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los nombres de algunos de los profesores que hanpasado por sus aulas: aula de Unamuno, aula deSalinas, aula de Dorado Montero o la de fray Luis deLeón, la única que se ha conservado en su estado ori-ginal, con los bancos y tarimas de la época evocandoasí uno de los momentos de mayor prestigio de la ins-titución. Paraninfo, capilla y aula de la Columna com-pletan las salas que se abren en el piso bajo, sobresa-liendo el primero por ser donde se celebran los actosinstitucionales y donde han tenido lugar algunoshechos históricos de gran trascendencia, o la capilla,que acoge el bello y exepcional retablo en el que seensamblan lienzos de los patronos de la ciudad y elcuadro del Juramento del dogma de la Inmaculada porparte del claustro de profesores, o los restos de frayLuis de León, que reposan en una urna, traidos aquídesde el cercano convento de San Agustín. Por susaulas han pasado como profesores o alumnos lo másgranado de nuestro Siglo de Oro y del siglo XVIII, ysus Estatutos han sido el modelo en los que se inspi-raron muchas de las universidades del Nuevo Mundo.Fray Luis de León, Miguel de Unamuno, Pérez deOliva, Abraham Zacut, Calderón, San Juan de la Cruz,Meléndez Valdés, Torres Villarroel, Iglesias de la Casa,

José Cadalso, fray Diego Tadeo y otra serie de escri-tores de la Escuela Salmantina dejaron su huella inde-leble en el Estudio y en la ciudad que lo acoge contri-buyendo al prestigio y aurelola de los que goza.

El entorno y la zonas aledañas a la Universidad conser-van íntegros los valores que motivaron su declaración.Aún es posible ver la parra junto al balcón del despachode Unamuno, a la que dedicó su preciosa poesía, o lacalle de Libreros que evoca el ambiente del siglo XVI, conla Clerecia al fondo, y la plaza de las Escuelas presididapor la escultura de fray Luis de León mirado a la facha-da, evocando y resaltando el significado del año en quese erigió, 1868, y en uno de sus lados el antiguo Hospitaldel Estudio y las Escuelas Menores, con sus aulas abier-tas a un precioso y bello patio con arquerías inspiradasen la de la cercana Casa de las Conchas y siguiendo elmodelo de la crujía alta del patio de la Universidad; unosy otros constituyen ejemplos únicos en la ciudad. En unade las aulas se ha colocado el llamado Cielo deSalamanca, parte de la bóveda con los signos del Zodiacoque decoraba la antigua biblioteca universitaria, obra deFernando Gallego pintada a finales del siglo XV, cuyo sig-nificado se quiere relacionar con el príncipe Juan.

Paraninfo de la Universidad

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En el entorno de las Escuelas se levantaron una seriede colegios mayores y menores que completaban elámbito universitario de la ciudad. Cerca estaban loscolegios de Cuenca y el de Oviedo, ya desaparecidos,debidos al mecenazgo de don Diego Ramírez deVillaescusa y don Diego de Muros, respectivamente,obispos que se habían formado en las aulas de suUniversidad; cerca se encontraba el colegio Trilingüe,fundación de la propia Universidad, del que se con-serva su precioso patio serliano integrado en el edifi-cio que acoge la Sección de Físicas, y enfrente se alza-ba el colegio del Rey, de la Orden de Santiago, asíconocido pues a Felipe II como gran Maestre se debíasu fundación, del que únicamente tenemos conoci-miento por algunas viejas fotografías, especialmentesu patio, que nos hacen lamentar aún más su desapa-rición, pues fue derribado para levantar en su solar laFacultad de Ciencias, y a su lado el colegio menor deSanta María de los Ángeles, integrado en la parroquiade San Millán, del que conocemos su planta aunqueúnicamente se conserva su interesante portada puesde su patio, que vimos en pie hace unos años, y de losrestos de su escalera y otros detalles arquitectónicosnada se ha conservado.

Sin embargo está en pie el colegio del Arzobispo, uno delos cuatro colegios mayores que tuvo la Universidady el único, junto con el de San Bartolomé, éste reedi-ficado en el siglo XVIII, que ha llegado hasta nuestros

días. Dotado en 1525 por don Alonso de Fonseca yAcevedo, arzobispo de Toledo, se levantó en terre-nos donados por el convento de San Francisco, a lasafueras de la ciudad, junto a la cerca medieval. Fuetrazado por Diego de Siloé siendo ayudado por elhumanista Fernán Pérez de Oliva y algún otro maes-tro toledano, y materializado por los canteros sal-mantinos más famosos del momento, pues en élintervinieron Juan de Álava y Rodrigo Gil deHontañón, que en definitiva serán los que le den esaimpronta tan local. Al primero se deben los dos pri-meros tramos de la capilla, hasta el crucero, elzaguán y el patio, en tanto que el segundo realiza laampliación para acoger la sepultura del fundador. Elresultado es una iglesia de planta de cruz latina conbrazos poco profundos y cimborrio sobre el crucero,en línea con lo realizado en San Esteban, presidido eltestero por el retablo que encargó el arzobispo aAlonso Berruguete en 1529, sobresaliendo por sutraza plateresca en la que combina los finos relievescon la escultura en bulto redondo y la pintura. Lafachada del colegio nos sorprende por la sencillez ypor la portada, quizá la obra más clásica de las cons-truidas en la ciudad, proyecto sin duda de Siloé, quese inspira en obras granadinas y juega aquí con lapolicromía de los distintos materiales que hacenresaltar aún más la calidad del relieve del medallóndel remate que efigia a Santiago en la batalla deClavijo. El vestíbulo se cubre con la característica

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Patio de Escuelas Menores

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bóveda de crucería que vemos en otras obras deÁlava, y a él se abre la portadita de ingreso a la capi-lla, una de las grandes creaciones del platerescolocal. Sin embargo llama la atención el patio por susproporciones tan armónicas, resuelto en arco demedio punto que descargan sobre pilares a los quese adosan columnas acanaladas, en el piso alto losarcos son rebajados y las columnas abalaustradas,completando la decoración los más de 128 medallo-nes que vemos en las enjutas en los que se repre-sentan los uomini famosi del Humanismo cuyas virtu-des deberían ser emuladas por los estudiantes resi-dentes en el colegio.

Al lado derecho del colegio se levantó laHospedería, ampliada entre 1678-1693 por SetiemGüemes, a quien se debe el sencillo patio interior ysu escalera, decorada con infinidad de vítores decolegiales y los más recientes de los profesores demedicina, pues durante mucho tiempo fue Facultadde Medicina. Su fachada fue rehecha en 1740 dotán-dola de una portada que recuerda las obras deAndrés García de Quiñones, y ya en 1927 el arqui-tecto Santiago Madrigal la amplió con unAnfiteatro, conformando el conjunto capilla, hospe-dería y anfiteatro uno de los monumentos másimportantes de la ciudad y una de las imágenes máscaracterísticas para quienes se acercan hasta elentorno del Campo de San Francisco.

El colegio de San Bartolomé o de Anaya se alza en la plazaque lleva su hombre, frente a la Catedral y al lado dela Universidad, monumentos que conforman tres delos lados de esta bella plaza, en una de las zonas másemblemáticas de la ciudad. Se debe su fundación a

uno de los grandes mecenas de la ciudad, don Diegode Anaya, arzobispo hispalense, que lo erigió a imi-tación del de San Clemente de Bolonia. Las casas detan ilustre prelado, fundador de la capilla de SanBartolomé en la Catedral Vieja, se encontraban en lacalle de Palominos y se extendían hasta la de Jesús,donde más tarde sus deudos levantarán el palacio deOrellana y la conocida como torre de Abrantes. Elantiguo colegio fue renovado a partir de 1760,momento en que realiza el proyecto José Hermosillay Sandoval, materializado por Juan de Sagarvinaga.Destaca la espectacular fachada y escenográfica esca-linata que culmina en un pórtico tetrástilo rematadoen un gran frontón que sobresale en la impresionantefachada, rematada en una balaustrada en la quevemos el monumental escudo del fundador. El patiose inspira en el desaparecido del colegio del Rey, consus dos plantas arquitrabadas, y escalera imperialcuyo rellano lo preside el busto de don Miguel deUnamuno realizado en 1930 por Victorio Macho,escalera que en 1771 se dudaba de la conveniencia desu construcción dado el carácter monumental conque se había proyectado. La capilla es la conocidacomo iglesia de San Sebastián, con sendas portaditasabiertas una a la plaza y la otra en el lado de la epís-tola, presididas por las esculturas del titular del tem-plo y de San Juan de Sahagún, que fue colegial ycapellán del colegio. La antigua parroquia de SanSebastián se unió en 1437 por una Bula del papaEugenio IV a la capilla del colegio, siendo rector donAlonso de Madrigal y obispo de Salamanca donSancho de Castilla. La iglesia nueva fue consagrada el21 de diciembre de 1744 por don Juan Oruña yCalderón, obispo de Osma, siendo atribuida conseguridad a Alberto Churriguera, y a JoaquínChurriguera se debe la Hospedería, de la que sobre-sale la sobriedad de su patio, inconcluso pues estánsin labrar las alas norte y sur, señalando que pareceuna copia del patio del colegio del Arzobispo.

No tan importante como éste es el colegio de San Pelayo ode los Verdes, erigido junto a la Clerecía, cerca de los deCuenca y de Oviedo, fundado en 1566 por don Fernandode Valdés, antiguo colegial del de San Bartolomé. Única-mente se conservan su capilla, la fachada principal yalgún resto de su patio, constando que fue una de las últi-mas obras realizadas por Rodrigo Gil de Hontañón, ha

Colegio del Arzobispo Fonseca

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sido restaurado y rehabilitado recientemente para acogerla Facultad de Geografía e Historia.

A lo largo del siglo XVI se levantaron una serie de casasy palacios que son determinantes a la hora de concre-tar la monumentalidad e importancia de la ciudad enel Siglo de Oro pues algunos son obras que figuran enla Historia del Arte como ejemplos de una época. Sinduda uno de ellos es la Casa de las Conchas, que se alzajunto a la antigua puerta del Sol y al comienzo de laactual calle de la Compañía, en una zona, en la parro-quia de San Benito, dominada por la familia de losMaldonado, cuyos palacios y casas se alzaban aambos lados de la calle, excepto el de los Acevedotodos los demás eran o estaban vinculados a ella.Cuando el visitante se acerca a la calle de la Compañíale vienen a la memoria aquellas líneas escritas por donMiguel de Unamuno: “... Hay viejas calles, como la de laCompañía, al pie de / palacios y templos dorados por lossiglos, en que puede / uno ir soñando...”. El palacio selevantó sobre los solares de las casas de don AriasMaldonado, arcediano de Toro, seguramente el queestá enterrado en la capilla mayor de la catedral, a losque se añadieron los adquiridos por el doctor don

Rodrigo Arías Maldonado, catedrático de laUniversidad, embajador en las cortes de París yLisboa, señor de Babilafuente y Avedillo, y fundadorde la capilla de Talavera en la Catedral Vieja, dondereposan sus restos y los de su esposa. La casa, comoha demostrado Álvarez Villar, responde a dosmomentos bien diferentes, pues debió ser edificadapor el citado don Rodrigo y su esposa doña MarinaÁlvarez de Porras, siendo ampliada en cuanto a laornamentación se refiere, las famosas conchas que ledan nombre, por su hijo Arias Maldonado, casado condoña Juana Pimentel, escudos de Maldonado yPimentel que aparecen por la fachada e interior resal-tando así la unión de ambas familias. La parte másmonumental es la que da a la calle de la Compañía, lafachada principal, donde se abre la original portada yla serie de preciosas ventanas, siendo perceptible sucarácter torreado. La portada se encuentra descentra-da a uno de los lados, como es corriente en otroscasos, con tímpano mixtílineo que acoge las armas delos Maldonado flanqueadas por sendos leones y deco-ración de lambrequines y cimera, en tanto que el din-tel nos muestra el tema de los delfines afrontados,símbolo de la fidelidad. Las ventanas de la planta prin-

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Colegio de San Bartolomé o de Anaya

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cipal alternan el diseño, pues en unas se cierran conrecrucetado, y en otras son amaineladas, resaltandoen unas y otras las tozas, platerescas unas y hispano-flamencas otras, con los escudos de armas de losMaldonado-Pimentel, en algún caso tenidos por puttiso enmarcados por láureas. Las ventanas de la entre-planta están protegidas con las más bellas rejas de laferrería gótica que existen en la ciudad, decoradas conalmenillas, torrecillas y blasones de los propietarios.Con todo los detalles más significativos son las con-chas que tapizan materialmente los muros de la casay cuyo significado se nos escapa pues bien podríanhacer referencia a los Pimentel, cuyo escudo de armasjunto con el de los Maldonado vemos repetidos en elinterior y exterior. La sorpresa del visitante no termi-na con la admiración de la fachada, se ve acrecentadacuando entra y ve su precioso e interesante patio. Setrata de un patio cuadrado de dos plantas que esimposible de adscribir a un estilo o a un artista deter-minado, y ya nos gustaría saber quién lo proyectó ylos tallistas que realizaron sus preciosas decoraciones.Su piso bajo lo conforman arcos mixtílineos, copiadosdespués en el Patio de Escuelas Menores y en lasEscuelas Mayores, con prótomos en las enjutas de losque penden escudos con las armas de los Maldonado,en tanto que en el piso superior, con columnas demármol, están enmarcados en láureas; unos y otrosúnicos en la ciudad, como lo son la crestería dibujan-do flores de lis y los antepechos con bellas traceríashispanoflamencas. La escalera, amplia, cubre su cajacon precioso artesonado de casetones luciendo en losángulos los escudos de los Maldonado. No menos inte-resantes son los artesonados y alfarjes de algunas de lassalas, entre ellas la principal, hoy sala de lecturas.

Casi enfrente se alzaba el palacio de don JuanGonzález de Acevedo y doña Aldonza DíezMaldonado, abuelos del patriarca de Alejandría yarzobispo de Santiago de Compostela, también torre-ado, con ventanas amaineladas con columnas de már-mol, y junto a él la casa de don Diego AlonsoMaldonado, que se extendía hasta la calle de losMoros y Rabanal, en uno y otros se documentandiversos momentos de los alborotos acaecidos en laciudad a lo largo del siglo XV. A continuación se levan-taba otro de los palacios de los Maldonado, desapare-cido en el siglo XVII para levantar la huerta y convento

de las Agustinas. La otra acera de la calle la ocupabanigualmente palacios vinculados a la familia de losMaldonado. En la plaza de San Benito con fachada ala calle de la Compañia, el de don Pedro MaldonadoPimentel, nieto del dueño de la Casa de las Conchas,ajusticiado en Villalar por comunero, y a continua-ción, aún en pie aunque muy alterado, otro palacio dela familia. Lo curioso y significativo es que al final dela calle, en contraposición a la Casa de las Conchas selevanta el palacio de Monterrey, paradigma del palaciorenacentista, de los Acevedo-Fonseca, levantado pordeseo expreso de los dos grandes arzobispos, padre ehijo, como casa del mayorazgo de la familia. Casa delas Conchas y palacio de Monterrey son dos ejemplosúnicos, cada uno en su estilo, representativos de lasdos grandes e importantes familias salmantinas enconstantes enfrentamientos aunque estuviesen empa-rentadas por enlaces matrimoniales. La construccióndel palacio de Monterrey nos es bien conocida y noinsistiremos sobre ella aunque es conveniente recor-dar algunos momentos importantes. Lo comienza donLuis de Acevedo en el solar de sus casas a las que aña-dió los de otras propiedades adquiridas a la cofradía

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Ventana de La Casa de las Conchas

Casa de Las Conchas

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de los escribanos y a la parroquia de Santa María delos Caballeros. La traza se encargó en 1539 a dos delos maestros más importantes del momento: RodrigoGil de Hontañon y fray Martín de Santiago, que diri-gían, respectivamente, las obras de la Catedral Nuevay las del convento de San Esteban y las Dueñas, sien-do materializadas por canteros como Pedro de Ibarray Miguel de Aguirre. Seguramente tendría cuatrotorres y un patio central con fachada retranquea-da mirando a la zona de la Plaza Mayor, pro-yecto que fue abandonado en 1560, cuan-do la condesa viuda, hija del condestablede Castilla, se vió imposiblitada paraconcluirlo dadas la innumerables deu-das dejadas por su esposo, momentoen que piensa en hacer el jardín y

huerta, para lo que adquiere el terreno necesario a losfranciscanos, quienes imponen como condición laprohibición de levantar ningún tipo de construcciónque afectase a su clausura. Los detalles estructuralescomo la loggia o los miradores de los torreones y suposible procedencia ya han sido comentados y sufiliación parece clara, al igual que el carácter francés desus chimenas pues el conde de Monterrey acompañóal Emperador en sus campañas contra Francisco I,pero con todo lo que verdaderamente llama la aten-ción y cobra hoy mayor interés es el comprobar eldeseo del conde de dejar clara la importancia de susentronques familiares, bien patentes en la serie deescudos que decoran los torreones del palacio.

Entre estos dos espectaculares palacios, en la plaza deSan Benito, uno de los espacios más singulares de laciudad por su significado histórico, circundando la igle-sia, se alzan tres casas de importancia singular: la delcamarero don Diego Maldonado, la de don Franciscode Solís y la de don Pedro Maldonado. La primera fueedificada en 1530 y la segunda en 1537, constando queson obras de Juan de Álava y de Juan de Aguirre, res-pectivamente. La de don Pedro Maldonado es de losprimeros años del siglo XVI, reformado el interior en1542, fue convertida y transformada en un convento, el

de la Madre de Dios, tras ser ajusticiado su propie-tario y confiscados sus bienes tras la derrota de

Villalar, y si bien se picaron los escudos y se tapióla puerta principal aún es visible en el interior

la estructura de la casa y sus salas con losalfarjes renacentistas. Cerca, frente al

ábside de las Úrsulas y a la esculturade don Miguel de Unamuno realiza-da por Pablo Serrano, se levanta la

llamada Casa de las Muertes,

Patio de la Casa de las Conchas

La Catedral Nueva

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donde posiblemente vivió Juan de Álava, y que consti-tuye uno de los ejemplos más conocidos del platerescosalmantino, sobresaliendo en la fachada el medallón delpatriarca de Alejandría, don Alonso de Fonseca, for-mando con la Casa de Unamuno uno de los rincones másbellos de la ciudad que ha conservado uno de los entor-nos más cuidados y queridos para los salmantinos porser la casa donde vivió y murió don Miguel y dondeescribió algunas de sus obras.

Otros de los ámbitos de importancia histórico artísti-ca es la plaza de Colón, antes de San Adrián, pues laiglesia la presidía, en torno a la cual se levantaban unaserie de palacios y torres vinculados a la familia de losAnaya. La torre del Clavero constituye el único ejemplode arquitectura militar de finales del siglo XV que seconserva en la ciudad y uno de los monumentos másconocidos. Sabemos que formaba parte de un palaciomás extenso desaparecido a finales del siglo XIX y quefue contruida antes de 1491 por don Francisco deSotomayor, hijo de Juan Gómez de Sotomayor, empa-rentado con don Diego de Anaya pues su bisabueladoña María Gómez de Anaya era tía del arzobispo, loque explicaría los escudos que campean en el monu-mento. Don Francisco falleció con posterioridad a1508, pues este año otorga testamento mandando serenterrado en la iglesia de San Adrián, junto a la tumbade sus mayores, que reposaban en la capilla mayor. Yase ha señalado la relación formal que tiene con la torrede Belálcazar, señorío de los Sotomayor, y no insisti-remos en ello, resaltando su estructura ochavada

sobre una base cuadrada, con garitones cilíndricos encada uno de los lados del octógono, en donde campe-an las armas de Anaya y Sotomayor. El otro lado de laplaza lo ocupa la conocida como torre de Abrantes,esquina a la calle Jesús y a San Pablo, frente al Palaciode Orellana. A finales del siglo XIX existían en estazona dos torres, una frente otra, separadas por unespacio de terreno sobre el que más tarde se trazaríala calle de San Pablo. Una de estas torres se alzaba enel solar ocupado hasta hace poco por el colegio deSanta Teresa, linderos por el oeste y sur con el con-vento de las Dueñas. En 1512 las dominicas interpo-nían un requerimiento judicial contra María deSotomayor, que actuaba en representación y comotutora de su hijo Alonso Enríquez, señor de Villalba delos Llanos, por entender que los vanos de la torre delpalacio que estaban construyendo invadían la clausu-ra de sus huertas y jardines. Esta torre es la que vio ydibujó Vázquez de Parga y que él llamó torreón de losDuques de Abrantes, del que dice: “frente a la iglesiade San Adrián y ocupando todo el lienzo sur de lamisma, se asentaba el amplio y suntuoso palacio delos Duques de Abrantes; del cual no hemos conocidomás que el solar cercado de altas tapias y el fuerte yadusto torreón que flanqueaba su lado oriental... Sufachada la transportaron a una finca suya sus próxi-mos parientes los marqueses de Castellanos y el solarse halla convertido en un Colegio de 1ª y 2ª enseñan-za... En un pie de foto leemos: el monumento aColón, Palacio del Marqués de Liseda, hoy deAlbaida, y torreón de los Anaya, de Sancho Gómez”.

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Palacio de Monterrey

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La conocida como torre de Abrantes no es otro que elpalacio de los Anaya de Sancho Gómez. Su portadade ingreso, como la de otros palacios locales, seresuelve a base de arco de medio punto de grandesdovelas, conservándose en el interior el patio, portica-do en el piso bajo de tres de sus lados, y algunastechumbres de madera en las habitaciones que dan ala calle de Jesús, donde se pueden ver los escudos deAnaya y Bazán. Frontero a la torre de Abrantes selevanta el palacio de Orellana, de la Conquista o de losmarqueses de Albaida, pues con esos nombres se leconoce. Sabemos que fue construido por donFrancisco Pereira, hijo de Juan Pereira, “el viejo”, des-cendiente del arzobispo don Diego de Anaya, que lecita en su testamento. Francisco de Anaya fundómayorazgo vinculando al mismo “...las casas grandesque he fecho y labrado y de las demás casas y posesionesquestan junto a ellas en la calle que llaman del Jesús e pordetrás de la calleja del Colegio del Obispo de Obiedo quellaman de Pan e Carbon, ...” imponiendo las armas delos Anaya como principales y así debían figurar y encaso contrario sus posesiones pasarían a los descen-dientes de don Fernando de Anaya, señor de Cubillas,cuyas casas eran las del cantón frontero en medio dela calle de Jesús. Gaspar aceptó el mayorazgo fundadopor su padre, los bienes a él vinculados y las condi-ciones impuestas por su progenitor, especificando querecibió el palacio recién terminado y que había gasta-do grandes sumas en amueblarlo, lo que nos da unafecha aproximada para su conclusión, la de 1577.Sobre el autor tenemos pocas noticias, solamentesabemos que en las condiciones redactadas porRodrigo Gil en diciembre de 1556 para construir elcolegio Triligüe especifica que el socalzo sea de pie-

dra berroqueña de Ledesma, tal y como se hacía en elpalacio de don Francisco de Pereira y en la Catedral loque podría arrojar alguna luz sobre el particular. Lagran fachada nos muestra una organización de vanosy detalles clasicistas en los frontones, aunque compo-sitivamente repite el modelo de Monterrey, con sulogia entre torreones y planta noble con huecos per-fectamente distribuidos. El patio, con planta en L esde lo más original, lástima que no sea visitable, congalerías bajas con arcos de medio punto y piso altoadintelado sobre columnas con capiteles y zapatas,recordando lejanamente el claustro de las Dueñas yrelacionado sin duda con obras toledanas. Unas de lascrujías muestra un tercer piso, de menor altura, casoque solamente vemos en el patio del palacio de donPedro Maldonado, en la plaza de San Benito. La esca-lera, monumental, se alza junto al cuerpo bajo deltorreón, en uno de los ángulos del patio y abierta a élen amplio ventanal. En los arranques de los descansi-llos se sitúan guerreros idénticos a los que había en elpalacio de los Monroy de la calle de Zamora y a losdel palacio de los Guzmanes de León. Este palacio es

Madre de Dios. Claustro

Torre del Clavero

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uno de los grandes monumentos de Salamanca,importante e interesante desde el punto de vista artís-tico e histórico por su vinculación directa con los des-cendientes del arzobispo don Diego de Anaya y porser un ejemplo único de la arquitectura de la segundamitad del siglo XVI.

A escasos metros del anterior se alza el palacio de donRodrigo de Messía, la Salina para los salmantinos,cuya historia nos es bien conocida. El 17 de agosto de1549, ante el escribano de la ciudad Pedro Garavito,don Rodrigo y su esposa doña Mayor de Fonseca esta-blecían el mayorazgo en la persona de su segundo hijoJuan Alonso de Fonseca; para el primogénito Gonzalode Messía se reservaban los mayorazgos del padre:Santa Eufemia y La Guardia. En el mayorazgo de Juanse incluían “...las casas principales que poseen en esta ciu-dad de Salamanca en la calle de Albarderos con todas lascasas que con ella andan y con las que en ella se estánlabrando o se labrase, las dichas casas fueron del doctorZúñiga, e de la otra metad hizo merced el Emperador don

Carlos Rey nuestro señor a mi la dicha doña Mayor deFonseca, para el hijo o hija en quien yo hiciere mi mayoraz-go...”. En una escritura posterior de ampliación demayorazgo, ante Bartolomé Carrizo, en 20 de febereode 1556, se añaden ciertos detalles sobre las casas“...se han de meter en el dicho mayorazgo las casas deSalamanca, en que los dichos señores don Rodrigo y doñaMayor viven, con todo lo que en ellas está labrado o se labraen adelante se labrará...”. Las obras fueron materializa-das por Martín de Sarasola, cantero muy afamado enla ciudad, que seguramente siguió las trazas deRodrigo Gil de Hontañón pues su fachada sigue losmodelos vistos en Monterrey y en la escalera de Soto,planteándose muchas dudas a la hora de explicar losarcos mixtilíneos que aparecen en una de las crujíasdel patio, seguramente debidos a la restauración reali-zada por José Secall a finales del siglo XIX, como sin-gular es la galería volada de uno de sus lados, sobreménsulas renacentistas que nos recuerdan las obras dePedro de Ibarra en la capilla de los Piedrabuena deSan Pedro de Alcántara o la tribuna de la capilla de laInmaculada de la catedral de Astorga, una y otra debi-das a maestros salmantinos.

En la misma calle de San Pablo se alza otro palacio deinterés, el de Castellanos, ignorando a qué familia perte-neció pues el nombre con el que lo conocemos es títu-lo nobiliario del siglo XVIII, aunque sospecho, sin poder-lo confirmar, que perteneció a la familia de don Diegode Anaya. Su patio responde a un modelo muy difun-dido en la ciudad, con altas columnas que rematan encapiteles poligonales góticos, lo único, junto con restosde algún artesonado y la fachada, del siglo XIX, que seha conservado tras la rehabilitación para convertirlo en

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117777Palacio de Orellana

Torre de Abrantes

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un moderno centro hotelero. Cerca se levanta la facha-da de la Casa de la Concordia, en realidad la casa de losPaz, cuya divisa ira odium generat concordia nutrit amorenaparece en la rosca del arco de su sencilla portada.

No terminan aquí las casas de interés, y no podemospasar por alto la de los Rodríguez de los Manzano y lade doña María La Brava, por más que estén fuera de ladelimitación física del Conjunto Histórico pues susfamilias ensangrentaron la ciudad a finales del siglo XV

en uno de los hechos más trágicos que recuerda lahistoria local, y cerca se levanta la Casa de los Ovalle,tan vinculada a Santa Teresa y citada en sus escritos.

Frente a la casa de los Rodríguez delManzano, presidiendo uno de los

lados de la plaza de laLibertad, se alza la

casa de los

Rodríguez Figueroa, construida por don Juan, Presidentedel Consejo de Nápoles, Sicilia y Milán en los reina-dos de Carlos V y Felipe II, atribuyéndose la traza aRodrigo Gil. Ha sufrido diversas reformas y restaura-ciones para acondicionarlo para Casino, conserván-dose aún el patio donde se reunía la tertulia a la queacudía don Miguel de Unamuno y en el que se hancelebrado diversos actos sociales.

No dejemos de citar por su interés el palacio de losAbarca-Alcaraz, en la plaza de Fray Luis de León, coe-táneo de la Casa de las Conchas y convertido ensede del Museo de Bellas Artes. Sus propietarios, losAbarca-Alcaraz, tuvieron un papel importante en laCorte de los Reyes Católicos y en la vida universita-ria salmantina. Tanto Fernández Álvarez Abarcacomo sus hijos Gabriel y Fernando fueron catedráti-cos de medicina del Estudio y ostentaron el título deDoctores de la Reina, pues lo fueron de doña Juanay de sus padres gozando de un merecido

prestigio en la época, hasta el puntoque ambos son cita-

dos por

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Lucio Marineo Sículo como hombres célebres. DonGabriel estuvo casado con Beatriz de Anaya, conocién-dose que al menos tuvieron un hijo, Francisco deAnaya, que en 1522 ya había fallecido, librándose asíde las iras imperiales pues fue uno de los excluidos delperdón real por su afección al bando comunero. Ana,única hija de Fernando Álvarez Abarca y de su mujerBeatriz de Alcaraz, vio cómo su esposo FranciscoMaldonado era condenado a muerte el 24 de abril de1521 por haber sido uno de los capitanes de los comu-neros y enterrado en la capilla que la familia poseía enel coro bajo del cercano convento de San Agustín; lahistoria ha querido ver en doña Ana la modelo de laPerfecta Casada, tratado de fray Luis de León, quienvivió y fue enterrado en el cercano convento de suOrden. El palacio, como bien pregonan sus escudos, fuelevantado por Fernando Álvarez Abarca y su esposaBeatriz de Alcaraz, conociéndose que las obras estabaniniciadas en 1507 y continuaban en 1521, trabajando enél Michelde Gaybar. Los vanos de la planta noble, conprofusa e interesante decoración, de mayor tamaño,con una distribución más armónica, centran el interéspor marcarse en ellos los anacronismos del conjunto, oquizá las claves del momento transicional en que seedifica, pues el abierto en la torre nada aporta. Las cen-trales están enmarcadas por un alfiz quebrado quecobija las armas reales, ya con la granada. Un análisisminucioso nos permite apreciar que la decoración delalfiz es plateresca, semejante a la de la fachada de laUniversidad y relacionada con la del fondo de la hor-nacina de la portada del colegio de San Millán; otrosmuchos detalles en los antepechos, y los gabletes his-panoflamencos muestran cómo conviven los detallesnuevos, otra vez los delfines afrontados, con los mássignificativos del gótico. El patio, al que se accede trasatravesar el zaguán, es sencillo, austero, de dos pisoscon galerías de arcos escarzanos con intradós de granbocelón sobre altas columnas de basas ochavadas ycapiteles poliédricos ornados con pomas. La cornisa dela torre, única original, con doble fila de pomas y arqui-llos entrelazados, es semejante a la que vemos en lacasa del comunero Pedro Maldonado sita en la plaza deSan Benito. Junto a éste se alzaba hasta hace unos añosla llamada Casa de fray Luis de León, de la que conoce-mos por fotografías antiguas su patio, en cuyo solar selevantó el colegio que lleva su nombre, respetando lafachada que fue trasladada al chaflán de la manzana.

Los siglos XVII y XVIII supusieron una nueva renova-ción urbana que dejó en la ciudad algunos de susmonumentos más emblemáticos que enriquecieronaún más el patrimonio histórico artístico. Frente a laCasa de las Conchas se levantó el Colegio Real de laCompañía de Jesús, la Clerecía. En 1611 la reinaMargarita de Austria, aconsejada por su confesor,fundó y dotó con largueza el nuevo colegio de losJesuitas, proyecto al que se sumó Felipe III, quienintervino para allanar los problemas relativos a la con-secución de los solares necesarios para llevar a buenfin la voluntad real, pues no olvidemos que se tuvie-ron que derrocar la iglesia de San Pelayo y la ermita deSanta Catalina, aparte de desaparecer algunas calles ytener que adquirir los solares de muchas casas y elpalacio de los Acevedo, pero el proyecto que se bara-jó, que se conserva, incluía la iglesia de San Isidoro lle-gando hasta la calle de Libreros. Los planos fuerondelineados por Juan Gómez de Mora y las obras se ini-ciaron en 1617 y duraron más de 150 años, lo queexplica a la perfección los diferentes estilos que se iránplasmando en tan magna obra, que competía sin duda

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Casa de los Rodríguez del Manzano

Casa de don Rodrigo de Messía, La Salina

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con la Catedral y Universidad y en la que intervinieronuna serie de arquitectos de gran prestigio: Simón deMonasterio, Juan Moreno y Alonso Sardiña, quelevantaron los muros de la iglesia; en 1648 el lego jesui-ta Pedro Mato se hace cargo de la obra y a él se debenel abovedamiento de la nave, la cúpula sobre el cruce-ro y el cuerpo superior de la fachada, proceso que con-cluirá con la barroquización llevada a cabo por AndrésGarcía de Quiñones y su hijo Jerónimo, quienes pro-yectan las dos grandes torres y la espadaña siguiendoun esquema parecido a la solución prevista para elayuntamiento que preside la Plaza Mayor, maquetaque se conserva. La planta repite el esquema jesuíticode una nave con capillas hornacina comunicadas entresí y tribuna sobre ellas, sorprendiendo por el clasicis-mo del conjunto y marcando a la perfección el signifi-cado de Gómez de Mora en la Historia de laArquitectura, roto únicamente por el barroquismo dela cúpula. El Colegio Real es por su magnitud una delas construcciones más emblemáticas de la ciudadpues sus largos y altos pabellones, de paramentos des-nudos, son visibles por el viajero que se acerca a la ciu-dad, siendo perceptible para el espectador la magnitud

de esta construcción. Con todo lo más importante essu claustro, una de las obras más barrocas del país, consu carácter borrominesco en el que un orden giganteenmarca un piso de arquerías y otro de balcones conóculos apaisados, coronado por un ático de ventanas,un conjunto de masas y volúmenes muy dinámico quesorprende al espectador. La portada, el Paraninfo y laescalera completan este magnífico conjunto barrocoque se enriquece con una colección de retablos y escul-turas acordes con la importancia y grandeza del monu-mento, sobresaliendo, obviamente, el de la capillamayor, obra de Juan Fernández, modelo de los retablosque denominamos prechurriguerescos.

En la misma calle de la Compañía, a escasos metros,se alza el convento de Agustinas Recoletas, frente al pala-cio de Monterrey, que lo separa del convento de lasÚrsulas, tres monumentos debidos al patrocinio deuna misma familia, los Fonseca. Al mecenazgo dedon Manuel de Zúñiga y Fonseca, cuñado del duquede Olivares, virrey de Nápoles desde 1631, se debe laconstrucción de este nunca bien ponderado convento.En un principio pensó en construir su capilla funerariaen el cercano convento de las Úrsulas, pues allí, en lacapilla mayor, reposaban los restos de sus padres,cambiando de idea y ordenando delinear los planos enNápoles para su nueva fundación, que se levantaría enparte de los solares de uno de los palacios de losMaldonado interviniendo el corregidor para allanar laoposición del convento de la Madre de Dios y poderadquirir el precitado palacio, venciendo ambas dificul-tades aduciendo las grandes ventajas urbanísticas querepresentaba para la zona al ganar anchura la calle.Bartolomeo Pichiatti y Cósimo Fanzago, ambos napo-litanos, se encargaron de hacer los planos y de proyec-tar los retablos y otros detalles decorativos como losbultos funerarios de los condes, que irían colocados aambos lados del presbiterio, y el púlpito. Los pórticosque flanquean la fachada son sin duda los detalles másnapolitanos, al igual que las únicas capillas que se abrenen la nave, sin embargo para la gran fachada se hanbarajado modelo romanos. Fachada y portada configu-ran una imagen única en la ciudad, a base de mármolgrisáceo y un juego caprichoso de formas en las pilas-tras con puntas de diamante y extraños capiteles jóni-cos, algo desconocido por estas tierras. Si es cierto quelos planos y la decoración es italiana también lo es que

Palacio de los Abarca-Alcaraz

Colegio Real de la Compañía de Jesús, La Clerecía

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la cúpula se debe a fray Lorenzo de San Nicolás, de ahíese carácter madrileño, pues es ochavada y con lospaños combados, en perfecto maridaje con la obra ita-liana y conformando un conjunto monumental excep-cional. Pena es que no podamos admirar el claustro,obra clásica debida a Juan Gómez de Mora, y otrasdependencias de clausura. El exterior del convento con-forma uno de los lados de la recoleta plaza deMonterrey, tan fotografiada como admirada por quie-nes nos visitan, seguramente sin saber que las preciosasportaditas son obra de Joaquín de Churriguera y deJuan Gómez de Mora, magníficos complementos alfrontero palacio de Monterrey.

Pocos interiores hay en nuestra arquitectura religiosaque tengan tanto interés como la iglesia de la Purísima,así la conocemos los salmantinos, no hay templo queexhiba una colección pictórica tan importante comoésta. El retablo lo preside la Inmaculada de José deRibera, pintada en Nápoles en 1635, a la que acompa-ñan el San Juan Bautista de Guido Reni; los cuadros deSan José y San Joaquín y Santa Ana, quizá de Cavedone,y el San Agustín, obra considerada rubeniana por losespecialistas, y de Ribera es la Piedad que corona elretablo. Añadamos el San Jenaro y el San Agustín, en losretablos del crucero, ambos del Españoleto, y podremoshacernos una idea de la importancia de lo que vemos yde lo que supuso para Salamanca el mecenazgo delconde de Monterrey, a las que hay que unir las pintu-ras repartidas por los muros de la iglesia, pues aún hayque destacar y ver La Anunciación, de Lanfranco; LaVirgen del Rosario entre Santo Domingo y San Antonio, deMassimo Stanzione, y La Crucifixión, de FrancescoBassano. Las esculturas orantes de don Manuel deZúñiga y Fonseca y de su esposa doña Leonor deGuzmán y Zúñiga fueron realizadas en Nápoles porGiuliano Finelli y representan a la perfección el carác-ter de los mecenas.

A lo largo de los siglos XVII y XVIII los entornos del con-junto catedralicio se enriquecerán con nuevos monu-mentos de interés especial por su carácter benéfico. ElCabildo funda el colegio de San Ambrosio para NiñosExpósitos, en las cercanías de la Catedral Vieja, juntoa la muralla y a la puerta del Río. Consta que la plan-ta fue realizada en 1720 por Joaquín de Churriguera,con fachada de dos pisos que se integra perfectamen-

Convento de las Agustinas

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te en el entorno monumental, destacando la portada yla imagen de San José que preside su hornacina, seme-jante a la del colegio de Calatrava. El interior conser-va un pequeño patio con arquerías de medio puntosobre recios pilares y una escalera de cierto interésarquitectónico. El colegio de Carvajal, junto a la cabece-ra de la Catedral Nueva y al lado de la Cueva deSalamanca, es, más bien era, uno de los poco monu-mentos civiles del siglo XVII, e importante por losarquitectos que intervinieron en su construcción. Fuefundado en 1662 para acoger a colegiales huérfanos ypobres de solemnidad, fines que estableció donAntonio de Vergas y Carvajal en su testamento. Lacapilla y el edificio fueron construidos por PedroRodríguez Adán con planos del lego Pedro Mato, y ensu capilla se conservó hasta hace un año la esculturaorante del fundador, de Juan Rodríguez, y el preciosoretablo presidido por La Inmaculada, del mismoautor; todo ello, salvo la imagen mariana, desaparecióen un pavoroso incendio acaecido no hace mucho, elsegundo, pues ya en el XVIII sufrió otros estragos porlas llamas. Su fachada y portada, con el escudo e ins-cripción alusiva al fundador, son obras de gran interés.

Colegio de Calatrava. La Orden de Calatrava contabacon un pequeño colegio en la ciudad, junto al palaciode la Salina, hasta que a comienzos del siglo XVIII deci-dieron levantar uno más acorde con las necesidadesde sus colegiales y que respondiese al prestigio de lainstitución. Se eligió un solar junto al Monte Olivete ySan Esteban, mirando hacia la vega del Tormes. Losplanos se encargaron a Joaquín de Churriguera, quedirigió los trabajos hasta 1724, reanudándose en 1750bajo la dirección de Jerónimo García de Quiñonesimponiéndose ya unos criterios bien diferentes de losque había propuesto Joaquín. El colegio tiene plantarectangular, con cuatro torreones en los ángulossiguiendo así el esquema de los alcázares, enmarcán-do los fronteros la monumental fachada precedida deuna escenográfica escalera. El claustro responde ya aunos criterios neoclásicos, a base de pilares cuadradosque soportan arcos de medio punto, sin ningún inte-rés, salvo la espectacular escalera, gemela de la quehay en colegio de la Real Compañía de Jesús. La capi-lla, de planta de cruz latina, nada tiene de interés salvoser un buen ejemplo de la arquitectura del XVIII, pues desus retablos y de las pinturas de Goya nada se conserva.

Pero no hay monumento que represente mejor a laciudad que la Plaza Mayor, su centro neurálgico y elmejor exponente de la arquitectura civil. Salamancacontaba con una plaza, la de San Martín, de granamplitud a juzgar por las descripciones de los viajeros,verdadero centro comercial y social Al comienzo delsiglo XVIII el corregidor don Rodrigo Caballero yLlanes, consciente que la plaza existente no respondíaa la importancia de Salamanca, decide iniciar los trá-mites para levantar una más acorde con el prestigio dela ciudad. El Ayuntamiento tenía que allegar los recur-sos y dar la licencia el Consejo Real de Castilla, lo quese consiguió, no sin problemas por lo que suponía dedesembolso para las arcas municipales. El 10 de mayode 1729 se iniciaba la construcción de la Plaza siguien-do los planos de Alberto de Churriguera, quien pro-puso que se comenzase por el Pabellón Real pues lossolares eran propiedad del municipio, continuando conel pabellón de San Martín, obras que estaban concluidasen 1733. Los dos pabellones restantes no se iniciaríanhasta quince años más tarde, debido fundamentalmen-te a los problemas con los propietarios de las casas quese tenían que derribar y al cambio del proyecto para la

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Patio de la Clerecía

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Plaza Mayor

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Casa Consistorial. La marcha de la ciudad de Albertode Churriguera hizo recaer la maestría en Manuel deLarra, quien propuso un proyecto para elAyuntamiento que contemplaba dos grandes torresflanqueando una gran espadaña donde figuraría unrelieve de Santiago en la batalla de Clavijo, soluciónque tras inspeccionar Berruguilla los cimientos sellegó a la conclusión de que no aguantarían el peso delas torres, interviniendo entonces Andrés García deQuiñones proponiendo una solución que regularizabala planta de la Plaza y los solares privados quedabanmenos recortados. El 30 de mayo de 1751 por ordende Fernando VI se reanudaban las obras, que concluí-an a finales de 1755, buscando en los dos lienzos unatotal simetría con lo construido. El corregidorCaballero y Llanes ideó un complejo programa icono-gráfico para ornar los medallones de los arcos. En elpabellón oriental figurarían los reyes de la monarquíahispana desde Alfonso IX de León hasta Felipe V, deahí el nombre de pabellón real; en el del mediodía iríanlos capitanes y conquistadores, desde Bernardo deCarpio hasta Fernando Álvarez de Toledo, de ahí ladenominación de cuartel general, y los dos últimos lien-zos se dedicarían a los sabios y santos españoles pre-sididos por el relieve del Apóstol Santiago. Los meda-llones fueron esculpidos por Alejandro Carnicero,quien siguió los modelos proporcionados por el corre-gidor, bien conocidos la mayoría de ellos, en tanto que

los que quedaron sin abrir lo están siendo en los últi-mos años por distintos escultores que responden a losmás diversos estilos pero dentro de una tónica generalque destaca por una más que aceptable calidad.

Desde su terminación, la Plaza Mayor se convirtió enel espacio público por excelencia, no sólo porque enella confluían y de ella partían todas la vías importan-tes sino porque aquí han acontecido los más diversosactos sociales, políticos y lúdicos, pues desde media-dos del siglo XVIII fue y sirvió de lugar de encuentros,de paseo, de atracción, pero también un espacio queha ido acompasando el estilo de sus portadas comer-ciales al inexorable cambio producido en la Historiadel Arte desde el siglo XVIII hasta el XXI, sus localescomerciales fueron incorporando todas y cada una delas innovaciones producidas en el devenir del tiempo,pero como monumento vivo que es, unido inexora-blemente a la vida de una ciudad en constante cam-bio y expansión, ha sufrido múltiples y numerosasintervenciones que sin afectar ni menoscabar sumonumentalidad han distorsionado y degradado suimagen externa, aspectos que desde que se iniciaron afinales del siglo XIX fueron motivo de alarma por loque suponían de agresión al monumento, el único, nolo olvidemos, que nació por y para disfrute de los sal-mantinos y que por ello constituye el más emblemá-tico de la ciudad.

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Colegio de Calatrava

Plaza Mayor. Pabellón Real