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.--~ 6I-MINISTERIO

EDUCACION

DEPARTAMENTO DE BELLAS ARTESY PUBLICACIONES

Portada de

CARLOS ARBOLEDA

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ROGELIO SINAN

LA BOINA ROJA(cuentos)

PANAMA1961

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LA BOINA ROJA

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--Mire, doctor Paul Ecker, su silencio no corres-ponde en nada a la buena voluntad que hemos tenidoen su caso . Debe usted comprender que la justiciarequiere hechos concretos . No me puedo explicar lapertinacia que pone en su mutismo .

Pan] Ecker clava sus ojos verdes en el vacío . Sientecalor . Transpira. Las pausas isocrónicas de ungran ventilador le envían a ratos un airecillo tenue-que juguetea un instante con las rojizas hebras desu barba .

( . . .Allá en la islita no hacía t anto calor . Eraagradable sentarse en los peñascos a la orilla delmar . . . Hundir los ojos en la vasta movilidad oceáni-ca . . . Ver cómo se divierten los raudos tiburones . . .Y sentir la caricia del viento que te echa al rostro laespuma de las olas . . .)

-Hemos tenido, doctor, no sólo en cuenta el mere-cido prestigio de que goza como biólogo y médicosino también las múltiples demandas de clemenciaenviadas por hombres celebérrimos, por universida-des, academias, museos . . . !Vea qué arsenal de car-

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tas! . . . De Londres, Buenos Aires, Estocolmo, París . . .Esta de Francia nos hace recordar que dos años antestuvo usted el honor de presidir el Gran CongresoMundial de Ictiología que se reunió en la Sorbonne . . .¿Recuerda? . . . Menos mal que sonríe .

(¡La Sorbonne! . . . Sí, allí la conoció . . . Tenía elaspecto de una inocente colegiala pero ¡qué embru-jadora! . . . Lo que más lo sedujo fue su faldita cortaazul marino y aquella boina roja levemente ladeadasobre una sien . . . "Sólo quiero su autógrafo --le di-jo-. Yo me llamo Linda Olsen y estudio en La Sor

-ona. Me interesan las ciencias. Quisiera hacer pro-digios como Madame Carie . . . ¿De qué Estado esusted? Yo soy de Atlanta") .

Paul Ecker se estremece sin saber definir si es porel aire de los ventiladores o por otras mil causas queprocura olvidar sin conseguirlo .

El funcionario prosigue :-En estas cartas nos ruegan ser clementes . . . Nos

mencionan sus recientes estudios sobre diversos te-mas de ictiología, y, asimismo, como dice John Ha-milton, por la gran importancia de su "Memoria so-bre la vida erótica de los peces", en la cual relacionacon las fases lunares los cambios de color que, du-rante el desove, sufren ciertas especies .

( . . .Por culpa de John Hamilton se la encontró denuevo en Pensilvania . . . "¿No me recuerda ya? ¡SoyLinda Olsen, la de la boina roja! . . . ¡Qué memoriala suya, doctor Ecker! Claro, como no llevo mi cas-

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quete purpúreo ni la faldita azul . . . ¿Qué tal me veocon lentes? Parezco gente seria, ¿verdad? Tal vezpor eso no me ha reconocido . . . Jamás olvidaré nues-tros paseos en París . . . ¿Recuerda, en el otoño, có-mo caían las hojas? . . . ¿ Y el paseo vespertino en lasbarcazas del Sena? ¿ Y aquella tarde alegre en lomás alto de la Tour Eiffel? Tengo en casa la foto,¿la recuerda? . . . Bueno, doctor, no quiero fastidiar-lo . . . Le debo declarar de todos modos que este en-cuentro no ha sido casual . . . He venido a buscarloporque en la prensa he visto que el Instituto de Pisi-cultura lo envía a estudiar los peces del Archipiélagode las Perlas cerca de Panamá . . . ¡Qué maravilla! . . .¡Pasar un año entero disfrutando del Trópico, del mar,del sol, del aire, libremente y en íntimo contacto conla Naturaleza! . . . ¡Tiene usted que llevarme! . . . Esnecesario que yo sea su asistente . . . ¡Doctor, se losuplico! . . . Vea que tengo razones para hacerle esteruego . . . Ya estoy desesperada . . . Mire si no : Us-ted sabe que me gradué en París . . . Bueno, de nadame ha valido todo eso. Todavía ando cesante . . . ¡Sí,sí, no he de negarle que recibí una oferta de John Ha-milton! . . . ¡Qué ofensa! ¿Se imagina? Yo, asisten-te de un hombre de color . . . ¡Oh, sí! . . . Todo lo cé-

lebre que usted quiera llamarlo... Ni me lo diga...Ya sé que es candidato al Premio Nobel . . . ¡Sí, sí! . . .Pero aun así . . . Usted comprende, doctor . . .)

El juez respira incómodo. Se enjuga la calva conel humedecido pañuelo . Y, haciendo mil esfuerzos porconservar la calma, declara :

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-Todo ello nos obliga a ser un tanto indulgentes . . .pero necesitamos saber de todos modos el paraderode Miss Olsen . . . Cuando lo hallaron a usted sobre laplaya de Saboga, parecía enajenado . . . Llevaba en lacabeza la boina roja de ella . . . Su ropa, hecha jiro-nes, daba a entender su lucha con las olas entre losarrecifes . . . Tenía además las manos y los pies ras-guñados . . . La sangre de una herida más honda ha-bía manchado parte de la camisa . . . A medida quefue recuperando su lucidez mental daba diversos yhasta contradictorios detalles del siniestro, lo cual fuebuen estímulo para que los marineros de la Base ima-ginaran e hicieran circular las más extrañas versio-nos del suceso . . . Unos, al ver deshecha la pequeñachalupa, pensaron que iba usted con Miss Olsen cuan-do lo sorprendió la tempestad . . . Otros, por ciertosdatos inconexos que usted dejó entrever, supusieronque usted había empujado a Miss Olsen entre los ti-burones . . . Hubo quienes creyeron lo del suicidio porno se qué percance sentimental . . .

( . . .¿Cómo iba a asesinarla? ¿Suicidio? ¡Ni pen-sarlo! Las causas y los hechos eran muy diferentes ;pero ¿cómo decirlos sin despertar la duda de que fue-sen producto del desvarío causado por el naufragio? . . .Todavía le quedaba en los oídos la escalofriante risade la haitiana y aun parecíale oír sobre las olas elcanto de Linda Olsen tremolando como una bande-rola . . .)

-Por eso decidimos celebrar esta audiencia pre-liminar muy en privado . Sólo estarán presentes las

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personas estrictamente necesarias y eso cuando ha-gan falta. No le hemos dado pase ni a los señores dela prensa. Usted comprende : sería un gran despres-tigio para la ciencia. Y así nos lo ha advertido porcable cifrado el Instituto de Piscicultura . . . Aun deWashington se recibió un mensaje en el que insistensobre la discreción que este proceso requiere tratán-dose de una celebridad como usted . . . Sin embargo, nodebemos negar que ciertos trámites de obligada ruti-na . . . Oh, tan sólo para cubrir las apariencias . . .Ya que, según lo han confirmado sus colegas de laUniversidad, no existe indicio alguno que no dé feabsoluta de su inocencia . . . De todos modos, usteddebe ayudarnos . . . ¿Por qué motivo insiste en su ro-tundo silencio? Yo no podría eximirlo de rendir decla-ración de los hechos . . . La Ley lo exige, mi queridodoctor . . . Mire, para ayudarlo, le voy a refrescar lamemoria . . . Hace un año, tal vez un año y medio,llegó usted a la Base Militar de Saboga con buenascredenciales y en compañía de su asistente Linda Ol-

sen... Iba usted a explorar todas las costas del Ar-chipiélago y a seguir estudiando, como dice esta notadel Instituto, " . . .la época de la freza en ciertos pecesde desove heteróclito, como también la ovulación de lashembras denominadas partenogenéticas . . ." El Co-mando Militar de la Base le prestó la más francacooperación . . . Se le asignó, para uso exclusivo deusted y su asistente, una lancha a motor y dos adjun-tos : un maquinista. de raza afrodinense, Joe Ward, yun marinero blanco, Ben Parker . . .

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( . . .Paul Ecker se contempla a sí mismo en la BaseMilitar de Saboga . El Comandante los recibió cordialy se mostró festivo con Miss Olsen que lucía nueva-mente su boina roja . "Se va usted a aburrir en eseislote" -le dijo . Sorprendida, Miss Olsen le pregun-tó a su vez : "-¿Es que no vamos a residir aquí? Yél yendo hacia la puerta, contestó : "-No, señoresVengan conmigo al porche" . Y señalándoles un islotecercano, agregó : "-¿Ven esa ínsula con varios fara-llones? Es allí donde está el laboratorio . Las investi-gaciones las inició Frank Russell, pero como era mé-dico militar, no hace mucho se embarcó para el Asia .Yo mismo sugerí la conveniencia de traer a un civil .Les aseguro que van a estar ustedes muy cómodos .Verán en el islote una cabaña debidamente equipada .La asea Ye ya, una haitiana, que cuida las gallinas ycultiva la tierra . Es vejancona. Le dicen "La Vudú"Habla una jerga rara, pero entiende el inglés. Ellaverá la forma de que nada les falte . Si aun necesitanalgo, pueden mandarme a Joe . Es buen muchacho .Vivirá con ustedes y les será muy útil. No hay nadaque él no sepa . Es cocinero, mecánico, marino y has-ta -¡asómbrense!- gran tocador de banjo . Ben Par-ker es un buen ayudante y toca armónica. Es apar-cero de Joe. Siempre andan juntos . . .)

El funcionario mueve su corpulencia provocandoun discordante chirriar de muelles flojos y de piezasgastadas.

-No sé por qué motivo, al poco tiempo, usted mis-mo solicitó el retiro de ambos jóvenes, ¿no es así?

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El doctor Ecker sufre un ligero estremecimiento .Mira al juez, suplicante . Y, moviendo en el aire en-trambas manos con gesto de impaciencia, declara :

-Hay circunstancias en las que . . . ¿sabe usted? . . .Es tan complejo todo esto que . . . Para explicar loshechos y evocar claramente la pura realidad seríapreciso acusar a personas que a lo mejor son inocen-tes . . .

--Si hay fe de esa inocencia, no las complica usteden absoluto . . . Y, además, ya le he dicho que estacausa la estamos ventilando con la más rigurosareserva . . . Puede estar bien seguro de que nada de loque aquí se diga saldrá de este recinto. Prosiga usted .-Nuestros primeros días en cl islote fueron de

una belleza inexpresable . . . La casa era muy cómo-da . . . Mientras la vieja la arreglaba y atendía a lacocina, Linda, los muchachos y yo, deambulábamosde roquedo en roquedo reconociendo las encantadascostas . . . No podría describirle la sensación de magiaque iba sobrecogiéndonos en aquel tibio ambiente deluz, color y trinos . . . Yo, pecador de mí, perdí mitiempo, si así puede decirse, entusiasmado por múlti-ples hallazgos de índole puramente científica . Ben yJoc, los dos jóvenes, tenían que acompañarme cargan-do mis enseres . . . Aquello, al parecer, los distraía ;pero, ella, en pleno goce de su explosiva adolescencia,languidecía de hastío . . . A veces nos seguía coleccio-nando conchas y caracoles, pero más le agradaba va-gar entre los árboles . Y era que, sin nosotros, no

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quería estar en casa, porque sentía no sé qué des-confianza contra la vieja . . . Era más bien como unaespecie de repulsión, de asco, de vago presentimiento .Por las tardes, después de las labores, yo solía darcon ella largos paseos románticos . . . Debo advertirleque jamás pensé en la posibilidad de un idilio. Hu-biera sido ridículo, ¿comprende usted? . . . Mi edad yla misión que fungía me daban cierto tono de tutorfrente a ella . . . De modo que por ética profesionaly, sobre todo, por mi constante razón de estar en éx-tasis, abstraído, embebido, no podía darse aquello . . .

Ecker reprime un gesto que deja traslucir una li-gera aflicción .

El funcionario comprende que ha presionado unpunto neurálgico . Casi inconscientemente oprime untimbre.

-Descanse usted, doctor.Y, al entrar el ujier, se enjuga el rostro mientras

le dice :-Tráiganos agua fresca.El doctor Ecker vuelve a clavar sus ojos en la ver-

de lejanía del recuerdo .

¿Cómo hacerle entender a aquel obeso señor de pielviscosa lo que fue para ellos el farallón? . . . ¿Dequé modo hacerle inferir que aquello tenía cierto epi-cúreo sabor de égloga antigua, de pastoral pagana, debucólica sinfonía tropical? . . .

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( . . .Trastornado por la naturaleza alegre de la isla,enceguecida por la gran soledad que lo rodeaba frenteal mar y el cielo, y obsedido por el jovial efluvio deLinda Olsen, Paul Eclcer despertó como a un mundojamás imaginada ; sufrió una especie de mágica meta-morfosis, y, al dejar la crisálida que lo hacía parecerseveramente científico, sintió de sopetón el estallidosolar y la excitante fragancia de las olas . . . En vanoresultaba que, tratando de aferrarse a la ciencia, pro-curara esconderse entre las celdas de sus razonamien-tos . . . Cuando más concentrado analizaba ciertosepifenómenos como el de las anguilas que cambian decolor durante el celo o cuando iba a sacar la conclu-sión de que las glándulas hipófisis rezuman las hor-monas . . .oía la voz de Linda que, subida a los árboleso hundida entre las olas, le dejaba entrever su boinaroja . . . Recordaba Paul Ecker varios acantilados enforma de escalones donde dejaba el mar pequeñas po-zas que Miss Olsen usaba para bañarse . . . Una vezcayó en una de la que no podía salir porque los bordesestaban resbalosos . . . El escuchó sus gritos y, pen-sando en Andrómeda atacada por el monstruo, selanzó a rescatarla . . . La tuvo que sacar así desnuda--¡maldita timidez!- tras mil esfuerzos y graves res-balones . . . Esa noche Linda Olsen hizo bromas y rióbajo la luna poniendo en entredicho su varonía. Hubo,claro, un, instante en que la sangre se le encendió depronto . . . Sintió que se iba hundiendo en un abis-mo profundo . . . Y esa noche fue Andrómeda quiendevoró a Perseo . . . Desde entonces . . .)

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Una golosa mosca queda presa en las alas del granventilador .

El mofletudo custodio de la ley se abanica .-Se dice que Linda Olsen iba a tener un niño, ¿no

es así?-Desde luego.-Todo ello a consecuencia . . .-¿De qué?-De sus amores . . .-No sé a qué se refiere.-Bueno, en definitiva, queda casi probado . . .-Que el hijo no era mío.-¡En qué quedamos, mi querido doctor!-Creo haberle dicho que Miss Olsen erraba de un

lado para otro, rebosante de vida, plena de juventud,trastornada por los encantos mágicos de la isla . Yo nopodía atenderla . . . Usted comprende . . . Yo estabadedicado en cuerpo y alma a vigilar en las charcas yentre los arrecifes la heteróclita ovulación de los pe-ces . . . Mis severas costumbres ponían entre nosotrosuna muralla rígida de austeridad . . .

( . . .Más allá de ese muro, todo era égloga bárbara,pagana libertad en la que él, lujurioso, saltaba comoun sátiro tras una ninfa en celo . . .)

-¿Cómo se entiende entonces que Linda Olsen? . . .-Déjeme usted decirle . . . Convencida de que yo

no era el tipo que requerían sus veleidades de juven-tud, sonsacaba por turno a Ben y a Joe con el pretextode que la acompañasen a buscar frutas . . . Yo noveía en todo ello nada malo . . . Comprendía que eran

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cosas de adolescencia . . . Me pareció al principioque Miss Olsen se divertía flirteando con Ben Par-ker . . . Eso era lo normal, dado su enojo contra lagente de color . . . En efecto, noté que Ben y Linda seperdían con frecuencia. Sin embargo, pude entreverque al poco tiempo Ben Parker la rehuía . . . Desdeentonces (¡caso bien anormal!) ella buscaba a Joe pa-su sus juegos y andanzas . . . Aquello parecía diver-tirla, pues la sentía reír de buena gana . . . Tambiénme sorprendió lo acicalado que andaba el negro Joe,quien, a la luz de la luna, solía entonar canciones que-jumbrosas al son del banjo. Aún recuerdo una deellas de indudable intención enamorada . . .

¡Qué bonita boina roja,la boina mía .oh mar azur . . .Cuando la veo se me antojauna sandíade Carolina del Sur . . . .

Una tarde, lo recuerdo muy bien, yo examinaba almicroscopio no se qué tegumentos . . . Me estaba ador-milando por causa del bochorno, cuando escuché losgritos de Miss Olsen .. Pensé que a lo mejor la habríapicado una coral o acaso una tarántula . . . Al aso-marme atónito, la vi venir corriendo, desgreñada, gri-tando . . . "Socorro! ¡Me ha violado!' . . . Noté queel negro Joe, loco de pánico, descendía hacia la radacasi volando . . . Bajé por el barranco precipitada-mente para pedirle explicaciones, pero él logró em-barcarse, cuchicheó con Ben Parker, y ambos partie-

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ron en la lancha . . . Sin perder un minuto, subí has-ta el promontorio para hacer las señales con el se-máforo dando parte a la Base, pero lo sorprendente, loincreíble, fue que en ese momento Miss Olsen, muy su-misa y al parecer tranquilizada, se me acercó rogándo-me que por favor desistiera de dar la alarma . . . Meexplicó que un escándalo podía perjudicarla . . . Pre-feria que el abuso quedara impune . . . Yo, que lahabía pensado toda plagada de prejuicios, sentí lamás profunda veneración por ella ; resolví defenderla,darle amparo y aun brindarle ni¡ nombre, ya que sugesto, para mí, era un indicio de plena madurez y decordura total . . . Desde esa tarde, viéndola acongoja-da, resolví distraerla y procuré interesarla nuevamen-te en los asuntos científicos que ella había abandona-do no sé por qué . . .-Perdone : ¿Ben y Joe no regresaron a la isla?-No por cierto . . . Cuando fue el Comandante a

investigar . . .-¿Qué inventaron?-Le habían hecho creer que yo deseaba estar solo .

Desde luego, preferí confirmar esa versión . . . Yaun dije al Comandante que como ya era tiempo de lafreza, prohibiera que sus hombres se aproximaran alislote porque espantaban a los peces y hasta podíaninterrumpir el desove . . . Cuando él quiso insistir, leaseguré que la Vudú nos bastaba para los menesteresde la casa . . . Desde entonces, ya no hubo distraccio-nes y nos dimos de lleno a los cultivos y a la atinadaobservación de las aguas . . . La haitiana vivía dis -

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tante de nosotros, y poco la veíamos ; sobre todo por-que pasaba el tiempo pescando en alta mar . Navega-ba en una frágil chalupa que parecía una nuez entrelas olas . . . Fue entonces cuando Linda pareció dar-se cuenta de que en su vientre . . .-¡El niño! ¿Era del negro entonces?-Sólo puedo decirle que era de ella. Yo iba a re-

conocerlo como si fuera mío, pero las cosas tomaronotro rumbo .

El doctor Ecker pone el oído atento . Cree escu-char a lo lejos un canto misterioso que parece surgirde entre las olas y siente nuevamente la infernal car-cajada de la haitiana que lo persigue a todas horas .

El juez insiste :Y en resumidas cuentas, no estaba, usted seguro

de que el niño fuese suyo o del negro . Sé que huborelaciones . . .-Exactamente. Ella y yo . . . Usted comprende .

De allí mi estado de ánimo, de duda. Sobre todo,porque existe en mi vida un precedente que me hacíapresentir dificultades . Me refiero . . . No sé si yale he hablado de mi primer divorcio por incapacidadgenésica . . . Mi suegro, que era rico y muy dado aesas sonseras de alcurnia, deseaba a todo trance unnieto debidamente sano, robusto y fuerte que le he-redase el nombre y la fortuna . Nació un niño, varón,pero tarado, contrahecho, deforme . . . Menos malque sólo duró unas horas . . . Se estudió el historialclínico de mi gente y se encontró . . . Usted sabe . . .

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No hace falta insistir sobre estas cosas . Mi suegrome obligó a cederle el puesto a un semental de indu-bitable fecundia . . . A aquel fracaso inicial debo misglorias en el campo científico . . . Conociendo el opro-bio de mi destino, preferí refugiarme entre mis librosy me negué al deleite de una familia . ¿Por qué insis-tir, sabiendo que mis hijos nacerían defectuosos? . . .Por eso, en el islote, procuró estar distante de MissOlsen . . . Sin embargo, las cosas no suceden siempresegún queremos. La soledad a veces nos precipita enbrazos de la lujuria . . . Ocurrió pues aquello, y ellaesperaba un niño que suponía hijo mío, lleno de vida,rozagante y hermoso . . . Yo, que estaba inseguro desu paternidad, me angustiaba . . . Mi zozobra crecíaa la par de aquello que iba a nacer . . . Era un dile-ma sin solución posible, pues si me ilusionaba creyén-dolo hijo mío, pensaba en monstruos, en seres anor-males, en fenómenos ; y si lo imaginaba hijo del ne-gro, ¡imagínese! . . . Una secreta esperanza me con-fortaba a veces al juzgar que, a lo mejor, aquel am-biente embellecido de la isla podía haber ejercidouna influencia benéfica sobre la gestación de la cria-tura . . . Sólo por eso o a lo mejor llevado por miinterés científico, no quise deshacer lo dispuesto porla Naturaleza . Lo que más me aterraba era queLinda pudiese abandonarme al enterarse de mi fatali-

dad; por eso, puesto a escoger entre los (los alumbra-mientos posibles, yo prefería el del negro . . . LindaOlsen me pedía que la llevara a la Base para que laatendieran debidamente . Yo se lo prometía, pero es-

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taba dispuesto a realizar yo mismo la operación en laisla, sin testigos odiosos, habiendo decidido adorme-cerla para que ella ignorara la realidad hasta el mo-mento oportuno . . . Era tal mi impaciencia, que losdías y los meses me parecían más lentos . . . Aun fal-taban como siete semanas para la fecha justa, cuandome di a pensar que a lo mejor el cálculo estabaerrado, ya que me parecían excesivos sus sufrimien-tos y la abultada tirantez de la piel . . . Olvidaba de-cirle que así como avanzaba el lapso genésico, Lindaera presa de caprichos extraños . . . Le agradaba pa-sarse horas enteras sumergida en el mar ; y a pesarde su estado casi. monstruoso, obsceno, se negaba ausar malla alegando que no la resistía . . . A la horade comer, daba señales de la más absoluta inapeten-cia . . . Sin embargo, después la sorprendía comiendoostiones y otros mariscos, vivos . .. Aquella noche, lostruenos y relámpagos habían sobrecogido a Linda 0l-

sen. La veía horrorizada... Temía morir en la isla...Y, ya obcecada por los terrores de la muerte, llamabaa la haitiana para que la ayudara a bien morir . . . Yome había dado cuenta de que la negra Vudú se dedi-caba durante mis ausencias a prácticas ocultas paraaliviarle a Linda los dolores . . . La tempestad rugíabajo los fuertes trallazos de la lluvia . . . Contorsio-nada sobre el lecho, la grávida gemía, atormentadapor los desgarramientos más atroces . . . Yo, que yaenloquecía por la tensión de mis nervios, preferí (nohabía otra escapatoria )precipitar aquello para salvara Linda. De lo contrario, yo estaba bien seguro de

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que, aun faltando un mes, su organismo no podríaresistir . . . Enfebrecido por la más angustiosa deses-peranza, me resolví a operar . . . La inyecté . . . Al po-co rato le entró un sueño profundo . . . En ese estadocomo de duermevela nació por fin aquello. No quierorecordarlo . . . Era una cosa deforme, muerta, fo-fa . . . Temiendo que Linda Olsen pudiera darsecuenta al despertarse, corrí bajo la noche aun tem-pestuosa y eché el engendro al .mar ; así borraba todahuella o vestigio de su fealdad . Desde entonces ten-go los nervios rotos . . .-No debe preocuparse . Lo importante era salvar

a Linda Olsen .

-Y la salvé en efecto, pero tuve el temor de que alsaber la verdad me abandonara, y preferí inventarle,la mentira de una criatura negra . "¿Dónde está?-me gritaba-. ¡Quiero verla! " . No sabiendo men-tirle, me enredé más y más hasta quedar frente a ellaconvertido en un vulgar asesino .

( . . .Paul Ecker se estremece . . . Abre los ojos des-mesuradamente como sobrecogido por una extraña vi-sión . Cree oír de nuevo la carcajada de la haitianay el misterioso canto del huracán. Ante sus ojos seextiende el mar inmenso, y le parece ver surgir desus olas la cabeza de Linda con las pupilas fijas co-mo en estado de trance . Sólo Ecker oye su voz quedice :-No me agradan los negros . . . No puedo reme-

diarlo . . . Es algo que he llevado en la sangre desde

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pequeña . . . Son taras de familia que no es el casodescutir . . . Con todo y eso, confieso que Joe Wardno tuvo nada que ver con nuestro asunto . . . Si aalguien le cabe culpa es a mí . . . Yo te mentí, PaulEcker, premeditadamente o por irreflexión momen-tánea . . . Mejor dicho, no hubo ficción alguna ; másbien malentendido . . . Lo cierto es que el ambientede la isla me hechizó transformándome, me hizo veren mí misma a otra persona distinta de la de antes . . .Para mí, pobre víctima de las inhibiciones sociales,aquello era un milagro de libertad . . . Allí en la islano había prejuicios que me ataran . . . Deshice miscadenas y me sentí a mis anchas, con ganas de gri-tar, de hundirme íntegra en la embriaguez del am-biente . . . Todo en la isla me parecía un milagro (lela Naturaleza . . . Los colores del mar; el juego ale-gre de espumas y gaviotas ; el canto de los pájaros ;el brillo de la luz; la exuberancia ele vida ; la canícula ;y el olor penetrante de la tierra después de la tor-m,enta . . . Todo hablaba de amor, todo era un himnopagano que me inundaba como en una vorágine luju-riosa, lasciva. . . Mi juventud ardía . . . Mi cuerpojoven se deshacía en un delirio deslumbrado . . . Poreso, en pleno goce (le mis actos, retozaba descalza ba-jo la lluvia . . . Quería ser una nota en el gran cantode la Naturaleza . . . ¡Con qué placer ansiaba vengar-

me de la vida dejada atrás...! Por eso me entreguésin preámbulos al rubio Parker . . . Lo hice sencilla-mente, como lo hacen los pájaros y las aves del mar . . .Aquello para Den sólo fue un rato de ofuscación . . .

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Pensó en las consecuencias y, aterrado, ya no quisoacercárseme . . . Me huía . . . Yo, en cambio, lo desea-ba sin compromiso alguno . . . Quería saciar mi sed,pues ya era tarde para frenar mi impulso . Y, decidi-rla a dominar sus temores, dispuse darle celos coque-teando con Joe. No he de negar que, aunque sientorepudio contra los negros, no probé desagrado sinomás bien placer . . .- Me causaban deleite las piruetasy las in¡[ ocurrencias de Joe Ward . . . Joven, fuerte,radiante, tenía los dientes blancos y reía con una risaatractiva . . . La atmósfera de la isla y la fragancia(le la brisa yodada me lo hicieron mirar embellecidocomo un Apolo negro . . . Comencé a darme cuentade que estaba en peligro de entregarme, pues ya me leinsinuaba con insistencia . . . El, viéndose deseado, fuecayendo en la urdimbre decoradora . . . . Una tarde(Ben Parker lo esperaba en la lancha, pero Joe prefi-rió jugar conmigo) yo le tiraba frutas desde un ár-bol cuando (le pronto me zumbó un abejorro . . . Asus-tada, quise bajar dei tronco y resbalé . . . Joe, acer-cándose, me recibió en sus brazos y me besó en la bo-ca . . . Sentí como una especie de vórtice que me arras-traba . . . Ya a punto de caer, lancé va grito y huíaterrorizada . . . Cuando tú, Peral, saliste, tuse ver-güenza de parecerte una chiquilla -ridícula, irreflexi-blemente grité como una histérica : "¡Socarro! ¡Meha violado!" . . . ¡Pobre Joe! . . . Sobrecogido (le pá-nico, se tiró cuesta abajo y, embarcándose, puso rum-bo a la liase en compañía de Ben Parker . . . Luego,puestos de acuerdo, no quisieron volver . . . El negro

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dijo que había visto fantasmas en la isla . . . Segura-mente lo que sí presintió fue la horca y el espectrode Lynch . . . La premura que tú pusiste en mi defen-sa y tus prolijos cuidados, aparte de tu oferta de ma-trimonio (que yo no comprendí a primera vista), mehicieron acercarme a tu vida, a tus estudios . . . Lue-go, al notar que iba a ser madre, me apresuré a acep-tar tu propuesta matrimonial . . . Que el niño era deParker, no había duda ; pero eso qué importaba . . .Yo sabía que tú estabas embebecido . . . Me casaríacontigo, y la criatura tendría un padre más dignoque el rubio marinero . . . Cuando me puse grave . . .Recuerdo que esa noche llovía terriblemente . . . Bri-llaban mil relámpagos . . . Y me atemorizaban lostruenos y el estruendo del mar . . . Después, no supemás . . . Al despertarme, ya era de madrugada . . .Pensé en mi hija . . . No sé por qué pensaba que erauna niña, con su carita linda y sus bracitos que yole besaría . . . ¿Sería idéntica a Ben? . . . Abrí losojos . . . Me vi sola en la estancia . . . Pensé: "¿Quéserá de Paul Ecker y de mi niña? . . ." Llamé. Nohubo respuesta. De pronto oí tus pasos. Esperé an-siosa. Entraste . . . ¿Qué te pasaba? Te noté preocu-pado, las ropas húmedas, el semblante sombrío . "¡Po-bre!" -pensé- "seguramente se ha fatigado mucho".Te acercaste a mi cuerpo con dulzura infinita; mebesaste las sienes ; me hablaste de tu oferta de matri-monio y aun me dijiste que ya faltaba poco para elviaje de vuelta a Filadelfia . . . Yo, desde luego, sóloinsistía en mi anhelo de ver a la criatura, pero no me

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hacías caso . . . Seguías hablando como si nada . . .Cuando, ya recelosa, te insté a mostrármela, te vi tar-tamudear. Adujiste primero que'hicieste lo imposiblepor salvarla. Después, compadecido, me dijiste queera una niña negra . . . Aquel infundio me iluminó .Tuve la clara percepción del crimen . . . Vi en seguidaque habías matado a mi hija por celos de Ben Parker .Bien sabías que era de él . . . ¡Asesinaste a mi niña,a mi pequeña criatura hermosa y bella! . . . ¡Asesino,asesino! . . .)

El funcionario golpea impacientemente la mesa conun lápiz como para llamar la atención del acusado .

Luego, con gran paciencia, dictamina :-La circunstancia del naufragio y a lo mejor los

golpes recibidos le han grabado los hechos, exagerán-dolos al punto de crearle en la conciencia un fastidio-so complejo de culpa. Sin embargo, lo que hizo aque-lla noche no es normal. ¿Quién va a acusarlo porno guardar un feto? . . . Lo que deseo saber son losmotivos que lo obligaron a embarcarse en una frágilchalupa, bajo la tempestad, en compañía de LindaOlsen . Yo pensé que, creyéndose incapaz de operar-la, quiso llevarla a todo trance a la Base ; pero debióser otra la razón, ¿no es así?

( . . .¿Cómo explicarle al juez la gran verdad, si amedida que avanzaba hacia ella la creía menos real?Y él mismo comenzaba a dudar de lo que había com-probado con sus manos en las que aún persistía lasensación del milagro . ¿Cómo hacerle entender sin

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prueba alguna que aquel raro prodigio no fue ilusiónde sus sentidos? Paul Ecker sabe bien que si declarala verdad que él conoce, traerán a un alienista paraque lo examine. Sin embargo, sólo piensa en aque-llo . . . Esa noche, mientras la tempestad ponía suinfierno de luces y de ruidos, él, deseando conocer laverdad y ya cansado de ver sufrir a Linda, resolvióadormecerla . . . En ese instante surgió el raro mis-terio . . . Vió una carita fina, muy tierna, sonrosada,y unos bracitos tersos impecables . . . Sintió un júbilotal que estuvo a punto de descuidar el parto . . . Y yaanhelaba recibir en sus manos a la criatura para sen-tirla suya, perfecta y sana, cuando aquello saltó, dióun coletazo y rebotó sobre el lecho . . . Quedó parali-zado, con la esperanza en éxtasis como si de su gestodependiera la paz del mundo . . . Lo que bullía frentea él, sobre las sábanas, era un mito viviente : un pezrosado como un hermoso barbo, pero con torso hu-mano, con bracitos inquietos y con una carita de que-rubín . . . Aquella cosa de rasgos femeninos tenía to-do el aspecto de una sirena . . . El las había admiradoen obras de arte, en poemas . . . Todavía recordabalos divinos hexámetros de la "Odisea" ; pero jamáspensó ni por asomo que una hija suya . . . ¡cáspita! . . .¿Qué misterioso génesis la originaba? . . . Recordóque, al marcharse Ben y Joe, es decir, cuando Lindarecuperó a su lado la afición al estudio, una mañana,con las primeras luces, iban a darse un baño entrelas rocas, cuando ella lo llamó haciéndole señas desdeun pretil . . . La inquietud de sus gestos le hizo entre-

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ver la magnitud del hallazgo . . . Se cubrió a la ligeray, acercándosele, fueron ambos testigos, desde el re-borde, de una escena de amor que era un poema de laNaturaleza . . . Nadaba entre las aguas un pez enorme(le colores fastuosos . . . La nacarada bestia (que erauva hembra) se apoyó en sus aletas, dejó gotearsus huevos hacia el fondo arenoso y, la misión con-cluída, se retiró con suaves ondulaciones . . . Alpoco rato, llegó el macho gallardo, nadó parsimonio-so sobre la freza y, acomodándose con ritual ceremo-nia, fue cubriéndola con su rocío blancuzco . . . Satis-fecho el instinto, se alejó muy orondo . . . La especieestaba a salvo . . . Deslumbrados por la pasión cientí-fica, Linda y él sumergiéronse para observar de cer-ea, la ovulación . . . En mal momento los juntaba laciencia . . . La impresión producida por lo que habíanmirado, la tibieza del agua, y el olor excitante deaquella mezcla . . . Sólo al pensar en ello se le cris-pan los nervios . . . Fue un grito de la sangre queno pudieron sofocar . . . Era el dictamen de la Natu-raleza . . . Y sucumbieron entre aquella sustancia ge-latinosa . . .

Todo estaba muy claro : la pequeña sirena con supiel sonrosada tenía ancestros oceánicos . . . Era elconnubio del pez y el ser humano . . . Sin embargo, lapasión de la ciencia se impuso en él . . . Fue superiora su fracaso genésico . . . Y, olvidando la burla quele estaba jugando el destino, pensó en la trascenden-cia del acto en sí . . . Nada en el mundo tendría más

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importancia que aquel hecho científico. Su nombrevolaría en alas del triunfo, de la fama, del genio . . .Las universidades le brindarían honores y condecora-ciones . . : Y ya veía su nombre en los carteles, anun-ciando la gloria de PAUL ECKER, cuando notó quela sirena perdía vitalidad y retardaba sus saltos po-co a poco como lo hacen los peces sobre la playa . . .Comprendió que, siendo el mar su elemento, no tarda-ría en morir fuera de él . . . Ya apenas susultaba yabría la boca, agonizante, poseída de asfixia, en un es-fuerzo final de vida o muerte . . . Oh, en ese instante,todo lo hubiera dado por salvarla . . . La recogió ensus brazos con el mayor esmero y, apresuradamente,corrió hacia el mar . . . Ya las primeras luces anuncia-ban la aurora y el huracán había cesado . . . Sólo se-guía cayendo una llovizna suave, persistente . . . Sehundió en el agua casi hasta la cintura y en ella su-mergió a la sirena con la ritualidad de quien imponeel bautismo . . . Poco a poco la notó revivir. Y, al verque ya su cola abanicaba las aguas lánguidamente, ladejó rebullirse para ver si nadaba . ¡Fue una absurdalocura! . . . Nunca debió intentarlo . . . La sirena dióun coletazo fuerte, hizo un esguince y, aunque él qui-so evitarlo, sumergióse fugaz . . . Aun percibió un ins-tante sus relumbres entre la transparencia y, al per-derla definitivamente, se quedó como en babia . . . Ha-bía dejado huir de entre sus manos la gloria, y habíaocurrido todo con tal celeridad que aún Paut Eckerse imaginaba aquello cual jirones de nieblas entre elsueño . . . ¿Cómo explicarle a Linda aquel misterio?

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¿Cómo hacerle creer lo que ya él mismo condenabaa la duda?)

El juez insiste :

-Si había ocurrido todo ¿por qué desafió ustedla tempestad en esa frágil chalupa con Miss Olsen?¿No quiso resignarse a aceptar la realidad de los he-chos?

-Pareció que en efecto se resignaba, que creíaa pie juntillas lo que le dije . . . Yo me mostré solíci-to con ella e hice venir a la haitiana para que la cui-dara . . . Había quedado muy débil y fue preciso res-taurarla con tónicos y caldos . . . Cuando ya se sintiófortalecida, la acompañé unos días en sus paseos, y,como ya las lluvias iban cesando, proseguí mis estu-dios entre los arrecifes . . . Fue entonces cuando notéen Linda los trastornos que me pusieron en estado dealerta . . . Linda sufría una angustia cuyas causas nome sabía explicar . . . Le asediaban los fantasmas delmar en pesadillas nocturnas con sobresaltos . . . Elmundo de los sueños era para ella un antro de tor-mentos del que se liberaba despertándose con alaridosde terror . . . No se atrevía a dormirse, pues se veíarodeada por monstruos pisciformes que danzaban enuna extraña ronda de risas, cantos, espumas y coleta-zos . . . ; una especie de carrusel proteico con ritmoacelerado en cuyo vórtice le parecía caer hasta irhundiéndose en viscosas sustancias de frialdad tan in-tensa que le paralizaba las piernas . . . Yo tenía quefrotárselas porque se le dormían y alegaba que eran

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un solo témpano de hielo . . . La vieja haitiana diag-nosticaba que eso era de índole reumática debido aque Linda Olsen pasábase las horas sumergida en elmar, no tan sólo por el goce del baño sino que habíainsistido en su nauseante costumbre de alimentarsecon moluscos vivientes . . . Esta rara manía que an-tes supuse antojo de gravidez llego a acentuarse alpunto de serme intolerable . . . Su gran voracidad nohacía distingos entre algas y babosas . . . La vi en-gullir medusas a mordiscos con la fruición de quien de-glute moldes (le gelatina . . .

El funcionario no logra reprimir un gesto de' asco .Confundido, no sabe qué decir y explica :

-Por lo que veo tratábase de una extraña psico-sis . . . Afortunadamente el psicoanálisis . . .

1o hay remedio mejor que el sol, el mar y- elaire! . . . Lo grave es que el conflicto fue agudizán-dose con manifestaciones de terror . . .-Motivado . . .

Por un poder ignoto . . . Ella explicaba que sesentía atraída por un abismo (le deleitables transpa-rencias . . . Ese augurio de goces con posibilidadesde agonía la ponía en trances contradictorios de re-pulsión y simpatía como ocurre con la inexperta ado-lescente que, sintiendo la seducción erótica, frena eldeseo por miedo de la culpa . . . Esa idea nebulosade su trastorno adquiría a veces la seductora forma(le tritones que la inhibían cantando obscenidades

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cuando no retozaban con carcajadas ebrias . . . Deallí su afán constante de chapalear entre las ondas ;tan intenso, que a veces levantábase del lecho, sonám-bula, y desnuda, se dirigía a la playa a grandes sal-tos . . . Estos diversos síntomas me fueron indicandosu fatal propensión a convertirse en sirena . . . Teníaque darle alcance, despertarla y devolverla a su le-cho . . . En ese estado de éxtasis me hablaba y razo-naba sin percepción exacta de sus actos . . . Una no-che me confesó que estaba enamorada del mar, y, se-lucida por él, aseguraba que llegaría el momento en

que tendría que dársele definitivamente . . . Meditan-do sobre ello elucubré lo del Complejo de Glauco deque tanto se ha hablado en los periódicos . . . Debeusted recordar que ese héroe mítico comió de ciertasyerbas y se sintió atraído por el mar hasta el gradode no poder frenar su ciego impulso . . . El pobreno tuvo más remedio que sucumbir. Sumergido ensus ondas, las nereidas lo metamorfosearon en tritóno algo por el estilo . . . Yo, en mi tesis, traté de de-mostrar que tal complejo resulta frecuentísimo ennuestros días . . . La extraña enfermedad se mani-fiesta en gradaciones diversas que van desde el lige-ro chapuzón deleitable hasta el suicidio fatal, cuandoel ahogado, con los ojos abiertos, reposa al fin sobrealgas que hacen las veces de mortaja . . .

El juez siente un ligero estremecimiento . El des-agrado le hace expresar su encono :

-Si sabía que el conflicto podía llegar a excesos tanmacabros, ¿por qué se descuidó, por qué motivo no

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puso usted reparo? . . . Pienso que lo acertado hubierasido conducirla a la Base .

-¡Ni pensarlo!-¿Por qué? ¿Quiere explicarse?

-Porque sencillamente Linda era para mí el únicocampo (le experimentación . Oh, usted no sabe lo queeso significa para un científico . . . Yo deseaba sa-car mis conclusiones sobre el nuevo complejo, lo cualhubiera sido imposible sin el debido estudio de suproceso evolutivo hasta hallarle solución terapéuti-

ca...Y aunque esa le parezca una razón egoísta, noera la única . . . Si me sentía capaz de mejora¡- aLinda Olsen, ¿cómo iba a darme por vencido'? . . . Sehabría clasificado como un fracaso de mi parte. De-jar que otros colegas atendiesen el caso me hubieraparecido un absurdo, ¿comprende? . . . Se habría ve-nido abajo mi teoría del complejo . Por tal motivo . . .- . . .No tuvo usted reparo en descuidar una vida . . .-¡No! ¡Esto no! ¡Se lo jure! ¿Quién más ca-

pacitado que yo para atenderla, sobre todo cuandoen el caso de ella yo no veía al paciente casual sinoalgo íntimamente ligado a mis afectos' Mi pasiónpor la ciencia no era tanta como para sacrificar a lin-da Olsen . Muy a la inversa. Mi vida hubiera ciadopor su existencia . . . Yo deseaba curarla siguiendoun plan pre-establecido . . . Lo malo es que nosotros,a veces, creamos síntomas jamás imaginados por elpaciente . . . Con gran razón se ha dicho que las en-

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fermedades las hemos inventado los médicos . . . Enel caso de Linda me apasionó el complejo de Glaucoa tal extremo que sólo hablaba (le él . A lo mejor todoello fue contraproducente .--¿Qué insinúa usted con eso?-No sé . . . Suposiciones . . . Tal vez fue mi insis-

tencia lo que la hizo pensar que era posible transfor-marse en sirena .-Siga usted .

En efecto, vi presentarse en ella síntomas pare-cidos a los de Glauco . . . Por ejemplo, noté que lo dela parálisis de sus piernas era, hasta cierto punto,ficticio, ya que podía moverlas . . . Se las imaginaba,eso sí, unidas como si algo invisible les impidiera suritmo individual . . . A cada rato se las palpaba in-quieta, pues tenía la impresión de que su piel ibaadquiriendo características viscosas . . . No había du-ela de que el mal avanzaba sin que yo hubiera halladosu mejoría . . .

Meditando sobre las causas que motivaron su do-lencia, recordé que en la noche del parto lo que másla afectó fue el explosivo fragor del huracán . Los true-nos y relámpagos, el bramido del mar y los silbidos delviento le infundieron la idea de un cataclismo final enel que todo se hundía . . . No era difícil, pues, imaginarque una impresión parecida podía serle benéfica . . . Poreso yo esperaba con verdadera vehemencia la borras-ca . . . No sé por qué tardaba . . . Ya usted sabe que

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en las islas del Trópico son frecuentes las lluvias . Elbuen tiempo dura pocas semanas . . . Sin embargo,para desesperarme, no hubo días tan espléndidos co-mo aquellos . . . Con lo que yo pensaba que hasta losmismos elementos se oponían a mis planes . . . Y enverdad resultaba que cuando convenía la bonanza paraestudiar la freza caían lluvias tan fuertes, y torren-ciales que enfangaban las aguas ; y cuando me hacíafalta un ciclón, no soplaba ni la más tenue brisa .

-Viéndolo bien, la culpa no era suya -dice eljuez-. Por lo que me ha contado, he podido inferirque, asimismo, Miss Olsen fue solamente víctima dela fatalidad . . . Si, como habrá observado, ene inte-resan los hechos, no es porque abrigue dudas de suinocencia, sino por liberarlo del complejo de culpa quelo deprime . Prosiga usted, doctor .

-Posiblemente no le he contado todo con el ordendebido, pero recuerdo un síntoma que aumentó mi zo-zobra. Una mañana me había alejado un poco entrelos árboles con la idea de cazar, cuando empezó allover y resolví regresar . Llegando al promontorio,me di cuenta de que era un simple amago, una garúapasajera, y, distraído, me quedé contemplando el rau-do vuelo de las gaviotas . De pronto vi a Linda Olsen,desnuda, dando saltos con rumbo hacia las olas . . .Me apresuré a bajar para llevarla nuevamente a sulecho . . . La haitiana había salido con el mismo pro-pósito, pero al ver las piruetas que en cada brinco ha-cía la enferma, se echó a reír con esa risa brutal ca-

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racterística de los negros . Al oírla, Linda Olsen diómuestras inmediatas de desagrado . . . Yo pensé quela burla podía ser un estímulo para que la paciente,sintiéndose en ridículo, dejase (le saltar y utilizaranormalmente sus piernas . . . Pensando en ello y ade-más contagiado (le hilaridad, me eché a reír tam-bién ; de nodo que Yeya y yo asediamos a Linda acarcajadas . . . Lo que yo había previsto no se pro-dujo, pues sin poder frenarse, Linda perdió la calma,y proseguía dando saltos enfurecida; sintiéndose ago-tada y ya frenética, se echó al suelo, gritando, poseída(le un ataque de histeria . . . 117e apresuré a atenderlay, al acercármele, noté que se asfixiaba por falta deaire. No sé por qué pensé que lo más cuerdo seríallevarla al mar . . . Así lo hice, corriendo, y, al cha-puzarla, me quedé sorprendido . . . Linda reía felizcono si nada, y hacía raros esguinces chapaleandocon las piernas unidas . Ya no dudé que el mar, sien-do la causa, podía ser el remedio de su trastorno . . .Sólo hundiéndose en él podía salvarse, si era que enesa lucha no era el rasar quien vencía hasta poseerladefinitivamente . . . Y así fue en realidad . . .

-¿La risa de la haitiana no tuvo consecuenciasdesagradables?

Creo que sí, por desgracia, Aquella burla fije unaprueba nefasta . Como es de suponer, desde ese díaLinda no soportó junto a ella a la Vudú . Ea estri-dencia de aquellas carcajadas había herido su sensibi-lidad de tal manera que las oía por todas partes : en

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el bramido del mar, en el susurro del viento y en elcanto de las aves marinas . A veces despertaba y conlas manos se cubría los oídos para no oír la risa yun misterioso canto que la angustiaba sin poder de-finirlo . . . Yo mismo, al despertarme para atender-la creí una noche oír . . . Usted comprende . . . Yame sentía agotado . . . Recuerdo que al librarse de laatroz pesadilla me confesó que ya sentía muy próxi-ma su repulsiva y total metamorfosis . . . Había so-ñado que se veía en el mar ya convertida en sirenay había experimentado lo que es tener las piernastransformadas en cola . . . "¡No quiero que eso ocu-rra!" -ene decía-. "¡No me dejes!" . . . Y se ni(,,echaba al cuello llorando . . . Al día siguiente, ya mástranquilizada, me hizo la confidencia más extraña . . .Con una leve sombra de picardía y sonrojo me dijoque había visto a un vigoroso tritón de largos rizosy espesa barba rubia como la mía . . . Al evocar elsueño se echó a reír alegre . . . Parece que el tritónle hizo la corte de manera brutal . . . La empujó has-ta la playa sin miramiento alguno y allí la poseyó en-tre bufidos y mordiscos feroces. "Aún siento susmordiscos por todo el cuerpo" -dijo .

El funcionario se abanica molesto y carraspea va-rias veces,

Ecker prosigue :

-No sé por qué le cuento todo esto . . . Mejor esrelatarle sin dilaciones el pavoroso desenlace . . . ¿Mepermite beber un sorbo de agua?

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-Desde luego, doctor .Paul Ecker bebe .-Entonces . . .

-El viento había cambiado, y el mar, ligeramen-te picado, era un seguro anuncio de que ya estabanpróximas las lluvias . . . Parece que la atmósfera,cargada de corrientes magnéticas, excitó en esas no-ches a Linda Olsen hasta el punto de enfurecerla acada instante . Quería salir a todo trance . "¡Tengouna cita con el mar!" -gritaba- . . . Yo estaba yacansado y llamé a la haitiana para que me ayudaraa cuidarla . . . Y así andaban las cosas cuando ocu-rrió la noche del vendaval . . . La lluvia se anunciócon estruendosa demostración de truenos y relámpa-gos. Los silbidos del viento se mezclaban con los tra-llazos de las olas . . . Todo hacía suponer que seacercaba un pavoroso huracán . . . Yo observaba aLinda Olsen para ver los efectos que el fragor atmos-férico le causaba . . . Y pude confirmar que mi diag-nóstico no estaba equivocado porque la vi calmarse yhasta pude observar que había olvidado lo de la rigi-dez de sus piernas . . . Al notarla dormida, consideréque había pasado la crisis, y viendo que la haitianaquería marcharse me atreví a licenciarla . "No haypeligro" -le dije-, "puedes irte" . La haitiana meexplicó que su deseo de marcharse era porque la lan-cha se le estaba golpeando entre las rocas y deseabasacarla de entre los arrecifes . Cuando cerró la puer-ta, me sentí tan cansado que me estiré en la hamaca

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y me dispuse a fumar . . . No creo que tuve tiempo deencender la pipa, pues me quedé profundamente dor-mido . . .Me despertó de golpe un ruido seco. La puerta

estaba abierta . La furia clamorosa del huracán rugía,y el viento hacía volar las cortinas . Pensé de prontoque a lo mejor la haitiana no la había dejado biencerrada pero al buscar a Linda, no la hallé . Inútil-mente registré la casa . De súbito pensé, vi, la desgra-cia. Me lancé hacia la playa bajo la lluvia. La nocheera un infierno de ruidos y de luces .Me eché a gritar :

-¡Linda Olsen ! ¡Linda Olsen !Nadie me contestaba . . . La vieja había acerca-

do su chalupa a la playa, pero el viento y las olas leimpedían ensecarla . . . Seguía lloviendo recio y latormenta ponía en la noche lóbrega un concierto deaullidos y de truenos . . . Me subí a los roquedos y ala luz de un relámpago creí ver a Linda Olsen llevadahacia alta mar por la corriente . Volví a llamarla ha-ciendo bocina con las manos .-¡¡¡Linda Olsen!!!Me pareció escuchar muy a lo lejos su voz en una

especie de alarido angustiado .Corrí a la playa, ni(,, embarqué en la chalupa y

eché a la vieja a un lado .-¡Ya es inútil! -gruñó .

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Page 40: Rogelio Sinán 1 - bdigital.binal.ac.pabdigital.binal.ac.pa/bdp/boina1.pdf · tas!. . . De Londres, Buenos Aires, Estocolmo, París. . . Esta de Francia nos hace recordar que dos

Empuñé los remos e hice avanzar la lancha marafuera . Luchando rudamente con el viento y la fu-ria de las olas me fui acercando al sitio en que creíadivisarla. La luz de los relámpagos me la hacía vera ratos flotando en la corriente y a veces la perdía .Pero ahora me doy cuenta de que acaso no pude ver-la nunca ni escuché su alarido desgarrador. Tal vezfue sólo ilusión de mis sentidos . En efecto, cuandome parecía que iba acercándomele, la veía más dis-tante . Hasta que hubo m: momento en que, agota-das mis fuerzas, perdí el sentido (le las cosas . No re-cuerdo haber izado la vela ni si fue la corriente la queme hizo estrellar contra las rocas de la isla próxima .Tampoco hago memoria del momento en que me pusela boina en la cabeza. Tal vez fue en el instante desalir del bohío . Lo que no olvido nunca es que debi-do al loco pavor de que fui presa o al ruido (le la llu-via, no dejé de escuchar un solo instante el dolorosoalarido de Miss Olsen y un misterioso canto .

. . .¿Cómo llegué a la playa? No lo sé. A lo me-jor anduve perdido entre las rocas hasta caer rendidosobre la arena . Lo cierto es que al volver de mi co-lapso ya el alba despuntaba y había amainado la tor-menta, pero yo seguía oyendo dentro de mí el eco le-jano de aquel canto mezclado a la honda resonanciadel mar como si mi alma entera se hubiese transfor-mado en un gigantesco caracol . . .

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