Revista de Historia Económicadocubib.uc3m.es/RHE/1992/N01-Invierno-1992.pdf · de una metodología...

218
Revista de Historia Económica Año X Invierno 1992 N.° 1 Editada en la Universidad Carlos III FEDERICO: Historiografía del desarrollo económico italiano DÍEZ: Crisis gremial y sedería valenciana - VALDALISO: La transición de la vela al vapor en la flota mercante española - HABER: Concentración industrial, mer- cado de capital y redes familiares en Brasil, México y EE.UU. - MORELLÁ: El producto industrial de posguerra RECENSIONES ALIANZA EDITORIAL en colaboración con el Centro de Estudios Constitucionales

Transcript of Revista de Historia Económicadocubib.uc3m.es/RHE/1992/N01-Invierno-1992.pdf · de una metodología...

Revista de Historia Económica

Año X Invierno 1992 N.° 1

Edi tada en la Univers idad Carlos III

FEDERICO: Historiografía del desarrollo económico italiano DÍEZ: Crisis gremial y sedería valenciana - VALDALISO: La

transición de la vela al vapor en la flota mercante española - HABER: Concentración industrial, mer­

cado de capital y redes familiares en Brasil, México y EE.UU. - MORELLÁ: El producto

industrial de posguerra

RECENSIONES

ALIANZA EDITORIAL

en colaboración con el Centro de Estudios Const i tucionales

PATRONATO

Gabriel Tortella (Presidente) Felipe Ruiz Martín (Presidente de la Asociación de Historia Económica) Francisco Laporta (Director del Centro de Estudios Constitucionales) Rafael Martínez Ales (Director de Ediciones, Alianza Editorial) Alberto Lafuente Félez (Vocal Comisión Gestora de la Universidad Carlos III de Madrid)

CONSEJO DE HONOR

Lucas Beltrán (Univ. Complutense) Jordi Nadal (Univ. de Barcelona) Rondo Cameron (Emory Úniversity) Nicolás Sánchez-Albornoz (New York Uni-Antonio Domínguez Ortiz (Real Academia de versity)

la Historia) Manuel Tuñón de Lara (Univ. País Vasco) Richard Herr (U. C , Berkeley) Pierre Vilar (E.H.E. París)

CONSEJO ASESOR

Rafael Anes (Univ. de Oviedo) Carlos Marichal (Colegio de México) Antonio-Miguel Bernal (Univ. de Sevilla) Carlos Martínez Shaw (Univ. de Barcelona) Francisco Bustelo (Univ. Complutense) Manuel Moreno Fraginals (Inst. de Historia, Albert Carreras (Inst. Univ. Europeo/U. Pom- La Habana)

peu Fabra) José Morilla (Univ. de Alcalá) John Coatsworth (Úniversity of Chicago) Marco Palacios (Duke Úniversity) Roberto Cortés Conde (Univ. San Andrés) Vicente Pérez Moreda (Univ. Complutense) Fausto Dopico (Univ. de Santiago de Com- Jaime Reis (Universidade Nova de Lisboa)

postela) David Ringrose (U. C , San Diego) Eloy Fernández Clemente (Univ. de Zaragoza) Pedro Schwartz (Univ. Autónoma de Madrid) Josep Fontana (Univ. Pompeu Fabra) Julio Segura (Fundación Empresa Pública, José Luis García Delgado (Univ. Complutense) Madrid) Peter Hertner (Inst. Europeo Universitario) Pedro Tedde de Lorca (Banco de España) Herbert Klein (Columbia Úniversity) Gianni Toniolo (Univ. di Venezia) Enrique Llopis (Univ. Complutense) Jaume Torras (Univ. Autónoma de Barcelona) Jordi Maluquer de Motes (Univ. Autónoma Eugene N. White (Rutgers Úniversity)

de Barcelona) Vera Zamagni (Universitá di Cassino)

Director: Leandro Prados de la Escosura Secretario: Pedro Fraile Balbin

CONSEJO DE REDACCIÓN

Carlos Barciela (Univ. de Alicante) Mercedes Cabrera (Univ. Complutense) Sebastián CoU (Univ. de Cantabria) Francisco Comín (Univ. de Alcalá) Javier Cuenca (Waterloo Úniversity) Ángel García Sanz (Univ. de Valladolid) Pablo Martín Aceña (Univ. de Alcalá) Clara Eugenia Núñez (UNED, Madrid) Jordi Palafox (Univ. de Valencia) David Reher (Univ. Complutense) Carlos Rodríguez Braun (Univ. Complutense) Caries Sudriá (Univ. de Barcelona)

Revista de Historia Económica

Año X Invierno 1992 N.° 1

Editada en la Universidad Carlos III

ALIANZA EDITORIAL en colaboración con el Centro de Estudios Constitucionales

ALIANZA EDITORIAL

La correspondencia con la REVISTA DE HISTORIA ECONÓMICA

debe dirigirse al Director de la misma:

Universidad Carlos III Departamento de Economía

C/ Madrid, 126, 28903 Madrid Teléfono 6249645. FAX 62497 57 ó 6249875

Suscripciones: ALIANZA EDITORIAL

C/ Milán, 38. 28043 Madrid Teléfono (91) 3000045. FAX (91) 3882339

PRECIOS 1992

NUMERO SUELTO

España

1.400 ptas.

Extranjero

17$

SUSCRIPCIÓN ANUAL

España

4.200 ptas.

Extr, anjero

55$

Distribuye: GRUPO DISTRIBUIDOR EDITORIAL

C/ Ferrer del Río, 35. 28028 Madrid Teléfono (91) 3610809. FAX (91) 35657 02

Depósito legal: M. 29.208 - 1983 I.S.S.N.: 0212-6109

Imprime: Fernández Ciudad, S. L. Catalina Suárez, 19. 28007 Madrid

NORMAS PARA EL ENVIÓ DE ORIGINALES

1. La Revista de Historia Económica considerará la publicación de trabajos de muy diversa índole, siempre que demuestren un alto nivel de calidad y se enmarquen dentro de la historia económica entendida en sentido muy amplio. Sea cual sea el tema tratado, sin embargo, deberá hacerse mención explícita de la contribución del trabajo a la historia económica en un ámbito más general, ya sea por un tratamiento distinto o más profundo del problema ya identificado en la historiografía, por la aportación de datos no conocidos orientada a la solución de un problema histórico concreto, o por las aplicaciones potenciales de una metodología nueva o más refinada en contextos diferentes.

2. El original y dos copias de cada texto se enviarán a Revista de Historia Económica, Departamento de Economía, Área de Historia Económica, Despacho 6.13, Teléfono 624.96.45, c/ Madrid, n.° 126, 28903 Madrid, Fax 624.9875. No se devolverán los originales no solicitados.

3. Los trabajos de investigación y demás textos deben ir mecanografiados a doble espacio y no exceder de 30 páginas (10.000 palabras), incluidos cuadros, gráficos y mapas. Cada texto deberá ir precedido de una página que contenga el título del trabajo, el nombre del autor o autores, dirección completa, teléfono y número del N.LF., así como un breve resumen del trabajo de aproximadamente 100 palabras, en españolj en inglés. Así mismo, deberá enviar el autor un breve curriculum vitae, de 40 palabras aproximadamente de extensión.

4. El texto y símbolos que se desee aparezcan en cursiva deberán ir subrayados y los que se desee en negrita, con subrayado doble.

5. Las referencias bibliográficas irán al final del trabajo bajo el epígrafe Bibliografía, ordenadas alfabéticamente por autores y siguiendo siempre el orden: apellido (en mayúsculas), nombre (en minúsculas) del autor, año de publicación (entre paréntesis y distinguiendo a, b, c, en caso de que el mismo autor tenga más de una obra citada en el mismo año), título del artículo (entre comillas), o del libro (subrayado), lugar de publicación (en caso de libro), editorial (en caso de libro), número de la revista y, finalmente, páginas (pp. xxx).

6. Las notas a pie de página irán numeradas correlativamente en caracteres árabes y voladas sobre el texto. Todas las notas se incluirán al final del texto e irán a espacio sencillo. Las referencias bibliográficas se harán citando el apellido del autor o autores (en minúsculas), y entre paréntesis el año y, en su caso, letra que figure en la lista bibliografía, y, en su caso, las páginas de la referencia.

7. Se evitará en los trabajos un número excesivo de citas textuales que, en todo caso, si exceden de dos líneas irán a un solo espacio y con márgenes a ambos lados, distintos a los del texto principal. Por otra parte, en las citas textuales los intercalados que introduzca el autor del trabajo deberán ir entre corchetes, para distinguirlos claramente del texto citado.

8. Los cuadros, gráficos y mapas incluidos en el trabajo deberán ir numerados correlativamen­te y deberán ser originales, evitando reproducir información que sea fácilmente accesible o publicada en obras recientes. Cada cuadro, gráfico o mapa deberá tener un breve título que lo identifique y deberá indicar claramente sus fuentes. Los gráficos y mapas deberán ir en papel vegetal.

9. La Secretaría de Redacción de la Revista de Historia Económica acusará recibo de los originales en el plazo de treinta días hábiles desde la recepción, y el Consejo de Redacción resolverá sobre su publicación en un plazo no superior a seis meses. Esta resolución podrá venir condicionada a la introducción de modificaciones en el texto original. El no cumplimiento de estas normas puede ser causa de no admisión a examen de un artículo o de un considerable retraso en su tramitación y publicación.

10. Cuando los trabajos sean aceptados para su publicación, el autor enviará la versión definitiva mecanografiada y en diskette (preferiblemente en WP 5.1).

NORMAS PARA EL ENVIÓ DE RECENSIONES DE LIBROS

1. Se enviarán dos copias de cada recensión a la Revista de Historia Económica, Universidad Carlos III, Departamento de Economía, Área de Historia Económica, despacho 6.13, teléfono; 624 96 45, c/ Madrid, n,° 126, 28903 Madrid, Fax: 624 97 57 ó 624 98 75. AI final de la recensión, los autores incluirán su nombre y dirección completos, teléfono y número del N.I.F.

2. Las recensiones se remitirán mecanográficamente a doble espacio y no llevarán notas a pie de página. Cuando se incluyan referencias bibliográficas, éstas irán entre paréntesis en el texto de la recensión.

3. El encabezamiento de las recensiones seguirá el siguiente orden: nombre (en minúsculas) y apellido (en mayúsculas) del autor o autores del libro, título del libro (subrayado), lugar de publicación, editorial y año de publicación. Se hará notar si el libro incluye bibliografía e índice (de autores o materias), así como el precio, si es posible.

4. La Secretaría de Redacción de la Revista de Historio Económica acusará recibo de la recensión y resolverá sobre su publicación a vuelta de correo.

5. En los demás extremos, se observarán las normas que rigen para el envío de artículos originales.

COLABORAN EN ESTE NUMERO GiovANNl FEDERICO. ES Profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Pisa. Autor

de numerosos estudios sobre historia económica italiana en el siglo XIX. Actualmente concluye un libro sobre Italia en el mercado mundial de la seda.

FERNANDO DÍEZ. ES Doctor en Historia por la Universidad de Valencia y Catedrático de Enseñanza Media, Es autor de la obra Viles y Mecánicos. Trabajo y Sociedad en la Valencia Preindustrial (Valencia, 1990).

JESÚS M.» VALDAI.ISO. Doctor en Historia por la Universidad del Pais Vasco. Es Profesor Titular interino de Historia Económica en la Universidad del País Vasco. Autor de l^os navieros vascos

y la marina mercante en España, 1860-19}5. Una historia económica (Bilbao, 1991).

STEPHEN HABER. Doctor por la Universidad de Columbia. Es Assistant Professor en el Dpto. de Historia de la Universidad de Stanford. Autor del libro Industry and Underdevelc^prnent: The Industriali^ation of México, 1890-1940 (Stanford, 1989). Trabaja actualmente sobre el desarrollo del mercado de capital y la industrialización en el siglo xix.

ENRIC MORELLÁ. ES Licenciado en Economía por la Universidad de Valencia. Profesor de Historia e Instituciones Económicas en la Universidad Jaime I de Castellón. Realiza su tesis doctoral sobre la política fiscal del franquismo.

SUMARIO

P A N O R A M A S D E HISTORIA E C O N Ó M I C A

G I O V A N N I F E D E R I C O (Univ. Pisa): La historiografía sobre el desarrollo eco­nómico italiano en los últimos treinta años 11

ARTÍCULOS

F E R N A N D O D I E Z (Univ. Valencia): La crisis gremial y los problemas de la sedería valenciana (ss. XVUIXIX) 39

JESÚS M.i" V A L D A L I S O (Univ. País Vasco): La transición de la vela al vapor en la flota mercante española: cambio técnico y estrategia empresarial 63

S T E P H E N H. H A B E R (Univ. Stanford): Concentración industrial, desarrollo del mercado de capitales y redes financieras basadas en el parentesco: un estudio comparado de Brasil, México y los "Estados Unidos, 1840-1930 (1.* parte) 99

E N R I C M O R E L L A (Univ. Jaime I): El producto industrial de posguerra: una revisión (Índices sectoriales, 1940-1958) 125

R E C E N S I O N E S

C A R L O S L L O R C A BAUS: La Compañía Trasatlántica en las Campañas de Ultramar. Por Eugenio Torres Villanueva 147

S T E P H A N H A G G A R D : Pathways from the Periphery. The Politics of Growth in the Newly Industriah\ing Countries. Por Pablo Bustelo 150

JOÁM C A R M O N A B A D Í A : El atraso industrial de Galicia. Auge y liquidación de las manufacturas textiles (1750-1900). Por Concepción de Castro 154

F R A N C I S C O C O M Í N C O M Í N : Hacienda y Economía en la España Contemporánea

(1800-1936). Por Juan Hernández Andreu 157

A N T H O N Y D E J A S A Y : Social Contract, Free Ride. Por Carlos Rodríguez Braun. 160

J O S É L U I S C A R D O S O : O pensamiento económico em Portugal nos fináis do século XVIII, 1780-1808. Por Luis Perdices Blas 163

GoTTFRIED P L U M P E : Die I. G. Farbenindustrie AG. Wirtschajt, Technik und Politik, /í'04-7945. Por Nuria Puig 165

A L F O N S O S Á N C H E Z H O R M I G O : Valentín Andrés Alvares^ (Un economista del 27). Por Juan Velarde Fuertes 168

A L F R E D W . CROSBY: Imperialismo ecológico. La expansión biológica de Europa, 900-1900. Por José Domingo Sánchez Martínez 173

J U L I Á N C A S A N O V A : La historia social j los historiadores. Por Eloy Fernández Clemente 178

M A N U E L L U C E N A SALMORAL: Características del comercio exterior de la provincia de

Caracas durante el sexenio revolucionario (1807-1812). Por Emiliano Gil Blanco. 182

MiCHAEL KlTSON Y SOLOMOS SOLOMOU: Protectionism and Economic Revival: the British Interwar Economji. Por Concha Betrán Pérez 187

PANORAMAS DE

HISTORIA ECONÓMICA

LA H I S T O R I O G R A F Í A SOBRE EL DESARROLLO ECONÓMICO ITALIANO EN LOS ÚLTIMOS TREINTA AÑOS *

G I O V A N N I F E D E R I C O Universidad de Pisa

RESUMEN

Este ensayo analiza la histotiografía del crecimiento económico italiano moderno, distinguiendo entre los enfoques que consideran a Italia como un caso más en el proceso general de industrialización europea y aquellos que identifican unas características especiñcas y únicas del caso italiano. Se pasa revista también en este trabajo a los intentos de hallar una cronología del desarrollo en Italia y de establecer sus causas y condiciones.

ABSTRACT

This essays analyzes the historiography of Italy's modern economic growth. A distinction is made between those interpretations that emphasize the unique-ness of the Italian expetience and those that include Italy in the general process that started in Britain and spread to the rest of Europe through the nineteenth and twentieth centuries. In addition, the article surveys the most recent at-tempts to establish the timing, the causes, and the obstacles to Italy's economic growth during the last century.

1. I N T R O D U C C I Ó N

En estos últimos años el estudio de la historia económica parece decidida­

mente no estar de moda en comparación con otros campos de la historiogra-

* El autor expresa aquí su agradecimiento de manera especial a Luciano Cafagna, Stefano Fenoaltea, Renato Giannetti, Gianni Toniolo y Vera Zamagni por sus consejos sobre una primera versión del texto.

//

GIOVANNI FEDERICO

fía (historia social, historia de las mentalidades, etc.), y, dentro de su ámbito propio, en el enfoque general parece algo relegada a segundo plano. En efecto, las investigaciones tienden a centrarse en sectores más concretos (historia agraria, historia de la banca, husiness history, etc.) en vez de abordar los grandes temas del desarrollo económico. Este ensayo aprovecha la ocasión de dicho balance historiográfíco para volver a conectar con los grandes modelos interpretativos y analizar a la luz de los mismos algunos resultados de los trabajos de investigación llevados a cabo sobre temas específicos. La selección de estos últimos será correspondientemente parcial ' .

El tema se puede resumir globalmente en una pregunta sencilla: ¿por qué se ha desarrollado Italia? Esta pregunta asume en el trabajo historiográfíco concreto una doble valoración, ya pesimista, ya optimista.

— En el primer caso, probablemente el más frecuente, se supone implíci­tamente que el desarrollo industrial fue el «estado de naturaleza» que todos los países tenían que alcanzar, posiblemente siguiendo un modelo ideal; por ejemplo, el de la revolución industrial inglesa. Con respecto a dicho ideal, se considera la industrialización italiana como algo tardío e insatisfactorio (por varios motivos), y, por tanto, se pretende estudiar las causas de su «retraso» y de sus «distorsiones».

— E n el segundo caso, en cambio, el «explicándum» es la existencia misma de un proceso de desarrollo, vista como excepción histórica conseguida por un pequeño grupo de países. La industrialización italiana nos aparece en tal caso mucho más digna de destacarse teniendo en cuenta las desventajas de la península (superpoblación, escasez de tierras fértiles 2, carencia de recursos minerales) respecto a los demás países pertenecientes al club.

Es evidente que la distinción entre los dos «enfoques» no es totalmente nítida y que existen muchas posjciones intermedias; posiciones que están influidas por el clima político-social dominante. De manera esquemática se

' Para un cuadro de la evolución de la economía italiana en sus distintos períodos, cfr. Federico-Chesi (1987), Mori (1989), Toniolo (1980 y 1988) y Zamagni (1990). Para una mayor atención a las historias especializadas y bibliografías más amplias, cfr. los artículos de Castronovo (1979), De Rosa (1990) y (limitados al sector industrial) Avagliano (1988) y Bigazzi (1990).

^ Las consecuencias de la falta de recursos agrícolas son complejas. Por un lado, reduce eeteris paribus (es decir, a igualdad de otros inputs) el nivel de renta y torna difícil el desarrollo según algunos modelos (por ejemplo, basados en la exportación de productos primarios), y, por el otro, y precisamente por eso, puede tender decididamente a representar un estímulo dinámico para los demás (por ejemplo, para una especialización en el campo de la industria).

12

LA H I S T O R I O G R A F Í A SOBRE El. DESARROLLO ECONÓMICO ITALIANO EN LOS ÚLTIMOS TREINTA ANOS

podría decir que prevalece el «optimismo» en las fases de crecimiento económico, como es el caso de los años del milagro económico y del último decenio (atenuado, por cierto, en este último caso por las perplejidades «ecológicas» sobre la deseabilidad del desarrollo industrial), toda ve2 que el «pesimismo» prevalecería en las fases de crisis, como, por ejemplo, la posguerra primera y los años setenta ^. A menudo se percibe también el influjo de la postura política de cada autor (digamos, de nuevo esquemática­mente, que el «optimismo» es de derechas y que el «pesimismo» es de izquierdas), postura que se ha sacado a relucir explícitamente en algunos casos extremos en el contexto de determinadas polémicas científicas''. ^

Este artículo se puede dividir en dos partes. En la primera se aborda el debate sobre los grandes temas de la «periodicización» y de las causas del desarrollo, mientras que en la segunda se hace referencia a los resultados de los trabajos de investigación sobre temas específicos, haciéndose una distin­ción entre las «condiciones permisivas» ^ (existencia de un mercado, disponi­bilidad de tecnología y equilibrio de las cuentas con el extranjero) y «factores del desarrollo» (oferta de factores —capital y trabajo— y demanda de bienes) i . En ésta se tratará sobre todo del período que va desde la unidad hasta la primera guerra mundial, respetando una característica típica del debate historiográfico. Las premisas preunitarias se han solido a veces pasar por algo (no siempre, por supuesto), mientras que el período fascista se ha tratado separadamente (tal vez también por motivos políticos) y se ha dejado a los economistas la evolución posterior a la Segunda Guerra Mundial. Dicha disección temporal constituye una limitación para la comprensión de la evolución de larga duración.

' Como ya ha observado agudamente Morí (1977), cfr. igualmente la reconstrucción del debate por De Clementi, fundamentalmente crítica (1986).

•• Cfr. la polémica entre Romani y Romeo a propósito del comportamienl'3 de la producción agrícola en los años post-unitarios; cf. Federico (1982).

' Se definen en sentido negativo como las características cuya ausencia habría frenado fuertemente o impedido el proceso de desarrollo. La distinción entre condiciones requeridas y factores del desarrollo presenta, por lo demás, inevitables márgenes de arbitrariedad.

' La decisión de no dedicar un párrafo al papel del Estado, pese a su importancia en et ámbito del desarrollo, se debe a la complejidad de su influjo, ejercido a través de una pluralidad de mecanismos de acción (que han afectado a casi todos los aspectos del desarrollo), así como a la falta de una teoría global adecuada (que incluya también al proceso decisional).

13

GIOVANNI FEDERICO

2. E L D E B A T E SOBRE E L M O D E L O D E D E S A R R O L L O

2.1. Si se pasan por alto los trabajos precursores' ' , es posible hacer coincidir el inicio del debate con la publicación en 1947 de una selección de ensayos de Sereni escritos en los años de la guerra^. Su orientación es decididamente «pesimista», y en ellos se adopta una óptica explícitamente «revisionista». Se sostiene que el desarrollo habría sido más rápido y equili­brado si se hubieran atendido las reivindicaciones campesinas («revolución agraria») inmediatamente después de la unificación. De ese modo se habrían eliminado los «residuos feudales» en el campo y se habría ampliado el mercado para los bienes industriales manufacturados. En cualquier caso, Sereni no especifica el mecanismo económico ni presenta una definición explícita de los residuos feudales' .

Su ensayo suscitó, casi una década después, la respuesta de Romeo " , la cual inició a su vez una década de intensa discusión *'. El debate sucesivo (hasta los años ochenta) se puede dividir en dos fases; a saber, de la discontinuidad o (si se quiere personalizar) de Romeo-Gerschenkron, y de la continuidad o de Bonelli-Cafagna-Fenoaltea.

2.2. La idea de que los procesos de desarrollo eran discontinuos había sido tomada directamente de la teoría del desarrollo ^2, g j desarrollo habría debido iniciarse en un momento preciso del tiempo y manifestarse con una brusca aceleración del índice de crecimiento (llamada «despegue», «big spurt», etc.) con relación a los años anteriores, caracterizados más bien por el estancamiento y/o la formación lenta de algunas condiciones indispensables («prerrequisitos», según la jerga de la época) para el desarrollo. El análisis

' Morandi (1931), Tremelloni (1937) y Golzio (1942). * Sereni (1966). La postura de Sereni se ha articulado después en ulteriores ensayos,

recogidos en Sereni (1971). ' Cfr. las contribuciones al tema en Caracciolo (1969); sobre el tema del mercado se hablará

más adelante. 1» Romeo (1958). " Entre otras cosas, fue el único momento en que el debate entre especialistas pareció haber

suscitado cierto interés en el público en general (tal vez por la coincidencia con los años del «milagro económico»).

' Se trata de un sector de la teoría económica que se ocupa de los países atrasados, con la esperanza de descubrir las condiciones y las políticas económicas adecuadas para injertarles un proceso de desarrollo (con un hincapié especial en la historia de los países avanzados como potencial ejemplo a seguir). El evidente fracaso práctico del esfuerzo de desarrollo ha hecho que entre en crisis la idea misma de que debiera existir una disciplina económica especializada. Cf. Hirschman (1981), Cafagna (1989, pp. XIII-XX) y Chenery Srinivasan (1989).

M

LA H I S T O R I O G R A F Í A SOBRE EL DESARROLLO ECONÓMICO ITALIANO EN LOS ÚLTIMOS TREINTA ANOS

histórico habría debido, en primer lugar, especificar cada fase de desarrollo concreto, y, en segundo lugar, investigar sus causas.

La aplicación de tal planteamiento al caso italiano dio lugar al célebre debate entre Romeo y Gerschenkron ^^, debate que me parece lo suficiente­mente conocido como para no merecer que nos detengamos ahora sobre él detalladamente. Tan sólo mencionar tres puntos rápidamente:

a) Ambas tesis implican una datación radicalmente distinta de la discon­tinuidad (años 80 para Romeo y 1896-1907 para Gerschenkron), por lo que son empíricamente verificables sobre la base del comportamiento de la producción y de la renta. Las series históricas, publicadas precisamente en aquellos mismos años ''•, son, sin embargo, de difícil interpretación, sin que se haya disipado la incertidumbre en otros trabajos publicados posteriormen­te '5. Actualmente están disponibles cuatro series de la producción industrial, que representan un comportamiento distinto entre ellas, pero sin que ninguna confirme de manera inequívoca la existencia de un despegue.

b) Al ser «cerrados» ambos modelos (sin comercio internacional), ex­cluían por definición la posibilidad de explicar el desarrollo con un estímulo exógeno.

c) El debate versaba esencialmente sobre la valoración del papel del Estado. Romeo emitía sobre éste un juicio positivo, sobre todo en cuanto que habría creado los prerrequisitos indispensables de la industrialización (en primer lugar, los ferrocarriles); en cambio, Gerschenkron lo juzgaba negativo por los errores de política aduanera y por la construcción demasiado precoz de las redes ferroviarias " .

" Romeo (1961), Gerschenkron (1974) y Romeo-Gerschenkron (1961), Cfr. la exposición de Cafagna (1983b) y, para una valoración de la aportación de Gerschekron, Federico-Toniolo (1991).

'* En concreto, el índice de la producción industrial para los años 1881-1913 (Gerschenkron, 1955) y las series de la contabilidad nacional de 1861 a 1956 (que comprenden un índice análogo), ISTAT 81957), revisado por Ercolani (1969).

•5 A los del ISTAT y de Gerschenkron citados en la nota anterior se han añadido los índices de la producción industrial de Fenoaltea (1983) y Carreras (1991).

•<> Gerschenkron (1974), p. 82, La precocidad se da con relación al nivel de desarrollo de la industria siderúrgica y mecánica nacional, que se habría podido aprovechar sólo en una pequeña parte de la ocasión creada por la demanda de los productos (para el análisis de esta última, cf. más abajo). Una construcción más tardía, coincidente con el big spurt, habría incrementado la tasa de crecimiento de la producción mecánica y siderúrgica (evidentemente considerada como limitada del lado de la demanda),

15

GlOVANNl FEDERICO

2.3. La valide2 del esquema interpretativo discontinuo en el caso italia­no fue objeto de discusión por parte de Cafagna en 1965 *''. Este sostuvo que el proceso de industrialización se había articulado en más fases de desarrollo acelerado (años 1820-1850, años 80, hoom giolittiano, años veinte), con interva­los periódicos de crecimiento lento o de estancamiento (años 60-70, años 90, primera posguerra, la gran crisis). Cada una de estas fases (u «olas»), además de aumentar la renta per capita, habría aportado modificaciones estructurales irreversibles, que habrían constituido la base de la fase sucesiva.

La idea del desarrollo por olas parece ampliamente aceptada en la actualidad i^. La discusión se ha desplazado al tratamiento de las causas del ciclo propiamente tal, con una cierta reducción en las ambiciones respecto a la pregunta paralela sobre las causas del desarrollo. Las que se sugieren se pueden dividir en:

1) endógenas:

— Cambios en las expectativas empresariales determinados por cambios en el «clima político», es decir, en la previsión por parte de los inversores de las orientaciones, más o menos favorables, de la política económica ' ' .

— La inestabilidad financiera, transmitida al sector «real» a través de los efectos multiplicadores de la producción de bienes de inversión ^o. Dicha inestabilidad se debía al uso para la inversión a largo plazo del crédito bancario a corto plazo, vulnerable a las crisis especulativas, incluso a las de origen no industrial. La estabilidad del sistema dependía, pues, de la eficacia del banco central en su función de prestamista en última instancia (lo que explica en parte la fortuna diversa de las crisis de 1893 y 1907)^1.

, 2) exógenas:

— El crecimiento de la renta de las exportaciones de productos prima­rios 22. Renta que sólo se ha de considerar exógena en la medida en

' ' Cafagna, 1965, pp. 143 ss. '* Cf., no obstante, la nueva proposición del modelo de Romeo por parte de Pescosolido,

1977. 1' Fenoaltea, 1973a; cf. las criticas de Toniolo, 1988, pp. 224-7. 2» Warglien, 1987. 2' Sobre la crisis de 1907, cf. Bonelli (1971), mientras que sobre la de 1893 falta una

reconstrucción paralela de conjunto. 2 Bonelli, 1978, pp. 1196-1202. Se puede hacer remontar esta idea a lo que Cafagna ha

llamado el «protomodelo librecambista» (Cafagna, 1983b).

16

LA HISTORIOGRAFÍA SOBRE EL DESARROLLO ECONÓMICO ITALIANO EN LOS ÚLTIMOS TREINTA ANOS

que está determinada por los desplazamientos de la curva de la demanda mundial (causados a su vez por el incremento de la renta) ^3. Esta habría estimulado el desarrollo en parte directamente (a través del incremento de la demanda de bienes y de la mayor disponibilidad de capitales para la inversión) y en parte mediante la reasignación de los recursos gestionada por el Estado postunitario. En efecto, éste habría «drenado» parte de la propia renta, empleándola para la cons­trucción de infraestructuras y para el apoyo a industrias pesadas, incapaces de desarrollarse de otra manera 24.

— Las variaciones de las importaciones de capital, que habrían originado directamente fluctuaciones análogas en las inversioines internas -(sobre todo, en la construcción). Estas habrían estado determinadas por la abundancia relativa de capitales en el mercado mundial (causa ésta exógena por definición) ^5.

Estas hipótesis no se excluyen mutuamente, a no ser que introduzcamos una condición restrictiva de monocausalidad. La de Warglien es compatible con las demás en cuanto que considera esencialmente el mecanismo de la crisis que interrumpieron las fases expansivas. Las otras tres descubren las causas de la expansión, y cada una de ellas puede tener un poder explicativo mayor en una fase histórica. Por ejemplo, el mecanismo export-kd parece adecuado especialmente para el período preunitario ^6, y la afluencia de capitales puede explicar el boom de los años 80, mientras que su propia existencia parece dudosa para el boom giolittiano 2 . Este último podría estar

23 El crecimiento podría haber estado determinado de hecho por factores internos como el progreso técnico en la producción de exportables. Para aquilatar el carácter más o menos exógeno del mismo sería necesario un modelo explícito del mercado mundial.

2'' Bonelli, 1978, pp. 1205-1212. Esta idea comprende como caso particular el modelo de Romeo, en cuanto que contempla un período de tiempo más largo y una gama más amplia de los instrumentos de percepción y de los empleos de los recursos. Por otra parte, Bonelli es mucho más prudente que Romeo a la hora de juzgar las ventajas y desventajas de la acción estatal.

25 Fenoaltea, 1988a. Según dicho modelo, la disponibilidad de capital estaba regulada por las decisiones de los inversores ingleses sobre la base de la conveniencia relativa entre inversiones en el interior y en el exterior, teniendo en cuenta el riesgo. Estas creaban un ciclo de inversiones opuesto al inglés en los países destinatarios de capital, entre los que (dado un mercado mundial integrado) figuraba también Italia.

^í Las exportaciones totales no aumentaron (a precios corrientes) en los años 80, y el aumento del período giolittiano es en muy poco superior al de la renta. Sobre el comportamiento de las exportaciones de productos primarios solamente, cfr. Federico (1979), y, sobre su papel en el desarrollo, cf. Federico (1988, pp. 184 ss.).

2' Según los datos de la balanza de pagos (ISTAT, 1957), en cualquier caso no muy relevantes, Italia habría sido en el primer decenio del siglo incluso exportadora neta de capitales.

17

GIOVANNI FEDERICO

determinado por la suma de más estímulos exógenos y (¿sobre todo?) endógenos.

La complejidad del mecanismo de desarrollo y la presencia de más estímulos diversos parece confirmada por el distinto comportamiento secto­rial. El caso más claro es el de los años [...] a los años 80, período de crecimiento de la producción industrial y de boom en la construcción, pero de crisis o estancamiento en la agricultura. Además, durante todo el cincuentenio los distintos sectores industriales presentan un comportamiento distinto, con por lo menos tres patterns típicos: crecimiento lento y regular en los sectores tradicionales (textil, alimenticio), desarrollo rapidísimo partiendo de cero en los «nuevos» (eléctricos) y comportamiento claramente cíclelo de la industria mecánica (sobre todo, del lado de los bienes-capitales) y de la construcción ^8.

3. LOS F A C T O R E S R E Q U E R I D O S

3.1. La condición de existencia (o de creación en clave de desarrollo) de un mercado implica una doble valoración, institucional y económica. Es decir, se requiere ya la presencia de instituciones que garanticen un desenvol­vimiento seguro de las transiciones a costes compatibles con la actividad económica: la existencia de una red de intercambios (inclusive el de las informaciones) suficientemente articulada para hacer posible el disfrute de las ventajas de la división del trabajo.

El primer requisito no aparece en el debate sobre el desarrollo italiano, tal vez por razones simplemente cronológicas. En el período considerado la tutela de los derechos de propiedad era ya un hecho normal desde hacía unos cuantos decenios (a través de la adopción de instrumentos legales de tipo francés) 29, mientras que la imposición de vínculos a su ejercicio (ante todo, la legislación pro tutela de las clases trabajadoras, pero también las leyes pro reglamentación del mercado) se hallaba aún en sus inicios ^.

Además, los años sesenta habrían debido caracterizarse por una diferencia nítida entre un boom en la primera mitad del decenio (período de gran afluencia de capital gracias a los préstamos extranjeros) y un estancamiento en la segunda. En cambio, se caracterizaron por fluctuaciones aparentemente irregulares con un boom en 1866 (Ercolani, 1969, p. 408).

28 Fenoaltea, 1969, pp. 99-100. 2' Podían constituir una excepción algunas regiones meridionales, donde la falta de tutela en

las transacciones podía representar un grave obstáculo a la actividad empresarial (Banti, 1989, pp. 78^83).

'" Ambos temas han sido estudiados por los historiadores del derecho y los historiadores sociales, respectivamente. Faltan empero debates desde el punto de vista de las consecuencias sobre el desarrollo económico (y, a fortiori, estimaciones cuantitativas).

18

LA H I S T O R I O G R A F Í A SOBRE EL DESARROLLO ECONÓMICO ITALIANO EN LOS ÚLTIMOS TREINTA AÑOS

N o obstante, existen algunos trabajos sobre la creación del mercado en el sentido económico del término. Esta implica dos procesos distintos, si bien interrelacionados entre sí:

— La mercantilización en sentido estricto, definida como el crecimiento de la cuota de los intercambios de mercado sobre la producción y los consumos. A tenor de estimaciones basadas en fijentes microeconómi-cas, Italia parece un país relativamente avanzado desde este punto de vista ya en los años 80, como resultado más bien de factores seculares que del desarrollo económico propiamente tal-^'.

— La creación de un mercado nacional, es decir, la integración económi­ca de las distintas partes de la península. Dicha creación debería haber estado garantizada por la construcción de los ferrocarriles posterior­mente a la unidad. En la práctica, sin embargo, dada la ausencia de las necesarias complementariedades productivas, la oferta de los servicios de transporte tuvo un efecto mucho menor del previsto (y espera­do) ^ Todavía en 1911 los flujos de tráfico norte-sur eran muy reducidos, pudiéndose hablar de integración del mercado solamente en el norte ^3.

Por último, suscitó muchísimo interés la política aduanera, que se podría considerar en sentido lato como una forma de (artificiosa) ampliación de las dimensiones del mercado para la producción nacional a expensas de la concurrencia exterior. La situación de los estudios sobre este tema refleja fielmente la de la historiografía económica italiana: faltan análisis cuantitati­vos 3'', se sabe poco del proceso concreto de formulación de las tarifas y sobre el interrelacionado lobbying^^, si bien, a modo de compensación, abundan las hipótesis alternativas sobre la política optimal a adoptar:

' Federico, 1986. El elevado nivel de mercantilización estaba determinado de hecho a la vez por la composición social del campo y por la alta cuota de población urbana.

2 Sobre la falta de interdependencia, cfr. Cafagna, 1965; sobre la construcción de los ferrocarriles, cf Fenoaltea, 1984, y, sobre sus efectos macroeconómicos, cf. Fenoaltea, 1973b.

^ Zamagni, 1983. Sería interesante extender este tipo de cálculo a los años precedentes y, sobre todo, integrarlo según el índice clásico de la integración del mercado: la convergencia de los precios.

'*' Es preciso remontarse a los viejos trabajos de Lanino (1916) y de Capanna-Messori (1940) (sobre los cereales, cf. Federico, 1984). Dichos trabajos demuestran que las tarifas alcanzaron su objetivo (es decir, el desarrollo de las industrias protegidas a través de la sustitución de las importaciones), si bien en medida diversa según los sectores (y con costes evidentes en términos de la mala asignación los recursos).

35 Cf Prodi (1965-66), Del Vecchio (1978) y, sobre el arancel del grano, Serení (1971, pp. 117 ss.).

19

GIOVANNI FEDERICO

a) La librecambista radical. Esta niega a priori la conveniencia de forzar el desarrollo industrial recurriendo al proteccionismo. Italia habría debido, en cambio, proseguir con la política librecambista adoptada en 1861-63: habría permitido un desarrollo export-led explotando las ventajas comparadas, en los productos primarios ^^ o (según Fenoaltea) en la producción mecánica '^'^.

h) La librecambista moderada. Esta, si bien no niega la posible utilidad de la protección, critica la política adoptada con la tarifa de 1887 por la elección de los sectores objetos de apoyo. La protección de los cultivos de cereales y de la siderurgia habría aumentado de hecho el coste de los inputs

para los otros sectores más prometedores (química, mecánica, etc.) ^^.

c) La "••'->teccionista integral. Aun considerando indispensable la protec­ción al deSíi..^^-. ) industrial, critica la tarifa adoptada por las disparidades de tratamiento entre los sectores y defiende la necesidad de garantizar a todos un nivel análogo de protección 3'.

Para evitar lo engorroso de un debate a priori, cada una de estas counter

/actual hypothesis debería verificarse mediante un análisis costes-beneficios; pero es el caso que faltan estudios de esta índole''". De todos modos, los resultados no podrían ser más que parciales en cuanto que sería inevitable omitir los posibles efectos innovadores y dinámicos del desarrollo'•^

3.2. La disponibilidad de tecnología parece haber estado garantizada por la posibilidad de importación a costes relativamente contenidos (casi un bien público). Estos han inducido a (casi todos) los historiadores a asumir una actitud de admiración hacia los pocos precursores y de crítica hacia la gran masa de los empresarios, acusados de incapacidad no ya sólo de innovar en

^'> La idea de un desarrollo basado en la exportación de productos primarios, preferida por los librecambistas contemporáneos, se ve raramente adoptada por parte de los historiadores de forma radical. Nótese que no excluía a priori la oportunidad de un desarrollo industrial, sino que lo dejaba en manos de las fuerzas libres del mercado, las cuales habrían privilegiado a las llamadas «industrias naturales» (cf., a propósito de Cavour, Cafagna, 1962).

^ Cf. Fenoaltea, 1973a. Dicho desarrollo habría sido posible sin el gravamen que suponían los aranceles sobre los cereales (bien-salario por excelencia) y sobre el acero (materia prima principal). Queda por ver en qué medida se debían las dificultades del sector a tales agravamien­tos de costes o a la falta del necesario know-how técnico (y esta duda es a fortiori extensible al mercado mundial).

38 Gerschenkron, 1974, pp. 79-81. 3' Are, 1974, pp. 147-9 y 161-5. '"' La única excepción es una estimación por parte de Toniolo (1977) sobre los efectos de un

subsidio a la siderurgia en lugar del arancel sobre el acero. En la hipótesis más favorable, ésta habría incrementado la tasa de crecimiento de la industria, haciéndola pasar del 6,7 al 7 por 100.

•" Sobre tales efectos insiste mucho Sapelli (1991), siendo también la base del juicio positivo sobre la tarifa de 1887 por parte de Zamagni (1982, p. 14).

20

i.A HISTORIOGRAFÍA SOBRE EL DESARROLLO ECONÓMICO ITALIANO EN LOS ÚLTIMOS TREINTA AÑOS

sentido estricto (capacidad que parece solamente adquirida —en una medida por lo demás delimitadísima— en el siglo XX), sino inclusive de imitar a los países avanzados. En realidad, esta acusación presupone que la adopción de tecnologías «modernas» era por tanto oportuna''2. Dicha asunción no es necesariamente correcta: el aparente atraso técnico podía ser simplemente una reacción racional a la dotación de factores italiana a través de la elección de técnicas labour-intensive que emplearan al máximo el factor trabajo (abundante y a bajo precio) y ahorraran capital'•2. Por desgracia, las motivaciones y los resultados de las decisiones tecnológicas concretas han suscitado muy poca atención '*'•.

3.3. La interpretación más extendida sobre el comportamiento de la balanza de pagos es de tipo estructuralista-keynesiano. Se afirma que Italia estuvo sometida a la «amenaza periódica de deber postergar los objetivos de desarrollo» a resultas de la aparición de un déficit comercial ''^. Por un lado, el nivel de las exportaciones habría estado exógenamente determinado por el comportamiento del mercado mundial; por el otro, el de las importaciones habría estado determinado por el crecimiento del PNB, con una elasticidad elevada (dada la carencia estructural de maquinarias y materias primas). El riesgo de un desequilibrio de las cuentas con el extranjero durante las fases de desarrollo más intenso se habría evitado solamente gracias a circunstancias afortunadas: en los años 80 por movimientos de capital, y durante el boom

giolittiano por el activo de las partidas corrientes «invisibles» (turismo, remesas de los emigrantes).

Algunos trabajos recientes han sugerido una secuencia causal exactamente opuesta: habría sido el saldo neto de los movimientos de capital el que habría determinado el comportamiento de la balanza comercial (una afluencia neta de capitales habría causado el déficit, y no viceversa). Pero divergen a propósito de la causa de los flujos de capital. Los modelos monetaristas en sus distintas versiones— los atribuyen a factores internos; es decir, al saldo entre demanda (determinada por la renta) y oferta de moneda (autónomamen-

••2 Particularmente convencido de las ventajas de la adopción de tecnologías más modernas se muestra Sapelli, 1991 (enfoque más desplazado en el tiempo hacia nuestros días).

"•' Sobre la dotación de los factores, cfr. más abajo. '*'• Una excepción a dicho desinterés la constituyen los trabajos de Giannetti sobre la industria

eléctrica (Giannetti, 1985) y sobre los efectos de la disponibilidad de energía eléctrica sobre la adopción de tecnologías energf-ihtensive en la primera década del siglo XX (Giannetti, 1986). Se podrían recabar informaciones y apuntes de un análisis pormenorizado de los estudios históricos sobre las empresas.

"5 Cafagna (1973) y Bonelli (1978; cita en p. 1221).

21

GIOVANNI FEDERICO

te decidida por el Estado) '*" . En cambio, el modelo de Fenoaltea asume, como ya se ha recordado, que los movimientos de capitales estuvieron determina­dos exógenamente'*''.

En teoría, estos modelos implican mecanismos diferentes y podrían ser cuantitativamente verificables. Pero en la práctica tan sólo se ha sometido a una prueba explícita el monetarista, con resultados no plenamente satisfacto­rios. En efecto, aparecen notables discrepancias entre los niveles de los precios y de los tipos de interés italianos respecto a la paridad de poder adquisitivo (es decir, respecto a los niveles mundiales, calculados en liras según un tipo fijo de cambio). Para explicar tal discrepancia los autores apelan a la idea de un premio por el riesgo-Italia, variable según el juicio de los inversores extranjeros sobre la política económica ^^. Es, por tanto, digno de notarse que la complejidad de las relaciones causales y la escasa importancia de las series anuales necesarias para tales ejercicios de verificación tornen particularmente difícil alcanzar resultados concluyentes.

4. LOS FACTORES DEL DESARROLLO: LA OFERTA

4.L En la época contemporánea se ha considerado siempre a Italia como un país rico en trabajo y pobre en capitales. La primera característica era el resultado de la combinación de una población inicialmente muy densa y en crecimiento, y venía por lo demás confirmada por la emigración. La escasez de capitales para las inversiones productivas era una situación que lamentaban frecuentemente los agricultores y los industriales. Dicha escasez se ha consi­derado, por tanto, como un grave problema para el desarrollo, mientras que la oferta de fuerza-trabajo siempre se ha considerado abundante, por no decir incluso ilimitada'*'. Los estudios recientes han enriquecido y en parte modifi-

*<• Fratianni^Spinelli (1984 y 1985) y Spinelli (1988). *'' Fenoaltea, 1988a. La interpretación del comportamiento de la balanza de pagos está

estrechamente relacionada con la verificación de su modelo del ciclo (cfr. más arriba). F.n efecto, permite utilizar una combinación entre déficit comercial y trend (para las partidas invisibles) como proxy de los movimientos de capital que son la variable explicativa del ciclo.

** Fratianni-Spinelli, pp. 423-6. Los autores han intentado también una verificación de dos mecanismos diversos de ajuste a los shocks monetarios, llegando a la conclusión de que éstos implicaban también a la balanza comercial (para las variaciones de los precios relativos) y no sólo a los flujos de capital.

'" La posibilidad de un modelo de desarrollo de tipo clásico con oferta ilimitada de fuerza-trabajo la ha sugerido Toniolo (1973, p. 21); pero esta idea, a pesar de sus implicaciones potenciales, no ha sido retomada para el periodo que nos ocupa aquí (para la segunda posguerra, cf. Federico-Chesi, 58-60).

22

\

LA H I S T O R I O G R A F Í A SOBRE EL DESARROLLO ECONÓMICO ITALIANO EN LOS ÚLTIMOS TREINTA AÑOS

cade este cuadro, sin modificar, no obstante, el juicio sobre la dotación relativa de los factores.

4.2. Los historiadores del movimiento sindical han recogido varias informaciones sobre la formación de la clase obrera con la intención de descubrir las bases estructurales (económicas) de la formación y del compor­tamiento de las organizaciones sindicales 5". De dichas informaciones emerge el cuadro de un mercado del trabajo dividido en (por lo menos) tres segmentos, con una escasez relativa diferente:

— La mano de obra cualificada, a su vez compuesta por dos grupos diversos, los técnicos y los obreros especializados (capaces de utilizar maquinarias modernas) y los llamados obreros con oficio (es decir, dotados de profesionalidad del tipo tradicional semiartesanal). Ambos grupos se concentraban en el sector mecánico, eran bastante escasos y estaban bien pagados (y, por ende, representaban una excepción obvia a la hipótesis de la abundancia del factor-trabajo). Su posición difería, no obstante, respecto a la introducción de tecnologías modernas. Esta creó los obreros especializados e hizo desaparecer los obreros con oficio, o a través de procesos de exclusión y sustitución por mano de obra más dócil y de coste menor (especialmente femenina) 5i o a través de una pérdida lenta de posiciones, con una adaptación a la descualifi-cación 52.

— La mano de obra femenina e infantil no cualificada, típica del sector textil. Su oferta era muy abundante y a bajo precio, al estar formada por miembros de familias rurales que seguían viviendo en familia con los consiguientes bajos costes de mantenimiento. Sobre este modelo de integración entre agricultura e industria (o de la «industria extendi-

™ Cfr. Procacci (1961), Paci (1982) y Barbadoro (1977). Cfr,, en este volumen, el ensayo de Gozzini. A pesar de la óptica distinta, dichos trabajos ofrecen abundantes apuntes y datos (por desgracia, a menudo en forma poco sistemática) sobre salarios, cualificaciones, formas de contrataciones, movilidad, etc.

*' Dicho proceso ha sido estudiado con relación a los tejedores del Biellés italiano (Ramella, 1984), los cuales representaban, no obstante, un caso atípico dada la precocidad del proceso (desde los años 70) y la posesión de las tierras.

52 Véase el caso de los obreros de la Alfa Romeo (Bigazzi, 1988, pp. 95-108). Una fuente prometedora para la valoración de dichos procesos la constituyen los libros de matriculación de las grandes plantas industriales. Sobre tales libros se han realizado varias investigaciones, con resultados diferentes: en algunos casos prevalece efectivamente el obrero-masa (Biffoli-Lungone-Ui, 1985, para Piombino, y Tattara-Piva, 1983, para Mestre), mientras que en otros casos seguían siendo mayoría los obreros con oficio (Dewerpe, 1985b, para Ansaldo).

23

GIOVANNI FEDERICO

da») faltan todo tipo de investigaciones, exceptuando un volumen reciente, que, sin embargo, no aporta elementos cognoscitivos apre-ciables ^3.

— Los obreros varones sin cualificación. También en este caso la oferta potencial (gran parte de la población rural italiana) era muy abundan­te, aunque tal vez de no inmediata movilización 5''. La demanda provenía más bien del sector terciario urbano que de la industria en sentido estricto ^5. El incremento de la ocupación industrial dependía de la tasa de crecimiento global de los sectores industriales interesados y de la tasa de sustitución en su interior de la mano de obra menos cualificada como consecuencia del progreso técnico.

Estos segmentos se formaron con ritmos distintos, según los ritmos de desarrollo de dos distintos sectores industriales 56. Además, dada la distinta movilidad territorial, implicaban un pattern de afincamiento distinto. Los establecimientos —dispersos en el campo para las industrias que utilizaban mano de obra femenina, concentrados en las ciudades para las que exigían fuerza-trabajo cualificada y sin vínculos de localización para las que utilizaban obreros varones adultos no cualificados ^^— tendían a ubicarse en los centros urbanos con objeto de aprovechar las economías externas ofrecidas por su concentración. En cambio, los [ • . . ] (que formaban la masa de los emigrantes al extranjero), presumiblemente más dispuestos a desplazarse por el interior

53 Me refiero a Dewerpe, 1985a, sobre el cual comparto el juicio de Segreto, 1988. Cfr. los breves trabajos de Romano, 1978, y de Córner, 1984; desde el punto de vista cognoscitivo, sigue siendo fundamental Serpieri, 1910.

5'' Dicha consideración surge del comportamiento marcadamente pro-cíclico de la serie de los salarios de la industria de la construcción de 1861 a 1913 (Fenoaltea, 1985, p. 352). Esta última debería ser representativa de la fuerza-trabajo urbano (relativamente) poco cualificada; entre otras cosas, está construida, en efecto, recurriendo para muchos años a series de salarios industriales por la interpolación de los datos relativos al sector de la construcción.

55 Sobre el mercado del trabajo urbano (visto desde la óptica de la historia social), se encontrará un ejemplo en Gribaudi (1987); ídem en Aliberti (1975) sobre el crecimiento urbano. La gran movilidad ocupacional y la vivacidad del mercado de la fuerza-trabajo aparecen también atestiguadas en los estudios citados en la nota anterior.

5' Cafagna (1983a) los inserta en el cuadro de un desarrollo «por olas», cada una de las cuales estaría caracterizada por la presencia de un sector puntero, con un tipo distinto de cualificación predominante respecto a la mano de obra ocupada.

5 Los dos primeros patterns de afincamiento están motivados respectivamente por la necesidad de mantener los vínculos con las familias campesinas y de explotar las economías externas en busca de mano de obra escasa y tendencialmente convergentes en los núcleos urbanos. La diferencia sectorial emerge en el análisis sobre la proveniencia geográfica de la población de las áreas industriales. Cfr. Federico, 1985.

24

LA H I S T O R I O G R A F Í A SOBRE EL DESARROLLO ECONÓMICO ITALIANO EN LOS ÚLTIMOS TREINTA ANOS

del país y que, por tanto, no representaban ningún condicionamiento para la

ubicación de las empresas.

4.3. La sensación de escasez de capital no estaba demasiado determinada por la carencia de ahorros. Los datos macroeconómicos indican de hecho una propensión al ahorro relativamente elevada, a su vez compatible con la baja renta absoluta, suponiendo una distribución de la renta bastante desequilibra­da. Estaba causada más bien por las formas como se hacía y se empleaba para las inversiones productivas:

— Italia era un país de riqueza prevalentemente real, que utilizaba poco los instrumentos financieros. Su porcentaje sobre la riqueza nacional era bastante bajo, y el proceso de financial deepening era muy lento ^s.

— Las inversiones productivas estaban sometidas a la concurrencia de los títulos del Estado (crowding out). Estas no sólo presentaban obvias ventajas desde el punto de vista de la seguridad, sino que ofrecían también remuneraciones bastante elevadas ^9. En una primera aproxi­mación la concurrencia se ejercía por parte de las nuevas emisiones, es decir, del déficit estatal corriente (en su definición ampliada). En efecto, una reciente reconstrucción de las series de la renta pública arroja amplias fluctuaciones tanto con relación al incremento como en los datos de stock''^. En concreto, la reducción (hasta casi el cero) de las emisiones netas de títulos del Estado fue considerada de hecho como una de las condiciones favorables para el boom giolittiano ^'. N o obstante, la efectiva capacidad concurrencial entre los dos tipos de inversiones depende del nivel de segmentación del mercado del capital (medible con la elasticidad de sustitución en la demanda)''2.

— El papel de la bolsa como intermediario en la financiación de las empresas era reducido ya en términos absolutos ya desde el punto de

*** Ciocca-Biscaini Botula, 1982. ^' La tasa nominal del titulo principal, la renta, fue del 5 por 100 hasta 1903 (y luego del 3,5

por 100), pero la efectiva —dada la colocación bajo la par— subió en determinados años hasta el 9 por 100, y la real —dada la bajada de los precios— hasta el 20 por 100.

™ La relación deuda/PIB alcanzó máximos de 1,14 en 1883 y de 1,2 en 1897 (ambos superiores al nivel actual), bajando al mínimo de 0,79 en 1912 (estimación de V. Zamagni en el Ministerio de Hacienda, 1988, p. 90). Sobre la bajada de la cuota de los títulos del Estado sobre los instrumentos financieros totales de 1881 a 1914, cf. Ciocca-Biscaini Cotula (1982, pp. 142-3).

«ii Bonelli (1968) y Confalonicri (1974, vol. 2, cap. 2). '^ La idea tradicional de una baja elasticidad (Gerschenkron, 1974, pp. 82-3) la ha vuelto a

exponer recientemente Wargiien (1987, p. 391).

25

GIOVANNI FEDERICO

vista operativo (al estar controlada por los bancos). Era, en cambio, mucho mayor la importancia de los bancos y, en particular, de las sociedades de crédito ordinario, los llamados bancos mixtos. Gers-chenkron les había atribuido la función de principal factor sustitutivo (cuasi deus ex machina) del big spurt^^. fin una obra monumental sobre su modus operandi, Confalonieri ha replanteado poderosamente su originalidad (respecto a las instituciones que los habían precedido) y su capacidad de estímulo proyectivo autónomo'''*; con la salvedad tal vez de que, en lo atañedero al sector eléctrico, parece que concedían el crédito sobre la base de juzgar cada operación caso por caso y que se interesaban sobre todo por las posibles ganancias del trabajo bancario en sentido estricto. En definitiva, los «bancos mixtos» no habrían sido la causa originaria del desarrollo, sino que habrían contribuido ejer­ciendo su «oficio» de intermediarios.

Estos resultados reevalúan la importancia de un modelo de financiación del desarrollo industrial que —siguiendo la taxonomía gerschenkroniana— se podría definir como de tipo inglés^'. El capital para la puesta en marcha de las nuevas empresas provenía de los réditos de otras actividades (por ejemplo, comerciales), así como de la contribución «privada» —préstamos de parientes y amigos, y, el necesario para ulteriores inversiones, de la autofinancia-ción''^—. El empleo del crédito estaba limitado al capital circulante. El predominio de este modelo era harto conocido en los sectores tradicionales (por ejemplo, el textil) ''''• —si bien algunos estudios recientes han demostrado su existencia también en los innovadores ''^—. Puede ser que el modelo de financiación «alemán» fuera más bien una excepción (típica de algunos sectores) que la regla.

•>' Gerschenkron (1974, pp. 85-87). Se notará que dicha interpretación se relaciona con la datación gerschenkroniana del hig spurt (cuyo inicio es casi sucesivo a la fundación de la Banca Commerciale y del Crédito Italiano en 1893). Dicha idea la comparte Cohén (1967 y 1975) y, en parte, Hertner (1984, pp. 62-150), quien, no obstante, acentúa sobre todo el papel positivo del management alemán y de sus contactos con la haute hanque internacional. En cambio, Ciocca-Biscaini Cotula reevalúan su importancia sobre la base de sus datos sobre la cuota de las deudas instituidas sobre el total del balance de los intermediarios (1982, pp. 118 y 162).

<>'' Confalonieri, 1974 y 1982. La reciente apertura del archivo histórico de la Banca Commerciale podrá arrojar nueva luz sobre este asunto.

<í5 Gerschenkron, 1974, pp. 7-30. '^^ Obviamente, ésta presupone que fuera posible un crecimiento gradual y que no hubiera

barreras dimensionales en la entrada. Cfr., por ejemplo, el modelo «clásico» de crecimiento a través de la reinversión de los beneficios en Del Monte, 1977.

«7 Cfr. Warglien (1987, pp. 416-9) y Bonelh (1978, p. 1223). '* Se pueden citar grandes empresas como Pirelli, Fiat, Olivetti; cfr. también Fiocca, 1984.

26

LA H I S T O R I O G R A F Í A SOBRE EL DESARROLLO ECONCJMICO ITALIANO EN LOS ÚLTIMOS TREINTA ANOS

4.4. No está de más, finalmente, hacer una breve alusión a la posibilidad de que fueran factores externos los que condicionaron las decisiones de inversión, «distorsionando» tanto la importancia relativa de los distintos sectores como la elección de las técnicas en el seno de cada sector respecto a los niveles óptimos implícitos en la dotación de los factores 6'. Se ha sugerido la presencia de dos factores distintos:

— El consabido rechazo por parte de las clases dirigentes a la gran industria mecanizada por temor al surgimiento de un proletariado industrial ™.

— La segmentación del mercado de los capitales determinada por la concesión selectiva de créditos por parte de los bancos a favor de la gran industria oligopolista^'.

Estas hipótesis entrañan una distorsión de signo opuesto, la primera respecto a sectores y/o técnicas labour-intensive (y un incentivo extraeconómico a la ubicación rural de las industrias), y la segunda, en cambio, a favor de sectores y técnicas con mayor intensidad de capital. Ambas podrían ser válidas en teoría, en momentos y/o sectores distintos. En cualquier caso, la primera hipótesis parece decididamente redundante, al estar la adopción de técnicas labour-intensive abundantemente justificada por mecanismos económi­cos —y sin tener que apelar a motivaciones políticas (posibles, sin embar­go)- -. La segunda, en cambio, contrasta implícitamente con las afirmaciones sobre el retraso de las técnicas respecto a los demás países industriales.

5. LOS FACTORES DEL DESARROLLO: LA DEMANDA

La tesis de que el carácter restringido del mercado interno habría consti­tuido un límite al desarrollo industrial ha sido defendida vigorosamente por Serení 2 Este no precisa el concepto de carácter restringido, si bien es razonable suponer que lo considerase una consecuencia dañina de los desequi­librios para la distribución de la renta. De hecho, éstos acrecentaban el ahorro

'''' Cabe recordar a este propósito igualmente la tesis de Lay-Presante (1978, pp. 25-28), que deducen del más alto nivel de la relación capital/producto en los años ochenta respecto al boom gioUttiano una menor eficiencia en su uso (sin llegar a especificar su causa, al margen de una alusión general a la necesidad de un proceso de adaptación).

™ Hunecke, 1977 y 1982 (cap. 2). ' ' Fariña (1976 y 1980), el cual la considera causa del dualismo, y, de manera más difuminada,

Zamagni (1978, pp. 156-186). '2 Sereni, 1971, pp. 94 95 y 195 ss.

27

GIOVANNI FEDERICO

y los consumos de lujo (a menudo de bienes importados), reduciendo correspondientemente la demanda de productos industriales de masa. Esta idea la retomó después Bonelli, quien puso no obstante en tela de juicio la deseabilidad de la alternativa implícitamente propuesta por Sereni. En efecto, una eventual ampliación del mercado habría provocado un desequilibrio insostenible de la balanza de pagos-'3.

Esta hipótesis no se ha sometido nunca a verificación mediante investiga­ciones puntuales sobre los consumos privados, ya para bienes individuales, ya a nivel agregado '''*. Los (pocos) balances familiares parecen en cualquier caso demostrar que la cuota de los consumos alimenticios era muy elevada ^5. Ulteriores indicaciones sobre las posibilidades de consumo se podrían sacar indirectamente de los datos sobre los niveles de renta. Los de los campesinos permanecen aún desconocidos, si bien abundan las descripciones impresionis­tas sobre su miseria'"^. Se dispone, en cambio, de muchas informaciones sobre los salarios industriales, cuya renta es posible estimar dada la duración del trabajo y la tasa de desempleo. Con la excepción de pequeños grupos de trabajadores más cualificados, los niveles absolutos han permanecido siempre bajos, si bien con un fuerte aumento en los quince años anteriores a la guerra'"'. Dada también la relativa escasez numérica de las clases medias''8, se puede aceptar la hipótesis de que la demanda total de los bienes manufactura­dos de masa no fue muy consistente. Este hecho no garantiza por sí solo la validez de la tesis de Sereni. Se necesitan, en efecto, tres condiciones ulteriores (todas las cuales se han de verificar): que la adopción de tecnologías oprímales exigiese una dimensión mínima (superior a la permitida por el

'^ Cfr. Bonelli, 1978, p. 1224; la argumentación se mueve en el ámbito del enfoque estructuralista de la balanza de pagos y presupone por lo menos dos hipótesis implícitas;

— que la oferta interna era poco elástica (transfiriendo a las importaciones el aumento de la demanda), y

— que los cambios eran fijos o que la elasticidad de la demanda de los bienes comerciales era tan baja que impedía un recquilibrio de la balanza comercial a través de la devaluación de la moneda.

'"' Las series sobre los consumos privados (ISTAT, 1957) son utilizables con hipótesis sobre la distribución de la renta (tema abordado sólo para el período de entre guerras por Zamagni, 1979-90 y 1984b).

'5 Cfr. Somogyi, 1959. '"' No sólo faltan trabajos sobre las rentas de las familias explotadoras de haciendas, sino que,

además, el único índice de los salarios de los jornaleros (Arcari, 1936) empieza en 1905. ^ Sobre el período de 1892-1913, cf. Zamagni, 1984a (el aumento sigue siendo, de todos

modos, inferior al de la productividad). '* Si bien faltan trabajos sobre la estratificación social de la Italia liberal, se puede hacer uno

una idea de la composición de la población activa en Zamagni, 1987, pp. 56-57, el cual subraya la cuota relativamente baja del sector terciario.

28

LA H I S T O R I O G R A F Í A SOBRE El. DESARROLLO ECONÓMICO ITALIANO EN LOS ÚLTIMOS TREINTA ANt5S

mercado interno), que la exportación de bienes manufacturados fuera imposi­ble a causa de la escasa competitividad de la industria nacional y que el proceso de industrialización no pudiera desenvolverse más que con la explo­tación de los backward linkages a partir de la producción de bienes de consumo' ' ' .

Un potencial «factor sustitutivo» del lado de la demanda habría podido ser el gasto público, el cual representó efectivamente en Italia una cuota más alta del PNB comparado a otros países ^o. La posibilidad de que el déficit estatal ejerciera una función de estímulo macroeconómico en los años 80 se ha sacado a veces a relucir, pero para olvidarse en seguida *'. Se han estudiado, en cambio, los efectos del gasto público como fuente de demanáa para algunos sectores clave. Fenoaltea, en un trabajo de gran precisión, demuestra que las inversiones ferroviarias han representado un componente importante, pero no determinante para la demanda de viviendas y para la industria metalúrgica y mecánica, y que su concentración en el tiempo es parcialmente responsable de la ciclicidad del comportamiento productivo de tales secto­res *2. Pero falta un estudio igualmente profundo sobre la otra gran partida del gasto por parte del Estado, los pedidos militares. En cualquier caso, según estimaciones de la época, su añadidura acrecentaría la cuota de la demanda pública en aproximadamente un tercio del valor añadido de la industria mecánica en 1911: cuota elevada, pero no decisiva ^3.

6. C O N C L U S I O N E S : U N A A G E N D A D E I N V E S T I G A C I Ó N

Si hubiera que volver a resumir un cuadro ya de por sí esquemático en una sola frase, se podría decir que abundan las ideas, si bien no siempre están

" Las tres condiciones están, en efecto, unidas entre si. El frustrado logro de las dimensiones mínimas podrían ser la causa de la escasa productividad internacional; a su vez, la incapacidad de exportación de bienes-capital (cfr. más abajo) haría indispensable la salida interna (por lo que, comparativamente, resulta muy grave el frustrado desarrollo de los sectores inferiores).

8» Brosio-Marchese, 1987, p. 51. " Barone, 1972. Ni en dicho trabajo ni en ninguna otra parte se ha formulado una hipótesis

global que tuviera también en cuenta las formas de financiación del déficit, y que explicitara la relación con el citado problema del crotuding out de las inversiones,

82 Fenoaltea, 1983. La cuota de la demanda ferroviaria sobre el valor añadido (en general más alta para la construcción) es variada en el tiempo, llegando a un máximo del 25 por 100 del valor añadido de la construcción en 1861-1896. El efecto de estimulo sobre la producción mecánica y (sobre todo) siderúrgica fue en parte reducido, en el primer período, también a causa del recurso a la producción exterior.

8 Este dato se ha sacado de Zamagni, 1978, p. 65. Sobre los gastos militares, cfr. De Rosa (1969) y Ferrari (1985).

29

GIOVANNI FEDER1CC3

formuladas de manera impecable desde el punto de vista económico, toda vez que suele brillar por su ausencia el esfuerzo de verificación cuantitativa (a menudo ni siquiera se plantea este problema). E n una tal situación es difícil indicar prioridades. La tarea más urgente sigue siendo probablemente la reconstrucción de las series históricas, dada su función de material de base para la historia cuantitativa. El problema no es tanto la gama de fenómenos considerados, bastante completa, aunque con algunas lagunas ^^ como la calidad. La necesidad de una revisión de las series de la contabilidad nacional, por lo demás bien conocida desde hace bastante t iempo ^ ^ vuelve a ser confirmada por los resultados de algunos trabajos parciales ^ por otra parte, ésta exige un amplio trabajo de reconstrucción de las otras series (produccio­nes, precios, etc.). Semejante proyecto de investigación podría parecer dema­siado ambicioso, y desde luego no se puede pretender conseguirlo todo^^, pero es preciso tener presente que las fuentes son en general más ricas de lo que se suele creer.

Los otros posibles temas de investigación son tan numerosos que un elenco de los mismos resultaría inútil. Sí conviene retener cómo hasta ahora se ha visto su elección influida por dos criterios ajenos al campo en cuestión: la disponibilidad de una fuente archivística o documental (a menudo ligada a la de fondos) y el interés por otros campos (por ejemplo, la historia político-sindical). Tal vez sería opor tuno prestar mayor atención a los temas relevan­tes desde el punto de vista económico — n o sólo o no tanto entendido en sentido teórico (la verificación de hipótesis elegantes) como empírico—. El criterio de elección debería ser más bien el interés por la interpretación de los mecanismos del desarrollo económico italiano. Y si el objetivo es la interpre­tación — y no una simple crónica de los acontecimientos—, parece inevitable un recurso más masivo al método cuantitativo y a la teoría económica.

Traducción de Bernardo Moreno

*'' Las series bajas están recogidas en ISTAT, 1958; para los precios se pueden añadir los datos del «Archivio económico dellúnificazione italiana» (cuyas series terminan —inexplicable­mente— en 1890) y de Cianci, 1933; sobre el comercio exterior, cf. Capanna Messori, 1940, y sobre las series monetarias, cfr. De Mattia (se halla en curso, además, un trabajo de reconstruc­ción a cargo de la Banca d'Italia).

** La primera tentativa la llevó a cabo el «grupo de Ancona» en los años sesenta (Ercolani, 1969), aunque con escasos resultados, dada la decisión de no tratar sobre las series de la producción (cfr. las críticas de Toniolo, 1988, pp. 12-14).

8<i Cfr. Rey, 1991, para una estimación puntual de 1911, y Fenoaltea (1982, 1987 y 1988 b y c), para los resultados parciales. De ellos emerge una consistente infravaloración de la producción industrial y una atención más sostenida al sector servicios.

*' Por ejemplo, parece difícil obtener estimaciones notables sobre las fluctuaciones anuales.

30

LA H I S T O R I O G R A F Í A SOBRE EL DESARROLLO ECONÓMICO ITALIANO EN LOS ÚLTIMOS TREINTA ANOS

BIBLIOGRAFÍA

A L I B E R T I , Giovanni (1975): «Sviluppo urbano e industrializzazione nell'Italia libérale: note SU un modello di interdipendenza», en Sloria contemporánea, VI, pp. 211-40 y 411-64.

A R C A R I , Pacía (1936): «I salari agricoli dal 1905 al 1933», en Annali di statistica, serie VI, vol. X X X V I , Roma, Istituto Poligrafico dello Stato.

AVAGLIANO, Lucio (1988): L'Ita/ia industríale nelle sue regioni: hilando storiografico, Ñapóles, Edizioni Scientifiche Italiane.

B A N T I , Alberto M. (1989): «Gli imprenditori meridionai: razionalitá e contesto», en Meridiana, n. 6, pp. 63-89.

B A R B A D O R O , Idomeneo (1977): Storia del sindacalismo italiano, vol. II la CGdL, Florencia, La Nuova Italia.

B A R O N E , Giuseppe (1972): «Sviluppo capitalistico e política finanziaria in Italia nel decennio 1880-1890», en Studi Storici a. 13, pp. 568-599.

BlFFOLI, Cristina, y LUNGONELU, Michele (1985): «Una classe opérala in formazione: i siderurgici di Portoferraio», en Studi storici, a. 26, pp. 53-65.

B I G A Z Z I , Duccio (1988): / / Portello, Milán, Franco Angeli. (1990): L,a storia di impresa in Italia: hilando storiografico, Milán Franco Angeli.

BONELLI, Franco (1968): «Osservazioni e dati sul finanziamento dell'industria italiana nel secólo XIX», en Annali della Fonda^ione L . Einaudi, pp . 257-279.

(1971): La crisi del 1907, Turín, Fondazione L. Einaudi. (1978): «II capitalismo italiano. Linee generali di interpretazione», en Annali della

Storia d'Italia Einaudi, vol. 1, Turín, pp. 1126-1255. B R O S I O G . - M A R C H E S E C . (1987): 11 potere di spendere, Bolonia, II Mulino. C A F A G N A , Luciano (1962): «Industrialismo e política económica dopo l'Unitá d'Ita­

lia», en Annali Feltrinelli, V, pp. 150-180 ahora, y C A F A G N A (1989), pp. 223-261. (1965): Intorno alie origini del dualismo económico in Italia; A. Caracciolo (ed.):

Problemi storici dell'industrialii(^a^ione e dello sviluppo, Urbino Argalia, pp. 105-150, ahora en CAFAGNA (1989), pp. 187-213.

(1973): «Italy 1830-1914», en C. M. CiPOLLA (ed.): Fontana economic historj of Europe, vol. IV (tomo 1.°), Glasgow, ahora en CAFAGNA, 1989, pp. 281-319.

(1983a): «Protoindustria o transizione in bilico?», en Quaderni storici, n. 54, 1983, pp. 971-984, ahora en CAFAGNA, 1989, pp. 359-372.

(1983 b): «La formazione del sistema industríale: ricerche empiriche e modelli di crescita», en Quaderni della Fonda:(ione G. C. Feltrinelli, n. 23 (1983), pp. 27-38, ahora ?n CAFAGNA, 1989, pp. 385-400.

(1989): Dualismo e sviluppo nella storia d'Italia, Padua, Marsilio. C A P A N N A , Alberto; M E S S O R I , Ottavio (1940): Gli scamhio commerciali dell'Italia con

l'estero, Roma. CARACCIOLO, Alberto (1968) (a cargo de): Ea formazione dell'Italia industrióle, Bari

Laterza. C A R R E R A S , Albert (1991): «La producción industrial en el muy largo plazo: una

comparación entre España e Italia», en L. Prados de la Escosura y V. Zamagni (eds., 1992): El desarrollo económico de la Europa del Sur: España e Italia en perspectiva histórica, Madrid, Alianza Editorial.

31

GIOVANNl FEDERICO

C A S T R O N O V O , Valerio (1979): «Lo sviluppo económico nell'Italia Unita», en Kivista storica italiana, vol. XCI, n. 1, pp. 107-143.

C H E N E R Y , Hollis; SNRIVASAN (1988): Handbook of development economics, Amsterdam North-HoUand, 2 vols.

ClANCI (1933): «La dinámica dei prezzi dalle merci in Italia dal 1870 al 1929», en Annali di statistica, serie VI , vol. X X , Roma, Istituto Poligrafico dello Stato.

ClOCCA, Pierluigi; BlSCAlNl CoTULA, Annamaria (1982): L Í strutture finan^iarie italiane: Profili quantitativi di lungo periodo (1870-1970), ahora en P. Ciocca, Interesse e profitto, Bolonia, II Mulino, pp. 107-86.

CONFALONIER!, Antonio (1974): Banca ed industria in Italia, 1894-1906, Milán, Banca Commerciale Italiana, 3 vols.

(1982): Banca ed industria in Italia dalla crisi del 1907 all'agosto, 1914, Milán, Banca Commerciale Italiana, 2 vols.

C O H É N , Jon S. (1967): «Financing industrialization in Italy, 1894-1914: the par-tial transformation of a late comer», en Journal of Economic Historj, X X V I I , pp. 363-382.

(1975): Italy, 1861-1914, en R. Cameron (a cargo de), Le banche e lo sviluppo del sistema industríale, Bolonia, II Mulino, pp. 383-411.

C Ó R N E R , Paul (1984): «Manodopera agrícola e industria manifatturiera nella Lombar-dia post-unitaria», en Studi Storici, a. 25, pp. 1019-1027.

D E C L E M E N T I , Andreina (1986): Introdur^ione, en A. De Clementi (ed.). La societd inafferrahile, Roma Edizioni Lavoro.

D E L M O N T E , A. (1977): «Profitti e sviluppo económico negli anni 1881-1961, con particolare riferimento al periodo fascista», en Kivista interna\ionale di sciens^e sociali, L X X V , pp. 241-266.

D E L V E C C H I O , Edoardo (1978): L a via italiana al prote^ionismo, Roma, Camera dei Deputati .

D E M A T T I A , Renato (1967) (a cargo de), I bilanci degli istituti di emissione italiani, 1845-1936, Roma, Banca d'Italia, 2 vols.

D E R O S A , Luigi (1969): «Difesa militare e sviluppo económico in Italia (1861-1914)», en Kassegna económica, ahora en L. de Rosa, La rivolut^ione industríale in Italia, Bari Laterza, 1980, pp . 139-79.

(1990): «La storiografia económica italiana nell'etá contemporánea», en L. de Rosa, Uavventura déla storia económica in Italia, Bari, Laterza.

D E W E R P E , Alain (1985a): Uindustrie aux champs, Roma Ecole Frangaise. (1985b): «Modi di organizzazione e retribuzione produtt iva aH'Ansaldo, 1900-

1920», en Studi storici, a. 26, pp. 29-52. DONVITO, Anna, e G A R B A R I N I , Giov inn i (1984): «Senz'altra formalitá che il reciproco

preavviso: le officine di Savigliano, 1904-1914», en Italia contemporánea, n. 157, pp. 47-62.

(1985): «Ottanta mestieri per trenta centesimi: officine di Savigliano stabilimento di Tor ino (1904-1914)», en Societa e storia, n. 29, pp. 595-625.

E R C O L A N I , Paolo (1969): «Documentazione statistica di base», en Giorgio Fuá (ed.): Lo sviluppo económico in Italia, Franco Angeli Milán, vol. III , pp. 380-460.

F A R I Ñ A , Francesco (1976): «Modelli interpretativi e caratteri del capitalismo italiano», en Quaderni Storici, n. 32, pp. 487-514.

52

LA H I S T O R I O G R A F Í A SOBRE EL DESARROLLO ECONÓMICO ITALIANO EN LOS ÚLTIMOS TREINTA AÑOS

(1980): «Note sul rucio della banca mista nello sviluppo italiano», en Societa e Storia, n. 19, pp. 919-27.

F E D E R I C O , Giovanni (1979): «Per una analisi del rucio deiragricoitura nello sviluppo economice italiano: note suiresportazione di prodotti primari (1863-1913)», en Societa e Storia, n. 5, pp. 379-441.

(1982): «Per una valutazione critica delle statistiche della produzione agrícola italiana dopo l'Unitá (1860-1913)», en Societa e Storia, n. 15, pp. 87-130.

(1984): «Commercio dei cereali e dazio sul grano in Italia (1963-1913). Una analisi quantitativa», en Nuova Rivista Storica, LXVIII , pp. 46-108.

(1985): «Sviluppo industríale, mobilitá della popolazione e mercato della forza-lavoro in Italia. Una analisi macroeconomica», en Societa Italiana di Demografía Storica (S. I. D E . S.), L,'evolui(ione demográfica dell'ltalia nel secólo XIX: continuita e mutamenti (1796-1914), CLUEB, Bolonia, pp. 497-496.

(1986): «Mercantilizzazione e sviluppo económico in Italia (1860-1940)», en Rivista di storia económica, n. s. 3.

; C H E S I , Marco (1987): «Lo sviluppo económico italiano», en Aa. Vv. Storia della societa italiana, vol 17, Le strutture e la classi nell'Italia Unita, Milán Teti.

(1988): «Commercio estero e "periferie". II caso dei paesi mediterranei», en Meridiana, n. 4, pp. 163-196.

; TONIOLO, Gianni (1991): «Italy», en G. Toniolo-R. Sylla (eds.), Patterns of European industrialit(ation: rethinking Gerschenkron's hypothesis, Londres, Routledge and Kegan Paul.

F E N O A L T E A , Stefano (1969): «Decollo, ciclo e intervento dello stato», en Caracciolo (1969).

(1973a): «Riflessioni sull'esperienza industríale italiana dal Risorgimento alia prima Guerra Mondiale», en G. Toniolo (a cargo de). Lo sviluppo económico italiano, 1861-1940, Barí, Laterza, 1973, pp. 121-56.

(1973b): l^e ferrovie e lo sviluppo industríale italiano, en G. Toniolo (a cargo de), ho sviluppo económico italiano, 1861-1940, Barí, Laterza, 1973, pp. 157-86.

(1982): «The growth of Utilities industries in Italy», en Journal of economic historj, XLII , pp. 601-627.

(1983): Railways and the development of the italian economj to 1913, en Patrick O'Brien, Railwajs and the economic growth of Western Europe, Londres, MacmiUan, pp. 49-120.

(1984a): «Le costruzioni ferroviarie in Italia», en Rivista di storia económica, n.s. 1, pp. 61-94.

(1985): «Le opere pubbliche in Italia, 1861-1913», en Rivista di storia económica, n.s. 2, pp. 335-369.

(1987): «Le costruzioni in Italia, 1861-1913», en Rivista di storia económica, n.s., 4, pp. 1-34.

(1988a): «International resource flows and construction movements in the Atlantic economy: the Kuznets cycle in Italy, 1861-1913», en Journal of economic history, XLVII I , n. 3, pp. 605-637.

— (1988b): «The growth of Italy's silk industry, 1861-1913: a statistical reconstruc-tion», en Rivista di storia económica, n.s., V. fase. 3.

— (1988c): «The estractive industries in Italy, 1861-1913: general methods and

33

CilOVANNI FEDERICO

specific estimates», en Journal of European economic history, vol. 17, n. 1, pp. 117-25. F E R R A R I , Paolo (1986): «La produzione di armamenti nell'etá giolittiana», en Italia

contemporánea, n. 162, pp. 113-139. FIOCCA, Giofgio (a cargo de) (1984): Borghesi ed imprenditori a Milano, Bari, Laterza. F R A T I A N N I , Michele; S P I N E L L I , Franco (1984): Italy in the gold standard period, en M.

Bordo-A. J. Schwartz, A retrospective on the classicalgold standard, Chicago, Univer-sity of Chicago Press, pp. 404-438.

y — (1985): «Currency competition, fiscal and the money supply process in Italy from the Unification to Worlds War first», en Journal of European economic history, XIV, pp. 473-49.

G E R S C H E N K R O N , Alexander (1955): «Notes on the rate of industrial g rowth in Italy, 1861-1913», en Journal of Economic History; ahora en Gerschenlíron, 1974, pp. 71-87 y 347-406.

(1974): IIproblema storico dell'arretrate^^a económica, Turín, Einaudi [ed. america­na, 1962, 1.° ed. italiana, 1965].

GlANNETTl, Renato (1985): Ea conquista della for^a, Milán, Franco Angeli. (1986): «Elettricitá ed industrializzazioine dall'etá del decollo alia seconda guerra

mondiale», en Societa e storia, n. 33, pp. 595-613. GOLZIO, Silvio (1942): E'industria dei metalli in Italia, Turín, Einaudi. G R I B A U D I , Maurizio (1987): Mondo opéralo e mito opéralo, Einaudi, Turín. H E R T N E R , Peter (1984): 11 capitak tedesco in Italia dall'Unitá alia prima guerra mondiale,

Bolonia, II Mulino. HlRSCHMAN, Albert O . (1981): «Grandeur et decadence de l 'economie de developpe-

ment», en Annales, pp . 725-44. HUNECKE, Volker (1982): Classse opérala e rivolu:(ione industríale a Milano, 1859-1982,

Bolonia, II Mulino. (1977): «Cultura libérale e industrialismo nell'Italia dell'SOO», en Studi Storici

a. 18, pp . 23-32. Istituto Céntrale di Statistica ( ISTAT), 1957; «Indagine statistica sullo sviluppo del reddtio nazionale dellTtalia dal 1861 al 1959», Annall di statistica, serie VIII , vol. 9.

I S T A T (1958): Sommario di statistiche storiche, Roma, ISTAT; L A Y , Adriana; PESANTE, María Luisa (1981): Produttori sen^a democracia, Bolonia, II Mulino.

L A N I N O , Pietro (1916): Ea nuova Italia industríale, L'Italiana, Roma, 4 vols. MlNISTERO DEL TESORO (1988): Kela^ione del direttore genérale alia Commissione parla­

mentare di vigilani^a. II dehito pubblico in Italia, 1861-1987, Roma, Poligrafico dell Stato.

M O R A N D I , Rodolfo (1931): Storia delta grande industria in Italia, F^inaudi, Turín (reimpreso en 1966).

M O R Í , Giorgio (1977): «Appunti e spunti per una riconsiderazione sulla storiografia económica suU'Italia post-unitaria», en Rassegna económica, XLI , n. 1, pp. 25-46.

(1989): «Le industrie senza industrializzazione: Le penisola italiana dalla fine della dominazione francese all'Unitá», en Studl storici, vol. 30, n. 3, pp. 603-634.

PACÍ , Massimo (1982): Ea struttura sociale italiana. Costanti storiche e trasforma^ioni recenti, Bolonia, II Mulino.

PESC:OSOLIDÜ, Guido (1977): «Lo sviluppo industríale italiano nel dibattido dell'ulti-mo ventennio», en Clio, XII I , pp. 186-237.

34

LA H I S T O R I O G R A F Í A SOBRE EL DESARROLLO ECONÓMICO ITALIANO EN LOS ÚLTIMOS TREINTA AÑOS

P R O D I , Romano (1965-66): «II protezionismo nella política enell'industria italia­na dairUnificazione al 1887», en Nuopa rivista storica, 49, pp. 597-626, y 50, pp. 42-86.

PROCACCI, Giuliano (1961): «La classe opérala italiana agli inizi del secólo xx» , en Studi storici, a. 2.°, ahora en G. Procacci, l^a lotta di classe in Italia agli inisj del secólo XX, Roma, Editori riuniti, 1978, pp. 7-80.

R A M E L L A , Franco (1984): Terra e telai. Sistemi di parentela e manifattura nel Biellese dell'Ottocento, Turín, Einaudi.

R E Y , Gu ido M. (ed.) (1991): / conti economici delíltalia. 3. Una stima del valore aggiunto per rami di attivita per il 1911, Collana storica della Banca d'Italia. Serie Statistiche, vol. I, tomo 2, Bari, Laterza.

R O M A N O , Roberto (1978): «Le basi sociali di una localizzazione industríale: Tindustria cotoniera lombarda nell 'Ottocento», en Storia Urbana, n. 4, pp. 3-19.

R O M E O , Rosario (1958): «Problemi dello sviluppo capitalistico in Italia da! 1861 al 1887», en Nord e Sud, y luego en Romeo, 1961.

(1961): Kisorgimento e Capitalismo, Bari, Laterza. ; G E R S C H E N K R O N , Alexander (1961): «Consensi dissensi ipotesi», en Nord e Sud,

ahora en Caracciolo, 1968, pp. 53-81. SAPELLI (1991): Technical change, microeconomic evolution andgrowth: an introductory vieiv of

italian industrial development, en G. Dosi, R. Giannetti, P. Toninelli (eds.), Technology and enterprise in a historical perspective, Oxford University Press.

S E C R E T O , Luciano (1988): «La protoindustrializzazione nelle campagne del'Italia settentrionale ottocentesca», en Studi storici, vol. 29, n. 1, pp. 253-273.

S E R E N Í , Emilio (1966): 11 capitalismo nelle campagne (1860-1900), Turín, Einaudi [1." ed. 1947].

(1971): Capitalismo e mércalo na^ionale, Roma, Editori Riuniti [1." ed. 1966]. SERPIERI , Arrigo (1910): 11 contralto agrario e le condii^ioni dei contadini deWAlto Milanese,

Milán, Soc. Umanitaria. SoMOGYl, Stefano (1959): «Cento anni di bilanci familiari in Italia (1857-1956)», en

Annali Feltrinelli, II , pp . 121-257. SPINELLl, Franco (1988): «Pasquale Jannaccone: a neglected originator of the moneta-

ry approach to balance of payaments and exchange rates», en ]ournal of European economic historj, vol. 17, n. 3, pp. 665-697.

T A T T A R A , Giuseppe; PiVA, Francesco (1983): / primi operai di Marghera, Padua, Marsilio.

TONIOLO, Gianni (1973): «Alcune tendenze dell sviluppo económico italiano, 1861-1940», en G. Toniolo (a cargo de). Lo sviluppo económico italiano, 1861-1940, Bari, Laterza, 1973, pp. 1-37.

(1977): «Effective protection and industrial growth: the case of italian enginee-ring», en Journal of European economic history, VI, pp. 659-673.

(1980): ÍJeconomía dellTtalia fascista, Bari, Laterza. (1988): Storia económica dellTtalia libérale, Bolonia, 11 Mulino.

T R E M E L L O N I , Roberto (1937): T'industria tessile italiana, Turín, Einaudi. W A R G L I E N , Massimo (1987): «Investimenti industriali e instabilitá finanziaria in Italia,

1878-1913», en Rivista di storia económica, n.s. 3, pp. 384-439. Z.AMAGNl, Vera (1978): Industrialit^^a^ione e squilibri regionali, Bolonia, II Mulino.

35

GIOVANNI FEDERICO

(1979-80): «Distribuzione del reddito e classi sociali nell'Italia fra le due guerre». en Annali Feltrinelli, XX, pp. 17-50.

— (1981): Lfl stato italiano e íeconomia, Florencia, Le Monnier. — (1983): «Ferrovie e integrazione del mercato nazionale nell'Italia post-unitaria», en Aa.Vv., Studi in onore di Gino Barbieri, Verona, IPEM, vol. 3.°, pp. 1635-49.

— (1984a): «Sui salari industriali nell'etá giolittiana», en Kivista di storia económica, n.s., I, pp. 183-221.

— (1984b): Lf altera^ioni nella distribu^om del reddito in Italia nell'immediato dopoguerra (1919-1922), en AA. VV., l^a transi^ione dalíeconomia di guerra all'economia di pace in Italia e in Germania dopo la prima guerra mondiale, Bolonia, II Mulino.

— (1987): «A century of change: treds in the composizion of the Italian labour forcé, 1881-1981», en Historical social research, n. 44, pp. 36-97.

— (1990): Dalla periferia al centro, II Mulino, Bolonia.

36

ARTÍCULOS

LA CRISIS GREMIAL Y LOS PROBLEMAS DE LA S E D E R Í A VALENCIANA (Finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX)

F E R N A N D O D I E Z Universidad de Valencia

RESUMEN

La reforma del sistema gremial alcanza una de sus medidas más radicales con la abolición de los gremios de torcedores de seda en 1793. En estas páginas se analiza la medida abolicionista en el marco general de los problemas de la sedería valenciana. En la misma, la hilatura, de la que el torcido es su fase superior y última, había llegado a constituirse en un cuello de botella que comprometía su futuro. E n los años aquí contemplados, se proponen y ensayan diversas alternativas que solucionen las disfunciones que generaba la peculiar división del trabajo que obraba en la sedería. La no implicación del capital comercial de la ciudad en la necesaria reconversión de la hilatura será un factor capital para explicar el fracaso de las acciones encaminadas a proporcionar a los telares hilos abundantes, baratos y de buena calidad. A su vez, la ausencia de reordenación del hilado es una de las razones que explican que, fínalmente, sea la propia burguesía comercial la que se manifieste totalmente en contra de la medida antigremial decretada desde la Corte.

ABSTRACT

The reform of the craft guild system in Spain, encouraged by the enlighte-ned reformism of the second half of the eighteenth century, reached one of its most radical moments with the abolition of the Guild of Sílk Throwsters in 1793. In this essay we look into the effects and reactions that this measure unleashed inside the important silk sector in the city of Valencia. Spinning, whose last and most skilled stage was throwing, had become a bottle-neck which put in jeopardy the future of an economic activity of vital importance for the urban population and economy. The abolition of this guild had the twofold effect of bringing to light the deep-seated troubles which were plaguing work organization ip spinning, and disclosing the complex position of merchant capital in the silk trade. Valencian commercial bourgeoisie did not get involved in the much-needed reconversión of spinning. This is an essential factor to

39

FERNANDO DIF.Z

explain the failure of all thíe measures designed to provide the milis with cheap, good-quality yarn in large quantities. Furthermore, the absence of a restructu-ring of spinning is one of the reasons which accounts fof the fact that the commercial bourgeoisie itself ended up maintaining a frontal opposition to this anti-guild decree issued by the Royal Court.

A lo largo del último cuarto del siglo XVIII, se produce en España el desarrollo de los fundamentos doctrinales y de la acción legislativa para una profunda reforma del sistema gremial. Desde las instancias gubernamentales la reforma presenta un marcado carácter anti-gremialista, y si las medidas tomadas no se encaminan a la abolición del mismo en su conjunto, sus efectos prácticos son un concienzudo torpedo en su línea de flotación. La acción, en este terreno, de los gobiernos reformistas pocas veces se expresó tan radical­mente como en el caso de los torcedores de seda. Por una Real Cédula de 29 de enero de 1793 fueron suprimidos todos los gremios y colegios de torcedores del reino, quedando totalmente liberalizado el ejercicio de esta actividad texti l ' . En estas páginas vamos a analizar la medida abolicionista en el marco general de los problemas de la sedería valenciana, así como en el más específico de la hilatura, de la que el torcido es su fase superior y última. E n los años aquí contemplados, la organización de la producción y del trabajo vigentes en la hilatura convierten a ésta en auténtico cuello de botella que compromete el futuro del conjunto de la sedería. La gravedad de la crisis es admitida por todos aquellos que tenían intereses en el sector, pero las estrategias para encontrar una salida resultan totalmente insuficientes, enquis-tando el mal y cimentando un futuro y definitivo proceso de «desindustriali­zación» en una actividad que hubiera podido jugar un papel pionero en la revolución industrial valenciana. La tradicional división del trabajo en la sedería se revelará cada vez más disfuncional, necesitada de una profunda reconversión. Las tensiones entre los comerciantes-fabricantes de tejidos de seda y los torcedores revelan una de sus contradicciones más evidentes. Sería, sin embargo, desacertado cargar en la cuenta del gremialismo las culpas de las disfunciones de la sedería y de los conflictos entre los distintos grupos sederos. En las páginas que siguen sostendré precisamente que la no implica­ción del capital comercial en la reordenación de la producción y el trabajo del

' Novísima recopilación, nota 12, título 13, libro 8. La R. C. completa en Archivo del Reino de Valencia (A. R. V.), Real Acuerdo, libro 88, ñs. 243 y ss.

40

L\ CRISIS CiREMlAI. Y LOS PROBLEMAS DF-; LA SfíDKRIA VALENCIANA

torcido, y de la hilatura en general, será el factor que explica la improcedencia de la supresión del Colegio de Torcedores, una supresión que, una vez decretada, es contestada por todos aquellos que tienen intereses en el negocio de la seda. Obviamente este planteamiento nos llevará a preguntarnos por los motivos de una decisión estatal que no responde a las exigencias de aquellos a los que supuestamente debería beneficiar.

La cuestión gremial, en su conjunto, y la de la abolición de los gremios, en particular, arrastra el lastre de los lugares comunes que simplifican en extremo un proceso histórico que, a fuerza de reduccionismo, terminan por distorsionar. Se nos ha presentado el sistema gremial como globalmente incompatible con el desarrollo económico en el sector de las fabricacionc«s y se cargan las tintas en aquellas limitaciones corporativas más flagrantes que, en un buen número de casos que afectaban precisamente a los gremios más dinámicos, obraban en las ordenanzas, pero habían sido superadas por la realidad del oficio. Por otra parte, no se acaba de afrontar el hecho perturba­dor de la significativa moderación, y aun conservadurismo, con que, a la hora de la sentencia definitiva, se manifiestan los que más proclives deberían ser a la total supresión de unas corporaciones que parecen obstaculizar los intereses económicos de la burguesía comercial, una clase que debería ser ejemplo de vocación liberalizadora. A finales del setecientos y comienzos del ochocientos serán, precisamente, las voces particulares e institucionales de la burguesía negociante de la ciudad las que expresarán las más importantes objeciones a la abolición de las corporaciones gremiales, las mismas voces que, según el esquema generalmente admitido, más firmemente deberían reclamar la plena libertad de trabajo y de producción.

1. LA D I V I S I Ó N D E L T R A B A J O E N LA SEDERÍA VALENCIANA

Los problemas del torcido de la seda, la propia supresión del Colegio de Torcedores y las respuestas que provoca, tienen que ser contemplados en el marco general de la división del trabajo en la sedería y las disfunciones a las que, finalmente, había dado lugar. El sector sedero se articula en la Valencia del setecientos según una compleja organización del trabajo y de la produc­ción que presenta las siguientes divisiones principales: una primera fase rural, en manos de la población que habita en el campo, donde se lleva a cabo el cultivo de la morera, la producción del capullo y el primer hilado de la seda. Una segunda fase urbana, en la que devanan las madejas de seda en carretes

41

FERNANDO DIEZ

—el enrodelado—, operación ampliamente extendida por las casas de la ciudad. Una tercera fase, la del torcido de las sedas previamente devanadas, organiza­da corporativamente en el Colegio de Torcedores, según los requisitos típicos del sistema gremial. Una cuarta fase, la del t intado, igualmente organizada gremialmente en el Colegio de Tintoreros de Seda, y una última fase, la del tejido, controlada por el Arte Mayor y el Arte Menor de la Seda (Cinteros y Galoneros), dos corporaciones de oficio independientes. De todas estas fases nos interesa aquí la hilatura, donde se inserta la labor del torcido.

El primer hilado de la seda, el que se realizaba principalmente en el campo, presenta una problemática específica que ha sido estudiada, tanto en sus causas como en sus consecuencias, por Martínez Santos 2. Los defectos endémicos que la afectaban, y que se traducían en la deficiente calidad de los hilos, tenían su origen en los ritmos estacionales de la producción agraria, en la peculiar estructura de la propiedad de las zonas de huerta y en las relaciones socio-económicas que generaba. La consecuencia era la perentoria necesidad que acuciaba a los campesinos de un hilado rápido, y por tanto defectuoso, que proporcionase los fondos necesarios para hacer frente al conjunto de imposiciones que pesaban sobre unas unidades familiares mayoritariamente pobres. Se utilizaba para la operación un torno manual tradicional, con rueda excesivamente grande, con el que era posible obtener de 3 a 7 madejas a la vez. Esto aceleraba notablemente la operación del primer hilado, pero en detrimento de su calidad. La dimensión del torno y la sobrecarga de hilos dificultaba su utilización por las mujeres al requerir una fuerza considerable y continuada, lo que explica que el hilado estuviera, en buena parte, en manos de hilanderos, una característica de la organización del trabajo que introduce dificultades suplementarias: absorción de mano de obra de las tareas agrícolas, encarecimiento de la labor y reforzamiento de la tendencia a acortar el tiempo de la hilaza 3.

Los intentos renovadores, tan reiterados a lo largo del último cuarto del siglo, pretendían acabar con los problemas que presentaba esta primera fase de la hilatura. La mejora de la calidad de los hilos y la disminución del coste de la fuerza de trabajo se articulaban en tres frentes de actuación: primera­mente, sustituir los tornos tradicionales por otros modernos, de los que la estrella indudable fue el torno de Vauncanson; en segundo lugar, reconvertir el subsector eliminando totalmente el trabajo masculino y dejando todo el

2 Martínez Santos, V. (1981), cap. V. ' Archivo de la Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia (A. S. E. A. P. V.),

C-24, II, n. 1, 1799.

42

LA CRISIS GREMIAL Y LOS PROBLEMAS DE LA SEDERÍA VALENCIANA

proceso a manos de mujeres y niños, población que jugaba un papel limitado o auxiliar hasta el momento. La misma renovación del utillaje técnico favorecería grandemente este cambio, dada la liviandad del torno moderno y la imposibilidad de trabajar con él ni tantas madejas a la vez, ni con tanta premura. Esta reconversión de la fuerza de trabajo tendría dos efectos beneficiosos: abarataría la mano de obra y aprovecharía la tradicional «prolixi-dad y delicadeza» de las mujeres para este tipo de faenas. Por último, se tendería a la eliminación de la hilaza a destajo —a tanto la libra— para implantar el trabajo a jornal, con lo que se buscaba que las operaciones se llevasen a cabo con el debido detenimiento y esmero.

Pese a todos los intentos, tanto individuales como institucionales, los planes renovadores fracasaron totalmente y el hilado siguió reah2ándost? al modo tradicional y arrastrando sus defectos. En 1792 Vicente Viñes, buen conocedor de la sedería, insistía en que una de las causas de este fracaso era que con el torno de Vauncanson se hilaba menos seda que con el tradicional, que permitía doblar el número de capullos hilados por día. Este condicionan­te resultaba poderoso si tenemos en cuenta que la primera hilaza se inscribía en la economía doméstica de una unidad familiar campesina que trabaja tierras de regadío —agricultura intensiva— generalmente en régimen de arrendamiento. El alza de las rentas de la tierra y del coste de la vida en la segunda mitad del setecientos tuvieron su repercusión indirecta sobre la hilaza, dificultando la introducción de mejoras técnicas que no se acomoda­ban a la específica organización de la misma en el marco de las tierras de huerta valencianas''. La primera hilaza presenta las características básicas del Kaufsystem, en la medida en que los campesinos hiladores son dueños de sus tornos y de la materia prima que los alimenta, vendiendo el hilo a los comerciantes o mayoristas. Sin embargo, conviene subrayar que este sistema

tan sólo da cuenta de la primera fase del hilado, lo que pone de relieve, a su

•t A. S. E. A. P. V., C-22, III, n. 5. Los intentos de introducir y generalizar el uso del torno de Vauncanson, asi como los datos para el análisis del fracaso de esta operación —apoyada por la Corte, por la Junta de Comercio, por la Sociedad Económica y aun por algún arzobispo ilustrado— han dejado un importante rastro documental. Sirva de ejemplo: Archivo Municipal de Valencia (A. M. V.), Lonja, C-116, n. 8; idem, C-127, n. 6. El 1800 la Junta de Comercio había renunciado a su cruzada en favor de la implantación de los tornos de Vauncanson, a pesar del conocimiento cierto de las virtudes del hilado moderno frente al «hilado común», «pero insuperables estorbos se oponen a semejantes lisongeras ideas (la generalización de los nuevos tornos)». Significativamente, la Junta se muestra en esta fecha de acuerdo con la política de no coaccionar al cosechero para adoptar estas novedades, pues la experiencia había demostrado la inutilidad de este tipo de actuaciones y se escuda en el ejemplo de la hilatura piamontesa, caso ejemplar siempre admirado, en la que es éste «un ramo de Comercio' que ocupa compañías de inmensos fondos», A. M. V. l^onja, C-120, n. 5, 11.

43

FERNANDO DIEZ

vez, la excesiva división del trabajo en la sedería, con marcos de producción en cada una de las fases que tienen sus requisitos específicos y que, a medida que avanza el siglo, acrecientan sus dificultades de integración generando todo tipo de problemas 5. La única alternativa realmente ensayada (ue una política de inspecciones de la calidad del primer hilado, con la normativa correspondiente, que, si no resolvieron el problema, al menos lo paliaron en parte. Esta política alcanzó un relativo éxito entre 1750 y principios de los años 70, pero con las nuevas normas liberalizadoras, respecto a la hilaza que se promulgaron a partir de 1772, decayó la vigilancia y se acrecentaron los males ^.

El proceso de devanado de las madejas de seda en carretes, para su posterior utilización en los tornos de torcer, era una tarea para la que se buscaba una mano de obra abundante y barata ' '. Estos requisitos se cumplían con la sistemática utilización del trabajo femenino urbano, al que acudían tradicionalmente los torcedores para el enrodetado, pagándolo a tanto la libra. Según José Lapayese, «en casi todas las familias decentes y comunidades religiosas de esta ciudad eran raras las que no tenían sedas de los torcedores para devanar y dar ocupación a sus criadas» ^. En la medida en que el primer hilado fuese defectuoso y el hilo hubiera sido tratado con aditamentos fraudulentos —bien para acelerar y facilitar el hilado, bien para defraudar en el peso de las madejas— el trabajo de las rodeleras se dificultaba grandemente, y, dada la tendencia a mantenerse estable su baja remuneración, así como el importante aumento del coste de la vida en estos años, resultaba finalmente muy poco remunerador. Sabemos que la calidad del primer hilado fue siempre un problema que todavía se agravó más a partir de 1772. Esto tuvo dos consecuencias: en primer lugar, las mujeres perdieron el interés por el devanado e intentaron otro tipo de trabajos con los que seguir aportando su contribución a los ingresos de la unidad familiar, algo absolutamente necesa­rio para la consecución del nivel de subsistencia entre la población trabajado­ra. La posible alternativa laboral no era, sin embargo, nada halagüeña, lo que permitiría sugerir que o bien soportaron las leoninas condiciones del enrodeta-

* Sobre el Kaufsjstem, cfr. Kriedte, Medick y Schlumbohm (1986), pp. 147 y ss. ^ Sobre la organización de las inspecciones y su normativa, A. M. V., l^onja, C-127, n. 2,

Martínez Santos, V. (1981), p. 191, subraya el efecto de algunas de estas medidas que, al liberalizar las operaciones de compra de seda en madejas, favorecieron las prácticas especulado­ras, lo que acrecentó todavía más la premura del primer hilado.

^ Según cálculos de la época, un torno de torcedor de 240 usos, movido por tracción animal, necesitaba a su servicio unas 70 u 80 rodeteras, y esto si las sedas eran de buena calidad. Las sedas defectuosas podían llevar esta servidumbre hasta casi doblar su número.

8 Lapayese, J. (1794), p. 84.

44

LA CRISIS GREMIAL Y LOS PROBLEMAS DE LA SEDERÍA VALENCIANA

do, O bien abandonaron sin más, afrontando condiciones más duras de vida ' . En segundo lugar, en la medida en que este trabajo era escasamente rentable, aumentó la cuota de fraudes en esta fase del proceso de la hilatura. Las rodeleras añadían productos a la seda para incrementar su peso o mezclaban calidades distintas de seda en su provecho. Ya en los años 70 la fase del devanado presentaba una difícil problemática que se arrastrará hasta bien entrado el siglo siguiente, con graves repercusiones para el torcido.

En 1773 la directiva del Colegio de Torcedores consiguió del Consejo que los comerciantes-fabricantes de tejidos de seda que les entregasen seda para torcer, se la entregasen enrodetada. Consideraban que recibirla en madejas y encargarse ellos del devanado en carretes había sido una imposición de los negociantes, cargando a su cuenta la responsabilidad de que esta tarea se realizase sin fraudes, y, caso de haberlos, teniendo que soportar sus conse­cuencias. Se quejaban también de lo oneroso que les resultaba el tiempo empleado para organizar esta operación. La aparente victoria creó disensiones internas en el Colegio a las que más adelante tendremos que referirnos.

2. E L T O R C I D O D E LAS SEDAS

El torcido era la última fase de la hilatura. Consistía en tratar el hilo de la primera hilaza para modificar su sección aplastada en cilindrica y en hilarlo, a dos o más cabos, para dejarlo listo tal y como podía ser utilizado por los tejedores en sus diferentes labores. Esta tarea, totalmente urbana, se había consolidado como oficio institucionalizado gremialmente. En las ordenanzas que lo regulaban, como ocurría en las de la inmensa mayoría de los gremios, se sometía a capítulos la división tripartita de las categorías laborales del oficio, regulándose el aprendizaje y los requisitos para alcanzar la maestría. No faltaban los privilegios para velar por la patrimonialidad del oficio, ni las cortapisas que frenarían una excesiva concentración de la producción en manos de unos pocos maestros, con lo que se procuraba el ideal gremial de la autonomía del pequeño productor y, en consecuencia, una relativa igualdad entre los maestros '" .

' El tejido de medias de seda fue una posible alternativa que, finalmente, no cuajó. Esta actividad se populariza en la ciudad a partir de los aiíos 70, pero ya a comienzos del ochocientos presenta una grave decadencia. A. M. V., Lonja, C-34, n. 8.

1" Ordenanzas... del Colegio de Torcedores de Seda de Valencia (1732-1782), ordenanzas n. 21 a 44 y 45 a 47.

45

FERNANDO DIEZ

Aunque no podemos fijar de manera absoluta el número de individuos que integraban la corporación, sabemos que se trataba de un oficio con un peso especifico significativo en el conjunto de la población gremial urbana y que creció intensamente a lo largo de la centuria ' i . La importancia laboral del sector del torcido, considerando no sólo la población agremiada, en la que nos falta toda información sobre la numerosa categoría de los aprendices, sino la población auxiliar de las rodeteras, tuvo que ser muy destacable. En la crisis sedera de 1772 el Colegio socorre a unas mil personas que pasaban por apuros y que hay que considerar, de algún modo, vinculadas al mismo ^ .

Como se ha apuntado, las ordenanzas del Colegio ponían límites a la concentración de la producción en manos de unos pocos colegiales, algo totalmente habitual. En el siglo XVIII, sin embargo, este tipo de restricciones no tienen una gran efectividad, y, aunque el fenómeno de dependencia de unos maestros con respecto a otros, así como el porcentaje de maestros que trabajan como oficiales, nos es desconocido, disponemos de datos sueltos que confirman el proceso de diferenciación económica en el seno de la corpora­ción 13. Conocemos el caso de Vicente Canet, torcedor acaudalado, que del torcido pasó al comercio de telas de seda y, posiblemente, a disponer de tejedores que trabajaban para él. Sus descendientes figurarán en la matrícula de la Junta de Comercio, lo que testimonia el paso a las filas de la burguesía comercial i''. Sin embargo, la movilidad económica y social en el seno del torcido no es comparable con la que tuvo lugar en las filas de los tejedores del Arte Mayor, que fue el foco principal de origen de la burguesía comercial valenciana del setecientos.

" En 1727 los torcedores representaban, aproximadamente, el 4,5 por 100 del conjunto de la población agremiada en la ciudad, porcentaje que sube al 5,3 por 100 en 1766. Son el cuarto gremio más numeroso en 1727 y el tercero en 1766. Entre ambas fechas es de las corporaciones con crecimiento más acusado, doblándose muy holgadamente sus efectivos. De los oficios importantes de la ciudad sólo el Arte Mayor de la Seda creció con mayor intensidad. El porcentaje de oficiales en el gremio también aumentó entre estas dos fechas de manera muy notable, aunque sería aventurado fijar una cifra. En cualquier caso, el número de oficiales difícilmente llegaría a sobrepa,sar al de maestros, pudiendo alcanzar estos últimos, en 1766, el número de los 300. Diez, F. (1987), pp. 51-57.

'2 A. M. V., l^onja, C-86, n. 4. 3 En la declaración de ingresos anuales que el Colegio de Torcedores presenta para hacer

frente a una contribución extraordinaria en 1813, el 45 por 100 de los maestros se sitúan en el escalón de los ingresos modestos o muy modestos. Este grupo, que supone casi la mitad de los maestros que declaran, aporta tan sólo el 20,4 por 100 de la cantidad total declarada por el Colegio. En el otro extremo de la banda, un 25 por 100 de los maestros acumulan el 45 por 100 de dicha cantidad. En el grupo intermedio, el 30 por 100 de maestros concentran el 34,3 por 100 de las utilidades declaradas. A. M. V., Contribuciones varias, C-62.

>i Franch, R. (1986), pp. 299 y 300.

46

LA CRISIS GREMIAL Y LOS PROBLEMAS DE LA SEDERÍA VALENCIANA

Sabemos de la existencia de maestros torcedores que trabajaban en sus talleres para otros congremiales más solventes; también estaba generalizado el recibir seda en madejas de los comerciantes-fabricantes para su torcido. Esta última práctica presentaba una doble posibilidad: un número reducido de maestros trabajaban, efectivamente, «por cuenta de mercader», sometidos a una especie de putting-out urbano, aunque no era ésta la situación más común. Lo corriente era que el mismo torcedor combinase el trabajo por encargo, recibiendo las madejas y devolviendo el hilo torcido, según especificaciones, y el proceso de fabricación totalmente autónomo, comprando las madejas al contado, o más comúnmente a plazos, y vendiendo los torcidos. Naturalmen­te, esta posibilidad mixta admitía una variedad de situaciones individuales, pero, en general, los torcedores modestos y medianos, la gran mayoría, sólo con mucha cautela podían correr los riesgos económicos que implicaba salvaguardar, al menos, una parcela de su autonomía como maestros artesa­nos, precisamente aquella que descansaba sobre la parte de su producción respecto a la que ejercían el pleno control: materia prima, trabajo y comercia­lización del producto acabado '5.

Antes de la supresión del Colegio en 1793, estaban corrientes en la ciudad unos 112 tornos grandes de torcer. Son tornos que rondaban los 240 husos y que eran movidos por tracción animal. Este tipo de artefactos solían funcio­nar, cuando la sedería no atravesaba por dificultades, durante las 24 horas, asistidos a turnos por el maestro, sus oficiales y aprendices y mano de obra auxiliar. La complejidad de estos tornos, sus dimensiones, la necesaria asistencia de dos caballerías como mínimo, el régimen de trabajo intensivo, que obligaba al maestro a mantener a sus trabajadores y a albergarlos en su casa, son datos que apuntan a la relativa importancia de la inversión en capital fijo en un oficio que, además, necesitaba de una alta cualificación, acentuada por la complejidad técnica de los grandes artefactos con cientos de husos. Estas características permiten confirmar la existencia, en la corporación, de un grupo de maestros de posibles, entre los cuales estarían aquellos para los que trabajaban maestros de escasos medios en sus propios talleres, con tornos manuales y en jornadas máximas de unas doce horas. Pero también son cruciales los requisitos de capital fijo y alta cualificación a la hora de explicar el desinterés del capital comercial para penetrar y reconvertir el subsector del torcido, dadas las inversiones que este tipo de fabricación requería y los

^ A. M. V., l^onja, C-56, n. 24: manifiestos de diversos maestros torcedores sobre sus utilidades, con noticias sobre la situación de sus talleres, 1811. Tzmhicn'hofi/a, C-6, n. 4, fl. 119 y ss. y fl. 127 y ss.

47

FERNANDO DIEZ

riesgos que entrañaba. Francisco Mustieles, uno de los maestros autónomos con torno de caballerías, cuando quiere definir su posición social lo hace en estos términos: «He podido equiparme en un estado de no tener riqueza ni considerable aumento, sino el poderme mantener con un decente y honrado porte, según mi oficio.» Traducidas sus palabras a realidades más tangibles significan que, a su muerte a finales de los 60, tenía casa propia, un torno valorado en 100 libras, tres caballerías, 230 libras en efectivo, 300 en seda torcida y 399 que le adeudaban diversos maestros terciopeleros a los que vendió torcido al fiado. Un dato significativo es que este maestro, con torno de caballerías, acumula unas deudas que alcanzan la cantidad de 1.306 libras, lo que por sí mismo apunta a los riesgos económicos que entrañaba el negocio del torcido. En su testamento no falta el entierro con hábito, 25 presbíteros y la celebración de 30 misas pro anima sua, una rúbrica acorde con una vida de «decente y honrado» menestral ">.

3. LA ABOLICIÓN D E L C O L E G I O : U N A M E D I D A C O N T E S T A D A

La abolición de los gremios de torcedores de seda de 1793 viene precedi­da, en Valencia, por actitudes favorables a la misma que cristalizan en una petición formal, fechada en 17861''. Quince importantes comerciantes-fabri­cantes de tejidos de seda de la ciudad acuden a las autoridades reclamando que el torcido de sedas sea declarado «industria popular». Para este colectivo esto significa la desregulación gremial del torcido de la seda y su nueva difusión como fabricación doméstica, tanto en la ciudad como, sobre todo, en las comarcas rurales próximas, abriéndose al empleo sistemático de la fuerza de trabajo femenina. De esta medida esperan los firmantes la abundancia de torcidos, la moderación de sus precios y la mejora en la calidad del producto: «Pues tales deben ser los efectos del mayor número de tornos, de la equidad que ofrecen los jornales de la maniobra en los Lugares (poblamiento rural) y de la poca malicia y menos ingeniosidad en adulterar las sedas en que al

' A. R. V., Protocolos, F. Blasco, n. 302, fl. 21. La evaluación de tornos corrientes, antes de 1793, en A. M. V. t.onja, C-34, n. 8, 1814. Otro tipo de datos aquí utilizados en A. M. V. 'Lonja, C^56, n. 24.

" La política reformista gubernamental sobre el gremialismo, con inflexiones claramente antigremiales en numerosos casos, cubre todo el último cuarto del setecientos. Sus jalones doctrinarios y legales, así como la polémica que desata, son tratados con detalle en Diez, F. (1990), pp. 175-184.

48

LA CRISIS GREMIAL Y LOS PROBLEMAS DE LA SEDERÍA VALENCIANA

presente se hallan las mugeres del campo» ^ . Esta primera reacción del capital comercial frente a los problemas de la hilatura resulta ya esclarecedora. La alternativa que proponen evidencia su decisión de no implicarse directamente en la reconversión del torcido. Sólo así es explicable que pretendieran, fuera de toda razón, resolver los problemas que el torcido presentaba en su organización gremial y urbana, transfiriéndolo al marco rural, lo que supon­dría dispersar definitivamente una actividad modestamente concentrada y favorecer las condiciones para que los problemas técnicos que ya azotaban al subsector se multiplicasen.

Detrás de esta decisión de un grupo representativo de comerciantes-fabricantes bullen los problemas generales de la hilatura y los más particulares que enfrentan a éstos con los torcedores. Ya en 1773 tenemos constancia de las tensiones entre ambos y de las propias divisiones que éstas creaban en el seno del Colegio de Torcedores. En esta fecha las fricciones entre los representantes del Colegio y los fabricantes se centran en el control que estos últimos ejercen sobre la remuneración del trabajo de torcer las sedas que entregan a los maestros. El precio lo «tienen tasado por unión que guardan entre sí» en seis sueldos la libra de seda torcida, considerando el Colegio que el «valor» de la operación excede los ocho sueldos ^'. Por otra parte, la directiva del gremio busca liberarlo de la costumbre de que sean los propios maestros los que controlen el enrodetado de las sedas que ellos reciben en madejas. Se trata de un segundo motivo de fricción, pues esto obliga a los maestros a vigilar la no comisión de fraudes por las rodeleras y, cuando esto no es posible, a cargar, como ya apuntamos, con las consecuencias negativas de tales irregularidades, además del tiempo que tienen que dedicar a organizar esta operación previa 20. El mismo Colegio admite que este tipo de problemas se han generalizado con la competencia que existe entre los mismos maestros que, impelidos a hacer frente a sus necesidades, admiten estas duras condicio­nes y son incapaces de presentar un frente común respecto a los comerciantes y fabricantes. Así era, pues días después de que la Junta del Colegio presentara a las autoridades sus peticiones, que consistían en elevar el coste del torcido y en obligar a los comerciantes-fabricantes a entregarles las sedas enrodetadas, once maestros torcedores acuden a la Junta de Comercio manifes­tando su total desacuerdo en la cuestión del enrodetado. A su juicio, los

'8 A. M. V., Lonja, C-120, n. 7. " Lapayese, J. (1794), p. 50, confirma la tendencia a mantenerse estable el coste de la tarea

del torcido, a pesar del fuerte encarecimiento del coste de la vida en la ciudad. 20 A. M. V., Lonja, C-6, n. 4, fl. 119 y ss.

49

FERNANDO DIEZ

colegiales que más dependen de los encargos de torcido por parte de los comerciantes-fabricantes sufrirán el retraimiento de éstos ante el hecho de tener que organizar por su cuenta esta operación, teniendo que enfrentarse con «el enfadoso y mecánico trato con las pobres mugeres». Por otra parte, opinan que no se solventarán las suspicacias respecto al fraude que afecta a la operación en su conjunto. Coinciden, sin embargo, con los otros maestros en la necesidad de modificar al alza el precio de la tarea, aunque es significativo que pidan un aumento mucho más modesto. El conflicto sobre la remunera­ción del torcido adquiere su específica significación si se considera desde la perspectiva del «salario tradicional». Los intereses de mercado de los comer­ciantes-fabricantes entran en contradicción con la defensa, por parte de los maestros torcedores, de una remuneración adecuada a su status tradicional. Esta colisión se encona en la medida en que los primeros buscan la competiti-vidad de sus telas a costa de la prestancia social de'los segundos, y esto sin que tenga lugar un verdadero proceso de subordinación económica ^i.

Las diferencias entre comerciantes-fabricantes y torcedores encubren un problema de fondo, el que se origina en la misma organización de la división del trabajo en la sedería. Se trata de la relativa autonomía del ramo del torcido respecto a los principales fabricantes de seda. Confiesan éstos, en el escrito de 1786, que los que tuercen «por cuenta de los fabricantes» no alcanzan a cumplir con la demanda de torcido: apenas cubren las necesidades de «la más pequeña parte de la fábrica», dicen. Lo cual supone que una parte importante de la seda torcida tienen que obtenerla de torcedores autónomos o que guardan un cierto grado de autonomía como productores, sin que ellos controlen, en la medida que les parecía deseable, el proceso del torcido en su beneficio. Este contencioso se agudiza con el problema de la calidad de los torcidos y con las reivindicaciones que acabamos de señalar de los torcedores respecto al precio de la operación y al enrodetado previo del hilo. Detrás de la petición de abolición del gremio se trasluce el deseo de buscar una alternativa que genere una mayor subordinación del torcido respecto a sus intereses como fabricantes de tejidos de seda. Sin embargo, el tipo de subordinación que se vislumbra no tiene mucho que ver con el tipo de dependencia que, para estas fechas, se había generalizado entre los maestros tejedores del Arte Mayor, dando lugar a la figura de los que trabajan exclusivamente «por

2' A. M. V., lj)nja, C-6, n. 4, fl. 127 y ss. El precio del torcido que defienden los maestros no puede ser considerado como un valor dictado por la estricta contabilidad de los costes, etc., sino en la linea del «salario tradicional», esto es, una remuneración adecuada al status, dictada por la costumbre y no por el mercado. Cfr. Hobsbawm, E. (1979), pp. 354-360.

50

LA CRISIS GREMIAL Y LOS PROBLEMAS DE LA SEDERÍA VALENCIANA

cuenta de mercader», con materia prima y telar proporcionado por éste. La dependencia en el Arte Mayor había sido facilitada por el hecho de que los más importantes comerciantes-fabricantes habían salido de sus filas, siendo en un pasado bastante próximo maestros tejedores que, como tales, se beneficia­ban ya de las relaciones de dependencia entre maestros que originaba la diferenciación económica existente en la corporación. El desembarco del capital comercial en el torcido encontraba, por el contrario, dificultades suplementarias. Por un lado, una necesaria inversión en capital fijo más cuantiosa que en el caso del tejido; por otro, la resistencia de los mismos maestros torcedores que presentaban un frente más sólido, tanto por su posición económica como por el respaldo institucional que ofrecía el disponer de gremio independiente. Finalmente, al capital comercial se le presentaban otras opciones de inversión rentables, más seguras y menos conflictivas: la tierra y las operaciones comerciales ampliamente diversificadas ^

El telón de fondo sobre el que se produce la polémica y las diferencias señaladas entre comerciantes-fabricantes y torcedores es el de las deficiencias técnicas del torcido y el de los frecuentes fraudes que se cometían. Ya hemos apuntados que se trata de un problema complejo, pues afecta al conjunto de la hilatura y se genera en cada una de las etapas de la particular división del trabajo que la estructuran. Defectos técnicos y fraudes en la primera hilaza que se transmiten al enrodetado, pues hacen más lenta la faena, lo que retrae a las rodeteras y las inclina a compensarse con un menor cuidado en la operación, con los fraudes consabidos para aumentar el peso de la seda y a realizar mezclas indebidas de diversas calidades de sedas. Rapidez excesiva en la operación del torcido, sin respetarse las debidas especificaciones técnicas y la moderada velocidad del ingenio, lo que producía torcidos defectuosos, además de la siempre presente posibilidad de fraudes compensatorios.

Los defectos intrínsecos de la hilatura sólo pueden comprenderse debida­mente conjugando toda una serie de factores. La producción de capullos y la primera hilaza, en manos de los campesinos de las comarcas productoras, reciben la presión del alza de los arrendamientos en el siglo y de las particulares relaciones socio-económicas que imperan en el regadío valencia­no. Las rodeteras y torcedores sufren el importante encarecimiento del coste de la vida en la ciudad, especialmente agudo en el último cuarto del setecientos y primeras décadas del ochocientos. Los comerciantes-fabricantes operan como grupo de presión para la contención de los precios del torcido. La renovación

22 Sobre estas dos cuestiones, cfr. Franch, R. (1986), pp. 316 y ss., y Ardit, M. (1985), pp. 110 y ss.

51

I'ERNANDO DIE :Z

técnica de los tornos de hilar y torcer se intenta sin que cuaje, y no por las restricciones de la regulación gremial o por conservadurismo intrínseco de campesinos y artesanos, sino porque los problemas de fondo de la hilatura en su conjunto y su peculiar división del trabajo dificultaban la introducción de ingenios que no propiciaban las sucesivas «compensaciones» que los sistemas tradicionales y su acomodación a los tiempos posibilitaban. Todavía hay que añadir las dificultades de la sedería en el tránsito de centurias, debidas a la recesión de los mercados como efecto de los conflictos internacionales.

N o tenemos constancia de que la Junta de Comercio de Valencia informa­se favorablemente respecto a la supresión de los gremios y colegios de torcedores. Hasta 1793 la política de la Junta sobre la cuestión del gremialis-mo había pasado de una cierta confrontación, y aun de manifestaciones aisladas antigremialistas, en los años 60, a una actitud contraria a las medidas gubernamentales que, en los años 80, limitaban drásticamente algunos de los principios más conspicuos de las organizaciones corporativas de oficio. Ciertamente sabemos que, en el caso concreto del torcido, albergaba en su seno posiciones abolicionistas, pues los comerciantes-fabricantes que pidieron «industria popular» para este ramo eran todos ellos comerciantes matriculados en la misma. También sabemos que la Sociedad Económica de Valencia tomó posición por la supresión del Colegióos. Pero cuando la supresión se hizo efectiva, la polémica sobre el torcido y su regulación entra en una nueva fase de la que vamos a destacar sus perfiles más significativos.

La opinión general una vez promulgada la supresión en 1793, nemine

discrepante, es que el torcido no sólo no ha mejorado un ápice, sino que ha empeorado notablemente. Todos coinciden en señalar a la libertad de trabajo y de producción como la causa de este deterioro 21. Como contrapartida, hay un consenso general respecto a la necesidad de volver a una estricta reglamen­tación del torcido de las sedes. Vamos a centrarnos en las soluciones propuestas por José Lapayese, fabricante de hilados y torcidos en la fábrica de Vinalesa, a la que más adelante tendremos que referirnos, y en la trayectoria de las alternativas que propone la propia Junta de Comercio.

Lapayese expone sus ideas un año después de la supresión del Colegio y

23 Franch, R. (1983), pp. 205-207. Respecto a la Sociedad Económica, ya en 1794, la decisión es considerada como un grave error por su secretario, Manuel de Velasco, A. S. E. A. P. V., C-24, n. 4.

^^ Los testimonios son múltiples y variados, desde José Lapayese, que en estas cuestiones tiene el prestigio del experto, pasando por una comisión de torcedores creada por la Junta de Comercio, asi como la propia Junta en documentos que se fechan entre 1796 y 1814.

52

I.A CRISIS GREMIAL Y LOS PROBLEMAS DE LA SEDERÍA VALENCIANA

considera que la medida ha sido un craso errores. Su opción pasa por la reforma del oficio, con una nueva reglamentación del mismo. Las ordenanzas reformadas deberían acabar con las tradicionales restricciones que las redacta­das en 1732, vigentes hasta la supresión, imponían a los maestros sobre el número de tornos y de husos por taller. Asimismo, pide la rebaja de las cantidades que el gremio exigía a los maestros —las tachas— y la de las tasas para el acceso a la maestría. Respecto al aprendizaje, cree necesario rebajar la edad en que se podía pasar a la oficialía, así como exigir a los maestros no sólo que alimenten, sino que vistan a los aprendices, para que esta fiíerza de trabajo —barata y flexible— no falte en el oficio y, a la vez, sea vivero de una oficialía y una maestría bien nutridas. Un aspecto destacable de su alternativa es que considera los fenómenos de concentración del negocio y subordinación de unos maestros a otros, así como la existencia de maestros-oficiales, como tendencias positivas. Respecto a este último, sostiene que el que haya maestros que, en la práctica, trabajen y cobren como oficiales es un fenómeno deseable, pues presentan la ventaja de su mejor disposición para la reproduc­ción de las cualificaciones, enseñando el oficio a los aprendices que trabajan con ellos, así como la de su más alto nivel de competencia profesional, y todo ello a coste de oficial.

La posición de la Junta de Comercio de Valencia se concreta, en 1796, en un informe acompañado del borrador que le precedió 26. Este último muestra una postura más decidida respecto a la restauración del orden gremial en el ramo. La supresión del Colegio ha redundado en una peor calidad de los torcidos y en una mayor frecuencia de los fraudes endémicos, situación que provoca la competencia de los torcidos extranjeros. La conclusión es firme: «Se hace indispensable el que sea reintegrado el Colegio de Torcedores y la observancia de sus ordenanzas, restringiendo o ampliando aquellas que pareciesen más convenientes al buen torcido.» Igualmente se pide el restable­cimiento de las medidas de inspección de la primera hilaza, según se practica­ban desde mediados de siglo hasta 1772, pues los defectos y fraudes de esta primera operación comprometen la bondad de los mismos torcidos. El informe definitivo que, finalmente, emitió la Junta resulta más «diplomático»; no se pide expresamente la restauración del gremio, pero sí la de aquellos mecanismos gremiales que regulaban el oficio. La idea básica ya nos es conocida: la Real Cédula de 1793 ha causado un gran perjuicio a la sedería, agudizándose el desenfreno en los defectos técnicos y el fraude desde que el

25 Lapayese, J. (1974), pp. 52 y ss. 26 A. M. V., Lonja, C-127, n. 6, y C-102, n. 4.

53

FERNANDO DIEZ

torcido fuera declarado «industria popular». El arte de torcer es complejo y exige una firme regulación del aprendizaje —con una duración mínima de cuatro años— y de un período de prácticas obligatorio, como oficial, antes de poder acceder a la maestría —tres años—. La Junta está por la vuelta a la reglamentación de las condiciones técnicas de la producción y recoge la propuesta del borrador sobre la necesidad de inspección de la primera hilaza, según las normas vigentes a mediados de siglo.

Las propuestas de Lapayese y de la Junta coinciden en valorar positiva­mente la apertura del oficio a la ñierza de trabajo femenina, aspecto éste que introducía el decreto de abolición. Pero conviene precisar esta importante cuestión. La prohibición de utilizar el trabajo femenino en los talleres menestrales era, efectivamente, una regla que imponían numerosas ordenan­zas gremiales, aunque tal norma fuera, en parte, papel mojado en la segunda mitad del setecientos. El modelo de «industria popular» suponía la total libertad de trabajo de las mujeres en los diferentes oficios artesanales, bien como productoras autónomas o como trabajadoras dependientes. Lo que aquí se defiende es la libre utilización de esta mano de obra barata y flexible, pero siempre en el marco de la organización corporativa, esto es, en el seno del taller menestral, subordinada a la dirección y autoridad del maestro y en beneficio de éste. Es ésta una cuestión especialmente sensible, sobre todo a partir de los años ochenta, que afecta también a otros oficios de la sedería, caso del Arte Menor de la Seda. Aquí se dirime la libre utilización de la fuerza de trabajo de un colectivo al que definen laboralmente sus amplias posibilida­des de «precarización» y del que preocupa, especialmente, su incardinación subordinada al proceso productivo, lo que asegurará el beneficio de su bajo coste y de su flexibilidad. Tanto en el caso del trabajo femenino, como en la propuesta de reforma de la normativa gremial de Lapayese, se destaca una línea de actuación consistente en crear nuevas condiciones para incrementar la explotación, como «trabajo cautivo» en el seno del sistema corporativo, de la mano de obra infantil, juvenil y femenina.

Si la representación de la Junta de 1796 guarda las formas y no pide directamente el restablecimiento del Colegio, no ocurre lo mismo con las de 1811 y 1814 2''. La primera de ellas expone a las Cortes gaditanas los males endémicos de la sedería valenciana. Se reclama el pleno restablecimiento del Colegio de Torcedores y se reitera el análisis de los problemas que ha agravado una «libertad mal entendida», a los que se añade la negativa de los maestros a admitir unos aprendices que, una vez alcanzada una mínima

" A. M. V., l.onja, O102, n. 4, y C'34, n. 8.

54

LA CRISIS GREMIAL Y LOS PROBLEMAS DE LA SEDERÍA VALENCIANA

instrucción, pretenden trabajar por su cuenta, lo que desincentiva a los maestros para admitirlos y compromete la reproducción de las cualificaciones. Para comprender debidamente esta última cuestión, es necesario tener en cuenta que el aprendizaje no es sólo una etapa en el acceso al oficio, sino una cantera importante de mano de obra precaria a la que, a lo largo de todo el siglo, explotaron sistemáticamente los gremios más dinámicos y que contri­buyó, junto con el trabajo femenino, a estructurar según sexos y edades el peculiar «mercado de trabajo» de la ciudad preindustrial. Finalmente, la representación de la Junta de agosto de 1814 reincide machaconamente en los males de la sedería, en la necesidad de volver al sistema de inspecciones de la hilaza que se realizaba en el campo y en la necesidad de restituir al torcido su institucionalización gremial. *

4. C O N C L U S I O N E S

Los problemas que aquejan al enrodelado y al torcido de la seda, así como la abolición de los gremios de torcedores y, por tanto, del Colegio de Torcedo­res de Valencia, arrojan nueva luz sobre las deficiencias de la hilatura y su repercusión sobre el conjunto de la sedería de la ciudad. En el último cuarto del siglo XVIII y los primeros años del XIX la hilatura se nos presenta como un auténtico cuello de botella que compromete el futuro del conjunto de este textil, tan decisivo para la economía urbana a lo largo de toda la centuria ^8. Las deficiencias técnicas y las prácticas compensatorias que se generan en cada una de las fases del proceso acaban por comprometer el abastecimiento de torcidos abundantes y de calidad, lo que se traduce en la deficiencia de los tintados, a los que perjudica el tratamiento de los hilos con productos espúreos, y del tejido, en el que repercuten negativamente las deficiencias del torcido. Detrás de estos problemas está la peculiar división del trabajo que estructura la sedería valenciana. El capital comercial, en buena parte con raíces en el propio sector sedero, llevó a cabo, en la segunda mitad del siglo, la reordenación de la fase del tejido generalizando la dependencia de los maestros, a los que pone a trabar «por cuenta de mercader». Sin embargo, en

28 En 1806 Vicente Gilabert, que sustituyó a Lapayese al frente de la fábrica de hilados de Vinalesa, opina taxativamente que la hilatura es el mal de fondo de la sedería valenciana. Sobre esta última, formula la siguiente valoración, que creo es totalmente acertada: «El arte de la seda en dicha Provincia (Valencia) ha envejecido sin sahr de la infancia.» A. M. V., Lonja, C-120, n. 5, 11.

55

FERNANDO DIEZ

el caso del torcido la penetración del capital comercial, generando mecanis­mos sólidos de dependencia, fue conflictiva y totalmente insuficiente, lo que motivó el que no se produjese la necesaria reconversión de un subsector que comprometía el futuro de toda la sedería. Los comerciantes y fabricantes de sedas estuvieron más interesados en la reproducción de sus capitales en operaciones comerciales de gran alcance y en las inversiones inmobiliarias, tierras sobre todo, que en poner en pie una hilatura que crease las condiciones más favorables para el desarrollo de la fabricación de tejidos de seda. Sin embargo, no seria adecuado tachar, por ello, de «traidora» a la burguesía valenciana de la época, ya que no quiso prepararnos un futuro industrial y nacional más acomodado a algunos gustos actuales. Sus intereses socio­económicos y sus negocios obedecían al ejercicio de un cálculo que resultaba acorde con las posibilidades y debilidades de la economía valenciana de la época y con su posición en la estructura social urbana de fines del setecientos. La historia de la sedería es, como decíamos al principio, la historia de un proceso de «desindustrialización», algo bastante frecuente en la Europa de la revolución industrial. Un fenómeno que obedece siempre a causas complejas que interactúan entre sí en el marco de las economías regionales e internacio­nales.

Los problemas internos de la sedería, tal y como los hemos analizado, alcanzan una especial virulencia cuando las condiciones externas son especial­mente adversas. A lo largo de las tres décadas que contempla este estudio, a partir de comienzos de los años 80 del siglo XVIII, se produce un importante aumento del coste de la vida en la ciudad que compromete el nivel de subsistencia de la población trabajadora. Por otra parte, especialmente desde los años 90, la sedería se verá afectada por graves crisis motivadas por la periódica paralización de las exportaciones y la caída interior del consumo de las telas de seda, lo que se traduce en una drástica reducción de la actividad en los talleres y en un creciente paro que afecta al conjunto de población que vive de esta actividad ^9.

La hilatura no encontró en estos años una salida para sus numerosos problemas. La alternativa de futuro que podría haber augurado la creación de la Fábrica de Hilados y Torcidos de Vinalesa, una importante manufactura que movía sus artefactos con energía hidráulica y utilizaba tornos de Vaun-canson mejorados, nunca se consolidó y terminó por fracasar. La iniciativa partió de los Reboull, artesanos sederos lyoneses asentados en Valencia, que

2' Para la evolución del nivel de vida, cfr. Diez, F. (1987), cap. 4.°. Para las crisis de la sedería en el tránsito de centurias, Op. cit., cap. 7."

56

LA CRISIS GREMIAL Y LOS PROBLEMAS DE LA SEDERÍA VALENCIANA

pronto comprometieron en la empresa a José Lapayese, que terminaría siendo director del establecimiento. La financiación del proyecto corrió a cargo de Juan Bautista Condón, que invirtió más de dos millones de reales en la empresa. La fábrica comenzó a funcionar en 1769, suspendiendo sus activida­des en 1795 por embargo. A partir de esta fecha la decadencia del estableci­miento fue total. En 1807 la Junta de Comercio afirmaba que ni Lapayese, ni Gilabert, su sucesor en la dirección, «habían podido sacar de la infancia tan útil establecimiento». Los hilados y torcidos de Vinalesa eran de mejor calidad que los «comunes», pero también más caros. La importante inversión no respondió a las expectativas y las pérdidas, y la imposibilidad de hacer frente a los créditos suscritos dieron lugar al cierre y al embargo del establecimiento •'. .

En esta atmósfera cargada la petición de algunos comerciantes-fabricantes de tejidos de seda para que el torcido se redujese a «industria popular» evidenciaba su retraimiento a la hora de modificar de raíz la situación y, en la práctica, suponía eliminar un problema creando otros todavía más correosos. Dispersar el torcido por el campo buscando una alternativa poco comprome­tida para mantener bajo su precio y para subordinarlo a la batuta del capital comercial era una solución que parece obedecer más al encono momentáneo que a una meditada planificación. La experiencia campestre de la primera hilaza no era muy halagüeña y las dificultades técnicas y de organización de todo el proceso ex nihilo lo hacían totalmente inviable. El cuello de botella de la hilatura, como ocurría en otros textiles extranjeros, podría encontrar una salida mediante la innovación técnica y la concentración, un camino que intentó la fábrica pionera de Vinalesa con el resultado que ya conocemos^' .

La supresión del Colegio de Torcedores fue una medida gubernativa que tuvo poco que ver con los problemas reales que arrastraba la sedería y las posibles soluciones que se debatían a pie de obra. Cuando se produce, uno de los primeros que no cabe en su asombro y reacciona en contra es, precisamen­te, el director de la fábrica de Vinalesa. Pasado un breve tiempo, la reacción es generalizada, manifestando la Junta de Comercio los destrozos y el malestar causados. En las ciudades industriosas, caso de Valencia, el problema de las corporaciones de oficio presenta una complejidad que ni los gobernantes de entonces, ni los historiadores de fechas más recientes, parecen haber com­prendido. En el caso que nos ocupa, en la medida en que el capital comercial

™ Sobre la fábrica de Vinalesa, sus instalaciones y sus problemas, A. M. V., l^on/a, C-120, n. 5, 11, y C-93, n. 32. También Martínez Santos, V. (1981), pp. 188-190 y 198-202."

31 Pollard, S. (1982), pp. 192 y ss.; Lillcy, S. (1979), pp. 200 y ss.

57

FERNANDO DIEZ

desiste de implicarse directamente en la reconversión de la hilatura, compro­metiéndose en una nueva organización del trabajo y de la producción, y en tanto que el fracaso de Vinalesa compromete el presente y el futuro de la alternativa manufacturera, la regulación corporativa del oficio y el sistema de inspecciones externas del primer hilado serán las únicas vías de actuación posibles. Unas vías, bien es cierto, con difíciles perspectivas de futuro. En esta tesitura resulta lógico que coleasen cuestiones fundamentales que intere­saban a la organización del trabajo y de la producción, y que requerían un marco de institucional para su estricta regulación. Las tres principales, que encontraban en el gremialismo este tipo de apoyatura, eran las siguientes: la reproducción, debidamente regulada, de los saberes y de las cualificaciones para asegurar tanto el grado de habilidad requerido, según oficios, como una abundante cantera de esta particular fuerza de trabajo; la regulación y el control de las especificaciones técnicas a las que debían adecuarse las fabrica­ciones, así como de la responsabilidad sobre la calidad de los productos acabados, cuestiones éstas que debían contar con una garantía institucional especifica, dada la deficiente integración de los procesos de fabricación, la realidad de una economía de mercado imperfecto y el insuficiente grado de burocratización de las organizaciones de control estatales y locales; finalmen­te, las organizaciones corporativas podían cumplir una misión de protección de los mercados, locales y regionales, con una efectividad a la que no podían aspirar las medidas proteccionistas dictadas desde la Corte.

El sistema gremial requería una reforma que lo limpiase de los atavismos que todavía arrastraba, pero esto no quiere decir que la burguesía negociante de la época considerase que, en general, la libertad de industria y de trabajo fuese una política razonable para sus propios intereses. Algunas reglamenta­ciones atávicas del gremialismo ya eran, en estos años, papel mojado, y si otras creaban, todavía, problemas, no era tanto por la fuerza de las corpora­ciones de oficio para defender sus ideales, sino por las insuficiencias estructu­rales de un «sector secundario» que encontraba dificultades básicas para su desarrollo y no realizaba, en la práctica, la superación de aquellas normativas gremiales que podían frenarlo. La cuestión de fondo que se debate en este período no es la pervivencia o no del gremialismo con sus ideales más conspicuos, sino la pervivencia de un sistema corporativo que regule el trabajo y la producción, que permita, en nuestro caso, la existencia del torcido en su organización relativamente autónoma, en ausencia del proceso de su total subordinación al dictado del capital comercial. Los comerciantes-fabri­cantes pretenden sacar sus ventajas recortando el «salario tradicional» de los maestros torcedores, esto es, abaratando lo más posible el producto. Estos

58

LA CRISIS GREMIAL Y LOS PROBLEMAS DE LA SEDERÍA VALENCIANA

Últimos siguen asumiendo los riesgos, en su papel de propietarios del taller, beneficiándose del «mercado cautivo» de la mano de obra que asegura el gremialismo y de las posibilidades de ampliar la utilización, en todo tipo de faenas, de la mano de obra femenina, tal y como apuntaba la nueva legislación liberalizadora.

Hay todavía otro aspecto que juega su papel en la polémica sobre el futuro del gremialismo. Las corporaciones de oficio cumplían una importante función en la estructura social del Antiguo Régimen. La identidad social de los trabajadores urbanos pasaba por su adscripción corporativa y por las sofisticadas diferenciaciones entre oficios y trabajos que generaban un sistema de status fundamental para la pervivencia del orden jerárquico propio de esta sociedad. Las corporaciones eran parte importante de este orden, basado- en una sólida diferenciación de los estados y de las condiciones. El orden social se concebía desde el mantenimiento de esta perfilada estructura que el sistema corporativo contribuía a robustecer. Un sistema que, a finales del setecientos, comenzaba a presentar sus fisuras, aquellas que contribuirán a alimentar las suspicacias de las clases urbanas que monopolizaban el poder y la riqueza y que se traducirán en la progresiva consideración de las clases trabajadoras como clases peligrosas.

En un país masivamente rural, como lo era la España del siglo XVIII, los problemas reales que aquejaban a las poblaciones industriosas no parecen ser debidamente contemplados, ni aun comprendidos, por los gobernantes que ponen en marcha la política de reformas del gremialismo, una política que adopta un sesgo antigremial en numerosas decisiones que se desgranan a partir de los años 80. Así, no es difícil explicarnos el carácter dubitativo que reviste su puesta en práctica, con pasos adelante y atrás, al albur de las reacciones que provoca. El principal mentor de estas reformas, Pedro R. Campomanes, partía de una concepción ruralista del modelo de sociedad deseable, con una amplia base sociológica de campesinos autónomos, fuerte­mente enraizados en el campo, dedicados a las labores agrarias y a lo que él concebía como «industria popular». Su idea de ésta se aleja totalmente del modelo de putting-out system, al que reprueba explícitamente, y presenta algunas connotaciones que recuerdan el Kaufsystem ^2. El campesino debe ejercer una economía mixta, laboreo y fabricaciones domésticas, controlando todo el proceso de estas últimas, desde la materia prima hasta su venta en el mercado. Para la difusión de la «industria popular», consideraba necesaria la reforma gremial, en tanto que las corporaciones de oficio monopolizaban las

Campomanes, P. (1774-1975), p. 95.

59

FfíRNANDO DIEZ

fabricaciones y limitaban su expansión por el campo. Con estas medidas se intentaba aumentar la producción agraria y la población campesina, facilitar su subsistencia y su radicación territorial y, en consecuencia, frenar la movilidad geográfica de la misma, siempre vista con suspicacia como venero de población desarrigada. Campomanes elabora su programa desde la preocu­pación del hombre de Estado acuciado por los problemas de la España interior, una España con un sector de fabricación muy poco desarrollado y una economía agraria plagada de insuficiencias.

Seria simplista suponer que toda la acción reformista refleja la doctrina de Campomanes y se fundamenta en ella. La reforma y el antlgremialismo se nutren también del propio conservadurismo gremial, de sus intentos para hacer pervivir reglamentos que amparaban prácticas que se consideraban beneficiosas tan sólo para aquellos que las defendían y perjudiciales para el conjunto de la economía urbana. Pero, en el terreno de la organización del trabajo y de la producción, una cosa era la necesaria reforma del gremialismo y otra la abolición o el debilitamiento extremo de las instituciones corporati­vas en que aquella organización se sustentaba. Aquí es donde se produce la fricción entre la política estatal y la burguesía comerciante y fabricante. En el caso que analizamos, las acciones estatales antigremiales son medidas políticas que no pueden achacarse a la continuada presión de los intereses burgueses. Para una completa comprensión de las mismas sería necesario responder a una importante cuestión que excede el objetivo de estas páginas: hasta qué punto la política gubernamental de debilitamiento del sistema corporativo es tam­bién parte integrante de un movimiento político de fondo, aquel que busca, por todos los medios, el fortalecimiento del poder centralizado mediante la desactivación de los cuerpos intermedios que, en el Antiguo Régimen, mediatizaban el intervencionismo estatal y se interponían entre el Estado y sus subditos ^^.

De todas formas, es necesario insistir en que, en numerosas ocasiones, la política de liberalización emprendida por los gabinetes de Carlos III y Carlos IV, en lo que toca al mundo de las fabricaciones urbanas, no fue correspondi­da por sus teóricos beneficiarios, según la interpretación al uso. Estos vieron en la misma una fuente de nuevos problemas que venían a añadirse al nutr ido censo de los que ya padecían, sin que ni los distintos gobernantes, ni los pensadores más conspicuos, supieran conectar con las preocupaciones reales que se cernían sobre ellos *.

'3 Sobre esta cuestión, cfr. Bossenaga, G. (1988). * Una primera versión de este trabajo fue concienzudamente leída por Jesús Millán y José

C^arazo. Deseo que conste mi agradecimiento por sus acertadas sugerencias.

60

LA CRISIS GREMIAL Y I.OS PROBLEMAS DE LA SEDERÍA VALENCIANA

BIBLIOGRAFÍA

A R D I T , Manuel (1985): «Las empresas comerciales de la Sociedad Viuda de don Mariano Canet e Hijos y las primeras expediciones directas de Valencia a Veracruz (1786-1805)», en Estudis, n. 11, pp. 103-142.

B E R N A L , Antonio, y otros (1978); «Sevilla: de los gremios a la industrialización», en Estudios de Historia Social, n. 5 y 6, pp. 76-275.

BOSSKNGA, Gail (1988): «La Révolution Frangaise et les corporations: trois exemples liUois», en Amales ESC, n. 2, pp. 405-426.

C A M P O M A N E S , Pedro (1774, 1975): Discurso sobre el fomento de la industria popular, Madrid, Instituto de Estudios Fiscales.

C E R U T T I , Simona (1988): «Du corps au métier: la Corporation des tailleurs a Turin entre XVir et XVIir siécle», en Annales ESC, n. 2, pp. 323-352.

DiKZ, Fernando (1987): La organización social del trabajo en la ciudad preindustrial. Valencia, siglo XVUl. Tesis doctoral. Universidad de Valencia.

(1990): Viles j mecánicos. Trabajo y sociedad en la Valencia preindustrial. Valencia, Ediciones Alfonso El Magnánimo.

F R A N C H , Ricardo (1986): Crecimiento comercial y enriquecimiento burgués en la Valencia del siglo XVIII, Valencia, Ediciones Alfonso El Magnánimo.

Hc:)BSBAWM, Eric (1979): «Costumbre, salarios e intensidad de trabajo», en Trabajado­res. Estudios de Historia de la Clase Obrera, Barcelona, Editorial Crítica.

K R I E D T E , P . ; M E D I C K , H . ; SCHLUMBOHM, J . (1986): Industrialización antes de la

industrialización, Barcelona, Editorial Crítica. L A P A Y E S E , José (1794): Memoria sobre el hilado y torcido de la seda. Valencia. LlI.LEY, Samuel (1979): «El progreso tecnológico y la revolución industrial», en

CipoUa, C. M . (ed.): Historia Económica de Europa (3). Ea Revolución Industrial, Barcelona, Editorial Ariel.

LLUCH, Ernest (1973): El pensament económic a Catalunya (1760-1840), Barcelona, Edicions 62.

M A R T Í N E Z S A N T O S , Vicente (1981): Cara y cruz de la sedería valenciana (siglos XVIII y XIX), Valencia, Ediciones Alfonso El Magnánimo.

(1969): «La industria de la seda en Valencia a fines del siglo xvil l . Los tornos de hilar de Vauncanson», en 7/7 Congreso Nacional de Historia de la Medicina y de la Técnica, Valencia, pp. 317-327.

P O L L A R D , Sidney (1982): «El trabajo en Inglaterra», en Mathias, p. , y Postan, M. (eds.): Historia Económica de Europa. Ea economía industrial: capital, trabajo y empresa, Madrid, Editoriales de Derecho Reunidas.

61

LA TRANSICIÓN DE LA VELA AL VAPOR EN LA FLOTA MERCANTE ESPAÑOLA: CAMBIO TÉCNICO Y ESTRATEGIA EMPRESARIAL

JESÚS M.'' VALDALISO Universidad del País Vasco

RESUMEN

En España los pocos trabajos que analizan la transición de la vela al vapor en la flota mercante española lo hacen en términos de fracaso y decadencia. Sin embargo, esa impresión no concuerda bien con las magnitudes cuantitativas internacionales disponibles que sitúan a la flota mercante española como una de las primeras en cuanto al grado de difusión del buque de vapor en las tres últimas décadas del siglo XIX. El objetivo de este artículo es analizar el proceso de cambio técnico, institucional y organizativo de la marina mercante española durante la segunda mitad del siglo XIX y la estrategia empresarial de los navieros españoles ante el mismo.

ABSTRACT

The few works which talk about the transition from sail to steam in the Spanish merchant marine, analyze it in terms of decadence and failure. But these imptessions do not pair with an analysis of the Spanish fleet from an International perspective: it was among the pionneers, together with Greatl Britain, to complete the technological modernization of its ships. The objective of this paper is to describe and explain the process of technical diffusion, the changes in the institutional framework, and the business strategy of Spanish shipowners in this context.

La difusión del hierro como material y del vapor como fuerza propulsora en los buques constituye el cambio tecnológico fundamental que tiene lugar durante el siglo XIX en la navegación marítima. Los primeros vapores que navegaron en los años treinta y cuarenta de esa centuria consumían una gran cantidad de carbón, alrededor de 4-5 kilogramos por caballo de fuerza y por

63

JESÚS M." VALDALISO

hora, y tenían una maquinaria muy pesada y unas calderas de grandes dimensiones que reducían considerablemente el espacio disponible para carga. Su mayor rapide2 tenía que ser pagada a un precio muy superior al de los buques de vela y, en la práctica, su participación en el transporte marítimo en esas décadas no dejaba de ser testimonial. Sin embargo, antes de mediados de la centuria dos grandes innovaciones se habían generalizado junto con la

! utilización del motor simple de vapor: el uso del hierro como materia prima del casco de los buques —que con un peso inferior en un 30-40 por 100 al de un buque de madera del mismo desplazamiento tenía una capacidad de carga superior en un 15 por 100— y la sustitución de la rueda de palas por la hélice (1838), especialmente adecuada para la navegación oceánica. Una tercera innovación —el descubrimiento del condensador de superficie que permitía reciclar el agua destilada en las calderas y eliminaba el uso de agua salada que tanto perjudicaba a éstas— se produjo en 1834, pero su aplicación no pudo generalizarse hasta los años sesenta*. A partir de esta base técnica la evolu­ción en las décadas siguientes fue dirigida a reducir el consumo de combusti­ble y a incrementar el espacio de carga, lo que se va a conseguir con sucesivos perfeccionamientos en el motor de vapor y en las calderas. El desarrollo del motor compuesto y el aumento de las presiones obtenidas en las calderas en los años sesenta y setenta redujo el consumo de combustible en un 40 por 100, y la reducción del peso y el tamaño de las máquinas dejó más espacio libre para la carga. Finalmente, la aplicación del motor de triple expansión en los ochenta disminuyó aún más el consumo de combustible, y la utilización del acero Siemens mejoró sensiblemente la eficiencia de máquinas y calderas 2.

La mayor parte de los autores que han investigado este fenómeno coinciden en interpretarlo como un proceso gradual que se lleva a cabo con una cierta lentitud. Blake señalaba que «el cambio de la vela y la madera al vapor y el hierro fue sísmico en su efecto final, pero el proceso fue muy lento, con innumerables superposiciones de tradición e innovación, de viejas y nuevas prácticas» 3. Graham (1956) fue el primero en advertir la coincidencia

• Los depósitos de sal que se formaban en las calderas, además de limitar la presión de las mismas y reducir su vida de uso, requerían una limpieza periódica. La introducción del condensador, patentado por Samuel Hall, además de aumentar la vida de las calderas permitió la consecución de mayores presiones y redujo el consumo de carbón. Sobre el condensador y las otras innovaciones, véase Palmer (1978), pp. 240-41; Headrick (1988), pp. 24-25, y Jackson (1988), pp. 263-65.

2 Sobre este tema, véase Craig (1980), pp. 5-16. Una bibliografía más detallada en Valdaliso (1991a), en prensa.

' Blake (1960), p. 40 (traducción mía, J. V.).

64

LA TRANSICIÓN DE I.A VELA AL VAPOR EN LA FLOTA MERCANTE ESPAÑOLA

entre el inicio de la difusión del vapor en la navegación y la época dorada del buque de vela desde 1850 hasta 1885. Harley (1971), en un modelo neoclásico, interpreta la transición en función de los costes relativos de ambos tipos de navegación. La relativa duración de ese período se debería a la necesidad de los vapores de transportar su propio combustible: los inputs necesarios y los costes de transporte en los vapores variaban inversamente con la distancia del viaje desde el punto de carga. Para Rosenberg la lentitud de la transición se debe a que, como en todos los procesos de difusión tecnológica, se produjo; no sólo un desarrollo gradual de la nueva tecnología, sino también de la vieja.' En el corto plazo, las mejoras en los buques de vela y los problemas marginales en la oferta de los buques de vapor provocaron que los primeros siguiesen controlando la mayor parte de la navegación mundial. Una Vez superados esos problemas marginales de oferta, a partir de mediados de los ochenta, la generalización del vapor fue mucho más rápida "•. Independiente­mente de los presupuestos teóricos de cada uno, todos ellos aceptan que el vapor se fue introduciendo primero en las rutas cortas —la navegación de cabotaje y la efectuada entre puertos europeos— y sólo tras la adopción del motor compuesto y, especialmente del motor de triple expansión, el vapor pudo competir eficazmente en las rutas oceánicas. Sin embargo, el proceso de difusión del vapor en las principales flotas mercantes del mundo estuvo lejos de ser uniforme, lo que indica que en el mismo intervinieron otros factores además de los cambios en los costes relativos de producción, fundamental­mente la estrategia empresarial y el contexto institucional en el que ese proceso se desarrolla 5.

A la altura de 1870 la difusión del vapor en las principales flotas mercantes del mundo era casi testimonial: sólo cinco países tenían un tonelaje de vapor que representaba más del 10 por 100 del tonelaje total de sus respectivas flotas. La apertura del canal de Suez en 1869 significó la irrupción en los mercados del este asiático de la navegación a vapor y aceleró el cambio del motor de un cilindro al motor compuesto durante los años 70*. En 1880 ya eran nueve los países, cuyo tonelaje de vapor suponía más del 10 por 100 del total, tonelaje que todavía era mayoritariamente empleado en las rutas comerciales del Atlántico Nor te . La reducción del consumo y del espacio reservado al carbón gracias a la generalización del motor compuesto y a la

Rosenberg (1979), pp, 208-27. Rosenberg (1979), p. 230; Broeze (1989), p. 1. Fletcher (1958), pp. 557-63. Fischer y Nordvik (1986), p. 530.

65

JESÚS M." VALDALISO

aplicación del de triple expansión provocó un crecimiento muy importante del tonelaje de vapor durante los años ochenta. Para 1890 la mayor parte de las flotas habían duplicado o triplicado sus porcentajes. Bélgica, Gran Bre­taña, Alemania, Francia y España poseían ya flotas compuestas predominante­mente por vapores. En 1910 la difusión del vapor estaba generalizada en la mayor parte de las flotas, con la excepción de Canadá y Finlandia^.

En España, la navegación a vapor se difundió en la primera mitad del siglo XIX por las aguas del Mediterráneo, dedicada al transporte de pasajeros. A partir de los años sesenta el vapor se extendió por las aguas del Atlántico norte, integrando también el transporte de mercancías ' . La difusión de la ' nueva tecnología en la flota mercante española se realizó con una relativa

í rapidez desde una perspectiva internacional: entre 1870 y 1890 ésta se encontraba entre las cinco primeras atendiendo al grado de difusión del vapor, presentando una evolución similar a la de la flota británica. El crecimiento más importante se produjo durante los años ochenta y noventa: de tener un 18 por 100 de su tonelaje compuesto por vapores en 1880, éstos representaron un 60 por 100 en 1890 y un 83 por 100 diez años más tarde. En 1900 España era el país que contaba con un mayor porcentaje de vapores en su flota mercante, sólo superado por Bélgica ^o. Parece pues que, aun carecien­do de una moderna industria de construcción naval, la flota española no sólo no permaneció al margen del proceso de modernización tecnológica que se estaba produciendo en la navegación mundial, sino que se convirtió en una de las pautadoras de éste a través de la adquisición de buques modernos a los astilleros o a los navieros br i tánicos ' ' .

La próspera imagen internacional de la flota mercante española contrasta con la visión que de la transición de la vela al vapor han ofrecido los escasos trabajos que sobre esta cuestión se han realizado en España. El trabajo de Carrera Pujal (1961), construido a partir del Archivo de la Junta de Comercio de Barcelona, rellenaba con abundantes datos una vieja tesis de los navieros catalanes que atribuían su decadencia a la abolición del Derecho Diferencial de Bandera en 1868, y que después fue suscrita por otros autores como Estasén en 1880 o Sánchez de Toca en 1898. Tres años antes Vicens Vives y Llorens ofrecían en apenas cinco páginas una visión muy diferente de la

" Todos los porcentajes han sido tomados de Fischer y Nordvik (1986), Tabla IV, p. 531. Sobre Finlandia, véase Kaukianien (1980). Sobre Canadá, véase Fischer j Sager (1986) y Sager y Panting (1985).

'' Nadal (1988). •" Porcentajes obtenidos de Fischer y Nordvik (1986), Tabla IV, p. 531. " .Sobre la industria naval en España, véase Gómez Mendoza (1988).

66

LA TRANSICIÓN DE LA VELA AL VAPOR EN LA FLOTA MERCANTE ESPAÑOLA

marina mercante catalana en la segunda mitad del ochocientos. Para estos últimos, la decadencia de la flota mercante de vela catalana se inició antes de la abolición del derecho diferencial de bandera y fue provocada por la introducción del vapor y del negocio marítimo moderno. Los navieros catalanes conocían el buque de vapor, pero la falta de capitales y de mercados —y no la supresión del derecho diferencial— fueron los factores que impidieron su desarrollo. La pérdida de las colonias en 1898 sería la «última puñalada» a la flota catalana, mientras que en esas mismas fechas la flota vizcaína pasaba a ostentar la hegemonía del tonelaje mercante español gracias al transporte del hierro y el carbón, a la capitalización de los beneficios mineros y al establecimiento de una industria pesada'2. Los trabajos que aparecieron en las décadas siguientes sobre la flota bilbaína o española vinieron a corroborar esa imagen dibujada por el maestro catalán '^. Sin embargo, en los últimos años una serie de autores han adelantado el origen de la flota mercante de vapor vasca, matizando aquella interpretación y señalan­do otros factores para su surgimiento' ' ' .

La contrastación de estas teorías hace necesario reconstruir la evolución de la flota mercante española durante la segunda mitad del siglo XIX, analizar los aspectos del cambio estructural que este sector experimenta y las actitudes de los navieros respecto a cada uno de ellos. En España el proceso de difusión de la nueva tecnología se inicia en el marco de una reforma arancelaria y de una profunda reestructuración de la marina mercante española durante los años setenta. Es precisamente este cambio institucional el que va a acelerar el ritmo del cambio técnico. La estrecha relación entre los intereses del transpor­te marítimo y los del comercio (la mayor parte de los armadores eran también comerciantes) determinó las actitudes y los comportamientos de los empresa­rios navieros, especialmente en la discusión de la reforma arancelaria, donde comercio y marina mercante aparecen como intereses contrapuestos. La estrategia empresarial y el marco institucional se revelan como factores tan poderosos para explicar el ritmo y la dirección del cambio técnico como los costes relativos de cada clase de navegación.

12 Vicens Vives y Llorens (1958), pp. 91-93. " Véase Roldan y CJarcía Delgado (1973) y González Portilla (1981), 1" Fernández de Pinedo (1988), Torres (19^1) y Valdaliso (1989) y (1991a).

67

JESÚS M.' VALDALISO

LOS CAMBIOS E N EL M A R C O I N S T I T U C I O N A L Y LA D I F U S I Ó N D E LA N U E V A T E C N O L O G Í A

Contrariamente a lo que sucedía en el otro sector de capital social fijo de la economía española a mediados del siglo XIX, el ferrocarril, la marina mercante tenía una legislación completamente obsoleta en comparación al proceso de desarrollo capitalista que estaba teniendo lugar en España. Antes de la reforma liberal de 1868 el transporte marítimo arrastraba consigo una gran cantidad de remoras jurídicas del pasado. Por una parte, su régimen fiscal y administrativo era extremadamente complejo, dificultando la navega­ción. Las quejas de los navieros y los organismos provinciales consultados con motivo de la información arancelaria de 1867 son muy expresivas al respecto. La Comisión de Navieros del Círculo Mercantil de Barcelona señalaba entre las principales trabas que impedían el desarrollo de la marina mercante en España «los crecidos impuestos de sanidad y consumo . . . , las infinitas contribuciones que bajo diferentes conceptos gravitan sobre la marina mer­cante, haciéndola la industria más perjudicada de E s p a ñ a . . . , la complicada legislación de aduanas..., los derechos superiores a los de otra nación alguna que se pagan a los cónsules españoles en el ex t ran jero . . . [y] las infinitas exacciones y abusos a que da lugar la complicada tramitación para el despacho de los buques»'5 EJ propio cónsul inglés en Cádiz comentaba en 1864 que

Las leyes de navegación de España, que todavía siguen en vigor, son rígidas y protectoras. Los bienes importados bajo la bandera española están sujetos a un derecho mucho más moderado que los importados en naves extranjeras; pero existen tantos gravámenes en contra que se imponen sobre el naviero español en forma de gabelas, derechos de matrícula, etc. (como una especie de contrapartida por su protección) que no es improbable que él casi preferiría que las leyes de navegación no le estorbasen con sus nominales y embarazosos beneficios *'.

Por otra, el factor trabajo no era una mercancía libre, sino que estaba sometido a una serie de condicionantes y restricciones estipuladas en las Ordenanzas de Matrículas de Mar de 1802. El objetivo de las matriculas de mar era el de tener individuos suficientes para tripular los buques de la Armada. A cambio, reservaban a éstos la navegación, pesca e industrias

'5 Información (1867), t. I, p. 90. De forma análoga se expresan la Junta de Agricultura, Comercio e Industria de Barcelona y la de Santander.

"> Parliamentary Papers (PP), Commercial Reports, Cádiz, 1865, Lili, p. 87 (traducción mía, J. V.).

68

LA TRANSICIÓN DE LA VELA AL VAPOR EN LA FLOTA MERCANTE ESPAÑOLA

marítimas. Aunque en 1859 se había permitido que los trabajos de carga y descarga en los puertos pudieran ser efectuados por personal no matriculado y, cinco años más tarde, se abolieron definitivamente los gremios de mar, la pervivencia de las matríaulas de mar y la obligación de llevar un número estipulado de marineros, muy superior al de otros pabellones, repercutía gravemente sobre el coste total de la explotación del buque '^. Sánchez de Toca indicaba a finales de siglo que «por no tener esta traba otros pabello­nes . . . navegando con menos gente, hallan tripulaciones de muy menor coste en salarios y mantenimiento de la tripulación» >8. Además, la marina mercante carecía de mano de obra cualificada para las nuevas tecnologías que se empezaban a introducir en los buques i '. La reforma de 1868 solucionó algunos problemas, pero no modificó la estructura organizativa de un sector que todavía seguía dependiendo del Ministerio de Marina.

A estas trabas institucionales se unía una política arancelaria de protección a la industria naval que prohibía la importación de buques extranjeros en España. En un primer momento, confiando en que la industria nacional pudiera satisfacer la demanda de la marina mercante, se prohibió en 1837 la compra y matriculación de buques extranjeros, permitiendo, en cambio, la libre introducción de maquinaria para los buques de vapor. Ante el fuerte atraso técnico de la industria naval, los aranceles de 1841 y 1849 decretaron la libre introducción de buques extranjeros a cambio de unos elevados derechos arancelarios 20. Los constructores recibieron, en compensación, una prima de 30 pesetas por tonelada botada al agua, vigente hasta 1865.

Equipada con buques caros y antiguos, sometida a una multiplicidad de impuestos y con unos costes salariales elevados, la flota mercante española estaba protegida gracias a un derecho diferencial de bandera sobre las mercancías importadas que, aproximadamente, suponía un recargo del 20 por 100 en los derechos de aduana sobre el valor de los productos introducidos en pabellón extranjero ^i. A pesar de esta sensible protección, una creciente parte del comercio exterior español era transportado por buques extranjeros. La flota mercante española era doblemente insuficiente para satisfacer la deman­da derivada de transporte que el comercio exterior de España generaba: ni

" Sobre las matrículas de mar y el problema de la mano de obra en los buques, véase Valdaliso (1991a).

18 Sánchez de Toca (1986), p. 231. 1' Valdaliso (1991a). ^ El Arancel de 1841 permitió la introducción de buques de hierro de más de 400 toneladas.

El de 1849 extendió ese permiso a todos los buques de hierro y a los de madera de más de 400 toneladas. Véase Alzóla (1894), p. 304.

21 Véase Valdaliso (1991a).

69

JESÚS M.« VALDALISO

por su capacidad de transporte ni por los precios que podía ofertar era capaz de competir con otras flotas extranjeras. Incluso un autor al que le era tan caro el derecho diferencial como Sánchez de Toca, reconocía a finales del siglo pasado que la marina mercante hispana, como consecuencia del cambio técnico y el descenso de los fletes, «apenas promediado el siglo, difícilmente podía mantener la competencia hasta bajo el resguardo del régimen diferen­cial» 22. La bandera nacional que en los años 1850-54 transportaba el 47 por 100 del comercio exterior de España vio reducida su participación en el mismo a un 31 por 100 en 1855-59 y a un 24 por 100 en 1860-64 (véase cuadro 6).

La competencia de las naves extranjeras era superior en aquellas mercan­cías de mucho peso y poco valor, que son las que proporcionan la mayor demanda de tonelaje. La protección, al establecerse sobre el valor de las mercancías, apenas repercutía sobre bienes cuyo precio era muy pequeño en relación a su unidad de peso y en los que el flete suponía una gran parte del precio final. La Sociedad Económica Matritense señalaba que, «a pesar del derecho diferencial, la mayor parte de nuestro comercio se hace en buques extranjeros» ^3. La Junta de Agricultura, Industria j Comercio de Vií^caya recono­cía en 1866 que:

Los buques nacionales se dedican poco o nada al transporte de carbón mineral, madera, material para ferrocarriles, etc., por ser el derecho diferencial de poca importancia, pues además de estar los buques extranjeros en mejor situación para navegar, se hallan más a mano en los puntos productores para su embarque, y hay entre ellos apropiados para conducir aquellas mercancías. En sus actuales circunstancias, los buques españoles sólo pueden competir con ventaja sobre los extranjeros en el transporte de bacalao, géneros coloniales, especias, tejidos, quincalla, etc., cuyos derechos diferenciales de bandera permi­ten que el transporte de estos géneros desde los puertos de Europa lo hagan casi exclusivamente los vapores españoles 2'».

Que la flota mercante española era a todas luces incapaz de satisfacer la demanda de transporte generada por el todavía exiguo comercio exterior español era un hecho imposible de negar por la práctica totalidad de los individuos y organismos consultados en la información de 1867. El secretario de la delegación británica en España advertía en 1866 que «a menos que se

22 Sánchez de Toca (1986), p. 171. Jimeno (1889), pp. 8-9, coincide en señalar la escasa protección que el Derecho Diferencial de Bandera ofrecía a la flota española.

23 Información (1867) , t. I, p . 140. 2'' Información (1867) , t. I , p . 127 . U n a o p i n i ó n s imi la r e ra la d e la junta de Agricultura, Comercio

e Industria de Barcelona, i b í d e m , p . 9 1 .

70

LA TRANSICIÓN DE LA VBI.A AL VAPOR EN LA FLOTA MERCANTE ESPAÑOLA

produzca un cambio en el sistema, es seguro que pronto la flota mercante española se verá obligada a contentarse con el tráfico de cabotaje» ^s. De ahí que nadie se opusiera frontalmente a la supresión del derecho diferencial, puesto que con él la navegación española ya estaba reducida a determinados tráficos que empleaban muy poco tonelaje. El objetivo de los navieros, como veremos más adelante, fue conseguir una reforma en profundidad de la legislación española que permitiera al pabellón nacional competir eficazmente con los extranjeros 26.

Esa estrategia de la mayor parte de los navieros españoles se inscribía en una coyuntura liberalizadora de la economía española. Tras la crisis de 1864 se inicia un período de revisión del sistema proteccionista anterior que culminará en la entrada de la escuela economista liberal en el gobierno a partir de 186827. Pocos días después de la firma del Tratado de Comercio con Francia la ley del 21 de julio autorizaba la supresión del derecho diferencial sobre las mercancías importadas por tierra de Francia y Portugal, la abolición del derecho diferencial de bandera sobre las mercancías europeas, la supresión de las trabas y gravámenes de todo tipo que pesaban sobre la marina mercante y la reducción de los derechos arancelarios sobre las primeras materias empleadas en la construcción de buques. Por real decreto de lO-XI-1865 se nombró una comisión encargada de concretar el procedimiento para llevar a cabo aquellas medidas ^^.

La coyuntura de la segunda mitad de los sesenta va a determinar definitivamente la estrategia de los navieros españoles. El desarrollo del ferrocarril en España permitió hacer efectiva la posibilidad de desviar las mercancías a otros puertos extranjeros donde el precio del transporte fuese inferior. Santander y, sobre todo, Bilbao van a ser los puertos más afectados. La reducción de tarifas ferroviarias ofrecidas conjuntamente por la Compañía

de Ferrocarriles del Norte de España y la del sur de Francia a partir de 1865 consiguió desviar el tráfico de mercancías, anteriormente dirigido a Bilbao, hacia Burdeos, absorbiendo una gran cantidad de tráfico de carga de la línea Bilbao-Tudela^''. Al año siguiente, el Tratado de Comercio entre Francia y

" PP, Reports, LXXII, 1866, p. 379 (traducción mía, J. V.). 2 Los debates de la información oral son muy explícitos en este punto. La mayor parte de los

navieros aceptaban una abolición gradual del derecho diferencial a cambio de la reforma del régimen fiscal y administrativo. Véase Información (1867), I, pp. 243-254.

27 Véase Costas (1988), p. 34. 28 Costas (1988), pp. 15-16. 2' Véase PP, Commercial Reports, 1866, LXX, pp. 481-482. La Compañía del ferrocarril de

Bilbao a Tudela había sido creada en 1858 por comerciantes bilbaínos —residentes en esta ciudad o en La Habana— interesados en unir el interior cerealícola y vitivinícola con el puerto de Bilbao y

71

JESÚS M." VALDAUSO

España que disponía que las mercancías francesas que penetrasen en España por tierra serían admitidas en los mismos términos que si fuesen transporta­das en bandera española por mar, reforzó la competitividad del ferrocarril sobre el transporte marítimo. De hecho, las compañías ferroviarias rebajaron aún más las tarifas de conducción, especialmente en los puntos de cruce con

, líneas dirigidas a la costa. El resultado fue espectacular: ese mismo año las 9/10 partes de las importaciones francesas que entraban antes en España a través de Bilbao lo hicieron por ferrocarril vía Irún^o. El cónsul inglés en Bilbao señalaba en 1866 que

La consecuencia ha sido que los ferrocarriles a los que antes me he referido, ayudados por esta inmensa ventaja sobre los puertos y, además, adoptando una complicada e irregular tarifa que hace la competencia imposible a las líneas que se dirigen a la costa, no sólo transportan a Burdeos para su embarque grandes cantidades de trigo y harina de Castilla, sino que también han monopolizado prácticamente todo el comercio entre Francia y España, con el serio perjuicio de éste y otros puertos españoles»^'.

Ante esta amenaza evidente al futuro de Bilbao como plaza comercial, la reacción de los navieros vascos, al igual que los de Santander, consistió en salvaguardar preferentemente sus intereses comerciales. Los comerciantes navieros bilbaínos apoyaron la abolición del derecho diferencial de bandera y de las múltiples cargas que pesaban sobre el sector, y solicitaron además la revisión de la ley de ferrocarriles al objeto de establecer una tarifa uniforme para todas las lineas '2. De esta forma, aunque quedaban desprotegidos frente a la competencia extranjera en el mercado de transporte, se podía recuperar la competitividad del transporte marítimo frente al ferroviario y, lo que era más importante, la competitividad del puerto de Bilbao frente a otros puertos extranjeros.

La Junta de Comercio de Barcelona, en cuanto percibe que la abolición es un

consolidar la función redistribuidora de este puerto frente al de Santander. Entre los socios de este compañía se encuentran los principales armadores bilbaínos (Olaguibel, Abaitua, Urígüen), todos ellos vinculados al comercio con las Antillas. Sobre esto, véase PP, 1862, LVII, pp. 170-73; Fernández de Pinedo (1986), pp. 32-34.

3» PP, Commercial Reports, 1867/8, LXVIII, p. 86. 3'' Ibídem, p. 87 (traducción mía, J. V.). En 1879 \Í junta de Apicultura) Industria y Comercio de

Vizcaya señalaba lo mismo; véase Información (1879), t. I, p. 390. También en 1866 la Junta de Agricultura, Industria y Comercio de Barcelona se quejaba de la competencia del ferrocarril, protegido a expensas de la marina mercante, según esta institución; véase Información (1867), t. I, p. 125.

'2 Así lo indicaba el cónsul inglés en Bilbao. PP, Commercial Reports, 1867/8, LXVIII, p. 87.

72

LA TRANSICIÓN DE LA VELA AL VAPOR EN LA FLOTA MERCANTE ESPAÑOLA

hecho inevitable, recomienda «que se pida con ese motivo la remoción de los grandes gravámenes y obstáculos que afligen a la marina, supuesto que a su modo de ver hay disposición a reconocer semejante petición» ^3. Las Juntas de Bilbao y La Coruña apoyaron a la de Barcelona. La de Santander, claramente partidaria de la abolición, mantendrá la misma actitud: tras conocer la intención del gobierno de suprimir el derecho diferencial de bandera, envió al ministro de Hacienda un extenso memorial sobre las trabas que, a su juicio, impedían el desarrollo de la flota mercante^''. La comisión de navieros del Circulo Mercantil de Barcelona indicaba en 1866 que

La supresión del derecho diferencial de bandera hoy, en el precario estado en que se halla la marina mercante, traerá la completa ruina de los navieros españoles. Únicamente destruyendo la institución de las matriculas de mar y todas las consecuencias de las mismas..., suprimiendo todas cuantas trabas e impuestos se cobran hoy de la marina mercante, dentro y fuera de España . . . e imponiendo a la misma una contribución única . . . y armonizando con los principios de igualdad de bandera todos los demás ramos de la administración, entonces podrá el Gobierno concederla, pero sólo a las naciones que abran sus puertos con la recíproca a nuestros productos y buques. Exceptuando siempre y en absoluto el comercio de cabotaje'^

El 22 de noviembre de 1868 el ministro de Hacienda, Laureano Figuerola, promulgaba dos decretos en los que se contenía la reforma del sector. El primero suprimía el derecho diferencial de bandera, reservando el cabotaje y la navegación con las colonias para el pabellón nacional. La supresión se llevaría a cabo de forma gradual hasta convertirse en definitiva a partir de 1872 31 . El segundo permitió la introducción en España de buques de todas las clases (art. 1.°), autorizó al armador para fijar el número de tripulantes que podía llevar en su nave (art. 5.°) y redujo todos los impuestos a uno solo, cobrado sobre las toneladas descargadas en puerto (art. 6.°). Los constructo­res, además de la protección conferida por los derechos arancelarios y las primas a la construcción, gozarían de franquicia para la importación de materiales destinados a la construcción de buques (arts. 13 y XA)^''.

" Carrera Pujal (1961), p. 91. 3" Información... (1867), t. I, p. 99. '5 Información... (1867), t. I, pp. 90-91. ha. Junta de Agricultura, Industria y Comercio de Santander

señala lo mismo: «Si el derecho diferencial de bandera se suprimiese sin plantear simultáneamente las reformas precisadas al contestar a la pregunta 6.", los navieros españoles quedarían completa­mente arruinados, porque el comercio todo de Europa, y aun el de altura, lo absorberían las naves extranjeras», ibídem, p. 100.

3" Costas (1988), p. 89. 37 Martínez Alcubilla (1923), t. I, pp. 37-38.

73

JESÚS M.' VALDALISO

La liberalización del sector y el aumento de la competencia fue el detonante para la modernización de la flota española, efectuada a través de la compra de buques de hierro a vapor en Gran Bretaña. En 1883, de los 407 buques de vapor mayores de 50 toneladas que poseía la matrícula española, 341 habían sido construidos en aquel país por tan sólo 22 en España 38. Los efectos hacia atrás del desarrollo de la marina mercante —demanda dirigida a la siderurgia y a la industria naval— fueron absorbidos por las industrias y los astilleros británicos, no por los españoles. El fuerte atraso de estos sectores en España igualó a cero el coste de oportunidad de adquirir buques en el extranjero para el armador hispano, aun a pesar de los elevados derechos arancelarios que tenía que satisfacer por ellos. La abolición completa del derecho diferencial a partir de 1872 facilitó la competencia de las flotas extranjeras en el transporte de mercancías hasta entonces reservadas al pabellón hispano y unificó el mercado de fletes que, a partir de ahora, sería fijado por el coste de explotación de los buques extranjeros, muy inferior al de los buques españoles. La bandera extranjera, que ya controlaba la mayor parte del comercio exterior español, incrementó su participación en el mismo. Ante esta situación, la disyuntiva de los navieros españoles fue la de tener buques modernos —importados— con lo que poder competir, o desaparecer.

A partir de los años setenta se produce un fuerte aumento en las importaciones de buques que alcanzará su cúspide en los primeros años de la década de los 80 3'. La flota mercante española, que hasta 1867 apenas había sufrido cambios significativos, conoce desde finales de esa década y durante toda la siguiente coyunturas de muy variado signo: aumento desde 1870 hasta 1873, descenso desde 1873 hasta 1879 y nuevo crecimiento a partir de entonces. El crecimiento de la flota de vapores se intensifica durante los períodos 1868-73, 1879-84 y desde 1890 en adelante. El estancamiento del vapor entre 1874 y 1878 no es un fenómeno particular de España. Se enmarca en la depresión de mediados de los setenta que tiene lugar en la navegación mundial y que también acelera la decadencia de los veleros en nuestro país'"'. Desde 1879 el tonelaje de vapor es el responsable del crecimiento de la flota mercante española, superando por primera vez al de vela en 1883. Paralela­mente, desde 1872, la flota de veleros sufre un acusado descenso hasta 1888, estacionándose a partir de ese año en torno a las 200.000 toneladas. Así pues, la introducción de vapores en la matrícula española se produce de forma

38 Alzóla (1886), p. 389. 39 Véase Valdaliso (1911 a). 10 Sobre la crisis de mediados de los 70, véase Angier (1920) en 1874, FP, 22-1-1920, p. 370;

Matthews (1979), p. 233.

74

I.A TRANSICIÓN DE LA VELA M . VAPOR EN LA FLOTA MERCANTE ESPAÑOLA

simultánea a la disminución de buques de vela. Aunque la difusión del vapor se generaliza en los años ochenta, lo ocurrido en la década anterior resulta especialmente significativo para comprender la dirección final y la evolución posterior de este proceso.

G R Á F I C O 1

Tonelaje de la flota mercante española, 1860-1895

TRB

1000000

100000

10000

1860 1865 1870 1875 1880 1885

FUENTE: Valdaliso (1991), A. lA. Buques > 50 TRB.

1890 1895

Esos datos generales nos muestran la cronología y el ritmo del cambio técnico en la flota española, pero, sin embargo, no aclaran completamente el fenómeno. Entre 1859 y 1833 dispongo de las altas y bajas de buques efectuadas en las matrículas de Bilbao y Barcelona. La documentación indica, además, el tipo de buque, la navegación en la que estaba empleado y la causa de la baja, entre otros datos. A pesar de su desigual calidad, especialmente en el último quinquenio, ofrecen una información, a mi juicio, destacable, no sólo sobre la cronología, sino también sobre las características del proceso de cambio técnico en las dos principales matrículas de la flota mercante española.

En Bilbao, las adquisiciones de vapores a Gran Bretaña y Francia comienzan ya a finales de los años cincuenta. Como Graham ha señalado para

75

JESÚS M.' VALDAI.ISO

la navegación mundial '" , los buques de vapor se introdujeron primero en las rutas cortas —navegación con Europa y cabotaje—: en 1862, según los datos del cónsul inglés en Bilbao, los vapores que circulaban por ese puerto estaban empleados en la navegación de cabotaje o, a lo sumo, en el tráfico con Inglaterra y Holanda. Mientras tanto, los veleros dominaban totalmente la navegación con América ''2. El inicio de esta temprana transición de la vela al vapor arruinó la industria de construcción naval que estaba localizada en la ría del Nervión. El atraso técnico y la inversión en otros sectores más rentables como el comercio o el ferrocarril fueron las principales causas de su decadencia'•3. Salvo algunas excepciones, la práctica totalidad de los buques de vapor adquiridos por los navieros de Vizcaya fueron importados. La demanda de veleros, por el contrario, continuó siendo satisfecha por los astilleros de la ría bilbaína. Según los datos de la hista Oficial de Buques de 1884, el 95 por 100 del tonelaje de vapor matriculado en Bilbao había sido comprado en el Reino Unido, siendo un 24 por 100 de segunda mano; el tonelaje de vela era mayoritariamente de construcción española —un 64 por 100—, sobre todo de Bilbao, donde se había construido el 82 por 100 del tonelaje nacional.

El predominio del vapor en la inscripción de nuevos buques en la flota bilbaína comienza en la segunda mitad de la década de los setenta. En los primeros ochenta las diferencias se amplían debido a un acusado descenso de la flota de vela de altura, que había estado sometida a un proceso de constante renovación en las décadas anteriores '*''. El vapor inició su despegue autóno­mo a partir de la liberalización del sector en 1868. Desde entonces, y hasta 1873-74, la mayoría del tonelaje adquirido se empleó en la navegación con Europa. A partir de la segunda mitad de los setenta, los navieros bilbaínos vendieron una parte importante de su flota de veleros de altura al extranjero y compraron nuevos vapores, muchos de ellos ya destinados al tráfico con América '^^.

11 Graham (1956), pp. 81-83. *^ PP, Commercial Reports, 1863, LXX, p. 409. Sobre la difusión del vapor en los tráficos

donde estaban empleados los buques españoles, véase Valdaliso (1991a). • El cónsul Young indicaba acertadamente que «puesto que el comercio general de Bilbao

está aumentando, esto [el declive de la industria naval] sólo puede ser explicado por la introducción del vapor y el empleo del capital en inversiones más rentables», PP, 1862, LVIII, p. 169 (traducción mía, J. V.).

'•'' Entre 1859 a 1874 el saldo neto total de veleros de altura en la matrícula de Bilbao fue de 53 buques con 14.000 toneladas de arqueo (fuente: véase cuadro 1).

"• Más del 50 por 100 de las bajas en la matrícula de veleros en el período 1879-1883 se debieron a su venta a extranjeros (fuente: véase cuadro 1).

76

LA TRANSICIÓN DE LA VELA AL VAPOR EN LA FLOTA MERCANTE ESPAÑOLA

C U A D R O 1

Saldos netos del tonelaje mercante registrado en Bilbao por quinquenios y destino de navegación, 1859-1883*

Cabotaje Nav. Europa Nav. de altura Totales

Años# Vapor Vela Vapor Vela Vapor Vela Vapor Vela

1859-1864 180 636 510 -2.151 157 3.591 847 2.076 1864-1869 — — 154 4.657 — 7.687 154 12.344 1869-1874 79 — 5.883 7.527 1.9.37 2.747 7.899 10.274 1874-1879t 160 - - 3.867 1.544 6.231 1.900 10.258 3.444 1879-1883 - 1 7 - 1 5 7 1.393 - - 7.894 -12.821 9.270 -12.978

Total 402 479 11.807 11.577 16.219 3.104 28.428 15.160

FUENTE: Elaboración propia a partir de Archivo General de Marina Alvaro de Bazán, Sección Navegación Mercantil Altas y Bajas de buques, varios legajos (sin catalogar en el tnomento de recoger la documentación).

* Cifras expresadas en toneladas de arqueo neto. # De 1 de julio a 30 de junio. t Para el año 1878/79 no contamos con el destino de las altas y bajas de los buques.

En Barcelona comienzan a introducirse vapores a mediados de los sesenta, destinados fundamentalmente a la navegación de altura. Al igual que en Bilbao, el proceso se acelera en la segunda mitad de los 70 y en los primeros ochenta. De manera similar, la flota de vela conoce un acusado declive en el período 1879-83.

En líneas generales, el comportamiento de los navieros vascos y catalanes no difiere sustancialmente del mantenido por el resto de navieros españoles. Ambos grupos incrementan sus inversiones en buques modernos de vapor a partir de la segunda mitad de los años setenta y en los primeros años ochenta, buques que van a emplear preferentemente en la navegación con América. El resultado global del período supone un incremento en la flota de vapores de aproximadamente 300.000 toneladas de arqueo neto en cada matrícula. Al mismo tiempo, ese proceso se ve acompañado de la liquidación de una parte importante de la flota de veleros de altura que, en el caso de los navieros vascos, fueron vendidos al extranjero. Los informes de los armadores gadita­nos en la comisión arancelaria de 1878 son unánimes en señalar el mismo hecho en su matrícula''^. Una parte de los armadores españoles, aquellos con

"^ «Nuestra misma matrícula, que el año de 1868 tenía 73 buques de altura, no cuenta hoy más que 20, que sus armadores los cedieron por el 25 por 100 de su valor, por no tener fletes para hacerles producir». Información... (1879), t. 1, p. 361.

77

JESÚS M." VAI.DALISO

C U A D R O 2

Saldos netos del tonelaje mercante registrado en Barcelona por quinquenios j destino

de navegación, 1859-1883 *

Cabotaje Nav. Europa Nap. de altura Totales

Ams# Vapor Vela Vapor Vela Vapor Vela Vapor Vela

1859-1864 - 1 6 2 100 -1,043 — 916 2.342 - 2 8 9 2.442 1864-1869 1.599 479 985 — 4.009 8.789 6.593 9.268 1869-1874 - 3 3 3 - 3 4 0 22 - 6.902 17.836 6.591 17.496 1874-1879 198 - 4 0 1 5.916 — 5.307 - 9 2 11.421 - 493 1879-1883t

Total 1.302 - 1 6 2 5.880 17.134 28.875

8.259

32.575

- 1 4 157

14.556

FUENTE: Elaboración propia a partir de Archivo General de Marina Alvaro de Bazán, Sección Navegación Mercantil Altas y Bajas de buques, legajos 7149-51, 7153-54, 7159, 7162 y 7165; Sección Estadística, Navegación y Pesca, Legajos 2360 y 2364.

* Cifras expresadas en toneladas de arqueo neto. # De 1 de julio a 30 de junio. t En esta etapa no contamos con el destino de las altas y bajas de los buques. Además las

cifras se refieren solamente al segundo semestre de 1879 y a los años 1881/82 y 1882/83.

fuertes intereses en la navegación a vela, interpretaron este hecho como una consecuencia más o menos directa de la abolición del derecho diferencial de bandera:

La supresión de! derecho diferencial de bandera es, sin duda, entre otras causas, la que más ha contribuido a la casi total ruina en que hoy se halla nuestra marina mercante, y que los extranjeros aprovechan para hacer a la navegación española una ventajosa competencia en la mayor parte de nuestros mercados. Numerosos datos podrían aducirse en comprobación de esta verdad, pero basta sólo para convencerse de ella, la rápida disminución que desde la fecha del decreto de supresión ha tomado el número de buques españoles que se dedican a la navegación de altura. Nadie se atreve ya a emplear sus capitales en esta industria, necesario auxiUar del comercio y uno de los principales elemen­tos de prosperidad y riqueza para una nación; así es que puede decirse que desde entonces ni un sólo buque se ha construido en España destinado a recorrer los mares de Asia y América, que pocos años ha cruzaban en todas direcciones nuestra bandera, y por el contrario, faltos los armadores españoles de recursos para sostener los que tenían, pues que a más de las numerosas gabelas y crecidos impuestos que pesan sobre nuestra marina, el derecho diferencial suprimido, no pueden obtener ya los tipos de fletes necesarios para

78

LA TRANSICIÓN DE LA VELA AL VAPOR EN LA FLOTA MERCANTE ESPAÑOLA

SU negocio, pues que los extranjeros pueden hacerlo a precios mucho más reducidos; se han apresurado a vender casi todos sus buques a los ingleses''''.

Sin la protección del derecho diferencial, la mayor parte del tonelaje de vela español no pudo resistir la competencia de veleros o vapores extranjeros. Como vimos en el gráfico 1, a partir de 1872, momento en el que se suprimen completamente las tarifas diferenciales, el tonelaje de vela comenzó a caer de forma sostenida en el registro español. La caida de los fletes en los mercados internacionales desde mediados de esta década y las mejoras introducidas en los buques de vapor que les permiten desplazar a los veleros de la navegación entre Europa y América agravaron aún más la situación del buque de vela. Una parte de los armadores españoles se desprendieron del mismo adquirien-» do en su lugar modernos vapores construidos en el extranjero. El resto permaneció aferrado a la vieja tecnología o simplemente acabó liquidando su flota. Los cambios en el marco institucional, en los mercados internacionales y en la nueva tecnología aceleraron el ritmo de difusión del buque de vapor en la flota española durante los años setenta. La rapidez del proceso —en 1883 el tonelaje de vapor ya había superado al de ve l a - - hizo que el ajuste fuera más dramático.

Una de las consecuencias de esta profunda renovación tecnológica de la flota española fue el rejuvenecimiento de su tonelaje. Los armadores españo­les compraron buques en el extranjero, sobre todo en el Reino Unido, nuevos o de pocos años de edad. Según los datos de la IJsta Oficia/ de Buques de 1886, sólo un 38 por 100 del tonelaje era de segunda mano, el resto era de nueva construcción''^. A finales de 1885 un 40 por 100 del tonelaje de vapor abanderado en España tenía entre O y 5 años, mientras que sólo un 10 por 100 superaba los 20 años de edad.

El cuadro 4 muestra la estructura de la moderna flota de vapor de España por matrículas. Destacan especialmente dos: las de Barcelona (29,6 por 100) y Bilbao (24,1 por 100). Tras ellas, con unos porcentajes similares que oscilan entre el 6 y el 7 por 100, se encuentran las de Sevilla, Manila, Cádiz y La Habana. A más distancia aparecen las de Santander y Gijón. El predominio de Barcelona se explica por la matriculación en ese puerto de la mayoría de los

'''' Informe del armador Ricardo Sobrino a la junta Provincial de Agricultura, Industria j Comercio de Cádiz, Información (1879), t. I, p. 362. La Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona indica algo similar, ibídem, p. 154.

"8 La Habana (90,3), Gijón (55,2), Barcelona (48,9), Santander (48,8) y Cádiz (39,9) tenían porcentajes por encima de la media; los porcentajes de IVIanila (9,9), Sevilla (13,8) y Bilbao (22,4) eran inferiores.

79

JESÚS M." VALDALISO

C U A D R O 3

Estructura por edad de la flota de vapor española en 1885

TRB %

0-5

119.131 39,7

5-10

64.003 21,3

10-15

67.406 22,4

15-20

20.888 6,9

20-25

17.567 5,8

> de 25

11.373 3,8

FUENTE; Elaboración propia de la L.O.B. de 1886. Buques mayores de 100 TRB.

buques de la Cía. Transatlántica, que monopolizaba la mayoría de los trans­portes subvencionados por el Estado: el 46 por 100 del tonelaje barcelonés pertenecía a esa compañía. Cádiz y Santander también deben su importancia a los buques de la Transatlántica y a los del Marqués de Campo matriculados en ellas. El tonelaje de los puertos de Bilbao, Sevilla y Gijón se dedica a satisfacer la demanda privada, bien en los tráficos de altura o bien los de cabotaje.

C U A D R O 4

Estructura por matrículas del tonelaje de vapor español en 1885

Matrículas Número de buques Tonelaje % sobre el tonelaje total

Barcelona 66 97.022 29,6 Bilbao 83 78.942 24,1 Sevilla 32 22.826 7,0 Manila 40 21.678 6,6 Cádiz 11 20.651 6,3 La Habana 21 20.329 6,2 Santander 12 13.736 4,2 Gijón 16 8.482 2,6 Otras 66 43.708 13,3

Total 347 327.374 100,0

FUENTE: Elaboración propia a partir de la L.O.B. de 1886. Buques > de 100 TRB.

Las matrículas de Manila y La Habana se encuentran entre las seis primeras de España en 1885. N o obstante, su protagonismo no se debe tanto a la presencia de una importante clase de armadores o compañías allí establecidas como a su localización estratégica en una navegación muy frecuentada por armadores españoles en estos años. Una gran parte de los

80

LA TRANSICIÓN DE LA VELA AL VAPOR EN LA FLOTA MERCANTE ESPAÑOLA

armadores vascos, por ejemplo, habían adquirido sus buques en el Reino Unido con la ayuda financiera de capitalistas ingleses, buques empleados en la navegación entre Inglaterra y las colonias' ' ' . En lugar de hacer un viaje expreso a Bilbao para abanderar el buque, los navieros vascos optaron por abanderarlos en los puertos de Cuba y Filipinas. Posteriormente, todos esos buques acabaron siendo transferidos a la matrícula bilbaína. Desde finales de los años 70 sociedades como Olano, Larrínaga y Cía. y armadores como Eizaga, Yeves, Bergé, Arrótegui y Serra —todos, excepto este último, residentes en Liverpool y Londres— comienzan a matricular buques en Bilbao abanderados previamente en Cuba, Filipinas y Puerto Rico^o,

La tecnología del vapor permitía una mayor regularidad en los servicios de línea, y desplazó con gran rapidez a los buques de vela en los tráficos regulares oceánicos ^i. En España, como en Alemania, Gran Bretaña, Dina­marca o Japón 52, la fase inicial de difusión del vapor fue protagonizada por grandes compañías que explotaban líneas regulares de navegación, algunas de las cuales estaban subvencionadas por el Estado a través de la concesión de servicios postales. El aumento en las necesidades de capital modificó los mecanismos tradicionales de financiación: el antiguo sistema de porciones fue sustituido por el surgimiento de compañías por acciones que podían reunir más fácilmente el capital necesario para comprar los nuevos buques 5 . A mediados de los años 80, las dos principales compañías navieras existentes en España estaban vinculadas a la explotación de servicios regulares subvencio­nados por el Estado, la Cía. Transatlántica, domiciliada en Barcelona, y la flota del Marqués de Campo, con residencia en Madrid. Tras ellas aparecían una serie de compañías bilbaínas y barcelonesas empleadas fundamentalmente en la navegación regular con las Antillas y con América del Sur y en los tráficos de gran cabotaje entre España e Inglaterra. En todas las bilbaínas hay una participación más o menos importante del capital inglés. En lo que respecta a las catalanas, la sociedad José Rocaj Cía. era, en palabras de la Asociación de

*' Sobre esta cuestión, véase Valdaliso (1989). 5" Algunos traslados concretos se pueden ver en Registro de Buques de la Comandancia de

Marina de Bilbao, lista 5.», t. 1, fols. 145, 153, 154, 173, 191, 196 y 197. A este hecho se referirá Ramón de la Sota años más tarde cuando señale que «vizcaínos establecidos en Liverpool, Manila, Habana, etc., sustituyeron los antiguos buques de vela por otros de vapor, creando en poco tiempo una flota de importancia», citado por Fernández de Pinedo (1988), pp. 278-79.

' Davies (1978), p. 184, indica que en los años 70 el tráfico de linea internacional estaba completamente dominado por los buques de vapor.

52 Sobre Alemania, véase Scholl (1985), pp. 193-97. Sobre el Reino Unido, Davies (1978), pp. 184-88; Jackson (1988), pp. 267-70, y Broeze (1989), pp. 2 y ss. Sobre Japón, Nakagawa (1985), pp. 2-6, y Miwa (1985), pp. 124-34. Sobre Dinamarca, Hornby (1985), pp. 158-64.

53 Valdaliso (1991a).

81

IHSUS M.' VALDALISO

Navieros y Consignatarios de Barcelona, una «mera sucursal de Mac-Andrews y Compañía de Londres» ^'*. Otra de las principales empresas catalanas, Tintaré

•j Cía., también estaba controlada por capital británico ^5. Durante los años ochenta se produjo una intensa reorganización de las compañías navieras existentes y el nacimiento de otras nuevas. Todas ellas adquirieron nuevas unidades, dedicadas generalmente al servicio de tráficos de línea ya existentes o a otros que se crean ahora en navegaciones protegidas como el cabotaje y la navegación con las colonias, mucho más intensa y activa que en épocas anteriores ^^. N o obstante, entre las compañías de nueva creación surgieron algunas dedicadas a la navegación tramp, preludiando su apogeo posterior en los años noventa. Este incremento de la inversión en la marina mercante se produjo estimulado por la fuerte subida de los fletes de los primeros años ochenta ''.

C U A D R O 5

Estructura empresarial de la flota de vapor española en 1885

Armador o Cía. Domicilio

Cía. Transatlántica Barcelona Marqués de Campo Madrid José Roca y Cía Barcelona Cía. de Navegación La Flecha Bilbao Línea de Vapores Serra Bilbao Manuel M. Arrótegu! Bilbao-Liverpool Juan Bta. Morera y Cía Barcelona Olano, Larrínaga y Cía Bilbao-Liverpool Miguel Sáenz y Cía Sevilla Ramón Herrera La Habana

FUENTE: Elaboración propia a partir de la L.O.B. de 1886.

N.' buques Tonelaje

25 19

64.207 32.505

7 0 9 7 3 9 9 6

14.242 11.716

11.305 9.866

9.086 7.232 6.744

5.948

Los efectos hacia adelante de la modernización de la flota en lo que al transporte del comercio exterior español se refiere no fueron perceptibles

5" Información (1879), I, pp. 279 y 287. " Carrera Pujal (1961), p. 126. 5'' Así lo indica el cónsul inglés en Barcelona en 1881 y 1882, véase PP, Commercial Reports,

1882, LXX, Barcelona, p. 238; 1882, LXXII, p. 422. En este puerto aparecen la Cía. Catalana de Vapores Trasatlánticos, la Cía. de Transportes Marítimos, la Cía. Barcelonesa de Vapores Trasatlánticos y Sala y Vidal, todas ellas dedicadas a la navegación regular transatlántica.

" Véase el comercio de Angier en 1881, ¥¥, 19-11-1920, p. 659. El alza de los fletes fue general en los tráficos internacionales y en aquellos donde operaban los buques españoles; sobre esta cuestión, véase Valdaliso (1991a).

82

LA TRANSICIÓN DE LA VELA AL VAPOR EN LA FLOTA MERCANTE ESPAÑOLA

hasta principios del siglo XX. En el conjunto del país, el tonelaje transportado por la bandera española se mantuvo en niveles muy bajos desde 1875 hasta finales del siglo XIX. Aunque a partir de 1870 se produjo un moderado descenso de la participación del pabellón nacional en el comercio exterior de España, ese descenso porcentual ocultaba un crecimiento importante de la carga transportada por la bandera española. Los navieros españoles controla­ban una porción menor del comercio exterior de su país. Sin embargo, disponían ahora de un volumen superior de carga para transportar. La pérdida de cuota de mercado fue mayor en el puerto de Bilbao: el pabellón español pasó de transportar un 44 por 100 del volumen del comercio exterior en 1865-69 a un 20 por 100 en el quinquenio siguiente y a tan sólo un 9 por 100 en los primeros años ochenta. De ahí que tras la liberalización del sector, la mayoría de los nuevos buques adquiridos se emplease en la navegación de cabotaje o en la de altura, concretamente en el tráfico colonial con las Antillas y Filipinas, única navegación protegida de la competencia extranjera.

C U A D R O 6

Comercio exterior de España (Tm) transportado por el pabellón nacional, 1850-1899

España Bilbao

Períodos % * Tonelaje medio % * Tonelaje medio

1850-54 47,4 590.106 1855-59 30,8 418.165 5.5,2 32.051 1860-64 24,2 428.893 40,1 41.982 1865-69 27,7 510.963 44,5 55.180 1870-74 24,3 678.000 20,1 64.645 1875-79 18,9 755.600 11,3 83.298 1880-84 14,5 1.165.985 8,8 278.200 1885-89 17,8 1.714.125 10,1 387.752 1890-94 19,5 2.175.331 15,0 706.214 1895-99 19,8 2.555.048 14,3 762.667

FUENTE; Elaboración a partir de las Estadísticas del Comercio Exterior de España, 1850-1899. * Porcentaje respecto al comercio exterior total.

Tras la suspensión del derecho diferencial de bandera surgen en Barcelona algunas protestas, protagonizadas por el Fomento del Trabajo Nacional. Sin embargo, no parece que cuenten con un respaldo decidido de los navieros ^8.

58 Véase Izard (1979), pp. 142-43.

83

JESÚS M." VALDAUSO

A partir de 1872, tras la supresión definitiva de las tarifas protectoras, la marina de vela comienza a declinar rápidamente ante la competencia de los buques extranjeros. Este hecho, generalizado en todas las matrículas, repercu­tió especialmente en la de Barcelona. Los navieros de esta plaza comienzan a movilizarse a mediados de los 70. En 1876 envian una exposición al Ministe­rio de Hacienda «sobre la necesidad de favorecer las expediciones directas para fomentar la navegación de altura e impedir su decadencia» 5'. Ese mismo año, «a consecuencia de la triste situación de la marina mercante española»^", se constituye la Asociación de Navierosj Consignatarios de Barcelona. Finalmente, consiguen que el gobierno nombre una comisión encargada de analizar las consecuencias del derecho diferencial de bandera y de proponer las medidas necesarias para el desarrollo de la marina mercante nacional.

La comisión se forma por real decreto de 8 de septiembre de 1878, prolongando su actividad hasta 1883, año en el que emite su dictamen definitivo. Durante este período el comportamiento de los navieros españoles deja de ser homogéneo. Por un lado, se encuentran los navieros catalanes, liderados por los de Barcelona, favorables al restablecimiento total o parcial del derecho diferencial. Para ellos, su supresión ha sido la causa directa de la crisis de la marina mercante. Por otro, están los armadores de Bilbao, Santander, Alicante y algunos de los de Cádiz, entre otros, contrarios al restablecimiento del derecho diferencial, para quienes el problema de la marina mercante española tiene que ver con el cambio técnico que se está produciendo en la navegación mundial que con la desaparición de aquel derecho. Finalmente, estos últimos logran imponer sus criterios en el dicta­men final de la comisión.

Las protestas de los armadores catalanes perseguían un objetivo más concreto que el restablecimiento íntegro del derecho diferencial, aunque en sus exposiciones achacasen a éste la responsabilidad última en la crisis de la flota española 61. N o es casual que sus protestas se inicien a mediados de los años setenta, justo cuando comienza a ponerse en práctica por el gobierno el nuevo régimen de tratados comei<ciales con el objetivo de fomentar el

59 Izard (1979), pp. 144-45. ^ Información (1879), t. I, p. 144. *' Responsabilidad que no estaba tan clara, por lo menos para algunos de ellos. En el

apéndice número 12 del informe de la Junta de Agricultura, Industria y Comercio, Pablo María Tintoré reconocía que la causa fundamental de la crisis era «el cambio que ha experimentado de algunos años a esta parte a consecuencia de los progresos que se han hecho en la navegación, puesto que la navegación a vapor va sustituyendo a la de vela», véase Izard (1979), pp. 148-149, n. 7. Curiosamente, este apéndice no aparece en el informe que la Junta presenta a la comisión.

84

I.A TRANSICIÓN DF. LA VELA Al, VAPOR EN LA FLOTA MERCANTE ESPAÑOLA

comercio exterior. De hecho, las reivindicaciones de los navieros no son sino una más de las manifestaciones proteccionistas de los intereses económicos catalanes ante el nuevo régimen arancelario que culminará en la década siguiente. Para la junta de Agricultura, Industria j Comercio la supresión del derecho diferencial de bandera había provocado la ruina de la marina mercante nacional: desde 1868 «los buques españoles han perdido por com­pleto las mercancías de mucho peso y poco valor, que disputábamos a los ingleses y otros extranjeros, y van perdiendo por momentos las de mucho valor y poco peso de las que éramos únicos importadores». La estrategia de los navieros catalanes ante la pérdida de mercados es refugiarse en el único protegido, el tráfico con las Antillas: «Hoy ya no nos queda otro mercado para nuestros buques y aun para la mayor parte de los productos de nuestra nación», dirán, «que el mercado de la isla de Cuba». Su verdadero interés no radica en el restablecimiento completo del derecho diferencial de bandera, sino en su mantenimiento para la navegación con las colonias. O más aún, en que la navegación con las Antillas y Filipinas sea declarada como si fuera de cabotaje, lo que suponía excluir completamente a los extranjeros de este tráfico. De ahí que no soliciten el restablecimiento completo del derecho diferencial de bandera, sino otra serie de medidas como primas a la navega­ción, recargo a terceros pabellones, la unificación de los impuestos, y, sobre todo.

El cabotaje con Cuba y demás Antillas y Filipinas, esto es, la navegación exclusivamente en bandera nacional para el tráfico de carga y pasajeros, entre nuestras provincias de ultramar y la península y el planteamiento del verdadero cabotaje para las mercancías, he aquí el primer paso para solventar y resolver crisis tan tremenda»''2.

La Asociación de Navierosj Consignatarios de Barcelona, presidida por Federi­co Nicolau, uno de los navieros integrantes de la ponencia, se expresaba en términos más rotundos sobre la supresión del derecho diferencial de bandera. Además de proponer el establecimiento del cabotaje entre los puertos de la península y los de las Antillas y Filipinas <=', la asociación defendía una amplia

'2 Información (1879), t. 1, p. 132. En parecidos términos se expresa Estasen (1880), pp. 69-70. '•3 «Si acaso las consideraciones de no ser bastante suficiente el material de nuestras naves

para el tráfico con nuestras provincias antillanas, aconsejaron ayer dar participación en él con ciertos recargos a la bandera extranjera, hoy no pueden aquéllas invocarse . . . las desgracias mismas acumuladas por la legislación sobre nuestra marina han aumentado considerablemente el número y buenas condiciones de nuestro mejor material maritimo que ha convergido a este tráfico, único hospitalario para nuestra bandera . . . La declaración del cabotaje completamente

85

JESÚS M." VALDALISO

gama de medidas entre las que se encontraban la denuncia de los tratados de comercio y el restablecimiento completo del derecho diferencial de bandera ' ''.

Las aspiraciones de los comerciantes y navieros catalanes respecto a la navegación y el comercio con las Antillas y Filipinas van a ser finalmente

¡aprobadas por la Administración. Las leyes de 24 de junio y 26 de julio de Í1882 asimilaban el tráfico entre aquellas islas y los puertos de la península al ; de cabotaje, estableciendo un período transitorio durante el cual se irían rebajando gradualmente los derechos de importación de productos de la metrópoli hasta llegar a eliminarlos en 1891. Durante ese mismo período se procedería gradualmente a la supresión del derecho diferencial de bandera en las colonias 65 Serrano se ha referido a estas leyes como «compensaciones» otorgadas por el Gobierno a los sectores que podían haberse visto perjudica­dos por el nuevo régimen arancelario 6' . Ciertamente, asi parece haber sido. Los representantes catalanes en la comisión, una vez conseguido su principal objetivo, acabaron firmando el dictamen final, aunque emitiendo un voto particular sobre la navegación con ultramar que intentaba asegurar, también durante el período transitorio, el monopolio de aquella navegación para los buques españoles ^"^.

De entre todos los informes de los navieros contrarios al restablecimiento del derecho diferencial de bandera el emitido por la junta de Agricultura, Industria j Comercio de Vi;(caja es el más rotundo en sus aseveraciones. Empieza matizando que la supresión de aquel derecho se referia únicamente a

exclusivo para la bandera española sin concurrencias extranjeras produciría, al contrario, un aumento considerable en el tonelaje que se dedique a dicha navegación, y por este lado contribuirá a salvar nuestra marina mercante nacional». Información (1879), t. 1, p. 203.

« Información (1879), t. I, pp . 212-218. 5 La medida coincidía con una coyuntura difícil para la producción agraria española; véase

Maluquer (1974), pp. 346-47, y Serrano (1987), pp. 66-67. En un principio la ley no establecía igual reciprocidad para los artículos de las colonias. Sin embargo, la situación crítica de Cuba empujó a la administración a liberalizar la entrada en España del azúcar antillano en 1884 y de otros productos coloniales en 1887. Sobre este problema, véase Serrano (1987), pp. 67-71.

00 Serrano (1987), p . 64. 0 El voto fue presentado por Federico Nicolau y suscrito por Hilario Nava y Ángel

CousiUas. Según el mismo, las progresivas rebajas y franquicias que establecían las leyes de 24 de junio y 9 de julio de 1882 en las relaciones comerciales con las yVntillas y Filipinas «sólo deben aplicarse a los productos nacionales conducidos en bandera española . . . hasta tanto que el comercio y navegación desde los puertos de la península y los de la isla de Caiba, Puer to Rico y Filipinas y viceversa queden de cabotaje por la franquicia completa de derechos para la bandera española», Información (1883), pp . 320-1. Para Nicolau, «es tanto el riesgo que ofrece la expresada abolición, que es muy posible se hagan sentir sus resultados desfavorables en la navegación a ultramar antes que pueda entrar nuestra Marina mercante de lleno en el cabotaje, v sería muy conveniente que se anticipara éste para los efectos de dichas navegaciones a los últimos plazos de las rebajas graduales», ibídem, p. 150.

86

LA TRANSICIÓN DE LA VELA AL VAPOR EN LA FLOTA MERCANTE ESPAÑOLA

las importaciones de la península, y éstas habían crecido. Aunque el pabellón español ha perdido algunos tráficos como el de bacalao, «el tonelaje perdido por nuestra bandera, por este concepto, apenas daría empleo a cuatro vapores de 300 toneladas de registro durante el año». Para la Junta, la crisis de la marina mercante española se inserta en una crisis mundial que afecta a todas las flotas mercantes provocada por la sustitución de la vela por el vapor en la mayor parte de las rutas comerciales''*. N o obstante, la Junta reconoce que la crisis ha sido más fuerte en la matrícula española por las propias característi­cas del tonelaje de vela nacional:

Los buques de vela nacionales . . . han sufrido aún con más rigor que los de otras naciones, la revolución del vapor, por las razones mencionadas, qlae les han reducido los mercados propios, y por no poder acudir a los extranjeros por las siguientes: porque son de poco tamaño para dedicarse a las navegaciones en que aun ha influido poco el vapor, como son las de la India, China, California, etc., . . . porque no estamos hoy en situación de competir con el extranjero en el extranjero . . . ; porque no exigiendo nuestro comercio y compañías de seguros clasificación a los buques para darles y asegurarles carga, la inmensa mayoría no tienen clase en los registros acreditados en el extranjero y no encontrarían carga por la dificultad de asegurarla . . . nuestros buques de vela están destinados a desaparecer, a lo menos, en sus dos terceras partes; esto sucederá muy rápida­mente, pues la mayor parte son de madera y viejos, y como no hay aliciente para repararlos, tendrán que desguazarlos; unos cuantos vapores más serán suficientes para suplir la falta de los buques de vela en las navegaciones protegidas, y a esto quedará reducida nuestra marina''''.

Los navieros bilbaínos proponen una reforma radical del marco institu­cional en que se desenvuelve el sector que imite la legislación inglesa. La respuesta de la Junta va a diferir radicalmente de la ofrecida por un gran número de pueblos de la costa. Mientras que en la primera se encuentran los grandes comerciantes bilbaínos, algunos de ellos con intereses en la navega­ción a vapor como Raimundo Real de Asúa™, Ramón Bergé, Manuel de Zuricalday o Juan Bautista Astigarraga; los manifiestos de los pueblos van a ser firmados por capitanes y pequeños armadores que defienden el restableci­miento del derecho diferencial de bandera y la asimilación, como tráfico de cabotaje, del realizado con las Antillas y Filipinas''^

<>» Información (1879), t. 1, pp. 385-386. ''I Información (1879), t. I, p. 386. ™ En Información (1979), t. I, p. 394, aparece erróneamente «de Arceo». " Los pueblos que envían manifiestos son los de Mundáca, Portugalete, Gáuteguiz de

Arteaga, Elanchove, Ibarranguelua, Zumaya, Barrica, Lequcitio y Plencia. Véase Información (1879), t. I, pp. 394-400.

87

JESÚS M.« VALDALISO

La postura de la Junta de Santander es similar a la de Bilbao, insistiendo en las consecuencias del cambio técnico sobre la matricula española, especial­mente en el declive de la flota de vela, en el que poco o nada tiene que ver el derecho diferenciaP^ L ^ Junta de Huelva dirá que «la abolición no ha influido en nada en la disminución sufrida por la matrícula de ésta, sino que habiéndose transformado la de vela en vapor, vienen menos buques españo­les, que todos son de cabotaje»''3. El informe de la Junta de Cádiz muestras opiniones dispares. Mientras algunos achacan a la supresión del derecho diferencial la crisis de la flota y solicitan, en algunos casos, el restablecimiento de éste, otros sostienen la postura de los navieros de Bilbao y Santander^'*. Los navieros de Sevilla, finalmente, consideran que la supresión ha sido perjudicial, pero reconocen su necesidad para fomentar el comercio y no son partidarios de su restablecimiento ''^.

El dictamen final de la comisión rechaza las quejas de los navieros catalanes. El aumento del comercio exterior gracias a la reducción de los aranceles y la abolición del derecho diferencial de bandera ha provocado que «desde aquella reforma los buques españoles han transportado más carga en todas las navegaciones, asi en las de Europa y África como en las de altura, que antes de la citada época» ^''. La comisión acepta el hecho de que algunos navieros — n o todos— se hayan visto perjudicados, pero la causa no reside en la supresión del derecho diferencial, sino en el fenómeno del cambio técnico que se está produciendo en la navegación mundial:

Ha acontecido en la locomoción marítima lo que en la terrestre: un nuevo motor mucho más poderoso y mucho más perfecto que el antiguo ha venido a disputar a éste el servicio que presta a la industria de los transportes, siendo mayor cada día la parte que el nuevo invento toma en nuestra navegación . . . Al propio tiempo, el tamaño de los buques ha ido creciendo sucesivamente, y esta circunstancia, unida a la mayor rapidez y regularidad que proporciona el nuevo motor sobre el antiguo, han hecho imposible la competencia que con él pudiera sostener la navegación de vela, y han reducido considerablemente así el número de buques como el personal necesario para realÍ2ar el movimiento que antes se verificaba .. . este crecimiento no ha podido impedir que sean vencidos, no por

'2 Información (1879), t. I, pp. 22-24. " Información (1879), t. I, p. 25. ^^ Los informes de ]. Morales Borrero y Compañía, \/iuda de Andrés Isorna, Ricardo Sobrino,

Horacio Alcón, Salvador Viniegra, José de la Viesca, Ramón Cordero y Antonio Millán son partidarios del restablecimiento. Los de José Luis Diez y Antonio Zulueta, los últimos emitidos y los más extensos, sobre todo el del último, presidente de la Junta, se oponen, señalando otras causas de la crisis y otros remedios a la misma.

" Información (1883), p. 304. ™ Información (1883), pp. 310-11.

LA TRANSICIÓN DE LA VF.LA AL VAPOR EN LA FLOTA MERCANTE ESPAÑOLA

la competencia extranjera, sino por el moderno invento, los buques antiguos que con él no luchan ni en la celeridad, ni en el precio, ni en la regularidad del transporte. Han podido quedar por ello armadores sin fletes y capitanes y marineros sin colocación, y por su perjuicio personal , . . quieren sostener que hay ruina y hay destrucción de la Marina mercante, y la necesidad de restablecer el derecho de pabellón, como si de este modo pudiera luchar la nave pequeña de vela, que se mueve a merced del viento, con el buque de vapor de gran tamaño, rápido en su marcha y que navegará a voluntad del capitán''''.

Para la comisión, «lo que necesita la Marina mercante para prosperar es tener mucha carga que conducir, y esto no se consigue con las primas y los privilegios, sino con la libertad del comercio, de la industria y de la navegación; con derechos arancelarios muy bajos, materias primas muy baratas y armadores activos e inteligentes» ^8. Precisamente a la altura de 1880 la gran mayoría de los navieros era consciente de la imposibilidad de restablecer el derecho diferencial de bandera sin que al mismo tiempo se produjeran consecuencias nefasta para el comercio y el tráfico marítimo. Todos los círculos navieros conocían el fracasado intento de Francia de restablecer ese derecho en 1872 y su supresión, un año después, porque sus puertos abandonados en beneficio de otros extranjeros cercanos'' ' . Los navieros españoles y los del Cantábrico en particular ya habían experimentado este problema unos años antes. La abolición del derecho diferencial había incrementado la competencia de los pabellones extranjeros, pero también estaba suponiendo un crecimiento importante del comercio exterior español. Pero, además, el nuevo régimen de tratados comerciales puesto en práctica desde mediados de los años setenta y generalizado en los ochenta excluía totalmente cualquier medida restrictiva del comercio, en cuanto que la mayoría de los tratados firmados se realizaron sobre la base de acuerdos preferenciales a través de la cláusula de nación más favorecida ^o. Incluso la propia actuación de los armadores catalanes que encabezaron los movimien­tos de protesta a partir de 1876 fue encaminada no al restablecimiento del derecho diferencial de bandera, sino a conseguir otro tipo de ventajas frente a los buques extranjeros que no repercutiesen en el comercio y, sobre todo, a obtener ventajas preferenciales en el tráfico y en el comercio con las Antillas y Filipinas mediante su asimilación al de cabotaje. Únicamente las «clases náuticas», marineros y oficiales, fueron firmes partidarias de su restableci-

" Información (1883), p. 311. ™ Información (1883), pp. 319-20. ™ Información (1883), p. 300. 80 Serrano (1987), pp. 46-49.

S9

JESÚS M." VALDALISO

miento en cuanto que aseguraba —a corto plazo— el empleo de los buques de vela y, por tanto, el mantenimiento de sus puestos de trabajo. Ciertamente, a largo plazo era inevitable que la nueva tecnología, menos intensiva en trabajo, desplazase al velero, pero las causas de las movilizaciones suelen estar más ligadas a las acuciantes necesidades del presente que a las prometedoras perspectivas de un futuro más o menos lejano.

Las páginas anteriores han dado una explicación ex post de la transición de la vela al vapor en la flota mercante española que, implícitamente, parte a

priori de que ese proceso se ha verificado históricamente con un relativo éxito desde una perspectiva internacional. Sin embargo, este planteamiento descui­da el análisis de otro tipo de alternativas existentes para los navieros españoles, puesto que no responde adecuadamente a la pregunta de por qué éstos invirtieron en la compra de modernos buques de vapor adquiridos en el extranjero y no optaron por seguir invirtiendo en buques de vela o abandonar el negocio y dirigir sus inversiones hacia otros sectores económicos.

, La pregunta no es ociosa. A la altura de 1860 la flota española —com­puesta mayoritariamente por veleros de madera— se encontraba entre las diez más importantes del mundo y, además, estaba protegida de la competencia extranjera mediante un derecho diferencial; España, además, poseía una industria naval —dedicada a la construcción de buques de madera— de una cierta importancia. Y, sin embargo, en el curso de dos décadas los veleros se vieron desplazados de las rutas en las que estaban empleados los buques españoles (Europa y América); la propia flota española tuvo que enfrentarse a ia competencia de pabellones más modernos, puesto que el derecho diferen­cial fue suprimido en 1868, y la industria naval desapareció casi por completo. La abolición del derecho diferencial de bandera puso de manifiesto la incapacidad de la flota de vela hispana para competir en precios con otras

! banderas; la decadencia de la vela se aceleró considerablemente a partir de 1872, cuando la protección quedó definitivamente suprimida, y de 1876, cuando sobrevino una depresión en el mercado internacional de transporte que afectó especialmente a los buques de madera propulsados a vela. En estas circunstancias los armadores españoles podían haberse dirigido hacia otras alternativas más rentables en el interior, al igual que hicieron los navieros canadienses en los años ochenta s'. Sin embargo, aunque algunos lo hicieron,

81 Sager y Panting (1985), pp. 32^37.

90

LA TRANSICIÓN DE I.A VELA AL VAPOR EN LA FLOTA MERCANTE ESPAÑOLA

la mayoría continuó en el negocio vendiendo sus veleros en el extranjero y adquiriendo en su lugar buques de vapor. La elección pudo deberse a razones endógenas al propio sector —en el lado de la oferta o en el de la demanda— o exógenas — ausencia de alternativas rentables de inversión en tierra firme.

Desde el lado de la demanda el proceso de difusión tecnológica coincidió con un incremento fuerte de la demanda derivada de transporte, sólo interrumpida por la crisis de la segunda mitad de los años setenta. Los barcos españoles transportaron un porcentaje menor del comercio exterior nacional, pero ese menor porcentaje significaba una demanda mayor para su flota. Sin embargo, la preocupación por proteger el tráfico colonial parece desmedida si tenemos en cuenta que el comercio con las Antillas no proporcionaba empleo a mucho tonelaje ^ g j principal producto de importación, el azúcar, tenía un mercado muy limitado en España, que apenas absorbía el 10 por 100 de las exportaciones cubanas ^'. Las principales exportaciones, harinas y vino, co­menzaron a descender desde 1881 en el primer caso y desde 1886 en el segundo^''. A partir de 1884, además, el derecho diferencial que pesaba sobre la bandera extranjera que transportase productos del extranjero a las Antillas fue suprimido, equiparándose al pabellón nacional. El embajador de España en Washington señalaba que «la asimilación de banderas, punto capital de dicho modus viviendi y el único a que aspiraban los Estados Unidos, ha dado mayor incremento a su comercio de fletes, con detrimento de nuestra marina mercante» 5 Pero el verdadero negocio de los navieros españoles en la navegación con las Antillas no residía en el tráfico de ida, sino en el de vuelta, transportando azúcar desde Cuba a Estados Unidos y retornando desde allí a Europa con cereales o algodón. A finales de los años 80, el cónsul español en Liverpool indicaba que

...Los buques que hacen viajes periódicos a y de Cuba y Puerto Rico, ya toquen o no la Península, ordinariamente llevan cuando van tan poca carga, que muy bien podría transportar la de cinco o seis uno sólo. Lo que les sostiene es que de retorno comienzan su viaje desde los puertos de Cuba al de Nueva

"2 A la altura de 1880 más del 60 por 100 de las importaciones y exportaciones del comercio exterior español en bandera nacional se efectuaban con liuropa. ILI comercio con Cuba y Puerto Rico, que en 1860 había concentrado el 22 por 100 de las importaciones y el 54 por 100 de las exportaciones, representaba ahora el 6 y el 23 por 100, respectivamente. Véase Valdaliso (1991a).

83 Serrano (1987), p . 70. 84 Maluquer (1974), pp. 340-43. 8 Reforma Arancelaria (1890), t. V; memoria del enviado extraordinario y ministro plenipo­

tenciario de España en Washington, p. 73. La medida fue tomada en el modus vivendí firmado con Estados Unidos e inmediatamente se aplicó a las importaciones antillanas procedentes de Francia, Alemania y ( i rán Bretaña. Véase Maluquer (1974), p. 347.

91

JESL'S M," VALDALISO

York, generalmente cargados de azúcares y recorren otros puertos de los Estados Unidos, donde toman, casi siempre para Liverpool, algodón, granos y ganado. Sin este auxilio les sería muy difícil continuar.. .»*<'.

Por esta razón, las principales compañías españolas que realizaban este tráfico, la Cía. Transatlántica y 'Larrínaga j Cía., salían siempre de Liverpool sin tocar generalmente los puertos de la península '^^.

Además, el tráfico americano compensaba su menor volumen de carga con la mayor distancia que tenían que recorrer los buques. Estimando la demanda en función de las toneladas-millas recorridas y no únicamente en función del tonelaje transportado —véase cuadro 7—, observamos cómo el tráfico con América en bandera nacional fue muy superior al europeo desde 1860 a 1880 y similar en 1890. Dentro de América, el comercio con Cuba y Puerto Rico mantuvo un lugar preferente en los viajes de los vapores españoles durante la segunda mitad del siglo XIX. Las toneladas-millas de este tráfico supusieron, respecto a las transportadas por la bandera nacional en Europa, un 361 por 100 en 1860, un 192 por 100 en 1870 y un 86 por 100 en

11880. La existencia de este mercado cautivo durante la transición de la vela al vapor significó una fuente de empleo fundamental para los nuevos vapores españoles. Por eso la mayor parte de las compañías vascas y catalanas creadas en los años setenta y ochenta organizaron servicios de línea y no se dedicaron a la navegación tramp, en la que, además, el buque de vela seguía ofreciendo una cierta competencia.

Con una demanda creciente y, lo que es más importante, parcialmente cautiva, los navieros españoles optaron por optimizar su experiencia empresa­rial y su conocimiento de los mercados aplicándolos a la nueva tecnología, especialmente adecuada a los tráficos donde éstos operaban. Pero, además, la tecnología del vapor y el aumento en el tamaño de los buques hizo descender la participación de los costes salariales en el conjunto global de los costes de explotación del buque gracias a la reducción del número de tripulantes por

^'' Reforma Arancelaria (1890), t. V; memoria del cónsul de España en Liverpool, pp. 195-96. Por este mot ivo el mantenimiento de unas buenas relaciones comerciales con los Estados Unidos era indispensable, no sólo para asegurar la exportación de azúcar cubano, sino también para mantener la navegación de los buques españoles. Cuando en 1890 Estados Unidos restringe radicalmente sus importaciones de azúcar la diplomacia española se precipita rápidamente a firmar un nuevo tratado con aquel país (1891) con el objetivo de mantener ese mercado para los productos antillanos. Sobre esta cuestión, véase Maluquer (1974), pp. 347-48, v Serrano (1987), p. 71.

'' Ibídem. La primera tenía empleados diez vapores en viajes periódicos desde Liverpool a Cuba y Puer to Rico; la segunda siete.

92

LA TRANSICIÓN DE I.A VELA AL VAPOR EN LA FLOTA MERCANTE ESPAÑOLA

C U A D R O 7

Estimación de las toneladas-millas demandadas por el comercio exterior en bandera

nacional con Europa j América, 1860-1900 (años seleccionados)

Comercio con Europa Comercio con América [(^)I(^)J [(^)¡(2)]

Años Tm# Tons-mi//as# Tm# Tons-millas# * 100 * 100

(1) (2) (}) (4) (5) (6)

1860 136 185.775 233 1.023.720 171,3 551,0 1870 286 391.509 237 1.040.834 82,8 265,8 1880 581 794.637 262 1.147.901 45,1 144,4 1890 1.522 2.081.257 474 2.080.351 31,1 "100,0 1900 4.169 5.698.476 376 1.649.449 9,0 28,9

FUENTE; Elaboración a partir de las ECEE para el volumen de comercio y de Biihao, XVII, 826 (1911), p. 102; y 833 (1911), p. 204, para la distancia.

La distancia media a Europa —1.367 millas— se basa en la media aritmética de las distancias desde Bilbao y Barcelona a los puertos de Londres, Liverpool, Middlesbrough y Newcastle en Gran Bretaña; y de Rotterdam en Holanda. La distancia media a América —4.388 millas— se basa en la media aritmética de las distancias desde Bilbao y Barcelona a La Habana, punto medio en el tráfico con América.

# Miles de toneladas.

tonelada de arqueo y a la estabilidad de los salarios*^. La combinación de

todos estos factores elevó considerablemente el coste de oportunidad de

abandonar el negocio e invertir en otros sectores productivos.

Queda por examinar si en los años setenta existieron alternativas rentables

de inversión en tierra firme. En Cataluña todo parece indicar que una parte de

los capitales invertidos en la flota mercante se desviaron en este década hacia

negocios de rentabilidad asegurada, como las acciones ferroviarias, o hacia

sectores en expansión como el textil 8'. En Vizcaya, por el contrario, no

parece que se diera un proceso similar. El crecimiento del sector siderúrgico

se produjo más tarde, entre 1879 y 1882, cuando se registra el grueso de la

inversión en el sector'o. La existencia de diferentes oportunidades para la

** Sobre esta cuestión, véase Valdaliso (1991a). *' La Junía Provincial de Agricultura, Industria y Comercio de Barcelona señalaba en su informe

de 1879: «¿Qué sucederá si estudiamos el cúmulo de capitales que ha creado la marina mercante en nuestra provincia y que se han invertido en acciones de ferrocarriles, en participación en fábricas de hilados y tejidos, y hasta en mejoras agrícolas de la mayor importancia?». Información (1879), t. I, p. 125. El crecimiento del sector textil catalán continuó hasta 1880 según Nadal (1975), p. 209, ligado al progreso agrícola.

""> Fernández de Pinedo (1988). Los índices de producción industrial de Carreras para el País Vasco (1985b) también documentan esta afirmación. La única excepción parece ser la de Olano, que dejó sus negocios marítimos por los siderúrgicos de la Vis^caya, véase Valdaliso (1991a).

93

JKSUS M.» VALDALISO

inversión de catalanes y vascos probablemente influyó en el futuro de sus respectivas flotas. En todo caso, es una hipótesis a corroborar con investiga­ciones más detalladas que cuantifiquen, especialmente en el caso catalán, el posible volumen del capital naviero invertido en otros sectores.

Aunque divergentes en cuanto a las causas, la mayor parte de los autores han atrasado los orígenes de la flota de vapor española a los últimos años del ochocientos, flota que estaría registrada mayoritariamente en Bilbao y vincu­lada a los tráficos libres europeos. Esta descripción coincide con una etapa de expansión del sector, pero no con su surgimiento. Como he señalado a lo largo de estas páginas, el nacimiento de la flota mercante de vapor en España se produjo en la década de los setenta del siglo XIX y estuvo vinculado a una serie de cambios, decisivos, producidos en la tecnología, el marco institucio­nal y los mercados donde los navieros operaban. En esta coyuntura vascos y catalanes, pero también montañeses o gaditanos, optaron decididamente por el buque de vapor. La evolución posterior a partir de los años finiseculares consolidó la posición de los vizcaínos y debilitó la del resto, pero esa crisis no debe oscurecer su pasado an ter ior '^

" Sobre la distribución por matrículas de la flota hispana, véase Valdaliso (1991b).

94

LA TRANSICIÓN DE I-A VELA AL VAPOR EN LA FLOTA MERCANTE ESPAÑOLA

BIBLIOGRAFÍA

A L Z Ó L A , Benito (1886); Estudio relativo a los recursos de que la industria naval dispone para las construcciones y armamentos navales, Madrid, Imprenta de la Infantería de Marina.

(1984): Eas primas a la construcción navalj a la navegación. Datos y noticias que conviene tener presentes para hacer una ley sobre la materia, Bilbao, Imprenta de la Casa de Misericordia.

A N G I E R , E . A . V. (1920): Fifty Years' Freights, 1869-1919, Londres, Fair Play. B R O E Z E , Frank (1989): «Distance tamed; steam navigation to Australia and New

Zealand from its beginnings to the outbreak of the Great War», en Journal of Transport History, 10, 1, 1-21.

C A R R E A P U J A L , Jaime (1961): La economía de Cataluña en el siglo XIX, tomo IV: marina mercante, puertos, carreteras y ferrocarriles, Barcelona, Bosch.

C A R R E R A S , Albert (1985): «La producción industrial catalana y vasca, 1844-1935. Elementos para una comparación», en GONZÁLEZ PORTILLA, M.; M A L U Q U E R DE M O T E S , J . ; R I Q U E R P E R M A N Y E R , B . (eds.): Industrialización y nacionalismo. Análisis comparativos. Actas del I Coloquio Vasco-Catalán de Historia, Barcelona, Universi-tat Autónoma, pp. 197-209.

C O S T A S C O M E S A Ñ A , Antón (1988): Apogeo del liberalismo en «La Gloriosa». La reforma económica en el sexenio liberal (1868-1874), Madrid, Siglo XXI .

C R A I G , Robin (1980): The Ship. Steam tramps and Cargo liners 1850-1950, Londres, National Maritime Museum.

D A V I E S , Peter N . (1978): «The Development of the Liner Trades», en M A T T H E W S , K., y P A N T I N G , G . (eds.); Ships and Shipbuilding in the North Atlantic Región, Newfoundland, Memorial University, pp. 173-206.

E S T A S E N Y C O R T A D A , Pedro (1880); El comercio y la marina mercante española. Informe

sobre las consecuencias que ha producido la reforma arancelaria del señor Figuerola, Barcelona, Imprenta de los Sucesores de N. Ramírez y C.^

F E R N Á N D E Z D E P I N E D O , Emiliano (1986): «El desarrollo de Bilbao y de sus activida­des (1300-1936)», en Catálogo de la E-xposición Centenario (1886-1986) de la Cámara

de Comercio, Industria y Navegación de Bilbao, Bilbao. (1988); «Factores técnicos y económicos en el origen de la moderna siderurgia y

la flota vizcaína, 1880-1899», en FERNÁNDEZ DE PINEDO, E., y HERNÁNDEZ M A R C O , J . L . , eds., Ea industrialización del norte de España, Barcelona, Crítica, pp. 252-279.

F I S H E R , Lewis, R., y S A G E R , Eric W. (1986): Shipping and Shipbuilding in Atlantic Canadá 1820-1914, Otawa, Canadian Historícal Association.

, y NORDVIK, Helge W. (1986); «Maritime Transport and the Integration of the Nor th Atlantic Economy, 1850-1914», en FlSCHER, W.; MciNNIS, R. M., y S C H N E I D E R , J . (eds.): The Emergence of a World Economy, 1500-1914, Part II: 1850-1914, Wiesbaden, Franz Steiner Verlag Wiesbaden G m b H , pp. 519-544.

F L E T C H E R , M . E . (1958): «The Suez Canal and World Shipping, 1869-1914», en

Journal of Economic History, XVIII , 556-573. GjOLBERG, Ole (1980); «The substitution of steam for sail in Norwegian Ocan

Shipping, 1866-1914. A study in the Economics of díffusion», en Scandinavian Economic History Review, XXVII I , 2, 135-146.

95

JESÚS M.' VALDAI.ISO

GÓMEZ M E N D O Z A , A. (1988): «Government and the development of modern ship-building in Spain, 1850-1935», en Journal of Transport History, 9, 1, 19-36.

(1989): «Transportes y comunicaciones», en CARRERAS (coord.): Estadísticas históricas de España de España. Siglos XIX~XX, Madrid, Fundación Banco Exterior, pp. 269-325.

G O N Z Á L E Z P O R T I L L A , J . M . 81981): La formación de la sociedad capitalista en el País Vasco, 1876-1913, San Sebastián, Haranburu.

G R A U A M , Gerald S. (1956): «The ascendancy of the sailing ship, 1850-85», en Economic History Keview, IX, pp. 74-88.

H A R L R Y , Charles K. (1971): «The shift from sailing ships to steamships, 1850-1890: a study in technological change and its diffusion», en M C C L O S K E Y , D . N . (ed.): Essays o» a mature economy: Britain after, 1840, Londres, Methuen Co. Ltd., pp. 215-237.

H E A D R I C K , Daniel R. (1988): The Tentacles of Progress. Technology Transfer in the Age of Imperialism, 1850-1914, Oxford, Oxford University Press.

H O R N B Y , O . ; NlLSSON, C. A. (1980): «The transition from sail to steam in the Danish Merchant Flett, 1865-1910», en Scandinavian Economic History Revieif, X X V I I I , 2, 109-134.

(1985): «The Danish Shipping Industry, 1866-1939: Structure and Strategy», en Yui , T. , y N A K A G A W A , K . (eds.): Business History of Shipping. Strategy and Structure, Tokyo, University of Tokyo Press, pp. 157-181.

Información sobre el Derecho Diferencial de Bandera y sobre los de aduanas exigibles a los hierros, el carbón de piedra y los algodones, presentada al Gobierno de Su Majestad por la Comisión nombrada al efecto en Real Decreto de 10 de noviembre de 1865, t. I: Derecho Diferencial de Bandera; t. II: Hierros; t. III: Carbones; t. IV: Algodones (1867), Madrid, Imprenta Nacional.

Información sobre las consecuencias que ha producido la supresión del Derecho Diferencial de Bandera y sobre las valoraciones y clasificaciones de los tejidos de lana, formada con arreglo a los artículos 20y 29 de la Ley de Presupuestos del año 1878-1879, por la Comisión E,special arancelaria creada por Real Decreto de 8 de septiembre de 1878, t. I: Derecho Diferencial de Bandera; t. II: Industrial lanera (1879); t. II: Industrias lanera y naviera. Discusión y aprobación de los dictámenes (1883), Madrid, Imprenta de Manuel Minuesa de los Ríos.

IZARD, Miquel (1979): Manufactureros, industriales y revolucionarios, Barcelona, Crítica. JACKSON, G. (1988): «The shipping industry», en A L D C R O F T , D E R E K H . ; F F R E E M A N ,

MiCHAKL, J.: Transport in the Industrial Revolution, Manchester, Manchester Univer­sity Press, pp. 253-283.

JiMENO A G I U S , J . (1889): La marina mercante en España y en el extranjero, Madrid, Imprenta de Enrique Maroto y Hermano.

K A U K I A I N E N , Yrjo (1980): «The transition from sail to steam in Finish Shipping, 1850-1914», en Scandinavian Economic History Review, XXVII I , 2, 161-184.

K R E S S E , W . (1985): «The Shipping industry in Germany, 1850-1914», en FlSCHER, L. R., y P A N T I N G , G . E . (eds.): Change and adaptation in maritime history. The North Atlantic fleets in the Nineteenth century, Newfoundland, Memorial University, pp. 149-167.

M A L U Q U E R D E M O T E S , J . (1974): «El mercado colonial antillano en el siglo XIX», en

96

LA TRANSICIÓN DE LA VELA AL VAPOR EN LA FLOTA MERCANTE ESPAÑOLA

N A D A L , J . y T O R T E L L A , G . (eds.): Agricultura, comercio colonial y crecimiento económico en la España contemporánea, Actas del I Coloquio de Historia Económica de España, Barcelona, Ariel, pp. 322-357.

M A R T Í N E Z ALCUBILLA, M . (1923): Diccionario de la Administración Española, Madrid. M A T T H E W S , Keith (1979): «The Canadian deep sea merchant marine and the Ameri­

can export trade, 1850-1890», en A L E X A N D E R , David; O M M E R , Rosemary (eds.): l^olumes not valúes: Canadian sailing ships and World Trades, Newfoundland, Memo­rial University, pp. 191-243.

MlWA, R. (1985): «Maritime Policy in Japan: 1868-1937», en Yui, T., y N A K A G A W A , K. (eds.): Business History of Shipping. Strategy and Structure, Tokyo, University of Tokyo Press, pp. 123-152.

N A D A L O L L E R , Jordi (1975): Rl fracaso de la revolución industrial en España, 1814-1913, Barcelona, Ariel.

(1988): «España durante la primera revolución tecnológica», en N A I Í A L , Jordi ; C A R R E R A S , Albert; M A R T Í N A C E Ñ A , Pablo: España, 200 años de tecnología, Madrid, Ministerio de Industria y Energía, pp. 29-100.

N A K A G A W A , K . (1985): «Japanese Shipping in the Nineteenth and Twentieth Centu-ries: Strategy and Organization», en Yui, T., y N A K A G A W A , K . (eds.): Business History of Shipping. Strategy and Structure, Tokyo, University of Tokyo Press, pp. 1-33.

NoRDVlK, H. W. (1985): «The Shipping industries of the Scandinavian countries, 1850-1914», en F I S C H E R , L . R . , y P A N T I N G , G . E . (eds.): Change and adaptation in maritime history. The North Atlantic fleets in the Nineteenth century, Newfoundland, Memorial University, pp. 117-148.

P A L M E R , S. (1978): «Experience, Experiment and Economics: Factor in the Construc-tion of Early Merchant Steamships», en MATTHEWS, K., y P A N T I N G , G . (eds.): Ships and Shipbuilding in the North Atlantic Región, Newfoundland, Memorial University, pp. 231-247.

(1985): «The Brirish Shipping industry, 1850-1914», en FlSCHER, L. R., y P A N T I N G , G . E . (eds.): Change and adaptation in maritime history. The North Atlantic fleets in the Nineteenth century, Newfoundland, Memorial University, pp. 87-114.

: Reforma Arancelaria y los Tratados de Comercio (Ea). Información escrita de la Comisión creada por Real Decreto de 10 de octubre de 1889 (1890), Madrid, IV tomos.

R O L D A N , S., y G A R C Í A D E L G A D O , J . L . (1973): Ea formación de la sociedad capitalista en España, Madrid, CECA.

R O S E N B E R G , Nathan (1979): Tecnología y Economía, Barcelona, Gustavo Gili. S A G E R , E . W . ; F I S C H E R , L . R.; O M M E R , R . E . (1982): «Landward and Seaward

Opportunit ies in Canada's Age of Sail», en FlSCHER, Lewis R.; SAGER, Eric W. (eds.): Merchant Shipping and E.conomic Development in Atlantic Canadá, Newfoun­dland, Memorial University, pp. 7-31.

, y P A N T I N G , G . E . (1985): «Staple economies and the rise and decline of the Shipping industry in Atlantic Canadá, 1820-1914», en FlSCHKR, L. R., y PANTINC;, G. E. (eds.): Change and adaptation in maritime history. The North Atlantic fleets in the Nineteenth century, Newfoundland, Memorial University, pp. 1-46.

S Á N C H E Z D E T O C A , Joaquín (1986): Del poder naval en España y su política económica para la nacionalidad iberoamericana, Madrid, Museo Naval.

97

JESÚS M.- VALDALISO

SCHOLL. L. U. (1985): «Shipping Business in Germany in the Nineteenth and Twentieth Centuries», en Yui , T., y N A K A G A W A , K . (eds.): Business History of Shipping. Strategy and Structure, Tokyo, University of Tokyo Press, pp. 185-213.

S E R R A N O S A N Z , José María (1987): El viraje proteccionista en la ^restauración. Ea política comercial española, 1875-1895, Madrid, Siglo X X I ,

T O R R E S V I L L A N U E V A , Eugenio (1991): «Barcos, carbón y mineral de hierro. Los vapores de Sota y Aznar y los orígenes de la moderna flota mercante de Bilbao, 1889-1900», en Revista de Historia Económica, IX , 1, 11-32.

V A L D A L I S O G A G O , José María (1989): «Capital inglés y buques vascos en el tráfico colonial durante la segunda mitad del siglo XIX», comunicación presentada al IV Congreso de la Asociación de Historia Económica de España, Alicante.

(1991a): Eos navieros vascos y la marina mercante en España, 1860-1935. Una historia económica, Bilbao, Instituto Vasco de Administración Pública.

(1991b): «Growth and Modernization of the Spanish Merchant Marine, 1860-1935», en International Journal of Maritime History, III , 1.

VlCENS V I V E S , J . , y L L O R É N S , M . (1958): Industriáis i politics de segle XIX, Barcelona, Teide.

98

CONCENTRACIÓN INDUSTRIAL, DESARROLLO DEL MERCADO DE CAPITALES Y REDES FINANCIERAS BASADAS EN EL PARENTESCO: UN ESTUDIO COMPARADO DE BRASIL, MÉXICO Y LOS ESTADOS UNIDOS, 1840-1930* (1.^ parte)

STEPHEN H. HABER Universidad de Stanford

R E S U M E N

Este artículo aborda la relación entre el desarrollo del mercado de capital y la estructura industrial durante las primeras etapas de la industrialización a partir de las experiencias de Brasil, México y los Estados Unidos . En él se arguye que las dos restricciones básicas a la formación de intermediarios crediticios en América Latina, una mala definición de derechos de propiedad y la intervención estatal, produjeron una concentración más alta en el textil a lgodonero de México y Brasil que en el de Estados Unidos .

ABSTRACT

Thi s arricie examines the relationship between capital market development and industrial structure during the early stages of industrialization, contrasting the experiences of Brazil, México and the United States. It argües that the two constraints placed on the fotmation of credit intermediarles in Latin America, namely, poorly defined property rights and government regulatory policies, produced greater concentration in the Mexican and Brazilian cotton textile industries than that wh ich developed in the United States.

* Hemos presentado versiones anteriores de este artículo a la National Bureau of Economic Research, la Economic History Association, al Stanford-Berkeley Economic History Seminar y al Von Gremp Workshop in Economic and Entrepreneurial History de la UCLA. Las investigacio­nes para este artículo fueron financiadas por becas del Programa Latinoamericano y Caribeño del Social Sciences Research Council, el Fulbright Program, el Stanford University Center for Latin American Studies Summer Research Awards Program y el Hewlett Fund of the Stanford University Instítute of International Studies. Estoy en deuda con Jeremy Atack, que me dio acceso a datos no publicados de la gran recopilación de datos sobre empresas entre 1850 y 1870

99

STEPHEN H. HABER

La relación entre la eficacia con la que una economía moviliza capitales y la estructura industrial que desarrolla esa economía ha sido durante mucho tiempo una cuestión de interés para los historiadores económicos. El impulso inicial para esta investigación fueron los fecundos artículos de Alexander Gerschenkron y Lance Davis sobre cómo los desarrollos institucionales en la intermediación financiera configuraron el desarrollo de la industria a gran escala en el escenario europeo y norteamericano durante el siglo XIX. El trabajo de Gerschenkron sobre los bancos «D» alemanes, por ejemplo, demostró cómo su papel en las finanzas industriales originó la cartelización de la industria pesada alemana' . De forma similar, la investigación de Lance Davis sobre los Estados Unidos y Gran Bretaña mostró cómo el tardío inicio de la industrialización en los Estados Unidos, junto con sus mercados de capitales relativamente bien desarrollados, dieron origen tanto a niveles superiores de concentración industrial como al predominio de un nuevo tipo de empresario industrial, el capitalista financiero 2. Desde estos trabajos pioneros en los años sesenta, los historiadores económicos y los economistas del desarrollo, así como teóricos de la organización ^, han seguido investigan­do la cuestión central que plantearon Gerschenkron y Davis: cómo las imperfecciones del mercado de capitales se han transformado en imperfeccio­nes del mercado de productos (creación de estructuras industriales oligopoli-zadas) en diversos países.

Sorprendentemente, casi toda esta investigación se ha centrado en países que, con parámetros mundiales, tenían mercados de capitales bastante bien desarrollados. La obra realizada por historiadores económicos y economistas especializados en la organización industrial, por ejemplo, ha tendido a concentrarse en comparaciones intereuropeas o Europa-Estados Unidos. Tal carencia de trabajos en economías con mercados de capitales verdaderamente subdesarrollados, como los que se encuentran en Latinoamérica o África, no se ha debido a la falta de interés por parte de los estudiosos. De hecho, ambos grupos de estudiosos suelen señalar que tal investigación sería extremadamen­te valiosa para contrastar la asociación entre la integración de los mercados de

de Bateman-Weiss. También tengo que dar las gracias a Jeffrey Fear, Naomi Lamoreaux, Richard Salvucci y Kenneth L. Sokoloff, así como a dos asesores editoriales anónimos que leyeron y comentaron versiones anteriores de este artículo. Catherine Barrera, Vera Gui lhon Costa, Jessica Koran y Michael ReiUy me proporcionaron su ayuda en la investigación. Pedimos las habituales excusas por omisiones y falsas interpretaciones.

' Alexander Gerschenkron (1962), capítulo primero. 2 Lance E. Davis (1966), pp. 25.S-272; (1963), pp. 88-105. ^ Por teóricos de la organización entendemos aquí tanto economistas que trabajan en el

campo de la organización industrial como sociólogos interesados en la estructura de la empresa.

100

CONCENTRACIÓN INDUSTRIAL, DESARROLLO DEL MERCADO DE CAPITALES Y REDES FINANCIERAS

capitales y el grado de competitividad intraindustrial' '. Los economistas del desarrollo, asi como los sociólogos que trabajan en teoría de la organización, han llevado a cabo algún trabajo en este campo, concentrándose la mayoría en el papel de los «grupos» (grupos financieros basados en el parentesco) en las finanzas industriales. Su obra, sin embargo, ha tendido a dar por supuesta la concentración, suministrando muy raras veces cualquier tipo de medidas de la concentración intraindustrial 5. Además, su investigación frecuentemente se ha centrado en un pasado muy reciente; apenas se ha trabajado en el período anterior a la Gran Depresión. Incluso en la literatura sobre historia económi­ca de los países desarrollados se ha progresado poco en la medición de la concentración durante las primeras etapas de la industrialización. Como Jeremy Atack señalaba en un artículo reciente sobre la concentración indus­trial en los Estados Unidos a mediados del siglo pasado, «la razón por la que se ha descuidado la estructura industrial no es difícil de encontrar: carecemos de datos cuantitativos»^.

Este artículo ofrece una contribución a estos tres cuerpos de literatura mediante un análisis de las relaciones entre el desarrollo del mercado de capitales y los cambios en la concentración industrial de la industria textil del algodón. En contraste con la mayoría de tales estudios, trata el período anterior a la Gran Depresión, cubriendo los años 1840-1930. Y, lo que es más importante, no atiende únicamente a casos en el mundo desarrollado, sino que cubre las experiencias de dos países con mercados de capitales verdadera­mente primitivos, Brasil y México, contrastando sus experiencias con las de Estados Unidos^.

Este artículo se centra en la industria textil del algodón por varias razones. En primer lugar, hasta muy a finales del siglo XIX el sector del algodón fue la única rama fabril en Brasil y México que podía denominarse «industrializada» en sentido propio. Incluso se puede sostener que en los Estados Unidos fue el único sector fabril caracterizado por grandes fábricas a mediados de siglo 8. En segundo lugar, la industria textil del algodón proporciona un ejemplo en el que el equipamiento de capital era fácilmente divisible y el nivel mínimo de las economías de escala eficientes era reducido.

"* Vid., por ejemplo, Davis (1966), op. cit., pp. 271 y ss.; Frederic L. Pryor (1973), p. 136; Morris A. Adelman (1966), p. 19.

5 Vid., por ejemplo, Nathaniel H. Leff (1966), pp. 97-122; Nathaniel H. Leff (1979), pp. 46-64.

s Jeremy Atack (1986), p. 465. ' Brasil y México se han elegido para el análisis porque eran (y son) los países más

industrializados de Latinoamérica. 8 Davis (1966), op. cit., p. 257.

/O/

STEPHEN H. HABER

Así, las economías de escala se agotaban en empresas de tamaño reducido ' . Esta es una consideración relevante en un estudio de este tipo, puesto que en economías con mercados de consumo pequeño y frágiles, tales como los existentes en Latinoamérica, se podían alcanzar elevados niveles de concentra­ción simplemente mediante tecnologías concebidas para alcanzar economías de escala o velocidad. Esto es lo que ocurriría en industrias como la química, metalúrgica, papelera o del cemento. Finalmente, en el período que se estudia no existían barreras significativas a la importación en la producción textil de algodón. Tampoco había patentes importantes que cubrieran la tecnología de la industria, ni controles estrictos sobre el abastecimiento de materias pri­mas '0. Además, había escasas oportunidades de concentración derivada de la diferenciación de los productos mediante la publicidad. Los fabricantes de vestidos, mercaderes al por menor y elaboradores de artículos textiles que adquirían los productos de las fábricas textiles eran, necesariamente, jueces expertos de los tejidos. Por consiguiente, la publicidad ha tenido escaso efecto*'. En resumen, es sumamente improbable que los elevados niveles de concentración de la industria textil hubieran podido surgir por cualquier mecanismo que no fuera el desigual acceso al capital.

El argumento presentado en este artículo se plantea en los siguientes términos: aunque los tres países estudiados experimentaron problemas de movilización de capitales, en México y Brasil fueron mucho más importantes que en los Estados Unidos. Una variedad de innovaciones institucionales en la propiedad corporativa, la banca y la bolsa proporcionó a los fabricantes textiles de Estados Unidos un acceso relativamente fácil a los capitales. En los casos de Brasil y México, por otro lado, estas innovaciones institucionales estuvieron bloqueadas hasta las últimas décadas del siglo pasado por diversas

' H. Michael Mann (1973), p. 75. Esto no significa que las economías de escala no fueran importantes en la producción textil del algodón. De hecho, si la existencia de economías de escala no hubiera sido significativa, el acceso al capital no hubiera podido funcionar como una barrera, y la tesis desarrollada aquí no se sostendría. Pero sí significa, sin embargo, que las economías de escala en la industria textil se alcanzaban en firmas de volumen relativamente pequeño en comparación con industrias como las del acero, cemento y químicas. En estas industrias, las economías de escala eran tan grandes que impedían a casi todas las firmas operar en el nivel óptimo de producción.

'" Ihid., p. 76. En los años treinta y cuarenta del siglo pasado los grandes importadores mexicanos quizá pudieran ejercer cierto control sobre !a disponibilidad de algodón en bruto adquiriendo las cuotas de importación establecidas por el gobierno. Sin embargo, este control de las materias primas no se extendía al algodón producido en el país, y, en cualquier caso, duró poco tiempo. Además, la capacidad para controlar las importaciones de algodón durante esos años no fue una constricción exógena sobre la industrialización. Sólo en un país con un mercado de capitales primitivo hubiera sido viable tal estrategia empresarial.

11 Lloyd Reynolds (1940), p. 739.

102

CONCENTRACIÓN INDUSTRIAL, DESARROLLO DEL MERCADO DE CAPITALES Y REDES FINANCIERAS

razones. Sin acceso al mercado de valores o a créditos bancarios a lo largo de la mayor parte del siglo XIX, el volumen de las empresas latinoamericanas quedó limitado por la capacidad de sus propietarios para acumular y movili­zar capitales mediante su extensa red de familiares acomodados. Como estos empresarios eran miembros de redes de parentesco con más medios que otras, el crecimiento de sus empresas podía permitirles superar a las de la competen­cia. Así, a lo largo del período estudiado, pero especialmente en la fase temprana de la industrialización latinoamericana (1840-1880), los niveles de concentración fueron significativamente más elevados que en los Estados Unidos.

Este artículo sostiene además que con la creación de los modernos intermediarios financieros y el desarrollo de bolsas y mercados de valores a lo largo de la última década del siglo XIX descendieron ios niveles absolutos de concentración en la industria textil latinoamericana. El grado de madurez de los mercados financieros brasileño y mexicano no era igual, sin embargo: Brasil desarrolló un mercado de capitales mucho más integrado que el de México. El resultado fue que sólo un pequeño número de empresarios mexicanos (aquellos que tenían un poder político considerable y reputaciones ya establecidas como financieros influyentes) pudo lograr acceder a fuentes de crédito impersonales. Esto significó que el descenso de la concentración de la industria brasileña fue mucho más rápido y completo que en México. A finales del período estudiado la estructura del sector textil brasileño se estaba aproximando a la de Estados Unidos, en tanto que la estructura de la industria mexicana apenas cambió entre 1890 y 1930.

Las innovaciones institucionales en las finanzas textiles también tuvieron un efecto similar, aunque menos espectacular, en la estructura de la industria textil del algodón en Estados Unidos. Las mejoras graduales en las institucio­nes y técnicas de movilización de capitales produjeron un descenso gradual de la concentración en el período de 1860 a 1920.

La idea que subyace a este argumento es opuesta a la concepción dominante acerca de cómo se desarrollan los sistemas financieros. De acuerdo con esta concepción, los mercados financieros se desarrollan más o menos automáticamente en respuesta al incremento de la demanda de servicios financieros. Esta concepción del desarrollo de los mercados financieros, que deriva de la experiencia histórica de Inglaterra durante el siglo XVIII y principios del XIX, sostiene básicamente que las finanzas son pasivas y permisivas en el proceso de crecimiento económico '2.

'2 Para una discusión más completa de estos puntos de vista sobre el desarrollo de los sistemas financieros, vid. Hugh T. Patrick (1966), p. 175.

103

STEPHEN H. HABER

El argumento que adelantamos aquí mantiene que el desarrollo histórico de los intermediarios de crédito no es flexible ni automático; la demanda financiera puede exceder durante períodos considerables al desarrollo de las instituciones ideadas para cubrir esa demanda. Existen cuatro razones básicas que explican esto. En primer lugar, en los países con distribuciones de la renta muy desiguales son muy escasos los fondos de inversión de pequeños ahorradores que puedan captar los sistemas bancarios o los mercados de valores, y esto, por consiguiente, tenderá a retardar su desarrollo. En segundo lugar, los sistemas bancarios han surgido históricamente a partir de la actividad comercial a gran escala. En una economía de depresión del comercio, particularmente del comercio a gran escala e internacional, las estructuras financieras primitivas (basadas en gran parte en vínculos de parentesco, comunidad u origen regional) pueden, sin embargo, cubrir la mayoría de las necesidades crediticias. Por consiguiente, cuando la industria empieza a desarrollarse en una economía de este tipo no hay un sistema bancario ya establecido que pueda ponerse a su disposición. En tercer lugar, en economías en las que los derechos de propiedad han sido históricamente inseguros y donde ha sido difícil hacer valer los contratos, los individuos pueden abstenerse de invertir en empresas que no conocen o no pueden controlar personalmente, retardando el desarrollo de un mercado para los valores o créditos industriales. Finalmente, la política desempeña un papel importante. Los gobiernos pueden potenciar el desarrollo de un sistema bancario mediante políticas concebidas para proporcionar libre acceso al sistema bancario, o pueden trabar el crecimiento de dicho sistema a través de políticas ideadas para fomentar la estabilidad monetaria. En efecto, los gobiernos pueden levantar todo tipo de barreras legales para acceder a la industria bancaria, incluyendo restricciones al número de bancos facultados para emitir billetes bancarios, elevados requisitos de reservas, elevados míni­mos de capital o complicados procesos legales de registro. Como los sistemas bancarios han desempeñado históricamente un papel importante en el finan-ciamiento de las bolsas, en última instancia tales políticas deprimen el crecimiento de los mercados de vaíores.

Como evidenciarán las páginas siguientes, en América Latina operaron todos estos obstáculos a la creación de mercados financieros adecuados a la tarea de suministrar fondos para la industrialización. El resultado fue una tasa de crecimiento industrial más lenta y una estructura de la producción más concentrada.

Organizo mi estudio de la siguiente manera. La primera sección del artículo compara la historia institucional de los intermediarios de crédito en

104

CONCENTRACIÓN INDUSTRIAL, DESARROLLO DEL MERCADO DE CAPITALES Y REDES FINANCIERAS

los tres países que estudiamos a lo largo del período 1840-1930, dedicando especial atención a la historia de la financiación de las fábricas textiles. La segunda sección establece las tasas de concentración en las cuatro empresas principales del sector en cada nación para medir las diferencias en la concen­tración industrial entre los tres países a lo largo del tiempo. A continuación examina estos cambios a la luz de las innovaciones institucionales en la financiación textil. Las conclusiones del artículo se presentan en la tercera sección. Los procedimientos y las fuentes utilizadas para desarrollar las tasas de concentración se explican en un apéndice metodológico.

L M E R C A D O S D E CAPITALES Y FINANCIACIÓN T E X T I L

De los tres países examinados en este estudio, los Estados Unidos experimentaron los problemas menos graves en la movilización de capital para la industria textil. Aunque hasta la última década del siglo XIX los Estados Unidos no desarrollaron un mercado nacional de capitales y se extendió la confianza de los inversores en los valores industriales '3, la industria textil algodonera de los Estados Unidos no experimentó problemas significativos para garantizarse la financiación necesaria para su desarrollo a principios de siglo. De hecho, la industria textil fue en cierto modo una anomalía de la historia industrial temprana de los Estados Unidos en lo que se refiere a su capacidad para atraer participación accionarial y créditos a largo plazo. Aunque el capital que atrajo fue en gran parte regional, y procedió casi enteramente del noreste, fue suficiente para financiar el desarrollo de una considerable y diversificada industria de elaboración de artículos de algodón en Nueva Inglaterra en la década de 1850-1860.

A diferencia de la vasta mayoría de las compañías industriales americanas del siglo XIX, que eran empresas individuales o sociedades colectivas (part-

nerships), las grandes empresas textiles de algodón de Nueva Inglaterra, integradas verticalmente, estaban organizadas como sociedades anónimas desde el principio, en la década de 1820-1830. Como ha demostrado Lance Davis, casi toda la financiación original de las fábricas textiles del tipo Massachusetts provenían de la venta de acciones i''. Por consiguiente, desde el

" Para una discusión de los problemas asociados a las finanzas industriales en la temprana industria de Estados Unidos, vid. Davis (1963), op. cit.; Davis (1966), op. cit.

" Lance E. Davis (1957), p. 191. Por fábricas textiles del tipo de Massachusetts entendemos los grandes complejos integrados situados en los ríos principales del norte de Nueva Inglaterra.

105

STEPHEN H. HABER

mismo principio la propiedad estaba distribuida entre numerosas personas. El mercado de estas acciones fue, por supuesto, rudimentario durante la mayor parte del siglo; las acciones de la mayoría de las compañías estaban muy controladas, y por su elevado valor nominal (frecuentemente, de 1.000 dólares) no eran accesibles al pequeño inversor típico. Además, parece que estas compañas sólo podían obtener capital a escala regional; los inversores no establecidos en el estado eran prácticamente inexistentes ^^. Sin embargo, se sabía que estas acciones eran una inversión de calidad (lo que quiere decir que podían ser utilizadas como garantías para créditos) y sus propietarios sabían que, aunque circunscrito, sí existía un mercado para su venta. Tan pronto como en 1835 cotizaban 14 tipos de acciones textiles en la bolsa de Boston. En 1850 eran ya 32 las compañías y 40 en 1865 *<=. Así, los propieta­rios de acciones textiles no consideraban que su capital estaba irrecuperable­mente enterrado en una determinada fábrica o compañía i^. Además, la organización empresarial de estas compañías y la existencia de un mercado para sus acciones en una bolsa formal significaba que en estas firmas podía participar un número mayor de individuos de lo que hubiera sido el caso si tales empresas hubieran adoptado la forma más tradicional de sociedad anónima. N o se trataba todavía de un mercado de acciones bien desarrollado, pero sí proporcionaba una distribución más amplia de la propiedad que otras formas más tradicionales de organización comercial.

Algo particularmente sorprendente en el modelo de propiedad de las fábricas textiles grandes del tipo Massachusetts era el gran número de indidividuos e instituciones propietarios de sus acciones. En un análisis de los accionistas de once firmas grandes del tipo Massachusetts entre 1829 y 1859, Lance Davis halló los nombres de 35 bancos comerciales, siete cajas de ahorros, cinco compañías de seguros de incendios y marítimos, una compañía de seguros de vida, cinco casas de corretaje, dos bancos privados y un trust.

Además, la propiedad estaba repartida entre un amplio número de individuos. Entre éstos había comerciantes (del ramo textil y de otros) y financieros profesionales (agentes de bolsa, banqueros privados, empleados de bancos comerciales y otros semejantes), así como profesionales liberales. A lo largo

Su modelo era la experiencia de la Boston Manufacturing Company en Waltham, Massachusetts. Para una discusión de los tipos de fábricas textiles, vid. Caroline F. Ware (1931).

15 Lance E. Davis (1958), p, 214; Thomas R. Navin y Manan V. Sears (1955), p. 110. Las fábricas textiles pequeñas y no integradas generalmente adoptaban la forma de propiedades únicas o sociedades anónimas.

"' Joseph G. Martin (1898), pp. 126-131. 1' Navin y Sears, op. cit., p. 110.

106

CONCENTRACIÓN INDUSTRIAL, DESARROLLO DEL MERCADO DE CAPITALES Y REDES FINANCIERAS

del tiempo, la naturaleza de la herencia familiar en los Estados Unidos supuso que la propiedad de estas acciones se fue haciendo cada vez más difusa. Efectivamente, en 1859 las mujeres y los fideicomisarios constituían casi un cuarto de los accionistas de la muestra de once firmas estudiada por Davis '8.

Naturalmente, el porcentaje de firmas que se capitalizaban mediante la venta de acciones fue pequeño durante el siglo XIX. Las 40 compañías que cotizaban en bolsa en 1865 constituían menos del 5 por 100 de todas las firmas que operaban, pero probablemente fabricaban un poco menos de la mitad déla producción nacional de tela de algodón.

Más importante que la capitalización de los primeros telares de los Estados Unidos fue la capacidad de los fabricantes, incluso de los pequeños y medianos, para obtener créditos de bancos y otras instituciones. Tan tarde como en 1860, después de que las firmas de la región hubieran estado convirtiendo beneficios durante más de un cuarto de siglo, la proporción de deuda por acción de las principales compañías textiles era de 0 ,91:1 ' ' . Las firmas más pequeñas de la región, incapaces de colocar acciones en el mercado, muy probablemente tendrían una deuda capital más elevada. Estos créditos procedían de fuentes muy diversas, entre las que se incluían bancos comerciales, cajas de ahorro, trusts, compañías aseguradoras, casas mercanti­les, grupos fabriles (entre los que se encontraban otras fábricas textiles) y particulares 20.

Como ocurría con la participación en las acciones, casi todos estos fondos se generaban regionalmente. Aunque la banca comercial creció rápidamente en los Estados Unidos a principios del XIX, la distancia entre los centros económicos, la renuencia de los inversores a pedir créditos fuera de su área geográfica inmediata, las prohibiciones legales en contra de las sucursales bancarias y (en el caso de las cajas de ahorro y los trusts) las prohibiciones a la concesión de créditos fuera del estado produjeron un modelo de mercados pequeños y regionales de fondos crediticios. Así, los capitales tendían a no moverse entre regiones, lo que frenó el desarrollo de un mercado de capitales nacional y la extensión de la industria textil a áreas fuera del nordeste^'.

18 Davis (1958), op. cit., pp. 207-215; Navin y Sears, op. cit., p. 127. " Calculado a partir de Davis (1957), op. cit., pp. 200-202. La razón capital/deuda de una

compañía expresa la cantidad de deuda que la compañía ha tomado en relación a su capital desembolsado más los beneficios retenidos. Las cifras de la deuda referidas aquí probablemente no incluyen los pagos a cuenta, cuya inclusión hubiera elevado dicha tasa. Por consiguiente, la de 0,19:1 es una estimación a la baja.

2» Lance E. Davis (1960), pp. 2, 5. 21 Ihid.; Davis, 1966, op. cit., pp. 257, 260, 263.

107

STEPHEN H. HABER

Sin embargo, dentro del nordeste se desarrolló un sistema bancario grande y bastante receptivo. En 1800, Nueva Inglaterra tenía 17 bancos cuyo capital combinado totaliaaba únicamente 5,5 millones de dólares. Esta cifra se incrementó a 172 bancos, con 34,72 millones de capital, en 1830, y a 505 bancos, con 123,56 millones de capital, en 1860 22.

N o sólo había aumentado el número de bancos y su capitalización media, sino que además se ampliaron su radio de acción a una amplia gama de inversiones que nunca habían hecho anteriormente. Antes de 1840, la mayoría de los bancos invertía la mayor parte de sus fondos en valores e hipotecas del gobierno. Los créditos a la industria, cuando se producían, tenían lugar sobre la base de la hipotecación del stock de las compañías. Después de 1840 más bancos concedieron créditos industriales, la mayoría de ellos a compañías textiles 23. Además, el incremento de la competencia entre los intermediarios de crédito hizo que las entidades de crédito renunciaran a los créditos hipotecarios y se pasaran al menos estricto crédito de «tres firmas» (así denominado porque sólo requería la firma de tres endosadores destacados). Las instituciones de crédito también concedieron créditos de duración más prolongada que antes: antes de 1840, la mayoría de los créditos eran por períodos de menos de un año; después de 1840 la mayoría de los créditos dos años o más, y frecuentemente se renovaban sin problemas. Las cajas de ahorro y los trusts frecuentemente hacían préstamos a siete años, y muchas veces los renovaban casi automáticamente, extendiendo el plazo del crédito a más de diez años 2"*.

El gran número de créditos hechos por los bancos a los fabricantes textiles no es sorprendente si se considera que los propietarios de las fábricas solían ser también los propietarios de los bancos. Los bancos de Nueva Inglaterra, como ha mostrado Naomi Lamoreaux, no eran los intermediarios de crédito independientes de la teoría económica. Eran los brazos financieros de grupos de parentesco cuyas inversiones se extendían a través de un amplio número de sectores económicos y un amplio número de empresas 25.

El modelo básico es el siguiente: si se deseaba recaudar capital para una fábrica textil (u otra empresa), lo primero era fundar un banco. Muchas de las grandes familias mercantiles y textiles de Nueva Inglaterra, como los Lowell y los Lawrence, controlaban varios bancos. Esto permitía al grupo de parentesco explotar las fuentes locales de fondos de inversión más eficazmen-

22 Naomi Lamoreaux (1986), p. 651. 23 Davis (1957), op. cit., p. 193. 21 Davis (1957), op. cit., p. 192; Davis, 1960, op. cit., p. 5. 25 Lamoreaux (1986), op. cit., p. 648.

ms

CONCENTRACIÓN INDUSTRIAL, DESARROLLO DEL MERCADO DE CAPITALES Y REDES FINANCIERAS

te que poniendo en venta acciones de la compañía, puesto que el mercado de acciones bancarias era mucho más amplio que el de acciones industriales, y, por tanto, los beneficios de las empresas diversificadas centradas en el banco permitían una afluencia de dividendos más constantes a los inversores que lo que hubiera sido el caso con una sola empresa fabril. Esta estrategia también tenía la ventaja de que el banco podía emitir dinero, multiplicando así su cartera de fondos de crédito. El banco, posteriormente, prestaba la mayoría de sus recursos a las diversas empresas propiedad de sus directores, entre las que se contaban sus fábricas textiles. De hecho, los préstamos internos eran la norma más que la excepción. Los recursos de los bancos, por tanto, estaban monopolizados por las familias que los fundaban, dejando poco margen de crédito a los solicitantes que no formaran parte del grupo de pareníesco ^6.

Además de multiplicar los recursos financieros del grupo de parentesco mediante la venta de acciones a los inversores individuales externos al grupo, los bancos de Nueva Inglaterra atraían capital adicional mediante la venta de sus acciones a grandes inversores institucionales, entre los que se contaban compañías aseguradoras y fundaciones 2''. Estos inversores institucionales muchas veces estaban controlados por miembros del mismo grupo de paren­tesco que controlaban el banco, lo que le permitía al banco explotar unos recursos financieros aún más amplios, puesto que convertía las primas del seguro pagadas por particulares, así como el capital accionarial obtenido por la venta de acciones de la compañía de seguros, en fondos invertidos en el banco y, en última instancia, en las fábricas textiles de Nueva Inglaterra.

Si hubieran existido restricciones legales sobre la fundación de bancos, estos tipos de arreglos internos hubieran dado lugar a la monopolización de capital por parte de un número reducido de grupos de parentesco. Esto, como veremos en la experiencia latinoamericana, hubiera dado origen a un alto grado de concentración en la manufactura textil. Sin embargo, el acceso a la banca, en lo esencial libre, significaba que no era sencillo restringir la entrada a la industria textil controlando el acceso al capital. Este sistema no garantizaba una distribución completamente igual de los fondos de inversión, pero sí permitía que un gran número de jugadores participaran en el juego. Hacia mediados de siglo, Nueva Inglaterra tenía más de 500 bancos.

Este mercado de crédito regional comenzó a transformarse en un mercado de crédito nacional en la segunda mitad del siglo. En parte, esta expansión del sistema bancario era la continuación del rápido crecimiento de las institucio-

26 Ihid., pp. 650-651, 662, 665-666. 27 Ihid., p. 655.

109

STEPHEN H. HABER

nes bancarias que se había estado produciendo desde principios de siglo. La vinculación de bancos de diferentes regiones del país, sin embargo, fue en gran medida producto de la intervención del gobierno federal en los merca­dos de crédito durante la guerra civil. La Ley Sherman de 1863 creó una red de bancos nacionales que estaban vinculados mediante un sistema de reservas. Esto creó por vez primera un mecanismo formal para la transferencia de fondos entre bancos.

El efecto práctico de esta transformación del sistema bancario fue doble. El primero consistió en que los bancos proliferaron a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX. En 1850 la nación tenía 1.228 bancos comerciales cuyo capital conjunto era de 273 millones de dólares. En 1870, el número de bancos se había triplicado (3.776, 1.612 de los cuales eran bancos nacionales), y los depósitos ascendían a 925 millones de dólares. El volumen del sistema casi se había vuelto a triplicar en 1890, fecha en la que existían 10.679 bancos comerciales (3.484 en el sistema nacional) que controlaban depósitos de 3.126 millones de dólares. En 1910 la nación tenía 24.514 bancos (7.138 nacionales), con depósitos totales de 12.286 millones de dólares ^s.

El segundo efecto fue que las leyes de la guerra civil, cuya intención no era ésta, potenciaron la afluencia de las áreas rurales a las urbanas, desde fines agrícolas a fines industriales, de los depósitos ingresados en el sistema bancario nacional. Una de las provisiones de la ley prohibía a los bancos nacionales que efectuaran créditos respaldados con bienes raíces, lo que supuso que los bancos nacionales situados en áreas rurales del país no podían hacer créditos para fines agrícolas, puesto que tales créditos, por su misma naturaleza, estaban respaldados con tierras de labor. Los bancos nacionales de las áreas rurales, por consiguiente, depositaban sus balances en bancos urbanos para fines de inversión. El efecto neto de esto fue el drenaje de capitales desde las empresas agrícolas a las industriales 29.

La intervención del gobierno federal en el mercado de crédito de la nación durante la época de guerra también tuvo importantes efectos en el desarrollo de los mercados de valores. El primero de ellos estuvo ligado al mecanismo de transferencia de fondos creado por el sistema bancario nacional. Los fondos puestos a disposición de los bancos urbanos de reserva y los bancos urbanos centrales de reserva fueron otorgados como créditos al comercio de valores financiero. Así, el volumen de fondos disponibles para la especulación

28 Richard Sylla, The American Capital Market, 1846-1914: A Study of the Effects of Public Policy on Bconomic Development (Nueva York, 1975), p. 26.

2" Ihid., pp . 12, 52.

110

CONCENTRACIÓN INDUSTRIAL, DESARROLLO DEL MERCADO DE CAPITALES Y REDES FINANCIERAS

bursátil se incrementó. En segundo lugar, la venta de bonos del gobierno federal durante la guerra civil estimuló el desarrollo de técnicas para la distribución de valores a gran escalado. Posteriormente, estas técnicas serian importantes en la amplia comercialización de los valores industriales.

Tales desarrollos de los mercados de valores, espoleados por la política gubernamental, se complementaron con los desarrollos en la financiación de las compañías ferroviarias y de canales: su efecto agregado fue el de familiari­zar a los pequeños ahorradores con los activos fiduciarios. En las décadas posteriores a la guerra civil las grandes casas inversoras de Nueva York pudieron basarse en ¡as experiencias de los pequeños inversores en bonos federales, de ferrocarriles y canales para convencer al público, mediante campañas de venta, de que los valores y acciones eran «una inversión tan segura como una casa, una granja o una fábrica»^'.

En la década de 1890-1900 se había constituido un amplio mercado para los valores industriales. El número de compañías textiles registradas en la bolsa de Boston ascendía a 87 en 1898, mientras que en 1865 eran menos de la mitad '2. Más importante que la expansión continuada y gradual de la bolsa de Boston, sin embargo, fue el relegamiento de Boston en favor de Nueva York como centro de las finanzas industriales del país. A finales de la guerra civil no había más que 15 acciones industriales registradas en la bolsa de Nueva York. En 1913 eran 191 ^s. Este espectacular crecimiento en el comercio de valores industriales en ia década de 1890-1900 se reflejó en la cobertura de la prensa financiera. Mientras que en los periódicos financieros de 1890 se citaban los precios de menos de diez compañías industriales, en 1893 se enumeraban más de treinta. En 1897 se añadieron a la lista otras 170 firmas'''.

Hacia finales de la Primera Guerra Mundial la industria textil estaba inundada de capitales, y muchas compañías se aprovecharon de la abundancia de los mercados de capitales para emitir numerosas acciones ^^. De hecho, como discutiremos algo más detalladamente cuando examinemos las tasas de concentración industrial, algunas compañías textiles utilizaron los mercados financieros para seguir agresivas estrategias de fusión.

Resumiendo, el acceso a la financiación nunca ha sido un obstáculo

™ Wd., pp . 14, 209. 51 Davis (1963), op. cit., p, 96. 32 Martin, op. cit., pp. 126-133. " Margarct G. Myers (1931), p. 296. -t Navin and Sears, op. cit., p. 127.

35 Temporary National Economic Committec (1941), p. -2.S5. Vid, también Stephen J. Kennedy (Yorlí, 1936).

/ / /

STEPHEN H. HABER

importante en la fundación de la industria textil estadounidense. Desde su mismo principio, la industria pudo explotar mercados de crédito e inversión regionales. A lo largo del siglo, el acceso de la industria al capital mejoró cuando las innovaciones institucionales en los mercados financieros le pro­porcionaron fuentes crediticias y accionariales más amplias.

La experiencia de los Estados Unidos está en agudo contraste con la de México, donde las fuentes de financiación impersonales fueron prácticamente inexistentes hasta la última década del siglo XIX. Los empresarios textiles mexicanos no podían financiarse ni mediante la venta de acciones en el mercado libre ni obtener créditos de los intermediarios financieros, dado que México no tenía ni bolsa ni bancos. Cuando las innovaciones institucionales crearon finalmente tales fuentes de financiación al final del siglo, su uso quedó reservado a las empresas de unos pocos financieros bien relacionados. En fecha tan tardía como 1930 la mayoría de la industria textil de México todavía se financiaba mediante las mismas redes de comerciantes emparenta­dos que establecieron originalmente la industria en la década de 1830-1840.

La financiación mediante la venta de acciones a través de la creación de sociedades anónimas fue virtualmente desconocida hasta finales del siglo XIX. A partir de 1830, cuando se fundaron las primeras fábricas modernas, y hasta finales de la década de 1870-1880, no hubo ninguna firma textil mexicana organizada como sociedad anónima: todas eran de propiedad única o socieda­des no anónimas. Incluso en 1877 una estadística industrial reveló que sólo existía una sociedad anónima (entre 87 empresas que explotaban 92 fábricas textiles), y una estadística de 1889 encontraba cinco sociedades anónimas entre 107 empresas que explotaban 115 fábricas 2''.

Ninguna de estas compañías contizaba públicamente, lo que indica que lo más probable es que fueran empresas familiares funcionalmente indiscernibles de las sociedades colectivas o empresas individuales que controlaban la gran mayoría de las fábricas textiles de la nación.

Muy frecuentemente, las empresas textiles algodoneras de México eran la propiedad personal de un comerciante rico o pertenecían a una firma mercan­til. Estas firmas se componían típicamente de menos de media docena de

3'> Vid. los censos de la industria textil en Secretaría de Hacienda y Crédito Público (1977), p. 81; Ministerio de Fomento (1854), tabla 2; (1865), pp. 438-440; Secretaría de Hacienda (1880), tabla 2; Secretaría de Fomento (1890).

112

CONCENTRACIÓN INDUSTRIAL, DESARROLLO DEL MERCADO DE CAPITALES Y REDES FINANCIERAS

limitada requería una ley del Congreso. La segunda razón, y probablemente la socios interrelacionados 3 . Por consiguiente, la propiedad solía restringirse a unos pocos individuos. N o es sorprendente que los comerciantes más impor­tantes de la nación solieran ser los propietarios de las mayores empresas textiles, que explotaban como parte de su diversificada cartera de inversiones comerciales. Este era el caso, por ejemplo, de los poderosos comerciantes Cayetano Rubio (que poseía la enorme fábrica de Querétaro), Antonio Garay (propietario de La Magdalena en el Distrito Federal) y Felipe Neri del Barrio (propietario de la mayor fábrica textil del estado de México, Miraflores) ^^.

La casi completa ausencia de compañías anónimas puede explicarse por dos factores. El primero es que hasta 1889 México no tenía una ley general de sociedades 3'. Así, la fundación de sociedades anónimas de responsabilidad más importante, era que los inversores eran extremadamente reacios a entrar en empresas de las que no tenían conocimiento o control directo a causa de que el sistema judicial arbitrario y corrupto de México hacía problemática la protección de los derechos de propiedad. Así, era casi imposible hacer valer contratos, reembolsar créditos —especialmente los créditos al gobierno- o defender derechos de propiedad sin recurrir a maquinaciones políticas. Como ha señalado David Walker en su obra sobre el comercio en México durante el siglo XIX, sin acceso a quienes ostentaban el poder y la influencia políticos era prácticamente imposible llevar a cabo negocios de ningún tipo'"'. Las decisio­nes legales, efectivamente, se fallaban teniendo en cuenta tanto quién era el cuñado del litigante como los méritos del caso. Como el gobierno mexicano cambió de manos durante el siglo XIX de forma casi semianual (México tuvo 75 presidentes entre 1821 y 1876), el acceso a quienes ostentaban el poder político necesario para hacer valer los derechos de propiedad también cambia­ba continuamente. El efecto neto fue un entorno institucional arbitrario que obstaculizaba las formas de propiedad corporativas.

Obtener capital a través de créditos era casi tan difícil como obtenerlo mediante la venta de acciones. Efectivamente, hasta 1846 México no tenía bancos en el sentido formal de la palabra, y hasta la década de 1880-1890 la

^' Para discusiones de la naturaleza de la propiedad textil, vid. David W. Walker (1986), pp. 137-164; Guillermo Beato (1978), pp. 57-107; Mario Cerutti (1978), op. «/., pp, 231-266; Roberto C, Hernández Elizondo (1978), op. di., pp. 267-286; Leticia Gamboa Ojeda (1986), pp. 57 81; Dawn Keremetsis (1973), pp. 59-64, y Linda Ivette Colón Reyes (1982), pp. 159-161.

5* Colón Reyes, op. cit., p. 160. 3' John H. Coatsworth (1978), p. 98. * Para una discusión de la naturaleza politizada del sistema legal, vid, Walker, op. cit.,

especialmente los capítulos uno, cuatro, cinco, siete y ocho.

113

STEPHEN H. HABER

nación no comenzó a desarrollar un sistema bancario limitado. Durante la mayor parte del siglo XIX las transacciones comerciales eran manipuladas por grandes casas mercantiles, que emitían letras de cambio y aceptaciones bancarias. Las mayores de estas casas comerciales ocasionalmente aceptaban dinero en depósitos, pagando tasas simples de interés del 6 por 100 anual, aumentando así el volumen de fondos disponibles para invertir en otras empresas' ' ' . Estas mismas casas mercantiles también financiaban la deuda del estado, obteniendo tasas de interés extremadamente elevadas (muchas veces de más del 100 por 100 anual) por sus servicios''2, y concedían créditos a corto plazo a las diversas empresas explotadas por sus socios comerciales. Estos créditos comerciales a corto plazo, generalmente restringidos a empre­sarios ligados por lazos de parentesco o relaciones comerciales existentes desde hacía mucho tiempo, conllevaban un tipo de interés que usualmente fluctuaba entre el 12 y el 40 por 100 anuaH^, aunque a veces podía alcanzar el 10 por 100 mensual''''. Solía tratarse de créditos hipotecarios, asegurados por una hipoteca contra los activos de la firma que tomaba el crédito ''^.

La completa ausencia de bancos modernos puede vincularse a numerosos factores. En primer lugar, México careció de leyes sobre créditos hipotecarios hasta 1884, lo que dificultaba extraordinariamente el hacer valer los contratos de crédito. En segundo lugar, la renta ^ í r capita mexicana era sumamente baja (más o menos el 14 por 100 de la de Estados Unidos en 1860)'"' y estaba distribuida de forma desigual. Esto significaba que probablemente era muy poco lo que se podía captar mediante depósitos de pequeños ahorradores. En este sentido, el sistema primitivo e imperfecto existente era eficaz: había unos pocos prestamistas y prestatarios potenciales que se conocían entre sí a través de la información suministrada por las extensas redes de parentesco. Es posible que asi se desincentivara la demanda de tipos de intermediarios financieros más modernos. En tercer lugar, la inestabilidad del comercio exterior e interior de la nación constituía un obstáculo formidable al desarro­llo de instituciones bancarias modernas '•''. En las avanzadas economías del

"1 Rosa María Meyer Cosío (1986), p. 103. ^^ Para una discusión de los créditos de los agiotistas al gobierno, vid. Barbara Tenenbaum

(1986); Walker, op. cit., capítulos siete y ocho. La falta de datos fidedignos sobre precios no permite el cálculo de las tasas reales de interés. No es probable, sin embargo, que a mediados del XIX México tuviera una economía extensamente inflacionista.

••3 Meyer Cosío, op. cit., p. 103. ** José Antonio Bátiz V., op. cit., p. 274. •• Meyer Cosío, op. cit., p. 111. *<> Coatsworth (1978), op. cit., p. 82. ••7 Carlos Marichal (1986), pp. 238-239.

1H

CONCENTRACIÓN INDUSTRIAL, DESARROLLO DEL MERCADO DE CAPITALES Y REDES FINANCIERAS

Atlántico Norte los bancos se habían desarrollado para financiar el comercio interior e internacional. En el México del siglo XIX, sin embargo, el comercio no era ni regular ni boyante. Una combinación de invasiones extranjeras, transporte ineficaz, extendido bandidismo y un sector minero deprimido y decadente, así como todo tipo de restricciones impuestas por un sistema de tarifas internas, monopolios oficiales y la necesidad de permisos gubernamen­tales produjo una gran labilidad e incertidumbre entre quienes se dedicaban al comercio o a su financiación '* . Finalmente, y esto es quizá lo más importante, la capacidad para hacer valer los contratos en el incierto entorno legal de México hubiera hecho difícil capitalizar un banco mediante la venta de acciones, pues los inversores eran notoriamente reticentes a enterrar sus fondos en empresas de las que no tenían conocimiento o control directos. Las empresas mercantiles que ñincionaban como bancos privados tenían, por tanto, poco que ganar obteniendo una licencia bancaria, puesto que el esfiíerzo que implicaba la obtención de la licencia no hubiera quedado compensado por la capacidad de captación de capitales de inversores no emparentados con los fundadores del banco.

El gobierno mexicano era muy consciente de las limitaciones que este estado del mercado de crédito imponía al desarrollo industrial, e hizo un intento para corregir este problema formando un banco de financiación industrial. El Banco de Avío, en 1830. Este experimento, concebido para apoyar la incipiente industria del país, terminó en fracaso justo doce años después de iniciarse. Además, durante sus años de existencia no corrigió el problema de la falta de fuentes de crédito impersonales. Siguiendo la pauta de las omnipresentes redes financieras de parentesco, concedió la mayoría de su escaso capital a los miembros de su propio consejo de administración'". Su aportación a la capitalización de la industria textil de México fue insignifican­te: una estimación generosa de su contribución indica que no suministró más que el 6 por 100 del total del capital invertido en la industria'o.

La creación de sistema bancario siquiera rudimentario con instituciones especializadas y prácticas estables no se produjo en México hasta la década de 1880-1890. Este proceso se inició en 1864, con la apertura de una filial del London Bank of México and South America, Ltd. 5'. Este banco, el Banco de Londres y México, fue la única institución de crédito y descuento de la nación

*^ Para una discusión de estas restricciones legales a las empresas, vid. Coatsworth, op. cit., pp. 92-99.

'" Para la historia de este desarrollo bancario temprano, vid. Robert Potash (1983). 5» Stephen H. Haber (1990), p. 89. 51 Bátiz V., op. cit., pp. 279-280.

115

STEPHEN H. HABER

hasta mediados de la década 1870-1880, cuando se establecieron, principal­mente en los centros mineros, un pequeño número de pequeños bancos regionales. Dichos bancos fueron complementados por la fundación en la ciudad de México, a principios de la década 1880-1890, de lo que ha llegado a ser el banco más importante de la nación, el Banco Nacional de México. En 1884 México tenía un total de ocho bancos ^2.

Pero incluso después de que el proceso de creación de intermediarios de crédito hubiera alzado el vuelo, su crecimiento fue extremadamente lento. Desde 1884 hasta 1897 sólo se establecieron 11 nuevas instituciones de crédito. De éstas, diez eran bancos comerciales, dedicados fundamentalmente a la emisión de billetes de banco, al descuento comercial y a los créditos a corto plazo; sólo una era un banco hipotecario, ideado para proporcionar crédito a largo plazo. Incluso en 1911 México no tenía más que 47 bancos, de los cuales sólo diez estaban legalmente facultados para conceder créditos de más de un año. Los pocos bancos que podían conceder créditos a largo plazo existían fundamentalmente para financiar transacciones inmobiliarias urbanas y rurales, y, de hecho, tuvieron muchos problemas para generar su propio capital 53.

El lento desarrollo de los intermediarios de crédito puede explicarse por tres factores. El primero es que para crear estabilidad monetaria y garantizar­se una fuente estable de financiación el gobierno mexicano favoreció al principal banco de la nación, el Banco Nacional de México, con toda clase de derechos especiales y privilegios. Estos privilegios incluían requisitos de reserva inferiores en un 50 por 100 a los que prevalecían para otros bancos, el derecho exclusivo para servir como intermediario del gobierno en todas sus transacciones financieras, un monopolio para pagar con sus billetes los impuestos y otras tasas gubernamentales, una exención fiscal, y el derecho exclusivo a establecer bancos filiales. Al mismo tiempo que creaba esta institución privilegiada, semioficial, el gobierno levantaba importantes obstá­culos a la entrada de bancos competidores. Estos obstáculos incluían requisi­tos mínimos de capital extremadamente altos (originalmente 500.000 pesos, elevados posteriormente a 1.000.000 de pesos) 5'', elevados requisitos de reserva (los bancos estaban obligados a mantener un tercio del valor de sus billetes en moneda metálica en sus arcas, y un tercio adicional en el Tesoro),

52 Marichal, op. cit., p, 251. " Hilda Sánchez Martínez (1983), pp. 60, 76-77. 5'' Cuando en 1897 se estableció el primer mínimo, era equivalente a 223.973 dólares. El

incremento de 1908 aumentó el capital mínimo a 497.265 dólares, aproximadamente cinco veces más que el capital mínimo exigido a los bancon con licencia nacional en Estados Unidos.

116

CONCENTRACIÓN INDUSTRIAL, DESARROLLO DEL MERCADO DE CAPITALES Y REDES FINANCIERAS

una prohibición para la creación de nuevos bancos sin la autorización de la Secretaría del Tesoro y del Congreso, una prohibición de que las filiales de bancos extranjeros emitieran billetes de banco, una tasa del 5 por 100 sobre la emisión de billetes, y la restricción de la circulación de sus billetes a la región en la que el banco operaba 55.

Un segundo factor, relacionado con el primero, que explica el lento desarrollo de las instituciones de crédito fue que las leyes y normativas que gobernaban la industria del crédito cambiaban cada pocos años, según alternaba el gobierno federal entre políticas destinadas a promover la estabili­dad financiera y las que pugnaban por incrementar el sumunistro de crédito. Así, la concesión original de 1884 que otorgaba una posición privilegiada al Banco Nacional de México fue derogada por el Código Comercial General de 1889, que fue sustancialmente alterado menos de una década después por la Ley General para las Instituciones de Crédito, que a su vez fue revocada por la Ley de Reforma Bancaria de 1908 56. g n pocas palabras, el entorno legal y normativo en el que tenían que operar las instituciones de crédito cambiaba cada pocos años, y esto, indudablemente, desalentaba una inversión a largo crédito en este sector de la economía.

El tercer factor que desincentivaba la amplia difusión de los intermedia­rios de crédito era el hecho de que, dado lo primitivo del mercado libre, era difícil capitalizar bancos a través de fuentes distintas que las usuales redes extensas de parentesco y origen regional. Las redes más grandes y mejor conectadas podían, por tanto, dominar a todas las demás. En efecto, el grupo que creó el poderoso Banco Nacional de México se componía de dos poderosos grupos de este tipo; uno compuesto de comerciantes-financieros españoles de la ciudad de México, y el otro de comerciantes-financieros de origen francés con estrechos lazos con los mercados de capitales de París y Genova. Cada uno de estos grupos había formado de forma independiente sus propios bancos en 1881 y 1882, respectivamente. Para impedir la compe­tencia, sin embargo, se fusionaron en 1884 y utilizaron sus relaciones personales con importantes políticos para obtener una concesión especial. El desafiar su liderazgo era difícil no sólo por las ventajas que les conferían los privilegios especiales otorgados al Banco Nacional, sino también porque no

^ Para una discusión de estos diversos privilegios y obstáculos, vid. Sánchez Martínez, 1983, op. cit., pp. 43 y ss., 61-62, 67; Leonor Ludlow, op. cit., pp. 334-336; Bátiz V., op. cit., pp. 286, 287, 293.

S"» Para discusiones sobre los detalles de estos cambios en las leyes bancarias mexicanas, vid. ihid.

117

STEPHEN H. HABER

existían fuentes de financiación impersonales para capitalizar una empresa lo suficientemente grande para rivalizar con ellos.

El resultado fue un nivel de concentración muy alto del sector bancario. En 1895, tres bancos, el Banco Nacional de México, el Banco de Londres y México y el Banco Internacional Hipotecario, constituían dos tercios del capital invertido en el sistema bancario. El 80 por 100 de los billetes en circulación era emitido por los dos primeros de estos bancos. Incluso en 1910, el Banco Nacional de México y el Banco de Londres y México todavía dominaban el mercado de crédito, controlando el 75 por 100 de los depósitos en los nueve bancos más grandes de México. También seguían emitiendo cerca de la mitad de todos los billetes de banco en circulación 5 . Los años posteriores a 1910 vieron un incremento aún mayor de la concentración, cuando la Revolución Mexicana de 1910 produjo el caos en los mercados de capitales, destruyó la confianza pública en el papel moneda y frenó el desarrollo del sector bancario hasta finales de los años veinte 58.

El resultado del desarrollo lento y desigual de los intermediarios de crédito en México fue que los bancos apenas suministraron capital a los fabricantes de la nación, y lo que proporcionaron fue capital operativo a corto plazo a las empresas propiedad de los grupos de parentesco que controlaban los bancos. Así, el Banco Nacional de México proporcionó crédito a varios grandes establecimientos industriales en los que tenían intereses sus directo­res. Entre éstos se contaban cinco de los mayores productores de algodón textil de la nación, su mayor fábrica de tratamiento de lana, y las dos empresas que monopolizaban la producción de prensa y explosivos ^5. Pero incluso este crédito sumimistrado a las empresas pertenecientes a los miembros de su propio consejo de administración era una parte extremadamente pequeña del capital total de estas firmas. Un análisis de las proporciones de deuda por acción de tres de los mayores productores de algodón textil del país durante el período 1895-1910 indica que muchas veces su crédito no constituía más que el 3 por 100 de su capital. En ningún año excedió el 12 por 100. Además, la mayor parte de esta deuda eran pagos a cuenta, no créditos bancarios. Un análisis de otras compañías fabricantes, referido a las industrias del acero, la lana, la cerveza y los cigarrillos muestra un cuadro similar de falta de financiación crediticia '>''.

" Sánchez Martínez (1983), op. cit., pp. 81-82; Marichal, op. cit., p. 258. * Para discusiones de los efectos de la Revolución Mexicana en el sector bancario, vid. Hilda

Sánchez Martínez, op. cit,, pp. 375-408; Edwin Kemmerer (1940); Enrique Cárdenas y Carlos Manns (1989).

5' Sánchez Martínez (1983), op. cit., pp. 86 y ss, 60 Stephen H. Haber (1985), pp. 91-93; Stephen H. Haber (1989a), pp. 65-67.

118

CONCENTRACIÓN INDUSTRIAL, DESARROLLO DEL MERCADO DE CAPITALES Y REDES FINANCIERAS

El estado del mercado libre difería en poco del mercado de capitales: la bolsa de México financiaba pocas compañías industriales. Las primeras acciones industriales no aparecieron en la bolsa hasta 1896, y se incrementa­ron rápidamente a nueve firmas industriales en 1901, pero el crecimiento de las corporaciones que cotizaban públicamente cayó espectacularmente des­pués. Entre 1901 y 1911 se sumaron a la bolsa otras cinco firmas industriales más, situándose el total en 14. Ninguna firma nueva se unió a las industrias que cotizaban públicamente hasta finales de los años treinta ^i.

En contraste con la bolsa de Boston, en la de México cotizaba una pequeña minoría de productores de algodón textil. En 1912, sólo los cuatro mayores productores de artículos de algodón (que controlaban diez fábricas) cotizaban en bolsa. Las 124 empresas de algodón restantes (que controkban 138 fábricas) eran en gran parte empresas individuales o sociedades colectivas, y sólo unas pocas firmas de tamaño medio estaban organizadas como sociedades anónimas de propiedad privada a causa de las significativas exenciones fiscales que conseguían de ese modo''2.

El que tan pocas firmas consiguieran obtener capital mediante la venta de acciones se debe en gran medida a dos factores. El primero era que la estricta regulación de la banca significaba que el mercado de crédito no podía utilizarse como fuente de financiación para la especulación en la bolsa, como en los Estados Unidos (y como ocurriría también en Brasil). El segundo era que el hacer negocios en México era un proceso politizado: los empresarios con vínculos personales con los miembros del gobierno siempre han tenido ventajas sobre sus competidores. Efectivamente, tales vínculos se han usado a lo largo de la historia de México para obtener los derechos a monopolios oficiales, protección al comercio, subsidios gubernamentales o administración favorable de justicia. Así, la capacidad para lanzar con éxito acciones de bolsa en buena medida estaba en función de que un empresario tuviera una reputación como importante financiero ya establecido que formaba parte de la camarilla de la dictadura de Porfirio Díaz. Muchos de los capitalistas financie­ros con más éxito de México no sólo formaban parte de varias comisiones que representaban al gobierno en los mercados financieros internacionales, sino

"*' La actividad de la bolsa de México se siguió en los principales semanarios financieros de México: La Semana Mercantil, 18944914; -El Economista Mexicano, 1896-1914; Boletín Financiero j Minero, 1916-1938. La evolución de las acciones de estas firmas se analiza en Haber (1989a), capítulo séptimo.

'''^ El número total de firmas se ha tomado del censo manuscrito textil del Archivo General de la Nación, Ramo de Trabajo, caja 4, legajo 4. Vid. también caja 31, legajo 2. El número total de las firmas algodoneras que cotizaban públicamente de fi/ Economista Mexicano, 1896-1914, Boletín Financiero j Minero, 1916-1938.

119

STEPHEN H. HABER

que también organizaban las siempre exitosas campañas electorales de Porfi­rio Díaz •'3.

En resumen, durante sus cien primeros años de existencia, la industria textil del algodón mexicano tuvo que depender de las redes de parentesco para su financiación. Cuando las innovaciones institucionales del mercado de capitales incrementaron las oportunidades para que las firmas obtuvieran fuentes de financiación impersonales, sólo un pequeño grupo de empresarios pudo beneficiarse. El resultado, como veremos en la siguiente sección, fue un nivel de concentración extremadamente elevado.

Traducción de jesús Albores

" Porfirio Díaz estuvo en el poder de 1877 a 1911. Para una discusión de quiénes eran estos empresarios y cómo convirtieron sus vínculos con el gobierno en concesiones especiales y otras ventajas, vid. Haber (1989a), capítulos quinto y sexto.

120

CONCENTRACIÓN INDUSTRIAL, DESARROLLO DEL MERCADO DE CAPITALES Y REDES FINANCIERAS

BIBLIOGRAFÍA

A D E L M A N , Morris A. (1966): «Monopoly and Concentration: Comparisons in Time and Space», en Tullio Bagiotti (ed.): Essays in Honor of Marco Panno vol. 2: Investigations in Economic Theorj and Methodology, Padua, pp. 1-24.

A R C H I V O G E N E R A L D E LA N A C I Ó N : Ramo de Trabajo (Ciudad de México). A T A C K , Jeremy (1986): «Firm Size and Industrial Structure in the United States

Dur ing the Nineteenth Century», Journal of Economic History, 46 (Junio), pp. 463-475.

BÁTIZ V., José Antonio (1986): «Trayectoria de la banca en México hasta 1910», en Leonor Ludlow and Carlos Marichal (eds.): Banca y poder en México, 1800-1925, México, pp. 267-298.

B E A T O , Guillermo (1978): «La casa Martínez del Rio: del comercio colonial a la industrial fabril, 1829-1864», en Circo F.S.

C A R D O S O (ed.): Formaciónj desarrollo de la burguesía en México, siglo XIX, México, pp. 57-107.

B O R J A C A S T R O , Agostino Vioto de (1869); «Relatorio do segundo grupo», en Antonio José de Souza Regó (ed.): Relatorio da segunda exposicao nacional de 1866, Río de Janeiro, pp. 3-73.

C A M E R Ó N , Rondo (1967): Banking in the Earlj Stages of Industriali^ation: A Studj in Comparative Economic History, Nueva York.

C A N O , Wilson (1985): Desequilibrios regionais e concentracao industrial no Brasil, 1930-1970, Sao Paulo.

CÁRDENAS, Enrique, y Carlos MANNS (1989): «Inflación y estabilización monetaria

en México durante la Revolución», EJ Trimestre Económico, 56 (enero-marzo), pp. 57-80.

CENTRO INDUSTRIAL DE FIACAO E TECELAGEM DE ALGODAO (1928): Estatisticas da industria, commercio e lavoura de algodao relativos ao anno de 1927, Río de Janeiro.

C E N T R O I N D U S T R I A L DC3 BRASIL (1909): O Brasil: suas riquet^as naturaes, suas industrias vol. 3: industria de transportes, industria fabril, Río de Janeiro.

(1917): O Centro Industrial na conferencia algodoeira, Río de Janeiro. C E R U T T I , Mario (1978): «Patricio Milmo, Empresario regiomontano del siglo XIX», en

Ciro F.S. Cardoso (ed.): Formación j desarrollo de la burguesía en México, siglo XIX, México, pp. 231-266.

C O A T S W O R T H , John H. (1978): «Obstacles to Economic Growth in Nineteenth Century México», American Historical Kevieiv, 83 (febrero), pp. 80-101.

(1981): Growth Against Development: The Economic Impact of Kailroads in Porfirian México, Dekalb.

C O L Ó N RE;YES, Linda Ivette (1982): Los orígenes de la burguesía y el Banco de Avío, México.

COMMISSAO DE I N Q U E R I T O INDUSTRIAL (1882): Relatorio ao Ministerio da Fai^enda, Rio de Janeiro.

D A V I S , Lance E. (1957): «Sources of Industrial Finance: The American Textile Industry, A Case Study», Explorations in Entrepreneurial History, 9 (abril), pp. 189-203.

121

STEPHEN H. HABER

(1958): «Stock Ownership in the Early New England Textile Industry», Business History Kevieif, 32 (verano), pp. 204-222.

(1960): «The New England Textile Mills and the Capital Markets: A Study of Industrial Borrowing, 1840-1860», Journal of Economic History, 20 (marzo), pp. 1-30).

(1963): «Capital Immobilities and Finance Capitalism: A Study of Economic Evolution in the United States, 1820-1920», Explorations in Economic History, 1 (otoño), pp. 88-105.

(1966): «The Capital Markets and Industrial Concentration: The U.S. and U.K., A Comparative Study», The Economic History Repie», 19, pp. 255-272.

; H. Louis S T R T T L E R III (1966): «The New England Textile Industry, 1825-1860: Trends and Fluctuations», en Conference on Research on Income and Wealth, Output, Employment, and Productivitj in the United States ajter 1800, Nueva York.

Davison's Textile Blue Book (1890-1930), Nueva York. — - Dockham's American Keport and Directory of the Textile Manufacture and Dry Goods

Trade (1880-1900), Boston. G A M B O A O J K D A , Leticia (1986): «La trayectoria de una familia empresarial de la

industria textil de Puebla: Los Quijano-Rivero, 1864-1921», en Julio Labastida (ed.): Grupos económicos y organizaciones empresariales en México, México, pp. 57-81.

G R R S C ; H E N K R O N , Alexander (1962): Economic Backmardness in Historical Perspective: A Book of Essays, Cambridge.

G R A H A M - C L A R K , William A. (1909): Cotton Goods in Latin America: Part One, Cuba,

México, and Central America, Washington, D.C. H A B E R , S T E P H E N H . (1985): «The Industrialization of México, 1890 to 1940: Manu-

facturing in an Underdeveloped Economy», tesis de doctorado. Universidad de California, Los Angeles.

(1989a): Industry and Underdevelopment: The Industrialization of México, 1890-1940, Stanford.

(1989b): «Manufacturing Profitability and the Great Depression in Brazil: Evidence from the Cotton Textile Industry» (trabajo presentado en la Conferencia del AU-University of California G r o u p in Economic History, Los Angeles, 12 de noviembre de 1989).

(1990): «La economía mexicana, 1830-1940: obstáculos a la industrialización (I), Revista de Historia Económica, 8 (invierno), pp. 81-93.

H E R N Á N D E Z R L I Z O N D O , Roberto C. (1978): «Comercio e Industria textil en Nuevo León, 1852-1890», en Ciro F.S. Cardoso (ed.): Formación y desarrollo de la burguesía en México, siglo XIX, México, pp. 267-286.

I N S T I T U T O N A C I O N A L D E P:STADÍSTICA G E O G R A F Í A E I N F O R M Á T I C A (1985): Estadísti­

cas históricas de México, México. K E M M E R E R , Edwin (1940): Inflation and Revolution: Mexico's Experience of 1912-1917,

Princeton. K E N N E D Y , Stephen J. (1936): Profits and Eosses in Textiles: Cotton Textile Financing

Sime the War, Nueva York. KERI-:METSIS, Dawn (1973): Ea industria textil mexicana en el siglo XIX, México. LAMORIÍAL'X, Naomi (1986): «Banks, Kinship, and Economic Development: The

New England Case», Journal of Economic History, 46 (septiembre), pp. 647-667.

122

CONCENTRACIÓN INDUSTRIAL, DESARROLLO DEL MERCADO DE CAPITALES Y REDES FINANCIERAS

L E F F , Nathaniel (1966): «Capital Markets in Less Developed Countries: the Group Principie», en Ronald Mckinnon (ed.): Money and Finance in Economic Growth and Development: Essays in Honor of Edward S. Shaw, Nueva York, pp. 97-122.

(1979): «Entrepreneurship and Economic Development: the Problem Revisited», Journal of Economic Eiterature, 17 (marzo), pp. 44-64.

L E V Y , María Bárbara (1977): Historia da Bolsa de Valores do Rio de Janeiro, Río de Janeiro.

LUDLOW, Leonor (1986): «La construcción de un banco: el Banco Nacional de México, 1881-1884», en Leonor Ludlow and Carlos Marichal (eds.): Banca y poder en México, 1800-1925, México, pp. 299-346.

M A R I C H A L , Carlos (1986): «El nacimiento de la banca mexicana en el contexto latinoamericano: problemas de periodización», en Leonor Ludlow and Carlos Marichal (eds.): Banca y poder en México, 1800-1925, México, pp. 231-266.

M A N N , H . Michael (1973): «Entry Barriers in Thirteen Industries», en Basil S. Yamey (ed.): Economics of Industrial Structure, Baltimore, pp. bl-11.

M A R T I N , Joseph G. (1898): A Century of Finance: Martin's History of the Boston Stock and Money Markets, One Hundred Years, january 1978 to january 1898, Boston.

MEYF.R Cos ío , Rosa María (1986): «Empresarios, crédito y especulación, 1820-1850», en Leonor Ludlow and Carlos Marichal (eds.): Banca y poder en México, 1800-1925, México, pp. 99-118.

M I N I S T E R I O D E F O M E N T O (1854): Estadística del Departamento de México, México. (1857): Memoria del Ministerio de Fomento, México. (1865): Memoria del Ministerio de Fomento, México.

M Y E R S , Margaret G. (1931): The New York Money Market, volume I: Origins and Development, Nueva York.

N A V I N , Thomas R. and Marian V. SRARS (1955): «The Rise of a Market for Industrial Securities, 1887-1902», Business History Review, 29, pp. 105-138.

N E U H A U S , Paulo (1975): Historia monetaria do Brasil, 1900-1945, Río de Janeiro. - The Official American Textile Directory (1890-1930), Nueva York.

PASHICHAN, P . (1969): «The E^ffect of Market Size on Concentration», International Economic Review, 10.

P A T R I C K , Hugh (1966): «Financial Development and Economic Growth in Underde-veloped Countries», Economic Development and Cultural Change, 14 (enero).

P E L Á E Z , Carlos Manuel and Wilson SlJZIGAN (1976): Historia monetaria do Brasil: análise da política, comportamento e institucoes monetarias, Brasilia.

PoTASH, Robert (1983): The Mexican Government and Industrial Finance in the E.arly Repuhlic: The Banco de Avío, Amherst, MA.

P R Y O R , Frederic L. (1973): «An International Comparison of Concentration Ratios», en Basil S. Yamey (ed.): E^conomics of Industrial Structure, Baltimore, pp. 123-142.

Retrospecto Commercial do Jornal do Comercio (1911-1930), Río de Janeiro. R E Y N O L D S , Lloyd (1940): «Cut Throat Competition», American E.conomic Review, 30

(diciembre), pp. 736-747. SAES, Flávio Azevedo Marques de (1986): Crédito e bancos no desenvolvimento da economía

paulista, 1850-1930, Sao Paulo. SÁNCHEZ M A R T Í N E Z , Hilda (1983): «El sistema monetario y financiero mexicano bajo

125

STEPHEN H. HABER

una perspectiva histórica: el Porfiriato», en José Manuel Quijano (ed.): L a banca, pasado y presente: problemas financieros mexicanos, México, pp. 15-94.

(1986): «La política bancaria de los primeros gobiernos constitucionalistas, antecedentes inmediatos para la fundación del Banco de México, 1917-1925», en Leonor Ludlow and Carlos Marichal (eds.): Banca y poder en México, 1800-1925, México, pp. 375-408.

S E C R E T A R Í A D E F O M E N T O (1890): Boletín semestral de la República Mexicana, 1889, México.

S E C R E T A R Í A D E H A C I E N D A (1880): Estadística de la República Mexicana, México. SECRETARÍA DE HACIENDA Y CRÉDITO PÚBLICO: «índice de la estadística del ramo de

hilados y bonetada de algodón, correspondiente al semestre de 1 de mayo al 31 de octubre de 1932.»

(1977): Documentos para el estudio de la industrialización en México, 1837-1845, México.

S T E I N , Stanley J. (1957): The Bra^ilian Cotton Textile Manufacture: Textile Enterprise in an Underdeveloped Área, Cambridge, MA.

S U Z I G A N , Wilson (1986): Industria brasileira: origem e desenvolvimento, Sao Paulo. S Y L L A , Richard (1975): The American Capital Market, 1846-1914: A Study of the Effects

of Public Policy on Economic Development, Nueva York. Temporary National Economic Committee, 76th Congress, 3rd Session (1941): Investi-

gation of Concentration of Economic Power: Monograph 27, The Structure of Industry, Washington, DC.

T E N E N B A U M , Barbara (1986): The Politics of Penury: Debt and Taxes in México, 1821-1856, Albuquerque.

(1880): The Textile Manufacturer's Directory of the United States, Nueva York. TopiK, Steven (1987): The Political Economy of the Brahmán State, 1889-1930, Austin,

Texas. T R I N E R , Gail D . (1990): «Brazilian Banks and the Economy, 1906-1918», Tesis de

Licenciatura, Universidad de Columbia. United States Bureau of the Census, Census of Manufactures, 1840-1930. V A S C O , Cunha (1905): «A industria do algodao», Boletim do Centro Industrial do Brasil

(30 de diciembre). V E R S I A N I , Flavio (1984): «Before the Depression: Brazilian Industry in the 1920s», en

Rosemary Thorp (ed.): Eatin America in the 1930s: The Role of the Periphery in World Crisis, Nueva York.

W A L K E R , David W. (1986): Kinship, Business, and Politics: The Martíner^ del Río Family in México, 1824-1867, Austin, Texas.

W A R E , Caroline F . (1931): The EarlJ New England Cotton Manufacture, Cambridge, Massachusetts.

WRICÍHT, Gavin (1981): «Cheap Labor and Southern Textiles, 1880-1930», Quaterly Journal of Economics, 96 (noviembre), pp . 605-629.

124

EL PRODUCTO INDUSTRIAL DE POSGUERRA: UNA REVISIÓN (índices sectoriales, 1940-1958)*

ENRIC MORELLA Universidad Jaime I

RESUMEN

El trabajo analiza la evolución de la producción industrial española en el período comprendido entre la Guerra Civil y el Plan de Estabilización, con especial referencia a la década de los cuarenta.

Para ello se lleva a cabo una revisión del IPIES propuesto por Albert Carreras para mejorar su cobertura. Esta reelaboración del índice de la produc­ción industrial se hace de forma desagregada, de manera que sea posible obtener un índice para cada sector y captar así los cambios en la estructura productiva de la industria española en el período.

ABSTRACT

This paper analyzes the Spanish industrial product during the period between the Spanish Civil War and the stabilization plan of 1959, whith special attention to the 1940's.

The essay carries out a revisión of the Industrial Production Index, develo-ped by Albert Carreras. The new industrial production índex is made by breaking down the aggregate, in such a way that an índex for each sector can be compiled, allowing for the changes in the productive structure of the Spanish industry of the period.

La información cuantitativa usada por los historiadores económicos para calibrar el proceso industrializador de España en el presente siglo provenía, hasta la publicación del índice de la producción industrial del profesor

* Debo agradecer la colaboración de J. Palafox, quien, al margen de su constante estimulo en la investigación, tuvo la paciencia de revisar diferentes versiones de este texto. C. Betrán, S. Calatayud, A. Cubel, M. A. Pons, D. Tirado y E. Verdeguer aportaron valiosas sugerencias en sucesivas discusiones del trabajo. Los errores que subsisten son, pues, de mi responsabilidad.

125

ENRIC MORELLA

Carreras ^, de las series del Consejo de Economía Nacional y del Instituto Nacional de Estadística 2. La visión que resultaba era la de un crecimiento continuo a lo largo del siglo, protagonizado por la industria pesada y con una inequívoca aceleración a partir de 1950. Con mayores o menores reservas, dadas las ineficiencias en la asignación de recursos, existía un cierto consenso en afirmar que con las medidas protectoras, fomentadoras, interventoras y autárquicas que se sucedieron, la industrialización española contemporánea se había desarrollado hasta 1960 3.

Los nuevos datos aportados por Carreras muestran con claridad la discontinuidad que representa la guerra civil. En los índices anteriores, los niveles máximos de preguerra se volvían a alcanzar en 1942. Según el IPIES, en cambio, el crecimiento de posguerra no se inicia hasta 1950. Así, tras el período 1935-40 en que el producto industrial se derrumba, la recuperación es lenta''.

Este trabajo pretende avanzar un paso más en el análisis de los avatares de la industria española en la posguerra. Se parte de la convicción de que ni los niveles de producto industrial ni las tasas de crecimiento de esta magnitud agregada, con constituir una información valiosa, son suficientes para cono­cer la senda seguida por una economía en el proceso de industrialización. Un comportamiento perezoso del agregado puede estar escondiendo profundos reajustes internos, cuyo conocimiento es necesario para valorar justamente tanto sus logros o fracasos como la responsabilidad de la política económica.

' Carreras (1984). En adelante, para referirnos a este índice, utilizaremos la abreviatura IPlíiS, propuesta por el propio autor y ya conocida en la literatura.

2 C. E. N, (1965); I. N. E. (1982). Otras estimaciones no oficiales están descritas en I. N. E. (1982). Cabe destacar la de J. Alcaide, cuyas deficiencias están expuestas en la tesis de licenciatura de A. Carreras, desgraciadamente inédita. Una breve reseña de estas objeciones se puede hallar en Carreras (1984), p. 129.

^ El ejemplo más claro es Paris Eguilaz a lo largo de toda su obra. Pero también, más recientemente y desde otra perspectiva, Braña, Buesa y Molero (1984), p. 200, cuando señalan que «lo realizado en los dos primeros decenios del franquismo sentó las bases de la estructura productiva que, después de 1960, se desarrollaría ampliamente, en una coyuntura internacional más favorable», o cuando tachan de precipitadas y faltas de análisis las conclusiones que conllevan una valoración negativa de la política industrial en el período autárquico.

'' Según la explicación ofrecida por el propio Carreras, las series oficiales muestran mayor elasticidad de recuperación tras la guerra civil por el excesivo peso otorgado a la industria pesada. Ello conduce a pensar en un comportamiento diferenciado de los distintos sectores. Precisamente estos cambios en la estructura productiva de la industria son los que aquí se investigan.

También hay problemas técnicos en el origen de las discrepancias entre series. En concreto, el sesgo al alza de los índices oficiales por el hecho de ponderar con precios de 1929. Es lo que en la literatura sobre números índices se conoce como efecto Gerschetikron [véase Scott (1952)]: las tasas de crecimiento son tanto más bajas cuanto más próximos a nosotros son los precios usados para ponderar, y viceversa.

126

EL PRODUCTO INDUSTRIAL DE POSGUERRA: UNA REVISIÓN

Ello es así porque la composición del producto no es neutral de cara al crecimiento. Basta recordar que un aumento en los bienes de inversión no sólo repercute en el producto corriente, sino también en la capacidad productiva de la economía. Por tanto, con un estudio desagregado de la industria española en la posguerra no sólo nos acercaremos más a la realidad del período, sino que también estaremos mejor armados para entender el acelerado crecimiento que siguió al Plan de Estabilización.

El objetivo de estas páginas es presentar la revisión del IPIES, llevada a cabo como medio de evaluar la composición del producto industrial entre 1940 y 1958; el cambio estructural, en definitiva. En la primera parte se explicitan los criterios y métodos seguidos. Los detalles más técnicos en la construcción del nuevo índice son explicados en un apéndice al final del trabajo. En la segunda parte se analiza el comportamiento desagregado de la industria española en la posguerra, en conexión con las directrices de política económica, y se discuten sus implicaciones para el desarrollo económico. Finalmente, dado que este trabajo conlleva la propuesta de un nuevo índice (IPIE-PGC), se estudian brevemente sus rasgos diferenciales con el IPIES.

I

Hay dos cuestiones de método que, de entrada, es preciso hacer notar. La primera es que se ha rehusado la revisión de las series de producción física utilizadas por Carreras. La razón fundamental es que, aunque para la cons­trucción de un índice largo como el IPIES se hubo de recurrir a la reelaboración de series dada la ausencia de homogeneidad en los datos ^, para el período aquí considerado la mayor parte de la información proviene de series originales y, por tanto, no admite otra discusión que la credibilidad de sus fuentes. Además, la tarea de revisar exhaustivamente los datos primarios es de tal magnitud que excede los límites razonables en un trabajo de este tipo.

El segundo punto se refiere a los sistemas de ponderación. El que más se acerca al ideal es el de valores añadidos unitarios variables anualmente''. Sin embargo, la escasa información disponible sobre los precios industriales de

5 Aunque los criterios para la reelaboración de series siempre pueden ser discutidos, en Carreras (1983) éstos se hallan suficientemente explicitados, con lo que cualquier investigador puede analizarlos.

•> Para mayor información sobre números índices, puede verse Usher (1980).

127

ENRIC MORELLA

posguerra impide utilizarlo''. La estimación que se presenta sigue, pues, un sistema de ponderación fija similar al del IPIES, basado en los valores añadidos por unidad de producto del año final .

Cabe concluir, por tanto, que esta revisión no cuestiona, al menos como criterio general, ni las ñaentes de información ni la fiandamentación teórica necesarias para la elaboración de un índice de la producción industrial. Se trata de adaptar un índice largo como es el IPIES, que cubre ciento cuarenta años, al período 1940-58. Ello implica corregir algunas ponderaciones, incluir series que fijeron omitidas en aras a la continuidad del índice y prescindir, en otros casos, de las irrelevantes para este período concreto. Con todo, el interés de la tarea va más allá de la mera adaptación del índice a un período corto. Quizá su mayor mérito consista en que, al ser desagregado en los grandes sectores más significativos, permite conocer no sólo el ritmo de industrialización, sino también la composición del producto ' .

II

En el cuadro número 1 puede verse la evolución de la producción industrial por sectores expresada en tasas anuales de crecimiento. Un primer rasgo a destacar es lo elevado de éstas en el sector energético, a pesar de las fuertes restricciones en el suministro eléctrico (con diferencia, el producto con más peso en el sector), especialmente en los años cuarenta 'o. El bajo nivel de partida y la intensidad del proceso de sustitución, tanto en el consumo como en la producción, en favor de la energía eléctrica parecen suficientes para explicar este dinámico comportamiento a pesar de que se mantuvieran insatisfechas las necesidades de la demanda.

'' Se suele recurrir a los precios como proxy, dado que para series históricas normalmente es imposible estimar directamente el valor añadido. Sin embargo, sólo a partir de 1955 disponemos de información aceptable sobre precios debida al I. N. E. En Carreras (1983), pp. 685-698, se ofrece una excelente panorámica de la información disponible.

8 La justificación teórica se halla en Fenoaltea (1976). Las ponderaciones proceden de la tabla input-output española de 1958, TIOE-58 (1962). Aún disponemos de una TIOE anterior, la de 1954, pero su excesivo grado de agregación impide enriquecer el índice con esta información.

^ Las únicas noticias sobre el comportamiento sectorial para el periodo de posguerra se derivan de una desagregación llevada a cabo por Carreras, pero a partir de un índice que toma como años de ponderación 1970 [Carreras (1983), pp. 1049-1050]. La magnitud del cambio estructural operado en España desde la guerra civil hasta la crisis de los setenta y las consiguientes alteraciones en los precios relativos aconsejan tomar estos datos con mucha prudencia.

1» Véase Sudriá (1987), pp. 332-335.

128

EL PRODUCTO I>iDUSTRIAl, DE POSGUERRA: UNA REVISIÓN

C U A D R O 1

Tasas de crecimiento

Tasas medias de crecimiento anual acumulativo

Período I II III IV V IPIE-PGC

1940-58 6,2 4,8 10,7 5,5 3,5 4,7

1940-50 4,4 2,2 10,4 1,9 0,8 2,2 1950-58 8,6 8,1 11,2 10,1 6,9 7,9

1940-45 3,8 - 2 , 7 3,2 - 3 , 6 2,1 0,8 1945-50 5,0 7,4 18,0 7,7 - 0 , 5 3,6 1950-55 7,4 8,2 12,7 9,0 7,3 . 7,7 1955-58 10,5 8,0 8,7 11,9 6,1 8,2

I, Energía. II, Minería y primera transformación. III, Química. IV, Transformación de metales. V, Industrias de consumo.

FUENTE: Elaboración propia a partir de la tabla número 1.

Conviene tener presente, sin embargo, que casi la mitad del producto energético viene explicado por la electricidad, ya que este hecho disminuye la calidad de la estimación. Un sistema de ponderación fija como el adoptado ignora los cambios en los precios relativos que van indisolublemente unidos a los cambios en la composición del producto. El hecho de que la electricidad viera descender su precio relativo un 64 por 100 en el período, aconseja tratar de utilizar una ponderación variable, al menos en este sector '^

Además, en el caso de la energía, con sólo dos productos (hulla y electricidad) se alcanza un grado de cobertura suficientemente alto (67 por 100) como para considerarlos representativos. Ello simplifica los cálculos necesarios, dado que la utilización de ponderaciones variables requiere la normalización de los valores añadidos unitarios respecto al año base '2.

" Lo peculiar del comportamiento del precio relativo de la electricidad es analizado en Carreras (1984), p. 133-5. La caída de su precio relativo se ha calculado con los datos sobre la evolución del índice de Precios al por Mayor (ponderado) [Carreras (1989, a), pp. 521-2] y del precio de la electricidad [Carreras (1989, a), p. 218].

'2 La normalización implica resolver, para todo /, la siguiente ecuación:

Pií q,i + Pi2 q,2 = p,i q,i + p,2 q,2

donde debe cumplirse la condición de que el ratio entre p;, y p^ sea igual al precio relativo entre ambos productos en el año correspondiente.

129

ENRIC MORELLA

Como se deduce del cuadro número 2, la toma en consideración de los cambios en los precios relativos ofrece una visión más dinámica del compor­tamiento de la energía en la posguerra, ya que eleva un 30 por 100 la tasa media de crecimiento anual. Como era previsible, la ponderación fija en 1958 subestimaba el auge del sector, porque asignaba a la electricidad un peso demasiado bajo, dado que su ponderación era evaluada al final de un período en que decrece su precio relativo. Si se analiza el cuadro número 2 con mayor detenimiento, se puede constatar cómo el uso de ponderaciones variables multiplica por 2,3 el crecimiento medio anual de la segunda mitad de los

C U A D R O 2

ha producción energética de posguerra (tasas de crecimiento)

1940-58 8,0 1940-45 3,7 1945-50 11,4

1940-50 7,5 1950-55 8,7 1950-58 8,7 1955-58 8,8

FUENTE: Elaboración propia. Las tasas proceden del índice energético con ponderaciones variables al que se refieren el texto y la nota número 12.

cuarenta, lo cual es indicativo de que el cambio estructural fue especialmente intenso en este período. Este hecho se demuestra con mayor contundencia en páginas posteriores.

En la industria química no parece que operaran tales restricciones por el lado de la oferta, puesto que el sector experimentó en la segunda mitad de la década de los cuarenta un progreso espectacular. Seguramente, el tirón de la demanda internacional en la segunda guerra mundial y los procesos de recuperación subsiguientes explican este comportamiento. De hecho, en los años cincuenta, cuando los intercambios internacionales se normalizan, el sector químico desaceleró su crecimiento de forma acusada.

La industria de bienes de consumo también se aleja de la media industrial, pero por defecto. El estado de los conocimientos en la historiografía española sobre la posguerra, aunque insuficiente, arroja algunos elementos para expli­car esta evolución. Lo primero que llama la atención en el índice es que este

El precio relativo entre la hulla y la electricidad procede de Carreras (1989, a), p. 218, columnas 3 y 6. Las cantidades q„ y q,2 y los valores añadidos unitarios p„ y p,2 son los mismos que han servido para la construcción del IPIE-PGC (véase fuentes de la tabla n. 1).

130

EL PRODUCTO INDUSTRIA!. DE POSGUERRA: UNA REVISIÓN

sector no parece haber sido el más perjudicado en la inmediata posguerra. Al contrario, es el sector de bienes de equipo el que presenta tasas de crecimiento negativas para la primera mitad de la década de los cuarenta. Esto se explica por el nivel extraordinariamente bajo de las industrias de consumo tras la guerra civil (véase cuadros números 6 y 7). Como apunta Farré-Escofet:

los fenómenos característicos posteriores al desastre de la guerra son la escasez (...) y la falta de recursos o de capacidad de ahorro".

En cambio, es en la segunda mitad de la década cuando el índice evidencia una caída de las industrias productoras de bienes de consumo, con tasas de crecimiento negativas, en el marco de una coyuntura general bastante e5cpan-siva, con una fuerte recuperación de la siderometalurgia y la industria mecánica y con el despegue de la química antes mencionado. También el sector energético crece por encima de la media. Obviamente, dado el gran peso que todavía tiene en la economía la industria alimentaria y la textil, las tasas de crecimiento del IPIE-PGC son mucho más modestas.

Nos encontramos aquí, con la mayor crudeza, el resultado de una política intervencionista que con una regulación integral de la economía a través, de manera preferente, de un estricto control de precios y salarios, trata de fomentar la industrialización a toda costa. El cambio hacia una estructura interindustrial más moderna se lleva a cabo, pues, con un fuerte constreñi­miento del consumo y a costa de una regresiva distribución de la renta.

En palabras de A. Carreras:

La reducción del salario real después de la guerra civil significó, grosso modo, el retorno a la situación retributiva anterior a la primera guerra mundial, tanto en el mundo urbano como en el rural. Sin lugar a dudas, se trata del rasgo más importante de la vida económica y social de la España de la inmediata posguerra, y condicionó fuertemente el resto de variables económicas'''.

El cuadro número 3 ofrece una información reveladora a este respecto. La caída de la industria de bienes de consumo en la segunda mitad de los cuarenta se explica en su totalidad por la industria textil. Tanto el subsector alimentario como las otras industrias manufactureras mantienen tasas de aumento positivas. Ello pone de relieve la estrecha dependencia de la primera respecto al salario real para bajos niveles de ingreso. La mayor elasticidad renta de la demanda textil respecto a la alimentaria opera para que sea aquélla

13 Farré-Escofet (1980), p. 1. i" Carreras (1989, b), p. 15.

151

I:NRIC MORELLA

y no ésta la que reciba con más intensidad los efectos de la caída de los salarios reales. Nos encontramos, pues, en pleno siglo XX, ante un fenómeno asimilable a las tijeras en los precios relativos características de las economías preindustriales, lo cual, además, no hace más que subrayar la brutalidad de la contracción del ingreso real disponible para un amplio segmento de la población.

C U A D R O 3

Industria de bienes de consumo (tasas de crecimiento)

Alimentación Textil Otras

1940-45 1,12 1945-50 1,51 1950-55 2,67-1955-58 4,73

3,65 -3 ,32

7,52 6,09

1,21 4,76

12,86 8,05

FUENTE: Elaboración propia a partir de la tabla número 1.

A partir de comienzos de la década de los cincuenta, la evolución de este tipo de industrias es bien distinta. Sus tasas se aproximan a la media industrial, aunque siguen siendo las de más lento crecimiento en todo el período. La tendencia del sector de consumo a perder peso en la economía conforme avanza el proceso de industrialización es un fenómeno universal y bien conocido. Esto permite plantear la cuestión del cambio interindustrial en términos de la hipótesis de Hoffmann.

Según su esquema ya tradicional *5, el desarrollo de las economías hacia la industrialización sigue siempre una pauta uniforme: primero se desarrollan las industrias de bienes de consumo y después las de bienes de equipo. De forma que estas últimas, con el progreso industrial, crecen más rápidamente hasta superar la aportación al producto de las primeras. A partir de esta hipótesis, Hoffman propone su conocida tipología de la industrialización, en la cual, para que un país alcance la madurez industrial, el ratio entre los productos netos de la industria de bienes de consumo y la de bienes de capital ha de estar por debajo de 1,5.

A. Carreras reprodujo estos cálculos para España e Italia. Según sus resultados, España no podía considerarse un país industrializado en el sentido definido por Hoffmann hasta la década de los años sesenta, mientras que

' Hoffman (1958). Es la versión inglesa, revisada y ampliada, del original alemán de 1931.

132

EL PRODUCTO INDUSTRIAL DE POSGUERRA: UNA REVISIÓN

G R Á F I C O 1

Katio de Hoffmann

A ú A i ft ft A ft )k

1 1 T—

1955 1958

D ESPAÑA + Italia (Carreras)

FUENTE: Elaboración según texto y Carreras (83).

Italia ya lo era unos veinte años antes ^í. El resultado es sorprendente, ya que las diferencias en las tasas de crecimiento industrial entre España e Italia no justifican tal disparidad en la velocidad del cambio intraindustrial i^.

Los índices desagregados de la producción industrial española de posgue­rra permiten reelaborar el coeficiente de Hoffmann siguiendo fielmente sus criterios de clasificación. Así, en las industrias de bienes de consumo conside­ramos las alimentarias, las textiles y las del cuero y los muebles, y en las de bienes de inversión, la construcción de vehículos y la mecánica (en nuestro caso transformados metálicos), la química y la metalurgia i». El resultado de esta revisión puede verse en la gráfica número 1.

"s Carreras (1983), pp. 1054-1071. ^ En Carreras (1983), p. 1027, puede hallarse estos datos en tasas de crecimiento anual por

decenios desde 1861-1871 a 1971-1980. Con esta información, y suponiendo el mismo nivel de partida para ambos países (lo cual actúa en contra), el producto industrial alcanzado por España en 1961 habría sido logrado en Italia sólo seis años antes.

" Dado que esta clasificación no coincide con la seguida para construir los índices sectorales.

133

ENRIC MORELLA

El ratio de Hoffman viene a ofrecer, en definitiva, una medida del cambio estructural. De nuevo constatamos un resultado, poco subrayado en la literatura, que ya había sido advertido más arriba. El cambio estructural de mayor envergadura en el período autárquico no se produce en España coincidiendo con las mayores tasas de crecimiento global del producto industrial. De hecho, es en la segunda mitad de los años cuarenta cuando la estructura productiva de la industria española parece aproximarse con mayor rapidez a la de otros países europeos que, como Italia, iniciaron su carrera industrial en la segunda mitad del siglo XIX. En cambio, en los cincuenta la caída en el ratio de Hoffmann se desacelera y la distancia con Italia incluso aumenta ligeramente.

III

Aunque el objetivo del trabajo se centra en la obtención de índices sectoriales para la producción industrial de posguerra, ya que ello supone ampliar la información cuantitativa al alcance de los historiadores económicos que se acerquen a este período, su agregación en el IPIE-PGC viene a ofrecer una estimación del comportamiento de la industria que no puede evitar la comparación con otra ya disponible como el IPIES.

El cuadro número 4 compara las tasas de crecimiento del IPIE-PGC con las del IPIES. Es tranquilizador comprobar cómo las discrepancias no son en absoluto acusadas. Sin embargo, dos rasgos se apuntan con claridad: primero, que el IPIES crece por encima del IP IE-PGC tanto en los años cuarenta como en los cincuenta, y en segundo lugar, que lo anterior deja de ser cierto para la inmediata posguerra.

Estas diferencias se explican por los métodos distintos seguidos en la construcción de uno y otro. El IPIES está concebido como índice agregado, de manera que la producción industrial de cada año se obtiene tras convertir las cantidades de los 107 bienes considerados a producto neto, usando los valores añadidos unitarios como factores de ponderación. El índice resultante será tanto más representativo cuanto más se acerque la gama de productos incluidos a la estructura real de la industria. Sin embargo, con información limitada no suele ser posible satisfacer esta condición, de forma que la

se ha Devado a cabo una desagregación del IPIE-PGC a propósito. Esto significa que se dispone de una estimación separada para la minería y la metalurgia, aunque en el trabajo se presenten ambas ramas conjuntas.

134

EL PRODUCTO INDUSTRIAL DE POSGUERRA; UNA REVISIÓN

C U A D R O 4

Tasas de crecimiento del IPIES e IPIE-PGC

IPIES IPIE-PGC

1940-1958 5,1 4,7

1940-1950 2,4 2,2 1950-1958 8,4 7,9

1940-1945 0,7 0,8 1945-1950 4,2 3,6 1950-1955 7,9 7,7 1955-1958 9,4 8,2

FUENTE: Elaboración propia a partir de Carreras (1984), páginas 151-152, y cuadro número 1.

composición del índice viene determinada por la disponibilidad de los datos. Por un lado, nos encontramos lagunas casi insalvables en algunos sectores como el de bienes de consumo >', mientras que por el otro, la solución de ignorar información en aquellos sectores, como el energético, donde el grado de conocimiento es mayor, sería suicida. En otras palabras, igualar al alza los grados de cobertura por sectores no es posible en el estado actual de los conocimientos, mientras que igualarlos a la baja es un lujo que no puede permitirse el investigador, cuyo mayor obstáculo suele ser la escasez de información. A. Carreras tuvo en cuenta el problema de la representatividad al construir el IPIES y trató de corregirlo sobrestimando las ponderaciones de aquellos productos que pudieran estar más fuertemente relacionados con el crecimiento industrial agregado, como es el caso de determinados bienes intermedios.

El hecho de disponer de índices desagregados por sectores permite corregir los problemas debidos a la falta de representatividad de un modo menos laborioso y presumiblemente más eficaz. El IPIE-PGC se construye como la media de los índices sectoriales ponderada por la aportación de cada uno de ellos al valor añadido industrial en el año base, para el que la TIOE-58 ofrece toda la información necesaria. De esta forma se hace coincidir la composición del índice con la estructura real de la industria. Bien es cierto que esto sólo se cumplirá exactamente en el año base, pero se puede demostrar que el IPIE-PGC reproduce la estructura industrial en todo el

" Aunque, según se ha visto en páginas anteriores,' en este punto el IPIES mejora sensiblemente la cobertura respecto a los índices oficiales.

135

RNRIC MORELLA

período si el grado de cobertura para cada sector se mantiene estable 20. Con esta forma de proceder ya no importa que la selección de productos no sea representativa de la composición real de la industria; basta con que lo sean los productos incluidos en cada índice sectorial respecto de su propio sector, lo cual es, sin duda, un supuesto menos fuerte que el anterior.

Ahora estamos en condiciones de explicar las divergencias entre el IPIES y el IPIE-PGC que se apuntaban más arriba. Las tasas de crecimiento del producto industrial que se deducen del IPIES son más elevadas que las del IPIE-PGC, porque algunos de los sectores más dinámicos, como el energéti­co o el de transformados metálicos, estaban representados en exceso. N o es sorprendente que para la primera mitad de los cuarenta no se cumpla lo anterior. El ritmo de crecimiento evidenciado por el IPIE-PGC supera ligeramente al del IPIES precisamente porque en este período el cambio estructural es regresivo (tramo creciente del ratio de Hoffmann). Es decir, las industrias pesadas, que son las más representadas, crecen por debajo de la media.

El nuevo índice también es útil para evaluar la magnitud de la caída del producto industrial tras la guerra civil (cuadro n. 5). Mientras el IPIES observa una disminución del 14 por 100 acumulada en cinco años, el IPIE-PGC eleva esta caída al 20 por 100. El cuadro número 6 refleja cómo es la industria ligera la que explica la mayor parte de la contracción de la inmediata posguerra. El resto de sectores, salvo la química, explican en 1940 un producto superior al de antes de la contienda. De ahí que el IPIES subestime el impacto de la guerra civil, ya que precisamente las industrias de consumo son las más desconocidas y, por tanto, el índice no valora suficientemente su verdadero peso en la economía.

C U A D R O 5

índices del Producto Industrial antes j después de la Guerra Civil (1958= 100)

IPIES IPIE-PGC

1935 47,9 55,1 1940 41,1 43,8

FUENTE: Carreras (1984), pp. 151-152, y elaboración propia.

20 En realidad, el IPIE-PGC se ha construido tal como se explica en el apéndice. Es decir, sumando para cada año los valores añadidos estimados para los diferentes sectores con el supuesto de que los grados de cobertura se mantienen constantes. Sin embargo, en la nota número 22 se demuestra que ambas formas de proceder son equivalentes.

136

EL PRODUCTO INDUSTRIA!. DE POSGUERRA; UNA REVISIÓN

C U A D R O 6

Producto Industrial por sectores antes j después de la Guerra Civil (1958= 100)

II III IV V

1935 1940

27,5

33,7

42,9 43,1

23,4 16,0

35,9 38,5

80,9 54,2

FUENTE: Elaboración propia.

Como se deduce del cuadro número 7, la guerra supuso una clara contracción en todos los subsectores de consumo. El caso más llamativo es el de la alimentación, bebidas y tabaco, que en 1958 todavía no había recupera­do su nivel de preguerra. Este hecho confirma el interés por investigai* cómo las condiciones imperantes en la posguerra y, sobre todo, los criterios de política industrial seguidos, determinaron tal reasignación de recursos; sin olvidar, como se apuntaba más arriba, los cambios en las pautas distributivas que se deducen.

C U A D R O 7

l^as industrias de consumo antes j después de la Guerra Civil (1958= 100)

Alimentación Textil Otras

1935 1940

105,5 67,0

78,8 57,7

49,8 32,3

FUENTE: Elaboración propia.

IV

El nuevo índice de la producción industrial española de la posguerra civil, sin diferir excesivamente del IPIES, rebaja las tasas de crecimiento del período y trata de calibrar con mayor rigor el impacto de la guerra. Quizá su mayor ventaja consista en que, al ser presentado de forma desagregada, permite plantear la industrialización en términos de los cambios en la composición del producto. De esta forma puede observarse la magnitud del cambio intraindustrial que, a pesar del estancamiento relativo de los años cuarenta, es constante desde mediados de la década. Y, por otra parte, se pone de manifiesto cómo la intensa intervención estatal acelera este proceso a costa de la capacidad de compra de los asalariados.,

137

ENRIC MORELLA

A P É N D I C E

La construcción del índice

A partir de la teoría sobre números índices y teniendo en cuenta las limitaciones en cuanto a la información disponible, los índices que se presentan en la tabla número 1 obedecen a la siguiente fórmula:

ttls

Z Ptj ^ij

F.= ¿ xlOO

Z Ptj ^tj J

donde ^ son las cantidades producidas; p son los valores añadidos unitarios; / = 1...m^ son los productos considerados; m^ es el número de productos incluidos en cada sector; s = / . . . 7 son los distintos sectores (energía, m, = 8; extracción j primera transformación de minerales no energético, m2 = 26; química,

013= 14; transformados metálicos, vs\^ = 7; industrias alimentarias, m5= 13; industria

textil, m5 = 9, y otras industrias manufactureras, mj = 6);J= 1940...t., es el año a que corresponde el índice, y / es el año base de ponderación, o sea, 1958 en este caso.

Dado que para el período 1940-58 el IPIES usa las ponderaciones de 1958, la fórmula es idéntica, con la diferencia de que aquí se aplica a los productos de cada sector para obtener siete índices sectoriales, mientras que en el IPIES se aplica al conjunto de la industria para obtener un único índice.

TABLA 1

Los índices sectoriales

Energía Minería Química Metal Aliment. Textil Otras

1940 33,70 1941 33,68 1942 37,35 1943 39,16 1944 41,35 1945 40,62 1946 44,86 1947 46,16 1948 47,36 1949 46,50

138

43,07 39,53 40,52 43,25 39,96 37,52 43,21 41,10 42,99 46,95

15,98 15,85 16,93 16,61 19,68 18,69 26,53 27,68 31,33 33,93

38,46 32,37 33,56 36,01 33,31 31,95 39,28 35,83 39,55 41,47

66,97 63,92 72,52 72,75 79,14 70,81 68,51 84,95 83,52 69,22

57,70 53,27 58,61 60,79 71,88 69,04 70,06 62,89 62,20 61,03

32,30 33,10 32,97 33,53 38,24 34,31 37,14 43,80 39,81 39,92

EL PRODUCTO INDUSTRIAI, DE POSGUERRA: UNA REVISIÓN

Energía Minería Química Metal Aliment. Textil Otras

1950 51,81 53,53 42,80 46,38 76,30 58,30 43,30 1951 57,62 56,12 48,03 46,15 73,40 62,88 44,12 1952 64,09 64,76 56,75 56,56 98,75 71,14 53,07 1953 63,41 64,71 56,86 55,76 92,28 78,37 55,67 1954 69,27 72,20 66,09 65,23 87,66 79,41 66,41 1955 74,05 79,40 77,84 71,40 87,05 83,76 79,28 1956 81,62 82,49 84,72 80,06 97,02 89,27 85,90 1957 91,07 86,99 92,07 87,51 99,73 94,75 96,40 1958 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00 100,00

V A B ; 22764,7 21627,6 12015,4 31710,5 27633,7 25215,9 20225,2

G. Cobert 0,92 0,68 0,33 0,92 0,41 0,58 0,23

FUENTE: Elaboración propia a partir de Carreras (1983) y TIOE-58 (1962), según los métodos explicados en el texto.

TABLA 2

Aportación de cada sector

Energía Minería Química Metal Construc. IPIE-PGC

1940 4,76 5,78 1,19 7,57 24,56 43,85 1941 4,76 5,30 1,18 6,37 23,44 41,05 1942 5,27 5,44 1,26 6,60 25,74 44,31 1943 5,53 5,80 1,24 7,08 26,19 45,84 1944 5,84 5,36 1,47 6,55 29,61 48,83 1945 5,74 5,03 1,39 6,29 27,24 45,69 1946 6,34 5,80 1,98 7,73 27,36 49,20 1947 6,52 5,51 2,06 7,05 29,90 51,04 1948 6,69 5,77 2,34 7,78 29,04 51,61 1949 6,57 6,30 2,53 8,16 26,42 49,98 1950 7,32 7,18 3,19 9,12 27,63 54,45 1951 8,14 7,53 3,58 9,08 27,96 56,28 1952 9,05 8,69 4,23 11,13 34,72 67,81 1953 8,96 8,68 4,24 10,97 35,06 67,91 1954 9,78 9,69 4,93 12,83 35,78 73,01 1955 10,46 10,65 5,80 14,05 37,97 78,93 1956 11,53 11,07 6,32 15,75 41,37 86,03 1957 12,86 11,67 6,86 17,22 44,01 92,63 1958 14,12 13,42 7,45 19,67 45,33 100,00

FUENTE: Elaboración propia a partir de la tabla número 1 (véase nota 22).

139

ENRIC MOREI.LA

Para la construcción del índice agregado, se calcula el valor añadido

sectorial implícito en cada índice:

La suma de los valores añadidos sectoriales para cada año respecto al valor añadido total generado por la industria en 1958 constituye la aproxima­ción a la evolución del producto industrial que aquí se propone:

E VAB? IP IE • PGC- = ~ X 100 22

I VAB» s = l

La tabla número 2 presenta este índice desglosado en términos de la

aportación de cada sector.

2' Donde el denominador son los grados de cobertura que aparecen en la última línea de la tabla número 1. Por tanto, el supuesto que se está imponiendo es la constancia en el grado de cobertura para cada sector:

(jr. Cob.,= , para todo / VABf ^

2 Nótese que esto equivale a calcular la media de los índices sectoriales ponderada por la aportación de cada uno de ellos al valor añadido industrial en el año de ponderación:

£ , VAB / = ^J '. X 100 = 2 .

S, VABf 5ÍÍÍ^VAB; ^jPti^tj

100

2 , VABf

Dado que 2 , VAB' es una constante (el valor añadido industrial de 1958):

T¡p,¡q,¡ VABf '"'^' X 100 • Z¡p,¡q,j 2 , VABf

VABf

2 , VABf

140

EL PRODUCTO INDUSTRIAL DE POSGUERRA: UNA REVISIÓN

BIBLIOGRAFÍA

A L C A I D E , Julio (1976): «Una revisión urgente de la serie de renta nacional española en el siglo XX», en Datos básicos para la historia financiera de España, 1850-1975, vol. I, Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, pp. 1127-1150.

Anuario Estadístico de España, Madrid, varias instituciones y varios años.

BARCIELA L Ó P E Z , C . (1981): «El estraperlo de trigo en la postguerra», en Moneda y crédito, n. 161, pp. 17-37.

(1986): «Introducción. Segunda parte; los costes del franquismo en el sector agrario: ruptura del proceso de transformaciones», en R. G A R R A B O U , C . BARCIE-LA, y J. I. J I M É N E Z B L A N C O (eds.): Historia agraria de la España contemporánea. Vol. III. El fin de la agricultura tradicional (1900-1960), Barcelona, Crítica.

B R A Ñ A , F . J . ; B U E S A , M . , y M O L E R O , J . (1979): «El fin de la etapa nacionalista:

industrialización y dependencia en España, 1951-1959», en Investigacioines Económi­cas, n. 9, pp. 151-207.

(1984): El Estado y el cambio tecnológico en la industrialit^ación tardía. Un análisis del caso español, Madrid, Fondo de Cultura Económica.

BUE:SA, M . (1984): «Las restricciones a la libertad de industria en la política industrial española (1938-1963)», en Información Comercial Española, n. 606, pp. 107-121.

CARRE:RAS, Albert (1983): Eaprodúcelo industrial espanyola i italiana des de mitjan segle XIX fins a l'actualitat, Bellaterra, tesis doctoral (inédita), presentada en la Universidad Autónoma de Barcelona.

(1984): «La producción industrial española, 1842-1981: construcción de un índice anual», en ILevista de Historia Económica, n. 1, pp. 127-157.

(1987): «La industria: atraso y modernización», en J. NADAL, A. CARRERAS y C. SUDRIA (eds.): Ea economía española en el siglo XX. Vina perspectiva histórica, Barcelona, Ariel, pp . 280-312.

(ed.) (1989, a): Estadísticas históricas de España (siglos XIX-XX), Madrid, Funda­ción Banco Exterior.

(1989, b): «Depresión económica y cambio estructural durante el decenio bélico (1936-1945)», en J. L. G A R C Í A D E L G A D O (ed.): El primer franquismo. España durante la segunda guerra mundial, Madrid, Siglo XXI , pp. 3-33.

C A T A L Á N , Jordi (1989, a): «Autarquía y desarrollo de la industria de fábrica durante la segunda guerra mundial. Un enfoque comparativo», en J. L. GARCÍA DELGADO (ed.): El primer franquismo. España durante la segunda guerra mundial, Madrid, Siglo X X I , pp . 35-88.

(1989, b): «Reconstrucción y desarrollo industrial. Tres economías del sur de Europa, 1944-1953», comunicación presentada al IV Congreso de Historia Econó­mica, Alicante.

CI.AVE:RA, Juan (1976): «El estraperlo en los años cuarenta», en Información Comercial Española, junio, pp. 91-97.

C L A V E R A , J . ; E S T E B A N , J . M . ; M O N E S , M . A.; M O N T S E R R A T , A., y Ros , J. (1973):

Capitalismo español: de la autarquía a la estabilización (1939-1959), 2 vols., Madrid, Edicusa.

CONSEJO DE ECONOMÍA NACIONAL (1965): Ea renta nacional de España, 1949-1964, Madrid.

141

ENRIC MORELLA

DoNC;p;s, Juergen B. (1976): La industrialización en España. Políticas, logros, perspectivas, Barcelona, Oikos-Tau,

F A R R K - E S C O F I Í T , E . (1980): «Inflación y bloqueo de la inversión (1939-1953)», en Banca Catalana, n. 57, pp. 1-21.

F E N O A I . T E A , S. (1976): «Real Valué Added and the Measurement of Industrial Production», en Annals of Economic and Social Measurement, 1, pp. 111-137.

F O N T A N A , J . , y N A D A L , J . : «España, 1914-1970» (1980), en C. M. C I P O L L A : Historia Económica de Europa, vol. 6. E.conomias contemporáneas, Barcelona, Ariel, t. 2, pp. 95-163.

G A M I R , L . : «El período 1939-1959: la autarquía y la política de estabilización» (1972), en L. G A M I R (ed.): Política Económica de España, Madrid, Ed . Guadiana, pp . 13-

30. G A R C Í A DIÍLCÍADCJ, J . L . (1985): «Notas sobre el intervencionismo económico del

primer franquismo», en Repista de Historia Económica, III, 1. (1986): «Estancamiento industrial e intervencionismo económico durante el

primer franquismo», en J. FONTANA (ed.): España bajo el franquismo, Barcelona, Crítica, pp. 170-191.

(1987): «La industrialización y el desarrollo económico de España durante el

franquismo», en J. NADAL, A, CARRERAS y C. SUDRIA (eds.): Ea economía española en el siglo XX. Una perspectiva histórica, Barcelona, Ariel, pp. 164-189.

G O N Z Á L E Z , M . J . (1979): La economía política del franquismo, 1940-1970. Dirigismo, mercado j planificación, Madrid, Tecnos.

G O N Z Á L E Z P O R T I L L A , M . (1989): «El País Vasco en la posguerra: crecimiento económico y especialización industrial», en J. L. GARCÍA DELGADO (ed.): El primer franquismo. España durante la segunda guerra mundial, Madrid, Siglo X X I , pp. 89-102.

, y G A R M E N D I A , J . M . (1988): Ea posguerra en el País Vasco. Política, acumulación, miseria, Donostia, Kriselu.

H O F F M A N N , W . G . (1958): The Growth of Industrial Economies, Manchester University Press.

INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA (1982): Números índices de la producción indus­trial, monografía técnica, Madrid.

MOL1NERC3, C , e Y S A S , P . (1985): «Patria, justicia y pan», en Nivells de vida i condicions

de treball a Catalunya, 1939-1951, Barcelona, La Magrana. MONTSERRAT, A., y Ros HOMBRAVELLA, J . (1972): «Emorn del retard en el

recobrament deis nivells macroeconómics de pre-guerra a l 'Espanya deis 1950», en Recerques, n. 2, pp. 221-246.

N A R E D O , J . M . (1989): «Crítica y revisión de las series históricas de renta nacional en la postguerra», comunicación presentada al IV Congreso de Historia Económica, Alicante.

PARÍS EC;UILAZ, Higinio (1981): Cincuenta años de economía española, 1930-1980, Madrid, J. Sánchez de Ocaña.

P R A D O S D E LA ESCOSURA, Leandro (1988): De imperio a nación, crecimiento y atraso económico en España (1780-1930), Madrid, Alianza.

RIBAS, Albert (1978): E'economía catalana sota el franquisme (1939-1953), Barcelona, Ediciones 62.

142

EL PRODUCTO INDUSTRIA!. DE POSGUERRA: UNA REVISIÓN

SCOTT, I. O. (1952): «The Gerschenkron Hypothesis of Index Number Bias», en Kevieuj of Economics and Statistks, noviembre, pp. 386-387.

SUDRIA, Caries (1987): «Un factor determinante: la energía», en J. N A D A L , A. C A R R E R A S y C. SUDRIA (eds.): L.a economía española en el siglo XX. Una perspectiva histórica, Barcelona, Ariel, pp. 313-363.

Tabla «input-output» de la economía española. Año 1958 (1962), Madrid, Organización Sindical.

USHER, D. (1980): The Measurement of Economic Growth, Nueva York, Columbia University Press.

143

RECENSIONES

Carlos L L O R C A B A U S : La Compañía Trasatlántica en las Campañas de Ultramar.

Madrid, Ministerio de Defensa, 1990, 286 pp. (Incluye bibliografía e índice de grabados.) •

Es conocido el carácter limitado y desigual que tiene todavía en España la producción bibliográfica sobre his­toria empresarial, aun contando con los indudables avances de los últimos años. Una de las lagunas que necesi­tan cubrirse con mayor urgencia la constituye el estudio de las empresas de transporte marítimo (marina mer­cante) y de sus parientes próximos, los astilleros o sociedades de cons­trucción y reparación de buques. N o es el momento de considerar las cau­sas de esta situación, aunque pueda parecer sorprendente que se haya prestado hasta ahora tan poca aten­ción a las empresas de navegación en un país eminentemente marítimo. Pero lo cierto es que España no logró consolidarse como potencia comer­cial y marítima internacional en la época del triunfo de la propulsión a vapor, y, en consecuencia, su moder­na marina mercante no alcanzó una posición destacable en el contexto mundial, tanto en términos de volu­

men de tráfico como de competitivi-dad, siendo al cabo uno de los secto­res más subsidiados por el erario pú­blico, pero también uno de los más dinámicos del crecimiento económi­co español anterior a la guerra civil.

En los últimos años se están po­niendo de manifiesto algunas de estas consideraciones en trabajos cuyo objeto es preferentemente la marina mercante del norte de España, en particular la vasca, pero faltan toda­vía monografías que analicen las grandes empresas del sector desde un enfoque de historia económica y no meramente de historia marítima. No deja de tener su interés el conoci­miento de los buques y de sus carac­terísticas técnicas, de las incidencias acaecidas en sus derroteros, de las habilidades de sus capitanes y tripula­ciones, de las rutas regulares o excep­cionales por las que navegaron o de cuantas facetas tengan que ver con la actividad marítima propiamente di­cha. Pero resulta cada vez más nece-

U7

RECENSIONES

sario estudiar estas empresas en tanto que agentes que contribuyeron al crecimiento económico proporcio­nando un servicio: el transporte de mercancías o de pasajeros por mar. Y asi conocer la naturaleza y volumen de su actividad, los costes de la mis­ma, asi como los precios de los servi­cios, la clase y características de los tráficos realizados, las condiciones de competencia en los mercados donde participaron las empresas del sector, la renovación tecnológica de las flo­tas y la mejora de su productividad, las formas de gestión de las com­pañías y las vías utilizadas para la financiación de su actividad, etc. N o se trata, por tanto, de arrinconar a la historia marítima, sino sólo de intro­ducir en ella el análisis propio de la historia económica con objeto de co­nocer la dinámica del sector y de sus empresas en el contexto del creci­miento económico de los dos últimos siglos.

Creo que el autor del libro que estoy comentando ha percibido esta necesidad, lo que se manifiesta en un interés por proporcionar informacio­nes de carácter económico sobre la empresa del marqués de Comillas que permitan al lector formarse una idea amplia de la importancia de su activi­dad en cada coyuntura, pero La Com­

pañía Trasatlántica en las Campañas de

Ultramar es todavía un libro de histo­ria marítima en el sentido en el que lo es la mayor parte de la producción bibliográfica de uno de los más gran­

des publicistas del sector en las tres últimas décadas: el cántabro Rafael González Echegaray, a quien está de­dicado el libro. Quien haya leído su obra tal vez más representativa, í^a

marina cántabra, especialmente el tomo tercero —Desde el vapor—, con­vendrá conmigo en que este marino mercante, especialista en derecho ma­rítimo, presidente de Diputación, go­bernador civil, académico de la His­toria, fundador del Museo Marítimo del Cantábrico y muchos otros títu­los más, creó una escuela de historia marítima, uno de cuyos discípulos es Carlos Llorca. Por otra parte, el libro es un encargo expreso del Instituto de Historia y Cultura Naval adscrito al Ministerio de Defensa, y está edita­do por él. Esta circunstancia disipa cualquier duda sobre el objetivo per­seguido con su edición, que no es otro que el de dar a conocer los servicios prestados por la Trasatlánti­ca a la Armada española en su dilata­da historia de más de ciento cuarenta años. Así lo afirma el almirante direc­tor del citado Instituto, Fernando de Bordejé, en su «Presentación» (p. 5) y lo expresa con cierta claridad el pro­pio título del libro.

La columna vertebral, pues, de esta monografía la constituyen las relaciones entre la naviera de Anto­nio López y el Estado, vertebradas por el contrato de comunicaciones marítimas entre la Península y las colonias del Atlántico (Antillas), del Pacífico (Filipinas) o de la costa occi-

US

RECENSIONES

dental de África, suscrito por prime­ra vez en 1861 y renovado periódica­mente —después de las correspon­dientes subastas— hasta fechas re­cientes, en que la Trasatlántica pasa al INI de manera indirecta en 1978 a través de la participación que tiene en su capital la Empresa Nacional Elcano, y de manera directa a partir de 1981. Además de dar cumplida cuenta de los avatares de las distintas subastas, asi como de sus condiciones mercantiles y económicas, el autor destaca los servicios prestados a la Armada nacional por esta empresa de navegación en las campañas militares llevadas a cabo en las colonias, sobre­saliendo en la que supuso la culmina­ción de todas ellas: la guerra contra los Estados Unidos en 1898 y la pér­dida de Cuba y Filipinas, que coinci­de también con el momento de máxi­ma expansión y poderío de la empre­sa de Antonio López. A partir de entonces, debido a que esta faceta —llamémosle excepcional — de las relaciones entre la Trasatlántica y el Estado pierde protagonismo hasta casi desaparecer, y debido también a que se restringe la actividad comer­cial regular incluida en dicho contra­to, la monografía y la crónica históri­ca que le sirve de soporte pierden intensidad y contenido, hasta el pun­to de que el período que va de 1900 hasta nuestros días se estudia en, poco más o menos, el último tercio de las páginas del libro. De esta ma­nera quedan sólo apuntadas cuestio­

nes fundamentales para conocer el desenvolvimiento de esta empresa en el siglo XX, tales como el nuevo marco del contrato de comunicacio­nes marítimas definido por la ley de 1909 o el de naturaleza más interven­cionista suscrito durante la Dictadu­ra, la actividad de la empresa durante la Primera Guerra Mundial y la for­ma como abordó el ajuste en la crisis posbélica, las dificultades y conflictos habidos con las autoridades de la Segunda República o la reconversión de su actividad hacia una sustitución creciente del tráfico de pasajeros por el de mercancías durante los años cincuenta y sesenta, etc.

Por otra parte, tratándose de un trabajo de estas características, en el que la relación con el Estado la man­tuvo una empresa cuyo fundador fue la cabeza visible de uno de los princi­pales grupos empresariales españoles, bien podría haberse acometido el es­tudio de los beneficios que en cada coyuntura les reportó a las empresas del grupo esta relación privilegiada que Antonio López supo cultivar con habilidad, si bien es cierto que algunas referencias pueden encon­trarse en distintos capítulos del texto. Del mismo modo, y aunque sabemos que éste no es el objeto del libro, hubiese sido de gran interés abordar el estudio del proceso de creación y desarollo de este grupo empresarial, paralelamente al análisis de la evolu­ción de la Compañía Trasatlántica, aunque en la primera parte sobre

149

RECENSIONES

todo se alude a la constitución de empresas directamente relacionadas con los intereses del marqués de Co­millas. Así, la aparición del Banco Hispano-Colonial y la concesión al Gobierno en 1876 de un préstamo de 25 millones de pesos fuertes para paliar sus dificultades financieras en el conflicto cubano; el desestanco de la producción de tabaco en Filipinas

.en 1881 y la creación ese mismo año de la Compañía Mercantil Hispano-Africana en 1886 y de la Compañía Colonial de África en 1925 para la explotación comercial de la costa oc­cidental africana; la fundación de la Sociedad Hullera Española en 1892 para contribuir al suministro de car­bón a sus vapores, o la integración en 1914 del astillero de Matagorda (Cádiz) en el activo de la Sociedad Española de Construcción Naval, fundada al calor de la Ley de la Escuadra de 1907. Con todo, el libro comienza con un breve capitulo bio­gráfico sobre los primeros pasos de la actividad empresarial de Antonio López, orientado naturalmente a dar luz sobre los orígenes de la Trasa­tlántica, que se completa con otro

dedicado a mostrar la rivalidad del empresario cántabro con el marqués de Campo durante los años sesenta, setenta y ochenta del siglo pasado en el ámbito del transporte marítimo y terrestre.

En síntesis, el libro de Carlos Llor-ca da cuenta de los grandes benefi­cios, especialmente en el terreno del auxilio a la Armada nacional, que proporcionó la Compañía Trasatlán­tica al Estado sobre todo hasta 1898. Sin embargo, es menos explícito al informarnos de las ventajas o desven­tajas que esta empresa obtuvo de su prolongada actividad en un tráfico privilegiado, garantizado por el Esta­do. Abordar este aspecto de manera sistemática y con un enfoque esen­cialmente de historia económica, siempre que lo permitan los fondos documentales disponibles, puede ser el camino para que futuras investi­gaciones cubran la laguna que hay en la historia empresarial españo­la respecto a esta impor tante com­pañía.

Eugenio TORRES VIIJ.ANUEVA Universidad Complutense

Stephan H A G G A R D : Pathways from the Periphery. The Politics of Growth in the Newlj Industriali^ing Countries, Ithaca, N . Y., Cornell University Press, 1900, xi + 276 páginas.

Uno de los aspectos principales de la evolución de la economía mundial en los últimos cincuenta años ha sido

la extrema falta de uniformidad inter­nacional del crecimiento industrial en el Tercer Mundo. Sólo un pequeño

150

RECENSIONES

grupo de países, los NICs o nuevos países industriales (NPIs), es decir, Corea del Sur, Taiwan, Hong Kong, Singapur, Brasil y México, han con­seguido descolgarse del pelotón de los países subdesarrollados, hasta el punto de que algunos de ellos están a punto de engrosar las filas del mun­do desarrollado.

Los NPIs han suscitado un cre­ciente interés entre historiadores de la economía y especialistas en desa­rrollo económico. El espléndido li­bro de Stephan Haggard, doctor por Berkeley y profesor en Harvard, es una magnífica contribución al análi­sis de esos países. Haggard ya nos había dado muestras de la calidad de sus investigaciones en artículos ante­riores, publicados en prestigiosas re­vistas estadounidenses o en obras co­lectivas, entre los que figura un exce­lente trabajo sobre Corea del Sur y Taiwan incluido en H. Hughes (ed.), Acbieving Industriali'^^ation in Easí Asia

(Cambridge, Cambridge University Press, 1988), pp. 260-282.

Precursor directo de Pathways... es un magnífico artículo de Haggard publicado en 1986 («The Newly In-dustrializing Countries in the Inter­national System», World Politks, vol. 38, n. 2, enero de 1986, pp. 343-370), sorprendente y afortunadamente tra­ducido al castellano en el Boletín Eco­

nómico de Información Comercial Es­

pañola, n. 2.044, 14-20 de julio de 1986, pp. 2423-2433.

En esta su primera opera magna, el

autor nos ofrece una aportación no­vedosa sobre un tema de gran calado: el análisis comparado de las pautas de industrialización y de desarrollo en los NPIs asiáticos y latinoamerica­nos. Sorprende la escasez de estudios transversales sobre los NPIs, dado el enorme interés de ese estudio compa­rado. Como señala el autor (p. 28), tal análisis permite contrastar eficaz­mente con la realidad concreta las interpretaciones disponibles, desarro­llar explicaciones más convincentes de los fenómenos estudiados e inclu­so inferir generalizaciones a partir de los casos investigados. Aún más esca­sos son los estudios que desarrollan ese análisis con un enfoque de econo­mía política, puesto que las teorías dominantes consideran que las insti­tuciones políticas internas son una variable exógena del desarrollo eco­nómico (concepción neoclásica) o contemplan únicamente los factores externos del mismo, cuya indudable influencia no debe elevarse a la cate­goría de factor monocausal, como tienden a hacer el enfoque de la de­pendencia y la teoría del sistema mundial. Nos hallamos, por tanto, ante un estudio novedoso, que con­tribuye a cubrir un hueco en la litera­tura económica sobre los NPIs.

La obra se divide en tres partes: la primera es teórica, ya que los NPIs se encuentran en el epicentro de impor­tantes controversias entre partidarios de distintos enfoques. La segunda parte es histórica y presenta una su-

151

RECENSIONES

gerente descripción de la industriali­zación en los cuatro países asiáticos y en los dos latinoamericanos. La ter­cera parte aborda algunos temas im­portantes, como la inversión ex­tranjera directa, la distribución de la renta y la democratización en los NPIs.

En la primera parte del libro el autor señala que los NPIs suponen un desafío para las teorías convencio­nales, es decir, la visión neoclásica y el enfoque de la dependencia. En el primer caso, porque los NPIs , inclu­so en el caso asiático, no han basado su industrialización en una apertura indiscriminada al comercio interna­cional ni en una reducción al mínimo del papel del Estado; en el segundo caso, por tratarse de economías que no son en absoluto simples subpro­ductos de las empresas multinaciona­les y en las que no se ha producido un «desarrollo del subdesarrollo» (Frank) ni un «desarrollo dependien­te» (Cardoso), sino un desarrollo ge­nuino, al menos en los casos de Co­rea del Sur y Taiwan, cuya renta per

capita supera ya las de Portugal o Grecia y que están a punto de ingre­sar en la O C D E . Además, el autor presenta un marco teórico de las dis­tintas estrategias de industrialización. Para Haggard, cabe distinguir tres secuencias: la primera es la seguida por los países latinoamericanos, que partiendo de un modelo primario ex­portador, se adentraron, desde los años treinta del presente siglo, en la

industrialización por sustitución de importaciones (ISl), en sus distintas fases; la segunda es la de Corea del Sur y Taiwan, que, tras haber transi­tado por la exportación de productos primarios y por la ISI primaria (de bienes de consumo no duraderos), imprimieron un giro en dirección de un crecimiento dirigido por las ex­portaciones (export-led growth), tam­bién en varias fases; la tercera es la de Hong Kong y Singapur, que, des­pués de haber desempeñado labores de intermediación comercial (entre-

pót), prosiguieron la misma estrate­gia que Corea y Taiwan.

Para Haggard, las razones que ex­plican la divergencia en la secuencia industrializadora entre Corea y Tai­wan, por un lado, y Brasil y México, por el otro, tienen que ver con la realización de una reforma agraria de amplio alcance en los países asiáticos, que tuvo un efecto positivo sobre la distribución de la renta y eliminó una fuente potencial de oposición al cre­cimiento industrial, esto es, la clase terrateniente. Otros rasgos importan­tes del Este de Asia, y que explican, a juicio del autor, esa divergencia son la debilidad del movimiento obrero, que contrasta con el populismo lati­noamericano, el menor peso relativo de las inversiones directas extranjeras y la existencia de un Estado relativa­mente autónomo y administrativa­mente capaz.

La segunda parte es quizá la más interesante para los historiadores de

152

RECENSIONES

la economía. Sus cinco capítulos tra­tan sucesivamente de Corea del Sur, Taiwan, Hong Kong/Singapur, la si­tuación de los NPIs asiáticos en los años setenta y ochenta y la evolución del Brasil y de México.

La tercera parte aborda las conse­cuencias de las distintas pautas de industrialización sobre aspectos tan importante como la dependencia res­pecto de la inversión extranjera di­recta, la distribución de la renta o la democratización. El autor pone de manifiesto que los esfuerzos de Amé­rica Latina por alcanzar una mayor autonomía han desembocado para­dójicamente en un alto grado de de­pendencia respecto del capital ex­tranjero, todo lo contrario de lo acontecido en el Este de Asia. Señala también que la distribución de la ren­ta es sensiblemente más igualitaria en el Este de Asia que en América Lati­na: baste poner como ejemplo que, a mediados de los años ochenta, el co­ciente entre la participación en la renta nacional del 20 por 100 más acomodado de la población y la del 20 por 100 más pobre era de 26 en el Brasil y de sólo 5 en Taiwan. En otro orden de cosas, Haggard pone de manifiesto que las dificultades para democratizar el régimen político en el Este de Asia han sido bastante mayores que en México o Brasil, por motivos, entre otros, que tienen que ver con la ausencia de tradición de­mocrática, la debilidad de los movi­mientos opositores y el propio éxito

económico, que legitimó parcialmen­te el autoritarismo practicado en aquellos países.

Pueden hacerse algunos comenta­rios críticos a ciertos aspectos parcia­les del libro. En primer lugar, la tipología de las estrategias de indus­trialización no parece muy acertada, ya que el modelo asiático no ha esta­do basado sólo en un crecimiento dirigido por las exportaciones, sino que ha combinado la industrializa­ción exportadora con la ISI, del mis­mo modo que el modelo latinoameri­cano no ha dependido sólo de la sustitución de importaciones, sino de una combinación de ambas estrate­gias. Ejemplos de ello son la crecien­te orientación exportadora del Brasil desde 1967 o la industria maquiladora

de la zona fronteriza del norte de México. Parece mucho más fecunda la tipología que, elaborada por, entre otros, Gary Gereffi, de la Universi­dad de Duke (Carolina del Norte), tiene en cuenta esos fenómenos. Esa tipología puede encontrarse en los artículos de Gereffi incluidos en otro excelente trabajo de análisis compara­do: G. Gereffi y D. L. Wyman (eds.), Manufacturing Miracles. Paths of Indus-

triali^ation in l^atin America and líast

Asia (Princeton, N, J., Princeton University Press, 1990). En segundo lugar, es más que discutible que Sin-gapur no haya atravesado una fase de ISI: casi todas las monografías sobre ese país sugieren que así lo hizo entre 1959 y 1965, y especialmente durante

153

RECENSIONES

el breve período (1963-65) de su in­corporación a la Federación Malaya. En tercer lugar, la elección del térmi­no «crecimiento dirigido por las ex­portaciones» es desafortunada y hu­biese sido mejor emplear el de «in­dustrialización orientada a la exporta­ción». En Corea y Taiwan la expan­sión de las exportaciones se debió a factores no sólo de demanda, sino también de oferta, entre otros, los incentivos a las ventas al exterior y el propio crecimiento de la economía. Además, ese término pasa por alto la importancia explicativa de la deman­da interna cuando, en realidad, la contr ibución del crecimiento del mercado interno a la expansión de la industria manufacturera parece haber sido muy importante en Corea y Tai­wan durante la mayor parte de su historia económica reciente. Por últi­mo, se echa de menos, en el apartado dedicado a las consecuencias de las reformas agrarias asiáticas, algún co­mentario sobre el flujo intersectorial de recursos financieros entre la agri­cultura y la industria y, sobre todo, una referencia al importante fenóme­

no de la industrialización rural, que contrasta precisamente con la con­centración geográfica de la industria latinoamericana, y que representó, al contener los salarios industriales, una importante fuente de competitividad internacional de las exportaciones de manufacturas.

Esas pequeñas observaciones no empañan en lo más mínimo la enor­me calidad del libro, cuya lectura es imprescindible para quienes deseen adentrarse en el apasionante mundo de las pautas comparadas de indus­trialización en el Tercer Mundo y muy recomendable para los historia­dores económicos que deseen simple­mente conocer los factores que se esconden tras los éxitos de los cuatro «pequeños dragones» asiáticos, así como los rasgos de la evolución, menos impresionante , pero notable , de países como el Brasil y México. Es de desear una pronta t raducción al castellano de tan excelente tra­bajo.

Pablo BUSTELO

Universidad Complutense

Joám C A R M O N A B A D Í A m atraso industrial de Galicia. Augej liquidación de las manufacturas textiles (1750-1900), Barcelona, Ariel, l. » ed., X-1-1990. 252 pp. (incluye bibliografía).

Este libro ofrece más de lo que anuncia su título, porque, al describir con detalle la atomización de la ma­nufactura rural doméstica de lienzos y la de su comercialización, profundi­

za en la explicación de la sociedad gallega de la época. Atomización que, por lo demás, responde a las características de esa sociedad: bajísi-mo índice de urbanización, unas rela-

154

RECENSIONES

dones sociales arcaizantes en el cam­po y una agricultura más de subsis­tencia que comercial. País de duras condiciones morfológicas; de explo­taciones mínimas y superparceladas en piezas no siempre contiguas; don­de la revolución liberal mantiene in­cólume el sistema de foros que, a su vez, frena un posible capitalismo agrario; donde los límites al creci­miento de la producción agrícola y de la población se alcanzan hacia 1830-1840.

Es en esos años cuando la compe­tencia de la industria textil algodone­ra —inglesa de contrabando, al prin­cipio, y, definitivamente, la catala­na— hará entrar en decadencia acele­rada a la manufactura tradicional del lienzo, la que más contribuía a com­plementar los escasos recursos del campesino gallego.

La hipótesis que presenta el libro es la del inicio de una crisis general en Galicia en torno a 1830-1840, pre­cisamente cuando se empieza a for­mar nuestro mercado nacional. Es lo que el autor califica de «primer fraca­so de su desarrollo capitalista» para la región.

Tras un capítulo dedicado a la evolución demográfica y agrícola, el resto de la obra se centra en la indus­tria rural, sobre todo, en la predomi­nante del lienzo.

A mediados del siglo XVIII la ma­teria prima autóctona se complemen­taba con el lino traído de Castilla y León por arrieros —maragatos, en

buena parte—, buhoneros y campesi­nos de regreso de las siegas castella­nas. Desde la década de 1770 se em­pezará a importar también linos ru­sos y holandeses. La compra-venta de la materia prima tenía lugar fun­damental, pero no únicamente, en las ferias y mercados. También se co­mercializaba entre los mismos veci­nos de las zonas productoras, y había «tratantes de lino» que lo compraban y vendían a domicilio. Los escasos mayoristas existentes serán los que van a quedar ligados a la importación del mencionado «lino del Norte».

El hilado, el blanqueo y el tejido se realizaban en el ámbito doméstico; incluso la tejeduría no solía ser más que una actividad complementaria de la agricultura o de la pesca. El lienzo —siempre basto— no destinado al consumo familiar era comercializado a través de las formas más variadas. Buena parte encontraba salida en las ferias y mercados. Pero había «tratan­tes de lienzos» que compraban allí, o bien a domicilio; la de tratante era una actividad también con frecuencia complementaria de la agricultura, la arriería, el tejido o la taberna. Otros compradores de Uenzos eran media­nos y pequeños comerciantes con tienda de artículos diversos en Vigo y demás villas gallegas. Algunos de los de Santiago eran, a la vez, «cam­bistas de letras», administradores de rentas señoriales o mayordomos de instituciones eclesiásticas.

Parte no despreciable del lienzo así

155

RECENSIONES

comprado era enviado al interior de la península con arrieros o con los emigrantes temporales, los segado­res. Pero los verdaderos mayoristas eran los comerciantes de Madrid y de otras ciudades o villas castellanas que los vendían allí; tenían agentes en Galicia, o bien enviaban factores o acudían ellos mismos a comprar los lienzos.

La producción salida de este mun­do fundamentalmente rural, com­plejo y falto de especialización, se destinaba principalmente al mercado, en buena parte a mercados extrarre-gionales. La expansión de la deman­da en los mercados del interior pe­ninsular dará lugar a la del lienzo gallego en el último cuarto del siglo XVIII. Será posible gracias a un au­mento considerable de la importa­ción de linos extranjeros por los puertos de Ribadeo, Gijón y Carril, y especialmente gracias a un sistema de ventas a crédito en cadena: los mayo­ristas importadores fiaban a los mi­noristas, quienes, a su vez, fiaban a los productores. Así es como, no teniendo que pagar por adelantado la materia prima, pudieron incorporar­se a esta actividad los sectores más pobres de la sociedad rural.

Ahora bien, el límite a la amplia­ción de mercados —sobre todo, el colonial— venía dado por el mante­nimiento de técnicas rudimentarias. El blanqueo era una de las principa­les. La elaboración de lienzos algo más finos —capaces de competir con

los de Westfalia, por ejemplo— re­quería blanquear el tejido en lugar del hilado, y ello precisaba, a su vez, de una mínima inversión de capital. A falta de éste, las familias campesi­nas siguieron blanqueando el hilo en las ollas domésticas y produciendo lienzos bastos. Tampoco se logró sustituir la rueca por el torno, que aumentaba considerablemente la pro­ductividad. Ni hubo quien regulara la producción para uniformarla en cuanto a calidad y medidas.

En Galicia no hubo, efectivamen­te, un "Verlagssystem (putting out sys-

tem) con la figura del comerciante distribuyendo la materia prima, im­poniendo un cierto grado de coordi­nación, centralizando la etapa final del blanqueo y distribuyendo des­pués el producto. Con un sistema de comercialización «trapezoidal» como el descrito, la manufactura del lienzo se mantuvo dentro de los grados de independencia del Kaufssystem, y éste, que respondía a la estructura social y agraria gallega, cerraba las vías hacia el sistema fabril. Hubo iniciativas e intentos de superación, el más impor­tante, entre los del siglo XVIII, patro­cinado por el Consejo de Castilla a través de Campomanes.

En pleno siglo XIX hubo algunos experimentos fabriles en Galicia, ya fuera en el campo del algodón o en el del lino. Y, al amparo del arancel de 1841, un grupo de comisionados de Padrón se decidirá a montar un ver­dadero Verlagssjstem: se basaba en la

156

RECENSIONES

importación de hilados de lino de Escocia, baratos como producto de la mecanización que se había ido in­troduciendo finalmente en Europa para la fibra del lino. Arruinaron con ello la extendida hilatura gallega, ne­cesaria para complementar los ingre­sos de tantas familias campesinas; pero mantuvieron hasta el siglo XX, con unos costes relativamente com­petitivos, una fracción del tejido en la comarca de Padrón.

Irlanda del Norte y otras regiones centroeuropeas, tradicionales pro­ductoras de lienzos, lograron pasar de la manufactura rural doméstica a la industria textil. Unas se mantuvie­ron dentro de la producción lencera; otras sustituyeron el lino por el algo­dón, pero todas ellas partían de un sistema previo montado en torno a grupos comerciales que centralizaban el blanqueo y acabado del lienzo. Eran grupos que difícilmente podían surgir de la sociedad gallega.

E n definitiva, una obra, la de Joám Carmona, que aporta un caso

más al debate de los historiadores sobre la manufactura rural doméstica en Europa y sobre el modelo pro-toindustrial de Mendels —resumen de ese debate en el primer capítulo del libro—. Pero una obra que, en cualquier caso, constituye una impor­tante aportación a la historia econó­mica y social de Galicia.

La investigación se basa en un am­plio recorrido por los archivos galle­gos, por otros nacionales y alguno extranjero, con el apoyo de una ex­tensa bibliografía.

Puestos a buscar defectos al libro, se le puede encontrar demasiado pre­mioso a veces. El autor reconoce en la Introducción que, «en su enjundia, delata su origen doctoral». Pero el defecto trae el contrapeso de una virtud: se acaba de leer con la impre­sión de no haber quedado un solo cabo suelto en la explicación de ese retraso industrializador de Galicia.

Concepción DE CASTRO

Universidad Complutense

Francisco COMÍN COMÍN: Hacienda j Economía en la España contemporánea (1800-1936). 2 volúmenes. Instituto de Estudios Fiscales, Madrid, 1988, 1.272 pp.

El libro que paso a comentar fue galardonado con el Premio Nacional de Historia en la edición de 1990. Fue la primera vez que un libro de Historia Económica recibió tal pre­mio. Además Francisco Comín forma

parte de la minoría de historiadores económicos que son economistas de formación y que sus investigaciones consisten en aplicar la teoría econó­mica al análisis del pasado de las sociedades humanas.

157

RECENSIONES

El presente libro responde a un trabajo fundamental de análisis cuan­titativo que estudia las variables del sector público español desde 1800 hasta 1935, que fue publicado ante­riormente por el Instituto de Estu­dios Fiscales en un estudio más lar­go, desde el punto de vista estadísti­co, que llega hasta 1980.

El objetivo de la obra rebasa el estrictamente hacendístico y plantea el marco político institucional para cada etapa histórica, atendiendo a la incidencia de la ideología política en la política económico financiera de los gobiernos, como el del absolutis­mo en el reinado de Fernando VII, la influencia de un liberalismo modera­do a finales de la primera mitad del siglo y del liberalismo durante la dé­cada de 1860.

En el plano histórico-político se analiza la situación española poste­rior a las desamortizaciones territo­riales sobre el cuadro de una socie­dad caciquil. La interpretación del sistema político de la restauración monárquica lleva al profesor Comín a entender que no existían diferencias en los programas presupuestarios y de reforma hacendística de los gober­nantes liberales frente a los conserva­dores. N o se advierte que el cambio político que fue la Segunda Repúbli­ca española supusiera una transfor­mación estructural en el sistema im­positivo español a pesar de la implan­tación del impuesto personal sobre la renta en diciembre de 1932. En defi­

nitiva, podemos concluir que, según la obra que comentamos, los cambios políticos en España no tuvieron con­secuencias tributarias significativas.

El análisis económico del siglo XIX hasta la guerra civil tiene más entidad que el estudio político, como es lógico que asi sea por el enfoque del libro; de manera que se ofrece un estado de las investigaciones econó­micas bastante completo. Con todo, las valoraciones del sector agrario, de la actividad industrial española y del comercio, especialmente del comer­cio exterior, vienen agudamente tra­tados al filo de la necesidad que tiene la obra de conocer las bases tributa­rias sobre las que se fundaron las sucesivas reformas fiscales modernas a partir de la reforma llamada defini­tiva, por el establecimiento de los impuestos directos por Alejandro Mon en 1845.

La obra refleja los importantes avances de las investigaciones histó-rico-económicas realizadas en Es­paña. Se percibe el alcance de la es­tructuración de un mercado interno, la importancia del comercio exterior en la economía española, las transfor­maciones agrarias y la influencia del capital extranjero en la limitada in­dustrialización de este país; pero se advierte como durante la década de 1920 la economía española se aferró a una política nacionalista y a consoli­dar un sistema proteccionista que ya se había sancionado con el arancel de 1906. Si bien España alcanzó un ni-

158

RECENSIONES

vel de industrialización análogo al de otros países de la periferia europea, no experimentó un despegue indus­trial; y la explicación de ello plantea un interrogante histórico económico que no afronta Francisco Comín. Es cierto que durante los años anteriores a la guerra civil, España sufrió, aun­que parcialmente, las consecuencias de la depresión mundial, pero aun­que se manejan con precisión las vi­siones existentes de la economía re­publicana, se opta por una postura ecléctica sobre el particular.

Finalmente quiero resaltar la apor­tación del libro en lo referente a la historia hacendística de España. Se especifica la influencia que tuvieron en la reforma de 1845 anteriores in­tentos reformistas y la gestión tribu­taria de López Ballesteros sobre par­ticulares figuras fiscales, así como las repercusiones de la desamortización eclesiástica para la viabilidad de la reforma. Se muestra que después de la reforma de Mon no aumentaron los ingresos públicos; se descubre que los ministros de hacienda más liberales claudicaron ante la eficacia fiscal de los monopolios fiscales, como la renta de tabacos, que fueron principales fuentes de ingresos públi­cos hasta finales del siglo XIX. Asi­

mismo, se pone de manifiesto la im­portancia de la renta de aduanas en el conjunto del sistema tributario. Se desprende de las investigaciones em­píricas del autor, que las figuras de imposición directa dieron resultados fiscales limitados a tenor de los cam­bios también limitados en la activi­dad industrial y en las rentas labora­les. Las innovaciones de técnica tri­butaria de Raimundo Fernández Vi-Uaverde y de Santiago Alba son reco­nocidos; pero los esfuerzos de políti­ca presupuestaria y de reforma fiscal de los ministros republicanos, a mi juicio quedan neutralizados en este libro por la exigüidad en la mejora de los resultados hacendísticos. En cual­quier caso queda probado que la re­forma tributaria moderna en España no era viable en un sentido progre­sista por los condicionantes de es­tructura político-social y de carácter económico.

La gran enseñanza del libro es que la historia de un sistema tributario está profundamente arraigada en la historia económica del país y espe­cialmente en el sistema político vi­gente.

Juan H E R N Á N D E Z A N D R E U

Universidad Complutense

159

RECENSIONES

Anthony DE JASAY: Social Contract, Free Ride, Oxford, Clarendon Press, 1990, 256 páginas (bibliografía e índice de nombres y materias).

El economista húngaro Anthony de Jasay aborda en este libro la teoría de los bienes públicos. Resulta de interés para los historiadores del pa­pel del Estado en la economía, desde las finanzas públicas hasta los grupos de presión.

La necesidad de provisión de bie­nes públicos — el primero es el orden social— está en el origen de la no­ción de Estado como resultado de un contrato. Ahora bien, la idea de que la sociedad de alguna manera firma un contrato para crear el Estado tie­ne consecuencias enormemente dife­rentes si ese contrato es o no revoca­ble. Desde santo Tomás de Aquino la noción de que si es revocable sos­tiene el derecho a la rebelión o la creencia en que las pretensiones del señor no son ilimitadas —una gran ventaja de la llamada ley natural, que era un freno ante los caprichos del soberano, al ser anterior a su volun­tad—. En cambio, la idea del contra­to social irrevocable, que expresa la voluntad general de la sociedad y frente al cual, evidentemente, es ab­surdo resistirse, conduce a un camino diametralmente opuesto, al justificar y legitimar el derecho del soberano a ser obedecido.

En el contrato tomista la sociedad conserva sus armas; en el hobbesiano se desarma. «En el primero —dice Jasay— la resistencia frente al prínci­

pe que transgrede la ley natural adopta la forma del recurso o la ame­naza del recurso a la fuerza. En el segundo, la resistencia es innecesaria, pero si fuera necesaria, sería imposi­ble.»

La teoría de los bienes públicos es hobbesiana. Pero Hobbes insistió en que era imposible conseguir, median­te acuerdos voluntarios, un bien pú­blico, el orden. El pensamiento pos­terior extendió esta noción a todo bien del cual las personas pueden beneficiarse sin tener que pagarlo. El problema es que esos bienes son con­tradictorios, porque a cada persona lo que le conviene es disfrutarlos, pero que los pague otro. Así, el bien público sería un caso del «dilema del prisionero», que representa una situa­ción donde la persecución racional del propio interés —la gran llave para el progreso, según los libera­les— conduce al fracaso. Está claro que un movimiento de obligatorie­dad de la gente a pagar acercaría a la situación a un ópt imo, al que jamás conduciría la libre elección. Al con­trario, con libre elección simplemen­te no habría bienes públicos.

Jasay procura demostrar que esta idea es falsa: se puede concebir el establecimiento de bienes públicos mediante acuerdos voluntarios, la cooperación social no exige inevita­blemente la coerción. Puede haber

160

RECENSIONES

instituciones sociales que maximicen el ámbito de las personas.

N o obstante, la democracia, al ex­tenderse y significar no simplemente una forma de cambiar los gobernan­tes, sino de tomar las decisiones so­ciales, aumenta el campo de los bie­nes públicos, y arrebata a los indivi­duos las decisiones de asignación de los recursos.

Al revés de lo que la teoría tradi­cional de los bienes públicos sostie­ne, Jasay afirma que esos bienes nada tienen que ver con condiciones físi­cas o técnicas, como la indivisibili­dad. En realidad, concluye Jasay, quien decide cuándo un bien en par­ticular pasa a ser público es... el pú­blico.

El punto de partida es la noción de que la coordinación social estalla sin la presencia de un soberano. La teo­ría del Estado se basa en una presun­ción de que el Estado es algo conve­niente o necesario, pero los autores han tendido a pasar por alto el análi­sis de las alternativas frente al poder público.

Lo que importa es encontrar las razones para someterse a un gobier­no (aparte de que éste compulsiva­mente lo obligue). Hay que deducir de la elección racional que, a partir de una situación precontractual hipo­tética, la gente habría elegido una alternativa u otra en función de su superioridad. Después de todo, si los contratos privados se cumplen y se arriba a una situación aceptable para

todos, ¿para qué arbitrar un contrato social?

Para ello es menester abordar toda una serie de problemas de coordina­ción, desde el primero del «estado de naturaleza» hasta el último, el más interesante y complejo, el de los bie­nes públicos, esos bienes de los que todos disfrutan, pero no todos pa­gan.

La situación se presta a comporta­mientos estratégicos, entre ios que destacan los «viajeros sin billete», los gorrones o free riders, que disfrutan de los bienes públicos sin pagarlos. Jasay estudia la cuestión mediante ejercicios de teoría de juegos y algu­nos diagramas muy atractivos, como la «autopista ética» del Capítulo 8.

Así como en su primer libro, The

State, Jasay explica el origen del Es­tado desde el punto de vista del Esta­do mismo —no tomándolo como una simple emanación de la socie­dad—, en Social Contract, Free Ride, el problema es abordado desde una perspectiva diferente. Se trata de ex­plicar el origen de los bienes públi­cos, de cómo se empieza en un esta­do de naturaleza donde todos los bienes son privados y se termina en una situación de gran cantidad de bienes públicos.

Pero si hay muchos bienes públi­cos, habrá que pagarlos. De ahí la persecución en contra de los free ri­

ders. La clave de la cuestión estriba en que éstos son forzados a pagar, sea que deseen consumir el bien pú-

161

RF.CENSIC3NES

blico o no, con el argumento (más bien endeble) de que como no han rehusado al bien ello da a los demás el derecho a obligarles a contribuir.

Si las contribuciones fueran volun­tarias, la cosa no seria tan grave. Pero si son forzosas, entonces hay abrumadores estímulos para que to­dos acaben contribuyendo. Los que pagan impuestos tienen razones para creer que un defraudador menos re­sulta, en el peor de los casos, algo neutral para ellos, y que bien puede beneficiarlos. Así, la pérdida de po­der individual, privilegios e inmuni­dades frente al Estado, ha sido posi­ble gracias a las alianzas establecidas entre los gobernantes y los grupos que iban perdiendo poderes indivi­duales.

Hay una relación con el problema del tamaño del Estado, puesto que una situación con muchos bienes pú­blicos es también una de mayor con­centración de poder en el Estado, un poder que antes estaba disperso. Aquí hay otro interesado —si es que es algo más que un mero reflejo de la sociedad— en ampliar el campo de los bienes públicos. Si la democracia conduce a las preferencias sociales sobre todos los bienes públicos, la triple alternativa de (1) no más bienes públicos, (2) aumento de los bienes públicos financiados con impuestos, y (3) ídem anterior, pero con deuda pública, se resolverá siempre hacia (3), lo que explicaría la recurrencia de los déficit presupuestarios.

La lógica de los bienes públicos lleva a su crecimiento. Así, la crítica habitual que reciben los políticos por ampliar el papel económico del Esta­do en última instancia está fuera de lugar, precisamente porque es esa ampliación lo que la mayoría de los votantes desea. La consecuencia in­mediata es inquietante: unos gober­nantes que redujeran el papel del Es­tado y se las ingeniaran para perma­necer en el poder serían unos dicta­dores.

Así, la crítica antiestatista de los liberales en realidad condena el sim­ple hecho de que los representantes del pueblo se comporten como deben hacerlo, procurando mantenerse en el poder, lo que exige que aproximen lo más que puedan la elección colectiva que efectivamente tiene lugar y la que tendría lugar en una situación ideal de suma perfecta de las prefe­rencias sociales.

Se podría argumentar la necesidad de interpolar reglas exógenas al mar­co institucional. Tal la idea de ence­rrar a las finanzas públicas en lími­tes constitucionales, prohibiendo el déficit, o limitando el gasto público o la presión fiscal a un porcentaje del P. L B. Jasay teme, empero, que esas limitaciones sean difíciles de llevar a la práctica.

El dato objetivo de que durante los últimos cien años todos los países han visto incrementar la participa­ción del Estado en sus economías —sea que lo desearan sus gobernan-

162

RECENSIONES

tes O n o — resulta iluminado en este

libro. Esperablemente, resulta menos

claro otro proceso, visible en la ac­

tualidad, que es el freno al crecimien­

to de esa participación. Cabría conje­

turar que el estímulo a viajar sin

billete encuentra una frontera a medi­

da que los gorrones se apiñan en los

vagones y la calidad del viaje dismi­

nuye apreciablemente.

Si Jasay es pesimista, es, recuérde­

se, porque las cosas son como son,

no porque deben inevitablemente ser

como son. Al contrario, y aquí se

abre un amplio campo para econo­mistas e historiadores, ha habido ra­zones ad hoc que han perfilado una economía moderna y un Estado de­mocrático en el que se produce una creciente separación entre remunera­ción y responsabilidad. Las cosas, dice Jasay, pueden ser de otra mane­ra. A él esto le parece, además, plau­sible. Pero ello no hace a la riqueza del argumento.

Carlos RODRÍGUEZ BRAUN

Universidad Complutense

José Luis C A R D O S O : O pensamiento económico em Portugal nos fináis do sáculo XVIII, 1780-1808, Lisboa, Editorial Estampa, 1989, 347 páginas.

José Luis Cardoso es un historia­

dor del pensamiento económico que

no es desconocido para los lectores

de esta revista, pues otra de sus pu­

blicaciones ha sido reseñada por el

profesor Schwartz en un número an­

terior (1989/2). En esta ocasión re­

señamos un trabajo que presentó

como tesis doctoral en la Universi­

dad Técnica de Lisboa y que analiza

la historia del pensamiento portugués

entre 1780 y 1808. La primera fecha

ha sido elegida por ser la del inicio

de la actividad de la Real Academia

das Ciencias de Lisboa, institución

que contribuyó a la formación y con­

solidación de los estudios de econo­

mía en Portugal (al igual que las

sociedades económicas de amigos del

país españolas fue una institución

consagrada «á gloria e felicidade pú­

blica»). La segunda fecha, al igual

que en España, marca un cambio en

la historia contemporánea de nuestro

país vecino, el inicio de la crisis del

antiguo régimen y la disolución del

pacto colonial con el traslado de la

corte a Río de Janeiro por la inva­

sión francesa. También es el período

en el cual, tras la publicación de las

obras de Cantillon, Hume, Quesnay,

Mirabeau y Smith, nuestra disciplina

alcanza cierta autonomía.

El libro, que utiliza numerosos es­

critos inéditos, está dividido en tres

partes. La primera estudia la hteratu-

ra económica de carácter memorialis­

ta y proyectista sobre la situación

económica dé Portugal y sus posibles

reformas. El principal escrito son las

163

RI.CENSIONES

Memorias Económicas de la Academia das Ciencias de Lisboa, entre las que destacan las de Domingos Vandelli. Este autor fue un agrarista, que no un fisiócrata, que criticó la política favorable a las manufacturas y pro­teccionista del ministro Pombal. En sus escritos se tratan temas muy va­riados que van desde las causas físi­cas y morales de la decadencia de Portugal hasta la creación de las so­ciedades económicas, pasando por el análisis de las ventajas e inconvenien­tes de la libertad de comercio y las criticas a las prácticas monopolistas del comercio colonial.

La segunda parte trata de los proyectos financieros y de la política exterior portuguesa propuesta en el contexto de la lucha franco-británica a principios del siglo XIX. Se centra en la obra de Rodrigo de Sousa Cou-tinho (ministro del príncipe regente, don Joáo), que tiene interesantes ideas cuando se refiere a las conse­cuencias de la emisión de papel mo­neda, al sistema bancario, a las políti­cas librecambistas y al pacto colonial.

La tercera parte se centra en la figura de Joaquín José Rodrigues de Brito y se titula «Constru9ao de um sistema de economía política: a emer­gencia de um discurso científico au­tónomo». Es la parte más teórica del libro y se detiene en el estudio de las aportaciones de este autor sobre el marco institucional, la teoría del va­lor y la teoría monetaria.

La importancia de este trabajo de

Cardoso radica en que puede ser el primer paso para el inicio de los estudios comparativos entre la evolu­ción del pensamiento portugués y español. Estos estudios a primera vista no son difíciles de realizar por­que los economistas ibéricos de fina­les del siglo XVIII y principios del XIX comparten varios rasgos. En pri­mer lugar, son autores que se dedi­can a la economía aplicada y que realizan escasas aportaciones a la teo­ría económica (ante el bajo nivel teó­rico, los historiadores han tenido que renunciar a realizar una historia de la teoría económica como hace Blaug en su Economic Theory in Ketrospect).

Por tanto, unos y otros historiadores hacen una historia, que, según Car­doso y algunos estudiosos españoles, se fija tanto en el proceso de asimila­ción de las corrientes foráneas como en las reformas propuestas para un contexto determinado.

Aunque en ambos países se fomen­tó el estudio de la economía gracias a la propaganda de los ilustrados y se conocía y citaba a los fisiócratas y a Smith, los economistas ibéricos no asimilaron y emplearon las principa­les herramientas analíticas de estos autores, y si lo hicieron, fue muy tarde. También coinciden estos eco­nomistas en los temas tratados: el análisis de los principales obstáculos al crecimiento económico, la reforma agraria, la crítica del monopolio co­lonial, la creación de sociedades eco­nómicas, el papel del Estado en la

164

RECENSIÓN hS

economía y la emisión del papel mo­neda, entre otros.

Por últ imo, me gustaría recalcar que libros como los de José Luis Cardoso (así como los encuentros que historiadores del pensamiento portugueses y españoles van a cele­brar en Zaragoza y en Lisboa duran­te 1991 y 1992) tienen que 3er bien

recibidos porque pueden ser un punto de partida para futuras cola­boraciones de dos comunidades, que, aunque próximas geográfica­mente, continúan separadas científi­camente.

Luis PERDICES BLAS

Universidad Complutense

Gottfried Pl-UMPE: Die I. G. Farbenindustrie AG. Wirtscbaft, Techñik md

Politik, 1904-1945, Berlín, 1990, 784 pp., 68 DM.

La multinacional alemana IG. Far-ben ha sido probablemente una de las empresas que más ha fascinado a los investigadores, alemanes y norteame­ricanos, de los últimos treinta años. Su colaboración fatal con el nacional­socialismo, que significó apoyar téc­nicamente el rearme de Alemania, por una parte, así como su aparatosa disolución por los aliados y el encau-samiento de sus principales directi­vos en el proceso de Nürenberg, por otra, han sido los principales motivos de este interés. Hasta ahora, sin em­bargo, los resultados de tal fascina­ción han sido bastante decepcionan­tes, especialmente desde la perspecti­va de la historia económica. Además de las interpretaciones novelescas y de los guiones cinematográficos, que no han faltado, los estudios más fre­cuentes se han centrado en aspectos políticos, y no han utilizado fuentes internas. Y aunque más recientemen­te algunos investigadores —Tammen

(1978) o Hayes (1987)— han accedi­do a los archivos de las principales empresas que en su día formaron parte del consorcio químico, las con­clusiones a las que han llegado han sido poco consistentes, y ninguno de ellos, a pesar de su interés primordial por la relación entre el consorcio y el Tercer Reich, ha demostrado que la autarquía nazi reportara beneficios a IG. Farben, que es sin duda lo más crucial de tan fatal colaboración. Pero es que en estas obras tampoco encontramos una historia económica de la empresa que lideró el mercado mundial de colorantes, hasta 1914, y que se situó en la vanguardia de la química industrial hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial.

A pesar de su prometedor subtítu­lo (Economía, técnica y política), un libro más sobre IG. Farben sólo po­día acogerse con escepticismo y con franco recelo si se recuerdan las nu­merosas monografías sobre empresas

165

RF.CENSIONES

que están apareciendo en el mercado alemán en los últimos años, y que a menudo son combinaciones, no muy brillantes, de la tradición hagiográfi-ca con los enfoques de la moderna historia económica, o simplemente proyectos muy sugerentes con po­bres resultados, como la historia de Daimler Benz que Pohl y sus colabo­radores (1987) publicaron.

Pero el libro de Plumpe es un libro distinto. Y los es, al menos, por tres razones. La primera es que se trata de una historia auténticamente empresa­rial, pues es al mismo tiempo una auditoría del consorcio, un estudio de la organización y de sus directivos a base de fuentes internas (de los archivos de BASF, Bayer y Hoescht) y una explicación del comportamien­to de la empresa en el marco de la historia de la industria química ale­mana y mundial. La segunda es que es un análisis de la evolución de la industria química en la primera mitad del siglo XX, que explica cómo y por qué llegó a ser éste un sector estraté­gico de las economías industriales; expone cuál es la relación entre cien­cia, técnica, economía y política que subyace a una industria tan concen­trada e intervenida, y proporciona múltiples materiales e ideas para adentrarse en el estudio de la misma. La tercera y última razón es que su autor es una «rara avis» de la comu­nidad científica alemana, pues se trata de un historiador y economista, pro­fesor universitario y directivo de una

empresa química, y que posee ade­más unos envidiables conocimientos de química industrial. Todo esto hace de él una persona muy adecuada para un estudio así, pero también sospechosa de comprender en exceso el comportamiento, aun en la retros­pectiva, del polémico consorcio. La presente obra procede, por lo demás, de su escrito de Habilitación.

El propio autor presenta su libro como una interpretación del desarro­llo de la empresa «desde el lado de la oferta», concentrada en los aspectos económicos y técnicos. La obra está muy bien organizada, en cinco par­tes, combinándose el criterio crono­lógico con el temático. Incluye, ade­más, un capítulo introductorio, que es una buena puesta al día en la materia, y una útil bibliografía co­mentada.

En la primera parte se presentan las principales empresas de coloran­tes alemanas que dieron lugar al con­sorcio IG. Farben en 1925. Es un excelente recorrido por la historia de la industria de los colorantes alemana y mundial, que explica, con argu­mentos técnicos y económicos, la tendencia a la concentración y la he­gemonía alemana en el mercado mundial. Hay un capítulo especial­mente interesante donde se estudian y relacionan «la movilización de la química para la guerra», las conse­cuencias de la Gran Guerra para la industria química mundial y los in­tentos alemanes por recuperar las po-

166

RECENSIONES

siciones perdidas frente a los nuevos oligopolios europeos y norteamerica­nos.

La segunda parte está dedicada a la organización del consorcio. Es un detallado análisis de su estructura y funcionamiento, así como de su poli-tica empresarial. Resulta interesante por las comparaciones que establece con otras grandes empresas químicas mundiales (DuPont , ICl o Kuhl-mann), y es de hecho un «caso» muy atractivo para contrastar con los mo­delos de organización que han estu­diado y siguen estudiando Chandler y Daems (1980 y 1990).

La tercera parte —una incursión en los nuevos campos de la quími­ca— es probablemente la más útil y sugerente para los estudiosos de la industria química. Plumpe describe el crecimiento (en cuanto expansión y diversificación) de la empresa en pa­ralelo con las innovaciones más im­portantes que se estaban adoptando en cada uno de los subsectores de la industria (síntesis amoniacal, abonos nitrogenados, metanol, fibras artifi­ciales, polimerización, caucho y quí­mica metalúrgica). Constituye un ex­celente ejemplo de la interrelación que existe entre técnica, economía y política, y una explicación del com­portamiento de IG. Farben frente a estas innovaciones, fundamentales, de la química de entreguerras y fren­te a su difusión. El análisis, que con­cede gran importancia a las políticas industriales estatales, se centra en los

períodos de la Guerra del 14 y de la autarquía nacionalsocialista.

La cuarta parte se ocupa del con­sorcio en la época de Weimar. El texto se centra en la difícil evolución de la empresa en este período y en su adaptación a las nuevas circunstan­cias políticas —la República primero y el ascenso del NSDAP después.

También la quinta parte es de inte­rés político. Aquí se estudia la rela­ción que se estableció entre IG.^Far­ben y el Tercer Reich, tema predilec­to de la historiografía. A diferencia de estudios anteriores, como el ya clásico de Petzina (1968), el de Plum­pe contrasta los resultados de la em­presa con la política autárquica.

Las principales conclusiones del autor son que el comportamiento po­lítico —que se describe como un «distanciamiento interesado»— de IG. Farben estuvo durante cuarenta años dictado por la «racionalidad em­presarial» que vertebraba la empresa. Esta filosofía —que el autor conside­ra consonante, no sólo con la tradi­cional relación entre sociedad y Esta­do en Alemania, sino con la naturale­za de la industria química del siglo XX, que hacía impensable el progreso sin la participación pública— obliga­ba a los directivos de la empresa a valorar el medio político en función de los intereses de la industria. El autor insiste en la «complementarie-dad técnica» que existía en los años treinta entre la industria química mo­derna y el potencial armamentístico

167

RKCENSIONES

de los Estados industriales. Plumpe desecha el razonamiento contrafac-tual (¿qué hubiera ocurrido si los directivos se hubieran negado a coo­perar con el Estado?) por dos razo­nes. Porque era irreconciliable con la filosofía de la empresa —intentar to­das las posibilidades técnicas, y la autarquía representaba varias—, y porque la industria no era lo suficien­temente poderosa —imprescindi­ble— como para negarse a cooperar con el régimen. Esta visión progra­mática es nueva, y contrasta con los estudios, que siguen apareciendo (Herf, 1986; Schüler, 1990), sobre la actitud de los técnicos alemanes fren­te al Tercer Reich y al progreso tec­nológico, y con la debatida tesis del «Sonderweg» alemán.

Sería ilusorio pensar que el públi­co español fuera a interesarse por la historia de una empresa —por gran­de e importante que sea— alemana durante la primera mitad de este si­glo; y, más aún, que una editorial

fuera a traducir sus 784 páginas. Es­tas líneas no son, pues, una exhorta­ción a que la obra se introduzca en nuestro mercado, sino una invitación a que se sepa que existe. Sería desea­ble, eso sí, que alguien se interesara en España por el complejísimo uni­verso de la industria química en el siglo XX, hecho al cual invitaba ya el magnífico libro de Haber (1971) so­bre la historia de la industria química en el primer tercio de siglo —y que por extrañas razones no ha sido tra­ducido, como tampoco su obra clási­ca sobre la química del XIX—. Para los estudiosos de las empresas multi­nacionales, por último, este libro, con sus múltiples referencias a la in­formación que los fondos de los ar­chivos de la antigua IG. Farben guardan sobre las actividades del consorcio en España, constituye una llamada a la esperanza.

Nuria PUIG Universidad Complutense

Alfonso SÁNCHEZ HORMIGO: Valentín Andrés Alvares (Un economista del 27), prólogo de José Luis García Delgado, 2.^ edición. Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza, 1991, 315 páginas.

Seguramente el centenario de Va­lentín Andrés Alvarez es lo que se encuentra tras esta edición definitiva - aquí denominada 2.» edición— de la tesis doctoral de Alfonso Sánchez Hormigo, leída en la Universidad de Zaragoza en octubre de 1987.

Valentín Andrés Alvarez tiene, por tres motivos, importancia actual para nosotros. En primer lugar, por haber sabido dónde tenía la mayor ventaja comparativa. Tras una exce­lente preparación básica y universita­ria que culminó en París nada más

168

RECENSIONFS

concluir la I Guerra Mundial —noti­cias que en esta obra se exponen en las páginas 19-73, 180-185 y 259-289—, observó que ante sí se abrían dos senderos, ambos muy promete­dores. Por una parte, el meramente literario. Pertenecía Valentín Andrés Alvarez a la generación del 27, con todas las matizaciones que se deseen, y que recoge Sánchez Hormigo en las páginas 58-60. Había hecho incur­siones en el ultraísmo; incluso había coqueteado con el movimiento dada;

había participado en tertulias abiertas

tan famosas como la del Café Pombo, donde había nacido una amistad per­manente con Ramón Gómez de la Serna, y en tertulias cerradas tan inte­resantes como la del Regina, con Azaña, Giménez Caballero, Prieto y Francisco de Icaza; tenía pluma fácil y acceso continuo a la Revista de Occi­

dente; pero, sobre todo, el 25 de sep­tiembre de 1929 tuvo lugar el estre­no, con enorme éxito, de su obra de teatro del absurdo, Tararí. Podía convertirse en un buen y conocido escritor. En la Casa Museo de Juan Ramón Jiménez en Moguer he visto el ejemplar de Sentimental Dancing,

leído y anotado por este gran poeta. Sin embargo, su situación, respec­

to a otros literatos españoles, no era, comparativamente, muy favorable. Recordemos que por aquel entonces se despliega, con todas sus deslum­brantes personalidades, la Edad de Plata de nuestra literatura. Desde los prolegómenos de la generación del

98 hasta la guerra civil los censos de excelentes escritores de todos los gé­neros llegan a abrumar. Sólo podía destacar en ese conjunto el que tuvie­se características geniales.

En cambio, sí comprende que te­nía ventajas notables en el mundo de los economistas. De ahí que opte por un segundo sendero, que le conduce a una situación destacadísima en éste. Se había aproximado a él en la biblio­teca de Santa Genoveva de París, entre los años 1920 y 1921, gracias a la iluminación producida por la lectura del Manuel d'Economie Politique, de Pa-reto —una interesante puntualiza-ción de Sánchez Hormigo sobre esto en las páginas 45-47 dilucida, defini­tivamente, la polémica sobre si fue este libro, o el Curso, el que la había originado— , pero pronto percibe que en él tiene una situación envidia­ble, desde el mismo momento en que se incorpora al grupo de Flores de Lemus a su vuelta de París. Es el momento en que se hace visible la evolución de este último de Gustavo SchmoUer a Alfredo Marshall. Basta recordar su discurso sobre la cues­tión arancelaria en la Asamblea Na­cional de la Dictadura, momento en el que, también entre nosotros, se liquida la batalla del método.

Desde el punto de vista biográfico, esta opción está jalonada por dos acontecimientos. Uno, su boda con Carmen Corugedo el día de Cova-donga de 1927, detalle lleno de con­cesiones a ün asturianismo evidente,

169

RECENSIONES

que entonces se une a un vivo nacio­nalismo español que acababa de con­sagrarse con el triunfo en Marruecos, y a un catolicismo que se insertaba decisivamente en todo esto, represen­tado por la revista Covadonga, que bien merecería algún estudio espe­cial. Tras el matrimonio, Valentín Andrés Alvarez retorna a París. Esta segunda estancia siempre será mucho menos destacada que la primera, al no existir el hilo conductor de Senti­mental Dancing. Sin embargo, debe haber sido decisiva para consolidar su vocación como economista.

Además, comienza a presionar un segundo hecho. En 1930 se jubila Isaac Galcerán como catedrático de Economía Política y Hacienda Públi­ca de la Universidad de Oviedo. La sucesión de éste se convertirá en el centro de sus anhelos desde entonces.

Esta opción sospecho que tuvo que ser dolorosa. El teatro, las tertu­lias, las novelas, están llenas del pol­villo áureo de una popula r idad mayor que la que provocan las tareas científicas. Valentín Andrés Alvarez incluso comenzaba a percibir lo grato que resulta el aplauso que reciben los literatos. Mas he aquí que, precisa­mente cuando esto último sucedía, pareció reaccionar como si creyese que casi todo era oropel. Por eso, aunque estaba ya situado en el um­bral del templo de las musas, da me­dia vuelta y se dirige hacia otro atrio, el de la economía. Esta vocación iba a representar para él, además, no sólo

mayor popularidad, sino un esfuerzo mucho mayor, aparte de correr el riesgo, incluso, de ser arrojado fuera, como tantas veces sucedía con los que, como él, no eran más que apren­dices. Aceptó este reto, y ese es el primer motivo para mostrarle nues­tra admiración. De paso así se evapo­ra el valor de la expresión de Ortega y Gasset, que le había definido como «el hombre que siempre está dejando de ser algo». Nada de eso; se había preparado, de un modo complejo, bien para ser literato, bien para ser economista; nada más. A finales de los años 20 era evidente que se había inclinado, de modo muy claro, como hemos dicho, por la economía.

El segundo motivo que hace im­portante hoy a Valentín Andrés Al­varez es el de su ideología básica. Tengamos en cuenta que procedía tanto del partido reformista como de la Institución Libre de Enseñanza y del círculo de amigos íntimos de Or­tega. Tampoco conviene olvidar lo que suponía el mundo social asturia­no. Pertenecían a él personajes tan importantes , militantes socialistas además, como Teodomiro Menéndez o como el hombre clave del Sindica­to de los Obreros Mineros de Astu­rias, Manuel Llaneza, mucho más cercanos al laborismo británico que a tentaciones bolcheviques. Todo esto se enlaza con el socialismo de cátedra unido con el «grupo de Oviedo», como llamó Joaquín Costa al de cate­dráticos inspirados por Alas y Buylla.

170

RECENSIONES

También con el talante político de intelectuales y artistas amigos de Va­lentín Andrés Alvarez en el ámbito asturiano, como, por ejemplo, pudie­ra ser un Sebastián Miranda. En este sentido, el papel de La Claraboya Intelectual, una tertulia que funcio­naba en la época de la I Guerra Mundial en el Café Español de Ovie­do, fue muy importante. A ella perte­neció Valentín Andrés Alvarez, y de ella se ocupó al tratar del pintor Ta-mayo, en el ensayo Eugenio Tamayo,

en mis recuerdos, en el volumen de Antonio García Muñoz, Pintores as­

turianos (Banco Herrero, Oviedo, 1976).

Todo esto actuará sobre su ideolo­gía liberal. Pensemos que grandes maestros suyos —Walras, Pareto, Marsha l l— no eran exactamente unos liberales extremosos. De ahí que cuando Valentín Andrés Alvarez se tope con las profecías de Hayek sobre el futuro de las sociedades oc­cidentales, expuesto en The road to

serfdom —me parece excesivo que Sánchez Hormigo la califique de «obra capital» de este economista (p. 205)—, pasa a reaccionar críticamen­te. En la nota que de este libro publi­ca en Monedaj Crédito, junio de 1945, indica que «no tienen el mismo valor las afirmaciones (de Hayek sobre las relaciones entre la propiedad y la libertad). Que no hay propiedad sin libertad, nos parece, desde luego, in­discutible... (Las) satisfacciones que produce un patrimonio están... liga­

das íntimamente a la libertad con que podemos planear su uso. En la misma medida que el Estado planea por no­sotros, las ventajas de la propiedad se reducen y en la planificación total se anulan. Como el ordenamiento polí­tico moldea el ordenamiento econó­mico, las limitaciones de la libertad en aquél significan limitaciones de la propiedad de éste. Pero creemos, di­sintiendo en eso de Hayek, que no es cierta la recíproca... De aquí que toda la intervención contra la propiedad que somete amplía e! margen de la libertad. Cuando hay gran escasez de viviendas, limitar los derechos del propietario urbano es liberar a miles de individuos de una sumisión, con frecuencia, muy tiránica; cuando se impone la parcelación de un latifun­dio, se aumenta la población inde­pendiente de un país».

Por eso discrepo de una expresión de Sánchez Hormigo, que indica que Hayek «fue la revelación» (p. 204) de Valentín Andrés Alvarez. Todo su neoclasicismo y sus antecedentes po­líticos, morales, sociológicos, en cambio se sintieron comodísimos con la que sí que creo «revelación» de Eucken. En abril de 1941, en el nú­mero 2 de la Revista de Estudios Po­

líticos, Valentín Andrés Alvarez da cuenta de la aparición, en 1939, del libro del economista de Friburgo de Brisgovia, Nationalokonomiewoíiu?

Desde ahí, hasta su contestación, en 1978, a mi discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y

171

RECENSIONES

Políticas, sigue la orientación de Eucken, quien ante el mercado no tiene, ni de lejos, el planteamiento de Hayek ni el de otros «libertarios». Así se explica que, si bien Valentín Andrés Alvarez coloca al mercado en posición central, no la sitúa en todo y para todo en posición culminante. Es Eucken y no Hayek el que resplande­ce cuando se encuentra cómodo con Jovellanos; cuando en septiembre-di­ciembre de 1950, en la Kevista de

Administración Pública, publica Intro­

ducción al estudio de la empresa pública;

cuando, en 1948, en la Revista de la

Escuela Social de Oviedo — n o de Ma­

drid como por errata se consigna en la página 294—, escribe bajo el título ya muy indicativo de Capitalismo j

orden económico y cuando en este mis­mo ensayo plantea nada menos que la necesidad de una política del medio ambiente capaz de evitar que llegue ese momento trágico en que «el últi­mo gaitero con su montera, su calzón y sus madreñas lance al viento en su última gaitada el canto del cisne de la Asturias de nuestros padres que no supimos transmitir a nuestros hijos»; finalmente, cuando hace una síntesis de sus puntos de vista en el discurso correspondiente a la apertura del cur­so académico 1961-62 de la Universi­dad de Madrid, que tituló Más allá de

la economía. Antes he hablado del pin­tor Tamayo y de su influencia en Valentín Andrés Alvarez. Tamayo pintó cuadros tan bellos como Tren

carbonero, San Esteban, Eavadero de car­

bón. Cargadero de San Esteban de Pavía

y Fábrica de Mieres. E n El Comercio,

de 30 de diciembre de 1949, plantea­ba Adeflor si la obra de Tamayo eran, o no, un trasunto de Ea aldea

perdida de Palacio Valdés. Es Valen­tín Andrés Alvarez el que en 1961, en la citada lección Más allá de la

economía, encajaría todo esto en su ideología.

El tercer motivo por el que tiene importancia Valentín Andrés Alva­rez se relaciona con su talante, que le condujo a un trabajo constante, sere­no, poco aparatoso, que, precisamen­te por eso, alcanza espléndidos resul­tados. En el período 1930-40 acumu­ló noticias y bases científicas que, desde 1940 hasta su muerte, van a desparramarse a través de una serie de importantes líneas de investiga­ción. La primera T I O E ; los pasos iniciales de la primera serie de nues­tra Contabilidad Nacional, iniciada en 1954; los trabajos sobre nuestro comercio exterior; las indagaciones acerca de la terminología y morfolo­gía de mercado; los puntos de vista sobre el Estado providencia; los cur­sos de historia del pensamiento eco­nómico; las investigaciones en torno al nacimiento de algunos núcleos em­presariales, son el fi-uto sazonado de una tarea continua, sin apresuramien­tos, que de modo ordenado se va a ir desplegando, apoyándose unas apor­taciones en las otras.

El catálogo muy completo de sus obras ofrecido por Sánchez Hormigo

172

RECENSIONES

permite seguir admirablemente este esfuerzo ejemplar al presentarlas en las páginas 293-300 de modo crono­lógico. Las anécdotas sobre este tran­quilo vivir científico de Valentín An­drés Alvarez han menudeado. Más de una vez se han presentado con un talante crítico. Nada más erróneo. La ciencia exige, por encima de todo, sosiego. Sin él, como soporte de una tarea sistemática, nada haremos.

Los trabajos que hasta ahora exis­tían de Valentín Andrés Alvarez no

permitían, a mi juicio, contemplar con claridad estos tres aspectos ejem­plares de su vida. Ahora, gracias al esfuerzo del profesor Sánchez Hor­migo, quien, a su vez, empleó de modo ejemplar los estudios previos existentes, es posible darnos cuenta, de modo más cabal, lo que significó Valentín Andrés Alvarez en el mun­do de la ciencia económica nacional.

Juan V E L A R D E F U E R T E S

Universidad Complutense

Alfred W. CROSBY: Imperialismo ecológico, ha expansión biológica de Europa, 900-

1900. Barcelona, 1988. Editorial Critica, 350 pp. (incluye Bibliografía a pie de página, índice alfabético, de figuras y de láminas).

La obra de A. Crosby supone una aportación fundamental, desde el ri­gor histórico, a la comprensión de fenómenos en los que las cuestiones de tipo ambiental juegan un papel importante. Así, parte de un hecho constatable: la presencia de emigran­tes europeos o descendientes de ellos por todas partes. A la vez, en los lugares que éstos ocupan se produce un volumen considerable del total de alimentos que se consumen a nivel mundial (aparte de innumerables ma­terias primas y recursos energéticos). Tan cierto como lo anterior es que, en general, las condiciones climáticas existentes no difieren en lo básico de las que se registran en el continente europeo y que el modeo agrario se caracteriza en todas ellas por su base cerealista y ganadera.

Comprender esta situación desde un punto de vista histórico implica presupuestos sintéticos y globales, pero hay que destacar la considera­ción de aspectos de tipo ecológico al mismo tiempo que los de carácter político o económico en la consolida­ción del proceso. Asimismo, puede parecer contraproducente que el tex­to comience por la explicación de hechos que han sucedido en tiempos geológicos cuando el grueso de la colonización europea se basa en des­plazamientos situados fundamental­mente entre 1820 y 1930. La contem­plación de presupuestos biológicos y ambientales conduce, sin embargo, a tenerlos en cuenta.

De esta forma, para entender el Neolítico y la trascendencia que tiene como elemento de diferenciación en-

173

RECENSIONES

tre los grupos humanos, Crosby se retrotrae al resquebrajamiento de Pangea hace aproximadamente unos 200 millones de años. A partir de ese momento la tectónica de placas y la deriva de los continentes ha dado lugar a la imagen actual del mundo. Desde el final de la última glaciación cuaternaria ha sido imposible cruzar las «simas de Pangea» a través de Bering o alcanzar Australia a pie. Justo a partir de esos momentos se desarrolla en el Viejo Mundo la civi­lización Neolítica, que dotó a sus practicantes de ventajas comparati­vas, entre las que debemos destacar también las de tipo inmunológico, al ser poblaciones numerosas y afecta­das por enfermedades infecto-conta-giosas propias de las concentraciones humanas y las prácticas económicas nuevas. Mientras tanto, la mayor parte del territorio mundial seguía ocupado por poblaciones nómadas, dispersas y predadoras. Cuando se produjera el contacto entre ambas el choque, por fuerza, debía ser brusco.

Los intentos de expansión territo­rial a gran escala por parte de los europeos se pueden dar por iniciados cuando los vikingos establecen encla­ves en Islandia, Groenlandia o luga­res concretos del Nuevo Mundo («Vindland»). Es tos intentos no prosperaron por la imposibilidad de establecer contactos frecuentes y por­que las ventajas de tipo técnico no resultaban aún abrumadoras en una

situación de inferioridad numérica manifiesta. También se produjeron intentos en Oriente Medio con moti­vo de las Cruzadas, si bien finalmente el saldo fue negativo para Europa. Se trataba, en todo caso, de lugares ya muy poblados y donde los europeos no pudieron establecer poblaciones numerosas y estables, entre otras co­sas por los efectos de la malaria.

A partir del siglo XII, sin embargo, se producen intentos generalizados y exitosos por colonizar los ambientes cálidos del Atlántico. En primer lu­gar se produjo la llegada de organis­mos e ideas procedentes del conti­nente europeo a tres archipiélagos relativamente cercanos y asequibles: Madeira, Azores y Canarias. En estos lugares, las rupturas ecológicas pro­vocadas acabaron posibilitando la adaptación del territorio a la funcio­nalidad que de ellos requerían los conquistadores. Sucesos como fue­gos forestales de gran extensión pre­pararon el paisaje para su transforma­ción, que fue decisiva cuando en ellos se adaptaron productos deman­dados en el continente, caso de la caña de azúcar.

En el caso de las Islas Canarias el proceso culminó de forma similar, si bien fue mucho más problemático, ya que se encontraban poblados por los guanches, que finalmente sucumbie­ron sólo ante la generalización de enfermedades endémicas e inéditas en estos lugares, que adquirieron en el contacto con los invasores. La histo-

174

RECENSIONES

ria ecológica posterior fue parecida a la que ocurrirá en otros muchos lu­gares, europeizándose el paisaje. Al final, el europeo pudo comprender que su fauna y flora asociadas podían adaptarse a zonas donde nunca antes habian prosperado; de la misma for­ma que las poblaciones locales, por numerosas o aguerridas que fueran, podían ser dominadas. En definitiva, si los avances tecnológicos permitie­ron la llegada y facilitaron la coloni­zación, las ventajas biológicas no fue­ron menos decisivas para la consoli­dación de territorios dependientes y con unos paisajes y pobladores simi­lares a los de sus metrópolis.

Con posterioridad, el imperialismo europeo moderno se trazó metas más lejanas, consiguiendo cruzar las «si­mas de Pangea» en función de las innovaciones tecnológicas. En este proceso fue fundamental el aprove­chamiento de la energía cólica. La comprensión del funcionamiento de los principales vientos del globo, es­pecialmente los alisios y monzones, permitió conocer las claves necesarias para impulsar adecuadamente las na­ves renacentistas hacia cualquier par­te del mundo. Culmen de todos estos avances fue la circunnavegación del globo entre 1517 y 1520, cuando el viaje emprendido por Magallanes sis­tematizó la inform.ación sobre las ru­tas fundamentales de las zonas cálidas del mundo. De esta manera, la nave­gación transoceánica posibilitaba el contacto de pueblos pertenecientes a

realidades culturales y biológicas di­ferentes.

Los adelantos técnicos habían puesto el mundo en manos del impe­rialismo europeo, pero muchos luga­res a los que era accesible llegar re­sultaban inhóspitos, no fueron colo­nizados y hoy mantienen sus paisajes originarios. Los fracasos más estrepi­tosos se produjeron en ámbitos tórri­dos, donde sólo se consiguieron do­minar puntos geoestratégicós para la actividad comercial, pero nunca transformar la composición pobla-cional y ecológica a la manera euro­pea. En cambio, lugares como Nueva York, Sidney o Buenos Aires tienen en la actualidad biotas muy parecidas a las europeas, cuando hace sólo 300 años eran totalmente genuinas. En ellas, los hombres y demás seres vi­vos presentes son, en gran medida, de origen europeo.

Para explicar este triunfo imperia­lista europeo en extensas zonas del mundo, Crosby pretende dar argu-mentacions genéricas, que pasan por la contemplación de amplios presu­puestos ecológicos. En primer lugar analiza el proceso de supresión de flora autóctona ante el avance de las «malas hierbas» y las plantas agríco­las de origen europeo. Hasta el Viejo Mundo también llegaron plantas pro­pias de estos lugares conquistados, pero el proceso resulta aplastante-mente unidireccional.

Algo parecido ocurrió en el inter­cambio de animales, pues los del

175

RECENSIONES

Nuevo Mundo no eran tan efectivos como los de origen euroasiático para lo que de ellos se requería: alimento, cuero, transporte, carga o tiro. La fauna que acompañó a los europeos conoció rotundos éxitos de expan­sión territorial. En cambio, sólo co­nocemos ejemplos concretos del caso contrario, como la ardilla gris, el can­grejo rojo o el pavo americano. Por su parte, con los agentes patógenos sucedió algo similar, por lo que las poblaciones indígenas sufrieron las consecuencias. De hecho, Crosby afirma que la conquista y posterior colonización del Nuevo Mundo sería incomprensible sin tener en cuenta el aniquilamiento o descenso de las po­blaciones locales ante la superioridad inmunológica de las personas proce­dentes del hemisferio oriental.

En este sentido, el autor explica numerosos ejemplos de los que se conocen referencias y donde se pue­den apreciar los efectos catastróficos de enfermedades como la viruela, el sarampión, la difteria, el tracoma, la tos ferina, varicela, peste bubónica, malaria, fiebres tifoideas, cólera, gri­pe, escorbuto o disentería. En cam­bio, hasta Europa sólo han llegado enfermedades molestas pero no tan mortíferas, como la sífilis, la hepatitis o la poliomielitis, que nunca han su­puesto un riesgo efectivo para la con­tinuidad demográfica de este conti­nente.

La llegada de personas, animales, plantas y agentes patógenos y los

efectos que han provocado consti­tuyen un caso de imperialismo bioló­gico. Como forma de corroborar ta­les ideas, posteriormente analiza un caso ampliamente documentado his­tóricamente como es lo sucedido en Nueva Zelanda a partir de la llegada de personas de ascendencia europea, culminando finalmente en la trans­formación del paisaje, la existencia de una elevada proporción poblacional caucásica y una cultura y economías dependientes de la ideología elabora­da en el Viejo Mundo. En resumen, explica cómo las fuerzas de transfor­mación no fueron tan grandes como para convertir a este país en un lugar idéntico a Europa, pero sí similar, esto es, una «nueva Europa», donde abunda el hombre blanco y los orga­nismos y sistemas culturales, políti­cos y económicos asociados a él.

Finalmente, el libro concluye esta­bleciendo una serie de explicaciones que permiten hacer más comprensi­ble la interpretación de las informa­ciones aportadas, así como unas con­clusiones finales. De nuevo insiste en el hecho constatable de que las biotas de América y Australia son muy dife­rentes a las que tenían hace relativa­mente poco tiempo y cómo bajo esta revolución ecológica que ha facilita­do su rápida transformación subyace la existencia de condiciones climáti­cas similares por su pertenencia a zonas latitudinales cercanas. La con­quista y colonización de estos conti­nentes por el hombre y su consi-

176

RECENSIONES

guiente transformación paisajística y funcional ha conocido dos grandes momentos.

Personas de procedencia asiática protagonizaron la primera oleada de invasiones y la transformación de paisajes a través del empleo de ele­mentos tecnológicos primitivos pero efectivos como el fuego o diversos tipos de armamentos y estrategias que provocaron la desaparición de estos territorios de buena parte de la megafauna del Pleistoceno. Para co­rroborar la posibilidad de extinción de especies animales como conse­cuencia de la presión humana nos pone el ejemplo de la rápida disminu­ción de las enormes colonias de balle­nas y focas que fueron esquilmadas en poco tiempo en Nueva Zelanda por hombres que viajaban a bordo de barcos de escasa seguridad y dotados de arpones manuales.

De esta forma, cuando se produjo la segunda gran oleada de personas a estos lugares encontraron los ecosis­temas rotos, los grandes herbívoros habían dejado vacíos numerosos ni­chos ecológicos que rápidamente aprovecharon vacas, ovejas o caba­llos, como ocurrió en el caso de la Pampa. En Norteamérica, en cambio, el éxito se retrasó hasta que se pro­dujo la supresión de millones de bú­falos que se alimentaban en las prade­ras. Lo mismo ocurrió con el resto de los organismos vivos. El autor sugiere que la primera oleada huma­na hizo una labor de «marines», ocu­

pando cabezas de playa y posibilitan­do un desembarco posterior a gran escala. Esta última no llegó a pie, sino a bordo de naves que permitían traslados rápidos y numerosos, lo que unido a las ventajas de tipo bio­lógico y la extensión de fenómenos de ruptura ecológica provocó su co­lonización rápida y efectiva.

Para terminar expone una sugeren-te preocupación que se puede sinteti­zar de la siguiente manera: como* sa­bemos, las «nuevas europas» tienen uno de los sectores agrícolas y expor­tadores más importantes del mundo, coincidiendo con zonas de la Tierra dotadas de una gran capacidad foto-sintética. En este contexto, una gran cantidad de personas del mundo de­penden de estas producciones y lo cierto es que problemas como la ero­sión, la fertilidad decreciente, la sali-nización del suelo, la dependencia de «inputs» costosos y contaminantes o el aumento del número de bocas del planeta no permiten que podamos contemplar la situación con un opti­mismo excesivo.

Como conclusión, hay que señalar la oportunidad que el autor ha tenido para plantear, desde una perspectiva histórica, la tremenda importancia que las intevenciones humanas pro­vocan en los ecosistemas naturales. El funcionamiento de estos ecosiste­mas es dinámico y complejo y no siempre entendido de forma correcta por el hombre. En este sentido, com­prender la relación hombre-recursos

177

RECENSIONES

implica el análisis global de los dos subsistemas interactuantes y Crosby tiene la habilidad de recordar que no podemos olvidarnos de un aspecto fundamental como es la perspectiva histórica de esta relación. Con ello, se trata no sólo de encontrar explicacio­nes completas de lo acontecido, sino

también posibles claves que impidan que los numerosos problemas con los que se enfrenta el hombre sean plan­teados desde posturas simplistas o superficiales.

José Domingo SÁNCHEZ M A R T Í N E Z

Universidad de Granada

Julián C A S A N O V A : La historia socialj los historiadores, Barcelona, Crítica, 1991. Bibliografía e índice de autores, 180 páginas.

Subtitula este libro Casanova con acento retórico —que la editorial prefiere incluir sólo en la portada interior---: ¿Cenicienta o princesa"^ Ese tono, anglosajón por excelencia, es el que ha bebido el autor antes de sen­tarse a escribirlo, con un empuje lle­no de solidez, reflexión y conoci­miento y no pocas dosis de audacia, en un país, este nuestro, en que ape­nas se arriesgan estados de las cues­tiones candentes, no abundan las po­lémicas razonadas y en profundidad, y casi nadie arremete con los colegas bien establecidos. Claro que, como indica en la presentación, él es «un historiador que, cansado de la penu­ria de nuestras universidades, tuvo la posibilidad de hallar fuera lo que buscaba». Buscó bien (en Oxford, en Londres, con buenos consejeros), si­gue buscando ahora en Harvard, y esta obra muestra un espíritu a tener muy en cuenta desde ahora mismo y por décadas. Veamos cuál es el es­quema fundamental de un libro lleno

de pistas, claves y referencias muy infrecuentes en lo autóctono, no tra­ducido.

Se nos recuerda, en primer lugar, los orígenes de la historia social, reacción contra el cadáver de la vieja historia política, el brillante pero su­perado historicismo alemán, la histo­ria profesionalizada al servicio de los estados y las patrias, cuando no otros intereses menos claros. Aparecen así la idea —tan explicitada en Marx, surgida y desarrollada al margen de la «Academia»— de que es la socie­dad el sujeto de la historia; la impor­tancia dada por los más autocríticos historiadores (Schmoller, por ejem­plo) tanto a lo social como a lo eco­nómico como trasfondos del pasado a estudiar, y la necesidad de formular leyes y teorizar sobre ese pasado (Lamprecht). Con todo ello llega una revolución copernicana, ya que «or­ganizar es darle sentido al pasado, pero también proporcionar a la histo­ria —y al historiador— una función

178

RECENSIONES

social en el presente». La tuvieron, ve rgonzan tes , muchos cronistas , pero ahora se reclama y predica como tal.

Si esa corriente tiene en la Francia de comienzos de siglo un notable predicamento, su éxito llega tras la fundación en 1929 de Annales, que será mucho más que una revista, que un grupo de historiadores, y cuya aportación esencial consistirá en ali­near a la historia entre las ciencias sociales. A partir de ahí, casi como un lema, además de identificar a las masas como el nuevo sujeto de la historia, lo «económico y social» irán por un largo trecho vinculados, como campo especializado de la his­toria general.

Pero es más una actitud, un enfo­que, que una disciplina específica, lo que crece y brilla, sobre todo en Europa occidental y los Estados Uni­dos tras la 11 Guerra Mundial, hasta crear una «edad de oro», una historia antes rebelde y ya influyente y presti­giosa, que llega a grandes públicos cultos y merece honores y respeto. N o alcanzará este Prometeo esa «his­toria total» que la perspectiva social parece ambicionar, aunque lo intenta denodadamente y por unos lustros parece acercarse a conseguirlo, tal es su éxito en los campus, las editoriales, las revistas.

Los problemas vienen de la propia discusión interna, entre historiadores sociales primero, por el objeto real de su estudio (el «pueblo llano», las

estructuras, los movimientos y cam­bios, las causas...) y las teorías que sustentan esa visión. La parte del león se la llevará el estudio del cam­bio social como problema, aproxi­mándose así la historia social a la Sociología y la Antropología, utili­zando progresivamente métodos cuantitativos, y una teoría y un len­guaje conceptual más precisos, y sin­tonizando, al fin, con la vertiente más crítica y lúcida del marrismo, que por unas décadas saldrá del ghet­

to. A la vez, sobre todo en los Esta­dos Unidos, algunos universitarios se interesan por la perspectiva de una sociología histórica.

Pero el sesgo hará zozobrar esa nave, porque tan científicos análisis de las estructuras del pasado dejan poco espacio, dedicación e interés hacia el cambio, un elemento más propiamente histórico. Se hará, en fin, desde teorías contrapuestas, dan­do al cambio un sentido revoluciona­rio (el conflicto) o evolucionista. No es sólo un asunto ideológico, aunque el padre de la primera línea sea Marx y sus principales estudiosos los gran­des historiadores marxistas británi­cos, los Genovese o Soboul, y aun­que la orientación evolucionista in­corporase coyunturalmente al funcio­nalismo como explicación del «agen­te exterior» del cambio, y la idea de modernización como panacea del único camino, el que lleva al capita­lismo universal.

Más complejas aún, aunque en la

179

RECENSIONES

misma línea, fueron las relaciones en­tre Antropología (en sus diversas es­cuelas) e Historia Social, siendo pre­cario y finalmente roto el puente en­tre ambas disciplinas, salvo en los casos de marxistas más o menos es-tructuralistas y heterodoxos como Wallerstein y su teoría sobre el siste­ma mundial, Gunder Frank y la suya sobre el subdesarroUo, o, en otra vertiente, los actuales estudiosos de la economía política. Curiosamente, mientras se maltoleraban entre sí to­das esas escuelas, muchos historiado­res han estado fascinados por los te­mas, los métodos, el lenguaje de esas ciencias casi envidiadas.

El l ibro, tras esa presentación —cuya síntesis aquí es seguramente demasiado simplificadora y acaso errónea— da un sesgo para ofrecer un buen panorama del estudio de la Historia Social en Alemania y Gran Bretaña, con un serio conocimiento de la bibliografía y las orientaciones y debates, de impagable utilidad. De­dica un apasionado apartado a la his­toria «desde abajo», la versión radical de la Historia Social, y una monogra­fía muy interesante sobre Georges Rudé. N o es casualidad que Julián Casanova, profesor titular de Histo­ria Contemporánea, haya sido el «edi­tor» del decisivo libro, en esta misma línea de ofrecer un panorama crítico, de Harvey J. Kaye, Los historiadores marxistas británicos (Prensas Universi­tarias de Zaragoza, 1989), libro que, inexplicablemente, deja fuera de su

impecable estudio a Rudé, el gran teórico de la historia de las multitu­des.

Pero se llega así, tras los pasos de una introducción razonada en el mundo de la I listoria Social y el desarrollo de sus «noviazgos» y desa­mores, sus triunfos e inseguridades, a la crisis. Que se vive en estos años últimos, y que se manifiesta desde la añoranza de la vieja historia (que los más conservadores querrían mante­ner de reina de las ciencias sociales, independiente de todas ellas) y la buena narración, a la necesidad de hallar el norte y volver a rehacer el camino, que hoy presenta una peli­grosa fragmentación en mil especiali­dades y clanes, caprichos temáticos pintorescos, heridas aún por los abra­zos con las otras ciencias sociales, en especial la Sociología. N o es menor también el hastío con que ciertas for­mas demasiado duras y oscuras del estructuralismo marxista habían he­cho méritos para desanimar a los más heroicos seguidores. Pero no es un problema formal, como demuestran las polémicas entre L. Stone y E. J. Hobsbawm en Past and Present, entre Hans Medick y los historiadores ale­manes «histórico-sociales», o las críti­cas de Le Goff o los Genovese, ata­cando los excesos del «microscopio» frente al «telescopio» como punto de mira, o debatiendo la vuelta al histo-ricismo y a una nueva historia políti­ca y del poder.

De aquellos «amores» que la His-

180

RECENSIONES

toria social —unas veces, Cenicienta, otras princesa, ciertamente— mantu­vo hacia las citadas ciencias sociales, se dedujo, claro es, el divorcio con la historia económica, que a su vez ha-bia volado hacia el lenguaje matemá­tico, la cuantificación y teorías espe­cificas, desinteresándose notablemen­te del sujeto de estudio —los seres humanos en el t iempo—. Pero no será sólo la historia económica, como bien sabemos, escenario, en su caso, de enconados encuentros entre los partidarios incondicionales o condi­cionados de esas técnicas. También la Historia social ha padecido — o se ha beneficiado, según se mire— de los ataques cruzados entre los cuantitati-vistas y quienes no aceptan que ese sea el único método válido para co­nocer la realidad pasada. Los unos descalifican a quienes no presentan series cuantificables, susceptibles de interpretaciones matemáticas; los otros niegan que el método pueda sustituir a la teoria. Por su parte, también los marxistas más clásicos son combatidos desde el argumento de que las mayorías han sido casi siempre silenciosas, no combativas, y es ese silencio el que la historia social debe iluminar, buscando una meto­dología propia, emancipada de la So­ciología.

Está fuera de toda duda que hoy toda historia es una elaboración teó­rica a partir de datos más o menos fidedignos y fragmentarios. Y en ese acuerdo cree Julián Casanova que

podrá encontrarse una «salida del tú­nel» a partir del reencuentro con la Sociología histórica (que reverdece en Norteamérica: Barrington Moore, Wallerstein, Anderson, T. Skocpol), cuyo camino se cruza con la Historia teórica (hoy emblematizable en el grupo de Bielefeld, por ejemplo), que debe construir modelos y hacerse muchas preguntas, pero no preconce­bir nada, sino hacer surgir la teoría de la investigación sobre los hechos.

N o para unir los caminos, qufe a casi nadie satisface, sino para inter­cambiar recursos en una saludable división del trabajo: ni el sociólogo puede pasarse la vida en los archivos, ni el historiador dispone de suficiente bagaje para hacer comparaciones ma-crohistóricas por su cuenta. Y no sólo con la Sociología, sino luchar eficaz y verdaderamente por la «inte­racción» entre hechos, teorías y dife­rentes disciplinas.

No rehuye Casanova —y era có­modo y se prestaba fácilmente a ello el enfoque generalista— la arena pro­pia, el acaso demasiado rápido análi­sis sobre «el secano español» que nos dice en ningún caso ha sido paisaje para esos caminos del origen, la edad de oro y la crisis. Ni siquiera, tras el final del régimen fascista, se hizo mucho más que asimilar apresurada­mente modas y corrientes de otros países. Pero no es casualidad que cuando se quieren presentar las au­ténticas y serias líneas de renovación, se cite una docena de nombres en su

181

RECENSIONES

mayoría historiadores económicos (Nadal, Fontana, Garrabou, Tortella, Bernal, Pérez Picazo, Torras, García Sanz) como pioneros de esa nueva historia que crece entre debates y teorizaciones concienzudas, aunque sus obras casi nunca puedan calificar­se propiamente de «Historia social», como tampoco los clásicos derrote­ros de los Artola y Jover, aunque sí los básicos estudios sobre el movi­miento obrero de los Tuñón, Martí, Termes, Elorza, Alvarez Junco, etc., sometidos a reciente renovación.

El fin, en línea con el citado libro de Kaye, éste, de lectura densa, pero

apasionante, es como queda dicho muy rico en informaciones y suge­rencias, notablemente claro, y poco convencional, lo que resulta particu­larmente grato. Los historiadores de la economía, sólo tangencialmente aludidos a primera impresión, pero tocados en profundidad si bien se mira, haríamos bien en tenerlo en cuenta, y aunque sólo en parte nos atañe, sacar partido de sus enseñan­zas «en cabeza ajena».

Eloy F E R N Á N D E Z C L E M E N T E

Universidad de Zaragoza

Manuel LUCENA S A L M O R A L : Características del comercio exterior de la provincia

de Caracas durante el sexenio revolucionario (1807-1812), Madrid. Monogra­fías. Economía Quinto Centenario, Instituto de Estudios Fiscales, Institu­to de Cooperación Iberoamericana, Sociedad Estatal Quinto Centenario, 1990, 558 págs., 3.400 ptas. (Con importante bibliografía y fuentes y sin índice alfabético.)

El libro de Manuel Lucena Salmo-ral viene a cerrar un período de la historia económica y política de Ve­nezuela, el del fin de la dominación colonial española, y a abrir uno nue­vo, el de su independencia, y lo va a conseguir a través del estudio de su comercio exterior. Para un mayor co­nocimiento de la situación económi­ca, social y política venezolana del período expuesto en esta obra y como prólogo de la misma, debe se­guirse también al mismo autor en otro trabajo {Vísperas de la independen­

cia americana: Caracas, Editorial Al-hambra, Madrid, 1986) fundamental para su comprensión, puesto que apenas existen trabajos monográficos sobre el tema. El trabajo que ahora nos presenta es fruto de una larga labor investigadora en los archivos venezolanos y españoles, espera acre­centada por la permanencia del ma­nuscrito en la editorial para su publi­cación.

De entre los pocos estudios desta-cables cabe señalar las obras genera­les sobre la economía y, especíalmen-

182

RECENSIONES

te, sobre el comercio venezolano de Brito Figueroa (La estructura económi­

ca de Venei^uela Colonial, Caracas, 1978, e Historia Económica j Social de

Venezuela, Caracas, 1978, 3 vols.), de Arellano Moreno {Orígenes de la econo­

mía venezolana, Caracas, 1973), Arcila Parías {Comercio entre Venezuela y Mé­

xico en los siglos XVIIj XVIII, México, 1950, y Economía Colonial de Venezue­

la, Caracas, 1977) y de García Chue­cos {Hacienda Colonial Venezolana, Ca­racas, 1946), que representan impor­tantes aportaciones, aunque revisa-bles por el paso del tiempo; de ahí la importancia y originalidad que tiene el libro reseñado de Lucena Salmo-ral.

La importancia del tema, según el autor, radica en tres aspectos. Prime­ro, en las connotaciones especiales que el comercio marítimo de esta colonia supuso para su economía, so­bre todo, por estar basado en la ex­portación de productos agrícolas (ta­baco, cacao, café, añil, algodón, etc.) a cambio de artículos que no produ­cía, principalmente, manufacturas y numerario.

Segundo, en la importancia que tuvo Caracas dentro del sistema mer­cantil venezolano, que, a través de La Guaira y Puerto Cabello, acaparó el 65 por 100 del comercio exterior de la colonia.

Y, tercero, en la coyuntura política del período, ya que en él se produce, como ya ha quedado reflejado, la ruptura de la colonia con la metrópo­

li (1906), la constitución de la Prime­ra República (1806-1812) y la guerra de independencia.

Lo que intenta Lucena Salmoral en este libro es demostrar la influencia que tuvo el comercio caraqueño so­bre el proceso político venezolano y la expansión del mismo hacia otras naciones, tanto neutrales como ami­gas. De esta forma se abandonaba el eje Veracruz-La Guaira-Cádiz que configuraba el comercio exterior ve­nezolano desde el siglo XVII.

Esta apertura del comercio vene­zolano se hizo en contra de la política de la metrópoli como única salida para su comercio, poder acceder así a mercancías más baratas y, al mismo tiempo, dar salida a sus productos. Ello pudo realizarse gracias a la vi­sión, bien mercantil o política, de algunos de sus intendentes y capita­nes generales, quienes mantuvieron una actitud progresista para la época y favorable a los intereses de la eco­nomía de país. Destaca aquí Lucena Salmoral la labor de los intendentes Juan Vicente de Arce (1803-1809) y Vicente Basadre (1809-1810) y de los capitanes generales Manuel de Gue­vara Vasconcelos y Vicente Emparán como muy positiva para la reactiva­ción del comercio caraqueño por las medidas que dictaron. La rebaja de los impuestos que gravaban el co­mercio fue una de las medidas más importantes que tomaron estos fun­cionarios, todos ellos españoles, con el fin de reactivar el citado comercio;

183

RECENSIONES

concretamente redujeron las tasas de aforo y de exportación, al mismo tiempo que reglamentaron la activi­dad mercantil y combatieron el con­trabando.

Estos fines planteados por el autor los consigue con el estudio de los diferentes mercados que mantenían contactos mercantiles con la ciudad venezolana a través de los puertos de La Guaira y Puerto Cabello.

Las fuentes principales que utiliza para cuantificar este comercio son las cuentas de avería recaudadas por el Consulado entre 1807 y 1812 y los estados del comercio de los puertos de La Guaira y Puerto Cabello. La avería fue un impuesto cobrado so­bre el valor de las mercancías legal-mente declaradas y que para el perío­do tratado por Lucena Salmoral era del 1 por 100. En esta documenta­ción los funcionarios constataban la procedencia y destino de las embar­caciones, su dueño o maestre, su nombre y tipo, fecha de entrada o salida del puerto, el importe total de las mercancías t ransportadas o a transportar y el valor del impuesto recaudado.

La utilización de esta fuente es relativa a la hora de cuantificar el comercio caraqueño, puesto que, como dice el autor, en los libros de avería aparecen registradas cantida­des correspondientes a años anterio­res no liquidadas. Además, como puede suponerse, hay que tener en cuenta que lo que se gravaba eran las

mercancías declaradas, es decir, que este gravamen tan sólo era cobrado sobre el comercio legal, dejando al margen el contrabando o el fraude en las declaraciones, ambos de muy difí­cil cuantificación.

Así, según expone el autor, cuan­do España entró en guerra con Ingla­terra, el comercio entró en crisis al cerrarse los mercados europeo y de las colonias extranjeras, eminente­mente ingleses ambos, y por el blo­queo establecido para tal fin. Ello originó la apertura del comercio a naciones neutrales o amigas, entién­dase aquí con los Estados Unidos, para satisfacer las necesidades más perentorias de la colonia. El fin de la guerra y la alianza española con los antiguos enemigos hizo que el co­mercio caraqueño comenzase una etapa de auge hasta 1810, hasta el comienzo de la guerra de emancipa­ción.

El inicio del proceso emancipador supuso un nuevo bloqueo, esta vez español, a los puertos venezolanos y el comienzo de una nueva crisis, más importante que la originada por la anterior guerra con Inglaterra. Esta situación fue más grave, puesto que se cerraron a los navios venezolanos tanto los puertos españoles como los coloniales adictos a la metrópoli.

El colapso del comercio venezola­no fue total, puesto que España ab­sorbía la mayor parte de las exporta­ciones venezolanas, a cambio de las cuales se conseguía el tan necesario

184

RECENSIONES

numerario para mover su economía. Para evitar el colapso originado por tal situación, el gobierno de la Prime­ra República emitió papel moneda en grandes cantidades, provocando con ello una grave inflación que llegó a empeorar aún más la situación de la economía de la colonia.

Lucena Salmoral ha estructurado el comercio de Caracas durante el Sexenio Kevolucionario en seis grandes mercados, con 75 terminales, y en cuatro etapas, que nos muestran un comercio eminentemente «de gran en­vergadura y de ámbito atlántico para el que no estaba preparado el aparato comer­cial caraqueño». Los seis mercados son Estados Unidos (35,2 por 100), colo­nias amigas y neutrales (34 por 100), España (24,4 por 100), Europa (3,3 por 100), Hispanoamérica (1,9 por 100) y la propia Venezuela (1,2 por 100).

En cuanto a la periodización, el autor establece cuatro etapas que, como ya hemos adelantado, están configuradas por otras tantas situa­ciones políticas de la provincia de Venezuela. Una primera etapa de co­mercio de neutrales (1-1-1807/31-8-1807), condicionada por la guerra hispano-inglesa y basada en el inter­cambio con Estados Unidos, princi­palmente, y con las colonias america­nas que Holanda, Francia y Dinamar­ca tenían en el Caribe. Una segunda etapa (1-9-1807/31-8-1808) caracteri­zada por una crisis originada por la interrupción del tráfico con España,

causada por la invasión francesa y el vacío de poder que originó, y el embargo norteamericano decretado por el presidente Jefferson. Una ter­cera etapa de auge (1-10-1808/31-12-1810) caracterizada por la alianza his­pano-inglesa y la reapertura del co­mercio con Estados Unidos, y favo­recida por la política comercial de las autoridades venezolanas. Y una cuar­ta etapa de crisis (1-1-1810/31-12-1812), aunque de evolución hom'ogé-nea y condicionada por los sucesos políticos de la colonia, en la que desaparece España como uno de sus principales mercados y cuyo lugar es ocupado por las colonias extranjeras en el Caribe y por Gibraltar, que será la que indirectamente sirva de inter­mediaria entre Caracas y el mercado español.

En cuanto a los productos expor­tados por Caracas, es el cacao el más importante (43,3 por 100). Este des­tacado lugar dentro del comercio ca­raqueño es debido a la gran demanda mexicana y española de este produc­to, que desde comienzos del siglo XVII viene aportando importantes in­gresos a la colonia, primero desde Maracaibo y luego desde Caracas —para una mejor comprensión de este intercambio nos remitimos al ex-

• célente trabajo de Arcila Parías sobre el comercio de Venezuela (Caracas) con México en los siglos XVII y XVIII—. Otros productos exportados fueron añil (24,6 por 100), café (17,4 por 100), efectos de Europa y víveres

185

RECENSIONES

(4 por 100), algodón (2,7 por 100), plata fuerte (2,4 por 100) y cueros (1,9 por 100), fundamentalmente.

Las importaciones estuvieron ba­sadas en la introducción de lo que Lucena Salmoral ha denominado como géneros y efectos tanto ex­tranjeros (25,9 por 100) como es­pañoles (20,1 por 100), que no son sino productos manufacturados —en su mayor parte textiles de lino y algodón—; le siguen en importancia la plata y el oro en todas sus presen­taciones (19 por 100), víveres proce­dentes de las colonias extranjeras (17,9 por 100), quincalla (1,4 por 100) y efectos navales (1 por 100).

La estructura del libro tiene dos partes bien definidas y diferenciadas. En la primera de ellas hace un estu­dio de las estructuras del comercio caraqueño, un análisis del mismo y de los mercados que lo componían, haciendo al mismo tiempo una breve introducción de la sociedad y de otros aspectos de la economía vene­zolana del momento. En definitiva, lo que intenta hacer es una síntesis introductoria al comercio caraqueño, y que al estar realizada por la claridad y la precisión de Lucena Salmoral. nos introducimos rápidamente en la economía, la sociedad y, en definiti­va, la historia de la provincia de Venezuela, sin la cual no se compren­dería el desarrollo de su situación

política y mercantil de la misma, ni sus interrelaciones.

La segunda parte del libro estudia la coyuntura del comercio caraqueño entre 1807 y 1812. Comienza Lucena Salmoral aclarando la periodicidad que ha establecido —y que ya ha q u e d a d o expuesta con anter ior i ­dad—, para continuar con la descrip­ción minuciosa y clarividente de la misma por etapas y subetapas, des­menuzando la evolución del comer­cio caraqueño y estableciendo la pari­dad de esta última con la situación política del momento. Está reforzado el estudio de la estructura mercantil caraqueña con un importante aparato de tablas y gráficos que sirven de apo­yo y nos ayudan a comprender aún mejor la tesis que establece el autor.

En definitiva, este libro es funda­mental para la comprensión, a través del comercio caraqueño, de un mo­mento clave de la historia de Vene­zuela, que, al estar basado en datos cuantitativos, hacen muy fiable las tesis establecidas por el autor. Espe­remos que otros investigadores con­tinúen la encomiable labor iniciada por el profesor Lucena Salmoral, desde hace muchos años, para escla­recer la economía de un país y una época poco estudiada.

Emiliano GiL BLANCO

Universidad de Alcalá de Henares

186

RECENSiONb;S

Michael KlTSON y Solomos SOLOMOU: Protectionism and Economic Reviva/: the

British Interinar Economy, Cambridge University Press, 1990, 123 pp.

La adopción en 1932 de una tarifa arancelaria por parte de Gran Bre­taña ha sido objeto de una considera­ble atención en el estudio de la eco­nomía del período de entreguerras. Su impacto tanto interno como sobre la economía internacional ha provo­cado un intenso debate. Dentro de este marco, el objetivo del libro de Kitson y Solomou es revisar las in­terpretaciones existentes sobre la evolución de la economía británica durante los años treinta contrastando la importancia del cambio en su polí­tica comercial y, al mismo tiempo, demostrar la que puede considerarse su principal tesis: que el arancel tuvo una considerable importancia en la recuperación económica entre 1932 y 1937.

Un objetivo que es abordado, ade­más, a partir de la sugestiva concep­ción económica de la Escuela de Cambridge, siguiendo la tradición de Kaldor, a quien se le dedica la obra. Por ello los autores subrayan la im­portancia de la demanda en el creci­miento económico dejando de lado otras posibles explicaciones de oferta (adaptación tecnológica, surgimiento de nuevos sectores, situación del mercado de trabajo, etc.) como prin­cipales causantes de las favorables condiciones de aquella etapa. Lo cual no implica, se señala y justifica en sus páginas, que se utilicen los argumen­

tos más keynesianos como la insufi­ciencia de la demanda agregada ante la excesiva propensión a ahorrar res­pecto a las posibilidades de invertir, pero sí otros como la excesiva pro­pensión a importar relativa a la habi­lidad de exportar. Con lo cual la obra se integra en la estimulante contro­versia más general acerca 3el papel desempeñado por el comercio exte­rior y la política comercial en la ele­vación del nivel de la demanda agre­gada.

Para articular su argumentación, los autores han organizado el libro de forma muy clara: de los aspectos generales a los particulares y de los macroeconómicos a los casos secto­riales. Y de esta forma, en algo más de cien páginas de extensión, se inte­gran una introducción, seis capítulos y una conclusión.

En el primer capítulo se describen las principales características de la economía británica: crecimiento, evolución, grado de apertura y ciclos del producto nacional bruto y de la producción industrial. La importan­cia que en él se le concede a la modi­ficación de la propensión a importar hace que se revise, en el segundo capítulo, los posibles marcos teóricos en los que se analiza el impacto del proteccionismo sobre el crecimiento. En el tercero se sintetiza críticamente cuáles han sido los principales estu-

187

RECENSIONES

dios cuantitativos sobre los efectos del arancel, mientras los dos siguien­tes están dedicados a la explicitación y contraste de las hipótesis plantea­das sobre sus consecuencias macroe-conómicas y sectoriales respectiva­mente. Y, por último, el sexto capí­tulo resume, con una brevedad nota­ble, las teorías que podrían explicar la recuperación de la economía britá­nica durante los años treinta.

La conclusión más destacada del trabajo es que el arancel de 1932 puede ser considerado un éxito al provocar una reducción de la pro­pensión a importar, lo que supuso un aumento de la demanda efectiva, en especial para los sectores industriales. Su entrada en vigor, por tanto, tuvo efectos multiplicadores intersectoria­les, mejorando el output, el empleo y la productividad, y provocó efectos ingreso macroeconómicos. Para Kit-son y Solomou, la tarifa general ac­tuó, pues, de desencadenante de im­portantes efectos inducidos, permi­tiendo que se aprovecharan las ven­tajas que tenía la economía británica en aquellos momentos , como la adopción de nuevas tecnologías, la consolidación de nuevos sectores productivos, la devaluación de la li­bra y otras iniciativas políticas. Unos efectos inseparables de la situación de desempleo masivo y exceso de capa­cidad que dominaban aquellos años, cuya importancia es reiteradamente subrayada por los autores.

El interés de la obra reside, sobre

todo, en el análisis detallado del co­mercio exterior británico que contie­ne incluyendo su comportamiento sectorial, lo que separa el tipo de aproximación utilizado del de otras investigaciones previas, como las de Broadberry o Eichengreen, centradas de forma exclusiva en la evolución macroeconómica. Ello explica, por ejemplo, la inclusión de un estudio general en el que se distingue entre países con diferente status comercial y características del tipo de cambio, para comprobar si se cumple lo espe­rado respecto a la relación arancelaria de Gran Bretaña y/o su vinculación al patrón oro.

Y también explica la atención de­dicada a los sectores de la industria afectados por la tarifa, diferenciando entre los que estaban formados por actividades intensivas en el uso del factor trabajo, en el uso de recursos naturales y que tienen claras econo­mías de escala, y entre los que fueron protegidos por primera vez y los que ya lo habían sido en el pasado. La evidencia que se presenta en este punto, relativa a importaciones, ex­portaciones, empleo y productividad, refleja una clara ventaja para aquellos que no habían sido protegidos antes de 1932. Y dentro de éstos, los más favorecidos fueron, según los resulta­dos del trabajo, los intensivos en tra­bajo y los que tienen claras econo­mías de escala, mientras las industrias de fabricación de productos diferen­ciados y las que importaban materias

188

RKCENSKJNES

primas fueron las menos beneficia­das.

El planteamiento teórico del que parten Kitson y Solomou y su tipo de aproximación sesgan la interpreta­ción que ofrecen y limitan la contun­dencia de las conclusiones. Porque aun cuando se intentan rebatir las interpretaciones alternativas median­te contrastes empíricos, éstos son in­suficientes debido a su carácter par­cial. Al determinarse conjuntamente en la realidad los efectos de unas variables sobre otras, el tipo de con-trastación que utilizan plantea al­gunos interrogantes sobre su ido­neidad.

Uno de los casos más evidentes de lo que acabo de mencionar es el in­tento de discernir entre los efectos de la devaluación de la libra y los del arancel con objeto de subrayar la importancia de este último. Pero de forma general, el interrogante que permanece tras la lectura del libro es cómo se puede demostrar que la cau­sa principal del crecimiento del conjunto de la economía fue el aran­cel discriminatorio mediante el análi­sis sectoral de las variaciones en la propensión a importar, exportacio­

nes, producción, productividad y empleo. Porque no deja de parecer arriesgado establecer un nexo causal entre ambos sin especificar con deta­lle la forma en cómo se produjo la transmisión de los efectos multiplica­dores o dejando de lado los factores de oferta mencionados.

Lo anterior no implica que el libro no tenga méritos destacables. Es de agradecer la capacidad de síntesis de los autores y la organizada estructura de sus páginas. Y también su deci­sión de insistir en la capacidad expli­cativa de teorías menos ortodoxas, pero no menos sugestivas para com­prender esta etapa y, en general, el proceso de crecimiento económico. En este sentido el volumen cubre una laguna a la que los estudios pre­vios, que habían abordado la cues­tión desde una perspectiva exclusiva­mente macroeconómica, no habían prestado atención. Pero al perseguir un objetivo teórica e históricamente tan ambicioso, se hace muy difícil la contrastación de todas las cuestiones que los autores plantean.

Concha B E T R Á N PÉREZ Universidad de Valencia

189

REVISTA DEL CENTRO DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES

SUMARIO DEL NUM. 11 (enero-abril 1992)

I. SEMINARIOS DEL CENTRO DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES

MANUEL ALCÁNTARA SÁEZ: Las transiciones a la democracia en España, América Lalinaj Europa Oriental, Elementos de aproximación a un estudio comparativo.

MARTIN D . FARRELL: fiV egoísmo ético. JUAN PABLO FUSI AIZPURUA: Ea aparición de los nacionalismos. PAULO HIDALGO; Ea transición a la democracia: aspectos teóricos y análisis de la situación chilena,

JORGE F . MALEM SEÑA: Acerca de la pornografía, •

JULIÁN SAUQUILLO: Arte y ciencia en la teología política de Emile Durkheim.

PEDRO CRUZ VILLALÓN: El ordenamiento constitucional: una indagación empírica.

II. ESTUDIOS PREMIADOS POR EL CENTRO DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES

MIGUEL CASINO RUBIO: Eas costas en el proceso contencioso-administrativoy el derecho a la tutela judicial efectiva.

FRANCISCO COLOM GONZÁLEZ: Ea «i^iquierda schmittiana» en el debate constitucional de la República de Weimar.

III. DOCUMENTACIÓN

Boletín de Sumarios. Bibliografía. Actividades del Tribunal Constitucional. Elecciones 26-5-91.

IV. ACTIVIDADES DEL CENTRO DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES

PRECIOS DE SUSCRIPCIÓN ANUAL

España 4.500 ptas. Extranjero 59$ Número suelto: España 1.600 ptas. Número suelto: Extranjero 20 $

Números sueltos: CENTRO DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES

Fuencarral, 45

CENTRO DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES Plaza de la Marina Española, 9 - 28071 MADRID

REVISTA DE ESTUDIOS POLÍTICOS (NUEVA ÉPOCA)

P R E S I D E N T E D E L C O N S E J O ASESOR: Carlos OLLERO GÓMEZ

D I R E C T O R : Pedro DE VEGA GARCÍA - SECRETARIO: Juan J. SOLOZÁ-BAL E C H E V A R R Í A

SUMARIO D E L N U M . 75 (enero marzo 1992)

E S T U D I O S

Cario C H I M E N T I : Algunos rasgos fundamentales del parlamentarismo italiano. Giorgio RECCHIA: Derechos fundamentales e integración europea: I^a jurisprudencia del Tribunal

Constitucional italiano. ]. ViLAS NoGUElRA: Tas elecciones autonómicas en Galicia (1981-1990). José Manuel C U E N C A T O R I B I O y Soledad M I R A N D A G A R C Í A : Sociología de los ministros de la

restauración (1902-1931). Cesáreo R. A G U I L E R A D E P R A T : hl uso del referéndum en la España democrática (1976-1986). Kepa SoDUPE: El estado actual de las relaciones internacionales como ciencia social: ¿Crisis o pluralismo

paradigmático^

N O T A S

Pablo Lucas V E R D Ú : Una contribución capital para «aprehender» el significado de la disposición adicional primera de la Constitución.

Javier RuiPÉREZ ALAMII . I .O: Algunas consideraciones sobre la reforma constitucional. Juan DE D I O S I Z Q U I E R D O y Manuel R E Q U E N A : distado actual de la investigación electoral en

Castilla-Ta Mancha. Mariano BACK;ALUPO: Política J Constitución en la Alemania actual. Fernando D E L A G E : Estabilidad y capacidad como legitimidad: EJ partido liberal democrático japonés.

C R Ó N I C A S Y D O C U M E N T A C I Ó N

Rober to V I C I A N O P A S T O R : Un paso adelante en la reforma institucional italiana: la introducción de la preferencia electoral única tras el referéndum de 9 de junio de 1991.

R E C E N S I O N E S . N O T I C I A S D E LIBROS

P R E C I O S D E SUSCRIPCIÓN A N U A L

España 4.800 ptas. Extranjero 61 % N ú m e r o suelto: España 1.400 ptas. Número suelto: Extranjero 22 S

Suscripciones: E D I S A

López de Hoyos , 141 - 28002 M A D R I D

Números sueltos: C E N T R O D E E S T U D I O S C O N S T I T U C I O N A L E S

Fuencarral, 45, 6.° - 28004 M A D R I D

REVISTA ESPAÑOLA DE DERECHO CONSTITUCIONAL

Presidente: Luis SÁNCHEZ AGESTA Director: Francisco RUBIO LLÓRENTE

Secretario: Javier JIMÉNEZ CAMPO

SUMARIO D E L A Ñ O 12, NUM. 34 (enero-abril 1992)

E S T U D I O S

Vicente GlMENO S B N D R A : l^os órganos colaboradores de la justicia constitucional en Costa Rica y en lispaña.

Luis María DiF.Z-PlCAZO GIMÉÍNF.Z: Notas de Derecho comparado sobre la independencia judicial. Juan Luis REQURJt? P A G É S : Consideraciones en torno a la posición de las normas internacionales en el

ordenamiento español. Enrique A R N A L D O ALCUBILLA: lil derecho de sufragio de los extranjeros en las elecciones locales. F. de Borja LóPn.Z-JURADO ESCRIBANO: l^a formulación de criterios de interpretación de la

Constitución en la doctrina alemana; parámetros de admisibilidad. Hans JoACHIM FAI.LRR: Cuarenta años del Tribunal Constitucional Federal alemán.

J U R I S P R U D E N C I A

Estudios j comentarios:

Javier PARDO FALCÓN: LOS derechos del artículo 18 de la Constitución en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional.

Crónica, por Nicolás PÉREZ-SF .RRANO JÁUREGUI .

CRITICA D E LIBROS

R E S E Ñ A B I B L I O G R Á F I C A . Noticias de Libros. Revista de Revistas.

P R E C I O S D E SUSCRIPCIÓN A N U A L

España 4.500 ptas. Extranjero 59 $ Número suelto: España 1.600 ptas. N ú m e r o suelto: Extranjero 20 $

Suscripciones: EDISA

López de Hoyos , 141 - 28002 M A D R I D

Números sueltos: C E N T R O D E E S T U D I O S C O N S T I T U C I O N A L E S

Fuencarral, 45, 6." - 28004 M A D R I D

REVISTA DE ADMINISTRACIÓN PUBLICA

Director: Eduardo GARCÍA DE E N T E R R Í A

Secretario: FERNANDO S A I N Z MORENO

SUMARIO D E L N U M . 127 (enero-abril 1992)

ESTUDIOS

P'ernando S A I N Z M O R E N O : lll principio de publicidad de las normas. Santiago SÁNCHIÍZ GONZÁ1. I -Z : Sobre la libertad de expresión en el mundo anglosajón. Ernesto G A R C Í A - T R Í - , V I | A N O : La extensión de los contratos administrativos por un mutuo acuerdo. José María F E R N Á N D E Z PASTRANA; Reivindicación del silencio positivo: Reflexiones para su

recuperación en el ámbito de las autorizaciones administrativas.

J U R I S P R U D E N C I A

I. Comentarios monográficos:

Juan P E M Á N G A V I N : Via administrativa previa y derecho a la tutela judicial. Javier BARCELONA L L O P : De la ejecución for:iosa de los actos administrativos a la ejecución forzosa de

las sentencias contencioso-administrativas. Consuelo A L O N S O G A R C Í A : L.a responsabilidad patrimonial de la Administración por denegación

ilegal de Ucencias de urbanismo. Eduardo COC;A V I T A : A vueltas con la suspensión de la ejecución de los actos administrativos recurridos:

h.as últimas aportaciones doctrinales y jurisprudenciales.

II. Notas:

A) fc« general (J. ToRN<.)S M A S y T. FoNT 1 L I . O V E T )

B) Personal (R. E N T R E N A C U E S T A )

C R Ó N I C A A D M I N I S T R A T I V A

B I B L I O G R A F Í A

P R E C I O S D E SUSCRIPCIÓN A N U A L

España 4.800 ptas. Extranjero 61 $ N ú m e r o suelto: España 1.700 ptas. N ú m e r o suelto: Extranjero 22 S

Suscripciones; E D I S A

López de Hoyos , 141 - 28002 M A D R I D

Números sueltos: C E N T R O D E E S T U D I O S C O N S T I T U C I O N A L E S

Fuencarral, 45

C E N T R O D E E S T U D I O S C O N S T I T U C I O N A L E S Plaza de la Marina Española, 9

28071 M A D R I D

REVISTA DE INSTITUCIONES EUROPEAS

Directores: Manuel DÍEZ DE V E L A S C O , Gil Carlos Rc^DRÍGUEZ IGLESIAS y Araceli MANGAS MARTÍN

Directora Ejecutiva: Araceli MANGAS MARTÍN Secretaria: Nila TcJRRES U G E N A

SUMARIO D E L VOL. 19 NUM. 1 (enero-abril 1992)

ESTUDIOS

Victoria ABÍ-,LLAN HONRL'BÍA: Presupuestos de una política común en materia de relaciones exteriores y de seguridad.

Gregorií) G / \ R Z Ó N CI.ARÍANA; Hl nuevo derecho social de la Comunidad Huropea: oh/etivos y medios. David KI :HI . IN( ; : l^a propiedad industrial e intelectual en el ámbito del Derecho comunit.¡-rio,

N O T A S

Concepción ESCOBAK HIÍRNANDI; / . : Problemas derivados de la aplicación en el ordenamiento español de la sentencia Bulto (Comentario a la Sentencia del Tribunal Constitucional español 245J1991, de 16 de diciembre).

José Luis V A I VBRDE, M.» Dolores (^ABIV.AS, Antonio Luis AcoSTA y David MARTÍN (^ASTILLA: Garantía de calidad y libre circulación de medicamentos en la Comunidad Huropea.

Luis Norber to GoN/.Ai.i:/. ALONSO: Nuevos desarrollos en la aplicación del GATT (Comentario a

la .Sentencia del TJCH de 7 de majo de 991, as. C-69IS9, Nakaiima).

J U R I S P R U D E N C I A

C R Ó N I C A S

B I L I O G R A F I A

D O C U M E N T A C I Ó N

PRfíCIOS D E SUSCRIPCIÓN ANUAL

Fispaña 4.500 ptas. Extranjero 59 $ Número suelto: Fispaña 1.600 ptas. Número suelto: [-extranjero 20 S

Suscripciones: EDISA

López de Hoyos, 141 - 28002 MADRID

Números sueltos: C E N T R O D E E S T U D I O S CONSTITUCIONALES

Fuencarral, 45 - 28004 MADRID

REVISTA DE LAS CORTES GENERALES

SUMARIO DEL NUM. 23 (segundo cuatrimestre 1991)

i. E S T U D I O S

Bernard CRICK: La tradición clásica de la política j la democracia contemporánea. Pablo DÍHZ L AOO; Hl deber de asistencia de los parlamentarios a las sesiones y el derecho al ejercicio

del cargo (arf. 2}.2 CE.). Agustín DF. VEC;A: Notas acerca del recurso previo de inconstitucionalidad. Baldomero CoRES TRASMONTE: La representación corporativa y el papel de la Universidad

compostelana en el .Senado español.

II. N O T A S Y D I C T Á M E N E S

Informe de la Secretaría General del Congreso de los Diputados acerca del carácter orgánico u ordinario del proyecto de ley por el que se crea el Consejo Económico y Social.

José Fernando M E R I N O M E R C H Á N y Luis D E LA P E Ñ A R O D R Í G U E Z : has facultades de calificación de las enmiendas por las Mesas de las Cámaras.

III. C R Ó N I C A P A R L A M E N T A R I A

Rober to L. B L A N C O VAT.DÉS: Ea producción legislativa del Parlamento de Galicia: Balance de un década de actividad (1981-1991).

IV. D O C U M E N T A C I Ó N . LIBROS. R E V I S T A D E R E V I S T A S .

P R E C I O S D E SUSCRIPCIÓN A N U A L

Suscripción anual (tres números) , IVA no incluido 3.300 ptas. N ú m e r o suelto, IVA no incluido 1.200 ptas. Suscripción anual extranjero 33 dólares Número suelto extranjero 12 dólares

Suscripciones: S E C R E T A R I A G E N E R A L D E L C O N G R E S O D E L O S D I P U T A D O S

( S E R V I C I O D E P U B L I C A C I O N E S ) Floridablanca, s/n. - 28071 Madrid

EL TRIMESTRE E C O N Ó M I C O COMITÉ DICTAMINADOR: Carlos Bazdresch P., Jorge Cambtaso, Josó Casar, José Romero, Lucia Segovla, Rodolfo de la Torre, Martin Werner. CONSEJO EDITORIAL: Edmar L. Bacha, Enrique Cárdenas, José Blanco, Gerardo Bueno, Héctor L. Diéguez, Arturo Fernández, Ricardo Ffrench-Oavis, Enrique Florescano, Roberto Frenkel, Ricardo Hausmann, Albert 0. Hirschman, David Ibarra, Francisco Lopes, Guillermo Maldonado, José A. Ocampo, Luis Ángel Rojo Duque, Gert Rosenlhal, Fernando Rosenzweig t(Presidente), Francisco Sagasti, Jaime José Serra, Jesús Silva Heraog Flores, Osvaldo Sunkel, Carlos Tello, Ernesto Zedillo.

Director: Carlos Bazdresch P Subdirector: Rodolfo de la Torre

Secretario de Redacción: Guillenno Escalante A.

Vol. LVIII (3) México. Julio-Septiembre de 1991 Núm. 231

ARTÍCULOS:

Paul M. Romer

Raúl Ramos Tercero y Juan Rosallón

SUMARIO

El cambio tecnológico endógeno

La economía elemental de las reglas de origen

Aldo Ferrar

Santiago Lavy y RotMíto Rosales

Jaime Ros

Michael E. Coiby

Perspectivas heterodoxas en el Inlorme Okita acerca de la economía argentina

Los lipos de cambio múltiples y el radonamienlo de las divisas: La teoría y una aplicación al caso de El Salvador

La movilidad del capital y la encada de la política con una corrida del crédito. La economía mexicana en los (¡dienta

La administración ambiental en el desarrollo: Evolución de los paradigmas

RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS: Rene Rémond: Albert O. Hirschman. Retóricas de la intransigencia, México, Fondo de Cultura Económica, 1991.

DOCUMENTOS: Banco Mundial. La economía de la Unión Soviética

Precio de suscripción por un arto, 1992 La suscripaón en México cuesta $90.000.00

Personal Universidades, bibliotecas e instituciones

España. Centro y Sudamérica

(dólares) $25.00

$35.00

Resto del mundo (dólares) $35.00

$100.00

Fondo de Cultura Económica - Av. de la Universidad 975 Apartado Postal 44975. México. D. F.

REVISTA DE LA INTEGRACIÓN Y EL DESARROLLO DE CENTROAMERICA

Editada bajo el patrocinio del Banco Centroamericano de integración Económica

La R E V I S T A D E LA I N T E G R A C I Ó N Y EL D E S A R R O L L O D E C E N T R O A M E R I C A es una publicación del Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE). Sus páginas están a disposición de los organismos que participan en el programa de la integración, lo mismo que de todas aquellas instituciones y personas que se interesan seriamente por los problemas y destinos del pueblo centroamericano.

S U M A R I O D E L N U M E R O 44

I. Presentación.

II. Nuevos Enfoques de la Crisis de la Deuda Eatinoamericana, Jeffrey D. SACHS.

III. El Mercado Secundario de Deuda: Una posible Explicación de cómo se determinan los Precios de la Deuda de los Países en vías de desarrollo, Silvina V A T N I C K .

IV. ¿Es eficiente el Mercado Secundario de la Deuda? Willy V A N R Y C K E G H E M .

V. Una Perspectiva Centroamericana sobre la Reconversión de la Deuda. Ennio R O D R Í G U E Z .

VI. Notas Bibliográficas.

VIL Documentos.

— «Deuda Externa en América Eatina y El Caribe», Sistema Económico Eatinoamericano, SELA, 20 de septiembre de 1988.

— «Eas Consecuencias Sociales y Políticas del Endeudamiento Externo de América Eatina j El Caribe», Sistema Económico Eatinoamericano, SELA, 20 de septiembre de 1988.

— «Consideraciones sobre el Papel del Estado en la Economía Centroamericana». Exposición del Eic. Rolando Ramíre^ Panlagua, Presidente Ejecutivo del Banco Centroamericano de Integra­ción Económica, en el Seminario Internacional sobre Racionalización, Desinversión y Reconver­sión del Sector Público realii^ado \en Tegucigalpa, 9 de junio de 1989.

— «Texto de la Declaración Conjunta de la Cumbre Centroamericana en El Salvador». Febrero 1Í-14 de 1989.

— «Comunicado Económico Conjunto de la Comunidad Europea, de los Países Signatarios del Trabajo General de Integración Económica Centroamericana y de Panamá». San Pedro Sula, Honduras, 28 de febrero de 1989.

Suscripción gratuita, dirigirse a:

R E V I S T A D E LA I N T E G R A C I Ó N Y EL D E S A R R O L L O D E C E N T R O A M E R I C A - B C I E Apartado Postal 772, Tegucigalpa, D . C. H O N D U R A S , C. A.

A N N O L X X X I - S E R I E III O T T O B R E 1991 FASCICOLO X

Rivista di Política Económica Direttore responsabik: M A R I O BALDASSARRI

Direttore: I N N O C E N Z O C I P O L L E T T A

Redattore scientijico: V E N I E R O D E L P U N T A

S C:) M M A R I O

S A G G I

William V I C K R E Y : 11 ruólo del sistema fiscale neltimpatto del dehito puhblico. Juan Carlos M A R T Í N E Z O L I V A : Ititerdipenden^a, integra^ione e guadagni dal coordinamento: un contributo all'analisi.

Pier Luigi SACCO: Correlacione e ra^jonalita in presenta di incerte^^a sistemática: un modello di contratta^ione relaciónale sul mércalo del lavoro.

+ + *

Atti del Convegno

L ' I N D U S T R I A I T A L I A N A E L ' E U R O P A *

I - PRESRNTAZIONK DEL XIII R A P P O R T O CSC.

Stefano MlCOSSL IJindustria italiana nella competixjone internacjonale.

II - P R E S E N T A Z I O N E DEL III R A P P O R T O E R E C O - C E E .

Angelo T A N T A Z Z I e Jean Marie PoL'TREL: h'Europa nel 1995: quale política industríale.

III - I N T E R V E N T L

Pippo R A N C I , Enzo PoNTAROLLO, Claudio DEMATTF. e Mario BALDASSARRI.

Luigi A B E T E : Conclusioni.

RASSEGNA BIBLIOGRÁFICA

Analisi d'opere. Libri ricevuti.

* Convegno organizzato dall'Assolombarda c dal Centro Studi Confindustria, tenutosi a Milano 11 18 giugno 1991.

Dire^ione, Reda^ione, Administra^ione: Viale Pasteur, 6 - 00144 Roma

Abbonamento annuo: Italia: L. 170.000 - Estero: L. 220.000 - Un numero: L. 20.000

Una revista trimestral, de ciencias sociales sobre la agricultura, la pesca y la alimentación

ABRIL JUNIO

1991

ESTUDIOS

ALBERTE MARTÍNEZ LÓPEZ Antecedentes del sector lácteo gallego 1890-1935.

JESÚS J. ALONSO CASTROVIEJO La evolución del viñedt) riojano durante los sialos XVII y XVlll.

JOSÉ ANTONIO SEBASTIAN AMARILLA La produccitin de cereales en tieiras de León durante la Edad Moderna (1570-1795).

JUAN CABRAL BUSTILLOS Translonnaciones agrarias e incendios forestales: un índice de la deforestación en la provincia de Cádiz (1978-1989).

ÁNGEL PANIAGUA MAZORRA Los nuevos cultivos y la colonización agrícola de la segunda mi­tad del siglo XIX.

NOTAS

FEDERICO AGUILERA KLINK Algunas cuestiones sobre la economía del agua.

JOAQUÍN OCAMPO SUAREZ-VALDES Reformismo agrario ilustrado y reforma aararia liberal en Astu­rias (1750-1850).

JUAN CARLOS GONZÁLEZ FARACO Efectos del cambio social en una práctica ganadera tradicional: la cría de caballos en las Marismas de Doñana.

BIBLIOGRAFÍA

I. Crilica de libros: JESÚS GARCÍA FERNANDEZ: -Cam­pesinos y pescadores del Norte de España»>. TOMAS GARCÍA AZCARATE: «Agriculture and the environment towards inte-gration... ISIDORO NABI: «Ciencia y tecnología». JUAN MA­NUEL GARCÍA BARTOLOMÉ: «La renaissance rurale». GLORIA RODRÍGUEZ GOMBAU: «Eficacia y rentabilidad de la agricultura española... FRANCO CAZZOLA: «Storia dell'agricoltura italiana in etá contemporánea. Spazi e paessagi... JOSÉ IGNACIO JIMÉNEZ BLANCO: «Clasificación general de los montes piiblicos hecha por el Cuerpo de Ingenieros del ramo en cumplimiento de lo previsto por Real Decreto de 16 de febrero de 1859 y Real Orden de 17 del mismo mes y aprobada por Real Orden de 10 de septiembre siguiente... I I . Reseña de Hbix». 111. Revista de Revistas.

JULIO SEPTIEMBRE

1991

ESTUDIOS

SERGIO GÓMEZ - W. L. GOLDFRANK Evolución del mercado agrario mundial: el caso del chile neoli­beral.

JORGE MORETT SÁNCHEZ Nuevas modalidades de control de las empresas transnacionales en la agricultura mexicana: el cuso de la fresa.

REIDAR ALMAS La globalización del comercio de alimentos y sus repercusiones sobre la remodelación de un sistema nacional de política alimen­taria.

DOUGLAS H. CONSTANCE - WILLIAM D. HEFFERNAN El complejo agroalimentario global de las aves de corral.

PATRICK H. MOONEY Los movimientos agrarios de la década de los años ochenta: La coordinación de los centros de movimientos locales.

LAWRENCE BUSCH Fabricación de plantas. Notas sobre la cultura de la naturaleza y la naturaleza de la cultura.

ALESSANDRO BONANNO Dimensión ideológica de la investigación en el campo de la bio­tecnología: análisis exploratorio.

MARÍA FONTE Aspectos sociales y simbólicos en el funcionamiento del sistema alimentario.

BIBLIOGRAFÍA

I. Crítica de libros: TOMAS GARCÍA AZCARATE: «Les agriculteurs et la politique». JOSÉ MORILLA: «La filoxera en Málaga. Una crisis del capitalismo agrario andaluz... TOMAS GARCÍA AZCARATE: «La ierre, malade des hommes... AL-MUDENA G A R C Í A CATALÁN: «Introducción a la economía de la Comunidad Europea... CARLOS MORENO APARICI: «Agrariam policies and agrícullural systems... SANTIAGO ZA­PATA BLANCO: «La agricultura española del siglo XIX... II. Reseña de libros. 111. Revista de Revistas.

Director; Crislóhal Gómez Benito.

Edita; Secretaría General Técnica Ministerio de Agricultura. Pesca v Alimentación.

SUSCRIPCIÓN ANUAL PARA 199) — España 4.400 ptas. — Estudiantes 3.300 ptas. — Extranjero 5.500 ptas. — Número suelto 1.300 ptas. Solicitudes: A través de librerías especializadas o di­rigiéndose al Centro de Publicaciones del Ministerio de Agricultura. Pesca y Alimentación. Paseo de la In­fama Isabel, n'-' 1. 28071 - MADRID (ESPAÑA).

ANNOUNCEMENT

Seventh Congress of the European Economk Association

August 29 - August 31, 1992, Dublin, Ireland

Cali for Papers

The European Economic Association will hold its seventh annual congress at Trinity

College, Dubhn , Ireland, from Saturday 29 August to Monday 31 August , 1992 (with

registration and welcome reception on Friday 28 August), Contributed papers (in

English) in all áreas of economics are welcome (one submission only per person).

Submissions should include two copies of the paper and of a short abstract (max 100

words) with keywords and must reach the Programme Chairman, by mail, hefore 1 March,

1992:

Professor John ViCKRRS

E E A Congress Programme Chairman

University of Oxford

Institute of Economics and Statistics

St Cross Building,

Manor Road

Oxford O X l 3UL

U.K.

ASOCIACIÓN INTERNACIONAL DE HISTORIA ECONÓMICA

XI CONGRESO INTERNACIONAL

Universidad Bocconi - Milán - 12-17 septiembre 1994

PROGRAMA PROVISIONAL (Sesiones A y B)

S E S I O N E S A

A l . La empresa global: Las grandes firmas y la riqueza de las naciones en la última centuria, 1890-1990. Coordinadores: A. D . C H A N D L E R , Jr . (USA)

P. F R I D E N S O N (Francia) F. A M A T O R I (Italia)

A2. Los problemas de la transición a la economía de mercado. Coordinador: I. B E R E N D (USA-Hungria)

A3. Las relaciones cambiantes entre las regiones europeas. División y cooperación. Siglos XIV-XVIII. Coordinador: A. M A C Z A K (Polonia)

S E S I O N E S B

B l . Los poderes públicos y la producción económica en la antigüedad clásica. Coordinadores: J. A N D R E A U (Francia)

P. O R S T E D (Dinamarca)

B2. E / desarrollo de la energía eléctrica. Comparaciones internacionales (1880-1980). Coordinadores: A. B E L T R A N (Francia)

P, H E R T N E R (Italia) H. M O R S E L (Francia)

B3. Las redes de comunicaciones europeas (siglos XIXy XX). Nuevos enfoques para el estudio de un sistema transnacional de transporte y comunicación. Coordinadores: A. CARRERAS (España)

A. GlUNTlNl (Italia) M. M E R G E R (Francia)

B4. Ll control de las aguas en Luropa (siglos XU-XVl). Coordinadores: É. C R Ü U Z E T - P A V A N (Francia)

J. C. ViGUiER (Italia) C. P O N Í (Italia)

B5. Consecuencias socioeconómicas de los coeficientes sexuales («sex ratios») en perspectiva histórica. Coordinadores: A, F A U V E - C H A M O U X (R-ancia)

S. SoGNF.R (Noruega) A. E I R A S R O E L (España)

B6. -La integración del mercado internacional de trabajo y el impacto de las migraciones sobre los mercados nacionales de trabajo desde 1870. Coordinadores; T. J. H A T T O N ( R U )

J. Wll.LlAMSON (USA)

B7. ha evolución estructural del sistema económico del Extremo Oriente desde 1700. Coordinadores: H. K A W A K A T S U (Japón)

A. j . H. L A T H A N (RU)

B8. Trabajo y ocio en perspectiva histórica. Coordinadores: I. B L A N C H A R D (RU)

B. N . MlRÓNOV (URSS)

B9. Crecimiento económico y cambio estructural. Enfoques comparativos a largo pla^o basados en series de renta nacional, * Coordinadores: A. M A D D I S O N (Holanda)

H. V A N DER W E E (Bélgica)

BIO. Inversión extranjera en América hatina: sus efectos sobre el desarrollo económico, 1850-1930. Coordinador: C. M A R I C H A L (México)

Bl 1. ha economía política del proteccionismo y el comercio, siglos xvnhXX. Coordinadores: J. V. C. N Y E (USA)

P. LlNDERT (USA)

B12. ha evolución de las instituciones financieras modernas. Coordinadores: U. O L S S O N (Suecia)

G. D. F E L D M A N (USA)

B13. ha nación, Europa j el mercado en el pensamiento económico. Coordinadores: P. RoGGl (Italia)

L. B A E C K (Bélgica) G. G i o i j (Italia)

B14. hos salarios reales en los siglos XIX y XX. Coordinadores: V. Z A M A G N I (Italia)

P. SCHOLLIERS (Bélgica))

B15. ha cultura material: consumo, estilo de vida, nivel de vida (1500-1900). Coordinadores: A. J. SCHUURMAN (Holanda)

L. S. W A L S H (USA)

B16. Gestión, finanzas y relaciones industriales en la industria marítima. Coordinadores: S. P. ViLLE (Nueva Zelanda)

D . M. WILLIAMS (RU)

Aunque el orden, título y coordinadores de las sesiones son provisionales, los interesados pueden dirigirse a los coordinadores, a la Secretaría de la Asociación Internacional (Prof. Josep GoY, Sécrétaire General, Ecole de Hautes Etudes en Sciences Sociales, Centre de Recherches Historiques, 54 Blvd. Raspail, 75270 París C E D E X 06, Francia), o a la Secretaría de la Asociación Española (Prof. Pablo ÍMARTÍN A C E Ñ A , Facultad de Ciencias Económicas y Empresa­riales, Universidad de Alcalá, Plaza Victoria, 3, Alcalá de Henares, Madrid).

Announcement Workshop on

MARKET INTEGRATION IN EUROPE FROM THE RENAISSANCE TO THE PRESENT

Cinque terre, Liguria, Italy, March 30 - April 2, 1993

The European Historical Economics Society • will organize a workshop on market integration next spring. The initiative is supported financially by the European Commission under its Stimulation plan for economic science, SPES.

Topics that will be discussed are:

a) price convergence and price stabilization, and the welfare effects of market integration,

b) evolution of transport and Information technologies in the process of market integration,

c) the institutional innovations associated with market integration.

Participation is restricted to about 25 persons, and those interested are asked to make an application accompanied by a two pages synopsis of work-in-progress as soon as possible, but not later than July 31, 1992 to

Karl Gunnar Persson. Institute of Economics. Studiestraede 6. D K 1455 Copenhagen, Denmark. Fax + 45 3312 00 01 .

The workshop will take place between March 30 and April 2, 1993 in the Cinque terre área in Liguria, Italy, situated between Genua and Pisa airports and easily accessible by train or car. Full board will be provided by the organizers but participants are supposed to cover their own transport costs. Participation will be by invitation only, based on a review of synopsis and previous research in the field.

' For Information on the activities of the Society, write to James Foreman-Peck, St Antonys College, Oxford OX2 6JF.

VI SIMPOSIO DE HISTORIA ECONÓMICA

Univeisitat Autónoma de Barcelona

Las industrias de bienes de consumo en el origen

y desarrollo de la industriali:^ación

En la nueva línea de trabajo que inauguramos en el últ imo Simposio, la Unidad de Historia Económica del Departamento de Economía y de Historia Económica de la Universidad Autónoma de Barcelona, realizará los días 21, 22 y 23 de diciembre de 1992 el próximo encuentro dedicado a la evolución de las industrias de bienes de consumo (textil, agroalimentaria...) en los procesos de articulación y desarrollo de la industrialización.

En esta nueva edición, que a partir de ahora tendrá carácter bianual, se discutirá sobre cuatro temáticas básicas:

— tendencias a largo plazo de la producción y el consumo a nivel regional o nacional;

— cambio tecnológico, productividad y organización de la producción; — formas de consumo, mercados y redes de comercialización; — e impacto ecológico de los cambios en las formas de producción y las pautas de

consumo.

Para cualquier información, dirigirse a:

José Pujol Andreu. Teléfono; (93) 58123 09 José M." Benaul. Teléfono: (93) 581 21 93

M.» Paz Chivite Jiménez, Secretaria. Teléfono (93) 581 1200 - Fax: (93) 5812012

ffi

ALIANZA EDITORIAL

Comercializa: Grupo Distribuidor Editorial

Tel. 36108 09

Leandro Prados y Vera Zamagni

EL DESARROLLO

ECONÓMICO EN LA

EUROPA DEL SUR Alianza

Universidad 68S

Eric L. Jones EL MILAGRO

EUROPEO Alianza

Universidad 657

Pedro Fraile INDUSTRIALIZACIÓN

Y GRUPOS DE

PRESIÓN Alianza

Universidad 681

Amartya K. Sen SOBRE ETICA Y

ECONOMÍA Alianza

Universidad 607

DonaldN. McCloskey

LA RETORICA DE LA

ECONOMÍA Alianza

Universidad 625

Pablo Martín Aceña y Francisco

Comin EMPRESA PUBLICA E

INDUSTRIALIZACIÓN

EN ESPAÑA Alianza Economía

y Finanzas 12

Clara Eugenia Núñez

LA FUENTE DE LA

RIQUEZA Alianza

Universidad 707

ffi Rondo Cameron

HISTORIA ECONÓMICA MUNDIAL

Alianza

Universidad Textos 134

Esta obra corona la trayectoria de uno de los grandes de la historia económica.

Partiendo de la prosperidad occidental para llegar a la industrialización y

urbanización que transformaron a Europa y América en los siglos XIX y XX.

Robert J. Barro MACROECONOMIA

Alianza

ALIANZA EDITORIAL Comercializa:

Grupo Distribuidor Editorial Te] ^61 OH 09

Universidad Textos 138

Esta obra parte de los fundamentos macro económicos y el modelo básico de

equilibrio de mercado, para abordar después las cuestiones de la inflación, las fluctuaciones económicas, el crecimiento,

el paro, el sector público, la economía internacional y las relaciones entre los

sectores monetarios y real de la economía.

Monuoí de Contobiíidad Nuevo Plan General. Segunda edición. Ampliada y actualizada, jorge Buireu Guarro. Susana Buireu Buades,

Estuche con dos volúmenes encuadernados en rústica, 17 x 23 cm, 1.400 páginas.

Adaptado a la reciente reforma de ia legislación mercantil y al Nuevo Plan General de

Contabilidad (Real Decreto 164311990 de 20 de diciembre).

El objetivo fundamental de esta obci es el análisis y ia apli­

cación práctica del Nuevo Plan General de Contabilidad, por lo

que las nuevas normas sobre débitos, créditos y subvenciones,

así como las exigencias de contabilización de operaciones con

moneda extranjera, tributos y cuentas en participación, son

objeto de explicación y estudio. Especial atención se dedica a la

contabilidad de las operaciones fnancieras, formulándose una

exposición de la parte de esta especialidad matemática en ia

medida que interesa a los lectores.

Marketing. Conceptos y estrategias. Miguel Santesmases Mestre.

Cartoné, 19 x 24 cm, 888 pógínos.

Impreso o color. Incluye 2 diskettes.

/Vlarketíng. Conceptos y estrategias pone

al alcance del lector ios conceptos e instru­

mentos básicos del marketing, poro poder

desarrollar estrategias comerciales efectivas.

Una herramienta imprescindible para todo

profesional, empresa o institución que quiera afron­

tar con éxito el reto de la competencia.

Con dos diskettes, que le ayudarán a practicar

sus conocimientos.

Cada capítulo induye:

• Uno exposición sistemática del tema, con labias y gráficos.

• lin resumen dei contenido.

• Preguntas de revisión, en formo de test, • Cuestiones y cosos pora discusión.

• Términos clave,

• Lecturas recomendadas.

£1 contenido básico se complemento con;

• Un giosario de términos.

• Referencias bibiiogróficas. • índice de materias.

• Índice de nombres fautores, instituciones y marcas).

• Dos discos fíexibíes con programas ejecutables en PC o compatibles, en los que se desarrollan ios tests de revisión, asi como ejercicios diversos.

SPIRAMIDE Teiémaco. 43. 28027 Madrid

Tei. (91)3200119. Fax 7426631

Comercializa

Grupo Distribuidor Editorioi, S.A.

Ferrer del Río, ,35, 28020 Madrid

Tei (91) 3610809 Fax (9i) 3565702

MARCIAL PONS LIBRERO

Información bibliográfica

Exposición de libros españoles y extranjeros

Cuenta de librería

Libros Jurídicos Bárbara de Braganza,

28004 MADRID Tel.: 319 42 50 Fax: 319 43 73

Humanidades y c e . Sociales

Pl. Conde del Valle de Súchil, 8

28015 MADRID Tel.: 448 47 97 Fax: 593 13 29

Economía y Gestión Plaza de las Salesas, 10

28004 MADRID Tel.: 308 56 49 Fax: 308 60 30

Agencia de suscripciones:

Publicaciones nacionales y extranjeras Números sueltos

Colecciones atrasadas

c/Tamayo y Baus, 7 28004 MADRID Tel.: 319 42 54 Fax: 319 43 73

CE^rTRO DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES

ULTIMAS PUBLICACIONES

Constitución Española, 1978-1988. Obra dirigida por Luis Aguiar de Luque y Ricardo Blanco Canales (3 vols.). 35.000 ptas.

P A L O M A B I G U N O C A M P O S : EOS vicios en el procedimiento legislativo. 1.400 ptas. C. McIi.wAiN: Constitucionalismo antiguoj moderno. Traducción de Juan J. Solozábal. 2.200 ptas. J U A N L U I S REQUF.JO PAGF.S: jurisdicción e independencia judicial. 1.700 ptas. M A N U E L J O S É T E R O L BECERRA: El Consejo General del Poder judicial. 1.200 ptas. FRANCISCO J A V I E R E Z Q U I A G A G A N U Z A S : El voto particular. 1. 200 ptas.

J O S É M.^" M O R A L E S ARRC:)YO: EOS Grupos Parlamentarios. 2.300 ptas. A N T O N K Í F A N L O LCJRAS: Fundamentos constitucionales de la Autonomía Eocal. 3.700 ptas. P A B L O SALVADOR C O D E R C H y otros: El mercado de las ideas. 3.400 ptas. J A V I E R P A R D O F A L C Ó N : H / Consejo Constitucional Francés. 3.500 ptas. E L I D E K E D O U R I E : Nacionalismo. Prólogo de Francisco MuriUo Ferrol. Traducción de Juan J.

Solozábal Echevarría. 900 ptas. R A M Ó N C O T A R E L O : Del Estado del bienestar al Estado del malestar. 1.800 ptas. J U A N J . L I N Z R . M O N T E R O y otros: Crisis j cambios: electores j partidos en la España de los años

ochenta. 3.200 ptas. A L F O N S O R U I Z M I G U E L : Ea justicia de la guerra y de la pai^. 2.000 ptas. G R E G O R I O PECES-BARBA: Ea elaboración de la Constitución de 1978. 2.000 ptas. PILAR CHAVARRI SIDERA: Eas elecciones de diputados a Cortes Generales y Extraordinarias (1810-

1813). 2.200 ptas. A L E R O S S : ¿Por qué Democracia? 1.500 ptas. A N G F L R O D R Í G U E Z D Í A Z : Transición política y consolidación constitucional de los partidos políticos. 1.600

ptas. M A N U E L R A M Í R E Z : Sistema de partidos políticos en España (1931-1990). 1.700 ptas. J A V I E R CORCUERA A T I E N Z A : Política y Derecho. Ea construcción de la Autonomía vasca. 2.300 ptas. J O S É M A R Í A P O R T I L L O V A L D É S : Monarquía y gobierno provincial. Poder y Constitución en las provincias

vascas (1760-1808). 3.600 ptas. B A R T O L O M É C L A V E R O SALVADOR: Ra^ón de Estado, ra^^ón de individuo, ra^ón de historia. 1.800 ptas. C A R M E N M U Ñ O Z DE BUSTILLO R O M E R ( 5 : Bayona en Andalucía: El estado bonapartista en la prefectura

de Xere^. 2.800 ptas. E M I L I O L L E D Ó : El silencio de la escritura. 800 ptas. AuLlS AARNTO: EO racional como ras^onable. 2.200 ptas. R A F A E L D E ASÍS R O I G : Deberes y obligaciones en la Constitución. 2.800 ptas. M." T E R E S A R O D R Í G U E Z D E L E C E A : Antropología y filosofía de la historia en Julián San:i del Río. 1.700

ptas. RüBERT A L E X Y : Teoría de la argumentación jurídica. 2.300 ptas. EI . ÍAS DÍAZ: Etica contra política. Eos intelectuales y el poder. 2.300 ptas. M A R I N A G A S C Ó N A B E L L A N : Obediencia al derecho y objeción de conciencia. 2.600 ptas. P A B L O E U G E N I O N A V A R R O : Ea eficacia del derecho. 1.200 ptas. J U A N R U I Z M A Ñ E R O : jurisdicción y normas. 1.600 ptas. J O S É RUBIO C A R R A C E D O : ¿Democracia o representación? Poder y legitimidad en Rousseau. 1.800 ptas.

Ifc.

FRANCISCO M A R T Í N E Z M A R I N A : Discurso sobre el origen de la Monarquía y sobre la naturalet^a del gobierno. Estudio preliminar de José Antonio Maravall. 800 ptas.

J A I M E B A L M E S : PolíticaJ Constitución. Selección de textos y estudio preliminar de Joaquín Várela Suanzes-Carpegna. 1.400 ptas.

A G U S T Í N D E A R G U E L L E S ; Discurso preliminar a la Constitución de 1812. 500 ptas. FRANCISCO M U R I L L O F E R R O L : Saacedra Fajardo y la política del Barroco. 2." edición. 1.800 ptas. J U A N R O M E R O A L P U E N T E : Historia de la Revolución española y otros escritos. Edición preparada e

introducida por Alberto Gil Novales. Dos volúmenes. 5.000 ptas. J O S É M A R C H E N A : Obra española en prosa. 1.700 ptas. J U A N M A L D O N A D O : El levantamiento de España. Edición bilingüe. Traducción e introducción de

M.» Angeles Duran. 3.600 ptas. A R I S T Ó T E L E S : Política. Edición bilingüe. Reimpresión. 1.800 ptas. A R I S T Ó T E L E S : Etica a Nicómaco. Edición bilingüe. Reimpresión. 1.200 ptas. A R I S T Ó T E L E S : Retórica. Edición bilingüe. Reimpresión. 1.800 ptas. SENAC D E M E I L H A N y A. B A R N A V E : DOS interpretaciones de la Revolución Francesa. 1.600 ptas. F E R D I N A N D LASALLE: Manifiesto obrero y otros escritos políticos. Traducción e introducción de

Joaquín Abellán. 1.600 ptas. " J E N O F O N T E Y P S E U D O JENOEXJNTE; Ea República de los Eacedemoniosy la República de los Atenienses.

Edición bilingüe. Reimpresión. 900 ptas. T O M Á S D E C A M P A N E L A : Ea Monarquía del Mesías y las Monarquías de las Naciones. Traducción e

introducción de Primitivo Marino Gómez. 1.800 ptas. J U A N A L T U S K J : Ea política. 4.800 ptas. J. B E N T H A M : Falacias políticas. 2.200 ptas. E. SiEYÉS: Escritos y discursos de la revolución. 2.200 ptas. G. J E L L I N E K : Reformas y mutación de la Constitución. 1.800 ptas. C O N D O R C E T , C A S T I L L Ó N y B E C K E R : ¿ES conveniente engañar al pueblo? Traducción e introducción de

Javier de Lucas. 2.300 ptas. P L U T A R C O ; Consejos políticos. Edición bilingüe. 2.000 ptas. G O N Z A L O M E N É N D E Z P I D A L ; Ea España del siglo xix vista por sus contemporáneos. Dos volúmenes.

6.000 ptas. cada uno. M A R I O G . L O S A N O , A N T O N I O E . P É R E Z L U Ñ O y M." F E R N A N D A C E R R E R O M A T E U S : Eibertad

informática y leyes de protección de datos personales. 1.300 ptas. Evaluación parlamentaria de las opciones científicas y tecnológicas. Seminario internacional coordinado

por Miguel E. Quintanilla. 1.300 ptas. R A M Ó N C O T A R E L O : En torno a la teoría de la Democracia. 800 ptas. GURUTZ JÁUREGUI: Ea nación y el estado nacional en el umbral del nuevo siglo. 700 ptas. A L F O N S O R U I Z M I G U E L : El aborto: problemas constitucionales. 950 ptas. JORDi C A P Ó G I O L : Ea legislación estatal en la España democrática. 900 ptas. V I C E N T E ESCUIN P A L O P : Régimen jurídico de la entrada y permanencia de extranjeros en España. 950

ptas. M A N U E L C . P A L O M E Q U E : EOS derechos laborales en la Constitución española. 1.000 ptas. C E N T R O D E E S T U D I O S INSTITUCIONALES D E B U E N O S A I R E S : Fundamentos y alcances del control judicial

de constitucionalidad. 1.500 ptas. L U C I A N O P A R E J O A L F O N S O : Crisis y renovación en el derecho público. 1.100 ptas. M A N U E L A T I E N Z A : Eas rat^ones del Derecho. Teorías de la argumentación jurídica. 1.400 ptas. Eas reformas político-jurídicas en la URSS. Traducción e introducción de Manuel García Alvarez.

2.500 ptas.

RESPUESTA COMERCIAL Autorización n." 4.941

B. O C. n ° 20. de 17-4-8D

A

franquear

en destino

ALIANZA EDITORIAL. S.

Apartado 27 - F. D.

M A D R I D

RESPUESTA COMERCIAL Autorización n." 4.941

B. O C n ° 20, de 17-4-80

A

franquear

en destino

ALIANZA EDITORIAL. S

Apartado 27 • F. D.

M A D R I D

Número suelto 1.400 ptas. Número suelto US$ 17

a„^

REVISTA DE HISTORIA ECONÓMICA

Nombre y Apellidos Dirección C.P Provincia

.... Población Pais...

...DNI/NIF... ..N°-

Deseo Q suscripción/es por un año (tres números), que abonaré de la forma que señalo'

• Adjunto cheque a nombre de Alianza Editorial, S.A. D Transferencia al Banco Popular Español, Ag. 6

Cta. 60/08426/32 López de Hoyos, 67 28002 Madrid D Giro postal D Domiciliación bancaria: D Banco D Caja de Ahorros

N2 sucursal Calle N^ C.P Provincia Ruego a Vds se sirvan tomar nota de que hasta nuevo aviso deberán adeudar en mi cuenta N' si recibo que anualmente y a nombre de ies sea presentado por Alianza Editorial S A ¡nombre y firma del titular) de de 199

ALIANZA EDITORIAL, S.A Milán 38 28043 MADRID TELEF (91) 300 00 45 FAX (91) 388 23 39 - W

REVISTA DE HISTORIA ECONÓMICA

Nombre y Apellidos DNI/NIF Dirección N-. C.P Población Provincia Pais

Deseo Q suscripción/es por un año (tres números), que abonaré de la forma que señalo:

• Adjunto cheque a nombre de Alianza Editorial, S.A. D Transferencia al Banco Popular Español, Ag. 6

Cta. 60/08426/32 López de Hoyos, 67 28002 Madrid D Giro postal D Domiciliación bancaria: D Banco D Caja de Ahorros

IN5 sucursal Calle N^ C.P Provincia Ruego a Vds se sirvan tomar nota de que hasta nuevo aviso deberán adeudar en mi cuenta N' el recibo que anualmente y a nombre de .. . ies sea presentado por Alianza Editorial, S A (nombre y firma del titular) de . . . de 199

ALIANZA EDITORIAL, S.A. Milán 38 28043 MADRID TELEF (91) 300 00 45 FAX (91) 388 23 39

Revista de Historia Económica 9IÍÍIB