Selección cuentos de primaria

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LA INVASIÓN DE LOS ORDENATAS Hace no mucho tiempo, existía un pueblo donde todos eran felices. Un día, un viajero venido de la capital, llegó con un montón de cajas, anunciando que traía una gran ganga para los moradores del poblado. "Ordenadores nuevos" dijo el hombre, " Si no tienen ordenador, entonces están en la edad de piedra." Pronto, las abuelitas, niños, adultos, y jóvenes, estaban conectados a la red las 24 horas del dìa, los 365 días del año. Hasta ahí todo estaba bien. Pero, como suele pasar cuando algo se vuelve una obsesión, pronto la vida pacífica y risueña de los pobladores se transformó radicalmente. La gente ya no le importaba salir de la casa, hablar con los vecinos, o pasear al chucho, porque lo único que querían era estar frente al ordenata todo el tiempo posible. Ahí podían ver sus programas favoritos, bajar canciones y archivos, hablar con el novio, o pagar las cuentas y consultar el pronóstico del clima. Pronto, el pueblo pareció volverse fantasma. Sus calles estaban vacías la mayor parte del tiempo, y los más afectados fueron los niños. De pronto, de tanto tiempo de estar encerrados, y sentados sin parpadear, sus ojos se volvieron opacos y rojos, sus cuerpos fofos, como gelatina, y sus caras pálidas por falta de la luz del sol. Los doctores, alarmados, pensaron en una epidemia, y recetaron vitaminas, jarabes y comidas especiales para los niños del pueblo. Luego se culpó a la contaminación ambiental, y, como suele pasar, al gobierno. Pero los niños no mejoraban. Un mañana de primavera, llegó al lugar una familia que venía del campo, con su hijo Esteban. Era un niño muy diferente a ellos, con la piel bronceada, los ojos brillantes, y la sonrisa en el rostro. Los niños de la escuela lo rodearon, preguntándole: - ¿ Tienes tu ordenador portátil, o en casa? - No sè de què me hablan- dijo el niño- De donde vengo, no teníamos eso. " Qué raro es" pensaron todos, viéndolo como si fuera un extraterrestre con siete patas y cinco ojos morados. Lo dejaron solo, mientras se iban a sus casas a seguir conectados a sus máquinas. Uno de ellos, Andrés, sintió curiosidad por ver lo que hacía el nuevo para divertirse, y lo siguió a escondidas. Esteban caminó hacia el jardín, y adentrándose entre los arbustos, se puso a hablar con alguien. Cuando Andrés intentó mirar, Esteban lo cogió, y le dijo, amablemente:

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De 7 a 12 años

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LA INVASIÓN DE LOS ORDENATAS

Hace no mucho tiempo, existía un pueblo donde todos eran felices. Un día, un viajero venido de la capital, llegó con un montón de cajas, anunciando que traía una gran ganga para los moradores del poblado.

"Ordenadores nuevos" dijo el hombre, " Si no tienen ordenador, entonces están en la edad de piedra."

Pronto, las abuelitas, niños, adultos, y jóvenes, estaban conectados a la red las 24 horas del dìa, los 365 días del año.

Hasta ahí todo estaba bien. Pero, como suele pasar cuando algo se vuelve una obsesión, pronto la vida pacífica y risueña de los pobladores se transformó radicalmente.

La gente ya no le importaba salir de la casa, hablar con los vecinos, o pasear al chucho, porque lo único que querían era estar frente al ordenata todo el tiempo posible. Ahí podían ver sus programas favoritos, bajar canciones y archivos, hablar con el novio, o pagar las cuentas y consultar el pronóstico del clima.

Pronto, el pueblo pareció volverse fantasma. Sus calles estaban vacías la mayor parte del tiempo, y los más afectados fueron los niños. De pronto, de tanto tiempo de estar encerrados, y sentados sin parpadear, sus ojos se volvieron opacos y rojos, sus cuerpos fofos, como gelatina, y sus caras pálidas por falta de la luz del sol.

Los doctores, alarmados, pensaron en una epidemia, y recetaron vitaminas, jarabes y comidas especiales para los niños del pueblo. Luego se culpó a la contaminación ambiental, y, como suele pasar, al gobierno. Pero los niños no mejoraban.

Un mañana de primavera, llegó al lugar una familia que venía del campo, con su hijo Esteban. Era un niño muy diferente a ellos, con la piel bronceada, los ojos brillantes, y la sonrisa en el rostro. Los niños de la escuela lo rodearon, preguntándole:

- ¿ Tienes tu ordenador portátil, o en casa?

- No sè de què me hablan- dijo el niño- De donde vengo, no teníamos eso.

" Qué raro es" pensaron todos, viéndolo como si fuera un extraterrestre con siete patas y cinco ojos morados. Lo dejaron solo, mientras se iban a sus casas a seguir conectados a sus máquinas. Uno de ellos, Andrés, sintió curiosidad por ver lo que hacía el nuevo para divertirse, y lo siguió a escondidas.

Esteban caminó hacia el jardín, y adentrándose entre los arbustos, se puso a hablar con alguien. Cuando Andrés intentó mirar, Esteban lo cogió, y le dijo,

amablemente:

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- Estoy hablando con los grillos. Dicen que han tenido una noche magnífica, de concierto. ¿Quieres venir a divertirte con ellos?

- Pero yo no sé cómo hablar su lenguaje- dijo Andrés.

- ! Todos sabemos cómo hablar con los animales, pero de no hacerlo se nos acaba olvidando! - le dijo Esteban.

Pasaron una tarde deliciosa, saltando charcos, hablando con las ranas y animales de los alrededores, y trepando a los árboles. Cuando llegó la hora de la cena, y Andrés entró corriendo a su casa, su mamá pegó un grito:

" !! Dios Santo, este niño está enfermo!!"

Sus cachetes estaban colorados, sus ojos ya no estaban hundidos y su piel había dejado de ser pálida. Cuando el doctor lo vio, dijo, muy asombrado:

- Este niño está completamente sano, y muy recuperado.

Andrés les confesó su pequeña aventura de la tarde, y pronto se corrió la voz de lo que había sanado a este pequeño. Esteban y su familia fueron abordados por cientos de papás y sus hijos, y el papá de Esteban sólo atinó a decirles:

- Yo creo que si los niños de este pueblo vuelven a ser niños, a brincar, a jugar, y a volar cometas por los parques, esa sería la solución.

Desde entonces, los ordenadores dejaron de ser los reyes del poblado, y volvieron a lo que estaban destinados, a ser una herramienta para la vida, pero no màs importante que los mismos seres humanos.

Los bosques, los parques, y las calles del pueblo, volvieron a llenarse de vida, de risas y de gente, como antes de la invasión de los ordenatas...

UNA LECCIÓN PARA REYES

Por los tiempos en que Brahma reinaba en Benarés, era tanta la justicia que había en sus actos, que poco a poco, todo el mundo acudía a él y nadie acudía ya a los tribunales, por lo cual éstos estuvieron a punto de ser cerrados. -Es necesario que alguien me haga ver mis faltas -se dijo un día Brahma-. No es posible que mi conducta sea perfecta, pues el hombre no es perfecto y yo al fin y al cabo soy humano. En los tribunales han perdido ya la costumbre de

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juzgar, pues mi pueblo no acude a ellos. Será necesario preguntar a aquellos que me rodean, para saber mis defectos, y corregirme de ellos. Pero los cortesanos, sólo tuvieron palabras de alabanzas hacia él, y ninguno le descubrió falta alguna. -Es por el temor que inspira la realeza, que me hablan así, -pensó Brahma, y al día siguiente salió de palacio y preguntó a los que allí vivían, cuáles eran sus faltas, pero tampoco encontró a nadie que le prodigase otra cosa que alabanzas. Entonces decidió salir de la ciudad, y ver si encontraba al fin alguien que descubriera alguna falta en él. Tampoco lo encontró, y por ello pensó en trasladarse a los pueblos de su reino. Así lo hizo, pero tampoco en ellos encontró a nadie que pudiera decir algún defecto de él, por lo cual el soberano decidió regresar a su palacio. Dio la casualidad de que por el mismo tiempo, Malika, el Rajá de Kosala, hombre bondadoso y justo, que gobernaba con gran sabiduría su reino, quiso conocer también sus defectos, y como había hecho Brahma, buscó entre sus cortesanos quien se los dijera. Y como no encontró a nadie, decidió salir de su Palacio en busca de la verdad. Todo lo que halló en su camino fueron alabanzas, y al fin, regresó también a su palacio. Quiso el azar, que los coches de ambos reyes se encontrasen de frente en un estrecho camino, y el cochero de Malika, dijo al de Brahma: -Aparta tu coche del camino. -Apártate tú, -replicó el otro cochero-. En este coche viaja el Rajá de Benarés, el gran Brahma. -Pues en éste viaja el Rajá de Kosala, el gran Malika. Al oír esto el cochero del soberano de Benarés, dijo: -Si en realidad se trata también de un Rajá, ¿qué debo hacer? Lo mejor será que pregunte la edad de ese rey, y si es más viejo que mi señor, me apartaré. De lo contrario haré que se aparte él. Pero la edad de ambos soberanos era exactamente igual, y también lo era la extensión de sus dominios, la fuerza de sus ejércitos, la importancia de su riqueza, la nobleza de su familia y la antigüedad de sus títulos.

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Entonces, el conductor decidió atenerse a la mayor justicia que demostrase uno de los soberanos. -¿Cuál es la justicia de tu dueño? -preguntó al otro cochero. -Con los buenos, es bueno; con los justos, justo, y con los duros, duro. Ahora dime las cualidades de tu dueño. -Con los duros, es suave; con los malos, bueno; con los injustos, es justo y con los buenos, más bueno, por lo tanto, apártate de mi camino. Al oír esto, Malika y su cochero descendieron del coche y lo apartaron humildemente, dejando pasar al Rajá de Benarés.

LA PRINCESA DE FUEGO

Hubo una vez una princesa increíblemente rica, bella y sabia. Cansada de

pretendientes falsos que se acercaban a ella para conseguir sus riquezas, hizo

publicar que se casaría con quien le llevase el regalo más valioso, tierno y

sincero a la vez.

El palacio se llenó de flores y regalos de todos los tipos y colores, de cartas de

amor incomparables y de poetas enamorados. Y entre todos aquellos regalos

magníficos, descubrió una piedra; una simple y sucia piedra. Intrigada, hizo

llamar a quien se la había regalado.

A pesar de su curiosidad, mostró estar muy ofendida cuando apareció el joven,

y este se explicó diciendo:

- Esa piedra representa lo más valioso que os puedo regalar, princesa: es mi

corazón. Y también es un regalo sincero, porque aún mi corazón no es vuestro

y es duro como una piedra. Sólo cuando se llene de amor se ablandará y será

más tierno que ningún otro.

El joven se marchó tranquilamente, dejando a la princesa sorprendida y

atrapada. Quedó tan enamorada que llevaba consigo la piedra a todas partes, y

durante meses llenó al joven de regalos y atenciones, pero su corazón seguía

siendo duro como la piedra en sus manos.

Desanimada, terminó por arrojar la piedra al fuego; al momento vio cómo se

deshacía la arena, y de aquella piedra tosca surgía una bella figura de oro.

Entonces comprendió que ella misma tendría que ser como el fuego, y

transformar cuanto tocaba separando lo inútil de lo importante.

Durante los meses siguientes, la princesa se propuso cambiar en el reino, y

como con la piedra, dedicó su vida, su sabiduría y sus riquezas a separar lo

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inútil de lo importante. Acabó con el lujo, las joyas y los excesos, y las gentes

del país tuvieron comida y libros.

Cuantos trataban con la princesa salían encantados por su carácter y cercanía,

y su sola prensencia transmitía tal calor humano y pasión por cuanto hacía, que

comenzaron a llamarla cariñosamente "La princesa de fuego".

Y como con la piedra, su fuego deshizo la dura corteza del corazón del joven,

que tal y como había prometido, resultó ser tan tierno y justo que hizo feliz a la

princesa hasta el fin de sus días.

LA RIQUEZA

Un día como cualquier otro, un padre de una familia muy rica llevó a su hijo a un viaje por el campo con el firme propósito de que su hijo viera cómo vivían otras personas y se diese cuenta de la gran suerte que tenían al ser ricos. Así que lo llevó a visitar a unas familias que vivían en el campo.

Estuvieron pasando todo el día y la noche en una granja de una familia campesina muy humilde.

__Al concluir el viaje, ya de regreso a casa, el padre le pregunta a su hijo:

__¿Qué te pareció el viaje?

__Muy bonito, papa

__¿Viste lo pobre que puede ser la gente?

__Si

__¿Y qué aprendiste?

__ He observado que nosotros tenemos un perro en casa y ellos tienen cinco.

Nosotros tenemos una piscina larga hasta a la mitad del jardín, ellos tienen un arroyo que no tiene fin.

Nosotros tenemos lámparas importadas en el patio, ellos tienen las estrellas.

Nuestro patio llega hasta el muro de la casa, el de ellos tiene todo un horizonte. Ellos tienen tiempo para conversar y convivir en familia, mientras que tú y mamá tenéis que trabajar todo el día y casi nunca os veo.

Al terminar el relato, el padre se quedó mudo, y su hijo agregó:

Gracias papá, por enseñarme lo ricos que podemos llegar a ser!!!

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UN ENCARGO INSIGNIFICANTE El día de los encargos era uno de los más esperados por todos los niños en

clase. Se celebraba durante la primera semana del curso, y ese día cada niño y

cada niña recibía un encargo del que debía hacerse responsable durante ese

año.

Como con todas las cosas, había encargos más o menos interesantes, y los

niños se hacían ilusiones con recibir uno de los mejores. A la hora de

repartirlos, la maestra tenía muy en cuenta quiénes habían sido los alumnos

más responsables del año anterior, y éstos eran los que con más ilusión

esperaban aquel día. Y entre ellos destacaba Rita, una niña amable y tranquila,

que el año anterior había cumplido a la perfección cuanto la maestra le había

encomendado. Todos sabían que era la favorita para recibir el gran encargo:

cuidar del perro de la clase.

Pero …aquel año, ¡la sorpresa fue mayúscula!.

Cada uno recibió alguno de los encargos habituales, como preparar los libros o

la radio para las clases, avisar de la hora del recreo, limpiar la pizarra o cuidar

alguna de las mascotas. Pero el encargo de Rita fue muy diferente: una cajita

con arena y una hormiga. Y aunque la profesora insistió muchísimo en que era

una hormiga muy especial, Rita no dejó de sentirse desilusionada.

La mayoría de sus compañeros lo sintió mucho por ella, y le compadecían y

comentaban la injusticia de aquella asignación. Incluso su propio padre se

enfadó muchísimo con la profesora, y animó a Rita a no hacer caso de la

insignificante mascotilla en señal de protesta. Pero Rita, que quería mucho a su

profesora, prefería mostrarle su error haciendo algo especial con aquel encargo

tan poco interesante:

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- Convertiré este pequeño encargo en algo grande -pensó Rita.

Así que Rita investigó sobre su hormiga: aprendió sobre las distintas especies y

estudió todo lo referente a sus hábitat y costumbres, y adaptó su pequeña

cajita para que fuera perfecta. Cuidaba con mimo toda la comida que le daba, y

realmente la hormiga llegó a crecer bastante más de lo que ninguno hubiera

esperado...

Un día de primavera, mientras estaban en el aula, se abrió la puerta y apareció

un señor con aspecto de ser alguien importante. La profesora interrumpió la

clase con gran alegría y dijo:

- Este es el doctor Martínez. Ha venido a contarnos una noticia estupenda

¿verdad?

- Efectivamente. Hoy se han publicado los resultados del concurso, y esta clase

ha sido seleccionada para acompañarme este verano a un viaje por la selva

tropical, donde investigaremos todo tipo de insectos. De entre todas las

escuelas de la región, sin duda es aquí donde mejor habéis sabido cuidar la

delicada hormiga gigante que se os encomendó. ¡Felicidades! ¡Seréis unos

ayudantes estupendos!.

Ese día todo fue fiesta y alegría en el colegio: todos felicitaban a la maestra por

su idea de apuntarles al concurso, y a Rita por haber sido tan paciente y

responsable.

Todos aprendieron que para recibir las tareas más importantes, hay que saber

ser responsable incluso con las tareas más pequeñas e insignificantes, pero sin

duda la que más disfrutó fue Rita, quien repetía para sus adentros "convertiré

ese pequeño encargo en algo grande".

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HALLOWEEN CON GLORIA FUERTES

LA BRUJA BURBUJA Mago, majo, cara

de ajo. Por birlibirloque,

Sácame la espina del cogote.

Bruja Burbuja, maga, maja, cara

de paja. Por la hierba de culantrillo,

sácame los granos debajo del flequillo.

Bruja Burbuja, bruja blanca,

de rana en anca y pelos de ajo, haz un brebajo

para que los pobres tengan trabajo.

Haz una bebida para que mi club gane la partida.

Haz un puré de bellota

para que en el cole tenga buena nota.

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EL FANTASMA PEPILLO

El fantasma se llama Pepillo (no tenía nombre de fantasma pero lo era)

El fantasma Pepillo no tenía sábana, no tenía castillo.

Vivía en una casa vieja, que no tenía una teja.

Pepillo, el fantasma,

no tenía sábana; se embadurnaba de harina

y dormía en la cocina.

Cuando llovía se mojaba,

cuando había tormenta se alegraba.

Como no tenía sábana,

cuando se iba a aparecer tocaba una campana.

Cansado de no asustar,

el fantasma Pepillo se compró un traje de pana,

se puso flequillo, y se fue al parque

a jugar con los chiquillos.

LO QUE EN VERDAD SUCEDIÓ EN LA CASA ABANDONADA

Mi primo y yo teníamos 11 años cuando sucedió.

Cuando la piedra voladora casi me golpea la cabeza, comprendí que la casa no estaba desierta, y la leyenda cobró vida a la vez que mi corazón parecía estallar.

Cuando quisimos huir, la reja de la entrada se había cerrado y era imposible escalarla, la empujábamos con desesperación sin lograr abrirla, nadie pasaba por ese paraje ya que la casona estaba en una cuadra dónde sólo había tres casas más y ninguna de ellas estaba habitada.

Sabíamos que la bruja quería nuestras zapatillas, con ellas podría hacer su pócima y si lo lograba nuestras almas estarían condenadas para siempre. Nos

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armamos con dos grandes palos que estaban tirados al costado del maltrecho sendero y recorrimos lentamente el jardín oscuro buscando otra salida. Sólo nos quedaba rodear la casa para probar suerte en el lado opuesto, y así fue como lo hicimos, nerviosamente brazo con brazo, temiendo lo peor en cada momento.

Cuando estábamos pasando debajo de un ventanal, de sus rotos vidrios asomó un esquelético brazo pálido con arrugas que parecían surcos grisáceos que no terminaban jamás, agarrando a mi primo de sus cabellos, la mano mortecina con largas uñas negras no lo soltaba y el espanto y los gritos se apoderaron de la noche, mientras una risotada que parecía de otro mundo espantó a dos lechuzas que descansaban en el pino.

Con un fuerte golpe del palo, soltó los cabellos del afligido niño, lo que nos permitió correr a toda prisa, al llegar al fondo de la casa no encontramos salida alguna, por el contrario sólo hallamos tres antiguas lápidas con cruces invertidas. De nada sirvieron nuestros gritos pidiendo auxilio, ahora podíamos ver entre las sombras la figura de algo que se acercaba lentamente con trabajo, casi lastimosamente. Por instinto retrocedimos hasta pisar literalmente las fosas y fue en ese momento que sentí inmóviles mis pies, parecían aferrados al suelo, a los dos nos sucedía ese extraño hecho; por lo tanto nuestros pies salieron de sus zapatos para poder retroceder aún más hasta la pared cercana. Fue espantoso ver a la bruja acercarse a nuestras zapatillas, tomó los calzados; nos clavó una malévola mirada y volvió lentamente a la casona. –¿Ahora qué hacemos? –pregunté. – Tenemos que recuperar las zapatillas, ya sabes lo que dicen, si la bruja hace algún conjuro con ellas nuestras almas estarán condenadas. –dijo mi primo.

Estuvimos de acuerdo, debíamos entrar y golpear a la vieja si era necesario para recuperar nuestros calzados y huir lo antes posible de ese lugar de pesadilla.

No costó mucho trabajo abrir la vieja puerta de madera. Mientras el caldero hervía, la arpía conjuraba con su ronca voz lo que debería ser el sortilegio. De repente nos vimos acorralados, no entendíamos cómo pudo cerrarse aquella maldita puerta. Apuntándonos con sus afilados dedos venía la vieja. La puerta entreabierta que estaba a la derecha no parecía tan malévola, así que nos abalanzamos sobre ella sin ver la escondida escalera. Caímos hacia un sótano oscuro y maloliente;

¿Qué podía ser peor? Que la bruja cerrase la puerta con cerrojo. Sebastián usó su linterna, era la única que teníamos. Las paredes estaban atestadas de frascos antiguos con viscosos líquidos, tela de araña por doquier y polvo, el aire rancio parecía impregnarse dentro de nuestros pulmones quitándonos oxígeno. En penumbra y asustados caminamos hacia el fondo buscando nuestra salvación. Al final y sobre la pared unas podridas tablas parecían conducir hacia otro cuarto, notamos algo extraño, por las escaleras algo se estaba acercando desde la oscuridad, nuestras mentes entendían la urgencia del escape. Rompimos a patadas las tablas y corrimos casi sin mirar por donde

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pisábamos, una puerta luego otra más, la casa parecía inagotable; por fin parecía que el oxígeno hacía acto de presencia, teníamos lastimados los pies nuestros calcetines daban claras señales de ello.

Mirando por nuestros hombros para ver si algo se acercaba encontramos la puerta que nos llevaría al exterior, lo extraño era que conducía a la antigua iglesia, caminamos hacia ella y cuando nos dirigíamos a la salida, una voz masculina nos dijo: –Hijos ¿De dónde vienen? Me giré para ver al cura parado justo delante de la puerta que nos condujo hasta ahí. –Sólo vinimos a rezar –es lo que se me ocurrió decirle. –¿Y siempre vienen descalzos a la iglesia? –Es que somos pobres y no tenemos que ponernos –dijo mi primo –Bueno no se preocupen yo tengo muchos calzados aquí que no uso.

El cura abrió un enorme cofre que se encontraba a su derecha, y pude ver que estaba atestado de zapatos y zapatillas de todos los colores. –Venga, elijan alguna –dijo el párroco.

Revolvimos buscando algo parecido a nuestra talla,pero… para nuestro horror encontramos nuestros zapatos aún mojados. Nos miramos y casi instantáneamente observamos al cura que sonreía burléscamente, rozando casi lo diabólico. Como dos saetas corrimos hacia la calle asustados y al mismo tiempo felices de haber recuperado nuestras almas.

EL TESORO ESCONDIDO

Cuenta una antigua leyenda paraguaya, que si en tu casa escuchas ruidos

extraños, oyes ruidos de cadenas o ves un espectro deambulando, es porque

cerca, muy cerca, hay un tesoro escondido.

La leyenda cuenta que durante la guerra de Paraguay, ante el avance del

ejército enemigo, familias enteras debían desplazarse dejando atrás sus

propiedades y sus pertenencias. Como no podían llevar todo a cuestas,

muchas familias optaban por enterrar sus tesoros en el campo para volver a

recuperarlos cuando la guerra hubiera terminado. Muchos volvieron y

desenterraron sus pertenencias, pero muchos otros murieron en la guerra y sus

tesoros quedaron ocultos en el campo. Con el tiempo, nuevas familias se

establecieron en esas tierras y fue así como comenzaron a creer que si por l

noche se escuchaban alaridos, ruidos de cadenas o se veían sombras

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escondidas, era porque el alma de los antiguos moradores estaban

custodiando sus tesoros y si buscabas bien seguramente encontrarías un

tesoro escondido.

Esto le ocurrió a Dionisio. Se había establecido con su mujer e hijos en una

localidad llamada Campo Nuevo. Comenzaron a construir su casa y pronto

empezaron a escuchar ruidos extraños, aullidos y voces misteriosas. En una

ocasión una sombra empujó a Dionisio de su bicicleta unos metros, y en otra,

un espectro, sacudió fuertemente un naranjo hasta hacer caer casi todos los

frutos. Una noche escucharon un fuerte golpe en la puerta de entrada, Dionisio

se levantó de la cama para ver que ocurría. Una sombra envuelta en niebla se

paseaba por el frente de la casa. El miedo se apoderó de la familia y pensaron

seriamente en abandonar la finca ya que no podían pegar un ojo en toda la

noche. Se encerraban cuando llegaba la noche y no se animaban a salir hasta

que salía el sol.

Dionisio, que había escuchado la leyenda pero nunca había creído en ella,

comenzó a pensar que realmente podría haber un tesoro escondido en su

propiedad. Ellos eran humildes y un hallazgo de esa naturaleza podría dar

lugar a una oportunidad maravillosa para toda la familia. La casa había

quedado sin terminar por falta de recursos La cosecha de algodón no había

sido buena y apenas les alcanzaba el dinero para pagar la comida. Su mujer,

Azucena lloraba y sus hijos querían marcharse de allí. No soportaban la idea

de convivir con esas presencias misteriosas.

Azucena, tenía un gallinero con varias gallinas, tres perros y dos gatos. Una

noche en que los aullidos envolvieron la casa, escucharon cacarear a las

gallinas, ladrar a los perros y maullar a los gatos con un vigor fuera de lo

común. Azucena, que estaba sola con sus hijos temiendo que algún espectro

pudiera entrar a la casa, amontonó varios muebles contra la puerta. Al día

siguiente tres gallinas, uno de los perros y los dos gatos habían desaparecido.

Los animales que se esfumaron eran todos blancos. Al fantasma por lo visto,

no le gustaban los animales de color blanco. Dionisio que era muy valiente, al

día siguiente, dispuesto a encontrar un tesoro, compró una pala y comenzó a

cavar.

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La finca era grande y avanzaba lentamente. Entonces pidió ayuda a dos de

sus primos y entre todos dieron vuelta el terreno con picos y palas. Los aullidos

y las voces se agudizaban por las noches, su mujer quería marcharse con sus

hijos, pero el entusiasmo y la valentía de Dionisio por descubrir las riquezas los

calmaba por lo menos durante el día. Dionisio sabía también, por las historias

que había escuchado hasta entonces que solo una persona debería encontrar

el tesoro. La leyenda decía que si más de una persona veía el tesoro, este

desaparecería ante sus ojos. Cansados de cavar estaban a punto de

abandonar la búsqueda, cuando se les ocurrió mirar hacia unos arbustos. Una

luz resplandeciente, mezcla de bruma y sol los envolvía. Los arrancaron

rápidamente. Aunque estaban cansados continuaron cavando con entusiasmo.

Allí encontraron un envoltorio hecho con sábanas de hilo ajadas y sucias. En su

interior había una antigua ollita de hierro con tapa. Y dentro de la ollita un

puñado de relucientes monedas españolas de oro.

Dionisio y sus dos primos contemplaron embelesados el hallazgo. No podían

creer lo que estaban viendo. Al instante, la ollita y todo su contenido se

transformó en carbón esfumándose de su vista. Dionisio haciendo caso a la

antigua leyenda, les dijo a sus primos que se marcharan para continuar

cavando solo. Esa noche no pudieron dormir. Los fantasmas golpearon las

puertas y ventanas, sacudiéndolas con una potencia increíble. Era una fuerza

sobrenatural que hacía temblar toda la casa.

Al día siguiente, Dionisio tomó la pala y cavó más profundamente en el mismo

lugar con la esperanza de encontrar algo más. En el mismo lugar apareció otro

envoltorio. Era un baúl de madera envuelto con varias capas de tela.

Seguramente sábanas, pero estaban deterioradas por la humedad y el paso del

tiempo. El baúl estaba cerrado con un candado de hierro muy oxidado. Dionisio

no tardó en quebrarlo con una tenaza. Al abrirlo se desplegó el fruto de tanto

esfuerzo. El baúl contenía muchas alhajas. Había collares, diademas, aros y

pulseras. Todos de oro antiguo. Muchos engarzados con piedras preciosas de

maravillosos colores. Un tesoro de valor incalculable. En esta ocasión estaba

solo. Esperó un tiempo para asegurarse que no desaparecería. El tesoro

continuó ante su vista sin desaparecer tal cual narra la leyenda. Comunicó la

noticia a su familia y a sus primos que alborozados festejaron el hallazgo.

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Desde entonces, las sombras y los aullidos se retiraron de la casa. Volvieron a

aparecer las gallinas, el perro y los dos gatos. Los fantasmas no sabemos

dónde fueron a parar… seguramente se retiraron a descansar, después de

tantos años de vagar en las sombras custodiando su fortuna. Fin.

SECRETOS DE FAMILIA Mi familia guarda muchos secretos.

Sé que cada uno tenemos secretos que no queremos contar. Pero creo que mi

familia tiene secretos tan graves o impresionantes, que por eso, nuestros

padres nos han ocultado.

Como soy escritor, me tocó a mí hacer esta historia que habla de mi propia

familia. Pero para conocerlos mejor, te los voy a presentar.

Mi mamá es oculista y se llama Ester. Mi papá es arquitecto y se llama Alberto.

Tengo una hermana mayor, que se llama Cristina y es estudiante de medicina.

Mi hermano se llama Tomás y es el menor. Va a primero de bachillerato. Yo me

llamo Armando y soy el hijo mediano. Ya antes de terminar el colegio, había

escrito muchos cuentos que fueron publicados. No soy conocido, pero mi

familia se siente feliz.

Bueno, ahora saben por qué soy yo el que escribo esta historia. Sé que

muchas personas me dirán que no debo hacer esto, que soy un mal hijo …

Pero, creedme, yo hago lo que me parece correcto.

Todo esto comenzó cuando éramos pequeños. Estábamos jugando al

escondite y yo me escondí en el sótano. Nuestros padres nunca permitían que

nos metiéramos ahí pero como estábamos jugando y no encontraba otro

escondite, me metí sin pensarlo.

Lo que encontré fue un baúl, que tenía un candado con un código secreto. Al

verlo, me pregunté si eso era lo que mis padres estaban ocultando y qué habría

dentro del baúl.

Decidí no preguntar nada, por si me castigaban por haber desobedecido sus

órdenes. Y así pasaron los años, me olvidé por completo de ese baúl y de la

curiosidad que sentía por descubrir lo que ocultaba.

Con los años empecé a tener pesadillas. Todas ellas se relacionaban con el

baúl y lo que posiblemente tuvieses dentro. En el sueño, jugaba con mis

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hermanos, como lo hacíamos en la infancia. Siempre entraba en el sótano y

encontraba el mismo baúl. Luego, vencido por la curiosidad lo abría y

aparecían desde monstruos hasta fantasmas y la misma muerte. Pero lo que

no sabía era que la verdadera pesadilla todavía no había comenzado.

Una noche, mientras mis hermanos y yo íbamos hacia las habitaciones para

dormir, nos detuvimos a oír una conversación entre mamá y papá. Cuando

dijeron la palabra “baúl” detuve a mis hermanos y empezamos a espiarlos.

- ¿crees que ya habrán visto lo que hay en el sótano?- dijo mi mamá.

- ¡Bah! No lo creo- dijo mi papá- está tan asegurado que ellos ni lo mirarán.

- Pero ellos son inteligentes. Y si ven lo que hay en el baúl, se llevarán una

gran desilusión.

- Lo hablaremos mañana. Ya encontraré la solución.

Mis hermanos y yo nos metimos en nuestras habitaciones, y al momento,

escuchamos como ellos empezaban a salir de donde estaban hacia el jardín.

Al día siguiente, después del colegio, mis padres no estaban. Así que hablé

con mis hermanos acerca del baúl que encontré una vez, cuando jugábamos al

escondites.

- ¿Y tú piensas que sería correcto ver lo que hay en el baúl?- me dijo Tomás.

- No lo sé, pero lo que guardan ahí puede ser algo tan horrible como para

ocultarlo.

- Mejor será que nos olvidemos de esto- me dijo Cristina- si no lo muestran,

será por nuestro bien.

Y así pasaron dos años más, mientras mi curiosidad aumentaba. Empecé a

escribir inspirándome en el baúl, por lo que todas mis historias eran de misterio.

Llegó un momento en que la curiosidad pudo más que la prudencia. Así que

aproveché un día en que nadie estaba en la casa, para meterme en el sótano y

tratar de abrir el baúl de alguna forma. Pero cuando entré, el baúl ya no estaba.

Al día siguiente, estuve paseando por el patio de mi casa. Era otoño y estaba

jugando con las hojas, cuando de repente me tropecé con algo.

Me di cuenta de que había un pedazo de madera sobresaliendo de la tierra.

Esa madera no estaba ahí antes y lo sabía bien. Así que tomé una pala y

empecé a cavar. Cavé hasta que logré desenterrar por completo el baúl que

mis padres ocultaron con la esperanza de que nunca lo encontrásemos.

Supuse que lo hicieron por la noche, porque fue mal enterrado.

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Empecé a arrastrarlo, haciendo todo el esfuerzo posible para llevarlo hasta la

casa. Por suerte, mis padres tenían mucho trabajo, mi hermana estudiaría

hasta la madrugada y mi hermano estaría en una fiesta. Así que tendría todo el

tiempo para desentrañar un misterio que me atormentaba desde hacía años.

Lo llevé a mi dormitorio y, cuando llegué, tomé aliento y me arrojé al suelo.

Después de un corto descanso, busqué una vara metálica y un martillo, para

romper el candado que tenía. Tardé bastante, porque era muy resistente.

Cuando logré romperlo, tomé aliento, puse la vara cerca de la traba del baúl y,

con un golpe certero, logré abrirlo. Por fin, vi su contenido.

Ojalá la curiosidad no me hubiese tentado tanto y así no habría tenido que

descubrir la verdad.

Dentro del baúl había un mantel blanco, muchos papeles escritos y muchas

fotos.

Empecé a leer los papeles. Todos se trataban de explicaciones para cometer

un asesinato. Luego, vi las fotos y todas ellas eran de una mujer joven. Eran

muy antiguas, pero se veía que la torturaban, la acuchillaban por todas partes

y, luego, en otra foto estaba la misma chica pero ya partida en pedacitos.

Y entonces, observé que el mantel blanco cubría algo. Lo saqué y un trozo de

brazo cayó rodando por el suelo. Estaba todo podrido y se le veían los huesos.

Me dio tanto asco, que lo volví a meter al baúl, con todas las fotos y los

papeles. Lo cerré de golpe y traté de poner el candado en donde estaba.

Por suerte, llegaron primero mis hermanos y no mis padres. Les conté lo que

había visto y ellos se aterrorizaron.

¿Acaso serán mis padres unos asesinos a sueldo? ¿Por qué habrían hecho

eso?

Volvimos a enterrar el baúl. Los tres prometimos que no diríamos nada acerca

de esto.

Con el tiempo volvimos a hablar de este tema cuando nuestros padres no

estaban y mi hermano opinaba que había que contarlo, porque su conciencia

ya no podía seguir ocultándolo. Mi hermana dijo lo mismo y yo me comprometí

a escribirlo. Solo espero haber hecho lo correcto y que mis padres algún día

nos perdonen.

Ahora, ya no me importa lo que diga la gente. Yo ya hice lo que me pareció

correcto y puedo estar tranquilo.

Page 17: Selección cuentos de primaria

Pero nunca olvidaré las fotos que había visto, ni tampoco la idea de que mis

padres son malvados, ni tampoco me sacaré de la cabeza que al final puedo

terminar como ellos.

No, no quiero ser como ellos. Nunca me gustó matar, ni siquiera por dinero. Y

si tuviera que hacerlo, no tendría el valor de seguir viviendo. Solo espero no

heredar esa parte de mis padres que ellos me ocultaron. Al menos, eso es lo

único correcto que hicieron.

LA NIÑA DEL ESCONDITE

Era una tarde nublada del mes de Noviembre, había quedado con mis

amigos, era el cumpleaños de uno de ellos en la quinta de San Eutiquio (un

club de fútbol), salí de casa con mis padres, me acercaron hasta la casa de uno

de mis amigos el cual nos llevaría a todos hasta la villa del club.

Todo eran risas y nos lo estábamos pasando muy bien, primero en el coche,

íbamos bastante apretados, a mi me había tocado ventanilla. Recuerdo que

íbamos hablando de una canción que escuchábamos en la radio una bastante

antigua yo a la vez que hablaba iba mirando por la ventana, la velocidad del

coche no era mucha pero se puede decir que íbamos rápido. Nos acercábamos

a la zona de la villa, en el extrarradio de la ciudad, casas con jardín, chalets

que suelen tener un muro de protección, sobre todo los que están cerca de la

carretera.

De repente, todos nos callamos, no por nada en especial, sino porque la

conversación ya había acabado y punto. Mire por la ventanilla y al pasar rápido

por un muro me pareció ver una cara… ¡nada!_ pensé_ ¡imaginaciones mías!,

pero... no sé, tenía una sensación un poco extraña.

Llegamos a el club, nos pusimos a jugar a fútbol un poco pero enseguida

tuvimos que parar .El cielo ennegrecía y comenzó a llover, como era invierno

hacia fresquillo y anocheció enseguida, al acabar con los regalos, y la comida

Page 18: Selección cuentos de primaria

salimos afuera, había parado de llover y ya era noche cerrada. Nos aburríamos

un poco y se nos ocurrió jugar al escondite nocturno, ya que teníamos un

espacio estupendo, porque además de los campos de fútbol había un extenso

prado con árboles.

Todo iba muy bien, nos lo estábamos pasando de cine. Daba un poco de mal

rollo cuando te quedabas a contar pero como siempre tenías cerca al

graciosillo que hace algo de trampa para ganar, pues no daba tanto miedo.

Casi siempre perdía yo, hasta que de una vez que me toco esconderme, me fui

lejos, muy apartado del resto del grupo, casi a los límites de la villa.

No oía nada , ni el sonido del viento en los árboles ni las voces de mis amigos ,

ni un coche pasar , NADA...... agachado detrás de un arbusto empecé a tener

la sensación de: “esto no me gusta” , así que decidí irme del sitio y aunque

perdiese al escondite , al menos dejaría de pasar miedo.

El viento se había parado repentinamente pero sin embargo.... los columpios se

mecían solos....ya me estaba empezando a asustar de verdad, mire alrededor

solo había sombras....ya me iba a ir con mis amigos cuando de pronto escuché

silbar una canción, parecía el silbido de una niña que repetía la misma melodía

una y otra vez..... asustado corrí hacia la casa y se lo conté todo a mis amigos,

pero solo uno de ellos me creyó, los otros decían que habría sido una cancela

al chirriar o cualquier otra cosa, pero yo os aseguro que lo que oí no era nada

de eso, sino que era el silbido de aquella niña.

Nos montamos en el coche y al alejarnos miré por la ventanilla hacia los

columpios y ¡ ahí estaba!...una niña pequeña vestida con un camisón blanco,

tenía el pelo negro y corto, los ojos eran rojos y brillantes y se reía mientras se

balanceaba en el columpio mirándome, retiré la mirada rápidamente.... esa

noche no dormí nada bien y lo poco que conseguí conciliar el sueño soñé con

aquella maldita niña que tantos quebraderos de cabeza me estaba dando.... la

pregunta es: ¿quien era esa niña? ¿estaría viva? porque me eligió a mi?

¿significaba algo esa melodía?....os puede parecer una tontería esta historia

que acabáis de leer pero yo os aseguro que la viví y no fue una experiencia

nada agradable.

Page 19: Selección cuentos de primaria

EL MEJOR ROBOT

XT-27 no era un robot cualquiera. Como bien decía su placa, "XT-27, el mejor y

más moderno robot, era el modelo de robot más moderno de su generación, un

producto realmente difícil de mejorar, y se sentía realmente orgulloso de ello.

Tanto, que cuando se cruzaba con otros robots por la calle, los miraba con

cierto aire de superioridad, y sólo reaccionaba con alegría y entusiasmo cuando

se encontraba con otro XT-27. "Todos los robots tendrían que ser como los XT-

27", pensaba para sus adentros. Realmente, estaba convencido de que ningún

nuevo robot podria superar los XT-27, y que el mundo sería mucho mejor si

todos los robots fueran como ese modelo perfecto.

Un día, caminaba por la ciudad biónica cuando de pronto apareció, justo a unos

milímetros de sus sensores ópticos piezoeléctricos, (que eran unos ojos

normales, pero a XT-27 le gustaba usar palabras muy raras para todo), una

gran puerta amarilla. No sabía de dónde habría salido, pero por suerte, era un

XT-27, y su rapidez le permitió evitar el golpazo. Intrigado, decidió atravesar la

puerta, y fue a parar a una ciudad espectacular. ¡Todos sus habitantes eran

XT-27, y todo lo que se veía era alucinante! Entusiasmado por haber

encontrado la ciudad perfecta para él, anduvo recorriendo aquel lugar,

presumiendo de ser un XT-27 y parándose a hablar con todos de lo genial que

era ser un robot tan avanzado, y finalmente se instaló en su burbuja

hiperplástica recauchutada (una casa), a las afueras de la ciudad.

Los días fueron pasando, pero enseguida se dio cuenta de que en aquella

ciudad había algo que no le gustaba. Como todos eran XT-27, realmente nadie

tenía motivos para sentirse mejor ni más moderno que nadie, y de hecho nadie

lo hacía. Ninguno miraba con aires de superioridad, y en el fondo, comprobó

que con el paso del tiempo ni siquiera él mismo se sentía especial. Además,

todo resultaba tremendamente aburrido: todos hacía todas las cosas igual de

bien, era imposible destacar en nada; cuando se le ocurría algo que pensaba

era brillante, a todos se les había ocurrido lo mismo al mismo tiempo.

Así que XT-27 empezó a echar de menos a todos aquellos robotitos variados

de su mundo, cada uno con sus cosas buenas y malas, pero distintos y

divertidos, y se dió cuenta de que hubiera preferido mil veces encontrarse con

Page 20: Selección cuentos de primaria

un torpe pero divertido TP-4, y charlar un rato con él, que volver a cruzarse con

otro XT-27.

Así que comenzó a buscar la gran puerta amarilla. Tardó varios días, hasta que

finalmente la encontró como la primera vez, justo en medio de una calle

cualquiera. Apoyó la mano en la puerta, miró hacia atrás, como despidiéndose

de aquel mundo que le había parecido perfecto, y con gran alegría empujó la

puerta...

Cuando despertó, XT-27 estaba en el suelo, y algunos le ayudaban a

levantarse. No había ninguna puerta, sólo un enorme y brillante robot amarillo

con el que XT-27 había chocado tan fuerte, que se le habían nublado los

circuitos. XT-27, extrañado de no haber podido esquivar el golpe, miró

detenidamente a aquel formidable robot. Nunca había visto uno igual, parecía

perfecto en todo, más alto y más fuerte que ninguno, y en su placa se podía

leer: XT-28, el mejor y más moderno robot.

Así que lo habían conseguido. Aunque parecía imposible, los XT-27 ya no eran

los mejores robots. Sin embargo, nuestro amigo no se entristeció lo más

mínimo, porque segundos antes, mientras soñaba con aquella ciudad perfecta,

había aprendido que estaba encantado de ser diferente, y de que hubiera

cientos de robots diferentes, cada uno con sus cosas mejores y peores.

Page 21: Selección cuentos de primaria

LOS CALAGUARRIS

Todo el mundo sabe que la historia de nuestro planeta cambió para siempre

algún tiempo después de los juegos olímpicos de Pekín. Sucedió que las

costas y mares de la tierra se llenaron de una especie animal muy dañina y

contaminante, parecida a un calamar, a los que se llamó "calaguarris". Los

calaguarris eran numersosísimos e imposibles de atrapar, pero lo peor era que

llenaban las aguas del mar de aceites, latas, papeles y todo tipo de basuras. La

situación era terrible, pues el planeta se contaminó a toda velocidad, y se

organizaron cazas y equipos de investigación avanzadísimos para intentar

acabar con aquella plaga. Pero nadie era capaz ni siquiera de pescar un

calaguarri.

Pito Pescaito fue el primero en conseguirlo. Era un niño que vivía en una

pequeña aldea de pescadores y cuando enseñó su calaguarri se convirtió en el

niño más famoso del mundo. A la aldea llegaron sabios, científicos y

gobernantes de todas partes para estudiar aquella especie. Todo se preparó

para abrir al animal, e incluso iba a ser retransmitido por televisión a todo el

mundo...

Así que todo el mundo alucinó cuando al abrir el calaguarri descubrieron una

minúscula nave espacial del tamaño de zapato con unos marcianitos dentro.

Resultó que eran simpáticos y divertidos, y muy listos, y en muy poco tiempo

estaban hablando con los gobernantes del mundo, todos muy enfadados con la

actitud tan sucia y contaminante que tenían con el planeta. Así que todos

esperaban una explicación para un comportamiento tan poco civilizado...

- Venimos de un planeta que iba a ser destruido - comenzaron explicando-. La

tierra nos gustó tanto, que estuvimos días espiando lo que hacíais los

humanos, para poder quedarnos aquí haciendo lo mismo y que fuerais felices.

Por eso, al ver que plantábais latas, papeles y aceites, inventamos unas

máquinas carísimas que hacían lo mismo, y escondidos en disfraces de

calamar, tratamos de vivir felices y en paz. ¿Estáis contentos? ¿podemos

quedarnos? por fiiii....

Los calaguarris se quedaron esparando una respuesta. Pero nadie dijo nada.

Todos, hasta los que lo veían por televisión, estaban rojos de vergüenza,

Page 22: Selección cuentos de primaria

recordando la última vez que habían tirado un papel o un poco de aceite al

suelo. Y todos los que lo vimos, seguimos recordando cómo unos inocentes

marcianitos nos hicieron darnos cuenta de lo poco que cuidábamos el planeta.