Rosa Caramelo

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ROSA CARAMELO TEXTO: Adela Tur TEXTO: Adela Tur TEXTO: Adela Tur TEXTO: Adela Turín Ilustraciones: Ilustraciones: Ilustraciones: Ilustraciones: Nella Nella Nella Nella Bosnia Bosnia Bosnia Bosnia Ediciones Lumen Ediciones Lumen Ediciones Lumen Ediciones Lumen

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ROSA CARAMELO

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Había una vez, en el país de los elefantes, una manada en la que los elefantes eran suaves, tenían ojos grandes y brillantes y la piel color rosa caramelo.

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Todo esto se debía a que, desde el mismo día de su nacimiento, las elefantitas comían solamente anémonas y peonías. No les gustaban las anémonas y todavía peor las peonías, tienen un sabor malo... Pero ¡eso sí!, tenían una piel suave y rizada y unos ojos suaves y brillantes.

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Los anémonas y los peonías crecían en un jardincito cercado y las elefantitas vivían allí y se pasaban el día jugando y comiendo flores.

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Niñas, decían sus papas, para ser suaves y rosa y tener hermosos ojos grandes hay que comer todos los días peonías y no dejar ni una sola hoja, sobretodo para que más tarde algún elefante quiera casarse con vosotras.

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Para ponerse rosa más rápidamente las pequeñas elefantas llevaban zapatitos color rosa, grandes cuellos color rosa y lazos color rosa en la punta del rabo.

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Desde el jardincito cercado las elefantitas rosa miraban a sus hermanos y a sus primos, todos de un hermoso color gris elefante, jugar en la sabana, comer hierba verde, ducharse en el río, revolcarse en el fango o hacer la siesta bajo los árboles.

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Solamente Margarita, por más anémonas y peonías que comiera, no se ponía ni siquiera un poquito rosa. Este hecho ponía muy triste a su mamá elefante y hacía enfadar terriblemente a su papá elefante.

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¡Margarita!, le decían, ¿por qué insistes con ese horrible color gris que queda tan mal a una elefantita?, ¿es que no te esfuerzas?, ¿eres acaso una rebelde?, ten cuidado Margarita, si sigues así no serás nunca una hermosa elefanta.

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Y Margarita, cada vez más gris, mordisqueaba unas cuantas anémonas y unas pocas peonías para que su papá y mamá estuvieran contentos.

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Pero el tiempo pasó y Margarita no se volvió rosa, su papá y su mamá, que poco a poco habían perdido la esperanza de verla convertida en una hermosa elefantita de ojos grandes, decidieron dejarla en paz.

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Y así fue como un día Margarita, feliz, salió del jardincito cercado. Se quitó los zapatitos, el gran cuello y el lazo rosa y se fue a comer de una hierba a otra, vio los árboles cargados de frutos y los charcos de barro.

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Desde el jardín las otras elefantitas la miraban, el primer día aterradas, el segundo día con desaprobación, el tercer día perplejas y el cuarto día muertas de envidia.

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Al quinto día las elefantitas más valientes empezaron a salir al jardincito una tras otra.

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Zapatitos, cuellos y lazos rosas quedaron abandonados entre las anémonas y las peonías.

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Después de haber jugado en la hierba, de haber probado riquísimos pastos y de haber dormido a la sombra de grandes árboles, ni una sola elefantita quiso volver nunca más a entrar a un jardín cercado ni a llevar zapatitos rosa, ni a comer anémonas, no hablamos siquiera de las peonías. Desde aquel entonces nunca más el color distingue los elefantes de las elefantas.

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YY…… ColorColoríín, n, coloradocolorado……

ÉÉste cuento se ha ste cuento se ha acabadoacabado

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