Rinocerontes bajo la mesa

110

description

microficciones y microrrelatos

Transcript of Rinocerontes bajo la mesa

Page 1: Rinocerontes bajo la mesa
Page 2: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

2

Page 3: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

3

3

Page 4: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

4

RINOCERONTES BAJO LA MESA

Microficciones

Page 5: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

5

5

Page 6: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

6

.

A mis alumnos, que me enseñaron las virtudes de la desobediencia.

Page 7: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

7

7

Page 8: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

8

RINOCERONTES BAJO LA MESA

Sandro Walter Centurión

§

Colección Cultura

Page 9: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

9

9

ISBN 978-987-26113-3-3-0 © Todos lo derechos reservados por Sandro W. Centurión El diseño de tapa y de interior es del autor. La imagen de tapa fue tomada de http://sxc.hu [email protected] www.leadespacio.blogspot.com www.elcuentoquemata.blogspot.com

Page 10: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

10

Prólogo

No siempre he sido obediente. He leído a disgusto todo

aquello que maestros y profesores querían que leyera pe-

ro también he leído muchos textos que no aparecían en

los programas escolares. Tal vez fue esta desobediencia la

que me llevó a encontrarme con grandes libros. Hoy en-

tiendo que la literatura si no es desobediente no es crítica,

si no es crítica, si no nos permite imaginar, jugar o pensar

otros mundos posibles, si no es un cachetazo a todo lo

que dábamos por sentado como cierto, entonces tal vez

no estemos leyendo verdadera literatura. De allí que sien-

to tanta afinidad por la literatura breve, un tipo de litera-

tura “desobediente” desde el vamos, porque es imposible

de encajonar en un género o estereotipo único y exclu-

yente, porque desafía al lector, lo incomoda, le crea incer-

tidumbres y hasta alguna angustia. Como muchos chicos

siempre creí que la literatura se reducía a textos largos,

interminables y por ende tremendamente aburridos.

Page 11: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

11

11

Pensé que de eso se trataba hacer literatura, una especie

de enajenación intelectual para unos pocos favorecidos

que podían descifrar el mensaje oculto en ese montón de

páginas de libros enormes. Lamentablemente la escuela

hizo poco por desmitificar aquel prejuicio. Tal vez por

eso cuando comencé a escribir lo hice de manera breve,

rápida y sin vueltas, como una piña en el ojo, que se da

por puro reflejo, como una piedra que se arroja al agua

para ver cuántos saltos y rebotes se puede lograr.

En este libro el lector se encontrará con historias que

confunden, despistan, engañan, pero que sin duda ofre-

cen una manera particular de leer y entender la literatura.

A los maestros y profesores que de un tiempo a esta par-

te han tomado muchas microficciones de mi autoría para

sus clases de literatura les agradezco y les pido que no

dejen de hacerlo sin embargo, les sugiero que no hagan

una autopsia literaria para ver que hay dentro de las his-

torias. De seguro se sentirán mucho mejor si dejan que

Page 12: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

12

los jóvenes construyan sus propias interpretaciones, si de

vez en cuando queda la duda, la incertidumbre de lo no

resuelto. Permitan que de vez en cuando se enojen con el

autor, lo desafíen o lo contradigan por no decir todo lo

que tiene que decir. Pues esta actitud de rebeldía, de des-

obediencia a la interpretación única y homogénea, es la

base para formar verdaderos lectores críticos. Junto a los

chicos anímense a escribir alguna microficción y experi-

mentar la experiencia creadora.

A mis lectores de siempre, les entrego estas historias que

no hablan de otra cosa sino de la vida y de la gente y de

lo que nos pasa; mi manera de ver la realidad a través del

prisma del humor, el absurdo, la parodia, la fantasía y los

intertextos. Mirada que una vez más me permito com-

partir con ustedes.

El autor

Page 13: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

13

13

Page 14: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

14

“Tan imposible es avivar la lumbre con nieve, como apagar el fuego

del amor con palabras.”

William Shakespeare

Page 15: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

15

15

Page 16: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

16

_ Adán, estoy embarazada

_ ¿Estás segura Eva? ¿es mío?

§

Page 17: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

17

17

Carta a un amor ausente Amor: Te pido desde lo más profundo de mi ser que no regreses. Verás, amo tu ausencia. Los silencios de la casa, la silla vacía en la mesa, el desierto instalado en la cama. Amo el saberte ausente, lejana, distante. Amo esperarte y que no llegues. Desearte y no tener-te. Soñar contigo todas las noches y despertar sin ti por la maña-na. Mirar las viejas fotografías e imaginarte, sólo imaginarte, a mi lado. Sé que es extraño pero así son las cosas y espero que lo en-tiendas. Y aunque estés pensando en mí y me extrañes te ruego, por lo que más quieras no regreses, no me quites este amor con tu pre-sencia. Aprende tú también a amar mi ausencia. Descubrirás la romántica felicidad de amar lo que no está. Hasta pronto, o mejor no. PD: te envío el televisor y tus cosas a la casa de tu madre.

§

Page 18: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

18

Manos

Apoyé mi mano derecha sobre su pierna izquierda, como

si reclamara la soberanía de un territorio desconocido.

No me atreví a mirarla pero sentía sus ojos posados en

mi valentía. Entonces, ella tomó con delicadeza mi mano

y corrigió su rumbo cuarenta y cinco grados hacia el nor-

te.

Mientras tanto, la maestra escribía en la pizarra las con-

signas del examen.

§

Page 19: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

19

19

El sospechoso Era sencillo y no había nada que temer. Tan solo había que hacer unos metros, cruzar la calle y listo. El portón estaba abierto así que no sería necesario tocar el timbre o golpear las manos y alertar de mi presencia a media man-zana. Eso sí, debería caminar rápido, con las manos en los bolsillos de la campera, y la cabeza cubierta con la capucha del abrigo. Hacía frío así que no llamaría la aten-ción. Es lo bueno del invierno. A paso veloz, con la ca-beza gacha como quien camina desinteresadamente por las veredas del barrio San Francisco. Una vez frente al portón, un giro rápido de noventa grados, manotazo al picaporte y estaría dentro, debía recordar volver a cerrar el portón, por cualquier eventualidad. De allí había ape-nas tres metros hasta la puerta de entrada, tres pasos lar-gos y un poquito más. Los había contado la última vez que había estado allí. Aunque aquella vez fue sólo un primer acercamiento. La logística necesaria para la avan-zada definitiva que llevaría a cabo ni bien la tarde termi-nara de caer. Sabía que el riesgo era mínimo pero aun así estaba ner-

Page 20: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

20

vioso. Cuánto hacía qué estaba allí, bajo ese árbol. Una hora por lo menos. Desde un poco antes que el hombre saliera de la casa y dejara a la mujer sola. Ella me vio en el momento en que se asomó a la puerta para despedir al marido. Si ella había notado mi presencia era probable que alguien más también lo hubiera hecho. En el barrio San Francisco todos se conocen. Un tipo extraño parado en una esquina durante más de una hora resulta sospe-choso para cualquiera. Fue un error tonto y no estaba dispuesto a cometer más errores. Todo debía ser perfec-to, como lo había planeado. Por eso estaba nervioso. Debía moverme. Ir a alguna parte o volver de algún lu-gar. Tal vez debería haber ido al kiosco que estaba en la vereda de enfrente, comprar una golosina o cigarrillos. O bien debería haber ido a la telefónica de la esquina, hacer algunas llamadas hasta que llegara la hora de actuar. Pero entonces alguien vería mi rostro, alguien se acorda-ría que ese día en particular vino, un desconocido, al-guien que no era de esa cuadra, ni de ese barrio, que se vestía y caminaba de una forma particular. Alguien se acordaría, y se lo comentaría a otros alguien, ataría cabos

Page 21: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

21

21

sueltos y pronto se instalaría la duda. Dejaría de ser un extraño y pasaría a ser un sospechoso. No podía arries-garlo todo y cometer otro error. Debía esperar, pasar desapercibido, ser invisible para el mundo por lo menos hasta que fueran las siete porque era invierno y a las siete ya es de noche y la gente se encierra a mirar la telenovela o las noticias y nadie se percata de los que deambulan en las sombras. A las siete mi teléfono vibró una vez y luego se detuvo. Era hora. Debía ponerme en marcha. Caminé rápido por la vereda, con las manos en los bolsillos. La capucha del abrigo ocultaba mi rostro. Hice los metros restantes sin girar la cabeza. Casi contando los pasos y las baldosas que se deslizaban bajo mis pies. Por suerte había poco tránsito porque crucé la calle sin mirar. En menos de un minuto atravesé el portón, que hizo un chirrido al abrirse. Por poco olvido cerrarlo. Hice los tres pasos hasta la puerta y entonces esta se abrió de repente. Desde el in-terior un brazo de mujer me tomó de la solapa y me hizo entrar de un tirón. La puerta se cerró detrás de mi. Estaba hecho.

Page 22: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

22

El verdugo

-¡Mátala! - ordena la mujer. El verdugo levanta el brazo, se detiene un instante. Duda. Observa a la mujer, a sus ojos cargados de odio. Sabe que no tiene opción, que debe hacerlo para apagar la sed de muerte de la mujer que ama. Entonces, una vez más, cierra los ojos y destro-za a su víctima que queda aplastada en el rincón. La mu-jer se retira victoriosa y le regala una sonrisa. El verdugo, de rodillas y con el zapato en la mano, balbucea una dis-culpa a la inerte araña.

§

Page 23: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

23

23

Comerte Te pienso, te recuerdo, te imagino, te sueño, te deseo, te veo en todas partes. Acudo a tu encuentro. Te miro de lejos, te miro de cerca. Te estudio. Te examino. Me apo-dero de ti. Te escondo. Te rodeo con mis brazos. Te huelo. Te lamo. Te lacero, te rebano. Te corto de a po-co, despacio. Luego, te mastico. Te trago. Acabo para siempre con tu ser. Abandono tus restos sobre la mesa y escapo sin pagar.

§

Page 24: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

24

Una mujer en la cabeza

Tengo que deshacerme de ella. Me sigue a todas partes. Hace ya más de un mes que no puedo sacármela de en-cima. Lo he intentado de mil maneras pero es inútil. Se llama Marcela, lo sé porque ella me lo ha dicho. Me repi-te su nombre cada vez que la miro. Me sigue, me provoca, me desafía a que intente hacer algo para esquivarla de mis pensamientos. Marcela camina a mi lado y me susurra obscenidades al oído. Viaja conmigo en el tren y seduce a los hombres. Les saca la lengua a los ancianos y les hace morisquetas a los niños. Me taladra la oreja con sus secretos más ínti-mos. Ya no puedo soportarlo. Por eso encendí la compu-tadora y escribí este micro sobre ella. Marcela me mira y se sonríe. Sabe que es en vano, que nunca podré sacarla de mi cabeza.

§

Page 25: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

25

25

Energía

Desde el primer momento en que la vi me sedujo su vita-

lidad y su dinamismo, esa energía particular que tienen

sólo algunas mujeres. Sin embargo, cuando la secuestré

todo aquello acabó. Su encanto se apagó de pronto, ab-

sorbido acaso por el tedioso mutismo de las horas inter-

minables. Aprendí que la libertad es una condición nece-

saria para que una mujer seduzca. Por eso la dejé esca-

par. Ahora que huye, la veo correr en busca de una salida.

Con cada segundo que se siente libre recupera sus fuer-

zas. Yo me mantengo a la distancia, la observo desde el

balcón. Ya comienzo a sentir la energía de su cuerpo que

acaricia mis colmillos como el viento.

§

Page 26: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

26

Suicidio nocturno Se sentó en el borde de la cama y lo miró dormir. Luego, como todas las noches, se arrojó al precipicio cubierto de sábanas.

§

Page 27: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

27

27

Servicio completo

_ ¿A qué te dedicás? (Se quita la blusa, se sienta al borde de la cama y comienza a desprenderse los zapatos) _ Soy médico. (Permanece de pie y recorre la habitación con la mirada) _ Mi madre siempre quiso que me casara con un médi-co... pero, ya ves.( termina de quitarse los zapatos, se baja la pollera y se quita la ropa interior) y entonces ¿qué querés hacer? _ Servicio completo. _ Está bien. Pero nada de locuras y ponéte los guantes (se acuesta en la cama boca arriba y permanece quieta) _ Por supuesto. (Abre su pequeño maletín y saca un bis-turí. Lentamente corta a la mujer y explora con paciencia sus entrañas. Ella permanece tranquila. Examina el cielo-rraso que conoce de memoria. Piensa y hace cuentas, sólo le restan dos cuotas para terminar de pagar el televi-sor).

Page 28: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

28

Ausencia Ella se ha ido. Ha dejado su silencio, que retumba en los rincones de la inmensa casa.

§

Page 29: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

29

29

Se vende _ ¿Qué busca señor? _ dijo la vendedora. _ Al amor de mi vida _ respondió el hombre. Creo que lo tengo en oferta _dijo_, aunque le aclaro que no es de buena calidad y probablemente le dure poco. _ Me lo llevo. La vendedora se quitó el delantal y tomó del brazo al desconocido. Ambos se perdieron en el gentío de la ma-ñana.

§

Page 30: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

30

Mejor amiga Una vez más Leticia lo intentó sin éxito. Pobre, se es-fuerza tanto que me da pena. Una vez más, como todos los viernes por la tarde cuando me visita para tomar ma-te, habló pestes de mi marido. Yo quería hablar de otra cosa pero ella insistió con eso de que mi marido me en-gaña. Por qué te creés que viaja tanto, y regresa de la ofi-cina a altas horas de la noche, acaso estás ciega que no te das cuenta lo que está pasando; ya todo el mundo lo sa-be. No seas tonta, más ciego es aquel que no quiere ver. Yo la escuché, como siempre, mientras le cebaba mate y le ofrecía las masitas que suelo comprar especialmente para compartir con ella. Dijo que estaba preocupada por mí. Yo la entiendo, nos conocemos desde chiquitas y ella es mi mejor amiga. Yo que vos, lo dejo, me dijo. Tal vez haya sido el agua caliente que me quemó la gar-ganta lo que me hizo lagrimear. Soy su mejor amiga, por eso siempre la escucho en silencio, trato de entenderla, y

Page 31: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

31

31

aunque me duela callo su secreto más preciado, ese que todavía no se anima a decirme.

§

Page 32: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

32

“Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mi me enor-

gullecen las que he leído.” Jorge Luis Borges

Page 33: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

33

33

Page 34: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

34

Los cuentitos de Scheherezade _ ¿Qué desea mi señor? _Cuéntame una historia, dulce Scheherezade. _ ¿Otra vez? pero mi señor no desea mejor verme danzar desnuda. _No. Anda mujer. Dame el gusto y cuéntame uno de tus cuentitos. Ése donde conoces a un genio moreno, enor-me y musculoso.

§

Page 35: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

35

35

El harem secreto de Bella Un centauro a la inversa, treinta y seis duendes, un bucé-falo, dos minotauros, cuatro cíclopes, dos ninfas gemelas, un chupacabras, cuatro hombres lobo, dos vampiros, un kraken, seis sátiros, una hidra de cuatro cabezas, un titán, un cariñoso gorila gigante y un dragón japonés, solo por nombrar algunas de las Bestias que conformaban el harem secreto de Bella.

§

Page 36: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

36

Mal informado Amarrado al mástil de su barco, cayó en la cuenta de que lo habían informado mal pero ya era tarde. Gritó, ame-nazó e insultó a sus hombres, que lo ignoraron por com-pleto. Las hermosas sirenas entonaron sus melodías y en un frenesí orgiástico saciaron la sed de sexo de los marineros ante la desesperante mirada de Ulises.

§

Page 37: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

37

37

Gregorio S. Cuando Gregorio S. despertó, luego de un sueño intran-quilo, se encontró convertido en un monstruoso lobizón. _Menos mal_ dijo_ soñé que me convertía en un asque-roso insecto.

§

Page 38: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

38

Las voces del bosque

Era raro, y cada vez lo era aún más. Mientras caminaba por el bosque sentía que alguien la observaba, que al-guien seguía sus pasos. Ojos extraños la miraban en la penumbra desde todas partes. Además, oía voces, al principio eran incomprensibles y lejanas pero luego se oían más fuertes y con mayor claridad. "No sigas", "Está mal", "Es un error", "Es peligroso", "Huye", "Vuelve a tu casa". Esto hizo que la niña regresara a su casa y no volviera a internarse en el bosque nunca mas. Ya no pudo visitar a sus parientes y amigos. Dejó de encontrarse con el lobo al que extrañaba más de la cuenta. Su vida se limitó a las tareas del hogar, ni siquiera salía a jugar al patio. Desde entonces fue una niña buena. El cuento se acabó para siempre. Los niños obedientes y la malvada maestra habían logra-do su objetivo.

§

Page 39: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

39

39

Un vampiro

No tenía colmillos y ciertamente la sangre le daba asco. Sin embargo se autoproclamó vampiro, señor de las ti-nieblas. Era un hombre sano, de tez rozagante, gordito, medio calvo y un poco bajo. Amaba las historias de vampiros y esto lo había enloquecido. Vestía una capa negra que se había hecho con un vestido negro que era de su madre y, con unos cajones de manzanas, fabricó un ataúd algo desvencijado y frágil . Pronto convenció a un vecino y juntos merodeaban en la noche por los calles del barrio. Algunos no toleramos aquella locura y los perseguimos con antorchas, estacas, cruces y balas de plata.

§

Page 40: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

40

Despedida _ ¿Te vas? _ Sí _ Otra vez estaré sola. Pero si es lo que te hace feliz. _ Tengo que seguir mi camino. _ Al menos llevaré para siempre tu nombre tallado en mi cuerpo. _ Nunca te olvidaré. _ Adiós_ le dijo, y muy pronto las olas se llevaron lejos a Jonás.

§

Page 41: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

41

41

El impermeable veish Tom está viejo y en franca decadencia pero aun le que-dan fuerzas para moverse sigilosamente por los callejones de New York, casi como una sombra. Viste su impermeable veish desteñido y ajado por los años. Es el mismo que llevaba puesto cuando resolvió la misteriosa muerte del prestamista, el que lo cobijó cuan-do descubrió a los ladrones del First National Bank, el que tenía puesto cuando puso al descubierto el millonario fraude a la aseguradora. Es su armadura contra el inexo-rable paso del tiempo, su símbolo, su bandera. A pesar del frío y la llovizna no lo lleva abotonado pues apenas le sobreviven un par de botones. Lo mantiene cerrado con sus brazos cruzados frente al pecho. Las solapas levanta-das y el sombrero cargan de sombras su rostro. Lleva una hora parado en esa esquina. El frío le hiela las piernas. Su objetivo ingresó a un hotel regenteado por la mafia y aun no ha salido. Tom hace lo que mejor sabe hacer. Recostado contra un poste espera y vigila. Lo ha

Page 42: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

42

hecho durante más de treinta años y nunca nadie se per-cató de ello. Ni Dick Tracy, ni Columbo lo harían mejor. Se lamenta no tener un cigarrillo para fumar. En algún momento, su objetivo, una mujer vieja, gorda y algo decrépita, saldrá. Tom se le acercará y sin dudarlo ni un instante se parará frente a ella, la mirará a los ojos y de un golpe le mostrará su desnudez oculta bajo el impermea-ble. Luego, se irá y una vez más su figura mítica se confundirá con las de decenas de hombres de impermeable veish, que circundan la noche neoyorquina.

§

Page 43: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

43

43

La verdad acerca de Julieta Romeo yacía muerto en la tenebrosa cripta, asesinado por su propia mano, por su propio puñal. Todo había terminado. El corazón de los capuletos había recibido una puñalada certera. Cuando Julieta despertó de su fingida muerte observó el cuerpo sangrante de Romeo y supo que su plan había sido un éxito. Esquivó el cadáver con desdén y abandonó la cripta. Afuera la esperaba un joven inglés, de apellido Shakespeare, con quien pronto se casaría. Mientras tanto, en la bulliciosa Verona la vida y el amor corrían por las calles como la moneda más corriente.

§

Page 44: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

44

Quizás el Quijote Quizás las hazañas del Quijote hayan sido sólo las aluci-naciones del moribundo Alonso Quijano. Quizás, Alonso Quijano haya sido sólo la fantasía de un tal Miguel de Cervantes, convicto en una celda. Quizás, Miguel de Cer-vantes haya sido sólo un mito de la España barroca. Quizás, la España barroca haya sido sólo un invento de la humanidad. Quizás, la humanidad sea sólo un breve sue-ño de un Dios solitario. Quizás, el Dios solitario sea sólo una alucinación en la cabeza trastornada del Quijote de la Mancha.

§

Page 45: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

45

45

Coincidencia Finalmente, Fierro y Cruz tomaron rumbo al desierto inhóspito. Sus sombras se estiraron sobre el suelo agreste y se deformaron en el atardecer. Por un instante la som-bra de Cruz se pareció a la de un campesino gordo mon-tado en un burro y la de Fierro a la de un anciano flaco, vestido con armadura y con una enorme lanza en la ma-no. A lo lejos un viejo molino giraba apenas, en coinci-dencia con el viento.

§

Page 46: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

46

Dulcinea Entonces Dulcinea se vistió de princesa, escapó de sus padres y salió en busca de un príncipe para casarse. "Se ha vuelto loca", dijeron en la comarca. Un tiempo después regresó en una carroza tirada por burros, casada con un hombre feo, gordo y vulgar. _Se llama Sancho y es gobernador de una isla_ justifica-ba orgullosa Dulcinea a quien osara criticar a su esposo.

§

Page 47: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

47

47

Entonces el genio salió de la lámpara y le exigió a Aladi-no que le cumpliera tres deseos.

Page 48: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

48

“La muerte sólo tiene importancia en la medida en que nos hace reflexionar sobre el valor de la vida.”

André Malraux

Page 49: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

49

49

Page 50: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

50

De preguntas y respuestas Como todos los días el adusto oficial del ejército se aco-moda la corbata frente al espejo del living. Entonces la niña se le acerca y le pregunta: _ Papá ¿qué es un aparecido? _ Un fantasma_ le responde sin más. La niña se queda de pie y lo mira. _ ¿Y un desaparecido? La pregunta lo incomoda y deja de peinar su bigote. _ Alguien que no está. _ ¿Los fantasmas existen papá?. _ No, son cuentos de viejas. _ ¿Y los desaparecidos? El hombre se agacha y besa a la niña en la frente. _ Tam-poco_ le susurra al oído. Luego, carga en su maletín las carpetas con los nombres que debe arrestar y se va a tra-bajar.

§

Page 51: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

51

51

Colgado

§

Page 52: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

52

Sensación térmica Contra tu pecho, el cálido cuerpo de una mujer desnuda. Detrás de ti, el frío caño de una pistola mordiéndote la nuca.

§

Page 53: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

53

53

Cabezas

De aquí sólo se ven cabezas. Bolas peludas que van y vienen de un lado a otro. Alguna que otra calva desento-na en la marejada. No se ven piernas ni mucho menos zapatos. Veo hombros y alguna que otra mano que se eleva por un instante, para rascar. A veces las cabezas quieren pasar desapercibidas y andan ocultas bajo algún sombrero, o algún paraguas cuando llueve, pero hoy es un día hermoso, hoy todas las cabezas son anónimas, negras, amarillas, pelirrojas, canosas, enru-ladas, cortas, largas. Cabezas multicolores como una al-fombra. Ninguna se detiene, ninguna me observa mien-tras caigo.

§

Page 54: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

54

Cuenta regresiva 5 (pum), 4 (pum), 3 (pum), 2(pum), 1(pum). La ruleta rusa es mi juego favorito ¿quién sigue?

§

Page 55: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

55

55

Aventura Onírica

Unos salvajes me persiguen, me acorralan con sus antor-

chas y lanzas, yo me río de la situación, pues sé que es

solo un sueño, pronto voy a despertar y todo volverá a la

normalidad. Sé que no pertenezco a este mundo, de sal-

vajes, de bestias y monstruos gigantes. Todo es un sueño,

por eso me río, y esto hace enfurecer a mis captores.

Creo que quieren matarme porque entré a su templo sa-

grado y robé algo valioso, lo supongo porque en realidad

no les entiendo cuando me hablan. Los salvajes me cap-

turan y yo no opongo resistencia, les sigo la corriente,

total es un sueño, una aventura onírica, donde puedo

hacer lo que me plazca. Una mujer quiere salvarme y se

mete a la celda donde me tienen encerrado, me dice algo

que no puedo o no quiero entender, me pierdo en la be-

lleza de sus ojos verdes. Corta las cuerdas que me apri-

sionan y me hace señas para que huya. Es hermosa. Me

abalanzo sobre ella. _ no te preocupes, es solo un sueño_

Page 56: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

56

le digo. Como un perro en celo, le hago el amor, hasta

que el guardia de la puerta entra y con un golpe en la ca-

beza me aparta de ella. Luego, la asesina con su lanza.

Pienso entonces que me despertaré pero no, sigo allí,

atrapado en ese mundo surrealista sin poder despertar.

Debo estar muy cansado. Entonces, entran un par de

hombres, me toman del brazo y me llevan a la piedra de

los sacrificios, sin embargo permanezco tranquilo, me

burlo de ellos, me río a carcajadas, es un sueño, les grito.

Subimos una larga escalera, en la cima un moreno gigante

con un enorme machete aguarda. Me colocan boca arriba

sobre la piedra de los sacrificios y a la luz de la luna veo

el machete elevarse raudamente. Entonces despierto. _Tu

turno_ me dice el oficial. Dos hombres ingresan a la cel-

da y me conducen al patio de la prisión donde aguarda el

pelotón de fusilamiento. Me dejo llevar. _De qué te ríes,

¡maldito asesino!_ me grita el alcalde.

§

Page 57: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

57

57

Una noche sin luna

Solo digamos que la noche en que Ortiz murió era una

noche sin luna. Como no había luna se veía muy poco o

casi nada. Como se veía muy poco o casi nada, nadie pu-

do ver lo que realmente ocurrió. Como nadie pudo ver lo

que realmente ocurrió es muy poco lo que hoy puedo

decirle. Como es muy poco lo que hoy puedo decirle es

probable que este cuento sea muy malo. Como es proba-

ble que este cuento sea muy malo de seguro usted, al

igual que otros, me despreciará por hacerle perder el

tiempo. Como usted, al igual que otros, me despreciará

por hacerle perder el tiempo tendré que aplacar su des-

precio. Como tendré que aplacar su desprecio iré a bus-

carlo en cualquier momento. Como iré a buscarlo en

cualquier momento me aseguraré de que nadie me vea.

Como me aseguraré que nadie me vea es probable que lo

haga la próxima noche sin luna.

Page 58: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

58

La siesta

El miedo cede a la letargia. Cada segundo es un ladrillo, cada minuto un muro que encierra las almas. Tiempo imparcial e interminable como el hambre que nos agobia y nos aplasta. La siesta es, ahora, mi única aliada. Afuera, el sol seca deprisa las manchas de sangre, la tierra arde, la piel se quema y un vaho de muerte circunda la casa. Adentro, la calma duele. Las puertas de la noche están cerradas. Los zombis espe-ran impacientes, aguardan en la sombra. Mi hijo me ha traído la escopeta, sólo quedan dos balas.

§

Page 59: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

59

59

La red

Desde que estoy en la red he hecho nuevos amigos. Por suerte, tengo mucho en común con los demás. A mi también me agobia el desesperante deseo de combatir la soledad y el aburrimiento cotidiano. Suelo pasar horas conversando con mis nuevos amigos de la red. La mayor parte del tiempo hablamos de trivialidades, pero también he llegado a contar, casi sin darme cuenta, mis intimida-des y mis penurias. Soy un recién llegado pero todos son buenos conmigo. Me dicen palabras de aliento, que arriba el ánimo, que no caiga la esperanza, que no me rinda, incluso me invitaron a unirme a un grupo denominado "los defensores del mar", con lo que a mi me gusta el mar, por supuesto que acepté. Cada vez me aferro más a la red, me siento seguro aquí, junto al resto. Sé que al igual que yo ellos también están condenados, atrapados en la red, hasta que lleguen los barcos.

§

Page 60: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

60

La odalisca

Después de mil y una noches todos los hombres y muje-

res habían muerto. Al igual que las arenas calientes de las

dunas que rodeaban al palacio del príncipe, el harem

quedó desierto y seco. La odalisca dio fin a su danza y la

música se detuvo para siempre. Su tarea había concluido

con éxito, ahora cargaba en su vientre más de un cente-

nar de almas.

§

Page 61: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

61

61

Así nomá é

La expresión típica de doña Juana era “Así nomá é”, lo

repetía permanentemente en cualquier situación; en mu-

da conversación con los ojos del almacenero que sumaba

las cifras interminables de la cuenta; lo repetía mientras

caminaba de regreso a la casa y la camioneta lisonjera del

mandamás del barrio la cubría de polvo y de mugre; lo

repetía al mirar el vientre de su niña que crecía y atraía las

miradas de los vecinos, mientras tarareaba una vieja can-

ción y limpiaba la casa que se le venía a pique. Así nomá

é repetía para nadie y se devoraba las “S” con bronca,

como queriendo proteger la idea de que así nomás son

las cosas, de que no hay otra manera, repetía y respiraba

cada letra de esa frase que le permitía entender el mundo

que le tocó vivir. Y así lo hizo hasta que murió, nunca se

supo muy bien de qué. Así nomá é, repetí por última vez

frente a su tumba, le dejé una rosa y me alejé para siem-

pre.

Page 62: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

62

El cuento que mata

Existe un cuento prohibido, un cuento que mata. Todos

los que lo han leído han muerto trágicamente. Es un

cuento muy breve pues cada lector con su muerte se ha

llevado una línea.

Sólo le quedan cinco líneas.

§

Page 63: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

63

63

Paraíso

Ni bien la silla eléctrica efectúa su mortal descarga el al-

ma del convicto abandona el cuerpo inerte y se dirige al

otro mundo.

Interminables columnas de humo negro y espeso se ele-

van por doquier, voraces lenguas de fuego consumen

todo a su paso, decenas de volcanes escupen ríos de lava

ardiente, una lluvia de cenizas y carbón cubre el dantesco

paisaje.

El alma del convicto se regocija en el infierno. Había sido

ejecutado por piromaníaco.

§

Page 64: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

64

Asesino Serial

Todos los días las veía pasar. Me ignoraban con absoluta

indiferencia. Para ellas no era más importante que un

poste.

Me harté y elegí una al azar, la engañé, la aparté del resto

y la alejé del camino. Fue tan fácil. Luego, le corté la ca-

beza y fui en busca de la próxima.

Tenía que acabar con todas, se lo merecían, malditas

hormigas

§

Page 65: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

65

65

Page 66: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

66

“Me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto

de mi vida.”

Woody Allen

Page 67: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

67

67

Page 68: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

68

Pronóstico del tiempo El buen tiempo seguirá predominando sobre la franja central del país con comportamientos estables, aunque en la región del litoral y del noroeste se mantendrá inestable y no se recomienda como destino. Sobre la región pa-tagónica ingresará una alteración clase 3 provocando sal-tos y fluctuaciones dispersas que podrían oscilar entre los 150 y 500 años. Estas condiciones irán mejorando duran-te el fin de semana.

§

Page 69: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

69

69

Fuga Una piedra rompe la vidriera. Algunos escapan desnudos, otros se llevan lo puesto. Todos huyen antes que el sol lastime sus cuerpos de plástico.

§

Page 70: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

70

El clon perfecto Había creado el clon perfecto. No sólo era idéntico a él sino que también pensaba como él, tenía sus mismos sueños, miedos y ambiciones. _ Pensar que lo hice con barro_ dijo y se sentó a descan-sar.

§

Page 71: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

71

71

Terror nocturno _No tengas miedo, los humanos no existen_ me dijo_ y me abrazó con sus cálidos tentácu-los.

§

Page 72: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

72

Casamiento Alienígena

La primera vez que asistí a un casamiento alienígena fue

en el ´98, lo recuerdo bien porque ese día hizo un frío

particularmente intenso, húmedo y agrio como la nostal-

gia por la patria lejana.

La novia, o a lo que desde mi cerrada cosmovisión de

terrícola le atribuí esa categoría, arribó cargada por un

séquito de esclavos que la condujo hasta el sitial en el que

ocurriría la ceremonia. El novio por su parte, llegó sólo y

con andar lento (que según me enteré después no es

habitual en seres de su especie) avanzó hasta el sitial

arrastrando todo su cuerpo y dejando una voluminosa

huella en el sendero que lo condujo de cara a la novia.

Por el chismorreo que circulaba de las lenguas venenosas

de los invitados a tan prestigiosa ceremonia se escucha-

ban infames comentarios fruto quizás de la xenofobia

habitual que producen las pequeñas diferencias culturales

Page 73: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

73

73

o la simple y llana envidia por la dicha ajena. Se decía,

entre otras cosas que era un casamiento arreglado, que él

no quería y que ella menos aún, pero estaban obligados

por sus familias que eran de las más poderosas por esos

lares; supe también que ella era mayor que él , tenía 500

años y él apenas 350, que él se había ido de juerga la no-

che anterior y que sus guardaespaldas lo tuvieron que

rescatar de una pelea que pudo haber acabado con su

vida lo que por cierto hubiera resultado en un escándalo

galáctico.

Cuando todo estuvo listo un sonido tenue escapó de los

cráteres cercanos y se encendieron las antorchas marcan-

do el inicio del aquel emotivo rito, pagano por excelencia.

Una ceremonia suntuosa y estúpidamente larga. Lo más

interesante llegó al final cuando los novios dieron el sí

definitivo y ante la vista de todos se abrazaron y como

suele ocurrir en este tipo de ceremonias alienígenas fun-

dieron sus cuerpos enormes y amorfos hasta formar una

Page 74: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

74

masa gelatinosa de color veish intenso. Sus vidas termi-

naron para siempre en esa unión de almas y cuerpos que

todos celebramos y aplaudimos con la más refinada

hipocresía. Al culminar la ceremonia, sus restos, lo que

había quedado de la fusión de los novios se convirtió en

el plato principal de la fiesta que fue rápidamente devo-

rado por todos. Su sabor es similar a una mezcla de pollo

y salmón con una pizca de ajo y perejil.

Nunca he vuelto a probar nada tan exquisito.

§

Page 75: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

75

75

El mito

¡Son horribles! —dijo. Tenía el traje casi destruido y ape-

nas podía moverse. Se refugió junto a nosotros y luego

describió a los agresores:

_ Cuatro extremidades salen de su torso, dos le sirven

para permanecer erguido y con las otras se apodera de lo

que esté a su alcance. En la parte superior tiene los prin-

cipales sentidos a través de los cuales recibe estímulos del

exterior.

Siete cavidades se distinguen sobre una masa ovalada. De

una de ellas, que se abre y se cierra permanentemente

emerge un sonido aterrador.

Las cavidades superiores contienen un par de esferas

cristalinas que están en permanente movimiento, otras

dos se ubican estratégicamente a los lados opuestos de la

masa ovalada y se extienden en una formación carnosa

Page 76: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

76

semicircular. La parte superior en su cúspide deja caer un

sin número de hebras negras finísimas que cubren casi

toda la superficie.

Sus extremidades vuelven a dividirse en pequeños tentá-

culos al final, largos para las extremidades superiores y

cortos para las inferiores pues le sirven de apoyo. Son

realmente seres horrendos, monstruos. No se parecen en

nada a nosotros.

Todos permanecimos en silencio atemorizados por el

relato de nuestro camarada. Pronto cientos de esos seres

aparecieron en el horizonte y rodearon nuestra nave. Aun

nos mantienen en vilo. El mito es verdadero. La tierra de

los hombres existe.

Page 77: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

77

77

Invasión

Al final, las sombras se alejaron. Nos quedó el silencio y

las cenizas de un río muerto.

§

Page 78: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

78

Silencio Nos despertó el silencio. La ausencia total de sonido. La nieve había congelado los últimos gritos de socorro. El mundo había enmudecido.

§

Page 79: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

79

79

Page 80: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

80

“Si no te ha sorprendido nada extraño durante el día, es que no ha habido día.”

John Archibald

Page 81: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

81

81

Page 82: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

82

Un rinoceronte bajo la mesa

Suele pasar, aunque el mundo se empecine en negarlo, que, de vez en cuando alguien, usted, yo, la vecina, o un barrendero kuwaití, se encuentre un rinoceronte bajo la mesa. La ciencia no ha podido, no ha querido o no ha tenido tiempo de explicarlo, lo cierto es que para cuando algún incauto se da cuenta de esta verdad universal ya es demasiado tarde. Cosa de rinocerontes nomás, eso de andar metiéndose debajo de la mesa familiar sin ser invi-tado, vaya usted a saber con qué intención pues aun na-die ha tenido suficiente comprensión de la conducta ri-noceríntica ni suficiente coraje como para atreverse a preguntarles por qué lo hacen. La única manera, tal vez de evitar tan desagradable sor-presa sea hacer como yo hago de un tiempo a esta parte, revisar antes, espiar bajo el mantel para confirmar la coti-diana e inofensiva imagen del gato que duerme bajo la mesa, o del perro que aguarda las migajas, o simplemente del neutro y frío piso recién encerado. Es cuestión de

Page 83: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

83

83

asegurarse, de no dejar ningún margen de duda de que un rinoceronte esté escondido bajo la mesa, la suya, la mía, la de la vecina o la del barrendero kuwaití. No tenga miedo, a los rinocerontes machos el miedo les excita. Tenga cuidado, revise bajo la mesa, después no se queje de que nadie se lo advirtió.

§

Page 84: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

84

Insomnio

Tictac, tictac, tictac. Cri cri, cri cri. Tictac, tictac, tictac. Ttzzzzzsssssss Ttzzzzsssss Ttzzzzsssss. Tictac, tictac, tictac. Ploc ploc ploc ploc Tictac, tictac, tictac. Miau Tictac, tictac, tictac. Miau Tictac, tictac, tictac. Ploc ploc ploc ploc. Ttzzzzzsssssss Ttzzzzsssss Ttzzzzsssss. Cri cri, cri cri. Miau Tictac, tictac, tictac.

§

Page 85: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

85

85

_ ¡Gracias papá! es lo que siempre quise, un amigo ima-ginario.

§

Page 86: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

86

Mas turbación

La turba de turbantes perturba las turbinas y enturbia con su sangre el río. Las turbas en contubernio con tubércu-los y turbantes suelen arremeter en las urbes, y en las ubres; a veces en las curvas, medio palurdas, otras en las murgas. No son rudas las turbas pero perturban sobre todo las zurdas, que suelen ser las más burdas. Por las dudas no viene mal tener un turbo para apaciguar la ab-surda turba y escapar a tiempo de mas turbación.

§

Page 87: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

87

87

El cuarto

A la izquierda siento algo con plumas, tan grande como un ropero. A la derecha algo con mucho pelo, suave, se-doso y frío. Arriba, una esfera dura y rugosa. Unos pasos a la derecha, un recipiente con un líquido caliente, tal vez agua o café aunque no huele a café sino a libro viejo. A ras del piso rozo con los dedos de mi pie la punta de una nariz de esas que tienen una verruga en la punta. Me aga-zapo y acaricio un seno, uno solo, turgente y del tamaño de un puño. No estoy seguro. La respiración jadeante hace eco en la oscuridad. Hasta ahora, ninguno de nosotros se atreve a encender la luz.

§

Page 88: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

88

Un poco de lo que se dijeron entre dientes dos ami-

gos caníbales

_ Mmm, qué rico te salió, ¿qué le pusiste? _ Nada, es un sabor de familia.

§

Page 89: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

89

89

Conversación de hombres en un bar

_ No, no es así, ya lo dijo el negro, el mundo ha vivido equivocado. _ ¿Y cómo es? _ Dios es una mina, viejo. No hay otra explicación. Y Adán es hijo de Eva. Eso de que Dios lo hizo a Adán del barro es puro verso. Mirá si Dios, ser omnipotente y omnipresente se va a poner a hacer muñequitos de barro, dejáte de joder, eso es de maricones, viejo. Dios es una mina, origen y destino de todas las cosas que hacemos los hombres. No hay hombre que no ame a una mujer ¿por qué? porque Dios es una mina, loco. La cosa es así. Dios, que para ser exacto debiéramos decir Diosa, tuvo, o sea los parió, no esa boludez del barro o del repollo, a Adán y a Eva. Y bueno después, como siempre pasa la cosa se degeneró, viste. _ No, no puede ser. _ Pero sí es simple lógica, no hay otra posibilidad. Dios es una mina.

Page 90: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

90

_Te imaginás. Te morís y vos vas caminando entre las nubes, lo saludás a San Pedro y él te mira y se sonríe con malicia. Pasá te dice. Y vos confiado pasás porque creés que te vas a encontrar con un viejo barbudo que se las sabe todas y que te conoce como nadie y que entonces va a entender por qué hiciste todas la macanas que hiciste, porque de última es un tipo. Pero no, se abre una puerta enorme y aparece: una mina. Estás frito hermano. Al in-fierno seguro. _ Al infierno seguro.

§

Page 91: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

91

91

Manuscrito hallado en una botella

"Se acabó el vino, manden más..."

§

Page 92: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

92

De las posibilidades de desnudez de hombres y mu-

jeres en un bar inglés

Mujer entrando en un bar inglés. Mujer entrando en un

bar inglés repleto de hombres. Mujer desnuda entrando

en un bar inglés repleto de hombres. Mujer desnuda en-

trando en un bar inglés repleto de hombres desnudos.

Mujer desnuda y alegre entrando en un bar inglés repleto

de hombres desnudos y alegres. Mujeres desnudas y ale-

gres entrando en un bar inglés repleto de hombres des-

nudos y alegres. Mujeres desnudas y alegres con armas de

grueso calibre en cada mano entrando en un

bar inglés repleto de hombres desnudos y alegres. Muje-

res desnudas y alegres con armas de grueso calibre en

cada mano entrando en un bar inglés repleto de hombres

desnudos y alegres armados con escopetas de doble caño.

Mujeres desnudas y alegres con armas de grueso calibre

en cada mano entrando en un bar repleto de hombres

Page 93: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

93

93

desnudos y alegres armados con escopetas de doble caño;

nada malo puede pasar.

§

Page 94: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

94

Bon appétit

_ ¿Qué desea señor?

_ Me gustaría un plato de tallarines con pollo y una bue-

na salsa roja. Con unas tostadas de esas que salen más

tostadas de un lado que del otro.

_ Ajá, entiendo.

_ Para beber quiero un vino pero en damajuana, de los

que ya no se consiguen en las tiendas. Ah, y luego una

taza de café. No, mejor una taza de leche con unas barri-

tas de chocolate, como la que preparaba mi madre en las

mañanas de invierno.

_ Por supuesto, algo más.

_ Sí, quiero a la morocha, aquella que está sentada sola y

que tiene la mirada perdida en la calle. Pero la quiero ves-

Page 95: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

95

95

tida con jeans y una camiseta blanca. Pídale que se suelte

el cabello y que no baje la mirada cuando se sonríe.

_ Correcto.

_ Además me gustaría, un atardecer.

_ ¿De qué tipo?

_ De los que que acompañan las despedidas de los bar-

cos.

_ Perfecto.

_ Para terminar estaría bueno una canción, una que aún

no se ha escrito, de ritmo pegadizo y letra sencilla, fácil

de recordar, y me gustaría tararearla mientras como.

_ ¿Algo más señor?

_ Sí. Un recuerdo. Uno bonito acerca de juguetes de la

infancia.

Page 96: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

96

_ Veré qué puedo hacer. ¿Algo más?

_ No. Es suficiente. ¿Cuánto cree usted que se demore?

_ No mucho, no más de un par de años.

_ Esta bien, no hay apuro. Espero. Hoy no tengo mucho

apetito.

§

Page 97: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

97

97

Persiguiendo piernas

He pasado la tarde persiguiendo piernas. Piernas largas,

esbeltas, cortas, chuecas, robustas, piernas veloces, lentas,

piernas impacientes, piernas que corren, que se arrastran,

piernas de pasos largos, de pasos cortos, piernas que sal-

tan, piernas que marchan, que se deslizan, piernas que

pisan, que tropiezan, que suben, que bajan, que trepan,

que descienden, se elevan, escapan, se confunden, se

pierden, ostentosas, humildes, exóticas, desnudas, cubier-

tas, piernas de hombres, de mujeres, nostálgicas, anóni-

mas, ruidosas, mudas, incontables, monótonas, esclavas.

Cada vez me resulta más difícil seguirles el paso, en el

cemento ninguna deja huellas.

§

Page 98: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

98

Transformación

Una vez más, la luna llena acompañó su metamorfosis.

Su cuerpo se transformó lentamente. Una vez más la

profecía de su padre se cumplió. Una vez más, Juan se

convirtió en Mariela, la loba de los suburbios.

§

Page 99: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

99

99

Los tiburones se han llevado los remos

_Y hay un agujero en la canoa.

§

Page 100: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

100

Tres cosas antes de morir

Plantar un árbol, tener un hijo, escribir un libro. Podía

morir tranquilo. Sin embargo cuando le llegó la hora se

dio cuenta que jamás había viajado en barco, ni había

escalado una montaña, ni se había emborrachado con

tequila, entonces se puso en campaña para hacer esas tres

cosas antes de morir. Las hizo en poco tiempo y ya en su

lecho de muerte cayó en la cuenta de que jamás había

cazado un tigre, ni había buceado en aguas cristalinas, ni

le había cantado una canción al oído a una muchacha. Se

levantó de un salto y salió corriendo. Un tiempo después

estuvo a punto de morirse pero recordó que nunca había

comido helado de chocolate en la mañana, ni había arro-

jado flores al río, ni había cantado ópera bajo la ducha.

Dicen que anda haciendo cosas increíbles por el mundo.

Sólo tres cosas más antes de morir, dice y sigue viviendo.

Page 101: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

101

101

Valor agregado

_¿Cuánto cuesta la casa?

_Un millón de dólares.

_ ¿No le parece un precio exagerado para una vieja casa

de dos habitaciones pequeñas, una sala carcomida por la

humedad y con el techo a punto de venirse abajo?

_ No. Está repleta de fantasmas.

§

Page 102: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

102

Page 103: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

103

103

Page 104: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

104

Epílogo

Cuando elegí las microficciones para este libro pensé ante todo en aquellos textos que gustaron a mis lectores, en aquellos que maestros y profesores se animaron a com-partir con sus alumnos, en aquellos que a mi entender constituyen un desafío al lector, que lo inquietan, que no pasarán inadvertidos, pero por sobre todo aquellas mi-croficciones que invitan a nuevas lecturas tanto de otras microficciones como de cuentos y novelas, con la espe-ranza sincera de que sean una excusa para dialogar sobre la vida y sobre nosotros mismos que es, tal vez, lo más importante y bello que nos permite hacer la literatura.

§

Page 105: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

105

105

Page 106: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

106

Seguí la publicaciones del autor en www.leadespacio.blogspot.com

y en www.elcuentoquemata.blogspot.com

Page 107: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

107

107

Este libro se terminó de escribir en Agosto de 2011 en la ciudad de Formosa, ARGENTINA

Page 108: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

108

Page 109: Rinocerontes bajo la mesa

Rinocerontes bajo la mesa

109

109

Page 110: Rinocerontes bajo la mesa

Sandro W. Centurión

110