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REVISTA EUROPEA. NÚM. 266. 30 DE MARZO DB 1879. AÑO VI. LA DOCTRINA DEL AMOR. AFINIDADES ENTRE LAS TEORÍAS DE SCHOPBNHAUEE Y GlORDANO B 8 U N 0 . (Conclusión.) II. Pasando de este orden de ideas á otro, no será difícil descubrir otros vínculos ideales entre Giordano Bruno y Schopenhauer, lo cual es tanto más notable cuanto que entre el panteísmo del uno y el del otro median dife- rencias profundas y capitales. Schopenhauer se halla de acuerdo con Bruno en admitir una sustancia única univer- sal, es decir, está de acuerdo con él respecto al ív xaíwa», más no respecto al rrav aso;, por cuanto el filósofo alemán excluye por entero la idea de Dios. Schopenhauer además no ad- mite como Bruno que el mundo esto lleno del Ser, porque reserva un espacio—noch viel Raum—para aquello que él no puede expresar sino con una forma negativa, llamándolo la negación de la voluntad vital. (Was wir nur negatio bezeihnen ais die Verneinung des Wi- llens zum Leben.) Y esto significa una grave diferencia res- pecto á Bruno, porque es precisamente lo que forma el pesimismo, ó por mejor decir el bu- dhismo del uno y el optimismo del otro. Esto, no obstante, es innegable que ambos filósofos se encuentran y tal vez caminan á la par por el terreno de la psicología metafísica, esto es, en la cuestión de la esencia y de la indestruc- tibilidad del ser humano. Es notable la teoría de Schopenhauer so- bre este punfo. El hombre no es otra cosa para él que una manifestación particular de aquella voluntad-sustancia, cuya esencia es un profundo deseo y aspiración á la vida, y cuya tendencia es asumirse la materia para objetivarse en una sucesión infinita de orga- nismos; de suerte, que el nacimiento y la TOMO XIII. muerte no son otra cosa en este sistema que la fuente perenne donde esta voluntad viene á refrescarse de cuando en cuando, asumiéndo- se en un nuevo individuo una nueva concien- cia, ó lo que es lo mismo, una nueva inteli- gencia, que después abandona para asumirse en un segundo, tercero y cuarto individuos y así sucesivamente. De este modo el hombre es inmortal, y sobre este punto Schopenhauer no perdona verdaderamente ocasión para com- batir el materialismo; mas esta- inmortalidad no se extiende á toda el alma, no abraza la conciencia, que es para nuestro filósofo un fe- nómeno secundario—eine sekundare ans der Objektivation des Wiliens hervorgehende Er¿ scheinung—sino tan solo la voluntad vital que sobrevive manifestándose en un nuevo orga- nismo. Como las innumerables gotas del arco iris aparecen y desaparecen con la rapidez del relámpago, mientras el arco iris permane- ce inalterable é inmóvil, así los individuos en cuanto son otras tantas personas dotadas cada una de propia conciencia, nacen y mue- ren, mientras que la humanidad, la especie, la idea platónica subsiste al través de las in- numerables generaciones. Si hacemos abs- tracción, por tanto, de nuestra inteligencia particular, la cual cesará de existir cuando nuestro organismo presente se descomponga, nosotros, que existimos en este momento, po-. demos decir, según Schopenhauer, que hemos exístftlo ya en nuestros antecesores y que existiremos en nuestros venideros hasta que esta voluntad universal, aleccionada con tan- tas y tan diversas conciencias, persuadida de que la existencia es por sí misma un mal, sa decida á entrar ella misma en la nada. Prescindiendo de semejante conclusión, que á decir verdad podría considerarse como un elemento heterogéneo en esta teoría don- de la voluntad vital es enteramente extraña á la conciencia, y por lo mismo no puede reci- ,bir de ella ninguna enseñanza, veamos qué afinidades existen entre las ideas de'Scho- penhauer y las de Bruno respecto á la inmor- talidad. Para Bruno, el hombre debe ser conside- rado también de dos modos; como especie y como individuo. Existen según él cinco for- mas ó grados por los cuales se explica en el 25

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REVISTA EUROPEA.NÚM. 266. 30 DE MARZO DB 1879. AÑO VI.

LA DOCTRINA DEL AMOR.

AFINIDADES ENTRE LAS TEORÍAS DE SCHOPBNHAUEE

Y GlORDANO B8UN0.

(Conclusión.)

II.

Pasando de este orden de ideas á otro, noserá difícil descubrir otros vínculos idealesentre Giordano Bruno y Schopenhauer, locual es tanto más notable cuanto que entre elpanteísmo del uno y el del otro median dife-rencias profundas y capitales.

Schopenhauer se halla de acuerdo conBruno en admitir una sustancia única univer-sal, es decir, está de acuerdo con él respectoal ív xaíwa», más no respecto al rrav aso;, porcuanto el filósofo alemán excluye por enterola idea de Dios. Schopenhauer además no ad-mite como Bruno que el mundo esto lleno delSer, porque reserva un espacio—noch vielRaum—para aquello que él no puede expresarsino con una forma negativa, llamándolo lanegación de la voluntad vital. (Was wir nurnegatio bezeihnen ais die Verneinung des Wi-llens zum Leben.)

Y esto significa una grave diferencia res-pecto á Bruno, porque es precisamente lo queforma el pesimismo, ó por mejor decir el bu-dhismo del uno y el optimismo del otro. Esto,no obstante, es innegable que ambos filósofosse encuentran y tal vez caminan á la par porel terreno de la psicología metafísica, esto es,en la cuestión de la esencia y de la indestruc-tibilidad del ser humano.

Es notable la teoría de Schopenhauer so-bre este punfo. El hombre no es otra cosapara él que una manifestación particular deaquella voluntad-sustancia, cuya esencia esun profundo deseo y aspiración á la vida, ycuya tendencia es asumirse la materia paraobjetivarse en una sucesión infinita de orga-nismos; de suerte, que el nacimiento y la

TOMO XIII.

muerte no son otra cosa en este sistema quela fuente perenne donde esta voluntad viene árefrescarse de cuando en cuando, asumiéndo-se en un nuevo individuo una nueva concien-cia, ó lo que es lo mismo, una nueva inteli-gencia, que después abandona para asumirseen un segundo, tercero y cuarto individuos yasí sucesivamente. De este modo el hombre esinmortal, y sobre este punto Schopenhauer noperdona verdaderamente ocasión para com-batir el materialismo; mas esta- inmortalidadno se extiende á toda el alma, no abraza laconciencia, que es para nuestro filósofo un fe-nómeno secundario—eine sekundare ans derObjektivation des Wiliens hervorgehende Er¿scheinung— sino tan solo la voluntad vital quesobrevive manifestándose en un nuevo orga-nismo. Como las innumerables gotas del arcoiris aparecen y desaparecen con la rapidezdel relámpago, mientras el arco iris permane-ce inalterable é inmóvil, así los individuos encuanto son otras tantas personas dotadascada una de propia conciencia, nacen y mue-ren, mientras que la humanidad, la especie,la idea platónica subsiste al través de las in-numerables generaciones. Si hacemos abs-tracción, por tanto, de nuestra inteligenciaparticular, la cual cesará de existir cuandonuestro organismo presente se descomponga,nosotros, que existimos en este momento, po-.demos decir, según Schopenhauer, que hemosexístftlo ya en nuestros antecesores y queexistiremos en nuestros venideros hasta queesta voluntad universal, aleccionada con tan-tas y tan diversas conciencias, persuadida deque la existencia es por sí misma un mal, sadecida á entrar ella misma en la nada.

Prescindiendo de semejante conclusión,que á decir verdad podría considerarse comoun elemento heterogéneo en esta teoría don-de la voluntad vital es enteramente extraña ála conciencia, y por lo mismo no puede reci-

,bir de ella ninguna enseñanza, veamos quéafinidades existen entre las ideas de'Scho-penhauer y las de Bruno respecto á la inmor-talidad.

Para Bruno, el hombre debe ser conside-rado también de dos modos; como especie ycomo individuo. Existen según él cinco for-mas ó grados por los cuales se explica en el

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tiempo y én el espacio aquella «Inteligenciauniversal» como él la llama, que es «la causaeficiente» del número y con las formas «delelemento misto, del vegetal, del sensitivo ydel intelectual» que más científicamente pue-den ser comprendidas en las cuatro grandesmanifestaciones de la naturaleza; reino mine-ral, vegetal, animal, humano ó racional.

Ahora bien; este principio, semejante en untodo á la voluntad vital de Schopenha uer, espara Bruno «el artífice interno» que informala materia, que «de la corrupción de una cosasuscita la generación de otra;» y en cuantoesto puede explicarse bajo aquella forma ócategoría del Ser que hemos llamado intelec-tual, constituye la verdadera esencia del hom-bre, ó como Bruno la llama, «-La Inteligenciaúnica especifica humanitaria á cuya inteligen-cia no debe ya atribuirse significación de rnenssi no la de animus, la de fuerza vital ó prin-cipio vivificador, como aquello que está des-tinado, dice Bruno, «á urdir la tela, á tejerlos hilos, á moderar el temple, á poner or-den, á dirigir y distribuir los espíritus, ádar fibra á las carnes, á extender los cartíla-gos, á soldar los huesos, á ramificar los ner-vios, á llenar las arterias, á esterilizar las ve-nas, á fomentar el corazón, á inspirar los pul-mones, á socorrer todo lo que existe dentrocon el calor vital donde tales hipótesis subsis-tan y tal forma ó figura ofrezca.»

Ahora bien: «esta es la sustancia, dice nues-tro filósofo, que es verdaderamente hombre, yno accidente'; este es el numen, el demonio, eldios particular, la inteligencia, en la cual, dela cual, y por la cual, como vienen formadasy se forman diversas composiciones y cuerpos,así vienen á introducirse diversos seres en es-pecie, diversos nombres, diversas fortunas.»

¿Qué oosa será, pues, la muerte en estesistema? Como en el dé Schopenhauer, no esmas que el instante en el cual este Artíficeinterno, esta Voluntad vital abandona un or-ganismo para objetivarse en otro. Es un divor-cio momentáneo, ocasionado porque la fuer-za eficiente indestructible, «solicitada por elprincipio de la disolución, abandona el edificioy causa su ruina, disolviendo los elementoscontrarios, rompiendo los lazos, destruyendo.la composición hipostática, porque no puedeanidarse eternamente, con los mismos tempe-ramentos, perpetuando los mismos hilos yconservando los mismos órdenes, en un mis-mo compuesto.» Caido aquel organismo, comoya se ha dicho, esta misma fuerza, este «.prin-cipio informativo que opera desde dentro,» se

construye otro, y en esta forma continúa sumergióndose de grado en grado (lo mismo pa-ra Bruno que para Schopenhauer) «en lasaguas del rápido Leteo,» sin perecer jamás,porque al contrario de lo que piensan los ma-terialistas, de los cuales dice Bruno que «sonnecios con el nombre ¡de filósofos,» este prin-cipio, dice, «no es un acto que resulta de laarmonía, simetría, complexión ó cualquieraccidente que por la disolución del compuestoquede reducido á la nada junto con la com-posición , sino que este mismo principio escausa intrínseca de la armonía, complexióny simetría, el cual no puede subsistir sin elcuerpo, como el cuerpo, que está por él movi-do y gobernado y unido por su presencia, ypor su esencia disperso, no puede subsistirsin él.»

El filósofo, pues, no debe temer la muerte,porque la muerte, dice Bruno, no significa «ladestrucción del ser.»—«Contra esta tontería(añade) grita fuertemente la naturaleza ase-gurándonos que ni el cuerpo ni el alma debentemer la muerte, porque tanto la materia co-mo la forma son principios constantes (1).»

Y al mismo tiempo declara sapientísimasaquellas frases de Salomón: ¿Quid est, quodest? Ipsum qüod fuit. ¿Quid est quod fuit? Ip-sum quod futurum est. Nihil sub solé novum.Schopenhauer repite también la sentencia delantiguo Ermes Trismegisto que guarda seme-janza con la del sabio hebreo: Tá ráp "v á« EO-TCXV.

Debemos hacer una observación no obstan-te y es que mientras Schopenhauer, partiendode la idea de que todo ente tiende á conservarsu propia naturaleza, omnis natura vult esseeonseroatrix sui, viene á admitir, no solo la in-destructibilidad de la fuerza que. so manifiestaen el individuo humano, sino la permanenciaconstante de su forma. Bruno, por el contra-rio, obedeciendo al principio fundamental de sudialéctica que establece «el principio y la cau-sa final, la cual se propone ser la eficiente de

vla perfección del universo,» admite que el hom-bre puede renacer después de la muerte comohombre; pero considerando aquella fuerzaeficiente como una especie de omeomeria anas-sagórica, quiere qu& no solo pueda manifestar-se de aquel modo sino de todos los modos po-sibles, hasta como ostra marina y como planta.

Tal vez se crea que de esta suerte la idea

(1) También Sehopenahuer afirma que la indestructibi-lidad de la materia es una prueba de nuestra indestructi-bilidad.

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de Bruno viene á ser completamente distintade la de Schopenhauer; pero la diferencia no esmás que superficial y depende toda del puntode vista bajo la cual se la considera.

¿Qué otra cosa es para Schopenhauer la vo-luntad que se manifiesta en el hombre y cons-tituye su esencia sino aquella misma fuerzaque se muestra en todos los seres del universo,hasta como dice Bruno en las ostras marinasy en las plantas'l

Existe para ambos filósofos un principioúnico, invariable y'subsistente por si mismo,cuyo principio se manifiesta después y actúabajo diversas formas, categorías ó grados; yes en este mismo sentido en el que Bruno haceconsistir como Schopenhauer la esencia eter-na del hombre; no en los individuos, los míalesnacen y mueren, sino en la unidad especifica, eo-mo dice Platón, que es solo la que lleva en si laeseneia de las cosas.

Schopenhauer opina del mismo modo, soloque, mientras él se atiene á la consideraciónde las formas singulares del eficiente univer-sal, Bruno se eleva á la contemplación de estemismo eficiente y de ahí que donde el uno, en-cerrado en un circulo de hierro, no sabe hallarotra forma de inmortalidad que una fria y mo-nótona palingenesia, el otro, por el contrario,discurriendo libremente con su robusta dia-léctica por los diversos grados del Ser, ofreceá nuestra vista las vicisitudes de la más ricay variada metempsícosis. Cuyo resultado llevanaturalmente á conferir á ambos escritores uncarácter moral distinto, puesto que al pasoque en virtud de esta metempsícosis, el crite-rio de las penas y de las recompensas, postu-lado fundamental de la ética, queda rigurosa-mente á salvo y los seres más humildes pue-den por lo mismo elevarse á la más alta cima,al mismo grado del ser y vice-versa, en la pa-lingenesia de Schopenhauer, por el contrario,el hombre, destituido de personalidad y obliga-do á renacer de su misma ruina como el cora-zón despedazado de P.romoteo, no conoce nipremio ni castigo; y fatigado de una inmorta-lidad de penas y desilusiones, no suspira porotro ideal que el de las heladas y pavorosassombras del Nirvana.

III.

Tales son las relaciones que hemos creidover entre las doctrinas de Shopenhauer y lasde Bruno, cuyo extraordinario ingenio se ha

anticipado más de una-vez al pensamiento dela ciencia y la filosofía modernas.

Desde luego le vemos proclamar atrevida -mente, dentro del sistema copernicano, la hi-pótesis bastante más reciente de la pluralidadde los mundos habitados; le vemos presentircon admirable criterio las modernas induccio-nes respecto á la constitución y habitabilidaddel sol; le vemos tratar la cuestión del Instintoen los animales con una amplitud de juicio queá menudo no encontramos en los más ilustresnaturalistas y fisiólogos de nuestro tiempo, como por ejemplo Guvier, Flourens, Lelut, etc.;le vemos guiado por un principio heraclíticode la eterna y universal evolución, exponer laley de la circulación de la vida con un len-guaje completamente moderno. «¿No veis,dice, cómo lo que era semilla se convierteen yerba, y lo que era yerba se convierte enespiga, y lo que era espiga se hace pan, y elpan quilo, y el quilo sangre, y la sangre se-men, y éste embrión, y éste hombre, y éstecadáver, y éste tierra y la tierra, piedra ócualquier otra cosa, y de esta suerte se reali-zan todas las formas naturales?»

Y siguiendo el mismo concepto panteísticoque le arrastra á la doctrina de la metempsí-cosis, le vemos abrazar desde luego el princi-pio de la unidad psíquica de todos los soresvivos que la ciencia contemporánea va cadadia poniendo más en claro. Al propio tiempo,de acuerdo con este mismo principio, le vemospresentir de cierto modo la moderna teoría dela evolución, puesto que sin atacar la ley . u-prema de los fines, á la cual atribuye solo unvalor ético general, considera las facultades ylas operaciones naturales de todos los seresvivos como simples efectos ó resultados de suorganismo particular, de modo que<podria de-cir de buen grado con Darwin y con Lamarck«que los pájaros vuelan porque tienen alas,no que los pájaros tengan alas para volar.»

«Si fuese posible, dice en efecto, que la cabe-za de una serpiente se convirtiese en cabezahumana y el busto creciese hasta donde puedecrecer dentro de su especie, se le extendiesela lengua, se le ampliase la espalda, se rami-ficasen los brazos y las manos, y después don-de termina la cola se le añadiesen unas pier-nas, aparecería, respiraría, hablaría, obraríay caminaría lo mismo que el hombre, porqueno seria otra cosa más que un hombre.- Por elcontrario, el hombre no seria más que ser-piente si se contrajesen y encerrasen dentrodel tronco sus brazos y sus piernas, y todoslos huesos concurriesen á formar espina y

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tomase toda la forma de aquel animal. Enton-ces tendría un ingenio más ó menos "vivo; enlugar de hablar, silbaría; en vez de edificarsepalacios, se.abrigaría en los agujeros y adop-taría todos los hábitos y modos de vivir de laserpiente.»

En fin, ¿qué más? La célebre sentencia dePascal «que el centro del Universo se halla entodas partes y la circunferencia en ninguna,»está enunciada por Bruno en un diálogo sobrela Causa; también hallaremos en este mismodiálogo la explicación, ó por decirlo así, lailustración de aquellas misteriosas palabrasque Goethe pone en boca del Chorus mi/stieusen la segunda parte de Fausto:

«La cosa finita no es más que un símbolode la inmortal; aquí las cosas imperfectas seperfeccionan; lo inefable se realiza; el eternoencanto femenino nos eleva á los cielos.»

Con esta frase del eterno encanto femeninoel poeta quiere sin duda aludir á aquel con-cep.to profundísimo que Bruno habia ya expre-sado claramente en el diálogo arriba mencio-nado, cuando considera el elemento femeninocomo el símbolo ideal de todas las cosas quesignifican perfección.

«Levantad los ojos al árbol de la cienciadel bien y del mal; mirad la oposición queexiste entre uno y otro; ved quiénes son losmachos y quiénes las hembras. Ved cómo elcuerpo es macho, el alma hembra, el caosmacho, la disposición hembra, y del mismomodo el sueño y la vigilia, el letargo y la me-moria, el odio y la amistad, el temor y la se-guridad, el escándalo y la paz, el furor y laquietud, el error y la verdad, el defecto y laperfección, el infierno y la felicidad; por últi-mo, todos los vicios, pecados y delitos son ma-chos, y todas las virtudes, excelencias y bon-dades son hembras. La prudencia, la justicia,la fortaleza, la templanza, la belleza, la ma-jestad, la dignidad, la divinidad, se nombran,se imaginan, se describen y se pintan siemprecomo hembras.»

ROMEO MANZONI.

(Tr. de la Filosofía delU seuole italiane.)

MIRABEAU-

A Don Emilio Castelar.

«Las amistosas discusiones valen máspara entenderse que las insinuaciones ca-lumniosas, las inculpaciones furibundas,los odios de la rivalidad y las maquinacio-nes de la intriga y de la malevolencia Seesparcen voces de perfidia, de deserción, decorrupción; se invoca la venganza popularpara sostener la Urania déla opinión, no pa-rece sino que es un delito tener dos opinio-nes en cuestiones delicadísimas

El hombre que combate por la razón ypor la Patria no se dá tan fácilmente porvencido El que tiene la conciencia de habermerecido bien de su país y sobre todo de ha-berle sido útil; el que no se deja seducir poruna vana celebridad, el que desdeña lostriunfos de un diapara buscar la verdaderagloria, el que quiere decir la verdad y ha-cer eL bien público independientemente dolos volubles movimientos de la opinión pu-blica ese hombre lleva consigo la recompen-sa de sus servicios el alivio de sus penas, elpremio de sus peligros y no debe esperargracia más que del tiempo juez inexorableque ü todos hace justicia.

Abandonen á los furores del pueblo en-gañado al que hace veinte años está com-batiendo toda clase de opresiones, al quehablaba a los franceses de libertad, deConstituciones, de resistencia, cuando susviles calumniadores chupaban el jugo de lacorte y vivian de todos las preocupacionesdominante?. ¿Qué me importa? Estos golpesde abajo á arriba no me detendrán en micarrera; yo diré á los agresores: respondedsi podéis, calumniad cuanto queráis.»

MIKABEAU.I.

Hó aquí lo que con alto sentido político, conprofundo conocimiento de los hombres y de lascosas de su tiempo, con la mesura del legisla-dor y la violencia del tribuno, decia en mediode. una alborotada Asamblea, combatiendo áBarnave y á Maury en uno de sus más céle-bres discursos, cuando la Francia presentabaá la faz del mundo el espectáculo nunca vistodel movimiento universal, para renovar losantiguos poderes y destruir los carcomidos có-digos, con la solemne declaración de los de-rechos del hombre, el primer orador de su si-glo; Mirabeau.

Hijo de una de las más ilustres familias de ,Provenza, Gabriel Honorato de Mirabeau des-cendía de los poderosos señores de Arriguetti,que emigraron de Florencia en 1268; al cam-biar de nacionalidad modificaron su apellidoconvirtiéndole en Riquetti; su padre VíctorRiquetti de Mirabeau fue uno de los más ar-dientes partidarios de la escuela economista;publicó una obra llena de absurdas teorías, ti-tulada el «Amigo de los hombres;» y viendo supoca aceptación, encerróse en su orgullo pe-

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NÚM. 266. V. DE LA CRUZ.—MIRABEAU. 389

dantesco y creyó que la humanidad enteraera inferior á su sabiduría, pues no compren-día su mérito; por esa eterna lucha que exis-te y existirá entre las medianías y el geniose convirtió en enemigo declarado de su hijoHonorato cuando éste (niño aún) mostrabaen su clara inteligencia las más hermosas ap-titudes; ¿puede acaso perdonar nunca la ras-trera culebra el vuelo atrevido del águila po-tente por los espacios infinitos? Frente á fren-te de su celoso padre, que le hacia cambiar in-cesantemente de maestros; desdeñado por sushermanos, que le imputaban como un crimensu fealdad, sehizo inquieto, voluntarioso, y fal-to de aquella tranquilidad de espíritu que esuno de los más poderosos elementos del honor:pasaron los años, y el joven Mirabeau tuvoque entrar en el ejército obligado por su padre,pero él (que según su expresión propia) «nohabianacido'paraesclavo,» huyóáParís, abru-mado de deudas; perseguido por esta circuns-tancia fue encerrado en la isla de Rhé, dondepermaneció algún tiempo, siendo al fin perdo-nado por haber formado parte de una de lascolumnas que marcharon á combatir á Córce-ga, cuyos naturales pretendían su independen-cia: su actividad extraordinaria y su genioaventurero tuvieron en esta campaña dignoempleo, y tal vez hubiera continuado en elejército si su padre, envidioso de sus triunfos,no le hubiera llamado á su lado. Presentadoen la corte de Versalles, el jóvon se hizo amarde todos, cautivándolos con su ilustrada con-versación, con sus arrogantes modales y conaquella superioridad innata que os patrimonioexclusivo de los grandes hombres.

Mirabeau con su mirada de águila veiaperfectamente el porvenir de su patria, y com-prendiendo que para llegar á las alturas delpoder, donde le impulsaba su genio, era precisoante todo ser buen ciudadano y buen padre defamilia, contrajo matrimonio con una señoritade la nobleza, que si bien le llevó en dote unaespléndida hermosura, le reservó el capitalque le pertenecia, temerosa de su conducta;aquella naturaleza volcánica se enamoró per-didamente de su esposa, y quiso rodear de unmarco de oro el objeto de su culto, contrayen-do onerosas deudas que le llevaron á una pri-sión de Estado; á cuatro millas de Marsellalevántase el castillo de If como una isla desier-ta en medio del Mediterráneo; allí fuó confina-do Mirabeau; con frecuencia se le veia al de-clinar la tarde, sobre una almena, inclinadohacia el mar, procurando leer en los imnoblesojos de los peces su destino futuro, midiendo

sus fuerzas con el huracán que pretendía in-clinar su frenta arrogante, ensayando su voz,queriendo dominar el estampido del truenocomo un dia habia de dominar el tumulto delas masas papulares, desafiando el poder delas olas que á semejanza de movibles monta-ñas se estrellaban contra los muros del castírlio bañando sus encrespados cabellos con sunevada espuma, cruzando su mirada con elrelámpago y sosteniendo su brillo fosforesceiti-to como un dia habia de sostener y dominarmillares de miradas animadas con el fuego delas pasiones políticas, allí en la soledad de sucárcel, en el silencio de su calabozo, en esaslarguísimas horas que la reflexión cuenta poraños y el dolor por siglos, tuvo la revelaciónde su futuro destino: allí se desarrolló su ge-nio incomparable, allí se hizo profundísimoorador.

Permaneció algún tiempo prisionero con-servando la esperanza de su libertad; masviéndose abandonado de su esposa y persegui-do por su padre, procuró huir, fuó trasladadoá sus instancias al fuerte de Joux en el Fran-co-Condado; más una romancesca aventura lellevó á la ciudadela de Douléns; allí se aprove-chó del inmenso ascendiente que tenia sobrelas mujeres y logró huir con la esposa del go-bernador á Suiza; después de varios acciden-tes novelescos, los prófugos llegaron á Holan-da, y entretanto que en Francia Mirabeau eradecapitado en efigie cumpliendo la sentenciapor rapto y seducción, el Conde, para atenderá las más imperiosas necesidades, trabajabacon ardor incansable publicando artículos, fo-lletos, traducciones, etc.; entonces hizo el En-sayo sobre el despotismo, obra que fue perfec-tai^uente recibida por el público, hasta que alfin preso en territorio extranjero fuó conduci-do á Francia y encerrado en Vincennes, dondepermaneció cuarenta y un meses: allí estudióá Tácito y á Cicerón, hizo algunos ensayos so-bre el derecho natural y empezó á organizaren su poderosa cabeza los profundos estudiossobre la antigüedad que algún dia habrían dedarle felices resultados.

La idea principal de Mirabeau era llegar álas esferas del poder,; para ello contaba con sugenio revelador, su actividad prodigiosa, suestudio profundo y sus grandes dotes de ener-gía y valor; sabia por experiencia cuan insi-nuante era su conversación y cuan avasalla-dora su frase pero él mismo ignoraba ejercie-se tan completo dominio sobro los hombres,hasta que una casualidad se lo reveló: su es-posa entabló demanda de divorcio y él acudió

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á los tribunales, mas convencido de que el pri-mer juez á quien hay que persuadir es al pú-blico, hizo de sí mismo tan brillante defensa,que aunque rechazada legalmente su preten-sión, le valió el ser conocido como, gran ora-dor y aplaudido frenéticamente por el nume-roso público que había acudido á presenciaraquel escándalo: los mismos jueces, admiradosante aquella elocuencia tan nueva, tan varia,tan insinuante, ora terrible, ora jocosa, orasatírica, fueron los primeros en reconocer susaltas dotes, señalándole como uno de los astrosmás brillantes de la oratoria, y él que sabiaaprovechar todas las ocasiones que le facili-tasen el camino para la realización de sus de-seos, se recogió dentro de sí mismo y decidióservirse del arte de la palabra como de la pa-lanca más poderosa para su engrandecimiento.

Sa acercaba el momento más solemne enla vida de Mirabeau, aquel momento tan es-perado; era preciso tocar el resultado de tan-tos años de reflexiones y de preparación; eledificio social se desmoronaba arrastrando ensu ruina las antiguas instituciones, aquellacorte prostituida llegaba al ocaso de su es-plendor; era preciso renovar la atmósfera vi-ciada de los dorados gabinetes de Versalles,donde ejercían su imperio omnipotente las Du-barry, Niños y otras cortesanas reinas de laprostitución y el escándalo; era preciso quecesasen los privilegios de los Rohan, las ca-balas de los Cagliostros, los amaños de Or-leans, las camarillas de María Antonieta ylas condescendencias del buen Luis; precisabaponer un coto á los desmanes de Marly yTrianon, y todas las clases sociales, cansadasdel yugo feudatario de la nobleza, expresabansu deseo en la forma que les era posible, sien-do aplaudidos por la voz general Diderot,D'Alembert, la Efarpe, Beamarchais, Rous-seau y Voltaire; en todas las conversaciones,(aun entre las damas), no se oia hablar más quede Constituciones, inamovilidad de empleos,le-yes fundamentales, abuso de privilegios, etc.,y Mirabeau aprovechó este momento para pu-blicar los abusos de que había sido víctima; ycomo sus escritos llevaban el sello de su talen-to, unido á un vigor y una fortaleza incontras-tables, pronto atrajo las miradas de'todos,porque el mundo es siempre patrimonio de losfuertes: se granjeó odios y rencores profundos,pero se le temió; Calonne le envió á Prusia (te-miendo su influencia) con una embajada se-creta, pero á su vuelta triunfaron sus enemi-gos y él, después de sostener una lucha gigan-tesca contra los odios, las calumnias y las di-

famaciones, arrastrado siempre por sus aficio-nes al lujo desenfrenado, á las disipaciones,' álos amores violentos, tempestuosos, volcáni-cos, suyos, propios, y á sus rencores y despre-cios arrebatados, fuertes y enérgicos, fue en-cerrado en el fuerte de Saumur, donde saliócuando la convocación de los Estados genera*les para darse á conocer en todas sus brillan-tes aptitudes y en todas sus condiciones excep-cionales.

II.

Por fin, iba á realizarse el sueño de su vi-da; fue elegido Diputado y se preparó como elatleta griego antes de entrar en combate; pu-so una magnífica casa cediendo siempre á susidas de lujo y esplendor, y nada podrá dar ideamás exact,a de su carácter y de sus costum-bres que la descripción do su salon-despacho,donde recibia sin cesar los homenajes de losmás ilustres nacionales y extranjeros: figu-raos un vastísimo salón cuyas puertas se cer-raban con tapices turcos, cuyo pavimento cu-brian árabes alcatifas, y cuyo techo pintadopor Lebrun en sus mejores tiempos para en-treteniento y solaz de alguna regia cortesanafiguraba amorcillos que ofrecían frescas yolorosas flores á la diosa de la hermosura á laincomparable Venus;1 imaginaos en el fondosobre un escudo de verde terciopelo termina-do por condal corona, la espada, la coraza yel casco blasonado de uno de sus antepasadosque vino á España con Beltran Duguesclin, fa-voreciendo las pretensiones del bastardo Enri-que de Trastamara;. una maza de armas deltiempo de las cruzadas, un acerado guantele-

1 te de Ricardo Corazón de León, las espuelasde oro del Duque de Borgoña y uno de losbastones de mando del gran Conde; frente áél el retrato de Mirabeau, Liecho por David,representándole en el momento de pronun-ciar en la tribuna uno de sus más brillantesdiscursos, destacándose sobre un fondo oscu-ro la figura del orador en actitud enérgica,con su brazo derecho tendido, rígido, impo-niéndose á la Cámara, con su arrogante ca-beza echada hacia atrás, suelto el empolvadocabello, brillante la mirada, desdeñosa la bo-ca y enhiesto el robusto cuello, semejante alleón en el momento del ataque; con su blancay anchísima corbata cuyas dos puntas caensobre el levantado pecho cuya agitada respi-ración pretende romper la chupa de raso per-la, la casaca abierta y echada atrás con des-enfado y-su pierna nerviosa y elegante cu-bierta de raso blanco perfectamente encajada

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NÚM. 266. V. DE IJIA. CRUZ.—MIRABEATT. 391

en un movimiento lleno ele brío como dignabase de aquella figura llena de majestad é in-teligencia: en otro lado hermosos países de"Vernet representando rebaños que retozanbajo un espléndido sol de primavera, y dise-minados, sin orden severos sillones góticos,voluptuosos divanes de Luis XV y almohado-nes bordados en Tiro ó Calcuta: sobre monu-mental mesa sostenida por seis columnas sa-lomónicas que terminan en garras de león yque denuncia la abadía señorial de que proce-den; multitud de libros de consulta: á la dere-cha-en el muro del salón figuran medallas detodas las épocas, bustos del tiempo del ReyClodoveo, bajo relieves de Garlo-Magno, mo-nedas de los Enriques de Valois y banderascogidas á los ingleses en la Rochela, un" retra-to de María de Mediéis y otro de Gabriela doEstreés á los lados de un magnífico Cristo deVelazquez, y encerrados en marcos de oroantiguos manuscritos en pergamino, hechospor los frailes gerónimos con aquellas tintasvivísimas que hoy constituyen nuestra admi-ración, y en todas partes, sobra todos losmuebles, revueltos y confundidos, libros de to-dos los tiempos y todos los autores, desde elEvangelio hasta el Koran, desde el Fígaro has-ta el Compadre Mateo; junto á un drama deCalderón, una comedia de Moliere; al lado deuna crítica de Sismondi, una composiciónpoética en honor dé la Dubarry; encima de lamesa un trozo de su último discurso, una em-pezada y no concluida carta de amor, unascuartillas con una traducción de Tácito, unaimpresión sobre la última tragedia hecha porTaima, una nota diplomática, la última sátiracontra los enciclopedistas y un proyecto deConstitución; plumas rotas por no haber obe-decido prontamente á la mano que les impul-saba, cajas de oro encerrando pastillas per-fumadas y otros mil objetos, y en todas parteschineros de porcelana, vasos del Japón, platosde Palissy y jarrones de Lucca, conteniendoaromáticas flores que con su esencia embria-gaban el ambiente y cuya vista era una verda-dera necesidad para el gran tribuno, que com-partía con ellas su amor desenfrenado á lasmujeres.

Hablábase también de un dorado gabinetedonde no penetraban más que los amigos pri-vilegiados; decíase que allí se rendia culto ar-dientísimo á la belleza en todas sus manifes-taciones; que sus muros do raso perla se ha-llaban cubiertos por las más voluptuosas con-cepciones que el pincel produce, como el «Jar-din del amor,» de Rubens, la Danee de Tiziano

y la Venus incomparable del mismo; que so-bre pedestales de pórfido rojo campeaban lasmás reputadas bellezas escultóricas, entre lasque descollaban la Venus de Milo, rodeada deprimorosas estatuitas debidas al cincel de Sa-xe; que los venecianos espejos perpetuamentealumbrados por multitud de bugías de rosadacera reproducían hasta lo infinito escenas devoluptuoso abandono, que oculto por macetasde barro granadino y escondido entre blancasy vaporosas colgaduras de encaje, formandopabellones cogidos con lazos de frescas flores,se hallaba un baño de blanquísimo mármolque semejaba un cisne abriendo sus alas; quela atmósfera se hallaba perpetuamente car-gada de perfumes orientales; y en fin, que allírecibía sus inspiraciones el tribuno cuya sen-sual naturaleza respondía siempre con bri-llantes rasgos de ingenio á tan diversas y si-baríticas emociones.

III.

Jamás orador alguno produjo más efectoen la Cámara: su elocuencia era tan extraña,tan completamente diferente de la que esta-ban acostumbrados los franceses, que cadadiscurso suyo era un triunfo gloriosísimo: su-po encarnar en su persona los deseos y aspi-raciones de la Francia moderna; y tal era sugrandeza, que, como.dice Víctor Hugo, «con-quistando derechos para el pueblo parecíaque se los regalaba;» pero donde su elocuen-cia brillaba en todo su esplendor era en aque-llas interrupciones que detienen al orador enmedio de su discurso como herido por una fle-cha acerada. ¡Desgraciado del interruptor enaquellos momentos! Mirabeau le envolvía ensu mirada aquilífera, revolviendo sobre él sussangrientos ojos, y abandonando inmediata-mente su empezado discurso lanzaba sobre éllos rayos de su elocuencia envuelta en el true-no de su arrebatadora palabra, que al chocarcon el relámpago de su ira ofrecia una impro-visación oratoria tan ardiente, tan impetuosay tan cruel, que sorprendía todos los ánimos,teniendo á sus oyentes jadeantes, nerviosos yamedrantados pendientes de sus labios: reco-gía como el tigre sus músculos de acero y em-pezaba la lucha; nada perdon'abaá su contra-rio, le atacaba por tollas partes; todos los si-tios le parecían convenientes para herirle;sacaba á plaza sus pasiones, susdefectos, susridiculeces, sus vicios, la vida pública y la vi-da privada, sus ambiciones, sus deseos, sustorpezas, sus crímenes, nada era para él sa-

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grado, necesitaba su sangre, sus nervios, susmúsculos, su espíritu y su materia, y disecan-do con su sangriento escalpelo hasta el fondode su corazón hacia con él lo que hace con elcadáver el hábil anatómico, y después de nodejar entero más que su esqueleto, lanzabaéste al aire en medio de la agonía de los es-pectadores, y arrojaba los huesos de la vícti.ma pulverizados á un rincón como cosa in-nútil, siguiendo después su interrumpido dis-curso, cubierto el rostro de sudor, rígidos losmiembros, la mirada centelleante y la actitudinsolente.

IV

Tantos excesos de trabajos y placeres, de-bian tener un próximo fin, y le hallaron; elConde se sintió después de un dia de luchas enla Cámara y una noche de placer en medio dela orgia, herido de muerte: París entero acudióá su casa, y la noche última de su enfermedadlas losas de su calle y sus escaleras sirvieronde lecho á multitud de sus apasionados; pare-cia que con él moria todo lo heroico; y él, quehabia acostumbrado á su pueblo á que le mi-rase como á uno de los héroes de las antiguasedades, se dispuso á caer, como el atleta ro-mano, en la actitud más académica; su granvalor no le abandonó un solo momento, y fren-te á frente con la muerte supo conservar sugrandeza; sus admiradores hubieran deseadoconservar su vida aun á costa de la suya; hu-bo algunos que ofrecieron su sangre para in-tentar la trasfusion; pero todo fue inútil; vien-do acercarse su último momento, pidió floresy música; y con la alta conciencia de lo queFrancia perdía con su muerte, rindió un tri-buto á la madre común, que le recibió en suseno, regado por las lágrimas de aquel puebloque veía en él su más celoso representante. -

Doscientos mil espectadores asistieron ásus funerales: jamás rey alguno tuvo tantaslágrimas y oraciones; la solemnidad del fúne-bre cortejo era interrumpida por los sollozosde la muchedumbre; su féretro desaparecíabajo sinnúmero de coronas; hendían los aireslos acordes de marcha funeral; les represen-tantes de la Nación llevaban luto oficial, mar-chando en apretado grupo detrás del carromortuorio; los edificios públicos tenían bande-ra enlutada; negros crespones flotaban al airedesde las altas torres de Nuestra Señora; ne-gras colgaduras cubrían los balcones del trán-sito hasta el panteón de los hombres célebresque se hallaba en Santa Genoveva; el cañóntronaba de minuto en minuto; el duelo era ge-

neral; solamente no participaban de él las en-vidiosas medianías, que con fingido dolor se-guían el acompañamiento; bien sabían ellosque muerto el astro que les eclipsaba, apare-cerían grandes; pero la Francia entera llora-ba á su grande hombre, grabando con letrasde oro en su historia su nombre inmortal,entretanto que ellos cruzaban el horizonte dela Patria como esos fuegos fatuos que despuésde alumbrar por un momento con su pálidobrillo la órbita en que giran, pasan y desapa-recen sm que nadie vuelva á ocuparse de ellosjamás. .

VICENTE DE LA CRUZ.

ÁRBOL GENEALÓGICOÉ HISTORIA DEL REINO ANIMAL.

Mamíferos.—(Conclusión.)

Los monodelfos ó placentarios (Monodelphia, placentalia), forman la tercera y últimasub-clase de los mamíferos, que es la impor-tante, la más rica en especies y la más perfec-ta de todas, porque comprende á todos los ma-míferos conocidos, á excepción, de los mono-tremos y de los marsupiales, y porque el hom-bre mismo forma parte de ella, puesto que havenido evolucionando desde los grupos pla-centarios más inferiores.

Los placentarios, como su nombre lo indi-ca, se diferencian de los demás mamíferos es-pecialmente por su placenta. Ya sabéis que laplacenta es un órgano muy curioso que des-empeña un importante papel en la nutricióndel feto contenido en la matriz ó útero. La pla-centa ó parias ó secundinas, es un órganoblando, esponjoso, de color rojo, de forma yvolumen muy variables, formado en su ma-yor parte por una intrincada red de vasos san-guíneos. La importancia de la placenta con-siste en que es el órgano ert donde sé verificael cambio de sustancias nutritivas entre lasangre del útero materno y la del feto (Véan-se páginas 372 y siguientes del tomo I). Los mar-supiales y monotremos carecen de este órga-no tan importante; pero los placentados difie-ren todavía de las otras dos sub-clases de ma-míferos en muchas particularidades, comoson, entre otras, la falta de huesos marsupia-les, la mayor perfección de los órganos inter-

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NÜM. 266. E. HABGKEIi.—HISTORIA DEL REINO ANIMAL. 393

nos de la generación, el desarrollo más com-pleto del cerebro, y sobre todo de la gran co-misura de los hemisferios, ó sea el cuerpo ca-lloso. Los placentarios además no tienen laapófisis unciforme del maxilar inferior de que

antes me he ocupado. En. el siguiente cuadrose ve con toda claridad cómo, bajo el puntode vista de los caracteres anatómicos, estánlos marsupiales ocupando el lugar intermedioentre los monotremos y los placentarios.

Las tras sub-clases

de los

mamíferog.

1 Cloaca2 Pezones de las glán-

dulas mamarias...3 Clavículas anterio-

res soldadas en hor-quilla con el ester-nón

4 Huesos marsupiales.5 Cuerpo calloso cere-

bral6 Placenta

Monotremos

ú

ornitodelfos.

Permanente

Faltan

Hay soldadura...Existen

Poco desarrollado.Falta

Marsupiales

ó

didelfos.

Embrionaria

Existen

No hay soldadura.Existen

Poco desarrollado.Falta

Placentarios

ó

monodelfos.

Embrionaria,

Existen.

No hay soldadura.Faltan.

Muy desarrollado.Muy desarrollada.

Los placentarios presentan un grado devariedad y de desarrollo muy superior al delos marsupiales; así que, desde hace muchotiempo, se los ha dividido en un número deórdenes que se diferencian los unos de losotros, sobre todo en la conformación de losdientes y de las extremidades; pero de las di-ferencias que existen en la estructura de laplacenta y en los distintos modos que tiene deadherirse á la superficie interna de la matriz,se obtienen otros caracteres mucho más im-portantes. En los dos órdenes más inferioresde los placentarios, que son los ungulados ylos cetáceos, no se encuentra la membranaespecial esponjosa, llamada membrana cadu-ca ó decidua que se desarrolla entre las dosporciones materna y fetal de la placenta, por-que esta membrana solo existe en los nueveórdenes superiores- de placentarios. Podemos,pues, como lo hace Huxley, reunir estos nue-ve órdenes en un gran grupo que llamaremosde los deciduados ó decidnos (Deeiduata), y losdos restantes de ungulados en otro grupo quellamaremos délos indeeiduos(Indeeidua). (Véa-se el cuadro 2.)

Pero la placenta no difiere solamente, en• los diversos órdenes de placentados, en las

importantes variaciones de su estructura ín-tima que resultan de la ausencia de la mem-brana caduca, sino en diferencias que existenen sú forma exterior. La placenta de los inde-ciduos casi siempre está constituida por nu-merosas vellosidades aisladas ó diseminadas.

por lo cual llamaré á los animales compren-didos en este grupo vilüplacentarios (Villipla-centalla). Estas vellosidades están, por el con-trario, en los deciduados, soldadas ó reunidas,revistiendo diferentes formas su masa total; óbien la placenta ciñe al embrión, formando enderredor de éste un anillo, una zona cerrada,en cuyo caso, coino los dos polos del huevoprolongado están solos, no tienen ningún con-tacto con las vellosidades placentaria's; Estoúltimo sucede á los carniceros(Carnassm)y álos queloibros (Chelophora), los cuales, por es-ta razón, se han reunido en un grupo con elnombre de zonoplacentarios (Zonoplacentalia).Elimos demás deciduados, por el contrario,—entre los cuales se cuenta el hombre,—la pla-centa forma un simple, disco redondeado, porlo cual podemos darles la denominación dediscoplaeentarioH (Discoplacentalia). En. estegrupo figuran los cinco órdenes de los prosi-mios, roedores insectívoros, queiropteros óquirópteros y simios,, de los cuales no es po-sible separar al hombre en la clasificaciónzoológica.

Los placentarios proceden de los marsu-piales, como lo demuestran, de común acuer-do, la embriología y la anatomía comparada;y sin duda hacia el principio de la edad ter-ciaria, durante el período eoceno, fue cuandose efectuó la importante formación de la pla-centa. Por el contrario, una de las cuestionesgenealógicas más espinosas y difíciles de re-solver es si todos los placentarios han salido

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de una ó de muchas ramas distintas del grupode los marsupiales, ó en otros términos, si elorigen de la placenta ha sido uno ó múltiple-En mi Morfología general, que es la primeraobra en la que intenté trazar el árbol genea-lógico de los mamíferos, he dado la preferen-cia, siguiendo mi costumbre, á la hipótesismonofllética, monoradical: admito, pues, quetodos los placentarios descienden de un solotipo marsupial, en el cual se desarrolló porprimera vez la placenta. En conformidad conesta hipótesis, los yilliplacentarios, los zono-placentariosy lostliscoplacentarios deben sertres ramas divergentes de aquella forma ante-pasada y única; y aun se puede admitir quelos dos últimos grupos, los deciduados, hansalido más tarde de los indecíduos, los cualesá su vez han procedido inmediatamente de losmarsupiales. Poderosas razones, sin embar-go, existen en apoyo de la hipótesis contraria,según la cual los diversos grupos de placen-tarios deben haber salido de diversos gruposmarsupiales, en cuyo caso deben haber exis-tido muchas formaciones primitivas é aisladasde la placenta. Así piensan el ilustre zoólogoinglés Huxley y otros muchos sabios, segúnlos cuales los deciduados y los indecíduos de-ben formar dos grupos completamente distin-tos desde su origen. En este caso, el orden delos ungulados, entre los indecíduos, habrásido tal vez el grupo antepasado salido de losmarsupiales baripodos (Diprotodon y Notothe-rium); y entre los deciduados se podría consi-derar como grupo antepasado común álos di-versos órdenes, el de los prosimios, que habráprocedido de los marsupiales pedimanos; perotambién podría suceder que los deciduadoshubiesen procedido de diversos órdenes demarsupiales, por ejemplo: los carnívoros de-eiduados, de los marsupiales carnívoros; losdesdentados, de los marsupiales desdentados;los prosimios, de los marsupiales pedimanos,etcétera. Como carecemos actualmente porcompleto de \v.s pruebas experimentales quepodría proporcionarnos la paleontología, conlas cuales se resolvería esta importante cues-tión, renuncio á continuar ocupándome deella, y pas"o á hacer la historia de los distintosórdenes de placentarios, cuyo árbol genealó-gico puede construirse con muchos detalles ytodo lo completo que es de desear.

Conviene considerar al orden de los ungu-lados, según os he indicado antes, como elgrupo más importante de los indecíduos ó vi-lliplacentarios; de él han procedido, sin duda,posteriormente los cetáceos, por efecto de la

adaptación á diversos medios. El origen de losdesdentados es todavía muy oscuro; tantoque hasta hace muy poco tiempo se les colo-caba sin razón entre los indecíduos.

Los ungulados figuran entre los mamíferosmás interesantes, porque demuestran de unmodo evidente que para comprender con cla-ridad el parentesco natural que existe entrelos animales, no basta estudiar los tipos ac-tuales, sino que es preciso completar este es-tudio con el examen de sus antepasados extin"guidos y fósiles. Si, por ejemplo, nos limita-mos, siguiendo la costumbre admitida, á estu-diar los ungulados-actuales, claro es que sudivisión natural parece ser en tres órdenesdistintos, á saber: 1.° el de los soliungulados óequirfidos {Solidungula ó Equina); 2•" el de losbiungulados ó rumiantes (Bisulca ó Ruminan-tia); y 3.° el de los poliungulados ó paquider-mos (Polyungula ó Paehyderma). Pero si in-cluimos en esta clasificación á los unguladosextinguidoa de la edad terciaria, de los cualesposeemos muchos importantes restos fósiles,al punto veremos cómo estas categorías, es-pecialmente la de los paquidermos, son artifi-ciales, y cómo éstos son simples fragmentosdel primitivo grupo de los ungulados, cuyosfragmentos están íntimamente unidos por me-dio de formas transitorias. La mitad de lospaquidermos, que comprende el rinoceronte,el tapir y el Palceotheriurn, se aproxima mu-cho á los caballos, y como ellos está caracte-rizada por tener un número impar de dedos.Los demás paquidermos, por el contrario, co-mo son el cerdo, el hipopótamo y el Anoplo-therium, tienen un número par de dedos, porlo cual se aproximan á los rumiantes muchomás que las otras especies de su orden. Espreciso, pues, que empiece por dividir á los pa-quidermos en dos grupos ú órdenes naturales,á saber: los paquidermos con número par ylos con número impar de dedos, cuyos dosórdenes serian dos ramas divergentes salidas,al principio de la edad terciaria, del grupo an-tepasado de los ungulados primitivos (Proehe-la). (Véanse los cuadros números 4 y 5.)

El orden de los ungulados con dedos impa-res ó impariungulados (Perissodaeiyla) com-prende los ungulados cuyo, dedo medio ó ter-cero está mucho más desarrollado que losotros, hasta el punto de constituir en realidadla parte media del pié. Pertenecen á este or-den, en primer lugar, el antiguo y antepasadogrupo de todos los ungulados, ó sea el quedebe llamarse de los proungulados (proehelá),el cual aparece ya representado en las más

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antiguas capas eocenas (Lophiodon, Corypho-don, Pliolophus). Se relaciona inmediatamentecon este grupo' la rama de los Paleoteridos,tipo antepasado de los ungulados con dedosimpares y que existe en el estado fósil, en eleoceno superior y en el mioceno inferior. Delos Paleoteridos han salido, como dos ramasdivergentes, por una parto los nasieornios(Nasieronia) y los elasmoteridos (Elásmotheri-da), y por la otra los tapires, los lama-tapiresy los arquiteridos ó caballos primitivos, cuyarama, extinguida desde hace mucho tiempo,forma la trasmisión entre los paleoteridos, lostapires y los hipariones, que ya se aproxima-ban mucho á los caballos a tuales.

El segundo gran grupo de los undulados,es el orden de los par ¡ungulados (Artíodae-tijla), en los cuales el dedo medio, ó tercero, yel cuarto están desarrollados próximamentedel mismo modo, de suerte que su plano deseparación divide también al pié en dos partesiguales. Este grupo se divide en dos órdenes,el de los cerdos (Chceromorpha), y el de losrumiantes. A los choeromorfos pertenece des<-de luego la otra rama de los ungulados primi-tivos, la rama antepasada de los Anoploteri-dos, que considero como el tronco antepasadoy común de todos los pariungulados ó artio-dactilos (dicobuno, efe.) De los anoploteridoshan salido, por una parte, los antracoteridos,y por la otra los jifodontes; los primeros seaproximan al cerdo y al hipopótamo, y los se-gundos á los rumiantes. Los rumiantes másantiguos (Ruminantia) son los dremoteridos,de los cuales proceden las tres ramas diver-gentes de los cervinos (Elaphia), de los cavi-cornios (Caoieornia) y de los camellos (Ti/lo-poda); sin embargo, los últimos se aproximanmás á los impariungulados que á los verdade-ros ungulados con dedos pares. lía el cuadrotaxonómico núm. 4 se ve cómo pueden agru-.parse los ungulados según esta hipótesis.

La notable familia de los cetáceos (eetáeea)ha salido sin duda de los ungulados, los cua-les habiéndose hecho exclusivamente acuáti-cos, han tomado la forma exterior de los pe-ces. A pesar de esta forma exterior tan nota-ble, son los cetáceos, como Aristóteles ya lohabia llegado á conocer, verdaderos mamífe-ros. Por toda su extructura interna, aparte delas modificaciones que ha exigido su adapta-ción á la vida acuática, se aproximan los ce-táceos á los ungulados mucho más que á todoslos mamíferos, teniendo como los unguladosuna placenta villiforme y careciendo de mem-brana caduca.

Todavía en la actualidad forma el hipopó-tamo (Hippopotamus) una especié de lazo deunión con los sirenios (Slrenia), por lo cual esmuy posible que el extinguido tronco antepa-sado de los cetáceos haya estado muy próxi-mo á los sirenios actuales y tal vez habrá sa-lido de los ungulados con dedos pares, que sonparientes del hipopótamo. El orden de los ce-táceos carnívoros (Sareoeeta) parece que haprocedido "ulteriormente del orden de los cetá-ceos botanófagos (Phyeoeeta), al cual pertene-cen los sirenios, y que por lo tanto parece en-cerrar los tipos antepasados déla tribu. SegúnHuxley, sin embargo, los sircocetas han te-nido otro origen,• supone este naturalista quehan descendido do los carnívoros, y en espe-cial de los carnívoros pinnipedos. A los sarco-cetas pertenecen'los gigastescos zeuglodontesextinguidos (Zeur/loeeta). entre los cuales figu-ra '1 Hijdrarehus cuyo esqueleto fósil, que re-cibió el nombre de «serpiente de mar,» hacealgún tiempo que produjo gran admiración.Los zeuglodontes parecen ser una rama late-ral y especial |de los autocetas (Autoeeta) quecomprende, además de la colosal ballena fran-ca, al cachalote, á los delfines, al narval, álosmarsuinos, etc.

El original grupo de los desdentados cons-tituye una agrupación aislada. Esta seccióncomprende los dos órdenes de los desdentadoscavadores (Ef/odie.ntia) y <le los bradípodos(Bradypoda). El orden de los cavadores sesubdivide en dos sub-órdenes, que son: el delos hormigueros (Vermtlinguia), al cual se, de-ben agregar los pangolines, y el de los tatos ótatepjos (Cingulata), que desde muy antiguoestuvo representado por los gigantescos glyp-todonlái. El orden de los bradípodos se dividetambién en dos sub-órdenes, que son: los pere-zosos actuales (Tardígrado) y los pesados des-dentados extinguidos •(Gravigrada), Las in-mensas osamentas fósiles de aquellos colosa-les hervivoros indican que toda la tribu de losactuales desdentados no es más que un insig-nificante resto de los poderosos desdentadosdel período diluvial. Las íntimas relacionesque existen entre los actuales desdentados dela América del Sur y los gigantescos tiposextinguidos han causado en Darwin tal im-presión cuando por primera vez recorrió laAmérica meridional, que hicieron nacer en élla idea de la teoría genealógica. La genealo-gía de esta tribu es precisamente muy difícil;

, recientes investigaciones han venido á de-mostrar que los bradípodos son djscoplacen-tarios y que están muy próximos á los prosi-

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mios. Es probable que los desdentados cava-dores, colocados hasta ahora con los bradipo-dos entre los indeciduos, tengan una placen-ta discoidea y una membrana caduca.

Dejando ahora la primer gran división delos placentados, ó sea la de los indeciduos, pa-saré á ocuparme de la segunda, ó sea la de losdeciduados, que difiere esencialmente de laprimera por la presencia de una membranacaduca durante la vida embrionaria. El primergrupo que se nos presenta es el notable, aun-que pequeño, de los.lemurienos ó prosimios(Prosirnice) en gran parte extinguido, y al cualsin duda han pertenecido los antepasados ter-ciarios antiguos, ó eocenos del hombre. Estosinteresantes animales son sin duda la poste-ridad poco modificada de los primitivos pla-centarios, que se deben considerar como elcomún y antepasado tipo de todos los deci-duados. Hasta la fecha se ha reunido á estosanimales con los monos, comprendiéndolos enun mismo orden que Blumenbach habia liamado orden de los cuadrumanos (Quadruma-ná); pero yo, que creo se los debe .separar parcompleto, lo hago así, no solo porque se dife-rencian de los monos mucho más que estosentre sí, sino porque comprenden tipos transi-torios en extremo interesantes que los unen álos demás órdenes de los deciduados. De todoesto deduzco que los pocos prosimios que ac-tualmente existen, muy distintos entre sí porotra parte, son los últimos sobrevivientes deun grupo antepasado muy numeroso, del cualhan salido, como dos ramas divergentes, losdemás deciduados, á excepción tal vez de loscarniceros y de los quelóforos. Es posible tam-bién que el antiguo antepasado grupo de losprosimios proceda ds los marsupiales pedima-nos que tanto se les parecen por la trasforma-cion de sus extremidades posteriores en ma-nos prensiles. Aquellas antepasadas y primiti-vas formas, nacidas probablemente durante elperíodo eoceno, han desaparecido desde hacemucho tien.'.po, lo mismo que la mayor partede los tipos transitorios que las unian á los de-más órdenes do los deciduados; sin embargode esto, se han conservado entre los actualesprosimios algunos de aquellos, tipos transito-rios, como sucede, entre otros, con el notablequiromis de Madagascar (Chiromys Madagas-eariensis), que es lo que queda del grupo de losleptodáctilos y forma el lazo de unión con losroedores. El original galeopíteco de las islasdel Pacífico y de la Sonda, único restó del gru-po de los ptenopleuros, constituye una per-fecta transición entre los prosimios y los quei-

rópteros; los macrotarsos (Tarsius, Otodinus)son los últimos restos de la rama antepasada(Maerotarsi), de la cual han salido los insectí-voros; y los braquitarsos, por último (Braehy-tarsi), se relacionan con los verdaderos mo-nos. A los braquitarsos pertenecen el makide cola larga {Lémur), el indris de cola corta(Liehanotus) y el loris (Stenops); estos últimosdeben parecerse mucho á los prosimios, pro-bables antepasados del hombre. Los macro-tarsos y braquitarsos están en él dia disper-sos en las islas del Asia meridional y del Áfri-ca, especialmente en Madagascar, y aun hayalgunos en el continente africano; pero hastaahora no se ha encontrado en América ningún.prosimio vivo ó fósil. Todos viven [solitarios,son noctámbulos y trepan á los árboles.

En el último lugar de los seis ordenes de de-ciduados, los cuales han salido probablementede los prosimios hace mucho tiempo extingui-dos, debe colocarse el orden numeroso de losroedores (Rodentia), entre los cuales se en-cuentran los roedores sciuro morios (Seiuro-morpha), muy próximos á los quiromis. Deeste grupo antepasado han salido, sin duda,como dos ramas divergentes, los miomorfos(Myomorpha) y los histricomorí'os (Hystrieho-morpha), de los cuales, los primeros por losmioxidas eocenos, y los segundos por los psam-morictidos eocenis, se-unen inmediatamenteá los sciuromorfos. El cuarto orden, ó sea elde los lagomorfos (Lagotnorpha), se ha sepa-rado más tarde de uno de estos tres sub-ór-denes.

Con los roedores se relaciona íntimamenteel notable orden de los quelóforos (Chelopho-ra), del cual solo viven en Asia y África dosgéneros, que son los elefantes y los damanesó Htjrax, cuyos dos géneros se han colocadohasta la fecha entre los verdaderos ungula-dos, á los cuales se parecen en la conforma-ción del pió; pero se observa también, en losverdaderos roedores, una trasformacion análo-ga de la uña ó de la garra, en casco, y preci-samente en aquellos subungulados (Subungu-lata) que viven exclusivamente en la Américadel Sur. Se encuentran en estos roedores, allado de animales muy pequeños (conejo de In-dias (Kerodon moco el cabiai), el más grandede los roedores (Hydroehcerus capybara), quetiene próximamente cuatro pies de largo. Losdamanes, que exteriormente son muy análo-gos á los roedores, sobre todo á los roedoresungulados, han sido ya colocados entre ellospor algunos notables zoólogos, que los hanhecho figurar en un sub-órden (Lamnungia)

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NUM. 266. E. HAECKEL.—HISTORIA BEL REINO ANIMAL. 397

habiendo, por el contrario, considerado á loselefantes, cuando se les colocaba entre los un-gulados, como un orden distinto, llamado delos probóse ídeos (Proboscideá); pero los ele-fantes y los damanes se parecen mucho en laforma de la placenta, por cuyo carácter se se-paran completamente de los ungulados quenunca tienen membrana caduca, mientras loselefantes y los hyrax la tienen. Su placenta,sin embargo, no es discoidea, sino zonária,como la de los carnívoros; pero es posible que-esta disposición en fajas de la placenta seasimplemente secundaria y derivada de la for-ma discoidea, en cuyo caso se podría suponerque los quelóforos lian salido de una rama delos roedores, del mismo modo que los carní-voros se han ido formando poco á poco de unarama de los insectívoros. Sin embargo, loselefantes y los damanes están más cercanosde los roedores, y especialmente de los roedo-res ungulados, que de los verdaderos ungula-dos, como lo indican otras relaciones que en-tre unos y otros existen, y especialmente laconformación de importantes piezas óseas.Hay además otro hecho que viene á apoyaresta opinión, y es, que muchas formas extin-guidas, en especial los notables toxodontes(Toxodontia) de la América del Sur, están pormuchos conceptos, ocupando el lugar inter-medio entre los elefantes y los roedores. Quelos elefantes y damanes actuales no sean sinolos últimos sobrevivientes de un grupo dequelóforos muy numeroso en otro tiempo,es hipótesis que está sólidamente sostenida,no solo por las numerosas especies fósiles deelefantes y de mastodontes, mayores unas ymenores otras que los elefantes contemporá-neos, sino por los curiosos dinoterios mioce-nos (Gonyognatha), que deben haber estadounidos á los elefantes por una larga sórie detipos intermedios y desconocidos. En resumen,la hipótesis más verosímil de todas las que enel dia se puedan hacer sobre el origen y pa-rentesco de los elefantes, dinoterios toxodon-tes y damanes, es que todos son los últimosrestos de un grupo numeroso de quelóforos,los cuales á su vez han procedido de los roe-dores, y sin duda alguna de los roedores máspróximos álos sub-ungulados.

El orden de los insectívoros (Insectívora) esun grupo muy antiguo que se aproxima mu-cho á la forma antepasada común de todos losdeciduados, y está muy cercano á los prosi-mios actuales. Éste orden ha salido probable-mente de los prosimios, que no diferian muchode los actuales macrotarsos, y se divide en dos

sub-órdenes, á saber: los menotiflos (Menoty-phla) y los lipotiflos (Lipoiyphlá). Los menoti-flos, que probablemente son los más antiguos,se distinguen de los lipotiflos en que tienen uneceenm. A los menotiflos pertenecen los tú-palas trepadores de las islas de la Sonda y losmacroscelidos saltadores de África; y los lipo-tiflos están representados en nuestros paísespor las musarañas, los topos y los lierizos.Por su género de vida y por su sistema denta-rio se parecen estos insectívoros á los carni-ceros; pero por su placenta en disco y por susgrandes vesículas seminales, se acercan másá los roedores.

El orden de los carniceros íCarnasia), esprobable que haya salido de una rama extin-guida hace mucho tiempo de los insectívoros,á principios del período eoceno.' Este grupo esmuy abundante en especies, á pesar de sermuy natural y de estar organizado muy uni-formemente. Los carniceros merecen ser lla-mados zonoplacentarios, en él sentido estrictode la palabra, por más que en rigor tambiénmerezcan los queirópteros igual denomina-ción; pero como |estos se aproximan más porotros caracteres á los desdentados, ya me heocupado de ellos al tratar de estos últimos.Los carniceros se dividen en dos sub-órdenesmuy diferentes exteriormente, pero muy pa-recidos en su estructura interna; estos dosórdenes, se llaman: carniceros terrestres "ycarniceros acuáticos. A los terrestres ó carní-voros {Carnívora)pertenecen los osos, los per-ros, los gatos, etc.; y merced á muchas formasintermedias extinguidas que poseemos, pode-mos construir aproximadamente su árbol ge-nealógico. A los carniceros acuáticos pertenocen íás focas, la foca común, la foca monje,la foca de capucha y las morsas, que repre-sentan una línea colateral que ha sufrido unaespecial adaptación. Por más que los pinnipe-dos se parezcan muy poco exteriormente álos carniceros, se les aproximan mucho, sinembargo, por su extructura interna, por susistema dentario, por su placenta especial enforma de zona, por lo cual creo que han salidode una de las ramas de los carniceros, proba-blemente de los mustólidos (Mustelína), entre *los cuales todavía figuran en la actualidad lasnutrias {Luirá), y sobre todo los Enhtjdris, queson tipos de transición entre' los pinnipedosque demuestran [cómo el cuerpo de los carni-ceros terrestres ha tomado, al adaptarse á lavida acuática, la forma de la foca, y cómo laspatas de los primeros se han convertido en lasaletas de los pinnipedos. La analogía que exis-

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398 REVISTA EUROPEA.—30 DE MARZO DE 1879. NÚM. 266

NUMERO 4.

CUADRO TAXONÓMICOde las secciones y familias de los ungulados.

NOTA.—Las familias extinguidas van señaladas con una +

ORDENES

de loa

ungulados.

SECCIONES DE LOS UNGULADOS.

NOMBRES DE LA.S FAMILIAS

de los

ungulados.

I.Ungulata. (Peris-

sodactylá)

T _ , , ( i LophiodontAa. +L P r o c h e l a I 2 Pllolophida. +

II. Tapiromqrpha.

III. Solidungula.

IV. Chceromorpha.

II.TJngulata. (Artio-

dactylá)

V. Eumlnantia

A. Elaphia.

a.

b.

c.

3 PalíBotherida. +4 Macrauchenida. +5 Tapirida.6 Nasicornia.7 Elasmotherida. +

í 8 Anchitherida. +( 9 Equina.

10 Anoplotherida. +i 1 Anthracoderida. +12 Setigera.13 Obesa.14 Xipliodontia. +

15 Dremotherida. +16 Tragulida.

¡17 Moschida.118 Cervina.

¡19 Sivatherida. +I 20 Devexa.

B. Cavicornia.

\C. Tylopoda..

, (21 Antilocaprina. +• (22 Antilopina.

Í23 Caprina.24 Ovina.25 Bovina.

26 Auchenida.27 Camelida.

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NÚM. 266. B. HAECKEL.—HISTORIA DEL REINO ANIMAL. 399

NUMERO B.

ÁRBOL GENEALÓGICO DE LOS UNGULADOS.

Bueyes. Girafas.

Carneros.Ciervos.

Cervatillo-—~- almizclero.

Cabras.

Cavicornia.

Antílopes. Tylopoda.

Elaphia.

Dremotherida.

Equi.

Hipparsines.

Anchitherida.

Solidungula

Ruminantia.

Sirenia.

Obesa.

Setigera.

Anthracotherida.

Tapirida.i!Macrauchenida.

Élasm^therida.

Nasicornia.

Xiphodontia.

Anoplotherida. Palseotherida.

Prochela.(Lophiodontia y Pliolophida.)

(Barypoda?)

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400 REVISTA EUROPEA.—30 DE MARZO DE 1879. NÜM. 266

te entre unos y otros no ha variado, á pesarde esto, como sucede con la que existe en losindecíduos, entre los cetáceos y los ungulados.Del mismo modo que todavía en la actualidadsirve el hipopótamo de lazo de unión entre lasramas extremas representadas por el buey ydiamantino (Sirenios), así ha.persistido elenhydris como forma transitoria entre el per-ro y la foca, dos ramas que están muy distan-tes la una de la otra. La trasformacion totalde la forma exterior del cuerpo que exigió laadaptación á diferentes medios exteriores, noha podido, en ninguno de los dos casos queacabo de citar, alterar los íntimos y funda-mentales rasgos de la extructura hereditaria.

Según la opinión de Huxley, que antes heexpuesto, los cetáceos botanófagos (Sirenia)habrán descendido de los ungulados, y los ce-táceos carnívoros (Sareoeetá) procederán delos pinnipedos, siendo los zeuglodontes unaforma transitoria entre estos dos últimos gru-pos; pero pensando de este modo se hace muydifícil comprender el próximo parentesco queexiste entre los cetáceos hervivoros y los car-nívoros, y no nos queda otro recurso que con-siderar las particularidades especiales, porlas cuales se diferencian estos dos grupos delos demás mamíferos, como simples analogíasresultado de un mismo trabajo de adaptación,y no como homologías procedentes de un co-mún origen. Por mi parte creo más verosímilla hipótesis homológica, por lo cual he consi-derado á todos los cetáceos como un grupoconsanguíneo perteneciente á los deciduados.

El notable orden de los mamíferos volado-res quirópteros ó queirópteros (Chiroptera) seaproxima mucho, lo mismo que el de los car-niceros, álos insectívoros. Este grupo, al adap-tarse á la vida aérea, se ha trasformado delmismo modo que los pinnipedos lo han hechoal adaptarse á la acuática. Sin duda algunatiene este orden su raíz en los prosimios, conlos cuales todavía está íntimamente ligado enla actualidad por el intermedio del galeopiteco(Galeopitheeus). De los dos sub-órdenes de qui-rópteros, el de los insectívoros (Nyteridos) hasalido probablemente más tarde de los quiróp-teros frugívoros ó rusetas (Pteroet/nes), porqueestos últimos se acercan más que los prime-ros, por muchos conceptos,, á los prosimios.

Réstame ocuparme del último orden de losmamíferos, que es el de los monos (Simice);pero como á este orden pertenece el génerohumano en la clasificación zoológica; comono es posible dudar que el hombre ha salidohistóricamente de una rama de este grupo, es

conveniente examinar más despacio el árbolgenealógico de los simios, y dedicarle una leecion especial, que será la siguiente.

ERNESTO HAECKEL.

(Traducción de Claudio Cuveiro.)

CONFLICTOS ENTRE LOS PODERES DEL ESTADO.

vin.

EL VETO.

Con limitar el Poder legislativo impidiendopor medio del establecimiento de dos CuerposColegisladores el exclusivismo y la arbitrarie-dad en que fácilmente puede incurrir una Cá-mara única, abandonada á su propia iniciativay a k s arrebatos reformistas de que tan fre-cuentemente ha de encontrarse poseída sinhacer nada para resistirlos; y con lograr queesas dos Cámaras, producto de la elección di-recta del pueblo, sean más bien que represen-tantes de la ma3roría, reflejo fidelísimo de laopinión pública, lo cual se consigue admitien-do dentro de la legalidad á todos los partidosque por medios pacíficos y por la noble lucha,de las ideas aspiran á realizar en la prácticadeterminado principio político, y, abriéndoloslas puertas de la Asamblea merced á una leyelectoral basada en el sufragio universal y enla representación de las minorías, se haránimposibles las revoluciones y trastornos quetan desgraciadas consecuencias producen, ymenos frecuentes los conflictos que se pue-den suscitar entre los diversos poderes del Es-tado. Pero esto no basta, como no basta queuna ley diga que todos los hombres deben res-petar el derecho de los demás para que esederecho se respete. Para el caso de que el con-flicto se presente, el Poder moderador necesi-ta medios que le ayuden á resolverlos, comopara el caso de que un hombre atente al dere-cho de otro, hacen falta tribunales de justiciaencargados de cumplir y ejecutar las leyes.

Esas facultades, de que el Poder modera-dor necesita estar revestido para cumplir dig-namente su misión dentro del organismo delEstado, ni tienen otra causa que impedir quelos representantes del pueblo sobrepongan suvoluntad ala de la Nación, que deben expresarfielmente, ni otro origen que la soberanía,

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NÚM. 266. M. MOYA.—CONFLICTOS ENTRE LOS PODERES DEL ESTADO. 401

fuente de donde se derivan todas las institu-ciones políticas; ni son tan extraordinariasy absolutas que lejos de responder á la nece-sidad que las ha creado puedan un dia hacerimposible la práctica normal y ordenada delrégimen representativo. Las da carácter laexistencia de un poder superior, que colocadosobre las luchas y los antagonismos, de lostres que tienen un carácter activo dentro deigobierno, los regulariza y equilibra, tenien-do por consejero la |opinion pública y porideal la justicia; son garantías de que la fuer-za no prevalecerá contra el derecho y si comodeben no están todas las veces limitadas porla Constitución, lo están siempre por la volun-tadgeneral, en. contra de la cual son impo-tentes.

De esas facultades es sin duda la más im-portante el veto. La ciencia política la ha se-ñalado siempre el primer lugar entre las prer-rogativas del Jefe del Estado, y la historia,hablándonos de las revoluciones á que ha da-do lugar una mala inteligencia de lo que elpoder del veto significa, ha confirmado esasupremacía que nosotros, ni reconocemos ninegamos si ha de ser riiotivo para discusionesmutiles.

Entre los que consideran que el veto debeser necesario, y por consiguiente absoluto,tanto por la dignidad del monarca como porla ejecución de las leyes mismas, toda vez queel ejercicio del veto se funda en el principioracional de que conviene rechazar completa yterminantemente todas las reformas que eljefe del Estado no juzgue provechosas ni opor-tunas, y los que creen que las Naciones notienen derecho para conceder á sus monarcasni siquiera el veto suspensivo, porque los pue-blos no pueden hacer nada de lo que los des-truiría, ni la voluntad general de una Naciónunánime nada que sea injusto, y establecer elpeto seria destruir la soberanía y reconocer enlas Naciones el derecho de suicidio, que á losindividuos se niega; éntrelos que reconocidossaludan el veto como el único baluarte capazde resistencia donde los monarcas constitu-cionales pueden defenderse contra el deliriode un Poder legislativo ávido de reformas po-líticas, y los que miran esa facultad del Podermoderador como el más poderoso enemigo dela inviolabilidad de los monarcas y como unimpulso irresistible que más ó monos tardetiene que arrojarlos á las corrientes de la re-volución, hay un término medio, el del vetosuspensivo, que aceptamos como necesario almantenimiento del equilibrio entre los orga-

TOMO xiii.

nismos del Estado y como una garantía de laopinión pública.

Admitir lo contrario seria sancionar lasanteriores exageraciones é ir en pos de ellas áuna situación deplorable; á la tolerancia deldespotismo ó á la anarquía legislativa. Deesos dos peligros nos libra el aceptar el vetosuspensivo. Nos libra de que una mayoría enla legislatura se sobreponga y domine á unamayoría en la Nación, porque los legisladores,renegando de su origen, quieran convertirseen tiranos del pueblo, en vez de prestarle sin-cero acatamiento, ó porque la opinión públicahaya variado desde que las elecciones tuvie-ron lugar hasta el momento en que la reformainútil se discute ó aprueba, y ya los mandata-,rios de la Nación no representan los deseos ylas aspiraciones del mayor número; nos librade las deplorables consecuencias á que da lu-gar una ley que aun siendo justa puede no seroportuna en el momento que se quiere apli-car; nos libra de que el Poder moderador,equivocado acerca de la virtud de una refor-ma, la acepte ó rechace sin consultar antes alpaís, que es quien debe decidir la cuestión sus-citada. En el primer caso impide una usurpa-ción; en el segundo hace que la ley no se anti-cipe á las necesidades y los deseos del pueblo;en el tercero, pidiendo la ratificación del país,rinde ferviente culto á la soberanía, y es prue-ba de que el Jefe del Estado acepta noblementeel gobierno representativo.

Se dice en contra del veio «que el poder le-gislativo se hace por él divisible y enajenable:divisible, porque se crea y forma un nuevoelemento, una tercera esencia, una nueva rue-da combatida por todos los principios, y que nopue^o servir para otra cosa que para detenerel movimiento de la máquina á que indirecta-mente se ha querido agregar; enajenable, por-que separándolo, arrancándolo del centro delcorazón de la Nación á quien únicamente pue-de pertenecer, se coloca en una parte muydiferente, como es el rey, que aunque sea jefe ycaudillo de la Nación, no puede ser la Naciónunánime (1).

La inexactitud de estas afirmaciones esbien notoria. Para que el Poder legislativoestuviese dividido en su origen ó para quetuviera una tercera manifestación en el ré-gimen representa ivo, seria necesario que el

(l) López (D. Joaquín María). La doctrima que analiza-mos acerca del velo es la expuesta por este distinguidaorador en sus lecciones de Derecho constitucional. El señor López comprendió las opiniones de Saint-Etlene, Ma-lonet, Salas, Albsé, Greg-oire y Atrai4»

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402 REVISTA EUROPEA.—30 DE MARZO DE 1879. NÚM. 266

Poder neutro concurriera de algún modo á laformación de las leyes, y en ese trabajo no tie-ne parte alguna ó si la tiene, que de esto yanos ocuparemos á su tiempo, la deberá á lasanción, no-en modo alguno al veto. El veto sus-pensivo no autoriza al Jefe del Estado paraque dé con su aprobación vida á las leyes; nole permite rechazarlas; ni siquiera le facultapara desterrarlas á su voluntad por todo eltiempo que le plazca de las discusiones delParlamento; le deja tan solo decir: esta ley meparece contraria á los deseos de la opinión pú-blica^ voy á consultarlo al país para que ésteúnico juez competente en tales cuestiones, sédeclare por la tendencia que más útil y prove-chosa le parezca Esto no es legislar, y por con-siguiente ni el veto divide el Poder legislativo,ni monos le enajena como que no implica laexistencia de dos soberanías, antes afirma enbases indestructibles la de la Nación, única ynecesaria.

Defiéndese también que el veto destruye larepresentación igual en el nombramiento delos mandatarios del pueblo y en la formaciónde las leyes, que es el fundamento y piedraaugular del poder supremo, porque por él lavoluntad de un hombre solo, que es el monar-ca, prevalece sobre la voluntad de todos losindividuos de los Cuerpos Colegisladores. Nohay tal cosa. La voluntad del monarca no pesapara nada en estos conflictos ni menos tienepara qué prevalecer sobre la de los CuerposColegisladores, si el veto es suspenvivo, porqueentonces no hay más voluntad que la de laNación, que al ser consultada acerca de la con-veniencia y oportunidad de una reforma eli-giendo á los partidarios ó á los enemigos deella, rectifica ó ratifica las decisiones déla le-gislatura que aprobó el proyecto decuyas ven-tajas se duda. La voluntad del Poder neutro noesotraque la voluntad de la mayoría. En cum-plirla está su interés; en adivinarla su gloria.

Pero no es esto solo. Además de estas acu-saciones, con que se quiere combatir el vetoprocurando su desprestigio, hay otra másinfundada y grave, cuyo alcance no descono-cemos: la de suponer que el veto nos lleva porirresistible extraordinario impulso al abismode la tiranía y de la opresión. No á otra cosaequivale el decir que si el veto se confia á unmonarca discreto, osado, emprendedor y ambi-cioso de mando y superioridad, nos expone-mos á qué poco á poco invada todas las esferasdel gobierno, y se erija en arbitro de los desti-nos del país; á que como los Túdores de In-glaterra, los monarcas se burlen del Parla-

mento, rechacen todas las reformas que á sucapricho se antojen peligrosas; á que con unapalabra, con aquella palabra que era la ver-güenza del Senado romano y que como sobe-ranos pronunciaban los tribunos de la plebe,puedan destruir la obra legislativa de muchotiempo; á que en su negativa, en fin, se estre-llen todas las aspiraciones y todos los deseosdel país, que solo apelando á un recurso violen-to podrá hacer valer sus derechos.

Conelweto suspensivo no estamos expuestosnunca á tan deplorables riesgos. Si empleadoen favor de la opinión pública es beneficioso,en contra de ella es impotente. Ha nacido su-jeto á la voluntad del pueblo, y al romper suscadenas abriría su tumba.

Pero aun los enemigos del veto, los quequieren hacer del Poder legislativo una auto-ridad ilimitada y omnipotente, los que á fuer-za de pedir su independencia quieren protegersus excesos con la impunidad, comprendenque entregado á su sola dirección, puede pro-ducir la tiranía, y dicen que sin necesidad delveto se encontrará un preservativo para quelas leyes no rueden por la pendiente de las pa-siones y pueda la Nación detenerlas en estafatal caida, mandando el Jefe del Estado quelas reformas que le parezcan imprudentes serevisen por los representantes del pueblo, ysiendo la sanción forzosa si estos á la terceravez convenían en que la reforma era útil paralosy intereses y para la prosperidad delpaís.Esto sí que es inocente, si no perjudicialismo,á la importancia de ese Poder legislativo, cu-yas prerogativas se aparentan querer salvardel despotismo á que el Jefe del Estado podríallegar por medio del veto. Adviértase que losque tal doctrina defienden no aceptan la dua-lidad de Cuerpos Colegisladores, sino que sedeciden entusiastas por el sistema de la .Cá-mara única. ¿Cómo vamos á lograr el contra-peso á los delirios de una Cámara que, equivo-cada acerca del alcance de su misión, está po-seida de una fiebre ardientísima por las refor-mas? ¿Vamos á buscarle en el Senado, productodel sufragio universal directo pero represen-tante de los intereses permanentes? No, porqueno existe. ¿Vamos á disolver las Cámaras tresveces y á consultar otras tantas al país acer-ca de la conveniencia de aceptar una ley? Puessobre dilatar demasiado tiempo la aprobaciónde la reforma, si ésta es oportuna en el mo-mento que se presente á las deliberaciones dela Asamblea, nos esponemos á sufrir las con-secuencias, nada provechosas, de un largoperíodo constituyente á cada ley que el Jefe

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NÜM.266. D. ALCALDE PRIETO.—LA IDEA DE DIOS. 403

del Estado no estime oportuna. ¿Vamos, enodio á esos peligros, á determinar que unasola Cámara y los mismos Diputados revisendos ó tres veces la reforma a que se negó lasanción? Pues no habremos hecho más queaceptar la impunidad del Poder legislativo,por que éste, sin más obstáculos que los queél mismo quiere poner á sus deseos, se reiríade ellos, juzgando que puede ronperlos cuandoquiera y entregarse sin temor á los arrebatosde sus revolucionarios instintos.

Las instituciones deben aceptarse por labondad que en sí tengan, no desterrarlas porlos abusos que con ellas se pueden cometer.Si desconociendo su naturaleza creemos queel veto suspensivo puede llevar al Monarca aldespotismo, tendremos que negar toda virtuden el orden político. Si el Poder moderador*inspirándose en los móviles de justicia quedeben guiar sus actos, no invade la esfera pro-pia y privativa de los otros poderes, el veto seráen sus manos auxiliar poderosísimo para resol-ver los conflictos á que daria lugar la aproba-ción de una ley contra la que la opinión públi-ca sa manifestase hostil. Si se olvida de sunoble é imparcial misión y quiere ejercer latiranía, el veto suspensivo no le servirá denada y en cambio la sanción obligatoria, des-pués de las tres revisiones de una ley, podríaservirle de mucho desde el momento en quebastardeando el sufragio universal pudiera ha-cer diputados á su antojo, y tener sujeto á suapricho el poder legislativo.

El veto suspensivo es impotente para el maly fecundo para el bien; por eso lo aceptamos;el veto absoluto es un arma terrible que matala libertad y al propio tiempo hiere á quien laemplea; por eso le rechazamos, por que quere-mos evitar el despotismo y las consecuenciasde estas palabras que escribió Desmoulins:«el poder del vetó tiene al fin un término, y unveto no impide la toma de la Bastilla, ni la re-volución.»

MIGUEL MOYA.

LA IDEA DE DIOS.

i .

El estudio de la teodicea (teología natu-ral) es el más noble ejercicio de la razón, elcomplemento de los estudios filosóficos, lamejor preparación para la enseñanza de laverdad religiosa; estudio profundo y severo óimprescindible en los tiempos que alcanza-mos, pues aunque en todas ópbcas encontra-mos una doble alternativa entre la sofística yla filosofía, entre la verdad y el error, ó almonos entre la verdad completa y la verdaddisimulada, hoy la ciencia en sus variadasfowmas aspira á resolver lo que otros ya pro-curaron; mas la inteligencia por si sola nuncallegará á conseguir su fin, sus esfuerzos serán >vanos, á no apelar á un principio superior quela fortifique é ilustre; y aunque la ciencia pue-da llegar á ser, bajo nueva faz, más radical ómás temible, como algunos desean, la razónal separarse de la fó se separa de sí misma, ycomo dice Santo Tomás, no sabe guardar ín-tegramente las verdades que tiene poder ymisión de establecer; y si su divorcio ofrececuadros desconsoladores; y si los espíritus in-quietos que en el curso de los siglos vienenreproduciéndose con una intensidad crecien-te, nos avergüenzan, ellos son el motivo, Ó almonos la causa, de desear una alianza verda-deramente fundamental entre ambas, comoresolución más aceptable, científica y profun-da en lo porvenir.

Y si al profesar, ó aspirar á comunicar, lafó de nuestros mayores, se nos califica de ene.mig*s de la ciencia, apelaremos ál pasado, yal ver nacer y asentarse la verdadera filoso-fía, casi al propio tiempo que la Iglesia, y tras-formarse con San Agustín, y llegar á nuestrosdias conducida por genios como Santo Tomásy San Anselmo, Descartes y Leibnit, Bosuet yFenelon, para confundir á los que acusan á lafó de disminuir la razón, ó viceversa, nos con-venceremos que si la falsa ciencia crea fan-tasmas contra la verdad, la verdadera siem-pre termina por el. acorde de la razón y dé lafé. La mayor dificultad está en demostrar, encuantas ocasiones se ofrezca, que los pro-gresos de la razón, en vez de amortiguar óextinguir la fó en el entendimiento, siemprevan derechos á ésta, y al propio tiempo quela filosofía negativa, de la cual nos ocupare-mos en este pequeño trabajo, termina á vecespor la desesperación y el suicidio. Indudable-

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mente la unión y reconocimiento de ambasdecide de los destinos del mundo y del espíritu,humano; su alianza, buscada y comenzadapor los más grandes teólogos y filósofos de lostiempos pasados, ha revelado á la misma ra-zón que vivifica y aumenta la fecundidad desu natural principio, y que de este modo el si-glo XIX trasmitirá engrandecida á los siguien-tes esa fecundidad creadora.

¡Sublime y magnífico porvenir el de la filo-sofía cristiana! A ella pertenece elevar la ra-zón, y devolverla, por su unión á Dios, la uni-dad perdida al separarse de la fe, que si á ve-ces se ocupa de más problemas de lo que la esdado resolver, acepta los misterios, y si estáexpuesta al error en una materia en que elerror puede ser mortal, no por esto ha de ha-cerse una abdicación total que produzca el ex-cepticismo; á los que rechazan unir á los ad-versarios de buena fé porque no salen de losfenómenos ó proclaman la identidad de loscontradictorios, etc., etc., podria decírseles: siesos hombres piensan, aceptan la distinciónde lo verdadero y de lo falso; si niegan la ver-dad, la poseen; si rechazan la razón, la re-conocen, ¿por qué no manifestarles el tortuosocamino que siguen, ó los escollos en que pue-den tropezar y caer? Decir que toda prueba esinútil, es no solo combatir á los grandes ge-nios que se han valido del raciocinio, sino ex-ponerse á ser arrollado por el ateísmo, á seratormentado por abstracciones, ó á compro-meter la más santa de las causas, dándola unparalogismo por base; y si no hay necesidadde refutar á los que no combaten, porque leses indiferente que haya ó no haya Dios, sí elde predicarles; están en un letargo; la verda.dera filosofía puede hacerles salir de él; enuna palabra, darles nueva vida.

En cuanto á los que todo lo niegan, á losque en sus elucubraciones han llegado no soloá renovar el ateísmo, sino á presentarle bajonuevas formas, cuan inmensa no seria nues-tra tarea si de ellos nos ocupáramos; más altravés de esas formas y desviaciones, debemosbuscar "é impugnar el ateísmo; no tenemosfuerza para tanto, ni monos el talento nece-sario para asunto tan superior y sublime; perosintetizando y reduciendo á su más mínimaexpresión, no solo lo pasado sino lo contempo-ráneo, é impugnando en su fondo ese trastor-no sistemático y total de la razón, quizá de-duzcamos el hecho amenazador, presentido yseñalado hace muchos años por los sabios, ásaber: el renacimiento bajo nuevas formas delAteísmo en el porvenir, y el deber y la necesi-

dad de combatirle á cada paso que dé; sinocumplimos Con nuestro propósito, nos conten-taremos con haberlo intentado y con desearque plumas mejor cortadas que la nuestrarealicen en bien de la sociedad el pensamientoque preside á este escrito, que no es otro quefel de popularizar doctrina que todos deben co-nocer. De aceptar, pues, á exponer ó impug-nar cual se merece esa enfermedad del alma,como la llamó Platón, ese fenómeno teratoló-gico de que habla un filosofo moderno, esa ini-quidad, esa insensatez, como la llaman algu-nos sabios de la Iglesia-, habremos cumplidoun deber v satisfecho un vivísimo deseo.

II.

Es el ateísmo sistema que niega á Dios, ycomo consecuencia ulterior la Creación y laProvidencia; y le niega en todo ó en parte,que es el peor. Mentira parece que se hayanegado esa verdad universal, esculpida en elcorazón humano con caracteres indelebles, yá la que tierra y firmamento entonan de con-tinuo himnos de amor y alabanza; el alma seestremece ante la idea de que sea la más per-fecta de las criaturas la que haya renegado deesa idea, de ese nombre místico y sacrosanto,cuya radical (iaon Jeovaeh) es la alfa y omegade la vida, raiz que significa el ser que era,que es y que será, única savia que alimenta yredondea nuestros pensamientos, infinito ab-soluto en su noción verdadera y creadora;mas dijo San Pablo: «vendrá un tiempo enque no pudiendo los hombres sufrir el yugo dela sana'.doctrina, buscarán maestros, y huyen-do de la verdad, oirán fábulas y ficciones... yel insensato esclamará: ¿no hay Dios?» (1) Yesos tiempos existieron y existirán, porque sila fuente del ateísmo es la corrupción; si estevicio es peculiar de los grandes y soberbiosdel mundo, así como hubo hombres que lleva-dos del orgullo maldijeron de la luz, bien po-drá suceder que se reproduzcan, y más cuan-do entre los diversos sistemas predominantesse nota ese síntoma grave, pero muy grave,que hemos indicado: hoy, cuando menos, seconocen: uno especulativo, como el de Hume yHolvach, prendado de tal manera de.esa cla-ridad propia de la razón, ó adorador de la na-turaleza con tal fuerza, que ahoga en sí la ne-cesidad de la idea y el sentimiento de lo infini-to; no lo comprende, y lo niega; otro práetíco>como el de Cicerón,, que sin formar sistema,

(1) Sal. 12.

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sin negar,explícitamente la causa de las cau-sas, no piensa en Dios y sí en los intereses yplaceres de la tierra. Autores hay que opinanque aunque se quiera no puede negarse la ideay la existencia de Dios; ¡tanta es la claridadcon que brilla en el alma esta verdad! y creenque solo por perversidad, por otros vicios ópor interés, nemo Deum negat nisi cisi ea peditDeurn non esse (2), puede llegar el hombre ánegar el Ser Supremo, en lo cual encuentranuna prueba de la existencia de Aquel, puesque la negación implica una creencia ante"rior, de que es posible cuando menos, y la po-sibilidad de la existencia de Dios prueba yasu realidad; pero el ateísmo ha sido reconocidopor la Escritura y por los grandes genios quedesde Platón á nuestros días se han ocupadoen combatirle, y honor de la filosofía es des-truirle. El'deber del teólogo será hacer verque los autores sagrados conocieron perfecta-mente su carácter, su causa y efectos, y queel retrato que de él hicieron en su tiempocuadra perfectamente al nuestro; mas el de-ber del filósofo, y así lo declaran los teólogosmás sabios, será el de refutar sus diversasclases, demostrando la existencia de Dios porlas pruebas que la sola razón nos sugiere, vaque la idea de Dios, como todos los grandesproblemas que se relacionan á ese centro úni-co, tocan á la ciencia entera, al mundo de lasalmas y al de los cuerpos, á la naturaleza ypoder de la razón; y ya que hoy más que nun-ca hay un interés más directo y urgente, pues-to que el campo en donde se encuentra la ver-dad y el error más trascendental está en lossistemas de los filósofos de estos últimos tiem-pos, que les han dado una solución, al parecerpositiva, aunque en realidad negativa. Así nonos ocuparemos de la noción y legitimidad delconocimiento, ni de los llamados sensible, abs-tracto y racional, ni de sus leyes y legitimi-dad, ni de la teoría del conocimiento racional,inmanente ó trascendental, pues sobre llevar-nos muy lejos, separándonos de nuestro prin-cipal cometido, seria hacer injuria á las auto-ridades que venimos citando; con la mejorbuena fé creemos que la verdadera filosofía yla teología se hermanan y auxilian, debenmarf liar paralelamente por el camino que lesestá trazado, hasta llegar á descubrir y reve-lar al hombre la verdad, tal como puede po-seerla en la tierra: y que si hay debates debenterminar, puesto que no sirven más que parasostener la división, dando lugar á sistemas

(2) Tensatnientos <is San Agustín, traducido por Bacon,

que si no temibles en el fondo, lo son al menospor su novedad, oscuridad ó belleza de la for-ma. La razón humana no es capaz de cono-cerlo todo; pero las verdades que están á sualcance son absolutas, necesarias, con un va-lor objetivo; y todo su procedimiento consisteen elevarse, como por un vuelo, de lo finito,imperfecto y contingente, á lo infinito, perfec-to y necesario.

Ahora bien: ¿cuáles son esos sistemas áquenos hemos referido, y que cual el ateísmo pue-den conducirnos á la negación de Dios, ya entodo, ya en parte, es decir, en alguno de susatributos, que tal es el último término á queestos vienen á parar? En lo antiguo el dualis-mo y panteísmo, hijo éste de un sensualismo,materialismo ó naturalismo vario; en lo mo-derno el idealismo trascendental, dividido ysubdividido hasta lo infinito hasta tocar en elcriticismo, positivismo, y demás que se hallaná la orden del dia, y de que hacemos gracia ánuestros lectores, pues suponemos los cono-cen bien, y á nosotros nos repugna todo loque sea historia contemporánea.

El dualismo supone la coexistencia de dosprincipios eternos ó independientes que hansido concebidos de dos modos: las religionesdualistas (maniqueismo) que presentan dosseres en perpetua lucha, el bien y el mal; y eldualismo filosófico, que parte del principianihilo nihil jlt, Dios motor y alma del mundo,pero no el primero y último principio de todaslas cosas; algunas doctrinas, según se inclinaná uno ú otro de los dos factores, pueden con-siderarse como una emanación de éste; comola platónica, la aristotélica, ó la de los elea-tas, que no ven en el Universo más que unapur# ilusión; la de los alejandrinos (panteís-mo) que supone que Dios la sacó de sí mismo,ó el sistema tomistico, que al no admitir porreales más que las cosas finitas, revela la in-fancia del pensamiento, y es hijo, como el ex-cepticismo, de un puro sensualismo. Expli-cando la coexistencia de Dios y el mundo, eldualismo alteró su noción; no es extraño quehaya desaparecido, aunque no debe olvidarseque la lógica materialista, basada en la expe-riencia, siempre concluye en la materia. SiCondillac ha dicho que por los sentidos se lle-ga á Dios, y Concite que éste es la Humanidad,Bucltner en nuestros dias y con la balanzaquímica en la mano reasume así su doctrina:«no hay fuerza sin materia; Dios es una fuer-za creadora, luego Dios no existe.» Ateísmo,puro ateísmo.

El panteísmo es un sistema que, penetran-

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do en todas las direcciones del pensamiento,consiste principalmente en concebir á Dios yal mundo como consustanciales; así es queconsiderado metafísicamente, es absurdo ycontradictorio, porque tiene por esencia laidentidad sustancial de lo finito ó infinito, delo perfecto, é imperfecto; considerado en susconsecuencias, es la negación de toda moraly de todo derecho; diviniza el mal, y contem-plándole en su desarrollo histórico, le vemosterminar en su forma más natural, el ateísmoy materialismo, como en Oken y Fenerbados.

Y en efecto, todas las estravagancias yexcentricidades del mundo helénico^ romanose reproducen en los tiempos modernos. En elsiglo XVIII existieron abusos que corregir,desórdenes que reprimir que el tiempo y laspasiones reprodujeron, y como el orgullo, quetodo lo mata, ¡tal es el carácter de dicho siglo!concluyó por negarlo todo, bien puede aplicar-se á su filosofía, que en gran parte ha hereda-do el,siglo XIX, lo que Cicerón dijo de la an-tigua: «por absurdo que sea, nada puede ima-ginarse que no haya sido profesado por algúnfilósofo.»

El panteísmo moderno, en sus varias, múl-tiples y complejas formas, cuya sola enume-ración nos llevaría muy lejos, no es sino elateísmo disfrazado del último siglo: filósofohay, y por cierto bien moderno, que ya no secontenta con pronunciar la horrible blasfemiade que Dios es una palabra, sino que para ex-plicar mejor su doctrina dice que ateo es sim-plemente un hombre frivolo y sin gran mora-lidad.

Pero detengámonos aquí, aunque sea consentimiento. Si el ateísmo existió, existe y exis-tirá mal que nos pese, ¿no es útil é interesanteel combatir y confundir una y mil veces, tan-tas como sea posible el hombre que puede ydebe hacerlo, doctrina tan desgarradora? Elmétodo histórico nos acaba de servir, aunqueá grandes rasgos, para probar que existe, yadesembozado como el que enseñaba Protágo-ras, Lucrecio ó Vanihi, ya encubierto, que esel de peores condiciones y consecuencias; elateísmo formal, más científico que el antiguo,tiene su escuela, y descansa sobre una baseque se apellida la ciencia moderna.

Refutar uno á uno cuantos argumentoshaya producido esa lucha en contra de la idea,y por ende de la existencia de Dios, no es, nipuede ser objeto de un pequeño artículo; perodemostraremos ésta insiguiendo el métodomás generalizado, y cada una de las pruebasnos darán al mismo tiempo otras contra el

ateísmo filosófico, y todas juntas la siguienteconclusión: «el ateísmo es la negación de laexistencia de Dios; Dios existe, luego el ateís-mo no sa concibe, es un absurdo, una aberra-ion, una locura, una iniquidad, una insensa-

tez, el vicio más radical del corazón y del es-píritu humano,» como le califica el ilustre pro-fesor de la Sorboná.

{Concluirá.)

DOMINGO ALCALDE PRIETO,

Catedrático de la Universidad da Zaragoza.

CRÓNICA CIENTÍFICA.

Proyecto de federación de todas las Academias de Fran-cia —El ingerto dentario y la trasplantación de los dien-tes.—Empleo del teléfono en las investigaciones fisioló-gicas.—La fotografía y sus aplicaciones cientíñcas.—Lafotografía celeste.—Los registradores meteorológicos.—La foto-micro-grafía.

En una obra de que se ha dado cuenta enuna de las últimas sesiones de la Academia deciencias de París, sostiene M. Francisco Boui-llier, miembro del Instituto, bastante conocidopor trabajos filosóficos muy apreciados, unatesis que merece ser examinada, por más que,en nuestro concepto, no tenga la importanciaque le atribuye el autor.

Después de trazar en dicha obra, titulada«La institución délas Academias de provin-cia,» una historia muy completa de las rela-ciones de las Academias de París con las queexisten desde hace mucho tiempo en las diver-sas regiones de Francia, se dedica M. Boui-llier á demostrar que la Academia de ciencias,especialmente, no tiene ya á su disposición losrecursos y los medios de acción que antestenia.

Nosotros, aun teniendo en cuenta la dife-rencia de los tiempos, creemos que la sabiacorporación goza hoy de una influencia tangrande como es posible, á pesar de los ataquesdirigidos de vez en cuando á esta influenciapor incidentes desgraciados. Sus opiniones ysus acuerdos se escuchan y respetan en todoel mundo, y es, á nuestro juicio, la que mástrabaja y la que obtiene mayores resultadosútiles al progreso general. ,

M. Bouillier echa de menos los lazos queantiguamente unían á las Academias de pro-vincia con la Academia francesa; relacionessobre cuya naturaleza nos daba hace pocosdias interesantes y curiosos detalles en la con-ferencia celebrada en el Hotel de las Cámarassindicales nuestro sabio y simpático colegaM. Arturo Mangin.

No consideramos de grande utilidad el res-tablecimiento de semejantes lazos. Dejemos,

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pues, que se opere la descentralización en losespíritus como en ciertos ramos de la admi-nistración y de la política.

Los sabios de provincia no tienen necesi-dad de venir á tomar la orden en París; en losdiferentes centros intelectuales creados enlos departamentos, prestarán más servicios ála ciencia en general si se dedican con másfrecuencia al estudio de las cuestiones loca-les, á la solución de los problemas locales, ybastan publicaciones bien hechas, boletines ymemorias, para que todo el mundo de la eru-dición se ponga al corriente de la marcha delas ideas y viva una vida común.

Nos falta espacio para desarrollar nuestrasideas sobre este asunto; mas ya hemos dichobastante para protestar contra una centrali-zación intelectual que por ningún concepto nosparece oportuna.

Recientemente se ha hablado mucho acer-ca de un pretendido descubrimiento hecho enAmérica y relatado en el Dental Cosmos por eldoctor G. R. Thomas, el cual ha llegado áefectuar en su laboratorio la trasplantación delos dientes, el ingerto dental. Nada hay en ellode nuevo, exceptuando la introducción delprocedimiento en los usos del arte del dentista.

Desde hace años saben perfectamente losfisiólogos que los dientes arrancados puedenvolver á echar raices, tanto en el mismo pun-to en que anteriormente habían estado comoen otros muy distintos tegidos animales. Dosdentistas muy instruidos, compatriotas nues-tros, M. Magitot y M. David, han demostradotambién entre nosotros que el ingerto dentales una operación que debe hacerse usual.

Es cierto, pues, que este método quirúrgicoen manos de practicantes hábiles ó ilustrados,es susceptible de prestar verdaderos servicios.

M. Maney ha encontrado e,n el teléfono uninstrumento muy útil para ciertas investiga-ciones fisiológicas. Lo ha aplicado reciente-mente á medir la intensidad de las corrienteseléctricas producida por los torpedos, no porlos torpedos empleados en las guerras maríti-mas sino por los pescados de este nombre.

Cuando una corriente de este género atra-viesa un teléfono, éste produce un sonido decierta naturaleza, da una nota que es fácil re-conocer y correspondiente á cierto número devibraciones. De este modo se tienen los ele-mentos suficientes para comparar la fuerza dediversas descargas eléctricas mejor que conla mayor parte de los aparatos registradoresque se usan en los laboratorios, aparatossiempre delicados y de exactitud muy varia-ble. El nuevo medio de investigación,•emplea-do por hábil experimentador, es capaz de darlos más curiosos resultados.

No creemos aventurar mucho al decir queparala inmensa mayoría del público, la foto-grafía no sirve apenas para otra cosa que ha-cer.retratos, reproducciones de paisajes, mo-numentos, etc. • . • ,,

Se puede asegurar, sin embargo, que hoyno es eso lo que constituye -la,- importancia da ,arte tan interesante. Vamos á aprovecharnos .de un excelente folleto recien publicado pop;M. R. Radau para pasar revista á algunas delas aplicaciones de la fotografía. • , : • ....

La historia natural y la astronomía son lasprimeras ciencias que han procurado sacarpartido del admirable descubrimiento deNiep-cey Daguerre, llegándolos astrónomos á-uti-lizar tan bien los perfeccionamientos de laquímica fotográfica, que han conseguido,ha-cer con la mayor facilidad el retrato de todoslos mundos esparcidos en la inmensidad delespacio.

Respecto á la luna, ha obtenido magnificas.pruebas M. Rutherfurd, con tiempos de posi-ción que han variado desde 'un cuarto de se-gundo en la luna llena á dos segundos para elprimero y el último cuarto. ¿Hay necesidad dehacer notar la inmensa importancia de estasimágenes que, fijando coa claridad el aspectodel astro en un momento preciso, permitenreconocer más tarde las modificaciones expe-rimentadas en la continuidad de los tiempospor la superficie del planeta y seguir las evo-luciones geológicas de que puede ser centro?

Lo mismo en cuanto al sol. Herschel fue.quien en 1854 inició la idea de fotografiar elsol. Y desde 1862 á 1872, en el Observatorio deKiew, se han hecho, bajo la dirección deMM. Warren de la Rué, B. Stwart y B. Leewy,2.778 fotografías del sol, obtenidas~en mil se-tecientos veintiún dias de observaciones.

M. Janssen, que ha perfeccionado muchoeste género de investigaciones, ha obtenidopruebas magníficas que permiten adquirir so-bre la composición de la fotosfera nocionesimposibles de adquirir por la observación di-recta.

Los eclipses, el paso de Venus sobre el sol.."han,x>roporcionado al método fotográfico so-berbias ocasiones de hacer sus pruebas; apli-cado al estudio de los grupos estélanos, hadado notables resultados, permitiendo la de-terminación rápida y precisa de las posicionesrelativas de estrellas agrupadas en un espacioreducido.

Se podrían dar muchos interesantes deta-lles sobre esto; pero nos vemos precisados áabreviar, pasando á lo qué puede llamarse lafotografía terrestre.

Esta ha empezado á prestar importantesservicios á la geografía, no solo por la repro-ducción exacta de,los grupos montañosos ypanoramas, sino también por la combinacióny el arreglo de las pruebas obtenidas en dife-rentes puntos de vista de una misma región,se ha llegado á tener cartas topográficas de•gran valor por su rigorosa exactitud.

La arqueología ha sacado ya de esto gran-des ventajas, con la reproducción de monu-mentos y de inscripciones que la mano del.hombre encargado de copiarlos podría alteraró modificar más ó menos.

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En cuanto á la lectura de los manuscritos,los resultados obtenidos s^n asombrosos. Seha llegado á leer fotografías de manuscritosantiguos cuyos originales eran indescifrables;y más de un pergamino cuya escritura primi-tiva habia sido cuidadosamente borrada, harevelado sus secretos ante el objetivo del fotó-grafo.

La meteorología ha encontrado en la foto-grafía un auxiliar de los más preciosos. Gra-cias á ella, las oscilaciones del barómetro y«leí termómetro, las variaciones del magne-tismo terrestre y las del estado eléctrico delaire, etc., todo esto ha sido registrado atenta-mente con admirable exactitud y precisión.

Hace dos años visitamos con M. Marie-Davy y algunos otros representantes de laciencia francesa el Observatorio de Green-wich, cerca de Londres, y una de las cosasque más llamaron nuestra atención fue lamaravillosa organización del servicio fotográ-fico en aquel bello establecimiento.

En física, sabido es cuántos progresos hahecho el estudio de los espectros luminosos,merced á la intervención de la fotografía, queha permitido reconocer las rayas negras ólagunas de la región ultravioleta, cuyosrayos no producen impresión alguna en laretina.

En fin, la fisiología, la anatomía, por lafotomicrografía, la historia natural, todas lasciencias, en una palabra, han utilizado los ser-vicios tan liberalmente prestados por el pro-cedimiento de la reproducción, superior á to-dos los demás.

Es moda denigrar á la fotografía bajo elpretexto de que no es artistiea. Pero al consi-derar lo útil que es, se encuentran mezquinaslas críticas, y se experimenta un vivo senti-miento de gratitud hacia los hombres que handotado á nuestra época de tan precioso descu-brimiento.

P. DUVERNEV.

DE LA BELLEZA EN LA MÚSICA.

V.

LA ESTÉTICA EN OPOSICIÓN A LA PATOLOGÍA,EN hL MANERA DE ESCUCHAR LA. MÚSICA.

El mayor obstáculo opuesto al desarrollocientífico de la estética musical, es la exage-rada importancia concedida á los efectos de lamúsica sobre el sentimiento. Tanto mayoresy patentes eran tales efectos, tanto más se lesavaloraba como manifestaciones de bellezamusical. Nosotros, por el contrario, hemoscomprendido que precisamente á las másenérgicas impresiones producidas por la mú.sica, se mezcla en el oyente mayor suma deexcitación corporal; en cuanto á ella su vio-

lenta acción sobre el sistema nervioso residemenos en la parte artística que emana del es-píritu y solo á él tiene por objeto, que en la pu-ramente material, dotada por la naturaleza deesa impenetrable «afinidad electiva» de ordenfisiológico.

Los únicos elementos de la música, sonidoy movimiento, son los que se apoderan de lossentimientos (¡qué mal defendidos!) de muchosaficionados, y los aprisionan con cadenas cuyoruido les es grato. Lejos de nosotros la idaade disminuir los derechos del sentimiento so-bre la música; pero el que en realidad se adu-na con mayor ó menor intensidad á la puracontemplación, no puede tener valor artísticomás que conservando la conciencia de su orí-gen estético, es decir, del goce de un génerode belleza especial al arte: de otro modo, y sino existe la libre contemplación de la bellezaartística, si el alma no siente otra influenciaque el poder físico de los sonidos, tanto menospodrá atribuirse al arte tal impresión, cuantoesta sea más fuerte.

Es considerable el número de los que escu-chan así la música. Soportando tranquila-mente la acción de la parte elemental del arte,sienten una vaga excitación platónicamentesensual, que solo se determina por el carácterde la obra. Su estado no es contemplativo,sino patológico; es un largo sueño, un cre-púsculo persistente, una especie de sensaciónneutral en el vacío sonoro. Si hacemos oir almúsico de sentimiento muchas piezas del mis-mo género, por ejemplo, de ruidosa alegría,continuará en el mismo cielo de impresiones.Su sentimiento solo se asimila lo que consti-tuye la analogía de aquellas piezas, ó sea elmovimiento compuesto de alegría y ruido: suinteligencia no alcanza más que la parte ori-ginal y artísticamente personal que las distin-gue. A la inversa sucede al oyente que llama-remos musical: la forma artística especial dejuna composición; lo que imprime á la obra susello de individualidad entre una docena depiezas de efecto parecido, llama tanto su aten-ción, que apenas si nota la semejanza ó dife-rencia de la expresión sentimental. La admi-sión separada para el oyente de una influen-cia abstracta de sentimiento, en vez del fenó-meno artístico concreto, es muy caracterís-tica y especial al primero de estos dos modosde comprender la música; solo puede compa-rarse con la luz vivísima, que iluminando unpaisaje, impresiona la vista á veces hasta elpunto de hacerla incapaz de distinguir lo queaquella esclarece. Oir de ese modo es aspirar

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NÚM. 266. E. IIANSLICK.—DE LA BELLEZA EN LA MÚSICA. 409!

la sensación de conjunto, no motivada, no ra-zonada, y más penetrante por lo mismo (1).

Cómodamente arrellanados en las butacasy sumergidos en una especie de sopor, esosaficionados se dejan mecer, acariciar por lamúsica, en vez de escucharla con reflexión yfirmeza. La progresión ó disminución de lossonidos, á veces juguetones y alegres, tem-blorosos y medrosos otras, les hace experi-mentar una sensación indefinida, que tienenla inocencia de creer puramente estética.Ellos constituyen el público más contentadizoy que mejor reúne cuanto se necesita paradesacreditar á la música: á su manera de es-cuchar no puede revelarse el carácter inteli-gente del goce estético. Un buen cigarro, unplato apetitoso, un baño de placer, les produ-cen sin que de ello se den cuenta, el mismoefecto que una sinfonía. La actitud perezosa yvacía de pensamiento de los unos, el éxtasisfrenético de los otros, reconocen el mismo orí-gen: el placer que se deriva de la parte ele-mental de la música. La época actual ha he-cho ese maravilloso descubrimiento, superioral arte mismo para los dyentes que no buscanen la música más que una especie de precipi-tado de sentimiento, algo análogo al éter sul-fúrico, al cloroformo, sin ninguna participa-ción del espíritu. Tales medios excitan real-mente en nosotros agradabilísima embria-guez que hace palpitar todo nuestro organis-mo como en sueño delicioso sin los groserosefluvios del vino, que tampoco carecen sin em-bargo, de influencia musical.

Para tales capacidades estéticas, la obramusical desciende al rango de producto de lanaturaleza, del cual podamos disfrutar sinvernos obligados á pensar, á remontarnoshasta el espíritu creador y consciente de sucreación. Con los ojos cerrados se puede go-

(1) El duque enamorado en La noche de Reyes {TwelflhNight) de Shakespeare, es la poética personificación de esamanera de escuchar la música. Dice:

Ifmusic be the food oflove,play on

O, it carne o'er my car lihe the sieeet southThat breathes upon a bank of'violéis,Stealing and giving odour,

(Sí la música es el alimento del amor, proseguid tocan-do... Oh! lleg-aba á mis oídos como el dulce viento del Sur,que sopla sobre un ramo do violetas y se desliza llevándosesu suave aroma.)

Después, en el segundo acto, exclama:Giise me sorne mus'ic..Methought it did relieve my passion much.

(Dadme un poco de música.. Me parece que calmali»mucho mis ardores.)

zar del dulce aroma de las flores de acacia;pero las obras del humano espíritu exijen otrasdisposiciones, á menos de consentir en rele-garlas á la categoría de distracciones emana-das directamente de la ciega naturaleza. Aesto se halla expuesta por'desgracia la músi-ca más que las otras artes, pues al monos suparte material se presta á ser objeto de ungoce en que el espíritu no toma parte alguna.

En tanto que los productos de las otras ar-tes quedan, ya su propia naturaleza esencial-mente temporal, fugitiva, la aproxima al actode la absorción corporal. Se saborea un aria,pero no un cuadro, una iglesia ó un drama.Tampoco ningún otro arte se emplea con másfrecuencia en servicios accesorios. Las mejo-res composiciones pueden sufrir el ultraje deser ejecutadas durante un festín para facilitarla digestión del asado. No hay arte que másse apodere del ánimo, y al mismo tiempo quesea más complaciente: es fuerza resignarse áOÍ> el organillo que se sitúa delante de nuestracasa; pero no se necesita de una sinfonía deMendelssohn ó Beethoven para hacernos es-cuchar cuando nos agrada.

Por lo demás, esa mala manera de escu-char la música no es enteramente idéntica alsencillo placer que causa al público ordinariola parte material de las manifestaciones decualquiera de las artes. En la música no esen esa parte material, en las ricas sucesionesfísicas de los sonidos simples ó complejos, don- >de se ejercita la poco artística, inteligencia deque antes hablábamos, sino en la idea abs-tracta que se destaca del conjunto y que en-tonces se percibe como sentimiento. De aquídeducimos claramente á nuestro entender laespecial posición que ocupa el sentido verda-deramente espiritual de la música en relacióncon las ideas de forma y de tema. En efecto,hay la costumbre de tomar el sentimiento quedespierta una obra musical por el tema, laidea, el fondo mismo de la obra, y á no ver enlas combinaciones sonoras conducidas ó tra-tadas inteligente y artísticamente más que lasimple forma, la imagen, la envoltura mate-rial del sentimiento, Pero precisamente laparte específica de la música, compuesta deesas combinaciones tan desdeñadas, es la queconstituye la creación del artista: en ella esdonde el genio que produce y el espíritu quecontempla se encuentran y se unen; allí, enesas formas sonoras, concretas y precisas, esdonde reside el sentido espiritual de la com-posición, y no en la vaga impresión del con-junto que se atribuye á un sentimiento abs-

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tracto. La forma pura, opuesta al sentimien-to, es el verdadero tema, el verdadero fondode la música, es la música misma: el senti-miento que provoca en nosotros no puede lla-marse ni fondo, ni forma, solo es efecto, re-sultado. Lo que generalmente se llama partematerial del arte, medio de trasmisión, de ex-posición, es precisamente la emanación direc-ta del espíritu, mientras lo que se toma porobjeto trasmitido y expuesto (es decir, en rea-lidad el efecto producido sobre el sentimiento)pertenece á la materia del sonido, y las másde las veces se rijo por leyes fisiológicas.

Fácil es deducir de las consideraciones queanteceden, el valor exacto de los efectos «mo-rales» de la música, preconizados harto fre-cuentemente por los autores antiguos, comocompañeros de los efectos «físicos» que coloca-ban en primer término. Nuestros aficionadosno'gozan con la música por su belleza. Sientensu influencia como la de una fuerza primitiva

> de la naturaleza, que puede conducirlos hastaá cometer actos inconscientes, y que absoluta-mente nada tiene de común con la estética,por lo demás, ahora ya no ignoramos el estre-cho lazo que une esos supuestos efectos mo-rales á los efectos físicos.

El pesado acreedor, á quien su deudor, va-liéndose de la música, consigue conmoverhasta el punto de obtener la completa remisiónde la deuda (1), se inclina á la generosidad,exactamente del mismo modo que el que sesiente irresistiblemente impulsado á bailar, s¡oye de pronto unos bonitos walses. El primerocede al poder de la melodía y la armonía, ele-mentos de la música más espirituales que elsimple ritmo que estimula al segundo. Pero niuno ni otro obran espontáneamente ó bajo elimperio de la impresión espiritual de la belle-za estética; los dos ceden á una excitaciónnerviosa. La música les mueve los pies ó elcorazón, como el vino suele mover la lengua.Tales victorias solo dan testimonio de la debi-lidad del vencido. Sentir emociones inmotiva-das, frivolas, sin razón,ysolo bajo la influenciaríe un poder que no está en modo alguno rela-cionado con nuestra voluntad y pensamiento,es indigno del humano espíritu. Cuando loshombres se dejan dominar por la parte ele-mental de un arte, hasta el punto de no serdueños de sus acciones, nos parece que en esono hay gloria para el arte, y mucho menos aún,para ellos mismos.-

(1) Este prodigio se verificó muchas Teces según refiereA. Burgh, particularmente á favor del cantante Palma(Anécdota onmusie 1814.)

La música no tiene el poder de precisar,pero el que ejerce sobre los sentimientos haceque se consiga disfrutar con ella casi tantoorno, si tuviese precisión. Tal es el verdadero

punto de partida de los ataques más antiguosdirijidos contra este arte, al que se acusa deque enerva y debilita, reproche que está com-pletamente fundado, cuando se hace de la mú-sica el medio de provocar emociones indeter-minadas, de atraer al oyente á cierto estadopatológico general. Beethoven expresaba eldeseo de que la música pudiese «golpear comoun eslabón sobre la mente» (Feuer aus demGeiste schlagen.) Observemos desde luego laforma contingente de tal deseo, y además, ¿lafuerza de voluntad é imaginación del hombreque ha llegado á su total madurez intelectualno es razón que necesite del mismo fuego 'en-cendido y conservado por la música?

En todo casó, 'el ataque dirigido contra lainfluencia de la música, nos parece monos cen-surable que la exageración con que á veces sela enaltece. Como sus efectos físicos están enrazón directa de la excitación enfermiza delsistema nervioso, sobre el cual ejerce su in-fluencia, del mismo modo la intensidad delefecto moral de los sonidos, crece con la faltade cultura del talento y del carácter. Mientrasmenor sea la resistencia que la educación opo-ne, mayor poder tiene la música en el sentidopatológico. Sabido es que los sonidos musica-les producen en los salvajes una especie deextático hechizo.

Pero ninguna de estas consideraciones de-tiene á los estéticos. En sus teorías procuranaducir desde luego numerosos ejemplos paraprobar que «hasta los mismos animales sien-ten la influencia de la música.» Sí: el clarín ani-ma al caballo y lo excita al combate. El violinconduce fácilmente al oso hasta á hacer gra-ciosos ensayos coreográficos. La tierna arañay el sentimental elefante,"se agitan cada unoá su manera al oir sonidos que les agradan.¿Puede lisonjearnos gustar de la música igua-lándonos con ellos?

Después de las curiosidades del mundo ani-mal, vienen las maravillas humanas. Las quemás generalmente se citan, tienen por tipo elhecho mil veces mencionado, relativo á Ale-jandro el Grande: el conquistador macedoniose ponia furioso cuando' Timoteo tocaba laflauta en modo frigio, calmándose al punto sila música pasaba al modo lidio. Cuentan tam-bién que un soberano menos conocido, Ericoel Bueno, Rey de Dinamarca, queriendo con-vencerse del decantado poder de la música,

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llamó á un célebre profesor para que tocasedelante de él y de su corte, tomando antes laprecaución de hacer quitar a todos las armas.El artista escogió las modulaciones de modoque excitó desde luego profunda tristeza en suauditorio; después le infundió cierto grado debuen humor, exaltándolo progresivamentehasta |el delirio. «El mismo Rey, fuera de sí,penetró en la estancia donde habia dejado suespada, la empuñó, y precipitándose entre loscortesanos, dio muerte á cuatro de ellos.» (Al-bert Krantzius, Danem: lib. V. cap. III.) Y contodo era el buen Erico!

Si tales «efectos morales» de la música es-tuviesen en boga todavía, probablemente im-pediria la indignación explicar con razones eloculto poder quo declarándose soberano delhumano espíritu, lo turba y lo oprime, sinpreocuparse de sus ideas y resoluciones.

Sin embargo, como los más célebres deesos trofeos musicales alcanzan respetablefecha, no pensamos que esté fuera de lugarconsiderar el hecho aquí, desde su punto departida histórico.

No es dudable que la música en los pueblosantiguos tenia más inmediata influencia queentre nosotros: en las primeras jornadas dela civilización estaba la humanidad más pró-xima á las partes elementales de todas lascosas, que después cuando la conciencia

, y el libre alvedrío ayudados por la razón, en-traron en posesión de sus derechos. El estadoparticular de la música en la antigüedad grie-ga favorecía admirablemente á esa admisiónnatural que nada habia contrastado aún. En-tonces no era arte, en el sentido que ahoradamos á esa palabra. El sonido y el ritmo ensu separación elemental la constituían casipor completo, y ocupaban pobremente el lu-gar de las formas inteligentes y ricas que sonesencia del arte moderno. Por cuanto se sabedéla música de aquella época, se p i.ede dedu-cir con certeza que su influencia era pura-mente sensual, pero de sensualidad refinadí-sima.

Si en la antigüedad clásica hubieseexistido el arte musical tal como nosotros locomprendemos, no se hubiese perdido para sudesarrollo en tiempos posteriores, como no seperdieron la poesía, la escultura ni la arqui-tectura. El gusto de los griegos por las rela-ciones tonales más sutiles, el profundo estu-dio que de ellas hacian, no pueden colocar ásu música en el número de las ciencias, com-parándola con las artes cuyos monumentoshan llegado hasta nosotros.

La carencia de armonía, los estrechos lí*miles en que giraba la melodía circunscrita ála expresión del recitado, y en fin, el sistematonal impotente para conquistar desarrollán-dose un conjunto de formas realmente musi-cales, hacian imposible la existencia de la mú-sica griega como arte absoluto é independien-te: por eso casi nunca la empleaban sola, sinocombinándola con la poesía, el baile ó la mí-mica, e* decir, como complemento de las otrasartes. La misión de la música se limitaba áanimar al auditorio con sus pulsaciones rítmi-cas, y la variedad de sus matices sonoros; ácomentar las palabras y los sentimientos lomismo que la declamación, pero con muchamayor intensidad. Así, pues, vivia por sus ele-mentos sensuales y simbólicos. Reducida áestos primitivos factores, concentrándose enellos por completo, ha debido llevarlos con eltiempo á un altísimo grado de poder. El artemoderno no necesita material melódico tanrefinado que use del cuarto de tono ni del gé-nero enarmónico, ni tampoco del carácter es-pecial de las.tonalidades, ni su rigorosa adap-tación a ciertas formas de lenguaje, ó á cier-tos sentimientos expresados con palabras.

Aquellos auditorios sentían vivamente lasrelaciones musicales continuas y delicadas.Los oidos de los griegos eran mucho más ex.-*pertos que los nuestros en percibir los máspequeños intervalos, porque nosotros estamosfamiliarizados con el uniforme compromisode la proporción; por eso su espíritu se pres-taba más fácilmente á las modificaciones queen él provocaba la música, mientras que paranosotros el placer musical, principalmentecontemplativo, paraliza en gran parte la in-fluencia elemental de los sonidos. Asi consi-derada, llegamos á comprender la de la músi-ca en la antigüedad.

Siguiendo el mismo razonamiento, no soninexplicables algunas (aunque pocas en reali-dad) de las anécdotas referidas por los histo-riadores, sobre los efectos de los diversosmodos griegos. Estos se clasificaban según laimpresión, verdadera ó supuesta, que hacianen el auditorio, y que era peculiar á cada unode ellos. El modo dórico convenia á los temasgraves ó religiosos; el frigio enardecía el va-lor de los ejércitos; el lidio expresaba la tris-teza, y se empleaba el eólico para cantar elvino y el amor. Como consecuencia de la ri-gorosa asimilación de estos cuatro modos ácuatro órdenes principales de sentimientos, yde la aplicación constante del mismo modo álas poesías cuyo sentido se le apropiaba, el

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oído y la imaginación debian acostumbrarsepoco apoco á entrar en el sentimiento del modoque se oía. Establecida la música sobre tanestrecha base de principios, quedaba reduci-da al papel de acompañante indispensabley obediente de las otras artes, de medio peda-gógico, político, etc.; lo era todo menos arteindependiente. Si bastaban algunos acentosfrigios para dar á los soldados valor ante elenemigo, ó una melodía en modo dóru*) paraasegurar» la fidelidad de la mujer cuyo maridoestaba ausente, la pérdida de la música griegaserá muy sensible para los generales y los ma-ridos, pero los estéticos y los compositores nodeben sentirla.

Nuestro sistema opone á aquellas emocio-nes patológicas, la contemplación pura y cons-ciente de la obra musical, única verdaderamanera de escuchar digna del arte: sin ellanos vemos obligados á colocar en la mismacategoría la pasión brutal excitada en el sal-vaje, y el entusiasmo puramente sensual delaficionado. Lo bello hace gozar, no sufrir.(¿Acaso passion no se deriva de paii, sufrir?)Los adeptos del sentimiento se sublevan, cali-ficándolo de heregia contra el soberano poderde la música, si ven á alguno sustraerse á lastempestades y tumultos de entusiasmo quesegún ellos deben dar testimonio de ese podersoberano allí donde hay un público, y á loscuales sé entregan ellos con la mayor senci-llez del mundo. Aquel es frió, insensible, es uncalculador. Puede ser. Pero aseguramos áesas personas tan sentimentales, que las im-presiones que se sienten observando y siguien-do al genio creador, contemplando el mundode nuevos elementos que ofrece á nuestramente combinados de cuantos modos son ima-ginables, edificándolos uno sobre otro, modi-ficando el uno por medio del otro, destruyendodespués aquella construcción para crear otranueva, reinando al fin como soberano en unimperio donde el papel del oido se ennoblecey depura, esas impresiones son dignas y gran-des. Escucha'.idó así, ese supuesto sentimientoque la obra encierra no se impone al nuestro.El espíritu libre y tranquilo, goza intensa éíntimamente de la obra de arte que contem-plamos, experimentando en toda su delicade-za y plenitud lo que Schelling llama con tantapropiedad «la noble serenidad (gleiehgültigkeit,indiferencia) de la belleza (1).» Este placer in-

(1) Uebsr das Verhaltniss der bildenden Kilnste zutur (De la relación entre el arte de la pintura y la natu-raleza.}

temo en activa colaboración con el espíritu,es recompensa de esa manera de escuchar,que es la más digna, la más sana, pero no lamás fácil.

El elemento más importante en el estadode alma producido por la apreciación de unaobra musical, y que de comprenderla hace unplacer, se desatiende las más veces: este ele-mento es la satisfacción que siente el que es-cucha, al seguir el giro y las evoluciones delpensamiento del compositor, al pensar prece-diéndole, y encontrar unas veces confirmadasy otras agradablemente equivocadas sus con-jeturas. Esas evoluciones intelectuales, esecontinuo cambio de ideas ó impresiones entreel que da y el que recibe, se realiza, es evi-dente, sin darse cuenta de él, y con la rapidezdel relámpago. La música en que eso sea po-sible, en que el espíritu, identificado con laobra cuyos detalles examina, se entrega á loque podria llamarse «reflejo de la imagina-ción,» es la única que suscita verdaderos go-ces artísticos. Sin actividad do espíritu, nohay placer estético. La forma especial de ac-tividad que indicamos para escuchar la mú-sica es la que conviene mejor á este arte di-vino, porque sus producciones no se encier-ran en límites fijos, ni se presentan ante nos-otros de una vez, sino desarrollándose pro-gresivamente para nuestros oidos, y por con-siguiente no exigen del que escucha la aten-ción que insiste sobre un mismo punto, óla interrupción arbitraria, como un cuadro,sino que obligan á la inteligencia á proseguiracompañando rigorosamente, paso á paso, sildesenvolvimiento. El camino que recorre laimaginación siguiendo al oirías ciertas com-posiciones complicadas, puede llegar á ser unverdadero trabajo; trabajo que pocos realizanfácilmente, y que hasta parece antipático áalgunas naciones musicales. La uniforme pre-ponderancia de una sola parte melódica en lositalianos, toma su razón de ser en la naturalrepugnancia de este pueblo al esfuerzo inte-lectual persistente, que tan poco cuesta alhombre del Norte y le permite desenredar sincansarse los entrelazados de un complicadotejido armónico y contrapúntico. Por eso go-zan más fácilmente los oyentes cuya imagi-nación es poco activa; esos pueden oir sin pes-tañear, cantidades de música que harían tem-blar al.que considerase como asunto grave laaudición de una obra musical.

El elemento espiritual necesario en todogoce artístico, tiene muy diversos grados deactividad en los oyentes de una misma obra;

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puede ser el mínimun en las naturalezas sen-suales ó sentimentales, y hacerse infinito enaquellas en que domina la inteligencia. Anuestro entender, para encontrar el términomedio es fuerza inclinarse un poco hacia estaúltima parte. El débil se embriaga fácilmente.La manera de escuchar verdaderamente esté-tica, es por sí sola un arte (1).

El desarreglo sentimental correspondeprincipalmente á esos oyentes cuya culturaartística no llega á hacerles comprender labelleza musical pura. El aficionado no hacemás que oír la música que escucha; el artistaante todo la eomprende. Cuanto más desarro-llada está en el oyente la facultad estética (lomismo que en la obra la estética belleza), tantomenos se hace sentir la influencia de los sim-ples elementos. Por eso el vetusto axioma delos teóricos: «la música grave despierta ennosotros la tristeza; la animada nos producealegría,» tomado en absoluto está muy lejosde ser siempre exacto. Si un réquiem vacío desentido, una ruidosa marcha fúnebre, ó unplañidero adagio, tuviesen el poder de causar-nos tristeza, ¿quién soportaría la existenciaen tales condiciones? Pero, que una obra mu-sical nos mire de frente con los claros y bri-llantes ojos de la belleza, y estaremos sujetosá su invencible encanto aunque la composi-ción tuviese por tema todos los dolores de la

(1) Era natural, en el temperamento romántico y des-arreglado de W. Heinse, que desdeñase la belleza pura-mente musical por las yagas impresiones del sentimiento.Llega á decir en su novela musical Hildegarda de Hohen-thal: «La verdadera música... marcha siempre sin obstácu-los hacia el fin de hacer penetrar ea el alma del oyente elintimo sentido de las palabras y el sentimiento, con talfacilidad, tan agradablemente, que nadie se aperciba deimedio empleado. Esa música dura eternamente; es natu-ral, hasta el extremo de que no se le haga caso al escu-charla, pues solo se destaca el sentido de las palabras.»

Por el contrario, no se goza de la estética de la músicamás que cuando se concentran en ella todas las facultades,toda la atención de que sea capaz, asimilándose todas lasbellezas que le 3on propias. Heinse, á quien no podemosnegar nuestra admiración por el talento con que ha sabidoescudrinar y adivinar á la naturaleza, es más estimado delo que merece, en cuanto concierne á la poesía, y sobretodo á la música, ©n la penuria que nos aqueja de buenostrabajos sobre la estética musical, se han acostumbradoen Alemania á ver por sus ojos, y á citarle como maestro.Nadie era capaz de conocer y hacer notar loa grandes erro-rea y muchas necedades que de extraña manera se amal-gaman en este autor con cierto número de reparos y ob-servaciones fecundas é ingeniosas. Su ignorancia en músi-ca lo sugiere los más singulares juicios estéticos; por ejem-plo, en sus analista de las óperas do Gluck, Jomelli, Traet-ta, etc., el lector que tiene derecho íi que le hablen técni-ca y razonadamente, no encuentra otras apreciaciones queexclamaciones entusiastas.

humanidad. El más alborotador y petulantefinal de Verdi; la loca desenvoltura de los ri-godones de Musard, nunca nos han causadoverdadera alegría.

El partidario del sentimiento averigua sital música es triste ó alegre; el • músico pre-gunta si es buena ó mala. Este sencillo y cortoparalelo basta para dar idea de la situaciónde entrambos ante la eternal belleza.

Hemos dicho que el placer estético se mideper el "valor artístico de la obra musical; perono pretendemos que algunos efectos sencillí-simos, como por ejemplo, la llamada con elcuerno délos Alpes, ó una tirolesa oida a lolejos en la montaña, no puedan conmovertanto, y aun más á veces, que la más hermo-sa sinfonía. En esos casos, la música entra enel radio de las bellezas puramente naturales.No se trata ya de un pintoresco cuadro com-puesto con tiempo y á placer, sino de un efec-to físico que puede armonizarse con el paisajey la disposición de ánimo del viajero hasta elpunto de que el placer que le produzca seamayor para él que cualquier otro placer artís-tico. La parte elemental de la música venceentonces en cuanto á la impresión de que esorigen, á su parte artística: el estético soloconsidera á esta última, y no reconoce otrosefectos que los que la música, producción de]humano espíritu, ofrece á la pura contempla-ción como resultado de la obra consciente delos factores elementales.

La condición más esencial del placer esté-tico es que se escuche la obra musical por sipropia tal cual sea y tal cual sea la ilustración,del auditorio. Cuando la música no es más queun medio para conducirnos á cierto estadomotftl, toma lugar entre los accesorios ó lasdecoraciones, y deja de obrar como puro arte.Confundiendo tantas veces como se confundensus elementos con su belleza artística, se to-ma la parte por el todo y se establece unaconfusión sin nombre. Los más de los juiciosque sobre la música se hacen cada dia, no re-caen precisamente sobre ella, sino sobre elefecto material de sus elementos primitivos.

Cuando Enrique IV en la tragedia de Sha-kespeare de que es héroe, hace tocar la mú-sica en el momento de morir (II parte, IV, 4),no es seguramente por escuchar la composi-ción que van á ejecutar, sino para que le aduer-man los sonidos. En el Mercader de Veneeia,Porcia y Bassanio no están tampoco dispues-tos durante la fatal elección del cofrecillo, áescuchar la música que piden. Johann Straussha puesto en sus mejores walses mil cosas

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lindas é ingeniosas, que no se atienden cuan-do se quiere valsar á compás. En tales casosimporta poco la elección de la música, bastacon que produzca el efecto general deseado.Esa indiferencia por el carácter individual dela composición, no es hacia la música que seoye, sino por los efectos sonoros que se expe-rimentan. Para oir verdaderamente, paraapreciar la música en lo que vale, es fuerzano solo recibir el efecto sentimental de con-junto, sino también y sobre todo, asimilarse laobra misma con su carácter distintivo y sunaturaleza especial. Las impresiones que ele-van el alma y su gran importancia psicológi-ca y fisiológica, no pueden impedir á la críticaque juzgue por el efecto producido, lo que per-tenece al dominio superior del arte y lo que essolamente elemental. En el estudio estético,la música debe ser considerada menos comocausa que como efecto, no como agente pro-ductor, sino como producto.

Tanto como sus efectos elementales, seconfunde con la música la general armonía,que es como su moderadora, pues le prestareposo y movimiento, consonancia y disonan-cia. El interés del arte y la filosofía en su es-tado actual nos prohibe adoptar el sentido an-tiguo de la palabra músiea que los griegos,como es sabido, hacían extensiva á todas lasartes y las ciencias, así como á la cultura delconjunto de las fuerzas morales. La célebreapología de la música en el Mercader de Vene-cia (V. I.)

The man ttial hath no mu3ie in himself,Ñor is not mov'd with concord of sweet sounrls,Is flt for treasona, atratagema, and spoila... (1).

se funda en la confusión que mencionamos'toma á la música por el principio de eufonía,concordancia y medida que la rige. En estafrase y en otras parecidas, podria reempla-zarse la palabra músiea sin que se desvirtuaseel pensamiento, con otras menos especiales,tales como-poesía, arte y hasta belleza. La mú-sica debe la preferencia que tiene, al poder desu popularidad. Los versos que siguen á losque acabamos de citar dan testimonio de ello:la influencia calmante de los sonidos sobre lasfieras se celebra altamente, lo cual provocaun nuevo elogio de la música.

En este género nos proporcionan instruc-tivos ejemplos las «explosiones musicales» deBetuna d'Arnim: así llamaba Goethe por ga-lantería á las cartas sobre la música de estacélebre iluminada. Verdadera sacerdotisa del

entusiasmo indeterminado, Bettina demuestra(sin querer por supuesto) cuan abusiva es laextensión que se complacen en dar á la ideade «música» para poder modificarla á su pla-cer. Creyendo hablar de la música misma, nohace más en toda su correspondencia que es-forzarse en describir la impresión bien pocodefinida que su alma recibe, y cuya voluptuo-sa alucinación busca siempre, para sustraer-se á cuanto s«a pensamiento, reflexión ó exá~men. En la composición musical ve tan solouna especie de producto natural, y piensa queestudiarla seria perder el tiempo: no reconocela obra del humano espíritu; solo comprendela música como colección de fenómenos físi-cos. Aplica de continuo á esos fenómenos laspalabras músiea, musical, y no.se apercibe deque no tienen de común con el arte más queuno ú otro de sus elementos, la consonancia,el rjtmo, etc. Ahora bien, en la estética no setrata en modo alguno de esos factores, sino dela manera con que están combinados y dis-puestos para que su concurso produzca laobra de arte. La romántica señora llega á ca-lificar á Goethe de gran músico. Goethe estájuzgado hace ya tiempo, y por cierto de dis-tinto modo que como Bettina hubiera querido.

Respetamos el derecho de las civilizacioneshistóricas y las licencias poéticas; compren-demos que Aristófanes en las Avispas hayacalificado á un talento cultivado de «sabio ymusical» ?o<pov xxi>3uervxáv; nos parece cuer-da la expresión del Conde Reinhardt al decirque OEhlenschlager «tenia ojos musicales.»Pero las consideraciones científicas no debenhacer nunca que se una á la música otra ideaque la de la estética, si no se quiere renunciardel todo ala esperanza de que llegue un diaá consolidarse esta ciencia tan frágil hastaahora. • •

EDUARDO HANSLICK.

(1) El hombre que no lleva música en sí propio, á quienno conmueve el dulce acorde de los sonidos, es capaz de co-meter traiciones, engaños y rapiñaa.

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NÚM. 266. MISCELÁNEA. 415

MISCELÁNEA.

LA. VIDA ESTUDIANTIL EN ALEMANIA.Tanto se ha escrito por observadores su-

perficiales y viajeros al vapor acerca de lavida universitaria en Alemania, presentandopor lo general informes y miras erróneas, queel que esto escribe, antiguo estudiante ale-mán, se ha visto tentado á hacer el siguientebosquejo:

El estudiante alemán, aunque entre en laUniversidad á la edad de 16 años, ya es consi-derado un hombre, y tratado como tal, contodas las responsabilidades del hombre hecho,y se le enseña por el ejemplo, por el preceptoy por un sentimiento innato de honor, á serun caballero. Todos los muchachos alemanesse acostumbran á tratar a sus mayores ó igua-les con respeto, y á medida que crecen enaños, reclaman y esperan las cortesías queellos han estado acostumbrados á observar.Levantar el sombrero al saludar, es universalentre los alemanes de todas" clases, y este actode cortesía nada quita á la idea de la propiaestimación.

El cuerpo, ó más propiamente, el «cuerpode armas,» son clubs de estudiantes que existen en todas las Universidades y que tienensus cuerpos aliados en otras Universidades,con las que mantienen relaciones amistosas;así es que un estudiante, de Gotinga encuentraal momento un gran número de amigos entrelos bávaros de Heidelberg ó los estudiantes deNassau en Wurzburgo. Su gorra bordada ytricolor es suficiente recomendación, y entrela ardiente j uventud de una Universidad, q uie-ra ó no quiera, es el recipiente de inmediatahospitalidad y ofertas de servicio. Existe unaverdadera masonería, y en caso de contienda,insulto ó duelo, el estudiante extraño recibela protección del cuerpo con el que el suyo sehalla en buenas relaciones. Los miembros deestos clubs son durante la vida universitariaverdaderos «hermanos de un cuerpo.»

Esta institución peculiar esta protegidapor las autoridades;1 y es el legítimo vastagode los'antiguos clubs políticos do los estudian-tes de otros tiempos. Aun conservan sus nom-bres nacionales pero han perdido su lazo deunión política. En aquellos tiempos los estu-diantes estaban aun más favorecidos que aho-ra en los privilegios que poseían, tales comoviajar por la mitad de su costo en los cochesy vapores; exención de ser castigados pordeudas, y por extravagante y ofensiva quefuera su conducta, rara vez eran castigados.¿Quién puede figurarse hoy al príncipe Bis-rnarck y al célebre historiador Motley tirán-dose pedacitos de pan y rociándose con café,mientras que el posadero arengaba en favorde sus tazas de china, sus cuadros y sus pare-des pintadas de nuevo?

Cada cuerpo está gobernado por tres ofi-ciales superiores, llamados primero, segundoy tercer encargado. Estos tres oficiales decada club forman unidos un congreso de de-canos en cada ciudad, que decide todas lascuestiones de interés .local, y hay además un

supremo congreso de decanos que lo formanlos primeros encargados de todos los cuerposde Alemania, y se reúnen anualmente en elcastillo de Korsen, edificio medio derruido enel centro del país, para decidir las gravescuestiones de interés general; y estas sonfrecuentemente de gran importancia para losestudiantes, como también á veces para lasmismas Universidades. Las decisiones y opi-niones de estos congresos, tanto locales comogenerales, se tratan con gran respeto por lasautoridades de las Universidades, que procu-ran por este medio enseñar á los jóvenes ágobernarse por sí mismos, é intervienencuanto menos les es posible en su conducta,y esto solo del modo más paternal. Una amo-nestación, reprensión, consejos, raras veces;algunos dias de confinamiento en la prisión delos estudjantes, y acaso la expulsión en casosextraordinarios, son los únicos medios de go-bernar y contener, y con dificultad se encon-trarán reuniones más decentes y dignas cjuelos cuerpos de estudiantes de las Universida-des alemanas.

Tal vez no carezca de interés mencionaruna ceremonia particular que ocurre anual-mente en las reuniones del castillo de Korsen,Será necesario decir primero que los estu-diantes están divididos en dos clases: foxes,(zorros), ó sea los que no han completado annsu primer año de estudios, y bursehen, que seencuentran en el segundo año, y han adqui-rido todos los privilegios de la edad y la ex-periencia. El castillo está situado en la cimade una colina más ó monos inaccesible en di-ferentes lados, y dominando una vasta regiónfértil. Como en épocas pasadas sostuvo ata-ques bajo el mando de Ios-barones, ahora deboser tomada por asalto por los foxes. Las puer-tas desvencijadas, los arcos y las poternas sellenan con materiales, cajas vacías, barrilesvacíos, y todo lo que se halla á mano, y lasantiguas murallas están defendidas por losbursehen, cuya única arma defensiva es cer-veza, y como toda ésta se encuentra dentrodel castillo, los foxes solo anhelan comenzarel á#alto. A la señal convenida, cubiertos conmantas ó sacos de harina, con las levitas ylos chalecos puestos al revés, y con los som-breros en los bolsillos, y viejos cubos á guisade yelmos, los más jóvenes se precipitan alataque. Las fortificaciones no se defiendenmuy tenazmente, y al fin triunfan, más ó me-nos empapados con la cerveza que se ha arro-jado sobre ellos. ¡Honor á los valientes chi-cos! Es una que no puede olvidarse fácilmen-te, una escena de alegría y de carcajadas, es-pecialmente si, como sucede con frecuencia,algún muchacho modesto y recogido, que haprocurado ponerse á cubierto de la lluvia decerveza, cuando el asalto ha concluido y seadelanta tranquilamente en la sala del casti-llo, es recibido con un diluvio de cerveza detodas partes, que lo.convierte en objeto de larisa general. La más intensa alegría reinahasta que se hace de noche, y entonces des-cienden todos á la apacible aldea á orillas delencantador rio cuyo nombre he olvidado, don-de, durante la noche la cerveza bávara, en ellenguaje de sus cantos, tiene más favorece-

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dores que la ambrosía de los dioses. No losjuzguemos desfavoramente por esto, pues co-mo dice el proverbio alemán,

"Quien no ama el canto, la mujer y el vino,Es toda su vida un gran pollino..iAl siguiente dia empiezan los asuntos sé"

rios del congreso, que regularmente duran dosó tres dias.

El principio de honor es la guia de acciónpara los cuerpos de estudiantes. Cuando unoes acusado de un acto deshonroso, el cuerpoá que pertenece le juzga, ó el consejo ds losdecanos, y si se le halla culpable, se le consi-dera deshonrado por más ó menos tiempo, óen perpetuidad. Durante ese tiempo nadie de-be asociarse con él, bajo pena del mismo cas-tigo. Se verá de este modo que los estudiantesgozan de un gran poder, pero del que no abu-san, sea dicho en honor de la verdad.

Los estudiantes de cuerpos, aunque rarasveces comprenden más de la cuarta parte delnúmero total matriculado en una Universidad,son en todos conceptos los mejores en posición,nacimiento, talento y físico. Libres de la dis-ciplina de la escuela y del hogar, con frecuen-cia son demasiado vivos, descuidados y amigosde todas clases de diabluras. Sin embargo, yavan pasando los tiempos en quelos estudiantesno conocían más ley que su voluntad; pero enmuchas de las ciudades extrictamente univer-sitarias, tales como Gotinga, Heildelberg, Je-na, Bonn, Halle y otras, el estudiante tieneaun su propia policía, ala que rara vez se atre-ve á resistir. Pero ¡ay del policía ordinario quese aventure á intervenir! Pronto medirá elsuelo, con pocas esperanzas de tomar la repre-salia. Por esta razón los policías municipalesvan siempre en parejas.

Los desafíos de los estudiantes de cuerposson de dos clases: «amistosos,» y «serios,» yregularmente se verifican con una espec:e deespadones de abultada empuñadura á manerade cesto, afilados por ambos lados unas pul-gadas desde la punta. En los duelos ordinarioslos hombres de diferentes clubs se emparejansegún su habilidad, por los oficiales de sus res-pectivos cuerpos, ó tal vez un burehs desafiaá otro burehs de un cuerpo rival. Si se sabeque ambas partes son poco más ó menos delmismo calibre, se les permite pelear. El lugarescogido es algún cuarto privado, ó al aire li-bre según la más ó menos severidad de las au-toridades del lugar en reprimir esta costum-bre. Pero en todas circunstancias los foxes, óestudiantes de seis meses, se estacionan comocentinelas para anunciar la llegada de los po-licías, espías ii oficiales. Estos últimos siemprese aproximan pausadamente cuando lo hacen,lo que es muy raro, excepto después de desafiosangriento ó fatal y los combatientes tienentiempo de sobra para hacer desaparecer todaslas señales de sus anti-pacíficas intenciones.

En un duelo amistoso los principales estánprotegidos por un sombrero con una viserapesada sobre los ojos, un cuello bastante duroal rededor de la garganta para proteger layugular, y un peto bastante espeso para prote-ger el pecho y costados. Los padrinos, que sonbursehen, pero no maestros de florete, aunque

bastante hábiles con sus arrnas¿ permanecenal lado, y frecuentemente, si sus principalesse hallan en una situación desventajosa, apar-tan un golpe peligroso, dando por excusaque una mosca se habia parado en la narizdel ahijado, ó alguna otra razón tan plausi-ble como esta, la que se acepta al punto porarbitro. Después de pelear unos diez minutos,según el uso de cada Univeridad, ó si lo pideuna de las partes, el desafío se considera ter-minado, á menos que se hubiera acordadopreviamente que terminara con una heridaque requiera ser cosida.

En los desafíos serios, no se usa ni som-brero, ni visera, ni el collar de que arriba sehace mención, y no se permite que interven-gan los padrinos, y se emplea la espada, el sa-ble ó la pistola. A veces han tenido resultadossiniestros. .En Jena hubo un tiempo que estu-vo de moda el empleo de la espada corta, loque necesariamente era muy peligroso.

TEATROS.Los conciertos verificados el domingo y

martes últimos en el teatro y circo del Prínci-pe Alfonso, estuvieron tan concurridos comolos tres primeros de la presente temporada.Las piezas más aplaudidas en el del domingofueron la Danza macabra, de Saint-Sáéns; Elbuque fantasma, de "Wagner, y el Largheto delquinteto de Mozart; y en el del martes, el An-dante favorito, de Beethoven, la romanza paraviolin del mismo maestro, y las overturas deFreischüh Tanhausser y Carnaval de Veneeia.

El drama Cruz y corona, estrenado última-mente en el teatro Español, ha proporcionadouna merecida ovación á su autor el Sr. Ca-viedes.

Con igual justicia se ha aplaudido en elteatro de la Comedia un delicioso juguete có-mico en dos actos, debido á la elegante y cor-recta pluma riel conocido poeta D. EduardoBustillo,yen cuya ejecución se distinguenmucho los inteligentes actores Sres. Zamacoisy Romea.

BIBLIOGRAFÍA.

El materialismo desenmascarado, por A. H.Simonin, traducción de C. P- V.—Un tomo en4.° menor, de 252 páginas.—Madrid, 1878. Sa-turnino Calleja, editor.

Precio 4 pesetas. Los pedidos pueden diri-girse á la casa editorial de Medina, Camnpma-nes 8, Madrid.

Vida del almirante D. Andrés Depes, minis-tro de Marina, por D. Adolfo de Castro. Un vo-lumen en 16." de 94 páginas. Cádiz, 1879. Im-prenta de la Revista médica.