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REVISTA EUROPEA. NÚM. 316. 5 DE MAYO DE 1880. AÑO V I I . LV CONSTITUCIÓN DE LOS ESTADOS-UNIDOS DE AMÉRICA. CONFERENCIAS DE U INSTITUCIÓN LIBRE DEENSERAN!*. II. SUMABIO: La Constitución del 89.—La Constitución y las en- miendas.—División material de aquella en artículos, secciones y párrafos.-rSu aparente oposición á las Constituciones euro- peas.—Supuesto de que parte la Constitución americana en punto á la declaración de derechos.—Por qué los revoluciona- rios americanos no hicieron otra nueva.—Lo que era para ellos la República.—Interés supremo de la nacionalidad.—Sentido particular que comunica á la vida política americana la refor- ma parcial y sucesiva de la Constitución por enmiendas <S ar- tículos adicionales.—Influencia de este ejemplo en la demo- cracia contemporánea. Examen de la Constitución.— El preámbulo.—Referencia á los artículos de la Confederación.— Explicación de la nueva fórmula Not, el pueblo de lot Ettaiot- Unido».—Declaraciones de derechos consignadas en la sección n»vena del art. 1." y en el párrafo 3.° del art. 6.* de la Cons- titución.—No vicia el plan general de esta.—Los Poderes públicos de la República.—El Congreso.—Negación del sufra- gio universal.—Consagración do la esclavitud.—El Senado convertido en tribunal.—El Senado participa de la acción ad- ministrativa.—El veto del Presidente.—Facultades del Con- greso.—La Presidencia.—Modificación introducida en 1804 en la elección presidencial.—El Poder judicial.—El Jurado.—De qué suerte aquel es el primer mantenedor de la Union.—Rela- ciones de los Estados particulares entre sí.—Relaciones de es- tos con el Poder central y con la Union.—Admisión de nuevos Estados.—Modo de reformar la Constitución.—La deuda na- cional.—El art. 7," es de carácter transitorio. SEÑORES: La Constitución política de la República norte-americana consta de dos partes perfec- tamente distintas. La una la Constitución primitiva hecha en 17 de Setiembre de 1787 por la Convención reunida cuatro meses an- tes en Füadelfia y aprobada y ratificada por los Estados particulares en 1788, 89 y 90. La otra parte la forman las enmiendas hechas á aquella Constitución desde 1791 hasta 1870. La diferencia se advierte hasta en la forma material, pues que las enmiendas aparecen siempre detrás y como un verdadero Apéndi- ce de la Constitución fundamental. Pero hay algo más que las meras aparien- cias. En primer término se halla la diversi- dad del contenido de la una y la otra parte. Después está el carácter particularísimo que al modo de ser político de la gran República da la sucesión de las enmiendas en un largo período de cien años, bajo el supuesto de la subsistencia de lá primitiva Carta constitu- cional. Me explicaré. TOMO X?. La Constitución propiame nte dicha la for- man siete artículos, divididos en secciones, las cuales á su vez se.dividen en párrafos nu- merados, verdaderos artículos de cualquiera otro Código político. A seguir el procedimien- to y forma acostumbrados en las Cartas polí- ticas europeas de 1810 en adelante, y las que en América se hicieron á semejanza de éstas, la primitiva Constitución norte-americana tendría unos 66 artículos consagrados á la organización de los Poderes públicos de la República y á establecer las rslaciones del Poder central con los Estados particulares componentes de la Union. En cambio las 15 enmiendas llamadas Artículos adicionales, tienen por objeto la consagración de los dere- chos del individuo y del ciudadano. De modo, señores, que en los Estados-Uni- dos de América se ha venido á la formación de un Código político con los mismos elemen- tos que en las demás Naciones contemporá- neas; pero por un procedimiento y bajo una forma perfectamente contrarios. En Europa y en la generalidad de los pueblos cultos lo primero en el orden de la expresión literaria, lo mismo que en el de la formación históriéa ha sido y es la declaración de derechos. Pero á poco que se entre en el fondo de este asun- to se ve que la oposición que acabo de denun- ciar^' que ha preocupado un tanto á obser- vadores superficiales no es real y efectiva. Porque con la Constitución de 1789 sucedió lo que con los artículos de la Confederación de once años antes; entrambas obras políticas partían del supuesto de los Derechos del hom- bre y del ciudadano, ratificados por la Decla- ración de independencia de 1776, designados en la Declaración de derechos y agravios de 1774, y establecidos ó sancionados ya en las viejas Cartas de población, ya por los decre- tos de la Revolución del 88, ya por las prácti- cas de los siglos XVH y xvm, conforme al modo británico. Positivamente al afirmar las trece colo- nias la vida independiente y después presen- tar la consolidación de la obra revolucionaria mediante la forma precisa de una nacionali- dad, no echaron de ver que fueran necesarias nuevas declaraciones respecto á derechos ni otras garantías que las que forzosamente se desprendían de la ruptura del vínculo coló 16

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REVISTA EUROPEA.NÚM. 316. 5 DE MAYO DE 1880. AÑO VII.

LV CONSTITUCIÓN DE LOS ESTADOS-UNIDOS DE AMÉRICA.

CONFERENCIAS DE U INSTITUCIÓN LIBRE DE ENSERAN!*.

II.SUMABIO: La Constitución del 89.—La Constitución y las en-

miendas.—División material de aquella en artículos, seccionesy párrafos.-rSu aparente oposición á las Constituciones euro-peas.—Supuesto de que parte la Constitución americana enpunto á la declaración de derechos.—Por qué los revoluciona-rios americanos no hicieron otra nueva.—Lo que era para ellosla República.—Interés supremo de la nacionalidad.—Sentidoparticular que comunica á la vida política americana la refor-ma parcial y sucesiva de la Constitución por enmiendas <S ar-tículos adicionales.—Influencia de este ejemplo en la demo-cracia contemporánea. — Examen de la Constitución.— Elpreámbulo.—Referencia á los artículos de la Confederación.—Explicación de la nueva fórmula Not, el pueblo de lot Ettaiot-Unido».—Declaraciones de derechos consignadas en la secciónn»vena del art. 1." y en el párrafo 3.° del art. 6.* de la Cons-titución.—No vicia el plan general de esta.—Los Poderespúblicos de la República.—El Congreso.—Negación del sufra-gio universal.—Consagración do la esclavitud.—El Senadoconvertido en tribunal.—El Senado participa de la acción ad-ministrativa.—El veto del Presidente.—Facultades del Con-greso.—La Presidencia.—Modificación introducida en 1804 enla elección presidencial.—El Poder judicial.—El Jurado.—Dequé suerte aquel es el primer mantenedor de la Union.—Rela-ciones de los Estados particulares entre sí.—Relaciones de es-tos con el Poder central y con la Union.—Admisión de nuevosEstados.—Modo de reformar la Constitución.—La deuda na-cional.—El art. 7," es de carácter transitorio.

SEÑORES:

La Constitución política de la Repúblicanorte-americana consta de dos partes perfec-tamente distintas. La una la Constituciónprimitiva hecha en 17 de Setiembre de 1787por la Convención reunida cuatro meses an-tes en Füadelfia y aprobada y ratificada porlos Estados particulares en 1788, 89 y 90. Laotra parte la forman las enmiendas hechas áaquella Constitución desde 1791 hasta 1870.La diferencia se advierte hasta en la formamaterial, pues que las enmiendas aparecensiempre detrás y como un verdadero Apéndi-ce de la Constitución fundamental.

Pero hay algo más que las meras aparien-cias. En primer término se halla la diversi-dad del contenido de la una y la otra parte.Después está el carácter particularísimo queal modo de ser político de la gran Repúblicada la sucesión de las enmiendas en un largoperíodo de cien años, bajo el supuesto de lasubsistencia de lá primitiva Carta constitu-cional. Me explicaré.

TOMO X?.

La Constitución propiame nte dicha la for-man siete artículos, divididos en secciones,las cuales á su vez se.dividen en párrafos nu-merados, verdaderos artículos de cualquieraotro Código político. A seguir el procedimien-to y forma acostumbrados en las Cartas polí-ticas europeas de 1810 en adelante, y las queen América se hicieron á semejanza de éstas,la primitiva Constitución norte-americanatendría unos 66 artículos consagrados á laorganización de los Poderes públicos de laRepública y á establecer las rslaciones delPoder central con los Estados particularescomponentes de la Union. En cambio las 15enmiendas llamadas Artículos adicionales,tienen por objeto la consagración de los dere-chos del individuo y del ciudadano.

De modo, señores, que en los Estados-Uni-dos de América se ha venido á la formaciónde un Código político con los mismos elemen-tos que en las demás Naciones contemporá-neas; pero por un procedimiento y bajo unaforma perfectamente contrarios. En Europay en la generalidad de los pueblos cultos loprimero en el orden de la expresión literaria,lo mismo que en el de la formación históriéaha sido y es la declaración de derechos. Peroá poco que se entre en el fondo de este asun-to se ve que la oposición que acabo de denun-ciar^' que ha preocupado un tanto á obser-vadores superficiales no es real y efectiva.Porque con la Constitución de 1789 sucedió loque con los artículos de la Confederación deonce años antes; entrambas obras políticaspartían del supuesto de los Derechos del hom-bre y del ciudadano, ratificados por la Decla-ración de independencia de 1776, designadosen la Declaración de derechos y agravios de1774, y establecidos ó sancionados ya en lasviejas Cartas de población, ya por los decre-tos de la Revolución del 88, ya por las prácti-cas de los siglos XVH y xvm, conforme al modobritánico.

Positivamente al afirmar las trece colo-nias la vida independiente y después presen-tar la consolidación de la obra revolucionariamediante la forma precisa de una nacionali-dad, no echaron de ver que fueran necesariasnuevas declaraciones respecto á derechos niotras garantías que las que forzosamente sedesprendían de la ruptura del vínculo coló

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nial, ni mucho menos pensaron que! la teoríade los derechos naturales, proclamada casidesáe el primer momento de la Revolución,implicaba franquicias y condiciones de que nodisfrutaban los habitantes mismos de Ingla-terra, en cuya, vista muy principalmente sehabia iniciado el movimiento revolucionariode 1765 á 76.

La misma proclamación de la República,sustituyendo al régimen monárquico que pri-vaba en todo el Imperio británico, se realizóbajo la presión de ideas harto distintas de lasque habian movido y movieron después á losdemócratas europeos á prescindir del cetro yla corona de los Reyes. Los republicanostrasatlánticos no vinieron al nuevo régimenpor la fuerza de una teoría, ni realmente pro-clamaron nunca, en los primeros momentosse entiende, la incompatibilidad absoluta dela Monarquía (como institución) con los dere-chos individuales y las libertades públicas.No se ocuparon de eso. La República vinoporque era imposible que viniera otra cosa.Trece Estados, separados unos de otros, deorigen y hasta de historia diversos, conside-rándose todos iguales, movidos por el senti-miento de la dignidad ofendida y el deseo deresistir á otro pueblo, á la Metrópoli, no po-dian someterse á otro régimen que á aquelcuya suprema autoridad radicara en el votocomún, y cuyos funcionarios dependieran detodos los Estados, difícilmente de acuer-do para llegar al establecimiento de ciertaunidad.

Y si de esta consideración pasamos á laque se desprende de la situación particularinterior de los Estados, la cosa aparece toda-vía más clara. Roto el vínculo colonial y ne-gada la autoridad británica en las colonias, elgobierno que surgia necesariamente de estasérala República, era el gobierno de las Asam-bleas ó Legislaturas provinciales, porque nosolo esto era lo que en América representabael gobierno local, el gobierno propio desde lafundación de aquellos pueblos, sino porqueellas habian sido las iniciadoras, directorasy sostenedoras del movimiento revoluciona-rio desde el momento en que la crisis tomarelieve, y sobre todo en los siete años de lu-cha terminada con el tratado de Ver salles.Positivamente lo histórico, lo conservador, lomonos revolucionario en América, luego deabatido el pabellón británico, era la Repúbli-ca. Y á ella se vino naturalmente. Nadie ne-cesitó hacer discursos ni convencer á las ma-

sas. Mucho triónos nadie tuvo que esforzarseen probar que la doctrina democrática llevaderechamente á la República.

Verdad quo una vez se habló de dictaduray de Monarquía entre los soldados de Was-hington. Verdad quedespues de aquella crisisy aun luego'de conseguida la independencia nofaltó quien tuviera sus dudas respecto de la ma-yor ó menor conveniencia de la institución mo-nárquica para realizarla unidad nacional, quedificultaba hasta lo imposible el antagonismode los Estados. Pero sobre que todo esto fuemomentáneo, no hay que olvidar que jamástales ideas llegaron á encarnar en partidoalguno, de tal suerte que pudieran ser consi-deradas como elementos vivos del orden po-lítico norte-americano. Ni se dio ocasión deventilar en el terreno de los principios las ex-celencias respectivas del régimen monárqui-co y del republicano, ni, en fin, se prescindiógeneralmente así por los pocos simpatizado-res de una solución monárquica, como por lageneralidad de los amigos de la naciente Re-pública, de considerar la aparición de la Mo-narquía como íntimamente unida al pensa-miento de la reeolonieaeion, es decir, del re-greso de la América revolucionaria al seno yal imperio de la Gran Bretaña.

No era, pues, en América en 1789 la, Repú-blica lo que fue en Europa casi al propio tiem-po. Y por eso mismo los americanos no sepreocuparon de nuevos derechos, nuevas de-finiciones y nuevas garantías. Verdad quetodo estaba en la Revolución: todo habria desalir á la superficie; pero se necesitaba tiem-po desde luego, y primeramente que la obrade la separación y del establecimiento de losEstados-Unidos quedara concluida. El fenó-meno no es extraño; no es único en la histo-ria; todo lo contrario. En Europa misma, enla gran época que se inaugura con la revolu-ción francesa, esto es lo comente. Se afianzala nacionalidad contra el invasor ó contra eldéspota; luego, el principio de la soberaníanacional y de la libertad, más ó monos cla-ramente consagrado por los esfuerzos he-chos para asegurar aquella nacionalidad,produce sus resultados en el interior, y vie-nen las revoluciones más ó menos pacíficasde 1812, 1830 y 1848. :

La revolución americana, para llegar átodas, sus naturales consecuencias, necesita-ba ante todo consolidar la separación de las13 colonias de la vieja Metrópoli, y despuésestablecer un modo de vida propio, afirman-

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do su existencia como pueblo uno é indepen-diente al lado de las denías Naciones, en cuyoseno se habia elaborado su sistema políticocuya representación ostentaba en el concier-to del mundo culto. Por esto se explica que laatención de los estadistas americanos se con-sagre con toda preferencia á la organizaciónde los Poderes públicos y que éste sea el ca-rácter de la Constitución de 1789.

Por otro lado, importa mucho fijar la vistaen el tono especial que al desarrollo de la po-lítica norte-americana da el hecho de ser labase de toda la vida actual de la gran Repú-blica precisamente la Constitución escrita ypromulgada hace más de cien años, reforma-da ó explicada en el trascurso del tiempo deun modo parcial y sucesivo. No se da, pues,en la historia de los Estados-Unidos la seriede Cartas que conocemos en la generalidad delos pueblos europeos y en todos los latinos,ni se presenta al observador el cuadro deavances y reacciones que en casi todos lospaíses conturban el espíritu y que hacen á ve-ces desesperar de la causa del progreso y aundel porvenir de la libertad. Todo lo contrario.En la gran República trasatlántica no se haquerido romper con la tradición ni someterseá los cambios bruscos y las trasformacionesrepentinas que por mucho tiempo han cons-tituido el ideal de la democracia europea. Yesto que ya se advierte aun antes de ser pro-clamada la Constitución del 89, y que de nue-vo lo evidencia la simple lectura de ésta Car-ta (toda vez que en ella no se ocurre más queá lo estrictamente indispensable, á lo quehizo inexcusable en absoluto el mero hechode la ruptura del vínculo colonial, refirién-dose por lo demás, ya en cuanto á la organizacion particular de cada Estado, ya en cuanto á la declaración de derechos del individuoy del ciudadano, á lo que existía antes de laConvención de Annapolis, esto responde alsentido político de la raza sajona, enérgica-mente particularista, esencialmente prácti-ca, verdaderamente positiva. Y esto ademásasegura de un modo incontestable el progre-so de las ideas y de las instituciones; progresono contenido ni un solo instante por la deci-sión del pueblo norte-americano, como lo de-muestra el texto mismo délas quince enmien-das constitucionales de 1791, 1788,1804, 1865y 1870.

Qué efecto ha producido este espectáculoen la vieja Europa, sobre todo de qué maneraha influido en el criterio y los programas de

a democracia contemporánea, no es'materiaque me sea lícito examinar en este'ítlstatíteLBaste recordar que es un hecho general en élviejo mundo la sustitución del espíritu revo-lucionario por el espíritu reformista, y quécon el advenimiento de la democracia al poderya entrada la segunda mitad del siglo XIX,ha coincidido la protesta hecha en Parlamen-tos y en clubs de ser necesario limitar loscambios políticos á lo indispensable y á lo q\lela opinión pública ha examinado y fallado,resignándose á vivir en lo demás bajo las le-yes y las prácticas antiguas, hasta que létopinión imponga las modificaciones que unapropaganda enérgica é inspirada en los gran-des ideales, debe constantemente recomendar.

Pero esto dicho, entremos, señores, en elfondo de la Constitución de 1789.

Lo que primeramente se echa de ver eneste célebre documento son las pocas peroexpresivas líneas con que sus redactores leencabezaron, con el fin de dar fundamento átodas las disposiciones del Código. Estas lí-neas son las siguientes:

«Nos, el Pueblo de los Estados-Unidos, conel fin de formar una unión más perfecta, esta-blecer la justicia, asegurar la tranquilidaddoméstica, proveer á la defensa común, pro-mover el bienestar general y afianzar paranosotros mismos y para nuestra posteridadlos beneficios de la libertad, ordenamos y es-tablecemos la presente Constitución para losEstados-Unidos de América.»

En estas breves y sustanciosas frases estátodo v$t espíritu del Código de 1789. Hay unareferencia al pasado: el legislador pretendeuna unión más perfecta: es decir, pretendesalir del sentido y de la letra de los Artículosde la confederación (casi repetida al tratarsede los demás fines de la Carta de 1789) paramarchar hacia aquella intimidad de senti-mientos y de intereses, y aquella unidad dederecho y de aspiración que constituye la na-cionalidad moderna. Luego fija los beneficiosque se promete obtener con el nuevo ordenpolítico, y poniendo los ojos en el porvenir,afirma su propósito de legar á la posteridad,no ya la bienandanza bajo formas y aparien-cias más ó monos vagas, si que lalibertad,objeto primero de fervoroso culto y de solfei-tud incansable del patriotismo americano.Pero aun sobre todos estos delicados concep-tos y sobreestás expresivas frases, está unasola palabra, en el preámbulo de la Constitu-ción que examinamos. Notadlo bien: eii lds

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Artículos de la Confederación de 1778, el legis-lador decia: «Nos, los infrascritos, delegadosde los diversos Estados que á contñmacion secitan, átodos cuantos los presentes vieren,hacemos saber...» La Declaración de indepen-dencia de 1776, está encabezada con estas pa-labras. «Declaración unánime de los repre-sentantes de trece Estados unidos de Améri-ca, reunidos en Congreso.» La Declaración deagravios y derechos de 1774 principia diciendo;«Él buen pueblo de cada una de las Coloniasde New-Hamphire, Massachusets, etc., jus-tamente alarmado por los procedimientos ar-bitrarios del Parlamento y del Ministerioinglés, ha elegido Esputados para un Congre-so general en la ciudad de Filadelfla, á fin deproveer para que la religión, las leyes y laslibertades de los colonos no sean destruidas.Los Diputados reunidos en plena y libre repre-sentación de las Colonias, tomando en consi-deración los medios mejores de llegar al re-sultado deseado, é imitando lo que sus ante-cesores los ingleses hicieron en parecida oca-sión, declaran, etc., etc.»

Se ve claro el proceso de la idea. En 1774,hablan las Colonias: hablan los Estados en1776 y 1778. Ahora, en 1789 quien habla es elpueblo: el pueblo de los Estados-Unidos de Amé-rica, es decir, una entidad superior, respectode la cual y para el efecto de constituir polí-ticamente la sociedad americana, no hay Es-tados, ni distritos, ni intereses puramentelocales, ni aspiraciones exclusivas particula-ristas. Esta simple palabra, empleada á lacabeza de la Constitución de 1789 y en la querealmente descansa aquel Código político,esta simple palabra robustecida por el art. 5.°de la Constitución, que establece los mediosde enmendar todos los demás y por el espíri-tu del párrafo primero, sección 3.*, art. 4.°, re-lativo á la unión de Estados particulares, en-trañaba un mundo de consecuencias, cuyaultima fórmula ha visto aparecer la genera-ción de nuestros dias, en la terrible guerraseparatista de 1863. Desde el instante en queel pueblo de los Estados-Unidos habló parapromulgar su Constitución, era jurídicamen-te imposible la separación de tal ó cual co-marca de la República, contra la voluntad dela mayoría del pais, representado por el Con-greso de Washington. Y en ese mismo ins-tante quedó realizado el empeño, quizá másdifícil de la revolución americana; el empeñosin el cual todo lo. acaecido desde 1765 á 1783hubiera quedado reducido á un mero ensayo,

auna simple protesta, á una vaga aspiraciónde políticos prematuros y de oprimidos impa-cientes. Las Colonias rebeldes, los Estadosunidos fueron una Nación.

Pero, vamos más,adelante.He dicho ya varias veces, que la materia

de los siete artículos de la Carta política ame-ricana, es la organización de los Poderes de laRepública; pero no se debe tomar la cosa tanal pié de la: letra, que parezca una rectifica-ción absoluta la circunstancia de que, porejemplo, en la sección 9.a del art. 1.° se hallenpreceptos que realmente no se refieren áaquella materia, y antes por lo contrario, sonde los que figuran en la parte primera de lageneralidad de las Constituciones: es decir,en la parte dedicada á la Declaración de dere-chos. Con efecto, en esta sección, párrafosprimero, segundo, tercero, cuarto y octavo,se establece que «la inmigración ó importa-ción de cualquiera clase de personas no seráprohibida por el Congreso antes del año 1808,si bien le será lícita la imposición de un dere-cho que no exceda de 10 dollars por persona.»En esa misma sección se consigna que «elprivilegio de Habeas Corpus no podrá ser sus-pendido, á menos que la seguridad pública loexija, en caso de rebelión ó de invasión;» queningún bilí de attainder (es decir, ningún bilíde degradación personal y que implique laconfiscación de bienes), ni ley alguna retroac-tiva pueda ser decretada;»—que «las capita-ciones y -las demás contribuciones directashayan de imponerse en proporción y con ar-reglo al censo, que bajo ciertas condicionesy de modo que se reconozca la existencia dela esclavitud, cada diez años á partir de 1780,se ha de hacer en la República;—y, en fin,que «los Estados-Unidos no podrán conferirtítulo de nobleza, ni funcionario alguno, sinpermiso del Congreso, aceptar don, emolu-mento, empleo ó título cualquiera que sea deun rey, un príncipe ó un Estado extranjero.»Y á este mismo sentido obedece la declaracióndel párrafo tercero, art. 6.°, de que «ningunaformalidad religiosa pueda ser exigida comocondición de aptitud para función ó carga pú-blica alguna de los Estados-Unidos.»

Evidentemente de esta suerte quedabanproclamados algunos derechos, con tantaclaridad como eran negados la libertad civilde los negros y el sufragio universal, de nomenos interés que los otros dentro de un ré-gimen democrático, y cuya afirmación abso-luta habia necesariamente de imponerse si el

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espíritu de la Revolución no zozobraba entrelas dificultades del período de organización.

Pero fuera de estos preceptos, todos losdemás, es decir, la generalidad de los de laConstitución, se refieren á la organizaciónde los Poderes de la República. Una cosa aná-loga puede decirse de las enmiendas ó artícu-los adicionales. Como después veremos, lamayor parte, casi todos, tienen por objeto losderechos del individuo y del ciudadano; peroentre ellos no falta alguno que se refiera á laorganización del Poder público.

La Constitución americana reconoce trespoderes: el legislativo, el ejecutivo y el judi-cial, y á ellos están dedicados respectivamen-te los tres primeros artículos. El i.°, con al-gunos párrafos del 1.° (secciones 9.a y 10.*) yel 6." párrafos segundo y tercero, tienen porobjeto fijar las relaciones del Poder centralcon los de los Estados, y de éstos entre sí bajola garantía de aquel. El 5.° establece los mo-dos de modificar y enmendar la Constitución;el 6." declara nacional la deuda pública, y el7.° tiene una importancia puramente acciden-tal;- dispone que la «ratificación de nueve Es-tados baste para establecer la Constituciónentre los Estados que la ratifiquen.»

El Poder legislativo está confiado al Con-greso de los Estados-Unidos, compuesto de unSenado y de una Cámara de Representantes. LaCámara formada por miembros elegidos cadados años por el pueblo de los diversos Estadosconforme á la legislación electoral de cadaEstado. De modo que la Constitución no san-cionó el sufragio universal. Limitóse á preve-nir que el cuerpo electoral del Congreso fue-ra el de la «Cámara más numerosa de cadaEstado.» Además estableció que así el núme-ro de representantes como la cuota de los im-puestos directos se repartieran entre los di-versos Estados según su población respecti-va, y que para calcular ésta, se añadiera alnúmero de las personas libres (inclusas lasobligadas á un servicio por término fijo y ex-ceptuados los indios que no pagaran contri-bución) los tres quintos de los demás habitan-tes. Así quedaba escluida del derecho electo-ral una gran masa de población cuya esclavi-tud se reconoció mediante una hipócrita fór-mula que halla resonancia.y correspondenciaen otros artículos de la Constitución. Me re-fiero al párrafo primero, sección 9.a del mis-mo art. 1.°, que niega al Congreso el derechode impedir «la importación de personas» (esdecir, la trata) antes del año 1808, y al parra

fo tercero, sección %.', art. 4.°, que preceptúaque «toda persona obligada á un servicio ó untrabajo en un Estado, conforme á las leyes deéste, no podrá, si huye á otro, quedar libredel trabajo ó del servicio, sino que será en-tregado en virtud de reclamación de la parteperjudicada.»

El Senado lo componen dos Senadores ele-gidos por la Legislatura de cada Estado y por,espacio de seis años, si bien el personal deesta Cámara se renovará por sorteos cadados. Los Senadores y los representantes hande tener 30 y 25 años respectivamente y to-dos son retribuidos, inviolables é incompati-bles en el desempeño de su cargo, con eldeotra función pública. La Constitución miraesto con tanto rigor, que hasta prohibe que elDiputado ó Senador sea interpelado en otrositio que las Cámaras sobre un discurso ó undebate del Congreso, y veda en absoluto elnombramiento de un representante del paíspara cargo ó función pública creados ó cuyosemolumentos sé hayan aumentado durantela legislatura. La inviolabilidad del Diputadocesa en casos de traición, felonía ó violaciónde la paz.

A la Cámara de representantes compete^exclusivamente el derecho de aeusation delPresidente, Vicepresidente y los funcionariostodos de la República por delitos de traición,concusión y otros análogos, asi como el deiniciativa en las cuestiones de impuestos. Al .Senado compete de un modo privativo, pri-mero, juzgar de las acusaciones de la Cáma-ra de representantes, pero solo para el efectode deparar al acusado destituido ó no del car-go é incapacitado ó no de ejercer una funciónpública, necesitándose para la condena lasdos terceras partes de los votantes; segundo,intervenir en la acción del Poder ejecutivo enla celebración de tratados internacionales yen el nombramiento de ciertos empleados.

Los bilis necesitan la aprobación de los dosCuerpos y la firma del Presidente de la Repú-blica, la cual se supone cuando pasan diezdias desde que se comunicó á éste el acuerdode las Cámaras en que se haya opuesto ob-servación alguna. En otro caso, cuando elPresidente usa del veto suspensivo el bilívuelve á la Cámara donde nació para que lodiscuta de nuevo,ysi obtiene las dos terceraspartes de los votos, pasará á la otra Cámaraá fin de que segunda vez se discuta para verde lograr también los dos tercios de los vo-tantes, único medio de que el bilí prospere

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contra el-criterio.y la voluntad del Presiden-te. Lo mismo que con los bilis sucede con «to-da orden, toda resolución ó todo voto que exi-ja el concurso del Senado y de la Cámara derepresentantes.»

Según la sección 8.a, el Congreso puede:Tomar prestado sobre el crédito de los Es-

tados-Unidos.Regularizar el comercio con las Naciones

extranjeras y el de los diversos Estados en-tre si.

Establecer una regla uniforme para la na-turalización y una ley igualmente uniformerespecto á las quiebras en todo el territoriode los Estados-Unidos.

Acuñar moneda, regular el valor, así deésta como de la extranjera, y fijar, el modelode las pesas y medidas.

Aplicar el castigo á los falsificadores demoneda ó papel.

Establecer las oficinasy caminos depostas.Promover los progresos de las ciencias y

artes provechosas, asegurando por un tiem-po limitado, á los autores é inventores, el de-recho exclusivo de sus escritos ó descubri-mientos.

Establecer los tribunales inferiores al Su-premo Tribunal de Justicia (Supreme Court.)

Calificar y marcar pena á las piraterías yfelonías cometidas en alta mar, y las violen-cias del derecho de gentes.

Declarar la guerra y conceder patentes decorso y represalias, y para establecer las re-glas concernientes á las presas marítimas yterrestres.

Levantar y mantener ejércitos; pero nopodran asignarse fondos para este objeto por

' término mayor de dos años.Formar y mantener una armada.Formar los reglamentos militares, así pa-

ra las tropas de tierra como para las de mar.Convocar la milicia con objeto de hacer

cumplir las leyes, sofocar las insurreccionesy rechazar las invasiones.

Proveer á la organización, armamento ydisciplina de la milicia, igualmente que elmodo de gobernar aquella parte de ella, cuyoempleo puede ser necesario para el serviciode los Estados-Unidos, reservando sin em-bargo á los Estados respectivamente la elec-ción de los oficiales, y el derecho de dirigirlamilicia según la disciplina prescrita por elCongreso'.

Ejercer la exclusiva legislación en todoslos casos sobré aquellos distritos (cuya ex-

tensión no esceda de diez millas cuadadas)que en virtud de la cesión de cualquier Esta-do particular y de la aceptación del Congre-so, lleguen á ser residencia del Gobierno delos Estados-Unidos, y para ejercel igual auto-ridad sobre todos los lugares comprados conasentimiento del Cuerpo legislativo del Esta,do en que se encuentren; para la construc-ción de fortalezas, almacenes, arsenales, de-pósitos navales {dock yards)y demás edificiosnecesarios, y finalmente, para dar todas lasleyes que sean necesarias y convenientespara poner en ejecución las facultades men-cionadas, y todas las demás que por la pre-sente Constitución se confian al Gobierno delos Estados-Unidos ó á cualquiera departa-mento ú oficina que de él dependa.

El Poder ejecutivo está conferido al Presi-dente de la República, y en su defecto al "Vi-cepresidente, el cual es también quien presi-de al Senado. El Presidente necesita tenermás de 35 años de edad y catorce de residen-cia en los Estados-Unidos, donde debe habernacido ciudadano, ó ser tal ciudadano en laépoca de la adopción de la Constitución. Nilos Representantes ni los Senadores necesi-tan estos requisitos. A aquellos se les pidesolo siete años del gocede la ciudadanía yla residencia en el Estado que los elige altiempo de la elección. Los Senadores, ade-más de esta condición, necesitan la de serciudadanos ocho años antes.

El cargo de Presidente dura cuatro años,esto es, dos monos que el de Senador y unomás que el de Representante, y su elección severifica por medio de compromisarios. CadaEstado elige un número de electores presi-denciales igual á la totalidad de los Senado-res y Representantes, que tiene derecho áenviar al Congreso; y este cuerpo electoralvota dos personas, de las cuales la una no hade residir en el Estado á que el cuerpo perte-nece. Hecho el escrutinio, se remite al Sena-do, y allí, reunidos los escrutinios de los Es-tados todos, es proclamado Presidente el can-didato que más votos ha obtenido, y Vicepre-sidente el que inmediatamente le sigue. Peroeste sistema hoy no rige. Una enmienda de1804 ha establecido la elección directa y espe-cífica. Es decir que todos los electores, en susEstados respectivos, votan de un modo pre-ciso al Presidente y al Vicepresidente; el re-sultado de esta votación es comunicado alSenado, el cual proclama Presidente á lapersona que haya obtenido la mayoría abso-

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luta de los sufragios. Si esta mayoría no seha obtenido, á la; Cámara de Representantestoca elegir entre los tres candidatos que ha-yan logrado mayor número de votos, á cuyoefecto la Cámara vota por Estado y no porindividuo ó Representante. El Senado hará lomismo, en caso análogo, respecto del Vice-presidente. La enmienda ha previsto el casoen que no se llegue á una inteligencia en estagrave cuestión. Si el 4 de Marzo no está ele-gido el Presidente, ocupará la Presidencia elVicepresidente, como en caso de muerte ó deincapacidad constitucional de aquel. La en-mienda también ha introducido en otro puntocierta innovación. El elector debe tener encuenta que, ó en candidato presidencial ó encandidato para la Vicepresidencia, no puedenser del mismo Estado: es necesario optar.

El Presidente (que al entrar en su cargole jura ó afirma solemnemente) es el coman-dante en jefe del ejército, de la armada y dela milicia cuando ésta es llamada al servicioactivo de Ja Union: nombra los funcionariospúblicos, celebra tratados, vela por el cum-plimiento de la ley, sostiene las relacionesdiplomáticas, indulta fuera de los casos de¿mpeaehmeni, y comunica directamente conel Congreso por medio. de informes ó memo-rias sobre los asuntos políticos, pudiendo con-vocar las Cámaras en casos extraordinarios.

Pero ya he indicado que alguna de estasfunciones no son desempeñadas por el Presi-dente sin la intervención del Senado. Desdeluego esto sucede en lo relativo á tratadosinternacionales, que para ser válidos necesi-tan la aprobación de las dos terceras partesde los Senadores. Asimismo son precisos laconsulta y el consentimiento del Senado parael nombramiento délos embajadores, los cón-sules, los jueces del Tribunal Supremo y losaltos funcionarios de la República. En rigor,el párrafo segundo de la sección 4.a, art. 2.°,que de esto trata, pone bajo la intervencióndel Senado absolutamente todos los nombra-mientos de empleados, pero estableciendo almismo tiempo que el Congreso podrá, pormedio de una ley, conferir la designación delos empleados inferiores al Presidente solo, álos tribunales de justicia ó á los jefes de losdepartamentos, al cabo ha venido á "quedarreducida la competencia del Senado á los al-tos funcionarios.

Como se ve, esta es una especie de com-pensación de intervención que en el Poder le-gislativo tiene el Presidente por medio delveto.

Del Poder judicial trata el art. 3.°, y lo con-fia á un Ttribunal Supremo, secundado portribunales inferiores de distrito y de circuito.El primero entiende en primera instancia entodos los negocios en que sean partes los em-bajadores, los cónsules, los ministros públi-cos y los Estados; en los demás, en apelacióny casación. Bajo la jurisdicción de este poder,caen todos los casos de derecho ó de equidadque nazcan de la Constitución, de las leyes delos Estados-Unidos, de los tratados celebra-dos ó que hayan de celebrarse bajo su inme-diata autoridad, todos los casos referentes álos embajadores y otros ministros públicos ylos cónsules, los que se relacionan con, el Al-mirantazgo y la jurisdicción de marina, lasdiferencias en que sean parte los Estados-Unidos, ó que se susciten entre dos ó másEstados particulares, ó entre un Estado ylos ciudadanos de otro ó entre los ciudada-nos de diversos Estados,. ó entre los de unomismo que reclaman la propiedad de tierrasconcedidas por otro Estado, ó entre un Es-tado ó los ciudadanos y Estados, ciudadanosó subditos extranjeros.

Por decontado que las causas criminalestodas caen bajo el Jurado del Estado en el cualse cometa el crimen, salvo los de traición,concusión, etc., etc., perpetrados por funcio-narios públicos, cuyo conocimiento es priva-tivo del Congreso, si bien éste en su fallo selimitará, como ya he dicho, á declarar ladestitución ó incapacidad del funcionario,dejando luego libremente á la jurisdicción or-dinaria para perseguir y condenar el delito enla persona del delincuente.

Los Jueces son nombrados: los superiores,por el Presidente con el Senado; los inferiores,por el Presidente, pero todos son inamoviblesy su sueldo no podrá ser disminuido mientrasduren sus funciones. Por último, el Presiden-te del Tribunal Supremo preside el- Senadocuando éste actúa como Tribunal de justicia.

Pero la mayor importancia de cuanto laConstitución dice respecto del Poder judicial,está en el párrafo segundo del art. 6.°, dedica-do á bien diferentes particulares. Allí se esta-blece que siendo «la Constitución y las leyesque los Estados-Unidos se den en su conse-cuencia, así como los tratados hechos ó porhacer bajo la autoridad délos Estados-Unidos,la ley suprema del país, los Jueces en cadaEstado están obligados á observarlas, prescin-diendo de las disposiciones que en los Estadosparticulares existen ó se den contra aque-lla.» Por este camino el Poder judicial con sus

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delegados en las localidades, en puridad losúnicos delegados del Poder central en los Es-tados, vino á ser el verdadero representantedel interés y de la autoridad de la Union en laRepública, como en otro sentido lo fue me-diante sus facultades plenamente reconocidasy anchamente ejercitadas, para declarar laconstitucionalidad ó inconstitucionalidad deleyes votadas por el Congreso.

Una vez determinados los Poderes públicosde la República, la Constitucio'n pasa a ocu-parse de las relaciones de los Estados particu-lares entre sí y de las de éstos con el Podercentral representado por el Congreso, el Pre-sidente y los Tribunales. He indicado hacepoco que esta era la materia propia del ar-ticulo 4.° de la Constitución; pero ya he ad-vertido también que es preciso no tomar indi-caciones como esta relativas á la distribuciónde asuntos constitucionales en un sentido ri-goroso. Así, señores, ahora necesito notarque no solo el art. 4.° trata de los Estados par-ticulares y del Poder central, sino que tam-bién de esto mismo se ocupan dos párrafos(5.° y 6.°) de la sección 9.a del art. 1.° y los tresde la sección 10.a del mismo artículo, amende las conclusiones que se siguen, en todocuanto la sección 8.a establece respecto de lasfacultades del Congreso.

Con efecto, en la sección 9.a indicada, des-pués de prohibir todo derecho de exportaciónen los Estados, se establece que no se podráestablecer preferencia alguna, en virtud dereglamento de comercio ó de impuesto á lospuertos de un Estado sobre los de otro, sinobligar á los barcos que se dirigen á un Es-tado ó proceden de él á entrar, salir ó pagarnada en otro Estado.

Asimismo la sección 10.a prohibe á los Es-tados particulares celebrar tratados, ni acu.ñar moneda, ni emitir documentos de crédito,é imponer, sir: permiso del Congreso, dere-chos arancelarios ó de tonelaje y sostenertropas ó barcos de guerra, y en fin, otros ac-tos análogos que más ó menos afectan á lasoberanía.

Pero no por esto deja de ser el art. 4.° elcaracterizado bajo el punto de vista de quevengo hablando. Todas sus disposiciones áeíste fin se contraen.

Los ciudadanos de cada uno de aquellostendrán derecho á todos los privilegios é in-munidades de los ciudadanos en los demásEstados. El reo de traición, felonía ú otro cri-men, lo mismo que la persona obligada á un

servicio ó trabajo que se refugien en un Esta-do, serán devueltos al Estado que los recla-me. Las actas públicas, registros y procesosjudiciales de cualquier Estado, hacen fó enlos demás. Hó aquí las bases de inteligenciade los Estados particulares.

Pero luego viene (sección 3."), con la de-claración de que en la Union pueden ser ad-mitidos por el Congreso nuevos Estados, elveto absoluto á la constitución de un Esta-do bajo la jurisdicción de otro, y á la uniónde dos ó más Estados ó partes de Estado sinel consentimiento de sus respectivas Cáma-ras y el expreso del Congreso de la Repú-blica.

Además los Estados-Unidos garantizan(sección 4.') á cada Estado particular una for-ma republicana de gobierno y la protecciónmaterial y militar, en caso de agresión, pre-via demanda del necesitado.

Por último, la Constitución consigna deun modo terminante el poder del Congreso de«disponer del territorio y de cualquiera otrapropiedad de los Estados-Unidos y de hacertodos los reglamentos y ordenanzas necesa-rios á este fin, sin que pueda interpretarseningún precepto constitucional de modo queafecte á los derechos délos Estados-Unidosni de ningún Estado particular.» Y despuésde todo esto, el párrafo 2.° del art. 6.°, de queya he hablado respecto del deber de los jue-ces de atenerse á la ley general del país so-bre la particular de las localidades.

El art. 5.° se refiere al modo de enmendarla Constitución. Cuando los dos tercios de losvotantes de ambas Cámaras lo estimen opor-tuno ó lo pidan las dos terceras partes de lasCámaras de los diversos Estados, el Congre-so convocará una Convención que discutiráy presentará la enmienda deseada, la cual,ratificada por las tres cuartas partes de losEstados, revestirá después el carácter de ar-tículo adicional ó integrante de la Constitu-ción. Esta, empero, puso ciertas limitacio-nes. Desde luego nunca la enmienda privaríaá ningún Estado, sin consentimiento de éste,de la igualdad de sufragio en el Senado. Ade-más, antes de 1808 no se podría modificar loreferente á la importación de personas y á lamanera de repartir las contribuciones sobrela población estimada de suerte que á la to-talidad de los habitantes libres se agregasenlos tres quintos del resto de los pobladoresdel país. El esclavismo no cejó en esto.

La declaración de que la antigua deuda te-

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nia el mismo sagrado ca rác te r bajo la Cons-titución que bajó la Confederación es la ma-teria del párrafo 1.° del a r t . 6.°; y el 7.°, comoy a también he dicho, t iene por objeto resolverque la adhesión de nueve Es tados de los tre-ce consultados bas ta p a r a el establecimien-to de la Union americana; precepto de impor-tancia t rans i tor ia , pero de gran importanciaen los momentos en que la resis tencia de losEstados á ceder en punto á prerogat ivas , ypor tanto a venir á una positiva inteligencia,hacia temer que la obra de la Convenciónfracasase por falta de adeptos. Por fortunaantes de terminar el año 88 eran ya diez losEstados adheridos y pudo decretarse que el 4de Marzo de 1789 principiara á producir efec-tos la nueva Constitución.

Algo tengo todavía que decir sobre la ma-teria; pero la Conferencia de esta noche hasido larga, y fuerza será dejar el asunto parala noche próxima.

RAFAEL MARÍA DE LABRA.

LOS CUERPOS SIMPLES EN LA QUÍMICA ACTUAL.

III.Pudiera hacer extenso estudio sobre la

conclusión establecida; pero creo que lo dichobastará para reflejar el pensamiento domi-nante en las cuestiones de la química y lastendencias mecánicas que se dan á la inter-pretación de los hechos, siempre dentro delcriterio experimental más riguroso. Llega-dos ya á la demostración de este nuevo modode ver los fenómenos químicos, asunto cuyaexposicióh me era indispensable para fundarmis opiniones respecto á la cuestión que hade ser objeto de este trabajo, debo ya entrarde lleno en su examen. Dado el estado actualde la química, ¿cuál es la noción que debedarse de los cuerpos simples? ¿De qué manerase ha de considerar á lo que antes se teniacomo el límite de todo auálisis y se conside-raba como el elemento indescomponible enlas reacciones?

La noción ó idea de que debe haber sustan-cias elementales ó simples, que uniéndose en-tre sí producen los cuerpos más sencillos, seencuentra ya en los alquimistas; las quiméri-cas esperanzas de buscar el elixir de largavida y la piedra filosofal eran realmente la

investigación de los simples, por cuyas com-binaciones habían de realizar aquellos por-tentosos descubrimientos: atribuyendo el ca-rácter de elementos al aire, al fuego, al aguay á la tierra, pensaban que de ellos podríanformarse aquellos cuerpos que tan útiles ha-brían de ser á la humanidad. Dirigidos eneste sentido todos los pensamientos y todaslas investigaciones, más ó monos racionales,de la alquimia, se llega siempre, en un camino ó en otro, á afirmar la existencia de esassustancias elementales ó simples, que soncomo la base de la formación de todos loscuerpos. Indudablemente si se busca el orí-gen de esta creencia, que es como una espe-cie de intuición, de que no ha podido librarseá la ciencia; aun después de haber establecidoperfectamente sus fundamentales principios,se ve que obedece al sentido que habían dadolas antiguas teorías sobre la constitución' dela materia á toda investigación en la ciencianatural. Sabido es que la ley de Daltón, quees el principio de la teoría atómica moderna,no es más que la legítima consecuencia de lasteorías atómicas de los filósofos griegos, cu-yas ideas parece como que informan todo elsentido de los alquimistas de la Edad Media;y digo que lo informan, por el misino carácterque ambas tendencias tienen á referir la com-posición de los cuerpos á la yustaposicion delos átomos, de donde toma origen la doctrinade los átomos elementales ó simples, á cuyodescubrimiento tanto se dedicaban los alqui-mistas, pues creían que conociendo esos sim-ples y estando en posesión de ellos podían dis-poner á su antojo las combinaciones y obte-ner todos aquellos productos de maravillosaspropiedades que en su mente habian forjado.Esto no obstante, la noción de cuerpo simpleno aparece clara, expresa, más bien que unátomo incapaz de desdoblarse, mejor que uncuerpo del cual no puede, por ningún medio,sacarse más que una sola clase de materia,algo como una droga especial que se llamaríasimple, mejor que por contener átomos sim-ples, por alguna propiedad ó carácter físicoraro y curios.0, que solo aquella sustanciapresentase y que por este mismo carácter seasemejase á la simplicidad de alguno de loscuatro elementos. Los alquimistas, es cierto,que conocían algunos cuerpos á los cuales seha dado luego el nombre de simples, puestoque manejaban los metales que se encuen-tran al estado nativo; pero no sé que les ha-yan atribuido esta condición de simplicidad

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en otro sentido que el manifestado antes; ypara opinar asi me fundo en¡ que considera-ban muchas veces como simples, sustan-cias compuestas. Únicamente después queel incomparable genio de Lavoissier realizóel análisis del aire y dio á la química el ca-rácter de ciencia estableciendo los métodosanalíticos, es cuando aparece el concepto decuerpo simple tal como se admite por la teoríaatómica. La teoría de los cuatro elementos,que era la última expresión de las doctrinasde los alquimistas y como la barrera que im-pedia que sus observaciones llegasen másallá, se destruye con la teoría de la combus-tión; todo cuerpo que se quema, toda sustan-cia que se combina, no es que se reduzca ásimple, sino que se oxida, que absorbe unode los dos elementos que hay en el aire y seconvierte en otra cosa,; por tanto, en lu//ar dereducirse á un elemento simple, lo que hace, escomplicarse más, por la apropiación de otrasustancia que es diferente de él y cqn la cualestá en contacto con ella. Si á las sustanciasasí formadas se les somete á la acción delfuego, quemarán lo que pueda combinarse conla sustancia que arde, expulsarán todo lo quehaya en ellas de volátil ó poco estable, y que-dará, por fin, un cuerpo que el fuego no redu-ce á,nada y del cual nada se desprende: esees el cuerpo simple. . ,;

Por lo que se desprende de las ideas y pen-samientos del sabio fundador de la química,se establece la noción de cuerpo simple poruna suerte de eliminación. Lavoissier creia,y en esto pagaba justo tributo á las ideas queantes de el dominaban en la ciencia, que elquímico investigaba siempre destruyendo,eliminando; que jamás creaba nada, tanto quellega á decir que la química es la ciencia del,análisis. Esta idea llevaba al empleo, de me-dios enérgicos para eliminar los elementos delas combinaciones y aislar los cuerpos sim-ples, operando siempre por medio del calor;tenia en apoyo da esta doctrina el experimen-to en que se obtuvo por vez primera el oxíge-no, y además el desdoblamiento delas.sustan-ciais orgánicas pop medio del calor, cuyasreacciones, si no conocidas entonces perfec-tamente, se sabia que absorbiendo oxígenopa,ra formar sustancias de orden complejo,se aislaban más tarde, produciendo gasessimples.

Los cuerpos simples no eran entonces másquie el último resultado de todas las reduc-ciones por el calor, á las cuales debe conside-

rarse comp el límite de los medios analíticosen uso en aquel tiempo. Cuando después dequemar una sustancia y de quitar de ellaotras varias que contenia, quedaba un residuoque no se quemaba, que no producia nada, nise reducía á otra sustancia, entonces se lle-gaba al cuerpo simple, al verdadero elemen-to, sobre el que estaba, formado aquel edificiodel cual se habia quitado todo lo que era com-puesto; poco importaba que los compuestos seformaran por yustaposicion de átomos ó de .otra manera cualquiera; lo esencial era sabercómo se desdoblaban, de qué manera iban re-duciéndose por el análisis, hasta llegar á eseelemento irreductible, que era como el límitede todo el trabajo analítico del investigador.Como se vé, Lavoissier no se hizosolidario delas ideas de determinadas escuelas, ni ajustólos hechos observados á una teoría estableci-da á priori con más ó menos ingenio; su mé-rito está precisamente en esto; fue. un geniocreador que se fijó únicamente en lo "que es elhecho; que nada subordinó á otro criterio queal experimento sabia é ingeniosamente prac-ticado. Sus medios de análisis le permitíanllegar á un punto de que no podia pasar; aquellimite del análisis* aquella bárreÉá, era él ele-mento, el cuerpo simple. Esta noción, esta-blecida cuando la escasez de los medios deexperimentación solo permitía el trabajo deeliminación en un corto número de sustan-cias, de las pocas conocidas, es casi el con-cepto que en el estado actual de la ciencia seda al cuerpo simple. ;

Fácilmente se conciben las consecuenciasde esta doctrina. La deducción de más interéses el dar á los cuerpos simples un caráctertransitorio y hacer su número ilimitado, su-bordinando, como lo hacia Lavoissier, la ideade cuerpo simple al medio de análisis; desdeluego se ve que á medida que los medios deanálisis aumenten, que á medida que sea ma-yor el número de, cuerpos que puedan, some-terse á la, reducción; sucederán dos cosas, En<primer término, podrá llevarse la reducción áun límite más lejano, y por tanto estas barre-ras que se llaman cuerpos simples irán másallá, dejarán deserto; en segundo termino,descubiertos muchos medios de análisis, in-ventados muchos procedimientos de elimina-ción, podrán descomponerse más cuerpos, al-canzar muchos límites en esas reducciones,y por tanto los cuerpos simples deben aumen-tar en número. Pronto habia de verse confir-mada esta opinión; los admirables trabajos

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del químico Berzelius dieron como resultadoel descubrimiento de gran número de cuerpossimples; la aplicación de la electricidad comoagente de desdoblamiento de las sustanciasdio también sus frutos; gracias á este medio,el famoso Davy pudo aislar los metales alca-linos.

Al realizarse todos estos progresos en elanálisis, se suscita animada controversia enlo que á la interpretación y concepto del fenó-meno químico se refiere; el inmenso trabajorealizado por Bercelius, que ha sido sin dudaalguna el químico que aportó mayor númerode materiales á la ciencia, es fuente de unateoría que se llamó el dualismo; de otra partelos experimentos de Gay-Lussac y Dumas so-bre la sustitución del cloro al hidrógeno en elácido acético es origen de otra escuela que sellamó unitaria, y pretendía tener su funda-mento y apoyo en la teoría atómica. Anima-da controversia suscitóse durante bastantesaños entre las dos tendencias que querían ex-plicar el fenómeno químico; controversiasiempre productiva para la ciencia, porque deella se forma la química orgánica, gracias álos, esfuerzos y trabajos de Laurent y Ge-rhardt. La diferencia capital que existia entreuna y otra escuela consistía en que, según elsistema dualista, las sales serian la unión deun ácido y una base, y según los unitarios lasustitución de todo ó parte del hidrógeno deun ácido por un metal; de estas interpreta-ciones toman origen las fórmulas racionalesy las típicas, que sin ser la expresión de laverdad, facilitan la comprensión del mecanis-mo de las reacciones.

Al fijarse los químicos en las leyes de lacombinación, que habían sido determinadascon todo rigor, han visto que una cantidaddada de un cuerpo podia sustituir á otro enuna reacción; así, por ejemplo, ocho gramosde oxígeno equivalen perfectamente á uno dehidrógeno ó 12 de carbono, etc., y á los nú-meros que representan estas cantidades quese sustituyen, tomando como unidad el hidró-geno, se les llamó equivalentes. Más tarde, yconforme al criterio unitario, se adoptó la de-nominación de pesos atómicos, que estabamás ajustada á las fórmulas racionales y queexpresaba perfectamente las cantidades delos diferentes cuerpos que podían saturar alhidrógeno tomado como unidad.

Los métodos de determinación del calorespecífico fueron llevados á la química, y gra-cias á los trabajos de Dulong y Petit pudieron

determinarse los calores específicos de Jos64 cuerpos simples conocidos hasta entonces;esta determinación fue el origen del enuncia-do de una ley famosa que decia qu$ los pesosatómicos, multiplicados por los calores espe-cíficos, daban como producto el, mismo n&me-ro, que era precisamente el producto del ca-lor específico del hidrógeno por su peso ató-mico, y de aquí esta singular deducción; to-dos los cuerpos simples pueden reducirse áuno solo, del cual son únicamente variantes,lo cual parecía también apoyado por aquellaotra ley referente á los gases, qué decia queen iguales condiciones de presión y tempera-tura, todos los gases contienen, en el mismovolumen, igual número de moléculas..

De aquí se deducía que los cuerpos simplesdebían reducirse en número, proveyéndoseque esto seria por reducción de unos, á otros,hasta llegar á un punto en que todos ellosfuesen susceptibles de trasformarse en esecuerpo del que parecían derivar, Al principiorecibió esta hipótesis cierta especie de san-ción en los trabajos que dieron por resultadola eliminación del Ilmenio, Pelopio, P&nio yWasio de la listado los cuerpos simples';, peromás tarde, gracias á los descubrimientosrealizados por eljanálisis espectral, hubo queañadir á la lista de los elementos el Rubidio,Cesio, Thalio y Litio, y más modernamente elGalium, el Scandium, Samario, Holrnio y Tu-lio con el carácter transitorio que más ade-lante veremos,

Indudablemente las leyes de los atomi^tas,que hacían ver como limitado el número, delo# elementos y que demostraban la posibili-dad de la reducción de unos á otros, dependíade las ideas que se habían formado sobre launidad de la materia, ideas que derivaban in-mediatamente de su concepción del fenómenoquímico y de la constitución de los cuerpos.Yo recuerdo haber,visto sobre estos puntoshipótesis ingeniosísimas y nociones eminen-temente artificiosas y poéticas; la colocaciónmolecular es siempre la razón de la teoríaatómica; si se observan en muchos cuerpospropiedades distintas es por la diferente colo-cación molecular; si los cuerpos simples apa-recen tan diversos en sus manifestaciones espor la misma razón; pues que la unidad de lamateria jamás se destruye, ella está allí siem-pre una; pero sus. átomos están polocados dediversa manera; nuestro trabajo es rectificarestas colocaciones, poner esos átomos dé otromodo, y cuando hayamos conseguido poner

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los de todos los cuerpos de la misma manera,veremos como toda la materia es perfecta-mente igual y tiene las mismas propiedades.De esta isuerte discurriendo se llegan á con-cebir las propiedades de los cuerpos como de-pendientes de ías colocaciones de los átomos;pero perfectamente inherentes á los mismos,pues que se admite que las propiedades de loscuerpos dependen de su constitución; segúnlo cual el fenómeno químico viene á ser ladestrucción de una colocación atómica paracrear otra, de una manera semejante á lo quepasaría si desecho un edificio eonstruyéra-mos otro con las mismas piedras colocadasde maneras muy diversas. En esto de las co-locaciones atómicas se ha ido muy lejos; seha pretendido nada menos que penetrar en elinterior de los cuerpos, aun de aquellos com-puestos de mayor número de elementos, y di-bujar la colocación de los átomos, para deella deducir sus propiedades; se ha intentadotambién medir el volumen del átomo de losgases y dibujar las variadas formas cristali-nas de los silicatos, haciéndolas derivar deeste principio de la colocación molecular; den-tro de la teoría atómica, hipótesis más ó me-nos importa poco; el caso es moldear los he-chos de manera que se ajusten al principiofundamental de la doctrina y al sentido quedaban á las fórmulas, que es precisamente loque constituye el error capital de ésta escue-la. Las fórmulas, decian, no han de ser úni-camente la expresión de la composición de loscuerpos, obtenida en virtud de un análisisminucioso; han de expresar además la colo-cación que dentro de la molécula del com-puesto tienen los elementos, el modo de estaragrupados los átomos que lo constituyen.

Por otra parte, tampoco la ley fundamen-tal de la noción de cuerpo simple dentro de lateoría atómica es1 rigurosamente exacta. Lospesos atómicos de los cuerpos simples, porsus calores específicos, se ha visto que nosiempre dan el producto que se habia señala-do al enunciar la ley, cosa que los atpmistasatribuían1 á la poca exactitud en ciertas deter-minaciones causadas por colocaciones mo-lecuilares, lo cual, en resumen, no es dar uñarazíon sólida en apoyo de su ley; rectificandocalores específicos y pasos atómicos, se ventodiavía mayores diferencias en los productosobtienidos, lo cual demuestra el error come-tido por la teoría atómica eri estas determi-naciones.

Lo que llevo dicho podrá dar una idea de

la noción de cuerpo simple dentro de las ten-dencias que han dominado en la química des-de su constitución como ciencia; si se re-flexiona un poco sobre lo dicho podrá notarseque se estaba más en lo cierto en los prime-ros tiempos cuando se quería considerar laparte física del fenómeno químico; para míLavoissier estaba más cerca del sentido me-cánico de la química que los partidarios de latearía atómica, porque admitía, en esto quese refiere á cuerpos simples, que lejos de re-ducirse su número, débiá aumentar indefini-damente; esto al menos se deduce de su ma-nera de apreciar el análisis.

IV.

Indudablemente los conceptos mecánicosde la química no vienen dé ella misma; derivanmejor de los grandes descubrimientos de lafísica y de la aplicación de sus métodos á ladeterminación del fenómeno químico. Los des-cubrimientos que causan esta trasformacionde todas las nociones y la modificación delos conceptos más fundamentales de la quí-mica son, sin duda, la teoría mecánica del ca-lor y el análisis espectral: de la aplicación delo primero son consecuencias la disociacióny la síntesis; de lo segundo se deduce la per-fección de los métodos de análisis y la ideade los cuerpos simples tal como hoy día debetenerse.

Todo el conocimiento que tenemos de losfenómenos químicos se ha adquirido por pro-cedimientos esencialmente analíticos; la sín-tesis, que ha venido más tarde, no Ha hechosino dar los medios que llevan al conocimien-to de la manera cómo los cuerpos se compo-nen, ó sea el conocimiento del mecanismode las reacciones. El análisis, procediendosiempre por métodos que pudiéramos lla-mar de diferenciación y eliminación, ha lle-gado á límites, que cada vez son en mayornúmero y más lejanos del punto de partida,que señalan ó marcan el fin del camino de laexperimentación; la síntesis ha partido deestos límites, y siguiendo en una escala in-versa de procedimientos, ha llegado, en cier-tos casos, á la reconstitución de aquello queservia de punto de partida al análisis; mas hade tenerse en cuenta que solo transitoriosson los extremos de estas dos escalas.

La teoría mecánica del calor, de una par-te, que aplicada á la química es el origen delos conceptos mecánicos del fenómeno quími-co, con lo riguroso de sus matemáticas con-

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clusiones y lo eminentemente experimentalde sus procedimientos y medidas, y de otrael análisis espectral, que tanto ha dilatadolos límites de la ciencia natural, son los orí-genes de donde deriva nuestro concepto decuerpo simple, en cuanto la influencia de ladicha teoría y del procedimiento analítico des-cubierto por Kjrchoff y Bunsen, dan un ver-dadero concepto de la combinación y ensan-chan el campo de los procedimientos analíti-cos de la química, de manera que puedanrealizarse descubrimientos importantísimos,cuya trascendencia se deja sentir en todaslas demás ciencias naturales.

Yo creo que en la química actual debe con-siderarse á los antes tenidos por cuerpos sim-ples.no como elementos irreductibles, cuyonúmero debe disminuir, sino, por el contra-rio, como el límite siempre transitorio de de.terminados medios de análisis, de los cualesson función, límite capaz de nuevos desdo-blamientos, puesto que no es más que funciónde esos mismos medios de análisis, que noexiste realmente sino por pura convención.Esta opinión rechaza, como es consiguiente,la idea de , considerar á los cuerpos simplescomo sustancias elementales, ó hacerles co-mo el substractum de las combinaciones; an-tes por el contrario, admite, en consecuenciacon el moderno concepto de la unidad de lamateria, que los tales cuerpos simples no sonotra cosa que un error más de las escuelasantiguas. Para probar todo esto voy á apelará los últimos descubrimientos de la químicasolar, dados á conocer en las Memorias deLockyer y Pictet, no porque en otro terrenodeje de encontrar pruebas de gran valor, sinopor elegir un procedimiento esencialente ex-perimental y novísimo.

Antes de que tome el camino que acabo deindicar, séame permitido investigar, aunquesea con mucha brevedad, los medios analíti.eos que dan como resultado esos cuerpos sim-ples ó sustancias elementales, según antes sedecia; estos medios son dos: el análisis expec-tral y la disociación, ambos más bien físicosque químicos, en cuanto no ponen enjuegoninguno de los ordinarios mecanismos de lasreacciones. Délos dos procedimientos analí-ticos se aplica el primero para todos los casosen que han de descubrirse en combinacionesde cuerpos varios, algunos que se hallen encantidades pequeñísimas, el análisis expectralsirve para caracterizar y determinar mayo-res grados de simplicidad en los estados de

los cuerpos, y de ahí que á ól se deba el au-mento de la lista de los cuerpos simples, so-bre todo en estos últimos tiempos en que, gra-cias á él, se han realizado trabajos tan im-portantes como la demostración de la natu-raleza compuesta del fósforo. En el análisisespectral no se modifica la condición químicade los cuerpos, puesto que basta, en la ma-yor parte de los casos, convertirlos en cloru-ros y volatilizarlos; otras veces es necesarioir más lejos y llevar á cabo, por medio delcalor, otro trabajo esencialmente químico, dedesdoblamiento de las sustancias por mediode la disociación; de este modo se unen losdos procedimientos para concurrir á este úl-timo fin; llegar á conseguir, por medio delanálisis, la descomposición de todos los cuer-pos, aun de aquellos que se consideran comoelementos simples de toda combinación. Paramí es solamente la disociación el medio deconseguir éstas como divisiones ó desdobla-mientos de la materia, el análisis especial esel procedimiento en virtud del cual nos damoscuenta de aquellos resultados, y la disocia-ción es á su vez un trabajo químico causadopor acciones puramente físicas; es como lacontinuación y el fin de todo el trabajo de di-latación que ejerce el calor sobre los cuerpos.

La concepción que debemos formar del ca-lor, en vista de sus manifestaciones, es con-siderarle como un movimiento de la materiaque se traduce, químicamente considerado,en las formas de la afinidad y de la cohesión;de manera que si suponemos á esa materiaperfectamente inmóvil, ó sea en reposo, ha-bremos conseguido llegar al cero absoluto enla escala de las temperaturas. Si á un cuerpoen estas condiciones se le comunica ciertacantidad de fuerza viva, todas sus partes hande moverse y la temperatura del cuerpo po-drá medirse por la amplitud media de las vi-braciones producidas. De esta concepción dela temperatura se deducen la ley del aumen-to de temperatura y la idea de lo que debe en-tenderse por calor latente, que no es otra cosaque el calor, que sin ser sensible al termóme-tro, contienen las partes del cuerpo que hansalido del círculo de acción de las fuerzasatractivas interiores.

Con estos principios hay bastante paradarse cuenta del trabajo que el calor produceen un cuerpo, tomándole desde ese estado dereposo que ha llamado el cero absoluto; su-pongamos para esto un sólido cualquiera, alque por un medio mecánico se le comunica

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una cantidad de fuerza viva; lo primero quese advierte es la elevación de temperatura,siempre en relación con la cantidad de calorcomunicada; esta elevación se detiene en unpunto que es el de fusión, llegado el cual per-manece estacionaria, mientras el cuerpo só-lido se disgrega convirtiéndose en líquido.Fácilmente se comprende que la energía po-tencial ha dé ser mayor en este estado, puespermaneciendo estacionaria la temperaturadurante el acto de la fusión, claro está que elexeso de calor dado al cuerpo ha de ser ab-sorbido y enmascarado en el nuevo estadoque toma origen en este fenómeno. En los lí-quidos, la temperatura puede elevarse, des-pués de su formación, hasta él punto en quehierven, durante cuyo acto la temperatura esconstante, en relación á la presión ejercidasobre la superficie de la masa líquida; mashay también una nueva absorción de caloren el paso de los líquidos á vapores, y por esoéstos gozan de mayor energía potencial; locual explica el que en este estado los cuerpostengan más aptitudes, que van restringiéndo-se á medida que por condensaciones sucesi-vas van acercándose á tomar forma propia ydefinitiva. Después de estos términos ó pun-tos singulares de la escala de la dilatación,hay todavía otros fenómenos de naturalezaquímica, puesto que afectan á la íntima com-posición de los cuerpos, debidos únicamenteá las acciones de la fuerza viva, manifestadacon formas de calor: si se calientan los vapo-res, su temperatura se eleva hasta un punto,variable para cada uno, en el que perma-nece constante; pero se produce un fenó-meno curioso: tal es la disociación ó sea eldesdoblamiento de los cuerpos, cuyos ele-mentos constitutivos se separan en virtud dela gran distancia á que que los llevan lasgrandes oscilaciones caloríficas, cuya longi-tud aumenta en relación al estado del cuer-po. Esta disociación tiene un límite, que es elcuerpo ó cuerpos simples en que el compues-to llegue á desdoblarse; llegados aquí, y conlas condiciones que para obtener altas tem-peraturas se nos dan en el dia, no podemosir más lejos en el procedimiento analítico;peiro se comprende que si pudiéramos dispo-ner de más poderosos focos de calor se llega-ría, á límites más lejanos; pues es lógico su-poiner que los cuerpos simples, dotados degran energía potencial por el calor que se haabsorbido,' podrían adquirir todavía más; lasvibraciones de sus últimas partículas ten-

drían más longitud,'y separados sus elemen-tos, se aislarían, desdoblándose por lo tantoen otras sustancias que nos fuesen perfecta-mente desconocidas, ó aun en otros elemen-tos de estos que hoy tenemos por cuerpossimples.

Se puede comprender ahora, al monos asíme lo parece, la claridad de la idea ó nociónde cuerpo simple. El elemento no representamás que un concepto que pudiéramos llamarinterino ó provisional, en cuanto su fijeza ysu carácter solo dependen del medio analíti-co, del procedimiento empleado en realizar ladescomposición de los cuerpos.

V.No se llega ala conclusión establecida por

una serie de conjeturas más ó monos inge-niosas, sino en virtud de estudio detenido delos-resultados obtenidos por el análisis espec-tral. Se sabe de una manera positiva y ciertaque cuando se eleva la temperatura de uncuerpo luminoso se producen dos efectos ó fe-nómenos concomitantes; al primitivo espec-tro, que corresponde al cuerpo luminoso, seañaden uuevas rayas, que corresponden á pe-riodos de vibración Cada vez más cortos; porotra parte, la amplitud de las vibraciones encada radiación aumenta, en función de la lon-gitud de la onda y el aumento de temperatu-ra del foco. Estableciendo comparaciones en-tre el espectro solar y los |que obtenemos enlos laboratorios, se nota que aquel presentamuchas radiaciones que se extienden hasta elextremo ultraviolado, cuyo hecho hace admitirque la temperatura solar es muy superior ácuantas pueden obtenerse por los innumera-bles medios que tenemos de producir calor:Lockyer, Cornu y Mascart, en sus recientes éinteresantísimos trabajos sobre el particular,han hecho análisis detenido del espectro solarcon relación á esa ¡numerable multitud de ra-yas que se determinan entre el rojo y el ultra-violado; comparando estas rayas oscurascon las brillantes que producen los metales in-candescentes y observando las relaciones en-tre ellas, á medidaque la temperatura del focose eleva, se ha llegado á la determinaciónanalítica de todos los metales que se encuen-tran en la superficie de la tierra, de los cualesha encontrado Lockyer en el Sol hasta trein-ta y tres, observándose una notabilísima par-ticularidad; en el Sol no hay cuerpos simplesde la clase que antes se llamaba metaloides.Este descubrimiento ha hecho pensar en la

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realización de uil experimento importante,; tales la disociación de los metaloides, que seriala prueba más concluyente de la noción ó con-cepto de cuerpo simple que tratamos de esta-blecer.

El sabio físico de Ginebra, Mr. Raoul Pic-tet, es quien ha dado esta idea, fundándoseen las acciones del calor sobre los cuerpos,que brevemente expuse en las anteriores pá-ginas. Claro está que el límite de la disocia-ción no es definitivo; pues que no se llega másallá, porque son insuficientes nuestros mediosde obtener altas temperaturas, y porque co-mo los cuerpos disociados adquieren una granenergía potencial y por lo tanto muchas apti-tudes, están muy dispuestos á entrar en nue-vas combinaciones y no es posible en muchoscasos aislarlos en su estado más primitivo óelemental. En general podemos decir que ladisociación no consiste en otra cosa que endar á los cuerpos toda la energía potencial,todo el calor que debieran tener en su estadomás primitivo ó elemental; de donde podemosdeducir que esa materia, cuya unidad se pro-clama como concepto fundamental de ia me-cánica molecular, debe ser una cosa dotadade grandísima energía potencial, riquísimaen aptitudes y dispuesta siempre á revelarlasde un modo ó de otro; cuando por cualquiercausa esa materia tiene que trasmitir y porconsecuencia perder algo de su potenciali-dad, entonces sus aptitudes se limitan y se de-terminan las formas en que se nos presenta;formas que á su vez van limitándose en susdeterminaciones sucesivas. Según esto,cuan-do se disocia un cuerpo no se hace otra cosaque darle energía potencial, que devolverleaquello que ha perdido, no todo, y de ahí ellímite del trabajo de disociación; límite al quedamos el nombre de elemento, porque es laforma más simple en que la materia se nospresenta; el dia en que se pueda trasmitirmás fuerza viva á esa forma elemental, seguramente se desdoblará y formará otro es-tado todavía más simple, pero dotado de másenergía potencial y de mayor número de ap-titudes.

La temperatura de la superficie solar es in-finitamente mayor que cuantas en los labora-torios pueden obtenerse; de aquí que en el Solse encuentren en estado de vapor cuerpos queapenas llegamos á ver fundidos en la tierra; yes por tanto lógico suponer que aquellos ele-mentos que aquí son fácilmente fusibles y quese volatilizan, sin acudir al empleo de altísi-

mas temperaturas, hayan de estar disociadosó desdoblados en la atmósfera solar. Este ca-rácter conviene á los cuerpos simples llama-dos metaloides; luego es lógico suponer quepues el análisis espectral no acusa su presen-cia en el Sol, deben encontrarse en su atmós-era en estado de disociación; para admitirdefinitivamente esta hipótesis es necesariohacer un trabajo experimentar que dé Comoresultado un método general para la disocia-ción de los llamados metaloides: este métodose ha propuesto ya por Raoult Pictet en lamagnifica Memoria publicada en el últimomes de Octubre. El sabio experimentador pro-pone la construcción de un inmenso espejo pa-rabólico destinado á recoger los rayos sola-res y concentrarlos en un pequeño espacio, demanera que por una enorme radiación seconsiga obtener una temperatura muy su-perior á cuantas dan los medios ordinarios;sometidos los cuerpos simples á un calor ele-vadísimo se disociarían, porque la energía ófuerza viva comunicada pasa con mucho de laque es necesaria1 para llegar á aislar las sus-tancias consideradas hoy como elementales;los productos de esta disociación, pbrl»1 po-tencialidad adquirida, serian muy difíciles deaislar, porque sus aptitudes tan despiertas—sí asi vale decir—les obligarían á una limita-ción, á tomar una forma cualquiera, por lapérdida de algo de su energía potencial; esteaislamiento se verificaría en una cámara es-pecial y en condiciones tales que los cuerposó productos de la disociación permanecerían,en^, misma forma con que en aquella opera-ción se obtuvieran, el tiempo necesario paraproceder á su examen.

Sino por estos caminos, por otros análo-gos, se llega á obtener la disociación de cier-tos cuerpos simples; los recientes experimen-tos de Lockyer sobre las rayas del espectrodel fósforo, del sodio y de otros varios cuerpos,que hacen suponer la existencia de cantida-des variables de hidrógeno en cada uno deellos; las interesantes investigaciones de Le-cog de Brisbandrau sobre la samarskita, cuyoresultado ha sido el descubrimiento del nuevoradical samario y los de Marignac, Soret yCleve sobre la erbina, la yterbina y sus tier-ras, dando como consecuencia el descubri-miento del scandium, holmio y tulio, pruebantambién, hasta dónde es posible, ir modifi-cando cada dia la noción de cuerpos simplesy las ideas, que de ordinario y como en fun-ción de las doctrinas atómicas, se tienen res-

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pecto á estas cuestiones" interesantes y fuprdamentales de la química. El concepto delcuerpo simple ó del elemento no es otra cosaque una idea provisional y transitoria; loscuerpos simples no existen de otra1 maneraque como formas susceptibles de variación,son no más que el límite del análisis.

El espectroscopio, aplicado á este génerode investigaciones y los métodos de disocia-ción, en tan feliz momento ideados por Saint-Claire Deville, son sin duda alguna el origende los experimentos emprendidos con el obje-to de dar á la química fundamentos mecáni-cos, que están perfectamente dentro de lateoría más importante y trascendental de laciencia moderna, de la teoría mecánica delcalor, cuya aplicación á los fenómenos quí-micos acaba de hacer Berthelot en su magní-fica obra de mecánica química, La teoría me-cánica del calor ha traído á la química losconceptos mecánicos de la combinación y seabre hoy, en esta ciencia, un horizonte tannuevo y tan dilatado como aquel que se abriacuando el inmortal genio de Lavoissier des-truía las utopias de los alquimistas y daba ála química forma de ciencia.

Todo^ estos resultados, todas las nocionesmodernamente establecidas con este sentidomecánico, son como un apoyo y un fundamen-to más para admitir que la mecánica es laciencia de la naturaleza y que sus leyes sonla expresión exacta, clara y precisa del modocomo los fenómenos naturales se verifican;en este concepto he procurado presentar élnovísimo movimiento de la química, en lo quese refiere á la noción de los cuerpos simplesy á las ideas más fundamentales que en ellase admiten, como aplicación del método expe-rimental á la determinación de los fenómenosque son objeto de esta ciencia, más bien diréque son objeto de las ciencias naturales; puesque estas ciencias, no por su objeto se dife-rencian, sino por su desarrollo, por la exten-sión que sus métodos han adquirido.

JOSÉ RODRÍGUEZ MOURELO.

EL SORTILEGIO DE KARNAK.

NOTAS ESPLICATIVAS.

(1) El Egipto es un valle regado por el Ni-lo, que ha formado parte del país, y que á de-recha é izquierda está ceñido por inmensos yestériles desiertos. «La anchura del valle, ypor consecuencia la del país habitado, diceMalte-Brun, no excede por término medio decinco leguas, y aun cuatro y menos en algu-nos puntos: solamente se ensancha al bifur-carse el rio cerca del Cairo.» Esta región seextiende del Sur al Norte, y ocupa el ánguloNor-este del África, ó como decían los anti-guos, de la Libia, de cuyo lado comunicacon el Asia por el istmo de Suez. El Egiptoestá limitado: al Norte por el Mediterráneo,al Este por el istmo y el mar Rojo, al Sur porla Nubia, que el Nilo atraviesa antes de en-trar en el Egipto, por las cataratas de Siena,al Oeste, en fin, por desiertos sembrados dealgunos oasis ó tierras habitables fertilizadaspor las fuentes. «El desierto se extiende hastael mar; asi, al Nord-oeste del Egipto como enlos parajes del mar Rojo.»— Rabiou. Así diceLenórmant y continúa: «Casi todo el valle delNilo se encierra entre dos cadenas de monta-ñas llamadas Arábiga al Este y Líbica al Oes-te. Estas montañas, sobré todo hacia el Sur,se aproximan algunas veces hasta formarverdaderos desfiladeros.» Y Malte-Brun seocupa del sistema orográfico del Egipto enestos términos: «La cadena arábiga se elevacerca del Cairo 150 ó 160 metros: á unas 60leguas de allí, alcanza 500 ó 550; más allá deTébas tiene de 600 á 700; luego baja gradual-mente hasta cerca de Azman bajo el 24 para-lelo donde no presenta, sobre todo á inmedia-ciones del Nilo, más que colinas.»

«La cadena Líbica, es decir, la continua-ción de las montañas que dominan la orillaizquierda del Nilo no es tan elevada como enla ribera opuesta, desde el lago Kerum hastaGirgeh: entonces va encumbrándose rápida-mente hasta Denderah, luego disminuye sualtura cerca de Tobas, baja un poco más cer-ca de Esné sin embargo de ser más alta quela cadena de la orilla derecha: así, pues, cercade la isla Elefantina, las montañas de gneisssobresalen en altura á las rocas graníticas delíwcadena arábiga.» Para completar esta des-cripción, solo añadiremos la siguiente noticiade Malte-Brun. «Cerca del Cairo, las cordille-ras que ciñen el valle del Nilo se alejan de

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una y otra parte: la una bajo el nombre deDjebel-el-Natrum, se dirige al Noroeste y ha-cia el Mediterráneo: la otra, llamada Dejebel-Asto-ka corre en derechura al Este y haciaSuez.»

(2) «Por medio del valle, dice Malte'Brun,cruza el Nilo. El Nilo que los antiguos egip-cios habían divinizado, el mayor de los riosdel viejo mundo, esconde todavía á las mira-das de la ciencia sus verdaderas fuentes.Erastotenes señaló tres brazos principales alNilo, habiendo los viajeros modernos confir-mado en parte esta opinión.» Este vio se formapor la reunión del Nilo Blanco óBahar-el-Abiad(rio blanco) y del Nilo Azul ó Buhar el Azrak(rio azul): este último rio nace en una peque-ña meseta de la Abisinia al Sur del lago Dem-bea ó Tzana, que luego atraviesa. El viajeroingles Bruce considera á este como el verda-dero Nilo; pero esta denominación correspon-de más bien al Nilo Blanco, que es mayor quesu rival, y cuyo nacimiento deriva con todaprobabilidad de más lejos. Aunque no es co-nocido del todo, ha sido explorado hasta másallá del tercer grado de latitud Norte, en cuyopunto era bastante crecido todavía y conti-nuaba en dirección Sur: es presumible, pues,que este gran rio nazca al Sur del Ecuador.Al llegar al Cairo el Nilo se divide en dos bra-zos; el de Roseta que se dirige al Nor-este y elde Damieta al Norte y después al Nor-este.Estos brazos son los conocidos en la antigüe-dad por Bolbítico y Fanítico ó Bucólico.—-Ra-biou. La profundidad y rapidez del Nilo varíasegún los lugares y estaciones. El brazo deDamieta tiene cuando las aguas están bajas,de 2 á 3 metros de profundidad, y el de Rose-ta de 1 á 2. Cuando crece el rio, ambos suben13 metros más. La pendiente total desdeKhartum hasta el mar es de 465 metros: des-de el Cairo tiene, máximun 21^78 y durante elverano 14m 08. Tal dice Malte-Brun, y añadeque la extensión del Nilo es de 1.000 leguas,es decir, 4.500 kilómetros, y calculando lo quefalta por conocer puede calcularse que nobaja de 5.000, y que solo son más caudalososel Amazonas y el Misisipí. Veamos ahora loque dice Cdampollion acerca de cómo mira-ban al Nilo los primitivos habitantes de aque-lla región. «Los egipcios consideraban al Nilocomo Una manifestación real de Ammon Cha-nuflis, divinidad suprema que bajo una formavisible vivificaba y conservaba el Egipto. Ho-rnero decia que este rio traía su origen de Jú-piter. Los griegos, imbuidos por las doctrinasegipcias, llamaron al Nilo Júpiter-egipcio, y

TOMO XV.

los egipcios le llamaron el muy santo, el padrey el conservador del país. En ñn, este rio fueun dios que tuvo sus sacerdotes y su cuitó:aun en tiempo de Nerón los habitantes de Bu-siris elevaron una estatua al prefecto roma-no Balbillus, porque reguló con grandes obraslas crecidas periódicas del rio. En una pala-bra: toda la antigüedad clásica está llena derecuerdos del culto del Nilo padre nutridordel Egipto.» El nombré egipcio del Nilo es Ha-pi: distinguiéronle en rio del Norte y rio delSud. El nombre vulgar del Nilo es atur ó áur,rio. «Representaban la' divinidad Nilo, dicePierret, el dios que hacia vivir los hombres ygerminar las plantas, por un personaje de for-ma humana coronado por un ramo de papiro.En Sílsilis fueron célebres las ceremonias ensu honor. Estas estatuas son muy raras. Sepueden ver dos en el armario K de la sala delos dioses del Museo egipcio delLouvre.»

(3) «No es posible, dice Malte-Brun, fijarcon exactitud el número de canales destina-dos á llevar á todas las comarcas las aguasdel rio. Hay viajeros que los hacen ascenderá 6.000 solo en el alto Egipto, mientras queotros afirman no haber más de 70 grandescanales.» Esta diferencia consiste en que lossegundos solo cuentan los grandes canalesy los primeros incluyen en su cuenta los ca-nales derivados de los grandes. «Los brazoscanalizados del Nilo que sirvieron para la na-vegación, son: el Canopico al Oeste de la Rol-bística, de la que es una encrucijada; el Se-benítico, Fanítico, Mendesiene, Sanítico y Pe-lusiano. Estos canales reciben sus nombresde la¿! ciudades situadas cerca de sus desem-bocaduras.»— Lenormant.

Al Nor-oeste se encontraba el célebre canaldn José, que después de costear por un grandeespacio la orilla izquierda del Nilo, serviapara conducir las obras de este rio al cantónde Fayum y al lago Moeris. A una parte delcanal de José parece corresponder el antiguoOxyrynkhos que Strabon en sus "viajes con-fundió con el Nilo. Gran número de canalessecundarios cortan el interior del Egipto; perosiempre el terreno poco sólido y muy blandopor efecto de las inundaciones, el curso natu-ral y artificial de las aguas, han cambiadomucho con el tiempo y cambian aun frecuen-temente.

(4) Herodoto dijo que el Egipto entero eraun obsequio del Nilo. En efecto, sin el Nilonada interrumpiría la árida uniformidad deldesierto. Todo lo que no está regado por lasinundaciones anuales es inhabitable y río pro-

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duce granos, ni legumbres., ni árboles; ni si-quiera yerba: no se encuentra agua: todo lomás, de largo en largo espacio se encuentraalgún pozo más ó monos expuesto á secarsebajo una atmósfera constantemente abrasa-da. Cada año al llegar el solsticio de verano,es decir, hacia los últimos dias de Junio, elNilo comienza á desbordarse: las aguas seextienden rápidamente por todo el valle, todavez que las aguas están naturalmente másaltas que la ribera. Si se cortara el valle porun plano perpendicular á su dirección, se ob-servaría que la superficie va deslizándosedesde las orillas del Nilo hasta el pié de lasmontañas, circunstancia que también se haobservado á orillas del Misisipí, del Pó, de unaparte del Beristenes y de otros rios. A finesde Setiembre las aguas alcanzan su mayoraltura; la conservan algunos dias solamente;después comienzan á descender, y en el mesde Diciembre vuelven á entrar en su caucenatural. Hoy sabemos con exactitud lo quelos antigaos solo habían adivinado por conje-turas, y sin embargo lo afirman Agáfarchi-des, Diodoro, Aldolalif y el enviado abisinioHadgi-Mikael, y es: que las grandes lluviasanuales que caen entre los Trópicos son laúnica causa de esas crecidas, comunes á to-dos los rios de la zona tórrida que en los ter-renos llanos como en Egipto ocasionan inun-daciones. El mekyas ó nilometro, que da lamedida de los desbordamientos del Nilo, estáen la isla de Rhodeh, en frente del Cairo: 22grados ó codos, unos 10™ es el tipo de unabuena inundación. Esta columna, graduadafuó levantada por los árabes. Los antiguosegipcios tenian también en este sitio su niló-metro. Como consecuencia de las inundacio-nes, el suelo se levanta insensiblemente conlos depósitos del Nilo. Se puede calcular fácil-mente lo que se eleva el terreno por este me-dio alcanzándose así resultados cronológicosen extremo curiosos. El análisis del limo delNilo ha producido sobre todo sílice, alumina,carbonato de cal, carbono, óxido de hierro ycarbonato de magnesia. Durante el desbor-damiento del rio, los habitantes en las ciuda-delas y pueblos que siempre se hallan colo-caidos sobre elevaciones de terreno, naturalesó artificiales, y forman como islas en mediode un vasto lago, esperan con ansiedad elmomento de poder juzgar á qué altura se ele-vaba la inundación del año, pues ,de ello de-pende la abundancia de las cosechas. Se com-prenderá, el gran benefició de la inundación

teniendo en cuenta que la lluvia en el altoEgipto ó Egipto meridional es un fenómenoextremadamente raro.—De las obras de Le-normanty Malte-Brun.

(5) Los egipcios, desde la más remota an-tigüedad, tuvieron el año civil de 360 dias,adicionado con otros cinco complementarios.Estos 365 dias los dividían en tres períodosy los períodos en meses, que correspondíancuatro á cada uno; esto es, doce al año enesta forma: Período de la inundación: mesesde Thoth, Paqft, Athyr, Úhoiak. Período de lavejetacion: Tobi, Meehir, Famenoíh, Farmuti.Período de la inundación: Pachano, Payni,Epifi,Mesori. Los cinco dias complementariosse designaban por su orden numérico. La re-trogradacion del año civil sobre el año solar(próximamente un cuarto de dia) ha dadoorigen al período sothiquo, formado por 1460años vagos, que coincidían con 1460 años fijosó solares; esto es, 1461 años de 365 dias, igualá 1460 años de 365 dias y '/*• De estas obser-vaciones se han deducido importantes datospara la cronología.—Champollion.

(6) La dinastía XIX se habia iniciado conSéti I, uno de los más grandes Soberanos yguerreros del Egipto, que ocupó el Trono áfines del siglo XV antes de J. C. Seti I no erade origen egipcio: todos sus caracteres sonde extranjero y por todos los indicios que lerodean, aparece como soberano por sn unióná la heredera del Trono. Asi se explican tam-bién las inscripciones que llaman á Ramses«Rey desde el vientre de su madre y antes denacer.» Asociado Ramses II á la Corona de supadre, desde su nacimiento, á la edad, de 18ó 20 años fuó dueño del poder. El hijo y suce-sor de Seti I es el más conocido de todos lossoberanos egipcios, y por tanto su historiaha sido singularmente desfigurada. Es pre-ciso que en esto nos detengamos algo. Exis-ten dos Ramses II, ó mejor, dándole el nom-bre más usado, dos Sesostris, el de la histo-ria y el de la leyenda, que no se parecen ennada. Los historiadores griegos acumularoninfinidad de inverosimilitudes sobre un Se-sostris legendario: sus encarecimientos y elo-gios al héroe aumentan á medida que escri-ben en época más lejana á la de su reinado.Según Herodoto, Sesostris habia con su flotasubyugado todas las Naciones que baña elmar Rojo, y solo se detuvo ante la imposibi-lidad de pasar más lejos por causa de susnaves. Habia entonces vuelto contra el conti-nente y no tornó al Egipto hasta después de

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haber sometido el Asia entera y una parte dela Europa, fundando por todas partes colo-nias y dejando icomo memorias de sii pasoesas columnas votivas ,que .Herodoto habíavisto en Palestina, Asiría y en los caminosde Éfeso á Foceo y de Sardes á Smirna. Elresto (Je su reinado lo habia consagrado á laconstrucción de grandes monumentos. Bienque estas indicaciones; sean muy vagas y queen ninguna parte se designen los pueblosvencidos; al monos el Sesostris de Herodotoes aun un hombre: el de Manethon está ya porencima de la humanidad. Manethon, que es-cribia cerca de Alejandro, y para los suceso-res de Alejandro, quiso levantar el héroe na-cional á la altura del héroe griego. Para Dio-dorOj Sesostris es un semi-dios; su nacimien-to es anunciado por prodigios. Al llegará serRey levanta un grande ejército y conquistala Etiopia. Su flota llega hasta el Ganges; ásu regreso cruza la Scythia, la Colquida, laTracia y vuelve al Egipto luego da haber des-cubierto los lazos que le tendía traidoramentesu hermano. Después construyó los monu-mentos, y por fin quedóse ciego y se dio muer-te. Este Sesostris fabuloso es aun el Sesostrisde Rollins y de otros autores modernos deresúmenes de historia oriental: parece queseducidos por la grandeza del Faraón, estosescritores han exagerado sus simpatías, puesreina en sus obras un tono de panegírico queno se comprendería si no se estuviera per-suadido de la sinceridad de su admiración.Gracias á la ingenuidad de Herodoto, á la am-plificación interesada de Manethon y á la cre-dulidad de Diodoro, Sesostris absorbía en síla gloria de sus antecesores y sucesores, ypor tanto no ha existido jamás. En ól todo esfalso, hasta el nombre, pues se llamaba Ram-ses II. Sus nombres populares de Sestesu, Ses,Sesu, con la adición de la palabra Ra, el sol,calificativo ordinario'de los Reyes del Egipto,debieron producir un sonido acomodado mástarde á los oídos griegos por la pronunciaciónSesostris. Tratemos de desembarazar esterelato de todos los absurdos que le desfigu-ran. Atribuye la. leyenda á Sesostris la con-quista de países de largo tiempo atrás some-tidos al Egipto, como la Etiopía, y glorias per-tenecientes á otros soberanos anteriores, co-mo la creación de la marina y viajes por la

. costa del mar Rojo. Rero sobre todo, le hacerecorrer tciunfalmente países en donde jarnosen época alguna penetraron las armas egip-cias, por ejemplo, la India y la Persia, y en

gener-al los pueblos arios y la Armenia. Ram-ses II no ¡incorporó una sola provincia al Egip-:to: al Sur, al Norte, al Oeste, estovo siemprereducido á la defensiva, expuesto siempre álas revueltas delospueblos sometidos por losThotmes y los;Amenhotep. Su gloria se redu-ce á haber mantenido á costa de grandes es-fuerzos la integridad del territorio. La Arme-nia, la Asiría, la Mesopotamia, la Caldeay laAramea se levantan contra él: los Khótas seponen á la cabeza de este movimiento y deléxito y resultado de ¡estas campañas que seve obligado á sostener Ramses, deshonrosaspara el orgullo de sus armas, nos ocupamosen otro lugar. La Etiopía, también sublevada,fue sometida no sin grandes esfuerzos quenos revelan las inscripciones de Ibsambul y deBeit-Vally en Nubia. Las campañas coa losSibanos carecen de importancia. Respecto algobierno interior aun se muestra Ramses menos digno del sobrenombre de Grande: se sabelo bastante de él paf a poder decir que era undéspota devorado por la ambición y fastuosohasta el exceso, llevando su vanidad al puntode h,acer desaparecer de los monumentos losnombres,de sus antecesores que los habíanconstruido, sustituyéndolos por el suyo pro-pio. Mucho más podríamos añadir y nada deello sobraría para la mejor inteligencia delrelato; pero el temor de pecar por demasía,nos obliga á reservar para, otros lugares mu-chas noticias y observaciones que indicaránsuficientemente la gran decadencia que mar-ca el reinado de Ramses en la vida del puebloEgipcio. Cuanto aquí ¡hemos expuesto estáentresacado de las obras de Gaf/arely ¡Le-normant.

(7) ((Rao Phrs, como dice Pierret, con laadición del artículo es el nombre del Sol,adorado en todo el Egipto» y consideradocomo la manifestación más perceptible de ladivinidad. La palabra Ra vale tanto .comohacer, disponer. En efecto, Ra es ,el organiza-dor del mundo, según los papiros y las ins-cripciones donde también se le.denomina el«.alma divina que vioe.en todos.»

(Si) En la ribera izquierda del Nilo se en-cuentra el edificio que del nombre de Ramsesse denominó Ramesseum y, el significado de lainscripción geroglífica de este.nombre, segúnPierret, es: «Morada de Ramses en la ciudadde Arrimón.» ¡En un principio fue llamado,porlos egiptólogos Palacio de Meramon y,tumbade Qsímandias; pues las descripciones queDioro.de Sicilia hacía de.éste ultimo.

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nian exactamente con las ruinas del Rames-seum; pero Champollion el joven puso en cla-ro que son dos edificios distintos, aunqueconstruidos por el mismo sistema. SegúnPierret, (das ruinas de este edificio, ocupanhoy un espacio de 1.800 pies de longitud.»

(9) En el Ramesseum, y cerca de las habi-taciones destinadas á la real familia, se en-contraba el santuario especial de Ammon, elgran dios de Tobas. Las inscripciones gero-glíficas han sido traducidas por M. Champo-Ilion, de cuyas extensas descripciones sobreeste recinto nos hemos valido para la nuestra.

(10) Ammon era el dios supremo de la ciu-dad de Tébas. Ammon quiera decir en lenguaegipcia «.oeulto, misterioso,» y Rá es el nom-bre del Sol: de sueste que el personaje divinollamado Ammon-Ra, significa el dios invisi-ble, que toma cuerpo, y se hace visible á loshombres bajo la forma del Sol. Ammon-Raes la denominación adoptada en Tébas á par-tir de la XI dinastía para el dios nacional, Ra,adorado en todo el Egipto.—Pierret.

(11) Maut, la esposa de Ammon, es la «.ma-dre del cielo,-» y su nombre en la escritura ge-roglífica, se vé representado por la figura deun buitre—Pierret.

(12) Khons es el hijo de Ammon y de Maut,y el tercer miembro de la triada Tebana.Como dice Pierret, «tiene en la mitología unpapel semejante al de Horus, con el que seconfunde.» En cuanto á sus emblemas, comolos que también hemos descrito al ocuparnosde las dos divinidades anteriormente mencio-nadas, son los mismos que señala Pierret, yque se ven en sus representaciones.

(13) La prescripción á que aludimos, men-cionada por Pierret, indica bien que, comosímbolo de la purificación se exija la ablu-ción de las manos, y añade el mismo autor:«Habia un dignatario, encargado especial-mente de la ablución de las manos del Rey.»

(14) Una hermosa estatua colosal de Ram-ses II, descubierta por M. Caviglia en las rui-nas de Menfis, en el sitio donde debió hallarseel templo de Ptath ha sido descrita por Lesba-zeilles y de esta descripción nos hemos validopara describir la fisonomía de Ramses, asíccomo de otras noticias sueltas tomadas algu*n¡as de Lenormant.

(15) El teshr según Viardot, es una especied<e gorro cilindrico,con una punta alta incli-mada hacia atrás y con un adorno en espiraldelante. En cuanto al uroeus ó serpiente sim-bólica, emblema constante, que se ve en el

tocado de los Reyes y de las divinidades, es eláspid que tiene la facultad de dilatarse á vo -luntad. Simboliza la monarquía.—Pierret.

(16) El Oskh es una especie de esclavina ócollar semicircular que adorna; también elcuello de numerosas representaciones sagra-das y de los Faraones, y del cual hablaViardot.

(17) El mandil real, del que dice Champo-llion, le usaban los Faraones en las ceremo-nias, se ve con frecuencia en las representa-ciones de los reyes de Egipto y aun de lospríncipes; tiene forma trapezoidal y es peque-ño, terminando en ambos lados por dos ser-pientes uroeus.

(18) El cetro con cabeza de galgo usábanlolos soberanos como emblema de su poderío,y es también emblema de las divinidades. Ledenominaban Kou.

(19) El ealisiris de que habla Champollion,es una túnica ó vestidura cerrada, que lleva-ban sujeta á la cintura, desde donde descendíahasta más abajo de las rodillas y que á dife-rencia de los trajes de las mujeres no se ceniaal cuerpo, según se observa en los bajo-relie-ves y pinturas. El ealisiris era de hilo.

(20) El pectoral era una insignia muy usa-da por los sacerdotes, según dice Champollion,y que servia como de distintivo según el cole-gio sacerdotal, ó más bien, la divinidad á cuyotemplo pertenecían. La forma de los pectora-les es la de una pequeña naos y encerrabanfiguras ya de las divinidades ó de los anima-les<emblemáticos.

(21) Estos abanicos semi-circulares son losllamados flabellum, cuyas representacionesson infinitas. Pierret, hablando de él, dice:«El Jlabellum determina la frase Khaib (som-bra).»

(22) En las estelas, las figuras de las ofe-rentes tienen delante un altar en forma depequeña columna: sobre ellos se hacian lasofrendas y libaciones. Ordinariamente segúnPierret eran de maderas escogidas.

(23) La existencia de este personaje comoministro de Ramses es indudable. En el mu-seo del Louvre se conservan gran número deobjetos que nos revelan su existencia: figuri-llas funerarias de tierra esmaltada, con lainscripción de «el gobernador y toparca Psar,»cuyo título aparece asimismo en una esteladonde se ve, por un lado el Rey Ramses II, ypor el otro á Psar en. adoración, y otra ins-cripción en que se lee: «cuyo corazón encierrael amor de la divinidad, el profeta de Má, el

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tapareo Psar,-» Un tintero de escribir también,con inscripciones que dicen así: «el erpa-hadivino padre jefe de los profetas, prepósito delgran templo, gobernador y jefe de la ciudad,Psar, verídico.» «.Todo el que use este tintero,cuando vierta el agua dirá: sean hechas ofren-das á la persona del erpa-ha, gran ministro delinterior del señor de los dos países, Psar, favo-rito de Taih, amado de Sewekh,» y otros mu-chos datos que podríamos presentar, pruebanque hubo en Tébas una poderosa familia deese nombre, uno de cuyos miembros ejercióel poder más elevado como ministro áe\ sobe-rano Ramses II. Sus títulos son aun más delos que aquí mencionamos. Tan curiosísimasnoticias tuvimos la suerte de hallar en lostres catálogos: de la sala histórica, de los ma-nuscritos y de los monumentos, de la colecciónegipcia del Louvre, formados por los renom-brados egiptólogos, respectivamente, Pierret,Deveria y Rouge.

(24) En la nota anterior hemos hecho men-ción del título señor de los dos países: esta úl-tima frase se refiere á las dos regiones en quelos egipcios consideraban dividido su territo-rio, y son el alto y el bajo Egipto.

(25) En las fiestas religiosas, el rey, des-pués de adorar á los dioses, quemaba incien-sos y perfumes, haciendo ofrendas de vinos,legumbres y aun aves determinadas, comopatos, etc., y suculentos manjares, de cuyacostumbre, de que más adelante hablaremoscon más extensión, se ocupan Cfo,ampollion yPierret.

(26) Para esta oración nos hemos valido dealgunas frases tomadas de los papiros delMuseo del Louvre que están traducidos porM. Deveria y publicados en. su catálogo: laidea de la formación del mundo como la refe-rencia al curso del Sol, está de acuerdo conlos principios de la mitología egipcia que pue-den verse en la obra de Pierret.

(27) El país de Khet es la región del Líba-no poblada por los Cananéos continentales(Heteneos en la Biblia, Khétas en los geroglí-ficosy Kattien las inscripciones cuneiformes)bien que no constituían los Khétas por sí so-los el pueblo Cananóo (componíanle once tri-bus), fueron sí, los más numerosos y genero-sos. Es de notar su proximidad al Egipto,circunstancia á la que se deben sus continuasluchas con éstos, de las que hablaremos másadelante.—Lenormaní y Gaffarel.

(28) Apenas quedan restos de la sala hi-póstila del Ramesseum: únicamente se ha

conservado la serie de ios hijos varones deRamses, representada en dos cuadros de re-lieve. Monumentos interesantísimos para lahistoria del Egipto que ha estudiado Champa,Ilion traduciendo las inscripciones.

(29) Como ya hemos indicado, el calisirisblanco era la vestidura sacerdotal: en cuantoá los tabtebs son una especie de calzado ó san-dalia formado de una ancha hoja de papiro,que se sujetaba con cintas ó correas.— Charn-pollion. •

(30) Para los trajes militares, de que nosocuparemos con extensión á su debido tiem-po, nos hemos sujetado a las descripciones deChampollion,

(31) Hemos tenido presentes-las reproduc-ciones de pinturas Egipcias y las noticias delos autores.

(32) El templo de Ammon en el Rames-seum, estaba situado frente á la sala hipósti-la, según vemos en Champollion,

(33) Nuestra descripción del trono, con-cuerda exactamente con un dibujo que sehalla reproducido én la obra de Champollion,tomado de una pintura egipcia.

(34) Hemos tenido á la vista para esta des-cripción, la figura de un esclavo que Soldi hatomado de una curiosísima pintura, modelode corrección en el dibujo.

(35) «La XIX dinastía, dice Soldi, nos con-duce al déspota Ramses. Este reinado, políti-ca y artísticamente, puede compararse al deLuis XIV-..el mismo fasto, el mismo orgullo,las guerras continuadas, el arte pomposo,frió, solemne que entra en una decadenciaanáloga.» «El arte en ningún pueblo ni épocaha resistido la influencia degradante del des-potismo. Los monumentos de Ramses noshacen asistir á una decadencia radical de laescultura egipcia,» dice Lenarmantt y con-tinúa: «Empieza, sin embargo, por obras dig-nas de admiración» y -añade luego: «Al fin delreinado, la decadencia es completa.» Gaffa-rel, asintiendo á la misma opinión, dice:

«La XIX dinastía inicia la decadencia quese prolonga hasta la XXVI.» ,

(36) Estos títulos de funcionarios,que ocu-paban elevados grados gerárquicos, se con-servan en los monumentos; y en tal número,que, dice Lepsius: «podría formarse un alma-naque de Corte y de Estado hasta la época dela IV dinastía.»

(37) Según Pierret «El nombre real de estetocado es skhent; lap inicial representa el ar-tículo egipcio. El psehent es la insignia de la

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dominación sobre1 el Mediodía y el Norte.»- Secompone de dos partes que Viardot llama el«schaa, gorro cónico que forma la parte supe-rior del' psehent, es blanco» y el teshr, descri-to más arriba, y que es rojo eri las pinturas.

(38) Isi-novvre, segunda esposa de Ram-ses II, era de origen Khéta; pues la campañaentre este pueblo y el Egipto, hubo de termi-nar por un tratado en el que se estipuló elmatrimonio entre Ranses II y la hija del prín-cipe de Khét, lo que tuvo lugar el año XXI delreinado de Sesostrís. Su primera mujer sellamaba Nofre-Ari.—Pierret.

(39) En una lámina de la obra de Champo-Ilion, está, tomada de una pintura, la figurade una reina con todos los detalles1 que nos-otros ponemos en la descripción, objeto deesta nota.

(40) El acto de «prosternarse,» como dicenlos papiros era un homenaje rendido á las di-vinidades y al soberano.

(41) Champollion menciona la costumbrede colocarse la reina al lado derecho del mo-narca en todas las ceremonias y actos públi-cos, y dice asimismo que los príncipes losrodeaban, como se desprende también de al-gunas frases de los títulos de los príncipesque anteriormente hemos mencionado.

(42) De las numerosas noticias sobre tra-jes, de Champollion, y de las figuras de lasláminas de su obra hemos sacado datos paraesta descripción.

(43) Estos títulos honoríficos eran muy co-munes en las damas egipcias^ como lo com-prueban las inscripciones.

(44) Champollion menciona esta costumbrede contornearse los ojos con el antimonio y enel Museo Arqueológico de Madrid, se conser-va un pequeño vaso de cuello estrecho y conel pincel dentro aún, destinado á conteneréste líquido, según dice el Sr. Asensi, su an-tiguo poseedor, en el catálogo de la curiosísi-ma colección que poseyó.

(45) El príncipe Si-Montu es, según la listadel Rámesséüm el 23 de los hijos de Sesostris.En cuanto á su vestido, le hemos descrito te-niendo á la vista la figura de Un príncipe, re-piroducida én una lámina de la obra de Cham-piollion. De suá insignias: el pedum era unb:aston corto terminado por un extremo enforma de cayado, usado conao signo dé mando,y el abanico que Pierret llama eaza moscas ydice determina la fíase «dar protección,» esun signo característico de lds príncipes y pri-meros funcionarios. Hemos comparado el

color del principe á la> madera del cedro: ypara que semejante comparación no parezcaexagerada, hay que tener en cuenta, que losegipcios pertenecían á la raza indo-europea,rama de los descendientes de Misraih, hijo deCan: por consiguiente, son de la raza blanca.«Pero la tez délos egipcios, dice Champollion,estaba empañada por el clima. Esta particu-laridad ha sido expresada en los monumen-tos,: dando á la carne de las figuras de hom-bres un tinte rojizo, y al de las mujeres, untinte amarillento.»

(46) La disposición de los lugares que des-cribimos se ajusta alas noticias recogidas enlas obras de Lebaiszelles, Champollion, Pier-ret, etc.

(47) Tales eran los trajes de la clase popu-lar, según Champollion.

(48) Los1 arqueros parecen ser los guardiasmás inmediatos á la persona del rey. se lesve citados en las inscripciones como «realguardia» y el soberano los llamaba «mis ar-queros.» Desde luego eran el cuerpo de infan-tería más escogido entre las tres el ases quetenían organizados los egipcios. En cuanto ásu traje y armas con que se ven representa-dos en las pinturas, son los mismos que he-mos descrito, teniendo en cuenta las noticiasde Champollion.

(49) En una tumba de la época de la XIXdinastía, en Gurnah, cerca de Tébas, al ladode la montaña déla ribera izquierda, se hallanrepresentadas varias escenas, una de lascuales es, la llegada de tributos del extran-jero al Egipto, y estas curiosísimas pinturas,que reproduce la obra de Champollion, nos haservido para nuestras descripciones. Allí seve, en efecto, una pantera, una girafa y unmono subiendo por el cuello de ésta. Van con-ducidos por esclavos según hemos descrito.En cuanto á las noticias de la industria orien-tal, seguimos á Lenormant.

(50) En Biban-el Moluk se ve una pinturacuriosísima, donde aparecen los pueblos cono-cidos de los egipcios, representados cada unopor una figura; la que representa á los asiáti-cos, viste el traje que aquí describimos. Losegipcios designaban genéricamente asiáticos(namuhd) á los Khétas, y por esto no tenemosinconveniente en presentar como tales á losnamuhd: aparte de que las vagas descrip-ciones que del modo de vestir de los Khétashemos hallado en la obra de Lenormant coin-ciden con esta figura que hemos tomado comotipo.

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(51) Como consecuencia del levantamientoó insurrección de distintos pueblos del Asia,entre ellos los Khétas, al advenimiento deRamses al trono, entablóse una dura guerra.Después de varias vicisitudes ocurridas enlos catorce años que duró la lucha, sin que lasarmas egipcias consiguieran rendir á losKhétas, ajustóse un tratado de paz entreRamses y Khetesar, el rey de los Khétas. Es-tipulan ambas naciones amistad y alianzabajo la base de igualdad perpetua: las cláusu-las que prohiben toda hostilidad directa ó in-directa, son las mismas de una y otra parte:los dos reyes se prometen recíprocamente nodar asilo á los subditos que quieran cambiarde patria. Se concede libertad entera para elcomercio en todo su territorio. Este tratadoes sin disputa el documento diplomático másantiguo que se conserva. Fuó hallado en unainscripción de Tébas, y ha sido traducidopor M. de Rouge. Hó aquí, pues, el resultadode las celebradas conquistas de Ramses II enAsia: la emancipación de tan importantes co-marcas.

(52) El Pontífice supremo era el jefe detoda la gerarquía sacerdotal. Tenia, entreotros privilegios, el de habitar al lado deltemplo de Ammon, y su autoridad era bienpoco inferior á la del mismo rey.—-Noticias deHerodoio, confirmadas por Champollion.

(53) La descripción de la casa está hechateniendo á la vista la planta de una casa egipcia, reproducida en la obra de Raeine y quesegún él dice, «está reconstruida según laspresunciones del sabio egiptólogo M. Mariet-te-bey.»

(54) El caballo se encuentra en el Egiptodespués de los Hiksos en los tiempos dela XV dinastía á la XIX (siglo XVH antesde J. C). Después fue muy usado. En la épo-ca faraónica, al decir de PierreA, existían es-tablecimientos públicos donde habia caballosá la venta, y se les enseñaba y preparaba, so-bre todo, para el servicio de la guerra. Men-ciona también este autor, entre los produc-tos de importación objeto del movimiento co-mercial, los caballos de Singar. Es de adver-tir que al hablar de los caballos para la guer-ra, no quiere decirse que los egipcios tuvie-ran tropas de á caballo: el arma de caballeríano existia entre-ellos, como dice Len.orm.ant:los caballos se usaban para los carros deguerra.

(55) En efecto, abundaban las aves 'acuá-ticas en los estanques de los patios y jardines

de las casas egipcias, según dice Champollion,y lo comprueba una curiosísima lámina desu obra, que reproduce un jardín, tomado deuna pintura.

(56) Champollion, describiendo las casasegipcias, menciona los almacenes de provi-siones, situados en el piso bajo, que recibíanla luz por pequeñas ventanas.

(57) De esta palabra, que ya hemos em>pleado varias veces, solo hemos dado su sig-nificado, mas no su explicación. Dennu, dicePierret: «Este título, que se aplica á funcio-nes muy diversas, me parece tiene el sentidode jefe-director.» Añade que la frase gero-glíflca grande de la casa, parece indicar laexistencia de mayordomos. En este sentidoempleamos aquí esta palabra, cuyas acepcio-nes sin duda eran muy latas, pues en algúnpapiro se nombra á algún Faraón gran dennudel alto y del bajo Egipto.

(58) Que los manjares presentados comoofrendas en los templos servían de alimentoá los sacerdotes, es práctica que mencionaHerodoio y que afirma Champollion.

(59) Los graneros, dice Wükinson, estabanseparados de las casas y rodeados de un mu-ro como los fructuaria de los romanos. Algu-nas de las piezas en que se encerraba el gra-no aparecen con techo abovedado. Se les lle-naba por una abertura cerca del techo, á laque se llegaba por una escala. Habia unapuerta reservada para sacar el grano.

(60) Seguimos á Champollion en estas no-ticias. Muchos y muy variados eran los pro-cedimientos para preparar los alimentos, yde muy diversas sustancias eran estos. Y encuanto á las faenas que mencionamos, en laobra citada están reproducidas las pinturasegipcias que las representan.

(61) «Nada es más común en las represen-taciones de los usos antiguos del Egipto quever en el interior de las habitaciones, en losjardines y en los lugares de trabajo jarrasllenas de agua puestas sobre trípodes demadera en los ángulos más apartados de lashabitaciones, á la sombra de un árbol en elcampo ó en pleno aire, refrescadas por los

• servidores que agitan el aire en derredor conlos abanicos.»—Champollion.

(62) «En las casas egipcias no faltaba deordinario un vasto jardin, y desde luego enlos palacios era una dependencia necesaria;»Champollion.

(63) «En las pinturas egipcias, reconócenseesclavos de todas las razas; ora de la plaga

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de Scheto, como llamaban á los asiáticos, orade Kusch ó Etiopía. Reconócense los rasgosíisionómicos de los hebreos: aparte de queestos gimieron en su mayor esclavitud pre-cisamente bajo el reinado de Eamses II.»—Gaf/arel.

(64) Se ve frecuentemente en monumentosfiguras que descansan en cuclillas: ya algúnautor, además de Champollion, llamó la aten-ción sobre esta particularidad, que no dejade ser curiosa.

(65) Set es la divinidad egipcia, análoga alTifón de los griegos. Simbolizaba todos losprincipios maléficos, pues en el mito Osiria-no, Set es el genio destructor que da muerteal bien, personificado por Osiris.

(66) Hablando de los jardines, mencionaChafnpallion los que él llama «pabellones dedia, especie de asientos á la sombra...» EnBiban el-Moluk se ven pinturas que esta dis-tribución de los jardines representa.

(67) El mismo Champollion añade á su des-cripción de los jardines: «Eran cuadrados;una empalizada formaba su cerca.»

(68) El dios Lunus (la luna) de los egipciosse llamaba Aah. Se representaba por unafigura estrechamente envuelta en sus vesti-duras, coronada su cabeza por un disco y lle-vando en las manos una especie de látigo (elflagellum), según le describe Pierret, y un ce-tro en forma de cayado pequeño (el pedum),cuyo nombre egipcio es hyk.

(69) Famoso ébano entre los antiguosegipcios, y apreciada mercadería de impor-tación.

(70). De la afición de los egipcios á la con-templación, nos dan frecuentes pruebas susescritos. Este es el carácter de aquel pueblo,el espíritu contemplativo, á que aluden repe-tidas veces los egiptólogos,

(71) Horus es el emblema de la juventud,simbolizado por el eterno renacimiento delsol naciente que representa. Horus, el hijo deOsiris y de Isis, según el mito, es el bien, laluz que vence á las tinieblas, símbolo del mal.Esta idea, que está basada en la constantesucesión del dia y la noche, tietie su explica-ciion en la fábula. Osiris (Ounowre en egipcio),ell ser bueno, muere asesinado por Set, y conell triunfo de éste comienza el imperio del mal:Isis busca desolada el cadáver de su esposo,qiue. encerrado en un sarcófago había sidoarrojado al Nilo; encuéntrale al fin, y entresus brazos le hace renacer joven y poderoso.Hé aquí el Horus que recobra su imperio, y

lanza los dardos de^su venganza sobre Set ysus compañeros maléficos. Frecuentes veceshemos de hacer alusión á la idea del renaci-miento de Horus.

(72) «La flor que muere al término del dia»es el loto. La vida de esta flor, que Beatire-gard llama lirio de agua, de cáliz azulado óblanco, es de tres ó cuatro dias. Duranteellos, ábrense por la mañana, cierran su cá-liz por la tarde y descienden, ocultándose ba-jo el agua, donde viven durante la noche. Poresto los egipcios la asimilaron á las ideas derenacimiento, pues con el sol aparece y seoculta.

(73) El caos del mito egipcio es el dominiode las tinieblas, del mal, de Set, en una pala-bra. Un curiosísimo papiro, cuya traducciónhemos hallado en la obra de Maspero, dice:En el principio de los dias el eáos existia; en él

flotaban confundidos los gérmenes de las cosas:Ra viene y le desembrolla sin esfuerzo.

(74> Según Pierrei, los egipcios considera-ban los dias fastos ó nefastos, según sin dudaque los signos astronómicos ó divinidades bajocuya protección estaban los dias, simboliza-ban el bien ó el mal.

(75) Strabon y Herodoto mencionan elaceite de ki-ki.

(76) Sabido es que el arte egipcio, que enun principio fuó^libre, después fue hierático,esto es, estuvo sujeto á un canon. Dice Viar-dot: «Para precaverse del sentimiento de in-dependencia que el arte podía comunicar álos espíritus, solo con la imitación libre de lanaturaleza, los sacerdotes le impusieron cá-nones ó reglas inmutables, modelos que tu -vieron que copiar perpetuamente: hasta esmuy probable que para mayor seguridad lossacerdotes se reservaron para sí solos el cul-to exclusivo de las bellas artes.»

(77) Entre otras pruebas que podríamosaducir acerca del uso del incienso entre losegipcios, recordamos el papiro mágico tra-ducido por M. Birch, que contiene las fórmu-las necesarias y la lista de las sustanciasque se deben mezclar para producir el efectomágico. Agua del Mediterráneo; una jarrade arena; incienso divino; incienso de Shu yTefnu. Aunque esta prueba no tuviéramos,Champollion habla frecuentemente del in-cienso quemado en las ceremonias, y cita al-guna inscripción donde se menciona.

(78) Tanto para describir el decorado de lapieza como los muebles, hemos tenido pre-sente las láminas de la obra de Champollion,

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y las numerosas noticias suministradas porél y por Pierret.

(79) Tal era el saludo de los siervos, quemenciona Lenormant.

(80) No hay anacronismo en la cita délatradición de Job (es de advertir que las pala-bras de Jehuda solo están inspiradas, mas nocopiadas del Sagrado Texto); es anterior áMoisés, y Moisés posterior en muy pocotiempo á nuestro relato; de modo que la men-cionada tradición bien podia correr en bocade los Hebreos.

(81) La ciudad de Tébas se extendía porambas riberas del Nilo: en la derecha, princi-palmente entre Luksor y Karnak, se encon-traba el centro de la población; á la izquierdadebia estar más diseminada. Así lo indicaLenormant, que, en su plano de Tébas, llamaá la márgeh derecha la parte habitada.

(82) El Egipto, tan rico en vegetales, ca-rece de bosques, según Malte-Brun. En lasorillas del Nilo y de los canales, se levantanalgunas acacias y sensitivas del Nilo. El mis-mo autor añade más adelante que los arbus-tos y cañas bordean las orillas del rio, cuyavegetación, como dice Maspero, tiene un des-arrollo que le da una fisonomía particular.

(83) Según manifestaciones de los viaje-ros que indican, entre otros Pierret y Cham-pollion, se han reconocido los restos de unmuelle de ladrillos, que quizá se extendierapor toda la extensión de la ciudad, en ambasriberas.

(84) Apqfls, serpiente mitológica, personi-ficación de las tinieblas. Ra (el sol, la luz) lu-chó con ella en el hemisferio inferior y ven-ció, apareciendo triunfante por el Oriente,según dice Pierret. Es uno de tantos modosde simbolizar la eterna oposición del dia y lanoche. Durante ésta, y á una hora determi-nada, suponían que tenia lugar esta lucha.

(85) Seb es el dios de la tierra. Se le repre-senta cubierto de follaje, significando la ve-getación, y lleva el nombre de Señor de losalimentos .—Pierret.

(86) «La proximidad de los monumentosde Karnak, viniendo de Luksor, se anunciapor los restos de una avenida de esfinjes concabezas de carnero, que unia los monumen-tos de Luksor á los de Karnak. Estas esfinjesestán representadas, teniendo entre sus ma-nos la estatua del Rey Amenofis.» Tal diceDumont d' Urville, á quien más principalmen-tehemos concsultado. Según Lefevre, la colec-ción de estas esfinjes quizá llegara á un mi-llar, hoy no se conservan más que 112.

(87) Shai, divinidad que, según Pierret,presidia al renacimiento,

(88) Karnak, la morada dé Arrimón, á laderecha de Tébas, Como llamaron los egipciosá este monumento; levantóse en diferentesépocas, pues desde Osertasen I, de la Xll di-nastía, hasta Cleopatra, todos, ó la mayorparte de los soberanos del Egipto, añadieronuna grandeza más á las muchas que encer-raba el recinto de Karnak, que es, segúnWilkinson, la ruina más extensa y espléndi-da de los tiempos antiguos y modernos. «Ladescripción de esta vasta reunión de monu-mentos, dice Lenormant, exigía un volumenentero.» Para describir estos célebres recin-tos, donde han de tener lugar escenas muyimportantes de nuestra narración, nos heñiosatenido, no solo á las descripciones, sino alplano de Karnak, reproducido fielmente enla obra de Champollion, y con la cual hemosconfrontado aquellas. Por lo demás, no secrea que llevados del entusiasmo hemos sidoun tanto aduladores (si esta frase es permi-tida) al pintar las grandezas de tal monu-mento. El primer pilono en el cual terminala calle de esfinjes, mide 134 pies. En cuantoá la célebre sala hipóstila. Lefeore se explicaasí: «¿Qué árbol llegaría á tener el diámetro,la altura misma de las doce columnas qué seelevan en el eje de la sala? Los capiteles mo-nolitos que no las hunden, aterrorizan laimaginación; 100 hombres estarían áobreellos con toda comodidad. Nunca masas tanenormes han sido establecidas para una eter-nidad. Hé aquí las cifras sacadas de la gran-de <*ra de Egipto. La sala tiene de largo 103metros, sobre 51 de ancho: las piedras deltecho reposan sobre arquitrabes, sostenidospor 134 columnas, enteras todavía, de lascuales las más gruesas miden tres metros,sesenta centímetros de diámetro, y más deveintidós metros y medio de elevación.» Másadelante dice: «La sala hipóstila es Obra deSesostrisy de sus dos antecesores.»

(89) Según dice Malte-Brun, el verdaderoNilo, después de recibir en su seno al Átba-rah, formó un vasto circuito por el país doChagheia y de Dongolah, torciendo hacia elSur-oeste. Por tres veces una barrera demontañas parecen interrumpir sucurso.yportres veces se abre paso. La segunda catarataestá en la Nubia turca; es la más considera-ble, y la última da entrada al Nilo en el Egip-to, cerca de Siena ó Azuan. La altura de éstacatarata, que ha sido muy exagerada por losviajeros, varia según las estaciones, pero en

346 REVISTA EUROPEA.—5 DE MAYO DE 1880. NÚM. 316.

general solo es de cuatro á cinco piós. Lascanteras de Siena, <jue en la» cataratas se ha-llan, dieron materiales para muchos monu-mentas del Egipto antiguo.

(90) Ramses II elevó infinitos monumen-tos, pues ya hemos dicho anteriormente queera fastuoso hasta el extremo. Consta poruna inscripción que en su tiempo se hicieronobras de reparación, y asimismo se sabe queconcluyó la sala hipóstila, y comenzó otrasobras como el templo de Horus, colocado á laderecha del primer patio,

(91) La conspiración que nosotros presen-tamos, si bien no es un hecho histórico, nocarece por eso de fundamentos de verosimi-litud, aun dada la situación de los esclavos ycautivos en aquella época. Pocos años mástarde del en que suponemos nuestra acción,tuvo lugar un singular acontecimiento, delcual habla asi Lenormant. «Diodoro de Siciliarecogió en Egipto un relato que parece re-unir todos los caracteres de autenticidad so-bre un hecho del que naturalmente no hablanlas inscripciones oficiales de Ramses, puestoque habia sido bien poco gloriosos para el po"derío del Faraón. Según dicho relato ó tradi-ción, un considerable número de prisionerosasirios y caldeos de origen, obligados al tra-bajo de las canteras y de las construcciones,se sublevaron, no pudiendo sufrir el duro tra-to que se les imponía. Se apoderaron de unaplaza fuerte y se ampararon en ella. Ramsestrató en vano de someterlos por la fuerza,viéndose obligado á entrar en un conveniocon ellos; concediólos una amnistía generaly la posesión de la ciudad, la cual se llamóBabilonia, en recuerdo de la patria de los es-clavos. Esta ciudad es la que se llama en laactualidad el Viejo Cairo.»

(92) Como dice Pierret, la figura emblemá-tica de la esfinje estaba particularmente con-sagrada á la representación de un Rey. Elcuerpo del león, unido á una cabeza de hom-bre, parece haber simbolizado la fuerza uni-da á la inteligencia, perpetuándose por miría-das de años, según la frase de los egipcios.

(93) El signo distintivo de los sacerdotesde 'Osiris era la piel de pantera, que llevabansóbrelos hombros.—Champollion.

(Í94) Sahu, es el nombre egipcio de las mo-mias, y también significa el campo de ultra-tumba, donde los manes descansaban y cul-tivaban las mieses divinas.—Pierret.

('95) Según Maspero: «En el principio, elOcéano primordial existia; en él flotaban con-

fundidos los gérmenes de las cosas,» esto es,los elementos de la creación. AmmonrRa, «elúnico que existe por esencia, aparece y des-embrolla este caos sin esfuerzo; su acción seextiende al Océano primordial, y dice al sol:ven a mi, y el sol comienza á brillar.

(96) En las láminas de Champollion se venlos zodiacos de Esnóh y Dendera, y este últi-mo hemos tenido á la vista para nuestradescripción. Pertenecen á la época romana;pero según M. Biot, encierran datos y conocí -mientos que se remontan á las primeras di-nastias, como lo comprueban numerosas no-ticias.

(97) Los sacerdotes egipcios conocían losestudios astronómicos, hasta el punto de sertradicional su ciencia en esta materia. Lasobservaciones diarias de los astros se con-signaban y guardaban cuidadosamente enlas tablas astronómicas ó registros de lasobservaciones.—Champollion.

(98) Pas, que según Pierret representabaprobablemente el calor bienhechor, apareceen las imágenes con cabeza de gata, por sereste su animal emblemático, lo que la distin-gue de la diosa Seknet, con la que tiene ana-logía.

(99) Entre los instrumentos que usabanlos sacerdotes escribas, se hallan la paZeta deescriba con los frascos de las tintas emplea-das y el karseh ó pluma de caña.—Beaure-gard.—En los museos se conservan de estaclase de objetos.

(100) Clepsidra, reloj de agua de los anti-guos. Según Pierret, hay una frase geroglífl-ca cuyo significado determina el uso de esteobjeto entre los egipcios. Nosotros usamos elnombre griego de clepsidra, y aun le ponemosen boca de los personajes, por no conocer lapalabra egipcia que le designaba.

(101) Osiris es el juez del Amenti ó regióninferior, esto es, la región de ultra-tumba.En tal concepto juzga las almas, otorgándo-las las recompesas, ó imponiendo los casti-gos merecidos por los culpables. M. Brugschse ocupa largamente de este punto en su tra-ducción del libro de las respiraciones.

(102) Ptah representa al dios, en su papelde Ser, que ha precedido á todos los seres.Estaba adorado como divinidad suprema enMenfis.

(103) La astronomía entre los egipcios te-nia la doble misión (merced al error que su-frió y vino sufriendo la ciencia hasta nues-tros siglos pasados) de predecir el destino de

NÍIM-. 316. J. MÉLIDA-I. LÓPEZ.—EL SORTILEGIO DE KARNÁK. 347'

los hombres, ó lo que efe lo mismo, la astro-nomía se convertía en astrologia. Este doblecarácter es el que representa la frase em-pleada por nosotros. Champollion se ocupacon mucha extensión de la astrología entrelos egipcios.

(104) Los egipcios, en su simbolismo,comparaban el alimento material al d<el espí-ritu, expresado en las frases de beber la ver-dad, comer la verdad, etc., qué se ven en unpapiro del Lou-vre. Así, á la diosa de la ver-dad, Ma, la nombran las inscripciones diosanuiridora porque alimenta el espíritu de loshombres.

(105) Las ideas que hemos puesto en bocadel sacerdote, y que explican el fundamentode la teogonia egipcia, están tomadas: lasque se refieren á la creación, de Maspero; lasque explican el curso del sol y de la luna, deChampollion, y adicionado con noticias dePierret, y del primero de estos dos autoresla división del año egipcio.

(106) Como más arriba hemos dicho, losegipcios profesaron grande afición á la cien-cia astrológica, la que tenia gran importan-cia, pues como ciencia sagrada formaba par-te de aquellos conocimientos .reservados so-lamente á los sacerdotes iniciados. En cuan-to á su sistema astrológico, que hemos pues-to en boca de Thotmes, figuraba, en efecto,en primer lugar la estrella de Isis ó Sirius,que es la estrella matutina. Los planetas "sonHorap-shet, Júpiter; Hor-ka her, Saturno;Hor khou-ti, Marte; Sehek, Mercurio; Pa-nou-éer-duaeu ó Rennou-Osiris, Venus. Los gruposde estrellas que presidian á cada década óperíodo de diez dias de los treinta y siete deque se componía el año egipcio, los men-ciona, haciendo constar Sus nombres, Cham-pollion.

(107) Da cuenta Pierret de las ofrendasmás comunmente presentadas en los templos(el agua, el incienso, los siete aceites, etc.) ylas donaciones propiamente dichas, don 'e semencionan los pájaros, las cinco especies devino, las dos especies de bebidas, los frutos,las legumbres, etc.—El vino de Kakem eradel país y superior á los de Siria.

(108) Según Champollion, «los sacerdotesejercitaban á los niños en el estudio de laaritmética y de la geometría; pues las inun-daciones del Nilo destruían cada año los li-mites de las tierras, y numerosos alterca-dos surgían entre los vecinos, y era pre-ciso acudir á divisiones geométricas.» Aquí

se ve probado lo que el mismo autor dice deque la geometría se unía á la utilMad1 pú-blica.

(109) El loto es el nymfea ó lirio de agua.Es blanco ó azul. El lirio rosado que sé ve es-culpido en los monumentos, ha desaparecidodel Egipto, y seria desconocido si no se hu-biera encontrado en la India. Este es el ne-lumbro.—Maíte-Brun:

(Concluirá.)

J. R. MÉLIDA-I. LÓPEZ.

ESTUDIOS DE LITERATURA CONTEMPORÁNEA.

PÉREZ GALDÓS (1).

Algún tiempo; há que para regocijo decuantos aman las letras, el buen gusto y elidioma patrio, tratan nuestros mejores escri-tores de extirpar la mala simiente de la lite-ratura imitada del francés, procurando reflo-rezca la que tiene tradicionales raices en elsuelo de España. Tan sano intento se traslu-ce especialmente en, la novela, géftero que enverdad pedia á voces-restauración. Perdidaya del todo la conciencia nacional, largo tre-cho hemos pisado dóciles tas huellas de Balzac, Sué, Jorge Sand, cuyo yugo soportamostan gustosos, como impacientes y coléricossacudimos el del conquistador de Austerlitz.Bastardeóse el habla castellana: y todavíafuév^ste menor daño que él del falseamientodel carácter y fines de la literatura propia es-pañola. No era lo peor que nos viciasen laforma, sino el fondo, Nosotros, á quienes ais-lan de Francia, mas aún que los Pirineos, lascondiciones del genio y de la raza, y que ádespecho de la vecindad, de las alianzas di-násticas, del parentesco latino, del espíritucomunicativo y fácil que distingue á los fran-ceses, no acertamos jamás á asimilarnos al-guna ds sus tendencias, poseemos |elementosvivos y naturales para toda reorganizaciónliteraria, y no necesitamos implorar del ex-tranjero préstamos que arguyen pobreza enel deudor, pudiendo ofrecer, á fuer de ricos,cambio y comercio á las Naciones.

¿Quién desconocerá los híbridos frutos de

(1) Este estudio forma parte de una serie de juicios acere»del movimiento literario actual y dt los escritores que al frentede él caminan.

348 HEVISTA EUROPEA*—5 DE JJAYO DE 1880¡ NÚM. 316.

la imitación gala? LanCes descabellados, due-los, suicidios y nefandos- críihenes; tipos in-concebibles y ficticios, heroínas, ya vaporosasy etéreas como pompas de jabón, ya hombru-nas y feroces como cosacos; acciones violen-tas y enmarañadas, desleídas en media doce-na ó más de tomos; falso sentimentalismo,teorías calenturientas, tesis de efecto, adornosde oropel, historia por los cabellos', observa-ción nula, estilo enfático y flojo juntamente:sin que mentemos otros graves pecados con-tra Un género de belleza más elevada que labelleza artística. Los modelos franceses delpasado siglo alcanzaron siquiera á darnos elteatro de Moratin: los del actual apenas ha-brán inspirado en España obra que no merez-ca, ya que no las llamas á que fueron senten-ciados los libros de D. Quijote, cuando menosel olvido.

Por fortuna la novela tiende á seguir otravia, más castiza y más verdadera á la vez:que no puédela literatura de imitación y re-flejo ostentar el colorido vigoroso de la quedirectamente copia la realidad. Dos terrenoses dado recorrer al novelista: el mundo exte-rior con sus varias perspectivas y pintorescosaccidentes, y %1 interior que brinda al análi-sis su inagotable riqueza de sentimientos,con los diversísimos matices que en cada in-dividualidad adoptan. Campos son que no seesterilizan nunca: cada sociedad, cada siglo,cada villa, cada choza tiene su fisonomía, suhistoria, su drama, siempre dispuestos paraque la mirada sagaz del artista los sorprenday los traslade al lienzo ó al libro, sellándoloscon su idealidad, y embelleciéndolos. ¡

Si fuera posible que se estableciese ciertamonótona nivelación social, fórmula postreradel progreso en concepto de algunos, perde-ría la novela buena parte de sus dominios-acaso esta consideración explique él cómoBret-Harté, primer narrador hoy del NorteAmérica, no busca el asunto de sus relatosen la vida un tanto prosaica de las ciudadesde los Estados-Unidos, sino en la libre exis-tencia de gauchos y mineros mejicanos y ca-zadores canadienses, en las escenas de la na-tu raleza, joven y salvaje todavía. Más siendopoco probable el advenimiento completo de lademocracia igualitaria, parécenos que la no-vela tiene asegurado su porvenir. Género lite-rario es la novela en cuyo carácter influyeprofundamente el estado social. Baste parademostrarlo la comparación de las novelasfrancesa é inglesa. ¿Quién duda de que la no-

vela inglesa, íntima* familiar, minuciosa yprolija, exacta en los detalles, contenida yenérgica en los sentimientos, casi trivial depuro sensata, informada generalmente deuna idea de moralidad activa y práctica, cor-responde al sentido político del país en quenació? Asimismo la novela y la política fran-cesas son hermanas. Las utopias comunistas,el iluminismo humanitario, las extravagan-cias falansterianas, hasta los lúgubres res-plandores del petróleo, quedarán archivadosen las páginas febriles de la moderna novelafrancesa, heredera de la tradición literaria,tan genuinamente gala, de Prevost, Rous-seau, Diderot, y aun de Fenelon (1).

Si la novela española debe emanciparse dela tiranía traspirenaica, no hay para qué in-cline la cerviz al yugo inglés. Exalta hoy lamoda la novela británica: el siglo, que naciósoñador, muere positivista, y de las cumbresinaccesibles, escarpadas y vertiginosas enque, como caudales águilas* posaban Wer-ther, Manfredo y Rene, ha descendido á lastibias zonas, á las llanuras de esmerado cul-tivo de la poesía doméstica. Pero á dicha elgenio español conoce otros rumbos, y, comoRusia, pretende la gloria de la ¡novela nacio-nal; Tendrá esta en España (sin que de ecléc-tica pueda motejarla nadie) algunos caracte-res de la novela francesa, y tal cual signo yrasgo de la inglesa. Como esta, se inspiraráen la tradición, en las instituciones caras yvenerandas, estudiará las costumbres, y des-cribirá con amor é interés los aspectos másoriginales de nuestra fisonomía social é his-tórica; y á ejemplo de aquella, gustará de en-trarse por los dominios de la fantasía, de su-bir un tanto el diapasón de los sentimientosvulgares, de idealizar las descripciones; deforjar tipos que, sin divorciarse de la reali-dad, saben romper á trechos su férreo yugo.Ala vez puede la novela española superar ála inglesa en animación y rapidez, por que laraza latina es sintética, ve presto y cristalizabreve y artísticamente sus impresiones, yvencer á la francesa en cordura y verdad,porque la ideología no envenena nuestrosfrescos y copiosos manantiales literarios.

A una mujer ilustre se debe el primer im-pulso de regeneración comunicado, á la nove-la española. Los relatos de Fernán CaballeroPeunen.puntualmente las partes que en mi en-

(í) Véase la opinión de Lamartine (Vie dn grmJi ktmmu)aeeN» de la significación política á*\ •Telémaco.»

NÚM. 316. E. PARDO BAZAN.-i-ESTÜDIÓS DE LITERATURA CONTEMPORÁNEA. 349

tender deben concurrir en nuestra novela na-cional. No diré que las obras de la insigne no-velista anden exentas de lunares> ni que todasellas sean dignas del mismo aprecio: mas tam-poco Cervantes careció de defectos de forma,ni de desigualdad! evidente en los partos de suingenio portentoso; y no habrá crítica tan ava-ra que regatee á Fernán Caballero el lauro depoeta y narrador castizo y popular en la- másalta acepción de esta última palabra. Muer-ta Fernán, si no quedó quien la heredase en'laposesión del alma de las gentes sencillas y delpueblo, vino á sustituirla una pléyade, escasapero lucida, de novelistas, que con brío y ta-lento se consagran á la empresa de la novelanacional.

Entre los cuales, en primera línea, descue-lla el autor cuyo nombre encabeza estas pági-nas. No eclipsa Pérez Galdós á Valera en pri-mor, elegancia ó ingenio, á Selgas en humo-rística profundidad, á Villoslada en amplitud,majestuosa, pero posee el don de ser fecundo;don funesto para las medianías, prérogativasoberana para el gónio. De pocos años data laaparición de Galdós en el mundo literario, yya nacieron de su fértil pluma más de veintevolúmenes, mereciendo especial nota la serieque tituló Episodios natíonales, y que comien-za en la memorable batalla de Trafalgar, yrematará—según el propósito del autor, queá tanto no arribó todavía—con los sucesosmás recientes de nuestra historia. A la par detan vasta obra, vá produciendo el Sr. Galdósnovelas sueltas que llama Contemporáneas,

Antes de emitir alguna,s consideracionesacerca de Galdós, declaramos con franquezaque sostienen reñida batalla en el extremo dela pluma los elogios que solo la parcialidad es-catima al talento, y los reparos que únicamen-te la adulación encubre. A gran dicha debe te-ner un autor el que sus obras den asunto decrítica reflexiva y atenta, y que boguen enlos mares la controversia, mejor que en laletal corriente del olvido. ¡Menguada suertelaxlel que ve crecerlos frutos de su ingenioen estufa templada por la oficiosa amistad, yque no logra nunca exponerlos al aire libre yvivificador de la opinión pública!

Cuando miden los escritores talla elevada,suelen mirarse gustosos en el espejo de lacrítica, aunque la luna fiel, al mostrarles supropia hermosura, no les oculte las faltas queirremisiblemente han de vedarles arribar á laperfecta belleza. Débese suponer, pues, que elSr. Galdós no aspira á colocar su personali-

dad literaria fuera de toda crítica disquisición;y aumenta la verosimilitud del supuesto, ápoco que consideremos el temperamento ar-tístico que á Galdós caracteriza. No es porcierto Galdós de aquellos escritores que, comoFernán Caballero, se identifican con los asun-tos y hasta con los lugares que describen; quehablan por boca de sus personajes, que sos-tienen en novelesca forma, doctrinas y tesisprofesadas con el calor de ardientes convic-ciones, que unas veces se olvidan del públicoy escriben para sí largos pasages, otras seempeñan en que el público mismo participe desu modo de ver, y en lenguaje persuasivo letoman por confidente; que uo calculan el efec.to, que se dejan arrastrar por el encanto deun carácter, de un tipo y no aciertan á sepa-rarse de él, que en suma escriben con el cora-zón. Toear á las obras de estos, fuera herirlesen lo más íntimo y delicado: ¿quien no recuer-da las frases de cariño que Fernán Caballeroprodiga á sus predilectas creaciones, el dolorque muestra si por ventura la simpatía gene-ral no concuerda con la suya? Muy diversa esla índole literaria de Pérez Galdós. Artista an-te todo y sobre todo, posee la impasibilidadegregia con que los grandes trágicos con mue-ven á la multitud, sin dejarse ellos contagiarde la emoción que despiertan. Hay en Galdósuna inteligencia y una voluntad, que anudan ydesatan un enredo, que pintan un carácter,que evocan una escena histórica, que descri-ben á maravilla una sociedad; hay un diestrodirector de escena, que tiene entre sus manoslos hilos motores de multitud de marionetas,que sabe cuándo debe tirar, aflojar, agitarapriesa ó despacio las figurillas para que lailusión sea grande; hay además, por añadidu-ra, un excelente prosista, de estilo fácil y sa-broso, un exhumador ,hábil de los bellos ar-caismos de nuestra lengua, un novelista queno se agota, un escritor que no enfada ni de-cae. Paréceme que habiendo tantas cosas,puedo sin escrúpulo añadir que no hay un al-ma apasionada, entusiasta, intensa en la sen-sibilidad, cual lo fue la de Fernán Caballero.

No encierra esta observación censura nicargo alguno. Ni á nadie se puede exijir otrascualidades de las que el cielo le concedió, niel Sr. Galdós tiene culpa en hallarse más rica-mente dotado de inventiva, imaginación y ta-lento que de sensibilidad, ni fuera de desearque el gónio se nos apareciese siempre en lamisma forma; antes la diferencia de condi-ciones lo avalora y realza. Y añadiré que to-

350 REVISTA .—5 DE WAYO DE 1880. KÚM. 316.

davia hallo muy preferible el tono sobrio yreservado de Galdós, á lps enfermizos y la-crimosos desahogos de ¡Lamartine ó de SilvioPellico. Si pongo de relieve estos rasgos de laíndole literaria del Sr. Galdós, es con .objetode dar mejor á entender lo que diré luego dela tendencia dominante en sos obras.

A fin de cobrar aniñaos y negociar la reso-lución necesaria para decir al Sr. Galdós loque en sus novelas merece censura, comen-zaremos por la tarea más grata, á saber ladel elogio: tarea bien fácil tratándose de untan distinguido escritor. En verdad que mara-villan las dotes varias que con pródiga manole otorgó naturaleza. Ojos tiene de artistaque claramente ven la forma, el contorno y elcolorido de los objetos: y su pluma, fiel intér-prete déla inspiración, corre feliz.y oportuna,haciendo al que lee partícipe de las sensacio-nes del autor. Ya describa el extraño aspectod e la cuenca minera de Socartes, ya el ridícu •lo aparato del Grande Oriente, ya los vetus-tos retablos de San Salomó, ya la sórdida tien-da del avariento Mauro Requexo, la descrip-ción vive, por el lienzo circulan aire y luz, y elefecto de la realidad seobtiene alo Dickens, pe-ro con menor dispendio de palabras y porme-nores. No menos afortunado que en los acce-sorios es Galdós en el arreglo y traza de vas-tas escenas y magnos cuadros. Pocas vecesdejan de sea? enfadosas las batallas descritas,y Galdós posee el arte de interesar y suspen-der con el .relato del hecho de armas de losArapiles ó del desastre naval de Trafalgar.Qué diremos del lenguaje? Es Galdós buentestigo de los tesoros que brinda el habla cas-tellana á los que beneficiarla quieren: no porque sea imposible hallar en el estilo de Gal-dós, rebuscando mucho, algún descuido; mases en general tan fluido, (gallardo y suelto, tanajeno á afectado purismo y á desmallada fkvjedad, tan rico en vocablos castizos y en girosnacionales, tan exento de hinchazón é hipér-boles, tan grato en suma, que fuera muy exi-gente quien con él no se deleitase. Acaso letachará algún crítico el empleo de voces an-ticuadas y de rancio sabor: más esta es for-zosa consecuencia del mismo movimiento re-accionario que hoy se verifica hacia los mo-dtelos clásicos, movimiento cuyos saludablesresultados no es posible desconocer. A veceshay en Galdós disonancia entre la frase y elpersonaje que la emplea: que no suelen entrarhoy en la conversación corriente, ciertos vo-cablos que en fuerza de su propia vejez pare-

cen exóticos. Hablase hoy con lamentablefalta de itooo, con vulgaridad insípida, ¡con in-sustancial lisura, evitando las pa-lab,ras eleva-das y selectas con tanto empe.no como el quexm&preciosade Moliere pondría en usarlas. Sinechar de menos el cultismo, bien puede de-cirse que el negligente y pobre estilo del diá-logo moderno no revela que España h-aya si-do ouna de los mejores discretadoresdel mun-do, Bien haya pues Galdós por crear persona-jes que hablan y se expresan con propiedad yelegancia.

(Concluirá.)EMILJA PARDO BAZAN.

BIBLIOGRAFÍA ESPAÑOLA.

Apuntes arqueológicos de D. Francisco Mar-torell y Peña, ordenados por Salvador Sam-pere y Miquel, y publicados por D. JuanMartorell y Peña.—Un tomo en folio degran lujo, tirada de 300 ejemplares. No sepone á la venta.—Gerona, imprenta y li-brería de Vicente Dosca, 1879.Hemos tenido el gusto de recibir el ejem-

plar dedicado á nuestra REVISTA, de estamagnífica obra, la cuaUva encabezada por unretrato fotográfico de D. Francisco Martorelly una cariñosa dedicatoria á su memoria, porsu hermano D. Juan. Los estudios del prime-ro y cus colecciones arqueológicas, legadasfenerosamente por testamento á la ciudad de

arcelona, han sido la base del magníficoedificio destinado á Museo que se está cons-truyendo en el Parque de aquella capital.Juzgúese, pues, solo por teste hecho la impor-tancia de las colecciones y de los estudios.Estos quedaron condensados en los Apuntesque dejó el Sr. Martorell, • y que su hermanoacaba de dar á luz en lujosa edición.

Preceden los acuérdeos del Ayuntamientoy de las Corporaciones científicas de Barcelo;na, al honrar la memoria del Sr. Martorell,una biografía de este ilustre pa-tricio, por elSE. Sampere; un estudio sobre la importanciade las Bibliotecas, Museos y Archivos en Ca-taluña, por D. Antonio Aulestria; varias poe-sías de los Sres, Riera, Beltran, Guimerá yPalau, y la descripción de las colecciones re-galadas. Después empiezan los Apuntes, que.son verdaderos estudios sobre los monumen-tos megalíticos, las acrópolis y recintos for-tificados, los muros de Gerona, las sepultu-ras olerdulanas, el teatro de Alcudia, losnur-hages de la isla de Cerdeña y talayots de lasBaleares, etc.Anuario del industrial, del fabricante y del

inventor, publicado jaor el Centro industrialmecánico de Madrid; un tomo 5 pesetas,Madrid, 1880.

NÚM, 316. BIBLIOGRAFÍA ESPAÑOLA. 351

Biblioteca americana; Boletín del Institutocientífico y literario de Buenos-Aires.—Cua-derno primero, Buenos-Aires, 1880.

Gafé con leche, por D. Salvador María Gra-nes.—Un tomo, 8 rs., Madrid, 1880.

Campañas del Duque de Alba. Estudios his-tórico-militares, por D. Francisco MartinArrue, capitán de infantería y profesor dela Academia del arma. Toledo, 1879.—2 vo-lúmenes en 8.°

M divorcio, por el Dr. D. Vicente de la Fuen-te, Catedrático en la Universidad Central.—Conferencia dada en la Academia Jurídi-ca.—Madrid, 1880.—Se halla de venta á unapeseta el ejemplar en las principales li-brerías.

Ecos de gloria, por D. Eusebio Martínez Ve-lasco. -Un tomo en 4.°, de más de 200 pági-nas, 2 pesetas, Madrid, 1880.

Estudios sobre táctica de sanidad militar,por D. Nicasio Landa.—Un tomo, Madrid,1880.

Estudios físicos, por D. Eduardo Lozano, Ca-tedrático del Instituto de Teruel.—Un tomo,una peseta, Teruel, 1880.

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Historia de la insurrección de Cuba, por DonEmilio A. Soulere.—-Cuadernos 33 al 44. Bar-celona, 1880.

Historia crítico-filosófica de la Monarquíaasturiana, por Mariano M. Valdós, ex-Di-putado provincial de Oviedo, y hoy Jefe deNegociado en el Ministerio de la Gobernacion.—Un tomo 5 pesetas en Madrid, 5'50en provincias.

Laboriosidad.—Método de lectura-escritura,primer cuaderno por los profesores de laAsociación.— Segunda serie.— Instrucciónprimaria. Barcelona, imprenta de Bassas,1879: un vol. en 4.°

Lecciones de medicina racional, por D. To-más Ariño y Sancho, Doctor en Ciencias,Abogado y Catedrático de Mecánica racio-nal de la Universidad de Madrid.—Tomo I.Madrid, 1880: un vol. en 4.°

Lecturas de la infancia. Colección de cuen-tos y artículos por D. Manuel Ossorio yBernard. Madrid, 4 rs., imprenta de Rojas.

Mes de Mayo, por María de la Peña.—Un to-mo, una peseta. Imprenta central, Madrid,1880.

Metodología diplomática, ó Manual de Arqui-vonomía, por D. José Morón y Liminiana.—Un tomo. Valencia, 1880.

Movimáento (El) filosófico contemporáneo, y elverdadero concepto de la psicología. Dis-curso leido en el Ateneo de Vitoria por suPresidente D. Antolin Burrieza.—Un folle-to. Vitoria, 1880.

Notas de un himno, colección de poesías porD. Juan Zorrilla de Sanmartín.—Un tomo,Santiago de Chile, 1879.

Nueva, era (La), Revista política, administra-tiva, industrial, científica y literaria, dirigi-da por D. Abelardo Rodríguez Feliu,—Nú-meros 1 y 2.—Se publica todas las semanas

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La patología celular, por el Dr. Virchow,traducción castellana del Dr. Carreras San-chis.—Un totno, Valencia, 1880.

Poesías de D. Enrique José Varona.—Un to-mo, Hattana, 1880.

Psicología alemana contemporánea, por T. Ri-bo t, traducción de D. Francisco MartínezConde.—Un tomo de la Biblioteca científico -literaria, 14 rs., Sevilla, calle de Lerena, 8,1880.

Revista de Canarias.—Director D. Elias Ze-rolo, Flores, 1, Santa Cruz de Tenerife.—Número 34, contiene lo siguiente:I. El positivismo y lo absoluto, por Teófilo

Martínez de Escobar.II. Recuerdos de Madrid, por Francisco

Fernandez de Béthencouirt.III. Onésimo Reelus y su libno. «¿La tierra

á vuelo de pájaro,» por Graciano Bó-diez.

IV. La primera enseñanza en Canarias(Conclusión), por Juan de la¡P. Can-seco.

V. Contraste-poesía, por Antonio Zerolo.VI. Cervantes, poesía, por José Tabares

Bartlett.VIL Antonio Viana (Continuación), por

Sabino Berthelot.VIH Boletín de las Sociedades: Academia

médico-quirúrgica de Canarias.—Mu-seo Canario.—Sociedad de Amigos delPaís de Las Palmas .-"Sociedad deAmigos del País de Santa Cruz, porElias Zerolo. . ...

IX. Agua salina cloro-sulfatada, por ÁngelMaría Izquierdoy JoséSuarez Guerra.

X. Pepe Avila, novela, por José Baamon-de y Ortega.

XI. Conversación quincenal, por L. RioOseleza.

Teatro (El), Revista dirigida por D. JulioNcfcnbela.—Número 1.°—Crítica.—-Historia.Enciclopedia teatral.—Legislación y admi-n i strací on.—Biografía.—Bibliografía—«Cró-nica.—La novela del arte.—Tres graba-dos.—Se publica el día 25 de cada mes encuadernos de 64 páginas en 4.°—Madrid,calle del Rollo, 2, tercero izquierda.

Tratado clínico iconográfico de dérmatólogiaquirúrgica (cuaderno H). Lecciones de clí-nica quirúrgica, explicadas por el Dr. DonJuan Ginó y Partagas, Catedrático dé la fa-cultad de medicina en Barcelona.—Cadacuaderno 20 rs. Librería de Güell, Barce-lona.

Tratado de moral y de urbanidad para lasclases de tropa, por D. J. Prats y Jimeno.—6 rs., Madrid, 1880.

El tren directo, relación contemporánea porD. J. Ortega Munilla.—Un tomo, Madrid,1880.

Una pagina de amor, novela de Emilio Zola,traducida por D. J. Aguilera.—Un fomo t>reales, Madrid, 1880.

352 REVISTA EUROPEA.—5 DE MAYO DE 1880. NÚM. 316.

LIBRERÍA ME Y. SUAHEZ, J Á Í M I T R E Z O , 72, MADRID.' (Continuación) • • . • - , • : •

Los precios indicados en primer término son para Madrid; los ensegundo para provincias, porte franco.

C astillo de Pinon (El). Novela, por la CondesaDash, tracúcida del francés; 2 tomos, 16.°mayor, 8 rs.

Catecismo de los maquinistas y fogoneros,útil para manejar toda clase de máquinasde vapor, publicado por la Asociación de in-genieros de Liéja, traducido por J. G. Mal-gor, ingeniero, con un prólogo de D. G. Vi-cuña; un tomo, 8.°, con láminas, 8 y 10 rs.

Causa del Príncipe Bonaparte por muertedada á Víctor Noir en 10 de Enero de 1870,con las biografías y retratos de Rochefort,Bonaparte y Noir, etc.; un tomo, 8.° mayor,8 y 10 rs.

Celeste, por Antonio Chocomelli; un tomo, 8.°,4 y 5 rs.

Cerebro (El) y el pensamiento, por P. Janet,versión española del Dr. Aguilar y Lara; untomo, 8.° mayor, 8 y 10 rs.

Cicerón, por A. de Lamartine, traducido yaumentado con un prólogo por D. VicentePiño y Vilanoya, 4 y 5 rs.

Ciencia de la religión (La), por Máximo Mü-11er, profesor de la Universidad de Oxford,versión castellana, con un prólogo de Gar-cía Moreno, doctor de Filosofía, un tomo,8.°, 8 y 10 rs.

Ciencia y naturaleza. Ensayos de Filosofía yde ciencia naturales, por Luis Büchner,traducción del - alemán por el Dr. GasparSentiñon. Málaga, 1873; 2 tomos, 8." mayor,28 rs.

Ciencia española (La). Polémicas, indicacio-nes y proyectos, por el doctor D. MarcelinoMenendez Pelayo, catedrático de literaturaespañola en la Universidad de Madrid; untomo en 4.°, 24 y 28 rs.

Clave del Derecho (La), ó síntesis del Derechoromano, conforme á los antiguos textos co-nocidos y los recientemente descubiertos,por M. Ortolam, traducida al castellano porel doctor D. Fermín de la Puente y Apece-chea, catedrático de Jurisprudencia en laUniversidad de Sevilla, 1845; un tomo, 8.°,8 y 9 rs.

Clave de Teología moral, compuesta por elSr. D. Domingo Diez, tercera, edición, dili-gentemente corregida y añadida en muchospuntos, especialmente con la explicación dela Bula, etc-, etc., por el muy reverendo pa-dre Fray Francisco Manuel Malo; un tomo,4-°, . ' .

Clemencia, por Fernán Caballero; 2 tomos, 20y 24 rs.

Código penal italiano (Proyecto de), porS. Mancini. traducción de D. V. RomeroGirón; un tomo, 4.°, 10 y 12 rs.

Código de Comercio y demás disposiciones le-gales vigentes en España y sus provinciasde Ultramar en materias mercantiles, conarreglo á las últimas reformas, anotado

por un abogado del ilustre Colegio de Ma-drid, 1877; un tomo, 8.°, 16 y 18 rs.

Código de Comercio, arreglado á la reformadecretada en 6 de Diciembre de 1868, anota-do y concordado, precedido de una intro-ducción históriccHCOmparada, seguido de lasleyes y disposiciones posteriores á su pu-blicación que lo reforman y lo completan, yde un repertorio de la legislación mercan-til, por los directores de la Revista gene-ral de Legislación y Jurisprudencia D. Pe-dro Gómez de la Serna y D. José Reus yGarcía, sétima edición, corregida y aumen-tada por D. José Reus; un tomo, 4.°, 40 y 44reales.

Suplemento á la sétina edición del Códi-

f o de Comercio. Contiene la ley reforman-o Varios artículos del Código de Comercio,

concordada y anotada porD. José Reus, ytodas las leyes, decretos y Reales órdenesdictadas en 1878; 8 y 9 rs.

Código de Comercio, arreglado á las impor-tantes modificaciones y reformas introdu-cidas en sus principios y procedimientospor el decreto de 6 de Diciembre de 1868 ypor la novísima ley de 30 de Julio de 1878',ampliado con otras disposiciones que le sir-ven de complemento, publicado por la re-dacción de El Consultor de los Ayuntamien-tos y de los Juzgados municipales Madrid,1879; 12 y 14 rs.

Código civil español (El). Recopilación metó-dica de las disposiciones vigentes, anota-das con arreglo á la jurisprudencia delTribunal Supremo de Justicia, por D. Sabi-no Herrero, abogado del ilustre colegio deValladolid; un tomo, 4." mayor, de 680 pá-gidas, 40 y 44 rs.

Código penal novísimo (para bolsillo), plan-teado provisionalmente en 1870, con las re-formas ocurridas hasta la ley de 17 de Ju-lio de 1876 inclusive. Anotado con artículosy seguido de un completo repertorio alfa-bético de las materias contenidas en el mis-mo, y de un apéndice que contiene: 1.°, eldecreto sobre jurisdicción consular en locriminal; 2.°, el decreto sobre jurisdicciónde hacienda para la represión de los delitosde contrabando; 3.°, el Real decreto sobreabono de tiempo de prisión; 4.°, la ley abo-liendo la pena de argolla; 5.°, la de refor-mas en el procedimiento para plantear elrecurso de casación en lo criminal; 6.", la dela gracia de indulto; 7.°, el decreto sobrepetición de indulto por delitos de contra-bando y defraudación; 8.°, 9.° y 10, algunosartículos de la ley de enjuiciamiento crimi-nal y de la Constitución de 1876, por D. Cán-dido Martí, abogado del ilustré Colegio deValencia, 1879, 6 y 8 rs.

(Se continuará.)