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    Parodia

    Severo Sarduy

    Al comentar la parodia hecha por Gngora de un romance de Lope

    de Vega, Robert Jammes1 concluye En la medida en que este

    romance de Gngora es la desfiguracin (dmarquage) de un

    romance anterior que hay que leer en filigrana para poder gustar

    totalmente de l, se puede decir que pertenece a un gnero

    menor, pues no existe ms que en referencia a esta obra. Si

    referida al barroco hispnico esta aseveracin nos pareca ya

    discutible, referida al barroco latinoamericano, barroco

    pinturero, como lo llama Lezama Lima, barroco del sincretismo,

    la variacin y el brazaje, cederamos a la tentacin de

    ampliarla, pero invirtindola totalmente --operacin barroca--,

    y afirmar que: slo en la medida en que una obra del barroco

    latinoamericano sea la desfiguracin de una obra anterior que

    haya que leer en filigranapara gustar totalmente de ella, sta

    pertenecer a un gnero mayor; afirmacin que ser cada da ms

    valedera, puesto que ms vastas sern las referencias y nuestro

    conocimiento de ellas, ms numerosas las obras en filigrana,

    ellas mismas desfiguracin de otras obras.

    En la medida en que permite una lectura en filigrana, en

    que esconde, subyacente al texto --a la obra arquitectnica,

    plstica, etc.-- otro texto --otra obra-- que ste revela,

    descubre, deja descifrar, el barroco latinoamericano reciente

    participa del concepto de parodia, tal como lo defina en 1929

    ! Severo Sarduy, El barroco y el neobarroco,en Obra completa, t. II, Eds. Gustavo Guerrero y Franois Wahl,Mxico: Conaculta / ALLCA XX, 1999, pp. 1385-1404. Fragmento.1 Robert Jammes, Etudes sur loeuvre potique de Don Luis de Gngora y Argote, Bordeaux, Institut dtudesIbriques, 1967.

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    el formalista ruso Backtine2. Segn este autor la parodia deriva

    del gnero serio-cmico antiguo, el cual se relaciona con el

    folklore carnavalesco --de all su mezcla de alegra y

    tradicin-- y utiliza el habla contempornea con seriedad, pero

    tambin inventa libremente, juega con una pluralidad de tonos,

    es decir, habla del habla. Sustrato y fundamento de este gnero

    --cuyos grandes momentos han sido el dilogo socrtico y la

    stira menipea--, el carnaval, espectculo simblico y

    sincrtico en que reina lo anormal, en que se multiplican las

    confusiones y profanaciones, la excentricidad y la ambivalencia,

    y cuya accin central es una coronacin pardica, es decir, una

    apoteosis que esconde una irrisin. Las saturnales, lasmascaradas del siglo XVI, el Satiricn, Boecio, los Misterios,

    Rabelais, por supuesto, pero sobre todo el Quijote: stos son

    los mejores ejemplos de esa carnavalizacinde la literatura que

    el barroco latinoamericano reciente --no por azar notemos la

    importancia del carnaval entre nosotros-- ha heredado. La

    carnavalizacinimplica la parodia en la medida en que equivale

    a confusin y afrontamiento, a interaccin de distintos

    estratos, de distintas texturas lingsticas, a

    intertextualidad. Textos que en la obra establecen un dilogo,

    un espectculo teatral cuyos portadores de textos --los

    actuantes de que habla Greimas-- son otros textos; de all el

    carcter polifnico, estereofnico diramos, aadiendo un

    neologismo que seguramente hubiera gustado a Backtine, de la

    obra barroca, de todo cdigo barroco, literario o no. Espacio

    del dialogismo, de la polifona, de la carnavalizacin, de laparodia y la intertextualidad, lo barroco se presentara, pues,

    como una red de conexiones, de sucesivas filigranas, cuya

    expresin grfica no sera lineal, bidimensional, plana, sino en

    2 Mikhail Bakhtine, La potique de Dostoievski, Pars, Seuil, 1970. Cf. tambin el resumen de esta obra por JuliaKristeva, en Critque, Pars, abril de 1967.

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    volumen, espacial, y dinmica. En la carnavalizacin del barroco

    se inserta, trazo especfico, la mezcla de gneros, la intrusin

    de un tipo de discurso en otro --carta en un relato, dilogos en

    esas cartas, etc.--, es decir, como apuntaba Backtine, que la

    palabra barroca no es slo lo que figura, sino tambin lo que es

    figurado, que sta es la materia de la literatura. Afrontado a

    los lenguajes entre cruzados de Amrica --a los cdigos del

    saber precolombino--, el espaol --los cdigos de la cultura

    europea-- se encontr duplicado, reflejado en otras

    organizaciones, en otros discursos. An despus de anularlos, de

    someterlos, de ellos supervivieron ciertos elementos que el

    lenguaje espaol hizo coincidir con los correspondientes a l;el proceso de sinonimizacin, normal en todos los idiomas, se

    vio acelerado ante la necesidad de uniformar, al nivel de la

    cadena significante, la vastedad disparatada de los nombres. El

    barroco, superabundancia, cornucopia rebosante, prodigalidad y

    derroche --de all la resistencia moral que ha suscitado en

    ciertas culturas de la economa y la mesura, como la francesa--,

    irrisin de toda funcionalidad, de toda sobriedad, es tambin la

    solucin a esa saturacin verbal, al trop pleinde la palabra, a

    la abundancia de lo nombrante con relacin a lo nombrado, a lo

    enumerable, al desbordamiento de las palabras sobre las cosas.

    De all tambin su mecanismo de la perfrasis, de la digresin y

    el desvo, de la duplicacin y hasta de la tautologa. Verbo,

    formas malgastadas, lenguaje que, por demasiado abundante, no

    designa ya cosas, sino otros designantes de cosas, significantes

    que envuelven otros significantes en un mecanismo designificacin que termina designndose a s mismo, mostrando su

    propia gramtica, los modelos de esa gramtica y su generacin

    en el universo de las palabras. Variaciones, modulaciones de un

    modelo que la totalidad de la obra corona y destrona, ensea,

    deforma, duplica, invierte, desnuda o sobrecarga hasta llenar

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    todo el vaco, todo el espacio --infinito-- disponible. Lenguaje

    que habla del lenguaje, la superabundancia barroca es generada

    por el suplemento sinonmico, por el doblaje inicial, por el

    desbordamiento de los signficantes que la obra, que la pera

    barroca cataloga.

    Por supuesto, la obra ser propiamente barroca en la medida

    que estos elementos --suplemento sinonmico, parodia, etc.-- se

    encuentren situados en los puntos nodales de la estructura del

    discurso, es decir, en la medida en que orienten su desarrollo y

    proliferacin. De all que haya que distinguir entre obras en

    cuya superficie flotan fragmentos, unidades mnimas de parodia,

    como un elemento decorativo, y obras que pertenecen

    especficamente al gnero pardico y cuya estructura entera est

    constituida, generada, por el principio de la parodia, por el

    sentido de la carnavalizacin3.

    Para escapar a las generalizaciones fciles y a la

    aplicacin desordenada del criterio de barroco sera necesario

    codificar la lectura de las unidades textuales en filigrana, a

    las cuales llamaremos gramassiguiendo la denominacin propuestapor Julia Kristeva4. Habr que crear, pues, un sistema de

    desciframiento y deteccin, una formalizacin de la operacin de

    decodificacin de lo barroco.

    Arriesgaremos aqu algunos elementos para una semiologa

    del barroco latinoamericano.

    La intertextualidad

    3 En Borges, por ejemplo, como el elemento pardico es central, las citas, indicadores exteriores de la parodia,pueden permitirse la falsedad, pueden ser apcrifas.4Julia Kisteva, Pour une smiologie des paragrammes, en Tel Quel, nm. 29, Pars, 1967.

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    Consideramos en primer lugar la incorporacin de un texto

    extranjero al texto, su collage o superposicin a la

    superposicin del mismo, forma elemental del dilogo, sin que

    por ello ninguno de sus elementos se modifique, sin que su voz

    se altere: la cita; luego trataremos de la forma mediata de

    incorporacin en que el texto extranjero se funde al primero,

    indistinguible, sin implantar sus marcas, su autoridad de cuerpo

    extrao en la superficie, pero constituyendo los estratos ms

    profundos del texto receptor, tiendo sus redes, modificando con

    sus texturas su geologa: la reminiscencia.

    La cita. Entre otros gestos barrocos, Gabriel Garca Mrquez

    realiza en Cien aos de soledaduno de esta naturaleza, cuando,

    al contrario de la homogeneidad del lenguaje clsico, insiste en

    una frase tomada directamente de Juan Rulfo, incorpora al relato

    un personaje de Carpentier --el Victor Huges de El siglo de las

    luces--, otro de Cortzar --el Rocamadour de Rayuela--, otro de

    Fuentes --Artemio Cruz de La muerte de Artemio Cruz-- y utiliza

    a un personaje que evidentemente pertenece a Vargas Llosa, sincontar las mltiples citas --personajes, frases, contextos-- que

    en la obra hacen referencia a las obras precedentes del autor.

    Las citas plsticas que en sus recientes paneles y rompiendo la

    homogeneidad de stos practica Antonio Segu y que reviste las

    formas del collage, del prstamo o de la trasposicin,

    proceden del arte grfico --tipografas, calcos diversos, etc.--

    y de los distintos cdigos urbanos --flechas, manos que sealan,

    lneas de puntos, placas de trnsito, etc. Las citas que

    constituyen la casi totalidad de los grabados del pintor

    Humberto Pea proceden de otros espacios plsticos --o que en la

    estructura grfica funcionan como tales--: planchas de anatoma

    que interrumpen el dibujo de un cuerpo con su excesiva

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    pertenencia y su minuciosa precisin visceral, tiras cmicas

    norteamericanas que vienen a sealar en el cerebro la banalidad

    de la frase naciente.

    Las citas detectables en las calcografas de Alejandro

    Marcos poseen, adems de la pardica, la instancia tautolgica.

    Es el propio cdigo plstico el que aqu sirve de campo de

    extraccin, de materia citable: la perspectiva, la oposicin de

    la luz y la sombra, la geometra, todos los signos con que las

    convenciones denotan el espacio y el volumen y que ya la

    costumbre, la misma decodificacin durante varios siglos ha

    naturalizado, son aqu utilizados pero nicamente para

    sealarlos en tanto que arbitrarios, que puro simulacro formal.

    Citas que se inscriben precisamente en el mbito de lo barroco

    pues al parodiar deformndolo, vacindolo, emplendolo

    intilmente o con fines tergiversados el cdigo a que

    pertenecen, no remite ms que a su propia facticidad. Ni la

    distancia, ni la escala de los objetos en perspectiva, ni el

    volumen: todo fracasa aqu, donde slo llegan a mostrarse los

    procedimientos falsamente naturales que empleamos para dar la

    ilusin de ellos, para engaar, haciendo aparecer el espacio

    plano, bidimensional de la tela, como una ventana, es decir,

    como la abertura hacia una profundidad. La utilizacin pardica

    del cdigo a que pertenece una obra, su apoteosis e irrisin --

    la coronacin y el destronamiento de Backtine-- en el interior

    de la obra misma son los mejores medios para revelar esa

    convencin, ese engao.

    Sealemos por ltimo en otro espacio las citas con que

    Natalio Galn rompe la sintaxis serial de sus composiciones

    musicales introduciendo en ellas, sorpresivamente, algunas

    medidas tomadas de contradanzas, de habaneras y de sones.

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    La reminiscencia. Sin aflorar a la superficie del texto, pero

    siempre latente, determinando el tono arcaico del texto visible,

    las crnicas coloniales cubanas, las reseas y los avisos de

    entonces, los libros y documentos --el trabajo de hemeroteca--

    estn presentes, en forma de reminiscencia --un espaol escueto,

    recin implantado en Amrica, de vocablos clsicos--, en ciertos

    fragmentos de La situacin, de Lisandro Otero. Igualmente es la

    reminiscencia de los arabescos, de los vitrales y de la herrera

    barroca colonial lo que estructura las naturalezas muertas de

    Amelia Pelez; el andamiaje, la osatura del cuadro estn

    determinados por las volutas de las rejas criollas y los

    redondeles de los medio-puntos sin que en ningn momento stosaparezcan en la tela ms que como una reminiscencia formal que

    orienta los volmenes, acenta o apaga los colores segn los

    crculos de la cristalera, divide o superpone las frutas.

    La intratextualidad

    Agrupamos bajo este inciso los textos en filigrana que no son

    introducidos en la aparente superficie plana de la obra como

    elementos algenos --citas y reminiscencias--, sino que,

    intrnsecos a la produccin escriptural, a la operacin de

    cifraje --de tatuaje-- en que consiste toda escritura,

    participan, conscientemente o no, del acto mismo de la creacin.

    Gramas que se deslizan o que el autor desliza, entre los trazos

    visibles de la lnea, escritura entre la escritura.

    Gramas fonticos. En el mismo nivel que las letras que instauran

    un sentido en el recorrido lineal, fijado, normal de la

    pgina, pero formando otras posibles constelaciones de sentido,

    prestas a entregarse a otras lecturas, a otros desciframientos,

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    a dejar or sus vocesa quien quiera escucharlas, existen otras

    posibles organizaciones de esas letras. Las lneas tipogrficas,

    paralelas, regulares --determinadas por nuestro sentido lineal

    del tiempo--, a quien quiera transgredirlo, ofrecen sus fonemas

    a otras lenguas radicales, dispersas, fluctuantes, galcticas:

    lectura de gramas fonticos cuya prctica ideal es el anagrama,

    operacin por excelencia del escondite onomstico, de la stira

    solapada y adivinable al iniciado, de la risa destinada al

    hermeneuta; pero tambin el caligrama, el acrstico, el

    bustrofedn y todas las formas verbales y grficas de la

    anamorfosis, de los dobles e incompatibles puntos de vista, del

    cubismo; formas cuya prctica engaosa sera la aliteracin. Laaliteracin que aficha y despliega, que ostenta los trazos de

    un trabajo fontico, pero cuyo resultado no es ms que mostrar

    el propio trabajo. Nada, ninguna otra lectura se esconde

    necesariamente bajo la aliteracin, su pista no reenva ms que

    a s misma y lo que su mscara enmascara es precisamente el

    hecho de no ser ms que una mscara, un artificio y un

    divertimento fontico que son su propio fin. Operacin pues, en

    este sentido, tautolgica y pardica, es decir, barroca.

    El cromatismo, el cortante juego de texturas del portugus,

    que explor el poeta gongorino Gregrio de Matos, ha servido de

    base para los mosaicos fonticos de Livro de ensaios-Galxiasde

    Haroldo de Campos, aliteraciones que se extienden en pginas

    mviles y que no remiten ms que a s mismas, tan endeble es la

    vrtebra semntica que las une:

    mesma e mesmirando ensimesma emmimmesmando filipndula

    de texto extexto / por isso escrevo rescrevo cravo no

    vazio os grifos dsse texto os garfos / as garras e da

    fbula s fica o finar da fbula o finar da fbula o /

    finssono da que em vazio transvasa o que mais vejo

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    aqu o papel que / escalpo a polpa das palabras do

    papel que expalpo os brancos palpos /

    En Tres tristes tigres, cuyo ttulo es ya una aliteracin y

    uno de cuyos personajes lleva precisamente el nombre de

    Bustrofedn, el impulso de la escritura surge precisamente de la

    atencin que se presta a los gramas fonticos. Si esta obra --

    como la de Queneau-- llega a ser humorstica, es justamente

    porque toma el trabajo de los gramas en serio. El palndrome

    DBALE ARROZ A LA ZORRA EL ABAD ha sido citado por Cabrera

    Infante. Recordamos su comentario de otro, popular en Cuba:

    ANITA LAVA LA TINA.

    Gramas smicos. El grama smico es descifrable bajo la lnea del

    texto, detrs del discurso, pero ni la lectura transgresiva de

    sus fonemas ni combinacin alguna de sus marcas, de su cuerpo en

    la pgina, nos conducirn a l; el significado a que se refiere

    el discurso manifiesto no ha dejado ascender sus significantes a

    la superficie textual: idiom reprimido, frase mecnicamente

    recortada en el lenguaje oral y que quiz por ello no tiene

    acceso a la pgina, rechazada, incapaz de emerger a la noche de

    tinta, al cubo blanco, que la excluye, al volumen del libro,

    pero cuya latencia perturba o enriquece de algn modo toda

    lectura inocente. Hermenutica del significado, manteia del

    sema, deteccin de la unidad de sentido.

    Todava en aquel pueblo se recuerda el da que le

    sacaron Rey Lulo y t, el mal de muerte que se haba

    ido rpido sobre un ternero elogiado por uno de esos

    que dan traspis en la alabanza.

    La expresin popular mal de ojo--maleficio provocado en la

    vctima por la alabanza que el inconsciente detentor del mal

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    hace de ella-- se esconde bajo esta frase de Paradiso. A ese

    idiom conducen dos indicadores semnticos: mal de muerte y

    traspis de la alabanza. La represin que con frecuencia

    practica Lezama nos parece ejemplar: toda literatura barroca

    podra leerse como prohibicin o la exclusin del espacio

    escriptural de ciertos semas --en Gngora, por ejemplo, el

    nombre de ciertos animales supuestamente malficos-- y que el

    discurso codifica apelando a la figura tpica de la exclusin:

    la perfrasis. La escritura barroca --antpoda de la expresin

    hablada-- tendra como uno de sus soportes la funcin de

    encubrimiento, la omisin, o ms bien la utilizacin de ncleos

    de significacin tcitos, indeseables pero necesarios, y hacialos que convergen las flechas de los indicadores. El anagrama

    (al que nos conduce una semiologa de gramas fonticos) y el

    idiom reprimido (al que nos conduce una semiologa de gramas

    smicos) son las dos operaciones perifrsicas ms fcilmente

    detectables, pero quiz toda operacin de lenguaje, toda

    produccin simblica conjure y oculte, pues ya nombrar no es

    sealar, sino designar, es decir, significar lo ausente. Toda

    palabra tendra como ltimo soporte una figura. Hablar sera ya

    participar en el ritual de la perfrasis, habitar ese lugar --

    como el lenguaje sin lmites-- que es la escena barroca.

    Gramas sintagmticos. El discurso como encadenamiento

    sintagmtico implica la condensacin de secuencias que opera la

    lectura, desciframientos parciales y progresivos que avanzan por

    contigidad y nos remiten retrospectivamente a su totalidad en

    tanto que sentido clausurado. Ese ncleo de significacin entre

    comillas que es el sentido de la totalidad, se presenta en la

    obra barroca, como la especificacin de un espacio vasto,

    aglutinacin de una materia nebulosa e infinita que la sostiene

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    en tanto que categora y cuya gramtica la obra aficha como

    procedimiento de garanta, como emblema de pertenencia a una

    clase constituida y mayor.

    La prctica reducida de esta tautologa es la que consiste

    en sealar la obra en la obra, repitiendo su ttulo,

    recopindola en reduccin, describindola, empleando cualquiera

    de los procedimientos conocidos de la mise en abme. Olvidan

    estos tautlogos que si estos procedimientos fueron eficaces en

    Shakespeare o en Velsquez, es precisamente porque a su nivel no

    lo eran. Se trataba, como apunta Michel Foucault, de la

    representacin de un contenido ms vasto que el explcitamente

    figurado, especficamente, en el caso de Las Meninas, del de

    representacin5. La obra en la obra, el espejo, la mise en

    abmeo la mueca rusa se han convertido en nuestros das en

    una burda astucia, en un juego formal que no seala ms que una

    moda y nada ha conservado de su significacin inicial.

    La forma de tautologa representada por los gramas

    sintagmticos es menos evidente. Aqu los indicadores,

    presentes en el encadenamiento de las secuencias o en lasarticulaciones interiores de stas, en las unidades mayores y

    masivas del discurso, no hacen referencia a ninguna otra obra,

    ni por supuesto --tautologa ingenua-- a la obra misma, sino a

    la gramtica que la sostiene, al cdigo formal que le sirve de

    cimiento, de apoyo terico, al artificio reconocido que la

    soporta como prctica de una ficcin y le confiere as su

    autoridad. En Adn Buenosayres, Leopoldo Marechal subraya,

    modulando las unidades ms vastas del discurso segn ste las

    configura, su pertenencia a la categora escritura/odisea. La

    escritura primaria de secuencia sera aqu, por supuesto, la

    5 Michel Foucault, Les mots et les choses, Pars, Gallimard, 1966 ; trad. Las palabras y las cosas, Mxico, SigloXXI Editores, 1968, p. 25.

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    postulada en Joyce, cuya autoridad, en tanto que modelo,

    remite a toda la tradicin homrica, tradicin de un relato

    cuyos ejes ortogonales sera libro como viaje/viaje como

    libro. Pero la categora nunca se hace explcita sino que slo

    estn marcadas sus redes ms vastas, un universo en expansin

    cuyos puntos-eventos (que determinan la reanudacin de las

    secuencias y la coordinacin de las mismas) van configurando

    posibles recorridos: lecturas de una ciudad, de un da entero,

    de un libro-viaje que al escribirse instaura bajo cuerda este

    sentido: todo sentido es trayecto. Son igualmente las grandes

    unidades del discurso teatral las que en las puestas en escena

    de Alfredo Rodrguez Arias --Goddes, de Javier Arroyuelo oDrculadel propio Rodrguez Arias, por ejemplo-- funcionan como

    ndices de un espacio exterior a la representacin y que la

    garantizan desde su lejana y su prioridad. Pero en este caso el

    cdigo de la autoridad --que sera el constituido por las

    situaciones teatrales explcitas-- es sealado negativamente. Si

    en estas puestas en escena la detencin de los gestos viene a

    subrayar ciertas situaciones claves --las que constituyen el

    lxico de lo teatral en la tradicin burguesa: cartas con

    declaraciones de amor, personajes que entran a escena cuando se

    anuncia que se les espera, calamidades encadenadas, noticias que

    conducen abruptamente al happy end-- es precisamente para

    sealarlas en tanto que letra muerta y, dilatndolas hasta lo

    risible con la prctica de la cmara lenta, o perturbndolas

    con un acompaamiento musical contradictorio --los mensajes de

    Drcula se leen sobre un fondo de msica pop--, paraaprovecharlas de nuevo en tanto que ncleos de energa teatral,

    que terminologa segura, institucionalmente histrinica. El

    cdigo es aqu utilizado en tanto que lugar comn, sus signos se

    convierten as en modelos que la parodia al criticar recupera.

    No se trata, pues, de un teatro humorstico cuyos temas de

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    stira fcil seran simples citas del teatro de boulevard, sino

    de la puesta en trminos explcitos de un gramtica cuya

    enunciacin pardica, mostrndola en su hiprbole, deformndola,

    se sirve de ella al mismo tiempo que la censura, la corona y la

    destrona en el espacio, para Rodrguez Arias carnavalesco, de la

    escena; es decir la emplea para practicar su apoteosis y

    simultneamente su irrisin, como hace con el lxico que lo

    precede todo artista barroco.