Robespierre, Virtud Republicana y Capacidad Política, Joan Tafalla

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    ROBESPIERRE:VIRTUD REPUBLICANAY CAPACIDAD POLTICA1

    Joan Tafalla

    ...el destino de Hctor, o sea, el hecho de que el

    hombre que sufre la derrota tenga la razn y seael hroe bueno, se convirti en determinante de

    toda mi evolucin posterior.

    Georg Lukcs (2)

    L28 de julio de 1794 Robespierre y 22 de sus camaradas

    subieron los escalones del cadalso, condenados sin juiciopor una increble conjura de liberales burgueses y de la

    extrema izquierda, que el da anterior haba realizado un golpede estado en la Convencin. Los robespierristas muertos en losdas siguientes al 9 de Thermidor llegaron a la cifra de 108 per-sonas. El Terror blanco se desat a lo ancho y largo de Francia,en una premonicin de todas las represiones con las que la bur-guesa ha obsequiado a quienes osaban lanzarse al asalto del

    cielo: junio de 1848 y mayo de 1871. Pronto, los extremistas deizquierda que se haban unido a la coalicin antirrobespierristalamentaron su craso error, o bien otros (como Fouch) se inte-graron en la poltica termidoriana, y su carrera poltica se pro-

    1Estas notas han surgido durante la traduccin de dos libros de temti-

    ca robespierrista: Georges Labica, Robespierre, Puf, Paris, y Maximi-lien Robespierre,Pour le bonheur et pour la libert, Discours, Choix etpresentationpar Yannick Bosc,Florence Gauthier et Sophie Wahnich,La fabrique editions, Paris, 2000. Ambos libros, de inminente publica-cin enEl Viejo Topo.

    2Hans Heinz Holz, Leo Kofler, Wolfgand Abendroth, Conversacionescon Lukcs, Alianza editorial, Madrid,1971, pag. 43.

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    long durante la etapa napolenica e incluso durante la restau-racin(3).

    Tras ese brutal frenazo a la igualdad, tras esa recuperacin delcarcter burgus de la Revolucin, que signific el primer pasohacia la restauracin de la desigualdad y a la implantacin delcapitalismo, Robespierre y sus camaradas fueron vctimas de unacampaa difamatoria que an dura, y durar mientras pervivanlos enemigos de la igualdad y de la democracia. Y mientras per-

    vivan algunos despistados de izquierdas.

    Nombres destacados de esta campaa difamatoria fueron Miche-let y Tocqueville en el siglo XIX, o Talmon y Anna Harendt en el

    siglo XX. Un momento cumbre de esta campaa fue la celebra-cin del bicentenario de la revolucin durante el ao de 1989. Lapropia eleccin de la fecha era significativa, puesto que no seeligi, ni el 92 (aniversario de la proclamacin de la primeraRepblica), ni 1793 (proclamacin de la primera constitucinrepublicana de Francia), ni, naturalmente, 1794(4). Se eligi el 89como smbolo del perodo burgus de la revolucin y de la re-cuperacin y el uso y abuso capitalista y liberal de la Declara-cin de los Derechos del Hombre.

    Georges Labica denunciaba el consenso entre derecha y social-democracia que bajo las rdenes de Franois Miterrand y de suministro del Bicentenario Jack Lang, que haba transformado alexcomunista Franois Furet( 5)y al reaccionario Pierre Chaunu(6)

    3Fouch paradigma de todos los ultra radicales cooptados por el po-der, que en el mundo han sido. En Espaa tenemos numerosos

    ejemplos de ello. Lase la interesante biografa de Stefan Zweig, Fou-ch, el genio tenebroso,Editorial Juventud, Barcelona, 1937.4Vase un excelente dossier sobre la celebracin recuperadora de la

    Revolucin Francesa en 1989, en la revista Raison Prsente n 91, Pa-ris, 1989, bajo el ttulo Bicentenaire: la Rvolution sans la rvoluc-tion?.

    5Vase Franois Furet, Pensar la revolucin francesa, Barcelona, Petrel,1980, o Furet y Ozouf, M. Diccionario de la revolucin francesa, Ma-drid, Alianza Editorial, 1989; o Vase por ejemplo la obra de Franois

    Furet, Pensar la revolucin francesa, Barcelona, Petrel, 1980, o Furety Ozouf, M. Diccionario de la revolucin francesa, Madrid, AlianzaEditorial, 1989. Para un anlisis crtico, de los objetivos de Furet,

    vase: Elisabeth G. Sledziewski, La stratgie-Furet, en la citada Raisonprsente, n 91

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    en los sumos sacerdotes mediticos de los fastos del Bicentena-rio que deban acabar, de forma escandalosa, celebrando unareunin del G-7 en Paris durante el 14 de julio: Todo pasa co-mo si la lectura de la revolucin por Furet fuera la buena lectura,

    como si se pudiera identificar a Robespierre y Stalin, el Terror yel Gulag.(7) En la intensa lucha ideolgica que se desarroll anivel internacional en 1989, la celebracin del Bicentenario jugun papel clave. A esa campaa se suman algunos antiguos co-munistas e izquierdistas pasados con armas y bagajes al libera-lismo(8). Lamentablemente algunos despistados de izquierdas, ennombre del radicalismo, se han sumado durante estos doscientosaos, y se siguen sumando, de forma irreflexiva a esa campa-

    a.(9

    )

    Ecos izquierdistas de una leyenda negra.

    Cuando tras la Segunda Guerra Mundial el capitalismo nos robla bandera de la democracia y de los derechos humanos, lo tuvofcil. Cont no slo con sus idelogos, sino adems, con la cola-boracin objetiva de izquierdistas de todos los pelajes que des-

    preciando la democracia como cosa poco revolucionaria, aban-donaron el concepto en campo enemigo y lo sustituyeron poruna dictadura del proletariado que, alejndose de la idea mar-xiana y leniniana de rgimen democrtico donde los haya, ydonde se puso en prctica se constituy en dictadura sobre elproletariado. En ese desprecio a la democracia coincidieron elestalinismo junto a corrientes izquierdistas de vario pelaje. Tandiferentes los unos de los otros pero tan unidos en la ignorancia

    de la realidad histrica de la revolucin francesa, del papel del

    6Pierre Chaunu, Le grand dclassement. propos dunecommmora-tion, ditions Robert Laffont, Paris, 1989.

    7Entrevista de Cristian Ruby a Georges Labica, Le consensus contre laRevolucin, en el nmero citado de la Raison Prsente.

    8Ferenc Feher, La revolucin congelada, Ed. Siglo XXI, Madrid 1989.9

    Vase Daniel Guerin, La lucha de clases en el apogeo de la revolu-cin francesa, 1793-1795, Alianza Editorial, Madrid, 1974; o del mismoautor, La revolucin francesa y nosotros, Editorial Villalar, Madrid,1977. En la tradicin libertaria, lase Pedro Kropotkin, La gran revo-lucin francesa, editorial proyeccin , Buenos Aires, julio de 1976.

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    jacobinismo en ella y unidos en la campaa denigratoria contraRobespierre.

    La versin stalinista del marxismo, sostenida por poner un ejem-plo por N. Efimov, ha creado una imagen falsa de una Revolu-cin Francesa como revolucin burguesa, y de los jacobinoscomo ...los representantes ms decididos de la clase revolucio-naria de su tiempo, la burguesa... los jacobinos representaban ala burguesa revolucionaria que luchaba contra el rgimen feu-dal-absolutista(10). La mejor prueba contra esa tesis de unosjacobinos y un Robespierre burgueses la proporcionara el pro-pio Efmov cuando, al narrar el viraje derechista de julio del1794, dice: Tras el golpe de estado thermidoriano contrarrevolu-

    cionario, llega al poder la nueva burguesa(11). Esta tesis, quefalta a la verdad histrica, forma parte de un dispositivo tericoque tanto permita justificar las estupideces del viraje sectario dela Internacional Comunista de la lucha de clase contra clase delsocialfascismo, como la traicin estalinista a los ideales delFrente Popular, de la resistencia antifascista europea y de lasincipientes democracias populares, anuladas por las depuracio-nes estalinistas y por la guerra fra(12).

    La interpretacin de Daniel Guerin aunque sea ms simpticapolticamente y recoja una visin ms completa de la realidad(La revolucin francesa no fue slo una revolucin burgue-sa(13) llega a conclusiones similares a las de Efmov. Los jacobi-nos eran representantes de la burguesa, aunque el jacobinismotena una composicin interclasista:

    10N. Efimov, Historia social de la revolucin francesa, Miguel Castelloteeditor, Madrid, 1973, pag 52.

    11Efmov, ibid. Pag. 67.12Para acercarse al clima de la resistencia y a las esperanzas que susci-

    taron las democracias populares, as como a las consecuencias de lainvolucin estalinista, vase el primer captulo de la biografa del his-toriador britnico Thompson. Escrita pro Bryan D. Palmer E. P.Thompson, Objeciones y oposiciones, Universitat de Valencia, 2004.

    Vase tambin los magnficos captulos 13 y 14 del libro de LucianoCanfora, La democracia. Historia de una ideologa, Crtica, Barcelona,2004

    13Este es el ttulo del primer captulo de su La revolucin francesa ynosotros, obra citada, paginas 13 a 19.

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    Gracias a este partido, (el jacobino, JT) partido ambiguo, a

    caballo sobre dos clases, burgus en su cabeza y sans-culotteen la base, la lnea de demarcacin entre las clases queda

    borrada, la naturaleza clasista del Estado queda disimula-

    da... Los lderes jacobinos, Robespierre y su clan... tiene queamortiguar los choques entre las dos clases, tiene que disi-

    par, gracias a su prestigio personal, gracias a su doblez pol-tica, las sospechas muy fundadas que abrigan los ms

    clarividentes entre los sans-culottes frente a los altos funcio-

    narios. En una palabra, hacen de pantalla para impedir que

    las masas populares descubran el verdadero rostro del esta-do(14).

    El mismo Guerin, en una comparacin entre Danton y Robespie-rre (dos tipos de demagogos) llega a afirmar:

    Robespierre identificaba su inters personal con el de la re-volucin burguesa. Aunque era ambicioso, lo era en el sen-

    tido ms noble de la palabra. Iba a morir sin dejar ni uncntimo. A Danton lo mova el vulgar incentivo de la ga-nancia. Mientras que Robespierre era incorruptible(15).

    La obra de Guerin, como muchas otras, tiene un grave inconve-niente metodolgico: el presentismo. Analiza los problemas y losdilemas con los que se encontraron los jacobinos con criterios yconceptos que fueron acuados mucho ms tarde. Guerin tratade resolver problemas de debate poltico de la dcada de loscuarenta y cincuenta del siglo XX, mediante la crtica ucrnica aRobespierre y sus compaeros. A menudo confunde algo que nodebera ser confundido: el jacobinismo con la Montaa, y el ro-

    bespierrismo con el jacobinismo. La realidad era mucho mscompleja y dinmica.

    Este presentismo historicista, junto al despiste poltico de Gueriny su odio al Robespierre-Stalin construido en su imaginacin lollevan a aceptar la retrica ms reaccionaria al narrar el golpe deestado de Thermidor:

    Los robespierristas acabaron como vulgares delincuentes

    cogidos por sorpresa en su guarida... Robespierre, arrastrado

    14Daniel Guerin, La revolucin francesa y nosotros, pag. 62 y 63.15 Daniel Guerin, La lucha de clases en el apogeo de la revolucin

    francesa, 1793-1795, pags. 162-163.

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    a pesar suyo en aquella aventura lamentable, se dispar un

    tiro con un revlver... En resumen, Robespierre cay por nohaber sabido escoger entre los dos personajes que haba en

    su interior, entre el pequeo burgus, el jacobino, el media-

    dor amigable y el hombre fuerte, el rbitro autoritario situa-do por encima de las clases, el nico capaz de estabilizar la

    revolucin burguesa. En vsperas de Thermidor, slo supomostrar veleidades de dictadura. Dej adivinar bastantes

    aspiraciones al poder personal como para espantar, pero no

    suficientes para imponerse. No supo deshacerse, en el mo-mento oportuno, del viejo traje de jacobino(16).

    El antirrobespierrismo lleva a Guerin, a realizar un nuevo y difcil

    ejercicio de presentismo histrico, al criticar el robespierrismo deBabeuf:

    Incluso Babeuf, precursor del comunismo moderno, no su-po sacar la leccin poltica de la Revolucin francesa: en lu-

    gar de poner en evidencia el papel jugado por la burguesarevolucionaria y por el jacobinismo, hizo la apologa pstu-

    ma de Robespierre; no os desplegar la bandera comunista e

    intent defender los restos polticos de la Montaa. Pero nofue seguido por sus camaradas: otros, como Bodson, se en-tregaron a una crtica en regla del robespierrismo(17).

    Curiosamente, esta crtica no aparece en el colofn a la obramayor de Guerin, en la que, al hablar de Babeuf y Buonarrotti,expone de forma muy sesgada sus posiciones con el fin de con-

    vertirlos en los ancestros de su peculiar versin del comunismolibertario(18). Insisto que estas observaciones no disminuyen el

    inters de la lectura de la obra de Guerin.No menos injusto con Robespierre es Piotr Kropotkin, aunque suhistoria de la revolucin, publicada en 1909 y producto de estu-dios e investigaciones que el revolucionario ruso inici ya en1880, sea una obra importante, que est colocada como un hitoen el largo recorrido de la historiografa sobre la RevolucinFrancesa. Podramos resumir su posicin sobre Robespierre conel siguiente prrafo:

    16Ibid. Pgs. 277,278.17Daniel Guerin, La revolucin francesa y nosotros, pag. 65.18Daniel Guerin, La lucha de clases... obra citada, pgs, 298 a 301.

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    La burguesa comprendi que Robespierre, por el respeto

    que inspiraba al pueblo, por su moderacin y por sus velei-dades de poder, sera el ms capaz de ayudar a la constitu-

    cin de un gobierno, de poner fin al perodo revolucionario,

    y le dej hacer como enemigo de los partidos avanzados; pe-ro cuando hubo ayudado a derribar esos partidos, fue a su

    vez derribado para entregar a la Convencin a la burguesagirondina e inaugurar la orga reaccionaria de thermidor(19).

    La caracterstica incomprensin anarquista hacia la necesidad deuna amplia unidad popular democrtica y republicana (o sea:hacia la necesidad de la construccin de un nuevo bloque hist-

    rico) y hacia la complejidad de los procesos revolucionarios apa-rece reflejada en este obra. Una obra, sin embargo, escrita congran vigor y erudicin que la hacen de recomendable lectura,

    El jacobinismo como conciencia activade la necesidad histrica.

    En los Cuadernos de Crcel, Antonio Gramsci usa la experiencia

    jacobina como elemento central de su reflexin sobre la polticay sobre la revolucin. En los Cuadernos menudean las mencio-nes a Robespierre, al jacobinismo, a la revolucin francesa. Estasreferencias se concentran en los cuadernos 10 (La filosofia diBenedetto Croce), 13 (Notas sobre la poltica de Maquiavelo) y19 (Risorgimento Italiano). Ms, el asunto recorre el conjuntode los Cuadernos.

    La ausencia en la Italia del Risorgimento de un partido que

    adoptase posiciones similares a las de los jacobinos, es una delas claves usadas para explicar la diferencias entre la conclusindel proceso unitario italiano (una monarquia liberal, capaz deprohijar y presidir al fascismo) y el estado republicano francs,producto de una transformacin radical del antiguo rgimen. Larevisin de la obra de Maquiavelo y del jacobinismo permiten aGramsci perfilar un nuevo uso para un concepto tan importantecomo el de hegemona, o acuar otros como bloque histrico,

    acumulacin de fuerzas, guerra de movimientos y de posicioneso el importantsimo de revolucin pasiva. Aqu nos detendremos

    19Kropotkin, Obra citada pag. 399.

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    solamente en el uso peculiar que hace Gramsci del conceptojacobinismo.

    Que diferencias esenciales ofrece la reflexin gramsciana conrespecto a las posiciones criticadas ms arriba? Sealemos enprimer lugar, que Gramsci rechaza la concepcin (dominante enel marxismo de la poca) del jacobinismo como corriente polti-ca abstracta, ideologista, incapaz de analizar la realidad y deactuar para cambiarla. Por el contrario, para Gramsci:

    frente a una corriente tendenciosa y en el fondo antihist-rica, hay que insistir en que los jacobinos fueron realistas a

    lo Maquiavelo y no ilusos visionarios. Los jacobinos estaban

    convencidos de la absoluta verdad de las consignas acercade la igualdad, la fraternidad y la libertad. Y lo que es ms

    importante: de tales verdades estaban convencidas tambin

    las grandes masas populares que los jacobinos suscitaban ya las que llevaban a la lucha(20).

    Alejndose del presentismo histrico, tratando de comprender laesencia del fenmeno jacobino, Gramsci prosigue:

    El lenguaje de los jacobinos, su ideologa, sus mtodos de

    actuacin reflejaban perfectamente las exigencias de la po-ca, aunque hoy, en una situacin distinta y despus de

    ms de un siglo de elaboracin cultural, aquellos puedan

    parecer abstractos y frenticos, Reflejaban las exigencias

    de la poca siguiendo, naturalmente, la tradicin culturalfrancesa(21).

    Con relacin al carcter burgus de la poltica jacobina, Gramscinos ofrece una visin ms compleja del problema:

    los jacobinos se habran impuesto a la propia burguesa co-mo partido dirigente conducindola a una posicin mucho

    ms avanzada que la que habran querido ocupar espon-

    tneamente los ncleos burgueses ms fuertes en un primer

    20Antonio Gramsci, Quaderni del carcere, Edizione critica dellInstitutoGramsci, a cura di Valentino Gerratana, Einaudi editore, Torino,1975., Quaderno 18. Niccol Machiavelli ,Tomo III, Pagina 2028. Uti-lizo aqu la traduccin hecha por Fransciso Fernndez Buey, incluidacomo Apndice al libro de E.J.Hobsbawn, Los ecos de la marsellesa,Editorial Crtica, Barcelona, 1992,pags. 161 a 163.

    21A. Gramsci, obra citada, pag. 2028.

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    momento, e incluso mucho ms avanzada que lo que iban a

    permitir las premisas histricas. De ah los contragolpes y elpapel de Napolen I(22).

    Es ya un matiz muy importante y marca la diferencia con lasteoras marxistas al uso en la poca, sobre Robespierre y losjacobinos. Se nota la influencia de la lectura de Albert Mathiez,que consta en los Quadernicomo uno de los autores manejadospor Gramsci en la crcel.

    Gramsci extrae de esta premisa conclusiones para su teora de larevolucin:

    ...los jacobinos fueron el nico partido de la revolucin en

    acto, en la medida en que representaban no slo las necesi-dades y las aspiraciones inmediatas de los individuos real-mente existentes que constituan la burguesa francesa, sino

    tambin el movimiento revolucionario en su conjunto, en

    tanto que desarrollo histrico integral.

    Es decir, slo sera capaz de abarcar el conjunto de un procesorevolucionario aquella agrupacin de gentes (sea movimiento,partido o red de asociaciones como es el caso del jacobinismo)

    capaz de comprender no slo las necesidades y aspiracionesinmediatas (el momento econmico-corporativo) sino las delmovimiento en su conjunto (el momento tico-poltico).

    Dejemos, como nota marginal, pendiente de un mayor desarrolloimposible de realizar aqu, el tema del uso gramsciano del con-cepto de partido. Digamos, para lo que interesa aqu, que nodeberamos confundir la organizacin del club jacobino y de sured de sociedades de correspondencia con el tipo de partido

    corriente durante los aos veinte y treinta del siglo XX. Los jaco-binos, en contra de la leyenda negra, no fueron un partido mo-noltico, ni frreamente centralizado, no eran una premonicinde los partidos comunistas del siglo pasado(23). Eran, eso s, unantecedente directo del movimiento democrtico y socialista delsiglo XIX.

    22A. Gramsci, obra citada, pag. 202723Uso aqu un magnfico resumen del debate historiogrfico sobre el

    tema: el captulo Jacobinos y jacobinismo del libro de Irene Caste-lls, La revolucin francesa ( 1789-1799), Editorial Sntesis, Madrid1997, pags.168 a 173.

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    Un uso que trasciende ya la descripcin de un movimiento pol-tico concreto situado en un poca histrica concreta y que trans-forma el jacobinismo en una categora que nos permite pensar laglobalidad del proceso histrico: El carcter abstracto de la

    concepcin soreliana del mitose manifiesta en la aversin (queasume la forma pasional de una repugnancia etica) por los jaco-binos que, ciertamente fueron una encarnacin categrica delPrncipe de Maquivelo. El moderno Prncipe debe tener una par-te dedicada al jacobinismo (en el significado integral que estanocin ha tenido histricamente y debe tener conceptualmente),como ejemplificacin de cmo se ha formado en concreto y haoperado una voluntad colectiva, que al menos en algunos aspec-

    tos fue creacin ex-novo, original. Y es preciso que se defina lavoluntad colectiva y la voluntad poltica en general en el sentidomoderno, la voluntad como conciencia activa de la necesidadhistrica, como protagonista de un real y efectivo drama histri-co(24). Estaran nuestros lectores de acuerdo en la necesidad,para cualquier intento de regeneracin de la izquierda de recu-perar este tipo de jacobinismo? Nos sirve este concepto grams-ciano no para realizar la ensima repeticin nostlgica del relato

    de la revolucin francesa sino para adentrarnos en el debatepoltico actual? Cmo construir hoy esa conciencia activa de lanecesidad histrica?

    Oposicin entre democratismo popular y liberalismo par-lamentario.

    Georg Luckcs posea una caracterizacin compleja del papel de

    Robespierre y de los robespierristas en la revolucin, aunquean sujeta a la idea de la revolucin francesa como revolucindemocrtico-burguesa:

    En el hecho de que Robespierre haya puesto cada vez ms

    enrgicamente la cuestin de la moral en el centro del terror

    revolucionario de los jacobinos se refleja su lucha desespera-da contra las tendencias capitalistas desencadenadas por la

    revolucin misma, las cuales empujaban ineluctablemente

    hacia al liquidacin de la dictadura jacobina de la plebe y

    24A. Gramsci, Quaderno n 13, Noterelle sulla poltica del Machiavelli,Obra citada, Tomo III, pag. 1559.

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    hacia la abierta dictadura sin adornos de la burguesa, o

    sea hacia thermidor. El terror en nombre de la virtud repu-blicana, de la lucha contra todas las formas de degenera-

    cin y corrupcin, es en Robespierre el aspecto ideolgico de

    su defensa del modo plebeyo de dirigir la revolucin demo-crtico-burguesa no slo contra la contrarrevolucin realis-ta, sino contra la misma burguesa tambin(25).

    Lukacs tampoco cay en la trampa de considerar a Robespierrecomo un poltico burgus o al servicio de la burguesa. Si bien,la sujecin del Lukacs de 1946 a la idea del desarrollo progresistade las sociedades humanas lo llevaba a considerar ineluctable laderrota de Robespierre y de los demcratas jacobinos frente a las

    fuerzas capitalistas; si bien consideraba que la etapa capitalistadel desarrollo de la sociedad era inevitable; si consideraba lassoluciones igualitaristas de los jacobinos como ilusiones, no caaen el presentismo y en el reductivismo de considerar a Robespie-rre como defensor de la burguesa:

    Pero en Francia misma esas ilusiones eran ilusiones heroi-

    cas de polticos revolucionarios plebeyos, es decir que, a par-

    te de su carcter ilusorio, estaban estrechamente relaciona-das con momentos concretos de la accin poltica real del

    partido plebeyo en circunstancias concretas de los aos

    1793-1794... Este carcter ilusorio no destruye, por tanto, en

    modo alguno la esencia democrtica, el carcter revolucio-nario de sus actos. Antes al contrario, precisamente esa indi-

    soluble mezcla de correcta poltica plebeya, realista, demo-

    crtica y revolucionaria, con ilusiones fantsticas acerca delas perspectivas de desarrollo de las fuerzas de la sociedad

    burguesa desencadenada por la revolucin democrtica, esprecisamente la viva contradiccin dialctica que caracteri-za este periodo de la revolucin(26).

    La revolucin francesa sigue presente en la reflexin del Lukacsmaduro. A principios de 1968, empieza la redaccin de un texto

    25Georg Lukacs, El Joven Hegel y los problemas de la sociedad capita-lista, Ediciones Grijalbo, Barcelona-Mxico, 1970. Traduccin espao-la de Manuel Sacristn., pag. 45.

    26Ibid. Pgs. 66 y 67.

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    sobre la democracia (27) que le hizo retrasar al redaccin de suOntologa del ser social. Tras los acontecimientos de mayo enFrancia y de agosto en Checoslovaquia, Lukcs concreta la inten-cin con que aborda la redaccin del texto: ...escribir un amplio

    ensayo acerca de los problemas socio-ontolgicos de una mo-derna democratizacin en ambos sistemas) (28).

    En este esfuerzo de elaboracin en caliente de la relacin entredemocracia y socialismo, las referencias a la revolucin francesa

    y a sus debates ocupa un papel importante. En este contextoLukcs afirma la contradiccin entre el parlamentarismo (comorealizacin central de este idealismo estatal-aparentemente in-dependiente, formalmente autnoma de la vida real de la socie-

    dad) y la democracia plebeya que se expres en la revolucionesinglesa y francesa y que fue liquidada respectivamente con laGloriosarevolucin inglesa y con la tercera repblica francesaque ...fueron capaces de impedir tales intromisiones no desea-das y de asegurarle al parlamento esa libertad e igualdad formalque se corresponda con los intereses de los grupos capitalistasdominantes(29). A continuacin Lukcs afirmaba en fecha tantemprana como 1968 una idea trgicamente ignorada por el tar-

    doestalinismo de la soberana limitada brezneviana y tambinpor esa variante crtica del mismo que fue el eurocomunismo: laoposicin entre el democratismo consolidado en el pueblo y elliberalismo parlamentario. Para Lukcs, la nica alternativa alestalinismo era la democracia socialista y no la aceptacin acrti-ca del liberalismo y del secuestro de la soberana popular porparte de los parlamentos realizada durante los aos 70 del siglo

    XX, por algunos partidos comunistas (30).

    Poco antes del inicio de la escritura de El hombre y la democra-cia, en setiembre de 1966 Abendroth, Holz, Kofler y Pinkus sos-tuvieron una Conversaciones con Lukcsen su casa de Budapest,posteriormente editadas en un libro hace tiempo descatalogado y

    27 Georg Lukcs, El hombre y la democracia, Editorial Contrapunto,Buenos Aires, 1989.

    28Georg Lukcs, obra citada, pg. 217.29Georg Lukcs, obra citada, pg. 55.30Comprese la elaboracin lukacsiana con el lamentable captulo 4 de

    Eurocomunismo y estado, de Santiago Carrillo, Editorial Crtica, Bar-celona 1977.

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    pendiente de una reedicin cada vez ms urgente(31). En estasconversaciones tenemos acceso a la cocina del pensamiento delLukcs maduro, que nos muestra la potencia de su elaboracin ynos produce una cierta nostalgia por lo penetrante y premonito-

    rio de su anlisis del capitalismo maduro y por la escasa aten-cin que la izquierda le ha dedicado en estos ltimos cuarentaaos. La reflexin sobre la democracia y sobre el papel del jaco-binismo que se reflejar despus en El hombre y la democraciaestn ya presentes en estas conversaciones.

    Con el fin de explicar la cesura que se produjo en el pensamien-to emancipatorio entre la experiencia jacobina y el comunismomoderno Lukcs afirma:

    ...el heroico fracaso de la izquierda jacobina en la revolu-

    cin francesa da lugar, dentro del utopismo, a la nocin de

    que el socialismo nada tiene que ver con el movimiento revo-lucionario. A mi entender, estos no es, en rigor, otra cosa

    que la desilusin respecto al desarrollo de Francia en 1793 y1794. Sin embargo, surti sus efectos sobre el movimiento

    obrero durante largos aos; si bien se mira, fue Marx quin

    situ en el centro de atencin de la teora revolucionaria dela conquista violenta de la revolucin democrtica como fa-

    se previa a la conquista violenta del socialismo. En la actua-

    lidad no contamos con polticos capaces de convertir en pra-

    xis poltica estos conocimientos(32).

    Es decir, la cesura contina a pesar del esfuerzo de Marx y delejemplo de importante terico y gran poltico que se daba en lapersona de Lenin.

    Ms adelante Lukcs insiste en la oposicin que encontraremosen el Hombre y la demcocracia entre liberalismo y democracia:

    ...La gran revolucin francesa plantela oposicin entre so-ciedad capitalista liberal y sociedad democrtica, oposicin

    que antes slo se intua. Y a principios del siglo XIX pareca

    que el ideal de la burguesa, es decir el capitalismo liberal, sevea amenazado de manera creciente por la democracia....

    Sin embargo,

    31Conversaciones con Lukcs, obra citada32Conversaciones con Lukcs, obra citada , pag. 83.

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    Con el desarrollo de la sociologa moderna se torna posible

    de mil diversas maneras una manipulacin tcnica en laideologa burguesa y, sobre la base de la manipulacin, una

    reconciliacin del liberalismo y la democracia. Tal reconci-

    liacin cesa en el momento en que la democracia deja de seruna democracia manipulada(33).

    Comprobamos otra vez cun importante es poseer una concep-cin adecuada del jacobinismo y de la democracia y cun limita-dos son los esquemas radicales a la Guerin o liquidadores, a laCarrillo, a la hora de poner en pi una poltica emancipatoriaactual. En este terreno tambin pedimos: Un poco de jacobinis-mo, por favor.

    Por qu somos robespierristas?

    Tanto Gramsci como Luckcs usaron para sus reflexiones sobreel jacobinismo y sobre Robespierre la importante obra histricade Albert Mathiez. Hemos observado en ambos que compartenla crtica del presentismo histrico, formulada por nuestro histo-riador:

    Yo no he estudiado los personajes de la revolucin francesa enfuncin de nuestra poca sino de la suya... Yo no estudio las

    ideas y los programas en abstracto por su valor permanente e

    ideal, sino siempre en funcin de las circunstancias y de la po-ca. La sociedad es un ser complejo en el que chocan permanen-

    temente pero bajo formas perpetuamente mviles, todo un mundovariado de intereses y pasiones(34).

    Hace 85 aos que Mathiez pronunci su conferencia Por qusomos robespierristas?.(35) En ella, la vibrante reivindicacinpoltica de la figura de Robespierre, llena de fineza y erudicinhistrica, sirve directamente a un objetivo poltico, sin caer en elpresentismo. La Francia de la post-guerra ofreca un espectculo

    33Conversaciones con Lukcs, obra citada, pgs. 147 y 148,34Albert Mathiez, Avertissement, en Girondins et Montagnards, Editorial

    Firmin-Didot et cie., Paris 1930, pag. VI.35 Publicada en Albert Mathiez, Etudes sur Robespierre, Prface de

    Georges Lafebvre, Socit des tudesRobespierristes, Editions So-ciales, Paris, 1958.

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    de crisis moral y de deslegitimizacin de las instituciones repu-blicanas. Para Mathiez, en 1920:

    ... el partido republicano se ha dormido en el poder. Se hadeslizado insensiblemente hacia el moderantismo del justomedio que ha oscurecido la visin de sus orgenes, de los que

    no se reclama ms que por una especie de costumbre ritual y

    de rutina. Las leyendas ms contrarrevolucionarias han en-contrado crdito entre sus dirigentes(36). El moderantismodominante, la adaptacin al papel de gestor de los interesesde las clases dominantres comportaba la admiracin hacialos que ...fueron en la revolucin el equvoco, la debilidad,los negocios o la traicin. A ellos se les han levantado esta-

    tuas. Mientras que a ... los grandes obreros de la democra-cia, aquellos que no consiguieron victorias prricas, aquellos

    que entregaron a Francia con abandono total el sacrificiode sus trabajos, de sus amistades, los desinteresados, los in-

    corruptibles, los enrgicos y los clarividentes, los que dome-

    aron a la Europa monrquica y reprimieron las Vendes

    interiores, aquellos que levantaron la Repblica sobre suscadveres al umbral de un mundo nuevo, stos fueron ca-

    lumniados y ridiculizados a placer.(37).La crtica de Mathiez a la degeneracin del tardo-republicanismofrancs de la postguerra, conserva todo su frescor y su actuali-dad. Si uno no estuviera leyendo una conferencia pronunciadaen la Francia de 1920, podra encontrar prrafos enteros aplica-bles a la izquierda oficial de cualquier pas europeo actual:

    ... a medida que la mentira y la ingratitud hacan su obra,

    a medida que el partido republicano se alejaba de sus ver-daderos fundadores, un viento de pillera y de pequeezatravesaba nuestras costumbre polticas: qu indulgencia

    escptica para las abdicaciones ms graves, qu aversin

    instintiva por las resoluciones vigorosas, que costumbres deapata y de abandono, qu de compromisos malsanos pinta-

    dos con nombres de adaptacin, de apaciguamiento, de ha-

    bilidad, de astucia!... Los clculos de inters, el espritu departido y de intriga, las costumbres feudales de la clientela

    36Ibid, pag. 36.37Id.

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    han reemplazado la noble y necesaria emulacin por el bien

    pblico, sin la que los estados perecen (38).

    El mismo ao 1920, Mathiez public un folleto titulado El Bol-chevismo y el Jacobinismo (39), cuyo examen nos aclara los mo-tivos que le llevan a ingresar en el Partido Comunista Francstras la creacin del mismo en el congreso de Tours, en diciem-bre del mismo ao. El folleto arranca con fuerza:

    Entre el jacobinismo (entiendo por ello el gobierno de la

    Montaa desde el mes de junio de 1793 al mes de julio de1794) y el Bolchevismo, el acercamiento no tiene nada de

    arbitrario, dado que el mismo Lenin se complace en ello en

    sus discursos y que ha hecho erigir recientemente una esta-tua a Robespierre. Lenin como todos los socialistas rusos, se

    ha alimentado de la historia de nuestra gran revolucin, se

    inspira con sus ejemplos y los pone en prctica adoptndolosa su pas y a sus circunstancias(40).

    A lo largo, de 20 vibrantes pginas, nuestro historiador recorrelos paralelismos entre la revolucin jacobina y la bolchevique.El paralelismo entre Robespierre y Lenin era evidente para Mat-

    hiez. Destaquemos aqu el siguiente paso:He ledo en algn sitio que Lenin se inspiraba en los mto-

    dos hebertistas. Todos sus actos y todas sus apalabras protes-

    tan contra este juicio. Como Robespierre, l pretende guar-

    darse de dos excesos en que se hundira la revolucin, elmoderantismo y la exageracin(41).

    La concepcin gramsciana del jacobinismo mencionada ms arri-ba, queda aqu iluminada de pronto, si recordamos que la fuente

    principal del comunista italiano sobre revolucin francesa eranuestro historiador.

    Otro aspecto que Mathiez destaca es la similitud de las relacio-nes entre el movimiento de masas y la vanguardia en ambasrevoluciones:

    38Ibid. 37.

    39Albert Mathiez, Le Bolchevisme et le Jacobinisme, Librairie du PartiSocialiste et de lHumanit, Paris, 1920.

    40Mathiez, Le Bolchevisme... Pag. 341Ibid. Pag. 10.

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    Se equivocan los que tratan de representar el gobierno bol-

    chevique, igual que el gobierno bolchevique salido del cere-bro de algunos iluminados o de algunos ambiciosos a golpe

    de prikases y de decretos. Los Bolcheviques no crearon los so-

    viets que ya existan antes de su acceso al poder. Los solda-dos rusos no esperaron Brets-Litovks para hacer la paz con

    los alemanes. Los mujiks no esperaron el decreto del 25 deoctubre de 1917 para entrar en posesin de las tierras de los

    monjes y de los seores. En las fbricas, los obreros se haban

    organizado en comits de centro de trabajo antes de que Le-

    nin hubiera triunfado en su golpe de fuerza...[por su parte ]La mayor parte de la grandes medidas revolucionarias del

    ao II no salieron de la iniciativa del Comit de Salud P-blica, ni de los diputados de la Convencin. Fueron impues-tas bajo la presin de los clubs... Jacobinos y Bolcheviques

    son empujados por una corriente ms fuerte que ellos mis-

    mos. Estos dictadores obedecen a sus tropas, para poderlascomandar(42).

    Una precaucin de lectura, la palabra dictadura no tena para elMathiez de 1920, ni para sus contemporneos el significado que

    adquirira despus del fascismo y del stalinismo. Tena el signifi-cado que le daba Marx: el que se desprenda de la experienciade la Comuna de Pars. Y una sorpresa: no nos encontramosaqu ante un antecedente ucrnico del zapatista mandar obede-ciendo?

    Mathiez propona en su conferencia Por qu somos robespie-rristas (pronunciada el 14 de enero de 1920 en la Escuela dealtos estudios sociales) aplicar a la repblica francesa de post-

    guerra el elixir Robespierre. El mismo mes de enero de 1920,publica en otra sede (la editorial del partido socialista y delHumanit) el texto sobre jacobinismo y bolchevismo que dejabien claro qu cosa entenda nuestro historiador por ese elixirRobespierre. Nuestro autor morira en 1932, sin ver la aplica-cin vigorosa que las masas populares hicieron del mencionadoelixir en 1936, con el Frente Popular democrtico antifascista ycon la oleada de ocupaciones de fbricas. Lstima que los ges-

    tores leales del capitalismo secuestraran la potencia de lasreivindicaciones obreras y populares. Lstima que el movimiento

    42Ibid, pags. 17 a 19.

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    democrtico-popular de los aos treinta y cuarenta no hubierasido un poco ms jacobino!

    Mathiez abandon en 1928 el Partido Comunista, impresionadosin duda por el triunfo en la historiografa comunista de la con-cepcin del jacobinismo como partido burgus, un preludio cla-ro de la mezcla entre hebertismo y bonapartismo que acabarapresidiendo muchos de los actos del movimiento comunista.

    La actualidad de un poltico irrecuperable.

    Es aplicable hoy el elixir Robespierre? Sera til para la iz-quierda la revitalizacin de un republicanismo democrtico-

    radical, profundamente igualitario? Hay motivos para ser robes-pierrista hoy en dia?

    Quizs algunos de nuestros lectores consideren caduca esta pre-gunta. Si nos atenemos a la literalidad de la expresin, si pensa-mos que hoy fuera posible proponer sin ninguna mediacin elrobespierrismo como panacea a los males de la poltica, de lademocracia y de la izquierda, efectivamente la pregunta seraextempornea. No, no existe el elixir Robespierre que vaya acurar a la izquierda actual de su endeblez moral, de su acomo-dacin ideolgica, de su ya adquirido vicio de gestionar el siste-ma con los mismos procedimientos del sistema. En definitiva, desu ausencia de virtud republicana.

    Las formas en que hoy se plantea la cuestin social o sea lacuestin de la democracia y de la igualdad son muy diferenteshoy a cmo se planteaba en la ltima dcada del siglo XVIII.

    Adems, para el 99 % de la poblacin, el nombre de Robespierrees desconocido y los pocos que lo conocen suelen asociarlo a laleyenda del personaje maquiavlico (Maquiavelo: otro gran des-conocido y calumniado de la tradicin republicana), fantico yperverso cortador de cabezas. Tiene sentido, pues tratar de res-catar a Robespierre del olvido y de la calumnia a la que ha esta-do sometido durante ms de doscientos aos? En el caso de quesea posible desmontar la leyenda negra que la reaccin feudal yburguesa lanzaron contra l, Tiene alguna utilidad, ms all dela erudicin, interesarse por su pensamiento poltico (republi-cano y democrtico) y, ms all, por su pensamiento social? Nohabr quedado su pensamiento obsoleto?

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    Como el lector que me haya acompaado hasta aqu habr adi-vinado, la tesis que subyace en este artculo es que s, que elrobespierrano es un pensamiento til para interrogarnos sobrelos problemas sociales y polticos contemporneos. A condicin,

    claro, que no lo entendamos cual blsamo de Fierabrs, aplica-ble tal cual, sin mediacin de ningn tipo a cualquier coyuntura

    y situacin.

    Florence Gauthier tiene razn cuando en su introduccin a laantologa de discursos robespierrianos Por la felicidad y por lalibertad habla del Incorruptible comohombre poltico irrecupe-rable y actual al mismo tiempo (43).

    Robespierre es actual e irrecuperable al propio tiempo. Durantelos ms de doscientos aos que nos separan de la revolucinfrancesa, el capitalismo ha sido capaz de recuperar muchas delas reivindicaciones y de las banderas de las clases trabajadoras ypopulares. El concepto de democracia nos fue sustrado tras lasegunda guerra mundial y ha pasado a ser bandera de la derechatras haber sido durante ms de cien aos sinnimo de anarqua yde comunismo, tanto para la burguesa como para los sectorespopulares. Sin embargo, lo llaman democracia y no lo es. De-jarse robar el trmino y el concepto fue propio de dbiles menta-les. Llamar democracia al sistema liberal-representativo que se-cuestra la soberana popular, significa hacerse cmplice, pordespiste ideolgico, del robo.

    Y observemos que Robespierre, ni Saint-Just, ni Rousseau formanparte de la panoplia de los padres fundadores de la democraciaoligrquica que nos domina. Quizs no exista un elixir Robes-

    pierre que nos cure milagrosamente de nuestros males; sin em-bargo una lectura detenida de los discursos de Robespierre, nosayuda a pensar en la refundacin de la democracia y de la pol-tica, es una buena aportacin para la refundacin del republica-nismo sobre principios firmes, para la refundacin de una iz-quierda vigorosa hablando moral y polticamente.

    43Florence Gauthier, Actualit dun homme politique irrcuperable enIbid., Pags 8 a21.

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    Recomiendo hacer esta lectura de los discursos robespierrianos,con el Contrato Social y una buena historia de la revolucin en-cima de la mesa (44). Como deca Mathiez:

    Los discursos de Robespierre, eran los principios del Contra-to social en va de realizacin, en lucha con las dificultades

    y los obstculos, eran la teora descendiendo del cielo a la

    tierra, eran el combate pico del espritu contra las cosas, enel momento ms trgico de nuestra historia, cuando Francia

    apostaba su existencia para salvar su libertad(45).

    En nuestro pas, Joaquin Miras ha hecho este ejercicio demos-trando, por una parte, el papel de intelectual orgnico del mo-

    vimiento popular desarrollado por Robespierre y su minora den-tro de los jacobinos as como la continuidad entre el robespie-rrismo y la tradicin democrtico-republicana que, procedentede la antigedad ha llegado hasta nuestros das, y la permanen-cia del pensamiento del Incorruptible en el interior de la obra deMarx y de Engels (46).

    Con los derechos humanos pas lo mismo. Jean-Baptiste Saydescubri como intelectual orgnico del proyecto burgus que

    se opona con armas y bagajes al desarrollo igualitario de la re-volucin, que la declaracin de derechos del Hombre y del Ciu-dadano era bsicamente contradictoria con el desarrollo del capi-talismo y se dedic a estigmatizar el potencial subversivo de untexto que impulsa a los hombres a resistir a la opresin y quefue el instrumento de Robespierre(47). Este discurso es el de losthermidorianos que identificaron Derechos Humanos y Terror. Lalucha de Robespierre entre 1789 y 1794 consisti en aplicar y

    desarrollar la declaracin de los derechos que conceba comorespuesta idnea a los problemas que la situacin poltica y elmovimiento popular iban planteando a cada momento. Compa-rar la declaracin de 1789, con la de 1793 y con las propuestas

    44Para una buena historia de la revolucin, la ya citada de Albert Mat-hiez, o bien, para una historia ms actual, que incluye los ltimos ha-llazgos y resuma los ltimos debates historiogrficos la ya citada deIrene Castells.

    45Por que somos robespierristas, pag. 23.46Joaquin Miras Albarrn, Repensar la poltica, refundar la izquierda, ElViejo Topo, Barcelona, 2002.

    47F. Gauthier, Actualit dun homme..., en obra citada, pag. 9.

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    de Robespierre no recogidas en sta, as como con la constitu-cin termidoriana de 1795 es un ejercicio que ilustra a las clarasque el proyecto robespierrano se opona al establecimiento deuna repblica burguesa y capitalista y que, por el contrario, lu-

    chaba por el establecimiento de una Repblica que resolviera lacuestin social. Para Robespierre la revolucin poltica no eranada o poca cosa si no tena la finalidad de una revolucin so-cial (48).

    Aquello que produca Terror a las clases dominantes no era laaplicacin de una violencia por parte de los revolucionarios. Lasclases dominantes han aplicado esa violencia a lo largo de lossiglos y seguirn hacindolo cada vez que sea necesario. Lo que

    produca Terror a la aristocracia y a las nuevas clases burguesasy capitalistas era que el movimiento popular y que los jacobinosrobespierristas iban encontrando, a cada nuevo paso de la revo-lucin, medidas y soluciones que ponan en cuestin su poderpoltico y tambin su posicin de privilegio social y econmico.Que ponan en cuestin su derecho a la propiedad. Y lo que lesproduca ms terror todava es que esas propuestas y soluciones

    venan acompaadas de una voluntad enrgica de ponerlas en

    marcha, de una capacidad poltica para desarrollarlas y de unextremado realismo en la lucha cotidiana. Robespierre y los su-

    yos eran virtuosos no slo por incorruptibles. Sus principalesvirtudes eran su capacidad y su determinacin polticas.

    48Albert Mathiez, porque somos..., ob. cit. Pag. 24.

    http://www.omegalfa.es/