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SEGURIDAD PÚBLICA Paradigma Cultural y Desarrollo Económico Un desarrollo sistémico de la seguridad pública y sus claves institucionales, jurídicas, económicas, culturales, científicas y sociales CARLOS A. B. PÉREZ GALINDO Con la colaboración de FABIANA A. BARRERA APLICACION TRIBUTARIA S.A.

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SEGURIDADPÚBLICA

Paradigma Cultural yDesarrollo EconómicoUn desarrollo sistémico de la seguridad

pública y sus claves institucionales, jurídicas,económicas, culturales, científicas y sociales

CARLOS A. B. PÉREZ GALINDOCon la colaboración de

FABIANA A. BARRERA

APLICACION TRIBUTARIA S.A.

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Pérez Galindo, Carlos A. B.Seguridad Pública1ª.ed. - Buenos Aires : Aplicación Tributaria S.A., 2010.272 p. ; 21x15 cm.ISBN: 978-987-1745-11-11. Impuestos I. Título.CDD 330Fecha de catalogación: 26/11/2010

©COPYRIGHT 2009 BY APLICACION TRIBUTARIA S.A.1ª Edición, Noviembre de 2010

I.S.B.N. 978-987-1745-11-1PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL POR CUALQUIER

MEDIO, YA FUERE MECÁNICO, ELECTRÓNICO, ETCÉTERA, SINAUTORIZACIÓN ESCRITA DEL AUTOR Y DEL EDITOR

El presente trabajo ha sido minuciosamente revisado y corregido. No obstante, ni laEditorial ni el autor se hacen responsables, bajo ningún concepto, de ningún tipo de

perjuicio que cualquier error y/u omisión puedan ocasionar.

Este libro se terminó de imprimir en Noviembre de 2010 enAPLICACIÓN TRIBUTARIA S.A.

Guido Spano 550Lanús Oeste – Buenos Aires

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A la memoria del Dr. Luis I. Berkman¡Maestro!

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PREFACIO

Es evidente que el tema de la seguridad pública y su contra–cara, la inseguridadciudadana –un fenómeno de acuciante magnitud y crecimiento exponencial en todo elmundo–, constituye una de las mayores preocupaciones de la sociedad argentina en laactualidad y por lo tanto, debiera ser una cuestión de máximo nivel de avocación porparte de nuestras autoridades políticas integrantes de los tres Poderes del Estado queconforman el Gobierno Federal, tal como lo ordena la Constitución Nacional. Sin em-bargo, ello no ocurre así, ya que los dirigentes políticos en general, los intelectuales enparticular, y hasta el periodismo vernáculo –salvo honrosas excepciones–, no aciertanni en el diagnóstico, ni en el pronóstico y mucho menos en la proposición de solucio-nes posibles, viables e idóneas para aplacarla siquiera.

Pareciera que por evitarse conflictos revelando ciertas situaciones que no descono-cen o que se evidencian como urticantes, discurren generalmente entre análisis, las másde la veces, parcializados y/o desacertados que ponen el foco casi exclusivamente encuestiones relacionadas con la actividad legislativa, policial, o con la judicial, los queconcluyen, como no podría ser de otro modo, en recomendaciones francamente absur-das cuando no desopilantes, las que lamentablemente ante tanto desacierto y negaciónde la realidad tienden a acrecentar aún más, la dinámica del drama que nos aqueja, porlo que paradójicamente pasan a convertirse en parte fundamental del problema.

La mayor parte de la gente culta y pensante con la que uno puede dialogar infor-malmente, atribuye como causa principal de la inseguridad reinante, al subdesarrolloy a la exclusión social, sin embargo si analizamos los parámetros de la evolución eco-nómica argentina de los últimos ocho años, advertiremos que desde la salida de la cri-sis exponencial de finales del 2001 y comienzos del 2002, el crecimiento acumuladode nuestra economía ha sido de más del 70%, mientras que el consumo de productosbásicos ha ascendido a más del 60%. Por su parte, la construcción de inmuebles y has-ta su valor en dólares estadounidenses no ha parado de crecer, superando ampliamen-te los guarismos alcanzados en la década de los años ‘90, en los que gracias a la“magia” del uno a uno, llegaron a niveles jamás superados antes. En ese mismo pe-ríodo la venta de automóviles usados aumentó un 500%, ya que se elevó desde 95.000

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unidades por año a los 600.000 que se venderán este año. Mientras tanto el desempleobajó del 25% que había en 2002 al 8% que tenemos en la actualidad.

Sin embargo, y pese al crecimiento de la economía a “tasas chinas”, el incremen-to del delito y su dramático impacto en la inseguridad pública que padecemos, es elproblema que más perturba a los argentino pues no ha parado de crecer, desencade-nando así un estado de psicosis generalizada en la ciudadanía, a tal punto que el temade la “inseguridad” resulta ser la cuestión primordial que se aborda en cualquier con-versación o reunión social y/o familiar, a tal extremo que ha llegado a afectar la con-currencia a lugares públicos, como por ejemplo, clubes, cines y/o restaurantes por eltemor que todos tenemos a ser víctimas de un ataque violento y hasta de perder lavida, con lo cual se ha alterado el normal desenvolvimiento de la sociedad y de la ciu-dadanía toda, hasta alcanzar límites impensables.

Esta situación demuestra que nuestro problema de inseguridad pública y la toda-vía más dramática “sensación de inseguridad”, que se padece de todos modos poruna cuestión de expectativas, aunque a uno personalmente no le pudiese haber sucedi-do nada negativo, tiene exclusiva raíz en el elevado nivel de degradación social y de-cadencia económica que data aproximadamente desde la época del llamado“rodrigazo” de mediados de 1975, y que perduró hasta fines del año 2003, momentoen que comenzó paulatinamente la recuperación socioeconómica.

Deviene una verdad indubitable que por tratarse de un problema tan agudo y sen-sible para todos los argentinos, no consideramos para nada excesivo afirmar que deacertarse o no en las propuestas y políticas, para al menos, comenzar a solucionar oamenguar el conflicto existente, de modo tal que la gente perciba una “luz de esperan-za” de cambio, el mismo puede influir decisivamente en el resultado que pudiesen te-ner las futuras encuestas electorales de 2011. Todas las propuestas para solucionar lainseguridad con “leyes más duras” o con más policías, y/o con más “procesos” o“juicios express” son inútiles, ya que el delincuente no consulta al Código Penal antesde salir a delinquir, y por otra parte mientras permanece en prisión su “puesto de com-bate” contra la pacífica ciudadanía que sobrevive aterrada, suele ser ocupado inme-diatamente por otro sujeto de idénticas características.

Si bien la policía puede todavía disuadir o prevenir el delito, en general, intervieneluego que ya ha sido perpetrado, y ni hablar de la justicia que tan sólo puede sancionarcuando todo ha concluido y para colmo no disuade ni previene sino mínimamente, yello sucede tan sólo cuando se tuvo la suerte de dar con el responsable de un crimendeterminado, y no se concluye entrampando a un inocente que nada tiene que ver conel hecho.

Por lo tanto, ante esta situación tan preocupante como dantesca, la que de no adop-tarse soluciones idóneas y apropiadas a la magnitud de nuestra tragedia, tornará en unfuturo no demasiado lejano, ya no tan sólo imposible la subsistencia pacífica de los ar-

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gentinos, sino que hasta inviable el modelo social y constitucional que al menos teóri-camente debiese seguirnos rigiendo, hemos realizado este trabajo, orientado enprimer lugar a describir en forma adecuada el sobrecogedor panorama que estamosenfrentando, que no es distinto al que asuela a otras sociedades del tercer mundo,abordando su origen o etiología y las consecuencias que provendrán de no adoptarselas soluciones eficientes e indicadas para el cuadro de situación que enfrentamos demanera creciente desde hace más de tres décadas.

En la segunda parte de nuestra labor nos hemos avocado a proponer solucionesmultidisciplinarias, las que con una reformulación del paradigma cultural que debeser adecuado al Estado de derecho y las exigencias de la democracia y el sistema repu-blicano de gobierno contemplado en la Constitución Nacional, y por medio de unanueva arquitectura de seguridad y de estricto control de la delincuencia y sus agentes,y mayor grado de desarrollo humano y económico, que es lo que la coyuntura exigegenerar en forma inmediata, nos permitirá detener el caos terminal que se nos podríaavecinar de no cumplir nosotros con los “deberes humanos” de los que somos res-ponsables.

En la última sección del trabajo proponemos las medidas de política económicaestratégicas, pero imprescindibles para que profundizando el modelo que tenemos ycon más y mejor desarrollo económico y social, salarios dignificados con una mejordistribución de la riqueza y pleno empleo calificado, el éxito de nuestro programapueda quedar sellado durante el transcurso de un muy prolongado lapso, para el mejorgrado de bienestar de todos y no para el de unos pocos, ya que ésta es la clave princi-pal del por qué es que padecemos tan dramático grado de inseguridad ciudadana comoel que hasta la fecha y desde más de tres décadas estamos soportando estoicamente,pero paradójicamente sin hacer demasiado para impedir la pérdida de tantas y tan va-liosas vidas humanas provocadas cotidianamente por la delincuencia que nos agrede.

Quiera el lector hacerse eco de nuestras propuestas, analizarlas seriamente, y dis-cutirlas con preocupación para superarlas con el poder de la razón, la perspectiva desus propias vivencias existenciales y claro está que poniendo una dosis adecuada de“sentido común”, del que por algo se dice que es “el menos común de todos los senti-dos”, para que finalmente pueda convertirse en un partícipe más de la solución, ins-tando en sus respectivos ámbitos particulares de actuación pública o privada, lainmediata aplicación de las políticas que entienda más idóneas, para que como reza elpreámbulo de nuestra Constitución Nacional se pueda promover el bienestar general,el que exige antes que nada un mayor estado de tranquilidad pública y bonhomía, ungrado mucho más elevado de seguridad jurídica, y un crecimiento exponencial del ni-vel de desarrollo económico, cultural, científico y social del que hoy gozamos, peroclaro está que en beneficio de todos y de una minoría. Ese es el propósito que nos guía.

El autor

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PRÓLOGO

El lector tiene en sus manos un libro escrito desde las entrañas de la realidad y des-de el compromiso de sus autores con una sociedad más justa e inclusiva, factores am-bos que empujan a leerlo varias veces para extraer toda la riqueza encerrada en suspáginas.

En mis épocas de librero obligado por la dictadura militar, que me había prohibidoejercer la profesión no sólo en Santa Rosa, La Pampa, sino también en el país entero,aprendí que la única forma de vender un libro no era resumirlo con mis palabras sinoinvitar al futuro comprador a leerlo, destacando en palabras simples el valor culturalque encerraba.

Es lo que corresponde a un prologuista. No resumir el libro en sus palabras sinosugerirle al lector, que ya lo tiene en sus manos, que antes de guardarlo en la bibliote-ca, lo lea y lo reflexione.

Cuando Neruda en “Confieso que he vivido” afirma, suelto de cuerpo, que sen-tado en una oficina porteña, esperaba ser atendido por una vaca, definía en pocas pa-labras el significado del ser argentino. Si hoy viviera, tal vez diría que temía sersecuestrado por estar en una “zona liberada”. Quien quiera descargar su concienciao conversar con Dios en una iglesia, sinagoga, mezquita, sede evangélica, temploumbanda, no vaya al mediodía porque están todas cerradas, no porque Dios esté al-morzando sino porque los responsables cierran los lugares de culto para que no losroben. Quien quiera entrar a una villa, primero debe contactarse con alguien de“adentro”. El correo no entrega cartas documentos en ciertos lugares porque hansido definidos como “zona de riesgo”. Estas anécdotas mías iluminan el libro, no lodescriben. Es tarea del lector encontrar en este yacimiento valorativo la riqueza en-cerrada en sus páginas.

Los autores proponen soluciones. ¿Cuáles? El prologuista no las narra porque na-die va a leer un libro si ya conoce el final. Cabe al lector encontrarlas, tal vez compar-tirlas, tal vez rebatirlas, tal vez complementarlas.

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Esta es la función cultural de un libro. No sólo “ilustrar” sino incitar a pensar. Enverdad, los autores lo han logrado.

Por eso, mis ardientes felicitaciones.

Rodolfo Capón Filas1

1 Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales. Docente Universitario. Decano de Derecho de laUniversidad Argentina John F. Kennedy. Juez de la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo(1985-2006). Miembro del Equipo Federal de Trabajo.

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Sumario Analítico

PRIMERA PARTE

CAPÍTULO 1

El Cuadro de Situación. Descripción de la DramáticaRealidad Imperante . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21

CAPÍTULO 2

Acerca del los Problemas que Acarrea el Discurso Represor yEncarcelador a Ultranza y de las Causas de su Fracaso,Ineficiencia y Peligro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31

CAPÍTULO 3

De la Nueva Delincuencia Asesina . . . . . . . . . . . . . . . . . 471. LA CRIMINALIDAD DE LOS DENOMINADOS “PIBES CHORROS”

Y LAS DIFERENCIAS CON LA DE LOS “DELINCUENTESPROFESIONALES” O “LOS DE ANTES” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47

CAPÍTULO 4

La Delincuencia de “Los de Antes”, de “Los Profesionales”, “LosPorongas” y “Los Gratas”, y los Denominados“Pibes Profesionales” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 571. LA NULA INCIDENCIA DEL HIPOTÉTICO INCREMENTO DE

LAS PENAS PARA SOFRENAR SU ACTIVIDAD CRIMINAL. . . . . . . 57

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CAPÍTULO 5

Características de la Administración de Justicia y lasDistintas Policías de la República Argentina y su Cuota deResponsabilidad por el Incremento de la Inseguridad . . . . . . . 671. LA CORPORACIÓN JUDICIAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67

2. LAS DISTINTAS “POLICÍAS”. LOS ORÍGENES Y CAUSAS DE SUPODER Y DE SUS “CAJAS” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76

3. LOS JUECES Y FISCALES, SU ELEVADO GRADO DEPRAGMATISMO Y DE “CORRECCIÓN POLÍTICA” QUE TORNANULA LA VIGENCIA MISMA DEL ESTADO DE DERECHO. ELAUTÉNTICO PROBLEMA QUE PADECEMOS CON EL CONSEJODE LA MAGISTRATURA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87

4. EL AUTÉNTICO PROBLEMA QUE TENEMOS CON LASDENUNCIAS CONTRA JUECES Y FISCALES Y CON EL CONSEJODE LA MAGISTRATURA CUYA DESESTIMACIÓN SISTEMÁTICAPOTENCIA LA INSEGURIDAD JURÍDICA Y LA PÚBLICA. . . . . . . . 97

CAPÍTULO 6

La Responsabilidad de los Medios de ComunicaciónSocial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115

CAPÍTULO 7

Acerca de la Responsabilidad de la Ciudadanía y de lasCausas de Nuestra Decadencia Ética y Moral . . . . . . . . . . 125

CAPÍTULO 8

Los Derechos Humanos, un Discurso Retórico . . . . . . . . . . 135

CAPÍTULO 9

Las “Leyes” que son de Estricto Cumplimiento y Aquellasque por el Contrario se ha Optado por no Cumplir oIgnorar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 143

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SEGUNDA PARTE

CAPÍTULO 10

Introducción a las Claves para la Implementación dePolíticas Conducentes a la Mejora de la SeguridadPública y Jurídica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151

CAPÍTULO 11

El Paradigma Contracultural Vigente y la ImperiosaNecesidad de Modificarlo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155

CAPÍTULO 12

Políticas Públicas para el Cambio del Paradigma CulturalImperante. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1611. EL PARADIGMA CULTURAL DE LA CONSTITUCIÓN

NACIONAL Y LA NECESIDAD DE ADECUARNOS AL MISMO . . . . 161

2. LA NECESIDAD DEL DICTADO DE UNA MATERIAOBLIGATORIA SOBRE VALORES, RESPONSABILIDADCIUDADANA Y DEBERES HUMANOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . 162

3. LA MEJORA DEL NIVEL EDUCATIVO Y LA NECESIDAD DELA DOBLE ESCOLARIDAD PRIMARIA CON SUMINISTRODE RACIÓN ALIMENTARIA AL EDUCANDO . . . . . . . . . . . . . . . 165

4. LOS NUEVOS INSTITUTOS PARA ALOJAR A LOS MENORESJUDICIALIZADOS Y LA SUPERVISIÓN QUE DEBEIMPLEMENTARSE SOBRE LA PERSONA DE LOS MENORESJUDICIALIZADOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 168

5. POR UN PROGRAMA PARA ELIMINAR LA DESNUTRICIÓNINFANTIL. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 170

6. UN IMPRESCINDIBLE CONTROL DE LA DROGA Y DE LADROGADICCIÓN CON TRATAMIENTO OBLIGATORIOPARA LOS ADICTOS SOMETIDOS A PROCESO . . . . . . . . . . . . . 172

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CAPÍTULO 13

Herramientas Indispensables para la Transformación: Educación,Recreación y Deporte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1751. LA “EDUCACIÓN MOTIVADORA” Y GENERADORA

DE MENTES CREATIVAS. LAS ACTIVIDADESEXTRACURRICULARES COMO MÉTODO PARA ATRAERA NIÑOS Y JÓVENES HACIA LAS ESCUELAS. LASACTIVIDADES RECREATIVAS Y AUXILIARESCOMPLEMENTARIAS FUERA DE LAS JORNADASESCOLARES. LA PRÁCTICA DE DEPORTES ENINSTALACIONES SUBSIDIARIAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 175

2. LA ESCUELA “DESPUÉS DE LA ESCUELA” . . . . . . . . . . . . . . . 178

3. MÁS DEPORTE MENOS VICIO. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179

4. LA GENERACIÓN DE INSTALACIONES DEPORTIVASSUBSIDIARIAS Y LAS POSIBLES SALIDAS LABORALESQUE OTORGAN LAS PRÁCTICAS DEPORTIVAS . . . . . . . . . . . . 180

CAPÍTULO 14

La Problemática de los Niños y los Jóvenes: Los Padres, laSociedad y los Medios de Comunicación. El subsidio a laNiñez y la Paternidad Responsable . . . . . . . . . . . . . . . . 183

CAPÍTULO 15

Derechos Humanos y “Deberes Humanos”, unaComplementación Imprescindible . . . . . . . . . . . . . . . . . 189

CAPÍTULO 16

Cambios Imprescindibles e Impostergables en las DistintasPolicías. Una Policía Federal de Investigaciones en Todoel Territorio Nacional y la Actuación Conjunta de PolicíasProvinciales y Comunales de Proximidad. . . . . . . . . . . . . 193

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CAPÍTULO 17

Los “Cuerpos de Oficiales de Supervisión de Liberados”para el Debido Control de los Egresados de Prisiones y/oExcarcelados y de Otros Beneficiarios de CualquierForma de Libertad Anticipada. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 203

CAPÍTULO 18

Cambios en el Sistema Judicial: Un Cambio de Espírituen la Administración de Justicia . . . . . . . . . . . . . . . . . 209

CAPÍTULO 19

El Grave Problema de la Inseguridad Jurídica y AlgunasPropuestas para su Solución: La Implementación dePolíticas de Estado con Reglas Fijas . . . . . . . . . . . . . . . 215

CAPÍTULO 20

Una Vieja Deuda con la Constitución: La Implementacióndel Juicio por Jurado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 219

CAPÍTULO 21

El Cambio de Paradigma Cultural en el Ámbito de la Justiciade Todo el País y la Aplicación del Poder del “Sentido Común”para Mejorar en Forma Inmediata el Servicio de Justicia . . . . . 221

CAPÍTULO 22

Algunos Ejemplos de Medidas Prácticas a Adoptar paraMejorar el Nivel de Eficiencia de la Administración deJusticia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 227

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CAPÍTULO 23

La Mediación Civil y Penal Como Vía Preferencial Parala Solución de Conflictos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 231

CAPÍTULO 24

Para Ponerle Coto a los Homicidios y Lesiones deTránsito. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235

CAPÍTULO 25

Un Sistema de Contralor para el Consejo de la Magistraturaa Través de una “Comisión Bicameral Permanente” aCrearse Dentro del Ámbito del Congreso de la Nación . . . . . . 239

TERCERA PARTE

CAPÍTULO 26

El Desarrollo Económico Como Clave Superior para unaMejora Estratégica del Nivel de Seguridad . . . . . . . . . . . . 245

CAPÍTULO 27

Algunas Ideas de Nuevas Obras Públicas para AumentarNuestra Producción de Manera Exponencial . . . . . . . . . . . 2491. LA CANALIZACIÓN DEL RÍO BERMEJO Y OBRAS

COMPLEMENTARIAS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 250

2. OTROS PROYECTOS: PARANÁ MEDIO E “IBERÁ” . . . . . . . . . . . 252

3. LA INDUSTRIALIZACIÓN DE LA PATAGONIA . . . . . . . . . . . . . 2533.1. La puesta en marcha de un plan de construcción de

viviendas dignas en todo el país . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 253

4. LA CONSTRUCCIÓN DE TRENES DE LEVITACIÓNMAGNÉTICA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 254

5. DESARROLLO INDUSTRIAL Y NUCLEAR CON TECNOLOGÍADE PUNTA QUE NOS PERMITA COMPETIR CON ÉXITO CONLAS NACIONES DEL DENOMINADO “PRIMER MUNDO” . . . . . . . 255

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6. NUEVAS CLAVES CULTURALES Y CIENTÍFICASORIENTADAS A LA INVESTIGACIÓN PARA EL DESARROLLO . . . 256

CAPÍTULO 28

Cómo Financiar estas Actividades: El Sistema Americanode Economía Política. Hacia un Nuevo “Bretton Woods” . . . . 257

CAPÍTULO 29

¿Qué es Concretamente la Denominada “EconomíaFísica? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 259

CAPÍTULO 30

El “Gran Salto Hacia el Futuro” . . . . . . . . . . . . . . . . . 263

BIBLIOGRAFÍA

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 267

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Primera Parte

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CAPÍTULO 1

El Cuadro de Situación.Descripción de la Dramática

Realidad Imperante

Luego del tan ansiado retorno a la estabilidad definitiva de las instituciones demo-cráticas desencadenado en la República Argentina a partir del mes de diciembre de1983 a raíz de la derrota en la denominada “Guerra de Malvinas”, normalización cons-titucional que se lograse luego de haber tenido que padecer la ciudadanía toda, décadasde golpes de Estado y dictaduras que se sucediesen con la fugaz intermitencia de go-biernos legítimos desde septiembre de 1930 por más de cincuenta años, y cuando todopresagiaba que al menos progresivamente iba a darse cumplimiento al mandato consti-tucional recitado con pasión en sus discursos políticos de campaña por el Dr. Raúl Ri-cardo Alfonsín, para que en definitiva se pudiese lograr afianzar la justicia, consolidarla paz interior, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertadpara nosotros y nuestra posteridad, hemos podido ver que para el ciudadano común ycorriente la calidad de vida no sólo no ha mejorado en lo absoluto, sino que pese al pro-gresivo adelanto tecnológico alcanzado por la comunidad global, con el arribo de la ma-ravillosa tecnología de los teléfonos celulares y el acceso a internet que se ha extendidoahora al grueso de la población, tanto en la Argentina como en todo el mundo, y no obs-tante el crecimiento económico logrado en los últimos años, por el contrario, e inespera-damente para muchos, se ha desencadenado un auténtico calvario nacional, derivado enun visible deterioro de los índices de calidad de vida, de bienestar general y de tranquili-dad pública como consecuencia de la maldita inseguridad.

Afortunadamente, a partir de 1983, se han podido consolidar las instituciones repu-blicanas de gobierno establecidas por nuestra Constitución Nacional, con los beneficiosinsuperables del sistema democrático y el goce prácticamente irrestricto para la mayo-ría, de los privilegios de la libertad en todos sus órdenes, y hoy en día a ningún habitantede la Argentina se le podría ocurrir siquiera pensar en un sistema de gobierno distinto al

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indicado por nuestra Carta Magna, sin embargo no podemos decir lo mismo en cuanto aotras cuestiones relacionadas con el grado de desarrollo socioeconómico y cultural queexhibe la mayor parte de la población, pese a tratarse de tópicos fundamentales paraasegurar ese grado aceptable de bienestar general que debiéramos perseguir como obje-tivo principal de nuestros desvelos por estricto imperativo constitucional.

Resulta evidente que pese al progreso que debiera haberse producido en forma na-tural como derivación del usufructo cada vez más extendido de los adelantos científi-cos y tecnológicos difundidos en los últimos años, el carácter, la actitud ética y lacalidad moral de la población en general, derivada de la pérdida de los valores que an-taño nos distinguiesen, ha ido en franco retroceso. Esto puede advertirse a simple vis-ta analizando el notable descenso del nivel de instrucción y educación que exhiben enforma cotidiana argentinos de todos los sectores sociales, así como el marcado dete-rioro del nivel de lenguaje y de discurso intelectual que demuestran especialmente lasfranjas etarias adolescentes y juveniles en general, lo que se complementa para nues-tra desgracia, con la irrupción de todo tipo de conductas antisociales, como ser el es-caso apego al cumplimiento de las normas jurídicas y reglamentarias y el agregado deuna notoria falta de respeto por las instituciones y sus autoridades, situación que tornadifícil por no decir imposible la vida en común de la ciudadanía, al menos disfrutandode los parámetros y estándares exigidos por la convivencia pacífica y fructífera dentrode una comunidad organizada.

Todas estas situaciones constituyen signos de decadencia que no han hecho másque crecer en forma alarmante en los últimos años, y lo que es más grave todavía esque se han propagado de manera creciente dentro de una dinámica en espiral que pare-ciera no tener miras de arredrarse, claro está que a menos que se adopten las medidasnecesarias para promover un cambio de paradigma sociocultural y de desarrollo hu-mano y económico, para lo que en primer lugar debiéramos retomar los valores perdi-dos que son la base imprescindible para tornar posible un nivel aceptable de bienestardentro de una sociedad organizada, inculcándosele esos valores como materia obliga-toria e inexcusable a los estudiantes de todos los niveles de enseñanza, desde el nivelinicial hasta la universidad.

La pérdida del respeto por el otro, la exhibición del egoísmo más ignominioso, elindividualismo más acérrimo, el desprecio por la vida de los semejantes, la falta de so-lidaridad, el descaro exhibido al desobedecer cualquier norma impuesta, la falta dehonor y hasta de vergüenza, el habitual incumplimiento de la palabra empeñada, la de-saparición de algo tan maravilloso como es la dignidad, la absoluta pérdida de las tra-dicionales buenas costumbres argentinas, como ser la puntualidad, la cortesía, laelegancia en el vestir, el aseo personal, y hasta el orgullo con que se exteriorizan estasconductas antisociales, que otrora era frecuente disimular, han provocado un marcadodeterioro de la calidad de vida de la ciudadanía.

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Es obvio que con semejante cuadro de situación a la vista, en la República Argen-tina no podría haber proliferado más que el “vale todo”, el “sálvese quién pueda ycomo sea” y el “yo voy a hacer la mía”, sin importar las consecuencias nefastas denuestras conductas egoístas y a veces hasta sociopáticas, incompatibles con la vida ci-vilizada de acuerdo a las exigencias de un sistema republicano de gobierno.

Esta grotesca ostentación de incivilidad y barbarie ciudadana que irrumpiese enlos últimos treinta años, no podría haber desencadenado, entre otras cosas, más que loque tenemos a la vista y sobre lo que nos informan los noticieros televisivos y los pe-riódicos cada amanecer, casos de corrupción, impunidad, anomia, crímenes sangrien-tos por doquier, abusos sexuales contra menores, muertes o lesiones gravísimas adiario como consecuencia de accidentes de tránsito, provocados generalmente por elestilo desaprensivo y hasta criminal con que los argentinos conducimos nuestros ro-dados por la vía pública.

Ante este cuadro y sus obvias consecuencias, muchos, incurriendo en una inso-portable autoindulgencia, culpan en forma exclusiva a los políticos de turno que nosgobiernan, o a los legisladores, o en su defecto a los magistrados, cuando no a los inte-grantes de la fuerzas policiales, achacándoles inexorablemente ser los responsablesde todo, por resultar supuestamente desde incompetentes hasta corruptos, lo que sehace muchas veces por mero espíritu opositor o por no meditarse un poco siquiera res-pecto de una verdad incontrovertible, la que nos indica, que esa gente, es decir tantoquienes nos gobiernan, quienes nos juzgan, los que legislan, y quienes nos brindan oal menos debiesen brindarnos el servicio de policía de seguridad, al igual que todoslos autores y responsables de todas esas contravenciones o crímenes que nos conmue-ven y nos amargan la vida, es decir tanto los supuestos responsables de lo que nos su-cede, como las sedicentes víctimas cotidianas de las inseguridades de todo tipo quepadecemos, y hasta los mismísimos presuntos victimarios, es decir los delincuentes,provenimos todos de esta misma sociedad deteriorada y patética, que es la que ha ge-nerado por un lado seres valiosos y extraordinarios que nos llenan de orgullo en elmundo entero, pero que también ha producido al por mayor, gente lábil, inculta,egoísta, anómica, incumplidora de sus compromisos, deberes y responsabilidades,muchas veces indiferente a todo y paradójicamente hasta orgullosa de carecer de valo-res. Pareciera que en lugar de habernos abocado a aumentar en forma exponencialnuestra cultura y el producto bruto, hemos volcado todos nuestros desvelos en culti-var la “producción de brutos”.

Antes de hacer cualquier análisis erróneo y en definitiva inútil, que puede terminarformando parte del problema y no de la solución, los argentinos debiéramos mirarnosen un espejo, preguntarnos cómo somos en realidad, y sentarnos a meditar finalmentesi muchos de los que acusamos a diario como responsables políticos o procesales delos sucesos atroces que nos desvelan, en definitiva no son personas comunes y co-

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rrientes, demasiado parecidas a nosotros, las que provienen de esta misma sociedad,seres que puede que inclusive hayan concurrido a las mismas escuelas o a institutos si-milares a las que pudimos haber asistido nosotros también alguna vez, o que se hayanformado en las mismas universidades, o hasta haber sido o ser todavía nuestros ami-gos y vecinos, o los hijos de nuestros familiares, y/o de nuestros superiores, y/o de-pendientes o subordinados, o quienes han viajado tal vez en los mismos medios detransporte, o quienes han tenido los mismos sueños incumplidos y expectativas frus-tradas que nosotros, por lo que en definitiva no podríamos negar que se trata de perso-nas demasiado semejantes a nosotros.

Para colmo, en el caso de los máximos funcionarios políticos, olvidamos torpe-mente que son ciudadanos que hemos elegido nosotros con nuestros sufragios, y porlo tanto si nos parecen corruptos e incompetentes, tan sólo tendríamos que preguntar-nos lo siguiente: ¿Por qué los votamos? ¿Por qué es que no votamos a otros candida-tos? Ante estas preguntas muchos nos contestan ¡y ... porque son todos iguales! Noserá acaso que no sabemos elegir, ya que de otro modo no se entiende cómo es posibleque si consideramos que los resultados de las elecciones permiten encumbrar tan sóloa inútiles y a corruptos, no probemos con otras opciones políticas distintas en lugar deinsistir con esos mismos pretendidos errores que nos han conducido al fracaso una yotra vez.

Para modificar nuestra realidad, debiésemos reconocer antes que nada que losprincipales responsables de lo que nos sucede, en gran medida, somos nosotros mis-mos y nuestras circunstancias e intereses creados, y por lo tanto si no modificamos a lamayor brevedad nuestro paradigma cultural, que es el que nos ha llevado a esta situa-ción, resultará imposible que con los ingredientes sociales que contenemos y exhibi-mos, obtengamos un producto demasiado distinto al vigente en la actualidad. Por elcontrario, todo indica que si proseguimos por esta misma senda antisocial, la que nosha conducido hasta este abismo final, lo único que podremos esperar, es dar el últimopaso hacia delante, por supuesto que hacia el precipicio.

Si reflexionamos un poco podremos advertir que la pérdida de nuestros valoresculturales y espirituales, que ha desembocado en un nefasto cambio de paradigma so-cial, es la primera causa eficiente de uno de los problemas que más aquejan y preocu-pan a la población argentina en particular y a la iberoamericana en general, que no esotro que el del crecimiento permanente de los niveles de inseguridad pública y subde-sarrollo cultural, económico y científico, lo que se advierte a simple vista y en formacotidiana con la comprobación de que es cierto, que, como muchos sostienen “vivir seha vuelto difícil” y que lo único que puede hacerse es “sobrevivir”, por múltiples mo-tivos, entre ellos haberse incrementado en su cantidad y magnitud los delitos dolososy culposos que asolan a los habitantes, sin distinción de clase social, situación econó-mica, o lugar de residencia.

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Nadie puede ignorar que una de las principales causas de muerte o discapacidadentre las personas jóvenes, son los accidentes de tránsito, y la antiguamente casi bucó-lica tarea de cruzar una calle o una avenida, hubiese o no semáforos instalados, ha pa-sado a constituirse en una auténtica proeza. El delito violento y sanguinario, se hatornado no tan sólo algo normal y esperable por cualquiera y en cualquier momento,sino que los malhechores no dudan hoy en dejar malherida y/o en matar a la víctimaindefensa aunque ni atine a resistirse al despojo de sus bienes o sus ahorros, muchasveces tentados por botines insignificantes, como ser una cartera vieja, un reloj deplástico o un par de zapatillas vistosas.

La vida en las grandes ciudades argentinas, y hasta en los pueblos del interior,otrora pacíficos, tranquilos y hasta casi rutinarios, en los últimos veinte años de mane-ra progresiva pero constante, se ha vuelto un auténtico infierno, pleno de imprevistosy de calamidades que ponen en peligro la vida misma, puesto que prolifera la violen-cia, crecen las agresiones por nimiedades, los robos, los hurtos, los arrebatos, las “sa-lideras bancarias”, los abusos sexuales, los denominados secuestros “express”, loshomicidios jamás esclarecidos, la desaparición forzada de personas, principalmentepara la trata de blancas, y ante este panorama con fundado temor, por las noches mu-chos optan por no salir de sus domicilios ya que lo consideran algo intrínsecamente“peligroso” o al menos poco recomendable.1

El panorama que nos ofrece el futuro se nos aparece como muy poco alentador, almenos si advertimos que muchos jóvenes, en especial pero no exclusivamente, losprovenientes de sectores marginales, se prostituyen, se embriagan o consumen estu-pefacientes a la vista de todos, y ya no resulta difícil verlos mingitar y/o hasta excretarsin el menor sentido del pudor o del recato en la vía pública, especialmente por las no-ches, algo impensable de suceder en nuestro país años atrás. La violencia irrumpe enlos estadios de fútbol, pero también puede manifestarse en cualquier momento y encualquier lugar, y en mayor grado con la excusa de movilizaciones o protestas calleje-ras, que en contrario a lo que sucede, debieran ser un ejemplo de militancia democráti-ca responsable y constructiva.

La prostitución y la oferta de sexo en los medios y hasta en la vía pública es algoprogresivo también y no parece detenerse. Los niveles de instrucción que se obtienenen la actualidad en la educación media, aunque parezca increíble de suceder, son simi-lares y a veces hasta inferiores a los que décadas atrás se lograban con la instrucciónprimaria. Esto es algo que sabemos todos. Ante esta situación que ha degradado y al-

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1 Lamentablemente, las estadísticas oficiales que pueden consultarse en las páginas de internet delINDEC y del Ministerio de Justicia de la Nación, se extienden hasta el año 2007 no existiendoconstancias de los últimos dos años, situación que nos llama poderosamente la atención, ya que esevidente que no tan sólo la incidencia del delito se ha incrementado en forma notable, sino que ademásmuchos ciudadanos ya no denuncian los delitos menores de los que resultan víctima por considerarlotan sólo una pérdida de tiempo.

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terado la vida de los ciudadanos y ha provocado un elevado grado de zozobra e impre-visibilidad, algunos por ignorancia, protervia y/o irresponsabilidad culpan comogenerador de todo este deterioro sociocultural a los gobernantes de turno, o la demo-cracia, a la televisión, y/o a la “droga”.

Otros más insensatos aún, ante el crecimiento incesante de los niveles de inseguri-dad ciudadana reclaman más represión con “mano dura” y condenas más elevadas ymás “veloces”, lo que significa que ante la emergencia, proponen desde inconvenien-cias tales como el incremento dramático de las penas, la baja de la edad de imputabili-dad y el endurecimiento de las excarcelaciones o atenuaciones de las medidas decoerción personal que se aplican en los tribunales a los procesados no condenados,hasta disparates tales como la “desburocratización” de la Justicia, lo que significa enlos hechos el poder condenar en forma rápida e inescrupulosa a cualquier procesado,sin respetar las mínimas garantías procesales que debieran imperar en un Estado dederecho del mundo civilizado.

Otros finalmente, ya van más lejos y reclaman soluciones nefastas y peligrosas, ta-les como la imposición de la pena de muerte, recomendando su aplicación vía judicial,previa instauración en nuestro sistema legislativo, reclamo absurdo y demostrativo deuna ignorancia supina en cuestiones jurídicas y constitucionales, si consideramos porun instante que por haberse incorporado dentro de nuestra economía garantizadora, ypor medio del artículo 75, inciso 22), de la Constitución Nacional el denominado Pac-to de San José de Costa Rica, ello resultaría imposible ya que para reinstalar en el fu-turo la pena de muerte en la República Argentina, habría previamente que reformarnuestra Norma Fundamental, ya que el citado Pacto impide la reinstauración de lapena de muerte en los países en los que, como el nuestro la misma ha sido abolida.

Finalmente, algunos más trasnochados todavía, reclaman como solución “meterbalas” contra la delincuencia, lo que no es más que un eufemismo por medio del cualse exige la aplicación de ejecuciones extrajudiciales, los tristemente célebres tiroteosficticios con los delincuentes, coloquialmente conocidos como “la boleta”, prácticassiniestras que lejos de solucionar problema alguno, no tan sólo incrementarían la vio-lencia en las calles, sino que crearían para mayor pesadilla de todos los argentinos, elretorno a los “escuadrones de la muerte”, es decir, al imperio desaforado de auténti-cos cuerpos de asesinos paraestatales, dotados de impunidad asegurada de antemanopor jueces y fiscales complacientes o “distraídos”, los que reinarían en el marco inso-portable de un clima infernal, que, para desgracia de los argentinos, permitiría que seretornase a tiempos pretéritos en los que existía la posibilidad siniestra de asesinar acualquiera y en cualquier momento, haya o no cometido delito que pudiese reprochár-sele en los estrados, y muchas veces por motivaciones y hasta por iniciativas persona-les de algunos de los integrantes de esas “patotas” o grupos infernales de exterminiode ciudadanos.

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Algunos otros en cambio, sin considerar la catastrófica inconveniencia de la pro-puesta recomiendan como pretendida solución al grave problema que nos aqueja, lareinstauración del instituto del servicio militar para “sacar”, como dicen, a los jóve-nes “de la calle”, olvidando por lo visto tres cuestiones: En primer lugar el costo, quesería elevadísimo; en segundo lugar el peligro que sería instruir en el uso de armas yde técnicas militares a jóvenes víctimas de un sistema de degradación social, y final-mente lo más grave de todo, el peligro que implicaría ese ejército multitudinario parala plena vigencia de las instituciones republicanas de gobierno, ya que como decíaNapoleón Bonaparte “...las bayonetas pueden servir para muchas cosas menos parasentarse en ellas”.

En lo único en que todos coincidimos, es en que las justas quejas, reclamos y cui-tas de la ciudadanía por la dramática situación de inseguridad pública, jurídica, y dedeterioro del nivel de vida que padecemos son unánimes y crecientes. Dado que estasituación se ve como un fenómeno alarmante, pero que carece de respuesta adecuadapor parte de las autoridades políticas y judiciales, de manera errónea y parcial se atri-buyen nuestros padecimientos a una pretendida incapacidad de nuestra clase políticay/o a la corrupción de jueces, fiscales y policías, o a la pérdida de “valores” por partede nuestra juventud, y/o a la falta de “códigos” por parte de los delincuentes, lo queen definitiva implica un disparate mayor, ya que tanto nuestros dirigentes políticos,como los jueces, fiscales, y policías que tenemos, y hasta los jóvenes decentes o delin-cuentes con los que contamos o padecemos, por así decirlo “no nacieron de un repo-llo”, sino que al igual que nosotros, son producto de la sociedad en la que vivimos, ypor ende “...es lo que hay”, que es una realidad que también entre todos tenemos quemodificar de manera urgente e impostergable.

Al advertirse a través de las noticias propaladas por los medios de comunicaciónsocial, que el nivel de impunidad del que gozan los autores de delitos resulta harto ele-vado, cuando no escandaloso, tanto por la falta de esclarecimiento de los hechos y/opor la sedicente levedad de las sanciones penales que se aplican a los responsables, encualquier reunión que podamos imaginar, infaliblemente se responsabiliza a los inte-grantes de las policías y/o del poder judicial por “corruptos e ineficientes”, y se acha-ca ineptitud también a los gobernantes, nacionales, provinciales y/o municipales porincapaces o complacientes con la situación, y/o a los legisladores por no dictar normasmás severas o mejores.

En general se atribuye lo que nos sucede principalmente a la desidia, la ineptitud,la corrupción, y/o al narcotráfico, lo que en cierta medida resulta ser cierto, pero par-cialmente, ya que ante los problemas que padecemos, como consecuencia del atolla-dero en que estamos, lo único que no podemos hacer es seguir como hasta ahoraeludiendo o ignorando nuestros “deberes humanos” y nuestras propias responsabili-dades y obligaciones como ciudadanos de un Estado de derecho. Vivir disfrutando de

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un sistema democrático y republicano obviamente tiene sus privilegios, pero tienetambién muchas obligaciones y responsabilidades que se encuentran a cargo de losciudadanos. En cambio en las dictaduras, aunque siniestro, todo resulta ser más senci-llo, basta bajar la cabeza y por las dudas hacerlo sin chistar para evitarse problemas.

También se pretende ver lo que nos sucede, como el producto de una suerte deguerra irregular moderna desatada contra la República por organismos internaciona-les de crédito, o por grupos económicos multinacionales, los que nos agredirían coneste tipo de operaciones de degradación social y crisis económica permanente, con fi-nes maltusianos y/o de desestabilización política y debilidad institucional, lo que ten-dría como propósito final el incremento del nivel de saqueo de nuestras riquezas y/odel menoscabo de nuestra soberanía para acrecentar el dominio económico y territo-rial, lo que si bien en principio podría ser cierto, ya que en efecto esos intereses multi-nacionales nefastos existen, y desde siempre operan de modo permanente conidénticos propósitos en todo el mundo, ello no nos exime, de ninguna manera, de tenerque buscar soluciones idóneas e inmediatas para poner coto a tamaña agresión comola sedicentemente desatada contra nuestra sociedad.

Ante este cuadro de situación que tenemos a la vista, lo único cierto y concreto, esque nadie ha acertado últimamente en la receta que nos indique cómo superar o si-quiera aminorar los efectos de este flagelo de irresponsabilidad política e inseguridadciudadana y jurídica que estamos padeciendo y que no vislumbra detenerse. Nadie re-comienda política o medida adecuada o eficiente alguna para poder encarar y muchomenos superar la emergencia, y lo que es más grave, las propuestas que se presentan,cuando no francamente disparatadas, parecieran absurdos, derivados de desconocerla realidad que estamos soportando. Este tipo de propuestas inconvenientes y hastatramposas, tampoco parecieran poder prever las desastrosas consecuencias que noshabrán de acarrear la aplicación de políticas equivocadas, y lamentablemente tampo-co se consideran las derivaciones que podrían desencadenarse en un futuro próximode tener que tolerarse por más tiempo este indecible estado de cosas que tiende a agra-varse progresivamente.

Algunos autores, haciendo gala de un pesimismo apocalíptico incompatible con lafunción pública que por mandato constitucional tiene que procurar la promoción delbienestar general, hasta llegan a recomendar resignarnos a convivir con este dramáti-co nivel de inseguridad, puesto que consideran que este no es más que un mal intrínse-co a la “globalización”. Nada más desacertado.

Es obvio que en algo, todos los improvisados críticos de la situación que padece-mos, tienen un mínimo de razón, ya que es innegable que existe un elevado grado deineptitud y de corrupción en ciertos niveles, y también resulta indubitable que ennuestra sociedad, como en casi todo el mundo, imperan ciertos “intereses” como los

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del narcotráfico, los del narcolavado y/o los del crimen organizado, que son activida-des que potencian nuestros males y lo que es más grave deterioran y corroen desdeadentro todas nuestras instituciones, pero si en algo tenemos que estar seguros, es queante esta situación, no hay más remedio que intentar al menos ponerle un punto final,ya que sí existen soluciones, y por ello hay que seleccionarlas y bregar por imponerlasen forma inmediata, ya que de no hacerlo, cada día que pase nos será más difícil rever-tir este estado de cosas, por lo que, de no hacer nada, podríamos llegar a una fase delnivel de deterioro generalizado, de características prácticamente irreversibles y termi-nales, que podrían también desencadenar la destrucción del tejido social por variasgeneraciones, situación que finamente hasta podría poner en peligro la vigencia mis-ma del orden institucional contemplado por nuestra Constitución Nacional, algo queseguramente la mayoría de los argentinos no queremos para nada que suceda, peroque en cambio algunos “dinosaurios” seguramente anhelan desde lo más profundode sus delirios destituyentes.

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CAPÍTULO 2

Acerca del los Problemas queAcarrea el Discurso Represor

y Encarcelador a Ultranza yde las Causas de su Fracaso,

Ineficiencia y Peligro

Pese a todo lo expresado precedentemente hay algo en lo que sí estamos todos deacuerdo. No existen mayores disidencias en cuanto a que padecemos un grave y cre-ciente problema de inseguridad pública y jurídica que debe ser resuelto a la brevedad.También todos coincidimos en que hasta ahora nadie ha acertado en una solución paratan torva cuestión. Pese a ello, por así expresarlo, se cambian periódicamente a los fun-cionarios a cargo de la seguridad pública, y hasta se ejecutan mutiladoras “purgas” enlas fuerzas policiales, se endurecen las penas y hasta agravan las condenas, se “desbu-rocratiza” la justicia, y por supuesto que como no podría ser de otro modo ante tantoserrores repetidos hasta el hartazgo, todo sigue peor. Es evidente que ello sucede comoconsecuencia de que se cambia de “médico” pero no se cambia la “medicina”.

Albert Einstein dijo una vez que la manera más sencilla de detectar la locura era ob-servar a alguien haciendo lo mismo una y otra vez, esperando obtener resultados dife-rentes. Nosotros creemos que éste es el caso que tenemos a la vista. Se insiste siemprecon idénticas propuestas y con políticas que ya fracasaron y luego del último fracaso seinsiste con lo mismo, pareciera que imaginando poder obtener resultados distintos.

Para colmo de nuestros males, a través de los más variopintos medios de comuni-cación social y como causal prácticamente monotemática, –con craso error y desco-nocimiento de qué es lo que nos sucede y por qué nos sucede– se atribuye laintolerable situación de inseguridad pública y jurídica que estamos padeciendo acuestiones baladíes francamente absurdas y que en muy poco podrían gravitar en la

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CAPÍTULO 2

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producción del incesante daño que la delincuencia inflinge a la sociedad argentinacon la pérdida constante de valiosas y preciosas vidas humanas y costosos bienes pa-trimoniales.

Entre estas se menciona a tópicos tales como la pretendida levedad de las penascontempladas en el Código Penal, la liviandad de las condenas que imponen los ma-gistrados a los reos, la lentitud de los procesos, y la facilidad con que se conceden lasexcarcelaciones en los estrados a los imputados por algún delito por cuya supuesta co-misión todavía no han sido condenados, desconsiderándose que las penas contempla-das en la legislación argentina están lejos de ser leves o benignas, y que ademásningún malhechor consulta el Código Penal antes de cometer un delito, ignorándoseademás que por el contrario, lo que sucede es que el porcentaje de delitos sancionadoscon condenas firmes es insignificante, en relación a los crímenes que se cometen adiario en todos los ámbitos, extremo que nos habla de la ineficiencia y baja producti-vidad del sistema policial y judicial imperante en Argentina, y del hecho de que al pro-cesado primario, es decir aquel que no ha sido condenado en forma previa, salvocasos de delitos de extrema peligrosidad, habitualidad en el delito como actividad la-boral, y/o reincidencia real, y no de la “reincidencia flor de ceibo” que padecemos, nose lo debiera encarcelar preventivamente, ya que además de inconveniente, oneroso, ycontaminante de las personas recuperables, implica la aplicación de penas anticipa-das, muchas veces injustas, disparatadas, y por supuesto que incompatibles con ladoctrina constitucional de que nadie puede ser penado sin mediar un juicio previo queal finalizar imponga una condena.

Sin embargo este discurso “represor”, “encarcelador a ultranza”, y alegadamen-te partidario de una “justicia rápida” y no burocrática, es el que más se reproduce enlos medios de comunicación social. Es por tal motivo, que dentro de los sectores quesostienen el denominado discurso “represor” o “encarcelador” se considera que losprincipales responsables de la inseguridad pública que se sufre en la RepúblicaArgentina, serían los jueces que denominan peyorativamente y como si se tratase deun demérito: “garantistas”. A estos magistrados o fiscales se los culpa de ser excesi-vamente complacientes con los delincuentes, o “burocráticos”, debido a que se supo-ne que excarcelan “rápidamente” a los procesados por hechos graves.

También se responsabiliza con supina ignorancia o perversidad en algunos casos,a los legisladores nacionales, que no agravan sustancialmente las penas previstas en elCódigo Penal, y tampoco elevan la edad de imputabilidad criminal de los menores.También se les atribuye responsabilidad a los legisladores provinciales que no restrin-gen dramáticamente los régimenes excarcelatorios imperantes en las distintas juris-dicciones, restringiendo al máximo posible la libertad bajo caución de los procesadostodavía no condenados.

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Como paradigma de dicho nefasto discurso represor y supresor de las garantíasconstitucionales, “encarcelador” a ultranza y hasta “supresor” de los “delincuen-tes” vía sumarísima, que entendemos que lejos de aportar solución alguna para mode-rar la situación de inseguridad pública que padecemos, ha provocado su incesanteincremento, forma parte fundamental del problema que nos aqueja, tenemos a gentecomo el pseudo ingeniero Juan Carlos Blumberg, padre de un joven asesinado cuandopretendiese huir de sus captores que lo mantenían secuestrado en el Partido de More-no, Provincia de Buenos Aires, malhechores de los que luego se supiese que teníancierto grado de conexión con personal policial corrupto.

El mencionado Blumberg desarrolló en el curso de los años 2004 y 2006 diversasmarchas multitudinarias proponiendo como solución al tema de la inseguridad, el in-cremento de las penas contempladas en el Código Penal, la restricción de las excarce-laciones, la derogación de los sistemas de atenuación o morigeración de las medidasde coerción, es decir la eliminación del sistema de prisión domiciliaria con salida la-boral, la baja de la edad de inimputabilidad para poder encarcelar a menores de edad,y el juicio por jurado, medidas que se dice que fueron respaldadas por cinco millonesde firmas de ciudadanos de todo el país, situación que confirmaría lo infectado queestá el pueblo argentino por el “virus” del discurso “encarcelador”, que en realidadestá siendo infructuosamente aplicado desde hace algunos años, y lejos de traer solu-ciones o mejoras de cualquier tipo, tan sólo ha contribuido al agravamiento del pro-blema que nos aqueja, antes que nada por permitir ocultar, con la difusión de ingenuas“ilusiones” y “falsas expectativas”, la auténtica raíz del problema que padecemos1.

Consideramos en contrario que la propuesta de Blumberg de instaurar en laArgentina el juicio por jurados, a diferencia de sus otras torpes iniciativas, si bien nole es original ni proviene de su coleto, resultaría una medida altamente positiva. Lamisma tiene además estricta raigambre constitucional, ya que se trata de un sistemaordenado expresamente en los artículos 24, 75 inciso 12) y 118 de la Constitución Na-cional. Pese a que el instituto del “juicio por jurados” proviene del acerbo de losconstituyentes del año 1853, quienes lo tomasen de la legislación norteamericana, nose ha aplicado jamás como consecuencia de la invocación de las más variadas y abs-trusas excusas, como ser la de la falta de cultura del pueblo argentino, o lo onerosoque sería implementarlo.

No obstante, los motivos por los que todavía no contemos con los insuperables be-neficios del “juicio por jurado” que establece nuestra Constitución Nacional, debe-mos atribuirlos a otras cuestiones e “intereses” muy distintos. La mera posibilidad deque los ciudadanos comunes y corrientes provenientes del pueblo argentino pudiesen

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CAPÍTULO 2

1 Juan Carlos Blumberg: Un Efímero Fenómeno Mediático, en internet existen múltiples notas sobreBlumberg y sus efímeras “marchas” que permitieron seguir confundiendo a la sociedad argentinasobre lo que en realidad tenemos que hacer.

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ser los que finalmente determinasen si una persona sometida a proceso en la Argenti-na resulta ser inocente o culpable, en lugar de hacerlo como hasta ahora los jueces deun Tribunal Oral, desde el recóndito ámbito de su conveniencia o discrecionalidadacomodada a otras circunstancias, sugerencias y/o peticiones, produce espanto enciertos sectores influyentes, que a través de los tiempos han tenido poder casi omní-modo en nuestro país para permitirse orientar a su antojo el resultado final de un pro-ceso, y es innegable además, que de instaurarse el sistema de “juicio por jurados”, serestaría mucho del formidable poder que detenta la denominada “Patria Judicial” o“familia judicial”, es decir la corporación de los jueces nucleados en organizacionestales como la Asociación de Magistrados y Funcionarios de la Justicia Nacional, cu-yos miembros mantienen desde siempre un pensamiento corporativo, conservador yliberal, y cuya “Biblia”, como algunos sostienen, no serían las “Sagradas Escritu-ras”, sino el diario “La Nación” de la Ciudad de Buenos Aires.

Por el contrario, el resto de las propuestas que componen el denominado discurso“encarcelador”, del que el nombrado Juan Carlos Blumberg fuese en los últimosaños su representante más pintoresco y paradigmático, constituyen una auténtica fala-cia porque, en primer término y como ya expresásemos, permite mantener el “statusquo” que nos asuela, sirviendo además para ocultar las auténticas raíces del crecientefenómeno de la inseguridad pública y jurídica que padecemos, la que si bien es un dra-ma para la mayoría del pueblo argentino, resulta ser desde antaño, un brillante nego-cio para muchos otros.

Al respecto de esta cuestión, lo primero que tenemos que decir es que los sistemasde seguridad que hacen hincapié en la necesidad de imponer penas rigurosas, denomi-nadas también “draconianas”2, que son precisamente los que proponen ciertos secto-res, para pretendidamente hacer descender el índice de criminalidad imperante, hanfracasado en todo el mundo y de manera unánime desde hace siglos, ya que está de-mostrado hasta el hartazgo que un delincuente y/o una persona común y corriente enforma previa a la comisión de un delito, no consulta el Código Penal ni hace nada porel estilo, sino que, lo único que podría, en cierto modo, influir en la decisión final deun individuo de cometer, o dejar de perpetrar un crimen o un hecho ilícito en particu-lar, es tan sólo la mayor o menor posibilidad de ser atrapado, y/o el mayor o menorgrado de inexorabilidad de imposición de una posible condena, cuya pena además pu-diese traerle aparejado algún tipo de encierro en una cárcel, por minúscula que pudie-se ser la misma.

Sin embargo pese a que históricamente se ha probado en el mundo entero la inefi-cacia de las medidas y penas draconianas, ante la irrupción del fenómeno de la insegu-ridad pública en Argentina, muchos siguen recomendado “a los gritos” y como

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CAPÍTULO 2

2 El término “draconiano” proviene del legislador ateniense “Dracón” quien era partidario desanciones crueles y sanguinarias.

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absurda solución a esta dramática problemática que tanto preocupa, la urgente san-ción de leyes mucho más severas así como el “endurecimiento” y restricción perma-nente de las excarcelaciones a los procesados todavía no condenados.

Otra de las perversas recomendaciones de los fundamentalistas del “encarcela-miento masivo”, política de la que resultan víctima generalmente los excluidos socia-les y los “chivos emisarios” del sistema corrupto imperante, es la de la baja de la edadde imputabilidad a fin de poder encarcelar de manera generosa a los menores delin-cuentes o presuntos autores de delitos, como si se tratase de sujetos mayores de edadplenamente responsables de lo que les sucede y de lo que han hecho, lo que constituyeotro disparate desde el punto de vista de la ciencia criminológica y de la experienciamundial en la materia, en primer término debido a que un menor, delincuente o no, yen esto también coincidimos todos, no debiera estar libre y vagando “mal entreteni-do” por las calles, ya que ante la ausencia o irresponsabilidad de los padres y/o sus fa-miliares directos, debiera suplir dicha carencia parental el Estado, tal como lodisponía la antigua Ley de Patronato, encargándose el Estado Nacional y/o los Esta-dos provinciales, y/o los municipios, de que todo menor estuviese a buen recaudo ygozando de los derechos y beneficios que dada su condición de niño víctima del aban-dono, le otorgan las leyes y la Constitución Nacional, permaneciendo antes que nadaen el aula de una escuela con doble jornada, donde se le brindasen los mejores antído-tos imaginados contra la delincuencia y la marginalidad, contención afectiva, alimen-tación adecuada, y formación educativa para que pueda ser en el futuro, un ciudadanoútil a la sociedad, quien por la formación adquirida, resultase improbable que pudieseprovocar daño alguno.

Sin embargo, si se analiza la cuestión con más detalle se podrá advertir, que la pre-tensión de encarcelar a los menores, implica una perversidad que resulta funcional aotras cuestiones, antes que nada dirigida a ocultar la verdad de lo que sucede. Algunosse preguntarán: ¿Y qué es lo que sucede? Y suceden muchas cosas. En principio que elmenor autor de hechos ilícitos, generalmente, y salvo curiosas excepciones, como lofuese el tristemente célebre caso de Carlos Robledo Puch3, no suele ser más que otravíctima del desgraciado sistema imperante en la Argentina y en toda Iberoamérica, yaque nadie puede ignorar que los jóvenes delincuentes en su mayoría, y tal como veni-mos insistiendo, no nacen por generación espontánea, sino que son producto del de-suetudo de nuestras leyes, de la perniciosa decadencia moral y cultural quepadecemos, de la degradación social provocada por la aplicación de brutales políticasde ajuste, las que en su momento hasta aplaudimos, y de la marginalidad e irresponsa-bilidad parental que toleramos, con ciertos menores, provenientes de franjas víctimade la pauperización, quienes ya “nacidos y criados”, resultan ser indefectiblementereclutados, instigados y apoyados para delinquir por alguien, que no es precisamenteotro menor de edad con escasas luces, sino precisamente todo lo contrario.

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CAPÍTULO 2

3 El caso del asesino serial Robledo Puch puede ser consultado en internet.