Revista Trimestral Marzo 2012

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Año 12. N. 35. Marzo de 2012 ESPEJO POLÍTICO Órgano de difusión interno de Centro Político Mexicano A.P.N. 1

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Año 12. N. 35. Marzo de 2012

ESPEJO POLÍTICO Órgano de difusión interno de Centro Político Mexicano A.P.N.

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A principios de los años ochenta del siglo pasado, México padeció una de sus más graves crisis económica de su historia postdesarrollista. El complejo entramado internacional era adverso para el país, y éste enfrentaba la ominosa gravedad de su deuda externa. Las tasas de interés mundiales se elevaron, bajó el precio de las materias primas como el petróleo —principal producto de exportación— y los bancos comerciales dejaron de conceder préstamos.

E s t a s c i r c u n s t a n c i a s in ternac ionales desfavorab les agravaron las consecuencias de los d e s e q u i l i b r i o s i n t e r n o s q u e contribuyeron al aceleramiento de la inflación, a la fuga de capitales y al caos en los mercados financieros y de divisas.

No había duda que se estaban mostrando las evidencias de que la crisis de insolvencia que había estal lado en 1982 no era un prob lema coyuntura l , s ino e l traumático final de un modelo de desarrollo económico sustentado en la protección y el activismo del Estado. La crisis del modelo de sustitución de importaciones, o también denominado de crecimiento hacia adentro, ya expresaba sus

límites estructurales desde los años setenta, con débiles integraciones industriales, sobreendeudamiento externo, inflación galopante que rebasaba los linderos de control, una precaria productividad de la planta productiva, déficit en balanza de p a g o s , d e c r e c i m i e n t o d e l a producción en el campo, ineficiencia económica en general, entre otros indicadores

Solo por abundar un poco más, diremos que la economía se había configurado, en las últimas décadas, en un contexto macroeconómico de sobreprotección con el exterior y c u y o s d i v i d e n d o s d a b a n y alcanzaban para dar cumplimiento con los recursos destinados a, lo que el gobierno mexicano siempre llamó, la justicia social, es decir, una política distr ibut iva, cuya dotación de recursos indefectiblemente vinieron del gasto público, mismo que se financió con la deuda pública gubernamental, y no de recursos provenientes de una economía desarrollada y productiva. Fue una economía que vivió del crédito y llegó a su límite empezando la década de los ochenta, rompiéndose por el eslabón más débil, que fue el agotamiento de recursos para pagar la deuda con el exterior, y su ejercicio, en una economía frágil y desequi l ibrada, s in desarrol lo industrial competitivo y dependiente tecnológicamente.

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A n t e t a l e s p r o b l e m a s d e precariedad del sistema económico y la crisis de pagos, el gobierno mexicano modificó las coordenadas de las políticas estratégicas, a fin de enfrentar las fuertes adversidades en las que se encontró el país, y las vías para reorientarlo con otros mecanismos y otras decisiones y p rocesos de acc ión de l as autoridades para hacer frente a la crisis. El nuevo modelo conocido como el proyecto modernizador, estuvo fincado en la apertura económica, privatización y reestructuración e m p r e s a r i a l , c o m p e t e n c i a internacional y una disminución drástica del sector público. Un modelo económico para empatar y coordinar la entrada de la economía nacional a la dinámica mundial del capital ismo en su dimensión globalizadora. Uno de los rasgos de esta perspectiva se sostiene en el pensamiento de que el Estado d i s m i n u y a s u i n t e r v e n c i ó n m e d i a d o r a a f a v o r d e u n entendimiento directo entre los diversos agentes económicos, dado que considera que existen fuerzas económicas con potencial suficiente para sustituir al sector de la empresa pública como motor del desarrollo económico: la inversión

privada nacional y extranjera. De ahí la urgencia de establecer n u e v a s b a s e s y n u e v o s instrumentos de intervención económica estatal. Entre éstos se cuenta la reducción del tamaño del Estado mediante la venta de los activos de las paraestatales, la redefinición de su papel en un sentido regulatorio, la canalización de recursos hacia regiones y sectores de bajos ingresos. En esta concepción, el Estado debe asumir u n i m p o r t a n t e p a p e l c o m o proveedor de reglas claras del juego económ ico que i nc l uyen l a construcción de incentivos a través de la simplificación normativa y la especificación de los derechos de propiedadª. En esta lógica, las decisiones relevantes debían apuntar a generar certidumbre al libre mercado y a la apertura económica. ªValdés, Francisco, “Concepto y estrategia de la reforma del Estado”, en: Revista Mexicana de Sociología, vol. 55, n. 2, 1993, p. 325.

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La reestructuración productiva estuvo enfocada a buscar, entre otros objetivos, una nueva forma de insertarse en la dinámica mundial. Para ello debía pasarse de una política económica que permitió la industrialización por la vía de la sustitución de importaciones a otra que estuviese fundada en las exportaciones manufacturadasª. Tanto las políticas de estabilización (reducción del déficit público, la búsqueda de equilibrio de la cuenta corriente de la balanza de pagos y combate a la escalada de precios), como las estructurales, llamadas de primera generación (apertura del mercado interno, desregulación y privatización), implicaba un viraje del papel del Estado en el conjunto del sistema económico, se pasaba de un Estado impulsor del crecimiento a otro que contribuyera a los equilibrios macroeconómicos y control de los flujos inflacionarios. Ello no implicaba que el Estado no interviniera en la economía, sino que lo hiciera pero con mayor calidad, que se abocara más en el control de los flujos monetarios y cada vez menos como productor de bienes y servicios. ªAboites A., Jaime y Guzmán Chávez, Alenka, “Desempleo del sector manufacturero”, en El Cotidiano, n. 58, octubre-noviembre 1993, p. 103.

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El giro neoliberal del Estado mex icano , desde los años ochenta, del siglo anterior, era parte de los novedosos vientos de la época, llevaba consigo la derrota sindical , ya que el d e b i l i t a m i e n t o d e s u s organizaciones representó un elemento clave en dicho proceso. Al privilegiarse estrategias de competitividad sustentadas en una alta productividad, junto a una severa precarización laboral y d i s m i n u i d o s s a l a r i o s , e l desmantelamiento y erosión del poder sindical constituyó un objetivo prioritario, en la medida

en que un interlocutor sindical fuerte, legítimo y con capacidad propositiva, suponía un poderoso impedimento para el desarrollo de e s t e t i p o d e e s t r a t e g i a s empresariales unilaterales y verticalesª, empujadas desde la v i s i ó n d e l a s a u t o r i d a d e s estatales. ªBayón, María Cristina, El sindicalismo automotriz mexicano frente a un nuevo escenario: una perspectiva desde los liderazgos, México, Juan Pablo/FLACSO, 1997, p.14

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De ah í que l os impe ra t i vos empresariales de competitividad en aquellos sectores productivos de mayor articulación en el mercado internacional, han privilegiado la b ú s q u e d a d e u n a c r e c i e n t e productividad junto a bajos salarios y sueldos, y precariedad en las formas de acceso y salida del empleo, acotando, si no es que cerrando, los límites de la acción colectiva y la factibilidad de acercar los consensos entre los trabajadores, así como obstruyendo la posibilidad de un reparto equilibrado de las ventajas y costos emergentes de los procesos de reestructuración productiva e integración regional. Ahora bien, como el Estado ya no ejerce la tutela de los asalariados, una distribución más equitativa de los resultados de la producción requiere —no hay otra opción— de un relativo equilibrio en la capacidad de negociación de los actores sociales, lo que plantea, de entrada, la necesidad de un replanteamiento en la redefinición de las relaciones, así como de cambio en las decisiones en torno a la defensa de sus respectivos y prioritarios interesesª. El modelo instrumentado imponía fuertes y drásticos ajustes en el sistema económico, colocando a la política modernizadora frente a la constitución corporativa del trabajo, en los siguientes puntos de conflicto.

a)  La reestructuración de las empresas y servic ios que prestaba el Estado implicaba a f e c t a c i ó n a l c ú m u l o d e intereses y poderes acumulados de las burocracias sindicales.

b)  La modernización demandaba nuevas formas de organización del trabajo, algunas de ellas desconocidas y otras opuestas a las típicamente practicadas por e l t r a d i c i o n a l e s t i l o d e o rgan izac ión de l s i s tema corporativista mexicano.

c)  La d i f e renc iac ión en l as r e l a c i o n e s l a b o r a l e s e n contraposición a la tendencia homogeneizadora que siempre han establecido o buscado las burocracias obreras.

d)  La revisión y refuncionalización d e l p a p e l j u g a d o p o r l a contratación colectiva.

e)  La descentralización del poder sindical como condición para elevar la productividad, la calidad, la competitividad y la p ron ta reso luc ión de l os problemas que se originan en los cen t ros de t raba jo y l as empresas.

ªBayón, María Cristina, El sindicalismo automotriz mexicano frente a un nuevo escenario: una perspectiva desde los liderazgos, México, Juan Pablo/FLACSO, 1997, p.14

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En fin, emprender la modernización mexicana aparentemente requería de otro tipo de organización del trabajo y de los trabajadores, puesto q u e l a e x i s t e n t e p a r e c í a incompatible con el proyecto. Sin embargo, la vieja estructura fue u t i l i z a d a p a r a i m p o n e r l a s restricciones económicas que d e r i v a b a n d e l n u e v o p l a n modernizador y fue utilizado como vehículo para la puesta en marcha del mismo. Además la propia actitud colaboracionista que siempre han asumido las burocracias sindicales para cualquier proyecto o iniciativa provenientes del gobierno, porque el mismo diseño y configuración de las corporaciones sindicales se prestan para tal propósito, pues por la experiencia histórica conocida, en la práctica, el sistema de relaciones laborales, han hecho posible adaptarse a los distintos ambientes soc ia les y económicos, que corrieron buena parte del siglo XX, como la industrialización orientada en la sustitución de importaciones, la crisis de la década de los años ochenta y el nuevo modelo de d e s a r r o l l o b a s a d o e n l a s exportaciones, cobijado en lo que s e h a d a d o e n l l a m a r e l neoliberalismo.

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Con relación a este último tramo histórico —la época neoliberal— enfrentó oposición y resistencia por parte de las burocracias sindicales, pues para éstas significó disminución de espacios de negociac ión, merma de recursos y fuerza política que atentaban a sus intereses, y desplazamiento de los centros de decisión, aunque se les siguió privilegiando como el único canal para la implantación de los p rog ramas y pac tos como

i ns t r umen tos de l p royec to estratégico de las distintas élites políticas. En otras palabras, no obstante las l imitaciones e imposiciones a las que se vio sujeto el corporativismo, éste siguió siendo funcional y efectivo al proyecto económico transexenal de los últimos treinta años, sin que hasta ahora se le encuentre algún sustituto.

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Ahora bien, como lo señala el investigador Javier Aguilar, La nueva actuación de los representantes del Estado responde a la idea de modernizar las estructuras económicas, políticas y sindicales, e imponer un nuevo modelo de desarrollo, sin considerar el peso o la figura de las corporaciones sindicales y sus líderes. El Es tado y l os pa t rones impu l san l a modernización, que implica procesos como el cambio tecnológico, la liberación de las fronteras comerciales, la mayor inversión extranjera, la exportación de productos manufacturados. En consonancia con estos procesos los representantes patronales y estatales pretenden un nuevo modelo de las relaciones laborales, donde una política tradicional como la cetemista ya no tiene cabida; de este modo, el corporativismo ha sido cuestionado duramente en su política laboral.ª Efectivamente el corporativismo no goza de buena imagen ni de estima pública, pero las burocracias, que saben muy b ien de la mala reputación, entendieron que corren nuevos tiempos, que había que atrincherarse, y no tanto por la rebelión de las masas desde sus bases, sino por los golpes certeros que los neoliberales les podían

asestar incluso dentro del propio PRI , sobre todo de a lgunas facciones o grupos, y desde el Estado, cuyas riendas ya están pasando a manos de otros partidos en estados y municipios. En el fondo, lo que ha venido ocurriendo es una pérdida de funciones en cuanto a la c a p a c i d a d d e n e g o c i a c i ó n contractual y de las polít icas laborales a nivel nacional, por ello, lo que hicieron fue adoptar el programa neoliberal y prestarse a aplicar la d e s r e g u l a c i ó n a c a m b i o d e permanecer al mando de sus sindicatosº.  ªAguilar, Javier, “El Estado mexicano y las agrupaciones sindicales en el siglo XX”, en: Quivera, nueva época, año 7, n. 2005-2, UAEM/Facultad de Planeación Urbana y Regional, 2006, pp. 274-275. ºRendón Corona, Armando, Sindica l ismo corporativo. La crisis terminal, México, H. Cámara de Diputados, LIX Legislatura/UAM-Iztapalapa/Porrúa, 2005, pp. 67-68.

 

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A pesar de estas líneas generales de actuación y decisión del corporativismo, y ante el nuevo estado de cosas, el punto es que en la situación en la que quedó colocado el sistema organizativo del sindicalismo puede ser leída como una zona de inmovilidad ante una s o c i e d a d e n a c e l e r a d a metamorfosis y su incapacidad para acuñar y postular un proyecto alternativo al de la élite estatal, por su precaria representatividad y credibilidad hacia sus propios cuerpos organizativos, por su misma configuración desalentada — y h a d e s a l e n t a d o — t o d a posibilidad de instaurar una vía opcional a la que se dio, o su rezago respecto a otras áreas del

sistema político, como han sido las varias reformas electorales y la creciente conformación de un sistema de partidos. Sin embargo, la nueva situación y sus consecuencias a costa de las p o l í t i c a s d e d e s a r r o l l o macroeconómico, los sindicatos y los trabajadores fueron circunscritos a un contexto de imperativos de mayor exigencia, eficacia técnica y productividad económica que implicaron nuevos desafíos y retos tecnológicos y organizativos que hicieron evidentes todos sus problemas, inercias e incapacidad para hacer una propuesta distinta y alterna a las políticas estatales y empresariales llevadas a cabo.

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Lo que se ha observado, y que es constatable, ha sido la estrategia de a j u s t a r l o s a l a s n u e v a s características del contexto y requerimientos de encadenar la economía a la apertura externa, pero los grupos corporativos, las redes, los hábitos y los intereses no han desaparecido del todo; a pesar del acuse en contra del bienestar del trabajador, se han ajustado y mostrado su utilidad en la puesta en m a r c h a d e l a d i n á m i c a modernizadora. Las relaciones, en el encuadre corporativo, se expresaban —y se siguen expresando en varios sentidos— de manera privilegiada en ciertos espacios institucionales muy puntuales: a) La Secretaría del Trabajo y Previsión Social, en el cual se define la política laboral (en e s t a l ó g i c a , s e i n t e r p r e t a administrativamente la legislación), s e r e s u e l v e n l a s p u g n a s intersindicales, el registro del sindicato y la toma de nota y se realiza el control de los sindicatos en términos de política laboral; b) las Juntas de Concil iación y Arbitraje, federales y estatales, en las cuales se dirimen los conflictos obrero-patronales y los gobiernos establecen los equilibrios deseados; c) los organismos tripartitas de salud, habitación, salarios mínimos, en los cuales se definen las políticas asistenciales del Estado para los t rabajadores; d) la

Secretaría de Gobernación, en donde se establece el control político de las organizaciones sindicales; e) dicha secretaría y el PRI, donde se llevan a cabo las políticas de participación en los procesos electorales (en estos últimos años ha sido con el PAN) y, finalmente, f) las secretarías del ramo económico, en las que se toman las decisiones referentes a la política económica. La Presidencia de la República sólo interviene cuando sus instancias anteriores fallan y su arbitraje se vuelve indispensable, pero por medio de sus discursos e intervenciones refuerza o debilita la identidad de algunas organizaciones sindicales y de algunos líderesª. En la actualidad, ese corporativismo está atravesando por un periodo de agotamiento que se expresa por su incapacidad para mantener su antigua posición de fuerza en los procesos de negociación con el Estado. De ahí que deriven varios factores en este momento de desgaste. ªDurand, Víctor, “El papel de los sindicatos en la transición”, en: Revista Mexicana de Sociología, año LVI, núm. 1, 1994, p. 32

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En primer lugar, la crisis económica y la política económica implementada desde los ochenta, del siglo pasado, la é l i te po l í t ica ha dado un tratamiento a la crisis que ha replanteado el pacto tradicional con las organizaciones obreras. En segundo lugar, la pérdida de credibilidad pasa por un creciente desprest ig io que aminora su capacidad de negociación y que cuestiona cada vez más su función de producir consenso para las élites políticas gobernantes. En tercer lugar, el surgimiento de nuevos actores sociales, mismos que son producto de los procesos de modernización a los que ha arribado México en los años recientes, la aparición y/o consolidación de organizaciones y movimientos sociales e independientes que tienen una versión anticorporativa o pos-corporativa de la vida social y de la vida colectiva y organizacional. Esta situación hace que, hoy en día, las organizaciones laborales hayan quedado a la zaga, marginadas de muchos proyectos, decisiones y políticas estatales que se han instrumentado en los últimos años —a pesar de que, sin ellas, era difícil pensar que se hubieran dado—, y que han tomado rumbos y senderos

distintos, tiempos atrás impensables, que inclusive atentaron contra su propia existencia, como son los p rocesos de res t ruc tu rac ión económica, la reforma del Estado, la t r a n s i c i ó n p o l í t i c a y o t r a s operaciones relevantes de la vida pública. La posición pragmática asumida en las acciones de las corporaciones burocráticas frente a los cambios, no ha sido de obstáculo, en ocasiones, ni de resistencia férrea, incluso han flexibilizado su postura ante los distintos eventos, […] primero la reforma del Estado y, ahora, la profunda crisis económica colocaron en el ocaso al sindicalismo mexicano. El margen de maniobra no sólo de las 34 organizaciones reunidas en el Congreso del Trabajo sino de los sindicatos independientes es, en la actualidad, prácticamente inexistente. […] Ahora, simplemente son aliados informales del gobierno federal que requiere de las organizaciones laborales […] para garantizar la viabilidad de su proyecto de nación.ª ªAcevedo, Luis, “Los sindicatos desamparan”, en: El Financiero, mayo 1994, p. 36.

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No obstante, y sumados todos los problemas que enfrentan, las corporaciones no están tocando su f in, a pesar de que se esté verificando, sin duda, un menoscabo de la centralidad de este tipo de mediaciones, y es claro que en la geometría macroeconómica no ocupa e l lugar —por demás excepcional— que tuvo en las décadas anteriores. Empero, los a c o n t e c i m i e n t o s n o s o n homogéneos, y allí donde ha tenido sus expresiones más “fuertes”, el corporativismo no cede con facilidad. Por otra parte, las tendencias evocadas no tienen necesariamente consecuenc ias t e rm ina les o terminativas, por lo que es lícito pensar que —como ha ocurrido antes, en otros tramos y curvas de la historia— asistimos, más que al entierro, a una transformación de las relaciones corporativas.

Es evidente que el modelo viene acompañado de una serie de prácticas que modifican la forma de las relaciones entre los diversos agentes involucrados, tendiendo a s i m p l i f i c a r l a s e s t r u c t u r a s administrativas. En el nivel de la línea de producción se desarrollan nuevas formas de organización del trabajo que impactan al conjunto de las relaciones laborales, al requerir otro tipo de negociación entre los agentes, otro tipo de contratación colectiva y una forma distinta de relación salarialª ªPozas, Ma. de los Ángeles, Modernización de la industria y relaciones de trabajo, México, Fundación Friedrich Ebert Stiftung, 1994, pp. 101-104.

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Durante todo el proceso de cambios, la correlación de fuerzas han cambiado sustancialmente, limitando espacios de intervención sindical que anteriormente rindieron frutos para los sindicatos. La capacidad y la inter locución sindicales de orientar la política e c o n ó m i c a h a n d i s m i n u i d o drásticamente, lo mismo que en la política social y no se deja en la política electoral. A pesar de todas estas limitaciones a las que se ha visto sujeto el c o r p o r a t i v i s m o , é s t e s i g u i ó cumpliendo algunas funciones económico– administrativas muy importantes como legitimar los pactos y los acuerdos económicos, avalar y apoyar a los funcionarios y dirigentes políticos, controlar las demandas de aumentos salariales, ser un contrapeso ante otras o rgan izac iones s ind i ca les opositoras a la política laboral de la tecnocracia, así como convertirse en un punto de equilibrio en las n e g o c i a c i o n e s c o n l o s empresariosª. Sin embargo, en el ámbito político, el corporativismo dejó de cumplir cabalmente su función político–

electoral, pues en este terreno fue donde se han presentado las mayores dificultades para los lideres sindicales, ante la apertura a una mayor participación política de diversos sectores sociales, las fracturas en la burocracia política, a s í c o m o l a s c o n d i c i o n e s económicas precarias y el deterioro del nivel de vida en general, influyen en los trabajadores para q u e é s t o s e s c i n d i e r a n s u s preferencias polít icas de sus derechos labora les, votando contrariamente a como lo indican los controles corporativosº. ªVargas Guzmán, Reyna, El corporativismo sindical mexicano en la transición, hacia la democratización del régimen político 1988-2000. Tesis de Maestría en Estudios políticos y sociales, México, UNAM/Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, 2003, p. 47. ºVargas Guzmán, Reyna, El corporativismo sindical mexicano…, op. cit., p. 47.

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Otra l ínea de efectos de la modernización económica para los trabajadores son la deslocalización del trabajo, la precariedad, la subcontratación, la recomposición sindical forzada y con frecuencia rezagada ante estos fenómenos, y la negociación colectiva empresa por empresa y no sector por sector, pero todo amarrada a una tasa fija de incremento estipulada por la autoridad central, como política indicada general para establecer losª límites de la regulación salarial, y los porcentajes en la que se mueven los tabu ladores de incrementos a salarios y sueldos, variable, además, estratégica para el gobierno para controlar otras variables de la política económica fundamenta l de los ú l t imos gobiernos de todos los colores.

Pero, además, otras cuestiones como el costo de la mano de obra, los n ive les de protecc ión y seguridad social y el bienestar de l o s t r a b a j a d o r e s h a n s i d o modificados, cada vez dependen menos de la negociación entre el Estado y sindicatos, ahora tratan de e s t a b l e c e r s e p o r c r i t e r i o s empresariales de productividad y competitividad de la estructura económica y de cada unidad empresar ia l y de serv ic ios , agregando, a ello, del desaliento por la sindicalizaciónª. ªAyerve, Oscar, “La modernización del Estado y sus efectos sociales” en: Mundo Laboral, sindicalismo y educación en los umbrales del nuevo s ig lo . A jus tes desa jus tes de la globalización. Memoria, Tomo I, México, SNTE, 1994, p. 128.

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En esta perspectiva, la tasa de sindicalización ha mostrado una tendencia a la declinación en forma significativa a partir de los inicios de los años ochenta del siglo pasado. Con base en la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares, referida en 2003, se estimó que la densidad sindical, considerando a los trabajadores asalariados mayores de 16 años, pasó de un 30 % en 1984 a un 20%, con una caída muy pronunciada entre 1984 y 1994, y una relativa estabilización posteriorª. Adicionalmente se enfrentan a una m a s i v a d e s i n d i c a l i z a c i ó n , principalmente en sectores modernos de la economía, donde la fuerza de trabajo joven y ajena a las tradiciones y organizaciones colectivas, que sólo tienen en su memoria los aspectos más negativos del corporativismo sindical puestos de manifiesto en los años recientes, porque lo consideran culpable del deterioro en sus niveles de vida y de la reducción de sus expectativas de promoción social. Varios estudiosos y actores de textos han escrito y opinado que el desarrollo económico dio lugar a que surgiera un sector cada vez más nutrido de la población que nunca ha e s t a d o i n t e g r a d o a l m o d e l o corporativo. Esta población se ubica básicamente en los medios urbanos; s e b a s t a d e p r o f e s i o n i s t a s , empleados que laboran en el

comercio y los servicios, de mujeres que se han incorporado al empleo, ubicadas en sectores económicos donde la tasa de sindicación es baja (el comercio, los servicios y las maquiladoras) y, por último, los millones de jóvenes que no tienen empleo o que están subempleados. O aquellos grupos crecientes que se dedican, y que cada día aumenta más el número, a la l lamada e c o n o m í a i n f o r m a l r e s u l t a n incompatibles con los esquemas tradicionales de la organización de la fuerza laboral. Y no se diga de los jóvenes que se agrupan en las filas del crimen organizado o de otro tipo de actividades ilícitas. ªBensusán, Graciela, “Relación Estado-sindicatos: oportunidades para la renovación durante el primer gobierno de alternancia”, en: González Guerra y Gutiérrez Castro (coords.), El sindicalismo en México. Historia, crisis y perspectivas, México, Fundación Konrad Adenauer/Centro Nacional de Promoción Social, A. C. /Plaza y Valdés, 2006, p. 266.

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En fin, aunque la estructura formal de los sindicatos cambió muy poco a través del tiempo, la reestructuración e c o n ó m i c a q u e p l a n t e ó l a modernización neoliberal tuvo un enorme efecto sobre el poder de és tos ; han perd ido recursos económicos, afiliados, poder político e influencia social, abandonando el centro del escenario del movimiento social, el cual fue ocupado por otros y nuevos actores sociales, políticos, c u l t u r a l e s , c i u d a d a n o s , organizaciones no gubernamentales e institucionales. Ahora bien, sobre la dinámica laboral en estas circunstancias en la que quedó colocada, requiere considerar, en principio, el efecto en tres factores macrosociales; en primer lugar, los cambios en el perfil sociodemográfico, una de cuyas consecuencias se refleja en la

composición del mercado de trabajo; en segundo lugar, la persistencia de desajustes macroecómicos en el nivel nacional, para el conjunto de la oferta y calidad del empleo; y en tercer lugar, la profundización, en todos los años de los noventa, de un modelo de desarrollo neoliberal, que asume una creciente importancia de los mercados internacionales, la vigencia de nuevos criterios para la localización de las actividades económicas y el impulso empresarial a favor de condiciones laborales c a d a v e z m á s p r e c a r i a s y unilaterales. De los tres factores señalados destaca el modelo de desarrollo por su mayor incidencia en e l compor tamiento de la sindicalización y en el patrón de la regulación laboral.

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En sentido estricto, se trata de una relación estrecha entre el modelo e c o n ó m i c o i n s t a u r a d o , l a disminución absoluta y relativa de la población sindical izada, y el deterioro de las organizaciones de los trabajadores para regular de manera bilateral las condiciones de trabajo. Los investigadores Javier Aguilar y Roberto Zepeda plantean el asunto de esta manera: […] Los cambios en la composición de los mercados laborales también impactaron en la organización sindical. La incorporación de las mujeres y los jóvenes a la fuerza laboral se expandió en la segunda mitad del siglo pasado y el número de empleos en servicios se disparó, mientras que al mismo tiempo se dio una expansión más lenta de los hombres a la fuerza laboral y los empleos en la industria declinaron en su participación porcentual en el contingente laboral. La terciarización de la economía ha desalentado la organización sindical ya que el bastión del sindicalismo se ha localizado en el sector industrial. […]ª ªAguilar, Javier y Zepeda, Roberto, Globalización, política neoliberal y tasa sindical en Estados Unidos, Canadá, México, Reino Unido, Francia y España: 1980-2008, México, UACM/Plaza y Valdés, 2011, p. 17.

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Otro aspecto a considerar, y que es pertinente mencionar, es lo que se puede llamar “una crisis del trabajo”, la cual no tiene nada que ver con la d i s m i n u c i ó n d e p l a z a s u ocupaciones por el uso de más y mejor tecnología, sino de algo referido a la supervivencia de la clase obrera por la venta de su fuerza de trabajo. Hay una fuerte tendencia de que la mayoría de los trabajadores en México no pueden sobrevivir con el ingreso de un sólo integrante de la familia. Una buena parte de los trabajadores son pobres, por su precaria percepción salarial, y esto no tiene relación

directa con su productividad ni tampoco con la existencia del sector no estructurado de la economía. Esta situación de crisis ha estado paliándose por la diversificación de las fuentes de ingreso familiar, especialmente por la participación de otros de los miembros de la unidad doméstica en el llamado “ s e c t o r i n f o r m a l ” , s ó l o p o r mencionar una de las alternativas elegidas.

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Pero además, podemos agregar que ese mismo modelo neoliberal tampoco art iculó el aparato económico como un todo, más o menos integrado con todos los componentes, áreas, sectores y agentes, puesto que se hicieron notorias las diferencias entre empresas expor tadas y no exportadas, así como las empresas de capital nacional y los de capital extranjeroª. Adicionalmente, el porcentaje de empresas manufactureras grandes en la década de los noventa disminuyeron ya que pasaron de 1.5% del total en 1988 a 0.9 en 1998, las medianas también disminuyeron, así como las

pequeñas, no así las micro, que f u e r o n l a s ú n i c a s q u e incrementaron su presencia en el total, sobre todo aquellas de menos de cinco trabajadores, convirtiéndose en una estrategia de sobrevivencia ante la falta de creación de fuentes de trabajo y con buena paga. ªDe la Garza, Enrique, “La crisis de los modelos sindicales en México y sus opciones” en: De la Garza, Enrique y Salas, Carlos (coords.), La situación del trabajo en México, México, Plaza y Valdés, 2003, p. 266.

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En   fin,   se   ha   marcado   una   fuerte  tendencia  a   la  disminución  drás>ca  de   la  tasa  de  sindicalización,  el  decremento  del  número   de   sindicatos   y   del   número   de  afil iados,   afectando   a   todos   los  asalariados   y   a   todas   las   corrientes  sindicales.   En   el   fondo   de   todo   ello,   lo  reiteramos,   están   las   transformaciones  en   la  vida  económica  y  polí>ca,  entre   las  que   son   de   destacar   e l   ámbito  tecnológico   y   de   la   organización   del  proceso   de   trabajo,   y   la   transición  polí>ca,   que   determinan   una   redacción  del  >empo  de  trabajo  y,  por  lo  tanto,  una  merma  del  empleo.  Es   la  disminución  de  la   demanda   de   “trabajo   vivo”   lo   que   ha  permi>do   a   los   empresarios   reorganizar  la   disposición   y   uso   de   la   fuerza   de  trabajo,  haciendo  difusa  la  frontera  entre  t r a b a j o   f o r m a l   e   i n f o r m a l .  Manifestaciones   de   ello   son   el   trabajo  precario,   el   subempleo   y   el   desempleo  duradero,   mecanismos   que   reducen   el  estrato   y   el   estatus   de   los   trabajadores  sindicalizables   y   empleables   de   manera  formal  y  con>nuaº.  En  síntesis,  la  fragmentación  del  mercado  de   trabajo   y   a   la   heterogeneidad   de  intereses,   surgida   de   esa   diversidad   de  situaciones   laborales   junto  a   la   incidente  desocupación,   plantea   una   serie   de  desaNos   y   retos   que   no   son   abordables  dentro   del   marco   corpora>vo   de   la  representación  sindical  tradicional.    ºRendón Corona, Armando, Sindicalismo corporativo. La crisis terminal, México, H. Cámara de Diputados, LIX Legislatura/UAM-IZTAPALAPA/ Porrúa, 2005, p. 63.

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Los cambios generados tanto en la estructura social como en los mercados de trabajo, requieren de nuevas formas de organización y representación, que implica, de una apertura de los sindicatos hacia la sociedad, la constitución de nuevas relaciones y solidaridad con diversos sectores, que trasciendan el u n i v e r s o e x c l u s i v o d e s u s agremiados. En este sentido, destaca la importancia de un formato sindical de tipo societal, sobre todo en contextos en los que prevalece una actitud empresarial hostil a las organizaciones sindicales y el Estado adquiere una política fuertemente inclinada a favor de los patrones, en el cual una mayor conexión y articularidad con los

distintos sectores sociales permitiría incrementar, no sólo los recursos de poder en el nivel organizacional, sino también de incidir en la fortaleza de estos movimientosª. ªBayón, María Cristina, El sindicalismo automotriz mexicano frente a un nuevo escenario: una perspectiva desde los liderazgos, p. 177.

Profesor Juan Bravo

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COMITÉ EJECUTIVO NACIONAL DE CENTRO POLÍTICO MEXICANO 2011- 2014

     

Presidente  Profesor.  José  Alberto  Mejía  Mendoza  

   

Vicepresidente  Lic.  Virgilio  Onofre  Or>z  

   

Consejero  General  Lic.  Isabel  Mendoza  García  

     

Coordinador  General  C.  Pedro  Jesús  Sánchez  Román  

     

Secretario  General  C.  Víctor  Federico  Pons  Iniestra