Rolena Adorno-Novedades en El Estudio Actual de La Cronística Peruana

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Novedades en el estudio actual de la cronstica peruana:

Novedades en el estudio actual de la cronstica peruana:

Las Casas, Guaman Poma y el padre Oliva

Rolena AdornoYale University

El ttulo que propone Regina Harrison para su ponencia de esta tarde, "ms all de las crnicas", tiene para m un doble sentido: primero, que hay ms que crnicas a tomar en cuenta en la produccin cultural del Per virreinal&emdash;lo cual es muy cierto-- y, segundo, que hay algunos de nosotros que evidentemente estamos obsesionados con las crnicas. Lo confieso de buena gana! Por qu ser? En cuanto al gusto personal, tienen para m la fascinacin del arte de narrar y, adems, la pasin de la polmica, presentada como si fuera un mero relato lineal, conocido, transparente. Pero hay mucho ms, y ese "mucho ms" consiste precisamente en ser o ofrecer los fundamentos para nuestras hiptesis sobre la historia intelectual de Latinoamrica y su literatura. El debate o la polmica no tanto sobre los hechos como sobre sus significados y el arte de narrar.

Es en torno a estos impulsos que quiero marcar un espacio&emdash;o, mejor dicho, una perspectiva--que llamar "el crisol de las crnicas". (El crisol: vaso modesto, a veces de barro refractario que se emplea para fundir alguna materia a temperatura muy elevada [DRAE 379b]). Pero las materias fundidas no son siempre estables y a veces se producen refundiciones que nos orientan de otro modo, que nos llevan en otra direccin. El crisol est caliente en estos das y gracias en particular a la revelacin o la publicacin de documentos poco conocidos o desconocidos, nos llevan hacia otras hiptesis. Celebro este hecho porque nos impone la obligacin de reconocer el papel de las crnicas en la formacin de la historia intelectual y literaria latinoamericanas y tambin de admitir que lo que tombamos como historia&emdash;el relato del desenvolvimiento de los hechos&emdash;es en efecto tradicin, como ha sealado mi colega Josefina Ludmer, es decir, el conjunto de nuestros modos (slo algunos entre muchos posibles) de aproximarnos a la red de acontecimentos perdidos y ausentes de la historia.

Las novedades interrogan frontalmente las tradiciones, es decir, nuestros modos de interpretacin del pasado, sin poder tocar, por supuesto, el pasado mismo. Por eso esta tarde tomo la posicin de que la historia est con los muertos y la tradicin est con nosotros. Las Casas, Guaman Poma y el padre Oliva descansan eternamente con sus secretos; somos nosotros los insomnes que seguimos dando vueltas a sus ideas. As es que quiero recalcar la actualidad del inters en las crnicas; son asunto nuestro porque nuestra es la tarea de dar forma a impulsos interpretativos que sealamos con los nombres de literatura e historia intelectual.

Tres son los nombres que quiero evocar esta tarde, pero no como individuos histricos sino colectivamente como fenmeno de su poca. Como personas histricas su peruanidad no se produce de modo igual. Uno naci, vivi y muri en el Per (Guaman Poma). Otro, italiano de nacimiento e ingresado al noviciado jesuita de su ciudad natal de Npoles, pas al Per a los veinte y pico aos en 1597 y hasta su muerte en 1642 residi en las misiones jesuticas de Juli y en los colegios de Chuquisaca, Potos, Arequipa y Callao (Giovanni Anello Oliva) (Porras Barrenechea [1962] 1986: 499). El tercero (Fray Bartolom de las Casas) jams pis el suelo peruano pero es sobre l o, mejor dicho, sobre sus ideas acerca del Per que ms se ha escrito. Hay que llamar lo que comentamos no "Las Casas" sino el "lascasismo", y en la medida en que este fenmeno toque a los otros crpuses textuales&emdash;el lascasismo es a primera vista uno de los hilos que los une&emdash;hablemos en esta ocasin de lo reunido bajo aquellos nombres como un fenmeno abarcador, como materia para interpretar.

Debo decir que es gracias a la publicacin de una serie de recientes aseveraciones inslitas que se ha tenido que volver a la tradicin consagrada sobre las crnicas tardas del Per (ver Laurencich Minelli, Miccinelli y Animato [1995] 1996; Laurencich 1998, y las respuestas de Estenssoro 1996, 1997; Bustamante Garca 1997; Alb 1998; Adorno 1998). Primero, para tomar en cuenta lo que sabemos de determinados crpuses textuales y evaluar las fuentes de informacin y documentacin a travs de las cuales lo sabemos y, segundo, para editar y conocer mejor otros crpuses demasiado poco conocidos. Y lo hemos hecho; resumamos aqu las conclusiones de nuestras indagaciones. Pero, primero, la pregunta: por qu es tan vulnerable la tradicin de interpretacin de las crnicas que hasta ahora se han ido elaborando sobre el ritmo pausado del avance de las investigaciones (y no sobre las bases de la pura arbitrariedad)?

Creo que la respuesta se encuentra, no exclusivamente pero en gran medida, en el hecho de que hemos credo demasiado en la integridad de la persona que se presenta como el autor y en quien hemos invertido demasiada fe. Ha sido un impulso muy ingenuo pero se debe, con cierta lgica, al hecho de que le demos al cronista cierta credibilidad en cuanto al valor referencial del mundo que representa en sus escritos. Pero no es que hayamos tomado a los que ahora llamamos cronistas (los que lo eran y a los que hemos bautizado como tales) como personas fidedignas porque presuman representar con una fidelidad perfecta las experiencias que vivan. Al contrario, los vemos tambin como polemistas, como combatientes en guerras polticas e ideolgicas cuyas estratagemas hemos podido analizar y apreciar dentro del marco de metas mayores y sin la necesidad de compartir, por nuestra parte, los valores expuestos (como la supuesta legitimidad de la guerra contra los indios, por ejemplo).

A pesar de poder evaluar las posiciones o explcitas o indirectas y a escondidas que tomaban, hemos, sin embargo, cometido el error de verlos como personas. Y esto, en el mundo de las investigaciones en la poca de la prensa sensacionalista, es muy peligroso. El "aha!" que surge colectiva y exuberantemente al saber que un alto ministro del estado (o un presidente de la repblica estadounidense) se ha cado de su pedestal de honor es muy parecido a la exclamacin (otro "aha!") que nos espera cuando se anuncia (sin la necesidad de probarlo) que un cronista en quien hemos invertido fe y confianza es un charlatn. Cmo, entonces, evitarlo? Aproximarnos a los textos no como obras discretas de individuos particulares y nicos (santo o mrtir, charlatn o sinverghenza) sino como redes de escritos que se entretejen, que conversan entre s (de la manera que sus "autores individuales" los concibieron).

Las novedades que en mi ttulo promet mencionar son tales que slo se pueden apreciar de este modo. En cuanto a los textos relacionados con el nombre Felipe Guaman Poma, se trata de la publicacin de una serie de documentos que en los ltimos aos ha tenido varios puntos culminantes (ver, por ejemplo, Stern 1978; Pereyra Chvez 1997).

Uno de ellos es la publicacin completa de una compilacin de documentos y peticiones legales que se ha conocido fragmentariamente desde los aos cincuenta (Maarica 1955;Guilln Guilln 1969). La publicacin del Expediente Prado Tello en 1991 no slo revela las actividades jurdicas de un Felipe Guaman Poma y sus familiares y vecinos durante la dcada de 1590 sino que se coordina con otros documentos&emdash;la Compulsa Ayacucho (la sentencia criminal contra Guaman Poma efectuada en 1600) y la propia Nueva cornica&emdash;para destacar toda una red de actividades cuyo punto culminante fue la desilusin con el sistema jurdico colonial y la decisin de tomar la pluma para informarle al rey sobre los asuntos de la colonizacin en "Las Yndias del Per" (ver Zorrilla 1977; Prado Tello y Prado Prado 1991; Adorno 1993).

El estudio del Expediente Prado Tello tiene dos resultados: primero, el documento aporta ms veracidad que escepticismo a la relacin parcial de la experiencia vital de Guaman Poma tal como se la describe en la Nueva cornica y buen gobierno. Segundo (y ste es un efecto muy saludable), nos permite deshacernos del auto-retrato de Guaman Poma como defensor de "los pobres de Jesucristo" para poder trazar la evolucin de una experiencia personal que va desde ser un demandante local hasta alguien que, sin perder de vista sus intereses personales, ampla considerablemente su perspectiva poltica: no busca slo la restauracin de sus propiedades y terrenos sino tambin la restauracin de la soberana peruana a los peruanos (Adorno 1992).

Otro logro de gran importancia ha sido la localizacin en Irlanda por Juan Ossio del perdido manuscrito Loyola (1590) del padre mercedario Fray Martn de Mura (O'Brien 1996; Ossio 1998). Basta sealar aqu que de las 112 acuarelas que componen el manuscrito, hay muchsimas que son muy semejantes o exactamente iguales a las de Guaman Poma en la Nueva cornica. Por otro lado, se relacionan claramente con las acuarelas del conocido manuscrito Wellington (ahora, propiedad del Museo Getty) del padre Mura (ver Ossio 1986). As nos aproximamos al dibujante de la Nueva cornica no como un individuo aislado sino como miembro de algn equipo de trabajo, quizs no slo en el taller de Mura sino tambin, como seala Ossio (1998: 277), de un equipo familiar: "la gran mayora [de las acuarelas del manuscrito Loyola], por la semejanza que guardan con el estilo de Guaman Poma, podran haber sido hechas por este mismo autor y por otros miembros de su familia a semejanza del trabajo mancomunado que hacen actualmente algunas familias de artesanos".

Recuperando una parte importante del caudal de las obras del padre mercedario, Ossio contina la lnea de investigacin inaugurada en los aos sesenta por Emilio Mendizbal Losack (1961, 1963), seguida por el historiador espaol Manuel Ballesteros Gaibrois (1978-79, 1981) y actualizada por los estudios de Thomas Cummins (1992, 1993, 1999) y Teresa Gisbert (1992), entre otros. Gracias a la cada vez ms abundante documentacin, se puede ubicar el arte visual de la Nueva cornica dentro de un contexto y una red relevantes a la produccin artstica provincial de las localidades habitadas por Guaman Poma y los suyos en Lucanas y Aymares (Ossio 1998: 271).

Otra novedad surgida en los ltimos aos ha sido el modo o mtodo de produccin de la Nueva cornica. En cuanto a la obra visual, Ossio piensa, como acabamos de mencionar, en la posibilidad de un equipo familiar y, en cuanto a la prosa de la Nueva cornica, Jos Crdenas Bunsen (1998: 70-71, 75, 92), en su tesis de licenciatura de la Universidad Catlica de Lima, propone que la obra es el resultado de un dictado en la cual el que dicta participa a veces muy de cerca, de modo que la obra es en gran parte responsabilidad de uno o varios amanuenses. Su anlisis es linghstico; compara las obras transcritas con el texto redactado y tambin estudia los tipos grafmicos empleados (Crdenas Bunsen 1998: 92-98). Identifica tres tipos distintos, identificando slo el tercero&emdash;el de las ms de ciento veinte enmiendas a pie de pgina, identificadas como tales por Adorno (1979-80, 1980)&emdash;como hecho por Felipe Guaman Poma.

Con respecto a letra e imagen en la Nueva cornica, veo esta opcin tan plausible como imposible de probar definitivamente sin encontrar evidencias claras que apuntan a otras personas. Plausible, sin embargo, porque en la Nueva cornica se habla siempre de que su autor tena alrededor suyo varios "discpulos" , leamos ayudantes, a quienes enseaba a leer y escribir. Pensar en el modo de produccin del libro manuscrito es, en todo caso, valioso, no slo en s sino que sirve para repensar tambin el carcter potencialmente colectivo de las obras cronsticas en general. (Cynthia Stone [1999], por ejemplo, ha avanzado mucho el estudio de la Relacin de Michoacn descubriendo y analizando su composicin colectiva por frailes e indgenas eruditos del pueblo purpecha en los aos 1520.)

El corpus de textos que slo recientemente ha salido de la sombra son los manuscritos identificados con el nombre del padre jesuita Juan (Giovanni) Juan Anello Oliva. Hay dos: uno, que sirvi de fuente para la edicin limea del primer (y posiblemente el segundo) libro de su historia del Per bajo el ttulo Historia del reino y provincias del Per de sus Incas Reyes, descubrimiento y conquista por los espaoles de la corona de Castilla con otras singularidades concernientes a la historia, est perdido (ver Oliva [1631] 1895). Otro se conserva en la Biblioteca Britnica y se ha editado el ao pasado, tambin en Lima, bajo el breve ttulo Historia del reino y provinicas del Per (ver Oliva [1631] 1998). Segn su editor, el ttulo que lleva el manuscrito es Historia del reino y provincias del Per y varones insignes en santidad de la Compaa de Jess (British Library, Additional 25327) (Glvez Pea en Oliva 1998: xxiv).

La comparacin de las dos ediciones impresas no produce grandes revelaciones como se ha querido ver, pero se pueden adelantar las observaciones siguientes: primero, la relacin de las dos versiones es muy estrecha. La edicin de 1895 produce virtualmente el mismo texto que la edicin de 1998, con la nica diferencia que en la edicin diecimonnica se omiten los pasajes presentes pero tachados en la edicin reciente, basada en la copia de la Biblioteca Britnica. Es decir, es posible que en el manuscrito limeo no figuren los pasajes tachados. En ese caso, sera lgicamente una copia manuscrita posterior a la versin britnica. Pero tambin es posible que los editores de 1895, viendo largos textos borrados, sencillamente tomaron la decisin de saltarlos. (As opina Glvez Pea [ en Oliva 1998: xxix-xxx, nota 18]). En ese caso, sera imposible identificar cul de los dos manuscritos&emdash;el limeo perdido o el britnico conservado--es ms temprano. En cualquiera de los casos, lo importante es que los dos manuscritos son virtualmente idnticos.

Segundo, y esto es evidente slo por las tachaduras en la versin britnica, haba cierto protagonismo primero otorgado y luego quitado al jesuita mestizo Blas Valera, y se trata de su posible autora de un "vocabulario de mano" del quechua. El redactor del manuscrito britnica le otorga y le quita la atribucin, y la versin impresa de 1895 nunca lo presenta; estaba ya eliminado del manuscrito limeo o sus editores en 1895 optaron por no repetir los pasajes tachados. (La incertidumbre sobre la autora del vocabulario por parte del que redact el manuscrito desmiente su conocimiento personal del jesuita mestizo en cuestin.) Tercero, la consistencia entre las dos versiones de la obra disminuye la posibilidad de posiciones radicales tardas por parte de los productores de los dos manuscritos. En efecto, la casi identidad de las dos copias reafirma una posicin ortodoxa en cuanto a la religin cristiana y una poltica conservadora con respecto al derecho de la corona espaol al dominio en tierras americanas (ver Adorno 1998; Alb 1998).

Cuarto, la introduccin y la subsiguiente eliminacin de largos pasajes de Las Casas, donde Oliva cita la Brevsima relacin de la destruccin de las Indias sobre la conquista del Per, no revela una actitud reformista sino ms bien un gran disgusto por la violencia de la conquista y sus consecuencias. La eleccin de textos del padre dominico no revela a un lascasista interesado en la reformacin del rgimen colonial ni mucho menos en su sustitucin por un orden soberano andino (ver, al respecto, Casas [1564] 1958). Al contrario, se aprovecha la simple arenga en contra de los conquistadores que Las Casas haba preparado en 1542 y publicado en 1552 para convencer a la corona de crear leyes para la abolicin de la esclavitud tanto como de la encomienda.

Al ver su empleo del texto de Las Casas ms de cerca, observamos lo siguiente: primero, cita textualmente al obispo de Chiapas a quien se refiere como "santo varn" sobre las crueldades de la conquista del Per (el testimonio sobre sta es de Fray Marcos de Niza) y tambin al obispo de Santa Marta (Fray Juan Fernndez de Angulo) sobre la imposibilidad de llevar a los indios a la fe debido a la tirana actual de los gobernantes y soldados espaoles" (Oliva 1998: 185-87, 189-90; ver Casas 1552 [1993]: 134-36, 160-63).

Fernndez de Angulo, en una carta de 1541 al emperador, destaca "como los que gobiernan por estas partes merecen ser desgobernados para que las repblicas se aliviasen" y "como en estas partes no ay christianos sino demonios; ni ay servidores de Dios, ni del rey, sino traydores a su ley, y a su rey" (Oliva 1998: 189; Casas [1552] 1993: 135). En breve, destaca la imposibilidad de llevar a los indios a la fe porque, dice Oliva citando a Las Casas citando a Fernndez de Angulo, los indios "tienen por mejor morir de una vez que no de muchas en poder de espaoles" (Oliva 1998: 190; Casas [1552] 1993: 135).

Segundo, el propsito de citar a Las Casas es, como se seala tres veces, "para que por ella se vea . . . el estado miserable que tuvo la christiandad en el Per por aquellos primeros aos" y para comprender "cmo toda la buena semilla que sembraron los ministros evanglicos y varones religiossimos en las almas de los indios o quedar ahogada de espinas y malezas de malos exemplos que les davan los christianos, o del todo arrancada y desecha por el cruel y inhumano tratamiento de los mismos" (Oliva 1998: 184, 190). Tercero, la obra de Las Casas no se considera como algo clandestino o retirado de circulacin por las autoridades civiles sino como un libro pblico y disponible al que lo quiera leer: "el lector los podr ver si quiere en el mismo autor y obra impresa en Sevilla por el ao de 1552" (Oliva 1998: 184).

Cuarto, y esto es ms importante, todo esto no lleva la marca del lascasismo radical, es decir, del ltimo Las Casas, de 1564-66, que recomienda la restauracin de un gobierno andino y el abandono por parte de la corona de Espaa de las Indias. Es, como claramente se seala, el Las Casas "apostlico" cuya autoridad se trae a colacin (Oliva 1998: 183). La Historia de los reinos y provincias del Per de 1631 repite el refrn de la queja misionera ms comn de todo el siglo XVI: es imposible cristianizar a los indios cuando los propios cristianos no obedecen ni la ley de Dios ni la del rey. La Brevsima relacin de Las Casas es una de las nicas obras impresas que ofrece, al comienzo del segundo siglo de la presencia espaola en las Indias, autorizados testimonios sobre los obstculos a la predicacin que rigen desde el primero.

Radical, en contraste, es el empleo de Las Casas en la Nueva cornica y buen gobierno en los mismos aos o de una o dos dcadas antes. La comparacin merece hacerse con la obra del jesuita no slo para recalcar lo que Oliva no es, sino, por la claridad con la cual el lascasismo aparece en la Nueva cornica, para hacer de nuevo la pregunta sobre cun extensa era la influencia del lascasismo en el Per durante las primeras dcadas del siglo XVII.

Fue en los aos setenta que descubr (Adorno 1978) en la Nueva cornica la transcripcin y modificacin "a lo andino" de pasajes claves del Tratado de las doce dudas de Las Casas, una de sus ltimas obras terico-jurdicas, escrita en el modo escolstico, en 1564. En ese tratado, Las Casas aboga por la soberana de todos los pueblos en sus propios dominios, declarando que las conquistas en Amrica haban sido no slo injustas sino ilegales, y concluyendo que el rey espaol "est obligado, de necesidad de salvarse, a restituir los reinos del Per al Inga nieto de Huayna Capac" o al que "fuere heredero de los dichos reinos" y que "es obligado a dar a los dems seores lo que fuere suyo" (Las Casas [1564] 1958: 531). El lascasismo radical consiste en tomar partido por la restauracin del Incario.

Por eso, la propuesta tantas veces burlada de la Nueva cornica es, en efecto, el lascasismo en su forma autntica y radical. Guaman Poma (1980: 963) le ofrece al rey Felipe III un hijo suyo, "prncipe deste rreyno, nieto y bisnieto de Topa Ynga Yupanqui, el dcimo rrey, gran sabio" para ser una de las cuatro cabezas coronadas del mundo (el rey andino, otro rey cristiano, otro negro y otro moro), con la condicin de que Felipe, como "monarca del mundo" sobre todos ellos "no tiene juri[s]dic[c]in" sino que la tiene cada uno de los cuatro reyes en sus dominios respectivos.

La evidencia que presenta la Nueva cornica es crucial. Indica que s hay un lascasismo vigente en el Per en la primera parte del siglo XVII. En vez de despachar al autor como un fantico descabellado (conclusin fcil al pensar en el "autor" como un individuo aislado, un tipo de Don Quijote que vive por sus libros y en el mundo privado de su imaginacin), se debe buscar otros interlocutores y recursos, repensando la creacin de la obra como un posible proyecto realizado en base a muchas consultas diversas si no colectivamente. Mi conclusin provisional es que hay que hacer este esfuerzo (dada la evidencia del caso de la Nueva cornica) pero que no se puede llamar "lascasismo" cualquier cita de Las Casas (el caso de la Historia del reino y provincias del Per). Aunque el celo evangelizador que se destaca en sta formaba parte de la visin de Las Casas, el lascasismo se define por su dimensin reformista, o subversiva, si se quiere. (Por eso el investigador dominico Isacio Prez Fernndez (1986: 3, 7) define su inters histrico en temas lascasianos como el "espritu lascasiano", queriendo decir por la frase "el modo de pensar y actuar del Padre Las Casas en lo tocante a la evangelizacin de las gentes indianas", y la "funcin animadora" que ese espritu "ejerci en la primera evangelizacin del Per").

El lascasismo nos lleva, al final, a la perspectiva que intent abordar al principio: es un ejemplo instructivo sobre la necesidad de evitar la trampa de imaginar al cronista y su crnica como fenmenos nicos, individuales, incluso romnticos. Por eso destaco la idea del "crisol" de las crnicas. Las novedades de los ltimos aos respecto a Las Casas, Guaman Poma y Oliva se entretejen entre s y cada uno en s manifiesta razones para hacernos imaginar en esfuerzos colectivos. La evaluacin concienzuda de la tradicin cronstica demanda la superposicin de redes complementarias sobre nuestros objetos de estudio y los esfuerzos colectivos de los estudiosos. La obsesin por las crnicas jams puede ser un lujo solitario; el insomnio compartido es ms agradable.

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