Sábado, 12 de diciembre de 2009 José Emilio Pacheco · nal, José Emilio Pacheco (1939) es uno de...

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José Luis Argüelles sus 70 años, un aniversario que en México, su país, ha sido conmemo- rado casi como una fiesta nacio- nal, José Emilio Pacheco (1939) es uno de los grandes poetas vivos y un maestro de la lengua española, a cuyo corpus poético ha contribuido con una voz en la que se cumple una de las características funda- mentales de la gran literatura universal: to- da renovación profunda despega desde las raíces mismas de la tradición y supone una identificación y una ruptura (Harold Bloom diría que una interpretación erró- nea), un tributo y una crítica. La conce- sión del último premio “Cervantes” al au- tor de Tarde o temprano supone el reco- nocimiento a una literatura que funde distintos planos existenciales y formales en una lírica de gran originalidad: la des- nuda intensidad de su aparente sencillez es sólo la llave de un espacio complejo, de rara lucidez. José Emilio Pacheco, que dejó señal de su distancia respecto al “circo literario” en unos famosos versos que le han causado malentendidos con periodistas de medio mundo, es un poeta apreciado y distingui- do desde hace años por la crítica y los lectores más exigentes. Miles de personas saben de memoria “Alta traición”, un texto imprescindible en cualquier antología de poesía hispanoamericana. Pero sólo des- de la entrada del nuevo siglo ha empeza- do a recibir los mayores (y mejor remune- rados) premios literarios que se conce- den a un lado y otro del Atlántico. El “Cer- vantes”, que es el de mayor prestigio, sólo ha sido el último. Hay quien relaciona esa carrera de distinciones y laureles con la teoría un poco absurda, todo hay que de- cirlo, de que ningún país soporta a más de un gran poeta vivo, por lo que en México sólo hubo durante mucho tiempo pedes- tal para Octavio Paz, que era quien mejor se trabajaba el mármol y la fama. El también excelente poeta mexicano Marco Antonio Campos (recomendamos su “Viernes en Jerusalén”) recuerda en su reciente antología de poetas contempo- ráneos del país azteca, publicada por Vi- sor, una coincidencia crítica de Pablo Ne- ruda y Xavier Villaurrutia.Ambos han sub- rayado que la poesía mexicana era “for- malista”, en el sentido de rigurosa, conte- nida, ajustada al canon. Como cualquier generalización, es discutible.Y en el caso de José Emilio Pacheco es necesario, por tanto, hacer algunas matizaciones. Es cierto que en este lector infatigable de los clásicos, recreador en ocasiones de cierta visión minimalista de la lírica oriental, continuador de una tradición gnómica que se ajusta muy bien a su concepción pesimista de la vida, hay un extremo cuidado de los aspectos forma- les del poema, pero hay, asimismo –y de manera constitutiva, porque es al fin y al cabo lo que hace de su poesía un artefac- to original–, una reflexión y un debate creativo constante sobre la retórica. Sus libros están atravesados por una de las reflexiones metapoéticas más singulares de la literatura de nuestro tiempo:“Todos somos poetas de transición:/ la poesía ja- más se queda inmóvil”, dice el dístico ti- tulado, tan a propósito, “Manifiesto”. En los catorce poemarios de José Emi- lio Pacheco, desde “Los elementos de la noche” hasta los dos últimos,“La edad de las tinieblas” –en el que su autor vuelve a la poesía en prosa– y el ya citado “Como la lluvia”, hay una insólita coherencia que es muy de destacar, más si se tiene en cuenta que el primero de esos títulos fue escrito con apenas 20 años. Carlos Monsi- váis, que pertenece como José Emilio Pa- checo a la llamada “Generación de los años cincuenta”, en la que se dan ciertas conexiones estéticas con algunos de los poetas españoles coetáneos, ha resaltado, con acierto, la “actitud democrática del “yo” poético” que habla en los versos de “Tarde o temprano”.Y es que hay en esos textos de buscada filiación figurativa, en muchos de los cuales es clara la apuesta por un tono antirretórico que en realidad es resultado de un sabio trato con la retó- rica, un diálogo a muchas bandas con los grandes temas y los asuntos cotidianos. Buena parte de la crítica ha dicho que el motor de la poesía de José Emilio Pa- checo es el sentimiento de pesadumbre y desolación por el paso del tiempo. Creo que es cierto, pero pienso, además, que hay una conmoción de fondo por las co- rrosiones, por las devastaciones del tiem- po, a la que se añade la convicción de que la poesía “es la sombra de la memoria / pero será materia del olvido”. Poco que ver con cierto optimismo machadiano ante el poder de algunas palabras verda- deras para conjurar el silencio, para ven- cer a la sombra. También dice el autor de “Tarde o temprano”: “Aunque renazca el sol / los días no vuelven”. En una ocasión le planteé a José Emi- lio Pacheco mi opinión de que su poesía es fruto de esa tensión entre el paso del tiempo y el lenguaje. Se mostró de acuer- do, pero también se manifestó sorprendi- do por el hecho de que pocos críticos han destacado que en sus versos hay, igualmente, una “celebración”.“Hace un día maravilloso, me encanta estar aquí conversando, pero no me gustaría que fuera para siempre. Es el paso del tiempo lo que hace valiosas las cosas”, me expli- có, antes de añadir: “Quizás hay ahí cierto determinismo por ser yo de Ciudad de México, donde hemos vivido tan clara- mente ciertas destrucciones. Pasé toda mi vida por la plaza de Insurgentes, que han destruido, pero ya no recuerdo que había allí; la destrucción material se lo lleva to- do”. ¿También la memoria?, le pregunté. “Sí, también la memoria”, respondió con la sonrisa que en ocasiones esboza el pe- simista, sin la sombra de ironía que aso- ma, alguna vez, en sus versos. Pero, paradó- jicamente, José Emilio Pacheco sostiene que la poesía es también una “forma de resistencia”:“Alzar los ojos: ver el muro en torno. / Disipar las tinieblas, acercarse / al fondo de esta noche / en donde el alba / y su tropel / esperan que amanezca”. Aunque su obra narrativa es menos co- nocida, José Emilio Pacheco es autor de títulos de gran interés, como “Morirás le- jos”,“El principio del placer” o “Las bata- llas en el desierto”. Ensayista riguroso, es- pecialista en literatura mexicana del siglo XIX, profesor universitario, periodista cul- tural, una cita de su prolongada traduc- ción de los Cuatro cuartetos de Eliot en- cabeza “Tarde o temprano”: “Pero quizá no hay ganancia ni pérdida: / Para nosotros sólo existe el intento”. El poeta mexicano y último premio “Cervantes” ha levantado en medio siglo de labor literaria un preciso edificio verbal de aparente sencillez y gran densidad Número 637 Sábado, 12 de diciembre de 2009 A José Emilio Pacheco y las corrosiones del tiempo Miles de lectores saben de memoria “Alta traición”, un texto imprescindible en cualquier antología de poesía hispanoamericana José Luis Argüelles sus 70 años, un aniversario que en México, su país, ha sido conmemo- rado casi como una fiesta nacio- nal, José Emilio Pacheco (1939) es uno de los grandes poetas vivos y un maestro de la lengua española, a cuyo corpus poético ha contribuido con una voz en la que se cumple una de las características funda- mentales de la gran literatura universal: to- da renovación profunda despega desde las raíces mismas de la tradición y supone una identificación y una ruptura (Harold Bloom diría que una interpretación erró- nea), un tributo y una crítica. La conce- sión del último premio “Cervantes” al au- tor de Tarde o temprano supone el reco- nocimiento a una literatura que funde distintos planos existenciales y formales en una lírica de gran originalidad: la des- nuda intensidad de su aparente sencillez es sólo la llave de un espacio complejo, de rara lucidez. José Emilio Pacheco, que dejó señal de su distancia respecto al “circo literario” en unos famosos versos que le han causado malentendidos con periodistas de medio mundo, es un poeta apreciado y distingui- do desde hace años por la crítica y los lectores más exigentes. Miles de personas saben de memoria “Alta traición”, un texto imprescindible en cualquier antología de poesía hispanoamericana. Pero sólo des- de la entrada del nuevo siglo ha empeza- do a recibir los mayores (y mejor remune- rados) premios literarios que se conce- den a un lado y otro del Atlántico. El “Cer- vantes”, que es el de mayor prestigio, sólo ha sido el último. Hay quien relaciona esa carrera de distinciones y laureles con la teoría un poco absurda, todo hay que de- cirlo, de que ningún país soporta a más de un gran poeta vivo, por lo que en México sólo hubo durante mucho tiempo pedes- tal para Octavio Paz, que era quien mejor se trabajaba el mármol y la fama. El también excelente poeta mexicano Marco Antonio Campos (recomendamos su “Viernes en Jerusalén”) recuerda en su reciente antología de poetas contempo- ráneos del país azteca, publicada por Vi- sor, una coincidencia crítica de Pablo Ne- ruda y Xavier Villaurrutia.Ambos han sub- rayado que la poesía mexicana era “for- malista”, en el sentido de rigurosa, conte- nida, ajustada al canon. Como cualquier generalización, es discutible.Y en el caso de José Emilio Pacheco es necesario, por tanto, hacer algunas matizaciones. Es cierto que en este lector infatigable de los clásicos, recreador en ocasiones de cierta visión minimalista de la lírica oriental, continuador de una tradición gnómica que se ajusta muy bien a su concepción pesimista de la vida, hay un extremo cuidado de los aspectos forma- les del poema, pero hay, asimismo –y de manera constitutiva, porque es al fin y al cabo lo que hace de su poesía un artefac- to original–, una reflexión y un debate creativo constante sobre la retórica. Sus libros están atravesados por una de las reflexiones metapoéticas más singulares de la literatura de nuestro tiempo:“Todos somos poetas de transición:/ la poesía ja- más se queda inmóvil”, dice el dístico ti- tulado, tan a propósito, “Manifiesto”. En los catorce poemarios de José Emi- lio Pacheco, desde “Los elementos de la noche” hasta los dos últimos,“La edad de las tinieblas” –en el que su autor vuelve a la poesía en prosa– y el ya citado “Como la lluvia”, hay una insólita coherencia que es muy de destacar, más si se tiene en cuenta que el primero de esos títulos fue escrito con apenas 20 años. Carlos Monsi- váis, que pertenece como José Emilio Pa- checo a la llamada “Generación de los años cincuenta”, en la que se dan ciertas conexiones estéticas con algunos de los poetas españoles coetáneos, ha resaltado, con acierto, la “actitud democrática del “yo” poético” que habla en los versos de “Tarde o temprano”.Y es que hay en esos textos de buscada filiación figurativa, en muchos de los cuales es clara la apuesta por un tono antirretórico que en realidad es resultado de un sabio trato con la retó- rica, un diálogo a muchas bandas con los grandes temas y los asuntos cotidianos. Buena parte de la crítica ha dicho que el motor de la poesía de José Emilio Pa- checo es el sentimiento de pesadumbre y desolación por el paso del tiempo. Creo que es cierto, pero pienso, además, que hay una conmoción de fondo por las co- rrosiones, por las devastaciones del tiem- po, a la que se añade la convicción de que la poesía “es la sombra de la memoria / pero será materia del olvido”. Poco que ver con cierto optimismo machadiano ante el poder de algunas palabras verda- deras para conjurar el silencio, para ven- cer a la sombra. También dice el autor de “Tarde o temprano”: “Aunque renazca el sol / los días no vuelven”. En una ocasión le planteé a José Emi- lio Pacheco mi opinión de que su poesía es fruto de esa tensión entre el paso del tiempo y el lenguaje. Se mostró de acuer- do, pero también se manifestó sorprendi- do por el hecho de que pocos críticos han destacado que en sus versos hay, igualmente, una “celebración”.“Hace un día maravilloso, me encanta estar aquí conversando, pero no me gustaría que fuera para siempre. Es el paso del tiempo lo que hace valiosas las cosas”, me expli- có, antes de añadir: “Quizás hay ahí cierto determinismo por ser yo de Ciudad de México, donde hemos vivido tan clara- mente ciertas destrucciones. Pasé toda mi vida por la plaza de Insurgentes, que han destruido, pero ya no recuerdo que había allí; la destrucción material se lo lleva to- do”. ¿También la memoria?, le pregunté. “Sí, también la memoria”, respondió con la sonrisa que en ocasiones esboza el pe- simista, sin la sombra de ironía que aso- ma, alguna vez, en sus versos. Pero, paradó- jicamente, José Emilio Pacheco sostiene que la poesía es también una “forma de resistencia”:“Alzar los ojos: ver el muro en torno. / Disipar las tinieblas, acercarse / al fondo de esta noche / en donde el alba / y su tropel / esperan que amanezca”. Aunque su obra narrativa es menos co- nocida, José Emilio Pacheco es autor de títulos de gran interés, como “Morirás le- jos”,“El principio del placer” o “Las bata- llas en el desierto”. Ensayista riguroso, es- pecialista en literatura mexicana del siglo XIX, profesor universitario, periodista cul- tural, una cita de su prolongada traduc- ción de los Cuatro cuartetos de Eliot en- cabeza “Tarde o temprano”: “Pero quizá no hay ganancia ni pérdida: / Para nosotros sólo existe el intento”. El poeta mexicano y último premio “Cervantes” ha levantado en medio siglo de labor literaria un preciso edificio verbal de aparente sencillez y gran densidad Número 637 Sábado, 12 de diciembre de 2009 A José Emilio Pacheco y las corrosiones del tiempo Miles de lectores saben de memoria “Alta traición”, un texto imprescindible en cualquier antología de poesía hispanoamericana

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José Luis Argüelles

sus 70 años, un aniversario que en México, su país, ha sido conmemo-rado casi como una fiesta nacio-

nal, José Emilio Pacheco (1939) es uno de los grandes poetas vivos y un maestro de la lengua española, a cuyo corpus poético ha contribuido con una voz en la que se cumple una de las características funda-mentales de la gran literatura universal: to-da renovación profunda despega desde las raíces mismas de la tradición y supone una identificación y una ruptura (Harold Bloom diría que una interpretación erró-nea), un tributo y una crítica. La conce-sión del último premio “Cervantes” al au-tor de Tarde o temprano supone el reco-nocimiento a una literatura que funde distintos planos existenciales y formales en una lírica de gran originalidad: la des-nuda intensidad de su aparente sencillez es sólo la llave de un espacio complejo, de rara lucidez.

José Emilio Pacheco, que dejó señal de su distancia respecto al “circo literario” en unos famosos versos que le han causado malentendidos con periodistas de medio mundo, es un poeta apreciado y distingui-do desde hace años por la crítica y los lectores más exigentes. Miles de personas saben de memoria “Alta traición”, un texto imprescindible en cualquier antología de poesía hispanoamericana. Pero sólo des-de la entrada del nuevo siglo ha empeza-do a recibir los mayores (y mejor remune-rados) premios literarios que se conce-den a un lado y otro del Atlántico. El “Cer-vantes”, que es el de mayor prestigio, sólo ha sido el último. Hay quien relaciona esa carrera de distinciones y laureles con la teoría un poco absurda, todo hay que de-cirlo, de que ningún país soporta a más de un gran poeta vivo, por lo que en México sólo hubo durante mucho tiempo pedes-tal para Octavio Paz, que era quien mejor se trabajaba el mármol y la fama.

El también excelente poeta mexicano Marco Antonio Campos (recomendamos su “Viernes en Jerusalén”) recuerda en su reciente antología de poetas contempo-ráneos del país azteca, publicada por Vi-sor, una coincidencia crítica de Pablo Ne-ruda y Xavier Villaurrutia. Ambos han sub-rayado que la poesía mexicana era “for-malista”, en el sentido de rigurosa, conte-nida, ajustada al canon. Como cualquier generalización, es discutible. Y en el caso de José Emilio Pacheco es necesario, por tanto, hacer algunas matizaciones. Es cierto que en este lector infatigable de los clásicos, recreador en ocasiones de cierta visión minimalista de la lírica oriental, continuador de una tradición gnómica que se ajusta muy bien a su concepción pesimista de la vida, hay un extremo cuidado de los aspectos forma-les del poema, pero hay, asimismo –y de manera constitutiva, porque es al fin y al cabo lo que hace de su poesía un artefac-to original–, una reflexión y un debate creativo constante sobre la retórica. Sus libros están atravesados por una de las reflexiones metapoéticas más singulares de la literatura de nuestro tiempo: “Todos somos poetas de transición:/ la poesía ja-

más se queda inmóvil”, dice el dístico ti-tulado, tan a propósito, “Manifiesto”.

En los catorce poemarios de José Emi-lio Pacheco, desde “Los elementos de la noche” hasta los dos últimos, “La edad de las tinieblas” –en el que su autor vuelve a la poesía en prosa– y el ya citado “Como la lluvia”, hay una insólita coherencia que es muy de destacar, más si se tiene en cuenta que el primero de esos títulos fue

escrito con apenas 20 años. Carlos Monsi-váis, que pertenece como José Emilio Pa-checo a la llamada “Generación de los años cincuenta”, en la que se dan ciertas conexiones estéticas con algunos de los poetas españoles coetáneos, ha resaltado, con acierto, la “actitud democrática del “yo” poético” que habla en los versos de “Tarde o temprano”. Y es que hay en esos textos de buscada filiación figurativa, en

muchos de los cuales es clara la apuesta por un tono antirretórico que en realidad es resultado de un sabio trato con la retó-rica, un diálogo a muchas bandas con los grandes temas y los asuntos cotidianos.

Buena parte de la crítica ha dicho que el motor de la poesía de José Emilio Pa-checo es el sentimiento de pesadumbre y desolación por el paso del tiempo. Creo que es cierto, pero pienso, además, que hay una conmoción de fondo por las co-rrosiones, por las devastaciones del tiem-po, a la que se añade la convicción de que la poesía “es la sombra de la memoria / pero será materia del olvido”. Poco que ver con cierto optimismo machadiano ante el poder de algunas palabras verda-deras para conjurar el silencio, para ven-cer a la sombra. También dice el autor de “Tarde o temprano”: “Aunque renazca el sol / los días no vuelven”.

En una ocasión le planteé a José Emi-lio Pacheco mi opinión de que su poesía es fruto de esa tensión entre el paso del tiempo y el lenguaje. Se mostró de acuer-do, pero también se manifestó sorprendi-do por el hecho de que pocos críticos han destacado que en sus versos hay, igualmente, una “celebración”. “Hace un día maravilloso, me encanta estar aquí conversando, pero no me gustaría que fuera para siempre. Es el paso del tiempo lo que hace valiosas las cosas”, me expli-có, antes de añadir: “Quizás hay ahí cierto determinismo por ser yo de Ciudad de México, donde hemos vivido tan clara-mente ciertas destrucciones. Pasé toda mi vida por la plaza de Insurgentes, que han destruido, pero ya no recuerdo que había allí; la destrucción material se lo lleva to-do”. ¿También la memoria?, le pregunté. “Sí, también la memoria”, respondió con la sonrisa que en ocasiones esboza el pe-simista, sin la sombra de ironía que aso-ma, alguna vez, en sus versos. Pero, paradó-jicamente, José Emilio Pacheco sostiene que la poesía es también una “forma de resistencia”: “Alzar los ojos: ver el muro en torno. / Disipar las tinieblas, acercarse / al fondo de esta noche / en donde el alba / y su tropel / esperan que amanezca”.

Aunque su obra narrativa es menos co-nocida, José Emilio Pacheco es autor de títulos de gran interés, como “Morirás le-jos”, “El principio del placer” o “Las bata-llas en el desierto”. Ensayista riguroso, es-pecialista en literatura mexicana del siglo XIX, profesor universitario, periodista cul-tural, una cita de su prolongada traduc-ción de los Cuatro cuartetos de Eliot en-cabeza “Tarde o temprano”: “Pero quizá no hay ganancia ni pérdida: / Para nosotros sólo existe el intento”.

El poeta mexicano y último premio “Cervantes” ha levantado en medio siglo de labor literaria un preciso edificio verbal de aparente sencillez y gran densidad

Número 637

Sábado, 12 de diciembre de 2009

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José Emilio Pacheco y las corrosiones del tiempo

Miles de lectores saben de memoria “Alta traición”, un texto imprescindible en cualquier antología de poesía hispanoamericana

José Luis Argüelles

sus 70 años, un aniversario que en México, su país, ha sido conmemo-rado casi como una fiesta nacio-

nal, José Emilio Pacheco (1939) es uno de los grandes poetas vivos y un maestro de la lengua española, a cuyo corpus poético ha contribuido con una voz en la que se cumple una de las características funda-mentales de la gran literatura universal: to-da renovación profunda despega desde las raíces mismas de la tradición y supone una identificación y una ruptura (Harold Bloom diría que una interpretación erró-nea), un tributo y una crítica. La conce-sión del último premio “Cervantes” al au-tor de Tarde o temprano supone el reco-nocimiento a una literatura que funde distintos planos existenciales y formales en una lírica de gran originalidad: la des-nuda intensidad de su aparente sencillez es sólo la llave de un espacio complejo, de rara lucidez.

José Emilio Pacheco, que dejó señal de su distancia respecto al “circo literario” en unos famosos versos que le han causado malentendidos con periodistas de medio mundo, es un poeta apreciado y distingui-do desde hace años por la crítica y los lectores más exigentes. Miles de personas saben de memoria “Alta traición”, un texto imprescindible en cualquier antología de poesía hispanoamericana. Pero sólo des-de la entrada del nuevo siglo ha empeza-do a recibir los mayores (y mejor remune-rados) premios literarios que se conce-den a un lado y otro del Atlántico. El “Cer-vantes”, que es el de mayor prestigio, sólo ha sido el último. Hay quien relaciona esa carrera de distinciones y laureles con la teoría un poco absurda, todo hay que de-cirlo, de que ningún país soporta a más de un gran poeta vivo, por lo que en México sólo hubo durante mucho tiempo pedes-tal para Octavio Paz, que era quien mejor se trabajaba el mármol y la fama.

El también excelente poeta mexicano Marco Antonio Campos (recomendamos su “Viernes en Jerusalén”) recuerda en su reciente antología de poetas contempo-ráneos del país azteca, publicada por Vi-sor, una coincidencia crítica de Pablo Ne-ruda y Xavier Villaurrutia. Ambos han sub-rayado que la poesía mexicana era “for-malista”, en el sentido de rigurosa, conte-nida, ajustada al canon. Como cualquier generalización, es discutible. Y en el caso de José Emilio Pacheco es necesario, por tanto, hacer algunas matizaciones. Es cierto que en este lector infatigable de los clásicos, recreador en ocasiones de cierta visión minimalista de la lírica oriental, continuador de una tradición gnómica que se ajusta muy bien a su concepción pesimista de la vida, hay un extremo cuidado de los aspectos forma-les del poema, pero hay, asimismo –y de manera constitutiva, porque es al fin y al cabo lo que hace de su poesía un artefac-to original–, una reflexión y un debate creativo constante sobre la retórica. Sus libros están atravesados por una de las reflexiones metapoéticas más singulares de la literatura de nuestro tiempo: “Todos somos poetas de transición:/ la poesía ja-

más se queda inmóvil”, dice el dístico ti-tulado, tan a propósito, “Manifiesto”.

En los catorce poemarios de José Emi-lio Pacheco, desde “Los elementos de la noche” hasta los dos últimos, “La edad de las tinieblas” –en el que su autor vuelve a la poesía en prosa– y el ya citado “Como la lluvia”, hay una insólita coherencia que es muy de destacar, más si se tiene en cuenta que el primero de esos títulos fue

escrito con apenas 20 años. Carlos Monsi-váis, que pertenece como José Emilio Pa-checo a la llamada “Generación de los años cincuenta”, en la que se dan ciertas conexiones estéticas con algunos de los poetas españoles coetáneos, ha resaltado, con acierto, la “actitud democrática del “yo” poético” que habla en los versos de “Tarde o temprano”. Y es que hay en esos textos de buscada filiación figurativa, en

muchos de los cuales es clara la apuesta por un tono antirretórico que en realidad es resultado de un sabio trato con la retó-rica, un diálogo a muchas bandas con los grandes temas y los asuntos cotidianos.

Buena parte de la crítica ha dicho que el motor de la poesía de José Emilio Pa-checo es el sentimiento de pesadumbre y desolación por el paso del tiempo. Creo que es cierto, pero pienso, además, que hay una conmoción de fondo por las co-rrosiones, por las devastaciones del tiem-po, a la que se añade la convicción de que la poesía “es la sombra de la memoria / pero será materia del olvido”. Poco que ver con cierto optimismo machadiano ante el poder de algunas palabras verda-deras para conjurar el silencio, para ven-cer a la sombra. También dice el autor de “Tarde o temprano”: “Aunque renazca el sol / los días no vuelven”.

En una ocasión le planteé a José Emi-lio Pacheco mi opinión de que su poesía es fruto de esa tensión entre el paso del tiempo y el lenguaje. Se mostró de acuer-do, pero también se manifestó sorprendi-do por el hecho de que pocos críticos han destacado que en sus versos hay, igualmente, una “celebración”. “Hace un día maravilloso, me encanta estar aquí conversando, pero no me gustaría que fuera para siempre. Es el paso del tiempo lo que hace valiosas las cosas”, me expli-có, antes de añadir: “Quizás hay ahí cierto determinismo por ser yo de Ciudad de México, donde hemos vivido tan clara-mente ciertas destrucciones. Pasé toda mi vida por la plaza de Insurgentes, que han destruido, pero ya no recuerdo que había allí; la destrucción material se lo lleva to-do”. ¿También la memoria?, le pregunté. “Sí, también la memoria”, respondió con la sonrisa que en ocasiones esboza el pe-simista, sin la sombra de ironía que aso-ma, alguna vez, en sus versos. Pero, paradó-jicamente, José Emilio Pacheco sostiene que la poesía es también una “forma de resistencia”: “Alzar los ojos: ver el muro en torno. / Disipar las tinieblas, acercarse / al fondo de esta noche / en donde el alba / y su tropel / esperan que amanezca”.

Aunque su obra narrativa es menos co-nocida, José Emilio Pacheco es autor de títulos de gran interés, como “Morirás le-jos”, “El principio del placer” o “Las bata-llas en el desierto”. Ensayista riguroso, es-pecialista en literatura mexicana del siglo XIX, profesor universitario, periodista cul-tural, una cita de su prolongada traduc-ción de los Cuatro cuartetos de Eliot en-cabeza “Tarde o temprano”: “Pero quizá no hay ganancia ni pérdida: / Para nosotros sólo existe el intento”.

El poeta mexicano y último premio “Cervantes” ha levantado en medio siglo de labor literaria un preciso edificio verbal de aparente sencillez y gran densidad

Número 637

Sábado, 12 de diciembre de 2009

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José Emilio Pacheco y las corrosiones del tiempo

Miles de lectores saben de memoria “Alta traición”, un texto imprescindible en cualquier antología de poesía hispanoamericana

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Luis M. Alonso

an pasado setenta años desde que en un día nublado de mediados de octubre con amenaza de lluvia en Los Ángeles, Philip Marlowe se puso el traje azul añil, con camisa azul marino, corba-ta y pañuelo a juego en el bolsillo del pe-cho, para visitar a cuatro millones de dó-lares. Seguiré dándole hilo a la cometa: al detective, lo primero que le llamó la atención de la residencia Sternwood, el lugar de los cuatro millones, fue que el vestíbulo de entrada tenía una altura de dos pisos y que sobre la puerta principal, “que hubiera permitido el paso de una manada de elefantes indios”, había una amplia vidriera que mostraba a un caba-llero de oscura armadura rescatando a una dama atada a un árbol y sin otra ro-pa que una cabellera muy larga y conve-niente. Con este resumen de los dos pri-meros párrafos de “El sueño eterno” uno no tiene más remedio que quedarse a vi-vir en las páginas de la primera novela de Raymond Chandler, un escritor irrepe-tible del que también se cumplen cin-cuenta años de su muerte.

Marlowe, después del breve bosquejo en un relato (“Fin-ger man”), aparece en es-cena por primera vez en “El sueño eterno”, publicada en 1939. Chandler la había escrito en la prima-vera del año ante-rior, basándose en dos novelitas, “Asesi-no en la lluvia” (1935) y “El telón” (1936). Incluía, ade-más, una larga secuen-cia de otra de las histo-rias cortas del autor “El hom-bre que amaba a los perros”. El parto fue doloroso, como le explicó a su editor Alfred A. Knopf, en una época de su vida en la que alejar la mente de la guerra en la que había combatido era su primera obsesión y mantener el empuje literario le suponía un enorme esfuerzo añadido. “Las cosas que nos hacen vivir son los reflejos de alas de insectos bri-llando al sol en un día nublado…”, contó por entonces. Chandler era un tipo tan rápido escribiendo como deshaciéndo-se de lo que había escrito. “Trabajo muy deprisa, pero trabajo para la papelera”. Antes de su primera novela había ya su-gerido en las revistas baratas lo que ven-dría después y ese material le sirvió a él de esqueleto de parte de su obra y a sus lectores para revivir viejas situaciones publicadas en los “pulps”. El origen de Marlowe y Sam Spade, el personaje de Dashiell Hammet, dos detectives priva-dos observadores pesimistas de lo que les rodea, está en “Black Mask”, una revis-ta dedicada a los policiales de gran po-pularidad en Estados Unidos a partir de la década de los veinte del pasado siglo.

Cuando Chandler tuvo realmente en sus manos al personaje que lo consagró como uno de los grandes de la llamada novela negra, contaba con 51 años y vi-vía bajo el paraguas protector de su mu-jer, Cissy Bowen, que le sacaba diecio-

cho. El nombre del detective estaba pre-sumiblemente inspirado en Christopher Marlowe –la formación de Chandler era británica por haberse educado en Ingla-terra y profesaba gran admiración por los grandes autores del teatro isabelino–. Marlowe había tenido hermanos mayo-res, Ted Carmady o John Dalmas, perso-najes de las historias cortas que lo prece-dieron, mucho menos maduros literaria-mente que él. Nació con 38 años y se ne-gó a envejecer hasta que autor decidió que había llegado el momento de matar-lo mediante el perverso método del ma-trimonio. Chandler estaba convencido de que un hombre solitario, pobre, peli-groso, y, a pesar de todo ello, simpático no debería nunca casarse pero, sin embar-go, fue capaz de meter al pobre Marlowe en el lío más espantoso de su vida. “Vol-vió a llover a la mañana siguiente, en gri-ses ráfagas inclinadas, semejantes a corti-nas de cuentas de cristal en movimiento. Me levanté sintiéndome deprimido y cansado y me quedé un rato mirando por la ventana, con el áspero sabor amar-go de los Sternwood todavía en la boca. Estaba tan vacío de vida como los bolsi-

llos de un espantapájaros. En la cocina me bebí dos tazas de

café solo. Se puede tener resaca con cosas distin-

tas del alcohol. Resa-ca de mujeres. Las mujeres me ponían enfermo”, pensaba el detective en “El sueño eterno”. No se puede ser más claro.

El tipo que ahora cumple setenta años

pertenece a esa clase de detective idealizado

que sólo se puede dar en la ficción. Su idea de que la corrup-

ción ha de combatirse y su simpatía por ciertas causas perdidas lo llevan a que no siempre pueda ganarse la vida como es debido. Su autor decía que en la reali-dad alguien como él tendría tantas opor-tunidades de ser detective privado como de ser rector de universidad: “Creo que podría seducir a una duquesa, pero estoy bastante seguro de que no mancharía a una virgen”.

Algo más de un metro ochenta y unos ochenta y seis kilos de peso, cabello cas-taño oscuro y ojos castaños, a Marlowe nos lo hemos imaginado bajo diferentes máscaras. Chandler mantuvo que si algu-na vez tenía la oportunidad de elegir un actor para representarlo en el cine sería Cary Grant, pero esa oportunidad nunca llegó a producirse en las decenas de pe-lículas donde aparece el personaje. Al es-critor no le disgustó, sin embargo, la in-terpretación de Humphrey Bogart en “El sueño eterno”, el film de Howard Hawks basado en la novela. “Bogart es mucho mejor que cualquier otro actor de los du-ros. Puede ser duro sin pistola y, además, tiene un sentido del humor que encierra un áspero matiz sarcástico. Ladd (Alan) es duro, amargado y de vez en cuando encantador, pero no es más que la idea que un niño se hace de un tipo duro”. Chandler no tuvo tiempo para ver a Ro-

bert Mitchum, todo un carácter, en la adaptación de Dick Richards de “Adiós, muñeca” (1975). Ahora, después de Bo-gart, Mitchum, Ladd, Robert Montgomery, Elliot Gould, James Caan, Jamer Garner, etcétera, la reencarnación del detective sentimental y filosófico de Los Ángeles, de claras resonancias cinematográficas, le correspondería, según dicen, al actor británico Clive Owen, uno de esos suje-tos que necesitan más de un par de días sin afeitarse para aparentar dureza. Pero en fin, como aclaró el propio Chandler, “Marlowe surgió de las revistas baratas. No era una sola persona”.

Kathy Seleme

l ex embajador de Uruguay en el Líbano Alberto Voss Ru-

bio ha presentado en Beirut su libro “Música de la guerra”, en el que rela-ta el conflicto bélico que mantuvie-ron Israel y el grupo libanés Hizbulá durante el verano de 2006. “Rechazo de modo frontal la violencia, la gue-rra y las armas y quiero rendir un homenaje a la paz, a la convivencia humana, al entendimiento, para lo cual la diplomacia es la herramien-ta principal”, dijo Rubio, que ejerció su misión en el Líbano coincidien-do con la guerra.

Voss Rubio, actual Director de la Dirección de Comunicaciones de la Cancillería uruguaya, relata en 17 capítulos el conflicto a través de su testimonio personal y los informes enviados diariamente a su ministe-rio. Pero también se embarca en una búsqueda psicológica y filosófica de los conflictos armados, así como de la cobertura que sobre ellos ha-ce la prensa extranjera.

El libro tomó su nombre, como afirmó el diplomático, del título una entrevista que le hizo un periodista del diario uruguayo “Observador”: “Música de la guerra”, en alusión a una expresión empleada por el di-plomático uruguayo que subrayó en aquel encuentro que “los soni-dos anunciaban lo peor”.

“Comenzaba por el zumbido al paso del avión supersónico, seguido por el silbido de la bomba al des-cender, el tremendo estrépito al ex-plotar, el insoportable estridente al dispararse las alarmas de los auto-móviles y casas y, más tarde, el ulular de las sirenas de las ambulancias, a lo que se agregaban los gemidos y los desesperados gritos de dolor de moribundos y heridos”, comentó Voss Rubio.

Para el diplomático, “la música es sinónimo de armonía, melodía exul-tante, llena de júbilo y entusiasmo de vivir. Pero la que escuchamos en julio y agosto del verano de 2006 se-rá imposible de olvidar por conte-ner todo lo opuesto, por ser tétrica y repulsiva”. Voss Rubio que destacó que no había sido testigo de tanta violencia a pesar de haber estado en “otros destinos diplomáticos muy difíciles”, confesó que lo más difícil del conflicto para él había sido “or-ganizar la evacuación de los com-patriotas latinoamericanos”.

En ese entonces, Voss Rubio era el decano de La Asociación de Di-plomáticos Latinoamericanos y del Caribe, y la evacuación de 3.500 per-sonas se hizo, en cuatro etapas, con la colaboración de los diplomáticos de los nueve países que la integra-ban y también de España. “Era difícil porque los aviones se sentían surcar encima de nuestras cabezas con el estrépito, el temor y el miedo consi-guiente”. El diplomático, que tiene previsto hacer una traducción al francés y luego llevarlo al árabe, es-pera, con eso: “dar por cumplida mi cuota de amor por el Líbano”.

“Música en la

guerra”

E

FARO DE VIGO Sábado, 12 de diciembre de 20092

Todo Marlowe RBA Libros, con motivo del 70º cumpleaños del detective y el 50º aniversario de la muerte de su au-tor, ha reunido en un volumen, “To-do Marlowe”, las novelas y los dos

relatos en los que aparece Philip Marlowe, empezando por “El sueño eterno”. El libro incluye, además, “Adiós, muñeca”, “La ventana alta”, “La dama del lago”, “La hermana pe-queña”, “El largo adiós”, “Playback”, “El confidente” y “El lápiz”. Alianza Editorial ha vuelto a reeditar recien-temente la buena traducción de Jo-sé Luis López Muñoz de la primera novela de Raymond Chandler pro-tagonizada por el popular detecti-ve.

BIBLIOGRAFÍABIBLIOGRAFÍABIBLIOGRAFÍABIBLIOGRAFÍA

“El sueño eterno” (1939), “Adiós, mu-ñeca” (1940), “La ventana siniestra” (1942), “La dama del lago” (1943), “La hermana pe-queña” (1949), “El

largo adiós” (1954), “Playback” (1958), “Poodle Springs” (1959), completada por Robert B. Parker en 1989 y editada en España bajo el tí-tulo “La historia de Poodle Springs”, “El lápiz” (relato corto, 1961).

MarloweFeliz cumpleaños,

H

El popular detective de Raymond Chandler vive un renacer editorial y tendrá nuevo intérprete en el cine 70 años después de su presentación en “El sueño eterno”

Luis M. Alonso

an pasado setenta años desde que en un día nublado de mediados de octubre con amenaza de lluvia en Los Ángeles, Philip Marlowe se puso el traje azul añil, con camisa azul marino, corba-ta y pañuelo a juego en el bolsillo del pe-cho, para visitar a cuatro millones de dó-lares. Seguiré dándole hilo a la cometa: al detective, lo primero que le llamó la atención de la residencia Sternwood, el lugar de los cuatro millones, fue que el vestíbulo de entrada tenía una altura de dos pisos y que sobre la puerta principal, “que hubiera permitido el paso de una manada de elefantes indios”, había una amplia vidriera que mostraba a un caba-llero de oscura armadura rescatando a una dama atada a un árbol y sin otra ro-pa que una cabellera muy larga y conve-niente. Con este resumen de los dos pri-meros párrafos de “El sueño eterno” uno no tiene más remedio que quedarse a vi-vir en las páginas de la primera novela de Raymond Chandler, un escritor irrepe-tible del que también se cumplen cin-cuenta años de su muerte.

Marlowe, después del breve bosquejo en un relato (“Fin-ger man”), aparece en es-cena por primera vez en “El sueño eterno”, publicada en 1939. Chandler la había escrito en la prima-vera del año ante-rior, basándose en dos novelitas, “Asesi-no en la lluvia” (1935) y “El telón” (1936). Incluía, ade-más, una larga secuen-cia de otra de las histo-rias cortas del autor “El hom-bre que amaba a los perros”. El parto fue doloroso, como le explicó a su editor Alfred A. Knopf, en una época de su vida en la que alejar la mente de la guerra en la que había combatido era su primera obsesión y mantener el empuje literario le suponía un enorme esfuerzo añadido. “Las cosas que nos hacen vivir son los reflejos de alas de insectos bri-llando al sol en un día nublado…”, contó por entonces. Chandler era un tipo tan rápido escribiendo como deshaciéndo-se de lo que había escrito. “Trabajo muy deprisa, pero trabajo para la papelera”. Antes de su primera novela había ya su-gerido en las revistas baratas lo que ven-dría después y ese material le sirvió a él de esqueleto de parte de su obra y a sus lectores para revivir viejas situaciones publicadas en los “pulps”. El origen de Marlowe y Sam Spade, el personaje de Dashiell Hammet, dos detectives priva-dos observadores pesimistas de lo que les rodea, está en “Black Mask”, una revis-ta dedicada a los policiales de gran po-pularidad en Estados Unidos a partir de la década de los veinte del pasado siglo.

Cuando Chandler tuvo realmente en sus manos al personaje que lo consagró como uno de los grandes de la llamada novela negra, contaba con 51 años y vi-vía bajo el paraguas protector de su mu-jer, Cissy Bowen, que le sacaba diecio-

cho. El nombre del detective estaba pre-sumiblemente inspirado en Christopher Marlowe –la formación de Chandler era británica por haberse educado en Ingla-terra y profesaba gran admiración por los grandes autores del teatro isabelino–. Marlowe había tenido hermanos mayo-res, Ted Carmady o John Dalmas, perso-najes de las historias cortas que lo prece-dieron, mucho menos maduros literaria-mente que él. Nació con 38 años y se ne-gó a envejecer hasta que autor decidió que había llegado el momento de matar-lo mediante el perverso método del ma-trimonio. Chandler estaba convencido de que un hombre solitario, pobre, peli-groso, y, a pesar de todo ello, simpático no debería nunca casarse pero, sin embar-go, fue capaz de meter al pobre Marlowe en el lío más espantoso de su vida. “Vol-vió a llover a la mañana siguiente, en gri-ses ráfagas inclinadas, semejantes a corti-nas de cuentas de cristal en movimiento. Me levanté sintiéndome deprimido y cansado y me quedé un rato mirando por la ventana, con el áspero sabor amar-go de los Sternwood todavía en la boca. Estaba tan vacío de vida como los bolsi-

llos de un espantapájaros. En la cocina me bebí dos tazas de

café solo. Se puede tener resaca con cosas distin-

tas del alcohol. Resa-ca de mujeres. Las mujeres me ponían enfermo”, pensaba el detective en “El sueño eterno”. No se puede ser más claro.

El tipo que ahora cumple setenta años

pertenece a esa clase de detective idealizado

que sólo se puede dar en la ficción. Su idea de que la corrup-

ción ha de combatirse y su simpatía por ciertas causas perdidas lo llevan a que no siempre pueda ganarse la vida como es debido. Su autor decía que en la reali-dad alguien como él tendría tantas opor-tunidades de ser detective privado como de ser rector de universidad: “Creo que podría seducir a una duquesa, pero estoy bastante seguro de que no mancharía a una virgen”.

Algo más de un metro ochenta y unos ochenta y seis kilos de peso, cabello cas-taño oscuro y ojos castaños, a Marlowe nos lo hemos imaginado bajo diferentes máscaras. Chandler mantuvo que si algu-na vez tenía la oportunidad de elegir un actor para representarlo en el cine sería Cary Grant, pero esa oportunidad nunca llegó a producirse en las decenas de pe-lículas donde aparece el personaje. Al es-critor no le disgustó, sin embargo, la in-terpretación de Humphrey Bogart en “El sueño eterno”, el film de Howard Hawks basado en la novela. “Bogart es mucho mejor que cualquier otro actor de los du-ros. Puede ser duro sin pistola y, además, tiene un sentido del humor que encierra un áspero matiz sarcástico. Ladd (Alan) es duro, amargado y de vez en cuando encantador, pero no es más que la idea que un niño se hace de un tipo duro”. Chandler no tuvo tiempo para ver a Ro-

bert Mitchum, todo un carácter, en la adaptación de Dick Richards de “Adiós, muñeca” (1975). Ahora, después de Bo-gart, Mitchum, Ladd, Robert Montgomery, Elliot Gould, James Caan, Jamer Garner, etcétera, la reencarnación del detective sentimental y filosófico de Los Ángeles, de claras resonancias cinematográficas, le correspondería, según dicen, al actor británico Clive Owen, uno de esos suje-tos que necesitan más de un par de días sin afeitarse para aparentar dureza. Pero en fin, como aclaró el propio Chandler, “Marlowe surgió de las revistas baratas. No era una sola persona”.

Kathy Seleme

l ex embajador de Uruguay en el Líbano Alberto Voss Ru-

bio ha presentado en Beirut su libro “Música de la guerra”, en el que rela-ta el conflicto bélico que mantuvie-ron Israel y el grupo libanés Hizbulá durante el verano de 2006. “Rechazo de modo frontal la violencia, la gue-rra y las armas y quiero rendir un homenaje a la paz, a la convivencia humana, al entendimiento, para lo cual la diplomacia es la herramien-ta principal”, dijo Rubio, que ejerció su misión en el Líbano coincidien-do con la guerra.

Voss Rubio, actual Director de la Dirección de Comunicaciones de la Cancillería uruguaya, relata en 17 capítulos el conflicto a través de su testimonio personal y los informes enviados diariamente a su ministe-rio. Pero también se embarca en una búsqueda psicológica y filosófica de los conflictos armados, así como de la cobertura que sobre ellos ha-ce la prensa extranjera.

El libro tomó su nombre, como afirmó el diplomático, del título una entrevista que le hizo un periodista del diario uruguayo “Observador”: “Música de la guerra”, en alusión a una expresión empleada por el di-plomático uruguayo que subrayó en aquel encuentro que “los soni-dos anunciaban lo peor”.

“Comenzaba por el zumbido al paso del avión supersónico, seguido por el silbido de la bomba al des-cender, el tremendo estrépito al ex-plotar, el insoportable estridente al dispararse las alarmas de los auto-móviles y casas y, más tarde, el ulular de las sirenas de las ambulancias, a lo que se agregaban los gemidos y los desesperados gritos de dolor de moribundos y heridos”, comentó Voss Rubio.

Para el diplomático, “la música es sinónimo de armonía, melodía exul-tante, llena de júbilo y entusiasmo de vivir. Pero la que escuchamos en julio y agosto del verano de 2006 se-rá imposible de olvidar por conte-ner todo lo opuesto, por ser tétrica y repulsiva”. Voss Rubio que destacó que no había sido testigo de tanta violencia a pesar de haber estado en “otros destinos diplomáticos muy difíciles”, confesó que lo más difícil del conflicto para él había sido “or-ganizar la evacuación de los com-patriotas latinoamericanos”.

En ese entonces, Voss Rubio era el decano de La Asociación de Di-plomáticos Latinoamericanos y del Caribe, y la evacuación de 3.500 per-sonas se hizo, en cuatro etapas, con la colaboración de los diplomáticos de los nueve países que la integra-ban y también de España. “Era difícil porque los aviones se sentían surcar encima de nuestras cabezas con el estrépito, el temor y el miedo consi-guiente”. El diplomático, que tiene previsto hacer una traducción al francés y luego llevarlo al árabe, es-pera, con eso: “dar por cumplida mi cuota de amor por el Líbano”.

“Música en la

guerra”

E

FARO DE VIGO Sábado, 12 de diciembre de 20092

Todo Marlowe RBA Libros, con motivo del 70º cumpleaños del detective y el 50º aniversario de la muerte de su au-tor, ha reunido en un volumen, “To-do Marlowe”, las novelas y los dos

relatos en los que aparece Philip Marlowe, empezando por “El sueño eterno”. El libro incluye, además, “Adiós, muñeca”, “La ventana alta”, “La dama del lago”, “La hermana pe-queña”, “El largo adiós”, “Playback”, “El confidente” y “El lápiz”. Alianza Editorial ha vuelto a reeditar recien-temente la buena traducción de Jo-sé Luis López Muñoz de la primera novela de Raymond Chandler pro-tagonizada por el popular detecti-ve.

BIBLIOGRAFÍABIBLIOGRAFÍABIBLIOGRAFÍABIBLIOGRAFÍA

“El sueño eterno” (1939), “Adiós, mu-ñeca” (1940), “La ventana siniestra” (1942), “La dama del lago” (1943), “La hermana pe-queña” (1949), “El

largo adiós” (1954), “Playback” (1958), “Poodle Springs” (1959), completada por Robert B. Parker en 1989 y editada en España bajo el tí-tulo “La historia de Poodle Springs”, “El lápiz” (relato corto, 1961).

MarloweFeliz cumpleaños,

H

El popular detective de Raymond Chandler vive un renacer editorial y tendrá nuevo intérprete en el cine 70 años después de su presentación en “El sueño eterno”

Page 3: Sábado, 12 de diciembre de 2009 José Emilio Pacheco · nal, José Emilio Pacheco (1939) es uno de los grandes poetas vivos y un maestro de la lengua española, a cuyo corpus poético

Ficción

1. El símbolo perdido.El símbolo perdido.El símbolo perdido.El símbolo perdido. Dan Brown (Planeta).

2. La noche de los tiempos.La noche de los tiempos.La noche de los tiempos.La noche de los tiempos. Anto-nio Muñoz Molina (Seix Barral).

3. Contra el viento.Contra el viento.Contra el viento.Contra el viento. Ángeles Caso

(Planeta).

4. El fin del mundo y un despia-El fin del mundo y un despia-El fin del mundo y un despia-El fin del mundo y un despia-dado...dado...dado...dado... Haruky Murakami (Tusquets).

5. La reina en el palacio de las La reina en el palacio de las La reina en el palacio de las La reina en el palacio de las

corrientes.corrientes.corrientes.corrientes. Stieg Larsson (Destino).

6. Caín.Caín.Caín.Caín. José Saramago (Alfaguara).

No Ficción

1. El secreto.El secreto.El secreto.El secreto. Rhonda Byrne (Urano).

2. Comunicación y poder.Comunicación y poder.Comunicación y poder.Comunicación y poder. Manuel

Castells (Alianza).

3. 1.000 sitios que ver en España.1.000 sitios que ver en España.1.000 sitios que ver en España.1.000 sitios que ver en España. Juan Eslava Galán (Martínez Roca).

4. Historia de la filosofía: sin te-Historia de la filosofía: sin te-Historia de la filosofía: sin te-Historia de la filosofía: sin te-mor ni temblor.mor ni temblor.mor ni temblor.mor ni temblor. F. Savater (Espasa).

5. La buena crisis.La buena crisis.La buena crisis.La buena crisis. Alex Rovira (Aguilar).

6. Suárez y el Rey.Suárez y el Rey.Suárez y el Rey.Suárez y el Rey. Abel Hernández

(Espasa).

En Galego

1. A cociña de Larpeiros.A cociña de Larpeiros.A cociña de Larpeiros.A cociña de Larpeiros. Benigno Campos (Galaxia).

2. Sete palabras.Sete palabras.Sete palabras.Sete palabras. .Suso de Toro (Xe-rais).

3. A praia dos afogados.A praia dos afogados.A praia dos afogados.A praia dos afogados. Domingo Villar (Galaxia).

4. Ollos de auga.Ollos de auga.Ollos de auga.Ollos de auga. DomingoVillar

(Galaxia).

5. Sol de inverno.Sol de inverno.Sol de inverno.Sol de inverno. Rosa Aneiros (Xerais).

Oporto y Gaia ANTÓNIO CARLOS DE AZEREDO

Caminhos Romanos. 144 páginas

El escritor e historiador Antó-nio Carlos de Azeredo es el au-tor de la nueva guía de Oporto y Gaia, con traducción al español de María Tecla Portela Carreiro y el sello editorial de Caminhos Romanos. Con una cuidada foto-grafía a todo color y un texto ameno y detallista, la publica-ción repasa el pasado y el pre-sente de las dos emblemáticas ciudades portuguesas.

“Primitivo burgo en las már-

genes del río, puerto de embar-que de arrojados marineros, de aquí recibieron su nombre un país, un pueblo y un idioma uni-versal: Cale, Portus-Cale, Porto-

Gaia, Portugal...”, puede leerse en las primeras líneas de esta guía que se lee en realidad co-mo un interesante libro que in-cluye historia, descripciones ar-tísticas, alguna anécdota curiosa y, sobre todo, magníficas fotogra-fías. La obra recoge en 144 pági-nas las cautivantes calles y espa-cios de Oporto, declarada Patri-monio de la Humanidad. Inclu-ye recorridos por todo el casco histórico para que los visitantes conozcan algunas de las mu-chas y magníficas iglesias por-tuenses, además de las ruas de la feligresía de la catedral, que ofrecen al visitante una imagen muy sugestiva de lo que fue el burgo medieval. La guía se com-pleta con un periplo por Gaia, si-tuada en la margen sur del es-tuario del Duero y ciudad her-mana de Oporto, que tiene en Gaia sus bodegas, además de monumentos como el monaste-rio de la Serra do Pilar.

La tierra retirada MERCÈ IBARZ

Minúscula.117 páginas

“La tierra retirada” es un clásico de las letras catalanas que apareció en 1993 y se tra-duce ahora por primera vez al castellano. Con estilo aus-tero y preciso, impregnado de fuerza lírica y brío, la narrado-ra –una mujer joven que se ve liberada de trabajar en el campo- retrata el mundo de Saidí, un pueblo de la Franja aragonesa. En sus regresos discontinuos pero constan-tes, reflejo de un apego difícil, cuajado de matices, la prota-gonista observa los efectos de los cambios en la vida agríco-la, las paradojas del mercado, los indicios de una urbaniza-ción salvaje. Todo ello des-concierta y hiere a esta tierra, la cual, sin embargo, sigue sor-prendiendo con su capaci-dad de renovarse y su carác-ter visionario.

La mecánica del corazón MATHIAS MALZIEU

Mondadori.176 páginas

En la noche más fría del siglo XIX, nace en Edimburgo, Jack, el frágil hijo de una prostituta. El bebé nace con un corazón dé-bil y para salvarlo le colocan un reloj de madera al que habrá de dar cuerda toda su vida. La pró-tesis funciona y Jack sobrevive, pero debe respetar una regla: evitar todo tipo de emoción que pueda alterar su corazón. Nada de enfados, y sobre todo, nada de enamorarse. Pero Jack conoce a una pequeña cantan-te de ojos grandes, Miss Acacia, una joven andaluza que pondrá a prueba el corazón del tierno héroe. Por el amor que siente hacia la joven, Jack se lanzará a una aventura quijotesca que le llevará desde Edimburgo a Pa-rís, a las calles de Granada, ha-ciéndole conocer las dulzuras y durezas del amor.

FARO DE VIGO Sábado, 12 de diciembre de 2009 3

Los más vendidos

“De aquí hubo su nombre Portugal...”

Con la colaboración de: Casa del libro (Vigo)

El viaje de Kalilu KALILU JAMMEH

Plataforma Editorial

200 páginas

Tere Gradín

l viaje de Kalilu. Cuando llegar al paraíso es un in-fierno” es el relato en pri-

mera persona de Kalilu Jammeh, un gambiano que abandona su país para llegar a Europa. El pe-noso viaje duró dos años durante los cuales Kalilu asisitió a más de 6 funerales por semana. En el li-bro el autor narra su historia y al-za su voz contra lo que considera un “holocausto invisible”, las muertes de jóvenes africanos que sueñan con dejar sus países y vivir en Europa. Anima a éstos a que construyan su futuro en sus países de origen porque en el ca-mino hacia el mundo rico, tan peligroso como inútil, son cente-nares y miles los jóvenes anóni-mos que dejan la vida. Prologado por el antropólogo Joan Manuel Cabezas, el mensaje de Kalilu Jammeh es claro: el futuro de África está en África.

Se trata del primer libro escri-to en primera persona por un in-migrante que ha padecido las ca-lamidades de una odisea tan pe-ligrosa como extenuante. Como tantos otros africanos, Kalilu Jam-meh soñaba con el paraíso euro-

peo. En su aventura conoció a las mafias que trafican con perso-nas, fue testigo de numerosas muertes y conoció a los niños hambrientos de la calle en Burki-na Faso. Por ello decidió, no sólo escribir el libro para alertar a los jóvenes africanos de lo peligroso del camino, sino también impul-sar una asociación para ayudar a los huérfanos de su país y para colaborar en el desarrollo de la agricultura, evitando la salida masiva de los jóvenes hacia Eu-

ropa. La ONG es hoy en día una realidad: Kalilu es presidente-fun-dador de la Asociación Save the Gambian Orphans, que propor-ciona profesores para 200 niños y comida a más de una veintena de huérfanos desde 2006.

Leer “El viaje de Kalilu” es re-correr más de 17.000 kilómetros con el propio emigrante gambia-no, parco en adjetivos pero vi-sualmente abrumador en sus descripciones. Él estaba allí y se lo hace vivir al lector en primera persona. “Lo que me motivó a es-cribir este libro –explica el au-tor– fue precisamente la necesi-dad de advertir a los africanos e informar a la mayor cantidad po-sible de personas de los riesgos que supone el viaje. Venir a Euro-pa se ha convertido en una prio-ridad para la mayoría de los jóve-nes africanos, que no saben que sólo un pequeño porcentaje de los que parten llega a su destino. Si quienes tienen edad y ganas de trabajar dejan África, ¿quiénes serán los futuros médicos, educa-dores y trabajadores que sacarán el continente adelante? En mi país, y en la mayoría de los países africanos, sólo quedan viudas y huérfanos, con lo que la espiral de pobreza se agrava aún más”. Tras estas páginas se descubre que la reali-dad es toda-vía mucho más dura.

Es el primer libro escrito en primera persona por un inmigrante que ha padecido las calamidades de la odisea a Europa

El futuro de África está en África

E

El emigrante gambiano Kalilu

Jammeh.

Ficción

1. El símbolo perdido.El símbolo perdido.El símbolo perdido.El símbolo perdido. Dan Brown (Planeta).

2. La noche de los tiempos.La noche de los tiempos.La noche de los tiempos.La noche de los tiempos. Anto-nio Muñoz Molina (Seix Barral).

3. Contra el viento.Contra el viento.Contra el viento.Contra el viento. Ángeles Caso

(Planeta).

4. El fin del mundo y un despia-El fin del mundo y un despia-El fin del mundo y un despia-El fin del mundo y un despia-dado...dado...dado...dado... Haruky Murakami (Tusquets).

5. La reina en el palacio de las La reina en el palacio de las La reina en el palacio de las La reina en el palacio de las

corrientes.corrientes.corrientes.corrientes. Stieg Larsson (Destino).

6. Caín.Caín.Caín.Caín. José Saramago (Alfaguara).

No Ficción

1. El secreto.El secreto.El secreto.El secreto. Rhonda Byrne (Urano).

2. Comunicación y poder.Comunicación y poder.Comunicación y poder.Comunicación y poder. Manuel

Castells (Alianza).

3. 1.000 sitios que ver en España.1.000 sitios que ver en España.1.000 sitios que ver en España.1.000 sitios que ver en España. Juan Eslava Galán (Martínez Roca).

4. Historia de la filosofía: sin te-Historia de la filosofía: sin te-Historia de la filosofía: sin te-Historia de la filosofía: sin te-mor ni temblor.mor ni temblor.mor ni temblor.mor ni temblor. F. Savater (Espasa).

5. La buena crisis.La buena crisis.La buena crisis.La buena crisis. Alex Rovira (Aguilar).

6. Suárez y el Rey.Suárez y el Rey.Suárez y el Rey.Suárez y el Rey. Abel Hernández

(Espasa).

En Galego

1. A cociña de Larpeiros.A cociña de Larpeiros.A cociña de Larpeiros.A cociña de Larpeiros. Benigno Campos (Galaxia).

2. Sete palabras.Sete palabras.Sete palabras.Sete palabras. .Suso de Toro (Xe-rais).

3. A praia dos afogados.A praia dos afogados.A praia dos afogados.A praia dos afogados. Domingo Villar (Galaxia).

4. Ollos de auga.Ollos de auga.Ollos de auga.Ollos de auga. DomingoVillar

(Galaxia).

5. Sol de inverno.Sol de inverno.Sol de inverno.Sol de inverno. Rosa Aneiros (Xerais).

Oporto y Gaia ANTÓNIO CARLOS DE AZEREDO

Caminhos Romanos. 144 páginas

El escritor e historiador Antó-nio Carlos de Azeredo es el au-tor de la nueva guía de Oporto y Gaia, con traducción al español de María Tecla Portela Carreiro y el sello editorial de Caminhos Romanos. Con una cuidada foto-grafía a todo color y un texto ameno y detallista, la publica-ción repasa el pasado y el pre-sente de las dos emblemáticas ciudades portuguesas.

“Primitivo burgo en las már-

genes del río, puerto de embar-que de arrojados marineros, de aquí recibieron su nombre un país, un pueblo y un idioma uni-versal: Cale, Portus-Cale, Porto-

Gaia, Portugal...”, puede leerse en las primeras líneas de esta guía que se lee en realidad co-mo un interesante libro que in-cluye historia, descripciones ar-tísticas, alguna anécdota curiosa y, sobre todo, magníficas fotogra-fías. La obra recoge en 144 pági-nas las cautivantes calles y espa-cios de Oporto, declarada Patri-monio de la Humanidad. Inclu-ye recorridos por todo el casco histórico para que los visitantes conozcan algunas de las mu-chas y magníficas iglesias por-tuenses, además de las ruas de la feligresía de la catedral, que ofrecen al visitante una imagen muy sugestiva de lo que fue el burgo medieval. La guía se com-pleta con un periplo por Gaia, si-tuada en la margen sur del es-tuario del Duero y ciudad her-mana de Oporto, que tiene en Gaia sus bodegas, además de monumentos como el monaste-rio de la Serra do Pilar.

La tierra retirada MERCÈ IBARZ

Minúscula.117 páginas

“La tierra retirada” es un clásico de las letras catalanas que apareció en 1993 y se tra-duce ahora por primera vez al castellano. Con estilo aus-tero y preciso, impregnado de fuerza lírica y brío, la narrado-ra –una mujer joven que se ve liberada de trabajar en el campo- retrata el mundo de Saidí, un pueblo de la Franja aragonesa. En sus regresos discontinuos pero constan-tes, reflejo de un apego difícil, cuajado de matices, la prota-gonista observa los efectos de los cambios en la vida agríco-la, las paradojas del mercado, los indicios de una urbaniza-ción salvaje. Todo ello des-concierta y hiere a esta tierra, la cual, sin embargo, sigue sor-prendiendo con su capaci-dad de renovarse y su carác-ter visionario.

La mecánica del corazón MATHIAS MALZIEU

Mondadori.176 páginas

En la noche más fría del siglo XIX, nace en Edimburgo, Jack, el frágil hijo de una prostituta. El bebé nace con un corazón dé-bil y para salvarlo le colocan un reloj de madera al que habrá de dar cuerda toda su vida. La pró-tesis funciona y Jack sobrevive, pero debe respetar una regla: evitar todo tipo de emoción que pueda alterar su corazón. Nada de enfados, y sobre todo, nada de enamorarse. Pero Jack conoce a una pequeña cantan-te de ojos grandes, Miss Acacia, una joven andaluza que pondrá a prueba el corazón del tierno héroe. Por el amor que siente hacia la joven, Jack se lanzará a una aventura quijotesca que le llevará desde Edimburgo a Pa-rís, a las calles de Granada, ha-ciéndole conocer las dulzuras y durezas del amor.

FARO DE VIGO Sábado, 12 de diciembre de 2009 3

Los más vendidos

“De aquí hubo su nombre Portugal...”

Con la colaboración de: Casa del libro (Vigo)

El viaje de Kalilu KALILU JAMMEH

Plataforma Editorial

200 páginas

Tere Gradín

l viaje de Kalilu. Cuando llegar al paraíso es un in-fierno” es el relato en pri-

mera persona de Kalilu Jammeh, un gambiano que abandona su país para llegar a Europa. El pe-noso viaje duró dos años durante los cuales Kalilu asisitió a más de 6 funerales por semana. En el li-bro el autor narra su historia y al-za su voz contra lo que considera un “holocausto invisible”, las muertes de jóvenes africanos que sueñan con dejar sus países y vivir en Europa. Anima a éstos a que construyan su futuro en sus países de origen porque en el ca-mino hacia el mundo rico, tan peligroso como inútil, son cente-nares y miles los jóvenes anóni-mos que dejan la vida. Prologado por el antropólogo Joan Manuel Cabezas, el mensaje de Kalilu Jammeh es claro: el futuro de África está en África.

Se trata del primer libro escri-to en primera persona por un in-migrante que ha padecido las ca-lamidades de una odisea tan pe-ligrosa como extenuante. Como tantos otros africanos, Kalilu Jam-meh soñaba con el paraíso euro-

peo. En su aventura conoció a las mafias que trafican con perso-nas, fue testigo de numerosas muertes y conoció a los niños hambrientos de la calle en Burki-na Faso. Por ello decidió, no sólo escribir el libro para alertar a los jóvenes africanos de lo peligroso del camino, sino también impul-sar una asociación para ayudar a los huérfanos de su país y para colaborar en el desarrollo de la agricultura, evitando la salida masiva de los jóvenes hacia Eu-

ropa. La ONG es hoy en día una realidad: Kalilu es presidente-fun-dador de la Asociación Save the Gambian Orphans, que propor-ciona profesores para 200 niños y comida a más de una veintena de huérfanos desde 2006.

Leer “El viaje de Kalilu” es re-correr más de 17.000 kilómetros con el propio emigrante gambia-no, parco en adjetivos pero vi-sualmente abrumador en sus descripciones. Él estaba allí y se lo hace vivir al lector en primera persona. “Lo que me motivó a es-cribir este libro –explica el au-tor– fue precisamente la necesi-dad de advertir a los africanos e informar a la mayor cantidad po-sible de personas de los riesgos que supone el viaje. Venir a Euro-pa se ha convertido en una prio-ridad para la mayoría de los jóve-nes africanos, que no saben que sólo un pequeño porcentaje de los que parten llega a su destino. Si quienes tienen edad y ganas de trabajar dejan África, ¿quiénes serán los futuros médicos, educa-dores y trabajadores que sacarán el continente adelante? En mi país, y en la mayoría de los países africanos, sólo quedan viudas y huérfanos, con lo que la espiral de pobreza se agrava aún más”. Tras estas páginas se descubre que la reali-dad es toda-vía mucho más dura.

Es el primer libro escrito en primera persona por un inmigrante que ha padecido las calamidades de la odisea a Europa

El futuro de África está en África

E

El emigrante gambiano Kalilu

Jammeh.

Page 4: Sábado, 12 de diciembre de 2009 José Emilio Pacheco · nal, José Emilio Pacheco (1939) es uno de los grandes poetas vivos y un maestro de la lengua española, a cuyo corpus poético

ándannos unha carta anónima sobre un te-ma que non lle per-

tence a este Fondo dos Espe-llos: a fusión das caixas de afo-rros de Galicia.

“Vistas as características co-múns que unen Galiza e o N. de Portugal e vista e necesidade de constituir a euro-rexión que oficialmente non queren cha-mar Gallaecia, como vostede di, eu fago unha proposta: que as caixas galegas conflúan coa portuguesa Caixa Geral de De-pósitos, que xa algún día absor-bera o Banco Simeón. A direc-ción estaría en Vigo, a cidade mellor situada a respecto de Portugal. Antes que os nosos aforros sexan colonizados por Castela eu prefiro restaurar a entidade galegoportuguesa dentro da Europa. Non asino es-ta carta porque, se o fago, no meu centro de traballo cómen-me a figura”.

A idea, tan difundida, da co-munidade económica e cultu-ral de Galicia e o Portugal entre Douro e Miño merece preci-sións.

No aspecto lingüístico, as se-mellanzas establécense entre o galego e todo o portugués. Sei que existen características da lingua portuguesa septentrional comúns co galego, como é a inexistencia do v labiodental. Pro é o portugués na súa totali-dade quen se aparenta co gale-go nos planos léxico, morfolóxi-co, sintáctico en diferentes me-didas, aínda que no plano fono-lóxico o portugués non tén na-da que ver co galego. E isto é así porque o portugués é unha lin-gua románica secundaria ou moderna que non procede di-rectamente do latín vulgar se-nón do galego antigo dado que Portugal nace da secesión dun condado do Sul de Galicia. Es-tas cousas, que lles custa caro recoñecer a moitos portugue-ses, foran comentadas con bo humor por Alexandre Hercula-no:

“É assim que històricamente o galego é ovo; ovo desta mo-narquía de Portugal. Afora o no-me, ela herdou de Galiza bom quinhão de território, parte da população, os mais ilustres ho-mes da sua velha aristocracia, muitos costumes, e finalmente a língua que, hoje senhoril e desdenhosa, olha com sobran-ceria para o antigo dialecto que lhe deu origem, falta de pieda-de filial mais que muito repre-ensível, e que eu quisera ver zurzida pelos atravessadores, es-pevitadores e esfoladores da moral pública destes reinos e senhorios, onde nenhuma cria-tura que saiba os nomes dos bois em história pode volver os olhos para o extremo horizonte do nosso passado que nao enxergue, ao cabo lá, a Galiza.

Eis como a palabra galego se reveste já de uma importante

majestade que ao primeiro as-pecto não descubrimos nela”. (Alexandre Herculano, “O Gale-go. Vida, ditos e feitos de Lázaro Tomé”, en a A Illustração. Jornal Universal, Liboa, 1846: ano da nosa Revolución e da Maria da Fonte dos minhotos).

Certo que hai unha parte do N. de Portugal na que as seme-llanzas con Galicia se acumu-lan. O camiñante, que é quen percibe mellor (Rousseau) a presenza de elementos visibeis e invisibeis dos Paises, decátase dos perfumes arcaicos que exhalan as terras do Minho, do Douro Litoral, dunha parte de Trás-os-Montes. Mesmo séntese o galeguismo nas Terras do De-mo que novelou Aquilino Ribei-ro e situou na Beira Alta. É este un Portugal marcado polos ca-nastros (hórreos, espigueiros, caniços, cabaceiros...) e que se ordena en sistemas de fregue-sías e aldeas que se perpetúan á sombra dos castros, igual que en Galicia. As formas e a temáti-ca da literatura popular son in-

tercambiabeis coa nosa. O mes-mo que as habilidades pesca-doras dos mariñeiros da Póvoa de Varzím e os da Guarda. Deste Portugal, que é Gallaecia en es-tado puro, desapareceu a gaita de foles ou galega, aínda que ela rabea por se facer houbir entre o estrondo dos tambores dos Zés Pereiras. Braga e Dume están alí, como está a cidade do Porto e o fervedoiro industrial do seu hinterland, que case che-ga ao Porriño. Este é o Portugal que continúa, separado de nós pola fronteira máis vella de Eu-ropa, sendo unha parte da Ga-llaecia.

Pro hai un N. de Portugal non galaico que ole a outra cultura e a outros antepasados, que son os bravos e valentes da Lusita-nia. En Bragança, cuxas terras estreman coa Seabra, campa en lugar preferente un potente ve-rrón ou porco bravo de pedra,

que era venerado polos celtas peninsulares e, especialmente, polos lusitanos. Por esas terras bravas do Nordeste portugués non hai verdes castros e perva-ga a sombra treizoada de Viria-to. É o Nordeste de Portugal, on-de o minhoto e o galego extra-ñan as súas doces veigas e on-de manda o terrón pedregullen-to, o aciñeiro, as amendoeiras; o sitio no que se propicia a vitela das vacadas de pelaxe morena.

E vexan, con todo, qué cousa curiosa. Neste Nordeste non ga-laico de Portugal é onde as xen-tes conservan e perfeccionan a gaita de foles que eles saben que é galega. Ora si, é tan dife-rente de Galicia, mesmo a pesa-res da gaita, este Nordeste por-tugués que mesmamente aló, nos concellos de Miranda de Douro e de Sendim, as popula-cións conservan a lingua leone-sa ou asturleonesa. E esta lin-gua está recoñecida pola Repú-blica Portuguesa como co-ofi-cial, o que non ocorre nin en Asturias nin en León.

É este un Portugal marcado polos canastros (hórreos, espigueiros, caniços, cabaceiros...) e que se ordena en sistemas de freguesías e aldeas que se perpetúan á sombra dos castros, igual que en Galicia

Hórreos de Espigueiros de Soajo (Portugal).

NO FONDO DOS

ESPELLOS X.L. MÉNDEZ FERRÍN

M

Portugal “ab ovo”

FARO DE VIGO Sábado, 12 de diciembre de 20094

Andamos estes días a procurar información so-bre Odón Fernández Rego (1882-1956), que é autor dun libro de poesías en ga-lego que leva o título Falas gaias, o meu son (1930). Co-munícanos Lois Pérez Leira que está a preparar unha biografía de Fernández Re-go e unha reedición do seu libro.

Polo citado Leira soube-mos que unha filla de Odón Fernández Rego, de nome Pilar Argentina, traba-llou como dependenta do comercio Gath & Chávez, na rúa 9 de Julio da cidade arxentiña de Córdoba. Du-rante moitos anos existiu no centro de Vigo unha za-patería Gatichaves cuxo no-me pode provir do citado Gath & Chávez. Sempre sen-tín decer que, despois da guerra civil, un decreto or-denou traducir ao castelán os nomes estranxeiros de negocios abertos ao públi-co. Segundo unha tradición popular, non sei se baseada en algo certo, o Gatichaves de Vigo viuse forzado a se embiar en Gato y Llaves. Se foi asi, o franquismo debeu de interpretar como galego o nome do establecemento e, a lingua galega, como es-tranxeira. Se cadra algún lector curioso podía botar luz sobre este suceso. En to-do caso, a lenda non nos di canto tempo durou a caste-lanización tan disparatada e cando o comercio recu-perou o nome primitivo Ga-tichaves, que nos sempre re-coñecemos e aprezamos.

Como estabamos tratan-do do trampitán, diremos que Odón Fernández Rego é autor dunha composi-ción trampitánica que se inclúe en Falas gaias, o meu son. Di así

“SEN PAROLAS/ Huuu uuuuu, o, a, ris tras, ri qui ri,/ traca, traca, traca, traca, tra-ca, traca,/ chan... ric rac, ric... chas, zi/ ta... foooooc, hum ca/ fiiiiiiii iiiitum aiiiiiiiiiii.”

Dada a data de edición do libro (1930), tal dispara-te podería ser lido como unha composición con pretensións de sátira da poesía de vangarda. Vicen-te Risco tentou xénero ta-mén.

Recibimos varias cartas no Fondo dos Espellos avi-sándonos de que Carlos Casares é un dos escritores galegos que máis se ocu-pou de don Juan de la Co-ba, cousa que, non inten-cionadamente, omitimos na lista de cobistas e tram-pitanistas que ofreciamos aí a tras nesta mesma sec-ción. Fique agora subsana-do o lapsus.

Todos aqueles que quixeren colaborar coa súa opinión en NO FONDO DOS ESPELLOS poden escribir por correo or-dinario a:

X. L. Méndez Ferrín

FARO DE VIGO Rúa Uruguay, 10-A

Aptdo. Correos, 91. VIGO

CAIXA POSTAL

ándannos unha carta anónima sobre un te-ma que non lle per-

tence a este Fondo dos Espe-llos: a fusión das caixas de afo-rros de Galicia.

“Vistas as características co-múns que unen Galiza e o N. de Portugal e vista e necesidade de constituir a euro-rexión que oficialmente non queren cha-mar Gallaecia, como vostede di, eu fago unha proposta: que as caixas galegas conflúan coa portuguesa Caixa Geral de De-pósitos, que xa algún día absor-bera o Banco Simeón. A direc-ción estaría en Vigo, a cidade mellor situada a respecto de Portugal. Antes que os nosos aforros sexan colonizados por Castela eu prefiro restaurar a entidade galegoportuguesa dentro da Europa. Non asino es-ta carta porque, se o fago, no meu centro de traballo cómen-me a figura”.

A idea, tan difundida, da co-munidade económica e cultu-ral de Galicia e o Portugal entre Douro e Miño merece preci-sións.

No aspecto lingüístico, as se-mellanzas establécense entre o galego e todo o portugués. Sei que existen características da lingua portuguesa septentrional comúns co galego, como é a inexistencia do v labiodental. Pro é o portugués na súa totali-dade quen se aparenta co gale-go nos planos léxico, morfolóxi-co, sintáctico en diferentes me-didas, aínda que no plano fono-lóxico o portugués non tén na-da que ver co galego. E isto é así porque o portugués é unha lin-gua románica secundaria ou moderna que non procede di-rectamente do latín vulgar se-nón do galego antigo dado que Portugal nace da secesión dun condado do Sul de Galicia. Es-tas cousas, que lles custa caro recoñecer a moitos portugue-ses, foran comentadas con bo humor por Alexandre Hercula-no:

“É assim que històricamente o galego é ovo; ovo desta mo-narquía de Portugal. Afora o no-me, ela herdou de Galiza bom quinhão de território, parte da população, os mais ilustres ho-mes da sua velha aristocracia, muitos costumes, e finalmente a língua que, hoje senhoril e desdenhosa, olha com sobran-ceria para o antigo dialecto que lhe deu origem, falta de pieda-de filial mais que muito repre-ensível, e que eu quisera ver zurzida pelos atravessadores, es-pevitadores e esfoladores da moral pública destes reinos e senhorios, onde nenhuma cria-tura que saiba os nomes dos bois em história pode volver os olhos para o extremo horizonte do nosso passado que nao enxergue, ao cabo lá, a Galiza.

Eis como a palabra galego se reveste já de uma importante

majestade que ao primeiro as-pecto não descubrimos nela”. (Alexandre Herculano, “O Gale-go. Vida, ditos e feitos de Lázaro Tomé”, en a A Illustração. Jornal Universal, Liboa, 1846: ano da nosa Revolución e da Maria da Fonte dos minhotos).

Certo que hai unha parte do N. de Portugal na que as seme-llanzas con Galicia se acumu-lan. O camiñante, que é quen percibe mellor (Rousseau) a presenza de elementos visibeis e invisibeis dos Paises, decátase dos perfumes arcaicos que exhalan as terras do Minho, do Douro Litoral, dunha parte de Trás-os-Montes. Mesmo séntese o galeguismo nas Terras do De-mo que novelou Aquilino Ribei-ro e situou na Beira Alta. É este un Portugal marcado polos ca-nastros (hórreos, espigueiros, caniços, cabaceiros...) e que se ordena en sistemas de fregue-sías e aldeas que se perpetúan á sombra dos castros, igual que en Galicia. As formas e a temáti-ca da literatura popular son in-

tercambiabeis coa nosa. O mes-mo que as habilidades pesca-doras dos mariñeiros da Póvoa de Varzím e os da Guarda. Deste Portugal, que é Gallaecia en es-tado puro, desapareceu a gaita de foles ou galega, aínda que ela rabea por se facer houbir entre o estrondo dos tambores dos Zés Pereiras. Braga e Dume están alí, como está a cidade do Porto e o fervedoiro industrial do seu hinterland, que case che-ga ao Porriño. Este é o Portugal que continúa, separado de nós pola fronteira máis vella de Eu-ropa, sendo unha parte da Ga-llaecia.

Pro hai un N. de Portugal non galaico que ole a outra cultura e a outros antepasados, que son os bravos e valentes da Lusita-nia. En Bragança, cuxas terras estreman coa Seabra, campa en lugar preferente un potente ve-rrón ou porco bravo de pedra,

que era venerado polos celtas peninsulares e, especialmente, polos lusitanos. Por esas terras bravas do Nordeste portugués non hai verdes castros e perva-ga a sombra treizoada de Viria-to. É o Nordeste de Portugal, on-de o minhoto e o galego extra-ñan as súas doces veigas e on-de manda o terrón pedregullen-to, o aciñeiro, as amendoeiras; o sitio no que se propicia a vitela das vacadas de pelaxe morena.

E vexan, con todo, qué cousa curiosa. Neste Nordeste non ga-laico de Portugal é onde as xen-tes conservan e perfeccionan a gaita de foles que eles saben que é galega. Ora si, é tan dife-rente de Galicia, mesmo a pesa-res da gaita, este Nordeste por-tugués que mesmamente aló, nos concellos de Miranda de Douro e de Sendim, as popula-cións conservan a lingua leone-sa ou asturleonesa. E esta lin-gua está recoñecida pola Repú-blica Portuguesa como co-ofi-cial, o que non ocorre nin en Asturias nin en León.

É este un Portugal marcado polos canastros (hórreos, espigueiros, caniços, cabaceiros...) e que se ordena en sistemas de freguesías e aldeas que se perpetúan á sombra dos castros, igual que en Galicia

Hórreos de Espigueiros de Soajo (Portugal).

NO FONDO DOS

ESPELLOS X.L. MÉNDEZ FERRÍN

M

Portugal “ab ovo”

FARO DE VIGO Sábado, 12 de diciembre de 20094

Andamos estes días a procurar información so-bre Odón Fernández Rego (1882-1956), que é autor dun libro de poesías en ga-lego que leva o título Falas gaias, o meu son (1930). Co-munícanos Lois Pérez Leira que está a preparar unha biografía de Fernández Re-go e unha reedición do seu libro.

Polo citado Leira soube-mos que unha filla de Odón Fernández Rego, de nome Pilar Argentina, traba-llou como dependenta do comercio Gath & Chávez, na rúa 9 de Julio da cidade arxentiña de Córdoba. Du-rante moitos anos existiu no centro de Vigo unha za-patería Gatichaves cuxo no-me pode provir do citado Gath & Chávez. Sempre sen-tín decer que, despois da guerra civil, un decreto or-denou traducir ao castelán os nomes estranxeiros de negocios abertos ao públi-co. Segundo unha tradición popular, non sei se baseada en algo certo, o Gatichaves de Vigo viuse forzado a se embiar en Gato y Llaves. Se foi asi, o franquismo debeu de interpretar como galego o nome do establecemento e, a lingua galega, como es-tranxeira. Se cadra algún lector curioso podía botar luz sobre este suceso. En to-do caso, a lenda non nos di canto tempo durou a caste-lanización tan disparatada e cando o comercio recu-perou o nome primitivo Ga-tichaves, que nos sempre re-coñecemos e aprezamos.

Como estabamos tratan-do do trampitán, diremos que Odón Fernández Rego é autor dunha composi-ción trampitánica que se inclúe en Falas gaias, o meu son. Di así

“SEN PAROLAS/ Huuu uuuuu, o, a, ris tras, ri qui ri,/ traca, traca, traca, traca, tra-ca, traca,/ chan... ric rac, ric... chas, zi/ ta... foooooc, hum ca/ fiiiiiiii iiiitum aiiiiiiiiiii.”

Dada a data de edición do libro (1930), tal dispara-te podería ser lido como unha composición con pretensións de sátira da poesía de vangarda. Vicen-te Risco tentou xénero ta-mén.

Recibimos varias cartas no Fondo dos Espellos avi-sándonos de que Carlos Casares é un dos escritores galegos que máis se ocu-pou de don Juan de la Co-ba, cousa que, non inten-cionadamente, omitimos na lista de cobistas e tram-pitanistas que ofreciamos aí a tras nesta mesma sec-ción. Fique agora subsana-do o lapsus.

Todos aqueles que quixeren colaborar coa súa opinión en NO FONDO DOS ESPELLOS poden escribir por correo or-dinario a:

X. L. Méndez Ferrín

FARO DE VIGO Rúa Uruguay, 10-A

Aptdo. Correos, 91. VIGO

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