Roberto elissalde bien longevos

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1 BIEN LONGEVOS!!! Por: Roberto L. Elissalde * Presidente de la Junta de Estudios Históricos de la Recoleta El censo de la ciudad de Buenos Aires levantado los días 11 y 18 de setiembre de 1904, durante la intendencia de don Alberto Casares, tiene algunas particularidades, que se destacan en la publicación realizada dos años después. Una de ellas es que sobre una población de 950.981 habitantes vivían 37 personas que superaban los 100 años. De ellos 22 eran argentinos, 2 varones y 20 mujeres y los otros 15 extranjeros, donde el guarismo beneficiaba a 8 hombres contra 7 siete mujeres. Las autoridades se ocuparon de registrar los datos, aunque se hallaron sin documentos, de cualquier forma la investigación es de por sí muy valiosa. Pedro Rozas (Manuel Ungandumgo), africano, natural del Congo, afirmó tener 125 años, ser de estado soltero, ojos claros y brillantes, estaba completamente ciego, pequeño y encorvado, conservaba buen oído y perfecto estado de retentiva. Afirmó haber llegado al país en un barco negrero de bandera brasilera, que había sido apresado por el almirante Brown en aguas del Río de la Plata en 1825. A poco de bajar fue llevado a una estancia de Juan Manuel de Rosas, donde le cambiaron su nombre por el de Pedro Rozas. Después de Caseros trabajó en otros establecimientos, hasta que el peso de los años lo llevó al Asilo de Mendigos de la Recoleta. En la calle Rodríguez Peña 554 vivía el griego Nicolás Jorge, quien decía tener 105 años, de joven había navegado el Mediterráneo, hasta que en 1814 había ingresado en la escuadra nacional, a los órdenes de Brown, con el que estuvo en ese año en la toma de la isla Martín García y en 1827 en la batalla del Juncal. Todos los papeles que acreditaban sus dichos se los habían perdido en el ministerio de Marina cuando los presentó para pedir una pensión. Después de haber sido contramaestre de Brown, vivía cuidado por la familia Dell Intento. José María Muñoz, de 100 años, con ochenta de residencia en el país, era español, analfabeto, era viudo dos veces, de su último casamiento tuvo tres hijos, dos de ellos fallecidos y del otro ignoraba su paradero. Había servido con Rosas y después con Urquiza. Vivía totalmente postrado en la calle Segunda Loma, entre las vías del ferrocarril y Camacuá. José Lara afirmaba tener 124 años, y decía haber llegado al país con el padre Lara lo que certificaba el archivero del convento de Santo Domingo fray Gonzalo Costa, quien hacía mucho que lo conocía y atento a los dichos parecía decir la verdad. Manuel Salvador González, vivía en el Asilo de Mendigos de la Recoleta, adonde había sido remitido desde San Justo. En estado de idiotez fue imposible hablar con él, pero en el libro de entradas figuraba con 114 años, natural de la provincia de La Rioja. Rafaela Giménez, dijo ser correntina, de 120 años, edad que nadie de la casa podía certificar, pero que las autoridades censales atento los comentarios no dudaban que podía tenerlos, trabajaba de lavandera y llamaba la atención su buen estado de salud a pesar de la edad. Había sido casada, madre de dos hijos, uno de ellos muerto cuando la guerra de la Triple Alianza a los 40 años.

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BIEN LONGEVOS!!!

Por: Roberto L. Elissalde* Presidente de la Junta de Estudios Históricos de la Recoleta

El censo de la ciudad de Buenos Aires levantado los días 11 y 18 de setiembre de

1904, durante la intendencia de don Alberto Casares, tiene algunas particularidades, que se destacan en la publicación realizada dos años después. Una de ellas es que sobre una población de 950.981 habitantes vivían 37 personas que superaban los 100 años. De ellos 22 eran argentinos, 2 varones y 20 mujeres y los otros 15 extranjeros, donde el guarismo beneficiaba a 8 hombres contra 7 siete mujeres.

Las autoridades se ocuparon de registrar los datos, aunque se hallaron sin documentos, de cualquier forma la investigación es de por sí muy valiosa.

Pedro Rozas (Manuel Ungandumgo), africano, natural del Congo, afirmó tener 125 años, ser de estado soltero, ojos claros y brillantes, estaba completamente ciego, pequeño y encorvado, conservaba buen oído y perfecto estado de retentiva. Afirmó haber llegado al país en un barco negrero de bandera brasilera, que había sido apresado por el almirante Brown en aguas del Río de la Plata en 1825. A poco de bajar fue llevado a una estancia de Juan Manuel de Rosas, donde le cambiaron su nombre por el de Pedro Rozas. Después de Caseros trabajó en otros establecimientos, hasta que el peso de los años lo llevó al Asilo de Mendigos de la Recoleta.

En la calle Rodríguez Peña 554 vivía el griego Nicolás Jorge, quien decía tener 105 años, de joven había navegado el Mediterráneo, hasta que en 1814 había ingresado en la escuadra nacional, a los órdenes de Brown, con el que estuvo en ese año en la toma de la isla Martín García y en 1827 en la batalla del Juncal. Todos los papeles que acreditaban sus dichos se los habían perdido en el ministerio de Marina cuando los presentó para pedir una pensión. Después de haber sido contramaestre de Brown, vivía cuidado por la familia Dell Intento.

José María Muñoz, de 100 años, con ochenta de residencia en el país, era español, analfabeto, era viudo dos veces, de su último casamiento tuvo tres hijos, dos de ellos fallecidos y del otro ignoraba su paradero. Había servido con Rosas y después con Urquiza. Vivía totalmente postrado en la calle Segunda Loma, entre las vías del ferrocarril y Camacuá.

José Lara afirmaba tener 124 años, y decía haber llegado al país con el padre Lara lo que certificaba el archivero del convento de Santo Domingo fray Gonzalo Costa, quien hacía mucho que lo conocía y atento a los dichos parecía decir la verdad.

Manuel Salvador González, vivía en el Asilo de Mendigos de la Recoleta, adonde había sido remitido desde San Justo. En estado de idiotez fue imposible hablar con él, pero en el libro de entradas figuraba con 114 años, natural de la provincia de La Rioja.

Rafaela Giménez, dijo ser correntina, de 120 años, edad que nadie de la casa podía certificar, pero que las autoridades censales atento los comentarios no dudaban que podía tenerlos, trabajaba de lavandera y llamaba la atención su buen estado de salud a pesar de la edad. Había sido casada, madre de dos hijos, uno de ellos muerto cuando la guerra de la Triple Alianza a los 40 años.

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Felisa Braga, tenía 101 años por los informes que daban quienes la rodeaban, poco podía agregar ya que era idiota.

Gregoria Vázquez afirmaba haber nacido en 1801, lo que fue ratificado por su hija mayor Manuela de 80 años al ser consultada. Cuando los censistas la fueron a visitar para corroborar los datos la anciana había fallecido el 25 de setiembre de 1904.

Rufina Décimas de Rosales Cuevas de 105 años, vivía en la avenida Alcorta 558 decía ser natural de Santiago del Estero, hija de Ramón Décimas y de Nieves Lasarte y había casado con Cornelio Rosales Cuevas en 1820. No poseía documento alguno que certificara su edad, pero por los acontecimientos que narraba y se desarrollaron en sus primeros años, los funcionarios creyeron muy factible que contara más de un siglo.

María Lobos de la Cruz, vivía en la calle Almagro 576 y tenía 103 años; había perdido totalmente la memoria y residía en la casa del doctor González Pagliere.

Bienvenida Casanovas no recordaba la fecha de su nacimiento, natural de Santa Fe, decía tener 100 años, haber casado en 1850 con Laureano Rodríguez, veinte años menor que ella (de 1823). Volvió a reincidir en el matrimonio con Joaquín Casanovas, aunque no podía precisar cuándo habían muerto sus maridos.

Margarita Suárez de González, había nacido en la Guardia de Ranchos, el 10 de junio de 1804, hija de don Juan Agustín Suárez y Josefina Martínez, a los 22 años había casado con Tirso González fallecido en 1872. El matrimonio tuvo 14 hijos de los que solo vivían dos. Con impecable memoria recordaba las fiestas de la Jura de la Bandera por la Junta de Tucumán y episodios de la época de Rosas. Supongo que se refiere a la Jura de la Independencia por el Congreso de Tucumán, realizada con mucha solemnidad en Buenos Aires en setiembre de 1816, pero el censista no muy experto en conocimientos históricos anotó lo que le dijo la señora.

Argentina, viuda, corta de vista, sorda, con imposibilidad de movilizarse, daba la apariencia de ser centenaria, eso manifestaron los vecinos de Tucumán 2702 de doña Lorenza Villagrán de Real.

Deodata Silva, oriental de la localidad de Melo, nacida el 23 de junio de 1804, hacía 6 años que residía en Buenos Aires, sabía leer y escribir, tenía 9 hermanos nacidos en Montevideo, todos fallecidos de más de 80 años. Vivía en el barrio de Balvanera en la calle Catamarca 558. Su naturaleza se había resentido de la neumonía que había sufrido en junio de 1904, por la que guardaba cama.

Nicolasa Souto de Peyrallo, española, viuda, vivía en la calle Chile, decía tener 101 años, con poco tiempo de residencia en el país. Sus documentos decía que se los habían perdido en el Consulado de España, aunque en esa oficina no tenían constancia alguna.

En Venezuela 1513 vivía Josefa Andrés, natural de Nava de Rosa en Burgos, España, estaba en nuestra ciudad desde 1884. Madre de varios hijos, cuatro de ellos la mantenían. Decía tener 110 años y ser viuda desde hacía medio siglo.

Juana Estrada de Fontuso, hija de Manuel Estrada y de Felipa Vieira, decía tener 100 años y estar bautizada en la iglesia Catedral, aunque no se encontró la partida correspondiente, recordaba episodios del gobierno de Dorrego, del bloqueo francés, de la época de Rosas, de cuyo ministro de relaciones exteriores don Felipe Arana había sido cocinera.

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La cordobesa Ezequiela Márquez de Ledesma, decía tener 101 años, estaba falta de memoria y perturbada mentalmente, aunque no podían corroborarse sus dichos, su estado general corroboraba lo declarado.

Añesca Ferito, vivía en la calle Aráoz 725, viuda, llegada de Italia en 1860, con papeles que tenía su hija acreditaba 111 años.

Concepción Villanueva, vivía en el barrio de la Recoleta, en la calle Las Heras 657 de la antigua numeración, decía tener 100 años, pero sus facultades mentales alteradas le impedían aportar otros datos sobre ella.

En el Asilo de Mendigos residía doña María del Socorro Santander era natural del pago de Las Conchas (Tigre), había casado dos veces, del primer matrimonio había tenido cuatro hijos y uno del segundo. Según los libros de Asilo de donde se tomaron los datos, parecía tener 122 años.

También vivía en dicho Asilo la mendocina Dominga Aragón de Pérez, hija de José Vargas y de Joaquina Aragón, casada con tres hijos. Era negra y su madre había sido esclava, decía tener 110 años. Los Vargas eran una vieja familia de Mendoza, una de ellos don Rafael fue un hombre de gran fortuna, que colaboró con el libertador. Hacia 1810 había mandado a Buenos Aires un grupo de esclavos para que aprendieran música con el célebre maestro Víctor de la Prada.

Bonifacia Rodríguez Rojas vivía en nuestro barrio en la calle Guido 492, estaba postrada tenía 114 años y era soltera, fue la única información que se pudo obtener.

Hilaria B. de Carrizo, era una anciana de color, natural de Mercedes en la provincia de Buenos Aires, vivía en Recoleta, en la calle Peña 661. Decía tener 104 años, ser madre de doce hijos de los que sólo vivían cuatro. Se encontraba tullida y ciega al cuidado de su hija Inocencia, quien corroboraba los dichos.

María Miranda de Bermuda, vivía en el Hogar de la Misericordia sobre las calles Azcuénaga, Peña y Melo. Los pocos datos sobre ella los proporcionó la Madre Superiora, con 103 años, hacía 40 años un hijo suyo sacerdote había muerto en Mendoza.

Petrona Argerich, natural de África de 113 años, era madre de cuatro hijos, de los que solo vivían dos, con uno de los cuales residía en la calle Bulnes 1467. Decía haber venido en un buque pirata, siendo ya mujer, como esclava para ser vendida en el Río de la Plata, pero que el barco había sido capturado por el almirante Brown, no recordaba la fecha ni el nombre de la nave. Con seguridad fue a vivir con la familia Argerich, de la que tomó el apellido.

Vicenta Robredo, hija de José Jorge Robredo y de María Josefa Olivero, había sido bautizada el 13 de enero de 1804, actuando como padrinos Simón Robredo y Medora Machado, según el certificado que presentó por lo que tenía 100 años. Vivía en la calle Suipacha 1228.

En la calle Santa Fe 1461, residencia del doctor Norberto Quirno Costa, vivía una antigua servidora María Martínez de 100 años. Sorda y ciega, los datos los proporcionó la familia.

Finalmente me quiero referir especialmente al marino griego Nicolás Jorge. José Nicolás Jorge nació en la isla de Hidra1, 6 de diciembre de 1786, hijo de Miguel Jorge y Maximina Mastradica. En 1811 se encontraba ya en nuestra ciudad se alistó como contramaestre. Actuó en el combate naval de Martín García y en el de Arroyo

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de la China, igual que en los librados frente a Montevideo y a la rendición de ese puerto el 23 de junio de 1814.

Recibió por sus servicios la medalla de “Benemérito de la Patria en grado

Heroico y Eminente” que el director Posadas acordó a los vencedores por resolución de la Asamblea General Constituyente. El 24 de diciembre de 1816 se recibió de subteniente Al finalizar el año siguiente participó en la campaña contra Ramírez y dos años después en las operaciones contra los montoneros de Santa Fe y Entre Ríos. En 1821 combatió a Ramírez al mando del bergantín Chacabuco.

Al producirse la guerra con el Brasil se incorporó al servicio activo comandando varias unidades. Se halló en el combate de los Pozos, acudiendo con su buque a defender la fragata 25 de Mayo al mando de Brown, amenazada por la escuadra enemiga. Fue condecorado con el escudo de plata que el gobierno de la República otorgó a los vencedores de la batalla de Juncal. Reconocidos sus servicios lo ascendieron a capitán.

Dado de baja en 1838 por Rosas, se incorporó a la artillería de tierra en el ejército del general Pascual Echagüe, asistiendo a las acciones de Don Cristóbal y Sauce

Grande. Participó en la escuadra de Brown para combatir a los fuerzas de Rivera. En 1852 en mérito a sus servicios el gobierno de la provincia de Buenos Aires, lo

reincorporó a la plana mayor de la Armada. El 15 de mayo de 1861 obtuvo la separación de la Escuadra de la Confederación adonde había ingresado por decreto del presidente Derqui, poco tiempo pasó después pasó al cuerpo de Inválidos.

Dejo de esos años un Diario que relata la salida de Urquiza de Buenos Aires el 24 de julio de 1860 y su viaje al Palacio San José. Había casado con Bibiana Arretegui. En sus últimos años se dedicó a coleccionar documentos, periódicos, impresos y mapas. Su memoria permanece en la nomenclatura porteña con una calle que lleva su nombre y también en la localidad de Adrogué, donde se evocan a los marinos de la Patria. En 1934 la colectividad griega erigió un obelisco en su honor en la isla Martín García. Hasta aquí la figura del marino. Pero cabe hacer una aclaración, cuando se hizo el censo en 1904, don Nicolás Jorge, había muerto en Morón el 24 de agosto de 1866, hacía 38 años!!!

Lo increíble es que un anciano mitómano se hizo pasar por él, y nadie se dio cuenta. Ya algo parecido había pasado con un sujeto llamado José Obregoso, que se presentó a una comisión examinadora para retribuir a los héroes ignorados de la independencia. Estaba digamos “algo flojo” de papeles pero respondió todas las preguntas, por lo que le fue otorgado la recompensa. Decía haber sido trompa de granaderos y servido hasta Ayacucho. Que siempre había caído prisionero y logrado fugarse para ayudar a los patriotas. Lo cierto es que en su casa de Libertador y Juramento disfrutaba del beneficio, cuando se descubrió que era peruano, no había nacido en Capilla del Señor como había declarado; que no figuraba en ninguna lista de sueldos y que estaba enrolado en las filas realistas. Con sentido del humor Héctor Viacava escribió sobre él: José Obregoso, un granadero mentiroso.

Pero volviendo al tema de Jorge surgen algunas preguntas: ¿engañaba a la familia Dell Intento con la que vivía o eran sus cómplices? ¿Nadie de la Municipalidad reparó que la calle San José en el barrio de Barracas, por ordenanza del 27 de noviembre de 1893 honraba la memoria José Nicolás Jorge? ¿Nadie reparó que la Armada Argentina desde 1890 había denominado con el nombre del marino a una

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lancha torpedera de clase 1, construida en los Astilleros Yarrow, de Poplar, Inglaterra; atento que llegaron seis unidades gemelas bautizadas con los nombres de “Bathurst”, “Bouchard”, “Jorge”, “King”, “Pinedo” y “Thorne”?

Lo cierto es que cuando leí el comentario sobre los vecinos que superaban los cien años cuando se hizo el censo de la ciudad en 1904, y comencé a redactar el trabajo, me sentí indignado por el olvido a ese marino griego que había tomado esta tierra como propia. Por eso como corolario, busqué recordar su biografía y descubrí así casi sin querer la increíble historia de un héroe que no era.

BIBLIOGRAFÍA. CUTOLO, VICENTE OSVALDO, Buenos Aires, historia de las calles y sus

nombres, Editorial Elche, Buenos Aires, 198, Tomo III. MUNICIPALIDAD DE LA CAPITAL, Censo General, Compañía Sudamericana

de Billetes de Banco, 1906, Buenos Aires, 1905, Tomo I. p. XLVII – LIV. VIACAVA, HÉCTOR D., Obregoso, un granadero mentiroso, Todo es Historia,

Buenos Aires, 1979, Nª 140.

* Comunicación leída en la sesión privada del 15 de abril de 2012. 1 El señor miembro de número don Jorge Ercasi, recuerda que durante el viaje de instrucción de su

promoción de la Escuela Naval Militar, la nave llegó a la isla de Hidra, donde se rindió homenaje al marino griego que había servido en la Armada Argentina.