Revista Soberanía alimentaria, biodiversidad y culturas 2

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  • 8/8/2019 Revista Soberana alimentaria, biodiversidad y culturas 2

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    SoberanaAlimentaria

    BiodiversidadyCulturas

    JULIO 2010/NM.2

    MUJERCAMPESINA

    EUROPAYLAAGRICULTURA

    ELOLIGOPOLIOLCTEO

  • 8/8/2019 Revista Soberana alimentaria, biodiversidad y culturas 2

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    ORGANIZACIONESCOEDITORASLa Va CampesinaPlataforma RuralFundacin Agricultura Viva-COAGGRAIN

    ORGANIZACIONESCOLABORADORASACSUR-Las SegoviasAmigos de la TierraEcologistas en AccinEntrepueblosIngeniera Sin Fronteras ValenciaMundubatVeterinarios Sin FronterasXarxa de Consum SolidariFundacin Biodiversidad

    COMIT EDITORIAL-Paul Nicholson.-Jernimo Aguado Martnez.-Eduardo Navarro.-Henk Hobbelink.-Helen Groome.-Beln Verdugo Martn.-Marta G. Rivera Ferre.-Ismael Sanz Remn.-Fernando Fernndez Such.

    -Carlos Vicente.

    COORDINACIN YEDICINGustavo [email protected]: +34 616 114 005

    ARTEYMAQUETACINwww.mareavacia.com

    DIRECCINPOSTAL:GRAINc/ Girona 25, principal08010 Barcelona

    WWW.SOBERANIAALIMENTARIA.INFO

    Depsito Legal B-13957-2010ISSN 2013-7567

    EDITORIALMujer y campesina.

    AMASANDO LA REALIDADEl lugar que nos corresponde. La mujer campesina

    en el Estado espaol.Las desigualdades de gnero en el tr abajo dentro

    de las fincas agrarias f amiliares.Definiendo derechos, para definir qu igualdad de

    gnero y en qu condiciones.EN PIE DE ESPIGA

    Qu poltica agraria comn necesitamos?La leche es ma. Da tos y reflexiones sobre el

    oligopolio lcteo.PALABRA DE CAMPO

    Versos para el campo.Resea del libro Las mujeres alimentan al mundo.

    ATAQUES Y RESISTENCIASMujeres entre dos foros. Seminario Campesinas por

    nuestros derechos.La algarroba, el chocolate de Eivissa.Palestina: una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra?

    Amplificar la defensa del territorio: UniversitatdEstiu de lHorta.

    Preservar la biodiversidad, cuidar nuestros tomates.VII Foro por un mundo rural vivo.

    DE UN VISTAZO Y MUCHAS ARISTASLa presidencia espaola europea y la agricultura.

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    Soberana AlimentariaBiodiversidad y Culturas

    JULIO2010/NM.2

    Soberana Alimentaria, Biodiversidad yCulturas es una publicacin trimestral parael Estado espaol de informacin, debate yreflexin sobre temticas rurales bajo unaptica poltica de Soberana Alimentaria. Unnstrumento de pensamiento crtico hecho

    por las manos y para las manos de las gentesque integran los movimientos campesinos quedefienden un mundo rural vivo.

    La obra que ilustra la portada vuelve a ser una pintura del artista Rafael Zabaleta. Un retrato de Las espigadoras del campondaluz que siempre tuvo presente en su obra, gran parte de la cual, puede contemplarse en el Museo Zabaleta, en su localidad deacimiento, Quesada (Jan), a quienes agradecemos su colaboracin, igual que a s u familia. Las espigadoras es un apunte de leo/enzo fechado hacia 1949.

    Las fotografas que forman parte de esta revista pertenecen a tres exposiciones diferentes elaboradas por organizacionesmigas, que demuestran el inters creciente por dar a c onocer la realidad de la mujer en el mundo rural.

    Algunas de las fotografas corresponden al proyecto Mujeres Campesinas del Sur, promovido por Entrepueblos y el Grupo deSoberana Alimentaria y Gnero, realizado en el 2009 en favor de las luchas de las mujeres campesinas por la soberana alimentaria

    n Andaluca. El Grupo de Soberana Alimentaria y Gnero promueve iniciativas de formacin, sensibilizacin e investigacin enorno al derecho de los pueblos a construir modos equitat ivos y sos tenibles de produccin, distribucin y consumo de alimentos,tendiendo al protagonismo de las mujeres del Sur y del Norte en e stas luchas. Abierto a la participacin de personas y entidades

    nteresadas, est consti tuido por Ecologistas en Accin, CIC-Bat, Veterinarios sin Fronteras, La Or tiga, Red Andaluza deSemillas, Universidad Rural Paulo Freire Sierra de Cdiz y la Universidad Rural Paulo Freire Sierra de Huelva. La autora de estasotografas que ilustran el trabajo femenino en el campo andaluz es Carmen Caballero Prado, fotgrafa mexicana que haealizado exposiciones y reportajes de fotografa social en Espaa y Mxico, especialmente relacionadas con las mujeres y suapel en el desarrollo comunitario y la soberana alimentaria.

    Por otro lado contamos con fotografas de la exposicin Mujeres Campesinas, derechos y realidades elaborada por larganizacin Mundubat. Las diferentes fot ografas estn situadas en comunidades de Colombia, Bolivia, Chiapas y Guatemala,intentan aproximar esas realidades campesinas para alcanzar el reconocimiento de aquellas y aquellos que luchan por loserechos campesinos y en especial por los derechos de las mujeres campesinas. La autora es del fotgrafo Enrique Pimoulier

    Laspeas , en tres ocasiones Premio Internacional de Fotografa Humanitaria Luis Valtuea

    Y por ltimo contamos con la colaboracin del sindicato EHNE-Nafarroa que nos cede algunas fotografas que present a finalesel mes de abril en el planetario de Pamplona en su exposicin Miradas de mujeres rurales que rene las fotografas de 22 mujeres

    n su labor de cada da procedentes de diferentes pueblos de Navarra. Las imgenes pertenecen a la f otgrafa de Bera, RaquelRico Lpez.

    La fotografa de la contratapa trasera es una gentileza de David Fit, tomada durante una estancia en Bolivia.

    Les invitamos a que se comuniquen con el equipo redactor ([email protected]) y nos envenus experiencias, sugerencias y comentarios as como aportaciones grficas para prximos nmeros. Los artculos

    firmados son responsabilidad de sus autores. El material aqu recogido puede ser divulgado libremente, aunqueagradeceramos que citaran la fuente.

    Las organizaciones que coeditamos la revista Soberana Alimentaria, Biodiversidad y Culturas somos:

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    Mujer y campesina

    Personas: hombres y mujeres. Campesinado: hombresy mujeres. En teora, todas las personas tenemosderechos, los mismos para todos y todas, indepen-dientemente de la raza, el sexo, la religin o la condicin

    ocial. En la prctica todo es muy distinto. La mujer, porer mujer, se encuentra ante una realidad discriminatoria

    nherente a la actual organizacin socioeconmica y cultu-

    al que prima al hombre frente a la mujer, a lo masculino

    rente a lo femenino, a lo productivo frente a lo reproduc-

    ivo. El campesinado, por su ubicacin en la escala social,

    por su condicin de proveedor de alimentos, tambin se

    ncuentran bajo este modelo capitalista, que prima lo

    ndustrial frente a lo rural, la ciudad frente al campo, la

    velocidad frente al sosiego. Hombres y mujeres por tanto

    que son discriminados, invisibilizados en el conjunto de

    a cadena agroalimentaria y en el conjunto de la sociedad.

    Pero si los hombres campesinos son discriminados e invi-

    ibilizados, las mujeres y campesinas lo son doblemente:

    por ser campesinas y por ser mujeres. Una realidad mucho

    ms dura y difcil que la de sus compaeros de lucha por

    a soberana alimentaria.

    Una situacin que en este nmero de la revista

    Soberana Alimentaria, Biodiversidad y Culturas queremos

    ontribuir a descubrir, porque todo lo que no se publica

    parece que no existe, y esta doble desigualdad, estos

    mecanismos de invisibilizacin (algunos claros, otros msutiles), esta atroz situacin de injusticia diaria sufrida por

    ientos de miles de mujeres cada da necesita ser denun-

    iada. Slo tras la informacin viene la toma de concien-

    ia, paso previo para la organizacin y la lucha por el

    econocimiento del papel de las mujeres campesinas en la

    limentacin y en la supervivencia y sustentabilidad de un

    medio rural vivo. Una lucha que todos y todas, hombres y

    mujeres, campesinos y campesinas, tenemos que incorpo-

    ar en nuestro imaginario colectivo para la construccin

    onjunta de un mundo justo.

    En el primer artculo Ainhoa, Mariana, Mari Carmen,

    Lupe, Isabel Vilalba, Marina, Evangelina, Magui e Isabel

    Lisa nos hablan de sus experiencias como mujeres (y)

    ampesinas (y) madres, ganaderas o rederas, integrantes

    EDITORIAL*

    Como igual de importante es tambin la desigualdad

    en la toma de decisiones sobre la productividad agraria. La

    consecuencia de todo ello es, en muchos casos, la migra-

    cin de la mujer a la ciudad. Se pone en juego de esta

    manera la pervivencia del medio rural, su propia sustenta-bilidad. Es evidente que para evitar la muerte del campo

    es necesario modificar patrones de funcionamiento de la

    propia unidad familiar agraria, reconociendo el papel de

    las mujeres, distribuyendo las cargas domsticas y produc-

    tivas y posibilitando su participacin igualitaria en los dis-

    tintos espacios habilitados para ello. Vamos pues a romper

    con la falsa normalidad y las malas tradiciones.

    En el artculo de Helen reflexionamos sobre cmo

    se definen en la prctica los derechos por la igualdad de

    gnero en la bsqueda de la soberana alimentaria. Al con-

    trario de lo que se tiende a pensar, no es la bsqueda de

    la igualdad con los hombres sin ms, no es slo conseguir

    que las mujeres tengan el mismo poder que los hom-

    bres. En las actuales estructuras de distribucin injusta

    del poder, se trata de cambiar aquellas que encorsetan

    al hombre en un rol y a la mujer en otro, las estructuras

    que definen el poder desde la opresin de un individuo a

    otro individuo (sea el opresor o el marginado, hombre o

    mujer). Es trabajar por un empoderamiento de las mujeres

    en otros esquemas de reparto de poder diferentes, donde

    lo colectivo como el acceso a los recursos productivos olo reproductivo como el mantenimiento de las semillas

    tengan el reconocimiento que merecen en la creacin de

    una nueva sociedad, a la vez que se garantiza el ejercicio

    y el cumplimiento de los derechos de todas las personas,

    independiente de su gnero.

    Este nmero pretende ser una pequea contribu-

    cin ms, entre muchas otras, para que las mujeres que

    viven del campo o de la mar, puedan decir soy Mujer y

    Campesina, soy Mujer y Pescadora, con orgullo por su

    condicin sexual y su posicin social. Buena lectura.

    de diferentes organizaciones que defienden la soberana

    alimentaria. Mujeres de diferentes edades y orgenes que,

    a travs de la evolucin de su lucha, sus vivencias y su

    toma conciencia, nos permiten tener una idea clara de la

    realidad de la mujer en el campo espaol e internacionaly en las organizaciones agrarias, el trabajo que realizan,

    las nuevas dificultades y los logros conseguidos. En este

    conversatorio de mltiples voces y en los otros artculos

    de este nmero que abordan la perspectiva de gnero,

    encontramos elementos comunes de discriminacin que

    se repiten y repiten: invisibilidad, incoherencia entre

    discurso institucional y realidad, disconformidad con lo

    se nos presenta como modelo. Elementos que nos hacen

    reflexionar sobre cules deben ser los puntos donde se ha

    de poner el foco en la lucha por la igualdad. Es por ello

    que conscientemente, la revista ha decidido incluir cada

    uno de los ejemplos y anlisis a los que hemos tenido

    acceso, an sabiendo que pudiera parecer reiterativo.

    Como diran en televisin as son las cosas y as se las

    hemos contado. Pero son historias que a pesar de las

    barreras, y en algunos casos, de la incomprensin, dejan

    lugar al optimismo y a las posibilidades de cambio. La

    lucha por la soberana alimentaria tiene que caminar de la

    mano de las luchas feministas, en una sinergia potente y

    transformadora

    Ftima nos explica cmo se materializa en la unidad deproduccin agraria familiar la discriminacin de gnero, es

    decir, la doble discriminacin por ser Mujer y Campesina.

    E incorpora un elemento de reflexin muy relevante:

    como la perpetuacin del sistema patriarcal tradicional

    disfraza de normalidad lo que en s es una iniquidad y

    un trato injusto hacia la mujer en los diferentes trabajos

    realizados, tanto en el mbito domstico como en el pro-

    ductivo agrario. Un hecho agravante es la consideracin

    del trabajo de las mujeres imprescindibles para el manteni-

    miento de la produccin agraria, como una prolongacin

    del trabajo domstico, como ayuda familiar. Precisamente

    ese disfraz de normalidad, de lo que se ha hecho toda

    la vida, hace ms difcil la salida del modelo de muchas

    mujeres, que parece que estaran traicionando la tradicin. *

    Es por ello queconscientemente, larevista ha decididoincluir cada uno de losejemplos y anlisis alos que hemos tenidoacceso, an sabiendoque pudiera parecerreiterativo.

    Exposicin Mujeres Campesinas, derechos y realidades

    elaborada por la organizacin Mundubat.

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    AMASANDOLAREALIDAD

    El lugar que nos

    corresponde

    SOMOSINVISIBLES?

    En mi infancia nos cuenta MariCarmen vea como la escuela,en pocas concretas del ao, sequedaba casi vaca. Slo permaneca-

    mos los hijos e hijas de empresarios

    del pueblo, de maestros y maestras,

    o jornaleros del pueblo que trabaja-

    ban casi todo el ao en trabajos ms

    specializados como la tala del olivaro la siega, como era el caso de mi

    amilia. El resto eran familias que

    partan a la recoleccin del algodn

    desde septiembre hasta diciembre

    proximadamente y a continuacin,

    de enero a marzo a la recoleccin de

    a aceituna en Crdoba o Jan. Al

    final tenas compaeros y compaeras

    que participaban en la escuela de 2 a

    meses.

    A los 12 aos mi familia empez

    desplazarse a la recogida del algo-

    dn a la zona del bajo Guadalquivir

    donde el franquismo haba distribuido

    La mujer campesina en el Estado Espaol

    Sumando experiencias y argumentos de un grupo de mujeres del campo espaol se dibuja la rea-

    lidad discriminadora que nuestra sociedad ha mantenido y mantiene sobre las mujeres cam-

    pesinas en todas las esferas. Este artculo cuenta con los aportes de Ainhoa Iturbe, Mariana

    Cunchillos, Mari Carmen Garca, Lupe Aguerre, Isabel Vilalba, Marina Carrasco e Isabel Lisa.

    tierras a familias numerosas. Fue en

    esa zona donde empec a escuchar

    sobre las movilizaciones en contra de

    las maquinas que nos quitaban el tra-

    bajo y nos dejaban sin ese jornal para

    mantener nuestras familias. Se inici

    la mecanizacin del campo, el arran-

    que del olivo, la utilizacin de herbi-

    cidas y la utilizacin de mtodos para

    ahorrar mano de obra en el campo.Si fueron expulsados cientos de

    trabajadores del campo, las primeras

    fuimos las mujeres. Primero porque

    hacamos el trabajo cuando ms falta

    de mano de obra haba y segundo

    porque los trabajos ms especializados

    siempre eran los hombres los que lo

    realizaban. A nosotras no se nos consi-

    deraba ni siquiera jornaleras, ramos

    amas de casa segn las estadsticas, y

    entre nosotras mismas no tenamos

    conciencia de ser trabajadoras.

    Las mujeres campesinas hemos

    sido invisibilizadas durante siglos

    Perfiles

    Ainhoa pertenece a la ejecutiva de EHNE Bizkaia y es responsableagroambiental. Se dedica a la huerta ecolgica en el pequeo pueblo

    de Ajangiz de Bizkaia, con venta directa en el mercado de Gernika yen una asociacin de consumo responsable, adems de complemen-tarlo con actividades de agroturismo. Es madre de una hija y un hijo.

    Mariana, vive en Irurozki, un pueblo de Navarra, con su compa-ero y es madre de Haritz. Es responsable de la ganadera de la finca

    que favorece la recuperacin de dos razas en peligro de extincin.

    Tambin se encarga de un huerto franqueado por un par de secuoyas.Desde hace un ao es miembro de la ejecutiva de EHNE Nafarroa.

    Mari Carmen naci en El Coronil, un pueblo en la campia deSevilla, de jornaleros y jornaleras, con los que ha desarrollado tantosu actividad profesional como sindical. Pertenece a la ejecutiva delSindicato Obrero del Campo de Andaluca, siendo la responsable de

    la accin sindical y del asesoramiento a temporeros y temporeras.Es madre de dos hijas y desde hace 3 meses, abuela de una nia.

    Lupe Aguerre, nacida en Roncal, vive actualmente en elValle del Romanzado (Navarra). Despus de muchos aos

    implicada en movimientos feministas ha iniciado, con su com-paero, una finca de vacas de carne junto con una hpica

    que ofrece recursos para el conocimiento del Valle.

    explotaciones a su nombre. Hay

    algunas pocas que son cotitulares. El

    resto estn a nombre de los hombres.

    Esta invisibilidad ha llegado hasta

    nuestros das. Toda la vida trabajando

    y no tienen un slo da cotizado en

    la seguridad social. La explotacin

    agrcola o ganadera est a nombre de

    su marido y en caso de tener algn

    problema con l, puede quedarse en

    la calle, sin casa, sin explotacin ni

    trabajo, sin subsidio de paro. Es decir,

    en la prctica mendicidad.

    Lo mismo ocurre en Navarra

    aade Mariana excepto en algu-

    nos valles donde la herencia sigue la

    lnea de las mujeres, las tierras estnmayoritariamente bajo la propiedad

    del varn. Tampoco las mujeres cam-

    pesinas de Navarra estn inscritas en

    la seguridad social. Tal como estn las

    cosas los beneficios que genera una

    finca no permite la cotizacin de ms

    de una persona. Y entonces siempre

    cotiza el varn. En cambio -puntua-

    liza Lupe- los negocios secundarios o

    paralelos que se aaden a los agrco-

    las, como el turismo rural o la trans-

    formacin de alimentos, suelen estar

    a nombre de las mujeres. Pero slo

    para que no se pierdan las subvencio-

    nes a la agricultura que se conceden

    cuando la persona ejerce de agricultor

    a ttulo principal.

    Pienso dice Isabel Lisa que el

    esquema tradicional del medio rural

    (el hombre agricultor y la mujer ama

    de casa aunque trabajando tambin

    en el campo) nos ha generado unadependencia econmica que ha pro-

    vocado poco respeto social hacia las

    mujeres, adems de hacernos perder

    la confianza en nosotras mismas.

    Tenemos los derechos y capacidades

    (sigue)

    explica Ainhoa. Por ejemplo, aqu

    en el Pas Vasco segn el cdigo foral

    vizcano, el padre poda escoger a uno

    de los hijos para que ste heredase

    todos los bienes. En general se elega

    al hijo mayor, rara vez a otro, y menos

    a una hija si la familia tena varones.

    Los dems hermanos y hermanas se

    vean en la necesidad de buscar algn

    trabajo asalariado, emigrar a otrospases, ingresar en el seminario o aco-

    gerse a la tutela del hermano mayor

    en una posicin subordinada dentro

    del casero. Esta prctica se elev a la

    categora de costumbre y, aunque no

    est escrita en la ley, adquiri fuerza

    como tal. Este sistema de herencia tra-

    dicionalmente ha obligado a muchas

    mujeres del mundo rural a salir de

    sus casas muy jvenes.

    Este hecho ha supuesto que las

    mujeres se sintiesen subordinadas a

    los intereses y actividades del marido

    que en la mayora de los casos no solo

    era el titular de la propiedad del case-

    ro sino tambin el titular de la finca

    agrcola que regentaba, lo que supo-

    na para con la mujer la desigualdad

    de papeles con respecto al otro sexo.

    La direccin de la finca, as como la

    toma de decisiones recaan sobre el

    marido, quedando as invisibles los

    papeles econmicos y sociales de la

    mujer agrcola y ganadera tanto fuera

    como dentro del hogar.

    En toda la historia del Pas Vasco,

    han sido muy pocas las campesinas

    reconocidas como tales. Segn datos

    oficiales, por cada dos hombres que

    trabajan en la agricultura, slo trabaja

    una mujer. Pero sabemos que de cadadiez mujeres del casero, por lo menos

    ocho trabajan en la agricultura. De

    estas, el 68% trabaja sin cotizar en

    la seguridad social. Es anecdtico

    el nmero de mujeres que tienen

    Conversatorio

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    *

    sociales son espacios dominados por

    los hombres. Ellos conducen las rela-

    ciones de toda la familia.

    Destaca la experiencia de Marina,

    que vive y trabaja en un pueblo de los

    cinco ocupados en el valle y explica

    que la realidad es muy diferente, las

    cuestiones de limpieza, de comida,

    etc. se hace entre todos y todas, y

    todas las decisiones se toman en

    asambleas organizativas. An as elmachismo lo encontramos en aspec-

    tos y comportamientos ms sutiles.

    Siempre hay quien se extraa de que

    no haga lo que se espera que haga.

    LASMUJERESENLOSSINDICATOSMuchas de las mujeres con las

    que estamos compartiendo este art-

    culo coinciden en la importancia de

    modificar tambin las pautas orga-

    nizativas en los sindicatos agrcolas.

    Las organizaciones van avanzando

    a diferentes ritmos e intensidades

    en los cambios que han de llevar a

    la igualdad de gnero en su funcio-

    namiento. Nos cuentan que en los

    rganos de gobierno la presencia

    de mujeres es minoritaria, as como

    entre las personas afiliadas que siguen

    siendo mayoritariamente los hom-

    bres. De hecho no es de extraar que

    en algunas parejas, la participacin

    de la mujer en actividades sindi-

    cales sea frenada por su cnyuge.

    Motivos por los cules, como explicaMariana dentro del sindicato han

    conformado un grupo de mujeres

    para conseguir que se vea ms todo

    el trabajo que hace la mujer en el

    campo, que no quede ah en segundo

    plano, como que no hacemos nada.

    Y que todo ese trabajo conlleva una

    serie de derechos a nivel profesional

    y social que debemos reivindicar.

    Y Lupe aade que es importante

    encontrar espacios propios para las

    mujeres, para saber quines somos

    cada una de nosotras. Para cambiar

    las cosas, primero hemos de recuperar

    para hacer las cosas nosotras mismas

    in tener que depender de nadie y

    ocupando otros papeles en la sociedad

    ural.

    S aade Isabel Vilalba, pero

    e trata de una invisibilidad intencio-

    nada, directamente relacionada con

    l hecho de que no tengamos a nivel

    egal, ni social, un reconocimiento

    laro como trabajadoras, pese a la

    dureza y a las interminables jornadas

    de trabajo. Ya slo en Galicia 35.000

    gricultoras y ganaderas son consi-

    deradas ayuda familiar, sin que se

    es reconozca ningn tipo de dere-

    ho laboral propio y personal, como

    a participacin en los derechos deproduccin, ayudas y dems bienes

    de la explotacin agraria o el derecho

    que los ingresos tambin vengan a

    nuestro nombre.

    Para finalizar en estos aspectos

    Ainhoa comenta que si bien es cierto

    que la globalizacin liberal capitalista

    e apoya en la divisin sexual del

    rabajo (adjudicando a las mujeres el

    rabajo gratuito e invisible: la educa-

    in de los nios y nias y el cuidado

    de las personas enfermas o ancianas,

    es decir, el trabajo reproductivo) en

    el sector agrcola es an ms perverso

    porque en muchos casos a las mujeres

    campesinas ni siquiera se les reconoce

    el trabajo de carcter productivo que

    realizan como profesionales agrarias.

    Por tanto, las agricultoras y ganade-

    ras que trabajan en la explotacin

    familiar son invisibles, doblemente,

    porque no se les reconoce el tra-

    bajo domstico ni el de las tareas

    productivas.

    Mientras no se resuelve esta falta

    de consideracin a nivel laboral, se

    mantienen adems efectos devastado-

    res en la salud de las mujeres apuntaIsabel Vilalba puesto que no existe

    una poltica eficaz de prevencin de

    riesgos en el trabajo que tenga en

    cuenta las especificidades del orga-

    nismo femenino, incluso en cuestio-

    nes tan sensibles como la manipu-

    lacin de agrotxicos, directamente

    relacionada con incidencias en el

    sistema hormonal o con malformacio-

    nes congnitas.

    Si fueronexpulsadoscientos detrabajadoresdel campo,las primerasfuimos lasmujeres.

    Perfiles (cont.)

    Isabel Vilalba es responsable de la Secretara das Mulleres y miembrode la Ejecutiva Nacional del Sindicato Labrego Galego, donde coordina

    el rea de Soberana Alimentaria y Servicios al Medio Rural. Es cotitularde una granja en la que, con su compaero, producen leche y alubias.

    Viven con su hija de cuatro aos, su hijo de siete y la abuela Maruxa.

    Marina es una joven almeriense involucrada en un proyectode recuperacin de pueblos abandonados en los valles nava-

    rros. Se trata de ocupaciones colectivas que buscan otros mode-los de convivencia para enfrentarse a la realidad actual. Marina,

    agricultora ecolgica, es madre de Alaia, de dos aos.

    Isabel Lisa, es madre y viticultora del Somontano (Aragn). Haceunos aos, junto con su padre, se han decidido a ampliar el tra-

    bajo haca la ganadera porcina en ecolgico. Como ella dice elbalance es muy positivo: tengo un gran maestro que es mi padre

    y una gran modelo que es mi madre, que como mujer del mediorural me ha hecho ver que yo, como ella, poda ser agricultora.

    Esimportante

    encontrarespaciospropios paralas mujeres,para saberquines somoscada una denosotras.

    tareas agrcolas significa

    enfrentarse, cara a cara, con

    un mundo hecho por los

    hombres y para los hombres.

    Cosas tan simples como dice

    Mariana: No puedo encar-

    garme por completo de mi

    ganadera porque todas las

    puertas en los cercados estn

    pensadas para la fuerza de

    un hombre. La tecnologa

    tambin es machista. En

    la misma lnea Isabel Lisa

    detalla que como agricultora

    considero que los avances

    tecnolgicos tienen que

    ayudar a igualar y facilitar laslabores agrarias.

    Tambin el dficit impor-

    tante de servicios pblicos

    en el mundo rural se ceba

    con las mujeres. La falta

    de guarderas, por ejemplo,

    repercute ms sobre las

    mujeres y acaban siendo ellas

    las encargadas de facilitar

    y acompaar a los nios y

    nias en su tiempo libre. En

    realidad, comentan varias

    mujeres, todas las relaciones

    SOMOSSUPERMUJERES?Yo llevo todo el peso de la casa,

    las compras, la limpieza y desde luego

    la crianza de los nios, adems tengo

    mi trabajo en la huerta, en la gana-

    dera o en el campo es un comen-

    tario que se repite parecido entre la

    mayora de las mujeres. Adems de

    trabajar dos o tres veces ms que el

    hombre, participar o llevar adelante

    Isabel Vilalba, de la ejecutiva nacional del Sindicato Labrego Galego.

    SABC / JULIO 2010 / NM.2 / AMASANDO LA REALIDAD6 7AMASANDO LA REALIDAD / SABC / JULIO 2010 / NM.2

  • 8/8/2019 Revista Soberana alimentaria, biodiversidad y culturas 2

    6/29

    *

    nuestra identidad, que tambin eso el

    machismo dej por el camino.

    Mari Carmen nos da una visin

    ms completa de su realidad en el

    Sindicato. Fue la necesidad de orga-

    nizarnos, para poder seguir viviendo

    del campo, lo que me llevo a entrar

    n el SOC, el Sindicato Obrero del

    Campo, una organizacin con dos

    uchas. Por un lado asegurar una

    distribucin justa de los puestos de

    rabajo que surgan en las fincas

    incluyendo trabajo para las mujeres)

    y por otro, a favor de una reforma

    graria en Andaluca. El que los

    hombres y mujeres sin tierra tuvi-

    amos el derecho de la tierra paral que la trabaja. Y en la lucha se

    ocupaban tierras tanto pblicas como

    privadas. Denuncibamos la propie-

    dad de la tierra de los terratenientes

    que slo la queran para cotos priva-

    dos y las tierras pblicas que estaban

    bandonadas.

    La impresin inicial fue encon-

    rarme en una organizacin de

    varones donde las mujeres tenamos

    una participacin muy fuerte en la

    ucha y en las movilizaciones pero

    n el terreno organizativo, al igual

    que otras muchas organizaciones,

    staba dominada por hombres. Las

    euniones se hacan en un horario

    n que para las mujeres era muy

    difcil participar, algunas reuniones

    ran muy largas e incompatibles con

    nuestras cargas de trabajo y otras se

    hacan en bares, donde la participa-in de mujeres estaba mal vista. Vea

    omo las mujeres hacamos lo que

    os hombres haban decidido en sus

    euniones. Aunque se hacan asam-

    bleas para aprobar todos los temas lo

    ierto es que ninguna mujer hablba-

    mos en pblico, por vergenza, por

    miedo a decir una tontera y porque

    no estaba bien visto ser polmica.

    Cuando empec a participar en el

    Comit local mi sensacin era que

    nos ninguneaban, y que slo se nos

    valoraba para hacer bulto, ms

    uerza en la lucha, pero sin creer

    realmente que ramos necesarias en

    ese debate organizativo y estratgico.

    Fue nuestra imposicin de

    participar en las campaas de aseso-

    ramiento, la primera reivindicacin

    como mujeres. Pero tenamos otra

    batalla que librar, nuestra propia

    autoestima. Tantos aos de cultura

    machista nos haca pensar que ellos

    lo hacen mejor que nosotras, que

    nunca vamos a estar a la altura de

    nuestros compaeros, en esas

    organizaciones machistas muchas

    mujeres se quedaron en el camino.

    Las dificultades para nuestro

    reconocimiento han sido muchas. Por

    una parte la misma gente del pueblovea mal una mujer sola entre tantos

    hombres; en las reuniones tus compa-

    eros no confan en ti para muchos

    temas; la aceptacin de nuestro

    compromiso tambin se cuestiona, tu

    compaero o est contigo en la orga-

    nizacin o difcilmente acepta que tu

    participes activamente en la organiza-

    cin; soportbamos la incomprensin

    de muchas compaeras que en vez

    de entender que la participacin de

    nosotras es fundamental, te criticaban

    a veces incluso ms que los hombres;

    para demostrar que puedes asumir

    responsabilidades como los hombres

    te sobrecargabas de tareas, adems de

    no poder equivocarte nunca; no se

    nos reconocan nuestro papel de lide-

    razgo, se cuestionaban nuestras crti-

    cas y planteamientos, escuchbamos

    aquello de que nos va a contar unamujer de los problemas de los jornale-

    ros; y finalmente, pareciera que slo

    como mujeres puedes ser responsable

    del rea de gnero o secretara de

    la mujer.

    Los cambios en estos aos han

    sido muchos pero queda mucho para

    conseguir una verdadera igualdad en

    las organizaciones agrarias- continua

    Mari Carmen. Las responsabilidades

    y los cargos siguen siendo otorgados

    a hombres con mayor facilidad, hay

    muy pocas mujeres participando

    activamente en los estamentos

    es fundamental para que el punto de

    vista de las mujeres est presente y en

    plano de igualdad. Y adems corro-

    bora Isabel Vilalba es lo justo, puesto

    que en nuestra base social las mujeres

    representamos, al menos, el cincuenta

    por ciento. En el ltimo congreso de

    la organizacin se ha aprobado que

    la representacin de las mujeres sea

    paritaria en todos los organismos

    del sindicato. Desde nuestro punto

    de vista, todo el trabajo que estamos

    haciendo desde la base, posibilitando

    que cada da ms compaeras cuenten

    con la informacin y los medios para

    poder participar y aportar ms, est

    fortaleciendo nuestro trabajo comoorganizacin de un modo que est

    siendo valorado muy positivamente

    por compaeras y compaeros. De

    todos modos, hay mucho camino

    por andar y tambin muchas ganas

    de hacerlo, puesto que es uno de

    los aspectos que ms satisfacciones

    nos aporta a muchas de las personas

    que compartimos este proyecto que

    se llama Sindicato Labrego Galego.

    Pienso que incorporar el punto de

    vista feminista en las luchas agrarias

    en plenitud va a fortalecernos dentro

    de las organizaciones y con el resto de

    la ciudadana.

    LASNUEVASMUJERESCAMPESI-NASVANGANANDODERECHOSPERO

    APARECENNUEVASDIFICULTADES.Son muchos los esfuerzos para

    alcanzar la igualdad entre gneros en

    el mundo rural. Y los logros aunqueinsuficientes estn ah, como explica

    Mari Carmen. Las mujeres jorna-

    leras trabajbamos sin derechos no

    cotizbamos el rgimen especial agra-

    rio mientras que hoy estamos en el

    Los cambiosen estosaos han sidomuchos peroqueda muchopara conseguiruna verdaderaigualdad en lasorganizacionesagrarias.

    Ainhoa Iturbe. Bajo el peso de qu desigualdades vivimos?

    Desde el punto de vista econmico: La titularidad es condicin necesaria para ser benefi-ciario de cualquier medida de fomento, tanto nacional como de poltica agraria comn, ascomo para el disfrute y el uso de los derechos de carcter econmico ligados a la explota-

    cin (cuotas de produccin, derechos de pagos...). Siendo esto as, el 6 de Marzo de 2009 seaprob el Real Decreto sobre titularidad compartida, una reivindicacin de hace ya 20 aos

    de las organizaciones de mujeres rurales como CERES. No obstante, aun no se ha producidola necesaria derivacin de los cambios legislativos. Solamente se ha aprobado un Registro

    Administrativo al que las Comunidades Autnomas debera aportar las solicitudes, pero faltainters y voluntad para dar ese paso. Slo cuando se cree un verdadero Estatuto jurdico

    ser posible para las mujeres del campo obtener su reconocimiento y derechos derivados.

    Desde el punto de vista social: La afiliacin de mujeres al Rgimen Especial Agrario se havisto sometida a una permanente accin de sabotaje legal en base a solicitar continuos

    justificantes de la veracidad del trabajo femenino en la explotacin agraria, particularmentecon innumerables pegas burocrticas cuando la mujer que desea el alta, lo quiere hacer

    por Cuenta Propia y tiene ms de 40 aos. La mujer es una parte importante de la poblacinactiva agraria que ha estado o sigue estando infravalorada y que nunca aparece en los anua-

    rios de estadstica de ningn organismo oficial. Su labor se reduce a ser el complementobsico de la explotacin agraria familiar, sin que socialmente se les reconozca su aporte.

    Desde el punto de vista profesional: La titularidad est ligada a derechos departicipacin, al derecho de representacin y de voto tanto en las asociacio-

    nes profesionales agrarias como en las juntas, los consejos de las coopera-tivas, las asociaciones de los profesionales o de los productores etc.

    mis seres queridos, para la organi-

    zacin y para m. De todos modos,

    considero que las personas que como

    yo, que tenemos cargas familiares,

    tambin somos importantes en las

    organizaciones. As que sueo que

    tiene que existir alguna manera de

    hacerlo. En el SLG somos un equipo

    de personas y todas tenemos nuestro

    papel, creo que estamos construyendo

    otros modos de relacionarnos dife-

    rentes de los liderazgos tradicionales

    estandarizados. Tereixa Ledo, com-

    paera de la organizacin y dinami-

    zadora fundamental, denomina estas

    formas de trabajo, representadas, por

    ejemplo, por nuestras compaerasLidia Senra o Carmen Freire, lideraz-

    gos entraables, segn la conceptua-

    lizacin de Marcela Lagarde.

    Ciertamente la presencia de muje-

    res en cargos de alta responsabilidad

    organizativos, aunque en las movili-

    zaciones seguimos siendo mayora. El

    liderazgo es masculino y hay compa-

    eros que aun hoy no valoran de la

    misma manera un hombre que una

    mujer. Al contrario tambin hay que

    reconocer que hay compaeros que

    valoran tu trabajo y estn cambiando

    su percepcin de cmo tiene que ser

    un mundo ms igualitario donde los

    hombres y mujeres tengamos los mis-

    mos derechos y oportunidades.

    Para Isabel Vilalba su participa-

    cin en el sindicato siempre me ha

    llenado mucho y de un modo espe-

    cial un proyecto hecho por y parael mundo rural, al cual considero

    verdaderamente mi sitio en el mundo.

    Durante todos estos aos en la organi-

    zacin me he sentido una persona pri-

    vilegiada: por la dimensin humana

    de mis compaeras y compaeros,

    las posibilidades de participacin

    en eventos como el Foro Mundial

    de Soberana Alimentaria en Mali y

    otros muchos, las reflexiones y el tra-

    bajo de la Va Campesina, el trabajo

    de alianzas con la Marcha Mundial de

    Mujeres Desde que he sido madre,

    me cuesta bastante sacar tiempo para

    SABC / JULIO 2010 / NM.2 / AMASANDO LA REALIDAD8 9AMASANDO LA REALIDAD / SABC / JULIO 2010 / NM.2

  • 8/8/2019 Revista Soberana alimentaria, biodiversidad y culturas 2

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    *que los sindicalistas no puedan infor-

    marlas, y contratan mujeres suficien-

    tes como para que estn en constante

    competencia pensando que su lugar

    de trabajo puede ser cubierto por otra

    trabajadora sino rinden. Muchas de

    estas mujeres son pequeas campesi-

    nas en sus pases de origen, que han

    tenido que abandonar sus tierras y

    su gente por este mismo modelo de

    agricultura intensiva y globalizada.

    Son las grandes invisibles del campo.

    Las nuevas jornaleras.

    Ainhoa tambin explica que la

    mayora de las mujeres campesinas

    son muy mayores. Cuando hace unas

    dcadas muchos hombres del caseroempezaron a compaginar el trabajo

    con la jornada de la fbrica, fueron

    ellas las que tuvieron que asumir

    gran parte de la carga del trabajo

    agro-ganadero. Fueron ellas las que

    se encargaron de la pervivencia de los

    conocimientos ancestrales. No han

    asistido nunca a una clase de la uni-

    versidad, no tienen ningn ttulo ni

    reconocimiento, pero conocen cuando

    recoger la mazorca de maz desti-

    nada a semilla, saben cules son los

    pimientos adecuados para semilla

    Conocimientos cada vez ms escondi-

    dos, pues parece que nadie se percata

    de ello o nadie quiere darse cuenta.

    Cada vez que muere una campesina,

    muere una semilla, muere una parte

    de la sabidura de nuestro pueblo; el

    resultado maravilloso de generaciones

    de pruebas, fallos y aciertos realizadospor nuestros antepasados.

    Por otro lado contina Ainhoa

    estn las campesinas de reciente

    incorporacin al campo, con nues-

    tras propias iniciativas y nuestros

    derechos, pero nos falta el conoci-

    miento de nuestras predecesoras: qu,

    cundo y por qu se hacen las labores.

    Tenemos nuestros derechos pero no

    tenemos conocimientos, por eso es

    fundamental que las mujeres campe-

    sinas jvenes recojamos esos conoci-

    mientos de las mujeres campesinas

    mayores.

    FEMINIZARLOSDISCURSOSNo hay cambio en el campo

    sin la esencia femenina porque las

    mujeres que estamos en el campo

    estamos ms conectadas a la tierra

    afirma Lupe. Llegamos a sentir

    la tierra, y la tierra es energa feme-

    nina, y podemos llegar a sentir lo

    que la tierra quiere. El cambio tiene

    que venir desde la energa femenina.

    Necesitamos entender a la tierra

    para mejorar nuestra relacin conella. Si las mujeres partiramos de

    cero no cultivaramos igual que los

    hombres. Se ha impuesto una agri-

    cultura masculinizada de dominacin

    y superioridad sobre la naturaleza.

    Marina aade que es importante que

    ese enfoque femenino se incorpore,

    tanto en hombres como en mujeres,

    adems de en la propia agricultura en

    el trabajo y en las luchas que hay en

    las organizaciones donde siguen pre-

    dominando comportamientos machis-

    tas. O peor, donde hay propuestas de

    cambio que olvidan estos aspectos o

    repiten mecanismos de poder organi-

    zativos nada transformadores. Este

    sistema ha captado el discurso de

    la igualdad de gnero en lo terico

    Isabel Vilalba.Las responsabilidades del modelo patriarcal

    En la actualidad ms de mil millones de personas pasan hambre en el mundo mientras lasgrandes extensiones dedicadas al monocultivo, con el nico fin de obtener mercancas

    baratas que aseguren una acumulacin de capital sin precedentes por parte de las grandescorporaciones transnacionales, causan gravsimos problemas sociales y medioambientales,

    problemas considerados por el modelo neoliberal como efectos colaterales admisibles.

    Las mujeres de todas las partes del mundo somos expulsadas por un modelo deproduccin de alimentos industrializado, responsable de la destruccin de la agri-

    cultura familiar. Los pueblos no tienen ninguna capacidad para decidir lo quequieren comer y en muchas partes del mundo ni siquiera pueden concebir pol-

    ticas agrarias que les garantice el hecho de alimentar a su poblacin.

    Este modelo que desprecia cuestiones bsicas como la salud de las personas es pro-fundamente machista y slo concibe a las mujeres como mano de obra barata o como

    responsables de la funcin reproductiva de nuestras sociedades. En los balances de losgurs de la economa y en las cuentas de beneficio de las empresas nunca aparece cuanti-ficado y pagado el trabajo necesario para la supervivencia de la sociedad, tareas asumidas

    casi de modo exclusivo por las mujeres de modo precario y sin remuneracin alguna.

    La mayora de las personas que asisten a los mercados locales y ferias siguensiendo mujeres, por ello somos tambin las principales afectadas por el pro-

    ceso generalizado de eliminacin de estos espacios y su substitucin por gran-des superficies, as como por la expulsin de nuestros productos de los merca-dos, ayudndose de herramientas como una legislacin hecha a medida de las

    industrias, con normas incumplibles por parte del pequeo campesinado.

    La alimentacin se convierte en una gran posibilidad de negocio a escala mundial yla consecucin de alimentos producidos con el menor coste posible se convierte en

    un objetivo fundamental. Las mujeres somos, una vez ms, uno de los sectores dela poblacin con ms dificultades para acceder a recursos bsicos para poder pro-ducir alimentos como la tierra, el agua, el crdito, las semillas o la energa. Por ello,

    la pobreza y el hambre tienen en muchos casos rostro de mujer campesina.

    enso agrario y hemos conseguido la

    baja por maternidad. En el campo hay

    menos discriminacin por el hecho de

    er mujer para trabajar en diferentes

    ecolecciones como aceitunas, meloco-

    n, etc. Se han creado infraestructuras

    pensando en nuestra realidad aunque

    iguen faltando servicios pblicos

    omo las guarderas para la acogida de

    nuestros hijos en horas de trabajo.

    Pero los mecanismos para aba-

    atar costes son perversos, continua

    Mari Carmen. Ahora hay que desta-

    car una nueva feminizacin de la

    mano de obra que conlleva la agri-

    cultura intensiva, como es el caso de

    la llegada de muchas mujeres inmi-

    grantes para el cultivo de la fresa en

    Huelva. Se hacen contratos en origen

    mayoritariamente a mujeres con

    hijos o hijas a su cargo, para que sean

    ms dependientes econmicamente.

    Que provengan del medio rural, para

    garantizar que estn acostumbradas

    a trabajar. De Europa del Este para

    garantizar que van a trabajar a

    cualquier precio y en cualquier

    condicin. Las dividen por nacionali-

    dades (rumanas, polacas, marroques,

    blgaras, etc.) de forma que no se

    comunican entre ellas, las instalan

    en fincas valladas donde solo pueden

    salir hasta ciertas horas, para garan-

    tizar que al da siguiente no estn

    cansadas, les prohben llevar o dejar

    entrar gente extraa a la finca para

    No haycambio enel campo sinla esenciafemeninaporque lasmujeres queestamos enel campoestamos msconectadas ala tierra.

    afirma Mari Carmen pero en lo

    prctico queda mucho por hacer.

    La reivindicacin de la soberana

    alimentaria expone Isabel Vilalba

    ha servido para unir las reflexiones

    y las propuestas de miles de mujeres

    de todo el mundo. Muchas mujeres

    campesinas trabajamos conjunta-

    mente para analizar los impactos de

    Evangelina Martnez.

    SABC / JULIO 2010 / NM.2 / AMASANDO LA REALIDAD10 11AMASANDO LA REALIDAD / SABC / JULIO 2010 / NM.2

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    8/29

    *

    a agricultura industrial en nuestras

    vidas y construir este nuevo derecho

    iudadano. Paralelamente, la presen-

    ia de mujeres de otros sectores y de

    mbitos urbanos, por ejemplo a travs

    de las alianzas con la Marcha Mundial

    de Mujeres (MMM) nos ha servido

    para llegar con nuestras propuestas

    nuevos espacios y, sobre todo, para

    ortalecer la lucha feminista tambin

    on la perspectiva de las mujeres

    del medio rural. Esta colaboracin

    Y en otros pases?Magui Balbuena

    Las mismas necesidades de espacios propios para las mujeres campesinas lasencontramos en expresiones organizativas en otros pases. Aqu tenemos el ejemplo

    de la organizacin paraguaya CONAMURI (Coordinadora Nacional de Mujeres Ruralese Indgenas), a partir de una conversacin con su dirigenta Magui Balbuena.

    En 1975 la represin de la dictadura de Stroessner lleg hasta las comunidades campesinasindgenas y tambin a las escuelas de las Ligas Agrarias (modelos educativos propiosdel campesinado) que concluy con las matanzas de la Pascua Dolorosa en 1976 y la

    total desarticulacin de las Ligas Agrarias dejando sin capacidades a los movimientosagrarios campesinos del Paraguay. A partir de ah todos los esfuerzos se encaminaron

    a la rearticulacin campesina nacional. En 1980 se constituye el Movimiento CampesinoParaguayo (MSP) y se encauzan las luchas por la tierra, se coordinan movilizaciones

    campesinas y, a los cinco aos se funda en su interior la Coordinadora de MujeresCampesinas. A pesar de disponer de una estructura nacional propia e independiente,

    algo impensable en las antiguas Ligas Agrarias, su trabajo en el seno del MSP y en lasorganizaciones que surgieron despus de la cada de la dictadura, result insuficiente para

    los colectivos de mujeres. Por ello en 1999, en el Da Mundial de la Mujer Rural, en Asuncinms de 300 mujeres trabajadoras rurales e indgenas de aproximadamente 100 comits de

    mujeres de diversas organizaciones y comunidades de casi todos los departamentos delpas, se renen formando la CONAMURI, con el mandato de trabajar en las reivindicaciones

    y propuestas de las mujeres campesinas e indgenas: la defensa de sus derechos, elreconocimiento de su trabajo y la bsqueda de alternativas frente a la angustiante

    situacin de pobreza, discriminacin y exclusin por razones de clase, etnia y gnero.

    La experiencia de trabajo colectivo y en alianzas de CONAMURI ha demostrado laimportancia de una organizacin de estas caractersticas que aade la igualdad

    de gnero como una lucha contra un modelo de opresin y discriminacin enel que se sustenta buena parte del capitalismo. En palabras de Magui Lo que

    atrasa el desarrollo de las luchas colectivas contra el capitalismo y elpatriarcado, lo que atrasa la lucha a favor de la soberana alimentaria, es la

    mentalidad y conducta machista de muchas de nuestras organizaciones

    ha permitido colocar la soberana

    alimentaria como tema central en

    varios encuentros internacionales de

    la MMM. De todos modos, pensamos

    que la soberana alimentaria es una

    propuesta eminentemente feminista,

    puesto que promueve conceptos

    y modos de hacer que las mujeres

    hemos tenido desde siempre.

    Por ello se coincide en defender

    que los discursos de la soberana

    alimentaria deben de llenarse de *

    feminismo, de recuperacin de la

    memoria o de trabajo por la igualdad

    olvidando definiciones, corrientes

    y connotaciones. Es un enfoque

    muy enriquecedor, revolucionario y

    transformador tanto en la bsqueda

    de nuevas relaciones sociales ms

    justas e igualitarias, ms all de la

    bsqueda y control del poder, como

    por la importancia de defender otro

    modelo de produccin de alimentos

    en armona con la naturaleza.

    Las mujeres en la pescaEvangelina Martnez

    Para conocer la realidad de las mujeres en el sector pesquero contamos conEvangelina Martnez Sotelo responsable de las rederas de Cangas (Galicia).

    Las rederas somos las personas encargadas de la elaboracin, montaje y repa-racin de todos los aparejos utilizados para la pesca. Hasta hace bien poco real-

    mente ramos invisibles. Hasta tal punto que cuando bamos al mdico y nos pre-guntaban, en nuestro propio pueblo, cual era nuestra profesin y decamos queramos rederas, no saban que era eso. Algo tan esencial como pensar quienhace los aparejos de pesca no era conocido, ni desde luego reconocido, segura-

    mente porque mayoritariamente es un trabajo que realizamos las mujeres.

    Hasta hace bien poco las rederas como yo que trabajamos con artes como el cerco (redes

    muy selectivas), realizbamos el trabajo directamente en los muelles, a la intemperietanto si llova o haca fro. Las mujeres que trabajan en aparejos de artes menores (como la

    volanta o el trasmallo) lo han venido haciendo en los propios domicilios, en ratos libres. Esdecir, existe un colectivo de mujeres seguro que no se permitiera si fueran hombres en

    un trabajo sumergido, ilegal que slo les genera explotacin a ellas y problemas a nosotras.

    Ante esta doble realidad nuestros esfuerzos se centraron en hacernos visibles pornosotras mismas constituyendo en el 2004 una Federacin Gallega de Mujeres Rederas.

    Desde la Federacin venimos exigiendo a las administraciones su apoyo en, por unlado dignificar nuestro trabajo (cotizamos como autnomas) y, por otro, regular y lega-

    lizar el trabajo de las mujeres en su domicilio que adems de desprestigiar a nuestraprofesin generan una competencia desleal provocando unos precios de nuestro tra-bajo tan bajo que slo beneficia a los armadores y los comercios de efectos navales.

    Nuestro trabajo ha tenido resultados favorables. Hemos conseguido algunos progra-mas de difusin para dar a conocer nuestro trabajo, organizamos durante unos aos

    una cooperativa para comercializar directamente nuestro producto final y hemos con-seguido unas naves para tener un lugar de trabajo acondicionado y el reconocimientoprofesional de nuestro ejercicio. Pero an siendo imprescindibles para que los barcos

    puedan pescar, es habitual escuchar a vosotras os alimentan vuestros maridos.

    La conclusin es obvia, la agri-

    cultura desempeada por las mujeres

    ha sido siempre en primer lugar para

    producir alimentos, no para generar

    beneficios como explica Isabel

    Lisa. Viejas realidades para reforzar

    el lema acuado desde la Soberana

    Alimentaria, los alimentos no son

    una mercanca.

    SABC / JULIO 2010 / NM.2 / AMASANDO LA REALIDAD12 13AMASANDO LA REALIDAD / SABC / JULIO 2010 / NM.2

  • 8/8/2019 Revista Soberana alimentaria, biodiversidad y culturas 2

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    En este artculo se analiza la construccin y perpetuacin de las discriminaciones de gnero en el medio

    rural, y ms especficamente en las unidades agrarias. Veremos que las desigualdades de gnero no son

    privilegio del medio rural, ni son ms fuertes en este contexto, pues estn presentes en igual medida en

    las ciudades. Sin embargo, hay que tener en cuenta las especificidades de los contextos rurales y de las

    fincas agrarias, y cmo stas conforman los escenarios de las relaciones y de los mandatos de gnero,

    tanto en las esferas pblica y productiva, como en el espacio personal y domstico, pues las relacio-

    nes de gnero no siguen pautas idnticas de discriminacin y subordinacin en contextos diferentes.

    ELMECANISMODELAINVISIBILIDAD

    En la construccin de las desigualdades en las relacio-nes de gnero, quizs el mecanismo ms poderosoy ms sutil sea la invisibilizacin. Cuando conse-guimos percibir las desigualdades es mucho ms fcil

    ambiarlas o al menos rebelarse contra ellas, y tanto los

    hombres como las mujeres, la gran mayora, tenemos la

    voluntad de no discriminar socialmente a las mujeres y de

    educir las injusticias de gnero. Pero el arraigo milena-

    io del patriarcado, con una socializacin diferenciada yerarquizada de nios y nias y de hombres y mujeres,

    hace que las relaciones de dominacin/subordinacin

    ntre hombres y mujeres formen parte de lo que se per-

    ibe como la normalidad de la vida cotidiana, con sus

    diferentes manifestaciones en todas las culturas. La natu-

    alizacin de las prcticas sociales de subordinacin de las

    mujeres hace que su arraigo sea ms profundo, y aumenta

    u complejidad por las mltiples dimensiones materiales y

    ubjetivas que estn estrechamente imbricadas.

    La divisin sexual del trabajo, como parte de las estruc-

    uras de gnero, consiste en la asignacin de tareas y de

    spacios-tiempos diferenciados a hombres y a mujeres. Los

    hombres son, histricamente, responsables por el mbito

    productivo, por el espacio pblico y el eje central sobre

    el que se construye su vida y su identidad es el trabajo,

    entendido como trabajo econmicamente retribuido. Las

    mujeres, sin embargo, tienen asignado el mbito repro-

    ductivo, el espacio domstico, y sus vidas y sus identidades

    estn construidas sobre la centralidad de la familia, espe-

    cialmente de la maternidad y de su funcin social como

    cuidadoras. Como seala Marcela Lagarde, las mujeres son

    socializadas como seres-para-otros, mientras los hombres

    como seres-para-s.

    Aunque las condiciones de vida de muchas mujeres,indudablemente, hayan cambiado en las ltimas dcadas

    en la mayor parte de los pases, principalmente entre los

    considerados desarrollados, el ejercicio de dominio sobre

    las mujeres es una realidad constante, y se observa que

    los mecanismos son cada vez ms sutiles. As, se constata

    cmo las relaciones de gnero siguen siendo discriminato-

    rias incluso en las sociedades y condiciones formalmente

    ms igualitarias.

    La invisibilidad es una marca fundamental en la perpe-

    tuacin de las desigualdades de gnero, no slo por la difi-

    cultad que entraa el hacerlas perceptibles y reconocibles

    para hombres y mujeres, sino tambin porque la propia

    invisibilizacin es un mecanismo polidrico, con muchas

    caras, de reproduccin de la subordinacin femenina.

    Por ejemplo, el acceso tardo de las mujeres al mundo

    laboral asalariado, la discriminacin salarial y la falta de

    reconocimiento social y econmico a su trabajo, se refleja

    en la invisibilizacin de su aportacin productiva a la

    sociedad e, incluso, en las familias, donde la renta de las

    mujeres tiene una consideracin secundaria y complemen-

    taria, mientras los hombres aportan la renta considerada

    principal. Al considerarse la actividad profesional de las

    mujeres como secundaria y la renta complementaria en

    relacin a las de los varones, las mujeres asumen que su

    tiempo tiene que ser elstico y permitirles realizar todas

    las tareas, tanto laborales como domsticas, sintindose

    incluso culpables, por su incapacidad para poder con

    todo. La sociedad, y tambin las mujeres, todava tienen

    muy interiorizado que las actividades profesionales de

    los hombres estn por encima de las responsabilidades

    domsticas.La consideracin profundamente arraigada del tra-

    bajo domstico como no-trabajo tambin se apoya en la

    invisibilidad de las labores domsticas y de cuidados, que

    se hacen ms perceptibles cuando dejan de ser realizadas.

    Para ser ms grfica, precisamente el polvo que se ha

    quitado de los muebles es el que no se puede ver. Con la

    invisibilizacin del espacio domstico como espacio pri-

    vado y protegido, se invisibiliza tambin a las personas

    asignadas a l y a su trabajo, garantizando la obediencia a

    los mandatos y la subordinacin a los visibles.

    ELCONTEXTO: LAFINCAAGRCOLA.La modernizacin de la agricultura y su integracin

    en el mercado internacional, ha llevado a una transfor-

    macin radical en los modos de produccin tradicionales.

    El modelo de produccin dominante, en el marco de la

    mundializacin neoliberal de la economa, ha impuesto

    una agricultura intensiva, con alta mecanizacin y el uso

    masivo de productos qumicos, ms ajustados a los mode-

    los industriales y empresariales competitivos para una

    economa de mercado. En este proceso de transformacinde la agricultura tradicional a industrial, se ha producido

    una apropiacin masculina de la produccin agraria, as

    como una revalorizacin de aquella parte del sector que

    se acerca ms a los estndares de las grandes empresas

    El polvo que se haquitado de los muebleses el que no se puedever.

    agrarias, con mayores cotas de poder, reconocimiento

    social y econmico.

    Con la modernizacin de la agricultura y su mecaniza-

    cin, los hombres asumen el protagonismo como trabaja-

    dores y empresarios agrarios, mientras las mujeres asumen

    una posicin social subsidiaria como mujeres de o hijas

    de. Mientras las mujeres se ocupan de lo domstico, los

    hombres se ocuparn de la produccin destinada al comer-

    cio, transformando la actividad productiva en dinero, en

    moneda corriente. La modernizacin de la agricultura,

    incluyendo la llamada revolucin verde, ha marcado-

    como dice Rosario Sampredro- las pautas de disociacin

    entre el espacio de lo productivo (conectado con el mer-

    cado, y por tanto fuente de poder, prestigio, autonoma, de

    existencia social en fin) y el espacio reproductivo (espacio

    del trabajo no mercantil, gratuito, sin existencia social).

    Por otro lado, en las explotaciones agrarias familia-res el proceso de modernizacin se ve limitado o condi-

    cionado por las disponibilidades econmicas. As, en la

    mayora de las explotaciones agrarias familiares se da

    una modernizacin a medias: hay incorporacin de

    maquinaria agrcola y de tecnologa, pero, en el esfuerzo

    de adecuacin a la economa de mercado y de garantizar

    la supervivencia, no se puede prescindir de la mano de

    obra familiar. En este escenario, mientras los hombres se

    desarrollan como productores y pequeos empresarios

    agrarios, las mujeres tienden a asumir los roles tradicio-

    nales de gnero y con ello la exclusividad en las tareas del

    espacio reproductivo, pero sin abandonar realmente las

    tareas productivas, donde se quedan relegadas al califica-

    tivo de ayuda familiar agraria, sin protagonismo social,

    trabajando como mano de obra invisible.

    En la llamada agricultura familiar, precisamente la

    organizacin de los procesos productivos en base a las rela-

    ciones familiares vuelve ms difcil la separacin entre las

    esferas productiva y domstica, y los tiempos y espacios

    estn ms interconectados. La estructura familiar se dife-

    rencia de otras estructuras sociales, entre otros aspectos,por la vinculacin entre relaciones econmicas y afectivas,

    y por la jerarquizacin de las relaciones entre hombres

    y mujeres y entre adultos, jvenes y nios/as, siendo el

    padre de familia la figura que, directa o indirectamente,

    ocupa el lugar central de poder en la toma de decisiones y

    en el control de los recursos.

    Las mujeres que se ocupan de la ayuda familiar en

    las explotaciones agro-ganaderas, ven cmo su actividad

    es asumida como una prolongacin de las tareas doms-

    ticas, sin el reconocimiento como actividad laboral o

    productiva. Segn el estudio realizado por Vera y Rivera

    (1999), el 70,6% de las mujeres que conviven en explo-

    taciones agro-ganaderas trabajan o ayudan en las labores

    productivas. Ni siquiera el que haya hijos conviviendo

    Las desigualdades de

    gnero en el trabajodentro de las fincas agrarias familiares

    Ftima Cruz-Sousa

    SABC / JULIO 2010 / NM.2 / AMASANDO LA REALIDAD14 15AMASANDO LA REALIDAD / SABC / JULIO 2010 / NM.2

  • 8/8/2019 Revista Soberana alimentaria, biodiversidad y culturas 2

    10/29

    n el hogar, parece ser relevante respecto a no trabajar o

    no ayudar; dirase que, cuando hay un negocio familiar,

    as mujeres trabajan en l, sin distincin por subgrupos o

    egmentos de edad. Con datos publicados en el Anuario

    obre la Agricultura Familiar en Espaa 2009, tenemos

    que en el ao 2005 slo el 21,21% de los titulares jefes de

    xplotacin son mujeres, mientras que el 70,38% de los

    nyuges son mujeres:

    Mano de obra femenina en lasfincas agrarias (%. 2005)

    Titulares jefas de explotacin 21.21

    Cnyuges 70,38

    Otras familiares 25,48

    Asalariadas fijas 16,01A tiempo parcial 21,01

    A tiempo completo 12,88Fuente: Instituto de la Mujer (2007)

    LADOBLEJORNADAEl trabajo domstico tiene una gran plasticidad e inde-

    finicin de tareas, adems de una serie de ambigedades

    que le hacen particularmente proclive a la invisibilidad y a

    a poca consideracin social. Entre otras caractersticas, no

    iene una jornada temporalmente delimitada, sino que se

    dilata indefinidamente durante todo el da y todos los das

    del ao. Al no ser un trabajo remunerado, adems de no

    proporcionar derechos laborales, tampoco hay una valo-

    acin cuantificable del cansancio, dedicacin, esfuerzo

    y habilidades que conlleva. El cotidiano de las mujeres

    urales est marcado por una situacin de trabajo perma-

    nente y continuada, con gran diversidad de tareas, que

    ncluyen la creacin de las condiciones de reproduccin de

    a familia y, as, de la reproduccin de la fuerza de tra-

    bajo necesaria a las actividades propiamente productivas

    Silva y Portella, 2006, p. 135).Lo que actualmente se denomina como doble jornada

    o doble presencia, es un esfuerzo de compatibilizacin

    que resulta en el desempeo yuxtapuesto de dos jornadas

    de trabajo, una de trabajo reproductivo, incluyendo las

    areas domsticas y de cuidados de las personas depen-

    dientes, y otra de trabajo productivo, generando bienes y

    ervicios destinados al mercado.

    La doble jornada no es una caracterstica especfica del

    rabajo femenino agrario, tambin las mujeres asalariadas

    y empresarias soportan una doble jornada, ocupndose del

    rabajo domstico y del trabajo profesional; sin embargo,

    l trabajo que realizan fuera del hogar tiene una remune-

    acin econmica y una delimitacin y reconocimiento

    ocial distintos a lo domstico. Mientras, en el caso de las

    mujeres agricultoras, el trabajo agrario se invisibiliza al ser

    considerado parte del trabajo domstico y de la gratuidad

    de las labores realizadas en el marco de la familia y para la

    familia.

    Las normas que rigen los procesos de produccin en la

    agricultura familiar se establecen tambin como continui-

    dad del espacio familiar, a partir de las relaciones afecti-

    vas y de lealtad entre los miembros de la pareja y de la

    familia, con un fuerte peso de los modos de hacer trans-

    mitidos por las generaciones anteriores. Los cambios e

    innovaciones introducidos en los modos de produccin, en

    el funcionamiento del hogar y en los papeles sociales que

    asumen hombres y mujeres en la finca agraria, a menudo

    se encuentran con resistencias, pues son considerados

    como traiciones a esos compromisos velados de lealtad

    familiar.

    QUINTOMALASDECISIONES?Otra caracterstica de las desigualdades de gnero en la

    agricultura familiar es el desequilibrio en la participacin

    de hombres y mujeres en la toma de decisiones sobre la

    actividad productiva. La aportacin de las mujeres a la

    produccin al ser considerada como una ayuda, tiende

    a la falta de legitimidad para posicionarse en las nego-

    ciaciones cotidianas y en las decisiones que respectan al

    mbito productivo. Vera y Rivera indican que solo el 41%

    de las mujeres que trabajan o ayudan en las explotaciones

    familiares participan en la toma de decisiones referentes a

    la produccin.

    Segn el estudio realizado en el 2006 por Silva y

    Portella, hay un consenso entre las mujeres sobre el

    hecho de que los hombres, en los papeles de marido y

    padre, dominan el trabajo de las mujeres y de los hijos e

    hijas y concentran las decisiones sobre la produccin; no

    habiendo una planificacin colectiva de la produccin que

    involucre a la familia, lo que incluira las decisiones sobre

    siembra, cultivo, cosecha, comercializacin y usufructo de

    la renta. El control del dinero por los hombres reduce y,en muchos casos impide, la autonoma de las mujeres.

    El simbolismo y las estructuras de gnero inciden

    directamente en la toma de decisiones, en la temporaliza-

    cin y en la priorizacin de los gastos e inversiones que

    se realizan. Se establece, explcita o implcitamente, una

    determinada jerarquizacin en la toma de decisiones sobre

    gastos e inversiones en el contexto familiar, en la cual lo

    productivo prima sobre lo reproductivo y lo masculino

    sobre lo femenino. Por ejemplo, suele ser menos cuestio-

    nable la necesidad de invertir muchos miles de euros en la

    compra de una nueva cosechadora o de otra maquinaria

    agrcola, que 400 o 500 euros en un lavavajillas o para

    cambiar la lavadora. El razonamiento es muy sencillo: la

    maquinaria agrcola es necesaria para el trabajo, o es

    para el beneficio de toda la familia y el lavavajillas

    o la lavadora, no? Pero en el trabajo de quin se piensa?

    Quin marca los criterios de prioridad?Incluso en el caso de que las mujeres asuman la con-

    dicin de titulares de la explotacin familiar, no siempre

    consiguen participar en igualdad de condiciones de las

    decisiones, pues la naturalizacin de los papeles de gnero

    hace que habitualmente los hombres de la casa tengan

    ms protagonismo en el mbito productivo, y muchas

    mujeres asuman como dice Garca Bartolom falsas

    titularidades.

    de empresarias, de trabajadoras y no dejan de asumir

    las responsabilidades y demandas del mbito domstico

    y familiar, con mucha diferencia de sus compaeros

    varones.

    ENELESPACIOFAMILIARAunque las estructuras y relaciones familiares vienen

    cambiando significativamente en las ltimas dcadas, la

    familia sigue siendo el lugar privilegiado de reproduccin

    de los papeles tradicionales de gnero y de ejercicio de

    dominio masculino sobre las mujeres. Y la agricultura

    familiar se convierte precisamente en el espacio de pro-

    duccin dentro de las redes familiares de relaciones. No es

    casual que las relaciones intrafamiliares sean el lugar de

    expresin ms brutal de la violencia de gnero y, a la vez,

    el espacio ms difcil de incidir desde las polticas pblicas

    de igualdad.Los vnculos afectivos y familiares y las estrechas

    relaciones vecinales caractersticas de los entornos rurales,

    parecen favorecer la invisibilizacin de las desigualdades

    e, incluso, de la violencia de gnero. En los conflictos y

    divergencias intrafamiliares, al ser considerados como

    problemas de la esfera privada, referentes a la intimidad

    de la pareja o de la familia, se tiende a pensar que debe-

    ran ser resueltos dentro del ncleo familiar, generando un

    proceso de aislamiento y retroalimentacin de los modos

    de relacin, para bien y para mal.

    La organizacin familiar no se caracteriza precisamente

    por ser un espacio democrtico y de negociaciones que

    lleguen al consenso entre todos sus miembros. Las rela-

    ciones familiares se basan en una mayor vulnerabilidad

    de las mujeres y de los nios y nias. As, la agricultura

    familiar se caracteriza precisamente por la subordinacin,

    la continuidad e interrelacin entre los mbitos produc-

    tivo y reproductivo, entre el trabajo y la familia. En la

    agricultura familiar, el trabajo de las mujeres se constituye

    en un ciclo continuo entre produccin y reproduccin,

    con implicaciones para la organizacin y para el uso deltiempo y del espacio y para la definicin del valor del

    trabajo explican Silva y Portella.

    En el valor del trabajo reside precisamente la mayor

    desigualdad, no es slo que hombres y mujeres desarrollen

    actividades distintas por asignacin del trabajo a uno u

    otro sexo, sino que las actividades realizadas por las muje-

    res tienen un valor social y econmico inferior al de los

    hombres, independientemente de sus caractersticas o de

    las habilidades que requieran.

    ELXODORURALLa transformacin de las relaciones de gnero hacia

    un reparto ms equitativo de poder y del trabajo entre

    hombres y mujeres es un proceso lento, y no afecta a

    En el caso de lasmujeres agricultoras,el trabajo agrariose invisibiliza al serconsiderado parte deltrabajo domstico.

    Por supuesto, hay muchas verdaderas titulares de

    explotaciones agrarias, pero, desde luego, muchas menos

    de las que desearan, y que desearamos para el medio

    rural. Y las verdaderas titulares adems se enfrentan a la

    doble o triple jornada de trabajo, pues asumen los papeles

    Exposicin Miradas de mujeres rurales

    de la organizacin EHNE-Nafarroa.

    SABC / JULIO 2010 / NM.2 / AMASANDO LA REALIDAD16 17AMASANDO LA REALIDAD / SABC / JULIO 2010 / NM.2

  • 8/8/2019 Revista Soberana alimentaria, biodiversidad y culturas 2

    11/29

    odas las mujeres por igual, ni igualmente a los diferentes

    ontextos. La va de la emigracin ha constituido un atajo

    para cambiar la posicin social de las mujeres en el medio

    ural, ampliar sus posibilidades de libertad y de introducir

    ambios en la vida cotidiana, accediendo a un cierto ano-

    nimato en las ciudades y, en gran medida, a menos presin

    ocial y familiar para el cumplimiento de los mandatos de

    gnero tradicionales. As, el xodo rural femenino y, sobre

    odo, el abandono de la actividad agraria, ha sido y sigue

    iendo una puerta hacia una mayor autonoma personal y

    profesional.

    En una expresin muy acertada, Sarah Whatmore

    firma que las mujeres han votado con los pies, al uti-

    izar la huida del medio rural como estrategia de cambio.

    Sin embargo, esa no es una estrategia que beneficie ni al

    medio rural, ni a la agricultura familiar. Muy al contrario,

    observamos una creciente masculinizacin y envejeci-miento del medio rural y, especialmente, de las explota-

    iones agrarias. La sostenibilidad del medio rural exige un

    ambio en las relaciones de gnero y que se creen espacios

    ociales acogedores para las mujeres, principalmente

    para las jvenes, posibilitando su desarrollo personal y

    profesional en condiciones materiales y subjetivas ms

    gualitarias.

    Ftima Cruz-Souza

    Departamento de Psicologa de la

    Universidad de Valladolid

    Histricamente, muchos hombres han disfrazado sureaccin a las luchas de las mujeres por sus dere-chos como una afrenta a su masculinidad, aunqueen el fondo lo que realmente les cuestiona estas luchas

    es la ostentacin masculina del poder en exclusiva en la

    casi totalidad de las mltiples facetas de la vida diaria:

    el trabajo, el dinero, el hogar, el deporte, la cultura, el

    gobierno.... Sobre esto, para avanzar haca una sociedad

    con plenos derechos para las mujeres, los hombres van

    a tener que reflexionar con honestidad sobre el grado de

    interiorizacin de pautas machistas y poder puramente

    masculino que mantienen. Conviene recordar que el

    machismo no es lo mismo que masculinidad. El machismo

    se basa en la creencia de que todo lo masculino es superiora lo femenino. La masculinidad es lo que define la esencia

    de ser hombre y es, por tanto, un trmino maleable segn

    las pautas de cada cultura y manipulable segn los deseos

    del poder de cada momento. Pero cierta mente, mientras

    que el machismo es hiriente, la masculinidad no tiene por

    qu serlo.

    Uno de los ms recientes pasos dados por las mujeres

    en lucha hace tambalear an ms el poder masculino,

    el poder de los hombres, por el cuestionamiento de las

    propias caractersticas de ste: el reconocimiento por parte

    de muchas mujeres de que no les interesa igualarse en

    poder a los hombres en el contexto de la tipificacin actual

    de poderes. Qu ganan las mujeres como colectivo si su

    empoderamiento supone mantener repartos injustos de

    poder, como lo hace el reparto individualista del poder

    por los hombres? As, para avanzar haca una sociedad con

    plenos derechos para las mujeres tambin hay mujeres

    que tienen que reflexionar con honestidad sobre el origen

    de su poder actual y si dicho poder es sustentable en un

    futuro en que se quieren derechos para todas y todos.

    As son cada vez ms las mujeres, incluyendo las muje-

    res campesinas, que se preguntan por qu derechos estoy

    luchando? La reflexin es que no quieren la igualdad con

    los hombres sin ms. Por ejemplo:

    En el contexto de la soberana alimentaria, la

    mayora de las mujeres campesinas a nivel mun-

    dial, hortelanas, ganaderas, cerealistas, viticultoras,etc. en el Estado espaol y Europa, no aspiran a ser

    grandes terratenientes para igualarse a los terra-

    tenientes masculinos de toda la vida. No quieren

    ostentar el poder que supone sobre los recursos que

    alberga la tierra y sobre las personas que trabajan

    esas hectreas. Llegar a tener el poder de la Duquesa

    de Alba en el campo espaol no es el objetivo de la

    lucha de las mujeres campesinas ya que no supon-

    dra una igualdad de derechos para el colectivo de

    mujeres. Lo que quieren las mujeres campesinas es

    un acceso garantizado a suficiente tierra para poder

    sacar un jornal digno del campo en condiciones de

    sustentabilidad productiva y eso s, en igualdad de

    condiciones que los campesinos. Que nadie diga

    Helen Groome

    *

    Bauman, Z.: Trabajo, consumismo y nuevos pobres. Barcelona: Editorial Gedisa, 2003.

    Cruz, F.: Gnero, Psicologa y Desarrollo Rural: la construccin de nuevas identidades.Madrid: Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentacin, 2006.Garca Bartolom, J. M.:Las mujeres en la agricultura y en la sociedad rural. En:Atlas de laEspaa Rural . Madrid: Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentacin, 2005.Harding, S.: Ciencia y Feminismo. Madrid: Morata, 1996.Lagarde, M.: Gnero y Feminismo: Desarrollo humano y democracia. Madrid: Ed. Horas yhoras, 1996.Sampedro, R.: Gnero y Ruralidad. Las mujeres ante el reto de la desagrarizacin. Madrid:Ministerio de Asuntos Sociales Instituto de la Mujer, 1996.Silva, C. y Portella, A. P.: En: Scott y Cordeiro,Agricultura Familiar e Gnero: prticas,movimentos e polticas pblicas. Recife (Brasil): Ed. Universitria UFPE, 2006.Vera, A. y Rivera, J.: Contribucin invisible de las mujeres a la economa: el caso especficodel mundo rural. Madrid, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales Instituto de la Mujer.1999.P

    arasaberms

    Definiendo derechos,para definir qu igualdad de gnero y en qu condiciones

    Muchas acciones han realizado las mujeres a lo largo de la historia para mejorar su situacin y

    muchas pginas se han escrito sobre ellas. Todas han estado buscando empoderarse de alguna

    manera (dotarse de poder, sea econmica, sea legal o de otra ndole) y con una nica ligazn: ser opri-

    mida por ser mujer. La mujer campesina no es excepcin, aunque su lucha refleja las caractersticasespecficas de su ubicacin social y geogrfica en cada momento de la historia. Por qu nos niegan

    nuestros derechos tan sistemticamente a las mujeres? De qu derechos estamos hablando?

    Exposicin Mujeres Campesinas del Sur

    promovida por Entrepueblos

    y el Grupo de Soberana Alimentaria y Gnero.

    SABC / JULIO 2010 / NM.2 / AMASANDO LA REALIDAD18 19AMASANDO LA REALIDAD / SABC / JULIO 2010 / NM.2

  • 8/8/2019 Revista Soberana alimentaria, biodiversidad y culturas 2

    12/29

    que, por ser mujer, no pueda acceder a la tierra,

    recurso indispensable para una produccin agraria

    en sintona con la soberana alimentaria.

    La mayora de las mujeres campesinas no aspira

    a controlar mercados enteros de semillas, para que

    todas las dems personas del campo tengan que

    comprarles todos los aos sus semillas y as empo-

    derarse en base a apoderarse de porcentajes altos

    del germoplasma mundial. No quieren convertirse

    en dueas de casas comerciales como Monsanto

    (Presidente masculino), Pioneer (Presidente

    masculino) o Syngenta (Comit Ejecutivo 100%

    masculino). El empoderamiento por el que luchan

    las mujeres campesinas es por el derecho de guar-

    dar, sembrar e intercambiar sus semillas campesinas

    locales, algo, a la vez, imprescindible para realizaren la prctica en el campo la filosofa de la sobera-

    na alimentaria. Que no quedan sus semillas ni en

    manos masculinas, ni en manos empresariales, aun-

    que fuesen stas ltimas femeninas. El derecho de

    gestionar sus propias semillas es un derecho bsico

    para el empoderamiento digno de las mujeres como

    campesinas o de las campesinas como mujeres.

    Conviene recordarque el machismono es lo mismo quemasculinidad.

    Para una agricultura en sintona con la sobera-

    na alimentara hay que mantener o recuperar los

    cultivos que hacen un uso sustentable del agua.

    Las mujeres campesinas no se benefician de (sino,

    muchas veces son desplazadas por) las grandes

    presas para enormes extensiones de monocultivos

    en regado, cuyas cosechas se venden en mercadoslejanos, algo que corresponde a un modelo agro-

    industrial desarrollado e impuesto principalmente

    por hombres. La lucha de las mujeres campesinas

    es por su derecho de acceso garantizado al agua

    que necesitan sus pequeas huertas para la produc-

    cin local de alimento y para el consumo local de

    alimentos. No es cuestin de apoderarse de toda el agua para algunas pocas mujeres, sino que toda per-

    sona campesina tenga acceso al agua que necesite,

    sean hombres, sean mujeres.

    Exigir poder pero para empoderarse en iguales de con-

    diciones que sus hermanas y hermanos para avanzar hace

    una soberana alimentaria es, quizs, uno de los pasos ms

    desafiantes que han tomado las mujeres campesinas. Este

    es uno de los puntos de contacto que tienen las mujeres

    campesinas con las luchas de las mujeres urbanas: el dere-

    cho a una alimentacin adecuada, suficiente y equilibrada.

    Si las mujeres campesinas no tienen el derecho como

    mujeres y como campesinas a los recursos bsicos y nece-

    sarios para proveer alimentos sanos, las mujeres urbanas

    pierden parcelas de poder, como el derecho de elegir comoalimentarse.

    Es un desafo al sistema imperialista, es un desafo

    al paternalismo y es un desafo en toda regla al modelo

    agroindustrial. Es desterrar el esquema imperante del

    patriarcado: la forma de organizacin de nuestra sociedad

    en la que mandan los hombres, desde la imposicin de

    lo masculino, an a costa de marginar incluso a muchos

    derechos de significantes nmeros de hombres. Lo que

    exigen las mujeres campesinas es una manera de ver la

    lucha de las mujeres que empoderar tambin a muchos

    hombres.

    Hay que insistir que no se trata de una lucha entre

    hombres y mujeres, o entre hombres sensibles a los plan-

    teamientos femeninos y hombres insensibles. Ms bien

    se trata de buscar un empoderamiento de las mujeres,

    dotarles a las mujeres de poder, dentro de un esquema

    de reparto ms justo del poder entre toda la poblacin,

    masculina y femenina, a la vez que garantizar el ejercicio

    y el cumplimiento de los derechos de todas las personas,

    independiente de su gnero. De esta manera, tantos los

    hombres como las mujeres podrn realizarse como per-

    sonas de una manera mucha ms satisfactoria que siendo

    marginadas o marginadores. Es precisamente sobre esta

    cuestin de la realizacin personal que muchos hombres

    tendrn que reflexionar profundamente. Cmo persona,

    en cuerpo y alma, qu se siente un hombre cuando logra

    librarse del machismo en todas las facetas de su vida para

    respetar a las mujeres y compartir derechos con ellas?

    No hace falta decir que las luchas de las mujeres cam-pesinas no terminan en el campo. Estn llegando tambin

    a la casa: el derecho de compartir la carga del trabajo

    domstico, el derecho a mantener la integridad e invio-

    labilidad del propio cuerpo, el derecho al descanso y a la

    cultura... Son tambin puertas de contacto con las mujeres

    urbanas.

    Si esto es feminismo, que se llame as. Son mujeres

    campesinas en lucha.

    Helen Groome

    del Consejo Editor

    *

    Es undesafo alsistemaimperialista, esun desafo alpaternalismo yes un desafoen toda reglaal modeloagroindustrial.Exposicin Miradas de mujeres rurales

    de la organizacin EHNE-Nafarroa.

    Exposicin Mujeres Campesinas del Sur promovida por Entrepueblos

    y el Grupo de Soberana Alimentaria y Gnero.

    SABC / JULIO 2010 / NM.2 / AMASANDO LA REALIDAD20 21AMASANDO LA REALIDAD / SABC / JULIO 2010 / NM.2

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    Qu poltica agrariacomn necesitamos?Durante los ltimos aos se han constatado

    las dificultades por las cuales pasan los agri-

    cultores y agricultoras, dejando en evidencia

    que la Poltica Agraria Comn (PAC) euro-

    pea actual modificada sucesivamente por

    las indicaciones y acuerdos alcanzados en la

    OMC (Organizacin Mundial del Comercio)

    y en los diferentes acuerdos bilaterales

    entre la UE y pases terceros ha sido inca-

    paz de resolver los problemas del sector.

    Basada en un modelo de desregulacin y

    liberalizacin de los mercados, surge la nece-

    sidad de elaborar una nueva poltica agraria

    comn, basada en la soberana alimentaria,

    social y so lidaria. Una nueva PAAC (Poltica

    Agraria y Alimentaria Comn) que ponga

    en el centro a la ciudadana europea y noa los intereses de las transnacionales.

    Este ao 2010 es clave fomentar un amplio

    debate pblico dentro de la Unin Europea

    para que sean redefinidas las prioridades y

    mecanismos de la poltica agrcola y alimenta-

    ria ms all del 2013. En este artculo la revista

    Soberana Alimentaria, Biodiversidad yCulturas responde a la consulta pblica sobrela PAC lanzada por la Comisin Europea.

    ENPIEDEESPIGA

    Exposicin Mujeres Campesinas del Sur

    promovida por Entrepueblos

    y el Grupo de Soberana Alimentaria y Gnero.

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    productos que consumimos. Una informacin objetiva,

    veraz, eficaz y suficiente sobre sus caractersticas esencia-

    les, el proceso productivo que han seguido y sus precios de

    origen. Para la ciudadana es importante que los mecanis-

    mos de financiacin sean claros, rigurosos y consecuentes

    con los principios de la soberana alimentaria.

    Exigimos tambin romper con polticas sujetas a un

    modelo neoliberal que perpeta la explotacin de las

    personas y en su mayora de las mujeres, que son las que

    menor acceso tienen a los recursos productivos y econ-

    micos, generando graves situaciones de dependencia. Esta

    dependencia econmica perpeta la violencia domstica

    dentro del medio rural. Requerimos polticas integrado-

    ras que tengan en cuenta esta realidad y se dote a la PAC

    de acciones positivas y de presupuestos con enfoque de

    gnero.

    PORQUESNECESARIOCAMBIARLA PAC?Porque la poltica agraria desarrollada hasta el

    momento ha considerado la eliminacin de empleo en

    el sector agrario como algo positivo que favoreca la

    competitividad de la agricultura, sin tener en cuenta las

    consecuencias sociales y econmicas que este declive ha

    supuesto en muchas zonas rurales. En muchos casos esta

    evolucin ha comprometido el desarrollo de los territorios

    rurales, cortando el vnculo entre agricultura e industria

    agroalimentaria y provocando la deslocalizacin de pro-

    ductos agrarios, cooperativas y empleo.

    Porque la PAC hasta ahora ha impulsado la liberaliza-

    cin absoluta de los mercados agrcolas, gobernados hoy

    por un capitalismo sin rostro humano, que ha provocado

    que los productos agrarios se hayan convertido en moneda

    de cambio de los intereses de multinacionales agroindus-

    triales y empresas financieras y de servicios. Haciendo

    dumping social y econmico sin escrpulos en los pa-

    ses en vas de desarrollo y limitando la capacidad de la

    agricultura para garantizar el derecho a la alimentacin de

    todas las personas.

    Porque la PAC actual no ha tenido en cuenta como

    corresponde el papel de las mujeres en la agricultura,

    siendo fundamentales para preservar la seguridad ali-

    mentaria, porque adems de productoras, tambin se

    han encargado histricamente de la alimentacin en los

    hogares y familias. La participacin de las mujeres, con

    derechos dentro de las fincas agrarias, no est resuelta.

    Porque la agricultura europea sufre problemas por el

    envejecimiento y la masculinizacin en la poblacin agra-

    ria, que slo puede abordarse desde una apuesta definitiva

    por la participacin y reconocimiento del trabajo de las

    mujeres campesinas y fomentando el acceso de la juven-

    tud al mundo rural.

    Porque con las sucesivas reformas de la PAC, la UE

    ha profundizado en la desregulacin del mercado interior

    europeo, con una reduccin de los precios de referenciaa los niveles de mercado mundial y la desaparicin de

    mecanismos fuertes de intervencin. Todo ello unido a

    una mayor apertura comercial a los productos importados

    desde la agroindustria de terceros pases, provocando en

    definitiva, el desmantelamiento de la agricultura fami-

    liar a favor de planteamientos polticos descritos por la

    Organizacin Mundial del Comercio. La reduccin de

    precios al agricultor y agricultora, en ningn caso ha

    repercutido en bajadas de precios al consumo, dndose por

    el contrario un mayor diferencial de precios entre ambos.

    Un abuso que es responsabilidad de la gran distribucin

    agroalimentaria y de la falta de regulacin de la UE. Una

    de las muchas causas que obliga al xodo a las ciudades de

    la poblacin rural en toda Europa.

    Porque la Unin Europ