, más bien, compré casas, son seis casas las que yo tengo y las tengo renta-das; puse este negocio y remodelé mi otra casa”.

De vuelta al campamento de Pasta de Conchos, donde el aire como ráfagas de fuego sopletea las caras, algunas viudas y fami-liares de mineros nos cuentan sobre el trato que han recibido por parte de los directivos de Industrial Minera México, ante la exigencia de que la compañía salga a dar una explicación sobre el cierre de la Mina 8.

“Nosotros fuimos a Grupo México al tercer día de lo que estaba sucediendo, íbamos como unas 10 ó 14 gentes, viudas y ma-dres, cuando nos ven los guardias de la empresa, como a una distan-cia de 200 metros, de volada co-rren y cierran el portón para que no entremos. Nadie iba a entrar, únicamente queríamos hablar con algún funcionario y cierran la puerta. Nos ven como apestadas, no entiendo”, la que habla es To-masita Martínez, viuda de Reyes Cuevas Silva.

Dice que lo que más le enca-brita es que con ésta ya van dos veces que el Gobierno del Estado envía policías a Pasta de Conchos. La primera fue en agosto de 2009 cuando la firma Micare, propie-dad de la familia del ex goberna-

dor Rogelio Montemayor Seguy, tomó posesión de la lavadora de carbón.

Es mediodía. En el campamen-to se ve más gente, entre deudos y policías estatales, que montan guardia a la entrada de la Mina y las inmediaciones de la carretera que viene de Rosita. ‘

Bajo el toldo hay algunos tra-bajadores de los que participa-ron en el “rescate independien-te”, que están calentando tacos de harina sobre el comal de una estufa, “¡ándele un taco!”, invitan a almorzar.

Más allá Martha Iglesias, la hija del minero Guillermo Iglesias, ex-plica lo que para ella es el trasfon-do de la entrega de la Mina 8 por el gobierno del Estado a Grupo México.

Habla de un convenio en el que la empresa cede al Ayuntamien-to de Rosita y al gobierno estatal los terrenos donde está la famosa Chimenea de Nueva Rosita, consi-derada uno de los símbolos mine-ros más importantes de México, para la construcción de un parque ecológico.

“Le estábamos diciendo al al-calde Antonio Nerio ´¡oyes tas bien jodido!, ¿por qué negocias así?, tú eres hijo de un minero y pisoteas al pueblo minero...`”.

La secunda Tomasita Martínez:“Por eso el gobernador no pue-

de hacer nada, ahí vendió los cuer-pos, 63 cuerpos fue lo que le costó y los asesinos de nuestros maridos andan como si nada”.

Horas más tarde y después de buscar varias veces en la presi-dencia municipal al Alcalde de Nueva Rosita, Antonio Nerio, su vocero nos informa por teléfono que el edil no podría atendernos porque está ocupado en el bautizo de su hijo, pero que además – dice riendo el vocero – Neira no da de-claraciones sobre el caso Pasta de Conchos.

En varias ocasiones acudi-mos también a las puertas de Grupo México en Nueva Rosi-ta, pero ningún directivo de la empresa se presentó para dar su versión en torno al sellamiento de la Mina.

Seguro que anoche Lupina, vol-vió a soñar a Alfredo con cara de enojado.

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Está a punto de anochecer en Pa-laú, Elvira Martínez, conocida en toda la Región Carbonífera como “la viuda que no quiso el dinero” de la ayuda humanitaria, platica de su lucha por la justicia, sentada en una mecedora de fierro a las afue-ras de su casa de árboles flacuchos y parares encaladas.

“A veces nos hacen parecer ante la demás gente como que si fuéra-mos afortunadas por todo el dinero que se dio. Para mí es una vergüen-za ser viuda de ahí, porque te dejó marcada, con un derroche de dine-ro por parte de la empresa y aparte la pérdida que sufre uno de ir ante las autoridades y ver que ellos te cierran y que usan las leyes para su conveniencia”, dice metida en el traje sastre azul marino con el que en la mañana salió para Minera Ramos, una empresa de Múzquiz en la que trabaja como secretaria desde hace cuatro meses.

Después Elvira hace un recuen-to de su peregrinar por la CNDH, la Secretaría del Trabajo, la Direc-ción General de Minas, la Organi-

zación Internacional del Trabajo, el Alto Comisionado para los De-rechos Humanos y Asturias, Espa-ña, en pos de ser escuchada.

“Ya hemos acudido a todos y realmente no hemos hallado respuesta. ¿Dónde está lo que yo anduve buscando? No logré nada, dejé hijos, invertí tiempo, muchas cosas, por querer rescatarlos, no se dio. ¿De qué sirvió todo ese trabajo? Ya el gobierno no halla la manera de cómo terminar con Pasta de Conchos, le ha calado mucho, yo creo que ya se le hace mucho cuatro años estar hablando del tema”.

De vez en cuando Elvira es in-terrumpida por el ladrido de los perros del pueblo, pero eso no le impide advertir cómo a pesar de la tragedia de Pasta de Conchos, siguen ocurriendo muertes de carboneros en minas y pocitos inseguros de la región, de acuerdo con las estadísticas, en promedio 15 cada año.

– ¿Hay divisionismo? ¿Se dice que actualmente son tres grupos de viudas? –

“Ya quisiera que fuéramos tres,

yo creo que ya somos muy pocas. Sí se vio la diferencia de pensar de cada quien. Hubo quien dijo ‘pues ni modo, ya murió, ahí que se que-de ,̀ y se respeta porque es el pen-sar de cada quien. Había otras que decían ´yo nomás lo quiero para ir a sepultarlo y cerrar este ciclo ,̀ y otras que decíamos, ´yo quiero que me lo regreses y saber qué fue lo que pasó .̀ A lo mejor sí ha afec-tado bastante que no nos hayamos unido todas en un sólo pensar y haber luchado por eso, y esto claro que le beneficia tanto a la empresa como al gobierno”.

Otra razón de peso para que José Alfredo, el marido de Lupina, esté enojado.

El Campamento de Pasta de Conchos se viste de noche y pa-rece que las estrellas y el canto de las chicharras han inspirado a los Policías Estatales, que alre-dedor de una fogata entonan bo-leros acompañados por cuerdas de guitarra.

En cuanto nos miran llegar al lugar cubiertos por la oscuridad,

los agentes paran la música y em-piezan a tomar sus puestos en la entrada de la Mina 8, mientras Nereida Zermeño Nieto y su hijo esperan el relevo de alguna com-pañera.

“Nos sentimos solas e im-potentes de no hacer nada ante tanto judicial. Me siento impo-tente porque no hemos podido hacer nada, hemos tocado mu-chas puertas y nos las han cerra-do, me siento triste porque no tengo a dónde dejar una flor, no tengo a dónde dejar una oración. Han jugado con nuestros sen-timientos y con los de nuestros hijos”, se duele Nereida.

El canto de las chicharras suena por todo el campamento y parece que los zancudos se han puesto de acuerdo con autoridades y em-presarios para hacer más difícil la estancia de las viudas y sus fami-liares aquí.

“Me gustaría que mi esposo es-tuviera en un lugar digno”, remata Nereida.

En tanto, es probable que esta noche Lupina vuelva a soñar con su esposo Alfredo enojado.

Ya hemos acudido a todos y realmente no hemos hallado

respuesta. ¿Dónde está lo que yo anduve buscando? No

logré nada, dejé hijos, invertí tiempo, muchas cosas, por querer rescatarlos, no se dio. ¿De qué sirvió todo ese trabajo? Ya el gobierno no halla la manera de cómo terminar con Pasta de Conchos, le ha calado mucho, yo creo que ya se le hace mucho cuatro años

estar hablando del tema”.

elvira Martínez, viuda.

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Todas las tardes de viernes, doña María Ayala sacaba la mecedora al porche de su casa y se sentaba a esperar pacientemente a que su hijo Jesús, de 33 años, llegara del trabajo y prendiera la grabadora para oír música, mientras los dos se arrullaban con el viento cálido de Sabinas.

Ya va para dos meses que doña María añora escuchar la voz ale-gre de Jesús y ver su sonrisa aso-mando por el quicio de la puerta, pero nada que llega.

“Todavía me acuerdo que el 10 de Mayo él hizo de comer, dice ´es 10 de mayo jefa, usté no haga nada, nosotros hacemos de co-mer. Acuéstese, váyase al centro, a pasear`”.

Pero en el fondo doña Ma-ría sabe que Jesús no volverá, su alma se quedó en el fondo del Po-cito Vertical 4 en Progreso, donde él trabajaba sacando carbón.

“Yo ya no quería que se fuera,

le decía ́ ya no te vayas hijo, ya no te vayas`, no sé, tal vez yo presen-tía, ´busca otro trabajo hijo, estás joven`, le decía”.

Sucedió una tarde en que Je-sús se disponía a retirarse de su lugar de trabajo y uno de sus je-fes le ordenó que bajara al pozo para completar una carretilla que había quedado sin llenar y que se hallaba cargada con una piedra de carbón en los patios de la em-presa.

Jesús y otro carbonero baja-ron a las entrañas de la tierra y comenzaron a llenar de carbón aquella carretilla. Sólo él y su compañero saben bien a bien lo que pasó.

Los demás piensan que mien-tras Jesús se encontraba extra-yendo el mineral con su pistola de aire, la muerte llegó en forma de agua y rocas que le golpearon la cara y lo hicieron caer de bru-ces sobre el suelo de la mina.

Al cabo de media hora, Jesús y su amigo fueron rescatados del interior, pero de camino al hospi-tal Jesús expiró.

“Ya no volvió, ahí se quedó, ya no salió m`ijo, ya me lo saca-ron muerto. El otro muchacho que entró con él está quebrado, hombros salidos, quijada salida, piernas y brazos quebrados, es un desastre”, refiere doña María.

Un día después Jesús era vela-do en casa de su madre. Los que lo vieron dicen que ya no era el mismo de antes, ahora tenía una cicatriz que le corría de la ceja de-recha hasta la oreja y unos labios que ya no sonreían.

Su padre, don Fermín, quien por más de 30 años trabajó en los pozos de la región, asegura que si los patrones de Jesús hubieran barrenado el pozo, su hijo estaría vivo

Después del accidente de Je-sús, cerca de 20 carboneros que

Desde lo de Pasta de Conchos, la muerte no ha parado. Se calcula que desde hace cuatro años han muerto cerca de 60 mineros en los pocitos de carbón. Hace apenas un mes, Jesús, un joven de 33 años, perdió la vida trabajando. no hay culpables por su muerte, los dueños dicen que fue un “accidente”.

ReGión CARbonífeRA:

un CemenTeRio

P o R J e S Ú S P e ñ Af o T o S : m i G u e L S i e R R A

Que bajen a los pozos para que vean cómo están, son vidas

humanas, no son animales. Que les pongan atención a los pocitos

porque son unas ratoneras, son tumbas”.

Alejandra García, hermana de Jesús.

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habían venido a trabajar desde San Luis Potosí al Vertical 4 de Progreso, prefirieron renunciar y volver a su tierra. El pozo conti-nuó operando.

Han pasado ya casi dos me-ses y la familia de Jesús, una niña de ocho años que procreó en su primer matrimonio y su novia, con quien vivía y se casaría en diciembre, no ha recibido de la empresa un sólo centavo, excepto el ataúd que varios de sus amigos y parientes llevaron en hombros hasta el panteón municipal, ro-deados de llanto y música.

Habla Modesta Alejandra Gar-cía, la hermana de Jesús, a quien sus vecinos del barrio conocían como “El Toca”:

“Fuimos a Progreso para ver dónde había caído él, dónde lo habían puesto. Había una cruz, su casco, las botas, una pistola de aire. La muchacha con la que es-taba junto allá en Progreso le qui-

so dejar unas flores, pero no se lo permitieron.

“Esa vez mi papá platicó con uno de los dueños del pozo y éste le dijo que él y su esposa bajaban sin protección y le contesta mi papá: ´¿cómo sé si mi hijo bajó bien?, porque se supone que tú debes de bajarlos bien, eres el encargado, te va acostar dinero`, y le dice el hombre ´esa es cosa mía, si yo bajo o no con casco`”.

Doña María aprovecha para de-nunciar las omisiones que a pesar de los desastres como el ocurrido el 19 de febrero de 2006 en Pasta de Conchos, siguen cometiendo los inspectores de la Secretaría del Trabajo en contubernio con empresarios de la región

“No inspeccionan bien, no ha-cen su trabajo, ya nomás les dan, ten y ahí que quede. Ahora que pasó el accidente, iban los inspec-tores dizque a checar el pozo, no-más miraban por arriba: ´no pos

está bien, que sigan trabajando`.“Que bajen a los pozos para

que vean cómo están, son vidas humanas, no son animales. Que les pongan atención a los pocitos porque son unas ratoneras, son tumbas”.

Aún así, doña María Ayala no deja de esperar sentada en su me-cedora el regreso a casa de Jesús.

“Para mí él no ha muerto y yo lo sigo esperando, más el viernes, el sábado, ahí estoy, pero ya no va a llegar...”.

“SentimoS el Accidente”Así lo dijo en entrevista para Se-manario uno de los socios del Po-cito Vertical 4 de Progreso, quien además de mostrarse renuente a responder preguntas se negó a dar sus generales.

“Aquí puedes tener toda la se-guridad del mundo y sin embar-go los accidentes pueden pasar.

Muchas veces no son las condi-ciones, sino la persona que no te da exactamente el reglamento de seguridad que tú estás manejan-do, lo desobedecen y tú no pue-des estar atrás de ellos”, comen-tó en las instalaciones del pocito donde el pasado 20 de mayo, el minero Jesús García Ayala per-dió la vida.

El empresario subrayó que hasta ahora el Vertical 4 se ha su-jetado a todas la observaciones realizadas por los inspectores de la Secretaría del Trabajo, entre las cuales sólo está pendiente la colocación de un letrero con la indicación de “punto de re-unión”.

“La gente, supuestamente afectada, quiere que se cierre, pero es una fuente de empleo y el accidente fue un acciden-te, a menos de que se demues-tre lo contrario para cerrarla”, advirtió.

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sUpeRMénDez El único superhéroe de Saltillo y la región (incluyendo Ramos) Por J. Latapí

Por esteban Cárdenas

Después de ver esta maravi-lla, puedo decir que mi trabajo

ideal sería trabajar de lo que sea en los estudios Pixar. Vendiendo burri-tos afuera de las oficinas, trapean-do las salas de edición, lo que sea. Cómo se nota que se la pasan bien con su trabajo en este estudio de animación, y ademas de la proeza técnica y el ingenio para armar se-cuencias divertidas, es ése cariño que le tienen a sus películas lo que los separa del resto.

Toy Story es una película con la que ha crecido una generación ente-ra, y los de Pixa r entregan un cierre digno a esta trilogía con una cinta madura, pero que no pierde el en-canto de las primeras dos. La tercera parte nos coloca once años después de donde nos dejó la segunda par-te, y Andy, el dueño de los juguetes, está apunto de irse a la universidad. Woody (Tom Hanks), Buzz (Tim Allen) y compañía están preocupa-dos, por que su dueño, ahora de 17

años, ha crecido, y sus juguetes ya le quedan muy chicos. Después de un error, los juguetes terminan como donativos en una guardería. A pesar de que tienen niños con quienes ju-gar otra vez y conocen a otros jugue-tes bastante divertidos, su lealtad a Andy es incondicional y deberán decidir su futuro sin dejar a ningún juguete de la familia atrás.

Mientras que Dreamworks, la principal competencia de este es-tudio, se conforma casi siempre con colorear y animar animalitos para luego ponerlos a bailar canciones de Tecnotronic, los de Pixar, ademas de que técnicamente su trabajo es un verdadero milagro, saben bien como atraer a niños a las salas con una historia envolvente.

Toy Story 3 tiene momentos ge-niales. El chango de los platillos, por ejemplo, es uno de mis juguetes de Toy Story favoritos, y la secuencia de escape podría haber durado 6 horas y yo hubiera seguido encan-tado, aguantándome las ganas de aplaudir. La película también tiene un par de momentos medio oscu-ros, que tengo que admitir a mi me asustaron un poco, hasta que me recordé a mi mismo que eran, a fin

de cuentas, juguetes. Y es que es-tos muñecos de plástico tienen más personalidad que la mayoría de los personajes que hemos visto en las salas en lo que va de este verano. ¿Cómo es posible que una película sobre juguetes de plástico provoque un rango de emociones tan amplio? Toy Story 3 es absolutamente hi-larante, y al mismo tiempo profun-damente emocional, pasando de momentos de risa loca a otros de una melancolía devastadora. El fi-nal, por ejemplo, podría haber sido una cursilada, pero existe tanta car-ga emocional y tanta empatía con estos juguetes que es imposible no sucumbir ante él.

No tuve la suerte de escuchar las voces dobladas al español, pero en inglés, Tom Hanks y compañía ha-

cen un excelente trabajo para dar-les voz a los juguetes. Si bien no es perfecta, y el comienzo del segundo acto la película se traba un poco, Toy Story 3 es excelente, y un final merecido al hijo pródigo de Pixar.

El cortometraje del principio tie-ne el uso de 3D mas ingenioso que he visto en cines, y en sus escasos minutos de duración es mejor que varias de las películas que he tenido que sufrir en lo que va del verano. Ah, y como es costumbre en los fi-nales de Pixar, tiene que quedarse para los créditos. No sólo son muy divertidas las viñetas que verán mientras estos corren, sino que ten-drán tiempo para que se sequen las lágrimas que todos en la sala trata-rán de ocultar detrás de sus lentes 3D.

VIDeÓDROMO

Lee Unkrich • 2010

toY StoRY 3PixAR ENtREGA UN CiERRE DiGNo A EStA tRiLoGíA CoN UNA CiNtA mADURA, QUE No PiERDE EL EN-CANto DE LAS PRimERAS DoS

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