Revista Mundo Nuevo. Políticas del discurso en la Venezuela bolivariana”

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La revista Mundo Nuevo N° 11 presenta los trabajos presentados en el 1er Simposio Internacional del Centro de Investigaciones Críticas y Socioculturales (CICS) del Instituto de Altos Estudios de América Latina de la Universidad Simón Bolívar. Evento que abordó las “Políticas deldiscurso en la Venezuela bolivariana”.

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  • Revista de estudios LatinoameRicanos

    Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo una sola nacin con un solo vnculo que ligue sus partes

    entre s y con el todo

    Simn Bolvar

    UNIVERSIDAD SIMN BOLVARINSTITUTO DE ALTOS ESTUDIOS DE AMRICA LATINA

    Caracas, Venezuela. Ao V, N 11 (Enero-Abril) 2013

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  • UNIVERSIDAD SIMN BOLVAR FUNDACIN BICENTENARIO DE SIMN BOLVAR

    Rector:Enrique Planchart

    Vicerrector acadmico:Rafael Escalona

    Vicerrector administrativo:William Colmenares

    Secretario:Cristian Puig

    Junta Directiva:Enrique Planchart

    Guillermo lvarez Hctor Maldonado Lira

    Klaus Jaff Guillermo Aveledo

    Oscar Valls Anbal Romero

    DIVISIN DE CIENCIASSOCIALES Y HUMANIDADES

    Director:Roger Martnez

    INSTITUTO DE ALTOSESTUDIOS DE AMRICA LATINA

    Director:Hctor Maldonado Lira

    MUNDO NUEVO REVISTA DE ESTUDIOS

    LATINOAMERICANOS

    Director:Hctor Maldonado Lira

    Consejo Editorial:Nicolay Dobronravin (Rusia)

    Makram Haluani (Venezuela)Christine Hunefeldt (EE.UU.)Francine Jcome (Venezuela)

    Alberto Navas (Venezuela)Orlando Prez (EE.UU.)

    Sandra Orns (Venezuela)Alfredo Ramos (Venezuela)Carlos Romero (Venezuela) Andrs Serbin (Argentina)

    Jos Escribano beda-Portugs (Espaa)Edgard Yerena (Venezuela)

    Editor:Ana Carrillo G.

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  • Revista de estudios LatinoameRicanos

    Celiner Ascanio Jerga y poltica: nuevas representaciones en la Venezuela contempornea

    Eleonora Crquer Pedrn

    All donde la poltica falta: confrontacin meditica e insania en tiempos de Revolucin bolivariana

    Erik Del Bufalo El pueblo ausente: imgenes de la identificacin lder-masa en la Venezuela bolivariana

    Andrs Prez Seplveda

    El documento que faltaba: la produccin historiogr-fica y la reivindicacin de los olvidados

    Sandra Pinardi Metamorfosis del lugar en soporte

    Nelly Prigorian El nihilismo poltico: cuando muere la poltica. Negacin del otro en la Venezuela contempornea

    Mara Teresa Urreiztieta V.

    Emancipacin o dominacin? Subjetivacin poltica y poder en la Venezuela del siglo XXI

    Pedro Luis Vargas lvarez

    Lgica cultural y campo literario durante el llamado auge editorial en Venezuela

    UNIVERSIDAD SIMN BOLVARINSTITUTO DE ALTOS ESTUDIOS DE AMRICA LATINA

    Caracas, Venezuela. Ao V, N 11 (Enero-Abril) 2013

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  • El Instituto de Altos Estudios de Amrica Latina de la Universidad Simn Bolvar realiza actividades de investigacin, docencia y exten-sin referidas a la realidad de Amrica Latina y a la que, fuera del rea, afecta a su desenvolvimiento. Mundo Nuevo Revista de Estudios Latinoamericanos es una publi-cacin semestral del Instituto y, si bien difunde los resultados de sus propias investigaciones y actividades acadmicas, acoge con benepl-cito los aportes cientficos que le sean enviados en forma de artculos o notas. Las opiniones en ellos vertidas no comprometen necesariamente la del Instituto.

    La correspondencia deber dirigirse a: Instituto de Altos Estudios de Amrica Latina. Universidad Simn Bolvar. Campus universitario. Edificio Biblioteca Central. Nivel jardn. Planta baja. Oficina BIB-J06. Sartenejas, Baruta. Estado Miranda. La versin electrnica debe ser enviada al siguiente correo: [email protected]. Para cualquier informacin adicional puede comunicarse a los telfonos: 0212-9063116, 9063117. Direccin electr-nica: www.iaeal.usb.ve. Director IAEAL: [email protected]

    Mundo Nuevo: [email protected]: [email protected], logstica y comunicaciones electrnicas: [email protected].

    Revisor Lingstico: Dra. Marina Meza S., Departamento de Idiomas. Asesor editorial: Profesora Daniela Daz, Departamento de Lengua y Literatura.Control de calidad e indexacin: Profesor Jess Mara Alvarado Andrade. Departamento de Ciencias Sociales.Asesora textos en ingls: Profesor Dana Mark Gold: [email protected].

    Todos los artculos publicados en Mundo Nuevo Revista de Estudios Latinoamericanos han sido sometidos a arbitraje conforme a sus normas internas.Pertenece a los ndices REVENCYT y LATINDEX.

    Edicin financiada por la Fundacin Bicentenario de Simn BolvarDepsito Legal: P.P. 78-0075

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    LOS AUTORES

    CELINER ASCANIO. Licenciada en Letras por la Universidad Central de Venezuela (2001) y Magster en Literatura Latinoamerica-na por la Universidad Simn Bolvar (2012). Es integrante del Centro de Investigaciones Crticas y Socioculturales de la Universidad Si-mn Bolvar y Asesora Acadmica del rea de Lengua en la Universi-dad Nacional Abierta desde 2005. Ha escrito diversos textos basados en las lneas de investigacin: Representaciones de la delincuencia en Venezuela, Polticas del Discurso en Venezuela y Narrativa Venezo-lana del siglo XX.

    ERIK DEL BUFALO. Licenciado en Filosofa por la Universidad Central de Venezuela. Doctor en Filosofa por la Universidad de Paris X. Profesor Asociado de Filosofa por la Universidad Simn Bol-var. Dedicado al campo de la filosofa contempornea, tica, est-tica y pensamiento poltico. Ha publicado Deleuze et Laruelle. De la schizoanalyse la non-philosophie (Pars: Kim, 2003). El rostro lugar de nadie, Erotismo, tica y umbral en la obra de Al Gonzlez (Caracas: Fundacin Mercantil, 2006). As como diversos artculos en revistas nacionales e internacionales.

    ELEONORA CRQUER PEDRN. Doctora en Filologa his-pnica (Universidad de Valncia, Espaa); Magster en Literatura Latinoamericana (USB). Licenciada en Letras (UCV). Especia-lista en estudios crticos y socioculturales: configuracin de cam-pos culturales e imaginarios nacionales, literatura y vida, autora. Departamento de Lengua y Literatura (USB). Es Directora del Centro de Investigaciones Crticas y Socioculturales (IAEAL-USB), y responsable de la Especializacin en Gestin Sociocultu-ral del Decanato de Postgrado de esta Institucin. Sus libros son: El gesto de Antgona o La escritura como responsabilidad (Clari-ce Lispector, Diamela Eltit, Carmen Boullosa) (Santiago de Chi-

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    le: Cuarto Propio, 2000) y Escrito con rouge: Delmira Agustini (1886-1914), artefacto cultural (Rosario: Beatriz Viterbo, 2005).

    NELLY PRIGORIAN. Licenciada en Artes Dramticas, mencin direccin de Cine, TV y Teatro (Universidad de Cine de Mosc, URSS). Lic. en Estudios Liberales (UNIMET, Venezuela), Cum Lau-de. Actualmente cursa la Maestra en Filosofa (Uned, Espaa) y el Doctorado en Ciencias Sociales y Humanidades (USB, Venezuela). Dirigi y produjo 18 documentales y un cortometraje de ficcin. Es coordinadora de premios internacionales otorgados por el Estado ve-nezolano como el de Novela Rmulo Gallegos, el de Ensayo Mariano Picn Salas y el de Poesa Vctor Valera Mora, entre otros.

    SANDRA PINARDI. Doctora en Filosofa de la Universidad Simn Bolvar. Licenciada en Letras de la Universidad Central de Venezue-la. Profesora titular del Departamento de Filosofa de la Universidad Simn Bolvar. Sus libros son: Espacio de ceguera, espacio no pre-sencial (Caracas: Ediciones FAU-UCV); La idea moderna de obra de arte: su consolidacin y su clausura (Caracas: Editorial Equinoccio-USB); vila (Ediciones Sala Mendoza y Carmen Araujo Arte).

    ANDRS PREZ SEPLVEDA. Magster en Literatura Latinoa-mericana; Licenciado en Historia; Tcnico Superior Universitario en Gerencia Industrial. Escribi el prlogo del libro Los pueblos hispa-noamericanos en el siglo XX de Ricardo Beltrn y Rzpide (Caracas: Fundacin Biblioteca Ayacucho, 2011). Actualmente se desempea como docente e investigador del Departamento de Lengua y Lite-ratura. Igualmente, forma parte del Consejo Asesor del Centro de Investigaciones Crticas y Socioculturales (IAEAL-USB).

    MARA TERESA URREIZTIETA. Psicloga Social con Maestra en Psicologa Social por la Universidad Simn Bolvar. Doctora en Procesos de Influencia Social por la Universidad de Barcelona, Espaa. Investiga-cin Postdoctoral en Nuevos malestares culturales. Profesora Titular e investigadora en los Posgrados en Ciencias Sociales y Polticas de la USB. Lneas de investigacin: Globalizacin y nuevos malestares cul-turales; subjetividad, accin colectiva y conflicto poltico en Venezuela.

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    PEDRO LUIS VARGAS LVAREZ. Mgister en Literatura Latinoa-mericana; Licenciado en Letras. Actualmente se desempea como pro-fesor e investigador en el Departamento de Lengua y Literatura, USB Es miembro del Consejo Asesor del Centro de Investigaciones Crticas y Socioculturales (IAEAL-USB). Ha publicado artculos en el campo de la literatura venezolana contempornea, las relaciones entre literatura y mercado, y representaciones de la violencia en Amrica Latina.

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    EDITORIAL

    Es ya una costumbre que en la seccin editorial de Mundo Nuevo, se comente sobre los progresos de la revista, vinculndolos expresa-mente con el trabajo que se desarrolla en el Instituto de Altos Estu-dios de Amrica Latina, su rgano rector.

    En este sentido, queremos informar a nuestros lectores, que el proceso iniciado para fortalecer la revista ha sido positivo; y lo demuestra su inclusin en el ndice Revistas Venezolanas de Ciencia y Tecnologa (REVENCYT). REVENCYT es el ndice y Biblioteca Electrnica que contiene las publicaciones cientficas en Venezuela. Asimismo, ha sido incluida en LATINDEX, Sistema Regional de Informacin en lnea para revistas cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y Por-tugal. Dicho ndice rene en un registro las publicaciones cientficas seriadas producidas en la regin. Para nosotros estas inclusiones signi-fican un reconocimiento a la calidad de los artculos que se publican en nuestra revista y el cuidado con el cual se elabora la misma.

    Por otro lado, el Instituto de Altos Estudios de Amrica Latina (IAEAL) ha venido experimentando un desarrollo continuo. Se han incorporado al IAEAL dos nuevos centros: el Centro de Estudios e Investigaciones para la Integracin Regional CENIR-USB y el Centro de Estudios de Gnero CEG-USB que se suman a los ya existentes: el Centro de Es-tudios Estratgicos CEE-USB, el Centro Latinoamericano de Estudios de Seguridad CLES-USB y el Centro de Investigaciones Crticas y So-cioculturales CICS-USB. Todos ellos conforman una fuerza acadmica importante para promover la docencia, investigacin y extensin en el seno de la universidad.

    Habamos dicho anteriormente que en este periodo hemos visto cmo el Instituto de Altos Estudios de Amrica Latina (IAEAL) y Mundo Nuevo han complementado sus respectivas reas de traba-

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    jo. Mundo Nuevo se nutre, entre otras fuentes, de los resultados de actividades desarrolladas por el IAEAL; y ste, a su vez, tiene a la revista como un instrumento de orden divulgativo y una palanca para acrecentar su presencia en el mundo acadmico y cientfico1.

    En este sentido, la revista Mundo Nuevo N 11 marca un hito; ya que en esta oportunidad se ha elaborado una revista con el producto de un evento realizado por uno de nuestros centros adscritos. Nos sentimos muy honrados en poder cumplir un ofrecimiento que hicisemos, en ocasin de la celebracin del 1er Simposio Internacional del Centro de Investigaciones Crticas y Socioculturales (CICS): Polticas del discurso en la Venezuela bolivariana, de que estos trabajos, amplia-dos, podran conformar un nmero de la revista.

    Queremos resaltar el hecho y agradecer al grupo de profesores que han tomado la revista como un medio para difundir su pensamiento e investigaciones, y lograr con ello hacer una publicacin de calidad.

    El IAEAL y Mundo Nuevo, en este caso, se van convirtiendo, cada vez ms, en instrumentos para el desarrollo acadmico de nuestros profesores y estudiantes. Queremos agradecer, asimismo, el esfuerzo realizado por los profesores Eleonora Crquer y Erik del Bfalo en el desarrollo conceptual de esta revista. Finalmente, nuestro colega Erik del Bfalo hace la presentacin de los trabajos que se van a en-contrar en la presente revista.

    Hctor Maldonado Lira. Ph.D. Director IAEAL

    1 Editorial de la Revista Mundo Nuevo N 10. Octubre-Diciembre, 2012.

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    PRESENTACIN

    En torno al presente proyecto, Polticas del discurso en la Venezuela bolivariana, nos hemos reunido un grupo de investigadores de diver-sas disciplinas, quienes compartimos ya en nuestras propias investi-gaciones el problema comn de intentar dilucidar cmo el discurso y las representaciones imaginarias, simblicas y polticas que ste genera se ha modificado intensamente en los ltimos quince aos de nuestra historia republicana.

    Poniendo que un discurso est constituido por cualquier forma de re-presentacin y produccin de los vnculos sociales, suponemos, como hiptesis principal, que las modificaciones del discurso poltico de los ltimos aos han implicado tambin una profunda transformacin de los vnculos sociales y sus manifestaciones prepolticas. Dar luces sobre estos procesos de transformaciones de lo social y lo cultural, ms all de su superficie poltica, es el principal empeo de nuestro grupo de investigacin. Para ello hemos dispuesto de un cruce de in-formacin y un intercambio de perspectivas que permitan desbrozar el campo de realidad contenido en las formas de valoracin que toda representacin supone.

    En 1975, Michel Foucault propona que el poder era siempre una instancia oculta que se manifestaba slo en la forma de representa-cin del pueblo, incluso ms all del Estado y su respectiva manera de atribuirse una soberana (Il faut dfendre la societ: 150). El campo comn de nuestro grupo de investigacin, cuyo primer fruto presentamos ahora, gira principalmente en torno a las formas de re-presentacin, explicitas o implcitas, en que se revelara este supuesto pueblo, base y fundamento de los cambios polticos de la revolucin bolivariana; o ms bien, a propsito de stas, ya que dichas modifi-caciones, en tanto se dan esencialmente en el campo de la cultura y de las relaciones sociales, escapan al mero anlisis politolgico o so-

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    ciolgico. En otros trminos, nos interesa encontrar los nuevos tipos de subjetividad cultural que implican de suyo, nuevas formas de rela-ciones con lo poltico, en tanto se encuentran siempre en una ntima correspondencia con el poder.

    Si nos hacemos la simple pregunta: quin es el sujeto de la Venezuela bolivariana?, encontraremos inmediatamente al menos una apora, ya indicada en la crtica al nihilismo poltico de Carl Schmitt que muestra esta subjetividad en el dispositivo base de amigo/ enemigo. As, esta simple pregunta ya nos introduce en el campo de la guerra, del polemos, de la polarizacin discursiva que se ha revelado a lo largo de los ltimos aos en el pas. El sujeto polti-co es el revolucionario pero tambin es el contrarrevolucionario, el patriota enfrentado al aptrida, el chavista y el esculido. No obstante, es inmediatamente manifiesto que esta contradiccin ya supone en s misma la relacin intrnseca, la indisoluble dispari-dad o la inclusin disyuntiva de estos trminos en un sistema nico de produccin simblica e imaginaria. Es all, en ese campo gris e indeterminado de la unidad de los opuestos, donde nuestros esfuer-zos se han centrado con el fin de descubrir la estructura originaria de un orden simblico compartido que permita entender, desconstruir y neutralizar esta peligrosa guerra civil imaginaria para dar paso a un territorio comn donde la teora se revele til en la construccin de un territorio pblico de significaciones, donde descansa, en defini-tiva, la paz interpretativa, la paz en la representacin, como el paso previo y necesario a la paz en el discurso que significa tambin la esperanza de la paz en la sociedad.

    Los textos que siguen a continuacin son el resultado del 1er Sim-posio Internacional del CICS: Polticas del discurso en la Vene-zuela bolivariana, llevado a cabo la primera semana de julio del dos mil trece, en las instalaciones de la USB. Los artculos de Erik Del Bufalo y de Eleonora Crquer gravitan en torno al problema del sujeto de la as llamada Revolucin bolivariana; particularmente en relacin con el concepto de pueblo y la funcin que ste ocupa en el discurso gubernamental. Mientras que el primer artculo trata de las aporas de este concepto, el segundo hace nfasis en la sustitu-cin imaginaria que produce la ausencia real de dicho concepto. Por

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    su parte, el trabajo de Sandra Pinardi registra las modificaciones en el espacio urbano, producto de la polarizacin poltica y la im-pronta que sta deja en el territorio de la ciudad. La presentacin de Nelly Prigorian parte del anlisis de Dostoievski y la literatura rusa decimonnica para rastrear las pistas discursivas de la polari-zacin como destruccin del enemigo poltico en ltima instancia. Los matices y las implicaciones de esta guerra simblica y sus im-plicaciones psicopolticas son tratadas por Mara Teresa Urreiztieta en la perspectiva de las condiciones de posibilidad de la dominacin popular por parte del Estado.

    El bloque de trabajos anterior se anuda en torno al anlisis poltico de la guerra simblica entre los supuestos bandos en pugna de los ltimos aos en Venezuela. Pero hay otro aspecto de los trabajos presentados donde el problema se centra en la subsuncin dentro del discurso oficialista o de la polarizacin de todos los discur-sos alternativos, subalternos y marginales como parte de su propio discurso. En este sentido, el trabajo de Celiner Ascanio demuestra cmo el discurso callejero, el discurso del malandro, del paria, le-jos de ser rechazado por el discurso institucional, es capturado por ste para darle una nueva significacin segn sus fines. Lo mismo ocurre con la historiografa oficial que replantea la historia segn destaca el orden prioritario, o no, de los archivos histricos; as el trabajo de Andrs Prez Seplveda demuestra este problema desde la perspectiva de cmo el Centro Nacional de la Historia (CNH), rgano adscrito al Ministerio del Poder Popular para la Cultura, reinterpreta incesantemente el pasado segn los fines coyunturales del gobierno. Desde el otro lado del espectro poltico, el trabajo de Pedro Lus Vargas lvarez seala cmo la polarizacin tambin tiene una razn oportunista donde el mrito editorial de un autor se inscribe en una necesidad superior de mercado, que la poltica de la polarizacin produce como residuo.

    Los trabajos presentados cubren dos aspectos de toda lgica de gue-rra, el discurso contra el enemigo externo, pero tambin la normali-zacin de la disidencia interna. En este primer esfuerzo por pensar nuestra difcil coyuntura, hemos logrado, al menos, dar con ciertas claves para la superacin de esta guerra simblica con vctimas rea-

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    les y para abrir un espacio crtico en una situacin absolutamente acrtica. La palabra, ciertamente, no basta, pero no hay ningn acto humano que no comience por darle nombre a las cosas. Nombrar las cosas que no se ven pero estn presentes es el trabajo y la tica de la teora, tanto en la paz como en la guerra.

    Erik Del Bufalo

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    MUNDO NUEVO. Caracas, Venezuela Ao V. N 11. 2013, pp. 16-30 ESTUDIOS

    Celiner Ascanio

    JERGA Y POLTICA: NUEVAS REPRESENTACIONES EN LA VENEZUELA

    CONTEMPORNEA

    RESUMEN: A partir del 27 de febrero de 1989, Venezuela experimenta un cambio radical en lo que se refiere a su funcionamiento social: los secto-res tradicionalmente excluidos encuentran una voz dentro del mapa social, la cual ser posteriormente absorbida por un nuevo discurso poltico que inicia en 1993 con la campaa presidencial de Rafael Caldera, y se profun-diza en 1999, con la presidencia de Hugo Chvez Fras. Ambos discursos parecieran buscar la asimilacin de los nuevos sujetos sociales a travs de la oralidad como modo de identificacin y como instrumento de con-trol poltico. Si bien nuestro trabajo comprende el anlisis de los discursos hegmonicos de nuestra contemporaneidad poltica, nos centraremos, es-pecficamente, en el uso de la jerga como forma de produccin simblica. Para ello, partiremos de la propuesta terica de Paolo Virno (2003) sobre biolingstica (17) y de la relacin que el autor establece entre lenguaje y cuerpo poltico. As como de los postulados de Louis Althusser (1974) sobre los Aparatos ideolgicos del Estado y de la propuesta de Jess Martin-Barbero (1991) sobre Medios, mediaciones y hegemona.

    Palabras clave: poltica, discurso, oralidad, representacin.

    JARGON AND POLITICS: NEW REPRESENTATIONS IN CONTEMPORARY VENEZUELA

    ABSTRACT: As of February 27, 1989, Venezuela experienced a radical change in social functioning: social groups traditionally excluded finally found a voice inside the social map, which was to be subsequently ab-sorbed by a new political discourse that began in the 1993 presidential

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    campaign of Rafael Caldera, and deepened in 1999 with President Hugo Chavez. Both discourses seem to discover the assimilation of new so-cial subjects over orality, as a way of identification and as an instrument of political control. While our work involves the analysis of the hegemo-nic discourses of our contemporary politics, we focus specifically on the use of jargon as a form of symbolic production. To do this, we set forth the theoretical proposal of Paolo Virno (2003) on biolinguistics (17) and the relationship the author establishes between language and the politics of the body, in Louis Althusser (1974) on the Ideological state apparatus and the proposal of Jesus Martin-Barbero (1991) on Medios, mediacio-nes y hegemona.

    Keywords: politics, discourse, oral representation.

    1. Introduccin

    La cercana y vigencia del discurso poltico actual en Venezuela obli-ga, al menos en nuestro caso, a establecer desde esa misma proximi-dad, modos de lectura que permitan abrir nuevas interpretaciones de un momento histrico que implica sobre todo una necesidad: la de comprender, a partir de abordajes distintos, un funcionamiento poltico que pareciera no estar an del todo definido. En este sentido, consideramos urgente aceptar el riesgo de asumir un modo otro de lectura sobre el presente poltico y social que permitiera aproximar-nos al momento actual como un texto susceptible de ser analizado.

    Susana Rotker (2005), refirindose a la ciudad violenta, ya nos daba una idea sobre cmo analizar ciertos fenmenos desde la Venezuela contempornea: leerlo[s] como un texto; un texto con omisiones, re-peticiones y personajes, con dilogos, suspensos y puntos y comas (177). Nuestro presente ser ledo entonces como un texto en donde el lenguaje produce representaciones sociales a partir del discurso pol-tico. Un texto que traspasa la estructura lingstica para conformarse en un acto de poder que toma del lenguaje no solo su estructura sino el hecho de ser una facultad humana1.

    1 Si afirmamos que el lenguaje constituye un instrumento de poder, hablamos de biolingstica, en el sentido que Paolo Virno (2003) da al concepto: un gobierno de la vida (18), cuyos elementos fundamentales se encuentran en

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    En este sentido, el lenguaje, en nuestro contexto, se convierte en un ins-trumento que sobrepasa ciertas acciones polticas, para transformarse l mismo en una accin, porque parte del Estado, se constituye y man-tiene a fuerza de lenguaje, generando discursos que ya no quedan como simples producciones hechas sobre la base de la poltica, sino ms bien como un modo de produccin de poder que articula nuevas representa-ciones2 para establecer un funcionamiento indito dentro del contexto venezolano a partir del virtuosismo del hablante comn (Virno: 54), que es tomado a travs de ciertas estrategias poltico-discursivas por el hablante privilegiado de la nacin: el presidente de la repblica.

    Quizs la novedad de ese funcionamiento no radica en el hecho de que el poder configure discursos a partir de los cuales mantiene modos de sujecin; eso es lo que hace todo aparato ideolgico de Estado3. Tal vez la novedad sea que es el propio lenguaje, el habla, la oralidad, lo que se constituye en un instrumento que permite tomar del hablante la realizacin individual de su facultad humana para, a partir de ello, establecer nuevas representaciones, formuladas no desde el imagina-rio social, sino desde el aparato de Estado. La toma del habla en este

    estrecha relacin con la facultad carnal de pensar/hablar (18). El lenguaje a la vez, como el terreno del conflicto y lo que est en juego (17), como significado de cuerpo y vida especficamente humanos (17), partiendo de que esta nueva forma de poder (la biolingstica) lo que intenta someter es la persona ntegra, su ms bsica aptitud comunicativa y cognitiva (41).

    2 Nos referimos a representar, en el sentido de Sustituir a uno o hacer sus veces. Ser imagen o smbolo de otra cosa o imitarla perfectamente (DRAE). Y tambin, como seala Graciela Montaldo (2001), Representar como una actividad tanto en poltica como en arte que implica establecer un espacio entre diferentes (...) una actividad que en la modernidad le ha tocado llevar a cabo centralmente al lenguaje (33); como concepto que se basa en la distin-cin que existe entre lenguaje y realidad. Una interposicin entre la palabra y el objeto (Williams: 34; citado por Montaldo: 33) o, en nuestro caso, entre la palabras y el sujeto.

    3 Hemos dicho, cuando nos referimos a los aparatos ideolgicos del estado y a sus prcticas, que cada uno era la realizacin de una ideologa (y que la unidad de estas ideologas regionales religiosa, moral, jurdica, poltica, esttica, etc. estaba asegurada por su inmersin en la ideologa dominante). Retomamos esta tesis: cada ideologa existe siempre en un aparato y en su o sus prcticas. Esta existencia es material (Althusser 1974: 48).

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    sentido, constituira una estrategia biolingstica a partir de la cual el sujeto es sometido a travs de su propia realizacin como individuo lin-gstico; porque qu es el habla sino la produccin individual dentro del sistema de la lengua; la nica realizacin que lleva el sello del indi-viduo para concretar esa facultad humana que es el lenguaje; la marca lingstica que diferencia a cada uno de los hablantes?

    Partiendo de lo anterior, nuestro propsito es leer la manera como los discursos polticos fueron alterando su forma tradicional hasta convertirse en un instrumento de poder que toma del sujeto-hablante sus enunciados cotidianos, los convierte en discurso y los devuelve resemantizados para generar nuevas representaciones sociales que sustituyen, a partir de la identificacin lingstica, los tradicionales modos de sujecin. En otras palabras, intentamos leer cmo se pro-ducen nuevas representaciones a partir del lenguaje.

    2. El cambio de representaciones: 27 de febrero de 1989

    Antes de centrarnos en el contexto histrico que nos ocupa, es nece-sario sealar que todo discurso es ficcin (Barrera, 2006: 880) y que necesariamente toda ficcin produce sus representaciones a fuerza de lenguaje. Desde esta afirmacin, nos interesa visualizar cmo, a partir de determinadas marcas biogrficas4 producidas por el discurso oficial en diferentes momentos se ha establecido una representacin de los sectores tradicionalmente excluidos. Esto con el fin de leer la manera como el discurso del Estado ha variado hasta convertirse no solo en parte de la accin poltica sino en un instrumento biolingstico.

    En la versin preliminar de 1976, y como parte de su proyecto de de-fensa y seguridad, el IV Plan de la Nacin, estableca que:

    Si son numerosos los conglomerados marginales en el sentido no slo de escasez de ingresos, sino de la desarmona entre expecta-

    4 Las marcas biogrficas se refieren aqu a aquellas caractersticas que sir-ven para criminalizar al sujeto aun sin haber cometido algn crimen. Se refieren a sus condiciones, sociales, econmicas, raciales, geogrficas, entre otras; es decir a las marcas de su vida, de su biografa. Para ms detalles ver: Foucault, 2002:152.

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    tivas sociales y las posibilidades de desarrollo real de las mismas, es indudable que existe un ambiente proclive a los desajustes ps-quicos y al delito y en idntico sentido: Los grandes desniveles psicolgicos!) [Sic] de nuestro medio social, sobre todo de la po-blacin de menores recursos, estn llenos de factores patgenos (Villalba, 1989:103; comillas del autor).

    Esta enunciacin, basada en la criminalizacin de los conglomera-dos marginales por parte del discurso oficial establece una primera marca biogrfica (vivir en el barrio) que desembocar en la repre-sentacin de los sectores populares como victimarios sociales y enemigos polticos5 sobre todo a partir de la figura del joven del barrio (Villalba: 101). Trece aos despus de que el IV Plan de la Nacin estableciera dicha representacin, el acontecimiento del 27 de febrero de 1989 abrira la posibilidad de instaurar una nueva mar-ca biogrfica que ya no converta a esos mismos sectores en vic-timarios, tal y como se estableci en 1976, sino que les otorgara ahora una nueva representacin: la de vctimas6. El Caracazo sera percibido as como una explosin social a partir de la cual muchos lean la necesidad de justicia social y cambio poltico, aun cuando en este estallido no existieran los signos tradicionales o dominantes de una protesta7 que, independientemente de su clasificacin, finaliz en masacre. En ambos discursos oficiales el del IV Plan y el que surge despus de El Caracazo se establece una bifurcacin en cuanto a la

    5 Respecto del V Plan de la Nacin, Villalba (1989) cita: Ampliar la preven-cin del delito en las principales ciudades del pas, dando especial nfasis a las reas marginales, y preferentemente a los grupos etreos que se en-cuentran en la etapa de adolescencia y juventud (102; nfasis del autor).

    6 Sobre el 27F Reinaldo Iturriza (2008) seala: Ahora bien, quines con-forman esa masa primitiva que se abalanza as contra los comercios?, se pregunta el autor [a quien Iturriza no seala]. Los pobres, por supuesto. El pueblo, puede decirse. (...) Acaso no es posible percibir, ms all de la violencia primitiva y el saqueo, de los gritos, palos y piedras, una cierta voluntad de participacin de una sociedad civil ignorada por los polticos?

    7 Ver Reinaldo Iturriza (Ob. Cit.): En la parte que corresponde a naturaleza del suceso, antese: ausencia de objetivos explcitos, ausencia de liderazgo, sin organizacin. Compltese: suceso difcilmente clasificable como poltico.

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    representacin de los conglomerados marginales: el victimario y la vctima social. Bifurcacin que en ocasiones no lo ser tanto, permitiendo la convivencia de ambas. En los dos casos, las marcas biogrficas asignadas por el Estado son los elementos que configuran las representaciones. Si bien en el IV Plan de la Nacin, las marcas se daban mediante un discurso anclado en la criminologa positivis-ta, a partir del 27F, las marcas se dirigen hacia la construccin de un nuevo discurso que buscar revertir los resultados negativos de las polticas econmicas del momento mediante la identificacin del Estado con los sectores populares.

    Uno de los discursos que tiene como referencia el 27F y la respectiva representacin de dichos sectores es el pronunciado por Rafael Cal-dera en la Sesin Conjunta del Congreso de la Repblica, en 1992. Al respecto, seala:

    Cuando ocurrieron los hechos del 27 y 28 de febrero del ao 1989, desde esta tribuna yo observ que lo que iba a ocurrir podra ser muy grave. No pretend hacer afirmaciones profticas, pero esta-ba visto que las consecuencias de aquel paquete de medidas que produjo el primer estallido de aquellos terribles acontecimientos, no se iban a quedar all, sino que iban a seguir horadando pro-fundamente en la conciencia y en el porvenir de nuestro pueblo. Dije entonces en algn artculo que Venezuela era algo como la vitrina de exhibicin de la democracia latinoamericana. Esa vitri-na la rompieron en febrero de 1989 los habitantes de los cerros de Caracas que bajaron enardecidos. Ahora, la han roto la culata de los fusiles y los instrumentos de agresin que manejaron los mi-litares sublevados (Discurso en la Sesin Conjunta del Congreso de la Repblica, 1992).

    Siete aos despus, el discurso pronunciado por Hugo Chvez durante la toma de posesin de la Presidencia de la Repblica en 1999 tambin dejar ver la relacin que los grupos polticos establecieron entre el estallido y el intento de golpe de Estado. Este discurso, a diferencia del ledo por Rafael Caldera, se caracteriza por el cdigo oral8 desde

    8 Luis Barrera Linares (2006) seala que Frente al resto de sus predecesores es obvio que [Hugo Chvez] ha sido hasta hoy el ms oralista de los presiden-tes de Venezuela (875).

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    donde se produce:

    Aqu hace una dcada ya, dentro de pocos das vamos a recordar con dolor aquella explosin de 1989, el 27 de febrero, da horroro-so, semana horrorosa, masacre, hambre, miseria y an no hubo a pesar de eso, capacidad ni voluntad para tomar las acciones mni-mas necesarias y regular, como pudo haberse hecho, la crisis mo-ral, la crisis econmica y ahora la galopante y terrible crisis social.

    Y esa sumatoria de crisis gener otra que era inevitable, seores del mundo, seores del continente, la rebelin militar venezolana de 1992 era inevitable como lo es la erupcin de los volcanes (...) (3).

    Ms all de las causas histricas, econmicas, polticas o sociales que establezcan los dos discursantes respecto de los sucesos del 27F y del 4F, nos interesa observar cmo, a partir del discurso, se ins-taura una relacin entre ambos sucesos que parte de lo social y de su representacin, para luego alcanzar una enunciacin poltica. De manera que del estallido social se pasa al quiebre institucional y lue-go a la relacin que ambos mantienen con los intentos de golpes de Estado, resultando como protagonista principal, causa y excusa, los sectores populares representados, ya sea en su forma de victimario o de vctima social, o en la representacin que rene a ambas. Es-tas representaciones y su relacin con los acontecimientos de 1989 y 1992 resultarn fundamentales para el establecimiento de un nuevo discurso, basado principalmente en la oralidad como estrategia de identificacin e instrumento de poder.

    3. De la representacin a la identificacin: la oralidad como es-trategia

    La oralidad acerca a los interlocutores. Permite la ruptura o la ate-nuacin de jerarquas socio-lingsticas. Facilita la comprensin y se auxilia con diversas estrategias gestuales y entonativas (...) (Barrera, 2006: 876), produciendo cierto nivel de identificacin y un sentido de comunidad que radica en el carcter dialgico que posee el habla y en la posibilidad de producir respuestas desde el mismo momento en que el acto se realiza (ese enunciado preado de respuestas al que se refiere Mijail Bajtin [1989]). El habla se produce tambin a partir

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    del virtuosismo que posee el hablante comn como ejecutante de esa facultad humana que es el lenguaje. Es esto lo que diferencia el discurso poltico tradicional del discurso-habla de nuestro contexto actual. En el primero, existe una clara delimitacin en cuanto a la relacin hablante-oyente que evita la confusin de cada participan-te. En el segundo, por el contrario, se establece una identificacin mediante la alteracin de la relacin hablante-receptor a partir de la confusin, generada por la figura de quien se pronuncia desde el poder (el presidente como hablante privilegiado de la nacin) con el habla del sujeto comn. Esta confusin anula la posibilidad de di-ferenciacin entre la representacin del poder y la representacin de un sector social denominado por el primero pueblo, mediante una toma del virtuosismo del hablante comn que altera la rela-cin hablante-oyente, sustituyndola por la de hablante-hablante. De manera que pareciera ser el hablante comn-pueblo quien habla, cuando quien lo hace es el jefe de Estado.

    La manera como el discurso del hablante privilegiado logra ser uno con el del hablante comn, representado en los sectores populares, se establece a partir de la mediacin como elemento que le otorga, ade-ms de un alcance masivo, un carcter espectacular (Debord, 1967). En ese sentido, es evidente que uno de los factores determinantes en el afianzamiento y recepcin de este tipo de discurso ha sido, sin duda, su emisin a travs de los medios de comunicacin. No pode-mos dejar de lado el papel que stos han jugado en la difusin del uso lingstico del presidente, ya no solo como discurso producido sino como un nuevo modo de hacer poltica a partir de una oralidad transmitida de manera masiva. El ttulo del ya desaparecido progra-ma dominical Al Presidente, deja clara la produccin de la confu-sin entre la voz del hablante privilegiado: protagonista y conductor del programa, es decir, quien habla; y el falseamiento o la ficcin de la voz de un sujeto comn que interviene como receptor, a pesar de que el ttulo del programa anticipe lo contrario. Esta confusin lle-va a un desplazamiento de las relaciones discursivas poder/pueblo desde el lenguaje oral y a travs de los medios masivos, restando al habla su potencia diferenciadora e individual para establecerse ahora como estrategia discursiva y por lo tanto como instrumento de un poder totalizante. Cmo esta estrategia ha avanzado hasta el punto

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    de tocar incluso la parte ms individual, marginal y disidente de la lengua como lo es la jerga?

    4. La jerga ya no es poltica de la disidencia

    Desde el punto de vista lingstico, la jerga constituye un cdigo de diferenciacin del habla que se usa en determinados sectores socia-les, de manera que lo que da lugar a su creacin es un sentido de per-tenencia a un grupo social especfico. Si partimos de esta definicin, existen dos elementos inseparables de la jerga: el primero tiene que ver con el sentido de diferenciacin lingstica; el segundo, con la identificacin grupal. La identificacin social que origina la jerga, tiene a su vez la finalidad de establecer una separacin con el resto de la sociedad. Sea que la jerga provenga de grupos juveniles o delicti-vos (representaciones que aqu nos interesan como parte del discurso del Estado), este cdigo habla de una necesidad de distanciamiento con lo establecido y sobre todo con la autoridad. De manera que la jerga es la lengua rebelde, disidente, la lengua otra que se origina en el habla, pero que no se relaciona con el hablante comn sino que, por el contrario, busca mantenerse al margen de ste; se diferen-cia de la convencin y a la vez funciona como cdigo cohesionador de esa diferencia.

    En el artculo La jerga como poltica de la disidencia, Diamela Eltit (1999) define el coa como la cifra rebelde y agresiva, una jerga que segmenta y reterritorializa la lengua, la hace estallar en partculas de s misma y la vuelve creacin, instrumento y significante del so-cial excluido, que rearticula su ser en y desde la jerga (84). El habla de la germana constituye as un rasgo identitario que no nace de lo establecido, sino que se origina en lo social de la lengua para perma-necer, contradictoriamente, fuera de la convencin lingstica, en el borde. Parte de la lengua para articularse en el uso de la diferencia, creando as una comunidad propia que es ajena a toda autoridad, sea esta lingstica o social. De manera que la jerga sera esa parte de la lengua que se rearticula desde el habla como una diferencia que no solo dice un cdigo lingstico, sino que sobre todo marca a un grupo social diferente, otro.

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    La jerga es definitivamente oral. Y anteriormente mencionamos que la oralidad constituye una de las estrategias del discurso poltico ve-nezolano que, desde 1998, no solo ha quedado como una forma de produccin del discurso sino tambin como un modo de hacer po-ltica (biolingstica, insistimos). Dentro de los elementos orales de los que se ha valido el discurso del Estado para conformar su estrate-gia, el uso de la jerga se establece sin duda como un nuevo elemento que permea, ya no a los sectores ms tradicionales de la sociedad (los votantes) sino tambin a aquellos que se mantienen dentro de las representaciones de subalternidad social. Nos referimos especfi-camente a los jvenes de los sectores populares; esos mismos que en 1976 fueron marcados por el Plan de la Nacin.

    Durante la campaa electoral de octubre de 2012, el colectivo Chvez es otro beta9, organiz una actividad que inclua una reproduccin a partir de diferentes estnciles, que dejaban ver la figura de un Hugo Chvez que calcaba la representacin de jvenes de barrios junto con enunciados en jerga: Chvez el mo, Chvez porta el estilo, Chvez porta la lrica, el que se mete con Chvez se mete con el barrio...10 En estas reproducciones, el rostro de Hugo Chvez ocupa el lugar del rostro del joven del barrio, lo sustituye. Habla con su lenguaje visual: el grafiti; y a travs de su cdigo verbal: la jerga. Quien habla no es el joven sino el poder poltico (no olvidemos que los grafitis surgen en el contexto de la campaa electoral por la reeleccin). La rebelda, el estallido en partculas del lenguaje que es la jerga como lengua otra, sirve ahora para representar el poder. El grafiti ya no funciona como signo rebelde (hace tiempo que ha dejado de serlo), sino como

    9 El diario ltimas Noticias, resea la informacin de la siguiente manera: Chvez es otro beta es una campaa para darle un nuevo look al man-datario de 58 aos, Hugo Chvez, quien busca la reeleccin para un nuevo mandato de seis aos en Venezuela (http://www.ultimasnoticias.com.ve/la-propia-foto/campana-chavez-es-otro-beta.aspx#ixzz2WBYDa7o5).

    10 Esta campaa a su vez gener una contracampaa con las representaciones alteradas con enunciados que se aproximan a la criminalizacin del IV Plan al referirse no al presidente en s, sino al joven del barrio: Chvez te tumba el BlackBerry, Chvez el gran jbaro, Chvez te quiebra si le ves la cara. Ver: Iturriza (2012) Chvez es otro beta: http://www.olabolivariana.org.ve/noticias/chavez-es-otro-beta-2/#.UcmXsjt0BOJ.

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    propaganda electoral. Las imgenes representan entonces un oximo-rn: una autoridad rebelde o tambin, un rebelde autoritario (ver imgenes).

    La voz es de una tercera persona que habla en jerga y que le otorga a esa representacin del poder su cdigo y con ello, su carcter iden-titario. En efecto, hablamos de una representacin: la tercera voz lo confirma, hablamos de l, Chvez, que ha tomado el rostro annimo y la lengua del joven del barrio porque un colectivo juvenil as lo ha decidido. Ms que de una lengua tomada, podramos hablar entonces de una lengua dada, de una rebelda entregada al poder, encausada. Tal como en el IV Plan de la Nacin o en los discursos de Rafael Cal-dera y de Hugo Chvez, Miranda es otro beta produce tambin una representacin social, solo que en este caso, ya no desde el Estado sino desde el propio colectivo juvenil.

    5. La jerga en imgenes

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    Fuente: http://www.ultimasnoticias.com.ve/la-propia-foto/campana-chavez-es-otro-beta.aspx

    Fuente: http://www.ultimasnoticias.com.ve/la-propia-foto/campana-chavez-es-otro-beta.aspx

    propaganda electoral. Las imgenes representan entonces un oximo-rn: una autoridad rebelde o tambin, un rebelde autoritario (ver imgenes).

    La voz es de una tercera persona que habla en jerga y que le otorga a esa representacin del poder su cdigo y con ello, su carcter iden-titario. En efecto, hablamos de una representacin: la tercera voz lo confirma, hablamos de l, Chvez, que ha tomado el rostro annimo y la lengua del joven del barrio porque un colectivo juvenil as lo ha decidido. Ms que de una lengua tomada, podramos hablar entonces de una lengua dada, de una rebelda entregada al poder, encausada. Tal como en el IV Plan de la Nacin o en los discursos de Rafael Cal-dera y de Hugo Chvez, Miranda es otro beta produce tambin una representacin social, solo que en este caso, ya no desde el Estado sino desde el propio colectivo juvenil.

    5. La jerga en imgenes

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    6. A manera de cierre

    El discurso del Estado basado en el par vctima y victimario, ya sea en el presente o en un pasado no tan reciente, nos lleva a tipos de representaciones que se dibujan desde el poder y que por lo tanto le sir-ven como instrumento. En ambos casos, las representaciones mantie-nen una relacin de dependencia, porque no hay vctima sin victimario, y viceversa; una est contenida en la otra, sin importar a qu momento histrico o a cul partido poltico pertenezcan. La representacin que nos llega desde el pasado se basa en un discurso que criminaliza desde la marca biogrfica. La nueva representacin surge desde un colectivo juvenil que retira el rostro de la subalternidad (su propio rostro?) para ocuparlo con el del hablante privilegiado de la nacin y nombrarlo con su jerga durante una campaa electoral. La novedad de un discurso que ya se nos torna aejo y la latencia de otro que permanece con las dcadas, expresados ambos a partir de las representaciones, quizs de lo que nos hablan es de la anulacin de la diferencia: aquella que separa las representaciones poder/pueblo a travs de la toma del lenguaje o de su otorgamiento para generar un discurso cuya enunciacin ya no se produce por parte del Estado sino que se reproduce en y por diversos sectores sociales. En este caso particular, la anulacin de esa diferencia nos lleva, ms que a una situacin de igualdad, a una ficcin en la que el pueblo o el ciudadano posee el mismo poder que el Estado, cuando en realidad la invisibilizacin de la lnea que los separa solo sirve para mantener an ms un cerco que se estableci a partir de la facultad humana de los propios hablantes, convirtindolos en su-puestos protagonistas de una ficcin poltica en la que ms all de ser actores, mantienen una trama escrita por el poder con la lengua de los otros. En todo caso, es importante recordar que el presente trabajo constituye apenas un inicio cuyo desenlace an no ha sido escrito. Al fin y al cabo de lo que hablamos aqu es de representaciones...

    Referencias

    Althusser, Louis. Ideologa y aparatos ideolgicos de estado. Bue-nos Aires: Ediciones Nueva Visin, 1974. Extrado en julio 2009, desde: www.moncadista.files.wordpess.com/2008/07

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    /althusser-louis-ideologia-y-aparatos-ideologicos-de-esta-do-freud-y-lacan.pdf.

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    Chvez, Hugo. Discurso de toma de posesin: 2 de febrero de 1999. Extrado en noviembre 2012 desde: http://www.analitica.com/bitblioteca/hchavez/toma.asp.

    Debord, Guy. La sociedad del espectculo. Madrid: Revista Obser-vaciones Filosficas, 1967. Extrado en febrero 2013 desde: http://www.observacionesfilosoficas.net/download/socie-dadDebord.pdf.

    Eltit, Diamela. La jerga como poltica de la disidencia. En: Revista Estudios, ao 1, enero-junio, N 13, pp. 79-87, 1999.

    Foucault, Michel. Vigilar y Castigar. El Nacimiento de la Prisin. Buenos Aires: Editorial Siglo XXI, 2002. Extrado: sep-tiembre 2008, desde: http://www.uruguaypiensa.org.uy/imgnoticias/592.pdf.

    Iturriza, Reinaldo. 27F de 1989 Interpretaciones y estrategias, 2008. Ex-trado en marzo 2013 desde: http://27f.blogspot.com/2008 /10/prefacio-la-edicin-de-2006.html.

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    Chvez es otro beta, 2012. Extrado en diciembre 2012 desde: http://www.olabolivariana.org.ve/noticias/chavez -es-otro-beta-2/#.UbryGOd0BOI.

    Montaldo, Graciela. Teora crtica, teora cultural. Caracas: Equi-noccio, 2001.

    Rotker, Susana. Bravo pueblo. Caracas: Fondo Editorial La Nave va, 2005.

    Silva, Jorge. Campaa Chvez es otro beta, 2012. Extrado en marzo 2013 desde: http://www.ultimasnoticias.com.ve/la-propia- foto/campana-chavez-es-otro-beta.aspx#ixzz2WBY Da7o5.

    Villalba, Carlos. Crimen y estrategia. Caracas: Consejo de Desa-rrollo Cientfico y Humanstico. Universidad Central de Venezuela, 1989.

    Virno, Paolo. Gramtica de la multitud. Madrid: Traficantes de sue-os, 2003.

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    MUNDO NUEVO. Caracas, Venezuela Ao V. N 11. 2013, pp. 31-43

    Eleonora Crquer Pedrn

    ALL DONDE LA POLTICA FALTA: CONFRONTACIN MEDITICA E INSANIA EN

    TIEMPOS DE REVOLUCIN BOLIVARIANA

    RESUMEN: en el marco de la estrecha relacin entre confrontacin me-ditica e insania que parece haber regido cuando menos una de las dimen-siones de lo cotidiano en Venezuela durante el doble periodo presidencial de Hugo Rafael Chvez Fras (1999-2013), y a partir de las maneras como se present la noticia de su muerte ante la opinin pblica, el presente art-culo intenta una reflexin acerca de la inexistencia de la poltica como cri-sis profunda de la nacin en los ltimos aos de su historia republicana. El semblante de una polmica eterna entre oficialistas y opositores, y el fantasma de una solucin en suspenso, que no hace grandes diferencias cuando se materializa, pueden ser ledos como sntomas de un hondo retraimiento de la poltica de la escena pblica nacional. Un retraimiento que, en lugar de ser libertario, crea ms bien las condiciones de posi-bilidad para el ejercicio de nuevas formas formas inditas de control, dominacin y mortificacin de la vida social e individual en el pas.

    Palabras clave: Hugo Rafael Chvez Fras, confrontacin meditica, in-sania, semblante, fantasma, poltica, mortificacin.

    WHERE POLITICS FAILS: MEDIA CONFRONTATION AND INSANITY IN TIMES OF

    THE REVOLUCIN BOLIVARIANA

    ABSTRACT: In the frame of the narrow relation between media con-frontation and insanity that seems to have applied when one fewer of the dimensions of the daily experience in Venezuela during the double presi-dential term of Hugo Rafael Chvez Fras (1999-2013), and from the ways in which the news of his death was presented before public opinion, the

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    present article attempts a reflection regarding the nonexistence of politics as deep crisis of The Nation in the last years of his republican history. The face of an eternal polemic between oficialistas and opositores, and the fantasy of a solution in suspense, which does not result in big differen-ces when it materializes, can be read as symptoms of a deep seclusion of the politics of the public national scene. A seclusion that, instead of being libertarian, creates rather the conditions of possibility for the exercise of new forms unprecedent forms of control, domination and mortifica-tion of the social and individual life in the country.

    Keywords: Hugo Rafael Chvez Fras, media confrontation, insanity, face, fantasy, politics, mortification.

    El nuevo antimarxismo [reaccionario] y el viejo marxismo defensivo son dos aspectos de un mismo fenmeno, que es el fenmeno del mantenimiento de la poltica en su retirada, hasta el punto en que

    el pensamiento abdica ante su propio imperativo de crisis.Alain Badiou. Se puede pensar la poltica?

    Blanco y/o negro, pero nada de genuinos engendros, jorobados con derecho a la vida amatoria, grises fosforescentes.

    Javier Lasarte. Juego y Nacin

    1. Poltica y espectculo: apuntes para una lectura del caso venezolano (1999-2013)

    Quiz la imagen sadeana de una vctima de la tortura que no muere soportando un dolor interminable sin poder escapar mediante

    la muerte est a la espera de convertirse en real.Slavoj Zizek. Bienvenidos al desierto de lo Real

    1. Hace poco ms de un ao, cuando comenzamos a plantearnos el grupo de investigacin en torno a las Polticas del discurso en la Venezuela bolivariana en el cual se inscribe el presente trabajo,

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    pens en continuar una lnea de lectura que comenz a perfilarse en el marco del proyecto La poltica encarnada: prcticas culturales y poltica del cuerpo en la Venezuela bolivariana (2011), coordinado por Luis Duno Gottberg (Rice University) y Miguel ngel Contreras (CELARG). En esa oportunidad me concentr en una noticia que cau-s algo de revuelo en el escenario del 2006 las fotografas realizadas por el norteamericano Spencer Tunick a un no pequeo contingente de nudistas urbanos reunidos en la Ave. Bolvar de Caracas, y en los enfrentamientos que ellas generaron en la ya entonces muy polari-zada opinin pblica del pas. Dos aspectos me resultaban sorpren-dentes de esa polmica enardecida. Por una parte, el corte tajante, la escisin de las voces en disputa entre las que se promovan desde los perfectamente identificados medios del oficialismo y las que lo hacan a travs de los no menos conocidos de la oposicin. Por otra, una profunda inconsistencia comn entre esas posiciones cuando puestas en espejo: la propuesta de Tunick era referida, en definitiva, por los unos y por los otros, como una experiencia de liberacin; cosa que sentenci el entonces Ministro del Poder Popular para la Cultura, Francisco Sesto, y ratific el testimonio de algunos de los que (chavistas y antichavistas) acudieron a la convocatoria, dispues-tos a dejarse modelar durante horas por el deseo/la voz de un Amo evidentemente autoritario y maltratador Tunick, desde una tarima, perfectamente vestido, con su megfono enorme y su equipo de cin-celadores de piel humana... A los pocos das, por supuesto, todo haba pasado; y otros eran los hechos de esa confrontacin meditica que insista en manifestarse una y otra vez. Una confrontacin que, en cada uno de los hechos en los que no ces banalmente de reprodu-cirse entre 1999 y 2013, ya (a)pareca como con-natural a la vida social de la Nacin.

    La insania de tal con-naturalidad, en tanto que reguladora de cuando menos una dimensin de la vida pblica (y privada) en Venezuela en tiempos de Revolucin bolivariana es el problema central de la reflexin que propongo desarrollar aqu, a partir de las noticias que circularon en la prensa nacional el da despus de la muerte del pre-sidente Hugo Rafael Chvez Fras, y a propsito de lo que considero uno de los rasgos fundamentales de estos ltimos aos de la historia republicana del pas historia de un pas donde la politizacin ex-

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    trema de la sociedad, y el fantasma de una solucin que, cuando se materializa, no resuelve nada, parecen ser el sntoma evidente de una poltica que falta (Badiou, 1990 [1985]), as como el signo/sino de toda una mecnica perversa de administracin del poder, en la que participan por igual los unos y los otros: la inteligencia poltica del oficialismo y los politlogos expertos de la oposicin; la bu-rocracia gubernamental y la contra-gubernamental; los dispositivos jurdicos y las lneas de respuesta corporativa; los cuerpos represivos de la oposicin y los delicuenciales del oficialismo1. Una mecnica fundada en la mortificacin de las subjetividades sociales e indivi-duales cautivas por el espectculo de su propia y caracterstica ino-perancia tal cual Ssifo, pues: condenas a la repeticin eterna de su impotencia; y, an ms: a la puesta en escena (fantasmtica) de esa repeticin.

    2. En el fragmento 17 de su conocido manifiesto situacionista La so-ciedad del espectculo (2002 [1967]), Guy Debord, lector de Ben-jamin, afirma: La primera fase de la dominacin de la economa sobre la vida social comport una evidente degradacin del ser en tener en lo que respecta a toda valoracin humana. La fase actual de la ocupacin total de la vida social por los resultados acumulados de la economa conduce a un desplazamiento generalizado del tener al parecer, del cual extrae todo tener efectivo su prestigio inmediato y su funcin ltima. Al mismo tiempo, toda realidad individual se ha hecho social, directamente dependiente del poder social, elaborada por l. Slo se le permite aparecer en la medida en que no es (42-43). Ms adelante, en el 21, aade: Cuando la necesidad es soada social-mente, el sueo se hace necesario. El espectculo es el mal sueo de la sociedad moderna encadenada, que no expresa en ltima instancia ms que su deseo de dormir. El espectculo vela ese sueo (44).

    Inscrita en la que sigue siendo una de las reflexiones ms agudas respecto de lo que llegara a suponer la hegemona del espectculo en el mundo a partir de la segunda mitad del siglo xx, la asevera-cin de Debord respecto de la primaca del orden del parecer como

    1 De hecho, la movilidad, el desplazamiento, el trnsito por esa frontera frgil que separa a los unos de los otros ha sido una de las caractersticas de este periodo: el que ayer era tal, hoy es cual.

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    regulador de la existencia social no deja de recordar esa categora identitaria que, entre lo simblico y lo imaginario, Jacques Lacan defini como una suerte de instancia de anudamiento, de gozne: el semblante. Directa e intrnsecamente involucrado con el mbito de lo imaginario, es semblante lo que (a)parece, lo que se hace manifiesto entre los hombres y las mujeres que integran la sociedad. Pero, al mismo tiempo, como el significante (el discurso), el semblante cons-tituye el antnimo, lo opuesto de lo real (Miller, 2001: 12); es decir, funciona como eso que seala la ausencia radical de lo que all, en el lugar por l sealado, falta. Es, por tanto, una categora estructural: el semblante lo que parece ser es lo que existe lo que aparece en el lugar de lo Real que siempre falta: es eso imposible de ser alucina-do por el sujeto. El significante es tan semblante como la imagen (11), afirma Jacques Allain Miller; y constituye, al igual que ella, el antnimo, lo opuesto de lo real (12).

    El fragmento de Debord, entonces, si pensado como un desplaza-miento de este problema subjetivo al terreno de la poltica, permite una sesgadura interesante respecto de los discursos en la Venezuela bolivariana. Qu es lo que la confrontacin esa suerte de gue-rra civil espectacularizada y trivial entre grupos del oficialismo y grupos de la oposicin hace evidente ms all de su puesta en escena fantasmtica y enajenante? O, dicho de otra manera, qu es lo que el (a)parecer sostenido de la confrontacin meditica ante las cmaras, en la prensa, en la radio, en los muros de la ciudad, en la geografa urbana toda y en las conversaciones privadas, adems vela? En principio, el ritornello enloquecedor de esta confrontacin que no ces de reproducirse durante casi quince aos de gobierno chavista, y que adquiere nuevos rumbos ahora, reforzados y po-limorfos, despus de la muerte del presidente Chvez, es el sntoma de una imposibilidad evidente: la imposibilidad de una vida civil en comn; y la imposibilidad de llegar a ser (y a hacer en) comunidad, por ende. La comunidad es lo que falta, ms all del semblante de la guerra, que en cierta medida contiene y conviene. Hay que decirlo: captura el deseo social (de cambio), a cambio de la mortifica-cin de las subjetividades encadenadas al proceso literalmente, y no slo a/por las interminables cadenas presidenciales y las relami-das consignas publicitarias del gobierno, sino por las habladuras...

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    el chisme, la queja y el desahogo de los medios opositores, siempre habitados por la ansiedad y la angustia.

    Es en esto en lo que la poltica venezolana demuestra su mayor ino-perancia, sin duda, su inexistencia, su retraimiento: en la incapacidad de trabajar: con la comunidad enfrentada a s misma, con nosotros enfrentados a nosotros, con el con que se enfrenta al con (Nancy, 2007 [2002]: 33). Y es aqu donde la crisis venezolana se rene con otras equivalentes del presente global, as como con sus formas mu-tantes de administracin del poder. Un poder sutilmente mortificante, podramos pensar, ensordecedor y encandilador, paralizante: sdico. Un poder del cual el fenmeno-Tunick podra servir como metfora elocuente.

    2. La histeria se hace historia o el da en que muri Chvez

    Walter Benjamin defina el momento mesinico como una Dialektik im Stillstand, una dialctica en suspensin: a la espera

    del acontecimiento mesinico, la vida queda suspendida.

    Slavoj Zizek. Bienvenidos al desierto de lo Real

    1. Hace apenas unos meses, un suceso paradjicamente sorprendente ocup pleno la escena pblica de la Nacin venezolana. El 5 de marzo de 2013, a las 4:15 de la tarde el Vicepresidente de la Repblica y futu-ro Presidente, Nicols Maduro, anunci la muerte del Presidente Co-mandante Hugo Rafael Chvez Fras, a casi dos aos de que el cncer del lder esa suerte de Padre/Madre monstruoso de la Patria; Padre/Madre absoluto, radicalmente odiado y/o amado hubiera sido dado a conocer pblicamente al pueblo venezolano, de viva voz, como de-mostracin de un acto definitivo de amor un acto que no ocultaba sus deudas con aquella otra escena de entrega amorosa an viva en el imaginario latinoamericano: la de Eva Pern, Evita, dndose toda, con el corazn, al pueblo argentino2. Algo de fantasmal tena la esperada

    2 Respecto del manejo meditico de la enfermedad, agona, muerte y sepul-

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    noticia del acontecimiento... En efecto, despus del primer impacto ante eso tan esperado y fabulado durante aos, la imagen plena de Chvez, todo rostro en el sentido ms cinematogrfico del trmino, y reproducido en primera plana de la prensa nacional, acompa el des-pertar de los anonadados venezolanos al da siguiente: un silencioso y extraamente espeso mircoles 6 de marzo.

    La misma imagen se repeta en diarios del oficialismo y de la oposicin: el silencioso rostro de Chvez... bien inscrito en la gestualidad de algu-na hazaa heroica, excelsa y exenta (en El Nacional, por ejemplo), bien como emergiendo de un fondo negro y sin matices casi una metfora de la nada alrededor (en El Mundo, El Universal, La Voz). Se trataba, en

    tura de Eva Pern es relevante consultar el texto Imgenes de vida, relatos de muerte. Eva Pern: cuerpo y poltica, de Paola Corts Rocca y Martn Kohan (1998). Las semejanzas con el manejo meditico de la enfermedad, agona, muerte y sepultura de Chvez son tantas y tan estrechas, que bien podran pensarse desde las lgicas del calco y la copia: el simulacro del si-mulacro del simulacro... Otro tanto sucede con la lectura de la conocida no-vela de Toms Eloy Martnez, Santa Evita (1995).

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    una y otra de sus versiones, del elocuente presidente que haba dejado de hablar. Un presidente espectralizado su discurso era ahora memoria, presencia incmoda y eco ante los ojos de los miles de venezolanos que no podan ocultar su calma incertidumbre Y ahora qu?, parecan decir esos ojos, a medias incrdulos, a medias aterrorizados. Despus de casi quince aos de presencia ininterrumpida, en todos los mbitos de la vida social e individual del pas, el Presidente Comandante Hugo Rafael Chvez Fras se haba quedado sin voz: mudo, muerto; gracias a lo cual comenzaba a existir de otra manera. Se trataba, sin duda, del inicio de esa necrosis de la poltica nacional que es el enfrentamiento chavismo/antichavismo sin Chvez3.

    2. El da en que Chvez desapareci (que fue el da en que dej de orse su voz) dos grandes enunciados se dispusieron masivamente en su lugar. El primero de ellos, una demanda de respeto ciudadano al duelo y el duelo fue documentado: el dolor intenso de las personas que lloraban, gritaban, se descomponan ante las cmaras y en las calles no era fingido. El segundo, un relato mistificador: de la infan-cia en Sabaneta a la Revolucin continental, Chvez fue sin duda un nuevo Bolvar, redentor, excntrico y desbordado: un caso excep-cional de la poltica contempornea.

    A lado y lado de la pgina (la imagen de Chvez al centro), as presen-taba el histrico diario de la ecuanimidad ciudadana en Venezuela, El Nacional, la noticia del acontecimiento; y as organizaba los trminos de su editorial:

    Con un gran esfuerzo para contener el llanto, el vicepresidente Ni-cols Maduro le anunci al pas que el presidente Hugo Chvez haba fallecido en el hospital militar a las 4:25 de la tarde, despus de haber batallado durante ms de dos aos contra su enfermedad. Pidi al pas permanecer unido y en paz. Inform que la Fuerza Armada se iba a desplegar para acompaar y proteger al pueblo. Fue declarado duelo oficial de siete das y se suspendieron las cla-ses esta semana.

    3 Inconsistencia de los discursos; corrupcin generalizada; burocratizacin ex-trema de las instituciones; impunidad de las mafias suburbanas; descrdito del aparato judicial... trifulcas de barrio bajo como emblemas de la nueva Nacin venezolana, donde el Mercado se ha vuelto franco y el Estado tambin.

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    El presidente en la historia

    Durante los ltimos 20 aos, Hugo Chvez Fras se convirti en el centro de la poltica y de la historia venezolanas. Su ambicin de poder prob primero el camino de las armas: el 4 de febrero de 1992 trat de derrocar el gobierno constitucional de Carlos Andrs Prez. Al fracasar en el intento, fue a la crcel de Yare por breve tiempo e, indultado por Rafael Caldera, prob suerte en la calle y se convirti de pronto en un caudillo popular como nunca se haba conocido en Venezuela.

    Su presencia en la escena no slo coincidi con la crisis de los partidos y la erosin del sistema democrtico, sino que pareci ser una de sus consecuencias. Todo el pas se le fue rindiendo a discrecin, los ms dismiles aliados, los ms contradictorios factores, todos a una confluyeron en el ro de la popularidad arro-lladora con la cual conquist la presidencia de Venezuela en 1999.

    Domin todos los poderes del Estado, impuso la reeleccin inde-finida, disfrut de los ms altos precios del petrleo, personaliz el poder de tal manera que luego de tres lustros de revolucin bolivariana deja las estructuras de un Estado construido a su ima-gen y semejanza.

    El presidente Hugo Chves Fras entra ahora en la historia (El Nacional, 6 de marzo de 2013. Primera plana).

    Ms atenta a la emotividad del momento, Mariana Martnez Rodr-guez, en El Mundo del mismo da, repeta ms o menos la historia:

    Apoyado con sus dos brazos al podio, el Vicepresidente Nicols Maduro, acompaado por el Gabinete Ejecutivo y el Alto Mando militar, se le quiebra la voz y dice: Recibimos la informacin ms dura y trgica. A las 4:25 de la tarde de hoy 5 de marzo falle-ci el Presidente Hugo Chvez Fras.

    Maduro traga grueso, se esfuerza para recuperar la voz, y hace un llamado a la paz, al respeto, pide a los seguidores del mandata-rio nacional asumir este dolor inmenso en forma pacfica, con amor y tranquilidad. Vamos a acompaar al comandante a su ltima morada abrazados como una gran familia.

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    Con lgrimas en los ojos, el Vicepresidente asegur que el Pre-sidente Hugo Chvez cont con el apoyo del pueblo, la lealtad de sus compaeros y el amor de sus familiares.

    Asegura que el proyecto que encarn Hugo Chvez ser heredado por sus compaeros civiles y militares, as como los retos que esto trae consigo. Asumimos su herencia y retos junto al acom-paamiento y apoyo del pueblo. Su bandera ser levantada con honor y dignidad. Mil veces gracias por parte de este pueblo que usted am y que nunca le fall.

    Maduro, ahora llamado a ser el sucesor de Hugo Chvez, como el mismo mandatario lo orden el pasado 10 de diciembre de 2012, en su ltima aparicin pblica, pidi mucho coraje, fuerza y entereza.

    Dijo al chavismo y al pas tenemos que crecernos por encima de este dolor y de las dificultades, con la mayor hermandad, vamos a ser dignos herederos e hijos de un hombre gigante como lo fue el comandante Hugo Chvez. No habr violencia y tampoco odio.

    Con el grito, honor y gloria a Hugo Chvez, que viva por siem-pre, se despidi la cadena nacional retransmitida desde el Hospi-tal Militar (El Mundo, 6 de marzo de 2013: p. 2).

    El Universal, por supuesto, ms prximo a la perspectiva de El Na-cional, pona nfasis en la incertidumbre futura Comienza la era sin Chvez. Mientras un peridico ms abiertamente afecto al pro-ceso revolucionario como el diario La voz inscriba ambos tpicos repetidos la demanda de la paz; la investidura simblica del presi-dente muerto en la retrica enardecida de la lucha social. Entonces, bajo la enrgica mancheta Hasta la victoria siempre comandante Chvez y la invocacin fervorosa al pueblo Pueblo a la calle en honor a nuestro lder, porque Chvez somos todos, construa las lneas de la nueva ficcin libertaria del Chavismo sin Chvez Liber-tador del siglo xxi, Cristo de los pobres que vive y vivir por siem-pre en el corazn de los venezolanos, latinoamericanos y del mundo. Hoy tenemos patria. Todo ello seguido del positivo de la imagen lgubre de la primera plana una imagen que nada tendra que en-vidiar a cualquiera de las que hemos visto repetirse en la escena ho-llywoodiense de la poltica en la era de su reproductibilidad tcnica.

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    El Padre mo o el infarto de la subjetividad

    En la medida en que la muerte y la vida designan para San Pablo dos posiciones existenciales (subjetivas) y no

    dos hechos objetivos, estamos plenamente justificados para formular la misma cuestin que l se plante insistentemente: quin est hoy realmente vivo?

    Slavoj Zizek. Bienvenidos al desierto de lo Real

    En 1989, la escritora y activista Diamela Eltit propone un libro ex-trao e inclasificable ms o menos entre la accin-arte y el testi-monio que da cuenta del registro de tres hablas de un esquizofr-nico indigente de Santiago de Chile, recogidas en lo que la autora propone como una investigacin/vagabundeo sobre/por los mrge-nes de la ciudad. La presentacin que Eltit hace all de su trabajo expone lo siguiente:

    Conoc al Padre Mo en 1983. La artista visual Lotty Rosen-feld, me acompaaba en una inestable investigacin en torno a la ciudad y los mrgenes, investigacin iniciada en 1980, y en la que ya habamos pasado por mltiples hospederas, barrios prostibularios y diversas situaciones de vagabundaje que Lotty Rosenfeld iba documentando en video.

    Utilizo el trmino investigacin en un aspecto muy amplio, pues, de hecho, se trataba de salidas a la ciudad, sin un programa es-tructurado, tan slo la orientacin, la fijacin en mundos cruza-dos por energas y sentidos diferenciadores de un sistema social y cultural visible.

    Buscaba, especialmente, buscar y capturar una esttica generadora de significaciones culturales entendiendo el movimiento vital de esas zonas como una suerte de negativo como el negativo fotogr-fico, necesario para configurar un positivo el resto de la ciudad, a travs de una fuerte exclusin territorial para as mantener intacto el sistema social tramado bajo fuertes y sostenidas jerarquizacio-nes.

    Persiguiendo delimitar y delinear una arista esttica, el mundo del vagabundaje urbano me resultaba, en parte, ejemplar, para pensar rdenes crticos que transgredan pasivamente la voca-

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    cin institucional por el refugio en el espacio privado. Con la ventaja y desventaja de comparecer en esas zonas sin una mira-da proveniente de la sociologa o antropologa, hube de abrir un amplio, un gran margen para la especulacin, confiando en el quehacer narrativo que permita tejer y unir creativamente dis-tancias, liberando el flujo analgico y la carga esttica incrustada en cuerpos, gestos, conductas y fragmentos de un modo de habi-tar (2003 [1989]: 9).

    Conoc al Padre Mo en 1983, contina Eltit. Habitaba en un eria-zo en la Comuna de Conchal. Y a continuacin explica lo que expo-ner el resultado de las tres hablas registradas (1983, 1984 y 1985) le supone como zona de problematizacin:

    Desde dnde recoger esta habla era la pregunta que principalmente me problematizaba, especialmente porque su decir toca mltiples lmites abordables desde disciplinas formalizadas y ajenas para m, como la psiquiatra, por ejemplo. Hube de ubicarme, otra vez, en un lugar diverso, un espacio de suplantacin que no apela a revertir nada, a curar nada, como no sea instalar el efecto conmovedor de esta habla y la relacin esttica con sus palabras vaciadas de senti-do, de cualquier lgica, salvo la angustia de la persecucin silbica, el eco encadenatorio de las rimas, la situacin vital del sujeto que habla, la existencia rigurosamente real de los mrgenes en la ciu-dad y de esta escena marginal.

    En suma, actuar desde la narrativa. Desde la literatura.

    Visto desde la literatura, este relato del relato, torna gesticulante las palabras hasta paralizarlas, mostrando su evidencia monolo-gante, al llevar hasta el lmite trgico o burlesco el nombre, los nombres del poder.

    Evoqu la angustia del monlogo interior literario, esa prisa y profundidad por hablar la verdad verdadera del personaje es-cudado tras el simulacro formal de reproducir el pensamiento. Cuando escuch al Padre Mo, pens, evoqu a Beckett, viajando iracundo por las palabras detrs de una madre recluida y sepulta-da en la pgina. Despus de Beckett me surgi otra imagen:

    Es Chile, pens.

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    Chile entero y a pedazos en la enfermedad de este hombre; jirones de diario, fragmentos de exterminio, slabas de muerte, pausas de mentira, frases comerciales, nombres de difuntos. Es una honda crisis del lenguaje, una infeccin en la memoria, una desarticula-cin de todas las ideologas. Es una pena, pens (2003 [1989]: 15).

    El Padre mo, el esquizofrnico ese resto, ese casi un exceso ba-tailleano que deambula por los espacios suburbanos de Santiago de Chile en cuyo discurso Eltit identifica la violencia de una mltiple mortificacin jirones de diario, fragmentos de exterminio, slabas de muerte, pausas de mentira, frases comerciales, nombres de difun-tos (...) una honda crisis del lenguaje, una infeccin en la memoria, una desarticulacin de todas las ideologas (2003 [1989]: 15) puede llegar a ser tambin una metfora del infarto subjetivo que ha genera-do la crisis de la poltica en el caso venezolano.

    Referencias

    Badiou, Alain. Se puede pensar la poltica? Buenos Aires: Nueva Visin, 1990 (1985).

    Corts Rocca, Paola y Martn Kohan. Imgenes de vida, relatos de muerte. Eva Pern: cuerpo y poltica. Rosario: Beatriz Viterbo, 1998.

    Debord, Guy. La sociedad del espectculo. Valencia: Pre-Textos, 2002 (1967)

    Eltit, Diamela. El Padre mo. Santiago de Chile: LOM Ediciones, 2003 (1989).

    Miller, Jacques Alain. De la naturaleza de los semblantes. Barcelona: Paids, 2002.

    Nancy, Jean-Luc. La comunidad enfrentada. Buenos Aires: La Ce-bra, 2007 (2002).

    Zizek, Slavoj. Bienvenidos al desierto de lo Real. Madrid: Akal, 2005.

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    MUNDO NUEVO. Caracas, Venezuela Ao V. N 11. 2013, pp. 44-54

    Erik Del Bufalo

    EL PUEBLO AUSENTE: IMGENES DE LA IDENTIFICACIN LDER-MASA

    EN LA VENEZUELA BOLIVARIANA

    RESUMEN: Aunque en el 2005 Chvez se haya declarado socialista, el chavismo es esencialmente un sistema de implcitos. Su estructura poli-morfa ha oscilado siempre desde las reivindicaciones a Pern, Prez Ji-mnez y el caudillismo decimonnico hasta el socialismo del siglo XXI, proyecto pretendidamente progresista an por inventarse y que se recla-ma adems de cierto cristianismo fabuloso. En esta irresolucin ideol-gica slo ha permanecido constante este amor infinito al pueblo, donde Chvez y pueblo se volveran un solo ser consustanciado. Nuestro obje-tivo es doble pero complementario, pues esta relacin de identificacin radical es sin duda ambigua y anfibolgica. En primer lugar, pretendemos registrar los protocolos, los mecanismos, las mediaciones de esta identi-ficacin en su especificidad con respeto a otros fenmenos de la historia universal contempornea; para, en un segundo momento, y ms impor-tante an, entender quin es este pueblo, cul es su relacin con el poder y finalmente desentraar las condiciones de posibilidad de su existencia real ms all de su efectividad simblica o imaginaria.

    Palabras clave: pueblo, soberana, bolivarianismo, Chvez, Badiou, Schmitt.

    THE MISSING PEOPLE: IMAGES OF IDENDIFICATION OF THE LEADER OF THE MASSES IN BOLIVARIAN VENEZUELA

    ABSTRACT: Although in 2005 Chvez was prompt in defining himself as a socialist, Chavisim is nonetheless a system of implicit assump-tions. Its polymorphous structure opportunistically picks from differing historic forms, from Peronism to Caudillism, from spurious primitive Christianism to the so called Socialismo del siglo XXI. Only its in-

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    finite love to his people has remained constant. Since this problem is amphibological and equivocal, in this paper I aim at two dissimilar but corresponding objectives: On the one hand, the purpose is to reckon the mechanisms, the protocols and the mediations of this kind of mass iden-tification in its eccentricity vis--vis other phenomena of the same sort in contemporary History. On the other hand and this is most important, I attempt to understand who these people might be, what their relation to power is, and, finally, to puzzle out the condition of possibility, beyond the symbolical and imaginary effectiveness, of a real historical and political subject of Chavismo.

    Keywords: people, sovereignty, bolivarianism, Chvez, Badiou, Schmitt.

    1. Los hijos de Bolvar

    Pueblo es un trmino ambiguo, lleno de muchas nociones y acep-ciones dismiles, y hasta contrarias, portador de banderas revolu-cionarias y horribles genocidios por igual. En todo caso, el pueblo supone la necesaria uniformidad de la poblacin, capturada bien sea por la identidad nacional, bien sea por la trascendencia unitaria del Estado. En fin, la nocin de pueblo es tratada desde las teoras de la soberana como un dispositivo para reducir las multitudes so-ciales en el signo del Uno estatal, trascendente y soberano (Negri, Virno). No es nuestra intencin en las siguientes pginas hacer una historia de la idea de pueblo, aunque cierta heurstica de esta nocin nos ser inevitable.

    El pueblo como figura moderna comienza a prefigurarse en el de-recho de gentes de Francisco Surez y Hugo Grotius entre finales del siglo XVI y el siglo XVII, que rescata el antiguo trmino roma-no de gens (gente), grupo formado por las familias que compartan un ancestro comn, llamado Pater Familas y que por ello compar-tan el mismo nomen. El nombre de familia se sola aumentar con el cogomen como Csar o Magno, en Gaius Iulius Caesar o Gnaeus Pompeius Magnus, respectivamente que en origen es el apodo de un individuo destacado y que vendra a aumentar el apellido. El nomen marcaba un linaje; el cognomen, una caracterstica. Los ape-

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    llidos modernos incluyen este doble sentido. Pero en la antigedad el apellido no siempre bastaba para fundar el nombre de las gentes. Por ejemplo, Eneas funda lo que sera el pueblo Latino, pero el gen-tilicio viene por el rey Latino, padre de Lavinia, esposa de Eneas; verdadero fundador, pues, ste y no aqul representaba el arquetipo del rey conquistador. Quien funda un pueblo es el padre de ese pue-blo, Moiss tambin un extranjero es el padre del pueblo hebreo, pues es el padre legislador. Eneas es el padre de los romanos, ya que es el padre guerrero; Bolvar Libertador, legislador y guerre-ro, Moiss y neas, es nuestro padre eterno. De all que seamos la nica Repblica moderna que actualmente tenga en su designa-cin oficial un apellido particular, y un apellido no slo usado como nombre sino como cogomen, el nombre de un rey heroico. Repblica bolivariana de Venezuela significa as que todos los venezolanos descendemos de Bolvar, Libertador, y slo por esta descendencia somos venezolanos; Bolvar es nuestro supuesto gentilicio, nuestra gens. De all que no ser bolivariano y ser aptrida resulten ser a la larga la misma cosa.

    Si Guzmn Blanco es el responsable del mito bolivariano, Chvez Fras es el responsable de su parusa, haciendo del mito tambin una gentica que lleva al hroe a estar entre nosotros como una revela-cin. Los orgenes del mito bolivariano y su apoteosis guzmancista estn muy bien documentados y analizados en historiadores como Germn Carrera Damas o pensadores como Luis Castro Leiva. Re-mitimos a sus escritos para este problema. Lo que s nos interesa de un modo esencial es la localizacin de los hijos de Bolvar en la re-lacin anfibolgica formada por la soberana nacional y la autoridad del pretendido gobierno revolucionario.

    Poniendo que la hiptesis de Carrera Damas acierte en afirmar que el culto oficial a Bolvar es un culto para el pueblo que encuentra su eco posterior en el culto del pueblo (Carrera: 280-292), podemos an dar un paso ms en las consecuencias lgicas y decir que el culto a Bolvar no se construye para idolatrar a Bolvar sino para crear, para inventar o para instrumentalizar a un pueblo, que es en definitiva la funcin m-tica del hroe. El culto a Bolvar es el mito que crea al pueblo venezo-lano: negros, blancos, pardos, cultos y analfabetas tenemos en comn,

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    desde finales del siglo XIX, ser hijos de Bolvar. No es la lengua, el acervo cultural, o incluso la raza, la etnicidad si queremos usar un trmino bastante menos problemtico, sino la filiacin, el agente que produce este efecto de identidad nacional, primero, para devenir posteriormente en identidad popular: la Nacin que cre Bolvar, segn Guzmn, engendrar el pueblo eterno ms de un siglo despus con la llegada al poder de Hugo Chvez. Y ello no deja de tener cierta co-herencia si pensamos el carcter de castas en que se encontraba an la Venezuela postcolonial. Ser slo luego de los devastadores conflictos federales cuando este pueblo recin creado se concebir a s mismo como pueblo mestizo. Bolvar se volvi as nuestra nica identidad, nuestro nico asunto realmente pblico, nuestra unidad republicana; pero, ms all, la nica garanta de continuidad como nacin desde el punto de vista de la eficacia simblica. Bolvar no es una persona sino porque es la cosa pblica. Y de ella emana, as, un ideario que encuentra en su corpus bolivariano todos los elementos que encarna-ran a este pueblo, que le daran identidad a las contradicciones: somos retazos de esclavos dispersos de la inmensa frica, fragmentos de in-dgenas que se odiaban entre s, esperanzas vidas de blancos criollos y blancos de orilla, oleadas de emigrantes de todas partes de un orbe deshilachado por dos guerras mundiales. Y, sin embargo, en Bolvar encontramos una unidad trascendente y fundacional, teolgica que, segn Castro Leiva, nos otorga el sentido de legitimacin ms protei-co de toda nuestra historia republicana:

    Invocar el ideario de Bolvar es no solamente necesario sino inclusive suficiente para despertar en la conciencia el sentimiento de su intrnseco y sublime valor. De esta manera la razn asiste o sirve a la fuerza de lo sublime que es propia del llamado tico-sentimental. Mientras ms vehemente o intenso sea el fervor bo-livariano, mientras ms patetismo se le imprima a la excitacin de nuestra conciencia poltica por efecto de ese sentido moral, ms certezas tendr la sentencia tico-poltica que le sigue. Por ello ms apodiciticidad o carcter de certeza abrogar para s La Razn prctica o la desnuda voluntad que de all se deriva patti-camente (Castro Leiva: 160).

    Bolvar no slo es el gran legislador, el hroe y el padre, es la esen-cia de la legitimidad poltica. Nuestra voluntad general (Rous-

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    seau) como pueblo es as la voluntad de Bolvar y de all la de Guz-mn, la de Gmez, la de Chvez, etc. Este carcter apodctico de Bolvar como funcin originaria, constituyente de la Repblica, se vuelve, no obstante, necesariamente aportico en su representacin constitutiva. Esto significa que el pueblo representado no es un representante en s mismo sino un signo de un pueblo futuro que an no cumple el designio del ideario bolivariano, el deseo del padre. De all que una voluntad no bolivariana termine siendo una voluntad aptrida, pues la patria supuestamente soada por Bolvar nosotros por cierto vivimos la creada por Pez viene antes de la voluntad popular. No es el pueblo quien cre la patria ese pueblo que tambin peleo junto a Boves, sino Bolvar; y es puramente por seguir la voluntad originaria de la gesta y el ideario bolivariano que se deviene pueblo.

    En resumen: Si Bolvar fue la manera que consiguieron las clases dirigentes del siglo XIX para acabar las secuelas de las guerra federal y unir a los mestizos en torno a un solo proyecto nacional (Guzmn Blanco), el chavismo es la subversin de las lgicas de clases pero dentro del mismo proyecto oligrquico guzmancista: ahora los mesti-zos y las clases pauperizadas les exigen a los blancos criollos y a las clases dominantes que sean hijos de Bolvar, como lo son ellos, si quieren tener patria.

    Esta inversin del guzmancismo se refleja en las palabras de Hugo Chvez cuando seal el 24 de julio de 2012, a propsito del deve-lamiento oficial del rostro reconstruido de Bolvar, lo siguiente: Te-nemos un compromiso que va en nuestros genes, la lucha que nunca termina. Nosotros estamos obligados, como hijos de Bolvar, a hacer de Venezuela una patria grande y que sta, nuestra patria, contribuya a formar una patria mucho ms grande que es la patria latinoamericana y caribea1.

    La patria es as una utopa, el no lugar del sueo de un hombre. La patria en nuestros genes es la patria en los genes de Bolvar.

    1 Agencia Bolivariana de Noticias, 25 de julio de 2012.

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    2. El sujeto gentico de la revolucin

    Pero quin es este sujeto que lleva en sus genes la patria de Bol-var? En su ltimo gran discurso de masas, el 03 de Octubre de 2012, cerrando la campaa electoral de las elecciones que ganara el 7 de octubre, Chvez exclamaba:

    Aqu estamos los hijos de Guaicaipuro quin se siente aqu Guai-caipuro? Todos somos Guaicaipuro y su grito de guerra contra el imperio espaol ana Karina rote (...) de ah venimos nosotros, de la resistencia aborigen, de la resistencia india, de la resistencia negra, de los explotad