Rigotti a m Urbanismo Avant La Lettre Las Prc3a1cticas Sobre La Ciudad Hacia 1900

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ANA MARÍA RIGOTTI ¿URBANISMO AVANT LA LETTRE ? LAS PRÁCTICAS SOBRE LA CIUDAD HACIA 1900 1

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ANA MARÍA RIGOTTI

¿URBANISMO AVANT LA LETTRE?L A S P R Á C T I C A S S O B R E L A C I U D A D H A C I A 1 9 0 0

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CONFERENCIA INTERNACIONAL LA CULTURA ARQUITECTONICA HACIA 1900G o b i e r n o c i u d a d d e B u e n o s A i r e s – U T D T – I C O M O S

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En estos últimos años, en el ámbito académico, no sólo argentino, se multiplicaron los trabajos sobre "los orígenes del urbanismo" (particularmente el denominado "científico") como disciplina que emerge en la segunda década del siglo con el plan regulador como instrumento de análisis y proposición. Esta emergencia ha sido vista como el tránsito "evolutivo" de preocupaciones circunscriptas al diseño de unas avenidas a la concepción de un plan a escala regional, de la inconsistencia del arte a la responsabilidad social y la solidez de procedimientos científicos, siempre con la presencia de los arquitectos, merodeando, proponiendo ideas, que habrían de servir de modelo aún para los que, no siéndolo, procuraban incluirse en ese campo en formación.

Una primera expresión de este urbanismo en Argentina fue el Proyecto Orgánico para Buenos Aires de la Comisión de Estética Edilicia (1923/5); una versión ya madura el Plan Regulador para Rosario de Della Paolera, Farengo y Guido (1931/35). Más allá de sus diferencias (uno realizado por representantes del poder político y profesional con énfasis explícito en el embellecimiento, otro por tres ingenieros preocupados por destacar la eficiencia funcional y económica) una rápida mirada permite caracterizar sus elementos en común: una larga memoria que despliega procedimientos y justifica decisiones, traducción de los beneficios en ventajas económicas (prevenir antes de lamentar), un plano que deslinda los límites entre espacio público y privado, una previsión para la expansión de la ciudad, un conjunto de proyectos para mejorar la ciudad existente y concentrar la renovación edilicia, un proyecto global de ejes viales superpuesto a la cuadrícula, localizaciones especiales para la industria, reestructuración de áreas portuarias y accesos ferroviarios vinculados a un sistema subterráneo de transporte, un reglamento que especifica alturas, densidades, patios y líneas de edificación por zonas, plazas como nodos de un sistema que vincula el centro a los suburbios y define la distribución de servicios urbanos, barrios obreros, barrios jardín y un sistema de espacios verdes que fija límites al casco urbano, organiza focos para la expansión residencial y sirve a la recuperación paisajística y representativa del frente costero.

Planos, cortes, perspectivas, maquetas, gráficos, proyecciones demográficas, coeficientes, tablas articulados por el relato, justifican regulaciones a la propiedad, programas de inversión publica y nuevos organismos técnicos a cargo de la administración racional de la sociedad urbana por sobre la política y sus instituciones. Ninguno de estos procedimientos era novedoso.

Ya se habían propuesto -y hasta impuesto- sobre la ciudad y su territorio, en otras combinaciones, desde otros ámbitos, con otro sentido, apoyándose en otros saberes. No es nuestro interés poner más atrás los orígenes del urbanismo sino aproximarnos al conjunto de prácticas heterogéneas que actuaban sobre la ciudad desde fines del siglo pasado y que el plan regulador procuró sintetizar y sustituir.

El conjunto es amplio y plural, el marco de la ponencia breve. Nos limitaremos a esbozar -apoyándonos en algunas experiencias en Buenos Aires, Rosario, Santa Fe, Mendoza- la disparidad de sus objetivos y alcances, de sus marcos justificatorios e instrumentales, para subrayar los préstamos y transferencias, pero también los profundos cambios conceptuales y estratégicos que mediaron entre este conjunto de propuestas de agrimensores, higienistas, arquitectos, ingenieros, abogados y un urbanismo que pretendió re-escribirlas, subsumirlas e, incluso, superarlas.

Faltan trabajos que profundicen en las postas y relevos de competencias en el campo urbano. Tal vez la captura del urbanismo y su historia por los arquitectos (ante la incredulidad de geógrafos, ingenieros, economistas y sociólogos) ha impedido que fructificaran. Fueron parte de procesos fuertemente internacionalizados. No obstante las matrices institucionales, el desarrollo de las diferentes profesiones, la posición periférica, la propiedad de la tierra, la actuación de algunos personajes, definieron particularidades nacionales que dan sentido a esta indagación. Esa singularidad debe explorarse para el caso Argentino, superando tanto estudios localistas que narran con inocencia el descubrimiento de la

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pólvora una y otra vez, como la falta de sensibilidad en la percepción de los matices y la sobredeterminación ideológica de la descripción de pasivas influencias.

La ciudad, trinchera de la higiene

A pesar de sus imprecisiones, la higiene vertebró la consideración de las ciudades en el siglo XIX. Sustentada en el vínculo sobreentendido entre salud y riqueza, fue la matriz de las primeras regulaciones sobre el espacio publico y las construcciones privadas, de una autoridad técnica paralela a la política y de las estadísticas como recurso indispensable para la actuación.1 Argentina no sería ajena a este movimiento, con particularidades asociadas al clima, la modernidad relativa de sus ciudades e instituciones, la inmigración masiva, la cuadrícula omnipresente y la posibilidad de la extensión sin trabas en un espacio vasto.

Fundada en la tesis que consideraba a las miasmas como agente etiológico de las pestes, en un principio las iniciativas se circunscribieron a medidas ambientalistas sobre los espacios públicos (veredas, tapiales, empedrados, limpieza de las calles, quema de basura, drenaje de lagunas, construcción de cementerios, mataderos y hospitales fuera del radio urbano). El crecimiento explosivo de las ciudades (con extranjeros y migrantes internos que se amontonaban en bodegones, hoteles, inquilinatos y arrabales donde los brotes epidémicos hacían estragos) redefinió el peligro asociándolo con la importación (cuarentena) y el alojamiento de esta masa "peligrosa" que justificó la extensión de ordenanzas de seguridad al interior de las habitaciones (reglamentación del tamaño, materiales, aberturas y mantenimiento de los inquilinatos) desde 1871.

La "revolución" pasteuriana redireccionó drásticamente el problema que pasó del "ambiente" a los propios enfermos como vectores de la morbilidad. El microbio redefinió el vínculo que unía el grupo social y la noción de gobierno: no era posible pensar en políticas que beneficiaran a la sociedad sino se extendían a todos los vecinos. El Curso de Higiene Publica de Eduardo Wilde (1878) es uno primer indicio de este cambio. El problema ya no era la enfermedad sino la salud de los sectores "débiles" y todo lo que contribuyera a su comodidad física y moral: buen pan, buen aire, buena vivienda. Para asegurar la supervivencia de una sociedad que -irremediablemente- tendía a concentrarse en grandes ciudades, la autoridad municipal tenía derecho y obligación de inmiscuirse en nuevas áreas con un vasto programa precursor del urbanismo.2 Reformas "científicas" que requerían de información (balances anuales dando cuenta de la geología, el clima, la provisión de agua y pavimentos, el número de casas, mercados, locales de diversión y edificios públicos, el estado médico de la población) y de una administración que codificara las disposiciones y se hiciera cargo de esta nueva concepción del bien común. Una transformación ya palpable en las Memorias del Intendente Alvear de 1885.3

Superada la tesis ambientalista, extendidas las redes de saneamiento y definidos los puntos de pasaje de la enfermedad, los higienistas se abocaron a organizar instituciones desde donde mantener una red rutinaria de controles. En su tesis de doctorado, Martínez Rufino otorga al higienista el rol de "sacerdote de la sociedad" con un poder global sobre todas las áreas de la vida urbana. 4 Su "plan científico"

1 Ver Sandra Sánchez, "Acerca del saneamiento y la salubridad urbana" Seminario Internacional Vaquerías, FADU UBA, Pir Villes, 1996.2 Ensanche de calles y apertura de nuevas plazas, pavimentación pero también oxigenación de la tierra, regulación del rumbo, altura y patios de los edificios, red de asistencia pública, sustitución científica de la tipología de las viviendas, inversión en los arrabales, extensión de la planta urbana y comunicaciones para promover el éxodo de las familias pobres lejos del cafés y los placeres ficticios. 3 El estado municipal, con recursos propios, expropia para emprender intervenciones de alto costo que transformen la ciudad existente, concentra en sus manos la distinción de los pobres con derechos a ser protegidos por el Estado, asume la construcción de casas para obreros, profesionaliza sus cuadros administrativos, edifica mercados, lavaderos y baños públicos, instala una Oficina Química como cabeza/laboratorio de las regulaciones públicas, redimensiona y especializa la Asistencia Pública absorbiendo prestaciones que antes estaban en manos de la caridad y las mujeres. Más tarde, la Oficina de Estadísticas transforma ese instrumento de la vieja epidemiología en un mecanismo para aplicar la economía política a los problemas sociales y evaluar la efectividad de una gestión cada vez más multidisciplinar sobre la ciudad. 4 Patricio Martinez Rufino, Organización sanitaria de la República Argentina, tesis de doctorado en Medicina UBA, 1889.

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(fundado en la estadística, monitoreado desde laboratorios y en manos de técnicos argentinos) es el proyecto de una red institucional centralizada, multidisciplinar, autónoma, de escala nacional y alcance tan amplio como el pretendido por la vieja higiene, que absorbe gran parte de las atribuciones ganadas por el poder municipal.5 Resulta también interesante la actuación de Emilio Coni en Mendoza.

Ciudad trazada y construida apenas treinta años antes, con árboles en las calles, sus índices de mortalidad eran alarmantes. Sólo el científico, encerrado en su laboratorio, podía dar razones de esta "morbilidad espontánea". Y lo hace. Edita un libro reuniendo investigaciones y propuestas que preanuncia el estilo discursivo del urbanismo científico.6 Destina páginas y páginas a describir procedimientos, dosajes, controles y proyectos como parte de un plan de regeneración urbana para que Mendoza "ocupe el lugar que le corresponde entre los centros salubres de la tierra". 7 Plan en el sentido de conjunto de reformas aconsejadas que actúan en el conjunto de la ciudad y sus problemas y requieren de muchos años para "ser llevadas al terreno práctico". Como máquina higiénica, la ciudad queda claramente dividida. Para los ricos un radio de seguridad con edificación regulada con bases científicas, más allá la posibilidad de construir en adobe (nido de los gérmenes que la bella Mendoza alimenta insidiosamente en su seno) y una red de organismos que neutralicen los "vectores" peligrosos aislando, vacunando, hospitalizando, educando.

Este atrincheramiento de la higiene en prescripciones urbanas y una red institucional tiene expresión elocuente en Una ciudad argentina ideal, o del porvenir del mismo Coni.8 Para unos basta el saneamiento del suelo, agua potable y calles soleadas; para otros, la administración espacializada de máquinas de salud (barrios obreros, casas cunas, plazas de ejercicios, balnearios, baños públicos, lavaderos, hospitales, colonias y asilos) repartidos en el territorio para asegurar su efectividad.

Líneas débiles sobre un plano

La delineación fue una práctica cotidiana en nuestro país la segunda mitad del siglo XIX. La traducción del espacio a un plano, su cuantificación, mensura y positivación, no fueron la forzada abstracción racionalizadora de un real heterogéneo, vivido y cualificado, sino la representación natural de un desierto deshabitado, desconocido, sin confines, listo para ser explotado. Un plano abstracto sobre el que se superpusieron los límites de las antiguas lonjas paralelas a los cursos de los ríos, los caminos reales sumando elecciones sobre los cruces más sencillos, las trazas urbanas siguiendo los puntos cardinales, los límites administrativos, el tendido de los primeros ferrocarriles sobre una topografía descubierta y prolijamente representada para ser modelada por la tecnología y el cálculo. Sobre este entramado de líneas, sobre el punteado de mojones, se fue ocupando el territorio traduciendo estas construcciones abstractas en un mundo material, real, con otros órdenes que le dieron forma para hacerlo productivo y habitable. Siempre bajo la primacía de la lógica del agrimensor que releva, mensura, deslinda propiedades y vuelca registros bien diversos sobre un plano.

Hacer ciudades era deslindar en tierras privadas aquellos elementos indispensables para soportar la vida en común. Marcar con líneas el contorno del espacio público, la mínima acción para posibilitar la subdivisión y la venta, para hacer urbano un caserío, para guiar su gradual crecimiento por

5 Tráfico portuario, reglamentación de las construcciones, edificación de espacios públicos y barrios obreros, vigilancia de escuelas, talleres, teatros, posadas, casas de parteras, prostíbulos y tambos, protección de la infancia, provisión de agua y construcción de ciudades6 Emilio Coni Saneamiento de la Provincia de Mendoza, Imprenta Coni, B. Aires, 18977 La introducción refuerza de manera impresionista el horror de la situación de partida y el vínculo entre salud y economía. Justifica "estudios" que permitan el reconocimiento "exacto" de la situación, para identificar las causas y prescribir los remedios que la ciencia, y la experiencia del experto, aconsejen (legajo sanitario "que contabilice a manera de barómetro social los conflictos", oficina química que analice suelo, aire, aguas, alimentos y materiales de construcción, observaciones meteorológicas, estudios geológicos del suelo, censo sanitario de la habitación). Desplegadas en gráficos, ponderadas con coeficientes de los centros urbanos "civilizados", estas investigaciones concluyen en regulaciones que toman el espacio urbano como sustento y una nueva rama administrativa -la dirección general de salubridad- para vigilar, coercitivamente, su cumplimiento. 8 Emilio Coni "La ciudad argentina ideal o del porvenir" La Semana Medica N° 14, abril 1919.

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multiplicación. La base la calle, la manzana, las quintas, las plazas. El recurso más accesible la cuadrícula.

I lustración 1: Reconstrucción proyecto de Castellanos para Rosario. (reconstrucción S. Docola)

El primer gesto de insatisfacción frente a estas prácticas estabilizadas fue el ancho de las calles (para facilitar la fácil circulación del viento más que el tráfico) fáciles de establecer para las áreas de crecimiento pero no en las ya consolidadas. La respuesta fue el boulevard: calle ancha que formando una ronda, un límite virtual en ciudades planas sin confines físicos, sirviera como referencia para diferenciar usos y legislar (adentro la ciudad vieja de calles irremediablemente estrechas donde implementar medidas de ensanche y ordenamiento edilicio, afuera la

ciudad nueva con calles y plazas espaciosas para usos diversos; luego -quizás- una segunda ronda y la zona de quintas hasta los confines del ejido).9

Más avanzado el siglo, por su arbolado y drástica diferencia de escala, por su referencia a las ciudades europeas, el boulevard sería considerado como factor -en sí- de modernización, de calidad de vida alternativa, de jerarquización en una trama homogénea. Su planteo -más allá de los límites de la planta ocupada- un recurso para valorizar las tierras aledañas y promover el loteo. En Rosario el bulevar Oroño abierto en 1887, el Gálvez en Santa Fe, son ejemplos claros de este proceso.

El plano de extensión fue un instrumento más complejo. No se limitaba a sumar manzanas siguiendo tendencias "espontáneas" de crecimiento para indicar las próximas aperturas y facilitar la subdivisión. Emprendía el proyecto de un área metropolitana compleja incorporando los pueblos suburbanos, productivos o de recreo, que comenzaban a fundarse. Sustituía los arrabales por un tablero regulado, aseguraba la integración de esos emprendimientos periféricos (sin continuidad con la ciudad real salvo alguna línea de comunicación) en un espacio público compartido y unitario. Instrumento de demarcación y programa de intervenciones que sólo podía materializarse en el tiempo, era el recurso propio de una autoridad municipal que había incrementado su autonomía pero seguía restringida a la delimitación del espacio publico, ahora con el auxilio de un Ingeniero Municipal capaz de imaginar una composición más compleja. El soporte seguía siendo un plano presentado de modo independiente al fragmento de realidad sobre el que se basaba (sin referencias a los accidentes geográficos, los diversos usos y calidades de lo construido, la tenencia de la tierra, incluso las barreras efectivas a la trama propuesta). Un instrumento de simulación que ordenaba una acción técnica (la apertura de calles interconectadas, la autorización de futuros loteos, el sustrato de un catastro) y buscaba cierta racionalidad en los servicios. El más llamativo y el primero conocido es el plano de Rosario de 1873 que define una ciudad en secciones (ciudad, extramuros y suburbios con quintas donde se localizan de tres pueblos autónomos y equidistantes) y un entramado de espacios públicos (rondas de bulevares, alameda sobre la costa y plazas de cuatro tamaños diferentes) imponiendo un orden arbitrario, sustentado en la geometría del trazado.10 Los proyectos del intendente Arzeno para Santa Fe (1889)11 y

9 Resulta ejemplar el proyecto de Nicasio Oroño para Rosario de 1854, perfeccionado en 1866. 10 Silvia Docola, "El proyecto de delineación de Rosario 1873" Seminario Internacional Vaquerías, FADU UBA, Pir Villes, 1996.11 Adriana Collado Santa Fe. Proyectos urbanísticos para la ciudad 1887-1927, UNL, 1994

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el Plan de Mejoras de 1898 para Buenos Aires (que opta por la continuidad de una cuadrícula homogénea) formaron parte de este esfuerzo por imponer un orden unitario que integrara las aventuras inmobiliarias allende el centro que caracterizaban la extensión de la ciudad.

I lustración 2. Plano de extensión 1875, Rosario.

Ilustración 3Plan de Reformas Buenos Aires 1898 (Novick)

Las diagonales fueron otro elemento de composición

en estos planos de extensión. No entendidas como ejes monumentales con edificios públicos como foco, sino estructurando (desde su racionalidad geométrica) una red vial superpuesta a la cuadrícula que facilitara la comunicación entre puntos alejados de ciudades cuyos límites acababan de ser ampliados, y garantizar la homogeneidad en un organismo extenso articulando las partes con el todo. Con un atravesamiento convergente en un centro único (Plan de Mejoras para Buenos Aires) o estableciendo

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subsistemas entorno a plazas generadoras de futuros núcleos periféricos (Warner y Pusso para Rosario, 1889, Charnoudie para Buenos Aires, 1906) entienden la ciudad como un lugar de tráfico e intercambios perfeccionable desde la racionalidad de sus redes de calles y espacios abiertos. Una concepción asimilable a la administración del territorio de los ingenieros en la que -más que el espacio- lo que importa es el tiempo de recorrido calculable en términos de utilidad. Una ciudad máquina, unitaria, plana, sin límites, de una homogeneidad buscada (para Charnoudie "lo lógico es siempre bello, fuente inagotable de recursos"), lista para ser subdividida y vendida, en la que se interviene a través de la administración espacializada de las cosas (plazas, avenidas, servicios).

I lustración 4. Plano de Charnoudie 1906.

Escenarios: la visión del arquitecto en la ciudad

Mejoras eran intervenciones puntuales -apertura de una calle, proyecto de una plaza, planificación de ciertos ingresos- que operaban sobre el fondo de un tejido ya consolidado considerado de baja calidad. Perforaban para introducir una estructura espacial cuya coherencia pretendía restaurar la imagen de la ciudad embelleciendo el espacio público como símbolo de una comunidad que se ve a sí misma como corporación de intereses similares. Una política urbana de signos propia del pensamiento arquitectónico, de sus principios de orden y armonía, de sus mecanismos compositivos de llenos, vacíos y perspectivas. Actuaban demoliendo y expropiando ciertas áreas para luego revenderlas sobre la base de un loteo adecuado al proyecto y regulando la coordinación estética de las nuevas paredes urbanas a cargo de los privados.

I lustración 5Perspectiva fantástica del posible resultado del proyecto de dos avenidas centrales en Rosario 1925

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Estas operaciones buscaban revitalizar las áreas centrales, rompiendo la monotonía y aumentando el valor de la tierra. Se sumaban a políticas de "descentralización" de servicios y promoción de construcciones económicas en la periferia para fortalecer el casco original como ciudadela de modernidad signada por el arte y ajena a toda actividad utilitaria. Una nueva ágora para los ciudadanos decentes; para el resto el sol y los arbolitos en loteos que se multiplicaban entre el centro y los pueblos suburbanos

El tema inicial fue la avenida central (perforando una línea de manzanas entre dos focos) y la Avenida de Mayo la precursora de una serie que se continuaría con proyectos para Santa Fe (1889), Rosario (1910, 1927), Salta (1935). Más tarde se desarrollo como secuencia de espacios contenidos (de dirección quebraba, perspectivas cortas, puntuadas por "motivos" diversos: galerías, recovas, plazas arquitectónicas, fuentes, obeliscos) llevando al paroxismo la condición de collage de espacios y arquitecturas europeas que Santos Doumont atribuyera a Buenos Aires.12 Su sentido no era, como en las ciudades europeas, alterar los criterios de circulación, justificar la demolición de zonas tugurizadas, imponer un orden geométrico alternativo a la tortuosidad de la ciudad medieval, ni definir una trama regular que posibilitara otros tipos edilicios. Pensados como ejes cívicos de alta densidad procuraban imprimir un cambio brutal al paisaje urbano con simulaciones rudimentarias de modelos históricos exitosos en fragmentos limitados. Aventuras costosas, generalmente frustradas, eran el desquite de los contribuyentes, en tensión complementaria a planes de saneamiento o de casas para obreros, mercados, ferias u hospitales para el bienestar de los pobres.13

12 Ver proyectos de Eugenio Badaro (1905) y Gregorio de la Serna (1917), incluso el tardío proyecto de monumentalización de la avenida 9 de julio de A. Guido (1940). La cita en Mario Cattaruzza Buenos Aires, Río de Janeiro 190613 En palabras del intendente Cané "No sólo la salubridad y el bienestar de una ciudad deben primar, sino también su imagen. Romper la crisálida colonial, romper el damero que alarga distancias, dificulta la circulación y es la negación de toda belleza edilicia".

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I lustración 6: Reconstruccióndel plan del Intendente E. Rosas para Santa Fe (Bertuzzi)

Ilustración 7: Proyecto de Avenidas Diagonales de V. Jaeschke 1911 (Novick)

Sus restricciones fueron suplidas por conjuntos más amplios que articulaban aperturas, ensanches y diagonales para imponer un mejoramiento global del centro. Estos proyectos (Crespo 1887, Buschiazzo 1895 para Buenos Aires, Rosas 1910 para Santa Fe) se multiplicaron como ejercicios preparatorios a la celebración del Centenario, asociando modernizar con revocar la fisonomía colonial materializada en un damero "desesperante, desconsolador, irritantemente uniforme". El proyecto de V. Jaeschke de 1911 es el más elaborado en este sentido. "Basado en modelos extranjeros y principios artísticos científicos", subraya su carácter de conjunto de imágenes que se nutren de la historia - y no de la razón- propio de la visión arquitectónica sobre la ciudad. Anula el proyecto consensuado de una avenida norte-sur (débil intento de unir la ciudad rica y la ciudad pobre) para proponer un centro cívico complejo en un conjunto trabado de cinco perforaciones monumentales, superpuesto al mundo de los negocios en la angosta cuadrícula colonial, y articulado a cuatro diagonales para el tráfico que permitiera el acceso desde el mundo anodino de los suburbios.14

Estos conjuntos van a ser superados por una aproximación más global -el plan de mejoras- integrando con las inevitables mediaciones, iniciativas parciales previas en un plano que se construye como un collage y se percibe como una secuencia de vacíos que reconstruyen el conjunto urbano con otro sentido. Del diseño de ámbitos limitados -propia de los arquitectos- se pasa a la preocupación por el todo de los ingenieros, pero a través de la composición de un sistema de espacios públicos que

14 Ver Alicia Novick "Técnicos locales y extranjeros en la génesis del urbanismo argentino. Buenos Aires 1880-1940" Area N°1, 1992

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pretenden afectar a la totalidad, y definir su coherencia, como si la ciudad fuera un parque, la cuadrícula el fondo vegetal y ese sistema primario, sus claros y senderos. Un primer ejemplo en nuestro país es el ya mencionado Plan de Mejoras para Buenos Aires de 1898, confeccionado por una comisión de representantes de distintas reparticiones municipales con el objetivo de coordinar proyectos previos.15

I lustración 8 Conjunto de intervenciones propuestas por J. Bouvard para Buenos Aires 1910

Los encargos a Joseph Bouvard ("funcionario mediocre, que se convirtió en arquitecto en Buenos Aires" según Robert de Souza) tenían ese sentido.16 Sin embargo sus propuestas constituyeron un nuevo género que concebía a la ciudad como un mecanismo que funcionaba a partir de la fluidez de las circulaciones, suprimiendo obstáculos y asegurando una "marcha normal y regular para el porvenir evitando falsas maniobras y gastos inútiles". La doctrina seguía siendo el análisis comparativo de ciudades antiguas y modernas, pero la perspectiva era la racionalidad del ingeniero17. Un plan preconcebido, artificial, metódico, que articulaba distintos dispositivos de carácter

técnico discriminando categorías de calles, plazas y espacios verdes, cada uno con funciones y efectos precisos. Redes que se desplegaban en la totalidad del ejido fragmentándolo en subunidades en torno a centros de quartier, donde el centro histórico es uno más en una constelación de polaridades agregadas (y allí creemos que residió la principal causa del rechazo).

15 Sobre un fondo que -simultáneamente- se define como la extensión regular de la cuadrícula, se ajustan avenidas propuestas para el área central y se las extiende hasta los confines para conectarlas a un sistema de circunvalación. Se suman obras de saneamiento y un conjunto de parques cuya representación en el plano obliga a distribuir.16 Del decreto del Intendente Güiraldes: "dada la diversidad de proyectos que se han hecho públicos sobre modificaciones del plano actual (...) formular con carácter definido el plano general del municipio comprendiendo en él todas las modificaciones que hayan de hacerse sobre el trazado actual para que responda a las exigencias futuras de la ciudad, de modo que cada una de las obras que se efectúen sean la realización de un plan general" El municipio de Rosario aprovecha su segunda visita para un encargo similar "fácil de establecer reuniendo proyectos que con el carácter de modificaciones parciales han sido ideadas". 17 En particular la ponencia de J. Stübben al Congreso Internacional de Ingenieros de Chicago de 1893

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I lustración 9Plan de Bouvard para Rosario 1911

El plano abandona toda justificación en la regularidad geométrica y se borda sobre la trama preexistente y la oportunidad de zonas vacantes para garantizar la homogeneidad de comunicaciones en todos los puntos de una ciudad grande. No se trata de un proyecto definitivo que deba realizarse inmediatamente o por secciones. Propone normas de conducta, reglas a seguir por la administración para la realización de obras. La belleza queda reducida a una variedad de vistas y longitudes en esta trama que "quiebra la monotonía del antiguo cuadro".

Plan de conjunto o de usos del suelo: las dos opciones del urbanismo desde la arquitectura.

En los años '20 el urbanismo no era -todavía- una incumbencia reclamada por los arquitectos. Lo consideraban más como un medio para favorecer su práctica profesional. Basta recorrer las resoluciones de los Congresos Panamericanos de Arquitectos. En el primero, el plan regulador debía ser establecido (por otros) para asegurar sitios adecuados para las obras artísticas y liberar parte de la planta urbana a complejos proyectos de barrios jardín. En el segundo, la preocupación es limitar la presencia de idóneos y expertos extranjeros en la gestión de la ciudad, donde los arquitectos se atribuyen un lugar preciso: la redacción de reglamentos de edificación para garantizar armonía edilicia y el conveniente asoleamiento de la habitación. Recién en el tercero (1927) se hace referencia al urbanismo como ciencia "íntimamente" vinculada con la arquitectura, proponiendo una intervención directa en el desarrollo de instrumentos de control de la ciudad. Ya se estaban ensayando, empero, las dos perspectivas que habrían de signar la disciplina.

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Una puso en primer término la regulación del uso de la tierra. Resultaba apta para una sociedad que ya no podía circunscribirse a la corporación de contribuyentes y demandaba una estructura que regulara la necesaria coexistencia de estamentos sociales diversos y conflictivos. Eso es el zoning. Retoma la geografía social (construida por los encuestadores tratando de encontrar las causas del dolor y la enfermedad en otro lugar que no fuera la desigualdad y la explotación) y revierte su sentido. Atribuye zonas específicas a una serie de actividades y grupos sociales para -tras evaluarlas desde la lógica del mercado inmobiliario (Bartholomew)- re-articularlas como un rompecabezas según afinidades y privilegios. Hace del plano urbano la metáfora de un mecanismo social y funcional perfecto: cada cosa, cada uno en su lugar y un lugar para cada uno.

Los artículos de Jaeschke y Silva ya abundaban sobre sus recursos: regulación por zonas de usos, densidades y ocupación del suelo, loteo racional, reservas de tierras, expropiación por áreas. 18

Imaginaban un plan para la reedificación general en manos de los privados. Un instrumento de legislación, un reglamento que atribuyera valor a la homogeneidad por partes y regulara usos y volúmenes para asegurar el equilibrio del mercado de tierras. El plano y los cortes por zona eran sólo instrumentos auxiliares para ordenar la acción técnica, eludían la prefiguración total o por partes, y adjudicaban un lugar secundario a las calles y la infraestructura.

I lustración 10Una ciudad azucarera en la Pcia de Tucumán. Vautier y Prebisch, 1924

La otra alternativa era el plan de conjunto como superación -desde la arquitectura- de los planos de alineación de los técnicos municipales limitados a la combinación de ideas geométricas simples. Una gran composición a la que "predisponía" la formación Beaux Arts, madurada por Jaussely y otros Prix de Rome en la primera década del siglo. Apreciables en perspectivas de conjunto, no sólo prometían belleza sino un mayor desarrollo económico de la ciudad y la región. Esta síntesis entre principios arquitectónicos y administración científica del trabajo tuvo su más clara expresión en el proyecto de una ciudad azucarera para Tucumán -"un ensayo de estética contemporánea"- de Vautier y Prebish, acreedor del Premio Estímulo del Salón de Bellas Artes de 1924. Fue planteado por sus autores como un manifiesto a favor del arte (y de crítica a la inteligencia mediocre -en registro bergsoniano- de los técnicos). Intensamente inspirado en la ciudad industrial de Tony Garnier proponía una ciudad por piezas para funciones específicas, desplegadas y coordinadas en el territorio como tren de producción. Debe subrayarse un mayor atavismo a la forma concluida y la referencia a un oscuro "colectivismo" que no era más que una estilización de las inspiraciones socialistas de su modelo, sin mayores pretensiones políticas o sociales.

18 Angel Silva "Trazado y construcción de ciudades", El Arquitecto varios números 1920. V. J. Jaeschke Las avenidas, 1912, varios artículos en Revista de Arquitectura 1928.

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Espacios libres, espacios verdes: la acometida de los jardineros.

En las ciudades americanas los únicos espacios libres habían sido las plazas mayores, con otros "huecos" complementarios y, eventualmente, una alameda cerca del río. Vacías, polvorientas, se transformaron en jardines públicos en los años '60, con árboles perimetrales, senderos, y algún monumento, fuente o kiosco. A fin de siglo fueron complementadas por el gran parque pintoresco en las afueras, foco de una ciudad nueva más civilizada para algunos, promotor de la expansión para otros, nuevo escenario para las clases altas donde el resto participaba como espectador. Sobre este fondo común emergieron propuestas que adjudicaban a los espacios libres un valor nuevo, indispensable para la supervivencia de la sociedad, e irremediablemente transformador de las ciudades.

I lustración 11B. Carrasco. Proyecto de ampliación y rextificación del trazado para Mendoza1915

Una primera aproximación prometió dar forma a la ciudad con un sistema de paseos públicos como senderos en un jardín. Los diagramas de la intervención de Hausmann en París sirvieron de inspiración a paisajistas e ingenieros agrónomos. Si, como dijo Laugier, diseñar una ciudad era como diseñar un parque, ¿quién mejor que ellos para tener un rol protagónico modulando sus espacios libres?. El mejor ejemplo es el plan para Mendoza de B. Carrasco en 1915. Sin modificar lo existente, propuso un

ensanche con tres "motivos", cada uno de carácter diverso por la división de los parterres, es decir, por el diseño de diagonales y plazas sobre una trama regular que continuaba la existente sin alteraciones. 19

Su valor residía en la simetría de las disposiciones en planta y la variedad (propios del diseño de jardines); pero se justificaba en la higiene y la facilidad de las circulaciones. Insistiría en su proyecto teórico de 1923 con el respaldo de otros recursos urbanísticos. Los motivos estaban justificados, en este caso, en la distinción funcional/social de tres barrios (comercial, industrial y jardín) variando no sólo los senderos sino la trama que le servía de fondo.20

I lustración 12B. Carrasco, Una ciudad nueva 1923

Una segunda perspectiva adjudicaba a los espacios libres el rol de pulmón urbano. Importaba su distribución suficiente que, desde Hénard, se tradujo en coeficientes que establecían un ranking midiendo el atraso comparativo entre ciudades, sin pensar demasiado en diferencias geográficas,

19 Para el sector sur, un doble juego de ocho diagonales haciendo foco en tres plazas mayores y tres secundarias que establecían una continuidad directa con el parque San Martín. En el noroeste, una ciudad en el parque con avenidas curvas concéntricas, otro juego de diagonales y retiros de 8 a 10 metros para proporcionar "un aspecto característico y pintoresco". En el sector norte, una gran plaza haciendo pendant con la plaza Independencia de donde partía un sistema de avenidas radiales de "grandes perspectivas y suntuosidad". Ver Ricardo Ponte, Aquella ciudad de barro, Municipalidad de Mendoza, 1987.20 Para cada sector un tipo edilicio: volúmenes rectangulares con cour central para la ciudad comercial, para los obreros casitas apareadas con jardín próximas a las industrias y al parque reparador, y en el barrio parque, grandes lotes para villas entre jardines

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densidades edilicias o de actividad industrial. Esta reducción de plazas y parques a una red de saneamiento encargada de la regulación atmosférica de los centros urbanos también fue introducida por Carrasco para justificar las veinticinco plazas del plan para Mendoza. La desarrolló en su ponencia al Congreso Científico de 1921. Dividió el ejido de la Capital en sectores de superficie equivalente representativas de posibles "áreas de efecto", luego la superficie faltante (según el óptimo europeo) entre las 171 áreas sin servir para prescribir los espacios libres en cada una de ellas. Una aproximación infantil que, en la fascinación del cálculo, pierde de vista la complejidad de valores e intereses sobre los que trabajaba e ilustra con elocuencia las debilidades de este tipo de aproximación.

I lustración 13 Proyecto de ampliación de parques, plazas y paseos de la ciudad de B. Aires 1921

Las áreas verdes fueron también consideradas, por su efecto "moralizador", como prótesis compensadora de los efectos nocivos del trabajo industrial y la urbanización moderna. Un efecto de reforma y reparación social que -al mermar la preocupación por la cuestión vivienda- ganó fuerza en la segunda década del siglo y tuvo en Carrasco uno de sus difusores.21 En sus memorias como Director de Parques y Paseos subrayó su efecto disciplinador. Propuso juegos infantiles que enseñaran a respetar turnos, instalaciones deportivas que desarrollaran destrezas físicas y la "sana" competencia, y un teatro infantil con obras didácticas cuyo objetivo no era estimular vocaciones artísticas sino educar pasivos espectadores/ciudadanos. No se trataba de garantizar solaz esparcimiento frente a las escenas coloridas de un jardín, sino de dispositivos para el perfeccionamiento social, moral y físico de los hijos de inmigrantes en una atmósfera sedante e higiénica, opuesta a la vida nerviosa de la ciudad. Era el sentido del barrio jardín para viviendas obreras: combinar el carácter reparador de la posible arboleda con el "ocio productivo" de la pequeña huerta.

Un sentido diverso tenía la reserva de tierras. Con la forma de una cintura de parques periféricos, ya propuesta por Torcuato de Alvear, buscaban ordenar la forma y frenar la expansión de una ciudad buscadamente concentrada. Devoto las justificó para Rosario con otro sentido: "sacar" la población del centro, obligarla a desplazarse en busca de recreo como medida educativa para favorecer la expansión urbana. Este afán de sortear las murallas culturales que aferraban la población a las zonas congestionadas también estaba presente en Della Paolera cuando propuso intensificar el uso y trasladar edificios públicos sobre la avenida General Paz.

21 En su caso reforzado por su militancia en el Partido Demócrata Progresista explícitamente inspirado en los programas del reformismo americano

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Otra concepción del espacio libre es deudora de la ponencia de A. Rey al Congreso de Tuberculosis en Washington de 1908 en la que tradujo principios higiénicos (en particular el valor terapéutico del sol) a estudios sobre anchos y orientación de calles según latitud que tendrían gran repercusión en nuestro país. Por un deslizamiento conceptual son las calles (complementada por patios y centros de manzanas) las que pasan a ser el espacio libre y de ellas se hace depender la vida de la ciudad. Carrasco se hizo eco

proponiendo fórmulas para regular su ancho según la orientación. Jaeschke (en su estudio sobre loteos convenientes) hizo hincapié en los patios y la formación de jardines interiores como una ocupación alternativa de la estructura urbana. A. Guido retomó ambas ideas e hizo de los estudios heliométricos una pieza clave de la condición científica del urbanismo.22

Para concluir debemos hacer breve referencia a la contribución de J. N. Forestier al proyecto de la Comisión de Estética Edilicia introduciendo la noción de sistema de parques del urbanismo americano y una aproximación administrativa al tema de los espacios libres sustentada en la clasificación y la medición de los efectos de bienestar y los radios de eficacia de distintas tipos de parques, terrenos de juego y avenidas paseo. Aire, sol, ejercicios físicos, son tratados como un recurso tecnológico de efectos controlables, universalmente válidos, traducibles en métodos estables. Una tecnología que requiere de un plan específico (que no determine formas sino áreas y sistemas de conexión) para la adquisición previsora de tierras a escala regional que garanticen condiciones semejantes de bienestar en todo el territorio urbano.

22 En el aula/laboratorio de la Universidad del Litoral construyó un aparato de grandes dimensiones para "investigaciones" con pocas consecuencias en los planteos concretos.

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Mucho de este sistema -madurado en su experiencia marroquí- fue aplicado en el proyecto para Buenos Aires. Forestier propuso ordenar la ciudad sobre la base de un park system: una trama de calidad "para hacer más grata la vida de los habitantes" que daba prioridad a los barrios excéntricos y al frente costero. Fue desvalorizado como mero conjunto de pulmones verdes (concepción que primó en el proyecto definitivo) y criticado por la "frialdad" de su tratamiento paisajístico que, en realidad, procuraba una aproximación a la estética mediterránea ("ni pintoresca, ni naturalista") no esperada por una ciudad que pretendía dejar de ser exótica y subtropical e integrarse -al menos en apariencia- a los grandes centros del norte.

No sólo asfalto y agua pura: un lugar para los abogados

A pesar de la esperanza que el desarrollo de la higiene prometía a la supervivencia y bienestar en los centros urbanos (corroborada por censos y estudios que medían los efectos de las obras de saneamiento) cuando el urbanismo alcanzó cierta difusión en las facultades de Derecho lo hizo desde una visión negativa de las ciudades deudora de la crítica moral de Rousseau, Weber, Nordau, H. George o Longstaff.

En 1922 se realizaron tres tesis de doctorado en la UBA con título "El Urbanismo", pero entendido como fenómeno sociológico natural de emigración a los centros urbanos que había crecido en el siglo pasado por la atracción de la industria, la crisis agrícola y, sobre todo, "las seducciones del confort y los halagos de la vida fácil". Francisco Pondal adscribía claramente a una interpretación negativa de las grandes ciudades a través del tamiz de "El urbanismo en Argentina" de Emilio A Coni (1919). Proponía el desarrollo del interior con medidas a escala territorial propias de la economía política (canal mediterráneo que, inundando las Salinas Grandes, uniera el Titicaca con Bahía Blanca, impuesto progresivo a tierras incultas, reforma del régimen salarial con distribución de utilidades). La tesis de Juan C. Lagos también desarrollaba iniciativas legales, educativas y económicas para estimular la radicación de los inmigrantes en el interior, pero complementadas por otras para neutralizar los efectos degenerativos de las aglomeraciones (higiene industrial, comedores, ejercicios físicos, veraneo). Daniel Frías, en cambio, respaldado en Howe, Rowe y Posadas, sostuvo una concepto positivo de la ciudad como medio óptimo para la convivencia humana, como cuna de las artes, las ciencias y la democracia. Se refería a una ciudad nueva, producto artificial del perfeccionamiento de la sociedad urbana sobre sí misma. Focalizaban su esperanza en el efecto descentralizador de los suburbios que prometían disolver los límites entre la ciudad y el campo, reservando los antiguos centros "como rendez vous de asuntos, placeres y estudios".

Los autores mencionados marcaron el rumbo de una posible injerencia del derecho en las ciudades.23

Subrayaban la base social del fenómeno urbano y se resistían a aceptar la abstracción del sustrato material (fundante de la posibilidad misma del urbanismo) como un objeto autónomo, controladamente transformable. "La gente no vive sólo por el asfalto y el agua pura" afirma Posadas refiriéndose a una ciudad que -superada su condición de comunidad de habitación- fuera considerada como comunidad de producción y consumo, de cultura y asistencia. Proponían una sociología municipal que investigara los medios para satisfacer las necesidades comunales merced a una acción pública conciente y a un programa de "urbanismo positivo" que incluía salud, educación, recreo, imposición equitativa, protección del consumidor, habitación adecuada y servicios públicos eficaces. Su objetivo era superar la gestión municipal individualista de los contribuyentes con una concepción científica de la gestión local -en manos de abogados- que sintetizara las direcciones de la ingeniería cívica, la higiene, la arquitectura de la habitación, las artes de administrar y la reforma social.

José Lo Valvo abrió esta perspectiva en su primera actuación como concejal en Rosario (1919/20), con trece proyectos que atendían tanto a la construcción de casas para obreros y la provisión de artículos de

23 Los más citados eran: Adolfo Posadas El régimen municipal en la ciudad Moderna 1915, Howe The City, the Hope of Democracy, 1905, Rowe El gobierno de las ciudades y sus problemas , Munro Principles and Methods of Municipal Administration 1916, Geddes Sociological Papers 1905, Carrera Justiz Preliminares de la Ciencia Municipal: Urbanismo 1922.

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primera necesidad, como a la oferta y el arbitraje laboral24 Para él, urbanismo suponía un conjunto de medidas institucionales, estadísticas y sociales con sólo una traducción lateral en el medio físico. Esta concepción quedó clara en los debates de 1929 para contratar un Plano Regulador. Su alternativa era una Caja de Urbanismo, con fondos genuinos, que atendiera desde el eugenismo y la educación infantil hasta los relojes y baños públicos, y un plan que localizara esta red institucional profiláctica y redefiniera lo público, no por el trazado de nuevos paseos, sino con servicios para los más débiles con un sentido similar al higienismo social.

Para los abogados que pugnaron por cierto margen de protagonismo en este universo que parecía abrirse al Urbanismo, no se trataba de un problema específico, sino de un punto de vista. Una supra-ciencia de la administración (como postula Alcides Greca) a la que concurrirían "desde la meteorología al derecho, desde la matemática hasta la sociología" y que proponía traducir al sistema universitario como una formación superior de posgrado común a todas las profesiones.

Todos los planes, el plan

Debido a las restricciones de esta ponencia no hicimos referencia a otras prácticas sobre la ciudad. No nos referimos a la estadística y su valor como puente entre las relaciones sociales y el continente material urbano, a los reglamentos de edificación, a la estructura municipal y sus transformaciones, la acción de ciertos intendentes con continuidad en los cargos, a los proyectos de algunos empresarios inmobiliarios o industriales, a las diferentes modulaciones de la cuestión vivienda, ni a la actuación de los ingenieros con planes para la distribución eficiente de ciertas tecnologías: desagües, agua, alumbrado, basuras, transporte, accesos ferroviarios.

Nuestra intención fue dar cuenta de la particularidad de estas aproximaciones de higienistas, agrimensores, abogados, arquitectos, paisajistas, ingenieros y técnicos municipales, desde lógicas autónomas e incomunicables, focalizadas en el espacio público, el privado o las instituciones, en el área central o la periferia, y de ninguna manera reducibles a meros antecedentes del urbanismo. También quisimos subrayar cómo, a comienzo de este siglo, habían comenzado a proponer enfoques más globales (en las áreas a intervenir, los problemas a abarcar y la concepción del tiempo) que denominaron planes.

Estos planes emergieron cuando la problemática difusa de la cuestión urbana comenzaba a diluirse, junto con las pestes, el hacinamiento en los conventillos céntricos y una inestabilidad social que presagiaba revoluciones. En los años '20 la ciudad se había extendido rebalsando sus límites de la mano de la revolución tecnológica del transporte. Nuevas empresas inmobiliarias y políticas activas de los municipios habían asegurado la expulsión a la periferia de los -ahora- "sectores populares" y su integración a través del acceso a la propiedad. Los sueros y vacunas habían controlado las epidemias. La decadencia de los ferrocarriles y los proyectos para reorganizar sus accesos presagiaban la posibilidad de actuar sobre el territorio urbano sin costosas expropiaciones y a una escala impensada. Los edificios en altura ofrecían un estímulo inesperado para la renovación de los viejos cascos centrales. El automóvil auguraba nuevos problemas y oportunidades. La inmigración había disminuido irreversiblemente. Las ciudades, sus problemas, sus habitantes, ya no eran los mismos. Sobre este espectro modificado -menos complejo y alarmante- habría de actuar el Urbanismo y su plan regulador re-escribiendo lo que desde esas prácticas heterogéneas se había experimentado y teorizado.

Nos hemos detenido en el plano de alineación, el plan de extensión, el de mejoras, el plan de conjunto, el general de reedificación, el de sistema de parques, el comprehensivo de embellecimiento, mejoras y extensión, el plan director que proponía Carrasco como articulación de todos los anteriores, en planes científicos para la regeneración higiénica y en los de espacialización de intervenciones para el bienestar social. Hemos mencionado los de saneamiento, de trafico y de reestructuración ferroviaria.

Cada uno suponía una imagen de ciudad y un diagnóstico de sus males, distintos objetivos, alcances y marcos justificatorios, instrumentos diversos que le daban consistencia técnica. Diferentes eran los

24 Ver Rigotti A. M. Municipio y vivienda, Tesis de FLACSO 1996. 18

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expertos y diversas las disciplinas desde las cuales se enunciaban. Su convergencia, sumatoria y pretendida absorción en los planes reguladores no se produjeron sin reducciones, gestos vacíos y cambios de sentido. Una salto cualitativo que es necesario seguir indagando y que dejó atrás un universo más complejo, conflictivo, pleno de matices, que la mera referencia a la preeminencia de la belleza y el arte en proyectos de avenidas y diagonales asociados a imágenes europeas, ha tratado de hacernos pensar.

Rosario, agosto 1999

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