Rojas, Manuel (1997) de Qué Estamos Hablando. Apuntes Para Una Discusión Sobre La Sociedad Civil
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¿DE QUÉ ESTAMOS HABLANDO? Apuntes para una discusión sobre la sociedad civil
Manuel Rojas Bolaños(∗)
I. El esquivo objeto del deseo Entre tanto "slogan" hoy en boga, destaca el significado de la sociedad civil
como panacea para todos los problemas políticos de nuestro tiempo. Su sola
invocación parece surtir efectos mágicos, aunque no siempre se tenga certeza sobre la
clase de espíritus que se pueden estar convocando en su nombre.
El uso extendido del término, quizá habría que decir el abuso, provoca enormes
confusiones, y muchas veces no se sabe exactamente de que se está hablando. Casi
ritualmente, en programas y políticas gubernamentales se incluye la participación de la
sociedad civil, pero a la hora de implementar esos programas y políticas, aparecen los
problemas, porque dependiendo del lado de la barrera en que se esté, para usar un
término taurino, sociedad civil y participación pueden tener significados diferentes.
Surgen entonces las definiciones operacionales, que generalmente son
excluyentes --quizá la exclusión sea una característica común a buena parte de esas
definiciones--, unos se quedan fuera y los que logran entrar muchas veces representan
con déficit o a medias a quienes dicen representar. Se cubren apariencias y se cumple
con exigencias de organismos internacionales y donantes diversos sobre participación
de la sociedad civil, pero lejos se está, en estos casos, de incrementar la ingerencia
ciudadana en los asuntos públicos o de ampliar la democracia. En esa situación, las
organizaciones que quedan dentro se convierten en cómplices del ritualismo y la
exclusión. A veces los escenarios no se amplían porque ciertas organizaciones se
oponen al ingreso de nuevos actores sociales, que consideran competidores o cuya
forma de pensar y actuar les parece amenazantes para sus propios intereses.
Sociedad civil, como sucede con muchos otros términos de uso común hoy en
día en el ámbito de la política, no es un término neutro, sino que está cargado de
significados profundos sobre la vida en sociedad y sobre el desarrollo social y político.
(∗) Profesor de la Maestría Centroamericana de Ciencias Sociales de la Universidad de Costa Rica y profesor investigador de la Sede Académica de la FLACSO en Costa Rica. Para esta exposición se han retomado algunas de las ideas expresadas en el artículo “Marco teórico metodológico: sociedad civil y concertación social”, publicado en el libro de Peñas Domingo, Mercedes,, editora, Viva la gente: la sociedad civil y los procesos de concertación en Centroamérica. San José: PNUD, 1997, 13-22.
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Es un espacio donde prevalece la diversidad, las asimetrías, la competencia y las
luchas por el poder. Seguramente por esa razón todavía hoy, en los inicios del siglo
XXI, estamos hablando de cosas que deberían haber quedado claras hace mucho
tiempo.
Reconstruir el significado de los términos sigue siendo una tarea necesaria para
entender de qué es lo que estamos hablando cuando nos referimos a la sociedad civil y
las implicaciones políticas de sus diferentes significados.
Como lo señala Bobbio (1989), lo más cómodo es definir la sociedad civil
negativamente; es decir, como "...la esfera de las relaciones sociales que no está
regulada por el Estado, entendido restrictivamente y casi siempre polémicamente,
como el conjunto de los aparatos que en un sistema social organizado ejercen el poder
coactivo". Una definición positiva se dificulta porque, por una parte, los límites Estado-
sociedad no son siempre claros y, por otra, debido a la existencia de diferentes
tradiciones de pensamiento (iusnaturalista, liberal, hegeliano-marxista, gramsciana,
etc.) que ofrecen visiones distintas, dado el lugar en que colocan los acentos.
II. Tradiciones filosófico políticas Sociedad civil es un término de larga data en el pensamiento filosófico político
occidental. Aparentemente proviene del pensamiento clásico griego, específicamente
de la filosofía de Aristóteles y de Platón, aunque el significado ha venido variando con
el tiempo. En el pensamiento clásico, el término equivalente a sociedad civil (koinonia
politiké), se usaba para designar lo político, es decir, el espacio en el que se discutían
los negocios relativos al manejo o al gobierno de la ciudad (Torres Nafarrate, 1996).
Era a la vez espacio público, donde solamente participaban los hombres que eran
considerados como ciudadanos y un lugar donde se expresaba la unidad de la
sociedad. En ese sentido, realmente no había ninguna distinción entre sociedad civil y
sociedad política, en la medida en que tampoco existía un Estado diferenciado del
conjunto de ciudadanos, colocado por encima de ellos.
En los tiempos modernos, dentro de la tradición liberal, la concepción de la
sociedad civil se conecta con los filósofos escoceses del siglo XVIII, Adam Smith y
Adam Ferguson, quienes entienden la sociedad civil como un estadio del desarrollo
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social; en otras palabras, la sociedad civil es la sociedad civilizada. Como lo indica
Fernández Buey (2003) siguiendo a Ferguson, “La sociedad en su conjunto se ha
hecho civil civilizándose, esto es, gracias al comercio, la industria, el mercado y la
división del trabajo que el desarrollo de estas actividades humanas comportan.” En
otras palabras, la sociedad civil es una forma de estado caracterizado por el imperio de
la ley, un gobierno limitado y una ciudadanía activa.
Dentro de esta tradición seguramente se podría encuadrar la definición que se
desprende de las observaciones hechas por Tocqueville durante un viaje realizado a
los Estados Unidos en 1831. Tocqueville (1994) hacía notar admirado, como los
"...americanos de todas las edades, de todas las condiciones y de todas las
mentalidades, se unen constantemente. No solo tienen asociaciones comerciales e
industriales de las que todos forman parte, sino de otras mil clases: religiosas, morales,
serias, fútiles, muy generales y muy particulares, inmensas y pequeñísimas".
Asociaciones que sirven para resolver problemas diversos de la colectividad o para
realizar otro tipo de empresas; asociaciones “…que se forman en la vida civil y cuya
finalidad no tiene nada de política", que no disputan el lugar de las asociaciones
políticas, sino que tienen su propio espacio de acción. Pero Tocqueville indicaba la
existencia de una estrecha interrelación entre ambos tipos de asociación: “Las
asociaciones civiles facilitan…las asociaciones políticas, y por otra parte la asociación
política desarrolla y perfecciona singularmente la asociación civil".
De estas visiones se deriva una definición amplia de sociedad civil, como la que
postula el sociólogo Víctor Pérez Díaz (1997): “un conjunto de instituciones, en primer
lugar un gobierno (estado o autoridad pública) limitado y responsable, que opera bajo el
imperio de la ley (the rule of law); una economía de mercado (lo que implica un régimen
de empresa privada); un tejido asociativo plural (o un abanico de asociaciones
voluntarias de toda índole); y una esfera pública (o libre debate público). Al mismo
tiempo ese entramado institucional necesita un soporte comunitario determinado
(quizás una nación) que, a su vez, opera en un contexto (internacional) más amplio.
Las sociedades civiles reales han sido, y son, naciones (o sus formas comunitarias
equivalentes) específicas, que han sobrevivido (y, eventualmente prosperado), en un
marco de alianzas y hostilidades con otras naciones.”
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Pérez Díaz subraya que dentro de un régimen político autoritario, la sociedad
civil solamente puede existir "...de una manera más o menos mitigada" o precaria, y
que solamente puede alcanzar plenitud en condiciones de existencia de un gobierno o
autoridad pública sujeta al imperio de la ley. Estado de derecho, libertades públicas,
ciudadanía extendida, democracia y mercado,1 son entonces condiciones necesarias
para la existencia de una sociedad civil desarrollada, pero hacen falta otros
ingredientes.
De la definición amplia de sociedad civil se deriva una restringida, de acuerdo
con el mismo Pérez Díaz (1994), como el conjunto institucional no sujeto al control
directo por parte del estado: es decir, los mercados y las asociaciones voluntarias y la
esfera pública. Un ámbito organizacional que se define frente al estado. aunque a
veces resulte difícil establecer claramente las fronteras, dada la presencia de instancias
intermedias. En todo caso, en una sociedad democrática, estado y sociedad civil son
elementos imbricados.
Planteada en estos términos, la idea de sociedad civil corresponde, en gran
medida, al modelo de sociedades liberales de nuestro tiempo, donde la democracia
política coexiste con la economía de mercado, pero también donde existe una división
entre el Estado y el ámbito de ejercicio de la ciudadanía. Se trata de una doble
composición: institucional y voluntaria: una ciudadanía activa es fundamental, pero lo
es también la relación con un estado.
Otra tradición, en la acera de enfrente del liberalismo, es la que parte de Hegel y
Marx; una tradición que contiene un conjunto de ambigüedades. En Hegel, el Estado
representa un orden superior, en la medida en que es ahí donde la sociedad se unifica
y se reconoce a sí misma, mientras que la sociedad civil, aunque es un momento
previo a la organización del Estado, sigue siendo un espacio en el que predominan los
intereses privados. La sociedad civil carece de capacidad para organizarse a si misma
y por tanto debe ser articulada por el estado o por un grupo revolucionario que controle
el estado.
En Marx la distinción entre sociedad civil y estado se diluye en la concepción de
infraestructura económica y superestructura política, pero el Estado no es el ente ideal 1 Torres Rivas (1992) indica que el desarrollo de la sociedad civil va acompañado por el mercado: "La Sociedad Civil solo se
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dentro del cual la sociedad logra su unificación --el reino de los iguales-- sino que es
una estructura de dominación que se origina, precisamente, en la asimetría presente en
las relaciones sociales de producción. Sin embargo, también hay una profunda
desconfianza hacia la sociedad civil, sobre todo entendida en su sentido amplio; es un
tipo de sociedad que hay que superar, un momento de la prehistoria de la humanidad
que debe ser sustituida por un nivel superior de civilización.
Aunque esta concepción ha sido predominante dentro del marxismo occidental,
la vertiente inaugurada por Antonio Gramsci se apartó bastante del modelo original. En
primer lugar, Gramsci situó a la sociedad civil dentro de la superestructura, pero
diferenciándola de la sociedad política. Esta última es el asiento de los aparatos
represivos, mientras que la primera es el campo ocupado por los llamados aparatos
ideológicos. En segundo lugar, aun dentro de una concepción marxista, Gramsci
intentó mostrar cómo la dominación no es solamente un problema de coerción y uso de
la fuerza, sino que es, en lo fundamental, un problema de formación de valores y de
estructuras mentales, que son más difíciles de eliminar que aquellas que directamente
ejercen la violencia sobre los individuos y las sociedades. Algo similar a lo que hoy se
conoce como cultura política.
Tanto en la versión marxista ortodoxa como en la gramsciana, la sociedad civil
forma parte consustancial de la dominación ejercida por una clase social. La imagen
de una pluralidad de organizaciones que tratan de alcanzar metas no políticas o que
buscan ejercer influencia en los ámbitos en que se toman decisiones de política
pública, no conjuga muy bien con esta concepción del mundo, salvo que dichas
organizaciones respondan a criterios de clase social y estén involucradas en la lucha
por la conquista del poder desde el ámbito de las llamadas clases subalternas. De otra
forma serían catalogadas como formando parte del entramado de la dominación de
clase.
III. El sentido actual Las versiones actuales de la sociedad civil están emparentadas con estas
tradiciones, pero han adquirido sus propias particularidades. En la versión neoliberal la
desarrolla si goza de una buena economía de mercado."
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sociedad civil se define por oposición al estado y termina identificándose con la
sociedad en general. Lo que se pretende es un estado mínimo que ceda la mayor
parte de sus funciones a la sociedad civil, que se presenta como el reino de la
eficiencia, del altruismo, de la honestidad, etc. El estado, dentro de este enfoque, es el
símbolo del autoritarismo, de la corrupción, la ineficiencia y los intereses privados
ilegítimos.
En este enfoque sociedad civil termina siendo un concepto ambiguo, a veces
equiparable a sector privado o empresa privada. En ese sentido, la bandera de la
sociedad civil sirve muchas veces para disfrazar otras intenciones, como puede ser el
desmontaje de servicios como la educación y la salud, o empresas estatales como las
telecomunicaciones y la generación de electricidad, y su traslado a manos del sector
privado.
La ampliación del espacio de participación ciudadana, que conlleva la noción de
sociedad civil, se vuelve dentro de este enfoque problemática, porque se reduce, en
buena medida a aquellos sectores sociales que están en condiciones de participar en el
mercado, sobre todo los que han logrado ventajas en las nuevas condiciones de
liberalización de la economía. Por lo demás, la supuesta reducción del ámbito del
estado, que va articulada a esta noción de sociedad civil. termina siendo relativa
porque, si bien es cierto que se impulsa la privatización de ciertas instituciones y
servicios, así como la desregulación en el plano productivo y mercantil, se fortalecen
otros aspectos de la actividad estatal, por las necesidades de los grupos y de las
coaliciones que empujan tales transformaciones y por los cambios que están
ocurriendo a nivel global. Como en toda visión parcial de la realidad, se busca
fortalecer lo que favorece y eliminar lo que perjudica.
En la versión sostenida por sectores postmarxistas y de demócratas radicales, la
sociedad civil queda restringida a los grupos, asociaciones y sectores que comparten
un determinado proyecto político, por ejemplo, las ONG críticas, los sindicatos no
reformistas, los grupos ambientalistas, etc. La diversidad inherente a la sociedad civil
también se reduce, evitando en mucho la deliberación y la negociación. “Quienes no
están conmigo están contra mí”, parece ser la enseña que enarbolan.
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En ambos casos se busca adquirir o aumentar influencia política. Al llegar a
este punto habría que hacer dos observaciones: en primer lugar, hay que tomar en
cuenta que no todas las organizaciones quieren actuar en la arena política; tal vez
buena parte de ellas solamente quiere hacerlo en determinadas coyunturas y muchas
veces únicamente en el plano local. Convendría entonces no forzar la participación y
aceptar que muchas organizaciones nacen con objetivos claramente asistenciales o
filantrópicos. Seguramente el término “tercer sector” resulta más apropiado para
clasificar a algunas de estas organizaciones, pero este es un punto en discusión.
En segundo lugar, como lo señala Geller (1991), la presencia de un conjunto
plural de instituciones no sujeto al control del estado es un elemento necesario para la
existencia de la sociedad civil, pero no es suficiente. Hace falta un ingrediente
adicional que le da unidad al conjunto. En otras palabras, a pesar de la existencia de
intereses particulares, tiene que compartirse un sentimiento de pertenencia a una
comunidad nacional, que asegura una “solidaridad transgrupal" o “espíritu cívico"
(Geller, 1991; Alexander, 1993; Pérez Díaz, 1997). Es necesaria la existencia de un
entramado de valores universales asentados en sociedades concretas, que permitan
tanto las acciones colectivas como las individuales, sin que el individuo o las
colectividades se sientan altamente constreñidos u obligados a pertenencias rígidas a
asociaciones, pero que a la vez impidan la disgregación social.
No se trata de ignorar la existencia del conflicto y las luchas por el control del
poder, sino de situarlas en un contexto en el cual los intercambios, las negociaciones y
los acuerdos tienen sentido. Seguramente tal cosa resulta sumamente difícil en
sociedades altamente polarizadas, con diferencias abismales en cuanto a distribución
del ingreso y condiciones de vida, o con marcados contrastes étnicos y culturales. En
tales condiciones la búsqueda de una plataforma común sobre la cual realizar un
intercambio fructífero resulta una tarea sumamente complicada.
En esta época de crisis del sistema de representación y de pérdida de la función
de articulación de intereses que tenían los partidos políticos, algunos sectores han
insinuado la posibilidad de su sustitución por un entramado de organizaciones que
operan dentro del sistema político aunque formalmente están fuera de él.
Organizaciones que demandan participación en la toma de decisiones en el plano
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político, en una suerte de recomposición del neocorporatismo, lo cual ofrece sin duda
sus dificultades.
Para este conjunto se reserva el término “sociedad civil”. Es decir, que la
expresión sociedad civil, según algunas perspectivas, debería dejarse para calificar a
aquel conjunto diverso de organizaciones que buscan influenciar los acontecimientos
que marcan los derroteros de la política, la economía y la vida social, actuando
conscientemente dentro del espacio público, en una comunidad o dentro de un país.
Sin embargo, dado que el muestrario de intereses presentes es diverso y
muchas veces enormes las desigualdades en cuanto a poder e influencia se refiere, la
construcción de una “voluntad general” se dificulta mucho. Necesariamente tienen que
existir mecanismos como los partidos políticos, que no solamente pueden representar
intereses ciudadanos múltiples, sino que también sus actuaciones deben realizarse
dentro de marcos de mayor flexibilidad, puesto que, al menos en teoría, tienen la
capacidad de interpretar las demandas diversas de la ciudadanía. Por supuesto que
aquí nos referimos a los partidos políticos abiertos a la participación de una ancha
banda de sectores sociales, y no aquellos donde el componente clase social
predomina. Habría que admitir, sin embargo, que en determinados sectores de la
sociedad civil hay también un potencial ético universalizador: todas aquellas
organizaciones cívicas que luchan por una ampliación de la democracia y la justicia
social.
Seguramente la presencia en el plano político de este conjunto favorece el
funcionamiento de la representación política, estableciendo presiones y forzando la
búsqueda de equilibrios; pero la sociedad civil no puede sustituir la participación
ciudadana en el escenario político ni los mecanismos de agregación de intereses y de
representación. Puede complementarlos en la medida que se comprenda sus
posibilidades y sus límites dentro de una interacción que alcanza a las mismas
organizaciones, al estado y a los partidos políticos.
En todo caso esta presencia de la sociedad civil en la arena política, debería
hacerse dentro de un esquema de ampliación de la participación ciudadana, que
evitara tanto las inclusiones como las exclusiones indebidas y facilitara la deliberación
que tanto necesita la democracia de nuestros días. El trabajo conjunto entre partidos
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políticos y sociedad civil, así como el funcionamiento de mecanismos de democracia
participativa, como las consultas populares y el referendo, puede favorecer el avance
hacia nuevas formas de convivencia democrática. Como no toda la ciudadanía milita
en partidos políticos, ni está organizada de acuerdo con un ordenamiento de intereses
gremiales, empresariales o de otro tipo, es imperativo respetar la participación
individual en los espacios que corresponda.
Finalmente, una breve referencia a lo que se ha dado en denominar "tercer
sector". ¿Es este sector es una especie de sociedad civil prepolítica o incivil, que
solamente se interesa en aspectos éticos o en ámbitos de acción alejados de la
política, aceptando o dejando pasar todo lo que viene del estado y sus instituciones?
¿Dónde situar conceptualmente a las organizaciones voluntarias, nacionales o locales,
que no están conscientemente interesadas en lograr influencia política o solamente lo
hacen en determinadas circunstancias? No tengo respuestas concluyentes para estas
interrogantes. Quizá lo que sucede es que no existe sólo una sociedad civil, con las
características mencionadas en los párrafos anteriores, sino múltiples sociedades
civiles, o facetas de la sociedad civil, separadas por ámbitos diferentes de acción,
incluso espacialmente. Realidades sociales que comparten todas ellas dos
características comunes: son agrupaciones voluntarias y no están directamente
controladas por el Estado.
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