Saint-Upéry, Marc - Entre Marx, Clausewitz Y Tucidides

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  • ICONOS 72

    Marc Saint-Upry1

    Uno puede estar en profundo desacuerdo tan-to con el contenido del libro de Hardt y Negricomo con su muy elptica estrategia argumen-tativa -es mi caso- y reconocer que Imperio tie-ne el mrito de relanzar un debate transversal,dentro y fuera de la academia, que se habaagotado un poco desde los tiempos heroicos dela teora de la dependencia. Tal como lo plan-tean los autores del dossier de Iconos 17, estedebate es tan denso y multifactico que el pe-dido que me hizo Franklin Ramrez de comen-tar este conjunto de contribuciones se presen-ta como una temible trampa y demostrar, sinlugar a dudas, que mis conocimientos no estna la altura de mi inters por el tema. Sin em-bargo, pedir la indulgencia de los autores pormi tratamiento muy fragmentario de sus an-lisis y me arriesgar tambin a tratar de ilumi-nar brevemente algunos aspectos que no hansido enfocados por ellos.

    Muy meritorio es el esfuerzo de Pablo Os-pina por enraizar el libro de Hardt y Negri enlos debates macrosociolgicos sobre el origeny el porvenir del sistema-mundo capitalista.Me parece que la cuestin de la pluralidadinicial de unidades polticas (una especifici-dad muy europea en su forma feudal y en su

    evolucin hacia el Estado-nacin), menciona-da por Ospina en referencia a Wallerstein,merecera un tratamiento que vaya ms allde la idea -en parte discutible- de la unidadde la clase dominante frente a la dispersin delos dominados. En realidad, como lo sealaJean Baechler, la no unificacin del continen-te europeo en un imperio-mundo (al contra-rio de otras reas civilizacionales) tuvo una se-rie de consecuencias clave para la posibilidadde un desarrollo capitalista temprano que,tcnicamente y culturalmente, hubiese sidoigualmente posible en China o en el mundorabe-prsico2. As que es cierto que el capita-lismo tiene profundas races polticas, y noslo tcnico-culturales y sociales. Desde talperspectiva, sera interesante analizar la rela-cin entre el desarrollo capitalista y la historiade las formas de soberana con un enfoque ra-dicalmente diferente de la gran narracin depoltica-ficcin especulativa desplegada porImperio. Ospina identifica una de las conse-cuencias de este aparato conceptual queacenta las rupturas con la soberana moder-na, sin resaltar las continuidades, cuando es-cribe que tal vez la ausencia ms llamativadel estudio de Hardt y Negri no sea realmen-te la falta de un anlisis de las empresas trans-nacionales, sino, por el contrario, la carenciauna perspectiva propia sobre las relaciones in-ter-estatales luego del fin de la Guerra Fra.Sin embargo, quizs por un exceso de respetoa un libro que encuentra cautivante, no se

    Entre Marx, Clausewitz y Tucdides

    Metamorfosis delimperio

    1 Periodista, editor y traductor. 2 Jean Baechler, Le capitalisme, Pars, 1995.

    Marc Saint-Upry, 2004, Entre Marx, Clausewitz yTucdides. Metamorfosis del imperio, en CONOS No.18, Flacso-Ecuador, Quito, pp. 72-80.

    Comentarios al dossier de Iconos 17

    LOREIconos, Revista de Ciencias Sociales No. 18Flacso-EcuadorEnero 2004 p. 72-80

  • permite cuestionar ms a fondo la estrategiaconceptual que subyace a esta carencia.

    Como ejemplo de esta estrategia, notemosque en el torbellino de name-dropping queconstituyen los varios captulos de Imperio -caracterizados por la brevedad casi epigram-tica de los comentarios analticos sobre cadaautor mencionado y la ausencia conspicua detoda una serie de analistas cannicos del im-perialismo-, Hardt y Negri le dedican a Wa-llerstein, si no me equivoco, un slo pargra-fo alusivo y una nota bibliogrfica. En cuan-to al captulo sobre el debate marxista clsico(Los lmites del imperialismo), es un tantoconfuso y sobre todo anclado en los presu-puestos teleolgicos -el necesario devenir-im-perio de la dominacin capitalista- de unaconstruccin terica bastante autista quenunca enfrenta una pregunta bsica: hanconfirmado los indicadores econmicos y laevolucin histrica concreta los diagnsticosy pronsticos de Lenin, Kautsky, Luxemburg,Hilferding y sus sucesores?

    Ospina, con la ayuda de Arrighi, entreotros, trata a la vez de dar algunas indicacio-nes sobre el tema y de rescatar un sentido ra-cional de la distincin entre imperialismo eimperio. Eso no le impide observar el hechocurioso de que Hardt y Negri apenas mencio-nan fenmenos tan trascendentales como,por ejemplo, la existencia de la OMC y de sumquina de guerra poltico-jurdica. Ah cabedecir que se puede estar o no estar de acuer-do con tal o cual anlisis especfico de AtilioBorn (o con su confianza -excesiva, en miopinin- en las herramientas clsicas del ma-terialismo histrico), pero que se debe reco-nocer que tiene toda la razn cuando afirmaque es imposible hacer buena filosofa socialy poltica sin un slido anlisis econmico3.

    Por lo dems, estoy totalmente de acuerdocon las observaciones de Ospina sobre la ex-traeza de la fuerza casi metafsica de la mul-titud y sobre uno de sus corolarios, la teora

    un poco delirante de la migracin como xo-do rebelde. Tambin apruebo la idea de que,aunque ciertamente una reaccin de enclaus-tramiento nacionalista en el Tercer Mundo noes la mejor forma de enfrentar el orden trans-nacional de la globalizacin, no se puede olvi-dar su importancia decisiva en la posible for-macin de bloques regionales que tal vez stengan mayor impacto en la resistencia y en laformacin de un orden multipolar alternativo[y que] caen fuera de un anlisis cuyas nicasalternativas oscilan entre lo crudamente na-cional y lo abiertamente mundial. Sin em-

    ICONOS 73

    3 Atilio Born, Imperio e imperialismo. Una lectura cr-tica de Michael Hardt y Antonio Negri, Buenos Aires,2002.

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  • bargo, para Hardt y Negri, hablar de eso sig-nificara romper con la exaltacin de la virgi-nidad rebelde del poder constituyente ypreocuparse seriamente de realidades tan tri-viales y aburridas como instituciones, media-ciones y -horror!- representaciones: o sea, de-jar de oponer abstractamente el gozo del ser

    a la miseria del po-der y de confundirobjetivizacin yalienacin, para re-tomar el lxico deLukcs.

    El Catoblepas yla humanidad

    No estoy seguro deentender muy bienlas primeras pgi-nas del artculo deAlejandro Morea-no, que aaden aveces al intricadotono discursivo deHardt y Negri unacapa adicional deopacidad, comocuando habla delno lugar del de-seo y del no-lu-gar de la explota-

    cin. Adems, me parece que aludiendo alfuerte hlito de fiesta y carnaval que carac-terizara las rebeliones del ex-Tercer Mundo -como para decir a Hardt y Negri: nosotrostambin tenemos contra-culturas alegres ysubversivas-, Moreano comete un contrasen-tido parcial sobre el deseo negriano. Lafuente de este concepto en Negri es, supues-tamente, la filosofa neo-spinozista de GillesDeleuze, aqul que siempre insisti que eldeseo no es la fiesta, an menos el desaho-go sexual (y que tampoco tiene que ver coninstancias estructurales como la Ley o el obje-to-a de Lacan)4. Sin embargo, es verdad queen Imperio hay una clara tctica retrica de

    fomentar la ambivalencia de los conceptos;en trminos de mercadeo intelectual, les con-viene perfectamente a Hardt y Negri que par-te de sus lectores -sobre todo estadouniden-ses- tiendan a confundir a Deleuze con Mar-cuse y a Foucault con un discpulo de Wil-helm Reich. Como lo seala Franois Zoura-bichvili, hay un deslizamiento semnticomuy significativo en el uso que Negri hace delas categoras deleuzianas: para Negri, la ins-titucin no juega ningn papel y est en exte-rioridad total frente al poder constituyente.[] Para Deleuze, es cierto que la institucin[] desnaturaliza el deseo como momentocreativo, pero es tambin positiva en cuantolo actualiza. [] Lo molar (las segmentari-dades duras, y la escansin institucional denuestras vidas) no es menos necesaria a la vi-da que lo molecular, dimensin en la que seproduce y se inventa la vida: hace falta un m-nimo de reproduccin, aunque podamos su-frir de su omnipresencia5.

    Lo que parece claro es que Alejandro Mo-reano comulga ms con la pulsin comunistadel libro de Hardt y Negri y con su elogio delas potencialidades del trabajo viviente quecon ciertos aspectos de su teora poltica libe-ral-anarquista de las formas de soberana. Aligual que Pablo Ospina, quien subraya dosdistintos nfasis en la polarizacin del capita-lismo mundial en Imperio y en los trabajos deSamir Amin y seala que no es lo mismo es-cribir desde Dakar que desde Pars, Moreanoconsidera que la equvoca generalizacin dela categora [de subsuncin real] a todo el or-be brota del eurocentrismo de Hardt y Negrique les impide ver la problemtica del desarro-llo desigual y la creciente polarizacin entre elcapital multinacional y financiero dominantey el conjunto de la humanidad [].

    Me parece un poco ingenuo atribuir talingenuidad a Hardt y Negri: por una especiede sesgo cultural y geogrfico inevitable, co-

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    debate

    Slo una especie de wishfulthinking teleolgico puede

    garantizar que la "contradiccinentre el Catoblepas

    y la humanidad, entre la globalizacin y una

    mundializacin autntica",prevalecer sobre las varias

    lneas de fractura que atraviesanel sistema-mundo. Necesitamos

    ms sociologa concreta y ms empirismo descriptivo,

    no menos.

    4 G. Deleuze y C. Parnet, Dilogos, Valencia, 1980.

    5 F. Zourabichvili: Les deux penses de Deleuze et Ne-gri: une richesse et une chance, Multitudes, n. 9, ma-yo-junio de 2002.

  • mo cualquier pequeo burgus euro-america-no autosatisfecho, no seran capaces de ver larealidad del Tercer Mundo. En mi opinin,no es una dficit de visualizacin lo que les ca-racteriza, sino una eleccin terica muy con-ciente y profundamente arraigada en toda latrayectoria del marxismo operasta italiano6,en su lectura de Marx y en su lectura de losmovimientos de rebelin proletaria post-68(que tampoco se puede reducir a una genri-ca fascinacin por las contraculturas de los60 y 70, ya que hay ciertas diferencias entrelos obreros calabreses emigrados a Turn y loshippies californianos). En realidad, desde losaos 60, Negri y sus amigos siempre han rei-vindicado la pertinencia cognitiva y el poten-cial revolucionario del anlisis de tendenciams extremado. Segn ellos, se trata de cons-truir un modelo terico que permita anticiparel sentido de las cosas. Por eso, Mario Trontidefenda la necesidad de colocar a Marx enDetroit y estudiar los comportamientos delproletariado en el pas ms avanzado, dondeel conflicto asuma la forma ms pura7.

    Desde este punto de vista, Hardt y Negribien podran reprochar a Moreano el mismoempirismo descriptivo y el mismo sociolo-gismo que l reprocha a Atilio Born u otroscrticos de Imperio. Sera injusto y estril, in-cluso porque algunas descripciones del fen-meno Catoblepas en el texto del autor ecua-toriano son ms evocadoras e iluminadorasque la extrema indeterminacin de las carac-terizaciones del Imperio negriano. Sin embar-go, tampoco en Moreano me parecen muyclaros los criterios de control epistemolgicoque regulan, por un lado, el nexo entre cate-goras -por cierto pertinentes- como el capi-tal en general o el desarrollo desigual y, porotro lado, el movimiento browniano y mul-tifactico de la vulgar empiria (sin hablar deluso de conceptos como plusvala relativa y

    plusvala absoluta, que supone que no hayningn problema con la teora del valor mar-ciano)8. En medio de los avatares del desarro-llo desigual, slo una especie de wishful thin-king teleolgico puede garantizarnos que lacontradiccin entre el Catoblepas y la huma-nidad, entre la globalizacin y una mundiali-zacin autntica, prevalecer sobre las variaslneas de fractura que atraviesan el sistema-mundo. Un sistema-mundo donde la forma-cin de la subjetividad revolucionaria [] enla perspectiva de una guerra civil de clases aescala mundial (suponiendo que esta ltimasea una perspectiva a la vez factible y desea-ble) se ve obstaculizada por un hecho masivoya sealado por Joan Robinson: hay algo peorque ser explotado, es no ser explotado. Lo quetampoco vuelve muy factible -sin la concu-rrencia aleatoria de toda una serie de factorespolticos, ideolgicos, sicolgicos y materia-les- la transformacin tendencial de la re-sistencia de los excluidos en sublevacin delos explotados.

    En este sentido, muchos de los millonesde manifestantes contra la guerra del 15 defebrero 2003 estaran muy sorprendidos deaprender que su hazaa abre el horizonte dela guerra civil de las masas contra el capitalmundo. Los mismos animadores del movi-miento antiglobalizacin en Europa yEE.UU. confiesan que uno de sus mayoresproblemas estratgicos es su dbil capacidadde atraer a los sectores populares ms margi-nados y a los excluidos del propio Norte9.Uno podra muy bien defender la idea de quelo que se perfila es un mundo de muchas bar-baries posibles -no todas funcionales al capi-

    ICONOS 75

    6 La palabra italiana operaismo significa literalmenteobrerismo, pero prefiero no traducirla ya que sucontenido poltico y terico no tiene mucho que veren este caso con lo que, tradicionalmente, se calificacon este trmino en el movimiento socialista.

    7 M. Tronti, Operai e Capitale, Turn, 1966.

    8 Hoy en da, no son slo los economistas neoclsicos olos radicales post-marxistas como Castoriadis (ver suValeur, galit, justice, politique. De Marx Aristoteet dAristote nous, en Les Carrefours du Labyrinthe,Pars, 1978) que cuestionan la pertinencia de la teoradel valor, sino tericos oriundos de la ms clsica tra-dicin marxista-leninista. Ver, por ejemplo, G. LaGrassa, Per larchivazione della teoria del valore, enFuori della corrente. Decostruzione-ricostruzione di unateoria critica del capitalismo, Miln, 2002.

    9 AA.VV., O va le mouvement altermondialisation?, Pa-rs, 2003.

  • tal en general- y poco socialismo, o pocasubjetividad comunista. Sin embargo, sincaer en anticipaciones prematuras de la uni-versalidad concreta, creo que s vale la penaexplorar las potencialidades emancipadoras ycooperativas que encierren los mismos proce-sos ms avanzados del capitalismo contempo-rneo10. Uno descubrira tal vez que hay mu-cho ms comunismo latente y excedencia deltrabajo viviente en Silicon Valley que en LaHabana o en Beijing (supongo que Negri es-tara de acuerdo con esta hiptesis). Pero porfavor, incluso para construir teoras de estastendencias, necesitamos ms sociologa con-creta y ms empirismo descriptivo, no menos.

    De la multitud constituyente a la guerra asimtrica

    El texto de Aida Quinta y Perla Zusman pre-senta problemas parecidos a los que sublevanlas observaciones conclusivas de Moreano. Apartir de su descripcin bastante pertinentede los nuevos movimientos sociales argenti-nos, pueden hacerse extrapolaciones afines alas tesis de Negri o Paolo Virno? Es interesan-te observar que la relativa espontaneidad, lacapilaridad, la molecularidad y el funciona-miento en redes son elementos que caracteri-zan no slo el argentinazo de diciembre de2001 y el nuevo protagonismo social en la re-pblica austral, sino otros conflictos urbanoslatinoamericanos como la guerra del aguade Cochabamba en el 2000 y la revuelta deArequipa en el 2002. Se trata de un fenme-no fascinante y digno de ser investigado.Aqu, ms que en cualquier otro caso, la cate-gora de multitud parecera prestarse a lacomprensin de estos movimientos11. Sin em-

    bargo, me temo mucho que la caracterizacinde estos nuevos espacios sociales en trminosde topologas inusuales o de rizomas sub-terrneos e incontenibles favorezca la exalta-cin de una especie de estado de ingravidezsocilogica que, adems de su indetermina-cin cognitiva, puede desembocar en gravesdesilusiones polticas. Ms confiable me pare-ce el enfoque de los investigadores que, sinnegar el potencial emancipador e innovadorde los nuevos movimientos argentinos, explo-ran en toda su densidad la ambivalencia vitalde sus estrategias y culturas, y en particular surelacin muy compleja con las prcticas clien-telistas del peronismo popular12.

    Con Alain Joxe estamos en otro terreno,ms bien en la zona de los vacos del anlisisde Hardt y Negri, como se seala en la In-troduccin al Dossier de conos 17, y ms cer-ca del mundo de Hobbes y Clausewitz. Se ha-bla de ideologa -incluso de teologa- y degeoestrategia, de mesianismo y de dominioaerosatelital -y de la relacin entre ambos as-pectos13. El trabajo de Joxe plantea la necesi-dad de estudiar con ms detenimiento el ima-ginario y las doctrinas poltico-militares delos ultra-conservadores estadounidenses y deexplorar las tensiones entre estos dispositivosdiscursivos, las opciones estratgicas que fa-vorecen y la resistencia de la realidad. Hacepoco, desde el mismo campo conservador -ycon el trasfondo del caos iraqu-, las graves

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    debate

    10 Para un anlisis claro y circunstanciado de las tenden-cias comunistas inmanentes al capitalismo cognitivopost-fordista, ver A. Gorz, Limmatriel. Connaissance,valeur et capital, Pars, 2003.

    11 En Bolivia, para diferenciar las nuevas formas de mo-vilizacin de las rebeliones comunitarias andinas y delsindicalismo obrero, el socilogo y activista lvaroGarca Linera habla tambin de multitud, aunque

    critica el carcter demasiado genrico del uso delconcepto por Negri. Ver A. Garca et al., Tiempos derebelin, La Paz, 2001, y R. Gutirrez, A. Garca et al.,Democratizaciones plebeyas, La Paz, 2002.

    12 Ver por ejemplo J. Auyero, La protesta. Retratos de labeligerencia popular en la Argentina democrtica, Bue-nos, Aires, 2002, y el excelente libro de Sebastin Pe-reyra y Maristella Svampa, Entre la ruta y el barrio. Laexperiencia de las organizaciones piqueteras, Buenos Ai-res, 2003. Los autores describen con mucha sutilezalas tensiones y ambigedades que se establecen entre laproductividad de la identidad piquetera y el peso dela matriz nacional-popular.

    13 Sobre el peso de las representaciones religiosas en laderecha estadounidense, ver I. Richet, Quand la reli-gion sengage en politique, Mouvements, nov.-dic.2003, y J. Didion, Mr Bush and the Divine, NewYork Review of Books, 6-11-2003.

  • contradicciones internas de la famosa Revo-lution in Military Affairs (RMA) dieron lu-gar a una virulenta crtica de las fantasas demanejo tecno-virtual y neo-empresarial delpodero miltar por Donald Rumsfeld14.

    Un punto ms dbil del anlisis de Joxe -incluso en su libro- es la articulacin de lasdimensiones econmicas y militares de la do-minacin norteamericana. l mismo recono-ce que esto es todava un enigma ya que talarticulacin est en plena mutacin. La dbilsustentabilidad de una apuesta hegemnicaunilateral asociada a un keynesianismo mili-tar sui generis bajo la sombra de un endeuda-miento creciente subsidiado por capitales eu-ro-asiticos es quizs un peligro ms grandepara el imperio que el terrorismo de Al Qae-da o las guerrillas afganas e iraques15. Sin lu-gar a dudas, este nexo no lineal entre lo mili-tar y lo econmico (otro tema crucial que bri-lla por su ausencia en el libro de Hardt y Ne-gri) debera ser un objeto de investigacincentral para una macrosociologa de la domi-nacin neo-imperial.

    Negri sobreexpuesto y desconocido

    Uno de los problemas de la recepcin del li-bro de Hardt y Negri y de su uso como ins-trumento de lectura de la realidad contempo-rnea es el sesgo producido por el general des-conocimiento de los avatares de la trayectoriaterica y poltica de Toni Negri. Con la ex-cepcin de Italia y de algunas pequeas su-cursales del operasmo italiano en Pars,Barcelona y Berln (no tanto en los pases an-glo-sajones donde la recepcin de Imperio escasi puramente acadmica y mundana), es di-fcil para los nuevos lectores del filsofo italia-no reconstituir los nexos genealgicos que re-lacionan conceptos como multitud, bio-

    poltica o xodo con elaboraciones tericasde apariencia ms clsicamente marxista quese remontan a los aos 60 y 70 y pertenecena textos y debates que casi nunca han sido tra-ducidos16.

    El problema se vuelve an ms complica-do por el hecho de que el operasmo italia-no no es slo unpatrimonio tericoidentificable en re-vistas pioneras c-mo Quaderni Rossi,Classe Operaia oPotere Operaio, sinouna verdaderamentalidad quefunciona como for-ma de autoestiliza-cin comporta-mental y lexical deciertas tribus de laizquierda radicalitaliana -en parti-cular algunos seg-mentos del movi-miento antiglobali-zacin que se apo-yan en redes terri-toriales de centrossociales ms o me-nos autogestiona-dos-. Como lo es-cribe Maria Turchetto, algunas temticas defondo [], el uso de ciertos textos de Marx

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    Imperio ofrece a nuevas generaciones una radicalidad un poco indeterminada, unanueva poesa revolucionaria que ya no mira al pasado,sino que adopta una retricatajantemente futurista. Imperioda la impresin de ser el producto de una lectura adolescente de Deleuze bajo los efectos de un excesivo consumo de Prozac.

    14 F. W. Kagan, The art of war, The New Criterion,Vol. 22, n. 3, nov. 2003.

    15 Ver W- Greider, The End of Empire, The Nation,23-09-2002, y E. Todd, Aprs lempire. Essai sur la d-composition du systme amricain, Pars, 2002.

    16 Las figuras ms destacadas del operasmo fueron Ra-niero Panzieri, Mario Tronti y Antonio Negri, aunquepensadores ms discretos y menos glamorosos que Ne-gri, como Sergio Bologna, mereceran ser ms conoci-dos. Sobre la historia de la izquierda radical italiana,ver: N. Balestrini y P. Moroni, LOrda dOro. 1968-1977. La grande ondata rivoluzionaria e creativa, poli-tica ed esistenziale, Miln, 1997; O. Scalzone y P. Per-sichetti, La rvolution et ltat. Insurrections et contre-insurrection dans lItalie de laprs 68: la dmocratie p-nale, ltat durgence, Pars, 2000; y M. Hardt y P. Vir-no, Radical Thought in Italy, Minneapolis, 1996. Encastellano, se encuentra una reconstruccin til enC. Bertani, Las trampas de Imperio. Antonio Negri yla extraa trayectoria del obrerismo italiano, http://a-lainet.org/active/show_text.php3?key=3202.

  • (el muy conocido fragmento sobre las mqui-nas de los Grundrisse, cita ahora ritual), algu-nas palabras claves (general intellect, composi-cin de clase, autonoma) funcionan todavacomo un fuerte dispositivo de reconocimien-to. Dispositivo tal vez ms lingustico que teo-rico, ms evocativo que realmente propositivo[]17.

    Para Turchetto, y en esto concuerdo ple-namente con ella, la propuesta de Imperio re-presenta ms un estadio de degeneracin ter-minal del programa terico operasta que unainnovacin radical:

    [A los operastas les] gustan, en general, laspalabras que alimentan los nuevos mitos ysirven para imaginar futuros sujetos antago-nistas que sucedern al obrero profesional,al obrero-masa y al obrero social, [NdA: fi-gura postfordista de la fbrica difusa] quien,desgraciadamente, nunca quiso manifestarse.[] Este intento de evocar a fuerza de ret-rica nuevos sujetos salvadores que nunca tie-nen el buen gusto de existir concluye la par-bola del operasmo en los aos 90. Del inte-llectual-masa [] al trabajador immaterialy a los Immaterial Workers of the World, quedeberan fundar un nuevo sindicalismo revo-lucionario y transformar los centros socialesen Cmaras del Trabajo postfordista, el ope-rasmo naufraga en este perseguimiento denuevos lxicos [], vctima de las modas cul-turales y, con ellas, de la peores polticas neo-liberales. [] En esta trayectoria, el operas-mo se transform en [...] un pensamientobloqueado que no produce crtica ni iluminalos hechos, una ideologa consolatoria y talvez una verdadera alucinacin que le impidever lo que no se conforma a sus deseos18.

    Un diagnstico feroz, pero que parece confir-mado por algunas declaraciones recientes deToni Negri. As, cuando el maestro explica la

    curiosa reaccin arqueo-imperialista del post-11 de septiembre, tan contradictoria con lasprofecas de Imperio (una contratendencia,un backlash imperialista dentro y en contradel Imperio, ligado a viejas estructuras de po-der, viejos mtodos de comando, a una con-cepcin monocrtica y substancialista de lasoberana que se contrapone al carcter mole-cular y relacional del biopoder imperial quehemos analizado19) por la pulsin regresivade gente que se qued afuera de la tercera re-volucin industrial y no la lleva adelante20.De igual manera, Negri tiende a confirmar elcorts escepticismo de Pablo Ospina a prop-sito de la forma en que se presenta en Impe-rio la relacin entre conciencia y accin de lamultitud, entre espontaneidad y direccinconsciente, la que no puede ser identificadacon ninguna idea convencional de accinconscientemente dirigida a un fin. Entrevis-tado por un semanario francs sobre el asun-to de la violencia dentro del movimiento an-tiglobalizacin (tema tctico y estratgicocandente desde los acontecimientos de Gno-va en el 2001), el filsofo italiano explic queno hay que oponer dentro del movimientolos malos y los buenos (es un discurso depoder), sino entender la potencia de la mul-titud hasta en sus contradicciones21. No soyleninista, pero me parece que Lenin se revol-cara en su tumba si supiera que eso es lo lti-mo en materia de dialctica de los medios y delos fines.

    Cmo explicar el xito fenomenal de unlibro22 que no slo ofrece una teora tan alusi-va de la dominacin imperial, sino que se sos-tiene en premisas filosficas a la vez suma-mente abstrusas y radicalmente simplificado-ras (una proeza en s mismo)? Para Hardt yNegri, el proceso histrico ya no es ni siquie-

    ICONOS 78

    debate

    17 M. Turchetto, Dalloperaio massa allimprendito-rialit comune: la sconcertante parabola delloperais-mo italiano, www.intermarx.com/temi/operais-mo.html (versin ampliada de un artculo publicadoen francs en J. Bidet y E. Kouvlakis, DictionnaireMarx Contemporain, Pars, 2001).

    18 Ibd.

    19 Intervista a Toni Negri: Il backlash imperialista su-llImpero, Il Manifesto, 14-09-2002.

    20 Ibd.

    21 A la vie, la mort. Entretien avec Toni Negri, en LesInrockuptibles No. 301, 21 de agosto de 2001.

    22 Sera muy interesante saber quin ley realmente el li-bro entre los activistas que retoman su lxico.

  • ra el reflejo de la lucha de clases, sino un com-bate titnico entre las fuerzas perversas de latrascendancia y los paladines de la inmanen-cia, portavoces naturales del deseo de la mul-titud (que tiene siempre deseos buenos; nohay anlisis de la relacin entre pasiones tris-tes y pasiones alegres en el spinozismolight de Hardt y Negri). Adems, se trata deun libro poco instructivo para quien ejerceuna actividad poltica o ciudadana concreta.Los problemas clsicos de la relacin entretctica y estrategia, programa mnimo y pro-grama mximo, alianzas sociales y coalicionespolticas, no estn replanteados en un nuevomarco epistemolgico, sino simplemente di-sueltos en el optimismo libidinal de los auto-res. El tejido biopoltico y el trabajo inmate-rial producen en modo espontneo el gradode accin y de conciencia adecuado. La ideasubyacente -que tiene una larga historia en elpensamiento de Negri- sera que el capitalis-mo es slo una superestructura casi parasita-ria que bloquea los impulsos de vida de lamultitud. A veces, Imperio da la impresin deser el producto de una lectura adolescente deDeleuze bajo los efectos de un excesivo con-sumo de Prozac.

    Sin embargo, es innegable que Hardt yNegri supieron hacer lo que Baudelaire acon-sejaba a los promotores de revoluciones est-ticas: crear un tpico (crer un poncif ). Encuanto se trata de una forma de taquigrafaintelectual capaz de cristalizar ciertos humo-res e intuiciones del movimiento social, lostpicos -en el sentido baudelairiano, que noes peyorativo- pueden tener su utilidad. Contal que no se alejen en modo extravagante dela realidad y no se sustenten en un derrochede kitsch conceptual. Este kitsch conceptual,estimulante del extsis terico spinozo-franciscano de Hardt y Negri, es tambin unkitsch retrico, y tal vez por este lado se expli-ca la relativa popularidad de Imperio: este tex-to no funciona para nada como la teora detal o cual sector del movimiento social, sinocomo su poesa.

    Se trata del mismo tipo de fenmeno alque Marx aluda cuando hablaba de los peli-

    gros de la poesa del pasado a propsito delos que queran hacer la revolucin proletariacon el lxico de Robespierre, de igual maneraque Robespierre usaba el vocabulario y lasimbologa de la virtud greco-romana. Con elcabal descrdito de octubre 1917 y de todo elimaginario que lo acompaaba, Imperio llegajusto a tiempo para ofrecer a nuevas genera-ciones de aficionados una radicalidad un po-co indeterminada, una nueva poesa revolu-cionaria que ya no mira al pasado, sino queadopta una retrica tajantemente futurista23.En mi modesta opinin, se trata de mala poe-sa, y Toni Negri es el Gabriele dAnnunziodel neomarxismo, pero de gustibus non est dis-putandum.

    El paralelograma de fuerzas del dominio imperial

    Volvemos al imperio y al imperialismo (untrmino que Marx no conoca). El ncleoeconomicista de la versin leninista cannicadel imperialismo (acceso a materias primas abajo costo, apertura violenta de mercados re-servados, exportacin de capitales excedenta-rios, etc.) no tomaba en cuenta las lgicas cul-turales y polticas profundas del expansionis-mo imperial y colonial. Varios trabajos de his-toria econmica demuestran que ninguno delos criterios propuestos por Lenin jug un pa-pel decisivo en el desarrollo econmico delNorte y en la resolucin de las contradiccio-nes reales o imaginadas del capitalismo24. Sinembargo, la teora de Lenin tena al menos elmrito de un cierto realismo y de un esfuerzode coherencia conceptual ante la fbula libe-

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    23 En Italia, el lenguaje de algunas revistas neo-operastases muy parecido a la retrica futurolgica y tecnfilade ciertos ultraliberales californianos que mezclanMilton Friedman, Alvin Toffler y la French Theory.

    24 Aunque s bloquearon el desarrollo de la perifera. VerP. Bairoch, Economics and World History. Myth and Pa-radoxes, New York/Londres, 1993; J. Cain yA. G. Hopkins, British Imperialism, Londres, 1993;J. Marseille, Empire colonial et capitalisme franais, Pa-rs, 1984; P.-N. Giraud, Lingalit du monde. cono-mie du monde contemporain, Pars, 1996.

  • ral de las ventajas comparativas de la divisininternacional del trabajo. Por su lado, Imperioabre la posibilidad de relanzar el debate rom-piendo con el antiamericanismo victimista ymoralista que caracteriza gran parte del dis-curso anti-imperialista vigente, sobre todoen Latinoamrica. Pero Hardt y Negri se po-sicionan en un nivel de abstraccin alusivaque no tiene mucho que ver con los siemprediscutibles pero muy articulados anlisis deLenin, Kautsky, Luxemburg o Hilferding. Sudiscurso es infalsable (en el sentido dePopper) por falta de determinacin.

    En 1890, en una carta a J. Bloch25, Frie-drich Engels escribi que la historia se reali-za de tal modo que el resultado final se des-prende siempre de los conflictos entre ungran nmero de voluntades individuales pro-ducidas por una gran cantidad de condicio-nes particulares de existencia: grupo infinitode paralelogramas de fuerzas donde sale unaresultante, el evento histrico. Tal vez, en elestudio de la dominacin imperial, seratiempo de aterrizar y de romper con las gran-des abstracciones sistmicas y las teleologasmarxistas o liberales para delimitar y cons-truir dentro de este grupo infinito de parale-logramas de fuerzas una serie de configura-ciones -de tipos ideales weberianos, si unoquiere- menos grandiosas pero ms realistasque den su peso especfico a varios factoresmotivacionales, ideolgicos, geoestratgicos,demogrficos y econmicos.

    En su panorama histrico de la poltica es-tadounidense hacia Latinoamrica, LarsSchoutz conclua que tres intereses funda-mentales, combinados en proporciones diver-sas en funcin de los contextos, haban deter-minado la actuacin de Washington frente alpatio trasero: la necesidad de preservar la se-guridad de EE.UU., las exigencias de poltica

    interna y la promocin del capitalismo nor-teamericano26. El caso cubano es una ilustra-cin perfecta de como juegan las tensionesentre estos tres objetivos. Con la cada de laUnin Sovitica, el supuesto problema de se-guridad presentado por el rgimen castristaya no existe y no puede aliviar la contradic-cin entre el chantaje electoral e ideolgicodel lobby cubano-americano y los intereses delos capitalistas gringos, que se mueren de ce-los de ver sus rivales canadienses, espaoles omexicanos aprovecharse de la mano de obrabaratsima, bien educada y sin proteccin sin-dical autnoma que ofrece la isla caribea.Sera interesante saber si Schoutz se dio cuen-ta de que su tringulo de intereses coincidems o menos con una de las ms antiguas teo-ras implcitas del imperialismo, la que expo-ne el dignatario ateniense citado por Tucdi-des en la Guerra del Peloponeso: No hemoshecho nada extraordinario, nada contrario ala prctica humana, cuando hemos aceptadoel imperio que nos estaba ofrecido y nos he-mos negado a abandonarlo. Tres poderososmotivos nos impidieron hacerlo: el honor, elmiedo y el inters propio27. El honor, o sealas construcciones simblicas e ideolgicas dela identidad, el miedo, o sea las preocupacio-nes de seguridad y de equilibrio geoestratgi-co, y el inters propio, o sea el motivo econ-mico. Tal vez no estamos en un mundo tanposmoderno, y ni siquiera tan moderno.

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    debate25 Publicada en 1895 en la revista Sozialistische Akademi-

    ker de Berln.

    26 L. Schoutz, Beneath the United States. A History of USPolicy towards Latin America, Cambridge (Mass.), 1998.

    27 Tucdides 1.76.2, citado en M. I. Finley, Economy andSociety in Ancient Greece, Londres, 1981.