SELECCIÓN LECTURA 2º BÁSCO I Semestre 2011

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2º Básico Semestre I

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ÍNDICE

UNIDAD 1......................................................................................................................... 4

LA RUTINA ................................................................................................................... 4

EL PEQUEÑO HÉROE DE HOLANDA........................................................................ 5

MAMÁ Y PAPÁ ............................................................................................................. 8

RICITOS DE ORO Y LOS TRES OSOS...................................................................... 9

TIKKI TIKKI TEMBO ................................................................................................... 11

EL VIEJO Y LOS MANZANOS................................................................................... 14

HANSEL Y GRETEL................................................................................................... 15

NIÑA BONITA ............................................................................................................. 21

CARTA DE RAÚL ...................................................................................................... 23

¿CUÁL ES EL ANIMAL MÁS INTELIGENTE? .......................................................... 24

UNIDAD 2....................................................................................................................... 25

CHILE.......................................................................................................................... 25

LAS GALLINAS GORDAS Y LAS FLACAS............................................................... 26

LOS DEDALES DE ORO............................................................................................ 27

MEDIOPOLLITO......................................................................................................... 29

ASI NACIÓ UN BOSQUE........................................................................................... 31

POEMA PARA MIRAR EL MAPA .............................................................................. 32

MI TÍO ALFREDO, EL CAPITÁN................................................................................ 33

EL VIEJO PESCADOR............................................................................................... 34

EL PEINE Y LA CARACOLA...................................................................................... 35

TE PITO O TE HENUA............................................................................................... 38

SIGAMOS LOS CONSEJOS DE FORESTÍN ............................................................ 39

EL TERRITORIO ANTÁRTICO CHILENO................................................................. 40

ORIGEN DE CONDORITO ........................................................................................ 42

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UNIDAD 3....................................................................................................................... 43

EL PEQUEÑO MELIÑIR............................................................................................. 43

LA YERBA MATE ....................................................................................................... 45

HISTORIA DE LA LUNA Y LAS TRES MARÍAS ....................................................... 48

POEMAS A LOS ASTROS......................................................................................... 49

DE CÓMO EL PAJARO SIETE COLORES OBTUVO SUS PLUMAS ...................... 50

EL LENGUAJE MAPUCHE, EL MAPUDUNGÚN ...................................................... 51

CABAÑUELAS Y EL ANUNCIO DEL TIEMPO.......................................................... 53

UNIDAD 4....................................................................................................................... 55

LA PALOMA Y LA HORMIGA .................................................................................... 55

CÓMO EL PERRO Y EL HOMBRE SE HICIERON AMIGOS................................... 56

EL PEZ ARCOÍRIS ..................................................................................................... 57

¿POR QUÉ LLORAN LOS SAUCES? ....................................................................... 59

LLEGÓ LA VERDURA................................................................................................ 63

LA REINA DE LAS ABEJAS....................................................................................... 64

ANIMALES DE TODO EL MUNDO TIRITAN DE FRÍO............................................. 66

¿QUÉ ES UNA MASCOTA? ...................................................................................... 67

LA UTILIDAD DE LAS PLANTAS .............................................................................. 68

ZOOLÓGICO DE GAZA PINTA BURROS Y LOS TRANSFORMA EN CEBRA ...... 69

UNA EXCURSIÓN AL ZOOLÓGICO ......................................................................... 70

BIBLIOGRAFÍA.............................................................................................................. 71

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UNIDAD 1

LA RUTINA Saúl Schkolnik

—Ricardo, se acabaron las vacaciones — me dice mi madre desde la cocina—; volvemos de nuevo a la rutina. Si es lo que ella opina, ¿qué le puedo responder? —Por supuesto —le digo—, hay que volver otra vez a la rutina. Sin embargo tengo una duda, y aunque es una duda muy chica prefiero pedirte ayuda: —Dime, rutina, ¿qué significa?

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EL PEQUEÑO HÉROE DE HOLANDA

He aquí la verdadera historia de un corazón valiente, de alguien dispuesto a mantenerse firme hasta cumplir su misión. Holanda es un país muy particular porque sus tierras se encuentran bajo el nivel del mar. Esta característica es muy peligrosa, porque el mar del Norte podría entrar y anegar toda la región. Para mantener el país seco y a salvo, sus habitantes construyeron unos muros llamado diques, que rodeaban todo el país. Durante siglos los holandeses han trabajado para mantener los diques en perfecto estado, evitando que se hagan hoyitos por donde pueda pasar el agua. Incluso los niños saben que un agujero en el muro puede ser muy peligroso, y que los diques deben estar siempre vigilados. Hace muchos años vivía en Holanda un muchacho de ocho años llamado Peter. Él estaba muy familiarizado con los diques, porque su padre trabajaba controlando las esclusas, es decir, las compuertas de estos muros. Los barcos pasaban de los canales hacia el mar a través de estas esclusas. El padre de Peter estaba encargado de abrir y cerrar las compuertas. Una tarde de otoño su madre le llamó: — ¡Ven, Peter! —le dijo—.Lleva estos pasteles a tu amigo, el hombre ciego. Si te apresuras y no te entretienes jugando, estarás de vuelta antes de que oscurezca. El chico partió alegre a cumplir con el recado, andando por el camino que bordeaba el dique. Al llegar allá, se quedó conversando con el pobre viejo, contándole sobre los barcos que navegan por el mar, hablando sobre el dique y el trabajo de su padre en las compuertas, y muchas otras cosas. Quería quedarse con su amigo, pero recordó que debía regresar antes del anochecer, así que se despidió y emprendió el regreso. Mientras caminaba, observó que las aguas del canal habían subido de nivel, y que golpeaban el lado del dique. Entonces se puso a pensar en las compuertas y en el trabajo de su padre. Pensaba en lo terrible que sería si las compuertas se abrieran. —¿Qué sería de nosotros? —se dijo a sí mismo—.Estos hermosos campos quedarían anegados. Papá siempre habla de las “aguas furiosas”. Supongo que cree que están enfadadas con él por mantenerlas a raya tanto tiempo. Se distrajo de estos pensamientos recogiendo flores silvestres, escuchando el canto de los pájaros y el suave corretear de los conejos sobre la hierba. Y no podía evitar una sonrisa al pensar en su visita al pobre anciano que, ciego, tenía tan pocas satisfacciones y que tanto se alegraba siempre que él iba a visitarle.

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Peter decidió que debía apurarse porque el sol ya se estaba poniendo y

la noche se acercaba. “Mamá me estará esperando”, pensó. Mientras recogía la última flor, sintió un ruido de goteo cerca de él. Miró alrededor para saber de dónde provenía y descubrió un agujero en el dique por donde entraba el agua.

Como todo niño holandés, Peter se dio cuenta en seguida del peligro. Si el agua continuaba entrando, el agujero en el dique se ensancharía más y más, y todo el país se anegaría. Dejó caer el ramo de flores, se acercó al pequeño agujero e introdujo el dedo en él.

¡El agua dejó de fluir! Peter se dijo: “Holanda no se inundará mientras yo esté aquí. Mi dedo contiene las aguas furiosas y no las deja pasar. ¡Debo quedarme aquí y salvar a Holanda! La tarea parecía muy sencilla, pero a medida que anochecía el frío era más intenso y crecía junto con la oscuridad. El muchacho gritaba, silbaba y llamaba:

- ¡Venid, venid aquí! –pero nadie acudía ni le oía. El frío se hacía aún más duro y el brazo le dolía porque lo tenía entumecido. Trató de silbar una vez más, pero los dientes no dejaban de castañearle por el intenso frío. Su madre lo había buscado ansiosamente por el camino del dique desde la puesta de sol. Finalmente pensó que tal vez había decidido quedarse en casa del ciego esa noche.

–¿Cómo se le ocurre quedarse sin avisar ni pedir permiso?– pensaba la madre– mañana le daré una buena reprimenda.

Mientras tanto Peter pensaba en sus hermanos, que estarían calentitos en casa, y en sus queridos papá y mamá.

-¡No puedo dejar que se ahoguen! –pensaba– No puedo irme hasta que llegue alguien, aunque tenga que quedarme toda la noche con el dedo metido en este agujero. Se acurrucó al lado del dique, bajo la luna y las estrellas, que observaban atentas su heroísmo. Pero no durmió en toda la noche. Cada cierto rato se frotaba la mano que detenía al mar embravecido, para calentarla un poco. Se quedó ahí toda la noche, evitando que el mar entrara e inundara su país. Gritaba de vez en cuando, por si alguien lo oía. A medida que avanzaba la noche el cansancio y el frío convirtieron su grito en un gemido. Por la mañana, un hombre que pasaba por ahí en dirección al trabajo vio al niño que gemía acurrucado junto al dique. El hombre se acercó y le preguntó:

-¿Qué ocurre? ¿Te has hecho daño? Ver al hombre hizo que Peter recuperara la fuerza y la voz: -¡Estoy deteniendo el agua! –chilló- ¡Avise a todos que vengan

rápidamente! Hay que reparar el dique. La alarma no tardó en extenderse, y todos acudieron con palas, y el

agujero fue reparado prontamente.

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Sus padres estaban felices de encontrarlo, y más aún cuando se enteraron de cómo, aquella noche, Peter les había salvado la vida.

La noticia se supo en todas partes. Desde aquel día, nadie ha olvidado al pequeño héroe de Holanda.

Adaptación Equipo Editorial Aptus

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MAMÁ Y PAPÁ

Efraín de la Fuente

Con letras de la sopa escribí papá y mamá, y porque estaba jugando me querían castigar. Pero dijo mi abuelita que se debe perdonar a los niños que ya saben escribir papá y mamá.

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RICITOS DE ORO Y LOS TRES OSOS Anónimo

Había una vez tres osos que vivían en su casita en medio de un bosque. Eran el Papá Oso, la Mamá Osa y el Osito. Cada uno tenía su propio plato para comer: un plato grande para el Papá Oso, un plato mediano para la Mamá Osa y un plato pequeño para el Osito. Tenían tres cucharas: una cuchara grande para el Papá Oso, una cuchara mediana para la Mamá Osa y una cuchara pequeña para el Osito. Tenían tres sillas para sentarse: la silla grande para el Papá Oso, la silla mediana para la Mamá Osa y la silla pequeña para el Osito. Cada uno tenía una cama para dormir: el Papá Oso tenía una cama grande, la Mamá Osa tenía una cama mediana y el Osito tenía una cama pequeña. Un día prepararon una rica sopa. Como estaba muy caliente, la pusieron en los platos y se fueron a pasear por el bosque mientras la sopa se enfriaba, pues no querían quemarse la lengua. Mientras los osos estaban paseando, llegó al lugar una niñita que se llamaba Ricitos de Oro. Ricitos de Oro vio la casita en medio del bosque y le gustó mucho. Primero miró por la ventana; luego miró por el ojo de la llave. Cuando vio que no había nadie, empujó la puerta, que estaba entreabierta, y entró. Miró la casita por dentro y también le gustó mucho. Cuando vio los platos de sopa encima de la mesa se puso muy contenta, pues tenía mucha hambre. Y decidió probar un poco. Primero probó la sopa del plato grande, que era la del Papá Oso. Pero la encontró muy caliente y dejó caer la cuchara dentro del plato. Luego probó la sopa del plato mediano, la de Mamá Osa. Pero estaba demasiado fría. Y por fin probó la del plato pequeño, la del Osito, que no estaba ni fría ni caliente, sino justo para su gusto. — ¡Qué rica sopa! —exclamó. Y la encontró tan buena que se la comió toda. Entonces Ricitos de Oro buscó una silla para sentarse. Primero se sentó en la silla del Papá Oso, pero era muy dura. Luego se sentó en la silla de la Mamá Osa, pero era demasiado blanda. Al fin se sentó en la silla del Osito, y vio que no era ni muy dura ni muy blanda, sino justo para su gusto. Pero se sentó con tanta fuerza que la silla se rompió y Ricitos de Oro cayó al suelo. La niña se levantó y quiso seguir conociendo la casita. Subió por la escalera al piso de arriba y encontró el dormitorio de los tres osos. Ricitos de Oro tenía mucho sueño y decidió acostarse. Primero se acostó en la cama del Papá Oso, pero la almohada era demasiado alta. Luego se acostó en la cama mediana, pero la almohada era demasiado baja. Finalmente se acostó en la cama pequeña, que no era ni demasiado alta ni demasiado baja. Tan bien se encontraba en ella, que enseguida se durmió.

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Mientras tanto regresaron a la casa los tres osos. Venían con mucho apetito después del paseo. — ¡Alguien ha probado mi sopa! —dijo el Papá Oso con su voz ronca, viendo la cuchara que Ricitos de Oro había dejado dentro del plato. — ¡Alguien ha probado mi sopa! —dijo Mamá Osa con su voz suave. — ¡Alguien ha probado mi sopa... y se la comió toda! —dijo el Osito con su voz chiquitita, y comenzó a llorar. Entonces se dieron cuenta de que alguien había entrado en su casa. Miraron a su alrededor y el Papá Oso vio que su silla estaba fuera de su sitio. — ¡Alguien se ha sentado en mi silla! —dijo con su voz ronca. — ¡A1guien se ha sentado en mi silla! —dijo también Mamá Osa con su voz suave. — ¡Alguien se ha sentado en mi silla... y me la rompió! —dijo el Osito con su voz chiquitita y nuevamente se puso a llorar. Entonces los tres osos subieron a su dormitorio. Al entrar, el Papá Oso vio la almohada en medio de la cama y dijo con su voz ronca: — ¡Alguien se ha acostado en mi cama! — ¡Alguien se ha acostado en mi cama! —dijo también la Mamá Osa, con su voz suave. El Osito se acercó corriendo a su cama. La almohada estaba en su lugar, pero encima de ella descansaba la linda cabecita de Ricitos de Oro. — ¡A1guien se ha acostado en mi cama... y todavía está durmiendo aquí! —gritó el Osito, con su voz chiquitita. Ricitos de Oro había oído entre sueños la voz ronca de Papá Oso, pero le parecieron truenos. Había oído también la voz suave de Mamá Osa, pero no se despertó porque creía que era un sueño. Pero la voz chiquitita del Osito penetró en sus oídos y la despertó. Cuando vio a los tres osos a un lado de la cama, saltó por el otro lado y salió por la ventana, que estaba abierta. Y corrió y corrió por el bosque lo más rápido que pudo. Y los tres osos no la volvieron a ver nunca más.

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TIKKI TIKKI TEMBO

Arlene Mosel - Cuento de China ¿Cómo te llamas? Todos los seres humanos tienen un nombre. En algunos lugares de la Tierra es usual que uno tenga un nombre de pila y un apellido. En otros casos, se llama a las personas por un solo nombre. Probablemente todos conozcamos a algún niño chino. ¿Cómo se llama? Su nombre le causara problemas como al protagonista de este cuento?

Hace mucho, mucho, mucho tiempo, existía en China la costumbre de que todos los padres y madres dieran a su primer hijo grandiosos y largos nombres, en señal de honor. Sin embargo, los segundos hijos apenas recibían nombre. En una aldea, en la montaña, vivía una mujer que tenía dos hijos pequeños. A su segundo hijo lo llamó Chang, que significaba «poco o nada». Pero a su venerable primer hijo lo llamó Tikki tikki tembo-no sa rembo-chari bari ruchi-pip peri pembo, lo que significaba «¡la cosa más maravillosa de todo el ancho mundo!». Cada mañana, la madre iba a lavar a un riachuelo que corría cerca de su casa. Los dos niños siempre iban a su lado parloteando. En la ribera había un antiguo pozo. — No se acerquen al pozo —les advertía la madre— o se van a caer, eso es casi seguro. Los niños no siempre hacían caso a su mamá y un día estaban jugando al lado y encima del pozo cuando, ¡Chang se cayó adentro! Tikki tikki tembo-no sa rembo-chari bari ruchi-pip peri pembo corrió lo más rápido que le permitían sus pequeñas piernecitas hasta donde estaba su madre y le dijo: — Muy honorable madre, ¡Chang se cayó al pozo! — El agua ruge, «Pequeño capullo», no te oigo —dijo la mamá. Entonces Tikki tikki tembo-no sa rembo-chari bari ruchi-pip peri pembo alzó la voz y gritó: — ¡Ay, honorabilísima, Chang se cayó al pozo! — Qué niño fastidioso —respondió la madre—. Corre y trae al Anciano Con La Escalera para que lo saque. Entonces Tikki tikki tembo-no sa rembo-chari bari ruchi-pip peri pembo corrió tan rápido como le permitieron sus piernecitas hasta donde estaba el Anciano Con La Escalera y le dijo: — Anciano Con La Escalera, Chang se cayó al pozo, ¿podría venir y sacarlo?

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— ¿Así es que Chang se cayó al pozo? —dijo el Anciano Con La Escalera. Y corrió tan rápido como le permitieron sus viejas piernas. Peldaño a peldaño bajó al pozo, tomó al pequeño Chang y, peldaño a peldaño, lo sacó del mismo. Presionando con las manos, extrajo el agua del niño e insufló aire en su interior, y extrajo más agua de él y le insufló más aire, ¡y pronto Chang estuvo tan bien como siempre! Entonces, durante varios meses, los niños no se acercaron al pozo. Sin embargo, después del Festival de la Octava Luna, corrieron hasta allí para comer sus pasteles de arroz. Comieron cerca del pozo, jugaron alrededor del pozo, pisaron encima del pozo, ¡y Tikki tikki tembo-no sa rembo-chari bari ruchi-pip peri pembo se cayó al pozo! Chang corrió tan rápido como le permitieron sus piernecitas hasta donde estaba su madre y le dijo: _ Ay, muy honorable madre, ¡Tikki tikki tembono sa rembo-chari bari ruchipip peri pembo se cayó al pozo! _ El agua ruge, “pequeño”, no te oigo. Entonces, el pequeño Chang respiró profundamente. — Oh, muy honorable madre —jadeó—, ¡Tikki tikki tembono sa rembo-chari bari ruchipip peri pembo se cayó al pozo! — Niño pesado, ¿qué estás tratando de decir? —dijo su madre. — ¡Honorable madre! —acezó. ¡Chan bari rembo tikki tikki pip pip se cayo al pozo! — Desafortunado hijo, seguro que los espíritus malignos han embrujado tu lengua. ¡Pronuncia el nombre de tu hermano con reverencia! El pobre pequeño Chang estaba absolutamente sin aliento por decir un nombre tan largo y no creía que pudiera decirlo otra vez. Pero entonces pensó en su hermano adentro del viejo pozo. Chang inclino claramente su pequeña cabeza hacia la arena, inspiro profundamente y lentamente, muy lentamente, dijo: — Muy honorable madre, Tikki tikki tembo-no sa rembo-chari bari ruchi-pip peri pembo está en el fondo del pozo. — ¡Oh, no, mi venerable primogénito, el heredero de todo lo que poseo! Corre rápido y dile al Anciano Con La Escalera que tu hermano se cayó al pozo. Y así Chang corrió tan rápido como le permitían sus piernecitas hasta donde estaba el Anciano Con La Escalera. Bajo un árbol se encontraba reclinado y en silencio el Anciano Con La Escalera. — Anciano, Anciano —gritó Chang— ¡Venga inmediatamente! Tikki tikki tembo-no sa rembo chan bari ruchi-pip peri pembo se cayó al pozo de piedra. Pero no hubo respuesta. Confundido, espero. Entonces, recurriendo a la última reserva de aire que tenía, gritó:

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— Anciano Con La Escalera, Tikki tikki tembo-no sa rembo-chari bari ruchi-pip peri pembo está en el fondo del pozo. — Desdichado, niño, perturbas mi sueño. Estaba flotando en una bruma color púrpura y encontraba nuevamente mi juventud. Había portales rutilantes y preciosos capullos. Si cierro los ojos, quizá pueda volver nuevamente. El pobre pequeño Chang estaba asustado. ¿Cómo podría decir ese nombre grande y largo de nuevo? — Por favor, Anciano Con La Escalera, por favor ayude a mi hermano a salir del frío pozo. — De modo —dijo el Anciano Con La Escalera— ¡que la “Preciosa Perla” de tu madre se cayó al pozo! El Anciano Con La Escalera se apresuró tanto como se lo permitieron sus viejas piernas. Peldaño tras peldaño bajó al pozo, y peldaño tras peldaño subió del pozo con el niño en sus brazos. Entonces presionó con sus manos para extraerle el agua e insufló aire en su interior, y le extrajo el agua y le insufló aire. Pero el pequeño Tikki tikki tembo-no sa rembo-chari bari ruchi-pip peri pembo había estado tanto tiempo en el agua, y todo a causa de su largo y grandioso nombre, que la luna salió varias veces antes de que volviera a ser el mismo. Y desde ese día hasta ahora, los chinos siempre han pensado que es sensato poner nombres cortos y no largos y grandiosos a todos sus niños.

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EL VIEJO Y LOS MANZANOS

León Tolstoi Un viejo hombre se encontraba plantando manzanos, cuando alguien dijo: _ ¿Por qué plantas manzanos? Pasará mucho tiempo antes de que coseches los frutos, y no alcanzarás a vivir para comerte ni siquiera una manzana pequeña. Y el viejo respondió: _Yo no las comeré, pero otros sí, y ellos me lo van a agradecer.

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HANSEL Y GRETEL

Hermanos Grimm Cerca de un gran bosque vivía un pobre leñador junto a su mujer y sus dos hijos; el niño se llamaba Hansel y la niña Gretel. Tenían poco para comer, y un buen día, como en el país reinaba una terrible hambruna, el leñador no pudo conseguir ni siquiera el pan diario. Llegó la noche y el hombre, pensando en esto, se daba vueltas en la cama, lleno de angustia. Suspirando le dijo a su mujer: -¿Qué será de nosotros? No podremos siquiera: alimentar a nuestros pobres hijos... Y tampoco tenemos suficiente para nosotros mismos. —Te diré una cosa, marido —contestó la mujer—. Mañana muy temprano llevaremos a los niños al bosque, allí donde es más espeso. Les encendemos un fuego allí y le damos a cada uno un trozo de pan; luego nos vamos a trabajar y los dejamos solos. No encontrarán el camino de regreso a casa y así nos libraremos de ellos. —No, mujer —dijo el marido—, yo no hago eso. ¿Cómo voy a tener corazón para dejar a mis hijos solos en el bosque? Pronto aparecerían los animales salvajes y los destrozarían. —Oh, qué tonto eres —gruñó ella—. Tendremos entonces que morir todos de hambre. Ya puedes ir cepillando las tablas para los ataúdes. Y no lo dejó en paz hasta que él consintió. —Pero la suerte de mis pobres niños me sigue doliendo, desde luego —se lamentaba el leñador. Los dos niños no habían podido dormirse tampoco esa noche, a causa del hambre, y habían oído lo que la madrastra le había dicho al padre. Gretel lloró amargamente y le dijo a Hansel: —Ahora estamos perdidos. —Tranquila Gretel —dijo Hansel—. No te aflijas, ya buscaré yo el modo de ayudarnos. En cuanto los padres se durmieron, se levantó, se puso su chaqueta, abrió la hoja inferior de la puerta y se deslizó hacia fuera. En ese momento lucía la luna intensamente y los blancos guijarros que había ante la casa brillaban como monedas. Hansel se agachó y metió tantos como cupieron en el pequeño bolsillo de su chaqueta. Luego regresó a la habitación, y le habló así su hermana: —No tengas miedo, querida hermanita, y duérmete tranquila. Verás cómo el buen Dios no nos va a abandonar. Y se metió de nuevo en la cama. Cuando se hizo de día y antes de que el sol saliera, llegó la mujer y despertó a los dos niños: — ¡Levántense, perezosos! vamos a ir al bosque a coger leña. Luego le dio a cada uno un trozo de pan.

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—Tomen —les dijo—, aquí tienen su almuerzo, pero no se lo coman antes de mediodía, pues luego no habrá nada más. Gretel se metió el pan bajo el delantal, porque Hansel tenía las piedras en el bolsillo. Luego todos junto emprendieron el camino hacia al bosque. Cuando había andado un rato, el padre advirtió que Hansel se detenía una y otra vez, mirando hacia la casa —Hansel —le dijo—, ¿qué estás mirando y por qué te quedas atrás’? Presta atención y no te olvides de caminar. — ¡Ay, padre! — dijo Hansel— estoy mirando a mi gatito blanco, que está sentado en el tejado y me dice adiós. La mujer habló: — ¡Tonto! Ese no es tu gatito, es el sol de la mañana. Que brilla en la chimenea. Pero Hansel no miraba a su gatito, sino que sacaba cada vez un blanco guijarro de su bolsillo y lo arrojaba al camino. Cuando llegaron al interior del bosque, dijo el padre: —Recojan leña, niños, que voy a hacer un fuego para que no pasen frío. Hansel y Gretel cogieron ramas secas e hicieron un pequeño montón con ellas. Prendieron las ramas secas y cuando las llamas estaban ya altas, dijo la mujer: —Bueno, niños, pónganse aquí al lado del fuego y descansen; nosotros vamos al bosque a partir leña. Cuando hayamos terminado, volveremos a buscarlos. Hansel y Gretel permanecieron sentados junto al fuego, y cuando llegó el mediodía cada uno se comió su trocito de pan. Y como oían los golpes del hacha, creían que su padre estaba cerca. Pero no era el hacha, sino una rama que él había atado a un árbol seco y que el viento movía de un lado para otro. Y como llevaban ya mucho tiempo sentados, los ojos se les cerraron de cansancio y se durmieron. Cuando finalmente se despertaron, era ya noche cerrada. Gretel comenzó a llorar y dijo: — ¿Cómo podremos salir del bosque? Hansel la consoló: —Espera un poco hasta que salga la luna, y entonces encontraremos el camino fácilmente. Y cuando la luna hubo salido del todo, Hansel tomó a su hermana de la mano y siguió el rastro de los guijarros, que brillaban como monedas de plata recién fundidas y les mostraban el camino. Caminaron durante toda la noche, y cuando empezaba de nuevo a amanecer llegaron a la casa de su padre. Llamaron a la puerta, y cuando la mujer abrió y vio que eran ellos, dijo: —Niños malvados, ¿cómo es que han dormido tanto tiempo en el bosque? Creíamos que no querían regresar. El padre, sin embargo, se alegró, pues le había destrozado el corazón tener que abandonarlos a su suerte.

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No pasó mucho tiempo antes de que nuevamente hubiera hambre y necesidad por todas partes, y una noche los niños oyeron cómo la madre le decía al padre en la cama: —Ya nos hemos comido todo otra vez, apenas nos queda media hogaza de pan. Esto es el fin. Los niños tienen que irse los llevaremos mucho más adentro del bosque para que esta vez no encuentren el camino de salida. No hay otra salvación para nosotros. El hombre se entristeció mucho y pensó para sí: “Mejor harías en repartir el último bocado con tus hijos”. Pero la mujer no atendía a razones, y no cesaba de insultarlo y hacerle reproches. El que ha cedido la primera vez, tiene que ceder la segunda, y así volvió a hacerlo el padre. Pero los niños estaban todavía despiertos y habían oído la conversación. Cuando los padres se durmieron, se levantó de nuevo Hansel y quiso coger guijarros como la vez anterior, pero la mujer había cerrado la puerta con llave y no pudo salir. Sin embargo, consoló a su hermana y le dijo: —No llores, Gretel, y duérmete tranquila. El buen Dios nos ayudará. A la mañana siguiente vino la mujer y sacó a los niños de la cama. Les dio un mendrugo de pan todavía más pequeño que la vez anterior. En el camino hacia el bosque, Hansel lo desmigajó en su bolsillo y, parándose cada tanto, fue echando las migas al suelo. —Hansel, ¿por qué te paras y miras hacia atrás? — dijo el padre—. Sigue tu camino. — Estoy mirando a mi palomita, que está sentada en el tejado y quiere decirme adiós —contestó Hansel. — ¡Tonto! — dijo la mujer—. No es tu palomita, es el sol de la mañana que brilla en la chimenea. Hansel, sin embargo, siguió arrojando una tras otra las migajas al camino. La mujer llevó a los niños más hacia el interior del bosque, hasta un lugar donde ellos no habían estado nunca en su vida. Hicieron de nuevo un gran fuego, la madre les dijo: —Quédense aquí sentados, niños. Cuando se cansen, pueden dormir un poco. Nosotros vamos al otro lado del bosque a cortar leña; cuando hayamos terminado, vendremos a recogerlos. Llegó el mediodía y Gretel repartió su pan con Hansel, que había esparcido el suyo por el camino luego se durmieron y pasó la tarde, pero nadie vino por los pobres niños. No se despertaron sino ya entrada la noche, y Hansel consoló a su hermanita diciéndole: —Espera, Gretel, hasta que salga la luna. Entonces veremos las migajas que he esparcido y ellas nos mostrarán el camino a casa. Apenas salió la luna, se levantaron, pero no pudieron encontrar ni una sola miga, pues los muchos pájaros que vuelan por el bosque y los campos se las habían comido. Hansel le dijo a Gretel: —Ya encontraremos el camino, no temas.

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Estuvieron andando toda la noche y todo el día siguiente, de la mañana a la tarde, pero no lograron salir del bosque. Estaban realmente muy hambrientos pues no tenían para llevarse a la boca nada más que las pocas bayas que había en el suelo. Y como estaban muy cansados y ya no podían tenerse en pie, se tumbaron bajo un árbol y se durmieron. Hacía ya tres días que habían abandonado la casa de su padre. Comenzaron de nuevo a andar, pero cada vez se adentraban más en la espesura del bosque. Si no recibían pronto ayuda morirían. Hacia al mediodía vieron a un hermoso pajarillo, blanco como la nieve, que estaba posado en una rama, cantando de forma tan hermosa que se detuvieron y le escucharon. Y cuando terminó, batió sus alas y voló ante ellos; los niños le siguieron hasta que llegaron a una pequeña casa, en cuyo tejado se posó el pajarillo. Cuando se acercaron a ella vieron que la casita estaba hecha de pan y cubierta de pastel, y las ventanas eran de azúcar. —Manos a la obra —dijo Hansel—. Un buen banquete nos vamos a dar. Yo voy a comerme un trozo de tejado. Gretel, tú puedes comer de la ventana, que está muy dulce. Hansel alzó la mano y cogió un poco de tejado para probar el sabor, y Gretel se apoyó en la ventana y mordisqueó los cristales. Pero en ese momento salió una fina voz de la habitación: — Mastica, mastica, masca. ¿A quién oigo mordisquear? ¿Quién mi casita se quiere tragar? Los niños contestaron: —Es el viento, sólo el viento, es el niño del cielo. Y siguieron comiendo sin dejarse distraer. Hansel, al que le estaba gustando mucho el tejado, arrancó un gran trozo. Gretel cogió un cristal redondo de la ventana, se sentó y se puso a comerlo alegremente. De pronto se abrió la puerta y del interior salió lentamente una mujer viejísima que se apoyaba en una muleta. Hansel y Gretel se asustaron tanto al verla que dejaron caer lo que tenían en las manos. La mujer meneó la cabeza y dijo: — ¡Oh, queridos niños! ¿Quién los ha traído aquí? Entren y quédense conmigo, no les pasará nada malo. Tomó a ambos de la mano y los llevó dentro de la casita. Les sirvió una buena comida, leche, panqueques con azúcar, manzanas y nueces. Luego les preparó dos camitas con ropa blanca, y Hansel y Gretel se metieron en ellas pensando que estaban en el cielo. Pero la vieja tan sólo simulaba ser bondadosa, pues era en verdad una bruja malvada que acechaba a los niños. Había construido de pan su casa con el solo propósito de atraerlos. Cuando caía uno en sus manos, lo mataba, lo cocinaba y se lo comía, y eso era para ella un día de fiesta. Las brujas tienen los ojos sanguinolentos y no ven bien de lejos, pero poseen un olfato tan fino como el de los animales y notan cuando se aproximan seres humanos. Al

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percibir que Hansel y Gretel se aproximaban, se había reído malévolamente, murmurando: —A éstos ya los tengo, no se me pueden escapar. Muy temprano por la mañana, antes de que despertaran los niños, se levantó, y cuando vio a los dos dormir tan tranquilamente, con las mejillas rojas y rellenitas, dijo para sí: — ¡Esto va a ser un buen banquete! Con su mano seca cogió a Hansel y lo llevó a un pequeño establo, donde lo encerró tras una puerta enrejada. El niño gritó todo lo que pudo, pero no le sirvió de nada. Luego fue la vieja adonde estaba Gretel, la sacudió hasta despertarla y le dijo: — ¡Levántate, holgazana, trae agua y cocina para tu hermano algo rico de comer! Está allá en el establo y tiene que engordar. En cuanto esté bien gordo, me lo comeré. Gretel rompió a llorar amargamente, pero fue en vano, pues tuvo que hacer todo lo que exigía la bruja. Le preparó al pobre Hansel la mejor comida; ella misma, en cambio, no recibió más que caparazones de cangrejos. Cada mañana se deslizaba la vieja hasta el establo y decía: —Hansel, saca tu dedo para ver si has engordado. Pero Hansel sacaba siempre un huesecillo que había encontrado, y la vieja, que tenía los ojos turbios, podía ver bien y pensaba que eran los dedos de Hansel y se asombraba de que no engordara absolutamente nada. Pasaron cuatro semanas y Hansel seguía estando flaco. Entonces la bruja fue presa de la impaciencia y no quiso esperar más tiempo. — ¡Gretel, ven aquí! — llamó a la muchacha—. Ve de prisa y trae agua. Me da lo mismo que Hansel esté flaco o gordo; mañana lo cortaré en trozos y me lo comeré. — ¡Ay, ay! — se lamentaba la hermanita acarreando el agua, y mientras rodaban las lágrimas por sus mejillas exclamaba—: ¡Dios mío, ayúdanos, por favor! ¡Si nos hubieran comido las fieras en el bosque, al menos habríamos muerto juntos! —Ahórrate esos gimoteos —gruñía la bruja—, no te van a servir para nada. A la mañana siguiente tuvo que salir Gretel temprano a colocar la marmita con agua y encender el fuego. —Primero vamos a cocer pan —dijo la vieja—. Ya he encendido el horno y he preparado la masa. Así es que empujó a la pobre Gretel hacia el horno, del que salían las llamas del fuego. —Entra ahí dentro —dijo la bruja— y mira si esta bien encendido, para que podamos meter el pan. Cuando Gretel estuviera dentro, la vieja pretendía cerrar el horno, de modo que la niña se asara allí dentro y ella pudiera comérsela pero Gretel advirtió lo que le rondaba por la cabeza y dijo: —No sé cómo hacerlo, no sé cómo puedo entrar ahí.

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— ¡Estúpida! — dijo la vieja— la abertura es suficientemente grande, ¿no ves que hasta yo misma cabría ahí? —y a gatas metió la cabeza en el horno. Entonces Gretel le dio un empujón que la hizo resbalar hacia el interior del horno. Enseguida, cerró velozmente la puerta de hierro y echó el cerrojo. La vieja comenzó a aullar espantosamente, pero Gretel se marchó de ahí, y la horrible bruja ardió de forma miserable. Sin perder tiempo, Gretel corrió a donde Hansel, abrió la reja que lo encerraba y exclamó: — ¡Hansel, estamos salvados! ¡La vieja bruja está muerta! Hansel saltó como sale un pájaro de la jaula cuando se le abre la puerta. ¡Hay que ver lo que se alegraron ambos! ¡Cómo saltaban de alegría, abrazándose y besándose sin parar! Y como ya no había por qué tener miedo, entraron en la casa de la bruja y descubrieron que en todos los rincones había cajones llenos de perlas y piedras preciosas. — ¡Estas son mucho mejor que los guijarros! —dijo Hansel, y se metió en los bolsillos todo lo que le cabía. —Voy a llevarme a casa también algo —dijo Gretel, y llenó su delantal. —Pero ahora vámonos —dijo Hansel—. Hay que salir del bosque de la bruja. Habían caminado ya algunas horas cuando llegaron a orillas de un río. —No podemos cruzarlo —dijo Hansel—, no hay ningún puente. —Tampoco pasa bote alguno —contestó Gretel—, pero por allí viene nadando un pato blanco; si se lo pido amablemente, él nos ayudará a cruzar. Entonces dijo: —Patito, patito querido, Hansel y Gretel están aquí si no hay sendero ni puente, ¿podrás cruzarnos así? El patito se acercó. Hansel se montó en él y le pidió su hermana que lo hiciera a su lado. —No —dijo Gretel—, sería muy pesado para el patito. Primero cruzará a uno y luego al otro. Así lo hizo el noble pato, y cuando estuvieron ya a salvo en la otra orilla y hubieron andado un rato, el bosque les resultó cada vez más conocido y finalmente divisaron de lejos la casa de su padre. Comenzaron a correr, entraron precipitadamente en la habitación y viendo a su padre se le echaron al cuello. El pobre hombre no había tenido ningún momento de alegría desde que dejara a sus hijos en el bosque. La madrastra, por su parte, se había muerto. Gretel sacudió su delantal de manera que las piedras preciosas y las perlas cayeron rodando por la habitación. Hansel sacó un puñado tras otro de los bolsillos. Las preocupaciones de los tres se acabaron entonces y vivieron juntos y felices para siempre.

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NIÑA BONITA

Ana María Machado

Había una vez una niña bonita, bien bonita. Tenía los ojos como dos aceitunas negras, lisas y muy brillantes. Su cabello era rizado y negro, muy negro, como hecho de finas hierbas de la noche. Su piel era oscura y lustrosa, más suave que la piel de la pantera cuando juega en la lluvia.

A su mamá le encantaba peinarla y a veces le hacia unas trencitas todas adornadas con cintas de colores. Y la niña bonita terminaba pareciendo una princesa de las tierras de África o un hada del reino de la luna.

Al lado de la casa de lo niña bonita vivía un conejo blanco, de orejas color de rosa, ojos muy rojos y hocico tembloroso. El conejo pensaba que la niña bonita era la persona más linda que había visto en toda su vida. Y decía:

- Cuando yo me case, quiero tener una hija negrita y bonita, tan linda como ella...

Por eso, un día fue adonde la niña y le preguntó. - ¿Niña bonita, niña bonita, cuál es tu secreto para ser tan negrita? La niña no sabía, pero inventó: -Ah, debe ser que de chiquita me cayó encima un frasco de tinta negra. El conejo fue a buscar un frasco de tinta negra. Se lo echó encima y se

puso negro y muy contento. Pero cayó un aguacero que le lavó toda la negrura y el conejo quedó blanco otra vez. Entonces regresó adonde la niña y le preguntó:

-¿Niña bonita, niña bonita cuál es tu secreto para ser tan negrita? La niña no sabía pero inventó: - Ah, debe ser que de chiquita tomé mucho café negro. El conejo fue a su casa tomó tanto café que perdió el sueño y pasó toda

la noche haciendo pipi. Pero no se puso nada negro. Regresó entonces adonde la niña y le preguntó otra vez:

- Niña bonita, niña bonita, ¿cuál es tu secreto para ser tan negrita? La niña no sabía, pero inventó: - Ah, debe ser que de chiquita comí mucha uva negra. El conejo fue a buscar una cesta de uvas negras comió, y comió hasta

quedar atiborrado de uvas, tanto, que casi no podía moverse. Le dolía la barriga y pasó toda la noche haciendo pupú. Pero no se puso nada negro.

Cuando se mejoró, regresó adonde la niña y le preguntó una vez más: -Niña bonita, niña bonita, ¿cuál es tu secreto para ser tan negrita?

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La niña no sabía y ya iba a ponerse a inventar algo de unos frijoles negros, cuando su madre, que era una mulata linda y risueña, dijo:

- Ningún secreto. Encantos de una abuela negra que ella tenía. Ahí el conejo, que era bobito pero no tanto, se dio cuenta de que la

madre debía estar diciendo la verdad, porque la gente se parece siempre a sus padres, a sus abuelos, a sus tíos y hasta a los parientes lejanos. Y si él quería tener una hija negrita y linda como la niña bonita, tenía que buscar una coneja negra para casarse.

No tuvo que buscar mucho. Muy pronto, encontró una coneja oscura como la noche que hallaba a ese conejo blanco muy simpático. Se enamoraron, se casaron y tuvieron un montón de hijos, porque cuándo los conejos se ponen a tener hijos, no paran más.

Tuvieron conejitos para todos gustos: blancos, bien blancos; blancos medio grises; blancos manchados de negro; negros manchados de blanco; y hasta una conejita negra, bien negrita.

Y la niña bonita fue la madrina de la conejita negra. Cuando la conejita salía a pasear siempre había alguien que le preguntaba:

-Coneja negrita, ¿cuál es tu secreto para ser tan bonita? Y ella respondía: -Ningún secreto. Encantos de mi madre que ahora son míos.

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CARTA DE RAÚL

Equipo Editorial Aptus Chile

Curicó, 15 de septiembre de 2010

Queridos papá y mamá:

Les escribo desde la casa de la abuela Lola en el campo. Lo he pasado muy bien con los abuelos y con mis primos Luis y Rocío.

En las mañanas salimos con el abuelo a darle de comer a los animales. Lo que más me gusta es alimentar a los caballos, les cambio el agua, les pongo heno y paja y aprovecho para hacerles cariño. La yegua Ruca está a punto de tener a su potrillo ¡Ojalá que alcancemos a ver su nacimiento!

En las tardes jugamos a las cartas, dominó, ayudamos a la abuela y salimos a aprovechar el aire puro.

Los quiere mucho,

Raúl

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¿CUÁL ES EL ANIMAL MÁS INTELIGENTE?

El animal más inteligente es el hombre, luego vienen el delfín y el chimpancé.

El delfín puede comunicarse por medio de un lenguaje de sonidos. Con gestos y a través de un ruido, como un silbido, logran darse a entender.

Hay investigaciones que demuestran que las madres delfines, al nacer sus hijos, les silban varias veces para que sus bebés reconozcan su voz y logren que cada delfín cree un silbido personal que es único, como la huella digital de las personas.

El chimpancé es un animal mamífero que puede utilizar algunas herramientas para imitar al hombre.

Se comunican a través de gestos: chillidos, gritos, gruñidos y cambian su posición según como se sienten: tristes, enojados, cansados.

Pueden fabricar y utilizar utensilios que usan en su vida diaria. Por ejemplo, un palo para atrapar termitas y hormigas. Son capaces de fabricar una esponja masticando hojas, con esta logran absorber agua. En peleas y frente al enemigo, defienden su espacio tirando piedras, ramas o golpeando con un palo.

Para descansar construyen un nido con hojas y ramas en las copas de los árboles de la selva y se ponen cómodos para dormir.

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UNIDAD 2

CHILE

Oscar Jara Azócar

Chile es la cumbre de la montaña: violeta oscura, corona blanca.

Chile es el campo de las espigas: Sur de copihues, Norte de minas.

Chile es el valle, canto sencillo, que por el trébol se lleva el río.

Chile es el aire de tierra libre. Chile es mi casa. ¡Mi Patria es Chile!

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LAS GALLINAS GORDAS Y LAS FLACAS

Anónimo Vivían en un corral varias gallinas: unas gordas, gordas, y otras, flacas, flacas. Las gallinas gordas, gordas, orgullosas de su buena facha, se burlaban de las gallinas flacas, flacas, llamándolas “esqueletos”, “muertas de hambre”, “atado de huesos”, etc. Un día el cocinero llegó al corral a buscar gallinas para hacer un banquete. Miró y miró y eligió las gallinas gordas, gordas. Mientras el cocinero llevaba las gallinas gordas, gordas, de las patas para matarlas, éstas miraban con envidia a las gallinas flacas, flacas, que se habían librado de la muerte.

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LOS DEDALES DE ORO

Violeta Diéguez Cuando Dios terminó la Creación del mundo, descansó, y a la vuelta de los días y los años vio que los hombres habían construido hermosas ciudades con calles y avenidas —estrechas y anchas, cortas y largas—, en las que crecían verdes alamedas. Vio también grandes plazas con fuentes de agua, estatuas de piedra, árboles y muchas flores. Las casas, grandes y pequeñas, con sus balcones floridos y sus tejados rojos, animaban las calles en el día, y en las noches los faroles encendidos guiaban a los caminantes nocturnos. Todo parecía estar bien. Pero su mirada salió de las ciudades. Más allá de ellas se encontró con algunos caminos y cerros secos y pedregosos en los que no había color y parecía no haber vida. Él había esparcido semillas a los cuatro vientos para pintar de alegría todos los rincones de la tierra. Pero en aquellos lugares ninguna flor había germinado. El paisaje era triste. — ¿Qué será de los niños que juegan por allí? —se dijo Dios—. ¿Qué será de los pájaros y de los animales, de las mariposas y las abejas sin la compañía de las flores? —Pues bien —agregó pensativo—, haremos una flor para estas tierras secas, una flor que sólo en ellas pueda brotar y florecer. Tomó entonces muchos rayos de sol y los encerró en sus manos. Luego los soltó poco a poco y les ordenó: —Vayan por las tierras más abandonadas, más pobres, más pedregosas. Aquellas que sólo reciben las lluvias del invierno, y que están resecas por el calor del verano; busquen los caminos por donde corren los niños y cúbranlos de flores; lleguen hasta las carreteras por donde transitan los viajeros y las líneas por donde pasa el tren. Que todo quede lleno de flores y así sabrán mis hijos cuánto los amo. ¿Han comprendido bien lo que deben hacer? —concluyó Dios. —Sí, sí, sí —contestaron a coro los miles de rayos de sol, mientras se convertían en millones y millones de semillas. Entonces, como si fueran un inmenso ejército, todas juntas cabalgaron sobre el viento traspasando montes, ríos, mares y valles. —Éste no es el lugar; todavía no —advertían obedientes—. Debemos cruzar el bosque más allá del río. El viento las fue guiando a sus destinos: un grupo se quedó junto a las líneas del tren; otras se instalaron a las orillas de los caminos; algunas

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prefirieron un lugar debajo de los puentes, y otras muchas se repartieron en los patios resecos de las casas y se esparcieron por montes y quebradas. Al poco tiempo, un manto intensamente amarillo asombró a los niños — ¡Son flores de oro! ¡Qué hermosas! —exclamaban, cogiéndolas llenos de regocijo. —Es un regalo del buen Dios—aseguró un anciano, mirando los cuatro pétalos amarillos y suaves. —Parece un dedal —dijo una joven costurera—; un dedal de oro. Y así fue como los dedales de oro llegaron al mundo. Si vas al campo en primavera o paseas por las afueras de la ciudad, te encontrarás con millares de flores doradas abiertas bajo el sol.

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MEDIOPOLLITO Cuento Folclórico, anónimo

Una vez, una gallina se echó en su nido a empollar. Al cabo de veintiún

días, los pollitos comenzaron a salir del cascarón. Nacieron nueve hermosos pollitos. Pero el último en romper el cascarón era muy extraño. Sólo tenía un ojo, un ala y una patita.

La mamá, al verlo, lo llamó Mediopollito. Mediopollito brincaba por todo el corral detrás de sus hermanos, tip tap, tip

tap, con su única patita, y hacía siempre lo que le daba la gana. Cuando la mamá llamaba a los pollitos, cló cló, cló cló, para que vinieran al nido, Mediopollito se escapaba. Cuando la mamá les enseñaba a escarbar y a picotear el suelo, Mediopollito se acostaba a dormir.

Un día, Mediopollito le dijo a su mamá: —Estoy fastidiado de este corral. Me voy al palacio a ver al rey. —El palacio queda muy lejos -le dijo la mamá- y tú eres muy pequeñito

para viajar solo. No vayas ahora. Algún día, yo te llevaré. Pero Mediopollito no quería esperar así que meneó su media cabecita y

dijo: —Me iré hoy mismo. Y así fue. Tip tap, tip tap, se alejó del corral brincando con su única patita. Pronto, Mediopollito se encontró con un arroyo que estaba lleno de

malezas. —Mediopollito -le dijo el arroyo-, ayúdame. Quita estas malezas con tu

medio piquito porque me están ahogando y no dejan a mi agua seguir su curso. Pero Mediopollito le contestó:

Voy al palacio a ver al rey; no tengo tiempo que perder. Y tip tap, tip tap, siguió muy de prisa su camino. A poco andar, Mediopollito se encontró con un fuego que estaba a punto de apagarse.

—Mediopollito -le dijo el fuego-, ayúdame. Busca unas ramas secas con tu medio piquito y me las traes, para que no me muera.

Pero Mediopollito le contestó: Voy al palacio a ver al rey; no tengo tiempo que perder. Y tip tap, tip tap, siguió muy de prisa su camino. Más adelante, Mediopollito se encontró con el viento enredado en unas

matas. —Mediopollito -le dijo el viento-, ayúdame, aparta estas matas con tu

medio piquito para que yo pueda seguir soplando. Pero Mediopollito le contestó: Voy al palacio a ver al rey; no tengo tiempo que perder. Y tip tap, tip tap, siguió muy de prisa su camino. Por fin, Mediopollito llegó al palacio. —Ahora podré ver al rey -dijo muy contento.

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Pero en ese mismo momento, el cocinero de palacio lo vio, lo cogió del pescuezo y se lo llevó a la cocina.

—Justo lo que necesitaba. Al rey le apetece consomé de pollo para la cena -dijo el cocinero y metió a Mediopollito en una cacerola de agua. — ¡Agua! ¡Agua! -chilló Mediopollito-. ¡Ayúdame que me estoy ahogando!

Pero el agua le contestó: —Yo era el arroyo, las malezas me estaban ahogando y tú no quisiste

ayudarme entonces. No te ayudaré yo ahora. El cocinero encendió el fuego. — ¡Fuego! ¡Fuego! -chilló Mediopollito-. — ¡Ayúdame que me estoy quemando! Pero el fuego le contestó: — Yo me estaba muriendo y tú no quisiste ayudarme entonces. Pues no te

ayudaré yo ahora. Mediopollito ya se estaba quemando, cuando pasó el viento. Se metió en la

olla como un remolino, levantó en el aire a Mediopollito y lo sacó de la cocina. — Gracias, viento -dijo Mediopollito-. Ya puedes dejarme en tierra. — Pero el viento le contestó: — Yo estaba enredado en unas matas y tú no quisiste ayudarme. Entonces

no te ayudaré yo ahora. Y el viento sopló con mucha fuerza y elevó a Mediopollito hasta la punta

del campanario. Allí lo dejó.

Y hasta el día de hoy ahí se le puede ver, en la veleta, con su única patica y su única alita, espiando con su único ojito a ver de qué lado viene el viento.

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ASI NACIÓ UN BOSQUE Teresa Clerc M. (chilena)

Cierta vez, una semilla de encina comenzó a volar de un lugar a otro, llevada por el viento, hasta que cayó en un campo recién arado. De repente comenzó a llover y sintió frío. Entonces se acurrucó y se metió en una hojita más adentro de la tierra para abrigarse y así estuvo muchos días durmiendo. Una mañana despertó. La tierra estaba húmeda, pero en el cielo brillaba el sol. ¡Cómo calentaba! ¡Qué suave estaba el aire! La semilla sintió latir de felicidad su corazón. Notó que le habían crecido unos brazos y los levantó para gozar de la tibieza del día. Al asomar su tallo sobre la superficie de la tierra, los insectos, curiosos, vinieron zumbando a saludarla como a una reina. _ ¡Arriba, arriba, hace años que esperábamos tu venida, encinita! _ Cuando crezcas, hermana encina, serás la reina de los árboles. Pasó el tiempo y la semilla creció tanto que llegó a ser una hermosa encina fuerte y alta. Su tronco se fue poniendo duro y resistente. Se convirtió en madre de muchas otras encinitas y todas sus hijas heredaron su frescura y belleza. Con el correr de los años, se llenó el campo de árboles gigantes. Entonces vinieron muchos hombres, que trajeron otras semillas de robles, avellanos, coigües, canelos, lingues y mañíos. Poco a poco los árboles fueron formando una gran familia. Y así nació el bosque.

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POEMA PARA MIRAR EL MAPA

Miguel Moreno Monroy, chileno En Chile hay una Pascua que no es la Navidad, a ver quién adivina, quién sabe qué será. Lejana y misteriosa, rodeada de agua está, su eterno villancico lo está cantando el mar. Esta Pascua chilena con nieve nunca está, y es Pascua verdadera, leyenda y realidad. En Chile hay una Pascua que no es la Navidad: di Te Pito Te Henúa, y, así, la nombrarás.

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MI TÍO ALFREDO, EL CAPITÁN Felipe Alliende

Mi tío Alfredo es capitán de un barco pesquero. El trabaja allá, en el Norte, en un puerto que se llama Iquique. Su barco está lleno de redes y bodegas. Cuando sale de Iquique, las redes están enrolladas y las bodegas están vacías. Cuando está en medio del mar, lanza sus redes al agua y espera tranquilamente. Cuando las redes están pesadas, las saca del agua; vienen llenas de peces. Cuando vuelve a Iquique, las bodegas están repletas de pescados y mi tío Alfredo canta alegremente con todos sus tripulantes.

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EL VIEJO PESCADOR Clementina Maldonado

Una hermosa mañana de primavera, un joven, parado sobre un puente, miraba a los pescadores. Estos regresaban del río con sus canastos llenos de pescados.

El joven preguntó a uno de los pescadores: — ¿Cuántos pescados lleva? — Cuarenta y cinco —contestó el pescador—. — ¡Si fueran míos sería feliz! —exclamó el joven—, los vendería en el mercado. Un viejo pescador oyó las palabras del muchacho y lo llamó: —Yo te daré cuarenta y cinco pescados y tal vez más si me haces un favor. — ¿Cuál? —preguntó el muchacho—. — Sujetarme esta caña dentro del agua mientras voy a buscar un canasto —dijo el viejo pescador—. El joven aceptó. Se sentó a la orilla del río y sujetó la caña de pescar. Pasó un largo rato cuando sintió que los peces picaban. Llenó dos canastos con pescados. El viejo pescador regresó y quedó asombrado. — ¡Cuántos pescados tienes! —exclamó—. Mira, ahora verás cómo cumplo mi promesa. Llévate los dos canastos de pescados y véndelos. ¡Adiós! ¡Qué te vaya bien en el mercado! Recuerda que en vez de lamentarte por lo que no tienes, es mejor hacer un esfuerzo para obtenerlo.

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EL PEINE Y LA CARACOLA

Ronne Randall Cada verano, Lucía y su familia pasaban las vacaciones en una casita junto al mar. A Lucía le encantaba la playa y todos los días, cuando bajaba la marea, buscaba tesoros en la arena. Un día Lucía encontró una concha blanca y brillante con motitas rosa y perladas; otro día encontró una piedra ovalada y lisa que tenía los colores de una puesta sol; y otro día encontró una moneda antigua que tenía grabada la cara de un rey. Lucía llevó todos sus tesoros a la casita y los guardó en una caja de zapatos que escondió bajo la cama. Muchas tardes, los papás de Lucía y su hermano José iban a nadar al mar. Lucía les acompañaba pero sólo se mojaba los pies. —Está demasiado fría —decía. O bien: —Puede que mañana. Hoy sólo miraré. Y no es que no supiera nadar. A Lucía le encantaba nadar en la piscina de la escuela, pero el mar era profundo y oscuro, y estaba lleno de terribles secretos. Una mañana, mientras Lucía paseaba por la orilla, vio algo que brillaba en la arena y se agachó para ver qué era. -¡Un peine! Era un peine plateado y brillante con una hilera de gemas verdes y púrpura situadas en la parte superior. Lucía le dio vueltas y más vueltas en la mano, admirando aquel objeto tan bonito. Después corrió a casa a esconderlo en su caja de los tesoros. A la mañana siguiente, cuando Lucía iba a la caza de nuevos tesoros, oyó un ruido extraño. Al escuchar con atención, se dio cuenta de que alguien estaba llorando. Lucía miró a su alrededor y vio a una niña que se movía lentamente en el agua. Su larga melena rubia y resplandeciente flotaba detrás de ella. La niña lloraba como si su corazón fuera a partirse en pedazos. —Hola —le dijo Lucía en voz baja—. Me llamo Lucía. ¿Qué te pasa? —Me llamo Meriel —contestó la niña— y he perdido mi peine. Perteneció a mi abuela y es muy, muy valioso. Creo que ayer se me cayó por aquí, y ahora no puedo encontrarlo por ninguna parte. Lucía notó que su cara enrojecía y la barriga le hacía cosquillas. — ¿Se trata de un peine plateado con gemas verdes y púrpura en la parte de arriba? —preguntó. — ¡Sí! —dijo Meriel—. ¡Así es! ¿Lo has visto? —Sí —respondió Lucía en voz baja. Sentía que las lágrimas asomaban a sus ojos—. Lo encontré. Si vienes a mi casa, te lo daré.

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—No puedo ir contigo —dijo Meriel. — ¿Por qué no? —preguntó Lucía. —Mira —dijo Meriel mientras sacaba del agua una espléndida cola plateada con tonos verdes y púrpura que resplandecía al sol. — ¡Ohhhh! —exclamó Lucía con los ojos abiertos como platos por la sorpresa. Entonces, dio media vuelta y corrió hacia la casa. Cinco minutos más tarde regresó con su caja de los tesoros. —Toma —le dijo a Meriel, alargándole el peine—. Es el mejor tesoro que he encontrado jamás pero me alegra que puedas recuperarlo. — ¡Gracias! —dijo Meriel—. ¡Muchas gracias! —y mientras deslizaba el peine entre su pelo dorado, miró a Lucía. —No puedo ir a tu casa, pero... ¿te gustaría visitar la mía? —preguntó. Lucía miró el mar, profundo y oscuro. Después dirigió su mirada a Meriel. —Creo que no —dijo negando con la cabeza—. Pero te lo agradezco. —¡Por favor! —insistió Meriel, tendiéndole la mano—. Es muy bonita y te prometo que cuidaré de ti. Por favor, ven conmigo, aunque sea sólo un ratito. Lucía introdujo los dedos de un pie en el agua. Después, el pie entero. Con cuidado, Meriel tomo su mano y la condujo hacia abajo, abajo, hacia el fondo del mar. ¡Qué visión para los ojos de Lucía! ¡No estaba oscuro en absoluto! El agua estaba repleta de luces trémulas y colores brillantes. Las estrellas de mar doradas y plateadas centelleaban en el lecho marino y los caballitos de mar saltaban a su alrededor. Las conchas de las almejas y las ostras mostraban reflejos rosa y blancos. Los pequeños peces de vivos colores se movían con rapidez hacia uno y otro lado, y los cangrejos y las langostas saludaban chasqueando con sus pinzas. —Éstos son mis amigos —dijo Meriel—. Y ahora también los tuyos. Lucía y Meriel nadaron entre cascadas de delicadas algas hasta que llegaron a una cueva de corales. —Aquí es donde vivo —dijo Meriel—. Espera, voy a buscar una cosa para ti. Se deslizó al interior de la cueva y salió con una caracola que tenía forma de trompeta. Brillaba tenuemente y mostraba un pequeño agujero en la parte superior. Meriel le ató una cinta de alga y la anudó alrededor del cuello de Lucía. —Es un regalo de mi parte... y del mar —dijo—. Ahora el mar formará parte de ti y tú formarás parte de él. Lo mismo que yo. —Gracias —susurró Lucía. Y Meriel tomó de la mano a Lucía y nadaron juntas hacia la superficie. Cuando llegaron al lugar donde se habían conocido, Meriel dijo: —Ahora debo despedirme; no te olvidaré nunca. Gracias por recoger mi peine y guardarlo en un lugar seguro.

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—Gracias por la caracola —dijo Lucía—. La llevaré siempre conmigo, para acordarme de ti. Aquella tarde, cuando mamá, papá y José fueron a nadar, Lucía les acompañó. Su caracola brillaba y ella se reía mientras saltaba entre las agitadas olas.

Y al mirar hacia el horizonte, a Lucía le pareció ver un destello de pelo dorado brillando a la luz del sol.

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TE PITO O TE HENUA

Canción del grupo Mazapán Oye tú que sólo ves el mar, que la luna es tu tierra más cercana. Tú que eres el ombligo del mundo Te Pito o Te Henua. Los Moais tus mejores guardianes te avisan que se acercan forasteros. Los Aku Aku mayores consejeros. te cuidan y cuentan sus misterios. En tus cavernas guardas los secretos que a nadie has querido contar, de todos los hombres que en la isla han vivido y cómo pudieron llegar. Ya que no nos ves, nos podrás escuchar, cuando te decimos hola, y te queremos oír contestar Iaorana korua.

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SIGAMOS LOS CONSEJOS DE FORESTÍN

Para prevenir los incendios forestales, tú puedes ayudarnos teniendo en cuenta los siguientes consejos:

Cuando hagas fogatas al aire libre, debes elegir un lugar despejado, nunca bajo los árboles. Rodea con piedras el sector para evitar que el fuego se propague.

Preocúpate que no lancen colillas de cigarros prendidas en caminos.

Que no se te olvide que es peligroso que los niños y niñas jueguen con fósforos, porque pueden provocar incendios forestales o bien accidentarse.

Para quemar desechos agrícolas o forestales hay que avisar primero a la CONAF y seguir las medidas indicadas.

Si ves un incendio forestal:

Llama inmediatamente a la CONAF al número 130. Puedes avisar también a bomberos o a carabineros.

Si estás cerca de un incendio forestal, no corras riesgo y aléjate del fuego.

TELÉFONOS DONDE PUEDES AVISAR SI VES UN INCENDIO FORESTAL

130 CONAF 132 BOMBEROS 133 CARABINEROS

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EL TERRITORIO ANTÁRTICO CHILENO

La Antártica es el continente más frío y ventoso de la tierra, está

prácticamente cubierto de hielo y en él viven pocas plantas y animales, siendo los más conocidos los pingüinos.

En el centro de la Antártica se encuentra el Polo Sur, que es el extremo

sur de la Tierra. En él no hay día ni noche, por lo que en invierno está siempre oscuro y en verano todo el tiempo hay luz. La temperatura promedio anual es de 55° bajo cero.

El territorio antártico chileno corresponde a la zona más cercana al continente, llamada península de O’Higgins. En ella el clima es un poco más benigno, registrándose rara vez temperaturas cercanas a los 40° bajo cero en invierno, por lo que es aquí, donde están instaladas las diferentes bases y refugios que mantiene Chile. Las bases, son instalaciones donde viven un grupo de personas que se dedican a recorrer el territorio antártico y a realizar estudios científicos del clima, hielos, geografía, mar, animales y recursos mineros. Estas bases pertenecen a la Armada, al Ejército y la Fuerza Aérea de Chile y al Instituto Antártico Chileno. La mayoría de ellas funcionan solamente en la época del verano, pero hay algunas que operan durante todo el año, como la “Villa Las Estrellas”, que cuenta con banco, supermercado, correo, hospital, iglesia y escuela para los niños.

Algunos animales que viven en la Antártica son: El pingüino emperador pasa el invierno en la Antártica mientras espera que sus polluelos salgan del huevo. En verano, desde diciembre a marzo, se acercan al mar con sus crías.

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El mar de la Antártica es rico en krill, pequeños crustáceos que alimentan a la ballena azul, el animal más grande que vive en la tierra.

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ORIGEN DE CONDORITO

En 1943 Walt Disney estrenó un filme animado llamado “Saludos”, donde se rendía homenaje a Latinoamérica. Habían varios personajes, Tribilín (vestido de gaucho argentino), José Carioca (representaba a Brasil) y Chile era interpretado por Pedrito, un avión pequeño que a penas lograba cruzar la cordillera de los Andes. Según se cuenta, el nombre fue en honor al presidente de Chile Pedro Aguirre Cerda.

Este hecho indignó al dibujante chileno, Pepo, René Ríos, quien en ese tiempo trabajaba en la revista Topaze. Él era de la idea de que si algo nos podía representar era un cóndor, de hecho estaba en nuestro escudo.

En agosto de 1949 nace el personaje más famoso de la historieta chilena, Condorito, quien fue creado por Pepo. Sus rasgos, menos redondeados que los de hoy en día, encarnaban al pueblo chileno: “bueno pa` la talla”, buen amigo, astuto e ingenuo.

Así surge Condorito, cuyas historias y bromas son leídas por millones de hispanoparlantes.

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UNIDAD 3

EL PEQUEÑO MELIÑIR Víctor Carvajal

El pequeño pehuenche vivía a los pies de un volcán, bajo la protección

de un maravilloso bosque de araucarias.

Una mañana muy temprano, se abrigó con su manta y su gorro de lana. Se dirigió al bosque y buscó el pehuen más alto. Se quitó la manta y la extendió sobre el suelo.

El día era precioso, el volcán estaba cubierto de nieve y deslumbró al niño con su blancura.

El cielo era tan azul como las aguas del lago. El pequeño Meliñir se quitó

las botas de goma que calzaba, se frotó la palma de las manos y se abrazó al tronco como si saludara a un ser querido. Trepó en el árbol tal como lo hacían su padre y sus abuelos.

¡Que sorpresa le daría a su madre cuando regresara con la manta cargada de piñones!

La cima del volcán era un sombrero de algodón con una pluma de humo blanco.

El niño del pehuén se detuvo a respirar el aire fresco de la montaña. ¡Que sorpresa le daría a su padre cuando regresara con la manta cargada de piñones! En la copa del árbol colgaban los piñones con sus bellas vainas doradas.

El volcán no era tan alto entonces y en la cima flotaba una nube blanca con forma de pájaro.

- ¡Un chilchihuén! – dijo el pequeño.

¡Qué sorpresa le daría a sus abuelos cuando regresara con la manta cargada de piñones!

Trepó y trepó hasta las ramas duras y espinudas del pehuén. Se detuvo tan fatigado que a duras penas se mantuvo abrazado al tronco del árbol.

-¿Qué te ocurre pequeño Meliñir? -le habló un pajarito bailarín. - Quiero recoger piñones y no tengo fuerzas para sacudirlos pehuén.

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- Nosotros te ayudaremos- pareció decir el pajarito. Y entonó un canto tan fino que deleitó hasta los ángeles del cielo.

El pequeño pehuenche se adormeció y estaba a punto de soltarse del tronco y caer al vacío, cuando un segundo canto se sumó al primero. Luego un tercero, un cuarto y un quinto tan bello como los anteriores. El niño del pehuén perdió la cuenta, pues sólo sabía contar hasta diez.

Cuando los cantos se detuvieron, haciendo un gran silencio, los chilchihuén picotearon los piñones.

- ¿Ves tu manta, pequeño Meliñir? – pareció preguntar el pajarito.

Mientras el niño bajaba, los piñones caían como lluvia de gotas doradas. - ¿Ves tu manta, pequeño Meliñir? – pareció preguntar el pajarito. - No la veo – respondió el niño, que por la altura no se atrevía a mirar al

suelo. - Baja otro poco del pehuén y la verás – pareció decir el pajarito. Mientras el niño bajaba, los piñones caían como pequeñas lenguas de

fuego. -¿Ahora verás tu manta, pequeño Meliñir? – pareció decir el pajarito. El pequeño pehuenche estaba a pocos metros del suelo. A los pies del árbol vio la manta cubierta por los piñones que picotearon las aves. - ¡Gracias, querido chilchihuén!- dijo el niño y saltó sin miedo.

Se calzó las botas de goma, amontonó los piñones en la manta, la cargó en

su espalda y salió corriendo. Los pajaritos volaban detrás y recogían los piñones que al niño se le caían.

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LA YERBA MATE

Leyenda guaraní registrada en Paraguay

Cuentan que unos diez mil o cien mil o un millón de años después de que fuera creada, la Luna tuvo ganas de darse un paseíto por la Tierra. Al cabo de tanto tiempo debía de estar aburrida de tanto cielo y tanto cielo, ¿verdad? La cuestión es que estaba triste porque pensaba que jamás podría hacer su viajecito y se pasaría la eternidad allí donde la habían colocado. Empezó a suspirar más de la cuenta. Las estrellas lo advirtieron y, como querían mucho a su compañera, urdieron un plan para que ésta pudiera descender a la Tierra y pasarse allí una temporada. En efecto, todas ellas determinaron que algunas se unirían como una espesa neblina que impediría ver el cielo con nitidez, mientras que otras rodearían a la Luna como una especie de gasa que le daría apariencia humana, a la que el arcoíris prestó un poco de color para que este cuento no fuera tan blanco, tan blanco. A la Luna le parecía mentira que al fin se hiciera realidad su sueño. Y así fue. Una noche, vestida con su túnica de estrellas pequeñitas, empezó a bajar lentamente. ¡Cómo disfrutaba la Luna con esa lentitud! Hasta que estuvo a un palmo de la Tierra, era una blanca cara redonda desdibujada, pero no bien tocó la superficie del planeta se transformó en una niña. Una niña asombrada que ya no tenía diez mil, ni cien mil, ni un millón de años, sino sólo seis, seis añitos. Había aterrizado en un lugar muy verde y no cesaba de asombrarse de los pájaros multicolores (a quienes vio dormidos, porque llegó de noche), las flores, los riachuelos… e incluso del cielo, aunque estaba velado por los motivos que todos conocemos. Había aterrizado en la selva paraguaya. Al cabo de andar casi una legua, se quedó paralizada, muda de asombro, fascinada: aquello se parecía a los arroyitos que había observado, pero era diez, cien, mil veces más grande que ellos. Su agua corría como un ejército bravío: rugía, corcoveaba, echaba espuma. Nunca había visto nada semejante en el cielo. Era el río Paraná. —Ven conmigo —le dijo el Paraná, que era tan viejo como la Luna y la había reconocido enseguida—, te mostraré la mayor maravilla de esta Tierra. No tengas miedo, ven conmigo, no te haré daño. Y así fue como el astro de la noche, transformado ahora en una niña embelesada, fue llevado tierra adentro hasta que llegaron a un pequeño poblado. Amanecía. —Debo dejarte —dijo el río—, pero si te diriges hacia aquellas lucecitas, verás algo más vivo que un árbol, una flor, un pájaro o, sin ir más lejos, un río. Son los hombres. — ¿Los qué...?

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Pero el Paraná no dio detalles y siguió su viaje. La Luna dio algunos pasos cautelosos. La luz del día, aunque era todavía poca, le resultaba extraña. Llegó cerca de las luminarias que le había señalado el río y entonces, frente a ella, encontró a un animal de piel manchada y penetrantes ojos de pupilas verticales, posado sobre sus cuatro patas y pasándose la lengua grande y rosada por el hocico. — ¿Eres el... Hombre? —preguntó la Luna. Pero el Jaguar se aprestó a abalanzarse sobre la niña para devorarla. Justo cuando estaba en la mitad de la trayectoria de su salto, cayó al suelo al tiempo que por su boca se derramaba un reguero de sangre. Detrás había otro animal, pero éste se alzaba sobre dos patas y no tenía manchas ni pelos en la piel. Llevaba una escopeta en la mano, todavía humeante. —¿Eres el... Hombre? —preguntó la Luna. —¿Qué clase de nena tan extraña eres? ¡Claro que soy un hombre! ¿Quién eres y qué haces a estas horas exponiéndote a esta fiera? La Luna le contó su historia. El hombre, que era un campesino del lugar, se divirtió mucho escuchándola, pero no se creyó ni una palabra no obstante, halló que aquella niña era tan graciosa y estaba tan sola que decidió llevársela a su ranchito. Allí le presentó a su esposa. A la niña le bastó conocer a aquella pareja para entender lo que era la pobreza. «¿Qué comeremos mañana? —decía la mujer—. Se ha acabado el maíz.» «Ten paciencia, mujer, que Dios no se olvidará de nosotros.» Al otro día hubieron de cocinar un caldo con algunas hierbas y un par de huevos de pájaros del lugar, y así día tras día. La pareja se encariñó con la niña, pero los apuros que pasaban no le permitían prestarle demasiada atención. Así que al cabo de una semana de estar en la Tierra, la Luna decidió que estaba de más y que ya era hora de volver al cielo. En realidad, lo añoraba: al fin y al cabo, era su casa desde diez mil, cien mil o un millón de años atrás. Sin embargo, al pensar que debía irse de la Tierra, se le saltaron las lágrimas. ¡El viajecito tanto tiempo soñado se había acabado! Pero lo que más le apenaba era haber podido ayudar tan poco al Hombre. Entonces advirtió que, al caer al suelo, sus lágrimas penetraban en la Tierra y se convertían en raíces. Remontó su vuelo (ahora sabía lo que era volar pues había visto pájaros) y confió en que sus lágrimas no hubieran sido en vano. Cuando al amanecer el buen hombre salió de la casa, se quedó maravillado a causa de unos arbustos desconocidos que habían brotado por doquier. Entre el verde oscuro de las hojas asomaban unas pequeñas flores blancas. Llamó de inmediato a su mujer, y era tanta el hambre que ésta tenía que se dispuso a preparar una infusión con esta planta nueva, y al beberla se sintieron todos mucho mejor y con ánimo.

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Desde entonces, la yerba mate (que así llamó la mujer a la infusión) viene ayudando a vivir y a cobrar fuerzas a muchas gentes que, de otro modo, morirían de agotamiento y de hambre.

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HISTORIA DE LA LUNA Y LAS TRES MARÍAS Antiguamente, los indios de Pacasmayo y la mayoría de los habitantes de la costa del Perú adoraban a la Luna, pues tiene poder sobre los elementos, crea las comidas y causa alborotos en el mar, además de rayos y truenos. La tenían ellos por más poderosa que el Sol, puesto que él no aparece de noche y, en cambio, la Luna se deja ver de noche y de día. Además la Luna eclipsa al Sol y el Sol jamás a la Luna. Así, los indios de Pacasmayo hacían fiestas en los eclipses de Sol, celebrando a la Luna por su victoria, en tanto que en los de Luna, hacían bailes fúnebres y lloraban mientras duraba el eclipse. Se ponían tristes los dos días en que no aparecía la Luna, pues pensaban que se había ido al otro mundo a castigar a los ladrones que habían muerto. También adoraban a dos estrellas, que llamaban Pata y que hoy conocemos como las Tres Marías. Ellos creían, y algunos todavía creen, que la estrella de en medio es un ladrón y malhechor. La Luna habría querido castigarlo durante un eclipse y, entonces, envió a dos estrellas para que lo llevaran prendido (eso quiere decir Pata) y lo entregaran para que se lo comieran los buitres, que son las cuatro estrellas que están más abajo. Estas siete estrellas están en el cielo como recuerdo de ese castigo ejemplar.

Relato del Perú. Recopilado por Walter Krickeberg Tomado de Cuentos sobre el origen del hombre y del mundo

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POEMAS A LOS ASTROS Una estrella

Sobre la espuma, sobre la piedra, sobre el asfalto, sobre la hierba,

sobre los cardos, sobre las tejas, brilla una estrella, brilla mi estrella. Lleva una malla de oro y de seda. Tiene desnudos brazos y piernas.

Baldomero Fernández, argentino La Luna, ¿pelo largo?

Si la luna tuviera pelo largo usaría un cintillo de color; o quizás largas trenzas con dos cintas, y en las fiestas, gran moño, pinche y flor. Si la luna tuviera pelo largo se peinaría con los rayos del Sol, y en las noches de viento huracanados la veríamos de gorro con pon pon.

María Luisa Silva, chilena

El Sol El sol es el astro más bello del cielo, su luz nos da vida, nos pone contentos. Brilla entre las flores y dora las frutas: ¡ríe con los niños su cara que alumbra!

Óscar Jara Azócar, chileno La estrella En el naranjo está la estrella. ¡A ver quién puede cogerla! ¡Pronto, venid con las perlas, traed las redes de seda! En el tejado está la estrella. ¡A ver quién puede cogerla! ¡Oh, qué olor a primavera su pomo de luz eterna! En los ojos está la estrella. ¡A ver quién puede cogerla! ¡Por el aire, por la yerba, cuidado que no se pierda! ¡En el pozo está la estrella! ¡A ver quién puede cogerla!

Juan Ramón Jiménez, español

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DE CÓMO EL PAJARO SIETE COLORES OBTUVO SUS PLUMAS

Esto es verdad y no miento, como me lo contaron te lo cuento...

Hace muchos, muchos años, el sietecolores era un pájaro sin ningún color.

Un día fue apresado por unos campesinos para servir de alimento a la familia.

Ya lo iban a echar dentro de una olla, cuando logró escapar. Volando, volando, huyó del lugar y muy cansado logró llegar al taller de un maestro carpintero.

Como venía tan cansado no se dio cuenta y rozó un tarro de cola. Sus plumas quedaron cubiertas de pegamento.

La avecita continuó su camino y le fue contando a todos los demás pájaros lo que le había ocurrido.

Al llegar a la falda de un cerro se encontró con el cardenal. Cuando este lo escuchó, suspiró y exclamó:

—Caramba que estamos mal... —y sacó tres de sus plumas de color rojo alizarín y se las regaló.

Luego siguió camino y se encontró con un jilguero: —Chiu—chiu—chiu... —saludó. Al enterarse de lo sucedido, este le regaló tres plumas de color ocre

amarillo. Y así sucedió varias veces más. Cada vez que el sietecolores se topaba

con algún pajarito, este le regalaba tres plumas de color. Un choroy le regaló tres de color azul.

El cóndor le obsequió tres plumas blancas del cuello, y cuando llegó hasta la laguna, una tagüita le dio tres plumas negras.

También la Cachagua se sacó tres plumitas verdes. Cerca del atardecer vio el pidén. Al verlo le gritó: —Filloruiz— Filloruiz... Al escuchar lo ocurrido, sacó de inmediato tres

plumas de color pardo y se las dio. Como el sietecolores tenía el cuerpo con pegamento, todas las plumas se

le iban pegando. Finalmente, cuando llegó la noche, se quedó dormido. Estaba feliz con su

nuevo plumaje. Y dicen que el Creador que todo lo ve, se emocionó tanto al ver la

generosidad de las aves y la alegría del sietecolores, que bajó desde el cielo y le arregló las plumas, concediéndole un hermoso brillo.

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A partir de la versión de Oreste Plath Chile

EL LENGUAJE MAPUCHE, EL MAPUDUNGÚN

El mapudungún, que significa “el hablar de la tierra”, es el lenguaje del pueblo mapuche. Es una lengua sin escritura, por lo que su transcripción se basa en como la persona que lo escribió, lo escuchó. El “hablar de la tierra” significa que es la lengua de la Madre Tierra, un lenguaje ligado a la naturaleza, admirable como el canto de los pájaros, el silbido del viento, el susurro de las olas; transparente y puro, en el que no existen las malas palabras ni las insolencias, ya que la tierra es bondadosa y sabia. Muchas palabras que hoy utilizamos son de origen mapuche y seguramente te sorprenderás al saber que tú también las dices. Esto es muy normal, ya que los mapuches son nuestros antepasados e incluso actualmente muchos viven en los campos y ciudades.

Te recordaremos algunas de las palabras mapuches que probablemente tú usas todo el tiempo:

PANA: CHARQUICÁN: LAUCHA: GUARÉN: RUCA: PONCHO:

Hígado de animales. Típico plato chileno preparado con charqui, papas, zapallo y otras verduras. Ratón pequeño. Ratón grande. Vivienda. Manta con ranura al medio para meter la cabeza.

PIOLA: Cordel grueso.

CAHUÍN: COPUCHA:

Enredo o alboroto. Chisme.

COTOTO: Chichón, especialmente en la cabeza.

CHAPE: Trenza de mujer.

GUATA: Estómago.

GUATAZO: Golpe dado contra el estómago.

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Hay también muchos nombres de lugares de Chile que provienen de la legua mapuche:

ANTUCO: Agua del indio.

BIO-BIO: BUCALEMU: CHILOÉ: FUTALEUFÚ: MANQUEHUE:

Canto del pájaro fío fío. Bosque grande. Isla de Gaviotas. Río grande. Lugar de cóndores.

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CABAÑUELAS Y EL ANUNCIO DEL TIEMPO

Las cabañuelas son una creencia popular que en América provienen de los mayas y que se han extendido por todo el continente de forma oral de padres a hijos.

A través ellas las personas pronostican cómo será el clima durante el año. Lo hacen observando el tiempo durante los primeros 12 días del mes de enero, correspondiendo cada día a un mes del año. Por ejemplo el 2 de enero indicaría como va a estar el tiempo en febrero, el 3 de enero en marzo y así sucesivamente, hasta llegar al 12 de enero que indicaría el tiempo de diciembre. De esta forma se podría determinar si un mes será lluvioso o seco, frío o caluroso, etc. Las cabañuelas son universales, se pueden practicar en cualquier parte del mundo, pero no en todos los lugares se utilizan los mismos días para realizar el pronóstico. Así, por ejemplo, en España y en general en el Hemisferio Norte, la predicción se hace en el mes de agosto y los hindúes lo hacen en la mitad del invierno. Otra forma de pronosticar el tiempo está basada en algunas observaciones del sol, la luna, el cielo, los animales y en nuestro país existen diferentes maneras que permiten adelantar cómo estará el tiempo en los próximos días y que han dado origen a diferentes refranes. Por ejemplo, en el campo, los campesinos dicen que el canto de los queltehues y los tiuques anuncia la lluvia:

«Cuando grita el queltehue quiere decir que llueve».

También, mirando la luna en la tarde se puede saber cómo va a estar el día siguiente. Si hay un cerco luminoso alrededor de ella se interpreta como que el tiempo no cambiará:

«Círculo en la luna, novedad ninguna».

Pero si el cerco luminoso está alrededor del sol la interpretación es

diferente: «Círculo en el sol,

aguacero o temblor». Si la luna nueva tiene los cachitos para arriba, se supone que lloverá, lo mismo si el cielo está empedrado:

«Cielo empedrado, suelo mojado».

Otra predicción del tiempo muy característica en el sur de Chile es:

«Norte claro, sur oscuro,

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aguacero seguro». Otras creencias son la de pensar que cuando las gallinas se van a su gallinero temprano, es porque va a haber mal tiempo al día siguiente, lo mismo si la casa se comienza a llenar de hormigas. Los profesores también tienen sus propias observaciones, ya que creen que cuando los niños andan muy inquietos, es señal de que el tiempo se echará a perder. ¿Será así? Hoy, en que la meteorología está muy avanzada y podemos ver en la televisión o escuchar por radio los pronósticos del tiempo, sería interesante comprobar estas creencias que vienen del conocimiento popular.

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UNIDAD 4

LA PALOMA Y LA HORMIGA

Fabula de Esopo Una hormiga iba caminando por el bosque. De pronto se detuvo. — ¡Qué sed tengo! —exclamó en voz alta. — ¿Por qué no vas hasta el arroyo y te refrescas un poco con sus aguas? — le dijo una paloma que estaba posada en un árbol—. El arroyo está cerca de aquí, pero ¡cuidado!, no te vayas a caer en él. La hormiga fue hasta el arroyo y comenzó a beber. En eso, un fuerte viento empujó a la hormiga al agua. — ¡Socorro! — gritó la pobre hormiga— ¡Socorro, me ahogo! La paloma escuchó el grito y pensó que no debía perder ni un minuto si quería salvar a su amiga. Con su piquito quebró una rama y la dejó caer al agua donde estaba la hormiga. La hormiga se agarró de la rama y, flotando sobre ella, logró llegar a la orilla. Un tiempo después, la hormiga descubrió a un cazador que estaba preparando una trampa para cazar a la paloma. La paloma llegó volando y se acercó peligrosamente a la trampa. La hormiga pensó en salvar a la paloma y, sin perder tiempo, picó con todas sus fuerzas al cazador en el pie. — ¡Ay! —gritó el cazador, sintiendo un gran dolor. La paloma, al escuchar el grito del hombre, escapó volando del lugar y se salvó. Esta fábula de la paloma y la hormiga nos enseña que toda buena acción tiene

su recompensa.

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CÓMO EL PERRO Y EL HOMBRE SE HICIERON AMIGOS

Cuento siberiano Has de saber que este cuento es muy antiguo. Mi bisabuelo se lo contó a mi abuelo, y él se lo contó a mi padre, quien me lo contó a mí, y ahora te lo cuento a ti. Hace muchos, muchos años, el perro aún no era el fiel amigo del hombre y vivía solo en el bosque. Un día decidió salir a buscar a un compañero, pues se sentía muy solo. Primero se encontró con un conejo y le preguntó: — ¿Quieres irte a vivir conmigo? El conejo aceptó, porque él también se sentía solo. Los dos animalitos vivieron un tiempo juntos. De día buscaban su alimento en el bosque y en las noches dormían entre los matorrales. Una noche, el perro se puso a ladrar. El conejo se asustó mucho y gritó: —Por favor no ladres más, puede venir el lobo y nos comerá.

El perro pensó: “Este conejo tiene miedo”, y lo abandonó. Al día siguiente el perro partió a buscar otro amigo y se encontró con el lobo. — ¿Quieres ir a vivir conmigo? —le preguntó—. —De acuerdo —respondió el lobo, y juntos se fueron al bosque.

Una noche, el perro se puso a ladrar. El lobo se asustó mucho y le pidió al perro: —Por favor deja de ladrar. El oso te va a escuchar y vendrá a comernos. “Este lobo tiene miedo”, pensó el perro, y a la mañana siguiente lo abandonó. El perro buscó al oso y le preguntó: — ¿Quieres ir a vivir conmigo? —Acepto —dijo el oso, y se fueron al bosque.

Una noche el perro ladró y el oso se asustó mucho: —No ladres por favor. Puede venir el hombre y nos va a cazar —le dijo muy enojado. “Este oso tiene miedo”, pensó el perro, y lo abandonó. El perro se encontró con el hombre al día siguiente y le dijo: —Hombre, ven, ¡vamos a vivir juntos! —Está bien —respondió el hombre. Y juntos se fueron al bosque. Una noche el perro ladró fuertemente y el hombre, despertando, le dijo: —Ladra, ladra todo lo que quieras. Si lo haces, el lobo y el oso se asustarán y no se atreverán a acercarse a la casa. “El hombre no tiene miedo”, pensó el perro satisfecho. Y así, desde entonces, el perro y el hombre son muy buenos amigos y ambos confían el uno en el otro.

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EL PEZ ARCOÍRIS Marcus Pfister

En alta mar, en un lugar muy, muy lejano, vivía un pez. Pero no se trataba de un pez cualquiera. Era el pez más hermoso de todo el océano. Su brillante traje de escamas tenía todos los colores del arco iris. Los demás peces admiraban sus preciosas escamas y le llamaban «el pez Arcoíris». — ¡Ven, pez Arcoíris! ¡Ven a jugar con nosotros! —le decían. Pero el pez Arco iris ni siquiera les contestaba, y pasaba de largo con sus escamas relucientes. Pero un día, un pececito azul quiso hablar con él. — ¡Pez Arcoíris, pez Arcoíris! —le llamó—. Por favor, ¿me regalas una de tus brillantes escamas? Son preciosas, ¡y como tienes tantas...! — ¿Que te regale una de mis escamas? ¡Pero tú qué te has creído! —gritó enfadado el pez Arcoíris— ¡Venga, fuera de aquí! El pececito azul se alejó muy asustado. Cuando se encontró con sus amigos, les dijo lo que le había contestado el pez Arcoíris. A partir de aquel día nadie quiso volver a hacerle caso, y ya ni le miraban; cuando se acercaba a ellos, todos le daban la espalda. ¿De qué le servían ahora al pez Arcoíris sus brillantes escamas; si nadie le miraba? Ahora era el pez más solitario de todo el océano. Un día, Arcoíris le preguntó a la estrella de mar: — ¡Con lo guapo que soy...! ¿por qué no le gusto a nadie? —No lo sé —le contestó la estrella de mar—. Pregúntale al pulpo Octopus, que vive en la cueva que hay detrás del banco de coral. A lo mejor él tiene la respuesta. El pez Arcoíris encontró la cueva. Era tan oscura que casi no se veía nada. Pero, de pronto, en medio de la oscuridad, se encontró con dos ojos brillantes que lo miraban. —Te estaba esperando —le dijo Octopus con una voz muy profunda—. Las olas me han contado tu historia. Escucha mi consejo: regala a cada pez una de tus brillantes escamas. Entonces, aunque ya no seas el pez más hermoso del océano, volverás a estar muy contento. —Pero... Cuando el pez Arcoíris quiso contestarle, Octopus ya había desaparecido. -«Que regale mis escamas? ¿Mis preciosas escamas brillantes? —pensó el pez Arcoíris, horrorizado—. ¡De ninguna manera! ¡No! ¿Cómo podría ser feliz sin ellas?» De pronto, sintió que alguien le rozaba suavemente con una aleta. ¡Era otra vez el pececito azul! —Pez Arcoíris, por favor, ¡no seas malo! Dame una de tus escamas brillantes, ¡aunque sea una muy, muy pequeñita! El pez Arcoíris dudó por un

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momento. «Si le doy una escama brillante muy pequeñita —pensó—, seguro que no la echaré de menos.» Con mucho cuidado, para no hacerse daño, el pez Arcoíris arrancó de su traje la escama brillante más pequeña de todas. — ¡Toma, te la regalo! ¡Pero ya no me pidas más! ¿eh? — ¡Muchísimas gracias! — contestó el pececito azul, loco de alegría—. ¡Qué bueno eres, pez Arco iris! El pez Arcoíris se sentía muy raro. Siguió con la mirada al pececito azul durante un buen rato, viendo cómo se alejaba, haciendo zig-zags, y deslizándose como un rayo en el agua con su escama brillante. Al cabo de un rato, el pez Arco iris se vio rodeado de muchos otros peces que también querían que les regalase una escama brillante. Y, ¡quién lo iba a decir! Arcoíris repartió sus escamas entre todos los peces. Cada vez estaba más contento. ¡Cuanto más brillaba el agua a su alrededor, más feliz se sentía entre los demás peces! Al final, sólo se quedó con una escama brillante para él. ¡Había regalado todas las demás! ¡Y era feliz! ¡tan feliz como jamás lo había sido! — ¡Ven pez Arcoíris, ven a jugar con nosotros! —le dijeron todos los peces. — ¡Ahora mismo voy! —les contestó el pez Arcoíris, y se fue contentísimo a jugar con sus nuevos amigos.

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¿POR QUÉ LLORAN LOS SAUCES?

Manuel Peña Muñoz

Antiguamente los sauces no eran como ahora, que tienen largas ramas colgando hacia los esteros en actitud melancólica. Era al revés. Se erguían orgullosos con sus ramas verticales hacia el cielo, y aun las hojas, pequeñas y lanceoladas, tenían un aire vanidoso y se empinaban también mirando hacia lo alto. Los demás árboles comentaban entre sí y se sentían un poco ofendidos porque el sauce, muy altivo, nunca se mezclaba entre ellos. Allí estaba siempre, ignorando el bosque, en actitud desafiante, con sus ramas muy ufanas hacia el firmamento. Cuando llegaba el otoño, todos los árboles se tornaban amarillos y perdían sus hojas, en tanto que el sauce seguía siempre verde y nunca se volvía lánguido. Era un verdadero motivo de murmuración...

Ocurrió que, al llegar la primavera, los viejos robles del bosque decidieron hacer un concurso de belleza entre los árboles. Podían competir árboles de todo el mundo, fueran grandes o pequeños, de hojas perennes o de ramas desnudas, con flores o sin ellas; lo importante era ser simplemente un árbol, procediese de un jardín, huerto, valle o patio abandonado.

Los pájaros se encargaron de transmitir las bases del concurso y volaron de rama en rama, invitando al arrayán, a la haya y al inmenso ombú. Los colibríes le fueron a avisar al hybiscus de flores rojas, al laurel en flor y por supuesto al magnolio. A mariposas más veloces se adelantaron y fueron a convidar al árbol de la corona del Inca y al almendro en flor que tenía muchas posibilidades. Las viejas golondrinas se encargaron de visitar a los árboles que vivían en los lugares más remotos. Algunas viajaron al Egipto en busca de sol y aprovecharon para invitar a las palmeras de los oasis. Estas fueron las primeras en acicalarse para asistir al concurso. Se miraron entre sí y por decisión unánime escogieron como delegada a la más antigua, que no por ser vieja era menos coqueta.

Llegada la fecha, la palmera se desenterró de la arena y partió al lugar indicado, caminando de puntillas por el ardiente desierto, pisando con sus raíces con sumo cuidado para no quemarse. Fue fatigoso el camino porque como era un poquito grande se iba enterrando en la arena, pero finalmente llegó, disimulando lo exhausta que se encontraba.

En el antejardín fue recibida por las buganvillas que se inclinaron respetuosas saludando a la palmera. Las rosas y las clavelinas se deshacían en reverencias porque nunca habían visto un árbol de semejante rareza y de tronco tan arrugado.

—Viene un poco despeinada—comentó por lo bajo un pensamiento morado. —Vengo de los países tórridos —dijo la palmera—, y represento al Egipto. Soy uno de los pocos árboles que figuran en la Biblia. Cuando Jesucristo entró en la ciudad de Jerusalén, sus habitantes cortaron ramas de

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mis antepasadas, adornaron con ellas los pórticos y las ventanas, y las mujeres confeccionaron complicados ramos para batirlos en señal de regocijo. Y aún hoy, en domingo de Ramos, se recuerda esta fecha, y en los atrios de las iglesias del mundo, mujeres pobres venden carteritas y ramos trenzados con mis hojas.

— ¡Qué importante! —dijeron los lirios admirándola. Las begonias le abrieron paso y la elegante palmera avanzó

contoneándose como una señora por un caminillo de ágatas y caracolillas de río.

— ¿Dónde puedo arreglarme un poco? —dijo la palmera. Y las begonias, que eran las anfitrionas, la llevaron donde estaban los otros árboles postulantes. Allí estaban todos juntos a un arroyo, refrescándose, y los más vanidosos se miraban en una cascada tan maravillosamente plateada que uno se podía mirar en ella mejor que en un espejo.

—Háganme sitio -dijo la palmera. Y el viento le escarmenó las ramas y le hizo tintinear los ramilletes de dátiles que eran los aros que llevaba puestos. El sol se puso más radiante y los clarines de enredadera se pusieron a tocar una marcha, anunciando el inicio del concurso. La primera en presentarse fue la mimosa con sus racimos de flores amarillas. Las begonias la anunciaron y la mimosa avanzó por un largo puentecillo de bambú que era la pasarela sobre el río.

— ¡Qué belleza! —comentaron los robles en la ladera del cerro. —Yo soy la mimosa —dijo la mimosa—. Y me llaman así porque soy

muy mimosa... Los robles, perplejos, se miraron entre sí. —Y en otros países me llaman aromo... porque aromo... —Mmm, se parece un poco al espino —comentó displicente un roble

joven. — ¡Qué ofensa! -dijo la mimosa—. El espino también tiene flores

amarillas, pero tiene espinas y además carece de perfume, en tanto que yo... Vino una brisa y la mimosa aprovechó para soltar una inmensa

bocanada que hizo suspirar a los robles del jurado, un poco viejos pero muy enamoradizos...

— ¡Qué mimosa más vanidosa!—dijeron los otros árboles que se preparaban para la competencia.

Seguidamente le tocó el turno al ulmo, quien se presentó con todo su espléndido ropaje de flores blancas.

—Con mis flores, los hombres preparan una miel que quien la prueba cae en un inmediato estado de nostalgia.

Luego vino un inmenso árbol cuajado de camelias, tirando a su paso pesadas flores rojas con frutos maduros.

—Yo he adornado las habitaciones de coquetas damas de otro siglo. Inspirado en mi belleza, un escritor antiguo escribió La dama de las camelias.

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El níspero habló de sus nísperos, el nogal de sus nueces y el olivo de sus, aceitunas. El manzano dijo que era el primer árbol de la creación, que de sus manzanas Eva había tomado el fruto del pecado. El pino avanzó engalanado con adornos de Navidad, cubierto con guirnaldas, globos de vidrio y una estrella con escarcha plateada en su punta. El ciprés se paseó solemne, aduciendo que él crecía en los cementerios y por eso tenía ese aire grave y misterioso.

La lenga dijo que sus hojas semejaban algas marinas; el arrayán dijo que era de la época de las cavernas; la araucaria dijo que sólo crecía en el sur de Chile, en la tierra de los mapuches, allí donde crece silvestre la enredadera rosada de los copihues.

No hubo problemas durante el desarrollo del concurso. Sólo un postulante fue descalificado: el diamelo de flores blancas y moradas, que se presentó como árbol y en realidad era un arbusto.

— ¿Y cómo aceptan a esos árboles enanos? —dijo indignado el diamelo mirando por sobre sus ramas una fila de siete árboles enanos, enviados de la China, y que no alcanzaban el tamaño de una violeta.

La otra fuera de concurso resultó la encina que llevaba de sombrero un enorme nido con tres cigüeñas paradas con sus alas extendidas.

— Demasiado estrafalaria—dijeron los jueces, descalificándola. Siguieron los abedules, los naranjos, los perales, los eucaliptos y los

álamos. La pobre parra también fue descalificada porque no era árbol “propiamente tal” y se tuvo que ir desesperada de rabia. Y así sucesivamente desfilaron todos los árboles de la creación, cada uno hablando de su belleza y luciendo sus atributos, hasta que le tocó el turno al altivo sauce que a esas horas ya estaba impaciente y se había dedicado a alisarse las ramas que estaban muy tiesas, almidonadas como sables.

—A continuación, el sauce— anunciaron las begonias—. Lleva las ramas puntiagudas mirando hacia el cielo, y su nombre de sociedad es Saxis Babilónica.

El sauce, muy ufano, subió a la pasarela sin mirar a nadie y comenzó a balancearse, contoneándose con tan mala suerte que una de sus raíces se hundió entre los bambúes del puentecillo; perdió el equilibrio y cayó pesadamente a un costado, primero, y al mismo río después. Allí se sumergió por breves segundos, ante el estupor de todos, y tornó a aparecer en la superficie, tan desfigurado, pero tan desfigurado, que casi no lo podían reconocer.

— ¡Oh! —exclamaron todos los árboles. El sauce se levantó del agua, todo empapado y disimulando que no

había pasado nada, cuando en realidad había pasado todo. Sus ramas salieron mojadas y ya no se erguían hacia la altura, sino que se desplomaban lánguidas, colgando hacia el río completamente empapadas. Y he aquí que en

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su ridiculez el sauce se vio hermoso, Y al salir, se contempló en la cascada y se avergonzó de sí mismo.

—Fui un orgulloso —se dijo, y rompió a llorar desconsolado, sintiéndose el más desesperado de los árboles.

Y siguió llorando el sauce, mientras los robles del jurado lo contemplaban atónitos al otro lado de la pasarela, porque ahora el sauce presenta otro aspecto y se había favorecido absolutamente en la transformación. Y cuando al sauce llorón se le acabaron las lágrimas, quedó con sus ramas lacias y la brisa las meció suavemente como peinándolas, como acariciándolas… Y las ufanas ramas de antes ya no se empinaban sino que languidecían, languidecían…Entonces el sauce llorón fue premiado por su melancólica belleza y destinado a los delicados parques japoneses donde sirve de elegante motivo de ornamentación.

Y dicen que aún llora el sauce llorón, y ciertas noches de eclipse hasta es posible escuchar su sollozo junto a un estero. Y para atenuar la tristeza, las ramas de los sauces han tenido desde entonces por misión cobijar bajo ellas a los “santos inocentes” del mundo, que son los niños y los enamorados. Por eso nunca un juego es más entretenido, un sueño más profundo, o un beso más dulce, como cuando jugamos, dormidos o amamos, bajo las nobles ramas de un sauce.

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LLEGÓ LA VERDURA

Felipe Alliende ¡Cebollas, traigo cebollas! ¡Manzanas traigo maduras! Aquí llegó la verdura, El cochayuyo y la fruta. ¡Tomates, traigo tomates! ¿Quiere lechugas, señora? Hay naranjitas jugosas. ¡Cebollas, traigo cebollas! ¡Los priscos, los ricos priscos! ¡Las bonitas coliflores! Los berros están preciosos. ¿Cuántos le envuelvo, patrona? ¡Cebollas, traigo cebollas! ¡Las peras, las ricas peras! ¡Espinacas, zanahorias! ¡Espárragos! Traigo acelgas; También le traigo alcachofas. ¡Cebollas! ¿Quiere cebollas? ¡Manzanas traigo maduras! ¡Cómpreme luego, casera, que se va la verdura, el cochayuyo y la fruta!

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LA REINA DE LAS ABEJAS

Hermanos Grimm Los príncipes se fueron un día en busca de aventuras y cayeron en tal vida de diversiones que no regresaron al hogar. Su hermano menor, llamado Bobillo, fue a buscarlos; pero cuando finalmente los encontró se burlaron de él y le dijeron que cómo iba a andar por el mundo, con su simpleza, si ellos dos, mucho más inteligentes, no lograban abrirse camino. Se pusieron los tres en marcha y llegaron a un hormiguero. Los dos mayores querían hurgar en el para ver cómo salían huyendo de miedo las hormiguitas, llevando consigo sus larvas; pero Bobillo dijo: —Dejad a los animalitos en paz; no permitiré que los molestéis. Siguieron camino y llegaron a un lago en el que nadaban muchísimos patos. Los dos hermanos mayores querían cazar unos cuantos y asarlos, pero Bobillo no lo permitió y dijo: —Dejad a los animales en paz; no toleraré que los matéis. Finalmente llegaron a un nido de abejas; en él había tanta miel que hasta chorreaba por el tronco del árbol. Los dos quisieron hacer fuego bajo el panal para ahogar con el humo a las abejas y quitarle la miel. Bobillo los contuvo de nuevo y dijo: —Dejad a los animalillos en paz; no permitiré que los ahuméis. Finalmente los tres hermanos llegaron a un palacio en cuyas cuadras solo había caballos de piedra; tampoco se veía un alma, y fueron pasando por todos los salones hasta que llegaron, muy al fondo, a una puerta. La puerta tenía tres cerraduras; pero en el centro había una mirilla por la que podía verse la alcoba. Allí vieron a un triste hombrecillo que estaba sentado frente a una mesa. Le llamaron una vez, dos veces, pero no les oía; por fin le llamaron por tercera vez; entonces se levantó, descorrió las cerraduras y salió. Pero no pronunció ni una palabra, sino que los llevó hasta una mesa muy bien dispuesta; y cuando hubieron comido y bebido les asignó a cada uno un dormitorio. A la mañana siguiente se presentó el triste hombrecillo al hermano mayor, le hizo señas y le condujo hasta una lápida; en ella estaban escritas tres tareas cuya solución podrían desencantar el palacio. La primera consistía en buscar las perlas de la hija del rey, que se encontraban por miles bajo el musgo del bosque; pero si faltaba una sola antes de ponerse el sol quien las hubiese estado buscando se convertiría en piedra. El hermano mayor fue al bosque y buscó durante todo el día; mas al caer la noche sólo había encontrado cien; y sucedió tal como estaba escrito en la lápida: se convirtió en piedra. Al día siguiente se lanzó el mediano a la aventura; pero le sucedió como al mayor, no encontró más de doscientas perlas y se convirtió en piedra.

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Finalmente le tocó el turno a Bobillo; se puso a buscar en el musgo, pero era muy difícil encontrarlas y avanzaba muy lentamente. Entonces se sentó en una piedra y se puso a llorar. Y mientras estaba sentado llegó la reina de las hormigas a las que una vez había salvado la vida, con cinco mil más, y no transcurrió mucho tiempo sin que los animalillos hubiesen encontrado todas las perlas y hecho un montón con ellas. La segunda tarea consistía en sacar del fondo del lago la llave del dormitorio de la princesa. Cuando Bobillo llegó al lago se acercaron nadando los patos a los que había salvado la vida en una ocasión, se zambulleron y sacaron la llave del fondo del agua. La tercera tarea era la más difícil: de entre las tres hijas durmientes del rey había que escoger la más joven y buena. Pero las tres eran exactamente iguales y sólo se diferenciaban en que antes de dormir habían comido diferentes golosinas: la mayor, un terrón de azúcar; la mediana, un poquito de melaza, y la menor, una cucharada de miel. Entonces vino la reina de las abejas a las que Bobillo protegiera del fuego y se paseó por las bocas de las tres; al final se posó en los labios de la que había comido miel; y así reconoció el príncipe a la verdadera. El encanto acabó, todos salieron de su sueño y quien había estado petrificado recobró de nuevo su figura humana. Bobillo se casó con la más pequeña y más buena y fue rey al morir el padre; sus dos hermanos se casaron con las otras dos princesas.

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EL MERCURIO Martes 29 de enero de 2010

Por temperaturas bajo cero:

Animales de todo el mundo tiritan de frío

Aunque las temperaturas parecen estar mejorando, enero se ha convertido en el peor invierno en décadas para el hemisferio norte. No solo se han suspendido las clases en algunos colegios y los vuelos han sido cancelados. Los animales de los distintos zoológicos también han sufrido

con las bajas temperaturas. Los más afectados han sido los monos, como los de Sapporo, al norte de Japón (en la foto), donde los termómetros apenas suben de los cero grados. Para soportar el clima, no es raro verlos abrazándose.

Al otro lado del planeta, en el zoológico de Chester, Inglaterra, un panda rojo casi logra camuflarse entre tanta nieve.

Ikor, el oso polar del zoológico de Sapporo, Japón, es uno de los pocos que disfrutan con las bajas temperaturas.

Bien apretados y sin pisar la nieve, macacos japoneses

se protegen del frío que ha invadido el país.

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¿QUÉ ES UNA MASCOTA?

Una mascota es un animal de compañía, que necesita toda nuestra atención y cuidado. Es un ser vivo que siente, sufre y goza, y que el hombre incorpora a su vida sea por curiosidad, gusto o necesidad. En muchos casos se transforma en un gran amigo, un fiel compañero que necesita de nuestro compromiso, ya que nos va a acompañar por un tiempo importante. Y como todo animal tiene sus necesidades y derechos y nosotros somos, por lo tanto, responsables por ellos.

Las mascotas por excelencia son los perros y gatos, pero no las únicas, ya que también tienen una gran popularidad los hámsters y conejos. El caballo, por ejemplo es considerado la mascota de mayor tamaño en el mundo.

Existen muchas aves de jaula, como los inseparables, loros o canarios, que tanto se caracterizan por su canto. También aves corredoras o de suelo como los pollos, gallinas y patos.

Los reptiles y anfibios, como tortugas de tierra, iguanas, tortugas acuáticas, deben ser tenidos en un terrario o acuario. En muchas casas podemos encontrar también todo tipo de peces, que deben estar en una pecera o en un acuario.

Por esta razón, por la multitud de mascotas existentes, se exige a los dueños conciencia y responsabilidad y es recomendable que antes de adquirir una mascota se informen de las características y necesidades de cada una de ellas.

¿Cuál es su alimentación?, ¿cómo y dónde deben vivir?, ¿cuánto viven?, ¿qué enfermedades pueden padecer?, ¿qué cuidados requieren?, son algunas de las preguntas que debemos hacernos antes de obtener una mascota, para de esta manera elegir la más adecuada para cada uno de nosotros.

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LA UTILIDAD DE LAS PLANTAS

Las plantas siempre han tenido un papel fundamental en la vida sobre la tierra, ya que ellas nos entregan el oxígeno, el aire puro que necesitamos para respirar.

Son además la base de la cadena alimenticia, porque nos aportan la mayoría de los alimentos que comemos, como verduras, frutos, harina, azúcar, cereales, etc., Tanto los animales como los humanos dependemos de las plantas para alimentarnos.

Las plantas nos aportan productos para la industria como madera para la fabricación de muebles, pasta de papel, leña, carbón y fibras como el cáñamo, el algodón, el lino, para elaborar ropa, sábanas, manteles, entre otros.

Nos proporcionan también medicinas, que se han utilizado desde tiempos antiguos para curar enfermedades. Por ejemplo, el matico es una hierba que ayuda a tener una buena cicatrización.

Nos regalan sombra, alegran y adornan el paisaje, imagínate como sería el mundo si no hubiera árboles o flores.

Algunos ejemplos: Las uvas de las viñas sirven para hacer vino y los

hombres las han cultivado durante unos 5.000 años.

El papiro es un tipo de caña que crece cerca del agua en climas calurosos y se usaba para hacer papel hace 4.500 años en Egipto.

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Jueves 8 de Octubre de 2009

Zoológico de Gaza pinta burros y los transforma en cebra

• Según el director del recinto, la idea era llevarles alegría y felicidad a los niños palestinos, quienes ahora adoran a los animales.

• ''Nadie puede ver la diferencia'', asegura el director del zoológico.

GAZA.- La necesidad agudiza el ingenio: para enriquecer los atractivos de un pequeño zoológico en Gaza con una cebra, su director, Imad Quassim, hizo pintar a un burro rayas negras.

"El zoológico no tenía una cebra y fue una idea inteligente pelar a un burro y pintarlo como si fuera una cebra. Le digo, nadie puede ver la diferencia", afirmó hoy Quassim, de 39 años, en Gaza.

El objetivo era llevarles alegría y felicidad a los niños palestinos, con motivo del "Eid al-Fitr", la festividad religiosa islámica que marca del fin del Ramadán, el mes del ayuno.

La buena acogida llevó al director del zoológico a hacer pintar rayas a un segundo burro. El efecto fue el mismo y entretanto, los dos animales se convirtieron en los preferidos del público.

Esto es tan valiente como la creación del zoológico: la mayoría de los inicialmente 200 animales fueron traídos por contrabando a Gaza a través de un túnel por debajo de la frontera con Egipto.

Al final, se logró una colección de lobos, zorros, hienas, víboras y monos saltando en las jaulas junto con el orgullo del zoológico: un león y una leona.

Durante la guerra de Gaza de fines de 2008 y comienzos de 2009, el zoológico también fue blanco de disparos, dijo Quassim. Tras el fin de la acción militar, sólo quedaron entre 25 y 30 animales. Muchos murieron o huyeron. También se escapó la pareja de leones, pero posteriormente fue recapturada.

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UNA EXCURSIÓN AL ZOOLÓGICO

Talagante, 10 de diciembre del 2009

Querido Andrés: Te escribo para contarte la excursión que hice ayer con mis compañeros. ¿Sabes dónde fuimos? Al zoológico a ver los animales.

Había de todas clases: leones, tigres, elefantes de la India y de África, cebras, distintos tipos de monos, lobos de mar y osos polares. Los pájaros estaban en otro sitio, encerrados en grandes jaulas, diferentes para cada especie. El búho y la lechuza son aves nocturnas, como les molesta la claridad, se encontraban en un lugar más oscuro. Me gustaron mucho los hipopótamos. Había uno muy grande metido en una laguna, ¡parecía su piscina! Y abría una boca tan enorme que habrían cabido dentro de ella dos niños sentados. ¿Me crees? Un guía nos fue explicando muchas cosas de los animales que íbamos viendo. Me llamaron mucho la atención los elefantes. Parecen todos iguales; pero no : los que viven en África son mucho más grandes que los de la India, y pueden llegar a pesar siete mil kilos. ¡Imagínate que uno te pisara un dedo del pie…! Los elefantes tienen colmillos que les sirven como defensa y son de marfil. Me explicaron que el marfil es una sustancia blanca y muy dura que tenemos en los dientes. Los colmillos de los elefantes son muy apreciados por su valor y muchos de ellos han muerto por la ambición de los que querían su marfil; por eso ahora son especies protegidas. Ahora me están llamando a comer. Luego te contaré cuál es mi animal favorito. Ya sabrás cuál es y por qué me gusta tanto. Hasta pronto, tu gran amigo Ricardo.

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BIBLIOGRAFÍA ¿Sabías qué…? Más de 400 preguntas y respuestas para comprobar tus conocimientos, Blume, 2008, 159 páginas.

Atlas del Mundo, Parragón, Barcelona, 2004, 256 páginas.

Cuidemos la tierra, Cosar editores, Chile, 2008, 256 páginas.

La Antártica Nuestra. Una introducción a su conocimiento. Instituto Antártico Chileno, 2006.

Schencke, Osvaldo. Curioseando el mundo, Santillana, colección Mar de Libros, 2004, 54 páginas. Baquero Olmos, Antonio; Cabañuelas y Astrometeorología (Historia, Método y Refranero), Fundación Caja Rural de Granada, 2008, 58 páginas. Beuchat, Cecilia y Maldonado, Clementina; Un ratón de biblioteca, tomo 1, Editorial Andrés Bello, 1996.

Enciclopedia “El mundo de los niños”, Editorial Salvat, tomo 3, 4. 1973, Salvat Editores, Barcelona.

Enciclopedia de los niños, Editorial Larousse, 1996, tomo 3: las plantas (5 volúmenes)

PÁGINAS WEB http://www.madridejos.net/cabanuel.htm http://www.anach.cl/ (Instituto Antártico Chileno)

www.profesorenlinea.cl/biografías/condorito.htm

www.planetacurioso.com

http://www.botanical-online.com/utilidaddelasplantas.htm

http://www.aplicaciones.info/naturales/natura09.htm

http://www.enbuenasmanos.com/articulos/muestra.asp?art=1541 http://es.wikipedia.org/wiki/Animal_de_compa%C3%B1%C3%ADa www.memoriachilena.cl http://etimologias.dechile.net/?mapuche