Revista Rúbrica del mes de Julio del 2015

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 Editorial ¿ E s posible señalar qué es el poder? Podríamos intentar definirlo apuntando a personajes públicos: políticos, millonarios, líderes de opinión etc. Sin embargo, darle un rostro al poder no nos ayuda a definirlo, ya que siempre se oculta detrás de la sonriente figura del Gran Hermano y, a pesar de esto, la cultura se ha encontrado varias veces cara a cara con el poder, tal fue el caso de Mijaíl Bulgákov con Stalin, o de Mozart con la corte de Viena. En esta revista creemos que la cultura no debe subordi- narse al poder sino que debe ser una resistencia al mismo. Aunque, tampoco deberá en sí misma encumbrarse en la soberbia intelectual subestimando el trabajo y conoci- miento de los demás. Suele decirse que el poder es un mal que corrompe, sin embargo, como apunta el ex presidente de Uruguay José Mujica “El poder no cambia a las personas, sólo revela quiénes verdaderamente son”.

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Revista de Radio Universidad Nacional Autónoma de México

Transcript of Revista Rúbrica del mes de Julio del 2015

  • Editorial

    Es posible sealar qu es el poder? Podramos intentar definirlo apuntando a personajes pblicos: polticos, millonarios, lderes de opinin etc. Sin embargo, darle un rostro al poder no nos ayuda a definirlo, ya que siempre se oculta detrs de la sonriente figura del Gran Hermano y, a pesar de esto, la cultura se ha encontrado varias veces cara a cara con el poder, tal fue el caso de Mijal Bulgkov con Stalin, o de Mozart con la corte de Viena.

    En esta revista creemos que la cultura no debe subordi-narse al poder sino que debe ser una resistencia al mismo. Aunque, tampoco deber en s misma encumbrarse en la soberbia intelectual subestimando el trabajo y conoci-miento de los dems.

    Suele decirse que el poder es un mal que corrompe, sin embargo, como apunta el ex presidente de Uruguay Jos Mujica El poder no cambia a las personas, slo revela quines verdaderamente son.

  • 3Texto: Axel Njera Imagen: Angelica Estrada

    DISEO EDITORIAL Alejandra Hernndez A.

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    ASESORA GRFICACarolina rias

    PORTADARicardo Jaimes

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    Revista Rbrica de Radio UNAM es una publicacin mensual realizada por la Subdireccin de Extensin Cultural de Radio UNAM, ubicada en Adolfo Prieto # 133 Colonia Del Valle, Delegacin Benito Jurez, CP. 03100. Tel. 56233271.

    Impresin: Navegantes de la Comunicacin Grfica S.A. de C.V. Calle Pascual Ortiz Rubio #40, Colonia San Simn Ticumac, C.P. 03660, Mxico D.F. Responsable: Arquitecto Matas Mndez Cabello e-mail: [email protected] Editor responsable: Oscar Gama Herrera. Distribucin: Subdireccin de Extensin Cultural de Radio UNAM.

    Te pregunto algo lector: le has visto los ojos al Diablo? Pinsalo un momento. Ahora pregntate si estos ojos tienen color, qu expresaran; acaso seran capaces de llorar? Te hago estas preguntas porque vamos a hablar de un autor que, en cierta medida, no slo lo vio de frente sino que incluso habl con l.

    Antes de otra cosa, tendramos que decir algo ms: el Poder (as, con mayscula) es caprichoso; siempre busca perpe-tuarse, busca sustraerse de los efectos corrosivos del tiem-po, y de cualquier cosa en general que sienta que lo corroe. No es casual que durante una considerable parte del siglo XX se hayan establecido una serie de dictaduras totalitarias; veamos: ante la condicin que da lugar a la afronta de la re-latividad o del psicoanlisis surge un Hitler que anuncia un imperio de mil aos.

    La Epstola-Diablo: Bulgkov frente al poderoso

    Fausto: An as, dime quin eres

    Mefistfeles: Una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y siempre practica el bien

    Fausto, J.W. Goethe

    ContenidoLa Epstola-Diablo

    La inaceptable soberbia intelectual

    Desde la crcel, radio para la libertad

    Yo tengo el Poder!

    Las clases dominantes en las expresiones musicales

    Los dioses ocultos de las redes sociales

    Hey, ho, let's go

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    Sin embargo, esta imagen tan ideal de la dictadura (la raza alemana, la dictadura del proletariado, etc.) es un relato; el ms grande quizs que se pueda generar dentro de este sistema. Afuera de esta historia hay otras, muchas otras; as de duro es esto, aunque crean que la suya es la ltima palabra, resulta que no lo es. Una otra historia (o ms de una historia) como la de Mijal Afansievich Bulgkov, un ruso, autor de El maestro y Margarita.

    Mijal Bulgkov nace todava en el Imperio Ruso, el ao de 1891, crece en una familia de clase media; de esas mismas que no vieron con buenos ojos la Revolucin de Octubre. Sin embargo, nuestro autor nunca sali de Rusia, aunque tuvo oportunidad de hacerlo, ya lo veremos. Para 1929 la vida para Bulgkov era, por decir lo menos, insufrible: De modo que en la presente temporada teatral todas mis obras se encuentran prohibidas. [] Todas mis obras han recibido crticas desfavorables, monstruosas; mi nombre ha sido difamado.

    Estas ltimas lneas son una cita del mismo Bulgkov, de una de las muchas cartas que enva a la Secretara General del Partido Comunista, cuyo mximo representante era Josef Stalin. Hay que aclarar algo: las cartas iban dirigidas especficamente al camarada Stalin, cosa bastante arries-gada para un autor que ya de por s era considerado an-tisovitico. As, Bulgkov pareca jugarse la vida en un entramado en el que ms de uno perdi la vida.

    Acabemos con la semblanza biogrfica: a la segunda carta de Bulgkov responde el mismo Stalin, por telfono! El escritor le asegura que no saldr de Rusia (que un escritor ruso fuera de su tierra est como muerto), Stalin le garan-tiza trabajo y, por lo menos durante un tiempo, que su obra no sea censurada. Esta llamada obsesionara a nues-tro escritor, al grado que se cuenta que muri esperando otra llamada del dictador.

    Nuestro autor ruso es conocido por una novela (de la cual hablar en un momento, lo prometo). No obstante, las cartas que mand a Stalin (a las cuales slo respondi a la segunda, mediante la reconocida llamada telefnica) re-sultan ser un texto tan intenso como El maestro y Marga-rita. Es posible imaginar en la URSS a una persona como yo? es lo que le grita el maestro al hombre poderoso; esta pregunta podra hacerla cualquiera de nosotros cuando lo que se pide son las condiciones mnimas para vivir: en el caso del maestro slo se trataba de que lo dejaran escribir.

    Ceir la vida y obra de Bulgkov a su relacin con Sta-lin sera repetir el mismo patrn al que lo sometieron los burcratas soviticos. A pesar de esto hay un punto al que debemos volver: las dictaduras slo fueron (y son) parcialmente un gran relato. Algn otro discurso es de la estructura producida durante los regmenes totalitarios del siglo pasado: una organizacin centrada en torno a un grupo o partido; esta estructura permite verificar, censar y validar (o en su caso, rechazar) las actividades, modos u opiniones de la poblacin. Bulgkov, por ms que gozara de un extrao favor del dictador, no estuvo exento de esta estructura, al grado que un primer intento de El maestro y Margarita fue quemado a fin de evitar a los censores.

    Desgraciadamente, no puedo hacerlo contest el maestro, porque la quem en la chimenea.

    Usted perdone, pero no le creo respondi Voland, es impo-sible, los manuscritos no arden.

    Cuidado, lector! Un otro Diablo (no es Stalin) se pasea por tu ciudad, a su paso no te lo vayas a topar la mitad de la poblacin se vuelve loca (o ya estaban a un paso de la casa de la risa). Lo curioso es que quienes se ponen a su paso no son, generalmente, hombres de a pie sino aque-llos que se aferran a su hueso. El Diablo, en cierta medida, demuestra no ser tan malo como se nos ha pintado; l es esa fuerza que niega a los que, a su vez, lo niegan

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    Texto: Sandra Sanabria Imagen: Josu Somarriba

    para aseverar triunfalmente el establecimiento de alguna dictablanda (El Diablo o Voland, junto con su squito, se encarga de demostrar lo blanda que es).

    Esto que acabamos de describir es, a grandes rasgos, par-te de lo que ocurre en El maestro y Margarita, la obra por la que ms se le recuerda a Bulgkov. El Diablo con-vierte en un imposible (exageramos un poco) la existen-cia de ms de un funcionario sovitico: algunos acaban muertos, uno convertido en vampiro, uno ms termina en el infierno (andamos exagerando, en realidad acab en Yalta). Rete, por favor, lector, de las desgracias de estos hombres; cualquiera del squito de Voland lo hubiera he-cho: el gato, el tipo de los lentes, la mujer plida o el enano pelirrojo. Todos demuestran lo ridculos que podemos llegar a ser los seres humanos.

    Ahora, enlazada a esta historia hay una an ms hertica: la novela del maestro, la historia contada por Voland; el relato de Jess de Nazaret y Poncio Pilatos. Yosha Ga-Nozri no es el carpintero delineado en la Biblia sino que teme por su vida y en algn momento le ruega a Pilatos que lo salve. El poderoso pudo haberlo hecho y no lo hizo, eso le cuesta la paz de sus noches. Jess ve a la cara al hombre del que depende su vida y an en ese instante de-fiende la libertad del hombre y la posibilidad de que algn da ningn poder (tirnico) pueda ejercerse sobre ste. En-tonces el pleito ya no es precisamente entre Dios (o dios) y el Diablo sino con los hombres que se creen dioses (as, en minscula).

    Ahora, lector. Tratars de imaginar los ojos que se ocul-tan debajo de aquella capucha, no podrs verlos pero ellos a ti s, he ah su poder. Bulgkov los vio, y quizs demasiado cerca, el embeleso le gan; como se dice en otro libro, que al ver al Diablo a los ojos no se senta ni vivo ni muerto. Sin embargo, en ese momento indecidi-ble s hay una solucin: la risa. Otro Mijal (Bajtn) fue desterrado a Siberia por hablar del poder de la risa; a la larga tendramos que aprender a platicar (o mandarnos una carta) con ese otro Diablo que puso los pelos de punta alguna vez en Mosc.

    Genealoga de la soberbia intelectual es un exten-so ensayo del escritor Enrique Serna, en cual aborda el tema de la arrogancia de ciertos intelectuales. Esto se refiere a la actitud de estos grupos que entienden la cultura como algo que los define o los diferencia del vulgo, algo que les da un status de superioridad, que los opone a los otros, los ignorantes. Es decir, estos individuos proponen que slo al-gunos grupos de personas (ellos) son capaces de entender la literatura, el arte plstico, el cine de autor, etctera, y esto les da autoridad sobre el hombre comn.

    Serna hace una cronologa en bsqueda del inicio de la discri-minacin a travs de la privatizacin del intelecto, recopilando y analizando ejemplos que datan de hace ms de 4,000 aos. A lo largo del ensayo resalta el ejemplo del poeta francs Mallar-m, quien segn Serna, quiso que el lector aceptara su supe-rioridad como una peticin de principio, sin tenderle puentes para demostrarla; en la obsesin del poeta por pasar como iluminado, era capaz de buscar las palabras ms extraas y utilizarlas para formar metforas encriptadas que bsicamen-te slo l entenda. Lo que al parecer le funcionaba entre sus contemporneos.

    La inaceptablesoberbia intelectual

    En el campo de las letras y las humanidades, los alardes de superioridad intelectual ahondan innecesariamente el abismo entre la cultura popular

    y la alta cultura, para beneplcito de los magnates del espectculo y de los editores oportunistas que medran con la ignorancia del pblico masivo.

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    Para justificar lo que Serna nos plantea en este estudio que le llev 12 aos de su vida, basta aplicarlo a nuestras propias vivencias.

    En primer lugar, es comn que, como lo indica el epgra-fe con el que inauguro este artculo, existe la tendencia a separar la cultura en alta cultura y la cultura popular. La alta cultura tiene que ver con las creaciones que giran alrededor de las Bellas Artes y sus procesos acadmicos o intelectuales como su anlisis y clasificacin, que err-neamente son atribuidas al sector educado o aristcrata de la poblacin. Por otro lado, la cultura popular se refiere a las actividades que al parecer no necesitan ningn tipos de actividad intelectual, y que normalmente son desarro-lladas por el pueblo. En realidad, la cultura es un conjunto de ideas, tradiciones y costumbres que caracterizan a un pueblo o poca. Es lo que nos define como grupos, como sociedades. Es decir, cualquier actividad o relacin que sobrepase nuestros instintos primos es cultura. En una se-gunda acepcin s puede interpretarse como el desarrollo del conocimiento mediante el estudio, pero: existen co-nocimientos ms distinguidos que otros?

    Aunque la cultura tiene que ver con todos y es para todos hay grupos que la hacen su etiqueta, para ellos saber ms sobre lo que sea nos da poder sobre el que no sabe. Su problema es pensar que si yo puedo nombrar de memo-ria diez de mis peras favoritas o recitar 50 de mis sone-tos preferidos, me da ms cach que el que no puede. El otro problema que plantea Serna, es la retencin de estos elevados pensamientos, con el fin de conservar su distin-cin. En eso recae el doble discurso de ciertos acadmicos e intelectuales. Por un lado, estos personajes quieren que entendamos el arte, que nos interese, que estudiemos las ciencias y la literatura, pues segn esto es lo que precisa-mente nos llevar a ser una mejor sociedad, lo cual parece una propuesta razonable. Sin embargo, y aunque parezca ridculo, no estn dispuestos a ayudarnos a lograrlo.

    Esto me recuerda un coloquio al cual hace poco asist en la Facultad de Filosofa y Letras de la UNAM. En una mesa redonda se presentaban los proyectos que se estn desa-

    rrollando en la Facultad. Un hombre, que en mi vida haba visto, hablaba de su nuevo proyecto de la publicacin de traducciones de Giovanni Boccaccio, del italiano al espa-ol, en una versin bilinge. Comentaba que la versin incluira anotaciones que les podran interesar a otros aca-dmicos o a los alumnos de Letras Italianas. Un alumno de la carrera de Geografa, amante de Boccaccio, pregunta si habra notas al pie de pgina para la gente interesada, pero que no fueran estudiantes de esta carrera o acadmi-cos, a lo que el ilustre doctor respondi: Bueno, tampo-co es que incluyamos notas al pie sealando en un mapa dnde est Italia. El resto del podio doctoral ro. Algunos de los problemas con esta escena son los siguientes: Para qu escribir un libro que slo pueda ser ledo por otros doctos hablantes del italiano que entienden del tema? Y si fuera el caso Por qu incluir el texto en espaol? Es que se juntan en reuniones privadas a darse de coda-zos alabndose los unos o los otros? Es decir, este libro no est hecho para la difusin sino para la presuncin disfrazada de estudios avanzados, como escribe Serna: La jerigonza acadmica los condena a escribir para otros especialistas, de modo que sus ideas, si de veras aportan algo, difcilmente pueden repercutir en la sociedad.

    El otro problema que me preocup, fue el hecho eviden-te de que el doctor no pudo contestar a una pregunta muy sencilla. Ser que no oye? Ser que no puede? Esto me lleva a reflexionar sobre si es cierto que toda la gente que tiene un posgrado es realmente inteligente o slo lo es en su rama del saber. Mi abuelo nunca termin la pri-maria y es el hombre ms inteligente que he conocido, en fin. Lo que realmente s me aterr fue que tal vez, por la soberbia de este individuo, hayamos perdido a un lector de Boccaccio, espero que no.

    La privatizacin de la informacin puede llevar a sucesos ms extremos, que slo perder a un lector y su opinin. El 11 de enero de 2013 el joven Aaron Swartz, programador, escritor y activista, es hallado muerto en su departamen-to, se haba ahorcado, por qu?, bueno, a sus 26 aos es-taba enfrentando un juicio donde se discutiran 13 cargos en su contra. El delito de Aaron fue desarrollar un script

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    Texto: Carmen LimnImagen: Lizet Morales

    con el cual podra descargar 4,6 millones de documentos acadmicos y cientficos, de JSTOR1. En esta pgina pue-des consultar artculos acadmicos, ensayos, iconografa antigua escaneada y obras de todos los tiempos, el proble-ma es que no todos pueden hacerlo. Tienes que tener una cuenta que obtienes pagando o estar inscrito en una uni-versidad que haya comprado la base de datos. El gobierno de Estados Unidos temi que los compartiera en internet, temi que todos tuviramos acceso a ellos y a Aaron le cost caro; lo trataron peor que a un asesino, a un viola-dor o a un secuestrador, slo porque defenda la creencia de que la informacin es de todos. La privatizacin de la informacin y su venta, o cualquier tipo de transaccin con ella, es lo que debera ser penado. Por qu no todo el vulgo puede tener acceso a la informacin? De qu les sirve la informacin privada o para el VIP? As no hay discusin, no hay debate.

    Los ejemplos a los cuales hace referencia Serna van des-de los clrigos siendo los nicos en poder interpretar los textos sagrados, ponindose en un nivel ms cerca de Dios que todos los hombres, y llegan hasta la poca con-tempornea con las relaciones de los intelectuales con los polticos. Sin duda un libro imperdible de muchos que tiene Serna. La cultura no es un beneficio, no es algo exclusivo de una lite. Saber ms, no nos da poder, no nos coloca encima de nadie, sino que nos da herramientas para debatir y evitar abusos. La cultura es para todos y deberamos de dejar de pretender que no es as. Y hasta que esto no cambie, se-guiremos preguntndonos: por qu la gente no me lee?, por qu no van a ver mi pelcula? Los intelectuales no son seres sper-dotados e inalcanzables, son gente de carne y hueso que ha podido dedicarse a cultivarse y ya.

    1 http://www.jstor.org

    En el sitio web1 de Tito Ballesteros, incansable

    documentalista de la radio hispanoamericana, le hace unos aos acerca de las diferentes expe-

    riencias de radio que se realizan en presidio. En prisin el mundo parece ms redondo, dice Tito. Se repite y se vuelve a repetir. La crcel es penosa. Ellas y ellos esperan y se desesperan. Pero, en medio del silencio interno est una amiga de los emisores: La radio, pasin para vivir en prisin.2 En ese artculo escribi sobre varios, digamos, proyectos exitosos, conmovedores, que contribuan entonces (2011) a la rehabilitacin de los internos en diferentes reclusorios y gozaban de la simpata de las instituciones locales. Para conocer el desarrollo de esas radios, me di a la tarea de visitar sus sitios en Internet o de buscar noticias sobre su estado actual. Qu ha sido de ellas? Siguen operando? Qu resultados han obtenido? Me encontr con que las pginas de algunas, como Radio Chvere del Centro Penitenciario de Do-nes, en Barcelona no estn habilitadas; con que iniciati-vas como A radio, emisora del Centro Penitenciario de A Lama, en Galicia, no tienen publicaciones recientes

    1 Radios de Amrica: http://titoballesteros.blogspot.mx2 Radio. Pasin y prisin: http://titoballesteros.blogspot.mx/2011/11/radio-pasion-y-prision.html

    Desde la crcel, Radio para la libertad

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    que permitan saber de su permanencia.3 Y que Radio sin nmero haba funcionado satisfactoriamente en la crcel de mujeres de Iquique, Chile, hasta abril de 2014, cuando un temblor da las instalaciones del penal y oblig a las autoridades a mudar a las internas. Sin embargo, hay otros experimentos que no slo continan al aire, sino que han evolucionado.

    En 2007 inici en el Centro de Rehabilitacin de Imbabura, en Ecuador, un gran proyecto dirigido a liberar las mentes de los internos, a suministrarles herramientas para trabajar en su rehabilitacin y su reintegracin a la sociedad. Den-tro de ste se contempl la realizacin de un programa de radio, La paradoja, producido, conducido, musicalizado por los reclusos desde la crcel. Entre otros beneficios, el programa les permite llevar su voz ms all de los muros de la prisin, pues se transmite a travs de la Radio Mu-nicipal de Imbabura. En 2010 las autoridades del Centro declaraban que La paradoja haba contribuido a disminuir la violencia dentro de la crcel, y para finales de 2014 era ya un espacio consolidado, con transmisin semanal y duracin de 90 minutos en los que difunde actividades de los mbitos educativo, deportivo, cultural y recreativo, e incluso formativo, pues ofrece un segmento destinado a aprender la lengua kichwa, el quechua del norte de la regin. Cristian, encargado de las tareas tcnicas, declara: Hacer radio, para m, es estar libre. Mi familia y mis amis-tades me felicitan constantemente por el desempeo que

    3 Pueden consultarse videos documentales de estos proyectos en Radio. Pasin y Prisin.

    muestro en este espacio, desde hace ms de cuatro aos. Me faltan varios aos para salir, pero seguir en esta acti-vidad que tanto me agrada. Luis, otro interno, miembro del equipo de produccin, dice: Integrar La Paradoja es importante, porque somos testimonio de comportamiento para los dems compaeros.4

    La Paradoja se ha convertido en un referente de rehabili-tacin del que han abrevado dos experiencias ms, ambas en Ecuador: una en el Centro de Rehabilitacin de Coto-paxi para mujeres, donde desde hace cuatro aos un gru-po de internas produce el programa Palabra libre; la otra se refiere a 22 mil voces, produccin a cargo de reclusos con la ayuda del personal de Radio Pichincha Universal, emisora que transmite ambos programas los sbados por la noche. Palabra libre es una radio revista en la que las mujeres abordan temas de cultura, deportes, salud, gas-tronoma, turismo, y que les ofrece la oportunidad de es-tablecer un dilogo con la sociedad como seres humanos en proceso de cambio, de superacin. Palabra libre con-curs en la pasada Bienal Internacional de Radio y obtuvo el primer lugar en la categora de Programas producidos por estudiantes; puede escucharse en la pgina: http://bie-nalderadio.info/oficial/index.php/comunidad/programas-producidos-

    por-estudiantes Este es un buen ejemplo reciente de lo que puede hacerse a travs de la radio para la sociedad o para la libertad, incluso desde la crcel.

    4 http://www.justicia.gob.ec/la-paradoja-es-un-referente-de-rehabili-tacion-para-las-ppl-de-ibarra

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    Texto: J.C. Salgado Imagen: Mauricio del Castillo

    El poder y la maldad En Kirik y la hechicera, Kirik, un nio inteligente y valiente nacido en el seno de una tribu africana que es dominada por una hechicera llamada Karaba realiza proezas para rescatar a los aldeanos, prejuiciosos e ignorantes, de los maleficios de la po-derosa hechicera. Sin embargo, es constantemente despreciado por los mismos aldeanos que ha salvado. Lo que lleva a Kirik a cuestionar el origen de las acciones de su comunidad, pregun-tando a su madre:

    Madre Por qu Karaba la hechicera es tan mala? no es la nica, algunos de los nios a los que le salv la vida son malos conmigo de todos modos ella es mucho ms mala que los de-ms a lo que su madre responde o tiene mucho ms poder

    El poder nicoEn el Seor de los anillos, el anillo nico representa el poder totalitario, una dictadura, donde la voluntad de una perso-na o un grupo se imponen a la mayora. Cuando el Seor de los anillos fue derrotado, pero el anillo nico permaneci, las estructuras de poder continuaron inafectadas, un solo anillo segua dominando el destino de todos los dems, esperando el regreso de su amo. A Frodo se le encomienda la misin de destruir el anillo ya que l tiene la fortaleza para resistir la tentacin que representa portarlo.

    El poder y la corrupcinConocemos la historia de Darth Vader, un antiguo caballero jedi antes llamado Anakin Skywalker, que en una especie de pacto faustiano en busca de poder, termin convirtindose en un es-clavo del sistema, sin voluntad propia. As, el mayor villano de la galaxia, con poder sobre innumerables sistemas y personas, es en realidad un burcrata que solo sirve a la maquinara imperial. En Anakin, su arrogancia, miedo y deseo de poder lo llevan al lado oscuro de la fuerza; vende su alma a cambio de obtener poder, corrompiendo sus ideales y traicionando a sus amigos.

    Entonces, si el poder no puede corromper por s mismo y solo son decisiones y libre albedro; es como dice el mago Gandalf: Todo lo que tenemos que decidir es qu hacer con el tiempo que nos ha sido dado.

    Cuando reflexionamos acerca de la naturaleza del poder, es comn pensar que es algo que siempre debe ser compartido, porque de no ser as es ca-paz de corromper e incluso enloquecer al que lo ostenta. Estas nociones son parte de nuestra conciencia histrica con justa razn, pero qu tal si no hemos prestado suficiente atencin? Qu tal si no hemos pensado suficiente en el misterio que representa? Tal vez es ms cercano a la realidad pensar que el poder por s mismo no es el que corrompe, que como apunta el ex presidente de Uruguay Jos Mujica El poder no cambia a las personas, slo revela quines verdaderamente son.

    Porque finalmente, la cultura y el entorno es lo que nos define, las decisiones que tomamos son un reflejo de nuestra vida y nuestras experiencias. En un intento desesperado de la cultura por transmitir esa verdad, la hemos visto reflejada en la ficcin desde los principios de la humanidad hasta nuestros das. Sin importar si se trata de una campaa en la Tierra Media o una batalla por el destino de la galaxia, son nuestras acciones las que definen quienes somos.

    El poder y la responsabilidadCuando el tmido adolescente Peter Parker es mordido por una araa radioactiva, su vida da un giro de 180 grados, al obtener la fuerza y velocidad proporcional de una araa. De pronto Peter, un chico de 15 aos, amable y brillante, que ha sido golpea-do diariamente por sus compaeros de escuela, recibe asombrosos poderes, que lo sitan por encima de todos los seres humanos. Al ser humillado constantemente, no es extrao que decida utilizar estos poderes de forma egosta, participando en demostraciones televisivas bajo el nombre de Spider-Man y compartir las ganancias de los espectculos exclusivamente con las nicas personas que lo han tratado bien en la vida, su to Ben y su ta May. Al salir de una presentacin se encuentra de frente con un ladrn y a pesar de la splica de un polica por que lo detenga, decide hacer caso omiso, solo para llegar a casa y descubrir que el ladrn que pudo detener con facilidad momentos antes, haba asesinado a su to Ben. Aprendiendo de forma trgica que un gran poder conlleva una gran responsabilidad.

    Yo tengo el Poder!

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    Radio UNAM: 860 AM

    MARTES MIRCOLES JUEVES VIERNES SBADO DOMINGOHORA LUNES HORA

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    Julio 2015

    M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A

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    Sibelius 150 aosSibelius 150 aos

    Sibelius 150 aos Sibelius 150 aos

  • M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A MSICA MSICA MSICA MSICA MSICA MSICA MSICA MSICA MSICA MSICA MSICA MSICA M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A

    MSICA MSICA MSICA MSICA MSICA MSICA MSICA SICA MSICA MSICA MSICA MSICA M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A M S I C A

    Radio UNAM: 96.1 FM

    MARTES MIRCOLES JUEVES VIERNES SBADO DOMINGO

    Himno Nacional y Rbrica

    OFUNAMCartelera musical

    Toma 46 Toma 46

    Cartelera musical

    Dispora de la danza

    Tejiendo gnero

    Ambiente Puma Miocardio Ambiente Puma Miocardio

    La Hora Nacional

    Los compositoresinterpretan

    Experimento

    MundofonasHacia una nuevamsica

    El Este Una dcada demsica nueva

    Una dcada demsica nueva

    El Este

    Primer Movimiento

    Dispora de la danza

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    HORA HORALUNES

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    Resistencia Modulada Resistencia Modulada

    Panorama de Jazz

    Julio 2015

    Sibelius 150 aos Sibelius 150 aos

    Sibelius 150 aos Sibelius 150 aos

  • 21

    Bach, Handel, Lully, Clementi, Mozart, Chopin, Liszt, Beethoven; escuchamos los nombres de es-tos excelsos compositores que dedicaron todo su tiempo y vida a la composicin de obras maestras in-olvidables e inmediatamente podemos empezar a tara-rear o interpretar en nuestras mentes, por lo menos una pieza de estos grandes entre grandes. El trabajo de estos hombres es considerado patrimonio de la humanidad; pasar el tiempo y siempre escucharemos la Sinfona no. 9 de Beethoven, en por lo menos dos estaciones de radio. Se seguirn produciendo y vendiendo dentro cin-cuenta aos dvds o Blu-rays con las obras completas de Vincenzo Bellini interpretadas por Anna Netrebko y Rolando Villazn. La msica de estos genios estar om-nipresente por los siglos de los siglos queramos o no.

    Texto: Miguel ngel Velzquez Pazarn Imagen: Jessica Navarrete

    Las clases dominantes en las expresiones musicales

  • 22 23

    Pero, Quienes fueron las personas que ayudaron y finan-ciaron la obra de estos compositores para hacerla posible? Qu inters tenan en ello? No es comn detenernos a pensar si esas extraordinarias expresiones musicales sur-gieron de sbito sin ningn apoyo econmico o financiero.

    Me creeras si te dijera que los trabajos de Joan Sebastian Bach y Mozart fueron obras por encargo?

    En aquella poca existan dos musas financieras a los que estos hombres respondan y componan sus obras: las cortes burguesas (la realeza) y la iglesia. Entre ellas exis-ta una portentosa alianza econmica.

    Entre cortes burguesas siempre existi una rivalidad en la cual no se poda medir su verdadero poder, en algunos casos, con guerras o peleas. El verdadero poder de las dis-tintas cortes yaca en el capital que podan invertir en sus orquestas para el deleite de sus ocupantes, contrataban a los mejores msicos, al mejor compositor que podan pagar. Es decir, se valan de la msica para ostentar su estatus superior. Y no nada ms se limitaban a los msi-cos, sino que influan en los literatos, pintores, escultores, entre otros.

    Los msicos eran muy demandados en la poca porque no existan los discos con las colecciones completas de Bach o Handel y menos dnde reproducirlos, por eso en las fiestas llevaban sus propias orquestas, que equivala a ostentarse con la expresin Tengo mi propia orquesta. Inclusive, hoy en da, este hecho habla mucho del capital que posea la clase alta. Ya con la orquesta puesta ejecuta-ban las piezas, por as decirlo, de moda o piezas compues-tas por el maestro de capilla, en el caso de la iglesia o el compositor contratado por la corte.

    Los burgueses se peleaban por saber quien tena al me-jor msico. Tanto que en algunas reuniones ponan a su compositor, por lo general pianista, a lidiar con el msico

    de otra corte. Por ejemplo, en una fiesta enfrentaban a Beethoven con Schubert. La ria se basaba en demos-trar quin tocaba ms rpido, quin poda improvisar me-jor, quin poda componer una fuga en el menor tiempo posible, y el que mejor lo hiciera resultaba el ganador. En otras palabra, se divertan con el arte. Los ponan a medirse como si fueran gladiadores; el per-dedor tal vez nunca sera contratado de nueva cuenta por la corte, mientras que el ganador obtena la gracia y el respeto de la clase alta.

    Para la clase alta, el entretenimiento era un factor muy importante, todos queran dar las mejores fiestas y todos queran financiar las operas de los mejores compositores. Estos fueron hombres muy respetados, tanto por el clero como por la clase dominante, pero siempre fueron consi-derados como sirvientes.

    Es muy irnico todo esto si lo comparamos con lo que acontece hoy. En el Barroco, el Clasicismo y el Roman-ticismo los msicos dedicaban y componan para Dios, la iglesia y los burgueses que tenan el capital para pagar una dedicatoria. En estos das muchos msicos expresan sus sentimientos no necesariamente en forma compatible con la idea de un dios o en respuesta a un capricho bur-gus; sus manifestaciones son diversificadas.

    Todo el mundo habla acerca de las grandes composi-ciones que se hicieron en el Barroco, el Clasicismo y el Romanticismo, pero nunca mencionan que todo lo que aconteci con respecto al arte de ese entonces fue gracias a la Iglesia y a las cortes burguesas, ya que sin stas, ja-ms hubiramos escuchado Don Giovani de Mozart, Los Conciertos de Brandenburgo de Bach o la Sinfona no. 5 de Beethoven.

    En el Barroco, el Clasicismo y el Romanticismo, desde el punto de vista musical, hay un hilo conductor (leitmotiv):

  • 24 25

    En el mundo digital solemos preocuparnos enormemente por los hackers: que si ya se metieron al Facebook!, que andan haciendo fraudes bancarios en lnea!, que ya nos hackearon el e-mail en fin, el miedo crece y crece, y buscamos poner contrase-as alfanumricas para evitar robos de identidad. Sin embargo, este miedo surge de nuestra ignorancia respecto del internet, pues de quien en realidad deberamos estar aterrados es del administrador que controla la plataforma o red social en las que estamos inscritos.

    Yo no me haba dado cuenta del enorme poder que tienen los admi-nistradores o webmaster, hasta que la vida me llev a encargarme de una pequea red social que todava no es lanzada al ciberespacio y est en modo de prueba. Cuando los programadores me entregaron la plataforma, un escalofro recorri mi garganta; yo, con la clave maes-tra, me haba convertido en un dios de ese pequeo mundo, poda ha-cer lo que quisiera, hacerle lo que quisiera a quien se inscribiera en el portal. Con mi clave maestra poda acceder a cualquier perfil de usuario y editarlo como se me antojara: editar cualquier post, cam-biar las contraseas de los usuarios, cancelar, bloquear en fin. La responsabilidad que cay sobre mis hombros fue gigantesca. Esa clave maestra no la poda tener nadie ms, no podra confiarle a nadie una responsabilidad tica de tal naturaleza.

    Texto: El administrador Imagen: Josu Somarriba

    la presencia de una clase dominante que puede hacer que las obras musicales se produzcan o no y que stas sean las que la distingan de los dems grupos sociales.

    Si bien es cierto, las clases dominantes financiaban y ha-can posible las grandes obras musicales que les daban presencia y acrecentaban su poder, no es menos cierto que inconscientemente despertaron talentos que tras-cendieron con el tiempo hasta nuestros das. Es verdad que las expresiones musicales hoy en da no son priva-tivas de las clases dominantes, pero no podemos negar que la lucha de clases, en cierto momento de la historia del hombre, marc un hito en el desarrollo de la msica.

    Las clases dominantes, con su gran capital econmico y financiero, han influido en las expresiones musicales a lo largo de la historia sin limitar la creatividad de sus autores.

    Una ltima reflexin: hoy nadie recuerda, y quizs no haya memoria histrica de ello, a quienes financiaron y auspi-ciaron las obras musicales de nuestros egregios maestros; sin embargo, todos recordamos las obras musicales y a sus grandes artfices. Y las nuevas generaciones debern re-conocer que detrs de estas expresiones artsticas hubo quienes, sea por diversin o por manifestar su poder, im-pulsaron un legado universal.

    Los dioses ocultos de las redes sociales

  • 26 27

    En ese momento entend las palabras de un funcionario de Google que vi una vez en televisin: Google se basa en la confianza del usuario. Si yo, con mi pequesimo portal poda hacer todo, qu cosas podrn hacer los gi-gantes del internet?

    Una noticia reciente que hizo revuelo en las redes fue la de Paavo Siljamki, director del sello discogrfico Anju-nabeats, quien visit las oficinas de Facebook y se sor-prendi cuando un empleado de dicha empresa accedi libremente a su perfil sin necesidad de clave. Cmo su-cede esto? Bueno, las redes sociales y, en general, en cual-quier plataforma donde se inscriban usuarios, funciona por medio de permisos. Hay usuarios comunes y usuarios con privilegios, estos privilegios los establece el adminis-trador o dueo de la red. As, el administrador les puede dar a ciertos trabajadores los permisos para acceder, por ejemplo, a cualquier perfil de usuario; esto, dependien-do de las funciones que tendrn en el organigrama de la compaa.

    Se los voy a decir duramente. Quien tiene la clave maes-tra del sistema, puede hacer lo que se le antoje con los usuarios. Es por este motivo que siempre se le obliga al usuario a aceptar los trminos de uso; en resumen, te es-tn pidiendo que aceptes que ellos pueden hacer lo que se les antoje con tu informacin. Y la nica razn por la cual los administradores no estn borrndonos o altern-donos la informacin es porque somos cabezas de ganado, su negocio somos nosotros; entonces nos cuidan como re-baos para que ellos puedan ganar dinero vendiendo es-tadsticas y publicidad. Hace poco me di cuenta de por qu sucedan las cosas de esta manera; habl al soporte tcnico de la empresa a la que le rento unos servidores. Necesitaba que me ayudaran a rutear un dominio web,

    y el empleado que me contest ingres libremente a mi servidor e hizo los cambios que le ped, lo curioso es que prcticamente no tuve que certificar que yo era el dueo de esa pgina. Y saben por qu pues porque ellos son los dueos de los servidores, as como Facebook, Google e Instagram son los dueos de los servidores donde se guarda nuestra informacin.

    Tal vez no nos preocupe mucho que los gigantes del in-ternet tengan informacin intrascendente de nosotros como: memes, selfies, fotos vacacionales o nuestra ida al dentista; pero la cosa empieza a cobrar relevancia cuan-do pensamos en instituciones financieras. Por ejemplo la banca en lnea; o el portal del SAT, que por cierto vivi momentos difciles al darse a conocer varios fraudes fis-cales relativos a la declaracin anual 2015, donde varios usuarios se encontraron con que sus devoluciones de impuestos se haban depositado en otras cuentas. S, soy un poco paranoico, y dejar abierta la cuestin: Cul es el poder real de los administradores de sistemas electr-nicos financieros? Tienen un poder semejante al de los administradores de redes sociales? Pueden meterse con nuestra informacin financiera? Ahora bien, es intere-sante ver el asunto en trminos polticos: imagnense que deseamos destruir la carrera poltica de alguien Qu tan fcil sera convencer a uno de esos empleados de Face-book para que edite o publique un post comprometedor usurpando la identidad de algn poltico?

    Nuestra ignorancia hacia las plataformas tipo red social, nos lleva a desviar la atencin hacia el malvolo hacker, pero es gracias a ellos que se evidencia en dnde radica el poder real, ese poder oculto de los administradores; a ellos, creo yo, es a quien ms debemos voltear a ver, pues son como los dioses del universo digital.

  • 28 29

    Al da siguiente, sentado en el mismo lugar de ayer, esper a que ella pasara mientras fantaseaba con el mejor dilogo a utilizar. Infinidad de frases volaron por los aires a la espera de ser dichas pero decid eliminar lo innecesario de mi mente y enfocarme en lo sustancial, el acercamiento; veloz y sorpreciso. En eso, ella apareci, la poda ver andar con su paso levitante al ritmo del trfico de la tarde, con la misma vestimenta del da pasado, pero esta vez con unos pantalones de mezclilla desgarrados que de-jaban al aire la pompa izquierda y en ella un tatuaje con unos carcteres orientales. Ella saba la razn por la que yo estaba all pues fue ella quien inici con las miradas furtivas. Sin em-bargo, a pesar de la invitacin al acercamiento, mi timidez me volvi a inmovilizar el tiempo suficiente para que cuando reac-cion, la chica se haba evaporado entre la multitud expectante en una justa de artes marciales. Regres frustrado a la galera pero ya haban cerrado. De vuelta en la residencia dos artistas del Congo fumaban hierba, me acerqu a ellos y di un par de as-piradas. Ya en mi habitacin, me coloqu los audfonos y escu-ch a todo volumen Now I wanna sniff some glue hasta quedar dormido. En mis sueos la desconocida apareci e imagin el aporreo de nuestros cuerpos que gravitaban conforme al estri-dente comps marcado por los cuatro cuartos de algn grupo japons de anarco-punk.

    Al amanecer, volv a la galera para que al trmino de la exposi-cin, sentado en las escalinatas, ella hiciera su aparicin como de costumbre. La galera estaba cerrada y ella no se present. Despus de semejante despropsito, anduve sin direccin por un camino esparcido de cajones de madera apolillados hasta dar a un puente de bamb que desemboc a la calle Huaxi, de frente a un garito llamado Snake Alley donde pululaban toda clase de profetas del porvenir. De pronto, como invocada por el inconsciente, apareci una sibila, sujet mi mano y sbita empez a proferir vaticinios. Me qued mirndola sin prestar importancia a lo que deca. Saqu del morral una botella de alcohol de arroz, obsequio de un artista filipino, y por un mo-mento olvid en donde estaba. Sorb un largo trago directo de la botella y sal de all mientras la vidente segua desglosando mi futuro.

    Tom por un sendero atractivo que se abra paso a travs de las vas del tren y vade las tuberas que arrojan las aguas negras de la ciudad al mar hasta llegar a un callejn. Eran apenas las cinco

    Llegu por la tarde a la terminal Mucha, baj del vagn y camin por el andn con temor, la estacin estaba desolada y las luces de los pasillos actuaban con intermitencia. Me haban advertido del desencanto de la zona poniente de la ciudad pero eso no me detuvo, uno va a donde est destinado a ir. Sal de Mucha y tom direccin a la galera Tina Keng para apreciar el trabajo del artista plstico Wu Chi-Tsung. A las puertas de la galera, me qued a observar la arquitectura del edifico fascinado con la vibrante fuerza de los ornamentos e imge-nes de poderosas deidades, legendarios hroes y mticos animales pro-veedores de bienhechora fortuna. A pasos de ingresar a la exposicin, individualic a una chica, y lo hice porque a diferencia de las dems personas que pasaban por un momento y desaparecan, ella caminaba como si flotara sobre la acera opuesta. La mujer se vea retadora: ca-miseta blanca ajustada, corte de cabello parecido a una taza de pudding, botas militares y chaqueta negra de cuero con un estampado en la espal-da; Blitzkrieg bop. No entend la razn pero cruc impaciente la calle sin siquiera observar el flujo vehicular, en eso, ella volte para mirarme. Los ojos de ambos se encontraron, ella esquiv mi mirada y yo regres la vista sobre mis pasos. En cuestin de segundos miramos lo que somos y lo que seramos. Cuando decid volver a verla, ella ya haba desapare-cido de mi campo visual. Desilusionado por mi torpeza, me sent en las escalinatas de la galera e intrigado reconoc que tena que conocerla. Ignor la exposicin y decid regresar a la residencia, pero antes, pas a la biblioteca municipal para escuchar un par de piezas de los Ramones. I wanna be sedated me indujo en un sueo profundo en donde la desco-nocida y yo nos atascbamos de algunos opiceos.

    Texto: Ivn Medina CastroImagen: Tania Ortiz

    Hey, ho, let s go

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    Texto: Luis PereaImagen: Yael Rivas

    Mijil Bulgkov naci en Kiev en 1891, poca en que Ucra-nia todava era parte del Imperio Ruso. Primognito de una familia religiosa, Bulgakov asisti a la secundaria y ms tarde a la Universidad de Kiev, en donde termin sus estu-dios mdicos para despus ingresar al Ejrcito Blanco.

    Sus experiencias y heridas en la Guerra Civil, el exilio de su fa-milia, el gobierno de Stalin y otras cosas que seguramente no sabr nadie ms que la memoria muerta del mismo Bulgkov (gran amante de la medicina), lo llevaron a una fuerte adiccin a la morfina, e incluso a escribir un relato con el nombre de esta bonita droga que se public en 1926, ocho aos despus de haber dejado su intravenoso hbito. La versin que tenemos a la mano de la obra ms famosa de Mijil Bulgkov, El maestro y Margarita, se dio a conocer 26 aos des-pus de la muerte del autor, quien falleci por un problema en los riones en 1940. En vida tuvo ms fama por sus obras de teatro que por sus novelas o cuentos, y todava ms fama por sus ideales y sus crticas implacables contra el sistema sovitico, ese gran y viejo sistema con los ojos rojos y el poder de quemar cualquier manuscrito y cualquier edificacin hecha por los rebeldes.

    Bulgkovde la tarde, el sol brillaba sobre mi rostro y por un momento me ceg. Mierda! Di un salto atrs todo agitado y tembloroso. Me top con tres asiticos pistola en mano que sometan a un anglosajn. No supe en el momento qu hacer, slo permane-c ah. El asitico uno le dijo al anglosajn: Aqu te traigo un mensaje. El asitico dos sac de un portafolio una notebook y la activ: Tienes cinco horas para dejar la pinche isla. Trat de tranquilizarme y di un vistazo a las armas de aquellos rufianes: dos berettas y una metralleta, adems, vi el rostro azulado del anglosajn que observaba la pistola sin parpadear con un nico ojo, pues el otro luca semicerrado con una gran magulladura violcea alrededor. Hasta los labios se le haban puesto lvidos. De la nada, el asitico tres dispar al aire y el anglosajn sali de prisa, al ritmo del aire. Puta! Ahora qu hago? Mir anhelante hacia todas partes por lo menos cuatro veces para encontrar la mejor ruta para escabullirme pero era imposible hacerlo. No ha-ba para donde correr en ese atolladero. -No intentes ninguna pendejada dijo el asitico dos y me apunt.-Qu chingados est pasando? grit.El asitico tres por primera vez habl y dijo a los dems: el fo-rastero est ms fro que la muerte, vmonos a la chingada. El asitico dos se solt a rer y cabece con aprobacin. Enfund su pistola y los tres, sosiegos, se subieron a un auto negro Mer-cedes Benz.

    Recuperado del susto, busqu proteccin en las transitadas calles. Camin empujado por el viento fro hasta disminuir mi paso una vez que di a una calle con establecimientos, reconoc la zona y me dirig a la galera para tomar un camin y regresar a la residencia. Me sent en el paradero y mientras esperaba el colectivo, a la distancia vi una silueta que resaltaba el contorno de unos pechos. Una vez que la silueta ceda ante la luz refleja-da por el mar, pude apreciar la curva del cuello, el vaho de su profunda respiracin, la boca semiabierta y la negra cabellera desplegada al aire. Mi corazn se constri mientras reconoca a la chica portando la misma chaqueta de cuero con el logo en la espalda que con un par de pinturas en aerosol grafitiaba unos ideogramas en color rojo y arriba de ellos, en color negro, la A circulada en un estilo vangurdista. En eso, a lo lejos escuch acordes de pinhead que servan como fondo musical a las ilu-siones que en ese momento forjaba. Durante mi aproximacin, record los vaticinios de la vidente y solt una carcajada. Era el mejor momento para conocerla; Hey, ho, lets go!.

  • BULGKOV(1891-1940)