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REVISTA EUROPEA. Nvu. 44 2 7 DE DICIEMBRE DE 1 8 7 4 . AÑO EL HIERRO EN VIZCAYA. I. Usos del hierro. Dificultad de fabricarlo. Griegos, fenicios, asirios, judíos, egipcios. Cartagineses y romanos. II. Texto de Plinio. Tnano en la Edad Medía. Fabricación (IB armas. Derecho de la familia Salazar. Propiedad de las minas. Historia de la fcxporlacion. III. Historie de la fabricación. Su origen. La trompa; desuso. Texto de Bowles. Material y obreros de unaferrería. Libro deVillareal. Progresos de la metalurgia en Inglaterra. Trabajos de la Socie- dad Vascongada. IV. Grandes fábricas en Vizcaya. Procedimiento Clunol. Sistema Tou- rangin. Variedad Gurlt. Ferro-carrües y medios de arrastre. Nuevas fábricas. Los aceros de Mondragon. V. Estadística de la producción. Antiguas ferrerlas. Datos de este^ siglo. Mineral de los últimos años. Metal de esta época. Aumen- tos. Causas. VI. Minerales de Somorrostro. Las minas y los propietarios. Precios medios. Riqueza de la comarca. Porvenir de esta industria. Conclusión. i. Es el hierro el metal de que mayor uso hace hoy el hombre por las excelentes propiedades que posee, liarato, sobre todo euando está colado, al cual llamaremos fundición; fácil de trabajar cuando se halla en el estado de hierro dulce, al cual llamaremos simplemente hierro; resistente, susceptible de adquirir pulimento y aspecto ele- gante, es por todo esto el metal que predomina en las obras modernas. Sin él no-se hubieran rea- lizado las máquinas motrices, los grandes puen- tes, las construcciones y edificios característicos del siglo XIX. Otra de sus variedades es el acero, que se pres- ta también á un excelente trabajo, y que adquiere con el temple gran dureza y elasticidad. De aquí los usos especiales á que desde antiguo se le viene destinando, y los mayores que adquiere hoy con las nuevas clases de aceros económicos que fabri- can Bessemer, Krupp, Petin y otros industriales famosos. No puede, en cambio, luchar el hierro con el bronce para ciertos usos, atendiendo sobre todo á que se oxida con facilidad, lo cual exige que se le cubra con pintura, barniz ó una capa metálica, que generalmente es de zine ó cobre. El aluminio, que hace unos años pareció arrebatar al hierro el cetro del consumo, por su mayor ligerezay me- nor oxidación, no lo ha conseguido por la carestía que aún alcanza en los mercados. TOMO ni. De aquí la inmensa importancia que tiene en nuestra época la fabricación del hierro. Indique- mos sumariamente cómo ha llegado á esta pre- ponderancia. El uso del hierro para la fabricación de armas, instrumentos de agricultura y artefactos, supone en los pueblos que lo- emplean cierto grado*de cultura, justificado por la dificultad relativa de obtener este metal y su rareza en el estado na- tivo. Por esto vemos que en los tiempos llamados prehistóricos se usó la piedra como arma y uten- silio, primero tosca, más tarde labrada. Siguió á ésta el empleo del bronce, más fácil dé qbtener que el hierro, y este metal no se presentó sino al cabo de mucho tiempo, en épocas que varían se- gún la civilización y suelo de los pueblos. Raras eran las armas de hierro en el sitio de Troya, y tal era el precio de este metal durante aquella época, que Aquiles entregó un trozo del mismo, como premio á los vencedores en los jue- gos verificados con motivo de los funerales de Patroclo. Los fenicios debieron conocer y quizás explotar algunas minas de hierro en Inglaterra, en opinión, del historiador de éstas, Landrin, y es probable que hicieran lo mismo con otras españolas; pero su comercio debió ser en pequeña escala. En una nota leída en el congreso arqueológico verificado en BoloniaíRiirante el año de 1872, se dice que el hierro era considerado como un metal precioso en los primeros tiempos del Lacio (unos 700 años antes de J. O.). Por entonces su uso era bastante común en el floreciente imperio asirio, á juzgar por los instrumentos que se conservan en el Mu- seo Británico, extraídos de las ruinas de Nínive, entre los cuales üaman extraordinariamente la atención una sierra muy parecida á las que hoy usamos. Los judíos lo emplearon en el templo de Salomón; los egipcios lo conocieron desde muy antiguo. Los romanos, y aun los griegos, en su época floreciente, emplearon el hierro en armas, utensi- lios y como elemento auxiliar de la constr.UC.cipn, de edificios. Los cartagineses, que p^i'tfier,o¡n l c¡QSd&," : "S. España en las guerras púnicas, iléyaban espadW.^-,»'-; de hierro que asustaban á los* roipianos pon IJJUJ s \ grandes heridas que producíft'ri-. J í)e<rd# l \'Ia'c"9¿- f quista completa de España vpüí ¡el pueblo rey," 1 /;-- data la generalizacicÉ del uso\deí hierro.' . ; \-18 "•

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REVISTA EUROPEA.Nvu. 44 2 7 DE DICIEMBRE DE 1 8 7 4 . AÑO

EL HIERRO EN VIZCAYA.

I. Usos del hierro. Dificultad de fabricarlo. Griegos, fenicios, asirios,judíos, egipcios. Cartagineses y romanos.

II. Texto de Plinio. Tnano en la Edad Medía. Fabricación (IB armas.

Derecho de la familia Salazar. Propiedad de las minas. Historia

de la fcxporlacion.III. Historie de la fabricación. Su origen. La trompa; desuso. Texto

de Bowles. Material y obreros de unaferrería. Libro deVillareal.Progresos de la metalurgia en Inglaterra. Trabajos de la Socie-dad Vascongada.

IV. Grandes fábricas en Vizcaya. Procedimiento Clunol. Sistema Tou-rangin. Variedad Gurlt. Ferro-carrües y medios de arrastre.Nuevas fábricas. Los aceros de Mondragon.

V. Estadística de la producción. Antiguas ferrerlas. Datos de este^

siglo. Mineral de los últimos años. Metal de esta época. Aumen-tos. Causas.

VI. Minerales de Somorrostro. Las minas y los propietarios. Preciosmedios. Riqueza de la comarca. Porvenir de esta industria.Conclusión.

i.

Es el hierro el metal de que mayor uso hacehoy el hombre por las excelentes propiedades queposee, liarato, sobre todo euando está colado, alcual llamaremos fundición; fácil de trabajarcuando se halla en el estado de hierro dulce, alcual llamaremos simplemente hierro; resistente,susceptible de adquirir pulimento y aspecto ele-gante, es por todo esto el metal que predominaen las obras modernas. Sin él no-se hubieran rea-lizado las máquinas motrices, los grandes puen-tes, las construcciones y edificios característicosdel siglo XIX.

Otra de sus variedades es el acero, que se pres-ta también á un excelente trabajo, y que adquierecon el temple gran dureza y elasticidad. De aquílos usos especiales á que desde antiguo se le vienedestinando, y los mayores que adquiere hoy conlas nuevas clases de aceros económicos que fabri-can Bessemer, Krupp, Petin y otros industrialesfamosos.

No puede, en cambio, luchar el hierro con elbronce para ciertos usos, atendiendo sobre todoá que se oxida con facilidad, lo cual exige que sele cubra con pintura, barniz ó una capa metálica,que generalmente es de zine ó cobre. El aluminio,que hace unos años pareció arrebatar al hierro elcetro del consumo, por su mayor ligerezay me-nor oxidación, no lo ha conseguido por la carestíaque aún alcanza en los mercados.

TOMO ni.

De aquí la inmensa importancia que tiene ennuestra época la fabricación del hierro. Indique-mos sumariamente cómo ha llegado á esta pre-ponderancia.

El uso del hierro para la fabricación de armas,instrumentos de agricultura y artefactos, suponeen los pueblos que lo- emplean cierto grado*decultura, justificado por la dificultad relativa deobtener este metal y su rareza en el estado na-tivo. Por esto vemos que en los tiempos llamadosprehistóricos se usó la piedra como arma y uten-silio, primero tosca, más tarde labrada. Siguió áésta el empleo del bronce, más fácil dé qbtenerque el hierro, y este metal no se presentó sino alcabo de mucho tiempo, en épocas que varían se-gún la civilización y suelo de los pueblos.

Raras eran las armas de hierro en el sitio deTroya, y tal era el precio de este metal duranteaquella época, que Aquiles entregó un trozo delmismo, como premio á los vencedores en los jue-gos verificados con motivo de los funerales dePatroclo.

Los fenicios debieron conocer y quizás explotaralgunas minas de hierro en Inglaterra, en opinión,del historiador de éstas, Landrin, y es probableque hicieran lo mismo con otras españolas; perosu comercio debió ser en pequeña escala. En unanota leída en el congreso arqueológico verificadoen BoloniaíRiirante el año de 1872, se dice que elhierro era considerado como un metal precioso enlos primeros tiempos del Lacio (unos 700 añosantes de J. O.). Por entonces su uso era bastantecomún en el floreciente imperio asirio, á juzgarpor los instrumentos que se conservan en el Mu-seo Británico, extraídos de las ruinas de Nínive,entre los cuales üaman extraordinariamente laatención una sierra muy parecida á las que hoyusamos. Los judíos lo emplearon en el templo deSalomón; los egipcios lo conocieron desde muyantiguo.

Los romanos, y aun los griegos, en su épocafloreciente, emplearon el hierro en armas, utensi-lios y como elemento auxiliar de la constr.UC.cipn,de edificios. Los cartagineses, que p̂ i'tfier,o¡nlc¡QSd&,":"S.España en las guerras púnicas, iléyaban espadW.̂ -,»'-;de hierro que asustaban á los* roipianos pon IJJUJ

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II.Plinio publicó, el año 80 de nuestra era, su fa-

mosa Historia natural', en la que se mencionan di-versas minas de hierro del continente europeo, yen el párrafo XLIII del libro XXXIV, dice así,traducido literalmente: «De todos los metales, elmineral de hierro es el más abundante. Sobre lacosta de Cantabria que baña el Océano, hay unamontaña escarpada y elevada, que, cosa increí-ble, es toda ella de esta materia.»

Este texto sólo puede referirse al monte deTriano en Vizcaya, puesto que ningún otro cria-dero tan abundante y rico se encuentra en toda lacosta, por más que algunos le hayan atribuido almonte de Cabarga, inmediato á Santander, elcual sólo tiene algo de mineral, no como Trianoque está cuajado. Indudablemente que las noti-cias de Plinio se debían á viajeros á quienes habíachocado desde el mar el pico de Serantes, inme-diato á Triano, y confundían aquel empinadomonte con su vecino el que encierra el hierro. Nó-tese que la Cantabria llegaba hasta el Nervion,esto es, concluía cerca de Triano, incluyendo áéste y á Serantes y continuando hacia Santan-der, esto aún en la opinión de los que niegan quela Cantabria abrazara á Vizcaya y Guipúzcoa.

Este es el dato más auténtico y antiguo rela-tivo á la industria del hierro en Vizcaya, puestoque la noticia do Plinio hace suponer que se la-braba por entonces este metal en el suelo vas-congado, ó por lo menos que se extraía el mineralde su riquísimo criadero. El nombre de venas quese da en el país al mineral es el latino, y á las mi-nas las llaman veneras. En 1767 se hallaron mo-nedas celtíberas dentro de una antigua mina enLarrabezúa.

No cabe duda alguna de que las minas deTriano, situadas á cosa de Una legua de la desem-bocadura del Nervion y á poco menos de Somor-rostro, cuyo nombre suelen llevar, fueron explo-tadas, probablemente con algunos intervalos, du-rante toda la Edad Media. Scherer dice en el tomoprimero de 'a Historia del comercio lo siguiente:«Desde el siglo noveno aparecieron buques espa-ñoles en el golfo de Vizcaya, principalmente parapescar. Bilbao, la plaza más importante del gol-fo, exportaba por mar cantidades considerables dehierro extraído de las montañas inmediatas.»Aquí hay un error, pues Bilbao secundó poste-riormente á dicho siglo; pero el hecho de la ex-portación del metal de la comarca próxima á di-cha villa está bien comprobado.

Las ballestas, usadas en España desde lostiempos' de Sertorio, representaban un gran con-sumo de hierro y acero. Durante las frecuentes y

no interrumpidas guerras de la Edad Media habíaquizás en la Península dos millones de estas ar-mas, que pesaban más de cinco libras cada una.Uñase á esto las espadas, armaduras, herramien-tas y utensilios, y se comprenderá que el consumodel hierro era muy grande en aquella época. Haytestimonios que aseguran la fabricación de armasblancas en las provincias del Norte de España ysu exportación á las del Sur y á otras naciones,así como hoy son también las primeras de la na-ción para construir las de fuego.

Las célebres minas de Triano, que son las prin-cipales de Vizcaya, fueron propiedad, según ase-vera Madoz en. el tomo XV de su Diccionario deD. Lope García Salazar, miembro de una de lasmás ilustres familias del país, y autor de lasBienandanzas. Según cédula deD. Juan II, de 16de Febrero de 1439, se le permitía «que por sí ópor otros pudiera sacar venas por la mar en cual-quier navio á los puertos y entradas, abras ydescargas de Cabreton, Bayona, San Juan de Luzy Fuenterrabía, para las ferrerías de Gascuñay Laborfc, cuantas venas las dichas ferreríashubieren menester para su abastecimiento encada año.»

En 12 de Julio de 1475 confirmó el Rey CatólicoD. Fernando este privilegio al nieto del anterior,D. Pedro Salazar, que fue posteriormente revo-cado, y en 39 de Marzo de 1487 mandaron los Re-yes Católicos que los descendientes de esta familiano opusieran impedimiento á la extracción delmineral.

De lo anterior parece deducirse que esta familiasólo tenía un derecho señorial sobre la exporta-ción del mineral, el cual fue abolido por los ReyesCatólicos, derectfo que algunos opinan no fue de-bido sino á sus exigencias ó á haber contribuidoá construir el camino que bajaba el mineral hastala ria de Somorrostro. La propiedad délas minasera entonces indudablemente de los pueblos cor-respondientes, gozando del usufructo los explo-tadores de los mismos. Dicese también que éstoslas compraron á la citada familia; pero lo quehubo fue una transacion para evitar los pleitoscon ella.

Este principio está en completa conformidadcon la doctrina del fuero vizcaíno, favorable siem-pre á los intereses de los municipios, y con la tra-dición en la comarca. Sus habitantes han opuestosiempre tenaz resistencia á las leyes de minas, ypuede asegurarse que una de las causas que hizolevantarse más gente en armas en las Encartacio-nes al comenzar la actual guerra civil fue la pro-piedad de las minas,.que juzgaban se les arreba-taba injustamente.

El fuero afirmaba la libre extracción del mine-

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ral, y prohibía la exportación fuera del país. Laprimera disposición ocasionaba una explotacióndescuidarla y poco previsora en las minas; la se-gunda se eludía frecuentemente, y áua las juntasde Guernica autorizaron últimamente la expor-tación.

El distinguido ingeniero Sr. Aldana, en unadescripción de estas minas, publicada en la Re-virta Minera 'de 1851, dice que en 1499, 1503 y1514 se mandó por los soberanos de España queno se exportara mineral de Vizcaya fuera delreino. En 1554 se estableció por la Diputación fo-ral un alcalde de billeteros para regimentar laextracción, y en 1732 se adoptaron medidas paraimpedir la exportación. Para corregir los abusosque cometían los extractores, que ocasionaronbastantes desgracias en las minas, se nombró uninspector de éstas, que lo fue el alemán D. Wol-fango Alucha, poco antes de la guerra de la Inde-pendencia.

En 1782 dio el reputado Elhuyar un informesobre las minas de Somorrostro, quejándose de lamala explotación. En 1750 propuso el bilbaínoSr. Hezeta un medio de trasporte análogo al deHogdson, que hoy se emplea, según lo ha probadoel diligente bibliófilo é ingeniero Sr. Eua Fi-gueroa. Hoy se sigue en Vizcaya la ley generalde minas.

III.

Pasemos á indicar la marcha histórica de lafabricación del hierro en Vizcaya. Indudable-mente las primeras ferrerías se establecieron enel alto de las montañas; pruébalo el nombre eus-karo de ferreríá, que es oleac, ó sea sitio alto; ymejor razón es la metalúrgica, puesto que la mez-cla de mineral y carbón exige una corriente in-tensa de aire para que éste arda y vaya reduciendo,al primero; corriente que en los primeros tiemposdebió buscarse en los parajes elevados.

Más tarde se halló medio de producirla artifi-cialmente por medio de fuelles, y se establecieronlas ferrerías en los valles para mayor facilidad enlas comunicaciones, y posteriormente se aprove-chó la fuerza desplegada por los saltos de aguapara que éstos moviesen los fuelles y los marti-llos con que se trabaja la gamarra ó tocho de me-tal, arrojando de su masa, á fuerza de golpes, lasescorias ó impurezas. La tradición vascongada,según el célebre literato Sr. Trueba, tan compe-tente en estos asuntos, atribuye á un tal Oliíea,

" que quiere decir de lo alto á lo bajo, el haber hechoeste progreso. ,

Don Juan II confirmó en Segovia las ordenan-zas de los ferrones de Marquina, una de las villasmás ricas de Vizcaya, en 1474.

De esta suerte siguió la fabricación sin másmáquinas que fuelles y martillos , ni más hornoque una forja. Las ruedas hidráulicas motriceseran pequeñas, y hacia 1540 se introdujeron otrasmayores, así como los martinetes que se llama-ban á la genovesa. Para fomentar esta industriase propuso en 1699 el estancar el hierro, y auncelebraron juntas en Durango las diputacionesforales de Vizcaya ysGuipúzcoa, pero no llegaroná tomar acuerdo definitivo.

La fabricación continuó técnicamente la mis-ma, si bien con algunas alteraciones , que luegoindicaremos, en su estadística, las cuales dieronorigen á medidas prohibitivas, como la generalque se dio para todo el reino en el siglo XVIIIprohibiendo la entrada del hierro de Suecia y deotros países.

La trompa ó ayazarca, que sustituye á los fue-lles y arrastra el aire por un conducto, haciéndoloir á las fraguas, fue aplicada en 1635 por PabloAntonio Ribadeneyra, quien se titulaba su inven-tor, cuando sólo fue su introductor. Tomó privi-legio por cincuenta años y lo cedió á un vascon-gado, siendo esto causa de algunos pleitos que sezanjaron pocos años después. El jesuita Henaodecía en su obra Averiguaciones de las antigüe-dades de Cantabria-, publicada en 1689, lo siguien-te, á propósito déla trompa: «sopla con másfuerza y continuación que los barquines (fuelles),saca mejor hierro y gasta menos carbón.»

La Sociedad vascongada de Amigos del País,creada por el ilustre conde de Peñaflorida en 1748,si bien con su propio título lo fue en 1761, coad-yuvó grandemente á la mejora de las ferrerías,según ire^nos diciendo. En 1766 propuso un pre-mio de 1.000 rs. para la mejor Memoria en quese compararan las ventajas é inconvenientes delos fuelles de cuero, los de tabla y las trompas;fue concedido á M. Grignon, dueño de ferreríasen la Champagne (Francia). En 1773 publicaronlos Extractos de'esta ilustre Sociedad un trabajodel Sr. Areyzag». sobre trompas, conforme á lasreglas que había dictado la Academia de Cienciasde Paris.

A pesar de todo esto, predominaron los fuellesen casi todas las ferrerias de Vizcaya, y casi hanllegado á nuestros dias con leves modificaciones.La rutina es el gran enemigo de todas, las indus-trias montadas en pequeña escala, y encomenda-das por esto mismo á personas poco cultas.

El naturalista inglés Bowles, que vivió muchotiempo entre nosotros, dice en su Introducción áá la Historia natural y á la Geografía física deEspaña, publicada en 1775, lo siguiente, sobre elprocedimiento seguido en las ferrerías de Vizca-ya: «Primero tuestan ó arragoan el mineral al

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aire-entre troncos de madera. Luego va úfogal,donde forma pella de cuatro á cinco arrobas. Unquintal de vena da 30 á 35 libras de hierro.»

Esta era la manera de producir el hierro que elSr. Trueba aclara en el párrafo siguiente: «Laferrería tenía un arotza, un tirador, dos fundido-res y un prestador: el arotza (carpintero) era eldirector y maquinista. El tirador manejaba labarra al mazo, ayudado á veces por el arotza; losfundidores cuidaban el horno, alternando pordoce horas; el prestador gaztemalla (joven macha-cador), machacaba y limpiaba la vena en la arra-gua (horno); era el cocinero.»

Los aparatos y edificios eran toscos. La cam-paña duraba de Noviembre á Mayo por lá pocaagua que en verano traen los torrentes, impropiapara mover las ruedas; algunas ferrerías sobre elNérvion y Cadagua trabajaban más tiempo. Losmayorazgos del país daban el ejemplo y teníancasi todos una ferrería, en la que utilizaban elcarbón de sus bosques. Había antes del siglo XVIIdos clases de herrerías, las mayores y las meno-res: aquellas daban masas de 12 á 16 arrobas, concada una de las que hacían cuatro tochos, quese ponían al martinete en forma de barras grue-sas; en las menores se adelgazaban éstas. Luegose hizo ya toda la operación en cada ferrería.' En una obra titulada Máquinas hidráulicas demolinos y ferrerías, publicada por Villareal de Ber-riz en 1736, se dan reglas, matemáticas unas yprácticas las más, para arreglar las presas y lamaquinaria de las ferrerías. No cita siquiera lastrompas, y eso que describe con detalles todos losprocedimientos seguidos en las Provincias Vas-congadas. Las ruedas motrices eran de costado—según hoy las llamamos—y de unos diez pies dediámetro. La censura que hace de este curiosolibro el P. Fresneda, profesor del colegio de jesuí-tas de San Isidro, dice que el autor «dando demano á inútiles diversiones, puso su blasón eninstruir su entendimiento en útiles noticias y enenriquecer el Orbe con tan provechosas tareas,propias de un corazón generoso.»

Así continuaron las ferrerías vascongadas, yaún funcionaba alguna estos últimos años. Eatíetanto los adelantos de la metalurgia del hierrovenían todos, triste es decirlo, de Inglaterra yaun de Francia. Indiquémoslos brevemente.

El gran consumo del carbón que hacían lasforjas, movió á Enrique VIII de Inglaterra á daren 1543 ordenanzas para la conservación de losmontes; las repitió Isabel en 1558 y 1562, y tratóde disminuir el número de forjas en 1580 y 1584.Esto movió al mecánico Sturtevant á obtener en1611 un privilegio portreintayun años para el em-pleo del carbón mineral, pero no pudo realizarlo.

Algunos años después trató del mismo asuntoDudley, pero luchó con las preocupaciones de suscoetáneos. En 1713 se usó ya en gran escala elcarbón mineral. En 1728 obtuvo Payne el privi-legio por el horno de pudlar, y en 1783 tomóOort otro por los laminadores.

Este sistema, que recibe el nombre de inglés,consiste en producir en grandes hornos, llamadosaltos, la fundición obtenida directamente del mi-neral mezclado con el carbón. Unas grandes má-quinas, llamadas soplantes, dan el aire necesario.Esta fundición se convierte en hierro dulce; estoes, se afina, decarburándola, para lo cual el pro-cedimiento más seguido es llevarla á ufl horno,que se llama de pudlar, donde se liquida, y hacerque la llama de un hogar pase próxima al caldo,el cual se agita. Al cabo de pocas horas se formanbolas, á medida que desaparece el carbón de lafundición, que se aplastan con martillos ú otrasmáquinas para quitar las impurezas y gotas defundición, pudiendo luego estirarse en barras,gracias á los cilindros laminadores.

Nada de esto se introdujo en Vizcaya hastadespués de la guerra civil anterior, por falta decarbón mineral en el país, por rutina y por el inte-rés de los propietarios. Su hierro era vencido enlos mercados nacionales por el inglés, salvo en lacalidad, pues siempre el hecho con carbón mine-ral es algo agrio por el azufre que acompaña alcombustible.

La citada Sociedad vascongada procuraba dili»gentemente introducir dichos perfeccionamientos.Bien lo prueban los tomos de sus Extractos desde1771 á 1793, llenos de escritos referentes á la me-talurgia del hierro. Desde este último año lan-guideció tan ilustre corporación, desapareciendoen 1808.

Así en 1776 publicaron por este medio los her-manos Guilisasti un Informe sobre la aplicacióndel cok á las ferrerías. El doctor Iturriaga fuepremiado en 1791 por la citada corporación, engracia de un proyecto titulado: Compañía de fer-roñes para perfeccionar las fundiciones y laboresdel hierro,y establecer nuevas fábricas, en el queproponía la creación de un Banco para adelantardinero á los fabricantes durante sus campañas, yformar una sociedad con todos ellos, dando re-compensas á los creadores de nuevos estableci-mientos.

Creó dicha Sociedad el Seminario de Vergara,que tanto influyó en la ilustración del país, y es-tableció cátedras de mineralogía, física y quími-ca, encomendándolas á hombres tan notableacomo Elhuyar, Chavaneau y Proust. Loor alilustre conde de Peñaflorida y á sus compañerospor tan acertadas y patrióticas tareas.

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El primer horno alto, según los Sres. Maffei yRúa Figueroa, ei> su concienzuda obra: Apuntespara una biblioteca española de minería (1872),fuemontado en 1794 en Rivadeo, por Ibañez; hasta1841 no le hubo en Vizcaya.

IV.

Era malo el estado de las ferrerías en Vizcayadurante este siglo á medida que el hierro inglésentraba en nuestros mercados, por haber cesadola prohibición que k> impedía: Hacia 1841 se es-tableció la fábrica de Bolueta, á unos tres kiló-metros de Bilbao, y próxima al criadero de Ollar-gan: en 1866 tenía tres altos hornos, si bien nomarchaba más que uno y con carbón vegetal, dostrenes laminadores, siete hornos de pudlar yocupaba unos 300operarioa.

En 1855 se creó la fábrica del Desierto, sobre elNervion, y próxima á la estación que más tardese hizo de un ferro-carril minero hasta la falda deTriano. En 1866 tenía dos altos hornos, uno concarbón vegetal, y otro con cok, y además ochohornos Chenot, de que luego hablaremos. Ocu-paba unas 500 personas en su interior. Ambasfábricas, sobretodo ésta, se desarrollaron nota-blemente en estos últimos años, y estaban enauge al comenzar, en 1872, la guerra civil,que lasha causado daños sin cuento, sobre todo á laúltima.

Las pocas ferrerías que había se fueron cer-rando, pues su hierro no podía competir con elde estas fábricas: los altos hornos de éstas, quemarchaban con carbón vegetal lo daban de exce -lente calidad; los de cok lo producían económico;el consumo de carbón de aquellos hornos lo hizoencarecer extraordinariamente con perjuicio suyo,y sobre todo de las ferrerías. Pero el sistema in-glés es realmente absurdo: se trata de convertirel mineral en fundición, y luego pasar éste áhierro dulce, lo que exige dos operaciones y mu-cho combustible.

Esto había hecho pensar á varios metalurgis-tas ingleses y franceses en perfeccionar el racio-nal y lógico procedimiento de las forjas, que erael seguido en las antiguas ferrerías vascongadas.Una de las personas que más trabajaron en esteasunto fue el malogrado Chenot, uno de cuyoshijos montó en la fábrica del Desierto hornos desu procedimiento, con los cuales se obtiene delmineral la esponja de hierro, que fácilmente seconvierte en barras.

Otro industrial, francés como el anterior, vinoá Vizcaya hará cosa de quince años, y trató demontar un sistema, por el cual se obtenía con elmineral y el carbón vegetal un excelente hierro áprecio más reducido que el de las antiguas fer-

rerías. M. Tourangin, que así se llama, llegó áconseguir su objeto, gracias en parte á la exce-lente calidad y dulzura de los minerales de Viz-caya. Se montaron algunos hornos de este sis-tema en Vedia, Alonsótegui y otros puntos,aprovechando las' ferrerías viejas que estabanparadas. El resultado fue diverso; sin que á lahora presente sea fácil decidir por completo sobresu bondad y economía del sistema Tourangin,aunque nos inclinamos en su favor.

En Zornoza se trasformó otra ferrería antigua,empleando hornos muy parecidos á los de Touran-gin, y después de un largo litigio con los dueñosdel privilegio, expedido á favor del primero, alegóel poseedor de esta fábrica que seguía el procedi-miento ideado por el alemán Gurl't. Bien saben losque á estos asuntos se dedican cuan fácil es decirdónde comienza el invento y termina la imitacióndélos procedimientos metalúrgicos.

Sea de ello lo que quiera, é inclinándonos nos-otros á que en dicha fábrica se copió á Touran-giu, aunque, mejorándolo, es lo cierto que supropietario producía mucho y excelente hierro,sumamente dulce, que se exportaba en gran parteal extranjero para clavazón y piezas que exigíanesta buena calidad en el metal. En 1869 sólo fun-cionaban cinco ferrerías antiguas. Había ademáspueblos enteros, como Villaro y Ochandiano, quese dedicaban á la fabricación manual de herradu-ras y clavazón.

La guerra civil vino á interrumpir los trabajosque se efectuaban en Vizcaya para dar grandísi-mo impulso á la explotación de sus minas y á lafabricación del hierro. La diputación foral habíaconstruido un ferro-carril que arrastraba ya300.000 toneladas por año, desde el pié del MonteTriano á la ria de Bilbao. Estaba muy adelantadootro ferro-carril, éste de vía angosta y doble, des-de Portugalete á las minas de Galdames, algomás distantes que las de Triano, pasando también,por éstas. Otros dos se hallaban en construcción

•terminando en Luchana sobre la ria de Bilbao.Además de esto funcionaba algún otro medio

de arrastre, como el ferro-carril aéreo de Hogdson,en que los wagoncitos van suspendidos en uncable. Las carreteras estaban llenas de vehículosque traían el mineral á los desembarcaderos. Todoesto se ha parado con la guerra.

Respecto de la fabricación, el impulso no eratan grande como en la exportación, pero teníatambién gran importancia. En el punto del De-sierto, y á no gran distancia de la fábrica actual,se labraba otra por una poderosa compañía in-glesa, indicándose el próximo establecimientode otras. El objeto de algunas era fabricar lin-gote de fundición para exportarlo al extranjero

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en vez del mineral, como es racional. Coadyuvabaá este fin el bajo precio del carbón en Bilbao y ensu comarca, pues los buques que llevaban el mi-neral lo traían de retorno desde Inglaterra,,eonfletes muy económicos.

En cuanto á las ferrerías antiguas, varias setrasformaban usando hornos que dieran directa-mente buenos hierros al carbón vegetal. Los pro-gresos de la metalurgia del hierro tenían aquíancho campo, y no es dudoso que pronto hubié-ramos visto en las grandes fundiciones aplicar loshornos de pudlar de Dank y otros novísimos ade-lantos de este ramo.

Respecto de los aceros, sólo diremos que losd« Mondragon^hupúzcoa) eran muy famosos,paro que decayraran luego que se montó la fábricareal de armas dé Toledo en 1760. Actualmente nose producen en el territorio vascongado, salvo al-guna pequeña pieza. Los modernos proeedimien-tas deBessemer, Krupp, etc., no se han introdu-cido aún, pero lo hubieran sido en breve á juzgarpor el auge que tomaba esta industria y susafines.

V.

Veamos ahora cuál ha sido la marcha de la ex-tracción y exportación del mineral de hierro enVizcaya, asi como la estadística de la fabricacióny salida del metal.

Pedro de Medina, en su libro Grandezas de Es-paña en el siglo XVI, dice que en Vizcaya y Gui-púzcoa había entonces 300 ferrerías que labrabancada una, por lo menos, 1.000 quintales anualesde hierro, cuya tercera parte se consumía en elpaís-, otra igual se exportaba en barras, y la res-tante también, pero en herramientas, armas yclavazón. El P. Henao señala 167 ferrerías en ac-tividad y 30 apagadas, produciendo más de100.000 quintales á mediados del siglo XVII.En 1784 había. 141 ferrerías, cada una de las cua-les daba de 80 á 90 quintales.

A principios del actual siglo se extraían unos800.000 quintales de mineral para surtir 280 fer-rerías d« Álava, Guipúzcoa y Vizcaya y algunasde Navarra, y Santander: en Vizcaya había 180que daban 80.000 quintales de metal. En 1819quedaron reducidas á 117 con 50 á 55.000 quinta-les. Miñano dice en su Diccionario, que en 1828había 117 ferrerías en dicha provincia, que pro-ducían 45.000 quintales de los llamados machos,ó sea de 155 libras castellanas cada uno.

El Diccionario de Madoz asigna para 1849 unaproducción de 80.000 quintales de metal en Viz-caya. El Sr. Aldana, ya citado, dice que en 1851se extraían de Triano unos 500.000 quintales ma-chos de vena, cjuya mitad se consumía fuera de

la provincia: da los datos de la exportación desde1834 á 1848. Hacia la ría de Galindo, que comu-nica con la de Bilbao, confluyendo en el Desierto,se bajaban entonces sobre 230.000, por lo cualopina el citado ingeniero que no se podría alimen-tar un ferro-carril, por económico que fuera: elaumento de la exportación lo ha hecho luego po-sible.

La producción del hierro quedó casi estaciona-ria durante algunos años, pues la disminución delas ferrerías se compensaba con la producción delas dos grandes fábricas ya citadas que sucesiva-mente se establecieron. He aquí los datos últimosmás interesantes, extractados de las estadísticasmineras oficiales:

Mineral de hierro en Vizcaya.

ANOS.

1861186218631864186518661867186818691870.

MINAS.

53424267757681778875

OPERARIOS.

698570575

1.045893824

1.0591.1241.3001.285

PRODUCCIÓN.

54.87070.46070.720

120.470102.36089.913

136.073154.120164.800250.358

La producción está en toneladas métricas: losdatos son incompletos, así, por ejemplo, en 1870se arrancaron 30.400 toneladas de Ollargan, sinque conste el número de obreros que en esto seocuparon. El producto en España durante losaños de 1866, 67,68, 69 y 70 fue respectivamen-te, 180.131, 254.481,385.553, 311.345 y 436.586:de donde se deduce que Vizcaya daba en el pri-mero de estos años menos de la mitad del totalde este mineral, cuya parte fue subiendo hastaser casi las dos terceras partes en el último.

Hierro fabricado en Vizcaya.

Aftos.

1 8 6 1 . . . .18621863 . . . .18641865 . . . .18661867. . . .18681869. . . .1870 . , . .

Fábricas.

2317121210847

1010

Opera-" ríos.

687790997996793678726

1.083866

1.056

Fuerramotriz.

140140250830740550599570570

Fundi-ción.

»

8.65012.55612.80012.9009.790

10.00011.11010.42012.310

Hierro. •

9.46510.89412.91913.45619,9739.2429.5809.164

11.03312.322

MSSSSSÍ

N.°44 G. VICUÑA.—EL HIERRO EN VIZCAYA. %7\La fuerza motriz está en caballos de vapor y se

refiere á las máquinas de vapor, ignorándose la delos motores hidráulicos, que debe ser mayor quela anterior. La producción en fundición y hierrodulce está en toneladas métricas; de éste último,en 1870, se lian obtenido 3.200 por pudlado, 1.580por el sistema Gurlt, 1.400 por el de Chenot, y470 por el de Tourangin: esto dice la Estadísticaminera, pero no suman en todo más de 6.650 to-neladas, faltando casi otro tanto para componerel total de la producción.

La de lingote en España desde 1866 á 70, fuerespectivamente de 39.260, 41.934, 43.162, 34.486y 54.078, de suerte que en el primero pasaba de lacuarta parte la cantidad suministrada por Viz-caya, y en el último no llega á ella. La provinciade Oviedo produce más lingote que la de Vizcaya,siendo ésta la segunda de la nación en este ramo;una parte del mineral para ésta se trae de aquella.

En «íianto al hierro dulce, las cantidades tota-les en los mismos años son: 32.338, 35.640, 36.152,35.626 y 36.163. La parte alícuota de Vizcaya hacrecido en este ramo. Si bien en el quinqueniocitado produce en él más Oviedo, las cifras indi-can que Vizcaya es en este punto superior, salvoel año de 1868, en que por causas especiales pro-dujomucho má? la primera.

Sensible es que no se hayan publicado las esta-dísticas oficiales posteriores á 1870 (1). Los datossiguientes indican el mineral que ha sido arras-trado de Triano por el ferro-carril de ia Diputa-ción: en 1866 fue 32.187 toneladas; 63.670 en 1867;93.253 en el 68; 118.100 el 69; 158.000 el 70, y305.000 el 71.

El movimiento creció mucho desde esta época;la exportación al extranjero, no sólo de Triano,sino también de QHargan, debió pasar de 500.000toneladas en 1872; continuó creciendo hasta findel 73, en que cesó con el sitio de Bilbao. La fie-bre minera se había apoderado del país. Las de-mandas de Inglaterra eran extraordinarias—ex-portando esta nación masque todas la^demásjuntas, y siguiendo á ella Francia y Bélgica,—nosólo por la excelente calidad de este mineral, sinotambién porque los criaderos ingleses están casiagotados ó en condiciones caras de explotación.Las huelgas de los obreros en Inglaterra y otrasconcausas han hecho elevarse extraordinaria-mente los precios de los hierros en estos últimosaños, lo cual ha redundado en pro da nuestraproducción.

Favorécela también el Arancel con los derechosprotectores, si bien la perjudica al dejar casi libre

(1) Compuesto lo anterior, llega é nuestra noticia que acaba do pu-

blicarse la estadística de 1871.

la introducción de la maquinaria, no sólo porqueá la sombra de ésta han entrado en España mu-chos hierros en bruto, sino también porque nopuede desarrollarse en estas condiciones la cons-trucción de máquinas, que sería un mercado se-guro para los hierros. La falta de contribucionesdirectas en Vizcaya ayuda también á esta in-dustria.

VI.

El monte de Triano, situado á unos siete kiló-metros de Portugalete y limitando el valle de So-morrostro, es el centro productor del mineral dehierro en Vizcaya. Hé aquí las principales varie-dades de éste que allí se encuentran:

Mineral de SomorrlRro.

Nombredel país.

Vena negra..

Venaro j» . . .

V e n a r o j aazulada. . . .

Rabio

CalónT o b a . . . . . . .

Cuerpo predominante.

Hierro oligiato

Oxido rojo (limoni-ta?)

Mezcla de loa dos an-teriores

Peróxido ( carbonatodescompuesto?). . ,

Hierro pardo compac-to,

Oxido con a r e n a . . . .Ocre amarillo

Hierro.

49 por 100.

46

»

8849

Observaciones.

^ o n s u m . a e n l a s

Hay poca canti-dad.

Es Le rendimientoes aproximado.El minera! esabundantísimo;se exporta mu-cho.

Es muy duro; se"exporta poco.

No se exporta.Hay muy poco.

La vena negra, ó simplemente vena—ó mena,como dicen muchos,—es lo único que se sacabahasta hac^ unos diez años desde los romanos, óquizás antes. Para ella se hacían galerías á pico,siguiendo la veta ó filón,.y en pésimas condicio-nes higiénicas y de seguridad. Al suspenderse en1873 las labores, estaban casi abandonados losagujeros, y se sacaba casi exclusivamente campa-nil al aire libre, por medio de barrenos.

Esto hacía la extracción fácil y económica. Másque minas son, por lo tanto, canteras. De aquíque el expropiar un terreno, con arreglo á la ac-tual ley, se abona al propietario el subsuelo y sele quita también el suelo, siendo lo más singularque se le indemniza de éste como si fuera un ter-reno cualquiera, generalmente como monte incul-to, siendo una verdadera capa mineral. ¡Cuántosde estos absurdos hay en nuestras leyes referen-tes á la riqueza pública y privada!

El criadero es abundantísimo, no sólo en elmonte de Triano y circundantes, sino también enlos de Galdames, que se hallan más al interior.Hay allí mineral para siglos.

Éste se trasporta á la ría de Bilbao por los me-

272 REVISTA EUROPEA.—27 DE DICIEMBRE DE 1 8 7 4 . N.° 44

dios que ya hemos indicado, y de allí pasa á lasfábricas del pais ó se dedica á la exportación. Elprecio del campanil de Triano durante el veranode 1871 en la estación del ferro-carril del Desierto,se descomponía del modo siguiente para cadatonelada:

Reales.

Extracción 5Conducción en carros á Ortuella. 7,50ídem en ferro-carril al Desierto.... 8Gastos extraordinarios 0,50Beneficios de los mineros . . . . . . ' . . 7

Total 28

Este precio servía de regulador para el mineralde Ollargan y potros puntos.

El flete hasta Newport, Swansea y Cardiff, enInglaterra, era de unos 50 reales tonelada. Losanteriores precios se elevaron bastante en 1872por la exageración de la demanda.

La riqueza y bienestar que tan notable expor-tación llevaba á la comarca eran extraordinarios.Más de 4.000 personas, un enjambre de carrostirados por bueyes, y otro de caballerías se ocu-paban en el arrastre del mineral. Los cuatroterro-carriles en construcción están calculadospara sacar más de dos millones de toneladas mé-tricas al año.

Además hay que contar con el criadero-deOllargan, cuyo mineral abundantísimo se encuen-tra en la superficie, formando cantos y granoscubiertos de arcilla, muy fáciles de sacar. Otrotanto ocurre con los criaderos del Morro, Miravi-lla y otros inmediatos á Bilbao. El furor minerollegó á tal extremo, que se denunció la provinciatoda: hubo muchos propietarios que hicieron lasdenuncias de sus terrenos para que nadie vinieraá molestarles. Primas, traspasos, negocios detodas suertes y colores ocurrían al iniciarse laguerra civil, la cual vino á paralizarlo todo y ácastigar severamente á una de las comarcas másprósperas de España.

Ya hemos dicho que en vez de exportar mi-neral al extranjero deberá mandar "Vizcaya lingoteen un plazo próximo. Pero su aspiración ulte-rior debe ser aún más levantada; y pues la exce-lente calidad de sus minerales lo permiten, puedecon justicia aspirar á fabricar acero Bessemer,plancha y hoja de hierro, alambre, clavazón, etc.Una vez realizado esto, se desarrollarán á la som-bra de estas industrias otras no menos impor-tantes.

Hablamos siempre olvidando de intento que laguerra civil está ardiendo en aquellos parajes, porla obcecación y fanatismo de sus hijos, princi-palmente, la cual ha paralizado el impulso indus-

trial que alli, reinaba. Cuando cese renacerá laproducción metalífera de esta comarca, cuya pri-mera materia no tiene rival, y cuyos hijos sonlaboriosos y hábiles.

Entre tanto debemos lamentarnos de que elhierro sirve hoy en el punto de su producciónpara destruirse los hermanos; y nunca con máspropiedad puede citarse la exclamación de Plinioen el párrafo xxxix del libro xxxiy de su Historianatural, cuya exageración y trascendencia nopudo llegar á comprender el sabio romano: «¡Paraque la muerte llegue más pronto al hombre, lahemos dado alas y hemos hecho volar el hierro!»

Gr. VICUHA.

AMÉRICA. EN 1874.

. . ii.*Deuda pública.—Reconocimiento, intereses y amortización.—Afirmacio-

nes del ministro de Hacienda de Méjico acerca del origen de la deuda

española.— Sistema monetario americano.

La deuda pública es un mal crónico que aquejaá todas las Naciones, sin distinción de clima, decostumbres ni de territorios. Lo mismo crece y sepropaga en las Monarquías que en las Repúbli-cas, en los gobiernos absolutos que en los consti-tucionales. Otro tanto sucede con los impuestos;nadie los quiere y todos se aprovechan de susproductos.

Pero la deuda, que debía guardar relación conla fortuna pública, se encuentra mal repartida ypeor aplicada. Estados florecientes soportan deu-das casi insignificantes, y naciones debilitadaspor la guerra y la conquista, ó por el desgobiernode los ciudadanos y de los partidos políticos, sehallan bajo el peso de inmensas, de ineludiblesobligaciones.

En n^teria de gastar no -se conoce límite; enpunto á ofrecer, aunque sea á costa de las gene-raciones venideras, todos se sienten propicios; di-rigir la vista al presente, ocultando las dificulta-des de lo venidero, hé aquí la gran fórmula, lapanacea universal de la antigua y de la modernapolítica.

Los Estados que contraen deudas sin tener losrecursos para satisfacer anualmente sus intere-ses, adelantan su propio descrédito. Las Nacio-nes, que, aun teniendo recursos emplean suscapitales en satisfacer cuantiosos réditos y encontratar nuevos empréstitos, marchan derecha-mente á la ruina.

Véase el número anterior, pág. 229.

N . ° 4 4 M. FERNANDEZ. LA DEUDA PUBLICA AMERICANA. 273

En América el abuso del erédito es tan generalcomo en Europa. Las nuevas instituciones nofueron bastantes á contener el progreso ilimitadode la deuda pública.

Para que nuestros lectores puedan formar jui-cio del capital reconocido y del importe que ácada habitante corresponde, resumiremos en elsiguiente cuadro las deudas contraidas por las di-versas Naciones. Americanas.

Población. Deuda pública. Interés y Deuda— — amortización porcada

H a b U l l n t e s . p e I M . a n u a , habitante.

Bolivia 1.987.352 5.000.000 » 2,12Brasil..; 10.058.000 S81.S23.420 15.882.015 57,79Colombia 2.900.000 33.800,000 2.000.000 11,65República Ar-

gentina 1.801.000 47.925.713 "f.223.012 26,61Chile 2.039.767 36.629.600 1.998.748 17,96Costa Rica.... 120.000 3.104.800 91.890 25,87Ecuador 1.110.000 13.083.509 » 11,78Estados-IInitlos 38.535.1S3 2.243.838.411 173.S0fi.964 58.22Cuaterna»... 1.200.000 2.462.978 d.297.401 13,33Hondura". . . 400.000 800.000 » 2Méjico.. .' 9.097.0S6 86.584.230 1 344.961 9,62Nicaragua 300.000 4.000.000 » 13,33Perú 2.868.000 104.85S.000 20.000.000 36,59Salvador 750.000 789.864 • 68.151 1,80Uruguay 387.421 32.000.000 860.000 82,59Venezuela 1.B65.000 90.603.120 » 86,80

Fijemos, pues, la atención en cada una de es-tas Naciones.

La República de Bolivia, que lleva este nombrepor el de su libertador Bolívar, y que posee riquí-simas minas, no conocía la deuda antes de la ad-ministración del general Melgarejo; pero después,algún tanto pródigo el país en gastos innecesarios,contrajo obligaciones en gran escala, que no lepermiten satisfacer, hoy por hoy, los interesesde las mismas, á causa del déficit de sus presu-puestos.

El Brasil, cuyo vasto territorio fue descubiertopor los portugueses en 1500, tuvo que sostenerrecientemente, en unión de la República Argentinay el Uruguay, una larga y empeñada lucha con elParaguay, que le produjo gastos extraordinarios.La deuda de este ya pacífico y floreciente impe-rio se clasifica en exterior, 113 millones de pe-sos (1), é interior al 4, 5 y 6 por 100, 240 millo-nes. "Existen además billetes del gobierno en cir-culación; bonos del Tesoro á dos, cuatro y seismeses; créditos del fondo de huérfanos; depósitosy pagarés á favor del Banco, que pudiéramos con-siderar como deuda flotante.

Agrupando estas cifras, tenemos en el Bra-sil: Deuda exterior, 113.606.445 pesos; inte-rior, 240.246.800; flotante, 227.470.185; total,581.323.430 pesos. Para satisfacer los intereses,consigna el presupuesto un crédito anual de 16millones de pesos.

t i ) En el Brasil se cuenta por miles de reis, que equivalen a 21 rea-

les de nuestra moneda, ó sea un peso americano, poco más ó menos.

Dada la paz que disfruta el imperio y la inte-ligente iniciativa del jefe del Estado, pronto des-aparecerá del Brasil el capítulo relativo á deudaflotante, por estarse recogiendo los valores amor-tizados.

Colombia tiene una deuda de 33 millones depesos, que puede dividirse en deuda activa, nueva,antigua y diferida, y según proceda de una ú otraemisión, así goza en el mercado de Londres ma-yor ó menor aprecio. La deuda nueva llegó á co-tizarse en aquella plaza al 40; la antigua al 23, yla diferida al 11 por 100.

Para satisfacer los intereses de estas obligacio-nes, tiene en pignoración la mayor parte de susrentas; la de aduanas y la de salinas, y aunque eldéficit del presupuesto no le aho^t, la verdad esque Colombia no puede destinar recursos sobran-tes al mejoramiento de la Administración-, refor-ma de los servicios públicos, y ornato de las po-blaciones, ínterin el capítulo de la deuda no dis-minuya y las rentas no queden libres á la Ha-cienda, pasará la República por grandes estre-checes.

No las pasa menores la Confederación Argen-tina, pues siendo el presupuesto de ingresos de14 millones de pesos, aparece el servicio de ladeuda con más de 7 millones; es decir, que escededel 50 por 100 de las rentas. Afortunadamente lasúltimas revueltas civiles han terminado en breveplazo, y si la paz continúa recobrará Buenos Ai-res los recursos que necesita para hacer frfente átodos los compromisos y obligaciones que pesansobre el Tesoro. En esta República, compuestade trece Estados confederados, existen millaresde españoles dedicados al trabajo y al comercio,que desead? el orden interior y procuran conser-varle á todo trance. En los primeros nueve mesesdel corriente año han llegado al puerto de BuenosAires 5.800 emigrantes, compatriotas nuestros,ávidos 'de ocupación y de dinero.

El capital de la deuda Argentina, en su ma-yor parte, se emitió en el extranjero. Existentítulos de los empréstitos ingleses al 3 y al 6 por100, y del de 1868, de la deuda exterior, del em-préstito de 1871 y los relativos á fondos naciona-les consolidados al 2 1[2, que en junto alcanzan ácerca de 74 millones de pesos.

En Costa Rica, la deuda, interior excede enmucho, como debe ser, á la exterior. La primeraofrece un capital de 3 millones de pesos, ó sean25 por habitante; y la segunda sólo 104.500, óseaunos 87 céntimos. Es decir, que la exterior estáen relación á la interior de 1 á 25.

Chile, que cuenta entre sus puertos el magnífi-co de Valparaíso, también tiene deuda interior yexterior. Aquella alcanza la cifra de 8 millones

274 REVISTA EUROPEA. 2 7 DE DICIEMBRE DE 1 8 7 4 . N.° 44

de pesos, y ésta última, con evidente despropor-ción, la de 27, por más que procura amortizarseanualmente la contraída en el extranjero. Desdeel año 1840 contrató cinco empréstitos fuera dela República; en 1842, 1858, 1866, 1867 y 1870.Es probable que el estado de paz en que se en-cuentra el pais disminuya el capitulo de la deudapública; pero las últimas medidas legislativascontra el clero y la autoridad de la Iglesia, lejosde producir el orden, llevarán el desasosiego álas conciencias y la alarma á los capitales.

El Ecuador presenta una deuda extranjera tri-plicada, si se la compara con la emitida dentrodel país; pues mientras cada habitante soportapor la interior 5 pesos, la exterior llega á 15, ósea en junto 20 pesos por habitante.

Los Estados-Unidos, la República más comer-cial y más instruida entre todas las de América, sevieron en la precisión de contraer cuantiosas deu-das á causa de la guerra civil, pero el sistema delas amortizaciones periódicas, empleadas con per-severante esfuerzo, _reduce todos los meses sucifra aterradora. En el presupuesto de 1873 apa-rece clasificada la deuda de la siguiente manera:Con interés en efectivo 1.852 millones de pesps,con idem en papel 34, deuda cuyo interés ha ce-sado 1, idem sin interés 434, aumento por interésé intereses no pagados 30, que vienen á resultar,contando las fracciones, una suma de £.354 mi-llones de pesos. Amortizándose, por término me-dio entadames, cinco millones, puede calcularseque en 1." de Enero de 1875 la deuda de los Esta-dos-Unidos no excederá, de 2.100 millones depesos.

Verdad es que el presupuesto de la Gran Repú-blica consigna cantidades importantes para elservicio de la deuda. Bu el que tenemos delantedéla vista figuran como fondos propios paralaamortización 22 millones de pesos, y como inte-reses de ese mismo fondo 6, que hacen un totalde 28, suma importantísima para el.objeto prefe-rente á que se la destina.

En materia de amortización de la deuda y enpunto á enseñanza, los Estados-Unidos marchaná pasos agigantados por el camino del honor ydel deber.

Guatemala, expuesta en los últimos tiempos árevoluciones incesantes, tiene una deuda que con-sume más de la mitad de su presupuesto de in-gresos. Los empréstitos ingleses de los años 1869y siguientes, los bonos del Tesoro de 1860 y1863, y la deuda exterior antigua producen gra-vámenes superiores á las fuerzas contributivasdel país.

En cambio, la República de Honduras no satis-face ¡cosa extraña! intereses de la deuda exterior,

por la sencilla razón de que no la ha contraído,y la interior ofrece escasa importancia. TambiénNicaragua sobrelleva con holgura las obligacio-nes nacionales, á causa de que los ingresos supe-ran á los gastos presupuestos.

Méjico, que disfruta de paz después de guerrascon naciones europeas y de no menores luchas in-testinas, sostiene deuda flotante, interior y exte-rior. Constituyen la flotante los bonos del 3,5 y6 por 100, amortizables en períodos fijos; formanparte de la interior los préstamos del Tesoro y losempréstitos realizados; figuran en la exterior loscréditos legítimos que tienen los subditos de Es-paña, Inglaterra y otros puehlos de América poranticipos, indemnizaciones, secuestros ó pérdidade intereses. .

Agrupando cifras, podemos presentar el si-guiente resultado:

Existencia en bonos de todas series, 2.046.065Deuda corriente interior y en circu-

lación 10.352.06TDeuda exterior inglesad Capital 51.208.250

hasta el año 1861 /Intereses... 12.289.880Deuda española liastaiCapital 5.900.000

igual año (Intereses..- 1.500.000Deudadelaconvencion.gg^;; 3.91J.JJDeuda Americana 401.685Deuda del Padre Moran. Capital é in-

tereses 800.000

Es decir, que en 1." de Enero de 1874 la deudaexterior alcanzaba la cifra de 76.452.163; la in-terior ó corriente 10.352.067, y la flotante2.046.065 pesos, que hacen un total de 88 millo-nes de pesos, si bien debe descontarse la deudaflotante, porque ésta se va amortizando por mediode almonedas ó subastas, según los recursos dela República. Por consiguiente la deuda públicamejicana, hasta ahora consignada en el gran li-bro, asciende á 86 millones de pesos.

Todavía se están recogiendo datos para ave-riguar oficialmente el importe de la misma, conobjeto de iniciar en el Congreso una conversión,que dé por resultado el pago fijo y permanente delos intereses.

Las secciones liquidadoras funcionan con acti-vidad para amortizar rápidamente los certificadosexpedidos ó que expedieren las mismas; pero lasescaseces del Erario no han permitido en 1873la celebración de almonedas para la amortizaciónde la deuda flotante. Así es que los bonos que seamortizaron han sido únicamente en operacionesde nacionalización. Verdad es que los giros de laTesorería son tomados al tipo de la plaza, lo queantes no era posible ni probable, dada la descon-

N.° 44 M. FERNANDEZ.—LA DEUDA PUBLICA AMERICANA. 275

lianza de los banqueros: verdad es que el ministroMejía va restableciendo el crédito, gracias á sueconómica administración y al orden público;pero no esménos cierto que la deuda exterior me-rece ser atendida por el gobierno con mayor pre-dilección y con alguna más simpatía. Y por ciertoque extraña y maravilla al autor de estas líneas,que el ilustrado ministro de Hacienda de la Repú-blica mejicana afirmase ante el Congreso de su pa-tria (1) que el origen de la deuda inglesa se debe ála inexperiencia de los mejicanos, y que la espa-ñola nació de «una mal entendida y necia genero-sidad,» siendo consecuencias de la guerra civil és-tas y otras convenciones. Causan extrañeza talesafirmaciones: en primer lugar, porque el secre-tario de Hacienda no es un ciudadano indocto, quebusque aplausos, denigrando á otros pueblos quehablan la misma lengua y sostienen idénticosprincipios liberales: tiene demasiado talento ybuen sentido para hacerse superior á pequeñasrivalidades; y en segundo, porque la deuda espa-ñola corresponde en gran parte á compatriotas allíresidentes, que sufrieron I03 horrores de ia guerracivil; que perdieron sus fortunas en las discordiasintestinas de aquel país; que anticiparon de gra-do, ó por fuerza sus intereses, honradamente ga-nados, y procede su indemnización con arreglo álos más elementales principios del derecho degentes. *

¿No ha indemnizado España á Francia y á In-glaterra, mejor dicho, á los subditos de esas na-ciones, perjudicados por nuestras guerras civilesó exteriores?

;No está indemnizando un año y otro año, seaen papel ó como quiera, á los mismos españolespor presas inglesas y por daños causados du-rante la primera guerra civil de 1833 á 1839? ¿Es

.lícito acusar de necia generosidad el reconoci-miento legal de las obligaciones contraidas y no¡atisfechas?

A poco que medite el Sr. Mejía y se desligue derencores nacionales, impropios de su capacidad yde su inteligencia, comprenderá la justicia denuestra queja y el sentimiento que nos ha cau-sado la lectura de esas líneas, líneas que se des-tacan de un informe ministerial, tan perfecta-mente escrito como seriamente pensado.

No entraremos en el examen de la organizaciónadministrativa y financiera de Méjico, ni en laoportunidad de ia" supresión de las órdenes reli-gfosas en toda la República, llevada á cabo por elpoder legislativo con detrimento de la libertad,

(l) Memoria de Hacienda y crcdtto publico. Informe presentado al

Congreso de la Union, en 16 dé Setiembre de 1873, por el ciudadano

Frtneisco Mejís, secretario de Hacienda.

pues ambos puntos requieren trabajo abarte.Basta íi nuestro objeto indicar, que el sistema ad-ministrativo se ha regularizado, el Tesoro varecobrando paulatina pero progresivamente sucrédito, y los préstamos tienen solicitadores ban-carips, en vez de solicitudes ó ruegos oficiales.Todo hace creer, que el trabajo, la economía y elórdsn, serán las bases de su futuro engrandeci-miento, si los poderes públicos no lastiman losintereses del clero ni los derechos de la Iglesia;pues el catolicismo se arraiga en todos los cli-mas, y se amolda á todas las instituciones polí-ticas.

El Perú, que tiene recursos naturales bastantespjor sí solos para satisfacer las necesidades delTesoro, sobrelleva con resignación un empréstitoy otro empréstito, una deuda y otra deuda. Latiene consolidada y la tiene nueva; sus emprésti-tos se distinguen por los años de su celebración,1865, 1870, 1878.

La República del Salvador ofrece una deudaflotante de pesos 84.264, y otra consolidada, al 6por 100, de 705.800, ó sean 790.064, cantidad pocoimportante dada la amortización anual de 24.557pesos y los intereses pagaderos de 68.161.

El Uruguay soporta mayor deuda, como quealcanza á 32 millones de pesos, y cuyos intereses,de 5 y 6 por 100, vienen satisfaciéndose con regu-laridad.

No sucede otro tanto en Venezuela. El desequi-librio de su Hacienda produjo un aumanto visibleen la deuda, sobre todo exterior, producto en granparte de reclamaciones internacionales, de contra-tos particulares y de arreglos con algunos Esta-dos europeos. Las reclamaciones internacionalesliquidadas ^proceden de los Estados-Unidos, Fran-cia, Holanda, Inglaterra, Italia y Dinamarca, ylas arregladas, aunque pendientes de la sancióndel Congreso, son de España, Iuglaterra y Di-namarca, correspondiendo á los acreedores espa-ñoles dos millones de pesos venezolanos, ó sean1.500.000 pesos de nuestra moneda.

Y ya que hablamos de moneda, bueno seráconsignar el tipo legal de la existente y circulanteen las diversas Naciones americanas.

Bolivia, Buenos-Aires, Chile, Guatemala, Mon-tevideo, Perú y Venezuela aceptan el antiguo sis-tema monetario español, la onza de oro y el pesode plata; el Brasil ofrece alguna variante, pues lapieza de oro, ó sean 21.000 reis, equivale á 217reales 55 céntimos; y la de piala 1.000 reis, á 21reales; la República del Ecuador tiene la pieza dediez'reales, igual á cinco francos, ó 19 reales ; losEstados-Unidos reconocen la doble águila de oro(20 dollars , ó 398 reales 44 céntimos), y el águila(10 dollars, ó 1S9 reales 22 céntimos), y de plata.

fe,,*

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el dollar, que viene á ser 20 reales 59 céntimos;en Méjico la onza de oro se estima en el mercadopor 312 reales 40 céntimos, y el peso de plata por20> reales 87 céntimos; en Montevideo el pesofuerte es easi igual a! español, ó sean 20 reales 22céntimos, y en Nueva-Granada la onza nueva vale307 reales 68 céntimos, y el peso de diez reales seacerca al duro español, ó sean 19 reales con 25céntimos.

Indicamos estos detalles para que puedan ser-vir de base á nuestros lectores en las reduccionestan frecuentes y usuales de la moneda americanacon la española y vice-versa.

Hemos procurado fijarlos ingreses y los gastosde los presupuestos, el déficit ó el sobrante quede ellos resulta, la deuda^ contraída y los dispen-dios anuales que produce á las Naciones del Nue-vo Mundo. El déficit ó el sobrante de los presu-puestos están sujetos á frecuente alteración, por-que suele haber notable diferencia entre el cálculode los gobiernos y los resultados que arrojan lascuentas definitivas. Así es, que existen Estadosdonde los gastos superan á los ingresos en el pa-pel, y luego aparecen los segundos inferiores á losprimeros, teniendo que saldarse, merced á los re-cursos eventuales de la deuda flotante, las emi-siones, los empréstitos y los anticipos con cargoá los productos venideros de las rentas.

En América, el'déficit está á la orden del día;la deuda pública se contrae con igual prodigali-dad qiue en Europa, si se esceptúan algunas,aunque muy contadas Naciones.

Este hecho tan general en la vieja Europa comoen la joven América, hace pensar en que existeuna causa constante, permanente, que alcanza lomismo á las Repúblicas que á las Monarquías,igualmente aplicables á las instituciones absolu-tistas que á las constitucionales. Cuál sea la causade tales desniveles en el presupuesto, no lo afirma-remos nosotros; ilustrados economistas lo deci-dirán. Baste consignar, que en sentir del autor deestas lineas, el motivo principal tiene su base enel predominio exclusivo de la política, que enlo-quece á los hombres, y en el afán de guerrear,que consume tantos tesoros y acaba con tantasvidas.

MODESTO FERNANDEZ Y GONZÁLEZ.

Madrid, 16 de Diciembre de 1874.

CRITICA LITERARIA.

ÜN SOLDAD© ESPAÑOL DE VEINTE SIGLOS.RELACIÓN VERÍDICA,

POR D. JOSÉ GÓMEZ DE ARTEGHE,

DE LA ACADEMIA OS LA. HISTORIA.

No me propongo hacer aquí un juicio críticode esta obra, que por su índole especial no es parajuzgada á la ligera; mi propósito se reduce á en-caminar la atención del lector hacia las bellezasqus contiene* Escasísimo es. hoy el nume.ro delibros compuestos en naestrp país que ofrezcanal público un manjar tan sano, tan nutritivo yagradable como el que acaba de servir en su mesaUn soldado español de veinte siglos. Avivar en laspersonas de gusto el deseo de saborearlo, mal seha de tener por acción que necesite disculpa.

La novela ha ensanchado extraordinariamentesus dominios en estos últimos tiempos, adqui-riendo una importancia y llegando á ejercer unainfluencia superior á la que tuvieron y ejercieronlos libros de caballerías á fines de la Edad Mediay en la época del Renacimiento. Esa influenciacada vez más eficaz, merced á la actividad de laimprenta y á la mayor facilidad y rapidez en lascomunicaciones, ha venido á ser muy peligrosadesde que la novela se apartó del camino que letrazaron un Waiter Scmt, un Chateaubriand óun Manzoni, para convertirse 'en instrumento desectas antireligiosas y antisociales, cuando no enariete de la moral y de las buenas costumbres.

La mayor responsabilidad del aciago rumboque ha seguido este ramo de amena literatura enel presente siglo tócale á Francia, que durantemás de cuarenta años ha tiranizado el gusto decasi todas las naciones de Europa y del mundoentero. A la indirecta enseñanza que proporcio-naban los cuadros históricos del autor de Los Purrítanos y de Ivanhoe; al sano interés de las bellasescenas de Átala y de El último Abencerraje; á lapoética realidad de Los Novios, admirable creacióndel gran lírico italiano, se ha sobrepuesto un gé-nero de novela, tanto más perjudicial, cuanto ma-yor es el incentivo que ofrece á la multitud lo sin-gular y extraordinario que propende á disculparé idealizar er extravío de las pasiones. Escritoresde tanta imaginación y taleato como Balzac yJorge Sand no han vacilado en hacer mal uso desus facultades empleándolas remetidas veces enalimentar ese género, que otros novelistas demenos valer han exagerado y extremado ha-ciéndolo descender al último límite de la corrup-ción más afrentosa.

Pero como la corrupción es de suyo aborreci-ble y las groserías del sensualismo acabas pronto

M. CAÑETE.—CRÍTICA LITERARIA. 277por fatigar hasta á los .más sensuales, la mons-truosa novela consagrada á envolver en ropaje devistosos colores cuanto hay en las flaquezas hu-manas de más degradante y repulsivo, acabó porhastiar y escandalizar á muchos que al principio,le tributaron admiración, sin descubrir á primeravista el veneno oculto bajo el engañoso oropel deuna forma deslumbradora.

No se imagine, sin embargo, que ese géneroliterario se ha dado ya por vencido, ni que carecepor completo de cultivadores y devotos. El mal,tenaz y persistente, lucha con incansable perse-verancia cuando halla estímulo y alimento en elinterés egoísta de los que se esfuerzan por-so-bréponerlo al bien. Mas á pesar de ello, la cor-ruptora novela que un laureado critico francésanatematiza justamente, porque la estima sinideal y sin alma, no ha podido impedir que enFrancia mismo la deshanque hasta cierto puntoel nuevo y distinto género que Julio Venie ha lo-grado poúer en boga entre gran número de lec-tores.

La índole y especial carácter de ese nuevo gé-nero, lejos de ser dañosa ni de ofender la moral,se dirige á difundir conocimientos útiles despo-jándolos de la aridez dogmática y dándoles unsabor muy halagüeño.

A este mismo laudable fin se dirige también ellibro que acaba de publicar el Sr. Arteche.

Obra de amenidad é instrucción, Un soldado es-pañol de veinte siglos reúne á sus peculiares con-diciones, que ofrecen á un tiempo el atrac-tivo de la novela y la enseñanza de la historia,el mérito de referirse á la de nuestra patria, bos-quejándola á grandes rasgos llenos de animacióny de vida. Diríase que el autor ha existido en lasdiferentes épocas y entre las distintas razas quepinta con tanta erudición y buena crítica, segúnel sello de verdad que imprime en la narración sinresabio alguno pedantesco. Cuadros hay en ellibro del Sr. Arteche donde se puede conocer yapreciar mejor que en ninguna de nuestras his-torias generales, antiguas ó modernas, lo que fueEspaña en remotos dias, los móviles que impul-saban en sus empresas á las diversas gentes quedominaron esta península, y el origen y razónfilosófica de los principios ó iiieas generadores deBU civilización y cultura.

El ilustre académico, cuyo profundo saber y rec-to juicio han levantado un monumento á la gloriade nuestra nación en la Historia militar de laguerra de la Independencia, muéstrase hoy dignode su merecida fama en el libro á que se refierenestos renglones. En él vemos, no sólo al historia-dor que ha sabido penetrar en el corazón de siglospasados para arrancarles el secreto de la verdad,

viciada ó corrompida por la ignorancia, ya queno desfigurada de intento por e¡ fanatismo óexpresamente falseada por bastardos intereses,sino al escritor galano, al hombre de experien-cia y de mundo, que conoce los misterios del co-razón, juzga los hechos y desentraña sus causascon la superioridad que da el talento fecundizadopor el estudio y por la atenta observación de losdemás hombres.

Para familiarizar al lector con la historia pa-tria, como Julio Verne lo familiariza con los des-cubrimientos científicos y conocimientos geográ-ficos, el Sr. Arteche apela á un recurso novelescosumamente ingenioso, que comunica interés á laobra desde sus primeras páginas. En él estribatoda la armazón del edificio; de él nace la unidaddel conjunto, á pesar de la diversidad de cuadrosy aun de siglos en que se va desarrollando la quepudiéramos llamar acción fundamental del poe-ma. Difícil era inventar vm resorte á favor delcual lograra ésta desenvolverse can holgura yque le sirviese naturalmente de núcleo. El autorha tenido la feliz inspiración de buscarlo y en- .contrario en la cristiana leyenda del Judío erran-te, á quien

Un tourbillon toujours empórteSana vieilllr, accablé de jours,

comí dice el más popular de los cancioneros fran-ceses. Hallada la clave, y de tal suerte que sumismo aire de inverosimilitud excita desde luegoel deseo de poner en claro lo que hay de sobrena-tural ó de real en el extraño personaje cantadomodernamente por Goethe y por Schubart (per-sonaje de cuya existencia imaginaria han preten-dido gravea autores sacar argumento para demos-trar las verdades evangélicas, y en el cual se fundael extravagante Ahasvérus, poema simbólico deQninet), lo demás era fácil para un escritor de lascondiciones del Sr. Arteche.

Mezclada con los recuerdos de su propia vida, enaquellos dias en que España empezaba á reanudarpasadas glorias enviando á Italia* un ejércitopara reponer en su silla al Padre común de losfleles (dias que parecen ya fabulosos), la acción deUn soldado español de veinte siglos, planteada consumo acierto, atrae y fija la atención desde elprimer furioso arranque del héroe, que dice serel implacable judío que negó auxilio al Salvadorcuando caminaba al Calvario abrumado bajo elpeso de la cruz. Las dudas que lo singular delcaso despierta en el narrador y en su compañeroColonna, anticipándose á las del lector y no resol-viéndose llana é impensadamente hasta la aon-clusiori del libro, sostienen vivo su interés delprincipio al fin, dando á la larga serie de aconte-cimientos que relata, como mezclados con la bio-

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grafía del legendario Ashabero, el calor propio dela realidad contada por un testigo de vista.

Hechos históricos que el pirronismo exageradode algunos críticos había llegado á poner en duda,por no haber ahondado bastante en el terreno dela erudición necesaria para quilatarlos exacta-mente, se deslindan aquí, como de pasada, conimparcialidad y maestría, con sólido y profundo'conocimiento. La existencia del Cid, negada porel erudito Masdeu; la gloriosa batalla de Calata-ñazor, tan favorable al ejército cristiano, tan efi-caz para el logro de la reconquista, y que algúnescritor español ha intentado borrar de nuestrosanales, siguiendo con ceguedad poco patrióticaun error del famoso orientalista de Leyden, son,entreoíros asuntos, ejemplos que lo atestiguan.

Aunque la natural propensión del autor y elamor á su noble carrera le induzcan á detenerse ydeleitarse en cuanto se refiere á las armas, no poreso deja de trazar con el mayor tino cuadros de di-versa índole. Sería, pues, inexacto atribuir á estaobra importancia exclusivamente militar. Si enella se describen muchas guerras con el vigor yentusiasmo del hombre peritísimo en todo lo quese relaciona con la milicia, es porque resume enbreve espacio gran parte de la historia general denuestro país, y desde tiempos muy remotos losespañoles hemos sido poco amigos de vivir enpaz. El cuadro de la España gótica; el juicio delos monarcas qué florecen en1 aquella era, juiciopor lo común tan nuevo, tan atinado, tan concisocomo el que hace de Witiza en la página 141; laviril energía con que dibuja y da color á los suce-sos concernientes á la dominación arábiga, llenade contrastes animadísimos en lo religioso, en lopolítico, en lo civil, en cuanto determina el ser yespecial carácter de distintos pueblos y razas, ha-blan á la imaginación del lector con desusada elo-cuencia é iluminan su entendimiento con la luzde sana filosofía.

Pero acaso ningún otro pasaje de tan peregrinahistoriademcestre mejor que el relativo á los pri-meros cristianos la aptitud del docto académicopara dar expresión y relieve á escenas no milita-res. He aquí algunos de sus principales párrafos:

«Cuando llegué á las inmediaciones de Romapor la calle de sepulcros que forma la vía Appia(dice el misterioso Ashabero), cubrían la ciudadlas tinieblas de la noche, y sólo un rumor sordo yconfuso, pero extendido por un espacio dilatadí-simo de la atmósfera, dejaba presumir la proxi-midad de una gran población viviente y animada.A mi frente se abría una puerta en la muralla; yaunque como sombras que fuesen á buscar la pazde los sepulcros, veía yo deslizarse por ella figu-ras humanas, en absoluta soledad algunas y re-

celando de mi inmovilidad momentánea, unidasotras y como en plática suave, tímida ó religiosa.La vista de quienes al abandonar la ciudad enhora tan desusada no podían menos de infundir

.sospechas, me movió á seguirlos, y muy luegopenetró con ellos por una de varias hendidurasque observé entre montones de arena dispuestoscomo para ser trasportados á otro punto. La en-trada era angostísima y se prolongaba en galeríatambién estrecha y humilde, capaz tan sólo dedar paso á una persona, hasta distancias que meparecieron muy considerables. Solo, me hubieraperdido en el dédalo intrincado de las varias callesen que se ramificaba la galería de entrada, yaprocedentes de otros puntos de ingreso, ya obrade un plan meditado para la extracción de laarena, en una que pude observar superficie vas-tísima.»

«To no hacía más que seguir á un grupo dehombres y mujeres que, desde que habían des-aparecido de la haz de la tierra, marchaban á ladesfilada por el antro en que nos habíamos com-prometido. El mayor número caminaba murmu-rando oraciones para mí ininteligibles,, interrum-pidas alguna vez para besar las tierras lateralesde la galería, no sin sollozos y sin genuflexionesque revelaban dolor ó admiración. Por fin llegué'k una estancia sumamente reducida, á cuyapuerta hube de quedarme por hallarse intercep-tado el paso por las varias, no muchas, personasque me precedían en el tránsito de la lúgubrebóveda que íbamos recorriendo. Era la estanciacircular, y parecía centro de varias ramificacio-nes del subterráneo, con lo que alcanzaban á des-cubrir y á escuchar lo que en ella pasaba muchosmás de los que en otra cualquiera disposiciónhabrían cabido, asomados, como aparecían, enfilas prolongadas por las galerías convergentes áaquella extraña habitación. En el centro, y sobrealgún objeto que les permitía descollar entre to-dos sus oyentes, se veían dos ancianos á quienesreconocí al momento. Al que hablaba en el quellegué, lo había visto en Jerusalem acompañandoal Nazareno, y el que estaba á. su lado, esperanuosin duda el turno para dirigir la palabra á losque conmigo habían entrado, era el mismo pere-grino que dejó en Atenas disputando con los filó-sofos de la Academia.»

«¿Queréis, decía aquel, una prueba más convin-«cente de la divinidad del Maestro que la de núes*»tra presencia en Roma? Yo, Simón Pedro, era un«pobre y rudo pescador de Galilea, cuando la sen-»cilla elocuencia y los portentos del Salvador, lle-«nándome de admiración y abrasándome en amor,»me arrebataron á mis redes y familia. Conmigoxabondonarontambienila tribu varios otros, pes-

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«cadores como yo, y como yo ignorantes, seduei-»dos por el encanto de una doctrina que ofrecía la«bienaventuranza á los pobres, á los perseguidos»y á los limpios de corazón. Él ponía al alcance•de "nuestra limitada inteligencia las máximasnde la moral más pura por ejemplos tangibles, y«echaba por tierra toda )a fraseología de los que»á sí mismos SR daban el título de doctores del«templo con una sencilla parábola ó con la demos-tración, visible para todos, de su poder sobre-natural. El dia de su muerte sólo uno, sin em-«bargo, se atrevió á mostrarse á. la plebe desen-frenada como secuaz -suyo y discípulo, acompa-sñando á María hasta el pié del desde entonces•glorioso símbolo de la redención humana: los«demás escondimos nuestro amor en las tinieblas•del miedo, dudando de la resurrección que nos«había prometido. Y á tal punto nos hacía vaci-»lar la falta de fe en portento tan extraordinario,•que estábamos para volver á nuestras redes y á•nuestra abyección primitiva, cuando apareció•de nuevo entre nosotros y pudimos ver y tocar•su divino cuerpo, y las señales de su martirio.»«¡Yo le vi cuarenta dias después elevarse al cielonporsu propia virtud! Pero en mí, como en todos»los que le acompañábamos al Tabor, se había ve-írificado una trasformacion completa; y del modo•mismo que el Maestro había cambiado de esen-»oia desde la mortal que tomara para redimirnos•hasta la Transfiguración, nuestras inteligencias«pasaron de las tinieblas á la luz, y nuestros co-•razones del frió de las vacilaciones y de la duda,•al ardienteentusiasmo.de la fe.

«Grande fue la sensación que produjeron las pa-labras del príncipe de los apóstoles en el reducidoauditorio á que iban dirigidas. Al suave murmu-llo de la aprobación se unían las exclamacionesdel asombro; y más de una vez se vio interrum-pido en su discurso por el entusiasmo de losneófitos qu«, arrojándose á los pies de Pedro, so-licitaban el bautismo. ¡Pronto verían satisfechossus deseos con el más meritorio, el de la sangre,que en aquellos mismos momentos les preparabala voluntad divina valiéndose de la ciega crueldaddélos hombres!»

A este hermoso cuadro, demasiado extenso parapoder trascribirlo íntegro, sigue otro todavía másanimado: el del incendio de Roma, del cual se po-drá formar idea por estas cláusulas:

«El espanto, más aún, la consternación, ha-bían tomado asiento en la» metrópoli del mundo yse habían apoderado de los ánimos más esforza-dos. La lucha era tan desigual, que nadie la em-prendía con el voraz elemento, dueño ya de diezde los doce ciárteles en qwe estaba la ciudad di-

vidida. Hacíanse tan sólo esfuerzos para aislar iosrestantes, sacrificando una zona inmensa al pióde las Esquilias, á fin de oponer campo y vacío ála violencia délas llamas.»

«Pero según penetraba yo y me iba engolfandoen el laberinto de calles feas y estrechas que for-maban los barrios más populosos de Roma, pro-curando sacar á salvo algunos sores, menos des-graciados ciertamente que su libertador, los cris-tianos que me seguían por entre las llamas conigual propósito iban desapareciendo, arrancadosde mi lado por los sicarios de Nerón que no seavergonzaban, ellos, provistos, como andaban, deteas y cargados de mistos incendiarios, de acusar-los de avivar el fuego y extenderlo. La impunidadque me daba la expiación misma de mi destino,me permitía arrostrar, lo mismo que el fuego, lafuria de los asesinos; pero ni mis increpaciones nilos combates que llegué á sostener, bastaron ásalvar algunos de aquellos hombres detestados porsus crímenes, al decir de Tácito, sin que se les hu-biera podido probar ninguno.»

Procedimiento es ese de sacrificar el bueno á ladicha y prosperidad del malo, común en los tira-nos de todas épocas. La nuestra lo ha visto repe-tido una vez y otra en varias naciones, puesto enpráctica por los que blasonan más de enemigos) dela tiranía.

Ni sobresale únicamente en esta clase de pintu-ras el Sr. Gómez de Arteche. Correcto pintor dehistoria, á lo Rafael, natural y animado á lo Vo-lasquez, emula también con la palabra la verdady atractivo de los paisajistas flamencos al retra-tar la hermosura de los campos. La siguiente des-cripción manifiesta cuan hondamente se graba ensu fantasía el recuerdo de la bella naturaleza, yde qué modo sabe trasmitir á los demás las poéti-cas impresiones de su alma:

«Iba cerrando á la sazón la noche (dice al prin-cipiar un capítulo de la tercera parte); pero sobrelas montañas del Apenino, cuyas cumbres aca-baba de dorar el sol, resplandecía la luna lu-chando con los últimos destellos de aquel astro,tangentes á nuestro hemisferio, en melancólicadulzura. El bosque seguía á un lado y otro del ca-mino, y la enramada, más espesa según descen-díamos, no se dejaba atravesar por los rayos dela luna sino en algún claro, donde, penetrandocomo perezosamente, daban origen á esas atmós-feras azules, fuegos de Bengala encendidos por lacasta divinidad de la noche. La bóveda de verduraque nos cubría se mostraba además rota en cienpuntos por las ráfagas de luz que, á manera delas que cruzan las catedrales góticas tomando loscolores del vidrio que les sale al paso, iluminabannuestro camino; y en las rocas y los arbustos

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de los bordes hacían, saltar mil chispas, tantomás brillantes cuanto más oscuro era el fondo enque se destacaban.»

Nutrida esta obra de observaciones profundas,como las que expresan las causas del levanta-miento y separación de los Países-Bajos; enrique-cida con rectos juicios, semejantes al que formade los traidores condes de Egmont y de Horn;adornada con parecidísimos retratos, cual los quetraza en breves líneas de Francisco I y Carlos V;salpicada, en fin, de pensamientos é imágenes querevelan á cada paso la gravedad del filósofo y lagallardía del poeta, deja echar algo de menos enla demasiada sobriedad con que trata puntos decierta importancia relativos á los últimos cuatrosiglos, sin duda por no quitar verosimilitud nidar color extremadamente didáctico al fondo no-velesco de la narración. •

Las personas de gusto que lean Un soldado es-pañol de veinte siglos celebrarán que el Sr. Arte-che no se encastille en el cerrado campo de lahistoria, que siquiera de vez en cuando cultivetambién el de la novela. En él puede recogerabundantes laureles, y enriquecer con bien imagi-nados poemas la literatura nacional.

MANUEL CAÑETE,De la Academia Espafiola.

LA POBLACIÓN Y LA EXTENSIÓN DE LA TIERRA.

Dos siglos hace que se trata de calcular la poblaciónJe la tierra, y durante tan largo tiempo, las evalua-ciones han sido puramente arbitrarias, fundadas ensimples conjeturas sin base metódica. En 1672 atribuíaRiccioli á la tierra 1.000 millones de habitantes, on laproporción siguiente: 100 millones en Europa, 500 enAsia, 100 en África, 200 en América y 100 en laOceanía. Exceptuando las dos últimas partes delmundo, cuya población era exagerada, Riccioli habíaquizá adivinacio más bien que calculado con bastanteexactitud; pero su población total era tan absoluta-mente hipotética, que algunos años después, en 1685,la reduela Vossius arbitrariamente á la mitad, y delos SOO millones de habitantes con que poblaba nuestromundo, concedía 300 millones á Asia y sólo 30 millo-nes á Europa.

Estas oscilaciones se perpetúan: en el siguiente si-glo, Struyck sólo atribuye á nuestro globo 500 millo-nes de habitantes en 1740, mientras que Süssmilchen 1761, la eleva á 1.080 millones.

En 1804, terminadss las guerras de fines del pasadosiglo, procuró Volney tratar el asunto con más exac-titud, presentando cifras fraccionarias en vez de canti-dades redondas; pero''influyendo en su ánimo las

exageraciones que se suponían" en sus predecesores,cayó en la exageración inversn, disminuyendo muchola población de la tierra, que sólo apreció en 437 mi-llones, (Europa 142; Asia 240; África 30; América 20y Oceanía 5 millones de habitantes). A pesar desu precisión aparente, estas cifras, eran demasiadopequeñas como lo han probado los cálculos posterio-res más positivos; pero durante largo tiempo influ-yeron en el ánimo de los estadistas y de los geógra-fos que acomodaban á ellas todos los datos. Malte-Brun, en 1810, sólo concede todavía á la tierra 640millones de habitantes, y Balbi en 1838, no eleva lacifra á más de 737 millones.

Pero, de una parte afianzada la paz y de otra des-arrollada la industria y el trabajo, la población cre-ció rápidamente; y todos los gobiernos de Europay América, hicieron ejecutar en las metrópolis y enlas colonias censos cada vez más exactos. Las rela-ciones de los exploradores permitieron formar ideamenos incompleta de la población de África:-final-mente, los viajeros, los misioneros y los cónsules, seprocuraron los resultados de los censos hechos enAsia (para el establecimiento de los impuestos) por losgobiernos indígenas. De esta suerte, en 1843, saliópor fin Berghaus del círculo vicioso en que se vivíaencerrado desde principios del siglo, y atribuyó á latierra 1.272 millones de habitantes, (Europa 296,Asia 652, África 275, América 47, Oceanía 2). Todaslas investigaciones recientes han confirmado la exac-titud de las cifras de Berghaus, algo exageradassolamente para África y Europa. Si en algunos puntoshay disminuciones, el conjunto de la, población ter-restre aumenta sin cesar. En 1859, Dieterici la va-luaba en 1.288 millones. Mr. Behm, que se ocupaespecialmente de estas cuestiones, la ha fijado en1866 en 1.350 millones, y con Mr. Wagner en 1872,ha calculado 1.377 millones. Finalmente, en 1873,dos sabios estadistas alemanes la valúan en 1.391millones, dando á Europa 300.530.000, al Asia798.220.000, comprendiendo la Malasia; al África203.300.000, á América 84.542.000 y á Oceanía4.438.000.

Sin embargo, si se tiene en cuenta la preocupaciónconstante de los señores Behm y "Wagner de no co-meter exageraciones y lo que cuidan de reducir lacifra de la población, donde las epidemias ó las guer-ras lo hacen necesario; si se añade que en muchospaises donde la población aumenta con rapidez, loscensos, cuyos resultados han sido totalizados, son dealgunos años de fecha; en fin, que cierto número demarinos y de otros viajeros, lo mismo que algunosindividuos que habitan en puntos difícilmente accesi-bles, no están comprendidos en los censos, juzgaráseque la,población total de la tierra, en mitad del presen-te año de 1874, pueda fijarse en 1.400 millones de sí'res humanos, de los cualgg 800 millones, más de la mi-

44 C . BOISSAY. LA POBLACIÓN DE LA TIERRA. 281

tad, habitan el Asia; más de 300 millones Europa; másde 200 millones África; 5 millones Oceanía, y el resto,unos 88 millones, América.

La población terrestre llegará probablemente lomenos á 1.800 millones á fines del siglo. Esta pro-gresión debe regocijar el ánimo, porque demuestra unaumento de bienestar y de duración de la vida media,fuente á su vez de un crecimiento de prosperidad,porque Leuwenboeck calculaba ya en 1722, que si todala tierra estuviera poblada y cultivada como los PaísesBajos lo estaban en aquella época, nuestro globo ali-mentaría más de 13.000 millones de habitantes.

Podemos, pues, crecer y multiplicarnos según elorden divino, que es la expresión de una ley natural.La buena Cibeles, alma parens f'rugum, mater vi-rum, alimentará nuestros hijos.

A pesar de la tendencia natural á la vida en socie-dad, la población humana se encuentra muy desparra-mada. El número de ciudades que á lo menos cuentanmedio millón de habitantes, no llega á treinta. La máspoblada de todas, la que no tiene igual en el mundo,es la aglomeración londonense que cuenta más de 4millones de habitantes. Aunque París no contenga nila mitad de esta cifra, sin embargo, es probablementela segunda ciudad del mundo por su población, por-que ninguna ciudad china pasa, sin duda, de millón ymedio de habitantes. En suma, según los Sres. Behmy Wagner, las ciudades que cuentan más de 50.000almas de población sólo forman un total de 70 millo-nes de individuos, y es exactamente la vigésima partedéla humanidad. Los 1.400 millones de individuosque viven sobre la tierra están desigualmente repar-tidos. Europa alimenta, por término medio, 308 porcada mil hectáreas; Asia 145, África 68, América 20,Oceanla 5. En toda la tierra la habitabilidad mediaes de 102 habitantes por cada mil hectáreas. Cuandose estudian los puntos particulares, las diferencias sonprodigiosas. Paris cuenta 237 habitantes por hectárea(y en esta ciudad el barrio del Temple tiene 773 porhectárea), mientras que en ciertas regiones de Austra-lia, el distrito de Cook, por ejemplo, sólo tiene 88 porun millón de hectáreas ó sean 0,000088 de habitantepor hectárea. Pero prescindiendo de estas anomalías,puede decirse que la población de los parajes fértilesestá comprendida enire 26 habitantes por kilómetrocuadrado en Turquía y 173 en Bélgica. Como el climaes más favorable en Turquía que en Bélgica, puedeasegurarse que la diferencia de densidad de poblaciónes debida sólo á la diferencia de civilización.

La vida humana, extraordinariamente resistente,mucho más que la de ningún otro animal, subsiste entodas partes donde puede implantarse, hasta junto álas nieves perpetuas, hasta en las márgenes de losdesiertos sin agua. Hay, sin embargo, alrededor delos dos polos, dos grandes casquetes desiguales com-pletamente inhabitados. £1 más pequeño, la zona

TOMO III.

desierta ártica pasa por el grado 72, al septentrión delcabo Norte; comprende las islas de Juan Mayen yCherry, el Spitzberg, las tierras de Gillis, rey Car-los y Francisco José, y la Nueva Zembla; entra enel continente y engloba la península de Taimyr; tocaen el grado 73 la aldea de Oustió-Oulenskoíe, la másseptentrional del antiguo continente; contiene NuevaSiberia y la tierra de "Wrangel; pasa á través del ar-chipiélago polar americano, remonta al Norte de Groen-landia hasta la aldea de Etah, poblada por Esquima-les, á la entrada do Smith-Sound, en el grado 78, elpunto habitado más septentrional del globo; vuelve ábíjar hasta el grado 62, á lo largo de la costa groen-landesa occidental, dejando hacia el grado 74 á Uper-nawik, la estación europea más próxima al polo; porla costa oriental apenas sube más allá del círculo po-lar, hacia el grado 67, y comprende por fin todo elinterior de Groenlandia y de Islandia.

El casquete inhabitado austral es incomparablementemayor: mientras que casi por todas parles ol límite dela habitabilidad humana es interior al círculo polar ár-tico, el desierto austral traspasa mucho por todos la-dos el círculo polar antartico y en un punto se acercaal trópico La línea de demarcación atraviesa el atlán-tico al Sur de las islas Tristan da Cunha; toca la puntameridional de África, el cabo de las Agujas en elgrado 38 de latitud austral, corta el Océano índico pordebajo de la isla de San Pablo; pasa al Sur de Tas-mania; baja por el grado SI al Mediodía de las islasAucldand; vuelve á subir hasta el grado 27, por de-bajo de la isla de la Pascua en el gran Océano, y pasafinalmente al Sur del cabo de Hornos, en el grado 86,dejando fuera la Tierra del Fuego, y entre esta isla yel cabo de Hornos, la isla Vollaston, recientemente co-lonizada postule, y que es el lugar habitado más me-ridional de la tierra.

Además de estas dos inmensas regiones inhabi-tadas, hay también en el seno de los continentes al-gunos lugares desiertos de menor extensión. En elÁfrica meridional hay dos de estos desiertos áridos ysecos, tres en él Sahara, uno en el interior de Arabia,tres en el Turkestan y uno en Persia. Considéransetambién como sitios donde la población es imposible,el desierto de Gobi, los que separan la Mandchuria dela Mongolia y de Corea, el interior del Labrador y lastierras pantanosas de los Sunderbunds en la emboca-dura del Ganges.

En todas partes el hombre vive tan alto como le esposible, en los flancos de las montañas. Las habitacio-nes en estas alturas tienen por principal objeto la es-plotacion de minas, que tanto abundan en las monta-ñas, y el aposentar á los viajeros que atraviesan porlas gargantas. Los puntos más altos de habitación enEuropa son, la aldea de Saint-Vóran (departamento deAltos Alpes) á 2.040 metros; la hospedería del granSan Bernardo á 2.474 metros, y las casas de postas

19

282 REVISTA EUROPEA. %1 DE DICIEMBRE DE 1 8 7 4 . N.°44del camino de Santa María en Stilfser-Joeh (Alpes delTyrol) á 2,338 metros. En Nevada (Estados-Unidos),Treasure-City se encuentra á la altura de 2.793 me-tros. Finalmente, en la zona tórrida la ciudad de Potosí(Bolivia) se encuentra á 4.069 metros; Portugalete(Bolivia) á 4.289 metros, y la casa de postas de Apo(Perú) á 4.382 metros. Pero donde la habitación huma-na llega á mayor altura, es en el Thibet; el conventode Haule se encuentra á 4.868 metros, y la aldea detiendas de la planicie de Thok-Jalung á 4.977 metros;más alta que el Mont-Blane.

¿Cuál es la superficie de la tierra? Las dimensio-nes de nuestro globo eran tan mal conocidas entiempo de Newton, que cuando quiso por primera vezhacia 1066 comprobar la teoría de la atracción, con-forme á la acción de la tierra sobre la luna, á causadel error que se padecía sóbrela verdadera dimensiónde nuestro globo, halló una cifra equivocada y creyóhaberse engañado en su hipótesis Las medidas exac-tas del abate Picard le probaron la realidad de sudes-cubrimiento cuando realizó su cálculo en 1682.

El primero que hizo medir un grado de meridianofue Al Mamoun, en 828, en las llanuras de Bagdad.La medida dio, según se cree, 47.188 toesas. En1828, Fernel halló para el arco de Io al Norte deParis 86.746 toesas, número notablemente exactoatendiendo á la imperfección de los medios de que laciencia disponía en aquella época.

En 1620, aplicando Snellius por primera vez losmedios geométricos á la medida del arco de meridianoentre Alcmaers y Berg-op-Zoom, obtuvo un resultadomenos exacto, dando por longitud del grado 88.021toesas; Biccioli, en 1680, se engañó mucho más toda-vía en sentido inverso, aumentando esta longitudhasta 62.900 toesas.

Finalmente, el abate Picard, aplicando por primeravez el anteojo á la medida de los ángulos, encontróen 1769 el valor exacto de la extensión de un gradoentre Maivoisine y Araiens, 87.060 toesas.

Conocíase, pues, la dimensión media de la tierra,pero ¿cuál era su forma?

Los Cassini, midiendo el arco francés entre Dun-kerque y Collioure, de 1683 á 1718, creyeron adver-tir que la tierra, contra la teoría newtoniana. erafusiforme, es decir, alargada en el sentido de lospolos. Para resolver la cuestión; y á propuesta de laCondamipe, los sabios franceses midieron, de 1738á 1748, la longitud de un grado de meridiano en La-ponia y en el Perú.

Hallaron 87.419 toesas para la longitud del gradopolar, y 86,737 toesas para la del grado ecuatorial, loque prueba que la tierra es achatada hacia los polos,como había previsto Newton. El arco polar fue medi-do de nuevo por los suecos, y lo encontraron igual á87.196 loesas, á consecuencia de una triangulaciónmás exacta, hecha de 1801 á 1803.

Aprovechando las grandes operaciones geodésicas,ejecutadas en Francia y en España para la determina-ción del metro y en todas las localidades civilizadaspara la construcción de mapas, calculó Bessel, desde1837 á 1841, la forma exacta de la tierra, y encontróque era un elipsoide achatado hacia los polos en trescentésimas partes. Se han verificado después nuevastriangulaciones, midiéndose en Inglaterra, en la Indiay en Rusia arcos de meridiano más extensos, y poste-riormente, comprendiendo la necesidad de llegar á laverdad con mayor exactitud, se ha acometido la em-presa de medir arcos de paralelo.

De igual manera, que Bessel, los sabios que deter-minaron el metro han supuesto que la tierra forma unelipsoide de revolución; es decir, en el cual todos losmeridianos son iguales. Empezaba ya á dudarse deesta verdad, cuando Otto Struve, en 1887, propusopor la vía diplomática á los gobiernos europeos reunirlas operaciones geodésicas, ejecutadas en los diferen •tes Estados, para conocer por fin la verdadera formade la tierra. Todas las naciones respondieron á sullamamiento, y con el nuevo cálculo se pudo hacer usodel arco de meridiano de 20° 21', medido en las In-dias; del arco dé 22°, resultante de la unión del me-ridiano de Francia, de Dunkerque á Formentera y delmeridiano oriental de Inglaterra, de Dunkerque á laáShetlans; y del arco de meridiano de 28° 20', medidoen Rusia y Scanciinavia, del Danubio al mar Glacial.Además se tuvo en cuenta el arco francés del paralelomedio de Marennes á Fiume de 18° 32' do amplitud;el arco de Brest á Astrakan de 88°, y el de Valentía áOrsk, en el Oural, de unos 68°. Las operaciones par-ciales se centralizaron, comparándose las bases de lasmedidas hechas y los cálculos generales, efectuado»por el capitán Clarke en las oficinas de triangulaciónde Inglaterra. Estos cálculos, publicados en. 1860,dieron por resultado que la tierra forma realmente unelipsoide de tres ejes desiguales, cuyos meridianos sontodos desiguales. El meridiano máximo pasa porSpitzberg, Austria, el estrecho de Mesina, el lagoTchad, sigue á lo largo la costa occidental de África,y en el hemisferio opuesto, corta el Pacífico por elcentro y pasa por el estrecho de Bering. El meridianomínimo, perpendicular al precedente, pasa por el caboNordeste en Siberia, el Tongkin, el estrecho de laSonda, y en el hemisferio opuesto sigue la costa occi-dental de la América del Sur, pasa entre Cuba y Haití,después por cerca de Nueva-York y de Montreal, yfinalmente por el estrecho de Srnith.

El achatamiento medio es de 5 Í S como había cal-culado Bessel; pero la diferencia del radio ecuato-rial máximo y del radio polar es de ¿g mientrasque la diferencia del radio polar y del radio ecuatorialminimo es de ^ Los dos radios ecuatoriales se

diferencian entre sí en 327(¡

C. BOISSAT. LA POBLACIÓN DE LA TIERRA. 283

En resumen, durante la antigüedad, y al principio dela Edad Media, la tierra, conocida imperfectamente, laconsideraban la generalidad de los hombres, atenién-dose al primer testimonio de sus sentidos, como unasuperficie plana. Sin embargo, algunos grandes talentosde la antigüedad comprendieron quo la tierra era re-donda, pero esta verdad no llegó á ser definitivamentereconocida sino después de dar la vuelta al mundo.

Consideróse entonces la tierra como esférica. New-ton calculó que debía ser achataba por los polos,y los académicos franceses demostraron la exactituddel cálculo. Por fin, las medidas modernas han pro-bado que la tierra no es en realidad un esferoideachatado por los polos, sino un elipsoide de tres ejesperpendiculares desiguales.

Hé aquí sus dimensiones:Eje polar, 12.712 kilómetros 136 metros.—Eje

ecuatorial mínimo (por 103" 14' E. de Paris y 76°46' O.), 12.752 kilómetros 701 metros.—Eje ecua-torial máximo (por 13° 14' E. de Paris y 166° 46' O.),12.786 kilómetros 588 meiros.

El diámetro ecuatorial mínimo excede en 40 kiló-metros, y el diámetro ecuatorial máximo en 44 aldiámetro polar (1).

De estas dimensiones se deduce que la diferenciadel Ecuador es de 40.069 kilómetros 903 metros, ladel meridiano máximo 40.006 kilómetros 173 metrosy la del meridiano mínimo 40.000 kilómetros 98 me-tros. Como es completamente imposible afirmar larealidad de esta pequeña fracción de 98 metros en40 millones, se advertirá que el metro tipo de losArchivos, convertido desde hace un año en metrouniversal, es sensiblemente igual en el límite de loserrores de observación á la 40 millonésima parte delmeridiano terrestre mínimo.

De estos números se deduce, que el volumen dela tierra, comprendiendo las aguas y teniendo encuenta la elevación de los terrenos sobre la superficieoceánica, pero sin comprender la atmósfera, es de1.082.860.000.000 de kilómetros cúbicos. Con la at-mósfera, el volumen total pasa de un billón cien milmillones de kilómetros cúbicos. Se deduce de estasdimensiones de la tierra, que su superficie total es de809.942.000 kilómetros cuadrados, de los cuales21.073.300 kilómetros están ocupados porcada zonaglacial, 1S2.398.300 por cada zona templada, y en

m Un, 202.998.800 por la zona tórrida.De un extenso, trabajo publicado últimamente por

los Sres. Behm y Wagner (2), resulta que la supeiTi-

(1) Los capitanes Denhan y Ringgold han medido en el OcéanoAtUntteo meridional y en el Océano Indico profundidades de más de14 kilómetros, que, añadidos á la altura de) Gaurishankar, de cerca de9.kilómetros, prueban la existencia de desniveles de 23 kilómetros dealtura total, por lo menos; diferencia mayor de la que existe entre elradio polar y el radio ecuatorial máximo.

(2) Die Bevdlkerung der Ertle Ton E. Behm und H. Wagner.—GothaJudas Pertfces, 1874.

Cié ocupada por las tierras habitables, es decir, -porlos continentes y las islas, comprendiendo en elloslas cuencas lacustres y todas las aguas interiores,pero no las tierras y las islas polares sepultadas bajolos hielos (como Spitzberg, las tierras de Gillis, delrey Carlos, de Wrangel, de Francisco José, etc., alNorte, la isla Kerguelen, las tierras Victoria, En-derby etc. al Sur); la superficie de la tierra, propia-mente dicha, es de 134.813.000 kilómetros cuadra-dos, de donde se deduce que la de los océanos y la delos hielos es de 375.129.000 kilómetros cuadrados.

Añadiendo á las tierras habitables las cubiertas pornieves perpetuas, se encuentra que los océanos sólosumergen las siete décimas partes del globo; pero sipor el contrario se tiene en cuenta la superficie queen el •interior de los continentes ocupan las cuencaslacustres, se averigua que el agua dulce ó salada,líquida ó sólida, ocupa las tres cuartas partes del glo-bo, y que sólo una cuarta parte es habitable.

Hé aquí ahora la superficie de las cinco partes delmundo en millones de hectáreas:

Europa (1) 985Asia (2) 4.480África 2.993América (3) 4.137Oceanía 887

Estas superficies comprenden las aguas interiores.El mayor do todos los lagos, el Caspio (más de46.300.000 hectáreas), no es tan grande como Fran-cia; pero para juzgar de su extensión es preciso com-pararla á la del lago Leman, el mayor de los lagosde la Europa occidental, que solamente tiene 87.780hectáreas. El Caspio es Un mar, es decir,, que susaguas son saladas, iíl mayor lago de agua dulce es ellago áupejjjor, que cubre por sí solo más de 8.300.000hectáreas casi tan grande como Irlanda, y más de25.300.000 hectáreas con los otros lagos de San Lo-renzo, Michigan, Hurón, Ontario, Erié y Saint Clair.(este último, el más pequeño de todos, es tres vecesy media más grande que el lago de Ginebra).

Después de los grandes lagos, comparemos lasgrandes islas. Dejando aparto Australia, que con susuperficie de 763 millones de hectáreas es bastantegrande para formar un continente, y Groenlandia,cuya área presumible es de 197 millones de hectá-reas, pero que forma un archipiélago aglomerado porlos hielos más bien que una sola isla, la mayor isla,propiamente dicha, es Borneo, que tiene cerca de 73millones de hectáreas; es decir, una superficie igual álas de Francia y la Gran Bretaña reunidas.

Sigúela inmediatamente Nueva Guinea con 71 millo-nes de hectáreas; después Madagascar con 89.200.000

(1)" Con 'slandia y las Azores, sin comprender Spitzberg.

(2) Con 1» Malasia.

(5) La América del Sur i .784 millones de hectáreas: 1« del Norte

millones de hectáreas.

ti. .

284 REVISTA EUROPEA.——27 DE DICIEMBRE DE 1 8 7 4 . N.° 44

hectáreas; después Sumatra con44.200.0C0 hectáreas.La Gran Bretaña, la mayor de las islas de Europa y

el Estado más poderoso del mundo, está en el quintorango cor» una superficie casi la mitad menor: 23 mi-llones de hectáreas.

Respecto á la segunda isla que completa el ReinoUnido, Irlanda, por grande que sea, sólo llega aldiez y ocho rango, después de las dos grandes islasde Nueva Zelanda, las dos grandes del Japón, Célebes,Java, Cuba, Luzon, Terranova, Islandia, Iesso yMindanao.

Las diferentes escalas de los mapas que forman unatlas equivocan nuestro juicio, ó instintivamente elenorme espacio que cubre el continente de Asia sereduce para nuestro ánimo como para nuestra vista álas dimensiones de Europa. Ocupando el mapa deEuropa la misma superficie de papel que las demáspartes del mundo, se ve uno casi invenciblemente in-clinado á admitir que las superficies reales presentanla misma igualdad (1).

Se empieza por saber que el imperio insular del Ja-pon es más vasto y está más poblado que el reino in-sular de la Gran Bretaña ó Irlanda, pero se duda queMindanao, que sólo forma una manchita en el mapade la Oceanía, cubra cerca de ocho millones y mediode hectáreas, un poco más que Irlanda.

La relación entre los Estados continentales no esmenos inesperada. Corea, que aparece en el mapacomo un pequeño apéndice de la costa china, es enrealidad una península de dimensiones análogas á lasde Italia. En cuanto al vasto imperio chino de queCorea sólo es uno de los países tributarios, se sabe enconjunto que es gigantesco, pero no se da uno cuentade que ocupa aproximadamente veinte veces la super-ficie de Francia, y posee doce veces su población (42Smillones de habitantes). Es el Estado político más po-blado del globo, pero no es el más vasto; el imperioruso se extiende en Europa y Asia en una zona dedoble extensión, de modo que reúne una superficiecuarenta veces más grande que la de Francia. Es elmayor imperio formando un conjunto; pero con todassus posesionts, muchas de las cuales son nominales,el imperio británico es aún más extenso; Rusia haceflotar su bandera sobre más de 2.000 millones de hec-táreas, é Inglaterra la suya en más de 2.300 millones,y cuenta más de 280 millones de subditos. Por el con-trario, algunas pequeñas islas perdidas en el Océanosólo tienen algunos habitantes, verdaderos Robinsonesvoluntarios. La isla Palmira, por ejemplo, sólo tienecinco habitantes.

Los Estados americanos son también inmensos: losEstados Unidos miden un área de 933 millones dehectáreas, casi tanto como Europa; el Brasil 8Í52 mi-llones (diez y seis veces Francia); naciones de cortaimportancia tienen grandes territorios; la RepúblicaArgentina es cuatro veces como Francia, y Venezuelados. Estudiando la distribución de estas inmensas co-marcas, tan fértiles y taa poco pobladas (toda lawVmé-rica meridional no llega á tener las dos terceras par-tes de la población de Francia), se comprende queallí será donde la humanidad realizará su futuro des-arrollo mejor que en nuestra Europa, donde los indi-viduos y los pueblos se disputan el espacio hasta elpunto de que una gran potencia conio Inglaterra con-serva y defiende con gran cuidado la isla de Helgo-land que tiene 55 hectáreas, y de que un soberanocomo, por ejemplo, el príncipe de Monaco se enorgu-llece de reinar sobre 3.000 subditos y en un territo-rio de 1.S0O hectáreas; es decir, como la quinta partede París.

CARLOS BOISSAY.

{i ) Sería *muy conveniente que se ejecutara un atlas destinado á losniños, en el cual todos los mapas, al menos por grupos, fueran dibuja-dos en una escala idéntica. Una vez acostumbrada la vista, no liabrlainconveniente en conOar ó los adolescentes los atlas ordinario», en quela escala de los mapas está modificada en razón inversa de la extensiónde ios países, para que éstos quepan á las páginas.

AÍDA,ÓPERA EN CDATRO ACTOS DEL MAESTRO G. VERDI.

Cuentan las crónicas que en uno de los más ca-lurosos días del estío del año de gracia de 1833, sepresentó á Francisco Baresi, director del Conser-vatorio de Milán, un joven procedente del Ducadode Parma, solicitando ingresar en aquella escuela.Baresi que, sin duda, era de los que opinan quela cara es el espejo del alma, máxima que segúnparece también seguía en idénticos casos el sabioFétis en su escuela de Bruselas, al ver el aspectoglacial é impasible, la mirada impenetrable, «eltodo, en fin, de acero»; de aquel joven en el cual«podría, tal vez, esconderse—dice uno de sus bió-grafos,—un futuro diplomático, pero en quien na-die podría descubrir esos movimientos apasio-nados del alma, que solos presiden á las bellasconcepciones de la más conmovedora de las ar--tes;» Baresi, decimos, tuvo ti bien contestar á lapetición con una rotunda negativa, echando átierra de un golpe todas las ilusiones del aspirante _que con los escasos conocimientos que había ad-quirido con Provesi, organista de su pueblo, ibaá iniciarse en los secretos de la música, graciasá la protección de un ricacho, compatriota sujo,llamado Antonio Barezzi.

No era el mozo en cuestión hombre de amila-narse al primer revés de la fortuna; y así, lejosde hacer su hatillo y desandar el camino de Bu-seto para trocar allí la lira por la esteva y el ara-

N.° 44 J . M. ESPERANZA. AÍDA, OPERA DE VERDI. 285

do, siguiendo el ejemplo que veía en el hogar pa-terno, corrió de puerta en puerta, hasta lograr alfin que Lavigna, á la sazón maestro al cémbalodel teatro de la Scala, le admitiese como discí-pulo. Por lo que se sabe, no era este maestro nin-guna eminencia del arte, toda vez que, no dán-dosele un ardite de la gloriosa tradición querespecto á la ciencia del contrapunto había enItalia, ni de la enseñanza eminentemente científicaque á tan alto grado elevaron Baini y Matei, pre-fería un método por demás práctico, cual era obli-gar á sus discípulos á que escribiesen diferentespiezas, según patrón que él mismo les daba, ycorregirlas después, explicándoles de pasada losdefectos en que habían incurrido, lo cual, si evi-taba á aquellos el que se calentasen la cabeza de-masiado, no les daba en cambio la solidez y ma-durez de conocimientos necesaria para podersellamar maestros compositores en toda la extensiónde la palabra.

Sea de esto lo que fuere, es lo cierto que al cabode tres años, poco más ó menos, el joven de quenos ocupamos abandonó á su maestro, y despuésde escribir diferentes obras, algunas del géneroreligioso, que nadie que sepamos ha visto nimenos oido, por fin, un dia los carteles del teatrode la Scala anunciaron para el 17 de Noviembrede 1839 el estreno de la ópera Oberto, Conté di SanBonifacio, del maestro G-IUSEPPE VERDI, y la cual,aunque plagada de recuerdos de la Norma delinmortal Bellini, y no escasa de inexperiencias deescolar y de defectos de tonalidad nacidos de!modo y manera con que su autor, según hemosdicho, había hecho los estudios, por el conoci-miento que revelaba de la escena, y por la energíade sentimiento é irresistible efecto de algunos desus trozos, mereció, según se cuenta, favorableacogida. Animado por ella, Verdi escribió á muyluego Unsognodi regnoqw, al decir de la Gacetade Leipsik, era tan sólo «un bazar de reminis-cencias.»

Fuese el mal éxito que obtuvo la única nocheque se representó, ó la crítica acerba que mere-ciera por parte de los entendidos en el arte,bien que de ellos no haya hecho Verdi nuncagran caso, ó la comezón de novedad que le haaquejado toda su vida artística, es lo cierto quecambió de rumbo, y aunque apegado aún al estiloMonto de Rossini, y tomando no poco también deüonizetti, con su siguiente ópera II Nabnccopuso el cimiento á la popularidad que desde en-tonces ha gozado, sobre todo en Italia, por másque el lujo que en ella desplegase de cornetines,trombones y oflcleides, y de que siguió por largotiempo abusando (lo cual, á nuestro modo de ver,constituye su primera y más original manera),

diese lugar á que cuando se puso en escena enParís, corrieran con gran boga los siguientesversos:

Vraiment lJafflche est dans son tort;En faux ou devait !e poursuivre:«Pourquoi nous annoncer Nabuchodonos-or,Quand c'est Nabuchodonos- cuivre?

Siguiéronse á dicha ópera, y con no gran inter-valo, I Lombardi y el Ernani. La primera subió,en Italia sobre todo, alie stelle, y en una y otrasería injusto negar que se encuentran trozos deverdadera inspiración dramática, por más queambas revelen á cada paso la rudeza de carácterde su autor, y cierta tendencia violenta y revolu-cionaria muy en consonancia con el estado de losespíritus por aquella época allende los Alpes.

La inspiración de Verdi sufrió á muy luego unlargo eclipse, en el que es dé admirar, tanto comola adversidad de la suerte, la constancia j tenaci-dad del maestro parmesano en vencerla. / dueFosean, Giovanna d'Arco, Alcira, Áítila, Macbeth,I MasnadÁeri, II Oorsaro y La batalla de Legnano,fueron el fruto de tres años de lucha contra sumala estrella, y de ellas las que no sufrieron in-mediato y merecido naufragio, tuvieron una vidaefímera y una popularidad escasa. Pobres deideas y más pobres aún de armonía, no se hicie-ron notar más que por la alta tesittura en que es-taban escritas, dando lugar al bando que con gra-cia se llamó de caballeros de la orden del grito, ypor su instrumentación, cada vez más ruidosa yestridente, «casi salvaje,» como dijo#un críticopor entonces, y á la cual bien pudiéramos aplicarlo que tan sin razón decían los romanos, cuandopor primara vez oyeron la maravillosa partituradel Rafael de la música: gli acompagnamenti tedes-chi; non sonó guardia d'onore peí canto, ma gen-darmi.

No hay mal que cien años dure, pudo muybien decir Verdi al ver el merecido éxito queá luego obtuvo con su Luisa Müler, más rica enideas melódicas y en situaciones dramáticas há-bilmente puestas en relieve; y aunque el públicode Trieste al oir el Stiffelio, que en seguida com-puso, pudiese aplicar á su autor el sabido refránde que la cabra siempre tira al monte, prontose desquitó el maestro de aquel fiasco con el entu-siasmo que á los venecianos causó el Rigoletto,la, mejor y más acabada de sus óperas, y la quecon sobrada razón le ha dado una reputaciónverdaderamente europea. Abundante en«melodías,por más que algunas de ellas no sean propiassino ajenas, y muy ajenas, con una instrumenta-ción más sobria, encierra la mojor página que, ánuestro modo de ver, ha escrito Verdi: el cuartetodel último acto, escena en que revela el maestro

286 REVISTA KUBOPEA. 2 7 DE DICIEMBRE DE 1 8 7 4 . N.° 44

el sentimiento dramático, que es innegable poseeen alto grado.

Dos años después, II Trovatore acabó de pro-bar, al decir de un biógrafo, que se había encontrado un sucesor á Donizetti. De mí sé decirque me confirmó en la idea de que Verdi no eraun genio de primer orden, como sus ardientespartidarios pretendían, no explicándome de otramanera cómo al lado del Miserere, que por sí solodaría reputación á un maestro, hay trozos de unainsignificancia tan grande, como el allegro delaria de tenor, y el coro de los martillazos del ter-cer acto, que hacían esperar á Scudo oir en unapróxima ópera los pistoletazos con que Musardanimaba sus quadrüles. Por último, "Verdi, cuyapredilección por los asuntos lúgubres estaba bienmarcada, no vacila en hacer descender el divinoarte, que tanta fama le había dado, á las profun-didades de un mundo envilecido, y en prestar sulira á la glorificación del vicio, escribiendo LaTraviata, en la cual la trivialidad, la falta de dis-tinción y elegancia de la música corren digna pa-reja con el gusto literario del libro sobre que seescribió.

Verdi termina, y bien tristemente por cierto,con esta ópera su segunda manera, y después deun ensayo, no muy afortunado, en la escena fran-cesa con las Vísperas Sicilianas, emprende unnuevo camino, en el cual, ó mucho nos equivoca-mos, parece que, como envidioso de la merecidí -sima é indisputable gloria de Meyerbeer, quiererivalizar con • él, siendo impotentes cuantos es-fuerzos hace para vencer al gran coloso del génerolírico-dramático. Prueba de ello son, aparte delBailo in maschera, especie de paréntesis algo afor-tunado en esta nueva campaña , gracias al tintemás italiano de la obra, el Simón Boccanegra, elAroldo, La Forza del Destino, el Don, Garlos, y,por último, la AÍDA, puesta en escena el sábadode la semana última, y en la cual Verdi, no sólointenta sobrepujar al autor de La Affricana, áquien imita, y aun, nos atreveremos á decir, co-pia, sino que revela marcada tendencia á querér-selas haber con el nuevo astro, no diremos de quémagnitud, que por ahora brilla en Alemania,para empuñar el cetro de la escuela germánica, yreinar sin rival en el mundo músico,- como lo hahecho en Italia en estos últimos años.

* *Encargada por el viréy de Egipto, habiendo de

estrenarse en el Cairo, y dada la idea del argu-mento por el sabio arqueólogo Mariette al poetaGrhislanzoni, claro era que la ópera AÍDA había deser egipcia por todos cuatro costados. AmenazadaTebas y el valle del Nilo, según nos cuenta el gransacerdote Ramfts *no bien se levanta el telón, por

los etiopes al mando de su rey Armonasro, losegipcios se preparan para defender el territorio, almando, previa consulta á la Sacra íside, de unTenorio que por aquellos mundos andaba, llamadoRadamés, y á quien no miraban como saco de pajani Amneris, hija del Faraón que allí reinaba, niuna esclava suya llamada Aida, fruto del mismí-simo monarca invasor, y la cual puede el lectorfigurárselas angustias en que quedará al caer eltelón, viendo marchar el ejército, deseando, por unlado, el triunfo de su padre, y por otro, que vuel-va lleno do gloria aquel que tiene metido en lasentretelas de su corazón. Durante el entreacto seda, por lo visto, la batalla, toda vez que al levan-tarse de nuevo il sipario, encontramos á Amnerissentada en una mecedora y rodeada de sus escla-vas, que la están poniendo, como si dijéramos, depunta en blanco (para lo cual hay su oportuna cajade joyas, que un vecino mió de butaca se empe-ñaba en que era de estilo del Renacimiento) parasalir á recibir Radamés, que vuelve coronado con«1 laurel déla victoria, enturbiándola algo, y aunalgos, sus alegrías el ver confirmadas, en un colo-quio que tiene con Aida, sus sospechas de queésta y el susodicho capitán s • entendían, ó, como:ihora diríamos, que estaban en' relaciones. Cam-bia la decoración, y nos encontramos on una delas puertas de la gran Tebas, por la cual entra elsusodicho Radamés victorioso, precedido de susguerreros, con el traje de dia de fiesta, que traenunos atributos, que, excepción hecha del gato, delos demás temernos no se hayan hecho previaconsulta de algún manual de arqueología; apa-reciendo entre los cautivos el propio Armonasro,que viene de incógnito. Sorpresa de Aida al reco-nocerlo; turbación de su padre, que dice que él esy que no es, y por último, y á regañadientes delos sacerdotes, amnistía general á todos los pri-sioneros, excepto para Armonasro, á quien obli -gan á quedarse como prenda pretoria y para quecuide de su niña, y como fin y postre, y en pre-mio de la gran victoria obtenida, concesión por elrey de la blanca mano de Amneris á Radamés yel consiguiente apuro de éste, desesperación deAida, baño en agua rosada de la hija del reyegipcio al ver derrotada á su rival, y dueña ellain Jieri de su querido capitán, é indispensablecaida del telón. El cual luego se levanta, y nosdeja ver el Nilo estrellado, propiedad que no co-nocían al susodicho rio los geógrafos hasta quese ha pintado esta decoración, en lo demás bella,y en una de cuyas márgenes está el templo de Isis,donde sacerdotes y sacerdotisas cantan una es-pecie de caña, mientras por el campo los grillosse entregan á sus cavatinas, y si no, dígalo aquelsol sobre agudo que está tocando el concertino no

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L

sabemos cuánto tiempo. Se aparece Amneris, queviene á pedir á la diosa que Radamés en su futuroestado la entregue cuito il sito cor, y mientras ellase va á sus rezos, el futuro que, por lo visto, noopina lo mismo, viene á tener un rato de paliquecon Aida y á jurarla que ni comerá pan á mante-les antes de darla la libertad y matrimoniar conella, ni... menos Amneris tendrá la luna de mielque se proponía. Para ello deciden apelar á laestratagema de la fuga, á pesar de que al dia si-guiente debía ir Radamés con sus tropas á ha-bérselas de nuevo con los etiopes, y al tratar delcamino que debían tomar, Aida, obligada por supadre, y dando más pruebas de hija obediente quede fiel amante, pregunta á su adorado tormentopor dónde se irán sin ser vistos, y él, con olvidoabsoluto del sigilo que sin duda le prevendría suordenanza, y justificando una vez más la primeraparte del título de La Pata, de Cabra, la dice quepor el desfiladero de Nápata, que es por donde élpensaba llevar sus huestes para dar el gran sustoá los etiopes. Lo oye Armonasro, que oportuna-mente estaba escondido fra i palmizzii (segúncanta el libretto), se arma la de San Quintín; á

. los gritos, que no son pocos, sale Amneris, grita«traición;» padre é hija toman las de Villadiego,y el pobre Radamés se entrega á los sacerdotes,decidido á pagar el pato por todos. Y lo paga;puesto que en el cuarto acto, después de rehusarlas ofertas de indulto que le hace Amneris á con-dición de que vuelva al buen camino, olvidandoá la fugitiva esclava, los sacerdotes le condenan amuerte, y previa la desaparición de un telón,verdadero logogrifo arquitectónico, aparece unadecoración con piso principal y bajo, y en este úl-timo Radamés, enterrado en vida (que fue su con-dena), doliéndose de que no volverá á ver á suAida, la cual (y esto prueba que el rey egipcio noestaba muy bien servido en punto á policía) nosólo escurrió el bulto á los que la perseguían, sinoque, por una intuición maravillosa que sólo seexplica por el inmenso poter dell'amore, se habíaenterado de la sentencia, averiguado la sepulturade Radamés, y sin que nadie la viese, por supues-to, y eso que el templo estaba lleno de gente, me-tídose en ella antes que su amado. Previo el ge-mido de ordenanza, se presenta á aquel, quienexsusado es decir la sorpresa y gozo que le causael encuentro, alegría, sin embargo, que le durapoco; pues mientras los sacerdotes cantan un poloy la viuda en flor Amneris va á rezar un responsoá Isis sobre la piedra que para siempre encierraal que debió ser su esposo, Aida se muere deamor ó de desfallecimiento, que esto no está muyclaro, y cae el telón, marchándose acongojadoslos espectadores al ver que todo el porvenir del

pobre vencedor Radamés, á quien aún dejan vivo,es terminar su existencia como si fuera maestrode escuela de una nación que yo me sé, en tiem-pos no muy lejanos.

Decir que la música corre parejas con el libro,sería soberana injusticia que no nos perdona-ríamos. Éste, como' nuestros lectores han visto,brilla por una sencillez encantadora, carácter quefalta por completo á la partitura que intentamosexaminar, aunque de pasada, en la que se ve unafán inmoderado de buscar la novedad y de apa-recer profundo, sin conseguir, por regla general,ni lo uno ni lo otro.

Empieza la ópera con un preludio que trae á lamemoria el de Lohengrin, de Wagner, cuyos com-ponentes son, una melodía, ni feliz ni nueva, quese sigue oyendo siempre que Aida se presenta enla escena, y un tema fugado que luego cantan lossacerdotes de Vulcano (y que muy oportuna-mente se ha suprimido en parte en nuestro Tea-tro), aderezado y exornado todo con un contra-punto asaz original, y escrito en una tonalidad deque hay más de un ejemplar en el resto de laobra, y ala cual, y á fin de fijar bien los términospara en adelante, y toda vez que no es la modernaque por acá conocemos ni la antigua que los au-tores nos enseñan, llamaremos egipcia. Tras undiálogo de ascasa importancia entre Ramfis y Ra-damós, canta éste la romanza:

Celeste Aida, —forma divina,

cuya melodía, aunque rebuscada, es de buen efec-to, y ojalá fueran así las demás que se oyen enla ópera. Sigue un tercetto de Radamés, Amne-ris y Aida, en el que sólo es de notar una frase deésta de ̂ bor puramente italiano, y á seguida deun recitado del rey egipcio:

Alta cagion vi aduna

o fidi Egizzy,al voslroRe d'intorno

cuyo acompañamiento hace acordarse del gransacerdote de Brahma de la Africana, hay un con- •cortante en forma de himno, cuya trivialidad nosalvan las extrañas modulaciones que tiene.

Bieu diferente es el aria que luego canta Aida, yen especial la frase:

Numi pietá—del mió soffrir,Speme nonv'ha—del mío dolor...

que es verdaderamente bella y muy en carácter,siendo tal vez la mejor de la ópera, bien que éstano abunde en melodías claras y espontáneas. Elcoro que, previo el cambio de decoración consi-guiente, cantan loa sacerdotes del templo de Vul-cano, es, al decir de los que se tienen por entera-dos en la materia, una melodía egipcia de purasangre: á nosotros, que en punto á la música delas orillas del Nilo, y, sobre todo, la del tiempode los Faraones, nos pasa lo propio que á aquel

288 REVISTA EUROPEA. 2 7 DE DICIEMBRE DE 1 8 7 4 . N.° 44á quien preguntándole quién era el personajeque tridente en mano presidia desde una fuenteá los paseantes del Prado, contestó que lo igno-raba, porque «en punto á profetas no era muyfuerte,» nos pareció un canto semi-árabe, sin lapoética melancolía de nuestros cantares andalu-ces, de igual procedencia, y á quien daba realcela insignificante música de un bailecito de valorescaso. Por último, á la investidura delle armisacrate que hace el gran sacerdote á Radamés,que trae á la memoria el nombre de Donizetti, su-cédese un largo, que aunque de corte extravagan-te, se ve está escrito por mano maestra, y en cuyofinal se mezclan el tema del mismo, que es unaespecie de himno sagrado, y el canto semi-árabeya oido de una manera muy parecida al Dominesalvum fac regen con que termina el acto de la co-ronación del Profeta.

De buena gana hubiéramos aplaudido el corode esclavas con que empieza el segundo acto, siel' baile de negritos que le interrumpe y que des-deñarían de firmar Lecocq y Offembach (á cuyogénero pertenece) por vulgar si no por indigno desu pluma, no nos hubiera quitado por completola gana de hacerlo, y aun tal vez la de saborearcomo se merece el dúo que luego sigue de Aida yAmneris, sobre todo la frase llena de distinción yelegancia de la orquesta, cuando aquella dice

Ebben... qual nuovo frémito

T'assal gentil Aida,

y aun el Adagio, en que están bien sentidos y ex-presados el dolor de la esclava y el furor de surival, al ver que aquella ama á Radamés; no asíel allegro que sigue, acerca del cual nada se nosocurre que decir á nuestros lectores.

El alboroto y estruendo del coro, la orquesta,una banda militar y dos de clarines, no dandopaz á la mano ni descanso á sus pulmones, conque entra Radamés victorioso por una de las

'puertas de Tobas, confiésote, lector amigo, mehicieron exelamar con Espronceda:

¿Por qué volvéis á la memoria mía

Tristes recuerdos del placer perdido?

Y es que al volver á oir al Verdi de los efectos debrocha gorda, al Verdi ruidoso de A (tila é / mas-nadieri, en una marcha á la que con sobrada ra-zón pudiera aplicarse un refrán español que porsabido callo, vinieron á mi mente recuerdos demis juveniles años que, con dolor sea dicho, yapasaron. Calcada dicha marcha sobre el patrónde la de la Affricana, y escrita tal vez (y que suautor me perdone esta maliciosa suposición) conánimo de sobrepujarla, carece por completo de launidad y grandiosidad de aquella, y es un con-junto de motivos de escasa ó, mejor dicho, nin-guna originalidad,, que pasarían tranquilamente

desapercibidos si no fuera porque uno de ellos,que recuerda y mucho el dúo de la libertó, de losPuritanos, lo dicen dos bandas de clarines queentran separadas tocando en distinto tono pormedio de una modulación enarmónica que nadatiene de nueva, reuniéndose para volver á la to-nalidad primitiva en un crescendo, en el que cabeaplaudir más la habilidad de los ejecutantes que laconcepción del maestro, terminándose por una es-pecie de himno, que un malicioso amigo decía sitendría algún parecido con cierto final de Doni-zetti. Sea de esto lo que quiera, es la verdad queeste acto es de sensaciones fuertes; pues no aúnrepuestos de lo pasado, la transición brusca detono que hay al reconocer Aida á su padre, que,como dejamos dicho, viene de ocultis, pone losnervios de nuevo en conmoción y los prepara áoir el rebuscadísimo andante,

Ma tu Re, signore posscnte

escrito en una tonalidad y una armonía comple-tamente egipcias (tal vez para dar más coloridolocal á la escena) y el allegro final cuyo mérito, loconfesamos, nos es completamente desconocido,no escapándose de nuestra severa pero imparcialcensura más que la frase de Ramfis, cuando aldarse libertad á todos los prisioneros pide que

a! inenoArra di pace e securlá, fra noiResti col padve Aida

que es buena y muy en carácter.Empieza el acto tercero (el mejor de la ópera, á

nuestro juicio) por un preludio instrumentado deuna manera pretenciosa y que recuerda no poco áWagner, y después de un coro de tonalidad semi-egipcia y á quien hace sólo compañía el violin con-certino y de una corta frase de Amneris muybella

Si... io preghero che Radamés mi doniTutto il BUO cor

hay una romanza de Aida, cuya primera frasees un verdadero rompe-cabezas para los busconesde tonalidad, pues no es fácil saber si está en la,mayor ó menor, á la cual sigue el dúo de aquellay Armonasro, infinitamente mejor, y por másque en su principio las gentes amigas de ponerfaltas á todo hayan querido ver algo de otra óperadel mismo autor y creído encontrar en la especiede canto salvaje de Armonasro

Su dunque sorgete

Egizie cohorte...

parecido con la canción de Nelusko de la Afri-cana, es una pieza de belleza innegable, sobretodo el flüal, y magis'tralmente instrumentada,así como el dúo que le sigue, en el que, salvo elprincipio que nos parece un poco impropio, estánmuy bien expresados el amor de Aida y la lucha

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de Radamés entre la pasión que á aquella profesay el deber que le obliga á quedarse entre los su-yos, siendo estas dos piezas, á nuestro juicio, elcapo d'opem de la que nos ocupa.• El acto termina dignamente con un tercetto,en que sobresale una frase llena de vigor y deamargura de Radamés, cuando dice:

lo son disonorato!Per íe tradii la patria.

probando los nutridos aplausos que se dieron, yde que me declaro cómplice, que el público ma-drileño no es escaso en tributar debido homenajeá lo bueno y á lo bello.

El acto cuarto empieza por un dúo entre Am-neris y Radamés, cuyo andante revela el corazónangustiado de aquella y la obstinación del quedebía ser su esposo en no olvidar á Aida, debien-do citar la apasionada frase

Ah... tu dei vivere...

Si, all amor mió vivrai.

que contrasta con la vulgaridad que se nota encasi todo el allegro.

Sigúese la escena del juicio, nueva confirma-ción, caso de que fuera necesaria, de la sabidamáxima de que de lo sublime á lo ridículo nohay más que un paso. Verdi ha querido haceruna escena terrorífica, y a fatto fiasco, como dicensus compatriotas. Ni aquella especie de canto-llano de los sacerdotes, ni el interrogatorio deRamfls acompañado del bombo y de dificilísimaentonación, ni las exclamaciones de aquellos,cada vez que el infeliz Radamós se obstina en nodecir esta boca es mia, salvarían á la escena encuestión de una catástrofe si no fuera por la sen-tida frase de Amneris, con que concluye,

Saceriloll compiste un delitto

que expresa todo el dolor y toda la desesperaciónde que está poseída, y que hubiéramos deseadoestuviese instrumentada con más verdad.

Termina la ópera con un dúo de Aida y Rada-mes (á cuyo final se mezclan Amneris y el coro),cuyo primer andante es agradable, aunque nonuevo, y en cuyo todo, especialmente desde elrueño mosso:

O térra addio, addio valle di piantó

el oyente se acuerda forzosa y necesariamentede la muerte de Selika al pié del fatal man-zanillo.

Un deber de justicia y de imparcialidad nosobliga á decir que la AÍDA, cuyo examen hemosintentado hacer, ha sido cantada con verdadero(¡more. Los aplausos tributados á la Fossa y á laVanda Miller, como á Tamberlik, Boccolini yDavid han sido mereeidísimos, tanto más, cuantoque los artistas luchaban con la escasez de meló- Idías que en toda la ópera domina y en las que í

poder desplegar sus talentos. Los coros bien yafinados, y la orquesta con colorido y precisión.El decorado cual cumple á la importancia denuestro primer teatro lírico.

* »Verdi, cuyo talento es innegable, ha dado con

esta obra una prueba más, ó mucho nos equivo-carnos, de que está en una decadencia marcada.En medio de la ruidosa instrumentación de susprimeros tiempos, y apegado en sus obras alcorte completamente italiano, y casi diremosrosiniano, sus melodías eran expontáneas y al-gunas de verdadera inspiración; éste llegó á suapogeo en el Rigoletto, que hemos dicho y repeti-mos es la mejor de sus obras, á nuestro juicio, ydesde poco tiempo después, desde que se le ve conmarcada tendencia á la escuela franco-alemana,su inspiración flaquea y tiene que acudir á extra-ñas armonías, propias del carácter agreste de unpaesano, como él á oí mismo se llama, ó á efectosde orquesta, hijos del talento y del cálculo, paraencubrir la pobreza de las ideas. Esta ha sidonuestra impresión al oír sus últimas óperas, y enella nos hemos afirmado y ratificado, por decirloasí, al estudiar y oir la que nos ocupa. Al romperabiertamente con la escuela italiana á la que hadebido el nombre que goza, cual sucede en AÍDA,

al querer rivalizar y, ya lo hemos dicho más deuna vez, sobrepujar á Meyerbeer, no ha hechootra cosa que seguir un camino de imitación vi-cioso, no recordando que chi seguita va diettro, quedeeía Leonardo de Vínci. En AÍDA la inspiraciónfalta por completo: podrá ser la obra de un sabio,la. de un hombre que lleva muchos años de prác-tica en s"u arte, pero, seguramente, no es la deun genio. Las frases de verdadera belleza, y quecuidadosamente hemos hecho notar á nuestroslectores en prueba de imparcialidad, son escasasy cortas, terminadas casi todas ellas bruscamen-te por medio de cambios de tonalidad inesperadosó por armonías raras y desusadas, á que vana-mente da realce una instrumentación magistral-mente escrita, aunque á veces demasiado preten-ciosa.

Bien sabemos que el genio salta por encimade todos los libros didácticos, y dicta nuevasreglas é impone nuevas fórmulas, pero para ellose necesita llamarse Beethoven, ó Rossini ó Me-yerbeer,y los que, careciendo de su potencia crea-dora, tratan de seguir su camino, no hacen másque exagerar sus defectos tomándolos como be-llezas, sustituyendo á la sencillez la pobreza yla frialdad, y á la nobleza y la fuerza el énfasisó la exageración. Miguel Ángel decía: «mi cien-cia dará á luz maestros ignorantes,» y la rigi-dezza staóuaria que dice Lanzi, la exageración

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de la fuerza y el abuso ridículo de los escorzosde los pintores de la decadencia de la escuelaflorentina, dieron por completo la razón al granpintor del Juicio final. Mucho nos tememosque el divino arte de la música, por los ejemplosque vamos viendo, haya entrado en este período.Hasta ahora ha venido progresando y no hay ra-zón que justifique el que pueda escaparse de lainevitable ley que preside á todas las cosas hu-manas. ¡Dios quiera que á la música no le hayallegado la época del gongorismo ó de los comenta-rios cual sucedió á la literatura, ó de las sutilezasy argucias á la filosofía, y cuando se razona nose practica bien, y en que cuando se sabe cómo ypor qué hubo grandes maestros, se ha perdidoel secreto de serlo!

Dejando esto aparte, que es materia larga, yharto hemos abusado ya de la paciencia de loslectores de LA REVISTA, la circunstancia de no ha-bor salido la AIDA, que sepamos, hasta hace pocotiempo, del estrecho límite de los teatros de Ita-lia, después de su estreno en el Cair,o, y las cues-tiones que respecto á su valor se han suscitado ápesar de los años que hace que se ha escrito, sonpruebas, á nuestro juicio, que su mérito, por lomenos, es dudoso. "*

Pasado tiempo, los italianos, al ver las distin-tas fases de la musa de Verdi, podrán tal vezaplicarle lo que los venecianos decían de Tinto-retto: «Tenemos tres Tintorettos; uno de bronce,otro de plata, y otro de oro;» y seguramente, si lohicieren, no contarán en este último período laépoca en que el maestro parmesano intentó ger-manizarse.

J. M. ESPERANZA Y SOLA.18 Diciembre, 1874. >

LA MÚSICA RELIGIOSA.

Todos los géneros en que se divide el Arte mu-sical tienen gran importancia, si se atiende á lautilidad y conveniencia de cada uno de ellos, á lasdiversas aplicaciones de que son susceptibles, y álo que representan y significan en el ejerciciopráctico de la vida social del hombre.

El género popular, proporcionando alegría yhonesta distracción al trabajador, á las clasesmenesterosas y al pueblo entero; el de salón, ame-nizando y dando esplendor y brillo á nuestros sa-raos y á las reuniones aristocráticas; el de bandamilitar, infundiendo valor é intrepidez en el áni-mo del soldado para las más difíciles y arriesga-das empresas, y el lírico-dramático, pintándonosen el teatro con los más vivos colores la eternalucha de las pasiones y continua agitación delcorazón humano, todos ellos contribuyen al bien,cultura, ilustración y progreso de los pueblos ci-vilizados.

Pero sobre todos estos géneros descuella comoel más serio é importante el de la Música religio-sa, por la santidad del objeto á quien se dirige,por la elevación de sentimientos que expresa, porlas condiciones de perfección artística que requie-re, por el augusto recinto donde se ejecuta y porlos sagrados actos á que acompaña. Ella consti-tuye la manifestación más sublime, profunda y-filosófica del Arte musical. Voy á discurrir breve-mente acerca de la formación y constitución esen-cial del Arte músico por la Iglesia católica en sutonalidad melódica y en su acompañamientoarmónico, añadiendo algunas indicaciones lige-ras, respecto á lo que deben también á la Músicareligiosa de la misma Iglesia católica los demásgéneros y ramos del Arte.

Veamos, pues, cómo constituyó la Iglesia lamelodía en su principal condición ó esencia, quees la tonalidad

Hallábase ocupando la Cátedra de San Pedroen el siglo IV un poeta español: poeta, sí, ysanto: San Dámaso. El Breviario romano nosdice de él que adornó el sepulcro de San Pedro ySan Pablo elegantibus versibus; y que fue el pri-mero que dispuso que en todas las iglesias secantasen dia y noche salmos, en versos alterna-dos por dos coros, añadiendo al final el GloriaPatri etc. Bien merece esta mención el ilustre es-pañol que dio el primer paso para el estableci-miento del canto en las iglesias de Occidente. EDesta misma época, pero años después, establecióSan Ambrosio el cantollano para el servicio de suiglesia de Milán, que reformado en el siglo VI porSan Gregorio, sirvió de base y fundamento delArte músico en Europa.

Sabéis, señores, que los elementos del canto-llano para el culto católico fueron tomados de lamúsica de los griegos; y que las cuatro tonalida-des de que constaba en su origen, llevaban losnombres de cuatro provincias griegas, Doria,Frigia, Eolia y Mixolidia. Estas cuatro tonalida-des eran hijas de una sola tonalidad madre, yque, como dice con gran claridad y acierto nues-tro compatriota el jesuíta Eximeno, se reducíaná la escala de nuestro modo mayor, pero finali-zando, no en la tónica, y sí en la segunda, en latercera, en la cuarta ó en la quinta. Quiere deciresto que, reinando el tono de do mayor, las canti-nelas ó melodías concluían ya en re, ya en mí, yaen/a, ya en sol, contituyéndose así las cuatro to-nalidades del cantollano, que después, en lareforma hecha por San Gregorio Magno, fueronduplicadas, haciéndose dos de cada una de ellaspor la distinta extensión que recorrían, y comple-tándose así el número de ocho que desde enton-ces tiene.

La Iglesia católica, que sólo recibió de la mú-sica griega elementos del modo mayor, enrique-ció al Arte con los que son propios del modo me-nor, de una manera admirable. Admirable, sí,porque los dos hechos que prepararon la creacióny la constitución del modo menor, fueron á mimodo de ver extraordinarios y casi incomprensi-bles. Fueron éstos la relación melódica del tríto-no, y el intervalo armónico de la tercera sobre larota final del primer tono. Respecto á la relacióndel trítono, no se comprende que en aquellostiempos verdaderamente bárbaros para las artes,en que los idiomas perdieron su entonación, suacento y hasta su prosodia, tuviesen los músicos

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religiosos un oido tan delicado que llegasen ásentir la falsa relación del trítono, calificándolode iiábolus in música. Para evitar esta relacióninventaron el rebajar de medio tono la nota quehoy llamamos sí, y que entonces se designabacon la letra b, de lo que provino la palabra bemolque hoy usamos todavía, y que se compone dedicha letra b y del adjetivo molle, que significablando. Este fue, pues, el primer elemento quesirvió después para la formación del modo menor.

El segundo elemento de ese mismo modo menorfue debido al Arte de la armonía ó contrapunto;pero esto requiere algunas explicaciones preli-minares.

Aunque son muy diversos los pareceres de loshistoriadores y críticos musicales acerca de lacontrovertida materia de si los griegos conocie-ron ó no la armonía en el sentido que hoy damosá esta palabra, la opinioa general es que no laconocieron, y q-ue sus cantos se ejecutaban al uní-sono ó á la octava, tanto por las voces como porlos instrumentos.

No pudo, paes, la Iglesia católica tomar de losgriegos elemento alguno armónico. La palabraarmonía no significaba entre los griegos la rela-eionde varios sonidos simultáneos, sino la de so-nidos sucesivos, que hoy corresponde entre nos-otros á la melodía.

Los primeros procedimientos armónicos que seemplearon en el acompañamiento del canto reli-gioso, fueron muy imperfectos; y como no se te-nía idea alguna de lo que hoy constituye el Artede la melodía, ni el de la armonía, se tomó elcanto como bajo, acompañándolo con otra vozque daba la tercera, la cuarta ó la quinta. Fueprogresando el Arte del acompañamiento ha«tahacerlo con varias voces simultáneas^ y se con-vino en que la nota final de los ocho timos debíaarmonizarse con tercera, quinta y octava. Estehecho, que parece tan sencillo é insignificante,fue el principal elemento de la tonalidad menor.

Es necesario tener bien presente, que los tonosprimero y segundo del cantollano, sin embargode pertenecer en el curso de sus canturías al tonoque hoy llamamos do mayor, concluían siemprecon las notas mí re, que llamaban cláusula final.• Establecido el principio de que la última notare había de ser acompañada con el que hoy lla-mamos acorde perfecto menor, se sintió la nece-sidad de que el mi que precedía fuese acompañadode un acorde en que se oyese el do sostenido,so pena de no poderse hacer de otro modo caden-cia determinada ó cláusula final. Silos maestrosó cantores de aquella época hubieran conocidonuestro actual Arte de la armonía, hubieran to-mado las canturías del eantollano como melodías,y las dos notas finales, mí, re, las habrían acom-pañado con la fórmula de íasemicadencia, siendoel bajo de ellas do sol. Se puede, pues, asegurarque una equivocación, tal vez providencial, de losmúsicos religiosos en materia de armonía, fue laprincipal causa de la creación de la tonalidad me-nor. Digo la principal, porque á ello contribuyótambién la introducción del bemol para evitar larulacion melódica del trítono, según queda antesindicado.

En resumen, el acorde perfecto menor sobre elre último, el do sostenido en la armonía sobre elmí anterior, y el sí bemol para evitarse el trítono,fueron los elementos de la formación del tono de

re menor, que sirvió de tipo para todos los modosmenores de nuestro actual sistema músico.

Veamos ahora, señores, cómo la Música reli-giosa creó el Arte del contrapunto, para acompa-ñar al cantollano.

No trato aquí de hacer la historia del im-portante ramo del contrapunto, sino de reseñarbrevemente y hacer constar que la riqueza de ar-monía y acompañamiento que hoy posee el Artede la composición, se debe á la Música religiosade la iglesia católica.

El órgano, que tuvo su origen en Oriente, seintrodujo en las iglesias de Occidente en el si-gio VIII. Como este instrumento se prestaba á darvarios sonidos á la vez, sirvió de medio para el es-tudio y conocimiento de la consonancia ó diso-nancia de los diversos intervalos; y de aquí talvez que los primeros rudimentos armónicos sellamaron organnm. Sobre estos rudimentos fueprogresando poco á poco el Arte de concertar va-rias voces á la vez, hasta llegar al fabordon, queera el acompañamiento del cantollano con con-trapunto de nota contra nota. Se llegó después alcontrapunto florido, y se inventó últimamente elcontrapunto artificioso, imitándose las voces en-tre sí de diversas maneras con los nombres deimitaciones, pasos, fugas y cánones. Enriquecidoel Arte con todos estos elementos, que fueron de-bidos á la Música religiosa, los compositores,tanto religiosos como profanos, de los dos últimossiglos pasados, gui'.dos por el sentimiento de labelleza, simplificaron y perfeccionaron el contra-punto florido aplicado al acompañamiento de lasmelodías, depurando también el artificioso ó es-tilo fugado de la monotonía escolar que en élreinaba.

Por esta breve reseña se ve que la Iglesia cató-lica, sin haber recibido de los griegos más quelos elementos del modo mayor, enriqueció al Arterespecto á la melodía con la tonalidad menor, yrespecto al acompañamiento con Un sistema nue-vo y desconocido de los griegos, que llamamosarmonía y contrapunto. Estos hechos me parecentan asoisbrosos, que si no merecen figurar entrelos prodigios que hizo en el mundo el catolicismoen los primeros siglos de su admirable constitu-ción y establecimiento, deben por lo monos con-tarse como hechos providenciales en el progresodel Arte musical.

Tal vez diréis, señores, que los cautos del Artemusical griego, sin contar con esos nuevos y pre-ciosos elementos que se deben á la Música reli-giosa, causaban, según algunos poetas é histo-riadores, mayores efectos que los nuestros; peroá esto es necesario contestar que el canto signifi-caba entre los griegos la unión de la poesía y dela Música, y que el poder de aquella era grande,por la excelencia y delicadeza del lenguaje y porla fina organización de sus naturales. Ademásque, como dice Feijoo con su natural picante gra-cia refiriéndose á los prodigiosos efectos de la Mú-sica griega, «estas historias no se sacaron de laSagrada Escritura.»

Sin embargo, de las inmensas ventajas quetrajo al Arte la armonía y el contrapunto, no hanfaltado escritores y críticos de importancia, quehan reprobado y ridiculizado ese importanteramo del acompañamiento. Bl conocido filósofoRousseau, que era músico erudito pero pobrearmonista, calificó al Arte de la armonía de in-

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vención gótica y bárbara. Nuestro compatriotaEximeno, buen filósofo y crítico, pero poco ver-sado en la práctica del Arte de la composición,después de reprobar el procedimiento de hacerdecir á varias voces palabras distintas á un mis-mo tiempo, y ridiculizar la misa del maestroBallabene, escrita á cuarenta y ocho partes reales,hace ver que por medio del contrapunto artificio-so, y con las palabras bonte voluntéis, adoRAmustey gloRi/icaMuste, puede combinarse la palabra ta-rarira. Refieren otros que en la secuencia de Pen-tecostés que escribió cierto maestro, al cantarselos versos sana quod, est sáucium: lava quod estsórdidum: riga quod est áridunt, se oía claramente,por las diversas entradas y giros de las voces,sana, lava, riga. Todas estas cosas y otras muchasmás se han dicho en descrédito del contrapunto;pero tales abusos y contrasentidos jamás los hasancionado el Arte ni la Iglesia católica, repro-bándolos siempre y recomendando la exactitud yclaridad de las palabras puestas en Música.

No me detendré, pues, en rebatir á los críticosque acabo de citar, porque lo creo innecesario.Para que se conozca el inmenso é imponderableservicio que la Música religiosa hizo al Arte conel acompañamiento armónico y el modo menor,suprimid por un momento aquél y éste, y veréisque habéis suprimido el Arte entero, tal cual hoyexiste, y que es incomparablemente más rico ygrande que el que poseyeron los griegos.

Pudiera yo extenderme discurriendo larga-mente acerca de otros muchos y grandes servi-cios que la Iglesia católica, por medio de la Mú-sica religiosa, ha prestado al Arte en sus diversosramos; pero me limitaré á solas indicaciones.

Italia, la tierra clásica de la Música, tenía enel pasado siglo gran número de escuelas donde seenseñaba el divino Arte. ¿Queréis saber su origeny quién las alimentaba y sostenía? Los títulosde sus Conservatorios Della Pietá, De'Mendi-canti, L'Ospedaletlo, Santo Onofrio, Santa María,y Dei Poveri de Qiesu Cristo os lo muestran clara-mente. Bajo el amparo de la Iglesia y en las es-cuelas que ésta tenía, aprendieron -el didácticoGaforio, el gran Palestrina, Durante, G-luek ytantos otros que han asombrado al mundo consus obras. En nuestras catedrales y monasteriosrecibieron la enseñanza casi todos los grandescompositores españoles, desdé Morales y De Vic-toria hasta Kipa, Doyagüe y Ledesma. Inquiridquiénes fueron los maestros del gran Kossini, delprofundo Meytrbeer y del inspirado y románticoautor del Freischutz, y veréis á aquél estudiandobajo la dirección del P. Matei, y á los dos últimosapurando hasta lo más profundo de la ciencia dela composición en la escuela del abate Vogler.Registrad la historia del Arte, y os encontrareiscon los nombres de San Dámaso, San Ambrosio,San Gregorio, San Eugenio y San Isidoro, con losmonjes y religiosos Guido de Arezzo, Flecha,Martini, Nasarre, Soler, los abates Baini y Cero-ne, y los jesuítas Kircher, Eximeno y Arteaga.Mirad en historia y crítica del Arte qué obrasgozan de reputación, y veréis sobresalir las delabate Gerbert, De cantu et Música sacra y susScriptores eclesiastici; la Musurgia uuwersalis delmencionado jesuíta Kircher; la Átona della Músicadel franciscano Martin; las Memorie storico critichedelle vita é opere di Palestrina del abate Baini; élOrigen de la Música y Delle revoluzioni del teatro

musicale de los ya citados jesuítas Eximeno yArteaga. Si consideráis, por fin, la parte didác-tica del Arte músico, la más severa justicia exigerendir el tributo debido al Micrólogo de Guido deArezzo; al Spéculum nmsicm del canónigo Juan deMuris; á la obra De re música del clérigo y cate-drático Salmantino Salinas; al Músico Testore yla Escuela música de los padres franciscanos Teboy Nasarre, y al Saggio fundaméntale del P. Marti-ni. Para concluir: el género lírico dramático debiótambién su origen á la Iglesia católica. La pri-mera ópera de que se hace mención en la historiade este espectáculo, es La conversión de San Pabloejecutada en una plaza pública de Roma en 1440.A ella siguieron otras varias sobre asuntos to-mados de la Sagrada Escritura; y conocido de to-dos es el origen del Oratorio fundado por SanFelipe de Neri, y en el que más tarde habían debrillar tanto Cimarrosa, Bach, Hsendel, Haydn,Beethoven y Mendelsohn.

Si el giro que más tarde tomó el género lírico-dramático hizo al clero católico desviarse de él,no le impidió continuar contribuyendo á su pro-greso en la parte didáctica del Arte.

No extrañéis, señores, después de esto, ni loatribuyáis á exagerado espíritu de clase, el queos diga con íntima y profunda convicción, que elArte entero debe su vida, su existencia y susprincipales progresos á la Música religiosa.

HILARIOS ESLAVA.- De !a Academia de Bellas Artes.

BOLETÍN DE LAS ASOCIACIONES CIENTÍFICAS,

Sociedad española de Historia Natural.2 DICIEMBRE.

Con asistencia de 32 socios de Madrid, se abrió lasesión, bajo la presidencia de D. Ramón Llórente, le-yéndose y aprobándose el acta de la anterior.

Se dio cuenta de las comunicaciones y publicacio-nes recibidas; fueron admitidos cuatro socios, y se hi-cieron cinco nuevas propuestas. *

En cumplimiento de los artículos 16 y 21 del Re-glamento, presetitó el Tesorero las cuentaQ documen-tados del año, para cuya revisión fue nombrada unacomisión; y el Secretario una relación del estado dela Sociedad y de los trabajos científicos en que se haocupado.

La Sociedad acordó hacer constar haber oido consentimiento la lista de socios fallecidos en 1874.

El Sr. Vilanova manifestó que, imitando el ejemplode otras corporaciones, podrían encargarse todos losaños necrologías de los socios fallecidos que más sehubiesen distinguido en el cultivo de las ciencias, ycon este motivo se promovió una discusión, en la quetomaron parte los señores Egozcue y Colmeiro, y elSr. Presidente, acordándose, por último, que se ad-mitieran artículos biográficos espontáneamente pre-sentados por los socios, que, debiendo ser de dimen-siones reducidas, podrían leerse en las sesiones y pu-blicarse en las actas, á las que darían variedad.

El Sr. (Jaldo presentó un fósil de considerables pro-porciones , á su parecer estróbilo de equisetacea,acerca del cual no tenía más noticia sino que habíapertenecido á un cónsul en Uruguay, añadiendo quese proponía estudiarlo en unión del Sr. Areitio,

N.° 44 .1. V1LANOVA. CIENCIA PREHISTÓRICA. 2 9 3

El Sr. Pérez Arcas mostró tres ejemplares de Chio-(¡lossa lusüánica, Barb., remitidos por ol Sr. Macho deVelado, procedentes de los alrededores de Santiago deGalicia, y notables por no haber sido hasta ahoramencionado dicho batracio de España, si bien el señorBarboza había sospechado su existencia en el NO.de la Península.

El Sr. Vüanova presentó un ejemplar de calcedoniaenhíbrica y otras variedades de la misma sustancia,de las márgenes del Uruguay, remitidos por el señorBarrial, de Montsvideo, y anunció el arribo de nume-rosos restos de Megaterio, Mylodon y Glyptodon,juntamente con algunos minerales curiosos, enviadospor el mismo Sr. Barrial, dando acerca de todo estouna noticia general, y sin perjuicio, de ocuparse másadelante detenidamente de semejantes objetos.

El Sr. Espada dio el extracto de un trabajo sobre elUrotropis platensis, nuevo género de Urodelo de laAmérica del Sur, descubierto por la comisión cientí-fica del Pacífico. Dicho trabajo pasó á la comisión depublicación.

El Sr. Secretario leyó una lista de Diatomeas y otrasalgas microscópicas observadas en Barcelona-, remi-tida por el Sr. Puiggari.

Leído el art. 13 del Reglamento relativo á eleccio-nes, se procedió á la votación, que dio el resultado si-guiente:

Presidente: Sr. Abeleira, 16 votos; Sr. Galdo, 10;quedando elegido el Sr. Abeleira.

Vicepresidente: Sr. Marqués déla Ribera, Ib votos;Sr. Egozcue, 11; quedando elegido el primero.

Tesorero: Sr. D. Serafín Uhagon, 28; Sr. Martínezy Saez, 1; quedan lo elegido el Sr. Uhagon.

Secretario: Sr. Soíano, 2S votos; Sr. Bolívar (donIgnacio), 1; siendo elegido el Sr. Solano.

Vicesecretario: Sr. Larrinua, 25 votos; Sr. Mazar-redo, 1; quedando elegido el primero.

Vocales: Sr. Pereda, 17 votos; Sr. Colmeiro, 16;Sr. Pérez Arcas, 15; Sr. Rabio, 10; Sr. Pellico, 10;Sr. Llórente, 0; Sr. Martínez, 1; siendo elegidos lostres primeros.

Ateneo científico y literario.

CIENCIA PREHISTÓRICA.4.* LECCIÓN.—22'DICIEMBRE.

Para terminar la reseña que me propuse hacer delos principales resultados para la ciencia prehistóricaobtenidos en el Congreso de Stockolmo, róstameúnicamente decir algo acerca de las edades del broncey del hierro en general, y muy especialmente del ca-rácter que revisten estos períodos, que enlazan direc-tamente con la verdadera historia, en la clásica Escan-dinavia.

Respecto al pretendido origen húngaro del bronce,ya apunté en la última sesión el parecer, siempre muyrespetable de Hildebrand, de que aquel y el escandina-vo podían considerarse como contemporáneos y proce-dentes'ambos de un centro, hoy por hoy desconocido,tronco ó matriz común al de toda Europa.

En cuanto al enlace de la edad de bronce con laneolítica ó de la piedra pulimentada, también mencio-né el parecer de Soldi, ó mejor dicho, su duda, acercade si existe en Suecia un período de tránsito entreésta y aquella, y si, después de desarrollarse el bronce,reprodujo el nombre las formas propias de la segundaépoca de piedra, como ciertos documentos parecenjustificar.

Sobre los dibujos y esculturas en las piedras y rocasy la formación de las llamadas de taza ó escudilla,otro de los caraoleres del periodo del bronce en Sue-cia, dijo Engelhardt, que en Dinamarca encuóntranseen los cantos erráticos do algunos Dólmenes repre-sentando ruedas y embarcaciones, como en Suecia,pero no se ven nunca en las rocas vivas ó naturales.Podrá contribuir á ello, en mi concepto, la estructurageológica de aquella comarca, donde no se presentanrocas duras en que pudiera lucir su habilidad aquelhombre antiguo, pues exceptuando el horizonte mássuperior del terreno cretáceo, llamado precisamen-te Daniso por el carácter que ofrece en Faxoe.yen la costa de Esteneskiint, apenas si hay vestigiosde formaciones repre&ntatlas por materiales consis-tentes.

Como confirmación del comercio, durante la épocadel bronce, entre la Etruria y los países del Norte, eleminente Wirchow ofreció á la consideración delCongreso los dibujos de una cesta de costillas, hechaen bronce, encontrada en Posen, muy parecida á lasprocedentes de la cartuja de Bolonia, así como losobjetos que contenia, Worsae indica que nada parecidoá esto se ha encontrado en Dinamarca, y que la másseptentrional de que él tenía conocimiento, procedede Lubbeck. En su opinión, dichas cestas pertenecenal final del bronce, pues las que distinguen el comien-zo de dicho período en Escandinavia ofrecen formasespeciales y muy diferentes de la presentada porWirchow en dibujo. De donde deduce aquel eminentearqueólogo, que el comercio entre las regiones delMediodía y las del Norte se estableció al terminardicho período, y en manera alguna en su primer des-arrollo, cuando Escandinavia tenia una industria indí-gena y característica de su pueblo, que era el de lapiedra pulimentada.

Terciando en el debate el antropólogo de Bonna, miamigo el Dr. Schaffhausen, dijo que convenía tenerpresente para e! esclarecimiento de tan importanteasunto la opinión de Sindenschindt, según el cual nohan existido tales formas propias escandinavas en elcomienzo de la edad de bronce, pues aquellas datandel siglo X y XI. El arte de labrar el bronce se desar-rolló primero en la Europa occidental, sometida ya álos romairos, desde donde fueron llevados al Nortecomo botín de guerra, en una época en que ya en Ale-mania y en las comarcas inmediatas se había perdidola costumbre de depositar dichos objetos en las sepul-turas.

El Sr. Howost cree que la cuestión podrá esclare-cerse por la investigación de los puntos de donde losantiguos extraían el estaño, con cuyo motivo leyó unaMemoria en la cual cita á Corrnonailles, España y laPanonia como criaderos de dicho metal.

El Dr. Capellini, de Bolonia, da cuenta de un ha-llazgo precioso hecho cerca de Rouzano, relatado porel conde de Gozzadino en una carta dirigida al Con-greso con el mencionado fin. Consiste el hallazgo encuatro bocados en bronce y una espada de lo mismo,que á juzgar por los caracteres y señales que llevan,deben, sin duda alguna, referirse al final de dicho pe-ríodo ó ai comienzo del hierro. Desordice.á propósitode este asunto, que las figuras de caballo y otros di-bujos que llevan los bocados, les da un sello especialde novedad; ó insistiendo en la opinión del citadoconde, cree que pueden referirse á la primitiva indus-tria italiana los que figuran en los museos de Italia, ytambién muchos de otros países de Europa. Gracias atan feliz descubrimiento, se sabe hoy que los etrus-cos, no sólo se servían del caballo, sino que hasta ador-

294 REVISTA EUROPEA. : 27 DE DICIEMBRE DE 1 8 7 4 . N.°.44

naban las objetos que para su uso empleaban, comotestimonio vivo del interés con que los miraban. Laespada es igualmente notable por ofrecer tal seme-janza con algunas de la segunda edad de Escahdinavia,que cualquiera podría confundirlas. Pero el mismoGozzadino parece haber encontrado otra en Italia muyparecida á las de la primera edad Escandinava, con locual se está en posesión de datos preciosos que pue-den determinar perfectamente las relaciones del Nortecon el Sur. Desor se lamenta de que no se haya in-ventado un nombre distinto para expresar la primeraépoca del bronce representada por los objetos encon-trados enVillanova y Gollasecca, que son los más an-tiguos. Los de la gran época etrusca fueron llevadosá Escandinavia por las vías comerciales, á diferenciade los del principio de la misma que fueron fabricadospor la respectiva industria indígena.

El Dr. Evans participa al Congreso haber encon-trado en la isla de Harty, en Inglaterra, útiles, hachas,pedazos de cobre y moldes de una verdadera fábricade bronce, y discurre acerca de los varios procedi-mientos que empleaban aquellos operarios para lograrsu objeto.

Franks expone algunas consideraciones acerca dela composición de cuatro instrumentos de metal ha-llados en la isla de Chipro» Según los análisis practi-cados por el Dr. Walter Hight, tres de ellos constande cobre casi puro, 97 por 100; y uno de bronce 88por 100 cobrtfy 8 1)2 por 100 estaño: un objeto en-contrado en la gran pirámide de Egipto, dio al análisis99 1 [2 por 100 cobre y 1r2 por 100 de hierro. Elmismo eminente arqueólogo da cuenta de un pre-cioso hallazgo hecho en Gungesia, en el Asia central,consistente en 421 hachas de dos tipos y 102 objetos deplata: los pieles-rojas, dice, se servían de instru-mentos de cobre puro como si fueran de piedra.En Irlanda también han aparecido algunos objetos encobre; en Francia un hacha en el departamento deGers, y en Asiría y Arabia otros fabricados con elmismo metal; sin embargo de lo cual, Franks no creefundada la distinción de un período aparte llamadodel cobre. El respetable Nilsson dice haber visto enLondres los objetos de Chipre que él cree de origenfenicio, y que tampoco le ha dado el ensayo químicomás que cobre.

El Dr. Landberg, que presenció las excavacionesque dieron por resultado el hallazgo de dichos obje-tos, los atribuye al arte greco-fenicio, más bien que alfenicio puro. En todo el mundo semítico el bronce hasido ó fue siempre preferido al hierro; y hablandoluego de los fenicios, cree que más bien fueron insti-gadores ó procuradores del comercio que los intro-ductores del bronce en el Norte, con cuyo motivoencarece el celo de los sabios rusos, pues opina quepor el Mar Negro y por las grandes vías fluviales deaquel imperio se comunicó el Sur y el Este con elNorte.

Oppert trata á fondo la cuestión del estaño y de suprocedencia, que considera idéntica á la del bronce;QO duda que haya en nuestra Península minas deaquel metal; pero dice que Herodoto no las cita (locual, dicho sea entre paréntesis, no es una gran ra-zón), indicando tan sólo las islas casiteridas, quesólo pueden referirse á las británicas. Rechaza laopinión de que el Oriente no haya usado el hierro,supuesto que en la misma Biblia se menciona á me-nudo este metal, al mismo tiempo y aun antes queel bronce; deduciendo de todo ello, que al menos porlo que al Oriente se refiere, no es fácil separar estasdos épocas caracterizadas por el bronce y el hierro,

congratulándose de que Worsae haya dicho que confrecuencia se confunden.

Desor pregunta cuáles son las relaciones que exis-ten entre la antigua civilización del bronce en Rusiay los países escandinavos, á lo cual contesta Worsaeque no existe relación alguna entre el grupo asiáticoy el del Norte de Escandinavia; en aquél faltan lases-espadas de bronce y se encuentran puñales de unaforma desconocida en el Norte y Oeste de Europa. ElEl Sr. Lerch confirma lo dicho por Worsae, y añadeque los objetos de bronce de la Rusia parece proce-den de dos centros de civilización, griego el uno yasiático occidental el otro.

El conde Saposta discurre extensa y atinadamenteacerca del clima probable del período cuaternario,asunto ya debatido en otros congresos y cuya impor-tancia es excusado encarecer. El distinguido botánicoaduce gran número de pruebas, fundadas en el estudiode las plantas fósiles de este período, durante el cualhubo, sin género alguno de duda, variaciones muynotables. La presencia, entre los materiales cuaterna-rios, de animales árticos, tales como el Reno, el Toroalmizclado, el Glotón y la Marmota, y de otros de cli-mas templados y cálidos, como el Elefante, Rinoce-ronte, el Hipopótamo, la Cyrena fluminalis, imprimeun carácter tal de complicación, que sólo pudiera talvez explicarse por lo que sucede hoy cuando se com-para la fauna y flora de las montañas con las de los va-lles y llanuras" Dol minucioso estudio de las plantasdeduce Saposta que el clima cuaternario de la Europacentral era más igual y uniforme, siendo también máshúmedo. Mr. Tournoner, fundado en el examen de losmoluscos que se encuentran en Moset, cerca de Pa-ris, junto con las plantas que examinó Saposta, llega áidénticas conclusiones, reducidas á que la distribuciónile las especies más uniformes entonces que en nues-tros dias supone un clima muy húmedo, de tempe-ratura más elevada en la isoterma de Moset, y más uni-forme probablemente en toda Europa.

El famoso explorador prehistórico belga, Mr. Du-pont, dice que las observaciones y estudios por él he-chos scerca de ICJ animales cuyos restos se encuen-tran en las cavernas de Bélgica, lo conducen á idénticoresultado.

Chantre comunica al Congreso una Memoria acercadel bronce en Francia, donde existen dos períodos,el primero caracterizado por lo que él llama tesoros,que se encuentran cerca de los grandes collados delos Alpes y cree ser de procedencia italiana, y el se-gundo, que es indígena, tanto por los caracteres queofrecen los objetos, cuanto por las localidades y elgénero de yacimiento en que se encuentran; á saber,los palafitos del lago de Rourget, las antiguas fundicio-nes del Ródano, Iserey Jura. Los ochenta dibujos queilustran la Memoria de este distinguido arqueólogo, yque fueron presentados al Congreso, revelan en mu-chos, procedentes del Ródano, notable analogía conalgunos de la Escandinavia.• El mismo Chantre propone al Congreso una especiede leyenda inventada por él para facilitar la inteligen-cia de las cartas arqueológicas, acordando aquel nom-brar una comisión para que dé su dictamen.

En la próxima conferencia, que se verificará en elmes de Enero próximo, terminaremos todo lo relativoal Congreso de Stockolmo.

JUAN VILANOVA.

44 BOLETÍN DE CIENCIAS Y ARTES. 29S

Sociedad francesa de navegación aérea.PARÍS 27 NOVIEMBRE.

M. Hervé-Mangon, miembro' del Instituto ypresidente de la Sociedad, inaugura esta sesiónanual con un discurso sobre las ventajas de losaerostáticos para la defensa nacional, y después.de recordar las memorables empresas de los aero-nautas "militares de la primera república y losservicios que han prestado los globos durante e!sitio de Paris, pasa revista á las ascensiones ve-rificadas con objetos científicos, y expone los pe-gresos que el magnífico descubrimiento de loshermanos Montgolfier puede suministrar á la me-teorología.

M. Hureau de Villeneuve, Secretario general,lee una interesante Memoria sobre los progresosde la navegación aérea durante el ejercicio de1873-74.

M. Rampont refiere la organización del serviciode correo aéreo durante la guerra de 1870.

M. Crocé-Spinelli expone las aplicaciones cien-tíficas déla navegación aérea y describe la mag-nífica ascensión que ejecutó con M. Sivel, y de. lacual los lectores de la REVISTA EUROPEA están en-terados por las reseñas de las discusiones de laAcademia de Ciencias de Paris.

M. Penaud pronuncia un magnífico discurso,que obtiene calurosos aplausos, sobre la locomo-ción mecánica en el aire, y describe los helicóp-teros y pequeños aparatos voladores que ha con-seguido construir, después de asiduos trabajos,aparatos que presenta á la Sociedad, y que hacenavegar ejecutando varias maniobras en el mis-mo salón. M. Penaud es demasiado hábil mecá-nico para abrigar ilusiones acerca del problemadéla aviación; presenta sus máquinas corno losprimeros resultados de un arte que está en la in-fancia, y afirma que los globos de gas pueden daral hombre en adelante el buque aéreo dirigible.M. Penaud termina haciendo un elogio de M. Gif-fard, que con sus ascensiones de 1852 y 1855 englobos prolongados, provistos de motores de va-por, echó las bases de la navegación aérea.

- El presidente entrega á MM. Oxley y Bascombelas medallas que les dedica la Sociedad por habersido los salvadores de M. y Mad. Duruof, y áM. Blondeau la que ha merecido por haber salva-do la vida á un espectador arrastrado fortuita-mente por su montgolfier.

Sociedad de antropología de Paris .La mortalidad en las naciónos europeas.—Causas de la disminución ó

aumento de la población.—La gruta de Lortet.—Descubrimiento im-

portante.—La industria de la edad del R^no. *

M. Bertillon presenta el resultado de sus inves-tigaciones sobre la estadística mortuoria de lapoblación francesa, comparada con la de las prin-cipales naciones europeas. El estudio se refiere alperíodo normal de 1850 á 1870 con las divisionesnaturales según el estado civil y el sexo de las

" personas. Comparando la estadística de la morta-lidad con la de los nacimientos, se observa la dis-minución de éstos -últimos en Francia, disminu-ción lamentable bajo todos los puntos de vista.

Con este motivo y sobre las causas de este re-sultado, se promueve una gran discusión, en lacual toman parte varios miembros de la Sociedad.

MM. Lagneau y Delsiauve atribuyen la dismi-

nución de los nacimientos á las preocupaciones delos padres, que quieren ante todo tener aseguradoel porvenir de sus hijos. M. Lagneau funda suopinión en que en Normandía, país rico, los na-cimientos son más considerables en proporciónque en Bretaña, país pobre.

Mad. Clemencia Royer opina que uno de losmotivos principales del decrecimiento de la po-blación consiste en la condición precaria y en lainferioridad evidente de la mujer, á quien no se .da en Francia la instrucción suficiente para quecomprenda en toda su extensión los deberes deuna madre de familia y su verdadera misión enuna sociedad bien organizada.

M. Pellarin dice qua el problema es muy com-plejo, y no puede resolverse en una discusión. EnAmérica, por ejemplo, donde la mujer tiene unagran libertad, y es más instruida generalmente,los casos de infanticidio son más frecuentes queen Europa.

Teniendo en cuenta la importancia de estacuestión, que interesa lo mismo al antropólogoque al moralista, la Sociedad acuerda ponerla ála orden del día para la sesión siguiente.

—M. Piette presenta una Memoria sobre unagruta que acaba de descubrir en Lortet, AltosPirineos, que evidentemente estuvo habitada ondos diferentes ocasiones durante la edad del Reno.Esta aserción puede parecer un p<»co atrevida,paro M. Piutte creí; que la estancia del hombreestá suficientemente comprobada por la presenciade dos capas de cenizas llenas de osamentas, se-paradas por una de arcilla blanca, de tres metrosde espesor, procedente esta última, sin duda, dela entrada de aguas cargadas de materias steati-tosas. Se han encontrado armas y utensilios deasta de reno ó de ciervo, especialmente puntas delanza, agujas, arpones y flechas.

M. Piette presenta á la Sociedad un fragmentode asta de reno, en el cual se veri admirablementegrabados renos y peces. A pesar de su perfección,este objeto de arte es de un i autenticidad incon-testable, porque el sitio en que se encontró estübacubierto por una espesa capa de estalagmitas; yantes q u e ^ . Piette hiciera escavacionea en estacaverna, la industria de la edad del reno dormíatan intacta como la civilización romana bajo lascenizas de Pompeya.

BOLETÍN DE CIENCIAS Y ARTES.

La revista francesa ¿ a Nature copia del perió-dico inglés del mismo título una ligera reseña delsuicidio de un alacrán, á la cual atribuye un in-terés particular; pero en España el hecho es tanfrecuente-en las comarcas meridionales dondeexisten alacranes, que sólo constituye una obser-vación curiosa. Sabido es que los aldeanos, á ve-ces, cuando encuentran un alacrán, se diviertenen rodearle de fuego, quemando hojas y astillas,y el animal, fatigado por el calor y por no podersalir del círculo de fuego, levanta su cola y seclava en la cabeza el dardo venenoso, quedandomuerto en el acto.

El caso que cita La Nature se refiere á la obser-vación de M. G. Bidié, viajero en las Indias, queal ver un alacrán cogido por uno de sus criados,

I recordó haber oido hablar del círculo de fuego

2 ) 6 REVISTA EUROPEA. 2 7 BE DICIEMBRE DE 1 8 7 4 . N.° 44

que dejamos indicado, y quiso hacer un experi-mento análogo. Al efecto cogió una lente ordina-ria, y exponiéndola al sol, condensó su foco sobreel lomo del alacrán, que se manifestó muy irri-tado, silbando y escupiendo con rabia, y empezóá correr con velocidad en el fondo de la caja enque le colocó el viajero. Este repitió varias vecesla operación de hacer sufrir al animal el foco de lalente, obteniendo el mismo resultado, y por fin elalacrán levantó su cola con la rapidez del relám-pago y se hirió en el lomo, quedando muerto onmenos de medio minuto. Este y otros hechos de-muestran que los animales pueden suicidarse,y que el veneno de algunos obra eficazmenteen ellos mismos.

* *La estadística postal de Inglaterra aumenta

todos los años de una manera prodigiosa. La cir-culación de cartas, que en 1839 era de 82 millo-nes, se elevó al año siguiente con la reforma pos-tal á 169 millones, y en 1873 ha llegado á 907 mi-llones. El número de paquetes, libros é impresosque han circulado en el mismo año se eleva á laenorme cifra de 129 millones. Las tarjetas posta-les, en cambio, disminuyen mucho. De 907 millo-nes de cartas, sólo han quedado sin repartir pormalas direcciones ó falta de los destinatarios958.200, de las cuales 18.700 fueron echadas en losbuzones sin dirección de ninguna clase, ni si-quiera nombre; pero lo más extraño es que entrelas cartas dirigidas en blanco se han encontrado500 conteniendo valores y billetes por la cantidadde 325.000 francos.

* *Una nueva primera materia para la fabricación

de papel tenemos que registrar aquí, donde tan-tas hemos consignado en el espacio de pocos me-ses; el gombo, planta de la familia de las malva-ceas, que crece en los países cálidos, donde secultiva mucho, á causa de su fruto mucilaginosoy comestible. Con las fibras de esta planta se pue-den fabricar tejidos y un excelente papel quepuede rivalizar con los mejores de trapo puro. Elgrano da un aceite que se puede emplear venta-josamente en la fabricación de ácidos y jabones; ysus residuos constituyen un excelente abono, quecontiene 4,18 por 100 de ázoe, y 1,55 de ácido fos-fórico. El gombo es, pues, una planta que notiene desperdicio, pues todas sus partes son di-rectamente utilizables, y por lo tanto está lla-mada á un gran porvenir industrial. Es fácil decultivar, y se puede importar fácilmente á la Ar-gelia francesa y quizá á nuestras provincias doValencia, Murcia ó Andalucía, donde podría lle-gar á ser causa de considerables beneficios.

** *

El reloj misterioso.En la Exposición de Bellas Artes aplicadas á

la industria que actualmente se celebra en Paris,está llamando la atención y excitándola sorpresapública un reloj, presentado por M. Robert, y ápropósito para despertar la curiosidad.

En la apariencia no es más que una esfera decristal muy trasparente, en cuya superficie semueven las dos agujas en las mismas condicio-nes que en una esfera cualquiera. No contienenada más. Se busca el mecanismo que hace mo-ver las agujas; se supone que es eléctrico, porquela esfera está suspendida en el aire por dos alam-

bres, pero en seguida • se observa que estos dosalambres no tienen contacto alguno ni pueden te-nerlo con las agujas; se. busca un sitio, un detalleen el cual pudiera estar oculto el movimiento;pero nada se ve, y e] misterio parece impene-trable.• La sorpresa aumenta todavía más cuando se veque las agujas, aisladas por el cristal de todo con-tacto, tienen la propiedad de dar vueltas en todasdirecciones y banlancearse en sus órbitas, tantotiempo como le mueve el dedo de cualquiera per-sona, y en seguida vuelven por sí mismas, no á lahora que era cuando se empezó á moverlas, sino ála que debe ser. A pesar de todas las vueltas quese les dé, á pesar de todos los trastornos que seocasionen en una dirección ó en otra, y cualquieraque sea el tiempo que duren las maniobras quese las haga ejecutar, las agujas nunca dejan decorrer ellas solas á colocarse, en la hora corres-pondiente en cuanto se las deja libres, y conti-núan en seguida su movimiento regular y uni-forme.

El misterio consiste en que las agujas llevan ensí mismas su mecanismo, constituyendo una ba-lanza de ! razos desiguales, en la cual el movi-miento de relojería no tiene mas objeto que alte-rar el equilibrio, y esta propiedad se emplea parahacerle indicar las horas y los minutos como va-mos á explicar.

lia balanza es la aguja de los- minutos que estáperfectamente equilibrada. En una cajita redondafijada como remate del brazo corto de la aguja, yá impulso de un movimiento de reloj encerrado enla misma, rueda un peso de platino alrededordelaCircunferencia de la cajita.

Estando el centro de gravedad siempre fuera desu sitio por la revolución de este peso, que dauna vuelta en una hora, el minutero se ve obli-gado á seguir este movimiento, y después, pormedio de una minutería, Iiace mover la aguja delas horas; por esta disposición.las agujas son de-pendientes una de otra, pero permanecen inde-pendientes del movimiento. Si se las mueve conel dedo menos de treinta minutos hacia delanteó Lacia atrás, vuelven automáticamente ambas ásu sitio; si se les hace dar vueltas precipitada-mente, el minutero vuelve á sus minutos, pero elhorario se dirige á una hora cualquiera.

Según el mismo principio, pero por una dispo-sición diferente, dejando al minutero un movi-miento en el cual el peso dé una vuelta por hora,y poniendo al horario un movimiento con un pesoque dé una vuelta en cada doce horas, se consi-gue el resultado de que las agujas sean indepen-dientes entre si, y que, haciendo dar vueltas á launa en un sentido y á la otra en otro, vuelva cadacual invariablemente al sitio que les correspondasegún la hora exacta.

Como se ve, el mecanismo del reloj misteriosoes sencillo ó ingenioso; el principio en que se fundano es absolutamente nuevo, pues ya hace tiempose trató de hacer mover las agujas de un relojpor medio de un mecanismo contenido en el inte-rior del metal que las forma; pero de todos rao-dos, el trabajo de M. Robert es muy apreciable,yenvuelve perfeccionamientos importantes.

(La Nature.)

Imprenta de la Biblioteca de Instrucción y Recreo, Rubio,25.