Rodolfo Walsh - Nota Al Pie

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  • 8/8/2019 Rodolfo Walsh - Nota Al Pie

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    Nota al pie

    In Memoriam Alfredo de Len circa 1954

    Sin duda Len ha querido que Otero viniera a verlo, desnudo y muerto bajo esasbana, y por eso escribi su nombre en el sobre y meti dentro del sobre la cartaque tal vez explica todo. Otero ha venido y mira en silencio el valo de la caratapada como una tonta adivinanza, pero an no abre la carta porque quiereimaginar la versin que el muerto le dara si pudiera sentarse frente a l, en suescritorio, y hablar como hablaron tantas veces. Un sosiego de tristeza purifica lacara del hombre alto y canoso que no quiere quedarse, no quiere irse, no quiereadmitir que se siente traicionado. Pero eso es exactamente lo que siente. Porque degolpe le parece que no se hubieran conocido, que no hubiera hecho nada por Len,que no hubiera sido, como ambos admitieron tantas veces, una especie de padre,para qu decir un amigo. De todas maneras ha venido, y es l, y no otro, el que dice:

    Quin iba a decir,y escucha la voz de la seora Berta que lo mira con sus ojos celestes y secos en

    la cara ancha sin sexo ni memoria ni impaciencia, murmurando que ya viene elcomisario, y por qu no abre la carta. Pero no la abre aunque imagina su tonogeneral de lgubre disculpa, su primera frase de adis y de lamento.*

    *Lamento dejar interrumpida la traduccin que la Casa me encarg. Encontrar usted el original sobre la mesa, y las ciento treinta pginas ya traducidas.

    Es que no ganan con eso una nfima parte de lo que ambos hubieran ganadoconversando, y tiene de pronto la oscura sensacin de que todo viene dirigidocontra l, que la vida de Len en los ltimos tiempos tenda a convertirlo en testigoperplejo de su muerte. Por qu, Len?

    No es un placer estar ah sentado, en esta pieza que no conoca, junto a la ventana que filtra una luz ultrajada y polvorienta sobre la mesa de trabajo dondereconoce la ltima novela de Ballard, el diccionario de Cuyas editado por Appleton,la media hoja manuscrita en que una slaba final tiembla y enloquece hasta estallaren un manchn de tinta. Sin duda Len ha credo que con eso ya cumpla, y ciertamente el hombre canoso y triste que lo mira no viene a reprocharle el trabajointerrumpido ni a pensar en quin ha de continuarlo. Vine, Len, a aceptar la ideade su muerte inesperada y a ponerlo en paz con mi conciencia.

    De golpe el otro se ha vuelto misterioso para l, como l se ha vueltomisterioso para el otro, y tiene su punta de irona que ignore hasta la forma queeligi para matarse.

    Veneno responde la vieja, que sigue tan quieta en su asiento, envuelta en suslanas grises y negras.

    Y cruza las manos y reza en voz baja, sin llorar ni siquiera sufrir, salvo de esamanera general y abstracta en que tantas cosas la apenan: el paso del tiempo, lahumedad en las paredes, los agujeros en las sbanas y las superfluas costumbres quehacen su vida.

    Hay un rectngulo de sol y de ropa tendida en el patio, bajo la perspectiva depisos con barandas de chapas de fierro donde emerge como un chiste un plumeromovindose solo en una nubecita de polvo, un turbante sin duea desfila, y un viejose asoma, y mira y escupe.

    Otero ve todo esto en una instantnea, pero es otra la imagen que quiereformarse en su mente: la elusiva cara, el carcter del hombre que durante ms dediez aos trabaj para l y la Casa. Porque nadie puede vivir con los muertos, espreciso matarlos adentro de uno, reducirlos a imagen inocua, para siempre seguraen la neutra memoria. Un resorte se mueve, una cortina se cierra, y ya hemos

    pasado sobre ellos juicio y sentencia, y una suave untura de olvido y perdn.La vieja parece que acuna el espacio vaco que miden sus manos. Siempre pagaba puntual,

    El resto no ofrece dificultades y espero que la Casa encuentre quien lo haga.Infortunadamente, he tenido que pasar por encima de sus ltimas reconvenciones.

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    y el recuerdo del muerto emerge en magras ancdotas: lo mal que coma y elruido que haca de noche escribiendo, y cmo despus se enferm, se vino triste y hurao, y ya no quiso salir de su pieza.

    Despus se volvi loco.Otero casi sonre al or la palabra. Resultaba fcil ahora decir que Len acab

    en la locura, y el sumario tal vez lo dira. Pero nadie iba a saber contra quenloqueci, aunque sus rarezas estuvieran a la vista de todos.

    As, en los ltimos meses, se empecinaba en escribir a mano arguyendo vagoscontratiempos con su mquina, y l se lo permiti a pesar de las protestas de laimprenta, como dej pasar otras cosas porque senta que no iban dirigidas contra l,que eran parte de la lucha del suicida con algo indescifrable.

    En algn cajn de su escritorio ha de estar todava esa carilla suelta queapareci intercalada en el ltimo trabajo de Len. No tena ms que una palabra mierda repetida desde el principio hasta el fin con letra de sonmbulo.

    La mujer averigua quin va a pagar los gastos de entierro, y el hombre contesta: La Casa.

    No pude rescatar la mquina de escribir y ese texto, como el anterior, le llegar manuscrito.Hice la letra lo ms clara posible, y espero que no se irrite demasiado conmigo, considerando las circunstancias.

    que debe de ser la empresa en que Len trabajaba. Ya con esto aclarado, se siente ms libre y se lleva un pauelo a los ojos y

    enjuga un hilo escaso de llanto, en parte por Len, que al fin era pobre y nomolestaba, y en parte por ella, por todas las cosas que en ella se han muerto, entantos aos de soledad y de duro t rabajo entre hombres mezquinos y speros.

    La mirada de Otero vaga entre palmeras grises de un enorme oasis dondebeben los camellos. Pero es una sola palmera, repetida hasta el infinito en elempapelado, un solo camello, un solo charquito, y el rostro del muerto se emboscaen los arcos del ramaje, lo mira con el ojo sediento del animal, se disuelve por findejndole el resabio de un guio, el resquemor de una burla. Otero sacude la cabezaen su necesidad de no ser distrado, de recuperar la verdadera cara de Len, su bocaenorme, sus ojos, negros?, mientras oye en el hall la voz del oficial que llama portelfono y dice "Juzgado", y cuelga, y disca e inquiere, "Juzgado?", y cuelga, y sepasea con las manos a la espalda, entre lgubres percheros y macetas de bronce.

    Recuerda usted la sinusitis que tuve hace dos meses? Pareca una cosa de nadlos dolores no me dejaban dormir. Tuve que llamar al mdico, y as se me fueron, tratamientos, los pocos pesos que me quedaban.

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    Tal vez el gesto de Len quiso decir que su vida era dura, y no es fcildesmentirlo viendo las paredes de su pieza sin un cuadro, el traje de franela deinvierno y verano colgado en el espejo del ropero, los hombres en camiseta queesperan su turno en la puerta del bao.

    Pero de quin no es dura la vida, y quin sino l eligi esa fealdad que nadaexplicaba y que probablemente l no vea.

    Quiz no sea el momento de pensar estas cosas, pero qu excusa se dara si enpresencia de la muerte no fuese tan sincero como siempre ha sido. Lo fue elsuicida con l? Otero sospecha que no. Ya desde el principio detect bajo suapariencia de jovialidad esa veta de melancola que apuntaba como el rasgo esencialde su carcter. Hablaba mucho y se rea demasiado, pero era una risa agria, unaalegra echada a perder, y Otero a menudo se pregunt si muy subterrneamente,inadvertido incluso para Len, no haba en todo eso un dejo de burla perversa, unasutil complacencia en la desgracia.

    No tena amigos dice la vieja. Eso cansa.

    Por eso empe la mquina. Creo que ya se lo cont pero en los doce aos que llevotrabajando para la Casa a mutua satisfaccin siempre trat de cumplir, con las salvedades que har ms adelante. Este trabajo es el primero que dejo inconcluso, quiero decir inacabado. Losiento mucho pero ya no puedo ms.

    El visitante ya no la escucha. Se interna en caminos de antigua memoria,buscando la imagen perdida de Len. Y lo encuentra siempre encorvado, menudo,con ese aire de pjaro, picoteando palabras en largas carillas, maldiciendocorrectores, refutando academias, inventando gramticas. Pero es todava una carasonriente, la cara del tiempo en que amaba su oficio.

    Haca falta alguna perspicacia para adivinar un potencial traductor en aquelmuchacho salido de una estacin de servicio, o era un ta ller mecnico?, con sucastellano pasable y su ingls empeoso averiguado por carta. Descubri poco apoco que traducir era asunto distinto que conocer dos idiomas: un tercer dominio,una instancia nueva. Y despus el secreto ms duro de todos, la verdadera cifra delarte: borrar su personalidad, pasar inadvertido, escribir como otro y que nadie lonote.

    No entres dice la vieja.Otero se para, recibe el pocillo que le tiende la chica, y se sienta, y toma el caf.

    Ciento treinta carillas a cien pesos la carilla, son trece mil pesos. Sera ustedentregarlos a la Seora Berta? Diez mil pesos cubren mi pensin hasta fin de mes.resto no alcance para los gastos que han de originarse. Tal vez rescatando la mquvendindola se consiga algo ms. Es una muy buena mquina, yo la quera mucho

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    Otra rfaga amable del tiempo pasado ilumina su cara: el gesto de asombro deLen aquella maana en que vio la primera novela traducida por l. Al da siguienteapareci con corbata nueva y le regal un ejemplar dedicado: testimonio de ciertainnata lealtad. Otros pasaron por la Casa, aprendieron lo poco o lo mucho quesaban y se fueron por unas monedas de diferencia. Pero Len en algunosmomentos, acaso en muchos momentos, lleg a intuir la misin de la Casa, captoscuramente el sacrificio que implica editar libros, alimentar los sueos de la gente y edificarles una cultura, incluso contra ellos mismos.

    Sobre la mesa de luz el despertador se ha puesto a sonar trepidando en suspatas de nquel, y a su lado tiembla una foto en su marco, la efigie impdica y plebeya de una muchacha sacudida de risa, y tambin baila el vestido floreado, lasanchas caderas.

    Mujeres? Ya no y el reloj tiene otro acceso de alarma, la foto otro ataque de baile y de

    risa.

    El nico defecto es el teclado de plstico, que se gasta, pero en general creo que ya no se fabrican mquinas como la Remington 1954.

    Tambin dejo algunos libros, aunque no creo que se pueda sacar mucho por ellos. Hay otras cosas, una radio, una estufa. Le suplico que arregle los detalles con la seora Berta. Como usted sabe, no tengo parientes ni amigos, fuera de la Casa.

    Otero suspira, confiesa perdido en el tiempo el da en que Len empez a serotro; el punto de la Serie Escarlata, el tomo de la Coleccin Andrmeda (alineadosen el nico estante como un calendario secreto) en que este hombre dijo que no,olvidando incluso el orgullo infantil que le daban sus obras:

    A que no sabe cuntas fichas tengo en la Biblioteca Nacional? la cabeza yacasi calva hundida entre las solapas del traje.

    Cuntas, Len? Sesenta. Ms que Manuel Galvez. Qu maravilla. Psh. Falta la mitad.O bien:

    Esta traduccin es nica. Mil palabras menos que el original. Las cont? La risa burlona: Una por una.

    Me duele mucho abusar de usted en esta forma, venir a modificar a ltimo morelacin tan cordial, tan fructfera en cierto sentido. Cuando el asunto de la mquin pens que si yo le peda algn dinero adelantado, la Casa no se negara. Pero en dohaba hecho, imagin que tal vez usted me mirara de un modo particular, que algoentre nosotros, y por ltimo no me decid.

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    Despus pero cundo? un resorte escondido salt. Es preciso admitir queen los ltimos tiempos no reciba a Len con placer. Le llenaba la oficina deproblemas, de preguntas y lamentos que a veces ni siquiera tenan nada que ver conl, sino con la generalidad de las cosas, los bombardeos en Vietnam o los negros delSur, temas sobre los que a l no le gustaba discutir, aunque tuviera ideas formadas.Por supuesto Len terminaba por mostrarse de acuerdo con ellas, pero en el fondoera fcil advertir que disenta, y ese disimulo no se sobrellevaba sin mutuas

    violencias. Cuando se iba daban ganas de barrer con una escoba toda esa escoria detristeza, de pretextos. Qu le pasaba, Len?

    No s la voz sollozante. Es que el mundo est lleno de injusticias.La ltima vez, Otero lo hizo atender por la secretaria.

    Deseara que usted se quedara con el Appleton. Es una edicin algo vieja, y est bastante manoseada, pero no tengo otra cosa con qu testimoniar mis sentimientos hacia usted. Se traba una singular intimidad con los objetos de uso cotidiano. Creo que ltimamente lo conoca casi de memoria, aunque no por eso dejaba de consultarlo, sabiendo en cada caso lo que iba a encontrar, y las palabras que de antemano es intil buscar. Tal vez usted sonra si le confo que, literalmente, yo hablaba con Mr. Appleton.

    Es intil de todas maneras recordar ese mnimo episodio, oponerlo al constanteinters que mostr por las cosas de Len, aun por detalles triviales:

    Este mes tradujo dos libros. Por qu no cambia de traje?Era lo mismo que pedirle un cambio de piel, y Otero olvid el proyecto secreto

    de invitarlo algn da a comer, presentarle al gerente, ofrecerle un empleo estable enla Casa. Se resign a dejarlo en su abulia, sus vagos ensueos, las horas de ocio queengendran ideas malsanas, llegando a envidiarlo porque poda levantarse a cualquierhora, decretarse un da feriado, mientras l se desvelaba en los remotos planes de laCasa. Tal vez su bondad estuvo mal colocada, quiz no debi permitir que Len seenfrentara solo con las fantasas de una inteligencia que mejor admitirlo no erademasiado vigorosa.

    Yo deca por ejemplo: Mr. Appleton, qu significa prairie dog ?

    Aranata. Aj. Y crayfsh? Lo mismo que crabfsh. Bueno, pero qu quiere decir crabfish? Cabrajo. No le permito. Oh, no se ofenda. Puede traducirlo por bogavante de ro. Ahora s. Gracias.

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    La Casa fue siempre justa con l, a veces generosa. Cuando dos aos atrs, sinobligacin alguna, decidi conceder medio aguinaldo a uno solo entre sus dieztraductores, ese traductor era Len.

    Es verdad que en los ltimos tiempos mostraba una curiosa aversin, una fobia,por cierto tipo de obras las que al principio ms le gustaban e inclusive un secreto(y risible) deseo de influir en la poltica editorial de la Casa. Pero aun este ltimocapricho estaba por cumplirse: pasar de la ciencia-ficcin a la Serie Jalones del Tiempo.Un paso sin duda arriesgado para un hombre de una cultura mediana, hecha a lostumbos, llena de lagunas y de prejuicios.

    Sub corriendo a mi pieza, abr el libro de tapas duras, con esas pginas de oloroso papel que en los cantos se volva como una pasta blanqusima, una crema slida. Recuerda ese libro? No, es improbable, pero a m se me qued grabada para siempre la frase inicial: "Este, dijo Dan O'Hangit,es un caso de un tipo que fue llevado a dar un paseo. Estaba en el asiento delantero de cualquier clase de auto en que estuviera, alguien del asiento trasero le peg un tiro en la nuca y lo empujaron a Morningside Park...

    S, admito que hoy suena un poco idiota. La novela misma (sa del actor de cine que mata a una mujer que descubre su impotencia) parece bastante floja, a tantos aos de distancia.

    Nada bast, era evidente. Len no lleg a comprender su verdadero estatusdentro de la Casa: el traductor policial mejor pagado, ms considerado, al quenunca se escatim trabajo ni siquiera en los momentos ms difciles, cuandoalgunos pensaron que toda la industria editorial se vena abajo.

    Otero no ha visto llegar a los hombres de blanco que charlan afuera con dospensionistas, la camilla apoyada en la pared ocre del patio, chorreada de lluvias y soles y ropa secada a tender. El oficial de las manos a la espalda mete la nariz en lapieza y anuncia, como una confidencia en voz baja:

    Ya viene,

    Lo cierto es que mi vida cambi desde entonces. Sin pensarlo ms, dej la gomtodas las naves. El patrn, que me conoca desde chico, se negaba a creerlo. Les dinterior, resultaba difcil explicarles que yo dejaba de ser un obrero, de pegar rectsobre pinceladas de fl.

    Nunca, nunca les haba hablado de las noches que pasaba en la Pitman, mes trtras ao. Por qu eleg ingls, y no taquigrafa, y no contabilidad? No s, es el de pienso todo lo que me cost aprender, concluyo que no tengo ninguna facilidad paeso me da una oscura satisfaccin, quiero decir que todo me lo hice yo, con la ayunaturalmente.

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    que es la forma verbal del comisario.Confrontado con esa inminencia, Otero vio de golpe las cosas ms claras. El

    suicidio de Len no era un acto de grandeza ni un arranque inconsciente. Era laescapada de un mediocre, un smbolo del desorden de los tiempos. Elresentimiento, la falta de responsabilidad anidaban en todos; slo un dbil losejerca as. Los dems frenaban, rompan, atacaban el orden, ponan en duda los

    valores. La destructividad que Len volvi contra s: sa era la enfermedadmetafsica que corroa el pas y a los hombres hechos para construir les resultabacada da ms difcil enfrentarla.

    No los vi ms, nunca. An hoy, cuando paso por la calle Rioja, doy un rodeo para noencontrarlos, como si tuviera que justificar aquella mentira. A veces lo siento por don Lautaro,que hizo de verdadero padre para m, lo que no quiere decir que me pagara bien, sino que me quera y casi nunca me gritaba. Pero salir de all fue un progreso en todo sentido.

    Necesito hablar del fervor, del fanatismo casi con que traduje ese libro? Me levantaba tempransimo y no me interrumpa hasta que me llamaban a comer. Por la maana trabajaba en borrador, tranquilizndome a cada paso con la idea de que, si era necesario, podra hacer dos,tres, diez borradores; de que ninguna palabra era definitiva. En los mrgenes iba anotandovariantes posibles de cada pasaje dudoso. Por la tarde correga y pasaba en limpio.

    Es intil que Otero siga buscando. No quiere encontrarse culpable de ningunaomisin, desamor, negligencia. Y sin embargo es culpable, en los peores trminos,en los trminos que siempre le reprocha Laura: demasiado bueno, demasiadoblando.

    Atrapado por fin, se retuerce, defiende, responde. No es que sea bueno, es queno tuvo que esperar a que se inventaran las relaciones humanas para dar el tratoque merece a la gente que trabaja, que es al fin la que hace lo que puede existir degrandeza en el pas, en la Casa.

    Ya aqu empez mi relacin con el diccionario, que entonces era flamante y licubierta de papel madera:

    Mr. Appleton, qu quiere decir scion?

    Vstago. Y cruor? Fastidiado: Cruor quiere decir cror! Pero qu, si hasta las palabras ms simples le consultaba, aunque estuviera se

    significado. Tanto miedo tena de cometer un error... Esa novela de Dorothy Pritchdigmoslo francamente, psima novelita que se venda en los kioskos a cinco pes palabra por palabra. Le aclaro que entonces no me pareca psima, al contrario: a encontraba en ella nuevas profundidades de sentido, mayores sutilezas de la acci

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    Pero con Len fall, Otero? S, con Len fall, deb intervenir, reconvenirlo atiempo, no dejar que siguiera ese camino. La admisin estalla en un suspiro final, y ya Len va dejando de moverse en las palmeras de papel, las evidencias de suoficio terrenal, los saturados circuitos de la memoria. Es la hora, en fin, de sentirpor l un poco de piedad, de recordar lo flaco que era y humilde de origen, y entonces la vieja asombrada le oye decir:

    Demasiado.

    Llegu a convencerme de que la seora Pritchett era una gran escritora, no tan grande como

    Ellery Queen o Dickson Carr (porque yo ahora lea furiosamente la mejor literatura policial, que usted me recomendaba) pero bueno, estaba en camino.Cuando la traduccin estuvo lista, volv a corregirla, y a pasarla en limpio por segunda vez.

    Ese mecanismo explica cmo pude tardar cuarenta das, aunque trabajaba doce horas diarias, y aun ms, porque hasta dormido me despertaba a veces para sorprender a alguien que dentro de mi cabeza ensayaba variaciones sobre un tiempo de verbo o una concordancia, funda dos frases en una, se deleitaba en burlonas cacofonas, aliteraciones, inversiones de sentido. Todas mis potencias entraban en esa tarea, que era ms que una simple traduccin, era la vi mucho despus el cambio de un hombre por otro hombre.

    Cuando lleg el comisario, no fue siquiera preciso que mirara las cosas delcuarto. Las cosas parecieron mirarlo a l en esa fraccin de segundo en que todoestuvo abarcado, catalogado, comprendido. Tampoco necesit presentarse, elsobretodo azul, el sombrero gris, la ancha cara y el ancho bigote. Simplementeabri la mano a la altura de la cadera, y Otero tendi la suya.

    Esper mucho?

    Qu tiene de extrao que ese trabajo resultara finalmente defectuoso, pedant por la pretensin de llevar la exactitud al seno mismo de cada palabra? Yo no podencantado y hasta me saba prrafos de memoria.

    Temblaba y sudaba el da en que fui a llevarle el manuscrito. Mi destino estabmanos. Si usted rechazaba el trabajo, me esperaba la gomera. En mi desmesura, usted leera ah mismo la novela, mientras yo esperaba el tiempo que fuera necesale ech un vistazo y la guard en el interior del escritorio.

    Venga dentro de una semana dijo. Qu semana atroz! Pasaba sin tregua de la esperanza ms enloquecida a la m

    abyeccin del nimo.-Mr. Appleton, qu significa utter dejection ? -Significa melancola, significa abatimiento, significa congoja.

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    No dijo Otero.El comisario estaba recin afeitado y, tal vez, recin levantado. Bajo la piel

    oscura se transparentaba un rosado de salud, y aunque los tres pasos que dio endireccin a la cama y el muerto fueron rpidos y precisos, en el respirado aire de lapieza qued una estela de cansancio, de tedio, de cosa ya vista y sabida.

    Volv. Usted hojeaba pausadamente el manuscrito en su escritorio. Espi con un sobresaltolas nutridas correcciones en tinta verde. Usted no hablaba. Deb estar plido porque de pronto,sonri.

    No se asuste dijo tendindome la pila de carillas nuevamente ordenadas. Ah tiene una mesa. Estudie las correcciones.

    Eran casi todas justas, algunas indiferentes, unas pocas me hubiera gustado discutirlas. Con un golpe de sangre en la cara, aprend que actual no quiere decir, actual, sino verdadero. ( Sorry , Mr. Appleton.) Pero lo que me llen de bochorno fue la implacable tachadura del medio centenar de notas al pie con que mi ansiedad haba acribillado el texto. Ah renunci para siempre a ese recurso abominable.

    Todo dicho, usted vio en m posibilidades que nadie habra adivinado. Por eso acat sin resentimiento aquella admonicin final que, en otras circunstancias, me habra hecho llorar:

    Tiene que trabajar ms.

    La mano del comisario tom una punta de la sbana y dio un tirndescubriendo el cuerpo pequeo, azulado y desnudo. La seora Berta no desvi losojos, quiz porque ya lo haba visto as al acudir a despertarlo en das de verano,quiz porque en su mundo sin esperanzas y sin sexo estaba ms all de pequeospudores.

    Usted firm la orden de pago: 220 carillas a dos pesos. Menos de lo que sacabdas de trabajo en la gomera pero era el primer fruto de una labor intelectual, el stransformacin. Al salir llevaba bajo el brazo mi segundo libro.

    Unspeakable joy , Mr. Appleton? Esa alegra que usted siente.

    Trescientos pesos se me fueron en el mes de pensin. Cien, en la segunda cuoRemington. Me sumerg con encarnizamiento en Forty Whacks , esa historia de la vieja que matan a hachazos en la playa, recuerda? Me sent feliz cuando en la pgina 60 adasesino. Nunca le con anticipacin el libro que traduca: as participaba en la tenscreando, asuma una parte del autor y mi trabajo poda tener un mnimo de, digaminspiracin. Tard cinco das menos y usted debi admitir que haba asimilado suDesde luego el oficio slo se hace en aos y aos, aos de trabajo cotidiano. Se pinsensiblemente, como si fuera un crecimiento, del cotiledn al rbol de Navidad

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    Otero se encontraba al fin con lo que haba estado esperando, y trat deaguantarse firme. Cuando quiso mirar a otra parte, tropez con la cara delcomisario.

    Lo conoci?Otero trag saliva.

    Comparando una carilla de hoy con otra de hace un mes, no se nota la diferencia, pero si unose mide con el de hace un ao, exclama con asombro: Ese camino lo hice yo!

    Claro que haba cambios ms importantes. Mis manos por ejemplo perdieron su dureza, se hicieron ms chicas, ms limpias. Quiero decir que era ms fcil lavarlas, no haba que luchar contra ese resabio de cidos y costras y huellas de herramientas. Siempre he sido menudo, pero me

    volv ms fino, delicado.Con mi quinto libro ( El misal sangriento ), renunci al segundo borrador y gan otros cinco das. Usted empezaba a estar contento conmigo, aunque lo disimulaba por esa especie de pudor que nace de la mejor amistad, delicadeza que siempre le admir. Por mi parte, todava noigualaba el sueldo de la gomera, pero me iba acercando.

    Entretanto, ocurri ese hecho extraordinario. Una maana usted me esperaba con una sonrisa especial y la claridad que entraba por la ventana lo nimbaba, le daba una aureola paterna.

    Tengo algo dijo para usted.

    S dijo.El comisario tap el cadver y el camino qued abierto para frases de

    compromiso que nadie ensay, consolaciones que ya estaban pronunciadas, gestosde superflua memoria.

    Ya supe lo que era, fingiendo la misma excitacin que senta, que iba a sentir, usted meta la mano en el cajn del escritorio y con tres movimientos que parecaante mis ojos la reluciente tapa bermeja y carton de Luna mortal , mi primera obra, quiero decir mi primera traduccin. La tom como se recibe algo consagrado.

    Mire adentro dijo. Adentro, ese relmpago.

    Versin castellanade L. D. S.que era yo, resumido y en cuerpo 6, pero yo, Len de Sanctis, por quien la lin

    estampado una vez y la impresora repetido diez mil veces como diez mil veces taun da de fasto y amplitud, yo, yo... Baj al saln de ventas. Cinco ejemplares me pesos con el descuento: tena necesidad de mostrar, regalar, dedicar. Uno fue paranoche compr una botella de cubana y por primera vez en mi vida me emborrachvoz alta los pasajes ms dramticos de Luna mortal . A la maana siguiente no pude recordar en qu momento haba dedicado un ejemplar "a mi mam".

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    Len haba dejado de moverse. El resorte se haba disparado, la cortina estabacerrada, la imagen lista para el archivo. Era una imagen triste, pero tena unaserenidad de la que careci en vida.

    Mi situacin mejor de a poco. De una pieza de tres, pas a una de dos. Pero no faltaban dificultades. A los dems les molestaba el ruido de la mquina, sobre todo de noche. Eran y son,como tal vez compruebe usted, obreros en su mayora. Nunca trab amistad con ellos: me recordaban mi pasado y supongo que me miraban con envidia.

    En mayo de 1956 consegu traducir en quince das una novela de 300 pginas. El preciohaba subido a seis pesos por carilla. Desgraciadamente, la pensin tambin se haba triplicado.

    Las buenas intenciones de la Casa siempre fueron anuladas por la inflacin, la demagogia, las revoluciones.Pero yo era joven y estaba an lleno de entusiasmo. Todos los meses apareca uno de mis

    libros y mi nombre de traductor figuraba ahora completo. Cuando sal por primera vez en una gacetilla de La Prensa , mi alegra se colm. Conservo ese recorte y los muchos que siguieron.Segn esos testimonios mis versiones han sido correctas, buenas, fieles, excelentes y, en una oportunidad, magnfica. Tambin es cierto que otras veces no se acordaron de m, o me tildaron de irregular, desparejo y licencioso, segn los vaivenes temperamentales de la crtica.

    Otero salud para irse. A ltimo momento record el sobre en su bolsillo. Hay una carta dijo. A lo mejor usted

    Confesar que entr en el juego de la vanidad? Me comparaba con otros tradcon ojo insomne, averiguaba sus edades, nmero de obras. Recuerdo sus nombres Alian, Aurora Bernrdez. Si eran peores que yo, los desestimaba para siempre. A prometa superarlos, con tiempo, paciencia. A veces mi fantasa me llevaba lejos:emular a Ricardo Baeza, aunque cultivbamos gneros distintos y al fin me resignen su vieja gloria. Empezaba a leer otras cosas. Descubr a Colerdge, Keats, Shak

    vez nunca los entend del todo pero algunas lneas se me quedaron grabadas para The blood is hot that must be cooled for this.O bien.

    The very music of the name has gone.Cuando le ped que me probara en otras colecciones de la Casa, usted se neg

    traducir novelan policiales que obras cientficas o histricas, aunque se pague menimplcito en esa reflexin me consol por un tiempo. El cambio producido en eso ya espectacular, definitivo. Unos tenaces dolores de cabeza me llevaron al oculistanteojos, pens con insistencia en el taller de don Lautaro.

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    Pero al comisario le bastaba la que el difunto Len de Sanctis escribi y firmpara el juez.

    La transformacin ms grande era interna, sin embargo. Una dejadez, un desgano me invadan insidiosamente. Ni yo mismo poda notarlo de un da para otro pausado como el tediode la arena cayendo en esos antiguos relojes. No es uno un pavoroso reloj que sufre con el tiempo? A mi alrededor nadie pudo comprender la naturaleza verdadera de mi trabajo. Haba conseguido ya esa habilidad que me permita traducir cinco carillas por hora, me bastaban cuatrohoras diarias para subsistir. Me crean cmodo, privilegiado, ellos que manejan guinches,

    amasadoras, tomos. Ignoraban lo que es sentirse habitado por otro, que es a menudo un imbcil: recin ahora me atrevo a pensar esa palabra; prestar la cabeza a un extrao, y recuperarla cuando est gastada, vaca, sin una idea, intil para el resto del da. Ellos prestaban sus manos, yo alquilaba el alma. Los chinos tienen una expresin curiosa para designar a un sirviente. Lollaman Yung-jen , hombre usado. Me quejo? No. Usted siempre me favoreci con su ayuda, la Casa nunca cometi la menor injusticia conmigo.

    La culpa deba de estar en m, en esa morbosa tendencia a la soledad que tengo desde que era chico, favorecida quiz por el hecho de que no conoc a mis padres, por mi fealdad, por mi timidez. Aqu toco un punto doloroso, el de mi relacin con las mujeres.

    Esa es suya dijo.

    Creo que me ven horrible y temo su rechazo. No las abordo y as transcurren laos, de abstinencia, de desearlas y aborrecerlas. Soy capaz de seguir a una muchcuadras juntando coraje para decirle algo, pero cuando llego a su lado paso de larcabeza. Una vez me decid, estaba desesperado. Ella se volvi (no olvido su cara)simplemente "Idiota". Ni siquiera era linda, no era nadie, pero poda decirme idioaos conoc a Celia. Le lluvia nos junt una noche en un zagun. Fue ella la que htonto, pero en cinco minutos me enamor. Cuando par la lluvia la traje a mi piezsiguien arregl para que se quedara. Una semana todo anduvo bien. Despus se abengaaba con cualquiera en la misma casa. Un da se fue sin decirme nada. Eso e parecido al amor que puedo recordar.

    A menudo discut con usted si fue la cada del peronismo lo que acab con el novelas policiales. Tantas buenas colecciones! Rastros, Evasin Naranja: arrasadciencia-ficcin. La Casa como siempre previsora al crear la Serie Andrmeda. Nullamaban ahora Sturgeon, Clark, Bradbury. Al principio mi inters se reanim. Demismo. Paseando por los paisajes de Ganimedes sintonizando la Mancha Roja deespectro sin colores de mi pieza.

    No s en qu momento empec a distraerme, a saltear palabras, luego frases. R

    cualquier dificultad omitindola. Un da extravi medio pliego de una novela de Alo que hice? Lo invent de pies a cabeza. Nadie se dio cuenta. A raz de eso fantamismo poda escribir. Usted me disuadi, con razn. Saqu la cuenta de lo que tarescribir una novela y lo que cobrara por ella: estaba mejor como traductor. Despudeliberadas, mis carillas tenan cada vez ms blancos, menos lneas, ya no me tomde corregirlas. Mr. Appleton me miraba tristemente desde un rincn. Ahora no lo nunca.

    What is the metre of the dictionary? Esa no es una pregunta. Aqu tal vez usted espere una revelacin espectacular, una explicacin para lo

    hacer cuando termine esta carta. Y bien, eso es todo. Estoy solo, estoy cansado, n

    y lo que hago tampoco sirve. He vivido perpetuando en castellano el linaje esenciel cromosoma especfico de la estupidez. En ms de un sentido estoy peor que cuTengo un traje y un par de zapatos como entonces y doce aos ms. En ese tiempo para la Casa ciento treinta libros de 80.000 palabras a seis letras por palabra. Son millones de golpes en las teclas. Ahora comprendo que el teclado est gastado, cacada letra borrada. Sesenta millones de golpes son demasiados, aun para una buen Me miro los dedos con asombro.

    Rodolfo Walsh(1927-1977)

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