Revista la Santísima Trinidad - cuarta edición

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LA SANTÍSIMA TRINIDA E LAS CUATRO ESQUINAS D Año I edición número 4 marzo del 2009

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Revista la Santísima Trinidad de las cuatro esquinas- cuarta edición - Marzo del 2009. Literatura Chilena.

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LA SANTÍSIMA TRINIDA

E LAS CUATRO ESQUINAS

D

Año I edición número 4 marzo del 2009

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Año I Cuarta Edición – Marzo del 2009

Editado en Arica- Chile 2009

Diseño: Violeta Fernández Riquelme y Daniel Rojas Pachas.

© Cinosargo

Contacto: [email protected]

Web: www.cinosargo.cl.kz

© La Santísima trinidad de las cuatro esquinas

Web: http://trinidaddecuatroesquinas.blogspot.com/

Todos los derechos reservados ©– Sol E. – Oliver Beltrán – Violeta

Fernández y Daniel Rojas Pachas.

Editorial Cinosargo by Daniel Rojas Pachas

Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras

derivadas 2.0 Chile

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Sumario

DANIEL ROJAS PACHAS:

-HACIA UNA INTERPRETACIÓN LIHN-GÜÍSTICA DE:

ENTRE CAÍN Y ABEL.

-CÁLLATE VIEJO E´ MIERDA

RODRIGO RAMOS BAÑADOS

-CARTAS PARA VIVIANA

POESÍA

-POEMAS INÉDITOS DE H.H MONTECINOS.

NARRATIVA

-SACANDO VIRUTA DE GERMÁN MARÍN

Unas breves palabras acerca de esta edición...

Proponemos nuestro cuarto número de Revista La Santísima

Trinidad de las 4 esquinas en pleno punto de efervescencia

para nuestro sello editorial digital; estamos prestos a cumplir

un año de vida y que mejor celebración que pasar del medio

virtual al papel; nuevos proyectos esperan a nuestra empresa

cultural independiente, en este panorama, no podemos dejar

de lado a la literatura chilena, por ello, en esta versión de La

Santísima, traemos un nuevo aproximamiento a Lihn, una

original propuesta novelísitica desde el norte grande, poemas

inéditos del joven autor H.H Montecinos y la narrativa de

Germán Marín junto a la crónica dura de Rodrigo Ramos

Bañados como autor invitado desde Antofagasta.

Esperamos el número sea de su agrado.

Cinosargo tiene la palabra y la Santísima el silencio...

Sol. E. Díaz

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El cuento entre Caín y Abel publicado en la colección La República Independiente de Miranda" editada por

Sudamericana en el año 89 nos presenta como posible lectura, una historia o más bien un testimonio

emanado del interior de una mente atiborrada, profusa y lúcidamente crítica cuyo discurso está compuesto

por una serie de intertextos cruzados que procuran generar dentro de la unidad del relato, gracias a sus

estrategias transtextuales, recursos polifónicos (multiplicidad de voces) e ironía, una condición de

descreimiento, fragmentación, y desacralización del mito en general. En otras palabras, el autor, valiéndose

del lenguaje busca desde la propia literatura y narrativa (dos de los mayores mitos humanos) combatir, la

noción de totalidad, integración y autonomía idéntica a si misma, que todo texto pueda tener.

Para comprender esto de mejor manera, vale la pena señalar lo que Barthes entiende por intertexto: La

intertextualidad en la que está inserto todo texto, ya que él mismo es el entretexto de otro texto, no debe

confundirse con ningún origen del texto: buscar las 'fuentes', las 'influencias' de una obra es satisfacer el mito

de la filiación, las citas que forman un texto son anónimas, ilocalizables y, no obstante, ya leídas antes: son

citas sin entrecomillado. (El susurro del lenguaje. "De la obra al texto")

Esta noción del teórico francés debemos relacionarla además con la concepción que en su teoría, tiene el

sujeto, visto también como un texto, como realidad atravesada por una multiplicidad de discursos, los cuales

se confrontarán en la interpretación, con las voces no menos disímiles que subyacen en el relato: (...)

yo no es un sujeto inocente, anterior al texto, que lo use luego como un objeto por desmontar o un lugar por investir Ese 'yo' que se aproxima al

texto es ya una pluralidad de otros textos, de códigos infinitos, o más exactamente perdidos (cuyo origen se pierde).

Esto sin duda afecta al fenómeno mismo de lectura-escritura, pues no estamos ante textos como códices irrestrictos y cerrados sino ante

verdaderos mundos posibles y complejos que se actualizarán de acuerdo a un proceso que tiene una variedad de filtros y cristalizaciones, lo cual

no es menor pues refuerza la tarea activa del lector y hace imposible apelar a un criterio tajante que por autoridad, sustente una mejor lectura o

teoría. Barthes agrega al respecto que el valor de una lectura está por verse. Por su parte Lihn, como sujeto ultra-consciente, como intelectual que

combate sus propios razonamientos y su rol como creador, debatiendo en sus páginas el proceso de escribir y asimismo el poder ambiguo y tantas

veces reduccionista de la palabra. Se pregunta: ¿Cómo esta afecta su identidad y la de los otros?, ¿Cómo se desdobla su persona y cómo cada

texto, poema o narración, en su calidad de ficción crónica testimonial, dialécticamente atrapa una porción de vida, un lugar, una imagen, y a su vez

nos re-escribe, desterritorializa o diluye? Al respecto, Roberto Bolaño en un artículo titulado “Unas pocas palabras para Enrique Lihn” señaló sobre

su compañero escritor y su voz; lo siguiente: Esa voz, sin embargo, no sale del infierno, ni de las profecías milenaristas, ni siquiera de un ego

profético, sino que es la voz del ciudadano ilustrado, un ciudadano que espera llegar a la modernidad o que es resignadamente moderno.

Hacia una interpretación Lihn-güística de: Entre Caín y Abel

por Daniel Rojas Pachas

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Enrique Lihn asume con integridad su condición de ser pensante, ello lo lleva a cuestionar hasta el hartazgo y con un pesimismo no de fatalidad,

sino de urgente lucidez, su época, el mundo, su propia existencia; la realidad en su completa dimensión. Lihn es por antonomasia, un gran

desmitificador. Ello lo ubica en una posición inusual en las letras de América y sobre todo en Chile, al punto que incluso hoy; resulta una figura de

capital extrañeza frente al ordinario interés de los escribidores que ponderan como feudo seguro y sustentador de su formula, el exponer y destilar

vivencias, lugares y personajes. Un imperar de tópicos y comunes asentamientos por encima de siquiera una ligerísima exploración e inmersión

en los avatares del mismo acto creativo. Suerte de obsesión meta-literaria que en lo absoluto se sustrae de la vida de forma burguesa y auto

contemplativa sino que por el contrario, somete al universo en su completitud, bajo una óptica cínica conjugando con hondura diseño, trama y

diégesis en un verdadero desafió al lector y por sobre todo, como un reto para el creador y su quehacer cual último interprete y decodificador de lo

que se entiende por verdad. Así lo demuestra el cuento “Entre Caín y Abel”, cruzando toda superficialidad y petrificación.

En el relato, Lihn alude no sólo a la historia clásica de fratricidio sino también a otras parábolas, narraciones interconectadas como la que atañe a

la expulsión y exilio del paraíso. En concreto, al génesis y nacimiento posterior de la utopía, concepto platónico y símbolo de un lugar idílico que la

mente humana enarbola desde la caída de Adán y Eva.

Vivo a empavorecida distancia de las ruinas del paraíso. Este se convirtió, obvio es decirlo, en el lugar que no hay.

El autor chileno se refiere al surgimiento del ideal, Arcadia que hasta el día de hoy, el hombre sostiene hacia aquel espacio que no existe, el no

lugar que nos persigue en los más secretos anhelos y febriles delirios producto de la razón. Pues la causa directa y recriminada por el mismo

narrador a sus padres, es la tentación sufrida por los llamados progenitores de la especie y que les condujo indefectiblemente a morder del árbol

de la ciencia. En definitiva, la pérdida de la pureza en Adán y Eva; creó la “muerte” esa nada que tanto inquieta al autor, y a la cual suele robar

ciertos secretos con su oficio de escritor, en cuanto a Caín, al atentar este contra su hermano dio sustento al crimen.

El primer párrafo del texto exalta literalmente estos correlatos del alejamiento de la gracia y perfección divina, de esta forma y apoyado en el título,

la narración nos contextualiza nos remite a los mitos bíblicos: Desde que mis padres inventaron la muerte y yo el crimen, no ha pasado una

eternidad: ha pasado, en poco tiempo, cientos de años Sin embargo, rápidamente Lihn da rienda a su juego de desmitificación al plantearnos la

atmósfera en que verdaderamente discurre la historia y discurso de Caín, no cualquier Caín sino Caín González de la Sota cuyo espacio vital es

propio de un hombre moderno, ligado en gran medida a los cuestionamientos de un intelectual errabundo y cosmopolita de paso por los Estados

Unidos. La alusión a calles, universidades y el empleo de ciertos extranjerismos, nos remontan a la poesía que el autor presenta en A Partir de

Manhattan y otros libros de su autoría como Pena de extrañamiento.

A la re-interpretación de los mitos hay que agregar, aún dentro de la esfera familiar del personaje, la relación afectiva que sostiene con sus

progenitores, nexo que se orienta en un sentido Edípico. Lihn congrega un nuevo mito al erotizar la figura de la madre. Eva aparece como un idilio

frustrado que se libra a través del amor carnal, autodestructivo e imposible frente a la imagen del padre que funge como símbolo estigmatizante y

estigmatizado que remite a ausencia y degradación. Fácilmente se puede afirmar que los códigos propios de Lihn, poeta de paso, ultra-consciente

y sumamente crítico, se suman a la condición de decadencia del personaje, con las desviaciones y requerimientos, que ha edificado en una

personalidad a fin de enfrentar el esqueleto temático y motivos ulteriores que los antiguos relatos proveen.

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De la especial ecuación emerge bajo una satírica mirada; la alusión a un sistema de vida degradado y autodestructivo: prostitutas,

depresión, quiebra monetaria, vida disipada que en un sentido dionisiaco y en abierto contraste se entrelaza complementando aquellos

parajes y momentos de la escritura, propios de los textos fundacionales. (…) yo era un becario de la Universidad de Columbia.

Aprendía el inglés, me distraía de mi desesperación frecuentando, con una Biblia en el bolsillo, los bares y prostíbulos, si así pueden

llamarse a esas sucursales en el Village de Sodoma y Gomorra, en las cuales existe un margen de gratuidad, hasta de inocencia.

La oposición es evidente, Sodoma y Gomorra y lo que estos nombres comprenden connotativamente se mezcla con el estilo de vida de

esta versión de Caín; sus costumbres y las calles perdidas y periféricas que recorre en la ciudad o en los extramuros del paraíso como

declara para luego, tras aludir una vez más a la inocencia perdida, achacar a sus padres el jamás haber gozado de aquel espacio de

sueño, pues él, es propio de una segunda generación, la de los exiliados.

(…)perdí ese misterio, ese espectáculo. Ella me habría impedido disfrutarlo, dócil a la voluntad (ahora rota o nula) del agonizante que

me había arrojado a un exilio en segundo grado: no ya del Paraíso sino de sus extramuros. Y al trabajo.

Esta condición de víctima o producto del fin de todo esplendor lo hace formar parte consciente de una generación que vive asumiendo

la razón como descreimiento. Una mente que analiza y está al tanto del fracaso que ha sufrido el proyecto ilustrado en todas sus aristas.

No hice mi master en Nueva York, perdí el doctorado, la Academia. Desistí, por quiebra moral, de los negocios: Importadora de Frutos

Tropicales de Caín y Abel and Company. Me fui empobreciendo hasta la miseria, acepté el werfare. Envejezco de una manera ruin. No

he publicado nunca un libro. Mis hijos no quieren saber nada de mí.

Con certeros ribetes postmodernos esta re-escritura que Lihn hace de Caín, revisa a través de un cínico discurrir el proyecto

racionalista, la otra gran utopía, el sueño de Rosseau y su evidente caída.

Se supone que el arrepentimiento y la tentación me han enloquecido. Que mi existencia es un suicidio diferido y consumado a la vez,

de día en día.

A fin de cerrar su discurso, el texto presenta dos afirmaciones que nos envuelven a todos como parte de la misma trágica broma, como

parte intrínseca de un mundo en decadencia. Pese a cualquier tipo de evasión o negativa que pretendamos oponer, formamos parte del

decurso de Caín, de su escritura de la realidad.

Hacia una interpretación Lihngüística

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Es así pero de otra manera. En alguna parte soy una celebridad; he escrito libros que todos leen sin

saberlo, impresos en el aire. Sin embargo bajo la misma premisa y antes de concluir, esta

consciencia vuelve a la escritura señalando el proceso como un aliciente inevitable, destaca la

atadura del lenguaje y la historia humana, frente a la indefinible y absurda locura de existir Me

retiene en esta ciudad -la de mi ruina- contra el amor fulminante una elaborada forma de la muerte:

el despreciable pero invicto decurso y discurso de la literatura.

Finalmente el relato sintetiza la intención de Lihn por contradecir el principio totalizador e integral de

los proyectos y discursos de corte mítico estableciendo vasos comunicantes con uno de los

maestros de la ironía intertexual y del palimpsesto a nivel universal, con la frase: A la manera de

Borges.

Pues no por casualidad se alude en la historia al escritor argentino maestro del palimpsesto, Borges

produce su literatura de modo hipertextual, como “una red potencialmente infinita de conexiones”.

Según escribe Jaime Alazraki en su ensayo “El texto como palimpsesto. Lectura intertextual de

Borges”, las obras de Borges funcionan como espejo que invierte o revierte historias ya contadas.

Para Borges escribir es releer un texto anterior, es reescribirlo.

Las historias (hipotextos) que Lihn conecta y nos plantea desde otra óptica, no pierden su hondura, la profundidad del sentir que originalmente

proponen, al contrario alcanzan nuevas cuotas gracias al hipertexto, el cual arroja nuevas luces, nuevas lecturas que amplían el sentido o en

algunos casos lo restringen para conveniencia del creador y el diálogo y caminos a los que pretende orientar a su posible receptor. Volviendo a

Borges, nos queda más clara la noción de re-escritura si observamos como señala, Mariel Ortolono la siguiente cita: En la prosa Los cuatro ciclos

de El Oro de los tigres Borges afirma que la literatura narra eternamente las mismas cuatro historias: la historia de una guerra inútil_ la Ilíada_ , la

historia de un regreso _la Odisea_ , la historia de una búsqueda condenada al fracaso_ la de Jasón y el Vellocino o la de los caballeros de Arturo

que buscan el Grial en vano; por último, la historia del sacrificio de un dios_ Odín sacrificado a Odín; Cristo, sacrificado por los romanos, El mismo

a Sí mismo, reflexiona Borges. El germen de todas las historias reside en esas cuatro historias y la literatura no hace más que re-contarlas,

reformularlas, transmutar sus motivos, sus valores, pero, en esencia, siguen siendo las mismas.

En base al cuento de Lihn podemos plantear que el hombre en sus grandes discursos e historias, y en sus acciones orientadas por esos grandes

mitos, aparece cautivo, entre Caín y Abel, entre la razón y la inocencia, descreído, absorto en el eterno retorno que todos los hijo de la razón,

exiliados del paraíso cumplen al asesinar a su arquetipo fraterno de inocencia. Todos llamados a matar a su Abel al ser contaminados por el

lenguaje y sus laberintos, por la conciencia y la re-escritura del mismo mal hasta el infinito. Como dice el narrador, estoy cautivo en… las murallas

de adentro y de afuera (…) páginas de un libro de blasfemias que se escribe y reescribe como un palimpsesto, noche y noche.

Autor: Daniel Rojas Pachas

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Acusamos recibo de un adelanto del nuevo libro del poeta Héctor Hernández Montecinos, presentamos una muestra de la obra, poemas escritos y una serie de colages en papel.

ALTERACIÓN Y ALTERIDAD

Compadre:

bájese los pantalones

apúnteme. aciérteme en el paisaje fallando. yo pondré luego una pastilla debajo de la lengua.

me apuntó pero no me miraba. no era mi pecho frente a él. apuntaba a nuestro

pasado antes de estar juntos. un hilo de sangre cae. en la comisura de los labios.

la pastilla me dan ganas de ser él.

y luego ella

y la vida juntos

compadre:

bájese los pantalones (con todos sus significados). hágame sentir huérfano

matando al padre y a la madre. dentro de mí. autor y autoridad: mátalos

entra

sale

dispárame en el ojo. en la sensación de observarte. cloro y estilo dirían por ahí.

blanca inhalación de mente. todo huele como una voz en dos partes. en dos días.

hoy escribo por casualidad. desperté con los tornillos en la cabeza.

la nominación. equivocarse en el momento más oportuno. no sé cómo se llama este arte. ni mi conciencia.

hoy desperté con las sábanas quebradas

el aliento a iglesia

y el cabello muerto

los ojos envician. él abajo. yo adentro. devenir y pulsión son una amalgama de

necesidad. ya no leer. el cerebro es vicioso. una herida que llama a besarse.

minerales en la garganta. desde la nariz todo es caer. desde los ojos todo es

reescritura.

abuso

locura

extensión de la piel (papel)

halo de sangre

todo se mueve

en silencio.

POEMAS INÉDITOS DE HÉCTOR HERNÁNDEZ MONTECINOS DEL LIBRO NGC 224

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POEMAS INÉDITOS DE HÉCTOR HERNÁNDEZ MONTECINOS DEL LIBRO NGC 224

AUTORIZADO A LA INVISIBILIDAD

Me obligo y escribo

para no perderme el momento de las heridas

sobre el libro de los desórdenes,

que destruye páginas en mi cráneo

metiéndole aire a la acrobacia

de tirarse al vacío

con un lápiz entre sus dedos

aunque la noche y su hondura

sean una estrategia para la ruptura

que significa acarrear palabras

y alejarse a terminar un patio de piedra

donde uno y otro se leen

en la extrañeza de lo propio y lo ajeno,

como los rubíes y la sangre.

Lectura de dos ojos

de dos manos

en dos creo más que en mí

dos hemisferios norte y sur del deseo;

el poema es soledad

pero nunca está solo,

los músculos de la necesidad se ejercitan

sin que uno se dé cuenta,

cualquier dolor es la excusa

para un dolor mayor que se nos estaba olvidando.

Cerrar el libro y declinar

para que la muerte resuelva todo

bajando la velocidad de los líquidos

que gotean por una escalera

ubicada entre mi cerebro y mi autoría.

El papel es un temperamento

de una velocidad desconocida,

salir de aquí o quedarse con él

renunciando a todo lo que tenga nombre

porque las palabras son una trinchera

agazapada en la incertidumbre.

Permutación: país o casa

¿para qué definir?

Lo que se habla tiene toxinas

y moribundo es todo lo que se ha dicho,

lo que hay entre tú y yo

es un viaje por el lado equivocado

de todo lo que significa esconderse.

Se mira lo que se quiere

y se observa lo que se necesita

¿me ves aquí?

HÉCTOR HERNÁNDEZ MONTECINOS. (Santiago, Chile, 1979).

Licenciado en Literatura. Doctor en Filosofía mención Teoría del

Arte. Sus libros de poesía editados entre el 2001 y el 2003 aparecen

reunidos en [guión] (LOM: Santiago, 2008), que es el primer

volumen de su trilogía La Divina Revelación; [coma] (MANTRA:

Santiago, 2006) es el volumen siguiente y reúne su trabajo poético

del 2004 al 2006. Además han aparecido los siguientes libros

recopilatorios de su extensa obra Putamadre (Zignos: Lima, 2005);

Ay de mí (Ripio ediciones: Stgo, 2006), La poesía chilena soy yo

(Mandrágora cartonera: Cochabamba, 2007), Segunda mano

(Zignos: Lima, 2007), A 1000 (Lustra editores: Lima, 2008)

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-Recuerdos para la vivianita que en paz descanse. Roly.

Las animitas pueden describirse como oratorios populares que cumplen como intermediario entre lo terrenal y lo sobrenatural. Entonces el fallecido -

casi siempre en terribles circunstancias- y motivo de la animita rogará a los espíritus mayores dónde esté, en este caso en el cielo, por la

buenaventura de quien pide. Estas creencias parecen más agudas en contextos de supervivencia o de pobreza. De ahí el culto a los santos o a las

animitas en Alto Hospicio.

-Hola Viviana: te quiero decir que me disculpes por dejar este desastre el otro día. Ojalá a ese viejo culiao que te violó y te mató que le hagan lo

mismo en la cárcel. Chao.

-Dejo este recuerdo a la Vivi que no conocí, pero te pido un favor CUIDAME EN HOSPICIO. El Puente Juan.

-Hola Viviana, soy yo de nuevo, el Fabián. Vine con unos amigos y vamos a subir el cerro como siempre bueno te pido que nos cuides y que no nos

pase nada. Chaooo. Fabián.

En Alto Hospicio llamar a Dios cuesta una osito de peluche o alguna muñeca. Las intermediarias son las chicas asesinadas por el sicópata Julio

Pérez Silva –quien cumple reclusión perpetua en la cárcel de Acha, Arica-. En este contexto maniqueo, Pérez Silva es el demonio por el acto de

asesinar y violar a una decena de chicas aprovechando el contexto de la pobreza extrema y la soledad desierto como el mesón de la carnicería.

-Hola, somos la Nicole, la Evelyn y el Tata que siempre te vienen a ver. Sabes nos sentimos medios ajenos porque no te conocimos y habría sido un

dolor muy grande haberte conocido y yo y mis amigos te deseamos lo mejor estés donde estés y si puedes te vamos a pedir un favor. Nuestras vidas

no han estado del todo bien ya que hemos estado un poco solitarios emocionalmente y no hemos sido responsables con nuestros deberes

terrenales, queremos poder terminar nuestros estudios y queremos que todo nos salga bien. Bueno, puedo agregar que yo por mi parte no creo en

los milagros, pero por si acaso. Sin más palabras, con harto cariño y patudez, nosotros, jajaja

-Hola, nosotros te vinimos a ver desde Santiago, estamos aquí escribiéndote estas líneas, esperando que tu alma esté con nuestro señor, Adiós.

-Hola, que tu alma esté con Dios y espero que así sea. Que Dios te bendiga y protega a mi hijos desde el cielo y a mi familia, que por medio de ti,

Dios nos cuide.

Viviana Garay fue una más de las víctimas del sicópata de Alto Hospicio, caso que conmovió a Chile en . Cuando subió al vehículo de Pérez Silva,

Viviana Garay, como las otras chicas, estudiaba en el Liceo de Alto Hospicio. La desaparición de Viviana marcó el antes y después en este caso,

pues su padre, hoy concejal de Alto Hospicio, realizó intensas gestiones para cambiar la versión de la policía respecto a que las chicas integraban un

red de trata de blancas. Posteriormente un confeso Julio Pérez indicó el lugar donde estaba el cuerpo de Viviana. Hoy el lugar está transformado en

una animita en medio del desierto. Desde la animita extraje, a modo de préstamo, uno de los cuatro cuadernos donde se pueden leer peticiones e

historias.

CARTAS A VIVIANA por Rodrigo Ramos Bañados

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-Hola Viviana. Aquí estoy con mi esposa y dos de mis 11 nietos, Maykol y Abraham. Ellos hace meses que no vienen a verte porque

estaban viviendo en Iquique. Ahora están con sus abuelos aquí en la pampa. Te traigo agua, nos es mucha, pero alcanza para regar las

plantas. Ayúdame Viviana en conservar mi trabajo y yo siempre vendré a visitarte hasta el día que Dios nos recoja y deje esta vida. Bueno

Vivi debo retirarme y para la próxima traeré más agua.

-Viviana hoy quisiste que conociéremos donde estaban tus restos porque aunque tu cuerpo no esté aquí, tu alma descendió. Dios de

perdón a quien te hizo esto porque su alma no está tranquila, pero la tuya sí, porque estas con Jesús-.

Es difícil hallar la animita de Viviana, a pesar de que está ubicada a alrededor de 800 metros del radio urbano –sector La Negra, de Alto

Hospicio-. De la nada surge un sofá de los años 80 y después un montículo amorfo, a simple vista, que luego se descompone en 50 o más

peluches desteñidos por el sol. Los peluches y los cuadernos –ásperos al tacto- ya adoptaron esa textura de corcho. El barniz amarillo de

la soleada está en todos los rincones de este santuario de cartón y a corta distancia, parece un camuflaje que puede hasta desviar la ruta

hacia los precipicios que dan hacia la costa. El jardín es de flores amarillas, todas de plástico; luego la tierra deja ver botellas vacías de

agua y latas de cerveza. La cruz cierra los ángulos.

-¡Hola Viviana! Al fin llegué con mi esposa, pero ahora no traigo a mis nietos. Te traigo más agua que la vez pasada. Gracias Viviana porque aún

sigo con trabajo ¿Sabes? Votaron a cinco serenos que llevaban más de 1 año trabajando y me dejaron a mí que el 13 del presente recién cumplo

dos meses ¿Qué tal? Mientras yo esté trabajando siempre vendré a visitarte, y el día que me despidan visitará a tu padre para que me ubique en

alguna parte de la municipalidad ¿Qué te parece? Bueno hija, yo ya me estoy retirando y vendré la próxima semana. Chao ¡Acompañame!

-Hola Vivi, recién vine a conocer dónde estás tú en tu grutita. Te pido de corazón que ayudes a mi familia y mis hijos para que se arregle mi situación

con mis hijos. Gracias.

-Yo vine a visitarte porque deseaba saber donde te hicieron daño. Te recordamos con mucha tristeza y a la vez que se haga justicia por el daño que

te hicieron y cuida a todas las niñas. Con Cariño, Claudia, Valeska, Gabriela, Carmen y María.

Page 12: Revista la Santísima Trinidad - cuarta edición

La tapa del cuaderno está quemada por el sol. Fue un cuaderno universitario, marca Torre. Lo elegí al azar entre los cuatro de su tipo que había.

Todos los escritos redundaban en lo mismo: peticiones y saludos. Lo que sale de lo común en lo escrito, por lo menos, en este cuaderno, es la

introducción de una obra de teatro –tipo cuento negro- para posteriormente desembocar en ordenamiento de dramaturgia. Son 30 personajes que

viven en la población Santa Amalia, uno es el negro Juan, microtraficante de la zona y los otros dos personajes son el cuchilla, peligroso

delincuente acusado de homicidio y el otro personaje es el choro nene, fiel acompañante del cuchilla, tiene cargos por transporte y consumo de

droga y el último personaje es Aquiles, reconocido microtraficante del Norte de Chile.

-Hola Vivi, te pedimos que nos cuides de la gente mala de este mundo. Dile a mi padre que siempre lo amaré y cuidaré a mi madre como él lo

quería. ¡Tu muerte no fue en vano! Nos veremos en la otra vida. Danos mucha suerte. A mí y tu tía. Maritza Garay y Manuel.

“Sólo le pido a Dios que tenga piedad con el alma de este ateo”, epitafio de Miguel de Unamuno.

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..... Esa mañana esperaba tranquilo la jornada en casa, al margen de las preocupaciones de la calle,

dispuesto a continuar la novela que, casi a diario, escribía sin apuro de forma manuscrita. Una cuartilla

al término de trabajo me dejaba satisfecho, aunque la cantidad no era excesiva, lo cual distaba de

preocuparme pues más que nada me interesaba el proceso, la generación misma de inventar. El brillo

del verano todavía estaba presente tras la ventana, pero si observaba el cielo con alguna detención,

se advertía para mi desánimo como empezaba, siendo aún mediados de marzo, a formarse una

densa niebla de esmog, cada vez más extensa, que persistía durante meses. Recordaba que el

contorno nunca me había influido, ni siquiera cuando paraba en Buenos Aires en unas melancólicas

piezas de hotel cuyas vistas daban casi siempre a patios interiores. No obstante hoy ese estado de

ánimo era distinto debido quizás a la edad. En cualquier caso, gozaba todavía esa mañana de la

posibilidad de contemplar los árboles de las casas vecinas, cargados de unas hojas que, frente al

próximo cambio de estación, resultaban cada vez menos verdes y tiernas. Sin embargo,

resplandecían bajo el sol, translúcidas aún. Esos momentos antes de sentarme a trabajar me

provocaban cierta inquietud pues, a pesar de acmpañarme el deseo de retomar la escritura, algo

extraño, torvo, me susurraba que dentro de un instante comprobaría que las palabras se habían

secado en mí. No tendría nada más que decir, echado a este lado estéril de la vida, si es que alguna

vez había poseído aquel don. El silencio que me rodeaba solo era interrumpido apagadamente por el

ruido que venía del edificio en construcción a la vuelta de casa, en la cale Matilde Salamanca, pues

acostumbrado desde meses a escuchar esos golpes monocordes y grises no hacía caso de ellos,

como tampoco de la música populachera de una radio que, más o menos a esa hora, sintonizaba

alguien del barrio. En fin. Empero respiraba satisfecho ese día a mitad de mañana, libre de todo

compromiso laboral, sin obigación de salir a aturdirme, donde sentía cada vez con más fuerza el

rechazo que me causaba Santiago. Evitaba incluso los cafés que me resultaban familiares ya que,

aparte de considerarlos tediosos, de mal servicio al cliente, me topaba con unos grupillos de la movida

que prefería eludir pues, al tanto de sus vidas, repetían las mismas monsergas. En consecuencia era

mejor seguir de largo a casa, donde nadie me provocaría la ansiedad de preguntarme algo, de

invadirme con su presencia inoportuna. El llamado telefónico interrumpió el soliloquio en que estaba

sumido frente a la ventana y, a decir verdad, no solo representó cortarme el hilo de aquel momento de

introspección sino que condujo principalmente a crearme un desordenado ovillo que, como se verá, no

desenredé a través de las semanas. Todo se debió a una ligereza mía motivada por el imprevisto de

ese llamado telefónico que nadie me obligaba a contestar. El representante de la Editorial Alfaguara,

un señor Sandoval de quien no sabía nada, me expresó luego de las formalidades, quizá con algo de

timidez, el interés de que participara en una antología literaria en preparación, dedicada por lo que

entendí a ilustrar diversas enfermedades mentales.

SACANDO VIRUTA

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Fue así como pensé en los casos de Nietzsche, de Artaud, en un repaso a los mitos que admiraba. Me habló de una fobia social que podía

desarrollar, agregándome que, para una mejor información acerca de esta, tomara contacto con el doctor Patricio Olivos mientras yo decía cómo no,

claro, sin atreverme a dar una respuesta negativa, él me documentaría ampliamente en una charla en su consultorio. En seguida se refirió cada vez

más seguro de sí mismo, a causa tal vez de mi retracción, luego de señalarme los honorarios por derecho de autor, que debía entregar el cuento

hacia el 30 del mes siguiente. Le queda tiempo me acotó la persona, de quien conocía solo la voz, pero que, a través del diálogo, empezaba a

imaginar su persona.

Cuando colgué el teléfono advertí que, aparte de haber dicho que sí contra mi voluntad, deseoso de ponerle término a la conversación, sentía en la

boca una sequedad como si hubiera cruzado el desierto. Había asumido un compromiso que podía llevar a un desenlace humillante, a una página

en blanco digamos, porque nunca había escrito por encargo acerca de un tema determinado. Tranquilo como estaba esa mañana de marzo,

dispuesto a proseguir en la escritura de la novela, de pronto había sido conducido a algo ajeno, distante, que me exponía por el pedido a un juicio

personal. Bajo el propósito de superar la interrupción indeseada, abrí el cuaderno escolar de líneas cuadriculadas donde pacientemente, aislado del

mundo en un pequeño departamento, pergueñaba de a poco el original titulado Cartago de manera provisoria. Tras intentar engancharme en este,

después de consumir un segundo o tercer cigarrillo, advertí que la molestia se colaba en mi inetrior y que, no obstante el propósito de rechazarla, se

adhería pegajosamente al recordarme el cometido a efectuar. Siempre he sido un tanto obsesivo al grado de que, mientras pensaba en dicha

persona desconocida, empecé a construir un retrato de esta, gravitante como ya se observará. Está demás que lo esboce en el marco de una

fotorafía pues, aparte del ceño entrejunto que imaginé en el posible rostro de aquel señor Sandoval, semejante por su anonimato al de cualquier

mortal que divisara por la calle, exhibía un gesto desdeñoso fácil también de encontrar frente a uno en la vida diaria, debido a lo cual esos rasgos

inventados me hacían identificarlo, pero, a la vez, volver conjeturable su imagen, tornadiza en la otra punta de la línea telefónica, como fue

agregarle por momentos una tibia sonrisa que veía amarilla. Ahora bien. Molesto conmigo mismo bajo el efecto de la interrupción, la mañana

transcurrió lentamente frente a la ventana, prosiguiendo hasta donde podía con el original de la novela al escurrirse lo que pretendía fijar, aunque

esto no era una novedad. A veces me sucedía en unos raros desplazamientos. El mal sabor del imprevisto se diluyó durante el día hasta solo

constituir algo así como un hilo de tabaco en los labios que despedí sin darme cuenta. A esa jornada en casa vino la siguiente, dedicada afuera a

diversos trajines algunos postergados, entre los cuales, si hago memoria, debía asistir a última hora a un acto social ineludible organizado por una

sociedad de beneficiencia, lleno de gente el salón de fiesta del que salí ahogado escapando a la primera. Dichas reuniones, formadas de pequeños

grupos, me hacen daño, pues aunque reconozca a algunos invitados me siento intimidado, evitando acercarme. Fue así como quedó atrás el

llamado del señor Sandoval al olvidarme por completo de él, arrinconándolo en la oscuridad a medida que pasaban los días, envuelto en la

preocupación de mis cosas cuyos altibajos me resultaban sabidos, aun cuando a diferencia del lapso de la semana anterior, la vida tendía ahora, no

sé por qué, a transcurrir de un modo más fácil, incluso más placentero, debido tal vez a la presencia de Mónica. Había regresado a Chile hacía poco

tiempo y, alojada en casa de una prima, me juntaba con ella llevándola a visitar, gracias a las tardes aún gratas, levemente tibias y rosadas, los

viejos lugares de antaño tales como el Parque Cousiño. La ciudad le resultaba casi desconocida al volver después de treinta años y prefería, como

me indicara, caminar por donde latían los recuerdos de su adolescencia, pues el otro Santiago, modificado o desarrollado durante esta ausencia, la

hacía sentirse extranjera. Mónica me agregaría que los años pasados en Bélgica sin acontecimientos, en blanco de pronto, le parecían robados de

su vida. A esta altura de los hechos cabe destacar que cierta noche, luego de ir a dejar a Mónica, tuve un sueño digamos más bien ridículo, aunque

a la vez inquietante, que, entre otros aspectos, me trajo la posible imagen del señor Sandoval, quien estaba bajo el dintel de una puerta que daba

aparentemente a cierto patio de colegio, custodiado desde arriba por unas garitas de vigilantes.

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Yo permanecía en una larga cola a la espera de entrar a clases. Más que sorprenderme la austera presencia de este, dedicado como inspector a controlar el

orden, me llamaba la atención aparecer confundido en medio del grupo de escolares, a mi vuelta al colegio según deducía de la escena que soñaba. Seguido

por esa mirada acusadora a la que rehuía, avanzaba paso a paso encadenado por la vergüenza, pues regresar a ese comienzo de la vida significaba muchas

cosas, entre otras la impostura mantenida como adulto y no digamos como escritor. El patio desolado cubierto de grava, semejante al que llamaban La Siberia

en el Internado Barros Arana, donde había sido alumno, se divisaba envuelto en la niebla de un día de invierno, emanado al parecer de muchos años atrás. Fue

un alivio despertar de esa angustia, volver a mí mismo sin el peso del fracaso, en que junto con sentirme un anciano irremediable en esa fila de colegiales me

sentía ridículo, casi obsceno, ya que no podía contener cierto temblor que acusaban las manos. El aspecto que la pesadilla dejaría como recuerdo era la

intranquilidad de haber asomado la figura de aquel señor Sandoval, a quien yo considerara desterrado de mis preocupaciones. Ahora a la luz del día tenía

presente otra vez, sino la persistencia de su mirada en la helada galería del patio, al menos la voz por el teléfono que, sin decir mucho, había logrado

comprometerme en algo que estaba lejos de los propósitos que me guiaban. Él constituía el prójimo desconocido al que no deseaba acercarme. Puestas así las

cosas me di cuenta de que, si algo debía escribir para sacarme de encima la molestia del encargo, podía ser el relato de aquel sueño tenido hacía pocas noches

a fin de demostrar, de cara al tema del libro, que a mí también me zumbaba algo. Redacté el texto con mayores o menores detalles y le puse como título

Sacando viruta, expresión acerca de quien arranca. Sobre todo me preocupé de reseñar el secreto, obvio cuando desperté, entre la mirada acusatoria del señor

Sandoval y la confusión que me embargaba, dispuesto a desaparecer de la fila que avanzaba de manera irremediable hacia la puerta. Dudoso del resultado

literario, abandoné las cuartillas en un cajón del escritorio, dispuesto a olvidarme de estas ya que, como además pensaba, solo eran cristalizaciones de un mal

sueño, residuos de una noche dejada a la zaga. Como advertía cada mañana a través de la ventana, adonde dirigía mi mirada para constatar el giro de la rueda

de la vida, el otoño avanzaba en una progresiva opacidad asomando los primeros grises de la extinción. Sin embargo, no había podido hasta ese instante borrar

de la mente a quien me llamara por teléfono, preocupado de la incapacidad de zafarme de él, pastoso como sentía su recuerdo a pesar de las semanas, pronto

a cumplirse el plazo que había determinado para que entregara el dichoso cuento. Seguro de que este tal cual quedara no llegaría a sus manos, decidí escribir

algo más amplio que por caso recogiera la vigilia existente hasta ahí pues, aun cuando deseara hacerlo invisible, aquel señor Sandoval proseguía siendo real y,

en los próximos días, debería conocerlo en persona en su oficina. No me sería fácil luego de todo lo ocurrido.

Santiago, 27 de abril de 2001

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Dentro de los lanzamientos que Mago Editores realizara a fines del año pasado

durante la feria del libro de Santiago, encontramos una novela publicada bajo la

colección “Viaje al fin de la noche” llamada “Cállate viejo `e mierda” la cual fue escrita

por Luis Seguel Vorpahl, narrador nacido en Pucón en el año 1955 pero afincado en

Arica desde hace más de tres décadas.

La presencia y deuda del título con el norte grande, es ineludible; no sólo por tratarse

del espacio vital del autor, sino por que este eligió la ciudad fronteriza como telón de

fondo para estructurar la diégesis y discurso central de esta, su segunda obra de

narrativa extensa.

De forma picaresca y socarrona Seguel Vorpahl equilibra la comicidad y el drama y

nos relata las peripecias de un escritor nortino paradójicamente llamado Gracio

Espejo, pues su porte físico poco agraciado ante el reflejo y la mirada del resto,

personalidad agazapada, temerosa e inadecuada frente al mundo y sus cambios,

hacen de él, un desgraciado misántropo que a temprana edad, asume

voluntariamente el llamado de abstraerse del espacio que lo rodea.

A fin de superar las barreras físicas y metafísicas que lo anclan a su mundana

existencia carente de sobresaltos y marcada a fuego por los valores y aprehensiones

de su madre; Espejo vuelca todos sus anhelos y obsesiones en el arte de crear

mundos por medio de la palabra. Realidades ficticias que el lector puede

conceptualizar rápidamente como representaciones exageradas y romantizadas de

Arica y el esplendor que la ciudad gozara a principios del siglo XX producto del

comercio, el vertiginoso crecimiento y urbanización que iba de la mano con el turismo.

Este fenómeno, halla su punto más álgido en la arquitectura del tan recordado Hotel

Pacífico, la anecdótica visita de figuras como Charles Aznavour, cantante y actor

francés que pasara por la ciudad con el fin de rodar un film, y desde luego, hitos de

sobra conocidos como el mundial del 62.

Anverso Literario: Cállate Viejo ´e mierda de Luis Seguel Vorpahl por Daniel Rojas Pachas

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Esta visión hiperbolizada y nostálgica del mundo sumado a los personajes que forman parte de las fantasías escriturales de Espejo, gangsters

gordos de origen italiano, policías de quijadas prominentes y una femme fatale de tentador nombre con sonsonete gálico y silueta que desquicia, van

construyendo a vista y paciencia del lector una trama que discurre por la abúlica y frágil consciencia del protagonista, sus fracasadas relaciones

amorosas con atribuladas mujeres, su patética vida laboral y sus tragedias personales que contrastan con la meta-historia que Seguel construye y

que corresponde a la ficción dentro de la ficción, o sea, la obra narrativa de Espejo.

La operación del escritor nos revela entonces, una caja china o muñeca rusa, que hilvana a la par de la trama principal, un subordinado segundo

nivel de narración propio de serie negra con matices de novela rosa. La protagonista de esta metadiégesis o meta-historia es Lia, una mujer cuyo

único talento es una desbordante belleza y la forma en que manipula sus atributos físicos para satisfacer sus pasiones y ego, sin importar las

consecuencias que sus deslices provoquen a su alrededor.

Lo notable del juego y el talento del autor, esta en la forma en que mantiene esta dicotomía, verdad-fantasía, haciéndola verosímil para el receptor,

pues los hechos se suceden de modo paralelo y se afectan entre sí. La metanarratividad como estrategia textual no es algo nuevo, basta con

remontarnos a Las mil y una noches o al mismo Cervantes y así podemos seguir sumando hasta nuestros días, lo destacable del texto Vorpahliano

sin embargo, estriba en como se logran comunicar estas dos dimensiones, sin exponer la estructura, el andamiaje que sostiene el acto y que permite

la vitalidad del pacto entre lo enunciado, cómo se enuncia y el efecto que provoca en quien lo recepciona.

Seguel Vorpahl trabaja para ello con un doble código lo cual le permite ampliar su espectro comunicativo y abordar otras dualidades no menos

importantes. Por ejemplo el par best seller/ novela de sillón. Lo paraliterario, propio de una novela de simple distendimiento, lo encontramos en el tipo

de narrador que organiza los hechos y la constitución de su voz. Un análisis pragmático revela su registro, el fraseario vernacular y el dinamismo

descriptivo lleno de redundancias, exceso de adjetivización y giros esteriotipados propios del melodrama o culebrón, escritura dirigida a un

destinatario popular que sólo quiere enfocarse en la intriga y avanzar en la lectura.

Ahora, si atendemos al diseño; a la forma y la consciencia y control que tiene el escritor dentro de su proceso, para plantearse de antemano la

necesidad de un narrador como el recién descrito a fin de no hacer hermética su propuesta, nos topamos con la otra faceta del texto, la de un

creador con oficio que sabe mimetizarse y jugar con las expectativas de sus hipotéticos y eventuales lectores. El libro en esta medida, se halla

plagado de referencias y técnicas para un interprete más aguzado y crítico, se olfatean guiños constantes a Hemingway, a su decálogo, a su estilo

parco, a su juego del dato escondido, y a lo mucho que este aprendió de los clásicos rusos y franceses, la intertextualidad brilla desde la primera

línea del texto: “El mundo era una fiesta” parafrasea y reformula la voz principal de Cállate viejo ´e mierda. Asimismo, no hay que ignorar el como se

establecen los vasos comunicantes, como se salta sutilmente de la ficción principal al metatexto, y el modo en que se anexan constantes digresiones

dirigidas al oficio y la percepción de un lector/escritor. La obra binariamente compuesta atrapa al lector semántico llamado por algunos ingenuo y

desafía al lector semiótico conocido también como crítico.

En la misma medida es importante atender a otro par el fundacionalismo/ universalidad, estas dos caras se contraponen en el texto, a ratos de modo

satírico en otras de forme grave, pero siempre manteniendo la caricatura como una crítica al creador atrincherado en su feudo físico y mental de

provincia, cerrado olímpicamente al mundo mientras sostiene su aislamiento como una bandera de lucha.

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La abulia de la capital y la indiferencia a todo lo que no sea parte de su esfera, no se restringe. Por un tema de encuadre, si estamos hablando de un

escritor más cerca de otras capitales del mundo que de la suya propia, no podemos soterrar el golpe directo al rostro que Seguel da a la realidad

productiva y de difusión literaria, existente en nuestro rincón del continente.

El llamado de atención es tanto para los que sienten periféricos y se autocompadecen de su situación como para los que están en el ojo del huracán.

De esta manera Seguel asume su causa con el escritor mismo, libre de todo chauvinismo y mirada gregaria o sectarista.

Ligado a esto último, otro punto a reseñar, es el de la enciclopedia. Pues el lector informado con respecto al panorama literario del norte grande y en

específico de la región, puede entender mejor algunos chistes y señas, como la que se hace en torno a la figura del aspaventoso Gamael Hernández

y la dinámica reunión en el círculo de escritores de la ciudad. Una licencia, entre otras referencias a calles, playas y espacios emblemáticos, que sin

embargo no pasan más allá del chiste interno, pues como señale, la doble codificación, permite al lector externo y universal, reconocer en aquel

personaje con bigotes a lo Dalí a todo pomposo ente de las letras que se da en diversos contextos mundiales y locales, y que a nivel nacional se

resume en la imagen de un Pompier magistralmente ideado por Lihn.

La sufrida reunión no se aleja de cualquier prototípico conventilleo de vacas sagradas y las alegorías al pueblo de turno y su patrimonio urbano,

forma parte de la ambientación. Si Vargas Llosa delira con Jirón de la Unión y el tetas negras con Paseo ahumada, porque un narrador nacional no

puede trasladar a su público a una pseudo cosmopolita 21 de mayo y las faldas del morro.

La obra en definitiva, es refrescante dentro de la producción novelística del norte grande, no sólo por la limitada cantidad de títulos que al año se dan

a conocer y emergen de esta zona, especialmente dentro de lo que podemos llamar narrativa extensa, sino también por el interés y ambición

permanente del autor de explorar en su discurso una gama de oposiciones que van revelando en el contraste de pares tan antiguos y manoseados

como la frontera lábil entre ficción/realidad, elitesco/popular, cosmopolitismo/fundacional e incluso escritura/oralidad una vertiente sensible y

consciente, de carácter desmitificador capaz de traspasar las barreras de lo que se ha presentado como propuesta de novela que surge desde el

norte de Chile y que trata en particular de Arica al no caer en los lugares comunes que limitan entre el abismo de las cuestas y el desierto de la línea

de la concordia.

Autor: Daniel Rojas Pachas

Publicado en: Cinosargo.

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