San Lorenzo, la catástrofe - Revista...

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15 de febrero de 2019 54 CUBA 1874 San Lorenzo, la catástrofe Al desaparecer físicamente Carlos Manuel de Céspedes se perdió al último líder con capacidad de salvar la Revolución del 68 Por PEDRO ANTONIO GARCÍA D URANTE cerca de centuria y media, historiadores de todas las ideologías han tratado de ex- plicar las causas del fracaso de nues- tra primera guerra de independen- cia, la iniciada en 1868 en el ingenio Demajagua. Se ha intentado incul- par al general tunero Vicente García por sus sediciones en Lagunas de Varona y Santa Rita, a los villareños por sus indisciplinas y regionalismo, a la pérdida de fe de algunos cuba- nos en la victoria, lo que los llevó a coquetear con la capitulación desde inicios de la década de 1870. En cam- bio se obvian tres hechos que debían analizarse con mayor profundidad: el combate de Jimaguayú, la deposi- ción de Céspedes y la catástrofe de San Lorenzo. La muerte de Ignacio Agramonte, en el primero de los acontecimientos mencionados, desbrozó el camino a los enemigos de Céspedes para lo- grar su destitución como Presidente mambí. Hasta la infausta escara- muza en el potrero del Camagüey, el Mayor había desalentado intrigas y conspiraciones contra el abogado bayamés. En Bijagual, el 27 de oc- tubre de 1873, como ha demostrado el historiador Rafael Acosta, no solo se faltó a la ética, se violó la legali- dad porque no había quórum para adoptar tal determinación. Pero al dar ese paso, sin percatarse, o tal vez con toda intención, los civilistas de la Cámara de Representantes enrum- baron a la Revolución del 68 hacia su fracaso. En los tres meses siguientes a su deposición, el Héroe de Demajagua permaneció atado al Gobierno mam- bí, cuyos funcionarios no solo le despojaron de su escolta y comitiva sino que no perdieron oportunidad de vejarlo y humillarlo. A finales de diciembre la Cámara le autorizó a permanecer en Cambute. Ante el avance de los españoles, el 23 de ene- ro de 1874 tuvo que trasladarse a la prefectura de Guaninao. A ella perte- necía el caserío de San Lorenzo. Era una mañana gris, de esas de lluvia fina, la del 27 de febrero de 1874. Al clarear el día, Carlos Manuel de Céspedes hizo la última anota- ción en su diario. Como si presintie- ra una desgracia cercana, consignó “para lo que pueda importar de aquí en adelante”, algunos datos de sus más crueles enemigos: Tomás Estrada Palma, Salvador Cisneros Betancourt, Fernando Fornaris… Guardó la pluma para disfrutar del frugal almuerzo, que siempre tomaba a las 10 de la mañana. Ese día lo acom- pañó José Lacret Morlot, entonces capitán y jefe de la prefectura, quien evidentemente andaba con calentu- ras. El bayamés le aconsejó que se fuera a acostar. A Carlitos Céspedes, su hijo y luego coronel mambí, lo envió a buscarle unos zapatos. Vino Pedro Maceo Chamorro y como siempre se enfrascaron en una partida de aje- drez. Al terminar de disputarla, echó a andar por el caserío. Nunca lo hacía solo, siempre lo acompañaban Lacret, Carlitos y el ayudante Pavón, todos armados, pero ese día los dos primeros no estaban con él y a Pavón, él mismo lo había enviado adonde una familia para que la ayudara a construir un rancho. A su paso, los vecinos lo saludaban con respeto: los ancianos se quitaban el sombrero, se le acercaban los niños, a quienes enseñaba a leer y escribir, y les ponía cariñosamente la mano en sus cabezas. Los serranos le llama- ban el Presidente Viejo. Martí ima- ginaría la escena años después: “Ya está en un hondón y no sabe quién lo acecha [...] Continúa en su paseo señorial, revisando lo conversado, el amor y la Dama del ajedrez”. Céspedes en San Lorenzo. JUAN EMILIO HERNÁNDEZ GIRO

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15 de febrero de 201954

CUBA 1874

San Lorenzo, la catástrofeAl desaparecer físicamente Carlos Manuel de Céspedes se perdió al último líder con capacidad de salvar la Revolución del 68Por PEDRO ANTONIO GARCÍA

DURANTE cerca de centuria y media, historiadores de todas las ideologías han tratado de ex-

plicar las causas del fracaso de nues-tra primera guerra de independen-cia, la iniciada en 1868 en el ingenio Demajagua. Se ha intentado incul-par al general tunero Vicente García por sus sediciones en Lagunas de Varona y Santa Rita, a los villareños por sus indisciplinas y regionalismo, a la pérdida de fe de algunos cuba-nos en la victoria, lo que los llevó a coquetear con la capitulación desde inicios de la década de 1870. En cam-bio se obvian tres hechos que debían analizarse con mayor profundidad: el combate de Jimaguayú, la deposi-

ción de Céspedes y la catástrofe de San Lorenzo.

La muerte de Ignacio Agramonte, en el primero de los acontecimientos mencionados, desbrozó el camino a los enemigos de Céspedes para lo-grar su destitución como Presidente mambí. Hasta la infausta escara-muza en el potrero del Camagüey, el Mayor había desalentado intrigas y conspiraciones contra el abogado bayamés. En Bijagual, el 27 de oc-tubre de 1873, como ha demostrado el historiador Rafael Acosta, no solo se faltó a la ética, se violó la legali-dad porque no había quórum para adoptar tal determinación. Pero al dar ese paso, sin percatarse, o tal vez

con toda intención, los civilistas de la Cámara de Representantes enrum-baron a la Revolución del 68 hacia su fracaso.

En los tres meses siguientes a su deposición, el Héroe de Demajagua permaneció atado al Gobierno mam-bí, cuyos funcionarios no solo le despojaron de su escolta y comitiva sino que no perdieron oportunidad de vejarlo y humillarlo. A fi nales de diciembre la Cámara le autorizó a permanecer en Cambute. Ante el avance de los españoles, el 23 de ene-ro de 1874 tuvo que trasladarse a la prefectura de Guaninao. A ella perte-necía el caserío de San Lorenzo.

Era una mañana gris, de esas de lluvia fi na, la del 27 de febrero de 1874. Al clarear el día, Carlos Manuel de Céspedes hizo la última anota-ción en su diario. Como si presintie-ra una desgracia cercana, consignó “para lo que pueda importar de aquí en adelante”, algunos datos de sus más crueles enemigos: Tomás Estrada Palma, Salvador Cisneros Betancourt, Fernando Fornaris…

Guardó la pluma para disfrutar del frugal almuerzo, que siempre tomaba a las 10 de la mañana. Ese día lo acom-pañó José Lacret Morlot, entonces capitán y jefe de la prefectura, quien evidentemente andaba con calentu-ras. El bayamés le aconsejó que se fuera a acostar. A Carlitos Céspedes, su hijo y luego coronel mambí, lo envió a buscarle unos zapatos. Vino Pedro Maceo Chamorro y como siempre se enfrascaron en una partida de aje-drez. Al terminar de disputarla, echó a andar por el caserío.

Nunca lo hacía solo, siempre lo acompañaban Lacret, Carlitos y el ayudante Pavón, todos armados, pero ese día los dos primeros no estaban con él y a Pavón, él mismo lo había enviado adonde una familia para que la ayudara a construir un rancho. A su paso, los vecinos lo saludaban con respeto: los ancianos se quitaban el sombrero, se le acercaban los niños, a quienes enseñaba a leer y escribir, y les ponía cariñosamente la mano en sus cabezas. Los serranos le llama-ban el Presidente Viejo. Martí ima-ginaría la escena años después: “Ya está en un hondón y no sabe quién lo acecha [...] Continúa en su paseo señorial, revisando lo conversado, el amor y la Dama del ajedrez”.

Céspedes en San Lorenzo.

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Año 111/No. 4 55

Fuentes consultadas

La compilación Carlos Manuel de Céspedes. Escritos, de Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo. El Diario Perdido de Carlos Manuel de Céspedes.

Lugar donde fue herido mortalmente Céspedes en las cercanías de San Lorenzo, tal como se conservaba a inicios del siglo XX.

Ruinas del ingenio Demajagua, tras el término de la Guerra del 68.

Entró en uno de los bohíos, adonde por costumbre iba al me-diodía. Una mujer negra, sonrien-te, llenó de café una tacita, hecha de un fruto ya irreconocible. En esos momentos, guiados por un traidor, una patrulla de seis solda-dos españoles y un ofi cial avanza-ban por la manigua, desbrozando monte. Entretanto, al bohío entró una muchacha, de tez trigueña y pelo negro, quien silenciosamente se sentó en un taburete. Ella ya lle-vaba en su vientre un vástago suyo pero nadie aún lo sospechaba.

Dicen que una niña avistó la lle-gada del enemigo. Céspedes trató de escapar por el camino del barranco, con los españoles detrás. Corría con difi cultad y tenía problemas en la vi-sión. Dos veces se detuvo para dispa-rar contra sus perseguidores, quie-nes le dieron alcance. El Héroe del 10 de Octubre volvió a disparar pero uno de aquellos hizo fuego primero. El chaleco se le fue humedecien-do debajo de la tetilla izquierda y el Presidente Viejo rodó cuatro metros barranco abajo. Ya lo había advertido tiempo atrás: “Nunca vivo me toma-rán prisionero”.

Como sucedió después en el 95, tras las catástrofes de Dos Ríos y San Pedro, ya la guerra no fue igual que antes. Al desaparecer fí-sicamente Céspedes se perdió al último líder con capacidad de salvar la revolución, a aquel que la había iniciado al grito de Independencia o Muerte, al adalid de la abolición de la esclavitud y la igualdad entre todos sus compatriotas, al intransi-gente de Yara, para quien 12 hom-bres bastaban para la lucha y todos los cubanos eran sus hijos.

Olvidaron quienes le depusie-ron que estaban destituyendo a un símbolo. Bien sabían los antiguos

esclavos que no le debían su liber-tad al artículo 24 de la Constitución de Guáimaro, formal como toda Carta Magna que prescinda de le-yes complementarias para hacer realidad sus postulados generales, sino a la Circular en que se dispone la emancipación total, decretada por el bayamés el 25 de diciembre de 1870. Constituía un paradigma de patriotismo, pues por la indepen-dencia había sacrifi cado hacienda y vida saludables.

No estaba arruinado como erró-neamente suponen algunos escrito-res y artistas de hoy día. La hipoteca del ingenio Demajagua, uno de los más rentables del Oriente cubano según Álvaro Reinoso, era para ga-rantizar un préstamo con vistas a nuevas inversiones y no por deudas apremiantes. Desconocen ciertos ig-norantes que la propiedad que más ganancia le rendía era la hacienda ganadera La Junta así como los tres corrales que tenía entre Manzanillo y Campechuela.

En sus fi ncas, mucho antes de 1868, prefería la mano de obra li-bre a la esclava, como sucedía en Demajagua. A los esclavos que cuidaban sus corrales los dotó de rifl e, caballo y perros, lo que cau-só consternación en las autorida-des españolas. “¿Cómo usted va a armar a los negros?”. “¿Y cómo quiere usted que defi endan mi ga-nado de los perros jíbaros?”, se justifi caba el bayamés. Después, en la guerra, la puntería adquirida por aquellos custodios en cazar jí-baros hizo estragos en las fi las del Ejército español.

A partir de su muerte, achacada por muchos a la torpe y malsana actitud de la Cámara, cundieron la desconfi anza y la animadversión entre las fi las mambisas, prolife-

raron indisciplinas y sediciones. Algunos se cansaron de luchar y pactaron con el enemigo. Y vino el Zanjón.

En Baraguá, Antonio Maceo re-tomó la intransigencia de Yara y demostrando que en Cuba nunca podía haber paz sin independencia, transformó la capitulación en sim-ple tregua. Diecisiete años después unas 35 localidades, al llamado de Martí, hicieron ondear nuevamente las banderas del ingenio Demajagua, y otra vez en la manigua se volvió a “batir el cobre” por la emancipación nacional.

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15 de febrero de 201956

CUBA 1959

Fidel, primer ministroCuando asumió la responsabilidad de dirigir la política general del Gobierno, comenzaron a promulgarse las leyes más radicales de esa primera etapa de la RevoluciónPor PEDRO ANTONIO GARCÍA

Fidel, en su discurso

de asunción del cargo, estableció

el rumbo futuro de la nación,

sin desconocer los peligros

y obstáculos que tendría por delante.

Con la fi rma del líder

de la Revolución y muchas veces

a propuesta suya comenzaron

a promulgarse leyes de benefi cio

popular.

TRAS un mes de derrocada la tiranía, no se habían promulga-do las leyes prometidas en el

Programa del Moncada que el pueblo ansiosamente esperaba. El Gobierno Revolucionario no funcionaba debido a las concep-ciones burocráticas del presi-dente Manuel Urrutia y cierta intranquilidad cundió entre los cubanos. Luis M. Buch, enton-ces secretario del Consejo de Ministros, recordaría años des-pués: “La crisis interna se intensifi -caba sin vislumbrarse una solución. Necesitábamos una autoridad de prestigio y arraigo popular, y lle-gamos al criterio de que Fidel era

la fi gura indicada para hacerse cargo del Gobierno, como primer ministro”.

Hasta ese momento, el Coman- dante en Jefe del Ejército Rebelde había rechazado ese cargo pero ante la inminencia de un posible de-sastre, aceptó esa responsabilidad. Solo puso como condición de que debía tener el control directo de la política general, sin menoscabo de las facultades que, conforme a la ley, le correspondían al Presidente de la República

Atendiendo a esa solicitud y para que su labor fuera efectiva, el Consejo de Ministros resolvió modifi car el ar-tículo 146 de la Ley Fundamental y en

vez de “representar la política gene-ral del Gobierno”, como hasta enton-ces, al Primer Ministro le correspon-día dirigirla, además de “despachar con el Presidente de la República los asuntos administrativos, y acompa-ñado de sus ministros, los propios de los respectivos departamentos”.

El 16 de febrero de 1959 Fidel asumió como premier de la nación. Cuando alguien puso reparos a que siguiera usando la vestimenta re-belde, dado el alto cargo que ocupa-ría, Fidel replicó: “Este uniforme y estas barbas signifi can la rebeldía de la Sierra Maestra y de nuestra Revolución y no me los quito de nin-gún modo”.

El acto de transmisión de poderes fue transmitido por radio y televisión. El líder histórico de la Revolución afirmó en su intervención: “Estaré aquí mientras cuente con la confian-za del Presidente de la República y mientras cuente con las facultades necesarias para asumir la responsa-bilidad de la tarea que me he impues-to. Estaré aquí mientras la máxima autoridad de la República –que es el Presidente–, lo estime pertinente o mi conciencia me diga que no soy útil”.

A través de la pequeña pantalla aseguró a los trabajadores y campe-sinos que el Gobierno Revolucionario no los olvidaría. Puntualizó que la Ley de Reforma Agraria que se es-taba confeccionando iba a tener pos-tulados mucho más radicales que los contemplados en la legislación promulgada en la Sierra Maestra. Subrayó que el futuro no sería nada fácil, convocó al pueblo a mantener-se siempre alerta y no dejar que el entusiasmo decreciera.

Ese mismo día, al sesionar el Consejo de Ministros, se adoptaron una serie de leyes, como la con-versión de la Renta de la Lotería Nacional en un nuevo organismo, el Instituto Nacional de Ahorro y Vivienda (INAV), que presidido por la veterana combatiente Pastorita Núñez, construiría repartos para el pueblo en todo el país, como el llamado posteriormente Camilo Cienfuegos, en el municipio capitali-no de Habana del Este.

Se dictó también una suspen-sión por 180 días de los despidos a trabajadores por parte de sus patrones. Además se amplió el presupuesto para la Comisión Nacional de Deportes y se elimi-naron impuestos sobre proyectos

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Año 111/No. 4 57

EFEMÉRIDES DE MARZOPRIMERA QUINCENA

1 (1994) Fallece el poeta Eliseo Die- go, integrante del grupo Orígenes, autor de En las os-curas manos del ol-vido, Divertimentos y En la calzada de Jesús del Monte, entre otros notables títulos. ANIVERSARIO 25.

6 (1959) El Gobierno Revolucio- nario aprueba la rebaja de los al-quileres de las viviendas. ANIVERSARIO 60.

9 (2014) Fallece en La Habana la Heroína del Moncada Mel- ba Hernández Ro- dríguez del Rey. ANIVERSARIO 5.

10 (1959) Camilo encabeza un grupo de demolición que derri-ba la Posta 6 del antiguo cuartel Columbia (hoy Ciudad Libertad), lu-gar por donde había entrado Batista para perpetrar el golpe de Estado de 1952. ANIVERSARIO 60.

11 (1949) Manifestaciones po-pulares de protesta contra el ultra-je a la estatua de José Martí en el Parque Central, perpetrado por ma-rines yanquis. ANIVERSARIO 70.

11 (1974) Muere Lázaro Peña, des-tacado dirigente obrero y comunis-ta, fundador de la CTC. ANIVERSARIO 45.

12 (1969) Fallece el músico Ignacio Piñeiro, una de las fi guras más re-levantes dentro del panorama mu-sical cubano. ANIVERSARIO 50.

14 (1892) Primera edición del periódico Patria, fundado por José Martí. Desde 1992, Día de la Prensa Cubana.

La Reforma Agraria, sin duda la ley

más radical adoptada

por la Revolución en el poder

en su primer año de existencia.

Por orientación de Fidel, Pastorita

Núñez ejecutó un novedoso plan

de construcción de viviendas

con el fi n de solucionar ese problema

que venía afectando al país desde

décadas atrás.

de monumentos que nunca se habían ejecutado.

En los días siguientes, se autoriza-ron créditos para terminar las obras de 10 hospitales en construcción, uno de ellos, el de Santiago de Cuba, llevaba 14 años en esas condiciones. Asimismo, el Consejo de Ministros aprobó la intervención de la Cuban Telephone Company, monopolio yanqui que con la complicidad del tirano Batista había arbitrariamente aumentado las tarifas telefónicas, las cuales la Revolución rebajó conside-rablemente.

Poco a poco se fueron promulgan-do las leyes más radicales de esa pri-mera etapa, cuyo punto más alto sería la aprobación de la Reforma Agraria. De un solo golpe, se erradicaba el lati-fundio, un terrible mal de la neocolo-nia que gravitaba sobre la economía nacional, y a la vez, al entregar tierras a los campesinos, se resolvía el endé-mico problema del desempleo rural. Pero al afectar tal medida a podero-sos intereses foráneos y de la oligar-quía criolla, el bando de enemigos de la Revolución se acrecentó.

Lamentablemente el pensamiento del presidente Urrutia no evolucionó como el de otros compañeros de simi-lar procedencia social a la suya que sí se incorporaron con entusiasmo a la construcción de una nueva socie-dad. Sus prejuicios clasistas, su falta de fe en el pueblo, sus temores ante el poderío imperialista, lo llevaron al campo de la contrarrevolución. De tímidas objeciones a las más radica-les leyes revolucionarias pasó a una oposición tenaz. A mediados de 1959 renunció a la presidencia, tras provo-car una crisis gubernamental. Luego, en los días cercanos a Girón, se asiló en una embajada y abandonó el país.

La Revolución, bajo el lidera-to de Fidel, continuó su curso. En Washington comenzaron a gestarse planes para destruirla, que no repa-raban en el genocidio, el terrorismo más brutal y la agresión armada. Hasta hoy.

El libro Gobierno Revolucionario Cuba- no: génesis y primeros pasos, de Luis M. Buch.

Fuentes consultadas

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