Selvicultura Del Eglobulus

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Selvicultura del Eucalipto (Eucalyptus globulus) separata del Capitulo elaborado por Ruiz, López, Toval y Alejano (2008) de la Obra “Compendio de Selvicultura aplicada en España” Montero, Serrada, Reque (Eds) por iniciativa del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria.

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Ha pasado casi medio siglo. La que fuera Empresa Nacional de Celulosas, hoy ENCE, llegó a Huelva como consecuencia de los trabajos ya desarrollados por Patrimonio Forestal del Estado con el género Eucalyptus en la provincia.

El inicio de la construcción de una presa en 1962 en Gibraleón ponía la primera piedra al proyecto ENCE para la extracción de la celulosa de la madera cultivada de eucalipto. La actividad industrial comenzó en 1964 y desde el principio se re-veló como la de mayor impacto social de la provincia en generación de empleo directo e indirecto, de forma diseminada además por toda la geografía onuben-se. La razón fundamental de este claro beneficio siempre ha sido el eucalipto y todas las labores forestales e industriales asociadas a él.

Sin embargo, los antecedentes de este género de origen australiano no están rela-cionados con la pasta de papel. Las primeras plantaciones de eucalipto en Huelva se remontan a finales del siglo XIX. La Administración forestal del Gobierno es-pañol de entonces había iniciado la actividad repobladora con Eucalyptus con un marcado carácter experimental. Se trataba de ratificar las expectativas creadas por sus rápidos crecimientos y, por tanto, su valía para aumentar la superficie arbola-da, un objetivo fundamental de la Ley de Repoblación Forestal de 1908.

Las primeras referencias a una selvicultura extensiva de la especie las encon-tramos a principios del siglo XX. De acuerdo a lo que nos dejó escrito en 1924 el insigne Ingeniero de Montes y Botánico onubense Manuel Martín Bolaños, las primeras repoblaciones se realizaron por iniciativa de propietarios privados, ante la gran demanda de esencia y madera de eucalipto para los numerosos usos posibles: ebanistería, traviesas de ferrocarril, apeas para minas, construc-ciones agrícolas y navales y, sobre todo, como combustible.

Pero fue sin duda la creación del Patrimonio Forestal del Estado en 1941 lo que dio un gran impulso a las plantaciones de eucalipto, principalmente con Eucalyptus globulus y E. camaldulensis. Desde un principio, el objetivo perseguido por esta institución pública fue dar solución al déficit creciente de madera del país a través del aumento de la productividad de los montes. Esa inquietud fue recogida por los propietarios particulares, dando lugar así a las primeras señales de una selvi-cultura funcional del eucalipto para la producción de madera y la orientación, por tanto, hacia un enfoque más científico.

Con el inicio de la actividad forestal asociada a la obtención de materia prima para la extracción de la celulosa a principios de los años sesenta, arrancó una nueva etapa en el desarrollo de la selvicultura del eucalipto, orientada ya bási-camente hacia el E. globulus. Las inquietudes de los profesionales forestales de ENCE por la mejora y desarrollo de la selvicultura del eucalipto han quedado de manifiesto desde sus inicios con la publicación de numerosos trabajos cien-tíficos y técnicos, muchos llevados a cabo con prestigiosos centros de investiga-ción en el ámbito forestal internacional. Un hito importante que simboliza este compromiso fue la creación de la Dirección de Investigación Forestal de ENCE en 1981, hoy referencia internacional del sector.

Desde ese momento hasta la fecha, la actividad investigadora de la empresa en el ámbito forestal ha estado enmarcada en una estrategia de mejora continua tanto de la selvicultura como de la genética de la especie. En Huelva se han obtenido logros de relevancia mundial como la clonación del E. globulus con rentabilidad comercial, y el desarrollo posterior, en constante evolución y me-jora, de la selvicultura clonal. Todos los resultados de esta investigación son los que ahora recoge la publica-ción “Compendio de Selvicultura aplicada en España” por iniciativa del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria. El capítulo dedica-do al Eucalyptus globulus es el que se reproduce fielmente en este documento.

Todo el saber que esta publicación reúne es el legado impreso de los profesiona-les forestales que han trabajado o colaborado con ENCE en todos los años de su historia. Han sido cientos. Los que abrieron caminos aportando mucho más que su calidad profesional; los que supieron recoger el testigo asegurando la pervi-vencia del conocimiento y del compromiso con la tierra en la que desarrollan su labor; los que han colaborado desde distintos organismos e instituciones contri-buyendo a la labor científica; y los que hoy mantienen vivo el espíritu innovador y la capacidad de adaptación a un entorno cambiante que no da tregua. A todos ellos hay que dar las gracias: a los responsables técnicos, a los encargados, a los capataces, a todos los trabajadores del sector que hacen verdad cada una de las mejoras conseguidas por la selvicultura que se describe a continuación en beneficio de toda la sociedad.

Grupo ENCE

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Ha pasado casi medio siglo. La que fuera Empresa Nacional de Celulosas, hoy ENCE, llegó a Huelva como consecuencia de los trabajos ya desarrollados por Patrimonio Forestal del Estado con el género Eucalyptus en la provincia.

El inicio de la construcción de una presa en 1962 en Gibraleón ponía la primera piedra al proyecto ENCE para la extracción de la celulosa de la madera cultivada de eucalipto. La actividad industrial comenzó en 1964 y desde el principio se re-veló como la de mayor impacto social de la provincia en generación de empleo directo e indirecto, de forma diseminada además por toda la geografía onuben-se. La razón fundamental de este claro beneficio siempre ha sido el eucalipto y todas las labores forestales e industriales asociadas a él.

Sin embargo, los antecedentes de este género de origen australiano no están rela-cionados con la pasta de papel. Las primeras plantaciones de eucalipto en Huelva se remontan a finales del siglo XIX. La Administración forestal del Gobierno es-pañol de entonces había iniciado la actividad repobladora con Eucalyptus con un marcado carácter experimental. Se trataba de ratificar las expectativas creadas por sus rápidos crecimientos y, por tanto, su valía para aumentar la superficie arbola-da, un objetivo fundamental de la Ley de Repoblación Forestal de 1908.

Las primeras referencias a una selvicultura extensiva de la especie las encon-tramos a principios del siglo XX. De acuerdo a lo que nos dejó escrito en 1924 el insigne Ingeniero de Montes y Botánico onubense Manuel Martín Bolaños, las primeras repoblaciones se realizaron por iniciativa de propietarios privados, ante la gran demanda de esencia y madera de eucalipto para los numerosos usos posibles: ebanistería, traviesas de ferrocarril, apeas para minas, construc-ciones agrícolas y navales y, sobre todo, como combustible.

Pero fue sin duda la creación del Patrimonio Forestal del Estado en 1941 lo que dio un gran impulso a las plantaciones de eucalipto, principalmente con Eucalyptus globulus y E. camaldulensis. Desde un principio, el objetivo perseguido por esta institución pública fue dar solución al déficit creciente de madera del país a través del aumento de la productividad de los montes. Esa inquietud fue recogida por los propietarios particulares, dando lugar así a las primeras señales de una selvi-cultura funcional del eucalipto para la producción de madera y la orientación, por tanto, hacia un enfoque más científico.

Con el inicio de la actividad forestal asociada a la obtención de materia prima para la extracción de la celulosa a principios de los años sesenta, arrancó una nueva etapa en el desarrollo de la selvicultura del eucalipto, orientada ya bási-camente hacia el E. globulus. Las inquietudes de los profesionales forestales de ENCE por la mejora y desarrollo de la selvicultura del eucalipto han quedado de manifiesto desde sus inicios con la publicación de numerosos trabajos cien-tíficos y técnicos, muchos llevados a cabo con prestigiosos centros de investiga-ción en el ámbito forestal internacional. Un hito importante que simboliza este compromiso fue la creación de la Dirección de Investigación Forestal de ENCE en 1981, hoy referencia internacional del sector.

Desde ese momento hasta la fecha, la actividad investigadora de la empresa en el ámbito forestal ha estado enmarcada en una estrategia de mejora continua tanto de la selvicultura como de la genética de la especie. En Huelva se han obtenido logros de relevancia mundial como la clonación del E. globulus con rentabilidad comercial, y el desarrollo posterior, en constante evolución y me-jora, de la selvicultura clonal. Todos los resultados de esta investigación son los que ahora recoge la publica-ción “Compendio de Selvicultura aplicada en España” por iniciativa del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria. El capítulo dedica-do al Eucalyptus globulus es el que se reproduce fielmente en este documento.

Todo el saber que esta publicación reúne es el legado impreso de los profesiona-les forestales que han trabajado o colaborado con ENCE en todos los años de su historia. Han sido cientos. Los que abrieron caminos aportando mucho más que su calidad profesional; los que supieron recoger el testigo asegurando la pervi-vencia del conocimiento y del compromiso con la tierra en la que desarrollan su labor; los que han colaborado desde distintos organismos e instituciones contri-buyendo a la labor científica; y los que hoy mantienen vivo el espíritu innovador y la capacidad de adaptación a un entorno cambiante que no da tregua. A todos ellos hay que dar las gracias: a los responsables técnicos, a los encargados, a los capataces, a todos los trabajadores del sector que hacen verdad cada una de las mejoras conseguidas por la selvicultura que se describe a continuación en beneficio de toda la sociedad.

Grupo ENCE

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I FORMAS DE MASA Y TIPOLOGÍASELVICULTURA DE EUCALYPTUS GLOBULUS (capítulo dedicado a esta especie en el “Compendio de Selvicultura aplicada en España” de 2008)

INTRODUCCIÓN .........................................................................................................................5

I. FORMAS DE MASA Y TIPOLOGÍA ............................................................................................6

II. TRATAMIENTOS DE REGENERACIÓN ....................................................................................9

II.1. ÉPOCA DE CORTA .................................................................................................................................................................................. 9

II.2. NÚMERO DE CORTES O RECEPES .................................................................................................................................................... 9

II.3. ALTURA DE CORTE .............................................................................................................................................................................. 10

II.4. SUPERFICIE DEL TRANZÓN DE CORTA ........................................................................................................................................ 10

II.5. TRATAMIENTO Y APROVECHAMIENTO DE LOS RESIDUOS DE CORTA ........................................................................... 10

III. TRATAMIENTOS DE MEJORA Y TRATAMIENTOS PARCIALES ............................................12

III.1. SELECCIÓN DE BROTES ............................................................................................................................................................. 12

III.2. PREPARACIÓN DEL TERRENO PREVIA A LA PLANTACIÓN ........................................................................................... 12

III.3. CONTROL DE LA VEGETACIÓN POSTERIOR A LA PLANTACIÓN ............................................................................... 14

III.4. CLARAS ............................................................................................................................................................................................ 15

III.5. PODAS .............................................................................................................................................................................................. 17

III.5.1. Podas en selvicultura para madera de trituración ............................................................................................................... 17

III.5.2. Podas en selvicultura para madera sólida ............................................................................................................................ 18

III.6. FERTILIZACIÓN ............................................................................................................................................................................. 20

III.6.1. Fertilización inicial o de arranque ......................................................................................................................................... 20

III.6.2. Fertilización de mantenimiento ............................................................................................................................................ 22

III.6.3. Fertilización de brotación o post-aprovechamiento ........................................................................................................... 24

III.7. TRATAMIENTO FITOSANITARIOS O PREVENTIVOS ......................................................................................................... 24

IV. CRECIMIENTO Y PRODUCCIÓN ..........................................................................................26

IV.1. CALIDAD DE ESTACIÓN ............................................................................................................................................................. 26

IV.2. INFLUENCIA DE LA DENSIDAD DE PLANTACIÓN EN EL CRECIMIENTO ................................................................ 29

IV.3. TURNO Y PRODUCCIÓN ............................................................................................................................................................. 31

V. IMPACTO SOCIAL Y ECOLÓGICO DE LAS PLANTACIONES DE EUCALYPTUS .....................34

VI. BIBLIOGRAFÍA ....................................................................................................................36

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i n t r o d u C C i Ó n

El género Eucalyptus, perteneciente a la familia Myrtaceae, incluye casi 600 taxones distintos siendo la mayoría originarios de Aus-tralia (Chippendale, 1988). Desde sus lugares de origen ha sido distribuido por todo el mundo y especialmente a zonas de clima mediterráneo, tropical o subtropical. Las últimas referencias al respecto indican que la superficie ocupada por este género supe-ra los 17,8 millones de hectáreas (FAO, 2000).

El primer registro de semillas de eucalipto que llegó a Europa data de 1804. Estas semillas pertenecían a la especie E. globulus y se culti-varon en Francia (Penfold y Willis, 1961; Potts et al., 2004). En España el género fue introducido probablemente por Fray Rosendo Salvado en 1846, quien envió semillas procedentes de Australia a su familia de Tuy en la provincia de Pontevedra (González-Río et al., 1997). En nuestro país, donde hay en torno a 500.000 has de eucaliptar (Toval, 2002), están representadas alrededor de ochenta especies del género (de la Lama, 1976), pero de ellas tan solo E. globulus y E. camaldulen-sis, ocupan una superficie que puede considerarse de interés desde el punto de vista de la selvicultura. El área preferente de cultivo se centra en Galicia (61% de la superficie total), Cornisa Cantábrica (16%), Andalucía occidental (17%) y Extremadura (6%), destacando por provincias La Coruña con un 31%, Lugo con un 17% y Huelva con un 15% del total superficial (Aspapel, 1988).

Mientras que E. globulus experimenta un sensible auge de sus plantaciones en el Norte y Noroeste de la Península Ibérica (ocupando unas 325.000 ha), E. camaldulensis describe una clara tendencia a la reducción de la superficie plantada en Andalucía occidental y Extremadura (105.000 ha), a pesar de que ésta es la especie más extendida a nivel mundial (Florence, 1996). Es des-tacable en los últimos años la utilización de la especie E. nitens, plantada en unas 40.000 ha principalmente en el Norte de la pe-

nínsula en zonas en las que el empleo de E. globulus está limitado por el frío.

Las plantaciones de eucalipto en España representan un 3,74% de la superficie forestal arbolada, produciendo un 27,33% del to-tal de la madera industrial del país (Nicolás, 2005). Los primeros eucaliptares españoles tuvieron como destino principal la fabri-cación de apeas de minas (González-Río et al., 1997) pero hoy sin duda la fabricación de pasta de papel es el uso mas importante (Villena, 2003). Además, en la última década y principalmente en el Norte de la Península Ibérica, se ha experimentado una cla-ra tendencia a la diversificación de sus usos para la fabricación de tableros (de fibras, MDF y contrachapado) y madera de sierra (parquet, tarimas, etc.) (Baso, 2003).

La gran adaptación al cultivo y el rápido crecimiento que se está logrando hacen que la especie tenga un gran potencial de expan-sión debido a la utilización de las plantaciones como sumideros de CO2 atmosférico. Los acuerdos recogidos en el protocolo de Kyoto comprometen a los países a compensar sus emisiones me-diante el uso de energías alternativas o el secuestro de CO2 at-mosférico mediante plantaciones que incrementen la fijación que se producía mediante el uso tradicional del recurso suelo. Más recientemente, la provisión de biomasa en reemplazo de otros combustibles está en etapa de inicio y expansión, ya que la made-ra es, sin lugar a duda, un recurso natural renovable alternativo frente a los no renovables combustibles fósiles.

Dada la importancia que tiene en nuestro país la especie E. globu-lus dentro del género, la selvicultura que se describe en este ca-pítulo se refiere esencialmente a ésta. Habría que tener en cuenta las diferencias selvícolas con el resto de los eucaliptos, principal-mente aquellas que se refieren a la diferente capacidad de brota-ción, como en el caso de E. nitens, lo que condiciona el Método de Beneficio y por lo tanto la selvicultura del monte.

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i . F o r m a s d e m a s a Y t i p o l o G Í aUn número reducido de especies de Eucalyptus han llegado a do-mesticarse y cultivarse de forma intensiva en todos los continentes. Particularmente E. globulus está considerada una especie modelo para estudios genéticos y para el desarrollo de programas de me-jora y selvicultura. Por tratarse de una especie cultivada en España, todas las masas existentes son repobladas y fundamentalmente monoespecíficas. Como consecuencia del tratamiento empleado para las cortas de regeneración, que se describirá en un apartado posterior, la forma principal de masa es la de estructura coetánea.

Históricamente los eucaliptos se han regenerado a partir de semi-llas, sin embargo, el aumento de su interés ha inducido al desarro-llo de técnicas operativas para la reproducción clonal de árboles superiores. La repoblación mediante material clonal seleccionado de Eucalyptus es el camino mas corto para obtener aumentos con-siderables de producción ya sea por el incremento volumétrico, la calidad de la madera obtenida como así también por la homoge-neidad de la masa. Esta última ventaja abarata los costes del apro-vechamiento, transporte y facilita el proceso industrial.

La reproducción in vitro fue la primera técnica de propagación clo-nal para la generación de nuevas plantas, pero su elevado coste limitó su uso a escala operativa. El éxito de la clonación se basó en la reproducción in vivo por el enraizamiento de estaquillas, hoy llamadas macro estaquillas. La técnica fue desarrollada en espe-cies tropicales, principalmente en Brasil y mas tarde ajustada para E. globulus (Cañas, 1992) en el Suroeste de España. El material ve-getal de propagación inicialmente procedía de la selección masal en las poblaciones de razas locales (Cañas et al., 1994). La selección masal se inició en el Suroeste de España en 1984 y en el Noroeste en 1991, consiguiéndose por vez primera la producción masal con carácter comercial de la especie por vía vegetativa en la provincia de Huelva en 1990. Posteriormente, programas de mejora genéti-ca permitieron la selección de los mejores segregantes producidos

por polinización abierta y controlada entre los mejores padres (To-val et al., 1996).

La primera etapa para la obtención de clones por selección masal se basa en la localización de árboles fenotípicamente superiores (árboles plus) que destacan en comparación con sus vecinos por su mayor volu-men maderable, mayor rectitud y limpieza de fuste, poda natural, en-contrarse libre de plagas y enfermedades y densidad básica superior. Los árboles plus se cortan para, de los brotes de cepa, obtener las prime-ras estaquillas con las que ensayar la capacidad de enraizamiento de cada genotipo. Los primeros ramets enraizados se manipulan con el fin de obtener pies-madre que proporcionen nuevas estaquillas, inicián-dose de este modo el sistema de producción “en cascada” (Figura I.1). Al establecimiento y evaluación de los clones en el campo por medio de pruebas comparativas clonales, sigue la selección definitiva y el es-tablecimiento de plantaciones clonales.

La técnica de estaquillado empleada inicialmente se denominó de macro- estaquillado. En ella las estacas son obtenidas a partir de bro-tes laterales de plantas cultivadas en el exterior y que constituyen el parque de pies madre. De cada brote cosechado del pie madre se ob-tienen así varias macro-estacas que son segmentos de rama con dos pares de hojas y dos entrenudos (Soria, 2003). En continua mejora, la técnica ha evolucionado hasta el empleo de una mini-estaquilla apical que consiste en una ramilla de entre 6-8 cm de largo obtenida de un pie madre de tamaño reducido y cultivado de manera intensiva ge-neralmente dentro de invernadero. La técnica de mini- estaquillado presenta ventajas con respecto a la tradicional principalmente en la mejora de la calidad de la planta y en el proceso productivo en gene-ral. Las plantas procedentes de mini-estaquillas ofrecen mejor sistema radicular, rectitud de la planta, rapidez en el proceso de enraizamiento y desarrollo de la planta en vivero (Alfenas et al., 2004). Por otro lado el cultivo de los pies madre en condiciones ambientales controladas per-mite una amortiguación en la época estacional de menor producción de material vegetal de producción.

La organización de las plantaciones clonales atiende a un “mosai-co clonal” en el que las unidades de superficie correspondientes a cada clon rondan las 10 ha en el Suroeste (Ence, 2005). Las ventajas

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de este tipo de diseño frente a la mezcla de clones en las plantaciones comerciales han sido estudiadas y justificada por Zobel (1993), llegando a la conclusión de que el tamaño de los bloques clonales ha de encon-trarse entre las 15 y 20 ha para que resulten operativos desde el punto de vista de su manipulación selvícola. Las plantaciones clonales han contribuido al desarrollo pormenorizado de intervenciones selvícolas de precisión (Pardos, 1988).

Los eucaliptares de E. globulus, a pesar de las densidades de plantación em-pleadas en la Península Ibérica, no forman por regla general un bosque ce-

rrado ni en masas de brinzales ni en chirpiales. Si bien el dosel de copas suele ser más cerrado en el primer turno de brinzales, los procesos de mortalidad acumulados por acción de los limitantes ambientales, tanto a lo largo del tur-no como después de cada corta de regeneración, desencadenan una pérdida progresiva de densidad tras sucesivas cortas. Este fenómeno es más notorio en los eucaliptares del Suroeste en masas sin ningún grado de mejora ge-nética, donde se registra un porcentaje elevado de mortalidad como conse-cuencia de la plaga Phoracantha. Por otro lado, a este proceso se suma una mayor diferenciación del dosel, con un progresivo aumento de diferencias entre estratos con la edad dentro del turno y a lo largo de éstos. La entrada

Figura i.1: esquema del proceso de multiplicación clonal por macropropagación seguido por enCe. resumen de los resultados de las campañas de selección masal llevadas a cabo en Huelva entre 1984 y 1994.

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II TRATAMIENTOS DE REGENERACIÓN

de luz en la plantación desencadena la aparición de matorral y la regeneración progresiva de otras especies, lo que trae consigo una mayor competencia por parte de la vegetación invasora. En la provincia de Huelva, la mejor representación de este tipo de masas la encontramos en plantaciones de ca-lidades inferiores, principalmente en suelos degradados de la Comarca del Andévalo, donde después de varias cortas los eucaliptares presentan un aspecto de bosque aclarado con una importante regeneración de especies arbustivas e invasión de matorral, principalmente jara.

Sin embargo, en el Norte de la península la supervivencia de las masas es muy elevada y no se registra ninguna plaga que incida drásticamente sobre la supervivencia de los in-dividuos de la plantación. En este área geográfica son muy frecuentes las masas que conservan un excelente vigor tras sucesivas cortas de regeneración. La invasión de matorral, principalmente brezo y tojo, es un proceso muy frecuente durante los primeros años de la plantación.

La mejora genética sumada al empleo de material clonal en las plantaciones reduce significativamente la pérdida de densidad y el desencadenamiento de los procesos descri-tos, dando lugar a masas de una elevada homogeneidad sin apenas estratificación de las copas de la plantación, y con-servando las densidades del rodal con la edad de la planta-ción y tras sucesivas cortas. El material genético mejorado presenta asimismo una excelente capacidad de rebrote, asegurando el éxito de la regeneración tras la corta final, en contraste con las masas de origen seminal, en las que parte de la mortalidad acumulada es debida a la pérdida de la ca-pacidad de rebrote de las cepas. Aun así, las masas clonales de E. globulus presentan un dosel abierto, a lo que contribu-ye que entre los criterios de selección de los genotipos se encuentra la búsqueda de aquellos con baja proporción de copa y, al mismo tiempo, elevada eficiencia fotosintética.

masa clonal de 7 años de edad en el litoral de la provincia de Huelva

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II TRATAMIENTOS DE REGENERACIÓN

i i . t r ata m i e n t o s d e r e G e n e r a C i Ó nEl tratamiento de regeneración aplicado a las masas de eucalipto con destino a la fabricación de pasta de celulosa es el de cortas a hecho siendo la forma fundamental de masa o método de beneficio el monte bajo. Las masas se crean partiendo de brinzales, que des-pués de la primera corta se convierten en chirpiales de monte bajo. Dada la alta capacidad de rebrote que tiene E. globulus, el vigor que mantienen sus cepas después de repetidas cortas y la buena calidad de los chirpiales, el propósito es conseguir el mayor número de rota-ciones que la estación permita (Toval, 1999).

Los brotes que dan origen al monte bajo se originan a partir de ye-mas ubicadas en la parte interior de la corteza sobre la superficie de corte o yemas adventicias, de yemas durmientes bajo la corteza o yemas proventicias o de yemas ubicadas en los lignotubérculos que presentan algunas especies. Cuando el tronco está creciendo, las yemas proventicias están inhibidas por la acción de las auxinas que produce el árbol, pero al cortar el fuste cesa el flujo de auxi-nas desarrollándose brotes proventicios o epicórmicos. Asimismo, el corte del fuste supone un daño físico que activa el desarrollo de brotes adventicios sobre la superficie de la cepa.

II.1. ÉpoCa de CortaLa época de corta no sólo es importante porque las condiciones climatológicas puedan hacer abortar las yemas, sino porque dichas condiciones, ya sea por sequía o por helada, pueden perjudicar a los brotes con un cierto desarrollo o influir en el riesgo de ataques de enfermedades y plagas.

Así en el Suroeste, la época de corta recomendable en las zonas de mayor sequía, como las comarcas de Costa y Andévalo de la pro-vincia de Huelva, es la comprendida entre los meses de octubre y febrero, pudiendo prolongarse hasta el mes de junio en los rodales de calidades I y II, ya que el vigor del rebrote está íntimamente

relacionado con la calidad del rodal. En las zonas de la Sierra de la misma provincia se puede efectuar la corta desde septiembre hasta junio.

En el Norte de la península la corta puede realizarse en cualquier época del año con excepción de los meses de noviembre a enero, en aquellos montes situados en zonas con inviernos muy fríos, o en julio y agosto, en montes situados en zonas con fuerte sequía estival y suelo somero.

Experiencias desarrolladas en el Norte de Portugal (Pereira y Sar-dinha, 1984) mostraron la estación fría como la más desfavorable desde el punto de vista de la mortalidad ocasionada a los tocones, siendo la primavera la estación más favorable. La recomendación de la FAO (1979) es cortar a comienzos de la estación de crecimien-to, de forma que los rebrotes no sean afectados por las últimas heladas.

ii .2. nÚmero de Cortes o reCepesLa excelente capacidad de rebrote de la especie E. globulus hace posi-ble realizar sucesivas cortas de regeneración o recepes a la plantación a lo largo del tiempo.

En el Norte de la Península Ibérica, donde la especie encuentra el ma-yor grado de adaptación a las condiciones ambientales, no se experi-mentan decaimientos en la productividad relacionados con el núme-ro de recepes realizado (Fernández, 1982). En este área geográfica son frecuentes plantaciones que se encuentran en la quinta rotación de chirpiales e incluso superiores a ésta.

En el Suroeste de la península, las plantaciones de procedencia local sin ningún grado de mejora se han llevado tradicionalmente has-ta el 3er o a lo sumo el 4º recepe de la masa, siendo la mortalidad acumulada en la plantación, y por tanto la pérdida de rendimiento, el criterio económico seguido para justificar la transformación y re-forestación. En la actualidad la disponibilidad de material genético mejorado también puede justificar la sustitución de cepas indepen-dientemente del número de recepes realizados.

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II TRATAMIENTOS DE REGENERACIÓN

ii .3. altura de CorteLa altura de corte no tiene influencia en el rebrote, según se extrae de las experiencias desarrolladas en el Suroeste de la península en el marco del Programa de Investigación ECLAIR (Toval et al., 1995). Si bien se han citado en algunos casos disminuciones de la capacidad de rebrote de ce-pas sometidas a cortes muy bajos, esto se debía más al efecto negativo de otros factores que a la altura del corte de apeo (Trunbull y Pryor, 1978). Por ello se recomienda realizar el corte lo más cerca del suelo que sea posible, para aprovechar al máximo la madera en la troza basal y que el brote se sostenga más firmemente. La única limitación en este sentido no es selvícola, sino tecnológica: los daños que por efecto de la tierra puedan sufrir las cadenas de las motosierras.

En las sucesivas rotaciones de corta en ocasiones se comete el error de ir subiendo la altura de corte, por lo que se van incrementando una serie de inconvenientes. El primero es que se pierde crecimiento: puesto que la altura total de un bosque está determinada por la calidad de la estación, si la altura de corte se va elevando, el fuste aprovechable va disminuyendo de rotación en rotación. Otro problema que genera la elevación sucesiva de la altura de los tocones es la dificultad de movimiento para las máqui-nas y los equipos empleados en el aprovechamiento. Desde un punto de vista aplicado está establecido realizar el corte a no más de 10 cm.

ii .4. superFiCie del tranZÓn de CortaTeniendo en cuenta la capacidad de rebrote de la especie y el método de regeneración empleado en plantaciones de eucalipto, tradicionalmente los tranzones de corta han coincidido con los cantones de inventario, lo que ha dado lugar a unidades de corta de superficie variada y sin ninguna limitación de carácter selvícola.

En el Norte de la península, debido a la reducida superficie de las propie-dades y por ende de las plantaciones, la superficie de corta coincide por regla general con la superficie del monte. Este extremo es menos frecuen-te en las plantaciones del Suroeste, con propiedades de mayor superficie que hacen posible la mejor organización y ordenación del monte a través de varios cantones dentro del mismo.

En la actualidad, los estándares de sostenibilidad aplicados por los dis-

tintos sellos de certificación forestal (FSC y PEFC) están motivando en muchos casos la reducción del tranzón de corta a una superficie entorno a las 20 ha.

ii .5. tratamiento Y aproveCHamiento de los residuos de CortaLos restos de corta (ramas, ramillas, raberones, hojas, etc.) deben disponerse en cordones en el centro de la calle de plantación, o plataforma de las terra-zas, sobre la que actúa el procesador, procurando que no cubran los tocones, ya que dichos restos dificultan la emergencia de los brotes y, en el caso de que lo hagan, pueden producir daños mecánicos por efecto del viento o cuando se pasan máquinas para la trituración de los mismos.

Lo más aconsejable es la trituración e incorporación de los restos al sue-lo, por el efecto positivo que tiene al reciclar una parte de los nutrientes extraídos en la corta. En el Suroeste, esta operación es realizada frecuen-temente con una grada pesada de discos o grada de semi-desmonte, arrastrada por un tractor oruga. En el Norte de España a veces se queman los restos procedentes de la corta, lo que debe hacerse con toda serie de precauciones y teniendo previamente el cuidado de apartar los restos que están próximos a los tocones para que el fuego no los dañe.

El descortezado no suele incluirse entre las operaciones de aprovecha-miento puesto que el principal destino de la madera es la fabricación de pasta de celulosa, y esta operación se lleva a cabo en los propios parques de madera de las fábricas, por ser más económico y porque la corteza se utiliza como fuente de energía en las calderas de biomasa.

La persistencia de la madera sin descortezar en el campo representa un problema fitosanitario en zonas del Suroeste de la península, debido a la atracción que ejerce sobre las poblaciones de Phoracantha. Se establece por tanto la necesidad de descortezar la madera antes de que el cerambí-cido complete su ciclo larvario dentro de ésta, de acuerdo a la estación del año, para no actuar como foco propagador de la plaga.

Según los trabajos de Nicolás (1962), González et al., (1985b) y Donoso (1999) sobre E. globulus, puede asumirse que el fuste maderable repre-senta aproximadamente el 70% de la biomasa aérea total del árbol, co-

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II TRATAMIENTOS DE REGENERACIÓN

rrespondiendo el resto a corteza (~10%), ramas gruesas (~8%) y hojas y ramillos (~12%). Referencias al contenido y distribución de nutrientes en cada una de estas fracciones de la biomasa pueden encontrarse en varios trabajos desarrollados en la Península Ibérica (Carballas y Guitián, 1966; González et al., 1985b; Calvo, 1992; Brañas et al., 2000a; Montero et al., 2005). Estos datos son de gran utilidad para el estudio del balance de nutrientes, como más adelante se verá en el apartado dedicado a los tratamientos de fertilización.

La posibilidad de llevar a cabo un aprovechamiento de la biomasa no maderable en las plantaciones de eucalipto abre nuevas expectativas eco-nómicas para la rentabilidad del monte, incrementando y diversificando la producción a la vez que puede reducir inconvenientes de tipo logístico. La valorización con fines energéticos de los restos de corta procedentes de plantaciones de eucalipto está despertando un gran interés y está siendo objeto de numerosos estudios. Estas iniciativas responden al desarrollo de un nuevo marco legal para la producción energética a partir de mate-rias primas renovables, dada la necesidad de desarrollar la producción de energías limpias que a la vez reduzcan la dependencia energética externa

y las emisiones atmosféricas de CO2 y otros gases de efecto invernadero, de acuerdo con los objetivos establecidos en el Protocolo de Kyoto.

Sanz y Piñeiro (2003) han revisado y evaluado las distintas fuentes de re-siduos forestales en el Noroeste de España así como los sistemas disponi-bles para su recolección, concluyendo que los restos de corta representan los únicos residuos en los que se identifica un potencial significativo de aprovechamiento.

En la misma línea de investigación se han estudiado las posibilidades de transformación física de esta biomasa en productos de mejor calidad energética y mayor valor añadido (Ortiz et al., 2005). También se han de-sarrollado modelos como herramientas para la cuantificación de estos restos y la evaluación de los impactos potenciales derivados del balan-ce de nutrientes en las plantaciones (Merino et al., 2005; Balboa et al., 2005). Según las conclusiones de estos trabajos, el aprovechamiento de las fracciones no maderables del árbol debe estar ligado a la aplicación de un adecuado programa de fertilización que asegure la restitución de nutrientes.

aprovechamiento de biomasa durante las labores de destoconado de Eucalyptus globulus

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III TRATAMIENTOS DE MEJORA Y TRATAMIENTOS PARCIALES

i i i . t r ata m i e n t o s d e m e J o r a Y t r ata m i e n t o s pa r C i a l e siii.1. seleCCiÓn de Brotes Para asegurar el buen desarrollo de la masa a partir del segundo ciclo de corta, hay que proceder a realizar una selección de brotes, nece-saria dada la proliferación con la que se producen. La selección de brotes tiene como objetivo concentrar el crecimiento en unos pocos o, a veces, en uno de los pies. Cuanto menor sea el número de brotes que se mantenga por tocón, mayor será la ganancia en diámetro y rectitud de los fustes. En caso de no realizar esta operación, se pro-duce una curvatura pronunciada en la base de los brotes de origen proventicio, provocando flechas en las trozas que hacen que dismi-nuya el rendimiento para algunas utilizaciones. El número de pies por cepa no tiene un efecto significativo en la altura de los árboles dominantes, pero sí afecta a la altura media y al incremento en altura, siendo éste muy superior en rodales intervenidos.

En eucaliptares del Suroeste peninsular el objetivo es realizar la se-lección de tal forma que vuelva a quedar el mismo número de pies/ha que en la plantación primitiva, por lo que depende del número de cepas que hayan brotado el que se dejen uno, dos o, a lo sumo, tres pies por cepa. Esta labor se hace en noviembre-diciembre, cuando el brote alcanza una edad entre 18 y 26 meses, y se emplea para ello un hacha o motosierra pequeña. Los residuos se disponen en el centro de la calle, o plataforma de la terraza, para que posteriormente sean triturados e incorporados al suelo. Tradicionalmente se ha empleado para esta labor la grada de discos de hasta 75 cm de diámetro arras-trada por tractor de orugas. Hoy en día es más frecuente el uso de desbrozadoras y trituradoras de residuos forestales.

En el Norte de la península, donde la supervivencia es muy alta, se aprovecha la selección de brotes para incrementar la densidad de

la masa sin modificar el marco, de tal forma que en las masas con densidades de plantación de 1.430 pies/ha (3,5 x 2,0 m) se dejan cinco brotes por cada cuatro cepas y para densidades de 1.143 pies/ha (3,5 x 2,5 m) se dejan seis brotes cada cuatro cepas, manteniendo como máximo tres pies por cepa y asignando el número de pies a cada cepa en función del diámetro del tocón. Para esta operación se emplean hachas o motosierras, dependiendo del diámetro de los brotes.

En este tratamiento selvícola debe existir una cierta flexibilidad en cuanto al número de brotes que se mantienen dependiendo del diá-metro del tocón. Un tocón pequeño puede soportar 1 ó 2 pies, en cambio los más gruesos podrán soportar 3 o más.

Su aplicación ha de tener en cuenta también que los brotes proven-ticios o epicórmicos son los que mejor sobreviven y crecen, especial-mente cuando se desarrollan en la cara del tocón enfrentada a los vientos dominantes (Prado, 1991).

Experimentos llevados a cabo en zonas secas y suelos degradados en Sudáfrica (Poynton, 1981) indican que la intervención más adecuada consistiría en una selección intensa, dejando 1 ó 2 brotes por tocón.

iii .2. preparaCiÓn del terreno previa a la plantaCiÓnPuesto que E. globulus es una especie pionera, heliófila y de tempe-ramento intolerante, muy acusado en los primeros meses de vida, es imprescindible la actuación sobre el matorral, tanto antes de la im-plantación, como durante los primeros meses después de la misma, al menos en las proximidades de la planta. Esta intervención asegu-ra una supervivencia cercana al 100%, en cualquier tipo de situación (Toval, 1999).

En el Norte, donde los terrenos desarbolados que se repueblan tie-nen una vegetación exuberante, la acción sobre el matorral debe ser muy cuidadosa. Se distinguen diferentes formas de actuación en función del tipo de matorral y de la pendiente del terreno. Así, para terrenos empradizados, con matorrales bajos (menores de 30 cm de altura) y pendientes inferiores al 15% se suele actuar a hecho

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III TRATAMIENTOS DE MEJORA Y TRATAMIENTOS PARCIALES

y por curvas de nivel, desbrozando mediante laboreo con gradas de dis-cos, cultivador, en algún caso, con quema controlada. Cuando la pendiente supera el 15% se aplica el mismo tipo de labor pero por fajas. Cada vez es más frecuente el control químico de este tipo de vegetación con aplicación de herbicidas sistémicos del tipo del glifosato, aplicado por fajas o a hecho según la pendiente. Cuando el matorral es de tipo medio (entre 0,3 y 1,7 m de altura), se suele actuar a hecho en la dirección en que el rendimiento del tractor sea máximo y, en cualquier caso, la actuación se refiere sólo a la parte aérea del matorral, triturándola mediante desbrozadora de cadenas y, a veces, mediante quema controlada. Nuevamente, el control químico de este matorral puede alcanzarse con éxito con el empleo de materias activas como el glifosato o en su defecto el triclopir (éster butoxietílico).

Si el matorral es de tipo alto (mayor de 1,7 m de altura y de 4 cm de diá-metro), la actuación sobre el mismo es en todo igual al caso anterior, pero es necesario emplear aperos desbrozadores más robustos como son los de cadenas grandes o de martillos.

Para estas labores es necesario utilizar tractores de 90 a 120 C.V., dependien-do del tipo de matorral y es aconsejable que sean de orugas cuando la pen-diente supera el 15%. El desbroce manual sólo es practicado en zonas pun-tuales de mucha pendiente o donde se producen afloramientos rocosos.

Como se ha comentado, en algunos casos se practican quemas contro-ladas para el control de la vegetación, siendo necesario para ello que la zona reúna las siguientes condiciones: pH del suelo inferior a 7, pendien-te continua, matorral con densidad y altura suficientes y superficie del rodal menor de 25 ha.

Cuando el tipo y la potencia de la vegetación lo permite, se suelen simulta-near las actuaciones sobre el matorral con la preparación del suelo, lo que ocurre en situaciones muy puntuales en el Norte, siendo lo más frecuente en el Suroeste de España.

En el Sur, cuando se trata de reforestar terrenos provenientes de plantacio-nes previas de Eucalyptus, en ocasiones se practica la eliminación mecánica de los tocones, dado que el tamaño de éstos puede limitar o impedir los trabajos de preparación del terreno. La técnica tradicional de destoconado con retroexcavadora, reunión con pala y quema de los restos (Redondo et

al., 2001) se ha combinado con la eliminación química de la cepas en lu-gares con mayor riesgo de impacto ambiental. Esta última consiste la apli-cación de glifosato sobre el tocón recién cortado o sobre los brotes de la cepa transcurridos unos meses desde el aprovechamiento. En ocasiones la biomasa procedente de los tocones es susceptible de aprovechamiento. Para este fin se están desarrollando aperos de corte y cizallado que, ins-talados sobre una máquina retroexcavadora, permiten simultanear la ex-tracción del tocón y una primera trituración de las cepas. De este modo se facilitan y optimizan los trabajos posteriores de desembosque y transporte de la biomasa.

La preparación del terreno está condicionada por varios factores, entre ellos la pendiente, el tipo de roca y las dificultades de drenaje. Debido a que la mayor parte de los suelos sobre los que se establecen los eucaliptares son de muy escasa profundidad, desprovistos de vegetación arbórea y de baja a muy baja fertilidad, la preparación debe conseguir aumentar el volumen de suelo que exploran las raíces y que éstas tengan la posibilidad de profun-dizar lo más posible, eliminando cualquier posibilidad de encharcamiento aún cuando éste sea muy esporádico, debido a las elevadas exigencias que tiene E. globulus en aireación radicular (Toval, 1999).

Si la pendiente no supera el 20% y la roca madre es pizarra, se aconseja realizar un subsolado pleno con tractor de orugas de al menos 200 C.V. de potencia, con un tren compuesto de 3 subsoladores y haciendo la labor con dos pases cruzados, el primer pase próximo a la línea de máxima pendiente y el segundo según curvas de nivel, disponiendo que el subsolador central, en este último pase, sea el que diseñe el marco de plantación o marcado. La profundidad de la labor debe ser de 60 cm como mínimo. En este caso la plantación se realiza, de acuerdo con el marcado realizado, en el cruce de líneas subsoladas, habiendose estudiado las ventajas que tiene esta técnica para el crecimiento y estabilidad de la plantación (Ruiz et al., 2001a)

En terrenos muy arenosos y sueltos es suficiente realizar un solo pase de subsolador según la máxima pendiente, igual al descrito anteriormente y cruzar la labor, siguiendo las curvas de nivel, con un zanjador que ejecuta el marcado proyectado para la plantación. Para esta última labor es sufi-ciente un tractor de neumáticos de doble tracción y 100 C.V. o bien uno de orugas de 80 C.V., debiendo conseguirse que la zanja tenga al menos 50 cm de profundidad. En el caso de terrenos con dificultades de drenaje se com-

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III TRATAMIENTOS DE MEJORA Y TRATAMIENTOS PARCIALES

plementa la labor con zanjado efectuado por el mismo tipo de maquinaria y con las mismas exigencias de profundidad pero siguiendo la dirección del drenaje natural. Si los problemas de encharcamiento son mayores y se sospechan problemas de hidromorfía que puedan comprometer la plan-tación, después de la labor de subsolado en máxima pendiente se realiza un acaballonado escorado con las líneas del subsolado alrededor de 30º. El objetivo nuevamente es localizar la plantación en los puntos de cruce de las dos labores a fin de asegurar las mejores condiciones para el crecimiento, aireación del suelo y conformación de la arquitectura radicular del árbol.

En terrenos con pendientes superiores al 20% encontramos diferencias en-tre las técnicas aplicadas en el Norte y en el Suroeste de la península. En Galicia y en la Cornisa Cantábrica la pendiente del terreno obliga a limitar el subsolado a un solo pase aplicado en líneas de máxima pendiente. En este área geográfica el subsolado no es continuo para evitar la escorrentía a lo largo de los surcos.

En el Suroeste peninsular una parte importante de la superficie de eucaliptar fue preparada en su día mediante aterrazado. La reforestación de estos te-rrenos exige la reparación de la estructura de la terraza y posterior subsolado de su base, labor que se realiza en dos pases consecutivos empleando un bu-lldozer de al menos 120 C.V.. Se trabaja de arriba hacia abajo en la ladera si-guiendo las curvas de nivel. El tractor en el primer pase rectifica la pendiente y ancho de la base de la terraza, y a la vuelta retorna por la misma aplicando un subsolado con tres rejones a una profundidad mínima de 60 cm.

En zonas de elevada pendiente con imposibilidad de aplicar las técnicas antes descritas está indicado el empleo de maquinaria especial para tra-bajar en pendiente (TTAE, retro-araña,…) realizando una preparación en curvas de nivel o puntual según el caso. Sólo en zonas con afloramientos rocosos se sigue realizando ahoyado manual.

iii .3. Control de la veGetaCiÓn posterior a la plantaCiÓnEl control de la vegetación posterior a la plantación es un tratamiento al que hay que prestar una atención especial en las primeras etapas de de-sarrollo de la plantación de acuerdo con las características de la especie ya comentadas. Numerosas experiencias llevadas a cabo en distintas partes

del mundo (Penfold y Willis, 1961; Goes, 1977; Schönau et al., 1981; Keenan y Candy, 1983; Schönau, 1983; Cromer 1984; Ellis et al., 1985; Prado y Ro-jas, 1987; Wrann e Infante, 1988) han demostrado que uno de los factores fundamentales en el establecimiento de plantaciones del género Eucalyptus es el efectivo control de la vegetación competidora, especialmente la herbá-cea, durante los primeros años.

Los ensayos de Cromer (1984) ponen de manifiesto que la causa más im-portante de mortalidad en plantaciones es la presencia de competencia her-bácea, ya que ésta produce severas deficiencias de agua, capta gran parte de los nutrientes disponibles y en muchos casos puede llegar a reducir la cantidad de luz que llega a la planta. En cuanto a la competencia por los nutrientes, sin duda la establecida por el Nitrógeno es la más importante (Ellis et al., 1985), dado que la ausencia de este nutriente constituye uno de los factores que más limita el crecimiento de la planta y, por tanto, reduce en gran medida las posibilidades de superar los procesos de competencia.

En el Suroeste de la Península Ibérica los trabajos de control de la vege-tación competidora poseen un doble propósito. Inicialmente se persigue mejorar el establecimiento y acelerar el crecimiento de la nueva planta-ción, pero a la vez se pretende que estos trabajos reduzcan el peligro de incendios forestales. Esto se ha conseguido tradicionalmente con la elimi-nación de la vegetación por medios mecánicos. Durante los tres primeros años de la plantación es frecuente la aplicación de una labor de grada de discos o de cultivador, llegándose, en algunos casos, a necesitar de una labor cruzada. La época de aplicación de este tratamiento condiciona por completo su efectividad. Primavera y otoño suelen ser las estaciones del año con mayor profusión de herbáceas en esta área geográfica y la aplica-ción de los tratamientos se realiza antes de que la hierba espigue. Tradicionalmente, y en particular sobre los suelos arenosos del litoral onu-bense, se ha asumido que la labor de control de la vegetación conseguía una labor simultánea de bina del suelo, al favorecer el “self mulching” del horizonte superficial y romper el movimiento ascendente del agua capilar. En ocasiones, todo lo anterior ha desembocado en el abuso de las labores mecánicas sobre el suelo, argumentadas en base a los posibles efectos se-cundarios beneficiosos, cuando no estaban justificadas desde el punto de vista del control de la competencia. Sin embrago, ensayos desarrollados en la provincia de Huelva sobre suelos arenosos del litoral han puesto de

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III TRATAMIENTOS DE MEJORA Y TRATAMIENTOS PARCIALES

manifiesto que el control mecánico de la vegetación según los procedi-mientos tradicionales puede desembocar en una reducción significativa del volumen del árbol que puede llegar hasta a cuantificarse en una pérdida de hasta el 16% del crecimiento corriente (Ruiz, sin publicar).

En los trabajos desarrollados por Donoso et al., (1998) en la misma zona, se pudo determinar que el 56% de los árboles de una plantación someti-dos a tratamientos de laboreo para el control de la competencia durante los primeros años, presentaban distinto grado de daños a nivel radicular, como consecuencia de la acción de las gradas de discos. Los cortes totales se llegaron a registrar hasta en raíces de 4 cm de diámetro, mientras que los cortes parciales alcanzaron a raíces de hasta 9 cm, siempre en el horizonte superficial de 20 cm de profundidad. Los autores pudieron constatar como el laboreo reiterado modifica de manera inmediata la distribución espacial de las raíces finas en los primeros 20 cm del suelo, concentrándose éstas en los estratos no laboreados.

Los daños físicos producidos sobre el sistema radicular a través del labo-reo del suelo han sido relacionados con una caída inmediata del potencial hídrico de los árboles (Sánchez, 1999), tal y como puede apreciarse en la figura III.1.

Como ya se ha comentado en el apartado de preparación del terreno, existe una clara tendencia a la sustitución de las técnicas mecánicas por la de tipo químico para el control de la vegetación. Tanto en el Norte como en el Suroeste de la península se ha generalizado el uso de fitocidas sis-témicos aplicados con distinta periodicidad de acuerdo a las característi-cas particulares de cada monte. La aplicación, dependiendo de los casos, puede realizarse empleando pulverizadoras de mochilas o aquellas otras con brazos porta-picos o mangueras suspendidas en tractor o vehículo todoterreno.

En el Norte en ocasiones se hace necesario aplicar previamente un des-broce mecánico si el matorral es leñoso y presenta mucho desarrollo. En estos casos, el control químico se hace a posteriori una vez que el matorral ha rebrotado. En cualquier caso, entre 3 y 5 aplicaciones suelen ser sufi-cientes para conseguir un control de la competencia a lo largo del turno de la plantación.

En todos los casos, si llega a realizarse un control de la vegetación por me-dios mecánicos, la aplicación del tratamiento se debe simultanear con los tratamientos de fertilización de mantenimiento, siempre que estos últimos estén prescritos. El desbroce realizado con una grada o cultivador asegura la remoción e incorporación del fertilizante a la capa superficial del suelo, optimizándose de este modo la aplicación del producto a la plantación.

iii .4. ClarasLas claras en plantaciones de eucaliptos sólo se justifican en el caso de que el objetivo de éstas sea la obtención de trozas de gran diámetro con destino a la industria de aserrío o desenrollo. Esta alternativa empieza a tener importancia en la Península Ibérica, dada la actual tendencia de diversificación del uso industrial de E. globulus, tanto por las característi-cas del árbol como por las propiedades mecánicas de su madera (Toval, 1999). La excelente poda natural de esta especie permite la obtención de fustes limpios, que dan origen, en pocos años, a madera con pocos nudos y, debido a su rápido crecimiento, madera de grandes escuadrías, que son dos factores claves para la industria del aserrío.

Sin embargo, son escasas las iniciativas selvícolas de este tipo puestas en marcha y por tanto la selvicultura para la obtención de madera de tritura-Figura iii.1: regresión lineal entre el potencial hídrico y la suma de secciones de raíces

cortadas para cada árbol (sánchez, 1999)

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ción con destino a la fabricación de pasta sigue teniendo mayor relevancia. La obtención de árboles vigorosos, con dimensiones adecuadas, libres de nudos y sin tensiones de crecimiento es, hoy por hoy, más fruto del azar que de la aplicación de técnicas selvícolas adecuadas (Nutto y Touza, 2004b). Esta nueva utilización obliga al selvicultor a considerar las cortas interme-dias que se realizarán con el objetivo de concentrar la producción en los mejores árboles, aumentando el diámetro medio del rodal, y reduciendo las tensiones de crecimiento en el fuste, a fin de obtener madera de ele-vada calidad. Si tenemos que destacar una característica que influya en la calidad y rendimiento de la madera con fines industriales, ésta es sin duda las bajas tensiones de crecimiento. En este sentido hay autores que afirman que el nivel de tensiones de crecimiento es susceptible de mini-mizarse si se mantienen las condiciones de crecimiento y la distribución espacial de los árboles con la mayor uniformidad posible a lo largo de su vida (Kubler, 1987), aunque dicha evidencia no ha podido demostrarse de forma científica. Aceptando como hipótesis la teoría de este autor, la me-jora genética que se practica en Eucalyptus globulus con un claro énfasis en la propagación clonal, ofrece nuevas perspectivas y representa un factor de éxito para la reducción de las tensiones de crecimiento en plantaciones de la especie.

Las variables más importantes para la producción de madera sólida de alta calidad que son susceptibles de mejorarse con una adecuada selvicul-tura son las dimensiones (crecimiento diametral) y la ausencia de nudos (Gerrand et al., 1997; Hawley y Smith, 1972). Ciertamente, los incremen-tos en el crecimiento motivados por la aplicación de una clara sobre la plantación, son de mayor magnitud sobre el diámetro que sobre la altura (Schönau y Coetzee, 1989).

La respuesta del Eucalyptus globulus a la reducción de la competencia a través de claras es similar a la de la mayoría de las especies intolerantes; los árboles dominantes y codominantes responden de forma positiva a corto plazo, mientras que la respuesta del estrato de árboles domina-dos es mínima o inexistente (Opie et al., 1984). En particular, E. globulus está considerada como una de las especies más intolerantes dentro de su género (Florence, 1996), lo que se relaciona con sus elevadas tasas de crecimiento en estado juvenil y con la rapidez con la que comienza a manifestar la poda natural.

Es deseable que la primera intervención tenga lugar antes de que el de-sarrollo de la copa afecte al ratio de coronamiento del árbol (longitud de copa verde / altura total del árbol) y de esta manera el árbol albergue el máximo potencial para responder a la intervención (Florence, 1996). En Galicia se han desarrollado modelos de crecimiento de la copa en masas no intervenidas que indican que la auto-poda en sitios de alta calidad puede llegar a ocurrir entre el primer y segundo año si se emplean los espaciamientos tradicionales para la obtención de madera de trituración (Nutto y Touza, 2004a). Estos modelos ofrecen la oportunidad de estimar la altura total y el largo de copa viva del árbol para diferentes calidades de estación y tratamientos, como una herramienta para optimizar el manejo selvícola del rodal y los tratamientos de poda.

De acuerdo con las teorías comentadas, las aplicaciones pioneras de estos modelos selvícolas en el Norte de la península se basan en la estrategia de localización de árboles de la masa con crecimiento y características sobresalientes, entorno a los cuales son proyectadas las claras hasta final de turno. Para ello, se parte de densidades de plantación más bajas y se proyectan marcos cuadrados de plantación o incluso plantación a tresbo-lillo, siempre en áreas con elevada calidad de estación.

La forma más frecuente de expresar el peso de la clara es en función de la densidad. La primera intervención para rodales de alta calidad en el Norte de la península está orientada a alcanzar una densidad por debajo de los 600 árboles/ha antes de los 7-8 años. Esta primera intervención ha de ser intensa pero a la vez manteniendo una homogeneidad en los es-paciamientos del rodal resultante (WRI, 1972). Nunca han de producirse grandes huecos después de la clara dado que éstos, además de suponer un desperdicio de productividad, pueden motivar la profusión de bro-tes epicórmicos y el aumento de la ramosidad en los árboles adyacentes. Dada la estrecha relación entre la longitud y el diámetro de las ramas (Henskens et al., 2001) el aumento de los espaciamientos y la aplicación de un programa de claras favorecerá el desarrollo de ramas de mayor diá-metro con el riesgo consiguiente de producir madera con nudos.

El objetivo que se pretende es llegar a una densidad final en torno a los 150 árboles/ha por medio de 2 o a lo sumo 3 intervenciones a lo largo del turno. Es recomendable no realizar intervenciones en el tercio final del mismo a fin de conseguir la estabilización de tensiones de crecimiento.

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Para el diseño del programa de intervenciones Nutto y Touza (2004b) proponen el empleo de modelos de crecimiento basados en el árbol in-dividual que, a partir de la relación entre el diámetro normal y el diá-metro de la copa, permiten determinar el espacio vital del árbol para alcanzar un diámetro determinado. Si bien, es necesario completar la aproximación anterior con la información suministrada por las tablas o modelo de crecimiento para cada calidad de estación o índice de sitio, a fin de determinar el crecimiento diametral máximo alcanzable en cada situación. Los autores ofrecen un ejemplo de la aplicación de esta he-rramienta como ilustración del potencial de crecimiento del E. globulus en el Noroeste de la Península Ibérica gestionado para la producción de madera sólida en rodales de primera calidad (Figura III.2).

Todas las intervenciones intermedias, al igual que el resto de tratamientos selvícolas han de ser considerados de manera integrada dentro del progra-ma de gestión de la plantación, dada su intrínseca relación con los marcos de plantación y espaciamiento, podas, regímenes de fertilización, turno, etc.

iii .5. podas El objetivo de los tratamientos de podas en masas de eucalipto es dife-rente de acuerdo con el destino de la producción (madera de trituración o madera sólida).

iii .5.1. podas en selvicultura para madera de trituraciónCuando la madera se destina a la industria pastera, la poda que elimina ramas en la parte inferior del fuste en los eucaliptares no persigue la me-jora de la calidad de la madera, sino la disminución de la superficie foliar y por consiguiente la resistencia al viento, a fin de aumentar la estabili-dad del árbol. Este tratamiento es aplicado en eucaliptares del Suroeste durante el otoño siguiente al año de implantación de la masa, si bien las recomendaciones que se exponen a continuación son extensibles a las masas del Norte peninsular.

Las podas se limitan a zonas muy concretas de la plantación, allí donde se tiene la evidencia de que el viento se encajona, alcanzando extrema virulencia. Además, están prescritas hasta una determinada edad, dada la excelente poda natural que presenta E. globulus.

La operación se realiza con herramientas manuales, eliminando las ramas del tercio inferior de la copa. Es recomendable no abusar de esta opera-ción así como moderar la intensidad de su aplicación. Se debe procurar eliminar aquellas ramas vivas que aún conserven hoja juvenil ya que ésta ofrece una mayor resistencia al viento. Por tanto, podemos considerar que una poda efectiva es la que elimina este tipo de ramas, haciendo más permeable al viento la parte inferior de la copa, sin necesidad de elevar el tratamiento en exceso.

La mejora de la estabilidad producida por podas ligeras es un hecho per-ceptible en plantaciones durante los primeros años. Del mismo modo existen evidencias de que podas intensas producen a medio plazo el efec-to contrario según los resultados de un experimento desarrollado en la provincia de Huelva sobre una masa de un año de edad (Figura III.3). En éste, podas intensas de la mitad y los dos tercios inferiores de la copa viva de los árboles acabaron con el transcurso del tiempo por registrar mayor porcentaje de árboles inclinados que aquellos otros con tratamientos de poda más moderados.

Figura iii.2: ejemplo de un modelo de manejo intensivo de Eucalyptus globulus para la producción de madera sólida en el noroeste de la península ibérica propuesto por nutto y touza (2006).

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En cuanto a la intensidad del tratamiento, tal y como afirman Daniel et al., (1979), la poda, de forma general y en la medida que no sea excesiva, no afecta al crecimiento de los árboles, pero tampoco existe un limite o porcentaje preciso que establezca cuál es la cantidad máxima de copa viva que puede ser eliminada sin producir una ralentización del crecimiento (Aguad, 1994). Según Poynton (1979) con defoliaciones entre el 30% y el 50% de la copa viva se producirían pérdidas significativas de crecimiento en E. grandis. Varios autores (Pinkard et al., 1998; Dickinson et al., 2001) concluyen que podar un árbol hasta una altura equivalente al 50% de su copa viva no influye negativamente en su crecimiento, ya que la mayor parte de las ramas podadas corresponden a aquellas con poco acceso a la luz y baja contribución al crecimiento del árbol.

Una poda somera del tercio inferior de la copa de árboles, durante las pri-meras edades, puede producir en unos casos una estimulación en el creci-miento en altura, que es acompañada de un crecimiento diametral cuando menos equilibrado. En otros casos el mismo tratamiento ha conducido a pérdidas inmediatas en crecimiento. Un factor que puede explicar estas

diferencias es la distinta edad y configuración de la copa de los árboles en el momento de la aplicación de los tratamientos (porcentaje de copa con hoja juvenil, inicio de los procesos de autopoda, etc.)

Otro factor que ha podido influir en gran medida en la respuesta en cre-cimiento es la época de aplicación del tratamiento. Freitas y Filho (1994) encontraron distintas respuestas a defoliaciones de acuerdo con la época de aplicación. Según Schönau (1974) el estado nutricional de la masa po-dada puede explicar diferencias cuantitativas y cualitativas en la respuesta al tratamiento.

Se han descrito otros efectos negativos derivados de la ejecución de po-das intensas en masas de E. globulus en el Suroeste peninsular, distintas de la reducción de crecimiento como la aparición de quemaduras solares sobre la corteza del fuste en estado juvenil (Donoso, 1999).

En algunos casos es recomendable, en los eucaliptares destinados a la producción de madera de trituración, la ejecución de una poda de guiado o selección de guías. Esta operación está indicada en el momento que la masa tiene entre 2 ó 3 años y consiste en la eliminación de las ramas gruesas de baja altura o guías bifurcadas que excepcionalmente presen-tan algunos árboles y que son irreversibles de forma natural con la edad. La presencia de estas ramas a final del turno supone una dificultad para el procesado mecánico de la madera durante el aprovechamiento.

iii .5.2. podas en selvicultura para madera sólidaLa producción de madera de calidad para la industria del aserrado y des-enrollo pasa por la aplicación de un adecuado programa de podas, con objeto de impedir la presencia de nudos. La presencia de un núcleo nu-doso provoca un desvío de las fibras y, en ocasiones, daño del tejido cam-bial del árbol que induce a la formación de bolsas de kino como mecanis-mo de defensa. Este fenómeno altera las propiedades físicas, mecánicas y estéticas del producto final, devaluándolo económicamente.

Como se ha comentado, E. globulus presenta un excelente proceso de au-topoda, fuertemente relacionado con la dinámica de crecimiento de la copa y el desarrollo de ramas (Seling et al., 2001). Si bien, las ramas de los eucaliptos no se desprenden completamente, sino que se quiebran

Figura iii.3: evolución del porcentaje de árboles inclinados registrado en un ensayo desa-rrollado en la comarca del andévalo (Huelva) sometido a distintos tratamientos de poda: testigo, poda del tercio, de la mitad y de los dos tercios inferiores de la copa verde.

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en las proximidades del tronco, dejando un pequeño muñón en la base de la rama, que va siendo progresivamente aislado para impedir la en-trada de hongos y bacterias. Generalmente los muñones de las ramas no son expulsados por el árbol, sino que son envueltos por la corteza y absorbidos durante el posterior crecimiento diametral del árbol (Nutto et al., 2003). Este proceso ocurre también cuando se podan artificialmente ramas muertas. Cuando el objetivo es producir madera de alta calidad, la poda debe dirigirse sobre las ramas vivas del árbol. Para ello es muy importante el conocimiento de los procesos de autopoda en la especie, y la influencia que tienen sobre éstos las distintas variables selvícolas de la plantación.

El crecimiento en altura, el espacio vital del árbol individual y la edad in-fluyen significativamente en el control de este proceso. En sitios de eleva-da calidad con rápidos crecimientos iniciales la muerte de las ramas bajas del dosel se inicia antes. Por el contrario, con grandes espaciamientos los árboles tienden a desarrollar amplias copas abiertas, con ramas gruesas que permanecen por mucho tiempo en el árbol. Como se ha comentado anteriormente, dada la existencia de una fuerte correlación entre la longi-tud de las ramas y su diámetro (Henskens et al., 2001), el desarrollo de las ramas de la copa en estas condiciones aumentará el riesgo de presencia de núcleos nudosos en el fuste, dado que las ramas bajas de la copa tienen acceso durante mayor tiempo a la luz y, por tanto, mayor oportunidad de desarrollarse y ser eficiente. Algunos trabajos concluyen que a partir de una determinada longitud de rama no compensa realizar su poda, pues el riesgo de penetración de hongos causantes de podredumbre del leño es muy elevado (Wardlaw y Neilsen, 1999; Nutto et al., 2003)

Como conclusión, la optimización de la eficiencia y del momento de aplicación de la poda exige el conocimiento de la influencia de los fac-tores comentados en la iniciación y dinámica del proceso de autopoda en el árbol.

Para el Norte de la Península Ibérica se ha desarrollado un modelo pre-dictivo de evolución de la dinámica de la copa del árbol, aproximando ésta a la evolución de variables como la altura de la base de la copa viva y la altura de la primera rama muerta sin cicatrizar (Nutto y Touza, 2004a). Los factores empleados en el modelo fueron la altura del árbol, el diáme-tro normal y la edad (Figura III.4).

Desde un punto de vista práctico es deseable lograr una longitud de fuste en torno a los 5 m libre de nudos, a fin de obtener el aprovechamiento de dos trozas completas de elevada calidad, lo que hace necesaria la aplicación de la poda a través de dos intervenciones sucesivas separadas en el tiempo, de acuerdo con todos los factores antes comentados. El proceso de muerte de las ramas basales de la copa puede iniciarse entre el 2º y 3º año en los rodales de mayor calidad y crecimiento. A esa edad la altura media de la masa debe-ría estar comprendida entre los 5 y 8 m por lo que una poda a una altura de 5 m puede suponer una remoción equivalente superior al 50% de la copa viva, lo que puede tener repercusiones negativas para el desarrollo y crecimiento del árbol, tal y como justifican distintos trabajos comentados anteriormente.

El momento de la segunda intervención nuevamente vendrá marcada por el desarrollo alcanzado por la masa podada inicialmente y la evolución del proceso de muerte de las ramas basales del dosel. Esta segunda intervención requiere más mano de obra lo que obliga a replantear si su realización com-pensa económicamente en función de factores como el diámetro esperado y la evolución del mercado.

De acuerdo al modelo de claras indicado para E. globulus, la poda debe

Figura iii.4: estimación de la altura de la base de la copa viva (cb) a través del modelo multivariable en función del diámetro normal (dap), altura (alt) y edad (edad) del árbol propuesto por nutto y touza (2004a).

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aplicarse únicamente sobre árboles seleccionados, con independencia del número de intervenciones proyectadas en el rodal y con el objeto de lograr la máxima rentabilidad derivada del tratamiento. Esta circunstan-cia exige que la selección de los árboles candidatos entorno a los cuales realizar las claras tenga lugar años antes de la primera intervención, justo en el momento de realizar la primera poda. A esta edad, el desarrollo y crecimiento en los rodales de calidad debería facilitar la identificación de los árboles con mayor aptitud y mejor ubicación dentro de la masa para producir madera de calidad. En situaciones de incertidumbre o masas menos diferenciadas el selvicultor debe seleccionar y podar algunos otros árboles que compongan una población de reserva.

Tan importante como los procesos biológicos que influyen en la poda, lo es el conocimiento de la técnica de poda y las épocas más adecuadas para la aplicación del tratamiento.

Para realizar la poda en masas de eucalipto se emplean tijeras, sierras ma-nuales y motosierras ligeras. Las primeras suelen estar más indicadas para las podas bajas y presentan limitaciones de corte para las ramas gruesas y de capacidad de prolongación para trabajar a mayor altura. Sin embar-go, su empleo limita el riesgo de desgarros, más frecuentes en la poda con sierra. Para segundas intervenciones, en las cuales la altura de poda puede llegar a los 5,5-6 m puede ser necesario en ocasiones el empleo de escaleras, aunque como se ha comentado anteriormente los costes de esta operación aumentan considerablemente

La realización del corte debe realizarse sobre el rodete de cicatrización que forma la madera del fuste entorno a la base de la rama. Esta estructura contiene tejido cambial responsable de la cicatrización. Si la poda elimina por completo este rodete la cicatrización se detiene aumentando el riesgo de pudrición (Figura III.5).

Sobre la época más adecuada para la aplicación de las podas existen nu-merosos trabajos con resultados contradictorios. La recomendación clásica establece que las podas deben realizarse durante la estación más fría para reducir el riesgo de infección de las heridas por hongos y bacterias. Sin em-bargo, investigaciones recientes recomiendan realizar la poda en la prima-vera, una vez superados los riesgos de las heladas tardías y, cuando la activi-dad del cambium es más elevada y los árboles tienen por delante un periodo de vegetación completo para cicatrizar las heridas (Nutto et al., 2003).

iii .6. FertiliZaCiÓnLa fertilización de masas establecidas se considera como un tratamiento de mejora dentro del esquema de selvicultura del eucalipto, en el que pueden distinguirse tres tipos:

a) Fertilización inicial o de arranque.b) Fertilización de mantenimiento o a mediana edad.c) Fertilización de brotación o post-aprovechamiento.

Esta clasificación de la fertilización para esta especie responde a la estrecha relación existente entre la demanda de nutrientes y el crecimiento experi-mentado por las plantas, asumida la hipótesis de un comportamiento sig-moidal de esta variable (de Barros et al., 1997).

La aplicación correcta de cada tipo de fertilización exige el conocimien-to de la demanda nutricional de la planta en cada momento, además de la capacidad del terreno para asegurar dicha nutrición en la cantidad y tiempo adecuados.

iii .6.1. Fertilización inicial o de arranqueLa fertilización inicial o de arranque tiene por objeto cubrir las elevadas tasas de absorción de nutrientes y crecimiento que experimenta la planta en las primeras etapas de desarrollo y que se relacionan linealmente con su edad (Attiwill, 1981; Miller, 1984). Este tratamiento, además de mejorar el creci-miento, reduce significativamente la mortalidad y homogeniza la plantación.

En eucaliptares del Suroeste, para terrenos arenosos de la zona litoral, la do-sis recomendable es de 250 gr/planta de fertilizante mineral soluble 15/15/15.

Figura iii.5: ejemplos de técnicas de corte incorrectas (a, B y C) y correcta (d) de acuer-do con su situación con respecto al collar de cicatrización. (stackpole, 2001).

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En la misma clase de suelo, pero con un uso agrícola precedente, se aconseja la aplicación de un abono órgano-mineral en dosis de 1kg/planta, acompa-ñado de un fertilizante de liberación lenta N·P·K·Mg de fórmula 11/22/9+1, en dosis de 20 gr/planta. Para los suelos pizarrosos, característicos de la co-marca del Andévalo y Sierra de Huelva, la dosis recomendada consiste en 200 gr/planta de fertilizante mineral soluble 9/18/27 (Toval, 1999).

Según los resultados obtenidos por Ruiz et al., (1997), los efectos de la fertilización en los casos descritos no se prolongan más allá del primer año, manteniéndose en años sucesivos las ventajas iniciales sin más pro-gresos. De cualquier forma, el efecto del abonado supone un incremento del 10% de la altura media de las plantas y del 30% en la supervivencia en el primer año.

En la Figura III.6 se representan los resultado de un ensayo demostrativo de fertilización en implantación de masas clonales de E. globulus en el li-toral de la provincia de Huelva. La comparación de crecimientos entre los distintos tratamientos para el primer y segundo año de la plantación se-ñala al equilibrio 15/15/15 como el mejor de los tratamientos, confirmando los resultados de Ruiz et al., (1997) y las recomendaciones de Toval (1999). Asimismo puede también observarse como los efectos de la fertilización tienen lugar durante el primer año de crecimiento, trasladándose las me-joras al año siguiente de forma paralela para todos los tratamientos.

En el Norte de la península se recomienda abonos ricos en fósforo de fórmula aproximada a 8/24/16, en dosis de 100 gr/planta (González-Río et al. 1997). Los resultados de los ensayos factoriales llevados a cabo en la provincia de La Coruña por Basurco et al., (2001) destacan igualmente la importancia del fósforo como el elemento más determi-nante para el crecimiento inicial, pudiéndose conseguir incrementos, durante los primeros tres años, del 50% en crecimiento en altura con la única aplicación de 60 gr/planta este elemento.

La fertilización de implantación se optimiza, en todos los casos, simul-taneando su aplicación con los trabajos de plantación o, en su defecto, no demorándose más de dos semanas después de la misma. La apli-cación debe realizarse a ambos lados de la planta, a una distancia de 20-30 cm de su eje y recubriendo el fertilizante someramente con ayu-da de una azada o en terrenos muy sueltos se puede incluso efectuar con el pie. Debe evitarse que el abono toque directamente las raíces y que se deposite encima de la hierba, para lo cual debe eliminarse con ayuda de una azada (Figura III.7). Es preferible el abono sólido granu-lado ya que es posible suministrar dosis altas a igualdad de costos, comparados con dosis mínimas de los fertilizantes de liberación lenta o controlada.

Figura iii.6: evolución del crecimiento en altura de un ensayo demostrativo de fertiliza-ción de masas clonales de E. globulus en el litoral de la provincia de Huelva.

Figura iii.7: ilustración de recomendaciones para la aplicación del fertilizante en im-plantación tomada de González-río et al. (1997).

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iii .6.2. Fertilización de mantenimientoSiguiendo la hipótesis de un crecimiento y absorción de nutrientes de evolución sigmoidal en el tiempo, la fase intermedia del desarrollo de las plantaciones de eucalipto se caracteriza por una disminución, en términos relativos, de la demanda de nutrientes y, por tanto, de los procesos de absorción de nutrientes del suelo. Durante este estadio de desarrollo tiene lugar el cierre de copas, cuya restricción lumínica desencadena los procesos de auto-poda antes comentados, además de reducir la producción de biomasa en forma de ramas adicionales y, consecuentemente, masa foliar. De esta forma, los nutrientes absorbi-dos y traslocados son destinados, principalmente, a la producción del leño del fuste.

Por todo esto, los procesos bioquímicos y geoquímicos de recirculación de nutrientes, durante esta etapa, se intensifican y una parte considera-

ble de la demanda nutricional de la plantación es satisfecha por el ciclo de nutrientes. Prueba de ello son los trabajos de González et al., (1985a; 1985b) en el Suroeste de la Península Ibérica, a partir de los cuales el autor deduce que las demandas de macronutrientes disminuyen a me-dida que se alarga el turno de la especie.

La fertilización de mantenimiento o mediana edad ha sido ensayada por Ruiz et al., (2001b) en distintas estaciones forestales de la provincia de Huelva. De los resultados de este trabajo (Figura III.8) se deduce que con la aplicación de una dosis de fertilización de mantenimiento óptima, se alcanzan ganancias en volumen al final de turno que oscilan del 8,7 al 14,6%, dependiendo de la estación forestal. Según este traba-jo, el nitrógeno y el potasio son los elementos que manifiestan mayor respuesta en el crecimiento acumulado de los árboles a final de turno, señalándose el fósforo como indiferente para esta variable.

La rentabilidad económica del tratamiento de fertilización, en muchas ocasiones discutido, es de igual modo estudiada y analizada por los auto-res en estos ensayos. En ambos casos el análisis de rentabilidad de la in-

versión por fertilización resultó ser positivo obteniéndose un incremento del 8,3% al 38,6% del VAN de acuerdo con la respectiva mayor o menor productividad del sitio (Tabla III.1).

Figura iii.8: resultados de ensayos factoriales de fertilización de mantenimiento en masas de E. globulus de mediana edad en la provincia de Huelva. efectos de la adición de diferentes dosis de nitrógeno y potasio sobre el volumen unitario a la edad de corta. diferencias entre tratamientos al 95% (duncan test) son indicadas con distintas letras (ruiz et al., 2001b).

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III TRATAMIENTOS DE MEJORA Y TRATAMIENTOS PARCIALES

El potasio, como factor limitante del crecimiento de masas adultas de euca-lipto es también destacado por Benett et al., (1997). Diferentes autores coin-ciden en señalar el destacado papel que juegan el nitrógeno y potasio en la fertilización de mantenimiento en las masas de eucalipto (de Barros, 1990, 1997; Silva et al., 2000; Silveira y Malavolta, 2000; Silveira y Higashi, 2002).

Particularmente, en el Suroeste de la península para E. globulus se reco-mienda la realización de una fertilización de mantenimiento cada 2 ó 3 años a partir del año siguiente a la plantación. El momento óptimo para este tratamiento coincide con los meses de enero y febrero, siempre que

el suelo albergue suficiente humedad, con objeto de reducir las pérdidas por volatilización del nitrógeno. Se recomienda la aplicación de 75 UF/ha de nitrógeno aplicado con abonadora centrífuga en calles de plantación alternas. En terrenos pizarrosos se debe considerar la aplicación de algu-na fuente de potasio en equilibrio 1/0/2. A la fertilización nitrogenada se añade una fuente de boro en una dosis de 2 a 3 UF/ha en forma de bora-to sódico, para prevenir y corregir las carencias de este elemento. Puede mejorarse la incorporación del fertilizante en el suelo, simultaneando una labor de grada de discos, al tiempo que se elimina la vegetación que pue-da existir, se mulle el terreno y se bina el suelo.

Dentro de los micronutrientes, el boro es, sin duda, el elemento de mayor importancia a considerar en el régimen de fertilización de las plantacio-nes de eucalipto, dado que su deficiencia en la planta representa un claro limitante para el crecimiento (Sakya et al., 2002). El boro está relacionado con muchos procesos fisiológicos de la planta que son afectados por su deficiencia, como el transporte de azúcares, síntesis de la pared celular, lignificación, estructura de la pared celular, metabolismo de carbohidra-tos, metabolismo de RNA, respiración, metabolismo de AIA, metabolis-mo fenólico e integridad de la membrana plasmática (Marschner, 1995; Yamada, 2000). Según estos autores, no es de extrañar que el género Eu-calyptus presente respuestas positivas a la aplicación de boro, principal-mente en suelos arenosos con bajos niveles de materia orgánica, donde este elemento es frecuentemente deficitario (Coutinho et al., 1993).

La dinámica particular de este elemento en el binomio suelo-planta hace que su disponibilidad para la última sea en la mayoría de las ocasiones comprometida y en cualquier caso difícil de determinar dado que:

I. En la solución del suelo el boro no está como ión (por la baja K de disociación del ácido bórico), por lo cual no es retenido por cargas eléctricas, y su entrada a la planta es pasiva, dependiendo de la en-trada de agua.

II. El boro de la solución al igual que el Nitrógeno es lavado por el agua del suelo, por lo cual su nivel en un mismo suelo puede ser muy variable en el tiempo.

tabla iii.1: resumen del análisis de rentabilidad de la inversión por fertilización en dos ensayos en la provincia de Huelva (ruiz et al., 2001b).

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III TRATAMIENTOS DE MEJORA Y TRATAMIENTOS PARCIALES

III. A pesar de que su dinámica no está muy clara, se sabe que tiene alta relación con la de la materia orgánica.

IV. Dentro de la planta una vez utilizado metabólicamente no pue-de re-movilizarse por lo cual el suministro del suelo debe acompa-sar continuamente las necesidades de la planta

V. Por las razones anteriores el poder predictivo de insuficiencia de aporte de boro por medio de análisis de suelo es generalmente muy bajo.

Los síntomas de deficiencia de boro en E. globulus son la muerte de los meristemos apicales seguido de una elevada brotación de las yemas laterales, que acaban por abortar de la misma manera que la anterior en poco tiempo. La múltiple profusión de ramas laterales en ausencia de dominancia apical, acaba por conferir al eucalipto, en los casos más extremos, un aspecto de arbusto. En cualquier caso, y aunque no se llegue a los niveles críticos relacionados con estos síntomas, la carencia de boro supone siempre una pérdida de crecimiento (Coutinho et al., 1993; Vale et al., 1994).

Son numerosos los trabajos desarrollados con vistas a encontrar la me-jor fuente de boro y su aplicación más eficaz para corregir este problema en masas establecidas de E. globulus (Coutinho et al., 1993; Vale et al., 1994; Coutinho y Bento, 1995). En todos ellos se analizan los problemas que puede plantear el uso de formas muy solubles y la necesidad de optimizar la época y forma de aplicación. A la elevada solubilidad de numerosas fuentes de boro, se une el problema de la estrecha franja entre los niveles deficientes y tóxicos de este elemento para la planta (Stone, 1990).

iii .6.3. Fertilización de brotación o post-aprovechamientoEl objetivo de esta fertilización es favorecer el posterior rebrote de las cepas y el desarrollo de los nuevos brotes tras el aprovechamiento de la masa, a la vez que restituir los elementos deficitarios o exportados de cara al nuevo ciclo. Por motivos operacionales, para favorecer la incorporación del fertilizante en el suelo, en ocasiones esta fertilización se realiza unos meses antes de que se inicien los trabajos de aprovechamiento.

Según de Barros et al., (1997) las mejores respuestas a esta fertilización en eucalipto son obtenidas con la aplicación conjunta de nitrógeno y potasio, si bien existen casos puntuales en los que la respuesta positiva está condicionada a la adición de fósforo, calcio y magnesio.

Para calcular las dosis de esta fertilización es necesario realizar un estu-dio del balance nutricional de acuerdo con el esquema selvícola de ges-tión establecido. Distintos trabajos contemplados durante el aprovecha-miento como el descortezado, tratamientos de eliminación de residuos, etc., son determinantes en el balance de nutrientes y, por consiguiente, deben considerarse en el cálculo de las dosis de los elementos que han de ser repuestos en el nuevo ciclo. La realización de estos balances exi-ge estudios locales de la concentración y distribución de los distintos nutrientes en el árbol, así como la distribución y reparto de su biomasa. En este sentido pueden resultar de gran utilidad los trabajos de Español et al., (2000), Brañas et al., (2000a; 2000b) y Merino et al., (2005) para el Norte de la península y los realizados por Donoso et al., (1998) y Dono-so (1999) para el Suroeste.

Los balances de nutrientes no se deben limitar a los macronutrientes, dada la especial importancia de algunos micronutrientes, como el boro, en la brotación de cepa en distintas especies del género Eucalyptus (Sil-veira et al., 1997).

Los trabajos de González et al., (1985b) desarrollados en la provincia de Huelva sobre esta base, concluyen en la necesidad de aportar al menos 200 kg/ha de superfosfato de cal (18%) y 70 UF/ha de nitrógeno en forma de ni-trato amónico cálcico, aplicados a final de turno, para mantener la fertilidad de la plantación y favorecer la humificación de los restos vegetales.

iii .7. tratamientos fitosanitarios o preventivosDebido a la importancia de los daños causados por Phoracantha semi-punctata Fab. y Phoracantha recurva New. (Coleoptera: Cerambycidae), en el Suroeste de la Península Ibérica están prescritos una serie de tra-tamientos de carácter preventivo frente a sus ataques.

Estos cerambícidos son originarios del continente australiano, donde atacan sobre todo a árboles muertos y abatidos, sin embargo, en todos

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III TRATAMIENTOS DE MEJORA Y TRATAMIENTOS PARCIALES

aquellos países donde han sido introducidos, atacan tanto a árboles en pie como a madera muerta con corteza. Dentro de la masa, los ataques de esta plaga se localizan sobre árboles poco vigorosos debi-litados por el estrés hídrico.

Los tratamientos con mayor efectividad pasan por acciones de tipo preventivo. La adecuada aplicación de cualquier tratamiento selví-cola que contribuya a disminuir la caída del potencial hídrico en la planta, y la eliminación periódica de los árboles muertos, resultan indispensables para mantener un elevado vigor de la masa, condi-ción que otorga a los árboles la facultad de no ser elegidos por las hembras de Phoracantha como hospederos para su progenie. Puesto que los adultos sólo localizan sus puestas sobre la corteza de árboles debilitados o sometidos a fuerte estrés, condición que cumplen los pies recién cortados, es muy recomendable el descortezado inme-diato de la madera apeada como medida preventiva de control de la población.

A estas medidas se suma, desde hace pocos años, las posibilidades del control biológico de la plaga a través de su parasitoide específico oófago Avetianella longoi Sis. (Hymenoptera: Encyrtidae), una avispa de origen australiano. A partir de su descubrimiento se han llevado a cabo numerosos trabajos en distintas partes del mundo (Hanks et al., 1995; Kristen y Tribe, 1995; Serrao et al., 1995; Mansilla et al., 1999) certificando su elevado potencial como controlador de la plaga. El desarrollo de la técnica para su producción masiva permite la intro-ducción y expansión a través de sueltas masivas en localizaciones donde aún no se encuentra presente o necesita ser reforzada. En la provincia de Huelva se vienen realizando trabajos de dispersión y refuerzo anual de las poblaciones de A. longoi desde 1999. El segui-miento periódico de las tasas de parasitismo registradas en esta re-gión muestra niveles de control de hasta el 85% durante la estación de mayor virulencia de la plaga (Ruiz, 2003; Borrajo et al., 2006).

Para aquellas plantaciones con ataques de Gonipterus scutellatus Gyll. (Coleoptera: Curculionidae), localizadas principalmente en el Norte peninsular, el control biológico realizado por Anaphes nitens Hub. (Hymenoptera: Mymaridae) se muestra muy efectivo (Mansilla, 1995).

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IV CRECIMIENTO Y PRODUCCIÓN

i v. C r e C i m i e n t o Y p r o d u C C i Ó niv.1. Calidad de estaCiÓn La calidad de estación para masas de E. globulus, expresada como la evolución de la altura dominante con la edad, ha sido estudiada y ajustada por distintos autores para diferentes áreas geográficas en las que es cultivada esta especie (Rojo y Montero, 1994; Madrigal et al., 1999).

El primero de estos trabajos (Echeverria, 1952) se llevó a cabo en Huelva, en 8 localizaciones situadas sobre arenales costeros de la provincia. Debido a la uniformidad de los terrenos, se consideraban únicamente dos calidades distintas, diferenciadas según las alturas

medias de la masa. El siguiente de los trabajos (Pita, 1966) se consi-dera reflejo de los tratamientos aplicados por la empresa SNIACE en la provincia de Cantabria, distinguiéndose 4 calidades para un rango de edades de 4 a 16 años. Las calidades se clasificaron para una edad típica de 10 años, con un intervalo de 3 m entre ellas (13, 16, 19 y 22 m).

Existe otro estudio de calidades para masas de E. globulus derivado de las tablas de producción de Madrigal et al., (1977), construidas a partir de un inventario único de parcelas repartidas por masas de las provincias de Huelva y Sevilla (Figura IV.1). Éste es el primer trabajo que recoge series distintas según el terreno en el que vege-taban tales masas (arenales y terrenos pizarrosos). Según el propio autor, los datos con los que se construyeron estas tablas no alcanzan las edades a las que se culmina el crecimiento medio en esa área geográfica.

Por la constante revisión a la que son sometidas, las tablas de pro-ducción elaboradas por Pardo (1982; 1990) constituyen el trabajo que más fielmente puede aproximarnos a la calidad de estación de las masas de E. globulus del Suroeste de la Península Ibérica. Estas tablas fueron construidas inicialmente a partir de más de 1.000 parcelas con mediciones anuales entre los años 1975 y 1980, correspondientes

al inventario forestal continuo desarrollado por la empresa ENCE en las provincias de Huelva, Sevilla y Cáceres. Todas estas parcelas estaban instaladas sobre masas de brinzales de edades compren-didas entre los 3 y 13 años, que por entonces constituían la prácti-ca totalidad de las masas gestionadas por dicha empresa. Nuevas masas de chirpiales han ido incorporándose progresivamente a la

Figura iv.1: Curvas de calidad de Eucalyptus globulus en función del sustrato (para arenas a la izquierda y para pizarras a la derecha), para las provincias de Huelva y sevilla (madrigal et al., 1977).

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masa inventariada, con la consiguiente revisión del modelo que permite el inventario forestal continuo. Como puede apreciarse en Figura IV.2 se definen 5 clases de calidad de estación para cada tipo de suelo (arenas y

pizarras), definidas para una edad típica o índice de sitio a los 7 años, a partir de la ecuación de Schumacher (1939) cuyos parámetros aparecen en la Tabla IV.1.

H0: altura dominante (m)t: edad (años)a y b: parámetros

tabla iv.1: valores de los parámetros de la ecuación para los límites superiores de definición de las clases de calidad propuestas por pardo (1990).

Figura iv.2: Curvas de definición de Calidad para Eucalyptus globulus en función del sustrato, para el suroeste (pardo, 1990).

García (1999), trabajando con datos de parcelas procedentes del mismo inventario entre 1988 y 1997 sobre sustrato de pizarras, empleó la ecua-ción de Richards (1959) para ajustar unas nuevas curvas de calidad. Según

el autor, no parece existir diferencia entre las proyecciones de este modelo y el desarrollado por Pardo (1990), a pesar de las ventajas teóricas del procedimiento empleado.

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En cualquier caso, puede apreciarse un mayor índice de sitio de las masas que se desarrollan sobre sustrato arenoso, característico de la comarca litoral de Huelva, donde el E. globulus encuentra condiciones de creci-miento más favorables, tanto climáticas como edáficas.

Para el Norte de la península, las tablas de producción de Fernández (1982, 1994) ofrecen una buena aproximación a la calidad de las masas de E. globulus en los primeros turnos (Figura IV.3). Se definen 4 calida-des de estación diferentes para cada turno (1º y 2º), elaboradas según el modelo de Bailey y Clutter (1974).

García y Ruiz (2003) y López et al., (2008) para el Norte de la Península Ibérica han construido también curvas de calidad ajustadas a través de la ecuación de Richards (1959). Los primeros utilizan la información su-ministrada por 388 mediciones de 113 parcelas permanentes instaladas sobre masas de 2º turno (masas chirpiales de 1ª brotación). En lugar de ajustar una ecuación altura-edad para cada clase de calidad, esta meto-dología permite ajustar una sola ecuación, en la que uno de sus paráme-tros depende del sitio, generándose así una familia de curvas o curvas “armonizadas”. Como índice de calidad de estación, o índice de sitio, se emplea la altura dominante estimada para una determinada edad clave.

Los autores ajustaron una familia de curvas que predice un índice de sitio que va de 8 a 28 m de altura para una edad clave de 7 años. Algunas de las curvas proyectadas se representan en la Figura IV.4 sobre la muestra de datos del trabajo.

López et al., (2008) elaboran curvas de calidad para E. globulus en Asturias y Norte de Galicia a partir de 349 mediciones de 92 parcelas permanen-tes. Se trata de curvas de calidad también derivadas de la ecuación de Richards (1959) con un parámetro expandido siguiendo una metodología similar a la propuesta por Goelz y Burk (1992). Las ecuaciones así obteni-das permiten dotar de mayor flexibilidad a las curvas lo que es especial-mente ventajoso en calidades extremas (López et al., 2008). El modelo se-leccionado es el siguiente, con los valores estimados para los parámetros que se presentan a continuación:

Donde:H1, E1 es un par de datos altura dominante y edad conocidosH2 es la altura dominante estimada para la edad E2

a1, a2, a3 y b son los parámetros de la ecuación

Figura iv.4: Curvas de calidad para Eucalyptus globulus para el norte peninsular, elabo-radas por García y ruiz (2003).

Figura iv.3: Curvas de calidad de estación de Eucalyptus globulus para el norte de la península, elaboradas por Fernández (1982).

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Las curvas de calidad superpuestas sobre los datos observados se presen-tan en la figura IV.5.

Todos estos trabajos reflejan nuevamente la enorme capacidad de creci-miento que posee esta especie en Galicia, donde encuentra un medio óp-timo para su desarrollo, tanto por las condiciones climáticas que se dan en la costa Noroeste, nula o escasa sequía y ausencia de fríos invernales, como por el suelo, fundamentalmente arenoso, lo que asegura la aireación radicular que le es necesaria.

Por otro lado, se puede apreciar como la calidad de estación mejora en el se-gundo turno con respecto al primero (Fernández, 1985, 1994), lo que según Toval (1999) obedece a dos razones; por un lado, el mejor establecimiento de la masa y por otro, el papel mejorante que en las condiciones edáficas produce el crecimiento de las raíces en el primer turno de brinzales.

iv.2. inFluenCia de la densidad de plantaCiÓn en el CreCimiento Y la produCCiÓn El mercado al cual esté orientada la producción juega un papel decisivo en la elección de la densidad inicial de la plantación, dado que no todos los sistemas de gestión permiten intervenciones con el objeto de corregir posi-

bles desviaciones. Teniendo en cuenta que la selvicultura de los eucalipta-res en la península, con destino a la obtención de pulpa, no incluye cortas intermedias, la densidad de plantación es un tema de gran importancia ya que afecta a la producción final de madera, a las características de los pro-ductos, a la posibilidad de mecanizar las operaciones selvícolas y por ende a la rentabilidad económica de su aprovechamiento.

También el marco de plantación empleado para alcanzar una densidad de-terminada juega un importante papel en la futura evolución y característi-cas de los árboles. Los procesos de competencia inducidos por la reducción en el distanciamiento entre árboles dan lugar a una serie de fenómenos deseables desde el punto de vista selvícola, como la reducción de la coni-cidad de la copa, el aumento de la estabilidad frente a episodios de viento, la reducción de la tortuosidad de los fustes, el aceleramiento de los proce-sos de auto-poda, etc. (Couto et al., 1977; Daniel et al., 1979; Wehr, 1982; Henskens et al., 2001). Contrariamente, la excesiva competencia ralentiza el crecimiento de la masa de forma temprana y perjudica la producción volumétrica final.

Numerosos estudios desarrollados a lo largo del mundo han demostrado que los efectos del espaciamiento sobre plantaciones de eucaliptos son los mismos que los hallados en otras especies intolerantes (Opie et al., 1984). Asumiendo esta afirmación, podemos considerar como válidas para las plantaciones de eucalipto una serie de características identificadas y corro-boradas para este tipo de especies. De esta manera, podemos entender que una reducción en el espaciamiento (o lo que es lo mismo, un aumento de la densidad inicial) implicará en la mayoría de los casos una reducción de la altura media (pero no necesariamente de la altura dominante), del diáme-tro medio, del tamaño de ramas y de la conicidad de la copa, pero al mismo tiempo se obtendrá un incremento del área basimétrica y del volumen total (pero no necesariamente del volumen comercial) (Sjolte-Jorgensen, 1967; Wardle, 1967; Evert, 1971).

La independencia de la altura media de los árboles dominantes con el es-paciamiento está demostrada por numerosas experiencias en Eucalyptus (Chaves, 1997; Ribeiro et al., 1997).

Los efectos del espaciamiento sobre la producción y las características de masas de E. globulus han sido motivo de estudios en varias regiones

Figura iv.5: Curvas de calidad para Eucalyptus globulus en asturias y norte de Galicia (lópez et al., 2008).

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del mundo, por ejemplo en Argentina, Chile, España (Ferrere et al., 2005; Pinilla y Ulloa, 2001; Fernández, 1985), demostrando matices de acuer-do a la calidad de sitio, la edad de evaluación. Particularmente para el Norte de la península en 45 parcelas, sobre las cuales se realizaron 129 inventarios y con los siguientes espaciamientos: 2 x 2, 2,5 x 2,5 y 3 x 3 m (Fernández, 1985), las conclusiones referidas a la edad de 16 años y a las cinco calidades que se reconocen en el estudio son las siguientes: a mayor espaciamiento la altura dominante decrece, aunque en valores relativamente bajos (2 a 4%), en cambio la altura media aumenta (entre 6 y 10%), lo que se explica por la mayor proporción de árboles dominados que se dan en los espaciamientos más estrechos. El área basimétrica dis-minuye entre un 9 y un 23% a medida que los espaciamientos aumentan; el diámetro cuadrático medio aumenta entre un 30 y un 43% conforme los espaciamientos se van haciendo mayores y la producción en volumen maderable hasta 7 cm en punta delgada disminuye a medida que aumen-ta el espaciamiento, entre un 7 y un 18%.

El efecto de la densidad sobre el volumen total obtenido es un tema dis-cutido. Algunos autores han encontrado un aumento significativo del vo-lumen/ha asociado a la reducción del espaciamiento en plantaciones de E. globulus (Fernández, 1985; Chaves, 1997; Ribeiro et al., 1997; Henskens et al., 2001). Por el contrario, Pinilla y Ulloa (2001) registran los mayores vo-lúmenes por hectárea con las densidades menores ensayadas en el secano costero de la VII Región de Chile. Existen incluso resultados de experien-cias desarrolladas con otras especies del género que reflejan la indepen-dencia de esta variable con la densidad inicial a partir de una determinada edad (Rosales y Rojas, 2001).

Estas diferencias pueden estar explicadas por las distintas calidades de los sitios sobre los cuales se han realizado los ensayos, sumadas al rango de densidades ensayadas y edad de evaluación. También se debe señalar que los factores limitantes en cada estación desencadenan procesos de com-petencia de distinta naturaleza que influyen en gran medida en la relación entre la densidad y el volumen total.

Es también importante la influencia que tiene la procedencia del material vegetal. Los rápidos crecimientos iniciales de masas de eucaliptos desen-cadenan la pronta segregación de las clases dominantes y codominantes dando lugar a un estrato de árboles dominados, de ahí que la altura media

descienda con la reducción del espaciamiento. Sin embargo, este proceso se minimiza y ralentiza cuando se trabaja con material monoclonal (Flo-rence, 1996). El empleo de material clonal mejorado minimiza algunas de las limitaciones relacionadas con el uso de elevadas densidades de plan-tación. En este sentido, el número de marras y la proporción de árboles dominados dejan de ser relevantes cuando se trabaja con clones.

Un estudio realizado en Argentina (Ferrere et al., 2005) señala que la pro-ducción medida en área basal (m2/ha) a los 10 años fue mayor para una densidad de 1095 plantas/ha y sin diferencias significativas cuando se descendía hasta el tratamiento equivalente a 761 plantas/ha. Este mismo estudio también analizó la variación de la densidad de la madera y la pro-porción de corteza al sexto año. Se encontró una leve tendencia de que a mayor densidad de plantación, la madera es mas densa (hasta 4,1%), mientras que la proporción de corteza se mantuvo constante para las dife-rentes densidades de plantación.

El análisis de ensayos de espaciamiento llevados a cabo en Portugal (Ri-beiro et al., 1997) demuestran que para el rango de calidades y densidades ensayadas (de 500 a 5.000 pies/ha), mayores productividades alcanzadas con turnos más cortos están relacionadas positivamente con menores es-paciamientos en el rodal. Estos resultados llevan a concluir a los autores que, para el destino de la fabricación de pasta de celulosa, el empleo de espaciamientos reducidos conduce a obtener el mayor volumen en rota-ciones cortas, acotando esta conclusión al marco de las calidades de los sitios ensayados.

Por lo general el rango de espaciamiento inicial no varía mucho de unos países a otros. Las plantaciones de eucaliptos con fines comercia-les se establecen con densidades iniciales que oscilan entre los 1.000-1.700 pies/ha (Schönau y Coetzee, 1989; Jenkin, 1992). Una revisión de las prácticas empleadas dependiendo de los factores de la estación nos lleva a contemplar densidades de instalación de hasta 3.000 pies/ha en sitios de elevada calidad donde los reducidos diámetros poseen interés comercial, y al mismo tiempo se pueden citar establecimientos de 400 pies/ha en áreas de baja precipitación y bajo los condicionantes de mercados más exigentes (Schönau y Coetzee, 1989). Los mismos autores anteriores sugieren que, en general, el marco de plantación no debe superar espaciamientos de 3,0 m, pero en estaciones de baja cali-

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dad, y allí donde se persigue la máxima valorización de los productos, el espaciamiento entre árboles no debe ser superior a 2,5 m.

La elección del marco de plantación debe decidirse, por tanto, en función de la calidad del sitio, las necesidades de mecanización, la calidad de los productos a obtener, la producción y las características de masa deseadas. En Portugal, E. globulus es plantado a 1.300 pies/ha (4,0 x 1,9 m) bajo condi-ciones de estación secas en el Sur, mientras que se instalan plantaciones con 1.600 pies/ha en sitios de mayor calidad al Norte del país (Florence, 1996). Sin embargo, otros autores citan que las densidades medias de plantación más frecuentes en este país se sitúan entorno a los 1000-1250 pies/ha, ad-mitiéndose que éstas se encuentran por debajo del óptimo, de acuerdo a los resultados de distintos trabajos experimentales (Pereira et al., 1996).

Mientras que en el Norte de la península se recomienda, para calidades superiores, 1.430 pies/ha en marco de 3,5 x 2 m y, para las inferiores, 1.143 pies/ha y un marco de 3,5 x 2,5 m. Como regla general se acepta que no se deben plantar más de 1.600 ni menos de 1.100 pies/ha en estaciones del Norte de la península (Toval, 1999).

En el Suroeste se recomiendan las siguientes densidades y marcos de plantación en función de la calidad de la estación: para la Calidades I de 950-1000 pies/ha, según marco de plantación entorno a los 4 x 2,5 m; para Calidad II, de 850-950 pies/ha, según marco entorno a 4,5 x 2,5 m; para Calidad III, entre 700-850 pies/ha con un marco entorno a los 5 x 2,5 m; y para las calidades inferiores la densidad puede bajar hasta los 625-700 pies/ha según marcos de plantación de hasta 6 x 2,5 m (Ence, 2005). Como puede comprobarse, es común a todas las densidades una distancia de plantación, al menos en un sentido, que facilite la mecanización de los tratamientos y el aprovechamiento de la plantación. Por las ventajas que tiene desde el punto de vista selvícola, tal y como se ha expuesto anterior-mente, en la actualidad se tiende a desequilibrar el marco de plantación reduciendo la distancia entre árboles en un sentido, manteniendo las den-sidades antes comentadas, para lo que es necesario aumentar el ancho de las calles de la plantación.

En el caso de terrenos aterrazados, se mantienen las densidades anteriores en función de la calidad de la estación, adaptando el marco de plantación a la separación entre las plataformas de las terrazas.

Como se ha indicado al comienzo, estas recomendaciones son válidas cuando la orientación de la producción es la fabricación de pasta o madera de trituración. Sin embargo, en el Norte de la Península Ibérica, cuando el destino de la producción es el mercado de madera sólida, la recomendación general es partir de densidades menores y espacia-mientos más equilibrados a fin de minimizar costes y reducir tensiones de crecimiento en el árbol. Nutto y Touza (2004a) a partir de modelos de crecimiento basados en el árbol individual, ilustran los resultados con un ejemplo en el que una plantación con una densidad inicial de 3 x 3 m es orientada a conseguir madera de sierra con un diámetro normal medio de 50 cm a los 26 años. De acuerdo con estas premisas, los autores contemplan incluso la obtención de madera de trituración procedente de las intervenciones intermedias en el rodal.

iv.3. turno Y produCCiÓnLa determinación del turno de corta en masas de E. globulus destinadas a la obtención de pasta de celulosa obedece al criterio de máxima renta en especie. Por tanto, dicha edad es establecida principalmente por cri-terios de carácter técnico-forestal. Sin embargo, este sector industrial está fuertemente condicionado por la continuidad en el suministro de la materia prima, además de por otros factores comerciales. Esto obliga en ocasiones a una desviación de la edad de corta con respecto a aquella establecida por el criterio de máxima renta en especie. En montes de escasa superficie del Noroeste estos criterios tampoco se aplican de forma estricta, y son habituales las cortas a edades superio-res a las establecidas por los anteriores criterios.

Las tablas de producción constituyen la herramienta indispensable para la determinación de la edad a la que se alcanza la máxima pro-ducción de celulosa por hectárea y año, o edad de máxima renta en especie, a través de la evolución del volumen maderable total y sus crecimientos medio y corriente. Dado que la selvicultura de las ma-sas de eucalipto con destino a la fabricación de pasta de celulosa no incluye cortas intermedias, sus tablas de producción son tablas clá-sicas de selvicultura media observada (Vanniere, 1984). Por este moti-vo la determinación de dicha edad de corta se simplifica bastante al tratarse de masas coetáneas y regulares sometidas a cortas a hecho (Madrigal, 1994).

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Según lo expuesto, de acuerdo con las tablas desarrolladas por Pardo (1982; 1990) la edad de corta en el Suroeste estaría fijada entre 12 y 14 años para masas correspondientes a las calidades superiores, siempre que alberguen densidades de masa normales. En las calidades inferiores acontecen con frecuencia enormes limitaciones de carácter edáfico, lo que motiva una elevada mortalidad durante las sequías estivales, a la que hay que sumar la enorme virulencia de los ataques de Phoracantha semipunctata bajo estas condiciones de cultivo. Ante estas circunstancias, el crecimiento y vitalidad de la masa decae rápidamente, lo que justifica el adelantamiento de la cor-ta. La frecuencia de este fenómeno se ha visto reducida significativamente en los últimos años con el empleo de material vegetal mejorado genética-mente y la generalización de prácticas selvícolas y tratamientos fitosanita-rios adecuadas a cada estación, como las descritas en otros apartados.

En el Norte de la Península Ibérica es menos frecuente que se produz-can mortalidades extraordinarias que justifiquen el adelantamiento de la

edad de corta. La disminución de densidad que consideran las tablas de producción de Fernández (1985) se debe a la mortalidad natural, que se estima en un 2,6% para el primer turno y de 1,4% para el segundo. Según el mismo autor, la culminación del crecimiento medio se alcanza en Gali-cia a edades comprendidas entre 18 y 22 años. Aunque la mayor parte de las parcelas con las que se construyeron estas tablas están situadas en la provincia de Pontevedra y La Coruña, sus proyecciones son de aplicación a todo el área de distribución de la especie en el Norte de España (Madrigal et al., 1999).

Las producciones para las diferentes calidades y zonas obtenidas en estos trabajos, se presentan en las Tablas IV.2 y IV.3. En ellas se pone de mani-fiesto la gran variabilidad de la capacidad productiva, no sólo entre Norte y Sur, sino también dentro de cada una de las zonas. Téngase en cuenta que las producciones se expresan como volumen maderable útil, es decir, volumen sin corteza y a 7 cm en punta delgada.

tabla iv.2: producciones de Eucalyptus globulus según calidades en el su-roeste (pardo, 1990).

tabla iv.3: producciones de Eucalyptus globulus según calidades en el norte de la península (Fernández, 1985)

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En el Suroeste las diferencias entre las estaciones de arenas y pizarras se es-tablecen principalmente en las calidades superiores, tendiendo a igualarse en las inferiores. Como ya se ha comentado, las producciones de la última calidad coinciden generalmente con estaciones de enormes limitaciones edáficas, especialmente el escaso desarrollo del perfil, donde los árboles presentan un sistema radical muy somero y sufren de manera muy notable las sequías estivales, siendo un ejemplo de factor limitante difícilmente co-rregible con las prácticas selvícolas y genéticas expuestas.

En el Norte, lo más destacable es el incremento que experimenta la pro-ducción en el segundo turno con respecto al primero, teniendo en cuen-ta que los inventarios de los turnos sucesivos se han realizado sobre las mismas parcelas. Dicho incremento es inversamente proporcional a la calidad, de tal forma que para Calidad IV supone un 77% más de pro-ducción, para Calidad III un 40%, para Calidad II un 20% y para Calidad I un 7%. En el mismo estudio (Fernández, 1982), se señala, aunque de forma provisional porque aún no se había culminado el tercer turno, que la producción de este último es similar al segundo, por lo que recomienda utilizar las mismas tablas de producción, lo que indica que no se produce ninguna disminución en la producción con respecto al segundo turno y que se mantiene el incremento con respecto al primero.

El incremento de producción del segundo turno con respecto al primero es interpretado por Toval (1999) como un mejor establecimiento de la masa, debido al mayor volumen de suelo explorado por las raíces y no como

consecuencia de un incremento del número de pies/ha en el segundo tur-no. Los patrones de crecimiento son diferentes entre brinzales y chirpiales. García (1999) en sus trabajos sobre modelización del crecimiento de E. globulus en la provincia de Huelva, constató un crecimiento inicial de los chirpiales más rápido que en brinzales hasta edades cercanas a la edad de turno, pero a partir de ésta se produce un cambio cualitativo de esta tendencia. El mismo autor justifica este fenómeno señalando que, si bien no parece haber comparaciones directas definitivas en la literatura, de ma-nera generalizada es asumido que los chirpiales tendrían inicialmente una evolución de la altura dominante por encima de los brinzales, pero esta diferencia iría disminuyendo con la edad.

Cabe señalar que el material clonal mejorado, ampliamente empleado en los últimos años (Soria, 2003), y la aplicación de una selvicultura pormenori-zada (Ence, 2005), que contempla otros aspectos como la adecuada elección del sitio y la transformación de las técnicas de plantación tradicionales (Ruiz et al., 2004), están dando lugar a la obtención de importantes ganancias pro-ductivas en comparación con los rendimientos tradicionales que han sido revisados en este capítulo. Mientras, se están desarrollando nuevos modelos y tablas de producción que puedan plasmar toda esta mejora. Toval (2004) cita que los inventarios forestales en el Suroeste de la Península Ibérica en masas de 7 años están poniendo de manifiesto incrementos de producción de hasta el 90% en montes en los que las anteriores masas de procedencia seminal han sido reforestadas con material vegetal mejorado y se les ha aplicado una selvicultura adecuada.

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v. i m pa C t o e C o l Ó G i C o Y s o C i a l d e l a s p l a n ta C i o n e s d e E U C A LY P T U S

El cultivo del eucalipto se ha extendido por más de 100 países de todo el mundo en sólo 150 años, al principio por interés científico y luego por su impacto económico en el sector productivo, al ser capaz de proporcionar productos maderables de forma más rápida que otras especies cultivadas. El interés despertado ha hecho que algunas especies de Eucalyptus atraviesen un veloz proceso de do-mesticación comparable a otras especies destinadas a usos indus-triales. Este proceso fue inicialmente promovido por organizaciones internacionales, (FAO, 1979), preocupadas por la escasez de recursos madereros a corto plazo y que recomendaron el cultivo de especies forestales de rápido crecimiento.

La sociedad de nuestro país no ha permanecido ajena a la introduc-ción y gestión del eucalipto, adoptando en muchos casos una posi-ción crítica frente a las mismas, en la que los argumentos menos usa-dos han sido los científicos, técnicos o profesionales. Las acusaciones sobre el género han sido abundantes, clasificándose las respuestas, para no contribuir a las confusión, en aquellas que se refieren al sue-lo, al agua, al mantenimiento de la diversidad genética, a los incen-dios forestales y a los aspectos socioeconómicos entre otros (Bará et al., 1985; Montero, 1990; Bará, 1990; Soria, 1991). Los trabajos de in-vestigación promovidos en nuestro país como consecuencia de esta respuesta social han sido numerosos, y en ellos se han estudiado los efectos del eucalipto sobre el medio natural como no se ha hecho con ninguna otra especie forestal (Toval, 1999).Podemos destacar que según Calvo (1992) no puede extraerse nin-gún efecto negativo del eucaliptar sobre el suelo, sino que, al con-

trario, su acción es mejorante cuando se compara con otros siste-mas alternativos como, por ejemplo, las praderas y los matorrales, usos anteriores dados en la mayor parte de los casos a los montes repoblados con eucalipto en el Norte de España. Otros trabajos de carácter comparativo desarrollados en la Península Ibérica llegan a concluir que “no existen procesos de degradación del suelo, dismi-nución de las reservas de nutrientes ni destrucción de la microflora atribuibles a la especie. Asimismo, no se han constatado horizon-tes de acumulación de arcillas ni apreciado daños en la mesofauna” (Bara et al., 1985). Estos resultados sumados a los valores del com-plejo de cambio, ácidos húmicos y composición química en compa-ración con los hallados en pinares y robledales, llevan a los autores a no encontrar ninguna justificación para afirmar que el eucalipto degrada el suelo.

Domínguez de Juan (1986) en base a los trabajos desarrollados en el Suroeste de la península sobre la descomposición de la hojarasca, destaca el mayor contenido de bases en eucaliptares que en alcorno-cales, encinares y pinares. Asimismo, la autora registró contenidos mínimos de aluminio bajo eucaliptar y máximos en pinar, siendo la descomposición de la hojarasca en todos los casos estudiados más rápida en el eucalipto que en el alcornoque. De hecho, la misma autora encontró los valores más altos de pH sobre la hojarasca se-mienterrada en eucaliptares.

En cuanto a los efectos sobre la vegetación, la primera y más impor-tante conclusión de los estudios realizados ha sido desmentir que “bajo el eucalipto no crece nada” o que induce a procesos de deserti-zación. Ninguno de los trabajos desarrollados al respecto ha encon-trado incompatibilidad con ninguna otra especie arbórea. (Rigueiro y Silva, 1983; Bará et al., 1985, Domínguez de Juan, 1986).

Sobre las relaciones hídricas de las plantaciones de eucalipto, un exhaustivo trabajo experimental llevado a cabo en Galicia (Gras, 1993) destaca un comportamiento significativo de la especie para la captación de nieblas (15% de la precipitación total), el escurrimiento de agua por el tronco (7% de la precipitación incidente), así como un valor promedio de la intercepción del agua de lluvia un 10% menor que el encontrado para plantaciones de pinus pinaster. El mismo

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trabajo arroja balances hídricos y nutricionales que establecen un com-portamiento similar al de una masa natural en cuanto al control de la erosión y al mantenimiento de la calidad del agua.

De acuerdo con los datos científicos existentes no puede afirmarse que las acusaciones vertidas sobre los efectos de los eucaliptares sean ciertas, y menos aún con el carácter taxativo utilizado en muchas ocasiones. Es siempre arriesgado dar un “no” tajante a un género; siempre es necesario

valorar la situación de partida, antes de la actuación, la ecología de la zona, propiedad y usos tradicionales del suelo y cuál es el objetivo de la gestión. El objetivo de la gestión está definido en última instancia por las demandas sociales, lo que incluye valorar qué y cuánto consumimos y cómo producirlo. Indudablemente, al igual que el resto de las especies, el eucalipto debe estar acompañado de una selvicultura que responda a los requerimientos biológicos, ambientales, ecológicos, económicos y socia-les que requiere una gestión sostenible, al servicio del hombre.

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SELVICULTURA DE EUCALYPTUS GLOBULUS (capítulo dedicado a esta especie en el “Compendio de Selvicultura aplicada en España” de 2008)

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