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REVISTA DE HISTORIA MEDIEVAL Y TEMPLARÍA

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c Contenido c

PORTADA

LAS CATEDRALES DEL MUNDO. (La Catedral Nueva de Salamanca).

CONQUISTADORES ESPAÑOLES. (Ruy Díaz de Melgarejo)

ARQUITECTURA CRISTIANA EN TIERRA SANTA (2).

LOS GODOS; CREADORES DE LA NACIONALIDAD ESPAÑOLA.

LA QUINTA CRUZADA.

LOS PAPAS DE LA HISTORIA. (San Sixto II).

El RINCON DE JOAQUÍN SALLERAS.

REYES DE ESPAÑA, DE 1474 A 1873. (1º Casa Trastámara).

(Fernando II de Aragón).

ARQUITECTURA ROMÁNICA EN ESPAÑA.

LA LENGUA VALENCIANA ANTES DE JAIME I.

LEYENDAS Y TRADICIONES POPULARES. (La Santa Compaña-Leyenda Gallega).

CONTRAPORTADA.

c Editorial c

Federico Leiva Paredes. Editor

c Colaboradores c

Joaquín Salleras Clarió (Historiador de Fraga).

Albert Coll Vilá.

Josep Ricard Vento Belda.

Juan A. Portales.

Frey Jesús.

Fredy H. Wompner

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EDITA: OCT

(Orden Católica del Templo)

La OCT no se responsabiliza de las opiniones o doctrinas de los autores, ni de la posible violación de autoría y originalidad de los trabajos, colaboraciones o artículos enviados a esta redacción. Los autores serán los únicos responsables de todas las cargas pecuniarias que pudieran derivarse frente a terceros de acciones, reclamaciones o conflictos derivados del incumplimiento de estas obligaciones previstas por la Ley.

Reservados todos los derechos de edición, publicación y difusión.

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Catedral Nueva de Salamanca

La Catedral Nueva de la Asunción de la Virgen es, junto a la Catedral Vieja, una de las dos catedrales de la ciudad de Salamanca, en España. Es la sede de la Diócesis de Salamanca. Fue construida entre los siglos XVI y XVIII básicamente en dos estilos: gótico tardío y barroco.

La catedral nueva se construyó entre 1513 y 1733 conservando la vieja. En un principio pensaron derruirla, aunque se impuso el criterio de mantenerla abierta al culto mientras se realizaba la construcción de la nueva. Al terminar las obras en el siglo XVIII, reconsideraron la idea de destruirla y por esa razón se conserva actualmente. No obstante, el muro derecho de la Catedral Nueva se apoya sobre el muro izquierdo de la vieja que quedó parcialmente reducido con la nueva construcción, por lo que hubo de ser reforzado hacia adentro del antiguo templo. La torre de la nueva catedral, que hubo de ser reforzada en el siglo XVIII tras el Terremoto de Lisboa, se había construido sobre la torre de las campanas de la antigua.

La idea de construir una catedral nueva surge en el siglo XV debido al aumento demográfico de la ciudad, especialmente por la fuerte atracción de la Universidad. Por tanto, la Catedral Vieja parecía en aquellos momentos «pequeña, oscura y baja». Contaban con el apoyo de Fernando el Católico, quien en 1509 ordenó a los arquitectos que habían trabajado en Toledo y Sevilla, Antón Egas y Alonso Rodríguez, que fueran a Salamanca para tomar traza del nuevo templo.

La catedral, tras diversas discusiones, se proyectó paralela a la vieja, realizada con piedra franca de Villamayor y en estilo gótico. Tiene planta de salón, con tres naves y dos más de capillas hornacinas. En principio la cabecera había de terminar en girola y ábsides poligonales, pero finalmente se cambiaría el proyecto a una forma rectangular que reafirma la planta de salón.

Durante casi todo el siglo XVII las obras estuvieron paradas y se retomaron de nuevo en el XVIII, hasta su finalización en 1733. La catedral sufrió los devastadores efectos del Terremoto de Lisboa, que se produjo el 1 de noviembre de 1755, quedando todavía signos visibles en las grietas y vidrieras rotas. Después del terremoto hubo que rehacer la cúpula (por Juan de Sagarvinaga) y reforzar el campanario, que era muy semejante al de la catedral de Segovia.

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El campanario sufrió graves desperfectos durante el terremoto, llegando a inclinarse e incluso amenazar ruina. Tras consultar a varios arquitectos que recomendaron su demolición fue, finalmente, Baltasar Dreveton quien propuso zuncharla con 8 cadenas tensadas y forrarla con piedra en forma de talud llegando hasta el cuerpo de campanas. Así puede contemplarse actualmente, forrada de piedras e inclinada hacia uno de sus lados por efecto del terremoto de Lisboa. Actualmente esta catástrofe se recuerda con la tradición del «Mariquelo» el 31 de octubre.

Hacia 1810 el ejército de ocupación francés derribó la manzana de casas situada al norte de la catedral, creando la actual plaza de Anaya y poniendo de relieve la fachada norte, no preparada para la exhibición y poco agraciada. Este hecho ha

provocado que las fotos más conocidas de la catedral sean tomadas desde este lado, haciendo olvidar la fachada principal, mucho más interesante pero situada en una calle estrecha y sin suficiente amplitud para obtener buenas fotografías.

Hacia 1950 se quiso afinar el órgano. Fue llamado un especialista belga, el cual se quedó asombrado al saber que llevaba casi un siglo sin afinación, dado su perfecto estado gracias al clima seco de la zona. La catedral es, junto a la de Segovia, una de las dos últimas catedrales de estilo gótico que se construyen en España. La nueva catedral se construyó, continuando con el gótico tardío de sus orígenes, entre los siglos XVI y XVIII, aunque a finales del XVI se cambiara la cabecera con girola gótica por una plana y durante el XVIII se añadieran dos elementos que rompían de forma llamativa con el estilo predominante del templo: una cúpula barroca sobre el crucero y los cuerpos superiores de la torre campanario. Esta torre campanario mide 93 metros de altura.

La planta y alzado del edificio mantienen una uniformidad gótica y la presencia exterior de arbotantes y contrafuertes, así como el alzado interior de las naves lo atestiguan.

El interior de la catedral es muy semejante al de la Catedral de Sevilla. Sin embargo, a pesar de que las naves laterales no están a la misma altura que la central, siguiendo el esquema «ad triangulum» típico del gótico, la iglesia da impresión de gran amplitud y luminosidad por la compensación en altura y la consecución del espacio interior. El triforio, típico de las construcciones desde el tardo románico, se sustituye por dos tribunas corridas en todo el perímetro de la catedral y a dos alturas, lo que permite elevar aún más las naves laterales. Los pilares recogen el peso de las bóvedas donde cada uno de los nervios de las mismas desciende hasta el suelo por el pilar en una delgada columnilla que le ayuda a descargar el peso. Las bóvedas tienen todo tipo de combinaciones de nervios, combados y terceletes, que las hacen muy atractivas por su variedad y complejidad de obra.

La Catedral Nueva tiene una planta con tres naves y dos más de capillas-hornacina, que se terminaron en 1520 por Juan Gil de Hontañón las de la izquierda y Juan de Álava las de la derecha. En principio se proyectó una girola para la cabecera y ábsides poligonales, pero el retraso en la obra hizo cambiar el criterio por el de una cabecera plana, decisión tomada en el año 1584 por el entonces maestro mayor Juan Ribero de Rada, siguiendo el modelo de cabecera diseñado por Juan de Herrera en la Catedral de Valladolid. En 1538 Rodrigo Gil de Hontañón se convierte en el maestro de obras de la catedral, tras la muerte de su padre Juan Gil de Hontañón. En 1588 el maestro cántabro Juan de Nates es requerido para la continuación de las obras.

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El cimborrio original fue levantado por Joaquín Churriguera cuando se retomaron las obras, tras estar paradas durante casi todo el siglo XVII, por falta de presupuesto. Se terminó en el año 1725 y parece que era semejante al de la Catedral de Burgos, con nervaduras y decoración barroca. El terremoto de Lisboa del año 1755 cuarteó la cúpula central siendo sustituida por otra neoclásica realizada por el arquitecto Juan de Sagarvinaga, que es la que puede contemplarse actualmente.

CAPILLA MAYOR. La Capilla Mayor presenta planta rectangular, cubierta por bóveda estrellada con idéntico dibujo que el resto de las de la nave central pero con la peculiaridad de que está angrelada y policromada.

La Capilla carece de retablo, al desmontarse en 1743 el realizado por Alberto Churriguera, concluido sólo 11 años antes. Se proyectó sustituirlo por un tabernáculo en mármol proyectado por Ventura Rodríguez que iría situado en el crucero bajo la cúpula. El proyecto

no pudo realizarse por su elevado coste. El Museo Catedralicio conserva la maqueta del mismo.

Sobre el muro de sillería hay un dosel y caída de terciopelo carmesí sobre el que aparece una imagen de la Virgen de la Asunción de Esteban de Rueda de 1624, policromada por Antonio González. Los ángeles que la acompañan son obra de Francisco Sánchez. Sobre el entablamento que corona los muros del presbiterio aparecen la imagen de la Religión, ángeles y Padres de la Iglesia procedentes del desaparecido retablo.

Destaca el tabernáculo de mármol y jaspes de Simón Gavilán (1750) y las urnas de plata con los restos de San Juan de Sahagún y Santo Tomás de Villanueva.

CAPILLAS Y ALTARES LATERALES

Se proyectaron con un modelo único, correspondiendo el testero a la parte reservada

para el altar o retablo, abriéndose en los demás muros arcosolios destinados originalmente a enterramientos. Están cubiertas con distintas bóvedas estrelladas. Las rejas que las cierran son de distintos estilos y calidades, dependiendo del momento de su construcción. También destacan los frontales de azulejos que decoran algunos altares. Las capillas son las siguientes: CAPILLA DE SAN LORENZO. Fue fundada por Lorenzo Sánchez de Acebes y presenta un retablo con relieve del martirio del santo, atribuido a Antonio de Paz. Desde esta capilla se accede actualmente a la Catedral Vieja. LA CAPILLA DORADA O DE TODOS LOS SANTOS. Se mandó construir en el año 1515 por el arcediano de Alba de Tormes, Francisco Sánchez de Palenzuela. La arquitectura de la misma corresponde a Juan de Álava. Cuenta con varias arquerías que albergan diferentes sepulcros, entre ellos los del fundador de la capilla. Todos los muros están decorados con unas 110 estatuas donde destaca su color dorado, de ahí el nombre de la capilla. Existen esculturas de personajes del Antiguo y del Nuevo Testamento, incluyendo Apóstoles, Santos, sibilas, profetas, etc. Las esculturas se apoyan en diferentes repisas policromadas y doradas. Bastante curiosas son las imágenes de Adán y Eva, que coinciden con las imágenes de Apolo y Venus que aparecen en la Fachada de la Universidad de Salamanca.

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La imagen de la muerte aparece de forma tétrica metida en un nicho y con un sapo entre sus piernas. El sapo, representación del pecado de lujuria, también aparecía decorando la fachada de la Universidad Salmantina. Un magnifico Calvario preside el retablo de la Capilla, colocado sobre un fondo pictórico obra de Adiosdado de Olivares. Bajo el mismo, se encuentra un altar decorado con azulejería de Talavera. CAPILLA DEL PRESIDENTE. Tiene ese nombre al haber sido dotada en 1577 por don Francisco Fernández de Liébana, Presidente de la Real Chancillería de Valladolid. En el retablo destacan una copia del Entierro de Cristo de Tiziano, cuyo original se encuentra en el Museo del Prado, y la Aparición de Cristo Resucitado a su Madre, pareciendo ambas ser obra de Fernández Navarrete, el Mudo. También se encuentran en la capilla la Virgen de Belén, atribuida a “La Roldana”, y un busto de Ecce Homo obra de Pedro Hernández del s. XVII, procedente de la desaparecida iglesia de San Adrián. CAPILLA DE LA VIRGEN DE MORALES O DE SAN BARTOLOMÉ. Anteriormente era esta capilla la que comunicaba las dos Catedrales. En el ático del retablo se muestra una pintura de la Virgen con el Niño y San Juanito de Luis de Morales, al parecer procedente de la iglesia de San Felices de los Gallegos. Al mismo autor se le atribuye una pintura del Ecce Homo que se encuentra en la capilla.

Inicialmente el retablo estaba dedicado a San Juan Bautista, posteriormente se sustituyó su imagen por otra de San Bartolomé. Las imágenes de San Gregorio Ostiense y San Agustín son obra de Antonio de Paz.

También se custodia en esta capilla la imagen del Cristo Yacente de la Misericordia, obra de Enrique Orejudo en 1991, que desfila en Semana Santa con la Real Cofradía Penitencial del Stmo. Cristo Yacente de la Misericordia y de la Agonía Redentora. CAPILLA DE LA VIRGEN DEL DESAGRAVIO. Conserva el primer retablo en el que se emplearon columnas salomónicas en España. Se ensambló en 1664 como acto de desagravio para albergar un lienzo de la Inmaculada que había sido ultrajado por opositores al Dogma de la Inmaculada Concepción de María. CAPILLA DE JESÚS NAZARENO. Muestra varias pinturas italianas. En el retablo destaca el lienzo de Cristo y la Verónica, obra de Carlo Maratta, y la pintura ovalada de la Magdalena penitente, de Romanelli. En los arcosolios del fondo hay dos cuadros napolitanos con la Matanza de los inocentes y la Expulsión de los mercaderes del Templo atribuidos a Micco Spadaro. CAPILLA DE SAN NICOLÁS DE BARI. Presenta dos retablos: uno barroco dedicado a San Nicolás de Bari, coronado por una pintura de la Virgen con el Niño dormido, y otro neoclásico con una talla de la Inmaculada, atribuida a Alejandro Carnicero. CAPILLA DE SAN JOSÉ. Presenta un retablo barroco de rocalla que recuerda el estilo portugués, con una buena imagen de San José con el Niño y pinturas de San Juan, la Magdalena y Santiago Matamoros. CAPILLA DE LOS DOLORES O DEL SANTÍSIMO. Está situada bajo el arranque de una de las torres proyectadas para la cabecera. El retablo, de estilo neoclásico y proyectado por Juan de Sagarvinaga, está coronado por una imagen del Dios Padre y angelotes que podrían ser de Carmona. En la hornacina recibe culto una imagen de la Piedad de Luis Salvador Carmona de 1760, que desfila en Semana Santa con la Hermandad Dominicana del Stmo. Cristo de la Buena Muerte.

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CAPILLA DEL CRISTO DE LAS BATALLAS. Esta capilla alberga la imagen románica del Cristo, de color negro y con cuatro clavos, que debe fecharse en la primera mitad del siglo XII. Según la tradición la imagen la llevaba el Obispo Jerónimo, primer obispo salmantino tras la repoblación de la ciudad, cuando acompañaba a El Cid en sus batallas contra los musulmanes. El retablo que acoge el Cristo es una obra de la primera mitad del siglo XVIII realizado por Alberto de Churriguera y donado por el obispo

Sancho Granado en 1734. También se encuentran en la capilla una urna con los restos del Obispo Jerónimo y una imagen de la Virgen del Carmen obra de Antonio de Paz. CAPILLA DE LA SOLEDAD. Un retablo barroco, obra de Joaquín Churriguera, alberga la talla de Ntra. Sra. de la Soledad. Se trata de una imagen de vestir debida a Mariano Benlliure en 1941, titular de la Hermandad de Ntra. Sra. de la Soledad y que procesiona por las calles durante la Semana Santa salmantina. CAPILLA DE LA VIRGEN DEL PILAR. Alberga un cuadro dieciochesco representando la Venida de la Virgen a Zaragoza y una escultura gótica de la Virgen del Pilar. CAPILLA DE LA VIRGEN DE LOURDES. Contiene imágenes de Padres de la Iglesia provenientes del antiguo tabernáculo del altar mayor y una imagen de la titular de la capilla. CAPILLA DE LA VIRGEN DE LA CABEZA. Destaca una Virgen gótica sedente con el Niño en brazos. También custodia el grupo de “la Borriquila”, que desfila el Domingo de Ramos con la Hermandad de Jesús Amigo de los Niños. ALTAR DEL CRISTO DE LA AGONÍA REDENTORA. Está situado en el brazo norte del crucero. La imagen es una de las más espectaculares y bellas de toda la Catedral Nueva. Se trata de una obra anónima del siglo XV, es un Cristo Crucificado con tres clavos. Su policromía revela un gran realismo en el tratamiento del cuerpo y los detalles de las venas que se aprecian en él. Se encuentra muerto, con los ojos abiertos y la boca entreabierta. Tiene pelo natural, lo cual añade verismo a la figura. Desfila en la Semana Santa salmantina con la Real Cofradía Penitencial del Stmo. Cristo Yacente de la Misericordia y de la Agonía Redentora el Jueves Santo a partir de las doce de la noche. A los pies de la Cruz aparecen huesos y un cráneo que, según la tradición, representa a Adán. CAPILLA DE SAN ANTONIO. Presenta retablo e imagen titular obra de artistas locales en el s. XVIII, con un lienzo de la Magdalena copia del original de Alessandro Allori, situado en el ático. Destaca un lienzo del martirio del Bautista firmado en 1621 por Santiago Jerónimo Espinosa. CAPILLA DE NTRA. SRA. DE LA VERDAD. Fundada por el Obispo Antonio Corrionero, destacan los sepulcros obra de Antonio de Paz. Toma su nombre de un litigio entre un cristiano y un judío en el que atestiguó la imagen de la Virgen, del s. XII retallada y policromada en el barroco, con un ligero movimiento de cabeza. CAPILLA DE SANTIAGO Y SANTA TERESA. El retablo está dedicado a los dos copatronos de España, obra de Antonio González Ramiro en 1628 con esculturas de Antonio de Paz.

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La capilla también contiene los sepulcros de dos de los obispos más influyentes de la ciudad en los últimos tiempos: el de Tomás de Cámara y Castro, muerto en 1904, y el de Francisco Frutos Valiente, fallecido en 1933. CAPILLA DE DIEGO DE NEYLA. No es una capilla cerrada como tal, ya que está situada en el tramo que exteriormente ocupa la Puerta de Ramos. Destaca el sepulcro de Diego de Neyla, obra renacentista que incorpora una tabla con la Virgen, el Niño y San Juanito, rodeada de ángeles y Dios Padre. Sobre el arcosolio gótico aparece un bello fresco renacentista con la Anunciación.

CAPILLA DE SAN CLEMENTE. El retablo presenta pinturas de la Virgen del Socorro y San Clemente. Desde esta capilla se accedía a la terraza exterior sobre la portada principal.

CURIOSIDADES

* Astronauta. En la puerta de Ramos (norte), frente al Palacio de Anaya, puede observarse la anacrónica figura de un astronauta esculpido en el flanco izquierdo. Con motivo de acoger Salamanca la exposición Las Edades del Hombre en el año 1993, se decidió restaurar la Puerta de Ramos, muy deteriorada por el paso del tiempo. Durante esta restauración, el astronauta fue labrado en piedra en 1992 por el cantero Miguel Romero, siguiendo la tradición de incorporar un elemento contemporáneo en cada restauración. * Otros adornos. Debajo del astronauta se encuentra un lince, a su derecha un toro, debajo del toro se puede ver un dragón con un helado de tres bolas que está sonriendo (este elemento hace referencia a los estudiantes). Más a la

derecha, junto a la puerta, hay tres figuras: un cangrejo de río, una cigüeña y una liebre que representan, respectivamente, agua, cielo y tierra en Salamanca. Por F.L.P.

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D. Ruy Díaz de Melgarejo

Ruy Díaz de Melgarejo (Salteras 1519 – Santa

Fe 1602) fue un militar, conquistador, estadista y minero español establecido en la región del Río de la Plata. Su vida estuvo marcada por guerras, conspiraciones, persecuciones y conflictos familiares. Junto a Juan de Salazar, Alonso Riquelme y Diego de Abreu se opuso al gobierno asunceno de Domingo Martínez de Irala, apoyando al deportado Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Melgarejo era partidario de la corona española. Gobernó de manera casi absoluta e independiente la antigua provincia del Guayrá por 30 años.

Nació en 1519 en el municipio de Salteras, provincia de Sevilla, Andalucía, España. Sus padres fueron Francisco de Vergara y Beatriz de Roelas y sus

abuelos paternos fueron Hernando de Vergara y Francisca de Ribera. Sus hermanos conocidos fueron Hernando y Juana Ortiz de Melgarejo y Francisco Ortiz de Vergara. Muy joven ingresó en el ejército de Carlos V, sirviendo por aproximadamente seis años en la Armada Española junto al Duque de Borbón en Italia y Francia y en la toma y saqueo de Roma (1527), en las campañas de Sicilia y Negroponte y en la captura de la plaza de Castelnuovo. Melgarejo era hijodalgo o hidalgo y la genealogía noble de su familia fue demostrada en varias ocasiones en el pasado. Tendría alrededor de 21 años de edad cuando el 2 diciembre de 1540, zarpó desde Cádiz rumbo a América en la expedición del Adelantado Alvar Núñez Cabeza de Vaca, junto con su hermano Francisco Ortiz de Vergara. Llegó primero a la isla de Santa Catalina para llegar a Asunción en marzo de 1542.

Sus inicios en Asunción no están bien esclarecidos pero se conoce que fue parte de la expedición ordenada por Cabeza de Vaca y encabezada por Irala contra el cacique Aracaré en 1542 y que acompañó también a este capitán en su exploración por las regiones del norte paraguayo. Melgarejo se puso del lado de Cabeza de Vaca cuando a éste fue aprisionado por los oficiales reales en (Irala y sus secuaces) pero este evento lo tomó de sorpresa. No obstante, decidió tratar de liberar al Adelantado algunas horas después del motín junto a su hermano Francisco y varios amigos. Dijo Melgarejo: "acudí con mis armas a la posada del Capitán de su guarda". Sin embargo, la gesta falló y Ruy y sus compañeros fueron apresados y por conspiración de sus enemigos se consiguieron supuestos testimonios de la deslealtad de Melgarejo al Emperador.

La destitución de Cabeza de Vaca desencadenó una lucha de poder de dos bandos que ya habría tenido su origen desde que el adelantado y su flota llegaron a Asunción. De un lado los Oficiales Reales teniendo a Irala como cabecilla: Felipe de Cáceres, Francisco de Mendoza, Pedro Dorantes, Garci Benegas, Alonso de Cabrera y Francisco de Andrade y del otro los leales del Adelantado "alvaristas" encabezados por Melgarejo: Diego de Abreu, Francisco Ortiz de Vergara, Alonso Riquelme de Guzmán, Pedro Estopiñán, Francisco González Paniagua, en su mayoría andaluces. Díaz Melgarejo había sido detenido la misma noche del derrocamiento de Alvar Núñez (24 de abril de 1544), aunque logró huir a una tumba debajo del altar mayor de la Iglesia del monasterio de Nuestra Señora de la Merced. En ese lugar permaneció escondido por nueve meses con ayudo de los frailes.

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En 1547, aprovechando Irala marcha hacia Perú y deja a cargo a Francisco de Mendoza.

En 1549, Melgarejo y Abreu fueron junto a Mendoza y lo convencen de llamar a votación para elegir a un gobernante legal debido a que la situación se encontraba ilegítima desde que Cabeza de Vaca había sido depuesto. Mendoza accede y mientras se celebraban los comicios, Melgarejo y Abreu impiden que Mendoza ingrese al lugar de votación y logran persuadir a la gente de elegir a Abreu como gobernador. Abreu da pena de muerte a Mendoza. Irala retorna a Asunción y aprisiona a Melgarejo y Abreu, pero logran escapar en julio de 1549 y son perseguidos por las autoridades asuncenas. Melgarejo permaneció alrededor de 4 años escondido en los bosques.

En 1553 fue nuevamente apresado en el campamento de Yerekyhaba en lo que actualmente es el Alto Paraná, pudo escapar y marchó hacia el este donde fue capturado por los indígenas tupíes (del mismo origen que los avá o "guaraníes" pero ferozmente rivales de estos) que eran antropófagos y tenían planeado comérselo. Logra escapar gracias a una mujer tupí y llega hasta las costas del Atlántico, a San Vicente. En aquel lugar se encontró con pasajeros de la flota de Sanabria que había tenido problemas y había sido auxiliada por los portugueses que los tenían detenidos. Entre los pasajeros, conoce a Elvira de Contreras con quien contrae matrimonio.

Melgarejo vive un tiempo en San Vicente donde nacen sus hijos y sin poder volver a Europa, se pone a disposición de Irala y junto a su esposa Elvira, Juan de Salazar y los miembros de la flota de Sanabria retorna a Asunción en 1555. Irala, que lo veía como amenaza, envió a Melgarejo a colonizar la región de La Guayrá ubicada entre el río Paraná y el océano Atlántico. En 1556, luego que Irala falleciese y durante el gobierno de Gonzalo de Mendoza, fundó la Ciudad Real del Guayra, repartiendo las tierras a los asuncenos que lo habían acompañado, realizó un censo y construyó un casa de gobierno el pueblo.

Permaneció unos 7 años en Ciudad Real, en 1561 los indios se rebelaron y el pueblo quedó cautivo, por ello Melgarejo pide ayuda a su hermano Francisco que ahora era gobernador y éste manda a Alonso Riquelme con refuerzos para socorrerle. Ortiz de Vergara decidió enviar a Ruy de vuelta a España y entonces toda su familia volvió a Asunción en 1563. Pero como el barco no se había terminado de construir, Melgarejo fue enviado a castigar a los "indios" (indígenas) del Paraná. Al volver de su viaje encuentra a su esposa Elvira con su amante el padre Juan Fernández Carrillo y con su espada los apuñala a ambos. Por este crimen es excomulgado y huye hacia tierras portuguesas del Brasil dejando a sus hijos menores.

En 1569 se le encomiendo sofocar las rebeliones de los pobladores de Ciudad Real en contra de Alonso Riquelme. Entonces, a Melgarejo se le levanta la excomunión y marcha a Ciudad Real donde después de controlar la revuelta, derroca a Riquelme y toma su lugar.

Como Teniente General del Guairá, Melgarejo fundó la ciudad de Villa Rica del Espíritu Santo el 14 de mayo de 1570, en un lugar llamado "Cuarahyberá" con 40 hombres y 53 caballos. Destituido su hermano Francisco como gobernador del Paraguay, quedó como gobernador interino Felipe de Cáceres, un viejo enemigo, quien envió a reemplazarlo a Alonso Riquelme. Melgarejo se negó a entregar el poder y convocó a elecciones que lo nombraron Capitán General y Justiciar Mayor del Guairá. Con esto, los que seguían a Riquelme se aliaron a Melgarejo y Riquelme quedó prisionero. En 1572, Cáceres es destituido y Martín Suárez de Toledo, el nuevo gobernador interino llama a Melgarejo para que conduzca a Cáceres como prisionero para ser juzgado en España.

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El 7 de julio de 1575, el Adelantado Ortiz de Zárate nombra a Melgarejo Gobernador del Guayrá con los títulos de "Teniente Gobernador Capitán General y Justicia Mayor de la Ciudad Real y de Villa Rica del Espíritu Santo", con facultades para gobernarlas, repartir encomiendas, nombrar lugartenientes y demás amplias atribuciones del caso. Se le concedió con una encomienda de 300 leguas de tierra y 352 "fuegos" (un padre de familia indígena con su mujer e hijos. Como Gobernador del Guayrá, Melgarejo se dedicó a la búsqueda y cateo de las minas de Cuarahyberá. En vez de oro y plata, logró extraer hierro lo que a su juicio fue de gran utilidad para los vecinos. Efectuó un nuevo ataque contra los tupíes, rescatando a un grupo de españoles. Se retiró de la vida pública y hacia 1590 con unos 71 años, Melgarejo se mudó a Santa Fé a la casa de su hija Isabel de Carvajal.

Melgarejo firmó su testamento el 5 de octubre de 1595, en casa de su hija Isabel. Pidió

ubicar sus restos en "la Iglesia del Bienaventurado San Francisco" de Santa Fe, en la sepultura en la que está enterrado Gonzalo Martel de Guzmán, esposo de su hija Isabel. Recomendó que sus armas, arcabuz, espada, daga y celada, se entregarán a su hijo Francisco de Guzmán. Declaró "haber poblado y poblado las dos ciudades Real y Villa Rica del Espíritu Santo, en las provincias del Guairá"; y dispuso que la encomienda de más de 300 leguas que allá poseía, así como solares, estancias y mercedes de su propiedad en dichos parajes, quedaran para el Capitán Manuel de Frías y la esposa de éste, su nieta Leonor de Ortega Martel de Guzmán. También le dejaba al matrimonio Frías-Martel "los bienes, herencias, heredades y posesiones y tributos", de la sucesión de sus padres "que tengo en los Reinos de España", en "la aldea de Salteras", donde han de hallarse esos bienes que Frías, en persona o mediante apoderado debía cobrar. A Hernando Melgarejo, otro de sus hijos, y a las hijas de éste Isabel y Beatriz, les legaba su estancia poblada de Tobatí. Murió en Santa Fé en 1602. Por F.L.P.

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Parte 2ª y Ultima

CASTILLO CRUZADO DE BIBLOS (LIBANO)

Fue construido por los cruzados en el siglo 12 a partir de piedra caliza autóctona y

los restos de construcciones romanas. La estructura acabada estaba rodeada por un foso. Saladino capturó la ciudad y el castillo en 1188 y desmanteló sus paredes en el 1190. Más tarde, los cruzados de Biblos recapturaron y reconstruyeron las fortificaciones del castillo en 1197.

CASTILLO DE AL KARAK

La construcción de los cruzados empezó en la década de 1140, bajo Paganus (Payen le Bouteiller), mayordomo del rey Fulco de Jerusalén (los mayordomos administraban los feudos de los cruzados. Paganus o Pagano fue también Señor de Transjordania y Karak se convirtió en el centro de su poder, sustituyendo el debilitado castillo de Montreal, más al sur. Gracias a su posición al este del río Jordán, Karak tenía el control de los beduinos y de las rutas que unían Damasco con Egipto y La Meca. Sus sucesores, su sobrino Maurice y Philippe de Milly (7º Maestre de la Orden del Temple 1169-1171), añadieron torres y protegieron las caras norte y sur con dos profundas fosas (la del sur de usaba como cisterna). La construcción más notable de la arquitectura de los cruzados se realizó en el norte, donde hay todavía una inmensa sala con arcos de dos pisos de altura, usada como establo y residencia pero también como refugio ante los ataques con máquinas de guerra.

En 1176, Reinaldo de Chatillón toma posesión del castillo tras casarse con Estefanía de Milly, viuda de Hunfredo III de Torón y nuera de Hunfredo II de Torón. Desde Karak, Reinaldo hostiga a las caravanas e incluso intenta atacar La Meca. En 1183, Saladino sitia el castillo en respuesta a los ataques de Reinaldo. El sitio del Kerak tiene lugar durante el matrimonio de Hunfredo IV de Torón e Isabel de Jerusalén. Saladino promete no asaltar la habitación de los reyes mientras asalta el castillo, pero fracasa debido a la ayuda del rey Balduino IV de Jerusalén.

A la muerte de Balduino IV de Jerusalén, le sucedió su sobrino de 6 años Balduino V, que murió al cabo de un año. Su madre le cedió el mando entonces a su nuevo marido, Guido de Lusignan, quien, desinteresado por la política, se dejó aconsejar por Reinaldo de Chatillón.

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Éste quería dominar la región, rompió la tregua con los árabes y se ganó muy mala fama porque en su castillo de Kerak se torturaba a los prisioneros, hasta el punto de que Saladino prometió matarlo con sus propias manos.

Después de la Batalla de los Cuernos de Hattin en 1187, en la que Saladino hizo prisioneros a Guido y a Reinaldo y ordenó que a éste le cortaran la cabeza, Saladino volvió a sitiar el castillo y lo conquistó finalmente en 1189.

En 1263, el sultán mameluco Baibars de Egipto y Siria lo agranda y construye una torre en la esquina noroeste. En 1840, Ibrahim Pasha de Egipto captura el castillo y destruye muchas de sus fortificaciones.

Durante el periodo otomano, juega un importante papel por su situación estratégica en el cruce de caminos entre Arabia, Egipto y la Gran Siria.

El castillo es un notable ejemplo de arquitectura de los Cruzados, con una mezcla de estilos europeo, bizantino y árabe.

CASTILLO DE SAFITA

Safita, conocido también como Chastel-Blanc, es un donjon cuadrangular de 28 metros de altura, levantado en 1112 en los límites septentrionales del Condado de Trípoli, que debía estar rodeado por un recinto exterior.

Chastel Blanc (llamado por los nativos, "Burj Safita", que significa torre Safita), fue construida por los Caballeros Templarios durante las cruzadas. Fue construido en la colina central de las tres colinas de Safita, ofrece una vista de los alrededores, y era una parte importante de la red de fortificaciones de las Cruzadas en la zona.

Desde el techo, se puede ver desde el mar Mediterráneo a las montañas cubiertas de nieve del Líbano, y la ciudad de Trípoli. Tiene una altura de 28 metros, un ancho de 18 metros y una longitud de 31 metros. Una campana grande está en la pared occidental, y su sonido se puede oír a 5 kilómetros de Safita.

El castillo tuvo que ser restaurada en los años 1170 y 1202, por

los Caballeros Templarios, tras los daños que sufrió, debido a los terremotos. .

Está formado por dos pisos, el primero de los cuales encierra una capilla cubierta con bóveda de cañón; el superior, de dos naves separadas por tres pilares, debía estar destinado a dormitorio de la guarnición. Bajo la capilla se encuentra una cisterna y pasadizos que comunican con la capilla.

La torre actual data probablemente de la reconstrucción después de 1202. La torre sirvió para dos propósitos, como capilla y como fortaleza, construida con gruesos muros de tres metros de ancho, de bloques de piedra caliza. La planta baja contiene todavía una capilla dedicada a San Miguel y utilizados por la comunidad ortodoxa griega de Safita. La segunda planta servía de dormitorio, y contiene muchas pequeñas ventanas en ángulo que fueron utilizados por los arqueros para defender la torre. Por debajo de la torre hay una cisterna de agua, un elemento esencial en caso de sitio.

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CHÂTEAU-SAÔNE

Château-Saône, también llamado castillo de Saladino, fue conquistado por los cruzados y recuperado por Saladino en 1198.

Entre tanto, los cristianos lo reformaron ampliamente, con un donjon de planta cuadrada coronando el recinto superior y dos cisternas; además, quedan vestigios de una mezquita, el hammam, una ciudadela bizantina y una capilla.

El inferior estaba destinado a la tropa y los animales, así como almacén, con numerosas salas abovedadas. Rodeando el conjunto hay un profundo foso en cuyo centro se levanta todavía un pilar que sostenía el puente levadizo.

CHÂTEAU PELERÍN (ATHLIT)

El Castillo de Pèlerin, también llamado antiguamente Castellum peregrinorum; "Castillo del peregrino" y Château Pèlerin) Se encuentra en la costa norte de Israel cerca de 13 kilómetros (8.1 millas) al sur de Haifa. Los Caballeros Templarios iniciaron su construcción en 1218 durante la Quinta Cruzada. Se trata de una de las fortalezas de los cruzados más importantes, que podía soportar hasta 4.000 soldados en estado de sitio. Se perdió a los mamelucos en agosto de 1291, poco después de la caída de Acre. Se mantuvo intacto durante cientos de años, hasta que fue dañado en el terremoto de Galilea de 1837. En los tiempos modernos, el castillo forma parte de una zona de entrenamiento para comandos navales israelíes.

Construido bajo el Maestrazgo de Guillermo de Chartres, fue inaugurado por Gualterio de Avesnes. Debe su nombre a la gran cantidad de peregrinos que trabajaron en su construcción. El Castillo estaba situado sobre el promontorio de Athlit y controlaba la costa de Haifa. Al sur, la Orden disponía de una Torre que denominaba el Casal de los Estrechos y controlaba una ensenada usada para el desembarco de los peregrinos a Tierra Santa. Esta ensenada también fue usada para el desembarco de las tropas de Ricardo Corazón de león.

CASTILLO DEL MAR

El castillo del Mar fue construido por los Cruzados en el siglo XIII sobre un islote encima del mar. El estrecho que separaba la roca del islote fue rellenado y los sidonienses rápidamente construyeron dos puertos sobre el istmo; uno orientado hacia el Sur, conocido como ''el puerto egipcio'' y otro, hacia el Norte, vigente hasta nuestros días.

En este castillo se refugiaron los Templarios y su tesoro tras la caída de Acre al mando de Thibaud Gaudin, vigésimo segundo maestre de la Orden. Sin embargo, los ingenieros mamelucos tendieron una pasarela para alcanzarlos por lo que, para prevenir la pérdida del tesoro a pesar de la valiente defensa, huyeron hacia Tortosa.

Fue Thibaud quien nombró a Jacques de Molay como el nuevo Mariscal de la Orden quien acabó sucediéndole en el cargo de Maestre a su muerte en Chipre en 1292. Hay quien dice que Thibaud se veía venir el desastre sobre su orden y trató de avisar a Jacques, que hizo oídos sordos.

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CASTILLO DE JACOB

En octubre de 1178, el rey Balduino IV de Jerusalén y los Caballeros Templarios iniciaron la construcción del castillo de Chastellet en el Vado de Jacob, el único lugar de cruce del río Jordán y la carretera principal entre el Imperio de Saladino y el Reino de Jerusalén. El castillo estaba a sólo un día de marcha de Damasco, la capital de Saladino, y esto socavaba gravemente su autoridad. Al comienzo de la construcción, Saladino se encontraba fuera sofocando una rebelión en el Líbano. El tamaño que iba a establecerse para el castillo era rival del Crac de los Caballeros, pero cuando Saladino regresó, sólo se había terminado el primer anillo de las murallas del castillo, con diez metros de alto y sólo una torre completada, y con el resto del castillo aún sin terminar.

En la primavera de 1179 tuvieron lugar varias escaramuzas, principalmente saliendo Saladino victorioso. Balduino se retiró a Tiberíades, y más tarde a Jerusalén para reagruparse, mientras que llegaban refuerzos para Saladino desde el norte de Siria y Egipto.

En agosto de 1179, Saladino estaba preparado para asaltar el Vado de Jacob. Balduino se encontraba ahora estacionado en Tiberíades, a sólo un día y medio de marcha. Saladino comenzó a bombardear el castillo con proyectiles desde el este y el oeste y, a continuación, envió especialistas mineros a los muros que crearon un túnel por debajo de la muralla, pero un incendio causó el colapso de la mina, provocándole un importante daño. El túnel se terminó en el cuarto día de asedio, pero no se prendió fuego al túnel debido a que no se encontraba directamente con la muralla. Saladino esperaba que llegara pronto Balduino, por lo que era necesario que continuara la socavación de inmediato, pero con el fuego ahora azotándole era imposible. Saladino ofreció una moneda de oro a cada hombre que se ofreciera a apagar el fuego llevando cubos de agua desde el río Jordán.

Los voluntarios sufrieron muchas bajas debido a la concentración de proyectiles de los cruzados contra ellos en un intento de ganar tiempo para la llegada de Balduino. Sin el fuego, el túnel se amplió y se prendió de nuevo en el quinto día, causando una brecha a través de la cual Saladino mandó a sus hombres, dando muerte a 800 soldados de la guarnición, y teniendo 700 nuevos cautivos que después ejecutaría. Saladino ordenó a sus hombres llenar el castillo con los cuerpos de los hombres y caballos muertos y estropear la fuente de agua disuadir a la reconstrucción del lugar para muchos años más. Balduino llegó seis horas más tarde, y al ver su castillo en llamas, dio marcha atrás. Saladino desmanteló el castillo, pero no antes que una «peste» devastase su ejército matando a diez de sus comandantes.

CASTILLO DE TORTOSA O TARTUS

Los cruzados llamado Antartus ciudad, y Tortosa. Primero capturado por Raimundo de Saint-Gilles, que lo dejó en 1105 a su hijo Alfonso Jordán y era conocido como Tortosa.

En 1123 los cruzados construyeron la catedral semi-fortificada de Nuestra Señora de Tortosa sobre una iglesia bizantina que era popular entre los peregrinos.

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La catedral fue utilizada como mezquita tras la reconquista musulmana de la ciudad, y luego como cuartel por los otomanos. Fue renovado bajo la francesa y ahora es el museo de la ciudad, que contiene las antigüedades recuperadas de Amrit y muchos otros sitios de la región. Nur ad-Din Zangi recuperada Tartus de los cruzados por un breve tiempo antes de perder de nuevo.

En 1152, Tortosa pasó a

manos de la Orden del Temple, que lo utilizó como cuartel militar. Ellos

participan en algunos de los principales proyectos de construcción, la construcción de un castillo con una gran capilla y una torre del homenaje elaborado, rodeado de gruesos muros concéntricos dobles. La misión de los Templarios era proteger la ciudad y las tierras circundantes, algunos de los cuales habían sido ocupadas por los colonos cristianos, de los ataques musulmanes.

La ciudad de Tortosa fue recapturada por Saladino en 1188, y la sede principal del Temple se trasladó a Chipre. Sin embargo, en Tortosa, algunos Templarios pudieron refugiarse en la torre del homenaje, que se siguieron utilizando como base para los próximos 100 años. Ellos constantemente añaden a sus fortificaciones, hasta que también cayó, en 1291 - Tortosa fue el último reducto de los templarios en el continente Siria, después de lo cual se retiraron a una guarnición en la cercana isla de Arwad, que mantuvieron durante otra década. Por M.L.M.

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A lo largo de los siglos V y VI se asentaron en España los godos, un pueblo

germánico originario de la Gothia escandinava (Gotaland) que, después de un largo periplo, terminó por conformar su nueva y definitiva patria en nuestra Península. Nos informa San Isidoro de Sevilla en su obra «Historia de los Godos, Suevos y Vándalos» (Historia Gothorum): «Como (los godos) no podían aguantar los ultrajes (de los romanos) tomaron las armas furiosamente, invadieron la Tracia, saquearon Italia y alcanzando España, establecieron allí hogar y dominio». Otros pueblos germánicos se establecieron también en España como fue el caso de suevos y vándalos, unas pocas decenas de miles; pero fueron los godos, especialmente la rama de los visigodos o godos tervingios, los que en un número cercano a los 300.000 individuos incidirían esencialmente en el desarrollo de las gentes hispanas.

Se trata de una cifra pequeña en relación a la población del conjunto peninsular (unos 5 millones de habitantes), aunque significativa sobre todo por la trascendencia futura del lugar de su asentamiento preferente, la Meseta Central, concretamente las cuencas de los ríos Duero y Tajo, como así ponen de relieve las numerosas necrópolis. En este espacio interior, escasamente poblado, los godos establecieron su hogar, su verdadera tierra de promisión, cambiando la espada por el arado, unas tierras aptas para su deseado cultivo del cereal y también para el desarrollo de la ganadería extensiva, una de sus principales actividades económicas. En varias comarcas de este territorio la proporción entre godos e hispano-romanos era de 2 a 1 a favor de los primeros.

Debido, pues, a la reducida población autóctona pudo efectuarse un reparto no problemático de tierras entre ambas comunidades, pasando a establecerse los godos en pequeñas aldeas formadas por viviendas unifamiliares próximas a sus explotaciones agropecuarias. El peculiar modo de instalación de los godos en la Península, mediante pactos y repartimientos con los hispano-romanos, explica que no hubiera invasión, no hubo ni vencedores ni vencidos, sino que godos e hispano-romanos coexistieron con sus diferencias, sin superponerse, hasta que paulatinamente iría verificándose la fusión entre ambos.

El pueblo visigodo pasó masivamente desde la Galia a Hispania en grandes carros tirados por bueyes, como así lo atestiguan varios documentos latinos de la época, sobre todo, a partir de la batalla de Vouillé (507) en la que los francos auxiliados masivamente por los galo-romanos autóctonos y aliados con los burgundios derrotaron al ejército visigodo, provocando el establecimiento franco en las tierras entre el río Loira y los Pirineos, adjudicadas hacía casi un siglo a los visigodos por el poder imperial romano, y la marcha de éstos hacia el otro lado de las montañas pirenaicas.

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Así pues, la batalla de Vouillé se convirtió en un hecho de gran trascendencia en nuestra historia ya que terminó por identificar el reino de los godos con la Península. También durante aquel siglo VI llegarían elementos ostrogodos a Hispania con motivo de la regencia de su rey Teodorico el Grande sobre los visigodos (511-526) y, desde luego, también tras la derrota de los ostrogodos instalados en Italia a manos del ejército imperial bizantino de Justiniano.

En el conjunto de la importante inmigración goda a Hispania, debemos diferenciar, entonces, a la minoría político-militar dirigente, y el contingente popular gótico. Mientras aquélla se acantonaba en las principales ciudades de la Hispania romana (Mérida, Barcelona, Valencia, Sevilla, Córdoba y Toledo, la capital), el otro se instalaba mayoritariamente en el ámbito rural meseteño. La elección por el rey Leovigildo de la ciudad de Toledo como capital del Reino hispano-godo respondía a las necesidades de control sobre el conjunto peninsular (identificado entonces como el recinto territorial de dicho Reino), más fácil desde su centro y en un entorno de numerosa población gótica. La elección de Toledo hacía de la Meseta Central, por primera vez, el centro político y cultural de la Península.

Ataúlfo fue el primer jefe visigodo que entró en España y lo hizo en defensa de los intereses romanos, de una Roma que, forzada por los godos, había pactado su asentamiento en el sur de la Galia, de una Roma cada vez más débil, sobre todo, tras su primera expugnación por el victorioso ejército visigodo dirigido por el antecesor de Ataúlfo, Alarico, el año 410. Walia, sobrino y sucesor de Ataúlfo, renovó el pacto con Roma el año 418, comprometiéndose a restaurar el orden imperial en Hispania, quebrantado tras las irrupciones de suevos, vándalos y alanos años atrás. El rey Eurico (466-486), durante cuyo reinado tuvieron lugar los primeros establecimientos populares góticos, puede ser considerado el primer gobernante autónomo de Hispania puesto que el año 476 sucumbe definitivamente el Imperio romano de Occidente con la conquista de Roma por el rey de los hérulos, Odoacro.

El reino godo se separa definitivamente del tronco del Imperio obteniendo su total independencia y Eurico rompe el pacto que le ligaba con Roma, amplía sus posesiones del sur de la Galia se anexiona la mayor parte de la Península Hispánica, creando así un gran reino occidental galo-hispánico. Pero, tras la citada derrota de Vouillé en la que resultó muerto el rey visigodo, Alarico II, el centro de gravedad geo-político de los visigodos se trasladó definitivamente al lado meridional de los Pirineos, pasando la capital del reino desde Toulouse primero a Barcelona y, finalmente, a Toledo. Tan solo la Septenania, un pequeño territorio alrededor de Narbona, se mantuvo problemáticamente en poder de los visigodos al otro lado de los Pirineos.

El rey Leovigildo (565-586) es el verdadero creador del Estado hispano-godo y, por ende, de la nacionalidad hispánica misma: Hispania, reino, entidad política independiente, sucedía a la antigua provincia sujeta al poder de Roma. Primeramente, desde su gobierno de Toledo, a salvo de la amenaza de francos y de bizantinos, intentó con éxito someter a la autoridad central la mayor parte del territorio peninsular en un momento crítico de fragmentación político-territorial, Así, tras consolidar el poder real, derrotó a los suevos del noroeste incorporando su reino y redujo a cántabros y vascones, alzados contra su autoridad. Leovigildo, el unificador, acuñó un ideal nacionalista que identificaba el Reino de los Godos («Regnum Gothorum») con Hispania, acotando nítidamente las diferencias respecto al Imperio de Bizancio, heredero oriental de Roma.

En torno a ese nuevo ideal hispánico debería producirse la aproximación definitiva,

la fusión entre godos e hispano-romanos, con lo que derogó la prohibición de matrimonios mixtos establecida por el Emperador Valentiniano.

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Sin embargo, el mantenimiento de Leovigildo en su fe arriana (religión nacional de los godos) y el intento de imponerla a sus súbditos hispano-romanos de religión católica, impedía la constitución de ese pueblo verdaderamente unificado. Sería su hijo, Recaredo (586-601), quien al convertirse al catolicismo, y con él, oficialmente, todos los godos, pondría las bases de una comunidad político-religiosa nacional diferenciada, una nueva sociedad, en definitiva.

El III Concilio de Toledo (589), en el que tiene lugar la conversión pública de Recaredo, puede considerarse el punto de partida de nuestra nacionalidad en torno a un monarca, a un poder político ejercido sobre una sociedad que avanzaba firmemente hacia su plena integración desde sus dos elementos conformadores, el latino y el germánico. A diferencia de lo que sucedió en Italia o en el Norte de África donde ostrogodos y vándalos respectivamente constituyeron una minoría extraña y hostil, en España se produjo una fusión generalizada entre godos e hispano-romanos, y sobre esta unidad se pudo alzar un Estado independiente y conformarse la nacionalidad hispánica. Durante el siglo VII se iría consolidando la nacionalidad común de los denominados ya como “hispano-godos”, poseedores de una religión común, gobernados por un mismo monarca, e incorporados plenamente a la Administración los antiguos hispano-romanos.

Suintila (621-631) expulsa definitivamente a los bizantinos enquistados en el sur peninsular y consigue la unificación de todo el territorio de la antigua Hispania romana, incorporando Ceuta como cabeza de puente hacia la Mauritania africana, además de llave del Estrecho. La labor legislativa de los reyes Chindasvinto (642-653) y Recesvinto (653-672) refrendada en los Concilios toledanos, culmina con la promulgación del Liber Iudiciorum (Libro de los Juicios o Fuero Juzgo), compilado por este último rey, convirtiéndose en el único texto legal válido ante los tribunales del reino, un texto que incorpora la herencia jurídica romana a la costumbre germánica hasta el punto de ser aquélla claramente predominante.

San Isidoro de Sevilla, arzobispo de dicha ciudad, hijo de padre hispano-romano y de madre goda, es la figura señera de la naciente cultura hispano-goda. Será él quien mejor sabrá interpretar el nuevo tiempo, la nueva realidad nacional hispánica a lo largo de la primera mitad del siglo VII. Autor de una obra enciclopédica en lengua latina, Las Etimologías. El denominado «Doctor de las Españas» en su Historia Gothorum elevará a España a la categoría de Primera Nación de Occidente. Así, en el Laudes Hispaniae, el sabio Doctor dedica a su patria una célebre alabanza encomiástica: De cuantas tierras se extienden desde el Occidente hasta la India, tú eres la más hermosa, oh sagrada y feliz España, madre de príncipes y de pueblos. Con razón se te puede llamar reina de las provincias, pues iluminas no sólo el Océano sino también el Oriente. Tú, honor y ornato del mundo, la más ilustre porción de la tierra donde florece y recrea la gloriosa fecundidad del pueblo godo”.

La Gens Gothorum, el pueblo godo, como el elemento diferenciador que da personalidad política a la antigua provincia romana, es, para San Isidoro, el primero de los pueblos de Europa pues tal fue la grandeza de su habilidad guerrera y notables las proezas de sus famosas victorias que aun Roma, la conquistadora de todas las naciones, se le sometió al yugo y cedió ante sus triunfos, y la dueña de todos los pueblos se les hizo su sierva (Historia Gothorum). En ese mismo texto describe a los godos como gente de naturaleza pronta y activa, que confía en la fuerza de la conciencia; de tez blanca, tienen el cuerpo potente y son altos de estatura. Todas estas palabras de San Isidoro, escritas hacia el año 630, alcanzada plenamente la unidad nacional-territorial, suponen el primer texto de un protonacionalismo ideológico en el seno de la cultura occidental. El nuevo ideal nacional que reflejan los textos del sabio sevillano se verifica en un territorio, la Península Hispánica, en un pueblo concreto, determinante de aquel ideal, los Godos, hasta identificar, de este modo, Tierra y Pueblo como la Patria común y diferenciada de todos, España.

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Y España, en el Occidente, se opone a Bizancio, en el Oriente, sucesor del Imperio romano, un poder imperial bizantino considerado y sentido ya como algo extraño, ajeno, un poder invasor al que expulsar de sus amenazantes acuartelamientos en la franja sur peninsular. En aquel tiempo se hablaba de Toledo y Bizancio como los centros de dos polos de poder y civilización. Mientras en España con Toledo, su capital, se produce la fecunda fusión de un joven y dinámico pueblo germánico, los godos, con el civilizado conjunto de las gentes hispano- romanas, fusión que supone el embrión de la nueva cultura occidental, en Bizancio se amalgama la cultura euroasiática, sirio-helenística, de matiz oriental, que engendrará la civilización ortodoxa y las otras religiones cristiano-orientales.

El reino hispano-godo derrota y expulsa a los bizantinos de todos los antiguos territorios del Imperio de Occidente, territorio donde se está generando una nueva interpretación y apreciación del mundo, la Civilización Occidental, resultado fundamental de la fusión de los pueblos germánicos (godos, francos, anglo-sajones) con los pobladores de los territorios del Imperio romano de Occidente (hispanos, galos, britanos, ). San Isidoro canta en alabanza a la Nación a la que pertenece, España, como una realidad ya inequívoca y distinta del Imperio romano así como del reino de los francos o de los mauritanos del Norte de África, destacando la decisiva acción del pueblo godo en la formación de la nueva patria; la conciencia isidoriana es expresión ya de un sentimiento nacional hispánico.

La Monarquía gótica como estructura de poder desplegará una organización política peculiar que hará posible esa nacionalidad distintiva (y, sobre todo, su proyección futura), una organización que tiene en el monarca su cabeza. El rey de los godos, de limpio linaje, máximo jefe político-militar, resulta de la celebración de una asamblea de electores, destacados miembros de la comunidad, que lo elijen “armas in sonandibus” tras la muerte del rey anterior. El rey (Thiudans), jefe popular electo, que, según la tradición germánica, no crea derecho, pues éste ya existe, es de carácter consuetudinario, lo produce la propia comunidad; como protector del reino, tiene el difícil encargo de hacer cumplir ese «derecho de la comunidad».

Prevalece, pues, la costumbre a la ley escrita, pues aquélla es producto social que facilita la convivencia colectiva regulando oportunamente las relaciones sociales y resolviendo puntualmente los conflictos, en virtud del precedente judicial (gran relevancia de los jueces, principales intérpretes del derecho popular). La Ley, concepto romano, privilegia al que la impone amenazando así la libertad e igualdad esencial de todos los miembros de la comunidad. La coexistencia de godos y romanos en el Reino de Toledo supondrá la progresiva romanización de sus estructuras jurídico-políticas, aunque nunca desaparecerán las costumbres germánicas, sobre todo, en las comunidades rurales góticas alejadas de la Corte toledana, costumbres jurídicas que reaparecerán con fuerza en los primeros siglos de la Reconquista, sobre todo en Castilla, recogidas en los fueros territoriales.

Existió un Estado hispano-godo dirigido por el rey y organizado por una serie de instituciones que sostenían la unidad política. El Aula Regia o Senado visigodo, es el órgano que colabora con el monarca, asesorándole en su labor de dirección político-militar, en su actividad legislativa y en la administración de justicia. El núcleo fundamental del Aula Regia lo componen los miembros del Oficio Palatino que agrupa a los nobles de la Corte, siempre de estirpe goda: condes, jefes de los «espatarios» o guardia del rey, de las caballerizas, etc. En definitiva, el Aula Regia reúne a los altos funcionarios del Ejército y la Administración hispano-godos.

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Especial consideración merecen los Concilios de Toledo, precedente histórico de las futuras Cortes medievales, que aconsejaban en cuestiones militares, judiciales y eclesiásticas. Estos Concilios supondrán la expresión fundamental de la colaboración entre la Iglesia y el Estado, una Iglesia que era el recipiente principal, y mantenedor entonces, de la cultura y los saberes. En este sentido resultó muy influyente la doctrina jurídica de San Isidoro que establecía la sumisión de la potestad civil a las leyes o normas de la comunidad, en contra de la tradición cesarista del derecho romano y de la práctica oligárquica bizantina. Los Concilios de Toledo son, entonces, el punto de confluencia entre la potestad del Estado y la autoridad moral e intelectual de la Iglesia, de modo que los reyes godos solicitaban de los Concilios su asistencia y apoyo en el gobierno del Estado y en las tareas legislativas, e incluso enviaban a los magnates del Aula Regia a las reuniones de los mismos.

Existía, pues, una relativa intervención de estos organismos en el ejercicio del poder aunque éste residía fundamentalmente en el rey, jefe electo, que detentaba un enorme poder, causa de las sangrientas disputas que se desataban en el momento de la sucesión entre las distintas facciones y clientelas nobiliarias. El rey, que debía ser de estirpe gótica y caracterizado por sus buenas costumbres, era el jefe supremo de la comunidad y representación personal del Estado. Es él quien dirige las relaciones con otros países declarando la paz o la guerra. Es el jefe de la Administración del Estado, ostenta la potestad legislativa, y es el juez supremo con jurisdicción sobre todos los súbditos, correspondiéndole también la convocatoria de los Concilios de Toledo.

El Reino («regnum, patria»), al frente del cual estaba el rey, lo integran el pueblo (godos y romanos: los hispano godos) y el territorio de la Península y zonas adyacentes. El Estado visigodo tenía por finalidad procurar el bien común, la defensa del territorio contra los enemigos del interior y del exterior, y la aplicación del derecho mediante la actividad legislativa y judicial. El Estado visigodo no tuvo el carácter de Estado patrimonial, ni la comunidad hispano-goda se fundamentó en relaciones jurídico-privadas, se ordenó para fines de índole pública.

La ciudad de Toledo, capital del Estado godo-hispánico, suponía la concreción de un centro general de imputaciones, sede de la Corte del monarca, cabeza metropolitana de la Iglesia hispana y sede de los Concilios, residencia de los magnates rectores del reino y capital cultural. Toledo será el referente de la unidad hispánica cuando ésta se derrumbe tras la invasión islámica. El año 711 y tras tres décadas de crisis general motivada por las terribles luchas partidistas para apoderarse del trono, el reino hispano-godo se extinguiría definitivamente cuando aquella unificación nacional peninsular era todavía incipiente y corría serios riesgos de una progresiva feudalización.

Los árabes y bereberes, unidos en la nueva fe mahometana, derrotarán al ejército hispano-godo en las cercanías de Jerez de la Frontera. Sería decisivo en el fatal desenlace el apoyo recibido por los musulmanes por parte de los judíos y de una facción nobiliaria, la de los witizanos, es decir, los partidarios de la familia del recientemente fallecido rey Witiza, opuestos al rey Rodrigo, y que incluso recabaron la presencia de los mahometanos en la Península como sus aliados.

El gobernador árabe de África del Norte al servicio del Califato de Damasco, Musa

ibn Nusair, respondió a la demanda de los witizanos enviando a su lugarteniente, el jefe bereber Tarik ibn Ziyad, que cruzó el estrecho de Gibraltar en el 711 al mando de un ejército de bereberes recientemente islamizados. Rodrigo fue derrotado y muerto en la batalla que con estos tuvo lugar, probablemente, a orillas del río Guadalete. Al año siguiente, en el 712, el propio Musa desembarcó con tropas de refuerzo, La intervención de los musulmanes, en un principio como apoyo a la facción witizana, se estaba convirtiendo en un proyecto de conquista a gran escala, aprovechando la impotencia de los jefes visigodos, agotados en una guerra civil sin sentido.

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Destrozados en la batalla el ejército y el Estado hispano-godos, los musulmanes ocuparían la casi totalidad del reino en un periodo de siete años (con la importante colaboración de los judíos residentes en las ciudades hispanas que abrieron las puertas de muchas de ellas), arrasando, en unos casos, o pactando, en otros, con los opositores. Algunos nobles visigodos, no aceptando el dominio musulmán buscaron refugio en las montañas del norte peninsular. Los montes cantábricos y pirenaicos quedarían libres del efectivo dominio musulmán y en ellos se formarían prontamente dos reinos, Asturias y Navarra, resultado del pacto alcanzado entre las gentes autóctonas y los refugiados godos.

La realeza astur-leonesa, la aragonesa y también los Condes de Barcelona, reivindicarán su estirpe gótica como factor de legitimación histórica de los nuevos poderes resultantes de la articulación territorial de la resistencia hispánica frente al invasor islámico. Entramos aquí en otro periodo histórico, sucesivo de la Monarquía gótica, la Reconquista, denominado así por la pretensión de los nuevos poderes autóctonos de recuperar el territorio peninsular ocupado por los árabes (Pérdida de España), a los que en todo momento se les consideró extraños usurpadores, invasores de unas tierras que detentan ilegítimamente, poseedores de una religión y una cultura contrarias, africanos para los que Hispania (al-Andalus) era un territorio colonial, susceptible de ser explotado en su beneficio a base de fuertes tributos, un botín en definitiva.

La gran herencia hispano-goda permitió restaurar en España, por medio de la acción resistente articulada político-militarmente en el norte peninsular, la civilización occidental de raíz grecolatina, cristiana y germánica, superando así el tremendo y prolongado impacto de la dominación islámico oriental, a diferencia de lo que sucedió en el Norte de África que, integrado en el ámbito occidental antes de la invasión de los árabes, permanecería ya definitivamente islamizada y arabizada.

El rey Alfonso I de Asturias (739-759) y verdadero creador del nuevo reino, hijo de Pedro, duque de Cantabria, del linaje de Recaredo, realizó una importante incursión en las tierras de la cuenca del Duero sometidas entonces a los mahometanos, situadas al otro lado de la Cordillera Cantábrica, bastión natural del reino astur. En aquella incursión, y tras golpear duramente a los ocupantes islámicos allí establecidos tras la invasión, trasladó a la gran mayoría de los pobladores hispano-godos del norte de la Meseta hacia el otro lado de las montañas, instalándolos con una motivación claramente política en los valles cantábricos que se extienden desde las rías altas gallegas hasta el río Nervión, hecho que recoge destacadamente la Crónica de Alfonso III.

La fusión de estas gentes del Duero de estirpe gótica y de lengua latina con los habitantes autóctonos de aquellos valles (cántabros principalmente) conformaría finalmente un nuevo pueblo, los castellanos, que, dirigidos por sus caudillos y reyes, protagonizarían ese periodo histórico fundamental para la adecuada comprensión de la cultura e identidad hispánicas: la Reconquista y la consiguiente Repoblación, un verdadero «empuje hacia el sur» que terminaría con la toma de Granada en 1492. Sólo aquellos hispano-godos refugiados en territorio cántabro-astur (nobles, clérigos, campesinos) poseerán la conciencia de una «Hispania por restaurar», conciencia de la que carecerían casi por completo los pueblos autóctonos de aquellos valles norteños, en los enfrentados al poder central toledano. Por lo tanto corresponde a aquel aluvión de refugiados la creación de un poder político nuevo, el reino astur-leonés (y posteriormente, a partir del siglo XI, su heredero: Castilla-León) guiado por un objetivo de recuperación de las tierras de Hispania, situadas al otro lado de la Cordillera Cantábrica, y que constituían su originario solar patrio. Estos sucesos coadyuvarán decisivamente en la “gotización” y, por ende, “hispanización” del reino astur-leonés como principal poder autóctono, opuesto al emirato y posterior califato islámico con sede en Córdoba. Alfonso II el Casto (791-842) reinstauraría en Oviedo el “Orden de los Godos” existente en Toledo, tanto en el Palacio como en la Iglesia, como así nos informa la Crónica Albeldense, primera de una serie de crónicas latinas, conformadoras de una verdadera historiografía medieval nacional.

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La sistemática y consciente repoblación de la cuenca del Duero supuso la creación de una nueva realidad social, política y cultural, una nueva realidad étnica, el pueblo castellano, los que habitan en el país de los castillos (en referencia a las abundantes torres defensivas construidas en la frontera oriental del reino de Asturias), resultado final de la profunda amalgama racial sustanciada en los valles cantábricos a lo largo de la segunda mitad del siglo VIII y primera mitad del siglo IX. Ya no habrá más tribus de astures, cántabros, autrigones, várdulos o vascones, ya no se hablará de godos o romanos; desde ahora, producto de una completa etnogénesis, se hablará de los “castellanos”, del Reino de Castilla y León, sucesor histórico del Reino cántabro-astur de los primeros tiempos de la Reconquista. Los castellanos, principales herederos de los godos y base fundamental de la raza y cultura hispanas, dirigirán con firmeza ese «empuje hacia el sur», capitaneados por sus jefes, reyes, magnates e infanzones.

El denominado neo-goticismo astur-leonés, restaurador del unitarismo godo, diseñado en la Corte de los reyes asturianos y leoneses y heredado por Castilla al constituir su primer rey, Femando el Grande (1035-1065), el Reino de Castilla y León, consistía en un relevante programa político-militar destinado a imprimir una coherencia definitiva al proceso reconquistador y a legitimar al rey de Castilla como histórico sucesor del rey de los godos, el máximo jefe político de aquella Hispania unida por la conciencia nacional goda, invadida por los árabes y que ahora se pretende restaurar.

Esto es lo que los reyes Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, ambos de la dinastía castellana de los Trastámara, y tras la unión de Aragón a Castilla alcanzada el año 1474 como consecuencia de su matrimonio, consiguieron cuando el 2 de enero de 1492 entraban victoriosos en Granada, alzando los estandartes simbólicos recibidos de sus antepasados, cumpliendo, en fin, el programa político inspirador de la Reconquista. Dice la Crónica de Alfonso III respecto de la batalla de Covadonga (722), punto de partida de dicha Reconquista: «Por esta montaña será salvada España y restaurado el ejército de los godos»; eso es lo que acabará significando la arriesgada emboscada de Don Pelayo, primer jefe rebelde, antiguo espatario del rey Rodrigo.

No son los Reyes Católicos los fundadores de la unidad nacional sino sus restauradores, aunque la unidad hispánica plena se conseguiría por Felipe II, y solo temporalmente, en 1580 al incorporar Portugal a su reino. Se equivocan, de modo interesado o ignorante, los políticos separatistas y sus clientelas cuando afirman que «sus pueblos» preexisten como «verdaderas naciones» a la «forzada» unificación de Isabel y Fernando finado el siglo XV. Para estos políticos, en su tergiversación histórica, dicha unidad fue un acto artificioso, ilegítimo e imperialista, destructor de esas «auténticas nacionalidades», o sea, Euskalerría o Cataluña que, dicho sea de paso, jamás existieron históricamente como entidades políticas unitarias e independientes.

España, como nacionalidad distintiva es muy anterior a ese siglo XV, debiéndonos remontar, como hemos comprobado, hasta la segunda mitad del siglo VI, obra principal de un pueblo germánico de primer orden, los godos, que como torrente, generoso y vivificador, vino a confundirse absolutamente en el anchuroso río de lo español hasta el punto de desaparecer como tal pueblo. Pero ellos también somos nosotros, los españoles. Permanecen en nuestros genes, en nuestros hábitos, en nuestra cultura.

Ellos, los godos de España, fundaron nuestra nacionalidad cuando se iniciaba la Edad Media. Fuente: Ramón Peralta

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1217 - 1221

La Quinta Cruzada (1217–1221) fue un conjunto de acciones militares provenientes de Europa Occidental para retomar Jerusalén y el resto de Tierra Santa derrotando en primer lugar al poderoso estado ayubí de Egipto. El Papa Inocencio III y su sucesor, el Papa Honorio III convocaron los ejércitos cruzados liderados por las enormes fuerzas militares del rey Andrés II de Hungría (1175-1235) y por los batallones del príncipe austriaco Leopoldo IV de Austria(1176–1230), que realizaron una incursión contra Jerusalén, que dejó finalmente la ciudad en manos de los musulmanes.

Más tarde, en 1218, un ejército dirigido por el alemán Oliver de Colonia, y un ejército mixto de soldados holandeses, flamencos y frisios dirigidos por Guillermo I, conde de Holanda se unieron a la cruzada. Con el fin de atacar el puerto de Damieta, en Egipto, se aliaron en Anatolia con el Selyúcida sultanato de Rüm, que atacó a los ayubidas en Siria, en un intento de liberar a los cruzados de luchar en dos frentes.

Después de ocupar Damieta, los cruzados marcharon en julio de 1221 al sur, hasta El Cairo, pero fueron repelidos después de que sus fuentes de suministro les obligaron a una retirada forzosa. Un ataque nocturno del sultán Al-Kamil causó un gran número de pérdidas de los cruzados, y, finalmente, la rendición del ejército. Al-Kamil acordó un acuerdo de paz de ocho años con los contendientes europeos.

Inocencio III ya había planeado desde 1208 una cruzada para destruir el imperio ayubí y recuperar Jerusalén. En abril de 1213, el Papa Inocencio III publicó la bula papal Quia Maior, llamando a toda la cristiandad a unirse a una nueva cruzada. Esta fue seguida por otra bula, la Ad Liberandam en 1215.

El mensaje de la cruzada fue predicado en Francia por el cardenal Robert de Courçon, aunque sin embargo, a diferencia de otras cruzadas, no muchos caballeros franceses se unieron, ya que estaban luchando en la cruzada albigense contra la herejía cátara en el sur de Francia.

En 1215 el Papa Inocencio III convocó el IV Concilio de Letrán, donde, junto con el patriarca latino de Jerusalén, Raoul de Merencourt, habló sobre la recuperación de la Tierra Santa, entre los cometidos de la Iglesia. Inocencio quería que fuera dirigida por el papado, como había sido la Primera Cruzada, con el fin de evitar los errores de la Cuarta Cruzada, que había sido emprendida por los venecianos. El Papa Inocencio tenía previsto que los cruzados se reuniesen en Bríndisi en 1216, y prohibió el comercio con los musulmanes, para asegurarse de que los cruzados tendrían naves y armas. Cada cruzado recibiría una indulgencia, incluyendo aquellos que simplemente ayudasen a pagar los gastos de un cruzado, aunque ellos mismos no fueran a la cruzada.

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Oliver de Colonia había predicado la cruzada en Alemania y el emperador Federico II intentó unirse en 1215. Federico II era el último monarca al que Inocencio quería ver unirse, ya que había desafiado al Papado (y lo haría de nuevo en los siguientes años). Inocencio, sin embargo, murió en 1216. Fue sucedido por el Papa Honorio III, quien prohibió a Federico II participar, pero que encomendó la organización de los ejércitos cruzados al rey Andrés II de Hungría y al duque Leopoldo VI de Austria.

El rey Andrés II escogió la ruta por mar para acceder a la Tierra Santa, aunque por sus planes relacionados con Bizancio consideró por un tiempo una ruta por vía terrestre. La

movilización real dentro del reino húngaro al inicio de la cruzada es bien conocida: el rey primero estuvo en la ciudad de Székesfehérvár, desde donde avanzó con sus fuerzas hasta Zagreb, terminando en Split, donde fue recibido por toda la ciudad y los dignatarios de más alto rango con toda la pompa respectiva. Se ofició una majestuosa misa en el antiguo Mausoleo del emperador Diocleciano, recinto adaptado para convertirlo en la Catedral de San Domnius.

Andrés II había pedido créditos a grandes casas comerciales de Italia para financiar su empresa cruzada, e igualmente también sacrificó la propia ciudad de Zara, localizada en la actual Croacia, que había sido ocupada por los ejércitos venecianos de la Cuarta Cruzada, cediéndola a los italianos a cambio de que transportasen a sus soldados en sus barcos. Se sabe que Andrés II también llevó muchos artículos y joyas de gran valor que vendió para cubrir los gastos cruzados, como por ejemplo la corona de la primera reina consorte húngara Gisela de Baviera (984 – 1059) (esposa del rey San Esteban I de Hungría), que vendió en Tierra Santa por 140 marcas de plata. La cantidad de soldados que se lograron reunir en las huestes húngaras es aún un tema debatido, pero se estima que rondaba cerca de los 32.000 hombres (20.000 caballeros y 12.000 soldados), lo que superaría todas las fuerzas cristianas cruzadas enviadas antes a Tierra Santa. Entre los personajes más conocidos que acompañaron al rey húngaro se hallaba el abad Uros de Pannonhalma, quien era uno de los religiosos más estimados de su época y llevaba dirigiendo con éxito la importante abadía desde 1207.

El rey húngaro había coordinado la empresa con el duque Leopoldo IV de Austria, y esperaba ensamblar una fuerza combinada con los dos ejércitos como jamás se había visto.

Los primeros ejércitos cruzados occidentales partieron desde el puerto de la ciudad de Vlaardingen el 27 de mayo de 1217 en 300 barcos hacia Oriente. Sin embargo a pesar de la prontitud arribaron mucho después que los húngaros austríacos a Tierra Santa, puesto que hicieron escala en Santiago de Compostela, y una parte de ellos se involucró en la guerra de reconquista portuguesa contra los musulmanes en la península ibérica.

Las fuerzas húngaras y austríacas se habían agrupado en Split, desde donde primero partieron los germánicos y tras 16 días de viaje arribaron a la ciudad de Acre, ciudad costera israelí a orilla del Mediterráneo. Los húngaros partieron después y arribaron cerca de octubre, lo cual significa que el plan de Andrés II en Chipre había sido descartado por falta de tiempo y habían decidido continuar hacia oriente. Ya en el Acre fueron recibidos por Raúl de Merencourt, el patriarca latino de Jerusalén. El primer consejo de guerra se reunió en la tienda real de Andrés II y contó con la presencia de Leopoldo VI, Hugo I de Chipre, príncipe Bohemundo IV de Antioquía, para los tres maestres de la Orden Teutónica y el rey Juan de Jerusalén (quien cobrará un papel indiscutiblemente protagónico en la Quinta Cruzada opacando a Andrés II que terminará eventualmente abandonando la empresa para volver a Europa a resolver serios conflictos internos en su reino).

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El objetivo era como el de las anteriores cruzadas el rescatar las tierras de manos de los musulmanes, en esta oportunidad combatiendo a los Ayubitas en Siria.

Los ejércitos cruzados se dirigieron al sur hacia la cadena montañosa junto a Acre y fijaron un campamento en las afueras de Riccardana, pues las primeras expediciones partieron en busca de provisiones para mantener el enorme ejército. El 3 de noviembre el patriarca latino Raúl y el obispo Jacobo Vitry del Acre se presentaron en persona frente al

rey húngaro y el duque austríaco trayendo con ellos un pedazo de la Vera Cruz la cual se había perdido después de la Batalla de los Cuernos de Hattin en 1187. Ambos monarcas caminaron descalzos hasta la santa reliquia y se arrodillaron ante ella besándola en señal de adoración.

Al-Muazzam, hijo del sultán al-Ádil vigilaba a los cruzados desde cerca, sin embargo su padre no le permitió atacarlos, quizás porque sobreestimaban a las fuerzas cristianas. El 4 de noviembre las fuerzas cristianas avanzaron para explorar las cercanías del castillo sobre el monte Tabor y el 10 de noviembre ya habían cruzado el mar de Galilea cubriendo la orilla norte del río Jordán en varias direcciones. Posteriormente cruzaron por el vado de Jacobo comenzaron su trayecto de regreso hacia Acre. Mientras avanzaban las crónicas registraron la toma de varios asentamientos y el apropiamiento de enormes botines, conjugado con la visita de lugares santos como Cafarnaúm y un baño en el Jordán, cumpliendo así los líderes sus promesas cruzadas.

En 1218 llegó un nuevo ejército al mando de Oliver de Colonia, que junto con Leopoldo IV y Juan de Brienne, decidió atacar finalmente el puerto egipcio de Damieta. El sitio fue largo y duro, y costó la vida de muchos cruzados y musulmanes, entre ellos el propio Sultán al-Adel, pero finalmente se logró tomar la plaza en 1219. Acto seguido, comenzaron las disputas entre los cristianos por el control de la ciudad. Estas disputas y la falta de ayuda por parte del emperador alemán, retrasaron la continuación de la campaña hasta el año 1221 año en que los cruzados marchan al sur hacia El Cairo. Para entonces, el nuevo Sultán al-Kamil había reorganizado sus fuerzas, lo que, unido a las inundaciones del río Nilo que diezmaron al ejército cruzado en su marcha hacia el sur, acabó con la definitiva derrota cristiana y su posterior rendición.

Los términos de esta rendición supusieron la vuelta de Damieta a manos de Al-Kamil, quien aceptó un acuerdo de paz de ocho años de duración. Fue por tanto una cruzada inútil, que apenas alteró el equilibrio de poder entre cristianos y musulmanes.

Por M. Navarro

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San Sixto II (257-258) Nació en Atenas. Fue un

hombre de gran cultura y doctrina. Le calificaron "amante de la paz". Y efectivamente un poco de paz sí se apresuró a Ilevarla, apenas fue elegido, a las iglesias de Roma y de Cartago en cruenta lucha por la cuestión del bautismo a los herejes. Tuvo una reconciliación con S. Cipriano, pero no tuvo tiempo para profundizar un diálogo, pues tuvo que enfrentar una nueva emergencia: Valeriano desató una segunda persecución contra los cristianos. Éstos fueron invitados a abjurar, so pena la expropiación de los bienes y la decapitación. Sixto fue detenido, procesado y condenado. La historia cuenta el conmovedor encuentro que tuvo con su diácono Lorenzo, en el camino hacia el martirio. A Lorenzo que le iba pidiendo que le llevara con él hacia la muerte, él le contestó amorosamente con una predicción: muy pronto habría sufrido una muerte más gloriosa en el nombre de Cristo. Efectivamente a los

cuatro días Lorenzo moriría quemado vivo en la hoguera. En ese mismo encuentro Sixto ordenó a su diácono que repartiera entre los pobres los tesoros de la Iglesia. Sixto fue conducido a las catacumbas de S. Pretextato y le decapitaron en su misma silla episcopal. Fue enterrado en la cripta de los papas del cementerio de S. Calixto. De carácter bondadoso solucionó las discordias que habían atormentado la Iglesia durante el reinado de Cornelio, Lucio y Esteban. Estableció la práctica romana de no re-bautizar a los herejes. Efectuó traslación de los restos de San Pedro y San Pablo. Durante el martirio de Cipriano empezó a pronunciarse la exclamación Deo Grazias.

Poco antes de su pontificado el emperador Valerio decretó un edicto de que obligaba a los cristianos a participar en el culto nacional a los dioses paganos y les prohibía reunirse en los cementerios, amenazándolos con exilio o muerte. En agosto del 258 se recrudeció la persecución. Los obispos, sacerdotes y diáconos eran perseguidos a muerte. Sixto II fue uno de los primeros en ser víctima del edicto ("Xistum in cimiterio animadversum sciatis VIII. id. Augusti et cum eo diacones quattuor"—Cipriano, Ep. lxxx). Para escapar la vigilancia de las fuerzas imperiales Sixto reunió a su pueblo el 6 de agosto en uno de los cementerios menos conocidos (Praetextatus) en el lado izquierdo de la Vía Appia. Mientras celebraba la sagrada liturgia fue de repente arrestado por una banda de soldados y decapitado junto con cuatro de sus diáconos: Januarius, Vincentius, Magnus y Stephanus. Dos otros diáconos, Felicissimus y Agapitus fueron ejecutados el mismo día. Murió el 6 de agosto, 258. Los cristianos transfirieron su cuerpo a la cripta papal en el cementerio de San Calixto.

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A fines del mes de agosto del 258, San Cipriano, que sería decapitado el 14 de septiembre, escribía a uno de sus colegas: «Valeriano, en un escrito al Senado, ha dado la orden de que los obispos, sacerdotes y diáconos sean ejecutados inmediatamente. Sabed que Sixto ha sido muerto en un cementerio el 6 de agosto, y con él cuatro diáconos». La noticia era exacta. El 6 de agosto, el papa Sixto II había sido apresado en plena asamblea litúrgica en el cementerio de Calixto y decapitado junto con los diáconos Genaro, Magno, Vicente y Esteban. Otros dos, Felicísimo y Agapito habían corrido la misma suerte en el cementerio próximo al Pretextato, mientras el diácono Lorenzo sería condenado a muerte cuatro días después, luego de haber sido sometido a la tortura. Nos hallamos ante la página más gloriosa de la historia de la Iglesia romana durante las persecuciones. Cipriano podía apoyarse en este testimonio para invitar a los cristianos de África «a la lucha espiritual: de tal suerte – dice - que cada uno de nosotros no piense tanto en la muerte cuanto en la inmortalidad y que, consagrados a Dios con todas las energías de su fe y de su entusiasmo, sientan antes la alegría que el miedo a la hora de una confesión, en la que saben que los soldados de Dios no reciben la muerte, sino antes.

Las catacumbas de Roma han sido la inspiración de cuentos espeluznantes. La idea de unas cámaras secretas donde los cristianos primitivos se reunían para evitar a los romanos ha encendido la imaginación de muchos novelistas. Aunque las catacumbas fueron utilizadas por los cristianos como lugares de culto privado, principalmente eran cámaras de enterramiento. Las autoridades siempre supieron de su existencia; de hecho, mientras el papa Sixto Il estaba en ellas un día celebrando misa, los soldados imperiales aparecieron de repente y lo degollaron. Hacia esta época del año, aunque el verano se halla en pleno apogeo, cuando la luz incide del modo justo, puede verse un tinte amarillo muy tenue en el verde los árboles y un susurro del invierno se cuela por la ventana abierta. El verano debe concluir; es el camino de toda vida. Los primitivos cristianos utilizaban las catacumbas para sus más grandes celebraciones. Ahí, entre los cuerpos de sus muertos, se regocijaban en la promesa de la vida eterna. Es una de las grandes paradojas de la fe, que todos debamos morir antes de tener vida eterna. No sólo deben morir nuestros cuerpos. Debemos morir a los apegos y ataduras que nos mantienen aferrados a la tierra. Debemos abandonar nuestros deseos egoístas y nuestra preocupación por las posesiones materiales. Debemos dejar marcharse todo de manera que nuestras manos vacías puedan llenarse de eternidad. Una vez que aprendemos a hacer eso, regocijarse en vida entre los muertos de las catacumbas no nos parece tan extraño.

El papa San Sixto II fue elegido el 30 de agosto de 257. Su gobierno fue corto. Reanudó las relaciones con los obispos africanos y del Asia menor, interrumpidas a raíz de la controversia sobre el bautismo de los herejes. Fiesta el 6 de abril.

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Según el martirologio romano, el papa Sixto estaba celebrando Misa en el cementerio de Pretextato, cuando murió mártir a consecuencia de la persecución del emperador Valeriano, quién había publicado en el mismo año de 257 un edicto prohibiendo el culto cristiano y las reuniones en los cementerios.

Sixto fue decapitado junto a cuatro

diáconos que lo acompañaban en la celebración eucarística. Su muerte ocurrió el 6 de agosto de 258. Ese mismo día sufrieron el martirio los diáconos santos Felicísimo y Agapito, y un poco después el diácono San Lorenzo. El Papa Sixto II efectuó el traslado de los restos de San Pedro y San Pablo. Durante el martirio de Cipriano empezó a pronunciarse la exclamación "Deo Gracias".

Por Frey Jesús

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Ripoll, castellanizado como Ripol (Ripollo en el original) fue una localidad de la ribera del Cinca. Situada en el actual Cinca Medio, en dirección a Binéfar y Vallcarca, a unos diez kilómetros de ésta.

Ripoll conserva restos de época ibérica. Por sus cercanías pasaba una vía militar romana secundaria a la que pertenece un miliario que ha llegado a nuestros días. Corresponde a la milla 255 (CCLV) dedicada por la urbe Tarraco a la Legio VII Gemina. Está conservada en la finca “Casas Novas”, que fue otra ocupación Templaria del siglo XII, como lo fue Ripoll.

Otras poblaciones de su entorno son: Binaced, Estiche, Pomar, Santa Lecina,

Alfántega, Casas Novas, Esplús, Vencillón, Pueyo de Santa Cruz y Monzón. Los Templarios ocuparon la mayoría de los topónimos nombrados. Sirva de ejemplo el caso de la iglesia del lugar de Vallcarca, datada del siglo XII, también de construcción Templaria y que se conserva todavía en su factura original.

El monarca aragonés Alfonso I (1073-1134) –que se auto titula como rey de Aragón, de Pamplona, de Sobrarbe, de Ribagorza, y de Zaragoza en el documento que reseñamos- atribuyó el castillo y la villa de Ripoll a Pedro de Luxaso, junto con cuatro jovadas (iovadas) de tierra, -medida de superficie equivalente a la labor de un par de bueyes en un día. Todo ello libre y franco de cargas, para él y sus descendientes. Naturalmente bajo fidelidad feudal y en agradecimiento del monarca a los muchos servicios que le había prestado con anterioridad y a los que prestaba todavía en la repoblación de Monzón (Monssone).

El citado rey de Aragón agradece a Pedro de Luxaso su continua colaboración. Pero el documento nos presenta algunos retos que dificultan nuestra interpretación. Empezando por el nombre del perceptor de la donación, el dicho Luxaso, o la fecha exacta del documento. Tratamos este documento con cierto optimismo pues confiamos que ha de servir para recomponer algunas noticias de la Ribera del Cinca en general. Monzón, la capital del Cinca Medio, había vuelto a manos del monarca Alfonso I en Batallador en 1126. Se ha ce mención a una repoblación de dicha ciudad en febrero de 1131. Curiosamente, el documento menciona por dos veces el hecho de la repoblación de Monzón.

DONACIÓN DE RIPOLL DE CINCA

A LA ORDEN DEL TEMPLE

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Dado que también se menciona como señor de Monzón a García Ramírez, nos hace

sospechar que el documento tiene dos partes. La primera, referente a la donación de Monzón en 1072, y la confirmación posterior, en enero de 1131, siendo el citado don García Ramírez, señor de Monzón, para ejercer como rey de Navarra con posterioridad a 1134. Puede deducirse una segunda repoblación de Monzón en la fecha de 1131, por la expresa mención del obispo García de Zaragoza que ocupó la sede desde agosto de 1130.

En su consecuencia, debemos entender que el castillo y localidad de Ripoll pasó a manos de los Templarios en fecha posterior a esta particular donación. Además, las concesiones en el Cinca a la Orden del Temple fueron concedidas en el año 1143 por el conde catalán y príncipe de Aragón Ramón Berenguer IV.

La donación particular de Ripoll está registrada en uno de los cartularios del Temple, conservado en el Archivo de la Corona de Aragón de Barcelona, concretamente en el registro 310. Recordemos que el conde Ramón Berenguer IV aseguró Monzón a los Templarios, en atención a los testamentos del rey de Aragón Alfonso el Batallador de 1133 y 1134. A la donación añadía lugares todavía sin conquistar como la localidad y castillo de Zaidín (Çaydí), conquista que se efectuó en 1149.

Para el historiador don Francisco Castillón Cortada, la Encomienda Templaria de Monzón estuvo constituida por lugares como: Alcort, Alfántega, Ariéstolas, Binaced, Binéfar, Castejón del Puente, Cofita, Fonclara, Pueyo de Santa Cruz, Ripoll y Valcarca. Durante el mes de enero de 2014, recorriendo el Cinca con un grupo de personas de la comarca del Bajo/Baix Cinca pudimos comprobar cómo las iglesias de Santa María de Chalamera, la de Ballobar, la de Chalamera y la de Ontiñena conservan huellas evidentes de la presencia Templaria.

Pero volvamos al documento, sin fecha, sobre la donación de Ripoll. Después de poseer la el citado Pedro de Luxaso, llegó a manos del Temple, posiblemente al primer prior Templario de Monzón, el Maestre Pedro de Rovera. Posiblemente el mismo año, o poco después, de la concesión de Granyena (Lleida) en 1131.

La copia que manejamos estaba redactada por el escribano Pedro, por mandato real. Contiene la firma de veinticuatro personalidades de la época, entre obispos y señores de lugares.

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Concretamente, empieza con la del obispo oscense Arnaldo, Sans Ioben señor de Huesca (Osca), Bertrán de Larbasa, García Ramírez (Renimirez) señor de Monzón (Montissone), Pere Ramont señor de Estada y Raymundo García. Luego le sigue la larga lista de personajes que deben ayudar a datar los documentos, y que demuestran que el monarca disponía de plena vinculación feudal con las mejores familias aragonesas, en quien confiaba los entros de poder de su creciente reino. Cita a Arnaldo obispo de Jaca (Iacha), a Pedro obispo de Barbastro, a García, obispo de Zaragoza, a Sancho obispo en Irunia, a otro Sancho obispo de Agara (¿?), y al obispo Miguel (Michel) en Tarazona. La larga lista de señores continúa con el conde Pedro en Tudela, el vizconde Centullo en Uncastillo (Un Castello), Fralo López en Soria, Lope Enequez en Burubia, Eneque Reminones en Calatayud (Catataiub), Lop López en Ricla, Lop Garcés Peraon en Alagón (Alagone), Pedro Tizón en Estella (Estela), Lop Reminus en Luesia (Lusia), Castagne en Biel, Pedro Ait en Lucinnen (Leciñena), Sans Ioben en Huesca (Oscha), Atto Garcés en Barbastro, García Ramírez en Monzón (Monssone), Pere Ramont en Estada, Berenguer Gombalt en Castro, Pere Mir en Benabarre, y Pere Guzpert como justicia de Monzón.

Concluimos señalado que la presencia Templaria en la zona del Cinca Medio y su expansión al Bajo Cinca fue evidente. Por ejemplo, quedó reflejada en las construcciones hidráulicas todavía hoy vigentes. Desde Ripoll partía una acequia hacia el Sur, regando las desaparecidas localidades de Montbrú (Mumbrún) y Fontclara (Fuenclara); y bañaba las tierras de Albalate de Cinca y de Belver de Cinca. Esta acequia, conocida como también como Mayor, es sólo una de las diversas obras de ingeniería Templaria que pueden contemplarse en el Cinca. Por Joaquín Salleras Clarió

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En 1474 el rey Enrique IV de Castilla murió, dejando

un Reino inmerso en una guerra civil entre Isabel y Juana la Beltraneja que, finalmente, ganó la primera. En 1479 era Juan II de Aragón el que moría, pasando el trono a Fernando, a la sazón rey de Castilla por matrimonio con la reina Isabel; de esta manera se empezó a gestar lo que sería la futura monarquía española. En 1492 conquistaron el Reino de Granada, el último territorio islámico en la península, y en 1512 Fernando II conquistó el Reino de Navarra con el apoyo del partido beaumontés y del papa Julio II, y lo incorporó a Castilla en 1515. A la muerte de la reina Isabel, le sucedió su hija Juana, quedando su padre como regente; a pesar de ser rechazado por la nobleza castellana y reemplazado por el marido de Juana, Felipe el Hermoso (que llegó a ser jurado rey), Fernando volvió a asumir la regencia tras la repentina muerte de éste.

A la muerte del Rey Católico hubo un periodo de inestabilidad debido a la incapacidad mental de su hija Juana, que fue aprovechado por su nieto Carlos para proclamarse rey en Bruselas, lo que fue reconocido en Castilla; pero en Aragón no hubo acuerdo en aceptar y en aplicar el testamento del Rey Católico por contravenir los fueros, lo cual condujo a un periodo de interregno tácito, en el que se paralizó el gobierno, hasta que finalmente se avino a jurar a Juana y Carlos como reyes de Aragón.

Hijo de Juan II el Grande y de su segunda esposa Juana Enríquez, nació por deseo de su madre en territorio aragonés, ya que se encontraba en Navarra (en las disputas de sucesión entre su hijastro Carlos y su esposo Juan II) y se desplazó hasta el caserón de la familia Sada, en la villa de Sos, junto a la frontera.

Con solo seis años de edad recibió de su padre Juan II el título de duque de Montblanc y conde de Ribagorza con el señorío de la ciudad de Balaguer, el 25 de julio de 1458.

Reconocido heredero de la corona aragonesa a la muerte de su medio hermano, Carlos, príncipe de Viana (1461), fue coronado como Rey heredero de Aragón en Calatayud; fue nombrado lugarteniente general de Cataluña (1462) y, en 1468, rey de Sicilia. Durante la guerra civil catalana (1462 - 1472), en la que tomó parte activa, se familiarizó con la administración del estado a instancias de su padre.

Al morir su primo, el infante Alfonso de Castilla (1468), y ser reconocida por la mayor parte de la nobleza la infanta Isabel, su prima segunda y medio hermana de Enrique IV de Castilla, como heredera de Castilla, su padre Juan II puso su empeño en conseguir el matrimonio de Fernando con la princesa castellana, que se produjo en octubre de 1469, en Valladolid. Sin embargo, a la muerte de Enrique IV (1474) empezó una guerra civil entre los partidarios de Isabel y los de la hija de Enrique, Juana de Trastámara, apodada la Beltraneja, apoyada por el rey de Portugal, Alfonso V el Africano, que pretendía casarse con ella, uniendo las coronas de Castilla y Portugal.

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Fernando, tras arduas discusiones con la recelosa nobleza castellana, consiguió ser proclamado corregente de Castilla con los mismos derechos que Isabel mediante la Concordia de Segovia (1475). Fernando participó activamente en la dirección militar de esta guerra, a cuyo resultado contribuyó de una manera definitiva, sobre todo en la indecisa batalla de Toro (1476), convertida en victoria estratégica por el genio político de Fernando, y en la sumisión de ciudades

rebeldes. De 1476 a 1477fue administrador de la Orden de Santiago.

La guerra terminó con la derrota de Juana. Por el Tratado de Alcáçovas (1479), Juana renunció al trono en favor de Isabel y se recluyó en un convento de Coímbra, convirtiéndose Isabel I en reina indiscutida de Castilla. Ese mismo año, (20 de enero de 1479) Fernando sucedió a su padre como rey de Aragón. Pero fue en el año 1475 cuando puede fijarse la unión de ambas coronas según los términos de la Concordia de Segovia (corroborada más tarde en el Concordia de Calatayud del año 1481) por los cuales Fernando fue nombrado rey de Castilla como Fernando V, reinando junto con su mujer la reina Isabel I, uniendo así ambas coronas. Y aún más importante serán las Cortes de Toledo de 1480, donde en su ley 111 se dice: "Pues por la gracia de Dios los nuestros Reynos de Castilla y de León y de Aragón son unidos, y tenemos esperanza que por su piedad de aquí en adelante estarán unidos, y permanecerán en una corona Real: E así es razón que todos los naturales de ellos traten y comuniquen en sus tratos y facimientos".

Sin embargo, la reina Isabel I de Castilla no pudo ser nombrada de iure reina de Aragón, ya que al existir un varón legítimo (su esposo), ese sería el rey y por tanto Isabel sería reina consorte. Es anti histórico hablar de una ley sálica como la francesa en la Corona de Aragón, absolutamente inexistente en Código legal alguno en cualquiera de los territorios de la Corona. El sistema de nombramiento era consuetudinario, entronando al varón legítimo de mayor edad, y el documento esencial era el testamento del rey. En cambio existía el llamado "ius uxoris" o "jure uxoris" por el cual el varón consorte de la reina se convertía en rey por el imprescindible hecho del mando militar. Tampoco existió ley sálica en Castilla y León, como lo prueban Urraca y Berenguela.

Tras dictar las primeras medidas de ordenamiento interno de sus reinos (a partir de 1480 extendió la figura del corregidor; en 1481 se crea la Inquisición en Castilla; se sanciona a los nobles rebeldes y se reorganiza la hacienda real), los reyes emprendieron en 1481 la conquista del Reino nazarí de Granada. A través de las dificultades de esta guerra (1481 -1492), fundamentalmente de asedio, el rey Fernando fue revelando sus dotes diplomáticas y militares. La guerra terminó con la capitulación de Granada el 2 de enero de 1492. La conquista del último reducto musulmán en la península otorgó a los reyes un prestigio que ayudó a consolidar la autoridad real. En los reinos de la Corona de Aragón, Fernando no modificó el sistema político tradicional (que dificultaba la concentración de poder en manos del rey), y puso fin en sus Estados al problema de los remensas catalanes mediante la abolición de los malos usos y la consolidación de los contratos de enfiteusis (sentencia arbitral de Guadalupe, 1486). Introdujo en Castilla las instituciones aragonesas de los consulados (como el Consulado del Mar, de Burgos) y los gremios, favoreciendo de este modo el desarrollo económico castellano, especialmente el comercio de la lana.

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En el aspecto religioso, creó la Inquisición Española en 1478 (no directamente heredera de la que existió en la Corona de Aragón desde 1249), decretó la expulsión de los judíos el 3 de marzo de 1492 (salvo bautismo) y la Pragmática de 14 de febrero de 1502 que ordenaba la conversión o expulsión de todos los musulmanes del reino de Granada. Esta Pragmática supuso un quebrantamiento de los compromisos firmados por los Reyes Católicos con el rey Boabdil en las Capitulaciones para la entrega de Granada, en las que los vencedores garantizaban a los musulmanes granadinos la preservación de su lengua, religión y costumbres.

A partir de 1492, Fernando centró su actividad en la tradicional expansión aragonesa hacia Oriente, principalmente Italia y el norte de África. Mediante el tratado de Barcelona (1493), recuperó el Rosellón y la Cerdaña (ocupados desde 1463 por Francia). En Italia, para oponerse al intento francés de anexionarse el Reino de Nápoles y Sicilia, organiza la Liga Santa (1495), su primer gran éxito diplomático internacional. Los éxitos en las campañas militares (en las que el ejército del rey era dirigido por Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán) y la astucia del rey permitieron expulsar a la dinastía reinante del Reino de Nápoles y Sicilia y, en 1504, a los franceses, con lo que Nápoles se sumó a las posesiones de la corona. El papa Alejandro VI, que a pesar de ser de originario de los territorios de la Corona de Aragón, no tenía buenas relaciones con él porque temía que en sus afanes territoriales quisiera incluir parte de los estados pontificios, les concedió el título de Reyes Católicos a Fernando y a su mujer, la reina Isabel I de Castilla mediante la bula papal Si Convenit del 19 de diciembre de 1496.

Otro de sus frentes diplomáticos contra Francia reposó en una sabia política de alianzas matrimoniales, mediante la cual los reyes quisieron establecer alianzas con otros países europeos (matrimonio de sus hijas Isabel y, a la muerte de ésta, María, con el rey Manuel I de Portugal; de Juan, con Margarita de Austria; de Juana con Felipe el Hermoso, y de Catalina con Arturo, príncipe de Gales y, tras la temprana muerte de éste, con su hermano, el futuro Enrique VIII de Inglaterra), aislando a Francia, a la cual hizo fracasar reiteradamente en sus intervenciones en Italia.

Como hijo de Juan II intervino de forma activa en la Guerra Civil de Navarra, con la introducción de tropas castellanas en el interior del Reino de Navarra, hasta que en 1512 y en apoyo del bando beamontés realizó de forma abierta la definitiva incorporación, o Conquista de Navarra con tropas vascas y castellanas, al mando del duque de Alba. Para controlar el reino y dentro de las medidas diplomáticas, se reunieron las Cortes de Navarra el 23 de marzo de 1513, en una asamblea a la que solo acudieron beamonteses, para que le dieran su apoyo, que consiguió, tras prometer respetar todos los derechos del Reino. Tras ello, los procuradores le juraron obediencia como «Católico rey don Fernando, rey de Navarra nuestro señor de aquí en adelante...».

El 7 de junio de 1515, las Cortes castellanas reunidas en Burgos, sin presencia de navarros, aceptaron la incorporación del Reino de Navarra a la Corona de Castilla propuesta por el rey Fernando. No obstante, la guerra para controlar el reino se prolongaría hasta 1524, reinando su nieto, Carlos I.

En su testamento, dejó todas sus posesiones a su hija, y en el puesto de ella debía asumir el gobierno y la regencia de los reinos de Castilla y Aragón, su nieto Carlos de Gante, futuro Carlos I y, hasta su llegada, nombró a su hijo natural Alonso de Aragón regente de los reinos de la Corona de Aragón y al Cardenal Cisneros, regente de Castilla. Murió el 23 de enero de 1516 en Madrigalejo (provincia de Cáceres), cuando iba a asistir al capítulo de las órdenes de Calatrava y Alcántara en el Monasterio de Guadalupe.

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También, en su testamento dejó legados a determinados sirvientes, a su hijo natural Alfonso de Aragón, a su nieto Fernando y a su esposa Germana de Foix. Expresó asimismo su voluntad de ser enterrado en la Capilla Real de Granada, junto a su primera esposa, Isabel de Castilla.

La causa de su muerte pudo estar relacionada con el abuso de cantárida, que en aquellos tiempos se utilizaba como un afrodisiaco, en un intento por lograr un heredero varón con su esposa Germana de Foix.

Su padre negoció en secreto el matrimonio de Fernando con Isabel, recién proclamada Princesa de Asturias y, por tanto, heredera al trono de Castilla y León. Las conversaciones fueron secretas debido a que Fernando estaba prometido con la hija de don Juan Pacheco, preferido del rey castellano Enrique IV. Isabel quería este matrimonio, pero había un problema canónico: los contrayentes eran primos (sus abuelos eran hermanos). Necesitaban, por tanto, una bula papal que autorizara los esponsales. El Papa, sin embargo, no llegó a firmar este documento, temeroso de las posibles consecuencias negativas que ese acto podría traerle (al atraerse las antipatías de los reinos de Castilla, Portugal y Francia, interesados todos ellos en desposar a la princesa Isabel con otro pretendiente).

Sin embargo, el Papa era proclive a esta unión conyugal, por los beneficios que le podía traer el estar a bien con la princesa Isabel, una mujer de marcado carácter religioso, ante la amenaza que representaban los árabes a sus Estados Pontificios. Por ese motivo, ordenó al cardenal Rodrigo de Borja dirigirse a España como legado papal para facilitar este enlace.

Los escrúpulos de Isabel para contraer matrimonio sin contar con la autorización papal impedían realizar la ceremonia. Finalmente, con la connivencia del cardenal Borja, los novios presentaron una supuesta bula emitida en junio de 1464 por el anterior Papa, Pío II, a favor de Fernando, en el que se le permitía contraer matrimonio con cualquier princesa con la que le uniera un lazo de consanguínea de hasta tercer grado.

Isabel aceptó y se firmaron las capitulaciones matrimoniales de Cervera, el 5 de marzo de 1469. Ante el temor de que Enrique IV abortara estos planes, en el mes de mayo de 1469 y con la excusa de visitar la tumba de su hermano Alfonso, que reposaba en Ávila, Isabel escapó de Ocaña, donde era custodiada estrechamente por don Juan Pacheco. Por su parte, Fernando atravesó Castilla en secreto, disfrazado de mozo de mula de unos comerciantes.

Finalmente el 19 de octubre de

1469, Isabel contrajo matrimonio en el Palacio de los Viveros de Valladolid con Fernando, rey de Sicilia y Príncipe de Gerona. Esto le valió el enfrentamiento con su hermanastro, que llegó a paralizar la bula papal de dispensa por parentesco entre Isabel y Fernando. Finalmente, el 1 de diciembre de 1471, Sixto IV emitió la bula que dispensaba al matrimonio de sus lazos de consanguineidad.

Por F.L.P.

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II Parte

En España el románico está muy desarrollado, sobre todo en el norte. Se difunde a través del camino de Santiago, el más importante en las peregrinaciones. La conquista de Toledo asegura la paz al norte del Duero.

En Navarra y Aragón se nota más la influencia de Cluny. Destacan las iglesias de San Juan de la Peña, San Salvador de Leyre, San Millán de la Cogolla (La Rioja) y San Pedro de Lárrede. Son iglesias rurales de una sola nave, ábside semicircular y arcos ciegos. Es frecuente la presencia de torres altas y cuadradas, con ventanas en lo alto, que recuerdan a los minaretes árabes.

En Valencia no existen edificios puramente románicos, ya que la reconquista durante el siglo XIII, y el cambio de gusto arquitectónico hace que algunos edificios de planta románica sean finalizados en período gótico. Ejemplo de ello es la iglesia San Juan del Hospital de Valencia, iniciada en 1238 por la orden hospitalaria tras la conquista de la ciudad por Jaime I.

En León el románico engarza con la tradición asturiana, en la que se obtuvieron logros notables. Destaca la Real Colegiata de Santa María de Arbás, en pleno puerto de Pajares, a medio camino entre Oviedo y la que era la capital del reino, León. También es notable la iglesia de Coladilla por la poco usual temática erótica de los canecillos y por la simplicidad de sus líneas.

El románico del camino de Santiago es el más importante. Aparece la alternancia de pilares y columnas, el taqueado jaqués como motivo decorativo y la cúpula en el crucero. En España representa el románico pleno. Es un estilo auténticamente internacional, con un modelo clásico y un lenguaje común al del resto de Europa. El prototipo es la abadía de Cluny. Aquí encontramos las típicas iglesias de peregrinación, con tres o cinco naves, crucero, girola, absidiolos, tribuna, bóvedas de cañón y arista, etc. En Castilla y León predomina la planta basilical de tres naves. La central es más alta y ancha, y tienen triple ábside. En el camino de Santiago las iglesias son urbanas: la catedral de Jaca, monasterio de Silos, la Basílica Real de San Isidoro de León, la iglesia de San Martín de Frómista (en Palencia, tomada como ejemplo para el estudio del Románico) y la catedral de Santiago de Compostela, aunque también las hay rurales; claro que son más pequeñas y de una sola nave, como las de San Esteban de Corullón, Santa Marta de Tera o San Esteban de Gormaz.

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Hacia el sur encontramos influencias islámicas. Se trata de un románico tardío que dará paso al gótico. Ahora aparecen novedades técnicas inducidas por la reforma cisterciense, como las cúpulas sobre trompas o pechinas. También son interesantes las influencias provenientes del Périgord. Éste fenómeno se va a dar especialmente en el Reino de León, donde encontraremos el Grupo de Cimborrios Leoneses compuesto por la Catedral de Zamora, la Catedral Vieja de Salamanca, la Colegiata de Toro y la Catedral Vieja de Plasencia. Por otro lado, el románico se hace definitivamente urbano, siendo fruto de esa transformación las mencionadas catedrales de Zamora, Salamanca, Plasencia, Ciudad Rodrigo, Ávila, etc. En estos lugares, además de las catedrales, se construyen numerosas iglesias parroquiales.

También hacia el norte se extiende el románico, con un sentido más rural. Como las catedrales de Tuy y Lugo, y las iglesias de la colegiata de Santillana del Mar, San Estíbaliz de Lasarte o Santa María de Arbás.

Pero donde más se nota la influencia islámica es en el románico mudéjar, un arte urbano cuyos templos tienen la estructura de las iglesias cristianas y los motivos decorativos del arte islámico. Sin embargo, este arte no está dominado por la concepción cristiana de la vida, ya que son conversos, musulmanes y judíos, los que construyen estos templos. Destacan las iglesias de Sahagún, Arévalo, Olmedo y Toro. Aunque en su conjunto el arte mudéjar es contemporáneo del gótico.

En Cataluña se conjuga el tradicional

estilo carolingio con el recién importado románico de los primeros años del siglo XI. Los primeros tiempos de la arquitectura se vieron influidos fuertemente por el arte carolingio y el árabe de la península Ibérica. Se estima como caso excepcional y modélico la fundación del monasterio benedictino de San Pedro de Roda en Gerona. A comienzos del siglo XI se advierte una gran actividad arquitectónica por parte de los grupos compuestos de maestros y canteros lombardos que trabajan por todo el territorio

catalán, erigiendo templos bastante uniformes. El gran impulsor y difusor (así como patrocinador) de este arte fue el Abad Oliba del monasterio de Santa María de Ripoll, que en 1032 manda que se amplíe este edificio con un cuerpo de fachada donde se levantaron sendas torres, más un crucero donde se incluyen siete ábsides, todo ello decorado al exterior con ornamentación lombarda de arquillos ciegos y fajas verticales. También patrocinó la fundación o reforma de los monasterios de Sant Miquel de Fluvià y Sant Martí del Canigó. Las edificaciones suelen ser de una o más naves abovedadas, separadas por pilares; a veces llevan la construcción de un pórtico y siempre en el exterior se ve la decoración de arquillos ciegos, esquinillas y lesenas (franjas verticales). Las torres correspondientes son especialmente bellas; unas veces van unidas al edificio y otras exentas, con planta cuadrada o excepcionalmente cilíndrica como la de Santa Coloma de Andorra. En este apartado cabe destacar el conjunto de las Iglesias románicas del Valle de Boí, con piezas tan singulares como San Juan de Boí o Santa María de Taüll.

En Francia se dan todas las tipologías, y presenta el tipo clásico, no en vano aquí nace el estilo románico. Las fachadas de la escuela de Provenza son las más antiguas. Se construye en piedra. Las naves laterales hacen las veces de contrafuertes de la central.

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En el crucero se levanta torres o cimborrios de dos pisos. Su aspecto exterior es austero. Las iglesias más destacadas son las de San Trófimo de Arlés, San Víctor de Marsella y la catedral de Aviñón. En la escuela de Languedoc aparecen las primeras iglesias de peregrinación, con cinco naves y girola. Templos importantes son: San Sernin de Toulouse y Santa Fe de Conques. El tipo clásico de románico se encuentra en la región central: la escuela de Auvernia.

Las iglesias tienen ábside y girola. Las

naves laterales tienen dos pisos, en los que se encuentra el triforio. La nave central tiene bóveda de cañón. Los arcos son de grandes dimensiones. Y las piedras utilizadas son de colores. Destaca la catedral de Puy y la iglesia de Notre-Dame la Grande en Poitiers.

En la escuela de Aquitania y el Perigord aparecen las cúpulas, como en la catedral de Angulema y San Front de Périgueux. La escuela de Borgoña posee el modelo típico románico, el

que más se difundió. Aquí se encuentran la abadía de Cluny, la catedral de Autun y la iglesia de Vèzelay. La escuela del dominio real en la que se encuentra la iglesia de San Denis. Y la escuela de Normandía, que influiría en Inglaterra. Sus iglesias son más altas, armoniosas y, por lo tanto, con más luz. En el exterior destacan las tres portadas, que corresponden a sendas naves. Destacan las iglesias de Sant-Etienne de Caen y la Trinidad de Caen.

En Italia hay una profunda influencia bizantina y de la arquitectura clásica. Se dan las escuelas de: Piamonte, Toscana y Lombardía con construcciones de ladrillo y un sistema triple de edificios, a la manera paleocristiana, de: iglesia, baptisterio y campanario.

Destacan las iglesias de San Ambrosio de Milán, San Abundio de Como, San Zenón de Verona, San Miguel de Lucca, y las catedrales de Parma, Pisa y Módena. En la escuela toscana el mármol es el material constructivo por excelencia. En el exterior destaca la combinación de elementos arquitectónicos repetidos: franjas horizontales, arquillos ciegos y frontones y columnas.

En Alemania los edificios son muy grandes, altos y desarrollados en longitud, construidos en ladrillo. Los muros se rematan con arquerías. Persisten, aquí, las formas carolingias, con la planta basilical y las columnas de imitación clásica. La cubierta es

plana, de madera y está pintada. Las naves se dividen por medio de hileras de columnas, que se alternan con pilares. Poseen dos ábsides, uno a cada extremo de la nave, esto obliga a abrir las puertas en los laterales del templo, por lo que carecen de fachada. Posee, también, doble transepto. Destacan las doce iglesias románicas de Colonia, la de Santa María de Laach, a unos 80 kilómetros de esta ciudad, el grupo de Ratisbona y las catedrales de Worms, Maguncia y Espira, y la capilla palatina de Aquisgrán.

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En Hungría, el arte Románico surgió propiamente luego de la cristianización de los húngaros en el 1000, bajo el rey San Esteban I de Hungría. Este arte evolucionó con profundas influencias germánicas y en enormes construcciones principalmente eclesiásticas, que fueron halladas en ciudades como Esztergom, Székesfehérvár y Veszprém, donde sus enormes catedrales (ahora ya destruidas tras las invasiones de los tártaros de 1241 y turcos después de 1526) fungieron de centros del Cristianismo en el reino. Todas estas catedrales fueron fundadas principalmente por San Esteban I y por sus sucesores Pedro Orseolo de Hungría, Andrés I, Géza I entre otros, quienes reinaron durante los Siglos XI, XII y XIII.

De esta manera, para mediados y finales del siglo XI era un panorama común ver en Hungría tanto pequeñas construcciones como la Iglesia de Egregy, como otras de enormes dimensiones, todas con ábsides cerrados, portales con tres arcos semicirculares sostenidos por pilares, así como la construcción de iglesias de tres naves. Entre las obras que han sobrevivido hasta la actualidad se halla la Iglesia de Lébény, construida a finales del Siglo XII y comienzos del Siglo XIII, así como la Iglesia de Ják, la cual halla sus orígenes a comienzos del Siglo XIII, la Iglesia de Velemér en el Siglo XII y la Iglesia de Felsőörs en el Siglo XIII.

En Inglaterra se siente la influencia normanda, hasta el punto de conocerse también

como «estilo anglonormando». Los templos alcanzan una mayor altitud y longitud. Las naves laterales están separadas de la central por sendas hileras de pilares alternando con gruesas columnas. Los fustes tienen una decoración en zigzag. En el crucero aparece una torre que hace las veces de linterna. La cabecera suele ser cuadrada o utiliza el arco ojival. Destacan las catedrales de Winchester, Worcester y Durham, y la cripta de la catedral de Canterbury.

Por F.L.P.

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Los propios poetas árabes valencianos escribían multitud de poemas y jarchas en

Lengua Valenciana del siglo X y XI. Faltaban aún 250 años para la conquista cristiana de Valencia por Jaime I. Esta literatura coexistía pacíficamente con la literatura árabe. El catedrático y mozarabista Leopoldo Peñaroja, así lo testimonia es sus libros “les Harges, mon i enigma”, editado por la Real Academia de Cultura Valenciana, “El mozárabe valenciano” y “Cristianos Bajo el Islam”, estos dos editados por Gredos.

PRUEBA Nº 1: TRES SIGLOS ANTES DE QUE LLEGARA JAIME I YA HABLÁBAMOS

EL "ROMANÇ VALENCIÀ".

¿Cuántas veces hemos oído decir que los valencianos hablamos catalán porque en 1238, cuando Jaime I conquistó el Reino moro de Valencia nos trajo el catalán a través de sus huestes catalanas que colonizaron nuestro territorio? Os voy a ir dando argumentos para que podáis contestar esta gran mentira de la historia.

Los valencianos ya hablábamos valenciano varios siglos antes de que nos conquistara Jaime I. Así de sencillo. Los valencianos hispanorromanos abandonamos la lengua íbera para hablar el latín desde la conquista romana de Valencia en el siglo II antes de Cristo. Esto fue hasta el siglo VIII en que fuimos conquistados por los árabes que introdujeron su lengua. En Valencia se desarrolló desde entonces un sustrato mozárabe que mantenía el latín con muchos arabismos: era la lengua romance o mozárabe valenciano. El mozárabe valenciano tiene sus primeras expresiones literarias escritas en las jarchas moras de principio de milenio, siglo X, XI y XII. Estas Jarchas se escribían parte en árabe y parte en mozárabe valenciano. El mozárabe valenciano era, sin duda alguna, la primera expresión escrita de la Lengua Valenciana. Con los primeros poetas moros que escribían en valenciano, sus jarchas que eran poemas y canciones de amor, queda claro que la Lengua Valenciana es MÁS DE DOS SIGLOS Y MEDIO ANTERIOR a la supuesta lengua catalana que nos dicen que nos trajo Jaime I en el año 1.238, y que no es más que una vulgar patraña.

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Como veis, los propios poetas escribían multitud de poemas y jarchas en Lengua Valenciana del siglo X y XI. Esta literatura coexistía pacíficamente con la literatura árabe.

El catedrático y mozarabista Leopoldo Peñaroja, así lo testimonia es su libro “les Harges, mon i enigma”, editado por la Real Academia de Cultura Valenciana.

MÁS TESTIMONIOS DE LA EXISTENCIA DEL ROMANCE VALENCIANO ANTERIOR A LA CONQUISTA DE VALENCIA POR JAUME I

La Valencia mozárabe en la que los cristianos que vivían bajo el dominio musulmán (mozárabes) hablaban desde el siglo IX, un latín vulgar arabizado en el nombre de 'romanç valenciá', la lengua que se encontraría Jaime I cuando conquista el Reino de Valencia en 1238. Son diversos los testigos, los documentos, que manifiestan la existencia de los mozárabes y de la lengua de lo mozárabes a lo largo del periodo de dominación islámica. He ampliado esta información en sus fuentes y citas bibliográficas para los que tengan interés en su estudio. 1.- El arabista, lexicógrafo y historiador Francisco Javier Simonet y Baca, por ejemplo, relata de los mozárabes que “dando gallarda muestra de la capacidad, su ingenio y aplicación, y acomodándose a las difíciles circunstancias de su largo cautiverio, cultivaron ambas lenguas y literaturas sobresaliendo, así, en el árabe como en la hispano latina, pero sin olvidar la suya propia”. Y añade: “Los mozárabes conservaron perpetuamente el conocimiento de la lengua latina, al menos como lengua sabia.

¡Ay mamá, meu al habib (el meu amat) Vay-se e no més tornarad Gar, ¡que faré yo, mamá

Lleixarad?

Del poeta moro, Ibn Lubbun, Senyor de Morvedre (Sagunto) 1070, DC

No me tangues, ay habib (amat meu) No cara danyosa (No, cor danyós)

¡Basta! A tot home refuse….

Del poeta moro, Ibn Ryhaym, Senyor de Bocairente

1.100 DC

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Ocurre la importante cuestión de que la lengua vulgar usada comúnmente por aquel pueblo, pues ni el árabe era hablado generalmente por los mozárabes, como algunos han supuesto, ni el antiguo latín se hablaba ya por los antiguos españoles, llevando algunos siglos de decadencia y descomposición en el uso familiar y corriente. Nosotros creemos que los mozárabes, hablaban un dialecto vulgar formado por el antiguo latín y otros elementos filológicos acumulados en el transcurso de los siglos en toda la península, siendo muy parecido al romance de hoy”. 2,- Dr. En Filosofía i Lletres, el Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, Manuel Mourelle de Lema, abunda en esta cuestión cuando dice que “en la Lengua Valenciana se encuentran vivos muchos vocablos procedentes del árabe… Hibridación y seudomorfos son fenómenos lingüísticos resultantes de una larga convivencia de dos culturas: la ibero-latina valenciana y la árabe”. Mourelle de Lema entiende por tanto que “no se puede minimizar el valor de las jarchas valencianas para probar la existencia de un romance en Valencia antes del siglo XI… No es erróneo, sino muy científico e incontrovertible, suponer una tradición de canciones eróticas en romance en tiempos anteriores al que vivieron los citados poetas els musulmanes en lo que sería Reino de Valencia. Incluso podría pensarse en su existencia en los siglos IX y X”.

3.- El profesor Gómez Bayarri, licenciado en Filosofía y Letras y Doctor en Historia por la Universidad de Zaragoza, acota que “el romance idioma madre debió de constituir el vehículo de expresión de la vida cotidiana familiar y lazo de comunicación de la vida sentimental. Así lo atestiguan las canciones de amor, amplio repertorio, llenas de amable dulzura…”

4.- La escritora y experta arabista, Teresa Garulo, profesora del Departamento de estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Complutense de Madrid que escribe que “Los viajes a Oriente se convierten en el vehículo transmisor de la cultura árabe, los hombres cultos van a las grandes metrópolis, deseosos de de perfeccionar su cultura y, al regresar, llevan las novedades de Bagdad, toda la poesía de los modernos y más tarde de los neoclásicos, que son los que ejercen una influencia viva, directa y eficaz de los poetas hispanoárabes”. Y continúa. “A principios del siglo X, Muqqadam de Cabra crea la “moaxaja”, producto típicamente hispano-árabe, caracterizado por la estructura estrófica, desconocida en la poesía árabe, y por la adición de un final en romance: la jarcha”.

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“Sólo en Valencia se mantiene la tradición cultural anterior a los almorávides, y con Ibn Jafaya (m. 1138) y su sobrino Ibn az Zaqqaq (m. 1134) se crea la escuela de poetas paisajistas que todavía supieron reanimar el andamiaje de la “casida” y renovar el “canal” de las metáforas”, escribe Teresa Garulo.

La poesía árabe del final de la dominación islámica es una poesía popular. Los

poemas reciben el nombre de “moaxaha” o “moaxaja”, rematadas por una jarcha. La moaxaha consta de seis partes rimadas entre si y otras cinco partes que no tienen rima común. La jarcha o harja final es la salida, el remate y, por lo general, está redactada en romance. Las jarchas son cánticos de amigo, de amor, de cariño, puestas en boca de quien añora a la persona amada. Y son propias de la comunidad mozárabe cristiana. Pero las hay también escritas en árabe, incluso en hebreo, lengua que hablaba la comunidad judía.

5.- El Catedrático de Historia, Leopoldo Peñaroja, señala que las jarchas (harges) “se convierten en síntoma y en cristal a través del cual es posible penetrar en la interioridad de la civilización románica de Al Andalus, por su conexión o pertenencia a una primitiva lírica románica”. Para Peñaroja, “las jarchas anuncian, consecuentemente, la permanencia de un mundo cultural hispa-románico distinto, a pesar de que viene íntimamente de la cultura arábiga implantada en el siglo VIII. Hoy no cabe la menor duda de que en el trasmundo de las jarchas valencianas hay una literatura preexistente y popular”. 6.- El arabista Emilio García Gómez, Presidente de la Academia de la Historia y miembro de la Real Academia Española de la Lengua, hace "la observación de que la métrica de las moaxaha y de los zéjel no siguen la métrica arábiga, sino la métrica silábica latina, la románica, que pervivió durante todo el período de arabización". 7.- El catedrático de lengua i literatura y filólogo, Dámaso Alonso Fernández de las Redondas, después de estudiar una veintena de “moaxaha” se encontró a Samuel Stern, profesor universitario, en una sinagoga de Jerusalen, que le confirmó que “musulmanes, judíos y mozárabes utilizaban un romance vernáculo, con unos caracteres estructurales que eran similares a los del valenciano primitivo. Este romance vernáculo gozaba, además, de plena vitalidad a la hora de la reconquista y tenía límites definidos”. 8.- El filólogo, medievalista e historiador, Ramón Menéndez Pidal, cuenta que Mío Cid, Rodrigo Díaz de Vivar, al conquistar la ciudad de Valencia en 1090, encargó la vigilancia y defensa de la ciudad a los mozárabes que había dentro “porque fueron criados con los moros y hablaban como ellos y sabían sus maneras y costumbres”. 9.- Es más, el medievalista y Catedrático de Historia Antonio Ubieto Arteta afirma que “los musulmanes que nos invadieron y colonizaron no fueron nunca superiores en número a los naturales de Valencia, a los cuales, además, respetaron, y recuerda que la Sura II del Corán obliga a los árabes a proteger a los cristianos y a sus iglesias”. Está más que demostrado que no es verdad lo que sostienen los catalanistas de que cuando llegó Jaime I no encontró aquí ningún mozárabe y que, por lo tanto, no se hablaba el romance, el latín antiguo de los romanos, lo que, lo que hablaban los valencianos, dicen los catalanistas, es el catalán de los pocos “catalanes” que iban con Jaime I en la conquista de Valencia. 10.- El catedrático de Estudios Hispánicos Al Andalus de la Universidad de El Cairo, Hussein Mones, en su libro “Andalusia, Algarbia and Al Sharky”, cuenta que “a la llegada de Jaume I a Valencia en 1238, habían aquí, en todo el territorio del Reino Moro de Valencia, 120.000 musulmanes, 65.000 cristianos (mozárabes) y 2.000 judíos”. Según Mones, y así lo recoge en su libro, al rendirse el rey Zayán a Jaime I y darle las llaves de las puertas de la ciudad, le dijo: “En la ciudad de Valencia conviven musulmanes, gente noble de mi pueblo, junto a cristianos y judíos.

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Espero que sepa gobernarlos para que continúen viviendo con la misma armonía y para que trabajen esta noble tierra conjuntamente. Aquí, durante mi reinado salían procesiones de la Semana Santa y los cristianos profesaban su religión con toda libertad, ya que nuestro Coran reconoce a Cristo y a la Virgen María. Espero que Vd. conceda el mismo trato a los musulmanes de Valencia”. F. J. Simonet, del que ya hemos hablado al principio, en referencia a esto, escribe que “los mozárabes nunca llegaron a olvidar, ni en el uso vulgar ni en el literario, el idioma latino e hispano latino recibido de sus ascendientes, su idioma religioso y nacional”. 11.- El escritor, historiador y epigrafista, Aureliano Fernández Guerra, asegura que “los mozárabes fueron guardadores fidelísimos de la lengua romance, de la poesía y de las costumbres de sus antepasados”. 12.- El filólogo Joan Costa corona esta grupo de pruebas y argumentos de forma contundente y esclarecedora cuando escribe: “Si hoy en Valencia, después de 400 años de cultura castellana, de documentación oficial en castellano, de escuela y liturgia en castellano, de medios de comunicación en castellano, la gente, sobre todo en los pueblos, continúa hablando la lengua valenciana, aunque todos conozcan el castellano y la inmensa mayoría escribe siempre en castellano, ¿Por qué debería de ser diferente en la lengua valenciana? ¿Por qué los valencianos musulmanes, en continuo contacto con los cristianos de los reinos fronterizos, deberían de perder su romance?”. 13.- El filólogo romanista y etimólogo alemán, Harri Meier, citado por Peñaroja, tiene también una frase aplastante en esta polémica: “Nunca, en ningún lugar, ha sucedido el simple trasplante de un idioma a otro pueblo o población. 14.- Para al filólogo y miembro de la Real Academia Española de la Lengua, Luis Fullana Mira, “solo el substrato mozárabe configuró la individualidad lingüística de Valencia”. Idea que amplia Gómez Bayarri al decir que el romance “constituyó el estrato fundamental en la configuración de la Lengua Valenciana, hecho que pronto se plasmó va en la singularizada conciencia idiomática medieval valenciana, y así quedó constatado en documentos jurídicos, literarios y notariales que dan imagen a su particular onomástica”. Por Juan García Sentandreu

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La Santa Compaña es en la mitología popular gallega y con otros nombres o el

mismo en la asturiana, en la antigua región del Reino de León (provincias de Zamora, León y Salamanca) como Huéspeda y Extremadura, y en Castilla como Estantigua, una procesión de muertos o ánimas en pena que por la noche (a partir de las doce) recorren errantes los caminos de una parroquia. Su misión es visitar todas aquellas casas en las que en breve habrá una defunción. El mito está presente con diversas variantes en todo el contínuum cultural astur-galaico, donde recibe otras denominaciones como Güestia, Güéspeda, Estadea, Hoste, Genti de Muerti, procesión de ánimas o simplemente Compaña.

A pesar de todo ello, según los escritores Xoán R. Cuba, Antonio Reigosa y Xosé Miranda, "la denominación de Santa Compaña es errónea, a pesar de su éxito literario. La Compaña puede ser muchas cosas, pero santa, desde luego, no".

Aunque el aspecto de la Santa Compaña varía según la tradición de diferentes zonas, la más extendida es la formada por una comitiva de almas en pena, vestidos con túnicas blancas con capucha que vagan durante la noche.

Esta procesión fantasmal forma dos hileras, van envueltas en sudarios y con los pies descalzos. Cada fantasma lleva una vela encendida y su paso deja un olor a cera en el aire. Al frente de esta compañía fantasmal se encuentra un espectro mayor llamado Estadea.

La procesión va encabezada por un vivo (mortal) portando una cruz y un caldero de agua bendita seguido por las ánimas con velas encendidas, no siempre visibles, notándose su presencia en el olor a cera y el viento que se levanta a su paso.

Esta persona viva que precede a la procesión puede ser hombre o mujer, dependiendo de si el patrón de la parroquia es un santo o una santa. También se cree que quien realiza esa "función" no recuerda durante el día lo ocurrido en el transcurso de la noche, únicamente se podrá reconocer a las personas penadas con este castigo por su extremada delgadez y palidez. Cada noche su luz será más intensa y cada día su palidez irá en aumento. No les permiten descansar ninguna noche, por lo que su salud se va debilitando hasta enfermar sin que nadie sepa las causas de tan misterioso mal. Condenados a vagar noche tras noche hasta que mueran u otro incauto sea sorprendido (al cual el que encabeza la procesión le deberá pasar la cruz que porta).

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Caminan emitiendo rezos (casi siempre un rosario) cánticos fúnebres y tocando una pequeña campanilla. A su paso, cesan previamente todos los ruidos de los animales en el bosque y se escuchan unas campanas. Los perros anuncian la llegada de la Santa Compaña aullando de forma desmedida, los gatos huyen despavoridos y realmente asustados.

Se dice que no todos los mortales tienen la facultad de ver con los ojos a "La Compaña". Elisardo Becoña Iglesias, en su obra La Santa Compaña, El Urco y Los Muertos explica que según la tradición, tan sólo ciertos "dotados" poseen la facultad de verla: los niños a los que el sacerdote, por error, bautiza usando el óleo de los difuntos, poseerán, ya de adultos, la facultad de ver la aparición. Otros, no menos creyentes en la leyenda, habrán de conformarse con sentirla, intuirla, etc.

Para librarse de esta obligación, la persona que vea pasar la Santa Compaña debe trazar un círculo en el suelo y entrar en él o bien acostarse boca abajo. Para librarse de la Santa Compaña se debe llevar una cruz encima, rezar sin escuchar los cánticos de la Santa Compaña, o bien, en última instancia, salir corriendo.

Aunque todas sus versiones coinciden en considerar la Santa Compaña como una anunciadora de muerte, hay diferentes versiones.

En la mayoría de las historias la Santa Compaña realiza sus apariciones de noche, pero también hay casos en los que se habla de salidas diurnas.

J. Cuveiro Piñol, en su Diccionario Gallego (1876) escribe: Compaña: entre o vulgo, creída hoste ou procesión de bruxas que andan de noite alumeadas con osos de mortos, chamando ás portas para que as acompañen, aos que desexan que morran axiña...

En unas versiones se cuenta que la luctuosa procesión transporta un ataúd en el cual hay una persona dentro, la cual puede ser incluso la persona que sufre la aparición siendo su cuerpo astral el que está en el ataúd.

Se pueden aparecer en diferentes lugares, pero predominan en las encrucijadas. Hay fechas concretas en las que se dice que tiene más incidencia las apariciones de la Santa Compaña, como por ejemplo, la noche de Todos los Santos (entre el 31 de octubre y el 1 de noviembre), o la noche de San Juan (24 de junio).

No sólo en Galicia se aparece esta procesión de muertos, sino también en Asturias donde la llaman La Güestia, que es una procesión también conocida como bona xente. Es un grupo de personas encapuchadas que se acercan a la casa de un enfermo moribundo, dan tres vueltas a la casa y entonces el enfermo muere. Normalmente son conocidos del moribundo. Se dice que van exclamando "Andad de día que la noche es mía". Se cuenta el relato de una mujer que salió de su casa a por castañas pensando que ya era de día y un miembro de la procesión le dijo que era su padrino entonces ya muerto. Le tendió la mano dándole la vela encendida, ella la cogió, y al cabo de unos días enfermó y murió.

En Las Hurdes, en Extremadura, aparece el Corteju de Genti de Muerti, que se compone de dos jinetes fantasmales que causan el pánico de madrugada por los pueblos hurdanos ya que quien los ve puede resultar muerto. En Zamora se la denomina La estadea y es una mujer que vaga por los caminos y los cementerios. No tiene rostro y huele a la humedad de los sepulcros. Sólo se aparece a aquel que va a morir. En León se la llama La hueste de ánimas.

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Las numerosas leyendas sobre esta compañía de difuntos en pena cuentan que se aparecen en los caminos cercanos a los camposantos en busca de algo o alguien, y que siempre aparecen con un motivo por el cual es símbolo de desastre o maldición. Los motivos por lo que esta compañía de almas errantes puede aparecer son:

Para reclamar el alma de alguien que morirá pronto. Cuenta la leyenda que quien recibe la visita de la Compaña morirá en el plazo de un año. Para reprochar a los vivos, faltas o errores cometidos. Si

la falta es especialmente grave, el mortal que la ha cometido podría recibir la visita de la Compaña para que la encabece, condenado así a vagar hasta que otro mortal le reemplace. Para anunciar la muerte de un conocido del que presencia la procesión. Para cumplir una pena impuesta por alguna autoridad del más allá.

El contar esta leyenda también supone contar el modo de protegerse contra esta procesión de no muertos; en el hipotético caso de que la compaña se presentara en presencia de alguien se debería llevar a cabo una serie de rituales para la protección que consistiría en:

Abrir los brazos en cruz y pronunciar Jesucristo cuando te vayan a dar la cruz. Responder "Cruz ya tengo" cuando el vivo que lleve la cruz intente dar la cruz diciendo "te toca a ti" o "toma tú". Llevar los brazos cruzados. Llevar las dos manos ocupadas, con una piedra, un palo...

Cuenta la leyenda que la Santa Compaña no tendrá el poder de capturar el alma del mortal que se cruza con ella si éste se halla en los peldaños de algún crucero de los situados en los cruces de caminos o si porta una cruz consigo y logra esgrimirla a tiempo.

En general es cualquier misa oficiada por las almas del Purgatorio, bien en honor a todas, bien en honor a los difuntos de una familia en concreto, que después del oficio conforman la Compaña.

En España, sobre todo en Galicia, se recogen numerosas leyendas en torno a esta macabra procesión. Algunas de ellas están recogidas en el "Diccionario de los seres míticos gallegos".

Cuenta una de ellas que esta misa se celebra de noche en la iglesia parroquial ,suele ser los domingos por la tarde, a la que asisten las ánimas de los finados de la parroquia que están penando en el Purgatorio: Oficia la misa el ánima de un antiguo clérigo en la parroquia, puede que ni recordado por los vivos. La principal condición para que pueda celebrarse esta misa es que asista a ella un vivo, pues si no tiene validez. El vivo, sin saber qué puede ocurrir, se acerca a la iglesia porque la ve iluminada de noche y con gente dentro, oye algún ruido o siente algo extraño que le hace mirar qué pasa. Al finalizar la ceremonia, las ánimas desaparecen como por arte de encanto, se apagan las luces, se cierra la puerta de la iglesia y el vivo, en muchos casos se queda solo dentro y hay veces que hasta es tomado por ladrón cuando lo descubren al otro día.

De Leyendas de España

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Edita: Orden Católica del Templo

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