SAnto Domingo y Evangelizacion de La Cultura RLT-1992-027-B

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Los vientos que soplaron en Santo Domingo y la evangelización de la cultura Jon Sobrino Centro de Renexión Teológica, San Salvador, El Salvador. I. Santo Domingo como acontecimiento En este anículo queremos reflexionar sobre Santo Domingo, desde una pers- pectiva precisa, como acontecimiento con un potencial evangelizador de la cul- tura. Con esto no negamos la necesidad de analizarlo desde otras perspectivas y. en concreto, de analizar el texto que han producido los obispos, pero nos con- centramos aquí en el acontecimemo de Santo Domingo porque creemos que, en cuanto acontecimiento, posee ya su propio significado y su propia capacidad de configurar, de una u otra manera, la realidad de nuestro moodo. Esto es lo que analizaremos en detalle más adelante, pero hagamos antes unas reflexiones para mejor comprender el útulo y la finalidad de eSle artículo. La primera reflexión es que, en cuanto acontecimiento, Santo Domingo está hecho de muchos elementos, los más imponantes de los cuales fueron las tareas de preparación, la mayor o menor participación en ello de todos los miembros de la Iglesia latinoamericana, los textos producidos en ese período, las medidas y reacciones del Vaticano, y, por supuesto, todo lo ocurrido en Santo Domingo: presencia y discursos del papa, presencia de los obispos, sus declaraciones y tomas de postura personales, ausencias también y las razones para ello, dis- cusiones, lensiones y acuerdos en el aula, celebraciones, las diversas redacciones del texto, el texto final, su interpretación y su recepción... Todos estos elemenlos convergen en un texto, pero en sí mismos son má, que el texto escrito o, si se quiere, son un texto in acru que puedc llegar incluso a tener más impacto que el aprobado por el papa. Este impacto proviene de lo que se ha dicho y hecho durante todo el proceso, de lo que no se ha dicho y no se hecho y del modo de decirlo y hacerlo. Todo ello hay, pues, que tener en Digitalizado por Biblioteca "P. Florentino Idoate, S.J." Universidad Centroamericana José Simeón Cañas

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Santo domingo y la evangelizacion de la cultura

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  • Los vientos que soplaron en Santo Domingoy la evangelizacin de la cultura

    Jon SobrinoCentro de Renexin Teolgica,San Salvador, El Salvador.

    I. Santo Domingo como acontecimientoEn este anculo queremos reflexionar sobre Santo Domingo, desde una pers-

    pectiva precisa, como acontecimiento con un potencial evangelizador de la cul-tura. Con esto no negamos la necesidad de analizarlo desde otras perspectivas y.en concreto, de analizar el texto que han producido los obispos, pero nos con-centramos aqu en el acontecimemo de Santo Domingo porque creemos que, encuanto acontecimiento, posee ya su propio significado y su propia capacidad deconfigurar, de una u otra manera, la realidad de nuestro moodo. Esto es lo queanalizaremos en detalle ms adelante, pero hagamos antes unas reflexiones paramejor comprender el tulo y la finalidad de eSle artculo.

    La primera reflexin es que, en cuanto acontecimiento, Santo Domingo esthecho de muchos elementos, los ms imponantes de los cuales fueron las tareasde preparacin, la mayor o menor participacin en ello de todos los miembrosde la Iglesia latinoamericana, los textos producidos en ese perodo, las medidasy reacciones del Vaticano, y, por supuesto, todo lo ocurrido en Santo Domingo:presencia y discursos del papa, presencia de los obispos, sus declaraciones ytomas de postura personales, ausencias tambin y las razones para ello, dis-cusiones, lensiones y acuerdos en el aula, celebraciones, las diversas redaccionesdel texto, el texto final, su interpretacin y su recepcin...

    Todos estos elemenlos convergen en un texto, pero en s mismos son m,que el texto escrito o, si se quiere, son un texto in acru que puedc llegar inclusoa tener ms impacto que el aprobado por el papa. Este impacto proviene de loque se ha dicho y hecho durante todo el proceso, de lo que no se ha dicho y nose hecho y del modo de decirlo y hacerlo. Todo ello hay, pues, que tener en

    Digitalizado por Biblioteca "P. Florentino Idoate, S.J." Universidad Centroamericana Jos Simen Caas

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    cucnla al hablar de Samo Domingo, aunque un elememo pueda tener msrelevancia que olro, de hecho o de derecho. Y lOdo ello -no slo el Lexlo- estransmitido a la Iglesia y a la sociedad a travs de lo que en lenguaje melafricollamamos "los viemos" que han movido el proceso y, a su vez, los que ste hadesencadenado -y de ah el ttulo de eslas renexiones. En lo que queremosinsistir es en que lamo o ms que los textos de Santo Domingo "eslos vientos"son los que inspirarn o no ideales, los que alenwn o no prcticas y los queconfigurarn en una u olra direccin la conciencia colectiva.

    Esto en realidad no es nada nuevo, pues as ha ocurrido siempre. Los aconte-cimientos importantes generan siempre un lCxlO y un esprilU -"vientos", lile-ralmeme hablando-, y ambas cosas innuyen en la historia. Cada una de ellas lohace segn su especificidad propia, pero pensamos que cuando los acomeei-mientos son relativamente recienles ms innujo tiene en la Iglesia y en la socie-dad el "espritu" dcl aeomecimiento que el mismo "texto". Dicho de forma msgrfica, ms suele quedar la "msica" -siguiendo la metfora del viento- quela "leLra", a no ser por supuesto para los expertos y encargados de analizar ytransmitir esa lelra.

    Por recordar ~os aeomecimientos de suma imporlancia, pocos conocen yrecuerdan hoy los textos del Vaticano II, pero queda todava su brisa re-frescante. En una Iglesia desencarnada. cerrada sobre s misma. aUlOritaria,condenadora de prcticamente todo lo que no fuera ella, angustiada yangusLiante por su visin omnipccaminosa se produjo el milagro, la Iglesia abripuertas y ventanas, sustituy el miedo por la esperan7.a, la imposicin por eldilogo, el dogmatismo por la honradez... Debern analizarse los textos del con-cilio -obviameme--- y puede discutirse hasla la saciedad cul es su interprela-ein autntica, como est ocurriendo ahora de parte y parle. Pero hasla el da dehoy, ms importanle que los texLOS del concilio, con ser muy imporlantes, nosparece que lo es su espritu de honradez, de dilogo, de libertad, de esperanza,de compasin, de vuella a Jess... Esto es, pensamos, lo que precisameme hoyest en discusin en la Iglesia, aunque las balallas se planteen al nivel de imer-prelaCin de texlOs. Y si los texlOs siguen siendo significativos y dicentes toda-va hoyes porque en su tOlalidad, aunque unos sean mejores que olros, estnimbuidos de ese espritu.

    y algo semejante hay que decir de Medelln. De nuevo, poca genle conocehoy ya sus textos. Ms an, de enlre quienes los conocen no fallan algunos queafirman que, despus de todo, Puebla e incluso Santo Domingo tienen mejorestextos que Mcdelln. Y en cierto sentido no les falla razn. Sin embargo, nocreemos que el espritu de Medelln ha sido superado, y es ese espritu el quemantiene -comra viento y marea, siguiendo la metfora- lo fundamenlal: quehay que ir a los pobres de este mundo, encarnarse en ellos, defenderlos y arries-gar por ellos, denunciar a sus opresores, y que en todo ello la Iglesia sc va

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    haciendo la Iglesia de Jess, los cristianos se van haciendo seguidores de Jess ycreyenLe5 en el Dios de Jess.

    Medellfn es todava -a pesar de textos "anlicuados"- el sfmbolo no supe-rado de la "nueva" evangelizacin. Su esprilu -y no tal o cual texto- es elque oper el cambio ms radical en la Iglesia latinoamericana desde sus iniciosy el que oper el milagro de que esa Iglesia, por primera vez en su hislDria,fuese crisliana y fuese Ialinoamericana, no una Iglesia evanglicamente aguada ehistricamenle de imponacin.

    La segunda renexin previa es de otra fndole, pero viene sugerida e inclusoexigida por la misma lemlica cenlral de Santo Domingo: la nuevaevangelizacin, y ms especficamente, la evangelizacin de las culluras. Eslollimo puede ser comprendido de varias formas: o como inculluracin de la feen las variadiJs culturas o como configuracin de cualquier culrura segn valo-res y formulaciones cristianas. Aqu, sin embargo, queremos enfocar el lema dela evangelizacin de la cultura desde otra perspectiva.

    Por decirlo de forma sencilla, podemos preguntamos qu aire respiramos loshumanos, y si ste est purificado o contaminado. Podemos preguntamos sinuestra atmsfera no est transida de mentira y encubrimiento, crueldad e injus-licia, hybris y prepotencia, de modo que de antemano -

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    11. Santo Domingo como aconte

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    Es as como la Iglesia en la realidad de Amrica Latina, fiel a sufe en el Dios de la vida y a su misin de salvacin y liberacin, da

    lC.~limonio en la persecucin y el martirio.

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    Pues bien, de este significativo texto no queda ni un plido eco en el docu-mento final. Ms adelante volveremos a l, pero ahora queremos preguntamosdnde puede estar la ra2 de tan notable ausencia, y en nuestra opinin -msall de detalles- est en la imposicin romana sobre una Iglesia latinoamerica-na que fue adquiriendo identidad propia y evanglica. Y por aqu queremoscomenzar nuestra renexin.

    En todos las sociedades se dan autoritarismos y, visto el mundo como totali-dad, tambin centralismos, con el correlativo sometimiento a las superpotencias.A su vez. Olros propician dilogos. acliludcs realmenLe "democrlicas" que. enlenguaje poltico, se acercaran a las relaciones fraternas que nos pide el evange-lio. Pues bien, tambin esla problemtica se hizo presente in aclu -no tanto enla discusin lerica sobre ella- en Santo Domingo y con mayor agudeza que enMedelln y Puebla. El hecho es que a pesar de los desmentidos y eufemismosexisti no slo diversidad y pluralismo. sino una fuerte e inocultable tensinentre el Vaticano, ms algunos obispos que secundaron su poltica, y una buenamayoria de obispos latinoamericanos.

    Esta tensin especfica va ms all incluso de posturas ideolgicas yteolgicas y se expres en la clara imposicin del Vaticano sobre la conferencia,a diferencia de lo ocurrido en Medelln y Puebla. El Vaticano impuso los trespresidentes de la asamblea ---

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    Sanlo Domingo no ha sido una excepcin. En conjunto parece ser que lamayora de los obispos latinoamericanos no vieron como un bien el servilismo-aunque aceplJln la obediencia responsable-. ni se dejaron manipular con lafacilidad deseada por la presidencia. lo cual se moslr en muchas discusiones yvOlaciones en el aula y en algunas declaraciones fuera de ella. Pero a la poslretuvieron que inclinarse a las exigencias vaticanas. En el mtodo, en comisionesclaves y en la orientacin leolgica fundamenlal. la mayora tuvo que ceder a lapresin vaticana.

    Este autoritarismo y cenlralismo eclesiales no hace ningn bien a la Iglesia.Desde un punto de visla inlraeclesial no reneja sino que dificulla grandemenlein aclu el que la communio sea la mJ

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    fe pueden todava conlar con esa identidad. Es triSle que haya tenido que apare-cer sub specie comrarii. en resislencia a la imposicin, pero ha aparecido y sepuede poner a producir.

    2, Pedir perdn con seriedadLa historia -el quinto ceOlenario--- y la geografa -SaOlo Domingo, la

    anligua isla dc La Espailola- exigan una palabra dc la Iglesia sobrc lo ocurridoentonces y a lo largo de estos cinco siglos. El ambienle, pues, haca ineludiblelomar postura sobre si pedir o no perdn a los indgenas supervivieOlcs, puesrazas y pueblos enleros, religiones y culturas quedaron extinguidos o fueronaniquilados por los conquisLadores, y a los negros trados de Africa, en formainfame -eomo mercanca- en una de las mayores y ms crueles aberracionesque recuerda la historia.

    No cabe duda de que, aun sin caer en leyendas negra hubo un inmensopecado de lesa humanidad, que se convirti, adems, en pecado original yoriginanle. Pues bien, ese pedir perdn, lJIJ1 indispensable para evangelizar lacultura y purificar el aire conlaminado, encubridor, prepotente y dcspreciativohacia el "otro", no lo han hecho gobiernos, ni ejrcitos, ni empresastransnacionales, y de alguna manera s lo ha hecho la Iglesia.

    Se pidi perdn Con ambigedades, ciertamenle. Unos obispos -los queviven con indgenas y negros, quienes hasla el da de hoy llevan consigo lamarca de la opresin, de la indignidad y del sufrimiento de siglos- lo hanhecho con sinceridad, y olrOS no lanto -el cardenal arzobispo de Santo Domin-go, presidente del CELAM y segundo vicepresidente de la Asamblea. no acce-di a que se celebrase la misa del perdn en su catedral. Y hay que recordarIambin que, aunque qued baSlante claro por qu pecados se peda perdn, noqued siempre lan claro quines fueron los pecadores de hace cinco siglos: silos conquisladores y slo ellos o lambin los eclesisticos. Nada, pues, detriunfalismos.

    De toda formas. el que Juan Pablo 11 pidiera perdn en Santo Domingo y lovolviese a hacer a su regreso en Roma, el que lo hicieran los obispos en unaeucarista y lo introdujesen en algunas partes del texto es en s mismo imporlan-te. En el mundo del norte, pecador e hip6crila, que piensa no tener que pedirperdn a nadie, ni por la muerte violenla que ha generado en Vietnam,Afganisllln o hal

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    como P"'" salir del trance, con propsilo de enmienda y con esprilu de repara-cin hacia los negros e indgenas, la! como lo peda Monsellor Leonidas Proanoen su lecho de muerte: que la Iglesia repare lodo el mal que ha hecho a losindgenas. Es tambin necesario que la peticin de perdn no se quede slo en elpasado. sino que la Iglesia tenga la honradez de pedir perdn en y por el presen-le, sin lo cual no lendr credibilidad al pedir perdn por el pasado. Y por ltimoes necesario que el perdn se pida con la disponibilidad real a ser perdonado,pues, aunque parezca paradjico. eso es lo ms difcil, ya que, en las conocidaspalabras de Karl Rahner, "slo el perdonado se sabe pecador". Pero eso cstambin lo ms crisliano, pues emonces el perdn se convierte en don y gracia,en recibir inmerecida e inesperadamente la acogida que olorgan las vctimas, losofendidos.

    Introducir en esle mundo la humildad y la honradez de pedir perdn y ladisponibilidad a recibirlo como gracia no es pequeno beneficio que la Iglesiapuede hacer a esle mundo. De eSla forma puede evangelizar una cullura de lahipocresa y de la prepolencia. En eslo, lmidamente, Sanlo Domingo abri uncamino que la Iglesia tiene que proseguir y que lo ofrece a lodos.

    3. El pecado del mundo y el pecado de la IglesiaEn el mundo occidental hay una cierta lesis oficial segn la cual, aunque

    exislen graves problemas, el mundo va bien o, por lo menos, va mejor queanles. Con la cada del esle y de muchos regmenes militares, con la paulatinademocratizacin, aunque eslo slo ocurra. muchas veces, formalistameme, y laimposicin -sin oposicin- del neo-liberalismo econmico, hemos llegado "alfinal de la hisloria", Y eslo se repite aunque la experiencia cOlidiana -y uninforme tcnico de las Naciones Unidas--- muestra que, al menos a las inmedia-tas, las cosas van a peor en el mundo como lotalidad, y las promesas de quepronlo mejorarn no es creble para las mayoras despus de infinitas promesassemejames,

    En esle contexto, Sanlo Domingo, siguiendo a Medelln y Puebla, ha hechodos cosas importames: un ejercicio de honradez fundamental por lo que loca a laverdad de la realidad y a su exigencia tica, Por lo que loca a lo primero havuelto a denunciar la atroz siluacin de miseria e injuslicia y ha criticado el neo-liberalismo econmico no slo como inlenlo de solucin muy poco humano ymuy insuficiente, sino como agudizador de la miseria. Muchos obispos fuera delaula y el mismo texlo lo afirman. Estamos mal y vamos a peor, dicen: "crecienteempobrecimiemo", "las estadsticas muestran con elocuencia que en la ultimadcada las situaciones de pobreza han crecido tamo en nmeros absolulOs cornorelativos", "la poltica de corte neoliberaJ profundiza an ms las consecuenciasnegativas", Dicho lodo eslO en la tradicin de Puebla, "tenemos que alargar lalista de rostros suienles".

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    Cunto caso haga el mundo en esto a Santo Domingo, no lo sabemos, puesese mundo que aplaudi a Juan Pablo JI por su contribucin a la cada del este,lo ignor, como ya hemos dicho, cuando denunci la guerra de Iral

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    tido en realidad trgica.Adem., sea cual fuere el grado de audacia de los textos, a nadie se le

    escapa que est desapareciendo -y ello parece ocurrir muy conscientementedesde el Vaticanl>- la generacin de obispos que ponran en prctica esas pala-bras y llegaban a serias confrontaciones con los poderes pblicos. No es que yano los haya en absoluto, por supueslo, pero los gobiernos, los ejrcitos y lasoligarquas, saben muy bien que cada vez quedan menos obispos como donSergio, como monseor Romero, como Proao, como don Helder... Por ello,palabras sobre injuslicia y opein, ea.i idnticas a las de te.tos anteriores, dicenhoy menos que aqullas. Contra Medelln se alz enseguida el vicepresidenteestadounidense Nelson Rockefeller y conua Puebla, los asesores de RonaldReagan. Hasta ahora no sabemos que los poderes de esle mundo se hayan senti-do amenazados o afectados por Santo Domingo y si se al7.arn contra l, o si,una vez cado el este, poco les importa la crtica que provenga de instanciasreligiosas.

    y quisiramos aftadir tambin que, si denunciar el pecado de injusLicia yoptar por los pobres es evangelizar la cuhura, no lo es el ignorar el pecadodenuo de la misma Iglesia, ignorar su apone al pecado del mundo, por accin ysobre todo por omisin. El problema viene de muy anliguo, ya lo sabemos, perohay que recalcarlo. Tambin para la mayora de obispos en Santo Domingo, ynada digamos en el Vaticano, parece que los rriales del mundo -injusticia,dictaduras, corrupein, engaos...- siempre provienen de "los ouos", comunis-tas, dictaduras militares, capitalistas incluso (como lo eran antes los raciona-listas, protestantes, incrdulos y paganos...) y que todos c..os males se hubieranobviado si se hubiera hecho caso a la Iglesia. Se da aqu no slo un uiunfalismosin fundamento, sino una actitud poco O nada evangelizadora, pues la Iglesiapierde credibilidad si slo denuncia lo de afuera sin reconocer, al mismo tiempo,con sinceridad y humildad lo de denuo.

    Ese reconocimiento del propio pecado no ocurri en un grado mnimamentenotable eo Santo Domingo. La Iglesia, en efecto, ve mucho ms el pecado fueraque denuo de ella, y cuando mira a su interior nota los pecados, debilidades opeligros en los laicos y en las laicas ms que en los sacerdoles, en los religiososy en las religiosas, y en stos ms que en la jerarqua, que parece estar inmunepor principio a cualquier limitacin de lo humano.

    No abogamos, por supueslo, ni por un imposible angelismo eclesial ni por unmasoquismo paralizador, pero hay que ser conscientes de que se da aqu, unavez ms, una oportunidad perdida de evangelizar la cuhura. En un mundo hip-crita que no quiere pedir perdn por la opresin a que somete a dos tereios delplaneta, que hace pasar incluso por grande7.a histrica lo que es mucha. vecesdepredacin y desuuccin de otros pueblos, sera muy evangelizador -ms quecualquier palabra- que tambin la Iglesia reconociera con sencillez sus propias

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    limitaciones y pecados.

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    4. El reconocimiento del "otro"El mayor aporte terico de Santo Domingo est rn haber abordado y recono-

    cido al "otro" con mayor claridad que en anteriores documenLos eclesiales; enconcreto en haber reconocido a la mujer, al indgena y al negro. Y es que, sidifcil es el reconocimiento del "pobre" ms difcil puede llegar a ser el del"otro", aunque con gran frecuencia ambos coinciden en una misma persona ogrupo. El "pobre" expresa y es en s mismo una terrible exigencia tica yleOlogal, cienamenle, pero el "otro" llega a tocar las races mismas no slo de laliturgia, sino de la mediacin de la fe, del dogma, de la leologa, de la doctrinade la Iglesia, ete. El "otro" nos introduce rcalmenle no slo en lo distinlo, sinoen lo desconocido.

    Las razones por las que los obispos se fijaron en el otro son variadas. Porpudor y por responsabilidad algo serio haba que decir en el quimo centenariosobre indgenas y negros. Obispos hubo que venan a decir que no podranvolver a sus dicesis sin un texto serio en estos asuntos. Por lo que toca a lamujer es IaIIlbin evidente que no se puede seguir como hasla ahora ni la Iglesiapuede desentenderse de estos asuntos o trivializar la problcmiica con enfoquessimplislaS. De hecho, sobre estos temas se escribieron los textos ms vigorosos,aunque no fuese ms que por su novedad dentro de la Iglesia.

    Cul sea la operatividad de estos textos se mostrar en si se ponen en verdada producir, si los obispos y agentes de pastoral se inculturan rcalmenle en esaseulwras del "otro", si se abren a ellas, si dan y reciben de ellas, y si .el Vaticanoanima todo ello o por lo menos no lo impide. En una palabra, si la Iglesia supera-haciendo contra ellos- los seculares hbitos de colonialismo, palemalismo,masculinismo y clericalismo.

    Si a todo esto que hay que superar se anade lo que la Iglcsia tiene queaprender, entonces las cosas no son nada fciles, pucs tendr que aprender aque-llo sobre lo que piensa saber ya sulicienlcmente. Si en la actualidad la posibleordenacin de la mujer est causando inmenso revuelo, aunque no pareceexisitir ninguna dilicullad dogmtica insuperable, y si es presenlada, por ahora,como problema sin solucin, qu decir de una liturgia, una tica, una dogmti-ca basadas en lo "otro", es decir, en lo realmente desconocido, en lo que pordefinicin no es manejable desde conceptos y prcticas ya adquiridas y consue-tudinarias?

    y es que lo "otro" es una eficaz mediacin de lo que en el misterio de Dioshay de "alteridad". Ponemos ante lo otro, dcjndole ser otro, es una forma eficazde ponemos ante el misterio de Dios. Yeso, ayer como hoy, no es fcil. Y sinembargo, eso, y no un puro folklorismo litrgico, como lo advierte don Pedro

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    Casaldliga, es lo que est en juego al aceplJlr la realidad de la mujer, delindgena, del negro, del mestizo, del "otro".

    Hay aqu, pues, avances imponantes y, a la vez, difciles. Visto desde suimpacto evangelizador en la cultura, por lo que toca al reconocimiento de lamujer habr que decir que el mundo ha evangelizado a la Iglesia antes que staa aqul; y que la Iglesia, por lo tanto, debe en esto aprender del mundo yagradecrselo. Por lo que toca al indgena y al negro, la Iglesia -si realmentelos acepta, los valora y los acoge- eslJlr evangelizando una cultura que toda-va hoy -a pesar de las declaraciones universales y democrticas de igualdad-ignora, oprime y desprecia al otro, lo desea mantener geogrfica yantropolgicamente lejano; una cultura en la que recientemente, en varios pasesdel norte del planeta, estn rebrotando incluso graves y alarmantes signos dexenofobia.

    Bueno es, pues, que Santo Domingo haya hablado sobre el "otro", pero esnecesario que la Iglesia lo deienda en su pastoral real y que corra los riesgosnecesarios por ello.

    S. El retroceso en teologiaPor lo que toca a la teologa hay una marcha atrs, y lo fundamental del

    retroceso consiste en el modo de proceder teolgico, el mtodo. La realidadhistrica, en efecto, no es vista ya como signo de los tiempos en sentido estricta-mente teologal, es decir, como lugar en el que el mismo Dios puede decir supalabra y en el que puede eslJlr presente l mismo, en cuanto Dios. Esto suponeuna importante marcha atrs con respecto al Vaticano 11, que enunci la realidade importancia de los signos de los tiempos para la misin de la Iglesia, y conrespecto a Medelln y Puebla que los escrut in actu y sobre los que bas sureflexin teolgica.

    Como ya hemos dicho, en Santo Domingo la presidencia impuso el esquemade juzgar-ver-actuar, que viene a decir que primero hay que hacer teologa,despus hay que ver cmo est el mundo y por ltimo hay que aplicar aqulla aste. Se quiere, por lo tanto, "juzgar" desde Dios algo que todava no se ha"visto". Y por lo que toca a los textos bblicos citados, se quiere ver a Dios endichos textos del pasado sin haber visto a Dios en la realidad del presente.

    Es indudable que la relacin entre ver y juzgar, entre realidad y teologa esdialctica. No hay que pensar por lo tanto que del puro ver provendr mecnica-mente un correcto juzgar, que de la pura experiencia surgir mecnicamente lateologa. Pero, dentro del necesario crculo hermenutico, hay que mantener loque es fundamental para toda teologa cristiana, basada en un Dios que se hahecho historia: no puede haber teologa sin realidad histrica previa, no se puedeencontrar a Dios en textos del pasado sin auscultar su realidad en el presente.

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    Esto que aqu est dicho en fonna abslnlCta tiene graves repercusiones con-cretas en la teologa de Santo Domingo. Una de ellas es que la crislologa,proclamada como vertebradora fundamental de IOdo el documento, no est basa-da en Jess de Nazaret. sino en W1 Cristo abstracto, en coherencia con la lgicadescrita: se juzga a Jess como el Cristo, sin haber ViSIO anles la realidad de eseCristo que es Jess. De esa fonna desaparece el Jess histrico, presente enMcdelln, la Evangelij NUnliandi y Puebla, quizs ms en fonna de dinamismoque en lextos muy concretos; presente ciertamente en las comunidades mscomprometidas y en las que ha habido ms mrtires. y presente por supucsto enla leologa de la liberacin. En Santo Domingo, sin embargo. se ha preferidocomenzar proclamando al Cristo de la fe ms que viendo a Jess de Nazaret.

    Otra consecuencia de esle modo de proceder es que los mejores lexlos deldocumento no son -irnicamente- los leolgicos, en lo cual los obispos de-bieran ser expertos, sino los histricos. En efecto, los textos ms estrictamenteteolgicos con que comienzan IOdos los captulos son reconocidamente desle-dos y carecen de inspiracin. Cieno es que se citan en ellos pasajes de la Escri-tura, concilios y papas, pero aunque stos posean la auloridad del magislerio yalgunos de ellos son inspirados, no son inspiradores, si se nos pcnnite la irona.

    Por expresarlo de la fonna ms radical, "que Dios nos ha amado" es un tex lOcentral que expresa una esencial y consoladora verdad de la fe. Pero si ese texlOno se pone en el contexto de una realidad concreta, puede sonar a cosa puramen-le espiritualista, a rulina por lo tanto, sin capacidad de movili..ar las fuerzas delespritu, mientras que si aparece como culminacin de un relalo sobre las vcti-mas de este mundo, su amor martirial y su esperanza, entonces el mismo textopuede expresar la solidaridad y ternura de Dios hacia ellas, y entonces el textose conviene en buena noticia.

    Este modo de proceder teolgico que acabarnos de analizar es algo que endirecto slo concierne a la Iglesia y, a lo sumo, a la academia. Sin embargo,pensamos que tiene tambin un polencial evangeli..ador en el ambiente en quenos movemos, pues en nueSlro mundo se procede con frecuencia con Q priori...ideolgicos que no se conlrastan con la realidad. Con mucha frecuencia "esverdad" y "es solucin" aquello que se ha decidido de antemano que lo sea, paselo que pase en el mundo. As, es verdad la "democracia", dicen unos. Es verdad"el neoliberalismo", "la necesidad de ejrcitos", o la "moderoidad" o la"postmoderoidad" (aunque esla ltima, por definicin, no pueda aulo-proclamarse como verdad absoluta).

    Si se trata de buscar un paralelismo enlre este fenmeno y la fe de la Iglesiase argir, sin duda, que no puede equipararse a la verdad de ideologas oinstituciones humanas la verdad de la fe; se dir que la fe contiene la verdad conindependencia de 10 que ocurre en el mundo... Pero, sin entrar ahora en uoadiscusin terica sobre ello, pastoralmente al menos es muy importante que lo

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    que podemos llamar verdad genrica de la fe se lOme verdad concrela, y por elloverdad actuante y relevantc, y cso ocurre cuando se la constraSIa con la realidad.

    La relevancia pastoral de la fe se juega en la capacidad que ticne de seriluminada (vcrificada y verdadeada, si se nos permite la expresin) por la reali-dad histrica. Y si eso sc dice de la fe, a /or,jor debe decirse de la teologa.Con todo ello queremos decir que una forma de vivir y comprender la fe y lateologa, abien.as a la realidad, contrasladas con la realidad y enriquecidas por larealidad ---1 comen7.ar, aunque slo sea lgicamente, con el "ver" la realidad-es Iambin una forma de evangelizar la cullura, de superar a priori. ydogmatismos, Lan claramente percibidos ahora en los cuestionados mtodos decrisliandad y en los fracasados marxismos dogmticos, pero igualmente necesa-rio para superar los neo-liberalismos, modernismos, pragmatismos,poslrnodemismos, quc tienden a impone",e sicmpre dogmticamente.

    Si de algo est necesitado el mundo de hoyes de "ver" la realidad sinmanipularla, ms an de "escucharla", pues, como deca Karl Rahner, "la reali-dad quiere tomar la palabra", y ----{;on Medellfn y Puebla- esa palabra se con-vierle en un desgarrador clamor. Ojal la Iglesia de Jess ayude al mundo enesla tarea nada fcil. Y, por cieno, si la silenciada y aun vilipendiada teologa dela liberacin ha producido biene. en nuestro mundo, esto ha sucedido, ante todo,por su honradez en mirar a la realidad, escuchar sus clamores y tratar de respon-der a ellos.

    6. El silencio sobre los mrtiresLa consecuencia ms funesta de no comenzar "viendo" la realidad es el

    silencio sobre los mnires. Cierto es que en reuniones de oracin los obisposrecordaron a monseor Romero y a Olros mrtires latinoamericanos, pero nadade esto puede reparar el silencio increible del Iexto. Y no se supera ese silencioaadiendo una lnea al final del captulo dedicado al recuerdo de los 500 a~os deevangelizacin en que se reconoce "a quienes han llegado hasla el testimonio dedar la sangre por amor de Jess", pues por la extrema parquedad del texto, porla ambigedad del conlexto histrico -incluye a los mnires de hoy?- y porel nulo anlisis histrico y Ieolgico de hecho tan fundamenlal, ms parece unafrase anadida para salir con bien de un espinoso trance que honda conviccin dela centralidad del martirio.

    Por mucho, pues, que traten de explicarlo --peligros de manipulacin, caule-las que impone el derecho cannico, confliclOs que puede ocasionar a la Igle-sia..- nadie entiende, cien.amente en pases como El Salvador y Guatemala,que no slo no se valore grandemente a los mn.ires, sino que ni siquiera se losmencione. Y es que en Amrica Latina, el martirio no es la ancdota Ola excep-cin, sino una realidad masiva inocullable: es la novedad, la gracia, la credencialy el sello de la evangelizacin ms genuina que se ha llevado a cabo entre

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  • LOS V'.;NTOS QUE SOPLARON EN SANTO DOMINGO... 287

    Medclln y Sama Domingo. El silencio es, por lo lamo, absoluUlmente incom-prensible, al lamente sospechoso y, sobre todo, sumamente empobrecedor.

    Ignorar a los mrtires, en efecto, significa realmeme prescindir de los signosde los tiempos. tanto en cuanto stos describen aquello que caracteriza unapoca --el martirio, por su masividad, es lo ms novedoso y caracterstico de lahistoria reciente de la Iglesia en Amrica Latina- como en cuanto expresan,por su calidad, la presencia de Dios entre nosotros. Significa Ulmbin privarsede un insustituible principio hermenutico para comprender a Jess, pues losmrtires de hoy -a diferencia de la mayora de martirios a lo largo de la histo-ria- mueren como Jess, por la misma causa que Jess y todo ello porque,estructuralmente, vivieron como Jess. Significa lambin desconocer el origenhistrico y teologal de la misma Iglesia, nacida realmente tras el martirio deJess, en prosecucin de la vida de Jess y con la esperan7.3 de resurreccin, esdecir, de que Dios ha hecho justicia al mrtir Jess. Significa desaprovechar elprincipal motivo de credibilidad hoy para la Iglesia, Ian imporlante para anun-ciar a increyentes el misterio de Dios y para fortalecer en la fe a dubilames, ylan decisiva para decir a los pobres que Dios los ama. Significa, por ltimo,ingratitud para con los mismos mrtires, privar de consuelo a sus ramiliares,desconocer a quienes siguen siendo luz y nimo para las comunidades...

    Ya vimos que la Secunda Relalio, en el largo texto anteriormente cilado,procede exacUlmeme de manera contraria, y de esla forma se esclarecen variascosas: que s hubo tensin fuerte con el Vaticano y que s hay divisiones en laIglesia latinoamericana, pues ni un eco de esle esplndido texlO ha quedado enel documemo final. Pero muestra Ulmbin que hay grupos de obispos -y mu-chas comunidades tras ellos- para quienes los mrtires, cuando renexionansobre ellos en la realidad sangrante de sus paises, son los testigos de la fe y delamor, esenciales e insustituibles para vivir hoy dicha fe y dicho amor.

    El texto cilado, en efecto, obvio y sorprendente a la vez, recuerda y hacecentral a los mrtires y desarrolla una importame teologla de por qu hay marti-rio y de por qu esos martirios son algo central. Es", texto y, por supuesto, larealidad que est tras l --el hecho del martirio por amor y el reconocimientoagradecido por parte de los cristianos- s es buena noticia, si es evangelizacinpara los pobres de es'" mundo, aunque cause espanto a los poderosos --en ElSalvador todava le tienen miedo a monseor Romero y al padre Ellacura-- yaunque --

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    propia vida Jess de Nazare!. Yeso lo recuperan anle todo los mrlires. Ellosson en nucsLros das quienes anuncian el reino de Dios a los :x>brcs. quienes lesanuncian que la vida, la fraternidad y la dignidad son posibles, quienes sc en-frentan a los dolos que convierten en vctimas a los pobres y quienes les dicenque Dios les quiere. Y ellos son los que en nuestros das re-crean el evangelioque predicaba Pablo: el mrtir Jess, crucificado y resucitado. Por ello, una vezms, es simplemente increble que Santo Domingo no mencione a los mrtires,lo mejor que ha producido la Iglesia latinoamericana, lo mejor que tenemos.

    Y, adems, al no mencionarlos deja de evangelizar la cultura, deja de purifi-car con la honradcz, la compasin y el amor de los mrtires el corrompido airede mentira, indiferencia y opresin de nuestro mundo. En l ni ejrcitos, nigobiernos, ni oligarquas mantienen vivos a los mrtires; tampoco lo hacen mu-chos partidos polticos ni univcrsidades ni medios de comunicacin. As le va anuestra cullura, descristianizada, deshumanizada. Volver a humanizarla y crisla-nizarla no es cosa slo ni principalmente de palabras, sino de imbuirla de lahonradez, la compasin y cl amor real de los mrtires.

    111. Principios para poner a producir el acontecimiento de Santo DomingoComo acabamos de ver, en Santo Domigno soplaron muchos y variados

    vientos, unos mejores y otros peores. En conjunto, visto lodo lo que hemosjuzgado como POSilivo y como negativo, Santo Domingo es fiel renejo de lasimacin de la Iglesia universal y de la Iglesia lalinoamericana. Lo primerosignifica que exisIC un movimenlo de involucin soslenido que parte del cenlroy encuentra suficientes adeplos en la periferia, unos con buena voluntad segnsu conciencia, y otros ms militanlemente. Lo segundo significa que exisle loda-vla un serio forcejeo dentro de la Iglesia latinoamericana por mantener o desvir-tuar el esplrilu de Medelln.

    Visto todo en su conjunto, Sanlo Domingo no es, ciertamente, motivo deexultacin -lo cual se nota en las mismas reacciones episcopales-, pero tam-poco debiera ser motivo de abatimiento paraIi7.anle, pues tambin en l se hicie-ron presentes -aunque no se impusieron casi nunca como deban- vientosevanglicos y latinoamericanos. En nuestra opinin, lo ms negativo de SantoDomingo es la triste7.a que produce el haber sido una oportunidad perdida, enbuena medida, para ahondar ms en las tareas eclesiales y, sobre todo, pararecoger mucho mejor los clamores de la realidad y evangelizar ms decidida-menle la cullura.

    Sin embargo, hay que poner a producir a Santo Domingo. porque el aconle-cimiento da pie para ello y porque lo esperan y lo necesitan los pobres delcontinente. Para ello hay que buscar algunos principios iluminadores yanimadores en dicha tarea, y stos creemos que hay que buscarlos ms fuera que

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  • LOS VIEl\TOS QVE SOPLARO~ EN SAI'TO DOMINGO... ZIl9

    dentro de la misma reunin. Y por eso tambin hablamos ms bien de principiospara poner a producir a Santo Domingo que de principios inlerpreuuivos intrn-secos a Sanlo Domingo.

    Esto ltimo es realmeme dilicil porque las diferencias y Lensiones fuerontales que no nos parece posible encontrar algo que unifique suliciememente elacomecimiemo y el te.lO. Cieno es que tambin en Puebla hubo divisiones ytensiones, pero la "opcin preferencial por los pobres" muy promo se convirtide hecho -y, adems, tena en su favor la posiblidad de serlo de derecho--- enprincipio interpretalivo de todo elte.to. Pero nada dc esto hay en Sanio Domin-go, algo que se imponga por s mismo como principio unificante del lodo. Y sise aduce que la crislologa sera el tal principio interpretativo -

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    que en s misma es la evangeli7.acin. Y eso es precisamente lo que hizoMedelln: no abord IaI1to la novedad de las cosas que rodean y acompaan a laevangelizacin, sino que abord simplemente y centralmente lo que esevangelizar. Y aadamos que Puebla dio tambin el paso decisivo, no superadotodava en la nueva evangelizacin de ahora, al afirmar que no slo hay queevangelizar, sino que hay que dejarse evangelizar -{;on agradecimiento, humil-dad y gozo-- por los pobres.

    2. Aunque en este artculo nos hemos rijado ms en el acontecimiento que enlos textos de Santo Domingo, digamos una palabra tambin sobre ellos y sobrecmo ponerlos a producir. En general, muchos, tambin muchos obispos, hanreconocido que muy buena parte de los textos son muy nojos, especialmente losde la primera mitad del documento. Otros textos, como ya lo hemos dicho, sonmejores, sobre todo por la novedad que traen consigo.

    En nuestra opinin, para hacerlos productivos es necesario hacer una selec-cin, lo cual no tiene nada de manipulacin, sino que es puro sentido comn,adems de que la historia misma se encarga de seleccionarlos, como ocurri conMedelln y Puebla, con independencia de voluntarismos, campaas propagands-ticas o incluso manipulaciones. Pero, adems de seleccionar los textos ms ti-les para las comunidades, hay que ponerlos en su contexlO real, deben ser, porello, valorados y puestos ea relacin con las tareas coocretas que propiciao yexigen, y esto ltimo debe ser apoyado institucionalmente, es decir, por losobispos que aprobaron los textos.

    Si realmente se ponen a producir los lexlOS ms novedosos, entonces s seracieno -{;omo dicen algunos- que Santo Domingo pudiera suponer incluso unavance de la Iglesia latinaomericana. Pero eso hay que entenderlo bien. SantoDomingo supone un avance -{)bvio-- en la agenda de la Iglesia, que no puedeignorar por ms tiempo la problemtica de la mujer, del indgena, del negro, dela ecologa... y esa nueva agenda es la que ha quedado renejada en algunostextos. Pero para que se pueda hablar de verdadero avance, hay que aadir altexlO un determinado contexlO eclesial, es decir, la decisin de apoyarlo, deponerlo a producir, y de defenderlo cuando la sociedad -{;omo ocurririnfalihlemente si la Iglesia se decide a defender a indgenas y negros- reaccio-ne y la persiga.

    3. Por ltimo, si nos preguntamos qu es lo que realmente ha estado en juegoen Santo Domingo, qu es lo que ha ocasionado discusiones, tensiones e inter-venciones vaticanas, y qu es entonces lo que, en nuestra opinin, puede fungircomo principio orientador para el futuro, creemos que es la identidad de laIglesia latinoamericana. En el fondo Santo Domingo ha sido -y sigue siendo--un forcejeo sobre lo que signirica ser Iglesia, ser cristiano y ser creyente enAmrica Latina.

    Lo que realmente ha estado en juego en Santo Domingo c.. la identidad

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  • LOS VIENTOS QUE SOPLARON EN SANTO DOMINGO... 291

    novedosa de la Iglesia latinoamericana. El problema puede ocultarse de diversasformas, aludiendo a problemas de comunin con Roma, peligros o exageracio-nes en la onodoxia y la liturgia, la teologa de la liberacin, ele. pero la verdades que ni los obispos, ni los telogos, ni las bases tienen problemas graves nicon la comunin eclesial ni con la obediencia leal. Lo que ocurre es olra cosa,es la novedad que ha acaecido en la Iglesia desde Medelln, y que podemoscentrar en esras Ires cosas.

    La primera es, que por primera vez en siglos, la Iglesia latinoamericana hallegado a ser ella misma. En el proceso histrico de los ltimos treinra aftos, laIglesia se ha hecho a la vez latinoamericana y cristiana. La realidad latinoameri-cana llev a la mejor comprensin y puesra en prctica del evangelio, y stellev a la mejor comprensin y accin sobre la realidad histrica. El hecho deque, por primera vez, ser cristiano y ser latinoamericano no supongan algn tipode oposicin, sino de enriquecimiento mutuo es la mayor novedad de nueslrotiempo. Eso, a la vez, ha significado gran creatividad y tambin gran connic-tividad, y a eso le han temido algu'nos obispos de aqu y del Vaticano. Loprimero que ha esrado en juego, pues, ha sido la latinoamericani7.acin de laIglesia y el forcejeo por mantener o diluir dicha latinoamericanizacin

    La segunda, relacionada con la anterior, es que por primera vez en siglos laIglesia latinoamericana ha sido socialmente relevante de acuerdo al evangelio.No se ha predicado fundarnenralmente a s misma ni se ha defendido a s mismacomo institucin ni ha buscado defender antiguos privilegios. Ms bien, comoJess, ha tenido ante sus ojos al mundo de pecado y ha querido Iransforrnarlo enla utopa del reino de Dios. Y esto tambin es lo que ha esrado en juego enSanto Domingo: si mirarse a s misma o a este mundo de pecado y de esperanza.y por ello hemos dado decisiva imporrancia al anlisis del martirio en la Iglesialatinoamericana, preseme en la Secunda Re/olio y ausente en Santo Domingo,porque el martirio es la prueba m. inequvoca de tomar en serio al mundo rcal,cargar con su pecado para bajar de la cruz a los crucificados.

    La tercera es que la evangelizacin se ha dirigido al interior de la Iglesia, porsupuesto, pero novedosamente tambin hacia el mundo, y no slo Irarando de"cristianizarlo" en la superficie, sino de humanizarlo, introduciendo en l losvalores ms humanos, que son los ms divinos y los que Jess expres en supropia vida: honradez, Iiherrad, fraternidad, acogida al OlrO, etc. De esa maneraes como la Iglesia va transformando en reino de Dios, a travs de laevangelizacin de la cultura, la realidad en que vivimos. Pero hay que recordarque para ello la Iglesia debe ser, y as ha ocurrido muchas veces, sociedad deconlraste, es decir, que inlroduzca verdad, humildad, compasin, en un mundo yconlra un mundo de mentira, prepotencia, desinters, crueldad.

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    En este articulo hemos usado la mtafora del viento para orientar nuestrarenexin. Siguiendo la metfora podemos concluir diciendo que Santo Domingono ha sido ciertamente un vendaval, como "la rfaga de viento impelUoso" depentecosts. ViSlO todo en su conjunto, vivimos en una Iglesia en la que, des-pus de que el concilio abriera sus ventanas, stas se estn volviendo a cerrar yel aire se ha vuelto a enrarecer. Pero en Santo Domingo y, sobre lodo, en larealidad colidiana de las iglesias latinoamericanas persiste, digamos, la brisa deMedclln, simbolizada en la SecundJJ Re/alio. Y en muchos momentos de com-promiso y esperanza, sobre lodo los maniriales, esa brisa se conviene en venda-val, y en cualquier caso, contra viento y marca, muchos siguen adelante.

    No es por lerminar rutinariamente ni por hacer de la necesidad vinud, decirentonces que est en manos de la Iglesia latinoamericana poner a producir lomejor del acontecimiento de Santo Domingo y de sus textos. Y no lo es porque,como hemos tratado de exponer, all soplaron muchos y variados vientos, ytambin vientos positivos. Si con tantos poderes en su contra, polticos, econ-micos, culturales, militares, religiosos, a vcees tambin celesiales, hay cristianosque siguen caminando segn la nueva identidad de la Iglesia, segn el espritude Mcdelln, entonces es que el Esprilu de Jess y el Espritu de Dios siguenactuando. Y con ese Esprilu se puede seguir adelante.

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