Secret Odel Are Encarnacion

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El SECRETO DE LA

REENCARNACIÓN

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Cartas de respaldo de los Rabinos

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Índice

Cartas Rabíbicas

Introducción

Capítulo 1Conceptos básicosEl origen de las almasLa creaciónEl pecadoLa reparaciónNuestra misión¿Cómo podemos saber qué vinimos a reparar?Las fallas con el prójimo¿Por qué a la gente buena le pasan cosas malas?¿Puede cambiarse el destino?¿Existe el libre albedrío?¿Por qué esto no está escrito con claridad en la Torá?

Capítulo 2

La ciencia reconoce la reencarnaciónIntroducción

Capítulo 3

¿Quién reencarnó en quién?La Reparación de Adam HarishónAbraham Abinu repara el pecado pe AdamLa reparación de JaváLa reparaciónCáin y HébelMoshé Rabenu Repara A HébelCáin: Egipcio, Itró Y KórajCáin - El EgipcioCáin - ItróCáin - KórajLa Familia De Abraham AbinuTéraj-IyobAmtelai-Janá

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Najor-Jur, Arán-AharónLot-Najum Ish Gam ZuYaacov Y EsavShejem, Zimrí y Rabí AkiváShejem-ZimríRajel Imenu y Rajel, La esposa de Rabí AkiváLas Doce TribusElifaz-OnkelósAmram-El Rey JizquiahuMijá-El Rey MenashéMoshé-NóajJavá-BatiáTziporá-La Profetisa DeboráMoshé-Rabí Shimón Bar YoJai-El ArizalRut y la hija de LotLa sierva de Ishay y HagarIshay-Rabí Jiyá Bar AshíEl Rey Shaul- El Emorá Shemuel-RambamEl Emorá ShemuelRambam- MaimónidesBat Sheva-BeruriáEl Rey DavidAbshalom y El NazareoAmnón y TamarLa esposa de On-MijalYael-Esther-YehuditAjashverosh y VashtíEl Rey Shelomó y Sus ReencarnacionesEl Rey Shelomó-El Profeta Irmiyahu (Segunda Reencarnación)El Rey Shelomó-Hilel Hazakén (Tercera Reencarnación)El Rey Shelomó-Rabí Tarfón (Cuarta Reencaranación)El Rey Shelomó-Rabí Abraham Haleví (Quinta Reencarnación)El Espíritu de Pileguesh Baguivhá

Capítulo 4

Preguntas y Respuestas¿La reencarnación es voluntaria?¿Es posible saber quién regresa por jésed y quién por castigo?¿Cómo podemos saber si vinimos a reparar muchos errores o sólo uno?

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¿Existe la posibilidad de reencarnar en seres que no son humanos (animales, plantas o frutos, etc.)?¿Cuántas veces se le da al alma la oportunidad de regresar para reparar?¿De qué depende la familia en la cual vendremos a reparar?¿La homosexualidad tiene que ver con la reencarnación pasada?Si un alma reencarnó en varias personas, ¿cuál de todas se levantará en la resurrección de los muertos?¿Qué pasa con la tarea de reparación de los que se suicidaron antes de completarla?¿Cómo se hace teshuvá por los pecados cometidos en la reencarnación pasada?¿Las pérdidas monetarias tienen que ver con las reencarnaciones pasadas?¿Es posible que un hombre reencarne en mujer o viceversa?¿Un judío puede reencarnar en un goy?¿Hay posibilidad de que un goy reencarne en un judío?¿Cuál es la razon de que unos conceptos de la Cabalá aparez-can tanto en el Lejano Oriente, como en China y La India?¿Cuándo interviene dios y nos ayuda a reparar?¿La forma en que uno muere, tiene que ver con su reencarnación?¿Cómo podemos desarrollar nuestra alma?¿Cuál es el secreto del Ibur? ¿Cuál es la relación espiritual entre un rabino y su alumno?

Capítulo 5

Resumen, Conclusión y MeditaciónResumenLa vida después de la vidaLa luz divinaEl túnel y los seres queridosReencarnación y regresiónVidas semejantesRecuerdos de vidas anterioresTraumas y recuerdos de la vida anteriorAceptación de la reencarnaciónConclusión y meditación

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Introducción

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El tema de la reencarnación siem-pre perteneció a la parte mística

de nuestra religión. Para muchos, la palabra reencarnación equivale a miedo, a terror, a inculcar la fe con amenazas, etc. Yo crecí con ese tipo de enseñanzas, pero cuando logré romper la barrera de la imagen ne-gativa que se daba al tema, descubrí un mundo maravilloso e interesan-te, una faceta positiva de este tema. La reencarnación no siempre es un castigo, sino que la mayoría de las veces es un regalo y una muestra de la misericordia de Dios al darnos la oportunidad de regresar y reparar. Por eso no es casual que en hebreo la palabra bondad equivalga en su valor numérico a la palabra reen-carnación.

reencarnación bondad

En este libro analizaremos y en-tenderemos la raíz de toda nuestra existencia, de dónde provienen las almas, para qué vienen al mundo, cuál es nuestra misión y cómo sa-ber qué vinimos a reparar y por qué. Especialmente desarrollaré, con la ayuda de Dios, un capítulo muy in-teresante sobre quién reencarnó en quién a lo largo la historia bíblica, para que entendamos mejor las his-torias que nos relata la Torá. Obvia-mente, no omitiré la opinión cien-tífica actual, para mostrar cómo ha cambiado últimamente y reconoce la existencia del alma y la reencar-nación.

Les pido que no lean este libro, sino que lo estudien, que lo analicen con calma y abran su mente a conceptos quizá nuevos hoy, pero antiguos y básicos en nuestra religión.

Éste es mi sexto libro (con el favor de Dios, hasta 120… libros). Cada uno de ellos tiene un tema y estilo distintos. El primero, Las alturas de mi pueblo, contiene casi 100 conferencias para compartir con la familia en la mesa de Shabat; el segundo, Casados o cansados, está dirigido a los jóvenes en edad de casarse, para los recién casados y para los “cansados”; el tercero, In-terpretación de sueños, trata sobre qué son los sueños, de dónde pro-vienen y cuál es su significado; el cuarto, Arqueología y Toralogía, se basa en muchas pruebas arqueo-lógicas para mostrar que lo escrito en la Torá no es ciencia ficción sino realidad; el quinto, Señal de Tefilín, contiene una gama completa sobre el tefilín, desde cómo se hacen, qué contienen, cómo se ponen, el por-qué de cada uno de sus detalles y sus secretos místicos, para motivar a cada yehudí a ponérselo todos lo días. Y este sexto libro, con el favor de Dios, tocará de forma un poco profunda la parte mística de nues-tra religión, abordando el tema de la reencarnación y revelando quién reencarnó en quién en toda la his-toria bíblica y los tiempos posterio-res a ella.

Estos libros tratan de una amplia variedad de temas, ya que todos

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nosotros somos y pensamos dife-rente y a cada uno le atrae un tema distinto. Sin lugar a dudas, no hay nada como estar abierto a todos los temas y estilos, ya que es la única forma de enriquecer nuestra mente con un arco iris de conocimientos en busca de la verdad.

El tema de la reencarnación, como mencioné, pertenece a la parte mís-tica catalogada como sod.

La Torá tiene cuatro fases de estu-dio, identificadas con las iniciales PARDÉS, esto es: Peshat, rémez, derash, sod.

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Peshat, que se refiere al estudio li-teral de los versículos. A conocer la historia, las leyes y las recomenda-ciones tal como están escritas.

Rémez es el estudio de la Torá que permite ir descubriendo las insi-nuaciones escondidas en la Torá, por ejemplo, con el “salteo” de le-tras o con el valor numérico de palabras, o en letras que aparente-mente faltan o están de más, para hallar así un mundo de mensajes y profecías ocultas.

Derash proviene de la palabra de-rashá (discurso, plática o enseñan-za) y es la parte correspondiente a los oradores, que se forma con base en textos y moralejas que sirven de enseñanza para el público, sean halájicas (como el Talmud) o éticas y morales (Mussar).

Sod refleja la parte profunda y mís-tica de la Torá, conocida más como la Cabalá, fase que fue desarrollada y mantenida en secreto, como lo indica la misma palabra: sod signi-fica en hebreo “secreto”.

Esta parte fue trasmitida de maes-tro a alumno hasta que fue escri-ta en el siglo II de la era común por Rabí Shimón Bar Yojai en el Zóhar, y ampliada y bien explica-da en el año 1570 por el Arizal. Los cuatro niveles espirituales del PARDÉS están en distinta com-binación en nuestra alma; es por esto que que cada uno nos senti-mos atraídos hacia una área, más

que hacia las otras.

Así explicó el Arizal a su alumno, Rabí Jaim Vital: la diferencia entre Maimónides y Najmánides. “Naj-mánides era atraído por la mística y la Cabalá mientras que, Maimó-nides era muy apático hacia ella: El motivo de la diferencia entre ellos proviene de la combinación de sus respectivas almas. Y éste es el motivo, querido alumno, de que uno de ellos haya sido atraído por el sod y el otro no” (Shaar HaGuil-gulim 36).

Hoy por hoy, estamos viviendo en una generación de mucho sod, es decir, de generaciones que se dedi-can a revelar el secreto y la mística de la Creación.

En su lado terrenal, se refleja en todos los descubrimientos tec-nológicos, en todos los secretos ocultos en la naturaleza y que han sido revelados y aprovechados en las últimas décadas. Por eso resul-ta impresionante ver cómo hace ya 1800 años el Zóhar profetizó: “Prepárense para el año 5600 de la Creación (en el calendario gre-goriano, 1840 aproximadamente), cuando bajará al mundo una sa-biduría muy grande y se revelarán muchos secretos a la humanidad” (Zóhar, Parashat Nóaj).

Si nos ponemos a analizar, en esas fechas fue que comenzaron los grandes descubrimientos en todas las áreas de la ciencia:

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El teléfono, en 1876, por Alexander Graham Bell.

La dinamita, en 1867,por Alfred Nobel.

El telégrafo, en 1837, por Samuel Morse.

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La electricidad, en 1892,por Nicola Tesla.

El fonógrafo, en 1877, por Thomas Alva Edison.

La vacuna contra la viruela, en 1877, por Louis Pasteur.

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La máquina de escribir, en 1869, por Christopher Scholes y Karl Leyden.

La radio, en 1886, por Heinrich Hertz.

Los yacimientos petroleros, en 1859, por Edwin Drick.

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También el mundo místico espiri-tual tuvo un apogeo, tanto en el as-pecto positivo de la religión —con los alumnos del Baal Shem Tov, el Jasidut y grandes cabalistas que vivieron en las últimas décadas, etc.— así como en el aspecto nega-tivo con el surgimiento de centros y sectas cabalísticas que dan un mal uso y una mala interpretación a toda la parte sagrada de la Cabalá.

Esto provoca hoy en día, que mu-chos rabinos eviten escribir, ha-blar o enseñar partes hermosas del Zóhar, porque se creó una imagen negativa por esos centros y sectas de Cabalá, y no quieren que se les confunda con ellos, pues al públi-co en general le es difícil diferen-ciar entre un verdadero rabino y un imitador.

Aprovecho la oportunidad para orientar a los que quieran recibir de mí un pequeño consejo: no todo es lo que parece; no todo lo que brilla es oro.

No porque alguna persona adivine nuestro pasado, nos “lea la mente” concentrándose con los ojos cerra-dos y nos hable de Cabalá, estamos ante una persona sagrada y santa, conectada con Dios.

El mundo fue creado con equilibrio y para que exista el libre albedrío también se dio poder a las fuerzas negativas. Aparentemente uno po-dría alcanzar los mismos resulta-dos con la santidad o con la magia

negra; sin embargo, la primera está permitida y la segunda prohibida.Lamentablemente, la gente, por cu-riosidad, desesperación o proble-mas personales, acude con quien sea con tal de que les digan algo y no entienden el daño que acarrea usar el lado negativo. El que mal anda, mal acaba.

Por tanto, eviten ustedes califi-car y catalogar por anticipado a las personas y a las instituciones. Consulten siempre con rabinos desinteresados y reconocidos, or-todoxos, por supuesto, quienes podrán aconsejarles.

Pero no porque otros hagan mal uso del sod yo dejaré de dar una in-formación bella y profunda, a uste-des mis queridos amigos, alumnos y lectores.

Por consiguiente, los invito a na-vegar en este océano de conceptos místicos y hondos, desarrollando y satisfaciendo la parte del sod que hay en todos y cada uno de nosotros.

Una cosa les aseguro: después de leer este libro, el mundo tendrá para ustedes otro color y otro en-foque; será un color alegre y un mundo con significado, meta y mi-sión. Así que pónganse los lentes de “infrasod” y salgamos a conocer el mundo magnífico de Dios, el mun-do de la espiritualidad que se ocul-ta detrás de todo lo físico y munda-no que vemos.

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Capítulo 1

Conceptos Básicos

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Para muchos este tema es nuevo; otros ya escucharon algunos

conceptos pero tienen muchas du-das. Por tanto, creo que sería ade-cuado comenzar con los conceptos básicos analizando, por ejemplo, el origen de las almas y el motivo de la creación, y responder interrogantes como: ¿se puede cambiar la suer-te? ¿El mal de ojo puede estropear nuestra misión en la vida? ¿Existe el libre albedrío? ¿Por qué a veces al justo le va mal y al malvado le va bien? Y, si la reencarnación es la base de toda nuestra misión, ¿por qué no está mencionada claramen-te en la Torá?

A éstas y muchas más preguntas de-dicaremos este capítulo, para sentar la plataforma y los cimientos para poder entender el concepto de las reencarnaciones.

El origen de las almasLa primera pregunta que debemos analizar es de dónde provenimos y el motivo por el cual este mun-do fue creado. ¿Acaso Dios estaba aburrido y nos creó para jugar a las guerras y apostar al ganador? ¿Qué pasó antes de Bereshit, que provocó el Bará, la Creación? Debe existir una razón y un plan. En los libros de mística judía se explica lo siguiente: Antes de la Creación, la luz de Dios Todopoderoso llenaba todo y como Él es bueno y genero-so, creó las almas para darles placer y regocijo espiritual.

Como dice en el libro Peri Jajam, (pág. 37), del cabalista Rabí Yehu-dá Ashlag:

“Antes de la Creación estaban to-das las almas cerca de Dios y Él las adornaba con coronas”. Por supues-to todo esto es metafórico y hace alusión a un regocijo inimaginable para un ser humano materializado. Sin embargo, ese placer no era com-pleto, ya que las almas no hacían nada para merecerlo, lo que se ca-talogó como Nahamá dekisufá, “el pan de la vergüenza” (Ramjal, Daat Tevunot 12:18). Es decir, el hecho de no trabajar y aun así recibir se com-para a la tzedaká, en el sentido de limosna. Sin embargo, esforzarse y trabajar y recibir al final un pago es motivo de orgullo y satisfacción. Por ello, pidieron las almas a Dios que creara una “fábrica” donde pu-dieran trabajar y esforzarse para servirle, y al final regresar a Él y go-zar de Su Presencia, pero esta vez como pago y no como tzedaká.

Rabí Yehudá Ashlag 1884-1954, autor del Baal Sulam sobre el Zóhar.

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Esa petición llevó a Dios a pre-guntar a las almas cuáles querían trabajar y cuáles querían tzedaká. Unas dijeron: “Así estamos bien” y otras respondieron: “Queremos trabajar”. Al primer grupo de almas Dios las convirtió en ángeles, los seres espirituales que no necesitan trabajar para estar cerca de Dios, y al segundo grupo en seres huma-nos que deberán luchar para alcan-zar esta cercanía. Esto convierte a los ángeles en criaturas inferiores al ser humano.

Explicaré esto por medio de un ejemplo: en cualquier competencia deportiva nos enfrentamos a un rival y sólo esforzándonos y ven-ciéndolo merecemos una medalla. Los ángeles “juegan futbol” contra nadie, ni siquiera tienen un por-tero en frente, por lo que al meter un gol no sienten regocijo. Así es el mundo angelical. Relatan nuestros Sabios que el Gran Ángel Mijael, el denominado ministro espiritual de Israel y uno de los ángeles más im-portantes en el Cielo, se aproximó a Dios pidiéndole: “Estoy dispuesto a renunciar a toda mi grandeza con tal de que me conviertas en un ye-hudí para ponerme tzitzit una vez y poder servirte desde el mundo te-rrenal, un lugar tan difícil y tenta-dor”. Respondió Dios: “No, porque ya se hizo la división de las almas antes de la Creación”.

A las almas que respondieron que querían un pago con dignidad, Dios les construyó un mundo don-

de trabajar, un lugar opuesto a la espiritualidad, un planeta lleno de materialismo y tentaciones, y les dio un cuerpo lleno de deseos carnales, monetarios, sensuales, etc. Además de una ley de vida en la que lo más prohibido es lo más placentero, y con un yétzer hará, instinto malo, que lo seduce cons-tantemente. Y como si todo esto no fuera suficiente, el hombre estaría en un lugar donde la Presencia Di-vina no fuera visible y comproba-ble. Por otro lado, al alma pura que poseerá, el instinto bueno, y la Torá Sagrada que se le entregará, causará un equilibrio en el libre albedrío.

Es decir, si quiere ser ateo encon-trará muchas pruebas y argumen-tos; y si quiere ser creyente, tam-bién las encontrara, pero ninguna de las dos alternativas será tajante, para que no se rompa el equilibrio del libre albedrío. A pesar de todo esto, tendrá que trabajar, combatir y esforzarse para servir a Dios para finalmente volver ante Él gozando con dignidad de Su Presencia.

La Creación

En el libro de Bereshit se detallan cuáles fueron las etapas de la Crea-ción. En resumen, el trabajo se en-focó en dos mundos, el espiritual y el material, como lo indica la Torá: “Al principio creó Dios el cielo (el mundo espiritual) y la Tierra (el mundo material)”. El primer día

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creó Dios la base de esos dos mun-dos; el segundo día trabajó arriba, haciendo los Siete Cielos; el tercer día, abajo, haciendo la vegetación; el cuarto día, arriba, para hacer las galaxias, las estrellas, el sol y la luna; el quinto día, abajo, para hacer los peces, las aves, los reptiles, etc.

Por decirlo de alguna manera, has-ta ahora el “marcador” estaba igual: tres a tres. Llegó el último día de la Creación y dijo Dios: “Hagamos un hombre”, dirigiéndose a los dos mundos; es decir, “hagamos con-juntamente un ser con cuerpo de la tierra y alma de los cielos”.

A ese ser lo llamó Adam, y el mo-tivo del nombre es el siguiente: el alma que Dios nos dio consta de 100 niveles, 50 de pureza y 50 de impureza, y según se encomendó al ser humano podrá, con su esfuerzo, elevarse hasta el grado 50, y con su descuido caer hasta el “menos 50”.

Esto se insinúa en el origen del nombre HaAdam, que en hebreo se escribe האדם, que son las mismas letras de Edamé, אדמה que viene del versículo: Edamé Leelión, “Tengo un alma que proviene de Dios”.

Y Adam también proviene de la palabra Adamá אדמה que significa “tierra”, es decir, un ser creado de tierra con alma de Dios. Ambas palabras tienen un valor numérico de 50, para indicarnos los 50 ni-veles espirituales y los 50 niveles terrenales.

La neshamá (alma) simboliza la par-te proveniente de Dios y por eso que en hebreo se escribe נשמה, es decir, cincuenta niveles para llegar a Dios, y la palabra opuesta que es “impure-za”, טמא, también suma 50.

Cada uno, con su libre albedrío, de-cide a qué nivel llega. Pero la meta es llegar al máximo nivel.

Lo explicaremos de forma más profunda y detallada. El alma que tenemos está dividida en cinco partes, llamadas: nefesh, rúaj, nes-hamá, jayá y yejidá. El nefesh está en el hígado, el rúaj en el corazón y la neshamá en el cerebro, es decir, son internas; la jayá y la yejidá son externas. A este concepto nos refe-rimos todas las mañanas cuando pronunciamos la primera oración al abrir los ojos y recibir de nuevo nuestra alma: Modé aní lefaneja Mélej Jay… La palabra Mélej, Rey, hace alusión a las tres partes inter-nas, que están ubicadas en el cere-bro, el corazón y el hígado, cuyas iniciales en hebreo forman la pala-bra Mélej, מלך, es decir, “Gracias a Ti, el Rey de todo el Universo, que pusiste en mí Tu chispa Divina”.

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Y la palabra Jay hace alusión a las dos partes externas, Jayá y Yejidá, cuyas iniciales forman la palabra Jay, חי, vida. Cada una de estas cin-co partes está dividida en diez cate-gorías, denominadas sefirot, lo que nos da el total de 50 niveles que el ser humano debe alcanzar.

Por ejemplo, durante la esclavitud del pueblo de Israel en Egipto todos llegaron al grado 49 de impureza. Por eso, cuando salieron, Dios les ordenó que se prepararan durante siete semanas, que son 49 días de Sefirat HaÓmer, para la entrega de la Torá, y de esta manera, eliminar los grados de impureza. Moshé Ra-benu, por ejemplo, es el único ser humano que en vida logró llegar al nivel 49 de pureza y sólo cuan-do falleció logró alcanzar el nivel

50. Por ello la montaña donde fue enterrado se llama Nebó, נבו, “cin-cuenta en él”. También más adelante en el Ta-naj, cuando se habla del nieto de Moshé, dice: “Yehonatán hijo de Guershóm, hijo de…”, y en lugar de decir Moshé dice Menashé. El motivo es que Menashé en hebreo contiene las letras del nombre Mos-hé más una letra nun, cuyo valor numérico es 50, lo que indica que Moshé alcanzó el nivel 50, que es el máximo nivel de la neshamá. Por ello, el nombre Menashé está conformado por las mismas letras de neshamá en hebreo.

La montaña de Nebó con la vista hacia Israel. De esta montañaubicada hoy en día en Jordania observó Moshé, la tierra de Israel.

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El Pecado

Adam y Javá fueron los primeros se-res humanos. En ellos Dios insufló directamente la neshamá. Cuando fueron puestos en Gan Eden, Dios les ordenó Leovdá ulshomrá, “para trabajar y cuidar”. Parecería que el texto se refiere al Jardín del Edén, pero en realidad se refiere a la nes-hamá tan poderosa que Dios les dio, que debían cuidar y trabajar.

Pero, como ya dijimos, el trabajo consiste en enfrentar tentaciones y seducciones, y por ello se les aproxi-mó la serpiente. Sobre esto el Zóhar explica que no se trata de una víbo-ra aburrida en el campo que viene y habla, ya que las víboras no ha-blan ni jamás hablaron, sino del ángel denominado S.M., (usamos abreviaturas porque su nombre no debe pronunciarse), que es el jefe de todas las fuerzas negativas que creó Dios para que exista equili-brio en el libre albedrío. Este ángel se aproximó a ellos cabalgando so-bre la serpiente y así dio inicio el proceso de “trabajo”, con el cual lo-gró hacer pecar a Javá y, por medio de ella, a Adam.

El pecado causó un daño muy grande en su alma e incrementó el trabajo, ya que ahora la tarea era doble: 1. Reparar el daño, y 2. Ele-varse espiritualmente; y, como di-jimos, a mayor trabajo y esfuerzo, mayor recompensa. Por eso, al fina-lizar el día viernes de la Creación,

es decir, después de que Adam y Javá se estropearon espiritualmen-te, dice la Torá: “Y vio Dios todo lo que hizo y vio que era muy bueno” (Bereshit 1:31). ¿Cómo puede decir “muy bueno” si acababan de co-meter un pecado tan grave? La res-puesta, basándonos en el concepto que hemos manejado hasta ahora es que, si el mundo empezó con el pie izquierdo esto causó mayor di-ficultad y mucho más trabajo en el servicio a Dios; y, de nuevo, a ma-yor trabajo, mayor recompensa… Y esta situación es muy buena para el ser humano, o más bien, para su alma, ya que cuando termine de trabajar, gozará de un mayor pago y no lo recibirá de tzedaká.

La reparaciónEn el libro Shaar HaGuilgulim (In-troducción 33) dice Rabí Jaim Vital, en nombre de su maestro, el Arizal, que después de su pecado, Adam se quedó con el 2% de su alma y el 98% restante quedó en una es-pecie de depósito para ser repara-da. Después de 1948 años desde la creación de Adam vino al mundo Abraham Abinu, quien inició una búsqueda del Creador y descubrió la misión del ser humano en la Tie-rra. Al conocer a Dios, Abraham Abinu pidió ser Su servidor y el iniciador de un pueblo elegido, a lo que Dios respondió: “Está bien. Pero tu descendencia será esclavi-zada y afligida durante 400 años bajo un régimen extraño” (Génesis

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14:13). Esto no se entiende. ¿Acaso Abraham Abinu pidió algo malo? Aparentemente, Dios tendría que haberlo recibido con los brazos abiertos y con buenas noticias, no anunciándole dificultades para sus descendientes.

Esta pregunta se debe a la falta de entendimiento que tenemos sobre lo que pidió exactamente Abra-ham. No pidió solamente llamar-se “Pueblo Elegido”, sino la repara-ción del alma de Adam y Javá. Eso significa ser el pueblo especial, ya que esa alma era la más especial, la única insuflada directamente por Dios. Por ello Dios le respon-dió así, porque quiso que supieran él y su descendencia, exactamen-te lo que significaba reparar eso, pues implicaría dos cosas: reparar el daño, ya sea por medio de teshu-vá, sufrimientos y dificultades físi-cas para seguir creyendo en Dios; y, recibir la Torá con todas las 613 misiones de trabajo y cumplirla en cualquier momento y bajo cual-quier circunstancia.

Nuestro padre Abraham Abinu sa-bía que el trabajo sería largo, difícil y de vez en cuando doloroso, pero también conocía la recompensa que se lograría cuando terminara el tiempo de la “fábrica mundana” y regresáramos al mundo espiritual. Por eso contestó sin dudarlo: “Cla-ro que sí… ¡y manos a la obra!”.

Desde entonces empezó un trabajo de reparación que se podría ejem-

plificar de la siguiente manera: imaginen una maqueta con infini-dad de pequeños focos; de repente, recibe una sobrecarga eléctrica y los focos se funden, y queda guar-dada en una bodega abandonada en espera de que alguien venga a repararla. Esa maqueta era Adam. Cuando vino Abraham Abinu cons-truyó una nueva maqueta, llena de sockets nuevos, y empezó la tarea de remplazar los focos fundidos de la maqueta vieja, repararlos, y co-locarlos en la maqueta nueva. El foco fundido que salió de la mano derecha irá al mismo lugar en la maqueta nueva. Y así también el foco que salió del pie izquierdo de la maqueta fundida, irá al mismo lugar en la maqueta nueva.

Todos y cada uno de los miembros del pueblo de Israel somos esos fo-cos fundidos, que vinimos al mun-do a reparar y a volver a iluminar. Por esta razón, los antiguos gran-des cabalistas podían identificar a la persona y saber de qué parte de la maqueta provenía. Por ejemplo, las personas muy bondadosas y generosas que extienden su mano para ayudar provienen de la mano derecha —jésed—; los jueces, abo-gados y dictaminadores de leyes provienen de la mano izquierda —gueburá—. Las personas inter-mediadoras, personas de paz, que buscan incesantemente la verdad provienen del torso —tiféret—; las personas que buscan mucho los placeres sexuales, o al contrario, las personas muy sagradas provie-

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nen de la cadera —yesod—; las per-sonas muy conflictivas, guerreros, que discuten mucho, sea para mal o para bien, como los rabinos que discuten la halajá, provienen del pie derecho —nétzaj—; las perso-nas muy presumidas, ostentosas o que tienen un don de gracia ante la gente provienen del pie izquierdo —Od—. Y las personas muy espe-ciales, los lideres, reyes, goberna-dores o rabinos principales, nor-malmente provienen de la cabeza —maljut—.

Normalmente es así cuando ve-nimos en nuestro primer viaje al mundo y ésa es la tarea general de todos nosotros como pueblo de Israel; los hombres reparan la maqueta de Adam y las mujeres re-paran la maqueta de Javá. Por eso tenemos la obligación de corregir, orientar y reprochar al prójimo, y todos nosotros somos un solo bar-co que navega hacia la misma mi-sión de reparación. Y como dijeron nuestros Sabios: “El Mashíaj ven-drá cuando terminen de salir todas las almas del Guf (cuerpo)” (Yomá 19a). La explicación a esta frase es que el Mashíaj vendrá cuando ter-minemos de reparar los focos fun-didos de la maqueta vieja. Por eso, esta generación final se denomina Ikvetá Dimshijá, “Los talones de Mashíaj”; es decir, de la misma for-ma que los talones son el final del cuerpo, así estamos nosotros en la parte final de la reparación de las almas. Esperemos que sea en nues-tros días.

Nuestra misión

Cada uno de nosotros vinimos al mundo para trabajar y merecer el “pago” espiritual divino.

La vida nos presenta tentaciones y obstáculos contra los que debemos luchar para ir elevándonos cada vez más y alcanzar la perfección espiri-tual de nuestra alma. Por tanto, la primera vez que venimos al mundo tenemos, por decirlo así, el 100% de nuestra neshamá; después de ciertos años de vida subimos ante el Creador para rendirle cuentas y someternos a un balance espiritual, en el que el porcentaje de la parte espiritual re-parada, digamos el 60%, es “depo-sitado” en el Paraíso para gozar del fruto de nuestro trabajo en la Tierra; y el porcentaje restante, es decir, el 40%, que está “dañado”, imperfecto y manchado por nuestros pecados, sea contra Dios o contra nuestro prójimo, debe ser devuelto al mun-do para ser reparado.

Por ello en hebreo las letras que componen la palabra “bebé” son las mismas letras de la palabra “repara-ción”, para indicarnos que cada ser que llega al mundo viene con una misión de reparar lo dañado.

Cuando termine su segundo viaje, volverá a evaluarse cuánto del 40% que tuvo en esta vida se reparó. Y si,

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por ejemplo, fue 20% del porcenta-je anterior, es decir, la mitad, esta parte espiritual se unirá al 60% que fue depositado en el Paraíso en el primer viaje, resultando un 80% ya reparado y 20% que debe volver al mundo para repararse y limpiar sus pecados.

Los pecados son como manchas en el alma y nosotros debemos limpiarla al 100%. Es por eso que en hebreo la palabra “pecar” לחטא se escribe de la misma forma que “limpiar”, לחטא, indicando así que el pecado tiene que ser limpiado. Claro, depende mucho de qué tipo de suciedad se ha adherido al alma; al igual que la limpieza de un traje manchado depende de la clase de suciedad que tenga. Por ejemplo, si se manchó con polvo, bastará con pasarle un cepillo por encima, o si es una mancha de alimento como leche o mermelada, hay que uti-lizar un trapo húmedo y frotarlo; pero si se trata de una mancha de grasa, es necesario mandarlo a la tintorería. Así son las manchas de nuestra alma: dependiendo de la gravedad será la reparación.

Por ejemplo, una persona que en su vida anterior robó o engañó mone-tariamente a su socio y se negó a pagarle, provocó un tipo de man-cha que ni el día de Kipur puede perdonar, ya que es un pecado que tiene él con su prójimo. Por tanto, sólo el prójimo tiene derecho a per-donarlo. Así, el deudor deberá re-gresar al mundo para devolver ese

dinero, sea al dueño, si aún vive, o a sus herederos. Claro que toda esa escena estará disfrazada de una pér-dida monetaria que tuvo, aparente-mente casual, justo con esa fami-lia. Ninguno de los dos entenderá el porqué, pero Dios planeó todo para que al final regrese el dinero a su legítimo dueño.

O por ejemplo, una persona pecó comiendo no kosher y al final de sus días se arrepintió y prometió que de ahora en adelante comerá sólo kosher. De acuerdo con Mai-mónides, en ese momento su arre-pentimiento está bien, pero no es completo, y la única forma de completarlo sería sometiéndose a la misma tentación y esta vez no pecar. Por tanto, esa persona, que se arrepintió los últimos días de vida y no tuvo oportunidad de someterse a una tentación y comprobar su arre-pentimiento, tendrá que volver y reencarnar para someterse a las mis-mas tentaciones y esta vez no pecar.

Por este motivo, cuando en el rezo pedimos perdón a Dios por nues-tros pecados, lo decimos en plural: “Perdónanos, Dios, porque roba-mos, traicionamos, mentimos, etc.” ¿Por qué el texto está en plural si el perdón es personal? Si nunca en mi vida robé, ¿tengo que pedir perdón por eso? La respuesta es que no pe-dimos perdón sólo por lo que hici-mos en este viaje, sino también por cualquier mal que hayamos hecho en los viajes anteriores. Por eso lo decimos en plural, para referirnos a

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nosotros mismos, en nuestras dis-tintas vidas. Y aunque es la misma alma, por estar en distintos cuer-pos debemos decirlo en plural.

De esta forma, la vida tiene un sen-tido y una misión que cumplir.

¿Cómo podemos saber qué vinimos a reparar?Esto es algo fundamental en nues-tra vida, ya que si estamos aquí para cumplir una misión, ¿cómo saber cuál es?. Sobre eso nos con-testan nuestros Sabios:

Cada uno de nosotros es como una batería: tiene un polo positivo y un polo negativo, y estos son los dos medios para conocer nuestra mi-sión en el mundo.

1.Lo positivo en ti son las herra-mientas que te dio Dios para lograr tu misión. Por este motivo es que el Rabino Eliahu Dessler en su libro Mijtab Meeliyahu traduce la palabra mazal no como “suerte”, “fortuna” o “destino”, sino como HERRA-MIENTAS, ya que todo el mazal que nos rodea son herramientas de trabajo que nos proporcionó Dios para que cumplamos nuestra mi-sión. Es como una maestra en un colegio que le da a un alumno la tarea de pintar un árbol y a otro alumno la tarea de construir una casa con palitos de madera. Cada uno de ellos tiene una misión dis-tinta; por tanto, la maestra tiene la

obligación de proporcionar a cada uno, sus herramientas de trabajo distintas. Así también Dios dio a cada uno de nosotros el mazal de-pendiendo de nuestra misión. En consecuencia, al analizar nuestra “caja de herramientas” podremos saber, más o menos, cuál es nuestra misión particular. El problema está en que nos pasamos la vida vien-do qué nos falta, qué no tenemos, en lugar de observar qué es lo que sí tenemos. Vemos siempre la mi-tad del vaso vacío, en lugar de ser sabios y ver la mitad del vaso lle-no. Por eso en hebreo las letras que componen la palabra “sabio”, החכם son las iniciales de “Ve la mitad de tu vaso lleno”, הרואה חצי כוס מלאה.

Además, somos expertos en ver, observar y envidiar la “caja de he-rramientas” de los demás y nos quejamos ante Dios: “¿por qué él tiene y no yo?” Esto equivale a que el primer alumno reclamara a la maestra por qué no recibió palitos y pegamento para hacer su dibujo, a lo que seguro ella respondería porque no los necesita para realizar su tarea. De la misma manera nos responde Dios: “¿Por qué envidias lo que tienen los demás si no lo necesitas para tu misión de vida?” Por eso, en lugar de observar el jar-dín verde del vecino y pasarnos la vida mirándolo, más vale que nos concentremos en nuestra vida, que abramos nuestra propia “caja de herramientas”, que observemos lo que Dios nos concedió y deduzca-mos cuál es nuestra misión.

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Por ejemplo, si Dios te dio poder de convencimiento, quizá en tu vida pasada lo utilizaste negativa-mente para atraer a la gente a luga-res prohibidos, o seduciéndola para robar, drogarse, etc. Esta vez regre-saste con el mismo don, pero con la esperanza de que lo utilices para acercar a la gente a Dios, al bien. O por ejemplo, una persona que tiene mucho dinero, quizá la vida pasada lo utilizó para mal, no ayudó, no tuvo tiempo para su familia, no se dedicó a Dios, y esta vez tendrá que utilizar lo que tiene para el bien, para ayudar a los necesitados, vivir tranquilo, sin preocupaciones, de-dicando más tiempo al estudio de la Torá y a sus hijos, etc. Observa y conoce tus virtudes y aprovéchalas en tu vida. A eso nos referimos cuando nos bendecimos unos a otros: Mazal Tov. No queremos decir que tengas buenas herramientas, porque segu-ro Dios ya te las dio, ya que si la maestra no diera herramientas de trabajo a sus alumnos, nunca podría reclamar por qué no cumplieron su tarea. Sin lugar a dudas Dios te dio las herramientas. La bendición que damos es que des buen uso a tus he-rramientas, ya que la vida pasada no lo hiciste. Por tanto, esperemos que esta vez tengamos Mazal Tov.

2.La segunda forma para conocer nuestra misión es observando el lado negativo de la “batería”, es de-cir, nuestros defectos, y entender que esa tendencia negativa que tenemos

es justamente la que tuvimos en la vida anterior y no la reparamos, y esta vez fuimos enviados al mundo teniendo el mismo defecto con la misión de corregirlo.

Esto es algo que todos los padres pueden comprobar al observar a sus hijos pequeños. ¿Cómo es que desde tan temprana edad cada uno tiene su forma de ser tan definida? ¿Cuántas veces los hijos no parecen ni siquiera vecinos entre ellos, pues cada uno es “otro mundo”? Uno sa-lió enojón, el otro apático, ese bon-dadoso y aquel muy espiritual.

No puede ser por nosotros, los pa-dres, ya que tenemos una sola for-ma de ser y nos comportamos igual con todos nuestros hijos. Siendo así, todos nuestros hijos deberían tener las mismas cualidades, espe-cialmente porque crecieron en el mismo hogar y fueron a la misma escuela. ¿Por qué son tan distintos? Obviamente, la respuesta no está en su formación biológica, sino en su alma, que posee defectos y virtudes de su viaje anterior que deberán ser reparados en éste.

Por ello, al analizar nuestro lado negativo entenderemos nuestra misión. Por ejemplo, si la vez pa-sada fuimos muy agresivos y por eso, golpeamos, maltratamos, pe-leamos y causamos mucho daño a los demás, no cabe en la mente que en la nueva vida regresemos como personas muy apacibles y tranqui-las, porque si fuese así, no se consi-

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deraría nunca que reparamos nues-tro defecto. Debemos regresar con el mismo defecto, con la misma intensidad, para luchar contra él, dominarlo y corregirlo.

Otro ejemplo: una mujer que haya tenido “lengua de víbora” y con ella hirió a mucha gente, difamó y habló lashón hará, no es concebi-ble que regrese como sordomuda (aunque se lo merezca). Ella reen-carnará con la misma lengua afila-da, pero esta vez tendrá que utili-zarla para elogiar, animar, educar, enseñar. Esa sería su reparación. Claro que desde pequeña, en este viaje, notará sus deseos de difamar, su poder para humillar; eso le dará pistas de su falla anterior.

En conclusión, la clave de nuestra misión personal está en los dos po-los de nuestra “batería”.

Las fallas con el prójimoHasta ahora entendemos cómo re-parar nuestras fallas personales, pero, ¿cómo saber a quién le debe-mos dinero desde la vida anterior? ¿A quién necesitamos ayudar en nuestra vida presente por haber sido crueles con él en la vida anterior?

En la época del Arizal, o la de otros grandes cabalistas, ellos podían ver y descubrir la misión de cada uno. Por ejemplo, se relata que un joven se presentó ante el Arizal y le pidió una bendición para que encontra-ra a su pareja. El Arizal le dijo que

viajara a cierta aldea y que aceptara a la primera muchacha que le pre-sentaran, y que se casara con ella.

El muchacho, confiando por com-pleto en la visión del Arizal, lo hizo así y, en efecto, al llegar a la aldea le presentaron una joven, con la que al poco tiempo se casó. Al terminar los siete días de sheva berajot, las siete bendiciones, lamentablemen-te la novia falleció.

Al terminar el luto, el suegro se acercó a su desafortunado yerno y le dijo: “Por desgracia, no tuvimos la oportunidad de convivir, pero por ley te corresponde parte de la herencia de mi hija. Aquí está todo el dinero y que Dios te ayude en la vida”. El joven regresó a la ciudad de Tzefat y se dirigió de inmediato al templo del Arizal, para decirle: “Quería una esposa, no dinero”.

El Arizal se sentó junto a él y le dijo: “Ella fue tu socia en la vida pasada; te estafó y te robó la misma canti-dad que tienes en las manos hoy. Vino al mundo sólo para regresár-telo. Terminó su misión y se fue”.

En la actualidad no tenemos al Arizal a nuestro lado. ¿Quién nos orientará para descubrir a la perso-na correcta con la cual, o por me-dio de la cual, cumpliremos nues-tra misión? La respuesta está en el Talmud, que pregunta: “¿Qué hace Dios todos los días?”, y responde: “Hace parejas”. En su explicación literal, quiere decir que Dios optó

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por el oficio de casamentero, pero en la Cabalá se explica de manera más profunda y real: “parejas” no se refiere a marido y mujer, sino a parejas de reparación.

En esta vida Dios me presentará di-versas situaciones y circunstancias en las cuales me encontraré con personas con las que debo reparar algo. Es decir, si yo en mi vida ante-rior humillé y pisoteé a una perso-na, mi reparación en este viaje será enaltecerla y respetarla. Dios pla-neará nuestro encuentro donde ten-dré la oportunidad para ayudarla y enaltecerla, reparando así el daño que le hice en mi vida pasada.

Por ejemplo: camino por la calle y se me caen cien dólares. Yo los doy por perdidos. Pasa un hombre, los encuentra y se los queda (como in-dica la ley). A simple vista, fue mala suerte mía y buena de él. Sin em-bargo, Dios acaba de hacer parejas, ya que en la reencarnación pasada yo le robé precisamente cien dóla-res; Dios me ayudó esta vez a que se me cayeran a mí y llegaran a él. De tal forma, reparé mi error gra-cias al “casamentero” Dios.

Otro ejemplo: un padre de familia con su libre albedrío desvió del ca-mino de la Torá a todos sus descen-dientes. Se convirtieron en una fa-milia “tradicionalista light”, lo que ocasionó que la siguiente genera-ción fuera “laica light”. Ese abuelo o bisabuelo regresará a la familia, quizá como nieto o bisnieto, pero

con la energía de un ferrocarril que tiene ganas de devolver todos los vagones familiares a las vías de la Torá. Claro, los padres se quedan sorprendidos y se preguntan: “¿De dónde nos salió éste así?”, y no en-tienden que vino a reparar su des-viación. Y a eso se refiere el versí-culo de Veeshiv lev banim al avot, “Y retornará el corazón de los hijos sobre sus padres” (Malají 3:24). Es decir, en el corazón del hijo hay de-seos de retornar para reparar lo que hizo como padre de familia.

Lo único que debemos hacer es pedir a Dios que nos encamine al encuentro de las personas con las que debemos reparar, y que nos dé las fuerzas y el entendimiento para lograrlo. A eso nos referimos todas las mañanas con la bendición de Bircot HaShajar: Amejin mitzadé gáber, “Bendito Dios que prepara el camino de cada ser”, refiriéndonos a los caminos de la vida que nos llevan con las personas y a los luga-res con quienes tenemos que hacer nuestra reparación.

En resumen, la reparación se divide en dos partes: una está en tus ma-nos y la otra en manos de Dios.

1.-En tus manos está tu “batería” y tu obligación es conocerla, analizar-la y trabajar en base a ella. Es decir, aprovechando lo positivo para el bien y reparando lo negativo en ti.

2.-Cuando Dios ve cuánto te es-fuerzas para reparar y perfeccio-

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narte, te presentará durante la vida a los seres o a los descendientes de aquéllos a quienes les debes, ya sea dinero o perdón.

De esta manera, podremos cumplir nuestra misión o, por lo menos, una gran parte de ella.

¿Por qué a la gente buena le pasan cosas malas?¿Quién no se ha hecho en su vida esta pregunta? Incluso, el mismo Moshé Rabenu se la planteó a Dios, cuando le pidió: Odiení na et de-rajeja, “Explícame, Dios, Tus cami-nos” (Shemot, 33:13); es decir, ¿por qué al malvado le va bien y al justo le va mal?

Nuestros Sabios en el Talmud (Be-rajot 7a) amplían la pregunta y, apa-rentemente, complican la respuesta. “¿Por qué hay malvados a los que les va mal, y hay malvados a que les va bien? ¿Por qué hay justos a los que les va bien y hay justos a los que les va mal?” Nuestros Sabios fueron realistas; no a todos los malvados les va bien y no a todos los justos les va mal, por tanto, ¿cuál es la fórmu-la y el sistema de comportamiento de Dios con la gente? Si no depende de la actitud espiritual, ¿de qué de-pende entonces?

La respuesta, como dije, complica más la pregunta y, además, no es cierta… aparentemente. Respon-

de el Talmud: “Al justo hijo de un justo le va bien. Al justo hijo de un malvado le va mal. Al malvado hijo de un malvado le va mal. Al malva-do hijo de justo le va bien”.

Esta respuesta es difícil de com-prender por varias razones:

1.-No parece justo que los hijos pa-guen los “platos rotos” de sus pa-dres. Dios se comporta de manera recta con cada uno y, por tanto, la persona debería vivir de acuerdo a lo que hizo o dejó de hacer, y no vivir con cuentas pendientes de la generación pasada.

2.-En la realidad podemos compro-bar que esto no es así. ¿A cuántos malvados, hijos de malvados les va bien? ¿Cuántos justos, hijos de grandes justos, sufren?

3.-Si esta fórmula fuera correc-ta, los hijos de un padre malvado tendrían todos que sufrir, ya que todos los hermanos son hijos de un malvado; o por el contrario, no debería haber ninguna diferencia entre los hijos de un justo. Y sin embargo, sabemos que en la prác-tica no es así: los hermanos son distintos unos de otros; a unos les va bien, y a otros no.

Todas estas preguntas son produc-to de la forma literal y superficial con que estudiamos los textos de nuestros Sabios. Profundizaremos en ellos para entender a qué se re-ferían.

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Explica el Ben Ish Jay en el libro Adéret Eliahu, que cuando decimos “Justo hijo de…”, no nos referimos al padre biológico, sino a él mismo en su reencarnación pasada. Es de-cir, si Moshé fue en su reencarna-ción anterior Eliahu, se considera Moshé como hijo de Eliahu, ya que es su continuación, al igual que un hijo es continuación de su padre. De la misma manera que el hijo contiene, en sentido biológico, los genes de su padre, Moshé contiene los “genes espirituales” de Eliahu, los cuales vino a reparar.

Por tanto, a una persona justa en este viaje, pero que en su vida an-terior fue malvada, es decir, tzadik hijo de rashá, le va ir mal, es decir, va a tener mucha tarea de repara-ción, que consistirá en enfrentar tentaciones, quizá algunas pér-didas monetarias o sufrimientos en general; todo depende de cuán malvado fue en su vida anterior y cuán graves son las manchas que contiene su alma.

Sin embargo, si en su vida pasada fue una persona justa, y esta vez también es justa, es decir, lo que vino a reparar un solo pecado, di-gamos que tal vez no quiso tener hijos en esa vida, esta vez tendrá que casarse para cumplir con el precepto de traer hijos al mundo y educarlos bien. En este tipo de mi-sión no es necesario que el justo su-fra y tenga una vida difícil, ya que en esta vida y en la anterior, se ha portado bien.

Pero el malvado que fue justo qui-zá está gozando de una buena vida por su viaje anterior, ya que no vino a reparar mucho porque era tza-dik, pero su mal comportamiento de hoy tendrá consecuencias en su próxima reencarnación, a menos que aproveche su vida actual para reparar y limpiar todo.

A eso se refirió la Torá cuando dijo: Poked avón avot al banim, al shi-leshim, veal rebiím. “Dios castiga a los hijos, a los nietos y a los bis-nietos por los pecados que come-tió el padre” (Shemot 34:7). Aho-ra entendemos que no se trata de que el nieto pague los platos rotos de su abuelo, ya que no que se re-fiere a hijos, nietos y bisnietos bio-lógicos, sino a reencarnaciones de uno mismo. En su primer regreso es considerado hijo, en el segundo, nieto, etc., y tendrá que reparar los pecados no de sus padres, sino los pecados iniciales de él mismo de sus viajes anteriores desde que fue catalogado como padre.

Ahora podemos empezar a enten-der las cosas buenas y malas que nos pasan en la vida; o por lo me-nos, entender que no podemos entender, pues nos falta la parte principal de la “película”. De algo estamos seguros: todo está “fría-mente calculado”.

Sólo mediante el concepto de las reencarnaciones podemos enten-der muchísimas cosas en la vida. Por ejemplo, ¿por qué mueren be-

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bés o niños si todavía no han peca-do? Esta pregunta contiene una alta carga sentimental y emocional. Por consiguiente, les pido que dejemos de lado por un momento los sen-timientos y pensemos como Dios “piensa” y veamos cómo Él ve el panorama completo.

Supongamos que Eliahu falleció y sus hijos no hicieron nada para la elevación de su alma: ni kadish ni rezos ni donaciones, etc. A Eliahu no le faltaba mucho para termi-nar de reparar y con una pequeña ayuda de sus hijos podría haberlo logrado; pero al ser ellos malagra-decidos y apáticos a la necesidad del alma de su padre, esta alma necesitó regresar al mundo y vino como Moshé. Después de dos años, los hijos de Eliahu recapacitaron y decidieron cumplir con su deber, e hicieron acciones que elevaron mu-cho el alma de Eliahu, hasta conse-guir el 100% de su pureza. Anali-cemos: ¿quién está ahora “de más” en el mundo? Ciertamente Moshé, ya que su alma, que es la misma de Eliahu, alcanzó ya su perfección to-tal, y dejar vivo a Moshé hasta los 120 años sería injusto de parte de Dios, porque:

1.-El alma quiere integrarse al por-centaje que ya se encontraba depo-sitado en el paraíso para gozar de su plenitud y reparación total, que por fin se logró.

2.-La estadía de Moshé en esta Tie-rra no puede aportar más pureza al

alma porque ya alcanzó el 100%. Lo que sí podría provocar es estro-pearla con los posibles pecados que cometiera, lo cual implicaría otra reencarnación. Por tanto, decide Dios llevarse de este mundo al pe-queño Moshé.

Claro que para nosotros esto es muy doloroso porque vemos todo con los “lentes terrenales”, mundanos, y creemos que este mundo es el fin, y no el medio hacia el fin. Pero para Dios, que hizo todo desde la Crea-ción y lo sigue haciendo en nuestros días, y terminará de hacerlo con la llegada del Mashíaj, lo que sucede es por el bien de las almas, indepen-dientemente del cuerpo.

¿Puede cambiarse el destino?Si todo está tan precisamente calcu-lado y cada persona vino al mundo con una misión, al parecer no hay forma de cambiar nuestra suerte y destino. Entonces, ¿para qué reza-mos y para qué nos esforzamos?.

Aprovecharé aquí para abordar otra pregunta ya que la respuesta es la misma para las dos: ¿afecta el mal de ojo? Sabemos que existe el mal de ojo, pero no se entiende cómo puede afectarnos ya que si vinimos con una misión y con herramientas para cumplirla, ¿cómo puede ser que alguien con su mal de ojo nos quite o nos elimine las herramien-tas? Si fuese así, no podríamos cumplir nuestra misión.

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Una pregunta más: ¿de qué nos sir-ve pedir una bendición a un tzadik para que nos vaya bien en los nego-cios, que tengamos hijos, etc.? Si no es nuestra misión, no obtendremos eso nunca y, si es una herramienta para nuestra misión, igual Dios nos la mandará. Entonces, ¿para qué re-zar o ser bendecido?

Cuando busqué la respuesta en los tratados talmúdicos, aparentemen-te se complicó más la pregunta. Por ejemplo, en el tratado de Sha-bat 156a se discute justamente este punto: ¿existe el destino o no? Rabí Yojanán opina que “No hay mazal para pueblo de Israel”, es decir, no existe el destino definitivo para el pueblo de Israel sino que estamos por encima del mazal y podemos cambiarlo con rezos y plegarias. Pero Rabí Janiná opina que “Hay mazal para Israel”, es decir, ya todo está calculado y planeado. Y ya no queda nada por hacer.

De forma más clara cuando Rashí explicó la opinión de Rabí Janiná dijo: “Y aunque reces y des tzedaká, no podrás cambiar tu destino”. Esto es difícil de entender. ¿Cómo pue-de ser que el gran sabio Rabí Janiná opine que los rezos no ayudan ni cambian las cosas? Prácticamente nos derrumbó todas las bases de la fe y la esperanza.

En otro tratado del Talmud (Taanit 24) se relata que el rabino Elazar Ben Pedat se lamentaba ante Dios sobre su gran pobreza, y Dios le

respondió que para resolver su pro-blema tendría que reiniciar la Crea-ción del mundo y empezar la his-toria de la humanidad de nuevo, y quizás, sólo quizás, eso ayudaría.

Cualquiera que lea este texto queda confundido. ¿Por qué hay que rei-niciar el mundo para dar solución al problema de Rabí Elazar? ¿Cómo es que Dios le dijo “y quizás eso ayude”? ¿Acaso Dios Todopodero-so no puede?

La respuesta nos dará las reglas del juego de la vida y será entendida a través de un ejemplo: Imagínenos que mandamos a alguien a otro país para comprarnos mercancía de ropa; ésa es su misión. Hay ciertas cosas que puede pedirnos y otras que no. Por ejemplo, no podrá pedirnos via-jar a otro lugar, ya que su misión es comprar la mercancía en ese lugar específico; no podrá pedirnos viajar en barco en vez de avión, pues su misión es también hacerlo rápido. Y obviamente no podrá pedirnos traer juguetes en lugar de ropa. Sin embargo, sí puede pedirnos un Ipod para escuchar música en el camino, una chaqueta por si hace frío y co-mida láctea en lugar de vegetariana. Eso quizá podremos dárselo ya que no afecta la misión misma. Es más, tal vez se la haga más agradable y, por tanto, si lo pide de buena ma-nera, se lo daremos. Entonces, hay misión y hay acompañantes de la misión. La misión es incambiable y los acompañantes que no afectan la misión pueden variar.

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Así ocurre en nuestra vida. Está di-vidida en dos: en misión y acom-pañantes. En lo relacionado a la misión no habrá cambios ni será afectada por mal de ojo, maldi-ción, etc., ni será mejorada por tefi-lá, mitzvot, o tzedaká. Ya que si así fuera perderíamos la misión por la cual vinimos. Sería incorrecto que, por medio de un rezo o una ben-dición de un gran tzadik consiga-mos lo que deberíamos lograr sólo con nuestro esfuerzo. Si así fuera, no podría considerarse que fuimos nosotros quienes reparamos.

En los acompañantes sí puede re-caer el mal de ojo, la maldición, el daño físico, y también pueden ser mejorados a través de rezos, bendi-ciones y tzedaká.

Por lo tanto, no hay contradicción entre Rabí Yojanán y Rabí Janiná. Uno habló sobre la misión y por lo tanto opinó que es incambiable y el otro sobre los acompañantes.Imaginen un joven que nunca qui-so casarse y, por tanto, no formó una familia ni tuvo descendientes. Además incitaba a sus amigos ca-sados a separarse y provocó bas-tantes divorcios durante su vida. Él reencarna y tiene varias misiones: 1. Casarse, 2. Tener descendencia, 3. Salvar y reparar matrimonios que están a punto de deshacerse (aparte del cumplimiento cabal de todas las leyes de la Torá, rezos, estudio, etc.). Él vendrá al mundo con las herramientas necesarias para lograr todo esto. Por ejem-

plo, tendrá aspectos positivos para conseguir rápidamente una novia; también será fértil para tener hi-jos y tendrá poderes de convenci-miento de la misma manera que los tuvo para separar, y esta vez los utilizará para unir.

En estos puntos no le afectará el mal de ojo. No requerirá de muchí-simas bendiciones y rezos, ya que éste es el motivo de este viaje y, por tanto, el Maestro, Dios, lo mandó ya con todo. Entonces, hay mazal, es decir hay destino. Pero hay co-sas que lo acompañarán en la vida: su negocio, su salud en general, sus depresiones y alegrías, etc. Todas esas cosas y otras más, que no influ-yen directamente en la misión, son vulnerables a maldiciones y al mal de ojo y son mejoradas con rezos y bendiciones. En otras palabras, el mazal de esas cosas no es definiti-vo, es decir, en mazal leIsrael.

Es por eso que Dios le dijo a Rabí Elazar que no puede resolver el pro-blema de su pobreza, ya que ésa es su misión en su vida actual. Y si Dios le da dinero y lo hace rico, es verdad que vivirá cómodamente, pero no cumplirá su misión. Por eso le dijo que debería reiniciar la humanidad y, si se comporta bien, entonces no tendrá que reencarnar como pobre. Y como todo depende de cómo se comportaría Rabí Elazar, Dios le dijo “quizás”, es decir, “No puedo garantizarte cuáles serán tus errores ni tu tarea de reparación. Por eso, quizás no serás pobre”.

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Nosotros, cuando rezamos a Dios, pedimos muchas cosas y, como no sabemos con certeza cuál es nues-tra misión ni cuáles son sus acom-pañantes, pedimos todo, pero cul-minamos diciendo: Malé mishalot libenu letová, “Cumple nuestros deseos, Dios, siempre y cuando sean para nuestro bien”. No duda-mos de que Dios nos haya dado las herramientas necesarias para nues-tra tarea, sin embargo, le pedimos que nos ayude a utilizarlas para bien, que nos oriente para hacerlo bien; o quizás le pedimos a Dios que nos dé herramientas más so-fisticadas, de manera que en lugar de tener que hacer el trayecto en bi-cicleta, por decirlo así, le pedimos que nos dé una motocicleta; que nos mande personas buenas o rabi-nos sabios que puedan orientarnos. Es resumen, todas las plegarias las dirigimos a los acompañantes de la misión, pero la misión es la misión y punto.

¿Existe el libre albedrío?

¿Cómo se entiende el libre albe-drío bajo el concepto de la reen-carnación? Parecería que somos como borreguitos dirigidos a cier-tas escenas, lugares, tentaciones. ¿Dónde, entonces, está nuestro li-bre albedrío?

Obviamente, cada uno de nosotros tiene libre albedrío, ya que si no fuera así, nadie sería responsable de sus actos. No existiría el paraí-

so y el infierno, el castigo y la re-compensa, pues el justo no mere-cería recompensa celestial, ya que fue programado para ser justo y lo mismo el malvado.

Cada uno de nosotros somos res-ponsables de nuestros actos, por-que con nuestro libre albedrío decidimos hacerlos o no. Pero la consecuencia de nuestra decisión ya no está en nuestras manos. Del mismo modo que si a un hombre le ponen veneno delante de él, ten-drá libre albedrío para tomarlo o no; pero una vez que lo tomó ya no dependerá de él si se intoxica o no. Por ejemplo cuando una per-sona da su diezmo para obras de caridad, a pobres o necesitados, lo hace con su libre albedrío. Cuando Dios decida recompensarle y man-darle abundancia, no tendrá libre albedrío para recibirla o no. Haga lo que haga, le llegará. Después, de nuevo tendrá libre albedrío para apostar ese dinero en un casino, comprar una casa o ayudar a su hijo, etcétera.

Desde el punto de vista de la reen-carnación funciona de la siguiente manera: Digamos que Moshé atro-pella a Eliahu y le quita la vida. En la reencarnación siguiente, Moshé tendrá que reparar su agravio, y la reparación sería haciendo lo con-trario, es decir, salvando la vida de Eliahu. Moshé nació en Euro-pa; Eliahu vive en América y está en una situación de salud crítica, en la que necesita una donación de

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50 mil dólares para ser operado y salvar su vida. Moshé, en Europa, vive tranquilo con su libre albedrío diario, pero cuando llega la hora de la reparación, Dios le quita el libre albedrío y le planea un viaje a América, obviamente disfrazado de viaje de negocios, boda de un amigo, viaje de placer, etc. Quiera o no, Moshé va a estar montado en un avión rumbo a América. Al lle-gar, lo desee o no, se enterará del caso de un desconocido llamado Eliahu, que está en una situación crítica y requiere de una donación. Sin que tenga libre albedrío, a Mos-hé se le aproximará el recaudador, justamente a él y le insistirá de una forma casi anormal que sea él el donador y a la vez el salvador, ya que tiene muchísimo dinero, por-que en su caso es la herramienta para cumplir su misión.

Hasta ahora, Moshé no tenía libre albedrío y, como ya explicamos con la bendición de todas las mañanas: Hamejín mitzadé gáber, “Bendito Dios que planea y prepara los cami-nos de la persona”, nos quita el li-bre albedrío para llevarnos al punto de reparación. Pero cuando ya nos pone ahí, nos regresa el libre albe-drío y ahora somos nosotros los que decidimos si lo hacemos o no.

Así que la respuesta a si hay o no libre albedrío es que hay y no hay. Como nuestros Sabios explican de manera un poco más detallada: “Tres miembros domina la persona y tres no”. Domina sus manos, pies

y boca, ya que uno es quien deci-de qué toca o agarra, por dónde camina y qué dice. Pero no domi-na sus ojos, oídos y nariz, ya que en un paisaje no puede seleccionar qué ver o no, sino que ve todo lo que tiene enfrente. En una reunión no puede seleccionar el audio sino que escucha todos los sonidos. Y así también con el olfato: no puede decidir que el buen olor entre y que el malo no entre. Y cuando llega el momento de cumplir la misión de la vida, Dios quita a la persona el dominio sobre las piernas o manos o boca, y termina llegando al lugar en el que Dios quiere que esté, in-dependientemente de sus planes originales. De repente dirá cosas que no quiso mencionar, ocasio-nándole nuevas situaciones que no planeó, y todo eso para ponerlo en el lugar de reparación. Y en el momento que llegue y esté parado ante su misión de vida o ante una de las muchas misiones de su vida, se le regresará su total dominio físi-co y mental así como la libertad de su libre albedrío para poder decidir si hacer o no hacer, si reparar o no reparar.

¿Por qué esto no está escrito con claridad en la Torá? Si todo esto es tan importante, ¿por qué la Torá no escribe claramente sobre el alma, el paraíso, la reencar-nación, la resurrección, etc.? ¿Por qué

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estos temas aparecen sólo en los li-bros de la Cabalá, el Zóhar y otros?

En primer lugar, la pregunta no es precisa, ya que la Torá sí habla del alma, especialmente en Bereshit, cuando trata el tema de la crea-ción del hombre. Relata la Torá que, después de hacer el cuerpo del hombre, Dios insufló en él un alma viviente. También habla del Paraíso. De forma muy clara rela-ta la Torá que Adam y Javá fueron colocados en el Paraíso, pecaron y fueron expulsados al mundo para reparar y perfeccionarse, y por lo tanto, sólo entonces, después de morir podrían regresar ahí.

También el tema de la reencarna-ción se toca en varios versículos de la Torá que fueron recopilados en el libro Nishmat jaim, del Ra-bino Menashé Ben Israel (1604-1657), que fue un gran rabino en Amsterdam.

Por ejemplo, el versículo en Kohé-let (8:10): “Vi a los pecadores que murieron y fueron enterrados y re-gresaron desde un lugar sagrado, y caminan en estas ciudades olvidán-dose de su misión”. O por ejemplo, el versículo de Amós (2:4-6) que dice: Al sheloshá pishé Israel veal arbahá lo ashibenu, “Sobre los pe-cados que cometa la persona, tres veces reencarnará, para darle opor-tunidad de reparar. No habrá una cuarta vez”. Y así trae el rabino Me-nashé muchísimos versículos.

(Respecto a cuántas veces podemos reencarnar, se analizará en el Capí-tulo de preguntas y respuestas de este libro.)

Por eso, la pregunta anterior se debe al hecho de que no conoce-mos bien la Torá, pues normalmen-te sólo la estudiamos con ojos de peshat, es decir, con la traducción literal del texto, o como máximo

La tumba del Rabino Menashé Ben Israel, ubicada en Amsterdam.

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llegamos a analizarla según su de-rash o rémez. Pero si lográramos, por lo menos, asomarnos y leer el mismo texto con “lentes de sod”, descubriríamos mensajes maravi-llosos, que justamente pertenecen a todo lo que tiene que ver con la mística de la Torá; es decir, lo lite-ral está escrito de forma literal y lo místico en forma mística y oculta.

Veamos algunos ejemplos. Todos conocemos la parte de la Torá donde prácticamente se inicia el judaísmo con Abraham y Sará. Analicemos en forma breve la historia como la lee-mos con visión de peshat, es decir, literalmente, y después volveremos a estudiarla con la visión profun-da del sod, para que tengamos una leve idea de las distintas dimensio-nes de nuestra Sagrada Ley.

“Dios dijo a Abraham: Vete de tu país, de tu ciudad y de la casa de tus padres, a la tierra que te indi-caré”, “allá te haré muy grande y te bendeciré”, “bendeciré al que te bendiga y maldeciré al que te mal-diga”, “Y tomó Abraham a Sará y se fue, y con ellos se fue Lot a la tierra de Kenaan”. Abraham llegó a los lugares de Shejem y Elón Moré. “Y hubo hambruna en la tierra y en el camino a Egipto dijo Abraham a Sará: ‘Qué bella eres’”. En Egipto, Paró intentó tomar a Sará, Sará se negó a ser seducida y finalmente salieron Abraham y Sará de Egipto muy ricos, por los regalos que les dio Paró. “Y también Lot, que ca-minaba con Abraham, se enrique-

ció.” “Y hubo una pelea entre los pastores de Abraham y los pasto-res de Lot”, “Y dijo Abraham a Lot: ‘No quiero pelear contigo. Sepára-te de mí’”.

El Zóhar (Sitré Torá, Lej Lejá) nos indica que si queremos entender no sólo la base histórica del ju-daísmo, sino la base espiritual y la tarea diaria de cada judío, debe-mos remplazar tres palabras en to-dos estos textos y ésa será la puerta para entrar a la dimensión del sod en este capítulo. “Remplaza la pa-labra Abraham por neshamá; Sará por ‘cuerpo’ y Lot por yétzer hará (el instinto malo)”. Ahora, volva-mos a leer.

“Y dijo Dios a la neshamá: ‘Vete desde el Cielo, que es tu ciudad, el lugar donde naciste, desde el Pa-raíso, que es la casa de tu Padre, Dios, a la tierra que te indicaré”. La persona nace donde debe estar: con una familia específica y en el entorno donde debe reparar…”

“Lej Lejá… La orden que Dios dio a Abraham de que se marchara a la Tierra Santa se dice en hebreo Lej Lejá, “Vete para ti…”, pero en la visión del sod indica Dios al alma dos cosas: 1. “Vete por tu bien, por tu elevación espiritual”, y 2. “No te olvides que puedes alcanzar 50 ni-veles de pureza ó 50 de impureza”. Por eso la palabra Lej suma 50 y Lejá suma también 50, para indi-car así los dos caminos que tiene el alma para escoger.

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“Allá te engrandecerás y te bendeci-ré…”, ya que el alma viene al mun-do para engrandecerse y elevarse más, y ése es el medio para regresar a Dios y recibir su pago como me-recedores.

“Bendeciré al que te bendiga…” Es decir, Dios dice al alma: “Ben-deciré al cuerpo que te “bendiga”, desarrolle, te purifique y haga ac-tos buenos contigo, con bendición terrenal y celestial. Y lo contrario pasará con el que te maldiga.

“Y tomó (Abraham) la neshamá (a Sará), al cuerpo…” Es decir, a cada neshamá se le asigna el cuerpo in-dicado para su misión, con todas sus implicaciones físicas, de salud, belleza, etcétera.

“Y se fue con ellos (Lot) el instinto malo…” A cada neshamá, depen-diendo de su potencial y nivel, se le asigna un rival espiritual para que la lucha sea justa y equilibrada; di-gamos, peso pluma contra peso pluma, peso pesado contra peso pesado, manteniendo así el equili-brio del libre albedrío.

“Y se fueron a Kenaan…” Kenaan en hebreo proviene de la palabra Leajnía, es decir, “doblegar”, ya que parte de la misión en la vida es do-blegar los caprichos del cuerpo y las seducciones del instinto malo, ya que ambos son el contrapeso del alma. Por ello, en la realidad Lot y Sará eran hermanos, porque tam-bién en la dimensión mística, el

cuerpo y el yétzer hará son socios, compañeros, hermanos, y la mi-sión del alma es separar esa alianza y llevar al cuerpo hacia su lado.

“Y hubo hambruna en la tierra…” La hambruna simboliza la escasez de placeres mundanos; por eso dice Abraham a Sará, el alma al cuerpo: “Qué bella eres”, es decir, “qué cuer-po tan sagrado y puro eres, porque te alejas de los placeres mundanos”. Y por tanto, Abraham, es decir, la neshamá, está muy contenta y ad-mira a su pareja —el cuerpo—, porque le ayuda a engrandecerse.

“Y fue (Abraham) la neshamá has-ta Shejem, hasta Elón Moré…” La neshamá busca en la Tierra luga-res sagrados, lugares de estudio, los cuales le ayudarán a cumplir su misión y la protegerán de cual-quier tentación, dándole armas para luchar y combatir las tenta-ciones mundanas. Y a eso se refiere cuando dice que la neshamá se fue a Shejem, que proviene de la pala-bra Shejiná, es decir, lugares con la Presencia Divina.

Y a Elón Moré, que proviene de la palabra Moré (maestro) u Horaá (enseñanza) que son lugares de estudio y enseñanza; estos son los sitios en los que la neshamá desea estar.

“Y Paró, el rey de Egipto, intentó tomar (a Sará) al cuerpo…” Egipto simboliza a las tentaciones con las que el mundo trata de atraparnos,

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ya que Egipto en hebreo se dice Mitzráim, que proviene de la pala-bra metzarim, “lugar de encierro”. Así son todos los lugares de tenta-ción del planeta, donde las tenta-ciones encierran y cautivan a nues-tros cuerpos.

Paró simboliza la persuasión, el “lavado de cerebro” por medio de palabras y frases bonitas, como las teorías de evolución, las falsas creencias y mentiras que cautivan nuestra mente. Eso es Paró, ya que las letras de su nombre forman en hebreo las palabras Pe Ra, “mala boca”. Y a eso se refería la Torá en esta dimensión, que en Egipto Paró intentó tomar a Sará (el cuerpo).

“Y (Abraham y Sará) la neshamá y el cuerpo salieron de Egipto llenos de riquezas…” En el momento que Sará —el cuerpo— supera la ten-tación y no cae, eso ocasiona una elevación espiritual muy grande, manifestada como riqueza, pero espiritual.

“Y también (Lot) el instinto malo se enriqueció…” Es decir, a medida que la persona se eleva, su instin-to malo se eleva también, para que siempre se mantenga el equilibrio de la lucha justa. Es por eso que en la Torá, cuando Abraham es pobre, Lot también lo es; Abraham se en-riquece y Lot con él, para simboli-zar el equilibrio entre el alma y el yétzer hará.

“Y hubo pelea… Y dijo Abraham a

Lot: ‘No quiero pelear contigo. Se-párate de mí…’” Diariamente existe una lucha entre el yétzer hará y el alma, en la cual el alma pide al yé-tzer hará que deje de molestarla y que se separe un poco, que se aleje de nuestra mente para que poda-mos elevarnos con más facilidad. Esto se asemeja a un globo aerostá-tico, que contiene aire caliente para que se eleve, pero también tiene sacos pesados llenos de arena que lo aferran a la tierra. A medida que nos deshacemos de los sacos, nos elevamos con más facilidad; los sa-cos son el yétzer hará, el globo es el cuerpo y el aire caliente es el alma. De ahí que Abraham pida a Lot que se separe un poco de él. Por eso en el versículo siguiente dice la Torá: “Y habló Dios con Abraham des-pués de que se fue Lot…”; es decir, uno se acerca a Dios cuando se ale-ja del yétzer hará.

En este breve texto sólo mencio-né el concepto en general, pero en realidad contiene muchísimos más mensajes secretos, insinuaciones, juegos de letras, etc. Y continúa este análisis con conceptos bellísi-mos del comportamiento del alma cuando se separa del cuerpo en los capítulos de la muerte de Sará y la resurrección de los muertos con los capítulos de Itzjak y Ribká, en los que Itzjak hace alusión a la nueva neshamá que regresa a gozar y a reírse en la época mesiánica, ya que Itzjak significa “risa” y Ribká hace alusión al nuevo cuerpo que se le-vanta de la tumba, ya que si leemos

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el nombre Ribká al revés forma la pa-labra “tumba” en hebreo, hakéber.

Éste fue un pequeño ejemplo y muy superficial, pero nos dio por lo me-nos una leve idea del profundo sig-nificado, oculto y disfrazado en las historias relatadas en la Torá.

Con esta explicación queda com-probado que la Torá sí menciona todos estos conceptos espirituales y místicos. Sólo hay que saber leerla en su dimensión correspondiente.

Un ejemplo más, y esta vez de reen-carnación. Dios dice a Adam des-pués de que pecó: “Polvo eres y al polvo regresarás” (Bereshit 3:19). En su dimensión literal quiere de-cir: “de polvo fuiste hecho y como muerto tu cuerpo se reintegrará y volverá a ser parte del polvo de la tierra”.

Sin embargo, en la dimensión pro-funda, se refiere a lo siguiente: en la Torá está escrito que el cuerpo del hombre fue hecho del polvo de la tierra, es decir, polvo equivale a cuerpo; por tanto, cuando dice: “Polvo eres”, se refiere al cuerpo donde está hoy puesta su alma; “y al polvo regresarás”, es decir, “ya que pecaste, tendrás que regre-sar reencarnando en otro polvo —cuerpo— para reparar tu fal-

ta”. Y como dice el Zóhar (Tikuné Zóhar 99:2), en este versículo está insinuado el concepto de la reen-carnación.

Ahora podemos entender mejor por qué Abraham Abinu dijo: “Yo soy polvo…” (Bereshit 18:27) ha-ciendo alusión a la orden de Dios a Adam de que regresará al polvo, es decir, a otro cuerpo, por lo tanto dijo Abraham “yo soy ese cuerpo”, tal como explicamos anteriormen-te, que Abraham Abinu inició la reparación de Adam.

Basándose en este concepto, el Zóhar explica el secreto oculto en las leyes de la lepra en la casa, cuan-do la Torá ordena quitar la mancha de la pared y poner tierra nueva en su lugar: “Y nueva tierra tomará y rellenará el hueco en la casa…” (Vayikrá 14:42). Explica el Zóhar, que la tierra equivale al cuerpo. Cuando 95% de la casa está bien y 5% tiene lepra, es decir, hace alu-sión al alma que está manchada levemente, que está casi reparada, pero le falta terminar de limpiarse un poco de su suciedad. Se tomará tierra nueva, es decir, un cuerpo nuevo que vendrá al mundo para limpiarse y purificarse.

De esta forma, grandes rabinos y estudiosos del sod de la Torá escri-bieron las explicaciones místicas de muchos capítulos de la Torá, como por ejemplo, la maravillosa obra del Gaón de Vilna sobre el libro del pro-feta Yoná, y la ballena que se lo tragó.

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El Gaón explica que todo el libro insinúa las leyes y las reglas de la reencarnación, donde Yoná hace alusión al alma, el barco al cuer-po y la misión de Ninivé como la

misión de la vida. No la cumple la primera vez y, por ello, es retenido por una ballena, que en el versícu-lo es catalogada como Dag Gadol, “gran pez”, que en hebreo forma

El Gaón de Vilna (1720-1797).

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las iniciales de Din Guehenom, “juzgado en el infierno”, y desde ahí clama Yoná, es decir, el alma, por otra oportunidad, suplicando a Dios que lo saque de esa prisión infernal y le promete que esta vez cumplirá su misión, la cual real-mente al final cumple.

Cada versículo en el libro de Yoná contiene mensajes de reencarnación y la cantidad de juegos de palabras, letras y números es impresionante. Pero por lo menos les he dado una idea de su verdadero contenido.

Lo mismo escribe Najmánides y el gran rabino Yonathán Aivishitz en su libro Yaharot Debash (2:6); ambos dicen que la mayoría de los versículos del Libro de Iyob hablan sobre la reencarnación y no sobre lo que literalmente la gente lee.

A esto se refieren nuestros Sabios en la Mishná de Pirké Avot (5:24): “Explórala y vuelve a explorarla, que todo está contenido en ella”. La Torá contiene todas las sabidurías, desde leyes sociales, familiares, etc., hasta filosofía, ciencia y por supuesto, mística.

Todo está en saber leerla y estudiar-la. Termino este capítulo con una frase que siempre me gusta repetir: “La Torá es el libro más aburrido que existe… si sólo lo lees”. Pero si llegas a estudiarlo y profundizas en él, no hay un libro en el mundo que se le iguale. El Rey David se refirió a esto en los Tehilim cuando cla-mó a Dios para suplicarle: Gal enai veabita niflaot mitorateja, “Dios, abre mis ojos para que logre ver las maravillas ocultas en Tu Torá” (119:18).

La tumba del profeta Yoná ubicada en el pueblo Musulmán Mashahad, que era la antigua ciudad bíblica Gat Jefer (hoy en día hay una Mezquita en el lugar).

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Hasta aquí, por lo menos vimos al-gunos conceptos básicos de la reen-carnación.

No dudo que todas estas respues-tas generaron nuevas preguntas y por eso dedicaré al final un ca-pítulo de preguntas y respuestas. Pero por ahora, ya tenemos una parte de la base para poder seguir avanzando. Sin embargo, antes de llegar al capítulo principal de este libro, “Quién reencarnó en quién”, quisiera hablar en el siguiente ca-pítulo de las ideas actuales sobre la reencarnación, ya que sé que

la mayoría de mis lectores no son cabalistas ni ateos, sino creyentes, observantes y tradicionalistas, a quienes les gusta saber qué dicen nuestras antiguas y sagradas Es-crituras y qué opina al respecto la ciencia moderna. Últimamente no hay contradicción entre ambas y, es más, cada vez que la ciencia avanza, afirma con sus nuevas pruebas lo escrito por nuestra Torá desde hace miles de años.

¡Qué orgullo se siente pertenecer a un pueblo que siempre tuvo la ver-dad en la mano!

La tumba del Rabí Yonathán Aivishitz (1690-1764) en Hamburgo, Alemania.

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Capítulo 2

La ciencia reconocela reencarnación

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El mundo científico ha sido muy apático con respecto al concep-

to del alma en general y de la reen-carnación en particular, ya que son conceptos espirituales inmedibles, por lo que pertenecen más a la filo-sofía y no a la ciencia.

Del mismo modo que el Zóhar pro-fetizó que en el año 5600 desde la creación que equivale al año 1840 de la era común, bajaría al mundo sabiduría tecnológica —y como vi-mos en la introducción así fue—; también pronosticó que antes de la llegada del Mashíaj el mundo des-cubriría la parte espiritual y místi-ca de la Creación, y tendríamos una sed inmensa por el sod, lo oculto y lo profundo de la Torá y la vida misma (Maamaré Rashbí de Rabí Jaim Vital). Y en efecto, como era de esperarse, en las últimas déca-das ocurrió un cambio que empe-zó como filosófico y terminó como científico, respecto a toda la parte de la energía de la vida.

En los años treinta surgió un interés desmedido y mundial por las cultu-ras orientales, que abarcó concep-tos tales como energías internas, los chakras, las energías cósmicas, la telepatía, los viajes astrales, etc., temas sobre los cuales se escribie-ron libros como el de Paul Brunton en 1934 sobre la cultura hindú, o el libro de la escritora L. Adams Beck

sobre la yoga; o también el de Carl Jung, sobre la parte espiritual en los sueños.

Paralelamente, el mundo científico sufrió una revolución con la teoría de la relatividad de Einstein. La fór-mula E = mc2, es decir, la energía es igual a la masa multiplicada por el cuadrado de la velocidad de la luz, o en palabras simples, la materia se convierte en energía y, la ener-gía en materia, dieron fundamento a la teoría del Big Bang, con la cual se comprobó que todo el origen de la materia fue un punto de energía concentrada que explotó. Ellos, los científicos, lo llaman energía y noso-tros lo llamamos con nombre y ape-llido: Dios Bendito Todopoderoso.

Otro factor que incrementó a nivel personal la espiritualidad en la per-

Introducción al capitulo

Carl Jung (1875-1961).

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sona surgió en los años cincuenta, en el área de la psicodelia, cuando el doctor Stanislav Grof descubrió los efectos de ciertas drogas en el cerebro. Estas drogas llevaban a la persona a descubrir conocimientos personales muy extraños, que no te-nían que ver con su vida actual, sino con sus reencarnaciones pasadas. Sin embargo, como esto ocurría me-diante drogas, no podía convencer-se al mundo de su validez.

Por ello, el gran psicólogo y psiquia-tra Ian Stevenson, entonces jefe del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Virginia, empezó una investigación para validar los mismos descubrimientos de Grof, pero sin utilizar drogas. Stevenson dedicó 40 años de su vida a estos estudios, hasta que en el año 1960 publicó un artículo con el testimo-

nio de niños pequeños, de cuatro a cinco años de edad, que contaban con claridad asombrosa quiénes fueron en una vida anterior, dón-de vivieron y cómo se llamaban sus familiares. Stevenson salía a inves-tigar si realmente existió en el pa-sado un personaje con ese nombre, lugar e historia, y sólo cuando veía que el testimonio era real, y 100% comprobable, lo publicaba.

Stevenson publicó libros en los cuales recopiló todos esos casos de reencarnación, recolectados en Asia y Lejano Oriente, África, América, y Europa y en 1997 publicó su libro Reincarnation and Biology, una compilación de 2300 páginas que contiene más de 210 casos reales y documentados de niños que recor-daban perfectamente su vida pasa-da (relataremos parte de ellas en el último capítulo de este libro).

Stevenson es considerado actual-mente en el mundo científico como una autoridad y fuente veraz, por su personalidad y más que nada por su forma de trabajar ya que no traba-jaba con drogas, hipnosis ni regre-siones; simplemente con niños pe-queños e inocentes, que hablan con la verdad, sin ningún interés de por medio, y especialmente por la com-probación documentada de que sí existieron las personas de las que hablaban estos niños.

En muchos casos Stevenson com-probó que los niños que relataban que en una vida pasada sufrieron

Prof. Ian Stevenson, (1918-2007).

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una operación en determinado lu-gar del cuerpo, habían nacido con una mancha de cicatriz justo en el mismo lugar en el que habían sido operados en su vida anterior, lo que aumenta la veracidad del relato del niño ya que tiene una relación con la persona fallecida.

En otra área de la psicología, me-diante regresiones hipnóticas, el hipnotista Mori Branchstein publi-có en el año de 1953 su libro Tras las huellas de Bridey Murphy. En él re-lata lo que le sucedió con la paciente Ruth Simmons, que en una sesión de hipnosis simple y de regresión a su niñez, para entender ciertos deta-

lles de su personalidad logró cruzar la barrera de su nacimiento y empe-zó a hablar con acento irlandés bajo el nombre de Bridey Murphy. Bran-chstein se asombró con el descubri-miento, ya que no utilizó pastillas ni drogas de ninguna clase. Por tan-to, volvió a hipnotizarla, pero esta vez en presencia de testigos, y docu-mentó todo el procedimiento.

Al finalizar, salió con una pequeña comitiva a Irlanda “tras las huellas de Bridey Murphy”, las cuales en-contró… y cuadraban perfectamen-te con la historia de Ruth Simmons. (El libro fue traducido al hebreo en 1960.)

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El camino que inició Mori Bran-chstein abrió la puerta a muchos médicos para tratamientos psiquiá-tricos, en especial los del famoso y reconocido doctor Brian Weiss, di-rector general del Mount Sinai Hos-pital en Miami, que se especializó en la regresión hipnótica a vidas pasadas en sus pacientes, para en-tender sus traumas en el presente. Por ejemplo, algunas personas que sufrían de claustrofobia resultó que habían sido prisioneros en su vida pasada, o algunas personas con un temor inexplicable a volar en avión resultaron ser reencarnación de personas que habían fallecido en un accidente aéreo. Uno de los casos más asombrosos fue el de un paciente que se quejaba de un do-lor en un punto específico de la es-palda. Después de diversos análisis y estudios sin descubrir la causa del problema, el paciente acudió con Brian Weiss, quien por medio de la regresión encontró que ese hombre había sido apuñalado en ese lugar en su vida pasada.

Brian Weiss tardó ocho años en publicar sus hallazgos, ya que él mismo como ateo no creía en Dios ni en el alma y mucho menos en la reencarnación. Poco a poco em-pezó dudando, reflexionando en sus resultados y al final terminó creyendo en esto por completo. En un momento temió la reacción de sus colegas y la crítica científica a la que se expondría por sus “fan-tasías”. Sin embargo, una vez ya seguro de tener la verdad en sus manos, publicó en 1988 su libro Muchas vidas, muchos sabios, que rápidamente se convirtió en un best seller. Luego de publicar su libro, Weiss se asombró de la can-tidad de cartas de apoyo y recono-cimiento de muchos de sus colegas quienes lo felicitaron por revelar conceptos que ellos no se habían atrevido a expresar.

Prof. Brian Weiss (1944-).

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La doctora Elisabeth Kübler-Ross confrontó a los científicos que nega-ban estos hechos cuando presentó sus importantes y famosos libros so-bre la vida después de la vida, para los cuales entrevistó a miles de per-sonas que sufrieron muerte clínica, es decir, que fallecieron al cien por ciento bajo todos los criterios médi-cos, y que después de varios minu-tos, incluso horas, revivieron.

Está comprobado científicamente que si el cerebro no recibe oxíge-no durante siete minutos sufre da-ños irreparables, y estas personas, después de una, dos o tres horas de muertos, regresaban con plena conciencia; y no solamente eso, sino que presentaban una nueva conciencia, con la que relataban un encuentro con un mundo espiri-

tual: el famoso túnel, una luz muy atrayente, encuentros con familia-res que ya habían fallecido. Estos relatos fueron recopilados por la doctora Kübler-Ross y publicados en sus libros Life in Death y On Death and Dying.

Todos estos descubrimientos re-volucionaron muchos conceptos y llevaron a muchos ateos y apáticos a cuestionarse su teoría materialis-ta, poniéndose en dudas conceptos como que lo único que existe es lo que ves, que después de la muerte y la descomposición del cuerpo no hay nada, por tanto, vive, goza y atropella a quien sea, porque sólo se vive una vez. Provocando en-tonces una nueva reflexión, ya que si en verdad existe el alma, la vida después de la vida y el regreso, ¿cuál es el plan de esta vida?

Como dije, todos estos hallazgos avalan lo escrito en nuestras an-tiguas Escrituras, el Talmud, el Zóhar y los escritos del Arizal. A continuación mostraremos algu-nos ejemplos.

En relación a los descubrimientos de la doctora Kübler-Ross sobre la muerte clínica, relata la Guema-rá (Babá Batrá 12b) que el hijo de Rabí Yosef, hijo de Rabí Yehoshúa, falleció y, después de varios minu-tos, revivió. En palabras modernas, sufrió una muerte clínica. Y contó a su padre su encuentro con el mun-do espiritual, para culminar con la frase: “Vi allá un mundo al revés,

Dra. Elisabeth Kübler-Ross (1924-2004).

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ya que las personas que desprecia-mos acá son muy importantes y honradas allá; y sin embargo, per-sonas de mucho poder aquí son menospreciadas allá. Es un mun-do al revés el que vi”.

A lo que su padre respondió con una sonrisa: “No, hijo mío, un mundo al derecho viste. El mundo al revés es éste, donde a las perso-nas malvadas y adineradas, se les da mucho honor, pero no por lo que son, sino por interés, por lo que quieren obtener de ellos, in-dependientemente de qué tan pro-fanos y pecadores sean. Y sin em-bargo, a las personas puras, justas y buenas se les menosprecia. Así ocurre, hijo mío, en el mundo de la mentira, pero en el mundo de la verdad, todo cambia”.

En cuanto a los hallazgos de Brian Weiss de cómo los hechos o acci-dentes de la vida pasada influyen en la presente, quiero citar lo que ha-llé en el libro Torat Nathán, donde se recopilaron las enseñanzas del Arizal a su gran alumno Rabí Jaim Vital. El Arizal le explicaba cómo las cortaduras que sufría constan-temente con cuchillos y los miedos que sentía al ver aguas caudalosas provenían de sus vidas anteriores. Esto tuvo un fuerte impacto en él. De igual forma le explicó por qué no tenía facilidad de palabra, pero sí la facilidad de acción. Todo ello a consecuencia de su vida anterior.

Respecto a los resultados de las in-vestigaciones de Stevenson y Bran-chstein, que andaban tras la pista de los personajes fallecidos para com-

Nuevas revelaciones de la ciencia, ya escritas hace 2000 años en el Talmud.

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probar la historia relatada por sus pacientes y sujetos de estudio, citaré las palabras textuales de Rabí Jaim Vital en su libro Shaar HaGuilgu-lim: “Varias veces caminaba con mi gran maestro, de bendita memoria (se refiere al Arizal), y él me decía: ‘Sabe que fulano es reencarnación de un hombre que se llamaba tal y tal, que vivía en la aldea tal. Y por un pecado que cometió, regresó para reparar’. Sé que mi rabino nun-ca conoció o escuchó de ese hombre que falleció, e incluso nunca había visitado esa aldea. Pero nosotros, los alumnos, decidimos investigar sobre aquel hombre fallecido y fui-mos allá. Y realmente comprobamos cuán ciertas eran las palabras y los datos que nos daba el Arizal, y pre-fiero no alargar en casos y ejemplos, ya que no alcanzarían los libros…”.

El mundo está prácticamente en la etapa en la que se cumplirá la profecía del Zóhar mencionada al principio de este capítulo, y poco a poco se está reconociendo lo que nosotros hemos asegurado durante siglos. Sin embargo, más vale tarde que nunca.

Este tema de comparación entre la ciencia y la cabalá será ampliado en el resumen final de este libro.

Nuevas revelaciones de la ciencia, ya escritas hace 2000 años en la Cabalá.

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Capítulo 3

¿Quién reencarnó en quién?

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Realmente, todo lo escrito hasta ahora fue una gran introduc-

ción a este capítulo, el principal del libro. Todo lo estudiado hasta ahora, es para tener una base tanto mística como científica para lograr mayor entendimiento y credibili-dad de este capítulo, que tratará sobre quién reencarnó en quién. Es decir, en todas las historias bíblicas y talmúdicas muchos personajes tuvieron una vida basada en sus hechos, malos o buenos, de la vida anterior. Por tanto, sólo sabiendo quién era cada uno de ellos en el pasado podremos entender mejor su historia.

Realicé esta investigación en mu-chos libros, principalmente en el Zóhar, escrito por Rabí Shimón Bar Yojai, y en el Shaar HaGuilgulim, de Rabí Jaim Vital; en especial en el libro Guilgulé Neshamot, del gran y respetado cabalista Haramá Mipano, que vivió hace 400 años y fue alumno del cabalista Rabí Is-rael Seruk, alumno del Arizal.

Creo que ya aprendimos a respe-tar las opiniones de estos grandes cabalistas, ya que vemos cómo sus conocimientos, a pesar de haber sido expresados y trasmitidos hace muchos siglos, son reconocidos y comprobados hoy por medio de la ciencia y la tecnología, desde lo di-cho por el Zóhar sobre el planeta que era esférico, la ley de la grave-dad, la inclinación del planeta, el desplazamiento de los continentes (Pangea), etc., y hasta profecías que

nos acontecieron y nos acontecen en la actualidad, como el Holo-causto, el regreso a la Tierra de Is-rael, los problemas que tendremos con los musulmanes y la gran ba-talla por Jerusalén, ideas que era ilógico exponer hace 1800 años, ya que el Islam no existía, y menos todavía íbamos a atestiguar que Je-rusalén iba a ser sagrada también para ellos.

Ésas y muchísimas más profecías nos hacen concluir que la fuente de información de todo esto no era humana sino celestial.

Lo que hice en esta obra fue am-pliar las brevísimas frases de estos grandes cabalistas. Cuando dice: “Yosef HaTzadik reencarnó en Ye-hoshúa Bin Nun y Téraj regresó como Iyob”, etc., lo que hice, con la ayuda de Dios, fue analizar y am-pliar las vidas de ambos y resaltar cómo la falla del primero fue repa-rada por el segundo. Con esto, ten-dremos una visión más clara de por qué a cada uno de ellos ocurrió tal o cual situación, y quizá con esto, nos ayudaremos a entender un poco más lo que nos pasa en nues-tra propia vida, ya que finalmente cada uno de nosotros podrá encon-trar en las historias bíblicas y tal-múdicas acontecimientos similares a los que está viviendo.

Y tal vez, entendiendo el porqué de lo que les pasó a ellos, obtengamos algo de entendimiento sobre lo que nos pasa a nosotros.

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La Reparación de Adam HarishónAdam Harishón fue el primer ser humano creado directamente por el Creador. En él insufló una parte espiritual directa de Él, lo cual lo convirtió en un alma muy elevada y potente, por lo que su pecado fue inmenso. Por ello su alma regresó en nuestros patriarcas Abraham, Itzjak y Yaakob, para ser reparada. Resumamos los errores que come-tió Adam Harishón, para enten-der qué tarea de reparación tocó a nuestros patriarcas:

1.La Guemará Maséjet Sanedrín dice: “Adam fue idólatra”. Explican nuestros Sabios esta frase: “Obvia-mente que Adam reconoció a Dios, ya que hablaba con Él. Pero cuando vino la serpiente (el ángel S.M.) y los convenció de que al comer de ese fruto serían como dioses, en ese momento pensaron que eso era po-sible ya que seguramente Dios ha-bía pasado por ahí y había comido del árbol. Eso se llama idolatría”.

2.Adam se equivocó al escuchar el mal consejo de su esposa y aceptó transgredir la orden de Dios, como Dios mismo lo criticó: “Serás mal-decido porque escuchaste a tu mu-jer” (Bereshit 3:17).

3.Adam pensó que comiendo “se le abrirían los ojos”, sería más sa-bio, tendría mejor visión del poder; pero en verdad, por medio del acto

de comer el fruto mezcló el bien y el mal, que hasta entonces estaban totalmente separados.A partir de ese hecho nosotros confundimos lo malo con lo bueno, no diferen-ciamos lo negativo de lo positivo.4.Cuando Dios lo “busca”, Adam se esconde, pensando que existe la posibilidad de esconderse de Dios, tratando de evitar así su responsa-bilidad.

5.Cuando Dios le reclama el peca-do que cometió, Adam debió reco-nocer su pecado y suplicar al Crea-dor por el perdón; en lugar de ello culpa a su mujer.

6.Dios creó Siete Cielos y una Tierra. Al finalizar la Creación, puso Dios Su morada en el Paraíso Terrenal, es decir, aquí en la Tierra (sólo que en otra dimensión). Al pecar Adam, Dios se retiró y se ubicó en el Primer Cielo. Con el asesinato de Hébel por Cáin, se alejó al Segundo. En la ge-neración de Enosh, cuando comen-zó la idolatría, subió al Tercero. En la generación del diluvio, al Cuarto. En la Torre de Babel, al Quinto. Con Sedom y Amorá, al Sexto. Y con el libertinaje del imperio egipcio (an-tes de que bajáramos a él), Dios se ubicó en el Séptimo Cielo, el más alejado de nosotros. Con Adam co-menzó “la retirada”.

7.Después de que Adam tuvo a sus dos hijos, se apartó de su esposa durante 130 años, ya que vio el re-sultado de la tentación que Javá le provocó. Durante esa época, dicen

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nuestros Sabios, no cuidó su pure-za masculina y derramó semen en vano; creando así seres espirituales negativos.

8.Antes de ser expulsado del Paraí-so Terrenal, después de ser juzgado y de que Dios lo convirtiera en mor-tal, y después de quitarle 98% de su alma para dejarle sólo 2% para re-parar, Adam Harishón observó en el depósito de las almas —llamado Guf— una partícula de alma muy iluminada, pero sin vida, es decir, un ser que nacería y moriría.

—¿Quién es esa alma? —preguntó Adam.—Es un alma muy potente, pero no tiene vida —le respondió Dios.—Dios, me destinaste mil años de vida. Dono 70 para esa alma.Dice el Zóhar que, cuando llegó Adam a los 930 años, se arrepin-tió y no quiso donar esos 70 años para el alma que luego sería el Rey David. Entonces Dios le dijo:—No se los darás y no los vivirás.De ese modo, Adam faltó a su pro-mesa.

Estos errores debían ser reparados. La tarea comenzó con Abraham Abinu cuando pidió a Dios ser el progenitor del pueblo elegido, y obtener el alma de Adam, asumiendo la reparación de todas las almas “fundidas”. Eso está insinuado en la abreviatura de las cinco letras que componen el nombre de Abraham Abinu en hebreo, y que forman la frase: “En él reparo Adam Harishón su mal”.

Además, hay una increíble insi-nuación en el valor numérico de los nombres de estas dos familias; la primera, con la que comenzó el mundo: Adam, Javá, Cáin, Hébel y el tercer hijo de ellos, Shet, y la segun-da, que fue la primera del judaísmo, formada por Abraham, Sará e Itzjak. Ambas tienen el mismo valor numé-rico, para insinuarnos de esa forma que la primera familia judía vino a reparar los pecados de la primera familia del mundo. De manera que los patriarcas reparan a Adam y las matriarcas a Javá.

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Es interesante analizar cómo Dios ordena a Adam que se vaya de la Tierra Sagrada, del Gan Eden, y Dios es el que ordena a Abraham Abinu: “Abandona todo y vete a la Tierra Santa…”. Además, es sabido que la cueva de Mearat Hamajpelá es la puerta del Paraíso (obviamen-te en otra dimensión) y por eso de-cidieron Adam y Javá ser enterrados ahí. Ya que por culpa de Javá salie-ron del paraíso, es por eso que ella fue la primera en ser enterrada en la puerta espiritual del Gan Edén convirtiéndose en la primer hués-ped de él. Al ser Abraham y Sará la continuación espiritual de Adam y Javá se entiende por qué Abraham Abinu se esforzó en comprar ese lugar para ser enterrados ahí. Igual que Javá fue enterrada antes que Adam, Sará fue enterrada antes que Abraham. Simbolizando así la co-nexión entre ambos (El Admor de Rájlin).

Abraham Abinu repara el pecado de AdamLos tres patriarcas iniciaron la tarea de reparación corrigiendo las ocho fallas de Adam Harishón, como afirma el Zóhar al comienzo de Pa-rashat Mishpatim: “Los patriarcas son la reencarnación de Adam Ha-rishón…”.

1.Abraham Abinu nace en la casa del gran idólatra Téraj. Por natura-leza y educación, Abraham Abinu debió haber sido un gran idólatra, como lo fue su hermano Najor. Sin embargo, Abraham Abinu declara la guerra a toda la idolatría: rom-pe las estatuas de su padre, desafía al rey Nimrod, se convierte en un gran monoteísta y se dedica a di-fundir el monoteísmo. Convirtió a muchos idólatras en creyentes, para reparar de este modo, el pri-

Mearat Hamajpelá en Hebrón.

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mer pecado de Adam Harishón. En este mismo camino siguieron los hijos de Abraham Abinu, Itzjak, quien estuvo dispuesto a ser sacrifi-cado con tal de cumplir la voluntad divina, y después Yaacov, quien fue el pilar del estudio de la Torá y el amor a Dios.

2. Para reparar el consejo negati-vo de Javá a Adam, los patriarcas obedecen los buenos consejos de las matriarcas. Por ejemplo, a Abra-ham Abinu se le ordena obedecer a su esposa: “Todo lo que te diga Sará, hazlo”; Yaacov obedece a su mamá, Ribká, respecto a las ben-diciones que debe recibir de su pa-dre; y de la misma forma, obedece el buen consejo de sus esposas, las matriarcas Rajel y Leá, cuando le dicen que ha llegado la hora de re-gresar a la Tierra Santa.

3. Para reparar la comida prohibida (el fruto prohibido en el Paraíso) que mezcló el bien y el mal, Abra-ham Abinu edifica lugares en donde ofrece comida y bebida gratis para todos los viajeros y, después de co-mer, Abraham Abinu los convencía de dejar la idolatría y creer en Dios, de forma que, mediante la comida, separó el bien del mal.

De manera más específica, Yaacov compró la primogenitura de su her-mano Esav a cambio de un plato de comida; esto lo convirtió en me-recedor de las futuras bendiciones que tenía que dar su padre Itzjak. Esto está insinuado, en el hecho

que las palabras primogenitura y bendición en hebreo se escriben con las mismas letras.

Separando una vez más lo positivo de lo negativo por medio de la co-mida. Finalmente, las bendiciones fueron retiradas de Esav mediante la comida que le preparó primero Yaacov a Itzjak.

4. Para reparar el acto de Adam Ha-rishón de esconderse y de la falta de disposición de realizar la voluntad de Dios, los patriarcas siempre es-tuvieron dispuestos a obedecer las órdenes de Dios, cumpliendo Su vo-luntad a pesar de las dificultades. To-dos utilizaban las mismas palabras: Hineni, “Heme aquí”, es decir, “Aquí estoy para hacer Tu voluntad”.

La tumba de Jacob Abinu.

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5.Contra el pecado de la falta de re-conocimiento y de suplicar el per-dón al Creador, los patriarcas siem-pre fueron temerosos del pecado y establecieron los tres rezos del día, insinuados en la palabra Shemá, que son: Shajarit, Minjá y Arbit.

Abraham Abinu estableció el rezo de la mañana, Itzjak el de la tarde y Yaacov el de la noche. El momento del día para el rezo está insinuado en la segunda letra del nombre del patriarca correspondiente, y la ter-cera letra del nombre del rezo coin-cide con la tercera letra del nombre del patriarca.

La tumba de Abraham Abinu. La tumba de Itzjak Abinu.

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6.Para reparar el alejamiento de Dios hasta el Séptimo Cielo, empe-zaron los patriarcas el acercamien-to de Dios hacia nosotros. Como dicen nuestros Sabios: “Abraham Abinu lo acercó hasta el Sexto Cielo, Itzjak al Quinto y Yaacov al Cuarto; Leví (las tribus) al Tercero; Kehat al Segundo; Amram al Primero, y Moshé y Aharón lograron que mo-rara en la Tierra”, como lo indican los versículos: “Y Dios bajó hasta la montaña de Sinaí” (Shemot 19:20), “Y la presencia de Dios llenó el Ta-bernáculo” (Shemot 40:34).

7. La reparación del derramamien-to de semen en vano de Adam era una tarea difícil, ya que sus conse-cuencias fueron graves. Comenzó con la orden de Dios a Abraham Abinu para que se hiciera el berit (la circuncisión). Al quitar el pre-pucio, que simboliza la impure-za, la Torá considera el berit como el comienzo de la reparación del cuerpo. Esto hace alusión a que la reparación de Adam Harishón em-pezó con el berit de Abraham Abi-nu y por eso ambas palabras (berit y Adam Harishón) tienen el mismo valor numérico.

Esta tarea siguió con Itzjak Abinu, quien cuidó su pureza masculina por completo. Igualmente Yaacov Abinu, a pesar de que se casó a una edad tardía (84 años), logró cuidar su berit, como él mismo lo mani-

festó al final de sus días, cuando se dirigió a su primogénito Reubén: “Fuiste formado de mi primera gota de semen” (Bereshit 49:3). Asimis-mo, Yosef, se convirtió en el símbo-lo de la resistencia masculina ante las tentaciones femeninas cuando siendo un muchacho estuvo solo en Egipto, sometido a la seducción de la esposa del ministro Potifar, y a pesar de eso, no se impurificó.

En verdad, todo el descenso a Egip-to tuvo que ver con el pecado de Adam Harishón. De los 210 años que permanecimos allí, 130 fueron de sufrimientos, pagando todos no-sotros, los descendientes espiritua-les directos de Adam Harishón, sus 130 años de impureza masculina, y es por eso que por medio de Yaacov y Yosef, los denominados como los más cuidadosos de la pureza mas-culina, es que bajamos a Egipto.

8. El patriarca Yaacov y su hijo Yo-sef se dedicaron a reparar el error de Adam Harishón al arrepentirse de donar los 70 años para el alma de quien sería el Rey David. Como dicen nuestros Sabios: “Yaacov te-nía que vivir como su padre Itzjak, 180 años, pero vivió 147”.

Él donó 33 años. Su hijo Yosef te-nía que vivir como él, 147 años, pero vivió 110, es decir, donó 37 años; juntos complementaron los 70 años que formaron la vida del Rey David. Por eso, su vida fue di-vidida en dos etapas: 37 años como un gran ciudadano y guerrero, y 33

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años como el Rey de todo Israel, que fueron los años de Yaacov, llamado también Israel. Y eso lo insinuó el Rey David en uno de los versículos de Tehilim (146:3): “No confíen en donantes en un Adam (ser), que no tiene palabra cuando le llegó la hora de morir, en ese día perdió el control. Dichoso aquél que el Dios de Yaakob está en su ayuda”. Re-firiéndose a Adam Harishón, que quiso donar y el día de su muerte se arrepintió. Y “Gracias al Dios de Yaakob”, insinua que la donación de Yaakob Abinu y su hijo Yosef fue lo que le dio a él la vida. Por tanto, la reparación de Adam Harishón comenzó con los patriar-cas y todos sus descendientes, en es-pecial el Rey David, ya que sus 70 años de vida son la continuación de la vida de Adam Harishón, refor-zando más las reparaciones, como veremos más adelante, y culminan-do, con el favor de Dios, con el Mas-híaj, que simbolizará la iluminación

de la nueva “maqueta” de Adam Ha-rishón. Todo esto se halla insinuado en el propio nombre de Adam, que forma las iniciales de las palabras “patriarcas”, “David”, “Mashíaj”.

La entrada de la tumba de Adam y Java en Mearat Hamajpelá.

Mearat Hamajpelá foto de 1920.

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Resumiremos todo lo anterior en una tabla:

El pecado de Adam

La tarea para la reparación

Abraham Itzjak Yaacov

Idolatría, pensar que uno puede ser Dios.

No debió obedecer a su

esposa.

Por medio del fruto prohibi-do (comida),

mezcla el bien y el mal.

Se esconde de Dios.

No reconoce su pecado, no pide perdón ni reza.

Comienza el alejamiento de Dios de la

Tierra hacia los Siete Cielos.

130 años de impureza mas-

culina.

No cumple con su promesa de donación de 70 años para el rey

David.

La creencia plena en Dios.

Obedecer los buenos

consejos de la esposa.

Por medio de la comida, separa el bien del mal.

Estar siempre a la disposición

de Dios.

Rezar e incluir en el rezo la petición del perdón al Creador.

Causar que Dios se acerque

de nuevo.

Cuidar y mantener esa

pureza.

Pagar ladonación.

Rompe estatuas y difunde el

monoteísmo.

Obedece los buenos

consejos de Sará.

Ofrece comida y aleja la idola-tría de la mente de las personas.

Respondía a cada llamado de Dios con

Hineni, “Heme aquí”.

Establece el primer rezo del

día, shajarit.

Causa a Dios que se acerque un Cielo a no-sotros, del sép-timo al sexto.

Se circuncida y mantiene un nivel de pureza muy alto toda

su vida.

Está dispuesto a ser sacrificado en nombre de

Dios.

Pide comida para dar sus ben-diciones al bue-no y no al malo

(esto se verá en el siguiente

capítulo).

Dispuesto siem-pre a cumplir la voluntad de Dios, incluso

cuando va a ser sacrificado.

Establece el segundo rezo,

minjá.

Acerca a Dios del sexto al

quinto Cielo.

Es el primer judío circunci-

dado a los ocho días de nacido y también es un hombre

sagrado.

Representa el pilar de la Torá.

Obedece a su madre Ribká y escucha el

consejo de sus esposas, Rajel

y Leá.

Separa la pri-mogenitura y

las bendiciones del malvado

Esav mediante la comida.

Cuando Dios le llama, él res-ponde: Hineni.

Establece el rezo de la

noche, arvit.

Hace que Dios baje al cuarto

cielo.

Se abstiene durante 84

años hasta su boda, y educa

a un hijo como Yosef, ideal

de resistencia masculina.

Yaacov dona 33 años y Yosef 37, para completar los 70 años de vida del Rey

David.

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La reparación de JaváJavá fue la “Primera Dama” del mundo y, por tanto, al igual que Adam, su pecado no fue común y corriente, por lo que implicó una gran tarea de reparación, que se realizó a través de las matriarcas, como está insinuado numerológi-camente, ya que los nombres de las cuatro matriarcas (Sará, Ribká, Ra-jel y Leá) suman lo mismo que la frase: “Vinieron con la intención de reparar a Javá”.

Incluso las letras que componen el nombre Javá forman las iniciales de: “Regresó y se convirtió en las matriarcas”.

2.Después de que comió, entendió que se equivocó, no obstante, deci-dió que Adam también pecara. Ex-plican nuestros Sabios que el mo-tivo que la llevó a comportarse así fue por celos. Ella dedujo: ‘Seguro Dios me castigará y me matará, y le creará otra mujer a Adam. Prefiero que él muera antes que tenga otra mujer”.

3.Ya que dio de comer a su esposo algo prohibido, causó la maldición en ellos y en sus descendientes.

4.Tres consecuencias tuvo el peca-do de Javá: a) Apagó “la luminaria del mundo”, es decir, a Adam Ha-rishón que era una luminaria, ya que contenía la gran alma insuflada por Dios. b) Impurificó la jalá del mundo; es decir a Adam Harishón que es catalogado como la jalá del mundo, ya que al igual que de la masa se pellizca un poco y se toma una porción de ella, así metafórica-mente Dios tomó un “pellizco” de la Tierra e hizo a Adam; c) Derra-mó su sangre, ya que lo convirtió —y nos convirtió— en mortales.

5.Cuando tuvo a su primer hijo, se enorgulleció y se sintió como una creadora, pues pensó que se igua-laba a Dios y, de la misma forma que Él los había creado, ella tam-bién había “creado” a un ser. Por eso llamó a su hijo Cáin, nombre que proviene de la frase: Kaniti Ish (Bereshit 4:1), “He adquirido y he-cho a un hombre” (Rabí Shimshón Rafael Hirsh).

Analicemos las fallas de Javá y cómo fueron reparadas por las ma-triarcas:

1.Pensar ingenuamente que el in-citador que la sedujo a comer del árbol prohibido era un ser que bus-caba el bien de ella y de su esposo.

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La reparaciónA las matriarcas les esperaba una ta-rea difícil, pero gracias a su pureza y a la firmeza de su creencia en Dios, y el gran entendimiento de que este mundo es para trabajar y reparar, lograron cumplir su tarea y comen-zar la reparación de la gran alma de Javá, abriendo así el camino a cada mujer judía, que es una partícula de

la “maqueta” femenina de Javá, así como los hombres lo son de Adam.

1.Para reparar la ingenuidad de Javá y su falta de habilidad para descubrir al malvado, viene Sará y se da cuen-ta con rapidez quién es realmente Ishmael, y pide a Abraham Abinu que lo expulse de la casa y lo aleje de Itzjak, ya que descubrió la mala influencia que puede ser para él.

La tumba de Rivká Imenu de lado izquierdo.

La tumba de Leá Imenu. La tumba de Sará Imenu.

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Ribká, no cae en las trampas de Esav, quien aunque muestra cara de buen hijo y servidor de su padre, en verdad es un gran malvado. Por eso no existe un solo versículo en la Torá donde Ribká dirija la pala-bra a su hijo Esav, reparando así el diálogo negativo que tuvo Javá con la serpiente en el Paraíso, ya que Esav es el símbolo de la serpiente y su ángel es S.M. Y como señal de esto, dice el Zóhar, Esav nació con una mancha en el cuerpo que te-nía la forma de una serpiente.

Leá también sabía cómo era Esav. Nuestros sabios relatan que cuan-do la gente le decía: “Dos hijas tie-ne Labán; dos hijos tiene Ribká. La mayor para el mayor, la menor para el menor”, y como a ella le tocaría casarse con Esav, lloraba tanto y suplicaba a Dios que no lo permitiera, hasta tal punto que, de tantas lágrimas, se le cayeron las pestañas.

Leá y Rajel, a pesar de que Labán era su padre, reconocían y recha-zaban sus cualidades de trampo-so, y por ello dijeron a Yaacov que había llegado la hora de huir de la casa de su padre.

2.La reparación de los celos y la envidia que sintió Javá, (a tal gra-do que estaba dispuesta a causar la muerte de Adam con tal de que Dios no le diera otra mujer), se realizó por medio de casi todas las matriarcas, quienes sufrieron es-terilidad y estuvieron dispuestas a

dar a su esposo a la sirvienta para que él tuviera hijos. Para poder hacer eso, debieron eliminar por completo los celos y la envidia, ya que, por ejemplo, era muy difícil para una gran dama como Sará, conceder a Abraham Abinu a una sirvienta; sin embargo, con esto reparó Sará los celos de Javá.

A Rajel y a Leá les tocó la misma tarea y ellas, al igual que Sará, die-ron a Yaacov a otra mujer, que de nuevo se trataba de la sirvienta. Sin embargo, a la cima de la reparación llegó Rajel, quien después de siete años de ilusión, amor y esperanza de que Yaacov fuera su marido, el día de la boda se le acercó su papá, Labán, y le ordenó: “No entrarás tú a la jupá, sino tu hermana Leá. Ella será la esposa de Yaacov. Después, si Yaacov acepta casarse contigo, compartirás tu matrimonio con tu hermana”. ¡Imaginemos a qué ni-vel de anulación de celos tuvo que llegar Rajel para aceptar una situa-ción así! Fue gracias a ella que se reparó por completo ese aspecto en el alma de Javá.

3. Las maldiciones que causó Javá, se repararon mediante Ribká, en la famosa escena en la que ella or-dena a Yaacov disfrazarse de Esav y, mediante un engaño, obtiene las bendiciones de su padre Itzjak. Analicemos este episodio con los lentes de sod, para comprobar esta reparación: Itzjak era la fuente de la bendición, ya que tiene bendi-ciones especiales que quiere tras-

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mitir. Ribká viene a reparar a Javá, Yaacov a Adam y Esav representa a la serpiente.

La serpiente (Esav) quiere obtener de nuevo las bendiciones y mante-ner así a Adam (Yaacov) en su con-dición de maldecido. Javá (Ribká) quiere reparar su culpa por causar las maldiciones; por eso planea un engaño a fin de obtener las bendi-ciones. Y lo hace por medio de una trampa, de la misma forma que la vez anterior, la serpiente la enga-ñó y le ocasionó las maldiciones. Por ello ordena a Adam (Yaacov) disfrazarse de Esav (serpiente) e ir a la fuente de las bendiciones a re-cuperarlas.

Por eso en la Torá está escrito: “Y dijo Ribká a Yaacov: Y esta vez, hijo mío, escúchame” (Bereshit 27:8). Y la pregunta es: ¿acaso el buen hijo Yaacov no siempre la escuchaba? ¿Por qué le dice: “esta vez escú-chame”? Según lo descrito antes, se entiende, ya que Ribká (Javá) le está diciendo a Yaacov (Adam): “La vez pasada fuiste castigado por escucharme. Ahora te pido que me escuches para que se realice la re-paración”, y por tal razón culmina diciendo: “Sobre mí está tu maldi-ción, hijo mío” (Bereshit 27:12), que traducido literalmente signifi-ca “Si tu padre te maldice, que esa maldición caiga sobre mí”. Pero de acuerdo con el sod, lo que ella le dijo fue: “Sobre mí está tu maldi-ción”, refiriéndose a la maldición que le causó en el Paraíso.

Por eso ella viste a Yaacov con una prenda muy especial, la vestimenta favorita de Esav. Una vez más, con la visión literal, se entiende que lo que ellos buscaban mediante esta vestimenta era engañar a Itzjak; sin embargo, un análisis profundo indica que es más que eso, pues tal vestimenta, Esav la obtuvo matan-do a Nimrod y él a la vez la heredó de su abuelo Jam, quien la recibió de Nóaj, y así, desde Adam Haris-hón. Esta prenda fue la que le hizo Dios a Adam después de cometer el pecado, como dice el versículo: “E hizo Dios a Adam y a Javá tú-nicas de piel y los vistió” (Bereshit 3:21). Así que ponerse la vestimen-ta que fue entregada a Adam y a Javá después de pecar, simboliza-ba la intención de reparar aquel momento.

E incluso la comida que ofrece Ya-acov a Itzjak para obtener las ben-diciones también tiene que ver con la fruta prohibida del árbol del co-nocimiento del bien y del mal. Ya que en la Guemará hay varias opi-niones respecto a cuál era ese fruto; unos dicen que se trataba de uvas y otros dicen que se trataba de tri-go fermentado como pan, por ello dice la Torá: “Y trajo Yaacov a su pa-dre pan y vino” (Bereshit 27:17, 25), procurando así que con el mismo fruto con el que se pecó y se ocasio-naron las maldiciones, esta vez se recibirán las bendiciones.

Ahora podemos entender por qué cuando Yaacov se acerca a Itzjak,

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que ya estaba ciego, éste dice: “Mi hijo huele al Paraíso” (Bereshit 27:27); y aclaran nuestros Sabios que Yaacov en verdad tenía un fuer-te olor a chivo de los que se apresuró a preparar para Itzjak, y ése no era el olor del Paraíso. Lo que Itzjak qui-so decir fue: “Huelo la reparación al pecado cometido en el Paraíso”.

De acuerdo con esta explicación, Itzjak no era tan inocente ni fácil de engañar, sino que todos estos acontecimientos fueron sucedién-dose para crear una escena igual a la del Paraíso en el momento del

pecado y pagar al tramposo (la ser-piente) con su propia moneda, y re-cuperar así las bendiciones (Zóhar Bereshit 143).

El número de palabras en la bendi-ción que da Itzjak a Yaacov son 27, y el número de palabras en la mal-dición que recibió Adam son 27, para hacer la similitud. Además, al convertir el número 27 en letras, se forma la palabra zaj, que quiere decir “puro”, “limpio”, para simbo-lizar así que purificaron y limpia-ron la mancha de las maldiciones (Séfer HaParashiyot).

Además, las maldiciones fueron divididas en cuatro partes; por eso también las bendiciones están divididas en cuatro.

1.“Maldita sea la Tierra que trabajarás…”

2.“Y espinos y ortigas brota-rán de ella…”

3.“Con el sudor de tu frente co-merás el pan…”

4. “Porque polvo eres…” (“serás pisoteado como el polvo de la tierra, que todos lo pisan”)

1.“Que te conceda Dios… de la plena fertilidad de la Tie-rra…”

2.“Y abundancia de cereales y viñedos…”

3.“Serás servido por las de-más naciones…”

4.“Que seas el líder de tus hermanos y que se proster-nen ante ti los demás…”

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4.Para reparar las tres consecuen-cias causadas por el pecado: a) apagar la luminaria de Adam, b) impurificar la jalá y c) derramar su sangre, dice la Mishná de Shabat: “Tres cosas importantes deben cui-dar las mujeres: prender las velas de Shabat, separar la jalá del pan y cuidar las leyes de nidá (pureza familiar). Éstas tres sirven para re-parar las tres faltas de Javá, pues al encender las velas e iluminar la casa se repara el hecho de haber apagado la luminaria de Adam; al separar la jalá del pan para Shabat se repara la profanación de la jalá del mundo (Adam); y al cuidar las leyes de nidá (que son por un derramamiento de sangre –mens-truación-) se repara el derrama-miento de sangre que causó Javá a Adam”.

Sará fue la primera mujer en cuidar estas tres leyes. Por eso en su mo-rada se veían constantemente tres milagros: a) Las velas que milagro-samente se quedaban encendidas de Shabat a Shabat, lo cual alude a la reparación de la luminaria que fue Adam; b) Siempre había una bendición en la masa que prepara-ba, donde lo poco alcanzaba para muchos, gracias a la mitzvá de jalá que realizaba, reparando así la jalá del mundo; y c) Constantemente encima de su morada se mantenía una nube divina, simbolizando así la pureza corporal debida al cuida-do de las leyes de nidá, reparando así el derramamiento de la sangre de Adam.

Cuando muere Sará desaparecie-ron estos tres milagros y regresaron solamente después de tres años, cuando Itzjak se casó con Ribká y la lleva a la carpa de Sará, ya que Ribká también siguió esos pasos y logró también tener la Presencia Divina en su carpa llena de pure-za, gozar de la abundancia del pan y observar las luces de las velas en-cendidas de Shabat a Shabat.

Esto continuó más tarde en el Ta-bernáculo, donde en el espacio de-nominado Kodesh había tres uten-silios: a) La menorá, que eran las velas y de las cuales una de ellas llamada Ner Hamaaraví, milagro-samente se mantenía encendida de Shabat a Shabat; b) La mesa con los doce panes, que se mante-nían frescos de manera milagrosa toda la semana y c) El altar del in-cienso, que con su humo formaba la imagen de una nube, haciendo alusión a la Presencia Divina en el lugar. Este espacio en el Taberná-culo (y posteriormente en el Tem-plo) hacía alusión a la carpa de nuestras matriarcas, con su vela, pan y nube divina, los cuales sim-bolizaban la reparación de los tres errores de Javá.

5.Para reparar el orgullo de Javá y su atribución personal de haber creado un ser, al traer un bebé al mundo y utilizar la palabra Kaniti Ish, es decir, “Yo he adquirido un hombre”, sin atribuírselo a Dios y agradecérselo, las matriarcas re-paran de la siguiente manera: pri-

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mero, todas fueron estériles (tam-bién Leá era estéril, sólo que Dios se apiadó pronto de ella) para que entendieran que un hijo no es pro-ducto de una mujer sino un regalo de Dios, pagando así la presunción de Javá; segundo, después de te-ner hijos, es muy notable cómo los nombres que ellas eligen implican una relación con Dios:

Con esta gran atribución a Dios re-pararon nuestras matriarcas el “Ka-niti ish” de Javá.

Los patriarcas comenzaron el cami-no de reparación para Adam y en esa vía estamos todos los hombres del pueblo de Israel; las matriarcas comenzaron la reparación de Javá, y en ese camino están todas las mujeres de Israel. Por este motivo cuando bendecimos a un hombre, decimos: Mi Sheberaj Avotenu…, “El que bendijo a nuestros patriar-cas Abraham, Itzjak, Yaacov…”, y cuando bendecimos a una mujer decimos: Mi Sheberaj Imotenu…, “El que bendijo a nuestras matriar-cas Sará, Ribká, Rajel y Leá…”, y separamos así el texto de la ben-dición, no porque las mujeres no sean dignas de ser bendecidas por los patriarcas, o que los hombres no sean dignos de ser bendecidos por las matriarcas, sino que, como se trata de dos maquetas, dos fuen-tes de almas, se bendice a cada uno por su canal, los hombres por el ca-nal de los patriarcas hasta Adam y las mujeres por el canal de las ma-triarcas hasta Javá.

Itzjak = Tzejok Asa li Elokim, “Alegría me causó Dios”Reubén = Raá Hashem, “Me observó Dios”Shimón = Shamá Hashem, “Me escuchó Dios”Yehudá = Odé Et Hashem,“Agradezco a Dios”Yosef = Yosef Hashem, “Ojalá me agregue Dios otro hijo”Dan = Danani Elokim, “Me juzgó para bien Dios”Isajar = Natán Hashem sejarí,“Me recompensó Dios”

Hombres rezando en la tumba de Itzjak.

Mujeres rezando en la tumba de Rivká.

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Resumamos a continuación todo lo dicho:

El pecado de

Javá

Ingenuidad

para detectar al

malvado.

Causó las mal-

diciones.

Celo y envidia.

Tres

consecuencias

negativas:

luminaria, jalá

y sangre.

“He adquirido

un hombre…”

La reparación

del pecado

Astucia para

reconocer a los

malvados.

Causar

bendiciones.

Anulación

del celo y la

envidia.

Reparar las tres

cosas.

Todo los hijos

son de Dios.

Sará

Pide expulsar a

Ishmael

de la casa.

Todas las

bendiciones

que obtuvo.

Abraham Abinu

fueron gracias a

Sará.

“Toma a mi

sirvienta

Hagar…”

En su carpa,

nube Divina,

velas prendidas

y bendición

del pan.

Itzjak = “Alegría

me causó Dios”.

Ribká

No ama ni

dirige la pala-

bra a Esav.

Causó que

Itzjak bendijera

a Yaacov

y no a Esav.

Después de

que desapa-

recen con la

muerte de Sará,

reaparecen con

la presencia de

Ribká.

Rajel

Pide a Yaacov

alejarse de su

padre, Labán.

a) Permite el

casamiento de

Leá con su pro-

metido Yaacov.

b) “Toma a mi

sirvienta Bilhá”.

Yosef = “Quiera

Dios darme

otro hijo”.

Leá

Implora a Dios no

casarse con Esav.

Y también pidió a

Yaacov alejarse de

su padre Labán.

“Toma a mi sir-

vienta Zilpá…”

De ella salió la

tribu de Leví,

quienes fueron

los sacerdotes del

Templo y realiza-

ron el candelabro

con sus velas,

los panes y el

incienso.

“Dios: me vio,

me escuchó, me

recompensó…”

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Cáin y Hébel

Cáin y Hébel representan la pri-mera generación de seres humanos nacidos en el mundo y, al igual que sus padres, contenían almas muy potentes (especialmente se-gún la versión en la Guemará, por-que nacieron en el Paraíso). Para entender sus faltas, resumiremos brevemente sus historias.

Cáin nació con una gemela, llama-da Kalmaná, como se insinúa en el texto con la palabra Et, que en len-guaje bíblico indica agregar algo o a alguien más.

Por ello en el versículo que dice que Javá tuvo a Cáin se lee: Vatéled et Cáin, lo cual señala que había alguien más además de él, su ge-mela. Pero cuando habla del naci-miento de Hébel, dice el versículo: Et Ajiv et Hébel, indicando así que con Hébel nacieron dos gemelas (Bereshit Rabá 22:). Esto provocó mucha envidia a Cáin contra Hé-bel y deseaba quitarle a una de sus gemelas, llamada Valvira.

Después de 52 años, deciden pre-sentar una ofrenda a Dios. Cáin lleva frutos simples, de baja cali-dad, como ofrenda, y Hébel lleva de lo mejor de su ganado.

Dios aceptó la ofrenda de Hébel y mostró un acercamiento a Hébel y no a Cáin, lo que incrementó sus celos al grado de transformarse en

odio mortal contra su hermano. Además, esto ocasionó que Cáin renegara de Dios y dijera: “No hay justicia ni juez” (Yonatán Ben Uziel, Bereshit 4:8).

A su vez, Hébel también falla, ya que en el momento en que Dios asciende, simbolizando así que acepta su ofrenda, en lugar de ba-jar los ojos en señal de respeto, le-vanta la vista para ver la Presencia Divina. Además de esto, nuestros Sabios atribuyen a Hébel otra falla: mostrar soberbia ante su hermano cuando Dios aceptó su ofrenda (Tikuné Zóhar 69a).

Para tratar de disminuir las peleas entre ambos, acordaron dividir el mundo entre los dos. Los terrenos pertenecían a Cáin, lo que lo con-vierte en agricultor, y Hébel sería dueño de todos los animales, lo que lo convierte en pastor.

Eso al contrario de ayudar empeo-ró la situación y provocó la pelea. Cáin dijo a Hébel: “No pises la tie-rra”, a lo que contestó Hébel: “No te vistas con la lana y el cuero de mis animales”. Como sabemos, esta pelea terminó cuando Cáin asesinó a Hébel.

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Moshé Rabenu repara a HébelLa reparación se realiza aproximada-mente 2400 años después, cuando Hébel regresa, ni más ni menos que como Moshé Rabenu, quien al igual que Hébel también fue pastor.

Eso está insinuado en las letras que componen en hebreo el nombre de Moshé, que forman la siguiente fra-se: “Fue el reparador de Hébel”.

Todos conocemos el episodio en el que Dios se le aparece a Moshé en la zarza ardiente. Lo primero que hace Moshé es bajar la vista como señal de respeto; así repara el acto de Hébel de levantar los ojos. In-

cluso durante toda la historia de Moshé siempre cuidó que el pue-blo no alzara la vista hacia la Pre-sencia Divina, especialmente en el momento de la entrega de la Torá, cuando aleja a todos y les advierte que nadie debe atreverse a mirar la Presencia de Dios. Posteriormente, cuando él mismo quiso elevarse y observar, no lo hizo sin antes pedir permiso, como lo señala la Torá, cuando leemos que Moshé pidió a Dios: Arheni na et kebodeja, “Per-míteme, por favor, Dios, ver tu ho-nor”. De esta forma repara Moshé Rabenu por completo aquella falla de Hébel.

Además, cuando Dios le habla des-de la zarza y le dice que él será el líder que salvará al pueblo de Is-rael, Moshé se niega, y uno de los argumentos que utiliza para no ser el elegido es que tiene un hermano mayor y teme una posible reacción de celos y envidia. Por eso, pide a

Cáin

1.Trae ofrendas muy simples

2.Envidia a su hermano

3.Renegó de Dios y del juicio divino

4.Desea la mujer de su prójimo

5.Asesina a su hermano

Hébel

1.Levanta la vista y falta al respeto a la Presencia Divina

2.Es orgulloso y siente soberbia ante su hermano

Resumamos, por tanto, las fallas de ambos:

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Dios que sea Aharón el líder y no él. Explica el libro Shem Uneshamá (pág. 292) que la sensación que in-vade a Moshé en esos momentos de temor a la reacción de su hermano mayor, no se debía a una mala re-lación entre ellos, sino a su vida pa-sada, en la cual perdió la vida por los celos y la envidia de su hermano mayor, algo que no quería que se repitiera en esta vida. Sólo cuando Dios lo tranquilizó diciéndole: “Te prometo que Aharón no se enojará y se alegrará…” es que Moshé acepta la misión.

Respecto al orgullo y la soberbia de Hébel, testimonia Dios sobre Mos-hé: Vehaish Moshé Anav… (Bami-dbar 12:3), “Y Moshé era muy hu-milde más que cualquier persona de la Tierra”, para indicar la reparación del orgullo y la soberbia que había sentido. Pero además de la repara-ción personal, debe Moshé, es decir, Hébel, ser un medio de reparación para Cáin, ya que con él y contra él ocurrieron las fallas.

Cáin: egipcio, Itró y KórajCuando Cáin fue juzgado por Dios después de asesinar a su hermano, reconoció su culpa diciendo: Ga-dol Avoní Minesó, “Es demasiado grande mi pecado para ser cargado” (Bereshit 4:13). Explican nuestros Sabios que lo que realmente quiso decir es que era tan grande la tarea de reparación que no podría cargar-

la un solo ser, sino que requería ser dividida entre varios.

Por tanto, explica el Arizal (Kaba-not HaArizal 46:2), el alma de Cáin se dividió en tres: su nefesh reencar-nó en el egipcio que mató Moshé, ya que el nefesh simboliza la parte de la acción y por eso tenía que pa-gar por el acto de asesinato; el rúaj de Cáin regresó en Kóraj, ya que en el rúaj están los sentimientos y te-nía que reparar los celos y la envi-dia; y su neshamá reencarnó en Itró, quien vino a reparar los pecados ha-cia Dios, pues la neshamá simboliza la fe profunda y la creencia comple-ta en Dios.

Todo esto está insinuado en la fra-se que dijo Lémej, quien mató por accidente a Cáin: Shivataim Yucam Cáin (Bereshit 4:24). Resulta muy difícil explicar estas tres palabras literalmente pero según el sod con-tienen un secreto muy grande: Shi-vataim indica que en la séptima ge-neración del judaísmo, es decir, en la época de Moshé Rabenu, Yucam Cáin, se levantará Cáin…; esto es, reencarnará para reparar. Y también está insinuado en quién reencarna-rá, pues la palabra Yucam contiene en hebreo las iniciales de “Itró, Kó-raj, egipcio”.

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Sin embargo, para entender estas palabras del Arizal de manera más detallada, desglosaremos la vida de cada uno de ellos y su forma de re-paración.

Cáin -el egipcioEn Egipto, cuando estuvimos escla-vizados, el sistema de organización era de la siguiente manera: un egip-cio estaba encargado de diez capa-taces hebreos, y a la vez cada ca-pataz hebreo estaba encargado de diez esclavos. El egipcio se encarga-ba de despertar por la mañana a los diez hebreos y éstos se encargaban de poner a trabajar a sus obreros; si los obreros no terminaban el tra-bajo, los capataces eran castigados

por el egipcio.

El Midrash relata que un día entró un egipcio a la casa del capataz Da-tán y, al despertarlo, observó a su esposa, Shulamit, y la deseó. Al día siguiente, madrugó para despertar a Datán y mandarlo a trabajar, y el egipcio se quedó con su esposa. Durante el día, el egipcio intentó matar a Datán haciéndolo parecer que no cumplía con su labor de encargado del trabajo, lo golpeó fuertemente con el fin de matarlo para quedarse en definitiva con su mujer. Justo ese día, relata la Torá, salió Moshé a ver a sus herma-nos y vio a un egipcio atacando a un hebreo, es decir, era el egipcio que golpeaba a Datán. Dice la Torá

que Moshé miró “hacia acá y hacia allá”, cuya traducción literal es que miró hacia todos lados para asegu-rarse de que nadie lo observaba. Pero el sod verdadero es que obser-vó lo que estaba pasando ahí y vio que era una continuación de lo que había pasado allá, en la reencarna-ción pasada, donde Cáin (el egip-cio) falló por codiciar a la mujer del prójimo (la gemela de Hébel), y ahora estaba dispuesto a asesinar de nuevo para una vez más quitarle al prójimo su pareja.

Esto está insinuado de manera in-teresante cuando la Torá dice que salió Moshé “a ver a sus hermanos y vio a un egipcio…”, para indicar así que el egipcio era hermano de Moshé, no en esta vida, sino en la anterior. Por tanto, Moshé decide matarlo, cobrando con su muerte el asesinato, y lo entierra como Cáin enterró en la tierra a Hébel. De esta forma repara el nefesh de Cáin.

Cáin-Itró

A raíz de que Moshé mató al egip-cio, necesitaba huir de Egipto, ya que Paró lo perseguía por eso. Des-pués de un tiempo, Moshé llega a Midián, donde junto al pozo de-fiende a las hijas de Itró, en una dis-puta que tenían con los demás pas-tores. Debido a la ayuda, Itró pide a sus hijas que lo inviten a comer y quizás una de ellas podría casarse con él. Así sucede y Moshé se casa

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con su hija Tziporá. Entre Moshé e Itro se inicia una relación. Moshé es pastor del ganado de Itró y a cambio éste le permite vivir en su casa.

Cuando Moshé recibe la orden de Dios de regresar a Egipto para libe-rar al pueblo de Israel, se lleva a su esposa y sus dos hijos. Sin embar-go, en la frontera la libera y le or-dena que regrese a casa de su padre, ya que a él le espera en Egipto una gran tarea y no podrá atenderlos. Cuando Moshé y el pueblo estaban ya en el desierto, Itró toma a su hija y sus dos nietos y los lleva de vuelta a Moshé. Al llegar, ve las maravillas de Dios y decide convertirse, creer en Él, ofrendar holocaustos para agradecer a Hashem, e incluso da a Moshé el gran consejo del sistema judicial para el pueblo de Israel.

Todos estos actos de Itró vinieron a reparar la neshamá de Cáin, e inclu-

so uno de los sobrenombres de Itró es Kení que, según el sod, proviene de la palabra Cáin. Es decir, era tam-bién llamado “el kainita”.

A continuación, desglosaremos cada parte de la historia de Itró y cómo repara la falla de Cáin.

En primer lugar, ya que Cáin (Itró) mató a Hébel (Moshé), a Itró se le presenta la oportunidad de salvar la vida de Moshé, y eso sucede cuando Moshé era un bebé criado en el pala-cio de Paró. Cuenta el Midrash que cada vez que Paró tomaba en sus brazos al pequeño Moshé, el niño le quitaba la corona y se la ponía él. Al principio, a todos les parecía gra-cioso, pero al crecer se convirtió en algo anormal, por lo que los conse-jeros advirtieron a Paró que tuviera cuidado, pues al parecer éste era el niño que temían que naciera, y se-ría el que le quitaría la corona. Esa

Complejo construido sobre la tumba de Itró, ubicado al norte de Israel no lejos del Kineret.

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opinión se difundió tanto que todos sus consejeros pensaron que debía matar al niño. Pero de forma extra-ña, un consejero de Midián, llama-do Itró, que aparentemente no tenía nada que ver con Moshé, se opuso y alegó que el niño simplemente se sentía atraído por el color y que, si ponían un plato con brasas ardien-tes frente a él, verían que también intentaría tocarlas atraído sólo por el color. De esta manera, Moshé es salvado por Itró, lo cual verdadera-mente repara ya que Cáin (Itro) da vida a su hermano Hébel (Moshé).

Además, según la Cabalá, Tziporá, era el alma de la segunda gemela de Hébel, que le fue arrebatada por Cáin. Por este motivo, de las sie-te hijas de Itró, Moshé Rabenu fue atraído sólo por Tziporá, ya que ella es su pareja, su gemela. Y eso lo insi-núa la Torá en el versículo que narra

esta escena: Vayohel Moshé lashébet et aish vaitén ló et Tziporá; como re-cordarán, el doble et indicaba a las gemelas. Por eso se repitieron tam-bién aquí, para señalar que Tziporá es también la reencarnación de esa gemela.

El Midrash relata que le costó mu-chísimo a Itró aceptar ese matrimo-nio, pues se había enterado de que Moshé era perseguido por Paró, e Itró no quería problemas con Paró. Por tanto, durante diez años evitó la unión, manteniendo a Moshé como cautivo en su sótano, tomando así el camino de en medio: “No lo entre-gué a Paró para que lo matara, pero tampoco lo liberé”. Sin embargo, el motivo provenía de más allá, ya que en su vida anterior él le había qui-tado a Tziporá (la gemela) a Moshé (Hébel). Así que le costaba mucho esfuerzo devolvérsela.

Entrada a la tumba de Itró. El lugar es sagrado para los Drusos.

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Pero Itró lo supera; se la entrega para que se case con su “alma gemela”, y no solamente eso, sino que después de que Moshé la envió de regreso a su padre y, aclaran nuestros Sabios, se divorció de ella para poder cum-plir su misión, Itró la lleva al desier-to y se la regresa una vez más, para afirmar la reparación por habérsela arrebatado originalmente.

Esto está insinuado de manera in-creíble en la frase que dice Itró a Moshé antes de llegar al campa-mento en el desierto: “Yo, tu suegro Itró…, vengo y te traigo a tu esposa” (Shemot 18:6). Nuestros Sabios indi-can que según el sod las iniciales en hebreo de la expresión “Yo, tu sue-gro Itró…” forman la palabra “mi hermano”, de esta manera nos insi-núa la Torá que Itró es el hermano de Moshé; claro, no en este viaje.

Cuando Moshé se casa con Tzipo-rá se inicia una sociedad entre él y su suegro, es decir, entre él y su “hermano”, en donde Moshé es su pastor e Itró le da la facilidad de vi-vir en sus terrenos, reparando así la pelea que tenían como hermanos, donde Hébel, el pastor, no permi-tió a Cáin tener o utilizar ganado, y Cáin a su vez no le permitió pisar su tierra. Pero ahora, en este viaje, son socios y comparten terreno y ganado.

A partir del acercamiento a Mos-hé, Itró emprende un camino hacia Dios hasta que termina creyendo en Él plenamente y diciendo una frase, en la Torá, que solamente él podía pronunciar: “Ahora sé que Dios es el más grande de todos los dioses” (Shemot 18:11). Sólo Itró, que sirvió a tantos ídolos y dirigió tantas religiones y sectas, pudo lle-gar a decir que el Dios del pueblo de Israel es el único verdadero Dios y de esta forma reparó el ateísmo de Cáin. Además, agrega el Baal Ha-Turim (Parashat Itró) que el valor numérico del nombre “Itró” suma 616, al igual que la frase “Era sacer-dote de idolatría…”; también suma así la palabra “La Torá”, para indi-carnos que Itró se pasó de un polo al otro: de ser sacerdote de idolatría a recibir la Torá.

Y al aconsejar a Moshé que nombra-ra jueces de mil, de cien, etc., crea así el sistema judicial en el pueblo de Israel y repara por completo la frase de Cáin: “No hay juicio ni juez”.

Al llegar al campamento del pueblo de Israel e involucrarse con ellos, dice la Torá: “Y el suegro de Moshé ofrendó holocaustos y sacrificios a Dios” (Shemot 18:12) para reparar así las malas ofrendas que presentó como Cáin, ya que esta vez ofreció sacrificios en cantidad y de calidad. Y conforme a esta explicación, en-tendemos ahora por qué, después de sacrificar, dice la Torá: “Y se sentaron Itró y Aharón y todos los

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sabios a comer…”. Preguntan nues-tros Sabios por qué Moshé no se encuentra en la lista de los comen-sales y su respuesta asombra un poco más, ya que afirman nuestros Sabios que Moshé fue el mesero.

Y yo me pregunto: ¿acaso es correc-to que el gran rabino de Israel figure en esa comida como mesero? Pero creo que la explicación, con base en el sod, es que Moshé lo hizo para reparar su propia falta como Hébel, ya que en su vida pasada, después de que su hermano acercó ofrendas “baratas”, él sintió soberbia y por eso, ahora, que su “hermano” Itró ofreció de lo mejor, se doblegó ante él y le sirvió como mesero. De esta forma, Cáin repara su sacrificio in-adecuado y Hébel su orgullo.

Cáin-KórajKóraj vino a reparar el rúaj de Cáin y a propósito lo dejé hasta el final, ya que este caso representa una reencarnación que no cumplió con su misión y, por tanto, necesita re-gresar una vez más. Analizaremos paso a paso.

Kóraj era primo de Moshé y, en el momento que fue nombrado su otro primo Elitzafán hijo de Uziel, como el príncipe de la familia de Keat, de la tribu de Leví, se incon-formó por haber sido ignorado, ya que por sucesión familiar —era ma-yor que Elitzafán— le correspondía

ese cargo. Esto despertó en él celos y envidia hacia sus primos mayores Moshé y Aharón, por lo que inició una rebelión dentro del pueblo de Israel hasta llegar a exigir el puesto de Sumo Sacerdote que había reci-bido Aharón, argumentando que era más digno que él. Moshé, por su parte, intentó rebajarse e ir ha-cia Kóraj y a las carpas de los rebel-des, con tal de que Kóraj superara la envidia y no cometiera un grave error. Pero eso no ayudó hasta que dijo Moshé: “Hagamos una prueba. Presentemos como ofrenda a Dios una pala de incienso y Él elegirá al verdadero sumo sacerdote. Y para los malvados que incitaron esto, se abrirá la tierra y se los tragará”. Esta historia terminó con la elección de Aharón y con la muerte de Kóraj y sus seguidores, que fueron tragados por la tierra.

Como dije al principio, este caso es una falla en la reparación, ya que Kóraj vino a reparar el rúaj de Cáin, que representa los sentimientos. En esa ocasión fueron los celos y la envidia que Cáin sintió al prefe-rir Dios a Hébel. Por esto, en esta vida, Kóraj viene con una alta dosis de celos y envidia, que es liberada al ver a su primo Moshé gozando de una mayor cercanía a Dios que él. Esta escena, preparada por Dios, equivalía a la que enfrentó en su vida pasada y en la cual falló. Esta vez tenía que superarla. De haber-lo logrado, aclaran nuestros Sabios, Kóraj habría alcanzado un nivel muy alto, casi como el de Moshé,

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ya que espiritualmente eran her-manos también en ese nivel, pero al fallar de nuevo, se provocó el mal y la amargura para sí mismo, y perdió la vida.

Explica el Arizal (y otros comenta-ristas) que lo anterior está insinua-do en un juego de números y letras, de la siguiente forma: en el salmo de Tehilim (Salmo 92:1), escrito por Moshé (y recopilado por David Ha-Mélej), leemos Mizmor shir leyom haShabat, cuyas iniciales en hebreo forman la palabra LeMoshé, que significa “salmo escrito por Mos-hé”. En ese salmo insinúa Moshé la grandeza de Kóraj, cuando afirma sobre él Tzadik katamar ifraj, que es la frase que alude a todo gran jus-to, ya que se le compara con la pal-mera porque contiene muchísimas bendiciones. De su fruto (el dátil), se dice la bendición de aetz, por su miel, shehakol; por su palmito, ha-damá; por sus palmas, Sucá, y lu-lav. Así como la palmera, el tzadik, está lleno de bendiciones.

En hebreo, las letras finales de esta frase forman la palabra Kóraj, para insinuar así, dice el Arizal, el apre-cio y el reconocimiento al gran nivel espiritual que tenía Kóraj, el cual equivalía potencialmente al de Moshé. Por eso, si tomamos el nombre completo de Moshé con su apellido —en esa época no se usa-ban apellidos como los de hoy, sino las expresiones “hijo de…” o “nieto de…”—, y el de Kóraj con su ascen-dencia, las iniciales de ambos con-

tienen el mismo valor numérico, lo que insinúa que en su inicio, es decir, potencialmente, ambos eran iguales. Además, el total de ese va-lor numérico, que es de 240, forma en hebreo la palabra “altura” y vol-teando las letras forman la palabra “amargura”, lo que señala que esa potencia, bien aprovechada, nos lleva hasta lo más alto, como en el caso de Moshé. Pero al no aprove-charla bien causa amargura, como en el caso de Kóraj.

Éste es el motivo por el que Moshé se dirige a él como “hijo de Leví” y no como “Kóraj”, ya que también Moshé es descendiente de Leví, para insinuar así la relación frater-nal que había entre ellos, pues am-bos son descendientes de Leví.

Kóraj no trabaja sobre su defecto de los celos y empieza a difamar a Mos-hé; en una de sus peores difamacio-nes lo culpó de ser orgulloso, y en una peor aún, lo acusó de sostener relaciones con mujeres casadas.

La verdad es que nunca entendí por qué eligió Kóraj estas acusaciones

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y no otras. Pero al entender aho-ra que Kóraj es la reencarnación de Cáin, las cosas quedan claras. Ya que Hébel era orgulloso, como mencionamos, Kóraj sigue culpan-do a Moshé (Hébel) de lo mismo, queriendo decir: “Tampoco tú re-paraste” y la acusación de tomar la mujer del prójimo tiene su origen en el propio defecto de Koraj en su vida pasada, como indican nues-tros Sabios con la regla: Kol aposel bemumó posel (Kidushín 70a), “El que difama al otro expresa en ver-dad su propio defecto”.

Al ver Moshé que Kóraj no está re-parando al alma de Cáin, entien-de que la misión de su “hermano” terminó y, por tanto, su final con-sistirá en ser tragado por la tierra, no sólo porque cuando fue Cáin, quiso ser el dueño de toda la tie-rra, sino porque la Torá aclara que cuando él asesinó a Hébel, la tie-rra abrió su boca y tragó la sangre de Hébel, pero esta vez lo tragaría a él.

Además, la Guemará relata que se escuchaban los gritos de Kóraj y sus seguidores desde el fondo de la tierra clamando a Dios. Esto se asemeja a lo que reclamó Dios a Cáin: “Las voces de las sangres de tu hermano claman a Mí desde el fondo de la tierra” (Bereshit 4:10).

Mucho tiempo me quedé con la duda de quién fue quien vino a realizar la misión de Kóraj y fina-lizar la reparación de Cáin, hasta

que, con la ayuda de Dios, leí en el libro del Ben Ish Jay, Aderet Eliahu, parashat Kóraj, en nombre de Rabí Jaim Vital, que Kóraj reencarnó en el profeta Shemuel, y esta frase me abrió un camino de investigación en otros libros. Aquí les presento un resumen.

Rabí Eliézer sostiene (en una dis-cusión que sostiene con Rabí Aki-vá) que, aunque Kóraj bajó al Sheol (por decirlo así, el sótano número 6 en el infierno) tiene oportunidad de volver a reparar. Rabí Eliézer se basó en el versículo que pronunció Janá, la madre del profeta Shemuel en su cántico para agradecer a Dios por el nacimiento de su hijo: Has-hem Morid Sheol Vayaal, “Dios baja a algunos al Sheol y después les da permiso de subir” (Shemuel 2:6). No es casual que Rabí Eliézer basara la reparación de Kóraj en un versículo dicho sobre el profeta Shemuel, ya que éste vino a repa-rarlo. Y si resumimos la vida del profeta Shemuel, veremos la in-creíble reparación.

La tumba del profeta Shemuel al norte de Jerusalem.

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En primer lugar, fue el servidor del sumo sacerdote Elí. Si agregamos aquí lo que vi escrito en nombre del libro Shemen Tov (pág. 148), que Elí era la reencarnación de Aharón HaCohén (como ampliaremos en el capítulo correspondiente), resul-ta que Kóraj, quien envidió el pues-to de Aharón (ya que quiso ser el sumo sacerdote), terminó como su sirviente, para reparar así los celos y la envidia de Cáin y de Kóraj.

Además, ahora había que reparar también el acto de hacer pecar a los demás que causó Kóraj yendo de carpa en carpa para difamar a Moshé y provocando en el pueblo dudas sobre sus palabras y sus leyes. Para reparar eso, el profeta Shemuel fue el único líder del pueblo de Is-

rael que no tuvo hogar, ya que pasó toda su vida recorriendo las ciuda-des y aldeas, también yendo de casa en casa ofreciendo su ayuda espiri-tual, y reparando así la actitud ne-gativa de Kóraj.

Para “cerrar el círculo”, dijimos al principio que Lémej fue quien mató a Cáin accidentalmente y el que ya profetizó que reencarnaría en tres personas, cuyas iniciales forma-ban la palabra Yucam. Entendemos ahora por qué el profeta Shemuel temía muchísimo que el rey Shaúl lo matara, a tal grado que tuvo que ungir al Rey David a escondidas, pues Lémej reencarnó en el primer rey de Israel, Shaúl, cuyo nombre en hebreo forma las mismas palabras: Lémej = Mélej. Y ya que Lémej mató

La tumba del profeta Shemuel. El lugar hoy en día es sagrado para tres religiones monoteístas.

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a Cáin, Shemuel temía que el rey Shaúl (Lémej) volviera a matarlo a él, pues, al fin y al cabo, era Cáin.

Vemos en este caso cómo una per-sona que logra reparar su alma al-canza la grandeza perdida, y la grandeza que Kóraj perdió como el gran líder que pudo ser para el pueblo de Israel fue recuperada, mediante su reparación, como She-muel. Fue debido a eso que el Rey

David escribió en Tehilim: Moshé veAharón…uShmuel… (Salmo 99). Explican nuestros Sabios que en este salmo el Rey David coloca en la misma categoría a Moshé, a Aha-rón y al profeta Shemuel. Es una in-sinuación más que el potencial mal aprovechado de Kóraj fue realizado por Shemuel.

A continuación, un resumen de este capítulo:

El pecado de Hébel

Alzó la vista y vio la Pre-sencia Divina.

Orgullo y soberbia con-tra Cáin.

El pecado de Cáin

Codicia a la gemela de su hermano.

Ofrenda sacrificios de baja calidad.

Envidia la cercanía entre Dios y su hermano.

Reniega de Dios dicien-do: “No hay juicio ni juez”.

Cáin asesina a Hébel.

La tarea de reparación

Mostrar respeto y bajar la vista.

Ser sumiso y humilde.

La tarea de reparación

Devolvérsela.

Ofrendar de lo mejor.

Reparar el defecto de la envidia.

Creer en Dios y en sus juicios.

Ser castigado con “la misma moneda”.

Moshé Rabenu

Oculta su rostro ante Dios cuando se le apare-ce en la zarza ardiente.

“Y Moshé fue el más hu-milde de los hombres…”

El reparador

Itró devuelve Tziporá a Moshé.

Itró realiza holocaustos y sacrificios de alta cali-dad.

Kóraj no logra reparar y cae en lo mismo, pero el profeta Shemuel realiza la reparación.

Itró abandona la idola-tría, se convierte y esta-blece el sistema judicial.

El egipcio es asesinado por Moshé y Kóraj es tra-gado por la tierra.

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La Familia de Abraham AbinuSabemos que un gran justo tiene el privilegio de pedir a Dios que se apiade de todos los que están cerca de él y que les dé la oportunidad de reparar. Abraham Abinu fue uno de los seres humanos más queri-dos por Dios y, de la misma forma que en vida logró salvar a su sobri-no Lot de la destrucción de Sedom solamente debido a sus méritos, en un sentido espiritual, cuando Abra-ham Abinu llegó al Mundo Venide-ro, solicitó que toda su familia tu-viera el honor de regresar a reparar para alcanzar el Mundo Venidero junto con él.

Resumiremos rápidamente el en-torno familiar de Abraham Abinu para conocer la historia inicial de cada miembro y así entender mejor la reparación que le correspondió realizar.

El padre de Abraham Abinu se lla-maba Téraj, y su madre Amtelai Bat Carnebó. Tuvieron tres hijos: Abra-ham, Najor y Arán; este último tuvo a su vez dos hijas y un hijo: Sará, Milcá y Lot. Abraham Abinu se casa con su sobrina Sará y Najor con su sobrina Milcá.

Téraj-Iyob

Téraj era consejero del rey Nimrod y un gran idólatra. El primer fabri-cante y vendedor de estatuas. El rey Nimrod le dijo a Téraj que los as-trólogos de su corte le habían ad-vertido que él iba a tener un hijo problemático para el imperio, por lo que le ordenó que al nacer su hijo se lo entregara para matarlo.

Al principio Téraj intentó evitar cumplir la orden y entregó al rey Nimrod un bebé de una de sus sirvientas. Pero cuando Abraham Abinu creció y rompió las estatuas, entendió Téraj que el rey Nimrod tenía razón y entregó a su propio hijo para que fuera lanzado a la hoguera.

En el libro Shaar HaGuilgulim (Cap. 50) se nos revela que Téraj reencarnó como Iyob para reparar su pecado. Por ello también Iyob fue consejero de Paró y se some-tió a una pregunta parecida a la de Nimrod, pero esta vez planteada por Paró: “Los astrólogos me advir-tieron que va a nacer entre los he-breos un niño problemático para el imperio egipcio. Por tanto, quiero saber qué debo hacer”. Sus conseje-ros eran tres: Itró, Bilam e Iyob. Itró dijo: “No te metas con el pueblo he-breo”; Bilaam dijo: “Comienza una esclavitud y masácralos”. Hasta aquí, por decirlo de alguna mane-ra, la balanza estaba pareja, por lo que el desempate de la decisión re-

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cayó sobre Iyob. Sin embargo, no es casualidad que haya sido así, ya que en verdad era un examen de reparación, ya que él fue quien en-tregó a Abraham Abinu a la muer-te. Y la pregunta ahora es si entre-garía de nuevo a los descendientes de Abraham Abinu a su muerte o los salvaría para reparar su error anterior.

Iyob se quedó callado, no opinó, lo que lo colocó en una posición intermedia, en la cual no falló, pero tampoco reparó. Ya que Iyob desaporvechó la oportunidad de reparación, eso ocasionó que Dios procediera a realizar, por decirlo así, el “Plan B”, que fue sacar al pueblo de Israel de Egipto gracias a Iyob.

Antes de explicar esto con mayor detalle, basándome en lo escrito en el Zóhar (Shemot 46a), cabe preguntar: ¿cómo puede ser que en los 24 tomos de nuestra Biblia figure un libro que habla de Iyob, si es prácticamente la historia de un no judío? Se supone que nues-tras Sagradas Escrituras abordan sólo personajes que de alguna u otra forma están relacionados con nuestro pueblo o nuestra historia. ¿Cómo entró a nuestra Biblia Iyob? Esta pregunta se hace más amplia cuando leemos en la Guemará (Babá Batrá 14b) que el libro de Iyob fue escrito por Moshé Rabe-nu. Esto lo convierte en un texto muy especial y exige una profunda explicación.

La respuesta está en el Zóhar, en donde se señala que Dios tuvo “cierta” dificultad para sacar al pueblo de Israel de Egipto, ya que Dios siendo el Rey de la Justicia creó un sistema de tribunal celes-tial en el que cada asunto es deci-dido por medio de un juicio, en el que hay acusadores y defensores.

Cuando Dios decidió sacarnos de Egipto, sabía que los acusadores tenían argumentos válidos para que eso no ocurriera. Por ejemplo, aún no pasaban los 400 años de esclavitud como había prometido Dios, y además éramos idólatras y habíamos caído hasta el nivel 49 de impureza, lo que no nos dife-renciaba mucho de los egipcios. Y si agregamos el hecho de que deja-mos de hacernos el berit milá, los acusadores ganarían el juicio y no podríamos salir de Egipto.

Ya que el tribunal celestial es simi-lar al tribunal terrenal, la única for-ma de ganar un juicio de este tipo es logrando que los acusadores no se presenten al juicio de forma que sólo aboguen los defensores y ga-nar el juicio por “default”. Éste es el secreto del juicio del Día de Kipur, pues hay un solo día al año en que los acusadores están ocupados en una batalla de poderes a fin de ob-tener su energía para todo el año. Ése día Dios estableció el juicio del pueblo de Israel, para poder juzgar-los sin muchos acusadores. Eso está insinuado en la palabra “acusador” que en hebreo se dice hasatán y su

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valor numérico es 364, para indicar que ellos acusan 364 días al año con excepción de un día de los 365 que tiene el año. Ése es el día de Kipur.

Bajo el mismo criterio nos sacó Dios de Egipto. Sobre los siguien-tes versículos de Iyob: “Y vinieron los hijos de Dios delante de Él, y vino también el Satán entre ellos. Y le preguntó Dios al Satán: ¿Te das cuenta que no hay hombre como mi querido servidor Iyob, perfecto, rec-to, temeroso de Dios y alejado del mal?” (Iyob 1:6), explica el Zóhar que un comentario de Dios como éste donde se vanagloria de un ser humano suele incitar al Satán para que intente demostrar lo contrario, pues para eso fue creado. Y en efec-to, eso ocurrió, como sigue el ver-sículo relatando: “Y respondió el Satán: ‘¿Acaso te teme y te ama in-condicionalmente? Todo ese amor es debido a la abundancia, riqueza y bienestar que le diste. Permíteme quitárselos, crearle problemas y su-frimientos en la vida y verás cómo te abandona. Entonces le dijo Dios: Lo entrego en tus manos. Házle lo que quieras. Solamente no lo mates” (Iyob, Cap. 1). Finaliza el Zóhar diciendo: “Mientras el Satán, con todo su séquito, se ‘ocupaba’ de Iyob, Dios sometió ante el Tribunal Celestial la pregunta respecto a la

salida del pueblo de Israel de Egip-to. Y, por ausencia de acusadores, ganaron los defensores”.

Por tanto, gracias a Iyob, salimos de Egipto, y ése es el motivo por el que justamente Moshé Rabenu es-cribiera el Libro de Iyob, es decir, como una forma de honrar y agra-decer a Iyob. Además, los comen-taristas sobre el libro Shaar Ha-Guilgulim agregan insinuaciones, como un juego de letras y palabras, para indicarnos el agradecimiento del pueblo de Israel a Iyob mientras cantaban el Az Yashir, que fue can-tado por Moshé Rabenu y todo el pueblo de Israel al salir de Egipto y que comienza con la frase: “Y vio el pueblo los milagros y creyeron en Dios”, las iniciales forman el nom-bre de Iyob.

También la lepra que causó el Satán a Iyob está insinuada en el mismo cántico, en las palabras: Tiratz oyev, que quiere decir “Ganaste a nues-tro enemigo”, en referencia al acu-sador, en este caso, el Satán. Y esas mismas letras forman la palabra “la lepra de Iyob”, indicándonos así que la acusación del Satán fue evi-tada gracias a la lepra de Iyob. Así, Iyob con su sufrimiento, repara el alma de Téraj.

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Asimismo la idolatría que come-tía Téraj con la que arrastraba a los demás fue reparada por medio de Iyob, por ser él un hombre de mu-chísima fe y amor a Dios, quien a pesar de todos los sufrimientos que le causó el Satán no dejó de creer en Dios y se convirtió en un mo-delo de apego pleno a Dios bajo cualquier circunstancia. Por ello el libro de Iyob figura dentro de nuestro Tanaj para dar fuerza a la persona que atraviesa un momento difícil que podría llevarla a perder la fe en Dios. El libro de Iyob le sir-ve de herramienta para superar la prueba y no perder la fe, reparan-do así la incitación de Téraj hacia la idolatría.

Ahora entendemos por qué cuando Moshé Rabenu envió a los espías a inspeccionar la Tierra de Israel, les

pidió ver si todavía estaba en ella un árbol: hayesh ba etz. Explican los comentaristas que no se refería a un árbol, sino a Iyob, ya que es comparado con un árbol frutal, y además Etz en hebreo se lee tam-bién Utz, el lugar del que provenía Iyob, como lo indica el primer ver-sículo de su libro. Moshé Rabenu sabía que mientras este hombre justo viviera en la tierra de Israel no podrían conquistarla, ya que sería injusto guerrear contra quien, sin saberlo, los había ayudado a salir de Egipto.

Con esta reparación además cum-plió Dios Su promesa a Abraham Abinu: “Fallecerás y te unirás con tus padres”, (Bereshit 15:15) es de-cir, “Daré la oportunidad a tu padre para que puedan estar juntos en el Paraíso”.

Gracias a Iyob Moshé logró sacarnos de Egipto.

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Amtelai-JanáLa madre de Abraham Abinu se lla-maba Amtelai, hija de Carnebó y era la única que apoyaba a Abraham Abinu. La educación que ella le dio lo ayudó a tener una fe tan grande en Dios que estuvo dispuesto a ser arrojado al fuego con tal de no de-safiarlo. Los Jajamim comentan mu-cho de lo justa que era, a tal grado que hasta la fecha existe una segulá que se utiliza para encontrar algo perdido mencionando su nombre: Amtelai Bat Carnebó.

Pero vemos que no formó parte de la religión iniciada por Abraham, quizá porque no quiso enfrentarse a su esposo Téraj, y sin querer formó parte de la familia idólatra y distri-buidora de estatuas.

Está escrito en los libros Guilgulé Neshamot (18) y Séder Hadorot que Amtelai reencarnó en la mujer lla-mada Janá, famosa por sus siete hi-jos, como lo relata la Guemará (Babá Batrá 91a). En la época de Januká, el rey Antiojus arrestó a los siete hermanos, los hijos de Janá, y los obligó, uno por uno, a prosternarse

ante sus dioses. La Guemará relata con detalle cómo cada uno de ellos mencionaba un versículo sagrado que indicaba su fe absoluta en Dios y se dejaba matar, hasta que el rey dijo al séptimo, el más pequeño de ellos: “Te lanzaré mi anillo al piso; inclínate para tomarlo. Que por lo menos parezca que estás proster-nándote”. Pero tampoco aceptó ha-cer esto el niño.

Todo esto ocurrió delante de su ma-dre, Janá, cuyos sentimientos se di-vidieron en dos: por una parte, vivía el profundo dolor de esa tragedia familiar; pero por otra, estaba or-gullosa de la buena educación que había dado a sus hijos.

Con eso reparó Janá a Amtelai. In-cluso yo agrego, que es probable que los siete hijos de Janá fueran la reencarnación de los siete hijos de Abraham, ya que él tuvo, además de Itzjak, siete hijos que fueron idó-latras y a quienes mandó Abraham Abinu al Lejano Oriente para sepa-rarlos de su hijo Itzjak (los brahmin de la India son sus descendientes y su nombre proviene de la palabra Abraham).

Antiojus IV Epifanes (164-215).

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Esta relación entre Janá y Amtelai es reafirmada por la frase que Janá pronunció antes de que mataran al último de sus hijos: “Cuando llegues al Cielo, dile a Abraham Abinu: ‘Tú sacrificaste un hijo y yo siete’”. Esta frase no fue dicha ca-sualmente, sino que fue un men-saje de su madre, Amtelai (Janá), para Abraham Abinu, diciéndole con orgullo: “Me reparé y reparé a todos tus hijos, educándolos para ser sacrificados como lo hiciste tú con Itzjak”.

Najor-Jur, Arán-AharónLos hermanos de Abraham Abinu, llamados Najor y Arán, eran los en-

cargados de vender las estatuas que fabricaba su padre Téraj. Esto oca-sionó que Abraham Abinu se dife-renciara de ellos. Cuando Abraham Abinu salió sano y salvo del horno ardiente, este hecho ejerció un im-pacto tan fuerte en Arán que deci-dió abandonar la idolatría y apegar-se al Dios de Abraham. De acuerdo con el Midrash (Bereshit Rabá 38), Arán vio que la gente creía que el fuego del horno en el que había estado Abraham Abinu era sólo una ilusión óptica; por tanto, él se arrojó al fuego para ser quemado a fin de que el milagro realizado por Dios con Abraham Abinu no fuera demeritado.

A pesar de sus buenas intenciones, eso no era lo que Dios quería, ya que el lema del judaísmo es: “Vivir

La tumba de Janá y sus siete hijos en Sefat.

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para santificar el nombre de Dios, a menos que te obliguen a traicio-narlo. Entonces deberás entregar tu vida”. A Arán nadie lo amenazó; por tanto, no tenía que morir.

El otro hermano de Abraham, Na-jor, siempre fue idólatra e incluso educó a su familia por ese camino. Su nieto fue Labán, y como dice el Zóhar (Parashat Vayishlaj) él fue uno de los brujos más grandes que existieron y utilizó la idolatría y la magia negra para engañar y afectar a la gente. Ni siquiera el nieto de La-bán, Bilam ben Beor, se le igualaba.

A petición de Abraham Abinu, Dios dio la oportunidad de reparación a sus dos hermanos y regresaron en una misma generación: la que salió de Egipto. Y fueron ni más ni me-nos que Aharón HaCohén, como reencarnación de Arán, y Jur, el sobrino de Aharón y Moshé, e hijo de Miriam, como reencarnación de Najor. Esto está insinuado en las le-tras de Najor que está el nombre Jur y en las letras de Aharón está Arán.

La Torá relata que cuando Moshé Rabenu se preparaba para subir al Monte Sinaí por 40 días, nombró a dos encargados del pueblo de Israel durante su ausencia; fueron su hermano Aharón y su sobrino Jur. Y dijo a todo el pueblo: “El que tenga algún asunto, que se aproxi-me a ellos”.

Después de 40 días, al no bajar Moshé decidieron algunos hacer idolatría y se aproximaron con esa petición a los dos encargados; la idea empezó a ganar seguido-res, quienes se dirigieron a Jur y lo amenazaron con matarlo si no colaboraba. Jur, sin embargo, no dudó ni un instante y se rehusó a permitir que el pueblo cometiera idolatría, por lo que fue degolla-do. Con esta actitud, Jur (Najor) entregó su vida y reparó su idola-tría anterior, educando así a sus descendientes en la fe y el apego a Dios. Y el resultado es muy obvio y claro, ya que en su vida pasada el nieto de Najor fue el brujo La-bán y esta vez el nieto de Jur fue Betzalel, el arquitecto y orfebre de los utensilios del Mishkán (el Tabernáculo).

Después de matar a Jur, los incita-dores se acercaron a Aharón con

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la misma petición. Él vio, por un lado, a los incitadores con el cuer-po degollado de Jur y, por el otro, la santidad del pueblo y la demora de Moshé Rabenu en bajar del Monte Sinaí. Finalmente optó por ganar tiempo hasta que llegara Moshé Rabenu, diciéndoles que aceptaba fabricar un ídolo, pero que le die-ran tiempo mientras buscaban el oro para realizarlo. Como ya sabe-mos, eso no ayudó mucho y ter-minamos adorando al becerro de oro, lo que, al fin y al cabo, fue por culpa involuntaria de Aharón.

Si quisiéramos resumir la repara-ción de Arán por medio de Aharón, tendríamos que dividir el análisis en dos partes, que nos servirán de

ejemplo de lo dicho en el primer capítulo, donde vimos que cuan-do un alma cumple ochenta por ciento de su tarea, la siguiente vez tendrá que regresar sólo el veinte por ciento de ella. Y eso es prácti-camente lo que pasó con Aharón.

La idolatría de Arán fue bien repa-rada a través del sumo sacerdote Aharón, pues su fe y apego a Dios no tuvieron medida, y como sumo sacerdote sus leyes eran muy es-trictas como alejarse de cualquier contacto con toda clase de impure-za, como cadáveres, cementerios, etc., que son las herramientas de la magia negra y la idolatría. De esta forma puede decirse que Aharón reparó la idolatría de Arán.

La tumba de Aharón en la cima dela montaña Or Harar en

Petra, Jordania.

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Sin embargo, Aharón no dio su vida como lo hizo Jur y causó que el pueblo cayera en la idolatría del becerro. El castigo para eso es seki-lá, es decir, antiguamente el tribu-nal rabínico castigaba a un idólatra y a un incitador a ella arrojándolo desde un lugar alto, a fin de que el impacto lo matara (si no moría por la caída, lo apedreaban).

Aharón terminó su vida con un gran nivel espiritual, difícil de al-canzar, y falleció de forma divina, que hasta Moshé envidió y por ello pidió a Dios morir dignamente como Aharón. Y aunque Aharón se arrepintió toda su vida por lo del becerro, lloró y ofreció sacrificios para ser perdonado, no consiguió reparar al 100%, ya que no se le aplicó la sekilá. Por tanto, debido a ese porcentaje pequeño que le faltó para reparar y alcanzar el cien por ciento tuvo que regresar y comple-tar su misión.

En el libro del profeta Shemuel se relata sobre el sumo sacerdote Elí, que en una de las batallas del pue-blo de Israel, le llegó la noticia de que el Arón Haberit (el Arca de la Alianza) había sido capturado por los filisteos y que sus dos hijos ha-bían muerto en la lucha. Estas no-ticias le impactaron tanto que cayó de espaldas al suelo, y recibió un golpe mortal en la nuca.

Aclaran los Jajamim del sod (She-men Tov, pág. 148) que Elí fue la reencarnación de Aharón HaCohen

y que, al igual que él, fue sumo sa-cerdote, y que ambos perdieron dos hijos en un mismo día. Al escuchar la noticia, cae de espaldas y se le cau-sa celestialmente una sekilá, para reparar así la deuda de Aharón.

Y ya que el pecado del becerro pro-vocó el rompimiento de las Tablas de la Ley (puestas más adelante en el Arca), Elí muere debido a la no-ticia de que el Arca había sido cap-turada, algo que equivale al rompi-miento de las Tablas, ya que ambas simbolizan perder la Torá.

Esto se insinúa en las palabras: “El Arca de la Alianza” que se dice en hebreo HaArón (El Arca), y que tie-ne las mismas letras que “Aharón”.

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Además, la traducción de la pala-bra “nuca” en hebreo (es decir, la de Elí, que se rompió) forma las palabras met parekú, que fue la orden que dio Aharón al pueblo para que trajeran el oro con el cual harían el becerro, y con su rompi-miento murió —se reparó— esa frase.

Además, me di cuenta de que el nombre Aharón suma 262, al igual que la frase “Será Elí HaCohén Ha-Gadol”.

De esta forma terminó reparándo-se Aharón complementando así a Arán, hermano de Abraham.

Lot-Najum Ish Gam ZuLot fue hijo de Arán, hermano de Sará y sobrino de Abraham Abinu. Cuando Abraham y Sará se fue-ron a Kenaan, Lot salió con ellos. Al principio seguía los consejos de Abraham y creía en Dios, pero a medida que el Creador mandaba a Abraham pruebas para comprobar su apego (la hambruna, los proble-mas con Paró, Abimélej, etc.) y él las superaba, Lot se cuestionaba: “¿Dónde está el Dios de Abraham? ¿Por qué no le ayuda?” Esas pregun-tas debilitaron la fe de Lot y causa-ron que perdiera el nivel espiritual que poseía.

El lugar donde estaba ubicado el tabernáculo en Shilóal sur del Shomrón.

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Además, empezó a ganar dinero y riquezas, y sintió que cuanto más se alejaba de Dios mejor le iba, hasta que terminó separándose de Abraham y alejándose por comple-to de Dios.

El lugar donde Lot decidió habitar fue Sedom, donde la regla principal era no recibir invitados y comportar-se de manera cruel con los pobres.

En una guerra que se desató en la zona, Lot fue capturado. Abraham decidió ir a salvarlo. Y aunque la guerra fue contra grandes reyes, logró rescatarlo gracias al milagro que le ocurrió. Como dice el Mi-drash: “Abraham lanzaba arena y se convertía en flechas”.

Al finalizar la guerra, Lot regresó a Sedom y se convirtió en juez de los habitantes de la ciudad. Aceptó mantener las leyes de crueldad que imperaban allí. Cuando Dios deci-dió destruir Sedom y Amorá, salva a Lot por el mérito de Abraham y manda a dos ángeles para sacarlo de la ciudad antes de cumplir el decreto de destrucción. Lot se de-mora intentando salvar sus rique-zas, pero los ángeles lo apresuran diciéndole que no pueden destruir Sedom mientras él esté ahí.

Al salir Lot, se esconde en una cue-va con sus dos hijas. Ellas pensaron que la humanidad había sido des-truida por completo, como sucedió unos años atrás con el diluvio que arrasó con todo dejando viva sólo

la familia de Noaj, y ahora había ocurrido un diluvio de fuego y ellos tres son los únicos sobrevivientes. Por tanto, deciden embriagar a su padre a fin de procrear con él y po-blar de nuevo la tierra.

Si quisiéramos resumir las repara-ciones que debía realizar Lot en su siguiente reencarnación, serían por lo menos cuatro:

1. Por su alejamiento de Dios, de-bía ser una persona muy apegada al Creador.

2. Ante todas las dudas y preguntas que tuvo sobre el comportamiento Divino, debía ser una persona que entendiera que todo lo que hace Dios es para bien.

3. Por causar tantos sufrimientos a los pobres tendría que ayudarlos o sufrir como uno de ellos.

4. También por el hecho de pro-crear con sus hijas ameritaba una reparación. Aunque fue por una idea errónea y además él estaba embriagado, todo eso pudo haber-se evitado.

En el libro Guilgulé Neshamot (le-tra nun, 95) se nos revela que Lot reencarnó en el taná Najum Ish Gam Zu. Analicemos un resumen de la vida de este gran rabino, para que veamos cómo reparó estos cua-tro pecados de Lot.

La Guemará (Taanit 21a) aclara por

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qué llamaban a este rabino Gam Zu, ya que ante todo lo que le pasa-ba en la vida decía Gam zu letová, “También esto es para bien”.

Por ejemplo, la Guemará relata que una vez la comunidad judía de Israel lo mandó al César en Roma con un cofre lleno de joyas y diamantes con el propósito de que, con dicho presente, elimina-ra un decreto negativo contra la comunidad. En el camino, el rabi-no Najum durmió en una posada, donde, durante la noche, el posa-dero decide robarle el contenido del cofre. Después de vaciarlo lo llenó de arena para que el rabino no notara la diferencia de peso. Cuando llegó el rabino ante el Cé-sar y éste vio que el cofre estaba lleno de arena, el rostro del César y de sus consejeros mostraron tal enojo por lo que consideraron una burla por parte de la comunidad judía que, decidieron matar al ra-bino. Pero Najum, como siempre, sólo decía una frase: Gam zu Le-tová.

En ese momento, relata la Guema-rá, mandó Dios un ángel, que era Eliahu Hanabí, disfrazado como uno de los consejeros del César y le dijo: “Éste es un polvo especial; es el polvo del patriarca de los judíos Abraham Abinu. Si lo arrojas sobre tus enemigos, ellos morirán”.

El César solicitó una prueba y, al ver que el polvo se transformaba en flechas, eliminó el decreto de

muerte contra el rabino y sobre la comunidad. Además, llenó el cofre de joyas y lo entregó a la comuni-dad en agradecimiento.

Al final de sus días, a Najum le su-cedió algo muy extraño: cuando regresaba de un viaje, iba con tres burros cargados de alimento; se le acercó un pobre y le pidió que se apiadara de él y le diera de comer. “Le dije: espera que termine de descargar la mercancía, y después te daré de comer’. Cuando termi-né, me di la vuelta y él ya estaba muerto. Me asombré ante ese he-cho y me pregunté por qué justa-mente yo, que siempre ayudo a los pobres, fui causante de la muerte de uno de ellos por no apresurar-me. En consecuencia, me maldije y pedí a Dios que castigara mis ojos, manos y piernas, y todo mi cuerpo con enfermedades y sufrimientos para reparar mi falta”.

A raíz de esa maldición, el rabino Najum sufrió muchísimo, ya que no podía caminar, ni ver, y todo su cuerpo estaba lleno de sarna. Cuando llegaron sus alumnos a visitarlo, le dijeron dos frases que requieren de una explicación: “¡Ay, qué dolor verte así!”, a lo que él contestó: “¡Ay de mí si no me hubieran visto así!”; y “Rabino, la casa va a derrumbarse. Por ello, vamos a sacarte”, a lo que él res-pondió: “No. Primero saquen todo lo que hay en la casa y al final me sacan a mí. Mientras yo esté den-tro de ella, la casa no se caerá”.

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Las preguntas que debemos hacer-nos son: ¿a qué se refiere el rabino cuando dice: “¡Ay de mí si no me hubieran visto así!”? ¿Y cómo esta-ba tan seguro de que mientras es-tuviera dentro de la casa, ésta no se caería?

Según la clave que nos dio el Ha-ramá Mipano, en su libro Guilgulé Neshamot, de que Lot reencarnó en Najum Ish Gam Zu, todo queda claro:

a) Abraham salva a Lot por medio de arena que se convierte en flechas y Najum es salvado de la muerte con la misma arena;

b) Ante las preguntas que se hacía Lot sobre el comportamiento de Dios hacia Abraham, Rabí Najum a todo decía: Gam zu letová;

c) Si tomamos las palabras Letová, en hebreo contienen las letras del nombre Lot y las dos letras que so-bran, la bet y la hei, son las iniciales de: “En él reencarnó”. Esto nos insi-núa que en Rabí Najum reencarnó en Lot;

d) La seguridad de Rabí Najum de que mientras él estuviera en la casa, no se caería, se asemeja a la prome-sa de los ángeles a Lot, que mien-tras él permaneciera en Sedom no sería destruida la ciudad.

e) También entendemos por qué contestó a sus alumnos: “¡Ay de mí…!”, pues él sabía que si un po-bre había muerto en sus manos, era insinuación de los muchos pobres que habían muerto por culpa de Lot en Sedom, y eso debía reparar-se dando tzedaká a los pobres toda la vida y sufriendo como Lot los había hecho sufrir. Por eso se ale-gró de sus sufrimientos pagando de esta manera sus deudas en esta vida y terminar así su misión. f) Para reparar las relaciones prohi-bidas con sus hijas, en la Guemará (Berajot 22b) se menciona una ley establecida por Najum Ish Gam Zu, que indica la pureza que debe realizar un hombre después de te-ner relaciones conyugales, titulada Baal Keri. En esa época el sistema de purificación era muy complica-do, ya que requería sumergirse en la mikvé; Najum Ish Gam Zu esta-bleció un sistema más sencillo para que el varón se purifique llamado “9 Kavín”, el cual es vigente hasta nuestros días.

La tumba de Najum Ish Gam Zu en Sfat.

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Este caso nos sirve de ejemplo para observar y entender muchos relatos de las guemarot sobre los Sabios del Talmud, donde no es casual la selección de los hechos que se re-gistran ya que por medio de ellos se

nos aclara la reparación que debie-ron realizar.

Ciertamente, los relatos adquieren otro matiz cuando se entiende el sod que se esconde detrás de ellos.

Las fallas de Lot

1.Pierde la fe en Dios y se aleja de Él.

2.Cuestiona la conducta de Dios.

3.Causó sufrimiento a los pobres.

4.Por equivocación, tuvo relaciones prohibi-das con sus hijas.

La tarea de reparación

Creer en Dios y acercarse a Él.

Aceptar que no todo puede entenderse y que todo es para bien.

Dar mucha tzedaká y su-frir como ellos.

Establecer leyes de pure-za para el varón.

La reparación de Rabí Najum

Fue un gran temeroso de Dios y maestro de Rabí Akivá durante 22 años.

Implantó en el judaísmo la célebre frase: Gam Zu Le Tová.

Fue hombre de gran bon-dad y al final de su vida sufrió mucho por cau-sar involuntariamente la muerte de un pobre.

Estableció una alternativa más factible para la puri-ficación del Baal Keri.

El lugar en donde estaba Sodoma y Gomorra hoy en día.

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Yaacov Y EsavYaacov y Esav fueron los hijos de Itzjak Abinu. Hasta los trece años no se notaba diferencia alguna en-tre ellos, sin embargo, a partir de la muerte de su abuelo Abraham Abi-nu, sus caminos se separaron. Esav se convirtió en un gran pecador y ateo, como lo afirma un Midrash: el día que murió Abraham Abinu, Esav renegó de la vida después de la muerte y del Mundo Venidero. Estuvo dispuesto a vender su pri-mogenitura, que no se refiere a su calidad de primogénito, sino a su porción en el Paraíso, la cual es comparada con la primogenitura. Esav también fue un asesino. Él fue quien mató al rey Nimrod.

Además, el Midrash relata que Esav nunca fue circuncidado, pues “na-ció rojizo”, y por ello sus padres te-mieron realizarle el berit pues po-dría desangrarse hasta morir. Por esta razón, Itzjak decidió que, ya que no fue circuncidado a los ocho días de nacer, como ocurrió con él mismo, sería circuncidado a los trece años, como Ishmael. Pero al llegar a los trece años Esav se negó rotundamente a hacerse el berit y pertenecer así al núcleo judío.

Yaakov quitó a Esav las bendicio-nes que le tenía que dar su padre Itzjak, ya que opinaba que la com-pra de la primogenitura incluía las bendiciones que correspondían al primogénito, (en hebreo ambas palabras se escriben igual).

Esto provocó que Esav persiguiera a Yaacov para matarlo, haciendo que se alejara de la Tierra Santa y de sus padres, y viviera con miedo durante muchos años.

Al final de su vida, cuando salieron los hijos de Yaacov de Egipto para enterrarlo en Mearat Hamajpelá, se encontraron con resistencia de parte de Esav y su familia, ya que él exigía que al morir fuera enterrado allí y no Yaacov. Nuestros Sabios aclaran que, al parecer, esa exi-gencia de Esav no estaba motivada por el orgullo de ser enterrado en un lugar importante, sino por un cierto arrepentimiento de sus ideas ateas y por un deseo de rectificar sus malas acciones, ya que empe-zó a reconocer la vida en el Mundo Venidero, y siendo Mearat Hamaj-pelá la puerta del Paraíso y el túnel por el que pasan todas las almas al mundo Celestial, quería ser ente-rrado ahí.

Sin embargo, Esav no tuvo oportu-nidad de llevar a la práctica las ideas que tenía, ya que, en ese momento se desató una pelea y Jushim, hijo de Dan y nieto de Yaacov Abinu, tomó una espada y lo decapitó, causando que la cabeza de Esav rodara y quedara dentro de Mearat Hamajpelá.

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Nuestros Sabios aclaran que el deseo de Esav de querer iniciar un nuevo camino y rectificar sus errores pasados, le dio el mérito de reencarnar para llevarlo a cabo, como ocurre con cualquier persona que, al final de su vida, quiere hacer teshuvá, pero no tiene el tiempo ni la oportunidad de hacerlo.

En cuanto a Yaacov Abinu, su alma está 99% reparada ya que la única queja que hay sobre él es que nunca trató de salvar a su hermano. Por ejemplo, la Torá critica que cuando se reencontraron Yaacov y Esav, es-condió a su hija Diná, pues temía que Esav se casara con ella. Sin em-bargo, nuestros Sabios aclaran que en ese hecho, Yaacov perdió una gran oportunidad de salvar espi-ritualmente a Esav, ya que podía

exigirle que hiciera teshuvá y se cir-cuncidara para casarse con su hija. Podría decirse que Yaacov, en lugar de ayudarlo, le quitó las herramien-tas que en algún momento podrían haberle facilitado el acercamiento, como la primogenitura, las bendi-ciones, etcétera.

De tal manera que ambos tenían que regresar. Esav, para reparar cin-co fallas:

a) Su ateísmo.b) Su negación de la vida después de la vida.c) Los asesinatos que cometieron él y sus 400 soldados.d) No haberse hecho el berit milá.e) La persecución para matar a Ya-acov.

Vista nocturna de Mearat Hamajpelá.

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Por su parte, Yaacov debía regresar para ayudar a su hermano a realizar esta tarea, pues no lo hizo en su vida pasada. Para esto, no era necesario que regresara toda la neshamá de Ya-acov, sino sólo una chispa de ella.

Revelan nuestros cabalistas que re-gresaron como Rebí y Antoninus. Esav fue Antoninus y Yaacov fue Rebí, mejor conocido como Rabí Yehudá HaNasí, autor de los pri-meros textos registrados de la Torá Oral, es decir, la Mishná.

Consideremos antes de continuar algunas insinuaciones de lo ante-rior basadas en letras y números.

a)HaNasí quiere decir “El presiden-te”, pero de todos los lideres del Sanedrín catalogados como Nasí, sólo Rabí Yehudá es llamado de tal manera, ya que en hebreo este tí-tulo forma las iniciales de “Fue la chispa de Yaacov Abinu”.

b)En el rezo de Shabat decimos: Ti-tén emet leYaacov, “Otorga el atri-buto de la verdad a Yaacov” (Mijá 7:20). La palabra leYaacov suma 212, al igual que Rebí.

c) Yaacov Abinu estableció el rezo de Arvit y Rebí comenzó las Mish-nayot con las leyes de Arvit.

La Torá dice sobre Yaacov que al fi-nalizar de establecer el rezo se fue a dormir y soñó con las escaleras, lo que lo despertó, como dice la Torá: Vaikatz Mishenató, “Y se desper-tó de su sueño”, donde la palabra Mishenató significa también “su Mishná”, insinuando la Torá así las mishnayot de Rebí.

Vista de la ciudad de Tzipori hoy en día.

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d) Yaacov terminó su vida viviendo 17 años en Egipto y Rebí terminó su vida viviendo 17 años en Tzipori, donde en sus últimos días decía él: “Soy igual que Yaacov, porque tam-bién él vivió sus últimos 17 años en otro lugar”, para insinuar así que él conocía la conexión espiritual que tenía con Yaacov Abinu.

e) Otro título de honor que Rebí re-cibió era Rabenu HaKadosh, “Nues-tro sagrado Rabino”. La Guemará explica que se le dio ese título por-que siempre cuidó su pureza mas-culina, al igual que Yaacov, quien también se comportó así, como ya lo explicamos.

f) Cuando Ribká estaba embaraza-da, no sabía que en su vientre ha-bía dos criaturas, y al consultar a Shem, el hijo de Nóaj, le profetizó: “Dos grandes naciones tienes en tu vientre”. Esta frase, explica Ras-hí, se refería a Rebí y a Antoninus, quienes serían sus descendientes. Lo que no se entiende es qué tienen que ver Rebí y Antoninus con la pregunta de Ribká. Pero de acuer-do con esto ya se entiende, pues eran la reparación final de esos dos niños que Ribká iba a tener. Agre-ga el Baal HaTurim que el valor numérico de la frase “Dos grandes naciones tienes en tu vientre” en he-breo suma 502, al igual que la frase: “Serán Rebí y Antoninus”

g) La Guemará relata que cada vez que Rebí viajaba al norte de Israel a una pequeña ciudad llamada Romi para hablar con Antoninus, leía todo el camino la parashá de Va-yishlaj, que habla sobre el gran en-cuentro entre Yaacov y Esav, el cual terminó con perdón, paz y respeto. Ya que ambos eran descendientes espirituales de ellos, Rebí leía la parashá para conseguir el mismo resultado.

Analicemos un poco la vida de Rebí y Antoninus, para comprobar la tarea de reparación que ambos realizaron:

El padre de Rebí era Rabán Ga-mliel quien era el rabino princi-pal de Israel. En sus días, el César romano decretó la prohibición de circuncidar a los niños y en el mo-mento que Rabán Gamliel tuvo a su hijo, todo el pueblo estuvo al pendiente de lo que iba a hacer el gran rabino. Rabán Gamliel no lo dudó y, desafiando la orden im-perial, circuncidó a su hijo y lo llamó Yehudá, que sería conoci-do más tarde como Rabí Yehudá

La tumba de Rabí Yahudá Hanasíen Tzipori.

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HaNasí. La noticia llegó al César, quien convocó a Rabán Gamliel para que fuera a Roma con su es-posa y su hijo recién nacido, y así ser juzgados y castigados pública-mente. Al llegar a Roma, se cono-cieron la esposa de Rabán Gamliel y del César. Ésta se apiadó del niño y dijo a la esposa del rabino: “Yo también acabo de tener un hijo. Se llama Antoninus. Tómalo y vete con él al juicio para que niegues la acusación de haberle hecho el be-rit”. La esposa de Rabán Gamliel aceptó. Mientras se desarrollaba el juicio, la esposa de Rabán Gamliel amamantó a Antoninus, lo cual lo

convirtió en “hermano de leche” de Yehudá, el hijo de Rabán Gamliel. El juicio terminó bien y el César creyó que se trataba de un error. Podríamos decir que Antoninus, de alguna forma, salvó la vida de Rebí, reparando así la persecución de Esav para matar a Yaacov.

Cuando ambos crecieron, Antoni-nus se convirtió en el gobernador de la zona de Israel y fue conocido como Marcus Herelius Antoninus Caracalla (que terminó siendo Cé-sar de Roma del 211 al 217 de la era común) y Rebí se convirtió en el presidente del Sanedrín de Israel.

Marcus Aurelius Antoninus Caracalla (188-217), reencarnación de Esav.Según algunas opiniones, éste es el famoso Antoninus de la época de Rebí.

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Los dos llegaron a tener una rela-ción muy cercana, al grado de que Rebí fue el maestro particular de Torá de Antoninus, quien demos-tró mucho interés en saber y cono-cer a Dios, el judaísmo y el mundo Venidero.

Relata la Guemará que Antoninus construyó un túnel secreto desde su palacio hasta la casa de Rebí y ocasionalmente iba a estudiar con él. No es común que la Guemará cite discusiones halájicas entre dos rabinos, a menos que ambos sean muy grandes en Torá, ya que si un sabio discute con alguien que no conoce de Torá, por lógica no se re-gistrará su opinión en la Guemará. Sin embargo, hay una excepción: en la Guemará Maséjet Sanedrín se relata una discusión entre Rebí y ni más ni menos que Antoninus, en la cual discuten sobre el momento en que entran la neshamá y el yét-zer hará al cuerpo del ser humano. Y si nos asombra el hecho de que la opinión de Antoninus figure en la Guemará, nos asombra aún más la conclusión de la Guemará pues es Antoninus quien tuvo razón y no Rebí.

Este hecho de que Rebí (Yaacov) enseñó Torá a Antoninus (Esav), causó que éste emprendiera el ca-mino de la conversión y que lo pri-mero que hiciera fuera anular el decreto del César Adriano contra la circuncisión. Además él mismo decide hacerse la milá. Con esto reparó Esav el hecho de no reali-

zarse el berit.

Continúa relatando la Guemará que, al llegar ambos a la vejez, en una ocasión terminaron los dos de estudiar y Rebí se aproximó a su lecho para acostarse, y al ver An-toninus que tenía dificultad para subir y acostarse, se agachó para ayudarlo sirviéndole de apoyo. Rebí lo regañó diciéndole: “¡Eres una persona de honor y no puedes rebajarte ante mí!”, y Antoninus le contestó: “¿Quién me daría el ho-nor de ser tu servidor en el Mun-do Venidero?” Y ya que tocaron el tema, aprovechó Antoninus y pre-guntó a Rebí: “¿Crees que yo tenga el mérito de estar en el Paraíso? Pregunto porque soy descendien-te de Esav y el versículo dice que no quedarán restos de la casa de Esav. Y es obvio que no se refiere a lo físico, sino a lo espiritual”, a lo que Rebí respondió: “El versículo habla de quien se comporta como Esav, pero tú, que reparaste tus ca-minos, eres merecedor del Mundo Venidero”.

La Guemará en verdad no entra en detalles sobre el mundo de las reencarnaciones, ya que esto per-tenece a la parte mística y oculta del sod, y la Guemará está dedica-da a las leyes literales que debemos cumplir. Pero, una vez más, con estos relatos nuestros Sabios nos insinuaron muchas cosas, en este caso, la de que Antoninus (Esav) cree en el Mundo Venidero y anhe-la llegar a él.

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Antoninus quedó registrado en la historia como el César que persi-guió a los idólatras pero destacó más por ser un hombre que evita-ba la guerra y buscaba la paz, cuyo lema era: “Prefiero no perder un soldado que matar a cien enemi-gos”. Con esto reparó Antoninus la idolatría de Esav y las guerras y ma-tanzas que causó.

Además la Guemará relata que una vez Antoninus mandó a Rebí varios sacos de monedas de oro y ante la

pregunta de Rebí de para qué era eso, (Rebí poseía muchas rique-zas), Antoninus dijo: “Guárdalo. El siguiente emperador quizá no será tan bueno como yo lo he sido con ustedes. Con esto podrán sobor-narlo para que los deje en paz”. Lo que realmente sucedió es que Dios causó que Antoninus (Esav) de-volviera a Yaacov todo el valor del dinero que le quitó su hijo Elifaz cuando lo saqueó en el camino. De tal forma, podemos decir que am-bos cumplieron su misión.

Las fallas de Esav

Fue un gran ateo.

No quiso circuncidarse.

Negó la existencia del Mundo Venidero.

Persiguió a Yaacov para matarlo.

Fue un gran asesino.

La tarea de reparación

Creer en Dios.

Hacerse el brit.

Creer y esforzarse para alcanzarlo.

Salvar la vida a Yaacov (Rebí).

Ser hombre de paz y evi-tar muertes.

La reparación de Antoninus

Fue muy creyente y gran estudioso de la Torá.

Eliminó el decreto contra el berit milá y él mismo se circuncidó.

Anheló ser, por lo me-nos, el servidor de Rebí en el Mundo Venidero.

De bebés, lo salvó al su-plantarlo ante el César.

Fue conocido como “el César de la paz”, por evi-tar las guerras.

La falla de Yaacov Abinu

No hizo nada para rescatar y salvar es-piritualmente a su hermano Esav.

La reparación de Rebí

Fue el maestro de Torá de Antoninus (Esav), lo convirtió y le ayudó a conse-guir el Paraíso.

A continuación, resumiremos brevemente todo lo anterior:

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Shejem, Zimrí yRabí Akivá

Cuando Yaacov Abinu regresaba a la Tierra Santa, después de 22 años de vivir con Labán, donde tuvo 11 hijos y una hija llamada Diná, la Torá relata que Diná salió un día a convivir con sus vecinas, y con ello provocó que Shejem Ben Jamor, el príncipe de la ciudad de Shejem la secuestrara y la violara debido a su baja moral. Esta salida fue muy cri-ticada por nuestros Sabios. La Torá utiliza tres términos para referirse al apego que tuvo Shejem por Diná: “la amó”, “la deseó” y “se pegó su alma a ella”. Las iniciales de esos tres términos forman en hebreo la palabra Ejad, “uno”. (Graben este dato en su memoria, pues lo nece-sitaremos más adelante.)

La Torá continúa relatando que mientras Shejem mantenía a Diná cautiva en su palacio, fue a nego-ciar con la familia para casarse con ella. Shimón y Leví, hermanos de Diná, decidieron vengarse de todos ellos ofreciéndoles, como trampa, un acuerdo: si todos los varones de la ciudad se circuncidan, Shejem podrá casarse con Diná. Sin du-darlo Shejem aceptó y convenció a los jóvenes de su ciudad, que eran 24 mil en esos momentos, para que ellos también se circuncidaran y puedan unirse a jovencitas hebreas en el futuro. Como señala el Rabi-no Pinejás Friedman, eso está in-sinuado en la Torá de la siguiente manera: “En todo este capítulo hay 24 veces la letra alef, que en hebreo se escribe igual que el número mil (élef), para indicarnos así que eran 24 mil jóvenes”.

Al tercer día, cuando todos los jó-venes estaban débiles por la circun-cisión, Shimón y Leví emprendie-ron un ataque sorpresa y mataron a todos como venganza por la violación de su hermana. Cuando entran al palacio, después de atra-vesar a Shejem con la espada, van hacia Diná para rescatarla. Ella se niega a acompañarlos argumentan-do que prefiere quedarse con ese pueblo gentil, ya que, como viola-da, nadie iba a querer casarse con ella. Nuestros Jajamim señalan que no fue fácil convencerla.

Resumiendo este hecho se llega a la siguiente conclusión: Shejem come-

Tumba de Diná ubicada en la monta-ña de Arbel, (sugún el Najmánides).

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tió el error de violar a Diná, pero después de ello estuvo dispuesto a convertirse, dejando atrás toda su idolatría y a emprender el cami-no hacia el Dios de Diná. Aceptó circuncidarse por interés, él y con él los 24 mil jóvenes. La pregunta que surge es: ¿ellos murieron como judíos o no? Por otro lado, Diná quiso renunciar de su judaísmo y apegarse a un pueblo gentil. Esto es algo que tendrá que reparar.

Todos ellos reencarnaron y regresa-ron cada uno con su misión. She-jem debería recibir una oportuni-dad para comprobar su lealtad al judaísmo y no caer en la provoca-ción femenina; sus 24 mil súbditos también debían regresar como ju-díos, ya que murieron convertidos y tendrán que demostrar su renun-cia a la idolatría y también contro-lar su deseo por mujeres. Diná, por su parte, al querer renunciar al ju-daísmo, regresará como no judía y tendrá que emprender “el camino de regreso a casa”; Shimón y Leví, quienes realizaron la matanza de Shejem, también tendrán que ver algo en la reparación.

Shejem-Zimrí

Cuando el pueblo de Israel estaba en el desierto, casi por llegar a la Tierra Santa, Balak, el rey de Moab, temió del pueblo de Israel y con-trató los servicios del brujo Bilam

para que maldijera a los hebreos. Bilam, al no lograrlo, dio un con-sejo malvado a Balak diciéndole: “Dios los está protegiendo, pero si lograras mandar jovencitas que los seduzcan y los lleven, por me-dio del deseo carnal, a caer en la idolatría, Dios Mismo los castiga-rá”. Y, efectivamente, eso sucedió. Incluso la princesa Kozbí, hija del gobernador Tzur, tomó parte en la seducción.

Esta cautivó a uno de los lideres de la tribu de Shimón, llamado Zimrí, hijo de Salú, quien la tomó y, a pe-sar de ser un hombre muy impor-tante, no aguantó la tentación y, con total descaro, la llevó ante Moshé, expresando su amor en público y posteriormente la llevó a su propia carpa, provocando una gran profa-nación del nombre de Hashem. Pi-nejás, el nieto de Aharón HaCohén, tomó una espada, los atravesó y los alzó en vilo, para luego caminar por todo el campamento hebreo cargan-do con sus cuerpos y demostrando así el castigo para quien realizara semejante acto.

El símbolo de Shimón y Leví.

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Mientras todo esto sucedía, mu-chos jóvenes de la tribu de Shimón siguieron el ejemplo de su líder, Zimrí; tomaron jovencitas moabi-tas y, para estar con ellas aceptaron servir al ídolo Baal Peor. Cuando Pinejás mató a Zimrí, una epide-mia mató a los jóvenes shimonitas y la Torá nos aclara que el número exacto de los jóvenes muertos fue de 24 mil.

Mediante este hecho regresaron a reparar los mencionados arriba. Shejem, que quiso convertirse, re-gresó como judío, con característi-cas de príncipe y de líder como tenía Shejem, y lidereó esta vez, precisa-mente a la tribu de Shimón (quien fue quien lo mató). Diná, que era como una princesa, por ser la única hija de Yaacov Abinu, volvió como la princesa de Midián y, debido a la decisión que tomó en Shejem de no regresar más al núcleo judío, regre-sa esta vez como midianita.

Ambos deben volver a encontrar-se y no pecar. Kozbí (Diná), por su parte, debería no provocar a Zimrí (Shejem) como lo hizo la vida pa-sada con su salida. Zimrí (Shejem), por su lado, tendría que verla y no perder el control.

Por otra parte, los 24 mil jóvenes súbditos de Shejem deberían esta vez, como súbditos de Zimrí, de-mostrar que la conversión que hi-cieron era verdadera y no con el fin de tomar hebreas. Y, por supuesto, no caer de nuevo en la idolatría.

En consecuencia, podemos afirmar que ninguno de ellos reparó. Zimrí y Kozbí volvieron a tener relaciones prohibidas y los jóvenes cayeron de nuevo en la idolatría. Ahora viene un descendiente de Leví, Pinejás, y atraviesa con su espada a Zimrí (Shejem).

A todos ellos se les da una terce-ra y última oportunidad. Shejem y Zimrí reencarnan en Rabí Aki-vá, que al principio de su vida era inculto y se destacaba por el gran odio que sentía por los jajamim. El motivo es que, en su viaje anterior se les enfrentó (cuando Zimrí fue con Kozbí ante Moshé y los sabios) y un gran rabino (Pinejás) lo mató y lo humilló; por tanto, sin saber por qué, sentía odio hacia ellos. Incluso Rabí Akivá dijo en cierta ocasión: “Cuando era joven y veía pasar a un jajam me decía: ‘¿Quién me dará el placer vaanashajenu kajamor —‘y lo morderé como un burro’—?’. Le decían sus alumnos: ‘Será que querías morderlos como un perro y no como un burro’. Y él insistía: ‘Como un burro’”. Expli-can los sabios del sod que la ver-dadera razón de esta frase fue que el origen de Rabí Akivá fue Shejem Ben Jamor (Jamor fue el nombre del padre, pero en hebreo significa también “burro”).

Rabí Akivá emprende un “camino de regreso a casa” haciendo teshu-vá y convirtiéndose en uno de los jajamim más grandes que tuvo el pueblo de Israel.

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A diferencia de Zimrí, que fue una persona muy grande espiritualmen-te y cayó por una mujer, Rabí Aki-vá, que era inculto y rebelde, alcan-za la cima por una mujer. Y ahora entendemos lo que sucedió con los alumnos de Rabí Akivá, que murie-ron todos en una epidemia y fueron exactamente 24 mil. Ellos eran los mismos 24 mil jóvenes de Shejem y los del desierto, pero esta vez repa-raron convirtiéndose en jajamim, alejados de la idolatría y apegados a la Torá y, por supuesto, sin pensar en relaciones prohibidas.

Esta vez, el líder de ellos, Rabí Aki-vá, que la vida pasada, como Zim-rí, los llevó al abismo y les provocó perder todo y morir en una epide-mia, en esta vida, como su líder los enaltece y los eleva, y fallecen de la misma forma, pero esta vez ya repa-rando. Éste es el motivo por el que no aparece en los escritos ningún lamento de Rabí Akivá por perder a todos sus alumnos, ya que él sabía que habían logrado su reparación y su perfección. Uno de los motivos por los que hasta hoy guardamos luto en los días del Omer por esos 24 mil jóvenes es para que medite-mos cada uno sobre nuestra misión y velemos por cumplirla, como ellos lo hicieron.

Pero esto todavía no termina, ya que Shejem y Diná tienen que en-contrarse de nuevo y no pecar. So-bre esto relata la Guemará (Nedarim 50b-Rashí) que Rabí Akivá solía te-ner algunas discusiones con Rufus,

un gobernador de la zona, el cual siempre quedaba como ignorante ante Rabí Akivá. El gobernador lle-gaba a su casa enojado y su esposa, Rufina (que era la reencarnación de Kozbí - Diná), decidió ayudarle a humillar a Rabí Akivá (la reencar-nación de Zimrí - Shejem) seducir-lo para atraerlo al pecado y, una vez logrado ese objetivo, denunciarlo ante las autoridades rabínicas para que lo excomulguen. Rufus aceptó, a fin de vencer a Rabí Akivá. Cuan-do ella fue con Rabí Akivá, él se fijó en ella, lloró, escupió y rió, lo que le provocó asombro a ella y le preguntó: “Eres un sabio. Explíca-me tu comportamiento”. Contestó Rabí Akivá: “Dos cosas te explica-ré; una no. Lloré por la belleza tan grande que tienes, que terminará siendo comida de gusanos en la tumba”. Es decir, le explicó Rabí Akivá cómo la belleza es una ilu-sión pasajera, tentadora y peligro-sa, y el día de mañana, cuando el cuerpo se convierta en comida de gusanos, el alma subirá para rendir cuentas por sus pecados. Y al escu-pir te quise insinuar que una gota de semen, (simbolizada por la sa-liva), es decir, tener relaciones pro-hibidas contigo no vale la pena por eso perder el Mundo Venidero. “¿Y por qué te reíste?”, ella le preguntó, a lo que él respondió: “Te dije que no te contestaría eso. Algún día te lo diré”.

Estas palabras penetraron muy pro-fundamente en la mente de Rufina y le hicieron pensar, y al final tomó

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una decisión muy radical: exigió a Rufus el divorcio y se convirtió al judaísmo; al cabo de unos años, después de que falleciera Rajel, la gran esposa de Rabí Akivá, Rufina se casó con él.

Con esto volvieron esas dos almas a unirse, pero esta vez con pureza y permiso halájico, reparando así las relaciones prohibidas de am-bos en el pasado. “Ahora entien-des por qué me reí…”

El final de Rabí Akivá es asombro-so: es detenido por los romanos y condenado a muerte, lo cual se llevó a cabo de una forma muy cruel; lo desollaron con peines de metal mientras gritaba el tex-

to del Shemá: “Y amarás a Dios con todo tu corazón y con toda tu alma…”. Los alumnos que es-taban presentes le preguntaron: “¿Cómo logras mantener la fe bajo estas condiciones?”, a lo que respondió: “Toda mi vida deseé santificar con mi muerte el Nom-bre de Dios. Ahora que tengo la oportunidad de hacerlo, ¿no he de aprovecharla?”

Explican los sabios del sod que el motivo por el que el alma de Rabí Akivá deseara morir santificando el nombre de Dios era para reparar la gran profanación del Nombre de Dios que causó en el viaje pasado como Zimrí, ya que la profanación se repara con la santificación.

La tumba de Rabí Akivá en Tiberia.

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Culmina la Guemará relatando (Berajot 61b), que Rabí Akivá pro-nunció una vez más el Shemá y, cuando pronunció la palabra Ejad, falleció; en ese momento escucha-ron los sabios una voz Divina que decía: “Bienaventurado tú, Rabí Akivá, que salió tu alma pronun-ciando la palabra Ejad”. Y la pre-gunta que surge: ¿acaso es tan im-portante morir diciendo Ejad?

Pero con el dato que les pedí al principio de esta sección que guar-daran, el de las iniciales de los tres conceptos de amor que tuvo She-jem por Diná y que formaban la pa-labra Ejad, ahora Rabí Akivá cierra el círculo que comenzó con Ejad y termina con Ejad.

Para cerrar esta sección con bro-che de oro, quiero relatarles lo que

dice el Midrash (Yalkut Mishlé 9): “Cuando los romanos terminaron de matar a Rabí Akivá, arrojaron su cuerpo a la cárcel. Esa noche se presentó un anciano desconocido al alumno de Rabí Akivá llamado, Rabí Yehoshúa HaGarcí. Después de saludarlo, Rabí Yehoshúa le pre-guntó quién era y le contestó: ‘Soy un cohén. Vine para sacar a Rabí Akivá de la cárcel, y llevarlo a en-terrar’. ‘Pero, señor cohén, las cár-celes están cerradas y protegidas.’ ‘No te preocupes, Dios nos ayuda-rá.’” Al llegar a la cárcel, las puertas estaban abiertas y los guardianes descuidados. El cohén entró y car-gó el cuerpo de Rabí Akivá. Él y el alumno se fueron caminando así hasta la ciudad de Kutzrin, y allá enterraron el cuerpo de Rabí Akivá. Al finalizar, preguntó Rabí Yehos-húa al anciano: “Me dijiste que eras

Las ruinas de la cárcel de los Romanos en Kesaria, Israel.

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cohén. ¿Acaso no sabes que un co-hén no puede tocar un cadáver por su santidad?” Le contestó el ancia-no: “Basta. No indagues. Y además, este Talmid Jajam no impurifica”. Aclaran nuestros Sabios que ese anciano era Eliahu HaNabí, reen-carnación de Pinejás HaCohén, el cual vino a dar la “medalla de reparación”a Rabí Akivá, es decir, Zimrí, ya que él mismo fue quien lo mató y lo cargó por todo el cam-pamento, humillándolo después de muerto por lo que hizo, pero esta vez volvió a cargarlo para honrarlo con una sepultura digna.

En este caso vimos un ejemplo de una falla de varios no reparada en su primera reencarnación, también en su segunda fallaron pero en la tercera lo lograron.

Rajel Imenu y Rajel, la esposa de Rabí AkiváRajel Imenu es el símbolo de la pie-dad y la bondad espiritual, ya que, si observamos su historia, vemos actitudes que aparentemente son difíciles de entender. Por ejemplo, ceder a su hermana el puesto de novia entregándole los simanim, las señales secretas que habían es-tablecido Yaacov y ella o haber ro-bado a su padre los ídolos. Estas ac-titudes se debían a la preocupación tan grande que tenía Rajel por la espiritualidad del prójimo. Por ello, para que su hermana Leá no fuera

obligada a casarse con el malvado Esav, perdiendo así su espiritua-lidad, le entregó los simanim. En hebreo, la palabra simanim suma igual que la palabra lemaanej, “por tu bien”, para indicar que Rajel no lo hizo por miedo a Labán, sino por el bienestar espiritual de su hermana.

Esa cualidad maravillosa de Rajel es la que la llevó, en el momento en que todos empacaban para escapar de casa del tramposo Labán, a qui-tar a su padre las estatuas; pensan-do que quizá así las abandonaría y empezaría a creer en Dios. Ella no las destruyó, sino que sólo las escondió, por si acaso el padre se enojaba a tal grado de desear ma-tarlos, y entonces ella se las devol-vería; pero si su enojo fuera mode-rado, las destruiría, como ocurrió finalmente.

Al igual que velaba por la espiritua-lidad de su hermana y de su padre, Rajel quiso ser la que ayudara a Ya-acov Abinu a alcanzar la cima espi-ritual, apoyándolo y luchando con él para lograrlo.

Las buenas intenciones de Rajel no se concretaron, ya que falleció muy joven, a los 36 años de edad. Ya-acov, por su parte, siguió elevándo-se criando a las 12 tribus, pero con el dolor permanente por la pérdida de su querida esposa. Labán, por su

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parte, siguió siendo el tramposo, el estafador, el que siguió debiendo mucho dinero a sus vecinos y, por supuesto, a Yaacov Abinu, por no pagarle su salario.

Rajel, al llegar al Mundo Venidero, veló siempre por el bienestar de sus hijos. Y sabemos que, gracias a sus plegarias, cuando salimos al exilio, Dios le prometió que algún día nos regresará a la Tierra Santa. Pero al parecer no rezó solamente por sus hijos, sino también por su padre, rogándole a Dios (igual que hizo Abraham Abinu con su familia) que le diera a Labán la oportunidad de regresar y reparar.

Efectivamente, en la época del Rey David, regresó Labán como el fa-

moso Nabal HaCarmelí; en hebreo ambos nombres contienen las mis-mas letras.

Él fue un hombre muy rico, pero muy avaro. David Hamélej, al huir del Rey Shaúl, se escondió en un lu-gar desértico al lado de la gran finca de Naval, quien sufría de muchos asaltos y robos de su ganado, pero al llegar David con su ejército a esa zona cesaron los robos porque los ladrones tenían miedo de atravesar el campamento de David. De tal forma, se convirtió indirectamente el Rey David en el guardián del ga-nado de Naval.

El desierto de Yehudá, donde se refugiaba el Rey David.

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Al acercarse Rosh Hashaná, David vio que sus soldados carecían de comida y bebida digna para las fes-tividades que se aproximaban. Por tanto, mandó mensajeros a Naval pidiéndole que, como recompensa por la protección a sus bienes que le daban David y su ejército, les entre-gara alimentos y bebidas. Naval se negó rotundamente, ya que siguió, también en este viaje, los mismos pasos de Labán, avaro y codicioso.

Recordemos que los años de vida de David provinieron en parte de la donación hecha por Yaacov Abinu. Por tanto, el Rey David se conecta directamente con Yaacov y vuelve a ser el pastor de Labán-Naval, exi-giendo esta vez su pago, es decir, la deuda de la reencarnación pasada. Pero Naval (Labán) no repara y Ra-jel, desde el Cielo, suplica a Dios que le dé una oportunidad más, sólo que esta vez su petición inclu-ye algo más: “Yo misma quiero vol-ver a ser su hija y ayudarle”. Como dicen nuestros Sabios, “al que em-pieza la mitzvá se le dice que la ter-mine”, y ya que Rajel comenzó la reparación de Labán robándole los ídolos, vuelve ahora para finalizar su trabajo.

Antes de la destrucción del Segun-do Templo, vivió en Jerusalén un hombre muy rico llamado Calba Sabúa, “Perro saciado”. En realidad, éste no era su nombre, sino la ex-presión con la que la gente lo cono-cía, debido a su gran generosidad con los pobres, ya que incluso un

“muerto de hambre como un pe-rro” salía saciado y harto de tanta comida que aquel rico derrochaba. Calba Sabúa era uno de los que sostenían económicamente a la comunidad, en especial a los es-tudiosos de Torá. Tenía una única hija, llamada Rajel, que apoyaba y administraba por él toda esa orga-nización de caridad. Una de las ilu-siones más grandes de Calba Sabúa era que ella se casara con un gran rabino, pero nunca se imaginó que su hija se enamoraría de su pastor, llamado Akivá, analfabeta e incul-to que odiaba a los rabinos. Pero su hija Rajel insistía: “Él es mi alma gemela”.

Calba Sabúa se opuso tanto a ese matrimonio que incluso la deshe-redó. A Rajel no le preocupó eso y prefirió que su padre siguiera dan-do su dinero a los necesitados, ya que no tenía a quién dejar su rique-za. Y, por otra parte, ella se preocu-pó por apoyar a su esposo a alcan-zar el bien espiritual, lo cual logró cuando él se convirtió en uno de los rabinos más grandes de la his-toria del pueblo Judío, al grado que Moshé Rabenu preguntó a Dios: “¿Por qué me elegiste a mí para en-tregar la Torá al pueblo de Israel y no elegiste a Rabí Akivá?”

Después de algunos años, llegó Rabí Akivá a la ciudad con sus 24 mil alumnos y salieron todos los habitantes a recibirlos, entre ellos Calba Sabúa, el cual no imaginó que se trataba de su yerno. Se le

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aproximó y le pidió que anulara la promesa de desheredar a su hija. Le preguntó Rabí Akivá: “Si supieras que tu yerno algún día sería un ja-jam, ¿la habrías desheredado?” “Si sólo hubiese sabido que algún día mi yerno podría leer un solo versí-culo de la Torá, ya no la habría des-heredado.” “Tranquilízate y alégra-te”, respondió Rabí Akivá; “yo soy tu yerno”. En ese momento, Calba Sabúa dio la mitad de su riqueza a Rabí Akivá.

Supongo que ustedes ya imaginan las conexiones. Por tanto, sólo re-sumiremos los hechos. Calba Sa-búa era la reencarnación de Labán. Rajel su hija, la reencarnación de Rajel Imenu, quien vino a ayudar-le, y Rabí Akivá contiene una chis-pa de Yaakov Aviunu (Y aunque Rabí Akivá era la reencarnación de Shejem ben Jamor, eso no impide que tuviera una chispa del alma de Yaakov. Y mientras repara a Shejem y a Zimrí, puede hacer una tarea pequeña a la chispa del alma de otro, en este caso Yaakov). Esto se halla insinuado en el versículo que cataloga a Yaacov Abinu como Abir Yaacov, “el Príncipe Yaacov” (Beres-hit 49:24), que en hebreo tienen las mismas letras que Rabí Akivá.

Resumen: Labán falló

a) Fue un tramposo y estafador que debía dinero a todos sus vecinos y conocidos;

b) Engañó a Yaacov con su sueldo; por tanto, terminó debiéndole 20 años de trabajo;

c) Nunca supo valorar y apreciar la grandeza del gran justo Yaacov Abinu;

d) Fue un gran idólatra y brujo;

e) Se opuso a la boda de Yaacov con Rajel, y lo obligó a casarse, median-te engaños, con Leá.

Labán en este viaje, como Calba Sa-búa, logra reparar (después de fallar cuando fue Naval), ya que en esta vida fue generoso y donó mucho dinero a toda la comunidad, para reparar así su avaricia, robo y enga-ño a sus vecinos en su primer via-je. También apreció a los rabinos y estudiantes de Torá, reparando las faltas de respeto y el odio que sentía por Yaacov. Además, él fue también un estudioso y cumplió las leyes de la Torá con amor y fe en Dios, repa-rando así la idolatría de Labán.

Pero se opuso al matrimonio de su hija Rajel con Rabí Akivá, ya que en su subconsciente espiritual estaba grabada todavía su oposición a la boda de Rajel con Yaacov. Y puesto que Rabí Akivá contenía una chispa de Yaacov Abinu, vino con su ama-da Rajel para ayudarle a reparar a su padre, Labán, como ya explicamos.

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Sin embargo, al final termina acep-tándo y valorando muchísimo a su yerno, Rabí Akivá (Yaacov), y al darle la mitad de su fortuna prácti-camente pagó Labán la deuda que tenía pendiente.

Y Rajel, que intentó alejar a su pa-dre de la idolatría y del mal, logra esta vez reparar a su padre apoyán-dolo para que se acerque a la Torá y para que sea uno de los más gran-des y generosos patrocinadores de la comunidad judía. Además, Rajel logra disfrutar a su esposo, sin te-

ner que compartirlo, y le demues-tra el gran amor que siente por él al estar dispuesta a abandonar un palacio y vivir en un pajar.

Por eso Rabí Akivá dijo la frase: Re-jilá batar rejilá (Ketubot 63a), que en su traducción literal significa “Oveja tras oveja”. Los sabios del sod nos aclaran que esa frase se re-fería a su esposa Rajel, ya que Reji-lá contiene las letras de Rajel, insi-nuando así que su esposa Rajel fue la reencarnación de la gran Rajel Imenu, es decir Rajel tras Rajel.

La tumba de Rajel Imenu en Bet Lejem.

La tumba de Rajel, esposa de Rabí Akivá.

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Las Doce Tribus

Yaacov Abinu tuvo 12 hijos, dos de ellos con su querida esposa Ra-jel (Yosef y Binyamín), siendo Yo-sef su favorito. Eso provocó mucha envidia entre sus diez hermanos, al punto que no lo soportaban. Yosef, por su parte, también “arrojaba leña al fuego” al acusarlos ante Yaacov. Nuestros Sabios analizan cuál de los dos bandos fue el equivocado: ¿los diez hermanos por pensar que Yosef quería excomulgarlos y con-seguir así continuar la cadena con unidades, es decir, Abraham, Itzjak, Yaacov, Yosef, o fue Yosef el equivo-cado al acusarlos de algo que qui-zás no hicieron? La respuesta es que ambos están equivocados, ya que cuando tenemos un interés y somos jueces y parte, nunca lograremos ver la realidad.

Este odio alcanza su clímax cuando

los diez hermanos se sentaron para juzgarlo y decretan su muerte; pero al último momento, el primogéni-to, Reubén, sugiere otra idea: “¿Por qué no lo tiramos al bor (pozo), que está lleno de serpientes? Así no sere-mos nosotros los que lo matemos, sino que lo dejaremos a la decisión Divina…”. Así lo hicieron.

Reubén pensó que si en realidad Yo-sef era inocente, las serpientes no lo matarían y así tendría oportunidad de venir después por él para regre-sárselo a su padre.

Reubén tuvo que volver a su casa ya que ese día le correspondía servir y cuidar a Yaacov. Así que, quedaron nueve hermanos quienes decidieron sacarlo del pozo y venderlo como esclavo. Mediante este acto causa-ron e iniciaron el descenso a Egipto, el cual se concreta cuando Yosef se convierte en virrey de Egipto y man-da traer a toda su familia.

Resumamos hasta aquí las fallas de cada uno de ellos:

1. Los nueve hermanos: a) Debido a la deshonra que les causó Yosef, vieron todo con malos ojos, aunque no era la realidad, y por tanto lo juzgaron para mal.b) Lo secuestraron y vendieron como esclavo.c) Causaron la bajada a Egipto.

2. Reubén, el mayor: a) Igual que sus nueve hermanos, percibió mal y habló mal de él.b) Arrojó a Yosef a un pozo con serpientes.c) Como primogénito, pudo evitar todo eso y no lo hizo, causando así a su padre un largo e infundado luto de 22 años, aislándose como un excomulgado.

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Cuando los hermanos de Yosef ba-jaron a Egipto a comprar comida, él los reconoce y los acusó dicién-doles: “¡Ustedes son espías!” (Be-reshit 42:9). Muchos comentaristas se preguntan por qué los acusó de espías y no de ladrones, contraban-distas, etc., y cada uno responde a esta pregunta de diferentes mane-ras. Sin embargo, me llamó mucho la atención la respuesta del Ben Ish

Jay en su libro Adéret Eliahu, donde explica en nombre del Arizal que el motivo por el que Yosef los acusó de espías era como una profecía ya que tendrían que regresar todos como los famosos espías que man-daría Moshé a explorar la Tierra de Israel. Esta idea me llevó a hacer un análisis de toda la reparación de los shebatim, las tribus, el cual quiero compartir con ustedes.

3. Yosef HaTzadik: a) También él falló en ver, por envidia, siempre lo negativo y en hablar mal de sus hermanos.b) Fue el que nos hizo descender a Egipto.

4. Binyamín: a) Casi no tiene culpa en nada, ya que no participó en el juicio, la venta ni la bajada a Egipto.

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Los hijos de Yaacov fallaron en ver y en juzgar mal debido al inte-rés personal que tenían, causando bajar a Egipto. Por tanto, tendrían que regresar como los espías que explorarían la tierra y, animarían al pueblo hebreo regresar a Israel. En lo personal no sería una tarea fácil ya que ellos perderían su pues-to de liderazgo, debido a la regla: “Líder en el desierto no será líder en Israel”. Por tanto, a pesar de su ego, tendrían que ver bien y hablar bien, reparando así lo que causaron como hijos de Yaacov, por egoísmo: viendo mal y hablando mal. Y, por supuesto, si lo hacían, motivarían a todo el pueblo a entrar de inmedia-to a la Tierra Santa, reparando así el hecho de que fueron ellos mismos quienes nos bajaron a Egipto.

Agrega el Ben Ish Jay que ése es el motivo por el que, antes de man-darlos Moshé Rabenu agregó una letra al nombre de Hoshea Bin Nun llamándole Yehoshúa, lo cual hizo que el total de letras en los nom-bres de los espías fuera 49, que es el mismo número de letras que com-ponen los nombres de las 12 tribus (como están escritos en el Joshen, el pectoral), insinuándonos así que los doce hermanos reencarnaron en los 12 espías. Y con base en lo que leí en nombre de Rabí Jaim Vital, que Hoshea Bin Nun era la reencarnación de Yosef HaTzadik, como veremos a continuación, se entiende por qué Moshé agregó jus-tamente la letra yud a su nombre, pues la yud es la letra que encabeza

el nombre de Yosef, para insinuar así la conexión entre Yosef y Yehos-húa Bin Nun.

Binyamín, como dijimos, no tenía mucho que reparar; sólo vino para apoyar a su hermano Yosef, que esta vez es Yehoshúa, y él es Caleb Ben Yefuné. Por tanto, los diez espías restantes son los diez hermanos.

Por eso son catalogados cada uno de ellos Nasí, “príncipe”, pero el versículo literalmente dice: Kol nasí bajem, que significa: “Todo prínci-pe en ellos” (Bamidbar 13:2). Con el sod se entiende, ya que la palabra Nasí está formada con las iniciales de la siguiente frase: “El alma de los doce hermanos”. Por tanto, se lee-ría así: “Todas las almas de los doce hermanos estaban en ellos”.

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Y por esto también los espías fue-ron llamados Rashé Bené Israel, “Las cabezas del pueblo de Israel”, ya que en verdad ellos son las ca-bezas, los doce hijos de Yaacov, a partir de quienes se formó todo el pueblo de Israel.

Al llegar los espías a la tierra de Ke-naan con el objetivo de explorarla, Caleb abandona la misión, va a las tumbas de nuestros patriarcas en Mearat Hamajpelá y se queda allá los 40 días que dura la misión. La razón por la cual el alma de Ca-leb le hace abandonar la misión es porque justamente él es Binyamín, quien no tiene nada que reparar, sino sólo apoyar a Yosef (Yehos-húa), que es lo que realmente hizo cuando hubo el gran alboroto del pueblo que apoyaba a los diez es-pías y atacaban a Yehoshúa. Ahí, Caleb defendió y respaldó la opi-nión de Yehoshúa al hablar bien de la Tierra Santa.

Por su parte, los diez espías, por ego, ven todo lo malo y negativo en la Tierra Prometida y vuelven a

caer en el mismo error: ver mal, ha-blar mal y provocan que no entre-mos a la tierra de Israel durante los siguientes 40 años. Es por eso que son castigados en el desierto con una muerte muy severa que comen-zó en sus lenguas, pagando así con sufrimiento la falta de reparación. Sin embargo, por lo menos dieron a todo el pueblo el aprendizaje de no hablar mal por interés propio y menos todavía difamar a la Tierra Santa, sino anhelar habitarla.

Por otro lado, Yosef sí repara, por medio de Yehoshúa, hablando bien de la Tierra de Israel y convirtién-dose en un futuro en el líder que nos llevó, conquistó y asentó en Is-rael; él nos sacó y él nos metió.

Por supuesto, una vez más, en esta tarea Yehoshúa fue ayudado y apo-yado por Caleb Ben Yefuné.

Pero la misión de Yosef aún no ter-mina. Antes de entrar a Israel, Ye-hoshúa manda dos espías para que le ayuden a planear el ataque; uno es Pinejás y el otro, Caleb. Al en-trar a Israel, casi los atrapan y fue-

La tumba de Yosef Hatzadik, en Shejem.

La tumba de Yehoshúa Bin Nun.

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ron salvados por una mujer llama-da Rajab, denominada por la Torá como zoná, cuya traducción literal es “mujerzuela”, pero nuestros Ja-jamim aclaran que era vendedora de comida en su posada, y el título zoná proviene de la palabra mazón, “alimento”.

Surge una pregunta: si no era una mujerzuela, ¿por qué llamarla de esa forma, y de alguna manera, di-famarla, ya que a nadie se le ocurre traducir esa palabra como “vende-dora de mazón”? Más aumenta nuestro asombro cuando leemos que, al final, cuando ella ayuda a los espías y nos ayuda a comenzar la conquista, se casa con ella ni más ni menos que Yehoshúa Bin Nun. ¿Acaso era digno que el gran líder, sucesor de Moshé Rabenu, se casa-ra con una zoná? Sin embargo, con base en lo que dice Rabí Jaim Vi-tal, se entiende, ya que Rajab fue la reencarnación de la esposa de Poti-far, que intentó seducir a Yosef (Ye-hoshúa). Por eso es llamada zoná, no por lo que fue en este viaje, sino por lo que hizo en su vida anterior. Y para reparar el daño que provocó a Yosef, esta vez lo apoya y lo ayuda en la conquista de Israel. Y en lo que no cayó Yosef la vez anterior, ya que ella era prohibida para él, la obtiene ahora de forma permitida.

De acuerdo con todo esto, podemos ahora entender una escena que ocu-rrió entre Yaacov y Yosef. Yosef trae a Yaacov a sus hijos Efraim y Menas-hé, para que los bendiga. Yaacov in-

tencionalmente cambia las manos de posición y coloca la mano dere-cha, que es la más importante, sobre la cabeza del menor, Efraim. A Yosef no le parece y al reclamarle, su padre le contesta: Yadati bení yadati, “Lo sé, hijo mío, lo sé” (Bereshit 48:14). Pero no aclara qué es lo que sabe y uno se queda con la interrogante. Además, dice el siguiente versículo: “Y bendijo a Yosef”. Aparentemen-te, la bendición era para Efraim y su hermano, que estaban bajo las manos de Yaacov, y no para Yosef. ¿Por qué la Torá dice que bendijo a Yosef?.

De acuerdo con todo lo explicado anteriormente, ahora se entiende: de Efraim salió Yehoshúa Bin Nun y a él quería bendecir Yaacov. Ya que él será el reparador de Yosef. Por eso dijo: Yadati bení, ya que bení en he-breo contiene las iniciales de Yehos-húa Bin Nun. Y como Yehoshúa es Yosef, por eso la Torá dice que “ben-dijo Yaacov a Yosef”.

Pero aún quedaba algo por repa-rar para los hermanos de Yosef, ya que ellos fueron quienes lo secues-traron y vendieron, y la Torá dice: “Aquel que secuestre a una persona y la venda, merece la pena de muer-te”. Ellos lo hicieron y aún no lo ha-bían pagado.

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Sobre eso se nos relata la Kiná de Ele Ezkerá (lamento que se lee en Tishá B’e Av) que, después de la época del Segundo Templo, el César Adriano decidió leer la Biblia judía; cuando llegó al versículo que dice: “El que secuestre a una persona y la venda, morirá”, convocó a los rabinos y les preguntó: “¿Por qué no fueron cas-tigados los hermanos de Yosef por violar esta ley? Por eso yo voy a to-mar a los diez rabinos más grandes de ustedes y los mataré por ello”. El Midrash aclara que nuestros Sabios podían darle varias respuestas, pero sintieron que esa acusación debe-ría tener un motivo que venía del más allá; por ello decidieron pedir al César tres días para pensar en la respuesta que le darían, tiempo que aprovecharon para averiguar las razones celestiales de ese aconteci-miento.

El elegido para averiguarlo fue Rabí Ishmael Cohén Gadol, quien hizo iluy neshamá, algo parecido a lo que se denomina en nuestros días “viaje astral”; su alma se des-prendió de su cuerpo y pasó a la dimensión celestial, donde le dije-ron: “Acepten el decreto, ya que en ustedes reencarnaron los culpables de la venta de Yosef”.

Al regresar, Rabí Ishmael informó a los Jajamim lo que le habían dicho, por lo que decidieron cumplir con orgullo con la misión de reparar las fallas de los hermanos de Yosef y, así, se convirtieron en los diez muertos por el imperio romano, y por ello fueron llamados “Los diez arugué maljut”, los diez muertos por el reino.

Esto se encuentra insinuado en la Torá, en el episodio del encuentro de Yosef con sus hermanos, cuando ellos le piden perdón por haberlo vendido. Dice la Torá: “Y lloró Yo-sef haleem, sobre ellos” (Bereshit 45:15). La palabra haleem tiene las iniciales de: “Serán los diez arugué maljut”.

Adriano Publio Elio (76-138).

La tumba de R. Ishmael Ben Elishá.

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Esto también está insinuado de ma-nera increíble, como dice el Rabino Menashé Ben Israel en su libro Nis-hmat Jaim, en el hecho de que los diez nombres de los rabinos elegi-dos equivalen numerológicamente a los nombres de los hermanos de Yosef: ambos suman 2858.

Pero en realidad no deberían ser diez, sino sólo nueve, ya que Reu-bén se fue y no participó en la ven-ta. A él le corresponde otro tipo de reparación. Por tanto, nuestros Sabios explican que, como nece-sitaban diez para concretar el jui-cio, debían involucrar a la Shejiná, la Presencia Divina, y ya que esto implica palabras mayores, prefiero no abordarlo. Sin embargo, tene-mos claro que Reubén requiere de una reparación distinta. ¿En quién reencarnó?

Cuando Reubén regresó al pozo para salvar a Yosef y vio que no es-taba, entendió que en sus manos es-tuvo salvarlo y no lo hizo; el hecho de haber dicho: “Tírenlo al pozo” provocó su muerte o una desgracia desconocida hasta ese momento por él. Por eso él mismo se pregun-tó: Veaní ana aní ba, “Y ahora, ¿a dónde yo vengo?” (Bereshit 37:30), que literalmente es difícil de enten-der. Aunque sabemos que quiere decir: “¿Cómo yo ahora regreso a casa de mi padre con esta noticia?”, sin embargo, esta expresión se re-fiere a la reencarnación que tendrá; por eso se cuestionó: “¿En quién yo vendré para reparar esto?”

Encontré en el libro del Haramá Mipano, en nombre del Lev Aryeh, que Reubén regresó como Rabí Eliézer Ben Horkenús, conocido también como Rabí Eliézer HaGa-dol, “El Grande”. Este título no es común, pero, ya que era la reen-carnación de Reubén, el hermano grande, fue denominado así. Ade-más, su madre Leá lo llamó Reu-bén porque Raá, “Vio Dios mi su-frimiento”. Raá son las iniciales de Rabí Eliézer HaGadol.

Rabí Eliézer fue uno de los cin-co alumnos de Rabí Yojanán Ben Zakai, quien dio a cada uno de ellos un calificativo de honor (Pirké Avot 2:8); sobre Rabí Eliézer dijo: “Eres bor zud, pozo de cal, (sellado con cal) que no pierde ni una gota”. Li-teralmente quiso decir que tenía una mente que no perdía ninguna información; pero lo dijo con este ejemplo porque, creo, encerraba un mensaje más que dio a su alumno Rabí Eliézer.

Bor = pozo: “Viniste a reparar a Reu-bén quien arrojó a Yosef al pozo”.Zud = yesod: Yosef cabalísticamen-te es denominado yesod, que en hebreo se parece a la palabra zud, .יסוד=סוד“Que no pierde ni una gota”, Yosef era tan puro que no perdía ni una gota de semen. Ahora se entienden

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también las preguntas que hizo Rabí Yojanán a cada uno de sus cinco alumnos: “¿Cuál es el defecto más grande, de cuál hay que alejar-se, y cuál es la virtud más impor-tante de la persona?” Esta pregunta iba dirigida al subconsciente de sus grandes alumnos, cuya respuesta indicaría cuál era su misión en la vida (ya que el alma lo sabe, como dijo el Rey David: Venafshí yoda-at meod, “Y mi alma sabe mucho” (Tehilim 139:14). Y aquella perso-na que logra ser puro llega a tener una comunicación entre su alma y su subconsciente).

Rabí Eliézer contestó: “El defecto más grande es el ojo, que siempre ve en el otro su lado negativo, y la virtud más grande es lo contrario: Ain tová, siempre observar al otro y juzgarlo para bien”. Esta respuesta provenía del alma de Rabí Eliézer, que debía reparar el hecho de ver mal y juzgar para mal a Yosef.

Por eso sigue Rabí Eliézer más adelante en la Mishná de Avot y dice: “Cuida el honor de tu próji-mo como si fuera el tuyo propio”, al igual que contestó a sus alum-nos que vinieron a visitarlo antes de fallecer y le dijeron: “Danos una enseñanza antes de morir”, a lo que respondió: “Cuiden mucho el honor de los demás”. De tal forma reparaba Rabí Eliézer (Reubén) la falta de honor que hizo al tzadik Yosef y el hecho de que no se puso en su lugar cuando vio la pena que era impuesta sobre él.

Y respecto a eso encontré en la Gue-mará (Avodá Zará 16b) lo siguiente: “Una vez capturó el gobierno roma-no a Rabí Eliézer y le decretaron la pena de muerte. Cuando su cuello ya estaba bajo el hacha del verdugo, le dijo el juez: ‘Mira viejo, lo que te causó estudiar esa Torá vana’, a lo que contestó Rabí Eliézer: ‘Amo a mi Juez y recibo con amor todo lo que Él me decrete’, en referencia a Dios; pero el juez pensó que se re-fería a él, por lo que lo liberó”. Me parece que con esta escena de juicio de muerte que sufrió Rabí Eliézer, con la muerte literalmente sobre su cuello, pagó Reubén el hecho de que la pena de muerte de Yosef estaba en sus manos, ya que como primo-génito pudo haberla anulado, pero no lo hizo. Ahora lo sintió en carne propia y, como él mismo se expresó ante sus hermanos como Reubén, al ver los problemas que enfrenta-ron con el virrey de Egipto, que les dijo: “Estamos pagando por lo que hicimos a nuestro hermano Yosef, al verlo suplicar que no lo matára-mos y nosotros cruelmente no nos apiadamos” (Bereshit 42:21).

La historia más famosa sobre Rabí Eliézer fue la discusión que sostu-vo con los demás Jajamim respecto a un horno que era un hoyo en el suelo, rodeado de ladrillos y tierra, con forma de serpiente, denomi-nado tanuró shel ajnai, “el horno (el pozo) de la serpiente”, en la que Rabí Eliézer afirmaba que era puro y era permitido, y los Jajamim opinaban lo contrario. Esta discu-

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sión terminó en que Rabí Eliézer no aceptó la decisión final de la mayoría, lo que los llevó a la deter-minación radical e inusual de exco-mulgarlo. Así vivió hasta su último día de vida, aislado, alejado y prác-ticamente como enlutado, ya que las leyes sobre excomunión y luto tienen mucho en común. (Esta si-tuación duró al parecer 22 años).

Todo esto se entiende cuando to-mamos en cuenta que Rabí Eliézer vino a reparar a Reubén. Como fue él quien dijo que arrojaran a Yosef al pozo lleno de serpientes, por tanto, en el caso del horno, que era un pozo con forma de serpiente, opinó que era puro, lo que simbo-lizó que el acto contra Yosef estaba permitido. Y el castigo de excomu-nión permanente, como un enluta-do fue para reparar los 22 años de luto que causó Reubén a su padre, ya que pudo evitarlo y no lo hizo. Así se reparó el alma de Reubén.

Lo interesante es que los Jajamim temieron ir a dar la noticia a Rabí Eliézer de que quedaba excomulga-do, hasta que se levantó Rabí Akivá

y dijo: “Yo iré a decírselo”. Relata la Guemará (Babá Metziá 59b) que llegó Rabí Akivá y de forma muy inteligente y sutil dio la noticia a Rabí Eliézer, quien rasgó sus vesti-duras, se quitó el calzado, se sentó en el piso y empezó a llorar.

Observen este hecho y compáren-lo al mismo hecho en la reencar-nación pasada de ambos, ya que, como vimos, Rabí Akivá tenía una chispa de Yaacov Abinu; por tanto, en su vida anterior Reubén fue el causante de la mala noticia a Ya-acov, el cual rasgó también sus ves-tiduras, lloró y se sentó en el piso, como un enlutado. Y esta vez fue al revés, porque Yaacov (Rabí Aki-vá) es quien da la noticia amarga a Reubén (Rabí Eliézer).

La tumba de Rabí Eliézer en Tiberia.

La tumba de Reubén en Jerbat Romi, a lado de Tzipori

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Resumamos esta sección:

1. Los nueve hermanos regresaron como los espías; no repararon, pero pagaron con sufrimientos. Luego volvieron otra vez como los Arugué Maljut y pagaron con su muerte el pecado de la venta.

2. Reubén regresó como uno de los espías; no reparó y pagó con sufri-miento. y para reparar el hecho de no haber salvado a Yosef, provo-cando el gran luto a Yaacov, regresó como Rabí Eliézer HaGadol pagan-do con su excomunión y también dejó enseñanzas de ver bien y juz-gar bien al prójimo, reparando así lo malo que juzgó a su hermano.

3. Yosef reparó como Yehoshúa ha-blando bien y llevando de regreso al pueblo a Israel, casándose al final con Rajab, que fue la reparación de Zulaija, la esposa de Potifar.

4. Binyamín regresó como Caleb Ben Yefuné sólo para apoyar a su hermano, lo cual hizo las dos veces que fue enviado como espía y como conquistador de la Tierra de Israel.

(foto inferior) La tumba de Binyamín en Kfar Saba.

(foto superior) Tumba de Caleb Ben Yefuné.

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Elifaz-Onkelós

Elifaz fue el hijo primogénito de Esav y cuando éste emprendió la persecución de su hermano Yaacov, puso a su ejército en todas las vías de escape para lograr atraparlo. Cuando Yaacov llegó al río Jordán, camino a Jarán, ahí lo alcanzó Eli-faz, pero no lo mató y con sinceri-dad le expresó sus dudas, ya que no sabía cómo actuar con él. “Por una parte, eres mi tío y mi maestro espi-ritual, ya que en muchas ocasiones me enseñaste Torá. Por otra parte, tengo la obligación de cumplir la orden de mi padre. ¿Qué hago?” Yaacov le dio una solución dicién-dole: “El pobre se considera como un muerto, ya que no tiene vida digna. Quítame todo lo que tengo y conviérteme en un pobre; de esta manera cumplirás con la orden de tu padre”. Elifaz aceptó y no mató a Yaacov. Ese mérito que adquirió Elifaz lo pone en una situación in-termedia; por un lado, no mató a Yaacov porque sabía que éste po-seía la verdad y la fe correcta, y no el vandalismo de su padre Esav, pero por otra parte, no tuvo la fuer-za de abandonar a Esav y apegarse a Yaacov; quizá por miedo, quizá por interés económico, pero al no matar a Yaacov recibe el privilegio de regresar al mundo y ubicarse de nuevo en la misma situación, espe-rando que esta vez dé la espalda al mal y se apegue al bien.

Me asombré mucho al ver en el li-

bro Shem Uneshamá (pág. 448) la recopilación que hizo sobre el final de la vida de Elifaz quien fue reconociendo la grandeza de Yaacov, Itzjak y el Dios de ellos, como dice el Yalkut Shimóní, Bes-halaj 268: “Dijo Elifaz a su hijo: ‘Un día pregunté a mi padre, Esav, ¿cómo se logra alcanzar el Mundo Venidero?’, y él me contestó: ‘Hijo, sólo Abraham, Itzjak, Yaacov y sus descendientes, el pueblo de Israel, quienes se consideran el hijo pri-mogénito de Dios, heredan el do-ble, este mundo y el venidero. Y si quieres tener parte de su beneficio, ve y cava pozos de agua, haz cami-nos y benefícialos. Así obtendrás algo de Olam Habá”.

Por otra parte, Elifaz es denomina-do una de las siete personas genti-les que tuvieron profecía Divina, debido a que fue buen alumno de Itzjak y Yaacov Abinu.

Todo esto da a Elifaz la posibilidad de reencarnar y pertenecer al pue-blo de Israel.

Titus fue el emperador que destru-yó el Segundo Templo, regresando a Roma bañado de gloria, pero reci-bió un “baño de agua fría” cuando se enteró de que su sobrino, On-kelós, decidió renegar de la familia real e irse a Israel para convertirse. Titus mandó de inmediato a varios emisarios para que hicieran regre-sar a su sobrino, pero en el intento de convencer a Onkelós termina-ban ellos mismos convirtiéndose.

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Así ocurrió con los tres grupos de emisarios que envió Titus (Guitín 56b).

Dice el Haramá Mipano (Guilgulé Neshamot 12) que Titus contenía la parte negativa del alma de Esav y con maldad cobró venganza de Yaacov destruyendo el Templo y al pueblo de Israel; y su sobrino Onke-lós es la reencarnación de Elifaz, el cual esta vez repara a la perfección, abandona las riquezas, el poder y comodidades para ser parte de la verdad que se encuentra en el pue-blo de Yaacov, Bené Israel.

Onkelós tuvo su recompensa y se convirtió en el gran traductor de la Torá al arameo, que hasta hoy en día la halajá exige que cada hombre judío, en la víspera de Shabat, lea la parashá dos veces en hebreo y una vez en arameo, de la versión escrita por Onkelós.

El motivo de que éste fuera justa-mente su honor, es porque los tres patriarcas simbolizan las tres co-lumnas del mundo y de los Shalosh Regalim, las tres principales festivi-dades del año: Abraham Abinu es la columna de la bondad y la festi-vidad de Sucot; Itzjak representa la columna del rezo y la festividad de Pésaj; y Yaacov es la columna de la Torá y la festividad de Shabuot en la cual la recibimos. Ya que Elifaz no mató a Yaacov y salvó la columna de la Torá con ello, tuvo el honor de ser su principal traductor. Hasta el día de hoy en las comunidades pro-venientes de Yemen todos los sába-dos, cuando se lee la Torá, se hace junto con la lectura de Onkelós.

Todo esto está insinuado en su nom-bre, Elifaz, que en hebreo forma las iniciales de la frase: “Él escribirá traducción aramea de la Torá”.

Tito Flavio Vespaciano (39-81).

Traducción de Onkelós a la Torá.

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Amram-El Rey JizquiahuHasta ahora hemos visto el entorno de Adam HaRishón y los patriarcas. Veamos a continuación a Moshé Ra-benu y su familia, así como los per-sonajes cercanos a él.

Comencemos con el padre de Mos-hé, Amram, que fue líder del pueblo de Israel durante el periodo de es-clavitud. Fue una persona muy des-tacada, a tal punto que el Midrash dice que el versículo 4:28 de Kohé-let del Rey Salomón, que dice: “De mil personas encontrarás sólo una que sea justa”, se refiere a Amram. Y afirma la Guemará que “Sólo hubo cuatro personas en la historia que no cometieron ningún pecado que les ocasionara un castigo de muer-te, y uno ellos fue Amram”. Esto no quiere decir que no fallara en nada. Especialmente cuando esas almas sagradas quieren alcanzar niveles elevados deben ser lo más puras y limpias posibles. Explican nuestros Sabios sobre el versículo en Tehilim: Usvivav nizhará meod (50:3), que a los que alcanzan los lugares cerca-nos a Dios en el Mundo Venidero “se les mide por fallas del grosor de un pelo”, es decir, no pueden tener la más mínima falla (Babá Kamá 50a).

Bajo esa lupa examinaremos a Amram y veremos que tenía que re-parar dos aspectos; el primero, que su generación cayó en la idolatría y que él no logró salvar a todos. Re-

pito: no puede acusarse a Amram de este hecho, ya que estaba bajo el yugo de un imperio y su cargo no era oficial; sin embargo, queda una pregunta en el aire: si hubiese sido líder absoluto en un país libre, ¿ha-bría salvado a todos de la idolatría? Y el segundo: al ver Amram que los egipcios mataban a los varones re-cién nacidos, decidió divorciarse y ordenó que todos se divorciaran para evitar traer más hijos al mun-do. Después de dos o tres años se le acercó su hija, la profetisa Miriam, y le dijo: “Tu decreto es peor que el de Paró, ya que él evita a los niños, y tú, a niños y niñas”. Amram reci-bió el reproche de su hija y decidió volver a casarse con su esposa, y tu-vieron a Moshé. Y con ello dieron el ejemplo a todo el pueblo, para que las parejas volvieran a unirse, traje-ran más hijos y con rezos lucharan contra el decreto.

Resumamos las dos tareas de Amram:

a) Salvar al pueblo de la idolatría;b) Ya que equivocadamente sepa-ró a las parejas, tendrá que casarse y dar el ejemplo de matrimonio y procreación.

A mediados del Primer Templo, los niveles de idolatría empezaron a in-crementarse en el pueblo de Israel, hasta que en el siglo VIII antes de la era común alcanzó mayores altu-ras con el rey Ajaz, descendiente del Rey David, quien cerró sinagogas y casas de estudio, poniendo así la

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Torá en un lugar inalcanzable. Co-locó estatuas en el Templo Sagrado, incitando al pueblo a cometer ido-latría. Además, permitió las rela-ciones prohibidas (Sanedrín 103b). Ante una situación tan caótica, Dios decide mandar de vuelta al mundo a Amram para que sea el líder del pueblo de Israel y compruebe que cuando tiene posibilidades sí salva a todo el pueblo de la idolatría y con-vierte a cada Am en Ram, es decir, a cada simple y bajo (Am Haaretz) en alto y elevado (Ram Venisá).

En consecuencia, el rey Ajaz tuvo un hijo llamado Jizquiyahu, que al convertirse en rey a final del s.VII e inicio del s.VIII antes de la era co-mún cambia el rumbo del pueblo de Israel: destroza todos los ídolos de su padre y elimina la idolatría en el pueblo Judío, incrementa el estu-dio de la Torá a tal grado que elimi-nó el ejército de Israel, sentó a todos los guerreros en yeshivot y alcanzó así un nivel tal que solamente en su

época no había niño que no fuera experto en la materia judaica más difícil y profunda del Talmud.

Además, el rey Jizquiyahu se atrevió a hacer cosas radicales. Por ejemplo, la serpiente de cobre que Moshé Ra-benu hizo durante una de las epide-mias en el desierto y que quien la ob-servaba se sanaba, la fundió, ya que la gente la había convertido en ídolo de sanación (de ahí proviene el sím-bolo de la medicina). Nadie se había atrevido a hacerlo, porque nadie que-ría eliminar algo hecho por Moshé, hasta que llegó Jizquiyahu (Amram, el padre de Moshé) y lo hizo.

Con esto reparó con excelencia Jiz-quiyahu a Amram y demostró que, cuando pudo lo hizo.

Respecto al divorcio de Amram: el rey Jizquiyahu en su juventud —as-cendió al poder a los 25 años—, se rehusaba a casarse por temor a los hijos que pudiera tener, ya que sabía que traería al mundo un alma muy difícil y problemática (como vere-mos más adelante).

La escritura del Shiloaj, exhibida hoy en día en el museo de Estambul, fue encontrada en 1880 y trata del acueducto que hizo el Rey Jizquiyahu.

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Con esta decisión de no casarse, de nuevo dio mal ejemplo a muchos jóvenes, que decían: “Si el rey no se casa, yo tampoco”. Es por ello que, al igual que en su vida anterior con Miriam, Dios le envió al profeta Yes-hayahu, quien le advirtió que si no se casaba moriría inmediatamente. De esta manera le insinuó que estaba fallando en su reparación. El rey Jiz-quiyahu, como en el caso de Amram, se retractó al instante y respondió al

profeta Yeshayahu: “Tengo temor por el alma de mis hijos. Dame a tu hija y quizás, por los méritos de ambos, lo-gremos educar bien a nuestro hijo re-parando así su alma”. El profeta aceptó y así corrigió Jizquiyahu (Amram) el no hacer cuentas sobre el futuro de los hijos y, con hechos y rezos, luchar con-tra un decreto negativo hacia los hijos.

El hijo de Jizquiyahu fue el rey Menas-hé, como veremos a continuación.

Corona del Sacro Imperio Romano Germanico del siglo X, en la cualse ilustra como el profeta Isaiaseze, reprocha al Rey David.

La Corona esta exhibida actualmente en el Palacio Imperial de Hofburg de Viena.

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Mijá-El Rey Menashé

El Midrash (Shemot) relata que Mos-hé creció en el palacio de Paró, sa-biendo con claridad que era hebreo. Se reunía constantemente con su madre, Yojébed, y recibía lecciones de Torá de su padre, Amram. Un día salió a ver a sus hermanos hebreos en su esclavitud y halló a los egip-cios que mataban bebés hebreos. En una ocasión Moshé pudo salvar a un niño, lo que a él le pareció una buena idea, a pesar que Dios le dijo: Al tiztakel bakankán, “No observes la vasija, sino lo que ésta contiene”, “No observes al cuerpo del bebé que inspira piedad, ya que su contenido es muy problemático y más vale que se repare con sufrimientos y muerte, pues, como misión de vida tendrá una misión imposible”. No obstan-te, Moshé se arriesgó pensando que él mismo se ocuparía de ese niño, ayudándole en su misión. Ese niño se llamaba Mijá.

La historia de Mijá resultó muy ne-gativa: aunque Mijá siempre acom-pañaba a Moshé, fue un gran idóla-tra. Antes de salir de Egipto, Moshé debía sacar el ataúd de Yosef que estaba hundido en el Nilo ya que los egipcios lo escondieron porque sabían que sin el ataúd, los judíos no saldrían. Entonces Moshé escri-bió en un pergamino el nombre sa-grado de Dios de 72 letras y la frase “Sube Toro, sube Toro” (ya que Yo-sef era llamado el toro). Mijá tomó

el pergamino y lo guardó consigo.Al cruzar el Mar Rojo, todo el pue-blo de Israel alababa: “¡Quién como Tú, Dios!”, excepto el idólatra Mijá, que atribuía los milagros a la pe-queña estatua que llevaba consigo.

En el desierto, cuando el pueblo de Israel decidió hacerse un nuevo dios, recolectando oro y arrojándo-lo al fuego para fundirlo, Mijá arro-jó al fuego el pergamino de Mos-hé con las palabras “Sube, Toro”. Y debido a las letras sagradas que contenía el pergamino, apareció un toro. Al ver el pueblo este milagro, es decir, que habían arrojado oro y había surgido un toro (el “becerro de oro”), creyeron que tenía pode-res y se unieron a la creencia idóla-tra de adorarlo, apegándose así, a la ideología de Mijá.

Al entrar a la tierra de Kenaan, Mijá construyó su gran casa de idolatría y su sumo sacerdote fue, ni más ni menos, el nieto de Moshé Rabenu.Con este caso nos enseñó Dios un mensaje importante. Si sabemos que los hebreos que se rehusaron a abandonar la idolatría murieron en la plaga de la oscuridad y no salie-ron de Egipto y además, que quie-nes participaron activamente en el pecado del becerro fueron castiga-dos con la muerte y que todos los que salieron de Egipto murieron en el trayecto y sólo entró la nue-va generación, ¿cómo es que Mijá salió de Egipto, no murió cuando el becerro y entró a Israel? La res-puesta es sólo una: para que enten-

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diera Moshé y todo el pueblo de Is-rael que hay que salvar a cualquier niño o persona en peligro, pero que cuando Dios dice “No”, no de-bemos intentar ser más piadosos que Él, ya que Dios planeó que esa alma fuera purificada sólo por me-dio de sufrimientos y muerte, pero ahora que ya vivió y se estropeó, tendrá que volver y reparar.

El alma problemática de Mijá, re-gresa a hacer su reparación y debido a que contiene tanto potencial ne-gativo, la dividió Dios en dos: Me-nashé y Rabsheké, los hijos del rey Jizquiyahu. Como dice el Zóhar: “Si esa alma viene en un solo cuer-po, no tendrá oportunidad de repa-rar. Había que dividirla en dos para lograr la reparación completa”.

Ahora entendemos el gran temor que sentía el rey Jizquiyahu; por eso se rehusaba a casarse. Y con ra-zón temía, ya que le tocó tener dos hijos con un alma muy inclinada hacia la idolatría, contra la cual él tanto luchó.

Relatan los Jajamim que un día, cargando a los dos niños en sus hombros, dijo uno de ellos: “¡Qué buena está la cabeza de mi padre para hacer sobre ella sacrificios a la idolatría!” (Berajot 10a, en Hagaot Habaj). El rey Jizquiyahu se impac-tó tanto con esa frase que arrojó al niño, cayendo así Ravsheká al sue-lo y recibió un golpe mortal. Pagó con muerte de sekilá el castigo que merecía por incitar a todos a la ido-

latría cuando era Mijá (como vimos en el caso de los sumos sacerdotes Aharón y Elí). Menashé se quedó con la mitad del alma de Mijá para enfrentar la idolatría y superarla.

Y en efecto, cuando el rey Menas-hé tomó el reinado en el año 697 y estuvo a cargo de él durante 55 años, hasta el año 642 antes de la era común, su reinado fue muy di-fícil para el judaísmo, ya que echó a perder toda la labor de su padre, el rey Jizquiyahu, regresando la idolatría y metiéndola al área del Kódesh en el Templo, lo cual ni su abuelo Ajaz se había atrevido. Ade-más, sacrificó a uno de sus hijos quemándolo ante un ídolo, como era la costumbre de algunas sectas (Dibré Hayamim II, Cap. 33). Con estos actos del rey Menashé se ma-nifestó de nuevo Mijá.

Al final de sus días, el rey Menas-hé, quedó cautivo del rey de Ashur tras una batalla. Ya en prisión se sentó a reflexionar por todos sus pecados y, por medio de un rezo a Dios, se arrepintió, pidió perdón y prometió que si Dios lo salvaba y le devolvía la corona del Reino de Israel repararía toda la idolatría que había causado, como efectiva-mente lo hizo al final. Así logró ha-cer teshuvá y erradicar la idolatría del pueblo de Israel que él mismo había impuesto (Dibré Hayamim II, Cap. 15).

Con eso reparó Menashé el alma tan dañada de Mijá.

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135Asurbanipal (627-669) el Rey Asiro que encarceló al Rey Menashé.

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Moshé-Nóaj

Ya aclaramos que la neshamá no es una unidad absoluta que tiene la persona y puede ser que una nes-hamá se divida en diferentes cuer-pos (como en el ejemplo de Cáin), o al revés, que una misma persona contenga dos neshamot y en un solo viaje repare a dos personas. Para que esto sea posible, hacen falta dos condiciones: 1. Que am-bas almas que repara provengan de una sola raíz; 2. Que la tarea de por lo menos una de ellas no sea tan difícil, para permitir a la persona cumplir con las dos tareas.

Uno de los ejemplos típicos de este concepto es Moshé Rabenu, de quien ya aclaramos vino a reparar a Hébel, pero esa misión no era tan difícil, ya que la reparación con-sistía en ser humilde y no faltar al respeto al observar la Presencia Divina. Eso abre el camino para que Moshé Rabenu estuviera cum-pliendo con otra misión, la cual fue su verdadera gran tarea: reparar a Nóaj.

Nóaj es llamado en la Torá como hombre justo y perfecto. Recibió un aviso de Dios de que la tan corrup-ta humanidad sería eliminada por medio de un diluvio, y él y su fami-lia serían salvados en un arca, de-nominada en hebreo tevá. Los pre-parativos de Nóaj para construirla, reunir a los animales y reunir el alimento necesario duraron 120

años, que en verdad fueron años de espera de parte de Dios para ver si Nóaj cambiaba el decreto, rezando a Dios o por medio de reproches reparar a la humanidad. Pero Nóaj falló y fue catalogado por nuestros Sabios tzadik beparvá, es decir, “un justo con abrigo de piel”, en refe-rencia al ejemplo de aquel hombre que invitó a sus amigos a su casa pero él mismo no estaba en casa, mientras tanto sus invitados se mo-rían de frío por no estar encendido el fogón; y por respeto a él no se tomaron la libertad de encenderlo, esperando que cuando él llegara sentiría el frío y él mismo lo encen-dería. Sin embargo, cuando llegó el dueño y notó el frío en la casa, sacó su abrigo de piel, se cubrió con él y se sentó junto a ellos. Así fue la actitud de Nóaj: se “abri-gó” él y su familia en el arca dejan-do a todos ahogándose en las aguas del diluvio, en lugar de reprenderlos o convencerlos de que era un casti-go Divino y cambiarán sus hechos además de rezar por ellos. Al fin y al cabo, ésta es la voluntad de Dios, que el líder reproche a los malva-dos y rece por ellos y no que acepte pasivamente su muerte. Este hecho causó que el diluvio fuera llamado en el Tanaj Me Nóaj (Yeshayá 54:9), que en hebreo se escribe así:

“Las aguas de Nóaj”, es decir, que él fue el causante indirecto del dilu-vio, ya que pudo haberlo evitado.

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Resumiendo la vida de Nóaj, fue en decadencia, ya que su historia co-mienza con el gran título de Nóaj ish tzadik tamim, “Nóaj fue un hombre justo y perfecto” (Beres-hit 6:9); continúa con sólo el título de Tzadik, como dice el versículo: Ki otejá raiti tzadik, “Observé que eres tzadik” (Bereshit 7:2), es decir, perdió el título de tamim. Más ade-lante la Torá dice: Vaishaer aj Nóaj, “Y se quedó solo Nóaj” (Bereshit 7:23), es decir, sin títulos honorí-ficos. Y su historia termina con el despreciable título de Vayajel Nóaj ish haadamá… vaishkar, “Y se con-virtió Nóaj en un hombre del cam-po, plantó un viñedo y se emborra-chó”. Comenzó como Ish tzadik y terminó como Ish haadamá.

Moshé Rabenu nació circuncidado, igual que Nóaj, y fue puesto sobre las aguas del Nilo en un “moisés”, llamado en la Torá tevá, igual que la de Nóaj. Vivió 120 años para re-parar los 120 años en los que Nóaj construyó el arca sin preocuparse por los demás. Por eso Moshé es

tartamudo, o como él mismo se llamó: Aral sefatáim, “boca tapa-da”. Sin embargo no se entiende porque ésa no es la definición de una persona tartamuda; la verda-dera explicación es que, como Mos-hé, en su vida anterior siendo Nóaj, “cerró” la boca, pues no reprochó a nadie, por eso se autodenominó Aral sefatáim, cuya misión ahora será hablar, orientar y reprochar al prójimo.

Moshé, por su parte, convierte sus 120 años en ayuda al prójimo. Por eso, al principio de su histo-ria, relata la Torá tres hechos que le ocurrieron: 1. Vio a un egipcio que maltrataba a un hebreo; 2. Vio a dos hebreos (Datán y Abiram) peleando entre sí; 3. Presenció la riña entre los pastores midianitas y las hijas de Itró. En todos los casos, Moshé intervino para ayudar, fue-ra entre un gentil y un hebreo, fue-ran dos hebreos o entre gentiles, ya que él era un hombre de ayuda. Todo esto fue manifestado a mayor escala cuando fue el salvador del

Noáj en la tebá. Moshé en la tebá.

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pueblo de Israel defendiéndolos y salvándolos de muchos males, y reparando así la apatía que mostró siendo Nóaj. Eso está simboliza-do en el hecho de que Nóaj se sal-vó estando sobre el agua y Moshé partió las aguas, es decir, alejó el mal hacia los lados y salvó a todo el pueblo, combinando siempre la plegaria a Dios y los reproches al pueblo.

La verdadera prueba se presentó cuando el pueblo hizo el becerro y fueron condenados todos a muer-te; Dios se dirige a Moshé y le dice: “Déjame matarlos y sacaré de ti una descendencia nueva. Comen-zaremos desde cero, siendo tú el primer eslabón”. Estas palabras se asemejan a lo que dijo Dios a Nóaj, pero esta vez Moshé contestó: “Mil como yo morirán y, por favor, Dios, no quites ni una uña a los presen-tes. De lo contrario, bórrame, por favor, de Tu libro. Te pido, Dios, que te apiades, ya que estoy seguro de que hallo gracia ante Tus ojos”. Nos piden los sabios del sod que observemos estas dos expresiones y veamos que las palabras “bórra-me”, que en hebreo se dice mejeni ná, forman la palabra Me Nóaj, y mejeni ná son las letras invertidas de Aní Nóaj, “Soy Nóaj”.

Es decir, Moshé (Nóaj) suplica a Dios: “Soy Nóaj. Ya causé indirec-tamente las aguas del diluvio. No dejaré que este pueblo sea castiga-do, sino que rezaré por ellos y los reprocharé para que se salven”. También nos indican nuestros Sa-bios que observemos que sólo a dos personas en la historia judía les dijo Dios que habían hallado gracia ante Él: Nóaj y Moshé. A Nóaj, como lo dijo en el versículo (Bereshit 6:8): VeNóaj matzá jen, “Y Nóaj halló gracia…”, y a Moshé le dijo Dios: Ki matzata jen, “En-contraste gracia ante Mí” (Shemot 33:12), y Jen, “gracia” en hebreo, al leerse al revés dice Nóaj: נח=חן.

El rezo de Moshé hace su efecto y logra salvarnos transportándonos en un arca de nubes. Como acla-ran nuestros Sabios, durante los 40 años en el desierto, estuvimos ro-deados de nubes de protección, en medio de un “diluvio desértico”, y fuimos guiados por “El Capitán” Moshé Rabenu, que fue también quien nos suministró alimento, el maná, al igual que Nóaj, solo que él lo hizo con animales y Moshé con todo el pueblo.

Moshé, a diferencia de Nóaj, repre-senta al hombre en ascenso, ya que su historia comienza con el títu-lo de Ish mitzrí (hombre egipcio) y finaliza con el de Ish haElokim (hombre de Dios), contrarrestando así la caída de Nóaj desde Ish tza-dik a Ish haadamá. Y Moshé termi-nó siendo lo contrario de Noaj, ya

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que Noaj significa descanso, como-didad, la cual era la mala actitud de Noaj, que fue cómodo y en lugar de trabajar en la labor de conven-cimiento, prefirió el descanso. Sin embargo, Moshé, significa sacador, salvador, exactamente como él fue, alguien que trabajó para sacarnos de la esclavitud de Egipto, del mar, del desierto, de la ignorancia, de la idolatría.

De esta forma Moshé Rabenu repara con perfección a Nóaj, y ésa es quizá también la razón de que en el Tanaj, cuando habla del nieto de Moshé, dice: “Yonatán, hijo de Guereshóm, hijo de…”, y en lugar de decir Moshé Rabenu dice Menashé. En hebreo, la diferencia entre ambos nombres es que Menashé contiene una letra nun de más, y la nun es la primera letra del nombre Nóaj, para simbo-lizar así que, dentro de Moshé, está Nóaj, ya reparado.

Javá-Batiá

Batiá fue la hija rebelde de Paró, y desde niña estuvo en desacuerdo con su padre y sus crímenes contra la humanidad. A tal grado que Ba-tiá empezó a investigar un poco so-bre el pueblo Hebreo y, al escuchar sus conceptos espirituales, decidió convertirse. En el momento que

bajó al Nilo para realizar la tebilá, (el baño ritual de conversión), en-cuentra la tebá de Moshé, a quien decide salvar, en total desafío al de-creto de su padre, Paró.

Batiá, que significa, hija de Dios, fue también la reparación de Javá y, se llamó así haciendo alusión a que era “hija de Dios” ya que Javá fue una criatura hecha por Dios y no por medio de padres, (Haramá Mipano Séfer HaGuilgulim 143).

Batiá vino a reparar el apego que tuvo Javá con la serpiente, ya que Paró es símbolo de la serpiente y eso se lo insinuó Moshé lanzán-dole la vara que se convirtió en culebra, cuyo veneno está en su boca, al igual que Paró, que emi-tió los decretos malos a través de su boca. Por eso las letras del nombre Paró en hebreo forman las pala-bras “boca mala” פה רע = פרעה. Esta vez Javá (Batiá) se aleja de la serpiente (Paró).

Moshé, como ya mencionamos, fue en parte el alma de Hébel, el hijo de Javá (Batiá). Por eso la hija de Paró se apiada de él y lo adopta como hijo. Además, Javá, cuando tuvo a su primer hijo, lo nombró con mucho orgullo Cáin, como ya explicamos, porque se sintió como creadora, igual que Dios. Pero cuando nació su segundo hijo entendió que ella sim-plemente es un medio para traer hi-jos al mundo. Por ello no está escrito en la Torá que le puso nombre, sino que simplemente dice: “Y nació

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Hébel…”, nombre que en hebreo significa “vano”. En esto falló Javá al no darle nombre ni importan-cia, pero en este viaje Batiá lo repa-ró, emocionándose al ver a Moshé (Hébel) y nombrándolo Moshé, que era uno de los diez nombres que él tenía, ya que cada miembro de su familia lo nombró de otra forma (Yéred, Avigdor, Avi Zojó, etc.), pero ahora entendemos por qué el nom-bre que quedó registrado en la Torá fue el que le dio Batiá, ya que ésa debía ser la reparación de Javá.

Ella, como Javá, causó la muerte a la humanidad y con este acto en el Nilo, salvó una vida, pero no sólo la de Moshé, ya que él a su vez sal-vó y sacó a todo el pueblo de Egip-to, los sacó de las aguas del Mar

Rojo y los guió por el desierto.

Con esto podemos responder la pregunta que deberíamos hacer a Batiá: “Si lo llamaste Moshé por sacarlo del agua, deberías haberlo llamado Mashuy, ya que en hebreo, quien es sacado del agua para evi-tar que se ahogue se le llama Mas-huy (salvado), y quien saca a esa persona se le llama Moshé (salva-dor), sin embargo, con base en lo anterior, lo entendemos: Javá, que causó la muerte a Adam, regresa y salva a quien será el salvador del pueblo de Israel, ya que todo el pueblo de Israel contiene las partí-culas del alma de Adam.

Así es como Batiá se convierte real-mente en una “hija de Dios”.

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Tziporá-La Profetisa DeboráComo explicamos antes, Tziporá fue la gemela de Hébel, es decir, su pareja. Por eso cuando Moshé lle-gó a casa de Itró, Tziporá sintió esa atracción por él, y mientras él es-tuvo encerrado en el sótano de Itró, ella le llevaba comida como si fuera un pajarillo llevando alimento a su nido. De ahí proviene su nombre bíblico Tziporá, “pajarillo”.

Cuando se casaron, tuvieron a su primer hijo y lo circuncidaron. Al tener su segundo hijo, justo en ese momento Moshé tuvo que empren-der el camino a Egipto para cumplir su misión y por ello la responsabili-dad de realizar la circuncisión reca-yó sobre Tziporá (así lo explican el Rabenu Jananel y el Rabenu Bejayé). Pero ella pospuso esa obligación y sólo al ver el peligro de muerte que se manifestó por medio de un ángel que mandó Dios, rápidamente cir-cuncidó ella misma al niño.

Tziporá fue una mujer muy vir-tuosa y sólo le faltaron dos cosas: una, este hecho pequeño de la milá; y dos: fue la única judía (ya que se convirtió antes de casarse con Moshé) que no participó en el gran Cántico del Mar, pues al llegar Moshé a Egipto y ver la gran tarea que le esperaba, la mandó de regre-so con Itró, con la esperanza de que al terminar la liberación del pueblo esclavizado volverían a encontrar-

se. Así ocurrió, pero Tziporá no atestiguó el cruce del mar ni la gran alabanza a Dios por el milagro. No es algo por lo que ella debiera re-gresar a reparar, ya que no es una falla por la cual pueda culpársele, sin embargo, a veces, el alma mis-ma pide regresar para alcanzar los máximos niveles sin tener ni una partícula que la manche.

Por ello, Tziporá regresa como la gran profetisa Deborá, y de la mis-ma forma que podemos atribuir a Tziporá la salvación del pueblo de Israel, ya que ella alimentó a Mos-hé en sus diez años de prisión y le salvó así la vida, salvando así a todo el pueblo de Israel, también Deborá no sólo fue una profetisa, sino una líder del pueblo de Israel durante muchos años, salvó a todo el pueblo del ministro de la Guerra enemigo, Siserá, y motivó al gue-rrero Barak Ben Abinoam para que emprendiera la guerra. Al finalizar la batalla con una milagrosa victo-ria, Deborá realizó un cántico de agradecimiento a Dios, conocido como el Cántico de Deborá, repa-rando así su ausencia, como Tzipo-rá, en el cántico de Az Yashir.

La tumba de la profetisa Deborá.

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Ahora podemos entender por qué en Shabat de la parashá Veshalaj, que leemos en la Torá el Cántico de Az Yashir culminamos leyendo la Haftará del Cántico de Deborá, cu-yos versículos se asemejan al cánti-co de Moshé por ser ambos cánticos de alabanza y agradecimiento por la liberación del yugo del enemigo, por su contenido y por la forma en que ambos son escritos, no de co-rrido, sino con pausas.

En el cántico, Deborá menciona el motivo por el que tuvieron el ho-nor de ser salvados por Dios: Vifroa peraot beIsrael (Shofetim 5:2), y el Zóhar explica sobre este versículo:

“Dijo Rabí Yosí: ‘El pueblo de Israel en esa época no se circuncidaba bien, ya que hacían la milá sin la periá (que es cortar también el se-gundo prepucio). Y halájicamente es como si no hubieran cumplido con la milá. Por tanto, vino Deborá y estableció bien la ley, ordenan-do a todo el pueblo de Israel que se hiciera la milá como es debido” (Zóhar Shemot 2).Con esto reparó Deborá la peque-ña falla de la responsabilidad que tenía Tziporá de realizar la milá de su hijo.

Así alcanzó esta alma su perfección total.

La tumba de Tziporá en Tiberia.

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Moshé-Rabí Shimón BarYojai-El Arizal

El caso que veremos a continuación refleja una situación distinta por la cual un alma puede regresar al mundo, no para reparar, como hasta ahora hemos visto, sino simplemen-te para ayudar a alguien en especial o a todo el pueblo en general.

Moshé Rabenu logró reparar con perfección las almas de Hébel y Nóaj, alcanzando así el máximo nivel (50). Él fue el primer rabino y primer maestro de la Torá; por eso, a diferencia de todos los que se titu-lan “Rabino fulano” o “Rabí Men-gano”, es decir, primero el título rabínico y después el nombre, él es titulado Moshé Rabenu, Moshé, El Rabino, no el Rabino Moshé, para señalar así que toda la Torá que po-seen los rabinos proviene de él.

Moshé trasmitió la Torá con todas sus dimensiones, y fue dividida en dos partes: la Escrita y la Oral. En cuanto a esta última, estaba prohi-bido escribirla y fue trasmitida de boca en boca, y su parte profunda, es decir, el sod, fue trasmitida cui-dadosamente sólo a los rabinos más singulares, ya que era difícil, y a la vez peligroso, enseñar conceptos de Cabalá a personas simples. Éste es el motivo de que la palabra sod equivalga en su valor numérico a la

palabra “vino”, סוד = 70 =יין, porque al igual que el vino en un estómago vacío provoca perder la cabeza, así el sod en una mente vacía de Torá provoca locura y confusión.

Claro que esta restricción de no es-cribirla provocó que se fueran per-diendo muchos de sus conceptos, como sucedió con muchas partes de la Torá Oral. Por tanto, los ra-binos que vivieron después de la destrucción del Segundo Templo, en los siglos I y II después de la era común, decidieron finalmente escribir la Torá Oral. Rabí Yehudá HaNasí, por ejemplo, escribió prin-cipalmente la parte halájica en sus Mishnayot, y su rabino, Rabí Shi-món Bar Yojai, fue quien escribió la parte cabalística, el sod de la Torá.Nuestros Sabios aclaran que Rabí Shimón Bar Yojai fue la chispa de Moshé Rabenu, que regresó para salvar la parte bella y profunda de la Torá, escribiéndola en el Zóhar.

Eso se halla insinuado en el versí-culo de Tehilim que escribió el Rey David sobre la subida de Moshé al Cielo para bajar la Torá: Alita lama-rom shabita shebi, “Subiste al Cielo y cautivaste una joya”, es decir, la Torá. La palabra shebí en hebreo contiene las iniciales de Shimón Bar Yojai.

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Éste es el motivo por el que Rabí Shimón Bar Yojai en el Zóhar dicta muchas enseñanzas que obtuvo ce-lestialmente de su gran maestro es-piritual, llamado Rahayá Mehemná, es decir, “El fiel pastor”, para referir-se a Moshé Rabenu, el gran pastor y guía del pueblo de Israel. Con eso nos enseña Rabí Shimón Bar Yojai que cada alma, en su segunda reen-carnación, obtiene ayuda de la parte de su alma, que ya está reparada y depositada en el Mundo Venidero (en especial en Shabat, cuando reci-bimos la neshamá yeterá, alma adi-cional, que prácticamente es parte de nuestra alma reparada, que viene a ayudarnos a elevarnos más).

Moshé Rabenu y Rabí Shimón Bar Yojai tuvieron muchas cosas en co-mún. Moshé escapa de Egipto debido a la pena de muerte que decretó Paró contra él, y Rabí Shimón Bar Yojai es-capa de los romanos que decretaron su muerte. Moshé obtiene su grande-za aislándose de la humanidad y vi-viendo en el desierto y Rabí Shimón Bar Yojai obtiene su grandeza ence-rrándose en una cueva.

Además, hay una insinuación in-teresante en las fechas de falleci-miento de ambos: Moshé Rabenu falleció el 7 de Adar y Rabí Shimón Bar Yojai en Lag Baomer. Esta últi-ma fecha suma 345, al igual que el nombre Moshé.

Además, cada año, sea normal o bisiesto, en el mismo día de la se-mana que caiga el 7 de Adar, caerá el mismo día de la semana Lag Bao-mer. Y curiosamente, la palabra sod que en hebreo suma 70, equivale a los 70 días que hay entre 7 de Adar y Lag Baomer, insinuándonos así la parte del sod que Moshé Rabenu vino a rescatar como Rabí Shimón Bar Yojai. Ambos eran muy humil-des, como está reflejado en el relato en el Zóhar sobre cierta vez que en medio de la clase Rabí Shimón Bar Yojai escuchó una voz Divina que lo llamaba por su nombre: “Shimón, Shimón” (al igual que Dios llamó a Moshé Rabenu: “Moshé, Moshé”). Se levantó Rabí Shimón Bar Yojai y dijo a sus alumnos: “Discúlpenme, la Presencia Divina quiere enseñar-me algo”.

Pregunta el libro Ituré Torá (3:28): “Aparentemente parece orgullo de Rabí Shimón Bar Yojai pensar que la voz era divina. Debería, por humildad, actuar como el profeta Shemuel, que cuando escuchó la voz divina dirigiéndose hacia él, corrió hacia Elí, el sumo sacerdote, pensando que había sido él quien lo llamaba, ya que no se imaginó, por humildad, que era merecedor de que Dios se dirigiera a él. ¿Cómo Rabí Shimón desde un principio concluye que es Dios quien lo lla-ma?” La respuesta es que Rabí Shi-món Bar Yojai era tan humilde que sabía que todos los títulos de honor que se le daban, como Gran Rabino, El Cabalista, etc., no eran reales, ya

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que él se consideraba un hombre simple y común. Cuando de repen-te escuchó que le llaman: “Shimón, Shimón”, sin títulos de honor, como se le llamaría a cualquier persona de la calle, Rabí Shimón Bar Yojai se levantó y dijo: “Seguramente es Dios quien me llama, Él es el único que sabe que no soy ni rabí ni ca-balista, sino simplemente Shimón”. Eso es humildad. Y me di cuenta, de una forma intere-sante, cómo en ambos nombres, el de Moshé y el de Rabí Shimón, hay dos letras comunes y el resto forman la palabra anavá, “humildad”.

En efecto, Rabí Shimón Bar Yojai logró recopilar toda la parte místi-ca de la Torá, dejando así el escrito cabalístico más profundo, llamado el Zóhar, que en verdad es “el res-plandor de la Torá”.

Sólo quiero complementar como mencioné antes: el nieto de Moshé Rabenu fue sacerdote de idolatría del templo que erigió Mijá durante 13 años. Y en el libro Torat HaGuil-gul, 86, dice que el nieto de Moshé regresó como Rabí Elazar, el hijo de Rabí Shimón Bar Yojai, quien lo llevó a la cueva con él y durante 13 años “pulió” su alma.

Después de 1200 años aproxima-damente, en los que la Cabalá fue perdiéndose debido a las persecu-ciones y los exilios, y a la falta de concentración de los grandes rabi-nos, regresa de nuevo esa alma, otra vez sólo para ayudar y recuperar la parte del sod. Esta vez regresa Mos-hé (Rabí Shimón Bar Yojai) como el Arizal, cuyo nombre completo es Itzjak Ben Shelomó (Luria), que de nuevo forma las iniciales Shebi.

La cueva de R. Shimón Bar Yojai en Pikin.

La tumba de R. Shimón Bar Yojai en Merón.

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El Arizal renueva todo el estudio de la Cabalá en la ciudad de Tzefat y da la fórmula correcta para enten-der el Zóhar, eliminando así ciertas interpretaciones de algunos caba-listas anteriores y estableciendo de esa forma el sistema para estudiar el Zóhar que se aplica hasta hoy.

Si quisiéramos dividir la historia judía en tres partes —una, la parte bíblica con los personajes del Ta-naj; dos, la época talmúdica; y tres, la época rabínica—, se destacaría en cada una de esas partes un per-sonaje especial, que fue el motor. En la primera época fue Moshé Ra-benu, en la segunda Rabí Shimón Bar Yojai y en la tercera el Arizal. Y eso se debe a que los tres eran uno mismo.

Rut y La Hija de Lot

Hasta aquí hemos visto varios ejemplos del entorno de los pa-triarcas y de Moshé Rabenu. A continuación analizaremos el en-torno del Rey David y su familia, quiénes eran y de quién provenían espiritualmente.

Comenzaremos con el principal es-labón de la cadena de la realeza del Rey David. En el Tanaj, en Meguilat Rut, se relata que Abimélej y su es-posa Naomí, junto con sus dos hi-jos, huyeron de Israel debido a una hambruna. Abimélej era un hombre muy rico y no quiso ayudar a los po-bres por lo que se fue con su riqueza a vivir a Moab, con tal de salvar sus bienes.

Ahí, su hijo, Majlón, se casó con Rut, hija de Eglón, el rey de Moab. Des-pués de un tiempo, fallecen Abimé-lej y sus hijos, y se queda al final Rut junto a su suegra, Naomí. Ella deci-de regresar a Israel y Rut se empeña en ir con ella y convertirse. Esto apa-rece insinuado en el valor numérico de su nombre: Rut suma 606. Ella como gentil, cumplía solamente las siete mitzvot, y ahora agrega sobre sí las 606 (valor de su nombre) para completar las 613 mitzvot del ju-daísmo. Por eso la Torá la llama Rut (su nombre original era Guilit).

A pesar del rechazo de Naomí, Rut se aferra a su decisión y al final lo-gra convencerla, abandonando así

La tumba del Arizal en Sfat.

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su riqueza y su antiguo modo de vida como princesa moabita, para convertirse en una mujer pobre en Israel.

El Tanaj nos relata que Rut fue el símbolo del jésed, “bondad”, ya que ella fue quien mantuvo en Israel a su suegra Naomí, pues ambas estaban solas y eran pobres, y Rut era la que iba a los campos para recoger las es-pigas sobrantes que dejaban los due-ños de los campos para los pobres, tal cual lo indica la halajá. Nuestros Sabios destacan el tzeniut, (recato) que caracterizaba a Rut; ya que cada vez que se agachaba para recoger una espiga, no lo hacía como todas, sino que se quedaba en cuclillas, es decir, casi sentada sobre el suelo, para mantener así el recato.

Todas esas actitudes de Rut y otras más fueron para reparar su alma, ya que ella fue la reencarnación de la hija mayor de Lot, que al tener re-laciones con su padre tuvo a su hijo Moab (Me ab, hijo de mi padre) y Rut era descendiente directo de Moab, ya que era la hija de Eglón, el rey de Moab, biznieto de Lot. La hija de Lot creció en una ciudad y en una casa “antijésed” y Rut fue mode-lo de jésed. Además, Rut nos enseñó la clave de la bondad: “El pobre da más al rico que el rico al pobre”, ya que el rico sólo da una limosna al pobre que en poco tiempo se termi-na, sin embargo, el pobre da vida al rico, ya que la tzedaká elimina de-cretos de muerte; entonces, el pobre hace más favor al rico.

Así lo expresó Rut cuando regresó a casa con un manojo de espigas reco-lectado del campo y Naomí le pre-guntó: “¿Quién es el hombre que te hizo el favor de permitirte recolectar espigas de su campo?”; contestó Rut: “El señor al que le hice el favor de re-colectar en su campo se llama Bóaz” (Rut 2:19). Justamente Rut es la que puede decirlo, porque ella sabe que sólo por el jésed que hizo Abraham Abinu se salvaron ella (la hija de Lot) y su familia de la destrucción de Sedom. Y si toda la gente de su ciudad hubiera hecho lo mismo, habría adquirido, por medio de dar limosna, toda una vida.

Rut, con su tzeniut, logró reparar el descaro de la hija de Lot al emborra-char a su padre y acostarse con él; aunque explicamos que fue debido a una idea errónea, había que repa-rarlo. Rut logró reparar eso median-te su gran recato, como también se manifestó cuando llegó el momen-to de casarse con Bóaz, con quien tuvo a Obed, padre de Ishay que fue padre del Rey David.

La tumba de Rut en Hebrón.

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Rut culmina su misión educando a sus descendientes para ser gente de bondad, y tiene larga vida, has-ta alcanzar el honor de ver a su tataranieto, el Rey Shelomó, en el trono gobernando a Israel.

Sobre el versículo en Melajim (Re-yes) que dice que el Rey Shelomó puso un trono al lado del suyo para Em HaMélej, “la madre del reino”, la Guemará aclara (Babá Batrá 91b) que no se refiere a su propia

madre, Bat Sheva, sino a Rut, pues ella es catalogada Em.

De acuerdo con esto, podemos ver la insinuación de la Torá cuando re-lata el comienzo del pecado de la hija de Lot cuando planea embria-gar a su padre para tener un hijo con él: dice la Torá: Vatómer habe-jirá, “Y dijo la primogénita…”. La palabra Vatómer en hebreo forma las palabras Em-Rut, es decir, “Esta hija de Lot es la ‘mamá’ Rut”.

Remodelaciones recientes en la tumba de Rut.

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La sierva de Ishay y HagarEl nieto de Rut, Ishay, tuvo siete hijos, pero toda la familia aún es-taba en espera de la gran decisión rabínica respecto a la conversión de Rut. La duda era cómo explicar el versículo en la Torá que prohibe aceptar conversos del pueblo de Moab: ¿eso abarcaba a hombres y mujeres, o sólo a varones? Muchos rabinos opinaban que incluía tam-bién a las mujeres y, por tanto, Rut y su descendencia no podían casar-se con judíos.

Ishay, que era un gran justo, se em-peñó en tener un descendiente ju-dío, por tanto, investigó en la ley y descubrió que sólo si tenía un hijo con una sierva, el niño sería es-clavo y, como tal, no tendría origen israelita ni moabita; de este modo, después de nacer, podría ser libe-rado y convertido. Así, aunque la decisión rabínica fuera que no eran judíos, ese hijo podría serlo.

Por esto, Ishay fue con su sierva para tener un hijo con ella, pero sin que su esposa se enterara. La sierva le pidió pensarlo y consultó con la esposa de Ishay, cuyo nombre era Nitzévet Bat Hadael, ya que consi-deró que era una falta de respeto para su ama y ella quería respetar-la. La esposa de Ishay le dijo: “Dile que aceptas pero con dos condi-ciones: que sea en un lugar oscuro y sin hablar”. De ese modo, cuando

ya todo estaba listo, fue la esposa de Ishay en lugar de la sierva.

Ella hizo todo esto porque Ishay, cuando vio que los rabinos estaban a punto de declarar que la conver-sión de Rut no tenía validez, deci-dió no tener más hijos, a menos que se garantizara su judaísmo. Pero su esposa, que tenía la espe-ranza de que al final serían declara-dos judíos, quiso tener más hijos y por medio de su sierva, haciéndose pasar por ella, logró quedar emba-razada y tuvo a quien en un futuro sería el Rey David, el ungido por el gran profeta Shemuel quien dio va-lidez a la conversión de Rut.

Por tanto, gracias a la sierva, de for-ma indirecta, nació David, quien con su reinado honró a toda su fa-milia, especialmente a su madre.

Aclara el Haramá Mipano (Guilgu-lé Neshamot 47) que esta sierva era reencarnación de Hagar, la sierva de Sará y Abraham, y ya que Ha-gar al quedar embarazada de Abra-ham, humilló a su ama, Sará, esta vez vino como la sierva que da ho-nores y respeto a su ama.

Y si nos damos cuenta veremos algo increíble: Hagar con su sober-bia causó el odio entre Ishmael (el padre de la religión musulmana) e Itzjak (uno de los padres del ju-daísmo) de cuyo odio hasta hoy seguimos pagando las consecuen-cias. Y para reparar eso, la sierva de Ishay causa indirectamente el naci-

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miento de David, de quien saldrá el Mashíaj que dará fin al problema entre los israelíes y los árabes, des-cendientes de Ishmael.

Ishay-Rabí Jiyá Bar AshíIshay, el padre de David, al igual que el padre de Moshé Rabenu, fue una de las cuatro personas que no cometieron ningún pecado grave en su vida que les causara castigo mortal. Fue una persona justa y per-fecta, pero una sola y pequeña falla cometió, la cual tenía que reparar. En la sección anterior vimos todo lo que pasó a Ishay con su sirvienta y lo analizamos desde el punto de vis-ta de reparación de la sirvienta, pero ahora lo veremos desde el ángulo de Ishay. Para explicarlo analicemos una ley (halajá): las relaciones entre hombre y mujer deben ser sagradas, ya que son la base de la pureza de toda la familia.

La Halajá nos enseña que el hombre y la mujer, especialmente el varón, deben tener pensamientos limpios y puros en el momento de la inti-midad; por tanto, advirtieron nues-tros Sabios sobre nueve aspectos en los que debe cuidarse la pareja. Por ejemplo, no tener relaciones mien-tras sientan odio; no tener intimidad si ya están en un proceso de separa-ción, etc. Esta lista está encabezada por una de las prohibiciones más graves, que es tener relaciones con una persona mientras se está pen-sando en otra. Aparentemente Ishay falló en esto, ya que en el momento de tener relaciones pensó que era su sirvienta y en verdad, era su esposa. Eso precisa un proceso de teshuvá.

Sin embargo Ishay, ocupado con la decisión rabínica sobre si eran judíos o no, pasó por alto ese pecado, y, por tanto, como se trata de una persona sumamente perfecta, al querer su alma alcanzar los más altos niveles en el Paraíso, debe limpiar incluso estos “granitos de polvo” con que se había manchado.

En el libro Guilgulé Neshamot (64; de acuerdo con el comenta-rista Meir Ain, 303) dice que una chispa del alma de Ishay regresó (como ibur, concepto que se expli-cará más adelante en el libro) en Rabí Jiyá Bar Ashí. Sobre él relata la Guemará de Kidushín que, a pe-sar de que era una persona muy es-piritual y uno de los más grandes rabinos talmúdicos, todos los días al terminar de rezar se sentaba y

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clamaba a Dios para que lo salvara del yétzer hará, a fin de que nunca lo sedujera para cometer incluso el más mínimo pecado, especial-mente la tentación femenina. Su esposa lo observaba y se cuestio-naba: “Mi esposo es muy puro; todo el día reza y estudia Torá, y se cuida de cualquier visión prohi-bida, manteniendo así su pureza. ¿Por qué reza de tal forma? ¿A qué le teme? ¿Acaso también la gente con ese nivel es capaz de caer en algo semejante?”

Un día ella decidió ponerlo a prue-ba. Se cubrió el rostro, se vistió pro-vocativamente y, mientras él estaba sentado en su jardín estudiando, se le acercó e intentó seducirlo una y otra vez, hasta que él cayó y se fue con ella, sin saber que era su propia esposa. Al regresar a casa, él se sentó al lado del horno y empezó a llorar lamentándose profundamente de lo que le había sucedido. Entró su es-posa, se le aproximó y le preguntó qué le pasaba, por qué lloraba. Rá-pidamente le contó todo lo que le había pasado, diciéndole: “Toda mi vida me he cuidado y hoy, lamen-tablemente, caí”. Le dijo su esposa:

“Tranquilízate. Fui yo quien te se-dujo. Sólo quería entender el poder de la seducción”. Rabí Jiyá, después de interrogarla y asegurarse de que había sido ella, le dijo: “No importa. Igual para mí fue un pecado, ya que pensé hacerlo”.

Rabí Jiyá se sentó a meditar sobre esto y trató de comprender por qué le había sucedido. Llegó a la si-guiente conclusión: las cosas en la vida no ocurren al azar y, cuando una persona cae en un pecado ex-traño, quizá es para insinuarle que cayó en algo parecido en el pasado y no lo reparó, y ahora debe reparar ambos, el anterior y el de hoy.

Efectivamente, Rabí Jiyá fue la reencarnación de Ishay, a quien le sucedió algo parecido, y regresó para reparar lo que le pasó a Ishay con su ishá, su esposa. Eso está in-sinuado en su propio nombre: Rabí Jiyá, hijo de Ashi. Como ya explica-mos el concepto “hijo de” se refiere a quien él mismo fue en su reen-carnación pasada. Y ya que él fue Ishay, quien tuvo el problema con ishá, al juntar las dos palabras ob-tenemos el nombre Ashi.

La tumba de Ishay.Lugar de rezo frente a la tumba.

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La Guemará culmina diciendo ahí: “A partir de ese día, Rabí Jiyá ayu-nó para que ese pecado le fuera eli-minado”, es decir, hizo teshuvá de todo corazón hasta que logró puri-ficar por completo el alma de Ishay y la suya.

El Rey Shaul- El Emorá Shemuel-Rambam

El rey Shaul fue el primer rey de Is-rael y cuando se enfrentó en la gue-rra a los filisteos salió Goliat, el líder de los filisteos, a retar al rey Shaul en un duelo quien se negó por mie-do al enfrentamiento y anuncio que el guerrero valiente que se atrevie-ra a luchar contra Goliat recibiría a su hija como esposa más una suma importante de dinero, “si es que regresaba a salvo”. Todos los solda-dos temían enfrentarlo a pesar de la buena recompensa, hasta que un día llegó un joven llamado David al campamento para traer comi-da a sus hermanos y al escuchar a Goliat maldiciendo, aceptó el reto. Cuando avisaron al rey Shaul tuvo mucha curiosidad de saber quién era ese muchacho con tanto coraje. Cuando vió al joven David le vis-tió con la armadura real, pero en el momento en que David la vistió, a pesar de la diferencia tan grande de altura con respecto al rey, de una forma milagrosa la armadura se amoldó a sus medidas. El rey Shaul

lo observó con mucha suspicacia, “¿Será este el rey anunciado que me quitará el trono?”. Dicha sospecha se incrementó cuando regresó Da-vid del duelo con la cabeza de Go-liat en la mano.

A partir de entonces, el rey Shaul sufrió ataques depresivos y sus consejeros le recomendaron que sería bueno que un joven le toca-ra el arpa para alegrarlo y curar su estado de ánimo. Curiosamente se eligió a David como su curador.

El rey Shaul faltó a su promesa y no pagó el premio en dinero a David y atrasó mucho la promesa de ca-sarlo con su hija, hasta que a final se realizó el matrimonio con mu-chas dificultades con su hija me-nor llamada Mijal. En el ínter, el rey Shaul intentó matar varias ve-ces a David. Y después de la boda con su hija inició una persecución incansable tras la cabeza de David lo que provocó que David huyera constantemente de lugar en lugar con una sombra de amenaza de muerte constante.

En una ocasión, David pidió ayuda a los cohanim de la ciudad de Nov. Al enterarse el rey Shaul, mandó a asesinar a los sacerdotes de Nov.

Al final de su vida, el rey Shaul iba a enfrentar una guerra contra los fi-listeos. Antes de salir a la guerra fue a consultar al Cohén Gadol y en el pectoral de éste no hubo respuesta y los profetas tampoco le tuvieron

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una profecía. Desesperado, acudió a una bruja médium que convoca-ba espíritus y le pidió que convo-que al espíritu del profeta Shemuel para que le dijera el resultado que iba a tener la guerra. A pesar de que esto es un grave pecado, él lo hizo y cuando la médium convocó al profeta Shemuel, éste le dio dos noticias: una buena y una mala. La mala era que al otro día durante la batalla él moriría y la buena era que por la mucha teshubá que él hizo y el arrepentimiento de sus hechos

no iría al infierno sino al paraíso, aun cuando le quedó mucho por reparar. (Como explicamos en la Introducción, la parte del alma perfeccionada mora en el paraíso mientras que la otra parte se prepa-ra para regresar a reparar).

Efectivamente, al día siguiente la batalla fue difícil y mientras aco-rralaban al rey Shaul decidió, debi-do a su propensión a la depresión, a la inminente pérdida de la guerra y de su reinado, suicidarse.

El lugar donde perdio el Rey Shaul la batalla y termino suicidandose

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Resumamos cuáles son las tareas de reparación del alma del rey Shaul:

Provocó que David tuviera una vida de perseguido.

No le pagó la deuda monetaria.

Mientras David le cantaba para ale-grarlo y curarlo, él en lugar de agra-decerle intentó matarlo.

Quitó la vida de los cohanim de la ciudad de Nov.

Usó medios de magia negra y con-vocación de espíritus.

Por depresión y presión se suicidó.

Para reparar esto, el rey Shaul reen-carnó dos veces. Una en el jajam Shemuel de la época del Talmud y después en Maimónides.

El Emorá Shemuel

El rabino Shemuel fue de la prime-ra generación de emoraitas (rabi-nos de la época talmúdica). Él fue el rabino principal de la Yeshivá de Neardeá a principios el siglo III y fue uno de los grandes rabinos que dejaron su huella en toda la Torá oral. Él fue también médico y un gran astrónomo.

El Talmud nos relata que Shemuel era quien alegraba al rey persa She-vur, conocido como Sapor I (que reino de 241-247 e.c.). El jajam She-

muel bailaba ante el rey lanzando copas de vino sin que se derramara una gota, lo cual alegraba mucho al rey y lo calmaba de sus depresio-nes. Con esto reparó el rey Shaul el hecho de no apreciar lo que el joven David hacía para alegrarlo y sanarlo de su depresión.

Para reparar el haber quitado la vida a los cohanim de Nov por haber ayudado a David, el rey Shaul re-gresa en Shemuel, quien fue cohén y una de sus profesiones era ser un médico excelente. Y como médico, salvando vidas de enfermos reparó el haber quitado la vida a los coha-nim. Es curioso que una de las his-torias famosas en el Talmud, donde actuó Shemuel como buen médico, fuera cuando curó a Rebí, el presi-dente Rabí Yehudá, que justamente era descendiente del rey David. Y ya que en su vida anterior el rey Shaul le hizo difícil la vida a David, en este viaje, Shemuel (Shaul) mejora la vida de Rebi, el descendiente del rey David.

Moneda con la imagen de Sapor I(215-272).

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Además el rey Shaul hizo sufrir muchísimo a sus dos hijas, Merab y Mijal ofreciéndolas como recom-pensa, jugando con ellas, por ejem-plo, cuando huyó David, él obligó a su hija Mijal casarse con Paltí ben Laish aunque ella pertenecía a Da-vid. Y ella para no traicionar a Da-vid, vivió como cautiva en la casa de Palti hasta que David la rescató.

Para reparar lo anterior, la Guema-rá relata (Ketubot 23:1), que las dos hijas del jajam Shemuel, estuvieron cautivas y todo el sufrimiento que tuvo Shemuel al tratar de rescatarlas y probar su inocencia y su pureza.

Shemuel fue conocido como el Ja-jam que estableció la regla diná de maljutá diná, es decir, la obli-gación que tenemos de obedecer las leyes del reinado o del gobier-no en el que vivimos y además en

todas las discusiones en el Talmud, si se trata de leyes civiles, la halajá es siempre como Shemuel. Estos dos conceptos se entienden por su pasa-do de realeza.

Respecto al error de Shaul al con-vocar un espíritu, relata la Guema-rá (Berajot 18b) sobre Shemuel: el papá de Shemuel cuidaba dinero de huérfanos. Al fallecer repentina-mente, no sabía Shemuel, el único heredero, dónde estaba el dinero. Al no poder regresárselo a los huérfa-nos lo tacharon de ladrón y mucha gente le exigía que pagara la deu-da. Shemuel, por su parte se sintió muy mal contra una acusación que era falsa ya que realmente no sabía dónde estaba el dinero. Sin embar-go, en base a lo que estudiamos hasta ahora, todo se entiende. Ya que la regla es: si te culpan por algo que no hiciste, quizá sí lo hiciste en

Balrianus César de Roma rindiéndose ante el Rey Sapor I.

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una vida anterior. Y como el rey Shaul no pagó su deuda al rey Da-vid, fue difamado como el jajam Shemuel. A raíz de esta incomo-didad, el jajam Shemuel acudió a un medio no tan bueno; fue al ce-menterio y de alguna formo con-vocó al espíritu de su padre para preguntarle dónde estaba el dine-ro de los huérfanos. Entonces se le apareció la imagen de su padre, llorando primero y después son-riendo. Shemuel, le preguntó a su padre por qué lloras y por qué ríes. Éste le respondió, porque te tengo una noticia mala y una buena. La mala es que pronto vas a fallecer y la buena es que acá estarás en un lugar muy elevado. Al final le reve-ló dónde estaba el dinero.

Esta escena se parece mucho a la que sucedió con el rey Shaul y qui-zá de nuevo volvió a fallar ya que esos medios son prohibidos.

Rambam- Maimónides

En el libro de Haramá Mipano, en la letra alef sección 8, escribe que el rey Shaul reencarnó en el jajam She-muel y en la sección 151, escribe que Maimónides es la reencarnación del jajam Shemuel. A continuación ana-lizaremos cómo se conectan los da-tos. Al igual que el jajam Shemuel que fue un gran médico y ofició como el médico particular del rey Sapor I, el Rambam fue también un gran médico y ofició como médico del rey Saladino.

El Rambam salvó muchísimas vi-das. Como relató él mismo mien-tras iba hacia al palacio lo esperaba una fila de gente al lado del cami-no, cada uno con sus molestias y problemas de salud y él les reco-mendaba medicinas y al atardecer cuando regresaba, le esperaban del otro lado de la acera diciéndole cómo les había resultado el medi-camento. Con esto reparó Shaul, el haber quitado la vida de los coha-nim, dando vida, como Maimóni-des, a la gente.

El Rey Saladino (1138-1193)

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Es interesante hacer notar aunque no tiene que ver con el tema de re-paración, cómo ciertas habilidades de un alma son reflejadas también en la siguiente reencarnación. El jajam Shemuel fue un gran astró-nomo que dijo: “Conozco las vías astrales mejor que las vías de mi ciudad Neardeá”. Y realmente, los conceptos astronómicos del jajam Shemuel son reconocidos actual-mente en la ciencia.

Con gran asombro nos pregun-tamos cómo él tenía esos conoci-mientos hace 1700 años cuando no había ni siquiera “lupas”. Hay que recalcar que de tantos conocimien-tos astronómicos que tenía, She-muel recibió un apodo: Shemuel Yarginaá, Shemuel el hombre de la luna, por los muchos conocimien-tos que tenía del ciclo lunar.

Igualmente, el Rambam fue un gran astrónomo cuyos conoci-mientos asombran en la actualidad a cualquier experto en la materia. Justamente, uno de los grandes co-nocimientos del Maimónides fue el ciclo lunar, quien calculó la cuenta del ciclo en forma detallada con un resultado de 29.53059 días.

La NASA, últimamente, con la ayu-da de los modernos telescopios llegó a la conclusión que el ciclo lunar es de 29.530588. Este fue el descubrimiento del astrónomo de la NASA Carl Sagan. Sin embargo, en Berlín, Alemania se llegó a un número más cercano 29.530589.

Para reparar la persecución del rey Shaul a David, el Rambam vivió una vida de perseguido tanto en España como en Marruecos. Du-rante muchos años fue buscado y su cabeza tenía precio. Fue perse-guido por el rey Abed Al Mumin y sus seguidores. Con esto pagó el Ramban (Shaul) el sufrimiento que causó a David.

Para reparar el punto de la depre-sión y el suicidio de Shaul, el Ram-bam pasó una etapa muy difícil en su vida, en la cual falleció su padre, su esposa y sus dos hijos, lo que le provocó una depresión muy pro-funda. Y lo que terminó por aca-barlo fue la muerte de su hermano, quien era comerciante de perlas con la India y Rambam le había de-positado todo el dinero de la fami-lia quedando de esta manera en la ruina. Con esto, Rambam se aisló durante un año y con depresiones tan fuertes que deseaba la muerte.

Carl Sagan (1934-1996)

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Esta depresión era la misma del rey Shaul, pero en lugar de quitarse la vida, el Rambam de una forma in-creíble se sobrepuso y salió adelante iluminando al mundo con su Torá, leyes y sabiduría.

Con respecto al punto de brujería que usaron el rey Shaul y el jajam Shemuel, nos hace entender la posi-ción tan extraña que tenía el Ram-

bam respecto a todo eso. Él manifes-taba que la brujería no existía y que todo eso era mentira, ilusión, trucos baratos. Esa posición del Maimóni-des provocó que todos los demás rabinos lo criticaran y lo bombar-dearon con preguntas y pruebas de que estaba equivocado y muchos de ellos atribuyeron esa opinión erró-nea al hecho de que el Rambam era filósofo, y la filosofía no cree en eso. Sin embargo, ahora sabemos por qué opinaba así. Su alma fue daña-da por eso y por lo tanto sentía un rechazo y un alejamiento de todo eso, para ni siquiera creer que exis-tían esos poderes.

Con eso repararon el Rambam, el primer posek, legislador de halajá (ya que escribió la primera obra de halajá más clara y completa), y Shemuel, el primer emorá talmú-dico, las fallas de Shaul, el primer rey de Israel.

El libro más antiguo de Maimónides exhibido en la Biblioteca Apostólica del Vaticano.

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Shaul

Primer rey de Israel.

Persiguió a David.

No valoró el hecho de que el joven David lo sirvió en el palacio intentando curarlo y alegrarlo.

Debía dinero a David.

Convocó espíritus a través de una médium, acudiendo así a la ma-gia negra.

Quitó la vida a los co-hanim de la ciudad de Nov.

Se suicidó debido a una depresión y gran presión.

Shemuel

Primer emorá talmúdi-co. Estableció que la ley del reinado es la ley.

Curó a Rebí, descen-diente de David, dán-dole buena vida.

Sirvió ante el rey Sapor I alegrándolo y curán-dolo.

Se le difamó de que-darse con el dinero de los huérfanos.

Convocó el espíritu de su padre, yendo al ce-menterio, cometiendo dos errores: 1) él era co-hen, 2) molestar almas que están descansando.

Fue un gran médico que salvó vidas y mejo-ró y alargó otras.

Maimónides

Uno de los primeros y más grandes poskim, ti-tulado “El gran águila”. (Águila rey de las aves).

Tuvo vida de persegui-do, lo que le ocasionó huir de un lugar a otro.

Sirvió ante el rey Sala-dino curándolo.

Perdió todo su dinero con su hermano, el co-merciante llamado jus-tamente David.

Negó totalmente la existencia de la magia negra, convocación de espíritus, etc.

Fue un gran médico cu-yos consejos siguen sal-vando y mejorando vi-das hasta el día de hoy.

A pesar de circunstan-cias tan adversas y tris-tes que le causaron una profunda depresión, logró sobreponerse.

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160Monumento de Maimónides (1135-1204) ubicado en Córdoba, España.

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Bat Sheva-Beruriá

Todos conocemos la famosa his-toria de la batalla de David contra Goliat y también lo que le sucedió a David con Bat Sheva. Pero muy pocos saben que un suceso tenía que ver con el otro.

Cuando David Hamélej era joven, fue enviado por su padre Ishay al frente de batalla para llevar comida a sus hermanos soldados. Al llegar vio cómo Goliat provocaba al Rey Shaul para que se enfrentara en un duelo con él. El Rey Shaul no quería enfrentarse con él y ofreció dinero y a su hija al soldado que se atrevie-ra a enfrentar a Goliat. El joven Da-vid no soportó las humillaciones verbales que lanzaba Goliat contra el pueblo de Israel y especialmente contra el Dios de Israel; por lo que decidió enfrentarlo.

Al golpearlo con una piedra en la frente Goliat cayó, pero aún no es-taba muerto. David corrió hacia él, tomó la espada de Goliat y quiso desnucarlo, pero no sabía cómo quitarle el casco, que cubría tam-bién su cuello.

El escudero de Goliat, llamado Uriá Hajití, se aproximó a David y le dijo: “Esto fue un milagro. Quiero ser parte de ustedes. Si te ayudo a qui-tarle la armadura, ¿me darás a una judía para casarme con ella?” David, sin dudarlo le dijo que sí; luego des-nucó a Goliat y regresó con el escu-dero al campamento hebreo.

Dicen nuestros Sabios que en el Cielo hubo una queja contra Da-vid: ¿cómo se atrevió a prometer al gentil una judía como esposa? Por tanto, la que estaba destinada a ser esposa de David sería entregada, por parte del Cielo, a Uriá.

El lugar donde mató David a Goliat.

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Es por ello que, después de varios años, cuando David se convirtió en rey y vio por primera vez a la es-posa de Uriá, llamada Bat Sheva, sintió una atracción sobrenatural hacia ella, ya que en verdad era su alma gemela y la destinada a ser la madre del siguiente rey. Esa atrac-ción fue mutua, sin embargo, no por ser almas gemelas se les per-mitiría pecar, sino que deberían es-perar a que del Cielo se presentaran las condiciones permitidas.

El final de la historia ya es muy co-nocido: el Rey David la llama, está con ella y envía a su esposo, Uriá, al frente de batalla, donde muere, y David finalmente se casa con ella. Después de perder a su primer hijo, tienen a Shelomó, el futuro rey de Israel.

Ambos necesitan reparar, pero en esta sección nos dedicaremos ex-clusivamente a Bat Sheva.

Ella fue conocida en la historia como la gran reprochadora del Rey Shelomó, como se relata en el Midrash (Mishlé 31): Después de inaugurar el Primer Templo, el Rey Shelomó se casó con la hija de Paró y al día siguiente de la boda, la novia cubrió todas las ventanas de la habitación con telas especia-les de color negro, adornadas con diamantes, que provocaban la ilu-sión de que todavía era de noche, con estrellas brillantes, a fin de que el Rey Shelomó no se levantara del lecho. Eso provocó que el servicio

en el Templo se retrasara, ya que el Rey tenía las llaves. Nadie del pue-blo de Israel se atrevió a despertar y a reclamar al rey, sólo su madre, Bat Sheva, quien entró a la habi-tación real y empezó a reprochar-lo, diciéndole: “Todos saben que tu padre fue un gran temeroso de Dios. Ahora dirán que por mi culpa tú eres malo”. Conforme a algunas versiones, ella le reprochó fuerte-mente, golpeándolo y abofeteándo-lo, corrigiéndolo cada vez que era necesario, como escribió él mismo en su libro (Mishlé 31:1): “Los re-proches con los que lo afligió su madre…”

Bat Sheva tenía que reparar sus he-chos. En verdad, no puede acusár-sele de adulterio ni de infidelidad, ya que todos los soldados daban un documento de divorcio a sus esposas antes de salir a la guerra, por si caían cautivos o morían en el campo de batalla sin que nadie los viera y, de esta forma, la espo-sa quedaba “en el aire”, pues no sabían si su esposo estaba vivo o no; por tanto con este documento de divorcio, ella, en caso de duda, podía rehacer su vida casándose de nuevo. En consecuencia, Bat Sheva era una mujer libre en el momento que estuvo con el Rey David, pues su esposo había partido a la guerra y le había dejado el documento de divorcio. Sin embargo, aunque así fue, no dejaba de ser un mal ejem-plo para la sociedad, y ese hecho podría incitar a la gente a actos de inmoralidad.

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Además, Bat Sheva debía reparar el hecho de ser la causante de que Uriá fuera mandado al frente de batalla, ya que indirectamente ella le cau-só la muerte. Así que la reparación sería salvar a los demás de cometer pecados y pagar con la muerte el hecho de causar la muerte.

Dice el Haramá Mipano que “Bat Sheva regresó como la esposa de Rabí Meir Baal Hanés, llamada Beruriá”.

Ampliemos esta idea: Beruriá fue la hija del gran rabino talmudista Rabí Jananiá Ben Teradión y esposa de uno de los más grandes rabinos que tuvo el pueblo de Israel, Rabí Meir Baal Hanés.

Beruriá fue de las únicas mujeres destacadas en el Talmud, ya que no es común ver una opinión femenina en todos los estudios talmúdicos. La razón no era machismo, sino que, para ser un rabino que pudiera opi-nar en relación a leyes talmúdicas, debía tener un nivel muy alto y co-nocimientos muy amplios, debidos a la dedicación de día y de noche al estudio de la Torá. Y ya que las mu-jeres tenían la tarea de mantener el hogar, criar y educar bien a los hi-jos, tarea que les quitaba demasia-do tiempo, no podían figurar como opinión talmúdica.

Sin embargo, Beruriá rompió la re-gla, al ser ella la única mujer que figura en el Talmud y, además, con bastantes títulos de honor de parte

de los Jajamim sobre sus opinio-nes. Por ejemplo, en la Guemará (Babá Metziá 3a) se expresa Rabí Yehoshúa: “Está muy bien lo que dijo Beruriá…”. Fue también muy conocida como la gran reprocha-dora de los rabinos. Por ejemplo, la Guemará cita que Bruria vio a un estudioso de Torá leyendo con la vista, como “escaneando” el texto, sin pronunciar nada con la boca. Se le aproximó y pateó la mesa, men-cionándole versículos de Torá que comprueban que el mejor estudio es el que se pronuncia y no el que sólo se “escanea”. En otra ocasión, como relata la Guemará (Eruvin 53b), Rabí Yosí se encontró en el camino con Beruriá y le preguntó: “¿Cuál es el camino más corto para que yo pueda llegar a la ciudad de Lud?” Sorprendentemente, ella le contestó: “Insensato, ¿no sabes que no se puede alargar la conversación con una mujer? Debiste sólo pre-guntar ¿Dónde es Lud?” Era tam-bién conocida por ridiculizar la opinión de los saduceos, que esta-ban en contra de la Torá; ella evi-denciaba su falsedad y lo equivoca-do de sus ideas (Berajot 10:1).

Este poder de reproche y su facili-dad de corregir a los demás los ob-tuvo Beruriá de Bat Sheva, la gran reprochadora del Rey Shelomó, re-parando así, por medio de la orien-tación a los demás, el ejemplo ne-gativo que dio Bat Sheva.

Y respecto a la segunda tarea de reparación, relata Rashí sobre la

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Guemará (Avodá Zará 18b) cómo finaliza la historia de Beruriá: un día regresó Rabí Meir de la yeshi-vá y, como de costumbre, Beruriá le preguntó qué habían estudia-do ese día. Rabí Meir le contestó: “Hoy estudiamos que la mente del ser humano es muy débil, es-pecialmente la de las mujeres. Es decir, a cada persona se le pue-den cambiar las ideas, valores, moral, principios, etc.” Beruriá no aceptó esa opinión y le dijo: “No lo creo. Me considero una mujer muy firme en mis princi-pios éticos y morales, y nadie lo-grará cambiarlos”.

Rabí Meir decidió, quizás equivo-cadamente, comprobar a Beruriá que los Jajamim tenían razón; por ello envió a uno de sus alumnos a seducirla y, cuando ella estuviera

a punto de caer con él, iría Rabí Meir y le diría: “No te culpo, por-que yo lo planeé, pero quiero que veas que tenemos razón cuando hablamos de la debilidad mental que sufre cada ser humano”. De manera sorpresiva, tras una labor de convencimiento lenta, larga y difícil, el alumno lo logró, y cuan-do quedaron en verse en cierto lugar, vuelve el alumno con Rabí Meir diciéndole que había cumpli-do con su misión y Beruriá estaba esperándolo. Rabí Meir agradeció a su alumno y fue él al lugar del encuentro, no para reprocharle, sino sólo para demostrarle el con-cepto de la debilidad mental.

Esta historia terminó mal, ya que Beruriá, por la vergüenza que sin-tió al ver que era su esposo quien se aproximaba, se suicidó.

La tumba de Rabí Meir Baal Hanés en Tiberia.

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Explica el Haramá Mipano (Guil-gulé Neshamot 35) que el alumno de Rabí Meir lo logró debido a que era la reencarnación de Uriá Hajití y ella fue Bat Sheva, y como am-bos estuvieron casados en el viaje anterior, Beruriá se sintió atraída por él.

(OJO: Esto no justifica ni permite ningún acto prohibido con la excusa que fue un amor de una vida pasada. No olvidemos que por cada error de ese tipo tendremos que pagar un alto precio en el próximo viaje.)

Finaliza el Haramá Mipano dicien-do: “Ya que ella (Bat Sheva) fue la que causó indirectamente la muer-te a él (Uriá Hajití), en este viaje él (el alumno) fue el causante indirec-to de la muerte de Beruriá”.

El Rey David

Cada uno de los casos que hemos presentado y que presentaremos, tiene una particularidad, ya que de cada uno aprendemos algo distinto, sea cómo se paga por un problema monetario o amoroso, una muerte o un asesinato, etc. Pero el caso del Rey David es distinto y especial, ya que representa a un ser que tuvo fallas y no esperó hasta la reencar-nación para repararlo, sino que en vida luchó para reparar con tal de no regresar; como yo siempre digo: “Me gustaría no reencarnar con tal de no ir de nuevo al colegio...”.

El Rey David es el modelo de re-paración en vida, para limpiar los errores con teshuvá, arrepenti-miento y grandes sufrimientos.

Ya conocemos el origen del alma del Rey David, con los 70 años que le donó Adam y que, al arrepentir-se, fueron sustituidos por Yaacov, que le dio 33 años, y Yosef, que le dio 37.

La vida del Rey David fue turbu-lenta, con muchos altibajos, pero en verdad fue un ser que mere-cería la medalla de oro por su comportamiento. Desde niño fue rechazado por su familia, ya que Ishay mantuvo siempre la idea de que estuvo con la sirvienta y, por tanto, el embarazo de su esposa Nitzévet no era de él sino se debió a una infidelidad, lo que daba al niño David la condición de bastar-do. En consecuencia, la familia lo mandaba a pastorear los rebaños en lugares muy peligrosos para un niño, con la intención de que el bastardo fuera eliminado por las bestias salvajes y quitar así la ver-güenza familiar. Todo esto terminó cuando Dios or-denó al profeta Shemuel que, debi-do al mal comportamiento del Rey Shaul, lo sustituyera por uno de los hijos de Ishay. El profeta man-dó decir a Ishay que preparara un banquete, ya que uno de sus hijos sería el futuro Rey de Israel; “…No sé quién de ellos, pero en su mo-mento Dios me lo revelará”.

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Ishay se emocionó con la noticia, preparó a la familia y pidió al joven David que no se apareciera en el banquete, para no manchar el buen nombre de la familia. Al terminar el banquete y los sacrificios, el profeta Shemuel pidió a Ishay que acercara a sus hijos, para saber cuál sería el siguiente rey. Cuando se aproximó el primogénito, Eliav, que era alto y hermoso, se levantó el profeta She-muel y se dijo a sí mismo: “Seguro éste es el elegido de Dios”; pero en ese momento le llegó la profecía di-vina donde Dios le dice: “Siéntate. A éste lo aborrezco, ya que es muy nervioso y explosivo”. Así al pasar todos los hijos de Ishay y no recibir ninguna orden de Dios, el profeta Shemuel preguntó a Ishay: “¿No tie-nes más hijos?” Tartamudeando, Is-hay le contestó: “Hay uno que… no sé… no estoy seguro…”. “Llámalo”, le ordenó el profeta. Al acercarse el joven David, el profeta Shemuel lo observó pensando para sí: “Éste no puede ser el rey”. Y en ese momen-to recibió una fuerte profecía que le ordenaba: “Levántate. El Rey de Israel está frente a ti”.

En ese momento cambió todo el rumbo de la vida de David, ya que con esto declaró el profeta que Rut y su descendencia eran judíos, que Nitzévet era una mujer pura y fiel, y que el futuro Rey David era en ver-dad hijo de Ishay.

Una de las únicas fallas que tuvo el Rey David fue el caso de Bat Sheva, que se enamoró de ella al verla ba-

ñándose en la azotea de su casa, que estaba frente al palacio real. El rey, por su parte, no consideró que co-metía un pecado, ya que ella había recibido el documento de divorcio de su esposo Uriá, que en esos mo-mentos se encontraba en el campo de batalla. Y también cuando el Rey David decidió mandarlo al frente para que muriera, se basó en la ley de que quien desobedecía al rey era considerado Mored bamaljut (“trai-dor al reino”), y merecía la pena de muerte. Ya que Uriá, en una oca-sión, había desobedecido al rey, no se consideraba un delito mandarlo al frente.

Debido a que el Rey David no sentía ninguna culpa, lo cual no le causa-ba hacer teshuvá por lo que había hecho, Dios le mandó al profeta Na-tán, quien le pidió que diera el ve-redicto sobre el caso de un hombre rico, dueño de ganado, que recibió invitados en su casa y, para no sa-crificar su propio ganado, robó a su vecino pobre, su única oveja, la que sacrificó y ofreció a sus invitados. El Rey David se enfureció al escu-char el caso y gritó: “¡Juro que ese hombre merece la muerte!”. En ese momento, el profeta señaló al rey y

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le dijo: “Ese hombre eres tú, el que robó a Uriá su única oveja”.

David se sorprendió, pero cayó en una profunda reflexión junto con el profeta, quien le hizo entender que aun cuando halájicamente había lo-grado esquivar las acusaciones, él seguía siendo el rey y estaba obliga-do a ser el ejemplo para todo el pue-blo de Israel. “Por tanto, serás casti-gado por las dos cosas que hiciste: por arrebatar la esposa a tu prójimo te quitarán a ti tus esposas, y por mandar a matar, habrá muerte en tu casa”. En ese instante entendió el Rey David que desde entonces y has-ta el último día de su vida comen-zaría un proceso de limpieza. De parte de Dios le llegarían castigos, y por su parte se comprometería a una profunda teshuvá. De esta ma-nera limpiaría las graves manchas, y así por lo menos, no quedaría nada pendiente por lo cual necesitara re-gresar.

Entonces, lo primero que hizo el Rey David ante el profeta Natán fue reconocer su pecado diciendo: Jatati laHashem, “He pecado ante Dios”, y el profeta le dice: “Dios decidió no matarte inmediatamente sino darte la oportunidad de corregir tu falta”. En ese momento empezó un pro-ceso difícil y lleno de sufrimientos para el Rey David, a fin de pagar sus deudas.

Como ejemplo, por mandar matar a Uriá, el primer hijo que tuvo con Bat Sheva, falleció después de unos

días de nacido debido a una enfer-medad. Su hijo Abshalom asesinó a su hermano Amnón, hecho que dolió enormemente al Rey David. Y ya que él mismo buscó una ex-cusa de rebeldía para culpar a Uriá, su hijo Abshalom se convirtió en el principal rebelde e incitador contra su padre, y encabezó un golpe de Estado contra su propio padre, Da-vid, quien se vio obligado a escapar, porque Abshalom había decidido asesinarlo. Esa rebelión culminó con la muerte de Abshalom y, de esa forma, una muerte más ocurrió en la casa del Rey David.

Respecto a la falla de la relación con Bat Sheva, en la casa de David ocu-rrieron cosas desagradables, pues su hijo Amnón violó a su hermana Ta-mar. Además en el momento en que el Rey David huye del palacio por la espada de Abshalom, deja atrás a sus concubinas, que son violadas por éste.

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Todos estos sufrimientos fueron acompañados de ayunos, lágrimas y rezos de parte del Rey David para que no quedara ninguna deuda en su alma. Como él mismo escri-bió en su libro de Tehilim: Vejata-tí negdí tamid, “Tengo mi pecado siempre ante mí”, es decir, “No me olvido de él y día tras día procuro limpiarlo”. Como mencionamos al principio, la palabra “limpiar” y la palabra “pecar” se escriben igual en hebreo, para simbolizar que siem-pre es posible limpiar los pecados; sólo hay que dedicarse a ello.

De acuerdo con una de las versio-nes, el motivo por el que el Rey Da-vid escribiera los Tehilim fue para lograr el perdón. Además, fue un estudioso muy dedicado a la Torá que se levantaba desde la mediano-che para estudiar y rezar.

Sumado a eso, todos los ayunos que hacía lo debilitaron, como él mismo expresó en los Tehilim: Bir-cay kashelú mitzom (109:24), “Se me debilitaron las rodillas de tan-tos ayunos”. David, que fue un gran guerrero y hombre muy fuerte, per-dió fuerza y salud por la cantidad de ayunos que realizaba.

Pero a pesar de los sufrimientos que cayeron sobre la casa real de David, y la amargura personal, por lo menos logró el Rey David limpiar su alma, como explica el libro Yaguel Yaacov (53), en nombre de Rabí Moshé Al-shej, que a eso se refirió el Rey Da-vid cuando dijo en Tehilim: Lev tahor…, “Dame Dios, un corazón puro y un espíritu perfecto renueva en mí”, es decir, “Por favor, Dios, no quiero reencarnar para reparar, sino en vida ayúdame a purificar y a per-feccionar mi alma”.

De esta forma el Rey David se con-vierte en un modelo para cada ju-dío. Para enseñarnos que no es ne-cesario reencarnar para reparar, sino que con dedicación podemos lograr en esta vida purificar nuestra alma.

Ruinas del palacio del Rey David.

Libro de Tehilim, Zaragoza (1341).

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Abshalom y El Nazareo

Abshalom fue el segundo hijo del Rey David (aunque hay quienes di-cen que fue el tercero). Su madre fue Maajá, hija del rey de Gues-hur. Era un muchacho muy bello, como dice el Midrash (Azará aru-gué maljut); que fue uno de los seis hombres más bellos que existieron en el mundo, y por ser nazareo de por vida (a diferencia del nazir nor-mal, que debía cortarse el pelo por completo al mes, el nazir perpetuo, como Abshalom, se lo cortaba cada doce meses) tenía una apariencia muy destacada, lo cual incremen-tó en él la soberbia y causó que se sintiera tan poderoso que llegó a ambicionar el trono de su padre mientras aún era rey.

Cuando Abshalom se enteró que su hermana Tamar había sido violada por Amnón, que era el primogénito del Rey David y, por tanto, posible sucesor al trono, no acudió a los tri-bunales para que él fuera castigado, sino que tomó la ley en sus manos y asesinó a Amnón, convirtiéndose así en el hijo mayor y el sucesor di-recto al trono.

Después de tres años de exilio por huir de su padre el Rey David, y hos-pedado en casa de su abuelo mater-no, el rey de Gueshur, Abshalom aprovechó la debilidad de su padre, que tanto deseaba verlo de nuevo, y

regresó a Jerusalén. Ahí empezó a planear el golpe de Estado, y al lo-grarlo, Abshalom quiso hacer oficial su reinado violando a las concubi-nas de su padre, ya que la ley dice que las viudas del rey están prohi-bidas a cualquier ciudadano y per-mitidas sólo al sucesor del reinado. Aunque su padre no había muerto, Abshalom quiso con este acto de-mostrar que él era el nuevo rey.

Abshalom tuvo que pagar por todo lo que hizo:

1.La soberbia, causada por su belleza.2.El asesinato de Amnón.3.La violación de las concubinas.

El Monumento de Yad Abshalom en Jerusalem

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La Mishná (en Sotá 1:8) dice que Abshalom comenzó a pagar en vida lo que hizo. Ya que todo comen-zó con la belleza de su cabello, su caída se inició con su cabello. Sa-bemos que cuando perseguía con sus soldados al Rey David quien era defendido por tropas leales a él, Abshalom cabalgaba a toda carre-ra, y su cabello se enredó de forma inusual en las ramas de un árbol quedando colgado e indefenso ante los soldados del Rey David.

Y por violar a las diez concubinas de su padre, dice el versículo: “Y se acercaron a Abshalom diez solda-dos mientras estaba colgado de su cabello, y cada uno lo atravesó con una lanza” (Shemuel II, 18:15). Es decir, por cada una de las concu-binas que él violó, fue atravesado por una lanza. Además, agrega el Radak (Rabí David Kimji) que en verdad Abshalom debía vivir diez años más, pero le acortaron la vida por la falla de las diez concubinas; eso está insinuado en que a la pala-bra jayav, “su vida” (Shemuel 18:18) le falta una yud, cuyo valor numé-rico es diez, para indicar así que se le restaron diez años de vida.

Y por la rebelión contra su padre, engañando así a todo Israel y al Sa-nedrín, y por asesinar a Amnón, se le acercó Yoab, el ministro de gue-rra del Rey David, quien lo vio col-gado y atravesado con diez lanzas, pero aún vivo, entonces tomó tres puñales y atravesó su corazón, cau-sándole así la muerte.

Éste es un ejemplo de una persona que con su muerte pagó, en parte, los delitos que cometió en vida. De alguna forma, tendrá que seguir pagando con sufrimiento todo el dolor que causó, sea que lo pague arriba, en la “Corte celestial” o aquí, en ciertas reencarnaciones. Como dice la Guemará (Sotá 10b), el Rey David, con sus plegarias, lo-gró subir a Abshalom de los siete sótanos infernales y, paso a paso, fue elevándolo hasta pasarlo al Olam Habá, el Mundo Venidero, aliviándole así un poco la tarea de reparación.

No olvidemos que ya que los cas-tigos fueron por decisión divina, no hay un indicador que haya ha-bido un arrepentimiento personal, que es el eslabón más importante en este proceso, así que esa alma tendrá que regresar al final para de-mostrar que ya cambió.

La Guemará relata (Nazir 4b) sobre el sumo sacerdote Shimón HaTza-dik que testimonió: “Nunca comí de la ofrenda de un nazareo, ya que siempre dudé de la pureza y la buena intención de sus votos, has-ta que me encontré una vez con un nazir muy especial, muy bello, y le pregunté: ‘Hijo, ¿qué te causó pro-meter ser nazir cortando tu pelo y destruyendo tu belleza?’ Él contes-tó: ‘Soy pastor y un día vi mi reflejo en el agua de un pozo, y en ese mo-mento me incitó mi yétzer hará di-ciéndome: Tienes belleza y puedes conquistar con ella. Aprovéchala…

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En ese momento me levanté y dije: ¡Antes que mi belleza sea causa de mi destrucción espiritual, juro ser nazareo rapándome el cabello des-truyendo así mi belleza!’ Lo abracé y lo besé en la cabeza y le dije: ‘Hijo mío, ¡ojalá todos fueran como tú!’”

Aclara el Haramá Mipano (Guilgulé Neshamot 20) que “este nazareo era reencarnación de Abshalom”, es de-cir, que regresó al mundo, después de pagar todos sus delitos, para en-frentar la tentación y esta vez no caer en ella. Como explicamos en la Introducción, la verdadera teshuvá consiste en regresar al mundo con las mismas características que nos hicieron fallar en la vida anterior y

esta vez luchar y controlarlas, como hizo este joven nazareo (Absha-lom).

Al finalizar este texto, vi en el Meam Loez (Shemuel, pág. 188), que cuando habla de Abshalom dice: “La promesa que hizo Abshalom de ser nazir no fue con fines posi-tivos, sino sólo por orgullo y belle-za, ya que un nazir verdadero fue aquel que encontró Rabí Shimón HaTzadik”. El Meam Loez no se de-dicó al sod de los versículos, sino a explicarlos bien y ampliamente, pero con esta cita prácticamente encerró todo lo que ya dijimos, que Abshalom terminó reparándose en ese perfecto nazir.

La tumba de Shimón HaTzadik en Jerusalem.

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Amnón y Tamar

En el libro de Shemuel se relata so-bre lo ocurrido entre Amnón y Ta-mar, los hijos de David (Shemuel II, todo el Capítulo 13). Amnón era el hijo primogénito del Rey David y de su esposa Ajinoam, y por tan-to el candidato más probable para remplazar al Rey David en el trono de Israel; Tamar era también hija de David, pero de otra esposa, Maajá.Amnón se enamoró de su media hermana, al grado de estar dis-puesto a cometer el grave pecado de estar con ella, pero como sabía que ella no aceptaría, consultó a su amigo Yonadav Ben Shamá, quien le aconsejó que se hiciera pasar por enfermo y cuando fuera su herma-na a visitarlo, la violara. Efectiva-mente, eso hizo Amnón.

Obvio que Amnón mereció un se-vero castigo, pero también Tamar tuvo una mínima culpa al ser pro-vocativa. Amnón pagó con su vida, ya que Abshalom, hermano directo de Tamar, lo asesinó. Tamar, como dice el Guilgulé Nes-hamot (70), regresó como la hija de Rabí Yosí, de la ciudad de Yokret, como relata la Guemará (en Taanit 24a): “Rabí Yosí tenía una hija muy bella y, al ser también muy llama-tiva, evitaba salir a la calle con tal de no hacer caer a los hombres en el pecado de lujuria. Un día, regre-só Rabí Yosí de la yeshivá y vio a un hombre que pasó la cerca y es-

taba observando a su hija por una rendija de la casa. Se le acercó y le dijo: ‘¿Qué haces? ¿Qué buscas?’, y el hombre le contestó con sinceri-dad: ‘Tienes una hija demasiado bella y ya no soportamos su recato y su modestia. Ya que ella no sale a la calle, nosotros venimos a ob-servarla’. Rabí Yosí lo regañó y le pidió que se alejara de la casa, y cuando entró, llamó a su hija y le dijo: Hija mía, tu belleza causa mu-cha tentación. Pidamos a Dios que te lleve antes de que hagas pecar a alguien”.

Esta anécdota es muy fuerte, ya que cada uno que la estudia se cuestio-na cómo un padre desea la muerte de su bella hija; pero según lo di-cho anteriormente, se entiende de la siguiente forma: ya que ella era reencarnación de Tamar, cuya be-lleza fue la que descontroló a Am-nón, regresó de nuevo al mundo con la misma belleza y atracción, pero esta vez se cuidó permane-ciendo mucho en su casa, evitando salir a la calle, para no tentar a na-die. Sin embargo, cuando su padre vio que aquel hombre había cru-zado las barreras y quizás tuviera que ver él, con Amnón, y que por un poco más cometería de nuevo la violación, le aconsejó que lo mejor sería pedir a Dios que considerara que su misión en la vida ya había sido completada y la retirara antes de fallar de nuevo. Aunque esa era la filosofía del padre, faltó la prue-ba de tentación entre Amnón y Ta-mar y sobreponerse a ella.

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El libro Guilgulé Neshamot (74), agrega un dato más: en la época de la destrucción del Segundo Templo, después de que los romanos asesi-naron a Rabí Ishmael Ben Elishá Cohén Gadol, arrasaron con todo el pueblo de Israel, esclavizando a muchos de ellos. Cualquier fami-lia tenía historias muy tristes, sin embargo, hay una muy destacada, tanto, que incluso se escribió un lamento especial que se lee cada Tishá BeAv, en el cual se relata la historia del hijo y la hija de Rabí Is-hmael Ben Elishá, el sumo sacerdo-te. Su hijo fue vendido como escla-vo a un hombre y su hija a otro. Los compradores no sabían que eran hermanos y, un día, uno dijo al otro: “Tengo una esclava de Jerusa-lén muy bella”, y el otro le contestó: “Yo compré un esclavo que brilla como el sol. ¿Qué te parece si los juntamos para que tengan hijos tan hermosos como ellos, y luego los vendemos dividiendo la ganancia

entre los dos?” Después de aceptar, los dueños encerraron a los mucha-chos en una habitación y se fueron. Ella se sentó en una esquina, se cu-brió el rostro con las manos y em-pezó a llorar, pensando: “¿Cómo la hija del sumo sacerdote estará con un esclavo?”, y él, en la otra esqui-na y encogido, se decía: “¿Cómo yo, hijo del Cohén HaGadol, tocaré a una sierva?” Así pasaron llorando toda la noche. Al amanecer, cuan-do los primeros rayos del sol ilumi-naron la habitación, se reconocie-ron y se dieron cuenta de que eran hermanos; se abrazaron, lloraron y así fallecieron (Guitín 58a).

Ellos eran Amnón y Tamar, que fueron sometidos a una tentación similar y a una oportunidad nueva para no caer, lo que lograron, y con lágrimas borraron su acto anterior. Y por eso al amanecer fallecieron, porque habían terminado por com-pleto y con éxito su misión.

La tumba de Rabí Yosí, de la ciudad de Yokret, ubicada a lado de Merón.

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La esposa de On-Mijal

Cuando estábamos en el desierto, Kóraj se levantó contra Moshé. En-tre sus seguidores estaba On, hijo de Pélet, quien se convirtió en uno de las cabecillas que dirigían la re-belión. Pero, a diferencia de la es-posa de Kóraj, que incitó a su es-poso a rebelarse, la esposa de On actuó al contrario, diciéndole que no se involucrara porque, pasara lo que pasara, él nunca saldría bene-ficiado pues “el que mal camina, mal termina”.

Él aceptó retirarse, pero temió que cuando Kóraj fuera por él no tuvie-ra la suficiente fuerza para negar-se, a lo que ella le dijo: “Déjamelo a mí. Tú vete a dormir”. Cuando Kóraj llegó, ella se sentó junto a la entrada de su carpa y empezó a peinarse el cabello, algo que no era usual, ya que todas las mujeres debían cubrírselo. Kóraj, con tal de no presenciar una escena de poco recato, se retiró y, de esta forma, On se salvó, ya que ese día fueron castigados con la muerte Kóraj y to-dos sus seguidores.

Sin embargo, la esposa de On tenía una mala cualidad: la de rebajar a su marido, dándole a entender que sin ella él ya estaría muerto y esto le provocaba la sensación de que valía poco. Como dice el Midrash (Bamidbar Rabá 18): “¿Por qué se llamaba On? Porque vivió toda su vida como Onen, enlutado, ya que

fue salvado por su esposa”. Y esto no se entiende: ¿acaso un hombre que tuvo el mérito de que su espo-sa lo salve tiene que vivir como un muerto toda su vida? La explicación es que ella siempre le provocaba la sensación de ser un hombre muer-to y que vivía gracias a ella.

Resumiendo la vida de la esposa de On, podríamos decir que su “ba-tería”, en su lado positivo, tenía la virtud de salvar a su esposo, y por su lado negativo, lo oprimía.

Ella regresó como la hija del rey Shaúl, Mijal, la que fue esposa del Rey David. El Rey Shaúl empezó a sentir envidia de David, hasta tal grado de querer matarlo. Una no-che, cuando David estaba en su ha-bitación durmiendo con Mijal, los rodearon los soldados de Shaúl y, al darse cuenta de ello Mijal, ordenó a David que escapara antes de ser asesinado. “Y Mijal bajó a David por la ventana y huyó, y se salvó” (Shemuel 19:12).

Mijal tomó telas y pieles de cabra e hizo creer a los soldados que su es-poso estaba enfermo, acostado en la cama. Los emisarios volvieron al Rey Shaúl preguntándole si a pesar de su condición de enfermo grave valía la pena matarlo. Shaúl orde-nó que lo sacaran de su cama y lo llevaran ante él, para que él mismo lo matara. Todo esto dió tiempo a David para que se alejara de Shaúl y, de la misma forma que la esposa de On lo salvó de una muerte se-

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gura, Mijal aprovechó también el lado positivo de su “batería” y sal-vó a David.

Sin embargo, la tarea principal está en el lado negativo de la “batería” y, lamentablemente, Mijal también falló. Ocurrió cuando el Rey David regresó el Arca a Jerusalén que es-taba en poder de los filisteos, bailó de alegría por las calles de la ciudad y ella se burló de él diciéndole: “Te comportaste como un don nadie” (Shemuel II, 6:20). Con esas pala-bras rebajó al Rey David, cayendo de nuevo en lo mismo que hizo la esposa de On.

El versículo que sigue dice: “Y Mijal no tuvo hijos…”. Aclaran nuestros Sabios que, por burlarse de David, quien simplemente honró a la Torá con su baile, fue castigada con no tener hijos.

Pero la reparación final está en el Midrash (Shir HaShirim Rabá): “Dijo Rab Idi: Ocurrió con una pareja de la ciudad de Tzidán que después de diez años de casados no habían tenido hijos, y según la ley, después de este lapso de tiempo si no tenían hijos debían separarse para casarse con una nueva pareja y tratar de procrear. Fueron con Rabí Shimón Bar Yojai para preguntarle qué hacer, y él les contestó: ‘Al igual que se casaron con fiesta, hagan una fiesta para divorciarse. Preparen un banquete sólo para ustedes dos, y festejen el divorcio’. Así lo hicieron, sólo que el esposo se embriagó y, al

finalizar, le dijo a ella: ‘Te agradez-co todos estos años. Llévate de mi casa el objeto más valioso que en-cuentres’, y cayó dormido. Cuando despertó, se encontró en una casa distinta, que era la nueva casa de su ahora ex esposa, y le preguntó: ‘¿Qué hago aquí?’, y ella le respon-dió: ‘Dijiste que me llevara la pieza más valiosa que encontrara. Eres tú’. Bañados en lágrimas, regresa-ron con Rabí Shimón, quien des-pués de escuchar esa historia, les dijo: ‘Ahora sí rezaré por ustedes y tendrán hijos”. Y así fue.

La explicación profunda de este he-cho es que ella era la reencarnación de Mijal (y la esposa de On), y al honrar a su esposo, de esa forma re-paró la humillación y, debido a que Mijal por eso no tuvo hijos, esta mujer tampoco podía tenerlos has-ta reparar su falla anterior. Por eso es que, al ver Rabí Shimón que ella había reparado, supo que ahora sí tendrían hijos.

Yael-Esther-YehuditEn la época de la profetisa Debo-rá, se levantó en guerra Siserá, mi-nistro de guerra de Llavín, el rey de Jatzor, contra Israel. El líder is-raelita Barak, hijo de Abinoam, te-mió enfrentarlo hasta que Deborá profetizó y dijo: “En manos de una mujer caerá Siserá”.

En la batalla, Israel empezó a tener éxito, lo cual hizo que Siserá se re-

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tirara. Al pasar él, al lado de la car-pa de Yael, la esposa de Jéver, ella entendió que Siserá estaba huyen-do y le preparó una emboscada: le ofreció que se escondiera de los is-raelitas en su carpa. El Tanaj relata que él pidió agua, pero ella le dio leche, la cual en lugar de refrescarlo lo hizo caer en un sueño profundo. La Guemará (Yevamot 103a) acla-ra que Siserá se acostó varias veces con Yael, cayendo así totalmente rendido, lo cual permitió a ella cla-varle una estaca en la cabeza para matarlo y completar así la victoria de Israel, y afirmar también la pro-fecía de Deborá.

Este hecho de Yael fue analizado por nuestros Jajamim, para eva-luar si Yael actuó adecuadamente

cuando se acostó con el gentil Sise-rá para dar la victoria a Israel. Esa misma pregunta se repitió respec-to a Esther Hamalcá, la reina, que según leí en el libro Or Ner (letra alef) fue la reencarnación de Yael, que una vez más logró salvar al pueblo de Israel, pero ésta vez fue por medio de un casamiento prohi-bido para ella, ya que Ajashverosh no era judío.

Aunque el caso de Esther es me-nos problemático que el de Yael, ya que Yael invitó a Siserá a su car-pa y Esther fue llevada a la fuerza; con todo eso, la reparación toda-vía no se realizó al cien por ciento, ya que en ambos casos se salvó al pueblo judío mediante relaciones prohibidas.

El río de Kishón donde Yael mató a Siserá.

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Esa tarea se completó en Januká, como se relata en el libro Kol Bo (Cap. 44): “Una hija tenía Rabí Yo-janán Cohén Gadol (el abuelo de los jashmonaim), llamada Yehudit, quien vivió en la época en que los griegos dominaban Israel y la cos-tumbre era que cada novia era lle-vada la noche de bodas con el go-bernador griego en turno, lo cual provocaba enojo y alboroto en el pueblo de Israel.

Cuando Yehudit se casó, ofreció un trato al gobernador Haliforni (Ho-lofernes) diciéndole: ‘No me negaré a ir contigo, siempre y cuando no me violes. Te ayudaré a completar la conquista helenista, pues sé que mi padre y los lideres judíos están equivocados’. A Haliforni le gustó

la idea y confió en ella. Cuando ella llegó a su palacio, le llevó manjares de la boda, hechos de queso —al igual que la leche que dio Yael a Siserá—. Pero a diferencia de Yael y Esther, Yehudit logró desnucar a Haliforni antes de que la tocara, completando así la reparación fi-nal de estas grandes salvadoras del pueblo de Israel”.

La tumba de Mordejai y Esther en la ciudad Madaam en Irán la cual era la ciudad biblica Shushán.

La cúpula sobre la tumba.

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Ajashverosh y Vashtí

Todos conocemos la historia de Pu-rim, solamente resaltaré algunos detalles: el hecho de que Purim ocurrió en el exilio, entre el Primer Templo y el Segundo. Al ser des-truido el Primer Templo, los profe-tas del pueblo de Israel anunciaron que nuestro exilio duraría 70 años y después vendría la salvación y re-gresaríamos a Israel para construir el Segundo Templo. El problema era: ¿desde cuándo comenzar a contar esos 70 años? ¿Desde el pri-mer exilio de las tribus de Reubén y Gad; desde el sitio de Jerusalén, o desde la destrucción del Templo, o quizás cuando sacaron al exilio al resto del pueblo de Israel? Eso no estaba claro.

Cuando el pueblo de Israel estaba en Persia, subió al poder Ajashve-

rosh, que había sido el cuidador de los caballos de Koresh, el padre de Vashtí, quien, había concedido ciertos permisos para reconstruir Jerusalem. Vashtí y su esposo, el rey Ajashverosh, detuvieron las obras. Además, ella obligaba a todas sus reconocidas costureras judías a tra-bajar en Shabat, sin ropa, para evi-tar que le robaran las joyas con las que elaboraban sus vestidos.

El libro de Esther relata que Ajas-hverosh realizó la celebración de su ascenso al poder tres años des-pués. El motivo fue que, según sus cálculos, la culminación de los 70 años de exilo del pueblo del Israel terminaban en el segundo año de su reinado. Además sus hechiceros veían en profecía, que el futuro rey de Persia sería un judío (lo cual fi-nalmente se cumplió, con Darío II, hijo de Ajashverosh y Esther; sin embargo, en esos momentos, Ajashverosh ni siquiera se lo ima-

La ciudad Madaam (Shushán Avirá) donde ocurrió el milagro de Purim.

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ginaba). Ajashverosh sentía mu-cha incertidumbre por la llegada de ese año. Al llegar el tercer año y ver que no se había cumplido nada, creyó que la profecía era fal-sa y entonces festejó su ascenso al trono con un banquete que duró 180 días.

Al finalizar la fiesta, dedicó los últi-mos siete días sólo a la comunidad

judía, con el objetivo de desani-marlos a seguir esperando al Mas-híaj y que dejaran de soñar con re-construir el Templo en Jerusalem. Por tanto, se vistió con las ropas del sumo sacerdote que había ob-tenido Nebujadnetzar como botín del Bet HaMikdash. Además, sacó los utensilios del Templo, para que se sintieran en casa y se olvidaran de la redención.

Relieve de Jerjes I. Algunos lo identifican como el conocido Ajashverosh.

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La fiesta culminó cuando en el sép-timo día, que era Shabat, Ajashve-rosh se embriagó y ordenó que se presentara Vashtí, para desfilar sin ropa delante de todos. Al no acep-tar, mandó matarla. De tal forma, Vashtí, que hizo trabajar a las ju-días sin ropa en Shabat, fue asesi-nada en Shabat por no querer apa-recer sin ropa.

Lo que ocurrió después ya es co-nocido por ustedes: Ajashverosh se casó con Esther, Hamán convenció a Ajashverosh de matar a los judíos, Mordejai y Esther organizaron ayu-nos y rezos comunitarios, etcétera.El final de esta historia es cuando Ajashverosh retira el apoyo que ha-bía dado a Hamán para exterminar a los judíos. Uno de los motivos

La tumba del Rey Ajashversosh ubicada en Naqueshe Rostam.

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del cambio de opinión fue que por fin descubrió que su nueva espo-sa Esther era judía y, obviamente, el futuro rey iba a ser judío; y no por una rebelión de la comunidad judía, sino porque se trataba de su propia sangre, su querido hijo.

Ajashverosh terminó siendo muy amable con el pueblo de Israel, per-mitiéndoles matar a todos los ene-migos de los judíos y preparando así el terreno para su hijo, quien nos ayudó a regresar a Israel y re-construir el Templo.

Ajashverosh comenzó a reflexionar sobre Dios y el judaísmo cuando vio que justo en el día de Shabat murió Vashtí por negarse a desfilar desnuda, como explicaron nuestros Sabios en el versículo de Meguilat Esther: “Y vio Ajashverosh todo lo que hizo Vashtí y todo lo que se le decretó”, es decir, él vio que por causar la profanación de Shabat se le había decretado morir en Shabat. Eso encendió en él una chispa de reflexión, pero entonces no la desa-rrolló. Sin embargo, lo hizo en su reencarnación siguiente.

Los Jajamim relatan (Pesiktá Raba-tí 14:62): “Había un jasid que tenía una vaca y decidió venderla a un goy. Cuando llegó Shabat, la vaca se negó a trabajar arando la tierra y no sirvieron de nada los golpes ni los gritos de su nuevo dueño. Eno-jado, éste regresó con el jasid recla-mándole sobre la vaca que le ha-bía vendido. El jasid se dirigió a la

vaca, le murmuró algo al oído y se levantó y empezó a trabajar. El goy se asombró y no entendió lo que pasaba, y sospechó de brujería has-ta que el jasid le explicó que sim-plemente le había dicho: ‘Mientras estuviste bajo mi dominio, yo tenía la obligación de hacerte descansar en Shabat, pero ahora que le per-teneces a él, debes trabajar”. El Mi-drash culmina diciendo que el goy se impactó tanto con lo que vio que se dijo: “Si una vaca sabe diferen-ciar entre un día de la semana y el Shabat, mucho más yo debería re-conocer esa diferencia”, y se convir-tió al judaísmo. Llegó a ser un gran estudioso de la Torá, llamado Rabí Yojanán Ben Tortá, que en arameo significa “El hijo de la vaca”, por lo ocurrido con aquel animal.

Aclara el Haramá Mipano (Guilgu-lé Neshamot 49): “Vashtí reencar-nó en esa vaca desnuda, la cual se negó a profanar el Shabat debido al conocimiento que ella poseía en su alma por hacer que las judías profa-naran Shabat. El goy que la compró era reencarnación de Ajashverosh, quien desarrolló la chispa que se encendió en él aquel Shabat de la fiesta, y ejecutó su fe en Dios al ver el incidente en este Shabat” (y qui-zás el jasid era una chispa de Mor-dejai).

Con base en lo anterior, yo me di cuenta también de otro detalle: casi la única vez que aparece Rabí Yojanán Ben Tortá en los escritos es cuando lleva la contraria a Rabí

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Akivá respecto al gran guerrero Bar Kojbá; pues Rabí Akivá opinaba que él era el Mashíaj y había llega-do la hora de la gueulá, y Rabí Ben Tortá le dijo que Bar Kojbá era un falso Mesías y faltaba aún mucho tiempo para la gueulá (Ejá Rabá 2:4). Sabemos que al final tuvo ra-zón Ben Tortá. De acuerdo con esto, podríamos decir que Ajashverosh

reparó con esto su falta al desani-marnos de la geulá, ya que cuando se vistió de cohén Hagadol y sacó los utensilios del Bet Hamikdash, desmoralizó y apagó la esperanza de la gueulá y esta vez nos salvó de una falsa esperanza, la cual pudo habernos causado una desilusión que nos habría provocado ya no es-perar la gueulá.

En estas cuevas ubicadas en Nahal Heber, se encontraron manuscritos de Bar Kojbá.

Monedas de la revolución de Bar Kojbá.

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El Rey Shelomó ysus reencarnacionesEl Rey Shelomó fue el hijo del Rey David que heredó el trono y reinó sobre todo Israel durante 40 años, desde los 12 años de edad hasta los 52.

Una de sus virtudes más desta-cadas fue su famosa sabiduría, la cual causaba que fueran a visitar-lo reyes y reinas, como la reina de Saba, sólo para disfrutar de su sa-biduría y aprender de él. Además, nuestros Sabios aclaran que el Rey Shelomó era experto en el idioma de los animales terrestres, de las aves y de las plantas, como lo indi-ca el versículo (Melajim 4:33). Sin embargo, con el tiempo, esa sabi-duría se convirtió en su principal obstáculo y el motivo de su caída.

El Rey Shelomó erigió el Primer Templo, cuya construcción tomó siete años y medio, y con ello se cumplió por fin la profecía y el de-seo del pueblo de Israel de construir una Casa para Dios en Jerusalén.

En la misma noche que terminó la inauguración del Templo, reali-zó su boda con la hija de Paró, el rey de Egipto, (unión que fue muy criticada en el Cielo y en la Tierra). Con eso comenzó su descenso en todos los aspectos. Con ese matri-monio, por medio de una conver-sión sólo por interés de parte de la hija de Paró, dio un mal ejemplo a toda la juventud y además a ella no le interesaba el judaísmo ni el ser-vicio en la Casa de Dios, hecho que se comprobó cuando en su noche de bodas cubrió las ventanas de la recámara real con telas negras en las cuales estaban cosidos muchos

Ilustración del encuentro de la Reina de Saba con el Rey Salomón, en el libro de los etíopes, Kebra Nagast del siglo VII.

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diamantes que provocaban la ilu-sión de que aún era de noche y bri-llaban las estrellas, ocasionó que, al día siguiente, se retrasara la hora de sacrificar el Korbán Tamid, que se ofrendaba todas las mañanas.

Además, la hija de Paró llevó su ido-latría al palacio real y el Rey Shelo-mó no se lo impidió. Estos hechos ocasionaron que la inauguración del Bet HaMikdash comenzara con “el pie izquierdo”, como dijo el pro-feta Irmiyahu, quien profetizó en nombre de Dios la destrucción del Templo, diciendo: “Estoy decepcio-nado de este Templo desde el día en que se construyó” (Irmiyahu 32:31).

La sabiduría que tenía el Rey She-lomó le dio demasiada confian-za y creía que muchas leyes no se aplicaban a él. Por ejemplo, la Torá ordenó que el rey no puede tener muchas mujeres, a fin de que no desvíen su mente y su corazón del

servicio a Dios, pero el Rey She-lomó opinó que eso era para una persona normal y no para alguien superdotado como él. Por ello, al final se permitió tener mil mujeres, como lo indica el libro de Melajim 11:3: “Y tuvo 700 esposas, 300 con-cubinas…”; pensando Shelomó que al ser muchas de ellas princesas de los reinos vecinos de Israel, man-tendría así la paz en todo su país, ya que ninguno de sus suegros le declararía la guerra.

En verdad, esta estrategia de paz funcionó a nivel político, pero no funcionó a nivel espiritual, pues al final se cumplió la advertencia de la Torá y el Rey Shelomó terminó perdiendo el control sobre sus es-posas, de manera que el palacio real se convirtió en un lugar de múlti-ples servicios paganos de cada una de ellas a su dios. Eso provocó que la historia del Rey Shelomó en el Tanaj finalice con un versículo tan fuerte como éste: “Y las esposas del Rey Shelomó desviaron su corazón hacia la idolatría…”. Aclaran nues-tros Sabios que el rey no hizo idola-tría, pero al permitir a sus esposas realizarla y no reprocharlas, se con-sideró como si él mismo la hubiera hecho. (Les recuerdo que el castigo para un pecado como éste es sekilá, lapidación).

Así sucedió con la prohibición de la Torá de que el rey no puede estar obsesionado con el dinero, el oro o los diamantes. Esta ley también la transgredió el Rey Shelomó llenan-

Ilustración del templo de Salomón.

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do las calles de Jerusalén con rique-zas. Sin embargo, terminó malgas-tando todo hasta que al final tuvo que imponer un pago a cada habi-tante del pueblo que quisiera ir a la Casa de Dios, a modo de impuesto. Este error es el que provocó la re-belión de Yerobam Ben Nevat, que terminó con la división del Reino de Israel.

La tercera advertencia de la Torá al rey es que no puede tener muchos caballos egipcios, a fin de no man-tener contacto con el país que nos había esclavizado, ya que eso pue-de causarnos regresar allá. Tam-bién esta ley la desobedeció el Rey Shelomó, a tal grado que su carroza real era llevada por caballos egip-cios así como su caballería.

Todo esto provocó que Dios se eno-jara con el Rey Shelomó, como se expresa fuertemente en el versícu-lo (Melajim 11:9 y 10): “Y se enojó Dios contra el Rey Shelomó por no cuidar lo que Él ordenó…”.

El Rey Shelomó construyó el Tem-plo y realizó gran cantidad de sa-crificios lo que quizá le hizo sentir que con ello cumplía con Dios y eso compensaría sus errores. Pero no fue así, y el mismo que levantó el Templo fue el mismo que causó su destrucción (410 años después). No solamente en el aspecto espiritual —ya que el principal motivo fue la idolatría que inundó Israel y cuya semilla germinó con las esposas del Rey Shelomó—, sino también en el

aspecto físico, ya que el destructor, Nebujadnetzar, fue descendiente de la reina de Saba, que fue a Jerusalén para conocer la sabiduría de Shelo-mó y regresó embarazada de él a su nación (Shalshelet HaKabalá 44).

Resumamos, por tanto, la tarea de reparación que correspondió al alma del Rey Shelomó:

1.Se casó con la hija de Paró y de otros reyes idólatras, todas conver-tidas por interés.

2.Tuvo muchas mujeres, mucho di-nero y muchos caballos egipcios, lo cual está prohibido por la Torá.

3.Buscó la paz por medio de la asi-milación.

4.No reprochó a sus esposas por cometer idolatría.

5.Impuso pagos por ir a la Casa de Dios.

Descifrar las frases que pronun-ciaron los Sabios del sod diciendo

Grabado de Nabucodonosor

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que el Rey Shelomó reencarnó en el profeta Irmiyahu, en Hilel Ha-zakén y en Rabí Tarfón realmente no fue una tarea fácil. Pero gracias a Dios, y sólo a Él, logré armar este rompecabezas. A continuación les presento la conclusión, basada en lo escrito en el libro Guilgulé Nes-hamot (40 y 60), donde dice que el mismo Rey Shelomó, al final de su vida, se quedó intrigado y preocu-pado por saber en quién regresaría para repararse diciendo, en su últi-mo libro, Kohélet (2:12): “Y me de-diqué a analizar y ver… el hombre que vendrá después del rey”, en re-ferencia a sus reencarnaciones futu-ras, ya que sabía que tenía mucho por reparar. Y en verdad, Shelomó Hamelej tuvo que regresar cuatro veces más.

El Rey Shelomó-el profeta Irmiyahu (segunda reencarnación)

El profeta Irmiyahu vivió en la épo-ca de la destrucción del Primer Tem-plo. Él fue quien advirtió mediante muchísimas profecías que, mientras no cambiaran su mala conducta es-piritual hacia Dios causarían que el rey de Babilonia, Nebujadnetzar destruyera Jerusalem y el Templo. Esas malas noticias causaron que el profeta Irmiyahu fuera odiado y rechazado por todos, incluyendo su propia familia. Pero él no cesaba y seguía advirtiéndoles; entraba al Patio del Templo, se paraba ante la

multitud y les suplicaba que cam-biaran para que no fuera destruido el Templo. Sin embargo, como esa época era de paz y tranquilidad na-die le hizo caso.

Sin embargo, al insistir, fue lleva-do a prisión por los reyes de Israel, quienes lo consideraron un falso profeta y desmoralizador del pue-blo. En verdad, lo que procuraba hacer el profeta Irmiyahu era repa-rar el daño que comenzó cuando fue el Rey Shelomó, como él mis-mo dijo en la profecía mencionada arriba de que Dios estaba a disgus-to con el Templo desde el día en que se inauguró. Por ello, el profeta Irmiyahu (el Rey Shelomó) intentó salvar el Templo de su propio des-cendiente, Nebujadnetzar, y repro-char al pueblo por haber caído tan bajo en la idolatría que él permitió que sus esposas siembren.

Al respecto me di cuenta de una profecía directa del profeta Irmi-yahu (44:15) hacia los hombres, pidiéndoles que reprocharan a sus esposas por hacer idolatría. Con esto el profeta Irmiyahu intentaba reparar el hecho de que él no repro-chaba a sus esposas idólatras cuan-do fue el Rey Shelomó. Lamenta-blemente, el profeta Irmiyahu no lo logró y el Templo fue destruido por Nebujadnetzar. Pero por lo me-nos lo intentó, y con lágrimas, ayu-nos, reproches y encarcelamientos pagó Shelomó, en su reencarnación como Irmiyahu, las consecuencias de la “buena vida” que tuvo.

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El profeta Irmiyahu fue el único hombre a quien Dios le ordenó que no se casara (Irmiyahu 16:2). Y aho-ra entendemos por qué: vino a re-parar el pecado del exceso de muje-res que tuvo Shelomó; por ello esta vez debía abstenerse de cualquier relación conyugal. Además, con su vida de pobre, viviendo quizá sólo de limosnas, el profeta Irmiyahu pagó el derroche del Rey Shelomó.Por la paz negativa del Rey Shelo-mó, con la cual logró tranquilidad política a costa de las leyes de Dios, el profeta Irmiyahu es conocido como un profeta de conflictos, por-que terminó peleando con todos, desde su familia hasta los grandes reyes de Israel por difundir la pala-bra de Dios.

El punto más importante, sorpren-dentemente, está en que, después de la destrucción del Templo, un líder llamado Yojanán ben Kareaj decide llevarse al resto de los ju-díos a Egipto, algo que alarmó al profeta Irmiyahu y por esto salió gritando que por favor no regre-saran a ese país, intentando repa-rar así la adquisición de caballos egipcios por el Rey Shelomó, lo que había advertido Dios que nos causaría regresar un día a Egip-to. Sin embargo, el profeta Irmi-yahu no logra evitarlo e incluso él mismo es llevado por la fuerza a Egipto, donde fue apedreado por judíos rebeldes y asesinado (Séder Hadorot y Midrash Hagadá Bami-dbar 30:11). Con esta sekilá paga el Rey Shelomó la idolatría que se

realizó en su casa por la egipcia, hija de Paró.

El Rey Shelomó-Hilel Hazakén (Tercera Reencarnación)

Hilel vivió en la época del Segun-do Templo (siglo I antes de la era común). El segundo Templo se construyó con el liderazgo de Ezrá HaSofer, pero al paso de los años se perdieron muchas de las cos-tumbres y parte de las leyes del ser-vicio debido a un mal manejo de los cohanim, y fue gracias a Hilel Hazakén que se recuperaron.

De esta forma volvió el Rey She-lomó (Hilel) a cuidar su Templo, y es curioso que justamente la ley que llevara a Hilel a ser nombrado

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como el presidente de todo Israel (al igual que Shelomó fue el rey de todo Israel) fue respecto al sa-crificio de Pésaj, en el que todo el pueblo se olvidó de un detalle de esa ley, e Hilel, basándose en varios versículos que hablan del sacrificio Korbán HaTamid, logró restablecer-la (Pesajim 66a). Paradójicamente, es el mismo sacrificio que se retra-só aquélla mañana cuando la espo-sa del Rey Shelomo, la hija de Paró, oscureció la habitación para que no se levante, causando que se poster-gue el Korbán Hatamid. Con este korbán empezó el descenso del Rey Shelomó y a su vez el ascenso de Hilel.

Además, Hilel es uno de los pocos rabinos sobre los cuales se ha dicho que entendía las conversaciones en-tre árboles, flores, aves, animales, etc., al igual que el Rey Shelomó (Maséjet Sofrim 16:9).

Respecto a su antecedente espiri-tual como el profeta Irmiyahu, se relata en la Guemará (Sanedrín 11a) que una vez estaban sentados los grandes sabios de Israel en Je-ricó y escucharon una bat kol, una “voz divina”, la cual dejó de existir después de la época de los tanaitas, que les dijo: “Desde que murieron los últimos profetas, sólo hay re-velación Divina por medio de bat kol. Sin embargo, entre ustedes hay uno que en verdad se merece alcan-zar un nivel de profecía como el de Moshé Rabenu, sólo que su gene-ración no es apta para eso”. En ese

momento, todos los sabios dirigie-ron la mirada hacia Hilel Hazakén, para indicar que todos sabían que se trataba de él. Ahora entendemos que eso se debía a su categoría de profeta, habiendo sido él, el profeta Irmiyahu.

Hilel fue considerado un hombre muy humilde, a tal punto que la Guemará (Shabat 31a) dice: “Siem-pre debe procurar la persona ser humilde como Hilel…”, pero eso lo alcanzó no sin antes haber probado las malas consecuencias del orgullo proveniente del exceso de sabidu-ría, como se relata en la Guemará de Pesajim (66a), que dice que des-pués de que vio Hilel la falta de co-nocimientos halájicos que tenía el pueblo, y que él los poseía con gran sabiduría, los regañó y humilló di-ciéndoles: “Son flojos, ¡qué lástima que no hayan acudido como yo a las clases de Shemayá y Avtalión!” En ese instante le preguntaron una ley muy obvia respecto a Shabat, y olvidó la respuesta, entendiendo que había sido una señal Celestial para no volver a caer en la soberbia de la sabiduría, y que, según en-tendemos ahora, fue la misma fa-lla que tuvo como el Rey Shelomó que su soberbia le causó transgre-dir las leyes del reinado diciendo que no se aplicaban a él. Por tanto, se convirtió Hilel en una persona tan humilde que hoy es todavía un modelo a seguir para cada uno de nosotros. También fue un modelo de advertencia contra la soberbia causada por exceso de inteligencia,

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como dijo Rabí Yehudá, en nombre de Rav: “Cada sabio que se enor-gullezca de su sabiduría la perderá por lo menos por un instante, y eso lo aprendemos de Hilel”.

Al igual que el profeta Irmiyahu, Hi-lel se paraba en el Patio del Templo, en la festividad de Sucot, cuando se congregaba allí la mayoría del pue-blo de Israel, y exclamaba: “Si cuida-mos que Dios siempre esté morando en esta Casa, nada nos faltará. Pero si Lo alejamos de Su Casa, de nada servirá todo lo que tengamos”. Y en nombre de Dios seguía diciendo: “Si tú vienes a Mi Casa y la cuidas, Yo iré a tu casa para brindarte pro-tección. Si no proteges Mi Casa, no protegeré la tuya” (Sucá 53a).

Con esto hacía Hilel un trabajo de prevención para que el Templo fue-ra cuidado y protegido, y no destrui-do. Así llevó a cabo el esfuerzo de proteger el Templo que el profeta Irmiyahu no logró concretar.

En cuanto a las conversiones equi-vocadas realizadas por el Rey She-lomó, sobre Hilel nos relata la Gue-mará (Shabat 31a) de varios gentiles que desearon convertirse por amor a la Torá y a Dios, y fueron rechaza-dos por el gran rabino Shamay, pero aceptados por Hilel, quien con hu-milde sabiduría logró convertirlos en grandes estudiosos de la Torá. Y como ellos mismos testimoniaron diciendo: “Gracias a Dios y gracias a la sencillez de Hilel logramos ape-garnos a la Torá y a la Presencia Divi-

na”. Con esto Hilel logró reparar las conversiones dudosas de las esposas de Shelomó hechas por el interés de casarse con él.

Respecto al pago que impuso el Rey Shelomó por subir al Templo, que seguramente impidió a mu-chos ir a la Casa de Dios, la historia de Hilel comienza con la anécdota que relata la Guemará (Yomá 35b) que en esa época había que pagar para entrar a la Casa de Estudio y el que no tenía dinero no podía en-trar. Hilel era muy pobre, ganaba seis monedas al día, con tres comía y tres las pagaba para entrar a estu-diar. Cierto invierno, no tuvo dine-ro y con tal de no perderse la clase, subió a la azotea y se acostó sobre el tragaluz para escuchar desde allí. Esa noche nevó muy fuerte y debido a su concentración en la cla-se y su cansancio terminó desma-yándose por la congelación, y casi paga con su vida el hecho de tener que pagar para entrar a la Casa de Estudio. Ahora podemos entender que esto representó un castigo para Hilel por lo que hizo como el Rey Shelomó.

El rey Shelomó logró una paz nega-tiva casándose con todas las prin-cesas gentiles de alrededor y el pro-feta Iymiyahu provocó peleas que con sus profecías, ambos llegaron a extremos que fueron malos, ya que no debemos amar a la gente dando la espalda a Dios, ni amar a Dios dando la espalda a la gente, sino como dijo Hilel (en Maséjet Avot

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1:12): “Procura ser de los alum-nos de Aharón: ama y persigue la paz, ama al prójimo y acércarlo a la Torá”. Así estableció Hilel la perfec-ción que debe alcanzar el yehudí: ser bueno con Dios y con la gente.

El Rey ShelomóRabí Tarfón (Cuarta Reencaranación)Dice el Haramá Mipano que el profeta Irmiyahu (que era reencar-nación del Rey Shelomó) regresó como Rabí Tarfón.

Rabí Tarfón vivió la destrucción del Segundo Templo, al igual que Irmi-yahu presenció la del Primer Tem-

plo. Con esa tristeza y angustia de ver cómo era destruido el Segundo Templo, pagó de nuevo el Rey She-lomó con lágrimas, haber causado el mal comienzo del Primer Templo.

La Guemará Yerushalmí (Yebamot 4:12) relata que Rabí Tarfón era sa-cerdote, por lo que recibía grandes cantidades de ofrendas de todo tipo y contribuciones que se daban a los cohanim; esa comida era sagrada y sólo el Cohén, su esposa e hijos podían comerla. Ya que en esa épo-ca muchos judíos sufrían hambre, Rabí Tarfón decidió hacer algo in-usual: se casó con 300 mujeres po-bres sólo para poder darles de co-mer de esa comida sagrada. De esa forma reparó el casamiento del Rey Shelomó con las 300 concubinas.

Además, se relata en Maséjet Kalá que en cierta ocasión Rabí Akivá fue a ver a Rabí Tarfón y le dijo: “Tienes, gracias a Dios, muchísimo dinero. Tengo la oportunidad de comprarte una aldea o dos. Dame cuatro mil monedas de oro y harás el negocio de tu vida”. Rabí Tarfón aceptó y le dio esa suma, pero Rabí Akivá, en lugar de comprar las propiedades, repartió el dinero a los niños po-bres. Después de un tiempo, le dijo Rabí Tarfón: “¿Puedes llevarme a ver las propiedades que compraste para mí?” Rabí Akivá dio la mano al anciano Rabí Tarfón y lo llevó a los colegios y a las casas de estudio, y señalando a los niños le dijo: “Aquí están tus propiedades”. Con inmen-sa emoción, Rabí Tarfón agradeció

La tumba de Hilel Hazakén en Merón.

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a Rabí Akivá. Con este hecho ayu-dó Rabí Akivá a Rabí Tarfón para reparar el mal derroche de dinero del Rey Shelomó.

Resulta interesante observar una ley en la que se equivocó Rabí Tar-fón, como relata la Guemará (Sane-drín 33a). Se trata de una vaca que provenía de Egipto a la que se le había extraído la matriz. El dueño preguntó a Rabí Tarfón: “Después de degollarla me di cuenta de este defecto. ¿Es kosher o no?” Rabí Tar-fón contestó: “Tírala a los perros. No puedes disfrutarla”. Sin embar-go, los Jajamim lo corrigieron ex-

plicándole que la vaca provenía de Egipto y allá era costumbre que, al sacar del país ganado y caballos de raza egipcia, les extraían la matriz para que no procrearan en otra na-ción. Rabí Tarfón lamentó mucho su error.

Según el sod, podemos entenderlo, en lo profundo de su alma sentía un gran rechazo por lo que proviniera de Egipto, ya que la mujer que trajo de allá arruinó su vida cuando fue el Rey Shelomó, así como los caba-llos egipcios que adquirió provoca-ron el regreso de Israel a Egipto en la época del profeta Irmiyahu.

La tumba de Rabí Tarfón.

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El Rey ShelomóRabí Abraham Haleví (Quinta Reencarnación)

El Marán HaJidá escribió en su libro Shem Haguedolim una anécdota increíble, la cual, pienso yo, puede darnos una conclusión interesan-te de toda la reparación del alma del Rey Shelomó. “En la ciudad de Tzefat, hace 450 años, en la época del Arizal, vivió un jasid muy gran-de llamado Rabí Abraham Haleví Berujim, que se encargaba todas las noches de levantar a la gente para que rezara tikún jatzot. Éste es un rezo especial que realizan cada me-dia noche los tzadikim, sentados en el piso, ponen ceniza en su ca-beza y lloran la destrucción de los Templos.

Rabí Abraham era el promotor en Tzefat para este rezo. Un día se en-fermó tan gravemente que lo dieron por muerto y cuando fue el Arizal a visitarlo, Rabí Abraham le dijo: ‘Por favor, Rabí, reza por mí. Quiero se-guir motivando a la gente para que rece por la destrucción de los dos Templos y que clamen a Dios por la construcción del Tercero’. Arizal le respondió: ‘Voy a pedir que te cures, con la condición de que incrementes tus esfuerzos para que todos lloren y recen por el Templo. Pero para que te motives más, prométeme que lo primero que harás al levantarte será viajar a Jerusalén e irás al Kotel, don-de rezarás con todo tu corazón ante

la Presencia Divina (que cabalística-mente es considerada “la reina” por medio de la cual Dios se refleja en la Tierra), y quiero que sepas que esta labor es tu obligación ya que tú eres la reencarnación del profeta Irmi-yahu’”. Al curarse de manera mila-grosa, Rabí Abraham emprendió su viaje a Jerusalem y, de regreso, con temor y estremecimiento, contó al Arizal lo que había visto:

“Después de llorar toda la noche so-bre las piedras del Kotel, vi una ima-gen inusual, indescriptible, como una mujer vestida de negro, lloran-do por su casa, que había sido des-truida, y por sus hijos, que habían sido exiliados.

Un judío rezando tikún jatzot.

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La imagen fue tan fuerte que me desmayé. Y como en sueños vi esa imagen otra vez limpiando mis lá-grimas y diciéndome: ‘Consuélate, Abraham, hijo mío.

Gracias a tus lágrimas y al rezo de tikún jatzot que promueves, te prometo que en unos años llegará el día en que regresarán todos los hijos a su Tierra, Israel”. El Arizal sonrió y le dijo: “Viste a la Shejiná Divina. Vivirás 22 años más. Dedí-calos a tu misión”. Y efectivamente así ocurrió.

Es increíble comparar este hecho con lo relatado en el libro de Irmi-yahu sobre un encuentro que tuvo con una extraña imagen vestida de negro, que le decía que no sabía por quién llorar, si por el esposo que la abandonó, la casa que fue destruida o por los hijos que fueron enviados al exilio. Esa imagen era la misma que presenció Rabí Abraham HaLe-ví, la imagen de la Shejiná velando por el pueblo de Israel, la cual pide a Dios por la gueulá y regresar así a los días de gloria del pueblo de Israel con la construcción del Tercer Templo, como en los años iniciales del Rey Shelomó.

El Espíritu de Pileguesh Baguivhá

Como introducción a esta parte, quiero aclarar que existe la posi-bilidad de que un alma no tenga el honor de reencarnar y entonces esté en el mundo reparando como espíritu sin cuerpo. Esta situación de estar deambulando por el aire es fastidiosa, pero es una de las for-mas de limpiar los errores que hizo esa alma. (Si no se entendió, en esta sección se entenderá).

Al final del Libro de Shofetim (Caps. 19-21) se relata sobre una guerra entre hermanos. El ejército de Israel se congregó para eliminar a la tribu de Binyamín. La guerra fue muy dolorosa y cobró muchísi-mas vidas, y esa tribu casi fue ex-terminada. A los pocos que sobre-vivieron se les prohibió casarse con

Ilustración del Tercer Templo.

El lugar de rezo y estudio del Arizal.

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mujeres de las demás tribus de Is-rael y sólo después de muchos años se les perdonó, de manera que gra-dualmente esa tribu se recuperó.

El motivo que llevó a todo esto fue el siguiente: un hombre de la tribu de Leví, que vivía en Har Efraim, tenía una concubina. El versículo dice que ella se prostituyó mien-tras vivió con él y, por tanto, se separaron. Luego de un tiempo, el hombre decidió recuperarla y fue a casa de su suegro, en Bet Léjem, para pedirla de nuevo. Al cabo de unos días, emprendieron el regreso a Har Efraim.

Al anochecer, temieron hospedarse en la ciudad de Yebús, y decidie-ron seguir el camino hasta llegar al territorio de Binyamín. Cuando llegaron, no encontraron quien los aceptara y hospedara, hasta que un anciano, que regresaba de sus la-bores en el campo, los vio y aceptó hospedarlos. Mientras tanto, varios jóvenes inmorales tomaron a la concubina del hombre y la violaron

hasta que murió. La tribu de Binya-mín no aceptó entregar a la justi-cia a esos jóvenes, lo que ocasionó que el pueblo de Israel declarara la guerra a esa tribu hasta casi exter-minarlos.

La Guemará (en Kidushín 29b) re-lata que el Rabino Ajá Bar Yaacov decidió ir a estudiar a la yeshivá de Abayé. Cuando Abayé se enteró, re-unió a todos sus alumnos y les dijo: “Sabemos muy bien que en nuestra yeshivá hay un espíritu negativo que les provoca a ustedes, queridos alumnos, muchos sufrimientos y molestias. Les pido, por favor, que cuando venga Rab Ajá Bar Yaacov a estudiar aquí, no le den hospeda-je y dejen que él duerma solo en la yeshivá, ya que sólo él podrá repa-rar el problema que tenemos”.

Los alumnos, sin entender mucho, obedecieron al Rab. Al día siguien-te de haber dormido en la yeshivá, Rab Ajá se aproximó al rabino de la yeshivá, Abayé, y le contó con emoción y estremecimiento el sus-to que experimentó la noche que durmió en la yeshivá y cómo logró, en siete fases, hacer que se retirara el espíritu maligno que habitaba en el lugar. Abayé le respondió con una leve sonrisa: “Sabía que sólo tú podrías resolverlo”.

El Haramá Mipano amplía (Guil-gulé Neshamot 25) la explicación profunda que Abaye dio a todos los involucrados: “Yo, Abaye, soy aquel anciano que recogió al hombre de la

El símbolo de Binyamín.

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tribu de Leví, de Har Efraim (tam-bién Abaye pertenecía a la Tribu de Leví), y como todo comenzó en mi casa, toda la reparación también debía ocurrir en mi casa, es decir, en mi yeshivá. El espíritu negativo que teníamos aquí era el alma de la concubina, que por prostituirse y profanar su cuerpo, no tuvo la dignidad de regresar en un cuerpo. Todos ustedes, queridos alumnos, que fueron agredidos por ella, son la reencarnación de los jóvenes que la violaron. En este viaje, los cui-dé enseñándoles valores, modales, mucha Torá, y salvándolos de cual-quier acto inmoral, como el que

hicieron en su vida pasada. Pero te-nían que pagar con sufrimientos ese placer prohibido. Cuando escuché que tú, el gran Rab Aja Bar Yaacov, venías a la yeshivá, descubrí que eres la reencarnación del esposo de aquella mujer y, por tanto, imaginé que sólo tú podrías calmar la ira de ese espíritu y convencerle de que los alumnos pagaron y repararon su error, y que ya era suficiente ese sufrimiento, tanto para ellos como para ella. Ya que tú también tuvis-te un poco de culpa en todo esto, sufriste esta noche. Pero ya todos pagaron y limpiaron las manchas de su alma”.

La tumba de Abaye y Raba

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Capítulo 4

Preguntas y Respuestas

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El tema de la reencarnación des-pierta muchas preguntas, ya

que cuando empezamos a enten-der que todo está tan calculado y que cada acción provoca una re-acción para una posible y futura reencarnación, deseamos entender mejor las reglas del juego e inten-tar, mediante ello, descifrar por lo menos en parte, nuestra vida y, por supuesto, nuestra misión.

La mayoría de las preguntas que presentaremos a continuación son las que a mí, en lo personal, me in-quietaron cuando empecé a abor-dar este tema, y otras que ustedes mismos me hicieron al finalizar las conferencias que impartí sobre la reencarnación.

Es importante aclarar que en este tema, a pesar de que hay muchas re-glas, hay también excepciones. Por tanto, las respuestas serán de acuer-do con las reglas más generales. Pero no olviden que hay excepciones.

¿La reencarnación es voluntaria?Aparentemente, hay una contradic-ción. Por un lado, como explica-mos en la Introducción, sabemos que el alma quiere venir al mundo para merecer con dignidad el pago y no obtener “el pan de la vergüen-za”, por lo tanto se entiende que es voluntaria. Por otro lado, dicen nuestros Sabios: “Contra tu volun-tad vienes al mundo…”

Aprovecharemos esta pregunta para aclarar el concepto correcto de la reencarnación: ¿es un favor que Dios nos hace o es un castigo? Algunos cabalistas lo veían como jésed, “bondad” (y es la línea que seguimos en este libro) y otros como una forma de pagar por me-dio de sufrimientos las malas ac-ciones cometidas en una reencar-nación pasada.

Ambos tienen razón, ya que la ma-yoría de las reencarnaciones real-mente son por bondad. La primera vez que Dios nos manda al mundo, nos da una vida buena con libre al-bedrío y si fallamos y no lo repara-mos con la teshuvá, nos otorga otra oportunidad en la siguiente reen-carnación, y gracias a las buenas herramientas que nos proporciona, podríamos reparar y cumplir nues-tra tarea. De esta forma, la reencar-nación es una bondad.

Sin embargo, no se puede negar que existen personas con un sufri-miento grande en la vida que segu-ramente están limpiando, con do-lor, las manchas de su alma (como autistas, inválidos, etc.).

Como dijo Hilel en Pirké Avot, cuando vio un cráneo que flotaba sobre un río, que indicaba que el individuo había sido decapitado: “Por decapitar a otro, viniste de nuevo para ser decapitado…”. So-bre estos casos de reencarnación dijeron nuestros Sabios: “Contra tu voluntad vendrás al mundo…”, en

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referencia a aquellas almas peca-doras cuyas acciones causaron que tuvieran que regresar con una vida cargada de pena y dolor.

Pero es importante aclarar que, de un modo u otro, al final siempre es un favor de Dios con esa alma, ya que el propósito último es pu-rificarla, permitiéndole así el gran placer y regocijo espiritual en el Mundo Venidero.

¿Es posible saber quién regresa por jésed y quién por castigo?La mayoría de las personas regre-san para enfrentar los errores que cometieron y para darles la oportu-nidad de no caer esta vez. Sin em-bargo, cuando un niño nace con un defecto, o sufre un accidente a edad muy temprana, incapacitán-dolo en determinado porcentaje, no es un hecho “de mala suerte”, ni mucho menos de injusticia Divina, sino que es claramente una cuenta pendiente de la vida pasada (Séfer HaEmunot 7:2).

Por ejemplo, una persona que dejó ciega a otra, o mediante un acto bárbaro la dejó sorda, etc., es po-sible que esta vez tenga que regre-sar sin el miembro que dañó en su compañero en la vida pasada. O quizá padezca un problema físico o de salud en ese miembro. Como

dijo la Torá: “Ojo por ojo, mano por mano, pie por pie…”. Y aclara-ron nuestros Sabios que no se refie-re literalmente que, a quien quitó un ojo se lo quitemos también, sino que le cobraremos el daño y compensaremos al dañado.

Preguntan los comentaristas del sod: “Entonces, ¿por qué la Torá dijo ‘ojo por ojo’, y no dijo ‘dine-ro por ojo’?”, y responden que “ojo por ojo” es en caso de que no pague el agresor en esta vida, por lo tanto, lo tendrá que pagar, no por tribu-nales terrenales, sino por la justi-cia Divina, cuando en su siguiente reencarnación carezca del mismo miembro que quitó al otro. De tal forma, pagará y limpiará su mala acción.

Como dijimos en la introducción a este capítulo, hay excepciones y, por tanto, está prohibido que a cada persona con un defecto le di-gamos o que pensemos que lo tiene por una agresión que cometió en una vida pasada, ya que a veces el defecto no viene como castigo, sino como una insinuación de la tarea de reparación. Por ejemplo, como vimos en el capítulo anterior, en la sección que señala que Moshé fue la reencarnación de Nóaj, ya que Nóaj no habló ni reprochó a su generación, Moshé desde niño fue tartamudo, y ese defecto le insinua-ba qué vino a reparar.

Otro ejemplo que nos ayudará a entender qué tan difícil es descifrar

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por qué vino una persona a este mundo con un defecto es el caso de Eldad y Medad. Ambos vivieron en la época de Moshé, cuando vi-víamos en el desierto. Recibieron una profecía que les indicaba que Moshé iba a morir y que Yehoshúa nos llevaría a la Tierra de Israel. Esa misma profecía llegó también a los 70 lideres espirituales de Israel, pero era una profecía interna, para que no fuera conocida por el pú-blico. Sin embargo, Eldad y Medad transgredieron la orden y revelaron la profecía. Por hablar lo prohibi-do regresaron los dos en la época talmúdica, como relata la Guemará (Jaguigá 3a): “Había dos hermanos, vecinos de Rebí, que eran mudos, que asistían a todas las clases de Torá y se veía que sabían mucho, pero no podían expresarse, lo que les causaba gran sufrimiento, hasta que Rebí hizo un rezo muy grande por ellos y los curó”. Haramá Mi-pano aclara que ellos eran la reen-carnación de Eldad y Medad, que pagaron con ser mudos el hecho de hablar y revelar la profecía.

Agrega Marán HaJidá que, como re-velaron algo concerniente a Moshé, que era el Rabino Principal, se cu-raron sólo por medio de Rebí, que era entonces el Rabino Principal.

Por tanto, vemos que un defecto fí-sico, especialmente cuando ocurre antes de los 13 años en los niños, o a los 12 en las niñas, representa una falla en el alma. El alma, al igual que el cuerpo, contiene 248

miembros y, en consecuencia, una mancha en un miembro del alma se reflejará en el cuerpo, en el miem-bro correspondiente. Sin embargo, es difícil y está prohibido para cual-quiera de nosotros señalar a la per-sona que posee el defecto cuál fue su pecado, ya que, como vimos en los ejemplos anteriores, puede ser que esa persona agredió a otra en ese miembro o, simplemente, falló al no usar correctamente. No so-mos cabalistas ni nada parecido y no tenemos el derecho de humillar al prójimo, sino, más bien, debería-mos envidiarlo, porque por lo me-nos a él Dios le insinuó cuál es su defecto y tiene una pista por dónde empezar su reparación.

Nosotros, sin embargo, quizá no tuvimos ese honor y debemos es-forzarnos en descifrar nuestros defectos y nuestras tareas de repa-ración.

¿Cómo podemos saber si vinimos a reparar mu-chos errores o sólo uno?

Hay personas que regresaron a re-parar muchos errores y casi todos los días se enfrentan a una tarea de reparación, y hay otras que quizá toda su vida fue una preparación para crear una escena y cumplir la misión en la que fracasó en su vida anterior. Sea como fuere, am-

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bas deben llevar una vida perfecta, acorde con las leyes judías, acom-pañada de rezos y estudio de Torá y cumplimiento de las mitzvot, lo cual además de ayudarles a no caer en otros errores, les brindarán las herramientas y la ayuda espi-ritual para superarse y cumplir su misión.

Me gustó un ejemplo que leí en el libro Beain Yehudit. Sólo lo amplia-ré un poco, pues creo que nos sirve para responder esta pregunta.

Nuestras vidas se parecen a un con-cierto de una orquesta filarmóni-ca. La orquesta está compuesta de muchos músicos, cada uno con su instrumento, que es su herramien-

ta para subir al escenario y cumplir su misión. Al realizar su función se le otorgará su pago. Algunos de los miembros de la orquesta, durante el concierto, tocan casi constante-mente; otros tocan sólo cuando les corresponde, y hay uno, digamos el del gong, que lo hace sonar sólo una vez en toda la interpretación, cau-sando “el gran gong”. Todos ellos tienen que ir a todos los ensayos, arreglarse y vestirse con ropa de eti-queta y permanecer en el escenario de forma digna y respetuosa. Y por supuesto, tocar su instrumento en el momento adecuado.

Imaginemos la frustración que sen-tirá el hombre del gong cuando por fin llega su turno y el director de

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la orquesta, con su batuta le señala que cumpla con su tarea, pero jus-to un minuto antes aquel hombre se había quedado dormido. ¡Que decepción es ver que en vano fue a todos los ensayos; en vano se pre-paró, se arregló, se vistió y, por can-sancio o flojera, perdió su función y, con ello, por supuesto, el sueldo! Aunque solamente era un gong, ésa era su misión.

Nuestra vida es similar: somos músicos sentados en una tarima llamada planeta Tierra y cada uno trae sus herramientas, algunos con la necesidad de utilizarlas diaria-mente y otros en ciertas escenas que se les presentan una vez al día, semana, mes o año.

Y claro, existen personas de “un solo gong”, que quizá toda su vida tienen como meta llegar a una sola escena. Todos nosotros pertenece-mos a una orquesta dirigida por el director, que es Dios, y su batuta son las señales, que nos indican cuándo debemos actuar.

¡Es una lastima cuando no observa-mos la batuta del director, y ya sea que nos dormimos, fantaseamos o, por flojera o porque una mujer del público nos distrajo de nuestra tarea, perdemos el momento de ha-cer sonar nuestro “gong”!.

De esa forma, no importa qué vi-nimos a reparar, pues de todos mo-dos debemos asistir a las “clases de música” y a todos los “ensayos”, que son las clases de Torá y las con-ferencias en las que se nos enseña a utilizar nuestros “instrumentos”. Además, todos los miembros de esta “orquesta mundana” debemos “bañarnos”, “peinarnos” y “vestir-nos” adecuadamente con pureza, mitzvot y maasim tovim (buenas acciones).

Y mientras estemos en este escena-rio de vida, no olvidemos la her-mandad entre todos los músicos. A veces debemos tocar juntos y a veces callar para dar espacio “al de la trompeta”, y sólo con muchí-sima armonía lograremos tocar la “nota” de Veaavtá lereajá kamoja, “Y amarás a tu prójimo como a ti mismo…”

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Sin embargo, lo más importante en este concierto es observar incesan-temente al director, es decir, a nues-tro querido Dios. Como dijo el Rey David: Shiviti Hashem lenegdí ta-mid, “Tengo a Dios siempre frente a mí…”. Y si observamos el lengua-je de los Tehilim, podremos “per-cibir” este ejemplo, ya que el Rey David utiliza muchos instrumen-tos musicales para realizar sus sal-mos y muchos de ellos comienzan con la palabra Lamnatséaj, que en hebreo significa también “director musical”. Al observar al Director de nuestras vidas lograremos también observar Su batuta, (señales en la vida), podremos darnos cuenta cuál es nuestra verdadera misión.

No creo que lleguemos a los niveles espirituales de los personajes men-cionados en el capítulo anterior, pero una cosa es segura: al ir a las clases de música y los ensayos, y al estar presentables, perfumados con espiritualidad, y observando aten-tamente al Director y Su batuta, no fallaremos para dar el “gong” en el momento preciso.

¿Existe la posibilidad de reencarnar en seres que no son humanos (animales, plantas o frutos, etc.)?Esta pregunta causó una gran po-lémica entre los cabalistas, por lo que no tomaré partido por ningu-

na opinión (porque no soy digno de ello), sino que solamente las ex-pondré. La discusión gira alrededor de la gran pregunta: ¿la reencarna-ción es sólo bondad o un medio de castigo? Por ejemplo, en el libro Ha-Bair (uno de los primeros libros de Cabalá, escrito por el tanaíta Rabí Nejuniá Ben Hakaná), se explica ampliamente el tema de la reen-carnación, pero nunca menciona la posibilidad de reencarnar en algo no humano, ya que se sostenía que la reencarnación es sólo bondad y la oportunidad de reparar con el li-bre albedrío, por lo tanto, no sería lógico reencarnar en un animal, ya que no tiene libre albedrío; menos todavía en un vegetal.

Pero otros cabalistas, especialmen-te los de los siglos XIII y XIV, como Rabí David Ben Abraham Alabán, y también los cabalistas autores de los libros Séfer Hatemuná, Masóret HaBerit y Séfer HaPeliá, indicaron que sí existe esa posibilidad y hay almas que vienen al mundo a pa-gar estando cautivas en un animal o fruto. Esta opinión tuvo su ver-sión más completa y detallada en el libro Recanati (Parashat Kedoshim 65b), donde se recopiló la lista de los pecados que causan la reen-carnación en cierto animal (por ejemplo, las personas culpables de chismes y maledicencia, así como difamación, causadas por “malas bocas”, reencarnarán en perros la-dradores).

Otros cabalistas, como los del si-

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glo XV, por ejemplo, Rabí Shem Tov Ben Shem Tov, en su libro Sé-fer HaEmunot (7:8), y en los libros Higuéret Jamudot y Minjat Yehudá, se manifestaron en contra de esta idea, porque afirmaban que el lugar de castigo para el alma es el Mundo Venidero, y no aquí en la Tierra; y que este lugar de vida es solamente para reparar, como ser humano, los errores que cometimos como hu-manos.

El Arizal dio fin a la discusión, al aclarar que la reencarnación es am-bas cosas: es en un principio bon-dad y oportunidades de reparar, pero en casos remotos, cuando el alma no reparó y vuelve una y otra vez, y en lugar de reparar sigue da-ñándose más, cabe la posibilidad de que reencarne en algo no humano, y la forma de repararse será cuando se le haga shejitá a ese animal o al decir una bendición sobre la fruta o la verdura en la que está cauti-va esa alma. Y de la misma forma que está escrito sobre Nóaj que los animales llegaron por sí mismos al arca, guiados por Dios, así, según el Arizal, llegarán aquellos alimen-tos a nuestra mesa, y con una ben-dición liberaremos esa alma (Shaar Rúaj HaKodesh 6a).

Procuré con esto resumir las ideas correspondientes a la pregunta que nos ocupa, pero quiero finalizar con una frase: “Aprovechemos esta bonita vida que Dios nos dio para reparar todo y procuremos no acu-mular nuevas tareas, para que no

tengamos que regresar a este mun-do”. ¡Imagínense tener que regresar y pasar otra vez por el colegio, con las interminables tareas y exáme-nes, y todo eso para que al final, a los 20 o 30 años, nos toque dar un solo “gong”!

Otra pequeña recomendación: ya que muchos y grandes cabalistas opinan que existe la posibilidad de que hayan almas esperando su libe-ración mediante nuestras bendicio-nes, procuremos por tanto no fallar en eso y bendecir por cada una de nuestras comidas, sea por el motivo principal de agradecimiento a Dios o por la liberación de las almas.

¿Cuántas veces se le da al alma la oportunidad de regresar para reparar?Sobre el versículo Al sheloshá Pishé Israel…, “Sobre tres pecados de Is-rael y sobre el cuarto ya no le regre-saré…” (Amós 2:6), aclara el Zóhar (Tikuné HaZóhar 76b) que indica que el alma tiene tres oportunida-des para venir a reparar, pero a la cuarta vez ya no podrá regresar. O, por ejemplo, el versículo que dijo Eliu a Iyob: “Éstas son las dádivas que hace Dios dos o tres veces con la persona…”.

En otro lugar en el Zóhar aparece que es posible reencarnar hasta cua-tro veces basándose en el versículo

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Poked Avón…, “Dios paga el peca-do cometido por los padres hasta la cuarta generación…”. Ya aclaramos en la Introducción que hijos, nietos y bisnietos se refieren a uno mismo en sus varias reencarnaciones.

Como ese versículo finaliza con “hasta la cuarta generación”, con-cluye el Zóhar que existe la posibili-dad de regresar hasta cuatro veces.

Sin embargo, también aclara más adelante el Zóhar (en la página 138a) que eso se refiere a una perso-na que no reparó nada en sus tres o cuatro viajes y, por tanto, a su alma se le aplicará el concepto Venijretá hanéfesh ahí, “y será exterminada”. Pero un alma que va reparando cada vez un poco, reencarnará, si es necesario, hasta mil veces con tal de conseguir la perfección.

¿De qué depende la fa-milia en la cual vendre-mos a reparar?En primer lugar, debemos saber que no porque uno nace en una fami-lia religiosa su tarea de reparación será fácil. Como dijeron nuestros Sabios: “Cuanto más grande (espi-ritualmente) seas, más grande será tu yétzer hará”.

Pero con todo eso, intentaremos explicar de qué depende la clase de familia en la que naceremos a nivel de valores y religión.

La Torá se divide en dos: leyes en-tre nosotros y Dios, y leyes entre nosotros y el prójimo. Una perso-na que no tuvo problemas con la parte de las leyes entre él y Dios, pero sí falló en las leyes entre él y sus semejantes, tendrá que regresar al mundo para reparar esas fallas. Obviamente, no podrá fallar en las leyes entre él y Dios diciendo: “Eso ya lo reparé”, sino que tendrá que cuidar ese aspecto y utilizarlo como herramienta para reparar su lado social. Ésa sería su “batería con su lado positivo y negativo”; por tan-to, lo más justo sería que naciera en una casa, donde la fe en Dios y el cumplimiento de Shabat, kosher, etc., se convertirán rápidamente en su sistema de vida, ya que no vino a enfrentar ni a reparar eso. Pero tal vez los aspectos de las leyes entre el hombre y su prójimo serán su tarea de reparación.

Sin embargo, aquel que en la par-te social fue perfecto y lo que tiene que reparar es la parte espiritual, nacerá en una familia con muchos valores éticos y morales, tal como lo indica la Torá, para que ese am-biente le ayude a mantener lo ya corregido. Sin embargo, ese hogar carecerá de un poco de fe, tradición y cumplimiento de las leyes Divi-nas, lo cual tendrá que luchar para conseguir.

De esta forma, cada uno de noso-tros debemos procurar alcanzar en nuestra vida la perfección, com-puesta de dos principales elemen-

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tos: estar bien con Dios y estar bien con el prójimo. Cuando Dios nos entregó las Tablas Sagradas de la Ley, estaban compuestas de diez mandamientos. El número 10 sim-boliza perfección, y los manda-mientos a la vez están divididos en dos Tablas, donde cinco manda-mientos son entre nosotros y Dios y los otros cinco son entre nosotros y el prójimo. Ambas son igualmen-te importantes, y una tabla sin la otra no está completa.

Creo que eso está insinuado en las cuatro letras en que se manifiesta Dios Bendito, donde la yud (cuyo valor numérico es diez) hace alu-sión a los diez mandamientos; la letra he equivale a cinco y hace alusión a los cinco mandamientos entre nosotros y Dios; la vav, en he-breo, es la letra “y”de conjunción, es decir, la letra que une las cosas; y la última he hace alusión a los otros cinco mandamientos, entre nosotros y el prójimo, indicándo-

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nos así que si queremos gozar de la Presencia de Dios debemos saber unir ambos aspectos.

Sin embargo, como mencioné an-teriormente, esto no es una regla absoluta. Hay casos, por ejemplo, en los cuales un joven, con su li-bre albedrío, decide alejarse del camino de su familia religiosa y, por tanto, comienza una nueva cadena familiar desviada de la sen-da de los Justos, causando con ello que sus hijos y nietos se alejen por completo de la Torá. Esa alma debe regresar y reparar ese daño, quizá como el bisnieto; aquel niño raro que desde pequeño, o a cierta edad, decide hacer teshuvá y cambiar a su familia, cuyos miembros a veces se rehúsan y a veces lo siguen. Pero de cualquier manera, al final logra ese niño “devolver el tren a las vías” y reparar así la desviación cometida hace cincuenta o cien años.

¿La homosexualidad tie-ne que ver con la reen-carnación pasada?Es indispensable saber que las per-sonas que terminaron su vida con una “caída” regresarán al mundo y partirán desde el mismo punto o nivel en el que se quedaron, y des-de ahí deberán emprender el ca-mino para alcanzar su perfección.

Por ejemplo, se relata en la Gue-mará sobre el gran sumo sacerdo-te Rabí Yojanán, quien después de haber servido muchísimos años en el Templo, renegó y se convir-tió en tsaduquí, es decir, saduceo (hereje), y así falleció. Cuando re-gresó por segunda vez fue un gran hereje, tal como lo fue al final de su vida anterior. Pero, por algo que le ocurrió, reconoció a Dios e hizo teshuvá; y mientras lloraba de todo corazón por los pecados que había cometido, falleció. Ese fue el famoso Rabí Elazar Ben Dordiá.

En este caso vemos cómo la per-sona regresó partiendo del punto en que terminó. Así, hay personas que vienen al mundo con cuali-dades muy raras. Por ejemplo, un cleptómano, una persona que des-de pequeña tiene la manía de to-mar las cosas sin permiso, lo que es considerado robo. En verdad, eso es más fuerte que él, pero lo más probable es que indique que es una reencarnación de un gran ladrón y que vino al mundo con la misma falla que sufrió en su vida pasada, y esta vez, tendrá que com-batir y luchar contra esa enferme-dad; igualmente el pirómano, es decir, aquel que nace con la incli-nación a quemar las cosas, tendrá que reparar el hecho de incendiar las propiedades de los demás.

Ése también es el motivo por el que algunas personas nacen con la in-clinación al suicidio. Es probable que así haya terminado su vida an-

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terior. Ya que las cualidades y las ideas no están en el cuerpo sino en el alma, al regresar el alma de nuevo, tendrá los mismos defectos, y deberá repararlos en este viaje. Cuanto más grande haya sido el pecado, mayor será la dificultad en el siguiente viaje.

Por tanto, las personas que cometie-ron el grave pecado de tener relacio-nes con el mismo sexo, deben volver al mundo para enfrentar la misma tentación, en consecuencia, deben nacer con esa tendencia para, esta vez, combatirla y superarla. Lamen-tablemente, los psicólogos moder-nos no lo entienden y se rigen por la regla que dice: “Si así naciste, eso te otorga la licencia para hacerlo”, sin pensar en la posibilidad de que así nació por que en eso falló, y ahora tiene que combatirlo.

Y estoy seguro de que el mismo Maestro (Dios) que le dio esa tarea, le otorga también las herramientas para lograrlo.

Si un alma reencarnó en varias personas, ¿cuál de todas se levantará en la resurrección de los muertos?

Esta pregunta la hace mucha gente, especialmente cuando pierden a un ser querido, pues quieren saber si algún día volverán a verlo. Para con-testar esta interrogante, primero de-

bemos explicar cómo Dios planeó las tres etapas de la vida, cuándo y por qué, y sólo después podremos contestar quién se levantará.

Dios creó el mundo con tres etapas: la primera, es esta vida actual, la que estamos viviendo hoy, luchan-do y trabajando para merecernos un pago. La segunda etapa es la época mesiánica que a continuación am-pliaremos y la tercera etapa es la lla-mada Olam Habá, que ocurrirá en el séptimo milenio.

El mundo fue creado en seis días y el séptimo día fue llamado Shabat, el día del descanso espiritual. El Rey David dice en Tehilim: “Mil años para nosotros son como un día para Ti, Dios”, explica el Rambán que en este versículo insinuó el Rey David que el programa del mundo está en-cerrado en los seis días de la Crea-ción, y por lo tanto, un día equivale a un milenio. Y ya que hubo seis días de Creación, habrá seis milenios de duración del mundo material, y el séptimo milenio será el Shabat.

De la misma manera que en Shabat no se trabaja, sólo se goza, así en el séptimo milenio no se tendrá que trabajar y luchar para servir a Dios ya que no habrá yétzer hará y vol-veremos a vivir como antes de la Creación, como partículas de alma, gozando de la Presencia Divina, pero esta vez el goce será ganado y no como tzedaká, ya que sufrimos, servimos y amamos al Creador bajo cualquier circunstancia.

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Esto también está insinuado en el primer versículo de la Torá, donde dice que en el principio creó Dios el Cielo y la Tierra, y es práctica-mente un resumen de toda la Crea-ción. Aclaran nuestros Sabios que en este versículo aparece seis veces la letra alef, que en hebreo significa mil; por tanto indican que el Cielo y la Tierra fueron creados sólo por seis mil años.

Una insinuación más de lo anterior, de las muchas que existen. Dicen nuestros Sabios, que el mundo fue creado con la letra he, cuyo valor numérico es cinco, y las herramien-tas divinas para crear el mundo fueron todas las letras, como está escrito en el Séfer HaYetzirá (que fue escrito por Abraham Abinu).

Si hacemos la tabla del valor numé-rico de cada letra, según la guema-tría completa, donde las letras fina-les vienen después de la letra taf y culminan con la alef rabatí (“la gran alef”), que suma mil. Increíblemen-te, cuando sumamos el valor total, nos da 5995, más la he de la Crea-ción, da exacto los seis mil. Ésta es una insinuación más de que el mun-do existirá sólo por seis mil años.

Hoy por hoy estamos viviendo en el sexto milenio (5770), estamos en el equivalente al día viernes y fal-tan 230 años para que dé inicio el milenio sabático.

Entre la primera etapa y la tercera, es decir, en los 230 años que que-dan para que termine la cuenta, en algún momento, ocurrirá la segun-da etapa, que es Yemot haMashíaj, es decir, la era mesiánica, que abar-ca la resurrección de los muertos, la construcción del Tercer Templo y una situación de bien muy grande, rodeada de paz y tranquilidad.

Ciertamente, a muchos la idea de la resurrección de los muertos les parece ciencia ficción, ya que les cuesta imaginarse que un muerto, enterrado y putrefacto, se levante de nuevo. Obviamente, la respues-ta se entiende por una pregunta: ¿acaso el Todopoderoso, que hizo todos los milagros hasta hoy y que día a día convierte una gota de se-men en un perfecto e increíble ser humano, no podrá hacer un mila-gro más?. También se podría decir

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que el que quiere ver la resurrección puede hacerlo constantemente en el mundo vegetal, donde de una fruta que terminamos de comer (muríó), tomamos su semilla, cavamos “una tumba” y la enterramos, y después de pasar por un proceso de putre-facción, brota un “ser” nuevo de la tierra y es idéntico al árbol frutal del cual obtuvimos la semilla que ente-rramos. Pero claro, eso no es un mi-lagro, o mejor dicho, no lo conside-ramos un milagro, porque lo vemos todos los días y se ha convertido en “Naturaleza”, y eso provoca que ol-videmos que toda la Naturaleza es un milagro proveniente de Dios.

Por eso, en hebreo “la Naturaleza” equivale a 86, al igual que la pala-bra Elokim, Dios, para enseñarnos que toda la naturaleza es un mila-gro divino. Y el Mismo que lo hace hoy con la vegetación lo hará ma-ñana con los seres humanos.

La pregunta que ahora cabe hacer es: ¿para qué hace falta esta segunda etapa? ¿Por qué no pasar directamen-te al mundo espiritual? Con base en lo que explicamos en la Introduc-ción, que todo el trabajo es para vol-ver como almas y gozar de Dios, ¿por qué debe haber una etapa interme-dia que abarque la resurrección de los muertos?.

La respuesta es: porque Dios es justo y quiere pagar a todos lo que se me-recen. Aunque es verdad que lo más importante es el alma, y para ella se creó el mundo entero, no podemos negar que hubo un tipo de sociedad entre el cuerpo y el alma para con-seguir la meta. Esto significa que el cuerpo fue un medio para que el alma logre su perfección. Por tanto, sería injusto que sólo el alma goce y reciba su pago, y el cuerpo, que tan-to sufrió y se esforzó, termine en la tumba como alimento para gusanos. Por ello Dios creó el concepto de la resurrección de los muertos antes de que llegue la época del gran pago a las almas en el Olam Habá, en la tercera etapa. En esa segunda etapa dará Dios al cuerpo una vida placen-tera, mundana, física, como le gusta al hombre. ¡Claro, dentro de los pa-rámetros permitidos!

Por ello, aclara Maimónides, que en esa segunda etapa el mundo no cam-biará; el sol seguirá saliendo y las plan-tas floreciendo, pero habrá paz, tran-quilidad, abundancia, alegría, mucho placer físico. Obviamente, acompaña-do todo de un bien espiritual.

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Ahora podemos pasar a la pregunta principal: ¿cuáles cuerpos se levan-tarán? Digamos que Moshé reen-carnó en Eliahu y éste a su vez en Itzjak, y la perfección se completó con Yosef. ¿Quién de todos resuci-tará y recibirá el pago físico?

Don Itzjak Abarbanel opina que sólo el primer cuerpo se levantará, ya que fue el inicio y todos los que vinieron después lo hicieron para repararlo a él; por tanto, ése será el cuerpo que se levante y reciba su pago terrenal. Pero en el libro Arvé Najal (parashat Shelaj Lejá) opina que el último cuerpo será el que se levante, pues uno hereda al ante-rior, y ya que explicamos que la reencarnación se considera “hijo” —es decir, si Moshé reencarnó en Eliahu, entonces espiritualmente Eliahu es hijo de Moshé, ya que re-presenta su continuación—, enton-ces de la misma forma que un hijo hereda a su padre un cuerpo hereda las tareas y el carácter de su antece-sor, de tal forma que el último que culminó la reparación fue el que se quedó con la herencia de todos y será el que se levante.

Sin embargo, en el libro Corbán Shabat, en nombre de Hadéret She-lomó, dice que todos los cuerpos involucrados en la reparación se levantarán, y compara esto a varias velas: tomamos el fuego y prende-mos otra, la segunda se ilumina y la primera no se apaga, y así termi-nan varias velas encendidas. Esto se basa en el versículo que dice: “La

vela de Dios es como el alma de la persona, que ilumina todos los espacios internos de los cuerpos” (Mishlé 20:27). Por tanto, todos los cuerpos involucrados en la repara-ción se iluminarán.

El gran rabino Itzjak Abarbanel, tesorero del Rey de Portugal

(1437-1508).

Su tumba en Padova, Italia.

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Agrega sobre este concepto el libro Lev Sameaj (parashat Miketz), en nombre del Bet Yosef, quien tes-timonió que esta información la obtuvo del ángel HaMaguid, que todos los cuerpos involucrados se levantarán y serán como un equi-po y compañeros, sólo que el más perfecto será el líder, el maestro de todos ellos.

En el Zóhar dice, en nombre de Rabí Yosí, que sólo el cuerpo más perfecto se levantará; es decir, el cuerpo que más luchó, perfeccio-nó y alcanzó mayor porcentaje de reparación del alma, es el cuerpo que merecerá el placer de Yemot HaMashíaj.

Hay un punto en el que todos es-tán de acuerdo: ciertos cuerpos no se levantarán, aunque su alma se levante en otro cuerpo. Por ejem-plo, las personas que fueron ateas, rebeldes, herejes, ese cuerpo segu-ro no se levantará, al igual que no se levantarán los que aparecen en la lista de la Mishná de Sanedrín (Cap. 11), y entre ellos, los que no creen en la resurrección de los muertos. Es decir, también según los que opinan que todos los cuer-pos se levantarán, un cuerpo de és-tos no tendrá ese placer, y su alma, que reencarnó en otro cuerpo que sí reparó, será el que se levante.

Sin embargo, la intención en la pregunta que se hizo en esta sec-ción tiene dos significados: el de los Jajamim y el de las personas

comunes como nosotros. Cuando los Jajamim hicieron esta pregunta intentaron analizar, como lo he-mos hecho aquí, qué cuerpo reci-birá el pago, pero cuando hoy nos preguntamos qué cuerpo se levan-tará, nos referimos a otra cosa; por ejemplo, ¿voy a ver a mis abuelos o no? Perdí a mi hermano; ¿en la resurrección se levantará él u otro? Es decir, nuestras preguntas tienen un motivo más sentimental, pues lo que deseamos es volver a abra-zar al ser querido que perdimos, y por eso nos preguntamos quién va a levantarse.

La respuesta a esta pregunta es muy distinta a la que hemos presentado hasta ahora, y es la siguiente: en esta etapa de nuestra vida recono-cemos a las personas sólo por su apariencia física, ya que no tene-mos las herramientas para cono-cerlas espiritualmente. Por tanto, el abuelo con su barba, gorra y traje que conocimos en vida, es nuestro abuelo y nadie más; pero olvida-mos que, junto con la resurrección de los muertos, que dará fin a la re-paración de las almas, reconocere-mos todos nosotros a las almas de una manera espiritual y no física. Y gracias a la iluminación del Mas-híaj entenderemos todos quiénes somos y quiénes fuimos, y capta-remos por fin que el cuerpo sólo fue la vestidura del alma, que en cada reencarnación cambió de tra-je, pero es el mismo ser, ya que en verdad el ser no es el cuerpo, sino el alma. Por tanto, preguntar en

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qué cuerpo vendrá mi abuelo equi-vale a preguntar hoy con qué traje aparecerá, azul o blanco, cuya res-puesta es obvia: ¿qué importa con qué color de traje venga, con tal de que sea él?” Así será nuestro enten-dimiento en la época mesiánica, en la que diremos: “No me importa con qué cuerpo vendrá, con tal de que sea él”.

¿Qué pasa con la tarea de reparación de los que se suicidaron antes de completarla?Mucha de la gente que se suicida lo hace porque no puede tolerar la clase de vida que lleva o específi-camente una situación de la cual no puede salir ni superarla. Decide poner fin a sus sufrimientos qui-tándose la vida. Ocurre también a veces, que quitan la vida a otro que está sufriendo para que ya descan-se (como en la eutanasia). El factor común es escapar de la tarea Divi-na que les tocó, pensando que así se liberarán de realizarla.

Pero no es así. Las tareas deben cumplirse y una tarea incompleta requiere volver a realizarse desde el principio. De la misma manera que la ley en algunas prisiones dice que un prisionero que fue condenado a diez años y se escapó de la cárcel a los ocho años, cuando lo capturan no completará solamente los dos

años que le faltan, sino que empe-zará la cuenta de su sentencia de diez años de nuevo.

No cabe duda de que quien se sui-cidó sintió que su vida era una pri-sión, llena de agonía y sufrimiento, pero por algo fue así, por algo que muy probablemente hizo en su vida pasada, por lo que tuvo que pagar de esa forma. Dios no está en su contra y menos aún goza cuan-do uno de Sus hijos está sufrien-do, sino que Dios en estos casos se compara con el padre cuyo hijo de tres años de edad toma veneno y ahora está sufriendo los efectos secundarios, y por ello, el padre lo lleva al hospital. El niño no en-tiende qué le está pasando, y me-nos aún por qué su padre lo lleva a un lugar tan malo, donde lo inyec-tan, lo fastidian, le meten tubos por la nariz, etc. El padre se sienta junto a la cabecera de la cama del niño, acariciándolo y explicándole que no hay otro remedio, ya que para limpiar el veneno que entró al cuerpo hace falta pasar por esos tratamientos.

Del mismo modo, Dios acompaña a cada uno de Sus hijos cuya vida se ha transformado en un tratamien-to difícil por venenos espirituales, pecados y malas acciones que rea-lizó en su vida anterior. Y ya que no se arrepintió y no tomó un vaso de leche pura, para neutralizar el veneno, no hubo más remedio que pasar por un tratamiento incómo-do, con tal de purificar su alma.

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Escuché un ejemplo maravilloso: un hombre llega al Cielo y ve un mapa de su propia vida, con par-tes en blanco y otras en negro, y en todo el trayecto marcado aparecen dos conjuntos de pisadas. Pregunta el hombre al Creador: “¿Qué es este mapa?”, y Dios le contesta: “Es el trayecto de tu vida. Las partes blan-cas indican las épocas iluminadas y bonitas que tuviste en la vida y las partes oscuras simbolizan las épocas difíciles y negativas que tu-viste”. Con más atención el hombre vuelve a observar el mapa de su vida, afirmando sus épocas bellas y malas; pero se da cuenta de que en las partes blancas aparecen dos conjuntos de pisadas y en las partes oscuras sólo uno. Pregunta de nue-vo al Creador: “¿De quién son estas huellas?”, “Unas son tuyas y otras son Mías”, contesta Dios, “ya que siempre te acompañé, hijo mío”. “Entonces, ¿por qué me abando-naste en mis épocas difíciles, ya que veo en ellas un sólo par de hue-llas?” “Esas huellas que ves no son tus huellas, sino las Mías, ya que en tus épocas difíciles Yo te llevaba en brazos.”

Cada persona ha diseñado su propia vida actual en base a lo que hizo en su vida anterior, del mismo modo que cada persona diseña hoy su si-guiente viaje (si es que necesitara regresar). Sin embargo, en lugar de reflexionar por qué vinimos así y cuál es exactamente nuestra tarea, nos pasamos la vida quejándonos y deseando que cambien las cosas,

haciéndonos creer a nosotros mis-mos que si nuestra vida fuera dife-rente, seríamos más felices.

En realidad hay que hacer dos co-sas: la primera, no conformarnos, y la segunda, conformarnos. El hombre tiene que luchar con me-dios terrenales, físicos, y por me-dios espirituales, como rezos y tes-huvá, a fin de cambiar su destino para bien y mejorar su calidad de vida, y no conformarse con lo que tiene, sino luchar por un futuro mejor. Pero cuando intentamos ha-cer todos los esfuerzos, “moviendo cielo y tierra”, y no obtenemos los resultados que deseábamos, tene-mos que entender que, al parecer, debemos pasar por eso y de alguna forma conformarnos con el plan Divino. Es una tarea por enfrentar y no para escapar de ella, pues no ganamos nada con el suicidio, sino que agravamos la tarea, ya que en el próximo viaje el suicida no sólo tendrá que repetir toda la tarea de nuevo, sino que tendrá que reparar también el hecho de haberse suici-dado, lo que muy probablemente le ocasionará venir con tendencia al suicidio y, sumándola a la misma tarea que tenía que enfrentar, se-guro que hará su misión aún más difícil.

Así que lo mejor es luchar, rezar, in-tentar pasar este trago amargo y no olvidar que “Dios aprieta, pero no ahorca”, y seguro dio a esa persona las herramientas y fuerzas para po-der acabar con éxito su tarea.

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¿Cómo se hace teshuvá por los pecados cometi-dos en la reencarnación pasada?

La respuesta a esta cuestión se di-vide en dos partes: la primera con-siste en simples rezos mediante los que pedimos perdón por lo que hi-cimos en la vida anterior, pero sin tener la menor idea sobre qué es-tamos pidiendo perdón; por ejem-plo, en el rezo diario, en la parte del Tajanún, pedimos perdón por todos los pecados que cometimos, pero cada uno de nosotros nos expresamos en plural: ashamnu, bagadnu…, “pecamos, robamos, hablamos mal, etc.”, y el motivo de que lo digamos en plural y no en singular no es porque estemos pidiendo un perdón colectivo, ya que también el hombre que rece a solas en el desierto debe decirlo en plural. El perdón que pedimos no es únicamente por los pecados que cometemos en esta vida, sino que nos referimos también a los peca-dos que cometimos en vidas ante-riores, y por ello nos expresamos en plural, refiriéndonos a nosotros mismos en nuestras múltiples reen-carnaciones.

Y como no sabemos qué pecados co-metimos, pedimos perdón por todo en el Tajanún, y especialmente en el Viduy HaGadol del Día de Kipur, y leemos todos los pecados que posi-

blemente hayamos cometido, como diciéndole a Dios: “No sé en qué fa-llé, pero si cometí alguno de todos estos pecados, los detallo para que me perdones”.

Por ejemplo, en el rezo que pronun-ciamos todos los sábados después de la lectura del Shir Hashirim (El Can-tar de los Cantares) decimos: “Que logremos cumplir toda nuestra tarea, sea en esta reencarnación, sea en las reencarnaciones anteriores, para po-der llegar al Olam Habá junto con todos los tzadikim…”

Y respecto a la futura reencarna-ción, decimos en la Amidá de Yom Kipur: “Perdónanos por los pecados que cometimos, los cuales nos cau-san tener que regresar de nuevo al mundo en reencarnación, en distin-tas formas…”

En cuanto a los pecados que pudieron cometer los demás contra nosotros, los cuales quizá les causen regresar para repararlos, o ya han regresado para reparar lo que nos hicieron en la vida anterior, aclaramos todas las noches, antes de dormir, en la Keriat Shemá al amitá: “Dueño del mundo, perdono a todos los que me hicieron un daño, sea en mi cuerpo, sea en mi dinero, sea en mi honor, sea que lo hicieron a propósito o sin querer, los perdono de todo corazón, sea que esos pecados hayan sido causados en la reencarnación pasada o que sean cometidos en ésta, causándoles reen-carnar para repararlos. Los perdono de todo corazón…”

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Todos estos rezos son genéricos, ya que no apuntan a una falla espe-cífica. De forma general pedimos perdón y perdonamos por lo hecho en las múltiples reencarnaciones.

Pero la segunda forma de reparar todo lo hecho es por medio de me-ditación profunda y análisis perso-nal, para “apuntar” específicamente la falla que vinimos a reparar. Eso puede lograrse de varias maneras, como analizar cuáles pecados nos atraen mucho en esta vida y cuá-les representan nuestra debilidad espiritual. Por ejemplo, hay perso-nas que desde pequeñas se sienten atraídas de forma exagerada por la soberbia, el enojo, las mujeres, etc. Ya aclaramos que si ése es el lado negativo de la “batería”, eso es lo que vinimos a reparar. Pero agrega-remos algo más: si esa atracción es una señal de que pecamos en eso, no bastará que esta vez no peque-mos, sino que también debemos pedir perdón por ese pecado, pues al parecer lo cometimos bastantes veces en la reencarnación pasada.

A veces la insinuación de Dios so-bre por cuál pecado debemos po-ner mayor atención y pedir perdón nos llegará por otro “canal”. Pue-de ser cuando otras personas nos culpen de algo que nosotros sabe-mos que no hicimos, pero lamen-tablemente no tenemos las prue-bas suficientes para comprobarlo. De esta forma nos cuestionamos: “Si no hice nada, ¿por qué me cul-pan?” La Guemará aclara: “No hay

alguien de quien se sospeche que hizo daño y esté limpio de ello”, es decir, si no lo hicimos en esta vida, Dios mandó emisarios que nos culpen por algo que hicimos en la vida anterior, para indicarnos que debemos hacer teshuvá por esa acusación.

También la insinuación puede lle-garnos por otro lado, y es cuando cometemos un pecado sin que-rer. Digamos que accidentalmente matamos a alguien y no teníamos nada, pero nada de culpa; y nos cuestionamos: “Si esa persona te-nía que morir, ¿por qué me eligió Dios para ser su verdugo?”

La respuesta es que en la vida pasada causamos una muerte y no nos arre-pentimos ni hicimos teshuvá; esta vez somos actores, llevados a una escena en la cual volvimos a causar una muerte, aunque esta vez no te-nemos ninguna culpa, pero nos sirve para indicarnos el pecado que come-timos en la vida pasada y, debemos reflexionar y pedir perdón con lágri-mas por lo que cometimos.

Eso fue lo que, en el capítulo an-terior, sucedió con Najum Ish Gam Zu. Mientras preparaba la comida para el hombre pobre, éste murió; esto le indicó que él había sido cul-pable en una vida anterior de la muerte de otros pobres, ya que él era Lot, el juez de Sedom y Amorá, quien con la prohibición de ayudar a los pobres causó la muerte de mu-chos de ellos.

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En consecuencia, la teshuvá por los pecados cometidos se concentra en estas dos áreas:

1. Pedir perdón en general por to-dos los pecados;

2. Meditar y observar las insinua-ciones de Dios, las cuales nos in-dican el pecado en particular que debemos reparar.

¿Las pérdidas monetarias tienen que ver con las reencarnaciones pasadas?

Es importante aclarar en primer lu-gar que la manutención de la perso-na depende de Dios. Sin embargo, a la persona se le piden dos cosas: que tenga fe y que se esfuerce. En el mundo de los negocios siempre hay altibajos, a veces ganamos dinero y otras veces lo perdemos. Sin embar-go, a veces hay pérdidas anormales, es decir, que no hicimos nada fuera de lo común y perdemos dinero de forma que nos parece injusta. Por ejemplo, en una disputa financiera con alguien, acudimos al tribunal rabínico sabiendo que tenemos la razón, pero por escasez de pruebas o de manera ilógica perdemos el juicio y con él, cierta cantidad de dinero. Muchas veces eso es por deudas que tuvimos justo con esa persona en nuestra vida pasada, y en esta vida Dios planeó todo para

que ocurriera así para que el dinero regresara a su lugar original.

Así explica el Zóhar (Shemot 294a) sobre el versículo que dice: “Y éstas son las leyes de justicia que pon-drás ante ellos…” (Shemot 21:1). La palabra “ante ellos” en hebreo significa también “antes de ellos”; por tanto, explica el Zóhar, a veces las leyes del juicio no salen como deberían y el motivo es porque des-de el Cielo lo están causando por lo que pasó entre los involucrados “antes de ellos”, es decir, en la vida anterior de ambos.

Dios se encarga de reunir de nuevo al deudor y al acreedor. A uno se le cae un billete de $100 y el otro, que camina por donde pasó el primero, se lo encuentra. De esta forma, Dios hizo que esa deuda fuera pagada, aunque fuera de manera indirecta. Claro que quien perdió el billete lo considera mala suerte, pero en ver-dad Dios le hizo un gran favor, ya que Él ve que esa persona se esfuer-za en reparar su vida y en los rezos pide perdón por los pecados come-tidos en sus vidas pasadas.

Vimos ya el caso del joven que con-sultó al Arizal respecto dónde en-contrar a su pareja; él lo mandó a una aldea donde efectivamente en-contró a su mazal, pero a la semana de la boda ella falleció, él la heredó y regresó a Tzefat con una suma considerable de dinero. Ante sus in-terrogantes, el Arizal le explicó que ella había sido su socia en la vida

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pasada y le había robado la misma suma que ahora le devolvía.

Por eso, en la vida presente de to-dos nosotros debemos tener mu-cho cuidado con las deudas mone-tarias, y pagarlas a tiempo para que no nos olvidemos de ellas, pues las deudas viejas, aunque quizá han sido olvidadas, nunca han sido per-donadas. Se deben pagar, ya sea al acreedor o a sus descendientes, ya que por una deuda podemos re-gresar de nuevo a este mundo y te-nemos que pasar toda una niñez y una adolescencia para que al final “se nos caigan $100”. No importa la suma, como aclararon nuestros Sabios: Din perutá kedín meá, “La ley de una moneda es como la ley de cien”.

Quiero relatarles una historia que ocurrió recientemente en Israel y que causó mucho ruido. El 19 de agosto de 2003 sucedió un terrible atentado en el autobús número 2

en Jerusalén, en el cual murieron muchos adultos, niños y bebés ino-centes. Entre ellos estaba el rabino Janoj Zégal, maestro del Talmud Torá Torat Emet, conocido como un gran educador y muy cuidadoso de todas las leyes, especialmente en las monetarias.

Unos meses después del atentado, en la época de Lag BaOmer, se apa-reció el rabino Zégal en sueño a uno de sus familiares, enseñándole un papel con el número 5, y le de-cía: “Hoy equivale a 14 shékel.

Se los debo a un hombre llamado Bayan. Por favor, págaselos, porque si no, tendré que regresar al mun-do de nuevo para hacerlo yo”. Al amanecer, toda la familia estaba conmovida al enterarse del sueño que les relató el familiar del rabino y empezaron a investigar quién era ese Bayan. Entendieron que cinco se refería a la moneda antigua que había en Israel, llamada lira, por lo que buscaron en la lista de los alumnos de Rab Zégal de esa épo-ca y, en efecto, vieron que 24 años antes, el rabino había tenido un alumno llamado Báyan. Cuando lo encontraron, sin contarle el sueño, le pidieron que les hablara un poco sobre su antiguo maestro; especial-Rabino Janoj Zégal.

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mente le pidieron que recordara si le había quedado a deber algún di-nero, ocultándole mientras tanto el contenido del sueño.

El hombre, ya de 37 años de edad, relató qué tan buen maestro fue Rab Zégal y, entre una anécdota y otra, de pronto dijo: “Me acuerdo que una vez salimos a una excursión en Lag BaOmer y a cada uno se nos pi-dió pagar cinco liras. Un día antes de la salida, se me acercó el maestro Zégal y me dijo: ‘No pagaste’. Y yo le respondí: ‘Sí, claro que ya pagué’. Rab Zégal sacó la lista de los que ya habían pagado y me demostró que aún no pagaba. Yo, como niño, esta-ba seguro de haber pagado, pero no discutí con mi maestro y pagué otra vez. La verdad, siempre me molestó aquel incidente, pero ya lo olvidé”. La familia quedó impactada. Rela-

taron el sueño a Bayan y le pagaron el equivalente actual, los 14 shékel, y él, por propia voluntad, los donó para los pobres en nombre de su gran maestro, Rab Zégal.

Los Jajamim de esta generación ex-plicaron sobre este caso que sólo a las almas de aquellos que son tan cuidadosos y no tienen deudas sino solamente involuntarias son a quie-nes se les da la oportunidad de re-pararlas desde el Cielo, mandando mensajes en sueños a sus familiares, pero las almas de las personas que roban o que intencionalmente no pagan sus deudas tienen que regre-sar para repararlas.

Así que debemos revisar siempre nuestra “agenda monetaria” y pagar a tiempo, ya sea poco o mucho, ya sea a personas o a instituciones.

El atentado en el autobús donde falleció el Rabino Zégal.

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¿Es posible que un hombre reencarne en mujer o viceversa?

Ya aclaramos que los hombres del pueblo de Israel vienen a reparar a Adam HaRishón y las mujeres a Javá. Del mismo modo que nues-tros patriarcas Abraham, Itzjak y Yaacov comenzaron la reparación de Adam HaRishón y nuestras ma-triarcas Sará, Ribká, Rajel y Leá comenzaron la reparación de Javá; así, todos los hombres pertenecen al alma masculina de Adam y todas las mujeres al alma femenina de Javá. Por tanto, no pueden cambiar de género.

Encontré una insinuación intere-sante al respecto en el libro Yaguel Yaacov, en nombre de Rabí Natán Adler, z’l, quien explicó el versículo de la Torá que dice: “No se vestirá el hombre con ropa de mujer, y la mu-jer no se pondrá ropa de hombre”. Rab Adler explica que no se refiere solamente a la vestimenta del cuer-po, sino también a la del alma, es decir, el cuerpo, y por tanto, nor-malmente el alma masculina no se vestirá de cuerpo femenino.

Eso es lo habitual. Sin embargo, hay casos remotos en los que se castiga a un alma haciéndole regresar en un cuerpo del otro sexo, por ejem-plo, por prostitución. travestismo o por relaciones con personas del mismo sexo, etc. Eso es un castigo,

ya que el alma no se siente cómoda en su vestidura opuesta. Es como si vistiéramos a un hombre decente con ropas y maquillaje de mujer, o viceversa.

Quiero aclarar que respecto a la posibilidad de que las mujeres reencarnen, en general, maneja-mos en este libro la opinión del cabalista Rabí Menajem Recaneti (1250-1310), quien sostiene que las mujeres reencarnan igual que los hombres.

¿Un judío puede reencarnar en un goy?Antes de responder, debo aclarar cuál es la respuesta a este tipo de pregunta en otras religiones y sec-tas. Por ejemplo, los hindúes se dividen en castas (categorías so-ciales); ellos también creen en la reencarnación y opinan claramen-te que nunca un miembro de cierta casta reencarnará en un miembro de otra. Por ejemplo, los brahma-nes —la casta sacerdotal— nunca reencarnarán en sudras —la casta de esclavos—.

Los drusos, que son una rama del Islam, también creen en la reencar-nación y opinan claramente que un druso nunca reencarnará en un ca-tólico o en un judío.

El judaísmo opina que un judío normalmente reencarna en un ju-

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dío, entendemos que las almas per-tenecen a determinados grupos y no se intercambian. Sin embargo, el judaísmo opina que sí existe la posibilidad (aunque sea remota) de que un judío reencarne en un goy.Explicaremos de nuevo la diferen-cia entre las almas y después expli-caremos en qué casos reencarna un judío en goy.

Ya dijimos en la Introducción que el pueblo de Israel, por medio de Abraham Abinu y Sará, recibieron sobre sí la tarea de reparar las almas de Adam y Javá, las cuales eran muy especiales y elevadas por el hecho de que sus cuerpos fueron mano de obra de Dios, y sus almas fueron in-sufladas directamente por Él.

Las demás personas que vivieron después, durante 20 generacio-nes hasta Abraham Abinu, tenían alma, pero no como la insuflada en Adam. La tarea de reparación que asumió Abraham Abinu consis-tió en llevar una vida muy rígida, pura, cargada de leyes y mandatos los cuales restringen la vida del ser humano y la convierten en algo muy especial y distinto de todo lo que se conocía en el mundo. Por eso ningún gentil envidia el estilo de vida religioso de un judío. Sin embargo, ése es el precio que pa-gamos por considerarnos el Pue-blo Elegido. Del mismo modo que ningún niño envidia la vida de un niño príncipe, que todos los días viste traje, con maestros y maestras particulares que entran y salen del

palacio, que come como un robot y con los más finos modales (ya que nunca veremos a un príncipe co-miendo tacos en la calle), y además se le prohíbe hacer travesuras, no vaya a ser que mañana salga en los periódicos, en la vida del pueblo de Israel, los “Príncipes de Dios”, esta-mos obligados a andar “trajeados”, con ropa recatada, estudiar con nuestros maestros particulares, los rabinos, tomar infinidad de clases de Torá, comer alimentos kosher y cuidarnos de no “hacer travesuras” que causen Jilul Hashem, la profa-nación y mala fama del Nombre de Dios.

Por supuesto, si creemos que la vida estricta del príncipe vale la pena con tal de vivir en un palacio, así tam-bién cada yehudí sabe que su vida con restricciones le otorgará el dere-cho y el privilegio de estar el día de mañana en el Paraíso, el Palacio de Dios. Obviamente, el que aprenda a vivir y a gozar las leyes de Dios, ter-minará disfrutando en este mundo y en el mundo venidero.

El Zóhar dice que cuando un judío decide asimilarse o casarse con un goy o goyá, o con una persona que decidió renegar del judaísmo y dar la espalda a Dios, reencarnará en un goy. En este caso, no se considera que Dios castiga a esa persona, sino que respeta su decisión y le dice: “Si ése es el camino que quieres, y ése es el lugar al que quieres pertene-cer, está bien. La próxima vez nace-rás allá”. Dice Rabí Shelomó Elgazi,

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en su libro Meuléfet Zapirim, que se aplicará a esa alma el versículo: Venijretá hanefesh ahí meamea, “Y se cortará esa alma de su pueblo” (Shemot 12:15).

Obviamente después de que el alma sube al Cielo y ve lo que perdió por su decisión, se arrepiente y desea “quedarse en familia”. Pero ya no hay nada que hacer, pues toda ac-ción tiene una reacción y esa alma que nacerá fuera del judaísmo, ten-drá desde el principio, un deseo ex-traño e inexplicable con un interés desmedido hacia el judaísmo. Esos son los conversos que regresan “a casa”, ya que no lo hacen por interés monetario, amoroso, etc., sino por amor espiritual (y por supuesto, se convierten de forma ortodoxa y no “dolarizada”).

La historia judía está llena de grandes personajes rabínicos y li-deres espirituales que fueron con-versos, y su origen fue de almas judías que renegaron. Por ejem-plo, el caso de Diná, la hija de Ya-acov Abinu, quien después de ser violada y secuestrada por Shejem decidió renegar y quedarse con él, y por ello reencarnó como goyá, como la princesa Kozbí, la cual se unió al grupo de mujerzuelas que fueron a seducir a los jóvenes is-raelitas, acto que no corresponde a una princesa. Sin embargo, ella se acercó a los israelitas porque se sintió atraída, como un imán, a ese pueblo, pero no se acercó de manera correcta; y fue sólo en

su tercera reencarnación, como Rufina, la esposa de Rufus, que se convirtió correctamente y regresó a casa cuando llegó a ser esposa de Rabí Akivá.

¿Hay posibilidad de que un goy reencarne en un judío?De la misma forma que un judío que reniega y se asimila nacerá como goy, un goy que admire el judaísmo o que ayude a los judíos, por ejemplo, salvándolos de la muerte, tendrá el privilegio de for-mar parte del pueblo de Israel en su próxima vida.

La historia de las reencarnaciones está llena de ejemplos como éstos, desde Shejem y sus 24 mil segui-dores que se circuncidaron con la intención de pertenecer al pueblo que estaba en formación y no tu-vieron oportunidad porque fueron asesinados por Shimón y Leví y reencarnaron como parte de la tri-bu de Shimón, hasta Elifaz, el hijo de Esav, que no mató a Yaacov y lo salvó de una muerte segura, en su siguiente reencarnación como el gran Onkelos, se apegó al judaísmo como si éste fuera un imán.

Estos casos ya los conocen, pues los mencionamos en el capítulo ante-rior. Permítanme traerles dos ejem-plos nuevos.

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Abraham Abinu tenía tres amigos: Aner, Eshkol y Mamré. Cuando Dios ordenó a Abraham Abinu a los 99 años que se hiciera el berit milá, él consultó con sus tres amigos para ver quién de ellos lo animaba a obedecer ese difícil mandato. Aner le dijo que era malo hacer sufrir al cuerpo, y eso está insinuado en su nombre, pues Aner en hebreo tie-ne las iniciales de Inuy Nefesh Ra, “Afligir al alma es malo”; Eshkol le dijo que era un loco por querer cor-tar su propia carne, y también eso está insinuado en su nombre: for-ma las iniciales de Abraham Sho-té Koret Leevaró, “Abraham es un tonto al cortar su miembro”. El úni-co que lo apoyó, lo animó y le dijo que obedeciera el mandamiento Divino sin preocuparse por su sa-lud, pues “Dios es el médico y sa-nador de todos”, fue Mamré, cuyas

iniciales forman la frase: Mul Maer Rofeja El, “Circuncídate rápido; Dios te curará”.

Dice el Haramá Mipano que, por esa actitud, Mamré tuvo el privi-legio de reencarnar en la época talmúdica en el gran doctor Abá Umná que, por medio de extraccio-nes de sangre, curó a mucha gente. Él animó a Abraham Abinu para que hiciera el Pacto con Dios, ha-blándole del Dios curador y ya que con la sangre que derramara en el berit tendría vida y salud, Mamré se convirtió en un doctor que cu-raba sacando sangre y, como relata la Guemará (en Taanit 21b) fue un hombre al que envidiaban todos los

Eloné Mamré hoy en día.

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rabinos, como Abayé y Rabá, pues a diferencia de ellos, que recibían un saludo celestial —una profecía— una vez al mes o al año, él lo reci-bía todos los días; y la Guemará ex-plica que era por su recato, bondad, por juzgar siempre para bien, etc. Pero además de todo eso, podemos decir que el motivo de ese cariño celestial era por haber animado a Abraham Abinu a hacerse el berit. Además Abraham se alojó en el te-rreno de Mamré y ahí tuvo Abra-ham Abinu la gran revelación de Dios, Quien fue a visitarlo. Como dice la Torá: “Y se apareció Dios a Abraham en Eloné Mamré…”, y ahí mismo fue donde recibió la visita de los tres ángeles y que uno de ellos lo curó.

Curiosamente, me di cuenta de que la palabra Mamré tiene un va-lor numérico de 281, al igual que la palabra rofé, “doctor”.

Otro ejemplo de dos hermanos go-yim que reencarnaron en dos gran-des rabinos judíos fueron Adarmélej y Sharétzer, los hijos del rey Sanje-rib, quien sitió Jerusalén en la épo-ca del rey Jizquiyá y, por medio de un milagro Divino, murió todo su ejército en las afueras de la ciudad, salvándonos así de una masacre y destrucción seguras como se relata en el libro de Melajim II (19:37).

Al ver los hijos de Sanjerib ese gran milagro, se levantaron y asesinaron a su padre, para que no se reorga-nizara y volviera a atacar la ciudad. Por ese acto de salvación para el pueblo de Israel ambos reencar-naron en los grandes lideres espi-rituales Shemayá y Abtalión, como dice la Guemará (Guitín 57b): “Los descendientes de Sanjerib enseña-ban Torá en Israel y son Shemayá y Abtalión”. Probablemente esta cita se refiere a sus descendientes bio-lógicos, pero sí es seguro que, es-

El acto del brit milá.

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piritualmente, Shemayá y Abtalión son hijos de Adarmélej y Sharétzer. Agrega el Meam Loez sobre el ver-sículo de Melajim II que Adarmélej, cuyo nombre comienza con la letra

alef, reencarnó en Abtalión, cuyo nombre también comienza con la letra alef, y Sharétzer, que empie-za con la letra shin, reencarnó en Shemayá.

Bajorrelieve de Sanjerib a la izquierda y su padre Sargon II.

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¿Cuál es la razon de que unos conceptos de la Ca-balá, aparezcan tanto en el Lejano Oriente, como en China y la India?

Es verdad; en ambas culturas po-demos encontrar muchas cuestio-nes místicas. Se habla mucho de energía, meditación y autocontrol. Y el motivo, de acuerdo con el ju-daísmo, es que ambos tenemos la misma fuente de información, que es Abraham Abinu. Explicaré esto a continuación.

La Torá relata que Abraham Abinu tuvo tres esposas: Sará, Hagar y Ke-turá (según la opinión de que Ha-gar no es Keturá). Abraham Abinu fue monoteísta y el apego a Dios le permitió conocer la tercera dimen-sión del mundo: el lado místico, energético, y los secretos del ma-crocosmos —el mundo— y del mi-

crocosmos —el ser humano—.

Del hijo de Hagar, Ishmael, des-cienden los musulmanes, una secta de los cuales se llama Agrim que proviene de la palabra Hagar. Con Keturá, Abraham Abinu tuvo seis hijos, llamados Zimrán, Yokshán, Medán, Midián, Ishbak y Shúaj.

El versículo en Bereshit (25:5) relata sobre la separación que hizo Abra-ham Abinu antes de fallecer, entre su amado hijo Itzjak y los hijos de Keturá, a quienes les dio regalos y los mandó a la tierra de Kédem. Ese lugar está ubicado en el Lejano Oriente. Aclaran nuestros Sabios (Sanedrín 91a) que los regalos que les dio eran conceptos místicos, po-deres ocultos que no necesitan de pureza física y espiritual para ser usados, y lo hizo para que no se mezclen con Itzjak.

La tradición china relata que su cultura comienza con cinco reyes gigantes que vinieron de muy lejos y trajeron con ellos mucha sabidu-ría. Los chinos fechan este aconte-cimiento hace cuatro mil años, jus-to la época en que, según nuestro calendario, vivió Abraham Abinu.

En la cultura hindú, la casta más elevada es la de los brahmanes, quienes de acuerdo con la opinión judía, recopilada en el libro Ha-mahapaj (pág. 278), provienen de Abraham Abinu y por ello se llama-ron brahamanes. Su principal dios es Brahma, cuya traducción literal

La tumba de Shemayá y Abtalión.

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no es “dios”, sino “fuerza sagrada”. Su nombre en hebreo tiene las mis-mas letras que “Abraham”.

Y curiosamente la esposa del dios Brahma ellos la llaman Sarai-wati o Sara-wati, y sabemos que la es-posa de Abraham Abini se llamó al principio Sarai y después Sará. Y si esto fuera poco, el río Sarawati en la India tiene una ramificación que se llama Hagar.

Es curioso que la cultura hindú rela-te sobre un diluvio que ocurre cada cierto número de años y en el cual el dios Brahma se salva sentándose en un cascarón de huevo, que tie-

ne la función de un arca, y después reinicia la vida en la Tierra. Lo más probable es que Abraham Abinu les haya relatado acerca del diluvio y del arca de Nóaj, y ellos, con el tiempo, la modificaron y la adaptaron con-forme a sus creencias.

El río Sarawati en la India.

El mapa del río Ghaggar.

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Se cree que cinco de los seis hijos de Abraham llegaron a China y uno a la India, y se convirtieron en ma-nantiales de información mística. Por ejemplo, la meditación es prác-ticamente el rezo de la Amidá, en el cual cada judío se para y en absoluto silencio se “conecta” con el Creador, reflexionando sobre Su grandeza y agradeciéndole por todo lo que nos da, pidiéndole lo que le falta. Curio-samente, según el judaísmo, el pri-mero que inventó esa meditación fue Abraham Abinu cuando esta-bleció el rezo de la mañana, que se dice con la salida del sol. Y es sabi-do también, que según las corrien-tes actuales de meditación, la mejor hora para meditar es el amanecer o un poco después, y el lugar influye mucho. Eso es llamado Feng Shui, el cual pone énfasis en la importan-cia del ambiente del lugar donde se realizará la meditación y la “recar-ga” de energía “cósmica”.

Eso es prácticamente lo que propone el judaísmo, que haya lugares espe-ciales para rezar, como templos, ca-sas de estudio, etc., los cuales deben estar limpios de imágenes y ador-nados con libros de Torá. Incluso la ubicación de la persona en el rezo, y su orientación espacial, cambia y causa efectos distintos. Por ejem-plo, quien esté parado enfrente del Hejal, inclinándose un poco hacia el sur obtendrá sabiduría, pero al cambiar su posición y parándose un poco hacia el norte obtendrá bienes económicos (Babá Batrá 25b). La ubicación es de suma importancia y

la insistencia de realizar esa medita-ción siempre en el mismo lugar es porque tiene mayor eficacia.

Todo esto se aprende de Abraham Abinu, como dice la Torá: “Y fue Abraham y se paró en el mismo lu-gar en que se paró el día anterior…” (Bereshit 19:27). Es decir, Abraham Abinu tenía un lugar específico para rezar, con una ubicación y ambien-te adecuados para ello. De ahí pro-viene la halajá judía que dice que la persona debe rezar en un lugar fijo, procurar que sea en un templo, y que lo mejor es que ese lugar de rezo sea también lugar de estudio de Torá. Nosotros lo llamamos san-tidad del lugar y del hogar y ellos lo llaman Feng Shui.

El hecho de salir a lugares naturales, como las montañas, y sentarse ahí a meditar, está escrito en el Zóhar (Beshalaj 44b), donde comenta que cada vez que el profeta Elishá tenía una revelación de Dios mientras es-taba en las montañas meditando, se le cataloga como “el hombre de Dios”, y cuando se habla de él mien-tras estaba en la ciudad, se le llama simplemente Elishá. El Zóhar aclara que cuando él estaba en una ciudad

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rodeado del ajetreo característico de una ciudad, no lograba el nivel de conexión con Dios que lograba al estar lejos de todos, sentado en una montaña, de manera que la medita-ción no fuera interrumpida, alcan-zando un nivel más alto. Y bajo ese concepto se rige todo el movimien-to jasídico de Breslev, en el que este concepto se conoce como itbodedut, que significa aislamiento, es decir se busca meditar en soledad.

Incluso el mantra, que es la repeti-ción de una palabra con concentra-ción para lograr atraer energía, es prácticamente el concepto de Ka-dosh, Kadosh, Kadosh, que repeti-mos en la parte más importante del rezo. Y cada vez que pronunciamos el Nombre de Dios debemos ima-ginar la forma de las letras o, en ciertos rezos, imaginamos la forma del candelabro de siete brazos; este proceso es llamado por los hindúes mandala que, mientras rezan y se concentran, ubican la mirada o la mente en una imagen geométrica o un dibujo.

Respecto al “aura soma”, que con-siste en imaginar colores y ubicar-se con el color con el que más nos identificamos y más influye en no-sotros, también es un concepto ca-balístico, como dice el rabino Aryeh Kaplan en su libro Meditación y Cabalá (pág. 180), que cada una de las diez sefirot en que los expertos cabalistas se concentran durante el rezo está asociada a un color; el jé-sed al blanco y al plateado; la gue-vurá al rojo y al oro, etcétera.

Además, el rezo de la mañana se acompaña del tefilín. Ya es muy fa-moso en el mundo el artículo so-bre medicina china que publicó el doctor Steven Shram en la revista británica Journal of Chinese Me-dicine (número 70), de octubre de 2002, donde demuestra que todos los puntos en la cabeza y la mano que toca el tefilín son los más im-portantes para “cargar energía” en la acupuntura china, como podrás leer en mi libro “Señal de Tefilín”.

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También, el concepto del ying y el yang chino, que representa el equi-librio entre el hombre y la mujer, el cielo y la tierra, el cuerpo y el espíritu, etc., prácticamente es el concepto de la letra alef, que está formada en realidad por tres letras: una yud volteada, una yud dere-cha y una vav que las une. Explican nuestros Sabios, que se dedicaron a descifrar el secreto de las letras he-breas, que la yud derecha hace alu-sión al mundo celestial, a la espi-ritualidad, y la yud volteada alude al mundo terrenal, ya que aquí “la verdad está volteada” y todos anda-mos “de cabeza”; y la vav, que en hebreo significa ‘y’ conjuntiva, nos indica buscar el equilibrio entre el cielo y la tierra, entre lo material y lo espiritual, entre la mujer —que según el judaísmo, es muy espiri-tual— y el hombre —que es consi-

derado muy terrenal—. Toda esta información del secreto de las le-tras, en especial de la alef, proviene del Séfer Yetzirá, escrito por Abra-ham Abinu.

Y si observan bien, verán que la le-tra alef y el símbolo del ying y el yang son iguales.

Revista donde publicó el Dr. Shram sus descubrimientos.

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Es por esto que también los con-ceptos de reencarnación llegaron hasta allá y conforman hasta hoy la base de esas culturas, provenientes de Abraham, el primer gran re-en-carnado de Adam HaRishón.

Para finalizar esta sección relataré sobre la famosa historia de Aram Tzabar, un joven israelí, quien al finalizar su servicio militar en uno de los comandos más selectos, via-jó a China y a Japón para buscar la paz interior a través de meditacio-nes, Kung-fu, rituales energéticos, etc. Con los años, se convirtió en un experto en los rituales, el idio-ma, las costumbres, etc., Después de involucrarse e ir elevándose en los diversos niveles, logró realizar su gran sueño, entrevistarse con uno los “rabinos principales” de la secta, quien le preguntó de dónde venía, el joven le respondió, de Is-rael. El monje lo miró con ojos de sorpresa y le dijo: “Ustedes tienen la verdad allá. ¿Qué viniste a bus-car aquí?” (Si quieres conocer la historia completa se puede ver en YouTube bajo el nombre: ארם צבר).

¿Cuándo interviene Dios y nos ayuda a re-parar?

La Torá nos enseña una ley humana, que a la vez representa la política de Dios con cada uno de nosotros: “Cuando veas que a una persona le cuesta cargar o descargar su burro, ya que la carga es muy pesada, ayu-dar le ayudarás con él…”. (Shemot 23:5) Aclaran nuestros Sabios que la expresión “con él” significa que debemos ayudarle sólo cuando el otro participa y se esfuerza. Si al-guien te dice: “Descarga mi burro mientras voy a tomarme un café…”, no tienes ninguna obligación de ayudarle, porque no es con él.

La política de Dios es igual: ayuda a todos los que se lo solicitamos, pero con una condición: que noso-tros pongamos nuestro máximo es-fuerzo y entonces Dios le ayudará a levantar su carga con él. Y donde termina el esfuerzo humano em-pieza el milagro Divino.

Como insinuación podríamos decir que la tribu más sagrada del pueblo de Israel, de la que provienen los sacerdotes y los cohanim que nos bendicen diariamente, es la de Leví, cuyo nombre proviene de la expre-sión de Leá al tener su tercer hijo: “Ahora -Ilavé-, me acompañará mi esposo, ya que es mi tercer hijo…” Explican nuestros Sabios que dijo: “En una mano tengo a Reubén, en

Aram Tzabar relatando su historia personal.

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la otra a Shimón. Para cargar a este tercer hijo, obligatoriamente ten-drá que ayudarme mi esposo…” Sin embargo, la explicación pro-funda es la siguiente: el pueblo de Israel se considera la pareja de Dios y sólo cuando tienes las dos manos ocupadas, entonces y sólo entonces Dios nos acompaña y “nos echa la mano”.

Este mismo mensaje se repite con el Arca que cargaban los leviim, la cual era muy pesada para ser car-gada únicamente por cuatro perso-nas. Nuestros sabios dicen que al fi-nalizar un esfuerzo físico entre los cuatro para levantar el Arca y po-nerla a la altura del hombro, en ese momento que ya habían agotado sus fuerzas, empezaba el milagro en el que el Arca, cargaba a los car-gadores, que de alguna forma flo-

taban y de ahí proviene la palabra levitar, de los leviitas que eran car-gados por el Arca. El motivo por el que el milagro no ocurría mientras el Arca estaba en el piso, es para en-señarnos que primero haz tu máxi-mo esfuerzo y después Dios hará el resto.

Así es en todos los aspectos: el sus-tento, la salud, la búsqueda de pa-reja, y por consecuencia, también con nuestra tarea de vida, que es reparar las fallas anteriores en esta vida. Como dice el Ben Ish Jay en su libro Daat Utvuná (“La llave de la Cabalá”): “Cuando Dios ve el co-razón del ser humano y sus inten-ciones y cuánto anhela y se esfuerza por reparar su alma, entonces Dios le ayuda y lo orienta a hacer las co-sas, y a estar en los lugares que le sirven para ese fin”.

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¿La forma en que uno muere tiene que ver con su reencarnación?Cada muerte es triste y dolorosa, independientemente de la edad o la forma. Pero claro, conocemos diferentes formas de terminar la vida, las cuales el no creyente cata-loga como “mala o buena suerte”. Sin embargo, el creyente sabe que todo está calculado y planeado a la perfección y nada es casual, sino causal. Esto está insinuado en la palabra casualidad en hebreo, que se dice mikré, que son también las letras de, “planeó Dios” y también, en distinto orden, “sólo de Dios”.

Ya aclaramos que este mundo está al revés y que la visión humana no es como la Divina, pero, ¡dichoso aquel que tiene los “lentes espi-rituales” para ver las cosas como son en su esencia y no como apa-rentan! Por ejemplo (advierto que lo que voy a decir ahora no es fácil de digerir, pero intenten superarse y dejar de ver las cosas de forma terrenal y limitada; intenten ver-las como Dios las ve), si diéramos una lista a las personas para que escogieran la forma en que sería su muerte: un accidente, ahogados en

el mar, apuñalados, o simplemente irse a dormir con una sonrisa en el rostro y ya no despertar, todos por lógica elegirían esta última, ya que es agradable, no dolorosa y aparen-temente digna. Pero nuestros Sa-bios nos piden que superemos ese sentimiento humano y veamos el bien del alma y no del cuerpo, pues los pecados en el alma hay que bo-rrarlos y la mayoría pueden borrar-se por medio del arrepentimiento y haciendo teshuvá de todo corazón. Sin embargo, hay manchas muy grandes, por ejemplo, asesinar a alguien, cometer idolatría, tener relaciones incestuosas, etc., cuya mancha es tan grave que, además de teshuvá, habrá que hacer “una limpieza a fondo” para quitarlas, lo que implica ciertos sufrimientos en la vida y/o la forma de morir.

Por eso la Torá ordenó que ciertos pecados graves merezcan pena de muerte realizada por el Tribunal Rabínico, para que con su muerte paguen aquí en la Tierra y de esta manera suban limpios al Mundo Venidero.

Las muertes se dividen en cuatro clases: sekilá, arrojaban al conde-nado desde cierta altura, y si no moría por el impacto, lo apedrea-ban; serefá, introducían metal de-rretido, por lo general, plomo, en la garganta del individuo; éreg, le cortaban el cuello; y jének, ahorca-miento. No cabe duda de que estos castigos eran muy dolorosos y seve-ros, y aunque no se realizaron mu-

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chas veces, la idea Divina era que pagaran aquí y limpiaran su alma.Ya que realizar esto era muy difícil para el Tribunal Rabínico, especial-mente en las épocas de los Templos, debido a que muchos se convirtie-ron en idólatras o ateos, y no podía masacrarse a todos, devolvieron la justicia a “manos” de Dios. Y dice la Guemará (Sanedrín 37b): “Des-de el día en que se destruyó el Tem-plo, se eliminaron las cuatro penas de muerte hechas por el Tribunal y pasaron a ser celestiales, disfra-zadas de accidentes, y por tanto, una persona que se merece sekilá muere por una caída desde la azo-tea o un terremoto, un accidente de impacto, una viga que cae sobre su cabeza, un tropiezo con caída, un golpe mortal en la cabeza, etc.”

El factor común entre todas es que son parecidas a la sekilá original. Y si alguien merece serefá, muere por quemaduras en un incendio o por tomar un veneno, o por mordedura de serpiente o picadura de alacra-nes o arañas; todos estos se parecen al concepto de la serefá. Y si es con-denado al éreg, el individuo mori-rá apuñalado o de un disparo, o en un atentado, o quizá también con el bisturí durante una operación, todo lo cual pertenece a la familia del éreg. Y si le toca jének, morirá ahorcado o asfixiado, sea por aspi-rar demasiado humo en un incen-dio o por falta de aire, o por comi-da que se atoró en su garganta, o simplemente por un ataque al co-razón que le impida respirar; y por

supuesto, si se ahoga en el mar o en una piscina.

De una u otra forma, todos los ti-pos de muerte corresponden a una de esas cuatro clases. Es impor-tante aclarar que nadie muere por accidente, sino que todos mueren porque llegó su hora y, estén donde estén, tendrán que partir. Sin em-bargo, el alma prefiere, si tiene que irse, por lo menos con su muerte pagar y limpiar con tal de no tener que regresar otra vez.

Y creo que de Aharón HaCohén mismo podemos aprender qué bueno es pagar de una sola vez lo hecho, ya que él (como vimos en el capítulo anterior) causó la idolatría del becerro de oro, lo cual ameri-ta sekilá, pero como en su vida no lo pagó, tuvo que regresar otra vez como el sumo sacerdote Elí, caerse accidentalmente de espaldas y re-cibir una sekilá mortal en la nuca.Repito: toda muerte es dolorosa, pero si pensamos en el alma y no en el cuerpo, en la lógica Divina y no en los sentimientos humanos, entenderemos que cuanto más do-lorosa sea la muerte para el cuerpo, más limpia sube el alma al Cielo.

Por supuesto, que en la vida de-bemos cuidarnos de pecar y, si pecamos, procurar borrarlo con arrepentimiento y buenas accio-nes, para que tengamos la posibili-dad de morir en forma normal, tal como procuró el Rey David, cuan-do, a pesar de que pecó, se dedicó

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a reparar. Y como señala el Ben Ish Jay en relación a la haftará de Vaye-jí, sobre el versículo del Rey David que dice a su hijo: “Voy a fallecer de manera normal…”, que le está indi-cando así a su hijo que logró lim-piar todas las manchas de su alma y, por tanto, no necesitará pagar con una muerte extraña, y la prue-ba será que, cuando llegue su hora de morir, no morirá con ninguna de las cuatro muertes del bet din. (Adéret Eliahu).

¿Cómo podemos desa-rrollar nuestra alma?Antes de responder esta pregunta, deseo explicar por qué es impor-tante desarrollar el alma y qué ga-namos con ello.

La persona tiene cinco sentidos, pero todos hemos escuchado so-bre el “sexto sentido”, aunque na-die nos dice de dónde proviene y cómo se desarrolla. De acuerdo con el sod, el sexto sentido es el alma, la cual sabe mucho más que noso-tros; como dijo el Rey David: Vena-fshí yodaát meod, “Y mi alma sabe mucho…”.

Sabemos de personas que actuaron sin entender por qué, y se salvaron de un peligro por medio de algo in-terno que los orientó. La Guemará explica que es el alma: “Aunque él no vio, su alma sí lo vio…” (Megui-lá 3a). Es decir, dentro de nosotros

hay un sentido espiritual que está conectado a la fuente de energía Divina y, por tanto, sabe mucho más de lo que logramos almacenar en nuestro cerebro desde que nace-mos, pues su percepción es “tridi-mensional”, y la nuestra apenas es unidimensional.

El problema del alma es que está encarcelada y limitada entre las pa-redes del cuerpo, y al estar ella en una frecuencia y nuestro cuerpo en otra, la comunicación se dificulta. Sin embargo, nuestros Sabios acla-ran, que puede tenderse un puente de encuentro entre los dos, el cual consiste en minimizar el materia-lismo que busca el cuerpo y man-tener su santidad y pureza. Y por otro lado, desarrollando, engran-deciendo y fortaleciendo el alma lograremos empezar a establecer esa comunicación. Ya dependerá de cada uno y de su nivel el “ancho de banda” que utilice para trasmitir la información.

En el nivel más bajo, sentiremos cierta intuición de parte del alma, la cual no podemos explicar ce-rebralmente, ni afirmar de dón-de proviene, pero de repente algo dentro de nosotros nos alerta sobre cierta persona, nos empuja a com-prar determinada mercancía o ale-jarnos de cierto lugar. En palabras actuales, es lo que llamamos “sexto sentido”, pero en verdad esa expre-sión no tiene sentido y su verdade-ra definición es “una intuición que proviene del alma”.

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Si hubiese una “banda” más ancha y una mejor comunicación entre el alma y el cuerpo, nos permitiría te-ner mensajes nocturnos, entre sue-ños, como advertencias, recomen-daciones e incluso información de Torá, como muchísimos Jajamim testimoniaron que ciertas explica-ciones sobre la Torá les fueron reve-ladas en sueños.

El nivel más alto de “conexión” lo tuvieron los profetas, cuya alma re-cibía mensajes Divinos y se les tras-mitían directamente a su cerebro, ya sea escuchando el mensaje o vi-sualizando algunas imágenes.

¡Ojalá nosotros hoy pudiéramos llegar por lo menos al primer nivel! Estamos viviendo una época tan mundana, carnal, terrenal, física, materialista que, sin ninguna duda, nos dificulta la conexión con la par-te espiritual, pura, celestial, Divina. Sin embargo, aunque sea difícil, no es imposible; viviendo como la Torá nos ordena, podremos alcanzarla. Todo depende del “ejercicio espiri-tual” que hagamos, pues del mismo modo que existen gimnasios para desarrollar los músculos físicos de la persona, y hay aparatos especia-les para desarrollar los abdominales y otros para los bíceps y otros para las piernas, así también hay medios de desarrollo espiritual para las tres partes del alma que tenemos dentro de nuestro cuerpo, llamadas nefesh, rúaj y neshamá, cada una de las cuales tiene su aparato y su medio de desarrollo.

El nefesh está en la sangre y su base es el hígado; se encarga de la acción. El rúaj está en el corazón (y el pulmón) y tiene como fun-ción el habla. Y la neshamá está en el cerebro, y se encarga de los pensamientos. De forma general, las mitzvot se dividen en estas tres categorías: de acción, de habla y de pensamiento. Cuando una persona realiza las mitzvot de acción —por ejemplo, ponerse tefilín, tomar el lulav, dar tzedaká, ir a visitar a los enfermos, etc.— desarrolla su ne-fesh. Las mitzvot que se realizan mediante el habla —como el rezo, el estudio de Torá, el reproche, el consuelo a los dolientes, etc.— de-sarrollan nuestro rúaj. Y todas las mitzvot que se hacen por medio del pensamiento —como tener fe en Dios, amarlo, temerle, amar al prójimo, etc.— desarrollan nuestra neshamá.

No obstante, casi cada mitzvá in-cluye estos tres medios de realiza-ción; por ejemplo, el tefilín tiene tres partes: 1. El hecho de colocar-los, alimenta al nefesh; 2. La ben-dición y los versículos que decimos alimentan al rúaj, y 3. La concentra-ción y la kavaná que ponemos en ellos desarrollan la neshamá. Por ejemplo, ir a visitar a un enfermo o consolar a un doliente desarrolla el nefesh; las palabras de ánimo o de consuelo que les digamos desarro-llan el rúaj; y la intención pura con la que estamos haciendo eso, y no por interés monetario o por honor, desarrolla la neshamá. Y así ocurre

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con muchas mitzvot más. El factor común de todas es ejercitar cons-tantemente la Majshavá, el Dibur y el Maasé, el pensamiento, el habla y la acción, para desarrollar así el nefesh, el rúaj y la neshamá.

No olvidemos que, de la misma forma que podemos engrandecer-las, igual podemos debilitarlas, y otra vez por los mismos medios. Es decir, cometiendo pecados en acción, como comer alimentos no kosher, tener relaciones prohibidas, robar, etc., debilitamos nuestro ne-fesh y lo opacamos hasta que ya no puede trasmitirnos ninguna señal. Igual sucede cuando cometemos pecados con el habla, como lashón hará, mentir, maldecir, revelar se-cretos, chismear y decir groserías; esto debilita y opaca nuestro rúaj. Y todos los pecados cometidos con el pensamiento, como odiar al pró-jimo, pensar en pecados sexuales o en la idolatría, o hacer buenas ac-ciones con malas intenciones, todo eso daña nuestra neshamá. Nuestros Sabios del sod aclaran, que a veces Dios nos insinúa cuál es nuestra parte dañada y en la que debemos poner mucho énfasis para desarrollarla. Por ejemplo, alguien que vea que los demás piensan mal de él, que sospechan de algo que no hizo, que se imaginan sobre él cosas que no cometió, indica que su neshamá necesita desarrollo y reparación, ya que si la mente de los demás está negativa contra él, eso indica que su pensamiento, es

decir, su neshamá, precisa perfec-cionarse. Y si ve que la gente habla mal de él, que difunde rumores a sus espaldas sin razón, eso indica que su rúaj está mal, porque si el habla de los demás es negativa con-tra él, entonces debe desarrollar su habla. Y si el daño de los demás no es por pensamiento ni por habla, sino que ya llegó a un nivel físico, en el cual lo agreden, a él o a sus bienes, eso indica que hay proble-mas con su nefesh, el cual se encar-ga de la acción.

De nuevo, es claro que terrenal-mente todo esto resulta muy mo-lesto, sea que piensen o hablen mal de uno, y aún más si lo agreden. Pero si se lo hicieron es porque él lo hizo y, por tanto, la parte espiritual correspondiente a la acción está dañada y no desarrollada. En con-secuencia, cuando los demás le ha-cen eso gana dos cosas: 1. Pagó con sufrimientos el daño que causó; 2. Lo despierta a la reflexión, indicán-dole la parte de su alma que debe reparar y desarrollar. (La mayoría de los aspectos de esta respuesta fueron tomados del libro Nafshí Vesheelatí, Tomo 3.)

En otros libros se habla de otro ni-vel de desarrollo del nefesh, rúaj y neshamá para personas de un ni-vel más alto, como los estudiosos de la Torá. Al igual que la persona debe repartir sus bienes materiales en tres: efectivo, mercancía y bie-nes raíces, así también el estudio debe estar dividido en tres y cada

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parte desarrolla un tercio de nues-tra alma. Por ejemplo, el estudio de las halajot, es decir, aprender las leyes que nos enseñan qué ha-cer, desarrolla el nefesh, que tiene que ver con la acción; el estudio de la Torá en general desarrolla el rúaj, con el cual leemos, explica-mos, discutimos, con el habla; y el estudio de la parte profunda de la Torá, como el sod, el Zóhar o la Cabalá, desarrollan la neshamá, la cual representa el pensamiento profundo y espiritual.

Al alejarnos de las malas acciones y hacer buenas acciones, acompa-ñadas del estudio de halajot, desa-rrollaremos nuestro nefesh. Al ale-jarnos de hablar mal de los demás, y al pronunciar sólo palabras de consuelo, de aliento y rezos, acom-pañadas del estudio general de la Torá, desarrollaremos nuestro rúaj. Y al evitar los pensamientos negati-vos de los demás, y pensar en la fe en Dios y concentrarse en los rezos, acompañado de estudio del sod a cualquier nivel, desarrollaremos nuestra neshamá.

¿Cuál es el secreto del Ibur?

El Ibur tiene que ver, en parte, con el concepto de la reencarnación, pero con una gran diferencia. Aquí utilizaremos la explicación al res-

pecto que da Rabí Jaim Vital en nombre del Arizal en el libro Shaar HaGuilgulim, Introducción 38.

Al alma a la que le faltó muy poco para reparar, quizás una mitzvá o dos, o que debió enfrentar una sola tentación que no superó bien en su vida, por misericordia Dios no la manda de nuevo al mundo. Porque por un detalle tan peque-ño, que no llega ni a ser un “gong”, no vale la pena mandarla arries-gándola a pecar.

Por tanto, cuando Dios observa a una persona que está a punto de enfrentar la misma pequeña tenta-ción que aquella alma no superó o una persona que está a punto de ha-cer una mitzvá que a aquella alma le faltó, Dios “insuflará” esa alma dentro del cuerpo de esa persona que tiene su propia alma y com-partirán el mismo cuerpo por unos momentos y juntas realizarán esa mitzvá o superarán esa tentación.

El segundo motivo por el cual pue-de ocurrir el ibur es cuando un vivo necesita ayuda celestial para lograr realizar una mitzvá difícil o superar una fuerte tentación; en ese momento, si el vivo tiene mé-ritos para ello, se le mandará una ayuda desde el Cielo, la cual con-sistirá en el alma de algún tzadik, por ejemplo, quien fue perfecto en esa mitzvá o superó con éxito ese tipo de tentaciones. Por tanto, su alma se impregnará en el vivo y le ayudará a realizar la tarea.

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Tal vez parezca sorprendente y nos remita a algún tipo de exor-cismo, pero no es así. El ibur es positivo, tanto para el alma que vino como para la persona que la recibió y, normalmente, no nos damos cuenta de que vino o que se fue.

Tal vez las personas muy eleva-das espiritualmente sientan una sensación rara, que se puede ma-nifestar como: “No sé de dónde me vinieron las fuerzas”, “No me reconocí”, “Casi siempre caigo, pero esta vez lo logré”. Quizá esas frases se deben a un ibur de un alma pura o un ser querido que fue mandado desde el Cielo para ayudarnos.

Por supuesto, existieron grandes cabalistas, como el Arizal, quie-nes podían indicar con total cla-ridad a la persona que tuvo ibur e incluso cuál era el alma que vino a ayudarle. Por ejemplo, eso pasó con su alumno, Rabí Jaim Vital, cuando un día le dijo claramente quiénes eran todas las almas de grandes tanaítas que se impregna-ron en él para ayudarle a entender todos los conceptos cabalísticos más profundos.

La ayuda celestial a veces se rea-liza mediante ángeles invisibles, que nos mandan para cuidarnos, como dice el versículo en Tehi-lim (91:11): Ki malajav yetzavé laj lishmorjá…, “ángeles man-dará Dios para cuidarte…”, y en

otras se manifiesta con la ayuda de almas que Él nos manda. La diferencia es que los ángeles son ayuda externa, pues están fuera de nosotros y, por tanto, su misión es cuidarnos de un mal externo que nos acontezca. El ibur de neshamot puras es interno, ya que se impreg-nan en nosotros y representan la ayuda en nuestras decisiones per-sonales, internas, íntimas, y nos dan fuerza mental para entender y superar las pruebas.

Este concepto está insinuado en varios lugares de la Torá, por su-puesto, en su dimensión del sod. Por ejemplo, en el versículo que dice: Guer vetoshav vajai imaj (Vayikrá 25:35), que literalmen-te significa: “Extraño y residente vivirán contigo…”. Este versículo trata del buen trato que hay que dar a extranjeros y residentes que son gentiles y que habitarán con-tigo en la tierra de Israel. En la traducción del sod, este versículo recibe otra dimensión basada en las palabras del Or Hajaim Haka-dosh, es sabido que el cuerpo del ser humano se considera su ciu-dad, su país, ya que en él mora-mos nosotros mismos, es decir, nuestra alma.

Por ejemplo, cuando la Torá dice: “Jueces y policías pondrás en los portones de tu ciudad…”, se refie-re en lo literal a tener vigilancia de justicia para que no entren extra-ños y malvados a destruir nuestro país; pero en su parte profunda,

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explica el Alshej HaKadosh, se re-fiere también al cuerpo, y los por-tones son la boca, los ojos, los oí-dos, y hay que cuidarlos para que no entren por ellos visiones o in-formaciones negativas, las cuales destruirían la pureza de nuestra “ciudad”, nuestro cuerpo. Por eso debemos tener un juez, es decir, un cerebro con conocimientos ha-lájicos, el cual, al ver que está a punto de entrar un “terrorista es-piritual”, ordenará a los policías, es decir, los párpados, los labios, los lóbulos de las orejas, etc., que “cierren las puertas”.

Siguiendo esta línea de pensa-miento, el significado de “Extra-ño y residente vivirán contigo en tu ciudad…” se refiere a la parte espiritual, donde el “residente” es nuestra propia alma, y el “extra-ño” que viene de paso, es aquella alma de ibur que entra sólo para bien y, al finalizar su misión, se retira: “Ambos vivirán contigo…”

Por eso se llama ibur, palabra que proviene de meubéret, “embara-zada”; al igual que una mujer em-barazada tiene dentro de ella otro ser, un cuerpo recibe otra alma, además de la que ya tiene.

Y de la misma forma que el feto viene y, cuando termina de desa-rrollarse, “se va”, el alma, al ter-minar su misión, “nace” al Mun-do Venidero, perfecta y lista para la vida celestial (Shaar HaGuilgu-lim, Introducción 4).

El ibur puede suceder en cualquier momento, pero una de las ocasio-nes adecuadas para obtener esa ayuda es en Shabat, como explica Rabí Yejiel Ashkenazi en su libro Ejal Hashem (pág. 37a); la nesha-má yeterá que recibimos en Shabat es en verdad un pequeño ibur. Y también dice la Guemará (en Bet-zá 16a) que quienes lograron pre-pararse espiritualmente, cada vís-pera de Shabat reciben una ayuda celestial, que es un alma adicional que se impregna en ellos y se queda hasta la salida del Shabat.

Por tanto, que bueno sería que aprovecháramos esa dosis de ener-gía extra todos los sábados para que nos sirva como un impulso positi-vo para toda la semana. Otro mo-mento en que eso puede suceder es cuando nos sentamos a estudiar la Torá y se nos dificulta, ya que no somos tan capaces para entender palabras mayores, pero con insis-tencia, esfuerzo y muchos deseos, cabe la posibilidad de que Dios nos mande un alma estudiosa de Torá, la cual nos ayudará a comprender.

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Como dice Rabí Jaim Vital: “Es sa-bido y conocido que espíritus de tzadikim y de grandes estudiosos de Torá vienen a ayudarnos a estu-diarla, como dijo Rabí Natán sobre el versículo: Abá litaher…, ‘el que quiere estudiar y purificarse, del Cielo le ayudarán por medio de ibur’”. Y en otra parte, contó Rabí Jaim Vital: “Una vez mi rabino, el Arizal, me reveló que gracias a la chispa del alma de Rabí Akivá que se impregnó en mí es que logré cap-tar con rapidez todos los conceptos tan profundos que me trasmitió…”

Y en otro lugar contó que una vez estaban sentados estudiando como siempre y entró el alumno y com-pañero suyo, Rabí Shemuel Ozida, y entonces el Arizal interrumpió unos momentos la clase y se levan-tó para hacer honores a ese alum-no; lo sentó a su lado, hablándole con mucho respeto y honor, con la vista baja, como muestra de humil-dad ante su grandeza. Esa actitud sorprendió muchísimo a Rabí Jaim Vital, ya que Rab Shemuel, aunque era un gran cabalista, al lado del Arizal era considerado un simple alumno. Y todos los días, cuando venía a estudiar, entraba y se sen-taba de manera normal, pero en esa ocasión la actitud del Arizal fue muy extraña. Por eso, al finalizar la clase, se acercó Rabí Jaim Vital al Arizal y con gran respeto le pidió una explicación sobre esa actitud; él le contestó con una sonrisa: “No era por Rab Shemuel, sino por el alma de Rabí Pinejás Ben Yair (el

suegro de Rabí Shimón Bar Yojai) que estaba impregnada en él…”. Rabí Jaim Vital siguió insistiendo para saber qué había hecho Rab Shemuel para recibir ese honor; le explicó el Arizal: “Esta mañana, cuando Rab Shemuel salió para asistir a clase, escuchó llantos y gritos en una casa, y vio que unos ladrones estaban saqueando a esa familia, e incluso los habían ame-nazado con el pago de una suma grande de dinero para seguir con vida. Rab Shemuel dejó todo y em-pezó a correr para conseguir ropa, muebles, comida, dinero y todo lo necesario para el bienestar de esa familia.

Y como esa era una de las virtudes del gran Rabí Pinejás Ben Yair, se impregnó en él esa alma para ayu-darle a realizar esa tarea; al lograr-lo, le acompañó esa alma sagrada también aquí, a la Casa de Estu-dio, ya que mientras hacía esa ta-rea, perdió parte del estudio, por lo tanto le acompañó y le ayudó a comprender y completar toda la clase. Es por eso que le hice tantos honores”.

La tumba Rabí Pinejás Ben Yair.

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El concepto de ibur lo sintieron grandes Jajamim, quienes notaban que, de repente, captaban mejor el estudio profundo e incluso logra-ban descubrir muchos jidushim, explicaciones novedosas, que pro-venían de la “yeshivá celestial”. In-cluso el Marán Shulján Aruj, en su libro Maguid Mesharim (parashat Vayishlaj) explica el concepto de ibur y su beneficio para el estudio-so de la Torá.

Por lo tanto, debemos mantener nuestra “ciudad” pura y limpia, para que sea digna de recibir esas almas preciadas que nos ayudarán y nos orientarán en el transcurso de la vida, especialmente los sába-dos. Cuanto más nos preparemos con pureza externa, como con la tebilá, e internamente mediante la desconexión del mundo moneta-rio, tecnológico, y nos conectemos

con nuestra parte pura a nuestra querida familia, sentados alrededor de la mesa de Shabat, alegrándonos con comida rica, elevándonos con rezos, cánticos y palabras de Torá, podremos quizá recibir un ibur de neshamá yeterá.

Debemos saber que, si es difícil obtener esa alma adicional, más lo será cuidarla para que no se vaya. Pues al igual que un visitante que se siente incómodo, toma sus ma-letas y se va, así también, el alma adicional, en el momento, o más bien, un segundo antes de que pe-quemos, saldrá para no ensuciar-se. Como relata Rabí Jaim Vital que varias veces, el sábado por la mañana, cuando se acercaba a sa-ludar a su rabino, el Arizal, éste lo veía con mirada molesta y le decía: “Otra vez te enojaste en la mesa de Shabat…”, y cuando le contestaba

El lugar de estudio del Arizal en Sefat.

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Rabí Jaim Vital: “Sí. ¿Cómo lo sa-bes?”, respondía el Arizal: “Es que ayer, después del rezo de Shabat, veía en ti el ibur del jajam… o el ta-naíta…, y esta mañana ya no están contigo…”

Como vemos, es difícil, pero no im-posible, conservar esa alma en no-sotros, y el beneficio es muy grande. Por tanto, vale la pena esforzarse con tal de “quedar embarazados (impregnados)” con almas así.

No siempre se logra aprovechar el ibur como lo veremos en la siguien-te historia que relata el gran rabino Marán Hajidá.

“Mucha gente me insistió que escri-ba la historia del manantial Ashi-loaj y aunque no es mi estilo relatar historias, ya que ésta es verídica e

importante para conocer concep-tos espirituales la revelaré tal y como sucedió: En la época del rey Jizquiyahu cuando fue sitiado por el rey Sanjerib, bloqueó el manan-tial para que el ejército enemigo de Sanjerib no tuviera agua. La Gue-mará (Berajot 10:2) aclara que ese hecho no se hizo con el acuerdo de los jajamim.

Hace aproximadamente cuatro-cientos cincuenta años, mientras vivía en Yerushalaim el gran caba-lista, Rabí Jaim Vital, (después de que murió su maestro Arizal en Tzefat, se mudó a Yerushalaim), durante un día viernes cuando to-dos los musulmanes asisten a rezar a su mezquita ubicada detrás del kotel, vino el líder de ellos llamado Abu Saifan y llamó a Rabí Jaim Vi-tal amenzándolo: ‘Vuestro rey fue quien bloqueó el manantial Ashi-loaj y ninguno de nosotros sabe el secreto de cómo desbloquearlo. Te doy cuatro horas de ahora hasta que termine de rezar para que lo desbloquees y si no lo haces, juro que te mato’.

Rabí Jaim Vital sabía que con sus dones cabalísticos podía hacerlo, sin embargo dudó si hacerlo o no. Después de una guerra interna de-cidió no abrirlo y escaparse a Da-masco para salvarse de Abu Saifan.Después de un tiempo Rabí Jaim Vital soñó con su maestro el Arizal, quien le llamó la atención dicién-dole: ‘Que sepas que Abu Saifan es reencarnación de Sanjerib (Sanje-

Rabí Marán Hajidá,(1724-1806).

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rib proviene de la palabra jereb, espada y Saifan proviene de saif que también es espada). Y en el momento que te retó se impregnó en ti el alma del rey Jizquiyahu y era una oportunidad para reparar el error de Jizquiyahu de haber bloqueado el manatial y tú pudiste abrirlo en ese momento y terminar de reparar el alma del rey. Lástima que lo desaprovechaste’”. (Shem Haguedolim 8:21).

¿Cuál es la relación es-piritual entre un rabino y su alumno?

La relación entre un padre y su hijo es biológica, pero la relación entre el rabino y su alumno es espiritual. De la misma forma que en el hijo existen los genes del padre, en el alumno existen los “genes espiri-tuales” de su rabino. Es decir, cuan-do un alumno se apega a su maes-tro y estudia de él Torá y recibe de él consejos espirituales, y se con-vierte en su discípulo, en ese mo-mento una chispa del alma del Rab se trasmite al alma del alumno, la cual lo ayuda a recordar lo enseña-do por su rabino, le da la fuerza de llevar a la práctica lo estudiado y lo salva de caer en tentaciones; ade-más, le da la sensación de que su rabino está constantemente con él para orientarlo.

A eso se refirió la Mishná en Pirké Avot: “Hazte de un rabino…” No dijo “estudia con un rabino”, o “respeta a un rab”, sino “hazte”, es decir, “estudia con él”, respétalo y apégate a él hasta que hagas tuya una parte de él. Eso está insinuado numerológicamente, pues la pa-labra Rab en hebreo suma 202, al igual que la frase en jet ba leyadó, “No se le aproximan los pecados”. Y también es del mismo valor nu-mérico que Elokim Imó, “Dios está con él”, para indicarnos que quien

Manantial Ashiloaj.

La tumba de Rabí Jaim Vitalen Damasco.

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244La conexión espiritual entre maestro y alumno.

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logre que una chispa del alma de su Rab esté en él, Dios estará con él para salvarlo de los pecados.

Por ello, la ley nos ordena respetar a nuestros rabinos, ya que ellos nos dan la ayuda necesaria para per-feccionar nuestra alma, aprovechar nuestra vida y reparar nuestros de-fectos, para otorgarnos así la “visa” para el Mundo Venidero.

De ahí que sea muy triste ver alum-nos que no saben agradecer ni respe-tar lo suficiente al rabino que tanto los ayuda. Por eso la Guemará dice: “Qué tontos son los judíos de Babi-lonia, que se levantan ante un Séfer Torá haciéndole honores, abrazando y besando con respeto su vestidura,

y no se levantan ni hacen honores a un Séfer Torá vivo —al rabino— que pasa”. Y en verdad vemos en la historia muchos rabinos que exigie-ron de parte de sus alumnos respe-to y honor, y además establecieron leyes en las cuales se manifestara ese comportamiento, como era por ejemplo, Rabán Gamliel.

A la vista de la gente que no entien-de, parece soberbia, pero realmen-te el motivo es que esa chispa del alma del rabino hace la función del ibur, y mientras el alumno muestre ese respeto, cariño y agradecimien-to a su rabino, esa chispa se mantie-ne en él. Pero en el momento que lo menosprecia o no lo respeta, la pierde.

La tumba de Rabán Gamliel.

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Capítulo 5

Resumen, Conclusióny Meditación

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Me es difícil imaginar qué pasa por su mente después de leer

todo esto. Pero también imagino que, para la mayoría, la vida tomó un significado profundo. O por lo menos nos despertó de la apatía que nos rodea en la vida en ge-neral y nuestra misión de vida en particular. Y quizá todo lo dicho hasta ahora servirá sólo como un “aperitivo” para abrirnos el apetito y seguir indagando y averiguando, o por lo menos para llevarnos a una reflexión personal sobre quié-nes somos, cuál es nuestra tarea y cómo podemos cumplirla.

Para finalizar este libro, resumiré todo lo dicho, para luego concluir y culminar con una meditación personal para cada uno.

Resumen

Muchos de nosotros tenemos fe absoluta en la Torá y los Jajamim, y sabemos que lo que dijeron respec-to a la existencia del alma, el Mun-do Venidero y la reencarnación es verídico y sus palabras son conse-jos para realizar nuestra tarea en la vida. Y también los que depositan su fe en la ciencia y los científicos, llegan a la misma conclusión, ya que en la actualidad estos concep-tos, afirmados por los Jajamim, son comprobados por la ciencia. A continuación, las afirmaciones de la Torá y de la ciencia.

La vida después de la vida

La Torá: Nuestra verdadera esencia es el alma y el cuerpo es simplemente su “es-tuche”. Por tanto, la muerte repre-senta tan sólo el desprendimiento del cuerpo, ya que, incluso después de este desprendimiento seguimos viviendo, sintiendo, viendo, etc. Tenemos entonces muy claro que existe un mundo más allá.

Esto es comprobable por medio de la muerte clínica, en la cual el alma sale del cuerpo, lo ve desde cierta altura y, por algún motivo, después de un lapso de tiempo regresa al cuerpo. Como se relata en la Gue-mará (Rosh Hashaná 17a) que Rab Huná, hijo de Rabí Yehoshúa, falle-ció y, debido a las buenas acciones que realizó en vida, le permitieron que regresara para vivir unos años

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más. Igual sucede con el caso re-latado en Babá Batrá 10b, el cual mencionamos ya al principio de este libro, sobre Rab Yosef, quien sufrió una muerte clínica y dijo a su padre que había visto “un mun-do al revés”.

La ciencia: En los últimos años, muchos profe-sores de universidades importantes en el mundo han recopilado testi-monios de personas que vieron el mundo espiritual y regresaron para contarnos sobre él. En el Institu-to de Estadísticas Gallup en Esta-dos Unidos, se publicó que “ocho millones de norteamericanos han experimentado la muerte clínica y vivieron por unos minutos, inclu-so algunas horas, en el mundo es-piritual. El número de personas en todo el mundo que han pasado por esto se estima que son aproximada-

mente 30 millones”. La explicación científica para este número tan alto de testigos que hay, afirma el pro-fesor Kenneth Ring, de la Univer-sidad de Connecticut, es que los métodos de resucitación utilizados en la medicina de hoy ayudan a re-vivir a muchos que se mueren.

Él como médico lo ve así, y respe-to su opinión, pero viéndolo en un sentido espiritual, Dios nos está dando un regalo a esta generación tan alejada y tan materialista, y nos rodea de 30 millones de testigos, los cuales forman un grupo com-puesto por todo tipo de personas, religiones, países, edades, estratos sociales, etc., quienes comparten el mismo testimonio, que comienza con las palabras: “No somos sólo cuerpo, pues cuando me desprendí de él, lo dejé y seguí vivo, sintien-do, viendo…”

Profesor Kenneth Ring y sus libros.

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Grandes doctores han recopilado estos testimonios, investigaron sus paralelismos y concluyeron sus in-vestigaciones en libros. Por ejem-plo, el doctor Raymond A. Moody, de la Universidad de Virginia, en-trevistó a 150 personas que experi-mentaron muerte clínica (denomi-

nada en inglés NDE, Near to Death Experience) y recopiló esos testi-monios en el libro Life After Life, que fue traducido a 30 idiomas; o la famosa doctora Elizabeth Kübler-Ross, quien durante 20 años inves-tigó más de mil casos y los reunió en su libro On Children Death, en el cual logró comprobar, por medio de infinidad de testimonios, que después de la muerte la vida recién comienza y que dentro de cada uno de nosotros hay algo vivo y eterno. Especialmente es notable el caso de los ciegos de nacimiento, que al sufrir la muerte clínica, vieron. Y como concluye la doctora Kübler-Ross: “Los que están abiertos a es-cuchar, que escuchen, y aquéllos que cubren sus oídos, les espera una sorpresa”. O como dijo en otra parte del libro, al sufrir ella misma una muerte clínica: “Después de ver con mis propios ojos (espiritua-les) y vivir esta experiencia, no se iguala a escuchar testimonios, ya que lo viví en carne propia… Eso cambia por completo la cualidad y el valor que das a tu vida…”

Dr. Raymond A. Moodyy sus libros (foto inferior).

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También hay testimonios del doc-tor Morris Rawlings, cardiólogo de la Universidad de Tennessee, quien entrevistó a 300 pacientes, y del doctor George Richi, presidente de la Academia de Medicina del Hos-pital Teuras. La lista es muy larga y variada, sin embargo todos estos investigadores llegan a una sola conclusión: tenemos alma.

La luz Divina

La Torá: Al salir del cuerpo el alma pasa por diferentes etapas: ve el propio cuer-po desde arriba, la escena, el lugar y las personas que están a su alre-dedor, después siente que un imán la “jala” hacia arriba, donde ve una luz Divina. Como dice el Zóhar (Be-reshit 218a): “En la hora que culmi-nan los días de la persona y llega su momento de salir de este mundo, Hashem da al alma permiso de ver lo que no pudo ver en vida…”, ya que en vida su visión era limitada y al salir del cuerpo es ilimitada. Se agrega en el libro Séfer Hayas-har (Portón 14): “El alma entra al Mundo Venidero, que es extenso, y una luz grande, que no se parece a ninguna luz terrenal, la recibe…” Y el Midrash Rabá (al final de pa-rashat Nasó), sobre el versículo que dice: “No podrá verme la persona y seguir viva…” (Shemot 33-20), aclara: “En vida no se ve, pero en la hora de la muerte sí…”

La ciencia: En todos los testimonios recopi-lados por los profesores que men-cionamos todos dicen lo mismo: el alma se desprende del cuerpo y lo observa desde arriba viendo con claridad todo lo que sucede alrede-dor de su cuerpo y las reacciones de las personas presentes. En cuanto a esto, tengo testimonio de un alum-no mío en Venezuela, Y.B., que a los diecinueve años, en medio de un partido de fútbol en la cancha del Club Hebraica, sufrió un paro cardiáco y cayó muerto. Despúes de varios largos minutos, los paramé-dicos lograron revivirlo. Después de dos semanas de recuperación vino a mi Templo Bet Abraham y me dijo: “Rab, por favor no me trate como un loco, pero quiero relatarle lo que ‘viví cuando estuve muerto’. Veía con claridad mi cuerpo tirado sobre el pasto. Le puedo describir todas las reacciones de mis amigos. Quién lloró, quién grito, quién co-rrió a pedir ayuda. Vi los paramédi-cos corriendo desde lejos, los inten-tos de revivirme, etc., y todo visto desde arriba, hasta que de repente me sentí absorbido a mi cuerpo de vuelta”.

Además hay personas que pasan esta etapa y en vez de regresar in-mediatamente al cuerpo, se meten en un túnel espiritual al final del cual hay una luz muy especial, que no se parece ni a un foco ni al sol. Una luz que atrae al alma hacia ella, envolviéndola, y trasmitiéndo-le mucha paz, tranquilidad y amor,

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la cual provoca en muchos, el de-seo de no regresar a la vida con tal de seguir estando cerca de esa ma-ravillosa luz Divina.

El túnel y los seres queridosLa Torá: En el trayecto hacia esa luz, la per-sona ve toda su vida como una pe-lícula rápida y resumida. Como se relata en el Sifrí (parashat Haazi-nu): “Cuando se separa la persona de este mundo, vienen todos los hechos que realizó en su vida y se detallan delante de ella… Además, el alma ve la presencia de familia-res, amigos y conocidos que salen a recibirla…” Como dice el Zóhar (Bereshit 218a): “En el momento de la muerte, los padres, abuelos y

parientes cercanos aparecen ante el alma, los que la reciben y la acom-pañan hasta el lugar en que debe estar…”.

La ciencia: Efectivamente, el 90% de los testi-monios analizados por los especia-listas antes mencionados hablan de ese momento después de la muerte, en que de pronto la persona ve toda su vida, que pasa como una pelícu-la, y aunque es rápida, logra verla con claridad y vivir en unos segun-dos toda una vida.

Hoy es más fácil para nosotros en-tender esto porque conocemos el concepto “película”, pero imaginen qué pensaba la gente hace 1800 años, cuando lo dijo el Zóhar.

Además de ver la vida en una “pelí-cula virtual”, testimonian estos mi-les de testigos que vieron a sus fa-

La cancha de fútbol en Hebraica, Venezuela donde sucedió el hecho.

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miliares y seres queridos fallecidos, que estaban parados a orillas de ese túnel y que los acompañaban hacia la luz, brindándoles tranquilidad y apoyo, y causándoles una sensación de que estaban en un lugar bueno, rodeados de su familia y amigos.

Reencarnación y regresión

La Torá: Después de que entendemos que los dos mundos están conectados y que el alma se traslada de aquí ha-cia allá, cabe la posibilidad de que regrese, en unos años, de nuevo acá, es decir, que reencarne. Gran-des cabalistas y profetas revelaban a las personas quiénes habían sido en sus vidas anteriores. Como dice el Gaón de Vilna: “Seiscientos mil profetas y profetisas tuvo el pue-

blo de Israel en su larga historia, y parte de su misión era decir a las personas de quién eran reencarna-ción y qué fue lo que vinieron a re-parar…”. Incluso, cuando terminó la época de los profetas, eso seguía haciéndose por medio de grandes cabalistas, como vimos en muchos casos con el Arizal o el Haramá Mi-pano.

Hasta no hace mucho tiempo, tuvi-mos el privilegio de tener tzadikim tan grandes como el Ben Ish Jay en Bagdad, quien, al fallecer los tres hijos del gran rabino y cabalista Shimón Agazi, asistió al ereye y ex-plicó de forma profunda sus reen-carnaciones, la misión y el cumpli-miento que realizaron, lo que dejó a todos los presentes maravillados y consolados. Y eso es lo que llevó a Rabí Shimón Agazi a escribir su gran libro sobre la reencarnación llamado Bené Aarón.

El Ben Ish Jay (1834-1909).Rabí Shimón Agazi y su hijo Ezrá Tzión (1852-1914).

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La ciencia: Salvando la gran diferencia entre los profetas, cabalistas y Jajamim que obtenían esa información por medios espirituales, en nuestros días la ciencia lo logra por medio de hipnosis y regresiones. Por ejem-plo, Brian Weiss demostró al mun-do científico que la mayoría de la gente carga un bagaje espiritual de sus vidas anteriores, lo que le pro-voca sensaciones, miedos, virtu-des, etc. Muchas de las personas a quienes se les efectuó la regresión hablaron de que fueron personajes con determinado nombre, que vi-vieron en determinado lugar y, me-diante la regresión, sabían quién reencarnó en quién.

Por ejemplo, relata el psicólogo Wi-lliam McDougall, de la Universidad Howard, sobre una regresión hip-nótica que hizo a un joven, quien

de repente empezó a describir que era un carpintero egipcio de la época de los faraones, y se le pidió tallar la imagen de un águila con ciertos jeroglíficos y sobre su cabe-za una corona blanca, que reflejaba los mundos venideros. McDougall, que estaba iniciando su tesis como psicólogo, no tomó muy en serio estos datos, pero nueve meses des-pués el arqueólogo inglés Sir F. Petri anunció que se había descubierto la tumba de uno de los descendientes de los faraones y que entre los obje-tos encontrados se hallaba una talla de madera con forma de águila. Esa noticia asombró muchísimo a Mc-Dougall, ya que todos los detalles de esa figura habían sido descritos por aquel joven.

Psicólogo William McDougall, de la Universidad Howard.

El arqueólogo inglés Sir F. Petri(1853-1942).

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La cantidad de información al res-pecto que existe en muchos libros de psicólogos e hipnoterapeutas es infinita, como la de Mori Bran-chstein, Brian Weiss o Joe Keaton, quien hizo regresión a nueve mil personas en Inglaterra y muchos de los testimonios fueron recopilados por el británico Peter Moss, en su libro Encuentros del pasado.

Vidas semejantesLa Torá: Vimos en el tercer capítulo de este libro, de manera amplia, el resu-men sobre quién reencarnó en quién en la Torá, y vimos el pare-cido que tuvieron los personajes ya que muchos de ellos volvían incluso con la misma función: por ejemplo, el sumo sacerdote Aharón volvió y fue el sumo sacerdote Elí, o la salvadora Yael volvió a ser otra salvadora, la reina Esther, o el gran estudioso de la Cabalá, Rabí Shi-món Bar Yojai, volvió y fue el gran cabalista el Arizal, etcétera.

La ciencia: Lo que voy a decir a continuación en nombre de la ciencia yo no lo puedo avalar, ya que no tengo los medios para investigarlo. Pero voy a presentárselos sólo para que vean la similitud entre lo dicho por nuestros Sabios del sod y los aná-lisis de nuestros días en el mundo científico.

En una investigación realizada por el doctor Joseph R. Myers, de Esta-dos Unidos, que durante 35 años investigó sobre ciertos personajes de la historia moderna, comparó aspectos físicos, de personalidad, ocupaciones, etc., y concluyó quién era reencarnación de quién. Sus conclusiones pueden verse en la página web:

www.reincarnation2002.com

Y fue desarrollada un poco más y ordenada por el rabino Zamir Co-hén en su libro Hamaapaj, pág. 244, donde efectivamente se aprecia un paralelismo impresionante.

Rabino Zamir Cohen y su libro Hamaapaj 1965.

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Políticos y lideres

Aníbal Baraka (182-247 a.e.c.), gran y cruel guerrero, que encabezó las fuerzas de Cártago contra los roma-nos y fue quien por primera vez utilizó elefantes armados en las guerras.

El general George Patton (1885-1945), líder del ejército de Estados Unidos, quien lo guió en la Segunda Guerra Mundial y fue el primer jefe de la divi-sión de tanques (elefantes modernos) de ese país. Además, él afirmaba siempre que era la reencarnación de Aníbal y que incluso tenía recuerdos de sus batallas.

George Washington (1732-1799), pri-mer presidente de Estados Unidos y Padre de la Nación Norteamericana, dirigió a su país en la lucha libertaria contra Inglaterra.

Mike Mansfield (1903- 2001) fue un gran senador durante 24 años y líder de los demócratas. Figuró también como embajador de los Estados Uni-dos ante Japón y como gobernador de Montana.

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Andrew Johnson (1808-1875), deci-moséptimo Presidente de los Estados Unidos. Fue vicepresidente de Lincoln y, cuando asesinaron al presidente, él lo sustituyó en la presidencia.

Lyndon Johnson (1908-1973), trigésimo sexto presidente de Estados Unidos. Fue el vicepresidente de Kennedy y, al ser asesinado, lo reemplazó en la presidencia.

Ulises Simpson Grant (1822-1885), de-cimoctavo presidente de Estados Unidos. En la época de la Guerra Ci-vil, fue el jefe de los ejércitos del Nor-te. Tenía una verruga sobre la mejilla derecha.

Franklin Delano Roosevelt (1882-1945), trigésimo segundo presidente de los Estados Unidos. Dio la orden al ejérci-to de unirse a las Fuerzas Aliadas en la Segunda Guerra Mundial. Tenía una verruga sobre la mejilla derecha.

Alejandro Magno (323-356 a.e.c.), gran rey, líder guerrero, político. En una forma muy tajante estableció la ley y el orden bajo su imperio.

Thomas Jefferson (1743-1826), tercer presidente de los Estados Unidos, unificó a las 13 Colonias, redactó la Constitución del país y creó el Partido Demócrata.

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Científicos, literatos y músicos

Luis de Borbón, el Gran Conde (1664-1709), príncipe de la Casa Real de París. Alumno y atleta excelente, a los 22 años lideró el ejército francés y ob-tuvo una brillante victoria contra los españoles.

Charles de Gaulle (1890-1970), presi-dente de Francia. Uno de los grandes políticos del siglo XX, también fue un gran guerrero y terminó con excelen-cia la academia militar.

Hans Christian Andersen (1805-1874) nació en Dinamarca en una familia pobre. A los 14 años abandonó el estudio y su casa, pero a la larga se convirtió en el gran escritor de cuen-tos para niños y fue famoso por ellos, ya que dio esperanza y alegría a la vida de muchos niños.

Danny Kaye (1913-1987) nació en Nue-va York en una familia pobre. A pesar de ser expulsado del colegio a tem-prana edad, se convirtió en uno de los fundadores de la UNICEF, la cual se encarga de velar por los niños de todo el mundo.

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Charles Dickens (1812-1870) nació en Inglaterra en una familia pobre y es considerado hoy como uno de los grandes escritores ingleses; sus obras se han convertido en libros de cuen-tos para niños, películas y obras tea-trales.

Walt Disney (1901-1966) nació en los Estados Unidos en una familia pobre. Fue uno de los pioneros de las pelí-culas animadas y fue quien fundó el imperio que se ha especializado en realizar caricaturas para niños.

Franz Schubert (1797-1828), gran com-positor y uno de los pilares de la mú-sica clásica. Aunque tenía virtudes musicales desde niño, no las desarro-lló y sólo diez años antes de su muerte empezó a aplicarlas y, por tanto, no fue conocido en su vida, sino hasta después de haber muerto.

Itzjak Perlman (1945-). Desde los cinco años se descubrió en él la genialidad musical, la cual desarrolló en el violín; hoy es considerado como uno de los más importantes músicos en el mun-do y fue famoso desde su niñez.

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En base a esto, cabe preguntar: si el alma es la misma y en cada viaje el cuerpo es diferente, ¿por qué puede haber parecido en el físico? La res-puesta está dada en base a lo que dice el Zóhar (Parashat Ytró), cuan-do habla de la fisiognomia (lectura de la personalidad mediante la fi-sonomía del rostro) y la quiroman-cia (lectura a través de la palma de la mano), que nos enseñan la rela-ción que hay entre los rasgos físicos y los “rasgos” del alma, las cuales reflejan la personalidad interna de la persona, y más allá de eso, las cualidades que posee su alma e in-cluso algo de su plan de vida. Por lo tanto, si un alma regresó con una tarea muy parecida a su viaje ante-rior, lo más probable que exista un parecido físico entre ellos.

Recuerdos de vidas an-terioresLa Torá:Existe la posibilidad de que la per-sona sepa quién fue en su vida an-terior. Eso se debe a un altísimo ni-vel de conexión con el alma. Como vimos en el capítulo de quién reen-carnó en quién, muchos de ellos sabían o sospechaban a quién vi-nieron a reparar. Aquí aprovecharé para presentar dos ejemplos relati-vamente recientes.

El primero es el Ben Ish Jay, el gran rabino, cabalista y legislador de halajot, vivió entre los años 1832 a 1909. Escribió más de 80 libros; sólo 53 se conocen hoy.

Sir William Herschel (1738-1822) nació en una familia judía en Alemania. Fue un gran astrónomo que realizó importantes descubrimientos, ade-más de ser un gran violinista.

Albert Einstein (1879-1955) nació en una familia judía en Alemania. Físico y matemático, reveló trascendenta-les descubrimientos y también tenía habilidad para el violín.

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Pero a sus libros más destacados los nombró en base a un versículo que habla sobre Benayahu Ben Ye-hoyadá, quien fuera un tzadik muy grande y ministro en el reinado del Rey David.

El motivo fue, como él mismo lo ex-presó en la Introducción al libro Ben Ish Jay, que siempre sintió que tenía una chispa del alma de Ben Yeho-yadá. En el año 1869 fue de visita a Israel, especialmente a visitar su tumba; después de unos días en que estuvo encerrado allí, salió y afir-mó con total seguridad que su alma provenía de la misma raíz. Al final de su vida, dijo el Ben Ish Jay que su alma tenía que ver también con el profeta Yejezquel, así que fue y se encerró bajo la cúpula de la tumba de este profeta, ubicada en la aldea de Shipel, 100 kilómetros al sur de

Bagdad, la capital de Irak; allí escri-bió su libro Marot Yejezquel.

Es interesante que en algunos escri-tos el Ben Ish Jay no firmó como Yosef Jaim, su nombre verdadero, sino Yejezquel Kajli. Muchas expli-caciones hay sobre por qué escribió este nombre, pero la que más me gustó es la que aparece en el libro Shem Uneshamá (pág. 93), donde se afirma que el nombre Yejezquel se debe al profeta Yejezquel, con quien el Ben Ish Jay sintió una gran conexión y continuación entre sus almas, y la palabra Kajli forma las palabras koaj li, “Él que me da fuer-za”. Es decir, “gracias a la conexión espiritual con el profeta Yejezquel es que tuve la fuerza mental para escribir este libro”.

El Ben Ish Jay (1834-1909).

La tumba del profeta Yejezquel al sur de Bagdad, Irak.

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Otro caso es el que está relatado en el libro Taamé Haminaguim (pág. 530), del cual fue testigo el gran ra-bino Baal Shem Tov. Relata que en Ashkenaz vivió un sabio muy gran-de de la Torá, que en pleno apogeo rabínico aclaró a sus colegas rabi-nos, entre ellos el Baal Shem Tov, que su muerte sería muy cruel, en manos de asesinos.

Cuando el Baal Shem Tov le pre-guntó por qué y cómo lo sabía, con-testó: “Soy la reencarnación del jefe del Sanedrín de la época del Primer Templo y fui yo quien humilló al profeta Zejariá abofeteándolo y di-ciéndole ante todos los presentes: ‘¡Ignorante! ¿Quién te dio permiso para profetizar?’ Entonces la gente que estaba a alrededor se lanzó so-bre él, lo lincharon y así lo mataron por mi culpa. Desde entonces reen-carné muchas veces, y cada vez fa-llecí por medio de un linchamien-to en manos de delincuentes, para reparar así lo que causé al profeta Zejariá con las cien personas que incité contra él. Así que también esta vez; aunque ahora me vea en la gloria, voy a terminar linchado.

Quiero pedirle un favor; ya que ésta será mi última reparación. Quiero que después de que los ladrones me atrapen y me maten, al momento en que me entierren escriba sobre mi lápida: Aquí fue enterrado el que provocó la muerte del profeta Zejariá”. De esto vemos, cómo vi-vieron personas que tenían el don de saber de sus vidas pasadas.

El Bet Midrashdel Baal Shem Tov.

La tumba del profeta Zejariáen Jerusalem.

Pintura del Baal Shem Tov(1700-1760).

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La ciencia:Existen en el mundo personas que recuerdan a la perfección sus vidas pasadas, con nombre, apellidos, lugares, sobre las cuales se inves-tigó y comprobó que eran ciertas. Por ejemplo, Ian Stevenson reco-piló testimonios de personas que recordaban perfectamente su reen-carnación pasada, y eso sin recurrir a la regresión hipnótica, ya que lo tenían en la mente como informa-ción clara. Especialmente hubo ca-sos de niños pequeños, como una niña llamada Elita Aviarnadana, de Colombo, en Sri Lanka. Nació en agosto de 1962 y a los tres años empezó a decir que su verdadero nombre era Nilnataya, y que había sido maestra y su esposo también. La niña contaba a sus padres sobre el colegio donde la maestra daba clase, el lugar y el nombre de la ca-lle donde vivió, además de indicar nombres de parientes, amigos y ve-cinos. Stevenson recopiló de ella 60 datos que sabía de su vida an-terior; incluso con gran claridad la niña decía que murió en 1953 por una enfermedad en los intestinos. Stevenson emprendió una investi-gación sobre aquella mujer, Nilna-taya, para verificar la veracidad de los datos de la niña.

Sus resultados fueron impresionan-tes: en 1914, en ese mismo lugar nació una niña llamada Nilnataya; fue maestra en un colegio y en 1939 se casó con un maestro y, efectiva-mente, en 1953 falleció de una in-fección intestinal. En total, “acertó”

Elita en los 60 datos de la vida de Nilnataya, es decir, de ella misma.

Si ustedes están interesados, pue-den leer infinidad de casos como éste en los libros de Ian Stevenson y de otros investigadores en este campo.

Traumas y recuerdos de la vida anterior

La Torá:Las almas llegan en grupos, es de-cir, el núcleo familiar, amistoso y de compañeros normalmente reen-carna también en grupos. De las personas que nos causaron proble-mas en la reencarnación pasada algo dentro de nosotros nos ale-ja de ellas, y las personas que nos ayudaron antes son con las que nos llevamos bien en esta vida.

Analizamos esto con Kóraj, quien sintió envidia por Moshé, ya que eran Cáin y Hébel. Y el aprecio que sentía Caleb Ben Yefuné por Yehos-húa Bin Nun, se debía a que eran los hermanos Yosef y Binyamín. También se nos trasmiten miedos específicos o imágenes mentales. Al respecto me contó un amigo en Venezuela, que su esposa fue a hacerse una regresión hipnótica y llegó muy agitada e impresionada, pues vio que en su vida pasada ellos también habían sido una pareja y a él lo mataron frente a sus ojos en

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la época de la Inquisición por no querer prosternarse ante una cruz, mientras él gritaba el Shemá Israel. Su esposo, al escucharla, sintió un leve mareo y, al calmarse, fue a ver-me y me dijo: “Yo no creo en esas tonterías. Pero quiero decirte algo que nunca le he dicho a nadie, lo que me hace reflexionar mucho sobre lo que me contó mi esposa. Esto no se lo he contado ni siquie-ra a ella. Desde que tengo uso de razón, cada vez que digo el Shemá Israel veo una cruz”.

La ciencia:También la ciencia en la actualidad, por medio de los métodos mencio-nados arriba, descubre cómo di-versos problemas, ideas, temores, odios y amores provienen a veces de una vida anterior y, por tanto, muchos ofrecen terapias de sana-ción mediante regresiones o el fa-moso retro healing.

Un caso relacionado con esto ocu-rrió, no hace mucho, en el ejército de Israel, en el que a un soldado druso llamado Bader, de la aldea de Mausafia, durante los entrena-mientos le dieron una granada para lanzarla, y experimentó de repente una sensación muy fuerte y pidió retirarse, ya que no podía conti-nuar los ejercicios. Tras una profun-da meditación y una leve hipnosis, Bader descubrió su historia, la cual cuando niño tenía presente, pero al crecer se borró de su mente, y aho-ra, al tomar por primera vez una granada con la mano recordó todo,

y con mayor claridad. “Mi verdade-ro nombre es Majmud. Era pastor del ganado de mi familia y un día, cuando tenía diez años, pastoreaba con mi tío en la Montaña de Car-mel, enfrente de la aldea de Tzinat. De pronto levanté un objeto raro; mi tío me gritó: ‘¡Es una granada! ¡Tírala!’ No le hice caso, le quité la espoleta, y así morí. Eso fue el 14 de agosto de 1958”. Hasta hoy, Bader vive en Haifa, trabaja en el puerto y es reservista en el ejército de Israel, pero todos saben que Ba-der no toca granadas.

También el lazo familiar y amisto-so a consecuencia de la vida ante-rior es comprobado por la ciencia. Por ejemplo, el doctor Stefan Dick se dedicó a hacer regresiones sólo a parejas, para comprobar la co-nexión que ambas personas tenían en la vida anterior. Sus resultados fueron publicados, en los que con-firma la conexión grupal de las al-mas.

Así también, el profesor Ian Steven-son relata el caso de una niña de Tailandia, que se apegó mucho a otra niña y la convirtió en su mejor amiga, y otro niño del grupo en la escuela era su enemigo y no podía ni verlo. Al final se descubrió que esa niña había sido su propia hija y que el niño malo había sido su es-poso, quien le había sido infiel y la había abandonado por otra mujer.Aclaro que a veces en la vida pode-mos sentir rechazo por determina-das personas y otras no nos caen

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bien, sin ningún motivo. Quizá muchos de esos casos se deben a la vida anterior, como dijimos, pero no quiere decir que tenemos la li-cencia de odiar, pelear o rechazar al prójimo; es mejor lo contrario. Si sentimos un rechazo inexplicable por alguien en el presente quizá sea un indicio de algo que debemos de reparar con esa persona.

Aceptación de la reen-carnaciónLa Torá: El tema de reencarnación fue acep-tado y abordado por casi todos los rabinos en la historia judía, espe-cialmente los cabalistas y los estu-diosos del sod, pero es verdad, que hubo unos pocos rabinos que nega-ron este concepto.

Según el Arizal, al final, estos ra-binos, tuvieron que regresar al mundo para reparar eso, y dedi-carse de lleno a toda la parte de la Cabalá en la cual se aborda también el punto de la reencar-nación; y como le dijo una vez a su alumno, Rabí Jaim Vital: “Tú eres reencarnación de Rabí Vidal Di Tolosa, un gran rabino francés, alumno del gran Rashbá, quien dedicó toda su vida solamente al estudio de la Guemará y la Halajá, y su gran obra fue el comentario halájico sobre el libro del Ram-bam conocido como el Maguid Mishné. Como no hiciste caso a la parte del sod, viniste en esta vida

para repararlo y por eso es que te enseño solamente Cabalá…”.

Uno de los motivos por los cuales algunos rabinos no sienten mucho interés en la reencarnación es por-que su alma es nueva y no reencar-nada, y por tanto no sienten nada que tenga que ver con una vida anterior. Sin embargo, muchos de ellos, que comenzaron negando la idea de la reencarnación, a medida que profundizaron y entendieron parte de los conceptos que verti-mos en este libro, cambiaron de idea. Uno de ellos es el gran rabi-no Yehudá Aryeh de Modena, que fue doctor y uno de los rabinos de Venecia, Italia. También fue cono-cido como uno de los pocos rabi-nos que negaron la reencarnación, lo cual expresó en su famoso libro Ari Noem. Pero al final de su vida, le sucedió algo inusual y reconoció su error, como lo relata el Marán HaJidá en su libro Shem Haguedo-lim: “En el barrio de Rabí Yehudá nació un niño y a los seis meses en-fermó gravemente, y cuando ago-nizaba, la vecina llamó al rabino para que estuviera presente, como se acostumbra, en el momento que el niño falleciera, leyendo salmos y pronunciando ciertos versículos. En el momento que Rabí Yehudá se sentó frente al enfermo, de ma-nera anormal, el niño de seis me-ses abrió repentinamente los ojos, puso la mano derecha sobre ellos y pronunció con claridad, como un adulto: Shemá Israel, Hashem Elokenu, Hashem Ejad, y murió.

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Esto era algo imposible, ya que un niño a esa edad no sabe pronunciar palabras, a menos de que fuera una reencarnación. Rabí Yehudá vio este hecho como una señal celes-tial para que se retractara de todo lo que había escrito en su libro y de que el concepto de reencarnación era verídico”.

La ciencia:También en la ciencia se encuentran infinidad de casos de doctores y es-pecialistas que negaban totalmente la existencia del alma, la vida des-pués de la vida y la reencarnación. Pero debido a ciertos sucesos en su tarea como médicos o psicólogos que realizan hipnosis, cambiaron de opinión. Por ejemplo, el profe-sor Zeev Culman se especializó en bioenergía e hipnosis, y su historia

El Bet Midrashdel Rabino Yehudá en Venecia.

es interesante, como él mismo la cuenta: “Nunca creí en el concepto de la reencarnación. Eso me pare-cía un cuento de hadas, que quizá es interesante al escucharlo; pero entre lo que se dice y la realidad hay un gran abismo. Sin embargo, cuando empecé con las regresiones, me di cuenta de que existe una in-formación en cada individuo para la cual no hay otra explicación sino la reencarnación. Especialmente cuando hago una regresión a un individuo que conozco a la per-fección. Sé que apenas habla dos idiomas y, de pronto, en una re-gresión empieza a hablar alemán y portugués, y al finalizar le suplico que me diga ‘hola’ en portugués, y se me queda mirando con ojos que expresan: ‘Está loco. Yo no sé portugués’. Y yo fui testigo que du-rante veinte minutos lo habló con fluidez. Ése y muchos más casos me hicieron cambiar por completo mi visión, y actualmente soy faná-tico de la idea”.

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Las investigaciones de Culman fue-ron recopiladas en el libro We are Born to Be Together Again.

Por tanto, la conclusión de este resumen es que estamos ante una realidad tan interesante que, como dije antes, ya sea porque somos fie-les a la religión que tenemos y a los sabios que nos iluminaron, o por la ciencia moderna, nuestra vida es más espiritual y eterna de lo que vemos y pensamos. Nuestro “yo” verdadero está en nuestra alma y no en el cuerpo.

Conclusión y MeditaciónLa conclusión de todo esto es que nuestra vida tiene un pasado y, sin lugar a dudas, un futuro. Esto nos hace pensar en el presente, ya que la reencarnación es un verdadero regalo, maravilloso y trascendental, que Dios nos dio para poder llegar a ser un alma luminosa y gozar con

orgullo en el Cielo por el maravi-lloso trabajo que realizamos en la Tierra. Sólo hay que aprovechar esta oportunidad.

Como dijo el Rey Shelomó: Adam Leamal Yulad, “El hombre nació para esforzarse y trabajar”. No se refiere al trabajo en el campo como agricultor o en la ciudad como abo-gado, sino al trabajo de reparación de las malas cualidades y pecados. La tarea en general consiste en tres puntos: a) convivir en armonía con el prójimo, b) mantener con-tacto con Dios a través de rezos, plega-rias y agradecimientos y c) estudiar su Torá y conocer las leyes que nos ordena. Este mensaje se encuentra en el escudo de David, el gran sím-bolo del pueblo de Israel.

El escudo de David está compuesto de tres partes: un círculo, un trián-gulo hacia arriba y un triángulo hacia abajo. El círculo hace alusión a una gran hermandad con todos, ya que en un círculo todos estamos

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a la misma distancia del punto cen-tral y en una mesa redonda no hay cabecera. Así debemos sentirnos con todos nuestros familiares, ami-gos y compañeros, sin sentir sober-bia hacia nadie, y tratar a todos por igual.

El triángulo hacia arriba hace alu-sión a todas las plegarias, al rezo y a las mitzvot entre nosotros y Dios, que suben de toda la Tierra apuntando hacia el Cielo, hacia el Trono Celestial del Creador. El triángulo hacia abajo simboliza a la Torá, que bajó del Cielo hacia todos y cada uno de nosotros. Cui-dando estas tres facetas lograre-mos la perfección.

. La vida en la Tierra es juzgada por el Creador y cada acción tiene una reacción, y cada buen acto lleva consigo su recompensa celestial. Errores hay que reparar y buenas acciones hay que acumular. Esto debe llevarnos a la meditación per-

sonal, algo para lo que nunca tene-mos tiempo.

Quemamos las horas de la vida en diligencias mundanas, placeres y caprichos vanos, y nunca dedica-mos tiempo para nosotros mismos, es decir, para nuestra alma.

Quiero darles un consejo y ojalá lo-gren realizarlo, porque nos ayuda a mejorar nuestra vida, realmente avanzar y no quedarnos estanca-dos, (lo cual significa retroceder). Tomar una hoja de papel y dividir-la en tres columnas; en la primera columna anotar todos los pecados que seguramente hemos cometido y todos los mandamientos que no hemos cumplido con seguridad; en la segunda columna anotar las le-yes que a veces cumplimos y aque-llas que a veces no cumplimos; y en la tercera columna anotar las leyes que cumplimos a la perfección y los pecados que jamás cometemos. Esto nos permitirá, por primera vez en la vida, visualizar claramente quiénes somos a nivel espiritual.

Si queremos seguir elevándonos, observemos la primera columna (lo que nunca cumplimos). Elegiremos uno o dos puntos y los pasaremos a la segunda columna, es decir, co-menzaremos a hacerlas de vez en cuando. Por ejemplo, si uno nunca dice Birkat Hamazón, o una mujer no se viste con recato, procurará a partir de ahora, hacerlo, por ejem-plo, los sábados y así esa ley pasará a cumplirse de vez en cuando.

+ + =

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De la segunda columna (lo que a veces sí hacemos y a veces no) eli-giremos una o dos cosas y las pa-saremos a la tercera columna, es decir, empezar a hacerlo de forma fija. Por ejemplo, una persona que a veces es shomer Shabat y a veces no, o una pareja que a veces cuidan la pureza familiar y a veces no, lo harán ahora de forma fija.

Y lo que tenemos en la tercera co-lumna (lo que sí hacemos) sigá-moslo cumpliendo cada vez con mayor intensidad y alegría.

Cuando logremos hacer esto po-dremos, un año después, sentar-nos y escribir un nuevo análisis, con estas tres columnas, con un contenido un poco distinto ya que pasamos un año de avance. Qui-zá la tercera columna se haga más larga y la primera más corta. Así podremos comparar las hojas que vayamos acumulando en la vida y viendo nuestro progreso y nuestra elevación. Pero sobre todo veremos cómo realmente aprovechamos nuestra vida para el verdadero pro-pósito para el cual vinimos.

• No seamos gente del “mañana”, es decir, gente que a cada cosa que quie-re hacer dice: “Lo haré mañana”.

• Seamos gente del “hoy”, por si acaso ya no tenemos oportunidad mañana.

• Tomemos conciencia de las mara-villosas fuerzas internas que Dios

nos dio y aprovechemos el don es-piritual que poseemos.

• No nos enojemos ni dañemos al prójimo, ya que no vale la pena re-parar nuestra vida en un aspecto, estropeándola en otro. Seríamos como aquel que recoge las papas del campo arrojándolas al saco que lleva en la espalda, pero como el saco tiene una rasgadura, por ahí caen varias papas al suelo en el camino, por lo que tendrá que re-gresar y recorrer de nuevo todo el trayecto para recogerlas.

•No seamos vengativos ni rencoro-sos. Perdonemos a todos, aunque nos resulte difícil. No ganaremos nada cuando Dios los castigue o les decrete regresar una vez más al mun-do para reparar lo que hicieron.

• Ayudemos a todos, sin buscar be-neficios. “Haz el bien y no mires a quién.”

•Expresa el amor y el cariño que sientes por los demás. Di a tus hi-jos que los quieres mucho; di a tu pareja que la adoras. Procura cau-sar placer y regocijo a tus padres por tantos sufrimientos que pasa-ron al criarte. No esperemos maña-na para hacerlo; hazlo hoy, porque quizás…

• Dediquémonos al desarrollo de nuestra alma, realizando buenas acciones, diciendo tefilot, estudian-do Torá y viviendo como Dios nos recomendó en la Torá.

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• Cuando ya hayamos entendido todo esto y lo hagamos, busque-mos orientar e iluminar a los de-más, para simbolizar con ello la verdadera hermandad.

Al hacer todo eso, y más, podremos finalizar con éxito nuestro viaje presente y lograr definitivamente no regresar más a esta jungla, sino gozar en el Mundo Venidero de la Presencia Divina, escuchando cla-ses de Torá de todos los tanaítas, discutiendo las halajot con el Ram-bam y el Shulján Aruj, etc., e ilus-trándonos con conceptos cabalísti-cos dichos directamente de la boca de Rab Shimón Bar Yojai, el Arizal, etc. Eso es vida y todo lo demás es un medio para llegar a eso.

Este libro es solamente una pequeña llave para abrir la puerta del enten-dimiento sobre la vida y el mundo.

Y deseo finalizar con una frase que sale de mí con todo el corazón:

No hay que temer a la muerte. Hay que temer a la vida.

No hay que temer morir. Hay que temer no vivir correctamente.

Que sea voluntad ante el Creador que todos entendamos la misión en nuestra vida y que logremos aprovechar todas las maravillosas herramientas que poseemos cum-pliendo nuestro objetivo en este mundo.

Amram Anidjar

No nos olvidemos que el hom-bre es como el arca de Noé, todos los animales están en él, por lo tanto debemos hacer dos cosas:

a)Dominarlos

b)Utilizar el potencial y la fuerza de cada uno para lo-grar cumplir nuestra misión

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