Seguridad Nacional o Bienestar

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Ensayo escrito para el proyecto Amar-Libera del Instituto Matríztico presentado a Gendarmería de Chile el año 2005. Biología-Cultural.

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¿Seguridad Ciudadana o Bienestar Social?

(Lo que no vemos)

(Por Ignacio Muñoz Cristi, escrito para el proyecto Amar-Libera del Instituto Matríztico presentado a Gendarmería de Chile)

La prensa oficial y los políticos utilizan los sucesos de violencia y delincuencia para conseguir rating o votos, usualmente no se tratan estos asuntos con una mirada sistémicamente sistémica sino que se buscan causas y culpables con una mirada lineal. Pero ¿Qué nos dice de nosotros como país el que haya niños de 10 años realizando un vivir en delincuencia desde el mal-estar del abandono? ¿Cabrá atender al trasfondo de las realidades económicas neoliberales centradas en una competencia desenfrenada y en las múltiples enajenaciones de la inequidad a la hora de mirar elementos de la matriz que genera los mundos que hoy traemos a mano? ¿En que medida el habitar ciudadano jurídicamente enmarcado en una Constitución post dictadura y en un sistema electoral binominal con todo lo que ello implica incidirán en la conservación de una convivencia que permite la tragedia social que encaramos en este presente? ¿Este caos de violencia y delincuencia juvenil se resolverá con más cárcel y represión policial? ¿Qué rol juega la familia en todo esto? Seguramente todos son elementos importantes para una mirada al cuadro completo, sin embargo aquí quiero invitar a una mirada más honda, a una que se haga cargo de los fundamentos biológico-culturales del habitar humano, una mirada que atienda al como y desde donde ocurre el desgarro del vivir social y del sentido intimo del vivir que hoy cunde por doquier.

Partamos atendiendo a la naturaleza básica del vivir de los sistemas biológicos para acercarnos a esto. Todo ser vivo es una unidad que existe en dos ámbitos: el fisiológico y el relacional, siendo ambos dominios irreductibles uno respecto del otro. Y ningún ser vivo se encuentra en el vacío sino que siempre se encuentra contenido en un medio, con el cual esta en constante interacción, y donde ser vivo y medio cambian juntos de manera congruente a la vez que siguen dinámicas distintas. Es decir, si el ser vivo no se encuentra en un medio acogedor, muere. Por otra parte, sólo es posible que el medio perturbe al ser vivo sin especificar lo que ocurre en él, pues sólo puede gatillar cambios en el ser vivo de acuerdo a la estructura de este, de este modo el ámbito de interacciones posibles es dado desde la estructura del organismo, nada ocurre sin que lo permita su propia hechura o estructura.Cada uno de nosotros es una unidad biológico-cultural que se desliza en el vivir en las propias coherencias que surgen momento a momento, otorgando al proceso del vivir una espontaneidad y un

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ocurrir en el presente inmediato en donde nada preexiste al momento presente. Y aún cuando nada preexiste ni se encuentra predeterminado, cada momento surge como consecuencia de un proceso histórico de transformaciones ininterrumpidas, que otorgan a cada vivir un curso histórico peculiar. Y en tales circunstancias y condiciones, nosotros hemos devenido históricamente en la clase de seres que somos: seres humanos. Donde precisamente hemos conservado transgeneracionalmente un modo de vivir y convivir particular que a su vez nos define como un linaje particular, en el cual la convivencia social ha sido conservada en la emoción del amar, cuya intensidad amorosa y convivencial ha hecho posible la aparición del lenguaje y la cultura.

Es importante distinguir que entendemos por amar, ya que desde la comprensión biológico-cultural no nos referimos a el como un sentimiento, usualmente asociado a la compasión o la bondad, sino como un dominio de conductas, el de todas las conductas posibles que surgen del conducirse en la relación de tal manera que uno mismo, el otro, la otra o lo otro aparezcan como legítimos otros en convivencia con uno. El amar es un conducirse de tal manera que deja aparecer aquello que tenemos delante, es conducta desde el ver. Las emociones como clases de conductas relacionales determinan los espacios relacionales, ya sea acotándolos como lo es en la emoción del enojo o la ambición, ya sea ampliándolos como en la emoción del amar, la que hace posible que la convivencia social no se restrinja sino que posibilite que la multidimensionalidad del vivir humano aparezca. Y la estructura del bebé humano implica el encuentro con medio acogedor que pasa por la realización de una relación materno-infantil cuya dinámica fundamental ocurre en el contener y nutrir desde el amar. Sin esto el bebé humano muere pronto.

Sin embargo, a pesar de que gran parte de nuestra historia humana conserve aún en muchas dimensiones este modo de vivir amoroso como el modo de vivir que nos dio origen en tanto seres humanos, la cultura patriarcal-matriarcal irrumpió como un modo de vivir que en gran medida ha roto las coherencias en que se vivía con el medio y se convivía con la comunidad humana a la que se pertenecía. En consecuencia, como toda cultura es una red cerrada de conversaciones, que implica coordinación de haceres, sentires y emociones, la configuración de mundo también cambia, estableciéndose mundos relacionales humanos centrados en la dominación, el control, la desconfianza, el sometimiento, la apropiación, la competencia, etc. Dimensiones todas que determinan el modo de relacionarse entre las personas, configurando el espacio psíquico donde todas estas dimensiones establecen una ruptura a la espontaneidad y a la confianza del vivir y del convivir humano.

Esta ruptura, no es simplemente una anécdota en nuestra historia humana sino que constituye el verdadero drama humano actual, que nos ha sumido en el dolor y sufrimiento cultural, en donde la

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negación pasa a ser la forma natural del convivir. Con ello el dolor y sufrimiento son el resultado del modo de vivir cultural que niega la amorosidad con que todos los seres humanos se orientan natural y espontáneamente si no habitan enajenados en teorías que niegan nuestra naturaleza primaria en tanto Homo Sapiens-Amans Amans.

Todo lo expuesto constituye a la vez un modo de entender y un modo de actuar. Un modo de entender la comprensión de la fenomenología de lo vivo y el origen de lo humano, así como la generación y conservación de la cultura. Un modo de actuar al guiar y orientar este entendimiento la realización de acciones que permitan evocar dimensiones del vivir humano amoroso. Desde nuestro comprender es dable si sabemos movernos con las circunstancias adecuadas que permitan que se configuren tales espacios relacionales amorosos. Para ello, se requiere generar la trama de relaciones que permitan la presencia de las personas, para que éstas puedan poder ver sus historias en la legitimidad de haberlas vivido (cualquiera hayan sido sus consecuencias), pero a la vez como única posibilidad para hacerse cargo de sus consecuencias, y asumir responsablemente su vivir en una comunidad que está también dispuesta a integrarlas nuevamente, pues su mundo psíquico emocional ha cambiado.En resumen, no se puede desde nuestros fundamentos cambiar el curso de las vidas sino se cambia la trama relacional en la que ellas viven, es decir, son las redes de conversaciones (cultura negadora) las que hay que cambiar para que las vidas se orienten a un vivir distinto, que las saque de la agresión, negación y hostigamiento recurrente en que habitan y con el que conviven.

El problema es de naturaleza sistémica-sistémica, y las soluciones habrán de serlo también o sólo serán reparaciones tangenciales que participaran de la inconsciente dinámica de conservación del problema.

Desde nuestra óptica en el Instituto Matríztico, el propósito fundamental de Sename y de Gendarmería es hacerse cargo de una problemática que es de suyo de origen cultural. Es desde el espacio psíquico de la cultura patriarcal-matriarcal que se generan las fragmentaciones del vivir de muchas personas a las cuales se les interrumpe drásticamente ya desde la niñez la posibilidad de seguir conservando una trama relacional centrada en el respeto, la confianza y la colaboración. Y al no ser posible vivir así, ya que su vivir se transforma según las circunstancias, la falta de respeto y negación, de si mismo y el otro, pasan a ser el modo habitual de relacionarse. La conservación de este modo de vivir y convivir se constituye a partir de la cultura patriarcal-matriarcal que restringe y aniquila la biología amorosa humana.

Consideramos que la manera de salir de esta tragedia cultural es posible a través del entendimiento del habitar humano en tanto

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criaturas biológico-culturales, que permite poner en acción un modo de mirar y habitar sistémico, en donde todo ser humano es considerado ante todo como un ser vivo que cursa un devenir histórico-cultural, donde su existir se da en tramas relacionales en las que se entrelazan haceres, sentires y emociones en un fluir en redes de conversaciones.

Se afirma que vivimos una crisis del Sistema de Administración de Justicia y Seguridad Ciudadana en la cultura de la omnipotencia. A modo de síntesis del consenso actual sobre temas centrales en lo Jurídico, penal y criminal presentaré una cita del ex Ministro de Justicia, Sr. Luis Bates, que considero representa la opinión generalizada de los especialistas en estas materias y servirá para apuntalar mis reflexiones:

“No más referencia a “los delincuentes” sin distinguir –porque también los hay de cuello blanco- como si fueran depravados ´extraterrestres´ que deben ser excluidos de nuestro planeta y de nuestro medio. Sí a la referencia a personas o individuos que infringen las leyes penales. Personas únicas e irrepetibles, de diferentes condicionamientos de vida, capaces de cometer delitos diferentes y de reaccionar de modo distinto al proceso y al castigo penal. Los infractores de la ley penal son seres humanos, considerarlos como números, objetos o casos para otros fines es propio de regímenes autoritarios que no respetan la dignidad de las personas. No a más cárcel como única respuesta a un fenómeno social de causas múltiples, porque ello no es honesto, reduce la realidad y simplifica el problema. Insistir en la Cárcel para todos los delitos es más de lo mismo y, por ello, no pueden esperarse resultados diferentes de los ya conocidos. La cárcel debe quedar para los delitos graves. Más cárcel para todos los delitos es una respuesta vengativa –la venganza no es forma de justicia-, que desincentiva la rehabilitación y termina como todo populismo pagando con desequilibrios económicos. El mayor desafío que enfrentan los jueces es ser justos con los que no lo son. Chile tiene niveles comparados medios de delincuencia y la tasa más alta de recluidos en América Latina, es decir, la mano más dura del continente. Es legítimo entonces preguntarse: ¿Cuánta cárcel resiste el país? ¿Cuántos recursos deben asignarse a la construcción de cárceles? ¿Más cárcel en vez de programas de prevención juvenil contra la violencia y las drogas, viviendas sociales, escuelas o consultorios públicos? Y al respecto, ¿qué sector socio-económico se encuentra en las cárceles y por qué?”1

El texto anterior presenta cuatro elementos de un proceso mayor en el que esos elementos quedan insertos, tal proceso es el proceso de

1Bates, Luis. “Mitos antidelincuencia: cárcel, ¿más de lo mismo?”. En: Redacción. La Segunda. /7/11/05.

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recrudecimiento cultural de la legislación y la opinión pública castigadora en vez de socialmente reparadora en torno tanto al ámbito criminal-penal como al de periferización de comunidades humanas. De las consecuencias de este modo de convivencia establecido ha ido surgiendo en los últimos años a contrapelo una conciencia que busca humanizar el contexto penal desde el entender que hay implicadas contradicciones de fondo que generan un problema y un mal-estar que supera la responsabilidad y el ámbito de acciones del sistema penal-judicial, y que tienen que ver con la totalidad de la sociedad. Marco en el que se insertaría la Reforma Procesal Penal y sus reformas.

El origen de este problema recién señalado es de índole cultural, de la cultura que realizamos y conservamos cotidianamente todos como un modo de vivir centrado en la dominación, la apropiación, el control y el castigo, una cultura milenaria por cierto, pero no consustancial en lo que es constitutivamente primario de lo humano sino que muy posterior.2 Y lo que es primario en nosotros es nuestra naturaleza de seres vivos que pertenecen a un linaje de primates bípedos centrado en la Biología del Amar en tanto criaturas sociales que coexisten en la mutua aceptación desde hace aproximadamente 3 millones de años. Ahora bien, como se desprende de los fundamentos presentados más arriba, el malestar que realizamos y conservamos a través de nuestro modo de vivir y convivencia surge de la incompatibilidad entre una naturaleza biológicamente aceptadora y una cultura centrada en la negación de los mismos que la realizan y conservan con su vivirla, ya que si vivimos en el mal-estar de la exclusión de otras personas con quienes participamos de una matriz social común, pudiendo ser nosotros mismos los excluidos, terminamos por enfermar de cuerpo y mente inmersos como estamos en tramas relacionales saturadas de exigencias y expectativas, competencia, prepotencia y arrogancia, todos dominios de conducta que implican la negación de la convivencia en la mutua aceptación.

En una cultura como la que realizamos a nivel mundial en la actualidad, se generan conversaciones y redes de conversares que posibilitan la conservación de mecanismos de generación de múltiples flujos de operaciones periferizantes que van resultando a su vez generadoras de dolor, de pobreza y destrucción medioambiental, con la consecuente realización y conservación de tendencias delictuales que esto trae aparejado y en cuyo proceso de conservación opera por defecto a modo de un sistema homeostático

2 Al respecto del origen de nuestra cultura patriarcal ver: “Eras Psíquicas de la Humanidad” en Maturana, H. y Dávila, X: Habitar Humano en seis ensayos de Biología-Cultural. J.C. Saez. Editor, 2008. También ver; Maturana, H. R. “Conversaciones matristicas y patriarcales” en HMR y Verden Zöller, G., Amor y Juego: Fundamentos Olvidados de lo Humano, Colección Experiencia Humana, Ed. Instituto de Terapia Cognitiva, Chile, 1993. Nueva edición de J.C. Saez. 2003.

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el mismo sistema penal que instalamos como parte de la solución a la criminalidad.

Al hablar de crisis hablamos de una circunstancia relacional inter-institucional e intra-institucional donde la red de organizaciones implicadas aparece crecientemente atrapada en una contradicción aparentemente indisoluble ya que sus fundamentos surgen, realizan y se conservan en contradicción. Hay flujos de conversaciones en contradicción de diversos ámbitos donde uno de los más importantes es el que surge por la dicotomía de castigar pretendiendo “rehabilitar”, toda vez que el fundamento de la llamada rehabilitación es el amar y el fundamento del castigar es el negar. Aquí es donde se enlaza el problema de la justicia y el proceso penal al tema de fondo, el de la cultura patriarcal-matriarcal como generadora de mal-estar y de la importancia de la comprensión de la educación como transformación reflexiva en el convivir desde el amar. Es desde aquí que se entiende por qué el problema no ha sido soluble desde la institucionalidad, pues es de índole cultural y rebasa la localidad del sistema judicial-penal, aunque se puede trabajar en él generando condiciones que al menos no posibiliten la conservación de la tendencia a reforzarse y crecer del fenómeno criminógeno.

Hay por lo menos 12 situaciones que revelan la magnitud de la crisis por la que atraviesa el sistema de Administración de Justicia y Seguridad Ciudadana, veamos:

1. El aumento creciente de la población penal.2. La sobrepoblación de los recintos penitenciarios y el

consecuente hacinamiento y empeoramiento de las condiciones de vida al interior de los penales.

3. El aumento de la reincidencia delictual.4. El aumento de la población juvenil encarcelada.5. El aumento de la población femenina encarcelada. 6. El aumento de condenas por narcotráfico.7. El aumento del narcotráfico y del consumo al interior de los

recintos penales.8. La ruptura de la subcultura penitenciaria misma, cambian las

redes conversacionales y las tramas relacionales de los adultos en torno a la aparición de tantos jóvenes.

9. Los programas de rehabilitación y reinserción (y el presupuesto) son escasos y tienen limitado impacto en la disminución de la reincidencia y en el proceso de reinserción.

10. El sistema de clasificación y segmentación intrapenal ocupa un criterio sesgado que refuerza los mecanismos de conservación de la periferización social y de la marginalidad de la subcultura carcelaria.

11. Con todo lo anterior aumenta la sobrecarga de responsabilidades para Gendarmería y además se la usa como

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chivo expiatorio imputando una responsabilidad que es ciudadana más que exclusivamente penitenciaria.

Esto se da en un periodo político, desde 1995-2005 de recrudecimiento del llamado “populismo penal” y de la cultura del castigo, signado por el repunte de una epistemología de la omnipotencia controladora y castigadora como “solución” al tema de la llamada seguridad ciudadana, reduciendo de paso dos ámbitos disjuntos cuando se piensa el bien-estar social sujeto intrínsecamente a medidas de control para asegurar un decremento sostenido de la violencia y el crimen como si tal bienestar fuera resultado del control y no del tipo de convivencia realizada. Esto queda reflejado en la historia penal de Chile por el aumento de la preferencia político-jurídica de optar por privar libertad en vez de operar desde la confianza implícita en las penas alternativas de un modo ético más que moral. También en el aumento de la longitud temporal de las penas y en el aumento del rango de edad para ser juzgado-condenado en tanto adulto. (Primero de 18 a 16 y ahora se desintegra la figura del discernimiento para jóvenes desde 14 años.) En la mirada lineal causal que propone soluciones como el aumento del número de policías y operativos y la opción de privatización carcelaria mixta como respuesta a la crisis con miras a construir más cárceles. Y finalmente en la disminución del presupuesto para rehabilitación en los últimos 1o años.

Sin embargo, a la vez se abren a contrapelo brechas humanizantes en torno al problema nacional del conflicto penal-criminal que se distinguen ya, por ejemplo en el intento serio de garantizar mejorar la transparencia, eficacia y eficiencia en el trato de los temas jurídicos, penales y civiles en el marco nacional de la Reforma Procesal Penal (y sus reformas). Como también en la tendencia a la emergencia histórica de la participación organizada de la ciudadanía en torno a estos temas en los últimos 10 años. Y también en la conciencia, por lo menos de los especialistas, de estar atrapados en una paradoja de fondo en cuanto a la conservación de la dicotomía castigar-rehabilitar como salida al problema de la criminalidad.

“Los infractores de la ley penal son seres humanos” Este es un decir que refleja un hecho basico del vivir humano; Todo vivir humano es legitimo en tanto suceder biológico, aunque sea considerable como no deseable con un criterio de convivencia social, por ende el respeto a todo ser humano incluido uno que ha sido sorprendido infringiendo la ley es un componente esencial de una sociedad democrática y respetuosa de esos propositos de convivencia fundamentales llamados derechos humanos. Y hay que notar que sin convivencia en el bien-estar del mutuo respeto es imposible realizar lo que se quiere connotar con las palabras; rehabilitación y reinserción. Lo no-democratico sería una convivencia fundada en relaciones de autoridad y obediencia, dominación y sometimiento,

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desconfianza y control, donde no hay proyecto común porque no hay relaciones espontáneas de mutuo respeto, que es justamente el tipo de convivencia que se cultiva dentro y fuera de las cárceles.

Hay un tema que para nosotros en el Instituto Matríztico es fundamental y que tiene que ver con la epistemología esencialista propia de la cultura que vivimos, donde se cultiva una mirada en términos del ser de las personas, las cosas y los procesos que resulta muchas veces enajenante, por ejemplo cada vez que se juzga o corrige el ser de alguien y no su hacer. Al respecto aquí encontramos el en sí del delincuente como un punto que apoya la conservación del problema criminógeno. A pesar de lo aparentemente obvio de una frase como la de Roberto Martínez Vázquez alias el Tila o psicópata de La Dehesa: “Yo no nací delincuente” usualmente no vemos la enormidad de lo que implica de fondo; ¿Cómo se transforma en delincuente una persona? ¿Cómo es que yo no me transforme en un delincuente? ¿Qué se rehabilita cuando se rehabilita? ¿Se rehabilita o habilita? ¿Se trata de rehabilitar o habilitar lo humano en la transformación del convivir desde la Biología del Amar? La convivencia en el amar no asegura seguridad pero es la más confiable convivencia. ¿Re-insertar o abrir un espacio de convivencia desde la aceptación y la responsabilidad social?

Como ha dicho Humberto Maturana: “Todo lo podemos aprender, pero si aprendemos nuestras destrezas en la lucha angustiante del rencor porque hemos sido abusados, negados o discriminados, las usaremos para abusar de la comunidad humana que nos ha negado porque no la respetamos. Si al contrario aprendemos nuestras destrezas desde el respeto por nosotros mismos al vivir con otros en el mutuo respeto, la usaremos en nuestra integración creativa y colaboradora con la comunidad humana que nos ha hecho posibles desde el mutuo respeto, y en la que participaremos como seres sociales honestos y responsables.”

Claramente uno de los elementos cruciales a la hora de conservar la mirada esencializante en torno a estas problemáticas en el ámbito penal es la implícita en la ficha de clasificación y segmentación usada por Gendarmería. En primer lugar, importa considerar que la ficha de clasificación es aplicada indistintamente a sujetos que están condenados por diversos delitos, pues los ejes de puntuación no distinguen a este respecto, lo que lleva a pensar que en la visión de Gendarmería de Chile la peligrosidad de una persona no está relacionada con los hechos por los cuales se le sanciona sino más bien con ciertas características que responderían a un criterio de distinción socioeconómico y cultural. La epistemología tras la ficha porta una visión del “delincuente” que se corresponde con lo que se ha llamado “positivismo criminológico” en el sentido que el enfrentamiento al delincuente, se basa en estudios tipológicos, y donde lo que se castiga no es el hecho mismo, sino que al autor, y

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donde la medida del castigo lo da la del delincuente. Es decir, se castiga el ser.

La Ficha corresponde a una concepción de la delincuencia como delimitada y relacionada con el “nivel” social al que alguien pertenezca, pues aquel que, aunque haya cometido delitos brutales, mientras hable bien, tenga un cuerpo sin marcas, preparación educacional y que se relacione con personas de alto status, tendrá un bajo compromiso delictual a sus ojos, es decir no pertenece al submundo delictual; Temáticas que poco dicen sobre los delitos que han cometido. El nivel “Alto” será para aquel delincuente “nato”, sin vuelta atrás, al que hereda de su situación corporal y relacional una cultura del delinquir que llevaría ontológicamente impregnada en su ser. Sin embargo, no se atiende al ámbito que se refiere a la historia delictiva del sujeto, la cual podríamos pensar que sería el ámbito que mejor puede aportar algo respecto de distinguir el nivel de involucramiento en la conducta delictual. Por lo demás, la definición que se utiliza para la reincidencia está sujeta a críticas diversas ya que sólo considera las anotaciones anteriores del sujeto por las cuales se haya cumplido condena, sin considerar el tipo de delito.

Por todo esto, el sistema de clasificación de la población penal requiere de un intenso proceso de reflexión en torno a las categorías utilizadas para enfrentar la problemática de propagación de las llamadas “carreras criminales” de forma seria y profunda. Así como para trabajar en evitar que las cárceles continúen siendo escuelas del delito y sobretodo espacios donde se vive de forma acrecentadamente negadora e indigna de seres humanos legítimos.

Según las cifras entregadas por Gendarmería el año 2003 más del 50% de la población recluida en el país se encontraba clasificada con un alto nivel de compromiso delictual, seguido de 24.2% de personas con un mediano-alto compromiso delictual. Esta situación permite ver que para el sistema penitenciario, los presos chilenos son en su gran mayoría sujetos considerados peligrosos y altamente comprometidos con la carrera criminal. Para colmo, todos los centros penales aunque son de distinto tipo en la retórica clasificatoria, en la praxis reducen a la población penal, quedando mutuamente expuestos, detenidos, procesados y condenados, incluso hay niños apartados en penales de adultos. Y esta situación, ligada a los altos índices de hacinamiento, es otro dominio posibilitador del mentado contagio “criminógeno”, en este caso entre personas de alto y bajo compromiso delictual.

Este es por supuesto sólo un aspecto del problema de hacer tabla rasa con los delincuentes al no ver personas, pero es muy revelador de la complejidad de la trampa epistemológico-cultural en que nos encontramos. ¿Que queremos? Los seres vivos en general y los

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humanos en particular queremos realizar un vivir que se deslice en la conservación del bien-estar, queremos estar bien donde sea que estemos, deseamos conservar una dinámica y un sentir de congruencia con el entorno, y esto solo es posible desde el amar, desde la aceptación operacional, concreta y particular de la legitimidad de toda la comunidad. La llamada Seguridad Ciudadana es la distinción de un resultado, pero el mecanismo que la genera siempre es en último termino el Bien-estar Social, la represión, el autoritarismo y el control, sólo traen a mano una frágil apariencia de Seguridad Ciudadana, y a la larga esas dinámicas relacionales sólo agravan la situación, como ha pasado ya tantas veces en la historia mundial y de nuestro país.

Démonos cuenta que hoy hay miles de jóvenes y aún de niños, empezando a transitar por las sendas de la delincuencia como modo, infructuoso, de salir de la trampa cultural en que habitan. Ellos vivirán y realizaran el Chile de mañana, pero somos nosotros, los adultos con que ellos conviven hoy, el futuro de Chile, por que según como vivamos nosotros con ellos será el vivir que aprendan. Una vez más la pregunta central sigue siendo ¿Qué mundo queremos vivir?.

Ignacio Muñoz CristiAntropólogo

Instituto Matríztico(2006)