SEMANARIO CULTURAL EL PRINCIPITO - Nikolaus Schapfl · 2007. 3. 5. · ópera “Der Kleine...

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Textos provenientes de Italia, Venezuela, Guatemala y México U U n n a a a a p p r r o o x x i i m m a a c c i i ó ó n n Representación de la ópera “El Principito” con Robert Crowe (El Principito). Foto/photo: Hubert Auer. Firma Fotowork. Sonnenscheinweg 8a, A-5400 Hallein, Alemania. S S E E M M A A N N A A R R I I O O C C U U L LT T U U R R A A L L No. 680 / XIV Año / Domingo 7 de Enero de 2007 E E L L P P R R I I N N C C I I P P I I T T O O

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Textos provenientesde Italia, Venezuela,Guatemala y México

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Representación de la ópera“El Principito” con Robert Crowe

(El Principito). Foto/photo:Hubert Auer. Firma Fotowork.Sonnenscheinweg 8a, A-5400

Hallein, Alemania.

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No. 680 / XIV Año / Domingo 7 de Enero de 2007

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DOMINGO 7 DE ENERO DE 20072

ORGANIZACION EDITORIALMEXICANA

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José Angel Martínez LimónDirector

Manuel García CruzEditor

EEEEnnnntttt rrrrooooppppíííí aaaaSemanario Cultural

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Consejo Editorial

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Los artículos publicados en el SemanarioCultural Entropía son responsabilidad de losautores. Además, se invita a colaborar a nuestrosamables lectores: Av. Universidad 565, CP78000, zona centro. San Luis Potosí, S. L. P.,México. Tel. 8-12-44-12. Fax. 8-12-13-68.

El escritor, piloto, perio-dista y filósofo francésAntoine de Saint-Exupéry (29 de junio

de 1900, Lyon - 31 de julio de1944, Córcega) se propuso escri-bir un libro para niños, ElPrincipito (1943), con el ánimode evitar contar su historia atosi-gado por los prejuicios de losadultos (que siempre nos damosdemasiada importancia y nosponemos muy serios, sobre todocuando hacemos cuentas, actitu-des que nos impiden comprendera nuestra familia, amigos y respe-tar nuestro entorno); y desdeentonces, esta obra ha cautivadoa miles de lectores de las máslejanas geografías y las másdiversas lenguas.

El autor estaba dispuesto a explorar lageografía del Universo, y profundizó enlos territorios del espíritu con reflexionessencillas, con las cuales nos demostróque la inteligencia no está reñida con elcorazón, al contrario, pues una voluntaddispuesta a servir mediante la suma deestos recursos del alma abre las posibili-dades de nuestra vida que encastillamoscon frecuencia, debido a la vanidad quenos seduce, al afán de poder dominar alos demás cuando ni siquiera somos due-ños de nosotros mismos, esclavizadospor las cosas, atados a la materia y alpolvo que nublan nuestro entendimiento.

Por esa razón, Antoine de Saint-Exupéry nos propone recobrar la miradainfantil, la de nuestros niños siempre dis-puestos a la aventura y a perdonar, conamor y alegría, sin la mezquindad de losadultos.

Hoy ofrecemos a nuestros lectores lareunión de seis reflexiones sobre esta

obra, con seis décadas de camino. Elencuentro lo promovió nuestro buenamigo Rafael Jiménez Cataño (San LuisPotosí, 1960), Doctor en Filosofía, por laUniversidad de Navarra (1986).

Actualmente profesor de Lógica yRetórica en la Facultad de ComunicaciónInstitucional de la Universidad de laSanta Cruz, en Roma (Italia), donde resi-de desde los años ochenta.

Además, agradecemos la generosaparticipación de jóvenes intelectualesque desde diversas perspectivas y latitu-

des nos enviaron sus interesantes cola-boraciones entropicosas: MagnoliaMontaño Monadragón (filóloga), nació yvive en Cuernavaca (Morelos); RodrigoDíaz Rodríguez (filósofo), reside en elDistrito Federal; Mercedes Malavé (perio-dista) es venezolana y cursa un posgradoen Roma; Carmen Yadira Cruz Rivas(filóloga) es de nacionalidad guatemalte-ca, aunque de familia Hondureña y radi-ca en Guatemala y Valerio Perna (filóso-fo) trabaja en Bari (Italia).

Ilustramos este número monográficocon las fotos de la representación de laópera “Der Kleine Prinz” realizadas porHubert Auer (Fotowork.Sonnenscheinweg 8a, A-5400 Hallein,

Alemania); trabajo musical del composi-tor alemán Nikolaus Schapfl, residente enAustria.

Estimados lectores y colaboradoresde EL SOL DE SAN LUIS, reciban connuestra gratitud infinita, este regalo deNavidad y Año Nuevo, para que disfrutenun domingo de buena lectura.

Antoine de Saint-Exupérynos propone recobrar lamirada infantil, la de nues-tros niños siempre dispuestosa la aventura y a perdonar,con amor y alegría, sin lamezquindad de los adultos.

La geografía delUniverso, en El Principito

MIGUEL ANGEL DUQUE HERNÁNDEZ

El Principito y el aviador. Foto/photo: Hubert Auer. Firma Fotowork. Sonnenschein-weg 8a, A-5400 Hallein, Alemania.

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¿En cuántas ocasio-nes hemos escu-chado que a estemundo hemos lle-

gado solos y solos nos ire-mos? ¿Cuánto han diser-tado grandes filósofos so-bre la soledad del hombreen esta tierra? ¿Cuán so-los nos hemos llegado asentir en medio del bulli-cio? Sentirnos extranjerosen nuestro país. Y sin em-bargo hemos continuadonuestra búsqueda: deamor, de amistad, de afec-to, de compañía, de com-prensión, movidos siem-pre por la esperanza deencontrar.

Buscamos constantemente aalguien que nos comprenda ynos haga sentir amados, impor-tantes, únicos; y a veces mira-mos nuestras vidas y las nota-mos vacías. Hemos, quizás, tra-tado a tantas personas, sosteni-do tantas charlas y sin embargosentimos un gran hueco en elcorazón, sentimos la gran nece-sidad de encontrar a ese al-guien que nos comprenda. Esasí como los hombres andamosbuscando, a veces sin saberqué.

Antoine de Saint-Exupérycon su principito nos demuestraque para esta búsqueda losojos son ciegos, pues lo esen-cial sólo es visible con los ojosdel alma.

¿Quién ve con los ojos del al-ma mejor que los niños? Ellosen su inocencia no han llenadosus ojos de cosas serias y ur-gentes. Sin embargo esto noquiere decir que los adultos es-temos condenados a la cegue-ra. Saint-Exupéry nos alienta enesta búsqueda dedicando Elprincipito a Léon Werth, un adul-to a través del cual nos recuer-

da que todas las personas ma-yores fuimos niños y que todosaquéllos que decidamos abrirnuestro corazón seremos capa-ces de encontrar.

Desde que somos niños bus-camos ser comprendidos, ycuando quienes nos rodean, re-gularmente adultos, se niegan averdaderamente escucharnos,comenzamos a alinearnos a unpensamiento ajeno a nosotros,pero que creemos correcto. Elprincipito inicia con la esperan-za de un adulto de ser compren-dido, pese a que de niño losadultos con su incomprensión lehicieron alejarse de su ilusiónpor ser pintor.

Cuando me encontraba unapersona que me parecía unpoco lúcida, hacía con ellael experimento de mi dibujoNo. 1 que he conservadosiempre. Quería saber siverdaderamente era com-prensiva, pero siempre mecontestaba: “Es un som-brero”.

Ese dibujo de una boa conun elefante dentro es la espe-ranza de un niño, que ya esadulto, por encontrar la com-prensión, y muestra que en eltranscurso de los años ha conti-nuado en su búsqueda. Siem-pre conservando la esperanza,como conserva su dibujo, a pe-sar de escuchar la misma res-puesta: “Es un sombrero”, res-puesta fría y desconsideradaque lo mantiene alejado de suilusión de ser pintor y que lo

arroja a sumarse a ese mundode personas mayores que “ja-más comprenden nada por sísolas”, es decir, que simplemen-te no comprenden y que por lotanto lo dejan sintiéndose solo eincomprendido como cuando

era niño.

Pero como ya dije, en este li-bro Saint-Exupéry nos alienta.De ahí que a esa soledad le su-me un elemento azaroso paraderribarla. “Viví, así, solo, sin

nadie con quien poder hablarverdaderamente, hasta haceseis meses que tuve una averíaen el desierto de Sahara”.

Es cierto, ha vivido solo, nopuede hablar con nadie, puesnadie comprende lo que él dice.¿Acaso no es esa soledad sudesierto, dado que en ese en-torno en el que vive no hay vi-da? Es en ese lugar inhóspito,en la soledad del desierto, don-de se hace necesario mantenerla esperanza. Es gracias al des-

perfecto, a un accidente o con-tratiempo, que logra vivir unacircunstancia que le permiteromper con esa soledad.(¿Cuántos no hemos experi-mentado el amor como un acci-dente o un contratiempo a nues-

tros planes que viene a rompercon todo?)

Me encontraba, pues,más aislado que unnáufrago en una ar-madía en medio delocéano. Imaginaos,

pues, mi sorpresa, alamanecer, cuandouna extraña vocecillame despertó dicien-do: Por favor... ¡Dibújameun cordero!

El principito trae consigo elamanecer, pues cuando mue-re la oscuridad nace el nuevodía. Y es en medio de la nada,en la más completa soledad,donde aparece alguien, unprincipito, un ser literalmente

bajado del cielo, un ser queserá capaz de entender queno se trata de un sombrero,sino de una boa que ha devo-rado un elefante. Pero estepersonaje trae una petición,quiere que le dibujen, y seráeste cordero un gran puentede comunicación.

Es bien sabido por los lec-tores de El Principito que hu-bo varios intentos, todos falli-dos, por dibujar un cordero.Quizás su defecto era ser tanexplícitos, pues desde el pri-mer capítulo el autor nos se-ñala esta característica de laspersonas mayores como de-sagradable: “Las personasmayores jamás comprendennada por sí solas y es fasti-dioso, para los niños, tenerque darles explicaciones unay otra vez”.

El cordero perfecto fue, fi-nalmente, el que el principito

vio en el dibujo de una caja.Ambos sabían que el corderoestaba ahí, tal y como sabíanque una boa que tiene dentroun elefante no es un sombre-ro. Es claro que ambos secomprendían más o menos eluno al otro, pese a lo cual elmismo narrador nos dice:“...mi amigo no me daba expli-caciones. Quizá me creía muyparecido a él. Pero desgracia-damente, yo no sé ver los cor-deros a través de las cajas.

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En busca de la flor únicaMAGNOLIA MONTAÑO MONDRAGÓN

Foto/photo: Hubert Auer. Firma Fotowork. Sonnenscheinweg 8a,A-5400 Hallein, Alemania.

¿Quién ve con los ojos del almamejor que los niños? Ellos en suinocencia no han llenado sus ojos decosas serias y urgentes. Sin embargoesto no quiere decir que los adultosestemos condenados a la ceguera.

Foto/photo: Hubert Auer. Firma Fotowork. Sonnenscheinweg 8a,A-5400 Hallein, Alemania.

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Soy, un poco, como las perso-nas mayores. He debido en-vejecer”. Y sin embargo, sabeque el cordero esta ahí, enesa caja.

Así es como inicia esaamistad, esa comprensiónmutua entre una personamayor, que conservó duran-te años la esperanza de sercomprendido, y un principitoque viaja, aprende, y tratade comprender. Llegó pues,el octavo día de avería en eldesierto, y cuando más can-sancio y sed sentía el piloto,cuando menos esperanza te-nía de reparar su avión y yano le quedaba ni una gota deagua, entonces el principitolo hizo ponerse en marcha,buscando un pozo en ese in-menso desierto.

¿Por qué buscar un pozo

al azar en pleno desierto? Elprincipito diría: “-Lo que másembellece al desierto (...) esque oculta un pozo en algúnlado...” ¿Será que así llegana ser nuestras vidas? Un de-sierto, soledad e incompren-sión, búsqueda al azar ennuestra pequeñez por el infi-nito universo de un pozo, de

un líquido vital que ani-me nuestro paso por elmundo, un pozo queaparezca de repenteen medio de la nada.

Esas averías ennuestros grandes y pe-sados aparatos nosarrojan al desierto yentonces buscamos¿Qué nos mantiene enla búsqueda? La espe-ranza de que en esepaso errante aparezcaun pozo y sacie la sedde nuestro corazón.

El principito en suviaje conoció a un co-merciante que vendíapíldoras perfecciona-das que quitan la sed yasí los adultos ahorranhasta 53 minutos a lasemana. Algunos hom-bres somos así, enga-ñamos nuestra sed conpíldoras que inventa-mos, ahorramos tiem-

po (que siemprenos falta) paraquién sabe qué,porque andamossiempre ocupa-dos sin darnostiempo de cami-nar lentamentehacia el pozo.

El principito conociótambién a un guarda-vías y con él notó esagran diferencia entrelas personas mayoresy los niños. El guarda-vías le decía que loshombres andamos deun lado a otro porqueno estamos contentos,no sabemos lo quebuscamos ni aunqueconduzcamos la loco-motora que nos mueve,vamos de prisa de unlado a otro sin perse-guir absolutamente na-da. El principito le ha-ría notar: “-Sólo los ni-ños saben lo que bus-can (...). Pierden tiem-po con una muñeca detrapo, y esta se vuelvetan importante que sise la quitan, lloran...” Yel guardavías les envi-dia “-¡Qué suerte tie-nen!”

Los hombres, tal pa-

reciera, por más que busca-mos no encontramos nada yandamos perdidos, dandovueltas y vueltas en un tren,desesperanzados, buscandoen mil rosas lo que podría-mos hallar en una, o toman-do pastillas que nos ahorrantiempo en vez de caminarhacia el pozo.

Y señalo lo de la rosa por-que, como se sabe, el princi-pito “poseía” una rosa. Perola rosa del principito no erauna más de esas mil rosas,pues así como él sólo nece-sitaba un poco de agua paratoda su sed, también necesi-taba una sola rosa, para quecuando volteara al cielo, tangrande como el desierto, ymirara las estrellas, que sontantas como los granos dearena, supiera que en unade ellas está su rosa; paraque todas las estrellas seanbellas por una flor que no seve. Y sólo una flor basta pa-ra iluminar el cielo: “Si tú

quieres a una flor que se en-cuentra en una estrella, esmuy dulce mirar al cielo porla noche. Todas las estrellashan florecido”. También parael piloto las estrellas ya noserán sólo estrellas puestoque sabe que en una habitaun principito.

Es c ier to que e l pr inc i -p i to vo lv ió a su p lanetapero la esperanza del p i -lo to , de encontrar a qu ienlo comprenda, no muere.Al f ina l de la h is tor ia nosinc luye un d ibu jo de l lu-gar donde se despid ió de lpr inc ip i to , con la esperan-za, s iempre la esperanza,de que regrese, a lgu ien lovea y se lo comunique.

Porque e l p i lo to , comotodos los hombres, con-serva la esperanza de en-cont rar a la f lor ún ica queembalsame su p laneta yregoc i je su a lma.

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Y señalo lo de la rosaporque, como se sabe,el principito “poseía”una rosa. Pero la rosadel principito no erauna más de esas milrosas, pues así como élsólo necesitaba un po-co de agua para todasu sed...

En busca de la flor únicaVIENE DE LA PAGINA 3

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Sí, verás -dijo el zo-rro-. Tú no eres para mítodavía más que un mu-chachito igual a otros cienmil muchachitos y no tenecesito para nada. Tam-poco tú tienes de necesi-dad de mí y no soy para timás que un zorro entreotros cien mil zorros se-mejantes. Pero si tú medomesticas, entoncestendremos necesidad eluno del otro. Tú serás pa-ra mí único en el mundo,

como yo lo seré para ti...

Hace algunosdías recordé loi n t e r e s a n t eque es el texto

que pongo a los ojos dellector. Es un fragmentotremendamente famosodel Principito. Es un pá-rrafo sensacional.

Me gustaría detenerme en elsiguiente fragmento que enfrancés dice así “mais, si tum’apprivoises, nous aurons be-soin l’un de l’autre” (“pero si túme domesticas, entonces ten-dremos necesidad el uno delotro”), y más en concreto en elsentido de necesidad que seobserva aquí (apprivoiser). Si seanaliza, a primera vista se des-cubrirá que el término es utiliza-do en una acepción débil, por lomenos si la comparamos con elsignificado fuerte que tiene ne-cesidad en la filosofía. Necesi-dad en sentido fuerte nos habla

de “lo que no puede ser de otromodo” (Aristóteles, Metafísica,7, 1072b ss).

Anánke se refiere a lo incon-dicionado. Es llamativo cómoAristóteles al definir necesidadtenga que recurrir a la negación:“lo que no puede ser de otro

modo”. Lo necesario es lo quesiempre se cumple.

Cabe decir que esta acep-ción de necesidad en nuestrosdías es un término incómodo.¿Por qué? Porque tal parecieseque la necesidad se mueve hie-rática e incólume pasando de

largo, sin detenerse ante nadani ante nadie, la necesidad norespeta, ni mira, ni condescien-de: ocurre, y siempre. Y sobretodo es más incómoda cuandose le enfrenta a la libertad.

Después de estas considera-ciones, nos parecería constatarlo que afirmábamos: que el sen-tido de necesidad expresado enel fragmento del Principito seríaun sentido débil de necesidad.

Sin embargo en mi opinión elsentido de necesidad dibujadopor Saint-Exupéry expresa unsentido más pleno o más per-fecto de lo que es la necesidad,pues agrega un elemento alsentido ordinario que hemos ve-nido describiendo de necesidad:la voluntad de necesitar. Comose explicaba algunas líneas arri-ba, la necesidad en sentidofuerte es cumplimiento máximo,es lo que siempre es igual e irre-mediablemente. Sin embargoes en esa ceguera impuesta -eneste tipo de necesidad- dondeme parece se puede encontrar

la debilidad de ese sentido.

La necesidad en el sentido“fuerte” no está condicionadapor sí misma, sino que simple-mente está condicionada. Deahí el calificativo de ciega queotorgábamos a la anánke en elpárrafo anterior. La fuerza de

esta necesidad es una condi-ción a priori, no se llega a nece-sitar sino que siempre se ejercela necesidad, y por tanto no sedeja de necesitar, ni se tieneque mantener el necesitar. Encambio el necesitar de Saint-Exupéry es un necesitar desea-

do. Se necesita porque se quie-re. No hay necesidad estricta denecesitar sino que se quiere ne-cesitar. He ahí donde se puede

comenzar a vislumbrar la supe-rioridad del apprivoiser de Saint-Exupéry.

Apprivoiser es necesitarporque se quiere. Querer ne-cesitar es un acto superior,pues se entiende, se quiere yse siente necesitar, es la con-junción de varios actos. Impli-ca el repliegue de un ser so-bre sí para salir de sí.

Este necesitar, además, in-dividualiza. Anánke es unacondición universal, no distin-gue sino que se aplica totali-tariamente. Apprivoiser reco-noce e individualiza: “no soypara ti más que un zorro entreotros cien mil zorros semejan-tes. Pero si tú me domesticas,entonces tendremos necesi-dad el uno del otro. Tú seráspara mí único en el mundo,como yo lo seré para ti...” Elque decide necesitar, recono-ce la razón de su necesitar, algrado que la distingue máxi-mamente sobre las otras co-sas.

En la última observacióntambién podemos llegar aotra conclusión: quien necesi-ta en este sentido, tiene que

ser necesitado. Este paso esmás complejo de justificardesde la argumentación quevenimos proponiendo. Me pa-

rece que el paso clave paraentender esta premisa se en-cuentra en la pregunta ¿porqué necesitar? En la acepciónde anánke no hay espacio pa-ra esta pregunta, pues al seruna condición a priori remite ala estructura de la condiciónde necesidad: lo necesarioocurre porque así es. No hayuna razón para necesitar sinoque simplemente hay necesi-dad. La necesidad sucede. Yaquí vemos una vez más ladistinción entre estos tipos denecesidad. Apprivoiser impli-ca un salir a necesitar, anán-ke no. La necesidad en senti-do de anánke está cerrada,en cambio apprivoiser implicauna salida, un necesitar-ne-cesitar, es decir: desear nece-sitar. El que quiere necesitarcuriosamente necesita-nece-sitar, si no, no buscaría nece-sitar. Este necesitar puededecidir no necesitar, sin em-bargo poder-necesitar reflejala condición de apertura: eldeseo de necesitar espera unnecesitar.

***

Necesitar-necesitar. Es lla-mativo este círculo que se hadesvelado al hablar de nece-sidad en el sentido expuestopor Saint-Exupéry. Es curiosoque algo quiera necesitar dealgo. Aún es más extraño, sientendemos el querer comoun acto que implica libertad,que la libertad necesite. Apa-rentemente, como lo señala-mos arriba, libertad y necesi-dad son contradictorios; en-tonces ¿es lógico pensar quela libertad necesite? La clavepara acabar de comprendereste necesitar, a mi juicio, es-tá en la estructura donal delos seres libres, sin embargoesta condición es objeto deotro estudio. La observaciónque hemos hecho del necesi-tar es sólo un elemento másde la compleja realidad de ladonación.

RODRIGO DÍAZ RODRÍGUEZ

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Anánke vs. Apprivoiser:Necesidad vs. necesitar-necesitar

Las rosas. Foto/photo: Hubert Auer. Firma Fotowork. Sonnens-cheinweg 8a, A-5400 Hallein, Alemania.

El piloto. Foto/photo: Hubert Auer. Firma Fotowork. Sonnens-cheinweg 8a, A-5400 Hallein, Alemania.

Apprivoiser es necesi-tar porque se quiere.Querer necesitar es unacto superior, pues seentiende, se quiere yse siente necesitar, esla conjunción de va-rios actos. Implica elrepliegue de un ser so-bre sí para salir de sí.

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Celebramos los60 años de lapublicación deEl Principito.

Una obra que, sin duda,posee enorme poder co-municativo, digno de es-tudio por parte de losamantes de la semiología.Para los adultos, aficiona-dos a las cifras y lo cuan-titativo, interesa recordarque es el libro francésmás vendido en el mun-do: 80 millones de copias,en más de 400 ediciones.La obra se ha traducido aunas 160 lenguas o dia-lectos, entre ellas el xho-sa, una de las 11 lenguasoficiales de Sudáfrica. Ycomo si fuera poco, ElPrincipito posee un mu-seo en Japón

Antoine de Saint-Exupéry es-cribió El Principito mientras seencontraba refugiado en Esta-dos Unidos, a causa de la inva-sión nazi en Francia durante laSegunda Guerra Mundial. Gue-rra, enfermedad, prisión. En de-finitiva, sufrimiento. Situacioneslímite de las que no sorprendeque emerjan artistas de la tallade este autor, capaces de cap-tar y de plasmar la profundidad -el misterio- de lo que significaser persona.

Y ¿qué es aquello que se lle-ga a captar con profundidad yque constituye, además, un mis-terio? Usando el lenguaje pro-pio de El Principito, cuando lareflexión personal traspasa elámbito de los sentidos -de loparticular y material, de lo con-tingente- la mirada del corazónpenetra la realidad y llega a loesencial, a aquello que es invisi-ble a los ojos del cuerpo. Enton-ces, el objeto de conocimiento,

que a su vez es palabra que co-munica, traspasa las condicio-nes espacio-temporales, pro-pias de lo material, y se univer-saliza. Si El Principito es unahistoria que sabe apreciar y va-lorar, de igual manera, un japo-nés que un canadiense, un afri-cano y un sueco, es porque enél hay algo universal, que inter-pela al hombre en cuanto tal. Dehecho, el “piloto” que relata lahistoria de su amigo “Principito”,aclara que él habla a los niños yno a las personas mayores, por-que éstas ya no se interrogansobre lo esencial, y él no estádispuesto a que su libro sea leí-do “a la ligera”.

La lectura de El Principitobrinda la oportunidad de refle-xionar acerca de la esencia dela persona humana, su capaci-dad de conocer y de amar: ra-zón y amistad. Hagamos unanueva lectura de El Principitoteniendo en mente estos paresde términos.

Desde el inicio, el lector sesitúa en un entorno cósmico,espacial. El Principito habitaen su pequeño asteroide, quelos adultos han llamado el aste-roide B-612. En efecto, los adul-tos aman las cifras, pues no seinterrogan sobre lo que es esen-cial.

El Principito conoce muybien las características y elcomportamiento físico de suplaneta: sabe cómo se mantie-ne el equilibrio biofísico de supequeño asteroide: conoce eldesenvolvimiento de sus volca-nes, la frecuencia de las pues-tas de sol, las propiedades delsuelo... La razón humana reco-noce que existe un orden en elUniverso, que se le presenta co-mo un sistema que goza de unaracionalidad propia, con la queel hombre es capaz de estable-cer una relación cognoscitiva.

A este propósito, es especial-mente ilustrativo el diálogo conel rey que habita un asteroidevecino. Un rey que no gobierna,pues vive solo. El Principito se

convierte en su primer súbdito.El rey exige que sus órdenessean respetadas, y no toleraningún tipo de desobediencia:

Era un monarca absoluto. Pe-ro, como era muy bueno, da-ba órdenes razonables.

En el diálogo, el rey muestraal Principito cómo, en todo or-den racional, se encuentranunas leyes que son razonables,que el hombre puede conocer ycomprender, porque éste tam-

bién goza de razón, aún cuandono haya sido él quien las hayacreado. Las leyes hablan deuna causa originaria, razonable,comprensible y ordenada; noson producto de una razón arbi-traria y caótica, indescifrable:

Si ordeno -dijo el rey- a un ge-neral que se transforme enave marina y si el general noobedece, no será culpa delgeneral. Será culpa mía.

No se puede mandar lo queno es razonable, simplementeporque nadie estaría obligado acumplir aquel mandato:

La autoridad reposa, en pri-mer término, sobre la razón. Siordenas a tu pueblo que vaya aarrojarse al mar, hará una revo-lución. Tengo derecho de exigirobediencia porque mis órdenesson razonables.

El orden racional del Univer-so nos coloca frente al significa-

do último de las leyes. Una leyno es más que la expresión deun orden interno. Cuando for-mulamos leyes estamos expo-niendo la racionalidad propia delas cosas. Más que un inventoarbitrario del Creador, consisteen un encuentro entre dos razo-nes -razón creadora y creada-capaces de entablar un diálogofundado.

Pero el rey no se queda sóloen el ámbito cosmológico, quie-re llegar a la persona, a su inter-locutor. Reconoce que la digni-dad del Principito -en quien estáreflejada toda la humanidad- essuperior a la del resto del Uni-verso, y le cede la potestad delegislar, de ordenar. Así, lo nom-bra ministro de justicia. Ante laincertidumbre del Principito, queno sabe a quién va a gobernar,pues nadie habita en el planeta,el rey exclama:

Te juzgarás a ti mismo. Es lomás difícil. Es mucho más di-fícil juzgarse a sí mismo quejuzgar a los demás. Si lograsjuzgarte bien a ti mismo eresun verdadero sabio.

De esta manera, el Principitoqueda designado como juez desu propia existencia. El hombrees libre porque es un ser racio-nal. Como goza de la facultadde conocer el orden de la reali-dad, las leyes que la gobiernan,es capaz de disponer tanto deluniverso material como de símismo.

“La autoridad reposa sobre larazón”, dijo el rey al Principito.Aristóteles decía que la vida lo-grada -por tanto la vida feliz-consiste en vivir según la razón.También, vivir según la razón esdotar a la vida de un fin, de unsentido, y auto-dirigirse a él. ElPrincipito reconoce que el rey

DOMINGO 7 DE ENERO DE 20076

Antoine de Saint-Exupéry escribióEl Principito mien-tras se encontrabarefugiado en Esta-dos Unidos, a cau-sa de la invasiónnazi en Francia du-rante la SegundaGuerra Mundial.

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Tenía razón el PrincipitoMERCEDES MALAVÉ

Dibujo del personaje “El Principito” elaborado por el propioautor Antoine de Saint-Exupéry.

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es bueno porque da órdenes ra-zonables. Somos buenos en lamedida en que buscamos darun orden razonable a las pro-pias acciones. De lo contrario,nos movemos al vaivén de lascircunstancias, del capricho odel propio placer; hacemos mu-chas cosas, estamos muy ocu-pados pensando en cómo ganarmucho dinero, o ser exitosos,pasarlo bien, etc., pero sin sa-ber hacia dónde se dirige el bar-co de la propia vida. El Principi-to no comprende por qué losadultos corren tanto, se encie-rran en la rapidez, pero no sa-ben lo que buscan. Se agitanmucho y dan vueltas: ¿Es estorazonable?

Ser sabio no implica necesa-riamente saber muchas cosas,ni ser hombres de ciencias o deletras. Más bien, consiste en sa-ber dar respuestas a las pre-guntas esenciales de la existen-cia. Quizás por eso, el Principitonunca renuncia a una preguntauna vez que la ha formulado.Para él, un adulto es aquel queha renunciado a las preguntasesenciales de su niñez.

Un negociante dialoga con elPrincipito en otro pequeño pla-neta. Lleva 50 años contandoestrellas. Cuando el niño le pre-gunta acerca de la finalidad desu trabajo, el negociante le res-ponde que así sabe cuántas es-trellas posee:

-¿Y para qué te sirve poseerlas estrellas?-Me sirve para ser rico-¿Y para qué te sirve ser ri-co?-¡Para comprar otras estre-llas, si alguien las encuentra!

Continúa el diálogo y al final:

-¿Y qué haces tú con las es-trellas?-Las administro. Las cuento ylas recuento. Es difícil. ¡Perosoy un hombre serio!

El Principito no entiende lalógica capitalista de los adultos,que piensan que poseer consis-te en acumular bienes materia-les. Para él, poseer significaservir:

-Yo poseo una flor que riegotodos los días. Poseo tres vol-canes que deshollino todas

las semanas. Pues deshollinotambién el que está extingui-do. No se sabe nunca. Es útilpara mis volcanes y es útil pa-ra mi flor que yo los posea.Pero tú no eres útil a las es-trellas.

Hemos llegado, tal vez, a laesencia del mensaje de estagrandiosa obra: la estrecha rela-ción entre razón y voluntad. Conla razón captamos el orden delas cosas, su profunda racionali-dad. Con la voluntad, ilustradapor la razón, amamos la reali-dad, aprendemos a quererla, avalorarla, porque es razonabley, por lo tanto, buena, como senos recuerda en el diálogo conel rey. Amar lleva consigo asu-mir la responsabilidad de contri-buir a que ese orden se manten-ga, tanto en el Universo -comolo hacía el Principito en su pe-queño planeta-, como en la pro-pia vida.

Vivir según la razón es des-cubrir el orden logrado de lascosas y de nosotros mismos. Ypara que este “orden logrado”se mantenga, la razón humanadebe prestar un servicio al mun-do y a su propia vida. Poseer yposeerse es servir al orden in-trínseco de las cosas. Medianteeste servicio se crean lazos deamor.

El zorro explica al Principitoque amar implica “domesticar”.Domesticar significa “crear la-zos” de unión, de identificaciónentre la propia razón y la reali-dad:

-Para mí no eres todavía másque un muchachito semejan-te a cien mil. Y no te necesi-to. Y tú tampoco me necesi-tas. No soy para ti más queun zorro semejante a cien milzorros. Pero, si me domesti-cas, tendremos necesidad eluno del otro. Serás para míúnico en el mundo. Seré parati único en el mundo...

-Empiezo a comprender. Hayuna flor... Creo que me ha do-mesticado.

Estos lazos de unión, a suvez, aumentan los deseos deconocer aquella realidad, ya seauna cosa específica, a sí mis-mo, o a los demás. Con razóndice el teólogo Scott Hahn: “Co-nocimiento y amor se perfeccio-nan eternamente en un acto in-divisible. (...) No podemos amar

lo que no conocemos, pe-ro a veces podemos co-nocer sin amor. La ley sinamor nos deja en un inte-lectualismo frío. El amorsin ley, por otra parte, secorrompe y degenera.(...) Tenemos necesidadtanto del conocimientocomo del amor para serplenamente humanos” (S.Hahn: Primero el Amor).

Los adultos no tienentiempo de “crear lazos”;por eso no conocen a fon-do las cosas; por eso, notienen amigos. El pilotoadmira al Principito; lo ad-mira, sobre todo, por sufidelidad a una flor...“Crear lazos” consiste endotar a la realidad, a lapropia vida, de un signifi-cado para mí. Aprender aencontrar la belleza y laarmonía de las cosas yde la vida feliz, porqueestán colmadas de ordeny de leyes que las perfec-cionan.

Para “crear lazos” ha-ce falta que la razón culti-ve una actitud de servicio.Esto es tan simple comomantener el orden. En lanaturaleza: respetar lasleyes que la rigen, losecosistemas, cuidar lasespecies, etc. En la conductahumana, el orden se consigue yse mantiene por medio de lasvirtudes o hábitos que permitenencarnar valores, como la labo-riosidad, la sinceridad, el respe-to, la solidaridad, por nombrarsólo algunos.

De esta forma, poseer es cui-dar y cuidarnos, porque somosdueños de nosotros mismos.Somos responsables de todoaquello que domesticamos. De-jamos la impronta personal encada acto que realizamos, encada trabajo. Quizás, vale la pe-na terminar estas consideracio-nes, con el célebre diálogo en-tre el Zorro y el Principito, dondeel Zorro revela su gran secreto:

-Adiós -dijo.

-Adiós -dijo el zorro-. He aquími secreto. Es muy simple: nose ve bien sino con el cora-zón. Lo esencial es invisible alos ojos.

-Lo esencial es invisible a losojos -repetía el Principito, a finde acordarse.

-El tiempo que perdiste por turosa hace que tu rosa sea tanimportante.

-El tiempo que perdí por mirosa... -dijo el Principito, a finde acordarse.

-Los hombres han olvidadoesta verdad -dijo el zorro-.Pero tú no debes olvidarla.Eres responsable para siem-pre de lo que has domestica-do. Eres responsable de turosa...

-Soy responsable de mi ro-sa... -repitió el Principito, a finde acordarse.

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Ser sabio no implicanecesariamente sabermuchas cosas, ni serhombres de cienciaso de letras. Más bien,consiste en saber darrespuestas a las pre-guntas esenciales dela existencia.

El eco. Foto/photo: Hubert Auer. Firma Fotowork. Sonnenschein-weg 8a, A-5400 Hallein, Alemania.

Tenía razón el Principito

Portada del libro “El Principito”.

VIENE DE LA PAGINA 6

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El genial cuentode Saint-Exu-péry ha asumidotodo tipo de for-

mas: cine, teatro, musical,dibujos animados, recrea-ciones varias de sus epi-sodios, por no hablar delas representaciones plás-ticas. Una forma muy re-ciente es la ópera. En es-tos meses se está repre-sentando en Karlsruhe(Alemania) Der KleinePrinz, de NikolausSchapfl, alemán residenteen Austria sobre quien yaescribí en Entropía hacecinco años (1).

En aquel entonces, cuando lovisité en Salzburgo, estaba enplena fase de composición. Ha-bía terminado una primera ver-sión de cuatro horas y contabacon una suite para orquesta quehabía sido interpretada en variospaíses de Europa y Asia. Dosaños antes había obtenido de laeditorial Gallimard la autoriza-ción a usar el texto en una ópe-ra, para lo cual fue decisivo elentusiasmo que suscitaron enlos herederos de Saint-Exupérylos adelantos que Schapfl pre-sentó en un recital con voz y pia-no.

“La música de Schapfl nos

hechizó”, declaraba tras la audi-ción Frédéric d’Agay, sobrinonieto de Saint-Exupéry. Y sinembargo no todo fue fascinaciónincondicionada, cosa que podríadejar dudas sobre la capacidadde juzgar la obra. Schapfl co-menta que los herederos le hi-cieron notar que su zorro era de-masiado amable, “de modo queprocedí a darle armonías volu-bles y coloridos que reflejaransu esencia insidiosa, el contras-

te entre el ser y el aparecer” (2).Creo que eso ya estaba cuandolo visité en el año 2000, y eramuy eficaz. Eran ajustes que en-traban en el trabajo de conse-guir una versión de dos horas.

Schapfl no fue el primero enpedir los derechos, y sobre losque lo antecedieron comentacon humor: “Con la mercadotec-nia sucede algo parecido a loque leemos en El Principito: siuno dice que la obra es una mú-sica espléndida, la cosa no inte-resa mucho, pero si dice que a75 músicos les rechazaron susobras, entonces es claro que lano rechazada debe de ser mag-nífica...” (3).

Yo pienso que es magnífica, ymodestamente me parece quemis motivos son más musicales

que mercadotécnicos. El títulode una reseña que acabo de ci-tar toma palabras de Schapfl:“quiero redescubrir la belleza”.¡Aquí sí que falta modestia!, ca-bría replicar. Si uno parte delpresupuesto de que la músicaes una de las bellas artes, cual-quier músico está involucrado,por definición, con la belleza.Que sea atinado, que sean mu-chos o pocos quienes compar-tan sus criterios de belleza, eso

es otra cosa. Sin embargo, elpanorama contemporáneo delas bellas artes pone a veces enduda la validez del adjetivo. Pa-trick Mimran, crítico de arte ytambién artista, escribía: “El arteno necesita ser feo para parecerinteligente”. A esta convicciónnos empujan por desgracia mu-chas exposiciones de artes plás-ticas y muchos conciertos demúsica clásica contemporánea.

Le aseguro a quien me leaque si escucha Der Kleine Prinzno quedará con esa impresión.Cuando Schapfl declara quequiere redescubrir la belleza yexplica el sentido de su pensa-miento, se expone a que se leexcluya del reino de los artistas“inteligentes”. De hecho no lefue fácil en su momento regis-trarse en la GEMA (lo que en

México sería la Sociedad de Au-tores y Compositores) comocompositor de “ernste Musik”, esdecir, de música seria, que escomo en alemán se distingue lamúsica académica, clásica, cul-ta, de la “Unterhaltungsmusik”,música “de entretenimiento”. EnMéxico, quienes se dedican a lasegunda se pueden sentir untanto subestimados por este lé-xico, pero en alemán es una ter-minología pacífica.

Schapfl tiene cuidado deaclarar que aprecia mucho lamúsica de Stockhausen, deBoulez y de tantos otros, peroque la suya es más melódica ymás armónica, más cercana a lade Bernstein, Stravinsky, ArvoPärt (4). Otros añaden los nom-bres de Debussy y de Wagner alcomentar Der Kleine Prinz. Yoañadiría a Bruckner, aunque qui-zá eso se deba a que conozcopoco a Wagner. También sepuede decir que la ópera tienealgo de musical y algo de bandasonora. Varias reseñas usan eladjetivo “romántico”, que aSchapfl no le gusta para su esti-lo. Admite que su ópera contienepasajes indudablemente “ro-mánticos”, pero en música estadenominación suele comportarimplicaciones ajenas al estilo de

Der Kleine Prinz. De todos mo-dos, el autor hace notar que Ni-kolaus Harnocourt escribía enalguna ocasión que “toda músi-ca que toca el corazón es de he-cho romántica”: si de este senti-do se trata, él desea ciertamen-te ser autor de música románti-ca. “Recuerdo el concierto en laCosta Azul para la familia Saint-Exupéry. Advertí lágrimas en nopocos entre los oyentes, lo cualme halagó porque pensé quehabía obtenido algo como músi-co” (5).

Sobre esta idea trabaja MarieCzernin en una reseña de títulocomprometido, “La belleza triun-fará” (6). No me parece casualque El Principito haya llegado ala música seria con esta sensibi-lidad, no con la que se basa encombinatorias, que pueden sa-tisfacer la razón de los iniciadospero difícilmente se pueden gus-tar. Schapfl, como tantos cole-gas suyos (Marcela Rodríguezme decía hace unos años: “esta-mos hartos de atonalidad”), estáconvencido de que la tonalidaden la música no es pura cons-trucción cultural y, en el fondo,impuesta, sino que pertenece ala naturaleza humana, como elagua al pez. “En mi opinión yapasaron los tiempos en que lamúsica seria debía ser dodeca-fónica o al menos experimental.Pienso que los compositores es-tán dejando de tenerle miedo alcompás de cuatro por cuatro y alacorde de tres notas” (7). Y aquien piense que esto significacerrarse al futuro, Czernin re-cuerda unas palabras de Mah-ler: “Tradición no es rendir cultoa las cenizas sino más bientransmitir el fuego”.

Fuego, mucho fuego hay enesta ópera. Y no sólo el del solabrasador del desierto, dondese adivina la presencia de la ser-piente, donde se trabaja parahacer volar de nuevo el avión,donde se busca un pozo, conansia pero también con la espe-ranza de que lo hay.

Tras la obertura, el primer ac-to contiene once escenas: El pi-loto vuelve en sí y se encuentra

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Fuego, mucho fuego hayen esta ópera. Y no sóloel del sol abrasador deldesierto, donde se adivi-na la presencia de la ser-piente, donde se trabajapara hacer volar de nue-vo el avión, donde sebusca un pozo, con ansiapero también con la es-peranza de que lo hay.

CONTINUA EN LA PAG. SIGUIENTE...

Der Kleine Prinz, el espíritu del Principito en músicaRAFAEL JIMÉNEZ CATAÑO

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con El Principito, que le pide quele dibuje una oveja. - El Principi-to habla al piloto del peligro delos baobabs en su planeta. -Puesta de sol. - El piloto trabajacon su aeroplano mientras elPrincipito le pregunta por flores,espinas, etc.; aria: “Si alguienama a una flor que vive sola enuna estrella...” - El Principito vi-ve el florecimiento de la rosa ensu planeta; como la flor tieneuna personalidad difícil, el Prin-cipito se siente obligado a em-prender un viaje. - El rey. - Elvanidoso. - El bebedor. - Elhombre de negocios. - El farole-ro. - El geógrafo; el Principitoviaja a la Tierra.

Las escenas del segundo ac-to son cinco: La serpiente. - ElPrincipito conversa con el eco. -El Principito se encuentra conlas rosas y con el zorro, que leconfía su secreto: “No se ve biensino con el corazón”. - El pozoen el desierto. - Finale.

Antes hablé de tonalidad yatonalidad, que puede sonar aléxico para iniciados. Quizá po-dría sernos más útil hablar de lu-gares comunes que la músicadel siglo XX a veces evitaba, pa-ra explorar nuevos caminos (aveces apelando a la libertad demanera un tanto ideológica).Con eso se desechaban ele-mentos de reconocimiento delsignificado. Y no me refiero sóloa significados externos recono-cibles, como decir “esto repre-senta una tribulación en la vidade un hombre”, “aquí se sienteuna atmósfera oriental”. Tam-bién es reconocimiento de unsignificado el percibir la estructu-ra de la obra, sentir que hay undesarrollo, que hay una vuelta,que nos acercamos al final.

Der Kleine Prinz tiene unfuerte poder evocativo, basadoen eso que llamé “lugares comu-nes” (en un sentido positivo, quees el sentido original de la ex-presión). Es claro que algo estáempezando o terminando. Y sino, es que hay una intención po-sitiva del autor de jugar con lasexpectativas del oyente. ¡Esejuego presupone que existenunas expectativas! A quienesbuscan la libertad expresiva enla eliminación de lazos, hay un

zorro que les reprocharía: “si túvienes a cualquier hora, nuncasabré cuándo preparar mi cora-zón... Los ritos son necesarios”.

Para reconocer las expectati-vas, los ritos, basta una normalí-sima experiencia musical. El pla-neta del rey nos ofrece el sonidode la realeza: trombas, timbalesy flautín. El rey es un bajo, natu-ralmente. Saltamos al planetadel vanidoso y ¡qué inmediatoresulta su carácter! No es casualque su canto sin palabras estépresente también en la rosa, conotros matices. Y qué decir delbebedor, que ondula y se des-ploma, y uno percibe todo sinnecesidad de ver la representa-ción. Es magnífico oír al hombrede negocios cantar números ynúmeros y números. Me hizopensar en el ensayo de OctavioPaz “Contar y cantar”, pero ahí

el “contar” es el de los cuentos,no el de las cuentas.

La última página, un colofónque las ediciones suelen pre-sentar con formato diverso y esuna especie de testamento delpiloto, está cantada por entero.Esa parte que tan escuetamentese enuncia como “Finale” esdonde se consuma el aspectotrágico de la historia, momentoque, al mismo tiempo, concentratoda su luz de esperanza.

Una conocida mía de EuropaCentral comentaba así su expe-riencia de haber conseguido lagrabación de Der Kleine Prinz:“Escuchaba la ópera a oscuras,en la calma de la noche. La mú-sica me fue absorbiendo literal-mente en la historia del Principi-

to, y las sensaciones de vivir enesa historia eran tan fuertes co-mo cuando vivía en la historia de

Peter Pan. Todavía se me saltanlas lágrimas de conmoción eneste momento. ¡Espero con go-zo la próxima cita con el Principi-to!” De niña había vivido muy in-tensamente un musical de Peter

Pan, que a través de los años sehabía desarrollado en su fanta-sía. Luego, interrogada sobre eltiempo que había dedicado a lamúsica durante la noche, ya enla cama, decía: “¡Hasta muy tar-de! (Hoy estoy toda dormida, pe-ro muy contenta.) Recuerdo to-davía el pozo, que por ahora po-dría considerar mi parte favorita,aunque debo escuchar más. Elprincipio me gustó tanto (y lomismo sucedió con el zorro) queencendí la luz para ver el título.Luego me sumergí en el pozo, oen el sueño, no sé”.

Estos comentarios me confir-man una impresión mía: paraquien conoce un poco la historiadel Principito, casi no hace faltaentender el texto alemán ni se-guir paso a paso los títulos de

las partes. La mencionada citacon el Principito era a la nochesiguiente, tras otro día de traba-jo. Pero hacer planes con unaobra de calidad en una familiabien avenida no es tan sencillo.Esas primeras horas de descu-brimiento de la ópera habíanbastado para que los hijos se in-teresaran y pidieran oír partesconcretas. “Yo quería empezarcon la puesta de sol, pero unode los niños me pidió escucharel zorro”.

Se entiende que un primo deSaint-Exupéry (André de Fons-

colombe) haya dicho que “Antoi-ne se hubiera sentido satisfe-cho”. Se entiende que la óperahaya sido representada en Salz-burgo, Munich, Colonia..., y quelas representaciones del añoque acaba de concluir en Karls-ruhe (10 entre marzo y diciem-bre de 2006) y las que aún faltan(11 y 28 de enero de 2007) ha-yan agotado las entradas mesesantes de cada una. Es claro quela sintonía de esta obra con lade Saint-Exupéry es profunda,que nos lleva de la mano a vercon el corazón.

***

Se encuentra informaciónabundante, incluida la posibili-dad de escuchar algunas partesde la ópera, en la página perso-nal del compositor: www.niko-lausschapfl.com/

NOTAS:

1. “Música mexicana en oí-dos alemanes”, Entropía,28.1.2001.

2 “Ich will das Schöne wiederentdecken”, Kölner Stadt-Anzei-ger, 21.8.04, versión en red:<www.ksta.de>.

3. Entrevista: “Der KleinePrinz. Die erste autorisierte Opernach Antoine de Saint-ExupérysBestseller erlebt in Karlsruhe ih-re szenische Uraufführung”, DasOpernglas, marzo de 2006,p.58.

4. Véase entrevista ya citadade Opernglas.

5. Entrevistado por Anthonyde Salvia (New York).

6. “Schönheit wird siegen.Uraufführung del Oper ‘Der Klei-ne Prinz’ von Nikolaus Schapfl”,Die Deutsche Tagespost,31.7.2003.

7. “‘Der Kleine Prinz’ von Ni-kolaus Schapfl in Salzburg”,Kleine Zeitung, julio 2003.

La última página, uncolofón que las edi-ciones suelen presen-tar con formato di-verso y es una espe-cie de testamento delpiloto, está cantadapor entero.

Der Kleine Prinz, el espíritu del Principito en músicaVIENE DE LA PAGINA 8

Foto/photo: Hubert Auer. Firma Fotowork. Sonnenscheinweg 8a,A-5400 Hallein, Alemania.

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El Principito haceviajes interpla-netarios, arras-trado por sus

deseos de hacer una nue-va amistad y, mientrastanto, sumerge a los lecto-res en una aventura queno es otra que la de la li-bertad.

En cada visita del Principitoa los planetas, algo profundosucede en él porque el viajarinspira una inigualable sensa-ción de libertad. “En la aventuray en el viaje, tenemos la alegríade vivir” (Alvira, 2001, p.16).

El Principito representa al yoverdadero de cada persona, lanaturaleza buena del hombre,muchas veces anulado por elegoísmo, esa arena seca deldesierto que oculta el pozo vivi-ficador y musical. Ese yo querevela el Principito es lo invisi-ble “que sólo ve el corazón”, esnuestra debilidad que se con-vertirá en fuerza, es la preguntaque motiva respuesta, es la par-te más valiosa de nuestro ser.

Durante los viajes, el Princi-pito deseaba encontrar explica-ciones al extraño comporta-miento de los adultos y espera-ba encontrar algo trascendenteen sus actividades. En cambio,lo que se encontró, al menos enel caso del poseedor de estre-llas, fue un uso absurdo de lafacultad de poseer y, por tanto,de esa faceta de la libertad.Cuando llegamos a poseer algode lo que no queremos des-prendernos y, sobre todo, cuan-do ese algo depende de nues-tros cuidados, vamos poniendosobre ello mayor interés y res-ponsabilidad, entonces hemossuperado el tiempo, estamosmás allá de él. “-Yo -dice elPrincipito- poseo una flor queriego todos los días. Poseo tresvolcanes que deshollino todaslas semanas. Pues deshollinotambién el que está extinguido.No se sabe nunca. Es útil paramis volcanes y es útil para miflor que yo les posea. Pero túno eres útil a las estrellas... El

hombre de negocios abrió laboca pero no encontró respues-ta y el Principito se fue. Decidi-damente las personas mayoresson enteramente extraordina-rias, se dijo simplemente a símismo durante el viaje” (pp.67-68).

El Principito no desea, sinoque ama lo que posee. Conoceel amor. “El amor trasciende eltiempo y el espacio y, justamen-te por ello, quien ama no seconsume en dar su amor sinoque crece interiormente en lu-gar de gastarse. El deseo, queno busca dar sino recibir, con-sume, agota y tiene límites.Nuestra capacidad de amar essuperior a nuestra capacidadde placer” (Sellés, 2006, p.176).

Verdaderamente podemosdecir que él tiene una casa, unlugar que habita. “Habitar signi-fica tener, poseer, con continui-dad. Posesión continua. Peroeso quiere decir que habitar sig-nifica superar el tiempo, no de-jar que él me venza. Si en unedificio determinado encuentrosiempre el mismo amor, esamismidad, ese mantenimiento,supone la victoria sobre la ve-jez, es decir, sobre el desgastedel tiempo. Y por eso, ese es elúnico lugar al que puedo volver,porque sólo se vuelve a lo quese mantiene igual, fiel a sí mis-mo y a los demás. Esa es micasa, ahí habito” (Alvira, 2001,p.17).

El Principito habita en un pla-neta en donde posee una flor ytres volcanes. Tiene responsa-bilidades y comprende que cui-darles les es útil a la flor y a losvolcanes. Ya lo hemos dicho:habitar es poseer y lo que seposee se cultiva. Es decir, culti-var su flor y su volcán es ya untrabajo.

Entonces, el Principito habi-ta, trabaja y cuando se trabajapara habitar, se vive, se es feliz.La vida humana aparece cuan-do se crea un espacio de rela-ción y afecto con algo o alguiena quien se ama, entonces ves yentonces dices, dices algo consentido.

He allí la diferencia del senti-do de poseer del Principito y delhombre de negocios del cuarto

planeta. Este hombre habita co-mo consecuencia de que traba-ja contando pequeñas cositasque brillan en el cielo, entoncessu trabajo carece de sentido,pierde interioridad. La vida deeste hombre depende entera-mente del tener material, peroeste hombre nunca ha llegado a

poseer verdaderamente.

- ¿Y qué haces con esas es-trellas?-¿Qué hago?-Sí.-Nada. Las poseo.-¿Posees las estrellas?-Sí.-Pero he visto un rey que...-Los reyes no poseen; “rei-nan”. Es muy diferente.-¿Y para qué te sirve poseerlas estrellas?-Me sirve para ser rico.-¿Y para que re sirve ser ri-co?-Para comprar otras estrellas;si alguien las encuentra(p.66).

Para el hombre de negocioslo importante es poseer, no loposeído. Es un esclavo del tra-

bajo, está absolutamente en-tregado, no tiene tiempo paraotra cosa. Y este modo de en-focar el trabajo le lleva a estaraislado de los demás y de larealidad en general.

Ya hemos dicho que el hom-bre se constituye en función delas relaciones que establece

con los demás y con la reali-dad. Pero él está aislado de losdemás: cuando llega el Princi-pito ni siquiera levanta la cabe-za de su trabajo. No sabe conprecisión qué es eso que po-see.

El Principito por el contrarioestablece adecuadamente larelación entre medios y fines delo que posee, la utilidad es recí-proca: es utilidad para el po-seedor y para la cosa poseída,ambos se benefician. Él diceque el hombre de negocios noreporta ninguna utilidad a lasestrellas, a las cosas por él po-seídas. Por el contrario, si po-seo una flor, un volcán... esbueno para mí, me son útiles,pero también es bueno para laflor, para el volcán porque lescuido.

La incorrecta comprensiónde la riqueza se plasma con elhombre de negocios. La rique-za aquí consiste en la posesióny disfrute de una serie de bie-nes materiales. El símbolo dela riqueza es la posesión de mi-llones de estrellas. En este ca-so, las estrellas son análogasal dinero. El dinero carece devalor en sí (excepto el del valormaterial con que se ha fabrica-

do, que es un valor insignifican-te), es algo útil para el inter-cambio. Su valor es la utilidad,es decir, apunta a otras cosas,que son las que de verdad va-len.

El amor es lo que al Principi-to lo hace habitar, tener una flory tres volcanes, estar radicado.El Principito entrega, sin espe-rar nada a cambio, pues élama, entonces genera riqueza.Incluso en la economía, comolo han explicado algunos, lo pri-mario no es el consumo sino laproducción; no es la demandasino la oferta. La economía, ensentido antropológico estricto,surge de la capacidad del serhumano por añadir valor, pordar, por aportar (cfr. Sellés,2006, pp.171-172).

El hombre de negocios “po-see” 501,622,731 estrellas, pe-ro no ofrece nada, es un hom-bre vacío , o puede ser queofrezca engañosamente. Estorepresentó una enorme decep-ción para el Principito. “El Prin-cipito tenía sobre las cosas se-rias ideas muy diferentes de lasideas de las personas mayo-res...” (p.67).

En síntesis, la mayor pose-sión o la posesión más hondaque tiene el Principito es su ca-pacidad de entrega hacia loque ama. Eso lo hace ser un ni-ño virtuoso que tiene su plane-ta en el que habita, trabaja agusto e inventivamente, y es fe-liz, aunque en ocasiones seanecesario salir de casa paracomprenderlo.

Lo espectacular es que a sucorta edad sabe vivir a fondo ytransmite vida, porque la ad-quiere con el trabajo y en sucasa.

BIBLIOGRAFÍA

Alvira, R. (2001) Filosofía dela vida cotidiana. Madrid: Edi-ciones Rialp.

Saint-Exupéry, A. (1998) ElPrincipito. San Salvador: Clási-cos Roxsil.

Sellés, J.F. (2006) Raícesantropológicas de la econo-mía. Revista Empresa y Hu-manismo, Vol. IX, No. 2/06,pp.159-200.

AAAA mmmm aaaa rrrr,,,, hhhh aaaa bbbb iiii tttt aaaa rrrr yyyy pppp oooo ssss eeee eeee rrrr eeee nnnn EEEE llll PPPP rrrr iiii nnnn cccc iiii pppp iiii tttt oooo

El Principito repre-senta al yo verdaderode cada persona, lanaturaleza buena delhombre, muchas ve-ces anulado por elegoísmo, esa arenaseca del desierto queoculta el pozo vivifi-cador y musical.

CARMEN YADIRA CRUZ RIVAS

Foto/photo: Hubert Auer. Firma Fotowork. Sonnenscheinweg 8a,A-5400 Hallein, Alemania.

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centellas ni de metafísicas relacio-nes mentales, sino sólo de un co-nocimiento irremediablemente te-rrestre. La única manera de cono-cer es domesticar, repite el zorro,trabajo fatigoso y paciente. Anteshace falta mirarse desde lejos, ca-si de prisa, sin decirse nada, des-pués, día tras día, uno se acerca,se observa detenidamente e inter-cambia unas palabras. No siemprese dan pasos adelante en el cami-no de la comunión con el otro, pe-ro las citas no realizadas tambiéntienen su valor, en cuanto tiempodedicado a la otra persona.

-Lo que hace más importante a turosa, es el tiempo que tú has per-dido con ella.

El Principito entiende que ha si-do domesticado por una flor, nouna cualquiera, bonita sólo exte-riormente como muchas otras, si-no una rosa por la que merece lapena morir.

Cualquiera que las vea podrácreer indudablemente que mi ro-sa es igual que cualquiera de us-tedes. Pero ella se sabe más im-portante que todas, porque yo lahe regado, porque ha sido a ella ala que abrigué con el fanal, por-que yo le maté los gusanos (salvodos o tres que se hicieron maripo-sas ) y es a ella a la que yo he oí-do quejarse, alabarse y algunasveces hasta callarse. Porque esmi rosa, en fin.

Se dirige así al jardín de rosas,cuyo descubrimiento antes lo ha-bía hecho llorar, no sabía que surosa era realmente única en el uni-verso. Estas flores se le parecen,pero dentro están vacías, adjetivoinadecuado a la forma y sustanciade la rosa, pero lleno de valor sim-bólico.

Crear lazos con alguien signifi-ca llenarse del otro, llevárselo den-tro, guardar su valor en su propiocorazón. Sin el otro uno es sólosombras vanas, tiestos vacíos. Elúnico camino para huir del aniqui-lamiento y de la masificación con-siste en sentir en sí mismo un va-cío que habrá que llenar, cirio apa-gado entre miles, que no puedeencenderse y brillar de una llamaúnica porque resplandece de laimagen del otro. El valor del pe-queño extraterrestre no reside ensu belleza real o en su belleza an-gelical, lo que conmueve al adultoaviador.

es su fidelidad a una flor, es la ima-

gen de la rosa que resplandeceen él como la llama de una lámpa-ra, incluso cuando duerme...

Enriquecerse del otro, llevarloen sí mismo significa guardarlo,protegerlo, ser responsable de él.El Principito siempre se repite esteúltimo consejo, sugerido por el zo-rro, para no olvidarlo. La responsa-bilidad implica cuidar del otro todoslos días, hacer elecciones y acep-tar unas renuncias y eso hace almismo tiempo lleno y pesadonuestro vacío. El pequeño héroehubiera tenido sólo que respirar larosa, entender su fragilidad detrásde su astucia, no juzgarla: no lo haconseguido. Sus palabras han si-do tan desgarradoras que ha deci-dido marcharse.

Saint-Exupéry, aun concientede las dificultades de las relacioneshumanas, aspecto que ha experi-mentado en su propia carne condolor, revela la angustia por su au-sencia: un aislamiento sin espe-ranza.

De forma paradójica en otro li-bro, Tierra de los hombres, cuentala historia de un esclavo, que cuan-do alcanza la libertad, deseada pormuchos años, no encuentra sinoamargura y desconcierto fuera dela casa de su amo. Completamen-te solo, comprende que la peor es-clavitud consiste en haber sido pri-vado de los lazos con el mundo.

Él era libre, pero infinitamente,hasta el punto de no sentir su pe-so sobre la tierra. Y le faltaba esepeso de las relaciones humanasque entorpece la marcha, las lá-grimas, las despedidas, los repro-ches, las alegrías, todo lo que unhombre acaricia o rompe cadavez que esboza un gesto, los mi-llares de ataduras que lo ligan alos demás y le hacen sentir quepesa. Pero sobre Bark pesabanya mil esperanzas (Tierra de loshombres).

La necesidad de ser igual a losdemás, respetado y tratado deigual a igual ya no le interesa, pre-fiere ser indispensable para al-guien, saber que alguien no sepuede alejar de él con indiferencia.

Sólo creando lazos la vida tienesentido, ya que éstos libran alhombre y al mismo tiempo lo rela-cionan con los demás. Se trata decadenas estrechas, lastres pesa-dos, que obligan a gravitar sobreacontecimientos concretos, sin darningún valor a palabras o a emo-ciones flotantes. Para pasar de laindiferencia a la irrenunciabilidad

hacen falta sólo una larga suce-sión de encuentros, un lento ma-durar de gestos, un diálogo rítmicocon el otro.

Si vienes, por ejemplo, a las cua-tro de la tarde, desde las tres yoempezaría a ser dichoso. Cuantomás avance la hora, más feliz mesentiré. A las cuatro me sentiréagitado e inquieto, descubriré asílo que vale la felicidad. Pero si túvienes a cualquier hora, nunca sa-bré cuándo preparar mi corazón...Los ritos son necesario.

Toda relación humana tieneque someterse a un “ceremonial”que marque su proceso y acompa-ñe su pleno desarrollo. Este semanifiesta en la aceptación de unorden disciplinado de citas, hora-rios y gestos repetidos, quizástambién convencionales. Enton-ces cada rito no hay que interpre-tarlo como una repetición obligato-ria, sino como lo que da valor altiempo y que hace un día diferentede los demás, una hora diferentede las otras horas. Renovar y ac-tualizar cada vez una ceremonialleva a no detenerse en la superfi-cie de los gestos, significa másbien penetrar en lo más íntimo,promover una nueva y profundaacción creadora. Ninguna conven-ción artificiosa, solamente un testi-monio tangible del significado espi-ritual de las acciones y de los inten-tos del íntimo progreso.

La participación en la fiesta nostransforma en profetas del valor demomentos, cosas, lugares que, deotra manera, pasarían sin dejarhuella. Estas celebraciones seconvierten en puntos de referenciaesenciales, puertos seguros en loscuales el tiempo parece detener sueterno navegar. La cita con los ani-versarios, los cumpleaños, cual-quier acontecimiento, marca el rit-mo de la existencia y, sobre todo,contrapone al tiempo vano, fugitivoy dispersivo el tiempo significativo,estable y lleno. Y además en lasceremonias repetidas los signospeculiares con alto valor simbólicosustituyen a los gestos indefinidos.Revivir monótonamente los en-cuentros es la única manera parallegar a la esencia del lazo y al va-lor del otro.

Saint-Exupéry sigue adelante,en sus escritos su voz se hace vozpastoral cuya única batalla es de-rrotar la masificación de los indivi-duos y la homologación de las co-sas. Sólo creando lazos cada indi-viduo se transforma en un hombre,único e irrepetible, con todas laspersonas, los lugares y los mo-mentos que se lleva dentro. Hayque luchar contra el desmantela-

miento del tiempo y la dispersióndel espacio por medio de los ritos ydel hogar.

Si las ceremonias dan sentidoal devenir del hombre, la casa ofre-ce valor a su peregrinación y domi-cilio en la tierra. El hogar sitúa a lapersona en el espacio, enmarcán-dola en una realidad estable y de-terminada. Se trata de otra obliga-ción benéfica, tras las aparentesimposibilidades y obligaciones au-menta la libertad y disminuye el de-sorden. Las paredes de la casaabrazan y amparan la existenciahumana, garantizan su permanen-cia, revelan el apego a un lugar, sinel cual se puede estar en cualquiersitio sin estar en ninguno. Tambiénse puede, perdidos en el desiertocomo los dos protagonistas delcuento, volver a saborear intensa-mente el encanto del hogar y a tra-vés de provisiones de ternura, quelentamente el calor de sus habita-ciones ha ido depositando en elfondo del alma, sentirse arraigadosy parte activa de un conjunto devalores, atados sólidamente a losotros seres humanos, aunque tanfísicamente lejanos entre las du-nas.

Sin embargo las extensionesde arena no son suficientes al es-critor francés para explicar profun-damente el valor del hogar, sólo lasquejas de una mujer condenada,atada a un palo en el desierto, enCiudadela, puede revelar la ver-dad.

Prisionera en aquella noche infini-ta, invocaba la lámpara de la no-che en la casa, la habitación en laque se recogería y la puerta quese cerraría tras de sí. Ofrecida alUniverso entero que no revelabaningún rostro, llamaba al hijo quebesa antes de dormirse y que re-sume el mundo. Expuesta enaquella planicie desierta al pasajedel desconocido, ensalzaba el pa-so del esposo que por la nocheresuena en el umbral, aquel pasoque se reconoce en seguida yque tranquiliza. Extendida en lainmensidad no teniendo nadamás que agarrar, suplicaba que ledevolvieran los únicos diques quepermiten existir: aquel paquete delana para cardar, aquella determi-nada olla para lavar, sólo aquélla,aquel hijo para arrullar y no otro.Lanzaba su grito a la eternidad dela casa, envuelta con toda la al-dea en la misma oración de la no-che (Ciudadela).

En el amplio espacio silenciosoella pide el mismo ruido de pasosconocidos, de los que habla tam-bién el zorro, ante el universo sin lí-mites recuerda la pequeña habita-ción en la que se encerraría.

En el naufragio de sus pensa-mientos se agarra a pequeños ob-jetos y gestos concretos que la de-

vuelven a la vida y le ofrecen la se-guridad de pertenecer aún a la co-munidad humana. Todo se resumeen el recuerdo y en la invocacióndel hogar, que abarca todo eso.

Por otro lado el Principito, gra-cias a las enseñanzas recibidas ensu viaje, no busca nuevas amista-des en otras estrellas, sólo deseavolver a su planeta para volver aver su rosa.

-¿Sabes?... mi flor... soy respon-sable... ¡y ella es tan débil y taninocente! Sólo tiene cuatro espi-nas para defenderse contra todoel mundo.

También el aviador adultovuelve a casa, cuyo secreto hadescubierto en el desierto gra-cias al encuentro con un niño.Saint-Exupéry también, deste-rrado en Estados Unidos, de-searía volver a casa, luchar porsu patria, volver a ver a Consue-lo para protegerla y conseguir,por fin, entenderse sin dar de-masiada importancia a las pala-bras.

El final de la obra, caracteri-zado por la vuelta, nos da a en-tender, aún más a fondo, cómoel diálogo entre el niño extranje-ro y el zorro no se basa en prin-cipios fantásticos: crear lazosno es una respuesta forzada ala palabra domesticar, que hayque aceptar porque está enmar-cada en un universo fantástico.Es la única explicación posible.En la esencia más profundaconstruir un amor no es sino lle-var al otro a conocer su propiohogar, su valor, hecho de perso-nas, con objetos y lugares signi-ficativos, permitirle formar partede este mundo.

El viaje errabundo de nuestrohéroe por el universo terminacon la reunión con su estrella,sus incesantes dudas lo llevan acaer delicadamente y a hacerdesaparecer su cuerpo en la tie-rra, situación igual a la de su na-rrador, caído al mar en su aviónsin dejar rastro de sí.

Quizás también para él laúnica respuesta a la existenciaterrena ha sido la vuelta ad Do-mus.

* Traducción de “Asteroide B612: il ritorno a casa del PiccoloPrincipe”, en AAVV, Il ritorno acasa, ed. por Rafael Jiménez Ca-taño, Edusc, Roma 2005,pp.385-394.

VIENE DE LA PAG. 12

ASTEROIDE B 612:

Page 12: SEMANARIO CULTURAL EL PRINCIPITO - Nikolaus Schapfl · 2007. 3. 5. · ópera “Der Kleine Prinz” realizadas por Hubert Auer (Fotowork. Sonnenscheinweg 8a, A-5400 Hallein, Alemania);

A mí me habría gustadomás comenzar esta historia ala manera de los cuentos dehadas. Me habría gustado de-cir: “Era una vez un principitoque habitaba un planeta ape-nas más grande que él y quetenía necesidad de un ami-go...” Para aquellos que com-prenden la vida, esto hubieraparecido más real. Porque nome gusta que mi libro sea to-

mado a la ligera.

Nosotros tam-bién hubiéra-mos preferidoencontrar el

íncipit clásico Érase unavez... en El Principito, pa-ra sentirnos a nuestras an-chas desde el principio,en un mundo conocido yacogedor, sin embargonos damos cuenta de có-mo Saint-Exupéry temíaque le colocáramos en elestante de los libros paraniños, o peor, en el traste-ro, entre los juguetes queya no sirven cuando unose hace mayor. El autor hadecidido empezar con unrecuerdo de su infancia:los mayores confunden sudibujo de una boa que di-giere un elefante con unvulgar sombrero.

Es un acontecimiento real, de laúnica realidad que existe para losadultos, hecha de geografía e his-toria, aritmética y gramática, cifrasy dinero, en la que no caben los di-bujos.

En el temor de que nuestras pa-labras pasen por uno de los mu-chos discursos folklóricos o peda-gógicos sobre los cuentos, hemosdecidido recorrer al artificio de untítulo altisonante, lleno de núme-ros: asteroide B 612, para que losmayores crean que el planeta delPrincipito existe de verdad.

Esa es la única verdad de laque está seguro Saint-Exupéryque traslada a esta obra, conside-rada por muchos su testamentoespiritual, la profundidad de suspensamientos, atenúa sus angus-tias e intenta encontrar un signifi-cado a sus malestares.

Escribe el cuento en 1942 enlos Estados Unidos, lejos, como el

protagonista, de su casa, su queri-da Francia, derrotada y humillada,separado de su mujer Consuelo,coqueta y delicada como una rosa.Se marcha entre la incomprensióne intenta, de todas maneras, volvery luchar por la liberación de su pa-tria, y, en las cartas a su mujer,nunca abandona la tierna esperan-za de volver a juntarse conella.

Ante estas angustias la-menta no tener fe, para ais-larse en un monasterio, enla paz de los cantos grego-rianos que tanto lo han fasci-nado. Al final sólo consiguela autorización a realizar cin-co misiones aéreas para fo-tografiar las tropas enemi-gas en Francia y de la últimano consigue volver, proba-blemente blanco de los ca-zas alemanes. Su vehículose pierde en las aguas deMarsella y será encontradosólo en el verano de 2004.

Muere sin que se en-cuentre su cuerpo, precisa-mente como su pequeñohéroe, se marcha sin certi-dumbres pero con una únicagran esperanza, la de volvera aquel “planeta” al quesiente pertenecer y por elque ha vivido toda su vida.

Señor, acudo a ti porque he aradoen nombre tuyo. Ati la siembra. Tehe construido esta vela. Te toca ati encenderla. Te he construido es-te templo. Te toca a ti vivir su si-lencio (Ciudadela).

Llegar a ese silencio es el obje-tivo alcanzado por Saint-Exupérytras un recorrido hecho de sufri-mientos, equivocaciones, difícilesluchas interiores; el mismo recorri-do de vida que afronta el Principito,antes de volver a su planeta.

El niño sale de su asteroide porhaber dado importancia a las pala-bras de la rosa, sin entender toda-vía como éstas puedan ser muy amenudo fuente de malentendidos.Se aleja con dolor y empieza suviaje en busca de un amigo.

Antes de llegar a la tierra hayunas etapas intermedias, se detie-ne en seis planetas muy peque-ños, donde encuentra a los habi-

tantes que lo decepcionan profun-damente. Aterriza en nuestro pla-neta y sólo después de haber

atravesado arenas, rocas y nie-ves, descubrió finalmente un ca-mino. Y los caminos llevan siem-pre a la morada de los hombres.

En este camino topa primero

con una serpiente e inmediata-mente después se encuentra enun jardín de rosas. Su flor lo habíaengañado al declararse el únicoejemplar de su especie en todo eluniverso. Desconsolado llora, sesiente solo. Todo su recorrido seconvierte en una dolorida reflexiónsobre la soledad. Se trata de lamisma condición del piloto narra-dor al que encuentra después,quien, por una avería en el avión,se ha perdido en el desierto. Todoeso no es sólo un símbolo para elautor; a veces en sus travesías aé-reas de pionero ha sido obligado aaterrizajes de emergencia entredunas de arena en cuyo silencio

ha vivido. Ha descubierto aridez ensu corazón, y las luces de losanuncios de una sociedad rebaja-da a hablar de golf, refrigeradores,política, revistas, han secado lafuente de sus lágrimas. El desiertollega a ser el símbolo de la desola-ción del hombre moderno, pero almismo tiempo, vivir realmente este

lugar ha llevado un soplode esperanza al aviadordesconectado del mundo.

Lejos del bullicio de laciudad vuelve a descubrirlas riquezas humanas, he-chas de arrebatos, nostal-gias, dichas y sufrimientoscompartidos con los de-más.

Sólo la amistad y elamor pueden librar el cora-zón de la soledad, y heaquí que al Principito en latierra no son los hombres -demasiado atareados ensus negocios que les qui-tan tiempo para conocer alos demás- quienes le ex-plican esto, sino un zorro.Ese zorro también está so-lo y su existencia discurrecazando gallinas y huyen-do de los hombres. Su vidaes monótona, llena de ac-ciones repetidas todos losdías con cansancio, por-que todos los seres vivien-tes con los que se relacio-na son iguales.

Su vida es aburrida:una espera, al fin y al cabo,

de la llegada de alguien único. Unencuentro de ese tipo lo ha tenidoel joven protagonista cuando deuna semilla, de origen desconoci-do, ha brotado un vástago, diferen-te de todos los demás. Su presen-cia le ha despertado tanta curiosi-dad que abandona la cuidadosa ydiaria limpieza del planeta para se-guir constantemente el crecimientode la nueva flor. Al asistir a su naci-miento, el pequeño héroe no pue-de dejar de contener su admira-ción por tanta belleza. Desde estemomento su principal tarea consis-tirá en satisfacer los deseos de larosa.

Pero yo era demasiado joven para

saber amarla (El Principito).

A causa de unas sencillas in-comprensiones decide marcharseen búsqueda de alguien a quienpueda amar sin sufrir. Hasta el en-cuentro con el zorro ha encontradosólo personajes ajetreados en susinútiles tareas o afligidos, todos sinamor. El zorro es el único que losaluda sin atribuirle en seguida pa-peles de súbdito, admirador o ex-plorador funcionales respectiva-mente a su propia condición derey, de vanidoso o de geógrafo. Elpríncipe le pregunta al zorro quiénes y, por primera vez, se siente li-bre de decidir lo que quiere hacerrealmente: jugar con alguien,puesto que nunca lo ha hecho. Sinembargo, el zorro, al no estar do-mesticado, no puede satisfacer sudeseo. Hacen falta tiempo, pacien-cia y trabajo para conseguir jugarcon alguien.

Las exigencias de la rosa, pro-bablemente, no eran simples anto-jos...

El protagonista no sabe quéquiere decir domesticar y, antes derecibir una respuesta, tiene quepreguntárselo tres veces, repeti-ción típica de los cuentos: a las co-sas más importantes siempre sellega después de haber superadofatídicas pruebas.

-Es una cosa ya olvidada -dijo elzorro-, significa “crear vínculos”...(El Principito).

Es el fin del aburrimiento: la lle-gada de una persona, diferente detodas las demás, el encuentro conun ser humano que para mí seconvierte en único en el universo.Entonces resplandece la vida,cuando los rasgos de aquella per-sona llenan de valor y significadolugares y cosas.

Conoceré el rumor de unos pasosdiferentes a todos los demás. Losotros pasos me hacen esconderbajo la tierra; los tuyos me llama-rán fuera de la madriguera comouna música. Y además, ¡mira!¿Ves allá abajo los campos de tri-go? Yo no como pan y por lo tantoel trigo es para mí algo inútil. Loscampos de trigo no me recuerdannada y eso me pone triste. ¡Perotú tienes los cabellos dorados yserá algo maravilloso cuando medomestiques! El trigo, que es dora-do también, será un recuerdo de ti.Y amaré el ruido del viento en eltrigo (El Principito).

La realidad se transforma, cual-quier cosa cercana o lejana ad-quiere rostro y significado. Todoeso no surge de la nada, de vibra-ciones de las almas parecidas a

PASA A LA PAGINA ONCE...

DOMINGO 7 DE ENERO DE 200712

ASTEROIDE B 612:La vuelta a casa de El Principito*

VALERIO PERNA

Representación de la ópera “El Principi-to” con Robert Crowe (El Principito) y Sa-brina Kögel (La serpiente). Foto/photo:Hubert Auer. Firma Fotowork. Sonnens-cheinweg 8a, A-5400 Hallein, Alemania.