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REVISTA DE HISTORIA MEDIEVAL Y TEMPLARIA

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c Contenido c

PORTADA

LAS CATEDRALES DEL MUNDO. (Catedral de Sta. María de Gerona).

CONQUISTADORES ESPAÑOLES. (Martín Galeano)

LOS REYES GODOS. (Agila I)

LA CAÍDA DE SAN JUAN DE ACRE.

LOS PAPAS DE LA HISTORIA. (S. Marcelo I)

El RINCON DE JOAQUÍN SALLERAS.

REYES DE ESPAÑA, DE 1474 A 1873. (2ª Casa de Austria).

(Felipe II).

JOYAS DEL ROMÁNICO ESPAÑOL. (Claustro Monasterio de Silos).

LA CONCIENCIA COLECTIVA DEL PLANETA.

LEYENDAS Y TRADICIONES POPULARES.

(La Encantada).

CONTRAPORTADA.

c Editorial c

Federico Leiva Paredes Director.

c Colaboradores c

Joaquín Salleras Clarió (Historiador de Fraga).

Albert Coll Vilá

Josep Ricard Vento

Juan A. Portales

Frey Jesús

Fredy H. Wompner

c Envio de artículos c

Email: [email protected]

c Contacto c

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EDITA: OCT

(Orden Católica del Templo)

La OCT no se responsabiliza de las opiniones o doctrinas de los autores, ni de la posible violación de autoría y originalidad de los trabajos, colaboraciones o artículos enviados a esta redacción. Los autores serán los únicos responsables de todas las cargas pecuniarias que pudieran derivarse frente a terceros de acciones, reclamaciones o conflictos derivados del incumplimiento de estas obligaciones previstas por la Ley.

Reservados todos los derechos de edición, publicación y difusión.

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Sta. María de Gerona

La Catedral de Gerona consagrada a Santa María, se encuentra en el punto más alto de la ciudad; posee la nave gótica más ancha del mundo, con una anchura total de 22,98 metros. Su construcción se inició en el siglo XI en estilo románico, siguiendo en el XIII con el gótico, conservando tan solo el claustro románico del XII y la torre de la misma época que data de 1040; se terminó en el siglo XVIII. A su lado se encuentra el antiguo Palacio Episcopal, sede en la actualidad del Museo de Arte de Gerona.

Desde los comienzos del cristianismo por toda esta zona, la ciudad de Gerona fue sede de un obispado que se asentó en la iglesia de Santa María, regentando al mismo tiempo el santuario del mártir diácono San Félix; este santuario se había edificado sobre la tumba de dicho mártir, cerca de la muralla de la ciudad. Esta pequeña iglesia de San Félix recibió el culto cristiano en sustitución de la de Santa María cuando los árabes se apropiaron de ella para convertirla en mezquita mayor, en el año 717. Más tarde, en el 785, Gerona fue conquistada por los francos, entonces bajo la autoridad de Carlomagno. En el 882 se formó la primera comunidad de canónigos y en el 908 la iglesia fue de nuevo consagrada.

Se tiene noticia de la evolución de la catedral y sus distintas etapas de construcción a partir del año 1015 en que se hallaba en estado lamentable y ruinoso. El obispo Pedro Roger (hijo de Roger II de Cominges, conde de Carcassone), y hermano de Ermesenda de Carcasona, condesa de Barcelona y de Gerona, se ocupó de llevar a cabo las reparaciones importantes en los muros y en las cubiertas de madera. Para hacer frente a estos gastos vendió a su cuñado el conde de Barcelona Ramón Borrellla iglesia de San Daniel por la que recibió 100 onzas de oro. Cuatro años más tarde, en 1019, se dotó al edificio de manera generosa, con lo que pudieron iniciarse las obras de un claustro y sus dependencias, ampliándose en 1031 y en 1064, siempre en estilo románico.

Se hicieron también obras renovadoras en la cabecera de la iglesia que se

consagró nuevamente en 1038. De esta fecha datan dos obras importantes que probablemente proceden de los talleres del Rosellón: la cátedra episcopal y el ara del altar que además se vio lujosamente revestida de oro gracias a un legado especial de la condesa Ermesinda, de 300 onzas de oro. El patio o primitivo claustro se fue

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transformando durante el siglo XII. En 1081 se había empezado a construir la torre-campanario que recaía sobre el lado sur del claustro y que fue terminada en 1117 a partir del segundo piso.

A finales del siglo XIII hubo una propuesta de obras para transformar la cabecera que se consideraba insuficiente para el culto litúrgico del momento.

“El Capítulo de la seo de Girona reunido como de costumbre ha establecido,

deseado y ordenado que sea construida y elevada de nuevo la cabecera de esta iglesia y alrededor de esta cabecera se edifiquen nueve capillas y en el antiguo dormitorio [de la Canónica] se haga la sacristía “.

<<<Plano de la catedral

A este propósito, en 1292, el tesorero Guillén Jofré hizo donación de 10.000 sueldos catalanes. Pero hasta 1312 no se formalizó el proyecto. El cambio consistió en la ampliación

de la cabecera con girola y nueve capillas encargadas a Enrique de Narbona. A su muerte las obras continuaron bajo la dirección

de Jaime Faverán. Siguieron los arquitectos Guillermo Cors, Francisco Saplana y Pedro Sacoma que dio fin a la cabecera en 1347. Una vez terminado este espacio, el arquitecto Guillermo Monry siguió la ampliación del tramo del coro

inmediato al presbiterio, finalizando esta obra en 1368. En este punto era necesario unir la parte nueva con la planta románica por

medio de una nave transversal que haría las veces de crucero.

La idea original era construirla en tres naves. La propuesta de continuarla con una nave única provocó la suspensión de las obras y una discusión intermitente de responsables y técnicos que duró cincuenta años. El catedralicio convocó en 1417 una reunión de maestros de obras y de expertos; tras escuchar su dictamen, aunque éste era favorable en su mayoría a las tres naves, se decidió por continuar la construcción en una única nave. Ésta tendría una altura de 34 metros, lo que la convertiría en un monumento único en la historia de la arquitectura gótica mundial.

Se hizo cargo de la nueva construcción el maestro de la catedral Guillermo

Bofill, imponiendo un razonado criterio en cuanto a la técnica a seguir. Así se construyó la enorme nave que mide 50 m de largo por 23 de ancho y 34 de alto. El maestro Bofill no vio finalizada la obra pues el último tramo se edificó ya en el siglo XVI, a cargo del maestro José Ferrer. En 1604 se derribó el frontispicio románico que aún se conservaba.

La fachada es barroca y fue construida en 1730. La escalinata central de acceso se construyó en 1607. En el exterior de la catedral se conserva el pórtico gótico de San Miguel, situado al norte, y el pórtico de los Apóstoles al sur, del siglo XIV y al que se le añadieron algunas esculturas en el siglo XV. Hay que destacar también la catedral episcopal románica del siglo XI situada sobre la capilla mayor; el retablo mayor, de plata dorada y esmalte, obra maestra de la orfebrería gótica realizada por Bartomeu entre 1320 y 1357.

En el tesoro de la catedral se puede admirar el tapiz de la Creación así como

diversas esculturas. Uno de los principales arquitectos (y también escultor) del siglo XVII fue Pere Costa i Cases.

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En 1606 se puso la primera piedra de esta fachada pero las obras se demoraron y no continuaron hasta 1680, parándose de nuevo y avanzando lentamente durante los años sucesivos. Hasta1960 no se dio por terminada la obra y en los dos años siguientes, los escultores locales Josep M. Bohigas, Antoni Casamor, Jaume Busquets y Domènec Fita realizaron las esculturas monumentales que se instalaron en las hornacinas vacías.

La fachada es de estilo barroco-clasicista, dividida

en tres cuerpos a modo de retablo. Sobre el último cuerpo se abre un gran óculo coronado por frontón y arriba se abren siete vanos de arco rebajado o escarzano. Los nichos u hornacinas de los tres cuerpos están separados por columnas pareadas y ocupados por las esculturas de las que se ha dado noticia, realizadas en el siglo XX.

El interior muestra la grandiosa nave única, gótica, cubierta por bóveda de arcos diagonales que se apoyan en grupos de columnillas. Los contrafuertes laterales de la primera zona albergan dos capillas por tramo. En la segunda zona, en los dos tramos antes de llegar al presbiterio, se abren amplios ventanales góticos y debajo, las ventanas del triforio que recorren ambos muros. Antes del presbiterio y cerrando el fondo de la gran nave se

levanta un muro con un arco central y dos laterales, más tres óculos, dos más pequeños sobre las tres ventanitas del triforio y uno mayor en el centro, cercano a la bóveda. Las vidrieras del presbiterio son del siglo XVI, con temática de la vida de la Virgen.

El coro tiene una sencilla sillería del siglo XVI, de buena talla pero que resulta algo modesto para la categoría de esta catedral. Es obra importante la silla episcopal del maestro Eloy, que pertenece a la sillería gótica anterior. También se conserva la silla episcopal románica, elaborada en mármol de una sola pieza. En el coro se encuentra el órgano moderno de 1943 que sustituyó al del siglo XVI construido por el maestro J. Bordons.

La capilla mayor se encuentra dentro del presbiterio. Tiene un original retablo del siglo XIV recubierto de plata que es una obra de orfebrería de mucho valor. La comenzó el maestro Bartomeu en 1325, la continuó Ramón Andreu de Gerona y la finalizó Pedro Bernés hacia el año 1358. Sigue la narración de la vida de Jesucristo y remata con tres figuras bajo doselete gótico, siendo la central una imagen de la Virgen con el Niño. Además del chapado de plata está adornado con esmaltes. Está resguardado por un baldaquino también de plata, sostenido por cuatro columnas. El baldaquino fue elaborado entre 1320 y 1326, probablemente por los mismos artistas que el retablo.

El altar de esta capilla es una pieza románica importante que sostiene el ara de

mármol labrado, de 2,5 m por 1m de profundo. Está despojado del riquísimo frontal que tuvo (legado especial de la condesa Ermesinda): era de alabastro con varias escenas en relieve, recubierto de oro y engarzado con piedras preciosas. En 1809 fue vendido a las tropas francesas en un millón de francos, operación necesaria para poder hacer frente a los tributos impuestos por los mismos franceses.

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Las vidrieras de la catedral fueron, en su origen, de tres tipos. Las primeras y más antiguas se atribuyen al Maestro del Presbiterio y fueron realizadas al tiempo de iniciarse las obras del conjunto. Las segundas, atribuidas a Guillem de Letumgard se realizaron al inicio de la segunda mitad del siglo XIV. La más importante de éstas es el Calvario situado en el centro de la girola y la gran vidriera de Antoni Thomas en la cara sur. El tercer grupo son todas aquellas incorporadas con posterioridad hasta bien entrado el siglo XX, de las que destacan los dos rosetones del primer tercio del siglo XVIII, obra de Francesc Saladriga, maestro vidriero barcelonés y consideradas unas de las mejores del arte barroco español.

A mediados del siglo XVIII buena parte de las vidrieras fueron destruidas, en

especial los rosetones y las más modernas, sin que se sepa exactamente cómo ni por qué. La restauración se llevó a efecto casi inmediatamente, antes de acabar el siglo, con técnicas que, pasado el tiempo, dejaron los vidrios con apenas unos trazos y colores desvaídos de lo que fue la vidriera original. A finales del siglo XX se realizó una labor de reconstrucción que, tras un estudio, rechazó la posibilidad de una reintegración creativa (esto es, haciendo en realidad una obra nueva sobre la anterior, dada la gran pérdida sufrida), por una restauración que aceptaba el paso del tiempo y algunos de los daños sufridos. Se trató de disminuir el impacto de la presencia de los vidrios blancos en los efectos sobre la luz y mejorar el perfil perdido de los dibujos. Aunque recuperadas, muchos de los efectos lumínicos, así como una parte significativa de los mensajes bíblicos que transmitían y que debieron ofrecer en su tiempo las vidrieras se han perdido irremediablemente. El obispo de Gerona, Francesc Pardo, inauguró en julio de 2011 la vidriera del último ventanal de la fachada norte de la Catedral, que se mantenía cerrado, una obra del artista irlandés Sean Scully con motivos abstractos. La inauguración del ventanal tras 400 años puso punto y final a la restauración de la cara más deteriorada de la iglesia.

LOS SEPULCROS

La catedral de Gerona cuenta tanto en la iglesia

como en el claustro con un amplio y tradicional arte funerario que corresponde a los numerosos sepulcros de obispos, personajes de las familias reales y condes, artistas y arquitectos y otras figuras de relevancia. Están repartidos por todo el edificio y algunos son verdaderas obras de arte. Pueden destacarse como los más

importantes los siguientes: • Obispo Bernardo de Pau, (muerto en 1475), en la capilla de San Pablo. Se

considera como la obra funeraria más sobresaliente de la catedral. Es de estilo gótico florido del siglo XV, con arco conopial entre agujas. Consta de tres cuerpos: el primero está compuesto por cuatro figuras tenantes con el escudo del obispo mientras otras dos sujetan un libro en cuyas páginas se lee una inscripción honorífica.

El segundo cuerpo muestra a la Virgen coronada y rodeada de cuatro figuras,

una de las cuales corresponde al obispo. El tercer cuerpo es el propio lecho mortuorio con la figura yacente revestida de pontifical y rodeada de ángeles. Otros ángeles

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suben al cielo el alma del obispo. Todo está adornado de tracerías caladas y cenefas vegetales o con ángeles.

• Obispo B. Vilamarí, en la capilla de Todos los Santos, sepulcro labrado

por Jaime Faverán que sólo presenta la figura del yacente. • Obispo Berenguer de Anglesola, junto a las gradas del presbiterio en el

lado del Evangelio, en sepulcro de alabastro labrado con figuras de plañideras bajo doseletes. El obispo está revestido de pontifical y lleva una mitra.

• Conde de Barcelona Ramón Berenguer II, en el deambulatorio de la girola, en lo alto, sobre la puerta de la sacristía; Sepulcro de Ramón Berenguer II. Está representado con su armadura de guerrero y reposa sobre el sarcófago cuyo frente está labrado con los escudos repetidos del yacente. En frente, también en lo alto, se encuentra el sepulcro de su esposa Mahalda. El autor de las dos obras es Guillermo Morell (del siglo XIV) y fueron hechas a petición de Pedro IV de Aragón.

• Guillermo de Villamar, arquitecto de la catedral. Es obra de Jaime Faverán, de 1322.

• Arnaldo de Monredó, en el fondo del templo, con doble arco de tracería gótica calada.

• Ramón Bofill, en la capilla de la Esperanza (antiguo refectorio del claustro románico).

Las capillas de San Bernardo, Santa Marta, San Isidro, Esperanza y Santa Elena,

acogen en su interior varias sepulturas de los siglos XIII, XIV, XV y XVI. En el claustro, en el suelo de las pandas, puede verse un gran número de lápidas con inscripción y escudo correspondiente, además de otros sarcófagos. Por F.L.P.

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Martín Galeano-Doria (Génova/Valencia del

Mombuey, Badajoz) fue un conquistador Español de origen Genovés compañero de Gonzalo Jiménez de Quesada. Perteneciente a una antigua y noble familia derivada de los Barones de Issarts, los Duques de Châteauneuf de Gadagne y los Príncipes Imperiales de la Maison de Galléan(de la filiación: Niza-Génova). Fundador de la ciudad de Vélez.

Encomendero de un amplio territorio desde

Chiquinquirá hasta Vélez. Señor de Saboya. Territorio nombrado en honor al territorio italiano del mismo nombre Saboya. Aunque se dice que el Cacique de la región se llamaba "Saboya" y por ello es su nombre, Ésta palabra es netamente de origen italiano. No existe en el lenguaje de los Muíscas y menos del dialecto de

la región, una palabra que se designe así. La explicación más plausible para que el Cacique fuera llamado "Saboya", es que fuera el nombre dado a él por los españoles. No es de extrañar. En la historia de América y de Colombia se dio el mismo caso muchas veces.

El conquistador Martín Galeano, aunque se desconoce la fecha de su nacimiento, se sabe que había nacido en la población de Valencia del Mombuey (Badajoz), no obstante, algunos autores aseguran que llegó con sus padres y hermanos a esta localidad siendo aún de muy corta edad. Era hijo de un matrimonio italiano de la distinguida Familia Galeano que formaba parte del patriciado de Génova y que se había establecido en la citada villa extremeña.

Muy joven, habiendo quedado huérfano, se integró como soldado en los tercios

españoles que intervenían en Europa y en 1525 peleó en la famosa batalla de Pavía a las órdenes de don Antonio de Leiva.

En 1535 pasaba a Santa Marta (Colombia) en la expedición del Adelantado

Pedro Fernández de Lugo. Al año siguiente, y como capitán de caballería, Martín Galeano se integraba en la jornada exploradora que, teniendo como punto de partida la caribeña ciudad de Santa Marta, comandaba el licenciado Gonzalo Jiménez de Quesada para emprender la exploración y conquista del rico territorio de los indios “muisca”, que se asentaban en los alejados parajes de la cordillera andina que corresponde a la actual Colombia.

Durante el desarrollo de esa marcha, y después de un periplo de penalidades y sinsabores que les costó salvar la fragosa distancia que hay desde Santa Marta hasta la actual Bogotá, de los 800 soldados que habían salido para tan trabajosa aventura, solamente habían logrado sobrevivir unos 168 hombres; entre ellos figuraba el extremeño Martín Galeano. Cuando en 1536 el licenciado Jiménez de Quesada, había sido comisionado por Fernández de Lugo para emprender la exploración y conquista del inmenso territorio que se prolongaba hacia el sur, Gonzalo seleccionaba a los

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mejores hombres para dar comienzo a tal empresa. En el laborioso periplo explorador, después de abandonar el curso del río Magdalena, tomaron un transitado camino ascendente que trepaba hacia la serranía y que discurría siguiendo el cauce del río Opón.

Galeano era uno de los 60 soldados que, con el capitán Juan de San Martín, emprendieron la exploración de aquel embarrado y resbaladizo camino; al llegar a una loma fueron sorprendidos por una turba de indígenas que les atacaban sin dar tregua. A duras penas, Martín Galeano consiguió llegar a la cima montado en su caballo y briosamente gesticulando y blandiendo la lanza consiguió aterrorizar a los indígenas que, asustados por los gritos de Galeano, y creyendo que caballo y hombre eran un solo cuerpo, desistieron del ataque y escaparon del lugar.

Siguiendo la marcha exploradora hacia la serranía andina, después de comprometidas vicisitudes

y varios enfrentamientos con las diferentes parcialidades indígenas que iban encontrando en su itinerario, los hombres de Jiménez de Quesada llegaban al valle de los Alcázares, donde en sus inmediaciones fundaban el primer asiento de Santa Fe de Bogotá.

En las exploraciones que se realizaron desde el asiento de Bogotá, Martín Galeano se había distinguido en infinidad de ocasiones demostrando dominio castrense y buen juicio en sus diversas intervenciones en las refriegas con los indígenas. Con este proceder, cuando Jiménez de Quesada marchó a España en 1539 para dirimir las reclamaciones del territorio entre él, Sebastián de Belalcázar y Nicolás Federmann, encargó a Galeano que fundase una población, en la comarca de Chipatá (y que le pusiera el nombre de Vélez), en lugar intermedio al camino recorrido desde el río Magdalena, para que sirviera de base a nuevas exploraciones y diera cobijo a los viajeros que venían de Santa Marta.

A principios de mayo de 1539, acompañado de soldados y caballería, salía Galeano de Bogotá a cumplir con el encargo, y después de buscar el lugar apropiado y como los indígenas eran pacíficos y laboriosos, el 3 de julio de ese mismo año, se fundaba la población de Vélez a orillas del río Suárez. Después de repartir los solares, y con la ayuda de los indígenas comarcanos, se procedió a fabricar precarias casas para refugio de los conquistadores, además del Cabildo, la iglesia y el hospital, complementado las construcciones con la preparación de tierras para sembrar y criar ganado. Esta sería la segunda ciudad andina que se fundaba en el Nuevo Reino de Granada.

Antes de proceder a la fundación de Vélez, como refugio de los soldados y asiento temporal de las operaciones exploradoras y conquistadoras que se llevaban a cabo en aquella comarca, el 24 de mayo de 1539 fundaron el “Centro poblado de Cite” que con el pasar del tiempo se convertiría en el actual Municipio de Barbosa.

Asentada la ciudad, construidas las moradas, materializadas las instalaciones sociales y dispuesto lo necesario, dejando unos cuantos españoles en el nuevo poblado, Galeano salía a explorar y conquistar nuevas zonas de la periferia. Como los indígenas eran pacíficos los recibieron amigablemente, y de buen grado les regalaban

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el oro que tenían a cambio de objetos útiles como cuchillos, hachas y sierras de los que los indios quedaban encantados por la labor que le facilitaban las útiles herramientas. Después de una corta expedición por aquella comarca, Galeano volvía a Vélez.

Como la comarca era extensísima,

mientras Galeano se entretenía en organizar las instituciones de la nueva ciudad, envió a continuar las exploraciones a su coterráneo Juan Alonso de la Torre; pero éste (llevado quizás de su avidez aurífera y haciendo caso de los indios que le decían que el oro se encontraba “más allá”), al no hallar oro siguió la marcha hacia otras zonas más alejadas y difíciles por la composición selvática y pedregosa que presentaban. Decepcionado por el engaño, Juan Alonso comenzó a tratar mal a los indios y éstos mudaron de actitud y se rebelaron atacando a los españoles. La rebelión indígena

supuso duros castigos para aquellos infelices que solo procuraban que les dejasen en paz los españoles.

Algún tiempo después, Galeano y sus hombres salían de Vélez a conquistar otras tierras por alejados parajes donde encontraron indios belicosos que atacaban a los españoles sin cesar. Para atemorizarlos y darles un escarmiento a los indios, a un número determinado les cortaron parte de las narices y el dedo pulgar. Pero como el castigo no dio el resultado de pacificación que se esperaba, Galeano soltó a los presos y a las mujeres que aún tenían cautivas porque les prometieron que volverían a ser amigos de los españoles.

Durante los cuatro meses que duró la marcha, además de los enfrentamientos

con los indígenas, pasaron un gran número de carencias y penalidades porque en aquellos parajes, el terreno era difícil y pedregoso (en el sector de la provincia de Guane) y a los caballos se les dificultaba el caminar porque se les habían gastado las herraduras. Como Vélez estaba lejos y no tenían otra clase de material, se vieron obligados a fundir parte del oro que habían conseguido para herrar los caballos: valga decir que era "oro bajo" o "tumbaga" (aleación de oro y cobre).

Cuentase que debió auxiliarle su coterráneo Gonzalo Suárez Rendón (el fundador de la ciudad andina de Tunja) cuando los indios se revelaron y se hicieron fuertes en el paraje denominado “Rincón de Vélez”. También colaboró con el capitán Pedro de Ursúa en el sometimiento de los indios “muzos” Por orden del visitador Miguel Díaz de Armendáriz, viajó a las ciudades de Cartagena de Indias y Antioquia y participó como componedor de las desavenencias territoriales que tenían Sebastián de Belalcázar y Pedro de Heredia, asunto que logró zanjar exitosamente.

A pesar de que fue sometido a juicio de residencia por el maltrato de los indios

y favorecer con ricas encomiendas a sus partidarios, no fue merecedor de ningún castigo porque no pudieron probarse las acusaciones que pesaban sobre él.

Cuando estuvo el visitador Sánchez de Navarro en Vélez, precisamente lo hizo

porque de 100.000 habitantes aproximadamente que había en la Provincia de Guane, luego de 10 años de su conquista solamente quedaba un 10%: habían muerto en

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combate contra las tropas españolas, sumado ello a las enfermedades de la Viruela y el Cámara traídas por los Españoles.

Galeano, además de ser respetado y de poseer ricas encomiendas, fue alcalde y

corregidor de Vélez. Se casó con una viuda llamada Isabel Juana de Meteller y no tuvieron descendencia, pero Martín Galeano tuvo cinco hijos dos en Antioquia de los que se conoce a Galo, prospero comerciante que se dedicó a la minería aurífera en la región del rio Pocoro y tres en Vélez una hija con la princesa indígena hija del Cacique Guanentá o del Cacique Chacer, esta niña recibió el nombre de Martina.

Es de anotar que el apellido Galeano encontró en

Santander, Colombia, tres orígenes que aunque diferentes entroncaron al pasar de los siglos.

El primero de ellos es el descendiente de Doña

Martina Galeano y sus hermanos; el segundo, proveniente de las hermanas del Conquistador; el tercero, proveniente por adopción al estilo Romano.

Tampoco se conoce la fecha de la muerte de Martín

Galeano, pues mientras el historiador colombiano Flórez de Ocariz asegura que murió en un naufragio cuando en 1554 viajaba a España para solicitar recompensas en la Corte, Rodríguez Freile manifiesta que falleció en Vélez siendo muy anciano.

Por F.L.P.

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Agila I (¿? – Mérida, marzo de 554) fue elegido rey

de los visigodos de Hispania en 549 tras el asesinato de Teudiselo. Su reinado duró hasta 554.

Agila, de sangre estrictamente visigoda, subió al trono a finales de 549, y desde el año siguiente combatió contra Córdoba, probablemente rebelada, aunque Abadal opina que aún no había caído bajo control visigodo (como buena parte de la Bética). Isidoro de Sevilla narra que el rey visigodo profanó la tumba cordobesa del mártir Acisclo, lo cual le reprocha, y que es un hecho poco corriente dentro de la tradicional tolerancia de los reyes arrianos con el catolicismo. Es posible que fuera esta profanación la que motivara la revuelta.

En el primer combate, el rey perdió la batalla, un hijo, el grueso del ejército y el tesoro real, debiendo

retirarse apresuradamente hacia Mérida, capital de la provincia de Lusitania. Aprovechando la situación se rebeló (551) un noble llamado Atanagildo, quien fijó su residencia en Sevilla, capital de la provincia Bética (o de la parte de ésta dominada por los visigodos). Aunque no existe ninguna prueba de relaciones entre los cordobeses y Atanagildo, es muy probable que hubiera una alianza formal o tácita, cuyos términos sólo podemos intuir. La idea más generalizada es que, pese a todo, los primeros combates desarrollados en los meses centrales del año no fueron favorables al rebelde, quien a finales del mismo año se vio precisado a buscar nuevos aliados.

Es probable que los partidarios de Atanagildo fueran miembros de la facción nobiliaria que en su día había apoyado a Teudiselo, que fue asesinado en Sevilla y Agila encabezase la facción rival. La sucesión visigoda no estaba regulada y cuando un rey moría sin dejar hijos o sin haber asentado sólidamente su poder, sus partidarios intentaban que fuera elegido uno de los suyos. Si lo lograban, la situación se mantenía estable, pero si no lo conseguían, quedaban en una situación precaria que fácilmente podía conducirles a la rebelión.

Los fracasos de Agila podrían deberse a la falta del apoyo unánime o entusiasta de la parte de la nobleza que había apoyado antes a Teudis y encumbrado a Teudiselo. Si Agila intentó castigar a esta nobleza dudosa, no podría extrañar que estallara una rebelión y que los nobles colocaran a su frente a uno de ellos, que sería Atanagildo.

La derrota de Agila en 550 ante Córdoba fue muy grave. La derrota alentaría otras rebeliones. Además, con toda probabilidad, los vascones volvían a asolar el valle del Ebro en la misma época. Seguramente, los cántabros se extendieron hacia La Rioja. Las tribus astures y el distrito de Astúrica debían ser independientes. Si, como se sospecha, Agila encabezaba solamente una facción de la nobleza, debía tener numerosos enemigos. Teudiselo y Teudis simbolizarían el elemento pangodo, más abierto a las influencias externas, mientras Agila representaría la reacción nacionalista visigoda. Por tanto es probable que una rebelión contara con el apoyo de

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los antiguos personajes ostrogodos, que habían optado por la nacionalidad visigoda. Atanagildo sería el hombre que estos personajes escogerían para llevarlo al trono.

Según San Isidoro en su Historia Gothorum, Atanagildo solicitó ayuda a los bizantinos, cuyo emperador Justiniano decidió enviar una expedición al mando de Liberio, que había sido prefecto de Teodorico en la Galia Narbonense y que durante su gobierno en dicha provincia fue objeto de un intento de asesinato por parte de algunos visigodos. No obstante, parece que el historiador godo Jordanes sugiere que no fue con Atanagildo con quien se alió el Emperador Justiniano, sino con el legítimo rey Agila o, cuando menos, parece que ésta era la versión oficial que difundía la propaganda imperial.

La sugerencia de Jordanes hace más verosímil el curso de los acontecimientos siguientes. Y de hecho, Justiniano había actuado en dos casos precedentes apoyando al rey legítimo y no a los rebeldes: en 533 intervino en África contra el príncipe usurpador Gelimer y en Italia intervino contra el usurpador Teodato. Es más lógico pensar que si Justiniano deseaba intervenir en Hispania, lo haría apoyando al partido legal. Si hubiera estado dispuesto a hacerlo en forma ilegal, no habría necesitado de una pequeña rebelión para hacerlo.

En el verano de 552 (junio o julio según Stein), los bizantinos desembarcaron en el sur o sudeste peninsular con un pequeño contingente, puesto que el grueso de sus fuerzas estaban ocupadas en Italia. Las fuerzas griegas avanzarían en dirección a Sevilla desde el punto de desembarco. Enterado Agila de la llegada de sus presuntos aliados, reunió sus fuerzas y marchó también contra Sevilla.

Basados en las noticias de Isidoro, se supone a las tropas bizantinas, poco numerosas, se dirigieron al encuentro de las fuerzas de Atanagildo (que supuestamente estaban a la defensiva) en Sevilla. Al mismo tiempo, los visigodos al mando de su rey Agila marcharon hacia el sur desde Mérida (se supone, pues, a Agila en disposición de tomar la ofensiva aunque como sabemos, tras la derrota ante Córdoba su debilidad debía ser evidente y alentaba las rebeliones). Las fuerzas enfrentadas libraron una batalla cerca de la capital bética, tras la cual Agila hubo de retirarse (agosto o septiembre de 552).

Agila no hizo movimiento alguno hasta que se acercaron las fuerzas bizantinas. ¿Puede explicarse la actitud del rey que se mantiene inmóvil a no muchos kilómetros de Sevilla durante varios meses, y sólo se lanza al ataque cuando su rival ha sido supuestamente reforzado? Extraño comportamiento que trataremos de explicar: en realidad Agila estaba a la defensiva, seguramente esperando a los bizantinos que constituían su única esperanza. Atanagildo, que dominaba ya como mínimo dos provincias, podía haber concluido la guerra en 552, pero seguramente tendría noticias de la inminente llegada de los bizantinos (noticias que los agentes de Agila no dejarían de difundir) y no se atrevería a mover sus tropas de las zonas seguras para no dejar sus territorios desguarnecidos. Al llegar los bizantinos, Agila acudió con sus fuerzas para coger a Atanagildo en una tenaza. Como el contingente bizantino era muy escaso y estaría poco interesado en combatir (o probablemente sólo distraía a las fuerzas rebeldes en la región de Cartago Nova), el peso de la batalla recayó en Agila, que, inferior a su rival, fue derrotado. Los bizantinos se fortificarían en algunas ciudades que habían tomado en el momento del desembarco o durante su marcha posterior.

Supongamos derrotado a Agila. Sus rivales ya dominaban la Bética y la Carthaginense. La situación de las otras dos provincias (Tarraconense y Narbonense)

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podía depender del inmediato curso de los acontecimiento militares, si es que no se habían decantado también por Atanagildo. Agila no contaba con aliados: los cordobeses le habían combatido; los francos debieron mantenerse neutrales, o fueron favorables a Atanagildo (pues luego veremos que el futuro rey mantuvo excelentes relaciones con los francos). Solamente quedan los suevos, que por su situación no parece que fueran unos buenos aliados. Por tanto, la única esperanza de Agila, a pesar del peligro que entrañaban, serían los bizantinos.

Supongamos derrotado a Atanagildo. Tras su derrota se habría retirado con muy pocas fuerzas a Málaga, o habría sido prácticamente derrotado por completo, debiendo refugiarse en Córdoba, que hubo de ser su aliada, formal o tácitamente. En esta situación, con una problemática ayuda de los suevos y francos, y con Córdoba incapaz de tomar la ofensiva, aun conociendo las precedentes actuaciones bizantinas en el Reino Vándalo y el Reino Ostrogodo, y las no muy lejanas disputas por Ceuta, podría haber optado por pedir ayuda a Bizancio en los últimos meses de 451. Si creemos que no fue así, es debido a que diversos indicios nos hacen pensar que cuando llegaron los bizantinos, Atanagildo dominaba la Bética y la Carthaginense: la batalla que se libró muy pronto, se dio cerca de Sevilla (a la cual acudió el rey Agila) y cuando los griegos tomaron Cartago Nova por la fuerza, algunos de sus pobladores notables hubieron de huir, y conocemos del destino de uno de ellos, quizás dux, llamado Severiano (padre de Leandro e Isidoro, futuros Obispos de la capital bética), quien fue a establecerse precisamente a Sevilla.

¿Qué podían ofrecer Atanagildo o Agila a cambio de

la ayuda? Es difícil determinarlo. Las precedentes intervenciones bizantinas no implicaban cesiones parciales de territorios. Se trataba de restaurar la legalidad, y sólo la desaparición de los representantes de ésta (Hilderico en África, y Amalasunta) propició la conquista de los reinos. Se ha pensado que Justiniano había recibido la promesa de tal entrega. Pero es casi seguro que esto no sucedió y que Justiniano esperaba, una vez más, valerse de las disputas internas para adueñarse del Reino visigodo.

¿Se ofrecieron concesiones de tipo religioso? Para

Agila, las concesiones religiosas no parecen probables y, como ya hemos indicado, para él la entrega de la Bética era

un mal menor, que hubiera preferido a otras concesiones. Sin embargo se podrían prever concesiones de tipo religioso si el aliado bizantino fuese Atanagildo.

¿Dónde desembarcaron los bizantinos? Basándonos en el relato de Isidoro, habría de suponerse un desembarco griego en Málaga, donde el derrotado Atanagildo debía encontrarse (desde su derrota en la campaña de 551). Unidas las fuerzas griegas y rebeldes, avanzarían hacia Sevilla. Los bizantinos iban al mando de Liberio (prefecto del pretorio de Arlés).

Pero la situación descrita no es la más probable. Atanagildo estaba muy probablemente en una posición de fuerza. En tal situación el desembarco, aunque también podría haberse producido en Málaga (para desde allí avanzar hacía Sevilla, mientras Agila hacía lo mismo desde Mérida), es más probable que se efectuara en Cartago Nova.

El desembarco en Málaga, caso de producirse en el momento inicial, seguramente tuvo lugar con los bizantinos como aliados de Atanagildo. Málaga

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formaría parte de la zona de éste (quizás su último reducto) y allí se establecieron las fuerzas bizantinas, tal vez de acuerdo con el conde local si, como parece probable, fuese partidario de Atanagildo o, con éste mismo, si se encontraba en la ciudad. En todo caso, si el desembarco se produjo en la ciudad de acuerdo con Atanagildo y el conde local, seguramente también quedarían en ella soldados bizantinos para vigilar las naves y mantener los suministros. Las fuerzas visigodas de Málaga y de otros lugares partidarios de Atanagildo, constituían el ejército de éste y, por consiguiente, no quedarían fuerzas godas en Málaga. Si los bizantinos la convirtieron en centro de operaciones, es lógico que fueran ellos quienes tuvieran el control de la ciudad, aunque no les correspondiera la soberanía jurídica.

Siempre suponiendo que los bizantinos fueran aliados del capitán rebelde, también podía darse el caso de que la ciudad estuviera ya en poder de Agila (que habría ocupado la mayoría de los territorios rebeldes), en cuyo caso la situación no hubiera variado, pero la toma se habría producido por la fuerza y no de común acuerdo.

Pero lo más probable es que la ciudad estuviera en poder de Atanagildo y fuera ocupada por los bizantinos al servicio de Agila, tal vez mediante una columna que salió de Cartago Nova y avanzó hasta Málaga, mientras Agila atacaba Sevilla. La toma sería por la fuerza, aunque la ciudad debía estar desguarnecida, pues el ejército de Atanagildo habría acudido a Sevilla (también podía ser un enclave real y abrir voluntariamente sus puertas a los bizantinos). Tomada Málaga, los bizantinos gobernaron en ella como dueños absolutos.

La situación en la Bética era incierta; no consta el dominio visigodo ni en Córdoba, ni en otras ciudades, como Granada (Iliberis), Écija (Astigi), Cabra (Egara) y Málaga (Malaca). Tampoco consta su dominación por los bizantinos, salvo en Málaga, si bien tal dominio no está fechado (pero debió de ser bastante temprano, probablemente el mismo 552 o poco después). Parece arriesgado deducir, como Abadal, que el dominio visigodo aún no se había extendido por la Bética más que al Oeste del Guadalquivir y a la zona entre Sevilla (Híspalis) y el Estrecho de Gibraltar, y a lo sumo a la zona costera entre éste y la costa de la Cartaginesa.

Córdoba estaba en guerra contra Agila en 550, aunque probablemente se

trataba de una rebelión, que no sabemos si debía remontarse a algún tiempo antes pero parece probable que fuera su actitud en Córdoba, ante la tumba del mártir Acisclo, la que provocó la rebelión.

No olvidemos que la resistencia en la Tarraconense no había cesado hasta 506,

es decir, unos cuarenta y tres años antes, y que en caso de no haberse realizado la sumisión de la Bética por completo antes de 507, durante muchos años hubiera sido difícil efectuar conquistas en la provincia (la mejor época hubiera sido el reinado de Teudis, quien sabemos que operó en la zona del Estrecho, pero primero las luchas con los bizantinos de África y después la expedición de los francos pudieron hacerlo imposible). No obstante, lo más probable es que la Bética se hubiera sometido totalmente a los visigodos con anterioridad a 507, y que la rebelión de Córdoba se hubiera producido en 550 o poco antes, a causa de una actuación real en el mismo año o en los anteriores.

Con Córdoba se rebelarían todas las zonas de los alrededores, donde los

clérigos, terratenientes y notables hispanorromanos —que sin duda dirigían la revuelta— tenían influencia, y seguramente las zonas montañosas de Sierra Morena, donde siempre era dificultoso establecer un dominio efectivo.

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La provincia se puso seguramente del lado de Atanagildo. Estaba sin duda bajo completo control visigodo y no sabemos que se hubiera producido en ella ninguna rebelión ni es probable que estuviera prevista su cesión total o parcial a Bizancio.

Sabemos que los visigodos dominaban Cartago Nova, pero no tenemos la evidencia de que en 552 estuviera en poder de fuerzas leales a Atanagildo o a Agila. No obstante, parece más probable que la ciudad fuera partidaria de Atanagildo.

Desconocemos en qué fecha tomaron los bizantinos

la capital Cartago Nova, pero en todo caso no debió ser después del verano de 555, pocos meses después del asesinato de Agila en marzo de dicho año. La toma de Cartago Nova fue por la fuerza, y muchos notables locales hubieron de salir de la ciudad. Tenemos el caso de la familia de Leandro de Sevilla. Aunque se trataba de una familia católica, incluso probablemente de origen griego por parte de madre y cuyo padre tenía una alta posición, todos ellos no vacilaron en abandonar la ciudad, mostraron hostilidad a los bizantinos y se instalaron en Sevilla, centro del poder de Atanagildo. Todo lo anterior parece indicar que los bizantinos eran aliados de Agila y que la ciudad fue tomada por la fuerza a los partidarios de Atanagildo.

Dando por aceptada la alianza entre Bizancio y Agila, hemos de admitir que la situación militar de Atanagildo debía ser ventajosa, dominando toda la Bética y Cartaginense. Después de crear una magnifica base en Cartago Nova, los bizantinos avanzarían por la costa (no existía una vía que enlazara Cartago Nova y Málaga, si bien podía llegarse a ella por la vía que llevaba a Ilorcis —hoy Lorca—, Basti —hoy Baza— y Acci —Guadix—, y desde allí volvía a la costa en Urci —entre Almería y Cartagena—, Murgis —al oeste de Almería—, Turaniana —al oeste de Almería y al sur de Murgis—, Abdera —al oeste de Almería— y Malaca) mientras su aliado el rey atacaba Sevilla, obligaba a Atanagildo a disponer de sus fuerzas y los visigodos se masacraban entre sí.

Si, por el contrario, no se acepta tal alianza, hay que suponer a Atanagildo derrotado y refugiado en otra ciudad hasta reunirse con las fuerzas del Imperio Oriental, con las cuales marcharía hacía Sevilla, en poder de fuerzas leales a Agila. Amenazada o sitiada Sevilla (en julio) por las fuerzas combinadas de los rebeldes y griegos (en esta situación, hasta es posible imaginar que Sevilla fuera tomada o se les sometiera espontáneamente), Agila hubo de efectuar el llamamiento a sus fuerzas, que —concentradas en Mérida hacia fines de agosto o principios de septiembre— avanzaron hacia la capital Bética. Derrotado Agila, Sevilla no tendría otra opción que someterse a Atanagildo, si aún no lo había hecho. Además es muy probable que Sevilla fuera partidaria del rebelde y que fuera fácil a los seguidores de Atanagildo tomar el poder tras quedar aislada la guarnición leal a Agila, argumentos que valen tanto si la sumisión de Sevilla se produjo antes o después de la derrota del rey.

La lucha prosiguió dos años más (553 y 554) sin que ni uno ni otro bando lograran ninguna victoria decisiva. Seguramente los griegos se dedicaron a consolidar su poder en Cartago Nova, Basti, Acci, Abdera, Malaca y la zona del Estrecho, imposibilitando a Atanagildo derrotar a su rival, pero sin conseguir ningún éxito decisivo que hiciera peligrar la posición del rebelde, al que seguiría leal una parte de la Bética y es posible que también una parte de la Cartaginense.

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Finalmente Agila fue asesinado en Mérida (marzo de 555) y la nobleza visigoda reconoció a Atanagildo. Es muy probable que el asesinato de Agila se produjera por instigación de Bizancio. Efectivamente, sabemos que la muerte del protegido de Bizancio había sido la excusa perfecta de Justiniano para conquistar África e Italia. La muerte de Agila y la proclamación de Atanagildo, sin duda por nobles manipulados por agentes bizantinos, daba una excusa convincente a Justiniano para actuar en su propio beneficio, una vez que acababa (554) su esfuerzo militar en Italia. Resulta difícil admitir, conociendo los antecedentes y la naturaleza humana, que Justiniano no hubiera tenido parte en la muerte de Agila. Durante cuatro años (551 a 554) una parte de la nobleza visigoda fue leal a Agila, al que suponemos respaldado por sus aliados bizantinos. En cambio, en marzo de 555 le asesinaron. ¿Qué motivó el cambio? Algunos autores sostienen que pudo ser la ocupación súbita de Cartago Nova la que motivara el cambio, pero ya hemos visto que lo más probable es que la ocupación de Cartago Nova se realizara en el verano de 552 o en todo caso en el verano de 555, varios meses después del asesinato.

Una hipótesis más plausible es que Agila fue asesinado por instigación de Justiniano o de su Magister Militum en la península por orden de aquél. Los nobles que asesinaron al rey, acabaron reconociendo a Atanagildo, lo que indicaría que el partido nacionalista y antibizantino ganaba terreno, o que la incapacidad del rey para vencer al rebelde —a pesar de la ayuda griega— aconsejaba reconciliarse con Atanagildo y evitar confiscaciones y represalias. Evidentemente, Atanagildo aparecía como el usurpador y hasta posiblemente como instigador del asesinato del rey. Atanagildo tenía motivos, pero es difícil que pudiera esperar ser reconocido por la nobleza rival, a la que suponemos de una facción opuesta. Por su parte, Justiniano también tenía motivos: culpando a Atanagildo de la muerte del rey, y desaparecido éste, quedaba con las manos libres para actuar por su cuenta contra los visigodos, que aún estarían divididos. Además, la guerra en Italia había concluido prácticamente, ya no se necesitaban grandes fuerzas para culminar la conquista y el año 555 se presentaba perfecto para iniciar la conquista del Reino Visigodo. Finalmente, Justiniano disponía de los medios. Si había sido aliado de Agila durante tres años, tendría hombres controlados o sobornados en la corte y disponía (por primera vez en varios años) del poder militar necesario para iniciar la conquista. Naturalmente, la nobleza visigoda leal a Agila seguramente ignoraba que la guerra en Italia había prácticamente concluido en 554.

Una última hipótesis es que el asesinato haya tenido lugar sin la participación

bizantina. Es posible que la situación del rey no fuera muy buena. Atanagildo seguiría aumentando partidarios y ganando batallas, no siendo de gran ayuda el pequeño contingente bizantino. El rey pudo negociar en el invierno de 554 a 555 un nuevo acuerdo con Justiniano, que implicara, por ejemplo, la cesión de Cartago Nova (en tal caso los bizantinos sólo dominarían Málaga y una zona indeterminada de la Bética) o renuncias inaceptables para la nobleza. Aceptado el acuerdo por Justiniano, la noticia de tal aceptación llegaría en marzo, momento en que la nobleza hostil a la alianza bizantina o que quería salvar sus propiedades y situación, que ya debía estar conspirando para actuar desde los inicios de los contactos, decidiera asesinarle. Tras el asesinato de Agila (era el cuarto rey consecutivo asesinado a manos de sus súbditos), no puede extrañar el comentario de Gregorio de Tours, quien en ocasión del asesinato de Teudigiselo aseguraba que los godos habían adoptado la perversa costumbre de matar por la espada a los reyes que no les complacían, sustituyéndolos por cualquier otro de su agrado (Gregorio llamaba a tal actitud el «mal de los godos» o morbus gothorum). Por A.M.L.

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En la década de 1280, San Juan de Acre era el principal baluarte de los cruzados en Tierra Santa, donde en los últimos años habían sufrido un desastre tras otro. Parecía difícil que Acre, gobernado por los Hospitalarios y los Templarios, pudiera resistir mucho tiempo el empuje de los mamelucos, que habían creado un gran imperio desde Egipto hasta Siria.

Sin embargo, en el año 1282 el rey Enrique de Chipre acordó una tregua con el nuevo sultán mameluco, Qalaun, que favoreció los intercambios comerciales en el puerto de Acre. Pero esta situación cambió con la llegada, en 1290, de un grupo de cruzados procedentes de Italia. El rumor de que un musulmán había seducido a una dama cristiana hizo que aquéllos se precipitaran por la ciudad asesinando a todo aquel que llevara barba, en la convicción de que ésta era un signo exclusivo de los musulmanes. Los caballeros de Acre, horrorizados, pudieron rescatar a algunos musulmanes y cristianos y arrestar a los cabecillas de la revuelta. Qalaun, al tener noticia de lo sucedido, exigió que se les entregara a los responsables. Cuando los cruzados se negaron, decidió que había llegado el momento de acabar con la presencia cristiana en el levante y encomendó a su hijo Al-Ashraf Khalil que comenzara los preparativos para tomar la ciudad.

Un cruento asedio.

El ejército mameluco llegó a las puertas de Acre el 6 de abril de 1291. Al-Ashraf,

ya convertido en sultán tras la muerte de su padre, logró reunir un gran número de máquinas de guerra, entre ellas un gigantesco mangonel, una gran catapulta transportada sobre cien carros desde la fortaleza del Krak de los Caballeros y que tardó más de un mes en llegar. Nunca se habían visto concentrados tantos ingenios bélicos en el campo de batalla. Con ellos, los mamelucos esperaban abrir brechas en la doble muralla de la ciudad y usar luego su superioridad numérica para aplastar a los defensores. La población de Acre oscilaba entre treinta y cuarenta mil habitantes, mientras que los atacantes, en una estimación quizás exagerada, disponían de más de doscientos mil soldados.

El asedio se desarrolló en los meses de abril y mayo de 1291, y fue más largo de lo que el sultán pensaba debido a que los cristianos dominaban el mar y recibían alimentos y tropas de la cercana isla de Chipre. Pese a ello, los sitiados eran

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conscientes de que no podrían defender las murallas contra unas fuerzas muy superiores en número. Las encarnizadas escenas bélicas que se sucedieron fueron recogidas en un brillante relato que nos dejó el cronista cristiano conocido como Templario de Tiro.

Al principio, los cristianos efectuaron varias salidas contra el campamento enemigo. Durante la noche del 15 de abril, los Templarios, al grito de Montés a chevau! (“¡Montad a caballo!”), hicieron una primera salida desde la puerta de San Antonio; en la siguiente ocasión fueron los hospitalarios quienes atacaron el campamento mameluco. En ambos casos, las acometidas tuvieron un pobre resultado, que no compensaba la pérdida de

defensores de la ciudad, por lo que se decidió suspender las salidas.

La situación se fue volviendo desesperada por los habitantes de Acre. El número de defensores se reducía cada vez más, mientras que los atacantes no dejaban de arrojar piedras y fuego con sus catapultas. Sin embargo, el 4 de mayo gozaron de un respiro: a punto de cumplirse un mes del inicio del sitio, Enrique de Lusiñán, rey de Chipre y Jerusalén, llegó desde Famagusta al frente de cuarenta barcos, un centenar de caballeros y dos mil infantes. El desembarco alentó las esperanzas de los sitiados, pero resultaba evidente que para salvar Acre se necesitarían varias expediciones como ésa – que no se podrían organizar--. Poco a poco se empezó a pensar que la situación era insostenible.

En la ciudad cundía el desaliento, y los cruzados

intentaron llegar a un acuerdo diplomático con el Sultan. El caballero Templario Guillermo de Cafranc y un compañero se ofrecieron para ello. Al-Ashraf los recibió a las afueras de la ciudad, cerca de la puerta del Legado; sin dejarles decir palabra, les preguntó si traían las llaves de Acre. Luego les sugirió que sólo le interesaban la ciudad y sus fortalezas, y que dejaría libres a sus moradores si se rendían. En medio de la conversación, una piedra arrojada desde una catapulta de las murallas cayó muy cerca del sultán. Furioso, éste exclamo: ¡Ah! ¡Cerdos asquerosos! ¿Quién me va a impedir cortaros la cabeza?, Y desenvainó la espada, pero el emir Shukhai le contuvo, rogándole que no se

manchase con sangre de cerdos. La embajada había fracasado y el asedio prosiguió. El asalto definitivo:

El 15 de mayo se derrumbó una parte de la muralla. Los mamelucos que estaban enfrente, concentraron su ataque en la puerta de San Antonio, custodiada por los templarios y los hospitalarios; entre estos últimos se distinguió el mariscal Mateo de Clermont. Esta valerosa defensa fue uno de los últimos hechos heroicos de los sitiados. La mañana del viernes 18 de mayo, el sultán ordenó el asalto general. El ataque se lanzó a lo largo de la muralla, desde la puerta de San Antonio hasta la torre

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del Patriarca. Con todo, el esfuerzo principal se concentró sobre la Tor Maudite (la torre Maldita), donde la muralla formaba un ángulo. En el asalto definitivo, el sultán comprometió a todos sus hombres y máquinas. Catapultas, mandrones y arqueros lanzaban todo tipo de proyectiles, mientras los regimientos de infantería se precipitaban contra las defensas, conducidos por emires con turbantes blancos. Los asaltantes lanzaban gritos de guerra, enardecidos por las trompetas, címbalos y tambores que tocaban trescientos hombres montados en camellos.

Los mamelucos consiguieron abrir una brecha en la torre Maldita. Los

caballeros sirios y chipriotas que la defendían se retiraron en dirección oeste, hacia la puerta de San Antonio. Allí se encontraron con los Templarios y hospitalarios, que luchaban codo con codo en la defensa de la puerta. La situación era cada vez más desesperada. Tras la caída de la torre Maldita, los mamelucos tomaron la puerta de San Nicolás. El ejército del sultán penetró en la ciudad, y la lucha se trasladó a sus calles. Acre estaba irremediablemente perdida.

Guillermo de Beaujeu, el maestre Templario, cayó herido mortalmente en un

desesperado contraataque para recuperar la torre Maldita. Sus compañeros lo llevaron al edificio del Temple, donde falleció. El hospitalario Mateo de Clermont, que se hallaba con él en el momento en que expiró, regresó a la batalla y allí encontró el fin. Mientras tanto, un rumor se extendió por la ciudad y desanimó aún más a los defensores: el rey Enrique de Lusiñán había embarcado en dirección a Chipre. Más tarde, algunos cronistas le acusarían de cobardía.

En el sector oriental, Juan de Grailly fue herido, mientras que Otón de Grandson reunió a todos los caballeros que pudo y los embarcó en las naves fondeadas cerca del Arsenal. Desde los barcos, De Grandson pudo comprobar la confusión que reinaba en los muelles. Mujeres, niños y ancianos se apiñaban en los botes en un intento desesperado de ganar las galeras fondeadas cerca de la costa. En un acto de insensata piedad, el patriarca Nicolás de Hanapé permitió subir a su pequeño esquife a una gran cantidad de refugiados, pero el barco se hundió por exceso de peso y acabaron muriendo todos. Sucesos de este tipo fueron muy habituales a lo largo de la confusa jornada del 18 de mayo, día en que las historias de heroísmo abundaron tanto como las de quienes aprovecharon la situación en beneficio propio. Entre estos últimos cabe contar al caballero Templario Roger de Flor, que se hizo con una galera en la que escapó junto con muchas damas nobles de Acre; con el dinero que les sacó ya que les cobraba a peso de oro el pasaje en su barco a quienes huían, Roger cimentó la fortuna que le permitiría alcanzar un puesto de privilegio en la corte del rey de Aragón, pero la Orden quiso llevarlo a juicio, pero Roger la abandonó y se dedicó a la piratería, poniéndose más tarde al servicio del rey de Sicilia y del emperador bizantino.

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Al caer la noche del 18 de mayo, Acre estaba en manos mamelucas. Al saqueo de las casas comerciales en los barrios genovés, veneciano o pisano se unió el de las iglesias. Los muertos se apiñaban en las calles. El sultán creyó que aquél era el fin de la Acre cristiana.

El último baluarte cristiano:

Al-Ashraf se equivocaba. En la confusión de aquella noche, muchos Templarios y la mayor parte de la gente, hombres, mujeres y niños, se refugió en el Temple, y eran más de diez mil personas.

Quizá no fueron diez mil como afirma el Templario de Tiro, pero sí una gran

muchedumbre la que buscó refugio en la fortaleza que los Templarios tenían en el extremo suroeste de la ciudad. Sus enormes murallas, que cien años antes habían rechazado las acometidas de Saladino, volvían ahora a repeler a los mamelucos. Muchas galeras que habían llevado a refugiados a Chipre regresaron para ayudar en la defensa de este último bastión. En ellas vinieron algunos caballeros que quisieron compartir con los Templarios un fin heroico.

Los Templarios resistieron diez días, hasta que el mariscal de la Orden del Templo, Pedro de Sevrey, se dirigió a Al-Ashraf, quien les ofreció la posibilidad de embarcarse rumbo a Chipre con sus bienes si rendía la fortaleza. El mariscal, que era un mout proudome bourgonon (gentilhombre borgoñón), aceptó las condiciones, y admitió en la fortaleza a un emir y cien mamelucos para que vigilasen los preparativos. Se produjo entonces un incidente confuso en el que las noticias no coinciden.

Los cronistas cristianos señalan que algunos mamelucos violaron a mujeres y muchachos cristianos, lo que motivó una respuesta sangrienta por parte de los Templarios, que mataron a los mamelucos y arriaron su bandera. La confusión de aquella noche permitió que De Sevrey enviara al tesorero de la Orden, por barco, al castillo de Sidón con el tesoro y el archivo Templario, que aún no han sido encontrados.

A la mañana siguiente, Pedro de Sevrey acudió con algunos Caballeros Templarios a la tienda de Al-Ashraf para discutir las condiciones de la rendición final. Nada más llegar a la tienda todos fueron apresados, atados y degollados. Cuando los defensores vieron lo sucedido, cerraron la puerta de la fortaleza y decidieron luchar hasta la muerte. El 28 de mayo, los zapadores mamelucos consiguieron desmoronar toda la parte de la fortaleza orientada a tierra firme. Al-Ashraf ordenó entonces a dos mil mamelucos cargar sobre la brecha abierta. El peso fue excesivo. Mientras los mamelucos luchaban para abrirse paso, el edificio se desmoronó completamente, matando por igual a defensores y saltantes.

Con este poco heroico suceso terminó el asedio y la toma de Acre, o, como escribe gráficamente el Templario de Tiro, “enssi fu prise et delivre la dite sité d’Acre” (así fue tomada y destruida la dicha ciudad de Acre).

Días después, Tortosa, Sidón y el famoso enclave Templario conocido como

castillo Peregrino caían en manos de Al-Ashraf. De esta forma concluía la aventura de los cruzados en Tierra Santa, que había empezado un ya lejano 15 de julio de 1099 con la sangrienta conquista de Jerusalén.

Por J.R.V.

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San Marcelo I

San Marcelo I (308-309) Nació en Roma. Fue elegido aproximadamente cuatro

años después de la muerte de Marcelino, debido a las terribles condiciones en la que vivían los cristianos perseguidos por Diocleciano.

Durante el brevísimo tiempo en que pudo ejercer su mandato, dictó un par de normas importantes. La primera prohibía la convocación de cualquier concilio general sin la autorización del papa de Roma. La segunda establecía unas modalidades a respetar en los casos en que se concedía el perdón a los cristianos que por miedo habían abjurado durante las persecuciones.

Marcelo se había negado a ofrecer sacrificios a los ídolos. El nuevo emperador Majencio mandó detenerle y le condenó a servir en los establos imperiales con el objetivo de humillarle. Liberado por los cristianos, se refugió en casa de la matrona Lucina que le permitió que transformara la casa en una iglesia. Descubierto, fue nuevamente detenido y condenado, esta vez a hacer de guardián precisamente en esa misma iglesia que el emperador mientras tanto había transformado en un establo.

Marcelo murió de privaciones y humillaciones. Le dieron sepultura en el Cementerio de Priscila.

Ha de ser un fenómeno inexplicable, para los que no crean o no conozcan las promesas de Jesús, la permanencia ininterrumpida de los sucesores de San Pedro, al frente de la Iglesia. En el caso de San Marcelo hubo un intervalo, debido a las crueles persecuciones romanas que sufrió la Iglesia, pero la barca de Pedro salió de nuevo a flote. San Marcelo I hace el número treinta de la serie de los papas. Su pontificado fue muy corto, del 308 al 309. Pero más largo que el de Marcelo II, en tiempos de San Ignacio de Loyola, que duró apenas tres semanas.

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La Iglesia había salido robustecida de las persecuciones del siglo III. Hubo después de Decio y Valeriano un tiempo de tolerancia que no duró mucho. Diocleciano, en su largo reinado, del 284 al 305, fue respetuoso al principio. Pero al final, del 303 al 305, se desató una violenta persecución, la más fuerte de las habidas hasta entonces. El emperador publicó varios edictos persecutorios, y en las diversas regiones del Imperio hubo muchos mártires, entre ellos el papa San Marcelino en el año 304.

Marcelo, que había querido acompañar al papa

en el martirio, fue en las persecuciones el gran animador de la vida cristiana por su caridad y su celo apostólico. Su elección como papa no pudo hacerse hasta el 308, según las fuentes más verosímiles, cuatro años después del martirio del papa San

Marcelino. La triste situación de la época obstaculizaba la reunión de los obispos que habían de elegirle, pues aunque Diocleciano abdicó el 305, las dificultades siguieron con su sucesor Majencio.

Los obispos comprendieron que Marcelo era el hombre que las circunstancias

requerían. La persecución había atacado principalmente la organización de la vida de la Iglesia. Habían destruido los templos, quemado los libros sagrados, habían llevado a la apostasía o a la muerte preferentemente a sacerdotes. Hacía falta, pues, un hombre de temple, suave y fuerte, que restaurara sobre todo la disciplina y la jerarquía.

El nuevo papa construyó nuevos templos, consagró obispos y sacerdotes,

colocó 25 sacerdotes muy elegidos en otras tantas iglesias de Roma, estratégicamente situadas, y estableció un nuevo cementerio, en la Vía Salaria, con la ayuda de una noble y rica matrona romana, Santa Priscila, que se dedicaba a socorrer a los mártires, a los que luego sepultaba.

Un problema espinoso tenía que afrontar el papa. Eran los famosos "lapsi" que

por debilidad se habían apartado de la Iglesia en la persecución. Unos exigían un rigorismo intransigente, otros una indulgencia demasiado blanda. El papa impuso su autoridad. Abrió a todos las puertas de la reconciliación, pero a todos se exigirá la debida penitencia. Algunos aún trataron al papa de demasiado riguroso, lo que originó disturbios y revueltas en Roma, y los llamados cismas romanos, semejantes a los que luego surgieron en África con los seguidores de Donato.

Con el pretexto de las citadas revueltas, Majencio el usurpador, que ya que se

encontraba seguro, se revolvió contra el papa. Según algunas tradiciones fue condenado al destierro. Según otras fuentes, fue primero cruelmente azotado y después condenado a cuidar bestias en las caballerizas romanas. La piadosa matrona Lucila le habría protegido, y hasta habría escrito Marcelo unas cartas a los obispos de Antioquia, invitándoles a la unión. En enero del 309 moría San Marcelo en silencioso martirio. Su cuerpo fue sepultado en el cementerio de su fiel colaboradora Santa Priscila.

Por Padre Jesús

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Proyectando la campaña de conquista

del Cinca-Segre

Nuestro propósito en estas líneas es señalar la presencia Templaria en la Hispania en fechas anteriores a la llegada al Bajo Cinca. Río éste definido en el mismo siglo XII como límite de aplicación de impuestos, de justicia y de señorío jurisdiccional por parte de condes catalanes. Así lo consignaron previamente en el acuerdo firmado entre el conde de Barcelona Ramón Berenguer III (1131-1137) con el conde

Ponç II de Ampurias:

“El conde Ponç convino con el conde de Ramón que le ayudaría en todos los honores que le corresponden con sus hombres”.

Es decir, el de Ampurias reconocía al conde de Barcelona como conde de autoridad superior. Era la aceptación tácita del “primus inter pares” (el primero entre los iguales). Pero además, el conde Ponç se comprometía a seguirle en las campañas diseñadas con los siguientes límites:

“...desde el castillo de Paviá hasta Stopanyana, y desde Stopanyana a la ciudad de Fraga, y Lleida; y desde Reguera a la ciudad de Tortosa”

(ACA, Perg. Ramon Berenguer III, carp 31, nº 241)

De la misma forma, en esas mismas fechas, se estaban formando los límites diocesanos, tomando el río Alcanadre, afluente del Cinca, como límite entre los obispados de Huesca y Roda-Barbastro, en sentencia papal. Este último obispo se trasladaría a Lleida tras su conquista.

En realidad, el conde de Ampurias no fue el verdadero protagonista del avance hacia el Cinca, aunque estuvo presente en las campañas de Tortosa, Lleida y Fraga. Los verdaderos protagonistas fueron el conde de Urgell, feudatario también del de Barcelona, y los Templarios.

La presencia Templaria en Aragón y Condados Catalanes (1130-1134)

Debieron de acompañar a estos nobles aragoneses y catalanes por razón de feudatarios de los Templarios, animados por las concesiones prometidas, sobrepasaron los Pirineos procedentes de la Provenza, penetrando en la Ispania o

Expansión del Temple en Hispania (II) (1134-1143)

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Hispania inicialmente de la mano de dichos condes. También de la mano del rey de Aragón Alfonso I (1104-1134), hermano de Pedro I y de Ramiro II, los tres, reyes de Aragón.

Recordemos que la Orden del Temple se fundó en 1118, pero su presencia en Ispania no se produjo hasta que entraron en contacto con el conde de Barcelona y con el rey de Aragón y de Pamplona Alfonso I, el Batallador (1104-1134).

El primero en efectuar una donación a la Orden recién aparecida, -según nuestros documentos- fue el conde de Barcelona Ramón Berenguer II, concediéndoles en 1130, poco antes de morir, el estratégico castillo de Granyena (Lleida) en la marca superior andalusí. Lugar

estratégico que dominaba gran parte de la árida comarca de la Segarra y punto vital de avance hacia Lleida. Más trascendencia tuvo la aquel extraño testamento del rey de Aragón, que convertía a los Templarios en herederos de un tercio de su reino.

“Alfonso I, rey de Aragón, otorga testamento, en el cual entre otros legados a instituciones eclesiásticas deja su reino a las órdenes del Santo Sepulcro, del Hospital i del Temple”. (ACA, perg. Ramon Berenguer IV, cartp. 37, nº 7)

Sin olvidar que el arzobispo de Aux (Francia) ya les había recomendado en 1130 como excelente brazo armado, reconociéndoles como una auténtica “militia christi”. Tanto los condes catalanes como el rey de Aragón vieron en la Orden del Temple una posible colaboración armada para sus empresas militares. En ese sentido, en 1132, el conde Armengol VI de Urgell (1102-1154) les cedió el castillo, también fronterizo, de Barberá, en Tarragona, donación que confirmaría un año después, el joven conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV (1131-1162).

Una parte de la nobleza aragonesa imitó la actitud de su rey Alfonso, favoreciendo a los Templarios con importantes legados en el valle del Ebro y en Navarra. Por otro lado, no hay que olvidar que la recompensa por las conquistas era la promesa de donaciones territoriales y sus derechos.

Promesas renovadas a los Templarios a la muerte de Alfonso I (1134)

El objetivo primordial de los Templarios era el de recoger donativos y personal para ayudar a sus compañeros de la Tierra Santa. Este objetivo se puso de manifiesto de alguna manera cuando el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, celebró una asamblea de paz y tregua el 15 de abril de 1134 a favor de los Templarios, en cuya asamblea les cedió un buen número de privilegios.

Las reuniones de Paz y Tregua de Dios

celebradas en 1134, presididas por el conde de Barcelona, ya fallecido el rey de Aragón en la batalla de Fraga, representan la voluntad de privilegiar a

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dichos caballeros. En esta asamblea estuvo presente el conde de Ampurias. En su consecuencia, los Templarios decidieron participar activamente en la reconquista protagonizada por la incipiente Corona de Aragón, cuya dinastía iba a ser creada por el citado conde de Barcelona.

Numerosas donaciones de particulares al Temple, 1134-1138 El mismo año 1134, -puede servir de ejemplo de otras donaciones que no han llegado a nosotros- un noble “hispani”, llamado Lop Kaixal, concedió a los Templarios una casa en Tudela. Así lo reflejó en su testamento que redacto antes de participar funestamente en la batalla de Fraga de dicho año. (AHN.- Cartoral del temple, nº 691) Durante el año 1135 fueron numerosos los nobles particulares que dejaron bienes a favor de los Templarios. Es el caso de Pedro Arnau Galcerán, sobre un “mas” y sus alodios que ya había cedido previamente su hermano Arnau Galceran. O Pere de Palau que les legaba todos sus bienes disponiendo ser enterrado en el monasterio de Estany (comarca del Bagés-Barcelona). O Arnau, su sobrino Ponç y Bernat de Talamanca quienes renunciaban a sus derechos sobre el castillo de Calders (comarca del Moyá-Barcelona), aceptando solamente los derechos de vigilancia de dicho castillo. O el noble Guillem Ramón de Montcada que cedía a la Orden del Temple un alodio que había pertenecido al citado Pere de Palau.

O la concesión de un “mas” con su alodio, situado debajo de la iglesia de San Martí en Sant Sadurni de Collsabadell (en Llinars del Vallés-Barcelona), por parte de Berenguer de Sentfores, su esposa Pagesa y su hijo Bernad. O los vecinos de éstos últimos, Pere Berenguer, su esposa Guilla y su hijo Pere de Santa Eugenia, con un campo por el que pidieron a la Orden una contraprestación de 30 maravedís. O la propia iglesia citada de Sant Sadurní de Collsabadell concedida al Temple por parte de los hermanos Pere Bertrán y Bernat de Bell-lloc. O las amplias concesiones conjuntas de dos matrimonios –Ermerganda y sus hijos Ramón y Arnau, junto con Guillem Bradilla su esposa Maria y sus hijos Martí y Bernat- vecinos todos de Santa Cecília de Voltregà (comarca de Osona-Barcelona), aportando todos sus bienes en favor de la orden a finales del año 1135.

Para los años 1136 a 1138 disponemos de más de diez donaciones de particulares. Creemos conveniente mencionarlas –aunque sea solo como apunte- para que no quede duda alguna de la tendencia a favorecer la Orden del Temple en momentos previos a las campañas militares de conde de Barcelona en su avance por el Valle del Ebro. Por ejemplo, la concesión de un “mas” en Matamala, junto a San Hilari de Sacalm (Barcelona), por parte de Pere de Terrasa.

O la concesión de todos los bienes que fueron de los padres de Sancha, hija de

Ramón Miró de Palau, a cambio de ser acogida, vestida y alimentada por la Orden. O la cesión de Pere de Sentmenat de un “mas” en Sentmenat (Barcelona), y otra heredad en Castellar del Vallés (Barcelona), en el lugar llamado Solaned. Otro “mas” que recibió la Orden en diciembre de 1136 situado en Santa Perpetua de la Moguda (Barcelona), conocido con el nombre de Morral, por parte de Berenguer de Ça Rovira y consentimiento de su esposa Ermesenda y su hijo Ramón, a cambio del derecho de entrar en la Orden. O Bernat Bertran de Bell-lloc ofreciendo una “mas” en Sant Andreu del Palomar (Barcelona), lindante con el Coll de Finestrelles.

A finales de 1137 nos consta la presencia de un maestre, del que apenas hay noticias en las listas de los mismos. Se llamaba fr. Arnau de Bedós, a quien hallamos estableciendo -en una donación recibida previamente en San Sadurni de Collsabadell-

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al matrimonio compuesto por Pere Guillem de Llobera, y a su esposa Pereta e hijos. A cambio de diversos impuestos. De ser correcta esta información, fr. Pere de Ça Rovira o Roera tuvo un maestre que le precedió.

En 1138, año en el que el conde de Barcelona volvía a pactar un convenio de fidelidad con el conde de Ampurias, una familia propietaria de tierras en Santa Perpetua de la Moguda, -llamados Carbonell junto a su esposa e hija, ambas llamadas Arsenda- ceden a la Orden sus derechos, de la misma forma que ya lo había hecho Dorca, hermano del dicho Carbonell. O un personaje llamado Rotllan Geribert, que se ofrecía a sí mismo a la Orden y todos sus bienes, que debía disfrutar en vida su esposa, -entendemos si quedara viuda- a cambio de satisfacer a la Orden dos gallos anuales.

Las donaciones se suceden hasta el convenio de Girona, 1139-1143

El año 1139 es el año en que nos aparece por primera vez el maestre fr. Pere de Ça Rovira o Roera. Su firma consta en la aceptación de un documento de renuncia de los derechos llamados de Baylia y Força en la heredad conocida como Sargantana (Barcelona), por parte de Bernat de Sorribes, su esposa Guilla y su hijo Ramón, que renuncian a favor de la Orden.

En 1140, año en el que el maestre de la orden del Hospital, fr. Ramón, renunciaba al testamento del rey de Aragón Alfonso I, una dama llamada Guilla y sus hijos Berenguer, Joan y Guilla, vendían sus bienes sitos en Palau-Solitá a la Orden del Temple, por el precio simbólico de seis dineros. En cambio, el citado maestre del Hospital pedía al conde catalán un hombre para el servicio de la Orden de cada uno de los pueblos de más de 30 vecinos, a cambio de dicha renuncia, así como una parcela de tierra en Jaca (Aragón) para construir una casa y una iglesia para dicha orden. (ACA, perg. Ramón Berenguer IV, carp. 36, nº 116)

Al año siguiente, 29 de agosto de 1141, el patriarca de Jerusalén, renunciaba a la tercera parte del reino de Aragón que correspondía por testamento a la Orden del Santo Sepulcro. Ese mismo año, Pere Vell, un particular más, concedía el alodio de su propiedad en Parets del Vallés, a cambio de percibir 47 maravedís, que podría seguir disfrutando en vida, a cambio de pagar a la Orden una cuartera de trigo anual, según confirmó el maestre Pere de Ça Rovira. Animado el conde catalán por tan buenas noticias, alentó la conquista hacia el Cinca por parte de un grupo de caballeros oriundos de Zaragoza. En abril de 1141 era ocupada Chalamera/Xalamera tal como consta en un documento de venta efectuado por una dama llamada Brunilda. (AHN, códice 680, pág. 131, doc. 346; pág. 134, doc 350.) También parece que fueron conquistadas por dichos caballeros Alcolea y Ontiñena, temporalmente. En 1142 hallamos al diácono Dalmau haciendo testamento y ofreciendo a la Orden los bienes que fueron de sus padres. O los esposos Rafart de Cornellá y Engílsia que renunciaban a sus derechos sobre el “mas” de su propiedad en el Prat del Llobregat, y que ya había cedido en un testamento anterior Pere Arnau. Tanto Rafart como su hijo Bernat podrían disfrutar dichos bienes de por vida. Nuevas donaciones de particulares son las de Bernat Oriol que pagaría con trabajo y con la cuarta de la vendimia en una tierra situada en Gurb de la Plana, en el lugar conocido como La Coromina. O la cesión hecha a la Orden por los hermanos Berenguer, Pere y Ponç de Fonollar, que por herencia paterna les había correspondido en el lugar de Sant Vicenç de Jonqueres. La renuncia de los Templarios a la corona de Aragón, 1143

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El conde Ramón Berenguer IV, como heredero de Aragón, preparaba su sucesión a la corona, ofreciendo al maestre general del Temple numerosas donaciones a cambio de su renuncia al testamento de Alfonso I. (ACA, perg RB-IV, carp. 41, nº 21) En este documento tropezamos con otra encrucijada entre nuestros datos: pues en las donaciones prometidas se denomina como maestre de la Orden a fr. Raymundo o Ramón, nombre que no figura en las listas tradicionales de maestres

generales. Estas listas empiezan con Hugo de Bagá, Pagá, Payens o Payns su fundador, para continuar con fr. Robert de Craon, llamado el Borgoñón, que se ha considerado maestre desde 1136 a 1147. Si el documento conservado en el Archivo de la Corona de Aragón está en lo cierto, habría que intercalar como tercer maestre al dicho fr. Raymundo, predecesor, por lo tanto, de fr. Robert el Borgoñón.

Las donaciones prometidas por el conde catalán a los Templarios –en 27 de noviembre de 1143- consistían en los lugares de Monzón, Chalamera, Montgay, Barberá, Remolins, y Corbins, cuando conquistase estos últimos a los moros. (AHN.- OOMM, Códice 597-B, fol. 163).

En la misma fecha, el dicho conde demandaba

a Pere de Stopanyà le devolviese la villa de Monzón, pues se la permutaba por Castejón del Puente (Castejón Ceboller), por el derecho a cobrar el pontaje, así como por los lugares de Alins (Elis), Tamarite de Litera, -ambos en Litera-, y por Zaidín/Saidí en la Bajo Cinca; porque había ofrecido Monzón a los Templarios. (ACA, perg RB-IV, carp. 41, nº 30; sin fecha) Se trataba de pactos previos a la firma de Girona.

La Asamblea inició el septiembre del año 1143. Uno de los acuerdos más importantes en la política del conde Ramón Berenguer IV: la aceptación por parte de los Templarios de la renuncia al testamento de Alfonso I. La llegada al Cinca, constituyéndose las encomiendas de Ontiñena y de Monzón es el preludio de las encomiendas posteriores establecidas en tierras conquistadas desde 1149. Durante este nuevo periodo continuarían también las abundantes donaciones de nobles y particulares. Por Joaquim Salleras Clarió

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Felipe II de Austria o Habsburgo, llamado «el Prudente» (Valladolid; 21 de mayo de1527-San Lorenzo de El Escorial; 13 de septiembre de 1598), fue rey de España desde el 15 de enero de 1556 hasta su muerte, de Nápoles y Sicilia desde 1554 y de Portugal y los Algarves —como Felipe I— desde 1580, realizando la tan ansiada unión dinástica que duró sesenta años. Fue asimismo rey de Inglaterra, por su matrimonio con María I, entre 1554 y 1558.

Hijo y heredero de Carlos I de España e Isabel de Portugal, hermano de María de Austria y Juana de Austria, nieto por vía paterna de Juana I de Castilla y Felipe I de Castilla y de Manuel I de Portugal y María de Aragón por vía materna; murió el 13 de septiembre de 1598 a los 71 años de edad, en

el monasterio de San Lorenzo de El Escorial, para lo cual fue traído desde Madrid en una silla-tumbona fabricada para tal fin.

Desde su muerte fue presentado por sus defensores como arquetipo de virtudes, y como un monstruo fanático y despótico por sus enemigos. Esta dicotomía entre la Leyenda Blanca o Rosa y Leyenda Negra fue favorecida por su propio accionar ya que se negó a que se publicaran biografías suyas en vida y ordenó la destrucción de su correspondencia. La historiografía anglosajona y protestante lo ha calificado como un ser fanático, despótico, criminal, imperialista y genocida minimizando sus victorias hasta lo anecdótico y magnificando sus derrotas en exceso. Basta como ejemplo la pérdida de una parte de la Armada Invencible —cuya verdadera denominación era la Grande y Felicísima Armada— debido a un fuerte temporal, que fue transformada en una victoria inglesa.

Su reinado se caracterizó por la exploración global y la expansión territorial a través de los océanos Atlántico y Pacífico, llevando a la Monarquía Hispánica a ser la primera potencia de Europa y alcanzando el Imperio español su apogeo, convirtiéndolo en el primer imperio mundial ya que, por primera vez en la historia, un imperio integraba territorios de todos los continentes del planeta Tierra.

Tras la muerte, el 1 de noviembre de 1535, de Francisco II, último Sforza, el Ducado de Milán quedó sin soberano. Los reyes de Francia, emparentados con la familia Visconti, reclamaban el ducado. Esta fue una de las causas de las sucesivas guerras italianas. Francisco I vio en la muerte del duque de Milán una nueva oportunidad para hacerse con el territorio, originando una tercera guerra contra Carlos I de España, que acabó con la Tregua de Niza en 1538.

En 1540 el ducado seguía sin soberano, estando a cargo de un gobernador. En un primer momento, el propio Carlos I pensó nombrarse a sí mismo duque, ya que

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Milán era un Estado feudatario del Sacro Imperio Romano Germánico y, el emperador tenía potestad para conceder el título. Pero esto podría ser considerado un casus belli en Francia, y además, dañaría su imagen de libertador y no conquistador. Entonces decidió conceder el título al príncipe Felipe. El 11 de octubre de 1540 fue investido Felipe como duque de Milán. La ceremonia fue secreta y no se consultó con los príncipes electores para evitar problemas internacionales.

En 1542 estalló una nueva guerra entre Francia y España. Entre las condiciones de la Paz de Crépy, que puso fin a las hostilidades en 1544, se encontraba la boda de Carlos, duque de Orleans e hijo de Francisco I, con la hija de Carlos I, María de Habsburgo (y los Países Bajos y el Franco-Condado como dote), o con la hija del Rey de Romanos Fernando, Ana de Habsburgo (y Milán como dote). La elección fue Milán, pero en 1545 la muerte del duque de Orleans dejó sin validez los acuerdos. Nuevamente de forma secreta el príncipe Felipe fue investido Duque el 5 de julio de 1546. En 1550 se hizo finalmente público el nombramiento de Felipe y, el 10 de febrero del mismo año, Ferrante Gonzaga, gobernador de Milán, le prestó juramento de fidelidad en su nombre y en el de la ciudad.

A finales de 1553 se anunció la boda de Felipe con su tía segunda María I de Inglaterra. Pero el problema era que Felipe era únicamente príncipe y duque, y era impensable el matrimonio de la reina con alguien de rango inferior. La solución de Carlos I fue renunciar al Reino de Nápoles en favor de su hijo. El 24 de julio de 1554 Juan de Figueroa, enviado especial de Carlos I y regente de Nápoles, llegó a Inglaterra con la investidura formal de Felipe como Rey de Nápoles y Duque de Milán. Al día siguiente se celebraron los esponsales.

El 25 de julio de 1554 Felipe se casó con la reina María I de Inglaterra. Al final de la ceremonia fueron proclamados:

Felipe y María, por la gracia de Dios, Rey y Reina de Inglaterra, Francia, Nápoles, Jerusalén, Irlanda, Defensores de la Fe, Príncipes de España y Sicilia, Archiduques de Austria, Duques de Milán, Borgoña y Brabante, Condes de Habsburgo, Flandes y el Tirol, en el primero y segundo año de su reinado.

Las cláusulas matrimoniales eran muy rígidas (equiparables a las de los Reyes Católicos) para garantizar la total independencia del Reino de Inglaterra. Felipe tenía que respetar las leyes y los derechos y privilegios del pueblo inglés. España no podía pedir a Inglaterra ayuda bélica o económica. Además, se pedía expresamente que se intentara mantener la paz con Francia. Si el matrimonio tenía un hijo, se convertiría en heredero de Inglaterra, los Países Bajos y Borgoña. Si María muriese siendo el heredero menor de edad, la educación correría a cargo de los ingleses. Si Felipe moría, María recibiría una pensión de 60.000 libras al año, pero si fuera María la primera en morir, Felipe debía abandonar Inglaterra renunciando a todos sus derechos sobre el trono.

Felipe actuó conforme a lo estipulado en el contrato matrimonial, encontrándose con una fuerte resistencia por parte de los cortesanos y los parlamentarios ingleses, lo que se llegó a manifestar en un intento de asesinato abortado en marzo de 1555 en Westminster. Sin embargo, ejerció una notoria influencia en el gobierno del reino, ordenando la liberación de nobles y caballeros presos en la Torre de Londres por participar en rebeliones anteriores contra la reina

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María, y actuando de forma vital para la reintegración de Inglaterra en la Iglesia católica. Tras su partida a los Países Bajos, un Consejo Escogido de ingleses enviaba misivas a Felipe demandando su opinión y recomendaciones sobre los distintos asuntos de gobierno que debatía, llegando a seguir fielmente las directrices que el rey les hacía llegar posteriormente. Durante una parte importante de su reinado estuvo ausente, especialmente a partir de 1556, cuando su padre abdicó en él en las Coronas de España, Sicilia y Cerdeña. El 17 de noviembre de1558, encontrándose el rey en los Países Bajos, la reina María I Tudor falleció sin haber tenido descendencia. Su hermana ascendió al trono entonces como Isabel I de Inglaterra, reconocida como tal por el ya ex rey Felipe.

En 1555 Carlos I, ya mayor y cansado, decidió

renunciar a más territorios en favor de su hijo Felipe. El 22 de octubre del mismo año, Carlos abdicó en Bruselas como Soberano Gran Maestre de la Orden del Toisón de Oro. Tres días después, en una grandiosa y ostentosa ceremonia ante decenas de invitados, se produjo la abdicación como Soberano de los Países

Bajos. La renuncia al Condado de Borgoña tuvo lugar el 10 de junio de 1556.

Carlos pensó que España defendiese desde esos territorios al Sacro Imperio Romano Germánico, más débil que Francia.

A diferencia de Castilla, Aragón, Nápoles y Sicilia, los Países Bajos no eran

parte de la herencia de los Reyes Católicos, y veían al monarca como un rey extranjero y lejano [cita requerida]. Los estados del norte pronto se convirtieron en un gran campo de batalla, ayudados por Francia e Inglaterra, que explotaron la situación de rebelión constante de Flandes para debilitar a la Corona Hispánica.

El 16 de enero de 1556 Carlos I, en sus habitaciones privadas y sin ninguna ceremonia, cedió a Felipe la Corona de los Reinos Hispánicos, Sicilia y las Indias. Felipe ya desempeñaba funciones de gobierno desde 1544, después de que Carlos I escribiera en1543, a su regreso a España, las Instrucciones de Palamós, que preparaban a Felipe para la regencia de los reinos peninsulares hasta 1550 cuando éste aún tenía dieciséis años. Aunque durante su juventud vivió doce años fuera de España en Suiza, Inglaterra, Flandes, Portugal, etc., una vez convertido en Rey de España fijó su residencia en Madrid y potenció el papel de esta ciudad como capital de todos sus reinos.

El 4 de agosto de 1578, tras la muerte sin descendientes del rey Sebastián I de Portugal en la batalla de Alcazarquivir, en Marruecos, heredó el trono su tío abuelo, el cardenal Enrique I de Portugal. Durante el reinado de éste, Felipe II se convirtió, como hijo de Isabel de Portugal, en candidato al trono portugués junto a Antonio, el Prior de Crato y nieto del rey portugués Manuel I, Catarina de Portugal y los duques de Saboya y Parma. Felipe recibió el apoyo de la nobleza y el alto clero y el Prior de Crato fue apoyado por la gran mayoría del pueblo.

A la muerte de Enrique I, el Prior de Crato se autoproclamó Rey de Portugal el 24 de julio de1580. Ante tal hecho, Felipe II reaccionó enviando a un ejército al mando de Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, el Gran Duque de Alba, para luchar contra el Prior de Crato y reclamar sus derechos al trono. La batalla de Alcántara culminó una rápida y exitosa campaña militar que obligó a Antonio a huir y refugiarse en las islas Azores (de donde fue desalojado en 1583 tras la batalla de la Isla Terceira).

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Una vez tomada Lisboa, Felipe II fue proclamado rey de Portugal el 12 de septiembre de 1580 con el nombre de Felipe I de Portugal y jurado como tal por las Cortes reunidas en Tomar el 15 de abril de 1581. Reinó Portugal desde Madrid y

designó a Fernando Álvarez de Toledo Condestable de Portugal y I Virrey de Portugal, máximos cargos en aquel país después de la persona del propio monarca. Felipe II lograba la tan ansiada unificación de la península Ibérica bajo un único rey español.

El gobierno de Felipe II coincidió con la etapa histórica conocida como el Renacimiento. Aunque el cambio ideológico no fue tan extremo como en otros

países; no se rompió abruptamente con la tradición medieval, no desapareció la literatura religiosa, y fue en el Renacimiento cuando surgieron autores ascéticos y místicos; por ello el Renacimiento español fue más original y variado que en el resto de Europa.

La literatura religiosa estuvo encabezada por escritores como: Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, fray Luis de Granada, San Juan de Ávila y fray Juan de los Ángeles. Miguel de Cervantes empezó a escribir sus primeras obras. La poesía renacentista de este se dividió en dos escuelas: la Salmantina (Fray Luis de León) y la sevillana (Fernando de Herrera). En el teatro destaca la figura de Lope de Vega, que aún acaparará más importancia en el reinado de Felipe III, al igual que Miguel de Cervantes.

Entre los pintores más famosos destacaron El Greco, Tiziano, Antonio Moro o Brueghel el Viejo. Alonso Sánchez Coello fue el pintor de cámara de Felipe II. Fue el apogeo de los arquitectos españoles, entre ellos: Juan de Herrera, Juanelo Turriano, Francisco de Mora o Juan Bautista de Toledo, que tuvo como resultado la aparición de un nuevo estilo, que se caracterizó por el predominio de los elementos constructivos, la ausencia decorativa, las líneas rectas y los volúmenes cúbicos. Este estilo fue bautizado posteriormente como estilo herreriano. Estos afamados arquitectos construyeron edificios religiosos y mortuorios como el Monasterio de El Escorial o la Catedral de Valladolid; civiles o administrativos como la Casa de la Panadería o la Casa de la Moneda de Segovia, y militares como la Ciudadela de Pamplona.

De hecho, a esta época, en la que sobresalieron escritores y dramaturgos de gran talla, y acababan de nacer los que se destacaron bajo el gobierno de Felipe III, se le conoce como el Siglo de Oro o el apogeo de la cultura española.

Durante su reinado hizo frente a muchos problemas internos entre los cuales caben destacar: su hijo Carlos, su secretario Antonio Pérez y la guerra de las Alpujarras. También acabó con los focos protestantes en España, localizados principalmente en Valladolid y Sevilla.

El príncipe Carlos nació en 1545, hijo de su primera esposa María de Portugal con la que se casó dos años antes y la cual murió en el parto. Caracterizado por su desequilibrio mental, de muy posible origen genético pues tenía cuatro bisabuelos (en lugar de los ocho naturales) y seis tatarabuelos (en lugar de dieciséis), tuvo una complexión débil y enfermiza. Fue educado en la Universidad de Alcalá junto al hermanastro del rey, don Juan de Austria. Conspiró con poco disimulo con los rebeldes flamencos contra su padre. Tras asombrosos escándalos relacionados con esto, como el intento de acuchillar en público al Duque de Alba, fue detenido por su

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propio padre, procesado y encerrado en sus aposentos. Posteriormente fue trasladado al Castillo de Arévalo donde murió de inanición (se negaba a comer) y en total delirio en 1568. Este terrible hecho marcó profundamente, y de por vida, la personalidad del monarca.

<<<Carlos V y Felipe II

De su segundo matrimonio con María

I de Inglaterra no hubo hijos, pero de su tercer matrimonio con Isabel de Valois tuvo dos hijas, con lo que al morir en 1568 Isabel de Valois y su primogénito Carlos, Felipe II se encontró con 41 años, viudo y sin descendencia masculina. Éste fue uno de los peores años para Felipe II: a la tragedia personal se unían la rebelión en los Países Bajos y las Alpujarras, el avance imparable de la herejía protestante y

calvinista en Francia y Europa Central, la piratería berberisca y el resurgir de la amenaza otomana tras el fracaso del Sitio de Malta y la muerte de Solimán el Magnífico.

En 1570, Felipe II se casó por cuarta vez, con Ana de Austria, hija de su primo el emperador Maximiliano II, con quien tuvo cuatro hijos, de los cuales sólo uno, Felipe (14 de abril de 1578 – 31 de marzo de 1621), futuro Felipe III, llegó a la edad adulta.

CONTINUARÁ…. Por F.L.P.

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Santo Domingo de Silos

El Monasterio de Santo Domingo de Silos es una abadía benedictina ubicada en

la parte oriental de un pequeño valle, que el primer documento del Archivo de Silos, del año 954, ya lo denomina "valle de Tapadillo" perteneciente al municipio de Santo Domingo de Silos, en la provincia de Burgos, comunidad autónoma de Castilla y León, España. Su claustro es una de las obras maestras del románico español.

El monasterio, aunque no en su actual configuración, se remonta a la época

visigótica (siglo VII), si bien se desvanece durante la ocupación musulmana. En el siglo X, llamado aún San Sebastián de Silos, y en especial durante el periodo en que el conde Fernán González gobierna en Castilla (930-970), vuelve a resurgir la comunidad monástica alcanzando un pujante actividad que nuevamente decae bajo las razias de Almanzor. Desaparecido éste en 1002 y recobrada la serenidad, el monasterio se encuentra arruinado y maltrecho. Cuando en 1041 Domingo, prior del monasterio de San Millán de la Cogolla, se refugia en Castilla huyendo del rey de Navarra, es bien recibido por el monarca leonés Fernando I quien le confía la misión de restablecer el antiguo esplendor y dar nuevo auge al monasterio de Silos puesto bajo la advocación de San Sebastián. Con el decidido impulso de Santo Domingo como abad del cenobio se erigió la iglesia románica, magnífico templo de tres naves y cinco ábsides consagrado en 1088 por el abad Fortunio, el claustro que aún perdura, y el resto de las dependencias monacales. A la muerte del santo, el monasterio toma su patrocinio y pasa a denominarse Santo Domingo de Silos.

Hacia 1170, la dama de origen noble Juana de Aza, que estaba encinta,

peregrina a Silos en busca de dirección espiritual. Su hijo, Domingo de Guzmán será bautizado así en honor del santo patrono de la abadía.

En el siglo XVIII se deja sentir la necesidad de ampliar las instalaciones,

principalmente la cabida de la iglesia. Se encomienda al arquitecto Ventura Rodríguez llevar a cabo las debidas reformas. Se derribó el templo románico para sustituirlo por otro neoclásico que es el que hoy existe. Del primitivo queda como vestigio el ala sur del transepto y la Puerta de las Vírgenes que abre al claustro. La falta de recursos económicos hizo que el propio claustro no tuviera un mismo final que la iglesia.

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El 17 de noviembre de 1835 la vida monástica de silo se interrumpe a consecuencia y efectos de la desamortización de Mendizábal que implicaron la pérdida por expolio de parte de sus riquezas artísticas y documentales. Por fin, el 18 de diciembre de 1880 se establece una nueva comunidad de monjes benedictinos llegados de la abadía francesa de Ligugé, dirigidos por el monje de Solesmes, Idelfonso Guépin. En una visita al monasterio, el poeta Gerardo Diego compuso el famoso soneto El ciprés de Silos, considerado como uno de los mejores sonetos de la literatura española. Hoy es lugar de afluencia de quienes saben apreciar las bellezas de su claustro románico y del canto gregoriano con que se acompañan los oficios religiosos.

EL CLAUSTRO El claustro de Silos es de doble

planta, siendo la inferior la más antigua y la de mayor mérito. Forma un cuadrilátero de lados ligeramente desiguales, de los que el menor mide 30 m y el mayor 33,12 m. Los lados norte y sur constan de 16 arcos, mientras que los lados este y oeste de sólo 14. Como las parejas de lados opuestos no son de igual dimensión a pesar de tener el mismo número de arcos, las luces de

éstos tampoco son idénticas, variando entre 1,00 y 1,15 m. Los arcos son de medio punto y descansan sobre capiteles que, a su vez, lo hacen sobre columnas de doble fuste monolítico de 1,15 m de longitud; sólo los soportes centrales de cada galería están formados por fustes quíntuples, salvo uno de ellos, el del lado norte, que es cuádruple y torsado. Toda la arquería va montada sobre un podio corrido con una abertura para acceder al jardín interior.

El claustro inferior debió levantarse en la segunda mitad del siglo XI y primera

del XII, mientras que el claustro superior se construyó en los últimos años de ese mismo siglo. En el inferior se perciben claramente dos fases de ejecución: durante la primera, que corresponde a las últimas décadas del siglo XI, se llevaron a cabo las galerías norte y este; la segunda se desarrolló en el siguiente siglo y en ella se ejecutaron las galerías sur y oeste. Cada fase refleja una forma de hacer y un estilo diferentes atribuibles a dos maestros distintos que emplearon sus propios talleres. Como rasgos diferenciadores, los fustes de las columnas de la primera etapa están más separados y presentan mayor éntasis, y las tallas son de poco relieve y escaso movimiento. Las figuras del segundo taller son más realistas y poseen mayor volumen.

En el plano artístico lo más destacable es la colección de los 64 capiteles de

que consta el claustro bajo y los relieves que ornamentan las caras interiores de las cuatro pilastras que forman los ángulos de la galería. Al primer maestro serían asignables seis de los relieves con las siguientes escenas:

• Ángulo sudeste: La ascensión y Pentecostés. • Ángulo noreste: El sepulcro y El descendimiento. • Ángulo noroeste: Los discípulos de Emaús y La duda de Santo Tomás. El segundo maestro sería el autor de los dos relieves restantes: • Ángulo sudoeste: La anunciación a María y El árbol de Jesé.

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Este segundo maestro que realizó los últimos machones posiblemente procediese de Galicia, ya que la Coronación y Anunciación de María, están tratados al modo de Santiago de Compostela, con mucha abundancia de plegados y con los cabellos acaracolados (similar al profeta Daniel que aparece en las Jambas de Santiago de Compostela). El árbol de Jesé es muy importante desde el punto de vista iconográfico, por estar relacionado con la vidriera del mismo nombre de San Denis, y por tratarse de un tema utilizado para decorar el parteluz de Santiago de Compostela.

Los capiteles, y en especial los del segundo artista, son obras maestras de la

iconografía románica y lo que más admira y llama la atención de todo el claustro. Sus temas son muy variados: desde los que representan escenas bíblicas o evangélicas, hasta los figurativos de animales quiméricos, grifos, leones, arpías, centauros, aves fabulosas y toda clase de elementos vegetales.

Son de destacar también la Puerta de las Vírgenes, que comunica el claustro

con la iglesia y que constituye un vestigio del primitivo templo románico, y la fachada de la desaparecida sala capitular que se abría a la galería oriental, así como el artesonado mudéjar ricamente decorado con cerca de 700 figuras y escenas de la Castilla de los siglos XIV y XV.

Su biblioteca, con más de 160.000 ejemplares, tan solo es accesible para los

huéspedes del monasterio e investigadores que lo soliciten. OTRAS DEPENDENCIAS La botica: Se creó en 1705. Disponía de su propio jardín botánico, de un

laboratorio farmacéutico y de una biblioteca especializada. De ésta se conservan unos 400 volúmenes editados entre los siglos XVI y XIX. También se guardan varios centenares de tarros de loza que se utilizaban como recipientes de productos medicinales.

El museo: En una antigua sala del monasterio se exhibe una importante

colección de obras de arte relacionadas con el propio cenobio que incluye pintura, orfebrería, escultura y esmaltes entre otras cosas.

Cabría destacar una custodia procesional de siglo XVI, el cáliz que utilizaba

Santo Domingo de Silos del siglo XI, o el tímpano de una de las puertas de la primitiva iglesia románica que se rescató de entre la cimentación de la actual iglesia neoclásica. Por JMS

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No hay nada que ocurra en los planos superiores del espíritu que no se manifieste en plano físico. Si estamos en presencia del nacimiento de una nueva especie de hombres con una conciencia más desarrollada y preocupados de la responsabilidad que les acarrea su naturaleza multidimensional es una consecuencia ineludible que también se comience a pensar en expresiones colectivas de actividad restauradora y edificadora de un nuevo mundo.

A lo anterior se suma que justo en el momento del

cambio de era y al final del milenio -cuando la civilización se encuentra en una encrucijada fundamental - surge un sistema de información global capaz de conectarnos en un instante a todos. La tecnología desarrollada y los cada vez más avanzados sistemas de información catapultan a la humanidad, que se halla en un rápido despertar espiritual – hacia un acontecimiento que ha sido descrito de diversas formas: como una aceleración, una gran catarsis, un resucitar, un bautismo de conciencia. Se puede decir que a la tierra, le ha crecido un cerebro, ha expandido su mente y está descubriendo su destino, en una red global de conciencias despiertas. Esta combinación enciende la lámpara de la esperanza.

Uno de los primeros iluminados de esta nueva concepción fue un sacerdote

Jesuita francés llamado Teilhard de Chardin, quien escribió una serie de obras que fueron la inspiración de la hipótesis de James Lovelock, GAIA: El ecosistema global como un supe organismo viviente, cuyo todo es mucho más grande que la suma de sus partes. Él imaginó una etapa de la evolución en la cual una compleja membrana de información alimentada por la consciencia humana envolvía nuestro planeta y lo cristalizaba hasta formar una "noosfera" (del griego noo, mente). Esta membrana del sistema nervioso global, que es biológica, espiritual y tecnológica, en los humanos ha aumentado el número de neuronas y expandido su percepción espiritual, mientras que, en la tecnología, ha generado una electrónica avanzada, ha dado nacimiento a un sistema planetario de pensamiento, a una red global de autoconocimiento, a una retroalimentación instantánea y a una comunicación planetaria.

De Chardin pinta este proceso como "un resplandor que se va extendiendo en

ondulaciones hacia afuera a partir de la primera chispa de reflexión consciente; el punto de ignición se hace más grande y el fuego se extiende en círculos cada vez más amplios, hasta que finalmente todo el planeta se cubre con esta incandescencia". La humanidad se dirige hacia un "Punto Omega", una fascinante convergencia en donde la fusión espiritual y tecnológica de la Tierra y los humanos están dando nacimiento a una consciencia vibrante, que nos conduce a un nuevo estado de paz, de pasión y de unión planetaria. De Chardin, aunque vivió antes de Internet, sin duda imaginó el ciberespacio como el componente tecnológico de la membrana: un vasto sistema nervioso electrónico que rodea la Tierra, mediante una constelación de conexiones de líneas telefónicas, satélites y circuitos de computadora, que se funden en "la unidad viviente hecha de un solo tejido" de pensamientos colectivos. O, como lo resumió John Perry Barlow: "El punto de toda evolución hasta esta etapa es la creación de un organismo colectivo de Mente". Pero De Chardin, ferviente y astutamente insistió: "no se trata solamente de unir nuestras inteligencias o nuestros cuerpos, lo que tenemos que unir son nuestros corazones 'la humanidad está construyendo su cerebro

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compuesto ante nuestros ojos' su Corazón -sin el cual no puede alcanzarse la integridad definitiva de su poder de unificación".

Ahora estamos dando lugar a que evolucione una nueva percepción de la Tierra,

como entidad conciente unificada con sus residentes humanos, en un despertar en sincronía y sinergia. Estamos haciendo la transición de experimentar a la Tierra como una biosfera física, a conocerla como una noosfera - un organismo milagroso con una mente y un corazón, al igual que con un cuerpo. En esta etapa en la evolución de la consciencia, una humanidad despierta se está fusionando a través de su capacidad de interconexión espiritual y tecnológica, como un nuevo órgano de la Tierra de consciencia espontánea. Como parte vital de nuestra Tierra viva y consciente, en la esencia misma de nuestra humanidad, reconocemos el Gran Espíritu de unidad y amor que yace en el corazón de prácticamente todas las tradiciones espirituales. Así, más allá de los distintos dogmas o de las diversas creencias, lo que todos compartimos cuando hacemos nuestras ideas a un lado y nos unimos en meditación u oración es este mismo Gran Espíritu, que irradia desde la fuente de nuestra existencia en el centro de nuestros corazones. Aquí nos fundimos en Uno Solo, en corazón, mente y espíritu, como la consciencia vital y transformadora del todo. A esta unicidad de pensamientos y voluntades al que todas las personas pueden libremente acceder se le conoce como la "Internet". Los pensamientos tienen alas, así como siete océanos conectan a todas las tierras de nuestro planeta, o el cielo enlaza a todas las regiones de la Tierra, así también nosotros estamos conectados a través de ondas de pensamiento. En el plano interior, todos estamos sutilmente conectados a través de energía en la "Internet". Conviene aclarar que debido a que esta energía es invisible, muchas personas no entienden ni aceptan este concepto. Otros, incluyéndome a mí, sabemos cuán poderosa es nuestra realidad interna en la creación de nuestras circunstancias externas. Aunque operan en un nivel más sutil, las ondas de pensamiento se transmiten conforme a los mismos principios científicos que soportan la transmisión del sonido o la luz, que mueven a los teléfonos, a Internet, al radio, la televisión, los satélites y otras altas tecnologías.

El pensamiento es vibración. En su fuente, todos los seres emanan de la fuente

de luz más alta y transparente del universo, la mayoría de las personas nos referimos a esta fuente como Dios o Espíritu. En el silencio y en la claridad, aquí todos podemos unirnos en una red global de amor y buenas intenciones.

En esta nueva era astrológica la Internet está fusionando dos fuerzas, la

espiritual y la tecnológica, en un proceso de evolución natural, para un propósito más noble y elevado: elevar el campo unificado de la conciencia colectiva de la humanidad.

Usando Internet y otras tecnologías convencionales avanzadas para organizar,

sincronizar y unificar la belleza, la pasión y el poder ilimitados del espíritu humano, es el momento de proponemos reunir la masa crítica, el número cuántico necesario de hombres en la "Internet" para ayudar a crear el punto mental requerido para que el curso de la civilización humana dé un giro de 180 grados. Al igual que círculos interconectados, una clave para la familia global entera será que hagamos a un lado las pequeñas diferencias y unamos nuestras manos en el bello espíritu del amor universal. Hoy debemos vivir vidas más grandes que antes. Deben caer muchos muros divisorios y dogmáticos que obstruyen el fluir natural del espíritu. Otra clave es que las distintas personas y grupos inspirados que están trabajando en proyectos de transformación para un futuro renovable, sustentable y más brillante, encuentren puntos de conexión que permitan amalgamar y enfocar la energía que los ha inspirado en hazañas unificadas. Tenemos la necesidad, así como las herramientas, los

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recursos, el poder y la pasión. Ahora, debemos unir todo y alinearlo conforme al amor universal y a una visión iluminada. El reto del nuevo milenio será que nos unamos, que abramos nuestro corazón milagroso, que abracemos la unidad de la familia humana y que, con valentía, respondamos a las verdaderas necesidades de la colectividad, con belleza e inspiración. Una nueva y fulgurante esperanza ilumina el mañana.

En "La Tierra en Equilibrio", inspirado por De Chardin, Al Gore escribió,

"armados con tal fe que nos parezca posible resantificar la Tierra, identificarla como la creación de Dios, y asumir nuestra responsabilidad de protegerla y defenderla". Y por primerísima vez en la historia del hombre, la familia humana entera está uniendo sus corazones en una serie de momentos resplandecientes de sintonía colectiva, cambiando para siempre el sentido interior y la visión que tenemos de los demás -ya no extranjeros desconectados y diferentes llegados de distantes tradiciones o tierras lejanas- sino verdaderos hermanos y hermanas, con un propósito común, en un Circulo de Vida universal: Una Red Planetaria de Luz

"Algún día, después de que hayamos dominado los vientos, las olas, las mareas

y la gravedad, aprovecharemos para Dios las energías del amor. Entonces, por segunda vez en la historia del mundo, habremos descubierto el fuego". - Pierre Teilhard de Chardin (1881 - 1955).

La concepción teilhardiana se resume en que somos de la Tierra, que no hay

algo aparte. Es un concepto espiritualista y no materialista en cuanto, para él, el cosmos es materia espiritual. Habla del Espíritu de la tierra, la Tierra física es un ente espiritual, porque la materia es materia-espíritu inseparables. Nosotros pertenecemos a la Tierra a ese Espíritu de la Tierra, nacemos de la tierra volvemos a la Tierra y la Humanidad está hecha por los hombres que la habitamos.

La Humanidad es la Monada Humana, la cual absorberá las monadas

individuales las cuales integrará en si misma las Mónadas individuales permaneciendo como tales, que somos los hombres, representados en nuestros cuerpos físicos. Estas mónadas individuales son inmortales no desaparecerán con su agregación a la Mónada Humana sino que se unifican con ella.

Según John Grim, presidente de la Asociación Teilhardiana de las Américas y

profesor de religión en la Universidad Bucknell. El concepto que tuvo Teilhard de la noósfera—o sea, una red planetaria de pensadores—tiene importantes implicaciones para la actualidad.

“Su legado nos presenta con el reto de buscar una espiritualidad profunda en la

cual los humanos reconozcamos que la salud y bienestar de todas las especies vivientes, más la de la tierra misma, ahora depende de nosotros”, dijo Grim. “Lo que Teilhard nos ha dado es una visión incipiente de la evolución que las generaciones del futuro, y nosotros, tendremos que pensar vez tras vez al paso de nuestro progreso hacia adelante”.

Esta nueva evolución implica alejarnos de los estados separados con su conducta divisiva, para dirigirnos hacia una civilización planetaria, sostenible y globalmente unida, según observó Mary Evelyn Tucker, vicepresidente de la Asociación Teilhardiana de las Américas y profesora de religión en la Universidad Bucknell.

“Cada uno de los sistemas de vida muestra señas de una alarmante y precipitada declinación”, Tucker dijo. “Ahora podemos observar el profundo efecto de nuestra presencia humana sobre la tierra a través de los tiempos—y especialmente en

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los tiempos recientes. Necesitamos un sentido de propósito común como nunca antes en la historia humana, el propósito común de crear una civilización planetaria y sostenible. Esta fuerza unificante es lo que Teilhard quería decir al referirse al `espíritu de la tierra´”.

Representantes de los grupos que trabajan en favor de una sostenibilidad

universal hicieron eco de la declaración de Tucker. “Estamos ayudando a crear una conciencia colectiva”, dijo Bertrand Collomb, presidente del Business Council for Sustainable Development (Concejo Comercial para el Desarrollo Sostenible). “A esta campaña no la llamamos `desarrollar la noósfera´ sino `desarrollar un mundo más unido para salvar la raza humana´, y la denominamos `el desarrollo sostenible´. Teilhard propuso una perspectiva más exaltada y noble para ser co-creadores de la tierra. Esta visión es lo que le hace a él un guía y una inspiración para el siglo XXI”.

La visión de Teilhard fue formada por su profunda espiritualidad católica, la cual

valoriza la vida y toda la naturaleza como una creación de Dios. Esto incluye un profundo compromiso con la unidad fundamental de la humanidad. Siendo consecuente con la teología católica, Teilhard vio la explotación humana del medioambiente como “desordenada” o incompatible con la voluntad de Dios. Jeffrey Sachs, director del Proyecto Milenario de las Naciones Unidas y consejero especial a Kofi Annan, Secretario General de las Naciones Unidas, dijo que tanto los gobiernos como los individuos tenemos el poder necesario para vencer las amenazas de la pobreza, el hambre y el deterioro medioambiental. “Vivimos en una época de profunda paradoja, pero también de profundas posibilidades y profundas esperanzas”, Sachs dijo. “La paradoja consiste en la perpetuación de la pobreza y deterioro medioambiental en medio de un mundo de tremenda riqueza y tremendos conocimientos. La esperanza es el hecho de que vivimos en una época de grandes posibilidades. Si seleccionamos nuestras opciones con juico, este tipo de pobreza extrema podrá eliminarse en nuestra generación”.

Pese a los avances tecnológicos, más de un millón de millones de seres

humanos luchan por su sobrevivencia, entre los cuales sucumben a la muerte día tras día veinte mil, dijo Sachs. Para él, el reto del desarrollo sostenible implica el desarrollar vida material para los más pobres de los pobres. Esto incluye ayudarles con la nutrición, la atención médica, y las severas condiciones medioambientales. “En nuestros mejores momentos reconocemos que somos una comunidad global”, Sachs dijo. “No somos `nosotros contra ellos´. Somos todos seres humanos juntos. Compartimos el mismo legado genético, la misma esperanza para nuestros hijos, y al darnos cuenta de ello, nos acercamos mucho más a las soluciones que necesitamos”.

Tucker, quien también es uno de los coordinadores del Foro Sobre la Religión y

la Ecología, dijo que la Unión Europea es un importante ejemplo de naciones que se unen para perseguir una meta común, lo cual es algo que debe suceder a escala planetaria. “Tal como Teilhard observó, la época de las naciones ha pasado”, dijo Tucker. “Y ahora, a menos que queramos perecer, debemos despojarnos de los viejos prejuicios y construir la tierra”.

Por Fredy Wompner

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La Leyenda de la Encantada es un nombre genérico que hace referencia a un conjunto de tradiciones orales y leyendas mitológicas narradas en numerosas localidades españolas. A pesar de que existen múltiples variantes locales, una serie de elementos son comunes a todas ellas: la protagonista (una joven de larga cabellera), el momento temporal (Noche de San Juan), manifestación (peinándose) y otros elementos (espejo, peine —generalmente de oro—, boda).

La Encantada está íntimamente relacionada con seres mitológicos como las Lamias, Mouras (mitología gallega), Mari y Mairu (mitología vasca), las Anjanas (mitología cántabra) y las Xanas (mitología asturiana), de hecho una y otras, en esencia, son versiones diferentes de la misma narración pero adaptadas a entornos culturales particulares. Asimismo, su relación con la figura mexicana Xtabay sugiere una presencia antiquísima y casi universal del mito o una posible difusión transatlántica, bien a través de los procesos de conquista de América, en el proceso inverso mediante la importación de leyendas de los pueblos americanos originarios, o bien tratándose de una tradición de ida y vuelta.

El término encantada es bastante habitual en la toponimia y micro toponimia española y, normalmente, suele designar el lugar concreto donde se produce la aparición. Gálmez de Fuentes considera dicho topónimo como una explicación o adaptación a posteriori del término prerromano *kanto ('piedra, orilla pedregosa'). Otro paralelismo es que, en dichos lugares, suelen existir yacimientos arqueológicos, por lo que se considera un indicador bastante fiable en la prospección previa.

Muchas veces el topónimo suele presentarse bajo la forma mora encantada lo que puede inducir a creer que los yacimientos son de la época de la dominación musulmana. No es cierto, de hecho muchos de ellos suelen ser anteriores y ponen de manifiesto una pervivencia de substratos culturales que reflejan la antigüedad y el recuerdo histórico del lugar. La explicación a esas supuestas moras (que se trata de una adaptación al castellano del gallego mouras que designa a las encantadas de Galicia y Portugal) puede estar relacionado con el término prerromano *mor ('túmulo, montón de piedras') y, a su vez, con las morras, poblados típicos del Bronce Manchego. Tampoco está muy lejos, etimológicamente, de estas moras y mouras el nombre de la diosa vasca Mari.

En esencia, la leyenda narra la aparición de una

bellísima joven peinando su larga cabellera con un peine de oro, en torno a la Noche de San Juan y en las cercanías de un castillo, cueva u otro paraje natural cargado de fuerte simbolismo. El encuentro con ella puede suscitar un encantamiento del espectador que, generalmente, suele ser un pastor o agricultor. Algunas de las distintas versiones del mito son:

Aketegi. Un pastor se acercó un día a la boca de

la espantosa cueva que se abre en la parte oriental de la

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cresta del Aketegi. Había oído que Mari habitaba aquella oscura caverna y que sólo se dejaba ver cuando salía a la entrada a peinarse su hermosa cabellera.

Baza. En el río de Baza, a un kilómetro aproximadamente de la carretera de Murcia-Granada, hay una terrera con unas cuarenta o cincuenta cuevas con varias ventanas, llamada Terrera de los Argálvez, donde cuentan los más viejos del lugar, que todos los días de San Juan, al salir el sol se asomaba por las ventanas una mujer morena con el pelo muy largo y que año tras año aumentaba la curiosidad por verla, hasta que un día de San Juan, que nadie sabe la fecha exactamente al salir el sol se asomó por una de las ventanas de la cueva, con un peine en la mano derecha y una daga en la mano izquierda y dirigiéndose hacia un señor que esperaba, le dijo: ¿qué quieres: la dama, el peine o la daga?, a lo que el señor contestó: la daga. Ella entonces le dijo: ¡pues con ella te atraviesen el alma, porque me has encantado para otro tanto tiempo!

Benamor (Moratalla). Arroyo Benamor. En los tiempos visigóticos, aquellas tierras de Moratalla habían tejido otra historia de amor; estando la princesa Ordelina prometida en matrimonio con el noble Sigiberto, quebrantó instantes antes de la boda su palabra, para casarse con Hiliberto, rival de aquél. Contrajeron el vínculo vísperas de San Juan, pero el matrimonio no quedó consumado porque a media noche moría repentinamente Ordelina, quedando condenada su alma a vagar en pena eternamente, a causa del perjurio, cobrando figura humana sólo y en cada año, la noche de San Juan, cuando el destino le permitía salir de la tumba para peinarse sus largos cabellos en el arroyo de Benamor.

Coy. En la noche de San Juan una princesa mora vestida de blanco y con largo cabello sale de la cueva de la Encantá a peinarse y lavarse la cara en el manantial de la Fuente. Antaño la gente no salía a la calle esa noche por el temor a quedar encantado. La cueva se encuentra en el Cabezo de la Encantá, donde existen restos de una antigua torre de vigilancia de la época medieval que junto al castillo de Coy formaba parte de construcciones defensivas de Campo Coy.

Las Camarillas (Hellín). En la madrugada del día de San Juan (24 de junio), solía aparecer una dama muy blanca con el pelo muy largo y rubio al pie de la cueva de la Camareta, a orillas del camino de la Junta de los Ríos, muy próximo al río Mundo, sentada en una piedra y peinándose con un peine de oro, preguntándole, si alguien pasaba por allí, sobre qué le gustaba más, si el peine o ella. Dicen que en cierta ocasión pasó un pastor y al hacerle la pregunta éste respondió que el peine, exclamando ella: ¡maldito seas, que por tu culpa seguiré encantada!

Manzanares el Real. La Pedriza. La Cueva de la Mora en la Pedriza, Manzanares el Real (Madrid), recuerda a historias que se repiten a lo largo de la geografía española debidos quizás a la larga ocupación musulmana. Existe otra leyenda con este título, recogida por Gustavo Adolfo Bécquer en sus Leyendas, situado en la localidad navarra de Fitero.

La cueva, de difícil acceso, se halla cerca del refugio Giner de los Ríos,

concretamente enfrente de su fachada principal y al este de la Peña Sirio. Parece ser que la hija de un rico árabe quedóse prendada de un joven cristiano. Ante esta situación fue secuestrada y retenida por sus familiares musulmanes en el interior de esta cueva. Pasaron los años y el caballero cristiano no regresó jamás, a pesar de la ansiada espera por parte de la joven, por lo cual, según las creencias de la gente, de cuando en cuando, el alma de la despechada joven se desliza vagando entre las formaciones rocosas y canchales tratando de buscar a su amor perdido.

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Paterna del Madera. Una cueva situada entre el Río Madera y Casa Rosa, conocida como la cueva de la Encantada, donde en las madrugadas de la noche de San Juan aparecía una dama vestida de blanco, con largas melenas, peinándose.

Puerto Lumbreras. Cuentan que en una cierta ocasión cuando anochecía, un

pastor casi anciano encontró junto a un baladre a una hermosa dama. Ésta le llamó y le dio a elegir entre un peine de oro, que sostenía en una mano, o su persona. El anciano eligió el peine y la joven lamentándose espetó: ¡ay, que me has encantado por cien años más! y desapareció tras un resplandor.

Rojales. La Encantá es una leyenda tradicional de Rojales, un pueblo de la Vega Baja del Segura en la provincia de Alicante. La historia cuenta que hace ya bastantes siglos, en el Medievo, una princesa árabe llamada Zulaida o Zoraida se enamora de un príncipe cristiano, provocando las iras de su padre, el rey moro, que la maldice a vivir por siempre encantada dentro del monte redondo llamado Cabezo Soler, al lado del río Segura, en el camino que va del pueblo de Rojales a Guardamar. Todos los años, y sólo en la Noche de San Juan, la Encantá se aparece en el Cabecico Soler para que alguien la libere. Si algún hombre valiente se encuentra con ella, la Encantá le pedirá que la lleve en brazos hasta el río Segura para bañar sus pies y así poder romper el maleficio. Pero para el hombre que la lleva, la Encantá se hace cada vez más pesada, por no mencionar a los monstruos que salen a su encuentro, provocando que el pobre valiente caiga desfallecido al suelo soltando a la princesa y cargando a su vez con una nueva maldición, la de morir pisándose la lengua.

Esta leyenda ha sido recordada gracias a la tradición oral y a la novelización del escritor Fausto Cartagena. También existe una obra teatral escrita por Salvador García Aguilar, que fue dirigida con gran éxito por el afamado director Alberto González Vergel y un mediometraje con título La leyenda de la Encantá, dirigido por Francisco Jorge Mora García y Joaquín Manuel Murcia Meseguer en el año 2002 y que obtuvo la Mención Especial en su categoría en el Festival Internacional de Cine Cinema Jove de Valencia. Años después, el compositor Francisco Jorge Mora García, compone varias piezas instrumentales y corales inspiradas en la leyenda de la Encantá («Noche de San Juan», «Tema de Zulaida», «Batalla en el Cabezo Soler»,…).

Villarrobledo. En esta versión aparecen los elementos fundamentales: bellísima joven, la maldición (o encantamiento), el peine de oro o la Noche de San Juan. Sin embargo, lo peculiar es que une la leyenda con la realidad puesto que, efectivamente, en la zona hay un castillo y otros cercanos y crecen flores raras que no se pueden encontrar en otro lugar.

Resumen del texto recopilado por Elvira Menéndez y José María Álvarez: En la

noche de los tiempos, una joven y bellísima princesa llamada Dulciades, hija del señor de un castillo, es raptada por Draskolín, un príncipe malvado y depravado hijo de Hastrano, señor de otro castillo vecino. El cruel príncipe da muerte a la aya de la princesa que, antes de morir, pronuncia una maldición contra él. Con motivo de esa maldición el príncipe muere en una de sus frecuentes correrías y, como castigo, su padre encierra a la princesa en una mazmorra. Después ordena a la bruja Nasanta que prepare un veneno para matar a la princesa. Cuando se lo ha suministrado, se aparece

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la aya y empareda a la bruja, aunque no puede evitar que el bebedizo haga parte de su efecto. Sólo consigue que la princesa duerma en un estado letárgico hasta que, una vez al año cada Noche de San Juan, despierte. Esa noche aparece La Encantada, una delicada y bellísima joven de tez clara, peinando su larga y hermosa cabellera con un peine de oro, para regar y cuidar unas flores extrañas que sólo crecen allí. Otras versiones de leyenda añaden que, si la ves y te mira fijamente a los ojos, ocuparás su lugar.

La «historia» de la encantada, en sí misma, hunde sus

raíces en un tiempo en que los conocimientos y la propia historia de las sociedades humanas se trasmitían de manera oral y reflejan manifestaciones del pasado de difícil explicación hoy en día. La Encantada recuerda a las ninfas de la mitología clásica (figuras femeninas jóvenes de gran belleza que se aparecen junto al agua). En muchas de ellas también se pueden intuir los precedentes de los cuentos infantiles (jóvenes de gran belleza física y espiritual son encantadas por algún poder maligno y quedan en espera de algún héroe valeroso que rompa su hechizo con una bella acción). Las similitudes entre los relatos sugieren un contacto cultural, quizá desde la prehistoria.

Los encuentros con Mari, las mouras y las encantadas,

en general, no son positivos para el espectador; aunque existe una cierta graduación entre el terrible carácter de Mari y la posibilidad de quedar hechizado o hechizada de las encantadas.3 Muchas de estas últimas dan la posibilidad de la salvación para las personas que se encuentran con ellas eligiendo uno, entre varios objetos;3 si bien es reseñable el carácter de alguna de ellas, como la de Villarrobledo, cuya sola mirada (en clara alusión a las Lamias y la Santa Compaña) le puede servir para liberarse y dejar al infeliz espectador ocupando su lugar.

Noche de San Juan. Fecha mágica española por excelencia pues, se dice que las hadas españolas suelen tener especial predilección por la Madrugada de San Juan. Son un gran número las leyendas, romances, tradiciones y mitos relacionados con el 24 de junio, ante la llegada del solsticio de verano en el hemisferio norte (solsticio de invierno en el hemisferio sur). Es considerada la gran noche del amor, los oráculos, la adivinación y la fertilidad. Coincidiendo aproximadamente con la festividad de San Juan, desde tiempos prerromanos se han realizado en España diversas celebraciones en las que el fuego, en forma de hogueras o luminarias, juega un importante papel. Se ha interpretado que con esta acción se pretendía «dar más fuerza al sol» que, a partir de esos días, iba haciéndose más «débil» (los días se van haciendo más cortos hasta el solsticio de invierno). El hecho de adscribirse bajo la advocación del Bautista es la muestra de la cristianización última de un rito pagano que parece haber resistido sucesivamente influencias de la religión romana, paleocristiana, musulmana y, nuevamente, cristiana.

De Leyendas de España.

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Philippe du Plaissis 1201-1208

13o. Maestre

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Edita:

Orden Católica del Templo Maestrazgo Templario Católico Internacional

www.ocet.org.es

Registrada en el Ministerio del Interior (RNA) Gpo.1 Nº 604098