Revista la concordia maria jesus suarez ii

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Bajo el título Educación Emocional ha sido publicado por la Revista La Concordia.

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Revista La Concordia-María Jesús Suárez II

Estimado lector:

Voy a empezar con tres preguntas de tipo existencial.

¿Acaso puede el ser humano tener control sobre lo que siente? Si nos sentimos tristes…¿podemos cambiar nuestro estado de ánimo? Si nos sentimos enfadados o desesperados…¿podemos transformar esa forma de sentir por otra más serena?

A estos interrogantes quiero responder a lo largo de este artículo.

Si sentimos bienestar…¡qué a gustito estamos! Querríamos que fuera este sentimiento continuamente duradero, un estado de bienestar personal, familiar, social …lo curioso es que justamente sentirnos bien, suele ser algo efímero y pasajero porque chocamos la mayoría de las veces con los demás que también tiene su carácter, o con las circunstancias adversas de nuestro entorno que nos invaden, y frente a las cuales, en muchas ocasiones, sentimos un estado de indefensión y de impotencia.

En primer lugar, voy a centrarme en el significado de la palabra “carácter” que se tiende a identificar con una forma de ser firme y, a veces, intransigente y así decimos: ese hombre o mujer tiene “carácter”, entendiendo por ello, alguien que no se deja manipular y que tiene dominancia. “Carácter” puede referirse a nuestra “marca personal”, cada cosa que hacemos o pensamos está más o menos impregnada de nuestro “carácter”. “Carácter” es cualquier forma de ser, dominante o sumisa, alegre o triste, valiente o cobarde, constante o inconstante... Por tanto, el carácter es el conjunto de reacciones y hábitos de comportamiento que se han adquirido durante la vida, gracias al aprendizaje y, fundamentalmente, a la influencia de la familia, sin olvidar la realidad social y cultural y el momento histórico que vivimos en cada momento.

Hipócrates diferenció cuatro temperamentos: sanguíneo, flemático, colérico y melancólico, que dependían de los humores (sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra). A partir de esta base biológica las personas con ayuda y por intermediación de la educación que recibimos de nuestros padres y maestros, construimos nuestro carácter y nuestra personalidad. La personalidad es el resultado de las fuerzas biológicas que representan el temperamento, y del carácter en una única estructura y consiste en un conjunto de características psicológicas que expresamos en todos nuestros actos. Gordon Allport definía la personalidad como “la organización dinámica, dentro del individuo, de aquellos sistemas psicofísicos que determinan su conducta y sus pensamientos característicos”.

De resultas de las infinitas combinaciones entre el temperamento y las formas de ser representadas por el carácter hay multitud de formas de comportamiento, así hay personas muy equilibradas y serenas, otras menos equilibradas y menos pacíficas, otras más pacientes y menos agresivas…en fin, un amplio abanico de formas de ser, estar y de sentir.

¿Cuál es la aspiración de todo ser humano? Ser feliz, sin duda alguna. Para ello hay que poner los cimientos de la felicidad. Lo básico para ser feliz es tener un buen carácter, provisto de firmeza, de comprensión hacia los demás y de algo muy importante a mi parecer que es lo que yo llamo el don de la generosidad. Un buen carácter, para mí, rebosa buenas dosis de tolerancia, porque entiende que cada persona contiene en sí misma un mundo, y un mundo

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lleno de formas alternativas de mirar, que dependen del temperamento, de la educación, del mundo que nos rodea y, por qué no admitirlo, de nuestra voluntad.

La intransigencia, hoy día, me parece importante en la defensa de los valores fundamentales, es decir, de aquellos valores que sustentan nuestras formas de vida, nuestro sistema democrático…pero la intransigencia como forma de ser o estar, me creo que es una postura cerrada y, que se necesita para facilitar la convivencia, por ejemplo, familiar lo que yo he dado en llamar el arte de ceder. Para nada, el arte de ceder, es una debilidad, el arte de ceder es una forma de demostrar que, por lo que se discute no es tan esencial, que lo importante es que somos amigos, somos familia, somos compañeros, y yo cedo, para demostrar que por encima del litigio, del conflicto, está nuestra amistad, nuestro cariño, nuestro amor y muy seguramente, en otra ocasión, la otra persona cederá porque habrá comprendido que ceder no es una debilidad, es un arte que permite que, aún siendo, para nosotros importante nuestra opinión, es más importante la conciliación y posibilitar la convivencia, en base a un respeto mutuo.

¿Puede uno ceder en todo momento? Evidentemente no, hay asuntos sobre los cuáles pesan grandes valores como la defensa de la vida, la defensa de las libertades, la defensa de la dignidad de la persona, la defensa de la igualdad…

El arte de ceder se aplica a todos los ámbitos de la vida. Si nos referimos al ámbito doméstico, es decir, a la familia, y ésta la entendemos como un conjunto de individuos unidos por lazos sanguíneos y/o afectivos que forman una unidad social, en la cual hay que convivir respetando a los demás y haciéndose respetar, la conjunción del arte de ceder y el don de la generosidad de todos los miembros entre sí y recíprocamente revierte, en un alto grado de bienestar y de convivencia fructífera.

Entonces…¿qué pasa con las normas? ¿cedemos? ¿las hacemos respetar? Evidentemente, hay normas básicas en las que no se puede ceder, hay normas básicas en el ámbito de la familia como son el respeto mutuo, la cortesía en el tratamiento de todos los miembros entre sí, que son normas incuestionables, son casi dogmas de fe, porque de ellas dependen el crecimiento personal de cada miembro de la familia.

Seguro, que estarás pensando que siempre cederemos los mismos: padres o maestros, porque los jóvenes es imposible que cedan…bien, es una creencia que se cumple, efectivamente, la mayor parte de las veces. Por ello, precisamente, hay que enseñar que ceder no es una cobardía, es el arte de entender que nuestras opiniones no son siempre las mejores, es el arte de reconocer que los demás también tiene razones buenas que podemos admitir. El arte de ceder es el arte de desarrollar una actitud humilde y no soberbia ni arrogante que permita reconocer los valores de los demás y los propios como aportaciones valiosas a la convivencia.

¡Cuántas veces nos sentimos tristes, enfadados, insatisfechos, incomprendidos en el ámbito familiar! Y …¿podemos cambiar estos sentimientos? Sí…pero cómo.

¿Cómo podemos cambiar nuestro estado de ánimo: triste, enfadado, insatisfecho, incomprendido…?

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Querido lector… aplicando al ámbito doméstico y familiar las mismas leyes de la Inteligencia Emocional aplicadas a un solo individuo, es decir:

A. Favoreciendo el conocimiento de nuestras propias emociones y de las emociones del resto de los miembros de la familia. Reconociendo las emociones propias y ajenas en nuestra familia.

B. Controlando nuestras emociones y ayudando a controlar las emociones al resto de los miembros de nuestra familia. Autorregulando nuestra conducta de forma que sea serena y equilibrada y asesorando al resto para lo mismo.

C. Motivándonos nosotros mismos e impulsando la motivación de los otros componentes de la familia.

D. Desarrollando habilidades sociales familiares que permitan que cada miembro exprese sus emociones, que exprese sus puntos de vista, que manifieste sus necesidades…

E. Empatizando con los miembros de nuestra familia, reconociendo sus emociones, sintiendo como se sienten, poniéndose en su puesto.

Trabajar en esta dirección significa que a la familia no sólo le importa la Educación de la Inteligencia, sino que le importa la Educación del corazón, el desarrollo de buenos sentimientos y mejores pensamientos.

Toda persona necesita ser guiada hacia nobles y sublimes sentimientos, si éstos estuvieran ausentes de nuestra vida, creo que la vida estaría vacía de sentido.

Guiar hacia nobles y sublimes sentimientos es la tarea más exigente que tenemos los humanos para que la vida cobre todo su valor y en la familia, en la escuela, en la sociedad existan nobles y sublimes sentimientos que nos unan en amistad, aprecio y amor fraterno y solidaridad. Con el desarrollo de nobles y sublimes sentimientos podemos hacer frente al enfado, a la tristeza, a la frustración e incluso a la crisis económica y cambiar un negativo estado de ánimo por otro más esperanzador.

Transformar un estado de ánimo negativo, es posible, aplicando las competencias básicas de la inteligencia emocional, tanto a nivel personal como familiar. No será fácil pero tampoco es imposible.

María Jesús Suárez S.F.