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SeixBarra! Los TresMundos

David Le BretonAntropologíadel dolor

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TraduccióndelfrancésporDANIEL ALCOBA

cultura Libre

Título original:Anthropologiede ladculeur

Primera edición:mayo 1999

@ Bditions Métailié, Paris,1995

Derechosexclusivosde ediciónencastellanoreservadosparatodo el mundo ypropiedad de latraducción:

@ 1999:Editorial SeixBarral, S.A.Córcega,270 - 08008Barcelona

ISBN: 84-322-0833-7Depósitolegal: B.20.239 - 1999ImpresoenEspaña

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De modo que ocupémonossólo deldolor. Admito, y de buena gana, que sea elpeoraccidente denuestroser; soy elhom-bre que menos lo desea en estemundo,poreso lo huyo, y hastaahora -¡gracias aDios!- no tuvemuchotrato con él. Peronos corresponde,si no aniquilarlo, al me-nos atenuarlocon paciencia, y siocurreque elcuerpose alterapor su causa, nostoca mantenerel alma y la razón firmesante elpoderde su negación.

MONTAIGNE, Ensayos,1, 14

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INTRODUCCIÓN

Los hombres, según sucondiciónsocial o su histo-ria personal, no reaccionan de la mismamanerafrentea unaheridao enfermedad idénticas; no tienen el mis-mo umbralde sensibilidad. No existe unaactitudesta-blecida en relación con el dolor, sino una probable,pero incierta, reveladora a vecesde resistencias insospe-chadas, o a la inversa, de unas debilidades inesperadas,una actitud que también semodulasegún las circuns-tancias. Laanatomíay la fisiología no bastan para ex-plicar estas variaciones sociales, culturales, personales eincluso contextuales. La relación íntima con el dolordependedel significado que éste revista en elmomentoen que afecta al individuo. Al sentir sus horrores, ésteno es el receptáculo pasivo de un órgano especializadoque registra vaivenes impersonales de tipofisiológico.La maneraen que elhombrese apropia de la cultura,de unos valores que son los suyos, de su relación con elmundo,suponenun entramadodecisivopara su apre-hensión.Porque el dolor es, enprimer lugar, un hechosituaciona1.Laexperiencia nos muestra, por ejemplo, laimportanciadel medio, incluso delpuramenteprofe-sional,parael alivio y la tranquilidaddel enfermo. Los

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terapeutasque surmrnstranatención paliativa sabenque unapalabra amable o unamanosobre la frente, lapresenciajunto al lecho del paciente, son los antálgicosmás eficaces,aunqueno basten. En verdad, el dolor esíntimo, pero tambiénestáimpregnadode materiaso-cial, cultural, relacional, y es fruto de una educación.No escapa al vínculo social.

En latradiciónde Aristóteles,durantemuchotiem-po, el dolor se concibió como una formaparticulardela emoción(Ética a Nicómaco,libro 11), una dimensióndel afectado en suintimidad. Más tarde, lafilosofía me-canicista, enparticularen laobrade Descartes, definióel dolor comounasensaciónproducidapor el mecanis-mo corporal. Se ocultaba laparte del hombre en laconstruccióndelsufrimiento;éste se veía como un efec-to mecánico desaturación,simple consecuencia de unexceso debúsquedade sentido. La biología gozaba elprivilegio deestudiarel «mecanismo»del influjo dolo-roso, describir con la objetividadrequeridael origen, elrecorrido,y el puntode llegada de un estímulo. La psi-cología o la filosofía relataban la anécdota del dolor, esdecir, la experiencia subjetiva del individuo. Esta teoríadesembocabaen la idea de la especifidad de un sistemareceptor cutáneoque transportabadirectamenteunaexcitación nerviosa, gracias a fibras propias, hasta uncentro deldolor situadoen el cerebro. Una mecánicaneuronaly cerebralconducíael influjo doloroso y losustentaba;el hombreno era más queunahipótesisse-cundaria,y hasta desdeñable, elfenómenosólo concer-nía a la«máquinadel cuerpo». Sin embargo, para com-prenderlas sensaciones en las cuales está en juego elcuerpono hay que buscar en el cuerpo, sino en elindi-viduo, contodala complejidadde su historia personal.

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De lo contrario, numerososhechos quela experienciasuministrabaresultabaninexplicables.

La publicaciónde losEstudios sobre la histeriadeFreudy Breuer en 1895, alilustrar la lógica del incons-ciente en lossufrimientosde la histeria, abríauna pri-merabrechaen esteacercamientoestrictamenteneuro-lógico y recordaba a sumaneraque elhombreno esunamera serie de fibras nerviosas o el apéndice indife-rente de una actividad biológicaautónomadel cerebro.

En la actualidadya no se cree que el dolor sea elefecto específico de la exasperación de las sensaciones,la consecuenciade una sobrecarga que supera los lími-tes ordinarios de funcionamientode los órganos. Eldolor no actúa como una sensación que dasentidoeinformaciónútil para laconductadel individuo en re-lación con elmundoobjetivo. No setratade una cuali-dad inherentea los objetos exteriores, susceptible de seraprehendidapor un órgano específico.A veces le acom-

_pañauna impresiónsensorial, como en el caso de uncontactocutáneocon un objetocortanteo ardiente,pero no esinherentea éstos. Ningúnórganosensorialestá especializadoen el registro del dolor. «Eldolor-dice J. Sarano-no es una función, sino una lesiónpadecidapor unafunciono1

Esta concepción del dolor como hechopuramentesensorial ha eliminadodurante largo tiempo una di-mensiónafectiva que no podíaexplicar. Los estudioscontemporáneos,como la fecunda teoría de Melzack yWall, hacen justicia a la complejidad del fenómeno do-loroso.' Numerosas estaciones intermedias separan el

1. ). Sarano,La douleur,Épi, París, 1965, p. 74.2. Estos dos investigadores están enel origen de la«théoriedes

portillons» (teoría de losportillos), cf Le défi de la douleur,Vigot, Pa-

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centro de irradiación del dolor que se siente. Dichos fil-tros acentúan o disminuyen su intensidad. El camino deldolor se sirve de puertas que lo ralentizan,amortiguanoaceleran su paso. Otras percepciones sensorialesentranen resonancia con él y contribuyen a modelarlo (calor,frío, masaje, etc.). Ciertas condiciones lo inhiben (con-centración, relajación, diversión, etc.); otras aceleran sudifusión y la acrecientan (miedo,fatiga, contracción,etc.). No hay dolor sin sufrimiento, es decir, sin signifi-cadoafectivo que traduzca el desplazamiento de un fe-nómenofisiológico al centro de la conciencia moral delindividuo. Una definición insuficiente sin duda, y cuyoaspecto más débil ha sido cuestionado, es la que dio laInternationalAssociation for the Study of Pain, la cualdefinió el dolor como «una sensación desagradable yuna experiencia 'emocional de respuesta a una esperareal o potencial, o descrita en estostérminos»,"Una in-formación dolorosa(sensorypain) implica una percep-ción personal(sufferingpain).4Todo dolorcomportaunpadecimientomoral, un cuestionamiento de las relacio-nes entre elhombrey el mundo. La lobotomía elimina elcomponenteafectivodel dolor, pues convierte a esteúl-

rís, 1989,pp. 143-161 (tr, Fr.). Esta obra es fruto de una provechosacolaboración entre medicinay ciencias humanas.Acerca de la historiamédica del dolor remitimos sobre todo aR.Rey, Hístoire de ladouieur,La Découverte,París, 1993; véase tambiénJ.-P. Peter (ed.), De la dou-leur, Quai Voltaire, París, 1993.

3. H. Merkseyy otros, «Pain terms: a list with definitions andnotes on usage»,Pain, n.v 6. 1979; «Pain terms: a supplementarynote», Pain, n.o 14, 1982; «Classificationof chronic pain: descriptionsof chronie pain syndromes and definitions of painterrns»,Pain, supl.3, 1986.

4. R.Melzacky K. L. Casey,«Sensory,motivational, and centralcontrol determinants of pain: a new conceptualmodel»,en D. Kens-halo (ed.J.The Skin SensesThomas, Springfield, 1968, pp. 423-443.

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timo en representación. El individuoexperimentaelfan-tasma sensorial, pero ya no siente el desgarramiento.Otros estudios que se sirven de la hipnosis como analgé-sico, en situación experimental con sujetos sometidos apenosas estimulaciones,demuestranque la sensación dedolor es percibida por el individuo, pero desconectada,como si lasensorypainse liberara de lasufferingpain.Eldolor que sentimos no es, entonces, un simple flujo sen-sorial, sino una percepción que en principio plantea lapregunta de la relación entre elmundodel individuo yla experiencia acumulada en relación con él. No escapaa la condición antropológica de las otras percepciones.Essimultáneamentesopesada y evaluada, integrada entérminosde significación y de valor. Va más allá de lopuramentefisiológico: da cuenta de lo simbólico.

El dolor es una manifestación ambigua de defensadel organismo. La existenciahumanaseríaterriblemen-te vulnerable si se la privara de la capacidad de pade-cerlo, ya que fuerza al aprendizaje lúcido y esforzado depeligros que amenazan laintegridadfísica. La personasque nacen sin esta facultad atestiguan su necesidad: he-ridos graves no son capaces de percibir nada, semuer-den la boca o la lengua sin saberlo, se atraviesan la me-jilla con un bolígrafo o serompenun diente sin dejarde masticar, sequeman,se desollan sin sentirlo, se frac-turan un miembroy se esfuerzan en levantarse. La in-sensibilidad congénita al dolor es unaenfermedadqueexpone alindividuo a todos los peligros que acechan enel medio en quevive: desde un dedo pillado en unapuertahasta la absorción de un líquido ardiente, desdeuna caída de graves consecuencias, hasta la ausencia detoda reacción frente a una patología visceral, etc. Porañadidura,impide al individuo adoptarlas posiciones

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antálgicas quepreservanlos miembroso los tejidos da-ñados."Uno de lossíntomasde la lepra esprecisamen-te la insensibilidadal dolor. Lapérdidade lasextremi-dades de losmiembrosque afecta a los leprosos es unaconsecuenciade la enfermedad,no una de sus etapasobligadas. Incapaces de sentir la señaldolorosaque se-ñala laalteraciónde tejidos, losaquejadosse hieren concrueldadsin darse cuenta,lastimansus tejidos con totalindiferencia. En algunos países del Tercer Mundo, lasratasdevoransucarnedurantela nochesin que ellos sedespiertenni puedandefenderse." Paraprotegersedelas mutilaciones,los leprosos semantienenvigilantesen todo momento,con el objeto decontrolar por símismos las incidenciasque les rodean. La vista o eloído sustituyenel sentidointerno del dolor, cuya fun-ción deprotecciónresulta fallida.

En laconstituciónde un mundohumano es decir, ,un mundode significados y valores accesibles a la ac-ción de las personas, eldolor es sindudaun elementofundamental.El hombreseencuentraatado de pies ymanoscuandoestádesprovistode él, a merced de unmediocuyahabitabilidadle resultaráexigua. Eldolor loprotegede lasincontablesamenazas que pesan sobre sucondición,operacomo protectordel organismopor laretraccióninmediataque suscita, la huella que deja enla memoria,y que conduce aobrarde maneramás lú-cida. Es vector de laeducacióndel niño que sancionaen seguida toda accióninapropiadapor su parte,ense-ña la prudencianecesaria quecompensala fragilidadoriginal de lacondiciónhumana.

5. R. Melzacky P. Wall, op. cit., pp. 5 Yss.6. N. Cousins, La volonté de guerír, Le Seuil, París, 1980,

pp. 87-88.

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Siel dolor es un estado molesto,tambiéne. un.de.fensa apreciablecontra la inexorable hostilidad delmundo.Sin embargo,no es posible agotar su definiciónen lacomodidadde unafunción defensivapura.Es másdesconcertantey no se explica conninguna fórmulasimple. Si es unabrújulaqueindica la apariciónde unaenfermedadpor curar, acusa ciertos desarreglos queexigen desconfianza, puesto que a vecesindica unasconfusas direccionesdonde el hombretiene todas lasposibilidadesde extraviarse, ya que omite señalarle pe-ligrosos cambios derumbo.Curiosabrújulaque obede-ce a diversos polos yenturbiala inteligencia, en la mis-ma medidaque ayuda:ilumina en el dedoquemadooel miembro fantasmadel mutilado, y calla enel desa-rrollo de un cáncer fatal a corto plazo. Pero elhombreno es unamáquina,ni el dolor un mecanismo: entreéste comoherramientavirtual de proteccióny el pri-mero, existe laambivalenciay la complejidadde la re-lación que une alhombrecon elmundo.

.En lamismamedidaen que eldolor no es una sen-sación sino unapercepciónindividual, es decir, un sig-nificado, lainterpretaciónfinalista de éste como «senti-do defensivo» resultacandorosae insuficiente. M. Pra-dines ha visto en él «el complejoformadopor la uniónde unaaversiónmotriz, de ordenacaso reflejo (ya quesobrevive incluso a la abolición de la consciencia, y has-ta a la ablación del córtex) y de un estado afectivo ine-fablemente consciente, que pareceinjertadoen la inti-midaddelprimero».'He aquí en qué sedistingueel do-lor de un simple mensaje sensorialexcesivo,ataca al

7, M. Pradines,«Douleuret finalité», RevuedeMétaphysiqueetMorale, abril de 1947, p. 159.

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hombreen suidentidady a veces lo quiebra; parece un«sentido defensivo» útil, pero en la misma medida,contumaz,bloqueado, y mutilador, con frecuencia aca-ba por transformarseen la enfermedadque hay quetratar. La conciencia dolorosa es elsuplementoque eli-mina latentacióndeotorgaral dolor un mero estatutode defensafisiológica. Durantetoda sucarrerade «ci-rujanodel dolor», René Leriche ha combatido ladudo-salegitimidaddel dolor como unaoportunaadverten-cia. «Para los médicos que viven en contacto con los en-fermos-escribió-,el dolor no es más que un sinto-ma contingente,molesto, ruidoso, penoso, amenudodifícil de suprimir, pero que,habitualmenteno tienegran valor, ni para el diagnóstico, ni para el pronóstico.El númerode enfermedades que revela es ínfimo, y confrecuencia,cuando las acompaña, no hace más queconfundirnos.Por elcontrario,en algunos estados cró-nicos, parece que laenfermedadno existiría si no fuerapor él.»8 El dolor es una manifestación caprichosa queprosigue su caminotorturandola existencia sin revelarnada apropiadopara mejorar el estado del paciente,comopor ejemplo en las neuralgias de trigémino, don-de los dolores afectan a los miembros fantasmas. «¡Reac-ciones de defensa? ¡Advertenciasfelices?-sepreguntaRenéLeriche--.Pero de hecho, la mayoría de las enfer-medades más graves se instalan ennosotrossin previoaviso...cuandollega el dolor, ya es demasiado tarde. Eldesenlace, ya en potencia, esinminente.El dolor no hahecho otra cosa que volver más penosa y triste una si-tuación desde hace tiempo perdida. ¡Reacción de de-fensa?¡Perocontraqué?,¡contraquién?¡Contrael cán-

8. R. Leriche,Chirurgie de la douleur,Masson,París, 1949,p. 27.

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cer que por lo general sólo duelecuandomatar¿Contrala tuberculosis que casinuncahace sufrir antes del.agonía?¡Contralas cardiopatías que siempre avanzanen silencio?EIt necesario, pues,abandonarla falsa ideadel dolor benefactor. En realidad, el dolor es siempreun regalo siniestro que disminuye alhombre, que loacerca más a laenfermedadque si no sernanifestara.»?

En algunos casos, el dolor que señala la afección laprolongatambién hasta el infinito y acaba siendo supropio fin: setransformaen enfermedad. Mantiene conel serhumanouna relación ambivalente, que debe in-vestigarse con paciencia,multiplicando los exámenesclínicos, y sobre todo las competencias susceptibles dedescifrarlo y aliviarlo. No obstante, el dolor suele esca-bullirse implicando a la totalidad del ser. Como lamuerte,el dolor es el destinocomún,nadie puede pre-tenderescapar a él. No olvida a nadie y llama al ordende muy diversas maneras en eltranscursode la existen-cia, a pesar de la voluntadhumana.

El hombreno huye siempre del dolor,aunquelamodernidadvea en él un arcaísmo que la medicina de-beríaerradicarsin demora. Existen usos socialesdel do-lor, éste es de hecho uninstrumentosusceptible de di-versos empleos. A través de la ofrenda del dolor, porejemplo, elcristianode otros tiempos se esforzaba enpagar la deudacontraídaen ocasión del sacrificio de Je-sucristo. Todosufrimiento consentido setransformaentonces en unapruebade amor, un signo de devoción.La relación con el dolor ha cambiado,ciertamente,y laIglesia hoy en día ve en elsufrimiento de Cristo másbien unademostracióndeamorhacia lahumanidad.El

9. Ibídem,pp. 27-28.

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caminode la cruz ya no seimponeal fiel. La necesidadimperiosade padecer para existir subsiste en algunosindividuos, fuera de toda visión religiosa delmundo.Sonhombresque llevan una vida amarga que pasa deldolor a laenfermedad,de los fracasos a las decepciones.También en estos casos se paga una deuda con el dolorsufrido quepermite la continuaciónde la existencia.Curar a esos enfermos que parecen nacidos bajo unamala estrella (o más bien que seencuentranpermanen-tementebajo su influencia) no es el mejor servicio quese les puede hacer, si no se aclaran de unamanerauotra acerca de la lógica inconsciente de su conducta.Otros usos del dolor son clásicos, y sealimentande ladisparidadde fuerzas entre los individuos: la correc-ción, el castigocorporal,la tortura,el suplicio, etc. Sonlas vías privilegiadas de una cierta «trivialidad del mal»que opera en lacondiciónhumana.El arte de hacer su-frir al otro para obligarlo,humillarlo o destruirlo esinagotable en sus realizaciones. El dolor infligido es elobjeto de preferencia, hasta elarquetipodel ansia depodersobre el otro. A la inversa, el dolor es igualmenteútil para inscribir en la carne lamemoriade una filia-ción y una fidelidad a lacomunidad,como bien sabenlos iniciados de las sociedades tradicionales. En estecaso, el doloracompañael cambio deestatutodel jo-ven, la perfección social de su cuerpo y de suidentidad,quetraducenlas marcasfísicasinfringidas. Los ritos detránsito implican amenudouna pruebadolorosa queda fe de ladeterminacióny la fuerza del carácter.

El dolor es unapunciónde lo sacro,porquearran-ca alhombrede sí mismo y lo enfrenta a sus limites,pero setrata de una forma caprichosa, que hiere coninauditacrueldad. Sin embargo, sipermanecebajo el

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control moral o si es superado, ensancha lamirada delhombre,le recuerda el precio de la existencia,el sabordel instanteque pasa. Todo depende del significado queel hombrele confiera. Sisuprimeel gusto de vivír cuan-do golpea,operael efectocontrarioen cuantose aleja.Es una llamada al fervor de existir, unmementomori

que devuelve al serhumanoa lo esencial.Para elimaginariodel Siglo de lasLuces,relevado

por el del Progreso, la luchacontrael sufrimiento, en-tendidaen su sentido más amplio, es como unaclaveprivilegiada. ¡Cómo entenderla coexistencia del Pro-greso con la desgracia individual y el persistente dolorde losenfermosy los heridos? EnLa montañamágica,el humanistaSettembriniexplica a Hans Castorp supertenenciaa una«Liga para la Organización del Pro-greso» que «abarca todas las posibilidades presentes deperfeccionamientodelorganismohumano»y sepropo-ne como tareaprepararel «bienestar de lahumanidad,en otras palabras:combatir y eliminar el sufrimientohumano».Para llevar a cabo este insigne proyecto se re-curre a la sociología. La liga se consagra, enprimer lu-gar, alinventariode los males de estemundo,para locual es necesario lareelaboraciónde una «sociologíadel sufrimiento». «En una veintena de volúmenes deformato dediccionarioenumeraráy estudiará todos loscasos desufrimientohumanoque puedan imaginarse,desde los más personales eíntímoshasta los males quederivan de hostilidades entre clasesy desacuerdos inter-nacionales.»JO

La luchacontrael sufrimiento, ytambiéncontraeldolor, que sin duda es su manifestación más notable, se

10. T. Mann, La montaña mágica.

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encuentraen elcorazónde la ideología del Progreso. Enla segundapartedel sigloXIX, ciertamente,se aliviaronbuenapartede los males de loshombrescon la difusiónde la anestesia. Asimismoocurreen laactualidad,conla generalización del empleo de los antálgicos en la vidacotidiana.No obstante,al mismo tiempo,el dolor cró-nico se haconvertidoen uno de losproblemascrucia-les de lamedicinamoderna.El dolor perdura,no hasido «vencido», cientos de millones de occidentales(¿cuántos en el mundo?)continúansufriendolas con-secuencias de una medicina enperpetuabúsquedade lamoléculamilagrosa, pero que con frecuencia olvida alpropio hombresufriente. La «sociología delsufrimien-to" que sugeríaThomasMann está más que nunca enel ordendel día, incluso de vez encuandotenemoslaimpresiónde que amplía sucampode influencia. Ytra-tándosedel dolor, las diferentes prácticas médicas nodejan de ser solicitadas, movilizadas, testigos de laafluencia de lasdemandasde alivio. Ni el dolor ni lamuertese dejan disolver en losimaginariosdones téc-nicos o científicos. Y todo médico sabe,por experien-cia, los tanteos de rigor, que seimponen,antes de con-seguir untratamientoeficaz para unenfermoen plenosufrimiento.

El dolor es laprimerarazón de consulta médica, elsigno quenuncaengaña a nadie acerca de la necesidadde un alivio. Y laprimeratarea del profesional consisteen curarsus causas, en darle unsentidoantes de redu-cirlo al silencio.Hablardel dolor es una inequívoca in-vitación a que lo trate lamedicina,y tanto el destinodel unocomo de laotradeben unirse bajo los auspiciosdel enfermo. Noobstante,aunquela práctica médica seevoca amenudoen estas páginas, la perspectivaadop-

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tada incide sobre todo en elhombresufriente.Nuestropropósitoconsiste enabordarel dolor desde unpuntode vistaantropológico,así como analizar la relación delhombre con su dolor,mientrasnos preguntamosdequé modo la trama social ycultural que lo impregnainfluye en lasconductasy los valores. Pero sin olvidarpor ello que si elhombrees una consecuencia de estascondicionessociales y culturales,tambiénes el infatiga-ble creadorde significados con los cuales vive.Ningunafórmula definitiva podríaabarcar la relacióníntima delhombrecon su dolor, puesto que de hecho todo dolorremite a unsufrimiento,y por tanto,a un significado ya una intensidadpropia del individuo en su singula-ridad.

Lapresenteobra constituye un nuevocapítulode laantropologíadel cuerpo, cuya paciente y esforzada ela-boración nos hemospropuesto.En Anthropologieducorpset modernité(1990) establecimos los hitos de unainvestigación, gracias a ciertonúmerode herramientasdel pensamientoque permitenaplicar almundo con-temporáneounaconcepciónantropológica,tomandoelcuerpocomo objeto de análisis privilegiado. EnDesvi-sages(1992), apropósito del significadohumanodelrostro, o enLa Chair ti vi! (1993), en relación con losusos médicos delcuerpohumano,empleamosidénticoenfoqueantropológicoy comenzamosa utilizar dichasherramientas.La lectura simbólica social, que convier-te alcuerpoen un universo de significados y valores, es-taba en el centro de esas investigaciones. En tales obrasintentamosdemostrarcómo el enfoqueantropológicoilumina la práctica de la medicina, haciendo surgir loque suele despreciarse en el proceso'terapéutico:la di-mensióndel sentidoy de los valores que afectaná la re-

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lación delhombrecon su cuerpo, o con suenfermedad.Tras los pasos de G. Simmel o de M. Mauss,nuestropropósitoesdemostrarque elcuerpoes un objeto pro-picio y fértil para un análisis sociológico yantropológi-co; no un objeto acerca del cualpodríandecirse dos otres cosasdejandolo esencial a la iniciativa de la biolo-gía o de la medicina, sino unaencrucijadade significa-dos sociales y culturales que nos conduce a lasentrañasde las sociedadeshumanasy del anthropos.Aquí se tra-ta de aprehenderla construcciónsocial y cultural deldolor, es decir,sumergirnosen lo másíntimo del hom-bre que sufre, paraintentarcomprendercómo éste semaneja con un hecho biológico paraapropiárseloensusmodosdeconducirlo,y cuál es el significado que leotorga.

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EXPERIENCIAS DEL DOLOR

La piel humanaseparael mundo endosespacios.El lado del colory el lado deldolor.

PAUL VALÉRY, Mauvaisespenséesetautres

EXPERIENCIAS DEL DOWR

El dolor esjunto con lamuertela experiencia hu-manamejor compartida0ningúnprivilegiado reivindi-ca suignoranciao se vanagloria de conocerla mejor quecualquiera. Violencia nacida en el propio centro del in-dividuo, su presencia lo desgarra, lopostra,lo disuelveen el abismo que abre en suinterior o lo aplasta con elpresentimientode una inmediatez privada de todaperspectiva. La evidencia de la relación entre el sujeto yel mundose rompe. El dolorquiebrala unidadvital delhombre,que tan evidente resultacuandogoza de bue-na salud, yconfiandoen sus fuerzas, olvida las raíces fí-sicas de su existencia,cuandoningún obstáculo se in-terponeentre sus proyectos y elmundo.En efecto, en lavida cotidianael cuerpose vuelve invisible, dócil; su

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densidadsedifumina en laritualidadsocial y en la in-cansable repetición de situaciones cercanas unas deotras.' El hecho de que el cuerpo escape a la atencióndel individuo condujoa RenéLeriche a definir la saludcomo «la vida en el silencio de los órganos». GeorgesCanguilhemañade que es un estado de «inconscienciaen que el sujeto pertenece a sucuerpo».'

En el límite de la existencia salen a la luzmomen-tos de dualidad: ciertos complejos provocan en el indi-viduo la impresión de suindignidadfísica en relacióncon IQS otros; la fatiga, el esfuerzo, una herida, a vecesla disparidadentre una voluntad de acción y la imposi-bilidad de cumplirla: fracasar en elintentode saltar unabarrera,nadaro sumergirse, quedarse sin aliento, etc.,son hechos que dan la amarga impresión de estar suje-to a un cuerpo diferente del propio, indócil en sus rea-lizaciones. Pero estos episodios de dualidad no tienen,en principio, consecuencias, a menos que el cansanciono se haga persistente o la herida no acabe en mutila-ción. Si el goce o el placermarcanlo cotidianocomouna experiencia familiar, el dolor, por elcontrario,esvivido como algo del todo extraño, pues rompe la tra-ma de lascostumbresque instilan en elindividuo elgusto de vivir. El dolor fuerza su presencia a lamanerade la violación, se sujeta con alfileres en elhombre,ha-ciéndo�e sospechar el carácterduraderodel sufrimien-to; por el contrario,el placer seprendea menudoen la

1. Cf. D. Le Breton, Anthropologiedu eorpset modernité,PUF.París, 1990,p. 6.

2. G. Ganguilhem, Le normal et le pnthologique,PUF, París,1996,pp. 52 Y 72. Definición justa y al mismo tiempo paradójica, enla medida en que laexistenciadel hombre es corporal y no podría de-sarrollarse sin una continua puesta enjuego física y perceptiva.

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impresiónde lo efimero y lo perecedero.El dolor el unmomentode la existencia en que elindividuo confirmala impresiónde que su cuerpo es extraño a él. Unadua-lidad insuperablee intolerable lo encierra en una carnerebelde que leimponeun sufrimientocuyocontinentees él. Si el gozo es expansión,ensanchamientode la re-lación con elmundo,el dolor esacaparamiento,inte-rioridad, cerrazón, desapego de todo lo que no sea élmismo. Un órgano, un tejido lastimado, una funciónhasta elmomento diluida en la tranquila noche delcuerpo, se revelapenosamentea la atención exclusivadel individuo, se adelanta a las cosas esenciales de lavida diariahasta elpuntode aniquilar,cuandoel sufri-miento se hace crónico y lobastanteagudo, casi todointerés hacia elmundoy los demás. Pérdida del apeti-to, asco ante la existencia, susceptibilidad, agotamiento,apatía,insomnio,un cortejo de penas acompaña al do-lor y colorea toda la experiencia delmundo sin dejarnada de lado. La conciencia se descubreencerradaenlas fronteras de un cuerpo en cuyoreconocimientofra-casa, pero que leimpone su presencia. Quizá en estesentido Kafka hablaba «de los espantosos límites delcuerpohumano».

La aparición del dolor es una amenaza temible parael sentimientode identidad.Una insistente presión semantieneun momentoen los confines, y cada vez máscercana, se desborda si la fuerza moral delindividuo re-sultaimpotentepara rechazarla. El dolor induce a la re-nunciaparcial de sí mismo, a lacontinenciapor la quese apuesta en las relaciones sociales. Elindividuo relajael control que deordinario organiza las relaciones conlos otros. Sepermiteactos (muecas, lloros, etc.) o pala-bras (juramentos,quejas, etc.) querompensus reglas

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de comportamientohabitual. O se retira en sí mismoparaafrontarsu mal sin debilitar su energía o evitar loscontactos, que amenazaban, según su parecer, la estimacon la cual lo han investido los demás. Se convierte porun tiempoduraderoen un desconocido, hasta para losmás allegados. Hace lo que jamás habríaqueridohacer,o profiere palabras que hubiera deseado callar y de lasque searrepienteen seguida. La erosión más o menossensible delsentimientodeidentidadbajo los golpes deldolor, duranteel transcursode untiempoque desgastacon lentitud la resistencia, invoca la imagen, amenudorememoradapor los enfermos, de unaentidadextrañaque desmantela alhombredesde el interior. Como si eldolor fuera una forma de posesión, un poder colosalque carcomiera alindividuo dictándole la conducta,destruyendode un golpe ciertos aspectos de su antiguarespetabilidad, lareputacióneventual dehombresólidoque veían los demás.

Todo dolor, incluso el más modesto, induce a lametamorfosis, proyecta a unadimensióninédita de laexistencia, abre en elhombreuna metafísica quetrasto-ca suordinariarelación con elprójimo y con elmundo.Es un rostro ajeno y devorador que no da tregua, quenos persigue con sutortura incesante. Elindividuo sesiente como una casa hechizada por laenfermedado eldolor. Enprincipio, no puede reconocer que una yotroconformansu cuerpo, quehabitan en él, porque lasquiere del Otro, exteriores, como si la llegada del pade-cimiento en sí fuera el signo de una abdicación ante loextraño. Imagen ejemplar de lairrupción del eso, el do-lor despersonaliza. «Cuando hallamos ennuestraexis-tencia y en la vida entera las manifestaciones de una au-tonomíade autoconservacióny de autorrealización,el

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dolor nos enseña cuán serviles, efímerose impotentes.somos, en qué medida la vida contiene en símisma po-sibilidades detransformarseen su propia enemiga», es-cribe Buytendijk.' Incluso si afecta sólo a un fragmentodel cuerpo,aunqueno setratemás que de una muelacariada, eldolor no secontentacon alterar la relacióndel hombrecon su cuerpo, se expande más allá, antici-pa los gestos, atraviesa los pensamientos:contaminalatotalidadde la relación con elmundo.Rompe las ama-rras que ataban alindividuo a sus actividades familia-res, hace difícil su relación con los más próximos, eli-mina o disminuye en elhombreel placer de vivir. Nin-gún refugio escapa a suセ」ッウッN El hombreque sufre,aunquesea de un trivial dolor de muelas, imagina quelos queignoransu experiencia son los másfelicesde loshombres,seasombrade no haber sabido jamás apreciarsu suerte. El dolor paraliza la actividad delpensamien-to o el ejercicio de la vida. Pesa sobre el juego del deseo,el vínculo social. Crea elsentimientode una desgraciaen todo momentorumiadapor aquel a quien afecta, yde una graciaparticularcaída en suerte a los que per-dona.

FORMAS DEL DOLOR

El dolor no semantienefijo en la duración, varía deintensidadsegún modalidades que parecen caprichosas,desigual de una hora o de un día para otro, por la in-fluencia de unos datosdifíciles de aprehender, depen-diente del contexto, delmomentodel día, de la reso-nanciaíntimade un gesto o una medicación. Elhombre

3. F.).}. Buytendijk, De la douleur, PUF, Paris, 1951,p. 16.

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que sufre no llega a hacerse etnólogo de un dolor confrecuencia imprevisible, incluso cuando se instala demaneraestable para malograr la existencia. No se dejaaprehenderen una fórmula única, afectando de mododiferente alhombresegún las circunstancias. Apenas seesbozan en él duraciones e intensidadesdiversas.Unafenomenología elemental delsufrimiento comprometelíneas de fuerza y relacionesespecíficascon el mundo.

El dolor agudo es transitorio,suele deberse a unacaída, unaquemadura,un dolor de muelas, un choquecontra un objeto, una lesión que tarda en curarse o unmalestar, por ejemplo una jaqueca. Estos dolores son tri-viales, marcan la vida cotidiana con sus amarguras, pro-vocan una molestia pasajera, unacontrariedadpersonalo impedimento,un descanso para calmar elmalo la di-gestióndifícil; オョセ visita almédicode cabecera o la con-sulta al dentista para atender la muela enferma. Aveces,son una consecuencia paradójica de los cuidados recibi-dos para aliviar otra dolencia: limpiar una llaga, inmovi-lizar una fractura, etc. Los dolores postoperatorios sonotro ejemplo. La ansiedad tiene un papel despreciableenla percepción de la mayor parte de estosdolores; en prin-cipio asociados a una causa contingente, y que sólo setraducenpor un malmomentopasajero.Esasafeccionesconducen a la prudencia, previenen al individuo, sobretodo al niño, que toma conciencia del cuerpo en su luchapor manteneruna distancia y una atención provechosashacia las hostilidades de la realidad circundante. Inevita-bles, diluidos en el paso de los días y las innumerablesactividades de los seres humanos, recuerdan la fragilidadde su condición y su vulnerabilidad.

Otros dolores son másinquietantes,signos antici-padores de laenfermedad,de un daño que se abre insi-

diosa camino. La mayorpartede lasconsulta.mHlcaatienen su origen en estos doloresobstinados,a menudotriviales, pero generadores de angustia. EnPabe116ndecáncerde Solzhenitsin, una mujer sufre demanerain-termitentedesde hace algunos años.«Si no hubierasidooncóloga no habría dadoningunaimportanciaa estedolor, o bien, alcontrario,habría ido sintemora exa-minarse. Pero conocía demasiado bien este engranajeparano dudaren meterse ellatambiénen él... se decla:"Quién sabe, tal vez se me pase, al fin y al cabo, puedeser simplementenervioso,">" El dolor se percibe aquícomo unsíntoma,que anunciao acompañaun desa-rrollo patológico que hay que curar. Losprimeroscui-dados tienden a aliviarlo y a explicarsus causas, y enseguida seocupandel mal orgánico del cual es conse-cuencia. Para la mayor parte de los occidentales, el mé-dico danombrey reduce el dolor, es su obligado inter-locutor. Cuandosetrata de una dolencia conocida (oque se cree conocer), que motive un temormínimo, elrecurso a laautomedicacióna veces ahorra la visita almédico. Otros individuos, según su condición culturaly el examen que hagan de la situación, prefieren con-sultar a un curandero,o bien dirigirse deentradaalhipnotizador, al kinesiólogo, al masajista, etc., paraunos males a los quesuponenun origen articular.Otrosdan la espalda al dolor uoponenuna feroz resis-tencia a la agresión,contentándosecon sus propios re-cursos morales.

Las quejas queacompañana estos dolores desacos-tumbradosy breves sonculturalmentelegítimas; casino afectan las relaciones sociales einducena actitudes

4. A. Solzhenitsin,Pabellón de cáncer.

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de solidaridad.Son padecimientosque conformanundibujo anodinoen la existencia, untinte amargoquelos otrosaceptan respetar, igual que esperan larecipro-cidad cuandouna migrañao las secuelas de una caídalessitúena suhoraen idénticotrance;suscitanla soli-daridado la compasiónde los más cercanos. Esas lla-madasdeatenciónresultanpropiciasparael propio re-conocimiento,refuerzanen elindividuo el sentimientode suvalor personal.

Durantehoras, días, y hasta semanas, elindividuosoportaa pesar suyo unatorturaque modifica las con-dicionesde su existencia, y loenfrenta,si persiste, a pe-ríodosde ansiedad o desaliento. Pero el alivio, e inclu-so la recuperaciónde la salud, enprincipio seencuen-tran al finalde la prueba.El conocimientodel caráctercasisiempreprovisionaldel dolor nos convence de queéste notardaráen disolverse. Sólo setratadeapretarlosdientes eltiempode una breveintervencióndel médi-co, unas horas de espera deldentista,o los días que tar-da enpasar unataquede gota. El dolor, cuyopróximofinal se adivina,pierdeuna partede su violencia, y nomenoscabael sentimiento de identidad. «Contamoscon este alivio-escribióW. Styron-, ya seapor elsueño, elTylenol, la hipnosis,un cambiode posición,omás amenudo,por lospode,resdeautocuracióncon loscuales estádotado nuestro cuerpo, acogemos la tre-guapor llegar como la recompensanatural que nostoca por haber sido, provisionalmente,tan valientes,buenosactores y firmes en laprueba,tan optimistasypartidariosde la vida.s"

Si la certeza del aliviopor llegar alimentala resis-

5. W. Styron, Pace aux ténebres,Gallimard, París, 1990, p. 94.

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tencia, O al menosatenúala queja, eldolor aumentahasta elespantocuandose asocia a loirremediable,cuandoamenazacon ensañarse. Eldolorcrónico es unlargo ypenosoobstáculoparala existencia. Registra in-tensidadesvariables que van desde laintermitenciaqueprovocapenososefectos quealteranel plenodesarrollode la vidacotidiana,hasta lacontinuidaddolorosadeun padecimientoque paraliza la mayorpartede activi-dades sin el consuelo de unaprontasalida. En la actua-lidad, curandoenfermedadesque enotro tiempo ha-bríandesembocadoerila muerte,y tomandobajo con-trol exclusivo la faseterminalde la vida, lamedicinahacontribuidoa hacer ゥョセカゥエ。「ャ・ウ los dolores más o me-nos agudosy duraderosque solían desaparecer con lamuerteo que noteníantiempo de desarrollarsea cau-sa dedefuncionesmás precoces. Elaumentode la lon-gevidad, unido a condicionesmás favorables de exis-tencia ennuestrassociedades occidentales, hacoadyu-,vado alaumentode los dolorescorrespondientesa lasenfermedadescrónicas o a las secuelas del envejeci-miento.

Asimismo, la crecienteopinión de quetodo doloresinútil y convienedesembarazarsede él sindemoras,so pena decomplacenciaculpable, pone el acento mé-dico sobre dolores que enotrostiemposfueron asumi-dos comoun precio obligadoy trivial de lascondicio-nes detrabajoo de existencia de losindividuos.Los do-lores de espalda seencuentranentrelos más frecuentesen nuestrasociedad occidental. Estas rebeldes ydura-deras molestiasabarcanlas cefaleas, las secuelas pos-traumáticas,los problemasneurológicos,y a veces sonde una gran agudeza, como en el caso de las neuralgias,los dolores demiembrosfantasmas.Constituyenuna

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caraoscuracuya incidenciaestá más omenosmarcadasegúnsu naturalezay su intensidad,y de acuerdoconlas defensasculturaleso personales.Los dolorescróni-cos a menudo señalanla impotenciade la medicinaparacomprenderlosy curarlos;sedesignancon el ele-gantetérmino de «enfermedadesfuncionales" y afectana una numerosapoblaciónde enfermos,una masa deaquejadosque atestiguanel fracaso de laperspicaciadelos médicos,los procedimientosde laimagineríamédi-ca o los análisis. Ellossufren, pero los facultativosno«encuentran»nada.

Cuandoel dolor se instala, lacera cadainstantedela existencia. Matiza todarelación con el mundo, seinterponecomo una pantallaque apartade las cosas.«Dolor que se deslizapor todas partes, en mi vi-sión, mis sensaciones,mis juicios; es una infiltración-apuntóAlphonseDaudeten sudiario-. En mi po-bre carcasahueca,vaciadapor la anemia,el dolor re-suenacomo la voz en unahabitaciónsin mueblesnicortinas.Días, largosdías en los que lo único vivo enmí era el sufrir.s"

El dolor sitúa al individuo fuera del mundo, loapartade susactividades,hastade las que más le agra-dan. Al perderla elementalconfianzaen sucuerpo,elindividuo pierdetambiénla confianzaen símismoy enel mundo,su propiacarnesetransformaen solapadaeimplacable enemiga con vida propia. El magistradoIván IIlich estáatormentadopor una enfermedadcró-nica que a veces olvida oimaginaalejadaparasiemprede él. «Pero, derepente,el dolor en el costado,sinpreocuparsedel procesoen curso,iniciaba su sorday

6. A. Daudet,El dolor.

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obstinadalabor. Iván Ilich se esforzaba enpensar enotra cosa,pero continuabasu tarea, llegaba, se coloca-ba frente a él, y lecontemplaba.Iván Ilich sesentíapa-ralizado,la vista se lenublaba:"¡Sólo esverdadel do-lor?", se repetía.Sus colegas, lossubordinados,veíancon asombroy tristezaque él, un juez tanbrillante, tanfino, setrastornaba,cometíaerrores.»?El dolor agudizael sentimientode soledad,fuerza alindividuo a estable-cer una relación privilegiada con su pena. Elhombreque sufre seretiraen símismoy se aleja de losotros.Laimpresiónde quenadielo comprende,de que susufri-mientoes inaccesible a lacompasióno al simpleenten-dimiento del prójimo, contribuyea acentuarestaten-dencia. Eldolor esunaexperienciaforzosa yviolentadelos límites de lacondiciónhumana,inauguraun modode vida, unencarcelamientodentrode sí queapenasdatregua. «Mi dolor abarcatodo el horizonte, lo llenatodo», añadióDaudet;pone los nervios a flor de piel,una mínima molestia,un ruido, una contrariedad,al-canzanproporcionesque dejan atónita a la gente quenos rodea;perturbala percepcióndel tiempo e invadelos hechos del día, convirtiendo al hombre en unespectadorindiferente, incapaz de interesarseen loesencial.

Para eldolienteel mundodesbordadolor. La ansie-dad que nace de tal estado, laimpresiónde suplicio queimplica el riesgo de que no acabe sino con lapropiavida, hace laexperienciaaún másintolerable.Depre-sión y dolor crónico se a-limentanmutuamente.Apar-tarse delmundoexteriory replegarse en símismoaus-pician upa atenciónexclusiva atodo cambiocorporal,

7. eTolstoi, La muertedelván Ilich.

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la amargurarelacionada con una vidadisminuidatien-de a invadir la experiencia entera, a suscitar un pesi-mismo integral. Todo disgusto fisico se sobreestima ypercibe como doloroso,aunqueese estímulo deje indi-ferente a unapersonasana."La capacidad de resistenciaestáclaramentereducida. Latortura parece no tenerfin, hacerecordarcon nostalgia dolores deayer,aunqueestén lejos de tener laintensidadde los actuales. «Nohay límitesparael sufrimientohumano-escribióKat-herine Mansfield-. Cuando alguien piensa: "Ahoraque hetocadofondo no puedocaer más bajo", he ahíuno que sehundirámás todavía. Y así, sucesivamente,sin término. El año pasado, en Italia, pensaba: "Unasombramás y esto será la muerte." Pero este año hasido tan terrible que pienso con afecto en lacasetta'o?

El alivio, si es posible algún día,borrael desampa-ro. El individuo reencuentralos hábitos de la existenciaque las horas o los días precedentes habíanimpregnadodesufrimiento.Liberado de la capa de plomo que pesa-ba desde meses o años,experimentaa veces este mo-mento como un renacer, elretorno maravilloso a lavida «ordinaria». El dolor se disipa en sus recuerdos, yúnicamentepersiste la experiencia de unhorror inso-portable, cuyo contenido ya no tiene sentido. HenriMichaux, por ejemplo, habla de la relación confusa queentablacon eldolor a través del que él siente.«Lastandifíciles relaciones que hay que establecer con el sufri-

8. B. Havaux;A. Stenuity A. Violan, «Étude du seuildoulou-reux chez le sujetnormal el le sujet douloureuxchronique»,RevueMédicaledeBruxelies,n.s 4, 1983.

.. En italiano, casettasignifica «casita»pero suena muy pareci-do acassetta,«caja,ataúdy botiquín». (N. del t.)

9. K. Mansfield, Diario.

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mientoy con toda nueva sensibilidad, heahílo que noconsigue el enfermo, su verdaderosufrimiento,el sufri-miento en elsufrimiento,su fracaso, y he ahí tambiénque, comoaguardandomejores tiempos,dependien-do estúpidamentedel futuro, olvidará aquello que loamargaba, y se volverá incapaz de evocar ese dolor que,sin embargo, parecía tanimportante,que lo llenabatodo.»!?

El dolor total señala elmomentoen que el indivi-duo ya no estáunido al mundomás que por lairrup-ción de su dolor; sus sensaciones osentimientosestáninmersosen un sufrir que lo envuelve por completo.«Siento una fatiga inmensa,sobrehumana;la idea decambiarde posición en mi cama me parece una empre-sa agobiante. Cada parcela de mi cuerpo duele, estádespedazada, golpeada», escribióRenéAllendy pocoantes demorir de una nefritis. Una semana después,añadió: «Las costillas me duelen cada vez más, sientolos miembrosmás aplastados, las piernas más pesadas.Siento en mi boca gusto a ceniza, mi tos esputa vahoscomo deamoníaco[...] Regresar a esta piel dolorosa,húmeda,malsana, me parece unaoperacióntan horri-ble comoparael soldado presa del cansancio ponerseunas ropas mojadas, sucias, malolientes, que se hanvuelto demasiado raídas o estrechas, difíciles de sopor-tar,»!' El dolor total sueleacompañarlos últimos díasde vida de las personas afectadas de cáncer o sida. Tien-de a sercontinuoy a acentuarse, hastaconducira unaangustia sin tregua. No es heraldo deningunacuración

10. H. Michaux, Paceii ce qui sedérobe,Gallimard,París, 1975,p. 10.

l l , R. Allendy, lournal d'un médecin malade.Piranha, París,1980, pp. 41-62.

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pero sí de laprogresiónineluctablede laenfermedadyplanteala angustia de lamuerteinminente.Cada avan-ce del dolor es unapérdidade lasoberaníadel indivi-duo y señala elcaminoevidente hacia el fin. «Que fue-se la tarde o lamañana,domingoo viernes-escribióTolstoi-, siempreera lo mismo para IvánIIlich: elsiemprevago dolor que no afloja un instante, la sensa-ción de la vidahuyendoinevitable, pero todavia noex-hausta por completo, la muerte terrible, detestable,aproximándose,la única realidad, y siempre la mismamentira.a'?Deshilvanado,puntual, tiende atransfor-marse en los últimosmomentosde la enfermedadenun dolor absoluto queaniquila al sujeto y sólo le dejaunaconsciencia residual. La vida ha dejado de tener elmenorinterés;acurrucadoen su infierno, elindividuodeseamorir lo antes posible, y a veces así lo solicita almédico.

El aplacamientofarmacológico del dolor total plan-tea gravesinterroganteséticos para el paciente, ya queel procedimientoutilizado comprometela calidad delos últimos momentosde la existencia y la relación conlos suyos;determinala calidad de la muerte.Cuandoeldolor toma cuerpo,aplacarlo イ・」ャ。ュセ mayores esfuer-zos del medio y dosis masivas de antálgicos para rom-per el círculo infernal de unadominaciónque convocaen lamemoriala inminentellegada de otra aún mayor.La experienciamuestraque la torpeza o la timidez paracurar el dolor o prevenirsu apariciónson la causa deuna viva ansiedad que envenena los últimosmomentosde la existencia. Inyecciones demorfina aplicadas sinmétodoo mal sincronizadasson rápidamentedesbor-

12. L. Tolstoi, op. cit.

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dadaspor olas dedolor y dejan alaquejadoen lapeno-sa espera de unrápido alivio. Algunosenfermoslleganal fin de su vida hostigadospor este ciclo. El dolor se re-crudecepor e! sentimientode dependenciaque com-porta: «Llamo a laenfermeradiciéndole que sufro; medice "ya voy" y no viene. Estoaumentael sufrimiento»,dice un hombreagonizante. Con inyecciones regularesse esfuerzan enprevenirloy en controlarlasinopinadasrecurrenciasdel dolor. Alquimia difícil de llevar a laprácticaa causa de la frecuentesubestimaciónde la in-tensidaddolorosapor parte de!personalsanitario,lostemoresde los médicos aprovocartrastornossecunda-rios o ladependenciadeunasustancia. Por elcontrario,a veces, losequiposhospitalariosemplean dosis masi-vas de analgésicos queaniquilanla consciencia del indi-viduo, el disfrute de los últimosmomentosde su exis-tencia, yfrustrana los allegados elúltimo contacto.«Sepiensa que no existe soluciónintermediaentre dejar alpacientesufrir y administrarleun sedante fuerte. Elmédico, creyendo que es imposible calmar el dolor sinalterar elconjuntode percepciones sensoriales, aceptaesta alternativa como incvitable.v':' Seneutraliza laconsciencia del sujeto para que no sufra más, pero, pesea labuenaconciencia médica, el remedio rebasa el mal,ya quesimultáneamentesuprimela lucidez, lacomuni-cación y las relaciones con los demás. En estos casos e!enfermo,sumidoen el entumecimiento,en sus últimashoras de existencia,muereinconsciente,privadode unúltimo contactocon sus seres queridos, yalimentandoasí la culpabilidad de éstos. La elección de untrata-

13. C. Saundersy M. Baines,La vie oidant la mort,Medsi, Pa-

rís, 1986,p. 33.

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miento responde sobre todo a una moral implícita. auna visión delhombre."No dejaindemnela responsa-bilidad del médico o del equipo hospitalario, en par-ticular cuandoel serhumanono es más que dolor y lamuerteavanza a grandes pasos. Morales opuestas se en-frentan a su cabecera según los servicios y las sensibili-dades éticas queconcurran.

Otrasmanerasdetratarlossufrimientosterminalesresultan másafortunadasporquerespetan la concienciahasta elúltimo aliento. Los cuidados curativos ceden sulugar a los paliativos,centradosen la comodidaddelpaciente: secombatensus dolores o pesares, se crea unclima tranquilo a su alrededor, se fomenta la presenciade los allegados alrededor de su cama, se le acompañade maneraconveniente hacia la muerte.«La finalidadno escurar al enfermo-escribenC. Saunders y M.Baines-,sino permitirle que viva al máximo de susposibilidades, y asegurarle tanto lacomodidady la acti-vidad en el planofísico, como garantizar las relacionespersonales hasta la muerte.»" A semejanza de la políti-ca de cuidadosinauguradapor el equipo del hospitalSaint Christopheren Gran Bretaña, ciertos serviciosacogen pacientes terminales y con el objeto de preservarsudignidady su lucidez se dedican asuprimirel dolor;incluso favorecen una reactivación de suautonomía,alpreferir la vía oral para tomar los analgésicos a cual-quiera no digestiva, ypermitir de ese modo que el pa-ciente tome la iniciativa.

14. Elvasto temade los tratamientos del dolor superaelmarcode estaobra, cf. R. Melzacky P.Wall, op. cit., pp. 167 YSS.; F. Boureau,Pratique du traitement de la douíeur, Douin, París, 1988; Contrólezvotre douleur,Payot, París. 1990.

15. C. Sandersy M. Baines,op. cit., p. X.

La ofensivaterminal del sufrimientoplantea la de-licada cuestión de la eutanasia. El deseo demorir se in-tensifica si el enfermo tiene laimpresiónde que su exis-tencia sólo se da en función de su dolor, y que los pe-nosos cuidadossoportadoslo prolongansin que puedaejercer lamenorsoberaníasobre el resto de vida que lequeda. A largo plazo, esta elección suele derivar en de-cisiones estoicas. Sabermorir no es menos esencial quesaber vivir. En ocasión de suprimer contacto con MaxSchur, que sería su médico particular, Freud se dirigió aél con estas palabras: «Prometedme una cosa: que cuan-do llegue elmomentono me dejaréis sufririnútilmen-te.: Once años más tarde,consumidopor el cáncer,Freud recordó elcompromisoa su médico:«Mi queri-do Schur, usted recuerdanuestraprimeraconversación.Me prometió no abandonarmecuandollegara el mo-mento. Ahora esto no es más que unatortura que notiene sentido.»" Freudabandonóla existencia acosadopor su dolor, pero por decisión propia, con los ojosabiertos. Unsentimientode insignificancia personal seapoderadel enfermocuandose vuelve (o se cree) unacarga para su familia o el equipo sanitario. Su relacióncon elmundopierde todo valor; amenudose plantea eltema de la dignidad, ya seaporqueel enfermo no tole-ra sudependenciarespecto a los otros en los más insig-nificantes gestos de la vida-ademásdel dolor que ex-perimenta-,ya sea por la indiferencia o las molestias,la irritación que siente a su alrededor. Ladignidad no esun estado, sino una relación social que no tolera la me-nor vacilación del equilibrio entre el afecto que uno

16. M. Schur, La mort dans la vie de Freud,Gallimard, París,1975, pp. 484-485Y622.

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sientepor sí mismo (autoestima) y laconfirmacióndelos demás. Eldolor quita el interéspor e! mundoyali-mentaen e!enfermoe! sentimientode ser una cargaparael otro, demaneradefinitiva si su estado o su edadno conceden esperanza alguna.Alimentadopor e! do-lor, セi deseo demorir tiende a volverse irresistible y asuscitar unapetición expresa al médico o a las enfer-meras, o bien setraduceen e! suicidio o en e! rechazoobstinadoa dejarse curar. Lapenosaimpresiónde exis-tir en losdominiosde lamuertereclama labúsquedadela muerteparapoderexistir.

Numerosasobservacionesdemuestranque la solici-tud de laeutanasianace de larenunciavital de un en-fermo cuyosúltimos días carecen de significado, priva-do del reconocimientode los otros,enfrentadoa la in-diferencia y lareprobacióndel personalsanitario,sinque su dolor seatenido en cuentalo bastante. Nadaotorga valor aunaexistencia que elenfermoconsideraresidual, y hasta «indigna».La compañía,sin embargo,arrancandoal individuo de su soledad, desactiva e! de-seo demorir y restablece el valor de la existencia. La ex-perienciade los seres queridosalrededordel lecho delos enfermospruebalas variacionesque de esamanerase ejercen sobre elsufrimiento,que avecespuedellegara desaparecer. El alivio del dolor, si es posible, se re-fuerza con la calidad de la presencia de quienes rodeanal enfermo,y con una atención alerta y amable. En losúltimos momentosde la existencia eltratamientomé-dico no es suficiente si e!individuo seabandonaa la ru-tina de los cuidados. Sólo el rostro de un allegado per-mite habitar con gusto las últimas horas de la vida

. 'mantemendoel valor delmundo.

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Lo INCOMUNICABLE

La imposibilidad de nombrar o de comentarlascondicionesde sufrimiento que nos vuelven ajenosa los acontecimientosde la vida nos trae la imagende una muerte insertaen la existencia. «Aquelotoño-dice Kostoglotov, el personajede Solzhenitsin-i-aprendíque e!hombrepuedetraspasarla línea que loseparade la muertepermaneciendoen un cuerpoto-davía vivo. Todavía hay en usted, en algunaparte,san-gre quecorre,pero psicológicamente,ya hapasadoporla preparaciónque precede a lamuerte,ya ha vivido lamuerte.»!?El desarraigoque es lamuerterespondealdesarraigode la existencia que es e! dolor. El fastidio esvivir uno mismo sin vivir en sí conplenitud. El dolorimpone una pérdidade uno mismo, es como una pe-queñamuerteen el núcleo vital de! sujeto. En este sen-tido, como señala con fuerzaMontaigne,se trata deuna experienciapropicia para educaral hombreen laaceptaciónde suprecariacondición.«El efecto de! do-lor no tiene tan áspera ypunzanteacritud como paraque unhombreendurecidodesemboqueen la rabia yel desespero. Al menoscuentocon e! beneficio de! có-lico -y no es que tenga pocoencima-para reconci-liarmepor completoy acomodarmea lamuerte,ella loperfeccionará;ya quecuantomás me persiga eimpor-tune, tanto menostemible meresultarála muerte.»"El dolor rompelas fronterasdel hombre,lo confunde

con elespanto,en e! cualpensaren lamuertees pro-bar su saborpor anticipado;lo sumergeen un deseo-

17. A. Solzhenitsin,op. cit.18. Montaigne, Ensayos,t. n,cap. 37.

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nacimientoque trocea el lenguaje y libera la angustia.«Eldolor en símismo-escribeE. Levinas-compor-ta una especie de paroxismo, como si algo aún másdesgarradorque el sufrimiento se fuera aproducir,como si a pesar de toda laimposibilidadde retrocesoque es elsufrimiento,todavíaquedaraespacio para unacontecimiento,como si aún fuera necesarioinquietar-sepor algo, oestuviéramosen víspera de un aconteci-miento que seguirá al que ya ha hecho suaparicióncon elsufrimiento.vl?

Cuandoe! dolor perdurainfinitamenteen suho-rror cotidiano,escomo un avance de lamuerte,y sino suscita e! deseo demorir realmente,comportalaresolucióndeaceptare! sacrificio de unmiembroo laablaciónde un órganoparareencontraral fin la cal-ma delcuerpo.«Diornka no era ya lamisma-escri-bió Solzhenitsin-,tenía dolores en la pierna,y re-tortijones que nada conseguíacalmar, ya no le eraposibledormir, no podíahacernada,y debíaapretarlos dientesparano alarmara los vecinos con sus gri-tos. Estaba tan en lasúltimasque ya no sabía qué ha-cer, supiernano le parecíauna cosapreciosay vital,sino un maldito estorbo,del cual eranecesariode-sembarazarsecon la mayorrapidezy el menorsufri-mientoposibles. Y laoperaciónen la cual un mes an-tes veía el fin de su vida, leparecíaahorauna salva-ción.»

Dar una parte de sí para que el dolor se retire esuna manerasimbólica derecortarel peso demuerteque obstaculiza la vida. Al final, lanegociaciónsimbó-lica se acepta con impaciencia.Cuandoel dolor se ad-

19. E. Levinas,Le temps et í'outre,PUF, París, 1983, p. 56.

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hiere a la piel hasta esepunto es necesariosacrificar lapie! para pagar de una veztodoel precio del dolor:paracontinuarviviendo pese a todo, conviene hacer una in-molación,una ofrenda a la muerte.

La sensación de dolor, parcialmente señalada en lascienciashumanas,los testimoniosliterarios, y sobretodo los de enfermos o heridos, es enprimer lugar unhecho íntimo y personal que escapa a toda medida, atoda tentativa de aislarlo o describirlo, a toda voluntadde informar a otro sobre suintensidady su naturaleza.El dolor es un fracaso del lenguaje.

Encerradoen laoscuridadde la carne, se reserva ala deliberaciónintima del individuo. Lo absorbe en suhalo o lo devora como una fiera agazapada en su inte-rior, perodejándoloimpotentepara hablar de esa inti-midad atormentadora.Incomunicable, no es el con-tinente cuya tangible geografíapudieran dibujar losexploradores más audaces. Ante su amenaza,el rompi-miento de la unidad de la existencia provoca la frag-mentacióndel lenguaje. Suscita el grito, la queja, el ge-mido, los lloros oel silencio, es decir, fallos en la pala-bra y elpensamiento;quiebra la voz y la vuelve desco-nocida. Lleva al rostro unatonalidadamarga, crispada.Mímicas específicas,y socialmente identificables, cris-paciones, ejemplifican el ir y venir del dolor intenso y lacerrazónal mundo.El cuerpo sepostraen una inmovi-lidad O una actitud antálgica que hace que sea difícilmantenerla atención en los otros sin unenormees-fuerzo de voluntad. «En la calmahabitación,en apa-riencia tambiényo estabatranquilo --escribeH. Mi-chaux-.En silencio tragaba mi bocado de dolor antelas miradas(un tanto fastidiadas) de aquellos que te-nían algo mejor que llevarse a la boca. Me hablaban.

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Amigos sin duda.Yo, en el infierno, ellos fuera. Nuncaera del todoígual.»"

El dolor crea una distanciapor cuanto sumerge enun mundoinaccesible a todos los demás. Sufrir como elotro no es suficiente para disipar el'alejamiento y esta-blecer un destinocomún,porqueel dolor aísla y retie-ne a cada cual en sus garras. Los gritos del doliente sonincluso intolerables para sus seres queridosminan el, ,vínculo social yautorizanel abandono,el rechazo fue-ra del círculo colectivo. Epicteto, elcompañerode Uli-ses, fueabandonadosin empacho en la isla de Lemas.«No podíamoshacer en paz una libación o un sacrifi-」セッZ agobiaba el ejército entero conininterrumpidosyウセュ・ウエイセウ clamores, gritando, gimiendo...»,2] así se jus-tifica Uhsescuandovuelvejuntoa Neptolemo diez añosmás tarde, noparaliberar al desgraciado tras un tardíoarrepentimiento,sino para convencerle de que se una aウセウ tropas con el fin deconquistarTroya según las pre-dICcIOnesdel adivino Helenos.

. セオ。ョ、ッ el dolor sobreviene se quiebra la antiguaIdentidad. Cuanto más aumenta, más fuerte es el grito, yopone al caos orgánico una destrucción del lenguajequendapor el propio enfermo. El dolor asesina la pala-bra. Filoctetes, víctima de un ataque de su enfermedad,anuncia al joven Neptolemo que no puede disimular suestado y disolverlo en la discreción. Toda continencia seborra de repente y sólo deja a la muerte implorando:«Oh, oh, me traspasa... ¡Ah, desgraciados, tened piedadde mí! Hijo mío, estoy muerto; hijo mío, soy devorado;¡Ay, ay! Oh, oh! En el nombre de los dioses, hijo mío, si

20. H. Michaux,op.cít., p. 69.21. Sófocles,Filoctetes.

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tienes una espada a tu alcance, golpea,córtame el piecuanto antes.» Interjecciones, repeticiones..., losramala-zos del dolor gangrenan el lenguaje. «Oh Tierra, acóge-me en mi muerte, tal comoestoy.El mal que me agobiaya no permitelevantarme.»Filoctetescae al suelo en unaespecie de coma. El gritoencuentrapor fin la calma delsilencio, pasando así de un lugar de disolución al otro.

Lasmetáforaspropuestasal médico o a quienes lerodean, la riqueza adjetiva de las palabrasprocuranais-lar con pequeñas pinceladas los destellos de un dolorcuya imagen es la insuficiencia del lenguaje.«Es comosi me pegaran cuchilladas» o «me dieran mordiscos».Pero quien formula estas imágenes aproximativas no harecibido navajazos ni ha sidomordido por un perro.Retoma el empleo de metáforas convertidas en tópicosexpresivos que acaban por organizar otra experienciainformulablea su manera; recurso amenudosuficienteparaalertaral médico acerca del posible diagnóstico. Elimpresionismode las descripciones delimita un campopatológico virtual.

La evaluación del dolor se basa esencialmente en lasdeclaraciones del paciente y en laintuición del médicoo los allegados. Si ciertos signos no nos engañan, undolor, aunquecruel, expuesto por el individuo, no re-sulta siempre evidenteparalos testigos. Incluso su rea-1idad suscita a veces sospechas queacentúanel sufri-miento experimentado.Numerosos enfermos realizanesta experiencia con su médico o los equipos sanitarios.El dolor no tiene la evidencia de la sangrederramadaodel miembro roto, exige una minuciosa observación ola confianza en la palabra del enfermo. No se prueba, sesiente. En este sentido acusa un rasgo de la condiciónhumanaque la inclusión en la sociedad se esfuerza por

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negar: la soledad, o más bien laenfermedaden sí. Que-brado, elhombredoliente suele padecer eldramadeque sudolor no se reconozca o suintensidadse pongaen duda.Y no puedeaportarseningunapruebade lasinceridadde un supliciosubterráneoe invisible a lamirada.Aunque elhombreafirme la intensidadde sudolor, sabe poradelantadoque nadie la puede sentir ensu lugar, ocompartirlacon él.«Si yo puedorepresen-tarmeel dolor que siento, si elprójimo también puedehacerlo, o si decimos quepodemoshacerlo, cómo po-demos verificar si hemosrepresentadocorrectamenteeste dolor, y con qué grado deincertidumbre-escribióWittgenstein-o Puedo saber sin duda que N. sufre,pero no sé hasta quépunto -añadeel filósofo-o Heaquí algo que él sabe, pero de lo que no meinformanlas manifestaciones exteriores del dolor, algopurarnen-

. d 22te pnva o." Las palabras se disgregan paranombraruna realidad inaprensible a pesar de sus angustias en losrepliegues de la carne. Paracomprobarla intensidaddeldolor del otro es necesario convertirse en el otro. Ladistancia entre cuerpos, la necesaria separación de lasidentidades,hace imposible lapenetraciónen la con-ciencia dolorosa del otro, inserto en suenfermedadigual que en sulibertady en su persona. «Estoyangus-tiado, soy dolor. La angustia todavía puede expresarse,acuñarse en forma de síntoma, matizarse en represen-taciones y fantasmas, o liberarse en la acción. Aunque[la angustia] sea contagiosa; el dolor, es sólosuYO.,,23Para conocer la violencia del fuego es necesario haber-

22. W. Wittgenstein, Fiches, Gallimard, París, 1970, p. 139.23. J.-B. Pontalis,Entre le réve et la douleur,Gallimard, París,

1977,pp. 261-262.

se quemado. No obstante,perdurala impotenciaparaconocer laproporcióndelsufrimientode otro que tam-bién se ha quemado. Si laquemadura,por ejemplo,crea un destinocomún,no sustrae al sujeto de la sole-dad de su dolor, y de sentir que sólo él sufre hasta esepunto. No hay duda de que elhombrenuncaestá tansolo comocuandoes presa del dolor.

Puesto que éste no se deduce con facilidad de unaafección ouna molestia, que varía según losindivi-duos, y escapa a lainvestigaciónmédica, se han pues-to enprácticaciertastentativasparaevaluar con rigorsu intensidady naturaleza.¿Cómo ir desde lo inasiblede la consciencialesionadaa una medida relativacuyareferenciaseimponeparaseguir laevolucióndeuna patologíao evaluar lasincidenciasde unamedi-cación analgésica? La clínica se sirve de diversas me-didas. Escalasunidimensionales:la escala visual ana-lógica (EVA) representauna líneahorizontal de 100milímetros. El extremo izquierdo marca la ausenciade dolor y el derecho eldolor máximo. Elpacientetraza un signo para indicar la intensidadactual delque experimenta.La mediciónse efectúa así al milí-metro. En la escalanumérica(EN) el pacienteda unanotadesdeO (ausenciade dolor) hasta 10 (olOO, ex-tremode laintensidad).Son escalas deutilización rá-pida y cómodaparaevaluar los efectos de un analgé-sico, perolimitadas,ya que sóloconsideranel factorintensidad.Existenotras herramientasparaafinar laevaluacióna partir del terrenodel enfermo,valoran-do suspalabras,y solicitandosu voluntad de preci-

'11 24 • 1 .sión. ElcuestionarioMac GI, por eJemp o,perml-

24. R. Melzacky P.Wall,op. cit., pp. 34 ss.

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te una evaluacióndel dolor que tenga encuentasucalidady su intensidad.Ingenioso,ofreceuna lista de78 temasrepartidosen 20 gruposqueproponenesco-ger entre varios términos. Las diez primeras clasesenumeranlas característicassensoriales(temblores,escalofríos,pulsaciones,pinchazos,retortijones,etc);las cinco siguientes,característicasafectivas(fatigan-te, agotador,espantoso,intenso,horrible, intolerable,etc.): lasotras tres clasesreúnencaracteresdiversos.Los resultados,calculadossegún lasrespuestasde losenfermos, eva1úan conperspicaciael sufrimiento.Una especie desismógrafoíntimo traduceel impactode laterapéuticaen el estado delenfermo.Un halo depalabrastomadasdel lenguajecorriente,próximosasu experiencia,recubreel halo de dolor. La proyec-ción desentidosque seoperade estemodoapuestaauna sumade términos insuficientesen si, pero cuyasumay combinación,a lamanerade un negativo quese revela,circunscribepoco a poco unaperturbaciónde otro modo inaprehensible.

Palabratras palabra,el dolor resultaen parteta-mizado. ¡Perosu カゥイオャ・ョセゥ。 estácontenidaen los 78puntos del cuestionario?Al nombrarlo, el lenguajehacetrampasal mundo.El dolor expresadonuncaesel dolor vivido. «La más simple colegiala -escribeVirginia Woolf-, cuando se enamoradispone deShakespeareo de Keatspara expresarsus turbacio-nes. Perodejad a un hombre que padeceintentardescribirsusdoloresde cabeza a unmédico,y el len-guaje huye ... Apresandosu dolor en una mano, yunamasade sonidosen bruto en laotra (como aca-so hiciera el pueblo de Babel en susorigenes) paraque de la fusión de ambos surja un nuevo voca-

blo.»25 El hombreseempeñaen desbaratarla Impo-tenciadel lenguaje.y el dolor es uno, cautivo en laintimidad del ser humanoque intenta inútilmentetraducirlo paralos otros, quienessólo puedencom-prenderpor defecto,por medio de una traducción

que estraición más quenunca.

25. V. Woolf, «On being ill»,Col/ected essays,t. IV, Hoggarth

Press, Londres, 1967, p. 194.

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ASPECTOSANTROPOLÓGICOSDEL DOLOR

«Eldolor es dos vecesdolorosoporqueesal mismo tiempo un misterio que ator-rnenta.»

F. J. JBUYTENDI)K, De la douleur

AMBIVALENCIA DEL DOWR

El dolor no es un hechofisiológico, sino existencial.No es el cuerpo el que sufre, sino el individuo entero. Elenfoquemeramentefisiológico, desarraigado delhom-bre,determinauna medicina tangencial al enfermo.I Laconfusa, y un poco perversa, geografía del dolor mues-tra cómo la realidad del cuerpo 'remite a significados in-conscientes, sociales,culturales e individuales. El cuerpo

1. «Bl dolor es algocotidianoen el cuerpodel hombrey sabe-mos muy poco de él,denunciabaRené Leriche. Ello alude,evidente-mente,a la subjetividaddel fenómeno,inaprehensibleparael obser-vador. Pero quizátambiénparauna medicinaque lo haestudiadoendemasía.y exclusivamente,como se hace con lasCosasmuertas:a tra-vés deautopsiasy cortesmicroscópicos[...] En consecuencia.entrelaidea que nos forjamos deldolor y su realidad, todawíaquedapor ex-plorar el margende losaportesindividuales.»Chirurgie de la douleur.op. cit.,p. lO.

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vivo delhombreno se limita a losrelievesdibujado.porsu organismo; másdecisivaes lamaneraen que el hom-bre lo inviste, lo percibe, ya que encarna unaestructurasimbólica antes de configurar una biología, inclusocuandoes un profano quien lo considera desde este án-gulo. «Elmal es para elhombrebien a su hora. No debehuirse siempre del dolor ni ir siempre detrás del placer»,escribióMontaigne,'definiendo de esamanerala ambi-valencia de la relación delhombrecon el mundo. Lacausalidadfisiológica no puede explicar por sí sola lacomplejidadde la relación del serhumanocon su dolor.Este último responde a causas múltiples, setramatam-bién en una relación inconsciente del sujeto consigomismo, es una superficie de proyección donde se resuel-ven tensiones de identidad; trabaja con modelos cultu-rales y se alimenta de costumbressocialesvigentes.

Ladimensiónambigua, aunque simbólica, del doloralimenta síntomas o quejas sin que nada indique untrastornocorporal. Así, numerosos enfermos de los lla-mados«funcionales»representan un considerable por-centaje de las consultas registradas por los médicos decabecera, los hospitales o las clínicas. Elsufrimientoestáallí, pesa sobre la existencia sin que se pueda localizarningunalesión orgánica con los sofisticadosinstrumen-tos de diagnóstico de la medicina moderna. Suele tra-tarse de un reclamo, una solicitud de reconocimiento,de atención, que deja atrás un sentimiento personal deinsignificancia o soledad,' el dolor es indicio de un su-frimiento existencial que resuena en la carne y autorizasocialmente un contacto, un consuelo. Más allá de la

2. Montaigne,Ensayos,vol. 11.3. M. Balint, Le médecín, son malade et la maladíe;Payot, París,

1960.

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respuesta terapéutica inmediata queapuntael organis-mo, e! médico o los allegados deben saber investigar elsignificado de la queja. El dolor está en la vida antes deformar un solo cuerpo con e! individuo. El síntoma esuna pantalla, el cuerpo un camino para hacer oír unacarencia de ser que roe la relación con el mundo. La clí-nica de niños o ancianos es amenudoreveladora en estesentido. Otras circunstanciasfavorecenla aparición deunos síntomas que garantes de la autenticidad del dolor.Cuandola sexualidad se vive en la culpabilidad o el dis-gusto, sobre todo entre los adolescentes, e!dolor legiti-ma e! miedo de pasar al acto, o traduce la culpabilidad(reglas dolorosas, migrañas, dolores de vientre, etc.), eincluso la duda sobre las capacidadessexuales.De igualmodo,puederesultar un refugio que aleja e! temor a uncambio percibido más o menos conscientemente comouna amenaza para elsentimientode identidad. Sin sa-berlo, el individuo apuesta al carácter invalidante de!dolor y al respeto que rodeaatoda persona aquejada.Pagando el precio de la pena, la privación, la aprehen-sión, satisface enpartela defensa de sí mismo, evita ex-ponerse a una situación que le sería aún más amarga. Lapenosa experiencia parece preferible a la renuncia o a laruptura de un vínculo de identidad. Estaaptitud de!hombrepara forjar síntomas, paraalimentarsu dolor,tiene comocontrapartida,como veremos acontinua-ción, la eficacia simbólica (efecto placebo) que lo liberadesde e!momentoen que se reúnen las condiciones fa-vorables. Éstas son sobrecogedoras ilustraciones de! en-raizamiento de la realidad corporal enel núcleo de losimbólico, es decir, de la relación e!emental con e! otro.

El disfraz histérico del dolor se exhibe en una obsti-nadabúsquedade reconocimientoy de amor. Con una

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«garbosaindiferencia»o una exuberancia dignadel tea-tro, el individuo hace gala de su dolor.Ya Freud vioelposible viraje de unsufrimientoenraizado enel incons-ciente queconformaun compromisoadmisible entre eldeseo y la moral interiorizada. En un célebre pasaje deEstudiossobrela histeria,evoca al enfermo orgánico des-cribiendocon calma su sufrimiento, animado por unapreocupaciónde exactitud cuyaimportancia para laformulacióndel diagnóstico conoce. En cambio, el neu-rasténico se batecontraun lenguajeimpotentepara darcuentade su pena «y si es forzado ainterrumpirse,guardaseguramentela impresión de no haber consegui-do hacersecomprenderpor el médico. Esto proviene deque su atención estáconcentradaen sus propios sufri-mientos». Por elcontrario,en Elisabeth van R., la jovenhistérica, Freudcompruebaque «si se pellizca la pie! olos músculos hiperálgicos o ejerce presión sobre ellos,sus rasgosadoptanuna singular expresión de satisfac-ción más que de dolor. Gritaba-comosi sintiera cos-quillas voluptuosas, me decía a mímismo-,se sonro-jaba, echabael torso y la cabeza hacia atrás, cerraba losojos».' El mecanismo de conversióntransformala atrac-ción inconsciente hacia elmaridode suhermanaen undolor fisico, que «realiza» e! deseo bajo una forma lici-ta. Elisabeth «había creado o agravado su problema fun-cional mediantela simbolización y, [...] en compensa-ción de su estado de dependencia y suimpotenciaparacambiarfuera lo que fuese de las condiciones existentes,habíaencontradoen la astasia/abasia" unamanerade

4. S.Freud y ]. Breuer, Estudiossobrela histeria.• Problemas de equilibrio (inestabilidad)y de falta de coordi-

nación motriz para andar, tecnicismosmédicosderivados de los voca-blos griegosastasia (inestabilidad)y a- basis(caminar). (N. del t.)

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expresarse. Lasfrases:permanecerclavado en el lugar,no tenerningún apoyo, etc., sirven de fondo para estenuevo acto deconversión».' Elisabeth se siente aliviada,por su dolor y su parálisis, del peso moral de un deseoprohibido, ofrece así una apariencia serena gracias alcompromisoentre una satisfacción libidinal socialmen-te reprobaday un castigo legítimo. «Pero en fin-escri-ben Freud yBauer-,¿qué es lo que setransformaendolores físicos?» Con prudencia, responderán:«Unacosa que habríapodidoy debido provocar el nacimien-to de un dolor moral.»6 Por su parte, Cecilia padeceuna neuralgia facial reacia a lostratamientosmédicos,pero que se desata de repente, cuando muy emociona-da, cuenta a Freud una escena en que su marido la re-prendió hasta elpunto de darle «un golpe» terrible.Cuandorelataba la conversación se llevó la mano a lamejilla dolorida, para exclamar: «Es como un golpe re-cibido en pleno rostro.» Apartir de entonces la neural-gía desaparece. Freud ofreceabundantesejemplos deestos incidentesfísicosde metáforas del lenguaje corrien-te. La lengua a vecesadquiere cuerpo y alimenta una co-rrientede dolor. Imágenes comunesinformanacerca dela imbricacióndel dolor y la existencia. Nos podemossentir «aplastados», «desgarrados», «faltarnos el aire»,«tener náuseas», «estar hartos». La plasmación carnal dela palabra se convierte en unsufrimientoexperimenta-do gracias a la histerización del cuerpo.

El hipocondríacovive en otro tipo de sufrimiento.Selamentade males insidiosos que leconfirman unaidentidadprovisional. Consulta al médico para atesti-

5. Ibídem.6. Op. cit., p. 132.

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guar su buena fe y convalidar sus quejas respectoI uncuerpodesgraciado, sin unidad, delimitado por órganosdistintoslos unos de los otros, refugío de obstinadas en-fermedades. El hipocondríaco cuenta con el conoci-miento médico y elabora con éltomando el cuerpocomo tema. Unmovimientopendularlo lleva desde laconsulta desesperadaal médico por su estado de salud auna obligada decepción ante lostratamientosrecibidos.La hipocondriaimplica la compleja vivencia de un cuer-po constituido por elementos unidos mediante sensa-ciones dolorosas o penosas de las cuales el sujeto es elingenioso e infatigable inventor. La imposibilidad dejuntarlos órganos, deconformaren sí mismo la unidad,engendra lapreocupaciónpor los componentes, unamanerade aprehenderse a sí mismo por defecto. Este in-vestimiento" al alcance del individuo toma el cuerpodoloroso como su único objeto. A los ruidos delmundoanteponela atenciónexclusivaa las sensaciones corpo-rales: palpitaciones, ahogos, picores, vértigos,trastornosintestinales, todos son indicios donde cree percibir el so-lapado avance de las enfermedades. Para él, elmundoexterior essecundarioo insignificante. Elsufrimientosetransformaen camino deaccesoal ser, en lamaneraele-gida de instalarse físicamente en elmundo.

Con frecuencia, hombres separados de su medio deorigen, aislados (inmigrantes, exiliados, obreros o ern-

* Neologismopsicoanalíticofreudiano lacaniano,derivadodelvocablofrancés ínvestissementen cuyoorigensignifica la acción dein-vestir (de un poder o de una dignidad: cast:investidura)y al mismotiempo la del verbo castellanoinvertir.y su acción:inversión (de capi-tales.por ejemplo).Los traductoresde IacquesLacaninventaronelvo-cablo parareferirse a laoperaciónpsíquicamediantela cual unsujetoinvistede una realidadsingular(realidadparasí) a unobjeto u a otrosujeto. Cf. IacquesLacan, Écrits, París, f:d. du Seuil, 1966.(N. del t.)

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pleados trasladados de una región a otra), después de unaccidente laboral se quejan de la persistencia de sus do-lores a pesar de haber concluido lostratamientosmédi-cos, y de la convicción de los facultativos de que «no tie-nen nada». Aunque al médico le alegre decir a su pa-ciente que los exámenesdemuestransu buenasalud,con frecuencia no ocurre lo mismo en aquel que conti-núa agobiado por el sufrimiento. De la mismamaneraque el mapa no es elterritorio, el examen no es el hom-bre, y el paciente se resiste a no ser comprendido, o serebelacontrala impotencia del médico para descifrarel .contenidode sus molestias. Reclama unnombrepara suenfermedad,un alivio para sus penas.Las palabrastran-quilizadoras del médico son dolorsuplementarioque leenfrenta al sin sentido. Sisufre, algo tiene, cómo puedendecirle que «no tiene nada», sino es paraponeren dudasu palabra, negar la realidad de los dolores que padece,interrumpiendosu búsqueda de sentido con el objeto derecuperarel gobierno de su destino. Al mantenerse enun enfoque organicista estricto y convencional,mirandolas hojas procedentes de los exámenes y no el rostro delhombreque sufre, el médico, sin saberlo, contribuye acristalizar con creces su dolor. Estos pacientes corren en-tonces de un hospital o de un médico a otro con elmontón de radiografías y certificados médicos bajoel brazo sin recibir jamás la respuesta esperada. Su exis-tencia setransformaen unabúsquedadesesperada delreconocimientode un dolorO una lesión que la medici-na no identifica en el plano anatómicofisiológico. Lasospecha de problemas psiquiátricos acentúa todavíamás elsufrimientode estos enfermos, convencidos deser víctimas del desprecio o de una injusticia. La diso-ciación entre medicina (ciencia del cuerpo enfermo) y la

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psiquiatría(¡ciencia del resto?), dualismo herederode セNhistoria médica, divide alhombreen un cuerpo añadi-do a un espíritu. Fragmentado, el enfermo pierde la po-sibilidad de que se reconozcan sus dolores, nadie pierdetiempo en escucharlo e investigar el significado de susquejas. Los servicios médicos osociales,incapaces deayudarlo, se las devuelven. Estaimpotenciapara com-prenderexacerba unsufrimiento que se ha convertidoen apuesta de identidad, signo insistente de una buenafe puesta en duda al alcance del individuotomadcuer-po doloroso como su único objeto. A losイuQ、ッセ delmundoanteponela atenciónexclusivaa las sensacionescorporales: palpitaciones, ahogos, picores, vértigos, tras-tornosintestinales, son otros tantos indicios donde creepercibir el solapado avance de las enfermedades. Para él,el mundoexterior essecundarioo insignificante. El su-frimiento setransformaen camino de acceso al ser, en lamaneraelegida de instalarse físicamente en elmundo.

Con frecuencia,hombresseparados de su medio deorigen, aislados(inmigrantes,exiliados, obreroso,em-pleados trasladados deuna región aッエイセIL 、・セーオ・ウ deun accidente laboral se quejan de la persistencia de susdolores a pesar de haber concluido lostratamientosmédicos, y de la convicción de los facultativosd.e que«no tienen nada». Aunque al médico le alegre decir a supaciente que los exámenesdemuestransu buenaウ 。 ャ オ セ Lcon frecuencia noocurrelo mismo en aquel que conti-núaagobiado por el sufrimiento. De la mismamaneraque el mapa no es elterritorio, el examen no es.elhom-bre, y el paciente se resiste a no ser」ッューイ・ョ、ャ、セL o serebelacontrala impotenciadel médico para descifrar elcontenidode sus molestias. Reclama unnombreparasu enfermedad,un alivio parasus penas. Las,palabras

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tranquilizadorasdel médico son dolorsuplementarioque le enfrenta al sin sentido. Si sufre, algo tiene, cómopuedendecirle que «no tiene nada», si no es paraponeren dudasu palabra, negar la realidad de los dolores queexperimenta,interrumpiendosu búsquedade sentidocon el objeto derecuperarel gobiernode su destino. Almantenerseen un enfoque organicista estricto y con-vencional,mirandolas hojasprocedentesde los exáme-nes y no el rostro delhombreque sufre, el médico, sinsaberlo,contribuyea cristalizar con creces su dolor. Es-tos pacientescorren entonces de un hospital o de unmédico aotro con elmontónde radiografías y certifi-cados médicos bajo el brazo sin recibir jamás la res-puesta esperada. Su existencia setransformaen bús-quedadesesperada dereconocimientode un dolor ouna lesión que la medicina no identifica en el planoanatómicofisiológico. La sospecha deproblemaspsi-quiátricosacentúa todavía más elsufrimientode estosenfermos, convencidos de servíctimasdel desprecioode una injusticia. La disociación entremedicina(cien-cia del cuerpo enfermo) y lapsiquiatría(¿ciencia delresto?), dualismo heredero de lahistoria médica, divideal hombreen un cuerpo añadido a un espíritu. Frag-mentado,el enfermo pierde la posibilidad de que se re-conozcan sus dolores, nadie pierdetiempoen escuchar-lo e investigar el significado de sus quejas. Los serviciosmédicos o sociales, incapaces de ayudarlo, se las de-vuelven. Estaimpotenciaparacomprenderexacerba unsufrimientoque se ha convertido en apuesta de identi-dad, signoinsistentede unabuenafe puesta en duda.?

7. Por ejemplo, [alil Bennani, Le eorps suspect,París, Galilée,1980. Véase también S. Ferenczi, «Psychanalyse desnévrosesde gue-rre» PsychanalyseJI[ (1919-1926),Payot, París,1974.

Pero si el médico deja de buscar las causasor8'nl-cas que enaparienciano existen y aceptaparticiparenel intercambio,si se presta a labúsquedade sentido queanima al paciente,puedellegar al origen delsufrimien-to o del dilema de identidad. El ejemplo de Malika ilus-tra demaneraarquetípicaeste proceso. Setratade unamujer joven,marroquí,casada y madre de varios niños;habla bien el francés; sufre fuertescefaleaspor las quese ha sometido a diversostratamientos,en vano. Noobstante,regresa a la consulta del hospital con la mis-ma queja. El médico que la recibe le recuerda el fracasode los atenciones precedentes. No obstante, ante la an-gustia de la joven,intentallegar más lejos. Lepreguntasi no advierte una relación entre sus dolores de cabezay el hecho de que ella sea de origenmarroquíy hayasido desligada de sus raíces. «No-respondela pacien-te conenergía-,esto sonemigrañas... Parece vacilar, altomar súbita conciencia del lapsus cometido. Sin sa-berlo, ha hechobrotarun significado del que no queríahablar. Suelta una carcajada, a la que se suma el médi-co (y nosotros,observadores).y la connivencia asícreada libera la palabra. «Hay gente que no me aprecia,dondevivo, en mi pueblo.»Malika habla entonces deun morabitoque sin dudapodríaresolver la situación.Le gustaría ir a hablar con él. El médico la incita a ha-cerlo. Malika llegó a la consulta con un rostro circuns-pecto,taciturno,y pudomarcharse risueña. Para expre-sar su dificultad deencontrarseen la confusión de susdos referencias culturales (y sin duda de otras fuentesde malestar que no fueron objeto de consulta), Malikausa un modelo de malaconductapropia de la sociedadde su infancia. Pero suproblemasno pueden identifi-carse de acuerdo con elparadigmaanatómicofisiológi-

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co de lamedicinaoccidental. Malika, bienintegradaenla sociedad francesa, se adhiere a laracionalidadmédi-ca y no puedecomprenderque los facultativos fracasena lahorade aliviar unos dolores para ella tan fácilmen-te identificables. De ahí suobstinación,pero en el reco-do de un lapsus surge la ambivalencia: laaculturaciónfrancesa no haborradosusprimerasreferenciascultu-rales. Sin saberlo, Malika acudió al médico para solici-tarle laautorizaciónde regresar a supuebloy ver al cu-randerotradicional.La reconciliación con unos valoresque consideracaducos tiene lugar a través de la palabrade unrepresentanteoficial de laracionalidadmédica. Através de estereconocimiento,la ambivalencia de Mali-ka desaparece, al fin puedeencarareste recurso sin te-mor, sin reservas mentales. El médico ha establecido unpuenteentre lasidentidadesfragmentadasde Malikaapaciguandoel conflicto desencadenadoen ella, entredos sistemas de referencias, dos fidelidades que consi-derabaopuestasque sindudapodríaresolver la situa-ción. Le gustaría ir a hablar con él. El médico la incita ahacerlo. Malika llegó a la consulta con un rostro cir-cunspecto,taciturno, y pudo marcharse risueña. Paraexpresar sudificultad deencontrarseen laconfusióndesus dos referencias culturales (y sindudade otras fuen-tes demalestarque no fueron objeto deconsulta),Ma-lika usa unmodelode malaconductapropia de la so-ciedad de su infancia. Pero su problemas nopuedenidentificarsede acuerdo con elparadigmaanatómicofi-siológico de lamedicinaoccidental. Malika, bien inte-gradaen la sociedad francesa, se adhiere a la racionali-dad médica y nopuedecomprenderque los facultativosfracasen a la hora de aliviar unos dolores para ella tanfácilmente identificables. De ahí suobstinación,pero

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en el recodo de un lapsus surge la ambivalencia:la seul-turaciónfrancesa no haborradosusprimerasreferen-cias culturales. Sin saberlo, Malika acudió al médicopara solicitarle laautorizaciónde regresar a supuebloy,ver alcuranderotradicional.La reconciliación con unosvalores queconsideracaducos tiene lugar a través de lapalabrade un representanteoficial de la racionalidadmédica. A través de estereconocimiento,la ambivalen-cia de Malika desaparece, al fin puedeencarareste re-curso sin temor, sin reservas mentales. El médico ha es-tablecidoun puenteentre lasidentidadesfragmentadasde Malika apaciguandoel conflicto desencadenadoenella, entre dos sistemas de referencias, dos fidelidadesqueconsiderabaopuestas,"Sin dudano hasolucionadotodas sus tensiones, pero se haconvertidoen protago-nista de suhistoria,ya no es objeto pasivo sufriente." Surostro sereno al salir delestablecimientonos permitepensarque quizá no tieneotra necesidad queconsultaral curanderode su pueblo.

Otros disfrutancon el dolor en ciertascircunstari?"cías, lo buscancomo un manjar refinado o un yaci-miento inagotable de placer. En élencuentranhI com-pensación de unaconductapasada o presente, de unamanerade vivir que los hace sentir culpables, o revivenuna experiencia de su infancia marcadapor una turbiafelicidad. Elmasoquistaestábuscandoun goce que pa-radójicamentele exigeponeren peligro laintegridadfí-sica: palizas, golpes, heridas, latigazos, escarificaciones,

8. P. Bagrosy D. LeBreton, «Les émigraines:interculturalitéetanxietéal'hopital», Le[ournal desPsychologues,n.« 73, 1989.

9. Remitimos a los interesados en este tema a los trabajos deTobie Nathan,sobre todo aL'inj1uence qui guérit, Odile Iacob, París,1993.

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etcétera«Las sensaciones de dolor-escribióFreud-,como otras sensaciones desagradables, desbordan sobreel dominio de la excitación sexual yproducenun estadodeplacer,»10 Laerotización del dolor tiene comocontra-partidasu reverso sádico, que consiste enexperimentarplacer por identificación con lastorturas infligidas alotro. Pero fuera del delimitado espacio de su imagina-ción, el masoquista sufre como el resto de los mortales.

La neuralgia deltrigéminoo lascefaleasde tensión,las migrañas o los dolores de espalda incurables, sonejemplos clásicos de dolores lacerantes que no respon-den aningunacausafisiológica reconocible. Lesiones aconsecuenciade accidentes, incluso a veces heridas depoca importancia,continúanprovocandoterribles su-frimientos después de sucuración.'! Los dolores queafectan a losmiembrosfantasmas, ausentes, muchosaños después de lamutilación,ofrecen una penosa ilus-tración de estas ambigüedades. Ciertos pacientes afec-tadospor estosobstinadosdolores, a veces son blancode las sospechas losmédicos,irritadospor suimpoten-ciaparaaliviarlos pese a los esfuerzos realizados. El fra-caso en lacomprensiónes convertido entonces, me-diante unaastutaoperación,en el privilegio incuestio-nable delsujetosupuestosaber.* El dolor, llamado en-tonces«psicológico»,escapa a lajurisdicciónmédica. Elhechoturbadorse diluye y el cuerpo deconocimientoscuestionadoreinterpretala minucia paraconfirmación

lO. S. Preud,Metapsicologla.11. Acerca de este tema. véaseR. Melzack y P. Wall, op. cit.,

pp. 8 Y ss.

>1- Expresión lacaniana para designar a un sujeto cuya palabra,fundada en un discurso y una práctica «científica», tiene autoridadantecualquier otro discursolego.exterior a la disciplina considerada.(N. del t.)

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de su sistema. En la experiencia médica el paciente es avecesel obstáculo que impideenfrentarsecon tranqui-lidad a laenfermedado Iª lesión. El mal se presenta a laevaluación del facultativo, pero como eldolor no pro-porcionapruebaalguna,ウセャカッ que es sentidopor el in-dividuo, éste se expone a que no se lo crea, e incluso asertachadode «simulador»por un médicoatrapadoenuna estrecha visión organicista. Sólo él está habilitadopara justificar socialmente elsufrimiento que experi-mentael demandante.Estemonopoliomédico de pres-cribir la verdad o la ilusión de laenfermedades motivode conflicto con el enfermo, estupefacto ante la indife-rencia del facultativohacialo que siente, y la puesta endudade su palabra. Encaso deincertidumbre,en efec-to, el médico se atribuye la gracia de decidir si un indi-viduo que reclama elreconocimientode su enferme-dad, o laatribuciónde sus derechos, padece dolor o no.La medicina«crea»habitualmentela enfermedado eldolor nombrándolay tomándolaa su cargo, asignandoal paciente una función social, pero en algunas circuns-tancias susdictámenescontrastancon lo queel afecta-do siente o debería sentir. Sin embargo, un médico tanatentocomo RenéLariche descarta estas sospechas convigor. «Hepodido levantar un grannúmerode hipote-cas de simulación. Estoy convencido de que casi siem-pre, los que sufren, sufren como dicen, yaportana sudolor una atención extrema, sufren más de lo que po-demos imaginar. Sólo hay un dolorfácil de soportar, yes eldolor de los demás. El dolor, llamado entonces«psicológico», escapa a lajurisdicciónmédica. El hechoturbadorse diluye yel cuerpo deconocimientoscues-tionado reinterpretala minucia para confirmacióndesu sistema. En la experiencia médica el paciente es a ve-

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ces elobstáculoque impide el tranquilo frente a frentecon la enfermedado la lesión. El mal sepresentaa laevaluacióndel facultativo,pero como el dolor no pro-porcionapruebaalguna,fuera de sersentidopor el in-dividuo, éste seexponea que no' se lo crea, eincluso asertachadode «simulador»por un médicoatrapadoenuna estrechavisión organicista.Sólo él estáhabilitadopara justificar socialmenteel sufrimiento que experi-mentael demandante.Estemonopoliomédicodepres-cribir la verdado la ilusión de laenfermedadesmotivode conflicto con elenfermo,estupefactoante la indife-rencia del facultativo hacia lo que siente, y lapuestaendudadepalabra.En caso deincertidumbre,en efecto, elmédicoseatribuyela gracia dedecidir si un individuoque reclamael reconocimientode suenfermedad,o laatribuciónde susderechos,padecedolor o no. La me-dicina «crea»habitualmentela enfermedado el dolornombrándolay tomándolaa su cargo,asignandoal pa-ciente una función social, pero en algunascircunstan-cias susdictámenescontrastancon lo que elafectadosiente o deberiasentir. Sin embargo,un médico tanatentocomoRené Larichedescartaestassospechasconvigor. «Hepodido levantarun gran númerode hipote-cas desimulación.Estoyconvencidode que casi siem-pre, los quesufren,sufren como dicen, yaportana sudolor unaatenciónextrema,sufren más de lo quepo-demosimaginar.Sólo hay undolor fácil de soportar,yes eldolor de losdemás.»"De estamanera,Leriche nosrecuerdala complejidady el riesgomoral de la evalua-ción de unsufrimientoque únicamentedisponede lahumildadde lapalabraparaexpresarse.

12. R. Leriche,op. cit.,p. 28.

Ioyce Mac Dougall habla depacientes«no afeetl-vos»,tributariosde un pensamientoadheridoa lo con-cretadel mundo,sin dimensiónimaginariao sensible.Ancladosen lo real de unmundosin profundidad,des-criben su dolor como los ヲッイセョウ・ウL sin metáforas,me-dianteunatramade expresionesestereotipadaso tópi-cas,comosi ellosestuvieranen otro lugar, pocoimpli-cados en su estado. Eldolor seenuncia,pero no parecehacermella en elindividuo. [oyce Mac Dougallcompa-ra a estospacientescon losniñosvíctimasde carenciasafectivas precoces, quienes, tras unperíodode cólera yde protestas,acabanpor encerrarseen unl,tonodepresi-vo, ajenos enaparienciaa susufrimiento.Sólidamenteestructuradoscontra toda amenazade apegarse a un-objeto que comportael riesgo de serlesustraído,no seinteresanverdaderamenteen elmundoen cuyointeriorsemueven,sobretodo, gracias a un«pensamientoope-rativo»." Su cuerpofuncionacomo un caparazónquelos protegede laadversidad,perodel cual es necesarionegarsimbólicamentelos movimientosperturbadoresrecurriendoa la trivial palabra."

oíios', por el contrario,niegan undolor físico quesin dudano experimentanpese a sus heridas o lesiones.En una relación deexterioridadcon sussentimientosysu cuerpo,son indiferentesa los objetos o lassituacio-nes susceptibles de dañarles. En laasimbolia"del dolor

13. P. Marty; M. de M'Uzany C. David, L'Investigation psycho-somatique,PUF, París, 1963.

14. Cf J. Mac Dougall, Plaidoyer pour une certaineanormalité,Gallimard, Paris, 1978, pp. 184YSS.; P.Marty; M. de M'Uzany C. Da-vid, op. cit.

• a- (sin) simbo/io (de símbolo): falta decomprensiónde lossignos o símbolos. Tecnicismomédico creadoen la lenguaalemanaenel siglo XIX. (N. de/ t.)

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el individuo permanecesonriendoo impasible bajo lasagresiones. Incluso se ofrece a las circunstancias capacesde acarrearle heridas. SchiIder evoca el ejemplo de unapaciente sometida a singularestratamientospor parte desus terapeutas: «no reaccionaba cuando se la pinzaba,golpeaba, opinchaba,ni siquiera con fuerza»." Se in-troducíaobjetos en los ojos, se hería amenudocomo siexperimentarauna curiosidadincansablepor una sen-sación de dolor que no podía sentir falta de un inves-timiento suficiente. Otros semutilan o desollan, segolpean con violencia o tragan objetos que les desgarranlas vísceras. La psicosis, por ejemplo, provoca una con-fusión entre el sujetoyel mundo. Uno se queja de dolo-resinauditos,y sospecha que son provocadospor rayoso influencias ocultas nefastas, o enviadospor gente quelo persigue.Otro va tranquilamentesin sentir un doloractivo, semantieneindiferente ante cualquieratentadoasu integridadcorporal. Yel médico descubre,por ejem-plo, su boca.devastadapor las caries, o una apendicitisde la que nada se había dicho. El dolor hace así su pro-pio camino, liberado de todoenraizamientosocial y cul-tural, se convierte en la materia de una historia propia,una de las pantallas de unsufrimientopersonal más am-plio, ya no es más mensajero de peligros que amenazanla integridaddel cuerpo. Inaccesible a la realidad que locircunda, recuerda demaneraradical el fracaso del len-guaje ydesnudael secreto tácito del vínculo social: lossereshumanossólo se entreganpor carencias o debili-dades a la inteligencia o lacompasiónde los otros.

15. P. Schilder,L'imageducorps,Gallimard,París, 1968.p. 122.Véasetambién Th. Szasz,Douleur et plaisir, Payot, París,1986.p. 178;R. Melzacky P. Wall,op. cit., p. 116;J. D. Vincent,La biotogíedespas-sions,Odile Iacob, París, 1986.

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El dolor siempre apresa al sujeto en mediode l.marañade una historia personal. Oscila entre el dolorde vivir y el dolor del cuerpo,uniendouno al otro demanerasutil y necesaria, o a veces demaneraloca ycruel. Ninguna ley fisiológica lo funda en verdad, esmúltiple: instanciaparadójicadeprotección,pruebare-petida de existencia,sustituto de amor para paliar. laausencia, medio depresionaral otro, garantíade unareivindicación, modelo de expiación, etc.Comunicaunainformación,no sólo acerca del estado físico o mo-ral del individuo, sino tambiénacerca del estado de susrelaciones con los demás, y sobre todo con los otros in-teriorizados,a lamanerade una historia sepultada. Ennumerososcasos, el dolor satisface en apariencia, demanerainmediatao secundaria,una funciónantropo-lógica de conservación de laidentidad.

Sufrimientofísico sin causa aparente, placer del do-lor, cambiosingular de lopenosoen placer, quejas des-proporcionadascon la lesión, dolor persistente despuésdel restablecimiento,o por el contrario,lesión grave sindolor, etc. Todas estasperturbacionesrevelan que la re-lación delhombrecon sucuerpoes una compleja tra-ma de datos existenciales yfisiológicos. Prescindir de, 'cualquierade estas influencias seríaperdertoda apre-hensiónde lo real del enfermo. Si las cosas poseyerandos asas, unapor la que sepudierancoger, yotrapor laque ello no es posible, hay que evitar quetodo enfoqueque divida al serhumanoen dos mitades no se agarredel asa inútil. Sinotraconfesión que la palabra sufrien-te, el dolor nosuministrapruebastangibles, su evalua-ción sólo se apoya en las declaraciones del paciente. Esreal en lamedidaen que seexperimentay dañala rela-ción con elmundo.El rastro orgánico del mal es un as-

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pecto de una realidad más inasible: no es una lesión quesufre o el efecto de simpatía de un órgano mutilado,sino un serhumanoen singular. El dolormuestralos lí-mites del dualismo entre el cuerpo, lugar de lajurisdic-ción específica de la medicina, y el resto,el alma o elpsiquismo, que seríapatrimonio de psicólogos o tera-peutas de todo género, cuya acción semantieneen laperiferia del cuerpo. El fracaso relativamentecorrienteal identificar las raíces del dolor en pacientes cuya exis-tencia está paralizada por las enfermedades es uno delos efectos perversos de una ciencia médicacentradaenel cuerpoy sus indicios. La medicina es un saber delcuerpo enfermo y de sus procesos, no un saber acercadel hombrey su relación con el mundo.Históricamen-te, se haconstituidosobre la base del dualismo, mante-niendoa distancia alindividuo por sistema,paraejer-cer su sagacidad en el cuerpohumano,cuyaestructuradesmembraba,yen los procesos patológicos.16 El hom-bre, en lasingularidadde su sufrimiento, enprincipiono se incluye en esteparadigma.La imposibilidad dehacer que el cuerpo confiese la realidad del dolor del serhumanoes una de las consecuencias del rechazo de éstepor parte de la epistemología médica. Igual que ocurrecon las personas sucede con el resto de laenfermedaden ciertostratamientos:el dolor de inhallable causa noentradentrode una medicina que establece su sobera-nía sobre uncuerpoque observa acercándose con exce-so. Eldolor no se dejaaprisionaren la carne, implicaun serhumanosufriente, y recuerda que lasmodalida-desfísicasde la relación de la personas con elmundo

16. D. Le Breton, Lachairavi! Usagesmédicauxetmondainsducorpshumain,Métailié, París, 1993.

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adquierencuerpoen el seno de la relacionessociales,el

decir, en elcentrode ladimensiónsimbólica.

ACERCA DE LA EFICACIA SUylBOLlCA

El cuerpo no escapa a la condición que hace detoda cosapropiadel hombreel efecto de unaconstruc-ción social y cultural, en elinterior de límites infinita-mentevariables. No existe una naturaleza del cuerpo,sino unacondicióndelhombreque implica una condi-ción corporal que cambia de un lugar y untiempo aotro. Allí se camina sobre un lecho de brasas en eltranscursode un rito religioso; en otrapartesecuranlasquemadurasrecitando una oración y soplando sobrela herida, se sananenfermedadesregulando las energíasperturbadasde un hombreenfermo sólo a través delcontactofísico; allí se cura negociando con los dioses lacuraciónpor laintermediacióndel trance o de la pose-sión, se lee en la arena el futuro de unhombre.Se sanaa unenfermotrasplantandoa un enfermo incurable uncorazónsano que procede de undonantefallecido unashoras antes. Por la acción de una molécula se dinamizala vitalidad o seborrala angustia, etc.La naturaleza delcuerpono es más real que la «naturaleza humana» o la«naturaleza del mundo». Lassociedadeshumanascons-truyen el sentido y la forma del universodondese mue-ven. Los límites de la acción delhombresobre su me-dio son límites de sentido antes que límites objetivos.Todo sistema simbólico es un sistema de eficacia. Terre-no de alianza y de acción para una sociedad o un gru-po dados, en una épocatambiéndelimitada, lanatura-leza siempre setransformaen dato cultural.

El curanderode la Europarural sana lasquemadu-

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ras murmurandouna plegaria yefectuandoalgunosgestos sobre la zonaquemada.Unas horas después, eldolor se esfuma y laheridadesaparece, amenudosindejar lamenorcicatriz. Elcuranderoactúa de la mismamaneracon un animal quemado.Observacióntrivialparaquien se presta a la experiencia, desconcierto paraquien querriaobstinadamentemantenerseen el marcodel pensamientobiomédico,para el cual la acción delcuranderoes impensabley en consecuencia juzgadaimposible. De hecho, el saberbiomédicoy el saber delcuranderono serefutanmutuamente,son de un ordendiferente. Uno yotro no se interesan en el mismo«cuerpo». El ensalmo y elcontrahechizocoexisten en elseno de una misma sociedad con la medicina avanzada,puesto que setratade prácticas culturales queapuntana diferentes órdenes de la realidad, entre ellos no hayprogreso, sino divergencia en lospuntosde aplicación yen las concepciones delmundo.Las diferentes medici-nas sabiastampocoseanulanentreellas: la homeopatíao la medicinaalopática, laosteopatíao la quiropráctica,e incluso laacupuntura,por ponersólo unos ejemplos,tienen cada una supropia interpretacióndel cuerpo yde la enfermedad,ponen en funcionamientoterapiasespecíficas, pero todasparticipande una cierta verdaddel cuerpoo de laenfermedad.Los saberespopularestodavía hoy observables: laimposición de manos, losmagnetizadores,los radiestesistas, losfitoterapeutas,losensalmadores,nos recuerdanla dimensiónsimbóli-ca delcuerpohumano.La serie deinterpretacionescul-turales posibles delcuerpofundamentalas numerosasmedicinasque buscan aliviar alhombrede sus enfer-medades.

El cuerpoes una realidad que cambia de una socie-

dad aotra, las imágenes que lo definen, lossistemasdeconocimientoque buscan elucidar su naturaleza, losri-tos que lorepresentansocialmente, los resultados quealcanza, sonsorprendentementevariados, incluso con-tradictorios,para nuestralógica aristotélica, que exclu-ye las terceras vías. Elcuerpono es una colección de ór-ganos y de funciones dispuestas según las leyes de laanatomíay de la fisiología, sino ante todo una estruc-tura simbólica. En otras palabras, el saber biomédico,saber oficial delcuerpoen nuestras sociedades occiden-tales, es unarepresentacióndel cuerpoentre otras, efi-caz y legítima en las prácticas que la sostienen. Pero sonigualmenteeficaces, en supropiadimensión,las medi-cinas fundamentadasen concepciones muy diferentesdel mal y delcuerpo,elaboradasen el seno de otras cul-turas.Lasrepresentacionesdel cuerpoconfiguran,en laescala delmundo,una nebulosa de imágenes que nu-tren lasintervencionesterapéuticasmás disímiles. Se-gún las sociedades, elhombrees unacriaturade carney hueso, regidapor las leyesanatómico-fisiológicas; tra-ma de formas vegetales como en laculturacanaca; redde energías como en lamedicinachina, que relaciona alser humano,a la manerade un microcosmos,con eluniverso que lo engloba; un bestiario, quereencuentraen suinterior todas las amenazas de la jungla; parcelade cosmos en estrecha ligazón con lasemanacionesdesu medio ambiente,mundoen miniaturapermeableala acción de los espíritus ... A tantas sociedades, otrastantas representacionesy acciones diferentes que sefundamentanen sussaberes."Sin duda, los niveles de

17. Acercade estos puntos, D. Le Breton,Anthropologiedu eorpsetmodernité,op. cit.,pp. 1 Y4.

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generalizacióndifieren, pero elproblemasigue siendoun desafíoplanteadoa la antropologíadel cuerpo,o ala de lamedicinay la enfermedad.

Múltiples realidades delcuerpose perfilan tras elexamen deinnumerablessistemasterapéuticos.La rela-tividad de losmodelosno es unaconstrucciónde la an-tropología,seimponea diario a quien actúa en las gran-desmetrópolisoccidentales, y debeenfrentarsea su pe-sar a un abanico de representaciones quesuperasus co-nocimientosy le obliga a la «improvisación». La eficaciade esas imágenes consiste enintegraral actoren el inte-rior de una concepcióndel mundo admitida por unacolectividad. Alrecurrir a estasrepresentaciones,el ac-tor vincula al instantelos acontecimientoscorporalesque lo afectan con los significados que sabe quecuentancon laaprobaciónde sugrupo,e incluso,eventualmen-te, de sugrupode referenciacuandosetratade recurrira alguna forma de esoterismo o de copiar de un univer-soculturalajeno a sus iguales. Estas acciones se ven máscercanas ypermitenun ajuste más o menosarmoniosoen el medio social ycultural.Peroprivadode esteconti-nuum,de esteintercambiosignificante que hace cohe-rente la relación con los demás y con el medio, siporejemploseenfrentaal sufrimientoo a laenfermedad,elactorconsultaa un especialista del sin sentido: médico,curandero, psicólogo, ensalmador,chamán, hombremedicina,etc. Lalaborde esteúltimo consiste ensupri-mir el dolor, en restablecer lacontinuidadde la relacióncon el medio, enrestaurarla capacidad del actorparaque seaautónomoen acciones y gestos.

Pero¿cómo vive elindividuo la imagen de su cuer-po? Con esta expresiónqueremosdecir: la representa-ción que elsujetose hace de sucuerpoen uncontexto

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social yculturaldado, y a través de suhistoriaperaonal,G. Pankow, en su reflexión sobre la psicosis,distinguedos elementoscuyas relacionesestructuranexistencial-mentela imagen del cuerpo:19 formay el contenido.Laprimera,es elsentimientode launidadsignificante delas diferentespartesdel cuerpo,de su posesión comototalidad,de sus límites precisos en el espacio. La preg-nancía"de estaimagense verifica por elimpactode lasmutilaciones,a menudodestructorpara la identidadpersonal.La imagen delcuerposeconstruyeigualmen-te sobreel segundoelemento, uncontenido:de hecho, elactorvive sucuerpocomo un universocoherentey fa-miliar, identifica como suyos y significantes losestímu-los sensoriales que lo atraviesan. Perootros dos com-ponentesparecen esenciales en la imagen delcuerpo,inextricablementecombinadoscon los dos precedentes:el del saber,el conocimiento,aunquefuere rudimenta-rio, de la idea que la sociedad se hace de laprofundidadinvisible del cuerpo,de suconstitución,de la maneraen que searmonizanlos órganosy las funciones. Estesaber,por tosco que sea,permitealimentaruna relaciónmás familiar con losacontecimientosfísicos que afron-ta el actor. Existe,por último, el registro delvalor, la in-teriorizaciónpor el actor del juicio social queapuntaasu manerade vivir y a susatributos físicos. Este ele-mento determinaconsiderablementela autoestimadelactor. Dichos ejesentrelazados,y de igualimportancia,dependende un contextosocial, cultural, relacional ypersonal.Todas las sociedadeshumanasfavorecen. lainstalaciónindividual de estaestructuraantropológica

... Conceptopsicoanalíticofreudiano.Designael vigor, la ヲオ・イセ。de una organizaci6npsicoanalíticaprivilegiadaentretodaslas POSI-

bles, la más fuertey frecuente.(N. del t.)

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quepermitea cadasujetohabitardemanerafamiliar sucuerpo,con lasreferenciasy la seguridadsuficienteparael desarrollode la existencia. Pero laimagendel cuerpono cuentasólo en elhaberdel cogito, es decir, delpen-samientoreflexivo, también forma parte, igualmente,

de losprocesosinconscientesde estaimagen,en el ni-

vel de suforma se verificapoderosamentepor el im-pactode lasmutilaciones,a menudodestructorparalaidentidadpersonal.La imagendel cuerposeconstruye

igualmentesobreel segundoelemento,un contenido:dehecho,el actorvive su cuerpocomo un universocobe-rente y familiar, identifica como suyos ysignificanteslos estímulossensorialesque lo atraviesan.Pero otrosdos componentesparecenesenciales en laimagendelcuerpo,inextricablementecombinadoscon los dospre-cedentes:el del saber, el conocimiento,aunquefuere

rudimentario,de la idea de que lasociedadse hace dela densidadinvisible del cuerpo,de suconstitución,dela maneraen que searmonizanlos órganosy las fun-ciones. Este saber,aunquesea basto,permitealimentaruna relaciónmás familiar con losacontecimientosfísi-cos queafrontael actor. Existe,por último, el registro

del valor, la interiorizaciónpor el actordel juicio social

que apuntaa su manerade vivir y a susatributosfísi-cos. Esteelementodeterminaconsiderablementela au-

toestimadel actor.Dichosejesentrelazados,y de igualimportancia,estánbajo ladependenciade un contextosocial,cultural, relacionaly personal.Todas lassocieda-

deshumanasfavorecen lainstalaciónindividual de estaestructuraantropológicaque permitea cadasujetoha-bitar demanerafamiliar su cuerpo,con lasreferenciasy la seguridadsuficientepara el desarrollode la exis-tencia.Pero laimagendel cuerpono cuentasólo en el

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haber del cogito, es decir, delpensamientoreflexivo,también forma parte, igualmente,de los procesosin-

conscientes."En 1949, en unartículo memorable,Lévi-Strauss

ofreceun análisis de «la eficacia simbólica».Describeel

procesode unacurachamánicaque se basa enunapar-ticular concepcióndel cuerpo, cuya aplicación como

incentivo terapéuticopermite al chamánproducir laeficacia quelibera a la pacientede susenfermedades.Loshechosconsideradostuvieronlugaren Panamá,en-

tre los indios cunas.En esasociedadescostumbrere-currir a la ayudadel chamánen lospartosdifíciles. Lasdificultadesde laembarazadase explicanpor el hecho

de que Muu, poder responsablede la formación delfeto, en vez deocuparsede sulabor habitual,seapode-ra delpurba(el alma) de laparturienta.La intervencióndel chamánconsisteen labúsquedade dichopurba. Sedesataun feroz combatecontra Muu, y sobretodo elenfrentamientocon animalespeligrosos.CuandoMuuestávencido, el chamánrestituyeel purba a la partu-rienta. El alumbramientopuederealizarseentoncessin

obstáculos.Muu se alejapor un tiempo.Es elpodertu-telar de laprocreacióny del crecimientodel feto,con-viene no ofenderlo, sólo recordarlesus obligaciones.

El combatedel chamány de susespíritusprotecto-

res senarraen lassecuenciasde un cantoqueseento-na desdeel momentoen que elchamánllega junto a laparturienta.Graciasa la intermediacióndel relato sa-grado,los sufrimientosde la mujer en elparto setras-

18. Ya utilizamos este enfoque en un análisisantropológicodela relación consigo mismas de las personas que tienen una minusvalíafísica (Anthropologie du eorps etmodernité)o en la relación conel ros-tro (Desvisages.Essaid'anthropologie).

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ponena la vertientedel mito. Ambos protagonistassemuevenen el interior de unahistoria ya escrita, cuyasdiversasperipeciasya estántrazadasy dibujan una lí-nea deconducta.El mito explica el combatelibradopor el chamánen el propio interior del cuerpode lamujer. Enumeralos obstáculosque salvar, lasamena-zas por conjurar, los monstruosque neutralizar,queencarnanlos dolorespadecidospor la mujer: «Tío Cai-mán,que semueveaquí y allá, con ojosprotuberantes,cuerposinuosoy manchado,echándosey moviendolacola: Tia Caimán Tiiqüalele, de cuerpobrillante, queagita laspatasbrillantes,las patas queinvaden,que re-chazantodo, que arrastrantodo; Nele qui (q) quipar-nanel, el Pulpo, cuyostentáculospegagojosentran ysalen, alternativamente;y otros más todavía: Aquelcuyo sombrero es blando; Aquel cuyo sombrero esrojo, Aquel cuyosombreroes irisado, etc.; y animalesguardianes:el Tigre negro,el Animal rojo...» Ese bes-tiario aterradorencerradoen elvientrede lamujerex-plica la imposibilidadde parir. Lanarracióndel mitodescribesimbólicamentelas acechanzassuperadasporlos dos protagonistasque en estaocasiónrepiten lasaventurasvividas in illo temporepor los dioses. El re-lato ofrece a lamujer un sistemade significacionesgraciasal cual éstapuedepor fin poner orden en eldesordende su dolor y de su angustia.«Los cspíri-tus protectoresy los espíritus malévolos -escribióLévi-Strauss-,los monstruossobrenaturalesy los ani-males mágicosforman parte de un sistemacoherenteque fundamentala concepcióndel universode los cu-nas. Laenfermalos acepta, o, másexactamente,nuncalos ha puestoen duda. Lo que ella no acepta son losdolores incoherentesy arbitrariosque constituyenun

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elementoextrañoal sistema,pero que a travésdel re·curso al mito, el chamánreinstalaráen un conjunto

dondetodo seordena.»19

El relato de estacuraponeen evidencia los ejes an-tropológicosde la imagen delcuerpo.Para sersoporta-bles, los procesos vividospor el sujeto en sucarnede-bentener, en elsentimientoque aquélelabora,unafor-

may un sentido:cuandoéstosquedandeshechospor lairrupción de lo insólito, delsufrimiento,de lo intolera-ble, hay que abrirles uncamino.El chamánasigna unaforma y un sentidoal lugar dondeantes se desplegabaun caos desensacionestorpesy absurdas.La coheren-cia queintroduce,atribuyendoa esedesordenun ウゥァョセᆳ

ficado admitido por la comunidady la enferma,resn-tuye a estaúltima al ordenhumanizadode lanaturale-za. Cautiva duranteun tiempo en el universo salvajeque no leconcedíaasideroalguno y la maltrataba,laparturientaes liberadade las garras de Muu,recuperael control de la situación dándoleun significado queimplica tambiénla acción delchamán.A partir de en-tonces,aliviada,puedetraera su hijo almundo.La sim-bolización operadapor el chamándesbloqueauna si-tuaciónque parecíainamovible.Para hacerlo, se apoyaen los dosotrosejes de laimagendel cuerpo(de sí): elsaber,recurrea cosasconocidaspor la mujer, igual quepor su comunidad.El mito aquí evocado esー。エイゥュッセゥッcomún,no setrata de un relatoarbitrario o aleatorio.La accióndel chamánseinscribeen un temaconocido.Por otra parte, asignándoleun significado a ese caos,acompañándoladurantela lucha, elchamánle muestra

19. Léví-Strauss.«Léfficacitésymbolique»,Anthropologiestruc-

turaie, Plan, París. 1958,p. 218.

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el valor que ella tiene, la estima que se le tiene. El tras-torno de sucuerpono haborradosu dignidad.

Ahora bien, como hemos dicho, la realidad delcuerpoes deordensimbólico. Ante el enigmaintolera-ble del sinsentidode un parto imposible, frente a laprofundidaddesconocidade una carne que se rebela, lafunción del chamánconsiste enreintroducirsentido, enexplicar a laparturienta,a través del necesario consen-so delgrupo,el contenidode las sensaciones insólitas ydolorosasque latraspasan.Aquello que parecía escaparal ordenhumanizadodel mundovuelve a él. Gracias ala interpretacióndel curanderoy a la acción que éstaimplica mediantela narracióndel mito, en uncontextomuy ritualizado,la mujer recuperael control del partoque, apartir de entonces,se desarrollanormalmente.Pero sielsímbolo(la palabra, el rito, la plegaria, el ges-to...) actúa contanta eficaciacuandoen principio nosparecía (anosotros,no a los cunas) diferentepor natu-raleza del objeto sobre el cual se aplica (el cuerpo, el su-frimiento, la enfermedad...), esporquese diluye, igualque el agua se mezcla con el agua, en elinterior de uncuerpoque estambiénuna materia simbólica. No hayrupturaalguna,contradicciónalguna,entrelos dos tér-minos de la intervenciónque tiene alchamáncomomediador.Éste tapa undesgarramientoen el tejido delsentido, rellena lairrupción dolorosade lo incompren-sible.Medianteel aportede un nuevo sentido,acredita-do por el actor y la colectividad, esas accionescontri-buyen a unahumanización,o mejoraún, a una sociali-zación del malestar.y restituyen al actor alsimbolismogeneral de sugrupode pertenencia.Ésteparticipa,aun-quemínimamente,en larepresentacióndel cuerpoa lacual se adhiere elterapeutaque consulta. Adhesión que

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en ningúncaso debeconfundirsecon la creencia,pu••-to que no es del registro delcogito, es decir, delpensa-miento reflexivo: los procesosinconscientestienen ah!un gran papel. No hay aquiomnipotenciaalguna, haycasos en que elchamánfracasa en lacuración.Pero elterapeutatradicionalconoceel trastorno,y el grupo loinviste con su confianza, su saber es eficazcuandose

aplica a patologiascorrientesen sucomunidad.Este análisis evita lahipotecadualista que por mo-

mentosrecorre los textos deLévi-Straussacerca de la

eficacia simbólica. De ahí que éste haga de la cura sim-bólica una acción esencialmente psicológica, tanto másjustificadapara élpor cuantoel chamánno toca el cuer-po de laparturienta.Actuaríamanipulandoen el planomental imágenes que rebotan enel físico gracias a la ho-mología simbólica entre esos diferentes niveles de reali-dad:por una parte, el desorden fisiológico ypor otra, laserie de imágenes. La riqueza del análisis deLévi-Strausstropiezacon un factor no pensado: el modelo dualistade la metafísica occidental que diferenciacuerpoy alma,lo orgánico y lo psicológico, y desemboca en eserepartodel trabajo que en nuestras sociedades concede el cuer-po al análisis de los médicos, y el espíritu a la sagacidadde los psicólogos o los psicoanalistas. Pero en el registroimaginariosocial denumerosascomunidadeshumanas,

. 20 I tácomo ya se haVisto enotro texto, e cuerpono es a ne-cesariamentediferenciado del hombre. Ypor otra parte,el propio Lévi-Strauss observa que «"laruta de Muu" y"la residencia de Muu", para elpensamientoindígena noconstituyenun itinerarioy un lugar mítico, sino que re-

20. D. Le Breton,Anthropolo'gie du eorpset modernité,op.cit.;La socio/agiedu corps. PUF, Que sais-je! París, 1992.

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presentanla vagina y el útero de la mujer encinta, queexploran el chamán y losnuchu,en lo másprofundodelos cuales libran su victorioso combate»." Entre la ac-ción delchamány esta representación de la carne de lamujer no hay gran distancia, y hablar de acción psicoló-gica reduce los hechos alpresentarcomo adquirido loque en verdad es un tema infinito: la validez de lo psi-cosomático en el sentido más estricto de la expresión, esdecir, elhombrecomo suma de unsomay de unapsi-quis, que seinterrelacionan.Pero este enfoque es hoycuestionado,por demasiadodependientede la herenciadualista a la cualjustamenteintentaplantear una alter-nativa."Esta perspectiva permite precisamente pasar deuna psicosomática a una psicosemántica que abre un ca-mino menos ambiguo y mucho más fértil.

El mito funciona aqui como una teoría delcuerpoy de laenfermedadque favorece la acción simbólica delcharnán,a través de la adhesión de lacomunidad.Laasignación desentidorealizadapor el terapeuta.restitu-ye a la mujer sucondiciónhumanay social al mismotiempo, la libera de las tensiones que retenían al niñoen ella.Comoha escrito Lévi-Strauss: «El chamán pro-porcionaa su enferma un lenguaje en el quepuedenex-presarseinmediatamenteestados no formulados e in-formulables deotra manera.s" Pero este lenguaje es

21. Op. cit.,p. 207.22. La paradojade la psicosomáticaes oponerseal dualismo

fundadorde la medicinamodernay a su focalizaci6n enel cuerpoli-mitándosea unasumade lo orgánicoy de lo psicológico.Numerososinvestigadoresactualesintentanfundar una medicinadel hombrequede algunamaneraescape a esa herencia. Elparadigmade lo simbólicopara pensarla condición humanay su anclaje en la carneconduce,creemos, a una fisiosemántica.

23. Ibídem,p. 218.

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un asidero simbólico de unamateriacuyaconcepcl6nmuestraevidentementela simbolización del cuerpo porpartedel grupo. En cierto modo, en el canto míticoyen el cuerpode la mujer están presentes los mismosmateriales. No es una expresiónpuramenteverbal loque «provoca el desbloqueofisiológico», puesto que lofisiológico, desde unpunto de vistaantropológico,essólo simbólico. El chamánrecuperael controlde lo.queescapa a lo fisiológico gracias a una simbolización acti-va a la cual seadhierela enferma.Lévi-Straussreintro-duce unanoción biomédica ゥ ョ ョ ・ セ ・ ウ 。 イ ゥ 。 (lo orgánico).Prolongaremoseste análisisconsiderandouna de lasformas'de lamencionadaeficacia simbólica, que la me-

dicina llama «efectoセャ。」・「ッᄏN

DIMENSIONES SIMBOLICAS DEL DOLOR:

EL EFECTO PLACEBO

I

La ambigüedaddel dolor, lasinuosidadde su tra-yectoria en la conciencia delhombre,repercuteen lasmanerasde hacerle frente. Elpoder de la mirada delotro setraduceen la eficacia de los placebos en los tra-tamientos."El 35 % de los pacientes declara sentir unevidente alivio después de la absorción de un placebo.Proporcióntanto másperturbadorapor cuantolos de-rivados de lamorfinasólotienenéxito en el 75% de loscasos de pacientes con dolores intensos. Los trabajos de

24. Lanociónde sugestión,por cuantoremite a unatradicióncartesiana)a unamerapsicología del yo, esinsuficientepara explicarla eficacia simbólica én el enfermo. Trabajos realizados en EstadosUnidos comparandoexámenesde sugestionabilidadcon «efectos pla-cebo»demuestranla ausenciade relaciónentreunosy otros; d. A. K.Shapiro,«Factorscontributingto the placebo affect»,[curnol of Psy-

choterapy,vol. XVII, supl. 1, 1964,p. 78.

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Beecherdemuestranque cuantomayor es el estrés delenfermo,mayor es la eficacia del placebo. Empleado deesamaneraparalucharcontraun dolor angustiante, esdiez veces más activo que para aliviar un dolorreal." Laeficacia simbólica puesta en práctica en talescircuns-tancias recuerdael caráctermúltiple de un dolor queaqueja alhombreen sutotalidad,y no sólo a su orga-nismo. Además, dicha eficacia moviliza el vínculo socialen lo que se refiere aponer remedioo alivio al sufri-miento. La acciónterapéutica,según lasmodalidadesen que sepresentey el contenido que se ofrece alpaciente,actúa en el plano orgánico, sin duda, perotambiénen la pregnanciasocial, c-ultural,individualosituacionalque tiene lapercepcióndel dolor. Darnom-bre a la causa restablece la iniciativa y anula todahipó-tesis negativa,todo fantasma que alimente laansiedaddel pacientey la intensidaddel sufrimiento.Ya no hayangustiani sin sentido, nada que a la conciencia se leescape. La luchacontrael dolor exige el alivio inicial delmiedo que lacera a un paciente que nocomprendelaviolencia que lo roe. Experiencia salvaje ybrutal de de-vastación ésta, debeinscribirsede nuevo en elordendelsentido,en un esquemaque permite prever sufuturaderrota.Puesto que el significadoatribuidoal dolor notiene sólo valorinformativo, tambiénprecede a la ac-ción, identificar su naturalezaes un medio delucharcontraél.

El significado deldolorsemodifica deacuerdoconlascircunstancias,y determinala actituddel individuo.Robert Iaulin,tratadocon quimioterapiapor un cáncer,

25. H.-K. Beecher,Measurementofsubjectíveresponses:ouonti-tative effectso[drugs,Oxford University Press,NuevaYork, 1959, p. 65.

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ofrece untestimonioejemplarde las variacionesde .en·tido que condicionanlas capacidades personalesde re-sistencia. «Sinduda,muchas veces meocurrió estar ensituacionesdesagradables, dolorosas, perorealmentenorecuerdohabermesentido aplastado; en algún sitio,otra cosa estaba igualmente allí, y marcaba elritmo, eseritmo era almenosla posibilidadde poder luchar. Enlas náuseas provocadas por laquimioterapiaen la queestoyinmersohay una violencia solapada y tal que sólopuedopadecer.»:" R. [aulinparticipóen Dakota,junto a

I

los indios sioux, en ceremoniasdondeseconsumíape-yote. Las náuseas y losvómitos acompañabanla expe-riencia, pero los dolores erancompartidosy más ligerosgracias a'estasocialización bajo la égida de un «hombremedicina» respetado. Laquimioterapia,por el contra-rio, esdesnuday solitaria. Los grupos de pacientes quereúne su aplicación sufren unojunto al otro, cortés-mente; cada cual se esfuerza en no invadir demasiado elterritorio físicoy moral de los demás. Vomitan con dis-creción,sin quejas, conbuenosmodales, pero el senti-miento comunitario está ausente.Ninguna tradición,ningún maestro de ceremonias que acudan para dar unsignificadoeminentea lascircunstanciasy reunir ener-gíasparaun proyectocomún.Cada cual combate sólopara\curarse,con sus creencias y esperanzasparticula-res. Acción deindividuos,es decir de«yo, mi» antes quede «nosotros.nuestros», que losprocedimientosmédi-cos refuerzan. Esos dolores y molestias no están inscri-tos en unaluminosaperspectiva de modificación del yobajo los auspicios delgrupo,nos encierranen nosotrosmismos,ahondanuna soledad difícil de romper. No son

26. R. [aulin, L'Année chauve,Métailié, París, 1993,p. 21.

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unainequívoca promesa de futuro, puesto que la cura-ción no es una certeza sino una simpleprobabilidad.«La quimioterapiano cura siempre, y tantas personas lasufreninútilmente-escribióJaulin-,por ejemplo mihermano,mi madre.» El dolor ambiguo y penoso deesas sesionesimponeotra búsqueda: «cómo volver ini-ciático elsufrimiento,eso era lo que me preocupaba».Parasuperarel dolor es necesarioatribuirle un sentidoque lodesbordey lo vuelva propicio.

Otro ejemplo lo suministra Katherine Mansfield.Poco antes de suprematuramuerteexpuso una con-cepción delsufrimiento al margen de toda referenciareligiosa, gracias a la cualmantuvola soberaniaplenasobre su vida. «Hay que someterse-escribió-oNo re-sistas,¡acógelo!Haz de tu dolor una parte de tu vida.Todo aquello que aceptamosverdaderamentede la exis-tencia sufre unatransformación.De ese modo, el sufri-miento tiene que convertirse en amor. Ahí está el mis-terio. Debo pasar del amorpersonala uno mayor...¡Ahora soysemejantea un hombrea quien hanarran-cado el corazón, pero soporta! En elmundoespiritual,como en elmundofísico, el dolor noduraeternamen-te... Si elsufrimientono esreparadoramedicina, quie-ro volverlo ta!.»'7 De un modo más individual,aunqueparezca abrevar en unantiguo fondo judeo cristiano,K. Mansfield se esfuerza con toda suvoluntadpara re-cuperarel controldel dolor medianteel significado quele impone.

Una investigación acerca del dolorpostoperatoriodemuestrala importanciade estos asideros de significa-do queatenúanel miedoyel sufrimientoe iluminan el

27. K. Mansfield,Lejournol, op. cit., pp. 316-317.

restablecimientodel individuo. Una poblaciónde pa·cientes queaguardabapara someterse a unaoperaciónquirúrgicaimportantefue dividida en dos grupos. Losenfermosde uno de ellos recibieron unainformaciónprecisa acerca de las consecuencias de laintervención;se les afirmó el carácter inevitable de ciertas formas dedolor que no debían inquietarles. Se lesexplicóque el do-lor postoperatorioobedece a espasmos de los múscu-los situados bajo la zonaabdominalde la incisión, yquepuedendisminuirlo mediantela relajación. Se lesenseñaronalgunosmétodossimples con tal propósito.Por último se les indicó la dificultad de conseguir unalivio integral, si bien tenían a su disposición unaenor-me gama de analgésicos. El otrogrupode pacientes, in-merso en lostratamientosordinarios,no recibió ningu-na información particular. Comparadoslos pacientesde ambosgrupos,los informadosse quejaronmuchomenos,pidieronpocosmedicamentosy permanecieronmenostiempo internados."Los que no recibieron ex-p�icaciones sufrieronmás yplantearonproblemasa losequipos sanitarios. La falta de conciencia no bastacomo proteccióndel individuo. Un dolor identificadocon una causa tiene un significado, es mássoportableque un dolor quepermaneceen el sin sentido, no diag-nosticado,incomprendidopor el sujeto.

Otro estudio.mássutil todavía pone en evidencia lapercepcióndel dolor y las reaccionespostoperatoriasenniños internadospor una ablación de las amígdalas.Esteestudionos 」セョャャ・カ。 al centro de la simbólica cor-

28. L. D. Egbert y G. E.Battit, «Reductionof postoperativepainby encouragementand instruction of patients: a study of doctor-pa-tient rapport», New English Iournal af Medicine, n.e 270, 1964,pp. 825-827.

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poral, pues mide lainfluenciade laactitudde la madreen laspercepcionesdolorosas delniño en eltranscursode lahospitalización.Sepresumeque una madretran-quila o inquieta tiene un efectotranquilizadoro deacentuacióndel estrés en su hijo. La experiencia coti-diana lodemuestracon creces. Laorganizaciónde lostratamientosen el hospital favorece la ansiedadtratan-do al usuarioa la manerade un objeto, unpuro cuer-po enfermo, en una rutina donde su singularidadesanuladay su angustiarara veztenidaen cuenta. Salvoexcepciones, no da los significados quepermitenal serhumanodomesticarlos dolores o lostratamientospe-nosos. Paramedir la influenciade los afectos de la ma-dre en elniño se aislaron dos grupos, los niños ya ha-bían tenido una experienciahospitalaria,y los que co-rrían algún riesgo médico fueron excluidos). Se buscóuna semejanzaóptima entre ambos grupos. El estudiose realizó sobre un total deochentaniños. En elprimergrupo, una enfermerarecibió a las madres y se esforzóparacrear unaatmósferade confianza con ellasmien-tras losniños eran sometidosa una serie de exámenesmédicos. Se les ofrecieron lasinformacionesnecesariaspara una buenacomprensiónde lascondicionesde lahospitalización,luego se lesdescribieronlas fases dela operaciónquirúrgicay de la convalecencia. Se las in-vitó a expresar los temores y aplantearlos temas quelas preocupaban.La enfermerarespondiócon proliji-dad cada una de laspreguntas.Duranteesteintercam-bio el niño estuvo presente, pero no se habló con éldirectamente.En el otro grupo, por el contrario, lasmadresy los niñosfueron sometidosa la rutina hospi-talaria, sin esfuerzosparticularesde comunicación.

Los días siguientes, la madresllenaron un cuestio-

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nario dondeevaluabansugradodetensiónantesyde.·pués de laoperación,describieronla actitudde suhijo.y sobre todo,dieroncuentadel progreso de la convale-cencia al regresar al domicilio familiar. Unsegundocuestionariose distribuyó entre las enfermeras(igno-rantesde lacomposiciónde los dosgrupos)acerca delcomportamientodel niño durante la hospitalización.Los resultados son significativos. Las madres que reci-bieron las explicaciones detalladas estabanmuchome-nos ansiosas que las mujeres delotro grupo. Distendi-das y; confiadas,controlaronsus temores, y su calmatuvo un efectotranquilizadoren el niño.Comparadoscon los delotro grupo,incuestionablessignos físicos in-dicabanel estrésmenorde esos pacientes: sutempera-tura y presiónsanguíneano se alejabanmucho de lanormal;dormíanmejor; noteníanpesadillas y ensegui-da recuperaronun sueño regular;lloraron y se queja-ron menosdurantela hospitalización,y además se lesdio el alta antes. La ansiedad de las madres que no dis-poníande referentes que lespermitiesenseñalar el ca-mino del restablecimientoduplicabala de sus hijos: rit-mo cardíaco elevado, fiebre, sueñoalterado,sintieronfuertes dolores ... Eltraumatismode una experienciamal asimiladasetradujoen frecuentes pesadillas. El es-tudio es abrumadorparalos servicios que ofrecen lasatencioneshospitalariasde rutina, dejandoa los enfer-mos en laincertidumbreacerca de su estado o de las,curas querecibirán. Los autoresdel artículo subrayanlas aplicaciones éticas y prácticas de estacomproba-ción." La eficacia:de un tratamientoexige unainfor-

29. J. K. SkipperIr. y R. C. Leonard,«Children,stress, and hos-pitalization: a field experiment»,Ioumaí of Health Social Behovícr,

n.v 9, 1968, pp. 275-287.

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mación precisa, una respuesta a laspreguntasdel pa-ciente. Laprimeradefensa contra el dolor (o la enfer-medad)reside en e! significado que aquél le da. Cuan-do nadapermite inscribirlo en unentramadosignifi-cante, e!sufrimiento se vive al desnudo, desgarra sinmatices, y con frecuencia acarrea el desaliento o la de-presión.

En quince estudios realizados sinpreparaciónpre-via, sobre losanalgésicos,Beecher concluye que alrede-dor de! 35,2% de los 1.082pacientes analizados, que su-frían de severos dolorestraumáticoso postoperatoriosresultan aliviados demanerasignificativa después de laadministraciónde un placebo.3D F. J, Evans, actualizan-do dichos trabajos quince años después, con la realiza-ción de una serie de estudios en e! período1959-1974,obtuvo un resultado de un 36% de pacientes aliviadosde manerasignificativa gracias a placebos." Otros estu-dios citados por Evansdemuestranque e! alivio deldo-lor medianteplacebo tiene una eficacia del 56% en re-lación con la morfina: Seencuentraprácticamentee!mismo porcentajepara la aspirina y otros analgésicospoderosos. El placebo es casit,\n eficaz como los medi-camentos activos másreputados."Lacomprobacióndela eficacia simbólica de!placebo es tanto más significa-

30. ef. H. K. Beecher,op. cit., pp. 65 Yss.31. F.]. Evans, «Expectancy,therapeuticinstructíonsand the

placebo responses», en1. white, Placebo: Theory.Researchand Me-chanisms.NuevaYork, Guilford Press,1985,p. 21: «Aunque no arras-tre un sufrimiento crónico -escribeEvans-,el pacienteexperimen-ta un sentimiento de calmay bienestar después de la ingestión de unplacebo. Cuando éste ha sidolegitimado como tratamiento eficaz seproduce en un aumento significativo de la capacidad de soportareldolor,»

32. Ibidem,pp. 222-223.

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tiva por cuantolos analgésicos activos no siempreba,·tan parala total supresión de! dolor. Elsuplementodesentidoque proporcionala manerade suministrare!medicamentoo de proceder a la atención apacigua laansiedadque crispa alindividuo librado a sus propiasfuerzas, constituye un vector simbólico susceptible deinfluir de maneraevidente en los efectos esperados delproducto,e incluso hasta de neutralizarlos. Proporcio-na unaorientaciónpara vivir las horas o los días porllegar. La convicción de que e!productoes un medioeficaz de alivionuncaes neutra, no sólo para el pacien-te, sino también para quien lo prescribe. Ejerceun efec-to reduplicadocuandoe! facultativosanitarioestá con-vencido de su bienfundadaeficacia, y atenúa o desba-rata su efectocuando,por e!contrario,éste se muestraescéptico. Entre las esperanzas de! paciente y las del mé-dico se genera una «solidaridad» que genera la eficaciadeseada. El poder de acción que oculta e! agente tera-péutico (medicamento,cirugía, etc.) está sometido a lasvariaciones queintroducenlas esperanzas y creenciasde los facultativos, y lamaneraen que éstas son perci-bidas por el enfermo.

Una investigación realizada acerca de la ligadura delas arteriasmamariasen eltratamientode la angina depecho nossuministrala prueba. Estaintervenciónqui-rúrgica fuepracticadadurantemuchos años, con entu-siasmo por ciertos médicos, y con dudas por otros. Be-echer tuvo la idea decompararlos resultados opera-torios de estos diferentes cirujanos, con e! objeto demedir la incidencia de las convicciones en e! estadoposteriorde los pacientes. Cuatro balances de operacio-nes realizadas por cirujanos«entusiastas»demuestranque sobre un total de 213 pacientes, e! 38% experi-

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mentabanun completoalivio después de lainterven-ción y entreun 65 y 75% un clara mejoría. Por e! con-trario, los operadospor los «escépticos» sóloregistra-ban un 10% de alivio. Estudios sobrepacientestoma-dos al azardemostraronla inanidadfisiológica deltra-tamiento,aunquecon él sehubieserestablecidola saludde numerosospacientes. Su eficaciaprocedíade lacon-vicción quecompartíanlos médicos con losenfermos."La pérdidade confianzaen lautilidad de untratamien-to terapéuticocontribuyedeforma determinantea pre-cipitar su fracaso.

La comprobaciónde un ciertotipo derelaciónper-sonal en elorigen de la eficacia de! placebo expresa elarraigo del dolor en e! terreno simbólico. El plus desentidoque seincorporaen la relaciónterapéuticade-sactiva lointolerableque impregnala situacióndoloro-sa ymodifica la percepciónde éstapor partede! enfer-mo. La acción simbólica, al intervenir en esepuntoaxial delsíntoma,debilita e! dolor modificandosu sig-nificado, y enconsecuencia,su naturaleza.Al influir enla percepción,afecta físicamente a su objeto. La acciónsimbólica restablece elpoder del individuo sobre símismo.Por e!contrario,unostriviales dolores de vien-tre se vuelventerroríficos cuandoe! pacienterecuerdade prontoque paraun familiar suyodicho síntomafuee! preludiode undiagnósticode cáncer. Eldolor es unacaja deresonanciade significacionessociales ypersona-les. La eficaciasimbólicaque lamedicinallama placeboes una palancaterapéuticaque operaen e!centrode!vínculosocial. Elplenoreconocimientode sí, la convic-

33. H. K. Beecher, «Surgeryas placebo»,JAMA. vol. 176. 1961,pp. 1102-1106.

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ción expresadapor un médico (o unterapeuta)decon-fianza en e!sentidode una salida positiva movilizalosrecursosfísicos de!enfermo,de! mismo modo que lamiradahurañao dubitativa,que simbólicamenteniega

e! futuro, alimentala tendenciaa dejar de luchar.Toda gestiónterapéutica,sequierao no, introduce

este suplementocaprichoso,para mejor o para peor.De la mismamaneraque undolor desaparece o se

atenúamedianteunainducciónsimbólica,en e!indivi-duo hipnotizadose provocansufrimientosque no ex-plica lesiónalguna.La hipnosisesotro caminode la セヲゥᆳcaciasimbólica que exige que e!pacienteestésumidoen un estadoparticularde trance.Operapor sugestio-nes orales queencuentraninmediatarealización. La pa-labra eficaz del hipnotizadorpuedeinducir un dolorcompletosin que e!individuo esté afectado en su cuer-po de maneraalguna. Una・クー・イゥ・ョセゥ。 clásica 」ッセセiZエ・en entregaruna monedaal sujetohipnotizadodicién-

dole deprontoque estámuy caliente, éste grita y lanzala moneda.Más tardeaparecensobre la pie!ampollas.

34

De! mismomodoque creadolorespor la solavirtud deuna palabrasugestiva, lahipnosis demuestratambiénsu ヲ。」ゥャゥ、セ、 parasuspenderloscuandoe! individuo lospadecerealmente.En la historia de lamedicinase co-nocen desde hacemucho tiempo IntervencionesqUi-rúrgicasrealizadasbajo hipnosis.35 En 1829,por ejem-

34. Cf. L. Chertok, Le non-savoir des psy.Payot, París, 1979.

pp. 42 Yss. . 1 l b35. No obstante.así como ciertos enfermosresIsten.c pace o,

la capacidad de experimentar el estadohipnótico está 、・ウャ_オセョZ・ョエ・repartida.SegúnMelzacky WaIl,alrededordel 30 % de losíndíviduosson capaces de un estadohipnótico ー イ ッ ヲ オ ョ 、 ッ セ el 30.% alcanzanセョ ru-vel medio y el 3D% una experienciasuperficial, ffitent:as.el 1.0 Yo sonrefractarios a dichoestado.Estasestadísticasson sólomdlcatlVas, c1a-

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plo, Iules Cloquet practicó la ablación de una mama enuna mujer de sesenta años,hipnotizada.«Fue como sila operaciónse hubiese hecho con un cadáver», comen-tó Cloquet. Numerosas operaciones de esta clase se su-cedieron en los años anteriores aldescubrimientode laanestesiapor medio de! éter o e! cloroformo. En 1842,James Wardamputóla pierna de unhombresumidoenun sueño hipnótico. Al despertar, e! paciente declaró nohaber sentido nada.Loysel (1845 y 1846), Ioly yToswell(1845) realizaron otrasamputacionescon la misma téc-nica. Uncirujanode Calcuta, Esdaile, realizó centenaresrecurriendoa la analgesia hipnótica. James Braid, uncirujanoescocés establecido en Manchester, publicó en1843 una obra destinada a convertirse en centro de losdebates acerca de la hipnosis,durantedécadas:Neu-

rohypnologie or the rationaleoi nervous sleep consideredin re/ation with animalmagnetismoLa obra,traducidaalfrancés en 1866, evoca numerosas operacionesquirúr-gicas realizadas gracias a una analgesiahipnótica (am-putaciones,ablaciones de tumores, escisiones de absce-sos, extracciones dentales, etc.). Broca ensayó e!métodocon éxito. En Poitiers,Guérineauamputóla pierna deun hombre sometido a sueñohipnptico que al finalde la operación declaró que «sehabía creído en e! paraí-so». Pero lo insólito de!procedimiento,su inconstancia,el hecho de que no pueda aplicarse a todos los pa-cientes (con mayor razón si e! facultativo es escéptico),contribuyena desacreditar la hipnosis a pesar de sus

ro セウZ£N セ・イッ subrayan queel empleode la hipnosis en lasoperacionesア セ ャ イ オ イ ァ ャ 」 セ o los ーセイエッウ sólo se puede hacer con un limitadoporcen-taje de pacientes.Sin embargo asombra su casicompleta ausencia enun país como Francia.

éxitos. Apartir de 1847, la anestesiamedianteellter '1el cloroformo, y luego la posibilidad de laanalgesialo-cal, es decir, limitada a unapartedel cuerpo,aportarona la medicina elargumentode unprocedimientoracio-nal e independientede la calidad de la relación con elenfermo. Laimposibilidad de comprenderla hipnosismanteniéndoseen un marco anatomofisiológico estric-to ponía irónicamenteen dudanumerosospreceptosmédicos establecidos. Y acabó desapareciendo de! cam-po de la medicina a pesar de su poder revelador acercade lacondiciónhumana.«A partir de febrero de 1860ya no oyó hablar más de ella»,escribió [ules Rochard en1875.36 En adelante se mantuvo aislada en losdominiosde lasenfermedadesmentales, y la muerte de Charcoten 1893 es el signo de un nuevo rechazo de su empleo.Después de la segundaguerramundialse realizaron in-tervencionesquirúrgicaso partos con analgesiahipnó-tica demaneraregular."Pero loscomprobadosefectosde la anestesia o de la analgesia, lacomodidadde suempleo, bienadaptadoal carácteruniformadory ruti-nario de los hospitales,contribuyerona mantenerlahipnosisal margen, como unmétodoartesanal e in-cierto, a pesar de su innegable valor terapéutico o anal-gésico.

El acompañamiento,la escucha, la capacidad decontenerla ansiedad, la acogida por losterapeutaso lafamilia de lapalabrasufriente, ejercen un efecto de apa-ciguamientodel dolor. En tal contexto, aveces,para ali-viar al enfermo bastan dosismínimasde antálgicos. Porel contrario,el abandono,la soledad, atizan el fuego de

36. J. Rochard, Histoire de lachirurgie [raniaise au XIXeme sie-ele, París, 1875,p. 495. Cf.TambiénR. Rey,op. cir., pp. 292 Yss.

37. Cf. L. Chertok,op.cit., pp. 24 Yss.

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un dolor quetraduceun intensosufrimiento,un gritodirigido a los allegados o a losterapeutas,última señalde unavoluntadde existir. De ahi que suelanproducir-se conflictos entreenfermostécnicamentebien atendi-dos, pero que nocuentancon ningúncontacto amisto-so, y que padecenpor añadidurael habersido abando-nados (o el tener dichaimpresión)y terapeutasllenosde resentimientopor las exigencias de aquéllos, que lesparecendesproporcionadascon laenfermedad.Pero laexperienciademuestraque elsentimientode abandonoo de rechazoaumentael dolor. Un estudio hamedidola incidencia del efecto antálgico del cóctelBrompton(un narcóticoutilizado por el equipo del hospital SaintCristopherde Londres) en tres contextos diferentes: sa-las colectivas,habitacionesindividuales en un marcohospitalariocorrientey servicio decuidadospaliativos.Losenfermosque gozaban deacompañamientosufrie-ron menos dolores que los demás pacientes. En elservicio de atenciones paliativas nosintieron ningúndolor clasificado como «devastador, terrible o atroz»,mientrasque el 10% de los enfermosatendidosen ha-bitacionesindividualesy el 13% de los alojados en sa-las colectivas sequejaronde ellos." La eficacia del pla-cebo o de la calidad de la presencia de losacompañan-tesrecuerdahasta quépuntoel dolor estáarraigadoenla dimensiónsimbólica, es decir,inmersoen elcentrodel vínculo social y del sentido. No hay una objetivi-dad del dolor, sino una subjetividad que concierne a laenteraexistencia del serhumano,sobre todo a su rela-ción con elinconscientetal como se haconstituidoenel transcursode la historia personal, las raíces sociales y

38. R. Melzacky P.Wall, op. cit.,p. 225.

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culturales;una subjetividadtambiénvinculada con lanaturalezade las relaciones entre eldolorido y quienes

lo rodean.

EL CONTROL PERSONAL

Según Epicuro,cuandoun placer se le ofrece al serhumanoconviene saborearlo,impregnarsede él, ape-garse.Cuandollegan los malostiemposdel dolor, el re-cuerdode aquél es un precioso recurso. Epicuro vuelvela pena más ligera con larememoraciónde los disfrutesanteriores,alejando así de la conciencia la presenciaque todo lo abarca del mal. En este marco seenfrentandos adversarios. El recuerdo de losmomentospropiciosno siempre tiene elpoder suficiente pararomper elyugo. Sin embargo, la distanciatomadaaligera la pena,recuerdalos placeres pasados y los quevendránen elfuturo una vez que lapruebase haya superado. Epicu-ro confía en elrazonamientoy el poder interior delhombre.El estoico Marco Aurelio cita suactitudcomoejemplar: «Dice Epicuro: "En laenfermedad,mis con-versacionesnuncase referían a lossufrimientosde mipobre cuerpo; no hablaba jamás de ello a quienes ve-nían a verme. Pero seguíaocupándomede los princi-pios concernientesa los temasnaturales,buscandoso-bre todo saber cómo elpensamiento,aun resintiéndosecon lasconmocionesdel cuerpo,permaneceexento de

l bi l " 39perturbacionesy conserva e len que e pertenece.»

En el momentode morir, Epicuro se dirigió a Idome-neo: «Te escribo esta carta en losbienaventuradosúlti-

39. Marco Aurelio,Penséespour moi-méme,Garnier-Flarnma-

rion, París, 1964,p. 155.

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mos días de mi vida. El vientre y losriñonesme provo-can dolores indecibles. Pero estáncompensado,por laalegría que siento alrecordarnuestras conversaciones.»

En la moral estoica el dolor de losJereshumanosesun mordisco de la naturaleza. Roe la carne, pero sinimponersu significado. Lasoberaníadel hombrecon-siste en el juicio que le dedica, que anula sus efectos olos exacerba. El dolor no se explica a sí mismo, salvocuandoviene acompañadode un juicio negativo naci-do paraenfrentarsea él. Elhombreno reacciona anteuna situación,sino ante laopinión que se haformadode ésta. El estoicopermaneceinalterable ante las situa-ciones dolorosas puesto que entre supersonay las in-clemencias delmundoerige laomnipotenciade su de-cisión. Perder elcontrol del acontecimientoes perdersea uno mismo, ya que elacontecimientoes unpretextoparala voluntadpersonal.La libertades moral; no es-capa a la adversidad, pero la consientepor medio deuna acciónpersonal.Nada conciernetanto a] serhu-manocomo su disposición interior, de la cual es únicoamo y señor. «No estoy obligado-escribióSéneca-,no sufro nada, no soyesclavode Dios,compartosu de-cisión, y ellotanto máspor cuantosé que todo sepro-duce envirtud de una ley bien definida y establecidapara siernpre..Ninguna fuerza puedadoblegar a unhombre que oponga una feroz resistencia. Famosasanécdotas relativas a la firmeza ante el dolor locorro-boran.Laterano, a quienNerónsospechabaconspiran-do encontrasuya, opuso a cada una de las amenazas deéste supropio poderde dar significado a lastorturasque le esperaban. «Cuando fueconducidoal suplicio, yel primer golpe del verdugo resultó demasiado débilparacortarlela cabeza, Laterano la retiró unmomento,

luego la ofrecióotravez, con mucha firmeza yconfian-za»,cuentaEpicteto en losColoquios (1: 4). Posidonlo,dolorosamenteafectado de un ataque de gota, recibió aPompeyo y filosofó con élacerca de lasvirtudes delbien. Pormomentos,atenazadopor el dolor, exclama-ba: «No hay nada que hacer, dolor;por peI)oso queseas,nuncaadmitiréque eres un mal.» Elpropio Epic-teto ofrece un ejemplo de esta apacible firmeza ante lascircunstancias,un día en que su maestro le aplicó uninstrumentode tortura en la pierna: «"Presta atención-le dijo Epicteto-, la quebrarás:'-y la pierna sequebró,en efecto-."Ya te lo había dicho"», concluyó

Epicteto.Cuandoel serhumanoque sufre luchacontrasus

dolores posee todos los mediosapropiadospara conte-nerlos odisminuirlos,aunquelos tratamientosmédicoshayan fracasado. Más allá de lasherramientasprovistaspor el yoga, la relajación, lasofrología, la meditaciónola hipnosis, losenfermosse abren supropio caminohasta el núcleo de un dolorconvertidoen un perma-nentedesafío ineludible. Unamujer alivia sus jaquecaspensandoen un paseopor los lugares preferidos de suinfancia; otra emplea el recuerdo de un amigo que setensaba ante la ofensiva deldolory así lo expulsaba fue-ra de su cuerpo. Unterapeutaidentifica el dolor de unniño con un monstruoy le enseña a domesticarlo. Unjoven accidentado, víctima de undesgarramientodenervios en el plexobraquial,oye decir a un médico quelos dolores que leatormentanduraránpor lo menoscinco años: «eltiempo que tarda el cerebro en com-prenden>(¡!). Ante la impotenciamédica para aliviarlo,decide entrar en su dolor ycontrolarlo. «Me dije:.,"puestoque este dolor viene de mí, debopoderdete-

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nerlo [...]" Cuandohabía superadoun cierto umbral,sabía que nopodía nada contra él; pero, tan'prontocomo comenzabaa anunciarse,medianteuna ciertaconcentraciónmental, progresivamenteconseguí con-trolarlo cada vez más. Alprincipio logrababloquearunacceso sobre veinte, luego uno sobre diez, luego uno so-bre cinco." Después de algunas semanas consiguió fre-narlos todos,incluso mientrasconversaba con alguien.Parasorpresadel médico, con elmismo sistema con-troló el dolor de un penosoexamen."Podían citarsenumerososejemplos más de este género. Pascalopusoal dolor de muelas que loatormentabala diversión deun difícil problemamatemáticoque reclamabasu aten-ción. Kant, presa de sus ataques de gota, fijaba la aten-ción en unnombreo un objetocualquieraque le per-mitía no sóloolvidar su pena, sino, además,dormirse.Puesto que no es unmero hecho biológíco, sino quesiemprerecibe laimprontade la significación que el serhumanole otorga, eldolor nuncaestácompletamentefuera de su alcance.

40. Este último caso es relatado por M. Schattner,Souffranceetdignité humaine,Mame, París, 1993,pp. 31 Yss.

JOB O LA BÚSQUEDA DE SIGNIFICADO

La imposibilidaden que noshallamosdeestablecerunacorrespondenciaregularentre el malsensible,que es eldolor, y elmal moral, que es elpecado,crea en laconcienciahumanauna perturbaciónex-tremadamenteprofunda. Si estacorres-pondenciaexistierasiempre,el maldejaríadesorprendernos;seríaunaespeciede de-sordencompensado.

LOUIS LAVELLE, Le mal etla souffrance

EL DOLOR Y EL MAL: DESDE LA BIBLIA HASTA EL CORÁN

El dolor planteael temainfinito del significado delmal, y para toda conciencia religiosa es una objeciónapremiante,una reticencia ante laimperfecciónfinal deunacreación queocultaun lunartan temible. Los siste-mas religiososintegraronel sufrimientohumanoen susexplicaciones del universo. Buscaron justificarlo en re-lación con Dios, los diosesO el cosmos; eindicar lasmanerasmediantelas cuales loshombresdebían asu-mirlo o combatirlo.Paramuchasculturas,la humani-

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zación deldolor pasa por ladeterminaciónreligiosa desu causa y una moral de loscomportamientosque se-guir. Lahistoriade Job es emblemática respecto al cues-tionamientoobsesivo acerca del significado de un tor-

/

mentosemejante, en una Creación que se considera lade un Dios justo,amantey propicio a sus criaturas. SiDios al crear elmundo ha creado o tolerado el mal,¡cuál es entonces el alcance de su poder y cuál es la re-lación íntimacon su creación, y en especial con elhom-bre? En la másremotaantigüedadse advierte el esfuer-zo de integracióny de dominio del dolor, la voluntadde inscribirlo en una explicación coherente y darle unsignificado. Lainterrogaciónde Job, renovada por todohombreque sufre, recibe diferentes respuestas según lasreligiones o cosmologías y elestatutoque éstasotor-guen al mal. Sin pretensiones de exhaustividad, puestoque los debates teólogicos acerca de este tema son infi-nitos, plantearemosaquí sólo algunospuntos funda-mentales de referencia, capaces depermitir la reflexión,ocupándonos,en principio, de las religiones del Libro,para evocar acontinuaciónel lugar delsufrimientoy eldolor en lastradicionesorientales.'

En la tradición bíblica, la enfermedad y el doloraparecen después que Adán y Eva hayan cedido a la se-ducción de la serpiente y comido el fruto del Árbol dela Ciencia del Bien y del Mal. En el origen, el mal esdesconocido, entre elhombre y el mundo no existeruptura alguna. Elsufrimiento es extraño al Edén. Alromperla unidadprimigenia, elhombreconoce la fra-

l. Dejaremos de lado las interpretaciones del maly del dolor enlas sociedadestradicionales o antiguas que merecen una obra aparte.Menos aún hemosde ocuparnosde las filosofías que se empeñaron enla resolución de este problema.

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gilidad de su nueva forma de existencia. El dolorel UIIIconsecuencia deladvenimientode la conciencia.Al se-pararse de Dios, elhombrese vuelveplenamenteres-ponsablede su destino, accede a ladimensiónsimbóli-ca, es decir, al significado y al valor, perotambiéna laseparación,a la ambivalencia. Apartir de entoncesirrumpeel mal en lacondiciónhumana.Antes del exi-lio del hombreal este del Edén no existían dolor ni en-fermedad ni muerte. La desdicha es un efecto de larup-

tura entre elhombrey lo divino.Los relatos de la Biblia suelen asociar laprosperi-

dad y la salud con la fidelidad delhombrea losmanda-tos de Dios. La desgracia, el sufrimiento, el dolor gra-van toda infracción de laley. Un principio de justa re-tribución condicionalas relaciones delhombrecon elmundoy con Dios. El castigo recae sobre aquel que sealeja del rectocaminoy provoca la cólera divina. Sobrela condiciónhumanase ejerce una metafísica inexora-ble que procuracastigar en exactaproporcióncon lafalta cometida. El justo es feliz y sin historia, el malopaga su extravío con dolor. «¡Bienaventurado el justo,porquehabrá bien, 'comerá el fruto de sus obras!¡Ay delimpío, porquehabrá mal, recibirá el pago de las obrasde susmanos» (Isaias, 3:IO-II). Las diez plagas deEgipto (Éxodo,7-1I), la lepra que se infligiera a María,la hermanade Moisés (Números, 12: 10), los dolores devientre del rey[oram (2 Reyes,21: 18), la lepra de Gue-jazi (2Reyes,5: 27), etc., son algunos ejemplos bíblicos,entre otros, de un objetivo de laenfermedadque vieneparasancionaral culpable por sus transgresiones de laley. Las consecuencias del castigo de los padres se ex-tiende a veces a sus hijos:«•••yo soyYavé, tu Dios, unDios celoso, que castiga en los hijos lasiniquidadesde

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los padreshasta la tercera ycuartageneraciónde losque me odian» (Éxodo, 20: 5). Eldolor es la señalde unpecado.La manchadel alma precede y hace posible lamanchade! cuerpo: el dolor o la enfermedadson lasversionessomáticasdel pecado. «Lamano de nuestroDios estáparabien de ellos sobrecuantosle buscan,ysu imperio, y su poder, y suindignaciónsehacen sen-tir de todoslos que loabandonan»*(Esdras, 8: 22). Nu-merososepisodiosbíblicos ilustranla predisposiciónalsufrimientode quienesdesprecianla ley. El dolor no esobjetableensí mismo, despuésde todo: se loadmitecomo rigor divino contra las debilidadeshumanas.Encambio, su distribución suscita interrogantesy recha-zos. El relatobíblico se hace eco deljusto que teme verprosperaral impío y caer la desgracia sobre elirrepro-chable. «En vano, pues, heconservadolimpio mi cora-zón I y he lavado mismanosen la inocencia.I He sidoflagelado decontinuoI y castigado cadamañana»(Sal-mos, 73: 13-14). El Eclesiastéstambiénduda: «Sin em-bargo,tal vanidadse da sobre la tierra: que sontratadosjustoscomo convienea los malvados, y malvados comoconvienea los justos» (Eclesiastés, 8: 14). Jeremíastam-bién se queja a Dios, conamargura:«¿Por qué esprós-pero elcaminode losimpíosI y son afortunadostodoslos perdidos?I Tú los plantasy echan raíces,I crecen yfructifican» (Jeremías, 12: 1-2). Elprofetaruega a Diosfidelidad a la leymedianteel castigo delréprobopor la

* La traducción de Nacary Colunga, que se ha empleadocomoreferencia porque es la másdivulgada,omite esta referencia al Salmo146: 6: «A los humildes el Señor levantaI y a los impíos derriba...»,

que no obstante puede leerse eneloriginal hebreo, en la Vulgata y enla práctica totalidad de las traducciones castellanas. Cf. SagradaBiblia,por Serafínde Ausejo,Editorial Herder, Barcelona,1977. (N. del t.)

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desdicha, exigeunajusticia dehierro paralos hombre,que desprecianel vinculo social y sondescuidadosconsu creador. Si lacomunidadhebreaoriginal afirma quetodo hombrerecibe según susméritos, la indignaciónde los justos recuerdaque los hechos suelen ser di-ferentes yrecompensanel mal mientras castigan la

virtud.El libro de Job dauna dimensiónejemplara este

debate entre Dios y los hombres.El texto plantealaeternapreguntade lajusticiaen e!transcursode la vidacorriente,y sobre todo la del sufrimiento del hombrehonesto:,,¿Por qué yo?»' Job es unhombrepiadosoquevive en e!temor de Dios y se abstiene de! mal. Rico,hospitalario,feliz, amadopor su comunidady colmadopor la fortuna. Un desafíoentre Dios y el diablo que-brantael bello edificio. Diosponea pruebala fidelidadde Job con las más crueles armas. Job pierde riqueza ehijos y resiste alinfortunio, no se queja. Sedesgarralasvestidurasen señal de duelo, y serasurala cabeza, an-tes deprosternarseante Dios:«Desnudosalí de!vientrede mi madrey desnudotornaréallá.Yavélo dio, Yavéloha quitado. ¡Bendito sea elnombrede Yavé!» (1: 21).Dios triunfa anteel diablo, que sugiereentoncesotraprueba:«Si extendieses tumanoy tocaras suhuesoy sucarne, [veríamos] si -nomaldeciríatu rostro» (2: 5).Aunqueresistieraa la muertede sus hijos y a lapérdi-da de susbienes,Job sederrumbaante la desgracia físi-ca que lo roe. Job,sentadosobre ceniza, se rasca las úl-ceras con untejón. Todo su ser es llaga. Acuden tres

2. El libro de Job ha sido objeto de innumerables comentarios.En el artículo de G. Moretto, «Presenzadel Libro de Giobbe nel pen-siero moderno: une híbliografia»se presenta un estado de la cuestión.Véase también Ph.Nérno,Job et l'excésdu mal, Grasset, París, 1978.

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amigos a consolarle,pero no puedenreconocerlodetanto que lo han marcadolas pruebas.Prorrumpenensollozos antetamañosufrimiento,sedesgarrant;s ves-tidurasy secubrenla cabeza con polvo delcaminoenseñal de duelo.Durantesiete días y siete nochesjunto aJob, callaron. Al octavo, Job salió de su silencioparamaldecirel día de sunacimiento.El dolor moralde Job,golpeadopor la injusticia,superael dolor físico deriva-do de lamultitud de sus males. Si hasta habíasoporta"do la pruebahastaesemomento,entoncesse rebelacontrasu suerte.No comprendeel dolor sin límite quelo desgarracon tantasaña. Los tres amigosintervienena su vez,uno tras otro,paradarle consejo,perodecep-cionanlas esperanzasde Job yacrecientanel rencordeéste,porquepresumenmala conductade suparte.Lostres amigosrepresentanla creenciatradicionalen todadesgraciacomo un castigopor faltascometidascontraDios o los sereshumanos.Lascalamidadesque cayeronsobreJob son signos de unaculpabilidadque éste notienederechoa negar. Si se sientepuroesporqueha pe-cadosin saberlo, o que lasombramaléfica deunamalaacción de alguno de sus hijos llega hasta él.Ningúnhombre es inocente ante Dios. Lainsistenciade losamigos de Job enconvencerlode suculpaestá enpro-porción con elespantoante una posiblealteracióndelordendel mundoque introducesúbitamentela notoriaposibilidad del castigo deljusto o la recompensadelmal. Elifaz de Temán lerecuerda:«[Qué inocentepere-ció? ¿Quéjustosfueron exterminados?Por lo que siem-pre vi, los que aranla iniquidad y siembranla desven-tura, la cosechan»(4: 7-8). Elifaz invita a Job aarre-pentirsesin dudarde suretornoa laprosperidady a lasalud,si searrepiente.Bildad de Suajtambiénlo instaa

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tenerconfianza(8:20): «Dios no rechaza alIntegro nitomade lamanoa los malvados.»Incitan a Job ahacerexamende concienciay a pedir perdóna Dios por suspecados.Sofar de Naamat le reprochasu insolenciaanteDios: ¿quién es élparaponeren dudalas decisio-nes divinas?Quesearrepientade unavezy todo volve-rá al orden. Los tres amigos no hacen más quehablar,de hechizos, y noaducenrazonesparallamar a Job alremordimientopor sus pecados. Pero éste no cede, re-futa con obstinaciónlaspalabrasde sus amigos. ¿Porqué haría penitenciasi no esculpable de nada, si esirreprochableante Dios? Suquejase refiere no sólo alhechode sufrir en sucarney linaje, sino sobretodo ano disponerde asideroalgunoen unasituaciónparaéltan inéditay absurdaque cuestionael ordenmoral delmundo.Pero rechazandola tentaciónde la locurao ladesesperación,no se dejadestruir por los aconteci-mientos.Al conminara Dios a querespondaa supun-zantepreguntamantieneun control sobre lasituación:«si heerrado,hacédmeloven),implora Job (6: 24), queno pierde la confianzaen el juicio de Dios. Antes demorir querríaver a Dioshaciéndolejusticiay reducien-do lasacusacionesde sus amigos.

Lo intolerable de su dolor procedede la incom-prensiónde su causa. «Si grito: "¡Violencia!", noobten-go respuesta;I aunqueclamé, no hayequidad.I Ha va-llado mi caminoy no puedopasar,I y sobre missende-ros hapuestotinieblas» (19:7-8). Porquela pruebaquese leimpone,a su juicio, esinsensata,Job estádestro-zado, se rebela y no deja deinterrogaral cielo. Si el do-lor esviolencia,tambiénesinjusticia.,O hay queadmi-tir que elmundo,al serieindiferentea Dios, es un sinsentido.El Libro de Job esunaobjecióna otros relatos

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de la Biblia que asocian eldolor con el necesario casti-go del pecado. En los Salmos o en elEclesiastésse ele-van otrasvoces paradenunciaruna situaciónquesumael dolor, lapruebadel abandonoy el juicio inclementede los demás, a los que les basta lapresunciónde cul-pabilidad.Es posiblesufrir y serinocentede todo peca-do. Sin embargo,los amigos de Job insistenparaqueadmitala faltacometidapor él o por sus hijos, la indig-nidadque abuenseguro hacometidoencima está agra-vadapor su actitud de recusación ante los decretos dela Providencia.Ante la firmeza y la pasión quemuestraJob defendiendosu inocencia, losotros pronto se im-pacientan(19: 2): «¡Hastacuándoafligeréis mi alma / yme machacaréiscon vanos discursos? /Ya me habéisafrentadodiez veces, / y memaltratáissin avergonza-ros.» Laexperienciade Job no esmenorque la de susamigos, pero le sirve paraalimentarsu queja en vez dereducirlaa un silencio queequivaldríaa unaadmisiónde la culpa. Job reconoce lalegitimidadde su discurso:«Lo que vosotros sabéis, lo sé yotambién,no soy me-nos que vosotros.» E incluso admite: «¡He oído yamu-chos discursos semejantesl. (16:2.) Pero conambigüe-dad, por si encontraseal 'fin alguna razón para el sufri-mientode unhombreque aduce su inocencia, pero de-cididamenteno puedeencontraren símismonada quejustifique semejantetrato. ¡Sólo existirá lapropia ino-cencia, ynuncala del otro? Latestarudezde los amigosde Job enconsiderarel sufrimiento de éste desde eldogmalos vuelverefractariosa todacompasión,su co-nocimientolos vuelve sordos a la pena de su amigo, setransformanen despiadadosacusadores. La palabra esimpotente,y revela la soledad de Job:«¡Serápor tu pie-dad por laqueÉl te corrige / yentraen juicio contigo?

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/ No es más bienpor tu gran malicia / ypor tu. f.lt ..sin número?» (22: 4-5), acabadiciendoElifazcomoúl-timo recurso. Uncuartopersonaje,Elihu, se encolerizacontrala desmesuradapresunciónde Job que se atrevea interpelara Dios de esamanera,un orgullo semejan-te denuncia,a juicio de Elihu, el pecadoanterior.Des-pués de hacer un elogio servil de lairreprochablejusti-cia del creador, que devuelve a Job a laindignidad,Elihu recapitulade maneramás agresiva las palabrasque hastaentonceshan intercambiadolos tres amigos.

Por fin Dios intervieney hace justicia a Job. Noobstante,lo regañamostrándolela vastedad de su igno-rancia en las cosas de la Creación:«¡Dóndeestabas alfundaryo la tierra? /Indícamelosi tantosabes»(38: 4).Una distanciainfinita separa el saber de Dios del muyirrisorio del hombre.Dios tiene sus razones que el hu-milde entendimientohumanono puedepenetrar.Y Jobadmite su impotencia. Pero Dios también se vuelvehaca Elifaz y lo censura:«Seha encendidomi ira con-tra ti y contratus dascompañeros,porqueno hablas-teis de mirectamentecomo mi siervo Job» (42: 7). Diostoma partidopor el hombresufriente(e integro),anteel formalismo religioso queimponesilencio a la com-pasiónpor el peso de lasfórmulassagradas. ElrostrodeJob tiene mayor peso que la leyabstractaque pareceaplicarse a su caso. Dios se niega a revelar a Job la cau-sa de sus desgracias. Ésta sigue siendo un misterio. Si elsufrimientotiene un significado, está más allá de la in-teligencia humana, pero nunca es inútil y gratuito.Acerca de éstepunto más vale callar yencomendarseaDios. «¡Aún pretendesmenoscabarmi juicio? / ¡Mecondenarása mi parajustificarte túi» (40: 8), preguntaYavé. Job reconoce su orgullo einsignificancia(42: 6):

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«¡Por eso meretracto/ y hagopenitenciasobre polvo ycenizal» Ante laomnipotenciade Dios sólo queda el si-lencio. Dios tiene razonesinconmensurablescon elhombre.El dolor no respondeal tranquilizadorcálculode que había unaretribución de cada uno según susméritos. Elinfinito del mal pesa demaneraimplacablesobre lacondiciónhumana.Job al menos aprende quetodo sufrimientoentrañaun significado a ojos de Dios.y sepreguntaacerca de sus existencia pasada, quizá supreocupaciónpor la escrupulosa observancia de la Leydisminuyerasu sensibilidad hacia los demás. La piedadcerradasobre sí misma es apenas unasombrade fe sino incluye al otro. Job resultametamorfoseadopor laprueba,la humildadlo devuelve a lo esencial.«Yavéres-tableció a Job en su estado, después dehaberrogado élpor sus amigos...» (Epílogo: 10).

La historiade Joboponela confianza a la aplastan-te soledadexperimentadapor el serhumanodoliente.La alturade Dios no está a la delentendimientohuma-no, pero no significa elabandonoo el caos de su crea-ción. El silencio de Dios no debe desalentar al fiel quepermanecesiempre bajo sumirada,que no esremotani indiferente.Mediante lapruebainfligida, Dios tem-pla el alma de Job,aunqueesteúltimo sea unhombrerecto y piadoso. Peroprecisamenteen esto reside la di-mensiónejemplar del Libro de Job: ofrecer a cada cre-yente unsentidoy una línea deconductaante lo inexo-rable. Sólo puede asumirse el dolorconsiderándolounaexperienciapersonalque tiene un sentido. Apartir deesto puede decirse que no hay límites. Enningún mo-mento pierde Job la esperanza de una respuesta, ni enlo más profundode su desgracia. No deja dediscutircon los amigos y de rebatir las acusaciones de éstos con

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energía. La infatigable rebelión de Jobcontrasu creadorle permitemantenersiempreintactasu identidadame-nazada, ybuscarsin descanso un significado al dolorque lo aqueja. Esaobstinadavoluntaddecomprenderleimpide la disoluciónen elhorror y la depresión.

El sufrimientoocupaentonces un lugartanto mássignificativo en la historiajudíapor cuantoesintolera-ble ver a Diossuspendersu ayuda ymultiplicar laspruebas.El sufrimientodel justo es un enigma inapre-hensible. Latradición judía mantieneabierto el debateentre el creador y su criatura, e incluso autoriza la rebe-lión. El sufrimientono es unatransmutacióndel alma,es un mal fuera del alcance de la inteligibilidad, perodel cual elhombreestáautorizadoa lamentarsecuandose siente golpeadoinjustamente.Se haotorgadola li-bertadde lamentación,y la de rebelión, como lo ejern-plica Job. Paraoponerseal dolor se conceden todas laslicencias. Alcontrariodel pensamientodel cristiano, eljudío esextrañoa la ascesisO a la mortificación. lnfli-girse voluntariamenteun dolor para acercarse a Diosno tiene sentido. Esastorturasdeben evitarse en la me-dida de lo posible (incluso con los animales, como lopruebael riguroso rito que hay que seguir paramatar-los cuandovan a servir dealimentoa los sereshuma-nos). Lacircuncisiónse realiza con grandes precaucio-nesparaque el niño no sufra. En la agonía,cuandoelsufrimientoes intenso,aunquela eutanasia activa estérigurosamenteprohibida,en las plegarias puede pedir-se a Dios que nos llame a su seno.«Es completamentelícito -diceel rabinoE.Gugenheim-desear el fin delenfermoque sufre mucho sin esperanzas de curación, yse puedeorar en tal sentido. Tal como lopruebalamuerte de Rabbi... Mientras losprudentesruegan a

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Dios que viva, la criada de Rabbi, al verlo presa de do-lores intolerables, pedía a Dios que les pusiera fin:"Quesea tuvoluntadque aquellos de arriba se lo lleven sobreestos de abajo." Esta plegaria eutanásica es lícita,porqueen este caso no se arroga un derecho reservado a Dios,le dirige unasúplica» El dolor no es un castigo, nimu-cho menosun caminoderedencióno una graciaparti-cular. Se lo combate sin descansopor los medios de quedisponela comunidad,comenzadopor la proximidadde losíntimos. El phatosno se convierte enethos.«Laprohibición de los analgésicoscontradiría la concep-ción judía del mundo»,escribió1. [akobovits." La con-sideraciónal enfermoincluso conduce a lapreocupa-ción por sus creencias espirituales.

La tradición cristiana,por el contrario, asimila eldolor al pecado original, lo convierte en un dato inexo-rable de lacondición humana.Éste no es un castigo,como recuerda Jesús a sus discípulos ante unhombreciego, cuando aquéllos lepreguntaban«¿quién pecó:éste o sus padres, para que nacieraciego?»Jesús les res-pondió: «Ni pecó éste ni sus padres, sino para que semanifiesten en él las obras deDios» (Juan: 9: 2-3). Eldolor no es el castigo divino infligido a los menos dig-nos, no es consecuencia del pecado, mancilla oimpure-za, sino unaoportunidadde participar en los sufri-mientosde Cristo en lacruz." La aceptación del dolor es

•3. Y. Iakobovits, lewísh medical ethic,Nueva York, Bloch Pu-blishing, 1959, pp. 99 Yss. Elhorror de la ley judíaante el dolor tam-bién setraduce-r-recuerdaJakobovits-por la justificación de lacon-tracepciónen lamujer que teme demasiadolos doloresde otro parto(p. 104).

4. De hecho. la Iglesia suele serambivalenteen estepunto. Aveces cede a latentaciónde asimilar el sufrimiento al pecado.SanAgustín atestiguacon claridad estasvacilaciones.En su obra, en nu-

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una forma posible de devoción que acerca a Dios,pW'i.fica el alma.Durantemucho tiempo, sobre todo en laantigüedady en la Edad Media, se lo consideró unagraocia particular. Agudiza lahumildad y templa el alma:«Por lo cual, para que yo no me enorgulleciese, fuemedado un aguijón de carne, un ángel de Satanás, que meabofetea para que no me engría»(I! Cor., 12: 7). Lejosde ser motivo dehorror, como 10 es todavía para Job,quien nocomprendelos designios de Dios que concier-nen a su persona, el cristianismoordenaal doliente queacepte elsufrimiento.La inocencia de Jesús en el supli-cio, pero aceptando con cabal lucidez 'su destino para lasalvación delmundo,acaba con el rechazo de Job y suactitudde sostener lamiradaante su creador.

El cristianismose aleja delsoberanoorgullo de Job,quien arguye sin cesar, convencido de ser perseguidoinjustamente,víctima de unerroro de uncaprichoqueencajan mal con la imagen que se había hecho deYavé.Seapartatambiénde la firmezapredicadapor las filo-sofías griegas quetomabanejemplo de los héroes anti-guos o del estoicismo, queoptabapor una lucha del ca-rácter delindividuo contralo intolerable, sin que la vo-luntad personalabdicasejamas."La gran paradojadel

merosasoportunidadesse considerael pecado causainmediatadeldolor. Acerca del tema,consultar:G. Fourure,Malheur et chátiment.Histoire d'une controverse et réflexions théologiques,Lille, Faculté deTbéologie,1955.

5. «Nadaquedade ese orgullo delhombrede laantigüedadqueseglorificaba con elsufrimiento,porquela intensidadde éste era lamedidade supropiasfuerzas, las quepodíamostrara la miradadelotro. Nadaquedatampocode esadignidad que quiere queel sufri-miento se disimule ante losotros como ante simismo, con la apa-riencia de unhumor inalterableo en las formasretóricasdel "sabio"sufrientey moribundo»,M. Scheler,Le sens de la souffrance,Aubier,París, 1936, p. 64.

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judaísmo, el «justo que sufre», desaparece, igual que unagota de agua en el mar, ante la imagen de unhombreque sufreinocentementepor los pecados cometidos porlos otroshombres,de unhombreque al mismotiempoes Dios y queexhortaa todos a seguir su camino de lacruz. Elsufrimientorecupera el derecho de ser el sufri-miento inocente." El enfermo es liberado deloprobioque pesaba sobre él. El Sermón de lamontaña,lejos derechazar el dolor como extraño a la condición delhom-bre, lo convierte en un camino privilegiado de acceso aDios, sin erigirlo no obstante como necesidad, puestoqueotrasvidas son igualmente propicias. Pero el sufri-mientoespurificación,es redención posible. «...aunqueahoratengáis que entristeceros un poco, en las diversastentaciones, para que vuestra fe, probada, más preciosaque el oro, que secorrompeaunqueesté acrisoladoporel fuego, aparezca digna de alabanza, gloria yhonorenla revelación de Jesucristo [...J» (Primera carta de Pe-dro, 1: 6-7).

La muertede Jesucristo en la cruz es en esencia unmisteriodel sufrimiento,un relato de la redención porun dolor infinito, el único adecuado para absorber elinfinito pecado de los sereshumanos.Durantelargotiempo, para elcristiano el dolor esparticipaciónenuna modalidadmenor de los ejemplaressufrimientosde Cristo, cuyaintensidadsabe que nunca conseguiráalcanzar. El dolor se cultiva a diario en ciertas formasde piedado de misticismo, demodo que cadajornadase convierte en un camino del calvario simbólico, unnuevo itinerario de la Pasión."Se convierte hasta en

6. Ibídem,p. 65.

7. Esta tendenciaaparecesobretodo a partirdel sigloXII, que seapasiona por el dolor del Gólgota. Cristo se presenta desde entonces,

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una forma de vida quedemuestrala capacidadde elec·ción, eldominio sobre la propia vida. NumerososmIs-ticos lo atestiguan(infra). LéonBloyescribió en tal sen-tido a Barbey d'Aurevilly: «Desde mi infancia, no re-cuerdo haber estado alguna vez sin sufrir de todas lasmaneras, y' a veces con increíbleexceso.Ello simple-mentepruebaque Dios me ama mucho. Hemeditadocon frecuencia acerca del sufrimiento. Lleguéa conven-cerme que aquí abajo no existe otra cosasobrenaturalque él. El resto es humano.»! En elpensamientode Pas-cal, todo sufrimientopresentecontinúael martirio deJesucristo en la cruz: «Entrad en mi corazón-y en mialma para llevar allí missufrimientosy continuarso-portandoen mí lo que os queda por sufrir de vuestraPasión, que acabáis en vuestros miembros hasta la con-sumaciónperfecta de vuestro cuerpo, para que estandolleno de vos, ya no sea yo quien vive y sufre, sino queseáis vos que viváis sufráis en mí; Oh, miSalvador.»?Aquí abajo el dolor tiene unadimensiónexpiatoria dela cual latradicióncristiananuncapudo desembarazar-se por completo. La campesinahúngaraMargit Gari, ensu actual catolicismopopularsigue haciéndose eco dePascal:«El lecho del enfermo, el lecho de sufrimiento,es elpurgatorioen esta tierra-escribe-[...] El dolorde mi vida resume lossufrimientosque tendré que so-portaren el másallá.»!" En el cristianismo, sobre todo

corrientemente, como una víctimaexpiatoria; d. GeorgesDuby, «Re-flexions sur la douleurphysique auMoyen Áge», enLa Dou[eur, Édi-tions desArchives Contemporaines,París, 1992.

8. Citado por A. Beguin,Bloy, mystiquede la douleur, París,1948, p. 58.

9. Pascal,Príerepaur le banusagedesmoíadies,CEuvrescomplé-tes, t. 3, París,Desdéede Brouwer, 1992, pp. 1011-1012.

10. M. Gari,Levinoigre et lefiel, Plon, París, 1983, p. 38.

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en suversióncatólica,hay unaforma de culto al dolor,peroésteno esun valor en sí,puestoqueen tal caso se-

ria puracrueldadinfligida a losdemáso a uno mismo.Se loconsideraunasuertede alquimia-quetransmutaelalmay la acerca a Dios. Eldolor pruebael espíritude!

creyentey le ofrece laoportunidadde demostrarsusméritos.El hombrede feaceptae! sufrimiento que lodesgarraporquele concedeun significado y un valor.Lo considerauna pruebaenviadapor Dios para en-mendarlo."Pero, claro está,hastaun cristianofervien-te experimentamomentosde duda. Semejantea Job,

Jesús en lacruz se acerca alhombrecorriente,frágil ydoliente, susceptiblede flaquezas,de pronto aterradoporque Dios se hayaretirado. Sobree! Gólgota, Jesúshabladel sufrimientoquepadece,y de sumiedoantelamuerte: «Hacia la hora nona exclamó Jesúscon vozfuerte, diciendo: Dios mío, Dios mío,¡por qué me hasdesarnparado?»(Mat., 27: 46). Peroenseguidarecuperasu integridad.El silencio de Dios no esindicio de unaausencia.El cristianismoo e! judaísmono rechazanlasmanifestacionesde! dolor. Ellamentode Job es largo yexpresivo,alcanzauna elocuenciasin igual. Elgrito eslícito, igual quela quejay las lágrimas,si no es unme-noscabode laconfianzaen Dios.

«El deberde! médicoesempeñarseen calmarel su-

11. ParaF. Varone,el cristianismovincula el dolor con Cristo.y éstecomparteasí sussufrimientoscon el hombre;por otraparte, «loque eraescándaloextrañoy anormal puedeconvertirseen beatitudsiempreque se pase a unpunto de vistadinámico: no tanto padeceruna persecucióncomosostenerun combate»(F. Varone, CeDieu cen-séaímer la souffrance,Le Cerf París. 1986,p. 220). Laposibilidaddeacercarse a Dios porel sufrimiento,de convertir el dolor en una ple-garia, sería aún máscaracterísticode la Iglesiaoriental, de acuerdocon Max Scheler(op. cit., p. 66).

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frimiento en vez dequererprolongarloe! mayor tIem-po posible(por cualquiermedio quefuere y encuales-quieracondiciones),unavida queya no eshumanaporenteroy quecon naturalidadsedirige a su desenlace: la

hora inexorabley sagradadel encuentrodel alma consu creador»,escribió Pablo VI. La tradición católica,durantemuchotiempodolorista,seabrió a los valorescontemporáneos,ya no ofreceun austeroalegatoen fa-vor de!dolor. Apruebasin equívocola anestesiageneral

o local, pero sin embargoaún admiteque la experien-cia de! sufrimiento tiene un valor particular.PPero yano es lacruz lo que presideesta concepción,el dolorcomo pasión,sino e! amorquebrotade la cruz, es de-

cir, la capacidaden elhombreparaconservarla forta-

leza de su alma. Elsufrimiento de Jesús no seríanadasin e!don, por amor,de susacrificio. La ofrendade do-lor, quesevalorizabaen e!pasado,parael pensamiento

cristianocontemporáneo' 3 ya no tienebastantesentido.

12. セHa través de los siglosy las generacioneshumanasse hacomprobadoque enel sufrimientose oculta una fuerzaparticularqueacercainteriormenteel hombrea Cristo, una gracia especial. Es a ella ala quemuchossantos deben suprofundaconversión [...]el fruto de dí-chaconversiónes no sólo elhechode queel hombredescubreel senti-do salvador delsufrimiento,sino sobre todo, que enel sufrimientoseconvierte en unhombretotalmentenuevo.Encuentraallí como unanuevadimensiónde su 'entera viday vocación», Juan PabloJI, Lesenschrétien de insouffrance,Le Centurion,París, 1984,pp. 53-54. Juan Pa-blo II admite,no obstante,que «eldolor es difícil decomprendery di-fícil de aceptar, incluso para quienes tienen la fe. Ésta noquita el do-lor». En 1967,durantesu agonía,el cardenal Veuillot declaraba: «Decida los sacerdotes que nohablendel sufrimiento.Yo mismo he habladodemasiadode él. Y al volver a pensar en ello he Jlorado.»

13. Véase,por ejemplo, P. Verspieren,Paceacelui qui meurt,París, Desclée de Brouwer, 1984; X.Thévenot,Souffrance,bonheur,éthique,Salvator, París, 1990. Acerca de lahistoriade las relaciones en-tre la medicinay la Iglesia apartir del siglo XIX, remitimosa P. Gui-llaume, Médecine,Égliseet foi, Aubier, París, 1990.

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Un médico italiano registra en su práctica diaria, desdehace unostreintaaños, la progresiva renuncia a la ideade un dolor enviado por Dios como castigo por los pe-cados o como un medio deadquirir méritos para lavida futura. «Pretender que eldolor servía para expiarlos pecados no quería decir que los dolores penosos co-rrespondierana faltasgraves.También se pensaba quelos sufrimientosde los justos eran una señal de que ha-bían sido escogidos... Se habíainstauradouna compa-ración que asimilaba lossufrimientospropios a los deCristo, la Virgen y lossantos.»!"Esta idea se ha debili-tado muchoen la actualidad, y el dolor se vive como untrastornoque enprincipio merece un alivio. Como lasdemás religiones del Libro, el cristianismo se adapta alas circunstancias. Lamodernidadimponea los creyen-tes una nuevainterpretaciónde los textosfundaciona-les, relegando así una fidelidad literal. Como los actua-les medios médicos hacen que el dolor resulte evitable,éstas han modificado el antiguo significado de éste,asociado con lo inexorable. Lasconcepciones cristianas,escribió Buytendijk, «ven en el dolor un significado ex-traordinario,como realización de la condiciónhuma-na, pero no seoponena la confianza absoluta en la me-dicina y en la higiene, ni en su amplia técnica de pre-vención y de luchacontrael dolor»."

Las diferentes corrientes surgidas de la Reformaprotestanteniegan alfiel la tranquilaconfianza en lasobras, en labúsquedade la salvación. Entre lo que elhombrerecibe y sus méritos no existe cálculo alguno

14. A. Pasqualino,«11 dolare, il malato, e il medico: dialogo,teatralizazzione, descrizionee racconto»,Quaderni delCircolo Semío-íogico Siciliano, n.v 32-33, 1989,p. 208.

15. F.J. J. Buytendijk, op. cit., p. 7.

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que ayude adeterminarel bienestar del almade acuer·do con unbaremoestablecido de las buenas y malasac-ciones. Las iniciativas no bastan para lograr la salvaciónsi la gracia divina está ausente. Elhombreestá definiti-vamenteen deudacon su creador. La únicaremunera-ción de una vida piadosa consiste en elsentimientodemantenersemás cerca de losmandamientosde Dios. Laconductacomportadeber,beruf, expresión que en Lu-tero significa «trabajo» y«vocación»al mismo tiempo.La búsquedade la salvación fuera de la vidamundana,en la calma de losmonasterios,las mortificaciones im-puestas por identificación con el Cristo sufriente, sonprácticas extrañas a la Reformaprotestanteque predicamás bien «el ascetismointramundano» (M. Weber).

La relación con el dolor esuno de lospuntosde di-vergencia con el catolicismo. La Reforma está traspasa-da por lacorrupciónineluctable de la naturaleza hu-mana después del Pecado original. LatransgresióndeAdán abre un abismo entre elhombrey la trascenden-cia. El dolor ha nacido delrepudiode Dios, que expul-só alhombredel paraíso en castigo por su pecado. Elhombresufriente no es alcanzado por él en castigo porsuspropiospecados, sino que frente al dolor consumael destino de lacondiciónhumanadespués de la Caída.Todo dolor esmemoriacarnal de la Caída yparticipa-ción presente en la faltainauguralde Adán. La Reformaen principio rompió con lanoción de un dolor plenode gracia y devirtud, adecuado para purificar al hom-bre oanticiparlos futurossufrimientosdel purgatorio.El dolor sigue siendo, en elespíritudel Libro de Job,una pruebainfligida por Dios que permite perfeccio-narse al fiel, válida por los recursos delhombrea losque apela: la fortaleza de alma que permite superarlo

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acerca a Dios. Alevocarel servicio fúnebrede un con-discípulo, recuerdaun protestante:«El pastorque pre-

sidia el servicio fúnebre nos mostró que estavida tanllenade doloresfísicos,duelosy pruebas.vqueestaalma

tan fuerte bajo suendebleenvoltorio,era una sorpren-dentedemostraciónde lo que puedela graciade Dios.y cadacual comprendíaque estabadiciendola verdad,queen estaexistencia,de luchatodaella, en este ser evi-dentementesostenidopor una fuerza de lasalturas,Dios mismoaparecía.»!"El dolor no escastigoni poder

de redención,puestoque el hombreestápredestinadoen sucondiciónpersonal.Analizadopor la razón,el su-frimiento espercibidocomo un mal cuyasmordedurasconvieneesquivar.Eslegítimo combatirloy complacer-se por empeñarseen ello, puestoque el dolor en sí esun caminoindiferentea Dios.

Más allá de lasintencionesclaras, laculturareligio-sa imprime su sello demaneradifusaen loscomporta-mientosy en los valores:operaal modo de un incons-cientecultural. La prescripciónde antálgicosesun ele-

mento de análisisa vecestemible del sentimientoqueempuja al médico a rechazaro a prescribir dosis no,tanto en razón del sufrimiento del enfermo como a

causade laspropiasideas delterapeutasobreel tema,ariesgo,claroestá, depermitir queel pacientesuframás.De tradición con frecuenciacatólica (pero retrasadoscon respectoa Roma), los médicosfrancesesdurantelargo tiempo tendierona prescribirpequeñasdosis demorfina paraaliviar el dolor crónico,o los de laagonía.Todavía en 1987 enFranciaseempleabaen estos casos

16. 1. Breitenstein, Le probíemede la souffrance, Estrasburgo,1901, pp. 58-59.

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veinte veces menos morfina que en Dinamarcay elresto de los paísesescandinavos.Con el mismo sentí-miento de la inutilidad y del carácternefastodel dolor,los inglesescrearonun movimiento en los hospitales,con el objeto de aliviar lossufrimientosde laagoníayacompañara los moribundos,prescribiendodosiscon-siderablementemás elevadasque las de los médicos

franceses,pero que preservanla lucidezy la personali-dad de lospacientes."

Una de lasprimerasentre éstos, lareina Victoria,en 1853pidió una anestesiacon cloroformo paradar a

luz a susegundohijo. Repitió la experienciaen ocasiónde sutercerparto.Y ello a pesarde lafuerzade lapala-bra cristiana:«Pariráscon dolor» y delcaráctertodavíaexperimentalde la anestesiaen su época.Otra naciónprotestante,los Países Bajos, hatenido a bien legitimarla eutanasiacuandola enfermedades incurable,el do-

lor demasiadointensoy mutilador, y si el enfermolo

pide con insistencia.En dicho país, laeutanasiavolun-taria, es decir,por expresapeticióndel enfermo,alcan-za a2.300 casospor año."El sufrimientoexperimenta-

do no es redentor,es pura violencia. Asimismo, paísesprotestantescomo EstadosUnidos y Gran Bretañaes-tán en cabezaen laluchacontrael dolor en laspaincli-nics (clínicasdel dolor).

Otra religión del Libro, el islam,tambiéndemuestra

tenerunaactitud distinta anteel dolor. Desde elpuntode vista etimológico, «islam» significa«sumisióna las

17. C. Saundersy M. Baines, La vie aidant la mort, Medsi, Pa-rts, 1986.

18. ImpactMédecin Quotidien, n.c 565, 1994. No obstante, exis-ten diferencias de sensibilidad entre las diversas iglesias protestantes.La eutanasiasuscita numerosaspolémicas.

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decisiones de Dios». Elmusulmánno se rebela ante laadversidad o los sufrimientos que lo afectan. Lucha con-tra el mal con sus medios dehombre, sin sublevarsecontraDios o entregarse a las lamentaciones. Los malesde este mundoson pruebas destinadas a medir sufe. Eldolor es un trago amargo que acerca alhombrea sucreador. Elmusulmánestá menos enfrentado que e!cristiano o e! judío a la paradoja de! justo sufriente,puestoque si para estos últimos Dios es amor, para elprimeroes sobre todo poder absoluto. Elfiel se entregacon paciencia a las manos de Dios y mediante la pruebademuestrasu temple.Mektub: está escrito, no escapa-mos a nuestro destino. Si en suomnipotenciaDios haquerido e! dolor, e! hombre no puede sustraerse a él. «yde Alá encuanto[hay] en los cielos y cuanto[hay] en latierra; perdonaa quien quiere, castiga a quien quiere; yAlá [es] perdonador,apiadable» (III: 124).*Aunque losdesignios de la divinidad escapen alhumanoentendi-miento, e!hombredebe someterse a ellos.«[oo.] pero al-bricias a lospacientes»(H: 150). El dolor no es la san-ción por una falta, está predestinado, inscrito en e!hombremucho antes de su nacimiento. El ciego, el li-siado o e! enfermo están convidados a comer en la mesacomún,ningúnoprobio los separa del resto de toshom-bres. El sufrimiento, claro está, puede castigar el pecadoen ciertos casos, pero no hay sistema alguno que rija ladistribución,salvo la propia voluntad de Dios. La pros-peridadde! malvado no debe engañar al creyente, e! cas-tigo ya pesa sobre él:«El día que los envolverá e! castigopor encima de ellos y por debajo de sus pies, y dirá[Alá]: Gustad lo que hubisteis hecho»(XXIX: 55).

* RafaelCansinosAssens,El Korán, Ed. Aguilar,Madrid, 1951.

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Pero si Dios ha creado el dolor, también hadado elhombrelos medios para combatirlo, mediante la medi-cina y la plegaria. Del creyente se requieren paciencia ytemple, puesto que se sabe que Dios mide así su fe. Perocada adversidad cuenta con un remedio; todo dolor tie-ne su bálsamo, y e! fiel debe buscar alivio sinahorraresfuerzos. Con la ayuda de Diosencontrarásalida parasu mal. La plegaria es laprimeramedicina. Un creyen-te de! primer siglo de la Hégira debía pasarpor unaoperaciónen e! brazo. No obstante, e!hombre,por ra-zones religiosas, se negaba a emplear los narcóticos usa-dos en aquel tiempo,porquee! alcohol formaba partede su composición. Los médicos nopudieronconven-cerlo, ni siquierarecordándoleque «Dios quiere la faci-lidad para el hombre» y que las circunstancias excep-cionalesautorizanla suspensiónde ciertas prohibicio-nes. En consecuencia, e!hombrefueoperadodurantelaplegaria,cuandotenía toda la atención dirigida a Dios,y ello lo volvía indiferente a laintrusióndel metal en sucarne."Los recursos de la medicina están a disposición

de! creyente.Obstinarseen sufrir, de unamaneracomplaciente,

sin intentarnada paradisminuirlo o suprimirlo, seríaindicio de una conciencia equívoca. El Profeta vio unavez a un anciano desplazándoselentamentepor un ca-mino, sostenido por sus dos hijos. «Preguntó: "¡Por quéactúa de ese modo?" "Haformuladola promesa de ir apie'; le respondieron."En verdad-observóel Profe-ta-,Dios no necesitael suplicio que estehombrese in-flige a sí mismo."» y leordenóque empleara unamon-

19. M. Al-Ieilani, «Pain: point of view of Islamic theology»,

Neurochirurgia,supl. 38, 1987, p. 132.

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tura." El culto del dolor esdesconocidoen el islam. Elsufrimientoexperimentadodebe decirse,pero de ma-neramoderada.El musulmánno seabandonaa él.«Ibn

Masúd informa: "Entré en casa del Profeta-sea'sobreÉl la gracia y lapaz-que sufría. Lotoqué y le dije:'¡Soportasun gran sufrimiento!' 'Es verdad-respon-dió-, sufro dos veces más que unhombrecorriente."'»Asegura latradición que elProfetalloró cuandomuriósu hijo Ibrahim. «El corazónse aflige, los ojosviertenlágrimas-dijo a quienes lerodeaban-;peronadadi-remosque puedairritar a Díos.»

El aquí abajo esparael musulmán,igual queparae! cristiano,un lugar de paso,una residenciaprovisio-nal, y no un fin en sí mismo. ElCorántiene casiunare-sonanciahindú (o pascaliana)cuandodice, por ejem-plo: «Sabed que la vida delmundo [esJ un juego yunadiversión;y gala yvanagloriaentrevosotros,y aurnen-

to de lashaciendasy los hijos [es]comolluvia; alegrana los infieles susplantasy luego seagostan,y las veránamarillentasy luego se secan [...]y no [es] la vida de!mundo sino usufructo falaz» (LVII: 19-20). Sólo im-portala vida futura en elparaísopor llegar, al cual nosconduceel buengobiernoen la vida. En talescondicio-nes no esposible demorarseen el dolor, que no tieneningún valor redentor, pero es para e! creyenteunaoportunidadde atestiguar,por medio de su firmeza ene! transcursode la prueba, su inalterable confianzaen Dios. «Cuentanlos hombrescon que se lesdejaráque digan: "Creemos; y ellos no serán probados."»(XXIX: I) Sumidoen su dolor, el creyente no debe ale-

20. El-Bokhari, Tradition mueulmane.Choix deAl-Hadith, Bag-dad, 1980,p. 38.

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jarse de su fe, elmomentoen quepodríacreerque Diallo abandonaesjustamenteaquel en que elOmnipoten-te lo tiene en susmanosparamedirsu sinceridad.Todadesesperanzasería una forma de blasfemia,una dudaformuladacontrae! poderde Dios. En lasgarrasde ladesdichae! musulmánbuscarefugio en Dios:«Cuandolos aflige aflicción, dicen:"Nosotrosciertamente[so-mas] de Alá, ynosotrosciertamentea Él volveremos:'»En la perspectivade la salvación,todo acontecimiento,sea feliz odesgraciado,tiene e!mismovalor deexamenmoral del creyente.Matarseparaescaparal sufrimientoo procedera la eutanasiade un enfermoagobiadoporlos dolores es ajeno a lamentalidadmusulmana.Unhombre estabaaquejadode úlceras y semató. Diosdijo: «Mi servidor se haadelantadoa mí en relacióncon su vida. Declaro que e!paraísole esinaccesible.»?'

EL DOWR MERECIDO DE LAS ESPIRITUALIDADES

ORIENTALES

Las grandesreligionesorientalescomo e! hinduis-mo o e!jainismo,y sobretodoe!budismo,tienene! su-frimiento en el centro de sus metafísicas. Almismotiempoquecompruebanel carácterdolorosode la con-dición humana,unasy otras, cada cual deacuerdoconsu camino,proponenla liberación;pretendensustraeral ser humano,medianteuna disciplina constante,deun sufrimientode otro modoinexorable.«El cuerpoesdolor, porquees e!lugar de! dolor; lossentidos,los ob-jetos, laspercepcionesson sufrimientoporquecondu-cen alsufrimiento;hasta e! placer essufrimiento,por-

21. Ibidem,p. 187.

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que viene seguido desufrimiento»,resumeAnírudha."El sermóndeBenarés,discursoinauguralde Buda, afir-ma que elhombreestáinmersoen un infinito dolordesde que nace hasta que muere. Pero laespiritualidadorientalno sehundeen la desesperanza, sino que hacede la toma de conciencia del dolor como mantillo de laexistencia unacondiciónde la liberación. Laemancipa-ción del sabio se logramedianteel retiro de la vidamundana,la ascesis,la adhesión sin fisuras a losprinci-pios espirituales, la práctica de técnicas corporalescomo el yoga. La miseria de la vidahumanano es pro-ducto de un castigo de los dioses, sino de la sola igno-rancia de los hombres. La liberación reside en la revela-ción gracias a la cual todosufrimientose desvanece. Enapariencia, el sabio sigue viviendo bajo los mismos aus-picios que antes, pero está en otra parte, liberado, fue-ra de lacondiciónhumana.

En la espiritualidadoriental, la suma de doloresque afectan a un serhumanose asocia con las conse-cuencias de latransgresión.Pero el tema de Job carecede significado en ella,porquela responsabilidad no re-mite a una faltaabstractaque pesa sobre los seres hu-manos, como el Pecado original, ni a las consecuenciasde las acciones de lahumanidadactual. Las concepcio-nes de lapersonaque se perfilan en elhinduismoo elbudismoestán en losantipodasde las que presiden lasnuestras, las occidentales.

El alma no nace de una sola vez, envuelta parasiempre en un rostro y una carne que realizan sin equí-voco a un serhumanoreconocible entre todos, que

22. Citadopor Mireea Eliade,Leyoga. Inmortalité etliberté, Pa-yot, París, p. 23.

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nace, vive, envejece y por último desaparece parasiem-pre. Elprincipio de su existencia le precede, y suformahumanaactual es consustancial a la fugacidad, no esesencial, sino apenas una etapa en la corriente de lastransmigraciones.La personacristaliza una ilusión pro-visional.Corrientede consciencia coaguladapor la me-moria, carece de realidad sustancial. Se disuelve y re-gresa a la Unidad tanprontocomo se alcanza la libera-ción. Una fuerza intangible permanece de existencia enexistencia,uniendounas con otras, perodesbordandoal conjuntoo a la singularidad. Elhinduismollama at-man a eseprincipio espiritual que acoge a las formassucesivas antes de su disolución última en elbrahman(la Unidad, el Universo). Elbudismose aleja de nocio-nes como la debrahmano atman,de la mismamaneraque seapartadel clero o de los ritos propios del hin-duismo. Elnirvanaestá al alcance de cualquier hombre.Mientraslos sereshumanospermanecenen laignoran-cia, creen en su existencia propia, separada de los seme-jantes y delmundo,en el seno de la engañosaperma-nencia decuantoles rodea. Elconocimientoconsisteensuperaresa separación, ensustraerprogresivamen-te los velos de Maya. Pero la verdad en sí misma notiene valor alguno,simplementeguía por el camino ha-cia la liberación; si no es un camino de salvación, no esnada. Elmundo,de acuerdo con nuestros sentidos, esun simulacro de la realidadprofunda. El nacimientoaparece como una creacióncuandoen verdad es meta-morfosis, nuevapruebasobre el camino delsamsara(elciclo de lasreencarnaciones);la muerteevoca un fin,una disolucióndel ser, pero es un paso hacia el aban-donode unos despojos en espera de una nueva forma.El ciclo de latransmigraciónno es un destino envidia-

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ble, sobretodo en elbudismo,que asociala enteraexis-tencia con elsufrimiento.Lacondiciónhumanano estávinculadacon unalegitimidadque le de un valor abso-luto. La vida es untormento,diseminacióndel,dolorque conducea unagradualpurificación.Velo tras velo,la ignoranciadecrece, las ilusiones se disipan. Pero an-tes de alcanzar laliberaciónhay un largocaminomien-tras la amarga copa delkarma no se hayabebidohastalas heces.

El dolor se origina en el principio de retribuciónque rige elkarma.Las dosispersonalesdesufrimientoysu naturalezaestán sometidasa esta leyinmutable.Toda acciónprocurauna sumaparticularde méritos.Concierneno sólo almomentopresente, sino a las vi-dasporvenir de unhombreque tiene unascuentasquerendir al final de su residencia. Elkarma traducea unmodode existencia los efectosinducidospor las accio-nes positivas o negativas. A lo largo delsamsara,elcuerpo es un mero atuendoprovisional que da apa-riencia a unprincipio espiritualcomprometidoen estaaventurademaneraeterna. Toda acción de los sereshu-manosse carga en su debe o en su haber. La calidad deexistenciapresenteo futura, sucondición, su revesti-miento de carne,dependende la ley delkarma. Lasumade alegrías o de doloresnuncaes fruto del azar ode la libertad, sino la herencia necesaria, en un mo-mentodado, de las vidas vividas. Una justicia implaca-ble conducea cada cual a recoger los frutos de sus ac-ciones. Si toda alegría es merecida, lossufrimientosnolo son menos. Eldolor fisico experimentado,si en elmomentoactual tiene una causacontingente,en unaexistenciaanteriorconoció,por el contrario,una causaeficiente. Eldolor esretribuciónpor las faltas cometí-

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das, las alegríasrecompensanméritos acumulados.Elniño que sufreenfermedadesy muere hereda frutosdesu karma, igual que losmiembrosde la familia en due-lo pagan las consecuencias de las malas acciones come-

tidas en otrostiempos.El hombreque sufre debe enfrentarse a sí mismo.

Nuncaestá encondicionesdereprochara Dios, a la ma-nera de Job, la injusticia de lapruebapadecida en rela-ción con laprobidadde su vida. Si el dolor lo lacera, suexistenciapresenteno se cuestiona, sino su desidia o in-dignidaden sus otras vidas, susotroscuerpos, sus otrosrostros. Lasolidaridadque incluye alhombreen el senodel cosmos y lo mezcla con otras formas de existencia,todas ellas regidaspor una causalidad rigurosa y univer-sal, hace delmundoun estadomoral permanente.Tie-rra, piedra, vegetales, animales, hombres, son estadoscambiantesdel valor moral del hombre. Lanaturalezaque se expresa en cada ser es el efecto de suconductaenocasión de sus existencias anteriores. Elsufrimientoqueazota a unapoblaciónenvilece o degrada una especieanimalo toca alniño cuandonace,consumauna justi-cia trascendenteen cuyotranscursouna metafísica seconvierte en física del dolor. Elsufrimientoestá justifi-cado en elordendel mundo.Toda forma de existenciaactual es una justa cosecha en relación con la siembra deacciones de las vidas anteriores. Todohombrees hijode sus obras,aun cuando, sobretodo para elbudismo,el vínculo entre una existencia y la siguiente parece sermás lógica (kármica) que sustancial. La rebelión de Jobes insensata desde laconcepciónhinduistao budista. Ladesigualdad de loshombres,lejos de ser resultado decircunstanciassociales ohistóricas,traducesimplemen-te ladisparidadde suskarmas.El dolor es siempre me-

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recido por razones que ha olvidado elindividuo su-friente, pero que están marcadas con el sello de una ne-cesidad inexorable, comoretribuciónde méritos pasa-dos." Al mismo tiempo, el dolor sentido no es sólonefasto, puesto que tiene valor de purificación de lasmalas acciones acumuladas. En consecuencia, resistir aldolor forja la determinacióndel carácter yaumentalaconsciencia de sí. Elatmanque sufre en su vida presen-te, bajo los auspicios provisionales delhombredolorido,sepreparafuturos mejores en el trayecto de sutransmi-gración. De esamanerase acerca a la liberación de tododolor en que consiste la liberación delkarma.

EL DOLOR COMO MORAL

El dolor tiene consecuencias morales incluso entreindividuos no religiosos. Esinfrecuenteque se vivacomo unacontecimientoneutro.Los orígenes de la pa-labra pain (dolor en inglés) opein (alemán), son engriego y latínpoine(sufrir) y pcena(castigo). Desde lapenasufrida hasta la pena en que se haincurridoa cau-sa de la falta, la raíz etimológica es la misma. En sáns-crito, la raízpu remite a purificación. La cuidadosa ad-ministración del dolor es unatradicional maneradecastigar y depurificar al hombrede la falta cometida. Elorigen moral de la expresión francesaavoir mal (caste-llano: doler) (malum)es igualmente obvio. El incons-

23. «De hecho, para un hindú(como para un budista o un jai-nista) la imagen de Cristo en la cruz no sólo es chocante sino que, so-bre todo, no tiene sentido alguno. Puesto que si Dios está totalmentelibre de pecado,y si el sufrimiento es necesariamente un castigo delpecado, un Dios sufriente es unanoción totalmente contradictoria»,G. Chemparathy,«Hindouismeet souffrance»,Communio,n.« XIII,1988,p. 52.

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ciente del lenguaje revela la largatradición de relaeío-nar los males queconciernenal hombreo al mondocon la trascendenciade una justicia infalible. El sufri-miento del inocentedespiertauna resistenciaantropo-lógica quemarcaa las religiones, y que en su realizaciónprofanaexpresa el mismosentimientode incompatibi-lidad. La rectitud de alma reclamanecesariamenteladel cuerpo,aunquela experienciadesmientaconstante-menteesta bella receta moral, tantranquilizadoraantelas turbulenciasdel mundo. Iván Ilich, el personaje deTolstoi, aquejadopor una enfermedadinexorable, nocomprendela irrupción de un dolor persistente que ensu existencianadapermitíapresagiar: «"Imposible lu-char-sedecía-,pero ¡si al menospudieracompren-der elporquéde todo esto! También eso es imposible.Podría explicárselo, si se dijera que no he vivido comodebía. Pero eso escompletamenteínadmisible", pensa-ba Iván,recordandola regular legalidad y corrección desu vida.»?"

El dolor es una incisiva imagen del mal. Yconstan-te evocación de la fragilidad moral delhombre.E im-plica una metafísica. Alsentimientoelemental de unacongruenciade losacontecimientosy de loshombresseoponeunacondiciónreal quemuestrala libertad infi-nita del mal. La existencia de unhombrepuede ser que-bradasin tener en cuenta en absoluto sus cualidadespersonales,mientrasque elindigno prospera. «Me ne-garé hasta lamuertea amar esta creacióndondelos ni-ños sontorturados»,dice unpersonajede Camus."Lamoralde la acciónhumanano comportauna moral del

24. Tolstoi,La muertedeIván Ilich.25. A. Camus,La peste.

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cuerpo:la idea esinsoportabley llama a la réplica in-sistente de las grandes religiones. Pero sus fuerzas uni-das noterminande sofocar del todo la visión moral queasocia laenfermedadcon el mal, y todo debate en talsentido podria acabar como el relato bíblico de Job.Esto es unaanomalíaflagrante cuya fuerzareanimasincesar la tentativa de vinculartransgresióny sufrimien-to. Lamodernidadno ha escapado a ella.

La idea deenfermedadmerecida, delsufrimientoque viene para castigar laconductareprobable de unindividuo todavía estáprofundamentearraigada en lasconcienciascontemporáneas.Todo dolor sentidohacebrotar,en secreto o no,el.sentimientode injusticia quedespiertael grito de Jobsepultadoen cada serhumano.La queja se repite ennumerososenfermosque se sien-ten injustamentedañadosy no comprendenel ensaña-mientodel dolor en ellos, como si el de los otros tuvie-ra a sus ojos unaincuestionablelegitimidad y golpearacon justicia a quienessumarondeméritosen su comu-nidad. Cuandola enfermedadimplica elsufrimientoyla muerte,suele vivirse como la consecuencia de unafalta cometida. Suscita la rebelión, la rabia de aquel queno puede reconocerse en tal castigo o la resignación dequien tiene conciencia dehaberincurrido en falta des-de elpuntode vista moral. «Bendito seas Dios mío quenos daissufrimientoen divino remedio a nuestras im-purezas", escribió Baudelaire, a sumodo tributario dela mismametafísica. «Ennuestramentalidad,culpablehasta lo enfermizo, cada ataque del virus secorrespon-de con un vínculoanodinocon el pasado», escribióporejemploAlain-EmmanuelDreuilhe, aquejado desida."

26. A.-E. Dreuilhe,Corpsil corps,Gallirnard, París. 1987.p. 192.

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Un cuerposufriente es un cuerpo en falta. Elsida dionuevo impulso a estaimaginaciónde un justo castigófulminandoen plenajuventud,hombreso mujeres cul-pables a causa de susmanerasde vivir o su sexualidad.O por el contrario, a pesar de su «inocencia» (portransfusiónsanguínea). Sin embargo, comohemos vis-to, Job se rebelacontra esa sospecha deenfermedadmerecida y consigue el apoyo de Dios. Latradicióncris-tiana, a través de la palabra evangélicarecuperaa su vezel tema de la inocencia delhombresufriente. El islam lohace igualmente. Pero los prejuicios deunamoral de laenfermedadno permiteque la empresa llegue a buentérmino. Dicho sentimientocontinúasin tregua ope-randode modosubterráneo,y setraduceen una insa-ciab�e búsquedade justicia. Pero lanaturalezano siguelas creencias delhombre.Como el hombre,ella no esnaturalmentemoral.

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LA CONSTRUCCIÚNSOCIAL DEL DOLOR

El dolor físico estáciertamentedomi-nado por unelementomoral, por la ener-gía, por lavoluntad.¡Pero cómointervie-nen? Se limitan a frenar laexpresión,lamímicadeldolor, o soncapacesdedismi-nuir la agudezade laspercepcionesdolo-rosas?

RENÉ LERICHE,Chirurgiede la douleur

LA RITUALIZACION DEL DOLOR

Labúsquedade significado ante el dolor va más alládel sufrimiento inmediato, conciernemás profunda-menteal significado de la existenciacuandola irrup-ción delmalla deja en suspenso.Comprenderel senti-do de la pena esotra manerade comprenderel de lavida. Todas las sociedadeshumanasintegranel dolor ensu concepcióndel mundo,confiriéndoleun sentido,yhasta un valor, que desactiva la desnudez de aquély confrecuencia hasta su agudeza. Dichas concepciones delmundoinscriben el dolor en sistemas de causalidad quepretendenexplicar su origen,y sobre todo seprocuran

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los medios simbólicosy prácticos decombatirlocon lasmedicinasparticularesque cada una elabora. Laatribu-ción de unsentidoa su dolorpermiteal hombreman-tenerintactala miradasobre las cosas, rechazar el páni-co o la estupefaccióncuandoes golpeado por la adver-sidad. Latramade sentidos es esamateriaprimade laculturaque funciona como un escudoprotegiendoa loshombresde la cruday brutal apariencia delmundo.Esel queinsertaal serhumanoen un universo coherentey previsible con unmínimo de temor. Al integrarse enuna cultura que le da un sentidoy un valor, el doloratenúa su aspereza; se considera entonces un hecho máso menos inexorable con el cual es necesario manejarsede acuerdo con las formascomunesdel vínculo social,es decir, sincorrerel riesgo deperderla dignidad cuan-do no serespondea las expectativas del grupo. El signi-ficado colectivo asignado al dolor,y las manifestacionesritualizadasque lo expresan a los demás, son recursossimbólicos quepermitenal hombreseguir siendo due-ño de su destinoal manejarse como prefiera con su en-fermedad. Los límites de la posiblepenetraciónen elcontinentedel dolor se sugieren de esa manera,y a cadaactor se le otorga un cierto control. Los sereshumanosencuentransu capacidad de resistencia personal enprincipio en lo que saben acerca de las resistencias delos demás: esta resistencia está hecha ala medida delgruposocial depertenencia.

Todas las sociedades definenimplícitamenteuna le-gitimidaddel dolor específica paracircunstanciassocia-les, culturales o físicasconsideradaspenosas. La expe-rienciaatesoradapor el grupoconduce a susmiembrosa una espera delsufrimientotipificada para cada hecho.El partoes un ejemplo de ello. La dosis de dolor espe-

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rada y las maneras convencionales derespondera él setransmitende generación en generación o por gruposde semejantes, que son comunicadas a las enfermeras,comadronaso médicos. Laintervenciónquirúrgica odental, las secuelas de accidentes, etc., están precedidaspor el comentariode quienes ya han tenido esa expe-riencia y seapresurana emitir susopinioneso consejos.El médico puede sugerir laintensidaddel dolor quepronto deberásoportarel paciente. Cada experiencia,cadaenfermedad,cada lesión está asociada a un límiteimpreciso de sufrimiento. La sociedad indica simbóli-camente los límites de lo lícito, y al hacerlo rechaza losposiblesexcesos.La expresión individual del dolor dis-curre conformea formas ritualizadas quealimentanlaespera de los testigos. Cuando unsufrimientoexhibidoparecedesproporcionadocon la causa y escapa delmarco tradicional se sospecha complacencia o false-dad. Lareputacióndel sujeto se pone en juegoenton-ces. Allí donde es de rigorsoportarla pena con firme-za, elhombreinmersoen la queja y queconmocionalaespera de los otros a causa de supropensiónal lamen-to y a las lágrimas se expone a lareprobaciónmuda o ala exhortacióna comportarsemejor. Irrita a quienes lorodean,aunquelos suyos lebusquencircunstancias ate-nuantes.Esta diferencia con la discreción habitual sus-cita actitudes opuestas a las deseadas por el enfermo: lacompasióncede su lugar a laincomodidado a la in-comprensión.Por elcontrario,allí donde la ritualiza-ción del dolor recurre a ladramatizaciónsecompren-de mal a quieninteriorizasu pena y no dice nada a na-die. Si la queja tiene valor de lenguaje que confirma algrupo que rodea al enfermo el carácterbienhechordesu presencia, sucontenciónparece negar la compasión

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desplegada en favor suyo.Impenetrablea pesar del do-lor que se le atribuye, el enfermo parece afirmarla in-significancia de quienes sereúnena su lado. La aparen-te capacidad de asumir lapruebasolo y en silencio nie-ga los lloros ylamentacioneshabituales, y frustra a lafamilia que sólo espera las quejasparaprodigarse enconsuelos y apoyo. El malestar nace de una situacióninsólita que vuelveincongruentela compasiónque losíntimosse sienten obligados a dar. El dolor tiene unosritos que no se puedentransgredirsin riesgo a indispo-ner o apenarlas buenas voluntades. Incluso en el ho-rror, la personaque sufre sigue el camino marcado porlastradiciones.

René Leriche, al evocar sus recuerdos como ciruja-no en el frentedurantela primeraguerra mundial, ob-servó diversasmanerasculturales de reaccionar frenteal dolor: «La sensibilidad física de los franceses no eraexactamente la de los alemanes o ingleses. Y sobre todohabía un abismo entre las reacciones de uneuropeoylas de un asiático o un africano. [...] Por indicación ex-presa de ungrupo ruso muy aristocrático, que afirma-ba que era inútildormir a ciertos cosacos paraoperar-Ios,porqueno sentían nada, un día,aunqueel asuntome repugnaraun tanto, desarticulé sin anestesia tresdedos y losmetacarpianosde un herido ruso, y el pieentero a uno de suscompañeros.Ni uno ni otro mos-traronel menortemblor, giraron la mano,levantaronlapierna, cuandose lo pedí, sin flaquear ni un instante,como bajo los efectos de la más perfecta de las aneste-siaslocales.»1 Numerosas conductas, en apariencia regi-daspor categoríasfisiológicas ante las cuales la volun-

1. R. Leriche,La chirurgie de la douleur, op.cit., pp. 10-11.

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tad del hombre parececontar poco, en verdad estánorientadaspor influencias sociales, culturales, relacio-nales o personales. El dolor es un ejemplo de ellas. Latentacióninicial es definirlo como una reacciónpura-mentefisiológica queproducelas mismas sensaciones ylos mismos modos de defensa. Nada más lejos de la ver-dad. Eldolor no está enproporcióncon la gravedad dela lesión:unaquemadura,un rasguño, el dolor de mue-las, hacen sufrir más que alteraciones orgánicas que po-nen en peligro la existencia del individuo. Un dedoaplastadopor una puertao una uñaarrancadaprodu-censufrimientosagudos,mientrasque una lesión cere-

rbral a veces resultaindolora, aun cuandopuedaresul-tar mortal. Por otra parte, el dolorexperimentadoporel individuo no es un calco en su conciencia de la lesiónque lo daña, no es unatraducciónen clave quepermi-ta deinmediatoal médico referirse a unanomenclatu-ra de intensidadesdolorosas propias de las diferentesenfermedades.Desde elpunto de vista de la fisiología,la dosis desufrimientoinherentea un proceso patoló-gico o a una lesión es unaprobabilidaddeducidadeltestimoniode las víctimas, que sólo tiene valor estadís-tico, puestoque lo que cadaindividuo padece en reali-dad es incognocible. Así, ciertos dolores asociados a de-terminadaspatologías seconsideranparticularmenteagudos yporsuintensidad,verdaderas pruebas. Los có-licos nefríticos, la neuralgia deltrigémino, la angina depecho, elcalentamientode unmiembrocongelado, etc.,hanatormentadoamuchasgeneraciones deenfermosoaccidentados.

Aunque elumbralde sensibilidad essemejanteparael conjuntode las sociedadeshumanas,el umbraldolo-rífero en el cual reaccionael individuo, y la actitudque

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ésteadoptaa partir de entonces estánesencialmente,vinculadoscon latramasocial ycultural.' Frenteal do-lor, entranen juegotantola concepción del'mundodelindividuo como sus valores religiosos o laicosysu iti-nerariopersonal. La fisiologíahumananuncafuncionaen una especie de pureza ovirginidad biológica 'que lamantendríafuera de la historia, fuera del inconsciente,fuera de lo social, sino que está atravesadapor simbo-lismos sociales y culturales. Los hombres no viven en elmismo cuerpo,entre una sociedad yotra los resultadosfísicos esperados aquí y alládifieren.' La relación delhombrecon el dolor esuno de los hechos más indica-tivos de lavariabilidadde esas condiciones corporales,que enprincipio son condiciones culturales.

Para René Lariche, «el dolor físico es sólo un sim-ple hecho de influjo nerviosoordinariode unas carac-terísticasdeterminadas,en un nervio. Esresultantedelconflicto entre un excitantey el individuo entero».' Geor-ges Canguilhem agrega, siguiendo a Leriche, que elhombreelabora su dolor-igual que elabora una en-fermedado un duelo- con mucha mayor frecuenciaque lo recibe opadece.'Esta rigurosa definiciónpermi-te apreciarla parte personal del sujeto en lapercepciónde la agudeza de su dolor. Subraya la criba social, cul-

2. Una pequeña encuesta realizada entre seis sherpas y un pu-ñado de norteamericanosde clase media de viaje porelNepal mostróla igualdad del umbralliminal de percepción, peroel umbral de tole-rancia al estímulo doloroso era más elevado entre losprimeros, W. C.Clark, S. B. Clark, «Pain responses in nepaleseporters», Science,vol. 209, 1980,pp. 410-412.

3. Cf. D. Le Breton,Antropologie du corps et modernité, op.cit.4. R. Leriche, op. cit., p. 401.5. G. Canguilhern,op. cit.• 1966,p. 57. En esta obra vuelve a en-

contrarse una intuición de Van Weizsacker:«El enfermo no tiene unaenfermedad, lahace.»

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tural y psicológica del influjo doloroso. Entre elestimu-lo y lo percibidoestá latramadel individuo como sin-gularidad personal,historia, pertenenciasocial y cul-tural. Normasimplícitas que escapan al juiciodetermi-nan la relación con el dolor. Éste norespondea esenciapura alguna, traduceuna relacióninfinitamentecom-pleja entre modificacionescorporalesy su apreciaciónpor un individuo que ha «aprendido» areconoceresasensación y arelacionarlacon un sistema desentidosyde valores. Igual que el hambre, eldolor tiene un arrai-go biológico, pero de la mismamaneraque loshombresno sientenel hambreen elmismo momento,ni perci-ben los mismossabores nicomenalimentosidénticosni satisfacentampocolos mismosdeberes rituales atri-buyendoa lo quecomenel mismo significado,tampo-co sufrende lamisma manerani de acuerdocon unamismaintensidadde agresión;atribuyena sudolor unsentidoy un valor diferente según lasorientacionesco-lectivaspropiasdel medio en que viven. Hacer del do-lor un simple dato biológico esinsuficienteen la medi-da en que suhumanizaciónes lacondición necesariaparaque sepresentea la consciencia, yporqueentreuna realidad espaciotemporaly otra, los hombresnosufren del mismomodoni en elmismo momento.

COORDENADASEDUCATNAS

Un estudiopublicadoen The Lancet,acerca de fetosllevados por mujeres embarazadasentre las veinte ytreinta y cuatro semanas,muestrasu probablesufri-miento cuando se les aplicantratamientosagresivos.Doscientasextraccionesde sangre fetalindican la pre-sencia de sustanciasbioquímicasrelacionadas con el es-

trés (cortisol y betaendomorfina).?El psicoan'UIII lodecía desde su origen, sobretodo en los textos deOttoRank, G. Groddeck, o másrecientemente,FrancoiseDolto. Frederick Leboyer lorecordabacon rigor en ladécada de 1970,cuandoinstaurabalo que él llamabaentonces«un nacimientosin violencia.»Todo facultati-vo compruebaen las embarazadaslas reacciones detensión,llantos, que agitan alnonatoenfrentadoa untratamientoagresivo o a un golpe cualquiera. Igual queha ocurrido con elsufrimientodel feto, una visión es-trictamenteorganicistadel hombre ha cegado hastahace pocotiempoa numerososmédicos en este campo.El lactante sufre, como atestiguansus gritos, lloros,quejas, su rechazo a loscontactos,incapacidadde jugar,agitación opostración.Le faltan las palabrasparadarsignificado preciso a lo que siente entonces. Sinembar-go, las reacciones de quienes lerodeanponenen mar-cha la elaboraciónde su sensibilidad. Los gestos, laspalabras de consueloprodigadas,las atenciones o la in-diferencia hacia él, los significadospercibidosen las pa-labrasintercambiadasa su alrededor,todo eseambien-te afectivo en que estáinmersomarca con un sello ori-ginal su relación con elsufrimiento.La maneraen queun individuo reacciona frente el dolor se arraiga enbuenaparteen losprimerosaños de vida y en eltipo deatención de los padres a las heridas oenfermedadesde la infancia. La familia es un lugar deintensasociali-zacióndondeseformanlasmodalidadescorporalesy larelación delniño con el mundo. Las interaccionesfa-

6. D. A. Clark, «Fetal plasma cortisol andbeta-endomorphinresponse tointrauterineneedling», The Lancet,n,v 344, pp. 77-81;léanse loscomentariossobreel temade [ean-Yves Nau, enLe Mondedel 26 de agosto de 1994.

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miliaresdelimitanel campo de las percepciones y emo-ciones, educan y ritualizan la expresión para sí y paralos demás, sean educativas o no las intenciones de losotros. El rostro de lamadresobre todo, sutono de'voz,la calidad de su presencia,combinansus influjos y con-ducen al niño amodelarpoco a poco su experiencia enun lenguaje. Lamadrenombrael dolor ycontribuyeainscribirlo en las redes de unatramasimbólica. Su acti-tud animao disuade, calma o alimenta el dolor.

A los seis meses el niño reacciona frente a un pin-chazo conlágrimas."Al crecer multiplica las experien-cias penosas y desarrolla su conciencia de éstas: prime-ra dentición,caídas, enfermedades, heridas..., aprende acoordinarsus movimientos,a prevenir los riesgos dehacerse daño, atratar sus dolores dirigiéndose a unbuen interlocutor,sobre todo a su madre. El acceso allenguajeautorizaal niño a afinar su experiencia subje-tiva, a organizarel conocimientopara comunicarlaalos demás. Los vocablos del dolor estánotra parte, en-tre losprimerosque entranen su vocabulario. Al ser elobjeto de atención delgrupofamiliar cuandosufre, o eltestigo del dolor de los otros, su relación con el dolor,con eltranscursodel tiempoadquiere una forma relati-vamenteprevisible en relación con los modeloscultu-rales. Las interacciones con los otrosmiembrosde lacomunidado de su vecindario, especialmente los de sugeneración,refuerzan estos tipos decomportamiento,

7. D. M. Levy, «The infant's earliest memory of inoculation»,lournoí o[ Genetic Psychology,n.c 96, pp. 3-46. Acerca deldolor delniño cf.A. Gauvain-Piquardy M. Meignier, Ladouleur del'enfant, Pa-rís, Calmann-Levy,1993. A. Gauvain-Piquardha elaborado una esca-la de observacióndel dolor infantil centrada en la comparación entrelos comportamientos habituales del niño y lo que lo caracterizancuandoestáenfermoo quejumbroso(pp. 251-255).

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adornándoloscon una especie denaturalidad.Pero ....orientacionesdejan, un margen de variación relaciona-do con lasingularidadde las trayectorias individuales.Ante el dolor, las diferenciasencontradasen el seno dela mismacultura (umbral dolorífero yactitud adopta-da) a veces son másacentuadasque las quedistinguena lasculturasentre sí en relación con estepunto.

En la sociedades occidentales laeducaciónde losniñosdurantemuchotiempoestuvomarcada(y es pro-bable que en laactualidadtodavía lo esté un poco) porlas diferentes imágenes asociadas almuchachocomofuturo jefe de la familia, y a lamuchachacomo futuraesposa y madre. Laeducaciónfamiliar y escolar privile-gia para elprimero la firmeza ante el dolor y por elcontrarioalienta el despliegue de la afectividad de la se-gunda. El consuelo es la regla ante el dolor de la mu-chachita a quien se convida aabandonarsea su pena. Sila sensibilidad es unatributode la seducción femenina,al muchachose le conmina a «demostrarque es unhombre» y a respetar los valores afirmadospor losadultos. Lanormaes que elhombreapriete los dientesante el dolor para evitar que se lo tome por una«rnu-

jercíta».Pero este esquema nunca es del todo unívoco,cuandomenos a causa detradicioneseducativas anta-gónicas.

Un exhaustivoestudiode D. Mechanic sobre unapoblaciónde trescientoscincuentaniños y sus madresen laciudadde Madison, en Wisconsin, estudia la inci-dencia de lasactitudesmaternasen las de sus niños. Unmínimo porcentajede niños verifica laprimerahipóte-sis, la de una estrecha correlación entre loscomporta-mientos maternosy los del niño. La influencia de lamadreno es un juego detransparenciasque proyecta

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lasactitudesa lamanerade una calcomanía. A medidaque elniño crece, más lo hacen las interacciones con losdemás, las exteriores al círculo familiar. Laautoridadeseducativas se diversifican. Además, ladinámicaafectivadel grupo familiar matiza el ascendiente sobre el niñode unos y otros. Si las actitudes de la madre tienen unpapelpreponderante,las del padre, las de los abuelos,tíos, las de la fratía,tambiéninteraccionancon aquéllasy trastornanlasintencionesmaternales más arraigadas.El niño no es una página en blancodondelos otros es-criben lo que él debe ser, el niño dispone de una crea-tividad propiaque lo sitúa en posición de actor ante lasnormasfamiliares. Él no sólo escoge un modelo, y conesas influencias elabora para forjarse poco a poco suspropiasmanerasde reaccionar ante laenfermedado eldolor. «Unamadresobreprotectora,hipocondríaca,noconducenecesariamentea su hijo a tener rasgos seme-jantes (u opuestos)." Los recursos del niño con frecuen-ciadesbaratanla pregnanciaparental.

No obstante,ciertos tipos de vínculos instalados enla crónica familiar tienen a veces una influencia más de-cisiva que las mismas relaciones de los padres con supropio sufrimiento. Padres desapegados o nodisponi-bies suelen movilizarsesúbitamente,con fervor, al másínfimo dolor del niño, y asocian en éste dolor y amor,para alimentar así una búsquedarepetitiva de sufri-mientosque traduceuna demandade afecto mal satis-fecha.Otras situacionesinducen síntomasdel mismoorden. Un niño castigadopor un padre que enseguidaexperimentaremordimientosy desbordaternuraqueda

8. D. Mechanic,eThe influence ofmotherson their children'shealth attitudes and behavior», Pedíatrícs, marzo de 1964,p. 453.

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inscrito, para su defensa, en una secuenciadolor-sr.tI.ficación que a vecesperduramuchomás allá de laIn-fancia. Las relacionesinauguralescon la madre en uncontextode inestabilidadafectivasumenal niño en unabúsquedaincesante desufrimientoparaobtenerun re-conocimientode sí que lascircunstanciasdificultan. Laasociación del dolor con elamores una cadena temibley frecuente en lospain prone patients (pacientes pro-pensos aldolor), que parecen vinculados con la exis-tencia sólopor el sufrimiento." Por elcontrario,el niñoabandonado,o que no consigue respuestas suficientescuandose hiere o está enfermo, se insensibiliza, no in-viste sucuerpocomosufrimientosusceptible de ser di-cho ocompartido,lo guarda para sí comodemostran-do suautocdntrol.Y lo mismo ocurrecon el niño mal-tratado.

Un estudio realizado entre adolescentes aquejadosde dolores crónicosbenignosrelacionó sus actitudescon la de sus madres. Los jóvenescomprometidosenuna lucha activacontrael dolor lo sienten menos quesuscompañerosinclinadosa la pasividad. Estos últimosno suelen llegar al final de los ejercicios prescritosporlos médicos paraapresurarsu alivio. Sus madres tienenuna actitud resignada y mezclan sus quejas con las desus hijos con ocasión de estas actividades. Las interac-cionescomunessubrayan el carácter penoso einsupe-rable de la situación. En cambio, las madres que ha-biendo adoptadouna actitud de lucha no dejan dealentara sus hijos y de apoyarlos a pesar de su pena, re-fuerzan lavoluntadde éstos de hacer frente al dolor y

9. G. L. Engel, «"Psychogenic" pain ante the painprone pa-tient», Americaníournol ofMedicine,n.e:XXVI, 1959, p. 907.

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demostrarsea laalturade la prueba.10 La capacidad decontenciónde lamadrees un dato decisivo para com-prenderla combatividaddel niño.

Menos del 1% de los padres denovecientos-noven-ta y cuatroniños delnorte de California,sometidosauna intervenciónquirúrgica o a un episodio penosoque necesitara hospitalizaciónprepararonal niño parala pruebaexperimentada.Un ínfimo número de pa-cientes recibióinstruccioneso apoyo activo que lo ayu-dase asoportarsu dolor. Sobre sesenta y ocho padresinterrogados,ningunodesea hablar del tema. Como setratade un elementoreprimidoen suspreocupaciones,tambiénel dolor lo está en la educación queimpartena los niños, salvo demanerainforma!. No hay designioparticularalguno deentrenara los niños para la adver-sidad. Sólo doscientos trece niñoselaboraronformascreativas de luchacontrael dolor: noventa y tres utili-zaron la diversión(pensaren otra cosa, recitar el alfa-beto al revés, etc.); noventa y unoapretaronlos puñoso setensaronfísicamente; veintinueverecurrierona laimaginacióno a la relajación para conservar elcontrolde lasituación.De acuerdo con las declaraciones de losniños, los demás no dispusieron de recurso alguno paraoponersea su dolor.II

La comunicaciónque debe hacerse a los demás dela experiencia que elindividuo tiene con su dolor ya es

10. B.J. Dunn-Geier etaí., «Adolescent chronicpain: the abilityto cope», Pain, n.« 26, 1986, pp. 23-32.

11. D. M. Rossy S. A. Ross,«Childhoodpain: theschool-agedchild's view pcint», Paín, n.« 20, 1984,pp. 174-191. Estacomproba-ción motivó a los dos autores del estudio a sugerir que la escuela tomea su cargo (¿de acuerdo con que modelos?) una enseñanza a propósi-to deldolor y de la adversidad. En efecto, un mejorconocimientodelniño en estesentido lo volvería menosvulnerable.

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más difícil de definir. Los caminos deaprendizajedan,cuentade la alquimia de las relaciones sociales y afectl-vas tejidasalrededordel niño, y de los valores que seimponena éste.Ninguna sociedad da lecciones a susmiembrospara identificar el umbral dolorífero legíti-mo y laactitudcorrecta que hay que adoptar. Y sin em-bargo' descifrar una sensación penosa como signo dedolor es un datoaprendido,que exige la adquisición decategorías implícitas, sugeridas, queorientanla percep-ción y combinanuna maneracomúnde sentirlo y ma-nifestarlo.

COORDENADAS CULTURALES

La percepciónde los datos cenestésicos es el resul-tado de unaprendizajesocial y cultural que no se tra-duce en categorías objetivas y modificaciones sensoria-les. Elcontenidode la consciencia no es el equivalentedel contenidofísico. Entre uno y otro seinterponeunaelaboraciónen la cual elindividuo con su concepcióndel mundo,las referencias de los sentidos y los valoresinterpretacon su propio lenguaje lo que piensa quesiente. En la relación con sucuerpoel individuo no esuna pantallaregistradora,sino quetransformalas sen-sacionesexperimentadasen sus propias categorías,compartidascon su estilo personal con los otros miem-bros delgrupo de referencia. Éste considera desprecia-ble cierto dolor de espalda que loacompañadesde hacemuchotiempo y que padecen la mayoría de sus cono-cidos, pero sepreocupade talo cual tirón en el cuelloque nuncahabía sentido.Soporta,sin pensar demasia-do en ello, un malestar que alertaría al médico a causade su valor diagnóstico desfavorable. Laculturainterio-

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rizada forma parte del cuerpo del individuo,orientalaspercepciones sensoriales y frente al dolor producelas categorías depensamientoquepromuevenel temoro la indíferencia.

El enfermo,interrogado,da una lecturaparticularde sus malestares; evoca lo que para él esdeterminanteen su estado. Un saber profano formaliza su experien-cia, se explica el origen de laenfermedadque le afecta,su razón de ser, se inventa trucos que lepermitenaliviarsu desdicha. Pero la medicina no lo oye,porqueparti-cipa de unaculturasabia, propia de un restringido gru-po de facultativos formados para manipularla. El pa-ciente está excluido deestas prácticas y conocimientos;el cuerpoal que alude está habitado por los movimien-tos y las imágenes de su vida cotidiana y de sus relacio-nes con los demás, sobre todo en su trabajo. Para elmédico, el paciente estáunido a un cuerpo abstracto,impregnadode una biología cuyasturbulenciasse es-fuerza por descubrir. La práctica médica seinstauraso-bre esta diferencia propicia a los malentendidos,estadehiscencia entre dos discursos de igual legitimidad,pero de distinto nivel. El médico se atiene a una des-cripción objetiva, para él, del dolor y de los síntomasasociados a éste, con el objeto de referirlo a categoríasnosológicas tanto más precisas por cuanto están conec-tadas con terapéuticasespecíficas,y por lo tantocon eldestino del enfermo. Pero la cultura médica no abarcala culturade locotidianoni la relación con el cuerpo deun profano que se confía al especialista para que éstetome a cargo su salud, aunque por los valores y conoci-mientos viva en otro mundo.

El médico tiene acceso a los contenidos corporalesdel enfermo (al menos en laprimeraetapa) a través de

una palabra y una queja que pueden darprioridad apercepciones para él triviales, y dejando en la sombraindicios muchomás reveladores. Asimismo, la decisiónde consultar al médico pudo tomarse después de sema-nas de esperacuandoel enfermo confió en una futuramejoría.

La consulta tiende, no sin dificultades, a disipar losmalentendidosderivados de su alejamiento del discursoprofanomedianteel interrogatorio. Sin llegar a conside-rar el estilo individual y cultural que reviste la queja, elmédico se esfuerza por establecer la jurisdicciónexclusi-va de sus conocimientos y destreza profesional. Todosíntoma, sea cual fuere, siempre aparece en múltiplespantallas: su evocación por el médico o el profano im-pone el rodeo de latraducciónde un' discurso originaljamás formulado con total objetividad, aunque puedahacérselo con todo rigor. La legitimidad de la opinióndel enfermo no podría ponerse en duda, puesto que laenfermedades en principio la suya antes de convertirseen objeto profesional delmédico.'?La consulta médicaes unamodulaciónentre el saber y las competencias delprofesional, integradas en una concepción delmundocompartidacon suscolegas,y el saber obstinado delprofano que obedece a otra concepción del mundo. Lapráctica médica exige tener en cuenta la cultura puesta

12. «Sien la actualidad el conocimiento de la enfermedad porel médico puede prevenir la experiencia de la enfermedad por el en-fermo -c-escribeCaguilhem- es porque antes la segunda hasuscita-do, haapeladoa laprimera. Estoes conformeaderecho.pero tambiénes de hecho, porque hay hombres que se sienten enfermos hay unamedicina, y no porque haya médicos los hombres aprenden de éstossusenfermedades»,op. cit., pp. 53-54.Cf. también E. W. Ackerknecht,«The role of medical history in medicaleducation»,Bulletin ofHistoryofMedicine,n.c 21, 1947,pp. 135-145.

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en juego por elprofanopara hablar de sussufrimientoso de las sorpresas que su cuerpo lerevela.La lengua delmédico no es la de la experiencia corporal del enfermo,inmersoen las actitudes y valores de sus propias 'adhe-siones culturales. El establecimiento del diagnósticoplantea en ese sentido menos dificultades para el curan-dero popularque pertenece a la mismatramaculturalque su paciente. El médico busca encarar la enfermedadcon eficacia siguiendo los rodeos impuestospor el testi-monio del paciente,caminandoa su paso, pero sin per-der supropiaorientación.El discurso ingenuo no es unobstáculo, puesto que toda enfermedad es la de unhombre concreto; sucultura es el lugar necesario deaparición de la enfermedad,yel propio cuerpo no exis-te enotra dimensión.La consulta médica es una nego-ciación informal en la cual el médico sostiene eltimón,arreglándose coninformacionesque consigueobtenerde un cliente que coopera más o menos, que es más omenos proclive a hacerse comprender, y cuyo tempera-mentohay quegobernara vecessi se desea llegar a undiagnósticosatisfactorio."

Aunque en laactualidadlos datos hayan cambiado,sin duda, un notable trabajo deY. Zola demuestraelpoderde las influencias culturales en lapercepcióndelos síntomasy la emisión de la queja en una poblaciónde cientocuarentay cuatro personas que reúne pacien-tes irlandeses(cuarentay dos mujeres ytreintay nuevehombres)e italianos(treintay cuatro mujeres y veinti-

13. Cf. los trabajos de E. Strauss, sobre todo numerosos textosreunidos en La trame de lanegocíatíon.SocioLogiequalitative et inte-ractionisrne. París, L'Harmattan, 1992; I. Baszanger, «Lesmaladieschroniques et leur ordre negocié», Revue Francaise de Sociotogie.n.c XXVII, 1986, pp. }-27.

nuevehombres).La investigación se realizó entreJuliode 1960 y febrero de 1961, en las consultas deoftalmo-logía y deotorrinolaringologíade dos grandes hospita-les deBastan.Setratabade pacientes que acudían a laprimeraconsulta,interrogadosantes delencuentroconel médico. Esas poblaciones,socialmentehomogéneas,sebeneficiaronde la misma protección médica. Los ita-lianos, en su mayoría eran hijos de padres emigrantes,y los otrosnorteamericanosde tercera ocuartagenera-ción. La investigacióndemostróque para un abanico depatologías semejantes, los irlandesestendíana minimi-zar sus malestares altiempoque los italianos eran pro-lijos acerca de laintensidady extensión de sus enfer-medades. «Demodoque para un diagnóstico semejan-te -observaZola-, los italianos hablan ySequejan demás numerosossíntomas,mencionanmás zonas delcuerpoafectadas y más clases de malestares que los ir-landeses. Asimismo, suelenconsiderarcon mayor fre-cuencia que sus síntomas alteran sucomportamientoen relación con losdemás.i14 Como otras investigacio-nes, la de Zolamuestraque los enfermos italianos ma-nifiestan una tendenciacultural a la dramatizacióndesu estado que a veces los coloca a contrapié de las exi-gencias de laculturamédica y hospitalaria. Por el con-trario, la actitudconvencional de los irlandeses consis-te en encajar la situación encongruenciacon el senti-miento de lo difícil que es la vida y que es necesariosaber hacerle frente. «Lamanerade exponersus sufri-

14. I. K. Zola, «Culture and symptoms.An analysis of patiens'presenting complaints»,American Sociological Review,n.« 31, 1966,pp. 624·625.También S. H. Croog, «Ethnic origine,educationalleveland responses to a healthquestionnaire»,Human Organization, 1961,pp.65-69.

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mientas-diceZola-, haciendo poco para facilitar eltratamiento,tiene como consecuencia un estado de su-frimiento continuo.Así quedaprobadoque la vida esduray penosa (es decir, «llena deayunos»)."Un 'ejem-plo: dos maneras distintas detraducir el mismo sufri-mientoante una presbicia y unahipermetropía:al mé-dico quepregunta«¡De qué padeceusted?»el enfermoirlandés responde demaneramuy calma:«No veo paraenhebraruna aguja ni para leer elperiódico.»El enfer-mo italiano responde:«Tengoconstantedolor de cabe-za, los ojos me arden y se meponenrojos.»Cuandoelmédicopreguntasi el paciente tiene algo que agregar, elenfermo irlandés rechaza la invitación. El enfermo ita-liano se apresura en concluir:«No, salvo que eso duratodo el día, incluso en cuanto me despierto.»

Otra investigación realizada en el mismo hospitalde Bastanpor C. Koopman, S. Eisenthal y J.-D. Stoec-kle," más recientemente, evalúa la persistencia o la ero-sión de los esquemas culturales de percepción del dolory de los síntomas en el seno de las misma poblaciones.Cuarentaitalianos ycuarentay cuatronorteamericanosde varias generaciones fueron seleccionados einterro-gados con detalle, de acuerdo con el mismo procedi-mientoque aplicara Zola veinte años antes. Los resulta-dos ilustran la pregnancia de los modelos culturales.Losenfermositalianosmencionanun númerosuperior

15. Los irlandeses sesometíana ayunos regularmente. Su ma-nera habitual, más allá de sudimensión religiosa, de forjarse un ca-rácter y de habituarse a la lucha contra toda forma de sinsabor(ibi-dem,p. 628).

16. C. Koopman,S. Eisenthaly J.-D. Stoeclde,«Ethnicity in thereported pain, emotional distress and requestsof medical outpa-tienta», SocialScienceand Medicine, vol. 18, n.c 6, 1984, pp. 487-490.

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desíntomaspara las mismas patologías que losnortea·mericanos. La edad y el sexo revelaron ser árbitrosdeestas variaciones culturales entre ungrupoy otro.T.ospacientes de más de sesenta años (una granproporciónde italianos) señalan muchos más dolores y se quejanmás que sus homólogosnorteamericanos,pero pér elcontrario,en los más jóvenes, la diferencia desaparece ydeja de serestadísticamentesignificativa. De la mismamanera,las mujeres italianas (sobre todo) onorteame-ricanas exponen más dolores y quejas que los hombres.Los autores de la investigacióninforman que la tradi-ción italiana de expresión franca ydramatizadadel do-lor deja mayorimprontaen las mujeres de mayor edad,garantes de la socialización y de latransmisióncultural.Por elcontrario,el esquemanorteamericanode inhibi-ción del dolor está más marcado en los hombres mayo-res, quienes tienen conciencia derepresentarel papel demodelos en su medio. Las jóvenes generaciones de ori-gen italiano, más alejadas de la matriz cultural de susmayores, educadas en las escuelasnorteamericanasyenfrentadas aotro modelo de identificación, asimilanlos modos decomportamientoplanteados como «nor-teamericanos»."El mismo estudio subraya, porel con-trario, que los pacientes «italianos» o «norteamerica-nos» deseansimultáneamenteun alivio de su dolor yuna explicación acerca de su origen.

En 1952, Mark Zborowski publicó un artículo pio-nero sobre la influencia de la cultura en la percepción y

17. Cf también el trabajo pionero de David Efron que muestraque los gestos de las segundasgeneracionesde orígen «judío» o «ita-liano» tienden a acercarsesensiblementea modelosnorteamericanosde conducta. D. Efron, Gesture, Race and Culture,Mouton, La Haya-París, 1972.

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la manifestacióndel dolor.lB Expuso en detalle los datospuestos al díapor su investigación en unaobraposte-rior que seconvirtió en un clásico de la sociología deldolor." En el hospital de Veteranos de Kingsbridge, enel barrioneoyorquinodel Bronx,interrogóa doscientoscuarentay dos sujetos, entre los cuales había cientocuarentay seisenfermosinternados,casi todoshom-bres. Elautor distinguecuatro tipos de población: losenfermosde origen italiano,judío irlandés y de «viejacepa norteamericana»(es su expresión). La investi-gación consiste en observaciones, entrevistas con losenfermosy los miembrosdel equipo sanitario. Paralela-mente, con el objeto deidentificar susactitudeshabi-tuales ante el dolor, se realizan entrevistas con miem-bros de esos mismosgruposcon buena salud. Los en-fermos queparticipanen la investigación sufren, en lamayoría de los casos, afecciones neurológicas (sobretodo hernias de disco y lesiones espinales).

Los enfermos de origen italiano o judío de Europadel Este, para los terapeutas tienen reacciones relativa-mentesemejantes, caracterizadas por una sensibilidadjuzgadaexcesiva,una tendencia a la emotividad y a ladramatización.Entre los segundos, la ausencia de inhi-bición en las manifestaciones del dolortraducesobretodo la búsquedade comunicacióncon el medio so-cial." Es unamanerade reclamar la atención y los cui-

18. M. Zborowski, «Cultural componentsin response topain»,fournal af SocialIssues, 1952, n.v 8, pp. 16-30 (artículo traducido enFrancois Steudler,Sociologie médica/e,Armand Colin, París, 1972),

19. M. Zborcwski, Peoplein Pain, San Francisco,Iossey-Bass,1969,

20. Zborowski,sin embargo, observa en los másjóvenesla ten-dencia a acercarse almodelo norteamericanode contenciónde la que-ja y de una ínfima emotividad, op. cit., pp. 109-110.

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dados, de serprotegidode manerapermanente.Toda lafamilia participaen elsufrimiento,observa Zborowski;el enfermo judío nosoportael aislamiento o lasrelacio-nes impersonales, exige la presencia de los otros, inclu-so, y sobre todo, en lo peor de su enfermedad. El doloren principio es percibido como un signo nefasto (queprovoca ansiedad,temordel futuro. Zborowski relacio-na estaactitudcon la historia dolorosa del pueblo judíomarcado por «interacciones trágicas con unmundohostil en el cual en principio, en asuntos de vida y muer-te, había quecontarconsigo mismo y con la familia»."

Los enfermositalianos están mucho más afectadospor la inmediatezdel dolor que por eltrastornoorgá-nico que manifiesta.Cuandoaquél se calma con losanalgésicos, sus quejas cesan, olvidan sus temores y re-cuperanenseguida elbuen humor. Por el contrario,muy afectadospor el sufrimiento,los enfermos de tra-dicionesculturalesjudías a veces rechazan los analgési-cos, lo que puede tener lamentables consecuencias so-bre su salud. Para ellos, losmedicamentosalivian demanerasuperficial un dolor que valetambién por lapatologíade la cual es un signo, y a dicha patología di-rigen suaprensión.Aunque estén aliviados, semantie-nen inquietos.La enfermedadcuyo indicio es el dolores la fuenteprimordialde sutormento.Próximas desdeel puntode vista de las apariencias, lasactitudesde losenfermositalianos y judíos difierenencuantoa su ra-zón de ser. Si losprimerostienen una relación de con-fianza con el médico de quien esperan su salvación, lossegundosson desconfiados y con frecuencia críticos deloscuidadosrecibidos. Elenfermoitaliano tiene una re-

21. Ibídem,p, 135,

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lación inmediatacon el dolor, está ínstalado en el pre-sente y pide sobretodo el alivio de un dolor que tiendea convertirse, para él, en toda enfermedad. El enfermojudío, orientadohacia el porvenir, teme por la recupe-ración de la salud y elretornoa su habitual relación conel mundo. La disminuciónde su dolor es paraél sóloun episodio en la luchacontra la enfermedad,y sindudano el másimportante.Estas dos culturas favore-cen la libre expresión de lossentimientospor la palabrao los gestos, los enfermos italianos y judíos se sienten li-bres de quejarse, gemir, lamentar, etc. No se avergüen-zan por manifestar sus sentimientos. Buscan la compa-sión y la presencia de los otros a su lado, sobretodo lade lafamilia."

Losenfermosde «vieja cepaamericanas"observancon cierto desdén estas manifestaciones intempestivasque, según dicen, fastidian a los otros enfermos. Paraellos, no es unaconductadigna de hombres. Antes deinterrogaral médico acerca de las razones de su dolor,

22. Cabeobservarque lospacientesestudiadospor Zborowskison esencialmenteoriundosdel sur de lapenínsula.La homogeneidadcultural de la relación conel dolor en ese país estádesmentidapor ladiferenciaque exhibeel norte.«En Venecia-escribepor ejemploAn-tonio Pasqualino-,seaelsufrimientoleve o grave,lamentarsey mos-trar cuántose sufre es un signo dedebilidadreprobadopor todos, enespecialpor los enfermerosy los médicos.Cuandoal pacientese lehanescapadolamentosse excusay pareceencontraren esosreprochesel mismo consueloapenasdisimuladoque el pacientesiciliano en laconmiseración.»A. Pasqualino,«11 dolare, il malato e il medico: dia-logo, teatralizzazione,descrizionee racconto»,Quaderni del CircoloSemiologicoSiciliano, n.e32-33, 1989, p. 204. Tambiénconvendríaob-servar si lascondicionessociales de existenciatraduceno no diferen-cias sensibles en loscomportamientos.

23. M. Zborowski se refiere a lospacientesde origen anglosa-jón, deconfesiónsobretodo protestante,y cuyosantepasadosviven enEstadosUnidosdesde almenostresgeneraciones.

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esperan el mayortiempoposible,minimizandosu mi·lestar o encontrándoleexplicacionestranquilizadoras.S6lo decidenconsultara un facultativocuandolasmo-lestias persisten y no es posible postergar el examen. Es-tos enfermosconsideran su dolor con una especie dedistancia. Demanerameticulosa, casi técnica,tiendenadar a su médico la mejor descripción de lo que sienten.No se quejan, se esfuerzan encooperary en molestar lomenos posible. Alactuarde ese modo son conscientesde reproducirun modelo ideal deconductareconocidocomo norteamericano.Toda emotividad se percibecomo fastidiosa y disminuye la autoestima delhombreque se entrega a ella. Sostienen que «gemir olamentar-sepor la propia suerte no sirve para nada». La preocu-pación por el futurodomina la miradaque dirigen asus enfermedades, de modo que son pacientes llenos debuenavoluntad ante el médico,el cual es percibidocomo un profesional del cuerpohumanocuya compe-tencia consiste en poner orden en las disfunciones or-gánicas. Esperan el alivio inmediato, puesto que sufrirno sirve para nada. Elnorteamericano«de vieja cepa»,a la inversa del paciente italiano o judío, prefiere reti-rarse de lacompañíacuandosufre. Se niega a infligir supena a los demás y prefiere afrontar el dolor en solita-rio. Al evocar los rasgos del carácter nacionalnortea-mericano,el forjado por los pioneros, que son los ante-pasados de la poblacióntratadaen el estudio, Zborows-ki subraya eloptimismoy la confianza en sus propiosrecursospor parte del norteamericanode vieja cepa.«Por un lado, los severos y rígidosprincipiosde los pu-ritanos; por el otro, la ausencia de atenciones médicas,y el fracaso de las pociones yantídotostradicionalespara contenernuevas enfermedades. Los factores se

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combinanpara suscitar laactitudque postula que que-jarse no sirve para nada, y que sanardependeen prin-cipio del estado físico y de lapropiaresistencia a la en-fermedady al dolor,»?"

El pacienteírlandésde confesión católica se aseme-ja al norteamericanode vieja cepa. Uno yotro mues-tran la misma contención,la misma capacidad de re-sistencia.Cuandoel sufrimiento los lacera desean elaislamiento. Para el paciente irlandés, en estecontextola familia no es unacomunidadde proteccióny de re-conocimiento.No solicitamuchoscalmantesal perso-nal sanitario.El dolor es asuntosuyo, debeacostum-brarse.Cuandoéste aparece, enprincipio suscita la pa-ciencia y la espera de sudesaparición.Si se instala demanerapermanentey afecta a sus actividades, sólo en-tonces, después de haber diferido eltrámite durantelargo tiempo, se dirige al médico. La reticencia a laconsultase reproducea continuacióncon la menormejoríade su estado. Además, le cuesta referir al mé-dico el contenidode su malestar, paradescribirel su-frimiento que padece leestorbanlas palabras. Más queel dolor en sí, nosoportalas consecuencias físicas deuna enfermedadque lo priva de sutrabajoo activída-des regulares. Para él, eldolor es menos unsíntomaque un fastidio, unobstáculofísico temíble que enprincipio reclama los recursos personales. Según Zbo-rowski, los enfermosirlandesesrepresentanla pobla-ción «más triste y depresiva", «Carecen deloptimismodel norteamericanode pura cepa, del apoyo familiardel judío y de laorientaciónen el presente del italiano,el pacienteirlandéses preocupado,susceptible y está

24. Ibídem,p. 91.

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espantadopor los efectos actuales y futuros desutri'"torno.s"

Zborowski terminasu estudiorecordandode quémanerael condicionamientofamiliar, la influencia, so-bre todo de lamadre,conducea losindividuosa com-portamientosrelativamenteprevisibles en el seno degruposculturalmentehomogéneos.Los enfermosju-díos oitalianosconocen desde su infancia, sobre todopor partede sumadre,una actitudde sobreproteccióny de inquietudantetodamolestia quepuedaafectarlos(herida,enfermedad...). Para las madres judías no haynadapeorque la enfermedad,y les resultaintolerablever sufrir a sus hijos.Cuandolas enfermedadesestánallí no seahorragasto alguno. Si los padres no dispo-nen de recursos suficientes paratraeral médico o ase-gurarel tratamiento,la familia, ensentidoamplio, lostomaa sucargo."A las quejasemitidas,los padres res-pondencon solicitud y compasión,y asíestimulanlaactitudemotivay dramatizadade los niños. Las gene-racionessiguientes, másintegradasen el estilo de viday los valores de la sociedad de acogida, a veces están endisonanciacon unacultura familiar todavía vivaz, sos-tenidapor los ancianos, y unaculturadel grupode se-mejantesmásintegradaen losmodelosde la sociedadde acogida. Laactitudestimuladaen casa esreprimidaen elexteriorparano suscitarburlaso juicios despre-ciativos. Para lasgeneracionesmás jóvenes, el grado deaculturacióninterfiere en la cultura de origen de lospadres. Por elcontrario,en las familiasamericanaslatendenciaes más bien aempujaral niño aenfrentarse

25. Ibídem,p. 235.26. M. Zborowski y E. Herzog, Life is with people,International

UniversitiesPress,Nueva York, 1952, p. 354.

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con elmundo,a no ser un «alfeñique» y no «asustarsepor nada». Los estilos deeducación,como se ha visto,dan a laexperienciapersonaldel dolor un significado,y sobretodovaloresdistintosde una sociedad aotra,ysobre todo conformana los individuos paraque res-pondande una manerasemejantea como lo hacenante la adversidad, según sucondición social y cul-tural.

Los trabajos de Zborowski dieron lugar a una seriede experimentosen el medio aséptico dellaboratorio,experimentosque yaestudiabanla relación inmediatacon un dolor causado poruna enfermedad.R. Stern-bach y B. Tursky hanemitido la hipótesis de que las ac-titudes ante eldolor son correlativas de percepcionesque a su vez están bajo la influencia decoordenadasso-ciales y culturales:umbraldepercepciónde un estímu-lo, umbralde transformaciónde un estímulo eléctricosobre la piel, alprincipio neutro,en estímulopenoso,etc. En la misma línea de la investigación de Zborows-ki, eligieroncuatropoblacioneshomogéneasnorteame-ricanas, irlandesas, judías e italianas: amas de casa quetenían al menos un niño en edad escolar. Lanorteame-ricanas eranprotestantescuyos padres y abuelos nacie-ron en Estados Unidos, las italianas e irlandesas, católi-cas, y al igual que las madres judías, nacieron de padreseuropeosinmigrantes.Las mujeres italianas eran casitodas descendientes de italianos meridionales, especial-mentedeSicilia, y las mujeres judías de padres que pro-cedían del este de Europa. La investigación se centró ensesenta mujeres divididas encuatro grupos culturalesde quincesujetos. Paradisminuir la incidencia de lasvariables propias a lapertenenciade clase, las amas decasapertenecentodas ellas a la clase media. Esta pobla-

ción fue sometidaa estímulos eléctricoscutáneo•. B1umbralmás bajo era laprimerapercepciónpor el suje-to del estímulodel cual era objeto. Otroumbralse.re-gistró en elmomentoen que el sujetoexperimentóelestímulocomo dolorosoy se negó a seguir siendo so-metidoa él. Elumbralsuperiormarcaba el límitedé to-leranciacuandosepreguntabaal sujeto si quería ir másallá de lapercepciónpenosa observada en la fase prece-dente. La investigación deSternbachy Tursky mostródiferencias significativas entre los grupos. Las conclu-sionescoincidieroncon las observaciones de Zborows-ki. Las mujeres italianas, sensibles a lainmediatezdeldolor, tenían unumbraldepercepción(1.82), de peno-sidad (6.12) y límite de tolerancia (7.11),separadoconclaridad del de las mujeres irlandesas (2.12; 8.68; 9.35)o norteamericanas(2.16; 9.74; 10.23). Las mujeres ju-días les siguieron de cerca en el nivel delumbralde per-cepción, pero,por el contrario, las otras cifras (8.83 y10.16) fueronmenossignificativas. «Ennuestrasitua-ción delaboratorio-escribieronSternbach yTursky-,dondelosestímulosno acarreantemoralguno de sufri-mientospor llegar, para las amas de casa judías no haypreocupaciónalguna asociada, y de hecho no aparecediferencia alguna entre ellas y sus homólogas de losgruposnorteamericanoe irlandés."

No obstante,los trabajosde Zborowski deben ma-tizarse hoy en día,porquedan la fotografía de una épo-ca, pero no dicen nada de lapermanenciade esos re-sultados, ypor otrapartetiendena dejar de lado las di-ferencias de clase, yhomogeinizancon exceso las acti-

27. R. A. Sternbachy B. Tursky, «Ethnic differencesamonghousewifesin psychophysicaland skin potential to electric shocks»,Psychophysiology,vol. 1,n.v 3, 1965,pp. 241-246.

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tudescolectivas."Son válidos, sobre todo como ejem-plos significativos de ladimensiónsocial ycultural deldolor. Desde la década de 1950 elmundoha cambiado,y sobretodo la relación con eldolor en las sociedadesoccidentales, detono más individualista, atomizado,dondelos productosantálgicos sonmonedacorriente,diluidos en losautomatismoscotidianos(como el to-mar una aspirina para el dolor de cabeza),cuandolamedicinaha adquirido una considerableamplitud ri-giendo elconjuntodel dominio sanitario. El paisaje so-cial de hoy está lejos del que ofrecía la década de 1950,con suspoblacionesemigradasrecientementey aúnapegadas a ciertonúmerode valores ycomportamien-tos. Si los caracteres descritospor Zborowski no handesaparecidodel todo, sedesdibujana medida que serealiza laintegraciónsocial ycultural de dichas pobla-ciones. Porotra parte, al ofrecer su competencia en eltratamientodel dolor, la ideología médica vuelve a éstemenostolerable. La facilidad para recibír una respuestaantálgicapor el más ínfimotrastornoacostumbraal ac-tor a buscar unmodo de tratamientoinmediatoy efi-caz. Lademostraciónde su resistencia como signo devirilidad o depertenenciaal grupo disminuye de valoren una sociedad acuciadapor el temor a sufrir, dondelos antiguosmodos deenfrentarseal dolor hanperdidotodo arraigo. En la escala de la vidacotidianasuscitamás bien la desconfianzavinculada con toda proezainútil, y atestiguaunafisiología insólita. En nuestras so-ciedades heterogéneas, abiertas a múltiples influencias,y dondeel individualismoes unaestructurasocial, las

28. Cf. D.B. Morris, TheCuLtureDi Pain,University of Califor-nia Press, Berkeley, 1993,pp. 56 Yss.

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formas personales de relación con el dolor seconñgu-ran con mayor omenorlibertadsobre los modelos cul-turalestradicionales;presentándosecomo unentrama-do deactitudes.

COORDENADASSOCIOLOGICAS

Si las condiciones de existenciadeterminanuna re-lación habitualcon la pena, con elsufrimiento,enton-ces las sociedades o losgruposparticularesconcernidosdesarrollanrecursos psíquicos y morales que los vuel-ven más aptosparasoportarsus males. Las cualidadesmás necesariasparala lucha contra la adversidad seconviertenen valores muy reivindicados, la resistenciaante el mal es un criterio de afirmación de sí, unmoti-vo de estima general.Montaigne advirtió esta moralnecesaria que concede una relación con unmundoporcostumbreduro. «La filosofía, al final de sus preceptos,nos remite a los ejemplos de un atleta o de un arriero,en quienes se veordinariamentemuchomenor temorpor la muerte,el dolor y otros inconvenientes, y mayorfirmeza que la queproporcionala ciencia a nadie queno se hayapreparadoa sí mismomedianteel hábito na-tural.v'" La familiaridad con el dolor impregnael ca-ráctere incita a no detenerse demasiado en él. Por el

29. Montaige,Ensayos,libro 2, cap. 12. Más adelante, siempreacerca de lacondiciónsocial delhombresufriente,Montaigneevoca aquienes «vemosordinariamentehacerse sangrar,purgar y medicarparacurarmales que sólosientenen suspalabras... Comparadala vidade un hombresometidoa tales imaginaciones con la de unlabradorque se deja llevartrassu apetitonatural,midiendolas cosas s610 conel sentimientopresente, sin cienciay sin pronóstico,que no está en-fermo sinocuandolo está;mientrasque el otro suele tenerel cálculoen el alma antes de tenerlo en elriñón [...l».

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contrario,la vida que se lleva al abrigo de toda adversi-dad contribuyea volver penoso el más ínfimo tropiezo,a falta de unaculturade! dolor permanentementerea-nimadapor la relación con e!mundocircundante.

En los medios sociales más desprovistos lapreocu-paciónpor la salud, en e!sentidomédico de la expre-sión (prevención,atención a signos orgánicos inhabi-tuales, fatiga, etc.) no está muy desarrollada. Los sím-bolos corporalesaplicados danprioridada signos cuyovalor noconcuerdancon los quefundamentanen la ac-tualidadla preocupaciónpor uno mismo quepromue-ve la medicina. En elsentido en quecomportaunaatenciónmeticulosapor la propia persona,por la ali-mentación,la forma de vida, y sobre todo la vigilanciaparticularde ciertos signos corporales, la salud esunapreocupaciónausente. «No se escuchan, ypor una ne-cesidad social que se convirtió en una especie de segun-da naturaleza,"son duros en laenfermedad.Y la fuerzaparasoportarel dolor está investida de un cierto orgu-llo" -escribió Colette Pétonnet-."Tengo el pellejoduro, ni lamuerteme quiso, elmatasanosme lo ha di-cho." Porotraparte,no tienen elección, puesto que si secuidaranmuchono podríanvivir [...]. ¿Fingen despre-ciar e!cuerpodoliente, o acaso se trata de un real des-precio alrepresentarel cuerpola única posesión sobrela cual ejercer supoderrs'? Ésa es lacomprobacióndeuna etnólogade las chabolas y ciudades detránsitodela regiónparisina.La necesidad hace la ley y seimponecomo una formaparticularde valorización de uno mis-mo y deafirmación de la dignidad individual ante la

30. C. Pétonnet,On est tous dans lebrouilíard, Galilée, París.1979, p. 85.

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adversidad. Elsentimientode impotenciaque sesienteante unaestructurasocialdonderesulta difícil encon-trar un sitio para sí se sustituyepor una forma de des-quite ejercidocontrae!propiocuerpoconvertidoen lu-gar desoberaníapersonal. Las heridas, las patologiasinternasson asumidascomo un fastidio que se encajadeacuerdoconunamoral culturalque a veces setrans-forma endemostraciónde excelencia.Cuandose estádesprovisto de todo,quedaal menos e!propio cuerpopara dartestimonioante los demás de lapropia exis-tencia.

La apreciaciónde laenfermedadestá en losantípo-das de lainherentea laculturamédica. El médico es unhombrepercibidocomo de difícil acceso, costoso, es unnotablecuya palabra se escucha con respeto, sobre todocuandohalaga ladignidadde! paciente yconfirma sudureza ante eldolor o su resistencia física a pesar de lasenfermedadesdebilitantes. «Algunos-dice C. Péton-

net-,a vecessoportanduranteaños sus cálculos hepá-ticos y renales. Abel sufrió de una úlceraduranteseisaños, antes de ir a curarse. Sólo después de sucuraciónhabló de suaventuraquirúrgicay de su pasado sufri-miento.Acerca de!dolor presente todos callan.Duran-te muchotiempoocultanal médico flujos sanguíneos opurulentos,incontinenciasde la vejiga, un absceso queno se cierra.» Es necesario que laintensidadde! dolor yla amplitudde la molestia obstaculicenpenosamentee!ejercicio de la vidacotidianapara merecer atención. Laapreciaciónde lasenfermedadesestá referida a las ta-reas habituales de lajornada,al presente, no concierneal largo plazo, a la proyección de uno en e!tiempo,quepodríaasociar elsíntomaexperimentadocon un signonefasto. Sepostergae! momentode consultaral médi-

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co por miedo a verse separado de los suyos, y entrega-do sin defensa a un medio extraño, el hospital, que noes sumundo,y dondese teme a las relaciones con losdemás. Si se asume la propiacondiciónen los lugareshabituales de existencia, en otra parte es difícil vivir;porqueesacondicióndespierta el miedo de estar inde-fenso,consideradomoralmenteinferior, y tratadosin ladignidadque se atribuye. «Mientras el dolor no es into-lerable-escribeademásC. Pétonnet-,mientrascon-sideran, equivocados o no, que el estado de gravedadno ha pasado elumbral peligroso, todossoportansusenfermedadessin quejarse. Viven con el dolor despre-ciado, al cual no conceden la atención que merece, perotambién con la inquietud latente que éste suscita. Sequejan a causa de enfermedadesaparentementebenig-nas.Consultanal médico porcefaleas,insomnios, ma-lestares, una gran fatiga... Dan la impresión de quejarsepor nada; en realidad siempre sufren de algo.s" Sobre.el fondo de un malestar que sienten desde hace muchotiempo, una gota de agua hacedesbordarel vaso y au-toriza por fin el brotede unsufrimientolargamentere-primido. El sentimientode una infinita distancia con lainstituciónmédica, de la falta de medios, y hasta el ín-fimo investimientode sí mismos, queinterioriza unjuicio social de exclusión, o de segregación, conduce alindividuo a soportarfuertes dolores sin curarse: «Detodas maneras,yo...» En el temor de una desaproba-ción, seahorranel esfuerzo de la consulta y hacen desus enfermedadesun problemapersonal queresolver,en principio, con lospropiosmedios.

En losvagabundoso las poblacioneserrabundasde

31. Ibidem,pp. 85-86.

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las ciudades, los jóvenes huidos de sus casas queカゥセ

en los mercados parisinos o en las estaciones, la taita deinvestimientode sí, lapérdidade todo recurso,la-au-sencia de domicilio dondereconstruirsu identidad,elsentimientode rechazo y deabandono,conduce al des-precio delcuerpoya la indiferencia por la salud. Ea hi-giene no tienebastanteespacio ahí donde se está obli-gado, la mayoría de lasveces,a dormir al aire libre o enun refugio ocasional, y la alimentación depende de labuenasuerte de cada día. En tal contexto de desasi-miento," dondela agresividad suele estar presente, losrasguños, las heridas, las caries, las infecciones no setratan,y conviene vivir con ellas, sin siquiera preocu-parse de un alivio de la pena, el dolor no es más que unagregado a una derrota personal ya consumada. Losmédicos clínicos, y el personal de los hospitales e insti-tucionesde caridad que lesprodigancuidados, suelenespantarse a causa de lamultitud de sus enfermedades.

En los medios obreros suele vivirse con el malestarmientraséste no altere gravemente la relación con elmundo.«Esto acabará por pasar.» No es legítimo «ha-cerse demasiado caso». Antes que perder unajornadade trabajo yconsultaral médico «se aguanta». El cuer-po es laprimeraherramientade trabajo. Dolor y enfer-medadse perciben tanprontocomo la obstaculizaciónde las actividades profesionales y personales se deja sen-tir. Durantelargo tiempo, el hecho de no haberse dadonuncade baja en el trabajo a pesar del sufrimiento, dela debilidad sentida, fue una de las razones de orgullodel mundoobrero, un signo de excelencia personal, de

32. D. Le Breton, Passíonsdu rísoue, Métailié, París, 1991,

pp. 35 Y ss.

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resistenciay de fuerza. Pero los valores de lamoder-nidad y la difusión de una cierta imagineríamédicacondujoa los actoresa una ínfima toleranciade la en-fermedad.La quejapor malestaresque sehabríancon-sideradode menor entidad en el pasado,hoyes fre-cuente.Los médicosde cabeceraestánhoy ocupados

atendiendodemandasde bajalaboral más frecuentesacausa desíntomasque no habríanimpedido al obrerode ladécadade 1960acudira sutrabajo.En unostrein-ta años,la transformacióndel trabajo,que de serun va-10r relativamenteunánimese volvió unaobligaciónso-cial, aunqueestametamorfosisno seaabsoluta,ha de-bilitado los antiguosvaloresobrerosde resistenciaa lafatiga, deendurecimientoen elesfuerzoy de negligen-cia antela propiasalud,y lasmedidasde prevención.La

distanciatradicional entre la cultura obreray el echarmanodel médicoeshoy muchomenor.

En los mediosruralesla durezaantela enfermedad

esmáspronunciada,se apoya enimperativoseconómi-cos ysobretodo en unaorganizaciónque exige eltraba-jo diario. Las faenas de lagranjano permitenel ocio ola complacenciacon laenfermedadcuandosedebenor-deñarvacas,alimentara los animalesy aprovechareltiempo de siembrasy de cosechas. «Encuanto a loscampesinos,[...] tienendemasiadoque hacer-escribióE. Sapir-paraocuparsede sabersi su salud esbuenao

malao si suparejaes feliz o no. Eltrabajono espera; lasjornadasdurassesuceden;lescuestallegar a fin de mes;no consiguenpagarlashipotecas;bendicenlos momen-tos de descansoque lestocan... camina o rcvicnta.e"

33. E.Sapir, «Psychiatrie,culture et salairemínimum», Anthro-pologie, París, 1967. El texto de Sapir alude al sector más pobre del

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Earl Koos hizo lamismacomprobaciónen su e.tu·dio sobreel medio rural norteamericano.Dicho autorobservóen las capas sociales más desfavorecidas la,ten-dencia a minimizar los malestaresy a considerarquerara vez merecenla visita al médico." LaurenceWyliehabla de actitud «espartana»ante eldolor de loshabi-

tantesde un pueblorural de laregiónde Vaucluse. Allí,antes que deenfermedadsehablade «fatiga».Expresiónreveladora:«Se está"fatigando" cuandoya no setienefuerza paratrabajary esprecisometerseen lacama.x"

El trabajoes elpatrónde medidaen losmediospo-pulares:no ser yacapazrubricael reconocimientode laenfermedad,'es decir, lalegitimidad de la queja. Porfuerzay por culturasehan acostumbradoa no «hacer-

se caso», aresistir la enfermedadcon unavoluntadtan-to más fuerte por cuantolas actividadescotidianasre-lacionadascon el trabajo son la esenciamisma de lavida. Lavalorización'de la fuerza, de laresistencia,notolera muchastransformaciones,favorece laresistenciaa la enfermedady ofrece losmediossimbólicosde so-portar condicionesde trabajo a menudodifíciles. «Laenfermedades lo quequitasu fuerzaal enfermo,es de-

cir, lo que leprohíbe"vivir normalmente"y haceruso(profesionalsobretodo), habitualy familiar de sucuer-pO»,36escribíaLuc Boltanski a principios de la década

campesinado norteamericano de los afias 1930. Pero se encuentranmás o menoslos mismos rasgos enel campesinadoeuropeo de la ac-tualidad.

34. E. L. Koos, The health o[ Regionville,Columbia UniversityPress,NuevaYork, 1954, pp. 32-33.

35. L. Wylie, Un villabe de Vaucluse, Gallimard, París, 1979,p.224.

36. L. Boltanski,«Lesusagessociauxdu corps»,AnnaLes, n.c 1,

1974,p. 221.

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de 1970. La consulta al médico en los medios popularessuele darsecuandoel dolor o las molestias ocasionadaspor laenfermedadirrumpende maneraaguda en la es-cena de una existencia donde trabajoy vida cotidianaestánestrechamenteunidos. Pero lainteriorizacióndela preocupaciónpor la salud, e incluso simplemente lapreocupaciónpor sí mismo en una sociedad de dicta-dos individualistas, la consciencia clara de los propiosderechos, una relación menos valorizada con el trabajo,son datos quemermanpoco a poco las conductas tra-dicionales. En cambio, el medio campesino, conmenorprotección,es sin duda el menos afectado por estoscambios sociales.

En las capas sociales medias,y sobre todo privile-giadas, la relación con el cuerpo secomponede un agu-dizado interés que estimulan los consejos vulgarizado-res que difunde la medicina. La distinción entre saludy

enfermedadno tiene ese carácter tajante e inapelable delos medios populares. Laenfermedades percibidacomo «una especie de degradación lenta e insidiosa dela salud antes que como un accidentesúbito»." Éstaemite señalesprecursorasque unahabituadapercep-ción delcuerporeconoce enseguida, favoreciendo así laadopciónde unaactitudpreventiva. Todo dolor es tra-tado tanprontocomo se manifiesta. El malestar no tie-ne tiempo para instalarse. Desde elmomentoen queuna sensación insólitay duraderapenetraen elumbralde la conciencia seimpone la consulta al médico. Laatención a los afeccionesmórbidasmuestra unumbralinferior al de los otros medios sociales. Al estar puestoel acento en la necesidad demantenerseen forma se

37. Ibidem,p. 221.

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auspicia una atención de sí mismo que noadmite de-mora ni fallo. Además, lapreocupaciónpor el futuroconduce a una vigilancia que se no centra sólo en losintereses actuales. El criterio de apreciación del dolor ode lamorbidezestá en relación con el usoacostumbra-do del cuerpo; sólosecundariamenteaparece la relacióncon la vida profesional, que por elcontrario,en los me-dios populares, es central.

Fruto de un aprendizaje socialconfirmadopor larelación con los semejantes, la relación con los conte-nidos corporalespenosos o agradables responde a va-riacionesentre unacomunidadsocialy otra. Lo fisio-lógico seborraante el significadoy el valor que le con-fiere elhombre.Una misma patologíaengendrajuiciosy tolerancias más o menos previsibles de acuerdo conlas referencias culturales del individuo. Eldolor o elmalestarno son hechos en sí que la medicinaencuen-tre borrandola ganga agregada por elhombre.Segúnlascondicionesde viday la concepcióndel mundoquetengan, los sereshumanossemanejancon sudolor osu pena, seapropiande éstos a través de sus valoresymodelosde comportamiento.A veces hacen de necesi-dad virtud, consideranque la vida es difícil de todasmaneras,y en consecuenciasoportandaños corporalesque juzgan inevitables pero que otrosgruposencuen-tran intolerablesy combatencon elconjuntode los re-cursos médicos a su alcance. Eldolor no es un datobruto, sino la consecuenciahumanade unaatribucióndesentidoque apartir de entonces implica unaactitudespecífica.

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PRACTICAS Mf:DICAS y CULTURAS

No son sólo losenfermosquienesintegransu do-lor en suconcepcióndel mundo,sino quetambiénlosmédicoso los enfermerosproyectansus valores, y confrecuenciasus prejuicios, sobre lo que viven los pa-cientes quetienena cargo. Según Zborowski, los mé-dicosdescribencomo«exageradas»lasactitudesde losenfermositalianosy judíos, sincomprenderel carác-ter cultural de sujuicio queabsolutizaunamaneraen-tre otras de concebir la relación con el dolor. «Deacuerdo con nuestro material -dice Zborowski-,puedepensarseque [el colectivo médico]tiendea mi-nimizar el sufrimientoefectivo delenfermoitaliano ojudío, sin preocuparseen saber sicuentancon crite-rios objetivosparaevaluar elgradoreal desufrimien-to del enfermo. Parece que lamanifestacióndescon-troladade reacción al dolor, talcomoaparece en el en-fermo judío o italiano provoca ladesconfianzay no lacompasiónen la civilización norteamericana.a"Si eldolor no esproporcionala la gravedad deuna lesiónni deduciblesin ambigüedadde lasdeclaracionesdelpacientecuya quejadependede unacomprensiónpar-ticular de susmanifiestoscorporales,el papel del mé-dico consiste enevaluarla naturalezade lossíntomasteniendoen cuentael contextosocial yculturaldel pa-ciente. No existetierravirgen algunacaracterizadaporla puraorganicidaddondeel médico tengapor fin ac-ceso aunaverdadsin equívocos acerca de laenferme-dad o la lesión. El médico,tanto como el paciente,proyectasuscategoríasmoralesy culturalessobre los

38. M. Zborowski,op. cit., p. 133.

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sintomas;no es unregistrador,es un serhumanoquedisponede un saber frente aotro serhumanoque su-fre y sostieneun discursoacerca de suenfermedad.Lamedicinaes por naturalezaun hecho de relación. Lamedicinada cuentade una cultura profesionalmati-zadapor la propiaculturadel médico cuyatareaesdarun rodeopor la cultura profanaque impregnael jui-cio y lasactitudesdel paciente.Los motivos demalen-tendidosabundan.Una consultaes unasuertede deli-beración informal entre un médico que se esfuerzapor hacerentraren sus categorías depensamientoin-dicacionespara él confusas, y unpacienteque tienedificultadesparahacerseentenderpor una personadequien nocomprendepor qué indaga «minucias» acer-ca de cosas que parecen tan evidentes. Se descifranmutuamente,se ponen frente a frente dospersonasque encarnanconcepcionesdel mundocuyacompati-bilidad debe construirsea través denegociacionesycompromisos.

Se pidió aquinientoscincuentay cuatroenferme-ros de la misma especialidad, de experiencias y edadessimilares, de Estados Unidos, Japón, Taiwán, Tailandia,Corea yPuertoRico, que evaluaran lacantidadde do-lor y de angustia psicológica asociada a una misma se-rie desíntomaso lesiones conocidas. Las medias obte-nidas por los grupos respectivos varían considerable-mente. Noobstante,cada cual estaba convencido dereferirse a un saber objetivo, pero reaccionó, sin saber-lo, de acuerdo con sustradicionesculturales. Las enfer-merasjaponesasy coreanas ven un fuertesufrimientoahí donde, por elcontrario,los enfermerosnorteameri-canos observan doloresmuchomenosimportantes.Laevaluación de los síntomas, lacompasióny las atencio-

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nes prodigadas arraigan en concepciones delmundodi-ferentes unas deotras."

Sin embargo, no puede enfrentarse al dolor y susmanifestaciones sólo con la cultura, olvidandoque éstasólo existe a través de los hombres que la viven. La cul-turano es una especie aislable y de rasgos evidentes, noes una, ni monolítica, que seimpongacomo una es-tructuramasiva a los actores condicionados. Otras in-fiuenciasintroducenrupturasy continuidades: culturasregionales y locales, rurales y urbanas, diferencias gene-racionales, de sexo, y sobretodo declase.Cadahombreseapropialascoordenadasde laculturaambiente y lasvuelve arepresentarde acuerdo con su estilo personal.La relacióníntima con el dolor no pone frente a frenteuna culturay una lesión, sino que sumerge en una si-tuacióndolorosaparticulara un hombrecuya historiaes única incluso si elconocimientode su origen de cla-se, suidentidadcultural y confesión religiosa dan in-formaciones precisas acerca del estilo de lo que experi-mentay de sus reacciones.

La indiferencia a los orígenes sociales y culturalesdel enfermo es unerror semejante al de reducir a éste aun estereotipode su cultura o de su clase, unamaneracómoday brutal depodarla complejidad de los hechoscon unpuñadode recetas, con unrepertoriode pensa-mientos y acciones de repertorio. Errores temibles y fre-cuentes, nacidos uno y otro de una buena concienciaigual. Aunque el imperativo médico sea curar alotro enarmoníacon el significado y el valor de su existencia,un perfectoconocimientode su cultura no es necesario

39. L. J. Davitz; Y. Sameshimay J. Davitz, «Suffering as viewedin six different cultures», American Journal of Nursing, vol. 76, 1976,pp. 1296-1297.

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porqueamenaza con caracterizar al enfermo comoun,ejemplar medio de los miembros de su sociedad. «Larespuesta práctica-escribeen tal sentido1. Zolac noes conocer en detalle la infinita variedad de las culturas,sino estar alcorrientede dichas variedades y de lama-nera en que éstas pueden afectar las prácticas sanitarias[...] Soy máspartidariode volver a los facultativos sen-sibles a la herencia cultural del paciente, a su propia he-rencia, y esto es lo queocurrecuandodichastradicio-nes seencuentran.v"La culturano es un privilegio delos demás, sino también de uno mismo, y la medicinaes un ejemplo entre otros de una concepción delmun-do y de una práctica cultural. Más proclive que otras alos malentendidos,en la medida en que tiende aimpo-nerse a todos como lacompañeraindispensable en losproblemasde la salud. Una relacióninterculturales elfruto de un ajuste de actitudes de una y otra parte, queno enfrenta ejemplares intercambiables de diferentesculturas,sino individuos que tienen una imagen delotro, y modulansus respectivoscomportamientosenfunción de esta imagen, y de lo que quieren preservarde sí mismos. Elsentimientode la relatividad de los va-lores y de las acciones, unbuen conocimientode laspropias orientacionesculturales, una percepción sufi-ciente de laculturadel otro, la capacidad para dejar delado lo que parecía hasta entonces la evidencia de uncomportamiento,son herramientasnecesarias para losfacultativos.

40. 1. K. Zola, «Oh, where, oh where has ethnicitygone!»,So-ciomedicalInouíries; Temple University Press,Filadelfia, 1983.p. 227.

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EL CONTEXTO

El significado que otorga elindividuo sufrientea lapruebasoportadaes un criteriodeterminantede SU re-lación con el dolor. Elhombrereacciona menos al cor-te que lo ha herido, a la afección en sí, que alsentidoque ésta tiene para él. El militarmutiladosufre menosporsu estado, al estaracostumbradodesde hacetiempoa considerarlouna consecuencia posible de su activi-dad, que elobrerocuyo brazo leatrapala máquinaquemanipulaba.El primero se felicitapor haber salvado lavida y disponerde una pensión,mientrasque el segun-do estáaterradopor una mutilación que amenaza vol-verlo inválido y privarlo de sumediode subsistencia. Siel primero asume los dolores con una relativa sereni-dad, e!segundolos vive con angustia ysufrimiento.Demaneraconcluyente, Henri K. Beecher ha observadouna poblaciónde soldados heridos en el frente italianodurantela segundaguerra mundial después dehabersoportadoe! fuegodurantesemanas. Elautorse asom-bra por e! optimismo,la tranquilidadde esos hombres,después de su evacuación delcampode batalla. Sólouna terceraparte de los heridos exigiómorfina paracalmar un dolor demasiado agudo. Muchos soldadosdicen no sentirnaday no necesitar remedio farmacoló-gico alguno a pesar de tener graves heridas. Dicha tole-rancia nadadebe al estadotraumático,puesto que seprolonga. Beechercomparala actitudde estos soldadoscon la de los pacientes civiles que han pasado por unaintervenciónquirúrgica. Aunque las lesiones en los teji-dos de éstos últimos seaninfinitamentemenores quelas que afectan a los soldados, sudemandade analgési-cos esconsiderablementemás elevada y las quejas des-

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medidas. El significado de los dolores no es el mismoen estas dos situaciones. Unaherida recibida por unsoldadoacostumbradoa combatiry a ver a sus compa-ñeros heridos, o incluso morir, tiene un significadoho-norable: hacumplidocon su deber, y cogidopor e! fue-go del enemigo, nada tiene que reprocharse, y sobretodo, está vivo. La herida essinónimode laretiradadelcampode batalla y de la evacuación a laretaguardia,yluego de! regreso a la vida civil, con una eventual pen-sión. Por elcontrario,lejos del escenario de la guerra, ypocas vecesenfrentadoa la adversidad, e! civil es alcan-zado en plena vida cotidiana,cuandono esperabanin-gunaamenaza. Su existencia resultasúbitamenteafecta-da sin quenadalo hayapreparadoa enfrentarse con se-mejantesituación. Laheridade! soldado en e! frente noes comparablecon la de! civil en sus significados; noson vividas con la mismaintensidad."

Según lascircunstanciasy los interlocutoresque sesucedenjunto a su lecho, e!individuo sufrienteexperi-mentavariaciones en su dolor. Si da libre curso a laqueja ante la enfermerao su madre,por ejemplo, encambio muestrauna actitud digna de elogio frente asus colegas, y más todavía ante unsuperiorjerárquicoque llega en busca de noticias.Enfrentadoa las angus-tias de! dolor, elindividuo cede a la necesidad de admi-nistrarsu identidadsin perdere! tipo, y componenu-merososrostros según la secuencia de las interacciones.Aunque no tenga una conciencia clara, se esfuerza enreflejar una imagen de lo más positivaconformea losusos y valores que siguenrigiendo su sentimientode

41. H. K. Beecher,«Relationshipof significance ofwound tothe pain experienced»,journal of American Medical Association,n.« 161, 1956,pp. 1609-1613.

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identidad. El momento en que lasoberaniasobre símismo pareceaniquiladaes la ocasión propicia paratemplarel carácter y revelar cualidades inesperadas. Lamanerade sufrir oscila entre uninterlocutory otro. Pa-cientesaquejadosde dolor crónico insisten más en laintensidadde supenacuandose saben observados u oí-dos por su cónyuge (auncuandoéste no esté presenteen lahabitación),las palabras acerca delsufrimientodi-rigidas al médicoapuntanparalelamenteal cónyuge,justificandoen ciertomodo la situación y lo bien fun-dadode la solicitud. La queja esmenorcuandosetratade unaenfermerapuesta en la mismasituación."Demaneraimplícita, en la palabra sufriente se expresa unademandade amor, una llamada a estrechar los vínculosafectivos.

El ambiente,el tono de un lugardesempeñaasí unpapel en lamaneraen que elenfermoasume su condi-ción. Una investigación realizada sobre sesenta y nueveoperadosde la vesícula biliardemuestraque los pacien-tes cuyahabitacióntiene una ventana quepermiteverlos árbolesconsumendos veces menos analgésicos queaquellos cuyaventanada a unmuro de ladrillos. Asi-mismo, los de esteúltimo grupo sufren unahospitali-zación suplementariade una jornada como media."Durantela noche el dolor esparticularmentesensible,aguzadopor la soledad y el miedo,por la desapariciónde las referenciasy las agitaciones familiares del día. Laangustia aviva elsufrimientoy es motivo de frecuentes

42. Cf. A. R. Block; E. Krener y M. Gaylar, «Behavioral treat-ment for chronic pain: the spouseas adiscriminative eue for pain be-havior», Pain, n.v 9, 1980.pp. 243-252.

43. R. S. Uhrich, «view through a window may influencereco-very from surgcry»,Science,n.« 224, 1984.

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llamadas alpersonalsanitario:demandade calmantes,de seguridad,de reconocimiento.Por esas razones,lanoche es objeto de medicacionessuplementariasparaprovocarelsueño. El ocio es un factor agravante dél su-frimiento, dirige permanentementela conciencia delindividuo hacia suinfortunio. Las anestesias proviso-rias a consecuencia de heridas en los campos de batallao en ocasión deencuentrosdeportivosse explican enparte por el compromisoen la acción. La concienciadolorosase expandecuandorecupera la atención en símisma, es decir, elinvestimientodel propio cuerpo.Numerosassituaciones de la vidacotidianailustran locomúnde este hecho.

Los estudios sobre el dolor sentidodemuestranqueun sujetoanimadoaproseguirmás allá de suumbraldetoleranciaconsienteen recibir descargas másfuertes."Dicho umbral tambiénseaumentasi hay testigos pre-sentes o si se organiza unacompetenciaentre los prota-gonistas. Una experiencia realizada en la UniversidadMac Gill (Montreal) ha medido elimpactodel gruposobre elumbraldolorífero, después de establecer la per-tenenciareligiosa del individuo. Cuarentasujetos deconfesiónjudía y otros cuarentade confesión protes-tante fueron invitados aparticipar en elexperimentosin que sesuministrarainformación alguna acerca desus convicciones religiosas. Los umbrales doloríferos selesmidieronentoncesmientrasunosy otros creían par-ticipar en el examen como simples estudiantes. Luegose lesanuncióde maneraanodinaque había trabajosque demostrabanque suscorrelegionariostenían la re-

44. B. B. Wolf y A. A. Horland, «Efectsof suggestion upan ex-perimental pain: a validation study»,lournal ofAbnormal Psychology,n.« 72, 1967,pp. 402-407.

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putaciónde que suumbral de tolerancia al dolor eramenor, y que la investigación en la queparticipabanapuntabajustamentea aclarar esepunto. Examinadosuna segundavez, losestudiantesjudios aumentaronsurendimientode manerasignificativa. Losprotestantes,por el contrario,mantuvieronlas cifras anteriores. Lue-go se realizó una investigación similar sobre una pobla-ción femenina. Esta vez seinformó, haciendohincapiéen ello, de que losmiembrosde sucomunidadreligio-sa poseian unumbralde toleranciaclaramenteinferiora los de laotracomunidad.Los dosgruposaumentaronsu rendimientode manerasignificativa."

Con una metodologíadiferente, Barber yHahnconsiguieronun aumentosignificativo delumbral deresistenciasugiriendoa los sujetos de laprueba,cuyasmanosestaban inmersas en un agua helada, quedistra-jesen suatenciónimaginandoescenasagradables."Ac-tivar la imaginacióncon unaensoñacióndivertida esotramaneradeactuarsobre el dolor. Una actividad queapasiona y aleja la atención delindividuo sufrienteesuna forma de eficacia simbólica quemuestrael gradode control sobre sí del cual es capaz el serhumano,aunqueno siempre lo sepa. Por elcontrario,la consig-na deimaginaruna situación dolorosa produce en lossujetos efectos físicos asociados al dolor:aumentodelritmo cardíaco, de la tensiónmusculary de la respues-ta galvánica de la piel.

45. W.Lambert; E. Libman y E. Poser, «Theeffect of increasedsalienceof a membership group 00 pain tolerance»,[ournul of Persa-nality, n.v 1, 1960, pp.350-357.

46. T. X. Barbery K. W. Hahn Ir., «Physiologicalandsubjecti-ve responsesto pain producing stimulation under hypnotícalIy sug-gested andwaking-imagined analgesia»,]ournal of Abnormal and So-cial Psychology,n.c 65, 1962, pp.411-418.

COORDENADASPERSONALES

Estudios realizados sobre las secuelas deoperacio-nesquirúrgicasrevelan que ciertonúmerode pacientesno sufren. Entre laintervencióny el dolor postoperato-rio seinterponendatos imprevisibles,tanto personalescomo relacionadoscon el medio, yapropiosde las con-diciones previas de laoperación,que modelanla inci-denciadolorosaacentuándolao borrándolacompleta-mentepara un sector que oscila entre un 5 y un 20%

de lospacientes."Investigaciones más antiguas confir-man estos datos. Sobre unamuestra de doscientostreinta y siete pacientessometidosa intervenciónqui-rúrgica, Pappercuentaun 44 % que no se queja dedolor alguno."Otro estudiorevela que el 21% de pa-cientessometidosa colostomíao gastrectomía no re-claman analgésicoalguno." Por el contrario, ciertospacientes sufren más que los otros ydurantemayortiempo. Melzackcomprobó,por ejemplo, que si el do-lor postoperatoriodesaparecelentamentelos días si-guientes a laintervención,persiste para el 30% de losintervenidosmuchomás allá del cuarto día.50

En el seno de una misma clase social o de una mis-ma sensibilidad religiosa, a pesar de lasorientacionescomunesy la relativa previsibilidad de la relación con el

47. C. Conseiller y D. Ortega, «La douleur postopératoire»,enJEPU, La douleur et sontraitement,Arnette, París, 1988,p. 139.

48. E. M. Papper et al., «Post operative pain: its use in thecomparative evaluation of analgesics»,Surgery, vol. XXXII, 1952.

49. A. S.Kears,«Post operative pain: research and treatment»,Iournal of ChronicDiseases,vol. IV, 1956.

50. R. Melzack, «Pain on a surgical ward: a survey of the dura-tion and intensityof pain and the effectivenessof medication»,Fain,n.o29, 1987, pp.67-72.

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mundo,se ejerce unasingularidadpersonal. Más allá delas incitaciones implícitas que recibe de sugrupo depertenencia,cada actor reacciona frente a la emergenciadel dolor con un estilo propio. Al margen de lamaneracolectiva de vivir el dolor, ciertosindividuosson consi-deradosmás «duros» que otros, o más «blandos» o más«sensibles».Los trabajos de A. Petrie evidencian estasdisparidadesde respuestas aldolor," Asimismo, el mo-mentodel parto, con frecuencia asociado al dolor, re-fleja variadas experiencias de acuerdo con las historiaspersonalesde las mujeres y supertenenciacultural."Un artículode Marcel Proust recuerda la evidencia co-tidiana de la desigualdad de los sereshumanosante eldolor, incluso entre los deidénticacondición social ycultural. Proust evoca a Alphonse Daudet aquejado detabes de origen sifilítico, que leprodujeronuna paráli-sis progresiva al final de un largosufrimiento:«Apenasme atrevía aponerlos ojos sobre el señor Daudet el díaen que lo vipor primeravez. Sabía quedesde hacía diezaños lacontinuidadde sus dolores atroces, lacotidiananecesidad de calmantes más peligrosos todavía, y cadanoche elsufrimientode su cuerpo, tanprontocomo seacostaba, se volvía intolerable. Debíatragaruna botellade cloral para dormirse. Recordabacuántouna enfer-medad,comparadacon la suya, tan suave que él la ha-bría pasadocomo un descanso, me habíaapartadodelos demás, vueltoindiferentea todo aquello que no in-

51. A. Petríe,Individuality in Pain and Suffering,Chicago Un-versity Press,Chicago, 1967.

52. Porejemplo. el testimonio de las mujeres deMinct, de me-dio rural y popular. en SimoneVerdier: «Todo el mundo no pareigual.Hay quien no tiene dolores, quien pare como si nada,y también hayotras que sufren largo tiempo», Y. Verdier, Poconsdedire, [aconsdejaí-re, Gallimard,París, 1979, p. 93.

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teresase a micuerposufriente,en el cual miesplrltupermanecíaobstinadamentefijado.s'"

Los relatos de GeorgesDuhamel,médico en elfren-te durantela Gran Guerra, ofrecen mil ejemplos de unadistribuciónmuy desigual de la capacidad decontenerel dolor según loshombres,aunquesean decondiciónsocial semejante.Auger, el cestero de Charente, «no pa-recedesdichadopor sufrir. y Grégoire «es un pesado»,gime con lamenorcura, el más ínfimomovimiento,esincorregible y «sin valor. ante la adversidad. A pesar desus esfuerzos estátransidode miedo y de dolor en cadaexamen de suherida,en cada vendaje, y exaspera a susenfermerosy médicos. «Grégoire no sabe sufrir comono se sabehablar una lengua extranjera. Sólo que esmás fácil deaprenderel chino queaprenderel oficio deldolor. Cuandodigo que no sabe sufrir,entiendoquesufre,desgraciadamente,mucho más que los otros. Co-nozco elcuerpohumano,hay signos que no engañan.Grégoire se las arregla mal. Recuerda a los niños quetienentantomiedode losperrosque estándestinadosasermordidos.s" Grégoire está sin defensas ante su do-lor por razones derivadas de su historia personal, obre-ro, no tiene como Auger la resistencia y la distancia quecon frecuenciacaracterizana su medio social. Y el va-cío que crea a su alrededor, en el hospitaldonde loatienden,atestigua lamudadesaprobaciónde la que esobjeto. Auger,por el contrario,está en la gracia del do-lor, lo guarda para él y conserva elbuenhumorante losdemás. Un obús le ha roto lapiernay arrancadoel pie,como elmiembrotenía aún un trozo de carne, extrajo

53. M. Proust,La Presse,Jl de agosto de 1897.54. G. Duhamel, Vie desmartyrs. 1914-1916.Mercure de Pran-

ce, 1917, París, p. 178.

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el cuchillo y él mismoprocedióa laamputación.Cuan-do Duhamel,más tarde,le propusodormirlo antes derasparleel hueso, se negó:«Imaginoque eso no será tanterrible. Si no leimporta,no meduermay haga sutra-bajo, del resto meencargoyo.» No obstante,no puederefrenarciertasmuecas,entoncessesumaa cantarunasletrillas picantesentonadaspor las enfermeras,y todosseechana reír. «Auger-escribióDuhamel-sufre deunamaneralúcida, inteligente,casimetódica.No se pe-lea contodo ni sequejaa tontasy a locas. Hasta en lasmanosde losdemássiguesiendoel hombreque supoamputarsea símismoy acabarla obrade lametralla.Esdemasiadomodestoy respetuosopara dar consejos alcirujano pero le proporciona preciosas informacio-nes.,,55Auger guía lamano que lo cura,controla losgestos que lo hacensufrir cuandose lecambiael ven-daje. En esesentidoes unpacienteideal que no se que-ja nuncay se ofrece a lostratamientosque se lepropo-nen con serenidad.Su imagende hombreviril y duroparael dolor se havalorizado.No se sientedisminuidopor su mutilación,explica aDuhamelque podráseguirejerciendosu oficio. Asimismo,tampocoponeen dudala actitud de sumujer en relacióncon él, confía en sufuturo. En cambio, se apenapor los demás,por loscampesinos,sobre todo, cuyas gravesheridasimpidenel trabajo en lagranja.Grégoire,por el contrario,estásolo, trabajadorsobretodo independientee itinerante,estáquebradoen susentimientode identidady el dolorle parece másintolerableaún. PeroDuhameltambiénmuestraque unaactitudestoicapuederompersea cau-sa de ungranode pimientaque agrega un soplo al su-

55. Ibídem,p. I XセN

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frimiento soportado.Tricot, gravementemutilado, undía ve que en lanariz le ha salido un grano.Aunquehaencajadodesgracias ydoloresinfinitamentemás terri-bies, ante esemodesto acontecimientose queda sinfuerzas. «Yen verdad -escribió Duhamel-el vasodesbordó.Era un dolor que no se merecía. Tricot co-menzó a quejarse,y a partir de entonceslo vi perdi-do.,,56 Sin estar dormido había soportadoque se leabrierael pecho,pero la gota de agua de undolor su-plementarioquebrósu entereza. Y fue elpreludiode sumuerte,puestoque apartir de entoncesperdióel deseode vivir y renuncióa luchar.

Un mismo individuo no tienenuna relacióncons-tante con su dolor. Lascircunstanciasla hacen variar,como se ha visto: sedistraeenfrascándoseen una acti-vidad absorbente,o lo olvida al sersúbitamenterecla-mado por una tarea imprevistao por preocupacionesque reclamantoda su atención.El dolor se acentúasino sepiensamás que en él, si elindividuo se deja di-solver en sutormento.El significado que seotorgaalhechodoloroso,el estadode ánimo que reina en talocual momento,son lasmatricesque danforma al sen-

timiento del dolor.

LA GESTION SOCIAL DEL DOLOR

El dolor crónicosedibuja en negativo como un su-frimiento en cuyo alivio fracasan lostratamientosmé-dicos, definición paradójicaque ilustra hasta quépun-to la medicinaes la referenciaabsolutaparatoda eva-luación del dolor. En principio éste no sepresenta

56. Ibidem,p. 43.

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como unaenfermedada largo plazo. En unprimermo-mentoes unapreocupaciónpara el individuo, un sufri-miento ocasional que lo conduce a consultar a un mé-dico, uotro profesional de la salud, como otra afeccióncualquiera. El dolor es un motivo clásico de consulta. Elindividuo espera ser librado lo antes posible. La pers-pectivapróximadel alivio vuelve la situación, en parte,todavía soportable.Cuantomás joven es el sujeto, ma-yor es su convicción de que tal estado es provisional yquerecuperarásin perjuicios el usoanteriorde su exis-tencia después de lostratamientosapropiados. Los su-jetos de mayor edad conocen por elcontrariolas pato-logías relacionadas con las contingencias de su longevi-dad (reumatismo,gota, artritis, artrosis, etc.). Eldolorcrónico está igualmente asociado con enfermedadesevolutivas (cáncer, sida...).

De acuerdo con su condición social y cultural, susconocimientosprevios, el enfermo recurre al médico oal curandero,o incluso al quiropráctico, al osteópata, alacupuntor,etc. El enfermo del mediopopularse remi-te más bien a un sistema de proximidad. Su experienciamédica no es muy amplia, y es menos proclive a lacomparación,incluso cuandoel juicio acerca del tera-peutasea seguro y lo que esperaba de él acabe en de-cepción. Recurrir al médico es también la consecuenciade una solicitud de consejo a los amigos o vecinos queoperancon valorespróximosa los suyos. El margen desolicitación de los medios populares, enprincipio, esmás estrecho. Elindividuo sufriente se dirige a uno uotro de esosterapeutasde acuerdo con su evaluación dela enfermedad,y según los consejos conseguidos aquí yallá, derivados de malestares semejantes yatratadosensu familia o vecindad. Si, por elcontrario,considera di-

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chos males«naturales»en su situación o a suedad,puedejuzgarlos inexorables y tratarse por sí mismo.arreglárselas solo, sin acudir a un médico uotro profe-sional sanitario. Por su parte, los medios privilegiados olas clases medias tienden acompararlas diferentes me-dicinas disponibles en el mercado de la salud, y a infor-marse sobre las cualidades respectivas de los facultati-vos. Sus lecturas, frecuentaciones sociales y movilidadles confieren una capacidad de evaluación que los vuel-ve tambiénmásautónomosen la elección, y sin dudamenosdependientesde los consejos de los demás. Elsistema de los posibles recursos es cosmopolita, y pasapor el tamiz de una crítica sin indulgencia.57

Si el dolor se considera desde elprincipio un sínto-ma transitorio,la ineficacia de lostratamientosestable-cen la cronicidadcuandollegan a su fin. Entonces seorganiza como modo de vida del individuo, a pesarsuyo, obligado arenunciara sus antiguas prerrogativas,de la mismamaneraque modifica enprofundidadsuvida familiar y profesional. Elindividuo comienza una«carrera» (Freidson) de enfermo jalonada de etapasmás o menos previsibles. Supermanentepreocupaciónconsiste enmanteneruna identidadestable y coheren-te, salvaguardar su imagen ante sí y ante los demás, apesar de las dificultadesinherentesa sucontinuosufri-miento. Al mismo tiempo realiza unabúsquedade sen-tido y de alivio. La persistencia delsentimientode iden-tidad exige quepermanezcaen él la certeza de com-prenderprontosu tormento,y sobre todo derecuperarel empleoanteriorde su persona. Pero laduraciónde la

57. E. Freidson,La profession médica/e. Payot, París. 1984.pp. 289-290.

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pena, el fracaso de lostratamientos,lo proyectan a uncamino tortuosofuera de toda previsibilidad. El «do-liente crónico» está en espera de un diagnóstico quehagaentrarsus males en una categoría pensable, que dépor fin una legitimidada su queja y justifique sus com-portamientosanteriores. Restablecer elordendel senti-do vuelve laenfermedadcomunicable, y sobre tododesbarata las sospechas de quienes lo rodean, o inclusola del médica: que en el fondo se trate de una compla-cencia personal.Encontrarleun significado al dolor setraduceen una incansablebúsquedadel enfermoquecombatesimultáneamentepara que el diagnóstico deun dolor «psicológico»no caiga sobre él. Su dolor es dela carne y no del espíritu. Sufre en sucuerpoy preten-de sertratadoa dicho nivel. Para él,«psicológico»sig-nifica «imaginario», y esa expresión suena como unasospecha quecuestionasu sinceridad.

La fijación sobre laorganicidades una forma de de-fensa profesional, e incluso hasta de crispación, me-diante la cual el médico cogido en falta se esfuerza enmantenersu enfoqueacerca de laenfermedadsin re-nunciara su privilegio de especialista. El enfermo res-pondea estapreocupacióncon la misma porfía, comosi para él no existiese salvación fuera de la identifica-ción «concreta» de susíntoma.Si no hay dolor que nosea consecuencia de una lesión, seimponenla pacien-cia y los exámenes, sabiendo que una vezencontradalacausa orgánica, la solución llegará deinmediato,porañadidura.El enfermose entrega entonces comopuroobjeto de una relación técnica,renunciaa todacompe-tencia personalsobre sus males, y a todavoluntaddecuestionarsu significado y sus consecuencias en la tra-ma relacional. «La relaciónterapéutica-escribeS. [a-

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lIade-aparece entonces como una "ilusióncompartí-da", y el encuentroentre lademandadel paciente y larespuesta del médico se alimenta sobre todo con, suobstinaciónrecíproca en la ilusión: la medicina lo pue-de todo.s'"La erradicacióndel síntomase convierte enun fin en sí mismo, en el registroexclusivode la orga-nicidad, lo cual vuelve superflua o fuera de lugar cual-quier otra iniciativa (escucha, relación de ayuda, psico-terapia...).

El diagnóstico finalmente establecido sustrae al ac-tor del caos,restaurael dolor como materia en quépensary actuar, lo inscribe de nuevo enunaperspecti-va de resolución, después de laprolongadainterroga-ción. Ahí dondetodo paciente es feliz de oír la palabratranquilizadoradel médicoanunciando«no hay nada»,el doliente crónico se amarga,decepcionadocon unamedicinaque fracasa endescubrirsu enfermedady pa-rece ubicar lo que siente en el limbo de la ilusión o dela mentira.Por elcontrario,la denominaciónde la en-fermedadlevantatodahipotecay se recibe con un júbi-lo bastantedesacostumbradopara el médico. Por fin

58. S. Iallade, «Médecinepsychosomatiqueet douleurs rebe-Hes», Revue deMédecinePsychosommíque,vol. 16, n.v 1, 1974, p. 50.

Treinta y cinco enfermos seguidos por S.[allade quepadecíandoloresneurálgicoscrónicosy rebeldesendiversaspartes, que en diez de ellosse remontaban a más de diez años de antigüedad, recibieron simultá-neamentetratamiento físico y psicoterapéutico, rompiendo de esa ma-nera la separación radical entre tratamientos del cuerpoy atenciónpsicológica. Con la excepción de seis de ellos, vistos una sola vez, die-ciséis noexperimentaron ningún dolor más, y se consideran curados;para siete, laatenuación de los síntomasvolvieron más soportable suestado; los seisúltimos continuaron con sus dolores. El dolor se ali-menta en el conflicto con los allegadosy la decepcióna causa de loslos exámeneso tratamientos médicos. También ahí puede verse hastaqué punto eldolor remite siempre a una estructurasimbólica.

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fue reconocida la legitimidad de su mal, el paciente tie-ne elsentimientode que acaba de reconocerse su ino-cencia."Cuandoel médico me llamó y me dijo lo quetenía estaba tan feliz de tener algo que no oí todo lo quedecía-comentauna mujer, víctima de un dolorcróní-

co-. Debí recordarlo ... Aunque hubiese tenido cáncer,mehabríadado lo mismo... Sabía que había algo... y losmédicos noencontrabannada. Era un infierno... Esoquería decir que no había nadaperturbadoen mi cabe-za. Que no era unahipocondríaca... Erabuenosaberque habíaalgo.s"Que el enfermo pueda de este modosentirse culpable de susufrimientoes un hecho inquie-tante y dicemuchoacerca de lainteriorizaciónde undeber deorganicidadparaacreditar su queja, ytambiénsobre laactitudde ciertos médicos. Mercado de ilusio-nes no obstante, puesto que la experienciademuestrasobradamenteque la identificación de la organicidadno basta paraaportarla curación.

La vanabúsquedadel alivio, la comprobacióndelcarácter inédito del dolorexperimentado,fuerza al pa-ciente que es un doliente crónico a la duda.60 El dolorpersiste, los exámenes se suceden, lostratamientosnotienenefecto. Seinsinúaun temoracerca de sutoleran-cia, semejante a undeteriorocotidianoque nada dis-minuye, acerca de la capacidad de los recursos de lamedicinapara acabar alguna vez. Lademandaal tera-peutase vuelve más insistente. Con frecuencia se solici-

59. Citado por R. Hilbert, «Theacultural dimensionsof chro-nie pain. Flawed reality construction and the problem of meaning»,SocialProblerns,vol. 31, n.e4, 1984,p. 368.

60. Cf. Kotarba, Chronic Pain. lts Social Dimensions,Londres,SagePublications,1983.VéasetambiénY. Baszanger,«Travail médica!et expériencede la maladie»,SciencesSociales etSanté,vol. VII, n.v2,1989.

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ta un especialista. Los exámenes,paradójicamente.sehacen más dolorosos, y seproponenlas solucionesmásradicales (laintervenciónquirúrgica,por ejemplo). Larenovación del fracaso sueleconducira una crítica se-vera e incluso a la desafección hacia la medicina. Si elenfermohabía puesto sus esperanzas, enprimer lugar,en aquélla, desalentado, se vuelve hacia facultativos deotra clase (osteópatas,quiroprácticos,etc.) o hacia cu-randeros(hipnotizadores,ensalmadores,etc.)." El iti-nerariode las curas se vuelve pragmático, aspira a unresultadoinmediatoy se agarra a todas las esperanzas.El individuo estáinmersoen una situación insostenible,ya no dispone deningún recurso paranombrarsu maly contenerlo, estáenfrentadoa una experiencia «acul-tural» (Hilbert): faltan los recursos médicos, los únicoslegítimos para explicar su estado. Sehundeen una ex-periencia que carece de modelo, y está obligado a in-ventar un modo de resolución de suprueba,en cuyodefecto no tiene otra perspectiva que la renuncia y elvacío.

El individuo, esta vez convertidoplenamenteen«doliente crónico», busca alterapeuta«milagroso».Compartesu experiencia personal con otros, afectadospor los mismos males y que han tenido la misma evo-lución. «Existeuna subculturaque diseminainforma-ciones y ofrece un consuelo a susmíembros.ss/Se in-

61. Un ejemplo. entre muchos otros. de unitinerario comoéste. es ofrecido porA. Kleinman, Suffering, healing, and thehumancondition, Basic Books, 1988, pp. 56 Y siguientes. Acerca de la expe-riencia del dolor crónico, también remitimos a M.- J. DelvecchioGood; P. E. Brodkin; B. J. Good y A. Kleinman, Paín as ahuman ex-périence.An anthropologicalperspective,University of California Press,Berkeley, 1992.

62. J. Kotarba,ibídem,p. 74.

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tercambian direcciones decuranderoso terapeutas,nombresdemedicamentoseficaces,se relatan trayecto-rias de curas. Demanerainformal se crea unacomuni-dad de destinos que ayuda asoportaresta condición. Elindividuo integra eldolor en su existencia, se organizacon y a pesar de él. Amenudosu penosa experienciaafecta a sus relaciones familiares. Replegado en sí mis-mo, menos investido en relación con los suyos, frenadoen su actividad,limitado en sus proyectos,quejándosede su estado, suscita laindisposicióno la impacienciaante unasituación que se eterniza. Sus exigencias sevuelven intolerables: silencio en la casa, salidas imposi-bies, etc. Los suyosacompañanla búsquedade alivio ylas peripecias de las curas, pero el cansancio seimponecon frecuencia a causa de losrepetidosfracasos y eltiempoque pasa. Elequilibrio anteriorestá roto, la si-tuaciónexige delgrupo familiar unareorganizacióndesus relaciones ymodo de vida. Elhombresufrienteyano es el mismo, pero se le sueleconsiderara la luz desuscomportamientospasados. Se lereprochaese cam-bio sin considerarcircunstanciasatenuantes. El dolorprovoca lairritabilidad, solicita lacomprensióny la in-dulgencia delgrupo o desemboca en conflictos. IvánIlich, presa de un dolor persistente que lo espanta, sien-te crecer un malhumor que envenena la vida familiar.Lasdisputassemultiplican. «Al decidir que sumaridotenía uncarácterdetestable y que la había hecho desdi-chada, secompadecióde supropiasuerte... Después deuna escena en cuyotranscursoIván Ilich semostrósin-gularmenteinjusto [...] él admitió que se había vueltoirritable en efecto, pero que eso era enfermizo ...»63

63. L. Tolstoi, La muerte deIlIdn Ilich.

La sospecha surge a veces de la malavoluntadde unenfermoque podría«poner un poco de sí» o «hacersemenoscaso». La acusación de complacencia es intolera-ble parael hombresufrienteque se debate en una redque no para de cerrarse entorno a él. Lasolidaridadinicial setransformaen desconfianza, y a veceseh re-chazo. Las familiaspermanecensolidariasmientraslavoluntaddecuraciónles parece fundada y sincera. Perootrosacaban cayendo en laincomprensiónpor aquel dequien se sospecha que exagera y quepodría ocuparsemás de sí. «y sólo él sabía-piensaIván Ilich-, quie-nes lorodeabanno lo comprendíano no queríancom-prendere imaginabanque en elmundoera como en elpasado. Eso eraprecisamentelo que másatormentabaaIván Ilich.» Ladepresiónsuele sumarse alcuadrodolo-roso y entonces acaba dedesestructurarla existencia.Las capacidades personales deadaptacióny de toleran-cia son vivamente reclamadaspor los demásmiembrosde la familia. A veces los vínculos afectivos se debilitan.Los allegados tienen el amargosentimientode vivir in-mersos en una sola fuente de obligaciones, sin ser retri-buidos con el reconocimientoo el amor del enfermo.En ocasiones laincomprensiónmutuadesemboca en laseparación,el divorcio. Elsentimientodeabandonona-cido de talmecanismoconduce en ciertos casos al alco-holismoo al suicidio.

Si el dolor subyace en el oscurointerior del cuerpode su víctima, lairradiaciónengloba a una serie de ac-tores que seconstituyencomo una especie de sistemasocial del cual el dolor es el centro secreto, y al mismotiempomanifiestamentepregonado. El dolor crónico esunaenfermedademinentementesocial, afecta a los pa-dres o el cónyuge, los hijos, los amigos, y hasta al ve-

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cindario,alcanza de rebote al círculo profesional y fuer-zapor último a un recorridomuy prontofamiliar (exá-menes médicos, etc.). Entonces implica a los médicossolicitados, enfermeros, farmacéuticos,curanderoseventuales, toda unaservidumbresocial cuyos miem-bros nonecesariamentesecomunicanentre sí, pero quemovilizadospor el dolor delenfermoseunensin ha-bérselopropuesto:unaocupaciónexclusivaque no dejamuchotiempo para las distracciones.

En ciertascircunstanciasel individuo debedomi-nar lainformaciónrelativa a su estado. Sicomentaconprecisión sudolor ante el médico o los allegados, anteinterlocutoresde quienes ignora qué usoharánde la in-formación,la administracon prudencia.Proteger la si-tuaciónprofesional o salvaguardar laidentidadse con-viertenen preocupacionesconstantes. Elindividuo estáexpuesto a laincredulidado a la sospecha de exagerarsu estado paraobtenerprovecho o unaconsideraciónindebida. Está amenazadopor el descrédito,puedenacusarle de exagerar, y hasta de simulación. Teme des-nudar una fragilidad personal quearruinaríasu posi-ción profesional. Antes de exhibir suinfortunio ante unextrañoo un colega, orepetirel gesto ante un allegado,seimponeuna ciertaprudencia.El despecho que sien-te alponerseen dudasu palabra o su queja, el miedo ano ser creídopor no tenerpruebas tangibles de su su-frimiento, y hasta elpropio temora perderel empleo, osimplementela estima de los allegados o colegas, fuer-zan alindividuo a «aguantan>y seguirtrabajandoa pe-sar de las dificultades,simplementeintentandoevitarlos movimientosdolorososo las cargas pesadas. El in-dividuo prefiere esosmomentospenosos altemor deperderla identidado malbaratarsu imagen ante los de-

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más. El silencio suele ser una necesidad para lapersonaafligida que sabepor experiencia que una revelación se-mejantees con frecuencia perjudicial en las relacionessociales. La gestión del secreto es parteintegrantede laexperiencia dolorosa paramuchosindividuos.

J. Kotarbademuestraen suobrael juego de simu-lación al que seentreganlos atletas de alto nivel en Es-tados Unidos, afectados dedolor crónico (relacionadopor ejemplo con un golpe o una caída) paramantenersu estatutode profesionales o conservar su puesto enlos equipos, dada lacompetenciay la despiadadaorga-nizaciónimperante.Los jugadores prefierenapretarlosdientes ysoportarla pena durantelas competicionesantes que ser puestos enentredichoo arriesgarse a unconflicto con elentrenadoro el médico del club, y has-ta incluso ser despedidos. Los atletas desarrollan entreellos estrategias en tal sentido,intercambianconsejos,intercomunicanexperiencias paramantenersu posi-ción con la esperanza de que eltiempo mejore lascosas."

El medio obrero, tocado con frecuenciapor el do-lor crónico (dolores de espalda, etc.),tambiénse en-frenta con elimperativodel secreto.El sufrimientoglo-baloel dolor que afecta a unos músculos vuelven el es-fuerzo penosoo peligroso, reducen elrendimiento.Latarea, difícil de llevar atérmino sin ofrecer indicios,consiste en negar todo dolor ante sus colegas suscepti-bles de cargar la debilidad a lacuentade una pereza ouna debilidad física que disminuye su estima, o frente asuperioresque amenazan coninterpretar el hechocomo una falta de iniciativa, unaactitud «holgazana».

64. ¡. Kotarba,op. cit., pp. 133-164.

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Si el dolor se mantienesin alterar elrendimientodemanera demasiadoevidente, «aguantando», el actorsalva las apariencias sin temer todaviapor su progresoo su carrera. Lasituaciónsecontroladiscretamente,aveces sobre el filo de la navaja. Nicolas Dodier expresabien lo que está en juegocuandoescribe que «por unlado, es necesario [parael individuo] dar a conocer su-ficientementesu enfermedad,con la ayuda de signosperceptibles, conel objeto deaumentarla parte que losotros atribuyena losproblemascorporales. En efecto,cuantomásgrandesea esa parte, másimportantessonlos problemas"absolutos" deducidospor los demás, ytanto más será juzgadopositivamenteel comporta-miento individual», Se le concede un crédito mayor porcuanto prosigue su tarea a pesar de suenfermedad.Pero «porotra parte, al mismotiempo es necesario li-mitar el recurso a laenfermedad(su visibilidad social)justamentecon el objeto de que los otros no crean querecurrea lo corporalcon excesos."

Si es necesario saber callar acerca delpropioestado,a veces conviene decirlo sin rodeos, so pena de recibirtareas difíciles y hasta imposibles de realizar en talescircunstancias.La maniobra resulta penosa, siempredebe repetirse, y cada episodio es nuevo,uno no puedeconfiarse. El doliente crónico no puede atenerse a unaactitud equivoca, cada situación social o profesionalexige de élunarápida intuición de lo que debe callar o

65. N. Dodier, «Corps fragiles. La construction social des évé-nements corporels dans les activitésquotidiennes de travail», RevueFranfaisedeSociologíe,XXVII, 1986, p. 617. Lexpertíse médicale. Essaide sociologiesur J'exercise du jugement.Métailié, París, 1993. VéasetambiénR. Hilbert, op. cit.,pp. 370 YSS.; S. FagerhaughyA. Strauss,Politics 01 Pain Management: Staff-patient Interaction, University ofCalifornia, San Francisco, 1977,p. 241.

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revelar, y en quétérminos.El actor asumede ell ma-nera unaparte indeseable de sí mismo que exponealjuicio sin indulgenciade los otros, pero la invisibilidadde su dolor le deja la ingrata tarea de evaluar en cadanuevasituaciónsi espertinenteo no declarar su estado.El dolor crónico tambiénes unapruebasocialquéexi-ge al actor undesdoblamientode sí queaumentael de-sasosiego. Si se exhibiera con un brazo roto o una en-fermedadcardíaca,el actor notendríanecesidad algunade ejercer la sagacidad sociológica paraadministrarsuexistencia de la mejor manera. Eso es lo insólito de unestado semejante, que parece nominar la apariencianila relación conel mundo,y que induce la desconfianza.

Si el marco laboral obliga a un hábil manejo de lasituación,el café es, por elcontrario,uno de los lugaresprivilegiados donde hablar delsufrimiento en ciertascondiciones. Con frecuencia la conversación en labarracomienza demanerahumorísticapara señalar implíci-tamentea los demás que se hatomado distancia delproblema,que se trata, por ejemplo, «de estapuñeteraespalda»antes que de él mismo. Unamanerade entraren el asunto esencial sin pasarpor quejoso otimorato,pero que exige unhombrecapaz deplantarcara y quetenga experiencia. «Como todo doliente crónico, elobrero debe presentaruna imagen decompetenciaaquienes le oyen, demodoque pueda conservar la esti-ma desí.»66 El estilo humorísticopermiteabordardemaneraritual (ccara depóquer» un tema delicado.Ausculta el clima delmomentoy exhibe unautocontrolque disimula bajo las bromas la gravedad del tematratado,pero que realiza su objetivo decompartiruna

66. ). Kotarba,op.cit.,p. 170.

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preocupacióncon los demásbuscandosus consejos oexperiencias.La familia suele estar cansada de sus que-jas regulares, y deldolor sólo secuentaa la clientelamás omenosanónimay atentadel bar,junto a un vasoque justifica lapresenciay favorececamaradería.Se dis-cute acerca de losméritoscomparadosde los facultati-vos delbarrio o de las diferentesmedicinas,se evocanexperienciaspersonaleso familiarespróximas,se ejerci-ta la compasiónen grupo. El actor demedio popularencuentrade esemodo,en lasociabilidadprovisionalycálida de los bares, unapuntalamientode suidentidadque leconfirmala realidad de sus dolores(cuandoa ve-ces elmediofamiliar es crítico oimpacienteen relacióncon éstos) y lo incluye enuna comunidadde destinoque le aligera la carga.Al mismo tiempo, el alcoholaplaca unpocoel sufrimiento,procurael olvido de laspreocupaciones,y ademásuna convivencia de café sinconsecuencias,pero queduranteun rato le da elsenti-mientode existir apesarde las dificultades.

EL DOLOR COMO ESTATUTO SOCIAL

En la mayoría de los casos eldolor crónicomermalas antiguasprerrogativasdel individuo, perjudicasuintegraciónsocial, su vida familiar y relaciones de amis-tad, peroocurre, por el contrario, que le confiere depronto una eminenciaque modifica las relaciones conlos demás. Si estaba aislado, o conuna mala inserciónfamiliar, laboralo vecinal, si se sentíaincómodo,impo-tenteparadesarrollarseen sutrabajodondeseenfren-taba a problemaspersonaleso financieros insolubles,una herida o un síntomacualquierase transformanaveces en cajas deresonanciade un sufrimientodifuso.

El dolor que tiendea instalarseentoncesadquierevaloridentificatorio, y concede al sujeto unestatuto,un reco-nocimiento, una legitimidad para deshacerse de res-ponsabilidadesque le pesan. Recuperaunamejor posi-ción en su familia,preocupadapor su estado, yatentaaprocurarlealivio. Es el caso de eseobreroque goia deuna modestaestimade sus semejantes. Los dolores deespalda que sufre leprocuranunasuertede monedadecambiocon los demás. Por fin seinteresanen él, le pre-guntansi está mejor, le dan consejos, lecuidanla salud.Él visita regularmenteal médico, se presta a los exáme-nes debuenagana. Eldolor le procurabeneficios se-cundariosno desdeñables, y a veces hastaunacompen-saciónfinanciera,que refuerza, almargende lavolun-tad del enfermo, un sistema difícil deromper, peropeligrosoa largo plazocuandola familia, lavecindadolos amigosacabancansándosede un estado que no me-jora, o cuandoel médicodesalentadollega adudardela realidad de un dolor que nunca consiguealiviar."

NOTA SOBRE EL DOLOR DE LABORATORIO

Numerosos estudios norteamericanos,animadospor una fantasía deomnipotenciaacerca de su objetode estudio,reducena datos delaboratorioel objetodeestudio,colocanla complejidadde lo real bajo celofán,después depurificarlo de la mayoría de suscomponen-tes incontrolables.Pero eldolor no se dejareducir aunatranquilamaquinariade laboratorio,con unpuña-do devoluntariosremuneradoso quebuscanganarse la

67. B. Clark Mirns, «Sociologicaland cultural aspeetsof pain»,en G. D. Tollison,Handbook of ehronic Pain Management,1989,pp. 23 Y ss.

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buenavoluntaddel profesor del psicología o fisiologíaexperimental.El dolor delaboratorioes un juego de so-ciedad, unsimulacroque deja alindividuo libre de re-tirarsede la escena encualquiermomento,e interrum-pir la experiencia sin que sufra secuela alguna. A losumosuelta una carcajadaliberándosede los electrodosy dice alexperimentadorque no aguanta más. El dolores infligido mediantemáquinasque no provocan mie-do alguno, y los estímulos aplicados en la piel estánbajo elpermanentecontrol de lamirada,y sobre todode la voluntad. Si estas experiencias son indicativas,como se ha visto antes,permanecenmudas en lo esen-cial: la relacióníntima del hombreenfrentadoa un do-lor cuyo origen no conoce, y del cualnadave, un dolormarcadoen el centro de su ser cuyotormentono pue-de regular a su gusto, y del cual ignora las consecuen-cias.¿Es posible entonces hablar deumbral del dolorcuandose elimina la ansiedad, el miedo, la sorpresa, eldesmantelamientoduraderode laidentidaddelhombresufriente? Eldolor concreto noconciernesólo a la su-perficiecutánea,es una experiencia entera del ser, pue-de dejar sin aliento,aumentarel ritmo cardíaco, tras-tornar la expresividad, etc. Estos estudios delaborato-rio miden sensacionespurasen condiciones de como-didadmoral de los sujetos.

Este dolor de acuario, conprotagonistascon buenasalud, sugiereremotamentelo que es en la vida real,mientrasque elauténticosufrimientoimprime su mar-ca en una existencia quequiebrao dificulta. RenéLeri-che ya había subrayado la distancia entre el «dolor en-fermedad», el dolor vivo, dice en otromomento,y eldolor de laboratorio:«Todo es exterior,todo estápro-vocado y hecho para serregistrado.»Por elcontrario,

ante el médico, «en elenfermoque sufre, el dolor escomo un huracánde sufrimiento que no permite in-ventariarmucho, ni siquieracuandoha pasado. En elmomentoen que está presente, elenfermoestá fuera desí mismo, fuera de sus posibilidades de análisis, salvoque,por el contrario,no seconcentrepor enteroién susufrimiento.Y usted está allí, incapaz decomprender,turbadoante ese abismo adondeno puede descender,y queintentaimaginarsin conseguirlo...rozandocon lamano la zona del dolor,asombradopor no advertirnadaahí, yprovocandoa veces terriblesempeoramien-toS».68 El dolor de laboratoriono conoce el miedo, elsentimientode impotencia.Si revela ciertas disposicio-nes, lostrabajosque suponedeben estar enpermanen-te relación con la vida real, con elsufrimientoconcretodeclaradoy vivido por pacientes afectadospor una en-fermedado una herida. Si el dolor delaboratoriodapreciosasinformaciones,hay que abstenerse de conver-tirlas en fetiches einterrogarantes al pacientejunto asu lecho, ensituaciónreal desufrimiento, reunir me-diantela entrevistay la observación los rasgosparticu-lares de sus respuestas al mal,recurrir a exámenes pro-bados,preguntara su familia o allegados, a aquellosque compartenelementos culturales con él. De hecho,el fisiologista, en las condiciones delaboratorio,traba-ja sobre una experiencia sensorial,cuandoen la per-cepción delenfermoel dolor estambiénuna experien-cia afectiva, unaindisoluble marañade sensaciones yemociones,

Por eso en su obra, Hardy, Wolff y Goodell dicensin ambigüedadque «puesto quepor definición, la ex-

68. R. Leriche, op. cit., p. 32.

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perienciadel dolor incluye la sensaci6n del dolor, lossíntomasasociados,aunqueseanimportantes,no ten-drán más que un interéssecundarioen esteensayo»."Pero elsufrimiento (sufferingpain), ¿essimplementelaadición de intensidadesligadas a los diferentessínto-mas,separadade todaotra inquietud? Esta ilusión senutrede unaconcepciónmecánica delcuerpohumanoque olvida que el dolor no es un estímulo sobre un re-ceptorbiol6gico, sino lo que siente un serhumanocontoda la masa de sussentimientos,su psicología perso-

nal, valores y experiencia.

69. J. D. Hady; H. G.Wolff y H. Goodell,Pain SensationsandReactions.Williams and Wilkins , Baltimore, 1952.p. 24.

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MODERNIDAD Y DOLOR

Esbuenoarreglárselasparaaprovechardelmal, puestoque es tanordinario,mien-tras que el bien es taninfrecuente.

PASCAL, Carta a Madamede Roannez

Durantemucho tiempo el dolor seimpusocomo undestino, una fatalidad que exigía arreglárselas con laspropias fuerzasduranteun períodoo toda la vida. Lasoperaciones quirúrgicas,cuandose vuelven inevitables,enfrentana la víctima con unapruebaterrible. En1835,

al definir el dolor para elDictionnaire de la médecine,

Georget ofreci6 este cuadro siniestro: «Un enfermo queacaba de sufrir unaoperaciónmayor,por ejemplo, auncuandohayaperdidopoco o nada de sangre, estáatur-dido, postrado,a veces como estúpido; abatido, fatiga-do, quebrado,hasta incapaz de moverse; pálido y desfa-lleciente; aveceses presa de una exaltaciónpróxima aldelirio, de pérdidas deconocimiento,de náuseas y v6-mitos, de ataques convulsivos, de relajación de esfínteresy deyecciones involuntarias. Lamuerteha sido el resul-tado del dolor,podríamoscitar un caso observado re-

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cientemente.»! Se necesitaba el riesgo evidente, mortal,o un dolor intolerable quequebrantasela existenciapara que un enfermo decidiera pasarpor semejante ex-periencia'que con frecuencia acababa en la muerte, enuna época en que la asepsia no existía. La celeridad de laacción del cirujano, que debía desdeñar los gritos y con-tener los esfuerzos desesperados del paciente para sus-traerse a las manos vigorosas que se esforzaban pormantenerloen su sitio, era el únicoantídotodel dolor.

A finales del sigloXVIII las investigaciones en quí-mica avanzaron con velocidad en la elaboración de sus-tancias con efectos anestésicos:protóxidode nitrógeno,éter,morfina, cloroformo.Además,ampliandoel mag-netismo de Messmer, y sobre todo el de Puysegur, apartir de 1830 se realizaron operaciones quirúrgicascon éxito gracias al empleo de la hipnosis. Pero los mé-dicos no seentusiasmaroncon estosmétodos,y nopensaronen aplicarlos para el alivio del dolorporqueéste les parecíanaturale inherentea su práctica. En fe-brero de 1847, en ocasión de una sesión de la Academiade Cienciasconsagradaal empleo del éter, Velpeau dijo:«¡Que unenfermosufra más o menos es un tema de in-terés para la Academia de Cienciasi»? Hubo que esperarhasta lasegundamitad del siglo para que las actitudesmédicas se abriesenpor fin al empleo de nuevos méto-dos. Pero el cambio dementalidadse desarrolló en eltranscursode una generación. Todavía en 1870 los ci-rujanosseguíanoperandosin anestesia,por eso el mé-

1. Georget,«Douleur»,en Dictionnaire de lamédecíneou réper-toire généraldessciencesmédicales,vol. 10. París, 1835.p. 499.

2. Citado por J.-J. Yvorel, «La transformation du rapport aladouleur au xixセュ・ siecle»,en A. Lafay, La douleur. Approchesdiscipli-naires, L'Harmattan, París, 1992,p. 69.

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dico jefe de Rochefort decía:«La cloroformizaciónha·cíaperderel tiempoy podíacausar accidentes mortales;por esooperabacasi siempre sin anestesia, enaparien-cia indiferentea los gritos de los pacientes quedurantemucho tiempo me causaron la más penosa impresión.Le he oído decir más deunavez almarinoo al soldadoque iba a operar: "[Anda, llena tu pipa y fuma, que estoserárápidol?»>La anestesiatrastornóel estatuto de lacirugía, suprimió la tortura que se infligía al pacienteen lasoperacionesde que era objeto. El facultativo yano tiene que seguiractuandocon prisa en elcuerpodeun enfermoque retienen a la fuerza los ayudantes delcirujano. La velocidad de ejecución deja se ser una vir-tud, en adelante elcirujano dispone detiempo paraevaluar sus gestos, siempre susceptibles de matar, o mu-tilar. Pero lairrupción de la anestesia en la práctica mé-dica marcatambiénlas premisas de un cambio de men-talidad colectiva ante un dolor que cada vez menos seasocia con lo inexorable. Lasvíctimas, convencidas, conrazón o sin ella, de que lamedicinatiene una respuestaantálgica para susenfermedad,tenderána considerarcada vez menos que elsufrimientosea un destino.

Allí donde los recursos médicos están ausentes,como en el campo europeo del sigloXIX y de la primeraparte del xx, las personas consultaban a los curanderostradicionales, quienes rezaban a los santos curadores orecurríana métodos ancestrales (manipulaciones de loscuerpos, tisanas, ungüentos, etc.).Difíciles condicionesde vida loscondujerona ver como inexorablesnumero-sos dolores que dejan su sello en el transcurso del tiem-

3. P. LeGendre,Du quartier íatín aí'académíe,1930, citado enJ. Léonard,Archivesdu corps. La santéau XIXi:mc siecíe,Ouest-France,Rennes, 1986,p. 309.

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po. Las exigencias del trabajo no dejan bastante tiempolibre para quejarse o meterse en la cama. Y cuando el do-lor se instala demanerapermanente,no tienenotra sali-da que arreglárselas con éldurantetoda la vida. Hacende la necesidadvirtud, y matriz del carácter de la con-ducta legítima: unaactitud de resignación que las cir-cunstancias vuelven inevitable. Una manera elegante deapropiarse de aquello que está más allá de la voluntad.Siguentrabajandoa pesar de las caries, las heridas, eldesgaste.«Las muelas ya no le duelen, hace tiempo queestámuerto»,es un chiste elocuente acerca del dolor queconcierne altranscursode la vida. Lamuertees el alivioúltimo, la gran medicina que acaba con todos los males.El dolor de muelas no se curaba. Se hacíanarrancardeun tirón, y sin anestesiacuandopasabapor el pueblo eldentistaitinerante.O bien el herrero con una tenaza loreemplazaba en la faena. Elbarberocortaba los abscesosde un tajo, con la navaja.Las medicaciones corrientes,aunquea veces aliviaran, también daban su ración dedolor. Losprocedimientosterapéuticos de los médicosno eran mássuaves.Se usaba la adustión, es decir, la cau-terización con hierro calentado al rojo, de las heridas in-fectadas, lasmordeduras,las picaduras. Sobre las verru-gas,hemorroides,chancros, etc., se aplicaban sustanciascáusticas. «Laurticación(flagelación con ortigas), la ru-befacción(quemadurasde primer grado), la revulsión ola derivacióri se preconizaban para estimular las reaccio-nes de un órgano, crear, mediante irritaciones cutáneas,exutorios para loshumorescorrompidos,y en ciertomodoatraer el mal al exterior del cuerpo», recuerda [ac-quesLéonard."Compadeceral hombreque sufre o pro-

4. Ibídem.pp. 302-303.

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digarleexcesivoscuidados son actitudesigualmente neofastas.«En efecto, para curar se necesita una ciertaener-gía-escribeFrancoiseLoux-, no hay que temer hacersufrir al enfermo con los remedios. La llaga, la enferme-dad, sólopuedencurarse cuando se expulsa elhumorenfermo, lo cual a vecesno se puede hacer sin dolor. Estarecomendaciónesmuchomás necesaria en el medio ru-ral, cuyas condiciones de vida, el hecho de llamar tardeal médico, a vecesen unmomentoen que la herida es di-ficil de limpiar a causa de las costras y supuraciones quese han formado, que hacen con frecuencia necesario unraspadoprofundoy doloroso...,,5 El dolor estaba integra-do en la economía de la vida, veían sufrir a los demás al-rededor, sabiendo que un día tal vez iban a padecer lasmismas enfermedades. Toleraban el dolor en la medidaen que concernía a un destino que en principio era unacondición social. El umbral de tolerancia era relativa-mente alto. Otras circunstancias, comoprolongadospe-ríodos en el mar, sólopermitíanrecurrir a la firmeza decaráctertempladapor la dureza de la vida a bordo, perosometidaa vecesa una muy dura prueba. «Lalista de en-fermedadessoportadases interminable-escribió[eanRecher,antiguo capitán de esos pesqueros que navega-ban hasta elÁrtico---. Digamos sólo, para dar una idea,que en esa época vi enfermos que no atreviéndose a que-jarse por miedo a molestar a sus vecinosdormidos,o adisminuir los beneficios de pesca obligando al capitán adetenerprovisionalmentela faena y atracar en su favoren unpuertode la costa..., decidían, por ejemplo, ampu-tarse ellos mismos un dedo aquejado de unflernón.s"

5. F. Loux y P. Richard, Sagesse du corps. La santé et lamaladiedans lesprcveroesjraniaie, Maisonneuveet Larose,París, 1978.p. 145.

6. l. Recher,Le grandmétier,Plon, París, 1977, p. 191.

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Los progresosde lostratamientosmédicos,y sobretodo de laadministraciónanalgésica, alprincipio sólobeneficióa las clases socialesprivilegiadas.Buytendijk,al escribir en ladécadade 1950una obra clásicasobreel dolor, ya hablabade «algofobia»paradenominaruna

actitudnuevade prevención,que habríade crecer en elfuturo. «La actitud burguesahacia eldolor -escribióBuytendijk- ha reprimido el problemapropiamentedicho del dolor, el temaconcernientea la esencia y alsignificadodel sufrimientofísico.»?Hoy, lamodernidad

transformala relaciónde cadaactorcon su salud en unasuntopuramentemédico,paranumerososusuarioseldolor ha perdidotodo significadomoral o cultural; en-carnael espanto,lo innombrable.El umbralde toleran-

cia decrece amedidaque losproductosantálgicossevulgarizan. La demandade anestesiase expandecon-forme al poder discrecional de la medicina sobre el

cuerpo,perotambiéncon elretrocesodel valor que enel pasadoseasociabaa la resistenciapersonal.Losestu-dios revelan que elmiedo a sufrir suscita unespantoclaramentesuperioral propio hechode morir. El dolores en laactualidadun sinsentidoabsoluto,unatorturatotal. Así se traduce la irrupción de lo «peor que lamuerte» enuna sociedadque ya no integra el sufri-mientoni la muertecomohipótesisde lacondiciónhu-

mana.La AssociationPourel Droit de Mourir dan s laDignité, fundadaen 1980,cuentaen Francia con másde treintamil socios quereivindicanel derechoa la eu-tanasia.En elmundosuman500.000militantesinscri-

tos enunas treintaasociaciones,que reivindicandichavoluntad. La legitimidad de la eutanasiagana lascon-

7. F. l. I. Buytendijk, op. cit., p. 6.

206

cienciasoccidentales,comolo revelannumerosasInve.o

tigaciones.La réplica de lacultura,es decir, de un significado y

una actitud compartidospor muchos,es unainstanciaantropológicaque hace posible lapreservacióndel senti-mientode identidady el control de la situación.Cuandoesteúltimo se resiste, el serhumanoquedadesnudoantesupena.El dolor ya no se toleracomoinherentea lapro-pia condición. La medicina induce en tal sentido uncambiode actitud que desde hace varias décadastiendea difundirseen buenapartede las sociedadesoccidenta-les. El problemadel dolor (y de la salud) estáentera-menteasimiladopor la cultura médica, seconvierteenun asuntode especialistas que dejanallego despojadaysin asidero. Losantiguosvalores ycompetenciasde losactoresparahacerse cargo de símismoso apoyarse ensuspropiosrecursosmoralesfueron relegados. Lasgran-des declaracionesde los médicos o deperiodistasafir-mandola inutilidad del dolor y su carácterabsurdopre-tendensituarsepor encimade lasculturasy de los signi-ficadospersonalesque los sereshumanosatribuyena susmales; dichosdiscursostoman comocrédulos, o al me-nos comocuriosos,a quienessoportanel dolor con va-

lentía oresignaciónsin ceder en su vidapersonal.Al mismo tiempo que se esfuerza eneliminar de la

tramacultural la solidaridadcon eldolor paraconver-tirlo en una pura preocupacióntécnica, lamedicinaesincapazde tratarnumerososdoloresinvalidantes,algu-nos de los cuales soncrónicos.El sufrimientose invisteentoncesde unaabsolutadesnudez.La cultura médicaha dejadode creer en lasvirtudes del dolor,' ya no le

8, Lo cual no ha sido siempreasí,como lo demuestran las re-sistencias a la analgesia en la primera parte del sigloXIX. Cf. J.-P. Pe-

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adjudicavalor moral alguno,y e! conjuntode la socie-dad está conminadoa pensardel mismo modo, y aadoptarlas actitudesrequeridas.Despojaral dolor detodo significadoquitaal serhumanosuspropiosrecur-sos,conviertiéndolos,en principio, en anacrónicos.Lo

cual se agrega a lavulnerabilidadde una personasin

respuestapersonalfrente al dolor. Lacultura médicasugiereque e! dolor sólo es cruel,e! equivalentemoralde una tortura que seríaculpableno afrontarcon me-dios científicos. Esta ideaacrecientala demandamédi-ca, perotambiénaumentala ansiedaddel pacientedes-provisto de mediosparaapropiarsede suenfermedad.Además,a causa de la falta deformaciónen la facultad,la competenciade losmédicosen estamateriase echaen falta confrecuencia,y de maneragrave. En Francia,curiosamente,el alivio del dolor siguesiendosecunda-

rio en relación con la lucha contrala enfermedad.Se-cuela de laprioridadotorgadaa lo orgánicoen relacióncon el serhumanosufriente.Muchos individuos cuyodolor persistea pesarde lostratamientosse vuelven condespechocontraunamedicina(o másbien, algunosdesusrepresentantes)que afirma a grandesvoces lainuti-lidad del dolor, pero que muchasvecesdemuestraser

impotentepara erradicarlo.El sentimientogeneraliza-do de que en laactualidadtodo dolor puedetenerali-vio, comoparecendarloa entenderlos médicosque ha-

blan de los abundantesprogresosen estedominio enlos periódicos,revistas yemisionesde radio y de televi-sión, engendraen numerososenfermos,testigos de losescollosprácticosde tal paradigma,una frustración,y

ter, «Sílenceet cris. La médecinedevant la douleur ou l'histoire d'uneélision»,LeGenreHumain, n.c 18;R. Rey.Histoire de ladouíeur,op.cit.

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hastaun sentimientode abandono.Si hoy eldolor lecura con eficacia-sedice-, ¿por qué noocurre lomismo con el suyo? Elcuerpose ofrececomo unamá-quinacuyosrecursosconvieneadministrary cuyas dis-

funcionesdebesuprimir. El significadoque elenfermoatribuye a su dolor o enfermedades una fantasía queno debeinterferir en la acciónmédica.«En unasocie-dad dominadapor la analgesia-observaIllich-, pa-rece racional huir del dolor, literalmente,a cualquierprecio, antesque hacerle frente. Parecerazonablelibe-

rarsede lasobligacionesimpuestasporel dolor, aunqueello cuestela pérdida de la independencia.»?La res-puestaantálgicaseconsideraun deber. Elindividuo seseparade sucuerpo,lo entregaen manosde especialis-tas dequienesesperauna respuestaincuestionable,sincomprenderqueél tambiénestá en juego en elprocesode curacióno en laasunciónde su pena. El dolor, so-

bre todo cuandose prolonga, raramentese considerauna experienciaextremaque tambiéntiene como res-ponsableal pacientey que éstepodríaafrontarcon me-

nor pasividadrecurriendoa suspropios recursos. Re-nunciaa toda tentativapersonalde buscarsus propias

solucioneso sumarsusesfuerzosa los delmédicoy a

los tratamientosquerecibe.El progresode los analgésicos hatransformadola

experienciahumanadel dolor. Desde elmomentoenque éstepudo ser suprimido gracias atratamientosdefácil acceso, lasantiguasdefensasculturalessevolvieron

9. I. !llich, Némésis médica/e,París,Le Seuil, 1975, p. 150. M.R.Bond subraya la erosiónprogresiva de la resistenciatradicional de losinglesesanteel dolor en el contextode estaideologíamédica; cf.M. R.Bond, «The suffering of intractable pain», en H. W. Kosterlitz y L. Y.Terenius,Pain andSociety,Verlag Chemie,Weinheis,1980, pp. 53-62.

2°9

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anticuadas,y fueron sustituidaspor los procedimientostécnicos. Enconsecuencia,el umbral de toleranciahadisminuido.La experienciade numerososmédicos queejercen suprofesióndesde hacemuchotiempo lo indi-

ca demaneraconcluyente.La resistencia aldolor sebo-rra al mismotiempoque en elactoraflora elsentimien-to de quepuedeser eliminadocon unasimplemedica-ción. Consideradoinútil, estéril, eldolor es una escoriaque elprogresodebe disolver, unanacronismocruel quedebe desaparecer. Se haconvertidoen unescándalo,a la

manerade la muerteo la precariedadde lacondiciónhumana.La voluntadde nosufrir alcanza aotrossecto-res, ya no sólo a las patologías; sobretodo a lospartos.La ofertade servicios crea unainagotabledemandaquesesustentaa símismay seamplíaa medidaque es sa-

tisfecha. La técnica médicainterfiere así en lasconcep-ciones delmundo,y lascambiagradualmente.Conven-

ce alusuarioacerca de lasposibilidadesde unaomnipo-tenciade la cual ella será laintermediariaforzosa.

Pero la anestesia, encircunstanciasen que elindivi-duo esperasufrir, suscita a vecesinsólitasactitudesqueapuntana restablecer, apesarde todo, laexperienciadolorosa.La anestesiaprovocaun sentimientode irrea-lización, de inacabamiento,que elindividuo se esfuer-za encolmarmedianteun modo personalde ritualiza-

ción que a vecesperturbaal personalmédico que lorodea. Una jovenoriunda de Benin, recién llegada aFrancia,parió un niño en una maternidadprovincia!.Al día siguientese negó alevantarsey se mantuvore-plegadasobresí misma.Cuandola interrogaron,decla-ró "sufrir por la epídural».

Cuando hubo entrado en confianza, habló de lospartosde las mujeres de su pueblo, y sobretodode los vi-

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vidos por sumadreo sus tías. Laparturientasiempreha.bía visto nacer a los niños con dolor. Laepidurallahabladespojadode su identificación con lamadrey las demásmujeresde su linaje. Alsentir un dolor del todo creadopor ella, se arraiga en lacoherenciade un mundoreco-brado,acaba lapuestaen elmundode su hijosiendo.fiel

a sus orígenes. En este caso la anestesia priva deunare-ferencia esencial que quita realidad a la experiencia, lesustrae su valoríntimo, e impidesu inscripciónen la his-toria colectiva. Unasimbolizaciónindividual que hace

representarel dolor como signo restablece lacontinuidady aleja laamenazaque se cierne sobre elsentimientodeidentidad.Esamujer puso en acción una resistencia cul-tural quepreservabasus identificaciones. Por razones se-mejantes,las mujeres occidentales suelen ser hostiles a laepidural,que las vuelve, según ellas, testigos de una ex-perienciaque desean vivir con toda la carne.Otro ejem-

plo: una mujer argelina pare, grita, fiel en esto a sus cos-tumbresculturales,pero elloincomodaal personalmédi-co, el cual (ennombredel alivio delsufrimiento) decideaplicarle laepiduralsin juzgaradecuadoprevenirla antes.Produjeronespantoen la parturienta,cuyos gritos au-mentarony la acercaron al pánico. Unacomadronain-quietadecidió finalmenteir a buscar a unintérpretedelenguaárabe, queinterrogóa lamujerenloquecida:«[No

siento mis piernas, no siento nada!», gritó ella. En susConfessionsd'un chirurgien,R. Selzer relata un insólitoepisodio de su carrera. Un día, alentraren una habita-ción, sorprendióa una mujer recientementeoperada,

con una navaja en lamano,el abdomenya desgarradoyla manohundidaen suinterior revolviendo los órganos.Curadade nuevo, fuera de peligro, lamujer interrogóalcirujano: «"¿Esodebe dolermucho,no?Quiero decir, si

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fuese realmente mi cuerpo, me doleria. ¡Pero no sientonada en absoluto!"y de golpe supe, comprendí lo queiba a buscar en el fondo de sí misma: su dolor.a'?

El dolor evoca demaneravaga la presencia en elserhumanode una muerteque éste aprehende,y le re-cuerda la finitud de su condición. Es la marca de sucontingencia. Sufrir es sentir la precariedad de la propiacondiciónpersonal, en estado puro, sin poder movilizarotras defensas que las técnicas o las morales. No obs-tante,aunqueparezca alhombreel acontecimiento másextraño, el más opuesto a su conciencia, aquel quejun-to a lamuertele parece el más irreductible, es sin em-bargo el signo de suhumanidad.Abolir la facultad desufrir sería abolir su condiciónhumana.La fantasía deuna supresión radical del dolor gracias a los progresosde la medicina es una imaginación de muerte, un sue-ño deomnipotenciaque desemboca en la indiferencia ala vida. Dicho sueño acompaña al modelo mecánico delcuerpohumanoque reduce a la persona a una serie deengranajes sustituibles que basta lubricar bien para su-primir su precariedado muerte. Una imaginación talimplica lapérdidadel placer,y por lo tantodel gusto devivir, puesto quecomportala supresión de toda sensi-bilidad. Como lo demuestra la experiencia, la anestesiadel dolor implica también la del placer. Al eliminar lasensibilidad al sufrimiento, también se insensibilizael juego de los sentidos, se suspende la relación con elmundo.Si el dolor es unacrueldadque elhombretie-ne todo el derecho de combatir, el sueño de su elimina-ción de la condiciónhumanaes un cebo queencuentra

10. R. Selzer,La chair et le couteau. Confessions d'un chirurgien,Le Seuil, París, 1987,p. 151.

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en la palabra que lo enuncia su único principio. El do-lor no deja otra opción que reconciliarse conél. «luz-gándolo inevitable,y sabiendopracticarlos medios deevitarlo, perotambiénaceptandoeventualmentelos lí-mites de su eficacia-escribióJeanneRussier-,no po-seeríamos el arte de "vivir sin dolor", sino el de sufrirmenossufriendomejor.»!'

El dolor imponea la medicina un nuevo paradigma:el tránsitode una medicina del cuerpo a una medicinacentradaen toda la masa identificatoria del ser humano.El vínculo social es un elementodeterminanteen la sen-sación del dolor, no se lo puedeapartardel tratamientosin privarse de un vector simbólico de granimportan-cia. Dicho elemento cristaliza en la relación con el mé-dico, con el equipo sanitario, con el medio. La experien-cia de los servicios de cuidados paliativos esdecisivaeneste sentido,y demuestra hasta quépuntoel acompaña-miento de enfermos terminales tiene un valor de ate-nuación o de supresión de un dolor que jamás es sólo«físico»sino que alcanza al serhumanoen su totalidad.El reconocimientodel enfermo es una condición para laeficacia cabal de lostratamientosrecibidos. El trata-miento del dolorimponetambién a la medicina el de-rrumbede las torres de marfil. Lacomprobaciónde lamultitud de datos que conciernen al dolor ha suscitadoen eltranscursode la década de 1960 la creación de lasprimeras pains clinics (clínicas del dolor) en EstadosUnidos, bajo los auspicios deJ. Bonica. Su originalidadconsiste enmezclar,en la aceptación de casos de pacien-tes afectados de dolores crónicos, a profesionales de dis-ciplinas diversas,y asociartratamientossomáticosy psi-

11. ¡. Russier,Lasouffrance,PUF, París, 1963,p. 121.

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cológicos (apoyo opsicoterapia)."La búsqueda de la in-teracción y de puentes entre las diversas disciplinas ca-racteriza a laspain clinics. En un marco, siempre médi-co sin embargo (y muy desigual entre un establecimien-to y otro), proponenla puesta en práctica de un volun-tad decuraral serhumanoen susingularidadsufriente.

«Puede predecirse, sin peligro, que la panacea con-tra el dolor nuncaserá descubierta. En vez de ello, el fu-turo del tratamientodel dolor parece estar en la utiliza-ción racional detratamientosconjuntos múltiples»,afirmaronMelzack yWall." Lasnumerosasrepresenta-ciones del cuerpo, tales como aparecen en las diversascomunidadeshumanaso las diferentes medicinas denuestrassociedades, atestiguan lamultiplicidad de ma-neras de pensar y aliviar el dolor. La sagacidad del tera-peutaconsiste en aislar las susceptibles de ser aplicadas.La puestaen evidencia, a través de laantropología,dela estructurasimbólica de lacorporeidadhumananodesembocaen una suerte de estética de la diferencia,tambiénilustra una ética: elreconocimientode que lapluralidadculturaldel cuerpocomportaunapluralidadde medicinas. Estas últimas son de aplicación desigual,no siempretratan las mismasenfermedades,y por logeneral no se alejandemasiadode suterruño social yecológico. A la confusa geografía del litoral del dolorrespondela profusiónde las medicinas y de lasdeman-das de los usuarios.

12. Acerca de laorganizaciónde estasclínicas d. J. Borrica,«Organisationand fonction of a pain clinics», enJ. Bonica,Advancesin Neurology,vol. 4, Raven Press,NuevaYork, 1974;d. tambiénI. Bas-zanger,«Douleur,travail médicalet expériencede la maladie»,Scien-ces Sociales et Santé,vol. VII, n.v 2, 1989.

13. R. Me1zacky P. Wall, op. cít.,p. 236.

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LOS USOS SOCIALES DEL DOLOR

Aprendea pensar condolor.

MAURICE BLANCHOT,

L'Écriture du désastre

LA OFRENDA DE DOLOR

El dolor esunamateriainagotable, fecunda, dispo-nible para la invención delartesanoque cree hacer desu cuerpoun receptáculo para ese empleo. Está a dis-posición del hombreque desea atestiguar sudetermi-nación odemostrarla intensidadde su fe. El efecto estágarantizadosocialmentey el místico nodudadel inte-rés de Diosporsu acto. Laadopciónde esecaminoexi-geunapasión pococomún,y permiteidentificar el ca-rácter bientempladode quien se atreve aemplearunmediosemejante. Elcuerpoa cuerpodeliberado con eldolor, cuandoimplica una voluntad y una resistenciainfrecuentes, es,por el contrario,un medio al alcancedel hombremás humilde. Si enprincipio toda personahuyeinstintivamentedel dolor y no se complica la vidautilizándolocomo pruebay prefiere medios menos ra-dicales, cadauno puede exponerse a él avoluntad.Por

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esa razón el designio de hacerle frente atestigua una ex-celencia nadacomún.Soportarel dolor en elpropioserescontradecirlo inaprensible,sometera la propia vo-luntad lo que aplasta alhombrecorrientey lo deja sinmás voz que el grito. Alcontrolaresa violencia ymode-larla con devoción en elinterior de sí mismo, el ser hu-manosesubordinaal dolor en lugar de someterse a él.Para los demás no hayningunapruebamás significati-va que atestigüe sudeterminación,y sobre todo no lahay para Dios. Si para eljudío o el protestanteel dolorno estádotadodevirtud particularalguna, para el hin-dú, Yhasta para elmusulmán,es un medio de ejercitarel cuerpoy desometerloa lavoluntad.En cambio, parael cristiano encarnala paradojade darse como unapruebade amor.

La tradicióncristiana ha dado sobretodo un signi-ficado eminenteal dolor librementeconsentidocomomartirio o modode existencia. Las Epístolas de san Pa-blo convierten elsufrimientoen elección. Del escánda-lo que manchabala condiciónhumana,o justo castigopor las faltas cometidas, se ha pasado a verlo como unaoportunidadde salvación.Ya lo hemos visto en los ma-les queaquejanal hombreen forma deenfermedadesoincidentesde la existencia. Pero el dolortambiénes elobjeto de una reivindicación, de una espera alegre, almenosparanumerososcristianos perseguidos que vie-ron en éluna pruebaespiritual, la ocasión de un exa-men de conciencia ante lamiradade Dios. El cristianis-mo invirtió los valores. La desgracia o el dolor son sinduda el desamparode los pobres o de losoprimidos,pero tambiénel objeto de elección de losimportantes,o de los santos, quienes,teniendolos medios paraotracondición, deciden instalarse en la miseria o el dolor

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como en un reino. La Pasión de Jesucristo erigeeldo-lor en sacrificioconsentidopara laprovidenciade lahumanidadpecadora. La oferta de dolor de Cristo haborradola manchadel Pecado original. Pero ese donparadójicoha vuelto alhombredeudorde su salvación,sin otra salida que laadopciónde uncaminosemejan-te para satisfacer esa deuda infinita. Elcristianismohahecho del dolor,históricamente,un goce, uncaminoprivilegiado deentradaen la vida eterna. La existenciade numerososcristianos, santificadospor la Iglesia,abundaen pruebas,penitencias,torturasy mortifica-ciones. Unas sonimpuestaspor circunstanciassocialesy políticashaciendode ellosmártires,las otras son ele-gidas deliberadamentepara acercarse a la Pasión deCristo. Todas atestiguan una fe que no teme radicalizarsu objeto.

El martirio ofrece unaposibilidadde seguir el ca-mino de Cristopor la imitación de los dolores y el sa-crificio último de sí ennombrede lafe. Enfrentadoa laintoleranciadel Imperio romanodurantevarios siglos,el cristianismonaciente fue sobretodo el de susmárti-res, quienes en grannúmeromurieronen el entusias-mo y la certeza de la salvación. San Pedro, evocandoesas persecuciones,tranquiliza a sus compañeros:«Puesto que Cristo padeció en la carne, armaos tam-bién del mismopensamiento,de que quien padeció enla carne ha roto con elpecado»(1. Pedro, 4:1). Y antesdice: «¿Y quién os hará mal si fueres celosospromove-dores del bien? Y si, con todo, padeciereispor la justi-cia, bienaventuradosvosotros. No los temáis ni ostur-béis, antes glorificad en vuestros corazones a Cristo Se-ñor y estad siempreprontospara dar razón de vuestraesperanza ...»(1. Pedro, 3: 13-15). La represiónromana

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placía a los cristianos,puestoque los acercabaa Dioscuandodabanpruebasde su feinquebrantable.

En 107 sanIgnacio fue arrestadopor los romanos.Contrala voluntadde aquél,los ricos einfluyentescris-

tianosde Romaemprendierondiligenciascon vistas a suliberación.Una cartadel obispode Antioquía suplicó ala Iglesia romanaque no intercedieraen su favorparaevitarle un martirio que Ignacio deseabacon todo sufervor. Semejanteposibilidadde salvación se veríatrun-cadapor unainsistenciafuera de lugar. «Esvuestracari-dad lo que temo -escribiósan Ignacio-,vosotrosnotenéisnadaquetemer;yo pierdoa Dios sivosotroscon-

seguíssalvarme.No quieroquebusquéiscomplacera loshombres,sino que perseveréisen complacer a Dios.Nunca volveré a encontraruna ocasióncomo ésta dereunirmecon Él; y vosotrosnuncaharéis mejor obraqueabstenerosde intervenir [oo.] Dejadmeser elalimen-

to de las fieras,por las cuales me serádado gozar deDios. Soy e!trigo de Dios: esnecesarioque seamolidopor lasdentadurasde las fierasparaque seapuro pandeCristo. Acariciadlasmás bien, paraquesean mitumba,paraque nodejensubsistirnadade mi cuerpoy quemisfuneralesno esténa cargo denadie [oo.] Esperoencon-

trarlasbiendispuestas;lasacariciaré,paraqueme devo-ren sobree! campo,y no hagancomo con algunosaquieneshan temido tocar. Siponenmala voluntad, lasforzaré.» Pasiónde! dolor, exquisitaesperade! suplicioqueconducea sanIgnacio a precisar,además:«Fuego ycruz, manadasde fieras,dislocaciónde loshuesos,mu-

ti�ación de losmiembros,trituracióndel cuerpoentero,que todos los suplicios de! demonio caigan sobremí,con tal que yo goce deJesucristo[oo.] Quiero estarconDios, no pongáise! mundoentreÉl y yo.» El voto de Ig-

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nacio fue escuchado,y finalmente lo entregarona lasfieras. Sutestimonioes célebre. Pero haymuchosotrosqueabundanen elmismosentido.«¿Dedóndeviene ladicha de que seajuzgadodigno de serofrecido junto amis hijos comohostiaa Diosi», respondeSinforosaconorgullo a lasamenazasde Adriano.Aguedadeclaraa susverdugos:«En estossuplicios,mi delectaciónes la de unhombre que se enterade una buena noticia, o la dequien ve a una personaesperadadurantemucho tiem-po, o la dequien ha descubiertograndestesoros.El tri-go no puedeestarencerradoen el granerosino despuésde haber sido fuertementegolpeado,para ser separa-do de la paja;asimismo,mi alma no puedeentraren e!paraísocon la palma de! martirio sin que mi cuerpohaya sido desgarradocon violencia por los verdugos.»!

La sumade dolores,el espantode los suplicios,e!terror de las fierasque se acercana desgarrarla carne,

son otras tantas prendasde grandeza.Los mártires

cambiana un alto precio unavida efímeray sufrientepor unavida eternajunto a Dios. Latortura sufrida ese! caminomás corto haciae! paraíso.La virgen Apolo-nia escapade lasmanosde susverdugosy searrojaellamismaen e!braserocon quese laamenazaba.«Ella eralibre de salvaguardarse-escribió [acobo de Vorági-ne-, pero sin combateno podíaadquirir gloria.»? Alprefectoquela interrogabay exhortabaa renunciara sufe, san Iustino replicó: «Esperorecibir la recompensadestinadaa quienes guardan los mandamientosdeCristo, si sufro los suplicios que me anuncias. Puesto

que sé que quieneshayanvivido así conservaráne! fa-

1. J. de Vorágine, La leyendadorada.2. J. de Vorágine,op. cit.

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vor de Dios hasta laconsumaciónde lossiglos.»?Ya seha visto en la carta de san Ignacio ese loco deseo de do-lor como garantíade sinceridad y como medio de ad-quirir méritos ante Dios. La propia espera del sufri-mientoparticipade la misma lógica. SanCiprianocon-suela a los cristianos encarcelados e impacientes demartirio, diciéndoles:«Al respirar ya un airecelestial,vosotros ascendéis cada vez más alto. Incluso con vues-tro sufrimientoen suspenso y el largo plazo no perdéisvuestro tiempo porqueveis crecer vuestra gloria [...]Quien sufre una vez conquista una vez, pero aquel que,luchandosin cesarcontralos castigos no es vencido porel sufrimiento,es coronado todos losdías.»Lejos de es-pantarsepor el dolor prometido,los cristianos de losprimerostiempos se alegraban de su suerte, de la posi-bilidad de alcanzar con rapidez un lugarjunto al Crea-dor. De ciudad en ciudad, los discípulos cantan las ala-banzas de losmártiresy mantienensu prestigio. Los ru-mores de gloriaprometidosde esemodo refuerzan elvalor de los perseguidos, seguros deperduraren la me-moria de suscompañeros,ofrecen un modelo envidia-ble a quienes seencuentrana su vez encarcelados y muyprontosometidosa las mismas angustias.

No obstante, los relatos cristianosabundanen mi-1agrosque vienen ainterrumpirlastorturas:los fuegosse apagan al contacto con la piel del mártir, las piedrasque deben aplastar los cuerpos setransformanen are-na, los ángelesarrancana la víctima de las manos de losverdugos oalimentanprisioneros privados de pan y deagua, las fieras que debían devorar a las vírgenes semuestrandulces como corderos, etc. Pero laparadoja

3. J. de Vorágine,op. cit.

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consiste en lametamorfosisdel dolor en gozo, cuando,en rigor, el objeto de labúsquedadebía ser el sufri-miento. Al padecer físicamente la Pasión, Jesucristoafirma suhumanidad,ofrece lapruebade suamorha-cia los sereshumanos.Ningunasublimación opera paravolver agradable su pena; por elcontrario,se conoce'suangustia en elhuertode los olivos o su dolor en la cruz.La amplituddel sacrificio consentido, sin milagro algu-no que vengaparaaliviar la prueba,da la medida de ladeudacontraídapor los sereshumanoscon él. Peropara ciertosmártireso místicos, la gracia de Dios, elpoderde la fe, alejan el aguijón, y en el propio centrodel suplicio suscitan elsentimientode no haber estadojamás en un festín semejante. San Lorenzo, a quien se lepresentanlos instrumentosde suinminentetortura sino abjura de su fe,exclama:«¡Desgraciado!Éstos sonlos alimentos que he deseado siempre." Acostado sobreuna parrilla con un lecho de brasas debajo, san Loren-zo seburla de su verdugo:«Sabe,miserable, que tusbrasas son refrescantes para mí, pero que para ti seránun suplicio en laeternidad[...] Eh, miserable, mira, hasasado un lado, da vuelta elotro y come",' concluye.Acerca de sanGordianoy santa Dorotea,J. de Voráginedice quesoportabanlos «tormentoscon gran alegría, selos asó en una parrilladondeparecía que estaban acos-tados como sobre un lecho de flores, sinexperimentarel menor sufrimiento». SanCipriano y santa Iustinaarrojadosa un caldero lleno de cera, pez y grasa ar-dientes,conocieronallí «un auténticoenfriamiento», yno sintierondolor alguno. Los ejemplos de este orden

4. Citado en PaulAllard, Histoire des persecutionspendant lesdeuxpremierssiecles,París, 1911,p. 395.

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abundan.Un sermónde sanBernardoofrece una expli-cación del tema: «¿Dónde estáentoncesel alma del va-liente? Está enseguridad,porqueestá en lasentrañasdeJesús. Si estuviese en las suyas propias y las revisara conla mirada,sentiriael hierro que las atraviesa, el dolor sele volveriaintolerable,sucumbiriao la rechazaria. Perono nos asombremossi voluntariamentesalida de sucuerpo,ya no siente más los dolores: la sensibilidad enél no estáaniquilada,sólo está vencida,yesoque la ha-bía transformadono es elestupor,es el amor» (Sermón6l). La fe deconstruyeel sufrimientoy lo vuelve desea-ble, fuente de gozo. Al analizar la leyenda cristiana, Mi-chel Zink observa «que la vida de santo debe manifes-tar al mismo tiempo, de maneracasi contradictoria,que la firmeza en la fe hace insensible alsufrimientoy que laaceptacióndel sufrimientoes el signo de la fe;que Dios protege del peligro y delsufrimientoa quiense confía aélperoque sin embargo,paraterminar,au-torizael testimoniodel mártir».»

Lasantidadsuelecomportarun itinerario libremen-te consentidopor un camino de dolor que conduce a laproximidadde Dios. «Ahora me alegro de mis padeci-mientospor vosotros y suplo en mi carne lo que falta alastribulacionesde Cristo [...]», dice san Pablo en la Pri-meraEpístola a los Colosenses (Coi. 1: 24). El dolor noes un fin en sí mismo, sin embargo, un valor intrínsecocuya solabúsquedaaseguraría la salvación, puesto queen tal caso setratariade una complacencia enfermiza yculpable. Valepor el uso final al que se tiende, no es unainsaciable sed demortificación, un pozo sin fondo que

5. M Zink, «La angoissedu héroset la douleur du saint...». enLesCahiers de Varsovie, La souffrance au Moyen Áge (Franee, XII-XV'm, siecle), Varsovia.1988.p. 87.

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las generacionesbuscarianllenar con su pena para unDios incapaz de saciarse. El texto paulino es claro en talsentido: «[...] vosotros, otro tiempo extraños y enemigosen elpensamientopor las malas obras, peroahoraos hareconciliado en elcuerpode su carne por sumuerte,para presentarossantos, inmaculadose irreprensiblesdelante de Él [...]» (Coi. 1: 21-22). LossufrimientosdeJesucristorespondieronal pecado de los sereshumanos,la deudano es más que unasumainagotable de dolores.En principio, el creyente está libre de toda deuda here-dada del Pecado origina!.

Pero con lasprimerascruzadas la piedad inicia unretornosobre lahumanidadsufriente de[esús."La pre-ocupaciónpor el enfermoadquiere impulso, y se orga-nizan los primeros hospitales. Sostenidopor los ser-mones de los predicadores, las representaciones de losfieles en las escenas de laimitación de Jesucristo, la sen-sibilidad cristiana insiste otra vez acerca de una deudaaplastante queempujaa la humanidada la demostra-ción radiantede la femedianteel empleo ritualizado deun dolorsiempreredentor. G. Duby subraya la difusión,en elprimer cuartodel siglo xv, de las imágenes deLa

Piedad y de Cristo como «varón doloroso. En los mo-nasterios, los monjes en busca dehumillaciónseimpo-nían eltrabajomanual,aunqueen la época éste fuera si-nónimo de servidumbre(edolor» y «labor» son voca-blos vecinos en aquelperiodo).El trabajo no tiene valorlitúrgico en sí mismo, se lo prescribeporquefavorece laservidumbrede la carne, aleja la concupiscencia a causade la fatiga y favorece la meditación. Labúsquedadel

6. G. Duby, «Reflexions sur la douleur physique au MoyenAge», en LesCahiersde Varsovie,op.cit., pp. 18-19.

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dolor adquiere mi significado simbólico queduranteva-rios siglos no sería contestado. El régimen monástico seendureció. La elección del dolor como forma de devo-ción marcaría laintensidadde la fe, el excepcional fer-vor de un serhumanoque cree atestiguar su amor aDios. Transmutadoen ofrenda a Dios, el dolor consen-tido es una forma oblicua de plegaria, labúsquedade launión erigida enprincipio de existencia. Las mortifica-ciones son diversas: castidad, privaciones, ayunos, etc.,renunciamientos,suspensiones del deseo, castigo y ser-vidumbrede la carne. Pero a veces alcanzan el autosa-crificio por la exposición cotidiana a un dolor delibera-do, alimentadosin cesarpor la virtud religiosa y lavoluntadde experimentarlo más cerca que se pueda elsufrimiento de la Pasión. Las mortificacionesefectivassumansus aguijones a la disciplina diaria para los místi-cos o los monjes: brazaletes de hierro entorno a la gar-ganta, cadenas en la cintura, ciliciosocinturonesde crin,flagelacionesperiódicas, etc. El dolor valorado de esamanerasuele remitir a la austeridad, a la crueldad paraconsigo mismo, a la tristeza de una vida siempre castiga-da en la espera de la transfiguración final del paraíso.

Sin embargo, como se ha visto con los mártires, nu-merosos episodios de la hagiografía cristiana recuerdanla conversión del dolor en éxtasis en ciertosfieles parti-cularmentemeritorios. El fenómeno es un signo de lamanifestación de Dios, que, alrespondera su voto másapasionado, los toca y enfrenta con lo inefable, que ya noremite a unsufrimiento imposible de decir, sino a ungoce pleno de Dios que desborda las posibilidades de lalengua y del cuerpo. Con una ambigüedad que no pasóinadvertidaa Bernini, santaTeresade Avila relata la ex-periencia de la transverberación: «vi a un ángel cabe mí

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hacia el lado izquierdo en forma corporal; lo que no sue-lo ver sinopor maravilla. Aunque muchasvecesse mepresentanángeles, es sin verlos, sino como la visión pa-sada que dije primero. Esta visión quiso el Señor le vie-se ansí: no era grande, sino pequeño, hermoso mucho, elrostro encendido que parecía de los ángeles muy subidosque parecen todos se abrasan (deven ser los que llamancherubines, que los nombres no me los dicen; mas bienveo yo que en el cielo hay tan diferencia de unos ángelesa otros, y de otros a otros, que no lo sabría decir). Víaleen las manos un dardo de oro largo, y al fin de el hierrome parecía tener un poco defuego; éste me parecía me-ter por el corazón algunasvecesy que mellegavaa lasentrañas. Al sacarle, me parecía lasllevavaconsigo, y medejava toda abrasada en amor grande de Dios. Era tangrande el dolor que me hacía dar aquellos quejidos, ytan excesivala suavidad que me pone este grandísimodolor, que no hay que desear que se quite, ni se conten-ta el alma con menos que Dios».' Tanquerey explicahas-ta quépunto las prácticas corrientes de mortificaciónson una fuente de goce.«Volvamosa nuestras mortifica-ciones corporales, castiguemos nuestra carne, hagamoscorrer algunas gotas de nuestra sangre y seremosfelicescomo nunca. Si el espíritu de los santos respira gozo, silos monjes y las religiosasson criaturas animadas de unaalegría franca que elmundono se explica, es sólo por-que sus cuerpos, como el de san Pablo, están castigadosy sometidoscon una inflexibleseveridad.»! La imitación

7. Santa Teresa de Jesús,Libro de la vida, capítulo 29.8. F. W. Faber,Saíntsacrement,vol. 1,pp. 228-229,citado en A.

Tanquerey,Précisdethéologieascétiqueetmystíoue,París, 1946, p. 50l.Otro ejemplo tomado de una abundante literatura: en un texto desti-nado a las hermanas de San Vicente dePaúl se recomienda «queali-

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de Jesúscomportala elección animosa de una vida mor-tificada.

Más allá de lasprácticaspenitenciales, los ejerci-cios de san Ignacio de Loyola estánjalonadosporunaserie de etapas queanimanal fiel a una identificaciónimaginariacon elsufrimiento de Cristo en la Pasión.«Considerarlo que Christo NuestroSeñor padesce enla humanidado quiere padescer, según el paso [de laPasión] que secontempla;y aquícomenzarcon muchafuerza yesforzarmea doler, tristar y llorar.» Y luego:«Demandarlo que quiero, lo qual espropio de de-mandar en la passión, dolor conChristo doloroso,quebrantocon Christo quebrantado,lágrimas, penainternade tantapenaque Christopassópor mí.»? Noevocaremos la larga serie, tan conocida, de lasmortifi-cacionesbuscadaspor numerososmísticos. Baste re-cordaruna famosa frase desantaTeresa deAvila: «Deahoraen adelantesólo lossufrimientospuedenvolver-me la vidasoportable.Sufrir, he ahí haciadondetien-den mis mejores votos.Cuántasveces,en lo más ínti-mo de mi alma, elevo este grito hacia Dios: Señor, su-frir o morir es lo único que os pido.»!? Si elsufrimien-

mentemos hacianuestro cuerpo un odio santo eimplacable negándo-le lassatisfaccionesque pide, usando contraél, segúnnuestrasfuerzas,de esaseveridadque nos permitennuestrosreglamentosy los directo-res denuestra conciencia».O por último: «Quienesaprecian y amanla mortificación buscan cuidadosamente los medios demortificarse;aprenden lasprácticas con alegría; obtienenplacer empeñándoseen laimitación de los santos...Están encantadosde encontrar ocasiones desufrir y hacerseviolencia.» Estos dosextractos citados en Odile Ar-nold, Lecorpset í'éme.La vie desreligieusesau XIXeme síede,Le Seuil,París, pp. 135-136.

9. San Ignacio deLoyola,ejerciciosespirituales.10. Recordemosa losanacoretasde losdesiertosde Egiptoy Si-

ria, quienes en el sigloIV, deacuerdocon el modelo de Antonio o de

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to de Cristo ha salvado almundo, seguir sucamino,llevar la cruz con él, atestigua la fe. «y siestimamosensu justovalor nuestraalma y las almas denuestrosher-manos-escribióTanquerey-,¡acaso no vale lapenasoportaralgunossufrimientospasajerosparaunaglo-ria que notendráfinal, y paracooperarcon NUestroSeñor en la salvación de esas almaspor las cuales havertido hasta laúltima gota de su sangre!»!' La estig-matizaciónde san Francisco, en elprimercuartodel si-glo XIII, ofreció a loscristianosmás fervientes un mo-delo ejemplarpara acercarse a lossufrimientosorigi-nales de Cristo. H.Thurstonobserva que laexperien-cia de Francisco de Asís no estáprecedidapor ningúncaso del mismo género. Pero deinmediato,tan prontocomo se conoció,aparecieronlos estigmas en otros fie-les. «Apartir del momentoen que loscontemplativoscomprendieronque era posibleconformarsefísica-mentea lossufrimientosde Cristo llevando las marcasde susheridasen manos, pies y costado,entonceslaidea de esta forma deunión con el Señor seimplantóen elespíritude muchosfieles. De hecho, seconvirtióen una obsesión piadosa:tanto máspor cuantoen al-gunos individuos de una excepcional sensibilidad, la

Pacomio,consagrancada instante de suexistenciaa la meditación desu cuerpopara volverse más dignos delReino: se hunden en las gru-tas o lossepulcros,seinstalan en lo alto de una columna y permane-cenallí hastasumuerte; otros eligen como domicilio troncos de árbo-les llenos de espinas o celdas minúsculasdonde no pueden permane-cer de pie ni acostados;las mortificaciones abundan, ya a través delrenunciamiento (ayunos,beber aguaacuclillado, etc.) o labúsquedadel dolor físico (llevarpesadascadenas,rodearsede espinas. etc.);d.Iacques Lacarriere, Les hommes ivres de Dieu,Payard, París, 1975.

11. A. Tanquerey,op. cit., p. 494.

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idea concebidaen el espíritu se habíarealizadoen lacarne.»l2

Hay un orgullo soberano,claro está, enquererre-bajarse,humillarse,distinguirseante lamiradade Dios,despellejarseparaatestiguarla quemaduradel amorha-cia Jesucristo. El afán deemulaciónes una tentacióncombatidapor los dignatariosde la Iglesia querecuer-dan a los fieles lahumildad, imponiéndolesla discre-ción. Numerososmísticos tocados por los estigmassufrenpor sumodestiay pidena Dioscompartirlas lla-gas de Jesús enmanosy pies sin que hayamanifestacio-nes visibles,como las hemorragias,que atraigan laatenciónhacia suspersonas.La mayoría de ellos sonagraciados,salvo por la herida del pecho, que tapa laropa.El asceta está en labúsquedade la satisfacción desu deudacon Jesús,mientrasDios proporcionalos me-dios en laabundanciade susdoloreso privaciones.Sedistingue,reivindicasu buenafe y acumulaun créditopara la eternidad.Inmerso de esamanera,Dios debeantropológica(si no teológicamente)prodigarsu bene-volencia sobreaquelcon el que está endeuda.

En laofrendade dolor confluyen dosmotivaciones:el perfeccionamientomoral y la búsquedade la salva-ción. Laidentificacióncon Cristo crucificadocompor-ta el recursoa la mortificaciónpermanentede la carne.Éstapurifica al creyente de sus pecados ypersigueais-lar todo placerpropuestopor la vida presente,eventualfuente de pecado,malos pensamientos,digresionesin-deseablesparauna concienciapor enterocomprometi-da en su salvación yhabitadapor la solapresenciade

12. H. Thurston,Lesphénomenesphysiquesdu mysticisme;LeRocher, París, p. 152.

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Dios. «Tenemosmiedo del sufrimiento -escribió unteólogocatólico-,peropensemosen esossufrimientosterribles del Purgatorioque tendremosque sufrir du-rantemuchosaños siqueremosvivir sin mortificacióny concedernostodoslos placeres que nossatisfacen.»!'

Renunciacióna uno mismo, disciplina penitencial,lucha contra la tentación,con el objeto de'vivir a lasombradel dolor de Jesucristo, en una existenciadepu-radade todo cuantono seadevocióna Dios. Larenun-cia a los bienes de estemundopreparaparaacoger losbienesespirituales,afina lapersonalidady la vuelve másadecuadaparaganarel reinode Dios. Elhombreesunaespecie deborradorespiritualque eldolor corrigeparavolverlo digno de salvación. Lasmortificacionesapun-tan aconvertirel cuerpodel asceta en un celoso siervode la fe, enunapruebade que la carne, lugar del peca-do, se haconvertidoen lugar de alianza a través del re-nunciamientoy el dolor. El cuerpo, transformadoendócil instrumentodel alma, debe serespiritualizadomedianteel trabajometódicode lamortificación. Du-rantemuchotiempo el cristianismoha desarraigadoaldolor de susangustias,glorificándolo como unión conCristo. Lejos detraducir,de acuerdocon unjuicio nor-mativo y moderno,una negacióndel cuerpo,este em-pleo exaltauna dimensiónde la carnea través del su-frimiento deliberadamenteelegido, lo hace el lugareminentede la participaciónen la crucifixión. Es uncantode dolor en alabanzade Cristo.

Ya se ha visto que laprogresiónde losmedicamen-tos analgésicos hamodificado de manera radical larelación delhombreoccidental,y sobretodo del cristia-

13. A. Tanqueray,op. cit., p. 492.

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no, con el dolor. Inexorable a causa de laspersecucioneso de las difícilescondicionesde existencia, es unaprue-ba queconducetras los pasos de Jesucristo, es una po-sibilidad de transformaciónpersonal. Pero desde elmomentoen que seoperóla integraciónsocial de la re-ligión, y la medicinahizo posible el alivio o ladisminu-ción de la pena, la perseverancia y la delectación en elsufrimientoes sospechosa.Ya apenas atrae. La teologíacierraun capítulode suhistoriay abre otro. «Lo que re-dime o libera-escribióXavierThévenot-no es el su-frimiento de Jesús en sí mismo, esque"en medio de susufrimiento ha sabidomantenerseun hombre plena-mentecreyente,esperando,amando';»!'El fervor reli-gioso tiene enadelantelo que en el pasadoencontrabaen lamortificación.La miradacambia y se detiene me-nos en lo literal delsufrimientode Jesucristo en la cruzque en su significado simbólico: el sacrificiopor el amora la humanidad.El fiel se aleja de las heridas abiertas olas mortificaciones:en la satisfacción de la deuda, laofrendade amorreemplaza a laofrendade dolor.

EL DOLOR PARA EXISTIR

Fuera detodavocación religiosa, ciertosindividuosconducensu existenciapor un constantecamino dedolor que ninguna circunstanciaconsigue eliminar.Estapredisposiciónafecta a ciertos tipos depersonali-dad y colorea ciertastrayectoriasvitales. Unaculpabi-lidad soterradaalimenta una predisposicióna sufrirque surgeunay otravez, ypermiteal individuo existir.

14. Xavier Thévenot,Souffrance. bonheur, éthique,Salvator,Pa-rís, 1990.

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Otras, son herederasde una relación particular COIl

una madrepoco comunicativa,de modo que eldoloresparael niño el último recursoparaatraersu aten-ción. «Talescomoesospacientesque, tanprontocomosetumbanen el diván,desgrananunaletaníade quejas

(

hipocondríacas,o comienzana sentircon gran agude-za todo una serie dedolorescorporales.Revestirse deun dolor real es, enúltima instancia,una tentativaderecuperarel afecto no recibido de lamadreo los ínti-mos.s'> Por medio de la compasióno la culpabilidadque siempreinduceen el otro, eldolor esun mediose-guro para estar acompañado,compadecido,amado,ysobre todo reconocidoen el estatutoparticularque elmismodolor ofrece.Ciertosindividuos,al sufrir, comopuededecirse deun aparatoen stand-by,engañansufalta de ser, susentimientode ser malamados,de estarmal integradosen su medio,medianteun dolor recu-rrente que lesimpide vivir, pero que lesconcedeelbeneficiosecundariode recibir tratamientoy atención.Los estudiosrealizadosmuestranla frecuencia de pa-dresviolentosen enfermosaquejadosde dolorescróni-cos. Laquejaposeeentoncesel terrible significado deun eje identificatorio que permitemantenerel propiolugar en elmundo.

El significado íntimo del dolor pasapor lastortuo-sidades y laambivalenciaque definen la relación del in-dividuo con elmundo.La complacenciasomáticaevo-cada por Freud es laconsecuenciade la pregnanciasimbólicaque marcala saludcorporal.Sin saberlo, elhombregenera a veces unaprofusión de sufrimientosin la cual le seríaimposibleexistir: para colmar una

15. D. Anzieu, Lemoi-peau,Dunod,París, 1985,p. 204.

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deudainfinita de la infancia uotra época, omantenersu lugar en el seno de un sistema relacionaldondeeldolor es lamonedade cambio. Entonces, el dolor esuna prendade autenticidad,signo de la sinceridad ex-hibida antes los demás y ante sí mismo. Se erige comoun mecanismoquepermitemantenersesobre el filo deuna vida inestable y amenazada. El dolor evita la caíday se ofrece como un escudo invenciblecontralos azaresde la existencia. «Sufro,por lo tantoexisto",podríaserel lema de esospain-pronepatients(pacientespropen-sos aldolor) que son apenas lasombraandantede sudolor. Esos pacientes nunca son aliviados realmente, ocurados, a pesar de los esfuerzos que realizan los tera-peutas, a quienes nunca dejan de dirigirse. El descubri-miento de una lesión y lostratamientosaportadosin-troducensólo unatregua, pero la recaída no tarda, o elaccidente, quetrasladaa otro sitio unsufrimientone-cesario. A veces no se descubre lesión alguna, pero estáclaro que elindividuo está obstaculizado por enferme-dades crónicas orepetidasque le impiden llevar unavida feliz. Su existencia se parece a un calvario, imagentantomás justificada aquí porcuantoel castigo y la re-dención están simultáneamentepresentes en aquelloque obstaculiza la alegría de vivir.

Coinciden tia oppositorum:al colmar provisional-mentela carencia, eltormentoexperimentadopermiteseguir viviendo. leanGuillaumin, en unestudioacercade la «necesidad detraumatismo"de ciertos jóvenes entrancede constituirseuna identidad,observa la «utili-zaciónpor el sujeto vivo, en lo másprofundode su de-seo de vivir, de unpoderde volver en favor suyo lo quepuedeser elmasoquismoprimario, según Freud, parabuscar"voluntariamente"ante supropio sufrimiento

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con el objeto deexistir»." El dolor esentoncesunametáforaque cristaliza en la carne laparteadversa dela existencia.Empleadocomo un castigo que aísla her-méticamenteuna culpabilidadmás o menos conscien-te, medio último pararestaurarun amordesfallecienteo reteneral otro que amenazarecuperarsu libertad,con frecuencia se da en uncuadropersonalde fracasosreiterados.El individuo muestrael rostro afligido deuna vida que parecepresididapor una mala estrella,pero que de hechonuncaaprovechó las ocasiones paraescapar de talescircunstancias.O bien muestraunaformidablepropensióna recaer. Si lasuertea menudoobedece auna voluntad individual, la desdicha en-cuentraen sus víctimas a sus mejores。イエ・ウ。セッウN G. L.

Engel dedicó unestudioclásico a esos pacientesamar-gados, depresivos, quienes conregularidadaportanalfacultativo quejas que no apaciguatratamientoalguno.Parecenconsagradosa un constanteinfortunio. De he-cho, ellos mismos sesumenen elacontecimientope-noso, o no hacennadapara evitarlo, a pesar de los mu-chos consejos de sus allegados.Construyensin descan-so lascondicionesde la fatalidad que se abate sobreellos yarruinasus esfuerzos para salir de ella.«Sehun-den ensituacioneso sesometena relacionesdondesonheridos, golpeados,destrozados,humillados y, paranuestrasorpresa, noaprendennadade talesexperien-cias. Ésas no sonconsecuenciasdel dolor, puestoquecomprobamoscon asiduidadque en los peores mo-mentosde su existencia tienenbuenasalud y están li-bres detodo dolor. Si las cosasmejoran,o el éxito es

16. J. Guillaumin, «Besoin de traumatisme a l'adolescence»,Adolescence,vol. 3, n.« 1, 1985,p. 136.

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inminente,entonces,paradójicamente,se desarrolla un

síntomadcloroso.»"Su existencia está regida por unmovimientopen-

dular. Losmomentosen que están libres de todosufrí-miento son aquellos en que las circunstancias no sonbuenas. Las malas relaciones con su familia o cónyuge,con sus colegas, osimplementeseries de episodios des-graciados,borran sus doloresfísicos. Esos individuos,inmersosen unaamarguracotidiana, vivendramática-mente un éxito inesperado o el desenlace propicio deuna situación penosa. Un accidente o una súbita enfer-medad, lairrupción de un dolor rebelde, llegan opor-tunamentepara privarlos de un placer que percibencomo una temible amenaza para susentimientodeidentidad, inconcebible sin la cotidiana frecuentaciónde la desdicha. La distancia entre las terroríficas des-cripcionesdesuspercepciones dolorosas y la aparienciadebuenasalud a veceses grande. Hablanquejumbrosa-mente de sus males, peroinspiran el sentimientodeuna fuerza que permanece intacta a pesar de las prue-bas. Algunos dan la impresión deexperimentar«unplacer secreto en su dolor,mientrasque otros parecenperseguidos porél», escribió G.L. Engel. El examen desusitinerariosmédicos muestra una sucesión de enfer-medades y de operaciones, de heridas y detratamien-tos, mientrasque su historia personal es un desfile defracasos y de frustraciones. Esos pacientes a veces estánante el médicobuscándoseun dolor suplementarioymultiplican las intervencionesquirúrgicaso los exáme-nes penosos. La complacencia del médico enresponder

17. G. L. Engel, «Psychogenicpain and the pain-pronepatient»,American [ournal o[Medicine, n.v 26, 1959,p. 905.

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a la demandasin interrogarloalimenta su complacen-cia somática."La única salida de este círculo infernalquecondicionala existencia de estos pacientes consisteen unarupturade su relacion con elmundo inducidapor la lucidez acerca de su estado. La psicoterapia es unposible camino decomprensiónde este engranaje.

El dolor seimponesin que lospain-pronepatients

lo sepan, es el regaloenvenenadode una relación in-consciente con suhistoria personal, y elmecanismoque los retiene en el filo de la vida. Sin el dolor susexistencias noresultaríanposibles, son los juguetes deun conflicto no resuelto que les impide vivir de otramanera.Aunque el dolor se vuelvacontrael doliente,tambiénes uninstrumentode control del otro. La ex-torsióncon elsufrimientoes la temible arma de aque-llos desprovistos decualquierotro medio para hacerseoír. También es unarmapolítica, como lodemuestranlas huelgas dehambre,o esosdetenidosque secortanun dedo, tragan cuchillos o tenedores, pararecordarsuexistencia a unaadministraciónindiferente. Eldeman-danteapuesta sobre el valor absoluto de la existenciade todo hombreen una sociedad democrática. Es mo-tivo de poderen la parejacuandouno demuestrahas-ta quépunto la conductadel otro tiene un efecto de-vastadorsobre su salud o su relación con elmundo.Entalescircunstancias,la enfermedado las secuelas de un

18. L. Chertok evoca el caso de unhombre que declaró haberhecho una carrera de enfermo «como otros ascienden al Himalaya oatraviesan el océanoen solitario», Dicho paciente. seguidodesde ha-cía quince años.yahabíasufrido una veintena deintervencionesqui-rúrgicas, exámenesde toda clase, a los que luego se sumarían los tra-tamientospara los dolores y los movimientosabdominalesy torácicosanormales; cf. L. Chertok, «De lamaniechirurgicale (lespolyopérés)»,AnnalesMédico-psychologiques,Paris, 1972, vol. 2, n.v 4,pp. 491-506.

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accidentepuedenatizar una culpabilidadque restituyea la personasufrientela soberaníaperdidao en deca-dencia. Elsufrimiento tiene valor de doninadmisibleque obliga alotro en unadeudainfinita. El dolor atalas manosde aquel o aquella que busca liberarse deuna relación gravosa. Ciertas relaciones de pareja, odemadrea hijo (la inversa es másinfrecuente)ponenen evidencia relaciones perversas de este género. Lamadrecontrolaasí los hechos y los gestos deun hijo(más raramentede unahija) con laamenazade dolorque levaldría el menortraspiéque cometiera.Infligirun dolor, incluso sinhaberloquerido,comportael sen-timiento de una falta, de unaculpabilidadque endeu-da, obliga a unareparación.Y el otro, por no haberen-contradootro medio, lo emplea conhabilidad, comoun modo de gobierno.

El lugar deldolor es variable,dependede lashisto-riaspersonales.El momentopresentereaviva males an-tiguos, curados,pero cuyo recuerdoperduraen el co-razóndel individuo. Sobre undolor actualrebotanpe-nas pasadasque acentúanel sufrimiento presentedeun modo penosoy duradero;las identificacionesconlos allegadosdesembocanen copias desíntomas.IoyceMac Dougall recuerdael caso de unpacientea quienlaimposibilidadde establecer un espacioneutralentreély los demás«conducíaa evitar ser testigo deldolortanto físico comopsíquicode los otros. Porque el do-lor del otro se convertía inmediatamenteen dolorsuYO».!9 Estapermeabilidadde lapersonaa los demáses un fenómenofrecuenteen las facultades demedi-

19. J. Mac Dougall,Plaidoyerpour unecertaine anormolíté,Ga-llimard, París, 1978,p. 198.

cina, donde a veces losestudiantesexperimentan(ocreenhaberexperimentado)los síntomasque sus pro-fesores lesdescribencomo fenómenospatológicos."Estas «contaminaciones» nacentambiénde una fuerterelación afectivainterrumpidapor la muerte.La apro-piaciónde las formas deldolor terminalde lapersonaamadaesunamanerasimbólica de negar lapérdidain-teriorizandoun signo fuerte de losúltimos momentosde la relación (tomando simbólicamentesobre sí laculpabilidadrelacionadacon dichapérdida).Esta co-pia delotro suele crear unaanatomíaimaginariaque elsufrimientovuelveprovisionalmentereal. Todoocurrecomo si elindividuo poseyerauna memoriafísica deldolor del otro, afectivamenteimportantepara él. O

como siguardaraen reservaepisodiosde sufrimientosenquistadosen suhistoriay listosparaservir en la oca-sión. Él ordenala reminiscenciapara metaforizarunsufrimientode otro orden,manteneruna relación queamenazaromperse(o ya está rotapor la muerte) oparaacercarse alotro hasta laconfusiónde lossínto-mas. O inclusoparacastigarsepor encontrarfinalmen-te la libertad después de lamuertede un padreasfi-xiante. Lametamorfosisdel cuerpocomo pantalladeproyeccióncreasufrimientosen lugares significativos.El individuo ignora la búsquedaproseguidapero seacomodamás omenosa ella.

En estecontextoparticular,el dolor protegealindi-viduo de contenidosinconscientesque sisurgierandemanerasúbita lo destruirían;y fija afectos quepermi-ten mantenerel sentimientode identidad.Lejos de ser

20. S. M. woods, «Medica! student's disease:hypochondriasisin medica! education»,iournal of Medical Education, n.o 41, 1966,pp. 785-790.

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destructivoo anunciaruna lesión, asegura una funciónde salvaguarda del individuo. La existencia resulta inva-lidada, ciertamente,pero tal es el rescate a pagar parafrenar lo peor. El dolor essimplementelo que se echa alfuego del altar votivo, aquello cuya pérdida hay queaceptar para seguir existiendo. Eldolor es una formainconscientedel sacrificio.

EL DOLOR EDUCADOR

El dolor infligido al individuo desprotegidoes unmedio degobiernodel otro, dedominio sobre su com-portamiento,si no sobre su conciencia. La asociacióndel dolor y la falta se vuelve aqui unacaricatura.Todatransgresióndel código moral implica, porpartede losrepresentantesde laley, el repartode un dolor dosifi-cado, enprincipio, de acuerdo con laimportanciade lafalta cometida. El doloradministradoes castigo, mar-ca en lacarneel defecto moral o que sepresumecomotal; sancionala conductaerrónea. En la sociedad grie-ga o en laromana,por ejemplo, el padredisponíadeun poderilimitado sobre los suyos y sobre susesclavos.El castigocorporalsolía ser de rigor. En Roma era algotan corrienteque habíahombresque hicieron del cas-tigo profesióny que se paseabanpor las calles con unlátigo y aceptabanlos encargos de los amos. La educa-ción solía estar asociada con el castigo, en caso de re-sistencia delalumno. Las dos nociones eran porotraparte «inseparablesparael griego de la época helenacomo parael escriba faraónico o para el judío. Los tra-ductores alejandrinosde la Biblia no han vacilado,para traducir la palabrahebreamisar(educación,cas-tigo), enemplearel vocablopaideia,que para ellos sig-

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nifica simplementecastigo.La tradición latina es pare-cida»." Los vocablos hebreosmisary tokahathtienenlas raícesyst y ykh cuyo «sentido es corregirmediantebuenasexhortacioneso consejos morales, o el de casti-gan>.22 «Disciplina» procede del latíndisciplina, «en-señanza, ciencia, disciplina militar,etc.», Hasta el si-glo XIV el vocablo significó sobre todo«castigo»,signi-ficado salido del latín eclesiástico de la Edad Media,luego «matanza»y por otra parte «instrumentodeflagelación».

La Biblia abundaen ejemplos de «sufrimiento edu-cador», La experiencia deldolor muestraen ella notanto a unaaperturaal mundocomo unatajantella-madaa la verdad y fidelidad a losmandatosde Dios.No sirvetantopara enseñar comoparaponera pruebala fe y reavivarla. La Biblia suele repetir el esquema delcastigo de Diosrecordandoa los sereshumanossus de-beres hacia el Señor. «Si violan mis preceptos / y noguardanmis mandamientos,castigaré con la vara sustransgresiones/ y con azotes susiniquidades./ Pero noapartaréde él mipiedad[...]» (Salmos, 89: 32-34, tam-bién Nehemías, 9: 5-37, 1Reyes,8: 23-53). «[Israél]viveentrela toma de conciencia de su falta y la del per-dón de Dios-escribióJ. Coste-,no es él quien con-duce su vida.Cuandoquiereresumirsu historia, la vecomo una incesante dialéctica del pecado y de la gra-cia, dialéctica cuyomomentocentral es el grito, salidodel sufrimiento,de la desgracia culpable delhombre,y

21. M. L. LópezPino, «Pour une prise deconsciencedu proble-me actuel de la discipline», Cahiers Pédagogiques,n.s 4. 1964,p. 5.

22. J. Coste, «Notion grecque et notion biblique de la "souf-franee éducatrice?»,Recherche en 5cienceReíigíeuse, vol. XLVIII,n.« 16, 1953,p. 498.

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sm embargo,ya es la expresión másauténticade laFe.»23Puestoque eldolor recibido es corrección de losdefectos que padece elhombre,oportunidadpara unarenovación,los amigos de Jobrecuerdana éste el valoreducadorde la prueba:«[Dichoso el hombrea quiencorrige Dios! No desdeñes, pues, lacorreccióndel Om-nipotente» (Job, 5: 17). E insisten los Proverbios: «Dioscorrige al hombre en su jergón con el sufrimiento,lo corrige por el dolor en su lecho.. El dolorpadecidocomo sanciónde un extravío,enmiendala conductayreconducea la fidelidad hacia Dios. Efraím se dirige aÉl de esta manera: «Tú me has castigado y yo recibí lareprensión/ como novillo indómito. / Conviértemeyyo me convertiré,/ pues tú eresYavé, mi Dios. / Por-que después de mi defección me hearrepentido;luegoque entré en mí, herímeel muslo» (Jeremías31: 18-19). Efraímrecurreincluso a supropiamanoparaper-feccionar el castigo que cree merecer.

La relación desigual con Diosconforma un para-digma que se aplica igualmente a las relaciones de loshombresentre sí. Pero en esteúltimo caso, elprincipiode la correccióny de la distribución intencionadadeldolor contrael culpable ya no se justifica con la palabrade Dios, sino que reposa más bien en razones profanas,políticas, sociales o personales. Laimposicióndel dolorcomo forma privilegiada del castigo es el frecuente rei-no de loarbitrario. El niño sobre todo ha sufrido estapercepcióndel dolor como acicatepropiciatorio queviene asancionaruna falta y a devolver alcaminorec-to. Unapinturade Herculanomuestraa un escolar in-dócil, a quien sujetan por loshombrosy los pies dos es-

23. Ibídem,p. 503.

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clavos, altiempoque un tercero, queempuñaun azote,le administrael castigo.

El sentimientode la infancia, como categoría deedadaparte,es reciente en la historia occidental, comolo pruebanlos estudios deP. Aries. Durante muchotiempo,la transiciónentre laprimerainfancia y la edadadultafue insensible. La violencia estaba diluida en lasrelaciones sociales, y no respetaba edad alguna. En laperiferia delmundo escolar, a los jóvenes se les infli-gían palizascuandolos maestros que teníanautoridadsobre ellos, en una suerte decontratode protección,considerabanque no habían llevadobastantedinero ose comportabande un modo que no les gustaba. Losvínculos depadrinazgo,no desprovistos debrutalidad,estructurabanesas relaciones. Ritos de iniciación don-de abundabanlas exacciones físicas o moralesincitabana los novatos que accedían a lacondiciónde escolares."La novatadadestrozaba alhombreantiguo, y,humi-llándolo, lo ponía a merced de sus vencedores; estabadomadoy apartir de entonces pertenecía, sinánimodevenganza, a lacomunidadque lo habíametido en cin-tura de esemodo.s" Lasautoridadesreligiosas se esfor-zaban en legislar ymoderar esaspruebasque eran,esencialmente, un asuntopropio de los jóvenes. En laescuela, en cambio, las novatadasfísicasestuvieron au-sentesdurantemuchotiempo;lastransgresionesdel re-glamentose pagaban más bien a lacomunidad,en tér-minosde multas quepermitíanmejorarlo cotidianouofrecer rondas devino." La disciplina no estaba aún demoda. Las multas quesancionabanlas faltas de con-

24. P. Aries, L'Enfant et lavíe[amiliale sousí'AncienRégime,Pa-rís, Plon, 1960, p. 269.

25. Ibídem,p. 270.

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ductareinsertabanal escolar en el seno de lacomuni-dad;borrabanlos excesos individualistascorrigiéndolosmedianteun principio opuesto que reforzaba el senti-miento depertenenciaal grupo.

La vida del escolar medieval se desarrollaba en elseno de unapequeñacomunidadque regía suconduc-ta muchomás que el maestro. En el sigloXVI seanun-ciaron nuevasmodalidadesdisciplinarias. La libertadque gozaban los escolaresincomodabaa los eclesiásti-cos. Unsentimientoinédito de la infancia hizo de éstauna suertedehumanidadinacabada, inválida, que parasudesarrolloexigía el asiduocontrol de los mayores. Elniño seconvirtió en un sermarcadopor el Pecado ori-ginal, imperfectopuesto que no había sido corregidomediantela disciplinaapropiada.Por añadidura,la de-bilidad y elcandorinfantil, la permeabilidaddel niño alas influencias,supusopara los religiosos una llamada ahacerse cargo de eseperíodode la existencia. Más queningunaotra, dicha etapacomprometela responsabili-dad de loseducadores,puesto quepreparaal niño parala salvación o su pérdida. El derecho de corrección seconvirtió en el privilegio de los maestros. En lastradi-ciones educativas occidentales el empleo de los castigoscorporalesarraigó a lasombradel Pecado original.

La educación progresa con el apoyo del dolor comoposible sanción a todo extravío de la conducta. Tienecomo función inscribir la corrección operada en la me-moria; el dolor deleducandorepara la faltainsertandoelarrepentimientoen la carne, y de esa manera recuerda laconducta apropiada. La transgresión de la ley implica laréplica del castigo en una escenade la vidamundanaqueretoma a su manera el modelo biblico original. El arrai-go religioso de nuestras sociedades en el sustrato judeo-

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cristiano, con frecuencia olvidadizo de la lección de Job,establece un castigo inexorable del mal cometido. La ex-piación, la reparación,encuentransu razón de ser en eldolor infligido por los encargados demantenerel orden.

La vigilancia, la delación (querompe las antiguassolidaridadesy erige como absoluta laautoridadde lasinstituciones),los castigos corporales,dibujan de ma-nera lógica unosprincipiosdefuncionamientoy de go-bierno de los jóvenes. Laimperfecciónoriginal de losniños debe ser corregidapor el rigor de unaeducaciónque no deja nada librado al azar. Asimismo, los escola-res son aislados de la influencia, juzgadaigualmentene-fasta, de los adultos.«Las varas se convierten en la in-signia delmaestrode escuela, al menos de la escuela degramática,la marcade la dependenciabajo la cual elmaestromantienea susalumnosen adelante, y en con-secuencia, de la sujeción en que ha caído el niño:infir-mus», observaP. Aries. En lostiemposanterioresresul-tan infrecuenteslas alusiones a correccionescorporales«no tienencarácterhumillanteporqueconciernentan-to a lasausteridadesmonásticasrepresentadas en las Bi-blias moralizadas,o a las que seimponen los santos,como la escena de la vida de san Luis Reydondeéste re-cibe ladisciplina»."En el sigloXVI el azote sustituye alas multas. Se convierte en la«penaescolástica»por ex-celencia, ypor otra parteasí se la llama. Con la correay la palmeta, el castigocorporalse generaliza e instala lainfancia bajo un régimenparticular.«Entre los adultosno todos estabansometidosa las correccionespersona-les: la gente de calidad escapaba a ellas, y elmodo deaplicación de la disciplinacontribuíaa diferenciar las

26. lbidem,p. 285.

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condicionessociales. Pero, en cambio, todos los niños yjóvenes,cualquierafuese sucondición,estaban sujetosal régimen común, y recibían azotes.v" La infanciaquedóasimilada con el régimendisciplinariode lasCla-ses sociales más humildes. Se convirtió en servil. ElsigloXVIII, época de lasLuces,intentómodificaresta vi-sión de la infancia. Laeducaciónapostópor la capaci-dad de reforma, elsentidode la dignidad y de la res-ponsabilidadque reside en cada hombre. El niño esmenosinftrmusa medidaque se acerca a la edad adul-ta, y el deber de los maestros consiste enprepararlopara asumir su condición de la mejor manera. Unhombreeducadoes unhombrelúcido. El envilecimien-to que deriva del castigocorporal no propicia el des-pertarde conductassocialmenteen regla. La infanciadebe serinstruiday no sometida. Sin embargo, la dure-za no desapareció en seguida,aunqueel períodoque si-guiera a la Revolución propiciase esta pedagogía. Napo-león restableció la disciplina militar en los estableci-mientosescolares. Las antiguascostumbresde los casti-goscorporalesaún existían aqui yallá."

El sigloXIX militariza la disciplina de las escuelas. Elsentimientode la adolescencia asiste a latransformación

27. Ibídem,p. 289.28. «Las escuelas inglesas-observa P. Aries- conservarán la

antigua disciplina: castigo corporal y sistema monitoriaI, que en Fran-cia se había abandonado. pero dichos establecimientos conseguiríantransformar completamenteel espíritu. Porejemplo, si el látigo se con-serva, no es s610 un castigo, sobre todo se transforma en unmedio deeducación, una ocasión parael muchacho de ejercer, padeciéndolo,sucontrolsobresí mismo,primera virtudde un caballero», ibídem, p. 293.Recordemostambién los análisis deNorbert Ellas acercade las modifi-cacionesde agresividad relacionadas con la«civilización de lascostum-bres»y el monopolio de la coerción ejercida por el Estado.Cf N. Elias,La civiíísation des mceurs,Calmann-Lévy, París, 1973, pp. 321 Y ss.

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de los usos escolares. La vecindad entre las edades delsoldado y del adolescente conduce a tolerar una ciertarudeza en las relaciones entre los jóvenes. Los castigoscorporales ya no son sistemáticos, pero las correcciones,por el contrario, tienen amplia presencia. M. Foucaultanaliza elabandonode los supliciosfísicos prodigados aloscondenadosy la aparición de la disciplina como mé-todo de gestión y control de loshombresen la sociedadcivil. La imposicióndel dolor como instancia de rectifi-cación de lasconductaspierde sus antiguos privilegios;perduraen la vida civil, claro está, como unprincipioelemental de resolución de los conflictos o de inculca-ción de un orden: la violencia física entre individuosestá lejos de haber desaparecido, incluso de nuestras so-ciedades occidentales (y hasta puede estar regulada enciertos Estados), pero la ley la sanciona y queda comomarginal. En el plano colectivo la erradicó la disciplina,es decir, el control de las actividadeshumanasdesde elpuntode vista del uso deltiempoy del espacio, y bajo laégida de un reglamento estricto. El dolor deja de ser uninstrumentosistemático de sujeción en beneficio de uncontrol global de loscomportamientosdel alumno. Elsiglo xx afloja poco a poco los tornillos que aún atena-zan elperíodoy el espacio de la escuela. En Francia, enlas escuelasprimarias,«los únicos castigos que puedeusar un maestro son: lospuntosnegativos, lareprimen-da, la privación parcial de recreo, la retención despuésde clase bajo la vigilancia del maestro y la exclusióntemporal[...] Estáabsolutamenteprohibidoinfligir cas-tigo corporal alguno a losalumnos»."

29. B. Douet, Disciplina et punition al'éco/e, PUF, París, 1987,

p.30.

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No obstante, en la práctica, los hábitos, insertos enlas relaciones sociales, con frecuencia rudas, fueron re-fractarios a los textosimpregnadosde una concepciónde la infancia en todo positiva: los castigos corporalespermanecieronlargo tiempo en activo, sobre todo enlas clases de la enseñanzaprimaria.Tirones de orejas ode pelo, golpes de regla en los dedos, en las nalgas, bo-fetadas,sumanuna larga letania.Homeopatiadel dolor,que partede esteprincipio: para evitar al niño un su-frimiento más serio en la edad adulta hay que demos-trarle desde la más tierna edad lo que cuestaapartarsede! camino recto. Una minima dosis de dolor queapuntaa prevenir el choquecontra las reglas socialesde! adulto en que se convertirá, más temible por susconsecuencias. «Es por tu bien», afirma e! padre o lamadredespués de la bofetada infligida al niño:«Bien tezurra quien bien te quiere.» Los maestros laicos quecastiganmedianteel dolor físico o la presión moral, sinsaberlo siguen siendofieles a una concepciónculturalde la infancia que asocia a ésta con un estado incom-pleto, con laimpureza,con e! mal; asimismo, los alum-nos menos brillantes atestiguanotra concepción de losvalores escolares, pues castigan al buenalumno una yotra vez con novatadas en los tiempos de recreo.

El problemade! dolor como instancia de moraliza-ción de las conductas consiste sobre todo en saberquién decide sobre los valores que sirven defundamen-to a laatribuciónde la pena. La desigualdad de fuerzases lacondiciónnecesaria para este ejercicio,permitee!gobiernode la infancia y e! empleo de una violenciafí-sica o moral en nom bre de los beneficios de! castigo enla educacióninfantil.

EL DOWR INFLIGIDO

Infligir e! dolor para castigar un despropósito, unainfracción o imponer e! orden es desde hacemuchotiempo un principio de intimidación y de poder, unamaneradedominio del otro proporcionadaa suimpo-tencia para defenderse. Elpoderde unhombreo de unEstado se mide por la suma de dolores que es suscepti-ble deprodigarsin queningunade sus prerrogativas re-sulte amenazadapor la resistencia de las víctimas o elrigor de laley. La autorizaciónpara hacer sufrir es e!rostro sombríode! poder: desde la bofetada,pasandopor e! apaleamiento, los latigazos, laquebraduradehuesos y eldesmembramiento,hasta e! desollado metó-dico, el único limite es el de lamuertede la víctima. Latorturaes la práctica de! horror. Cree convertir e! sufri-mientoen modo decontrolpolitico. Por la imposiciónde undolor que no tiene otros limites que la imagina-ción de lostorturadores,apunta a quebrar el senti-mientodeidentidadde la víctima paraconducirloa re-velar secretosimportantes,provocar la admisión de unaculpa, de uncompromisopolitico o moral, o simple-mente doblegarla a la voluntad de los verdugos. A vecestraduceuna.pura voluntad de aniquilación de! otro,martirizándolo,mancillándolo,reduciéndoloa un ob-jeto. Laimposicióndel dolor y de lahumillaciónpersi-gue una lógica de anulación de la víctima. Eldominiosobre e!cuerpoes e!dominio sobre e!hombre,su con-dición, sus valores más queridos. Otorga al Estado o aun grupolos beneficios politicos de uninstrumentodeterror sobre la población. El ejercicio absoluto de! po-der contralos representantes de la sociedad civil es unametáforade la extensión de!podersobre e! cuerpo so-

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cial en suconjunto,Fuera del campo de la palabra y delos principios compartidos,erige la ley del más fuertedespreciandoel vínculo social.

La libre facultad de provocar el dolor es un medioarquetípicodel podersobre una sociedad o sobre unapersona.Somete a la víctima sin tener quematarlane-cesariamente,pero dejándola en lamemoriala cicatrizde sus sevicias y de la suerte que le espera en caso dereincidencia o de «mala» conducta. Pero latortura noapuntasólo aarrancarla confesión o hacer daño, tam-bién procuraal verdugo el goce sutil detenera la vícti-ma a su merced, de ejercer un absolutodominio sobresu cuerpo,intimidad, dignidad, si no sobre sus convic-ciones. Latorturadespierta una fantasía deomnipoten-cia' elemental en sus manifestaciones,puesto que esuna manerainmediatade alcanzar al otro enprofundi-dad. Latorturalleva al infinito el arte de hacer sufrir alhombreincapaz de defenderse peroinmersoen mil for-mas de dolor. Persigue ladestrucciónde lapersonalidadde la víctima atada de pies y manos,sometidaa las fan-tasías de los verdugos. Por definición es una negacióndel rostro,indiferentea la «culpabilidad» delprisioneroque suele estardeterminadopor su pertenenciasocial,cultural o política, o como elemento simbólico de unaevocacióndespiadadade las facultades delpodercontrasus opositores. No hay inocencia para eltorturadorcuandopesa una sospecha sobre su víctima. Latorturaesunaespecie detriunfo del rumor.

El dolor infligido sanciona unaopinión política,una manerade ser, unacondición social o cultural,unas relaciones percibidas como«culpables».Seoponea la falta unsufrimientodilatadodurantedías, semanaso meses.Al dolor inagotable, que sereproducea diario,

se sumala angustia de la espera, laincertidumbre,lahumillación,el horror de estarsometidoa una imagi-naciónsádica sin control exterior, avoluntadde los tor-turadores.«Laintensidaddel dolor físico, la desnudez,la privación sensorial(oscuridad,"capucha" que impi-de la visión), larupturade todo vínculo afectivoconelmundopersonalsiempre amado, que desemboca en laconstanciaúnica delpropio cuerpodolorido, sufriente,deshecho, ysometidopor completo a lavoluntad deltorturadorque hace desaparecer delmundo toda pre-sencia que no esté en el centro de la experiencia ac-tual.s" El hombre torturadovive su cuerpocomo laforma permanentedel tormento;está pegado a él comoel caparazónde GregarioSamsa,materiaen la que seencarnizanlos verdugos,estructurade carne convertidaen otra distinta mediantela aberracióndel suplicio ydel dolor, pero que sigueformandoun solocuerpoconla víctima. Loscomponentesfísicos y sensoriales de lavíctima se vuelven encontrade ésta, ofreciendo al tor-turador otros tantospuntosvulnerablesdondeadmi-nistrar el tormento. «Todas las fuentes de fuerza y deplacer-escribióElaineScurry-,todos los medios demoverse en elmundo o de mover elmundo en unomismo se convierten en medios [...] de forzar alcuerpoa alimentarsedel cuerpo: los ojos reciben una luz quelastima, los oídos percibenruidos brutales, comer [...]es reemplazadopor la privación que incluye, ya la au-sencia de alimentos, ya la comidanauseabunda;el gus-to y el olfato [...] sonsistemáticamenteengañados conquemaduraso cortes en elinterior de la boca o la nariz,o con sustancias infectas; exigenciasnaturalescomo la

30. M Y M. Vinar> Exil et torture, Denocl. París, 1989. p. 50.

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excreción o necesidades como lasexualidadsetransfor-manen fuente de ultrajes y derepulsión.s'!

La totalidadde la relación con elmundode la víc-tima está bajo la égida deldolor y el horror. Y ésta ig-norasi la torturacesarámañanao dentrode seis meses,o si acasomorirá en las horas siguientes. Ante lo arbi-trario absolutodel rostrohumano,que se expresa en elsecreto, la víctima esta sujeta a sucuerpo,sin otra sali-da paraescapar altorturadorque desprendersede éste.MarceloVinar relata lahistoriaasombrosade Pepe, lar-gamentetorturado,sometidoal hambre,a la sed, a unlargo 'períodode pie. Después de dos semanas,cuandoya no era más que heridas y dolores, Pepesintió que sucuerpose alejaba de él. En laoscuridadde su celda viodepronto,deunamaneraeminentementereal, acercar-se a suscompañerosque loanimarona resistir, atenernoticiassuyas a diario, y darle ánimos. «Pepe se prove-yó de un espacio lúdico que daría a suterror el sentidode unaluchay le permitiríamantenerseinvencible antela técnicasofisticada de sustorturadores.s? El horrorreiteradoen cadamomentocondujoa ese casoextremode elaboraciónde un universoalucinatorioque desa-rraiga eldolor de la carney ofrece uncaminode sueñoparaafrontarla adversidad,restaurarunasignificacióny un rostro amistosoen elmundo.Esteimaginarionoestantounatécnica de salvaguarda comounaintuiciónquesuperasuentendimiento,nacidadelpropioseno dela identidaden vías de deshacerse,y que acudeparasal-varlo deldesmantelamiento.La única salida consiste enderivarel dolor hacia unmundodiferente, sin relación

31. E.Scarry, The Body in pain, Oxford University Press, Ox-ford, 1985, p. 48.

32. M. YM. Vinar, op. cít.,p. 63.

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consigo mismo. Al separarsede sucuerpoarraigandosu concienciaen una imagen feliz que resiste losinten-tos defractura de los verdugos, la víctima se crea unmundoalternativoque lapreservadel agobio; que sal-vaguardaun núcleode suidentidad.Otro ejemploes elque ofrece un jovenperiodistaoriundo de Burundi:Déo Hakizimana:«En mis sueñosde cada día-refi-rió- me veíasiemprede pie, saliendo del calabozo,parair a participaren unavastacampañacontralas de-tencionesarbitrariasy los malostratos.Me velasiempreorganizandoplanes de luchapor la libertadde opinióny de información.s"

La tortura es una experienciaen los limites quehundesus raices en el seno de loinsostenible,a vecesdurantelargos períodos.Con frecuentaquebrantalasconvicciones delhombre,lo empujaa la locura o a laelección deliberadade 1,,: muerte. No deja indemne,aunquelas cicatrices sean sobretodo interiores.El «su-frimiento mentalagudo» (Amnestylnternational)queproducenlos malostratos físicosprolongasus efectosen la existenciadurantelargo tiempo,e impide recupe-rar el lugar en el mundo.Si el dolor altera losfunda-mentosde laidentidad,como ya se ha visto,peores to-davía eltraumatismocuandoes infligido con cabal co-nocimiento de causapor sereshumanos,contra unavíctima indefensa,desnuday humillada.La torturasu-ponealgo peorque lamuerte,vuelve deseable el suici-dio paraescapar delpotro de tormentomoral y físico,Al abrir dentro del cuerpo la brechapermanentedelhorror provoca laimplosióndel sentimientode identi-

33. Citado por A. [acques,L'Interdit ou la torture enpreces,LeCerf París, 1994,pp. 73 Yss.

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dad, la fractura de lapersonalidadque conduce avecesal torturadoral éxito: denuncias,renunciamiento,trai-ción, vergüenza, locura.

Las secuelas de latortura imponenatenciones par-ticulares y una larga convalecencia. Laadmisióndel su-frimiento es difícil deenunciarporquecomportareco-nocerel éxito deltorturador.Es como una concesión ala intenciónde anulara su víctima. Todo recuerdo delacontecimientodespiertael dolor padecido. Noobstan-te, la liberación pasanecesariamentepor una palabraque avive unmomentoel recuerdo, pero quesupongael primer paso de unarecuperaciónde la existencia.Enquistadasen la memoria,las torturasdeben ser ex-pulsadasmedianteun trabajoque mine su agudeza. Laverbalización delsufrimientotiene valor de liberación,rompeel cerrojo que retiene al sujeto en larepeticióndel traumatismo.Durantelargo tiempo la víctima nosoportalas situaciones asociadas con latortura: desnu-dez,contactoscorporales, sonidos, olores... La serie deheridas siguenhoradandola carne acompañadasporotros sufrimientos:depresión, úlceras gástricas, doloresde cabeza,problemasdermatológicos,respiratorios,in-somnios,etc."Se necesita un largoaprendizajepara re-constituirun cuerpocontinentede laidentidadperso-nal que estéperforadopor las líneas de fuga de unsufrimiento siempre amenazante,incluso cuandolostorturadoresestán lejos. El dolor infligido de esta ma-nera abre una brecha entre el yo de la víctima y elmun-do. Lento, y en ocasiones imposible, es elretorno delsentimientode seguridadontológica necesario para laexistencia y para la confianza hacia los demás.

34, Cf. A. Iacques,op. cit.,pp. 101 Yss.

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A diferencia de latortura,el suplicio ponede ma-nifiesto un orden particular. «Se trata de una prácticareglamentada-escribióM. Foucault-,que obedece aun procedimientobien definido;momentos,duración,instrumentosutilizados, longitud de las cuerdas, pesode los lastres,número de astillas,intervencionesdelmagistradoque interroga,todo eso es, de acuerdo conlas diferentescostumbres,cuidadosamentecodificado>Esconvenientecontrolarla administracióndeunacier-ta cantidadde sufrimiento.El suplicio culmina con laejecución demuerteen «la medida en que ésta no essólo privación del derecho de vivir, sino que es la oca-sión y eltérminode unagraduacióncalculada de sufri-mientos: luego ladecapitación-quereduce todos lossufrimientosa un gesto único en un único instante: elgrado cero delsuplicio- hasta eldesmembramientoque lostransportacasi al infinito,pasandopor el ahor-camiento,la hoguera,la rueda, sobre la cual se agonizalargo tiempo; la muerteen el suplicio es un arte de re-tenerla vida en elsufrimiento,subdividiéndolaen «milmuertesv."La tortura sólo estálimitada por la cruel-dad, pero el suplicio, «artecuantitativodel sufrimien-tO»,3' realiza más bien un ritual de violenciacontrauncondenadoque debe conocer en su carne la aplicación

metódicade unprotocolode dolores.El teatrodel supliciopretendíatener valor de ejem-

plo y demostrarla fuerza y laintransigenciadel poder,pero la intención resultaba con frecuenciadesbordadapor la ambivalencia de lamultitud, que avecessosteníael partidodel condenado,seapiadabade su suerte, ad-

35. M. Foucault,Surveilleret punir.Gallimard,París, 1975,p.44.

36. Ibídem,p. 38.

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mirabasu valentía, su piedad, etc.El condenadose con-vierte en ciertas ocasiones en el héroe de lajornada,modelode resistencia frente a la injusticia de un poderfundadoen la desigualdad social y la fuerza. En la se-gundamitad del sigloXVIII numerosas vocesdenuncia-ron lacrueldadde los suplicios, la fascinación colectivaante el dolor de unhombre.Se temió que un espec-táculo tan refinado, tan decidido a hacer daño, estimu-lara al fin la pasión del criminal en potencia mezcladocon lamultitud de espectadores, en vez de disuadirlo depasar a la acción. La orgía de dolor con la cual se colmaal condenado,empleandoen nombrede la justicia losmismos medios que los criminales másempedernidos,tambiénparece culpable. En algunas décadas, entre fi-nales del sigloXVIII y principios delXIX, en ciertos paí-ses de Europa, en Estados Unidos, en Rusia, el supliciodesapareció de las plazas públicas. Elencarnizamientoen un cuerpo descuartizado,quemado,mutilado, evis-cerado, marcado, hiere las sensibilidades. Seinstauróun régimen de castigo menos corporal y más existen-cial. En Francia, la guillotina fue elinstrumentopor ex-celencia de la nueva concepción judicial:suprimía lavida de un golpe, sinsuplementodoloroso, sin estadode espíritu, de unamaneracasiabstracta."Precisamen-te por razoneshumanitariasel doctor Guillotin refle-xionó sobre elperfeccionamientode estamáquina,dela cual se conocían algunas antiguas versiones. La vo-luntad de infligir un sufrimientofuera de locomúny

37. Queel condenado sienta o no dolor enel momento en quela hoja le cortalacabeza,y despuésde ladecapitación.fueelobjetodenumerosos debates en Francia en ocasión de la instalación de la gui-llotina. Cf. D. Arasse,La guillotine et l'imaginaire de la terreur,Plam-marion, París. 1987.

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de quitar al condenadotoda aparienciahumanase re-emplazó por unagraduaciónde la pena y undominiosutil sobre eltiempo y el espacio de ésta. «El castigo-comentaM. Foucault-pasó de ser un arte de lassensacionesinsoportablesa una economía de los dere-chos suspendidos.» La pena, a menos que ésta concluyaen condenaa muerte,se disimula en el secreto de lascoloniaspenitenciariasy lascárceles,abandonael cuer-po delcondenadoparaapuntara las relaciones de éstecon elmundo.Una matemáticadel castigofundamen-tada en la privación, la suspensión de los derechos, eli-mina la infamia del doloradministradocon compla-cencia ycontempladopor el público. En las colonias,por cierto, o en ocasión de movimientosinsurrecciona-les en el seno de estos mismos países quepretendíanla«humanización»de las penas, latortura, la violenciaciega, la salvajevoluntadde castigar odestruirsiguie-

ron teniendolibre curso.En La coloniapenitenciaria,FranzKafka ofrece una

metáforasobrecogedora de laヲオセ」ゥョ antropólogicadel suplicio. En esa isla, la ley condena a quien la trans-grede a una penaproporcionala la gravedad de la falta.Pero no secontentacon la privación de los derechoselementales de la existencia por el encarcelamiento o eldestierro,pretenderealizar una ecuación entre el delitoy una suma de dolormoralmenteequivalente. En el re-lato de Kafka se invita a un viajero a visitar elinteriorde una coloniapenitenciariapara que asista a la ejecu-ción de un soldado culpable de irreverencia hacia unsuperior. Un oficial animado de un celo religioso haciala máquinaque ejecuta las sentencias le da la lección.«Nuestra sentencia no es severa. Simplemente se graba,con ayuda del rastrillo, el articulo violado sobre la piel

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del culpable. Por ejemplo, se escribirá sobre elcuerpode estecondenado[...] «Respeta a tusuperior»."Laconversión delcuerpoen receptáculo de dolor se hacemediantela letra de la ley escrita sobre la piel. Perotemiendoque eltestimoniodel viajero incite al gober-nador, hostil a lamáquina,a ponerfin a su empleo, eloficial suelta alprisionero y se instala él mismo enel dispositivo. El rastrillo debe grabar en su carne laconminación«sé justo». Pero lamáquinase aceleraymartiriza infinitamentea su víctima, a la cualpor finarroja, memoria informe, como si lo arbitrario de sufuncionamientoya estuviera aclarado.

EL DOWR CONSENTIDO DE LA CULTURA DEPORTIVA

La actividaddeportivano sólo exige una técnicayuna aptitud particularpara resistir el esfuerzo y la fati-ga, al mismotiempoes una luchainterior contrael su-frimiento, ytambiéncontrala tentación,con frecuenciairresistible, de relajarse yexperimentarel éxtasis mo-mentáneode dejarse caer sobre la pista o elcampodejuego.Cuandoel cuerpose vuelve enemigo de todo es-fuerzo, el actor seenfrentay maneja con su dolor. Másallá de sus cualidades atléticasparticulares,acrecientasusrendimientosaumentandopoco a poco su resisten-cia a lo intolerable. El adversario quesuperaro la mar-ca quebatir convoca a unsufrimiento por alcanzar ysuperar. Toda actividad física o deportiva que vaya másallá de los esfuerzos habituales exige una negociaciónpersonalcon el umbral de dolor soportable.Siemprefalta un límitepor conquistargracias alentrenamiento,

38. F. Kafka, La colonia penitenciaria.

a métodospsicológicos o a ladeterminacióndel carác-ter. El rendimientoes un hito en elcontinentedel do-lor. Y éste nosenfrentaa una experiencia en los límites.

Pero alcontrariodel dolor producidopor una heri-da o secuela de una enfermedad queimponesus directi-vas, el que nace de lapruebadeportivapermanecebajeel control del deportista, es un cuerpo a cuerpo personal,íntimo, con la sofocación, las náuseas, la tensión muscu-lar. Dueñode la intensidad de la pena que se inflige, elactor también lo es de su duración, sabiendo que puedesuspenderun esfuerzo demasiado intenso e inclusoabandonarsi ha ido demasiado lejos. Un atleta que seentrega al equivalente de trece triatlones (49,5 kilómetrosnadando,549 a pie, 2.340 en bicicleta), sin aliento, expli-ca que «entre una tendinitis y una periostitis en el tobi-llo derechoy un quiste en la rodilla izquierda [él], inten-ta no estar demasiado mal, conservar la misma línea so-

id l is d 39bre el asfalto. MantenerseergUl o es o mas uro».El dolor es el sacrificio que el atleta consiente en un

intercambiosimbólico queapuntaa hacerlo figurar enuna buena posición al final de lapruebao a estable-cer una nueva marca. Una competición velada duplica lacompetencia aparente, ésa que cada uno sostiene enla soledad contra elumbralde tolerancia al dolor de losotros. Se sostiene un combate silencioso con el objeto deinscribir la soberanía personal más lejos, más en el nú-cleo de esedominio inefable. El papel delentrenamien-to, además demejorarla competencia técnica o el apren-dizaje de las sensaciones, consiste para el deportista enaprehendermetódicamenteel dolor en una forma ho-meopática, regular, con el objeto de rechazar su llegada,

39. Libération,27 deoctubrede 1994.

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acostumbrarsea sentir su amenaza, ganándole terrenopaso a paso. La repetida imposición de unsufrimientomedido durantelos entrenamientoses una condiciónnecesariaparallegar más alláduranteel sufrimientoim-previsible de la prueba, que es él único que cuenta. A tra-vés del don regular del dolordurantelas sesiones de en-trenamiento,el atleta pagasimbólicamenteel precio delendurecimientopara el gran día.«Esnecesario saber su-frir», dicen los adeptos, para conocer por fin el éxito.

Lejos de huirle como los hombrescorrientes,losdeportistasse relacionancon el dolor como con unamateriaprimade laobraque realizan con el cuerpo. Latarea consiste endomesticarla tentaciónde respondera él,cuandose acerca, con eldesalientoo el abandono,él se esfuerza enacompañarloy hacerleperderaltivez.Cuandoel dolor semantienebajo elcontrol del indivi-duo tiene la apreciable ventaja deproporcionarleun li-mite, de simbolizar el contactofisico con el mundo.Numerososoccidentales,deportistasde ocasión, se lan-zan en laactualidada largas eintensaspruebasdondeprima la capacidadíntima deoponersea un sufrimien-to creciente.Carrerasa pie,jogging, triatlones,marchas,etc., son prácticas a las que elhombrecorrientese en-trega noparaenfrentarsecon losotros,sino paraem-p�earse en no ceder ante eltrabajo de zapa del dolor.Obligadoa pasarunapruebatras otra en una sociedaddondelas referencias soninnumerablesy contradicto-rias,dondelos valores están en crisis, el actor busca enuna relación frontal con elmundo un camino radicalde puestaa pruebade su fuerza de carácter, valentía yrecursos personales. Ir hasta el final de ladificultad quese inflige procuralegitimidad a su existencia, que en-cuentraahí un camino simbólico para sostenerse. El

rendimientoes secundario,la pruebasólo tiene valorparasí. No setratade batirsecontraotro, sino deagu-zar la propia determinación,de superarel sufrimientollegando hasta el fin de la exigencia personal. El límitefísico reemplazalos limites de sentido, que ya no con-ciernenal ordensocial.Cuantomás vivohaya-sido elsufrimiento, más segura es laconquistade significadoíntimo, y máscompletala satisfacción dehabersabidoresistir latentacióndel abandono.En forma simbólicade actividad física o deportivase ejerce unarecupera-ción de lapropia existencia. Y en eseacrecentamientodel placer de vivir, lamemoriadel dolor que sesuperóes el testigoprivilegíado."

Ciertas disciplinasdeportivasexigen de susadeptosir más lejos todavía en esta relación ambivalente. Sitodo hombrehuye de los golpes, o se afligecuandolosrecibe, el boxeador, en cambio,aprendea encajarloscomo si nada, con el objeto de elevarse hasta un nivelaceptable decompetición.Él mismo se ofrece regular-mentea los puñetazosen ocasión de losentrenamien-tos o de los combates. El boxeodibujaun modeloejem-plar del empleosocial del dolor, reúne bajo ambiguosauspicios a doshombresa quienes no les separa odioalguno, pero cuyo oficio es recibir y dardolor sin me-dir la violencia de los golpes,para satisfacción de unpúblico apasionado.El sufrimientose ofrece como es-pectáculoa través de los golpes de una yotraparte, ex-hibiendo la voluntaria desnudezde los cuerposy losrostros,el sudor, la sangre, los gritos de losespectado-res y los juegos de luces quetransfiguranel drama.

Lo que es violenciaparala sociedad esdolor para el

40. Cf. D. LeBreton, Passionsdu risoue,op.cit.

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boxeador. A causa de laintensidadfísicadel compro-miso contrael adversario, y la serie de golpesdestina-dos ahacerdaño, el boxeo realizaunaimagen global delsufrimiento.«Elboxeadorprefiere eldolor físico sobreel ring a la ausencia de dolor, que esidealmentela con-dición ordinariade la vida-escribióIoyce Carol Oa-tes-. Si no sepuedegolpear, se reciben golpes,unaforma de sabersesiemprevivo.»!'

Esta disciplinaremitesobretodo a la éticapopularde resistencia a la pena. Para elboxeadorsetratade sa-ber cuántodolor puedaencajar sinderrumbarse,y so-bre todo infligir en respuesta.Cuantomás resiste a losataques, aun machacado, másimpresionaa su adversa-rio. La lucha de loscuerposen elcuadriláterotambiéncomportaun combatesimbólico queapuntaa desesta-bilizar al otro dandomuestrasde una capacidad pococomúnde mostrarseindiferentea los golpes. «Encajar»significa no traicionarsecon signo alguno de dolor, sinrastro algunode debilidad de carácter,presentandodeesamaneraal otro unacoraza físicay psicológica sin de-fectos,puestoque el adversario sabrá aprovechar el fallomás ínfimo. Viva imagen del dolor, hace dañomediantelos golpes que asesta sin descanso y es necesario hacerledaño para obligarlo a ceder,reducirlo a la impotencia.Hay queconduciral adversario areconocerla intolera-ble agudeza de su pena, y su rechazo de unsufrimientosuplementario,permaneciendosordoa las propias con-tusiones. Para quéprolongarel castigocuandoarrojarlaesponjaes un gesto tan simple que conduce alsoñado

41. J. C. Oates,On boxing,Doubleday,NuevaYork, 1987,p.25.Acerca del boxeo vivido desdeel interior, cf. LoteJ. D. Wacquant,«Corpset Ame.Note ethnographiqued'un apprenti-boxeur»,Actesdela RechercheenScíencesSociales.n.e80, 1989.pp.33-67.

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placer delvestuarioy del descanso. Lacapacidaddel bo-xeador de recibir los golpes del adversario sin vacilar,con el rostro bañadoen sudory rojo de sangre, la va-lentía frente a los ataques delcontrincante,suscitan laemociónde lasmultitudes.El dolor exhibido sacraliza ala víctima, latransfigura.El cuerpomagulladopor nohaber eludido el sufrimiento erige alboxeadorcomoimagen de salvación. Lo convierte en unhombrequesupo mirar simbólicamentea la muerte,a los ojos, sindesfallecer.Alcomentarla penosaderrotadeCarpentier,el 24 deoctubrede 1912, ante elnorteamericanoPapke,André Rauch observaba laambigüedaddel fracaso delcampeón.«Una únicacompensación:su capacidaddesufrir. Magullado,ensangrentado,no abandonóy salióagrandadode su derrota. En esta clase de boxeo sólopierde deverdadaquel a quien el público rechazapor-que no da ni encaja conbastanteviolencia.sv

EL DOLOR INICIATICO

El dolor acompañalos ritos iniciáticos denumero-sas sociedadestradicionales;estantoun recuerdo encla-vado en la carne como una marca que en adelante sig-nará laaparienciafísica delindividuo iniciado: circunci-sión, excisión,subincisión,limado o extracción de losdientes,amputaciónde un dedo, escarificaciones,tatua-jes, escoriaciones,quemaduras,apaleamientos,novata-das,pruebasdiversas, etc. Eldolor es el anclajecomúnescrito sobre elcuerpodel iniciado. Aquél atestigua la

42. A. Rauch,Boxe.ViolenceduXXemesiécle,Aubier, París, 1992,p. 95. Estaobrademuestrala evoluciónde lassensibilidadescolectivasante la «brutalidad» puesta en juego en este deporte enel transcursodel presentesiglo.

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mutaciónontológica, la transición de un universo sociala otro, modificando de golpe la antigua relación con elmundo."La huella corporal, con el dolor que la arraiga,significa la gravedad de las circunstancias, laimportan-cia del acceso a la edad adulta, y expresa demanerain-controvertible la sinceridad de ungruposocial que no secomprometea la ligera. La cicatriz traduce en la piel lapertenenciaa lacomunidad,materializa el dolor en unamemoriatangible del cambio de estatuto.

En la cultura bariba, toda manifestación ostensiblede sufrimientosuscita la vergüenza. El modelo de con-ducta socialmenteexigible mandala indiferencia y laprosecución de las tareas cotidianas. Elhombreo la mu-jer son más fuertes que la naturaleza que se expresa enellos. Ellossoportanel dolor del mismo modo queaprendierona hacerlo en ocasión de la circuncisión o dela clitoridectomía. En verdad, el joven no demuestra de-bilidad algunacuandoel hierro muerde su carne. Si enesemomentogrita o llora, se convierte en el hazmerreírdelgrupoy en la vergüenza de su familia. En ocasión delprocedimientoritual, su tío, frente a él, lo mira a losojos y lo insta amantenersefirme. La familiaentonauncántico de alabanza al muchacho al tiempo que el ofi-ciante le corta el prepucio. La muchacha es incitada auna valentia semejante, pero se es más indulgente con

43. Además del dolor, el miedo es un elemento esencial de lapedagogía iniciática: se aterroriza a los novicios con espectacularespuestas en escena después dehaberlesconvencido de quevendrán es-píritus a devorarlos, los mayores se disfrazan de fieras temibles, vis-tiendo espantosostrajes antes deagredir a los noviciosaterrados, etc.También ahí es convenienteponer a pruebalavalentía. La imposicióndel dolor atestiguaelcontrol que ejerce el novicio sobre sí,el enfren-tamiento almiedo demuestrasu autoridad en los acontecimientosdela vida mundana.

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ella cuandoel sufrimientole arrancaun grito. Ningúncánticoacompañasu prueba. Una mujer que describiósuclitoridectomíasubraya queningúndolor en la exis-tencia alcanza esa intensidad. Después de semejante ex-periencia, se siente capaz desoportarcualquierotro su-,frimiento. Aunque el acento en la firmeza sea más pro-nunciadoen los hombres que en las mujeres, de cadacual se espera una actitud conforme al ideal del grupo.«Entre lamuertey la vergüenza-diceun proverbio ba-riba-, la muertegoza de una mayor belleza»44

En otro continente,P. Clastres relata elaccesoa laedad adulta de los jóvenes aques, que consiste en un ta-tuaje que saja la piel de la espalda enprofundidad.Eladolescente está acostado sobre el suelo y ofrece la es-palda al «cortador». Elhombrecorta la piel desde elhombrohasta la cintura con una piedra afilada. La des-garra apoyándose en elinstrumentocon todas sus fuer-zas, y de estamaneratraza líneas rectas y paralelas enuna decena de cortes.«El dolor es atroz [...] pero [...] nooirá al mozo dejar escapar quejas o gemidos: más bienperderá el conocimiento, peromanteniendolos dientesapretados. En tal silencio se miden su valentía y su de-recho a ser considerado unhombrecabal.»45 El rito detránsitode las sociedades tradicionales, a través de epi-sodios penosos, exige los recursos morales requeridospor la comunidad.En él seenuncianvalores fundadoresdel vínculo social, y sobre todo otorga a sus miembrosuna experiencia del dolor en un marco ritual, que los

44. C. Sargent,«Betweendeath and shame:dimensionsof painin Bariba culture», Social Scienceand Medicine. vol. 19, n.c 12, 1984.p. 1302.

45. P. Clasrres, Chroniques desIndiens Gyayaki, Plan, París,1972, pp. 173-174.

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preparaparasoportarlasvicisitudesde la existencia. En

un medio a veces hostil, lavalentíaes unavirtud esen-cial para la supervivenciadel grupo. El dolor padecidoes unantídotoque registra unrecuerdode la resistenciaa la adversidad,la cual vuelve aliniciado menosvulne-

rable antelaspruebasinherentesa sucondición.Apun-ta a forjar el carácter.Enfrentaral joven a unsufrimien-to deliberadoes unamanerade ponera pruebalos re-cursosque e! grupo exige de él demaneraperenne:re-

sistencia,sangrefría y coraje. El rito deiniciación otránsitoes una escuela demoral socialdondela pruebade laverdadconsiste en laigualdadde almaatestiguadaen e!momentoen que e! cuchillopenetraen la carne odesgarrala piel. Laviolenciade! dolor valecomo prue-ba en elpropio centrode ésta,dominarlasin perderelconocimientoexpresa lavalentía de un joven que nocede bajo el yugo del dolor, y de esamanerapruebasupertenenciaa lacomunidaddemaneracabal. El valor desu existenciaimplica ese momento de firmeza cuyaapuestaes suforma de inserciónen el seno de!grupo.

«Sabía perfectamente que sufriría -dijo CamaraLaye--, pero queríaser un hombre,y no parecíaquehubiesealgo máspenosoparaacceder algradode hom-bre.v" Si la resistencia aldolor esuna especie dediplo-ma entregadoantela miradade todos,que da fe de losméritosincuestionablesde un joven, e! gritoemitidodemaneradesdichada,o e! miedo demasiadoevidenteex-hiben,por e! contrario,e! ínfimo valor de aquel que hafracasado,paragran vergüenzade lacomunidady de su

familia. Se juega en ello e!estatutosocial del joven, suvalor como miembrode lacomunidad.Aquel que huye

46. C. Laye,L'En!ant noír, París, 1953, p. 125.

antee! dolor demuestrasu falta de carácter, sucobardía,en talescondicionesno podríaconvertirseen un hom-bre completo.Su integraciónresultaproblemática,no seha mostradoa laalturade las exigenciasmorales.La fal-ta deresistencia,puestade manifiestoen ese día esencial

entretodos,perseguiráal hombredurantetodoeltrans-curso de su vida con susombraobstinada.Thésiger,

cuandocaminabacon losbeduinospor el Desiertodelos desiertos,oyó a suscompañerosevocar unarecienteceremoniade circuncisiónentre los maha.«El hijo de

Alí sepusotonto cuandose locortó-dijo Said,soltan-do unacarcajada-oGritabacomounamujer,» Todos seecharona reír yalgunosexclamaron:«Que Dios le vue!-va negro e!rostro.. Era seguro que ladesventuradel po-bre muchachoseríaconocidamuy prontopor todoslosbeduinosde la región." El dolor es una medida delhombre.Fracasar endominarloes confesarimpotencia

antela naturaleza.La culturaesderrotadaen unode susmiembros,durantesutentativadesometerlasinstanciasbiológicas, antes que serdirigida por éstas.

Se ve aquí el significado socialatribuido al dolor, elde dar una dimensiónaguda alrecuerdouniendoa lacomunidada través de lasmismasreferencias. Eldolorcompartidoforja una afectividadcomúnque semantie-ne acontinuaciónmediantelas relaciones privilegiadas

establecidaspor los jóvenes de unamismageneración,y

más allá. Es unvínculo social máspoderosoque lo quepuedeser la alegría o el placer,tiendea crear unacomu-

nidadde destinosa través del recuerdo, en e!transcurso

de! tiempo,de lasanécdotas,penas,emocionescompar-tidas. De estamanerala continuidadseoperaentreuna

47. W. Thésínger,Le désertdesdéserts Plan, París, 1978, p. 15i.

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generacióny otra.El caminoabiertoen e!pasadopor losmayores,en ocasiónde esasmismaspruebasmoviliza enlos jóveneslos recursosinterioresparahacersedignosdeellas. No sufren solos, sino engrupo, como sus padres

(o susmadres,cuandosetrata de muchachas),al igualquesusmayores,en unasucesiónininterrumpidadondecadauno ha realizadoun día lademostraciónde su ex-ce!enciapersonal.El joven está en lamemoriacolectivae inscritoen e! linaje.Nuncaestá soloparaenfrentarsealmal, eldolor iniciático escomún.Y secomprendela am-

plitud de la decepciónsocial queaportae! joven que sesustraea susresponsabilidadesy ofrece algrupo sólo supusilanimidad.«El rito iniciático -escribióPierreClas-

tres-esuna pedagogíaque da desdee! grupo hastae!individuo, desde latribu hastalos jóvenes.Pedagogíade

afirmacióny no de diálogo: de esamaneralos iniciadosdebenpermanecersilenciosos en latortura. Quien no

dice nadaconsiente.¡En quéconsientenlos jóvenes? Enaceptarsecomolo queseránen adelante:miembrosple-nos de lacornunidad.»"

El dolor padecidoen ocasiónde los ritos deinicia-ción a veces alcanzaun minuciosocrescendoen la vio-lencia de laspruebassiguientes,conduceal joven al lí-mite de la condición humanapara convertirlo en un

hombrecompletoa quienen elfuturo no quebrarápeli-gro ni enemigoalguno.Estosritos vuelven a losinicia-dos capacesde mirar la muertede frente sinexperimen-tar temor. GeorgesCatlin, e! pintor etnólogode los in-

dios de laPradera,describióen 1832 yañossucesivos,con unano disimuladafascinación,la «ceremoniaanual

48.. P. Clastres,Les indiens de laprairíe, Club des Libraires deFrance, París, 1959,pp.74-92.

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de losmandan»."Antes decomenzar,los candidatosa lainiciaciónsoninvitadosa cuatrodías deayunoy tres no-ches sindormir. Agotadospor e! tratamiento,se entre-gan a suspreparadores:«Enprincipio setratabade colo-car lospasadoresen elcuerpode los jóvenes,tanto arri-ba de laespalda,detrásde loshombros,o sobree!pecho,

sobrelos bíceps y losantebrazos,los muslosy bajo lasrodillas.» Uno de los hombreslevanta la pie! algunoscentímetrosy la atraviesade lado a lado con sucuchillode desollar,«cuidadosamentemellado,parahacerquela

operaciónresulte más dolorosa».El segundositúa lospasadoresen lasheridasabiertasde esemodo.La opera-ción dura varios minutos, durante los cuales e! jovenpermaneceinmóvil, inclinado hacia el suelo,parafavo-recer latareade los doshombres.Una cuerdatensasu-

jeta alrematede latechumbrede la chozasagradase ataluego confirmeza a lospasadorescolocadosen la espal-da'd e!pecho,y seagreganobjetoscomocalaveras o ar-mas, acontinuación,los jóvenesmandansonlevantadosen el aire. «Laimpasibilidad,y hastapodríadecir, la se-renidadcon que estosjóvenessoportansu martirio eraaúnmásextraordinariaqueel propiosuplicio-observaCatlin-.y ni unosolo dejó demantenerel rostro inex-presivomientrasel cuchillo melladole atravesabala car-ne. Algunos hastasedieron cuentade queyo dibujaba,consiguieronmirarmea los ojos ysonreír,mientrasqueyo, al oír elcuchillo lacerandosuscarnesno podíacon-

tener las lágrimas.»Las piel tensaa causa del peso de!cuerpo,la sangrecorriendo,da alsuplicio un tono lúgu-bre. Pormedio de largaspértigashacen que el cuerpo

49. G. Catlin, Les indiens de laprairie, Club des Libraires deFrance,París, 1959,pp. 74-92.

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gire. Sólo eldesvanecimientolos libera deuna pruebaque no sedetieneallí, puestoque, vueltos en sí, searras-tran de un lado aotro del recinto,dondeles esperaunode losguerreroscon unahachuelaen lamano,ante unacalavera debisonte.Cadainiciado, uno tras otro,anun-

cia suvoluntadde entregarsu dedomeñiqueen sacrifi-

cio al Gran Espíritu,y apoya lamanosobre la calavera.«El dedo saltaba de un hachazo. Vi anumerososhom-bres que en estapruebaofrecíanal dios su índice, des-

pués delmeñique,con lamismaimpasibilidad:sólocon-servabanlos tres dedosimprescindiblespara utilizar elarco.» Laceremoniano estátodavíaacabada. Los jóve-

nes,siempreatravesadospor los pasadoresque los des-garran,y los objetosque loslastran,son arrastradosalcentrodel poblado.Emitiendo gritos agudos, loshom-bres de latribu formanun corro. Lasmuñecasde los ini-ciados sesujetancon correasqueempuñanhombresdel

corro, quearrastrana los sometidosal suplicio enunadanzaenloquecida.«Seforma un segundocorro alrede-dor del primero:la de lospobrescuerposarrastradospordos fuertes conductores;lucharánde esamaneraotravez,pararesistir a lamuerteel mayortiempoposible, esdecir, a unnuevodesvanecimiento.»Cuandopor fin se

caen, elcorro sigue activo. «Se losarrastra,inertes,y al

mismo tiempo perdiendomuchasangre,con las cargassujetas a loscuerpos;y las carnes se lesdesgarran,libe-rando los pasadores.Esos instrumentosde tortura nopodríanquitarsede otra manera;si alguien metierala

mano en ellos,ofenderíaal Gran Espíritu y correríaelriesgo deinvalidar todaslaspruebas»Sin embargoocu-rre que pasadoresdemasiadosólidamenteamarradosa

la carneno puedansoltarse. Catlin asistió aun episodiode ese género. «Undesgraciado,que llevabaunacalave-

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ra de alce sujeta aunapierna,habíasido indefinidarnen-te arrastradoalrededordel círculo sin que su carga qui-siera caer ni sucarnedesgarrarse.»El maestrode cere-moniasmandópararal corro, el joven recuperóel áni-mo, «examinócon calma supierna sangrantey desga-

;

rrada,y la cargatodavíasujeta a su carne; luego, conuna

sonrisadesafiante,se arrastróentre la multitud que seabríaante él,hastala pradera... Consiguióhacermás deun kilómetro, hastaun sitio alejadodondepermaneciótres días con susnochessolo, sinsocorroni alimentos,implorandoal Gran Espíritu. Pasado esetiempo, la su-puraciónlo libró del pasadory regresó alpueblo,cami-nandoa cuatropatas,puestoque estaba en talestadodeagotamientoque nopodíaponerseen pie».

La literaturaetnológicaacerca de los ritos deinicia-ción atestiguala frecuenciade la imposiciónde un su-frimiento que superalas necesidadesde laceremonia,yexponeal joven a novatadas,apaleamientos,humilla-cionesprodigadaspor los mayores. M.Houseman,des-cribiendoel rito deiniciaciónmasculina«so» de los betidel sur de Camerún,ofrece una versión.En principio,una amplia escarificaciónde la espaldapermite a losnovicios exhibir su resistenciay los inscribeen sunue-va condición.Duranteuna última prueba,los mayoresles arrojan hormigas mientrascorren hacia un túnelsubterráneodondetienen que recorreruna docenademetros entre arbustosde ortigas. «Pero a este dolor,sensatoy. honorable,del principio y el final del rito, seoponeotro ininteligible y degradante.e"Copiososapa-leamientospor partede los mayores,pruebasabsurdas

50. M. Houseman, «Le mal pour lemále: un bien initiatique»,en J. Hainard y R. Khaer, Le mal et la douieur, Museo de Etnografía,Neuchátel,1986,p. 93.

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y penosas, recogidas de frutas en árbolesdondepululanlashormigasnegras depicadurasdolorosas, etc. House-man concluye diciendo que «loscandidatossoncondu-cidos aunareevaluación delmundoy de sí mismosqueconsiste enpostularun nivel superiorde verdad, sóloaccesiblemediantelos actos de la iniciación, fuera de loscuales resultan indefinibles»." Esos dolores ininteligi-bles,administradospor los mayores de manera compla-ciente, no agregan nada a la enseñanza del rito. Por elcontrario,podríaverse en ellos una evocación de la om-nipotenciadel gruposobre los individuos, lademostra-ción de unaautoridadque seimponesin concesión alos iniciadosentronizadosde ahí en adelante en el esta-tuto adulto. El ejercicio social del dolordurantelos ri-tos de paso tiene múltiples significados. Su empleo esunilateral: sólo lo infligen los mayores a los más jóvenes,nunca a la inversa. Las novatadas seprodigande ordi-nario a los jóvenes para endurecerlos, para templarlesun carácter que los vuelva dignos de laresponsabilidadfutura. La repetición de las novatadaspor parte de losmayores, que a su vez ellos han recibido en el pasado,expresa, igual que las que se realizan en nuestras socie-dades occidentales, su ambivalencia hacia los más jóve-nesduranteesetránsitodeseado a la edad adulta, quemarca con su final laparidaddel novato con elconjun-to de lacomunidad.El precio, última resistencia de losmayores y símbolo delpoderde éstos que caducará muypronto,consiste en dicha violencia, no obstante canali-zadamediantelos ritos. Se concede licencia a los mayo-res para que expresenpor última vez sus privilegios.«Los iniciadores velan para que laintensidaddel sufri-

51. ibídem,p. 98.

miento llegue a su apogeo-observaP. Clastres-.Uncuchillo debambúsobraría, entre los guayaki, para cor-tar la piel de los iniciados. Pero no seríasuficientemen-te doloroso. Por lotantohay que utilizar una piedra, unpoco afilada, pero no demasiado, unapiedraque en lu-gar de cortar, desgarre. De esa manera, unhombreex-perto en la tarea explora el lecho de ciertos'arroyos,dondeseencuentranesas piedras paratorturar.s'"

El dolor es una incisión sacra. Sustrae alhombredesu quietudy lo obliga a loinsoportable,es unpoderdemetamorfosisque marca en la carne un recuerdo inde-leble del cambio. Abre unmundo más allá de la per-cepción que provoca. En talsentidosecomprendequesuscitar el dolor y lamutilaciónde los novicios sea unaacción quedisfrutanlos mayores y que estécontroladamedianteel ritual. Eldesmantelamientode laidentidadjuvenil se ve favorecidopor la virulencia de una cere-moniaque conduce al iniciado más allá de sus antiguosanclajes, y lo consagra a una nueva relación con elmundo.El dolor es una experienciaapasionadacon losagrado, cuyo empleo yduracióninteresaritualizarconel objeto de nodestruiral iniciado.Durantela ceremo-nia de iniciación, el dolorprodigadoal joven, asociadocon la marca física, es una sanción de lasolemnidaddelacto, unagarantíade recuerdo, y un fin para desestabi-lizar una personalidaden adelanteconsumada.El ini-ciado essocialmenteredefinido medianteuna modifi-cación física de suapariencia,que tiene uneminentevalor simbólico. El dolor es el sello que ratifica el con-trato, pare unhombrenuevo, fortificadopor el senti-miento de habersuperadola prueba.Esta experiencia

52. P. Clastres,op. cit.,p. 156.

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inefable extirpa alhombreantiguo y acompañael par-to delhombrenuevo. Mircea Éliade ve en elsufrimien-to inherentea estas ceremonias un equivalente simbóli-co de lamuerteque permiterenacer purificado de lasantiguas dependencias. El dolor de la circuncisión enlos ritos detránsitode las sociedades africanas es, paradicho autor,«una expresión de lamuerteiniciática»."

EL DOLOR COMO APERTURA AL MUNDO

Una virtud del dolor consiste en recordar el preciode la existenciay la dicha elemental de disponer de sí sinobstáculos, sin nada que vuelva al sujeto extraño a símismo y lo aleje de los demás. El alivio tiene valor dereinstalación en elmundo, de reapropiación plenade una vida provisionalmente mutilada. Sócratesenun-ció estesentimientoen elFedán,cuando liberado de suscadenas, abordó con sus amigos el tema de la dialécticadel placer y el dolor:«Allí donde se presenta uno, vieneel otro detrás. Esto es, creo, lo que también me ocurre amí, puesto que después del dolor que me producía la ca-dena en la pierna, siento llegar el placer que lo sigue.»!'Con el regreso de aquello en cuya pérdida radicaba laamenaza o el peligro, el alejamiento del dolor nos vuel-ve al mundo con una sensación de renacimiento queduranteun tiempo más o menos largo hace experimen-tar la intensidadde la existencia.Montaigne repite laobservación:«Nada hay más dulce que esta súbita mu-tación,cuandode un dolor extremo, llego, por el vacia-do de mi piedra, a recuperar como de un relámpago la

53. M. Éliade, lnitiations, rites,sociétéssavantes,Gallimard,Pa-rís, 1959,p. 66.

54. Platón,Pedón.

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hermosaluz de la salud, tan libre y plena, comoocurreen nuestros súbitos y duros cólicos. Nada hay en el do-lor padecido que puedacontraponerseal placer de undescenso tan rápido del cálculo. ¡Cuánto más bella meparece la salud después de la enfermedad, tan vecina ytan contigua que puedo reconocer la presencia de una yotra en su más alto protocolo, ahi donde se excitan mu-tuamentecomo para hacerse frente yoposiciónl-"

La experiencia es común, en un solomovimientoprodiga elsentimientode impotenciay revela la exten-sión de la soberania del individuo.«Cada cual, sin duda-escribióLouis Lavelle-, sólo piensa en rechazar eldolor en elmomentoen que éste asalta; perocuandoserecuerda la vida pasada, entonces se advierte que sonlos dolores sufridos aquellos que ejercieron la mayoracción sobre cada cual; ellos lo han marcado, le handado a su vida la seriedad y laprofundidad;de ellostambiénhaaprendidoacerca delmundodondeestá lla-mado a vivir; yobtenidotambién las enseñanzas esen-ciales sobre el significado de sudestino.v"

El dolor es inherente a la vida como oposición queda su plenamedidaa la alegría de existir. Vivir tiene unvalor virtualmenteprecario, amenazado. De ahí la di-cha que siente el enfermo aliviado de sumaloque pocoa poco se acerca a la curación, y el júbilo de losprime-ros días delibertad que suceden a una largainterna-ción. En todo dolor hay en potencia unadimensiónini-ciática, un reclamo para vivir con mayorintensidadlaconciencia de existir. Porque es serarrancadode sí,trastornode laquietuddondearraiga el antiguo senti-

55. Montaigne,Ensayos,nr, pp. 220-221.56. L. Lavelle,Le malel la sou!france,Plon, París, 1940,p. 106.

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mientode identidad,el dolor padecido esantropológi-camente unprincipio radical de metamorfosis, y de ac-ceso a unaidentidadrestablecida. Esunaherramientade conocimiento,una manerade pensar los límites deunomismo, y deampliarel conocimientode los demás.El dolor es una metafísica, da la distancia adecuadapara la instalación delhombreen un universo de senti-do ampliado y propicio a la alegría devivir. Porqueabrasa y aherroja en el horror, la sensación demuerteesuna clave para arraigar en elhombre,tan prontocomose haya librado de suenfermedad,el sentimientodelvalor de la vida. El dolor es sacralidadsalvaje.¡Por quésacralidad? Porque forzando al individuo a lapruebadela trascendencia, lo proyecta fuera de sí mismo, le reve-la recursos en suinterior cuya propia existencia ignora-ba. Y salvaje,porquelo hacequebrandosu identidad.No le deja elección, es lapruebade fuego donde el ries-go dequemaduraes grande. Es propio delhombrequeel sufrimientosea para él una desgracia donde se pier-de por entero, donde desaparece su dignidad, o, por elcontrario,que sea unaoportunidaden que se revele enél otra dimensión: la delhombresufriente, o que ha su-frido, pero que observa elmundo con claridad. O elhombreseabandonaa las fieras del dolor, ointentado-marlas. Si lo consigue, sale de lapruebasiendo otro,nace a su existencia con mayorplenitud.57 Pero el dolorno es uncontinentedonde sea posible instalarse, la me-tamorfosis exige el alivio.

57. Labúsquedadeliberadadel riesgo responde a la misma ne-cesidadantropológicade crearun sentido, de sumergirse en una sa-cralidadíntima por la frecuentaciónsimbólicade lamuerte.Cf. D. LeBretan,Passions du risque, op. cit.,cap. 6.

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AGRADECIMIENTOS

Escribir sobre el dolor me preocupaba desde hacía años, reu-nía datos, notas, entrevistas, pero retrocedía ante la magnitud de latarea. lean Broussier, incansable artesano del acercamiento de lasciencias humanasy de la medicina general, fue el primero en di-solver misdudas,recordándomelo que sejugabadesde elpuntodevista ético en un tema semejante, y el frecuentedesconocimientode losdatosde laantropologíapor partede los médicos. Le agra-dezco su amistosa insistenciay los numerosos intercambios querealizamos juntos. Otrasexhortacionesprocedieron de gオゥャャ・ュ・セᆳ

te Ishkinazi, Philippe Raffin, Michel Delarbre, y de la agencIaRéactif, los cuales me encargaron una investigación sobreel doloren Europa, poniendo a mi disposición los mediosadecuados pararealizarla. Presentado el informe, estabandescontentospor tenerque parar allí: continué la investigación. Quiero agradecerles suconfianza.

SuzanneMussard,Alain Gras, Freddy Raphael,André Rauchy Patrick Vendermeersch me hicieron preciosas sugestiones, se lasagradezco. .

Por razones diversas también quiero dar lasgraciasa Pran-cois-Dominique Charles, )ean-Michel Clavert, Nicole Dreyer-Muller, ChristianMichel, SouádHariki y )osetteEstrade.

Me reconozcoen deudacon Philippe Bagrospor el trabajoque realizamosjuntos en elhospital deTours,y por la experienciaque pude acumular siguiéndolo en su función demédico y セッセᆳ

partiendosu problemática.También mi amistad para ChristineGuichard, por los debates apasionados que entablamos acerca deldolor del niño autista, cuando yo todavía era estudiante. Esa pro-blemática me acompaña aúny también suele hacerlo la experien-cia que adquirí a su lado. .

Mi deuda hacia Hnina Tuil es inmensa, no s610 por lasmnu-merablesconversacionesque mantuvimos acerca de su práctica te-rapéutica en el hospital, sino también por sus relecturas del ma-nuscrito, observaciones,críticas y exigencia.

285

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132 LA CONSTRUCCIÚNSOCIAL DEL DOLOR

íNDICE

9 INTRODUCCIÚN

132

138

145

161

170

174

179

183

196

197

LA RITUALIZACIÚN DEL DOLOR

COORDENADAS EDUCATIVAS

COORDENADAS CULTURALES

COORDENADAS SOCIOLOGICAS

PRACTICAS M!mCAS y CULTURAS

EL CONTEXTO

COORDENADAS PERSONALES

LA GESTIÚN SOCIAL DEL DOLOR

EL DOLOR COMO ESTATUTO SOCIAL

NOTA SOBRE EL DOLOR DELABORATORIO

23

23

27

41

50

50

69

81

95

99

EXPERIENCIAS DEL DOLOR

EXPERIENCIAS DEL DOLOR

FORMAS DEL DOLOR

Lo INCOMUNICABLE

ASPECTOSANTROPOLÚGICOSDEL DOLOR

AMBIVALENCIA DEL DOLOR

ACERCA DE LA EFICACIA SIMBÚLICA

DIMENSIONES SIMBÚLICAS DEL DOLOR: EL EFECTO

PLACEBO

EL CONTROL PERSONAL

JOB O LA BÚSQUEDA DESIGNIFICADO

201

215

215230

238

247

256261

272

275

285

MODERNIDAD y DOLOR

Los USOS SOCIALES DEL DOLOR

LA OFRENDA DEL DOLOR

EL DOLOR PARA EXISTIR

EL DOLOR EDUCATIVO

EL DOLOR INFLIGIDO

EL DOLOR CONSENTIDO DE LA CULTURA DEPORTIVA

EL DOLOR INICIATICO

EL DOLOR COMO APERTURA ALMUNDO

BIBLIOGRAFIA

AGRADECIMIENTOS

99 EL DOLOR Y EL MAL: DESDE LA BIBLIA HASTA EL

CORAN

123 EL DOLOR MERECIDO DE LAS ESPIRITUALIDADES

ORIENTALES

128 EL DOLOR COMO MORAL

286