Rolando Cárdenas Obra Completa

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Rolando Cárdenas Obra completa ******* — Según la recopilación de Ramón Díaz Eterovic — © Ediciones La gota pura, Santiago de Chile, 1994. *** Breve noticia sobre el poeta. Vivió 57 años Rolando Cárdenas (1933-1994), lo suficiente para escribir una obra, densa, delicada, imprescindible para comprender la naturaleza humana puesta en un lugar tan distante como mágico, tan hostil como entrañable, tan humilde como orgulloso de sus raíces y soledades. Señala

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obra completa del gran poeta chileno

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Rolando Crdenas

Obra completa

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Segn la recopilacin de Ramn Daz Eterovic

Ediciones La gota pura, Santiago de Chile, 1994.

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Breve noticia sobre el poeta.

Vivi 57 aos Rolando Crdenas (1933-1994), lo suficiente para escribir una obra, densa, delicada, imprescindible para comprender la naturaleza humana puesta en un lugar tan distante como mgico, tan hostil como entraable, tan humilde como orgulloso de sus races y soledades. Seala el tambin poeta de la ltima o primera regin del mundo, Marino Muoz Lagos, que su poesa se identifica con su vida primera, sus aos de nio escolar y una adolescencia que se pierde en la distancia de sus huellas. Cierto; mas es cierto tambin que sus textos se identifican con el correr del vino cuando anda la poesa en las palabras roncas de antiguos bebedores.Crdenas, vivi sus primeros aos en Punta Arenas, fue hijo de su tiempo y no le fueron ajenas las cosas del mundo; lo prueban, si algo, su profesin de Constructor Civil o su militancia en el Partido Comunista chileno. Era un hombre delgado, ms bien bajo, moreno; pocas veces se lo vio sin corbata, con los zapatos deslustrados; jams tuvo conducta altanera y no conoci la avaricia. Como escribe en un poema de Trnsito breve, 1959, Premio del concurso convocado por la Federacin de Estudiantes: Nos sacamos nuestras mscaras de sueo / para penetrar en el da. De pronto recordamos / que hay cosas que decir / sin importancia alguna, / copiar actitudes como ante un espejo / de una manera implacable, para ser una vez ms fantasmas entre fantasmas. Slo que no fue, no es, un fantasma. Tal vez quienes le conocimos y conocemos sus trabajos quisiramos que no se convierta en un espectro ms, como tantos olvidados, en un pas que pierde la memoria, que la hace acomodaticia. Porque se lo olvida. El punto es que estamos recordando a un poeta muerto en aras del olvido, dijo Juan Pablo Riveros refirindose al poeta que haba muerto. El olvido es otra forma del extraamiento. Apunta Riveros: En efecto, Rolando Crdenas fue un exiliado porque en el Sur se nace en el exilio. La provincia blanca, como la llamaba Crdenas Vera, es el lugar del silencio del viento, el silencio de la nieve, es la embrujada blancura que penetra el corazn y que jams podr olvidar, como no se olvida el amor primero.Francisco Vjar apunt alguna vez: En el fondo, l nunca sali del espacio fsico de Magallanes, conocedor de sus costumbres y de un realismo secreto revelado a travs de la alquimia del verbo convertido en el oro de la poesa, que a ratos se ajusta a lo que Jorge Teillier llam "los poetas de los lares". Tellier y Crdenas fueron amigos por muchos aos, y si sus trabajos a veces parecen dos paralelas a punto de tocarse, los de Crdenas se hunde en otros territorios, busca tambin lo material, lo que pertenece al trabajo y a la vida de sus contemporneos. Lo cita Vjar: l haca suya la misin de mostrar al hombre a travs del paisaje, que tan vinculado est a su esencia y su quehacer.Recuerda Ramn Daz Eterovic a cuya generosidad y esfuerzo se debe la publicacin en 1994 de las obras completas de Rolando Crdenas cmo cay en sus manos un libro suyo y qu efecto le produjo: En sus poemas estaba retratado mi mundo, las calles de Punta Arenas, su clima, el paisaje, la nieve y el sentimiento de los hombres que lo habita. Fue como reconocerme en un espejo y al mismo tiempo, sentir que despus de esos versos ya no poda seguir siendo igual. La transformacin que provoca la poesa en cualquier lector se haba producido; y para quien aspiraba pergear sus primeros versos, encontrarse con una visin particular de su hbitat fue, sin duda, un descubrimiento. A Daz Eterovic debemos agradecer que los textos de Crdenas hayan podido llegar a estos estantes virtuales.La obra publicada del poeta son un puado de libros: Trnsito Breve (1959), En el Invierno de la Provincia (1963), Personajes de mi ciudad (1964), Poemas Migratorios (1974), Qu, tras esos muros (1986) y el pstumo Vastos Imperios, que correga la ltima vez que nos vimos en su departamento silencioso de la calle Teatinos de Santiago de Chile su compaera haba partido hacia el ltimo horizonte poco antes.

Lagos Nilsson(www.pieldeleopardo.com)

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Transito breve, 1959

(Primer Premio de Poesa en el Concurso Nacional Universitario,organizado por la Federacin de Estudiantes de Chile FECH en 1959).

Epitafio para un infante

Ahora que la lluvia baj con sus reflejosy galopa aromando la noche y las veredas,es intil tratar de retener esta callada soledaden que no existe ni la tristeza,ni la buena esperanza,ni siquiera el secreto anhelode quedarse con un puado de estrellas en las manos y para siempre.

Nada revela casi, slo la lluviaque esta noche anda alzando races por la tierra,que con el alba brotarn los pjaros,pero de un modo dulce y vago,como esas viejas leyendas de la infancia.Sin embargo, es muy cierto que la noche est afueracon su presencia de agua sola,y que el silencio est presente como un aroma.Entonces, digo,se puede brindar, a veces, por la soledad,de la misma manera que por una alegra,sobre todo ahora, que no existe tristeza,ni la buena esperanza,ni siquiera una carta que nos hable de otras cosas desde otras latitudes.

Bsqueda

A veces es bueno abandonarse al propio olvidocomo si el saber sonrerfuera ms fcil que morder una fruta.Ir por las calles perfectamente solo,sin ms compaa que nuestra cotidiana tristeza y nuestros pasos,amando una vez ms la sencillez del airede la manera como se recuerda la infancia,o ese otro tiempo pulverizadocuando se buscaban las primeras estrellas en las charcas.

Es bueno sentarse entre amigos y vasosa observar como todos abandonan algo suyoen la msica que los impulsa y transforma en seres sin huesos,mientras la noche trepa por los murosbuscando tambin dnde esconder su espera,y despus salir hacia el albacon un poco ms para alimentar futuras soledades.

Es bueno comprender que estamos hechos de recuerdos,un poco de tiempo que crece sin escucharnosy de muchas cosas que no comprendemos.

A veces es bueno detenerse a contemplar la hoja que caecuando la palabra primaverano es lo que nosotros quisiramos que sea.

El hombre cotidiano

Hay un gesto cotidiano que nos dice:hay un modo de estar que nos delata,y siempre el tiempo que nos recuerda quines somos.

Se nace una maana empapado de albadespus de recorrer la infancia ms remota,despus de volver del colegiocomiendo una naranja lentamente,sin fijarse mucho si estamos sobre un puente,sin ver apenas cmo alas dibujan el paisaje.

Nos sacamos nuestras mscaras de sueopara penetrar en el da. De pronto recordamosque hay cosas que decirsin importancia alguna,copiar actitudes como ante un espejode una manera implacable,para ser una vez ms fantasmas entre fantasmas.

Entonces nuestra tristeza nos recuerdaque alguna vez podemos herir el da con el grito,para arrojar entre ruinas este lento morir,ms breve an que la luz en el agua.Que podemos liberarnos de esas cosas antiguasque siempre se suceden cansadas como siglos,y que se puede resucitar la lluvia entre las piedras,y siempre nuestro olvido,sin necesidad de esperar las estrellaspara buscar en el diccionario la palabra extraviada.

Hora nocturna

Mientras bebo este caf a pequeos sorbosme voy por los recuerdos como un ecoen esta noche de horas triturndose,sin hacer ruido,como si la noche misma fuera muy pocoy el caer de la hoja no importara a nadie,ni siquiera a ti,que lees reclinada en las estrellassin reparar en el movimiento repetido.

El silencio me dice que soy dueo de la vozpara que te haga presencia nica y querida,de esa manera que t sabes,y tornes menos penosa esta realidad apretada.Pero nada me revela que t existesa pesar que el agua te ilumina los ojos,tu respiracin me llama a la ansiedady tus manos recuperan la caricia.

No hay nada que defina esta hora nocturnatranquila como la luz ms suave,o como la llama que el aire no sacude.

A la deriva, a tumbos, voy por mis pensamientossintiendo como la noche sube hasta el sueo,pero callado y solopara no turbar tu abandono apacible,y para recobrar de a poco,en la extasiada hora,algo de tu presencia antigua,diferente a la que ahora sube del temblor de tu pecho,y yo vuelva a ser entoncesel mismo que acarici tu adolescencia ya apagada entre las horas idas.

Desde ahora que te amo( a M.M.).

Desde ahora que te amo,t ya no eres la misma.Mis manos rudas te han moldeado,arcilla pura de ojos negros,dndote la forma de lluvia de mi infanciay esa suave tristeza que es ma desde antes que te viera.

Llegaste desde el sur,desde el alba surea con su rumor de feria,aromada de pueblo,con tu cuerpo empapadopor las lluvias tranquilas de tu Chilln amado.

Traas en tu traje un pedazo de tardey en tus manos calladas el adis de los trenes.

T ya no eres la mismadesde el minuto que mis palabrascayeron gota a gota en tu silencioderramando mis sueos estrellados.

Ah, corazn de campana,pudiste hacer ms leve la cada del tiemposobre tanta ternura fugitiva,y sobre esta tristeza abandonada de esperar tanto cielo.

Qu importa entonces que yo ahora te nombrey te diga que eres para el recuerdoms dulce que la luz de una estrella;que a veces me callaba para escuchar tu risa,o que eres siempreel bcaro musical que encerr tu presencia sencilla.Tal vez, te amo por eso,y porque te pareces a mi pueblosituado al sur del universo,oh, duea del paisaje alucinado,presencia y mensaje de las lluvias azules,absoluta fragancia de tu Chilln amado.

Recuerdo pstumo a mi madre

Yo no recuerdo bien como era.La conoc muy poco; apenas con mis aosan sucios por la tierra de juegos infantiles.

La evoco en un trompo que no giraba.En los barcos, las casas, las primeras palomasque me enseaba a hacer en mis cuadernos,inclinada a diario ante el estupor o los sollozoscomo la ciencia ms perfecta.

Era duea del alba y de la noche alzndose.Desde el roco, su canto quedaba encerradoentre las paredes de esa casaque todava alza su estructura entre el viento y la nieve.Sus pasos revivan las cosas en las habitacionescomo el acontecer ms simple,realzados en el alegre tintinear de las vasijas.Y la infancia, guiada sabiamente por su mano,tena entonces un agridulce sabor de manzana madura.Se iba una primavera, luego, otras primaveras,y siempre una misma dulzura imperturbableagobiaban sus ojos como una fina niebla.

Ahora yo recuerdo tambinque una suave tristeza le trizaba la risacomo una imperceptible llamarada.Ella era triste. Una tristeza de llovizna lentale andaba por las sienes o hera la palabra ms cierta.

Pero yo comenc a querer su ternura profundadesde que me entreg su ms pura cariciaen un da de otoo o invierno,cuando an era una tristeza indefinida.

Desde ese da, de pronto verdadero,su presencia invariable vigilaba mi pany el pan de mis hermanos ms pequeos.Su sueo interrumpidonos guardaba del dulce tiempo del sol,de abril y de sus lluviasque retozan a bosque en las tierras del sur.

Por ese entonces, yo ignoraba que mi madretraa su sonrisa intactay la tranquila ternura de sus manosdesde el verde archipilago chilote.Tal vez, por eso, tena un aroma de cntaro,una presencia de agua que murmurapenetrando las siembras. Era como esas pequeasaldeas azules que conoci en el tiempo de las estrellas.Por su frente vagaban los crepsculos,y en su sonrisa levela quieta transparencia de la espiga.

Cuando mi padre marchaba a sus faenasllevndose un poco de su gesto severoen su caballo y en sus callosas manos campesinas,una secreta alegra columpiaba en los vientos.Los atardeceres bajaban brumosos de grisdestiendo las cosas, borrando los contornos.Los das domingo eran divididos por los cantosde algn gallo. En las noches de invierno,odiosamente largas, junto al fuegoque consuma las horas y la lea,mi madre nos lea.Yo penetraba entonces con temeroso asombropor el ancho horizonte del pas encantado,degollando gigantes, murindome de estrellas y soldado.

El tiempo floreca. Se iba haciendo campana.Creca por el cielo en golondrina,o como un espejo que busca la imagen extraviada.Y siempre su presencia iluminaba como un agua,de una manera sabia y exacta, como las estaciones.

Pero un da el silencio lleg a recuperarlay a llevarse su alba de sueo o esperanza.Yo la vi esa tarde. Se fue con su tristezade llovizna lenta, con su sonrisa leve,con su ternura incompleta. Yo no entenda nada.Solamente senta una especie de callado asombroante el misterio. Todos los aosel invierno marchita las flores que la cubren.

Dime

Dime, pequea ma,en esta hora inalcanzable y solaque se estira hasta ser todo el paisaje,algo de esas cosas que yo he olvidado,o de este nuevo tiempo de soledad creciendo.

Dime,antes que esta tarde se caiga entre las hojas,o antes que tus palabras se tornen musgo suave,que yo me har el silencio para aduearme de tu voz.

Dime,que yo te escucho desde aqu,desde esta mesa con olor a selva,desde estas cosas que te recuerdan por instantes,desde estas horas solas subiendo como enredaderas.

Ahora que me nace todo ese amor antiguo,yo ser apenas un leve soplo para retener tus palabras.

Dime, pequea ma,lluvia herida, amada ternura,querida heredad perdida entre los aos,dime todo, algo. No importa.Pero dime.

Interior

Dices que me quieres mucho.

Lo dices recostada en las tardesy con tu risa clara en las maanas.Se cae de tus manos el amor hecho vozy lo repite todo lo que est cerca tuyo.Es como si llevaras a cada cosa que tu alma tocala protesta de amor tanto tiempo guardada.Te quedas temblando en las palabras.

Dices que me quieres mucho,y me gusta como lo dices.Es como una blandura de hoja verdeque viene recorriendo los otoosdesde el pas donde no existe el vuelo,desde donde la boca queda extticaesperando el regreso del alba que paseaba en la noche.

Lo dices as:que me quieres mucho,y tu voz juega a besos cuando hablas.Entonces yo envuelvo tus palabras sencillas entre mis brazos,temeroso, tal vez, de que no sean ciertasy esta triste alegra se me trice en la ausencia.

Siempre llegabas a la espera crispadaempapada de adioses,con un nuevo vestido para la fiesta nuestra,con tus manos tranquilas cargadas de cariciascomo un racimo de jugosa fruta,con un nuevo aletear en tus palabrasque vertas como un agua sobre mi espeso silencio.

Eso de que me quieres mucho,ya lo tengo guardado en mi libro del tiempo como una hoja seca,y cuando t, as me lo decas,el tiempo no era otra cosa que un desmayar de horas.

Yo nunca he recordado cuantas cosas deca,y que, a veces, creaban la sonrisacon esa suavidad que haca que todo se sintiera conmovido.Slo s que eran ciertas,tan ciertas como que ahora an te tengoantes que llegue la hora endurecida del olvido.

Cuando tu voz se alzaba como un vientoa decirme eso de que me quieres mucho,yo lo guardaba ya, postrer rumor sin eco,en mi libro del tiempo como una hoja seca.

Voz de pasado, amada, que no alcanza al futuro,ahora se deshace en adioses!

Retrospectiva

Hasta hace poco tiempo te tenay recoga de tu boca el amorcomo una cosa ma,con la naturalidad con que se bebe un vaso de agua fresca.

Mi tristeza te llamabacomo algo necesario,llenndote las manos y los ojos con mi doble gritoentonces ms entero que la plenitud misma.

Si ahora yo te digo que eres otra,es porque te quedaste en primaveray el asombro es un sueo jams recuperado.Ahora que es otoo,tiempo de campanadas diluidas,de alegras que ya no se alzarn, iluminndome de pronto,tu sombra danza enloquecida alrededor del vino,como un secreto material extraoque ya nunca se muerey siempre resucita en su sabor orgistico,ms agrio que el recuerdo inagotable.

Sin embargo,por todo el tiempo azul que poseste,yo no quera huir de tu angustia cada da,a pesar que me sobraban tus caricias de otras horas,y a pesar que t nunca dijiste:An es tiempo de recobrar este cielo intacto.

Mientras yo caminababuscando el nervio de mi propia vida,buscando una salida en mi destierro,cayendo de abandono en abandono,murindome por dentro sin saberlo, rebelde y desmedido,acostumbrando el alma a la ausencia y a la falta del beso,t destruas el hallazgo y su ms pura llama,trizando todo un alba de revelado sueode la misma manera que un tronchar de alas,sin importarte mucho,como si el aroma primero volviera a renovarse.

Es imposible entoncesque busque en mis recuerdos para hallarte como antes.Tal vez, por eso, te olvido por instantes,porque no te puedo situar ni situarme,precisamente ahoraque ms necesito de la palabra lcidapara huir del extraviado sueo,para penetrar por tus actos ms profundos e ignotosen busca de una luz para todo el tiempo calladamente herido.

Ahora en este otoo que escapa por las hojas,yo no s si es muy tardepara un nuevo morir o renovarse.Slo est mi tristeza que a veces se ilumina,porque desde el fondo de los retratos me sonrescomo si todava fuera primavera...

Retenida imagen, casi irreal presencia,a pesar que el tiempo tendi su rostro torturado,mi soledad te llama nuevamentecomo una cosa necesaria y cotidiana.

Elega del futuro suicida

Yo hablo de la integridadcomo si la palabra misma fuera indivisible,o como si todo alguna vez no retornara a nada.

Pero esto no es as.

Llega un momento en que se acaba el sueo.La mano ya no quiere aprisionar.La flor se desploma sobre el musgo.Los ojos quedan secos.La caricia no existe.Ni la palabra amada.Ni el rumor que se levanta del saucedal frondoso.

Nada importa que el viento golpee en cada puerta.Ni que la lluvia humedezca nuestro calzado y nuestra alma.Ni que la abulia sea un buitre que devora a pedazos la esperanza.

Se quiere aprisionar la risa en el puocomo una mariposa,pero ella se aleja hacia otros privilegios.No quiere compartir el beso que la boca entrega en la ausencia,ni el cuerpo que se da en la hora furtiva,ni la palabra que impulsara a conquistar el aire.

La soledad alzndose, infatigable planta,va construyendo un clima de sonrisas enlutadas.La memoria yace derribada por la asteniaen actitud de delirio.Ni siquiera es capaz de crear el grito salvaje de la angustia.

La indiferencia penetra por la piel royndola de a poco.El asombro por lo que no cremosse va quedando slo en pesadumbreque nos va sealando nuestra propia miseria resignada.La alegra misma ha quedado derribada en algn rincn de nuestro propio olvido.

La lengua no blasfema.Est exttica y sola.A su lado est tambin la cancin truncaque en un principio pregonaba la fuerza.

El corazn se va quedando solo.Solo en el da.Solo en la noche,como un grito abandonado y yerto.

Ya nada es demasiado indispensable,slo el aire.Lentamente el cansancio va forjando su lgrima.Todo es latir apresurado hacia el final,porque en la hora dura no queda nada:la pureza,el tiempo del amor iluminado,el beso antiguoson casi dolorosa inexistencia.

Pero se llega al da lmiteque nos espera como un muro infranqueabledespojado de todo,que es una manera de mostrar la certeza.

Tambin se puede sonrer al borde de la vida.

Yo slo s que vengo regresando

Nunca fue mi tristeza ms callada y tranquilaque cuando te encontr, viniendo desde el tiempo,desde el fondo, desde aos.

Siempre fuiste como una conjuncin de principios.

Nunca, tal vez jams,podr tener esa actitud tranquila que tena mi madre,porque ahora soy otro.Slo el espectro es el que quedacon mi mismo ropaje,con mis mismas palabras,que buscan el odo, vacilantes.Y es que no puede ser de otra manera.Entraba por el alba como por una puertay me encontraba solo, hasta el alba siguiente.Pero estaban mis libros,unos, ms queridos que otros,que esperaban callados que yo los penetraracon ojos de estudiante,y ellos me mostraron el encantado mundo de las cosas.

Ahora que regreso,hacia las mismas horas que un tiempome llevaron de la mano por mi infancia callada,las encuentro como si nunca hubiera existido.Y ah est mi amigo el rbol,y esa misma calle,un poco encorvada por la lluvia y la nieve,ms all tengo a mi viejo amigo el marsiempre acariciando a mi ciudad tranquila,y los cerros lejanos,y la flauta del viento que danza en las veredas,el rostro amigo,y la mano y la boca que sonrencomo final de tanto tiempo ausente.

Pero no. No es posible.Yo slo s que vengo un poco tristey un poquito cansadode tanto soar con todos los crepsculos que hoy toco con mis manos.Pero yo te quera decir otras palabras,y mirando esta tarde me fui por los ensueos y recuerdos como en una nave.

Yo siempre quiero penetrar las cosasy ser como ellas son,incluso, ms sencillo que la cancin del agua.Pero cuando converso con mis manosno puedo evitar estar un poco ms callado,que es un modo de mi tristeza,porque nunca estoy seguro de nada,ni siquiera que existo en esta tarde azul,ni siquiera que ests a mi ladoen la actitud callada de una flor.De nada estoy seguro,y ahora lo confieso, era eso,precisamente eso,que est presente desde antes que te viera,sobre lo que quera conversarte....pero, es la tarde, hay mucho sol,tal vez, maana el alba te lo diga...

Eplogo

Yo quisiera morir en una tarde azulrodeado de mis libros solamente.Podra ser lejos de mi casa,en una ciudad desconocida,tambin podra ser en la montaa,cerca del mar, o en un lugar cualquiera,pero sin nada que me diga que una vez fui amado,aunque slo haya sido el amor tenaz de mi madre,porque estoy tan seguro de haber estado solodesde el grito primero,cuando la luz fue ma.

Tal vez, se piensen o digan muchas cosascuando yo ya no exista en la hora derribada,pero ya ser tarde.Alguien dir de mis virtudes,otros, de mis defectos.Hasta se oir que me falt valor para enfrentar al mundo.Pero todos se habrn equivocadoy yo me quedar profundamente mudosin defender el minuto insondable.

En el entonces, todo importar, incluso hasta la lgrima,y despus, todo seguir como antes.Siempre ocurren las cosas de este modo.

Yo me ir trasudando por mi ltima nochesiempre callado y solo, como he sido en mi vida.Tal vez, con un poquito de tristeza,porque viva para ser amadoy el aroma se fue sin siquiera rozarme.

Claro que no tendr las cosas que tena,como por ejemplo, el primer volantn de la infanciaen que se columpiaban mis ensueos,o el llanto contenidocuando me prohiban apresar la fruta entre los dedos.Ni siquiera tendrla fuga de los soles horadando la noche,tampoco la cancin de mis pasossobre el suelo escarchado de mi pueblo,ni el mosaico de todos los paisajesen que quedaba un poco de mi risa.En mi actitud de sueo horizontal y eternofaltar, incluso, la maravilla viva de tus besos,que a veces me entregabascon un aroma de madera nueva.

Nada tendr, y todo ser igual.

No sabra decir si estar ms callado o acaso un poco alegre.Tal vez, la clemtide de la tristezahaya alcanzado ya la altura del sollozo.En todo caso, pienso, estar ms tranquiloque cuando me acodaba en los crepsculosa pensarte y a amarte desde otras latitudes,recordando el primer dolor,la primera alegra,la primera palabra que deslic en tu odo.

He de extraar algunas cosas gratas:desde el momento que se alzaba dibujando arabescosen el aroma azul del cigarrillo,mientras los amigos hablaban del terruo lejanocon el alma y la voz humedecidaque resbalaba al fondo de los vasos,las fiestas, las canciones,los versos dichos al morir la tarde,la cadena de tantos conocidos,hasta el beso furtivo dado para entregar el alma.Ya no podr decir esa palabra antiguaque brotaba amarga,y que a veces se alzaba desafiante a defender el miedo.

Me llevar todo lo que junt por el ancho horizonte de la vida.

Ser como un bal de soledades.Y quizs, la tierra buena me d de su perfumepara cubrir la otoecida tarde de mi muerte.

En el invierno de la provincia, 1963

Mensaje de piedra para Magallanes

Yo te recuerdo sur. Yo te recuerdocon tu estampa brava y tus estrellas,con tu silencio completo como un crculocreciendo como un riguroso y lento musgo.Yo te recuerdo as,exactamente hecho de aguas duras,perfectamente elaborado por races secretasque te cruzan como un cielo terrestre.Algo tiene que ver contigoel rudo maderamen de tus bosques,la fragancia de fibraque se queda en tu ancho corazn de soledadesde donde van naciendo navos y ciudades.Y el viento, slo el vientoque no le importa nada y galopallevando ateridas historias de sangre y fantasmas.La porfiada presencia de la lluviaque danza agua sola hasta anegar el aire.Ms al sur del invierno est la nieveque se repite siempre inagotable y sola.Yo tengo en mis retinas, yo reconstruyotus contornos de luz y de ventiscas,y a los hombres que slo saben del solles doy tu geografa hecha pedazos.Yo les digo que vengo de tus aristas durascon un puado de nieve en las manosy un viento rebelde en los cabellos.Que en tu costra escarchada el arado se angustia.Que el cielo es un inmenso campanariodonde estn las gaviotas y el granizo.Que hay arrecifes hechos por espumasdonde el mar esculpe sus bramidosy que en la luna yacen los piratasque no pudieron penetrar tus aguas.Que a veces se estremece tu pampa solitariacuando pasa un rebao de ovejas y ladridos,donde los astros suean junto al albaescuchando tonadas de lluvias y recuerdos.Que por tu amplia ventana se desborda el paisajehacia donde me acerco para mirar los pjaros.

Yo te recuerdo as,como una humedecida arboladura,como aadir a la piedra ms profundo silencioque se asoma intacto entre algas y helados meridianos.Todo est preparado como para un olvidodesde el da que millones de gotas levantaron el agua.No falta ni la fugaz presencia de soles y estaciones,ni siquiera tu complicado puzzle de canales y rocas,ni siquiera tu arquitectura abrupta y de horizontes solos,ni el cielo que te sobra,ni la bruma, enemiga de la luz.All te permaneces, cayndote del mapa,pulsando la ms agreste arcilla de mi infancia,sosteniendo tu lejana como si fuera un aire,siempre en actitud de esperar golondrinas.

Yo te recuerdo as,como un regalo innecesario de sol.

Tierra del Fuego

La he mirado desde los caprichosos montesde la Pennsula de Brunswick,y se parece a un larga mancha azulcomo si atardeciera el horizonte.Si los antiguos navegantes de hace cuatro siglosvolvieran a atravesar su Estrecho,an veran parpadear fogatas en la nochecuando los indios se ocupaban en quemar las mataspara fecundar la tierra de nuevoo anduvieran de caza en sus canoas de troncos labrados a machete.

Muchas veces se han enrojecido las hojas del robley la luna ha cambiado de formamientras se endureca el agua y el airedesde que despert el hondo sueo de sus races.El viento del oeste la recorra enteramodelando la meridional estatura de Darwin,sus riscos ms pequeos y sus costas,con un dolor obscuro.De su corteza se desprenda una niebla blancacomo una barba o un perfume espesode tierra recin abierta a una lluvia sin tardanza.

El mar es la gran muralla que la circunda,y no hay otro rumor ms poderoso,otro estruendo desenfrenado y nicocomo cuando se rompe en los acantilados.Tiembla el mar abajo, majestuosamente,y a las estrellas les palpita su agua.

El da se precipita con sus cuatro estacionesy despierta con chillidos de pjaros marinos.Rostros de piedra tieneo simplemente blanco,antiqusimo rostro de tierra roja,anterior al sol y a la luna,cuando sus montaas an eran de famosos cazadores.La soledad le sopla sin descanso,el cielo crece y no le arranca su misterio,tal como la vieron los navegantes hace cuatro siglos.

Hacia el sur se acercan las fogatas,hacia donde la noche o el da permanecen por largos meses.

El viajero de las lluvias

Un aire maderero tiembla en la tierra hmeda.Ella an tiene rastros de antiguos inviernos.

Por las lluvias de junio deben andar cuatrerosacechando el cmplice rostro de la luna.Es la noche. La noche y la tierra se parecenporque ambas estn llenas de secretos y rumores.

Mi padre sola dormir en ellacuando el cansancio lo sorprenda en la llanura,con un sueo parecido al del ocano,como un rbol tumbado vigilado por sus perros.

Ahora ser una sombra que recorra de nuevosus comarcas terrestres de otro tiempo,a lo largo de las costas del Sury Este de la Isla hasta Ro Grande.Ahora, si viviera,de seguro saldra en su caballocomo un espectro solo bajo el cielo,a contar sus estrellas,a verificar las tinieblas.Se detendra a observar las estacionesy sus rebeldes seales invariables:Seguramente llover maanaporque las nubes han bajado sobre las montaas.

En sus sueos se echar por los buenos caminoscomo una niebla lenta e imprecisa,y no dejar huellas sobre el coirn mojado.En desembarcaderos solitariosver partir de tarde en tardeviejos vapores cargados de madera,o ver regresar remolcadores trasnochadosen las maanas grises,como en los tiempos de la fiebre del oroa fines del siglo pasado,con sus aejas leyendas de loberos.

Pero la casa situada en cualquier lugar del otooser la sola lmparapara una sombra de viajero pluvialque retorna al descanso.

Leyenda de invierno

En el tiempo brumoso,all por las primeras nevadas,cuando los bosques semejaban la barba blanca de un abuelo,y la soledad era un puerto tranquilohabitado por pjaros marinos,donde los hielos rodaban con estrpitodesde los elevados ventisqueros,haba extensas tierras a las que nadie llegaba,situadas al sur de los ltimos paralelos.

Todo suceda como en un sueo blanco.La noche era la que transformaba a los astros,pero los das permanecan iguales.Debe haber sido entonces,cuando el viento alejaba la nieblade otoos olvidadosque aparecieron por el mar,como surgiendo misteriosamente del aire,mientras gaviotas asustadasbuscaban refugio entre las rocas.

Las islas queran partir empujadas por el viento,esconder su hosca ternura, guardar sus racesde los primeros corsarios que tocaron sus costas.Venan desde extraas ciudades nrdicaso antiguos pases del Atlntico.De tan lejos a atisbar sus minerales ocenicos,a despertar su litoral hecho pedazos,a quedarse en su silencio poderosoque slo interrumpan las tempestadesy el eterno chillido de las gaviotas.

Por golfos y estuarios se aventuraronpara que la tierra les entregara su ms ntimo secreto.Pero el invierno era la mano que lo protega,y sus bosques callados como cementeriosestaban llenos de ritos y pjaros nocturnos.Muchos quedaron en el lejano Puerto Hambreacostados sobre la escarcha bajo un cielo despiadado.

Despus fueron nuevos navegantes los que llegarondesde el otro lado del ocano,revoloteando como aves de presaen torno a los indios taciturnos que nada saban.Eran los que se enriquecierondespojndolos de sus pieles de lobos o guanacospor unos pocos vidrios de colores,una botella de grapa o un pan miserable.

Por el rostro gris de esta tierravagan ahora los ltimos fueguinos.Son una sombra ms entre las sombras de los canales hmedos,buscando tal vez lo nico que podan tener:una humilde alegra de otros aos,sus constelaciones y sus estrellasen las que observan las horas de la nochey el paso de las estaciones.

La luz de un cielo rotoque precede los temporalestiembla un instante en aguas del Estrecho.En algn lugar de la costa que nadie sabeun galen pirata deja caer sus anclas.

Pero sabemos que la culpa es del vientoy de esa confusa luz del cielo.Maana todo se habr olvidadocuando los pjaros alboroten el aire como de costumbrey un sol leve se detenga sobre la tierra trizada.

Pasa la Tierra

Pasa la tierra de la noche,casi como una ventana que no se abrea la presencia de la lluvia.Pasa la tierra con su vieja cortezahumedecida y sola, como la primera vez.Su aliento no se detiene ante esta casa dormida.Es un viento despeinando una cabellera negra.

Y no tiene ojos esta tierra que nunca termina.Y no tiene descanso,como los ros que la hienden.

Pasan los que primero vivieron en ellaconvertidos en bosques o en cerros,y un da desaparecieron detrs de los planetas.Pasan mis antepasados muertos hace aos.Son sus fantasmas que se mueven en un soplo.Son los que siempre vagan entre el agua y el follaje.

No termina de crecer este cielo lleno de voces,este cielo obscuro, endurecido de secretosque deja su sueo blando entre nosotrosy me toca con una mano de agua.

Confundida de sonidos que no cesan,oculta bajo un cielo espeso y en constante vigilia,pasa la tierra de la nochecon sus sombrasy el misterioso olor de sus races.

Fueguinos

Los primeros hombres fueron hechos de arcilla obscurapor un antepasado que resida en el cielo.

Siempre vivan alejndoseentre islotes rocosos,ms all del Cabo Frowardo por las ltimas orillas del Beagle,donde las estaciones se parecen.Conocan el viento helado que soplaba desde el ocanocuando se agitaban las ramas de los arbustos.Esperaban que los primeros guanacosbajaran a las playas huyendo de la nievepara proveerse de su piel todo el invierno.

De un roble hueco nacan las canoas,mientras las mujeresbuscaban huevos de pjaros en la primavera,Porque en otra poca los rboles no quieren.

All donde comienza la historia de algn bosquey la tupida cortina de la lluviahace pensar que llover para siempre,suban pequeas columnas de humodesde las silenciosas tolderas.Ellos saban abrigarsehaciendo arder leos enteros.Permanecan a su lado como si tuvieran sueo,porque era hermoso ver arder un rbol inmenso,retorcindose, rojo, en medio del viento y de la noche.

Nunca supieron de la muerte,porque recobraban el tiempo en el secreto del agua.Pero vivan alejndose del nortedentro de un roble hueco.

Ahora son los ros y los montes,las estrellas rojas que atraviesan la noche.

Antepasados

All nacieron.En sus pequeos pueblos de maderaal interior de los canales.Todos tenan la actitud de sus propias islasfrgiles y esbeltas como embarcaciones.Al borde mismo del mar nacieron,donde comienza el vuelo de azules horizontesy las races y su sonido se confunden.

No tenan ms preocupacin que el mar,y siempre esperaban el regresode pescadores que se quedaron soandocon sargazos apretados en los dedos azules,o conversaban de las cosechas,de las prximas lluvias.

Muchos de ellos se fueron como roshacia tierras donde ardan fogatas en la noche,y los tmpanos y las brumasresucitaban a los barcos fantasmas.

Ms al sur llegaron con sus conjuros y sus braserosa establecer la maravilla de sus sembradosy su harina tostada,sus sopas marineras y el pan moreno.

Eran los mismos chilotesde la mazamorra alegre de los domingos,de brazos poderosos para cortar lea en el monte,y que saban del buen tiempoporque las abejas se recogan antes de la tormentalos que llegaron con sus quehaceres simplescuando el sur era todavaun apretado silencio de estrellas y vigiliasy los rboles mostraban trgicamente la direccin del viento.Deben haber llegado en el tiempoen que el invierno andaba enredado en ventolerasentre riscos que queran tocar el cielo,y las extraas formas de sus islasnavegaban sin dudahacia callados y solemnes ventisqueros,como los grandes hielos errantes.

Conocan el secreto de la madera y de la tierracuando emigraron como pjaros de otra estacina esa ciudad casi perdida en la niebla.Levantaron su techo en medio de otros techos rojos,aunque todos en invierno se parecen.

Muchas manos ms han aprendido de sus manos,alrededor de ellas como un crculo,y muchas ms heredarn su agua y su greda.Algunos se han detenido como a descansardesde hace largos aos,all donde siguen ardiendo fogatas en la noche.

Overend

Nada detrs de este silencio de roca,detrs de estas racesque piden eternidad a una tierra que no existe.Y no descansa el aire doloroso y perfecto,y la soledad detenida como un ro del cielo,distante y profundacomo el parpadeo de los planetas ms lejanos.

Nada, sino pensaren la ruta extraviada de los barcosbuscando ciudades en la bruma,que a veces aparecan debajo de la lluvia,o cuando el sol abra el horizontebrillaban como la nieve en las tres agujas del Paine.

Tambin el mar sin tregua est presentecon algo de humano y taciturno dentro de su baha,rodeado de una corteza petrificada y roja,inexpresiva y poderosacomo el sueo de los que se ahogaronlejos de la deslavada luz de los faros.

Y sin embargo, se suaviza su materia oleosacuando copia el vuelo de cenicientos petreles.

Al final,ms all de lo que no ha transcurridoy no conocemos, porque todo es ms antiguo que el silencio,la noche y las aves obscuras se parecen,existen ciudades de oro donde nunca se muere,existe el agua y rocas manchadas por el musgo,y una lluvia que vuelve a construir lejanasen busca de buena tierrapara que asomen los bosques.

Los caminos se alejan

Los caminos se alejan enmudecidos.Son como un ro sordo en el paisaje,aguas que nunca reflejarn polvorientos veranos.

La ciudad quiere escaparhacia caseros inmviles.Es la llave encantadaque siempre hemos soado tenerpara descubrir dnde se pierden.

Los caminos permanecen.Slo esperan a las estacionesque lo cruzan como tropillas de potros,o como esos fantasmas de ovejerossepultados en la nieveque vagan con pios irreales.

Los caminos se alejan.Queda el deseo secreto de partir.Todos conducen hacia la noche.Se bifurcan como los sueosms all del sur y la dimensin de sus cielos,donde la tierra olvida y se trizay slo el aire es intacto y duro.

Noches en mi ciudad

I

Ave aterida en el ltimo rincn de la tierra,desde donde procede la misteriosa eternidad de los hielosy del da no queda sinoel rastro de la nieve en los tejados,duea de invisibles silencios y ausentes primaveras.

Los pasos penetran como fantasmasentre las calles enlutadascuando echamos a andarbuscando aunque sea la dbil luz de las ltimas esquinas,o simplemente cuando queremos huirhacia un tiempo tiernamente lejano.Y algo que no es precisamente una cancin,nos quema la garganta,se confunde con la tristeza casi en secretoy nos revela que el vino y la amistaddel amigo que nos aguarda con su sencillo corazn de pjaro,ser el fuego junto al cual se recuerdeque la soledad canta como un gallo erguido en el albamientras afuera una vaga neblina casi sin lmiteses el mendigo que an pide unas pocas monedas.

II

Algn perro lanza gemidos a las sombrasa pesar que el cielo es algo que no existe.Alguien dice que maana ser igualy que aora los lentos prpados del verano.El caf es entonces la humeante alegraigual a los ojos de alguna muchachacuya imagen es la palabra que callamos,y de cuya presencia quieren liberarnos,los duros cascos de la escarchaque anda apretando estrellas en el agua.Para no olvidar las historias de los viejos cuatrerosque conversan con la pausada voz de las pampas,el viento debe andar escondidoaraando puertas en los galponesa los que nadie quiere ir en busca de lea.

Apenas queda fuego para entibiar el sueo de las palabras.Calles solas. El reloj fatigado sobre la mesa.La lluvia desterrada.

Pjaros

No quedan huellas de su paso,y el paisaje deja de estar inmvil.

Aparecen invisibles colinas en el airecomo lejanas ciudades despus de la niebla.Ms all de sus alas est el sueoque no podemos rehuirporque es una ventana abierta hacia la noche.

Nada ha cambiado desde entonces,pero en el patio de la casalos pjaros se posan en un rbol del cielo,y el nio que somos,ha dejado algo abandonado,a pesar que el mar sonorosigue rodeando la ciudad como una gran muralla.

El aire se ha llenado de crculos.

La luz se pierde en el camino de otro dacuando los pjaros no cantan.Permanecern ocultos hasta el primer reflejopara trizar de nuevo la laguna de otro cielo.

Muelles

Reaparecen las despedidas.Alguien dej olvidadas las palabras de siemprejunto a la madera y los fierros.Los muelles tambin quieren marcharcon sus gaviotas y sus gras enormes.

Un humo negro hace ms obscura el agua.

Cae un verano tibio sobre el ltimo puerto.Lejos, junto a los muelles rotos,yacen oxidados esqueletos de barcossacudidos por un mar espeso.El tiempo echa races en sus costados.Las leyendas isleas se repiten por las noches.Resucitan iluminados bajo la tormentay como extraos espectros deformesnavegan de nuevo los canales.

Un pitazo hace volar ms alto las gaviotas.Esta maana apenas existe.Se aleja igual que palabras confusas.Cuando atrs ya no queden contornosy slo podamos ver con el pensamiento,la Cruz del Sursealar el camino del Estrecho.

Escuchamos llover

( a Len Ocqueteaux).

Escuchamos vagar la lluviaentre el lgubre sonido del vientoque borra lejanas comarcas en el cielo.

En el patio,el sol se ha alejado de los rincones pobres.Ha huido como las aves ateridasque buscan una puerta.

Nada interrumpe el hosco silencio de la casa.El gato ha buscado refugio bajo la estufa.Afuera habla la lluviaque azota las ventanasy abre anchos surcos en la tierra.

Escuchamos llover como hace tantos aos.Nada ha cambiado verdaderamente:los vasos, la mesa,las rfagas que estremecen las paredes.

Las palabras se pierdencomo los estruendos entre los cerros.El da termina. Las calles estn solascon espectros de mansiones en ruinas.

Maana un vaho dulce se elevar de la tierra,y slo la cansada imagen del cieloquedar olvidada en las charcas.

La familia reunida

Era la mesa con su alegra tan profunda,antigua como su pan o su vino,con su rostro blanco de todos los das,con los mismos gestos e iguales palabrascomo si fuera el agua o una puerta.

Era el tiempo que se detena a escudriary que no se notaba porque siempre se repeta,salvo la nieve que reaparecay se sentaba a ella como todos los inviernos.

Muchas veces rejuvenecan en secreto,otras, tenan la madurez de la tierra,pero casi era una actitud invariable,un descanso, verlos otra vez de nuevo,aunque la ternura era brumosamente igualy slo la muerte los asombraba.

Estaban entre ellos como una vieja costumbrey conversaban en la ltima orilla de los aos,perfectamente tranquilos desde tan lejosjunto a la mesa o la ventanaescuchando frgiles canciones de algn aguacero,sin temer nada, sin esperar demasiado,como el da de ayer.

Manos tejedoras

Un leo aoso son las manos de mi abuelacuando permanece inclinada sobre el huso,su herramienta ms tierna.

Silenciosa como un rbol de la noche,es una forma inmvil en la casa,en la actitud de leer largas cartas,adelgazando una lana obscura.Tal vez es su manera de descansar sobre trigaleso de volver a sus otoecidos caserostornndolo hilo familiar y necesario.

Es como un nido de pichones entre nosotrosarrodillada despus ante la trama,hurtando un poco de soly los colores secretos a la tierrapara aadir claridad de agua a sus nobles choapinos.

Pareca, ms bien, distante de las lluviasentrelazando hebras con lentitud de niebla.Toda la casa floreca como un bosquetejiendo con sus maderos simples.

Sabias eran sus manos confortablesque alejaban a todos los inviernos.Acogedoras como sus frazadas blancas y anchasque nos escondan del fro.

La conoc curvada sobre su urdiembre todos los dascomo si encendiera el fuegoo dispusiera la mesa,mientras sus manos entretejan sin fatigaventoleras de estrellas y vigilias.

Un ro se aventura en la ciudad

Un ro se aventura en la ciudad.Las casas pasan lentamente.Tambin pasa el cielo inmvilque a veces huye raptado por los pjaros.

El ro trae el lenguaje de la nieve.Es el Ro del Carbn, que se adelgaza a veces.

Atrs quedan los puenteshechos de maderas inmemorialesgastados por las lluvias.El tiempo an recogeecos de nios jugando en su arena.

En sus orillascasas temerosas creen en un inviernoque vendr de nuevocon sus grandes aguas de otros aosbajo una luz que no es del da,en medio de la niebla,como en el comienzo de la noche.

Nadie sabe si este invierno ser igual.

El ro penetra en la ciudadcomo las sombras en los ltimos barrios,la divide caprichosamenteantes de caer al mar.

Sobre sus viejos puentespasan automviles y carretas cargadas de leahaciendo trepidarel simple corazn de la madera.

La quinta de la casa

Creca hmeda al fondo de la casa,sin molinos ni acequias para regarla,porque siempre ha sido tierra sola.Sin grandes girasolesni exuberantes vegetalespara saludar al cielo,porque est bien ascon sus grises cercos de maderadeformados por el vientoy por un tierno musgo que se olvid del sol.

Su actitud es la de innumerables inviernos,lenguaje de aguaceros que destien tejados.All la lluvia es el campanariodonde no habitan palomas,y las tardes,una permanente leyendapara soar sin pensar nada junto a la estufa.Y mi abuelo - que junto a la tierra envejeca -era un antiguo vigilantede huertos y cosechas,levantndose antes que el roco,con su pala y su cigarro a conversar con ellapara guardarla de las grandes escarchas.

Al fondo de la casa est arrugada y durasin frutos ni perfectos molinos.Pero las races tejen sus mansiones secretastodas las estaciones. Es su ternura fecundadacomo amadas lmparas bajo tierra.

Eternidad de los rincones

An estn prisioneros, llenos de musgo y tiempo,los viejos rincones de la casa.

Cada uno tiene su propio rostro de muchos das,parecido a la ausencia del sol,porque nadie se asombra del atraso de la primavera.

Son ecos taciturnos de los primeros juegosimposibles de recobrar ahora. La presencia del aguapara sonrer con una fruta puesta entre las manos.Silenciosos y eternos igual que antiguos mapassobre los cuales hemos soado alguna vez,cuando emprender interminables viajesera ms fcil que esperar un domingo sin lluvia.

Eran los librosa cuyos hroes queramos parecernosque se caan de las rodillascuando algn organillo alborotaba el silencio de la calle.Es el poncho de mi padreesperando su mano y su caballo.Es la memoria que sacude sus racespara despertar a las cosas escondidas por temor al invierno,mientras en el patio amenazado por el granizola hermana anda llamando por su nombre a los pjaros.

Alguien que viene a buscar olvidados secretosllega hasta ellos para renacer de nuevo.

La visita

No he querido despertar el secreto del tiempo,por eso he venido en silenciocomo una hoja lenta bajo el aguaa este lugar donde todos descansan y suean.

Apenas se notaba la inmovilidad de los pinos,apenas el espacio era roto por palomas rezagadas.El da era la paz que se levantaba de la tierra.

Camin como en una ciudad abandonada.El otoo tena el mismo color de la nieblacuando ir por sus apretados senderosescuchando mis propios pasos como si vinieran de lejosera igual que el miedo del nio a la obscuridad.

Tocaba las fuentes manchadas con un xido violento,levantaba simplemente una hoja o una rama,palpaba las calladas moradas,palpaba el aire como si fuera un ciego,porque haca mucho tiempo que no estaba allasombrado de cosas que nunca antes crea,y no senta el viento del sur refrescando mi carani la posibilidad de que el cielo cambiara de pronto,porque nunca antes me haba sentido ms soloque mirando ese pedazo de tierracon flores buscando un sol que no exista,como si todo estuviera hecho para algo extrao,mirndome por dentro y queriendo saber.

Ser por eso que hay campanasque taen para que nadie las escuche,campanas hechas de bruma que vuelan en la lluvia,y yo senta crecer la hierba y arrastrarse los gusanos,senta crecer la humedad como si fuera una muralla,y la palabra era lo nico que posea.Le convers de todos estos aos.Le pregunt algunas cosas,sabiendo que jams obtendra respuesta,porque a nadie podra decirlasy slo porque estaba de paso.

Los fantasmas

( a Jorge Teillier).

Han de venir de prontopor una tarde llena de lluvia,a esa hora en que el panteonero se levanta desde el N.O.,en el antiguo cementerio,para soplar por la bahay calles inclinadas donde no reinan las hojas.Las tinieblas caern con frohasta hacer desaparecer las siluetasde viejos pontones carboneros.

Y ser de nuevo la infancia desveladaen una pieza obscura, sin respirar casi.Y toda la casa estar llena de ellosy todos ellos alrededor de la lluviay del viento que silba en los alambres.

As transcurran esos dasen una casa brumosa y encantada,junto a una abuela tiernacomo si fuera a nombrarla.

Cuando era fcil asombrarseante palabras llenas de innumerables secretosde los que alguna vez pasaronpor aquellos pueblos fantasmasdonde la muerte alejaba a los pjaros.

Sus voces los hacan respirar y moverse en las sombrasalguna de esas nochesen que la luna y el mar se detenanpara resucitar antiguas leyendas chilotasde barcos iluminados con extraos tripulantes deformes.

As suceder.Porque me basta saber que el panteonerose levanta de nuevo desde el N.O.con aquellos que han perdido la memoria bajo la tierray me toca con una mano helada.

Regreso

Un da regresaremos a la ciudad perdidacomo las estaciones todos los aos,como una sombra ms en las tardes,preguntando por antepasadoso por el ro en cuyas aguas se quebraba el cielo.

Ser en inviernopara revivir mejor los grandes fros,para ver de nuevoel humo negro de los barcos cortando el aire,para escuchar en las nocheslos pequeos ruidos de la nieve.

Nos sentaremos a la mesa como si tal cosaa probar el pan de otros das.Un pjaro que cruce por la ventananos har pensar en el bosque de pinosdonde el viento se revolva furioso.

Tambin preguntaremos por antiguos amigospensando quizs en el rostro de alguna muchacha.An existir el bolichedonde se reunan viejos campesinos.Nos invitarn a beber y a conversarasuntos que nadie olvida.El tiempo no es ms que regreso a otro tiempo.Todos nos reuniremos alguna vez bajo tierra.

Alguien nos reconocer a la vuelta de una esquina.Ser como venir a saludar desde otra poca.

PERSONAJES DE MI CIUDAD, 1964.

El organillero

Yo recuerdo al organillero. Todos lo recuerdan. Lo recuerdo como si fuera mi propia casa, mi propia calle en la provincia blanca. Es como una nota musical demasiado obsesiva. Es como volver a la infancia demasiado lejana, contemplar por la ventana cosas tan conocidas, como la vieja meloda que la recorre entera con la brisa alegre de la buenaventura.

Es como rescatar el volantn anclado en un alambre.

La meloda antigua ya, desaparece en la prxima calle llena de barro, con el organillero y el hombre del tambor. Lo sigue la chiquillera harapienta y bullanguera.

A la distancia, se escucha de nuevo, volviendo la infancia, rescatando el volantn, como emergiendo de la tierra.

Ladrn de gallinas

Experto escalador de sombras de donde parece venir o confundirse, es este personaje de la alta noche. Ella es su ms propicia compaera, dispuesta siempre a franquearle puertas y cercados. Hombre de la faena silenciosa, de manos giles y de rostro impenetrable. De ojos acostumbrados a taladrar oscuridades ubicando su presa.

Ladrn de gallinas. La expresin lejana que recordamos jugando, desparramados por todos los pueblos, por todos los desvalijados gallineros.

vido tunante en su faena inslita, ah va con su saco a trocarlo por mal vino o a calmar el hambre crnica, escurrindose fantasmalmente, huyendo de la luz.

Pajarero

Qu algaraba de colores y lenguajes es el que arrastra el pajarero. Qu cuidado y qu sonoridades ocultas adquiere su voz para conversar con sus pjaros.

Acaso porque les ha quitado el cielo va ah un poco inclinado con su paso cansino. Acaso porque el rumor sordo de las alas es demasiado persistente en sus anhelos de alturas, va caminando con las palabras un poco hacia adentro.

El alboroto sordo, los trinos coloreados y los pensamientos del pajarero se balancean lentamente en la altura cuando el pintoresco bulto avanza.

Desde ms alto, all arriba, llega una insistente invitacin al azul, hacia todo lo inmenso, donde son habitantes de un alado reino.

Vendedor de banderas

La plaza de la ciudad y el sol en ella. Cordial invitacin para desterrar la pereza de la maana dominguera. Fiesta de la gente menuda con sus barquillos y sus globos. Alegra del color cuando se escurre entre todo eso el vendedor de banderas. Y todas ellas en una sola asta, en un apretado haz, como un solo abrazo sostenido.

Y este hombre de nuestro pueblo, sabr tener las manos dulces cuando trabaja su papel de volantn. Y por sus manos correr toda la angosta geografa, toda la fuerza de sus cambiantes elementos.

Artesano escondido, oficio entusiasmado. Pequea maravilla que sale de los tres trozos de papel de colores, con su sola estrella, guardadora de sol y del invierno.

Florista

Con la flor en la oreja y el estribillo saltarn en la boca, semeja la estacin ms propicia que ha llegado en su gran canasto de mimbre.

Pasea a todos los jardines en su brazo vigoroso, a todos los huertos, a la tierra misma. Se lleva todos los colores y todos los aromas de una vez en su chorreante y alegre mercanca. Ella vestir de fiesta la madera de la fiesta familiar. Estar junto al pan en este encuentro de los rostros y las manos.

A lo lejos, el grito estentreo del hombre de las flores rompe en dos la maana y la calle por donde queda flotando levemente el mensaje de la estacin propicia.

Papeleros

Nacen de la bruma de las maanas. No pueden venir sino desde el invierno mismo. Incorporados a l como saliendo de su centro enfermizo.

Inclinados sobre la tierra, inclinados sobre innumerables tarros como buscando su propio rostro, desaparecen cada da devorados por la angustia.

Los he visto absortos e indiferentes al despertar de la calle, hurgando entre los restos, ubicando la cristalizacin del pan de cada da, el calor del lecho pobre y el vino indispensable.

Trashumantes personajes de las puertas, desgreados y plidos, con sus cabellos humosos, con su enorme saco de tristezas a la espalda, irrumpen en la vida llenos de pesar, descoloridos y friolentos como sus sueos echados a perder todos los das.

Afilador

Brota el chispero del gran molejn, como diminutas estrellas fugaces. Araa el aire su materia breve. El hombre del cuchillo y su trabajo inclinado. Lo rodea como niebla un largo ruido seco y el necesario y acompasado ritmo de la rueda. Presencia necesaria de los barrios obreros es su magra figura.

Desde lejos llamar a todas las puertas.

Todo es luz en sus manos: las chispas y el hierro esmerilado con sus metlicos reflejos. Y su rueda no se detiene, y su ruido lo lleva a todas partes. Destellar un momento la herramienta que volver a ser til en su elemental manera de partir los alimentos, antes de perderse en los vericuetos de otra calle, llamando a otras puertas.

POEMAS MIGRATORIOS, 1974

Premio Pedro de Oa 1972 otorgado por la Ilustre Municipalidad de uoa.

Viaja la Tierra y la circunda el mar

Viaja la tierra y la circunda el mar,esta tierra tan dispersa en este mar tan misterioso.Si ella cambia de lugar, su voracidad nos acompaa sin descanso,si nos alejamos de l, sigue resonando en nosotros.

No hemos elegido esta tierra,ella nos habita desde entonces con su luz nocturna,con esa claridad que precede a las lluvias,con la nieve que blanquea en las noches de los rboles deformes,con su oscuridad ms honda en sus vegetales dormidosy con todo lo brusco del comienzo de sus catstrofes.Para acostumbrarnos a ella invocamos al sol.

No hemos buscado esta agua inmemorial,esta agua que nos inunda y nos devora implacablementeaunque hemos vivido rodeado de su humedad salobre,porque de su centro vertiginoso nace el ocano verdeque todo lo contiene en su resacacomo de su vastedad el horizontecomo de su forma extendida su agitar armonioso.

No se logran reconocertodos los seres separados hoy por las aguas,no se pueden reconstruir todas las vidasen esas casas que tambin se alejan,seres y casas que en la bruma de la distanciaslo nos dejan rostros disolvindosecomo un espejo frente a otro, hasta el infinitoen estas tierras que se separan en silencio.

Viaja la tierra y la circunda el mar,esta envoltura alada que se desplaza lentamentecon todos los ausentes que llevamos en nosotros,con los nombres de las cosas en un recuerdo blanco,con sus fantasmas del tiempo emergiendo de los hielosy el invierno invariable como un caballo solo en la llanura,sus vientos rehaciendo el miedo antiguo,con su soledad compacta trasmitida a la sangrede donde hemos devenido como del fondo de un gran estopara ser testigos de algo que slo intuimos,de lo que nos toca con su soplo bajo un cielo intactoen este desplazamiento rodeado por las aguas.

El domador

Hombre y caballo fueron hechos el uno para el otroy desde un comienzo para medir sus fuerzas.Pero el hombre tena un lejano secretoque era al mismo tiempo su orgullo martimo:su destreza y su sabidura que dominaba a la otra,la otra que era tempestuosa y desbocada por los horizontes.

Y porque era para estar en el mar o en un caballo,l, con los pies sobre la tierra era lento y taciturno,con la actitud de un rbol poco firmeo la de un hombre que no sabe su casa,tan alejado y enigmticocomo si el ro de su sangre se hubiera detenido.

Tena que ser sobre un potrodonde recobrara su estampa poderosa,su remota estirpe de amansador de otras praderaslegada por un antepasado.

Hombre y caballosern una lucha sorda amarrados con clera,un desorbitado abrazo que gira y cae en la soledadfrente al ramalazo tenaz del viento del oeste,trizando el espejo de ese espacio inconmensurablecon un rumor acezante y primitivo,con un estruendo que no se contiene y devora las colinashaciendo retemblar la llanura y sus ros ocultos,perseguidos por la feracidad y violencia de esas tierras desenfrenadas.

Quedar exactamenteuna nube de polvo y briznas de coirn que comenzarn a alejarsey un aroma deforme y espeso de sudor y fatiga.

Era la raz que lo transfiguraba,el ms grvido de los secretos pronto a derramarse,su ciencia elemental para saber la lluvia,su manta dispuesta a todos los pamperos,el del rostro curtido y el del silencio determinante.

Ahora yace derribado por un caballo antiguo.

Tijerales

Al alba dejaban atrs las ltimas calles de la ciudady si internaban por los cerros cercanosseguros y confiados como en busca del marque resonaba al otro lado de esas colinas.

Todos eran costeos.Dejaron sus pequeas islas y sus aldeaspor este viento norteque se les echa encima a lonjazos,por esta dura escarcha y esta tierra violentay nunca les he preguntado por qu.

Por eso rean al reconocer el aroma antiguo y salobre del marque los persegua con su feracidad desenfrenada,sus aos sin memoria y su sabidura.

A veces recordaban que un navegante las maldijo,pero ellos llegaron aqu y no podran estar quietos.Detenidos en medio de la noche,sus palabras atravesaban lentamente el tiempo:en ese sitio desafiara firmemente al viento y la lluvialevantada por sus manos, de donde todo naca.

Mientras se descansaba de la jornadaalrededor del pan y del vino,me conversaron que todo lo que abarcaba la vistaera el fruto de largos y fatigosos aos de trabajo.Son tus antepasados - me decan -y los de los que estn poblando estas colinasquienes ayudan con su sangre a alzar estos cimientos.

Alguien mir el cielo para vaticinar el buen tiempo,ech una mirada a los tranquilos espirales de humode las casas vecinas,tom su martillo y silbando un viejo airese alej por entre los maderos recin levantadospara estar con ellos hasta la cada del sol.

Las noches blancas

Y era una luz que pareca estar a toda hora,cuando los das comenzaban a crecercurvndose hacia lentos pases nevados.

Se transmita sin lmitesen un quehacer casi silenciosodesde los cielos rojos y llenos de colinasdonde hasta tarde navegaban los pjaros.Tambin pareca venir por el marcon un rumor misterioso y un color ceniza.

Antigua claridad de los hielos que se qued alldesde la primera noche polar,verificando un remoto rito que detena las sombras,pero que al mismo tiempo transcurra.

Se estaba con nosotros largas horascomo si nos quitara el sueo o el cansancio,envejeciendo con los pastos y el viento.

Como un recuerdo que lo inunda todoemergen esos das meridionalesdesde el tiempo del hombre que perdi su sombra,porque esas noches lejanamente iluminadasvenidas por el hielo, el mar y el cielo rojo,no parecan extraas en la tierra dispersa,rodeando esa casaperdida en un gran soplo blanco.

Los silencios

A veces en la casa lo nico que se oaera el crepitar de la lea en la estufay el acompasado ruido de la devanaderaen la que se absorba la abuela.

Todos reunidos y todos silenciososcomo llamados a presidir solemnemente el invierno,con una actitud igual que en el sueo de las nochespero con dos vidas detrs de esos aos:una, con miles de rboles blanqueadosy otra, que deja crecer el silencio de ahoracon la ventisca alrededor de esta casa.

El crepitar de la lea les devora las palabrasy las vueltas de la devanadera los aleja y los adormece.

Por dentro la casa es un silencio de madera,pero despus de tanto tiempoalguien se mueve de su asiento y se acerca al fuego,porque alguna gota de lluvia rezagadaque burbuje en la tinaes motivo para comentar brevemente sobre el cielo despejado.

Urdimbre

Era la mano sarmentosa de la casaque coga tiernamente el albo ovilloy lo haca rodar por la madera.Toda la pieza se iba cubriendocon una ancha capa del color del agua puray toda la casa era una islallevada blandamente por el viento y la corriente de pleamaren medio de un gran silencio blanqueado.

Era la misma nieve trada por esa mano que ahora no me toca,una mano que no se cansaba jamsde escoger las semillas para las siembras,de buscar los juguetes abandonados,de elegir los maderos en un bosque brumoso una maanay transformarlos en dulces herramientas pulidas.

Algo cambiaba ante mis ojossin que se pareciera a ningn secreto,como estar detenido bajo un cielo demasiado vertiginoso y viajar con lo frente a una pradera con una figura en cuclillas ante m.

Mi brazo era el que se cansaba o distraaen este quehacer que se jugaba de rodillas,pero del otro lado de la praderasurga la voz que me llamaba por mi nombre.

An no terminaba de inclinarme con un gesto de estuporante el ovillo que desapareca,la trama que avanzaba hasta alcanzar la otra orilla,cuando de pronto el silencio de la casa se hizo ms hondo,como si la enemiga del invierno,cansada de buscarme en torno suyohubiera decidido deshacer toda la urdimbrepara volver sus ojos gastadoshacia la luz de su aldea desde donde lleg para conocerme.

Los vientos del verano

Dicen adis desde todos los rinconesy regresan huyendo del cielo,enredando intiles cordeles en las jarciasde viejos veleros que nunca zarpan.

Esto del viento,es un asunto que ya nadie comenta demasiadocuando en la mesa se renen el pan y la amistad.

Si escuchamos en silenciolo oiremos alejarsecomo si se ocultara para siempre entre ruinasy volver como esos fantasmas del tiempoa sacudir con fuerza las puertas y los postigosque olvidamos cerrar,asustando a las aves del patioo jugando con sombreros como si fueran pjaros.

Alguna vez hemos escrito en un simple homenaje- en el polvo que traa desde los cerros -un nombre de esos que nunca envejece.

Alguna vez, vientos tristeshan sido las manos rugosas de mi padrecuando se preparaba un mate amargoo cuando taa una vieja guitarra campesina,el da agonizando entre silbidos del vientoy rboles sin hojas y sin lluviapara multiplicar la luna en la ventana.

Un da Kren no retuvo sus llamas (*)

No hay otra manera de reconocer los hechosque situndose muy lejos,como desde mi casatal vez apenas suponer algoo aferrarse casi con desesperacina ese modo inquietante y diablicode detener la tarde.

Exactamente igual te detuviste ante m,morenamente agresivacon tu ternura y tus palabras llenas de froa pesar del solque no retuvo sus llamas.

(*) Kren: palabra de origen ona que significa sol.

Encuentro

La ciudad estaba quietaesperando la cada de la tarde con sus grandes nubes rojasdetrs de esas colinasque a la distancia cambian de color segn el da.

Yo regresaba a dialogarcon los que an vivan y me esperaban.Desde tan lejos siempre reciba noticiasde todo y de todos, pero no era lo mismoque estar ah, perfectamente desconocido,mirando hacia todas las calles y rincones,libre de caminar a cualquier ladocon slo desearlo.

A cada paso encontraba algo que me haca cambiaraunque las cosas seguan all, inmutables,como dispuestas a llevarme de regresoa las maanas claras y remotas de la ms remota infancia.

Tambin la permanente presencia del marme saludaba agitndose a lo largo del Estrecho.Apareci de pronto, lejana a mis sentidos,como si emergiera del mismo silencio de la calley de la alegra de mis viejos hallazgos.Despus de tantos aos,era absurdo encontrarsesin tener tiempo para sorprenderse o saludarsey sin que sucediera simplemente nada.

Edelweiss

Como una sombra de la luz blanca del hielocreciendo desde el secreto del agua ms dormida,la primavera de la tierra te hace ms distante,tu transparencia azul aleja al mar ms oscurovigilante del poderoso vuelo de las guilas,breve estatua impalpablesacudida por el viento de la cima,los vientos de la cima de las noches ms vertiginosas.

Silenciosa en tu forma,resplandeces en el dainvisible lgrima pura del cristal de la escarcha,pronta a emprender la huida del preocupado terrestredonde nadie habite ms intacta en tu meridional altura,en la atmsfera enrarecida de tu centro aparentelejana al aire clido que rondan las colinasflor precisa del invierno del que sabes brotarextraterrestre hija de un recuerdo blanco,porque alguna vezlos hombres de los valles de ti tuvieron noticiasy entonces asomaste a la estancia de sus ojos ms hondos.

De ninguna raz,de ninguna rama te desprendes,pero de pronto destellas como la emersin de un astro,de ningn trnsito,de ninguna orilla del tiemposino de la memoria de los que creen en tu espera de las cumbres,sino de los que te adivinan en el espejo del cielode tu casa ignorada que gira con la tierray con la boca que quiere empaar con su soplo tu vaso lmpido,con el rostro que busca su imagen en el lugar de tu llamadoal pie del muro hacia altas migracionespara el hallazgo de la mano trmula que toca un sueo.

Ausentes en las habitaciones

Hacia el centro de la tierra ms dormida,ese espacio que invariablemente se invoca,husped extranjero donde habit alguna vezcuando los que un da amamos ya no respiran junto a nosotrosy retornan a su fra oscuridadgastados y sin asidero,ausentes de su propia partida,desconocidos que vagan por los crepsculos del estocon un sinnmero de preguntassin saber que ellos mismos contienen la respuesta.

He ah un espejo que ya no reflejar sus rostros,la primavera que asoma y no comprenden,la resonancia del mar al pie de la ciudad,el cielo que desciende blandamente con nieve de otro tiemposobre sus materias agrietadas lejos de toda luz.Evocados en silencio en las habitaciones vacassalen de mi substancia solitarios en sentido opuestocomo contemplar mi lenta sangre reunida,la lluvia inmemorial que no odia a la tierracomo al que lo despoja del rbolal rbol de sus nidosa los nidos de sus pjarosa los pjaros de su espacio vitaly a esta orilla sin lmitesla actitud de regresar reconcentrado a mi antiguo origen.

Sin aquellos que entonces nos guardaron fidelidad,los desaparecidos abrasados en su propio fuegono reconocern mi rostro entre otros seres.Desprovisto de los que ocuparon un lugar a mi lado,vegetalmente desmedido,tan absorto como que reconstruyo por ltima veza los que cruzaron tantas veces estos umbralesno sabra reconocerlos en sus nuevos afanes terrestres,porque no miraron por dentro la lmpida fuenteo no supieron amarnos sino de manera forzadavertiginosamente plidos por llegar a sus muertes,situados tan lejos que realmente no me asombracomo si nunca hubieran estado dentro de mcomo si jams me hubiera movido de mi sitiocomo si la inmensa noche girara con la tierra alrededor de mi centro.

El fruto invocado

Es un fruto oscuro el que ahora invoco,un pequeo crculo rescatado de la noche.A su conjuro regresamos desde cualquier lugarhacia el mismo punto del que un da nos alejamosolvidados los ojos donde hemos dejado algo nuestropara reencontrarnos con ese espacio imperturbable que nos pertenece.

Alguien se nutre agridulcemente de tu cuerpo,alguien que no est solo en las colinas hmedassino con todos aquellos que probaron tu sabor,los primeros que dejaron tras de s otros nombres, otros soles,los que permanecieron junto a ti con el viento ms violento,el viento ms violento que no logra derribartey empuja y deja a la deriva a las casase inclina a los transentes de tanto luchar contra l,porque en un principio el pasado es una fugaque slo el retorno logra detener,alguien que se ausculta devorndosey evoca tu breve materiadesde la sombra de su ser ms sombro.

Es un regreso para encontrar todos los rostros,la vida transcurrida que abarcamos de una mirada,lmpara que albergamos en un gesto muy puropara el nuevo hallazgo en la regin del gran silencio,de la memoria que llama a una puerta dormidao de la sangre que cumple el deseo imperioso de su caucede encontrarte con esa luz que no termina nuncao se apaga de un soploen esas tierras dispersas que alguna vez estuvieron reunidas,cumplido el rito que oscurece la bocabajo un cielo en vigilia.

Es un fruto oscuro el que invocaremos un da,el fruto del invierno de la orilla de la tierra,resplandeciendo en el hondo recuerdocon su forma frutal de calafatepara el regreso tan esperadocomo un acto muy dulce.

El fantasma del faro Evangelistas

Lejos de las seales de la costa,sostenindose en las honduras ms remotas del planeta,como cuatro sombras emergiendo del mar.Slo el tiempo ms all de los archipilagos,el tiempo convertido en un horizonte desesperadamente vaco,en un viento tenaz que se adhera con estruendoa un agua espesa despedazada sin descanso.

Nada interrumpa esa soledad sin principio ni fin,ni siquiera el paso del da a la noche.Pero entonces deben haber temblado los ventisqueroscuando esos grandes continentes que erraban bajo el marsurgieron, tal vez, como enormes cetceos heridososcilando de una manera lenta y extraadesde milenarios cataclismos marinos.Y girando sin trmino en medio del ocano- dueo del origen que no revelaporque slo el mar conserva para siempre sus secretos -estn inslitamente eternas,extraviadas en la niebla, ms lejana y lgubres,como de regreso a su antigua soledad,la soledad de la piedra y el agua.

Y era un agua rigurosa penetrando la rocacomo el silencio en una casa grande,construyendo oquedades en su eterna resaca,con la sal incrustando su pequea materia,encerrando en un anillo blanco ese mundo inaccesibleen un proceso exacto,empujado hacia las ltimas orillaspor el desolado viento del Estrechocon slo musgos y lquenes creciendo en sus replieguesbajo el peso de otras constelaciones.Rompa ese aire petrificado y de humedad duraaleteando brevemente en solitarios crculosel vuelo brumoso y negruzco de La Remolinaracomo un minsculo signo de vida vivaz y aterido.Todo lo dems era lejano y oscuro en los cuatro peones.

La muerte era aqu un presagio violento,un material indispensable que respiraba en las sombrastorciendo el buen rumbo de las embarcaciones,alejndolas del soplo blanco del faroque desafiaba verticalmente la negra alturaentre amuralladas y grises paredes de granito,necesariamente expuesto all para horadar la noche,guiando a los navos errantespor laberintos de escotaduras, canales y arrecifesque aparecen y desaparecen entre las borrascas y olas del ocano.La muerte en la tormenta, silenciosa y fraentre el abismo del mar y del cielo.

Aqu fue una certeza terrible y verdicaque se clav como una mordedura delirante entre dos guardafarosprisioneros de los interminables meses de la soledady de esos elementos desatados sin clemenciaque los marcaba implacablemente con su aliento helado.Y como un origen impiadoso de la locura,sin ninguna posibilidad de vivir alejado despus de ella,un gran solitario senta crecer el silencio como un escalofroviendo detenerse poco a poco el trnsito terrestre,la palabra y la fatiga del compaero indispensable,sin poder impedir el llamado de esa fuerza ocultaque reclamaba lo suyo cada minuto entre rfagas de viento y agua,pavorosa e imperativa en su requerimiento,mordiendo lentamente su carne lacerada,queriendo retenerlo para siempre en sus acerados roquedales,dejndolo ms habitante enloquecido en su alta torre,dueo absoluto de ese fanal del buen rumbo,slo un autmata alucinado y friolentoenvolviendo dulcemente su cuerpo en alquitrn.Sueo debe tener el que baj a errar por el marvencido por ese letargo pesado y poderoso,y ya nadie podr despertar sus ojos fijos,y no tendr descanso vagando por paisajes sin colinasinmaterial y desvelado por sobre el roquero,apenas un pequeo grito que gira y cae y no se oye jamsretorna y se pierde por paredes resbalosas de algas y brumas,absorto e impalpable en su mundo lquido,rodando por la lluvia intangible y taciturno,sus pasos despendose por las concavidades,desamparado como el ltimo ser de un planeta destruido,empedernidamente solo en su viaje sin reposo,derramado y transparente como brotado de la luz o del hielo,fro como el aire tenso desde antes de su vida,arrastrado ms abajo,hacia un tiempo sin pasado y sin medidasu muerte alquitranada,su sombra imponderable.

Colinas que han dejado de ser

En el ocano de esas nochesme detuve con mis signos, dispersndomede aquellas colinas que han dejado de ser,(hoy deben estar pobladas de tejados rojos),de la nieve sobre la soledad de los domingos,de esa agua helada que nos ha rodeado siemprey del fuego, que nos separaba del invierno.

Un tiempo definitivamente transcurrido y olvidadopor esa decisinde esconderse cerca de este otro lado del mar.

Ahora era tu voz grave,grave como madera resonando levemente tocada,tenazmente alejados de lo que no fuera ese secreto,dispuestos a dejar atrs lo que nos haba afrentado,a rehacerlo todo en esta casa perdida bajo el cieloen una alianza de pronto despertada.

El silencio tambin era un silencio lleno de vocesque con el sueo llegabacopado con los sonidos ocultos de la noche y la tierra.

Sin duda eras un horizonte ausenteblanca y dormida,la que no me oye en su humedad salobrepero en un gesto repentino me acerca,ms que la espuma preparndose desde lejos,distante de tus ojos oscurecidos por la tarde.

Eras mucho ms que el fro aire de la madrugadaque nunca logr penetrar en ese pequeo escondite cerca del mar.

Selk nam

Era en la tierra distante y en el comienzo de las fogatascon llanuras azotadas por despiadados vendavales,cruzada a veces por las bandadas de caranchos o bandurrias,con un sol leve arriba como de otro tiempo.

Es posible que no siempre haya sido as,como aquellas numerosas lagunasque se formaban en invierno y desaparecan en veranoentre cadenas de montaas que se mueren de pronto en el Canal Beagley bosques espesos de calafates, maitenes y canelos.

En esta espesura antrtica,en ese pesado aire vegetalcargado con el aroma deforme de gigantescos rboles podridosdesde el comienzo del Estrecho hasta Navarino,aparecieron en medio de la lluviacomo salidos de remotos continentes de hielo,igual que arrancados del tiempo de la luz blanca de la noche,en el origen de la gran familia.

Nmades de su propia lejana,cruzaban los silencios con la vieja sabidura de sus dioses,sabedores de la magia de la Festucaque crece al sur de Ro Grandey que antes de botar sus hojas verdesse transforman en un admirable prpura de otoo,dueos eternos de su primordial soledaden sus frgiles toldos, cnicos como campanarios.

Slo les bastaba el roble para sus arcosy el mar para su alimentoantes de la simple faena de sus muertesa tantas libras esterlinas la cabeza,y an podan celebrar la llegada del buen tiempoadornndose la cara con colores de tierra rojao de huesos calcinados de guanacos.

Venidos desde el agua,ms bien desde los hieloscuando los polos empezaron a desplazarse,hoy se alejan acurrucados dentro de un tronco por los archipilagos,hacia la misma soledad de sus sueosparecido al ms profundo sueode esa tierra milenaria y extraa,confundindose con la bruma del mar,del cielo y de las piedras,a integrarse para siempre en los astros, los cerros y los fiordos,a petrificarse en el agua.

Desde esta casa antigua tan ajena a esas otras

En cada cosa inmvil en la nocheest ese tiempo inmemorialque me devora como un fruto extrao,ms que un antiguo sueo rezagado en la sangreen que es difcil distinguir los rostrosy en su anillo difuso nos envuelve,nos destruye y nos alimenta.

Sin saberlo hemos vivido atentos a ese rumordel que emergiste extranjera y pensativa,extendida junto a m como una gran llanura blancade regreso a mi origen meridional y tenso,recuperado parte de ese espacio desconocidodesde esta casa antigua tan ajena a otras,como mis rasgos heredados que eran al propio tiempo los tuyos,en que no me sorprendo de tu boca que ahora me llama,ni de tus manos abiertas,ni de tu gestoque no te esconden ni te alejan.

Las palabras fueron hechas para esa lmpara de las sombrasque revelaron tu isla tallada en milenaria cancaguahasta ser tierra derramada violentamente al sol.Supe de la primera vez que viste florecer los muermos,de tus ojos por las olas ms altas y sonorasen su peregrinaje sobre el mar,del retorno incierto de las embarcaciones del albacruzando dulcemente los canales chilotesy arriba el vuelo amplio de los cheyes.

De tan atrs de esos muros,como un recuerdo dentro de otro ms fecundo,el arco iris y su curva silenciosasobre la isla de las tardes rojascon ese claro juego de la luz y el agua como nico rastro,el rodar de las piedras por las colinas,terruos donde los parientes lejanos viven sin prisa, taciturnos,donde las tempestades armonizan a los hombres.

Esta tierra neutra que nos amarranos ha ido transformando lentamente:tengo un rostro desconocido que no recuerdo,ests con un pauelo de aldeana frente al roriendo fuerte y segura bajo el soly no puedo sino pensar en los tuyos o los moscon negros rebozos entregadas sin fatigas a sus faenas,ests sin tu infanciatemiendo a los pequeos y rosados gusanos de las siembras.Soy en cambio,el que en cada pliegue del da o la noche ve tu rostro,las sombras reunidas o todos los inviernosen el centro de esa transparencia,humedecido coraznen el que nunca habitar.

No pesa la nocheconvertido en un fantasma ms entre las paredes,alguien con la certeza de haber respirado tu proximidadpor esa orilla distante donde callas,casi ausente en la actitud del cielo ms profundo,iluminada nieve cubriendo una tierra obscura.

Absolutos e idnticos despus de reconocernosante esa puerta que nadie ms puede franqueardonde te continas en otros tantos silencios,aquel que se devuelve de su sueocon la ternura con que quiere decir un nombrees el nico que puede dejar en tus manoseste vaso con agua de la flor del yatui para el olvido.

El rostro en la proa o la ruta de Allan Williers

Y luego de la llegada del invierno,una maana llena de una ceniza dulce,desoladamente solitario buscando algo perdido en la memoria,el ltimo vagabundo extraviado por los rincones de una casaa la deriva y silenciosopara dar al fin con la cara perdida en el fondo de un libro.

...y recuerdo igualmente mi juventudy el modo de sentir que nunca ms torna a nosotros...

Joseph Conrad era entonces el que emerga de un espacio oculto,el paisaje del esto por una ventana entreabierta,las calles crepusculares de la ciudad recostada en sus muellescon la nieve que iluminaba y floreca en los rboles secos.En las horas solas la palabra era un alimento indispensable,un sueo migratorio hecho de su propia substanciacomo un cielo invocado adquira distintas formas,el da ms taciturno, la lluvia ms secreta,el ms tibio rincn en el confn del mundo,el aire limpio del merodeador de latitudes,el del viajero empedernido por los mares del Oriente.

Despus su rostro difuso fue saliendo de las sombrasbrotando de la madera con sus claros perfilesde una mano que modelaba un recuerdo compacto,una fruta transparente para mirar un rbol,un corazn conmovido perfumando en su centrocomo una pura lmpara en la proa de un barco.

Y as un da Allan Williers sali en busca del marhacia milenarios reinos colmados de secretos.Con la mirada transitando por un cielo en fugaera un hombre abstrado en su casa martima,su propia voz llamando desde otras orillaspor la bruma como en un sueo demasiado lcido,con ese rostro dormido en los astros que retornaba a sus dominios,hacia todas las tierras lejanas por revelary las estrellas ms altas con su temblor fro.

Entre olas como columnas o catedrales,cayendo en los abismos ms hondos del marcontra el cielo inmvil brillaban los tres mstilescrujiendo de potencia en un lquido espeso de rboles pulpososen busca del extrao pas de los skas_los pjaros obscuros que adivinan la muerte_o bajo el vuelo luminoso del albatroshecho de la misma poderosa materia del viento y el agua,esa agua tan fra que dola quemaba como fuego.Un corcel brioso era la blanca arboladurarompiendo el aire tenso y el estrpito de los ventisqueros despedazndoseen un temblor que inundaba hasta las nubes grisesen su singladura invariable,el hmedo mascarn inconmovibledonde el silencio no tiene sentido,mientras doblaba el Pen del Cabo de Hornosbautizado as por un capitn holands en recuerdo de su pueblo natal.

Por la tierra cruzaba un desolado viento blancoresonando en la sal y el sueo de ese rostro tan ausentesiempre hacia la posibilidad del horizonte y sus otras sealesen un sol de otro tiempo sobre el sur dispersoy sus moradores nacidos de la luz de los hieloscon un dormir sin trmino en sus bosques de coihues,por derroteros de las dalcas chilotas hacia lentos villorrios,resucitando los fantasmas de bucaneros antillanos o de pases nrdicosy de los que quedaron a la deriva buscando ciudades en la niebla,por la estela de las proezas en balsas de magueyy los arcabuces olvidados entre el fragor de la tormenta,por los declives de los que retornaron con Robinson Crusoeel solitario de los perdidos das de la infancia,reconstruyendo toda la ruta de la piragua de Jos de Moraledala misma que nos hara soar sobre su carta de la Gran Isla,navegando como en un cielo nocturno por colinas sumergidas,saliendo del tiempo despus de un largo invernarcon el rostro de Conrad como una lmpara que alejaba la nochepara que as Allan Willierssiguiera buscando los materiales que los unira eternamente al mar.an pasado a llevar. Slo despus de ese ejercicio, alz

(El ltimo verso ininteligible)

Qu, tras esos muros, 1986

Qu, tras esos muros

Desde afuera, qu intriga.Quines habitan esa dbil luz, indeterminada lmpara.Quines son los comensales, quin el que no est.Quines los moradores, all de sus visillosprolongando sueos con silencio de abejaescanciando en un gran rito rojo.

Qu, tras esos muros que detienen nuestros pasos.Cualquiera habitacin es extraa, nos fecundacon su misterio y debe transcurrir algo ms quela simple complicidad de la noche.Cuerpos, rostros y manos colmando un hondo hallazgo,muros que los protege, mesa que los perfuma.

Feroz en el ausente tras esos muros.Bienvenido el que llega a reencontrar su lecho.Todas las estaciones semejan casas incgnitas.La abstrada presencia de llaves, de ventanas, de puertas,son muros infranqueables para no profanar todas las vidas.

Qu, tras esos muros,espesos de guardar una obstinada intimidad tan invencible.

Puertas

Qu, tras esas puertas.De cuntas puertas est hecha esta casa:puertas abiertas, entreabiertas y sin abrir, distintas,de belleza solemne para rostros amados.

Por una puerta misteriosa nos han introducido alguna vez.La reconstruimos confusamente,casi ausentes en un da terribleno parecido a otro, sino un da nico.

El comienzo de la infanciaqued aprisionado detrs de su madera.

Pero de cuntas puertas estn hechas nuestras vidas,cunto material nos inunda para acostumbrarnos a ellas,duea de sus secretos y visitantes al mismo tiempo,habitantes de un cielo tan vertiginoso que nunca permanece,desconocidos que buscan reencontrarse en otros semejantes,en mundos diferentes,entre puertas ajenas.

Todos son comensalesdetrs de esta puerta que es la mesade todos aquellos que perdieron el sueodesnudos y en actitud de golpear,cuerpos hmedos,ngeles a los que tiene que or y proteger.

A nadie cerraremos nuestra puerta.Para siempre estar propicia al llamadoen el da largo de luz y sorpresas devorantesy en la noche ciega que nos agobia como una tierra oscura.

Reloj, rostro cansado de la casa

Qu silencio el de esta casa.En ella el viejo reloj es el rostro cansado del tiempo,un anciano apacible que dormita en la tarde.

Somos los protegidos de su postura inmvil,guardador que nos turba con su presencia determinante,pero nos seala con su ojo cclicodesde cualquier lugar de su propia orilla,porque el sol es viejo ya cuando lo miramos por primera vezy la noche es ingenua cuando reparamos en ellacomo habitantes y prisioneros al mismo tiempode su ritmo imperturbable.

La nieve frgil de este da- nos recuerda la lentitud apresurada de la sangre -desciende con la luz de los astrosy nos acostumbra por horassilenciosa ella misma como el tiempo en su esfera.La muerte desde all no se ausentay la vida de todos nosotros es un fruto que nunca envejece,el fin y el comienzo de una sola vastedadrecogida en sus signos,en su crculo solitario.

Qu misteriosa manera de marcar nuestros pasossencillo y terrible objeto terrestreen el silencio de esta casa,con su rostro cansado.

Cambio de la madera

En la noche cambia de lugary suena al odo enfermotantas veces sancionado.

Todo est lleno de tierra.Una tierra torrencial que nos cubrey nos cruje hasta desaparecer una manzana.

Cambio de la madera que suena en la noche.Cuando nadie la toca.Cuando nadie la hiere.

En la oscuridad nos busca.Nos sorprende mgicamentepara sealarnos que transitamos.

Y su sonido de madera se escucha,a pesar de su cambio.

Ahora se ha sentado solemne y extrao

Ahora se ha sentado solemne y extraoen un rincn de la gran cocina de la casadonde el color de las paredes es el alimento del silencioy escuchar el antiguo nacimiento del aguaes penetrar al interior de la piedra devorada en maanas opacas.En su rincn favoritosombras sin trmino son sus manosacariciando a un gato legendario y hurao.

Hace tiempo ha decidido cubrir sus ropas de musgoscambiando de lugar por otro que desaparecerrecriminado husped que adelgaza su sombradentro de una vastedad martima densa, obstinada,y como los pasos de Jakob y Wilhelm Grimm por sus comarcas,los suyos eran su voz despus de ausencias de ros de la noche,sus mgicos seres invocados sin descansoante el asombro colmado de instantneas alascasi desconociendo el prodigio de su propia sangrehasta hacer olvidar el temor a la gran lluvia y al gran viento blanco.

Poderoso es el deseo de reencontrar sus atvicos vnculoslas ms fieles palabras hacia atrs del espejorecuperando rostros, otra vez el trayectoy las largas zancadas all de los parientesiluminadas ahora por la emersin de un astro.Extranjero casi desde su ltima estanciasorprendido silencio es el que hoy envuelvesu gran cansancio, su enigmtica actitud patriarcalde regresar en busca de algo perdido u ocultopor otra tierra oscuraa escuchar las voces de sus hijos y sus nietos,ensimismado, ennoblecido por los aos,esperando y ausente.

En la inmediata ausencia naces alba

Alguien se desliza silenciosamente a mi ladoen el secreto de la noche ms dormida.Con la tierra que gira, giramos lentamente.Nos sumergimos en aguas tan dulces, tan densas,en un ocano tan vasto, tan nocturno.

Alguien se desliza por esta casa que mira hacia el inviernocon un rumor apenas perceptible,sin turbar el hondo llamado del que sueaen trnsito por un universo inexplorado,en camino a un silencio ms enigmtico,esa zona que oscila entre la penumbra y una lmparacomo el follaje de los rboles de la nocheque renuevan tu suave piel ms prxima al destello.

Detrs de estos muroshay algo que nunca deja de transcurrir,una propicia soledad para el cauce de la sangreo bien tu rostro meridional que me cubre y se encuentra con el mo.

Esta es la estancia que me retiene entre sus objetosy esta la puerta que guarda mi rostro dormido.

Despus de este tiempo,despus de esta casa donde siempre olvido algoy con ese elemento tan poderoso que es la memoria,podr retornar a tiy detenerme de nuevo ante tu puerta invocadapara que se abra silenciosa y secreta a mi requerimientoy detrs de ella te deslices silenciosamente a mi lado.

Un rbol es el centro de la tierra

Hay seres en m y en cada lugar esta nochetan oscura que la nieve no logra iluminarla,la nieve que todo lo blanqueay sepulta, fulgurante y obstinada.

A cuntos ausentes debo reconocerbajo esta pradera escarchadataciturnos y lentos, invocados transentes de prisamientras vivieron en este paraje silenciosodonde hay un rbol que es el centro de la tierraalto y frondoso, sealando el lugar que escogieronpara invernar con sus parientes,devorados por sus sueos.

Tendr que esperarlos en la puerta de la misma casadonde alguna vez se reunieron con sus vidas igualesdispuestos a dispersarse en sus formas distintasdejando sillas vacas, utensilios sin uso,reconocerlos al salir de su envoltura blanca,de sus hondas races, tan idnticos, tan fielescada uno como a reconstruir sus propios pasossintindolos traspasar un muro infranqueabledesde la otra orilla, sin gestos, sin palabrasslo para sorprender con un pasado que no termina bajo su hondo parajeal que todava respira y suea en esta casa del regreso.

Revelacin de la nieve

Cuntos sepulc