Revista Oralidad y Memoria

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    REVI STA C.C.E.HS.

    ORALI DAD Y MEMORI A

    Gonzalo Aravena Herm osilla Enrique Riob Pezoa

    Edts.

    REVISTA DE LA CORPORACI N CHILENA DE ESTUDIOS HISTRI COS www.estudioshistoricos.cl Sant iago de Chile, 2009.

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    Ttulo or iginal de la Revista: Revista C.C.E.HS. Ttulo de la prim era publicacin: Oralidad y Mem oria.

    Prim era edicin octubre de 2009, Sant iago de Chile.

    Diseo de Cubierta: Gonzalo Aravena Herm osilla. Diseo del Interior: Gonzalo Aravena Herm osilla. Idea Or iginal: Fernanda del Ro, Gonzalo Aravena y Enrique Riob.

    Gonzalo Aravena Herm osilla Enrique Riob Pezoa

    Directores

    Gonzalo Aravena Herm osilla Enrique Riob Pezoa Renato Ham el Alonso

    Julin Suzarte Glvez Com isin Editor ial

    Todos los derechos reservados. Queda prohibida su copia parcial o total por cualquier m edio de im presin o elect rnico, en form a idnt ica, ext ractada o m odificada, en castellano o en cualquier

    ot ro idiom a. No se autoriza su uso com ercial. La inclusin del presente m aterial al dom inio pblico a t ravs de Internet , t iene por finalidad el t rabajo acadm ico y docente, ante lo cual la reproduccin

    elect rnica o copia im presa solam ente se perm ite con indicacin de la fuente.

    Publicado originalm ente en www.estudioshistoricos.cl Nm ero 1, 2009. Sant iago Chile

    ISSN: 0718-8587 versin en lnea.

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    ORALI DAD Y MEMORI A

    Volum en dir igido por:

    Departam ento de Edicin, Corporacin Chilena de Estudios Histricos.

    Publican en esta edicin:

    Lorena Gonzlez. Licenciada y Magster [ c] en Filosofa, Universidad de Chile.

    Alejandro Fielbaum . Licenciado en Filosofa y estudiante de Sociologa, Pont ificia Universidad Catlica de Chile.

    Julia Rosem berg. Estudiante de Licenciatura en Histor ia, Universidad de Buenos Aires, Argent ina.

    Luciana Rosende. Estudiante de Licenciatura en Histor ia, Universidad de Buenos Aires, Argent ina.

    Crist ina Echeverri. Estudiante de Licenciatura en Histor ia, Universidad Nacional de Colom bia.

    Elena Corts. Estudiante de Licenciatura en Histor ia, Universidad de Ant ioquia de Medelln, Colom bia

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    PRESENTACIN

    La Revista del CCEHS es una publicacin peridica acadm ica interdisciplinaria dir igida a la com unidad universitaria chilena y lat inoam ericana. Su creacin es producto del deseo de reunir en un solo lugar art culos de dist intas tem t icas, pero que conf luyen en una m ism a idea: la im portancia de la crt ica y vanguardia en el desarrollo histor iogrf ico. Es as com o en el presente nm ero buscam os difundir y aportar a consolidar a la Oralidad y la Memoria com o enfoques que adoptan esta posicin en el est udio del pasado.

    En relacin a esta tem t ica, cream os que la relacin ent re histor ia, histor iografa y m em oria era lo determ inante para j ust if icar y legit im ar nuest ra publicacin. Por ello sostenam os que si la histor iografa pretenda evocar a la historia en base a un m todo r iguroso que la validaba ante la academ ia y la sociedad, la m em or ia, al no tener esa base, podra darse el lujo evocarla involucrando en su relato asociaciones e im genes que no necesar iam ente tenan un sent ido y una correlat iv idad. As, la m em oria, pensbam os, evocaba a la historia, entendida com o el acontecer hum ano en el t iem po, y buscaba representar la form a en que un ind iv iduo o colect iv idad recuerda su pasado sin pretender ser un estudio r iguroso de l si no tan slo un punto de vista. Ella const rua un relato sin m s docum entos que los recuerdos. La m em oria, com o narracin, est im bam os que presentaba explicaciones inherentes al tem a que t ransitaban con el relato y que proporcionaban cierta velocidad narrat iva que at rapaban y sum an en un absorber sin cuest ionar. En cam bio, en el plano historiogrfico, la crt ica al argum ento era una regla ineludible, se deba escr ibir de tal m anera que la explicacin t ransitara de m anera autnom a a t ravs del relato, en una constante just if icacin de por qu esto o aquello, t ransform ndola en la intencionalidad fundam ental de quien escribe. La histor iografa, m s all de ser una disciplina acadm ica, podr a ser la form a que tuviese una sociedad para legit im arse, por tanto su const ruccin deba seguir ciertos cnones aprensibles para quien quisiese corroborar lo planteado. Estara som et ida a una cr t ica acadm ica y social, y un relato construido sin el rigor cientfico se prestara para ser deslegitimado, fustigado y cuestionado. Eso cream os. Pero la presenta revista nos abre al debate, nos cuest iona sobre cm o se est entendiendo hoy el tem a y hasta que punto nuest ras creencias se t ransform aban en convicciones. Hasta que punto dejbamos de ver slo lo que queramos ver Los siguientes t rabajos cont r ibuyen a profundizar aun m s en esta est recha relacin ent re historia, m em oria e historiografa, y todos, desde su propia perspect iva y narrat iva, confluyen en la prem isa planteada en un com ienzo. Los invit am os a revisarlos, debat ir los y com entarlos.

    Sant iago de Chile. Agosto de 2009.

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    MEMORIA, PATRIMONIO Y POSTDICTADURA1

    Alejandro Fielbaum S.2

    ABSTRACT: El artculo revisa conceptualmente la reciente preocupacin existente por el

    patrimonio, enmarcado en diagnsticos sobre la obsesin por la memoria existente en las

    sociedades occidentales. Tras ello, se revisa la discusin existente en Latinoamrica sobre el

    tema, para luego contextualizar tales prcticas en el contexto nacional y los actuales debates

    sobre polticas de la memoria. All se buscar considerar el rendimiento ideolgico de la

    preocupacin por el patrimonio, en la tarea oficial de movilizar recursos de memoria capaces de

    desvincular el actual estado de norma del estado de excepcin en el cual fue concebida la

    modernizacin que el presente contina.

    Palabras clave: Memoria, patrimonio

    Las actualidades del m undo parecen at ravesadas por la preocupacin por lo inactual que le precede. Las ciencias sociales dan clara m anifestacin de aquello, a t ravs de la recurrente art iculacin ent re discurso, m em or ia e ident idad 3. As, durante las lt im as dcadas se han popular izado conceptos tales com o los de memoria popular4, lugares de la memoria5 e, incluso, postmemoria6. Por su parte, los m edios de com unicacin otorgan un creciente rol a exponer el pasado, e incluso a su propio pasado. Prolifera el remake cinem atogrfico y la cultura retro en el m ercado, ingresando as al pasado en la disposicin del m ercado7. Tam bin en la polt ica la dem anda por el derecho a la m em oria ha ido tom ando indita im portancia8. Los ejem plos podran seguir , pero m s nos interesa indicar esta nueva obsesin ciertam ente, extendida m s all del cam po de la invest igacin por la m em oria.

    El cuest ionam iento a tal estructura de sentimiento resultaba im pensada dcadas at rs. No slo por la inexistencia de tecnologas que perm iten acum ular t rem endos archivos en pequeos espacios fsicos, sino tam bin porque las dist intas form as de preocupacin de la m em or ia insist ieron en la necesidad de su resguardo, antes que de su exceso. En part icular, se consider la m em oria un espacio necesario en las sociedades, ante la experiencia de las guerras m undiales y, en part icular ,

    1 El presente escrit o fue inserto com o m arco ter ico de la prct ica de invest igacin para obtener el t tulo de socilogo, reali zada

    junto a Catalina Lorca en el I nst ituto de Sociologa de la Pont if icia Universidad Catlica, durante el pr im er sem est re del 2009. La invest igacin com pleta, puede hallarse en la Biblioteca de la m ism a Universidad. Una parte de tal t rabajo ser publicada en e l libro Arica. Lakitas, editado por Gerardo Mora y Csar I or ie com o producto del proyecto FONDART 71783/2008 Arica. Lakitas 2 Estudiante de Sociologa y de Licenciatura en Filosofa, Pont if icia Universidad Catlica de Chile.

    3 Indursky, Freda & do Carmos Campos, e Maria, Apresentacao. Discurso, memria, identidade Pg 12. En Indursky, Freda &

    do Carm os Cam pos, e Maria (Organizadoras) . Discurso, Memria, Identidade. Sagra, Porto Alegre, 20000 4 Por ejemplo, vase Lienhardt, Martin, La memoria popular y sus transformaciones. En Lienhardt, Martin (Coordinador), La

    memoria popular y sus transformaciones. A memria popular e as suas trasformacoes, Madrid, I beroam ericana, 1997 5 Por ejemplo, vase Nora, Pierre, La aventura de Les lieux de mmoire En Cuesta, Josefina (Editora). Memoria e historia,

    Marcial Pons, Madrid, 1998 6 Por ejemplo, vase Waldman, Gilda, Postmemoria: Una primera aproximacin. En Ibarguen, Maya & Waldman, Gilda.

    Memorias (in)cgnitas. Contiendas en la historia. UNAM, Mxico D.F., 1997 7 Kaufman, Alejandro, Qu hay de viejo, viejo? Invocaciones consumistas de la memoria. En Debate n223, Agosto, 2007.

    8 Gm ez, Felipe (Editor) . El derecho a la memoria. Alberdana, Bilbao, 2006

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    de los genocidios. No slo se consider el Holocausto com o un intento de erradicar com pletam ente la m em oria de quienes padecieron tal experiencia, sino adem s que las sociedades necesitaban recordar tal hecho para evitar cualquier posible retorno. Por ejem plo, para VidalNaquet , quien prom ueve que el olv ido se sita involuntariam ente de lado de los verdugos9. I ncluso recientem ente, Yerushalm i narra cierta encuesta periodst ica en la que la dist incin ent re olv ido y m em oria se t ransform a en la cont raposicin ent re olv ido y just icia10. Aquella dicot om a sigue organizando las preocupaciones m s recientes por tales procesos11, as com o tam bin experiencias m s recientes de violencia y v iolacin de los derechos hum anos. Aquello ha perm it ido valorizar la proliferacin de test im onios personales de tal experiencia, en part icular los legados por Prim o Levi. I ncluso se ha hablado de una reciente era del testigo12.Al punto que, para Agam ben, lo que queda de Auschwitz es precisam ente la necesidad de test im oniar 13.

    Tales preocupaciones han hecho, recientem ente, discut ir la extendida opinin de que actualm ente im pera una cultura de la desm em oria14. Segn ot ras lect uras, por el cont rar io, lo que existe es una abundancia de la m em oria, un excesivo recuerdo15. La m ayora de los cuest ionam ient os de la obsesin por el pasado han surgido en Francia, desde lo que Todorov ha discut ido com o cult o y potencial abuso- de la m em oria.16. Por ejem plo, el afam ado ant roplogo Marc Aug rem arca recientem ente la necesidad de olv idar para m antener la propia v ida y presencia17. No obstante, parece ser el crt ico cult ural alem n Andreas Huyssen quien ha desarrollado la reflexin m s extensa sobre lo que ha denom inado de la cent ralidad del futuro presente al del pretrito presente18. Segn Huyssen, el m undo se halla en un proceso de m usealizacin, con el recuerdo total com o m eta. Su lista de ejem plos no carece de precisin ni extensin:

    Desde los aos 70 del siglo XX, asistimos en Europa y en Estados Unidos a la restauracin historicista de los viejos centros urbanos, a paisajes y pueblos enteros devenidos museos, a

    diversos emprendimientos para proteger el patrimonio y el acervo cultural heredados, a la ola de

    nuevos edificios para museos que no muestra signos de retroceder, al boom de la moda retro y de

    9 VidalNaquet, Pierre, Prefacio a la edicin espaola. En Forges, JeanFrancois. Educar contra Auschwitz. Historia y memoria.

    Anthropos, Barcelona, 2004 10

    Yerushalmi, Yosef, Reflexiones sobre el olvido". En VVAA, Usos del olvido. Nueva Visin, Buenos Aires, 1998 11

    Por ejem plo, Fink ielkraut , Alain,. La memoria vana. Del crimen contra la humanidad, Barcelona, Anagram a, 1990. 12

    Brossat , Alain, La era del testigo. En Richard, Nelly (Editora) , 2000. Polticas y estticas de la m em oria, Cuarto Propio, Sant iago, 2000 13Agam ben, Giorgio, Lo que queda de Auschwitz: El archivo y el testigo. Homo Sacer II. PreTextos, Valencia, 2000. No resulta casual, por tanto, la creciente im portancia que ha ido tom ando la cuest in de la autobiografa dent ro de la teora literar ia en particular, desde de Man (Autobiography as defacement. En The rethoric of romanticism. Colum bia University Press, Nueva York 1984) y Derr ida (The ear of the other. Otobiography, Transference, Translation. Schocken Books, Nueva York, 1985) ) . Tales debates han sido retom ados en la cr t ica lat inoam er icana, fundam entalm ente, desde el test im onio, a t ravs del ya clsicos texto de Beverley (Testimonio: On the politics of truth. University of Minessota Press, Minneapolis, 2004) y el notable antecedente existente en Duchesne (Narraciones de testimonio en Amrica Latina. Universidad de Puerto Rico, Ro Piedras, 1992.) . El que Sarlo (Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro de la subjetivo. Siglo XXI , Buenos Aires 2005) haya cr it icado tal preponderancia parece tanto rat if icar la cent ralidad de tales debates, com o la necesidad de repensar las presentaciones postdictator iales de la m em or ia. Parte im portante de lo aqu presentado ref iere, precisam ente, a aquello. 14

    Casullo, Nicols, La memoria de las cosas, pg 102. En Jos Tono Martnez (compilador), Observatorio Siglo XXI. Reflexiones sobre arte, cultura y tecnologa, Paids, Buenos Aires, 2002. 15

    Kohan, Martn, Sobre el olvido En ht tp: / / www.rayandolosconfines.com .ar/ ref lexiones.ht m l 16

    Todorov, Tzetan, Los abusos de la memoria, Paids, Barcelona, 2002. 17

    Aug, Marc, Las formas del olvido. Gedisa, Barcelona, 1998, pg 104 18

    Huyssen, Andreas, En busca del futuro perdido: Cultura y memoria en tiempos de globalizacin, Fondo de Cultura Econm ica, Mxico D.F., 2002

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    muebles que reproducen los antiguos, al marketing masivo de la nostalgia, a la obsesiva

    automusealizacin a travs del videograbador, a la escritura de memorias y confesiones, al auge de

    la autobiografa y de la novela histrica posmoderna con su inestable negociacin entre el hecho y

    la ficcin; a la difusin de las prcticas de la memoria en las artes visuales, con frecuencia

    centradas en el medio fotogrfico; y al aumento de los documentales histricos en televisin,

    incluyendo en EEUU un canal dedicado enteramente a la historia, el History Channel19 Aunque tales procesos suelan referir al pasado de dist intos estados, deben ser pensados

    com o una condicin com n de los m ism os. El acto de recordar , en efecto, se globaliza im poniendo internacionalm ente la necesidad de asum ir la responsabilidad por un pasado que no necesariam ente quienes la habitan han experim entado. El m alestar con el presente y un aceleram iento de fut uros no deseados busca consuelo en una m em oria que busca prom eter cierta cont inuidad en el t iem po, lo que ya no se asegura en el futuro. As, estaram os en conf iguracin de una lenta y tangible t ransform acin de la tem poralidad de la v ida, producida en la com pleja interaccin de cam bios tecnolgicos, m edios m asivos de com unicacin, nuevos pat rones de consum o y una m ovilidad global. La cult ura de la m em oria ocupa un lugar cent ral en las m utaciones que llevan a una com presin del presente y lo que podram os denom inar, yendo m s all del texto en cuest in y , recurr iendo a Baj t in, su cronotopa20. Huyssen rem arca la paradoja existente ent re los crt icos de la am nesia producida por la velocidad e instantaneidad im puesta por m edios elect rnicos necesar ios para resguardar, hoy, la m em oria. Precisam ente por la inestabilidad del t iem po y espacio del presente generado por tales m edios, estos son usados desde una m em orializacin que intenta cont rarrestar su efecto. El boom de la m em oria, por lo tanto, parece ser sim ultneo antes que cont rapuesto al del olv ido, de la m ism a form a que la com ercializacin y la aurat izacin de lo recordado tam bin son actualm ente conjugados. Antes que pensar tal boom com o respuesta ante cierta ir recuperable prdida, Huyssen rem arca la necesidad de repensar la tensin ent re m em oria y olv ido ante las afecciones producidas por los nuevos regist ros tecnolgicos. No slo el pasado no resulta un topos seguro y anticipable, ni ajeno a la virtualizacin, sino que su rescate en s mismo no asegura solucin a las necesidades del presente al punto que seala que quizs resulte necesar io tam bin recordar el futuro, y no slo el futuro de la m em oria. Antes que considerar tal boom com o contenido que llena el vaciam iento producido por la com prensin descrita, seala la necesidad de pensar sin tal concepcin de com pensacin, considerando precisam ente que tal com prensin reordena toda la experiencia de la tem poralidad m ediante la cual se habita tarea que, en dist intos libros, despliega lcidam ente. Por lo m ism o, el exceso del conocim iento del pasado puede llevar, antes que a una propensin a la accin posibilitada por tal conciencia histrica, a la desorientacin en un conocim iento potencialm ente inf init o y a la inaccin de quien, de tanto recordar , olv ida el presente. No es casual as la constante m encin a las f iguras ideadas por Bor ges de la Biblioteca de Babel y del m em orioso Funes ante una m odernidad que hoy podr a ser definida com o intento de codif icacin y regist ro total del m undo, en un exceso de inform acin tal que hace

    19 Ibid

    20 Bajtin, Mijail, Las formas del tiempo y del cronotopo en la novela. Ensayos de potica histrica. En Teora y esttica de la

    novela, Taurus, Madrid, 1989

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    im posible recordar todo lo que all se intenta rescatar del olv ido21. Pues ya no slo se t rata de considerar la arbit rariedad de las clasificaciones pensada en ot ros de sus textos tan t iles, en un principio, para el em ergente pensam iento de Foucault, sino la v irtual inf init ud de su contenido y la im posibilidad de concebir lo nuevo ent re una tem poreidad que ya no parece situarse hacia el futuro com o en la idea de m oderna del progreso. Mient ras aquella concepcin sigue im perando, im plcitam ente, en las concepciones econm icas y organizat ivas de m odernizacin, en la dim ensin cultural estar al da pareciera ser considerar el pasado, a t ravs de dist intas producciones de imaginar la nostalgia22.

    La reflexin de Huyssen parece retom ar el cuest ionam iento que ya Nietzsche, a fines del siglo XIX23, estableci cont ra el exceso de m em oria com o la enferm edad histrica desde la idea del historiador ant icuario y su afn de total preservacin, que notablem ente recuperada por Virno para considerar la creciente nostalgia por el reciente pasado24. Sin indagar m s en Nietzsche, podem os sim plem ente recordar que el olv ido resulta un filosofem a cent ral a lo largo de su obra, y que no es el nico autor de la poca que diagnost ica ciertos cam bios en las concepciones y usos de la m em oria. Tam bin Freud insist ir en la crucial funcin del olv ido com o potencia25. Es decir, la buena m em oria no resulta aquella que recuerda todo, sino aquella que es capaz tam bin de olv idar . Por ot ra parte, Alois Riegl pensar ya la naciente nostalgia a t ravs del concepto de valor de antigedad, com o caracter st ica dist int iva del siglo XX y la cent ralidad all poseda por el valor histrico26. Su reflexin sobre el culto m oderno a los m onum entos resultaba part icularm ente vigente, com o reflexin sobre la const ruccin de cierto pasado observable, com o elem ento prop io de cierto avance de la m odernidad. Es decir , que su carcter progresista se orienta al futuro, m as configurando cierto pasado del cual dist inguirse. Lcidam ente, ant icipa que lo que result a m oderno en su poca tam bin se regist rar com o pasado por un futuro presente: se ir convirtiendo paulatinamente en monumento y ocupando el vaco que las fuerzas naturales imperantes en el

    tiempo irn creando en el patrimonio monumental heredado27. No parece casual que estas reflexiones sur jan contem porneam ente al surgim iento de la

    fotografa y el cine, disposit ivos que perm iten reart icular la m em oria y archivar el pasado de form as inditas. A grandes rasgos, podem os esbozar la tesis de que as com o los pensadores ilust rados debieron hacerse cargo de la invencin de la im prenta - rechazando la m em or izacin desde la figura del loro en cont raposicin al desdn m edieval por el asno28- el pensam ient o de tal poca ya debi considerar la posibilidad de un archivo infinit o. Diagnst ico que Internet , en la poca en que escribe Huyssen, consolida. Desde all puede repensarse la notable problem at izacin realizada por Derrida al concepto de archivo29, tal com o un pensador tan influyente en la actualidad al pensar la

    21 Candau, Joel, Memoria e Identidad, Buenos Aires: Del sol, 2001, pg 109.

    22 Appadurai, Ar jun, La modernidad desbordada. Dimensiones culturales de la globalizacin, Tr ilce, Montevideo, 2001, pg 91.

    23 Nietzsche, Friedrich, De las ventajas y desventajas de la historia para la vida. En Consideraciones intempestivas. Alianza,

    Madrid, 2000. 24

    Virno, Paolo, El recuerdo del presente. Ensayo sobre el tiempo histrico, Paids, Buenoos Aires, 2003, pg 161 25

    Por ejem plo,en Psicopatologa de la vida cotidiana, Alianza, Madrid, 1999 26

    Riegl, Alois, El culto moderno a los monumentos: caracteres y orgenes, Visor, Madrid, 1987 , pg 39 27

    Ibid, pg. 54 28

    Weinrich,Harald, Leteo. Arte y crtica del olvido, Siruela, Madrid, 1999, pg 76 29

    Derr ida, Jacques, Mal de archivo, Trot ta, Madrid, 1995

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    m em oria, com o Walter Benjam in, prest im portante atencin al cine y la fotografa, as com o a la literatura de Marcel Proust 30. La dist incin de este lt im o ent re m em oria voluntaria y m em oria involuntaria slo puede surgir en una poca en la que la proliferacin de im genes puede generar que el sujeto recuerde cont ra su propio cont rol. Benjam in no es el nico pensador de aquella poca que cont rapone la vaciedad del t iem po hom ogneo del calendar io a la experiencia v iv ida. Bergson 31 y Heidegger32, en efecto, se harn cargo de tal dist incin com o ncleo de su filosofa.

    Alrededor de aquellos aos, surge el seero t rabajo sociolgico sobre la m em oria de Maurice Halbwachs, discpulo de Durkheim de t rgico deceso en Treblinka. Nos interesa resear de este am plio t rabajo que no slo seala que los marcos sociales de la memoria perm iten const ruir colect ivam ente los recuerdos, sino que stos generan una im agen del pasado coherente con la sociedad de la que surgen33. Las concepciones m s recientes sobre el carcter social de la m em oria insisten en sta com o una const ruccin narrat iva de contenidos plurales e interesados, cuya constante e inestable reconfiguracin torna una im posible una im agen del pasado que pudiese considerarse objet iva o definit iva. Por el cont rario, tanto lo recordado com o lo olv idado com o las form as de recordar y olv idar , resultan en un presente at ravesado por tales intem poralidades.

    Jacques Derrida ha pensado lo pasado com o aquello que, espect ral e inant icipablem ente, asedia el orden presente de presencias. As, seala que ninguna com unidad puede prescindir de su relacin al pasado para conform arse. Al cont rario, todo presente resulta incom pleto y disperso, necesitado de tal relato para generar la totalidad que tal pasado, precisamente, impide: nosotros nunca somos nosotros mismos, y entre nosotros, idntico a nosotros, un smismo [self] nunca es en s mismo ni idntico a s mismo34. Esta im posibilidad de cierre del presente hace que el pasado all se j uegue. Es decir , la herencia del pasado resulta un cam po en disputa. Hacer j ust icia a la herencia guardada, por lo tant o, significa para Derrida cribar , afirm ar select ivam ente en nom bre del pasado un futuro por venir: El porvenir es su memoria35. La lectura del pasado, por lo tanto, resulta fundam ental para m entar aquello que se proyecta hacia el futuro. Aquello, claro est, fundam enta y, sim ultneam ente, t rasciende el espacio acadm ico de la invest igacin histrica. Las dist intas narraciones sobre dist intos pasados circulan por dist intos espacios sociales, art iculando diversas histor ias y tem poralidades que conform an, as, dist intas t ram as de significado sobre aquello que conform a el presente. Podram os decir, as, que no existe t radicin sin t raicin a la totalidad del pasado. Por m s que se diagnost ique hoy la obsesin porque ningn rast rojo del pasado se pierda, ya la propia form a de disponer tal arsenal de recuerdos no puede evitar la prdida36. Toda narrat iva de cont inuidad se com pone parcialm ente, art iculando los fragm entos del pasado y sus vacos desde una unidad com puesta.

    30 En particular, vase La obra de arte en la era de su reproductibilidad tcnica. (En Discursos Interrumpidos. Taurus, 1973) y

    Breve historia de la fotografa (Valencia, Pre-Textos, 2005) . 31

    En part icular, Materia y memoria. Cactus, Buenos Aires, 2006 32

    Por ejemplo, El concepto de tiempo en las ciencias histricas. En Tiempo e historia, Trot ta, Madrid, 1999. 33

    Halbwachs, Maur ice, Los marcos sociales de la memoria, Anthropos, Barcelona, 2004 pg 10. 34

    Derr ida, Jacques, Memorias para Paul de Man, Gedisa, Barcelona, 1989, pg 41 35

    Derr ida, Jacques, Espect ros de Marx, El estado de la deuda, el trabajo del duelo y la Nueva Internacional. Trot ta, Madrid, 1994, pg 13. 36

    Esto es lo que perm ite pensar, en los autores que seguim os, la coexistencia de la crt ica a la inflacin de la m em oria que escribim os y el necesario resguardo, por ejem plo, de la m em oria sobre las dist intas violaciones existentes a los derechos hum anos en un pasado reciente el cual no parece, en absoluto, prescindible. Pues, en efecto, la memoria de mercado (Avelar,

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    En efecto, Raym ond William s cuest iona el concepto de la herencia cultural cuando seala que la tradicin (nuestra herencia cultural) es por definicin un proceso de continuidad deliberada, y, sin embargo, se puede demostrar mediante el anlisis que cualquier tradicin

    constituye una seleccin y reseleccin de aquellos elementos significativos del pasado, recibidos y

    recuperadas, que representan no una continuidad necesaria, sino deseada37. La t radicin, antes que un vnculo natural con un pasado que nos habla, resulta una constante const ruccin ret rospect iva desde el presente. Aquella idea resulta coherente con el exitoso sintagm a invencin de la tradicin, ideado por Er ic Hobsbawm y Terence Ranger . Claro est, tal carcter invent ivo no significa que las prct icas y objetos que se consideran t radicionales no existan antes de tal seleccin. Mas el carcter t radicional de tales elem entos no slo no se deriva directam ente de tales objetos, sino que adem s estos quedan t otalm ente resignificados al pasar a concebirse com o inm utables. Ciertam ente, la const itucin de cierta r itualidad resulta aplicable ret rospect ivam ente a cualquier const ruccin del pasado, y no slo a prct icas m odernas descritas por Hobsbawm . Asim ism o, bien podra objetarse la escasa novedad de la contem pornea preocupacin por los usos de la ant igedad. No slo porque la representacin del origen resulta com n a toda sociedad, sino porque ya la teor a sociolgica clsica t uvo not icia de aquello: Ya Marx iniciaba El 18 Brumario de Luis Bonaparte recordando el recurso de los actores polt icos a la poesa del pasado38, y luego Mauss m uy lcidam ente seal la necesidad de toda nacin de const ruir cierta m em oria com n del pasado39. Sin em bargo, tal preocupacin parece haber tom ado un carcter de indita cent ralidad. Pues difcilm ente tal ejercicio ha resultado t an recurrente y ent recruzado por dist intas prct icas de m em oria com o en la actualidad. La im portancia de la m em oria parece haber tom ado indita cent ralidad en las lt im as dcadas en las form as de imaginar una comunidad40. Stuar t Hall ha nom brado la cont inuidad con el pasado com o una de las form as de elaborar la ident idad 41. Ante la dificultad de m antener la ident idad nacional frente al sim ultneo proliferar de ident idades locales y globales, aquella est rategia parece progresivam ente fundam ental para los dist intos Estados. Por ot ra parte Appadurai rem arca la m useificacin sistem t ica, desde el intento de representar a los dist intos grupos existentes en el Estado a t ravs de dist intas polt icas relat ivas a la herencia, com o una form a fundam ental que despliega el Estado para intentar ident ificarse con la nacin 42. Tal polt ica, indica, resulta llam at ivam ente uniform e en todo el m undo. La polt ica cultural adquiere as una im portancia que claram ente t rasciende la produccin art st ica, enm arcndose en la bsqueda de est rategias de ident ificacin con la colect iv idad a la que, quizs problem t icam ente, se pertenece: la poltica cultural produce zonas de memoria y aprendizaje pblico organizados por

    I delber, Alegoras de la derrota: la ficcin postdictatorial y el trabajo del duelo. Cuarto Propio, Sant iago, 2000, pg. 24) suele fortalecer tal olv ido. Ms adelante intentarem os dar cuenta de qu los discursos de reconciliacin no buscan sim plem ente anular el pasado, sino slo el que resulta m s t raum t ico, fortaleciendo ot ros tantos que poseen un tono en el que prim a una concepcin de ident idad que harto dista de bastarse slo en el presente. 37

    William s, Raym ond, Cultura. Sociologa de la comunicacin y del arte, Paids, Buenos Aires, 1981, pg. 174 38

    Marx, Karl, El 18 Brumario de Luis Bonaparte, Ar iel, Barcelona, 1968, pg. 39

    Mauss, Marcel, La nation. En LAnne sociologique, Troisim e srie, 1953-1954 40

    Parafraseam os, claro est, Anderson, Benedict , Comunidades imaginadas, Fondo de Cultura Econm ica, Mxico D.F., 2007. 41

    Hall, Stuart , A identidade cultural na psmodernidade, DP & A, Rio de Janeiro, 2005, pg. 76 42

    Op. cit., pg 152

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    reglas y coloreadas por debates historiogrficos que regulan el pasado de una forma determinada

    por los intereses del presente43. En aquel m arco, la preocupacin por el pat r im onio cultural ha cobrado indita cent ralidad, t ransform ndose as en un legt im o tem a de Estado. Siguiendo a Nora, deja de sign ificar lo legado por los padres, extendindose a todo vest igio del pasado44. Com o representacin de un pasado com part ido, puede conducirse rpidam ente a la naturalizacin de la cultura, la cual se arraigara en el suelo natal o la t ierra nacional45. El debilitado presente del t iem po y la ident idad pareciera buscar inm unizarse de sus oscilaciones en nom bre de tal pasada com unidad que confirm ara su unitar ia v igencia de sus categoras am enazadas por el desdibujam iento de cualquier narrat iva sim ple de ident idad nacional. Dent ro de tal contexto de una nueva polt ica cult ural, se torna urgente la discusin sobre pat r im onio. La preocupacin pat r im onial adquiere im portancia al pasar de ser pasado del presente, a presente del pasado. Candau recuerda las diferencias ent re las concepciones actuales de pat r im onio con los existentes en ot ros m om entos de la histor ia, sealando que actualm ente se abre a una expansin conquistadora en sus dist intas m anifestaciones pat rim onio cultural, m aterial, inm aterial, arqueolgico, natural, tnico, gent ico y art st ico46. Sin em bargo, aquello coexiste con la escasez de reflexin sobre qu, o cm o, sea el pat r im onio. Bien se ha sealado que, an cuando la preocupacin por el pat r im onio es cada vez m ayor, las invest igaciones al respecto se han cent rado casi exclusivam ente en regist rar lo que deviene pat r im onial, o bien en discusiones sobre las polt icas pblicas al respecto47. La recepcin del asunto ha sido, pues, generalm ente aproblem t ica respecto a la posibilidad o sim plicidad de la nocin de pat r im onio. Por ahora, no existen m ucho m s que conclusiones que, m s bien, debieran ser prem isas. Podem os ejem plificar en torno a tesis que recorren ciertos textos, sin m ayor consideracin conceptual. Por ejem plo, que el pat r im onio resulta una const ruccin social48, su posible rem em oranza del auge m useolgico decim onnico49, o el carcter histrico de su const ruccin 50. Ms interesante, por cierto, resultan tales consideraciones acom paados de cierta interpretacin sobre el pat r im onio com o conservacin de la histor ia de las clases dom inantes51, o en torno a la cuest in de la hegem ona52. Pero tam bin aquellas parecen rpidam ente sortear la pregunta por lo presupuesto. De ah que optem os reconst ruir nuest ro argum ento desde textos que t rabajan el concepto d e pat r im onio quizs m s tangencialm ente, pero con argum entos que perm iten m ayor profundidad.

    As, Jacques le Goff describe la posibilidad de una nueva unidad inform at iva gracias a la revolucin docum ental y su posibilidad de serializar, produciendo as archivos que valorizan la m em oria colect iva, t ransform ndola en pat r im onio cult ural. Desde all, podem os ya rem arcar que lo

    43 Ydice, Georges & Miller, Toby, Poltica cultural, Paids, Barcelona, 2004, pg. 38

    44 Nora, Op. Cit., pg. 78

    45 Candau, Op. Cit., pg. 156

    46 Ibid, pg. 109

    47 Poulot, Dominique, Histoire de la raison patrimoniale en Europe, XVIIIme XXI me sicles

    En ht tp: / / www.lahic.cnrs.fr / I MG/ pdf/ art icle_poulot .pdf 48

    Ballart Hernndez, Josep & i Tresseras, Jordi, Gestin del patrimonio cultural. Ar iel, Barcelona, 2001 49

    PrezRuiz, Maya Lorena, Construccin e investigacin del patrimonio cultural. Retos en los museos contemporneos. En Revista Alter idades n 16, 1998- 50

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    Prats, Llorenc, Antropologa y Patrimonio, Ar iel, Barcelona, 1997

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    pat rim onializado no es algo que antes no ex ist iese, sino que tal at r ibuto se ot orga com o diferencial sem nt ico a m ateriales ya conocidos. Tal operacin ha tom ado part icular im portancia en Francia. En cont raste con lo sucedido con dcadas at rs, el pat r im onio hoy no puede soslayarse ni com o discurso ni com o prct ica53. I ncluso las polt icas de desarrollo local deben pasar por tal dim ensin lo que genera una disgregacin de pat r im onios en dist intas escalas. No obstante, st os parecen generalm ente afirm arse com o parte del pat r im onio nacional, antes que en la m odalidad de reiv indicaciones locales que problem at icen la unidad nacional. Mient ras la fiebre histrica del siglo XIX se apasionaba por producir un conocim iento histr ico, hoy se cent ra en producir tal sent im iento del pasado precisam ente, com o conciencia patrimonial54. El destacado ant roplogo Joel Candau seala que el pat r im onio br illa part icularm ente dent ro del im perante mnemotropismo de la sociedad francesa contem pornea. Ya desde los aos 70, la pasin por el pat r im onio resulta fuerte. Sus m lt iples form as le parecen fuertem ente sostenidas por una voluntad polt ica que, incluso en sus form as m enos m arcadas, se halla siem pre presente55. Su anlisis no desconsidera las lecturas crt icas de tal proceso. Generalm ente sealadas por etnlogos y conservadores de los m useos, stas apuntan fundam entalm ente a la estet izacin de prct icas y recuerdos que, en el origen que buscaran retom ar, fueron vivas realidades antes que objetos de exposicin que, sust rados de la tem poralidad en la que surgen, se exponen ante un espectador ret irndolos de cualquier posible devenir. A diferencia del ant iguo m onum ento y su m ontaje de cierta presencia representat iva de lo recordado, el pat r im onio busca exponer la presencia del pasado com o tal, sin m ediacin alguna. Tal operacin -const it ut iva del m useo y su coexposicin de t iem pos dist intos en un am biente com n 56 pareciera as aplicarse tam bin a prct icas, e incluso colect iv idades: Los efectos posibles de la patrimonializacin generalizada fueron sealados por los etnlogos y conservadores de los museos:

    son la museificacin de todo el pasado, sin ningn discernimiento, la folclorizacin, la fosilizacin y

    el hecho de poner en una vitrina todo lo que se considera arcaico57. La analoga ent re m useo y pat r im onio result a crucial, ya que describe la part icular form a de

    resguardo de objetos y prct icas que se m ant ienen en un espacio de exposicin que t rasciende al m useo. Que puede, incluso, ser la m s dinm ica de las ciudades. De form a t al que lo pat r im onializado debe rem arcarse com o tal, evitando as cualquier posible confusin, y posterior uso a diferencia de lo expuesto en el m useo, que se sabe all er igido ante una m irada que se contenta con m irar . Al igual que el bien del m useo, el del pat r im onio es sim ult neam ente resguardado y restaurado. Dado que la original presencia que se busca se ha perdido, se la refacciona. Pero, a diferencia del m useo, las propuestas de pat r im onializacin suelen exigir una m ucha m ayor difusin de su nuevo rt ulo. No slo porque debiera resultar im portante conocerlo,

    53 Lazo Corvaln, Alejandra, 2008. Aproximaciones al fenmeno del patrimonio y el desarrollo local. La v ille de lisle sur tarn

    en el sur de Francia. En www.culturaurbana.cl n 5 54

    Tornatore, JeanLouis, Les formes dengagement dans lactivit patrimoniale. De quelques manires de saccomoder au pass. En ht tp: / / halshs.archives-ouvertes.fr / halshs-00122998 (Agradezo a Alejandra Lazo Corvaln por haberm e hecho llegar este texto, as com o el citado en la nota anter ior) 55

    Candau, Joel, Antropologa de la memoria. Nueva Visin, Buenos Aires, 2006, pg. 88 56

    Deot te, JeanLouis, Catstrofe y olvido: Europa, las ruinas, el museo. Cuarto Propio, Sant iago, 2000 57

    Candau, Op. Cit., pg. 92

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    sino tam bin porque quien lo conoce bien podra no concebir lo com o parte del pat r im onio de su colect iv idad.

    Pese a tales diferencias, la analoga con el m useo resulta usual. Una interesante m anifestacin de tal crt ica es la realizada por Rioux, quien describe la art iculacin de los vocablos pat r im onio, ident idad y m em oria com o la m s im portante t r iloga de valores contem porneos. Recuerda la celebracin, en 1980, del Ao del Patrimonio. Este ltimo prometa, segn el discurso del m inist ro JeanPhilippe Lecat , ser el hilo v inculante ent re presente, pasado y futuro de la sociedad francesa, lo que le perm it ir a as escapar de la angust ia y la ester ilidad. Tras aquella celebracin, cada ao surgen m lt iples iniciat ivas privadas y locales, generando una extendida cultura del patrimonio que no ha podido sino derivar en una sed de patrimonio. Esta lt im a cubre todas las form as de nostalgia que ha posedo Francia desde 1975, con tal fuerza que am enaza con regir toda significacin desde su lgica: insensiblemente, se volvi patrimonial.58. Lo lt im o resulta interesante ya que indica que ya ni siquiera puede ant iciparse qu ni cunto podr restarse a devenir, en el futuro, pat r im onio cultural. Pues si el pat r im onio resulta, siguiendo a Candau, m s una prct ica que un contenido de la m em oria59, siem pre puede quedar algo por pat r im onializar . Por ejem plo, la progresiva im portancia que ha tom ado el pat r im onio inm aterial perm ite ir sum ando dist intas prct icas a un concepto que ya no se lim ita a objetos o im genes del pasado. El pat r im onio resultar a tan frecuente en la actualidad que todo lo que nos rodea podra convert irse en pat r im onio, desde lo indiv idual a lo colect ivo, pasando por lo concreto y lo intangible60.

    Si bien resulta posible achacar a tales reflexiones cierta exageracin o paranoia, indican claram ente la novedad de la preocupacin del pat r im onio en cuanto tal, com o configuracin sobre lo propio y lo com n que se desva de las concepciones generales. Pues los bienes pat r im oniales se sienten como propios. Desde un vnculo distinto, claro est, como podra sentirse propia una nueva carretera. Pues su efect iv idad vinculante se juega en su posibilidad de parecer const it uirse, sim ultneam ente, com o una propiedad nt im a y com n. Pareciera hoy que la resignificacin de objetos y prct icas com o pat r im onio le otorga una retrica de cercana al origen m s fuer te que a la costum bre. Pues posee la part icular idad de que la fuerza de la significacin pat r im onial se acrecente ante el posible desuso de lo pat r im onializado. Su part icular idad se cifra en que se rescata del potencial olv ido de quien debiese gozar de su propiedad, as com o de su desgaste tem poral. En tal sent ido, prom over, restaurar o recuperar devienen cuasisinnim os cuando refieren al pat r im onio. As, se t rata de una reapropiacin de lo nt im o, la cual se ha recuperado del potencial o lv ido de quienes debiesen gozar de su propiedad. Es decir, debe lograr el oxm oron de reapropiar, de form a colectiva, lo propio, comn y perdido: Esto choca evidentemente con nuestro concepto corriente de la propiedad. Todo el que tiene algo sabe que es suyo. Resulta muy chocante que alguien deba

    58 Rioux, JeanPierre, La memoria colectiva. En Rioux, JeanPierre & Sir inelli, JeanFrancois (Editores) . Para una historia

    cultural. Taurus, Mxico D.F., 1997, pg. 40 59

    Candau, Joel, Memoria e identidad, Del Sol, Buenos Aires, 2002, pg. 159 60

    Duclos, JeanClaude, Prlogo. En Prats, Op. Cit. , pg. 7

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    venir a ensearnos o descubrirnos lo que es nuestro. Pero ste es justamente el caso de lo que

    llamamos patrimonio cultural61. Ahora bien, la preocupacin por el pat r im onio cultural no ha sido m onopolio de Francia ni de ot ros pases europeos. Por el cont rario, existe una creciente preocupacin por el as denom inado patrimonio de la humanidad. Si bien pueden rast rearse decretos de carcter internacional sobre m onum entos y bienes culturales desde tem pranas dcadas del siglo XX62, es durante las lt im as dcadas que tal concepto se ha im puesto extendidam ente, fundam entalm ente, gracias al t rabajo realizado por UNESCO. En una curiosa operacin, lo pat r im onializado se valor iza en cuanto pasado, debiendo para ello estar al da como pasado. Es decir, se m oderniza m aquillndose com o ant igedad presentable. Es claro, en Chile, lo ocurrido en Valparaso: se refacciona m odernam ente lo ant iguo buscando m antener un pasado que, sin tal refaccionam iento, difcilm ente poseera tal valorizacin. Tal caso no resulta aislado en Lat inoam rica. La zona turst ica del barrio bonaerense de La Boca, por ejem plo, puede pensarse tam bin desde aquella lgica. Pero no slo el deterioro previo a la m em orializacin dist ingue a tal proceso en Lat inoam rica, en cont raste a los pases europeos cuyos actuales pat r im onios no parecen tan recurrentem ente surgir de la pobreza. Tam bin la experiencia mnemotrpica resulta dist inta. Pues m ient ras en Europa se desarrolla en la cont inuidad con la m em oria de la catst rofe nazifascista, en Lat inoam rica pareciera darse al m argen de tal rem em oracin, proliferando pblicam ente el objeto ant iguo com o m ercanca kitsch en el m ercado, la ancdota o la m elancola en los m edios de com unicacin o el recuerdo de los v iejos, buenos t iem pos en el cam po polt ico, antes que el test im onio o la discusin sobre el reciente terror. El excelente t rabajo de Jess Mart n-Barbero parece dar cuenta de aquello, al sealar la necesidad de pensar sim ultneam ente la amnesia colectiva y el boom de la memoria. Por un lado, se despliega un indito m em orialism o, a t ravs de planos varios: crecimiento y expansin de los museos en las dos ultimas dcadas, restauracin de los viejos centros urbanos, auge de la novela

    histrica y los relatos biogrficos, moda retro en arquitectura y vestidos, entusiasmo por las

    conmemoraciones, auge de los anticuarios, el video como dispositivo de memorializacin, e incluso

    la conversin del pasado del mundo y no slo del que recogen los museos en banco de datos63. Mas estos m ism os m edios producen nuevas form as de am nesia. Una singular econom a de

    la inform acin resta densidad a la actualidad. Pues esta lt im a dura cada vez m enos, ante la produccin m edit ica de nuevas form as de am nesia y la produccin indust r ial de objetos de acelerada y planificada obsolescencia. El presente se torna aut ista, y su actualidad cada vez m s estrecha, hasta el punto de darse como parmetro la semana, despus el da, y ahora el instante, ese en que coinciden el suceso y la cmara o el micrfono64. Antes de oponer m aniqueam ente la m em oria y la am nesia, Barbero seala la necesidad de pensar su conjuncin com o una nueva estructura de temporalidad, en la cual el pasado pasa a convert irse en ingrediente del presente

    61 Limn Delgado, Antonio, Patrimonio. De quin?. En Aguilar Criado, Encarnacin, (Com p.) Patrimonio etnolgico. Nuevas

    perspectivas de estudio. Consejo de Cultura, Andaluca, 1999, pg. 8 62

    Cabeza, ngel & Sim onet t i, Susana (Editores) Cartas internacionales sobre patrimonio cultural. Cuadernos del Consejo de Monum entos Nacionales, Sant iago, 1997 63

    Barbero, JessMartn, Dislocaciones del tiempo y nuevas tipologas de la memoria. Ponencia presentada en ArteLatina, Ro de Janeiro, 2000 64

    Ibidem

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    com o past iche, y su m ezcla de hechos, sensibilidades y est ilos de cualquier poca, sin necesidad de art icular los contextos en los cuales se or iginaron. De tal form a, se fabrica un presente sin fondo ni horizonte, carente de im genes del futuro ni de un pasado que pudiese ilum inar lo. Esta ausencia de linealidad obliga a pensar el presente desde la im plosin, y la coexistencia de m lt iples tem poralidades. Ahora bien, resulta interesante recalcar que para el autor tal est ructura no resulta novedosa, sino que la m odernidad lat inoam ericana se caracteriza precisam ente por tales dest iem pos. Tal figura resulta interesante, ya que destacados autores han pensado en las lt im as dcadas ya la cultura m oderna lat inoam ericana desde figuras sim ilares, tales com o el desencuent ro65, la heterogeneidad66, la no sim ultaneidad de lo sim ultneo67, la perifer ia68 o la enunciacin fuera de lugar69, dotando as de fuerte arm azn intelect ual a las intuiciones ya existentes en Maritegui sobre la coexistencia de tem poralidades varias en la form acin histricosocial lat inoam ericana70. Aquel dest iem po abre, para el autor colom biano, la posibilidad de resistencia como reapropiacin: formas de resistencia a, y reapropiacin de, la modernidad: burlas e ironas, disimulos y parodias que desordenan las secuencias de la historia oficial de los dominadores, y desencajan los mecanismos de continuidad que hacen funcionar el centramiento

    estructural de una autoridad autoritaria71. Es decir, se t ratara de una hibr idacin m s cercana a lo pensado por Bhabha72 que por GarcaCanclini73, dado el carcter disociat ivo int roducido en tal espaciam iento. Mas el diagnst ico de Barbero no se enm arca fcilm ente en la celebracin de la extensin de tal situacin. Al cont rario, considera que la nueva art iculacin de la m em or ia reenfoca la tensin ent re m em oria y olv ido que rem it e a la otra escena de los detenidos desaparecidos y la m elancola de quienes no han podido acom paar tal prdida con el respect ivo duelo. Aquello exige una nueva nocin de t iem po, capaz de act ivar el pasado y desanudar los t iem pos obturados, a cont rapelo del historicism o com o depositario m onoplico de los valores de la ident idad nacional. Uno de los replanteam ientos que aquello exige rem ite, en efecto, a la im perante concepcin anticuaria del pat r im onio, el cual ha funcionado en pases hurfanos de mitos fundadores com o el nico pr incipio aglut inante de la com unidad nacional. Aquello ha llevado a pensar el pat r im onio desde una lgica esencialista, com o m bito que acum ula sin conflictos la diversidad cultural del pas, que neut raliza las arbit rar iedades histricas y que disuelve las exclusiones m ediant e las cuales se ha const ruido su unidad. Se t rata de un pat r im onio que se concibe com o un don que viene de arr iba, que se conserva con reverencias que im piden la discusin o la revisin, difundido de form a vert ical y ajena a la cot idianidad cultural de la ciudadana y sus usos sociales. Ahora bien, la idea hegem nica del pat r im onio com o m odo de evasin hacia un pasado com n, glorioso e im aginario se erosiona por la fragm entacin de lo nacional producido por una globalizacin que desarraiga las

    65 Ram os, Julio, Desencuentros de la modernidad en Amrica Latina: literatura y poltica en el siglo XIX, Fondo de Cultura

    Econm ica, Mxico D.F., 1989 66

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    Maritegui, Jos Carlos, Siete ensayos de interpretacin de la realidad peruana. Am auta, Lim a, 1952 71Mart n-Barbero, Op. Cit. 72

    Bhabha, Hom i, El lugar de la cultura. Manant ial, Buenos Aires, 2003 73

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    culturas. De form a tal que la decisiva pregunta por la posibilidad de art icular una historia nacional, desde la m ult iplicidad de m em orias que la const it uyen y dispersan, pasa por una redefinicin de lo pat r im onial. La propuesta de Barbero es la de quitar su falsa neut ralidad a tal espacio, aspirando as a que em erjan las conflict ivas diferencias e interesados derechos colect ivos a expresar sus propias m em orias, e incluso nuevas const rucciones de pat r im onio que no se encuadren en narrat ivas nacionales ni universales: Pues ha sido la neutralizacin del espacio lo patrimonialmente nacional por encima de las divisiones y conflictos de todo orden la que ha estado impidiendo, sofocando, tanto los movimientos de apropiacin del patrimonio local como los de construccin de patrimonios

    transnacionales, como el latinoamericano74. Tales problem at izaciones poseen ciertas afinidades con las de ot ros invest igadores

    lat inoam ericanos que han escrito sobre el tem a que seguim os. Pues aunque la reflexin sobre pat r im onio no abunda, parece ir progresivam ente alejndose del diagnst ico realizado por Nstor GarcaCanclini de la ausencia de estudios sobre pat r im onio en los estudios sobre la m odernizacin lat inoam ericana75, pese a las at ract ivas oport unidades que tal tem t ica posee para ser repensada desde los est udios cult urales76. I ncluso su propia lectura del pat r im onio ha sido recientem ente discut ida, dada su desconsideracin de la tem t ica de gnero77. sta tam bin enfat iza en la m ult iplicidad de pat r im onios, los que se const ituyen en un inestable proceso social de luchas por la significacin. Pues se halla all el conf lict o por quienes logran un acceso a la produccin y dist r ibucin de bienes, y nada m enos que de cierta narrat iva hegem nica sobre la sociedad dada la posibilidad del pat r im onio de naturalizar el vnculo identitario, const ruyendo as verosimilitud histrica78. Siguiendo el desarrollo del pensam iento del m ism o autor, podem os considerar que aquello se debe a la existencia de una m ayoritaria concepcin del pat r im onio desde el paradigm a del tradicionalismo sustancialista79. Pues ste excluye del pat r im onio a los bienes no hegem nicos. Cuest ionando aquella operacin as com o los paradigm as m ercant ilistas y conservacionistas- , el ant roplogo argent ino propone la ut ilizacin de un paradigm a participacionista, capaz de acoger las necesidades globales de la sociedad y de seleccin lo preservado de form a consensuada 80. Sintm at icam ente, su concepcin del pat r im onio se aleja as de la directa v inculacin a un t radicionalism o derechista que realizaba aos at rs81. Pues, pese a diagnost icar la v igente cent ralidad de una concepcin conservadora del pat r im onio, parece hallar en el m ism o concepto la posibilidad de su apertura.

    En efecto, el m ism o autor seala recientes cam bios en la nocin de pat r im onio. Estos se deberan a la im portancia de concebir el pat r im onio intangible, en especial el docum entado por

    74 Mart n-Barbero, Jess Los medios, memoria y olvido. Ponencia presentada en Medios para la Paz, Bogot, 1998.

    75 Garca- Canclin i, Op. Cit., pg. 150.

    76 GarcaCanclini, Nstor, Para un diccionario hertico de estudios culturales. En Fractal, n18, volumen V, 2000, pp. 1127

    77 Franco, Jean, Polica de frontera. En de Mojica, Sarah (Editora). Mapas culturales para Amrica Latina. culturas hbridas no

    simultaneidad modernidad perifrica. CEJA, Bogot, 2001, pg. 51 78

    GarcaCanclini, Nstor, Culturas hbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad, Sudam ericana, Buenos Aires, 1995, pg. 188 79

    GarcaCanclini, Nstor, Los usos sociales del Patrimonio Cultural. En Aguilar Criado, Op. Cit. 80

    Ibid, pg. 28 81

    GarcaCanclini, Nstor, Introduccin. Polticas culturales y crisis del desarrolllo: un balance latinoamericano. En GarcaCanclin i, Nstor (Editor) . Polticas culturales en Amrica Latina. Grijalbo, Mxico D.F., 1987, pgina 24

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    regist ros tecnolgicos82. Sim ilar opinin posee Georges Ydice, quien seala que el pat r im onio ha com enzado a ser una categor a cuest ionable por parte de dist intos grupos de la sociedad; pues las preguntas sobre la propiedad y finalidad del pat r im onio se discuten cuando diversos grupos buscan arrebatar al Estado los medios de simbolizacin sobre sus objetos y costum bres83. Im pera tam bin destacar las observaciones de la ant roploga argent ina Mnica Lacarrieu, quien dest aca que la reciente im portancia otorgada al pat r im onio debe tam bin asociarse al rol all j ugado por los m edios de com unicacin y el m arket ing, organism os internacionales com o UNESCO, el increm ento de fluj os t ransnacionales de turistas y al consum o m asivo de m em orias y pat r im onios com ercializables que se anclan en un anhelo por el pasado84. El pat r im onio nacional resultara un grado ex t rem o de inst it ucionalizacin de una m em oria hegem nica, la que selecciona lo que se recordar desde legit im aciones de las ident idades dom inantes85. Desde all puede sealar que la revalorizacin de la diversidad de culturas y su gusto por la diferencia revaloriza patrimonios locales desde una lgica estatal, la cual slo selecciona lo presentable desde una lgica monoltica que no logra dar cuenta de los conflictos subyacentes86. Tam bin Ana Rosas Mantecn seala la necesidad de considerar al pat r im onio com o la const ruccin social heterognea de una invencin a posteriori. Aquello no slo sera pert inente para considerar los bienes pat r im onializados, sino la inestabilidad del propio concepto de patrimonio: Fundamentalmente, reconocer las fracturas y el conflicto tanto en su proceso de definicin, en las polticas de conservacin como en la relacin de los habitantes de una

    nacin con l. El tener presente la aleatoriedad de su constitucin permite develar las polticas de la

    tradicin y allanar el camino a la lucha permanente por ampliar el patrimonio valorado para que

    puedan reconocerse otros grupos sociales, otras voces que pugnan por pluralizarlo y actualizarlo.

    Plantear la complejidad de la relacin de los habitantes de una nacin con el patrimonio

    oficialmente reconocido, devela su utilidad para la identidad pero tambin para la diferencia y la

    alteridad, permitindonos cuestionar el presupuesto del valor por todos reconocido del legado

    patrimonial 87. Tal preocupacin por la pluralidad de pat r im onios resulta incluso sealada en un inf luyente texto sobre las necesidades de la polt ica cultural en Lat inoam rica. Elaborado por Manuel Antonio Garretn t ras la colaboracin de im portantes autores, ent re los que se hallan Garca Canclini y Mart n-Barbero dedica un captulo al tem a de pat r im onio cultural. Seala la im portancia de considerar la pluralidad de lenguas, la cult ura popular , el pat r im onio intangible desde una act iva part icipacin com unitar ia, capaz de m ovilizar las diferentes m em orias. Pues a la hora de proyectarse al futuro el m ayor de los pat r im onios sera, precisam ente, la m em oria histr ica que los

    82 GarcaCanclini, Nstor, Polticas culturales: de las identidades nacionales al espacio latinoamericano. En GarcaCanclin i,

    Nstor & Moneta, Juan Carlos (Com ps.) , Las industrias culturales en la integracin latinoamericana. Grijaldo, Mxico D.F.: Grijalbo, 1999, pg. 53 83

    Ydice, Georges, El recurso de la cultura. Usos de la cultura en la era global. Paids, Barcelona, 2003, pg. 129 84

    Lacarrieu, Mnica, El patrimonio cultural inmaterial: Un recurso poltico en el espacio de la cultura pblica local. En Instantneas locales. VI Seminario sobre Patrimonio Cultural. DI BAM, Sant iago, 2004, pg. 155 85

    Lacarrieu, Mnica, Comentario. En Ibid, pg. 98 86

    Lacarrieu, Mnica, El patrimonio cultural inmaterial: Un recurso poltico en el espacio de la cultura pblica local. En Ibid, pg. 164 87Rosas Mantecn, Ana, Las jerarquas simblicas del patrimonio: distincin social e identidad barrial en el Centro Histrico de la ciudad de Mxico. En Revista Naya, n2, 1998

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    const ituye y t rasciende88. No obstante, aunque la crt ica a las concepciones estt icas del pat r im onio cultural han perm eado ya la elaboracin de propuestas concretas com o la recin sealada, sigue im perando una concepcin estt ica del pat r im onio en Lat inoam r ica, desde la figura del acervo89. An cuando se potencien pat r im onios locales, parecen seguir pensndose desde concepciones unitar ias de la cultura, de form a nacional o incuso universal. Por ejem plo, una im port ante autora peruana sobre polt icas m useolgicas seala que la carrera hacia la modernidad por tanto, nos abre oportunidades de integracin donde reconocemos el importante rol que cumplen los museos

    como gestores de Cultura y conocimiento y como defensores de un Patrimonio Universal90. Es claro que la falta de asidero de las propuestas expuestas no se debe a una

    desconsideracin de la tem t ica pat r im onial en Lat inoam r ica, sino a que se encuadran desde ot ras lgicas. En efecto, el pat r im onio cultural ha obtenido creciente atencin en las lt im as dcadas. Por ejem plo, se ha destacado un creciente inters por la preservacin del pat r im onio urbano 91. Claram ente, carecem os aqu de espacio para describir latam ente tal proceso. Bstenos con indicar que, salvo Surinam y El Salvador, todos los Estados lat inoam ericanos han aprobado la lt im a convencin de salvaguardia del pat r im onio. Nos referim os a la que respecta al pat r im on io cultural inm aterial, la cual fue puesta en vigencia el 2003. Valga aadir que la lt im a convencin sobre un tem a cercano la Convencin sobre la prot eccin y la prom ocin de la diversidad de expresiones culturales ha sido aprobada por 11 pases (Argent ina, Boliv ia, Chile, Ecuador , Guatem ala, Mxico, Nicaragua, Panam , Paraguay, Per y Uruguay) . Slo no la han aprobado adem s de Surinam y El Salvador cinco pases: Colom bia, Costa Rica, Cuba, Honduras y Venezuela. Podem os destacar tam bin ciertos indicios de preocupacin por el tem a desde una perspect iva que t rasciende el Estado nacional y avanza hacia una preocupacin de carcter zonal, en la indita iniciat iva de la preparacin de la postulacin del Cam ino Principal Andino a la lista de Pat rim onio Univ ersal de la Hum anidad, desde la coordinacin de seis pases por valor izar unitariam ente tal lugar. Aquello parece ser coherente con la elaboracin de cuat ro acuerdos de carcter cont inental, en las lt im as dos dcadas, para regular la conservacin del pat r im onio cultural.

    Segn el archivo de UNESCO, Chile posee cinco elem entos del pat r im onio de la hum anidad: El Parque Nacional Rapa Nui (aprobado en 1995) , las Iglesias de Chilo (aprobado en 2000) , el puerto de Valparaso (aprobado en 2003) , las oficinas salit reras de Hum berstone y Santa Laura (aprobado en 2005) y la ciudad m inera de Sewell (aprobado en 2006) . Hay adem s 18 sit ios que se han postulado com o candidatos para form ar parte de aquel pat r im onio. Slo dos de ellos se han postulado despus del ao 2000. En la segunda m itad del siglo XX, Chile adhir i a 9 convenciones de la UNESCO sobre Pat r im onio Inm aterial. Cinco de tales aprobaciones fueron realizadas ent re el 2007 y el 2008, dos de los cuales databan desde m ediados del siglo XX: Convencin sobre la proteccin y la prom ocin de la diversidad de las expresiones culturales, Convencin para la

    88Garretn, Manuel Antonio ( Coordinador) , El espacio cultural Latinoamericano. Bases para una poltica de integracin. Fondo de Cultura Econm ica, Sant iago, 2003, pg. 92 89Rosas Mantecn, Ana. Presentacin: El patrimonio cultural. Estudios contemporneos. En Revista Alteridades n 16, 1998 90Castelli, Amalia, Museos y patrimonio universal. Una mirada desde la interdisciplinariedad. En Museologa e Patrimonio. Revista Elet rnica do Program a de PsGraduao em Museologia e Pat r im nio PPGPMUS Unir io. Volum en 1 (1) , 2008, pp 114119 91

    Rojas, Eduardo, La preservacin del patrimonio histrico urbano en Amrica Latina. Una tarea de todos. Banco I nteram ericano del Desarrollo, Washington, 2002

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    Proteccin de los Bienes Culturales en caso de conflict o Arm ado y reglam ento para la aplicacin de la Convencin, Prot ocolo a la Convencin para la proteccin de los Bienes Culturales en caso de conflicto arm ado, Segundo Protocolo de la Convencin de La Haya de 1954 para la Proteccin de los Bienes Culturales en caso de Conflicto Arm ado y Convencin para la salvaguardia del pat r im onio cultural inm aterial. Mas aquella v inculacin con la UNESCO ha sido am pliam ente desbordada por la inflacin de cierto concepto y valorizacin del pat r im onio.

    Claro est, lo anterior no significa que los objetos y prct icas pat r im onializados antes no exist iesen o que careciesen de valoracin, m as nos parece que la categor a de pat r im onio com o diferencial sem nt ico les otorga una dim ensin nueva. Resulta t il aqu recurrir al trm ino invencin, tom ado de la t radicin retrica, la cual com prendi tal concepto com o la accin de pensar cosas verdaderas o plausibles para volver verdadera una causa, a t ravs de la posterior disposicin de lo ideado92. El trm ino posee una larga data en la reflexin sobre la ident idad latinoamericana, desde el trabajo de OGorman93, y ha sido retom ado recientem ente por UslarPiet r i94. Con part icular product iv idad, se ha rescatado en las lt im as dcadas para pensar ent re m uchos ot ros asuntos la dem ocracia95, la nacin96 o el Tercer Mundo97 al punto que Peter Burke ha diagnost icado una invencin de la invencin. Lo int eresante es que tal concepto perm it e exam inar los procesos de const ruccin del pat r im onio com o un discurso em ergente que resignif ica sem nt icam ente, antes que discut ir su posible carcter verdadero, autnt ico o genuino.

    Lam entablem ente, la reflexin sobre pat r im onio en Chile es escasa. Recin se ha indicado el com prom iso que all deben asum ir las ciencias sociales98, precisam ente por las carencias al respecto. Esto cont rasta con la creciente im portancia que han tom ado las invest igaciones sobre m em oria en los lt im os 20 aos al punto que Mara Anglica I llanes ha escr ito que La batalla de la memoria es, hoy da, la batalla de Chile99 Tam bin la historia social ha brindado cierta teorizacin al respecto100, m as cent rndose en la pluralidad de m em or ias subalternas antes que en las part iculares reconfiguraciones del presente de la m em oria. La m ayor a de las invest igaciones sobre la m em oria del presente se han orientado en torno a la reciente dictadura m ilitar 101. I ncluso las reflexiones sobre m em oria en postdictadura se han cent rado en la tensa ubicacin de la m em oria de la dictadura en los lt im os veinte aos. Si bien la im portancia de tal reflexin no puede desconsiderarse, deviene problem t ica cuando se considera tal eje com o la nica dim ensin de la

    92 Cicern, De la invencin retrica. UNAM, Mxico D.F., 1997, pg. 7

    93 OGorman, Edmundo. La invencin de Amrica. Fondo de Cultura Econm ica, Mxico D.F., 1958

    94 UslarPiet r i, Arturo, La invencin de la Amrica mestiza. Fondo de Cultura Econm ica, Mxico D.F., 1996

    95 Lefort , Claude, La invencin democrtica. Nueva Visin, Buenos Aires, 1990

    96 Fernndez, Alvaro (Com p.) . La invencin de la nacin. Lecturas de la identidad, de Herder a Homi Bhabha. Manant ial, Buenos

    Aires, 2000 97

    Escobar, Arturo, La invencin del tercer mundo. Norm a, Buenos Aires, 1998 98

    Adn Alfaro, Leonor & Uribe Rodrguez, Mauricio,. Arqueologa, patrimonio cultural y poblaciones originarias: Reflexiones desde el desierto de Atacama. En Chungara, Revista de Antropologa Chilena. Volumen 35, n2, 2003, pp. 295304 99

    I llanes, Mara Anglica, La batalla de la memoria. Planeta, Sant iago, 2002, pg. 16 100

    En particular, vase Garcs, Mario, Historia y memoria: Las memorias del pueblo. En Revista de Historia y Ciencias Sociales ARCI S, 2003 n1 y Garcs, Mario y Leiva, Sebast in , El golpe en La Legua: Los caminos de la historia y la memoria. LOM, Sant iago, 2005 101

    Por ejem plo; Peris Blaum es, Jaim e, La imposible voz. Memoria y representacin de los campos de concentracin en Chile: la posicin del testigo. Cuarto Propio, Santiago, 2005; Piper, Isabel, Trauma y reparacin. Elementos para una retr ica de la marca. En Lira, Elizabeth y Morales, Germn (Compiladores). Derechos Humanos y Reparacin: Una discusin pendiente. Santiago, LOM. 2005; Manzi, Jorge et.al. El pasado que nos pesa: La memoria colectiva del 11 de Septiembre de 1973. En Revista de Ciencia Poltica, volumen 23, n2, 2003; Stern, Steve, De la memoria suelta a la memoria emblemtica: Hacia el recordar y el olv idar com o proceso histr ico (Chile, 19731998). Siglo XXI, Madrid, 2002

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    m em oria en el Chile, considerando su olv ido com o una m era ausencia de m em oria. En part icular, tal ha sido la posicin de Nelly Richard, quien desde su seero t rabajo en los ochenta ha art iculado tales discursos desde el rtulo de crtica cultural102. Adem s de sem inar ios y publicaciones103, en torno a tal cam po se ha generado cierto discurso com part ido sobre la problem t ica de la m em oria que destaca en el contexto nacional104. No obstante, la exclusiva atencin por la dictadura parece haber hecho perder la em ergencia de nuevas invenciones de la m em oria, cuya necesidad bien puede pensarse desde las reflexiones que ha brindado sobre la exposicin del iceberg com o im agen de nacin en la Expo Sevilla de 1992105. Pues precisam ente aquello ha obligado a la circulacin de discursos sobre dist intas tem poralidades. Ciertam ente, algunas de stas pueden ser conflict ivas con la m em oria que Richard busca rescatar en part icular, a t ravs de prct icas art st icas y literarias, y de act iv ism o de derechos hum anos. Mas parece errneo considerar el discurso de la transicin com o m ero intento de reconciliacin progresista es decir, com o una operacin de pura negat iv idad del pasado reciente. Por el cont rario, nos parece que tal ha ido acom paado de una retrica de la herencia com n cuyo gesto unificante se desplaza a un pasado nacional com n. Es innegable que aquello genera nuevos discursos sobre la m em oria y, en la m edida que resulte efect ivo, nuevas m em orias, an cuando aquellas no sean del gusto de quien com enta. Por lo tanto, parece errado sealar que se vive hoy en Chile una actualidad que debe ocultar la falta de significados histricos con una sobreabundancia postiza de significantes mediticos que crean la imagen de un hoy en

    constante y rpido movimiento, cuya velocidad de circulacin en la pantalla televisiva no produce

    huellas de inscripcin ni, por lo tanto, memorialidad 106. Desde este punto podem os repensar la prolf ica discusin que aquella autora ha

    desarrollado con Willy Thayer. Pues precisam ente lo que tal autor le achaca es el int ento de t rascender la inm anencia neoliberal recurr iendo a experiencias art st icas en part icular, ligadas al desarrollo de la Escena de avanzada que igualm ente se enm arcan dent ro de la generalizada t ransicin al neoliberalism o desde la polm ica idea que las t ransiciones lat inoam ericanas fueron las dictaduras. Tras ellas, se im pondra el nihilism o de una fact icidad pura que puede tornar cualquier diferencia en un bien de m ercado. Tal ley afecta tam bin a aquellos recursos que podran m ovilizar la m em oria desde un postulado crt ico, com o tam bin a aquellos que rem iten a un pasado lejano o incluso que no se ha viv ido. La m odernizacin no slo acelera la venida de lo nuevo, sino tam bin la generacin de lo arcaico. La cat egora de pat r im onio no resulta un espacio crt ico a la m odernizacin com o sobreaceleracin del t iem po107, sino que surge en su propio seno. Aquello no slo se debe a la velocidad en la cual los objetos envejecen, sino tam bin a la generacin de una nueva coexistencia ent re lo nuevo y lo v iejo, en una actualidad cuyo presente sim ple se ha perdido. Pues tal actualidad no precede a la m ult iplicidad de t iem pos que la const ituye, sino que art icula tal

    102Una buena com pilacin de tales ensayos se halla en Fracturas de la memoria. Arte y pensamiento crtico. Siglo XXI , Buenos Aires, 2007 103

    En part icular, Richard, Nelly (Editora) , Polticas y estticas de la memoria. Cuarto Propio, Sant iago, 2000 104

    Por ejem plo, vase Prez Villalobos, Car los, Dieta de archivo: memoria, crtica y ficcin. ARCI S, Sant iago, 2005 105

    Richard, Nelly, Residuos y metforas: ensayos de crtica cultural sobre el Chile de la transicin. Cuarto Propio, Sant iago, 1998 106

    Richard, Nelly, Historia, memoria y actualidad: reescrituras, sobreimpresiones. En Mabel Moraa (Editora). Nuevas perspectivas desdesobre Amrica Latina: El desafo de los estudios culturales. Cuarto Propio, Sant iago, 2000 107

    Vir ilio, Paul, La bomba informtica. Ctedra, Madrid, 1999

  • Revista CCEHS: edicin N 1 Oralidad y Memoria www.estudioshistoricos.cl 22

    fragm entacin sin posibilidad de totalizarse com o unidad de sent ido. Tal fragm entacin com pone m odos de produccin y procedim ientos tcnicos ant iguos y m odernos, todos a la orden del da, ya sea com o productos del m ercado, ya sea por su novedad o por su m em oria. Es decir , ni lo nuevo ni lo v iejo se guarda de exponerse y circular por los espacios de este m oderno t iem po cuya salida de sus goznes (out of joint) term ina reforzando el despliegue absolut o del progreso universal. De esta form a, la actualidad se const ituye com o m useo en cam po expandido: Lo que llamamos actualidad, como constelaciones de objetos, tecnologas, materiales nuevos y viejos, extraos y familiares, y

    que sociolgicamente se nombra como globalizacin, no es un presente, una poca, un modo de

    produccin; sino ms bien un mosaico en proceso de tiempos diferidos de s mismos y entre s.

    Cuando se describe la actualidad como un ahora en que circulan tiempos de inverso orden, tiempos

    ellos mismos dislocados de s, tampoco se comprende ese espacio como un suelo previo en el cual

    los diversos tiempos queden contenidos108 Tal actualidad perm it ir, siguiendo al m ism o autor, la posibilidad de un infinito archivo pat r im onial. Pues incluso la crt ica a tal proceso puede archivarse dent ro de este cur ioso rtulo capaz de citar a todo el pasado desde el presente que lo rene. Segn Walter Benjam in, tal posibilidad de la inf inita slo era posible en una hum anidad reconciliada, cuya hist oria universal no fuese la del despliegue de la barbarie. Precisam ente, tal es la pretensin del concepto de pat r im onio de la hum anidad: revalor izar lo perdido, com o m om ent os de una historia universal de la hum anidad cuyo t r iunfal presente perm ite revisar ret rospect ivam ente todos sus m om entos pasados com o cont inuidad con un presente que le hace just icia. Quizs de ah surja la recurrente art iculacin en el discurso sobre pat r im onio de una retrica t r iunfalista y ot ra nostlgica. No slo porque, pese a los esfuerzos, siem pre queda algo por pat r im onializar. Sino, m s precisam ente, porque la v ictoria es la generacin de tal nostalgia y su respect iva preocupacin com o justo rescate. Rem em ora un pasado irrecuperable, celebrando la posibilidad del presente de recuperarlo. Sin em bargo, un pensador de orientacin benjam iniana com o Thayer difcilm ente podra considerar que tal operacin act iva la cita redentora que Benjam in rescataba, por ejem plo, en la f igura del coleccionista. De ah que no reserve recursos contra la operacin patrimonializadora: Tal como todo fue susceptible de volverse mercanca, espectculo, arsenal infinito de imgenes, cualquier cosa ahora es susceptible de

    transformarse en patrimonio. La inflacin absoluta de la energa patrimonial no encuentra lmite que

    la interrumpa activando para todo objeto o quehacer la promesa de convertirse en objeto de

    exhibicin. Esta poca habr de determinar como patrimonio la totalidad de su horizonte, incluso el lmite mismo de tal horizonte. Y deber hacerlo, porque todo lo que el deseo intente arrancar al

    juego del patrimonio, se encuentra absorto ya en su posibilidad109. Precisam ente a Walter Benjam in es a quien debem os recurrir para desplegar ciertas

    reflexiones sobre el estatuto actual de las polticas de la memoria en Chile, dent ro de las cuales se enm arcar la preocupacin por el pat r im onio com o tem a de Estado. Claro est, aqu no podem os otorgar una descripcin detallada de su com pleja posicin terica sino sim plem ente t rabajar en

    108 Thayer, Willy, El museo como campo expandido. En Revista de la Academia no.10, 2005, pg. 294

    109 Ibid, pg. 292

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    torno a algunas ideas que nos parecen fundam entales para pensar el asunto 110. Para Benjam in, la historia surge desde una const ruccin que no surge desde un t iem po homogneo, sino desde un tiempo pleno, tiempoahora en el cual el pasado histrico es citado tal com o la m oda cita ropajes del pasado. As, toda inspiracin polt ica presente se orienta en nom bre de cierto pasado. De ah que la histor ia de los oprim idos deba pasar el cepillo a contrapelo a la historia oficial escrita por los vencedores, recuperando as la redentora cit a con un pasado cuyos padeceres se hallan ausentes en los relatos t r iunfales de la posit iv idad del progreso. El gesto de aquella resta perm ite, para Benjam in, hacer saltar el continuum de la historia, y as la t ranquilidad del bot n cultural apropiado por los vencedores quienes, de esta m anera, afirm an el paso de la historia, separndolo de la barbarie que posibilita la generacin de tales obras. Los dist intos discursos sobre el pasado que han im perado en Chile oscilan ent re la necesidad de considerar lo com o leccin y la necesidad de olv idarlo en pos de la reconciliacin. La prim era de aquellas lect uras se ha im puest o progresivam ente, pero am bas com parten cierta lectura del pasado com o pasado, cortando cualquier posible cita o relampagueo que cargue consigo un ndice redentor. Ora renegndolo, ora revisndolo, se lo lee com o suspenso en nuestra tradicin democrtica111.

    Precisam ente por surgir desde bloque polt ico frente a una dict adura cuyo progreso se exacerba, la actual m em oria of icial requiere de una narrat iva histrica capaz de desvincular el estado de excepcin dictator ial que im puso el actual proyecto de progreso econm ica del actual estado de norma. Para Benjam in, la t radicin oprim ida regist ra la im posibilidad de separar tales estados. Ms precisam ente la lectura histrica concertacionista desvincula la v iolencia dictatorial de concepciones de la historia previa com o opresin. De all la necesidad de m ontar una im agen del pasado unitaria, ajena a las div isiones de la historia reciente, cuya recuperacin se establezca com o finalidad para dar pie a un proyecto de fut uro que no requiera la problem at izacin de su pasado. De tal form a, logra conciliar la reciente derrota con una polt ica fundam entalm ente m odernizadora y su progresista im agen de felicidad: la de ir nadando con la corriente. De esta form a, un com ponente esencial de la concepcin oficial del progreso es la de recuperar aquella unidad. Aquello genera, antes que una desm em oria por el pasado reciente, la m ovilizacin de recursos de m em oria capaces de generar la concepcin im perante de cierto pasado com n. Tal despliegue se torna an m s necesar io ante la im posibilidad de la reciente historia polt ica de otorgar una narrat iva vinculante ante el prxim o Bicentenario, en un pas adem s m arcado por la dispersin geogrf ica. No es escasa la idea de una falta de m em oria colect iva en Chile. Podem os dar ejem plos de tal sensacin tanto en m edios acadm icos112 com o en textos de circulacin m s m asiva113. Tal preocupacin parece cif rarse en el contexto global de erosin de los discursos sobre ident idades nacionales, ya m encionado por la necesidad de recurr ir a la m em oria com o vnculo const ituyente de la nacin. Tal necesidad es clara en la descripcin de Manuel Antonio Garretn: Vivimos una poca en que la idea

    110 De ah que nos centremos, directamente, en lo expuesto en El concepto de historia, editado en Dialctica en suspenso

    (LOM, Sant iago, 2000) . Una m ayor art iculacin ent re tal texto y la restante produccin benjam iniana puede hallarse en la int roduccin realizada a tal libro por parte de Pablo Oyarzn. 111

    Marchant, Patricio, Desolacin. Cuestin del nombre de Salvador Allende. En Escritura y temblor. Cuarto Propio, Sant iago, 2000, pg. 222 112Vase, por ejemplo Garretn, Manuel Antonio, Memoria y proyecto de pas. En Revista de Ciencia Poltica v.23 n.2, 2003. Y Milos, Pedro. La memoria y sus significados. En Milos, Pedro (Comp.). Memorias para un nuevo siglo. LOM, Sant iago, 2000 113

    De la Parra, Marco Antonio, La mala memoria. Historia personal del Chile contemporneo. Planeta, Sant iago, 1997

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    de pas, de comunidad histrica nacional estatal, se debilita, en que parecieran existir sociedades

    sin pasado ni futuro que navegan en el mar de la globalizacin, los flujos y las redes o que se

    reducen a las rocas de mltiples particularismos que no trascienden en una colectividad. La

    pregunta que hay que formularse es si existen los pases, las comunidades nacionalestatales como sujetos histricos. Si las hay, en qu consiste la memoria de un pas? Sin duda es la memoria

    colectiva de un nosotros y como toda memoria es una elaboracin del pasado. Pero en pocas y

    sociedades en que el presente es segmentado e individual, no un nosotros, y en que la ausencia de

    ideologas, utopas o proyectos impide el futuro, ese pasado es lo nico que constituye o permite

    fundar un nosotros114. En tal sent ido, la creciente preocupacin por el pat r im onio115 art icula con part icular

    rendim iento ideolgico la separacin discursiva de la dictadura y la cont inuidad con la m odernizacin all im puesta, as com o la apertura econm ica global y la const ruccin de un im aginar io nacional contem porneo. El desm ontaje de tales const rucciones de la m em oria en nom bre de ot ro pasado esto es, de ot ra form a de afirm ar lo- resulta una tarea concept ual urgente para la const ruccin de narrat ivas histr icas que puedan hacer j ust icia a lo ido. Esto es, recuperando su chance y cont rat iem po cont ra el t r iunfalism o progresista, cont ra la lgica m onum ental de polt icas que afirm an sustentarse en un pasado cuya prom esa no dejan de t raicionar cada vez sus cados son nom brados.

    Bibliografa:

    Adn Alfaro, Leonor & Uribe Rodrguez, Mauricio,. Arqueologa, patrimonio cultural y poblaciones originarias: Reflexiones desde el desierto de Atacama. En Chungara, Revista de Antropologa Chilena. Volum en 35, n 2, 2003 Agam ben, Giorgio, Lo que queda de Auschwitz: El archivo y el testigo. Homo Sacer II. PreTextos, Valencia, 2000 Anderson, Benedict , Comunidades imaginadas. Fondo de Cult ura Econm ica, Mxico D.F., 2007 Avelar, Idelber, Alegoras de la derrota: la ficcin postdictatorial y el trabajo del duelo. Cuart o Propio, Sant iago, 2000 Appadurai, Ar jun, La modernidad desbordada. Dimensiones culturales de la globalizacin. Trilce, Montevideo, 2001 Aug, Marc, Las formas del olvido. Gedisa, Barcelona, 1998 Baj t in, Mijail, Teora y esttica de la novela. Taurus, Madrid, 1989 Ballart Hernndez, Josep & i Tresseras, Jordi, Gestin del patrimonio cultural. Ariel, Barcelona, 2001 Benjam in, Walter, Breve historia de la fotografa. Pre-Textos, Valencia, 2005 Benjam in, Walter, Dialctica en suspenso. LOM, Sant iago, 2000 Benjam in, Walter, Discursos Interrumpidos. Taurus, Madrid, 1973 Bergson, Henri, Materia y memoria. Cactus, Buenos Aires, 2006 Beverley, John, Testimonio: On the politics of truth. University of Minessota Press, Minneapolis, 2004 Bhabha, Hom i, El lugar de la cultura. Manant ial, Buenos Aires, 2003 Cabeza, ngel & Sim onet t i, Susana (Editores) Cartas internacionales sobre patrimonio cultural. Cuadernos del Consejo de Monum entos Nacionales, Sant iago, 1997 Candau, Joel, Antropologa de la memoria. Nueva Visin, Buenos Aires, 2006

    114 Garretn, Op. Cit.

    115 Lam entablem ente, carecem os aqu de espacio para exponer la em ergencia de un fuerte cam po inst itucional y discursivo en

    torno al pat r im onio, de exponencial crecim iento desde el gobierno de Lagos. Quien por ello se interese, puede hallar tal revi sin en el volum en com pleto sobre la ya m encionada prct ica de t itulacin.

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