Rimas - textos

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Rimas Gustavo Adolfo Bécquer textos.info Biblioteca digital abierta 1

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Rimas

Gustavo Adolfo Bécquer

textos.infoBiblioteca digital abierta

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Texto núm. 4180

Título: RimasAutor: Gustavo Adolfo BécquerEtiquetas: Poesía

Editor: Edu RobsyFecha de creación: 11 de enero de 2019Fecha de modificación: 11 de enero de 2019

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Maison Carréec/ Ramal, 4807730 Alayor - MenorcaIslas BalearesEspaña

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I

Yo sé un himno gigante y extrañoque anuncia en la noche del alma una aurora,y estas páginas son de ese himnocadencias que el aire dilata en las sombras.

Yo quisiera escribirlo, del hombredomando el rebelde, mezquino idioma,con palabras que fuesen a un tiemposuspiros y risas, colores y notas.

Pero en vano es luchar; que no hay cifracapaz de encerrarlo, y apenas ¡oh, hermosa!si, teniendo en mis manos las tuyas,pudiera, al oído, contártelo a solas.

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II

Saeta que voladoracruza, arrojada al azar,sin adivinarse dóndetemblando se clavará;

hoja que del árbol secaarrebata el vendaval,sin que nadie acierte el surcodonde a caer volverá;

gigante ola que el vientoriza y empuja en el mar,y rueda y pasa, y no sabequé playas buscando va;

luz que en cercos temblorososbrilla, próxima a expirar,ignorándose cuál de ellosel último brillará;

eso soy yo, que al acasocruzo el mundo, sin pensarde dónde vengo ni a dóndemis pasos me llevarán.

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III

Sacudimiento extrañoque agita las ideas,como el huracán empujalas olas en tropel;

murmullo que en el almase eleva y va creciendo,como volcán que sordoanuncia que va a arder;

deformes siluetasde seres imposibles;paisajes que aparecencomo a través de un tul;

colores, que fundiéndoseremedan en el airelos átomos del iris,que nadan en la luz;

ideas sin palabras,palabras sin sentido;cadencias que no tienenni ritmo ni compás;

memorias y deseode cosas que no existen;accesos de alegría,impulsos de llorar;

actividad nerviosaque no halla en qué emplearse;sin rienda que lo guíecaballo volador;

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locura que el espírituexalta y enardece;embriaguez divinadel genio creador...¡Tal es la inspiración!

Gigante voz que el caosordena en el cerebro,y entre las sombras hacela luz aparecer;

brillante rienda de oroque poderosa enfrenade la exaltada menteel volador corcel;

hilo de luz que en haceslos pensamientos ata;sol que las nubes rompey toca en el cenit;

inteligente manoque en un collar de perlasconsigue las indócilespalabras reunir;

armonioso ritmoque con cadencia y númerolas fugitivas notasencierra en el compás;

cincel que el bloque muerdela estatua modelando,y la belleza plásticaañade a la ideal;

atmósfera en que girancon orden las ideas,cual átomos que agruparecóndita atracción

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raudal en cuyas ondassu sed la fiebre apaga;oasis que al espíritudevuelve su vigor...

¡Tal es nuestra razón!Con ambas siempre luchay de ambas vencedor,tan sólo el genio puedea un yugo atar las dos.

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IV

No digáis que agotado su tesoro,de asuntos falta, enmudeció la lira;podrá no haber poetas; pero siemprehabrá poesía.

Mientras las ondas de la luz al besopalpiten encendidas;mientras el sol las desgarradas nubesde fuego y oro vista;

mientras el aire en su regazo lleveperfumes y armonías;mientras haya en el mundo primavera,¡habrá poesía!

Mientras la ciencia a descubrir no alcancelas fuentes de la vida,y en el mar o en el cielo haya un abismoque al cálculo resista;

mientras la humanidad, siempre avanzandono sepa a do camina;mientras haya un misterio para el hombre,¡habrá poesía!

Mientras sintamos que se alegra el alma,sin que los labios rían;mientras se llore sin que el llanto acudaa nublar la pupila;

mientras el corazón y la cabezabatallando prosigan;mientras haya esperanzas y recuerdos,¡habrá poesía!

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Mientras haya unos ojos que reflejenlos ojos que los miran;mientras responda el labio suspirandoal labio que suspira;

mientras sentirse puedan en un besodos almas confundidas;mientras exista una mujer hermosa¡habrá poesía!

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V

Espíritu sin nombre,indefinible esencia,yo vivo con la vidasin formas de la idea.

Yo nado en el vacío,del sol tiemblo en la hoguera,palpito entre las sombrasy floto con las nieblas.

Yo soy el fleco de orocae la lejana estrella;yo soy de la alta lunala luz tibia y serena.

Yo soy la ardiente nubeque en el ocaso ondea;yo soy del astro errantela luminosa estela.

Yo soy nieve en las cumbres,soy fuego en las arenas,azul onda en los maresy espuma en las riberas.

En el laúd soy nota,perfume en la violeta,fugaz llama en las tumbasy en las ruinas hiedra.

Yo atrueno en el torrente,y silbo en la centella,y ciego en el relámpago,y rujo en la tormenta.

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Yo río en los alcores,susurro en la alta yerba,suspiro en la onda pura,y lloro en la hoja seca.

Yo ondulo con los átomosdel humo que se elevay al cielo lento subeen espiral inmensa.

Yo, en los dorados hilosque los insectos cuelgan,me mezco entre los árbolesen la ardorosa siesta.

Yo corro tras las ninfasque en la corriente frescadel cristalino arroyodesnudas juguetean.

Yo, en bosques de coralesque alfombran blancas perlas,persigo en el Océanolas náyades ligeras.

Yo, en las cavernas cóncavas,do el sol nunca penetra,mezclándome a los gnomos,contemplo sus riquezas.

Yo busco de los sigloslas ya borradas huellas,y sé de esos imperiosde que ni el nombre queda.

Yo sigo en raudo vértigolos mundos que voltean,y mi pupila abarcala creación entera.

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Yo sé de esas regionesa do un rumor no llega,y donde informes astrosde vida un soplo esperan.

Yo soy sobre el abismoel puente que atraviesa;yo soy la ignota escalaque el cielo une a la tierra.

Yo soy el invisibleanillo que sujetael mundo de la formaal mundo de la idea.

Yo, en fin, soy ese espíritu,desconocida esencia,perfume misterioso,de que es vaso el poeta.

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VI

Como la brisa que la sangre oreasobre el oscuro campo de batalla,cargada de perfumes y armoníasen el silencio de la noche vaga;

símbolo del dolor y la ternura,del bardo inglés en el horrible drama,la dulce Ofelia, la razón perdida,cogiendo flores y cantando pasa.

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VII

Del salón en el ángulo oscuro,de su dueño tal vez olvidada,silenciosa y cubierta de polvoveíase el arpa.

¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,como el pájaro duerme en las ramas,esperando la mano de nieveque sabe arrancarlas!

¡Ay! —pensé—. ¡Cuántas veces el genioasí duerme en el fondo del alma,y una voz, como Lázaro, esperaque le diga: «Levántate y anda!»

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VIII

Cuando miro el azul horizonteperderse a lo lejos,al través de una gasa de polvodorado e inquieto,me parece posible arrancarmedel mísero sueloy flotar con la niebla doradaen átomos levescual ella deshecho.

Cuando miro de noche en el fondooscuro del cielolas estrellas temblar, como ardientespupilas de fuego,me parece posible a do brillansubir en un vueloy anegarme en su luz, y con ellasen lumbre encendidofundirme en un beso.

En el mar de la duda en que bogoni aun sé lo que creo;¡sin embargo, estas ansias me dicenque yo llevo algodivino aquí dentro!...

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IX

Besa el aura que gime blandamentelas leves ondas que jugando riza;el sol besa a la nube en Occidentey de púrpura y oro la matiza;la llama en derredor del tronco ardientepor besar a otra llama se desliza,y hasta el sauce inclinándose a su peso,al río que le besa, vuelve un beso.

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X

Los invisibles átomos del aireen derredor palpitan y se inflaman;el cielo se deshace en rayos de oro;la tierra se estremece alborozada;oigo flotando en olas de armoníarumor de besos y batir de alas;mis párpados se cierran... ¿Qué sucede?¡Es el amor, que pasa!

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XI

—Yo soy ardiente, yo soy morena,yo soy el símbolo de la pasión;de ansia de goces mi alma está llena;¿a mí me buscas? —No es a ti, no.

—Mi frente es pálida; mis trenzas, de oro;puedo brindarte dichas sin fin;yo de ternura guardo un tesoro;¿a mí me llamas? —No, no es a ti.

—Yo soy un sueño, un imposible,vano fantasma de niebla y luz;soy incorpórea, soy intangible;no puedo amarte. —¡Oh, ven; ven tú!

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XII

Porque son, niña, tus ojosverdes como el mar te quejas:verdes los tienen las náyades,verdes los tuvo Minervay verdes son las pupilasde las hurís del profeta.

El verde es gala y ornatodel bosque en la primavera.Entre sus siete coloresbrillante el iris lo ostenta.Las esmeraldas son verdes,verde el color del que esperay las ondas del Océanoy el laurel de los poetas.

Es tu mejilla tempranarosa de escarcha cubierta,en que el carmín de los pétalosse ve al través de las perlas.Y sin embargo,sé que te quejasporque tus ojoscrees que la afean:pues no lo creas,que parecen tus pupilas,húmedas, verdes e inquietas,tempranas hojas de almendroque al soplo del aire tiemblan.

Es tu boca de rubíespurpúrea granada abierta.que en el estío convida aapagar la sed en ella.

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Y sin embargo,sé que te quejasporque tus ojoscrees que la afean:pues no lo creas,que parecen, si enojadatus pupilas centellean,las olas del mar que rompenen las cantábricas peñas.

Es tu frente que coronacrespo el oro en ancha trenza,nevada cumbre en que el díasu postrera luz refleja.Y sin embargo,sé que te quejasporque tus ojoscrees que la afean:pues no lo eras,que, entre las rubias pestañas,junto a las sienes, semejanbroches de esmeralda y oroque un blanco armiño sujetan.

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XIII

Tu pupila es azul, y cuando ríessu claridad suave me recuerdael trémulo fulgor de la mañanaque en el mar se refleja.

Tu pupila es azul, y cuando lloraslas transparentes lágrimas en ellase me figuran gotas de rocíosobre una violeta.

Tu pupila es azul, y si en su fondocomo un punto de luz radia una idea,me parece en el cielo de la tarde¡una perdida estrella!

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XIV

Te vi un punto, y, flotando ante mis ojos,la imagen de tus ojos se quedócomo la mancha oscura, orlada en fuego,que flota y ciega si se mira al sol.

Adondequiera que la vista fijotorno a ver sus pupilas llamear;mas no te encuentro a ti, que es tu mirada:unos ojos, los tuyos, nada más.

De mi alcoba en el ángulo los mirodesasidos fantásticos lucir:cuando duermo los siento que se ciernende par en par abiertos sobre mí.

Yo sé que hay fuegos fatuos que en la nochellevan al caminante a perecer:yo me siento arrastrado por tus ojos,pero adónde me arrastran no lo sé.

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XV

Cendal flotante de leve bruma,rizada cinta de blanca espuma,rumor sonorode arpa de oro,beso del aura, onda de luz,eso eres tú.

Tú, sombra aérea, que cuantas vecesvoy a tocarte te desvanecescomo la llama, como el sonido,como la niebla, como el gemidodel lago azul.

En mar sin playas onda sonante,en el vacío cometa errante,largo lamentodel ronco viento,ansia perpetua de algo mejor,eso soy yo.

¡Yo, que a tus ojos en mi agoníalos ojos vuelvo de noche y día;yo, que incansable corro dementetras una sombra, tras la hija ardientede una visión!

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XVI

Si al mecer las azules campanillasde tu balcóncrees que suspirando pasa el vientomurmurador,sabe que, oculto entre las verdes hojas,suspiro yo.

Si al resonar confuso a tus espaldasvago rumorcrees que por tu nombre te ha llamadolejana voz,sabe que, entre las sombras que te cercan,te llamo yo.

Si te turba medroso en la alta nochetu corazón,al sentir en tus labios un alientoabrasador,sabe que, aunque invisible, al lado tuyorespiro yo.

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XVII

Hoy la tierra y los cielos me sonríen;hoy llega al fondo de mi alma el sol;hoy la he visto..., la he visto y me ha mirado...¡Hoy creo en Dios!

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XVIII

Fatigada del baile,encendido el color, breve el aliento,apoyada en mi brazo,del salón se detuvo en un extremo.

Entre la leve gasaque levanta el palpitante senouna flor se mecíaen compasado y dulce movimiento.

Como en cuna de nácarque empuja el mar y que acaricia el céfiro,tal vez allí dormíaal soplo de sus labios entreabiertos.

¡Oh! ¿Quién así —pensaba—dejar pudiera deslizarse el tiempo?¡Oh, si las flores duermen,qué dulcísimo sueño!

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XIX

Cuando sobre el pecho inclinasla melancólica frente,una azucena tronchadame pareces.

Porque al darte la purezade que es símbolo celeste,como a ella te hizo Dios:de oro y nieve.

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XX

Sabe, si alguna vez tus labios rojosquema invisible atmósfera abrasada,que el alma que hablar puede con los ojostambién puede besar con la mirada.

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XXI

—¿Qué es poesía? —dices mientras clavasen mi pupila tu pupila azul—.¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?Poesía... eres tú.

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XXII

¿Cómo vive esa rosa que has prendidojunto a tu corazón?Nunca hasta ahora contemplé en la tierrasobre el volcán la flor.

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XXIII

Por una mirada, un mundo;Por una sonrisa, un cielo;por un beso... ¡yo no séqué te diera por un beso!

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XXIV

Dos rojas lenguas de fuegoque a un mismo tronco enlazadasse aproximan y al besarseforman una sola llama;

dos notas que del laúda un tiempo la mano arrancay en el espacio se encuentrany armoniosas se abrazan;

dos olas que vienen juntasa morir sobre una playay que al romper se coronancon un penacho de plata;

dos jirones de vaporque del lago se levantany al juntarse allí en el cieloforman una nube blanca:

dos ideas que al par brotan,dos besos que a un tiempo estallan,dos ecos que se confunden...:eso son nuestras dos almas.

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XXV

Cuando en la noche te envuelvenlas alas de tul del sueñoy tus tendidas pestañassemejan arcos de ébano,por escuchar los latidosde tu corazón inquietoy reclinar tu dormidacabeza sobre mi pechodiera, alma mía,cuanto poseo:¡la luz, el airey el pensamiento!

Cuando se clavan tus ojosen un invisible objetoy tus labios iluminade una sonrisa el reflejo,por leer sobre tu frenteel callado pensamiento,que pasa como la nubedel mar sobre el ancho espejo,diera, alma mía,cuanto deseo:¡la fama, el oro,la gloria, el genio!

Cuando enmudece tu lengua,y se apresura tu aliento,y tus mejillas se encienden,y entornas tus ojos negros,por ver entre tus pestañas

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brillar con húmedo fuegola ardiente chispa que brotadel volcán de los deseos,diera, alma mía,por cuanto espero:¡la fe, el espíritu,la tierra, el cielo!

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XXVI

Voy contra mi interés al confesarlo;pero yo, amada mía,pienso, cual tú, que una oda sólo es buenade un billete del Banco al dorso escrita.No faltará algún necio que al oírlose haga cruces y diga:«Mujer al fin del siglo diecinueve,material y prosaica...» ¡Bobería!¡Voces que hacen correr cuatro poetasque en invierno se embozan con la lira!¡Ladridos de los perros a la luna!Tú sabes y yo sé que en esta vida,con genio, es muy contado quien la escribe,y con oro, cualquiera hace poesía.

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XXVII

Despierta, tiemblo al mirarte;dormida, me atrevo a verte;por eso, alma de mi alma,yo velo mientras tú duermes.

Despierta, ríes, y al reír, tus labiosinquietos me parecenrelámpagos de grana que serpeansobre un cielo de nieve.

Dormida, los extremos de tu bocapliega sonrisa leve,suave como el rastro luminosoque deja un sol que muere.—¡Duerme!

Despierta, miras, y al mirar, tus ojoshúmedos resplandecescomo la onda azul, en cuya crestachispeando el sol hiere.

Al través de tus párpados, dormida,tranquilo fulgor viertes,cual derrama de luz templado rayo,lámpara transparente...—¡Duerme!

Despierta, hablas, y al hablar, vibrantestus palabras parecenlluvia de perlas que en dorada copase derrama a torrentes.

Dormida, en el murmullo de tu alientoacompasado y tenue,

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escucho yo un poema que mi almaenamorada entiende...—¡Duerme!

Sobre el corazón la manome he puesto por que no suenesu latido y de la nocheturbe la calma solemne.

De tu balcón las persianascerré ya por que no entreel resplandor enojosode la aurora y te despierte...—¡Duerme!

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XXVIII

Cuando entre la sombra oscuraperdida una voz murmuraturbando su triste calma,si en el fondo de mi almala oigo dulce resonar,dime: ¿es que el viento en sus girosse queja, o que tus suspirosme hablan de amor al pasar?

Cuando el sol en mi ventanarojo brilla la mañanay mi amor tu sombra evoca,si en mi boca de otra bocasentir creo la impresión,dime: ¿es que ciego deliro,o que un beso en un suspirome envía tu corazón?

Si en el luminoso díay en la alta noche sombría;si en todo cuanto rodeaal alma que te deseate creo sentir y ver,dime: ¿es que toco y respirosoñando, o que en un suspirome das tu aliento a beber?

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XXIX

Sobre la falda teníael libro abierto;en mi mejilla tocabansus rizos negros;no veíamos las letrasninguno creo;mas guardábamos entramboshondo silencio.¿Cuánto duró? Ni aun entoncespude saberlo;sólo sé que no se oíamás que el aliento,que apresurado escapabadel labio seco.Sólo sé que nos volvimoslos dos a un tiempoy nuestros ojos se hallarony sonó un beso.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Creación de Dante era el libro,era su Infierno.Cuando a él bajamos los ojosyo dije trémulo:—¿Comprendes ya que un poemacabe en un verso?Y ella respondió encendida—¡Ya lo comprendo!

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XXX

Asomaba a sus ojos una lágrimay a mi labio una frase de perdón;habló el orgullo y se enjugó su llantoy la frase en mis labios expiró.

Yo voy por un camino, ella por otro;pero al pensar en nuestro mutuo amor,yo digo aún: «¿Por qué callé aquel día?»Y ella dirá: «¿Por qué no lloré yo?»

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XXXI

Nuestra pasión fue un trágico saineteen cuya absurda fábulalo cómico y lo grave confundidosrisas y llanto arrancan.

Pero fue lo peor de aquella historiaque, al fin de la jornada,a ella tocaron lágrimas y risas¡y a mí sólo las lágrimas!

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XXXII

Pasaba arrolladora en su hermosuray el paso le dejé;ni aun a mirarla me volví, y, no obstante,algo a mi oído murmuró: «ésa es».

¿Quién unió la tarde a la mañana?Lo ignoro; sólo séque en una breve noche de veranose unieron los crepúsculos, y... «fue».

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XXXIII

Es cuestión de palabras, y, no obstante,ni tú ni yo jamás,después de lo pasado, convendremosen quién la culpa está.

¡Lástima que el amor un diccionariono tenga donde hallarcuándo el orgullo es simplemente orgulloy cuándo es dignidad!

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XXXIV

Cruza callada, y son sus movimientossilenciosa armonía;suenan sus pasos, y al sonar, recuerdandel himno alado la cadencia rítmica.ArribaAbajo Los ojos entreabre, aquellos ojostan claros como el día;y la tierra y el cielo, cuanto abarcan,arde con nueva luz en sus pupilas.

Ríe, y su carcajada, tiene notasdel agua fugitiva;llora, y es cada lágrima un poemade ternura infinita.

Ella tiene la luz, tiene el perfume,el color y la línea,la forma, engendradora de deseos;la expresión, fuente eterna de poesía.

¿Que es estúpida?... ¡Bah! Mientras callandoguarde oscuro el enigma,siempre valdrá, a mi ver, lo que ella callamás que lo que cualquiera otra me diga.

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XXXV

¡No me admiró tu olvido! Aunque de un díame admiró tu cariño mucho más,porque lo que hay en mí que vale algo,eso... ¡ni lo pudiste sospechar!

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XXXVI

Si de nuestros agravios en un librose escribiese la historia,y se borrase en nuestras almas cuantose borrase en sus hojas,

te quiero tanto aún, dejó en mi pechotu amor huellas tan hondas,que sólo con que tú borrases una¡las borraba yo todas!

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XXXVII

Antes que tú me moriré escondido;en las entrañas yael hierro llevo con que abrió tu manola ancha herida mortal.

Antes que tú me moriré, y mi espíritu,en su empeño tenaz,sentándose a las puertas de la muerte,allí te esperará.

Con las horas los días, con los díaslos años volarán,y a aquella puerta llamarás al cabo...¿Quién deja de llamar?

Entonces, que tu culpa y tus despojosla tierra guardará,lavándote en las ondas de la muertecomo en otro Jordán;

allí, donde el murmullo de la vidatemblando a morir vacomo la ola que a la playa vienesilenciosa a expirar;

allí, donde el sepulcro que se cierraabre una eternidad...¡todo cuanto los dos hemos calladolo tenemos que hablar!

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XXXVIII

Los suspiros son aire y van al aire.Las lágrimas son agua y van al mar.Dime, mujer: cuando el amor se olvida,¿sabes tú adónde va?

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XXXIX

¿A qué me lo dices? Lo sé: es mudable,es altanera y vana y caprichosa,antes que el sentimiento de su almabrotará el agua de la estéril roca.

Sé que en su corazón, nido de sierpes,no hay una fibra que al amor responda:que es una estatua inanimada...; pero...¡es tan hermosa!

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XL

Su mano entre mis manos,sus ojos en mis ojos,la amorosa cabezaapoyada en mi hombro.¡Dios sabe cuántas veces,con paso perezoso,hemos vagado juntos,bajo los altos olmosque de su casa prestanmisterio y sombra al pórtico!Y ayer... un año apenas,pasado como un soplo,con qué exquisita gracia,con qué admirable aplomo,me dijo al presentarnosun amigo oficioso:—Creo que en alguna partehe visto a usted. —¡Ah! bobos,que sois de los salonescomadres de buen tono,y andáis por allí a cazade galantes embrollos:¡Qué historia habéis perdido!¡Qué manjar tan sabrosopara ser devoradosotto voce en un corro,detrás del abanicode plumas y de oro!

¡Discreta y casta luna,

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copudos y altos olmos,paredes de su casa,umbrales de su pórtico,callad, y que el secretono salga de vosotros!Callad; que por mi partelo he olvidado todo:y ella... ella... ¡no hay máscarasemejante a su rostro!

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XLI

Tú eras el huracán y yo la altatorre que desafía su poder:¡tenías que estrellarte o abatirme!...¡No pudo ser!

Tú eras el Océano y yo la enhiestaroca que firme aguarda su vaivén¡tenías que romperte o que arrancarme!...¡No pudo ser!

hermosa tú, yo altivo; acostumbradosuno a arrollar, el otro a no ceder;la senda estrecha, inevitable el choque...¡No pudo ser!

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XLII

Cuando me lo contaron sentí el fríode una hoja de acero en las entrañas;me apoyé contra el muro, y un instantela conciencia perdí de donde estaba.

Cayó sobre mi espíritu la noche;en ira y en piedad se anegó el alma...¡y entonces comprendí por qué se llora,y entonces comprendí por qué se mata!

Pasó la nube de dolor... Con penalogré balbucear breves palabras...¿Quién me dio la noticia?... Un fiel amigo...¡Me hacía un gran favor!... Le di las gracias.

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XLIII

Dejé la luz a un lado, y en el bordede la revuelta cama me senté,mudo, sombrío, la pupila inmóvilclavada en la pared.

¿Qué tiempo estuve así? No sé; al dejarmela embriaguez horrible del dolor,expiraba la luz, y en mis balconesreía el sol.

Ni sé tampoco en tan terribles horasen qué pensaba y qué pasó por mí;sólo recuerdo que lloré y maldije,y que en aquella noche envejecí.

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XLIV

Como en un libro abiertoleo de tus pupilas en el fondo;¿a qué fingir el labiorisas que se desmienten con los ojos?

¡Llora! No te avergüencesde confesar que me quisiste un poco.¡Llora! Nadie nos mira.Ya ves; yo soy un hombre... ¡y también lloro!

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XLV

En la clave del arco mal seguro,cuyas piedras el tiempo enrojeció,obra del cincel rudo, campeabael gótico blasón.

Penacho de su yelmo de granito,la hiedra que colgaba en derredordaba sombra al escudo, en que una manotenía un corazón.

A contemplarlo en la desierta plazanos paramos los dos,y «ése —me dijo— es el cabal emblemade mi constante amor».

¡Ay! es verdad lo que me dijo entonces.Verdad que el corazónlo llevará en la mano... en cualquier parte,pero en el pecho, no.

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XLVI

Me han herido recatándose en las sombras,sellando con un beso su traición.Los brazos me echó al cuello, y por la espaldapartiome a sangre fría el corazón.

Y ella prosigue alegre su camino,feliz, risueña, impávida, ¿y por qué?Porque no brota sangre de la herida...¡Porque el muerto está en pie!

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XLVII

Yo me he asomado a las profundas simasde la tierra y del cielo,y les he visto el fin o con los ojoso con el pensamiento.

Mas ¡ay! de un corazón llegué al abismoy me incliné por verlo,y mi alma y mis ojos se turbaron:¡Tan hondo era y tan negro!

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XLVIII

Como se arranca el hierro de una heridasu amor de las entrañas me arranqué,aunque sentí al hacerlo que la vidame arrancaba con él.

Del altar que le alcé en el alma míala voluntad su imagen arrojó,y la luz de la fe que en ella ardíaante el ara desierta se apagó.

Aún para combatir mi firme empeñoviene a mi mente su visión tenaz...¡Cuándo podré dormir con ese sueñoen que acaba el soñar!

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XLIX

Alguna vez la encuentro por el mundoy pasa junto a mí;y pasa sonriéndose, y yo digo:—¿Cómo puede reír?

Luego asoma a mi labio otra sonrisamáscara del dolor,y entonces pienso: —¡Acaso ella se ríecomo me río yo!

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Lo que el salvaje que con torpe manohace de un tronco a su capricho un dios,y luego ante su obra, se arrodilla,eso hicimos tú y yo.

Dimos formas reales a un fantasma,de la mente ridícula invención,y hecho el ídolo ya, sacrificamosen su altar nuestro amor.

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LI

De lo poco de vida que me restadiera con gusto los mejores años,por saber lo que a otrosde mí has hablado.

Y esta vida mortal... y de la eternalo que me toque, si me toca algo,por saber lo que a solasde mí has pensado.

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LII

Olas gigantes que os rompéis bramandoen las playas desiertas y remotas,envuelto entre la sábana de espumas,¡llevadme con vosotras!

Ráfagas de huracán, que arrebatáisde alto bosque las marchitas hojas,arrastrando en el cielo torbellino,¡llevadme con vosotras!

Nubes de tempestad que rompe el rayoy en fuego ornáis las desprendidas orlas,arrebatado entre la niebla obscura,¡llevadme con vosotras!

Llevadme, por piedad, adonde el vértigocon la razón me arranque la memoria...¡Por piedad!... ¡Tengo miedo de quedarmecon mi dolor a solas!

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LIII

Volverán las oscuras golondrinasen tu balcón sus nidos a colgar,y otra vez con el ala a sus cristalesjugando llamarán;

pero aquellas que el vuelo refrenabantu hermosura y mi dicha al contemplar,aquellas que aprendieron nuestros nombres,ésas... ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvasde tu jardín las tapias a escalar,y otra vez a la tarde, aún más hermosas,sus flores se abrirán;

pero aquellas cuajadas de rocío,cuyas gotas mirábamos temblary caer, como lágrimas del día...ésas... ¡no volverán!

Volverán del amor en tus oídoslas palabras ardientes a sonar;tu corazón de su profundo sueñotal vez despertará;

pero mudo y absorto y de rodillas,como se adora a Dios ante su altar,como yo te he querido... desengáñate,¡así no te querrán!

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LIV

Cuando volvemos las fugaces horasdel pasado a evocar,temblando brilla en sus pestañas negrasuna lágrima pronta a resbalar.

Y al fin resbala, y cae como gotade rocío, al pensarque, cual hoy por ayer, por hoy mañana,volveremos los dos a suspirar.

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LV

Entre el discorde estruendo de la orgíaacarició mi oído,como nota de música lejana,el eco de un suspiro.

El eco de un suspiro que conozco,formado de un aliento que he bebido,perfume de una flor, que oculta creceen un claustro sombrío.

Mi adorada de un día, cariñosa,—¿en qué piensas? —me dijo.—En nada... —¿En nada y lloras? —Es que tengoalegre la tristeza y triste el vino.

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LVI

Hoy como ayer, mañana como hoy,¡y siempre igual!un cielo gris, un horizonte eterno,¡y andar... andar!

Moviéndose a compás, como una estúpidamáquina, el corazón;la torpe inteligencia, del cerebrodormía en un rincón.

El alma, que ambiciona un paraíso,buscándolo sin fe;fatiga, sin objeto, ola que ruedaignorando por qué.

Voz que incesante con el mismo tonocanta el mismo cantar;gota de agua monótona que cae,y cae sin cesar.

Así van deslizándose los díasunos de otros en pos,hoy lo mismo que ayer... y todos ellossin goce ni dolor.

¡Ay! a veces me acuerdo suspirandodel antiguo sufrir...Amargo es el dolor; pero siquiera¡padecer es vivir!

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LVII

Este armazón de huesos y pellejo,de pasear una cabeza locacansado se halla al fin, y no lo extraño;pues, aunque es la verdad que no soy viejo,

de la parte de vida que me tocaen la vida del mundo, por mi dañohe hecho un uso tal, que juraríaque he condensado un siglo en cada día.

Así, aunque ahora muriera,no podría decir que no he vivido;que el sayo, al parecer nuevo por fueraconozco que por dentro ha envejecido.

Ha envejecido, sí; ¡pese a mi estrella!harto lo dice ya mi afán doliente;que hay dolor que, al pasar, su horrible huellagraba en el corazón, si no en la frente.

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LVIII

¿Quieres que de ese néctar deliciosono te amargue la hez?Pues aspírale, acércale a tus labios,y déjale después.

¿Quieres que conservemos una dulcememoria de este amor?Pues amémonos hoy mucho, y mañanadigámonos ¡adiós!

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LIX

Yo sé cuál el objetode tus suspiros es;yo conozco la causa de tu dulcesecreta languidez.

¿Te ríes...? Algún díasabrás, niña, por qué:tú acaso lo sospechas,y yo lo sé.

Yo sé lo que tú sueñas,y lo que en sueños ves;como en un libro puedo lo que callasen tu frente leer.

¿Te ríes...? Algún díasabrás, niña, por qué:tú acaso lo sospechas,y yo lo sé.

Yo sé por qué sonríesy lloras a la vez;yo penetro en los senos misteriososde tu alma de mujer.

¿Te ríes...? Algún díasabrás, niña, por qué:mientras tú sientes mucho y nada sabesyo, que no siento ya, todo lo sé.

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LX

Mi vida es un erial:flor que toco se deshoja;que en mi camino fatal,alguien va sembrando el malpara que yo lo recoja.

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LXI

Al ver mis horas de fiebree insomnio lentas pasar,a la orilla de mi lecho,¿quién se sentará?

Cuando la trémula manotienda, próximo a expirar,buscando una mano amiga,¿quién la estrechará?

Cuando la muerte vidríede mis ojos el cristal,mis párpados aún abiertos,¿quién los cerrará?

Cuando la campana suene(si suena, en mi funeral),una oración al oírla,¿quién murmurará?

Cuando mis pálidos restosoprima la tierra ya,sobre la olvidada fosa,¿quién vendrá a llorar?

¿Quién, en fin, al otro día,cuando el sol vuelva a brillar,de que pasé por el mundo,¿quién se acordará?

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LXII

Primero es un albor trémulo y vago,raya de inquieta luz que corta el mar;luego chispea y crece y se dilataen ardiente explosión de claridad.

La brilladora luz es la alegría;la temerosa sombra es el pesar:¡ay! en la oscura noche de mi alma,¿cuándo amanecerá?

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LXIII

Como enjambre de abejas irritadas,de un oscuro rincón de la memoriasalen a perseguirme los recuerdosde las pasadas horas.

Yo los quiero ahuyentar. ¡Esfuerzo inútil!Me rodean, me acosan,y unos tras otros a clavarme vienenagudo aguijón que el alma encona.

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LXIV

Como guarda el avaro su tesoro,guardaba mi dolor;yo quería probar que hay algo eternoa la que eterno me juró su amor.

Mas hoy le llamo en vano, y oiga al tiempoque le agotó, decir:—¡ah, barro miserable, eternamenteno podrás ni aun sufrir!

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LXV

Llegó la noche y no encontré un asilo;¡y tuve sed!... Mis lágrimas bebí;¡y tuve hambre! ¡Los hinchados ojoscerré para dormir!

¡Estaba en un desierto! Aunque a mi oídode las turbas llegaba el ronco hervir,yo era huérfano y pobre... ¡El mundo estabadesierto... para mí!

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LXVI

¿De dónde vengo?... El más horrible y ásperode los senderos busca:las huellas de unos pies ensangrentadossobre la roca dura;los despojos de un alma hecha jironesen las zarzas agudaste dirán el caminoque conduce a mi cuna.

¿Adónde voy? El más sombrío y tristede los páramos cruza;valle de eternas nieves y de eternasmelancólicas brumas.En donde esté una piedra solitariasin inscripción alguna,donde habite el olvido,allí estará mi tumba.

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LXVII

¡Qué hermoso es ver el díacoronado de fuego levantarsey a su beso de lumbrebrillar las olas y encenderse el aire!

¡Qué hermoso es, tras la lluviadel triste otoño en la azulada tarde,de las húmedas floresel perfume aspirar hasta saciarse!

¡Qué hermoso es cuando en coposla blanca nieve silenciosa cae,de las inquietas llamasver las rojizas lenguas agitarse!

¡Qué hermoso es cuando hay sueñodormir bien... y roncar como un sochantre...Y comer... y engordar... y qué desgraciaque esto sólo no baste!

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LXVIII

No sé lo que he soñadoen la noche pasada;triste, muy triste, debió ser el sueñopues despierto la angustia me duraba.

Noté, al incorporarme,húmeda la almohada,y por primera vez sentí, al notarlo,de un amargo placer henchirse el alma.

Triste cosa es el sueñoque llanto nos arranca;mas tengo en mi tristeza una alegría...¡Sé que aun me quedan lágrimas!

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LXIX

Al brillar un relámpago nacemosy aun dura su fulgor cuando morimos:¡tan corto es el vivir!

La gloria y el amor tras que corremossombras de un sueño son que perseguimos:¡despertar es morir!

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LXX

¡Cuántas veces al pie de las musgosasparedes que la guardanoí la esquila que al mediar la nochea los maitines llama!

¡Cuántas veces trazó mi triste sombrala luna plateada,junto a la del ciprés, que de su huertose asoma por las tapias!

Cuando en sombras la iglesia se envolvíade su ojiva calada,¡cuántas veces temblar sobre los vidriosvi el fulgor de la lámpara!

Aunque el viento en los ángulos oscurosde la torre silbara,del coro entre las voces percibíasu voz vibrante y clara.

En las noches de invierno, si un medrosopor la desierta plazase atrevía a cruzar, al divisarme,el paso aceleraba.

Y no faltó una vieja que en el tornodijese a la mañanaque de algún sacristán muerto en pecadoacaso era yo el alma.

A oscuras conocía los rinconesdel atrio y la portada;de mis pies las ortigas que allí crecenlas huellas tal vez guardan.

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Los búhos, que espantados me seguíancon sus ojos de llamas,llegaron a mirarme con el tiempocomo a un buen camarada.

A mi lado, sin miedo, los reptilesse movían a rastras;¡hasta los mudos santos de granitovi que me saludaban!

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LXXI

No dormía; vagaba en ese limboen que cambian de forma los objetos,misteriosos espacios que separanla vigilia del sueño.

Las ideas, que en ronda silenciosadaban vueltas en torno a mi cerebro,poco a poco en su danza se movíancon un compás más lento.

De la luz que entra al alma por los ojoslos párpados velaban el reflejo;mas otra luz el mundo de visionesalumbraba por dentro.

En este punto resonó en mi oídoun rumor semejante al que en el templovaga confuso al terminar los fielescon un amén sus rezos.

Y oí cómo una voz delgada y tristeque por mi nombre me llamó a lo lejos,y sentí olor de cirios apagados,de humedad y de incienso.

Entró la noche, y del olvido en brazoscaí, cual piedra, en su profundo seno;dormí, y al despertar exclamé: «¡Algunoque yo quería ha muerto»

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LXXII

PRIMERA VOZ

Las ondas tienen vaga armonía:las violetas, suave olor;brumas de plata, la noche fría;luz y oro, el día;yo, algo mejor:yo tengo Amor.

SEGUNDA VOZ

Aura de aplausos, nube radiosa,ola de envidia que besa el pie,isla de sueños, donde reposael alma ansiosa,dulce embriaguezla Gloria es.

TERCERA VOZ

Ascua encendida es el tesoro,sombra que huye la vanidad;todo es mentira: la gloria, el oro.Lo que yo adorosólo es verdad:la Libertad.Así los barqueros pasaban cantandola eterna canción,y al golpe del remo saltaba la espumay heríala el sol.—¿Te embarcas?, gritaban. Y yo, sonriendo,

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les dije al pasar:—Ha tiempo lo hice; por cierto que aun tengola ropa en la playa tendida a secar.

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LXXIII

Cerraron sus ojos,que aun tenía abiertos;taparon su caracon un blanco lienzo,y unos sollozando,otros en silencio,de la triste alcobatodos se salieron.

La luz, que en un vasoardía en el suelo,al muro arrojabala sombra del lecho,y entre aquella sombraveíase a intérvalosdibujarse rígidala forma del cuerpo.

Despertaba el díay a su albor primero,con sus mil ruidosdespertaba el pueblo.Ante aquel contrastede vida y misterios,de luz y tinieblas,medité un momento:¡Dios mío, qué solosse quedan los muertos!

De la casa, en hombros,lleváronla al templo,y en una capilladejaron el féretro.Allí rodearon

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sus pálidos restosde amarillas velasy de paños negros.

Al dar de las ánimasel toque postrero,acabó una viejasus últimos rezos;cruzó la ancha nave,las puertas gimierony el santo recintoquedose deserto.

De un reloj se oíacompasado el péndulo,y de algunos ciriosel chisporroteo.Tan medroso y triste,tan oscuro y yertotodo se encontraba...que pensé un momento:¡Dios mío, qué solosse quedan los muertos!

De la alta campanala lengua de hierrole dio volteandosu adiós lastimero.El luto en las ropasamigos y deudoscruzaron en filaformando el cortejo.

Del último asilo,oscuro y estrecho,abrió la piquetael nicho a un extremo.Allí la acostaron,tapáronle luego,y con un saludodespidiose el duelo.

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La piqueta al hombro,el sepulturero,cantando entre dientes,se perdió a lo lejos.La noche se entraba,reinaba el silencio;perdido en las sombras,medité un momento:¡Dios mío, qué solosse quedan los muertos!

En las largas nochesdel helado invierno,cuando las maderascrujir hace el vientoy azota los vidriosel fuerte aguacerode la pobre niñaa solas me acuerdo.

Allí cae la lluviacon un son eterno;allí la combateel soplo del cierzo,del húmedo murotendida en el hueco,¡acaso de fríose hielan sus huesos!...

¿Vuelve el polvo al polvo?¿Vuela el alma al cielo?¿Todo es vil materia,podredumbre y cieno?¡No sé; pero hay algoque explicar no puedo,que al par nos infunde

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repugnancia y duelo,al dejar tan tristes,tan solos los muertos!

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LXXIV

Las ropas desceñidas,desnudas las espaldas,en el dintel de oro de la puertados ángeles velaban.

Me aproximé a los hierrosque defienden la entraday de las dobles rejas, en el fondo,la vi confusa y blanca.

La vi como la imagenque en leve ensueño pasa,como el rayo de luz tenue y difusoque entre tinieblas nada.

Me sentí de un ardientedeseo llena el alma¡como atrae un abismo, aquel misteriohacia sí me arrastraba!

Mas ¡ay!, que de los ángelesparecían decirme las miradas—¡El umbral de esta puertasólo Dios lo traspasa!

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¿Será verdad que cuando toca el sueñocon sus dedos de rosa nuestros ojosde la cárcel que habita huye el espírituen vuelo presuroso?

¿Será verdad que, huésped de las nieblasde la brisa nocturna al tenue soplo,alado sube a la región vacíaa encontrarse con otros?

¿Y allí, desnudo de la humana forma;allí, los lazos terrenales rotos,breves horas habita de la ideael mundo silencioso?

¿Y ríe y llora, y aborrece y ama,y guarda un rastro del dolor y el gozo,semejante al que deja cuando cruzael cielo un meteoro?

¡Yo no sé si ese mundo de visionesvive fuera o va dentro de nosotros;pero sé que conozco a muchas gentesa quienes no conozco!

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LXXVI

En la imponente navedel templo bizantinovi la gótica tumba a la indecisaluz que temblaba en los pintados

Las manos sobre el pecho,y en las manos un libro,una mujer hermosa reposabasobre la urna del cincel prodigio.

Del cuerpo abandonadoal dulce peso hundido,cual si de blanda pluma, y raso fuera,se plegaba su lecho de granito.

De la postrer sonrisael resplandor divinoguardaba el rostro como el cielo guardadel sol que muere el rayo fugitivo.

Del cabezal de piedra,sentados en el filo,dos ángeles, el dedo sobre el labio,imponían silencio en el recinto.

No parecía muerta;de los arcos macizosparecía dormir en la penumbray que en sueños veía el paraíso.

Me acerqué de la naveal ángulo sombríocomo quien llega con callada plantajunto a la cuna donde duerme un niño.

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La contemplé un momento,y aquel resplandor tibio,aquel lecho de piedra que ofrecíapróximo al muro otro lugar vacío,

en el alma avivaronla sed de lo infinito,el ansia de esa vida de la muerte,para la que un instante son los siglos...

Cansado del combateen que luchando vivo,alguna vez recuerdo con envidiaaquel rincón oscuro y escondido.

De aquella muda y pálidamujer me acuerdo y digo:¡oh qué amor tan callado el de la muerte!¡Qué sueño el del sepulcro tan tranquilo!

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Gustavo Adolfo Bécquer

Gustavo Adolfo Claudio Domínguez Bastida, más conocido como Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla, 17 de febrero de 1836-Madrid, 22 de diciembre de 1870), fue un poeta y narrador español, perteneciente al movimiento del Romanticismo. Por ser un romántico tardío, ha sido asociado igualmente con el movimiento posromántico. Aunque en vida ya alcanzó cierta fama, solo después de su muerte y tras la publicación del conjunto de sus escritos obtuvo el prestigio que hoy se le reconoce.

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Su obra más célebre son las Rimas y Leyendas. Los poemas e historias incluidos en esta colección son esenciales para el estudio de la literatura hispana, sobre la que ejercieron posteriormente una gran influencia.

(Información extraída de la Wikipedia)

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